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APUNTES SOCIOCULTURALES DE HISTORIA DE LA TRADUCCIÓN: DEL RENACIMIENTO A NUESTROS DÍAS MIGUEL ÁNGEL VEGA CERNUDA Universidad Complutense de Madrid e mpresa difícil resulta sintetizar un cuarto de la cultura universal en es- tas pocas páginas. Si me permiten pensar que las creaciones literarias consti- tuyen la mitad del acervo cultural del mun- do, estarán de acuerdo conmigo en que las traducciones constituyen la mayor parte de las letras de un país. El acervo literario de España, p. ej., no se agota en los clásicos y modernos propios. A ellos hay que añadir los que, importados a través la traducción, constituyen una pieza fundamental de nuestra vivencia del mundo: Dante, Cornei- lle, Shakespeare, Goethe, Balzac, etc. A pesar de este dato de la fenomenología cultural, ni las historias literarias ni las de la cultura cuentan todavía con la labor tra- ductora como factor determinante de pro- greso espiritual de los pueblos. A la traduc- ción, es decir, al entendimiento de los pue- blos y de las culturas se le sigue negando su memoria. Sirva este repaso al pasado de la traducción, al pasado de la humani- dad, como recordatorio y desagravio a una actividad que hasta el presente no cuenta en la historia, entendida ésta como histo- riografía. Por eso, en un curso que preten- de presentar la fenomenología de la tra- ducción, empezamos, debemos empezar por presentar lo que fue, para saber lo que es, no sin antes advertir que una historia de la traducción, en el estado de investigación y documentación en que se halla el tema, está condenada o bien a cuadros parciales, o bien a perspectivas más o menos gene- rales trazadas desde ópticas eurocéntricas. 1. EL SIGLO XVI: Los traductores a la hoguera o la dimensión política de la traducción a Antigüedad había sido la infancia de la Traducción: las primeras tra- ucciones del griego al latín (Cicerón, Livio, Terencio, etc.) fueron los primeros pasos, los primeros balbuceos de una actividad que había tenido en las altas culturas una gestación larga y dificultosa que, como en el caso de los seres vivos, teniendo historia, no cuenta prácticamente en el currículo vital de los individuos. El Medievo había sido la adolescencia, plena de proyectos vitales que dieron la base pa- ra el ulterior desarrollo cultural del mundo eurocéntrico: Bagdad y Toledo fueron in- tentos de sentar una personalidad comuni- cativa entre las diversas épocas y naciones de la sociedad humana. Pues bien, en el Renacimiento asistimos a la edad viril, si se me permite la expre- sión, de la traducción. En esa época inci- den sobre la traducción una serie de he- chos sociales, políticos y civilizatorios que la convierten en un factor cultural de gran relevancia en la vida pública. En efecto, a partir del humanismo, la traducción empie- za a contar en la vida pública de las nacio- nes hasta convertirse en una cuestión de estado, política. En cuanto tal y en la medi- da en que no se adapta a las exigencias del poder, se convierte en una actividad peli- grosa. La pérdida de contacto con las lenguas de la Antigüedad obliga al hombre cultivado a leer los clásicos en su lengua vernácula. A ello ayuda el arte de la impresión del libro que, interpretado como hecho económico, es decir, editorial, será factor determinante en la dinamización cultural y social de la îeronymus 71

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APUNTES SOCIOCULTURALES DE HISTORIA DE LATRADUCCIÓN: DEL RENACIMIENTO A NUESTROS DÍAS

MIGUEL ÁNGEL VEGA CERNUDAUniversidad Complutense de Madrid

empresa difícil resulta sintetizar uncuarto de la cultura universal en es-tas pocas páginas. Si me permiten

pensar que las creaciones literarias consti-tuyen la mitad del acervo cultural del mun-do, estarán de acuerdo conmigo en que lastraducciones constituyen la mayor parte delas letras de un país. El acervo literario deEspaña, p. ej., no se agota en los clásicos ymodernos propios. A ellos hay que añadirlos que, importados a través la traducción,constituyen una pieza fundamental denuestra vivencia del mundo: Dante, Cornei-lle, Shakespeare, Goethe, Balzac, etc. Apesar de este dato de la fenomenologíacultural, ni las historias literarias ni las de lacultura cuentan todavía con la labor tra-ductora como factor determinante de pro-greso espiritual de los pueblos. A la traduc-ción, es decir, al entendimiento de los pue-blos y de las culturas se le sigue negandosu memoria. Sirva este repaso al pasadode la traducción, al pasado de la humani-dad, como recordatorio y desagravio a unaactividad que hasta el presente no cuentaen la historia, entendida ésta como histo-riografía. Por eso, en un curso que preten-de presentar la fenomenología de la tra-ducción, empezamos, debemos empezarpor presentar lo que fue, para saber lo quees, no sin antes advertir que una historia dela traducción, en el estado de investigacióny documentación en que se halla el tema,está condenada o bien a cuadros parciales,o bien a perspectivas más o menos gene-rales trazadas desde ópticas eurocéntricas.

1. EL SIGLO XVI:Los traductores a la hoguera o

la dimensión política de la traducción

a Antigüedad había sido la infanciade la Traducción: las primeras tra-ucciones del griego al latín

(Cicerón, Livio, Terencio, etc.) fueron losprimeros pasos, los primeros balbuceos deuna actividad que había tenido en las altasculturas una gestación larga y dificultosaque, como en el caso de los seres vivos,teniendo historia, no cuenta prácticamenteen el currículo vital de los individuos. ElMedievo había sido la adolescencia, plenade proyectos vitales que dieron la base pa-ra el ulterior desarrollo cultural del mundoeurocéntrico: Bagdad y Toledo fueron in-tentos de sentar una personalidad comuni-cativa entre las diversas épocas y nacionesde la sociedad humana.

Pues bien, en el Renacimiento asistimosa la edad viril, si se me permite la expre-sión, de la traducción. En esa época inci-den sobre la traducción una serie de he-chos sociales, políticos y civilizatorios quela convierten en un factor cultural de granrelevancia en la vida pública. En efecto, apartir del humanismo, la traducción empie-za a contar en la vida pública de las nacio-nes hasta convertirse en una cuestión deestado, política. En cuanto tal y en la medi-da en que no se adapta a las exigencias delpoder, se convierte en una actividad peli-grosa.

La pérdida de contacto con las lenguasde la Antigüedad obliga al hombre cultivadoa leer los clásicos en su lengua vernácula.A ello ayuda el arte de la impresión del libroque, interpretado como hecho económico,es decir, editorial, será factor determinanteen la dinamización cultural y social de la

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traducción. Esta industria incipiente nopuede surtirse o sobrevivir de la producciónde textos en lengua vernácula y por esoacude a la traducción. Gracias a esto, elhumanismo es, sobre todo, un acto de tra-ducción. La traducción en los siglos XV yXVI forma parte nuclear de la historia de laliteratura. Tanto las traducciones del griegoal latín y de éste y del griego a las lenguasvernáculas (Láscaris, Seyssel, Amyot), co-mo los primeros intercambios literarios en-tre estas últimas, constituyen el primer em-puje hacia una concepción moderna y uni-versal (en tiempo y espacio) de la cultura.La actividad de un Láscaris en Italia, deCartagena en España, de Amyot en Fran-cia, de Nicolás de Wyle (con sus peculiaresTranslationes/Translatze o Tütschungen) enAlemania o la traducción de la Biblia en In-glaterra son hechos definitivos en el com-portamiento cultural de estos países, al im-poner nuevas corrientes estéticas y promo-ver el abandono de la visión teocéntrica osometer ésta al libre examen.

Si el Renacimiento fue la resurrección dela Antigüedad, fue la traducción la que leinsufló nueva vida a sus despojos. La pri-mera atención de los traductores se dirigióa los clásicos de la Antigüedad para po-nerlos al alcance del hombre de letras quepoco a poco iba perdiendo contacto con laslenguas clásicas. Sólo en segundo lugar, laatención del traductor tuvo en cuenta a losclásicos de la modernidad, especialmentelos italianos, que se convirtieron en la pie-dra angular sobre la que se construyó esanueva unión cultural europea que ahorasurge. Así, por ejemplo, en Alemania laEneida es traducida por Murner (1515)mientras Schaidenreisser traduce la Odi-sea, convertida en una novela de aventuras(1537), y Wickram la Metamorfosis de Ovi-dio (1545). Por su parte, Nicolaus von Wyletraduce las obras de Boccaccio y de EneasSilvio «auf das genaueste», es decir, lite-ralmente (ain yedes wort gegen aim anderwort), consciente de que «der schlechte,gemeine und sprechunfähige Mann» no vaa entender ninguna traducción por muy

adaptada que sea. Sus correligionariosSteinhöwel y Eyb, a principios del XVI,pretenderán traducir «nicht Wort für Wort,sondern von Sinn zu Sinn zu teutschen». Elprimero se apoyaba en el maestro de retó-rica Gregorius Heimburg, quien afirmaríano poder utilizar en alemán y como adornopoético todo aquello que se podía utilizaren latín.1 Junto con Boccaccio, puesto enalemán por Eyb y Schlüsselfelder, seráFernando de Rojas uno de los primerosautores «germanizados». Su Celestina estraducida por Wirsung en 1520. Más tarde,en 1569, se traduce el Amadís de Gaula yel Gargantua y Johann Artopeus hará unaversión alemana del Ismenio, una obra bi-zantina de caballería en 1573. Es así como,poco a poco, Alemania se va haciendo conlos clásicos de la modernidad.

La traducción se convierte también enmotor de los estudios filológicos y, recípro-camente, estos son impulsores de la tra-ducción. Así, por ejemplo, la actividad tra-ductora de Erasmo, que, aparte de fijar lostextos bíblicos, tradujo las homilías de SanJuan Crisóstomo sobre las epístolas deSan Pablo, daría lugar a importantes dis-putas filológicas. Las que mantuvo con losescaligeranos motivaron que se le achaca-ra un desconocimiento del griego, al habér-sele encontrado más de 150 errores de tra-ducción (Schnitzer), que Erasmo más atri-buía a desprecio por el autor traducido.

Por otra parte, gracias a la traducción seabandona el concepto de cultura teológi-camente tutelada al permitir que la opinióndel pueblo se pueda formar autónoma-mente a través de la lectura inmediata de laBiblia que la traducción posibilita. Ahí estri-baba el carácter iluminista de la traduccióny su potencial político: en el acercamientoal pueblo de aquello que era de él y para él.La sabiduría política de los antiguos,puesta al alcance del hombre común, ac-tuaba de bomba de relojería. Bien es ver-dad que era un arma de doble filo. Cuando

1Citado según Deutsche Dichtung von der Re-naissance bis zum Ausgang des Barock, Pots-dam, Günther Müller, 1927, pp. 88-89.

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Lutero traduzca la Carta a los Romanos deSan Pablo, teniendo tras de sí la experien-cia de la revuelta de los campesinos, for-mulará el principio de la jerarquía absolu-tista poniendo en las pluma de S. Pabloalgo que posiblemente el apóstol no escri-biera: el texto del pasaje paulino «omnisanima potestatibus sublimioribus subditasit» daría lugar a una traducción que veníaa aplicar el principio de que toda autoridadviene de Dios: Jederman sei Untertan derObrigkeit, die Gewalt über ihn hat. No me-nos importante para el decurso cultural ypolítico de Europa fue su traducción del pa-saje paulino que negaba a las buenasobras cualquier efecto salvífico.

Pero no sólo en sus efectos comunicati-vos la traducción estaba operando una re-volución cultural. También en las estructu-ras lingüísticas. Las lenguas vernáculas entrance de formación tenían en la traducciónuna buena palestra en la que ejercitarse.De ahí deriva otra vertiente de la dimensiónpolítica de la traducción: la posible contri-bución al establecimiento de una lenguaestándar, pieza fundamental en la forma-ción de las naciones centralizadas que seconstituyen en el momento. En Alemania, apesar de los Translatzen de Wyle o preci-samente por ellas, Lutero aparecerá ha-ciendo ondear con tonos fundamentalistasla bandera del unidad lingüística: a la horade traducir el respeto a la lengua maternadebe ser estricto.

Lo mismo pasará en Francia, donde sedesarrollará frente a la influencia que, através de la traducción, llega de las lenguasextranjeras, vivas o muertas, lo que en otraocasión he llamado el «complejo de erizo»Por eso, la de Du Bellay no será la únicaDéfense de la langue française.

Esta incidencia de la traducción en el li-bre pensamiento y en la política llevará a lahoguera a más de un traductor. E. Dolet(1509-1546), cuya estatua se levanta en laPlace Maubert de París —lugar de su eje-cución—, fue, si no el protomártir de la tra-ducción, sí el más conocido chivo expiato-rio del papel publico que ésta empezaba a

desempeñar. Este literato y humanistafrancés —según las malas lenguas hijo ile-gítimo de Francisco I, cuyas gloriosasgestas cantaría— se hizo acreedor de las¡ras de los establecidos por su espíritu li-bertario y por su libertad de expresión. Es-tablecido en Lyon como impresor, pasaríarepetidas veces por la cárcel, de la que enparte le sacaría su padre putativo. Traduc-tor de Cicerón —Epístolas y Tusculanas—publicaría un diálogo atribuido a Platón, elAxiochos, en el que, a través de la traduc-ción que del mismo hacía, negaba la in-mortalidad de alma. Llevado a París, fuecolgado y posteriormente quemado, suerteque ya habían corrido algunos de sus li-bros. Su actividad traductora fue más bienmodesta (Platón y Cicerón), al igual que sureflexión traductológica, que no llegó a lacategoría de la de Lutero, si bien el carácterde prontuario que dio a sus reflexionesacerca de la traducción, De la manière debien traduire, le ha hecho pasar injusta-mente, sobre todo entre los especialistasfranceses, por el primer traductólogo mo-derno. En el prefacio a su traducción de lasepístolas de Cicerón advertiría acerca de ladificultad que representaba la pretensiónliteralista a la hora de traducir: «je te veuxadvertir que la langue françoyse n'est si co-pieuse qu'elle puisse exprimer beaucoup dechoses en telle brièveté que la latin, pour-quoi si quelque foys j'use de circonlocutionscommodes, tu en le trouveras estrange, puiqu'aultrement en se peult faire».

En Italia registramos un caso extraño deretraducción por obra y gracia del mencio-nado Láscaris. Constantinopolitano emi-grado a Italia, restituirá al griego los textosde Plutarco traducidos al latín en el primerhumanismo italiano. El autor de Vidas pa-ralelas se convertiría, junto a Hornero, Ho-racio y Cicerón, en el autor más traducidoen estos primeros años de la Edad Moder-na. Igualmente, las traducciones que el clé-rigo Marsilio Ficino hizo de Platón serían deuna importancia decisiva para hacer reviviral padre del idealismo. Justo es señalar enel caso de Italia la poca importancia que

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este país ha dado a la reflexión teórica, porlo demás presente a lo largo de los siglosen el resto de los países.

En Inglaterra, la historia de la traducciónen esta época empieza por la Biblia. Si-guiendo los pasos de la versión de Wycleff,Tyndale, traductor de Erasmo en 1522, po-ne de manifiesto, al igual que lo hará enotros países, el papel político desempeña-do por la traducción. Como bien es sabido,perseguido por Enrique VIII, se exilaria alContinente, donde sería prendido y quema-do por hereje a causa de su traducción«luterana».

Si bien por una parte la traducción erauna empresa no carente de riesgo, por otraconstituía una actividad generadora deprestigio cultural. Así se explica, por ejem-plo, el que en los Países Bajos destacadoslatinistas tradujeran ai latín obras redacta-das en lenguas vernáculas, extremo ésteque no tenía ningún sentido comercial parala nueva industria de la imprenta: el Nar-renschiff, p. ej., es traducido en 1505 porBodius y Groot traduce al latín las obras deEurípides y el Traité de navigation (1599)de Simon Stevin. La obra de SebastianBrant se llegaría incluso a traducir al bajoalemán. En todos estos casos posible-mente hayan intervenido razones de difu-sión comercial del libro.

En España, la traducción registra uno desus momentos más activos. El terreno ve-nía abonado no sólo por la escuela de To-ledo, sino también por la actividad de Juande Mena, Enrique de Villena, Alonso deCartagena y Alfonso de Madrigal el Tosta-do. Cartagena (1384-1456), judío conversoy obispo de Burgos, además de revelar untalante muy de la época al defender en elConcilio de Basilea la primacía de Españasobre la de Inglaterra, había protagonizadouna discusión erudita con Leonardo Bruni(1369-1444) acerca de la traducción de laséticas aristotélicas, dejando además unaversión del De óptimo genere oratorum deCicerón, encargado por D. Duarte de Por-tugal, del De officiis y del De senectute(publicada en 1501) y cinco libros de Séne-

ca (publicados también postumamente en1491). Por su parte, el Tostado (h. 1407-1455), erudito humanista, repasaría en sutraducción de Eusebio —Comento de Eu-sebio, 1450, publicada en 1506— tanto lasideas traductológicas de San Jerónimo co-mo las versiones latinas al español queaparecen en ese momento. Sófocles, Eurí-pides y Terencio serían posteriormentevertidos por obra y gracia de Pérez de Oli-va o de Pedro Simón Abril. Petrarca, Tassoy Ariosto serían los modernos que antes senaturalizarían españoles a través de la tra-ducción. Luis Vives, por su parte, conside-raría la importancia lingüística de la traduc-ción y le dedicaría un apartado («Versionesy traducciones») en sus consideracionesretóricas El arte de hablar (1532). Por éstepuede ser considerado como uno de losprimeros preceptistas de la traducción.

Por lo demás, considerada la Biblia co-mo intocable en su versión griega para elAntiguo Testamento y en su versión latinajeronimiana para el Nuevo Testamento(quería decir esto que ni siquiera filológi-camente se le podía sacar punta a los tex-tos así fijados), la traducción española ten-drá en los Santos Padres uno de sus moti-vos más frecuentes, lo que, dado el am-biente de obligado fervor religioso —queparadójicamente convivía con muestras tanevidentes de paganismo como La lozanaandaluza o la Celestina—, no es de extra-ñar. La traducción de los místicos ordenadapor Cisneros —tema bien estudiado porBataillon— es una prueba más de esta ten-dencia, que no excluyó, sin embargo, lastraducciones profanas de los libros de ca-ballerías, que después darían motivo aCervantes para reflexionar sobre la traduc-ción en el célebre pasaje del Quijote en elque la compara con un tapiz invertido.

La versión de El Cantar de los Cantaresrealizada por fray Luis de León es tambiénun caso excepcional de actuación traducto-gráfica por la transcendencia social de lamisma. Como se sabe, representaba unatransgresión —especialmente grave al pro-venir de un «marrano»— de las normas,

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que prohibían toda traducción íntegra de laBiblia y que sólo permitían las parcialessiempre que no se tocara el texto. Estatransgresión de la normativa le hizo objetode las ¡ras inquisitoriales. La traducción quedel Nuevo Testamento había realizado en1543 Francisco de Encinas —publicada enAmberes— sería inmediatamente prohibi-da. De la posterior empresa de Casiodorode Reyna ya se ha escrito abundantemen-te. Sin embargo, a principios del siglo, lle-vado del espíritu que dio lugar a la univer-sidad por él fundada, Cisneros había em-prendido la edición-traducción de la BibliaPolíglota Complutense, empresa de erudi-ción filológica ingente que, con todo, no fi-guró en la historia de tales empresas comomerecía a causa de la pérdida de granparte de la edición en el naufragio del barcoque la transportaba a Italia.

No menos importancia que las mencio-nadas traducciones tendría la del Enchiri-dion militis christiani (1525) de Erasmo, queserviría a los enemigos del humanista depretexto para plantear ante el Emperador laortodoxia de su autor.

En todo caso hay que notar que quizás lamayor gesta de traducción de la época sehaya escrito en la América hispana. Ni elencuentro de los dos mundos ni la con-quista militar y espiritual habrían sido loque fueron, con sus soles y sombras, sin elesfuerzo traductor y de interpretación quehicieron o realizaron personas que en suvida había pensado ejercer como profesio-nales de la comunicación. La célebre indiamaya Malinche, compañera de Cortés, sir-vió de intérprete en un entendimiento pre-tendido y no siempre conseguido entre in-dígenas y conquistadores. Fray JerónimoSaavedra y muchos otros misioneros, so-bre todo franciscanos, rescataron para laposteridad y la memoria literaria la oralidadde los indígenas que demostraba que,aunque no había logrado el desarrollo for-mal de los europeos, poseía una gran ca-pacidad expresiva y literaria.

Junto a esto, hay que notar la retoma dela dimensión utilitaria de la traductografía,

que ya los árabes habían puesto en boga.Se traducen las grandes obras de la inge-niería, la náutica o la medicina. Dado que lapolítica va produciendo su propia literatura,ésta se utiliza, vía traducción, a favor o encontra de las propias posiciones: El libro deLas Casas sería traducido en 1579, mo-mento álgido del enfrentamiento hispano-francés, por Miggrode bajo el título de Ty-rannies et cruautés des Espagnols.

2. EL SIGLO XVII:La traducción como cuestión estética o

la querella y las bellas infieles

el siglo XVII comienza a concienciarde manera más expresa los aspec-tos técnicos y procesuales de la tra-

ducción. Por eso se empiezan a elaborarútiles de traducción como son las gramáti-cas comparadas y, sobre todo, los diccio-narios. Tras el primer diccionario redactadopor Nebrija, empiezan a aparecer dicciona-rios bilingües o plurilingües de los idiomasmodernos. Así, por ejemplo, en 1611 apa-recería A Dictionary of the French and Eng-lish Tongues. London o el célebre Tetraglo-tton de 1659 (Lexicon Tatraglotton. An Eng-lish-French-Italian-Spanish Dictionary Lon-don 1659) que iba seguido de un volumende proverbios escogidos. Es ésta una señalinequívoca de que mientras tanto se ha idodescubriendo la posible «clasicidad» de losmodernos, hecho que originaría en Franciala célebre Querelle des anciens et moder-nes. La traducción perderá un poco el perfilpolítico que había adquirido en el siglo an-terior para convertirse en cuestión estética:«¿hay que salvar las diatopías y diacroníasde los textos clásicos para que éstos diganalgo al siglo y a la nación?» Tal sería elformulado actual de la cuestión que enton-ces se debate y que se soluciona según eltalante de cada nación y, dentro de ésta, decada traductor. La teoría literaria irá prendi-da de la traductológica y a la inversa. La«belleza infiel» de los franceses que exigenque el texto, como el embajador de lejanas

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tierras hace al presentar sus credencialesal monarca, adopte el ropaje de la lengua ycultura anfitriona no es más que el trasuntotraductológico de la estética literaria delbuen gusto que se contrapone a esa otraque pide un respeto a la forma extranjera.Dentro de Francia serán D'Ablancourt(1606-1666) y Mme Dacier (1654-1720) losdos polos contrapuestos de este mundotraductológico. Por su parte, el preceptistasuizo Breitinger contestará desde unaperspectiva racionalista la «belleza infiel»francesa. Con el tiempo, alemanes y fran-ceses llegarán a ser antípodas en el campode la estética de la traducción: mientras losprimeros, especialmente en el siglo si-guiente, abogarán por la cortesía hacia elhuésped —es decir, hacia el autor naturali-zado a través de la traducción—, los se-gundos preferirán que éste la tenga paracon el anfitrión. Bachet de Méziriac, escritormediocre —y, por eso, miembro de la Aca-démie— y traductor prolífico, sentaría en suDiscours sur la traduction el manifiesto dela infidelidad. D'Ablancourt calificaría en suprefacio a la traducción de Minucio Félix(Octavio) de «superstition Judaïque des'attacher aux mots et de quitter le desseinpour lequel on le emploi». Para apoyar suopción traductológica, utilizaría un principiode analogía más que discutible: «Comme ila esté agréable en sa langue il faut qu'il lesoit encore en la notre». Estos postuladoshabían tenido ya una formulación inicial enDolet, Fontaine (1555) o Lallemont (1549).Sólo Amyot y Seyssel parecen haber re-presentado la opción contraria. Denis Sau-vagem, traductor (1555) de la Philosophied'amour de León Hebreo, decía: «On feroità mon advis bien grand tort a cet Auteur dele suivre en le traduysant»2

Por lo demás, continúa la tónica traduc-tográfica establecida en el siglo anterior, sibien en éste los clásicos modernos empie-zan a ganar terreno (D. Quichotte de Oudin,

2Ver al respecto el estudio de Ch. Balliu: «Lostraductores transparentes. Historia de la traduc-ción durante el período clásico», HieronymusComplutensis (1995), 1.

1614; Persiles de Rosset, 1917; Roland fu-rieux de Rosset, 1615; Pastor Fido de A. deGiraud, 1623), a impulsos de los siglos deoro que viven España, Francia e Inglaterra.

La influencia de Luis XIV ha sido bienhe-chora en la traducción: gracias a él se hi-cieron la ediciones clásicas que se encar-garon a Daniel Huet (1630-1721), filósofode espíritu enciclopédico, ayudante deBossuet en la educación del Delfín, obispoy abad y traductor de las Pastorales delPseudo Longo al latín. Aprovecharía su ac-tividad de educador para la edición de lasobras clásicas ad usum Delphini: este con-tacto con los clásicos le ha llevado a escri-bir la primera historia de la traducción Deinterpretatione libri duo (1661).

Junto a la actividad de Huet hay que se-ñalar la de Antoine Dacier (1651-1722), es-píritu romántico que moriría de pena por lapérdida de su mujer Anne. Bibliotecario delrey, traduce las obras de Horacio (1681-1689, 10 vols.), la Poética de Aristóteles(1692), las obras de Hipócrates (1687),Platón (1699) y las Vidas de Plutarco(1721). Su ejemplar esposa, la célebreMme Dacier, participaría en las disputascontra La Motte acerca de los antiguos ymodernos y traduciría al latín el Calimaco(1674), al francés los poemas de Safo yAnacreonte (1681), tres comedia de Plauto(1683) y todas las comedias de Terencio,las Nubes de Aristófanes (1684) y sobretodo, ya en el siglo XVIII, la lliada y la Odi-sea3 Como es sabido, su manera literal detraducir le granjearía la burla de sus con-temporáneos, más propensos, como bue-nos franceses, a la infidelidad. Hay que se-ñalar que en esta empresa de fidelidad lite-ral a los clásicos no estaba sola. Marolles,polifacético traductor francés, traduciría los64 títulos de su personal traductografíapalabra por palabra.

El mencionado N. Perrot D'Ablancourt(1609-1669), miembro de la Academiafrancesa, legaría a la cultura clásica fran-

Según Encyclopédie moderne ou dictionnaireabrégé, Courtin, 10a edición, 1828.

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cesa una veintena de traducciones, contri-buyendo con ellas de manera definitiva alestablecimiento del «buen gusto»: MinucioFélix, Cicerón (cuatro discursos), Tácito,Luciano, Jenofonte (la Anabasis y la Histo-ria de Grecia), Tucídides, Julio César (loscomentarios), etc. Él sería el responsable ypatrón de esa manera de traducir nacionalque se llamarían las bellas infieles. Omitoaquí la anécdota referida al origen de laexpresión por lo impreciso de su perfil.

Todas estas traducciones dan el am-biente en el que surgirá la querelle des an-ciens que suscita el cuentista Perrault,quien se gana la ira de Boileau, al defenderla primacía de los modernos sobre los anti-guos. Contemporáneamente a esta disputay su prolongación aparecerán numerosostrabajos de reflexión traductiva: En 1660 elprovenzal Gaspard de la Tende publica enParís sus Règles de la traduction oumoyens pour apprendre à traduire de latinen françois, y un año después Huet el men-cionado De interpretatione libri duo. Preci-samente uno de estos dos libros sería elprimer ensayo de historia de la traducción.

En el s. XVII alemán destacaría la activi-dad adaptadora, no estrictamente traducto-ra de temas latinos y, sobre todo, de losmodernos (españoles, franceses y flamen-cos). Esta época haría de uso corriente enla preceptiva el término «adaptación» o«imitación» como un caso de traducción.Así, el padre del barroco alemán, MartinOpitz, traduciría adaptativamente dramasde Séneca (Las Troyanas, 1625) y de Sófo-cles (Antígona, 1636), mientras el nurem-burgués Harsdó'rfer elaboraba la traducciónanteriormente hecha de la Diana de Mon-temayor por Kuefstein, así como la de Dia-nea de Loredano. Ambas fueron piedra an-gular sobre la que se construiría la socie-dad «pastoril» de Nuremberg Die Pegniz-scher Schäfer. La adaptación de Mosche-rosch de Los sueños de Quevedo(Satirische Geschichte Philanders von Sit-tenwald, 1640) sobre una versión francesatendría un éxito extraordinario que le lleva-ría a ingresar en la Fruchtbringende Ge-

sellschaft. Cuestión a investigar es si enesta presencia hispánica en Alemania noha tenido que ser de importancia decisivael influjo del hispanizado Emperador Ro-dolfo II, educado, como se sabe, bajo latutela de su tío Felipe II en España.

Como anécdota curiosa —y de ellas estáplagada la historia de la traducción— se-ñalaremos que la primera edición del Laza-rillo aparecería en 1617 con el subtítulo deEin Spanier, dato que pudiera aludir a lainterpretación tipificadora de nuestra con-ducta en las obras alemanas, incluso a lahora de traducir, al poner la picaresca enrelación con el modo de ser nacional.

En todo caso, la traductografía alemanade los modernos, al igual que en otras na-ciones, anda un poco desorientada: se tra-ducen autores que hoy no resultan impres-cindibles, como las obras de Mme Scudéry(Stubenberg, 1631), la Eromena de Biondi(Stubenberg, 1667) o la mencionada Dia-nea del veneciano Loredano (1656). Sóloen el español parecen haber acertado unpoco más, pues, además de los títulosmencionados, Aegidius Albertinus traduceel Guzmán de Alfarache. En todo caso, elalemán no recibiría nuestro D. Quijotehasta 1621, siendo la última de las lenguasoccidentales en recibirlo. Posteriormente,en 1648 la traducción del Quijote aparecíaen una versión abreviada de 22 capítulos:la de Joachim Caesar.

Gracias a estas traducciones, los poetasbarrocos alemanes actuarían como grupode fermentación cultural y literaria que pon-dría a la nación en la órbita de la literaturamundial. Pero también motivarían la reac-ción nacionalista de Schottelius, primera-mente, y ya en el siglo XVIII, la afrancesadade Gottsched.

Efectivamente, Schottelius, desde 1612Hoffgerichtsassessor del Príncipe deBraunschweig, se batiría contra el afán tra-ductivo de los poetas contemporáneos.Aunque él mismo no ejercería como tra-ductor, normaría, movido de un afán puristay patriótico, esta actividad en su Ausführli-che Arbeit von der deutschen Haubtsprache

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(Braun-schweig, 1663). Que lo que le mo-vía era la política de la lengua lo demuestrasu «Horrendum bellum gramaticale teuto-num antiquissimorum», donde intenta ponerde manifiesto la relación existente entre lascuestiones políticas y las gramaticales. Su-blevado por el spanisch-welsch-fransch-teutsch sinn de la lengua, abogaría por unpurismo traductivo, lo mismo que haría Ze-sen. Por su parte, Opitz insistiría, como ha-bía hecho Quintialiano, en el valor formati-vo de la traducción.

Por su parte, Italia ha sido más donadoraque receptora. La libertad intelectual que apesar del dominio papal y la persecuciónde la Inquisición, reinaba en Italia permiti-ría, por ejemplo, que en 1609 apareciera enVenecia la traducción del Haggada, el textolitúrgico de la Pascua Judía, trece añosantes de que en el tolerante Amsterdamapareciera la versión en español.

Pero si alguna nación destaca en estesiglo en la traducción esa es Inglaterra. To-do escritor que se precie debe probar for-tuna con la traducción. Incluso los noblesllenan sus ocios con el ejercicio de la tra-ducción. Difícil resulta resumir la enormeactividad traductora inglesa de la épocapostelisabethana, actividad que venía pre-parada por el fervor traductográfico desa-rrollado bajo el reinado de la llamada ReinaVirgen, bajo la cual habían destacado losnombres de Phillemon Holland, Cowley yChapman. Las versiones homéricas reali-zadas por Chapman serán en obras de lapropia literatura. La bíblica King's JamesVersion se convertirá en canónica y sutexto será uno de los fijadores del idiomainglés. Por otra parte, continuando la tónicadel siglo anterior, son los traductoresmiembros pertenecientes a la nobleza losque traducen o en su caso, hacen traducir.Es más, Lord Roscommon intentará reglarla traducción en verso con un poema di-dáctico en verso. Dryden escribirá un ensa-yo de poética On dramatic poesy y practica-rá la traducción intralingüística con Chaucery la interlingüística traduciendo a Virgilio,Juvenal, Persio, Luciano y Plutarco, Ovidio,

saliéndose con ello de los caminos trilladosde la traductografía normal y añadiendo aellas unos prólogos que son manifiestostraductológicos. En ellos describe las tresposibles opciones procesuales del traduc-tor frente al texto, cosa que, por otra parte,ya había hecho Vives: la traducción literal,la traducción sensual y la imitación oadaptación o, en su terminología, meta-phrase (word by word), paraphrase (thewords are not so strictly followed as hissense), imitation (the translator assumesthe liberty... to vary from the words andsense). Pero más que lo descriptivo, seríalo prescriptivo lo que interesaría a Dryden.El calificativo que Johnson le ha dado delegislador de la traducción inglesa es co-rrecto. La normativa que propone no esmuy original, pues dentro del ámbito inglésya había sido utilizado por Chapman: eltraductor de poesía debe ser poeta y con-geniar con el autor, amén de poseer unosconocimientos lingüísticos extraordinarios.

3. EL SIGLO XVIII:El exotismo y el racionalismo

en la traducción

afán de conocimiento universal ca-racterístico de la Ilustración así co-

o las relaciones internacionalesque se han intensificado a lo largo del sigloXVIII imponen el estudio de la lenguas y,consiguientemente, la elaboración del ins-trumental pedagógico de las mismas. A ellocontribuirá también la costumbre social,que, presente ya en épocas anteriores, es-talla, por así decirlo, en el XVIII: el viaje deformación por el extranjero, sobre todo aItalia. Los viajes de Prévost, Sterne oGoethe son ejemplos de este tic socialcosmopolita al que se viene a unirse laemigración impuesta o voluntaria por razo-nes de trabajo, de política y, ya menos, dereligión. Los hugonotes franceses en Prusiay Bayle en Rotterdam son ejemplo de ello.

Es así como aparece un sinfín de méto-dos de aprendizaje. En 1717, por ejemplo,

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se imprime en Leipzig una Anleitung zurEnglischen Sprache bestehend in einervollständigen Grammatica, Vocabulario,Gesprächen, Redens-Arten, Complimenten,Briefen, Sprüchwörtern und Argumentenque viene firmada por Christian Ludwigs. ElDictionnaire nouveau des langues françaiseet espagnole de Francisco aparece en1705. El hecho de que obras no literariasescritas en latín como De jure belli ac padsde Groot sea traduccido al francés, al igualque la proclama de Thomasius, traductortambién, en contra del latín en la universi-dad de Halle, hablan ya en favor de que lavigencia de éste como koine científica teníaya la batalla perdida. Leibniz escribiría,como bien se sabe, todo su repertorio enfrancés. Esta sustitución de la lengua decultura tradicional por otra vernácula que seinternacionaliza —primero el francés y ac-tualmente el inglés— pone en todo caso derelieve el hecho de que por encima de latraducción siempre será necesaria una coi-né. Así al menos, sucede hasta el día dehoy.

En todo caso, esta época manifiesta elafán recuperador de la actualidad literariaforánea a través de la edición de obras delos modernos. Incluso las revistas que sefundan en este momento verán edicionesen lenguas extranjeras. The Spectator de J.Addison y Steele, p. ej., verá ediciones enfrancés (1714) y en alemán (1719-1725).

Por esos años se introducía en los lexikala entrada «traducción». L'Encyclopédierecogía el término en un extenso artículodebido a la pluma de Marmontel. En todocaso no era la primera vez que esto suce-día, pues ya anteriormente se había hechoen alemán, en Lexikon der Wissenschaftende 1743. Ese hecho era la consagración dela traducción como un saber, una actividado una profesión que pasaba del anonimatoa un status cultural.

El siglo XVIII verá la continuación de la«querella» y del enfrentamiento de las dostendencias teóricas y prácticas de la tra-ducción: la de la belleza infiel y la de la fi-delidad fea. Efectivamente, la querella, ini-

ciada en Francia por Perrault el siglo ante-rior continúa en éste. Después de pasar porInglaterra se reavivará de nuevo en Franciadonde la encenderá Houdar de la Motte(1672-1731), quien, de acuerdo con Fonte-nelie, hacía una formulación sacrilega:Hornero no valdría lo que se decía y habíaque corregirlo. Ni corto ni perezoso, en1714 reduciría a doce cantos esta obra ca-non de la literatura occidental en la con-ciencia —de la que después también harágala el abbé Prévost en sus empresas tra-ductivas— de haber mejorado el original.La anciana Mme Dacier se revolvió en suretiro y se embarcó en la disputa que ya sehabía sosegado. Por si fuera poco, la Mottepensaba que la rima y el verso quitabannaturalidad al poema.

Partidario de los modernos parece habersido el legendario abbé Prévost (1697-1763), quien manifiesta la incidencia de labiografía personal en el currículo traductor.Traducirá la Pamela de Richardson, puesen su aventurosa vida había recalado enInglaterra para huir del convento. Más tardetraduciría las cartas familiares de Cicerón.

Por otra parte, el siglo de las Cartas per-sas no podía por menos de atender tam-bién en la traducción el orientalismo que alsocaire de las empresas comerciales y co-lonizadoras en la India y en el ExtremoOriente comenzaba a propagarse cultural-mente en los salones de los palacios o enla temática de las óperas. Tímidamente sehabía iniciado este interés por «lo otro»,por motivos no estrictamente culturales odesinteresados, en el siglo anterior. Laevangelización y el interés colonial y cultu-ral se unían en una literatura de viajes ydescubrimientos que, a falta de producciónpropia, se traducía. Así, por ejemplo, alneerlandés habían pasado en 1665, es de-cir, un siglo después de su aparición (1550)y como Pertinente beschrijvinghe van Africalos informes geográficos del árabe León elAfricano, y La Storia délie Isole Orientaledel jesuíta Giovanni Pietro Maffei había si-do traducida al francés en 1665 por Pure,que justificaba su traducción, dirigida al rey

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francés, por motivos colonialistas. YaColbert había establecido en 1669 una es-cuela de intérpretes franceses para evitarla utilización en las colonias de los serviciosde los indígenas que siempre podía sertraicioneros..

Será, sin embargo, en el XVIII cuandoeste orientalismo traductivo estalle en unaserie de obras de carácter etnológico oeconómico. Las Mémoires relatifs à l'état del'Inde traducidas en 1787 por Pierre de laMontagne o El reglamento de los bramanesson una prueba de ello.4 Dígase lo mismode la primera traducción francesa, ya men-cionada, de la Haggada o texto litúrgico dela Pascua judía. Sólo en un segundo mo-mento se atenderá la traducción de la lite-ratura de los países colonizados. En estecontexto hay que señalar la aparición deLas mil y una noches en francés en 1717traducidas por Galland. Paul St.-Pierre se-ñala que de los 8.000 títulos traducidos alfrancés entre 1480 a 1799, se encuentran86 textos que se refieren a la China y la In-dia. El traductor de las Mélanges de littéra-ture orientale (1770) afirma que «tous lesPeuples méritent l'attention du Philosophe...les moeurs infiniment variées, ne changentjamais le fond de l'homme». De haber sidoconsecuente con estas ideas antropológi-cas, debería haber procedido traductológi-camente de manera distinta a como lo hizo:«J'entrepis donc, non pas de traduire litté-ralement, mais de donner une idée de lamanière dont les meilleurs Auteurs Chinoisparlent de la guerre...».

Por lo demás, Francia descubrirá ahorala literatura inglesa, hasta entonces en des-ventaja frente a lo español y lo italiano de-bido a los diferentes cánones estéticos queimperaban en ella. J. Fr. du Bellay, en suintroducción a su traducción del ensayo dePope Los principios de la Moral y del gusto,llegará a decir: «il n'y a rien de si concisque la Langue Anglaise»5 De todas mane-

4Ver Michel Ballard y Lleven d'Hulst: La traduc-tion en France à l'âge classique, Septentrion,1996

5V. Hieronymus Complutensis (1997), 4.

ras el reconocimiento no será tan incondi-cional como para entregarse por encima dela propia autoestima nacional: «il est éton-nant, qu'étant si voisins, nous soyons siéloignés de goût et de sentiments. Noues-nous accommode encore mieux du carac-tère des Italiens».

En Inglaterra sigue la admiración por losclásicos que alternan, en menor medida,con la sentida por los modernos. Hornero,Horacio y Plutarco siguen mereciendo lasmayores atenciones. Pope se atreve conHornero y traduce en verso la lliada y laOdisea, si bien sus versiones quedan lejos,en opinión de los críticos y a causa delconcepto liberal de la traducción, de lasimplicidad homérica. En su versión de Ju-venal, Samuel Johnson, utilizando la termi-nología ya fijada por Dryden, presentarátitularmente la tercera opción traductiva deeste: Imitation of third Satire of Juvenal(1738).

La traductología tampoco dejó de estarpresente en el XVIII inglés. Ya a finales delsiglo aparecerá el Essay on the Principlesof Translation de Tytler. Además de evocarel principio de la congenialidad entre autory traductor, ya propuesto por Dryden, varia-rá el principio de la libertad traductora ba-sándolo en el diferente genio de las len-guas y en el respeto al de la lengua dedestino.

Si el siglo XVII había sido el siglo de latraductografía inglesa, el XVIII lo será de laalemana, impulsada por la apasionantediscusión del racionalismo traductivo. Noes de extrañar que el acervo de experien-cias e ideas universalistas del siglo de lasluces se reflejara también en el pensa-miento traductológico. El racionalismoleibniziano también tenía su aplicación alos problemas del lenguaje. Si vivíamos enel mejor de los mundos posibles, el estadodel lenguaje era el mejor de los posibles y,en cuanto compuesto de monadas, debíatener una correspondencia armónica entresus diversas realizaciones lingüísticas. Elmismo Leibniz lo había expresado en eltercer libro («Von den Worten») de su Neue

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Abh. über den menschlichen Verstant(aparecido en francés como Nouveaux Es-says sur l'entendement humain) en el quellegaba afirmar, a base de ejemplos decontraste fonético-fonológico, que existeuna dependencia entre la lengua y las co-sas que ella expresa: «in dem Ursprung derWorte eine natürliche Beziehung zwischenden Dingen und den Lauten und Bewegun-gen der Sprechorgane obwaltet»6 No es deextrañar que su alumno Breitinger —puesla filosofía de Wolff, oficial en la universi-dades alemanas, le había hecho tal— cre-yera en el parentesco de todos los idiomasy en la posibilidad de la traducción literal.Breitinger, preceptista suizo alemán, for-mularía su teoría leibniciana de la traduc-ción de la siguiente manera: si todos lospueblos, es decir, si todos los hablantes delas diversas lenguas del mundo tienen unidéntico mundo referencial, deberán teneruna idéntica manera de pensar y, consi-guientemente, una idéntica manera de ex-presarse. Ergo la traducción literal no sóloes posible sino deseable. Con ello, Breitin-ger, además de adoptar posturas que con-tradecían las de Lutero, representaba laversión traductológica del universalismolingüístico.

Por lo que respecta a la traductografíaalemana de este siglo hay que destacar ladecisiva importancia que ésta tiene en laestética literaria de la época. Cuatro son lasempresas traductoras que inciden de ma-nera definitiva en la configuración del cua-dro de época literario: en primer lugar, lanaturalización del teatro de Shakespearerealizada por las traducciones, entre otros,de Wieland y que daría el fermento para larevolución estética del Sturm und Drang ydel romanticismo. En segundo lugar, la tra-ducción de los clásicos españoles(Góngora, Calderón, Cervantes), iniciadapor Jacobi, Gleim y Herder, potenciaría el«efecto Shakespeare». En tercer lugar, latraducción en hexámetros de las obras ho-

P. 309 de la edición de las Obras realizadapor Cassirer, 1915

méricas realizadas por Voss en 1781 y quedarían la base para la clasicidad alemanade Goethe y Schiller. El de Voss sería uncurrículo traductor neto. Como poeta deidilios pasaría sin pena ni gloria por la his-toria de la literatura alemana. Pero su tra-ducción de Hornero hizo época, pues eseintento de introducir la métrica griega en lapoesía alemana, no era sino el trasunto desu intento de introducir el espíritu de lacultura griega en la cultura alemana, yapropiciado por las obras de Winckelmann.Finalmente, las traducciones gottschedia-nas: En 1741 Gottsched publica en Leipzigla traducción del Diccionario Histórico-Crítico de Bayle (Historisches und Criti-sches Wörterbuch, a la que añade su Har-matigenia y Drei kleine Reden zur Verteidi-gung Gottes und des menschlichen Ge-schlechts. Realizada en tres años con laayuda de un colaborador, la mayor partedel trabajo le corresponde a él, que tam-bién se encarga de revisar la parte de sucolaborador, al que, por otra parte, nonombra hasta el cuarto volumen. Él sería elresponsable del gran formato de la obra, yaque, según confesión propia, el número devolúmenes perjudicaría su uso. TambiénGottsched se encargaría de la edición ale-mana del The Spectator.

Más adelantado el siglo se publicaránrevistas dedicadas a la difusión de las lite-raturas extranjeras y a la publicación depruebas poéticas de autores extranjerosque se traducen, tales como The EnglishMagazine o Magazin der Spanischen undPortugiesischen Literatur que contribuyeronde manera definitiva a crear un interés porla literatura mundial que posteriormentedaría como resultado la pretensión goethe-ana de la Weltliteratur.

En todo caso, en esta época la actividadtraductora no permite vivir de su rendi-miento al traductor que debe compaginaresta su actividad con otras posibilidadesprofesionales, tales como la de biblioteca-rio, asesor judicial, etc.

La proximidad cronológica entre estaeclosión traductora y el siglo de oro nacio-

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nal habla a favor de que ambos están enrelación de mutua dependencia.

También en esta época, Rusia se incor-pora a la historia de la traducción y empie-za, como había acaecido en el reto de lasnaciones europeas, con los clásicos de laAntigüedad: Antioch Kantemir traducirá lasOdas de Anacreonte y las Odas de Horacio(1742) y más tarde la Emperatriz Catalina,alemana de origen, traduciría del inglés aShakespeare y del español a Calderón.Esta soberana destacaría por su generosi-dad con los traductores, sobre todo los quetraducían sus propias obras al alemán(Ernst Arndt). Ya anteriormente, Pedro elGrande había intervenido en empresas tra-ductivas orientando o criticando los resulta-dos de las mismas. Cuando en 1768 secree una Sociedad para la Traducción deLibros Extranjeros serán 114 los escritoresque pertenezcan a ella, entre ellos Tredia-kovski. En todo caso la orientación de latraductografía rusa valió para Francia, so-bre todo.

4. EL SIGLO XIX:La traducción como cuestión comercial

€ l siglo XIX ve la complejización, di-versificación y universalización de latraducción que, iniciadas tímida-

mente en el XVIII, estallan en un siglo queve conmovida su estructura social y culturalpor la aparición de la industrialización y porel triunfo cultural de la burguesía. Se tradu-ce todo (filosofía, literatura, teología, medi-cina, etc.) de todos los idiomas (sánscrito,húngaro, finés, persa). La competenciaestablecida entre la sociedad laica y la so-ciedad religiosa, y dentro de aquella, entredos partes de la sociedad de signo políticodiverso —de derechas y de izquierdas—aumentan las necesidades de informacióncon fines apologéticos y aumenta la de-manda de lectura y cultura. Los ocios de«los de diez mil de arriba» deben llenarse yno sólo de cacerías, bailes y conciertos.Los salones literarios, cuyos motores dejan

de ser los nobles, exigen siempre nuevostemas de conversación. Se consolidan lasediciones íntegras de los modernos. Lasbibliotecas, que anteriormente sólo figura-ban en los palacios principescos, a lo largodel XVIII se habían ido constituyendo en unsímbolo estamental de los miembros de laclase burguesa erudita, que en la posesiónde una bien selecta biblioteca podía teneruna motivo para ser llamado a la docencia.La petición por parte de Goethe de unaWeltliteratur, es decir, la constitución de unacervo común literario más allá de las pro-pias fronteras lingüísticas, induce a la bús-queda de las obras dignas de figurar enese panteón. Los modernos extranjeros seintegran inmediatamente en la propia cultu-ra literaria: Scott, Dickens, Tolstoi, Cha-teaubriand se traducen al poco tiempo desu aparición en las imprentas patrias.Hélperine-Kaminski, nombre legendario enla traductografía francesa, traducirá al fran-cés la Katia de Tolstoi en 1878, es decir, alos diez años de su aparición en Rusia.

También se produce un ligero despla-zamiento eurocéntrico en la traductografía.Si anteriormente lo que Mme de Staël lla-maba la literatura meridional había sido de-cisiva en la configuración del cuadro deépoca, en el XIX, la pérdida del prestigiopolítico del mundo mediterráneo (España eItalia) y la aparición de nuevas constelacio-nes políticas y culturales en el panoramageneral europeo (magiar, rusa, nórdica),conducen a un replanteamiento de la políti-ca editorial. Pocas son las obras de la lite-ratura española contemporánea que, congran desorientación, se traducen a las len-guas europeas. Ni siquiera la aparición defiguras seculares salvarán este retroceso:cuando aparezca Galdós en el panoramaespañol, pocas serán las literaturas ex-tranjeras que se apresuren a recibirlo.

La traducción ya no puede valorarse ensí misma sino por su transcendencia socialy su circunstancia: si es la primera de unautor, si suscita polémica, si introduce unacultura, etc. Por eso se dirige la atención ala producción contemporánea. Incluso a

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costa de introducirse en ámbitos lingüísti-cos hasta entonces desconocidos.

Episodios traductores del XIX pero quearrancan del espíritu ilustrado alemán sonlas traducciones de Humboldt (1767-1835)y de Voss. Éste, siguiendo las pautas desus anteriores intervenciones, desarrollaríauna enorme actividad traductora como de-muestran sus versiones de Virgilio (1799),Horacio (en 1806 y 1820), Hesiodo (1806),Teócrito (1806), Tibulo (1810), Aristófanes(1821) y Esquilo (1826). Con la ayuda de sumujer traduciría también a Shakespeare(1818-1826). Por su parte el ministro dePrusia, Wilhelm von Humboldt, además dematar sus ocios burocráticos con la traduc-ción de Píndaro y Esquilo, los dedicaría areflexionar sobre la traducción. Su intro-ducción a la traducción del Agamenón seríala carta magna de la moderna teoría de latraducción. En ella, Humboldt proponía laimposibilidad de la traducción al tiempoque su necesidad. Las diferentes concep-ciones del mundo que basan las respecti-vas lenguas imposibilitan la consecución deuna equivalencia perfecta, statement ésteque no excusa del deber de intentarlo. Mástarde, Schleiermacher haría, en una obraclásica de la traductología moderna, Überdie verschieden Methoden des übersetzens,un intento de análisis científico de la tra-ducción. Lo novedoso de su planteamientoestribará en el carácter opcional que defini-tivamente asigna al proceso traductivo: ose acerca el texto meta al autor o se hacela traducción para el lector. La decisión escuestión de estética.

Episodios traductográficos más específi-cos de ese siglo son la rápida propagacióndel movimiento alemán (Clasicidad + Ro-manticismo) en el resto de Europa graciasa la no menos inmediata traducción de susgrandes producciones. La importancia deColeridge y Carlyle en Inglaterra o de Ner-val en Francia se registra en cualquier his-toria de la literatura de ambos países. Porlo que respecta a España, el carácter me-diador de Francia fue decisivo. Muchas delas obras alemanas fueron traducidas del

francés, procedimiento no muy loable, peroque al menos mantenía a nuestro país encontacto con las corrientes europeas.

Al XIX alemán debemos también uno delos dicta más célebres de la poética traduc-tiva: so treu wie möglich, so frei wie nötig.El dicho, que hizo fortuna internacional,provenía de un filólogo y pedagogo silesia-no establecido en Westfalia, Paul Cauer(1854-1921) quien, después de sentar labases de la crítica homérica (Grundfragender Homerkritik, 1895), en 1905 daría a laluz pública su Kunst des Übersetzens. Porsu parte, Nietzsche ponían en relación dedependencia mutua el sentido histórico decada nación y su manera de traducir.

En la Inglaterra del XIX, el episodio másdestacado de la historia de la traducción yde la incipiente traductología es la traduc-ción homérica de F. Newman, hermano delcélebre cardenal obrerista de Birminghan, yla consiguiente polémica, con réplica ycontrarréplica, que éste mantendría con elpoeta M. Arnold, quien para criticar y anularel esfuerzo traductor del primero publicaríaun extenso ensayo bajo el título On trans-lating Homer. La animadversión que animóa estos dos eruditos fue buen testimonio dela pasión que semejante actividad puedegenerar. Si es capaz de entusiasmar y avi-var estas encendidas disputas se debe a suimportancia antropológica. En el caso deNewman/Arnold lo que se dilucidaba eraprecisamente la función antropológica de latraducción: ¿debe servir a los menos o alos más? «¿debe facilitar la lectura de losclásicos o presentarlos en la dificultad quela diatopía y la diacronía del texto ofrecen?Newman abogaba por una función «social»de la traducción. Arnold, poeta él, preferíareservar el alto estilo homérico para pala-dares más exquisitos.

El siglo XIX supone para España el des-pertar de una introversión que le habíamantenido desde el XVI al margen de lascorrientes europeas. La mediación deFrancia a través de Cataluña resultó a esterespecto definitiva, pues fue causa de unsinfín de traducciones que vehiculizó el

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pensamiento y las corrientes estéticas deEuropa hacia nuestro país. Los estudios deHans Juretschke al respecto lo han de-mostrado hasta la saciedad. Más tarde, elkrausismo, un movimiento nada europeoque, sin embargo, fue el más europeo delos españoles, tuvo en la traducción uno desus pilares.

5. EL SIGLO XX:La traducción cuestión de masas

y cuestión técnica

acer un recorrido por la historia de la| traducción en el siglo XX es introdu-cirse en la densidad de una selva

bibliográfica recogida en los ISBN o en elIndex translationum. En el siglo XX, la tra-ducción se hace una cuestión de masas,una cuestión social e, incluso, una cuestiónoficial. La complejización inmanente inicia-da en el siglo anterior se acentúa hasta lí-mites imposibles de fijar, pero que, en todocaso, se trasladan de manera evidente a lafenomenología social. La traducción es unacuestión del gran público. En los añosveinte aparece la interpretación simultánea,que toma carta de naturalización en la se-gunda posguerra. La traducción no literariase intensifica hasta hacer aparecer la figuradel traductor profesional que vive de ella.La diverfisicación temática de la traducciónhace surgir nuevas ciencias auxiliares co-mo la terminología y ia documentación. Sereflexiona sistemáticamente sobre los pro-blemas técnicos del proceso y éste se tec-nifica. Surge una explosión teórica en oca-siones movida, por desgracia, por lingüis-tas que poco tiene que ver con la traduc-ción. El dilema ante el que tiene que situar-se esa teoría es el siguiente: ¿se trata deuna actividad lingüística o, por encima deésta, de un problema antropológico?

En el campo de la traducción literaria sehace sentir la competencia inherente a lavida moderna- «quién traduce, cómo setraduce, qué se traduce» son cuestionesque en el campo editorial se convierten en

saltos cuantitativos que, a su vez, repre-sentan uno cualitativo: la traducción es, porencima de todo, una actividad empresariale industrial, dado que la mayoría de laseditoriales viven de la traducción. Sólo enlas naciones de la Unión Europea se tradu-cen al año, a la fecha de hoy, cincuenta miltítulos, lo que hace de la traducción unaactividad económica respetable.

Surgen los premios y las ayudas, las Ca-sas del Traductor, en fase de constituirseen red internacional, los traductores profe-sionales, las asociaciones profesionales detraductores profesionales. La gran feria dellibro, la de Francfort, se constituye en unalonja de contratación de la traducción. Seorganizan a gran escala las ediciones tra-ducidas: la gran empresa dirigida por Gorkien Petrogrado al inicio de la Revolución esun ejemplo de esa traducción dirigida.

Últimamente se inicia una original em-presa traductiva: la edición sincrónica. Elcaso del libro de U. Eco, La ricerca dellalingua perfetta nella cultura europa, publi-cado al mismo tiempo en varios idiomas,es una interesantísima experiencia de laque habrá que extraer consecuencias a lahora de reglar el proceso traductor. El tra-bajo conjunto de autor y traductor es otroextremo que habrá que tener en cuenta a lahora de elaborar las teorías de la traduc-ción, sobre todo, aquéllas que tratan dedestronar al primero en beneficio del lector.Se producen ediciones ecuménicas, comola proyectada Biblia Cristiana que en unpróximo futuro harán las asociaciones bí-blicas protestantes y las autoridades católi-cas. Eso por lo que respecta a los aspectostranscendentes de la actividad versora.

De tejas abajo y tras unos primeros cin-cuenta años de reflexión hermenéutica (enla que sobresalen los nombres de Fulda,Benjamin, Ortega, Broch o Steiner), la teo-ría de la traducción se desarrolla —yo diríase hipertrofia— hasta extremos inconfesa-bles y problematiza hasta los confines de loimposible los planteamientos lingüísticos.

Con esta mención somerísima de datos,no hemos hecho justicia integral al efecto

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cultural de una actividad que, por desgra-cia, no cuenta en las historias escritas de lacultura moderna, que no se considera co-mo configuradora de un cuadro de época.¿Cuándo se emprenderá la historiacióncompleta de este cuadro complejísimo?Cuando los interesados en la misma tra-bajen en conjunto, de manera coordinada yconsciente. Algo se está haciendo al res-pecto. El registro de historiadores de la tra-ducción emprendido por Delisle en Canadáes un primer paso.

De nada nos sirven los cuadros históri-cos, si no es, como dijo el clásico al llamarla historia magistra vitae, para sacar conse-cuencias prácticas. Este es el horizonte detoda historiagrafía traductora: evitar erroresno solo de procedimiento, sino también deapreciación mutua.

6. CONCLUSION

€n resumidas cuentas, entre los mu-chos servicios —mayores y meno-res— rendidos de la traducción, hay

que destacar dos: ella nos ha transmitido lamemoria de la Antigüedad y de la lejanía y

ha contribuido como ninguna otra actividada concienciar a la humanidad de su perte-nencia común. Los clásicos antiguos norepresentarían lo que hoy días suponen enel universo cultural de Occidente si no hu-biera sido vehiculados por los clásicos mo-dernos. Las grandes religiones, sobre todoel cristianismo, han tenido en la traducciónun factor evangelizador y misionero funda-mentales: Wulfila, Lutero, los Setenta sonbuena prueba de ello. Las lenguas y lasculturas nacionales y las épocas han tenidoen la traducción en ocasiones una seña deidentidad. Gracias a la traducción y a la la-bor de los traductores las lenguas se hanenriquecido y se han fijado. Por encima deeso, la traducción ha sido importadora ynaturalizadora de corrientes y valores cultu-rales. Toda esta función ¡ntegradora y uni-versalizadora de lo humano sigue sin histo-riarse y lo que es peor, sin concienciarse.La reciente publicación de una historia cul-tural de la traducción Les traducteurs dansl'histoire, Delisle y Woodsworth (eds.),Ottawa, 1995, demuestra hasta la saciedadque ésta debería figurar en la historiografíacomo género de actividad cultural a la par yrango de la pintura, la enseñanza o la reli-gión.

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