apuntes sobre turismo, tiempo libre y ocio octavio getino

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  • 8/20/2019 Apuntes Sobre Turismo, Tiempo Libre y Ocio Octavio Getino

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    Apuntes sobre turismo, tiempo libre y ocio | Octavio Getino

    Octavio Getino

    Cineasta e investigador de Cultura y 

    medios. Coordinador del observatorio del Cine y el audiovisual latinoameriCano de la FundaCión del nuevo Cine latino-ameriCano (oCal-FnCl). Coordinador 

    editorial de esta publiCaCión. autor de “turismo: entre el oCio y el neg-oCio”,“el Capital de la Cultura: las industrias Culturales en argentina”; “Cine ibero-

    ameriCano: los desaFíos del nuevo siglo”

    Apuntes sobre turismo, tiempo libre y ocio

    1.

     Es sabido que el tema del turismo ennuestro país –en particular el de carácter re-ceptivo, aquel que se refiere a quienes arribanal país, ha ocupado últimamente un espacioconsiderable en los medios de comunicacióny en algunos organismos públicos del sector,para destacar la importancia que el mismotiene en la economía y el empleo nacional.Convengamos que es un tema relativamente

    nuevo y que probablemente esté asociado alas sucesivas crisis económicas que ha teni-do el país desde los tsunamis económicos,políticos y culturales que mediaron entre lasegunda mitad de los años ´70 y los iniciosde la década actual.

    Nunca como en estos últimos períodosel país había prestado tanta atención a estetema, en la medida que desde los años ´40y a partir de cierta solidez económica y dis-tributiva, las políticas del sector turismo y delas organizaciones sindicales interesadas en

    el mismo se habían ocupado más del turismointerno y social, relegando a un segundo otercer plano al de carácter internacional. Perola crisis económica parece haber puesto enprimer término la llegada de divisas al paísy no cabe duda que el turismo pueda contri-buir también a eso. Aunque para un análisisconfiable de la economía de este sector –o dela economía nacional– no basta sólo medir

    estadísticamente los ingresos anuales devisitantes y su gasto en el país, sino, quecomo sucede en cualquiera otra actividadindustrial o de servicios, tendría que preva-lecer el balance global de dicha actividad,es decir, la relación entre ingresos (turismoreceptivo) y egresos (turismo emisivo), sin locual se dificultaría cualquier tipo de política dedesarrollo que pretenda darle sostenibilidadal sector y a la economía en general. Y a los

    procesos de autorreconocimiento e integra-ción nacional, tanto o más necesarios que elnegocio turístico o la economía misma.

    Y en este punto, es bueno recordar, queen los años ´90, los egresos del turismoemisivo, es decir el de los argentinos quedejaban divisas en el exterior, fue muchomayor al de los ingresos proporcionados porlos visitantes: Argentina, al igual que Brasil,tuvieron en esa década un déficit promedio de1.000 millones de dólares por año, equivalentea unos 10.000 millones de dólares durante

    ese período. Una situación que cambió enlos últimos tiempos –particularmente desde2003– a partir de las políticas implementa-das en favor de una mejor distribución de lariqueza, una inteligente política de promociónen el exterior y una mayor competitividad enmateria cambiaria. De ese modo, se indujoal crecimiento del turismo receptivo (1,5 mi-llones de visitantes en 2008, el 50% de los

    * Este artículo reúne algunos apuntes y reflexiones que formaron parte del estudio efectuado sobre el turismo enArgentina y el Mercosur (“Turismo: Entre el ocio y el neg-ocio. Identidad cultural y desarrollo económico en América

    Latina y el Mercosur”) y publicado por CICCUS-La Crujía con el apoyo de la CONABIP.

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    cuales procedió de países latinoamericanos,27% de Europa y 15% por ciento de EstadosUnidos y Canadá y 27% de Europa) y a una

    disminución relativa del turismo emisivo (1millón de viajes al exterior, con un 50% apaíses de la región, 22% a Europa y 19% aEstados Unidos y Canadá). La importancia delturismo emisivo y receptivo con los países dela región –duplica con creces al deotras regiones– es un dato esencialque va más allá de su dimensióneconómica y que, inteligentementeaprovecha, puede contribuir a losproyectos de integración mercosu-reña o latinoamericana.

    Estas referencias de ningúnmodo pretenden disminuir la im-portancia económica de los servi-cios turísticos –servicios que sebasan en la existencia de diversasindustrias que los facilitan: cons-trucción, transportes, comunica-ciones, etc.– bastando para ellorecordar que ellas se inscriben enlos datos globales que procesa laOrganización Mundial de Turismo, y que pre-veían para el año 2010 más de 1.000 millones

    de llegadas turísticas internacionales a escalamundial, cifra que en el 2020 se elevaría a1.600 millones, sobre las 7.800 millones deseres humanos que representarán en eseentonces a la población del planeta, lo quea su vez podría significar un gasto –o unosingresos, según desde donde se lo mire- demás de 2 billones (2 millones de millones)de dólares. Con lo cual, el crecimiento delsector en materia de ingresos superaría alde las industrias del automotor, el petróleo,la alimentación y muchas otras.

    Son cifras que se refieren a la incidenciacuantitativa del turismo en la economía yel empleo y que traducen la importancia deestos servicios a escala mundial, según lascircunstancias nacionales o regionales dondelos mismos se desarrollen.

    Pero hay otro tema, claramente vinculadoa éste, que es el del tiempo libre , claramentevinculado al tiempo de ocio, espacio éste dela vida personal y social en el que se utilizan oconsumen el conjunto de los bienes y serviciosculturales y comunicacionales, entre ellos, el

    ofertado por el turismo. Un tema que también

    merecería ser tratado, aunque sea de maneraintroductoria, para avanzar en el conocimien-to de las relaciones que existen entre ambos

    campos de la actividad humana.Tal vez, una de las reivindicaciones menos

    tenidas en cuenta en nuestro tiempo en loque se refiere a la Declaración Universal delos Derechos Humanos, es la que figura en

    su Artículo 24 y que está referidoal derecho que tiene toda persona“al descanso, al disfrute del tiempolibre, a una limitación razonable dela duración del trabajo y a vacacio-nes periódicas pagadas”. Y posible-mente lo sea por el prejuicio que

    aún existe en nuestra cultura sobretemas tales como el del “descanso”,opción distinta, y casi antagónica,a la del “trabajo”.

    En el artículo 23, el anterior alreferido, la Declaración comple-menta la idea negando cualquierantagonismo, cuando sostieneque “toda persona tiene derechoal trabajo, a la libre elección de su

    trabajo, a condiciones equitativas y satisfac-torias de trabajo y a la protección contra el

    desempleo”. Una complementación necesa-ria, porque sería improcedente reclamar elderecho al tiempo libre  allí donde lo que másescasea es el derecho al tiempo de trabajo. Nocomo derecho declarado, porque las decla-raciones, las constituciones y las leyes estánplagadas de derechos que no trascienden lavirtualidad de lo formal, sino como realidadfáctica en la medida que un individuo al igualque una comunidad sólo pueden ejercer susderechos –sean ellos cuales fueren– cuandotienen la capacidad, el poder y la decisión de

    hacerlo.En ese contexto podríamos ubicar el tema

    de las relaciones entre turismo, tiempo librey tiempo de ocio.

    2.

    Una primera visión del turismo no esaquella que se circunscribe a lo específicodel sector como tal, sino la que lo enmarcaen el campo más amplio y totalizante de susrelaciones con el llamado tiempo libre  y el

    tiempo de ocio, situación que ha merecido

    No basta solo medir

    estadísticamente los

    ingresos anuales de

    visitantes y su gasto

    en el país, sino, que

    como sucede en

    cualquier otraactividad económica,

    tendría que prevalecer

    el balance global

    de dicha actividad,

    confrontando ingresos

    del turismo recep-

    tivo y egresos del

    turismo emisivo.

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    reflexiones y políticas por parte algunas na-ciones desarrolladas, en particular despuésde la Segunda Guerra –naciones, donde sin

    lugar a dudas abundaba el tiempo de trabajo-llegaron a tener sus ministerios o secretaríasgubernamentales del tiempo libre– pero queadolece todavía de preocupaciónsuficiente por parte de las polí-ticas oficiales de muchos paísesen desarrollo, como el nuestro, eincluso de investigadores y cien-tistas locales.

    Carencia que sólo es equipara-ble a la que existe sobre el propiotiempo de trabajo sea para posibi-

    litarlo efectivamente –lo cual seríaun verdadero éxito en el contextode desempleo y exclusión que mu-chos pueblos padecen, inclusiveel nuestro– o bien para, una vezinstalado, hacer del mismo un re-curso que exceda la simple funciónproductiva y de rentabilidad em-presarial, sirva a los trabajadorespara el desarrollo de su formación yaptitudes integrales. Con el conse-cuente beneficio del conjunto del

    tiempo –tiempo de ocio, y tiempolibre  y de ocio– como integralidadtotalizadora.

    Cuando nos referimos al tiem-po de trabajo aludimos a esa franjade la vida en la cual el individuoestá obligado a cumplir con ciertas funcionesbien o mal remuneradas y en las que ocupamás de un tercio de su existencia. Y cuandolo hacemos del llamado tiempo libre , no nosreferimos a esa parcela de nuestra existenciaen la que estamos liberados de la obligación

    del trabajo mal o bien reconocido, sino aaquellas horas diarias pretendidamentelibres, pero que obligan a desarrollar activida-des y compromisos personales, familiares ysociales, como son los de recuperar energíaspara el trabajo remunerado (alimentación,reposo y sueño), transportación a y desdelos lugares de trabajo, compras familiares,educación de los hijos, compromisos socia-les, etc. Una ocupación socialmente obligadaque representa más de la mitad de nuestraexistencia. En consecuencia, apenas entre

    dos y tres horas diarias restan para que,

    quienes tienen trabajo remunerado y por endetiempo libre, dispongan de lo que llamamostiempo de ocio. Una muy reducida franja de

    nuestras vidas en la que –al menos teórica-mente– podemos hacer lo que realmentedeseamos. Es precisamente en ella donde,

    entre otras posibilidades que tieneel individuo para la recreación, elentretenimiento o el acceso a losbienes culturales y comunicaciona-les, podemos ubicar el turismo.

    La Unión Internacional de Or-ganismos Oficiales de Turismo(UIOOT), actual OrganizaciónMundial de Turismo (OMT), definía

    al turismo en los años ´60 como“la suma de relaciones y de servi-cios resultantes de un cambio deresidencia temporal y voluntario, nomotivado por razones de negocioso profesionales”; es decir, por razo-nes vinculadas a lo que definiríamoscomo tiempo de trabajo.

    La actividad turística queda síenmarcada en el espacio de lo quela cultura griega concebía comoschole , y la latina como otium. O

    en lo que ya en el siglo pasado sedefinía, según la Asociación In-ternacional WLRA (World Leisure& Recreation Association), como“un área específica de la experien-cia humana, con sus beneficios

    propios, entre ellos la libertad de elección,creatividad, satisfacción, disfrute, placer, yuna mayor felicidad  (…) un derecho básico,como lo son la educación, el trabajo y la salud,del que nadie debería ser privado por razonesde edad, raza, religión, salud, discapacidad

    o condición económica”.

    3.

    Es sabido, o tal vez no tanto, que paralas antiguas civilizaciones y culturas, porejemplo, las de Egipto, Grecia y Roma, eltrabajo no era otra cosa que una especie demaldición de los dioses (cosa que llegó afigurar en escrituras y textos religiosos). Sereferían, es natural, al trabajo manual y físicopropio de los por entonces esclavos, o al que

    tenía que ver con la acción transformadora

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    –los nobles de la época– para conservar suprivilegiada condición de hombres libres.

    “Economizad el brazo que hace girar la

    muela, molineras, y dormid plácidamente.¡Que el gallo os advierta en vano la llegadadel día!…¡Vivamos la vida de nuestros padres y divirtámonos ociosos de los dones quela diosa nos concede! ”, tal era el canto delpoeta griego Antíparos, según Paul Lafar-gue, yerno de Carlos Marx, quién a su vez

    nos recordaba también en 1883:“ Jehová, el dios barbudo y hosco,dio a sus adoradores el supremoejemplo de la pereza ideal: tras seisdías de trabajo, descansó toda la

    eternidad ”.3Esa concepción de la vida en

    lo referente al trabajo y al ocio,se proyectó sobre los romanosy entonces el término scholé  seconvirtió, con algunas variantesinterpretativas, en otium. Así, lanegación de ambos, fue bautizadanegare-otium o, más simplemen-te, neg-otium. Aunque para lossostenedores del imperio romano–a diferencia de los griegos– ocio

    y neg-ocio pasaban a concebirsecomo dos caras de una mismamoneda. El circo romano y losespectáculos masivos que eranpropios de Roma –como flaman-tes armas de dominación– in-corporaban esos dos términoscomo integrantes del ser humano,distanciándose así de alguna ma-

    nera de los ideales y principios atenienses yresignificándolos en beneficio propio.

    Legitimado el ocio durante siglos en el

    Viejo Continente, fue literalmente abolidotras la Conquista en el nuestro, en el marcode la expansión imperial y de los primeroscimbronazos de los burgos en Europa. Laacumulación de riquezas que con auxilio de laCruz y la Espada guiaba a la Corona Española,impedía el disfrute de dicho tiempo inclusivea quienes estaban a cargo de evangelizar o de

    del hombre sobre la naturaleza y lo tangible.Así por ejemplo, un antiguo texto elaboradoen el apogeo de la civilización del Antiguo

    Egipto, decía: “Escribe en tu corazón quedebes evitar el trabajo duro de cualquier tipo y ser magistrado de elevada reputación. Elescriba está liberado de tareas manuales;él es quien da las órdenes (…) ¿No quieresadquirir la paleta del escriba? Ella es la queestablece la diferencia entre tu y el hombreque maneja el remo”. 1

    No se hablaba todavía de“ocio”, pero no tardaría muchotiempo para que la primera referen-cia sobre dicho término proviniese

    de Aristóteles, cuando definía eltiempo de ocio como “tiempo exen-to de la necesidad de labor ”. A lo quePlatón y algunos otros pensadoresgriegos que gozaban también delaristotélico estatus de ciudadaníaagregaría: “La Naturaleza no hacezapateros, ni herreros, tales ocu-paciones degradan a quienes lasejercen: mercenarios, miserablessin nombre que son excluidos porel Estado de sus derechos políticos.

    En cuanto a los mercaderes, acos-tumbrados a mentir y a engañar,sólo serán tolerados en la ciudadcomo mal necesario”.2 

    El ocio se inscribía así en losideales de la cultura griega, asu-mido y entendido como scholé  (scslh) –un tiempo de la existen-cia de los ciudadanos –no de losesclavos– que permitía acceder al disfrute dela perfección física, intelectual y política.

    Los ciudadanos formaban parte del mun-

    do del homo sapiens –aunque no había apa-recido aún la noción delhomo economicus– ytenían la irrenunciable necesidad de cultivarsu inteligencia, además de su armonía física,por lo cual le estaba vedada cualquier otraactividad considerada inferior. La políticaincluso, no constituía un fin en sí misma, sinoun medio del que se servían los ciudadanos

    -

    1 Citado por R. Moreno García y M. L. López en Historia de la comunicación audiovisual . Ed. Patria, México,1962.

    2 Platón, La República, Libro V.

    3 Paul Lafargue, El derecho a la pobreza. Grijalbo, México, 1980.

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    ganar batallas. Los vencidos entraron de llenoen el trabajo esclavizado –aunque algunosevangelizadores lo condenasen en nombre

    de la Divinidad– y la ociosidad , quetampoco era legitimada en algunasde las civilizaciones precolombinas,pasaría a figurar en el léxico comúncomo una mala palabra. Aún hoy,algunos diccionarios altamenteconocidos definen a la ociosidadcomo “vicio de no trabajar: perderel tiempo”.

    Sin embargo, en la vieja Euro-pa, el ocio fue un ideal que rigiódurante muchos siglos en las élites

    ilustradas y en los dueños del poder,concebido como un tiempo nece-sario al disfrute de sus privilegios.Incluso se mantuvo hasta ya muyavanzado el proceso de descomposiciónde la monarquía en el siglo XVIII. Aquelloshidalgos españoles, por ejemplo, que lanovela picaresca nos muestra optando poruna espantosa miseria antes que sufrir ladegradación del trabajo, o aquella noblezatambaleante y exhausta que se aferrabatodavía a sus desmesurados privilegios en

    momentos que la Revolución Francesa yahabía difundido a los cuatro vientos unanueva visión de la justicia y de los derechosdel hombre, estaban defendiendo, aun sinsaberlo, el ideal humano de los griegos,aunque luego no supieran qué hacer consus vidas.

    Pero junto con la caída del feudalismo yel nacimiento de la flamante burguesía en lasnaciones más desarrolladas se instaló másque el derecho al trabajo, la obligatoriedaddel mismo, un requisito indispensable para

    la acumulación de riqueza y el desarrollodel capital.

     “Desde el inicio de la civilización hastala Revolución Industrial  –recuerda BertrandRussell–un hombre podía producir por reglageneral y con arduo trabajo poco más de loque requerían para subsistir él y su familia,aunque su esposa trabajara cuando menostan duramente como él, y sus hijos contribu-

     yeran con su trabajo apenas llegaran a la edadposible. El pequeño excedente por encima delas necesidades puramente dichas no queda-

    ba para quienes lo producían, sinoque era apropiado por los guerreros y los sacerdotes”.4

    4.

    El derecho o la obligación deltiempo de trabajo, tal como hoylo concebimos, data desde hacedos siglos aproximadamente; seorigina particularmente a partir dela Revolución Industrial, cuando el

    naciente capitalismo se ve forzadoa incorporar a sus fábricas a masasde trabajadores miserablementeremunerados, pero remunerados

    al fin. Y en consecuencia, aparece la nociónde tiempo libre junto a la nueva realidad deltiempo de trabajo remunerado.

    Tal como señala la investigadora JuliaGerlero, de la Universidad Nacional delComahue, “la Revolución Industrial marcóel punto de partida en la concepción deltiempo libre. El disciplinamiento y el orden

    en el trabajo pasaron a invadir todos losaspectos de la vida y de la cultura. Talesprohibiciones pretenden instaurar nuevasformas de apropiación del tiempo –tiempode reloj– que deberían conducir a un trabajosistemático, regular y metódico, lo que nodaba lugar a estados de “ociosidad ”.5 

    Apareció entonces la posibilidad de con-cebir o asumir el tiempo de diferentes for-mas. Mientras que la población campesinaseguía sin reconocer la existencia de horasde trabajo claramente diferenciadas de las

    del descanso –como sigue ocurriendo hoycon las grandes masas rurales de nuestrocontinente–, los trabajadores industriales yde servicios comenzaron a regirse por unahora de entrada y una hora de salida, situaciónésta radicalmente distinta a la que había sidocomún a lo largo de los siglos. Sin importarque a principios del siglo XIX la jornada detrabajo fuera de 15 horas en los adultos y de

    Los dueños o

    los aspirantes a ser

    dueños de la renta

    nacional comenzaron

    a descubrir que

    el ocio no podía ser

    reducido a la noción

    de ociosidad, sino

    que, de ser bien

    aprovechado, podría

    convertirse en una

    poderosa fuente delucro: un verdadero

    neg-ocio.

    4 Bertand Rusell, “Loa al ocio”, en diario El Día, México, 5-5-85.

    5 Julia Gerlero, “Diferencias entre ocio, tiempo libre y recreación”. www.redcreación.org

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    12 en los niños, lo cierto es que el hombretomaba conciencia de un tiempo cedidoal dueño del establecimiento empresarial

    o público, y de otro tiempo que, al menosteóricamente, le correspondía: un tiempode trabajo obligado y un tiempo de disfruteo de goce . Además, comenzaba adisponer de algunos días feriadosdecretados por ley, pese a la indig-nación de algunos sectores de lasclases altas.

    El capitalismo se resistía ini-cialmente a conceder otro tiempo“libre” que no fuera el de descansoindispensable para la reposición de

    fuerzas y el mayor aprovechamien-to de la capacidad física de los tra-bajadores. Con lo cual, a tiempo detrabajo enajenado, corresponderíaun tiempo libre enajenado.

    Tal como señalaba CarlosMarx, en la sociedad capitalistaque define o al menos condicionafuertemente el sentido y el valor deltiempo que vivimos, el trabajadorno es desde que nace hasta quemuere, más que fuerza de trabajo. “Por tanto,

    todo su tiempo disponible es, por obra dela naturaleza y por obra del derecho, tiem-po de trabajo y pertenece, como es lógico,al capital para su incrementación. Tiempopara formarse una cultura humana, paraperfeccionarse espiritualmente, para cumplirlas funciones sociales del hombre, para eltrato social, para el libre juego de las fuerzasfísicas y espirituales de la vida humana –aunen la tierra de los santurrones adoradores delprecepto dominical: todo es pura tontería. Ensu impulso ciego y desmedido, en el hambre

    canina devoradora de trabajo excedente, elcapital no sólo derriba las barreras morales,sino que derriba también las barreras pura-mente físicas de la jornada de trabajo”.6

    La Iglesia completaría esta necesidad deincrementar o mantener la masa de trabajoen las flamantes fábricas o establecimientosproductivos, así como el número de horas

    dedicadas al “goce” del tiempo laboral re-munerado. De ese modo, Thiers sostendríaa su vez en la Comisión para la Instrucción

    Primaria de la República Francesa: “Quierohacer poderosa la influencia del clero porquetengo puestas mis esperanzas en él para que

    propague la buena filosofía queenseña al hombre que sólo estáaquí abajo para sufrir, y no esafilosofía que, por el contrario, ledice al hombre: ¡Goza! ”.7

    5.

    Con el sólido respaldo de la

    Iglesia, el imperio español ya sehabía ocupado un siglo antes dela Revolución Industrial de denun-ciar y censurar en América Latinalas prácticas que eran comunesen los momentos de ocio de lospobladores rurales y urbanos, enparticular de los sectores másrelegados. Así por ejemplo, elgobernador del Río de la Plata pro-hibía en 1715 que se pronunciasen

    palabras “sucias y deshonestas” en las pulpe-

    rías y que se jugase a las cartas mientras lossacerdotes celebraban misa en la iglesia. Deigual modo, el cura de San Nicolás, un pueblode la campaña bonaerense, denunciaba en1809 a los pobladores del lugar por cuanto“pasan el día en la taberna o en una de lasmuchas casas destinadas al abrigo de lasgentes de este jaez y la noche en el fandango y deshonestidad. Para alimentar estos viciosnecesitan de dinero, pero con la habitual hol-gazanería les es un obstáculo la ocupación yel trabajo y se arrojan sin moderación a los

    bienes del pobre hacendado”.8Cabe recordar también que en la Argentina

    rigió durante casi todo el siglo XIX la llamada“Ley de Vagos”, mediante la cual el juez dellugar disponía de la persona, la familia y losbienes del gaucho, aunque en nuestro casono era para obligarlo a incorporarse a lasfábricas que no existían, sino “para ensanchar

    6 Carlos Marx, El Capital. Crítica de la economía política, Tomo I. FCE, México, 1974.7 Jean Forastié, “Ocio y turismo”. Biblioteca Salvat de Grandes Temas N° 21, Barcelona, 1979.

    8 VV.AA. “Lugares y modos de diversión”, Cuadernos de Historia Popular Argentina. CEDAL, Buenos Aires, 1982.

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    el Hinterland del progreso agropecuario o aser milicos de la conquista del desierto queconquistaron para otros”.9

    El Martín Fierro de José Hernández seocuparía de describir poética y dramáti-camente esa situación del gauchaje –la“chusma civil” de la que hablabaSarmiento– como no lo habíahecho hasta entonces ningún otroproducto cultural de la época. Unarealidad que erigía el trabajo forza-do y la sumisión como fatalismosineludibles y vigilaba celosamentelas formas de entretenimiento ode ocio que eran propias de los

    sectores relegados.En ese proceso, los dueños o

    los aspirantes a tener el controlde la renta nacional comenzarona descubrir, como ocurría en lasnaciones europeas, que el ocio nopodía ser reducido o condenadocomo sinónimo de ociosidad, sinoque, de ser bien aprovechado, po-dría convertirse en una poderosafuente de lucro –un verdaderoneg-ocio– tal como ya lo habían percibido los

    romanos al resignificar en provecho propiolos ideales de los ciudadanos griegos.

    El desarrollo tecnológico permitió al ca-pitalismo mantener la producción y ampliarlos márgenes del tiempo no ocupado. Si lasmovilizaciones obreras exigían menor canti-dad de horas de trabajo y la tecnología en surevolución permanente posibilitaba lograr lomismo en menor cantidad de tiempo, ¿porqué no comenzar a estudiar la manera dehacer también lucrativo el llamado tiempolibre de las grandes masas proletarias?

    En relación con este tema, los trabajado-res de los países industrializados, sin dudalos más beneficiados con el incremento deltiempo libre, han exteriorizado en reiteradasoportunidades su opinión crítica. Algunosaños atrás, una de las más poderosas centra-les sindicales de Francia, la CFDT, denunciabala situación en estos términos: “En el estadioactual del desarrollo capitalista, la situación

    de los trabajadores está cada vez más mar-cada por su existencia fuera de la empresa(...), por el cuadro de vida (transportes,

    vivienda, medio ambiente, etc.), la informa-ción, la cultura, la enseñanza, la salud, elconsumo, el tiempo libre, etc. A través de su

    acción en esos dominios, la socie-dad industrial capitalista tiende amodelar un tipo de ser humanosubordinado al funcionamientodel sistema, pudiendo explotarleasí en esos nuevos mercados. Loque el capitalismo se ve obligadoa ceder en la empresa, tiende arecuperarlo a nivel del cuadro de

    vida, desatendiendo los equipa-mientos colectivos en su conjunto,salvo evidentemente los que sonnecesarios como infraestructura odesarrollo desde el punto de vistacapitalista”.10

    6.

    El disfrute de las actividadesturísticas debería estar compren-

    dido en ese contexto político, económico y

    sociocultural. En términos históricos trans-currieron muchos siglos desde las primerasperegrinaciones helénicas o las descripcionesque, 150 años antes de Cristo, hacía el escritorPausanías sobre la geografía griega –tambiénposible de ser leídas como una guía de turis-mo, hasta que en plena Revolución Industrial,Thomas Cook creara la primera agencia deviajes que abriría sus oficinas en más de 60países e introdujera los viajes al por mayor contodos los gastos incluidos. Pero recién seríaa mediados del siglo XX, y en particular con

    la finalización de la Segunda Guerra Mundialque el turismo comenzaría a convertirse enun gigantesco servicio a escala internacionalpara su disfrute entre quienes tuvieran losrecursos –y el tiempo de ocio– suficientespara ejercitarlo. Y lo hacen posible, entreotras cosas, el desarrollo de la industria delautomóvil y la baja del precio de los viajes,el charter , la creación de lugares y colonias

    9 Arturo Jauretche, El medio pelo en la sociedad argentina. Peña Lillo, Buenos Aires, 1974.

    10 CFDT, “Les travailleurs mettent le socialisme a l´ordre du jour”, en Syndicalisme  Magazine. París, diciembre 1971.

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    de vacaciones y los servicios de los tour ope-rators, además de las facilidades aduanerasotorgadas por los diversos estados.

    En diversas oportunidades se ha expuestosobre los impactos positivos que tiene laactividad turística internacional en los paísesofertantes del recurso, aunque algunos deellos también podrían ser incorporados a laexperiencia del turismo interno. Re-cientemente, la OMT destacaba quelas actividades del sector pueden“ayudar a estimular el interés delos residentes por la cultura propia,por sus tradiciones, costumbres ypatrimonio histórico, puesto que

    los elementos culturales con valorpara los turistas se recuperan yconservan, de manera que puedenser incluidos en la experiencia turís-tica. Este despertar cultural puedeconstituir una experiencia positivapara los residentes, aportándo-les cierta concienciación sobre lacontinuidad histórica y cultural dela comunidad… Además, el turismo puedeser el factor que acelere los cambios socialespositivos, en términos de mayor tolerancia y

    bienestar. El efecto demostración puede serbeneficioso cuando anima a los residentesa luchar y/o trabajar por cosas de las quecarecen, por ejemplo, incremento del nivelde calidad de vida o valor de igualdad ”11.

    En este sentido podríamos afirmar concerteza que, en nuestra situación, el derechoal descanso y al ocio proclamado en la Decla-ración Universal de los Derechos Humanosen 1945 no nos pertenece socialmente en lostérminos que desearíamos. Nos perteneció,sin embargo, en aquellos años de las décadas

    de los ´40 y los ´50 cuando el empleo -y enconsecuencia el tiempo libre y el tiempo deocio- abundaban en el país como resultante deun desarrollo industrial y productivo y también,de una más justa distribución del ingreso.

    Sería injusto, además, omitir que fueen esos años donde la Argentina fue talvez el primer país en América Latina y enel mundo en desarrollar experiencias nota-bles en materia de turismo social y turismo

    interno, equivalentes a un auténtico turismocultural. Eran tiempos donde el conjunto delas naciones europeas vivían aún la debacle

    de la posguerra sin muchas posibilidadesde atender esos menesteres. Tampoco enAmérica Latina las circunstancias políticasque predominaban en casi toda la región,podían admitir, como en nuestro país, la

    presencia de poderosos sindicatosy organizaciones sociales capacesde poner en marcha sólidos pro-gramas y actividades turísticas yrecreativas para sus millones deafiliados, a través del desarrollo dela hotelería, las colonias de vacacio-

    nes, los campeonatos deportivos,etc. El turismo interno y de caráctersocial permitió así un procesoformidable de intercambios y deconocimiento mutuo entre niños,jóvenes y adultos procedentes detodos los rincones del país y a partirde ello contribuyó a la integraciónnacional y al desarrollo sociocul-

    tural quizá en mayor medida que cualquieraotra actividad educativa o formativa.

    7.

    Cualquier visión global de la situaciónde cada uno de nuestros países parecieraconfirmar una realidad indiscutible: la de quelas grandes sectores –a veces mayorías– dela población no conocen todavía la situaciónterritorial, socioeconómica, cultural y políticade los espacios que habitan, razón por la cualse resiente su capacidad de comprensión yhasta sus mismos sentimientos en relacióncon aquellos. Se trata, por lo tanto, de una

    situación que necesitaría ser superada cuantoantes, ya que afecta la posibilidad de construirverdaderas entidades nacionales, es decir,aquello que las grandes potencias resolvierona su manera mucho tiempo atrás.

    Plantearse en nuestros días el derecholegítimo al tiempo libre y al ocio creativo –ypor ende, al turismo como derecho humano-no es para nosotros una novedad. Argentinatiene sobradas experiencias en la materia.

    Grandes sectores

    de la población –a

    veces mayorías– no

    conocen todavía la

    situación territorial,

    socioeconómica,

    cultural y política delos espacios que ha-

    bitan, por lo que se

    resiente su capacidad

    de comprensión y

    hasta sus mismos

    sentimientos en

    relación con aquellos.

    11 OMT, Introducción al turismo. Madrid, 1995.

  • 8/20/2019 Apuntes Sobre Turismo, Tiempo Libre y Ocio Octavio Getino

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    Apuntes sobre turismo, tiempo libre y ocio | Octavio Getino

    Algunas de ellas son visibles de nuevo ennuestros días cuando advertimos la movili-dad de millones de argentinos en las épocasvacacionales, recorriendo los espacios natu-rales y recreativos del país, intercambiando

    conocimientos e identitarios, una situaciónque sólo podría entenderse en un contextopolítico y económico que facilita el empleoe intenta –pese a todo– distribuir de maneramás justa y equitativa los recursos que generael conjunto de la sociedad nacional.

    Una comunidad que aspira a desarrollarsenecesita posibilitar en cada uno de sus inte-grantes un adecuado nivel de informaciónsobre las circunstancias integrales dondese explica su existencia. En ese sentido, elturismo entendido en su dimensión nacional

    y social puede cumplir un papel comuni-cacional y cultural  de primer orden paracomplementar el que es propio –o deberíaserlo– de la educación, la promoción socialy la labor de los medios de comunicación.Reconocer entonces el propio espacio escontribuir al reconocimiento de uno mismocomo ser protagónico de la vida de una na-ción. Es el primer y más elemental requisitode toda auténtica política de desarrollo. Sóloa partir de este nivel de autoconocimiento esposible acceder a un segundo nivel que es

    el de la comprensión de la problemática denuestros propios espacios, la visualizaciónde las relaciones entre los diversos factoresque los integran y el conocimiento o la pre-visión sobre las posibilidades de cambio ysuperación.

    Pero existe una circunstancia tanto o másimportante que las señaladas, y a la cual elturismo como reconocimiento y compren-sión del contexto nacional y social puede sinduda contribuir enormemente. Ella es la defacilitar, a través de la comunicación directa

    con dicho contexto el sentimiento o la sensi-bilización imprescindibles para internalizarlo que de otra manera quedaría reducido alplano de lo racional, importante, sin duda,pero de alguna manera insuficiente para servir

    a la necesaria cohesión nacional.Una nación se conoce y se comprende,pero sobre todo adquiere una dimensióntrascendente cuando el pueblo que la con-forma adquiere, además, respecto de ella unsentimiento profundo capaz de contribuir asu defensa, promoción y desarrollo, es decir,a su liberación real. La experiencia humana,personal e intransferible, que es propia dela actividad turística facilita sin duda esosobjetivos.

    En esta perspectiva, los aspectos eco-

    nómicos (inversiones y gastos) y sociales(empleo), que son inherentes a la actividadturística, antes que perder importancia, sefortalecen, aunque desde una mirada políticadistinta. El enfoque económico, sin dejar deestar presente, se resignifica en la medida enque deja de ser la finalidad última de estaactividad y pasa a convertirse en uno de susdiversos componentes. En esas condiciones,el objetivo mayor –como sucede con los servi-cios de salud, educación, vivienda, desarrollosocial y otros– no estaría circunscripto a la

    rentabilidad económica del sector sino queprivilegiaría su real incidencia en el bienestary el desarrollo integral de la comunidad.

    Su mayor aporte y sus principales benefi-cios, serían antes que nada sociales y cultura-les –sin dejar de ser a la vez económicos– yaque de lo contrario quedarían desvirtuadasaquellas finalidades que anteponen los valo-res y los derechos humanos a los interesesmeramente economicistas retrotrayéndonosde nuevo a los viejos tiempos del otium y delneg-otium. n