análisis del mercado de trabajo en la comunidad autónoma de madrid
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8/9/2019 Anlisis del Mercado de Trabajo en la Comunidad Autnoma de Madrid
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BASES PARA EL ANALISIS, SEGUIMIENTO
Y PREVISION DEL MERCADO DE TRABAJO
EN LA COMUNIDAD AUTONOMA DE MADRID
Mariano Ferndez Enguita
Marzo de 1.990
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INDICE
1. Los cambios en el mercado de trabajo y en
la organizacin de la produccin.
2. Las limitaciones de la educacin y la
formacin ocupacional actuales.
3. Las desigualdades ante el empleo, la
educacin y la formacin.
4. Fuentes y modelos de informacin sobre
el mercado de trabajo.
5. Por un buen conocimiento del mercado de trabajo
de la Comunidad de Madrid.
Referencias
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Los cambios en el mercado de trabajo y en la organizacin de la produccin
Es ya un lugar comn la importancia cobrada por el cambio tecnolgico, de dimensiones
hasta hoy desconocidas, con direcciones en gran parte imprevisibles y en un proceso constante de
aceleracin. La economa capitalista de mercado se ha basado siempre en la competencia, uno de
cuyos instrumentos es la innovacin tecnolgica, por lo que esto de por s no representa nada nuevo.
Pero hay cambios cualitativos, y cambios cuantitativos que, por su entidad, devienen cuantitativos, en
estos factores siempre presentes. La internacionalizacin de la economa ha alcanzado un punto en
el que los mercados nacionales ya slo lo son en un sentido muy limitado, pues los bienes, los
servicios, los capitales y, en menor medida, los trabajadores circulan fcilmente a travs de las
fronteras, en todo caso en magnitudes antes inimaginables. El proceso de integracin europea, con
la perspectiva ya cercana del mercado nico, va a terminar con las ltimas barreras nacionales en el
terreno econmico. Para Espaa, cuyo desarrollo anterior se bas en gran medida (aunque
decreciente en los ltimos decenios) en un mercado protegido y cuya incorporacin a los viejos
trminos de la Comunidad Europea ni siquiera ha terminado, este cambio est siendo y va a ser
mucho ms radical y, tal vez, de efectos ms traumticos para una parte de nuestra economa y de
nuestra fuerza de trabajo.
La innovacin tecnolgica tambin ha alcanzado dimensiones nuevas. Las innovaciones de
hoy da tienen unos perodos de gestacin, desarrollo, aplicacin y difusin mucho ms breves que
antao. Muchas de ellas, adems, afectan en mayor medida a los procesos que a los productos, lo
que en general significa que su difusin no se limita a ramas concretas de la produccin sino que se
extiende rpidamente a todas o a buena parte de ellas. Este es el caso, en especial, de las nuevas
tecnologas de la informacin y la comunicacin, as como, en menor grado, de los nuevos
materiales.
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No hay mucho acuerdo, sin embargo, sobre cules han sido, estn siendo y van a ser las
consecuencias de estos cambios. El planteamiento habitual consiste en suponer que, puesto que la
tecnologa avanza, los procesos de trabajo sern cada vez ms complejos y los puestos de trabajo
ms cualificados sustituirn a los menos cualificados --cuyas tareas sern confiadas a las
mquinas--, de manera que todos los trabajadores van a necesitar una mayor formacin. Sin negar la
hiptesis, hay que decir que el planteamiento se apoya en una evidencia slo aparente. Suponer que
si el instrumental o la maquinaria son cada vez ms complejos su manejo tambin ha de serlo es
demasiado suponer, como puede comprobarse echando un simple vistazo al sinfn de utensilios y
aparatos que llenan nuestra vida extralaboral, tales como automviles, lavadoras, mquinas
fotogrficas, etc. Es verdad que son cada vez ms complejos en s mismos, pero no lo es menos que
su uso es ms simple, porque para ello han sido diseados. Por otra parte, el hecho de que las
personas permanezcan cada vez ms tiempo en el sistema escolar, o acudan con ms frecuencia a
toda clase de enseanzas, tampoco es por s mismo una confirmacin de que su trabajo sea o vaya
a ser ms complicado, sino que puede simplemente deberse a que se preparan para ello porque as
lo creen, a que desean consumir cultura en mayor grado o a que se ven obligados a servirse de
manera creciente de las credenciales educativas para competir por unos puestos de trabajo que se
vuelven ms escasos en general, o los ms deseables entre ellos en particular.
Ciertamente, los estudios agregados sobre los cambios en el mercado de trabajo y las
proyecciones basadas en ellos apuntan como direccin constante del cambio en la estructura
ocupacional la disminucin proporcional de los puestos de trabajo que requieren menor formacin y
el aumento correlativo de los que la requieren mayor, aunque la velocidad de esta evolucin es muy
baja. La Tabla I1 muestra las previsiones a corto plazo para el paradigma de la competencia de
mercado y paraso de la innovacin tecnolgica, los Estados Unidos. Aunque los nuevos empleos
1Levin y Rumberger (1988). Los datos se basan en una proyeccin del Bureau of Labor
Statistics.
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requerirn una cualificacin algo superior a la de los ya existentes, la diferencia no es muy grande, y
su signo se invierte si sumamos las vacantes producidas por reposicin (sobre lo cual hay que tener
en cuenta, no obstante, que los empleos menos cualificados siempre presentan una tasa de rotacin
ms elevada).
Otra forma de relativizar el problema es detenerse en las diferencias entre el crecimiento
relativo y el crecimiento absoluto de las ocupaciones. A menudo se anuncian cambios
espectaculares e inminentes por el simple procedimiento de fijarse tan solo en el primero, es decir,
en la velocidad de crecimiento de las ocupaciones respecto de s mismas. La Tabla II2
presenta,
tambin para los Estados Unidos y a medio plazo, las ocupaciones que ms rpidamente se prev
crezcan en trminos relativos. Basta un vistazo para ver que dominan el panorama las ocupaciones
de cualificacin alta o, al menos, media, y que hay una fuerte presencia de las relacionadas con las
nuevas tecnologas. La Tabla III presenta, para el mismo contexto, las que ms crecern en trminos
absolutos, es decir, las que ms empleos van a crear. Aqu el panorama es ms discreto, con claro
dominio de las decualificacin baja o, como mucho, media.
Los estudios sobre la evolucin del empleo basados en estadsticas agregadas tienen la
ventaja de ofrecer una panormica general de la composicin de la fuerza de trabajo, pero tambin la
desventaja de no captar los cambios que se producen en el interior de cada ocupacin. Registran la
aparicin de unos empleos y la desaparicin de otros, o los distintos ritmos de crecimiento o
disminucin, pero suponen --o actan como si lo supusieran, o como si slo admitieran una
tendencia al aumento de la compllejidad y la cualificacin-- que las caractersticas de cada empleo
permanecen constantes en el tiempo, es decir, que no son afectadas por las innovaciones
tecnolgicas ni los cambios en la organizacin de los procesos.
2Zapatero (1989), basndose en otra proyeccin, ms reciente, del B.L.S. Esa es tambin la
fuente de la Tabla III.
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Por el contrario, los estudios de detalle sobre casos de innovacin, que aportan una
informacin mucho ms precisa sobre la evolucin de cada puesto de trabajo u ocupacin, suelen
apuntar la conclusin opuesta, constatando, bastante ms a menudo que lo contrario, el empleo de
tecnologas ms avanzadas para sustituir mano de obra ms cualificada por otra menos cualificada.
Las tecnologas no llevan escrito en el frontispicio el uso que haya de hacerse de ellas, sino que son
susceptibles de empleos distintos. Si otros factores no empujan en sentido contrario, una de las
posibilidades ms atractivas que ofrecen para los empleadores es la de incorporar el saber hacer del
proceso productivo al funcionamiento mismo de la maquinaria o, cuando menos, ponerlo bajo el
control inmediato de la direccin. El mvil de esta tendencia es que un trabajo menos cualificado es
siempre un trabajador ms barato, ms controlable y ms fcilmente sustituible para el empleador,
por lo que se supone que la descualificacin aumenta la rentabilidad y consolida su autoridad sobre
el proceso productivo. La debilidad de estos estudios de caso es que, centrndose en una o unas
pocas ocupaciones, desatienden los cambios ms generales en la composicin general del empleo
en las empresas o las ramas estudiadas y en la economa global.
Lamentablemente, no slo no hay acuerdo entre unos estudios y otros, sino que tampoco
hay manera de dar por buenas unas conclusiones y rechazar otras con carcter general, pues cada
tipo de estudio se centra precisamente en la carencia del otro.
Desde el punto de vista del estudioso de la innovacin del trabajo, las nuevas tecnologas no
han venido a aclarar el panorama, sino a complicarlo. Es posible encontrar ejemplos de su utilizacin
que apunten en cualquier sentido, como suceda con las viejas, pero con una mayor diversidad de
posibilidades. Especialmente ambiguos son los efectos potenciales de las tecnologas de la
informacin. Por un lado, pueden absorber gran cantidad de tareas rutinarias y ser utilizadas para la
configuracin de estaciones de trabajo autnomas, con gran flexibilidad para el trabajador y
reintegrando tareas antes dispersas, lo que significa una mayor cualificacin del puesto de trabajo y
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un mayor control del trabajador sobre su proceso de trabajo. Por otro, su capacidad de incorporar y
procesar de manera compleja grandes cantidades de datos refuerza su potencial sustitutivo
precisamente en lo que constituye el elemento fundamental de la cualificacin del trabajo, el
procesamiento de informacin, lo que significa que son ms susceptibles de ser utilizadas para
descualificar los puestos de trabajo; asimismo, permiten un control mucho ms estrecho de la
realizacin de las tareas y del ritmo de trabajo. Y podemos encontrar ejemplos de todo ello, desde las
llamadas "estaciones autnomas" hasta los pools de perforistas propuestos en su tiempo por la
I.B.M., desde su aplicacin por trabajadores manuales en mquinas-herramienta de tipo universal
hasta la sustitucin de los oficios manuales ms cualificados por el control numrico.
Por lo dems, la mayor parte de las cosas que afirmamos o negamos respecto de la
evolucin del empleo y las cualificaciones --y, por tanto, de las necesidades de formacin-- debida al
cambio tecnolgico se basan en investigaciones de fuera de nuestras fronteras, generalmente de
pases ms avanzados, a las que atribuimos cierta relevancia para nuestro caso porque suponemos
que todos seguimos el mismo camino aunque nos encontremos en distintos momentos del recorrido.
No obstante --y al margen por el momento de la necesidad perentoria de un mejor conocimiento de
nuestro mercado de trabajo, sobre la que volveremos--, cualquier razonamiento o previsin por
analoga con otros pases puede presentar ms inconvenientes que ventajas. La economa mundial
no es simplemente un espacio comn, ni un camino por el que se transita en fila india, sino un
complejo entramado de posiciones y relaciones. Nuestro pas ocupa un lugar de vantaja en la escena
mundial, lo que nos lleva a compararnos y asimilarnos a los pases ms avanzados, pero tambin
una posicin de dependencia inequvoca respecto de stos, algo que tendemos a olvidar a menudo.
Nuestro crecimiento industrial en los ltimos aos, por ejemplo, no ha venido de la mano de
las ramas de mayor complejidad tecnolgica o con una fuerza de trabajo ms cualificada, sino de
ramas de tecnologa intermedia; precisamente porque las ramas de mayor nivel tecnolgico, no slo
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en el mercado mundial en general sino tambin en el espaol en particular, son hoy prcticamente un
coto de empresas multinacionales con base en otros territorios. La Tabla IV3 ofrece una indicacin en
este sentido, aunque slo para el sector industrial.
Por consiguiente, nada sera ms errneo por nuestra parte que limitarnos a suponer que
vamos a seguir el mismo camino que los pases cuya posicin tratamos de alcanzar. Espaa parte
de una posicin dada, ocupa un lugar propio en la divisin internacional del trabajo y seguir un
camino especfico, por lo que ningn anlisis de las tendencias forneas va a iluminar nuestro futuro
salvo en la medida en que nos sirva de contraste para un anlisis de por s suficiente de las
tendencias propias, que es precisamente lo que nos falta.
Y no es mucho lo que sabemos sobre la evolucin de nuestro propio mercado de trabajo, al
menos en lo que se refiere a las cualificaciones, debido fundamentalmente a la inadecuacin de las
bases de datos existentes y su inconsistencia mutua. No obstante, las Tablas V y VI ofrecen, sobre la
base de los datos disponibles, alguna informacin al respecto.
La primera de ellas (Tabla V4) recoge la evolucin del empleo, por ocupaciones (segn la
Clasificacin Nacional a dos dgitos), entre 1.987 y 1.989. Sera tedioso comentar estos resultados
detallados, por lo que podemos dejar al lector la tarea de observarlos con calma.
La segunda (Tabla VI5) presenta la poblacin ocupada de 1.989 distribuida por actividades
econmicas (segn la Clasificacin Nacional a dos dgitos) agrupadas por nivel tecnolgico. Dos
3Molero, Buesa y Fernndez (1988). La medicin del "dinamismo productivo" de las
distintas ramas se basa en su contribucin al crecimiento econmico, y la de su "complejidad
tecnolgica" en un ndice elaborado a partir de la porcin de inversin en puestos de alta
cualificacin necesaria para la creacin de un puesto de trabajo en general.
4Fernndez Enguita (1989). Elaborada a partir de los datos de la Encuesta de Poblacin
Activa, segundo trimestre de 1.987 y 1.989.
5Ibd. Los datos corresponden a la E.P.A. (1.989, II T). La clasificacin de las ramas de
actividad por su nivel de complejidad se ha tomado de Castells et al. (1986).
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quintos de la misma, como puede observarse, se concentran en los cuartilos superiores, y los
restantes en los inferiores. Aunque no trataremos aqu esto en detalle, numerosos indicios apuntan
hacia una polarizacin de las cualificaciones, es decir, hacia un aumento simultneo de las
cualificaciones ms elevadas y las ms bajas en detrimento de las intermedias; y, ms
concretamente, hacia una polarizacin a la baja, o sea con un aumento ms fuerte de las
ocupaciones de menor cualificacin.6
Pero todo esto se basa en presunciones sobre la cualificacin de los puestos de trabajo y
ordenaciones simplemente relativas. Si miramos la Tabla V, por ejemplo, y constatamos que las
ocupaciones "profesionales" crecen ms rpidamente que los trabajos industriales, podemos inferir
una cierta tendencia general al aumento de la cualificacin; o podemos, por el contrario, fijarnos en el
fuerte y rpido crecimiento de las ocupaciones subordinadas de los servicios para localizar una
contratendencia. Aunque cualquiera de estas inferencias tenga bastante de razonable, ninguna de
ellas pasa de ser un planteamiento nominalista, ciego ante la evolucin cualitativa (no cuantitativa) de
cada categora ocupacional. Si nos fijamos en la Tabla VI, la distribucin por cuartilos segn el nivel
de complejidad tecnolgica slo nos habla de niveles superiores o inferiores, comparndolos entre s,
pero no nos dice nada sobre niveles absolutos de complejidad. (Adems, podemos dudar de unos
criterios de medicin de la complejidad sistemticamente basados en la presencia de ingenieros y
otros profesionales relacionados con las ciencias fsicas y naturales, y no con las ciencias sociales.
Podramos, asimismo, considerar tal nivel de complejidad de la rama de actividad, si lo que expresa
es el peso relativo de los puestos de muy alta cualificacin, como la contrapartida de unos puestos
de trabajo de base no cualificados, precisamente por la transferencia del conocimiento, el saber
hacer y la capacidad de tomar decisiones de la base a la cspide de la jerarqua de la divisin del
trabajo.)
6En Espaa, por ejemplo, los de Castells et al. (1986) y Homs et al. (1987).
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Otra forma, en fin, de estimar las necesidades de cualificacin es el testimonio de los
trabajadores sobre los requerimientos de su propio puesto de trabajo. La Tabla VII7 ofrece las
respuestas obtenidas, en una amplia encuesta, a la pregunta: "Qu clase de preparacin necesita
una persona para
realizar el trabajo que Vd. desempea?". Desde luego, no nos proporciona ninguna informacin
detallada por actividades u ocupaciones, pero el hecho de que algo ms de tres quintos de los
entrevistados consideren suficiente ninguna preparacin o la correspondiente al nivel mnimo de
escolaridad puede servir para enfriar algunas profecas apresuradas. Al fin y al cabo, la percepcin
subjetiva de un trabajador sobre los requisitos de su trabajo vale menos que un anlisis objetivo del
mismo, pero ms que cualquier presuncin desde fuera y basada en simples etiquetas definitorias.
Gran parte de la incertidumbre que han de afrontar hoy las empresas y los trabajadores, de
los cambios en las cualificaciones y de la movilidad de la mano de obra no se deben tanto a la
innovacin tecnolgica como a la variabilidad e inestabilidad de los mercados de bienes y servicios.
La poca de los mercados homogneos, duraderos y previsibles, as como de los costes estables, ha
pasado tambin a la historia. Las empresas tienen hoy que responder a mercados diferenciados y
cambiantes, dotndose de la flexibilidad necesaria para ello. Por aadidura, la competencia
creciente, la variabilidad del mercado y el aumento de la productividad han desplazado el eje de las
actividades empresariales de la produccin a la comercializacin: ya no se produce para despus
vender, sino que se vende para producir.
Esta incertidumbre puede afrontarse bsicamente de dos maneras. Una consiste en reducir
al mximo los costes fijos, las plantillas estables, etc. de las empresas, de modo que stas puedan
movilizar los recursos necesarios cuando la demanda de produccin aumenta pero sin cargar con el
coste de mantenerlos ociosos cuando disminuye. Esto es lo que suele designarse como una
7C.I.S. (1986).
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estrategia de "desconcentracin" o "descentralizacin" productiva. Tambin podemos considerarla
una opcin por la flexibilidad externa. La otra reside en acudir a una mayor diversidad de mercados,
flexibilizando la produccin mediante el recurso a distintas combinaciones y usos de los mismos
medios humanos y materiales. Podemos considerarla una opcin por la flexibilidad interna.
La primera alternativa (la flexibilidad externa) tiene unos costes sociales muy elevados. La
empresa mantiene una pequea parte de las funciones que desembocan en el producto final y, en
consecuencia, una parte igualmente pequea de la fuerza de trabajo que participa en su elaboracin
y comercializacin. El resto es expulsado a la periferia, pasando a formar parte de empresas
contratistas o relacionndose de manera individual, pero mediante vnculos de carcter civil
desprovistos de derechos laborales, con la empresa matriz.
Una versin ms comn es la simple precarizacin de las relaciones laborales, que mantiene
las obligaciones del trabajador respecto de la empresa pero elimina la mayor parte de las de la
empresa ante el trabajador, sea simplemente olvidndolas o transfirindolas al erario pblico. Esto es
lo que ocurre, por ejemplo, con la inmensa mayora de los contratos temporales y subvencionados.
Parece ser una tnica general que las empresas presentan una tendencia creciente a crear puestos
de trabajo "fuera de la norma", en particular eventuales y a tiempo parcial. La Tabla VIII 8 muestra la
proporcin de trabajadores eventuales (por cuenta ajena y slo varones) en diversos pases
europeos. Como puede verse, la eventualidad es mucho ms frecuente en los sectores en
crecimiento que en los estabilizados o en declive, y en los servicios que en las otras grandes reas
de actividad, lo que permite presumir que no se trata simplemente de una situacin, sino ms bien de
una tendencia. La Tabla IX ofrece datos relativos al empleo a tiempo parcial (por cuenta ajena y no
eventual, y tambin slo varones), con la misma tendencia aunque menos acusada.
8O.C.D.E. (1989). Esta es tambin la fuente de la Tabla siguiente.
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En una perspectiva ms general, esta estrategia desemboca en una dualizacin creciente del
mercado de trabajo. De un lado quedan los trabajadores con empleos estables y condiciones de
trabajo, salarios y otras contrapartidas comparativamente ventajosas. De otro, trabajadores precarios
que pasan sucesivamente de una empresa a otra, del empleo al desempleo, del subsidio pblico a la
ayuda familiar, del trabajo domstico al extradomstico, etc., en lo que constituye para muchos una
va muerta en que no es posible acumular derechos ni protagonizar una carrera profesional.
Espaa probablemente presenta uno de los mercados de trabajo ms inestables entre los
pases desarrollados, debido, ms que a su regulacin (que tambin), a la escandalosa tasa de
desempleo, que multiplica los efectos de cualquier factor de inestabilidad, incertidumbre o
discriminacin. La Tabla X9 presenta la evolucin de las principales magnitudes del mercado de
trabajo: actividad, ocupacin y paro, en el decenio que termina. Tngase en cuenta que las cifras
absolutas y relativas de paro no son sino el reflejo de lo que sucede en un momento dado: puede
calcularse que el total de personas que, en algn momento a lo largo de cada ao, pasan por una
situacin ms o menos prolongada de desempleo equivale a dos veces o ms la tasa media del ao.
Otra indicacin de la inestabilidad son los tipos de contratos registrados. La Tabla XI10
muestra la distribucin de stos entre fijos y temporales y su evolucin en los tres ltimos aos, y la
Tabla XII el peso relativo de los contratos de fomento del empleo dentro del total de contrataciones
registradas en los ltimos seis aos.
La segunda alternativa (la flexibilidad interna) requiere cambios en las polticas comerciales,
en las formas de direccin y gestin de la produccin, en las cualificaciones de la mano de obra y,
probablemente, en el equipamiento. Respecto de las polticas comerciales representa, en el sentido
ya indicado, algo as como el paso del monocultivo a la pluralidad de cultivos en la agricultura o como
9M.T.S.S. (1989b).
10M.T.S.S. (1989b). Tambin la tabla siguiente.
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la diversificacin de riesgos en las actividades financieras. Si la empresa no puede conseguir la
estabilidad deseada en un mercado particular, porque ste se manifiesta cambiante, ha de recurrir
entonces a una diversidad no slo geogrfica sino funcional de mercados para mantener en actividad
sus recursos. Si ha de responder gilmente a las oportunidades, necesita acelerar el proceso que va
desde la concepcin hasta la comercializacin de un producto nuevo, o de una variante nueva de un
producto nuevo, y debe recurrir para ello a una mayor participacin de todos los escalones de la
pirmide ocupacional en las decisiones. Si tiene que producir constantemente bienes o servicios
distintos, y mediante procesos no menos distintos, precisa de una fuerza de trabajo capaz de asumir
rpidamente nuevas tareas, vale decir polivalente. Por ltimo, y por los mismos motivos, debe
concentrar sus inversiones en maquinaria e instrumental universales, de usos mltiples, salvo que
desee verlos ociosos ante cualquier giro imprevisto del mercado.
Desde el punto de vista de la empresa, ambas estrategias son alternativas, aunque no
presenten necesariamente el mismo grado de viabilidad. La empresa que somete a la precariedad a
la fuerza de trabajo que moviliza busca satisfacer la multiplicidad de sus necesidades gracias a la
diversidad individual de la fuerza de trabajo presente en el mercado; la que apuesta por la utilizacin
flexible de unos recursos humanos estables trata de hacerlo con base en la polivalencia de sus
trabajadores. Cuanto ms capaz sea una empresa de organizarse internamente de manera flexible,
menos necesitar buscar la flexibilidad a travs de sus relaciones con el mercado de trabajo externo.
En cualquiera de los dos casos, los trabajadores se encuentran con que deben afrontar
tareas y actividades cambiantes, bien sea desde el mismo puesto de trabajo y desde la misma
empresa o por verse constantemente lanzados de un puesto a otro y de una empresa a otra --con los
consiguentes costes econmicos y personales derivados del ms que probable paro intermedio--. En
cualquiera de ellos, por consiguiente, la formacin de una fuerza de trabajo capaz de aplicarse a
tareas distintas y ocupar puestos de trabajo diferentes, de tomar decisiones de cierto nivel y de sacar
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el mximo partido de un instrumental flexible o de utilizar con el mismo dominio distintas variedades
de instrumentos, aparece como una necesidad ineludible.
Todo esto no significa, sin embargo, que las distintas maneras de poner en accin los
recursos humanos existentes dependan simplemente de los dictados ciegos del mercado, ni que las
polticas de educacin y formacin hayan de conformarse con detectar las "exigencias" de ste y
tratar de satisfacerlas de la mejor manera posible con los medios a su alcance. Lo que tenemos ante
nosotros son distintas opciones en torno a las caractersticas del empleo, la organizacin del trabajo
y la formacin de recursos humanos, opciones con serias implicaciones sobre las condiciones de
vida y trabajo y el bienestar de las personas.
La flexibilidad externa de las empresas, es decir, la bsqueda de mecanismos de flexibilidad
en sus relaciones con el mercado (con los mercados: de bienes y servicios, de capitales y de fuerza
de trabajo) puede quiz satisfacer sus necesidades de respuesta frente a los cambios econmicos o
de minimizacin de los riesgos, pero lo hace a costa de las condiciones de vida y trabajo de la
poblacin activa y con unos dudosos efectos sobre la economa nacional. Plantea nuevas
necesidades de formacin, ms que desde el punto de vista de los requisitos de los puestos de
trabajo, desde el de la incertidumbre del mercado. Esto es lo que da uno de sus sentidos a ese
trmino ahora tan en boga, la "polivalencia": el sentido de una formacin que convierta a los
individuos en trabajadores de cualificacin escasa, pero con un alto grado de adaptabilidad a
situaciones diferentes.
La flexibilidad interna, por el contrario, transfiere la responsabilidad de adaptarse al cambio
del trabajador a la empresa y a sus polticas comercial y de produccin, mientras requiere de ste un
alto nivel de cualificacin. La mayor parte, por no decir la totalidad, de lo que sabemos sobre los
efectos de esta forma de organizacin apunta en el sentido de que se traduce en una mayor
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productividad y, por consiguiente, en una mayor competitividad de las empresas que la adoptan. Es
lo que sucede con las llamadas "nuevas formas de organizacin del trabajo" (crculos de calidad,
equipos autnomos, recomposicin de tareas, participacin de los trabajadores en las decisiones,
etc.) frente a las tradicionales; con las empresas que se ha dado en llamar "de nuevo tipo", "Z", "de
tercer tipo", "excelentes", etc. frente a las de organizacin ms clsica; con los sectores, zonas
econmicas y pases que han adoptado modelos de "especializacin flexible" frente a los que
mantienen las formas de organizacin propias de la produccin en masa.
Pero el problema no es slo de productividad, sino tambin de satisfaccin en el trabajo y de
control sobre su proceso. En el primer aspecto, la flexibilidad interna, que implica una gama de tareas
ms amplia, un mejor aprovechamiento de la cualificacin, una mayor autonoma del trabajador en el
puesto y una descentralizacin de la toma de decisiones, se traduce, sin lugar a dudas, en una
mayor identificacin del trabajador con su puesto y, por consiguiente, en un grado de satisfaccin
superior, desapareciendo en buena medida problemas ya casi seculares como al abandono, el
absentismo y otras formas de manifestacin larvada del descontento, y disminuyendo notablemente
las necesidades y los costes de supervisin del proceso y de control de la calidad del producto.
Pero, en el segundo aspecto, la flexibilidad interna plantea problemas que pueden producir
conflictos de intereses. Un mayor control de los trabajadores sobre su proceso de trabajo tiene como
contrapartida una cierta prdida de control por parte de la direccin y, ms en general, por parte de
todos aquellos que han visto sobrecualificados sus puestos y reforzada su autoridad simtricamente
a la descualificacin y la prdida de autonoma en los puestos de trabajo de base. Esto puede incluir,
a menudo, a tcnicos, cuadros intermedios y supervisores, adems de a la propiedad y a la direccin
de la empresa.
Por ello, adoptar una u otra poltica de educacin y de formacin, optar por la simple
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capacitacin prctica en tareas de ejecucin o por la formacin para la comprensin global de los
procesos productivos, por la falsa polivalencia de la no cualificacin o por una formacin multilateral,
por la educacin en el sometimiento a normas o en el ejercicio de la iniciativa y la participacin, es, a
la vez, optar por un modelo u otro de organizacin del trabajo y de respuesta a las exigencias de una
economa competitiva, poniendo el acento en la discrecionalidad de los empleadores o en la
devolucin de la capacidad de obrar a los trabajadores. Ni que decirse tiene que esto no es slo
cuestin de las polticas de educacin y formacin, sino tambin de las polticas econmica, industrial
y de empleo.
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Las limitaciones de la educacin y la formacin ocupacional actuales
El "desajuste" entre la escuela --las enseanzas regladas-- y el empleo ha llegado a
convertirse en uno de esos tpicos que, a fuerza de ser repetidos sin especificacin alguna, ya nada
significan. En parte se trata de un problema puramente imaginario en cuya formulacin se olvida que
la escuela nunca podr, ni debe siquiera intentarlo, ofrecer una diversidad de formaciones ni unas
enseanzas y unos aprendizajes de detalle como los que requerira un perfecto "ajuste" al empleo,
salvo que estuviramos dispuestos a dedicarle la mitad de nuestro producto interior bruto y a obligar
compulsivamente a las personas a trabajar en las especialidades cursadas en la escuela.
Se olvida tambin con frecuencia, por otra parte, que la educacin tiene ms fines que la
preparacin para el empleo, y que unos fines y otros pueden no ser enteramente compatibles o
incluso entrar abiertamente en conflicto. La demanda que se presenta a la escuela de formar una
fuerza de trabajo especializada y jerarquizada a imagen y semejanza de la estructura del empleo se
lleva muy mal, por ejemplo, con el propsito de que el sistema educativo asegure un acceso mnimo
comn a la cultura general y distribuya de manera igual las oportunidades formativas y --en la medida
en que se asocian a stas-- laborales y de vida a los individuos y los grupos sociales.
En ningn caso, desde luego, el reconocimiento de la existencia de un "desajuste" debe
concebirse en el sentido de que la escuela se haya quedado, en general, por detrs del trabajo, al
menos no si esto se entiende como una incapacidad para proporcionar un nivel de conocimientos,
habilidades prcticas, capacidades intelectuales, etc., de ndole general, suficientes para satisfacer
las presuntas exigencias rampantes de la produccin. La escuela se ha quedado por detrs en unos
casos y se ha situado por delante en otros, lo que nos permite encontrar tanto fenmenos de
sobreeducacin en algunos sectores como de subeducacin en otros.
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La Tabla XIII1 intenta ofrecer una estimacin cuantitativa de estos fenmenos a partir de la
respuesta dada por una muestra de trabajadores a una pregunta sobre qu educacin consideraban
necesaria para desempear su puesto de trabajo, cruzada con su propio nivel de educacin. En ella
se considera que existe "adecuacin" cuando el nivel de estudios que la persona posee es similar al
que considera adecuado para su puesto de trabajo, "sobreeducacin" cuando es superior y
"subeducacin" cuando es inferior. Segn estos datos, casi la mitad de la poblacin ocupada est
subeducada (45.8 %), pues su nivel de estudios es inferior al que cree necesario para su puesto de
trabajo (Total I). Sin embargo, esta cifra se debe en parte a que no se ofrece a los encuestados la
posibilidad de contestar que la preparacin necesaria para su empleo es menor que los estudios
primarios o ninguna, a pesar de que sta es precisamente la que muchos de ellos poseen (el 22.7 %
del total). Si consideramos que, puesto que ejercen el empleo, muestran tener en la prctica el nivel
de formacin adecuado, el porcentaje de subeducacin cae entonces hasta algo menos de un cuarto
(23.1 %: Total II). En sentido contrario, la encuesta no ofrece a los que poseen una formacin de
nivel universitario largo la posibilidad de expresar la necesidad de una formacin mayor que sa, por
lo que en la cspide de la pirmide se oculta una parte de la subeducacin (si bien es una parte
reducida).
En consonancia, el grado de adecuacin del nivel de formacin puede cifrarse en algo ms
de un tercio (34.8 %: Total I) o casi tres quintos (57.4 %: Total II), segn procedamos o no a la
rectificacin antes descrita. La sobreeducacin se cifra, en todo caso, en cerca de un quinto (17.4 %).
No obstante, este porcentaje slo refleja la proporcin de individuos que declaran que su nivel
educativo personal est por debajo del que creen necesario. En realidad, bien puede ocurrir que
inflen este ltimo en un reflejo conducente a prestigiar su propio empleo, o simplemente inducidos
por lo que ven a su alrededor que se presenta como requisito formal. El elevado porcentaje de
1Tomada de Fernndez Enguita (1990). Elaborada a partir de los datos de C.I.S. (1986).
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personas que desempean sin bachiller elemental (o su equivalente E.G.B.) puestos de trabajo
(7.097 miles, el 55.1 %, segn la encuesta --sobre un total de ocupados de 12.880 miles--), cuando
ste es ahora el nivel mnimo con el que se produce la incorporacin a la actividad, podra
considerarse tambin como parte de un ndice de la sobreeducacin que se avecina.
El "desajuste", sin embargo, es cierto en un sentido ms limitado pero no por ello irrelevante.
En primer lugar, por la obsolescencia creciente de muchos de los conocimientos y habilidades en
torno a los cuales giran las enseanzas regladas, herederos todava de la poca en que la escuela
era el reducto de los futuros funcionarios y el lugar de encuentro y de reproduccin cultural de grupos
sociales privilegiados y reducidos, por no decir simplemente herederos,en buena parte, del trivium y
el quadrivium. Es ese sesgo de la enseanza lo que la convierte para muchos, en vez de en un
espacio de desarrollo personal, en una especie de suplicio por el que hay que pasar para conseguir
unas ciertas ventajas sociales, pero en el que es difcil encontrar algn inters intrnseco o alguna
relacin directa con la preparacin para el empleo.
En segundo lugar, el sistema que cre la Ley General de Educacin de 1.970 ha producido
efectos perversos que durarn largo tiempo y requieren una rectificacin en la que juega un papel
importante la formacin ocupacional. Para empezar, una Educacin General Bsica unilateralmente
acadmica, o fuertemente academicista, ha conducido al "fracaso" a un tercio de la poblacin escolar
que, tras esa experiencia, poco o nada quiere saber de cualquier aprendizaje que no sea meramente
prctico, si es que no podemos decir que ya ha visto pasar definitivamente la oportunidad de
desarrollar su capacidad de aprendizaje y su disposicin hacia el mismo. La Tabla XIV 2 muestra los
niveles de repeticin y "fracaso" (obtencin del certificado de escolaridad) en la Educacin General
Bsica, desglosado por autonomas. La Tabla XV ofrece las prdidas registradas a lo largo de las
dos ramas de las enseanzas medias, tambin desglosadas por comunidades autnomas.
2Fernndez de Castro et al. (1989). La tabla siguiente procede de la misma fuente.
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Para rematar, la Formacin Profesional, configurada desde el principio, y gracias a la "doble
titulacin" y a la inclusin forzada en ella de las "materias instrumentales", como una enseanza de
segundo orden, ha concitado a su alrededor tal descrdito --en particular la de primer grado-- que la
mayor parte de su pblico potencial ha optado por evitarla de cualquier manera. As, el pas se ha
encontrado con una estructura de los estudios y los ttulos escolares, a la altura de las enseanzas
medias, que es exactamente la inversa de la del mercado de trabajo. Casi dos tercios del alumnado
siguen unos estudios de bachillerato sin ningn carcter terminal ni profesional y cuyo nico objetivo
es una enseanza superior a la que la mayora no accedern. Por el contrario, la formacin
profesional que deba servir como puente a todos los empleos que no requieren formacin
universitaria, que son la inmensa mayora, acoge tan slo a algo ms de un tercio del alumnado --a
pesar de la lenta pero insuficiente recuperacin de los ltimos aos--.
La Tabla XVI3 muestra la evolucin, a lo largo de un decenio, de la matrcula en el
Bachillerato Unificado y Polivalente, ms el Curso de Orientacin Universitaria, y la Formacin
Profesional de primer y de segundo grado acumulados. La inadecuacin de esta composicin de la
matrcula de las enseanzas medias se pone de manifiesto si la comparamos con los datos de la
Tabla XVII4, que muestra la distribucin de la poblacin ocupada por grandes grupos ocupacionales.
Si consideramos que el bachillerato y el C.O.U. son lo que dicen ser, un ciclo preparatorio para el
acceso a los estudios superiores, entonces resulta difcil saber qu hacen casi dos tercios de los
jvenes escolarizados en las enseanzas medias en una rama conducente a unos estudios
necesarios, presumiblemente, para una octava parte de las ocupaciones (12.2 %), acumulando los
dos primeros grandes grupos, o, como mucho, para una cuarta parte de ellas (24.4 %), acumulando
tambin el tercero.
3Datos del Ministerio de Educacin y Ciencia.
4Datos de la Encuesta de Poblacin Activa, 1.989, 2 trimestre.
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Si la poblacin escolar de la Formacin Profesional requiere a la salida de sta una
capacitacin ms especfica, sea en el empleo mismo o bajo la frmula de la formacin ocupacional,
que la ponga en condiciones de desempear un puesto de trabajo preciso, la del Bachillerato, si no
accede a los estudios superiores, an la necesita ms, pues sus ltimos aos de estudios la han
arrastrado en una direccin que no es precisamente la que conduce hacia los requerimientos
comunes o especficos de los empleos a los que podr incorporarse.
Ahora bien, qu relacin existe entre los estudios precisos que la gente realiza y los
requisitos de sus puestos de trabajo? Si se les pregunta a ellos, no parece que sea muy
satisfactoria. Repetidas encuestas a jvenes han arrojado resultados bastante similares: para tres
cuartas partes de ellos, la relacin es ninguna o casi ninguna, como lo muestran los resultados de
tres encuestas sucesivas recogidos en la Tabla XVIII5. Hay que tener muy en cuenta que son
respuestas basadas en una apreciacin subjetiva, as como que se trata precisamente de jvenes, lo
que hace probable que se encuentren todava en trabajos precarios y poco relacionados con su
formacin pero no implica que esta situacin vaya a prolongarse siempre; el panorama, empero, no
deja por ello de ser un tanto desolador.
Otra forma de plantear el problema es fijarnos en la posible correspondencia entre las
especialidades ofrecidas por las enseanzas regladas y la estructura ocupacional. Esto puede
hacerse, por ejemplo, para la Formacin Profesional, y los datos son los que aparecen en la Tabla
XIX6. En ella se comparan los porcentajes que representan los alumnos maztriculados en las
distintas especialidades de F.P.-1 con los que suponen los grupos ocupacionales asociables a ellas
en la poblacin ocupada, a partir de los cuales se han elaborado una ratio y un ndice de
descompensacin. La conclusin es muy simple: no existe ninguna relacin consistente entre la
5Zrraga (1985).
6Fernndez Enguita (1990). Elaborados a partir de la E.P.A. (1989, 2 trimestre) y C.I.D.E.
(1988).
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distribucin cuantitativa de la oferta de especialidades de Formacin Profesional y las posibilidades
reales de empleo.
Y la formacin profesional ocupacional? En el ltimo decenio, el gobierno espaol y otros
de su entorno se han venido inclinando cada vez ms en favor de las llamadas "medidas activas" de
fomento del empleo, como alternativa a las medidas de "garanta de recursos" (esencialmente, los
subsidios de desempleo). Entre estas medidas activas figura la formacin ocupacional, que ha
conocido en un lustro un desarrollo sin precedentes. La Tabla XX 7muestra la evolucin del nmero
de cursos realizados, que casi se ha quintuplicado, y de alumnos implicados en ellos, que se ha ms
que cuadruplicado.
En un mercado de trabajo con fuertes desajustes cualitativos (con independencia del
principal "desajuste", que es el desempleo), o sea debidos a la no correspondencia entre las
cualificaciones poseidas por los trabajadores y las demandadas por los empleadores o explotables
directamente en el mercado en la forma de trabajo por cuenta propia, no cabe sino saludar el auge
de un nuevo subsistema una de cuyas finalidades principales debe ser la de servir de puente entre la
dimensin necesariamente generalista de la formacin reglada (incluida la reglada especializada, o
sea la formacin profesional o universitaria) y la especificidad de los empleos.
No obstante, cabe preguntarse en qu medida la formacin ofrecida es la adecuada para las
necesidades y posibilidades del empleo. Una forma de hacerlo es comparar el peso de las diversas
especialidades de la formacin ocupacional con el de las distintas categoras ocupacionales.
Lamentablemente, la clasificacin de los cursos ocupacionales por familias profesionales que ofrece
el Instituto Nacional de Empleo no es directamente comparable con la principal fuente de informacin
de que disponemos sobre el mercado de trabajo, la Encuesta de Poblacin Activa. S podemos
7M.T.S.S. (1989c).
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proceder, sin embargo, a comparar la oferta ocupacional con el movimiento laboral registrado por el
propio INEM, que es ordenado segn la misma clasificacin por familias profesionales.
Eso es lo que hace precisamente la Tabla XXI8. Puesto que se ha formado,
aproximadamente, un alumno por cada cuatro ofertas de empleo, y dado que no tenemos elementos
para decir si tal nivel de cobertura es suficiente o insuficiente, debemos limitarnos a comparar el
grado de cobertura de las distintas familias profesionales, lo que se hace elaborando un ndice que
es igual al cociente para cada familia dividido por el cociente general. Si el grado de cobertura fuera
el mismo en todos los casos, el ndice sera siempre igual a la unidad. No siendo as, tampoco debe
considerarse el ndice como expresin cuantitativa de un "exceso" o un "defecto", puesto que cada
familia profesional puede requerir formacin o no, y en mayor o menor medida, de acuerdo con sus
propias caractersticas, su evolucin ltima y los cambios en curso, etc. No obstante, la magnitud de
las diferencias lleva a pensar que, como en el caso de la formacin reglada, cualquier relacin
cuantitativa global entre la oferta y las necesidades reales es pura coincidencia.
No es ms alentador el panorama si nos fijamos en la relacin entre la oferta de formacin y
la variacin reciente del empleo. Esto es lo que hace la Tabla XXII 9, slo que, dada la diversidad de
fuentes, no podemos ir ms all de los grandes grupos ocupacionales. En ella se comparan (en una
eleccin arbitraria pero ni ms ni menos vlida que cualquier otra del estilo) los alumnos formados en
1.988 con las variaciones en el empleo entre 1.985 y 1.989, lo que permite constatar que unos
sectores de actividad resultan especialmente beneficiados mientras otros salen particularmente
penalizados.
Un planteamiento serio de la formacin ocupacional no puede ignorar que, aparte de su
funcin manifiesta, la de formacin profesional especficamente enfocada a un empleo o una familia
8Fernndez Enguita (1990). Elaborado a partir de M.T.S.S. (1989b,c).
9Fernndez Enguita (1990). Elaborado a partir de los datos de M.T.S.S. (1989a,b,c).
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de ellos, tambin desempea un conjunto de funciones latentes que impulsan su crecimiento de
manera independiente.
Primero, en un contexto de grave desempleo en general y juvenil en particular, la tentacin
de ampliarla como simple expediente para reducir las cifras de paro es algo de lo que deben ser
conscientes tanto la Administracin como los agentes sociales implicados en polticas de
concertacin. En ella cae el INEM, sin ir ms lejos, cuando descuenta del paro registrado a los
parados en busca del primer empleo que siguen cursos de ms de veinte horas semanales.
La otra cara de la moneda est en la disposicin de los jvenes y los parados en general, por
no hablar de los estudiantes sin recursos y las amas de casa lgicamente aburridas en los hogares
en particular, a aprovechar las oportunidades de una oferta que suele ir acompaada de retribucin
con independencia de que guarde ms o menos relacin con las propias necesidades de formacin,
as como con las posibilidades y las expectativas de empleo. Tanto ms cuanto que, una vez que los
ttulos y certificados de la formacin ocupacional adquieren "curso legal" en el mercado de trabajo y
su posesin o no posesin se convierte en un criterio de seleccin de los aspirantes a empleos,
resulta punto menos que imposible para los individuos sustraerse a la tendencia a acudir a ella. El
problema aqu no reside tanto en que numerosos individuos reciban una formacin que tal vez nunca
utilicen, pues aprender no perjudica a nadie, como en que se genere una espiral autoalimentada de
crecimiento de la oferta y la demanda que empuje a dar por bueno lo que se ofrece por el simple
hecho de que siempre encuentra demandantes.
Segundo, conviene no olvidar que buena parte de la formacin ocupacional puede servir,
ms que para satisfacer necesidades nuevas, para cubrir de forma nueva necesidades viejas. O,
dicho de otro modo, para que las empresas transfieran al presupuesto pblico las acciones
formativas que hasta entonces realizaban a su propia costa. Esto puede ser conveniente desde algn
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punto de vista o entenderse como una forma ms de subrogacin en los costes empresariales, pero
debe tenerse presente para no pensar que se ponen en pie nuevos mecanismos de formacin donde
simplemente hay nuevas fuentes de financiacin.
Tercero, la formacin ocupacional, y en particular las figuras contractuales asociadas a ella o
que forman parte de polticas formativas extraescolares --como los contratos en prcticas, para la
formacin o para la realizacin de prcticas en alternancia--, no deben convertirse en meras formas
de reducir o subvencionar los costes directos e indirectos de la mano de obra. Si esta poltica es
necesaria, debe abordarse abiertamente, pero en ningn caso a travs de la desvirtuacin de la
poltica y las acciones de formacin. Esto significa que, aunque toda poltica de formacin es, directa
o indirectamente, una forma de subvencin a las empresas --y a los trabajadores--, su rendimiento
debe ser medido por sus efectos sobre las cualificaciones de los trabajadores y la adaptacin de
stas a las necesidades y posibilidades de la economa.
Particularmente sangrante es el caso de las figuras contractuales citadas. Slo los contratos
basados en convenios escuela-empresa para la realizacin de prcticas en alternancia por alumnos
de Foormacin Profesional mantienen, y estn incluso paulatinamente reforzando, su dimensin
formativa, debido precisamente al control que se ejerce desde los centros de enseanza sobre su
funcionamiento; no obstante lo cual, en muchos casos la nica experiencia formativa que aportan es
la de permitir a los estudiantes comprobar que el trabajo no es lo que esperaban. Los contratos en
prcticas y para la formacin, por el contrario, poco o nada tienen de tales, pues no hay garanta
alguna de que la cualificacin de los jvenes mejore gracias a ellos (lo que se manifiesta, por
ejemplo, en la proporcin creciente, ya la casi totalidad, que constituyen los contratos de formacin
sin un plan homologado por el INEM). Esto no resulta menos triste por el hecho de que el Ministerio
de Trabajo, en una huida hacia delante, haya decidido ltimamente considerarlos simplemente como
parte de la poltica de empleo, renunciando as a cualquier dimensin formativa (lo que, a su vez, se
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manifiesta en la proporcin creciente, tambin ya la casi totalidad, de contratos para la formacin sin
plan homologado que, no obstante, son subvencionados por el INEM).
Finalmente, todos los implicados en la formacin ocupacional deben ser conscientes de que
sta, como ya se dijo, ha surgido y se ha desarrollado a un ritmo extraordinariamente rpido, bajo el
impulso especial de la incorporacin de Espaa a la Comunidad Europea y, ms en concreto, de los
recursos obtenibles del Fondo Social Europeo, as como de los generados por el Fondo de
Solidaridad nacido del Acuerdo Nacional de Empleo. Esto implica que la prctica ha ido a menudo
por delante de los planes, con los consiguientes inconvenientes de falta de planificacin, de control y
de evaluacin de los resultados. Con independencia de cualquier discusin sobre si era mejor
esperar o actuar ya, o sobre si no se podran haber empleado ya desde el principio ciertos criterios
de programacin de la oferta, parece claro que no puede posponerse por ms tiempo la elaboracin
de un diseo racional de la formacin ocupacional.
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Las desigualdades ante el empleo, la educacin y la formacin
No todas las personas tienen acceso a las mismas oportunidades en el mercado de trabajo ni
en el sistema educativo; o, al menos, no todas se encuentran en la misma posicin real ante las
oportunidades existentes, aunque formalmente stas sean las mismas para todos. En el mercado de
trabajo, las mujeres frente a los hombres, los jvenes y las personas de mayor edad frente a los
grupos de edad intermedios, los inmigrantes frente a los autctonos, aqullos cuyas formacin y
experiencia profesionales conocen una demanda decreciente frente a los que se benefician de una
demanda en aumento, los que tienen menos aos de escolaridad frente a los que tienen ms y los
que presentan discapacidades de diverso tipo frente al resto se encuentran en posicin de clara
desventaja, como puede intuirse fcilmente o comprobarse mediante cualquier estadstica.
Las mujeres se enfrentan a la vigencia en la sociedad global y en el mercado de trabajo de
estereotipos sexistas que les adjudican como funcin principal la permanencia en el hogar,
admitiendo su incorporacin al trabajo remunerado slo como actividad secundaria. Esto significa
menores oportunidades de acceso al empleo, menores posibilidades de promocin, salarios ms
bajos para un mismo puesto de trabajo, mayores probabilidades de ser despedidas, una mayor
presencia en las formas de trabajo irregulares, etc., sin entrar aqu en las dificultades de compaginar
el empleo, cuando se tiene, con las responsabilidades domsticas no compartidas por los varones.
La Tabla XXIII recoge los principales datos de la E.P.A.1 sobre la posicin de las mujeres en el
mercado de trabajo (las cifras absolutas estn expresadas en miles de personas; las tasas son
porcentajes respecto de cada sexo o de ambos acumulados).
Pero los bajos niveles de actividad y ocupacin y los dems indicadores empleados slo
1Segundo trimestre de 1.989.
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reflejan una parte de la discriminacin de las mujeres en el mercado de trabajo. La otra es la que se
refiere a su concentracin en ciertas ocupaciones, generalmente las menos prestigiosas, peor
pagadas y considerables como extensiones de sus funciones en la esfera domstica. La Tabla XXIV 2
muestra su presencia relativa en las distintas ocupaciones de la Clasificacin Nacional a dos dgitos
El "ndice de sesgo" que se recoge en la tercera columna es la ratio entre el sexo ms representado y
el menos en la ocupacin dada partida por la ratio general entre ambos en la poblacin ocupada
(varones/mujeres = 2.2, mujeres/varones = 0.45), a cuyo lado se indica el sexo al que favorece.
Puede considerarse, por tanto, como un indicador de la sobrerrepresentacin de dicho sexo, sea cual
sea.
La edad no es menos relevante como factor de discriminacin en el mercado de trabajo.
Aparte de su falta de informacin sobre el mismo, los jvenes arrastran el la desventaja de partida de
la falta de experiencia, lo que hace, a menudo, que sean los ltimos elegidos para ocupar un empleo
y los primeros para abandonarlo. La Tabla XXV 3 muestra las desventajas relativas de los jvenes
para dos tramos de edad, de los diecisis a los diecinueve y de los veinte a los veinticuatro aos (las
cifras absolutas estn exopresan miles de personas).
El nivel de estudios formales es otro importante factor de discriminacin. Las personas con
mayores y mejores estudios tienen ms probabilidades de encontrar empleo y, por supuesto, de
encontrar mejores empleos. Las Tablas XXVI y XXVII
4
muestran simplemente dos aspectos de este
efecto. La primera, las diferencias en las tasas de actividad segn el nivel de estudios, especialmente
fuerte, como puede observarse, para las mujeres. Los efectos de la edad interfieren con los del nivel
de estudios, a menudo compensndose mutuamente u ocultndose (por ejemplo, los jvenes con
mayor nivel de estudios aparecen como inactivos por la sencilla razn de que todava no los han
2Fernndez Enguita (1990). Elaborada a partir de la E.P.A., 2 trimestre de 1.989.
3Datos extrados de la E.P.A., 2 trimestre de 1.989.
4Basadas ambas en los datos de la E.P.A.. 2 trimestre de 1.989.
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finalizado, y los adultos, por su ventaja relativa frente a los jvenes como tales, hacen que el efecto
del nivel de estudios parezca menor, mientras los ancianos, ya jubilados regular o prematuramente,
lo maximizan), por lo que se ofrecen tambin los datos para los tramos de mxima actividad de cada
sexo, que son una expresin ms cabal de las diferencias asociadas a la posesin de credenciales
educativas. La Tabla XXVII muestra las tasas de desempleo por niveles de estudios, tambin en
general y para un tramo de mxima actividad.
Por lo dems, no debe olvidarse que, ante la educacin formal, y a pesar de la unificacin de
casi toda la enseanza obligatoria, la oferta o financiacin pblica de puestos escolares y la relativa
equiparacin de los recursos, las posiciones relativas de partida de las personas dependen en buena
medida de factores econmicos, aptitudinales y actitudinales vinculados por mecanismos complejos y
variados, pero de existencia indudable, al origen familiar y social.
El potencial discriminatorio de la educacin formal acta normalmente en un sentido
acumulativo. Las posibilidades de obtener mejores o peores credenciales escolares estn influidas,
por ejemplo. por la capacidad econmica de las familias no ya solamente para financiar a sus hijos e
hijas una educacin ms all del perodo obligatorio y gratuito, sino por sus posibilidades de
renunciar a unos ingresos por un perodo de tiempo notable, es decir, de permitir que sus
descendientes estudien en lugar de trabajar. Por otra parte, las habilidades, el tipo de empleo del
lenguaje, el gnero de subcultura, las formas de comportamiento, etc. que la escuela requiere y
sanciona positivamente son las propias, no de toda la sociedad, sino de una seccin de sta,
concretamente las clases alta y media, mejor urbanas que rurales y con un alto nivel de educacin
que sin l. Finalmente, los nios y jvenes, con el transcurso del tiempo, interiorizan como
expectativas realistas la estimacin de sus oportunidades de alcanzar posiciones elevadas en la
escala social o de obtener el xito en la escuela, lo que a menudo hace que aquellos cuyas
oportunidades son menores se retraigan por s mismos de intentar aprovecharlas.
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La Tabla XVIII5 muestra el acceso a los distintos niveles de la enseanza reglada para las
diferentes categoras profesionales. Las categoras socioprofesionales empleadas son las del censo
de poblacin, a saber: 1) empresarios agrcolas con asalariados y 2) sin ellos --o sea, campesinos
independientes--, 3) resto de agrarios --es decir, jornaleros--, 4) empresarios no agrcolas --o sea,
industriales y de servicios-- con asalariados y 5) sin ellos --o sea, autnomos--, 6) profesiones
liberales, 7) directores y gerentes, 8) personal alto e intermedio de la Administracin y las empresas,
9) resto de personal, 10) capataces, 11) obreros cualificados, 12) obreros no cualificados, 13) resto
de personal de servicios y 14) miembros de las fuerzas armadas.
En cuanto a los niveles de enseanza, lo que designamos como 1) primaria corresponde a
los ciclos inicial y medio de E.G.B., computndose aparte 2) el ciclo superior (Sec1); 3) el segundo
nivel de secundaria (Sec2) est formado por el B.U.P., el C.O.U. y la F.P., y las 4) escuelas
universitarias y 5) facultades y escuelas superiores no presentan problemas de definicin. En la
Tabla XIX, toda la E.G.B. se agrupa como enseanza obligatoria.
La categora socioprofesional es la del cabeza de familia del hogar. El nivel de estudios, sin
embargo, es el de todos los miembros del hogar que los estn cursando en el momento de la
encuesta, includo el cabeza del mismo si es el caso. Puesto que los estudios tardos son ms
probables entre las categoras bajas que entre las altas, y, sobre todo, puesto que los estudios en
curso tienen ms probabilidades de ser terminales para las bajas que para las altas, las
desigualdades para un mismo ao resultan subestimadas a travs de los datos censales. 6 Se trata,
por consiguiente, de un indicador rudimentario, pero mejor que ninguno.
5Fernndez Enguita (1990b). La misma fuente para la siguiente tabla. Los datos en que se
basan corresponden al Censo de Poblacin de 1.981, y fueron proporcionados por Jos
Andrs Torres Mora.
6Para ms detalles, vase la fuente citada.
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Las Tabla XIX muestra los mismos datos en la forma de orden de probabilidades, elaborado
como cociente entre los pordentajes que suponen su presencia en cada nivel de enseanza y en la
polacin total. Cualquier categora social presentara un orden de probabilidades igual a la unidad si
su presencia en un nivel dado (el porcentaje de los alumnos de tal categora que acceden a tal nivel
respecto del total del nivel) fuese igual a su presencia en la poblacin total del pas. Si los miembros
de todas las categoras sociales tuvieran las mismas oportunidades de acceder a todos los niveles de
enseanza, la tabla sera una aburrida coleccin de cifras iguales a 1.00. Lgicamente, ste es el
orden de probabilidades que presentan los totales, pero, para el resto de las casillas, la lectura es, si
no precisamente divertida, s ms interesante.
La formacin para el empleo no debe ser concebida en general como un medio de poltica
compensatoria, ni mucho menos como el principal instrumento de sta, pero tampoco como si se
aplicara en un mercado de trabajo en el que todos han tenido ya oportunidades suficientes y cabe
despreocuparse de su suerte. Por consiguiente, la atencin a las necesidades y posibilidades del
mercado de trabajo debe combinarse con la atencin a los grupos sociales desfavorecidos en ste o
en la escuela, lo que implicar en muchos casos compatibilizar prioridades --de eficacia econmica y
de igualdad social-- que no apuntan en la misma direccin.
Por un lado, requieren especial atencin las mujeres, los jvenes sin experiencia laboral y los
discapacitados, o cualquier otro grupo con dificultades adicionales para acceder por vez primera al
mercado de trabajo o para no verse confinados a sus zonas ms precarias. Por lo dems, todos
estos grupos han sido sealados como prioritarios para las polticas de formacin y empleo por
diversas leyes, acuerdos y directrices nacionales, internacionales y especficamente comunitarias.
En el caso de las mujeres no se trata de una situacin transitoria (como la de los jvenes),
confinada a un periodo de la vida y minoritaria (como la de los parados de mayor edad) ni
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excepcional (como la de los discapacitados). Se trata, por el contrario, de una discriminacin
persistente que se extiende a todos los espacios de los mercados de trabajo, externos o internos, por
lo que reclama una intervencin amplia y sistemtica desde la poltica de empleo y, para lo que a
nosotros nos ocupa ahora, desde la poltica de formacin.
En trminos de acceso general, o sea cuantitativos, la formacin ocupacional ha pasado de
discriminar seriamente a las mujeres a alcanzar una matrcula formalmente equilibrada, que en
realidad favorece notablemente a las mujeres. La Tabla XXX7 muestra la evolucin de la matrcula a
lo largo de un lustro. Las cifras absolutas contenidas en las columnas primera y cuarta, y los
porcentajes respecto de la matrcula total reflejados en la segunda y la quinta, hacen ver que se ha
llegado a una composicin prcticamente por mitades. Pero, si se observan las columnas tercera y
sexta, que presentan el nmero de alumnos o alumnas formados por cada mil activos de cada sexo,
se ver que las mujeres resultan fuertemente favorecidas en comparacin con los varones. Esto es el
efecto tanto de una poltica formalmente igualitaria como de las estrategias individuales de los
jvenes, y no debe ser condenado como una forma de discriminacin contra los varones sino,
probablemente, saludado como una forma de discriminacin positiva, de accin afirmativa o
compensatoria, en favor de las mujeres. Se trata, en suma, de equilibrar una forma de discriminacin
(la asociada simplemente al sexo) con otra (la asociada al nivel de formacin).
El panorama no es tan atractivo en el caso de los contratos en prcticas y para la formacin,
y esto puede considerarse principalmente como un efecto derivado de las diferencias en las tasas de
actividad, pero tambin de los estereotipos de gnero en las prcticas contractuales de las
empresas. En lo que se refiere a los contratos en prcticas, los hombres superan aproximadamente
en un veinte por ciento a las mujeres, y, en lo concerniente a los contratos para la formacin, en un
cincuenta por ciento.
7Elaborada a partir de M.T.S.S. (1989c).
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No puede emitirse un juicio tan favorable, sin embargo, sobre la distribucin de hombres y
mujeres entre las distintas especialidades de la formacin ocupacional. La Tabla XXXI muestra el
porcentaje de mujeres en cada una de ellas, en el ao 1.988. En ella se observa la tendencia a la
concentracin de las mujeres en las especialidades tpicamente femeninas ("Artesana", por cierto,
no debe sorprender, pues incluye "modista"). Ahora bien, sta no es una caracterstica privativa de la
formacin ocupacional, sino bien asentada ya desde la Formacin Profesional reglada, donde el
sesgo en la orientacin es, si cabe (y cabe), todava ms notable.
Por otro lado, requieren tambin especial atencin los grupos que, sin tener particulares
dificultades de principio, se ven abocados a ellas por situaciones peculiares que interrumpen una
carrera laboral normal, lo que se manifiesta de manera especfica en la forma de dificultades de
readaptacin a partir de la quiebra de sus viejas condiciones de trabajo por causas sobrevenidas.
Entre estos grupos pueden considerarse los trabajadores de sectores en reconversin, los
trabajadores de edad madura o cercana a la jubilacin que por la razn que sea han perdido su
empleo, los inmigrantes del campo a la ciudad o los que regresan a sus lugares de origen, etc.
Finalmente, merecen una atencin no menos especial los individuos que, por una u otra
causa, han abandonado la escuela sin una formacin suficiente para incorporarse en condiciones
adecuadas al mercado de trabajo, por lo general antes del trmino de la enseanza obligatoria. En el
caso particular de los jvenes, la formacin ocupacional puede suponer para ellos una va alternativa,
y tal vez ms transitable, para el desarrollo de capacidades personales --de toda ndole: prcticas,
cognitivas, actitudinales, afectivas, sociales y estticas-- que debi tener pero no tuvo lugar en la
escuela, adems de una mejora de su posicin absoluta y relativa en el mercado de trabajo.
Sin embargo, parece haber una tendencia a la modificacin del alumnado de la formacin
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ocupacional, segn su nivel de estudios reglados, en favor de los que poseen ttulos ms avanzados.
Esto es lo que muestra la Tabla XXXII8, que presenta la composicin por nivel de estudios del
alumnado durante cuatro aos consecutivos. En ella puede observarse la prdida regular de
posiciones de los alumnos con un nivel de educacin mnimo o bajo mnimos, la subida firme de los
que poseen estudios medios y el ascenso espectacular de los que poseen estudios superiores. La
Tabla XXXIII, que compara el nivel de estudios de los alumnos de 1.988 con el de la poblacin activa
en 1.989 (2 trimestre), apunta en el mismo sentido. La desventaja absoluta de los analfabetos y sin
estudios es casi enteramente absorbida por los que poseen la educacin bsica, lo que resulta
coherente con la baja edad del alumnado. Los de las enseanzas medias cubren enteramente su
cuota, pero, tal como poda esperarse dada la naturaleza de sus estudios y su espacio propio en el
mercado de trabajo, esto tiene lugar en favor del alumnado de F.P. y en detrimento del de B.U.P. Los
que poseen ttulos superiores ligeramente salen beneficiados, pero el beneficio es tan slo para los
de ttulo medio, probablemente porque la "formacin ocupacional" de los titulados superiores no es la
que normalmente ofrece el INEM sino otra.
8Basada en M.T.S.S. (1989c).
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Fuentes y modelos de informacin sobre el mercado de trabajo
En Espaa existen diversas fuentes de informacin sobre el mercado de trabajo, todas las
cuales incorporan informacin sobre la regin madrilea aunque raramente la presente desagregada
a nivel regional, salvo para las grandes magnitudes. Cada una de ellas presenta aportaciones y
limitaciones, por lo que, al mismo tiempo, pueden ser aprovechadas para el mejor conocimiento de la
realidad regional pero deben ser consideradas insuficientes. En cierto sentido, su mayor carencia es
que no son acumulables, es decir, que emplean criterios distintos en la codificacin de la informacin,
su tratamiento, los universos y muestras a estudiar, etc.
Las fuentes de uso comn son hoy, fundamentalmente, la Encuesta de Poblacin Activa, el
Censo de Poblacin, el Padrn Municipal de Habitantes, el Movimiento Laboral Registrado y el
Observatorio Ocupacional, a las que hay que aadir toda clase de estudios monogrficos. De todas
ellas trataremos a continuacin. Hay que decir antes, sin embargo, que existen otras fuentes
susceptibles de ser empleadas indirectamente para el mejor conocimiento del mercado de trabajo
que, por no estar centradas en el anlisis de ste, no trataremos, pero que tampoco deben ser
dejadas en el olvido. Nos referimos, por ejemplo, a la Encuesta de Salarios, el Censo Industrial, el
Censo Agrario, la Contabilidad Nacional y las Tablas Input-Output.
La Encuesta de Poblacin Activa
La E.P.A. es una investigacin muestral que se realiza trimestralmente sobre unas sesenta y
dos mil viviendas familiares de todo el territorio nacional, recogiendo informacin sobre todas las
personas mayores de catorce aos que residen en ellas. Aunque solamente las principales
magnitudes se detallan por comunidades autnomas o por provincias, la dimensin demogrfica de
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la regin de Madrid hace que se acumule sobre sta una base de datos que sera susceptible de una
explotacin ms especfica.
Los datos obtenidos de la encuesta se convierten en estimaciones nacionales mediante la
elevacin de la muestra de acuerdo con las proyecciones de poblacin basadas en los Censos, en la
actualidad sobre el de 1.981 (desde 1.986, aunque luego se han elaborado series anuales revisadas
para el perodo que llega hasta hoy). Aunque la encuesta slo recoja datos en las viviendas
familiares, las cifras obtenidas por elevacin se corrigen de acuerdo con estimaciones sobre las
magnitudes de todas las variables relativas a las personas residentes en hogares colectivos.
La informacin recogida incluye, adems de las variables demogrficas bsicas (sexo, edad,
lugar de residencia) informacin sobre la relacin de las personas con la actividad econmica y el
empleo (actividad, ocupacin, paro, subempleo, horas trabajadas, sector y rama de actividad,
profesin, etc.) y sobre su cualificacin formal (nivel y especialidad de sus estudios). Aqu, sin
embargo, es donde surgen los primeros problemas, relativos sobre todo a las definiciones de las
distintas categoras que conceptualizan la relacin con el empleo, tales como "activo", "ocupado" o
"parado".
As, por ejemplo, es considerada "activa" toda persona que tiene un empleo o que, no
tenindolo, ha hecho gestiones de bsqueda en el mes anterior a la semana de referencia y se
encuentra en disponibilidad de aceptarlo, si se le ofreciera, en las dos semanas siguientes. Aparte
del sesgo sexista y el prejuicio econmico que supone definir la "actividad econmica" en relacin
exclusivamente al trabajo remunerado, lo que, en contrapartida, significa definir como "inactivas" a
millones de personas, fundamentalmente mujeres, que producen bienes y servicios en los hogares
sin ninguna remuneracin directa; aparte de esto, las condiciones exigidas para ser clasificado como
tal penalizan a las mujeres y disminuyen artificialmente su tasa de actividad y, por los mismos
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motivos, de desempleo. La exigencia de haber realizado gestiones activas en la bsqueda de un
empleo en el mes anterior parece muy razonable para quien no tiene otras obligaciones que lo
impidan y puede hacer de ello su principal objetivo, pero no lo es tanto para las amas de casa que, al
mismo tiempo que resultan desanimadas en la bsqueda de un puesto de trabajo por la dificultad
constatada en encontrarlo, deben hacer frente a las tareas domsticas que les asigna la divisin del
trabajo imperante en los hogares. En otras palabras, podemos considerar que no haber realizado
gestiones activas para encontrar empleo en el mes anterior no es necesariamente expresin de la
ausencia de voluntad de trabajar a cambio de una remuneracin, y que esta posibilidad afecta de
modo especial a las mujeres.
Lo mismo sucede con las condiciones de disponibilidad. Poder incorporarse a un puesto de
trabajo en el plazo de catorce das es algo nada problemtico, por lo general, para un varn
desempleado, pero muy problemtico para una mujer que asuma en exclusiva el cuidado de nios o
ancianos, pues no se encuentran sustitutivos tan fcilmente.
Si la definicin de "activo" es notablemente restrictiva, la de "ocupado", en cambio, es
extremadamente generosa. Es considerada ocupada cualquier persona que haya trabajado una hora
en la semana de referencia, a cambio de un sueldo, un salario, un beneficio empresarial o familiar, en
metlico o en especie. Tambin son considerados ocupados los estudiantes que trabajan a cambio
de una remuneracin, algo que parece bastante normal salvo por lo que diremos dentro de poco.
La definicin de "parado", no obstante, vuelve a ser fuertemente restrictiva. Slo lo son los
que, adems de no tener un trabajo, cumplen las ya citadas condiciones en lo que se refiere a la
bsqueda y la disponibilidad. Los escolares y los estudiantes son considerados como tales con tal de
que sigan alguna enseanza regular, pero no necesariamente reglada, pues puede ser libre, a
distancia, etc.
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La Encuesta de Poblacin Activa, por tanto, subestima las poblaciones activa y parada y
sobreestima la poblacin ocupada, por razn de las definiciones utilizadas. Esto no es incompatible
con que, por otra parte, subestime la poblacin ocupada por el mero hecho de ser la encuesta que
es, lo que provoca en los entrevistados una tendencia a ocultar sus actividades econmicas; as,
numerosas investigaciones monogrficas en las que las preguntas sobre la actividad econmica
aparecan ocasionalmente y cogan inadvertido al entrevistado han arrojado tasas de desempleo
inferiores a las de la E.P.A.
El mayor problema, sin embargo, que presenta la E.P.A. como instrumento de conocimiento
del mercado de trabajo no est en la posible sobre o subestimacin de algunas macromagnitudes,
sino en la fuerte insuficiencia e imprecisin de las categoras mediante las cuales tipifica los puestos
de trabajo, basadas en la Clasificacin Nacional de Ocupaciones de 1.978. Como estas categoras
son las mismas del Censo y el Padrn, y se basan en la Clasificacin Internacional Uniforme de
Ocupaciones, auspiciada por la Organizacin Internacional del Trabajo, trataremos de ellas ms
adelante y de una sola vez.
El Censo de Poblacin y el Padrn Municipal
Aunque Censo y Padrn son dos fuentes de informacin elaboradas y presentadas por
separado y en distintos momentos del tiempo, las tratamos conjuntamente debido a que emplean la
misma metodologa y categoras uniformes, lo que las convierte en acumulables. Ambos se realizan
a intervalos extraordinariamente largos que impiden su utilizacin como instrumento con el que
seguir la evolucin a corto plazo del mercado de trabajo. El ltimo Censo de Poblacin data de 1.981,
y el Padrn Municipal de Habitantes de 1.986. Puede verse, pues, que combinndolos se reducen los
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plazos, aunque una dificultad adicional procede de la lentitud en la elaboracin y publicacin de sus
resultados.
Su principal ventaja consiste en que se trata de recogidas de datos exhaustivas o, al menos,
mucho ms representativas que la de la E.P.A. En el Censo, las variables demogrficas bsicas se
contabilizan de manera totalmente exhaustiva, vivienda por vivienda y persona a persona. Las otras
(las que aqu nos interesan, o sea las relativas a actividad, empleo, etc., y nivel de estudios) se
recogen para todas las personas pero se computan agregadamene a partir de una muestra del
veinticinco por ciento de las viviendas familiares y la totalidad de los establecimientos colectivos.
Esto, no obstante, constituye una muestra ms que suficientemente representativa, y la base de
datos puede ser explotada, si se desea y se cuenta con los medios necesarios para hacerlo, al cien
por cien. Ya se ha hecho, por ejemplo, para los municipios de menos de cincuenta mil habitantes de
la Comunidad Autnoma de Madrid.
La informacin que se recoge sobre la situacin laboral, nivel de estudios, etc. es algo menos
detallada que la de la E.P.A. Las categoras econmicas utilizadas siguen los mismos principios que
en la E.P.A., basndose tambin en la Clasificacin Nacional de Ocupaciones para la profesin u
oficio y en la Clasificacin Nacional de Actividades Econmicas para la rama de actividad, con las ya
anunciadas dificultades que luego trataremos; pero es todava algo ms insuficiente, pues tanto las
ramas de actividad como las ocupaciones se basan en las clasificaciones nacionales repectivas a
dos dgitos, pero procediendo a algunas agregaciones, lo que dificulta la comparabilidad de los
resultados globales.
Otra ventaja de estas fuentes es que ofrecen informacin desagregada por regiones,
provincias, municipios, distritos y secciones censales, aunque el ltimo nivel no se utiliza en las
publicaciones. Tratndose de recogidas de datos exhaustivas, esto es de extraordinaria importancia
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en la perspectiva del estudio de los mercados locales, entendidos como aqullos dentro de los cuales
una mayora de personas vive y trabaja al mismo tiempo. Adems, ofrecen tambin alguna otra
informacin adicional preciosa en esta perspectiva, como el tiempo de transporte de la vivienda al
lugar de trabajo o estudio, fundamental en un anlisis de la oferta de empleo y formacin.
El Movimiento Laboral Registrado
El movimiento laboral registrado, que el Ministerio de Trabajo y de la Seguridad Social ofrece
en el Boletn y el Anuario de Estadsticas Laborales, as como en las sucesivas entregas anuales de
Mercado de trabajo en Espaa y en otras publicaciones, se basa en la tabulacin de las demandas y
ofertas de empleo registradas en las oficinas locales del Instituto Nacional de Empleo.
Como el Censo y el Padrn, tiene la ventaja de basarse en una recogida de informacin
exhaustiva... de todo lo que pasa por las Oficinas de Empleo. Una ventaja adicional es que la
informacin se computa al da final de cada mes, con lo que se siguen gilmente los cambios
coyunturales.
Bastante ms problemtica es la definicin del "paro registrado". Este se obtiene a partir del
total de las demandas genricas de trabajo que no son cubiertas por la colocacin de los
demandantes (las colocaciones nominadas van asociadas a ofertas nominadas y, por tanto, se
cubren solas y coinciden), de las que naturalmente se descuentan las demandas presentadas por
personas que ya tienen un empleo pero desean conseguir otro mejor y algunos otros casos
especiales, que quedan como "demandas pendientes no incluidas en el paro registrado". Algunas de
estas exclusiones son altamente discutibles, como la de los estudiantes de enseanzas regladas
menores de veinticinco aos o demandantes de un primer empleo y la de los alumnos de Formacin
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Profesional Ocupacional que siguen cursos de veinte horas semanales o ms, reciben una beca y
estn a la busca de su primer empleo.
El problema ms serio de esta fuente es la clasificacin profesional de los demandantes de
empleo, que se lleva a cabo a partir de la simple declaracin de stos. Aunque esto resulta difcil de
solucionar, pues implicara mecanismos en el mejor caso engorrosamente burocrticos y en el peor
casi policiales, no cabe duda de que se presta a que los demandantes "mejoren" sus cualificaciones
sobre el papel si desean probar suerte, a que elijan cualificaciones exticas si desean agotar un
perodo de subsidio, etc. La asignacin a grupos ocupacionales se hace de acuerdo con la
Clasificacin Nacional de Ocupaciones a dos dgitos, pero con algunas agregaciones menores que
dificultan las comparaciones.
Tambin es importante el hecho de que todas las ofertas y demandas se refieren a trabajos
por cuenta ajena, quedando excluidos los trabajos por cuenta propia, que representan una
proporcin no despreciable del empleo en nuestro pas.
El Observatorio Ocupacional
El Observatorio Ocupacional ha sido puesto en marcha por el INEM hace apenas tres aos y
puede considerase todava en perodo de consolidacin. Su base son tambin las ofertas y
demandas de empleo y las colocaciones registradas, pero rene ms informacin sobre los
requisitos de los empleos en oferta y sobre las caractersticas de los trabajadores demandantes. Es
un intento encomiable de seguir paso a paso la evolucin del mercado de trabajo, y sin duda el
instrumento ms prximo a lo que debe ser un anlisis de coyuntura con que contamos en este
momento
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Lgicamente, comparte todas las limitaciones de los datos sobre Movimiento Laboral
Registrado ya apuntadas anteriormente. Como instrumento de anlisis longitudinal que pretende ser,
hay que sealar adems otra limitacin: ofertas y demandas son contabilizadas con independencia
de que procedan o no de las mismas empresas y los mismos individuos. Siendo as, las ramas de
actividad y las ocupaciones con una mayor tasa de rotacin tendern a ests fuertemente
sobrerepresentados en los resultados globales, y viceversa.
Adems de los datos de las Oficinas de Empleo, el Observatorio lleva a cabo un anlisis de
las ofertas de puestos de trabajo en la prensa nacional y, desde su segundo ao, en los medios ms
importantes de la prensa local. Esta segunda base de datos, sin embargo, slo puede ser
considerada relativamente fiable y representativa para algunas ocupaciones, particularmente las de
direccin y algunas especialidades de alto nivel de cualificacin.
En cuanto a las caractersticas de los puestos de trabajo en oferta, tanto en las Oficinas de
Empleo como en los anuncios en la prensa, que el Observatorio trata de tipificar y tabular para
utilizarlas como base del diseo de los perfiles profesionales, hay que tener en cuenta que dependen
de la capacidad de definicin, de las expectativas y de los mitos y ritos de loe empleadores. Diversas
encuestas a empleadores sobre sus "necesidades" han mostrado que stos tienen a menudo serias
dificultades para definirlas. Por otra parte, en un contexto de elevado desempleo, los anunciantes
pueden sentirse tentados a buscar mirlos blancos donde no hara falta tanto. Finalmente, muchos de
los elementos que constituyen las descripciones de los requisitos de los empleos, particularmente en
los anuncios de prensa, son puras formulaciones rituales y vacas de contenido, como cuando
sistemticamente se reclama "capacidad de trabajo en equipo" donde, en realidad, debera decir
disposicin a someterse a una organizacin jerrquica.
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El Observatorio Ocupacional utiliza, adems, una clasificacin propia de las ocupaciones por
familias y perfiles profesionales, ms adecuada que la Clasificacin Nacional de Ocupaciones para el
anlisis de las cualificaciones, el seguimiento pormenorizado de la evolucin del mercado de trabajo,
el diseo de la formacin y la orientacin formativa y profesional. El problema es la incompatibilid