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LA DEPRESIÓN POSTPARTO
María Jesús Dieguez Pérez
La depresión postparto - 1
ÍNDICE:
1. Definición.
2. Formas clínicas.
3. Síntomas más frecuentes.
4. Etiopatogenia.
5. La maternidad vivida como pérdida del yo.
6. La maternidad y el encuentro con la propia sombra.
7. Perfil de una mujer con riesgo de depresión postparto.
8. Tratamiento.
9. Cómo ayudar.
10. Bibliografía:
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1. Definición:
La depresión postparto es un trastorno del estado de ánimo con inicio en las
primeras cuatro semanas del postparto.
2. Formas clínicas:
• Melancolía maternal, también llamada tristeza postparto.
Es el grado más leve de los trastornos del estado de ánimo. Son episodios
transitorios de tristeza, crisis de llanto y desaliento; fatiga, ansiedad, confusión,
insomnio; cuya aparición se sitúa entre el 3º y 7º día postparto. La duración puede
variar desde unas pocas horas hasta 2 o 3 días. Se trata de un fenómeno de leve
intensidad y transitorio. Habitualmente no precisa tratamiento, respondiendo
favorablemente a medidas de apoyo psicológico y comprensión, infundiendo en la
puérpara sentimientos de seguridad respecto a su recién estrenada experiencia
maternal.
• Depresión postparto propiamente dicha.
Ocupa un lugar intermedio en cuanto a gravedad entre las melancolías y las
psicosis. La afectividad se expresa como un sentimiento de tristeza, desesperanza y
desánimo, aunque no todas las pacientes son capaces de reconocerlo. La tristeza
habitualmente coexiste con ansiedad e irritabilidad, y con sensación de astenia e
irritabilidad. Otros síntomas frecuentes son: insomnio, pérdida de apetito,
anhedonia, desbordamiento. La paciente depresiva refiere pérdida de interés o
placer en sus aficiones o actividades cotidianas, una anhedonia que a veces es
percibida mejor por los familiares que por la paciente. El pensamiento tiene un
matiz negativo y pesimista, con sensaciones obsesivas en torno a diversos aspectos.
Otro aspecto a tener en cuenta es el abandono de su aspecto físico e incluso de su
higiene personal.
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• Psicosis puerperal.
Son los episodios más preocupantes entre los trastornos del estado de ánimo
del puerperio. Se trata de un trastorno mental grave. Se caracteriza por la aparición
de ideas delirantes falsas o absurdas, irrebatibles a la argumentación lógica e
incomprensibles psicológicamente. Las más frecuentes suelen ser de contenido
paranoide, es decir, están convencidas de que están siendo vigiladas, espiadas, de
existir un complot contra ellas. Otras veces son ideas de grandeza o de posesión de
poderes sobrenaturales. Su discurso no tiene sentido y puede llegar a ser
totalmente incomprensible. Son frecuentes las alteraciones de la percepción
sensorial, con alucinaciones fundamentalmente auditivas de contenido muy
variado: desde simples sonidos, ruidos extraños a voces imperativas que a veces
ponen en peligro su propia vida o la de los demás. Entre las alteraciones de la
conducta son típicas las formas catatónicas con inmovilidad, rigidez, o todo lo
contrario, con agitación. Existe la posibilidad de que pueda hacer daño a su hijo,
puede tener ideas suicidas y decidir acabar no sólo con su vida sino también con la
de su hijo. Ocurre en 1 de cada 500 partos.
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3. Síntomas más frecuentes:
• Tristeza: es el síntoma más frecuente. Se sienten bajas de ánimo, infelices
y desgraciadas la mayor parte del tiempo. En ocasiones pasan días malos
y días buenos. Piensan que no merece la pena vivir precisamente en unos
momentos en que deberían sentirse muy alegres.
• Irritabilidad: con frecuencia acompaña a la sensación de tristeza. Puede
estar irritable con sus otros hijos, con el recién nacido y con su marido,
quien no suele comprender qué es lo que le está pasando a su mujer.
• Fatiga: se sienten abrumadas y fatigadas; y a veces tan agotadas que
pueden llegar a pensar que padecen alguna enfermedad física.
• Insomnio: tienen dificultad para conciliar el sueño, y cuando se duermen
se despiertan varias veces durante la noche, aunque sea la pareja quien
se ocupe de alimentar al bebé.
• Anhedonia: es la incapacidad para disfrutar; lo que antes era un placer
ahora no apetece; y lo que antes interesaba ahora se convierte en
aburrido. Suelen rechazar cualquier contacto sexual, lo cual puede
generar tensión en la pareja.
• Desbordamiento: tienen la sensación de no disponer de tiempo para
nada; de no hacer nada bien y de no poder hacer nada para remediarlo.
Les resulta difícil establecer rutinas para hacer frente a la nueva situación
que viven.
• Ansiedad: se puede presentar en forma de temor a quedarse sola con el
bebé por no saber cuidarlo bien. Se sienten distantes con su hijo, al cual
perciben como un pequeño ser misterioso y extraño cuyas necesidades
deben ser en todo momento satisfechas. También pueden llegar a
obsesionarse por la salud del bebé, preocupándose en exceso por su
peso; y alarmarse tanto si llora demasiado como si pasa mucho tiempo en
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silencio; llegando a pensar: ¿habrá dejado de respirar? Es frecuente que
deseen ser tranquilizadas por su pareja, familia, médico o cualquier otra
persona.
Estas sensaciones que experimenta le pueden llevar a plantearse: ¿Me estoy
volviendo loca? La respuesta es no.
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4. Etiopatogenia:
Tiene una etiología multifactorial, no existe una causa única que provoque la
depresión postparto sino un conjunto de factores causales.
• Factores fisiológicos.
Disminución de niveles de serotonina
Disminución de niveles de estrógenos y progesterona.
Las investigaciones sobre la causalidad de estos cambios hormonales
sobre la depresión postparto no arrojan resultados positivos. No hay
evidencias sobre su relación causa-efecto. Aunque los niveles de
estrógenos y progesterona pueden afectar a las emociones, no se han
encontrado diferencias entre los niveles de hormonas de las madres que
desarrollan depresión postparto y las que no.
• Marcadores de vulnerabilidad o factores de riesgo.
Mala relación de pareja, pobre o nulo soporte social, baja autoestima,
antecedentes psiquiátricos, rasgos obsesivos, pesimismo, inseguridad,
sentimiento de culpa y neuroticismo.
• Cambios físicos.
Una imagen corporal no deseada produce un efecto negativo en
numerosas mujeres. También las molestias físicas pueden influir en su
estado de ánimo.
• Bajo nivel de autorreforzamiento.
Algunas mujeres tienen interiorizadas unas normas muy rigurosas en
cuanto a su comportamiento como ama de casa, esposa y madre. Son
muy exigentes consigo mismas rozando la perfección. Si no cumplen sus
expectativas desmedidas se producirá una autoevaluación negativa de su
comportamiento, dando lugar a sentimientos de desvalorización,
disminución de la motivación y a la depresión.
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• Disfunciones cognitivas.
Consiste en la visión negativa de sí misma, del mundo y del futuro. Tienen
un diálogo interno muy negativo, ven todo negro, esperan que les suceda
lo peor y se vuelven muy pesimistas.
• Vínculo patológico madre-hijo.
Puede iniciarse ya durante el embarazo, ya que la gestación reactiva
conflictos psíquicos antiguos. La gestante ha de pasar de ser hija a ser
madre y ese puente lo ha de cruzar en 9 meses. Se crea así una
ambivalencia, ya que por un lado se desea la maternidad como etapa
adulta de su vida, pero por otro, se teme la pérdida de privilegios que
supone el abandono de la actitud de hija. De este modo se plantea un
conflicto. Expresión de este conflicto es el rechazo consciente o
inconsciente del futuro hijo, que se manifiesta con los frecuentes vómitos
o náuseas de la gestante en el primer trimestre, que nos hablan
simbólicamente de algo que se expulsa del interior de su cuerpo hacia el
exterior.
También es frecuente la unión extrema de la gestante con su madre, la
cual llega incluso a trasladarse al domicilio conyugal para cuidar mejor a
su hija. La superación de este conflicto tiene lugar con la aceptación
consciente del otro. Esto suele ocurrir en el 2º trimestre de embarazo,
que es una etapa de calma sintomatológica en la que suelen ocurrir
pocos incidentes.
Tras el parto se plantea un nuevo conflicto, al asumir el rol materno y
enfrentarse con la realidad. Un bebé al que hay que amamantar día y
noche, y que llora en demanda de cuidados continuos puede generar
frustración a algunas madres. Ahora… ¿ Porqué sucede esto? ¿Qué hay
detrás de esta reacción por parte de la madre? Aunque parezca ridículo
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estas madres entran en guerra con el bebé y sus deseos, porque tienen la
fantasía de que si el deseo del bebé se pone de manifiesto será a
expensas de sus propios deseos. Así, o gana el deseo de la madre y el
niño no satisface su necesidad o gana la necesidad del niño y la madre
siente odio y rechazo por ese niño que viene a robarle su dignidad. La
guerra está declarada y la ganan en primera instancia los adultos por la
obvia condición de ser mayores. Así, amparándose en justificaciones tipo:
“Si lo tengo mucho tiempo en brazos lo voy a malcriar”, ganarán los
deseos de la madre. Así, cada vez que el niño demande algo que la madre
no tolere, ésta contará con una artillería de opiniones psicológicas y
médicas que avalarán que ella tiene razón. Todo pedido que el niño
manifiesta es inmenso si la madre no tolera un deseo diferente del
propio. La solución pasa por la integración y convivencia de los deseos de
los dos. Para que la madre sienta que no hay lugar para el deseo de los
dos y necesite expulsar el deseo del bebé para cumplir el suyo, tiene que
haber vivido la misma realidad emocional en su primera infancia. Si
cuando ella fue bebé tuvo que supeditar sus necesidades al capricho de
un adulto no dispuesto a satisfacerla, y vivir en carne propia el hecho de
que si ponía de manifiesto su deseo el adulto la castigaba o la acusaba de
ser la culpable de sus desdichas, entonces aprendió que en el
intercambio afectivo sólo hay lugar para el deseo de uno. Y siempre es a
costa del deseo del otro. De ahí viene la sensación de que el bebé la
devora, la expulsa de su vida. Y esta es una vivencia aterradora; la certeza
de morir envenenada en las garras del niño pequeño. De esta forma, si la
relación afectiva con su propia madre se ha vivido como una guerra de
deseos opuestos, el otro, aún si es el propio hijo amado, siempre será el
que viene a expulsarla de su territorio. Por tanto, la realidad que esa
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madre ha vivido siendo bebé, aunque no tenga recuerdos conscientes de
ello, determinará que viva la presencia del niño como devoradora o bien
como complementaria. Nadie puede ofrecer lo que no tiene, así que esta
es una realidad que se perpetúa de generación en generación. Si no ha
recibido suficiente atención de acuerdo con sus necesidades, esa
carencia se convertirá en la imposibilidad de dar a otro algo que no ha
tenido. El trabajo a realizar apunta a descubrir que la presencia del niño
no la destruirá, y que el deseo del niño no atenta contra el suyo propio. Si
ella no se da cuenta que es la primera necesitada, luchará contra la
necesidad del bebé. Las madres que provienen de una vivencia infantil de
afecto, protección y cuidados, no entrarán en contradicción con la
demanda del niño. Como internamente se sienten seguras, sólidas y
completas, pueden dormir con el niño y vivir con él en brazos sin sentir
que son devoradas por él.
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5. La maternidad vivida como pérdida del yo:
Estas madres sienten muy profundamente y con gran culpabilidad que ese niño
viene a robarles la libertad. El niño pequeño lo requiere todo. Y ese todo significa la
pérdida de lugares de ocio y disfrute: intereses individuales, estudio, trabajo,
aficiones, tiempo para uso personal, etc. Sólo al tener al hijo en brazos se
comprende lo que eso significa. Todas las madres, se atrevan o no a decirlo en voz
alta, sufren la pérdida de partes importantes de su vida y entran en una etapa de
“ausencia del mundo externo”. Mientras cuidan de sus hijos están restringidos los
lugares sociales, cines, restaurantes, reuniones de amigos. Y la sensación de pérdida
del yo puede ser inmensa.
Otra vivencia que les genera mucha angustia es el transcurso de los días y las
noches en profunda soledad. Sola con el bebé. Sola con su no existencia. Sola
encerrada en su cueva. Sola con el llanto del niño.
Si anteriormente se sentían apoyadas y valoradas en el rol de mujeres
independientes, la vivencia interior al encontrarse con un bebé en brazos encerrada
en cuatro paredes es de pérdida indudablemente.
Si todos estos elementos del exterior son indispensables para ella, va a tener un
problema con el nacimiento del bebé. Ya que el puerperio es un período de
abstinencia de todo lo que aporta el mundo exterior, y una mujer que no consigue
adaptarse a esto es porque es adicta a distintos elementos del mundo exterior que
funcionaban para ella como una droga; (lo que se llama adicciones invisibles porque
ni la persona es consciente que las tiene) y el bebé no le deja vivir dependiente de la
droga. Pero esto en el fondo es saludable. Así, este período de abstinencia puede
convertirse en un proceso de curación. Si logra atravesarlo verá que no se muere,
sólo morirá su creencia de que necesita eso a lo que es adicta para sobrevivir. Así,
vivir la abstinencia, la soledad y el desapego de aquello que creía indispensable, la
va a fortalecer y hacer madurar.
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6. La maternidad y el encuentro con la propia sombra:
Tras el nacimiento del bebé, aunque se produce la separación física con su
madre, seguirán fusionados a nivel emocional. Dicho de otro modo, todo lo que la
madre siente, lo que le preocupa, lo que rechaza, etc... el bebé lo vivirá como
propio. Porque en este sentido son dos seres en uno.
Debido a esto, si un bebé se enferma, llora desmedidamente o está alterado,
además de hacerse preguntas en el plano físico, hay que tener en cuenta la parte
emocional de la madre. Por tanto, si un bebé rechaza el pecho la pregunta sería:
¿Cuáles son los motivos por los que la madre rechaza al bebé? Si el bebé parece
deprimido la pregunta sería: ¿Cuáles son los pensamientos que inundan la mente de
la madre?
Así, el bebé manifiesta las emociones de la madre, sobre todo las que se oculta a
sí misma, las que desearía olvidar, los aspectos de sí misma que rechaza porque no
son presentables en sociedad. Estos aspectos constituyen la sombra de la madre, y
el bebé la manifiesta sin tapujos, convirtiéndose en espejo de los aspectos más
ocultos de su madre. Así, la enfermedad o el llanto incontrolable del bebé después
de cubrir sus necesidades básicas, manifiestan una parte de la sombra de la madre,
aquello que no es reconocido conscientemente por ella. Para curar el síntoma del
bebé es necesario saber qué está pasando y cuál es la situación emocional que la
madre tiene que comprender. En la medida en que se cuestiona a sí misma y se hace
cargo de su propia sombra, al instante libera al hijo. Para ello debe reconocer en el
cuerpo físico del bebé aquellos sentimientos de los que no tiene conciencia pero
que el bebé siente como propios.
La mayoría de las mujeres no aprovecha esta ventaja para su propia evolución,
porque es arriesgado encontrarse con la propia verdad. Es una oportunidad para ver
claramente los sentimientos que no se atreve a reconocer, los nudos que siguen
enredando su vida, lo que está pendiente de resolver.
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Muchas veces se confunde la depresión puerperal con el encuentro con la
sombra, porque es un proceso doloroso ver nuestras propias miserias. Cuanto más
intente ocultarlas, el niño más sincero va a ser y más señales va a enviar para que la
madre haga las paces consigo misma y no destierre al olvido ninguna de sus partes.
Las antiguas heridas de la madre sangran a través del cuerpo de su hijo. Criar a un
bebé real es también revivir al bebé que hemos sido.
El puerperio es el momento privilegiado para atravesar el surgimiento de una
parte de la sombra personal. Si la decisión personal es la de no querer enterarse, el
bebé la manifestará a través de su cuerpo. Por ello, los consejos dados a las madres
como “debes estar feliz por ese hijito que tienes”, “al bebé no le hace bien que
llores”, etc... están basados en la ignorancia. Ella lo que necesita en realidad es
conectarse con lo que le pasa.
Debido a esta fusión emocional entre la madre y el bebé, ante una situación
externa negativa (el fallecimiento de un ser querido, un accidente, una mala noticia,
un momento de preocupación, etc...) es conveniente que la madre le cuente a su
bebé lo que la tiene tan apenada. Como si hablara con un adulto, porque el bebé
comprende, y al saber con exactitud lo que está sucediendo, se separa de la
emoción de la madre y puede acompañarla sin necesidad de manifestar síntoma
alguno. Porque ya está dicho y ya no permanece oculto. Cuando el bebé sabe de
qué se trata, los momentos de estrés de la madre ya no le afectarán a él.
Este período de fusión se extiende durante los primeros 9 meses, momento en
que el bebé logra los primeros signos de desplazamiento autónomo.
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7. Perfil de una mujer con riesgo de depresión postparto:
Una mujer que perdió a su madre antes de los 11 años, con antecedentes de
depresión, con muchos sentimientos ambiguos y mezclados acerca del embarazo,
cuyo marido no le proporciona suficiente apoyo, con pocas relaciones sociales, que
ha sufrido 4 o más acontecimientos desagradables en su vida poco antes del
embarazo o durante éste, que se vuelve especialmente ansiosa a medida que se
acerca el momento del parto; es una candidata idónea para padecer depresión
postparto.
8. Tratamiento:
• Psicoterapia:
De apoyo: consiste en establecer una adecuada relación que le ofrezca
apoyo y le permita incrementar su autoestima mediante el uso de la empatía,
escucha activa, comprensión, etc...
Terapia cognitiva: consiste en modificar sus creencias erróneas acerca de sí
misma y del futuro, entrenarla en la adquisición de habilidades nuevas, cómo
mejorar su respuesta al estrés, aumentar la tolerancia a la frustración,
modificar el autodiálogo interno, disminuir su nivel de autoexigencia y
perfeccionismo.
• Tratamiento farmacológico:
Antidepresivos, ansiolíticos y neurolépticos (estos últimos para la psicosis
puerperal).
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9. Cómo ayudar:
Crear un clima de cordialidad que le permita expresar libremente sus emociones.
Animarla para que exprese como se siente realmente. Si manifiesta sentirse triste,
desgraciada, irritable, incompetente, asustada y desinteresada por el bebé, debe
aceptarse esto con una actitud comprensiva, no con alarma y reproches. Nada de
juicios ni críticas.
Ayudarla a tomar conciencia de que no por eso es una mala madre o no sirve
para serlo.
Intentar animarla con frases como: “no te obsesiones”, “tienes que distraerte”,
“anímate”, “tienes un bebé precioso, deberías estar contenta”, lejos de conseguir
su propósito, aumentan los sentimientos de minusvalía, culpa, incapacidad y baja
autoestima de la madre, al no ser capaz de responder a esas expectativas (ella sabe
muy bien que debería estar feliz pero no lo consigue y los demás no hacen sino
recordárselo, con lo que se hunde todavía más). El razonamiento va por un lado y la
emoción por otro. Al decirle esto con toda la buena intención, ella lo que en realidad
interpreta es que es una mala madre por sentirse así. Para ayudarla, mejor decirle:
“Entiendo como te sientes”, “Debe ser muy difícil para ti”, “Debe ser duro pasar por
eso”, “Comprendo que estés tan angustiada”, “Sé que lo estás pasando mal”. Así se
sentirá aliviada porque por fin alguien la entiende y no se dedica a darle consejos no
solicitados.
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10. Bibliografía:
• Gutman, Laura:
Crianza: violencias invisibles y adicciones. Integral, Barcelona, 2010
La maternidad y el encuentro con la propia sombra: crisis vital y revolución
emocional. RBA, Barcelona, 2007
• Dio Bleichmar, Emilce:
La depresión en la mujer. Temas de hoy, Madrid,1995
• Muruaga, Mª Soledad:
Análisis y prevención de la depresión postparto. Autor Editor, Madrid, 1987
La depresión postparto - 16
Gabinete de Psicología Renacer
La depresión postparto - 17
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