almena f - albeitar de loja

29
Fernando Almena EL ALBÉITAR DE LOJA PRIMER PREMIO EN EL III CONCURSO DE TEATRO CORTO BARAHONA DE SOTO ESTRENADA EL 27 DE FEBRERO DE 1981 EN LUCENA (CÓRDOBA) PERSONAJES RAFAEL PÉREZ DEL ÁLAMO ANTONIO JUEZ GITANA DECORADO El escenario está dividido en dos partes. En la de la izquierda, adosado a la pared, encontramos un camastro o catre con sucio jergón, presumiblemente relleno de hojas de maíz. A esa zona se antepone, en primer término y hasta casi el tercio de la boca del escenario, una esquemática reja cuyos barrotes estarán colocados de modo que no impidan la visión de cuanto acontezca en escena. Esta reja y un ventanuco enrejado al foro darán la clara sensación de que esa parte del escenario representa la celda de una cárcel. En el lateral, puerta con ventanillo. En la zona de la derecha, al foro, sobre un estrado se eleva una mesa, en cuyo frente lleva grabada la balanza de la

Upload: jr33

Post on 01-Jan-2016

10 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Almena F - Albeitar de Loja

Fernando AlmenaEL ALBÉITAR DE LOJA

PRIMER PREMIO EN EL III CONCURSO

DE TEATRO CORTO

BARAHONA DE SOTO

ESTRENADA EL 27 DE FEBRERO DE 1981 EN LUCENA (CÓRDOBA)

PERSONAJESRAFAEL PÉREZ DEL ÁLAMO

ANTONIO

JUEZ

GITANA

DECORADOEl escenario está dividido en dos partes. En la de la izquierda, adosado a la pared, encontramos un camastro o catre con sucio jergón, presumiblemente relleno de hojas de maíz. A esa zona se antepone, en primer término y hasta casi el tercio de la boca del escenario, una esquemática reja cuyos barrotes estarán colocados de modo que no impidan la visión de cuanto acontezca en escena. Esta reja y un ventanuco enrejado al foro darán la clara sensación de que esa parte del escenario representa la celda de una cárcel. En el lateral, puerta con ventanillo. En la zona de la derecha, al foro, sobre un estrado se eleva una mesa, en cuyo frente lleva grabada la balanza de la Justicia-Tras la mesa, sillón de madera y cordobán. Colgado en la pared del foro, un retrato de la reina Isabel II, que bien pudiera ser una reproducción del pintado por Miguel Parra, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Valencia. En el lateral, puerta de cuarterones. En el proscenio, a la derecha, balcón de cerrajería artística, rematado por bolas de bronce-Al levantarse el telón, la escena estará débilmente iluminada a través del ventano del foro.Derecha e izquierda, las del espectador.Los personajes podrán hablar andaluz, siempre que fuere de modo natural, sin estridencias ni exageraciones sainetescas.

Page 2: Almena F - Albeitar de Loja

Acto único(En escena, tumbado en el camastro RAFAEL PÉREZ DEL ÁLAMO, de cuarenta años, con cierta tosquedad en los gestos y vestido modestamente. Su manera de hablar es premiosa, como si encontrara dificultad en que le salieran las palabras, salvo cuando su estado de ánimo se exalta. De pie, tras la reja, tal vez agarrado a ella, ANTONIO, no mucho mayor que RAFAEL, de cara curtida, arrugas marcadas por la delgadez y con pobre vestimenta. Silencio. Los personajes no se mueven, instantes después comienzan a oírse unos golpes secos y lejanos, que cada vez suenan más próximos y que acompañarán a ANTONIO en el cante de los siguientes martinetes.)ANTONIO.— (Canta.)Carcelero no me pegue, que ya es bastante castigo cuatro paredes pa un hombre por un delito tan chico.Por coger ramas de olivo pa hacer picón y venderlo no me parece justicia que entre dos me traigan preso.A la cárcel me resigno si mi desgracia es la cárcel. No pidas que me resigne a las fatigas y el hambre.(Continúan los golpes durante unos momentos, hasta que se pierde débilmente su sonido, a la vez que, poco a poco, se eleva el nivel de iluminación. Silencio, roto por RAFAEL, que permanece tumbado.)RAFAEL.— Si su delito es tan chico/ ¿por qué se aguanta?ANTONIO.— ¿Y qué le vamos a hacer?, paciencia.RAFAEL.— (Brusco.) ¡Leche con la paciencia! Así nos va...ANTONIO.— (Se encoge de hombros.) Hombre...RAFAEL.— ¡Ni hombre ni nada! No hay derecho a que por cuatro ramones de olivo se vaya a chuchurrir usted en la cárcel. Claro que la culpa es suya.ANTONIO.— ¿Mía? No sé qué habría hecho usted.RAFAEL.— En mi caso, lo sé. En el suyo: hacer de la ropa . un lío y escapar.ANTONIO.— Claro, una cosa es decirlo y otra hacerlo. Que no,

Page 3: Almena F - Albeitar de Loja

que no es tan sencillo huir de la Justicia. ¿Y si no, dígame, por qué está usted encerrado?RAFAEL.— ¿Es que no sabe quién soy?ANTONIO.— No, señor, pero seguro que cuando está aquí, lo suyo no es romper hábitos.RAFAEL.— ¿De tan malas entrañas me cree?ANTONIO.— ¡Ah!, usted sabrá.RAFAEL.— (Se incorpora.) Soy Rafael Pérez del Álamo.ANTONIO.— (Sin entusiasmo.) ¿El veterinario?RAFAEL.— SÍ, el albéitar de Loja.ANTONIO.— Creía que ya lo habían llevado entre cuatro y con los pies por delante.RAFAEL.— Todavía no, pero lo harán si se cumple la sentencia.ANTONIO.— Algo había sentido por ahí, por eso pensé que...RAFAEL.— ¿Y qué más oyó?ANTONIO.— Poco más. De estas cosas ni entiendo ni me gustan. Lo menos que te puede pasar es que te cuelguen del pescuezo. A mí, que me den trabajo y me dejen de belenes.RAFAEL.— O sea, que no aprueba nuestro levantamiento.ANTONIO.— (Se encoge de hombros.) Una causa perdida antes de nacer. Una revuelta no se puede hacer con cuatro desmayados. Además, ¿para qué?RAFAEL,— (Se levanta.) ¿Cómo que para qué? Siempre hay motivos.ANTONIO.— No creo que los que le siguieron tuvieran muchos,RAFAEL.— Claro que los tenían. Eran hombres como usted, que no tenían donde caerse muertos. Gente sin trabajo, desamparados de la sociedad en busca de cualquier situación mejor. También usted debería haberse unido a nosotros.ANTONIO.— ¿Para verme como usted?RAFAEL.— ¿Y no se ve?ANTONIO.— Es distinto. Yo no estoy condenado a muerte. Mañana estaré en la calle.RAFAEL.— Y pasado, dentro. Siempre como un miserable. En cambio, yo soy el brazo que dirigió el levantamiento. Y podría haber triunfado si no hubiera tantos conformistas como usted.ANTONIO.— Pero es usted quien va a morir.RAFAEL.— ¿Yo? (Con rebeldía.) ¡Yo no puedo morir!

Page 4: Almena F - Albeitar de Loja

(Preocupado, cambia el tono de voz.) La gitana me auguró larga vida.ANTONIO.— Fíese de lo que diga una gitana embaucadora...RAFAEL.— (Como si tratara de convencerse.) No se equivocó en lo que predijo. Y ella dijo larga vida... (Pausa, Pasea. La luz cambia de color y se hace más tenue. Suena una guitarra.) Era una gitana muy especial. Tenía un algo... Sus ojos te traspasaban. La conocía de verla en la cueva de su hijo cuando yo lo visitaba porque le había enfermado alguna bestia.(Por la puerta de la derecha, entra una GITANA de avanzada aunque indefinible edad. Lentamente, se acerca a RAFAEL. La música queda de fondo.)GITANA.— Antes de que se vaya, ¿quiere que le eche la buenaventura?RAFAEL.— Otro día, hoy tengo mucha prisa.GITANA.— Ande, don Rafael, sólo es un momentico. Que, aunque usted tiene mucho parné, voy a echársela de balde.RAFAEL.— Calle, no diga eso, que quizá tenga más que yo.GITANA,— Hombre, para jalar no falta, pero más que usted... ¡Venga ya!, déme su mano.RAFAEL.— (Cede y extiende su mano.) Está bien...GITANA.— (Le toma la mano y la observa con detenimiento.) Veo una larga vida... Sí, muy larga,., Pero algo se interpone en su camino... Veo muchos hombres..., y a usted delante, sobre una jaca torda, como un general. (Breve pausa.) Ahora veo más hombres, de uniforme... (Se cubre los ojos con el revés de la mano, Dramática.) Presiento la sangre.RAFAEL.— (Quiere retirar la mano.) No sea agonías...GITANA.— (Le retiene la mano.) Espere. (Vuelve a observarla.) Una larga vida, sí, pero.., cuídese del calor. El calor achicharra los tejados. Cuídese de él, le puede hacer muy desgraciadito.(La GITANA suelta con suavidad la mano y se dirige, muy despacio, hacia la puerta por la que entró. RAFAEL queda pensativo.)RAFAEL.— En julio fue el levantamiento, en agosto me

Page 5: Almena F - Albeitar de Loja

apresaron...GITANA.— (Se vuelve al llegar a la puerta.) Cuídese del calor, don Rafael...(Mutis de la GITANA. La música sube de intensidad durante unos momentos y, luego, decrece hasta terminar. La iluminación vuelve a su nivel anterior.)RAFAEL.— En nada se equivocó. No puede fallar su predicción de vida.ANTONIO.— Parece que le atormenta la idea de la muerte.RAFAEL.— ¿Qué puede esperar de un condenado! Pero no temo a la muerte, ni ahora ni cuando me trincaron. Tampoco en el juicio, y eso que sabía el final que me esperaba teniendo al juez en mi contra.(Tras la mesa emerge el JUEZ, que se ocultaba bajo ella, y se sienta. Es un hombre mayor, flaco, de largas barbas blancas, togado de púrpura y con un martillo en la mano, con el que da un fuerte golpe sobre la mesa.)JUEZ.— ¡Falso!, nadie estaba en contra de usted. ¿Qué otra sentencia puede esperar quien ha cometido el terrible delito de rebelión! (Le da un escandaloso ataque de tos.) Acérquese, ya sabe que me falla el oído.RAFAEL.— (Se sitúa ante el JUEZ.) NO irá a decirme su señoría que no tenía una idea exagerada de mi actuación..,JUEZ.— Yo me atuve a la descripción de los hechos, segúnconstaba en el sumario.RAFAEL.— Que no respondía a la verdad. Recuerde, su señoría empezó con aquello de...JUEZ.— (Se pone de pie. Debe hacerlo sobre algo elevado con objeto de que parezca increíblemente alto.) Se constituye este tribunal para juzgar a Rafael Pérez del Álamo, natural de Arcos de la Frontera, vecino de la ciudad de Loja, donde ejerce la profesión de veterinario, y etcétera, etcétera, etcétera..., al que se imputan numerosos cargos. (Se sienta!) El primer delito del que se le acusa es el de haber escapado de la justicia cuando supo que un juez de Antequera había dictado auto de procesamiento contra él, en relación con el moví miento sedicioso popular acaecido en Mollina el dís 21 de julio de 1861, del que resultaron varios

Page 6: Almena F - Albeitar de Loja

heridos, muertos, y del que el acusado es considerado su principal responsable. (Se atusa ¡a barba.) ¿El acusado tiene algo que alegar?RAFAEL.— Pues claro que tengo que alegar. Ante todo que no soy responsable de heridos ni de muertos. M oficio es curar, y no menosprecie su señoría la comparación, que la decencia de mi clientela es menos discutible que la de muchos señores, por no hablar de lí inteligencia.ANTONIO.— (Que, sentado en el camastro y recostado sobre la pared, observa la escena con cierta indiferencia.) Eso es verdad.JUEZ.— Usted cállese si no quiere que lo encierre. Limítese a escuchar.(ANTONIO se encoge de hombros y sonríe con resignación.)RAFAEL.— Tampoco es cierto que huyera de la justicia, ye no soy de esos. Mi partida, que no escapada, fue con toda dignidad ante un auto de procesamiento que consideraba injusto. Precisamente, fue lo me espoleó para ponerme en marcha tras lo que llevaba tiempo deseando: un Estado democrático que pusiera fin a las fatigas y penas de nuestro pueblo. (Breve pausa. ANTONIO emití un sonido, como de risa burlona.) Reuní a gran número de mis partidarios y, al toque de botasillas, ensillé mi caballo y salimos con marcialidad de Loja.JUEZ.— Partidarios más movidos por resentimientos personales que por la consecución de Estado democrático alguno.RAFAEL.— No es verdad, el levantamiento fue un moví-miento socialJUEZ.— Social o no, los llevó a incurrir en otro de los delitos que se le imputan; el ataque al puesto de la Guardia Civil de Iznájar. Suceso execrable que atenta contra los más sagrados principios de autoridad y que reviste su comportamiento de rebelión contra elEstado. RAFAEL.—Un ejército necesita hombres y provisiones, que habíamos de procurar antes de lanzarnos a la lucha. Por eso seguimos el curso del río Genil hasta que llegamos a Iznájar. Sitiamos el puesto de la Guardia Civil, que, ante nuestro dominio numérico, se rindió. Y lo crea o no, allí no hubo sangre. Exigimos raciones, pólvora y tabaco, que nos fueron suministrados. Para entonces muchos hombres se nos habían unido. Era el momento

Page 7: Almena F - Albeitar de Loja

de volver a Loja y tomarla para que, luego, nuestro movimiento fuera extendiéndose a toda Andalucía y a toda España. (Se acerca a ANTONIO y trata de infundirle su entusiasmo.) El nuestro era un ejército no de relucientes uniformes ni de apolíneos guerreros, sino de hombres curtidos por el sol, de andrajosos, de hombres sin nada que perder, de hambrientos... Pocas armas y muchas hoces, muchos hierros, y palos, y azadones..., todas las herramientas del campo. Un ejército de andaluces que no iba a fracasar como hace cuatro veranos, la época de las revoluciones, lo hiciera el de Sixto Cámará.ANTONIO.— (Se incorpora.) Esta no es tierra de revoluciones. Somos un pueblo de hombres callados y pacíficos que hemos sabido llevar con paciencia nuestras miserias.RAFAEL.—Es verdad que siempre hemos ido por las buenas, pero cuando nos han frito la sangre, hemos , sabido responder. Así pasó hace dos siglos en Córdoba, en Granada, en Sevilla..., y en el mismo Loja, en Alhama, en Lucena, en Puente Genil, en Bujalance, en Carcabuey... El hambre y los abusos lo lograron. ¿Lo sabía?ANTONIO.— Me cuesta creerlo, pero si usted lo dice...RAFAEL.— NO es que yo lo diga, la historia todavía está en la calle. ¿De dónde es usted?ANTONIO.— De Lucena, pero vivo aquí.RAFAEL.— ¿Y ni siquiera oyó comentar los sucesos de su pueblo? ¡Parece mentira! Pues tiene que oírlos. (Pausa. Pasea . ANTONIO queda sentado en el borde del camastro.) En aquella época Lucena era propiedad de un señor, el duque de Cardona.JUEZ.— (Que parecía estar distraído.) Don Luis Ramón Folc de Cardona Fernández de Córdoba y Aragón, también duque de Segorbe y señor de Lucena, entre otros títulos.RAFAEL.— Lo que un juez no sepa... (A ANTONIO.) Pues ese señor de tantos apellidos era conocido por su tremenda codicia. Hacía cuanto le venía en gana sin que nadie lo atajase.JUEZ.— (Con resignación,) Porque, además, era hermano de don Luis de Haro, privado del rey Felipe IV, que era quien en entonces gobernaba. Bueno, ¿vamos a hablar del juicio o de Historia?, que si no, me retiro.RAFAEL.— Tenga un poco de paciencia su señoría. Deje que

Page 8: Almena F - Albeitar de Loja

convenza a este hombre de que tenemos sangre en las venas para gastarla con cualquiera que nos la quiera freír. Cuénteselo usted, señor juez, que es hombre instruido y lo hará mejor, que yo no soy persona culta. Si sé algo de estas historias es por la curiosidad de mi espíritu guerrero y el amor a mi tierra.JUEZ.— Mire, será condescendiente con usted y le permitiré que cuente esa historia de Lucena, en la que no veo sino una condenable falta de respeto a la autoridad, pero no solicite mi colaboración.RAFAEL.— La contaré, mas no condene al silencio a la gente que, harta de llamarse al silencio, se rebela contra el malnacido que no para de aprovecharse de ella. Que los hay con más cara que el santo de La Rambla.JUEZ.— Rafael, le ruego que se modere ante este tribunal.RAFAEL.— Usted perdone, señoría. Es que se me revuelven las asaduras. (Pausa.) Seguiré con la historia. ¿Por dónde iba.,.? ¡Ah!, sí. Cuentan que el duque era tan avaricioso, que cuando el rey le ordenó que enviara trigo a Córdoba, donde había habido revuelos por la escasez, se negó. Incluso que un cura de Lucena lo acusó en el Consejo Real de acaparar el trigo, la cebada y el vino, y de no dejar que nadie comerciara.JUEZ.— Ese fue el padre Fernando Ramírez, y no fue el único, también lo hizo un carmelita, fray Juan del Espíritu Santo.RAFAEL.— (Se encara a ANTONIO.) ¿Sabe qué hacía el duque? Guardaba los frutos de sus cosechas para que subieran de precio. Luego, compraba más cantidad y también ganado en otras ciudades en las que eran más baratos y los revendía, acaparando el mercado e impidiendo así a los vecinos que pudieran vender los suyos. Además, por su cuenta añadía un dos por ciento a los impuestos, que se quedaba para engordar sus arcas. (Breve pausa. Se mueve por escena.) Un mal día, llegaron a Lucena unos recaudadores para cobrar un impuesto extraordinario, que se debía repartir entre los vecinos. A la gente se le quemó la sangre y comenzaron las protestas. Dos hombres dijeron ante un recaudador que sería un cabrón quien pagara, por lo que, sin más palabras, los metieron en la cárcel. Al día siguiente, varios cientos de lucentinos se alborotaron, hirieron a uno de los alguaciles y persiguieron a los restantes y a los recaudadores, que hubieron de

Page 9: Almena F - Albeitar de Loja

refugiarse en el convento de san Francisco.ANTONIO.— Cerca está la casa en que nací yo.RAFAEL.— Los amotinados sacaron de la cárcel a los dos presos del día anterior y después pretendieron asaltar el convento. El duque, viendo el percal, acudió e hizo que se suspendiera el cobro del impuesto y rompió todos los papeles que habían llevado los recaudadores. A estos, no viéndolos seguros, los sacó de la ciudad a todo meter. (Breve pausa.) El gobierno, cuando supo lo ocurrido y temiendo que otros pueblos se levantaran, decidió hacerse el sordo, como es costumbre en este país, y no mandó a nadie a castigarlos, con lo que el duque se llevó un buen palo y el aviso de que todas las paciencias tienen un límite. (Pausa. A ANTONIO.) ¿Ve, so conformista, cómo también somos un pueblo que sabe plantarse cuando hacen que le rebosen los hígados?JUEZ.— (Frío.) Pero no cuenta que dos meses más tarde, viendo que no habían sido castigados, volvieron a alborotarse. Y ahora sin tiznarse la cara, como hicieran antes para no ser reconocidos, pues ya no tenían temor.RAFAEL.— Porque el duque volvió a hacer de las suyas.JUEZ.— (Recalca.) Porque cuando no hay freno, las turbas pierden el respeto a la justicia. Pero todo volvió a su cauce cuando el duque ordenó ahorcar a uno de los cabecillas.RAFAEL.— Eso no significa nada. Es la ley del terror, que yo habría sabido vengar. (Pausa. Se encara al JUEZ.) ¿Y qué me dice de los sucesos de Córdoba de esa misma época, donde el pueblo impuso a un corregidor elegido democráticamente?JUEZ.— ¡Ya basta!, no quiero proseguir con estas historias. (Breve pausa.) Nos hallábamos en el punto en que con su ridículo ejército se dirigía a Loja.RAFAEL.— (Ofendido.) No lo llamaría así si lo hubiera visto. Por una vez, eran hombres llenos de fe, seguros, que marchaban en columna, organizados y altivos como el mejor de los ejércitos. Yo había dispuesto tambores y trompetas, que rompían el viento, animando la marcha. (De fondo, muy lejana, se oye esa música. Él se va creciendo.) Ni los más afamados ejércitos podrían comparársele. En el ambiente se respiraba la victoria. (Con pasos militares se dirige al catre, saca de debajo un orinal y, tras tirar

Page 10: Almena F - Albeitar de Loja

por el ventanuco el líquido que contiene, se lo coloca en la cabeza, como un casco, En el centro del espacio escénico.) Yo marchaba al frente, sobre mi caballo tordo, como un general invicto. Sentía hervir mi sangre a cada paso. Ya imaginaba aquellos campos llenos de hombres felices, que nos saludaban tras nuestra victoria, y a los niños, lampando por hacerse mayores para unirse a nuestras tropas, para continuar y asegurar el movimiento naciente, (Se dirige hacia ANTONIO y lo agarra de un brazo. Autoritario.) ¡Venga acá!ANTONIO.— (Sorprendido.) Déjeme.RAFAEL.— (Tajante.) ¡Agáchese! (ANTONIO, entre desconcertado y tímido, obedece, RAFAEL lo obliga a ponerse a cuatro patas y monta sobre él. Levanta un brazo y describe con él un círculo sobre su cabeza.) ¡Adelante! ¡Caminad sin miedo, que la victoria está cerca! (Camina por escena a lomos de ANTONIO.) ¡Hermanos andaluces, salvemos al país de las injusticias y la ruina! ¡Acabemos con la opresión y la miseria! ¡Marchemos victoriosos hacia la democracia y la república!(El JUEZ pega un martillazo sobre la mesa. Cesa la música.)JUEZ.— Esas palabras bastan para condenarlo a la más severa pena. Atenían contra nuestra tradición y contra el Estado y pueden considerarse como la más grave traición.RAFAEL.— (Desmonta y, sin quitarse el orinal de la cabeza, se dirige hacia el JUEZ, ANTONIO vuelve con rapidez al catre,) ¡Qué bonico es hablar de traición! (Arrogante.) Quizá nunca hubiera pronunciado estas palabras si el país hubiera marchado con otro aire..., pero no salimos del desastre. Mire a su alrededor. ¿Qué ve? Hambre, desigualdad, hombres acartonados por la desesperanza... Así llevamos siglos sin que nadie venga a levantarnos. Su señoría imparte, es la justicia. Diga si ella se . encuentra en medio de la gente humilde, (El JUEZ calla.) No puede verse lo que no existe. No son buenos los vientos que corren. Hacen falta aires nuevos que nos saquen de la miseria. Hay que escuchar las voces de los que vienen anunciándolos, no la mía, que sólo soy un luchador y no un

Page 11: Almena F - Albeitar de Loja

político, sino las más autorizadas, voces como la de don Emilio Castelar, don Nicolás Salmerón, don Francisco Giner... si queremos que cambie la situación de Andalucía y de España.JUEZ.— Yo no estoy aquí para hablar de política, sino para juzgarle. Y de acuerdo con ello le acuso de haber ocupado por la fuerza la ciudad de Loja y de haberse rebelado, enfrentándose al ejército de la nación.RAFAEL.— Según se mire. Yo no tomé Loja por la fuerza. Los lojeños, en su mayoría, nos esperaban con ansiedad, y no íbamos a arremeter contra los nuestros. Éramos un ejército dispuesto a la lucha, pero también a evitarla si no era menester. Por eso, cuando el 29 de julio llegamos ante la ciudad, pedí que nadie nos ofreciera resistencia y que se nos proporcionaran seis mil raciones para alimentar a la tropa. Así se hizo y nada ocurrió. La ciudad fue nuestra, y se nos sumaron gran cantidad de hombres. Ya éramos no menos de diez mil. Con tan numeroso grueso podría seguir avanzando y enfrentarme a las tropas que, sin lugar a dudas, habrían de venir contra nosotros.JUEZ.— Lo que deja manifiesta su inconsciencia, pues tal cantidad de gente, inculta y desesperada la mayor parte de ella, era capaz de originar las más tremendas barbaridades.RAFAEL.— (Con orgullo.) Olvida su señoría que esa gente estaba a mis órdenes. Antes de llegar a la ciudad advertí claramente que no toleraría actos destructores. Más tarde, cuando la ciudad se encontraba bajo mi dominio, lo repetí. (Se dirige al balcón y habla a los espectadores.) ¡Lojeños!: La ciudad ha sido tomada sin una sola gota de sangre. Es una satisfacción y motivo de agradecimiento que tantos de vosotros os hayáis unido a nosotros. Loja será el punto de arranque hacia el triunfo de nuestra causa. Creo que muchos hombres, en especial de los pueblos de Málaga, se nos han de unir. Los aguardaremos aquí y defenderemos la ciudad contra la ofensiva de las tropas del gobierno, que han de estar organizándose para atacarnos. Después, avanzaremos hasta acabar con todas las penas y fatigas que estamos pasando. Espero de cada hombre un guerrero implacable en la lucha para que Loja no sea tomada por el enemigo. Y también espero que, aunque vuestros instintos quieran desatarse tras tanto padecimiento, no se cometa el menor exceso.

Page 12: Almena F - Albeitar de Loja

Hemos de desquitarnos imponiendo una sociedad más justa e igual, de la que el pueblo lleve las riendas, pero sin venganzas crueles contra nadie. Somos un ejército y por sus normas será juzgado quien se atreva a hacer daño a alguna persona o a cometer alguna barbaridad, Ahora, apañad todas las armas que podáis y repartidos alrededor de la ciudad. Que al revolver de cada esquina encuentre a un hombre defendiéndola. JUEZ.— (RAFAEL se quita del balcón y se vuelve hacia el JUEZ.) Este es otro de los cargos contra usted; se le acusa de haber incitado a un pueblo a rebelarse contra su gobierno. RAFAEL.— ESOS hombres no necesitaban que se les incitara. Dentro de ellos bullía el ardor guerrero. Sentían, igual que yo, el espíritu revolucionario. Yo sólo era el brazo que los dirigía. (Breve pausa.) Se les notaba ansiosos por entrar en combate durante los tres días que siguieron, hasta que pequeños grupos de soldados comenzaron a atacarnos. ¡Con qué coraje se defendían mis hombres! Yo me movía entre ellos repartiendo órdenes y ánimos. Cada vez estaba más convencido de nuestra victoria. Si llegaban refuerzos de Málaga, no sólo nos defenderíamos, sino que me dirigiría contra las tropas atacantes. (Pausa.) Pero, al día siguiente, llegaron una barbaridad de soldados. Al mando, el general Serrano del Castillo. También ellos tenían un general al frente, y muchas y mejores armas. Antes de que cayera la noche estábamos sitiados. Mal se nos ponía la situación.ANTONIO.— Como era de esperar. Y sus hombres, al desastre.RAFAEL.— No me crea tan irresponsable su señoría, pues fui consciente de que no podía arriesgar la vida de tantas personas en lucha tan desigual. Aquella madrugada reuní a mis hombres y les hablé. (Se dirige al balcón, como antes, y habla hacia los espectadores.) ¡Compañeros!: El gobierno nos envía un ejército demasiado fuerte, al que aún no estamos preparados para vencer. Veo el pánico y la intranquilidad en muchos de vuestros rostros, lo que comprendo porque estamos en una situación difícil. No obstante, sé que estáis dispuestos a morir con orgullo en la defensa de la ciudad, pero no quiero un martirio colectivo. Al amanecer, seguro que nos atacarán. Por ello, creo conveniente que, aprovechando la noche, abandonemos la ciudad. La evacuación se hará con el mayor orden. Iréis saliendo de pocos en

Page 13: Almena F - Albeitar de Loja

pocos, entre las sombras, y cuando lleguéis al monte, os dispersaréis. Yo saldré al final. No creáis que pienso abandonar la lucha. Voy a marchar sobre Alhama, que espero tomar mañana. Quienes quieran seguirme, que aguarden aquí, a mi vera. Los demás, poneos en camino para que cuando amanezca estéis lejos. (Pausa. Triste, se retira del balcón y se quita el orinal de la cabeza.) Cuando salíamos hacia Alhama, fui apresado.JUEZ.— Usted, además de insensato, fue un iluso.RAFAEL.— Nuestro pueblo necesita de alguien que lo saque del miserable estado en que vive, que le traiga una sociedad donde las personas puedan vivir con mayor dignidad. (Se crece.) Ese alguien quise ser yo: ¡El albéitar de Loja!JUEZ.— No voy a ser yo quien lo condene, sino usted con su fanatismo, su irresponsabilidad, sus deseos de venganza, su descabellada rebelión... Y lo siento por usted, porque no creo que un solo hombre sea tan loco como para levantarse contra el Estado. Usted ha tenido que ser impulsado por hombres de ideas, pero sin valor ni espíritu de lucha. Hombres ocultos en la sombra, que lo han utilizado, como usted a esos otros que lo han seguido ciegamente y que habrían hecho igual con cualquiera que les prometiera mejores condiciones de vida.RAFAEL.— ¡Mentira!, yo tengo mis propias ideas, tal vez no tan claras como deseara, pero las compenso de sobra con decisión y valor. Si me rebelé, fue movido por esas ideas y, sobre todo, por llevar años penando por el sufrimiento de mi pueblo.JUEZ.— De sus intenciones no voy a dudar, de ellas se han debido de aprovechar para valerse de usted, pero no creeré que sólo fue obra suya. Diga a este tribunal quiénes se encontraban detrás de usted y podrá ser un atenuante a su favor.RAFAEL.— Si se ha de condenar a alguien, que a mí se me condene, que soy el único responsable.JUEZ.— Si pretende pasar a la Historia como un mártir, allá usted, pero tenga cuidado de no equivocarse.RAFAEL.— Si la ley me considera un traidor, como tal pasaré a la Historia, que no creo que pase de ningún modo. Ya se dicen de mí cosas desagradables, pero no me importa. Me he acostumbrado a que llamen fanatismo a la rebeldía, venganza a la justicia,JUEZ.— Está bien, antes de que se pronuncie sentencia, ¿quiere

Page 14: Almena F - Albeitar de Loja

decirme, en realidad, de qué naturaleza fueron sus aspiraciones?RAFAEL.— De naturaleza republicana.JUEZ.— ¿Y de dónde partía y adonde se dirigía?RAFAEL.—De una monarquía hipostática hacia una república humana.JUEZ.— En concreto, ¿contra quién se levantó en armas?RAFAEL.— Contra la monarquía y la dinastía.JUEZ.— ¿Bajo qué bandera?RAFAEL.— La de la democracia.JUEZ.— Insisto, ¿usted solo?RAFAEL.— Solo. (Pausa.) Y solo me encontraba, y los letrados hablaron y hablaron, hasta que su señoría dijo...JUEZ.— Acérquese el acusado, se va a pronunciar sentencia. (RAFAEL lo hace. El JUEZ se levanta. Muy estirado.) Este tribunal encuentra al acusado culpable, y lo condena a la máxima pena; le será dado garrote hasta que muera.(La luz decrece hasta la penumbra. Llora una guitarra. El JUEZ se esconde de nuevo bajo la mesa. Después, aumenta el nivel de iluminación y cesa la música. RAFAEL pasea angustiado por escena.)RAFAEL.— La gitana dijo larga vida.ANTONIO.— Fíese de lo que le diga una gitana embaucadora...RAFAEL.— No se equivocó en lo que predijo. Y también dijo larga vida.., (Pausa.) No puedo apartarla de mi mente. Su recuerdo me persigue, ¿Por qué se me ha de aparecer todas las noches en sueños?ANTONIO.— (Ríe, pero sin crueldad.) Es el miedo a que esa puerta (Señala la de la celda.) se abra. El miedo, que le pone la cabeza como un molino que muele.RAFAEL.— Todas las noches la veo. No quiero verla, pero ella me llama.(La luz se vuelve de un tono irreal. Muy suave, comienza a oírse música. La puerta del lateral derecho se abre despacio y surge la GITANA. La escena que sigue bien podría ser de baile.)GITANA.— (Muy quedo.) Don Rafael...RAFAEL.— (A ANTONIO.) ¿La siente?

Page 15: Almena F - Albeitar de Loja

(ANTONIO no contesta.)GITANA.— (Avanza unos pasos hacia RAFAEL.) Don Rafael...(RAFAEL está con los brazos extendidos hacia abajo y ligeramente separados del cuerpo. No se mueve del sitio. La GITANA se le acerca lentamente.)RAFAEL.— No quiero oír, sólo el viento entre los barrotes. GITANA.— (Muy cerca de él.) Don Rafael... Ya le advertí:cuídese del calor. Pero usted no me hizo caso. RAFAEL.— Estoy sudando, tengo frío. GITANA.— (Se mueve despacio a su alrededor.) Presiento lasangre... Usted no quiso hacerme caso. Ahora la muertelo acecha, lo vigila en todo instante. RAFAEL.— También dijo larga vida. GITANA.— El calor no es bueno, nos ahoga, nos quema elaire. RAFAEL.— Yo no temo a la muerte.(La GITANA comienza a girar en torno a RAFAEL, que se inquieta, pero no se mueve.)GITANA.— La muerte..., la muerte..., la muerte... El calor trae la muerte. Se lo advertí..., se lo advertí. (Se aproxima a RAFAEL. Él se separa.) Su instinto guerrero lo cegó.RAFAEL.— ¡Déjeme en paz! Si lo que quiere es angustiarme, ¡vaya usted mucho con Dios, que yo no la he llamado!GITANA.— La muerte..., (RAFAEL, sintiéndose acosado, huye por escena, y ella, martilleante, lo persigue.) la muerte..., la muerte.., Su destino estaba en sus manos, pero no quiso escucharme.RAFAEL.— Mi destino es una larga vida.GITANA.— Los destinos se tronchan como varas de caña.RAFAEL.— El mío no se puede tronchar.(La GITANA cada vez lo acosa más. RAFAEL se refugia en la reja y se agarra a los barrotes, con la vista perdida hacia los espectadores.)GITANA.— Se puede..., se puede..., se puede.RAFAEL.— ¡No!, no he cumplido mi propósito. GITANA.— Su propósito sólo fue un sueño. RAFAEL.— Esto es un mal sueño.

Page 16: Almena F - Albeitar de Loja

(La GITANA ríe, implacable, y se le acerca hasta casi tocarlo cuando habla.)GITANA.—Esto es la realidad. No quiere aceptar que, porque desafió a su destino, se le avecina la muerte. (Se separa y se acerca.) Muerte... (Repite el juego.) Muerte...RAFAEL.— (Se deja caer de rodillas sin soltar los barrotes.)¡Vida! jGITANA.— (Arrastra la palabra.) Muerte...RAFAEL.— (Con desesperación.) Vida...GITANA.— Muerte..., (Comienza a andar de espaldas en dirección a la puerta de la derecha.) muerte..., muerte...(Desaparece por la puerta. Lentamente, cambia la iluminación a su tono acostumbrado. RAFAEL continúa en la misma postura y en silencio durante unos momentos)ANTONIO.— (Se levanta y se le acerca.) ¿Se encuentra bien? Parece como si hubiera tenido una pesadilla.RAFAEL.— (Se incorpora.) ¿No es esto una pesadilla?ANTONIO.— Échese en el catre. Si sigue así, se le va a trastornar el sentido.RAFAEL.— ¡Déjeme en paz!ANTONIO.— Hay que tener paciencia.RAFAEL.— ¿No me irá a dar consejos ahora! Precisamente usted, que es capaz de resignarse a vivir de lo que saca con cuatro sacos de picón.ANTONIO.— ¿Y qué voy a hacer si no hay trabajo! (Con inocencia.) También busco espárragos y pongo costillas a los zorzales. Luego, los rifo en el casino...RAFAEL.— ¡Vayase a la mierda!ANTONIO.— (Cortado.) No la vaya a pagar conmigo, que yo no le he hecho nada.(Vuelve al camastro y se tumba. RAFAEL se agarra de nuevo a los barrotes, como distraído. Silencio. La puerta del lateral izquierdo se abre sola, y él se vuelve sobresaltado. La luz disminuye de intensidad hasta el oscuro. Un foco ilumina la mesa del JUEZ que ocupa de nuevo su lugar.)

Page 17: Almena F - Albeitar de Loja

JUEZ.— (De pie.) Rafael Pérez del Álamo, condenado a muerte por el delito de sedición, por generosidad del ministro de la Gobernación, marqués de la Vega y Ar-mijo, del Gobierno de don Leopoldo O'Donnell, conde de Lucena, queda indultado de la pena, así como los demás condenados que tomaron parte en la rebelión.(Se apaga el foco y el escenario se ilumina con una luz tenue. El JUEZ ha desaparecido. RAFAEL, lentamente y con dignidad, se dirige hacia la puerta de la celda. Cuando parece que va a cruzarla, se vuelve y, con un gesto de mano, dice adiós a ANTONIO, Este, que se ha sentado en el catre, corresponde de igual forma a la despedida. Mutis de RAFAEL. La puerta se cierra sola. Suenan unas soleares. ANTONIO se levanta y se acerca a la reja.)ANTONIO.— (Canta.)Tenga piedad el verdugo del que se juega la vidapor defender a los suyos.¡Qué lástima y qué dolor, mare mía de Araceli, que a mí me falte valor!(La GITANA ha entrado por la puerta de la derecha durante el cante y se ha quedado en ese lateral Seguirá sonando k\ guitarra mientras hable.)GITANA.— Rafael, que no podías morir estaba escrito en tu mano. No triunfaste, pero tu destino no se ha tronchado. Te dolió Andalucía y en ella has de vivir hasta los noventa años.ANTONIO.— (Canta.)Vaya con Dios, compañero, y no olvide que, entre rejas, yo con paciencia me muero.(ANTONIO y la GITANA quedan quietos. La guitarra continúa sonando mientras lenta, adormiladamente cae

Page 18: Almena F - Albeitar de Loja

el telón) FIN