aldo (en el arte de narrar, juan josé saer)

1
ALDO La boca cumple un enorme papel: toma el vino tinto, de a poco, a lo largo de la noche, y devuelve, incansablemente, iluminándose, el verbo. Y cuando está en silencio, los labios se mueven todavía, se estiran, se entreabren porque los dientes, sin motivo, sin ninguna pasión, por pura costumbre, se aprietan. Es, se ve bien, un reflejo que viene desde el fondo, o mejor dicho desde el principio. La calvicie no alcanza más que la coronilla, la frente, y en la nuca, y a los costados, el pelo grisáceo termina humildemente, escarolado, insumiso. En el conjunto, la cabeza vendría a ser de un gris ceniza evanescente, la cara rojiza, a causa quizás del vino, y los hombros, cubiertos por el saco azul marino, resaltan, como contra un infinito, contra el afiche amarillo pegado a la pared. Está todo aureolado, si se quiere, de grafismos negros. La mesa del bar, al lado de la vidriera, es, entre todos, el mejor lugar; sobre la mesa el vaso de vino, medio lleno, que la mano, negligentemente, toca: de esas manos, se ha sabido decir que, como las de Borges, son blandas, evasivas. Las ha ocultado parece, a medias, desde siempre: ¿un complejo? Y a veces, sin embargo, pueden moverse, elegantes, en el aire, diciendo un alegato mudo en favor, por ejemplo de Baudelaire, y en ellas, entonces, todo lo qué le queda de pasión se concentra. Pero no es, propiamente, una pasión: son como unas señales, rápidas, que le llegan, de vez en cuando, desde lejos, desde el fondo, probablemente, o desde el principio, y alrededor de cuyo centelleo, todos sus días, que él se dice vivir, inútilmente, en dispersión, como un milagro austero, para el oyente, se reúnen.

Upload: maxi-quintero

Post on 16-Nov-2015

24 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Poema que evoca al poeta Aldo Oliva, escrito por Juan Jose Saer.

TRANSCRIPT

ALDO

ALDO

La boca cumple un enorme papel: toma

el vino tinto, de a poco, a lo largo de la noche,

y devuelve, incansablemente, iluminndose, el verbo.

Y cuando est en silencio, los labios se mueven todava,

se estiran, se entreabren porque los dientes, sin motivo,

sin ninguna pasin, por pura costumbre, se aprietan.

Es, se ve bien, un reflejo que viene desde el fondo, o mejor

dicho desde el principio. La calvicie

no alcanza ms que la coronilla, la frente,

y en la nuca, y a los costados, el pelo grisceo termina

humildemente, escarolado, insumiso.

En el conjunto, la cabeza vendra a ser

de un gris ceniza evanescente, la cara

rojiza, a causa quizs del vino, y los hombros,

cubiertos por el saco azul marino, resaltan,

como contra un infinito, contra el afiche amarillo pegado a

la pared.

Est todo aureolado, si se quiere, de grafismos negros.

La mesa del bar, al lado de la vidriera, es, entre todos,

el mejor lugar; sobre la mesa

el vaso de vino, medio lleno, que la mano,

negligentemente, toca: de esas manos, se ha sabido decir

que, como las de Borges, son blandas, evasivas. Las ha

ocultado

parece, a medias, desde siempre: un complejo? Y a veces,sin embargo, pueden moverse, elegantes, en el aire,

diciendo un alegato mudo en favor, por ejemplo de

Baudelaire,

y en ellas, entonces, todo lo qu le queda de pasin se

concentra.

Pero no es, propiamente, una pasin:

son como unas seales, rpidas, que le llegan, de vez en

cuando, desde

lejos, desde el fondo, probablemente, o desde el principio,

y alrededor de cuyo centelleo, todos sus das,

que l se dice vivir, intilmente, en dispersin,

como un milagro austero, para el oyente, se renen.