aldemar cuellar vargas
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Relatos descriptivos de sus vivencias como protagonista del proceso de ocupación del territorio del actual municipio de San José del Guaviare, Colombia.TRANSCRIPT
ALDEMAR CUELLAR VARGAS ALCALDIA DE SAN JOSE DEL GUAVIARE
Fortalecimiento del Centro de Memoria
con las historias de vida de los pioneros
de la Colonización
Aldemar Cuellar Vargas Fundadores de San José del Guaviare
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Aldemar Cuellar Vargas, pionero en la fundación del Guaviare,
procedente de Ovando Valle, llega al Guaviare en 1961. Servidor
público, y el hecho más destacado para la historia del departamento
fue su participación en la construcción de la carretera de San José del
Guaviare a Calamar.
Aldemar Cuellar lidero un equipo de personas con la tarea de
construir los puentes, sobre los caños que existen en este tramo.
Desde 1961 Don Aldemar Cuellar se encuentra radicado en San José
del Guaviare. Una de las personas que con su proyecto de vida ayudo
a construir el departamento del Guaviare.
Don Aldemar fue pionero en las lides deportivas, tenía un equipo de
futbol el “Sporting Progreso”, que era uno de los primeros equipos
de futbol, junto con el de la policía.
Don Aldemar Cuellar completo 56 años en el Guaviare, hizo su familia
y su proyecto de vida, de esta forma con su vida ayudo a construir
este departamento.
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RELATO DE DON ALDEMAR CUELLAR VARGAS.
Soy Aldemar Cuellar Vargas. Llegue al Guaviare en 1961 proveniente
de Ovando Valle. Una señora de Cartago Valle me convido “Vamos
al Llano, cuellitar”. Ella me decía “Cuellar”. Yo en la escuela había
escuchado el nombre de los Llanos Orientales, ella me convidó para
San José del Guaviare. Yo fui donde mis padres y les dije que me iba
para los Llanos con la señora.
Llegue en un avión de Avianca el veintiséis de febrero de mil
novecientos sesenta y uno, llegue a la casa donde era el corregidor
y el agente de Avianca en esa época, el corregidor era de apellido
Rodríguez, Leoncio Rodríguez, era un caserío pequeño, habían unas
diez u once casitas. Había por ahí cien personas contando los niños.
El primer lugar donde llegué es al sitio donde está hoy el Edificio
Santa Isabel. Seguidamente estaba la casa de uno de los antiguos,
Nepomuceno González Parra. A la vueltica, había otra casa, no había
parque, eso era un potrerito. Ahí vivía la familia Nieva. Don Raúl
Nieva.
La otra casa era de los Rodríguez. Leoncio Rodríguez, era el
corregidor de la época. Otra familia eran los García. También
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estaban los Sabana, los Sarmiento ellos fueron mis suegros, mi familia
política.
Las viviendas eran, algunas de zinc, y de paredes embutidas de
barro, y otras de esterilla, otras de tabla; la escuela y el
corregimiento era de tabla. En maderas que habían sido traídas del
Brasil, porque en las tablas decía “Manaos Brasil”.
Había una escuela recién hecha, que si era ya construida en tabla, en
zinc, pisos de cemento, inclusive hoy vive aquí en San José del
Guaviare, uno de los constructores. Esa escuela estaba ubicada en la
cuadra donde hoy es la casa coral.
A mí me conocen como “el charro”, ese apodo me lo pusieron unos
amigos en una parranda, eso fue en una parranda, en una tomata de
trago, ya llevaba tiempo en el Guaviare, como unos catorce años.
Estaba con Julio Arciniega, Medardo Palacios Lara, Jorge Hortúa, y
otros amigos que hace mucho tiempo no los volví a ver y no me
acuerdo el nombre de ellos.
En medio de la tomata nos dio por cantar, yo cantaba bien, había otro
muchacho, y entramos a contrapuntear mano a mano, y los demás
hacían de público.
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Cantábamos música Mexicana, ranchera y entonces dijeron: “el que
cante mejor, lo vamos a aplaudir”, entonces cantaba él y aplaudían
más poquitos, y cantaba yo y los aplausos eran más fuertes.
Y entonces dijeron “este es el Charro norteño”, y al otro lo dejaron
“el charro sureño”. En México los mejores cantantes de música
ranchera son los norteños, los del norte de México, no el grupo que
es famoso hoy, en ese tiempo no era famoso.
Aquí en el Guaviare estaba todo por hacer. Yo tuve la oportunidad de
estar en el equipo que construyo la carretera. Nosotros empezamos
ese trabajo. La construcción de la carretera San José – El Retorno, se
llamaba Caño Grande, por el caño que se llama Caño Grande.
Eso fue más o menos en 1963, con Miguel Cuervo Araoz, el comisario
especial del Vaupés era Hernando González Villamizar, y se empezó
a hacer la trocha hacia el Retorno. Y Miguel Cuervo Araoz era como
el ingeniero.
Había un buldócer antiguo que lo trajeron de Bogotá o Villavo, no sé.
Un buldócer que pesaba 18 toneladas, lo manejó un mono, que le
decíamos “mono aguacate” fue el primer buldocero por acá en esa
época. Llegamos con ese buldócer hasta Caño Grande.
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El 23 de diciembre de 1964 se pasó al otro lado del caño, al Retorno,
donde no había pasado nunca una oruga, oruga es la tracción del
buldócer. Fue la primera oruga que llego. Esta máquina la pasamos
por un puente que yo hice.
Miguel Cuervo Araoz me encargo de hacer todos los puentes. Y me
dio 32 personas que las trajeron de Villa Fátima por allá del Vaupés.
Y él me decía “príncipe Valdemar”.
Las vigas las arrastrábamos a pura fuerza humana, para eso me
dieron tanta gente, porque el buldócer venía muy atrás abriendo la
vía, y nosotros teníamos que ir adelante haciendo los puentes.
También trabajaba con nosotros don Guillermo Nieva, que era como
por decir, el jefe de personal, jefe de toda la gente que trabajaba.
La mayoría de personal era indígena que vino de Mitú Vaupés, Villa
Fátima y muchos sitios de por allá.
Aquí indígenas solo había los guayaberos, y unos indígenas que
estaban en la Lindosa. Que los llamaban “los curripacos”. No había
más, y esas familias eran pocas. Eran por ahí, 30 personas, equipados
con hachas y machetes.
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Don Nepomuceno González Torres fue el que hizo la línea, era una
pica por entre el monte, un camino real, de mulas, ya tenía mucho
tiempo, por esa misma línea que hizo don Nepo Muceno hicimos la
carretera. Eso fue en tiempos de la Ruber, ya había pasado como 20
años de eso. En la actualidad ahí está la vía.
En la vía, solo se utilizaron fuerza bruta, hachas y machetes, el
buldócer y una camionetica modelo 1954 que era del Capitán Dúmar
Aljure cuando él vivió en San José del Guaviare. Eso me lo contaron,
yo no conocí al Capitán Dúmar Aljure.
En la construcción de la vía, solo encontramos selva, había una finca
antes de Agua Bonita, de agua bonita para allá, no había nada,
absolutamente nada. Hasta llegar a Calamar que allá si habían unas
casitas.
Después vino un señor Orlando López García, que en los aviones de
SATENA él era un líder tal vez, y el traía mucha gente para
colonizarse. Y a mí me tocaba llevar toda esa gente con un tractor,
propiedad de la comisaria del Vaupés, esto era territorio del Gran
Vaupés.
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Y la gente se iba quedando en los terrenos y empezaban a hacer el
ranchito. Era llegar al terreno con hacha y machete y limpiar para
hacer su casita, en ese tiempo no había ni siquiera paroy, se construía
con laticas y palitos.
Ya no quedan fincas de estas, la gente que se fundó, se fue o se
murieron, la mayoría de estos colonos vendieron las fincas. Ya han
pasado hasta por cuatro dueños esas fincas.
Yo llegue en época de verano, ahora el 26 de febrero ya van a ser 54
años. La gente vivía de la pesca, en el verano la gente pescaba mucho
para secar pescado, y como había cantidades de pescado, la gente
secaba y sacaba pescado por toneladas, para la semana santa.
Aquí había una compañía pesquera, ellos pescaban con chinchorro y
anzuelo, no se conocía en ese tiempo la maya, de esa maya que
sueltan y va bajando, no. Se cogían pescados hasta de 18 o 20
arrobas, valentones, y amarillo, güereve, y vagre y todo eso.
Cada ocho días mataban una res, el suegro mío o Don Melco García,
quienes eran los que tenían ganadito. También había mucha cacería,
lapa, venado, danta, chigüiro, y sembraban arroz, maíz, yuca y
plátano.
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Ya viene la colonización, el pueblo empieza a crecer, ya montan una
cuestión muy grande del IDEMA porque la gente empieza cultivar
arroz, y maicito, y sale mucha, pero mucha carga, esos eran unas
bodegas inmensas donde le cabían por ahí diez mil o quince mil
bultos de arroz y maíz.
Y eso se llenaba tanto que una vez tuvo que meter carga de maíz y
arroz hasta en la iglesia. Que se repleto eso y no había adonde más
meter, y en las escuelas.
Los comerciantes que compraban esas cosechas eran en primer lugar
el IDEMA, los primeros comerciantes grandes fueron los hermanos
Arciniega, don Julio Arciniega, Carlos Arciniega, y Hugo Arciniega.
Ellos fueron los primeros comerciantes que llegaron, y ya después,
ya se hicieron comerciantes acá como don Nebio Echeverry, que el
compraba y le fiaba a los campesinos, desde que empezaba a tumbar
monte hasta que recogía la cosecha. La comidita, los costales cuando
estaban recogiendo, y el pago para los obreros. Fue un gran señor
con la gente del campo.
El trasporte de esa carga era en avión, ya después los Arciniega
construyeron una lancha grande que se llamaba “la tigra”. Ellos
empezaron a sacar y traer la carga por el rio. Había canoas, falcas de
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8 a 15 toneladas, que también movilizaban carga por el rio. La lancha
de los Arciniega trasportaba 80 o 90 toneladas.
Hasta el poblado la carga se movilizaba en tractores, eran las trochas
más horribles de la historia del Guaviare, era feísimo porque yo tuve
un tractor, y me toco cargarle a mucha gente, y a veces para ir al
Retorno y volver nos demorábamos 8 días.
Para esa época ya habían tres o cuatro tractores. Nos demorábamos
8 días para volver con la zorra del tractor llena de maíz o arroz. Eso
hasta se nos nacía el maíz o el arroz.
Cuando comenzó había cuatro tractores, había una volqueta, era de
un muchacho que se llamaba Flaminio y hace mucho tiempo se fue de
acá. Los tractores uno era de Don Melco García, tenía un tractor
grande, el otro era de un señor que le decíamos “el gocho” quien
todavía tiene familia acá.
Pasando caño grande, con la vía, hay en épocas de la Ruber había un
paradero, habían palos de naranjas, y tal vez don puno Gonzales
Había hecho una casita ahí. En la época de él, porque ahí nació una
señora quien en la actualidad vive aquí en el Guaviare. Doña Lucila,
hija de Don Nepo Muceno González Parra.
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Don Carlos tacha y don Cesar Tacha, que aún viven en San José del
Guaviare, fueron los constructores de la obra que se llamó “hogar
campesino”. La madera para esa obra la trajeron de Mitú, tablas,
vigas, todo. Y el zinc lo trajeron de Villavicencio. Todo el material se
transportó en avión.
El crecimiento de San José fue cuando ya se hizo la carretera, la gente
empezó a llegar, ya mencione a Orlando López García, el promotor
de esta colonización, yo a él lo trasporte muchas veces en el tractor
por la trocha, la motivación de la gente era que había tierras, tierras
muy buenas, y que se estaba trabajando abriendo carreteras.
La vía Granada San José llevo mucho tiempo, pasaron muchos
presidentes de la Republica, hablaban de construirla, y ya cuando el
pueblito estaba grande venían a hacer promesas de campaña
hablando de construir la carretera.
Como Turbay Ayala, que yo me acuerdo mucho, en un discurso, dijo;
“señores, la próxima vez que yo vuelva al Guaviare, volveré en carro
a inaugurar el puente”. Eso fue en 1975, y nunca se vio tal obra, la
carretera se abrió casi en la década de los 80.
En esa época los motores eran pequeños, muy lentos, de San José a
Puerto Lleras gastaban tres días.
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Cuando llegué, yo me funde en el Mielón, eso queda al otro lado del
rio, en el Meta, me funde en las bocas del Mielón, yo tenía 20 años,
pero yo me aburro mucho porque estaba muy joven.
No tenia quien me dirigiera, quien me dijera “venga hagamos esto”,
me fui y deje eso abandonado, no lo vendí o se lo regale a alguien, lo
deje abandonado. Con el tiempo en ese sitio hicieron un pueblito.
Dúmar Aljure alguna vez estuvo ahí donde yo me funde. Llego allá,
yo mantenía armado, yo tenía mi pistola, mis dos escopetas, una
carabina, y vivía con un amigo que también es del Valle, y una señora
que también había traído.
Cuando una voz que me dijeron “¡Cuellar!”. Era por ahí la una de la
mañana, “no valla a tocar ni un arma”, “es de parte del Capitán
Aljure”. Yo me asuste, pensé “este tipo que, será que me va a
matar?”. Yo Salí. Con mi linterna alumbrando el suelo, bajito para no
encandelillar a nadie.
Abrí mi puerta, que era una puerta de esterilla, bueno, me llamo por
allá aparte, me dijo: “señor Aldemar Cuellar, de usted tengo buenas
informaciones, pero de su compañero, hágame el favor y me lo saca
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mañana mismo, o si no vengo y se lo mato acá” y se fueron, me dijo
“ya sabe, no?”.
Esa fue la única vez, y como era de noche, yo alumbraba bajito con la
linterna. Yo lo conocí fue en las fotografías después. No tuve la
oportunidad de conocerlo, disque se parecía a mí, alto, de bigote, la
gente decía que si yo lo hubiera visto, se parecería a mi hermano.
Después no supe más sino escuche cuando lo mataron ahí en el rincón
de Bolívar.
Él ya estaba amnistiado, tomaba con los soldados, con los capitanes,
pero se había vuelto como malo. Y se decía que un día estaba
bebiendo, y pidió la cuenta, cuanto le debo, el muchacho que lo
atendía le dijo: “capitán, tanto”, y que sacó la pistola y lo mató.
En ese tiempo venían los comisarios, esto era administrado por
DAINCO, como dije conocí a Don Hernando, un gran gestor en el
desarrollo del Guaviare, fue comisario y gobernador, también conocí
a Narciso Matus Torres, de corregidores conocí a Leoncio Rodríguez,
Luis Angarita, Miguel Sanclemente, muy bueno, fue el que arborizo
todo, fue el que sembró los árboles en los sardineles, muy buen tipo.
El trazado urbano lo hizo el doctor Uribe en la administración de don
Hernando Gonzales Villamizar como comisario. Y otro ingeniero cuyo
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nombre se me escapa. El trazado de calles dobles lo hizo don
Hernando Gonzales Villamizar.
Las bonanzas de la marihuana y la coca empiezan como en el 75 y 76,
el campesino empieza a sembrar coca, en la época un gramo de coca
vale mil pesos. Un kilo vale un millón. La gente se entusiasma mucho
con eso. En ese tiempo era como libre, no era tan reprimido. A la
gente le iba muy bien, y llego mucha gente detrás de ese negocio.
Unos supieron ahorrar la plática y les fue bien, otra gente se ponían
a beber y beba y beba y beba, nada más al raspachín le iba muy bien,
ganaba muy buen dinero, todos ganaban muy buen dinero, también
hubo gentecita que era ahorrativa, y los patrones los mandaban a
matar para robarles lo que les había pagado o para no pagarles.
Leoncio Rodríguez, lo distinguí siendo un maquinista de la comisaria,
yo fui el primero en llevar maquinaria a Calamar, y don Leoncio tenía
una retroexcavadora enterrada muy cerca del caño Calamar
conocido hoy como tierra negra, y la sacamos con mi tractor. Esta
máquina iba para Calamar, aun la vía era una trocha. Limpiaban 4
metros a hacha y machete, para que pasara un tractor, mulas, lo que
fuera que se movilizara en esa época.
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Cuando yo llegue al Guaviare distinguí a Don Nepo Muceno González
Parra, y la gente me comentaba que en tiempos de la Ruber, una
empresa Americana que llego a explotar caucho, que don Nepo
Muceno, y él fue el primero que hizo la pica hasta Calamar. Y después
de 25 0 30 años, sobre esa pica se hizo la carretera que hoy está en la
actualidad.
En 1968 empiezan a meter maquinaria, buldócer, cargadores y
motoniveladora. El primer buldócer que todavía hay restos en las
Pavas, ahí termino su vida útil, el operador era un señor que lo
llamábamos “el mono aguacate”. Fue el primer buldocero que hubo
en el Guaviare en la época.
Cuando llega la carretera a Calamar eran unas veinte casitas, y
siempre ha sido un puerto, para trasportar todo tipo de mercancías
para Miraflores. Ese era el propósito de la carretera. Aprovechar el
rio para llevar mercancías rio abajo.
En esa época no se trasportaba mucha cosa, pero la gente estaba muy
contenta con su carretera. Paulatinamente empezó a movilizarse la
carga y ese sitio fue adquiriendo importancia.
Don Melco García, era pensionado de la policía, igual que don
Reinaldo Sarmiento Ortiz, cuando llego al Guaviare ellos ya estaban
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aquí y ya eran pensionados. Se contaba que habían llegado al
Guaviare como policías activos y luego se habían pensionado.
Yo llego un 26 de febrero de 1951, a San José del Guaviare, y el mismo
día me traslado al Mielón, es un caño, en las bocas del Mielón yo llego
a fundar eso, me fundo ahí. Entonces yo arrimo a agua bonita a la finca
de Reinaldo Sarmiento, que a llevar una panela que le habían
encargado a un señor que viajaba con migo, era un bulto de panela,
porque ellos tenían un trapiche ahí. Y ahí sacaban la panela.
Y en ese viaje vi las muchachas, las hijas de don Reinaldo Sarmiento,
eran dos, y pues uno guiña el ojo por la que más le gusta. Y fue amor
a primera vista. Después yo ya iba más seguido, con cualquier
pretexto y comenzó el noviazgo.
El señor Sarmiento era un poco agrio, pero yo les caí bien, la familia
me aceptó, y como a los cuatro o cinco años, me casé. En ese tiempo
la iglesia era de madera. Nos casó el padre Luis Grajales, el otro
sacerdote se llamaba Darío Mejía, en esa época era prefectura
apostólica de Mitú y el prefecto era Belarmino Correa Yepes.
Tuvimos seis hijos, cuatro varones y dos mujeres. Pese a las muchas
cosas que pasaron aquí, todos están vivos, bien, rondando los
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cincuenta años. Viven aquí, todos los días los estoy viendo, esto es
verdadera riqueza, no tiene precio. Y soy bisabuelo.
El señor Sarmiento tenía un trapiche, sacaba panela. Tenía ganado,
ganado lechero, sacaban la leche acá al pueblo. Igual don Melco,
tenían su finquita, ganado, y daban trabajo manteniendo los potreros.
Para la época de mi llegada habían unas familias curripacos en la
Lindosa, llegaban aquí al pueblo les decíamos “Los Lindoceros”. Les
gustaba tomar guarapito, y beber cervecita también. Ellos en su
asentamiento tenían varias casitas, yo tenía unos amigos de esa
comunidad, y el trato con ellos era muy bien.
Don Orlando García fue el que promovió la llegada de gente al
Guaviare. Él conseguía aviones de la fuerza aérea, venia mucha
gente, atestados 25 o 35 pasajeros, con sus cositas, la ropa la
maletica, a fundarse.
Y así fue, y así vino mucha, mucha gente. Él era una excelente
persona, cuando yo lo llevaba en el tractor ya había traído mucha
gente. La gente lo quería mucho, cuando se enteraban que él iba a
venir, salían a esperarlo y a saludarlo. Cuando el venia, lo
trasportaba, íbamos hasta el Retorno.
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Él fue el que dio el nombre al municipio de el Retorno, porque la
gente retornaba a sus tierras que habían perdido por la violencia
política de mitad de siglo, antes se llamaba como el caño, Caño
Grande, había un caserío, en tiempos de la Ruber hicieron unas
poquitas casas, y cuando la Ruber se fue, también se fue la gente del
caserío,
Yo llevaba mucha gente en un tractor de la comisaria, y los dejaba en
los sitios donde les asignaban los terrenos, sobre el margen de la vía
les daban un anchor diga usted 500 metros, y hacia el fondo podían
tomar hasta donde quisieran.
Había un ingeniero que también fue comisario del Vaupés, no me
acuerdo el nombre, pero él era el encargado de medir y asignar las
parcelas.
Miguel San Clemente fue Alcalde de San José del Guaviare, fue el
alcalde que arborizo las calles que había en la época, son esos
árboles que están en el parque y los separadores de las calles que
todavía no han tumbado los urbanizadores modernos y que tienen 40,
o 45 años.
Narciso Matus torres fue comisario especial del Vaupés, una de las
personas bastante allegadas al Guaviare, buena persona, muy señor.
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La Alcaldía era una casita, una chocita, después se hizo la primera
casa para la Alcaldía, se empezó a hacer el antiguo hospital, en ese
hospital nacieron algunos de mis hijos, de esto hace 45 años.
Cuando desbaratamos la iglesia, que yo la desbarate, y cuando el
ejército vivió donde está la policía, habían casitas de madera y decía
en las tablas, en los listones, Manaos Brasil. Pero no supe cuando las
trajeron. Eso ya estaba ahí cuando yo llegue.
Primero el aeropuerto era por toda la mitad del barrio que construyó
Villa Ángela, entonces se construyó del cementerio hacia abajo, se
corrió la pista y después ya vino el pavimento. Yo trabaje en esa
ampliación de la pista. O más bien en correr la pista, porque le
quitaron el tramo donde empezaba.
En temas de infraestructura para la recreación cuando yo llegue, el
recreo era irse a bañar al rio, solo había una mesa de billar, y una que
otra cantinita por ahí abierta. Esos negocios quedaban junto a la
esquina donde está el hotel Santa Isabel. Porque había muy poca
gente.
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Cuando llegan los colonizadores se fue creciendo la oferta de estos
negocios, ya hubo un bar que es llamo “Ganadero”, y otras cantinas,
y bares con mujeres.
Cuando crece el pueblo nacen las inquietudes de entretenimiento, ya
decíamos “vamos a jugar futbol”. La primera cancha de futbol donde
jugamos es donde está ahora el parque central. Yo jugué ahí. Ahí
jugaban los chinos que había, y los poquitos equipos que salían.
Cuando hicieron el parque, la cancha de futbol nos la llevamos para
donde hoy está el hospital San José. El Grande. Y ahí hacíamos los
campeonatos donde salían cuatro o cinco equipos de futbol. Luego
empezaron a hacer campeonatos a nivel comisarial.
En torno al parque estaba la iglesia, era de tabla, y estaba en el
mismo sitio donde está la iglesia hoy. La casa coral era de tabla,
habían unas casitas alrededor de bahareque, y la escuelita estaba
recién hecha ahí donde hoy es el colegio San José Obrero.
El corregimiento y la escuela eran de tabla, estaban ubicado frente a
donde hoy es la portada. Diagonal donde era el Ganadero. Ahí en el
sitio donde existió la panadería Bogotana, que era de un tocayo mío
de apellido “Cuellar” Saúl Cuellar. En la esquina era el
corregimiento, y ahí enseguida era la escuelita, una casita de tabla.
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En esa época recuerdo como compañeros de juego de futbol a Álvaro
Campos Rayo, él tenía un equipo de Futbol, no me acuerdo como se
llamaba, yo también tenía mi equipo, jugábamos en contra de él, mi
equipo se llamaba “Sportín Progreso”. La policía tenía el otro equipo.
Esos eran los inicios de los años 70. Mi patrocinador era un
comerciante que tenía un negocio que se llamaba “Almacén
Progreso”.
Y como aficionado al futbol yo le puse el nombre al estadio, porque
yo salía con mi gente a entrenar y toda esa vaina, y tomábamos la
cervecita, e íbamos al ganadero, y entonces yo les dijo un día “ole, si
el mejor estadio del Brasil se llama Maracaná, ¿por qué el estadio del
Guaviare no se llama Yaquiraná?” de mis labios salió por primera vez
esta palabra y hoy el estadio se llama así.
El nombre es como brasilero, había una machaca que llaman Yakira,
es como una chicharra, con el cuentico ese que mordía y que picaba,
que para que se curara tenía que estar con una mujer, ustedes de
acuerdan de ese cuento, yo hago la adaptación medio en broma pero
finalmente así se quedó. Obviamente nadie me reconoce la autoría.
Me acuerdo de una vez que fuimos a pescar con Álvaro Campos, y un
odontólogo que era el jefe del hospital, Marco Alirio Riaño, y otros
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amigos, nos fuimos al raudal, y Jorge Hortúa, un tipo que tenía una
droguería. Entonces a Riaño le hacían todas las bromas. Jorge Hortúa
se las hacía. Eso era para risas.
Hortúa estaba al lado de Abajo, y Riaño en la parte de arriba con el
nailon y el anzuelo guindado. Y Hortúa se encontró por allá un
pescado ya muerto, y se lo coloco al anzuelo, y empezó a halarle el
nailon, y el tipo todo emocionado jalando cuando vio ese pescado
picho y se puso de mal genio y nos echó la madre.
Él le gustaba ir a pescar con nosotros, y me convidaban porque yo
era bueno con la atarraya y conseguía las carnadas. Íbamos y
prendíamos el fogón, hacíamos comida, y se pasaba bueno de paseo.
El Doctor Alirio Riaño era el jefe del hospital, y Jorge Hortúa que alto
le echaba el brazo y continuaba la broma, relájate hombre no se deje
sacar la piedra. De vuelta en el pueblo rematábamos tomando
cerveza.
La pesca era pues el entretenimiento sano, muy practicado, una vez
nos fuimos de pesca con unos amigos, unos cuñados míos y otros
amigos, había una islita y siempre me gustaba estar más cerca de la
orilla que los otros.
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Cuando de pronto escuchó que algo va subiendo por la playa, como
cuando suben una canoa, y yo les grito, “¡Muchachos, el caimán, y
salimos todos a toda carrera para la mitad de la isla!”. Cuando nos
recuperamos del susto, vinimos a ver, y era verdad, era un caimán,
ahí estaban los rastros. Era un animalote bien criado, nos habría
comido si le damos papaya.
En otra ocasión encontramos una calavera, yo la encontré y Salí
corriendo, les dije a los otros “ole encontré una calavera”, y yo tenía
un cuñado que era sin ascos y ese verraco la cogió, y la envolvió en
una lona y fue y se la puso a un amigo de cabecera mientras dormía,
ahí donde teníamos los cambuches en la playa, y ese man casi se
priva del susto, al otro día cuando se despertó.