alcide de gasperi (cristiano, demócrata, europeo)

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Grupo PPE en el Parlamento Europeo ALCIDE DE GASPERI CRISTIANO, DEMÓCRATA, EUROPEO Alfredo Canavero

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Page 1: Alcide De Gasperi (cristiano, demócrata, europeo)

Grupo PPE en e l Par lamento Europeo

ALCIDE DE GASPERIC R I S T I A N O, D E M Ó C R ATA , E U R O P E O

Alfredo Canavero

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A l c i d e D e G a s p e r i - C r i s t i a n o , d e m ó c r a t a , e u r o p e o

La Fundación Alcide De Gasperi, 56 años después de la desaparición del gran estadista –el 19 de

agosto de 1954–, presenta una biografía sintética del más acreditado y prestigioso protagonista

de la difícil y atormentada primera época de la democracia italiana y europea tras la Segunda

Guerra Mundial.

Con esta biografía se pretende resaltar la excepcional figura de Alcide De Gasperi y su notable

personalidad, dotada de una gran visión política, para descubrir a las jóvenes generaciones la

actualidad de su pensamiento.

En esta decisiva e importante fase histórica para el proceso de unificación de Europa, la Fundación

Alcide De Gasperi aporta su contribución con vistas a una reflexión sobre la construcción de

la paz en la seguridad, la cooperación entre los pueblos y el valor de las autonomías en la unidad

del continente.

Armando Tarullo

Secretario General de la Fundación Alcide De Gasperi

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ALCIDE DE GASPERIC R I S T I A N O, D E M Ó C R ATA , E U R O P E O

Alfredo Canavero

Grupo PPE en e l Par lamento Europeo

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A l c i d e D e G a s p e r i - C r i s t i a n o , d e m ó c r a t a , e u r o p e o A l c i d e D e G a s p e r i - C r i s t i a n o , d e m ó c r a t a , e u r o p e o

Índice

Prólogo de Joseph Daul

Presidente del Grupo PPE en el Parlamento Europeo

y Vito Bonsignore

Vicepresidente del Grupo PPE en el Parlamento Europeo 11

Prefacio del libro de Carlo Casini

Jefe de la Delegación UDC/SVP - Grupo PPE en el PE

y Mario Mauro

Jefe de la Delegación PdL - Grupo PPE en el PE 15

Prefacio de Giulio Andreotti

Presidente de la Fundación Alcide De Gasperi 19

Introducción de Maria Romana De Gasperi

Vicepresidenta de la Fundación Alcide De Gasperi 23

Nota del autor 27

1. La preparación de un líder 33

1. En la escuela del Trentino de finales del XIX 33

2. La Universidad en Viena 34

3. La «cuestión nacional» 37

4. La Universidad italiana 39

2. Periodista y diputado 43

1. Celestino Endrici, un obispo social 43

2. Primeros éxitos electorales 44

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www.eppgroup.eu

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Índice

3. El fin de la monarquía 103

4. El tripartito 104

5. El tratado de paz 107

6. El viaje a Estados Unidos 109

8. Del tripartito al centrismo 113

1. Continúa el tripartito 113

2. El alejamiento de la izquierda 115

3. Hacia el centrismo 118

4. El 18 de abril de 1948 119

9. Gobernar durante la Guerra Fría 125

1. El Pacto Atlántico 125

2. Las reformas 126

3. La guerra de Corea 129

4. Las elecciones romanas de 1952 133

10. Europa, nuestra patria 139

1. La larga preparación 139

2. Un europeísmo concreto 141

3. De Gasperi y Estados Unidos 143

4. La CED y Europa 144

5. Las elecciones de 1953 146

11. El último año 151

1. Otra vez Trieste 151

2. Secretario de la DC 152

3. Los últimos meses 155

Bibliografía esencial 161

3. Actividad sindical y polémicas con los socialistas 46

4. En el Parlamento de Viena 47

5. La Gran Guerra 49

3. De Austria a Italia 53

1. Incomprensión y disputas 53

2. El Partido Popular Tridentino y la batalla por la autonomía 56

3. Las elecciones políticas 59

4. Los años del Partido Popular 63

1. Diputado al Parlamento italiano por el Trentino 63

2. El fracasado acuerdo con los socialistas y la llegada del fascismo 64

3. La ley electoral fascista 67

4. El asesinato de Matteotti y el Aventino 68

5. El fin de la libertad 71

5. Durante el fascismo 77

1. Violencia, detención y cárcel 77

2. Los Pactos de Letrán 80

3. En la Biblioteca Vaticana 82

4. «L’Illustrazione Vaticana» y la Europa de los años treinta 84

6. De vuelta a la actividad política 89

1. La fundación de la Democracia Cristiana 89

2. Buscando el apoyo de la Iglesia 92

3. De vuelta a la vida política en Roma 93

4. Ministro de Asuntos Exteriores 95

7. Un católico preside el Consejo 99

1. De Parri a De Gasperi 99

2. En la Presidencia del Consejo 101

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Prólogo

Prólogo de Joseph Daul

Presidente del Grupo PPE en el Parlamento Europeo

y Vito Bonsignore

Vicepresidente del Grupo PPE en el Parlamento Europeo

La publicación de una biografía que relata el compromiso político de Alcide De Gasperi, más

de 50 años después de su muerte, no se debe solamente al hecho de que para nosotros,

demócratas cristianos, representa una de las personalidades más relevantes de nuestro

movimiento político.

En efecto, las publicaciones de este hombre, que fue sucesivamente representante de la minoría

italiana en Austria-Hungría, feroz opositor al fascismo de Mussolini, Presidente del Consejo

de Ministros italiano durante cerca de ocho años y principal arquitecto de la reconstrucción de

su país durante la posguerra, continúan siendo grandes obras en la constitución de nuestro

pensamiento y nuestros ideales.

No obstante, aunque parece que el transcurso del tiempo termina por erosionar los principios

más brillantes y aunque el pensamiento evoluciona, la importancia de las acciones de De

Gasperi ha permanecido inalterable. Es esta herencia, independiente de toda ideología, la que

hoy celebramos.

Alcide De Gasperi, nacido a finales del siglo XIX en una región del Trentino, austríaca en

aquella época, hablaba italiano pero estudió en alemán. Expuesto desde muy temprano a la

diversidad cultural del Imperio, militó a favor de la consolidación de los derechos de la minoría

italiana de la que formaba parte. Elegido miembro de la Cámara de Representantes austríaca

antes de Primera Guerra Mundial, se convirtió en diputado del Parlamento italiano en 1921,

una vez finalizado dicho conflicto bélico.

Cercano a los movimientos nacionalistas, rechazó toda asimilación al fascismo de Mussolini,

cuyos valores no reconoció.

Prólogo

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Garante de la unidad de un país fragmentado por décadas de violencia y disturbios, se le

reconoce unánimemente como uno de los artífices de la construcción europea. Por sus

decisiones, por su historia, por sus acciones y a través de esta serie de divergencias, Alcide

De Gasperi ilustra, como Schuman, la idea que se tiene de un gran hombre de Estado europeo

de posguerra.

Defensor de una cultura, de una nación entre otras, también fue ciudadano y artífice de una

comunidad de valores y de intercambios que transformaría todo nuestro continente.

Nacido en una región fronteriza, antiguo ciudadano de un Estado y convertido en dirigente de

otro, vivió las consecuencias que podían derivarse de la lucha entre los Estados de la preguerra.

Presidente del Consejo de Ministros italiano tras la Segunda Guerra Mundial, De Gasperi fue,

junto a Konrad Adenauer y Robert Schuman, creador de la Comunidad Europea del Carbón

y del Acero, cuya Asamblea Parlamentaria empezó a presidir en mayo de 1954, así como el

inspirador de la Comunidad Europea de Defensa. Comprendió que el bien común residía en el

trabajo común. Para él, la paz, el progreso y la prosperidad, lógicamente, no podían encontrar

sus fundamentos más que en la cooperación y la concordia.

Hombre de contrastes, gran humanista y visionario, italiano y profundamente europeo a la

vez, Alcide De Gasperi nos recuerda, a principios de este siglo XXI, las razones de nuestro

compromiso europeo.

Hoy día, cuando una grave crisis económica golpea nuestro continente, cuando a veces parece

que los Estados encuentran la vía del egoísmo, la herencia de Alcide De Gasperi nos enseña

que la integridad nacional y la defensa del proyecto comunitario nos son necesariamente ideas

incompatibles y que, al contrario, el éxito parece residir en la cooperación y la concordia.

En los albores de una nueva década, ante desafíos siempre crecientes y en el marco de un

nuevo Tratado, la aventura europea iniciada por Alcide De Gasperi permanece inalterable.

Nosotros, sus herederos, estamos orgullosos de mirar, hoy día más que nunca, en la dirección

que este visionario europeo apuntó hace ya medio siglo.

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Prefacio del libro

Prefacio del libro de Carlo Casini

Jefe de la Delegación UDC/SVP - Grupo PPE en el Parlamento Europeo

y Mario Mauro

Jefe de la Delegación PdL - Grupo PPE en el Parlamento Europeo

Para nosotros, los italianos, el recuerdo de Alcide de Gasperi significa memoria de

reconstrucción y de esperanza. Los años durante los que condujo el país no fueron muchos,

pero los caracterizó por la integridad de su vida personal, la amplitud de miras y la tenacidad

de su acción, y su firme anclaje en una visión cristiana del hombre y la sociedad.

Se puede decir que, aún hoy, necesitamos a De Gasperi. No basta con celebrar el pasado.

Han cambiado muchas cosas desde aquel 19 de agosto de 1954 en que murió, pero todavía

hay una reconstrucción que llevar a cabo, una esperanza que reavivar.

El autor del libro que ahora presentamos explica por qué De Gasperi dejó este mundo llevando

en su corazón una vena de tristeza, vencida sólo por su fe cristiana. Tenía la sensación de no

haber podido completar su obra en dos puntos fundamentales: la unidad de la Democracia

Cristiana y la unidad europea.

Al primer objetivo dedicó todos los recursos después de que el Parlamento denegara la

confianza a su VIII Gobierno, aceptando por esta razón, el 28 de septiembre de 1953, el

cargo de Secretario del Partido, pero pronto habría de constatar la existencia de fisuras y

experimentar decepciones. Lo dijo expresamente en su último discurso político, pronunciado

en el Congreso democristiano de Nápoles, en julio de 1954, pocos días antes de morir. Como

última admonición, ya cansado y enfermo, recomendó la unidad del Partido.

De Gasperi fue un infatigable defensor de Europa, proponiendo de inmediato el enfoque

político y federalista. Pero las dificultades encontradas en Italia y Francia para ratificar la CED

llevaron a De Gasperi, ya moribundo, a escribir, el 9 de agosto siguiente: «mi espina es la CED».

Prefacio del libro

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¿En qué sentido, pues, podemos afirmar la actualidad de De Gasperi? ¿Qué hay que reconstruir

en Europa? ¿Qué tarea asignaría hoy De Gasperi al Partido Popular Europeo?

Han cambiado muchas cosas, es cierto. Ya no hay escombros en las ciudades europeas.

Ha caído el muro de Berlín. El imperio soviético no representa ya un peligro inminente.

Sin embargo, hay algo más hondo que reconstruir. Es lo que Václav Havel, entonces Presidente

de la República Checoslovaca, que acababa de reconquistar la libertad, de visita en el

Parlamento Europeo llamó el «alma de Europa». De Gasperi aludió a ella, como se recuerda

en las últimas páginas de este libro, el 21 de abril de 1954, en París, en una conferencia

parlamentaria europea. Sostuvo que «en el origen de la civilización europea se encuentra el

cristianismo» con su idea de la «centralidad de la persona humana», «su culto al derecho…

su culto a la belleza… su voluntad de verdad y justicia aguzada por una experiencia milenaria».

Treinta años después, el enérgico mensaje de Juan Pablo II sobre la unidad cultural de Europa

y sus raíces cristianas fue muy similar a este pensamiento de De Gasperi, e hizo que resonara

en toda Europa, contribuyendo así, como las trompetas de Josué bajo los muros de Jericó,

a derrumbar el signo de la «innatural división de Europa».

Pero la nueva Europa rechaza el cristianismo como compañero de viaje. En la flecha que señala

su camino está escrito «dignidad humana», y los derechos humanos son su bandera. Pero

a veces parece como si Europa no supiera ya reconocer al hombre y, por ello, resulta frágil y

contradictoria su proclamación de los derechos humanos. Existe un muro invisible que todavía

divide a Europa.

Hay algo que reconstruir. El instrumento político esencial es el Partido Popular Europeo. Es lo

que nos dice hoy De Gasperi. La unidad política de Europa todavía está por completar, pero

no se podrán vencer las dificultades si Europa no reencuentra su alma, es decir, en definitiva,

los valores que fecundaron sus raíces remotas y dieron entusiasmo y coraje a quien, hace 60

años, inició la construcción del edificio político europeo. La condición realista para que este

extraordinario proyecto se haga realidad es la unidad y la fuerza del Partido Popular Europeo,

que debe dejarse identificar y unificar por los valores de los padres fundadores. Esto nos

recuerda que se ha dado el nombre «De Gasperi» a la sala donde se reunirá en Bruselas el

Grupo parlamentario del Partido Popular Europeo.

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Prefacio

Prefacio de Giulio Andreotti

Presidente de la Fundación Alcide De Gasperi

La segunda edición italiana de esta biografía y la primera edición en inglés, francés, alemán y

español verán la luz en el 56º aniversario de la muerte de Alcide De Gasperi, el Presidente de

la Reconstrucción de Italia.

Son realmente pocos los políticos desaparecidos cuyo recuerdo permanece inalterado y,

por el contrario, con el paso del tiempo parece reavivarse, depurándose cada vez más de

toda contingencia o apasionamiento y mostrando la esencia del pensamiento, la coherencia

y la enseñanza.

De Gasperi se mostró en todos los aspectos «especial»: si no hubiese sido diferente de todos

los demás, hoy hablaríamos de él sin duda con la memoria afectiva intacta, pero no como un

guía cuya acción esclarecedora y persuasiva continúa.

Durante el terrible paréntesis del fascismo y la guerra, De Gasperi desempeñó las funciones

de bibliotecario de la Biblioteca Vaticana, donde tuvo ocasión de ahondar y perfeccionar sus

estudios y analizar en profundidad antiguos y nuevos acontecimientos políticos, así como

corrientes de doctrina social que después le serían útiles durante los años de gobierno.

Hay que hacer especial hincapié en un aspecto de su larga vigilia en la oposición: su constante

preocupación por mantenerse en contacto con los jóvenes, a los que se dirigió en un

artículo de 1934, naturalmente no firmado y publicado en un número único de la Asociación

Universitaria: «La mayor dificultad que encuentra un joven hoy es la de ser y seguir siendo él

mismo. La conciencia de la dignidad personal, el orgullo de las propias convicciones, la lógica de

un estilo propio son bienes inestimables, que dan la alegría de vivir, el orgullo de obrar. Por esta

razón, sobre todo los jóvenes, que sienten con más agudeza la necesidad de la personalidad,

buscan las luchas y los desafíos, porque sólo la lucha abierta y arriesgada permite a la persona

ensancharse y adquirir unos rasgos precisos. Nosotros no creemos en cataclismos ni en

Prefacio

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Prefacio

sólo podían encontrar un sólido anclaje democrático en una fuerte y clara caracterización de

la política exterior.

Además, las circunstancias históricas brindaban al fin a un estadista italiano la posibilidad de

desempeñar un efectivo papel de primer plano en la paciente reanudación de las relaciones

entre Alemania y el Occidente europeo.

Había que trabajar en positivo para acercar intereses y posiciones europeas occidentales, y De

Gasperi intentó hacerlo en dos direcciones, una de ellas coronada por el éxito y la otra fracasada.

La Comunidad Europea del Carbón y el Acero no fue sólo un importante acuerdo económico, útil

entre otras cosas para el acercamiento franco-alemán. La creación de un «pequeño Parlamento»

de la CECA supuso el primer paso hacia la asamblea multinacional soñada desde hacía tiempo

por De Gasperi. Las circunstancias quisieron que De Gasperi fuese su presidente, como último

acto de su vida pública, truncada demasiado pronto por su repentina muerte en agosto de 1954.

Entretanto, De Gasperi vio firmar, pero no ratificar, el Tratado de la Comunidad Europea de

Defensa. Este era el segundo de los objetivos mencionados. La prudencia de no considerar

eterno el esfuerzo participativo norteamericano en la defensa de Europa, con un empleo

formidable de hombres y medios, y la sensación de que algunas naciones habrían asumido

individualmente iniciativas autónomas (como sucede con las fuerzas nucleares francesa e

inglesa) llevó a De Gasperi –que era un hombre de paz hasta lo más profundo de su alma– a

convertirse en entusiasta partidario y propagandista muy activo de la CED. En su intención

estaba también una garantía definitiva de la integración europea de Alemania.

Muerto De Gasperi, su europeísmo no quedó sepultado, sino que por el contrario siguió

siendo –no sólo para la Democracia Cristiana Italiana– la más importante de sus herencias

programáticas. Y cuando en 1957 se firmaron los Tratados de Roma, todos atribuyeron

espontáneamente a De Gasperi la paternidad de la Comunidad Económica.

Quisiera concluir recordando lo que el 4 de octubre de 1947 dijo De Gasperi en la Asamblea

Constituyente italiana: «Este Gobierno se ocupó, ya en su primera presentación en la

vida internacional, de lanzar y alimentar la idea de una unión de los Estados europeos:

la materialización de esta idea será lenta, pero constituirá la esperanza del futuro.»

No se puede dejar morir la semilla de esta esperanza, cueste lo que cueste.

visiones apocalípticas, sino que rezamos y confiamos en que el fermento cristiano actúe

como levadura regeneradora y las nuevas generaciones conozcan un nuevo progreso cristiano.

Por ello, el viático que, si tuviese autoridad para ello, daría a los jóvenes y los muy jóvenes

sería: sed vosotros mismos y sed optimistas.»

Hacía falta un temple moral realmente fuerte para poder decir palabras de optimismo, alegría

y confianza en aquellas circunstancias.

De Gasperi tuvo que afrontar, durante el fascismo, serias dificultades económicas, pero nunca

aceptó negociar en torno a sus principios con el régimen y, cuando llegó al poder, nunca se

aprovechó de la vida pública para tener lo que quizás podría haber sido una justa compensación

por los momentos en que la sociedad le había quitado tanto los bienes materiales como sus

derechos ciudadanos.

De Gasperi era distinto de los demás y quienes tuvieron la suerte de trabajar cerca de él

sintieron la fascinación de un compromiso apasionado, profundo, incansable.

En los años de gobierno, De Gasperi vio el proyecto europeo como un motor cultural y político

del renacimiento de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, por lo que encuadraba la política

interior en unas directrices precisas de política internacional. De ahí resultaba la búsqueda

de una plataforma estable de colaboración democrática que pudiese contener en sí misma

cambios y novedades, pero con un aspecto fijo: la intransigente salvaguardia del método

parlamentario como objetivo permanente y no como paso táctico para superar el sistema.

Si algún historiador hojea en el futuro las actas del Consejo de Ministros italiano, comprobará lo

profundamente diferentes que fueron los ocho años de presidencia de De Gasperi con respecto a

los períodos anteriores y a los que siguieron. De Gasperi dedicaba al menos la mitad del tiempo

a la política exterior, informando y recibiendo información en detalle, y pidiendo a sus colegas del

Gobierno que pusieran todo su interés en los asuntos concretos expuestos.

Se puede pensar que De Gasperi se sentía atraído por la política exterior debido a su formación

multinacional, cuando, como diputado del Trentino irredento, formó parte del Parlamento

vienés mixto y de las «Delegaciones» que se reunían en la capital húngara. Pudo ser un

motivo adicional, pero no fue ciertamente la razón esencial. Creo que ésta debe buscarse en la

meditada convicción de que las débiles estructuras económicas y sociales de nuestra nación,

casi fatalmente destinadas a permanecer durante mucho tiempo en una peligrosa fragilidad,

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Introducción

Introducción de Maria Romana De Gasperi

Vicepresidenta de la Fundación Alcide De Gasperi

Cuando los acontecimientos políticos de un tiempo pasado han perdido el ardor de la polémica

y han pasado a la Historia, los hombres que formaron parte de ellos adquieren la dimensión

real que les da el tiempo. Así sucede con la figura de Alcide De Gasperi, que en vez de entrar,

con el paso de los años, en la sombra de los recuerdos, parece ensanchar su contorno más

allá de las fronteras de su país. Esto nos lleva a no limitarnos a narrar su vida política a través

de hechos que tuvieron lugar en un tiempo pasado y difícilmente se presentarán con el mismo

aspecto en nuestro presente. En su lugar, debemos mirar al hombre en su modo de hacer

política, en su fidelidad a los principios de libertad, solidaridad y democracia y en su entrega

al servicio de estos ideales con espíritu misionero, para que quienes deseen seguir su camino

todavía puedan ver un ejemplo y obtener ayuda.

Interesante sigue siendo su interpretación cristiana del hombre de Estado, cuando contaba

cómo durante los años pasados en la Biblioteca Vaticana abría siempre con emoción los

viejos manuscritos y, entre ellos, De re publica de Cicerón: «Recuerdo con qué veneración

y respeto lo abrí porque sentí que allí estaba la única política que habría podido aprender.

Política de largo metraje, de larga e histórica perspectiva. Ahí estaban los principios que el

antiguo filósofo y político defendía, sentando las bases de su doctrina sobre la República.

«Entre otras cosas, decía (y esto hay que recordarlo porque se ha convertido en espíritu de mi

espíritu, sangre de mi sangre, parte de mi orientación y de mi vida política): «nada acerca tanto

la humana virtud a la divinidad como la fundación de ciudades nuevas o la preservación de

ciudades ya fundadas». Quería decir que no hay tarea más grave ni de mayor responsabilidad

y elevación que ocuparse, en puestos de dirección, de la política de los Estados. Sentí en

aquel momento y vuelvo a sentir hoy, a través de la interpretación cristiana, lo que sentían los

antiguos: regir un Estado establece un vínculo íntimo con Dios, nuestro Padre, y genera una

responsabilidad inmediata hacia el pueblo; pero hacia el pueblo como portador de la divina

voluntad que nos rige.»

Introducción

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Introducción

amargura y el alivio de ciertos regresos y sé que es un seguro consuelo la certeza de haber

seguido sólo la línea del propio deber. Tú estás, después de tan largo trabajo, en esta situación

y tampoco a ti pueden faltarte, junto con el penoso espectáculo de los incontables que siempre

temen equivocarse al adivinar de dónde sopla el viento, la solidaridad, la estima y el afecto

de las personas de bien… en la vida nada vale más que la sonrisa de los amigos de verdad».

Ha vuelto con el Padre, dicen en nuestras iglesias cuando se acompaña al que ha fallecido y

se le quiere recordar de algún modo. Y para que quienes no pudieron conocer a De Gasperi

no pierdan el ejemplo de su ser cristiano y político al mismo tiempo, transcribo algunas líneas

de una de las últimas cartas enviadas por Ivan Matteo Lombardo, colaborador fiel, en varias

ocasiones Ministro de sus Gobiernos, interesado sobre todo en las relaciones con los países

de Europa y América.

«Habría querido decirte muchas cosas, pero sobre todo expresarte desde lo más hondo

del corazón los sentimientos de devoción, reconocimiento y afecto fiel de un italiano ni

olvidadizo ni ingrato. Todo lo que has hecho hasta ahora por defender los valores supremos

de la civilización cristiana, por la salvaguardia de la libertad, por el bien de nuestro país, por

dar a éste un hábito democrático, por enseñar humildad y sentido de la dedicación a los

italianos, por marcar nuestros atormentados tiempos con tus inimitables dotes de Hombre y

de Estadista, todo eso ha pasado ya a la Historia…»

Y se preguntaba también De Gasperi, ¿qué valor tendría haber conquistado todas las libertades

y renovado el respeto por lo que representa el Estado si nos faltase la buena conciencia?

¿Qué sentido tendría dedicarse al bien de los demás si los hombres de la administración,

la burocracia, el comercio o de cualquier otra empresa no siguiesen las leyes de la moral?

El valor de una vida se mide con más equilibrio y verdad cuando se la puede juzgar en

perspectiva. Es lo que sucede con el juicio que se hace sobre Alcide De Gasperi en las

publicaciones de los últimos años, cuando también las nuevas generaciones han comprendido

que disponen de una herencia que usar, aunque no parezca la cosa más fácil.

Gobernar es a veces un sufrimiento, pensaba mi padre, como tener que negar satisfacción

a quien la merece, deber abandonar proyectos porque no llegan los fondos, pedir a la gente

sacrificios por el bien común y hacerse entender. Todo esto requería una personalidad fuerte

unida a una antigua experiencia política, sin olvidar una preparación espiritual y un hábito de

vida acorde con la fe. En los pensamientos breves, escritos casi siempre en latín, esbozados

en cualquier pedazo de papel que mi padre tuviese delante, encontramos sus meditaciones

sobre las lecturas de San Agustín, las cartas de San Pablo o la Imitación de Cristo. Entre los

que se encuentran en italiano, elijo dos: «Pensamiento sobre la hegemonía: poder servir, tener

la fuerza de realizar, imponer el orden, consolidar la democracia.» Y después, su vocación

política, que debe ponerse al lado de su espiritualidad, con este escrito: «Perdóname Señor,

pero llevo conmigo en mis ocupaciones tu plegaria. Penetra toda mi actividad, ruega Tú en mi

trabajo y en toda la entrega de mí mismo».

Espiritualidad y política convivían en el mismo plano, una arrojando luz sobre otra, sin

confundirse, sin perder libertad en su ámbito de acción, pero de acuerdo y en plena armonía.

Su ser cristiano no le impedía respetar las ideas y principios políticos o religiosos distintos

de los suyos cuando eran defendidos por gente honesta y de buena fe. Durante su vida, larga

en hechos, que no en años, De Gasperi supo soportar injusticias, dificultades económicas e

incomprensiones con gran coraje, humildad y sentido del equilibrio. También el abandono

final por parte de aquellos movimientos políticos que había incorporado a sus Gobiernos,

regalándoles más importancia de la que merecían, lo humilló, pero quiso afrontar una derrota,

prevista, por integridad moral y por ese sentido de Estado que jamás lo abandonó.

Leo unas líneas de un amigo del sector laico que escribió a De Gasperi después de su último

intento de recuperar el Gobierno en julio de 1953. Dice entre otras cosas: «…Conozco la

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Nota del autor

«Quien escriba la vida de Alcide De Gasperi deberá estudiar no solo las ideas sociales y

políticas que lo guiaron y sus acciones, sino también y sobre todo su espiritualidad»1. Estas

palabras de Franco Costa, un sacerdote que conoció bien a De Gasperi, escritas al día siguiente

de su muerte, siguen siendo hoy una útil guía biográfica. Es difícil comprender al hombre,

ir más allá de la mera descripción de los hechos y los acontecimientos de su vida sin tener

presente su fe cristiana, alimentada en la lectura constante de las Sagradas Escrituras, los

textos de los padres de la Iglesia y los místicos. Baste recordar el diálogo continuo con su hija

sor Lucía, que le sugería cotidianamente temas de meditación y daba a su espíritu algunos

instantes de descanso en la atormentada vida política de los años cincuenta, para darse cuenta

de hasta qué punto era importante la religión cristiana en la vida de De Gasperi. Pedía a su

hija el apoyo espiritual de la oración para tener la fuerza que le permitiera soportar la pesada

carga de la vida política.

«Reza mucho a Jesús» –le escribía al terminar la crisis de gobierno de julio de 1951– «para que

tenga misericordia de mí y yo pueda sentirlo, porque sin Su presencia no tendré valor, no sabré

cómo llevar este gran peso que tal vez de forma temeraria me he echado a la espalda, aunque

tampoco podía haber hecho otra cosa»2.

Comenzaba el día leyendo Imitación de Cristo o meditando sobre algún pasaje de las Sagradas

Escrituras. Rezaba a menudo y afrontaba los acontecimientos con la tranquila serenidad de

quien acepta los designios inescrutables de la Providencia y sabe que el Señor jamás niega

su ayuda a quien se la pide. Vivía su fe como una íntima relación con Dios, hablando en

secreto con Él, sin hacer nunca ostentación de sus prácticas religiosas. Sin embargo, no era

una religiosidad alejada de la vida diaria, sino, al contrario, era su inspiración para actuar.

El De Gasperi hombre de fe y el De Gasperi hombre político eran el mismo hombre.

De Gasperi no fue como los demás políticos italianos de la posguerra. Su recorrido político,

por otra parte, fue también muy distinto del habitual entre quienes representaban al mundo

católico italiano. De hecho, pasó más de la mitad de su vida bajo el Imperio austro-húngaro.

Se formó espiritual y culturalmente en el Trentino de los Habsburgo y allí tuvo sus primeras

1. F. Costa, La spiritualità di De Gasperi, en M.R. DE GASPERI, Mio caro padre, Morcelliana, Brescia, 1979, p. 153.

2. A. De Gasperi a L. De Gasperi, 3 de agosto de 1951, en L. DE GASPERI, Appunti spirituali e lettere al padre, ed. M.R. Catti De Gasperi, Morcelliana, Brescia, 1968, p. 216.

Nota del autor

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Nota del autor

el gobierno, de ministro a Presidente del Consejo. Esta carrera gradual le ayudó a estar siempre

próximo a las necesidades de la gente, a enfrentarse con lúcido pesimismo a la realidad, a

rechazar la retórica altisonante e inútil, a no perder nunca de vista el fin último de su acción.

Creía en la democracia política, que consideraba una fase de la evolución de la sociedad

deseada por Dios, que aspira a la libertad política. El recuerdo de cómo la democracia liberal

desapareció atacada por el fascismo hizo que en ocasiones adoptara posturas muy duras en

los enfrentamientos entre derecha e izquierda que podían poner en peligro la joven y frágil

democracia italiana de la posguerra. De ahí surgía su anticomunismo, que consideraba

plenamente justificado por el clima de la Guerra Fría y ciertas declaraciones y acciones de los

dirigentes y los militantes del PCI. Durante la guerra de Corea, en una situación que parecía

amenazar con una verdadera declaración de guerra, promovió la introducción de formas de

«democracia protegida», pero sin atender a los que, en Italia o en el extranjero, proponían

ilegalizar el Partido Comunista.

Creía que el comunismo no se combatía con leyes represivas, sino consiguiendo una mayor

justicia social y una distribución más equitativa de la riqueza. Pero para poder distribuir la

riqueza primero había que crearla, y de ahí se deriva la idea de la reconstrucción basada

en la política económica de Einaudi y Pella, para llegar más tarde al «tercer tiempo social»,

una fase de reformas atrevidas que chocaron con el ambiente de Confindustria y con las ideas

de su presidente, Angelo Costa.

Pese a ello, fue acusado de ser el representante de Confindustria, y también, en otras ocasiones,

de Estados Unidos y, más a menudo, del Vaticano. Siempre fue fiel a la Iglesia y respetuoso

con la jerarquía, aunque supo distinguir, sin separarlas, la esfera religiosa de la esfera política.

Mientras que la opinión pública lo considera el representante principal y más autorizado del

mundo católico en la vida política italiana, muchas veces se vio obligado a superar, solo y en

silencio, obstáculos y dificultades en sus relaciones con la Santa Sede. Su mayor mérito fue

llevar al mundo católico italiano a la plena aceptación de la democracia y contribuir a que se

superaran aquellas «barreras históricas» que había levantado el Resurgimiento.

Su constante búsqueda de colaboración con los partidos laicos, incluso cuando no era

estrictamente necesario desde el punto de vista parlamentario, se debía ciertamente al deseo

de subrayar la naturaleza laica y aconfesional del Estado italiano para eludir el riesgo de una

clericalización que en realidad no agradaba a determinados sectores del mundo católico.

experiencias políticas. Por eso no vivió el trauma de la cuestión romana, la polémica de

los «católicos diputados» o los «diputados católicos», la experiencia fracasada del partido

político y, sobre todo, las diferencias entre el Estado italiano y la Iglesia católica. Su origen

y su formación explican su rechazo a toda forma de nacionalismo, la atención que prestó a

los problemas de las minorías étnicas y su apertura a los grandes problemas internacionales.

También dentro de la Democracia Cristiana se manifestó su carácter único, que lo distinguía de

los políticos de la más profunda inspiración cristiana, como Dossetti, La Pira o Lazzati. Nunca

creó su propia corriente en el seno del partido, nunca tuvo discípulos (aunque muchos, tanto

entonces como hoy, intentaron hacerse pasar por discípulos) ni creó una doctrina política

sistemática en la que apoyarse. Toda su enseñanza está en los actos de su vida, toda ella vivida

para alcanzar, como escribió en 1935 en un testamento espiritual, «un ideal de bondad humana

y de democracia cristiana»3.

Su rigor moral lo mantuvo alejado de todos aquellos que solo buscaban en la política satisfacer

ambiciones o intereses personales, fuesen o no legítimos. Para él no existían el oportunismo

ni transigir con su conciencia. Para cumplir lo que consideraba su misión política, para dar

testimonio de sus ideas, estaba dispuesto a sufrir en silencio, como hizo durante los años del

fascismo, o a aceptar para sí grandes responsabilidades y todas sus consecuencias, como en

las dramáticas decisiones al terminar la Segunda Guerra Mundial. Sus contemporáneos no

supieron entenderlo y, más tarde, tampoco lo haría buena parte de la prensa y la historiografía:

fue un «hombre solo», según la acertada definición de su hija Maria Romana, una de sus más

penetrantes biógrafas.

Su «soledad política», si de tal puede hablarse, no significaba que no tuviese amigos. Tenía

un fino sentido del humor que se manifestaba especialmente en el contacto con sus seres

queridos, pues disfrutaba mucho con las relaciones humanas. Creía en la amistad, en una

amistad hecha de un gran respeto y consideración por los demás, aunque por su carácter

«montaraz», poco expresivo, parecía serio y esquivo.

Gradualmente recorrió todas las fases de la carrera política, desde el consejo municipal de

Trento hasta los parlamentos de Viena primero y Roma después. Ocupó cargos en el partido y

3. Del testamento escrito por De Gasperi el 4 de septiembre de 1935, en A. DE GASPERI, Lettere dalla prigione. 1927-1928, Mondadori, Milán, 1955, p. 9.

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Los principios de la fe católica y las enseñanzas de la Iglesia inspiraron su pensamiento y le

aportaron pistas para la acción, pero en las decisiones concretas sólo se dejó guiar por su

conciencia, no por las «órdenes» de la jerarquía: estaba dispuesto a dimitir y a poner fin a

su carrera política, pero no a asumir la responsabilidad de unas decisiones que consideraba

negativas. En algunas ocasiones, él mismo pidió ayuda a la autoridad eclesiástica –primero al

obispo de Trento y más tarde al Pontífice en persona– para superar momentos difíciles en la

vida del partido.

Su origen y su preparación hacían que estuviera especialmente atento a los esfuerzos por

construir la unidad europea. Comprendía que ese era el modo de curar las heridas abiertas

por la última guerra en los países del viejo continente. Y comprendía también que el proceso

de integración solo suponía ventajas para Italia, también en el plano económico. Animado

por su espíritu patriótico y no nacionalista, estaba convencido de que la base de unas raíces

cristianas comunes llevaría a la unión, y por eso valía la pena aceptar algunas limitaciones en

la soberanía nacional.

De Gasperi fue un hombre de acción: no escribió obras teóricas ni textos doctrinales, sino

artículos periodísticos, discursos para ocasiones especiales y cartas. Pero todo lo que escribió,

dijo e hizo tiene un fundamento único y preciso: su religiosidad, su fe cristiana, en la que

siempre encontraba inspiración para la acción concreta. En este sentido, como ha dicho Jean-

Dominique Durand, «su política fue una política inspirada»4.

4. J.D. DURAND, Alcide De Gasperi ovvero la politica ispirata, en «Storia contemporanea», 1984, nº 4, p. 591.

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La preparación de un líder

1. En la escuela del Trentino de finales del XIX

Alcide De Gasperi nació en Pieve Tesino el 3 de abril de 1881. Su padre, Amedeo, jefe de la

gendarmería local, se había casado el año anterior con Maria Morandini, con la que tendría

tres hijos más: Luigi Mario, nacido en 1883, Marcellina, nacida en 1886, y Augusto, nacido

en 18935. Cuando Alcide tenía tres años, su padre fue trasladado a Civezzano, donde el

primogénito aprendería los rudimentos de su educación religiosa y secular con el sacerdote

Vittorio Merler. La familia se trasladaría después a Trento, y Alcide ingresó con diez años en el

colegio obispal, donde haría sus estudios secundarios con magníficos resultados. En el curso

1896-97 se matriculó en el Imperial Regio Ginnasio Superiore. Entre tanto Amedeo se había

jubilado y tenía dificultades para mantener a la familia: los niños pudieron seguir estudiando

gracias a que no tuvo que pagar las matrículas escolares y a las becas del gobierno. Alcide era

un estudiante atento y diligente que sacaba mejores notas en las asignaturas de humanidades

(especialmente en italiano, alemán y «propedéutica filosófica») que en las científicas.

Además de las notas, esa cierta dificultad con algunas materias se comprueba en los puños

de la camisa que llevó el día del examen, llenos de fórmulas algebraicas y matemáticas. Sin

embargo, aprobó brillantemente en el verano de 1900.

Durante los años de escuela de Alcide, el Trentino vivió un notable desarrollo tanto del

movimiento católico como del socialista, que iban afianzándose al lado del liberalismo,

más antiguo y entonces en crisis. Las tres fuerzas políticas daban respuestas distintas a las

cuestiones sociales y también a la nacional. Había entre ellas una grandísima competencia y

encendidas y ásperas polémicas según la costumbre de la época.

En el seno del catolicismo tridentino crecía la influencia de un clero más sensible que antes

a los problemas sociales y económicos, formado en la escuela de León XIII, el «Papa de los

obreros» y autor de la encíclica Rerum Novarum (1891), base de la doctrina social de la Iglesia

católica. Entre los nombres más destacados de este joven clero podemos recordar a Celestino

Endrici (1866-1940), que había estudiado en Roma y enseñaba teología moral en el seminario

de Trento y que en 1904, con solo 38 años, se convirtió en obispo de Trento, y al sacerdote

Guido de Gentili, excelente organizador y director de «La Voce Cattolica», publicación que

él convirtió en diario en enero de 1897. Gracias al impulso de sacerdotes como ellos pudo

5. Archivo De Gasperi (en lo sucesivo ADG), Austria I, Documenti personali, 1.

La preparación de un líder

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La preparación de un líder

le dieran un poco de sopa. Su situación económica mejoró gracias a las clases que daba a

estudiantes de bachillerato y así pudo trasladarse a una habitación amueblada y alimentarse

un poco mejor.

Su fe cristiana se reforzaba en las dificultades de la vida cotidiana. La participación en la misa

y el rosario diario le servían de consuelo en la adversidad. Su fe era instintiva, inculcada casi

insensiblemente por su madre, y después se afianzó gracias al trato con los sacerdotes de

los que fue alumno: Vittorio Merler, ya mencionado, colaborador en Civezzano y animador

de la Sociedad Agrícola Obrera Católica local, que había orientado a Alcide en los estudios,

y Giuseppe Segata, profesor de alemán en el colegio obispal, con quien mantuvo el contacto

hasta su muerte. Era una fe viva y concreta, poco o nada dada a las profundidades teológicas

o especulativas, sino vuelta más bien a los aspectos prácticos del compromiso social, por

el que empezaba a apasionarse. En la Viena del alcalde socialcristiano Karl Lueger, De

Gasperi, que frecuentaba las asociaciones estudiantiles católicas de distintas nacionalidades,

entró en contacto con representantes del catolicismo social austríaco, como Franz Hemala,

propagandista y organizador del movimiento sindical católico, mano derecha de Leopold

Kunschak, y Friedrich Funder, director del diario «Reichpost», publicación del catolicismo

político y social austríaco, que lo invitó a colaborar en este prestigioso y combativo diario.

De Gasperi se hizo miembro de la Unión Académica Católica Italiana, una de las muchas

asociaciones estudiantiles de Viena, donde se dedicó a los contactos entre estudiantes y

trabajadores italianos emigrados a la capital del Imperio. Dos veces al mes les daba una

conferencia sobre temas diversos, aunque a menudo con un contenido demasiado teórico

para la escasa cultura de aquel público. Por encargo de la Federación de Sociedades Obreras

Católicas habló también a los emigrantes del Trentino llegados a Vorarlberg sobre la encíclica

Rerum Novarum. Así conoció a socialistas y anarquistas y, como escribiría más tarde el propio

De Gasperi, «coseché aplausos y pitadas, sonrisas de compasión, muchos golpes y una

bronquitis que me duró tres semanas».6

Naturalmente, De Gasperi dedicó la mayor parte del tiempo que estuvo en Viena a las clases

en la Universidad y a los estudios. Entre los profesores que más le influyeron destaca Ernst

Commer (1847 1928), que enseñaba teología con orientación neoescolástica. Junto con su

6. M.R. CATTI DE GASPERI, De Gasperi uomo solo, Mondadori, Milán, 1964, p. 22, nº 1.

desarrollarse un movimiento de laicos fieles y dispuestos a luchar contra el socialismo y el

anticlericalismo de corte liberal y masónico en nombre de la doctrina social católica. Emanuele

Lanzerotti, pionero de la introducción de la electricidad en el Trentino, y Luigi Carbonari,

organizador y animador de ligas ciudadanas y cooperativas, figuran entre los laicos más

activos que contribuyeron al «despertar católico» en la región.

Así, con el apoyo y la coordinación del Comité Diocesano para la Acción Católica, nacido

oficialmente en noviembre de 1898, en los últimos años del siglo XIX surgieron o se reforzaron

las organizaciones católicas del Trentino: económicas, como la Federación de Cooperativas,

la Banca Católica Tridentina o el Sindicato Agrícola Industrial Tridentino; culturales, como la

Asociación Universitaria Católica Tridentina (AUCT) o los círculos de lectura; sociales, como

las numerosas sociedades obreras y ciudadanas, que desde 1896 tenían su publicación «Fede

e Lavoro», primero cada quince días y después con una frecuencia semanal; y políticas.

En este ambiente tuvo Alcide De Gasperi sus primeras y limitadas experiencias políticas.

En 1896 acudió al congreso internacional antimasónico de Trento. Más tarde participó en los

congresos católicos de Cles (1898) y Pergine (1899), de los que surgió la AUCT, que quería

responder al acentuado laicismo de la Sociedad de Estudiantes Tridentinos y que contó

con Celestino Endrici como asistente eclesiástico.

2. La Universidad en Viena

En 1900 Alcide, con 19 años, marchó a Viena para asistir a la Universidad. Se matriculó en

la Facultad de Filología, probablemente con la idea de ser profesor de literatura en Trento.

La elección de una universidad austríaca en vez de italiana no fue ideológica, sino práctica:

necesitaba un título reconocido (los italianos no lo estaban) para poder ejercer una profesión

en el territorio del Imperio de los Habsburgo. Por otra parte, la familia De Gasperi no podía

permitirse enviar a Alcide a una universidad italiana, aparte de que ello habría impedido que

recibiera una beca del gobierno.

Los primeros tiempos en la capital del Imperio no fueron fáciles para De Gasperi. Para no

agravar la situación ya precaria de su familia, tuvo que hacer muchas economías. Se alojó en la

Casa de Estudiantes y con frecuencia pasaba por la iglesia dei Minoriti para que los hermanos

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La preparación de un líder

3. La «cuestión nacional»

De Gasperi volvía todos los años a Trento para pasar las vacaciones de verano y reforzar así

los lazos con el ambiente católico local. Muy pronto se impusieron sus notables dotes y en

el IV Congreso de la AUCT (Mezzocorona, 17 de septiembre de 1901) fue elegido secretario.

En aquella ocasión pronunció un discurso sobre «La rebelión cristiana en el campo de la

cultura». En él animaba a sus colegas a estudiar, tanto por el valor intrínseco del estudio como

para contribuir al renacer cristiano, necesario tras un siglo de decadencia. Los católicos tenían

que renovar la cultura «conquistando la vida moderna» y ayudando así a la Iglesia a solucionar

la cuestión social8.

Al año siguiente se convirtió en presidente de la asociación, cuyo programa resumió en tres

palabras: «Católicos, italianos y demócratas», precisando después que «primero católicos y

después italianos, e italianos solo hasta donde termina el catolicismo». Con estas palabras

quería poner de manifiesto su propia renuencia a sacrificar a la «religión de la patria» todos

los demás ideales, a convertir la nación en un dios. «Nosotros», afirmó, «solo nos inclinamos

ante la Verdad suprema, independiente, que no han alterado ni el tiempo ni las ideas de los

hombres, y por ella unimos la familia, la patria y la nación»9.

En sus discursos solía dar una imagen positiva de un Trentino agrícola, donde el catolicismo

se convertía en portavoz de los intereses populares y de la renovación social y luchaba

contra el socialismo ateo e irreligioso, pero también contra el laicismo de la burguesía

liberal. Difundía los ideales de la democracia cristiana con sencillez, para que todos

pudieran comprenderlos.

El partido se llama «demócrata cristiano», y las dos líneas fundamentales y programáticas

explican este nombre: «demócrata» porque es un partido que se propone organizar al pueblo

para que el pueblo salga adelante con sus propias fuerzas y sus propios recursos; «cristiano»

8. Il Congresso dell’Associazione universitaria cattolica Trentina di Mezzocorona, en «La voce cattolica», 19-20 de septiembre de 1901.

9. A. DE GASPERI, I cattolici trentini sotto l’Austria. Antologia degli scritti dal 1902 al 1905, con i discorsi al Parlamento austriaco, Edizioni di Storia e Letteratura, Roma, 1964, vol. i, p. 26.

hermano Luigi Mario, que se ordenó sacerdote en 1905 (y murió un año más tarde, con solo

23 años), Alcide colaboró en la traducción al italiano de La esencia de la Iglesia, un libro que tuvo

una cierta influencia en su concepción de la Iglesia como sociedad ordenada jerárquicamente,

como institución perfecta que no precisaba reformas y que exigía la unidad armoniosa entre

los fieles y su pastor.

Commer sentía simpatía por su joven alumno de Trento y le propuso que le acompañara en

un viaje a Roma en 1902 con motivo del 25 aniversario del pontificado de León XIII. Para De

Gasperi fe una experiencia importantísima, tanto por la fascinación que sentía por los restos

de la Roma clásica y del cristianismo primitivo como por sus encuentros con personalidades

del mundo católico. León XIII y varios prelados de la curia recibieron a Commer y De

Gasperi, que también habló en varias ocasiones con Romolo Murri, destacado miembro del

movimiento demócrata cristiano italiano, y conoció a Antonio Fogazzaro. También asistió a

una clase universitaria de Antonio Labriola, pensador socialista que había despertado un gran

interés en otros jóvenes católicos. De Gasperi apreciaba la lucha de Murri por los ideales

demócrata cristianos y el reformismo social, pero no podía aceptar su reformismo religioso.

La publicación de la encíclica Pascendi, que condenaba el modernismo, sería más tarde la

causa de un claro alejamiento.

De Gasperi escribió en Roma tres cartas al «querido padre Beppo» Segata7, como una especie

de diario de sus primeras impresiones. En ellas se descubre a un hombre que valoraba los

testimonios del cristianismo del pasado, pero que sobre todo estaba atento al presente, al

despertar cultural y social católico que el pontificado de León XIII había impulsado. Como

muchos jóvenes del movimiento católico italiano de la época, sentía una gran devoción por el

Papa, aunque no demostraba mucha sensibilidad por la cuestión romana, que le parecía cosa

del pasado. La visita a Roma y las personas que conoció le confirmaron en esta opinión y le

convencieron de que su obligación era dedicarse a la acción social católica, a difundir en el

Trentino el ideal demócrata cristiano.

7. ADG, Austria V, Corrispondenza privata, 1. Se recogen amplios fragmentos de las cartas en A. ZAMBARBIERI, Appunti sulla formazione spirituale del giovane De Gasperi, en De Gasperi e il Trentino tra la fine dell’800 e il primo dopoguerra, ed. A. Canavero y A. Moioli, Reverdito, Trento, 1985, pp. 379-418.

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La preparación de un líder

La experiencia acumulada en años posteriores en el Parlamento daría precisión y refinamiento

a su concepto de nacionalidad, aún apenas esbozado. Pero es preciso reconocer que su

clara oposición a los nacionalismos agresivos de los años treinta tenía su origen en los vivos

debates sobre la «cuestión nacional» en el Trentino de principios de siglo.

4. La Universidad italiana

Uno de los aspectos más significativos de la cuestión nacional en los territorios italianos

del Imperio era el relativo a la exigencia de una Universidad italiana. No era un problema

nuevo: el gobierno austríaco había intentado darle solución creando en 1899 dos cátedras

de lengua italiana en la Facultad de Derecho de la Universidad de Innsbruck. Esta solución,

sin embargo, no convenció a los estudiantes de lengua alemana, que querían conservar el

carácter germánico de la Universidad de Innsbruck, ni a los de lengua italiana, que querían

una verdadera Universidad nacional, con sede en Trieste. En 1903 hubo enfrentamientos

entre estudiantes alemanes e italianos, y el gobierno austríaco decidió intervenir: temiendo

que la Universidad se convirtiese en centro de divulgación del irredentismo, cambió Trieste

por Rovereto, en la periferia del Imperio y alejada de los demás centros universitarios, como

sede de la Universidad italiana. Los italianos y la propia ciudad de Rovereto lo rechazaron con

desdén: «¡O Trieste o nada!» fue el grito de los estudiantes socialistas y liberales, mientras

los católicos pedían que la sede de la Universidad estuviese en Trento. Después de vivísimos

debates, en 1904 se creó finalmente una Facultad de Derecho italiana en Wilten, cerca de

Innsbruck.

Cuando el 3 de noviembre de 1904 se inauguró la Facultad, estallaron graves incidentes entre

los numerosos estudiantes de lengua italiana reunidos en Innsbruck, entre ellos De Gasperi

y Battisti. Las fuerzas del orden tuvieron que intervenir y muchos italianos fueron arrestados.

Los estudiantes austríacos escribieron «Facultad de Derecho italiana» en la puerta de la

prisión como burla. Gracias a la intervención de Enrico Conci, diputado al Parlamento de Viena

por el Trentino, De Gasperi y sus amigos recobraron la libertad tras 19 días de cárcel, pero la

Facultad de Derecho italiana fue suprimida.

La experiencia de la Universidad italiana convenció a De Gasperi de que era preciso actuar con

la máxima cautela frente a las autoridades austríacas y aprovechar la más mínima concesión

para convertirla en punto de partida, no en punto de llegada. La política intransigente de los

porque la religión de Jesucristo es la base de todos los derechos, la guía de todo el movimiento

y el fin del bienestar civil, económico y político10.

Estaba a favor de una organización sólida de los trabajadores, sin diferencias por su

procedencia. Mantuvo encendidas polémicas con los socialistas, por las evidentes diferencias,

y con los liberales, tanto por razones económicas como nacionales.

La postura de Gasperi en cuanto a la cuestión nacional fue la causa de las mayores

controversias. Anteponer el ser católico al ser italiano hizo que le acusaran de apoyar a Austria.

La polémica no se agotó en el duro debate periodístico de aquellos años, porque después

la continuaron adversarios políticos, periodistas y estudiosos. Los fascistas después de la

Primera Guerra Mundial y los comunistas después de la Segunda Guerra Mundial dibujaron

a un De Gasperi que defendía a Austria y estaba en contra de Italia, para desacreditarlo ante

la opinión pública. En el otro extremo se presentaba la imagen de un De Gasperi nacionalista

e irredentista.

Aunque ciertamente no se puede considerar a De Gasperi un «irredentista» al estilo de Cesare

Battisti, tampoco se puede decir que fuese pro austríaco. Él se sentía italiano y quería defender

y reforzar la conciencia nacional de los tridentinos, pero no convertirla en un valor absoluto,

porque habría sido tanto como negar los derechos de las demás etnias. Desde este punto de

vista le era en lo esencial indiferente entrar en el Estado nacional italiano o permanecer en el

multinacional Imperio austro-húngaro, aunque en realidad el Reino de Italia, por su postura

laicista, no parecía ofrecer las garantías para el libre desarrollo de la vida religiosa que sí daba

el Imperio. A fin de cuentas, lo verdaderamente importante era defender la nacionalidad del

Trentino, sus características fundamentales, sus tradiciones, su lengua, pero, sobre todo, la

religión de los mayores, a la que ponían en peligro los intentos de introducir el protestantismo

de los pangermanistas del Tiroler Volksbund. Así, De Gasperi oponía al irredentismo de los

liberales y los socialistas la «conciencia nacional positiva», es decir, la defensa de los derechos

de la nacionalidad italiana en el ámbito de las estructuras del Estado multinacional de los

Habsburgo.

10. ADG, Austria II, Quaderni di appunti autografi durante il periodo universitario, Dichiarazioni ai soci dell’AUCT, sin fecha.

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La preparación de un líder

irredentistas no había conseguido ningún resultado. En el feliz reinado de Francisco José,

la máxima del «todo o nada» terminaba siempre en «nada»: era preferible contentarse con

poco para después retomar la lucha. Como dijo De Gasperi en una intervención en Riva el

27 de agosto de 1905, dadas las circunstancias, proponía otra vez la solución de Trento para

más tarde «volver al camino que lleva a la meta final: Trieste»11.

En este episodio nació sin duda uno de los rasgos principales de Alcide De Gasperi:

la predisposición a la mediación, a la concesión momentánea a cambio de futuras ventajas.

Lo importante era la sustancia, no la forma; lo importante era conseguir lo esencial. Muchos

años después, en 1947, hablando en el congreso provincial de la Democracia Cristiana de

Trento, dirá al respecto:

«Otra de las lecciones que me disteis cuando yo era joven fue esta: no perder la cabeza por

la forma de las cosas, las manifestaciones públicas ni las cuestiones de estructura. Es preciso

ir al fondo de las cosas y ver cuáles son esenciales y centrarse en ellas, saber distinguir en

el maremágnum de ideas y debates la cuestión sencilla, verla como hace un padre de familia

cuando hace balance, buscar la verdad […]. Esta tendencia a simplificar, ese deseo de ir a

lo concreto es característica de la gente de montaña. Cuando alguien plantea un problema

con frases grandilocuentes, con hermosas palabras, me dan ganas de cogerle por el cuello y

decirle: ‘A ver, al grano: en el fondo, ¿tú qué quieres?’»12.

11. Il comizio di Riva, en «La voce cattolica», 28 agosto 1905.

12. A. DE GASPERI, Discorsi politici, ed. T. Bozza, Cinque Lune, Roma, 19692, p. 136.

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Periodista y diputado

1. Celestino Endrici, un obispo social

En julio de 1905, con un año de retraso por los problemas de la Universidad italiana, De

Gasperi se licenció en filología con una tesis titulada «Los tacaños afortunados de Carlo Gozzi

y sus representaciones alemanas». Nada más volver a Trento, el 1 de septiembre se convierte

en director de «La voce cattolica», como sucesor de Guido de Gentili. Fue Celestino Endrici,

el nuevo obispo, quien decidió que él dirigiera el diario, no para modificar la orientación

pro austríaca de Gentili13, como se ha escrito, sino para dar a esta publicación católica un

aire más laico. Por esta misma razón, al año siguiente pasó a llamarse «Il Trentino» (igual

que «Fede e Lavoro» se convirtió en «La squilla»), lo cual provocó la perplejidad de algunos

viejos sacerdotes y discusiones con los austríacos, que acusaban a los católicos de Trento de

irredentistas. El contrato como nuevo director se había firmado ya el 4 de octubre de 1904, y en

él se estipulaba que entraría en vigor al mes siguiente de que De Gasperi se hubiera licenciado.

Fue una de las primeras acciones de Celestino Endrici, que ocupó la cátedra de San Vigilio el

15 de marzo de 1904 y que desde hacía tiempo conocía y apreciaba al joven Alcide. Los dos se

sentían atraídos por los ideales demócrata cristianos y compartían la idea de crear un partido

político de católicos, democrático y aconfesional, que agrupase todas las ideologías de las

diversas corrientes católicas en nombre de la acción social. De este y otros asuntos habían

hablado largamente en muchas ocasiones. Por estas conversaciones De Gasperi se convenció

de que había encontrado al mejor obispo posible. «Estoy más que convencido», escribió a

su hermano Luigi Mario a principios de 1905, «por lo que he podido conocerle en estos días

de intimidad, de que Endrici es el hombre del día, mucho más de lo que cualquiera pueda

pensar»14.

Como ya se ha dicho, Endrici, de familia acomodada, había estudiado en Roma de 1885 a

1891 para especializarse en teología sagrada. Eran los años en que estaba elaborándose

la doctrina social de la Iglesia, resumida en la encíclica Rerum Novarum, que despertó el

entusiasmo del joven sacerdote. Cuando volvió a Trento dio nuevo impulso a numerosas

iniciativas económicas y sociales del movimiento católico tridentino y luchó por la causa de

13. Véase G. ANDREOTTI, De Gasperi e il suo tempo. Trento, Vienna, Roma, Mondadori, Milán, 1964, p. 56.

14. A. De Gasperi a L.M. De Gasperi, 28 de enero de 1905, en ADG, Austria V, Corrispondenza privata di De Gasperi (1899-1916), 1.

Periodista y diputado

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Gracias a la buena organización del partido y a la movilización del clero, a través del obispo

Endrici, las elecciones de 1907 al Parlamento de Viena, las primeras con sufragio universal

masculino, tuvieron un resultado muy positivo para los populares: recibieron el 70 % de los

votos emitidos y consiguieron siete de los nueve escaños que correspondían al Trentino. Fue

un éxito personal para De Gasperi, que había dirigido hábilmente la campaña electoral desde

las columnas de «Il Trentino» y con numerosos mítines. Atribuyó el éxito a la adopción de un

programa político concreto y preciso, nacido de la experiencia de los católicos en el ámbito

social y económico para el desarrollo de la región. Con el mismo espíritu, al año siguiente

participaron en las elecciones a la Dieta del Tirol, en las que resultaron elegidos los doce

candidatos de la UPPT en los colegios rurales.

Los éxitos electorales de 1907 y 1908 fueron también consecuencia del proceso de orientación

laica del movimiento católico que había iniciado Endrici. Con la imagen más laica y

aconfesional de su organización política, los católicos habían conseguido más apoyos. Sin

embargo, la distinción entre la esfera política y la religiosa no se llevó hasta sus últimas

consecuencias, porque los éxitos de la UPPT estaban íntimamente ligados al interés y la acción

del obispo y del clero local.

Los católicos del Trentino habían conseguido también en el campo político la supremacía

regional de que ya disfrutaban en el plano social y económico. Los católicos empezaron a

obtener buenos resultados incluso en la ciudad de Trento, donde siempre habían predominado

liberales y socialistas. En las elecciones extraordinarias que se celebraron a finales de 1909,

De Gasperi y otros dos populares resultaron elegidos para el consejo municipal. De Gasperi

se distingue por una oposición decidida, aunque siempre constructiva y por presentar

propuestas y proyectos alternativos a los de la mayoría liberal. La actividad de De Gasperi y de

sus compañeros en el consejo municipal, que tuvo gran eco en «Il Trentino», permitió a los

populares conseguir apoyos y lograr otros cuatro miembros en las elecciones extraordinarias

de 1910 y ocho en las municipales generales de 1911. Los populares, aunque estaban aún

lejos de la mayoría, consiguieron también una sólida base en la ciudad de Trento. Gran parte

del mérito correspondió a De Gasperi, que reforzó su prestigio como líder de principios

inamovibles, hábil y práctico en sus decisiones tácticas.

los trabajadores y los campesinos. Endrici, último obispo de Trento en la nómina imperial,

joven, enérgico y especialmente atento a las cuestiones sociales, era muy consciente de la

importancia de que los católicos participaran con un partido y un programa propios.

Nada más ser nombrado obispo, Endrici aceleró el proceso de constitución de una

organización política de católicos tridentinos. El 19 de octubre de 1904 nació la Unión Política

Popular del Trentino (UPPT), en cuya dirección se integraron, entre otros, De Gasperi, Conci,

Gentili y Lanzerotti, junto con otros representantes del comité diocesano y de las principales

organizaciones católicas. La UPPT, también llamada Partido Popular Tridentino, debía

servir para que los católicos del Trentino pudiesen participar con más fuerza en las batallas

electorales, aunque separando las cuestiones religiosas de las políticas y sin comprometer

directamente al poder eclesiástico. Con más de diez años de adelanto respecto de sus

correligionarios italianos, los católicos tridentinos se reunían en un «partido». Mientras que

los católicos italianos, aún inmersos en la «cuestión romana», tenían que contentarse con

algunos diputados católicos y pedir a Roma individualmente la suspensión del non expedit

–la prohibición de participar en las elecciones políticas–, los católicos tridentinos se preparaban

para entrar en acción con toda la fuerza de su organización.

2. Primeros éxitos electorales

De Gasperi, que tenía una clara inclinación a la polémica, no exenta de ironía y humor, lanzó de

inmediato el periódico a la campaña por la reforma electoral, en apoyo del sufragio universal,

directo e igual para los hombres. A la reforma no solo se oponían los liberales, temerosos de perder

su hegemonía, sino también algunos católicos, porque pensaban que el nuevo sistema favorecería

a los socialistas. De Gasperi no ignoraba el peligro, pero estaba convencido de que mejorando la

organización y la preparación política se podría superar la prueba sin grandes problemas.

«El partido popular –escribió De Gasperi en «Il Trentino»– debe ser una vía de unión general

para la educación política, debe difundirse en todos nuestros ayuntamientos, de forma que en

cada centro electoral se reúna un núcleo de socios preparados que, en época de elecciones,

se conviertan en un órgano vivo en contacto con la dirección central»15.

15. Adunanza generale dell’«Unione Politica Popolare», en «Il Trentino», 7 de febrero de 1907.

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de la época de los bárbaros, o mejor de los iluminados por el sol del futuro. Que se vaya a

Romaña con esas imposiciones brutales: aquí las llamamos bravatas. El Trentino no es un

buen sitio para los d’Artagnan, ni soy yo hombre que pierda la calma por una frase estúpida16.»

Algunos meses más tarde, por la presión de los católicos tridentinos, Mussolini fue expulsado

del territorio del Imperio.

En aquellos años De Gasperi trabajó en varios frentes: consejero municipal, director de

«Il Trentino», organizador sindical, miembro del comité diocesano, de la directiva de la UPPT

y, desde noviembre de 1907, vicepresidente de la Banca Industrial y miembro del comité

supervisor de la Unión Trentina de Empresas Eléctricas. Su figura empezaba a ser conocida

en todas las regiones; se acercaba el momento de dar un nuevo paso adelante en su carrera:

la candidatura al Parlamento de Viena.

4. En el Parlamento de Viena

La ocasión llegó en 1911, cuando se disolvió el Reichsrat tras el obstruccionismo parlamentario

de la Unión Eslava y los socialistas. De Gasperi, que tenía apenas treinta años, podía

presentarse como candidato y dirigir la campaña electoral desde dentro. Hizo publicar un

folleto de propaganda de la UPPT, titulado «¡Un partido que trabaja!», en el que se resumía

toda la actividad política y administrativa de los diputados populares. No se escatimó en la

celebración de mítines. Insistió en el estrecho vínculo entre la nacionalidad italiana y la religión

católica, entre la ciudadanía latina y el cristianismo, pero también en el carácter democrático

y popular de la UPPT, recuperando el viejo pero aún eficaz eslogan de «Católicos, italianos,

demócratas». Gracias a la habitual movilización del clero, ardientemente requerida por el

obispo Endrici, los populares conservaron los siete escaños de 1907 de los nueve atribuidos

al Trentino, aunque perdieron votos, mientras que en Trento un candidato católico obligó a

celebrar una segunda vuelta al empatar con el socialista Cesare Battisti. De Gasperi, que se

alzó con el 75 % de los votos en el colegio electoral de Fiemme-Fassa, inició una nueva fase de

su vida representando a los católicos tridentinos en el Parlamento de Viena.

16. [A. De Gasperi], I violenti, en «Il Trentino», 3 de junio de 1909.

3. Actividad sindical y polémicas con los socialistas

Ya se ha mencionado la actividad de propaganda que De Gasperi desarrolló durante su

etapa universitaria entre los trabajadores italianos emigrados a Austria, cuyo ritmo en nada

se redujo tras ser nombrado director de «Il Trentino». Después de la visita de propaganda

a Vorarlberg en 1903, hizo otra en 1906, y creó un grupo de trabajadores textiles. Más

tarde formó en el valle la unión profesional de los aserradores, una categoría oprimida,

con larguísimas jornadas de trabajo y mal pagada por los grandes monopolios madereros,

como el de los Feltrinelli.

De Gasperi guardó toda su vida un grato recuerdo de esta actividad sindical y sobre todo

de la lucha por los aserradores, a los que en ocasiones mencionó en sus discursos después

de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su actividad lo llevó a menudo a entablar

polémicas con los socialistas, que temían la competencia de las organizaciones sindicales

católicas: fue acusado de querer dividir a los trabajadores y de actuar solo para oponerse a los

socialistas. En realidad no se trataba de eso, sino que era una actividad positiva guiada por los

ideales demócrata cristianos, para demostrar que los católicos estaban a favor del progreso,

tan interesados como los socialistas o más en defender a las clases populares.

En febrero de 1909 llegó a Trento Benito Mussolini como secretario del centro sindical local.

De inmediato comenzó una dura campaña anticlerical, no exenta de tintes triviales, en las

columnas del periódico socialista «L’Avvenire del Lavoratore». El 7 de marzo se enfrentó

con De Gasperi en un debate en Untermais, cerca de Merano. De Gasperi respondió a las

insultantes acusaciones de Mussolini a los católicos y a la Iglesia diciendo que, en vez de

enfrentarse, los socialistas y los católicos harían mejor en formar un frente común para

defender los derechos de los trabajadores. Y se marchó, con el pretexto de que tenía otra cita.

De Gasperi no toleraba que la vida pública se convirtiese en «un torneo de insultos y golpes

bajos», mientras Mussolini había puesto en los debates del Trentino una inquietante nota

de violencia: De Gasperi no podía permanecer indiferente.

«A sus amenazas de que va a atacarme con los puños –escribe en «Il Trentino» en respuesta

a las habituales injurias de Mussolini contra los católicos («viles escritorzuelos, sucios

bandoleros de la magia negra del periodismo clerical, mercenarios, sin ideas y sin valor»)–,

yo respondo que le atacaré con la ley. Él encontrará perfecto su sistema; a mí me parece

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Aunque defendía la italianidad de los tridentinos, De Gasperi había conseguido mantener un

delicado equilibrio entre la pertenencia a una nación y la lealtad a las instituciones vigentes,

con la esperanza de que la población del Trentino se convirtiese en un puente entre latinos

y alemanes que garantizase la paz y favoreciese el entendimiento entre los distintos grupos.

Las dificultades llegaron con la guerra de 1914, que estalló pocas semanas después de que

De Gasperi fuese elegido también para la Dieta tirolesa de Innsbruck con una altísima

proporción de los votos.

El asesinato de Sarajevo precipitó los acontecimientos.

5. La Gran Guerra

Al estallar la guerra, «Il Trentino» soñó brevemente con que Italia se pusiera de parte de

los imperios centrales para acabar con el «eslavismo». Más tarde apoyó la neutralidad del

gobierno de Roma. A diferencia de Battisti y los liberales, que anteponían a todo el final de la

dominación austríaca, De Gasperi consideraba, con razón, que una guerra entre Italia y Austria

tendría graves consecuencias para la población del Trentino e hizo cuanto pudo para que no

llegara a producirse.

En el período de neutralidad de Italia, De Gasperi viajó en tres ocasiones a Roma y mantuvo

conversaciones con Karl Macchio, embajador austríaco, con el Papa Benedicto XV y, con

mucha discreción, con el Ministro de Asuntos Exteriores italiano, Sidney Sonnino, el 16 de

marzo de 1915. Estos contactos han tenido interpretaciones distintas e incluso opuestas.

Para sus defensores, De Gasperi fue a Roma para insistir en la italianidad de su tierra y

solicitar a Italia que interviniera. Para sus detractores, en cambio, quería confirmar la lealtad

del Trentino a Francisco José. Ciertamente es probable que De Gasperi, confiando en que

Austria cediese el Trentino a Italia sin guerra a cambio de su neutralidad, tratase de conseguir

garantías respecto de que se mantendría la autonomía de que había disfrutado su región en

el Imperio austro-húngaro. Lo que Sonnino escribió en su diario a propósito de su encuentro

con De Gasperi confirma esta hipótesis18.

18. S. SONNINO, Diario. 1914-1916, vol. II, ed. P. Pastorelli, Laterza, Bari, 1972, pp. 107-108.

Fue entonces cuando cambió su apellido, originariamente escrito «Degasperi» por «De Gasperi».

Probablemente se debió al error de un funcionario, que confundió la primera sílaba con el

principio de un apellido noble. Cesare Battisti ironizó sobre la supuesta vanidad de «Von Gasperi»,

que desde un principio rechazó la idea, pero que finalmente hubo de someterse a la ley de

la costumbre.

La actividad parlamentaria de De Gasperi en Viena ha sido analizada a fondo para encontrar

pruebas de su irredentismo o, en el otro extremo, de sus inclinaciones pro austríacas.

En realidad no mantuvo ninguna de estas dos posturas: como ya se ha mencionado, para De

Gasperi lo fundamental era salvaguardar la nacionalidad italiana y la religión católica de los

tridentinos. Su expresión «conciencia nacional positiva», tan criticada por los irredentistas,

se refería a algo distinto. A fin de cuentas, el Trentino se encontraba dentro del Imperio

austríaco y era preciso defender sus características nacionales, potenciando su autonomía

y mejorando las condiciones económicas y sociales, aunque dentro de las instituciones

existentes. Era importante oponerse al proceso de germanización forzada que dirigía el Tiroler

Volksbund, que buscaba acabar con las raíces latinas y católicas del Trentino.

Como diputado, De Gasperi trató de conseguir la aprobación de determinadas disposiciones

legales favorables para el Trentino. En vez de los rimbombantes discursos y las encendidas

declaraciones en la Cámara, prefería el trabajo humilde en las comisiones, que llevaba a unos

resultados concretos. Fue miembro de los comités de industria y de prensa, y participó en las

«Delegaciones», el organismo que reunía a algunos diputados de los Parlamentos de Viena

y de Budapest y ostentaba el poder legislativo para algunos asuntos comunes (financieros,

militares y de política exterior). Habló muchas veces en defensa de la Universidad italiana,

protestó contra la actividad del Tiroler Volksbund y sus tentativas de germanización, lamentó

el desinterés del gobierno austríaco por los problemas económicos del Trentino y por que no se

le concediese la autonomía. El 8 de octubre de 1912, en una intervención en las Delegaciones y

tras haber enumerado una serie de acciones de Viena e Innsbruck, innecesariamente vejatorias

para los tridentinos, con el pretexto del irredentismo, De Gasperi terminó diciendo: «En vez de

insultar a los tridentinos con tales medidas, el gobierno debería responder a sus necesidades

económicas, nacionales y culturales»17.

17. Véase G. ANDREOTTI, De Gasperi e il suo tempo, op. cit., p. 76.

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Sin embargo, De Gasperi cambió su prudente conducta cuando se declaró el final de la guerra:

el 11 de octubre de 1918 afirmó en el Parlamento que «la población tridentina espera de la firma

de la paz que se reconozca el principio de nacionalidad y que se aplique de forma práctica a

los italianos que viven hoy en Austria»21. Poco más de una semana después, el 25 de octubre,

Enrico Conci, en nombre del Fascio Nazionale Italiano (el organismo que agrupaba a los

diputados populares y liberales de nacionalidad italiana en el Parlamento de Viena), del que

De Gasperi era secretario, declaró que los territorios italianos gobernados hasta entonces por

la monarquía austro-húngara debían considerarse parte de Italia. Así terminaba la experiencia

política de De Gasperi en el Imperio austro-húngaro.

21. Cámara de los Diputados, XXII período de sesiones, 91ª sesión, 11 de octubre de 1918, p. 4626, citado en G. VALORI, Degasperi al Parlamento austriaco, op. cit., p. 153.

El 24 de mayo de 1915 Italia declaró la guerra a Austria y Hungría. Dos días antes y para

evitar las imposiciones de la censura, había dejado de publicarse «Il Trentino», que cedía

su lugar al diario oficial «Il risveglio austriaco» («El despertar austríaco»). Las autoridades

austríacas, que dudaban mucho de la lealtad de los súbditos tridentinos, deportaron pueblos

enteros y dispersaron a sus habitantes por distintas partes del Imperio: 80 000 personas,

aproximadamente la tercera parte de los habitantes de la región, tuvieron que abandonar sus

bienes y sus tierras. Más tarde también el obispo Endrici quedaría detenido en Heiligenkreuz,

cerca de Viena. Como amargamente escribiría De Gasperi, el Trentino se había convertido en

un cementerio: «Con los ayuntamientos disueltos, las asociaciones suprimidas, los diputados

detenidos o huidos, [el Trentino] había desaparecido, y en aquel cementerio había un cartel que

decía: primera zona de guerra»19.

Para evitar la detención (ni siquiera los diputados podían permanecer en la «primera zona de

guerra» sin una autorización especial), De Gasperi se trasladó a Viena, donde organizó un

comité de ayuda a los prófugos. Movido por un sentimiento de caridad humana y cristiana, De

Gasperi se dedicó a ayudar a los deportados, a los que visitaba en sus barracas, y sacó todo el

partido a sus prerrogativas como diputado para aliviar la dramática situación.

El viejo emperador, Francisco José, murió en 1916 y su sucesor, Carlos, decidió convocar de

nuevo el Parlamento austríaco, disuelto en 1914. A diferencia de otros grupos nacionales,

los populares de nacionalidad italiana no hicieron declaraciones de corte federalista o

independentista, sino que se limitaron a reclamar la suspensión de las arbitrarias limitaciones

de la libertad personal y el retorno de los deportados. Sin abandonar su habitual estilo

moderado, el 12 de julio de 1917 De Gasperi habló en el Parlamento de las dramáticas

condiciones de vida de los detenidos, a los que se trataba «no como ciudadanos, sino como

objetos administrados y mejor o peor según el arbitrio y la opinión personal»20. No quiso

plantear la cuestión desde un punto de vista político, sino humano, y consiguió que se

aprobara una ley para ayudar a los detenidos. Su constante trabajo, metódico y tranquilo, logró

más ventajas que las proclamaciones nacionalistas y la cargada retórica irredentista de otros.

La situación lo empujó también a pedir a los italianos del Imperio que se abstuvieran de las

controversias «nacionales», que habrían podido empeorar la situación de los detenidos.

19. Citado por M.R. CATTI DE GASPERI, De Gasperi, uomo solo, Mondadori, Milán, 1964, p. 60.

20. Citado por G. VALORI, Degasperi al Parlamento austriaco, Parenti, Florencia, 1953, p. 161.

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De Austria a Italia

1. Incomprensión y disputas

Alcide De Gasperi no pudo ver la llegada de las tropas italianas a Trento el 3 de noviembre

de 1918: estaba en Berna desde hacía algunos días, en misión oficial con otros colegas

parlamentarios, entre ellos Enrico Conci, tratando de conseguir alimentos para la población

italiana del Imperio. Sin embargo, el verdadero motivo del viaje era otro: entregar al

embajador italiano en Suiza un documento con las peticiones de los italianos del Imperio

austro-húngaro, con vistas a la negociación del armisticio. En Berna recibió la noticia de que

«en Trento y Trieste ondeaba la tricolor»22 y decidió ir con sus colegas a Roma, donde llegó el

6 de noviembre después de un viaje triunfal. La multitud que lo recibía entusiasmada en las

estaciones de tren veía en los ya ex diputados italianos del Parlamento austríaco el símbolo de

la vuelta a la madre patria de las «tierras irredentas».

En Roma De Gasperi tuvo ocasión de hablar con muchos políticos y en especial con el

presidente del Consejo, Orlando, y con el Ministro de Asuntos Exteriores, Sonnini, con quien

ya se había reunido en secreto en marzo de 1915. Pidió a todos que el Trentino conservarse la

autonomía de que había disfrutado en el Imperio. Esas peticiones despertaron las sospechas

de la clase dirigente italiana −que siempre consideró una misma cosa el Estado unitario

nacido del Resurgimiento y la centralización política y administrativa− de un escaso espíritu

patriótico y una adhesión condicionada a Italia. Así nacía un clima de recelo que no favorecía

verdaderamente la integración de las «nuevas provincias». La situación empeoraba por un

inadecuado conocimiento de la geografía, que llevaba a confundir a los tridentinos con los

naturales de Alto Adigio, de habla alemana. Así, muchos funcionarios llegaban a Trento

(y también a Trieste) con espíritu de colonizadores e interpretaban como nostalgia por Austria

cualquier protesta por la ineficacia del gobierno italiano.

Las sospechas de no estar claramente a favor de la anexión a Italia recaían particularmente

en los católicos. Durante la guerra, los irredentistas socialistas y liberales que se habían

refugiado en Italia habían presentado un Trentino vuelto hacia Austria por influencia del clero

local y leal con el emperador. En realidad, aunque había sacerdotes unidos sentimentalmente

a la dinastía, gran parte del clero compartía la idea de De Gasperi de la conciencia nacional

22. E. CONCI, Ricordi di un viaggio attraverso la Svizzera, en «Rivista d’Italia», 1922, f. ix, p. 47.

De Austria a Italia

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De Austria a Italia

La Gobernación contestaba afirmando que el Tribunal Constitucional era el «vocero político»

del partido clerical y censurando sin ambages al diario católico, lo cual provocaba nuevos

enfrentamientos. Cada petición de autonomía, cada protesta contra las decisiones del

gobierno italiano se interpretaba como una manifestación en favor de Austria. Lo cierto es que

no faltaban motivos de protesta contra la administración italiana: no se había previsto un plan

global para reconstruir las zonas devastadas por la guerra; el cambio de la corona imperial

con la lira se había establecido en el 40 % de su valor; los tridentinos que, cumpliendo con el

servicio militar obligatorio, habían servido en el ejército austro-húngaro (sobre todo los que

habían combatido en Rusia, por temor al contagio de las «ideas bolcheviques») habían estado

detenidos varios meses en campos repartidos por toda Italia: la actuación del mando militar

había provocado el descontento. Además, una burocracia con frecuencia obtusa y muy ineficaz

hacía difícil resolver hasta los problemas más simples.

«¿Cómo no reaccionar –se preguntaba De Gasperi en octubre de 1919– y no protestar cuando a

nuestras afirmaciones de la autonomía local se opone una burocracia centralizadora o niveladora,

a veces suave, pero a veces también avivada por la colaboración de los tridentinos que, por un

mal entendido idealismo patriótico o por ambición de dominio y con una cierta tendencia a la

represalia, colaboran con este sistema de gobierno que, pese a la buena voluntad de algunos y a

la amabilidad de muchos, fue a menudo un sistema colonial y casi siempre antidemocrático?»25.

Las disputas no cesaron ni siquiera cuando Nitti sustituyó a Orlando a la cabeza del gobierno

y creó un comisariado civil en sustitución de la gobernación militar. De Gasperi lamentaba

que el gobierno no hubiese escuchado a los representantes del Trentino antes de decidir la

organización de las «nuevas provincias».

«No podemos admitir de ninguna de las maneras –escribió a Giuseppe Micheli, uno de los

exponentes del Partido Popular Italiano más atentos al problema tridentino– que se cambie la

administración, sobre todo lo que se refiera a la administración local, si los nuevos ciudadanos

de Italia no tienen unos representantes que transmitan su voluntad. Hasta los franceses han

reconocido este derecho a participar, tan natural, en Alsacia-Lorena»26.

25. Partido Popular Italiano. Asamblea constituyente de la sección trentina, Trento, 12 de octubre de 1919, s.i.t., p. 10.

26. ADG, Trentino I, Trentino, Autonomia delle Nuove Province, 1, A. De Gasperi a G. Micheli, [Roma, 6 de julio de 1919].

positiva. Muchos sacerdotes fueron detenidos igual que sus fieles y otros fueron a prisión

como sospechosos de deslealtad a las instituciones. El propio obispo Endrici, como ya se ha

mencionado, estuvo preso en Heiligenkreuz por sus ideas patrióticas.

El gobernador militar, que representaba provisionalmente el poder en la región, a la espera

de la anexión oficial a Italia, había pedido a muchos exilados que colaborasen con él y había

recibido su influencia. El temor de los católicos era que, aprovechándose de las posiciones de

poder, quisieran vengarse de los verdaderos o supuestos pro austríacos, tal vez para dar salida

a viejas pasiones anticlericales. De ello se lamenta el obispo Endrici en una carta al Secretario

de Estado cardenal Gasparri: «No se puede negar que el espíritu del gobierno se manifiesta

en general más favorable al liberalismo y que los elementos radicales del Trentino, que se

exiliaron y después volvieron al país con el ejército real, ejercen en ellos un efecto desfavorable

continuo, mientras que a los católicos no se les da libertad ni voz»23.

Para reequilibrar la situación, De Gasperi y Conci pidieron al presidente del Consejo, Orlando,

y al poder supremo que se creara un Tribunal Constitucional que dictaminara y presentara

propuestas a la Gobernación, compuesto proporcionalmente por todos los partidos del

Trentino en función de su representación.

Las relaciones entre la Gobernación, en la que figuraban numerosos liberales y socialistas,

que estaban a favor de Cesare Battisti, y el Tribunal Constitucional, en el que los católicos eran

mayoría (el presidente era Conci y el secretario De Gasperi), fueron difíciles desde un primer

momento. Los enfrentamientos eran diarios. De Gasperi pudo apoyarse en su periódico,

que había vuelto a publicarse el 23 de noviembre de 1918 y ahora se llamaba «Il nuovo

Trentino». Para acabar cuanto antes con la administración militar, De Gasperi pidió que se

convocaran elecciones políticas y administrativas y reclamaba la tradicional autonomía de la

región. Escribió que «las primeras pruebas de la burocracia italiana no aconsejan abandonar

por completo en sus manos la administración, renunciando a aquello que podemos hacer

nosotros mismos. Entramos con alegría en el Estado italiano, pero entramos orgullosos y con

la cabeza alta»24.

23. C. Endrici a P. Gasparri, Trento 8 de marzo de 1919, Archivo de la Curia Arzobispal, Trento, Acta Episcopalia Endrici Coelest., a. 1918-1919, nº 274.

24. Il primo congresso dei Sindaci del Trentino, en «Il nuovo Trentino», 15 de marzo de 1919.

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De Austria a Italia

Buena parte del mérito de la creación del Partido Popular Tridentino correspondió, una vez

más, a la ferviente actividad de De Gasperi, que había aprovechado el apoyo del clero local.

De hecho, había enviado una circular a todos los «pastores de almas» para pedirles que

promovieran secciones del partido en todos los ayuntamientos. En poco tiempo se fundaron

183, con un total de 13 340 afiliados29. Como había ocurrido con la UPPT, las relaciones

entre el partido y la autoridad eclesiástica eran muy buenas. En lo más alto estaba el Comité

Diocesano de Acción Católica, fundado, como se recordará, en 1898, que controlaba todas

las organizaciones católicas, incluido el partido, que, a su vez, apoyaba las reclamaciones

de la sociedad católica y de los sindicatos. No quiere decirse con esto que se confundieran

los papeles, porque el partido debía tener su propia vida, aunque inspirada en la ideología

cristiana de la que era intérprete el comité diocesano como expresión de la voluntad del

obispo. Además, el comité diocesano contribuía a financiar la dirección regional del partido

y compensaba las posibles pérdidas. Cuando Celestino Endrici muere en 1940, De Gasperi lo

recuerda afirmando que su gran mérito fue haber defendido y respetado «la libertad política de

los creyentes, distinguiendo en la vida pública las funciones y las responsabilidades», aunque

«vigilante, de todas formas, en la propia organización católica [es decir, el comité diocesano]

para que siempre estuviesen presentes y activos los conceptos que inspiran el cristianismo

y la justicia social»30.

De Gasperi fue elegido secretario general del partido el 31 de octubre de 1919 y tuvo que pedir

a Nitti la reconstitución completa de los organismos autónomos del Trentino y la convocatoria

inmediata de elecciones políticas en la región. En cuanto a lo primero, una vez más recibió

las garantías del Presidente del Consejo, pero en lo relativo a las elecciones había problemas

internos e internacionales que impedían celebrarlas. El gobierno quería sistematizar primero

la administración de la región, que también englobaba a los habitantes germanohablantes del

Alto Adigio. Pero, por encima de todo, había que esperar a que Italia, Francia y Gran Bretaña

ratificasen el tratado de paz con Austria. Hasta entonces no se podía realizar la anexión formal

de las «tierras redimidas» y, por tanto, era imposible hacer que las elecciones coincidieran con

las italianas del 16 de noviembre de 1919, como habrían deseado De Gasperi y los tridentinos.

29. L’assemblea costitutiva del Partito Popolare, en «Il nuovo Trentino», 14 de octubre de 1919.

30. A. DE GASPERI, Celestino Endrici, Arcivescovo di Trento, en «L’Osservatore Romano», 30 de octubre de 1940.

Otra causa de enfrentamiento fue la persona elegida por el gobierno italiano como comisario

civil: Luigi Credaro. Era radical, profesor universitario de pedagogía y junto con Edoardo Daneo

elaboró una ley de enseñanza (que rechazaban los católicos italianos) y se sospechaba que

pertenecía a la masonería. De Gasperi hizo que el Partido Popular Italiano se ocupara de este

asunto y viajó a Roma para hablar con Nitti. Para recuperar la calma, el Presidente del Consejo

publicó una circular (el 26 de julio de 1919) en la que afirmaba la voluntad del gobierno de

preservar las condiciones especiales y la autonomía tradicional de las «nuevas provincias»,

evitando los errores cometidos en las anexiones de 1859 y 1866 y la «intrusión burocrática

que busca pertinazmente la asimilación»27. Poco después, el Presidente del Consejo ratificaba

estas mismas ideas en el Parlamento.

2. El Partido Popular Tridentino y la batalla por la autonomía

Para De Gasperi, que había librado en primera línea la batalla por la autonomía del Trentino,

era un buen resultado que se había conseguido gracias también a los estrechos contactos con

el Partido Popular Italiano del padre Sturzo, que había apoyado en Roma las exigencias de

los católicos tridentinos. De Gasperi no había participado en la fundación del Partido Popular

Italiano porque estaba «inmerso en la profundidad de nuestros problemas de reconstrucción

local»28. Sí participó en el primer congreso del PPI, en junio de 1919, y Sturzo, haciendo una

evidente concesión a los sentimientos patrióticos del momento, quería que fuese presidente.

Aunque cordiales, las relaciones entre los católicos tridentinos y el PPI entonces no eran aún

muy intensas. Cuando más tarde el Partido Popular Tridentino quedó formalmente constituido

y se integró en el PPI (12 de octubre de 1919), lo hizo prácticamente como grupo federado más

que como sección regional. Por otra parte, en los primeros años de la posguerra, la atención

de la prensa y de los políticos del Trentino se centró en las cuestiones locales más que en la

vida italiana, y su principal preocupación, como ya se ha visto, fue garantizar las prerrogativas

tradicionales de la autonomía.

27. La circular de 26 de julio de 1919 se reproduce en F. SALATA, Per le nuove provincie e per l’Italia, Stabilimento poligrafico per l’amministrazione della guerra, Roma, 1922, p. 286.

28. [A. De Gasperi], Vita breve ma intensa, en «Il nuovo Trentino», 20 de enero de 1923.

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De Austria a Italia

3. Las elecciones políticas

De Gasperi pudo entonces entregarse a la preparación de las elecciones políticas, previstas

para el 15 de mayo de 1921. Basó la campaña electoral en temas de interés local: la autonomía,

la reconstrucción económica y la enseñanza. Este último era especialmente importante

para los católicos tridentinos, que temían que al pasar al Reino de Italia se perdiesen

ciertas prerrogativas, como la enseñanza obligatoria de la religión en la escuela elemental y

secundaria dentro del horario escolar o la prohibición de las clases mixtas.

En prueba de sus especiales relaciones con los populares tridentinos, Sturzo les dio plena libertad

para elegir las candidaturas, salvo la confirmación formal de la dirección del PPI34. Viajó a Trento

para inaugurar la campaña electoral, aunque sobre todo para presentar el programa nacional del

PPI. Cuando el padre Sturzo preguntó a De Gasperi en qué cuestiones pensaba insistir el Partido

Popular Tridentino, le había respondido así: «Nuestros asuntos centrales serán: mantener y

desarrollar las autonomías locales, recuperando las dietas y renovando los ayuntamientos;

conservar la enseñanza religiosa y la legislación social vigente; compensar los daños de la guerra;

lograr la intervención enérgica del gobierno italiano en la liquidación financiera de Austria, en

defensa de nuestros intereses. Para llevar a cabo el programa general solicitamos la ayuda de los

amigos de la dirección y del grupo, y especialmente tus esperadísimas palabras35.

De Gasperi no dudó en recurrir a la autoridad del obispo Endrici para resolver algunos

problemas del partido, sobre todo el enfrentamiento con Rodolfo Grandi, que ya era diputado

en Viena en 1911 y que reprochaba a De Gasperi hacer una política personal e imponer siempre

su voluntad al partido, y amenazaba con no presentarse a las elecciones. De Gasperi, que

comprendía el daño que se haría a la lista popular si se retiraba Grandi, que era enormemente

popular en el valle de Non, hizo intervenir al obispo, que lo convenció para que se presentara.

Mezclar la esfera política y la religiosa no era nada nuevo en el Trentino. Como ya había

ocurrido, el partido popular necesitaba como punto de referencia la autoridad eclesiástica,

sobre todo porque la ley electoral italiana no permitía elegir a sacerdotes para cargos políticos,

como sí se hacía en la tradición tridentina.

34. ADG, Partito Popolare Italiano, 1, Partito popolare en Trentino, telegrama de L. Sturzo a A. De Gasperi, [Roma], 31 de diciembre de 1920.

35. Ibidem, carta de A. De Gasperi a L. Sturzo, Roma, 18 de enero de 1921.

Mientras esperaban la ratificación surgió el debate sobre la organización política y administrativa

que debía tener la región cuando se anexionase a Italia. Los liberales eran partidarios de una

única provincia tridentina para que quedara en minoría la parte alemana del Alto Adigio,

mientras que populares y socialistas defendían dos provincias distintas: una en Trento y la otra

en Bolzano. Tras largas y complejas negociaciones entre los partidos tridentinos, cuya alma era

De Gasperi, y el gobierno italiano, el 8 de junio de 1919 se alcanzó un acuerdo: se mantendrían

las autonomías locales y provinciales que ya existían; no se sistematizaría definitivamente

la administración de las regiones antes de elegir a los diputados locales; el Comisario del

gobierno sería sustituido por un órgano colegial formado por representantes de los distintos

partidos del Trentino; el problema de los germanohablantes de Alto Adigio se resolvería de

forma que se favoreciera su integración31. Todo parecía resuelto, pero al día siguiente cayó el

gobierno de Nitti, que cedió el puesto a Giovanni Giolitti.

Apenas nombrado, el político piamontés quiso reunirse con Conci y De Gasperi (el 6 de julio

de 1920) para reafirmar la voluntad del nuevo gobierno de respetar la autonomía del Trentino

y presentar cuanto antes la ley por la que se ratificaría el tratado de paz con Austria32. Gracias

a los diputados del PPI, a los que De Gasperi facilitó toda la información y la asistencia

necesarias, la ley de anexión del Trentino y el Alto Adigio fue aprobada en septiembre de

1920 con una redacción que preservaba las antiguas autonomías. En el segundo congreso del

Partido Popular Tridentino, en octubre de ese año, De Gasperi pudo decir con satisfacción que

la idea autonomista había salido adelante y había triunfado también en Roma.

«Al principio, nuestra defensa de la representación regional autónoma, de la constitución de

una dieta tridentina suscitó incluso en Trento el desprecio airado de los patriotas extremistas,

que la tachaban de legitimismo pro austríaco; ahora todos los partidos tridentinos la aceptan.

En Roma encontramos ignorancia o aversión: cuántas reuniones, cuántas discusiones, cuánta

energía se necesitó para que acogieran la idea. Ahora tiene plena ciudadanía, gracias a la ley

de anexión33.

31. Sobre los coloquios entre los representantes de los partidos trentinos, dirigidos por De Gasperi, con Credaro y los encargados del Gobierno italiano, celebrados en Roma los días 2 a 7 de junio de 1920, véase A. CANAVERO, De Gasperi e l’Italia nel primo dopoguerra (1919-1921), en De Gasperi e il Trentino, op. cit., pp. 735-740.

32. Véase Annessione vicina, en «Il nuovo Trentino», 9 de julio de 1920.

33. La relazione del segretario, en «Il popolo trentino», 21 de octubre de 1920.

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De Austria a Italia

Gracias a la popularidad alcanzada en la defensa de la autonomía, a la habitual movilización

del clero y a una perfecta organización, el PPI logró en el Trentino la mayoría absoluta y cinco

de los siete escaños. Sin embargo, no todo había salido como esperaban los populares.

Los valles ladinos, que estaban inscritos en el colegio de Trento en vez de en el de Bolzano,

habían votado en bloque por una lista alemana, en menoscabo del PPI, mientras que los

socialistas habían ganado en las ciudades de Trento y Rovereto, con lo que se confirmaba la

tradicional debilidad «urbana» de los católicos. De Gasperi, sin embargo, tuvo un notable éxito

personal y fue el primero de los elegidos. Después de haber representado a los tridentinos

en Viena, ahora debía hacerlo en Roma.

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Los años del Partido Popular

1. Diputado al Parlamento italiano por el Trentino

Apenas elegido, De Gasperi, que en abril de 1920 había entrado en el Consejo Nacional

y la dirección del PPI, fue elegido presidente del grupo parlamentario. Era ciertamente el

reconocimiento de su capacidad política, pero no cabe duda de que el hecho de ser natural

de las «tierras redimidas» le allanó el camino en el partido de Sturzo. Este reconocimiento

al tridentino De Gasperi ayudaba de hecho al partido a rechazar las acusaciones de falta de

espíritu patriótico que muchas veces se hacía a los católicos por su postura neutral en 1914.

Hasta finales de año De Gasperi siguió un tanto alejado de la vida italiana, como demuestran

sus intervenciones en la Cámara, dedicadas casi exclusivamente a los problemas del Trentino y

de las «nuevas provincias». En su primer discurso, el 24 de junio de 1921, explicó, por ejemplo,

cómo entendían los tridentinos la autonomía. Pedían una representación provincial que tuviera

los poderes de las desaparecidas dietas austríacas y, por tanto, no solo con capacidad reguladora

y administrativa, sino también legislativa en ciertas cuestiones, como agricultura, enseñanza,

obras públicas e hidráulicas y la industria ligera. Según De Gasperi, era preciso otorgar esta

autonomía no solo para garantizar un cambio sin sobresaltos de la legislación austríaca a la

italiana, sino también «para poner el movimiento político de las minorías, como células que son,

a favor y no en contra del organismo estatal»36. De Gasperi recordaba bien la política de opresión

nacional que había aplicado Austria, y quería evitar que una conducta similar de Italia con los

ciudadanos de lengua alemana impidiese la coexistencia pacífica de ambas nacionalidades.

Este discurso es uno de los más característicos de De Gasperi y también de los más útiles

para comprender su mentalidad. No exigía autonomía por unos principios teóricos, sino por

la experiencia reciente, que había demostrado sus ventajas. Los ejemplos de la vida diaria

demostraban que la organización administrativa austríaca garantizaba una mayor eficacia

y un menor gasto en comparación con la italiana. De Gasperi recordó, entre otras cosas,

el injustificado incremento de personal en la estación de ferrocarril de Trento y lo comparó con

lo ocurrido con las tarifas postales: «Me pregunto si no es justo que estudiemos y veamos

si no sería posible ahorrarnos tanto bramante, tanto sobre y tanto lacre como derrocha

la administración italiana»37.

36. A. DE GASPERI, Discorsi parlamentari, vol. I, Colombo, Roma, 1973, p. 5, sesión de 24 de junio de 1921.

37. A. DE GASPERI, Discorsi parlamentari, vol. I, op. cit., p. 10.

Los años del Partido Popular

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Los años del Partido Popular

En Italia, mientras tanto, se consumaba la crisis de la democracia: el Estado daba muestras

de impotencia y los gobiernos, cada vez más débiles, eran incapaces de afrontar la creciente

violencia fascista. En aquellos meses de política atormentada, para De Gasperi hubo un rayo

de luz y serenidad: su matrimonio con Francesca Romani, hermana de Pietro, amigo y colega

del Parlamento. Se casaron el 14 de junio de 1922 en Borgo Valsugana y se tomó algunos días

de descanso40.

La situación política degeneraba y no había ni un día sin violencia fascista, no solo contra los

socialistas, sino también contra los populares y sus organizaciones económicas y sociales.

El gobierno Facta, cada vez más débil y desacreditado, no era capaz de reaccionar. ¿Sería posible

una colaboración parlamentaria entre los populares y la parte más moderada de los socialistas

para hacer frente al peligro fascista? Según De Gasperi, no había impedimentos de principio:

incluso había puntos de coincidencia en cuanto a la protección de los trabajadores: solo había

que valorar si la colaboración era oportuna o no en unas circunstancias determinadas.

«Exceptuados los grandes principios fundamentales –escribió en junio de 1922– en que se

inspiran los programas de los distintos partidos, en política todo es relativo, y sería absurdo

rechazar de antemano la colaboración con un partido determinado si con ello se pudiesen

servir de algún modo los intereses supremos del país, que son el objeto primero de la

política»41.

La desconfianza mutua, los prejuicios ideológicos y los vetos de unos y otros, la oposición de

la Santa Sede, la hostilidad de importantes grupos políticos, empezando por los seguidores

de Giolitti, las divergencias entre las distintas corrientes del socialismo italiano impidieron

el acuerdo entre populares y socialistas cuando en julio de 1922 se desató la crisis del

primer gobierno Facta. La sola idea de colaborar, además, llevó a los senadores del PPI a

declararse absolutamente en contra de un acuerdo con los socialistas. Fue una de las primeras

disensiones en el partido que se hizo pública, y tuvo consecuencias bastante graves sobre la

disciplina interna.

40. Véanse las cartas de De Gasperi a Francesca Romani durante el noviazgo y los primeros años de matrimonio en A. DE GASPERI, Cara Francesca. Lettere, ed. M.R. De Gasperi, Morcelliana, Brescia, 1999.

41. [A. DE GASPERI], Per il paese, en «Il nuovo Trentino», 23 de junio de 1922.

En el acta parlamentaria puede leerse que estas palabras se recibieron con «hilaridad».

Efectivamente, la oratoria práctica y concreta de De Gasperi no era la más indicada para

inflamar los corazones de un Parlamento que tanto amaba los discursos elevados, las palabras

hermosas y la retórica y que había mirado con suficiencia a un orador sencillo como Giolitti.

El discurso del diputado tridentino hablaba de un deseo de concreción, de la idea de que

la buena política era ante todo la buena administración, atender a las exigencias de los

ciudadanos, hacer realidad objetivos útiles para todos, tratando de convencer también a

quienes partían de una postura ideológica distinta.

Giolitti perdió las elecciones (27 de junio de 1921) y su sucesor, Bonomi, ofreció a De Gasperi

un cargo en el nuevo ministerio. Pero De Gasperi no lo aceptó38, aconsejado al parecer por

monseñor Gentili, que creía que la actividad de gobierno lo habría distraído de dar solución

a los numerosos problemas provocados por la anexión del Trentino a Italia39. En los meses

siguientes, De Gasperi consiguió que el nuevo Presidente del Consejo publicara un decreto

en el que se recogían casi todas las exigencias de autonomías presentadas. Entre el 8 y el

22 de enero de 1922 se celebraron elecciones municipales en el Trentino, con buenos

resultados para los populares.

2. El fracasado acuerdo con los socialistas y la llegada del fascismo

Una vez resuelta felizmente la cuestión tridentina, De Gasperi podía dedicarse por entero a la

política nacional. Tenía un papel relevante en el PPI. En agosto de 1921, junto con Sturzo, Jacini

y Ruffo della Scaletta, fue a Alemania para reunirse con los responsables del Zentrum y estudiar

la posibilidad de un acuerdo entre los partidos europeos de inspiración cristiana. También

tuvo oportunidad de ver de cerca la colaboración entre el Zentrum y los socialistas, de la que

dedujo consideraciones aplicables a la situación italiana. En el tercer congreso del PPI (Venecia,

20-23 de octubre de 1921), donde subrayó la importancia del movimiento sindical, habló de

la posibilidad de colaborar con los socialistas y contribuyó a que se aprobara una línea de

actuación que no excluía tajantemente el encuentro con la parte del partido que seguía a Turati.

38. La mancata partecipazione dell’on. Degasperi al nuovo ministero, en «Il nuovo Trentino», 5 de julio de 1921.

39. [G. MATTEI], Alcide Degasperi all’alba del XX secolo, ed. M. Dematté, Trento, 1962, p. 270.

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Los años del Partido Popular

«para que la revolución fascista se integre en la Constitución» y para garantizar la pacificación

del país sobre la base de la libertad y la justicia»43. Además, se invitaba al grupo parlamentario

a defender el sistema electoral proporcional. Mussolini, irritado por la marcha del congreso

y nada satisfecho con lo que consideraba una colaboración condicionada, puso fin a la

participación de los populares en el ministerio.

3. La ley electoral fascista

La desaparición de Benedicto XV, el Papa que había revocado oficialmente el non expedit para que

el PPI pudiera presentarse a las elecciones en 1919, fue un duro golpe para el partido de Sturzo.

Desde febrero de 1922 ocupaba el trono pontificio Pío XI, conservador, antisocialista y contrario a

la autonomía de los católicos en la vida política. El nuevo pontífice estaba convencido de que los

problemas de la Iglesia en Italia se habrían resuelto más fácilmente tratando directamente con

Mussolini, que ahora mantenía unas respetuosas relaciones con la Santa Sede y se había deshecho

de su bagaje anticlerical. Así las cosas, el Partido Popular se convertía en un obstáculo y había que

eliminarlo. Al fascismo también le interesaba dejar fuera de juego al PPI, que era la única fuerza

política verdaderamente alternativa. Después de una gran campaña contra el padre Sturzo de la

prensa fascista y nacionalista, con el apoyo de algunos tránsfugas del PPI, la Santa Sede pidió al

sacerdote siciliano que dimitiera como secretario del partido (10 de julio de 1923) y de la dirección,

y poco después (octubre de 1924) salió hacia el exilio en Londres. Sin la fuerza unificadora de

Sturzo, la única persona capaz de guiarlo y dirigirlo sin fracturas, el PPI comenzó a disgregarse.

Con ello contaba Mussolini, que conocía bien las diferencias de opinión dentro del partido.

La primera escisión grave tuvo que ver con la ley electoral. Para reforzar su poder, el gobierno

fascista había presentado un proyecto de reforma electoral, elaborado por Giacomo Acerbo:

el partido con una mayoría relativa (más tarde se establecería un límite mínimo del 25 % de

los votos) conseguiría dos tercios de los escaños. En una reunión con Mussolini y Acerbo

(18 de mayo de 1923), De Gasperi propuso que para obtener tres quintos de los escaños los

partidos deberían recibir al menos el 40 % de los votos44. Mussolini rechazó la propuesta

43. El texto del orden del día en ADG, Partito Popolare Italiano, 1 c, Partito popolare italiano dal congresso di Venezia al congresso di Torino.

44. Informe de la reunión en ADG, Fascismo VII, Varie, 1.

Favorecido por la debilidad del Estado, la indecisión del Rey, la impotencia del gobierno

y las divisiones de los partidos, el fascismo llegó al poder: fue el principio del fin de las

libertades civiles y políticas en Italia. Como es sabido, el primer gobierno de Mussolini fue aún

un gobierno de coalición, en el que hubo dos ministros y cuatro subsecretarios populares.

La decisión de participar la tomó la dirección del grupo parlamentario, presidida por

De Gasperi, en contra de la opinión del padre Sturzo, secretario del PPI. Esto no significaba

que De Gasperi apoyase el fascismo: tenía la ilusión de que Mussolini, por lo que él mismo

había asegurado, restablecería el orden y acabaría con la ilegalidad sin recortar las libertades

que garantizaba el Estatuto. El error de De Gasperi, que también cometieron muchos otros

políticos de la época, fue creer que se podría «normalizar» el fascismo, reducirlo a los límites

de la legalidad constitucional, del mismo modo que, a principios de siglo, Giolitti había

limitado el socialismo a los confines del Estado liberal.

De Gasperi se dio cuenta muy pronto de su error de juicio. Ya en su discurso sobre la confianza

en el gobierno Mussolini, el 17 de noviembre, De Gasperi sintió la necesidad de defender la

importancia del Parlamento, que el Presidente del Consejo había amenazado con convertir

en un «campamento para mis soldados». Y sufrió la tristeza de ver suprimida la autonomía

tridentina en uno de los primeros actos del nuevo gobierno, que extendía a las «nuevas

provincias» la legislación municipal y provincial italiana42.

En el cuarto congreso del PPI, celebrado en Turín en abril de 1923 y con el que Sturzo quería

«desencallar» al partido del colaboracionismo, De Gasperi precisó que la participación en el

gobierno había estado determinada únicamente por la urgencia del momento, por el deseo de

evitar lo peor y devolver la calma al país, después de que Mussolini diera muestras inequívocas

de querer acabar con la ilegalidad. Se trataba, por tanto, de una colaboración momentánea,

que no podía interpretarse como «colaboracionismo», es decir, como una alianza orgánica

con el fascismo. Era más bien un acuerdo temporal que haría posible la reorganización

administrativa y financiera del Estado.

Al terminar el congreso, De Gasperi presentó un orden del día que resultó aprobado, aunque

con los votos en contra, por motivos opuestos, tanto del ala derecha como del ala izquierda

del partido. En el documento se aprobaba la participación de los populares en el ministerio

42. [A. DE GASPERI], La sistemazione delle nuove province, en «Il nuovo Trentino», 6 de enero de 1923.

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Los años del Partido Popular

seguía siendo el primer partido de la oposición. De Gasperi estaba entre los elegidos y poco

después, el 20 de mayo de 1924, fue elegido secretario del PPI46, después de superar, gracias a

la intervención de Sturzo, la resistencia de Endrici y de los católicos tridentinos, que no querían

verse privados de su acción.

Tras la desaparición de Matteotti, De Gasperi se sumó a la decisión de casi todos los grupos

de la oposición –socialistas, republicanos y demócratas constitucionales, aunque no los

comunistas ni algunos destacados liberales– de abstenerse de las tareas parlamentarias:

fue la llamada «secesión del Aventino», durante la cual De Gasperi cooperó activamente con

Turati y Amendola en el comité de la oposición.

La gravedad de la situación exigía decisiones valientes. El 1 de julio de 1924 Filippo Turati

concedió una entrevista a «Il Popolo» en la que proponía a los populares hacer parte del

camino juntos, sin perder ninguno sus características. El 16 de julio de 1924, en el congreso

de secretarios provinciales del PPI, De Gasperi aceptó en general la propuesta. Insistió en el

fracaso de quienes se habían alejado del popularismo y se habían convertido en seguidores

del fascismo con la ilusión de normalizarlo e influir en él. «La política de los seguidores [del

fascismo] –decía– ha fracasado en las reformas sociales, ha fracasado en los valores morales

y ha fracasado sobre todo en su idea de normalización constitucional»47. Ante la persistente

ilegalidad fascista que el gobierno no solo no combatía sino que favorecía, toda la oposición

debía unirse a modo de defensa. Tachó de absurda la idea de que era totalmente impensable

una colaboración parlamentaria entre populares y socialistas, aunque fuese preciso distinguir

entre las corrientes más moderadas y las más extremadas. Colaborando con los socialistas,

los populares ciertamente no habrían renunciado a la «pureza del pensamiento propio»

ni a la «autonomía de las acciones propias», sino que habrían contribuido con la conciencia

cristiana a la lucha contra la ilegalidad, la violencia y la dictadura. «El problema moral –dice

De Gasperi– no es la futura, posible, eventual colaboración con los socialistas; el problema

es la actual colaboración de hecho con los fascistas»48.

46. Véase G. SPATARO, De Gasperi e il Partito Popolare Italiano, Cinque Lune, Roma, 1975, pp. 66-69.

47. Dichiarazioni dell’on. De Gasperi sulla condotta del partito, en «Corriere della Sera», 17 de julio de 1924.

48. Ibidem.

y Giuseppe Donati, director de «Il Popolo», la criticó duramente. La dirección del partido

popular optó por reiterar su confianza en el sistema proporcional y señaló que considera

inaceptable el proyecto del gobierno.

Para convencer a los parlamentarios populares de que votaran a favor de la ley, los fascistas

actuaron en distintas direcciones. La víspera del debate en la Cámara desataron una ofensiva

contra el padre Sturzo que, como se ha dicho, resultó en su dimisión como secretario del

PPI. El 30 de junio un grupo de «católicos nacionales» publicó un manifiesto de apoyo

incondicional al gobierno. Mussolini amenazó con promulgar leyes contra las congregaciones

religiosas y las escuelas católicas y dijo que si los populares no aprobaban las leyes ocuparía

con las brigadas de intervención todas las parroquias de Roma.

Dada la situación, cuando llegó el momento de votar para pasar al examen de los artículos

de la ley, el día 15 de julio de 1923, el partido se quebró: nueve populares, encabezados por

Cabazzoni, decidieron votar a favor, en contra de la decisión de abstenerse que había tomado

el grupo parlamentario. Los nueve diputados fueron expulsados del PPI, pero había empezado

la disolución del partido.

Para Mussolini no era suficiente: «Hoy el enemigo –escribió en «Il Popolo d’Italia»– ya no es

la subversión roja, sino el popularismo de Sturzo»45. Se intensificaron la violencia fascista y

las intervenciones arbitrarias del gobierno contra los populares. Día tras día aumentaban las

agresiones contra personas y cosas. El 24 de agosto de 1923 fue asesinado Giovanni Minzoni,

arcipreste de Argenta y medalla de plata al valor militar, cuyo único error fue oponerse a la

violencia fascista.

4. El asesinato de Matteotti y el Aventino

Las elecciones del 6 de abril de 1924, que se celebraron con el nuevo sistema de mayoría,

estuvieron marcadas por la violencia fascista que Giacomo Matteotti denunció en el

Parlamento, lo cual le costó la vida. El fascismo triunfó; la oposición quedó drásticamente

reducida. El PPI, con profundas divisiones internas, atacado por la prensa clerical y fascista y

abandonado por la Santa Sede, pasó de 107 a 39 escaños, aunque, con un 9 % de los votos,

45. All’organo del prete cagojardo, en «Il Popolo d’Italia», 30 de agosto de 1923.

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Los años del Partido Popular

a conocer la verdadera situación. Se preparó una sucia y dañina campaña en la prensa contra

De Gasperi, al que se acusaba de pro austríaco y de agente de la monarquía de los Habsburgo.

La respuesta a estas insinuaciones calumniosas, que repetirán fascistas y comunistas después

de la Segunda Guerra Mundial, la dio Igino Giordani en un breve texto en el que rebatía todas

las acusaciones52.

Pese a todo, el PPI celebró su quinto congreso en Roma del 29 al 30 de junio de 1925: fue el

último de un partido de la oposición durante el régimen. El discurso de De Gasperi en aquella

ocasión fue el canto del cisne del catolicismo democrático en el mundo de la política. Afirmó

que para la conciencia cristiana los derechos naturales de la persona, la familia y la sociedad

están por encima del Estado. El fascismo, que rechazaba este concepto, intentaba acabar con

el Estado de Derecho y recuperar «el antiguo Estado policial» con otra apariencia, acallando

todas las voces contrarias al nuevo régimen que estaba construyéndose. Era obligación de los

populares defender el Estado de Derecho y la democracia en nombre del derecho cristiano a

la libertad del ser humano.

Con el paso del tiempo la oposición empezó a preguntarse si seguía siendo conveniente no

participar en las sesiones del Parlamento. Pese a los consejos de Sturzo y las tentativas de

Turati para poner fin a la secesión del Aventino, prevaleció la opinión contraria de Amendola.

De Gasperi, por su parte, estaba preocupado sobre todo por salvar «su vertiente como frente

único antifascista». No creía posible volver a la Cámara sin plantear de nuevo la cuestión

moral derivada del asesinato de Matteotti. La vuelta no habría calmado los ánimos, sino que, al

contrario, habría agravado la situación53. Así pues, los opositores continuaron en el Aventino,

esperando en vano unas próximas elecciones en las que hablar de la «cuestión moral».

5. El fin de la libertad

Pero el fascismo no tenía intención de volver a la Constitución: aferrado al poder, eliminaba

una tras otra las libertades estatutarias y dejaba que cundiera la violencia política contra

los últimos opositores que tenía. Con el Pacto del Palacio Vidoni entre Confindustria y las

52. I. GIORDANI, La verità storica e una campagna di denigrazione, Ufficio Stampa del PPI, Arti grafiche Tridentum, Trento, 1925.

53. ADG, Fascismo, 5, Aventino, 3, Reunión del Grupo parlamentario popular del 9 de junio de 1925.

El discurso de De Gasperi provocó fuertes reacciones entre los fascistas y una gran perplejidad

entre los católicos. El Comité provincial del PPI en Brescia aprobó un orden del día en el que

señalaba que era inoportuno un acuerdo «con fuerzas políticas radicalmente contrarias en el

terreno moral, religioso y social» que habría provocado «una grave confusión en el ánimo de

los ciudadanos»49. De Gasperi reaccionó inmediatamente: escribió al vicesecretario Spataro

que «Il Popolo» no debería haber hablado del orden del día de los populares de Brescia,

a los que no pensaba dejar «que se fueran de rositas»50. Pero mientras la mayor parte de los

comités provinciales aprobaba la orientación de De Gasperi, «La Civiltà Cattolica», órgano

oficioso de las ideas de la Santa Sede, declaró que la colaboración entre socialistas y populares

«en las circunstancias actuales y con los elementos de una y otra parte no sería conveniente,

oportuna ni lícita»51. Poco después, el 12 de agosto, un grupo de ex populares –entre ellos

Cavazzoni, Mattei Gentili, Grosoli y Martire– fundaron el Centro Nacional, un grupo católico

filofascista que de momento apenas tenía seguidores. En septiembre, por indicación de Pío XI,

la Santa Sede ordenó al clero que permaneciera rigurosamente neutral en cuestiones políticas,

con lo que se rechazaba toda colaboración o apoyo a los periódicos del partido. Era una

indicación de carácter general, pero era obvio lo que quería decir: la Santa Sede abandonaba

al PPI a su suerte.

Con el discurso de Mussolini del 3 de enero de 1925, el fascismo comenzó a andar sin tapujos

por el camino de la dictadura. Los partidos de la oposición trataron de recurrir al Rey y

convencerlo de que disolviese la Cámara y no abandonase el camino del respeto al Estatuto.

Víctor Manuel II recibió a De Gasperi el 11 de junio de 1925 y, después de escucharlo, se limitó

a decir que debería comunicar sus opiniones al Presidente del Consejo.

Considerando que el PPI era el principal enemigo, los fascistas organizaron expediciones de

castigo en los lugares donde el partido había conseguido más votos en las últimas elecciones.

Arrasaron cooperativas y sedes del PPI y persiguieron, golpearon y en algunos casos mataron

a los militantes. El secuestro de las publicaciones del partido impidió la protesta y que se diera

49. I Popolari bresciani e il discorso De Gasperi, en «Corriere della Sera», 20 de julio de 1924.

50. A. De Gasperi a G. Spataro, Montecatini, 20 de julio de 1924, en ADG, Partito Popolare Italiano, 2b, Per la storia del partito popolare italiano.

51. La parte dei cattolici nelle presenti lotte dei partiti politici en Italia, en «La Civiltà Cattolica», 16 de agosto de 1924, p. 306.

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Los años del Partido Popular

amablemente de Cadorna y Caporetto»56. De Gasperi consideraba su dimisión «un último

servicio al partido» que hacia «con lágrimas en los ojos», aunque estaba convencido de que

su retiro no haría que cesara la campaña contra los populares. Si embargo, no perdía la fe:

«Hoy más que nunca estamos convencidos de nuestra idea y de haber hecho lo que había que

hacer, pero la desgracia fue demasiado grande e inmerecida57.

El 18 de enero de 1926, para evitar represalias contra el periódico y las organizaciones

económicas católicas de la región, dimitió también como director de «Il nuovo Trentino», que

dejaría de aparecer en octubre de aquel año.

«¡Quiera Dios –escribía a Sturzo– que mi sacrificio sirva para que no se pierda el fruto de

tantos años de trabajo! Podrás imaginar que ha sido un cáliz muy amargo. Verse así al cabo de

veinte años no es nada agradable, y me preocupa mi futuro. Mis amigos de Trento no pueden

darme trabajo en nuestros bancos ni en las sociedades filiales, así que tendré que buscarme el

pan en alguna oficina privada. Estoy aprendiendo inglés. Si no encuentro otra solución, tendré

que marcharme de aquí58.»

Dos días antes, los diputados populares, que, al no estar De Gasperi habían intentando volver

al Parlamento, fueron atacados y agredidos por la mayoría fascista. De Gasperi dijo que aquel

intento era una «tontería» que no se había convertido en una «auténtica derrota moral»

gracias precisamente a la reacción de los fascistas. Sin embargo, tal vez el asunto «sirva para

curar a los que sufren de cierto dinamismo morboso que hoy se convierte en adulación»59.

En la primera mitad de 1926 siguió ocupándose de lo que quedaba del partido en un segundo

plano. Más tarde, preocupado por la situación económica y por la seguridad de su familia

(el matrimonio tenía ya dos hijas, Maria Romana y Lucia), De Gasperi se trasladó al Trentino,

a Borgo Valsugana. Gracias al interés de Sturzo pudo escribir con seudónimo algunos

artículos para periódicos extranjeros que le permitieron ganar algún dinero para mantener a

56. A. De Gasperi a L. Sturzo, Roma, 29 de diciembre de 1925, en L. STURZO-A. DE GASPERI, Carteggio (1920-1953), ed. G. Antonazzi, Morcelliana, Brescia, 1999, p. 100.

57. Ibidem, p. 101.

58. A. De Gasperi a L. Sturzo, 30 de enero [1926], en L. STURZO-A. DE GASPERI, Carteggio, op. cit., p. 102.

59. Ibidem.

entidades fascistas (2 de octubre de 1925) se establecía de hecho el monopolio sindical

fascista, primer paso hacia la desaparición de las demás organizaciones sindicales.

«Il Popolo» era secuestrado casi a diario, y su director, Donati, blanco de una dura campaña

intimidatoria, se vio obligado a marchar al extranjero. En los primeros días de noviembre

«Il Popolo» dejó de publicarse. Igual suerte corrieron otros periódicos populares, víctimas

de la violencia fascista que destruía sus sedes y sus imprentas.

El 28 de noviembre, en una reunión del Consejo Nacional, De Gasperi pintó una situación

desoladora: «Ya no tenemos periódicos; no puede haber debates; no hay más que el fracaso

de no haber podido vencer al régimen fascista». Y continuó con una dura autocrítica por el

comportamiento en el pasado: «Recordemos el período de adaptación a la colaboración:

recuerdo y confieso mi debilidad en el momento decisivo de la batalla por la reforma electoral.

Hicimos mal en ceder entonces. Hemos vuelto a la Cámara con buenas ideas, buscando una

forma de convivencia, de integración. Y llegó el asesinato de Matteotti. Nos equivocamos al

confiar en el Rey, en el Senado, en las fuerzas liberales.

Ahora, con las nuevas leyes fascistas que han abolido las garantías estatutarias, ¿qué deberían

haber hecho los diputados populares?» De Gasperi dijo que estaba a favor de la dimisión

«como acto de coherencia, de fin de un ciclo», pero pudo comprobar que la mayoría del

grupo estaba en contra. Entonces pidió que el Consejo Nacional confirmase, más allá de

las contingencias parlamentarias, la función moral del partido popular54, lo cual se hizo en

la reunión del 14 de diciembre, en la que se aprobó un orden del día que, tras señalar la

práctica imposibilidad de una acción política de los partidos, invitaba a los populares a dedicar

«su actividad a todas las iniciativas culturales, de estudio y pensamiento que sirvan para

reforzar en los afiliados los ideales de la democracia cristiana», conservado así el espíritu y la

tradición del partido hasta que de nuevo fuese posible la lucha política en Italia55.

Tras aprobarse este orden del día, De Gasperi dimitió como secretario del PPI, «porque en el

grupo –escribió a Sturzo pocos días después– estaba creándose una mayoría que piensa que

cambiar de persona aliviaría la presión [fascista], que se ha hecho insoportable. Me hablaban

54. ADG, Partito Popolare Italiano, 2 a, Partito Popolare Italiano nel 1925, 3, Apuntes para el acta de la reunión del Consejo Nacional de 28 de noviembre de 1925.

55. El texto del orden del día en G. SPATARO, De Gasperi e il Partito Popolare Italiano, op. cit., pp. 95-96.

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Los años del Partido Popular

su familia. No poder hacer política le angustiaba, pero no perdía la esperanza, ni siquiera ante

la amargura que le producía ver las componendas y las traiciones de antiguos compañeros

de lucha: «Lo que a ti te disgusta me disgusta a mi también –escribió a Sturzo en agosto–,

pero del fondo resurge la idea popular vigorosa y pura. A nada que mejorasen las condiciones

estaríamos en seguida otra vez en marcha. No desesperemos, porque los caminos de la

Providencia son invisibles»60.

No podía cumplir su deseo de volver a Roma y retomar de alguna forma la lucha. El 9 de

noviembre de 1926, al igual que todos los parlamentarios antifascistas, perdió su puesto

de diputado. El mismo día, el prefecto de Roma decretaba la disolución del PPI por sus

«actividades contrarias al orden nacional del Estado».

60. A. De Gasperi a L. Sturzo, [agosto 1926], en L. STURZO-A. DE GASPERI, Carteggio, op. cit., p. 111.

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Durante el fascismo

1. Violencia, detención y cárcel

El forzado retiro de la vida política no significó el final de los problemas para De Gasperi.

Los atentados contra Mussolini del 11 de septiembre (Gino Lucetti) y del 31 de octubre

(Anteo Zamboni) de 1926 no fueron solo el pretexto para nuevas disposiciones restrictivas

que, como se ha señalado, llevaron a que los secesionistas del Aventino perdieran sus

escaños y a la desaparición de los partidos. La noticia de los atentados también provocó un

recrudecimiento de la violencia fascista. En Trento asaltaron las sedes de las organizaciones

católicas y algunos fascistas pensaron que había llegado el momento de dar una lección a

De Gasperi, que desde marzo estaba siendo vigilado por la policía.

Con el pretexto de protegerlo de los fascistas, que según le dijeron querían detenerlo en Borgo

Valsugana, el 5 de noviembre De Gasperi y su hermano Augusto fueron obligados por un

teniente de carabineros y dos policías a subir a un automóvil para ponerlos a salvo en Padua

o Vicenza. En realidad los entregaron a un grupo de fascistas, recibieron repetidas amenazas

de muerte y los llevaron a la federación fascista de Vicenza. Allí los dos hermanos sufrieron un

«proceso» político dirigido por miembros del fascismo local. Alcide De Gasperi respondió con

valor y dignidad, sin renegar de sus principios y repitiendo su rechazo al concepto fascista del

Estado. Gracias a la presencia de algunos fascistas moderados, ambos superaron el trance sin

daños físicos. Luciano Marzotto, un diputado fascista que estaba presente, lo protegió de los

más exaltados, lo acogió en su casa de Valdagno y al día siguiente hizo que lo acompañaran a

la estación de Verona, donde podría coger un tren hacia Milán61.

Al día siguiente los periódicos fascistas relataron los hechos a su modo y dijeron que

De Gasperi había reconocido los valores de Mussolini y del fascismo. De Gasperi escribió a

varios periódicos un desmentido, que naturalmente nunca fue publicado. En cambio, Starace

le envió un telegrama en el que le prometía «una buena dosis de bofetadas».

Tras el episodio de Vicenza, De Gasperi se vio obligado a esconderse y a vivir con un nombre

falso primero en Milán y después en Roma. El 11 de marzo de 1927 lo arrestaron en Florencia

cuando trataba de llegar en tren a Trieste con su mujer. Fue conducido a la cárcel de Regina

61. La relación de los hechos, escrita por De Gasperi, en ADG, Fascismo, 10 y en G. ROSSINI, De Gasperi e il fascismo, Cinque Lune, Roma, 1974, pp. 133-154.

Durante el fascismo

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Durante el fascismo

ser condenado en la apelación se preguntaba si había actuado bien sacrificando la familia

por la vida política o si podría haber hecho otra cosa. «Y me parece que no –se contestaba él

mismo–. He resistido hasta el final en la trinchera de primera línea a la que me llevó el deber,

pero era mi conciencia la que lo imponía, mis convicciones, la dignidad, el respeto por mí

mismo, la fidelidad a mi bandera y a mi vida»65.

La política había sido siempre su misión, y no podía traicionarla. Sin embargo, le quedaba la

duda de si no habría podido defender sus ideas con menos entrega, sin exponerse demasiado

y sin poner en peligro a sus seres queridos.

«Es cierto que lo habría hecho –escribía– si los que se llaman católicos como yo y que muchas

veces presumen de representar ese pensamiento no hubiesen aplaudido tanto el éxito y no

hubiesen permitido pensar, con su conducta, que la Iglesia abandona a los vencidos, una

acusación contra la que me he rebelado toda mi vida»66.

En la clínica la vigilancia era continua y a De Gasperi le molestaba mucho. Encontraba

consuelo en la oración, meditando en las Sagradas Escrituras y San Agustín. Leía mucho,

estudiaba y escribía. Gracias a su humanidad, que le permitía ver a los hombres más allá de

su cargo, trabó amistad con los carabineros que debían vigilarlo: les daba clases y les escribía

o corregía las cartas que enviaban a sus padres y sus novias. Ellos, a cambio, dejaban pasar

sus cartas o le permitían de vez en cuando pasear por los jardines de la clínica. Las cartas

que escribió en este período traslucen muy a menudo un fino sentido del humor, de ese que

contempla con serena distancia las tristezas de la vida porque le sostiene una fe profunda que

le permite superar los momentos más difíciles.

«Si sufriendo con dignidad y virilidad –escribía a su amigo Giovanni Ciccolini– doy buen

ejemplo; si soportando el peso que tantos soportan con menos fuerza moral puedo defender

mejor nuestra idea, ¿no es verdad que este servicio, humilde y tenaz, será un servicio útil?»67.

65. A. DE GASPERI, Lettere dalla prigione, op. cit., p. 73, carta del 6 de agosto de 1927.

66. Ibidem, p. 76.

67. Ibidem, pp. 106-107, carta del 7 de enero de 1928.

Coeli en Roma, acusado de «tentativa de expatriación clandestina». De Gasperi pidió

a Filippo Meda que lo defendiera en el proceso, que tuvo lugar el 28 de mayo de 1927 en el

tribunal penal de Roma. Meda aceptó con gusto y defendió al viejo compañero de partido con

valor y habilidad, demostrando que la acusación era absurda. El tribunal, sin embargo, aceptó

plenamente la petición del fiscal y condenó a De Gasperi a cuatro años de cárcel y a una multa

de 20 000 liras.

Meda presentó de inmediato un recurso contra la sentencia: se sentía obligado a explicar a

De Gasperi que tal vez otro abogado, con menos relevancia política que él, podría ofrecerle

más posibilidades de éxito en la apelación62. Cuando ya Meda había preparado el alegato

de defensa, el 13 de julio y por consejo del padre jesuita Enrico Rosa, Francesca De Gasperi

decidió que el abogado Bonavanti participase en la defensa. Aunque Meda había sido el

primero en sugerir que hubiera otro defensor, se lo tomó a mal porque el episodio podría

interpretarse como «una deserción política, como si hubiera abandonado a un amigo en un

momento difícil»63.

Pero el cambio de abogado tampoco fue un gran acierto. De Gasperi fue condenado

en la apelación (22 de julio de 1927), aunque la pena se redujo a dos años de cárcel y

a 16 666 liras de multa. El tribunal de casación confirmó la sentencia el 22 de junio de 1928,

pese a un brillante recurso presentado por Meda. Mientras, el 2 de julio de 1927, De Gasperi,

con graves problemas de salud, fue trasladado al Policlínico y más tarde a la clínica Ciancarelli,

donde permaneció arrestado hasta finales de julio de 1928, cuando se cumplía la mitad de la

pena y se le concedió el indulto por intercesión de monseñor Endrici.

El «golpe» de la condena, según la definió en una carta que envió al poco a su mujer, «fue

demasiado fuerte, querida Francesca, porque yo podría haberte escrito en tono tranquilizador

o desdeñoso, o podría haber hecho que te enfrentases a la ira de los poderosos o desafiases

las leyes»64. De Gasperi pensaba sobre todo en la mujer y los hijos abandonados a su suerte,

y en su anciano padre, que no sabía nada. En una carta que escribió a Francesca después de

62. ADG, Fascismo, 11, Processo a De Gasperi 1927-1928, 6, F. Meda a A. De Gasperi, 30 de mayo de 1927.

63. Ibidem, F. Meda a A. De Gasperi, [Milán], 15 de junio de 1927.

64. A. DE GASPERI, Lettere dalla prigione. 1927-1928, Mondadori, Milán, 1955, p. 37, carta del 31 de mayo de 1927.

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Durante el fascismo

La amargura de la soledad era grande, pero mayor fue la amargura por el entusiasmo de

algunos círculos católicos cuando el 11 de febrero de 1929 se firmaron los Pactos de Letrán.

A diferencia de muchos exponentes de la emigración antifascista católica, el juicio que emitió

sobre el acuerdo entre la Iglesia y el fascismo fue argumentado y no del todo negativo. Para De

Gasperi, este tratado que instituía el Estado de Ciudad del Vaticano y cerraba definitivamente

la «cuestión romana» era sin duda un éxito para el régimen fascista, pero también suponía

una liberación para la Santa Sede –que conseguía absoluta libertad de acción jurídica y

diplomática– y una fortuna para Italia. En tono de broma pero muy acertado, De Gasperi

escribió aquellos días a su amigo Simone Weber que también el padre Sturzo, si hubiese sido

Papa, habría firmado el tratado70. Lo que verdaderamente le preocupaba era el concordato

o, mejor dicho, la política concordataria. Temía que la gente confundiese catolicismo y

fascismo, lo cual tendría gravísimas consecuencias. De Gasperi pensaba que la Santa Sede

era consciente de los riesgos del concordato, que se había firmado para que la solución de la

cuestión romana no pareciese demasiado pobre, «frente a la tradición ‘temporalista’ y a los

compromisos del pasado, tanto formales como de conciencia de los católicos italianos y de

otros países». Por eso la Santa Sede quiso añadir al tratado el concordato, «para demostrar

que, pese a todo, la Iglesia italiana había conseguido una posición extraordinaria, un ejemplo

para todos los países del mundo»71.

Pero seguía habiendo preocupación por el futuro de la Iglesia en Italia. Hablando de las

puertas de los palacios de la nobleza papal, que se habían cerrado el 20 de septiembre en señal

de luto y protesta por la «ocupación» de Roma a cargo de los «piamonteses» y por el fin del

poder temporal del pontífice, y que aquella tarde habían vuelto a abrirse, decía lo siguiente:

«Es cierto que esta tarde, en el palacio Colonna, que volvía a abrir sus famosas puertas, alguno

pensará que vuelven a abrirse las puertas de aquellos siglos en los que se entrelazaron el

cetro y el báculo. Pero la realidad del siglo XX no tardará en manifestarse y las grandes masas

volverán al escenario. Esperemos que los hombres de la Iglesia no lo pierdan nunca de vista,

porque son la realidad de hoy y de mañana»72.

70. A. DE GASPERI, Lettere sul Concordato, Morcelliana, Brescia, 1970, pp. 62-63, A. De Gasperi a S.Weber, Roma 12 [febrero de 1929].

71. Ibidem, p. 78, A. De Gasperi a S. Weber, 26 de febrero de 1929.

72. Ibidem, pp. 65-66, A. De Gasperi a S. Weber, Roma 12 [febrero de 1929].

Como ya queda dicho, a finales de julio de 1928 le fue concedido el indulto, aunque con la

condición de no alejarse de Roma, pues temían que en Trento emprendiese alguna actividad

contraria al régimen.

2. Los Pactos de Letrán

Alguien aconsejó a De Gasperi que escribiera una carta a Mussolini para que le permitiera

viajar a Borgo Valsugana para reunirse con su familia hasta encontrar una ocupación y

establecerse definitivamente en Roma. Debía enseñar la carta al padre Tacchi Venturi, que no

le dio su visto bueno porque no agradecía su libertad ni había escrito las consabidas palabras

de homenaje al Duce del fascismo68. Habrían sido palabras serviles e hipócritas que no podía

escribir, ni siquiera en un momento de máxima necesidad. Sin embargo, sí se atendió una

petición enviada al director general de la seguridad pública, y De Gasperi pudo refugiarse en

Sella di Valsugana hasta mediados de septiembre. Cuando volvió a Roma pidió y consiguió que

le redujeran la vigilancia para poder buscar más fácilmente un trabajo.

Fueron tiempos muy tristes para De Gasperi, que solo encontraba consuelo en el estudio

y la oración. Sin trabajo, aislado porque muchos conocidos temían que acercarse a él les

supusiese problemas con el régimen, lejos de la familia, que no pudo estar con él en Roma

hasta enero de 1929, se mantuvo haciendo algunas traducciones y gracias a la ayuda de unos

pocos viejos amigos, sobre todo el obispo Endrici y el padre Giulio Delugan. Pero no perdía la

esperanza en medio de tanta amargura: «No he perdido nada mientras pueda decir que formo

parte de esta Iglesia y de la comunión de los santos –escribía a monseñor Endrici contándole

la subida a la cúpula de San Pedro–. Aquí arriba reúno todos los esfuerzos, todas las fatigas de

una vida que creo (de buena fe) ha sido de apostolado y lanzo al cielo su sustancia espiritual,

como un soplo de sacrificio por la gloria de Dios69.

68. La carta, de 27 de julio de 1928, figura en G. ROSSINI, De Gasperi e il fascismo, op. cit., pp. 268-269.

69. A. De Gasperi a C. Endrici, Roma, 24 de noviembre de 1928, en De Gasperi scrive. Corrispondenza con capi di stato, cardinali, uomini politici, giornalisti, diplomatici, ed. M.R. De Gasperi, Morcelliana, Brescia, 1974, vol. I, p. 41.

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Durante el fascismo

De Gasperi vio en el trabajo en la Biblioteca Vaticana, conseguido después de tantas

tribulaciones, una señal de la bondad divina: «¿Cómo no reconocer Su infinita bondad?

Él quiere humillarme para expiar mi vanagloria de otro tiempo –escribía al padre Giulio

Delugan–, y luego, cuando reconozco mi incapacidad y mi impotencia, me tiende la mano

y me levanta»75. Su fe salía reforzada. Aumentó sus lecturas de las Sagradas Escrituras, en

las que encontraba consuelo frente a la tristeza del momento y la debilidad de los hombres.

Muchos viejos amigos, con el paso del tiempo, se habían resignado y habían suavizado su

oposición al fascismo para poder vivir tranquilos. Sobre todo molestaban a De Gasperi las

inoportunas declaraciones pro fascistas de ciertos representantes de la jerarquía eclesiástica:

«No está mal enseñar a estar de rodillas, pero la educación religiosa también debería enseñar

a estar de pie»76. Como escribió su hija Maria Romana, De Gasperi «buscaba cada día en las

Sagradas Escrituras las palabras de Dios para oponerlas, en su espíritu, a otras, tantas veces

inoportunas de algunos representantes de la Iglesia»77.

De 1929 a 1943 De Gasperi desarrolló su actividad entre las salas de la Biblioteca Vaticana,

donde catalogaba libros desde las ocho y media de la mañana, con un sueldo inicial de

1 000 liras al mes, y el estudio. Ya en la época de la cárcel había empezado a publicar con

distintos seudónimos (Mario Zanatta, Jaspar, G. Fortis, Rerum Scriptor, Carlo Bianchi) varios

textos en los que profundizaba en la historia del catolicismo social y de sus protagonistas:

La Tour du Pin, De Mun, Volgelsang, Hitze, Toniolo. Reflexionaba sobre la experiencia política

del Zentrum en Alemania y sobre la crisis del catolicismo social en aquellos momentos.

En 1931 apareció I tempi e gli uomini che prepararono la «Rerum Novarum», en el que,

aprovechando sus conocimientos de los ambientes socialcristianos de habla alemana, exponía

que el corporativismo católico era muy distinto del fascista. En 1932 publicó una larga reseña

crítica de la Historia de Europa de Benedetto Croce, en la que rebatía la tesis de que la Iglesia

católica era enemiga de la libertad.

75. De Gasperi scrive, op. cit., vol. I, pp. 64-65, A. De Gasperi a G. Delugan, enero de 1930.

76. Ibidem, p. 82, A. De Gasperi a S. Weber, 30 de marzo de 1930.

77. M.R. CATTI DE GASPERI, De Gasperi, uomo solo, op. cit., p. 149.

De Gasperi sintió una amargura aún mayor por el discurso que el 10 de marzo pronunció

Luigi Colombo, presidente de Acción Católica: pedía a los católicos que votasen al gobierno en

las elecciones a la nueva cámara de los diputados que ratificaría los Pactos de Letrán, como

reconocimiento al fascismo que había afrontado y resuelto la cuestión romana. Lo consideró

un «documento de una inocencia y un optimismo infantiles que no puede por menos de

alarmar»73. Y era un optimismo ciertamente injustificado, como se vería poco después, cuando

el 13 de mayo Mussolini presentó en la Cámara una visión bastante reducida de los pactos.

Muchos de los católicos que se habían entusiasmado con el fascismo quedaron estupefactos.

A fuerza de leerlo en los carteles, los hombres de la Iglesia creyeron verdaderamente que

las clases dirigentes, de la noche a la mañana, habían convertido su conciencia en adhesión

espiritual al catolicismo. Por eso la desilusión fue tan amarga. El discurso del Duce provocó

una enorme reacción, como ocurre con el amor rechazado74.

Cuando pasó la oleada de entusiasmo, De Gasperi quedó con la aflicción de haber visto a

eclesiásticos y laicos alabar y confiar en un viejo anticlerical, ex socialista, sin convicciones

religiosas, después de haber dejado brutalmente de lado a quien había intentando crear una

política auténticamente inspirada en los principios cristianos.

3. En la Biblioteca Vaticana

Gracias a las gestiones de Celestino Endrici, obispo de Trento, y de Giovanni Mercati, prefecto

de la Biblioteca Vaticana, por fin el 3 de abril de 1929 De Gasperi pudo iniciar un trabajo

digno: catalogar la Biblioteca Vaticana. No había sido fácil conseguirlo, porque durante mucho

tiempo había prevalecido la sorda indiferencia de quienes temían «comprometerse» con las

autoridades del régimen. Finalmente, también con la intervención directa de Pío XI, se logró

una solución adecuada.

73. Ibidem, p. 83, A. De Gasperi a S. Weber, 15 de marzo de 1929.

74. Ibidem, pp. 105-106, A. De Gasperi a G. Delugan, sin fecha [entre el 13 y el 25 de mayo de 1929].

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Durante el fascismo

debería hacerse con gran atención y precisión: hay que tener en cuenta en qué periódico

escribía, a qué público estaban dirigidos los artículos, el valor en cierto modo «oficioso» de

la revista y la prudencia necesaria en aquellos años. Con todo, los escritos de De Gasperi,

que obviamente no podía tomar una postura de ruptura, traslucen su hostilidad hacia el

nacionalismo exacerbado, el racismo, la política del armamento y los totalitarismos.

De Gasperi seguía especialmente la experiencia de Alemania y Austria, porque conocía mejor

estos países y también porque había intuido que de la evolución de la política alemana

dependería la paz en Europa. Prestó gran atención principalmente a la situación de los

católicos y de la Iglesia con Hitler, en artículos que mostraban su inquietud por lo que ocurría

semana tras semana. Siguió con interés y preocupación las vicisitudes de los cristianos

sociales austríacos y el asesinato de Dollfuss. «El político cristiano –comentó como en una

premonición de su vida– que quiere respetar la conciencia y proteger la ley moral, debe estar

preparado tanto para el éxito como para el sacrificio»81.

Es natural que hablando de los totalitarismos de los años treinta le resultase más fácil y

cómodo condenar a la Unión Soviética y al marxismo que a Alemania y al nazismo. Sin

embargo, señaló que ambas ideologías son ajenas a los principios del catolicismo y por

tanto debían ser rechazadas. Se mostraba más prudente respecto del fascismo, tal vez con la

esperanza, en aquellos años que justamente se llamaron «los años del consenso», de que los

católicos pudiesen tener un poco más de margen de maniobra e influir en el régimen. Para

De Gasperi, el mayor peligro era que también en Italia se impusiesen las ideas totalitarias del

nazismo.

«Con el totalitarismo no se transige –escribía a finales de 1934. O bien se afirma claramente

desde el principio que se trata de un término puramente político que nada tiene que ver con

la esfera religiosa y eclesiástica, y se llega entonces a la separación o al concordato, o bien se

deja que actúe en todas partes según la lógica de su principio, y entonces la autonomía de la

Iglesia está condenada a desaparecer»82.

81. Ibidem, p. 175 (16 de agosto de 1934).

82. Ibidem, p. 200 (1 de noviembre de 1934).

«He querido coger el toro por los cuernos –contaba al padre Simone Weber– y demostrar

que en la historia del siglo XIX los católicos apoyaron la libertad política. Ahora me parece

que los católicos hemos llegado a esto: que tales argumentos no se pueden tocar, ni siquiera

desde el punto de vista histórico, y el artículo irá al archivo o a la papelera, aunque sea solo la

enumeración de una serie de hechos»78.

En contra de lo que esperaba, el artículo se publicó, primero en Alemania, en «Hochland» y

luego en Italia, en «Studium».

En 1931 estalló un grave conflicto entre la Iglesia y el fascismo por la actividad educativa de

la Acción Católica italiana. El fascismo, que quería el monopolio de la educación, disolvió los

círculos juveniles. Pío XI protestó con la encíclica Non abbiamo bisogno (No tenemos necesidad)

y declaró ilícita la imposición del juramento de fidelidad al régimen para obtener o mantener el

puesto de trabajo. Tras meses de tensión, en septiembre se llegó a una resolución del conflicto

con un acuerdo que excluía de los dirigentes de Acción Católica a los que se habían afiliado

a partidos contrarios al régimen. En plena crisis, Mussolini había pedido que se alejase a

De Gasperi de su trabajo en el Vaticano. El propio Pío XI le respondió con firmeza digna:

«El Santo Padre no se arrepiente ni se arrepentirá de haber dado a un hombre y padre de

familia honrado un poco del pan que ustedes le han quitado»79.

4. «L’Illustrazione Vaticana» y la Europa de los años treinta

Entre 1933 y 1938, con el seudónimo de «Espectador», De Gasperi escribió en «L’Illustrazione

Vaticana», dirigida por Giuseppe Dalla Torre, las «quincenas internacionales», «una revisión

de las grandes líneas estratégicas que sigue la actividad político-social de las naciones»80.

En distintas ocasiones, también recientemente, se ha buscado en estos artículos una posible

simpatía por el fascismo o alguna concesión en relación con el nazismo. Es un examen que

78. De Gasperi scrive, op. cit., vol. I, p. 85, A. De Gasperi a S. Weber, Roma, 22 de mayo de 1932.

79. Véase G. ANDREOTTI, De Gasperi e il suo tempo, op. cit., p. 179.

80. A. DE GASPERI, Scritti di politica internazionale. 1933-1938, I, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 1981, p. 14 (1 de enero de 1933).

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Durante el fascismo

En la segunda mitad de 1938 se multiplicaron los artículos críticos con la Alemania nazi.

Cuando se observaron tendencias racistas en Italia, «Espectador» respondió reproduciendo

el discurso del Papa el 15 de julio de 1938: Pío XI había insistido en que católico quería decir

universal y, por tanto, ni racista ni nacionalista86.

Después de haber colaborado desde 1934 hasta 1937 en la organización de la exposición

mundial de la prensa católica, el 15 de junio de 1939 De Gasperi fue ascendido a Secretario de

la Biblioteca Vaticana a propuesta de su prefecto, el benedictino español Anselmo Albareda.

El aumento de sueldo hizo que mejorara la situación económica de la familia, que había tenido

dos hijas más: Cecilia (a la que el padre llamaba Lia) y Paola. Pero la guerra estaba en puertas

y a punto de comenzar una nueva etapa en la vida de Alcide De Gasperi.

86. Ibidem, p. 702 (16 de agosto de 1938).

En sus comentarios recurría a la doctrina social de la Iglesia apenas surgía la posibilidad,

y recurría a ella para rechazar las teorías totalitarias de soberanía absoluta del Estado.

No perdía ocasión de presentar favorablemente las acciones de los católicos y de la jerarquía,

ni de subrayar los valores sociales del catolicismo italiano, si bien con todas las tretas

necesarias para no alarmar al censor fascista. En marzo de 1935 hizo una detallada referencia

a un discurso del arzobispo de Malinas, que defendía los valores del partido católico y pedía

que no se dejara el poder político en manos de los enemigos de la Iglesia. «Así pues, todos

aquellos a los que importa defender los postulados espirituales tienen que formar ahora un

partido sólido, bien organizado y fuerte por su disciplina que se convierta, si es preciso, en

ciudadela inexpugnable»83. No eran palabras de De Gasperi, pero tampoco era casualidad que

«Espectador» las utilizase en pleno régimen fascista.

En cambio, es inútil buscar comentarios sobre la campaña en Etiopía. En el número del 16 de

septiembre de 1935, por el contrario, se publicó una amplia nota relativa a los discursos de Pío XI

sobre la guerra justa y sobre los medios lícitos para solucionar las controversias internacionales,

junto con una referencia histórica a Benedicto XV, que había pedido a los pueblos y a los gobiernos

que renunciasen a la guerra. Más tarde quiso dar a la Guerra Civil Española una interpretación que

fuese más allá del enfrentamiento entre fascistas y comunistas, y abogó por una resolución pacífica

del conflicto, siempre preocupado por la posición de la Iglesia católica. Siguió con atención la

evolución del comunismo internacional hacia acuerdos con partidos democráticos, y esperaba que

los partidos comunistas revisaran «su posición de propaganda y sus presupuestos doctrinales»84.

De vez en cuando De Gasperi encontraba el modo de hablar del papel de los católicos en la

vida pública, con una poco disimulada nostalgia por los tiempos del Partido Popular:

«No hay más alternativa para los católicos en la vida moderna: bien tener un programa social

propio que, directamente a través de organizaciones propias o indirectamente a través de

otros, influya en las clases populares y las acerque al catolicismo, bien correr el riesgo de

quedar detrás de la izquierda o de la derecha y hacer que la suerte de sus principios dependa

del destino que tengan una y otra»85.

83. Ibidem, p. 253 (16 de marzo de 1935).

84. Ibidem, II, p. 377 (1 de marzo de 1936).

85. Ibidem, p. 440 (1 de septiembre de 1936).

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De vuelta a la actividad política

1. La fundación de la Democracia Cristiana

Mario Scelba ha contado que el mismo día que Italia entró en guerra De Gasperi reunió

en su modesto hogar de Via Bonifacio VIII de Roma a algunos ex populares y les dijo:

«La declaración de guerra es el último delito de Mussolini contra el país. Perderá la guerra

e Italia quedará con terribles heridas». De Gasperi preveía que Gran Bretaña convencería a

Estados Unidos de luchar contra las potencias del Eje, que serían vencidas y arrastrarían en su

caída al régimen fascista. Por eso era necesario prepararse para la sucesión87.

Aunque el recuerdo de Scelba no sea exacto, es cierto que por lo menos desde el 14 de

noviembre de 1941 De Gasperi intensificó los encuentros con un grupo de ex populares que se

habían resistido a los halagos del régimen: Giuseppe Spataro, Mario Scelba, Guido Gonella,

Mario Cingolani, Umberto Tupini, Igino Giordani, Camillo Corsanego, Achille Grandi, Giulio

Pastore y Giovanni Gronchi. Al mismo tiempo intentó estrechar lazos con los católicos de la

nueva generación, formados en la Federación Universitaria Católica Italiana o en el Movimiento

Universitario de Acción Católica y con algunos profesores de la Universidad Católica de Milán.

En un principio De Gasperi pensaba crear un partido que se situase en el centro del arco

político y que contase también con figuras como Ivanoe Bonomi, Meuccio Ruini y Giuseppe

Romita, con los que ya se había reunido varias veces en casa de Giuseppe Spataro. Como

muestra de que el ambiente político estaba cambiando y de que la guerra había llevado a

muchos a hacer méritos para cuando desapareciera el fascismo, puede señalarse que el mismo

jefe de la policía a veces pedía a los participantes en aquellas reuniones que fuesen prudentes,

porque… les vigilaba la policía.

Entre la primavera y el verano de 1942 De Gasperi viajó al Trentino para reponerse de un

grave agotamiento nervioso. Aprovechó para ver en Borgo Valsugana a algunos hombres del

movimiento «güelfo», los únicos católicos que mantuvieron en los peores años del régimen

una oposición clandestina al fascismo, entre ellos Edoardo Clerici, Piero Malvestiti y Enrico

Falk. En octubre fue a Milán, donde se reunió con Giovanni Gronchi, Achille Grandi, Stefano

Jacini y los hijos de Filippo Meda, Gerolamo y Luigi.

87. Véase M. SCELBA, Per l’Italia e per l’Europa, Cinque Lune, Roma, 1990, p. 26 y E.A. CARRILLO, De Gasperi. The Long Apprenticeship, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 1965, p. 115.

De vuelta a la actividad política

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De vuelta a la actividad política

varios países había un gran esfuerzo unitario. Además, esta era también la opinión de Spataro,

uno de los principales colaboradores de De Gasperi en aquel período. Cuando el 25 de julio el

fascismo fue derrotado y el rey encargó el gobierno al mariscal Badoglio, liberales, demócratas

cristianos, el Partido Democrático del Trabajo, el Partido de Acción, socialistas y comunistas

crearon el Comité Nacional de Corrientes Antifascistas, que, tras el anuncio del armisticio el

8 de septiembre, se convirtió en el Comité Central de Liberación Nacional (CLN), presidido por

Ivanoe Bonomi. De Gasperi, con Gronchi y Spataro, representaba a la Democracia Cristiana.

El político tridentino, elegido presidente del comité central provisional de la DC, era unánimemente

reconocido como jefe natural de la nueva formación política en la que, como más tarde escribiría

Sturzo, ejerció «una dictadura moral que la bondad de mis amigos me ha reconocido»91. Fue él

quien, recogiendo los debates de aquellos meses y con la colaboración de algunos amigos, elaboró

el programa del nuevo partido: Las ideas reconstructivas de la Democracia Cristiana92.

Entre abril y julio de 1943 el programa democristiano fue comunicándose a amigos fieles

repartidos por Italia. Después del 25 de julio se transmitió más ampliamente y se envió a párrocos

y ex populares. Las ideas reconstructivas subrayaban que la libertad política era la premisa

indispensable para un nuevo sistema basado en la democracia representativa, la separación de

los poderes del Estado y una gran descentralización administrativa con la creación de regiones

autónomas. Se recogían todas las ideas básicas tradicionales del movimiento católico italiano:

la libertad de enseñanza, la tutela de la familia, «la libre colaboración orgánica de todos los

factores de la producción»93, la participación de los trabajadores en la gestión y los beneficios

de la empresa, la transformación de los jornaleros en aparceros o pequeños propietarios, y la

reforma tributaria progresiva. También había algunas novedades: se reconocía el papel esencial

de la propiedad privada y del libre mercado, pero se tomaban posiciones contra las grandes

concentraciones industriales y financieras y los monopolios, para los que en casos concretos

se abogaba por la expropiación para impedir «que se cree y se mantenga un feudalismo

industrial y financiero que sería igualmente peligroso para un pueblo libre»94; se apoyaba el

91. L. STURZO-A. DE GASPERI, Carteggio, op. cit., A. De Gasperi a L. Sturzo, [Nápoles], 15 de junio de 1944, p. 123.

92. Idee ricostruttive della Democrazia Cristiana, en Atti e documenti della Democrazia Cristiana. 1943-1967, ed. A. Damilano, Cinque Lune, Roma, 1968, vol. I, pp. 1-8.

93. Ibidem, p. 6.

94. Ibidem, p. 5.

Después de estos contactos se precisó la idea de crear un partido de inspiración católica,

aunque distinto del Partido Popular, teniendo también en cuenta las diversas experiencias

de los católicos más jóvenes durante el período fascista. Tras largas discusiones, De Gasperi

decidió llamar al nuevo partido Democracia Cristiana, recuperando el nombre que había

definido a los católicos demócratas dedicados a la acción social en la Italia de la primera

mitad del siglo XX. Volver a llamarlo Partido Popular –que era lo que preferían algunos de

sus más estrechos colaboradores, como Spataro y Scelba–, habría podido dar a los más

jóvenes la impresión de que los invitaban «a una asamblea en la que ya estaban ocupados

todos los cargos por quienes tenían antiguos méritos y en función de sus años de servicio»88.

De Gasperi no eligió el nombre de Democracia Cristiana para acentuar el carácter confesional,

sino para favorecer la fusión de las antiguas y las nuevas generaciones en el partido. Mientras

tanto continuaban las conversaciones con representantes de los demás partidos políticos

en las que en un principio no participaron los comunistas, que tampoco en 1924 se habían

sumado al Aventino. Fue en aquella época cuando Myron Taylor, representante personal del

Presidente estadounidense Roosvelt ante Pío XII, pidió al conde Dalla Torre, influyente director

de «L’Osservatore Romano», un memorando de la situación política italiana, con especial

atención a las fuerzas opositoras al fascismo. Dalla Torre encargó el trabajo a De Gasperi89,

que preparó un análisis muy preciso en el que vaticinaba para después del período fascista un

gobierno compuesto por demócratas cristianos, liberales, socialistas reformistas como Bonomi

y quizá socialistas, con la colaboración de personalidades de la cultura (entre ellas nombraba a

Gallarati Scotti, Jacini, Casati, Croce, De Ruggiero, Parri, Calamandrei, Salvatorelli, La Pira), de

algunos generales (Badoglio, Caviglia) y de exiliados en América, como Sforza y Sturzo. Excluía

a los comunistas, aunque mencionaba su presencia y su importancia90. Aun teniendo en

cuenta el objetivo del memorando y sus destinatarios, la exclusión parecía significativa y hacía

pensar en las tendencias del Vaticano, no solo en las de De Gasperi. Hasta enero de 1943 los

comunistas no fueron acogidos en el grupo de los partidos antifascistas, gracias a la presión

de los socialistas. De Gasperi lo aceptó viendo que, en el panorama internacional, los Estados

Unidos y Gran Bretaña colaboraban con la URSS en la guerra contra Hitler y también que en

88. A. DE GASPERI, I cattolici dall’opposizione al governo, Laterza, Bari, 1955, p. 492.

89. Véase G. DALLA TORRE, Memorie, Mondadori, Milán, 1956, p. 144.

90. El memorial, formalmente dirigido por G. Dalla Torre a M. Taylor y sin fecha (pero data de septiembre de 1942) se encuentra en E. DI NOLFO, Vaticano e Stati Uniti. 1939-1952. Dalle carte di Myron C.Taylor, Franco Angeli, Milán, 1978, pp. 199-200.

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De vuelta a la actividad política

PPI y lograse el respaldo de la mayoría de los católicos. Para ello era esencial el apoyo de la Santa

Sede. Si la Iglesia hubiese aceptado apoyar a la DC, un partido de católicos pero no un partido

católico, habría favorecido el establecimiento de un sistema democrático en la Italia posfascista,

una posibilidad no del todo prevista al inicio de los años cuarenta.

Los acontecimientos de la guerra favorecieron la opción democrática. La huida de Roma del Rey

el 8 de septiembre –que supuso un gran descrédito de la monarquía en amplios sectores de la

opinión pública–, la brutalidad de la ocupación alemana y la participación de muchos católicos,

laicos y religiosos, en la Resistencia, junto con otros factores, contribuyeron a que la Santa Sede

se acercada a las soluciones democráticas, aunque con todas las cautelas que el Subsecretario

de Estado, monseñor Domenico Tardini, enumeró en un largo memorial que envió al gobierno de

Estados Unidos en diciembre de 194399. Monseñor Giovanni Battista Montini, el otro Subsecretario

de Estado, ayudó a De Gasperi en los trámites con el Pontífice para esta delicada operación.

3. De vuelta a la vida política en Roma

El breve período de efímera libertad que comenzó con la caída del fascismo el 25 de julio terminó

con el anuncio del armisticio el 8 de septiembre de 1943 y la huida del Rey y de una parte del

gobierno Badoglio a Brindisi protegidos por los Aliados. Italia quedó a merced de los alemanes,

que, valiéndose de un gobierno títere fascista republicano, empezaron a arrestar y enviar a los

campos de concentración y exterminio a judíos y adversarios políticos. De Gasperi se refugió

primero en Castelgandolfo y después, a primeros de diciembre, en el Seminario de Letrán,

donde se encontró con muchos responsables del Comité Central de Liberación Nacional, como

Bonomi, Saragat, Ruini o Nenni. Allí se estableció «entre el reservado tridentino y el exuberante

socialista de la Romaña»100 una especial relación de respeto y cordialidad que no se rompió

ni siquiera en las duras batallas políticas en que más tarde se enfrentarían.

Uno de los mayores problemas que tuvo que afrontar De Gasperi en aquel período fue la

impaciencia de muchos comunistas, socialistas y miembros del Partido de Acción del CLN y

de algunos democristianos: querían que se resolviera rápidamente la cuestión institucional en

99. [D. TARDINI], L’Italia: situazione e rimedi, dicembre 1943, op. cit. en E. DI NOLFO, Vaticano e Stati Uniti, op. cit., pp. 279-297.

100. G. ANDREOTTI, De Gasperi e il suo tempo, op. cit., p. 197.

sistema bicameral, con una asamblea elegida por sufragio universal y la otra con representación

profesional; se apoyaba la creación de una nueva comunidad internacional, dotada de medios

más adecuados y mandatos más precisos, para no repetir el fracaso de la Sociedad de Naciones.

2. Buscando el apoyo de la Iglesia

En este primer borrador del programa democristiano no había referencias a los Pactos de

Letrán (que no despertaron la misma reacción entre todos los católicos, como ya se ha

señalado). Únicamente se pedía que «la misión espiritual de la Iglesia católica» pudiese

desarrollarse «en plena libertad»95. Los Pactos de Letrán volvieron a aparecer en versiones

posteriores del programa. Ya en el Programa de Milán, publicado el 26 de julio y obra de los

«güelfos» milaneses, se hablaba de la inviolabilidad del tratado y del concordato, aunque

en referencia a éste se añadía «hasta que las partes firmantes acuerden modificarlo»96.

Por último, en «La palabra de los demócratas cristianos», publicado en diciembre de 1943 en

«Il Popolo», se afirmaba que los Pactos de Letrán eran la «piedra angular» de las relaciones

entre el Estado y la Iglesia en Italia97, sin más observaciones sobre posibles alteraciones.

No es difícil llegar a la conclusión de que estos ajustes se hicieron para garantizar el apoyo

de la Santa Sede al nuevo partido o bien para no discutir sobre la paz religiosa y favorecer el

apoyo de la Iglesia al renacimiento de la democracia en Italia.

La Democracia Cristiana tuvo una historia distinta y en cierto sentido contraria a la del Partido

Popular. El partido de Sturzo contó desde un primer momento con las simpatías de la Santa Sede

y luego, a medida que el fascismo se afirmaba, quedó en un «cuasi abandono humillante»98.

La DC tuvo que conquistar poco a poco la simpatía y el apoyo de la alta jerarquía de la Iglesia.

De Gasperi supo hacerlo con gran habilidad, dando muestras de equilibrio y moderación. Utilizó

a su favor el principio del partido único de los católicos ante quienes hubieran preferido la

perspectiva de dos formaciones católicas, una conservadora y la otra progresista. De Gasperi

quería conseguir un partido que recuperara la experiencia de aconfesionalidad y autonomía del

95. Ibidem, p. 3.

96. Il programma di Milano della Democrazia Cristiana, ibidem, p. 9.

97. Il Programma della Democrazia Cristiana, ibidem, p. 25.

98. S. JACINI, Storia del partito popolare italiano, Garzanti, Milán, 1951, p. 116.

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De vuelta a la actividad política

apoyado por la llamada «hexarquía», es decir, los seis partidos que conformaban el CLN:

Democracia del Trabajo, Partido Liberal, Democracia Cristiana, Partido de Acción, Partido

Socialista de Unidad Proletaria y Partido Comunista. De Gasperi se convirtió en ministro sin

cartera, igual que algunas de las grandes personalidades de los otros partidos políticos: el

comunista Palmiro Togliatti, el liberal Benedetto Croce, el socialista Giuseppe Saragat y Carlo

Sforza. En la fórmula del juramente se precisaba que, en tanto no se convocase la Asamblea

Constituyente, los ministros no podían realizar ninguna acción que fuese perjudicial para la

solución de la cuestión institucional. Mientras llegaba la consulta electoral, todos los partidos

tenían el mismo peso y las decisiones debían tomarse por unanimidad, lo cual a menudo

condenaba al gobierno al inmovilismo. Además, todas las decisiones debían recibir el visto

bueno de la Comisión Aliada de Control.

En esta situación de precariedad, sometido al mortificante control de los militares aliados y

con sesenta y tres años de edad, Alcide De Gasperi ocupaba por primera vez un puesto en el

gobierno. Durante los diez años siguientes estaría en lo más alto de la vida política italiana,

con su fundamental contribución a la reconstrucción moral y material del país.

4. Ministro de Asuntos Exteriores

El 30 de julio de 1944, durante el congreso interregional de la DC celebrado en Nápoles,

De Gasperi fue aclamado secretario. Permaneció en el cargo hasta el 22 de septiembre

de 1946, fecha en que fue sustituido por Attilio Piccioni, uno de sus colaboradores más

próximos. Entre 1944 y 1954 De Gasperi, aunque continuaba con su cargo en el gobierno,

logró mantener un intenso control del partido y tomar decisiones que casi todos los militantes

aprobaban por su enorme prestigio personal. Sin embargo, para la opinión pública estaban

mezclándose las acciones del partido y las acciones del gobierno. La DC se aprovechó de

esta situación, pero no se dotó de una estructura organizativa adecuada para un gran partido

moderno. La organización del consenso y la movilización electoral dependían siempre de las

estructuras eclesiásticas y de las asociaciones católicas, con el riesgo de que se produjera una

identificación peligrosa tanto para el partido como para la Iglesia.

A finales de noviembre de 1944 el gobierno Bonomi sufrió una crisis por el problema de

la depuración de los funcionarios del Estado que habían estado del lado del fascismo.

Togliatti propuso que se constituyera un gobierno con los comunistas, los socialistas y los

favor de la república. Un comentario positivo de Scelba, que compartieron Gronchi y Spataro,

en «Il Popolo» clandestino a propósito de un orden del día básicamente antimonárquico

aprobado por el CLN el 16 de octubre de 1943, suscitó la viva reacción de De Gasperi, que

incluso amenazó con dimitir como presidente del comité de DC. Estaba convencido de que

ponerse del lado de la república en aquel momento era una enorme equivocación. Incluso

dejando de lado el hecho de que la monarquía seguía siendo interlocutora privilegiada de los

Aliados, las fuerzas antifascistas no debían dividirse por un problema que habría sido mejor

resolver con la decisión de todo el pueblo italiano una vez terminada la guerra. Esta fue la

posición que adoptó la DC tras un profundo debate101.

A partir de febrero de 1944 también el palacio de Letrán empezó a ser poco seguro.

De Gasperi pidió refugio a monseñor Celso Costantini en del palacio de Propaganda Fide,

donde estuvo cuatro meses, hasta la liberación de Roma. En ese tiempo escribió artículos

para «Il Popolo» clandestino que enviaba a la imprenta con la ayuda de su hija Maria

Romana, a la que la policía no conocía. Además de todos estos peligros tenía que ocuparse

de la impaciencia de los socialistas, que amenazaron con abandonar el CLN y arrastrar al

Partido de Acción y a los comunistas si no se renunciaba de inmediato a la monarquía.

De Gasperi rechazó las «propuestas jacobinas» de los socialistas y escribió con tristeza a Bonomi:

«¡Qué pena que en circunstancias tan trágicas no seamos todos hermanos y que la incurable

demagogia se inmiscuya en maniobras tan impropias de la grandeza de estos momentos!»102.

El 26 de marzo Bonomi dimitió como presidente del CLN porque no aceptaba que tres partidos

quisieran imponer su voluntad a todos los demás103. La situación cambió con la llegada a

Salerno del líder comunista Palmiro Togliatti, que por indicación de Moscú propuso dejar de

lado la cuestión institucional y se declaró dispuesto a colaborar con el gobierno Badoglio.

Los socialistas y el Partido de Acción se unieron a los comunistas y Bonomi volvió a la

presidencia del CLN.

Finalmente, el 4 de junio de 1944 las tropas anglo-estadounidenses entraron en Roma y la vida

política volvió a salir a la luz. Ivanoe Bonomi sucedió al mariscal Badoglio con un gobierno

101. Sobre estos sucesos, véase G. SPATARO, I democratici cristiani dalla dittatura alla repubblica, Mondadori, Milán, 1968, pp. 227-232 e 235-240.

102. A. De Gasperi a I. Bonomi, Roma, 18 de febrero de 1944, ibidem, p. 254.

103. Carta de dimisión de I. Bonomi, 24 de marzo de 1944, ibidem, p. 404.

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De vuelta a la actividad política

se volvían los católicos de todo el mundo. Para conjurar la posibilidad de una involución

autoritaria de la izquierda (y también de la derecha) en la península, los Estados Unidos

estaban dispuestos a apoyar a las fuerzas políticas de inspiración democrática.

La reunión de De Gasperi con los estadounidenses fue el encuentro de dos partes que poco

tenían en común. De Gasperi no sentía gran simpatía por una civilización y una cultura como

la estadounidense, protestante, materialista y muy alejada de su formación propia de la

Europa Central. Los Estados Unidos, orgullosos de su concepto de separación entre el Estado

y la Iglesia, sentían una cierta perplejidad ante el líder de un partido inspirado en la religión

católica. En un primer momento habrían preferido hablar con un representante de la izquierda

moderada; después, con el paso del tiempo, quedaron conquistados por el espíritu laico del

católico De Gasperi, al que convirtieron en intermediario privilegiado de su política en Italia.

El trabajo de De Gasperi como Ministro de Asuntos Exteriores era muy difícil: tal vez fuese el

más dañado de todos los sectores de la administración. Eran contados los países que habían

mantenido las relaciones diplomáticas con Italia y, en cualquier caso, cualquier relación con

el exterior debía pasar por el control de los Aliados. De Gasperi había comprendido que la

política exterior era la clave de la reconstrucción. De los antiguos enemigos podía conseguirse

el trigo necesario para alimentar a los ciudadanos y las materias primas para poner en marcha

de nuevo las fábricas. Un retraso en la llegada de la ayuda alimentaria suponía un riesgo de

hambruna en regiones enteras. Además había que resolver el problema de la repatriación de los

prisioneros, establecer nuevos tratados de comercio, reanudar las relaciones internacionales y

buscar apoyos que pudiesen servir para conseguir condiciones menos duras en el tratado de

paz que habría que firmar.

Un requisito previo necesario para restablecer las relaciones formales con los antiguos

enemigos era renovar el cuerpo diplomático y sobre todo los embajadores, como indicio

concreto de que nacía una nueva Italia democrática. Los nuevos embajadores eran hombres

procedentes de la política o de la cultura que resultaron magníficos diplomáticos: Tommaso

Gallarati Scotti, Nicolò Carandini, Alberto Tarchiani, Manlio Brosio, Giuseppe Saragat, Egidio

Reale, Sergio Fenoaltea. Gracias a los embajadores «políticos» y a los brillantes jóvenes

salidos de la carrera diplomática, como Pietro Quaroni o Egidio Ortona, De Gasperi pudo

reconstruir una excelente red diplomática que le ayudó en la difícil tarea de sacar a Italia de la

crisis más grave que había vivido desde su unificación.

democristianos, presidido por De Gasperi. Este rehusó, convencido de que la situación exigía

la presencia de todas las fuerzas políticas: de hecho, apoyaba que se reconstituyera el gobierno

Bonomi. En el nuevo gobierno, en el que no quisieron participar el Partido de Acción ni el

Partido Socialista, De Gasperi fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores.

Fue la gran intuición del político tridentino: había comprendido que en la dramática situación

internacional de Italia el Ministerio de Asuntos Exteriores era el puesto verdaderamente clave

del gobierno, el que permitiría un contacto directo e inmediato con las fuerzas de ocupación

anglo-estadounidenses que tenían el poder real. Gracias a su experiencia de político formado

en el Imperio multinacional de los Habsburgo, incrementada en los años treinta, cuando

se interesó por las cuestiones internacionales desde un observatorio privilegiado como el

Vaticano, De Gasperi entendía mejor que otros la importancia de la política exterior para

el futuro de Italia: se convirtió en nexo entre la clase dirigente italiana y las potencias

vencedoras, y en pocos años logró devolver a Italia un papel internacional, aprovechando,

además, las diferencias que empezaban a manifestarse entre las potencias occidentales y

la Unión Soviética.

La Italia que salió de la Segunda Guerra Mundial ya no era una «gran potencia», si es que

alguna vez lo había sido. Sin embargo, su posición geográfica, en el centro de la cuenca

mediterránea y en el límite entre lo que ya se anunciaba como zona de influencia soviética y

la zona occidental, le garantizaba una importancia estratégica excepcional. Si hubiese jugado

hábilmente las pocas cartas que tenía, Italia podría haber conseguido las grandes ayudas

económicas y políticas que necesitaba para recuperarse. Badoglio y Bonomi, predecesores

inmediatos de De Gasperi en el Ministerio de Asuntos Exteriores, habían intentado servirse

de la rivalidad entre las potencias de la coalición antihitleriana para obtener algún beneficio.

De Gasperi, tras rechazar la opción de la neutralidad o del aislamiento, que habría sido ruinosa

tanto desde el punto de vista político como económico, prefirió la solución de la fidelidad a un

gran aliado que, por diversos motivos, no podía ser otro que Estados Unidos.

Mientras tanto, el gobierno de Washington se había convencido de que era necesaria la

presencia activa de Estados Unidos en la península si no querían que Italia cayese en la esfera

de influencia soviética. De hecho, en Estados Unidos preocupaba mucho que en Italia existiera

un partido comunista sólidamente organizado, reforzado por la experiencia de la Resistencia

y, además, muy dependiente de las decisiones de la «casa madre» de Moscú. Aparte de la

importancia estratégica de su situación geográfica, Italia era la sede del papado, hacia el que

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1. De Parri a De Gasperi

El 25 de abril de 1945 terminó la guerra en Italia. Una vez derrotados los alemanes y liberado

el norte, se planteaba el problema de renovar el gobierno con una base nacional más amplia.

La euforia popular de aquellos días, con «el viento del norte» alimentado por la Resistencia,

convenció a los partidos de izquierda de que estaban a punto de llegar al poder. Así, Pietro

Nenni presentó su candidatura como presidente del Consejo. La Democracia Cristiana

respondió de inmediato con la candidatura de De Gasperi, que habría garantizado a Nenni

la vicepresidencia. Togliatti, que quería convertir al Partido Comunista en la primera fuerza

de la izquierda italiana y por esto temía la competencia de los socialistas, no apoyó como

correspondía a Nenni, y facilitó un acuerdo de compromiso en favor de Ferruccio Parri, que

también sería Ministro de Interior.

Parri, perteneciente al Partido de Acción, era un hombre de gran rigor moral y había sido

un valiente jefe de los partisanos, pero políticamente su figura era modesta y no podía

hacer sombra a nadie. En el nuevo gobierno, que se estableció el 20 de junio, De Gasperi

conservó el Ministerio de Asuntos Exteriores; el socialista Nenni y el liberal Brosio ocuparon

la vicepresidencia y el comunista Togliatti el Ministerio de Justicia. Esta vez la candidatura

de De Gasperi no había tenido éxito, pero la Democracia Cristiana había demostrado que

era el único partido capaz de hacer frente a los socialistas y a los comunistas, ligados por un

pacto de unidad de acción cuya fuerza y organización aterrorizaban a la burguesía y a la clase

media italianas.

En la segunda mitad de 1945 De Gasperi tuvo que trabajar en varios frentes. Como Ministro

de Asuntos Exteriores seguía con preocupación la elaboración del tratado de paz, que se

anunciaba duro para Italia. El principal problema era la frontera oriental, en especial Trieste,

ciudad muy querida por los italianos en aquel 1945, como lo había sido en 1918. El ejército

yugoslavo del mariscal Tito, violando los acuerdos firmados con los Aliados, había ocupado

la ciudad el 30 de abril, antes de la llegada de los anglo-estadounidenses el día 2 de mayo.

Dos días más tarde De Gasperi acudió con Bonomi al cuartel general aliado de Caserta para

pedir que enviasen a Istria y Dalmacia tropas que protegieran a la población italiana de la

zona de las venganzas de los eslavos e impedir que se creara una situación que debería

tratarse en las negociaciones de paz. La intervención aliada hizo que Tito abandonase Trieste

(el 11 de junio) y situase su ejército al este del río Isonzo, pero la situación era dramática para

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la agitación social, muchas veces instrumentalizada por los partidos extremistas, mientras

que en Sicilia se observaban peligrosas tendencias separatistas. El 2 de octubre el propio

De Gasperi sufrió un atentado: cuando se dirigía en su automóvil a Montecitorio, alguien le

disparó, aunque por suerte solo se rompió un cristal. «Un pequeño contratiempo del trabajo

que no ha tenido consecuencias», fue la explicación de De Gasperi, que pidió a todos que no

exageraran lo ocurrido106.

El 21 de noviembre de 1945 los ministros liberales dimitieron para protestar contra el

inmovilismo de Parri, al que acusaban de ser incapaz de mantener el orden en el país y de

haber permitido al Comité de Liberación Nacional, prácticamente dominado por la izquierda,

que sustituyese a los órganos del Estado. La DC, que quería volver rápidamente a la normalidad

institucional y también era hostil a la «democracia jacobina» del CLN, se negó a continuar en

el gobierno sin los liberales y Parri se vio obligado a dimitir. El 24 de noviembre, en una reunión

del CLN a la que asistieron representantes de la prensa italiana y extranjera, Parri acusó a los

liberales y a los democristianos de haber querido dar un golpe de Estado. De Gasperi tomó

de inmediato la palabra, preocupado por que en el extranjero se interpretara literalmente lo

que Parri había dicho, pues ello tendría consecuencias desastrosas. Podía desaparecer todo el

trabajo de De Gasperi para convencer a las grandes potencias de que Italia había recuperado

un régimen democrático. De Gasperi declaró que la DC había actuado con la única intención

de «defender de todos los que querían atacar los fundamentos de la libertad política, fuesen

de derechas o de cualquier otra tendencia»107. Repitió, para terminar, que, mientras no se

celebrasen elecciones, la hexarquía era la única forma de gobierno posible. Esta fue la solución

que se adoptó el 10 de diciembre, tras largas y fatigosas discusiones. En la presidencia del

nuevo gobierno estaba Alcide De Gasperi, que permanecería en ella casi ocho años.

2. En la Presidencia del Consejo

Era la primera vez en la historia de Italia que un católico practicante ocupaba el más alto

cargo político del país. También era la primera vez que un Ministro de Asuntos Exteriores

106. Véase Direzione centrale della dc, 5 octubre de 1945, en Atti e documenti della Democrazia Cristiana, op. cit., p. 204.

107. Dichiarazioni del Segretario Politico della dc on. De Gasperi alla riunione del cln, 24 de noviembre de 1945, ibidem, p. 212.

los italianos que habían quedado en las zonas ocupadas por los yugoslavos. Se calcula que en

aquel período perdieron la vida entre 4 000 y 10 000 personas por motivos tanto étnicos como

políticos; sus cuerpos fueron arrojados a fosas comunes en el Carso.

De Gasperi no escatimó esfuerzos en el intento de establecer relaciones cordiales con los

vencedores, sobre todo con Estados Unidos. No era una empresa fácil, porque, después de

todo, Italia seguía siendo un antiguo enemigo y lo trataban en consecuencia. Por ejemplo,

cuando pidió que se invitara a Italia a la Conferencia de San Francisco para la fundación de la

ONU, la respuesta fue una negativa. La diplomacia dejaba ver qué opinión se tenía de Italia.

El 22 de agosto de 1945 De Gasperi escribió a Byrnes, Secretario de Estado norteamericano, para

presentarle las propuestas italianas sobre la fijación de la frontera oriental. Con tan solo

36 horas de margen le pidieron que se reuniera en Londres con los Ministros de Asuntos Exteriores

de las grandes potencias. Llegó a la capital británica el 18 de septiembre, en el «primer viaje

de un representante italiano después de la guerra»104. No le ahorraron humillaciones, desde

los trámites hasta la aduana, pasando por un día entero de espera porque el Ministro de

Asuntos Exteriores yugoslavo sería recibido antes que él. De Gasperi ofreció un discurso sobrio

y digno al norteamericano Byrnes, el británico Bevin, el francés Bidault, el soviético Molotov y

el chino Shin Chieh: evitó la táctica tradicional de proponer máximos para después quedarse

con lo posible, pero expuso claramente qué sacrificios podían y debían hacerse en nombre de

la solidaridad europea y de la reconstrucción de un mundo más justo, de lo que también se

deducía qué soluciones no podría aceptar ningún gobierno italiano democrático105.

Sus palabras causaron una buena impresión que De Gasperi quiso mejorar con conversaciones

privadas con los «grandes». Pero la situación seguía siendo dramática: ninguna potencia, cada

una por sus propios motivos, estaba dispuesta a facilitar las cosas a Italia.

Además de los graves problemas internacionales, De Gasperi tenía que vigilar la delicada

situación interior. La ilegalidad difusa que siempre se produce tras un episodio bélico,

acentuada por las consecuencias de la guerra civil, provocaba sobresaltos sociales y políticos

que suponían un peligro para la democracia. La precaria situación económica aumentaba

104. ADSTANS [P. CANALI], Alcide De Gasperi nella politica estera italiana (1944-1953), Mondadori, Milán, 1953, p. 32.

105. Ibidem, p. 33.

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«un apoyo suficiente para garantizar el éxito de su administración»109. De Gasperi, además,

tenía que buscar el mejor modo de resolver la cuestión institucional, que, como se recordará,

se había suspendido en espera de que terminara la guerra.

Tras haber presentado otras propuestas, De Gasperi aceptó la fórmula del referendo popular,

que se celebraría el mismo día que las elecciones para la Asamblea Constituyente. Sin duda era

el sistema más democrático, y habría legitimado plenamente la decisión, pero también habrá

supuesto una ventaja especial para la DC. A diferencia de los partidos de izquierda, que se

habían pronunciado a favor de la república, y de los de derecha, que defendían la monarquía,

la Democracia Cristiana tenía grandes divisiones en su seno respecto de esta cuestión.

Cualquier opción suponía defraudar a una parte de sus posibles electores. Con el referendo

popular la DC daba a sus electores libertad para elegir entre monarquía y república. Sin

embargo, después de una consulta a los afiliados, el partido optó por la solución republicana,

aprobada en el congreso de la DC en Roma con casi el 75 % de los votos.

3. El fin de la monarquía

En tanto llegaban las primeras elecciones políticas, las consultas administrativas –las primeras

después de más de veinte años y en las que por primera vez en la historia de Italia participaban

las mujeres– habían confirmado que la batalla se libraría entre los tres grandes partidos.

La DC fue el primer partido por número de votos, pero recibieron algunos más los comunistas

y socialistas, vinculados por un pacto de unidad de acción. El 2 de junio de 1946 las elecciones

a la Asamblea Constituyente confirmaron la situación: la DC recibió el 35,2 % de los votos,

el Partido Socialista Italiano de Unidad Proletaria el 20,7 %, y el Partido Comunista de Italia el

18,9 %. Los demás partidos quedaron en una posición de absoluta minoría, lo cual confirmaba

la debilidad de los partidos de élite.

El mismo día se celebraba también el referendo para resolver la cuestión institucional.

Víctor Manuel III, que el 5 de junio de 1944 había cedido sus poderes a su hijo Humberto en

calidad de lugarteniente, casi un mes después de las elecciones del 9 de mayo, abdicó con la

109. H. Tittman a J. Byrnes, Ciudad del Vaticano, 8 de diciembre de 1945, en E. DI NOLFO, Vaticano e Stati Uniti, op. cit., p. 475.

se convertía en Presidente del Consejo. Era significativo que De Gasperi quisiese mantener

este cargo: le permitía seguir dirigiendo las relaciones internacionales de Italia y estrechar

lazos cada vez más cordiales, sobre todo con los Estados Unidos, que habían empezado

a apreciarlo. Prueba de esta relación de confianza fue que de inmediato se dio al gobierno

italiano jurisdicción sobre toda la península, con la única excepción de Venecia Julia. Los

Aliados también reforzaron el envío a Italia de la ayuda alimentaria y económica, esencial para

la recuperación del país. La actuación de De Gasperi durante 1945 como Ministro de Asuntos

Exteriores, en estrecho contacto con los responsables de la política exterior estadounidense e

inglesa, empezaba a dar fruto.

La historiografía del Partido de Acción (de Leo Valiani en adelante) ha interpretado el primer

gobierno De Gasperi como el comienzo de la restauración conservadora después de la posible

renovación que representó el gobierno Parri. Es una interpretación inexacta: ciertamente

estaba la novedad de que un católico dirigiese el gobierno italiano, pero, en términos

generales, la crisis que habían desatado los liberales había concluido con el reforzamiento

de la izquierda en el ámbito ministerial. Los socialistas conservaban la vicepresidencia (a la

que se añadió el Ministerio para la Constituyente) con Nenni y el Ministerio de Trabajo con

Barbareschi, y conseguían el Ministerio de Interior para Romita. Los comunistas conservaban

sus ministerios: Togliatti en Justicia, Scoccimarro en Economía y Gullo en Agricultura. Estaba

empezando la decadencia de los partidos de élite y llegaba el momento de los partidos con

grandes bases: católicos, socialistas y comunistas tenían en sus manos la suerte del país.

Lo señaló complacido el líder comunista Togliatti: «De Gasperi es el jefe de un partido con

una gran base. Solo por eso para nosotros es más aceptable que esos políticos llamados

‘independientes’, que solo dan cuenta de sus actos a cuatro amigos y a su propia vanidad»108.

En la primera mitad de 1946 De Gasperi mantenía dos tareas: proseguir la elaboración

del tratado de paz –en el que, por otra parte, tenía un margen de intervención limitado– y

garantizar el paso sin problemas al sistema democrático. Volver a la democracia a través

de las elecciones era algo esencial también para el Vaticano, como señaló Tardini a Harold

Tittmann, colaborador de Taylor, al que pidió que Estados Unidos diera a De Gasperi

108. «L’Unità», 11 de diciembre de 1945.

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colaboración que había permitido conseguir la unidad sindical. El 3 de junio de 1944 se había

fundado, con el Pacto de Roma, la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), a la que

se adhirieron sindicalistas cristianos, socialistas y comunistas.

De Gasperi conservó la presidencia del Consejo y el Ministerio de Asuntos Exteriores con el

acuerdo de que este último cargo pasaría a Pietro Nenni cuando se definiese el tratado de

paz. Para afrontar el grave problema de orden público, también asumió la responsabilidad

del Ministerio del Interior. Palmiro Togliatti, preocupado porque el PCI había recibido menos

votos que los socialistas, prefirió dedicarse exclusivamente a las cuestiones del partido y no

entró en el nuevo ministerio. Quería así marcar una cierta distancia con el gobierno. Fue un

indicio de la compleja postura de los comunistas en los meses siguientes, con un pie en el

gobierno y el otro en la oposición. Con una política de dos caras, los ministros comunistas

aprobaban decisiones a las que después se oponían en sus periódicos y en las calles, con

lo que a menudo fomentaban unas manifestaciones de protesta difíciles de controlar que

empeoraban la ya delicada situación del orden público.

En Astigiano (y también en varias otras zonas de la Italia septentrional) algunos grupos de

partisanos habían tomado de nuevo las armas y se negaban a volver a la legalidad. En Emilia,

el llamado «triángulo de la muerte», hubo episodios de terrorismo político y fueron

asesinados sacerdotes y militantes democristianos. En Sicilia, donde el independentismo

se había resuelto con las concesiones de la autonomía, continuaban el bandolerismo y los

atentados de la mafia contra sindicalistas y miembros de los partidos de izquierda. En toda

Italia había violencia, ilegalidad, desórdenes. A diario se descubrían arsenales de armas

escondidos por los comunistas (y no solo por ellos) al acabar la lucha partisana para cualquier

futura eventualidad.

Sin embargo, no siempre se trataba de desórdenes políticos y no siempre los responsables

querían la revolución social: también las malas condiciones sociales provocaban huelgas

y manifestaciones. Había muchísimos parados; el coste de la vida aumentaba día a día; la

inflación era galopante; quien tenía ingresos fijos era cada vez más pobre, mientras amasaban

fortunas unos cuantos especuladores y quienes vivían del mercado negro. El gobierno tenía

poquísimos medios para afrontar la situación, pero le seguían considerando responsable de

lo que ocurría. El 19 de octubre de 1946 un grupo de manifestantes invadió el Viminal, sede de

la Presidencia del Consejo y del Ministerio del Interior. En los enfrentamientos con la policía

hubo un muerto y un centenar de heridos.

esperanza de salvar la monarquía. Humberto II era bastante popular y, sobre todo, no estaba

relacionado con el régimen fascista, pero a pesar de un viaje de propaganda por toda Italia,

no consiguió cambiar la situación. En el referendo institucional la mayoría, aunque por poco

margen, votó por la república: 12 718 641 contra 10 718 502 votos.

Algunos monárquicos no quisieron aceptar el resultado y acusaron al Ministro del Interior,

Romita, de fraude y distintas irregularidades. Otros hicieron objeciones a la interpretación de

la ley electoral: según ellos también había que contar los votos nulos para calcular la mayoría.

El 10 de junio el Tribunal de Casación, en vez de proclamar oficialmente la república, se limitó

a levantar acta del resultado del referendo y se reservó el derecho de decidir en otro momento

sobre los recursos presentados. Humberto II pospuso su marcha de Italia y escribió una carta a

De Gasperi en la que le anunciaba su intención de esperar la decisión definitiva del tribunal, que

tardaría una semana en conocerse. Mientras, la situación podía degenerar hasta una verdadera

guerra civil entre defensores de la república y de la monarquía. De Gasperi anduvo entre el

gobierno y el Quirinal para encontrar una solución que no fuese traumática. Después, viendo

que resultaban inútiles todas las tentativas de mediación, el 12 de junio tomó una decisión y

consiguió que el gobierno en funciones le nombrase jefe provisional del Estado. Al día siguiente

Humberto II, «el rey de mayo», partió hacia el exilio no sin antes lanzar una proclama a los

italianos en la que condenaba lo que definía como un acto revolucionario del gobierno.

4. El tripartito

De Gasperi dio muestras en tan difíciles circunstancias de una tranquila firmeza que le

permitió resolver un problema muy delicado sin demasiados perjuicios para la nueva Italia.

Ahora era preciso comenzar la vida democrática normal, formando un nuevo gobierno basado

en unas relaciones de fuerzas concretas en la Asamblea Constituyente. Resistiéndose a las

presiones que le llegaban de Pío XII para que estableciera un gobierno sin los comunistas,

formó el primero de los llamados «gobiernos tripartitos»110 con los tres grandes partidos:

Democracia Cristiana, Partido Socialista y Partido Comunista, que entre todos tenían casi el

80 % de los escaños. De este modo se hacía realidad también en el plano político la

110. En realidad, se trataba de un Gobierno cuatripartito, con la presencia del Partido Republicano, que había esperado el cese de la monarquía para asumir cargos institucionales.

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5. El tratado de paz

Mientras en Italia empezaba a trabajar la Asamblea Constituyente, en París se iniciaba la

conferencia de paz el día 19 de julio de 1946. Pronto se comprobó que era infundada la

esperanza de que la Resistencia y la cobeligerancia mejorasen las perspectivas de Italia. Las

negociaciones entre los «cuatro grandes» –Estados Unidos, la URSS, Gran Bretaña y Francia–

que habían precedido a la conferencia no daban resultados. De Gasperi viajó a París en mayo

para defender una vez más la causa de Trieste. Parecía que cabía esperar algún avance, pero a

primeros de junio llegó la noticia de la idea de crear el Territorio Libre de Trieste, lo que dejaría

toda Istria, incluida la ciudad de Pula, a Yugoslavia.

A primeros de agosto llegó a París la delegación italiana, encabezada por De Gasperi, en

la que también figuraban Ivanoe Bonomi y Giuseppe Saragat entre otros. De Gasperi tenía

que hablar ante la conferencia de los veintiuno el día 10 por la tarde. Los días anteriores se

celebraron largas reuniones en la embajada para preparar las ideas principales del discurso.

Las noticias ciertamente no eran buenas, pero De Gasperi creía que no debía insistir en las

recriminaciones, sino en los intereses nacionales.

Pensaba, según dijo a los miembros de la delegación, que debían «dar la impresión de que

queremos hacer una contribución positiva a la reconstrucción mundial, intervenir en los

debates con una nota que vaya más allá de los meros intereses de Italia y llegando al terreno

idealista. Es preciso apuntar a un programa europeo, y debemos transmitir claramente la

idea de que andamos por el camino amplio de la democracia. En resumen, debemos llevar

palabras nuevas y con ellas llegar a la opinión pública mundial. Si volvemos a casa derrotados,

volvamos al menos con dignidad»112.

Cuando De Gasperi empezó a hablar en la conferencia de los veintiuno, el ambiente era frío:

«Siento que todos ustedes, a pesar de su cortesía personal, están en mi contra»113, afirmó De

Gasperi al presentar el punto de vista de Italia. Paradójicamente, un hombre que habría sufrido

con el fascismo llegaba ahora a pagar las deudas de sus perseguidores. Cuando terminó de

112. ADG, Affari Esteri, III b Conferenza della Pace, 2, Acta de la reunión celebrada en la Embajada de Italia en París el día 7 de agosto de 1946 a las 18.20 horas.

113. M. R. CATTI DE GASPERI, De Gasperi uomo solo, op. cit., p. 234.

Dadas las circunstancias, los dirigentes de los partidos de izquierda se encontraban en una

delicada situación: sabían que una insurrección popular terminaría probablemente igual que

en Grecia, es decir, acallada por las fuerzas de ocupación con un baño de sangre. Por otra

parte, no podían condenar claramente estos episodios para no enfrentarse a los electores

que veían en ellos la esperanza de una recuperación económica y social, sin importarles cuál

fuese el camino para conseguirla. De Gasperi no había olvidado en absoluto cómo acabó

todo después de la Primera Guerra Mundial, y temía que se repitiera una situación como la

de 1922, cuando el gobierno Facta había cerrado los ojos ante la ilegalidad fascista y así había

facilitado la llegada de la dictadura. En el Consejo de Ministros del 29 de agosto de 1946

habló con mucha claridad: «Nunca se ha visto una exhibición de armas tan descarada y tan

grande. Si dejamos que siga ocurriendo, será el fin de Facta. Yo no tengo intención de que eso

ocurra, aunque algunos colegas estén dispuestos a transigir. La insubordinación armada debe

ser condenada: no podemos cerrar los ojos. ¿Qué razones y qué fuerza tendríamos el día de

mañana ante unos grupos fascistas reconstituidos? Hay que actuar con prudencia, pero hay

que actuar, y tiene que decirlo el Estado»111.

Ordenó a las fuerzas del orden, oportunamente reorganizadas, que actuasen con firmeza.

También se aprobaron unas disposiciones en favor de quienes habían participado en la

Resistencia y medidas sociales para los desempleados. El orden público fue mejorando en los

meses siguientes y ello fue beneficioso para el prestigio de la autoridad estatal.

La situación económica seguía siendo grave. El liberal Epicarmo Corbino, Ministro de

Hacienda, que había intentado introducir medidas de rigor, afectado por los duros ataques

de la prensa comunista, dimitió el 2 de septiembre de 1946. De Gasperi puso en su lugar a

un antiguo popular, Giovanni Battista Bertone, que lanzó el «préstamo de la reconstrucción»

(11 de octubre de 1946). Con un préstamo a 30 años al 3,5 % se reunieron 231 000 millones que

supusieron un respiro para las finanzas del Estado. Poco después, el 27 de octubre, el acuerdo

entre la CGIL y Confindustria garantizó un aumento del 35 % de los salarios mínimos y una

paga extraordinaria a los trabajadores, y se confirmaron las indemnizaciones por el aumento

del coste de la vida a cambio de una tregua salarial de seis meses.

111. Verbali del Consiglio dei Ministri. Luglio 1943-Maggio 1948. VII, 2. Governo De Gasperi. 13 luglio 1946 - 2 febbraio 1947, ed. A.G. Ricci, Presidencia del Consejo de Ministros, Roma, 1997, p. 215.

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Un católico preside el Consejo

Una vez acordado en lo sustancial el tratado de paz –que se firmaría oficialmente el 10 de

febrero de 1947– De Gasperi cedió el Ministerio de Asuntos Exteriores a Nenni, tal y como

habían pactado. Aún continuó atento a la política exterior del gobierno y mantuvo en particular

una comunicación especial y directa con el gobierno de Washington. En esta situación fue

cuando realizó su importante viaje a Estados Unidos.

6. El viaje a Estados Unidos

En las elecciones administrativas del 9 de noviembre de 1946 la DC había perdido votos:

en el norte a favor de la izquierda y en el sur a favor de Uomo Qualunque (Un hombre

cualquiera), una formación política fundada por el escritor Guglielmo Giannini, que aprovechó

el descontento de la clase media y la insatisfacción con la nueva clase dirigente antifascista.

El gobierno estaba en una situación cada vez más precaria, y en los partidos había división

de opiniones sobre si era oportuno o no ratificar el tratado de paz. Se había intensificado la

presión del Vaticano para que la DC dejase de colaborar con los comunistas, se había agravado

la situación económica, subía el precio de los artículos de primera necesidad y había más de

dos millones de parados. La iniciativa de Togliatti, que De Gasperi y Nenni desconocían, de

proponer al mariscal Tito intercambiar Gorizia –que nunca se había dudado que perteneciese

a Italia– y Trieste, había creado tensiones.

A De Gasperi le molestaban especialmente las críticas de comunistas y socialistas, que

formaban parte del gobierno: «Ningún gobierno puede permanecer unido –dijo en el Consejo

de Ministros del 30 de diciembre de 1946– con el derrotismo que tenemos aquí. Y de ello se

deriva la desaparición de la autoridad estatal. [...] Hay que acabar con el derrotismo contra un

gobierno del que se es parte»116.

Hacía algún tiempo que De Gasperi buscaba una iniciativa que lo reforzase. Un viaje a Estados

Unidos, sobre todo si se traducía en nuevas ayudas alimentarias y económicas, consolidaría

su papel como interlocutor privilegiado con el gobierno de Washington y su posición en Italia.

Los resultados electorales y la situación en el seno del gobierno le hicieron ver que debía darse

prisa. Por otra parte, también los Estados Unidos tenían interés en asentar la posición de

116. Verbali del Consiglio dei Ministri, vol. op. cit., p. 1118.

hablar, el Secretario de Estado norteamericano, James Byrnes, se levantó para estrecharle la

mano. Fue un signo de solidaridad humana, aunque nada significaba en términos concretos.

En realidad no se estaba discutiendo un tratado, sino que se estaba comunicando a Italia un

decreto. De Gasperi estaba muy preocupado.

En el acta del debate del 12 de agosto en la embajada se lee que afirmó que si la delegación

volvía a Italia con el tratado sin modificaciones, sacrificando Pula, la Asamblea Constituyente

no lo aceptaría: «Habría una reacción sentimental y nacional en contra de semejante sacrificio.

Los Aliados han dicho que entonces se produciría la ocupación militar de Italia. Si quieren

gobierno, tendrán que sentir su peso»114.

Pero ya estaba todo hecho: las pérdidas de territorios más dolorosas eran las de la frontera

oriental: Istria, con Pola, parte de Venecia Julia y la ciudad de Zara serían para Yugoslavia,

mientras que Trieste quedaba como Territorio Libre. Francia obtenía Briga y Tenda; Grecia,

Rodi y el Dodecaneso; a los países que habían estado en guerra con Italia se les concedieron

sustanciosas reparaciones. Además, Italia perdía todas sus colonias, incluidas las anteriores

al fascismo. Finalmente, el tratado reducía drásticamente el ejército, la marina y la aviación.

En medio de todos estos desastres de la Conferencia de París, De Gasperi consiguió fijar

la frontera con Austria en Brennero, según un acuerdo al que llegó con Gruber, Ministro de

Asuntos Exteriores de Austria, el 6 de septiembre. Al menos en esa zona Italia no perdía

territorio, y a cambio se concedía un estatuto de autonomía a la región para defender las

características nacionales de los habitantes de habla alemana. De Gasperi consiguió este

triunfo porque Austria también era al fin y al cabo un país derrotado, y ninguna de las

grandes potencias había apoyado con firmeza la petición de Viena de recibir el Alto Adigio.

Para el Presidente del Consejo este acuerdo supuso una gran satisfacción, también porque

la autonomía del Alto Adigio quedaba vinculada a la del Trentino. Así, De Gasperi consiguió

satisfacer las peticiones de autonomía que le llegaban de su tierra natal, por la que tanto había

luchado después de la Primera Guerra Mundial115.

114. ADG, Affari Esteri, III b Conferenza della Pace, 2, Acta de la reunión de la Delegación italiana en la Conferencia de la Paz celebrada el 12 de agosto de 1946, a las 9.30 horas, en la Embajada de Italia.

115. Sobre el problema de la autonomía del Trentino en la segunda posguerra, véase A. CANAVERO, Gli anni della Regione (1948-1962), Verifiche, Trento, 1978.

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Un católico preside el Consejo

De Gasperi, que ya era considerado el único político capaz de garantizar un gobierno estable

y de tener a raya a los comunistas.

Es difícil saber de quién fue verdaderamente la iniciativa del viaje. Oficialmente fue la

revista «Time» la que invitó a De Gasperi a Cleveland para participar en una reunión sobre

los problemas de la posguerra. De Gasperi lo agradeció, pero comunicó a la embajada

estadounidense en Roma que solo aceptaría si recibía también la invitación oficial del

gobierno, invitación que recibió el 9 de diciembre. De Gasperi tardó algunos días en aceptar,

y pidió que hasta entonces no se difundiera la noticia. Se mantuvo en secreto hasta el día 16.

Era cierto que De Gasperi tenía gran interés en el éxito político de la iniciativa, pero también en

los resultados concretos que pudiera conseguir, es decir, las ayudas económicas y alimentarias

que Italia tanto necesitaba. Antes de aceptar debía comprobar que existían posibilidades reales

de éxito.

La embajada italiana en Washington trabajó con el Departamento de Estado norteamericano

para preparar los detalles del viaje, y el 4 de enero de 1947 De Gasperi salió hacia Estados

Unidos. Además de participar en la reunión de Cleveland, De Gasperi tendría encuentros muy

interesantes con el Presidente Truman, el Secretario de Estado y otras personalidades de la

administración del país.

Muchas veces se ha afirmado que De Gasperi fue a Estados Unidos para «recibir órdenes» del

poderoso aliado americano, fundamentalmente la orden de alejar a la izquierda del gobierno.

En realidad, en los documentos de la visita no se encuentra ninguna información al respecto.

El objetivo primordial del viaje era conseguir un éxito prestigioso y, posiblemente, una ayuda

económica. Se lograron ambas cosas, aunque es cierto que la visita de De Gasperi no fue un

paseo triunfal y tampoco faltaron momentos de decepción. Solo en el último momento y con

mucho esfuerzo consiguió un préstamo de 100 millones de dólares del Export-Import Bank,

que se sumó a otros 150 millones de dólares en concepto de compensación por los gastos

provocados por las fuerzas armadas americanas en Italia, al suministro de trigo y carbón y a

la venta en condiciones ventajosas de 48 barcos Liberty y ocho buques cisterna. No era un

gran resultado desde el punto de vista económico, pero es innegable que la visita había tenido

resultados políticos. Truman había recibido a De Gasperi en la Casa Blanca, algo que tenía

gran significado para la opinión pública de un país derrotado y desengañado. La relación de

confianza con los Estados Unidos se había afianzado, y De Gasperi podía ocuparse con más

serenidad de la frágil situación interna.

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Del tripartito al centrismo

1. Continúa el tripartito

De Gasperi volvió a Italia el 17 de enero y encontró el ministerio en plena crisis. El Congreso

del Partido Socialista Italiano de Unidad Proletaria (Roma, del 9 al 11 de enero de 1937) había

terminado en escisión: Saragat, que lamentaba el sometimiento excesivo al Partido Comunista,

había decidido fundar el Partido Socialista de los Trabajadores Italianos y había dimitido como

Presidente de la Asamblea Constituyente. Nenni también había dimitido como Ministro de

Asuntos Exteriores. El 20 de enero De Gasperi presentó la dimisión del gobierno en pleno,

pero Enrico De Nicola, Presidente provisional de la República, volvió a encomendarle la tarea.

La crisis fue breve, en parte porque el 10 de febrero estaba previsto firmar en París el tratado

de paz, y no era posible presentarse con un gobierno dimisionario. De Gasperi reconstituyó

el tripartito, aunque con algunos cambios importantes. Los socialistas perdieron el Ministerio

de Asuntos Exteriores, que pasó al republicano independiente Carlo Sforza, y los comunistas

Economía, que se unía a Hacienda y quedaba en manos del democristiano Pietro Campilli.

Asuntos Interiores se encomendó a Mario Scelba, también democristiano, que sería más tarde

el hombre fuerte del gobierno y la bestia negra de los comunistas. Otro democristiano, Ezio

Vanoni, fue nombrado Ministro de Comercio Exterior. Era obvia la redistribución de socialistas

y comunistas y la atribución del control de la economía a la Democracia Cristiana. Sforza en

Exteriores garantizaba la continuidad de la política proamericana de De Gasperi.

La decisión de rehacer el tripartito no había sido fácil. Tras las elecciones administrativas

en noviembre del año anterior, el secretario de la DC, Attilio Piccioni, lo había tachado de

«cohabitación forzada». La pérdida de votos en el sur, a favor de Uomo Qualunque, indicaba un

lento deterioro del apoyo de la clase media a la DC. El Vaticano, por su parte, había intensificado

en los últimos tiempos la presión para que De Gasperi pusiese fin a la colaboración con los

partidos «anticlericales». Un sobrino de Pío XII, el príncipe Marcantonio Pacelli, se reunió a

menudo con el Presidente del Consejo en aquella época para transmitirle los deseos del Santo

Padre en el campo político117. ¿Por qué había decidido De Gasperi reconstituir un gobierno

117. V. DE MARCO ha publicado un diario que refleja las conversaciones mantenidas entre De Gasperi y Marcantonio Pacelli entre junio de 1946 y julio de 1947, Diario di un anno: le scelte politiche di De Gasperi negli appunti di Marcantonio Pacelli (1946-1947), en Società, Chiesa e ricerca storica. Studi di storia moderna e contemporanea en onore di Pietro Borzomati, ed. M. Naro, Salvatore Sciascia, Caltanissetta-Roma, 2002, pp. 187-201.

Del tripartito al centrismo

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Del tripartito al centrismo

como parlamentario, no como Presidente del Consejo. Recordó que los obispos, en virtud del

Concordato, juraban lealtad a la República y al gobierno, y añadió: «Amigos, el régimen de Italia

no está tan asegurado ni tan cristalizado como para que podamos renunciar generosamente

a un compromiso tan solemnemente establecido»120. Togliatti comprendía perfectamente el

sentido de las palabras de De Gasperi, y obligó a los comunistas a votar a favor, justificando la

decisión en la necesidad de impedir peligrosas rupturas religiosas en el país. También votaron

a favor los liberales y el Partido Uomo Qualunque, y en contra socialistas, republicanos y

el Partido de Acción.

2. El alejamiento de la izquierda

En la primavera de 1947 perdieron peso las razones internas y externas que habían justificado

que se mantuviera la colaboración tripartita. En el ámbito internacional se hizo irreversible la

división entre las potencias que habían derrotado a la Alemania nazi. La presentación de la

doctrina Truman (12 de marzo de 1947), el fracaso de la conferencia de Ministros de Asuntos

Exteriores de las cuatro grandes potencias (Moscú, 24 de abril de 1947) y la propuesta del Plan

Marshall (5 de junio) fueron sus hitos más evidentes. En el ámbito interno, después de firmar

el tratado de paz y aprobar el artículo 7 de la Constitución, ya no había motivos para retrasar

el alejamiento de socialistas y comunistas del gobierno, poniendo así fin a unas relaciones

maltrechas. Y tampoco faltaban motivos concretos. La DC había sufrido una grave pérdida de

13 puntos porcentuales en las elecciones a la asamblea regional de Sicilia, celebradas el 20

de abril, en las que había triunfado el bloque de la izquierda. La situación económica seguía

deteriorándose cada vez más. Los empleados y los trabajadores pedían un aumento salarial.

El ambiente industrial no alimentaba la confianza en la solidez del gobierno. Para atacar a los

responsables democristianos de la economía, como Campilli y Vanoni, se usó sin medida el

arma del escándalo y se les acusó de corrupción sin ningún fundamento. Mientras, triunfaba

la especulación parasitaria.

120. A. DE GASPERI, Discorsi parlamentari, vol. I, op. cit., p. 259.

tripartito? La respuesta incluye algunas consideraciones de política interna e internacional.

Ante todo, aunque las relaciones entre EE.UU. y la URSS se habían deteriorado, hasta 1947

no se produjo una ruptura irremediable. No existía aún una «necesidad internacional» de

romper relaciones con los socialistas y comunistas. Pero De Gasperi había querido prolongar

la colaboración sobre todo por consideraciones relativas a la política interna. Había que firmar

el tratado de paz, extremadamente duro e impopular, y De Gasperi quería que también los

partidos de izquierda compartieran la responsabilidad, para evitar nuevos ataques fáciles

y polémicos a la DC. Uno de los primeros actos del nuevo gobierno tripartito fue decidir

firmar el tratado (7 de febrero), que posteriormente debía ratificar la Asamblea Constituyente.

Sin embargo, había un motivo tal vez más importante: era preciso terminar la redacción de

la Constitución, que debía establecer las reglas del juego democrático para los años futuros.

La Constitución debía aprobarse con el apoyo más amplio posible para establecer un terreno

común aceptado por todos.

El acuerdo sobre la Constitución incluía también la delicada cuestión de las relaciones entre el

Estado y la Iglesia. La Santa Sede quería que se garantizasen los Pactos de Letrán integrándolos

en la nueva Constitución. En este sentido sus indicaciones eran clarísimas.

«El Santo Padre –escribe Marcantonio Pacelli en su diario – me ha dado instrucciones para

que diga a De Gasperi que, en lo referente al Concordato, los demócratas cristianos deben

resistir con fuerza y que la Santa Sede, en caso de debilidad o algo peor en materia religiosa,

tendría que hablar»118.

Para conseguir tal resultado hacía falta el respaldo de los comunistas. Los debates en la

Asamblea Constituyente sobre el texto que se convertiría en el artículo 7 de la Constitución se

desarrollaron en el mes de marzo y concluyeron con la aprobación de una formulación que

complacía a la Santa Sede119. De Gasperi intervino el 25 de marzo y lo hizo desde su puesto

118. Ibidem, p. 191 (26 de mayo de 1946).

119. «Lo Stato e la Chiesa sono, ciascuno nel proprio ordine, indipendenti e sovrani. I loro rapporti sono regolati dai Patti Lateranensi. Le modificazioni dei Patti, accettate dalle due parti, non richiedono procedimento di revisione costituzionale» (El Estado y la Iglesia son, cada uno en su propio orden, independientes y soberanos. Sus relaciones están reguladas por los Pactos Lateranenses. Las modificaciones de los Pactos, aceptadas por las dos partes, no requieren un procedimiento de revisión constitucional).

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Del tripartito al centrismo

refiriéndose, obviamente, a Estados Unidos. El incidente amenazaba con poner en peligro

el éxito de la misión económica italiana que había viajado a Washington en busca de unas

ayudas esenciales para el país. Probablemente fue la gota que hizo que De Gasperi dejase de

lado sus últimas dudas. El 26 de mayo, en una conversación con Togliatti a la que también

asistió Sforza, De Gasperi dijo sin rodeos al líder comunista que, dadas las circunstancias, su

partido debía quedar fuera del gobierno. Al día siguiente informó al embajador Dunn de su

intención de formar un gobierno solo con democristianos y con algunos ministros técnicos.

Si el experimento salía mal, añadió De Gasperi dramatizando, el siguiente gobierno sería de

extrema izquierda, y habrían sido en vano los esfuerzos para preservar la democracia en Italia.

Por eso Estados Unidos tendría que hacer cuanto fuese posible para respaldarlo con su ayuda

económica123.

Para De Gasperi la decisión de aquellos días de finales de mayo fue terrible y hubo de tomarla

en relativa soledad. Algunos miembros de la dirección de la DC, como Gronchi, habrían

preferido que el partido cediese su puesto a otros, vista la terrible situación económica y social.

Otros democristianos, como Piccioni o Taviani, y también ciertos sectores que en principio no

eran favorables a la colaboración tripartita, tenían grandes reservas en cuanto a separar a los

comunistas del gobierno, pues temían que hubiese revueltas. «O se hace ahora o no se hace

nunca –dijo De Gasperi a Piccioni–: este es el momento»124.

Poco después escribía estas palabras a Alberto Tarchiani, embajador italiano en Washington:

«He librado una dura batalla, a veces sin aire, porque el pueblo creía que yo guardaba en el

bolsillo no sé qué garantía de América, cuando en realidad me costaba trabajo no ya conseguir

éxitos, sino evitar desastres. [...] He vivido horas mortalmente peligrosas; me sentía solo,

abandonado por muchos amigos, y solo me ha mantenido saber que trabajaba por la paz. Si no

se comprenden mis esfuerzos por el bien de Italia y por la paz, si no me aceptan plenamente

este giro peligroso, será en vano confiar en una recuperación»125.

En otras palabras: si Estados Unidos no hubiese comprendido las graves dificultades de Italia

y no hubiese multiplicado los apoyos económicos y políticos, el primer gobierno sin partidos

123. Ibidem, p. 911.

124. P.E. TAVIANI, Politica a memoria d’uomo, Il Mulino, Bolonia, 2002, p. 124.

125. A. De Gasperi a A.Tarchiani, 11 de julio de 1947, en De Gasperi scrive, op. cit., vol. II, pp. 130-131.

«Un viento de pánico y de locura –dijo De Gasperi en un dramático discurso en la radio el

28 de abril de 1947– sopla en algunas partes del país. [...] La especulación, fría y calculadora,

juega al alza, esconde mercancías, saca al extranjero valores y joyas, y espera emboscada la

crisis con la criminal esperanza de hacerse rica con la miseria general»121.

Dos días más tarde dijo en el Consejo de Ministros que el acuerdo entre los tres grandes

partidos ya no era suficiente para gobernar el país. Había que contar también con el apoyo

del llamado «cuarto partido», es decir, el de los representantes del mundo económico, que

podrían dictar el éxito o el fracaso de toda iniciativa para la reconstrucción económica. Para

hacer aún más dramática la situación general, los hombres del bandolero Salvatore Giuliano

dispararon contra los trabajadores que se habían reunido en Portella della Ginestra, cerca de

Palermo, para celebrar el 1 de mayo.

Antes de abrir oficialmente la crisis, De Gasperi habló primero con Togliatti el 5 de mayo y

después con Nenni para estudiar la posibilidad de ampliar el ministerio e incluir a representantes

de los partidos de centro. Togliatti estuvo de acuerdo, pero Nenni se opuso, quizá porque eso

habría significado que se abría la puerta a los socialdemócratas. Probablemente en aquel

momento De Gasperi pensaba limitarse a modificar la presencia comunista y a integrar en

el gobierno una personalidad que agradase a los círculos económicos, como Luigi Einaudi,

con quien se puso en contacto. El día 5 por la tarde informó de sus conversaciones a Dunn,

embajador de Estados Unidos en Roma, a quien pidió que solicitase ayuda económica para

Italia122. Viendo la imposibilidad de resolver la situación por otras vías, De Gasperi presentó

la dimisión el 13 de mayo.

La crisis fue larga y difícil. De Nicola recurrió primero a un viejo político de antes del fascismo,

como era Nitti, y después a Orlando. Cuando los dos fracasaron, tuvo que recurrir de nuevo a

De Gasperi el 24 de mayo. De Gasperi sabía que los Estados Unidos habrían aceptado

un gobierno con una reducida presencia comunista y habría ido en esta dirección cuando

le informaron de la malísima impresión que había causado en el gobierno de aquel país

un artículo de Togliatti en «L’Unità» del 20 de mayo, titulado «¡Pero qué cretinos son!»,

121. Citado por A. GAMBINO, Storia del dopoguerra. Dalla Liberazione al potere Dc, Laterza, Bari, 1978, p. 367.

122. Foreign Relations of the United States (frus), 1947, vol. III, The British Commonwealth; Europe, United States Government Printing Office, Washington, 1972, p. 893.

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Del tripartito al centrismo

La travesía del nuevo gobierno De Gasperi no fue fácil, pues hubo de sortear los obstáculos

enfrentados de la derecha y la izquierda. Sin embargo, el ministerio consiguió importantes

éxitos: a finales de julio la Asamblea Constituyente aprobó la ratificación del tratado de paz, al

que se habían opuesto Vittorio Emanuele Orlando y Benedetto Croce; a primeros de octubre

superó la moción de censura presentada por los partidos de izquierda; el 22 de diciembre se

aprobó la nueva Constitución de la República Italiana por amplia mayoría: 453 votos a favor y

62 en contra. Las elecciones municipales de Roma del 12 de octubre de 1947 había confirmado

la constante recuperación de la DC, que demostraba un cambio de tendencia en la opinión

pública, que volvía a confiar en el gobierno.

Ya se ha señalado que los partidos de izquierda reaccionaron con moderación a su separación

del poder. Sin embargo, se mantenía el temor de una insurrección comunista en Italia,

temor que incluso se incrementó cuando se difundió la noticia de que el 27 de septiembre

se había constituido la Kominform, una oficina de información de los partidos comunistas

que ocupaban el poder en la Europa Central y Oriental más los franceses y los italianos.

La ocupación de la prefectura de Milán el 27 de noviembre de 1947 por parte de ex partisanos

encabezados por el comunista Gian Carlo Pajetta, con el pretexto del traslado de uno de los

últimos jefes políticos, Ettore Troilo, parecía confirmar tal temor. La firmeza del Ministro del

Interior, Scelba, unida a la mediación de De Gasperi y del propio Togliatti, impidió que la

situación empeorase, aunque muchos pensaron, con razón o sin ella, que el partido comunista

aprovechaba cualquier ocasión para hacerse ilegalmente con el poder. Pareció confirmarlo y

adelantarlo el golpe de Estado comunista en Checoslovaquia, donde en marzo de 1948 cayó

el último gobierno democrático que aún había en la zona de influencia soviética. Había caído

definitivamente sobre Europa el «telón de acero» de que había hablado Churchill en un célebre

discurso en Fulton. A partir de ese momento, cualquier acto nacional o internacional estaría

marcado por la Guerra Fría.

4. El 18 de abril de 1948

Italia se encontraba justamente en la frontera entre Oriente y Occidente o, como se decía

entonces, entre el mundo libre y el mundo comunista. Las elecciones políticas al primer

parlamento republicano, previstas para el 18 de abril de 1948, tuvieron, pues, un significado

especial. La cita electoral se interpretaba como algo decisivo, no solo para el futuro de Italia,

sino también para la salvación del Occidente «libre» y de la misma civilización cristiana.

de izquierda habría tenido una corta vida y habría sido difícil calcular las consecuencias,

aunque sin duda habrían sido negativas para la alianza occidental.

3. Hacia el centrismo

La salida que De Gasperi quería dar a la crisis no era un gobierno desequilibrado hacia

la derecha, un «bloque de orden» anticomunista, sino un gobierno con menos partidos

secundarios de centro. No pudo realizar la operación inmediatamente: hasta diciembre no se

produjo la renovación del gobierno con socialdemócratas, liberales y republicanos. Solo logró

la participación a título personal de hombres de gran prestigio, como Luigi Einaudi, para quien

se creó el Ministerio del Presupuesto, o Carlo Sforza, que continuó en el Ministerio de Asuntos

Exteriores. Se aseguró la presencia del «cuarto partido» con Einaudi y otros «técnicos» de

tendencia liberalista, como Del Vecchio, Pella, Merzagora en los ministerios económicos.

El 31 de mayo nacía un nuevo gobierno predominantemente democristiano, como anuncio de

los gobiernos cuatripartitos de centro que De Gasperi dirigiría hasta 1953.

El «cambio» de la primavera de 1947 fue sin duda una derrota para la izquierda, que se vio obligada

a abandonar el gobierno. No se produjeron las temidas revueltas callejeras, y los socialistas y

comunistas, aunque resultaron una dura oposición en el Parlamento, no fueron contra el sistema

democrático. En cambio, sí hubo derrota para la corriente de la DC que había intentado realizar la

reconstrucción económica con un sentido solidario y cristiano. Como ya se ha dicho, los ministerios

económicos recayeron en hombres aceptados por la derecha liberalista. De Gasperi, que tenía la

costumbre de decir que no entendía de economía, prefirió dejar que la dirigieran hombres de

la «vieja escuela», dejando atrás las hipótesis de una tercera vía entre capitalismo y colectivismo.

Einaudi elaboró una política económica severa, con un riguroso control del gasto público.

Aun a costa de graves costes sociales, sobre todo en cuanto al paro, consiguió frenar la

inflación y salvar la lira italiana. Un rígido control crediticio favoreció la entrada de capitales

y la recuperación de las reservas en dólares. Esta política respondía a los deseos de Estados

Unidos, que concedieron ayudas más generosas, también con la próxima aprobación del

Plan Marshall, al que Italia se había incorporado de inmediato. La participación italiana en

el plan de ayudas americanas, apoyada con convencimiento por De Gasperi y Sforza, pese a

una cierta perplejidad en los ambientes gubernativos y diplomáticos, firmó la vuelta de Italia

a la política internacional.

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Del tripartito al centrismo

574). El Frente Popular logró un 31 %, los socialdemócratas el 7,1 % y una lista de liberales y

miembros del Partido Uomo Qualunque sólo el 3,8 %. No cabe duda de que el apoyo de la

Iglesia fue determinante para el enorme éxito de los democristianos, pero también les habían

votado muchos círculos no católicos de la sociedad italiana, que habían visto en la DC el

baluarte más seguro frente al comunismo.

Aquel gran éxito sorprendió al propio De Gasperi y le supuso no pocos contratiempos. A menudo

se ha presentado la imagen de un mundo católico compacto e omnipotente, apoyado en una

Democracia Cristiana que solo quería ocupar el poder después de triunfar en las elecciones

de 1948. En realidad, los diversos componentes de ese mundo católico tenían expectativas y

esperanzas distintas. En algunos círculos, próximos a la curia romana y a Acción Católica, se

confiaba en la instauración de una «nueva sociedad cristiana», de una política fuerte y decidida

frente al comunismo y en la creación de un «Estado católico» similar al de la España fascista,

muchas veces reclamado. En cambio, esperaba cosas muy distintas la corriente de izquierda de

la DC, que seguía a Dossetti, Fanfani, La Pira y Lazzati y la revista «Cronache Sociali». La victoria

del 18 de abril abría finalmente la posibilidad de poner en práctica el programa del partido,

especialmente en política económica. Por eso debería haberse apartado la línea liberalista de

Einaudi y Pella, para acometer una política económica que llevase al pleno empleo y a una

intervención más directa del Estado en la economía, a fin de acercarla a los fines sociales.

Dossetti afirmaba que sin justicia social no puede haber libertad.

Acorralado por la derecha eclesiástica y del partido y por las corrientes de izquierda de Dossetti

y Gronchi, De Gasperi procuró mantener una posición de centro, basada en el concepto de

democracia, una democracia que era preciso defender de toda injerencia extraña, incluida la de

la Iglesia. Para dar un tono laico al gobierno, incluso después del triunfo del 18 de abril, quiso

proseguir la colaboración con los partidos de centro. La Democracia Cristiana no podía ser ni

podía verse como el «partido de la Iglesia», porque las consecuencias, negativas, las sufriría

no solo la DC, sino también la misma Iglesia. En cuanto a los partidos de izquierda, De Gasperi

creía que aún debían permanecer al margen del Estado democrático, al menos en tanto no

aceptasen sin reservas el método de la libertad y se hubiesen librado del sometimiento a la

política soviética.

El primer logro importante de las nuevas Cámaras fue la elección del Presidente de la

República. De Gasperi presentó la candidatura de Carlo Sforza, que no fue bien recibida por los

parlamentarios democristianos. Para los seguidores de Dossetti era demasiado filoamericano

La decisión de socialistas y comunistas de presentarse unidos en el Frente Popular aumentó

aún más la sensación de choque frontal entre dos mundos y dos civilizaciones, que sirve para

explicar la postura de la Iglesia católica, movilizada en bloque para apoyar a la Democracia

Cristiana, mucho más de lo que lo había hecho en 1946. Por iniciativa del presidente de Acción

Católica, Luigi Gedda, se fundaron los «comités cívicos» para agrupar a todas las fuerzas de

inspiración cristiana y animarlas a ir a votar, obviamente a la DC. En un clima de enfrentamiento

(«es la hora de la gran batalla, por Cristo o contra Cristo», se decía en un ilustrativo folleto del

Comité distribuido en todas las parroquias126), se unió a todas las organizaciones católicas sin

excepción, para favorecer el éxito de la Democracia Cristiana. Las persecuciones antirreligiosas

en los países de la órbita soviética facilitaron mucho material para la polémica.

De los países occidentales llegó ayuda al gobierno. El 20 de marzo, Estados Unidos, Gran

Bretaña y Francia declararon que, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo para elegir al

gobernador del Territorio Libre de Trieste, la zona quedaría de nuevo bajo la soberanía italiana.

La llamada «declaración tripartita» tenía muy pocas posibilidades de llevarse a la práctica,

pues no contaba con el respaldo de la URSS ni de Yugoslavia, pero tuvo consecuencias

positivas para las elecciones. La DC se benefició también del efecto que produjeron las ayudas

americanas y la amenaza de que se suspenderían si vencía el Frente Popular. Tan solo dos días

antes de las elecciones, el 16 de abril, se firmó en París el tratado por el que se instituía la

Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE), que supervisaría la distribución

de los fondos del Plan Marshall. Por primera vez desde la guerra, Italia era socio fundador de

una organización internacional. El dinero de Estados Unidos financió la campaña electoral de

los partidos anticomunistas y el dinero soviético hizo lo propio con el Frente Popular. Los italo-

americanos escribieron millares de cartas a sus familiares en Italia para que votasen en contra

del Frente Popular. De Gasperi, por su parte, tampoco escatimó esfuerzos: del 23 de febrero

al 16 de abril dio docenas de mítines en todos los rincones de Italia. En términos generales

fue una campaña electoral muy dura, en la que los discursos amenazantes y apocalípticos,

a menudo violentos, caracterizaron la propaganda tanto de la DC como del Frente Popular.

Al final, los electores italianos estaban dominados por el miedo al comunismo. La DC

consiguió en la Cámara la mayoría absoluta de los votos (48,5 %) y de los escaños (305 de

126. Véase M. CASELLA, 18 de abril de 1948. La mobilitazione delle organizzazioni cattoliche, Congedo, Galatina, 1992, p. 126.

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Del tripartito al centrismo

y para otros demasiado «laico». Después de tres votaciones nulas, De Gasperi tuvo que

recurrir a Luigi Einaudi, que fue elegido el día 11 de mayo en detrimento de Vittorio Emanuele

Orlando, apoyado por la izquierda. Por formalidad, De Gasperi presentó la dimisión del

gobierno, que Einaudi rechazó. Con algunos cambios respecto del anterior, De Gasperi formó

su quinto gobierno el 23 de mayo.

El ambiente acalorado que había definido las elecciones del 18 de abril tuvo un dramático

episodio el 14 de julio, cuando un joven estudiante de derecha disparó varias veces contra el

líder comunista Togliatti, que acaba de salir de Montecitorio. Inmediatamente, antes incluso

de que los dirigentes políticos y sindicales de izquierda pudieran tomar una decisión, los

militantes organizaron manifestaciones de protesta por toda Italia. De nuevo salieron a la

luz las armas escondidas al día siguiente de la liberación, se cortaron carreteras, se ocuparon

fábricas, se destruyeron sedes de partidos del gobierno y de la derecha. La decisión y la

firmeza de Scelba, Ministro del Interior, cortó de raíz todo intento de insurrección. Los mismos

dirigentes del PCI intentaron transmitir calma, como les había pedido Togliatti, temerosos de

que interviniera el ejército. El día 15 por la tarde la CGIL ordenó que terminase la huelga general

que había convocado el día antes y el 16 el país volvió a la normalidad.

Pero todo aquello tuvo consecuencias: la corriente sindical cristiana se escindió de la CGIL,

con lo que se rompía la unidad sindical conseguida en 1944, y fundó la Libera CGIL, que

nombró secretario a Giulio Pastore. El sistema de bloques enfrentados que había en el

panorama internacional se reflejaba también dentro del país.

En este ambiente de oposición llegó el decreto del Santo Oficio del 15 de julio de 1949, por

el que se amenazaba con la excomunión a todos los que se afiliasen a partidos comunistas

o colaborasen con ellos. Era la respuesta a la dura ofensiva antirreligiosa que se había

desarrollado sobre todo en Hungría y Checoslovaquia, y desvelaba la imposibilidad de toda

forma de coexistencia entre los gobiernos comunistas y la Iglesia católica. A pesar de las

precisiones de la Santa Sede, que afirmó que los fines eran pastorales y no políticos, es

cierto que, sobre todo en Italia, levantó un muro en las relaciones con quienes aún no habían

perdido la esperanza de un diálogo con los comunistas. El decreto se convirtió en seguida

en un instrumento de control de los representantes del mundo católico que presentaban un

programa de izquierdas aunque fuese en líneas muy generales y de presión de ciertos círculos

eclesiásticos sobre la política del gobierno.

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Gobernar durante la Guerra Fría

1. El Pacto Atlántico

La Guerra Fría y la consiguiente división del mundo en dos bloques enfrentados condicionaban

cualquier decisión política. Los países occidentales vivían temiendo un ataque soviético y

buscaban garantías recíprocas de seguridad. En 1948, Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Holanda

y Luxemburgo habían firmado el Pacto de Bruselas (llamado también Unión Occidental), pero

era evidente que sólo un acuerdo con Estados Unidos daría eficacia militar a la alianza.

Cuando la Unión Occidental estaba creándose, en marzo de 1948, también se había invitado a

Italia a adherirse. De Gasperi había declinado la invitación, justificando su negativa en la falta

de una asamblea parlamentaria que pudiese tomar una decisión tan importante. De hecho, la

Asamblea Constituyente ya estaba disuelta y aún no se había formado el nuevo Parlamento. En

realidad, los auténticos motivos del rechazo eran otros: en vísperas de las elecciones, De Gasperi

temía que los partidos de izquierda pudiesen presentar el acuerdo no como un pacto defensivo,

sino como una de las funestas y agresivas alianzas militares del fascismo. Además, conocía

de sobra las firmes tendencias a la neutralidad que existían en el seno de la DC y de los otros

partidos del gobierno, y tenía presente la irritación de la opinión pública italiana contra Gran

Bretaña y Francia, países a los que consideraban, junto a la URSS, verdaderos responsables del

duro tratado de paz impuesto a Italia. Por eso De Gasperi, que esperaba poder firmar enseguida

un tratado de garantía bilateral con Estados Unidos, declinó la oferta. Aquello provocó un gran

disgusto, especialmente a los británicos, porque además tenían la impresión de que Italia quería

negociar su ingreso en la Unión a cambio de que se revisase el tratado de paz.

Después de las elecciones del 18 de abril de 1948, sin embargo, De Gasperi comprendió el error

de cálculo que había cometido en marzo. Italia corría el riesgo de quedar aislada, sin protección

militar, porque Estados Unidos había dado a entender claramente que no tenía intención de

firmar acuerdos bilaterales. Cuando en el mes de septiembre comenzaron en Washington las

conversaciones preliminares entre Estados Unidos, Canadá y los países de la Unión Occidental

para crear el Pacto Atlántico, la inclusión de Italia provocó una enorme extrañeza, porque se

la veía más como un punto débil que como un punto fuerte. La negativa a sumarse a la Unión

Occidental hacía que ahora peligrase la adhesión al Pacto Atlántico, mucho más importante.

De Gasperi, con el apoyo de Sforza y del embajador Tarchiani, preparó una difícil batalla

diplomática, entre la desconfianza y la oposición dentro y fuera del país, para que aceptasen

a Italia. El éxito se consiguió gracias sobre todo al respaldo de Francia, pues al contar con

Gobernar durante la Guerra Fría

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Gobernar durante la Guerra Fría

en el congreso que la DC celebró en Venecia, Dossetti acusó una vez más a De Gasperi de

estar demasiado condicionado por la política económica de corte liberalista, que no favorecía

la reducción del desempleo. Acusaba en especial a la «línea Pella», llamada así por el Ministro

de Hacienda que había aplicado la rígida política económica comenzada por Einaudi y que

buscaba mantener la estabilidad de la lira y conseguir el equilibrio presupuestario. En su

discurso, Dossetti había hablado de la necesidad de «aguijar» al gobierno para que tomara

medidas de reforma más ambiciosas en el campo económico y social. De Gasperi respondió

a Dossetti con estas palabras:

«Es verdad que todos los gobiernos tienen necesidad de que lo estimulen, de que lo aguijen

(aunque no me gusta mucho esta palabra, porque me hace pensar en un buey), pero estoy

dispuesto a aceptarlo con una condición: que cuando lleven un tiempo aguijándome se bajen

del carro y demuestren que también saben tirar»129.

Parecía todo un ofrecimiento al grupo de Dossetti para que colaborase con el gobierno,

aunque por diversos motivos esta colaboración no pudo concretarse hasta enero de 1950,

cuando De Gasperi formó su sexto gobierno, en el que también participarían republicanos y

socialdemócratas. La apertura al grupo de Dossetti se inició dentro del partido. En abril, cuando

Gonella pasó a la secretaría de la DC, el puesto de vicesecretario fue asignado al propio Dossetti.

En noviembre de 1949, por cuestiones internas del partido, habían dimitido los ministros y

subsecretarios socialdemócratas, y De Gasperi lo había solucionado nombrando temporalmente

para los cargos a miembros del gobierno. Pero en enero, a consecuencia de las diferencias con

los ministros liberales a propósito de la reforma agraria, aceptó las dimisiones. Su intención

era crear un grupo ministerial que se caracterizase por un programa de reformas complejo y

orgánico en el campo económico y social. Aunque no había nadie del grupo de Dossetti en el

gobierno, el programa recogía algunos de sus postulados, como conseguir el pleno empleo,

la intervención en las zonas deprimidas o la reforma agraria. También se preveían reformas

tributarias, en la enseñanza, la administración y la justicia.

Las reformas eran ya inaplazables en un ambiente social cada vez más deteriorado. Después

de la derrota del 18 de abril, comunistas y socialistas habían trasladado la lucha contra el

129. A. DE GASPERI, Discorsi politici, op. cit., p. 252.

Italia en el Pacto Atlántico la línea de defensa se desplazaba más hacia el Este y podía ampliar

las garantías de la alianza a Argelia. El 4 de abril de 1949 se firmó en Washington el Pacto

Atlántico. Italia conseguía la deseada y necesaria garantía militar, pero sobre todo pasaba

definitivamente de ser un ex enemigo a ser miembro de pleno derecho en la comunidad

mundial. En el plano internacional aún había muchos problemas pendientes, en particular

la situación de Trieste y de las colonias, pero se podría desarrollar una política exterior

encaminada a revisar algunas cláusulas del tratado de paz.

En Italia la adhesión al Pacto Atlántico no se había aceptado demasiado bien. Los partidos de

izquierdas comenzaron una dura campaña en la que acusaron a De Gasperi de querer arrastrar a

Italia a la guerra al servicio del imperialismo americano. También dentro de la DC había desacuerdo

sobre la adhesión. Los seguidores de Dossetti, por ejemplo, ponían en duda tanto la decisión

como el método empleado. Dossetti acusaba a De Gasperi de haber atendido más al Ministro de

Exteriores, Carlo Sforza, y a los embajadores que a la opinión del partido. Las posibles soluciones

alternativas que proponían Dossetti y sus seguidores, en especial la de la neutralidad, eran inviables.

La neutralidad sin armas habría llevado a Italia a convertirse, igual que en siglos anteriores, en el

campo de batalla de los ejércitos extranjeros. Por otra parte, «la neutralidad armada, es decir, de

defensa –como dijo De Gasperi en el Senado– es imposible por nuestra insuficiencia financiera y

de materias primas de ultramar»127. Finalmente la oposición interna se redujo a 3 votos en contra

(Dossetti, Gui y Del Bo, afín a Gronchi) y a 6 abstenciones en la votación que celebró el grupo

parlamentario democristiano de la Cámara al terminar el debate entre diputados y senadores

sobre la adhesión al Pacto Atlántico (15 de marzo de 1949). Se convirtió en un elemento más de

incomprensión que se sumaba a los muchos ya existentes entre De Gasperi y Dossetti128.

2. Las reformas

Las críticas de Dossetti no tuvieron mucho efecto en la política exterior italiana, porque

muchos de sus amigos no compartían la postura de la neutralidad y no lo apoyaron hasta

las últimas consecuencias, pero en el partido sí se dejó sentir su influencia. En julio de 1949,

127. A. DE GASPERI, Discorsi parlamentari, op. cit., vol. II, p. 645, discurso al Senado de 27 de marzo de 1949.

128. Véase el intercambio de cartas entre Dossetti y De Gasperi de 22 de febrero y 5 de marzo de 1949, citadas en De Gasperi scrive, op. cit., vol. I, pp. 296-304.

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Gobernar durante la Guerra Fría

En virtud de la ley del 10 de agosto de 1950 se creó la Caja del Mediodía, o Caja para Obras

Extraordinarias de Interés Público en Italia meridional, que era su nombre oficial. El nuevo

ente debía facilitar el desarrollo del sur del país (y también de algunas zonas deprimidas del

centro y el norte), con una serie de cuantiosas inversiones en infraestructuras: saneamiento,

carreteras, acueductos, polos industriales para la comercialización de los productos agrícolas,

etc. Además de las actuaciones directas, primordialmente en el sector agrícola, la Caja podía

conceder financiación para iniciativas privadas, sobre todo en el sector industrial. Gracias a su

sólida base financiera tenía una autonomía operativa difícil de encontrar en un ente estatal. Un

comité formado por ministros del ramo de la economía y las finanzas dirigía y controlaba la Caja.

Ezio Vanoni, Ministro de Economía, llevó a cabo una reforma tributaria a la que se dio su

nombre y que permitió introducir un sistema fiscal más moderno y más justo. Estableció la

declaración anual de la renta para las personas físicas y jurídicas, redujo los tipos impositivos,

declaró exentas a las rentas más bajas y estableció así un criterio verdaderamente progresivo

para los impuestos directos. Su intención era reducir la evasión fiscal y garantizar al Estado

unos ingresos más seguros. Creía que era posible establecer una relación de confianza entre

los ciudadanos y el fisco presentando el concepto de la tributación como un deber social y

como expresión de solidaridad entre los ciudadanos. La reforma fue un éxito desde el punto de

vista financiero, aunque las relaciones entre el fisco y los ciudadanos no cambiaron demasiado.

Entre las demás intervenciones para la reforma cabe recordar el «Plan INA-Casa», también llamado

Plan Fanfani por el nombre del Ministro de Trabajo del gobierno anterior. Este plan preveía la

construcción de 147 000 viviendas sociales en un plazo de siete años, financiadas en parte con

contribuciones de trabajadores y empresarios y en parte con fondos estatales. Con idea de absorber

una parte de la mano de obra desempleada se crearon bolsas de trabajo y se establecieron planes

de reforestación. Otros ministros presentaron reformas en materia de enseñanza, organización

sindical y descentralización regional que no se aprobaron de forma inmediata.

3. La guerra de Corea

Mientras el gobierno se dedicaba a las reformas, el 25 de junio de 1950 las tropas de Corea

del Norte invadieron Corea del Sur. En todo el mundo occidental se extendió el temor de que

las operaciones militares en el Extremo Oriente no fuesen más que la prueba general para

un ataque comunista a Europa Occidental que partiría de la base avanzada de la República

gobierno del plano político y parlamentario al económico y sindical, aprovechando, además,

la relación de clara dependencia de la CGIL, la «correa de transmisión» de las directivas del

partido en el mundo del trabajo. Huelgas, manifestaciones callejeras y revueltas de distinta

índole eran el resultado del enfrentamiento político, aunque también se alimentaban de la

precaria situación económica de muchos trabajadores. Para hacer frente a esta agitación, las

fuerzas públicas recurrieron a las armas en distintas ocasiones. La actuación más sonada

fue en Módena: el 9 de enero de 1950 seis trabajadores murieron en una manifestación.

A consecuencia de este suceso, Scelba prohibió a los responsables de la seguridad pública que

llevaran cargadas las armas, aunque todos pensaban que el problema no se resolvería sólo con

medidas para mantener el orden público.

El nuevo gobierno preparó algunas medidas económicas y sociales de gran alcance. Antonio

Segni, Ministro de Agricultura, propuso una reforma agraria que se aprobó solo parcialmente.

Así se estableció la ley Sila, relativa a la zona de este nombre en Calabria, y otra ley que se llamó

«provisional», porque era la primera fase de un proyecto más amplio. Estas disposiciones se

completaron con la aprobación por la Asamblea Regional de Sicilia de una reforma agraria

específica para la isla. Siguiendo unos criterios que variaban en cada zona, se expropiaron

tierras sin cultivar o mal aprovechadas. Fueron en total 700 000 hectáreas, que se pagaron a los

propietarios a precio de mercado y se distribuyeron a razón de unas diez hectáreas para cada

familia campesina. Los beneficiarios tenían treinta años para pagar la tierra recibida, y de este

modo se convertían en propietarios. También estaban previstas intervenciones para construir

granjas y mejorar las tierras expropiadas. Se calcula que más de 100 000 familias campesinas

se beneficiaron de la reforma agraria, que tenía un doble objetivo: crear una clase de pequeños

propietarios que apoyase a la república democrática y no estuviese sometida a la influencia

de los partidos radicales, fuesen de izquierda o de derecha, y aumentar la producción agrícola

nacional. Esta reforma tardía, justo antes del clamoroso desarrollo industrial italiano de los

años cincuenta, no logró todo lo que debía, pero sin duda fue la actuación más importante de

toda la historia del Estado italiano en este ámbito.

Segni también presentó algunos proyectos de ley sobre la extracción, explotación y transporte

de los hidrocarburos, en uno de los cuales se contemplaba la creación de un ente estatal al

que se concedería el monopolio de la extracción de petróleo en la llanura padana. Tras un

largo procedimiento parlamentario, que no terminaría hasta principios de 1953, se creó el ENI

(Ente Nacional de Hidrocarburos), que, bajo la dirección de Enrico Mattei, daría un notable

impulso al desarrollo económico del país.

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Gobernar durante la Guerra Fría

A De Gasperi no le preocupaban sólo los peligros que podrían amenazar al Estado democrático

desde la izquierda; temía que la derecha neofascista pudiese aprovechar algún punto débil

del gobierno para demostrar que el sistema democrático era incapaz de defenderse del

comunismo y abrir la puerta a soluciones autoritarias. Por eso hizo que se presentara también

un proyecto de ley contra la reconstitución del partido fascista, a pesar de las reservas de

algunos sectores de la DC y de la opinión pública moderada. Se acercaban las elecciones

administrativas y una medida así habría impedido que en el sur de Italia se presentasen listas

anticomunistas, abiertas también al Movimiento Social Italiano. Los aliados del gobierno

(exceptuado Pacciardi, Ministro de Defensa, anclado en posiciones extremistas) se mostraron

muy reticentes a las propuestas de Scelba.

De Gasperi tuvo que mediar entre las distintas posturas y proseguir su lucha por la defensa

de la democracia, aunque sin dejarse arrastrar a soluciones despóticas o autoritarias. Cuando

leyó en «Il Quotidiano», el diario de Acción Católica, un comentario sobre un discurso de

Scelba a la Juventud Obrera Cristiana en el que se decía que las garantías constitucionales no

debían «convertirse en una trampa para la libertad del pueblo italiano»131, escribió preocupado

a Andreotti:

«Resulta evidente que es un desafío al gobierno; me parecía estar leyendo argumentos de

Pacciardi: si los utiliza el Ministro de Defensa, está en su derecho, pero que lo escriba el diario

de Acción Católica que sin duda es el órgano oficioso de la Santa Sede, me parece, más que

extraño, peligroso. Si Acción Católica es una organización en la que un Ministro del Interior

tiene un discurso militante y cuyo periódico invita a armarse, ¿como van a deshacer semejante

impresión unas declaraciones pacifistas ex cátedra?»132.

Los problemas se agravaron en otoño, cuando Estados Unidos comenzó de nuevo a insistir

en que Italia aumentara su presupuesto militar. El responsable en Italia de la Administración

para la Cooperación Económica (ECA), el órgano de Estados Unidos encargado de supervisar

las ayudas del Plan Marshall, acusó al gobierno de no haber sabido utilizar debidamente las

ayudas estadounidenses a causa de su rígida política para contener la inflación. De Gasperi

131. Occorre temprare gli spiriti contro l’azione nefasta del comunismo, en «Il Quotidiano», 17 agosto 1950.

132. A. De Gasperi a G. Andreotti, [Sella di Valsugana], 5 de septiembre de 1950, en De Gasperi scrive, op. cit., vol. I, pp. 391-392.

Democrática Alemana. La preocupación por una posible tercera guerra mundial llegó a todas

partes. Mientras se mantenían conversaciones internacionales para definir una estrategia

común ante una agresión comunista, que muchos veían probable, los países del «mundo

libre» comenzaron a incrementar sus presupuestos militares.

La Guerra de Corea tuvo grandes consecuencias en la política tanto interior como exterior de

Italia. De Gasperi no creía probable que la URSS atacara Europa, pero sí temía posibles tentativas

subversivas de los comunistas italianos. Por tanto, el gobierno aprobó grandes sumas para

responder a las exigencias de las fuerzas armadas y para reforzar la policía y los carabineros.

El resultado fue que se redujeron los recursos para los proyectos de reforma, que hubieron

de ser adaptados. El gobierno, convencido de que existía un plan para la desestabilización de

Occidente, ideado por Moscú y llevado a cabo por los partidos comunistas locales, respondió

con medidas contra los posibles saboteadores internos. De Gasperi afirmó en la Cámara el

día 11 de julio de 1950 que en Italia existía «una quinta columna, una columna sistemática

y organizada que, en momentos de emergencia, se dedica a agravar la situación interna a

través de sus elementos disgregadores. [...] Un gobierno democrático debe contrarrestar tales

maniobras psicológicas con una política de reformas prudente, esforzándose sin tregua por

alcanzar la justicia social. [...] Pero sería ilusorio creer que las medidas de carácter social son

una protección contra los ataques al sistema político: el Estado y los partidos deben recordar

una y otra vez que todos tenemos la obligación de aceptar el principio democrático»130.

El recuerdo de 1922 llevaba a De Gasperi a defender la democracia por todos los medios. Así

pues, puso en marcha medidas especiales para defender al Estado de la «quinta columna»,

es decir, de aquellos ciudadanos que estaban dispuestos a obedecer órdenes «de fuera»,

o sea, del comunismo internacional. El Ministro del Interior, Mario Scelba, preparó un proyecto

de ley sobre la defensa civil que atribuía a su ministerio poderes excepcionales en caso de

riesgo para la seguridad del país; el Ministro de Gracia y Justicia, Attilio Piccioni, propuso

que se modificaran algunos artículos del código penal para endurecer las penas por sabotaje

militar y económico, incluida también la ocupación de tierras y de instalaciones industriales;

el Ministro de Trabajo, Achille Marazza, propuso regular el derecho de huelga, limitándolo

en el caso de los trabajadores de servicios públicos y prohibiendo las huelgas políticas y las

de los funcionarios públicos.

130. A. DE GASPERI, Discorsi parlamentari, op. cit., vol. II, pp. 891-892.

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Gobernar durante la Guerra Fría

Acababa así la esperanza de la línea de Dossetti. No era solo que desapareciese de la vida

política italiana un elemento de gran altura ética y cultural, sino que también se perdía el

contrapeso de la izquierda en el seno de la DC –y en general en el mundo católico– que había

permitido a De Gasperi mantener una posición de centro equilibrada. Le resultaría más difícil a

De Gasperi resistir a las presiones que llegaban de diversos ambientes, religiosos y laicos, para

que redoblase el esfuerzo anticomunista. Eso fue lo que le pidió monseñor Pietro Pavan, que lo

visitó el 5 de diciembre de 1951 para plantearle ciertas cuestiones que inquietaban al Pontífice.

La mayor preocupación de Pío XII, le dijo Pavan, era la creciente fuerza del comunismo, a

la que, según el Papa, la acción de DC no se había opuesto lo suficiente, aunque sí actuaba

con excesiva dureza en el trato con la derecha neofascista. En el curso de la conversación

De Gasperi mostró su escepticismo en cuanto a la eficacia de unas leyes que fuesen

exclusivamente represivas y, hablando de la posibilidad de ilegalizar el partido comunista,

respondió: «¿Cómo se puede hacer frente al comunismo en Italia hoy? Sería la guerra civil, tal

vez una guerra propiamente dicha»135. Era solo la primera de una serie de presiones que bien

pronto habría de soportar.

4. Las elecciones romanas de 1952

De Gasperi sufrió mucho la crisis de 1951. Como ha dicho su hija Maria Romana, «la crisis

del gobierno fue una crisis interna de la Democracia Cristiana», pero lo que le defraudó

profundamente fue sobre todo ver los intereses, la vanidad, el egoísmo, la envidia, la

hipocresía y las intrigas de sus compañeros de partido. Y aquella amargura de 1951 le parecería

leve comparada con lo que ocurriría al año siguiente.

Algunos círculos católicos seguidores de Luigi Gedda, que se había convertido en presidente

general de Acción Católica en enero de 1952, de monseñor Roberto Ronca, inspirador de

«Civiltà Italica» y de lo que se dio en llamar el «partido romano» –un grupo de presión de la

derecha católica eclesiástica y laica– y del «micrófono de Dios», el padre Riccardo Lombardi,

consideraban demasiado débil la política de De Gasperi con los comunistas y abogaban por

la formación de un amplio frente anticomunista que introdujese en el juego político también

135. El informe de la conversación en A. RICCARDI, Pio XIIi e Alcide De Gasperi. Una storia segreta, Laterza, Bari, 2003, p. 75.

replicó con decisión por vía diplomática y en un Consejo de Ministros afirmó que no toleraría

que Italia fuese «tratada como un país colonial»133. De este incidente De Gasperi salió

convencido de que Italia debería haber desarrollado una política internacional más audaz,

estrechando sobre todo los lazos con Europa.

La política reformista del gobierno recibía los ataques de círculos conservadores desde dentro y

desde fuera de la DC. Finalmente, Sturzo, que en los últimos años de su vida libró una decidida

batalla liberalista, había escrito a De Gasperi, a propósito de la reforma agraria, que tuviera

cuidado con los que «alegando cuestiones sociales, crean las premisas legislativas de carácter

práctico para instaurar el bolchevismo en nuestro país»134. A pesar del renovado empeño

anticomunista, la Democracia Cristiana perdió el apoyo de grandes sectores del electorado. En

particular los terratenientes, sobre todo en el sur, descontentos y preocupados por la reforma

agraria, empezaron a votar a los monárquicos y al Movimiento Social Italiano. Las elecciones

administrativas de mayo y las de la Asamblea Regional de Sicilia de junio de 1951 dieron una

respuesta poco clara. La coalición centrista logró Milán, Turín, Génova, Florencia y Venecia,

ciudades antes gobernadas por la izquierda, pero se produjo una clara subida de la derecha.

En conjunto la DC perdió votos, mientras que la izquierda no varió o subió ligeramente.

Después de las elecciones, De Gasperi, que había pospuesto la crisis de gobierno pese al

abandono de los ministros socialdemócratas en abril, se vio obligado a dimitir el 16 de julio.

En el Consejo Nacional de la DC de Grottaferrata (del 29 de junio al 3 de julio de 1951), los

seguidores de Dossetti habían denunciado una vez más la política exterior y económica del

gobierno, lo cual provocó la dimisión de Pella y, en consecuencia, la de todo el gobierno.

La crisis se resolvió con un acuerdo: Sforza cedió Exteriores a De Gasperi y se convirtió en

ministro sin cartera para asuntos europeos. Pella continuó en Presupuestos, pero tuvo que

compartir Hacienda con Vanoni, que conservó Economía. Aquello suponía el fin de la era

reformista del centrismo de De Gasperi. Dossetti dimitió de la vicesecretaría y, en octubre, de

la dirección del partido. Comenzó a pensar en abandonar la política activa y al año siguiente

dejó también su puesto de diputado.

133. Las palabras de De Gasperi, tomadas del acta del Consejo de Ministros de 24 de octubre de 1950, se citan en G. FORMIGONI, La Democrazia Cristiana e l’alleanza occidentale (1943-1953), il Mulino, Bolonia, 1996, p. 378.

134. L. Sturzo a A. De Gasperi, Roma, 31 de julio de 1950, en L. STURZO-A. DE GASPERI, Carteggio, op. cit., p. 201.

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Gobernar durante la Guerra Fría

hace tiempo no hacen más que repetir que el partido nos lleva al desastre, y piensan que

Gedda y Acción Católica son la única fuerza capaz de sustituir al partido y de hacer frente al

comunismo»137.

Sturzo, por su parte, después de haber escuchado la opinión de liberales, socialdemócratas

y republicanos, claramente contrarios a un acuerdo con los partidos de derecha, se limitó a

proponer una lista de partidos de centro en la que figuraban algunos expertos independientes

aceptados por la derecha. Gedda se opuso a esta idea y retiró a los quince candidatos de Acción

Católica de la lista de la DC, mientras que el Vaticano planteó una lista de católicos como

alternativa a la DC que tenía el apoyo de los comités cívicos y de la autoridad eclesiástica138.

De Gasperi y Gonella consideraron esta opción «una tremenda catástrofe desde todos los

puntos de vista»139: para evitarla, el Presidente del Consejo estaba dispuesto a dimitir. Sin

embargo, pidió una entrevista con Pío XII, pues creía que el Papa no conocía bien la situación

a la que podría llegarse. No se produjo el encuentro, pero Andreotti logró hacer llegar al Papa

unas notas sobre la situación que produjeron su efecto140.

Gedda, que favorecía la solución con los monárquicos y el Movimiento Social Italiano, se

había cerciorado de que los presidentes de cuatro de los cinco sectores de Acción Católica,

como la Federación Universitaria Católica Italiana y los graduados católicos, eran contarios a

la operación141. En una situación tan confusa y de tan difícil salida, también Sturzo renunció a

la mediación ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre todas las partes. El Vaticano,

molesto por cómo se habían desarrollado los acontecimientos, decidió apoyar una vez más a

la DC, que se presentaría a las elecciones junto con los partidos de centro.

La tenaz resistencia de De Gasperi se debía a que comprendía que no solo estaban en juego

las elecciones administrativas de Roma, sino también la perspectiva de unos acuerdos

137. Véase M.R. CATTI DE GASPERI, De Gasperi uomo solo, op. cit., p. 329.

138. Véase A. D’ANGELO, De Gasperi, le destre e l’«operazione Sturzo». Voto amministrativo del 1952 e progetti di riforma elettorale, Studium, Roma, 2002, pp. 78-79.

139. Ibidem, p. 81.

140. El texto del apunte de 20 de abril se cita en G. ANDREOTTI, De Gasperi visto da vicino, Rizzoli, Milán, 1986, pp. 205-207.

141. Véase L. GEDDA, 18 aprile 1948. Memorie inedite dell’artefice della sconfitta del Fronte Popolare, Mondadori, Milán, 1998, p. 153.

a los partidos de derecha, incluidos los neofascistas del Movimiento Social Italiano. Parecía

que también la alta jerarquía del Vaticano estaba a favor de esta idea, y pudo comprobarse en

las elecciones administrativas de Roma en mayo de 1952.

Socialistas y comunistas habían decidido presentarse juntos con una lista encabezada por el viejo

Francesco Saverio Nitti y con el objetivo de recuperar votos de los electores laicos y burgueses.

Para evitar la victoria de los comunistas, que habría supuesto que Roma, «ciudad sagrada», cayera

en manos de los «ateos militantes», la Santa Sede creía necesaria una lista cívica sin símbolos

partidistas formada por la DC, los monárquicos y el Movimiento Social Italiano. El secretario

democristiano Gonella, de acuerdo con De Gasperi, había respondido que tal solución, además

de provocar el desconcierto en la DC septentrional, haría que los republicanos se retiraran del

gobierno y llevaría a una crisis política de inciertas consecuencias. Era preciso recordar que la

DC tenía mayoría solo en la Cámara de los diputados, no en el Senado. La contrapropuesta de

la DC era unir a la mayoría centrista (DC, liberales, socialdemócratas y republicanos) y tal vez

añadir al partido Uomo Qualunque para robar votos a la derecha.

La Santa Sede insistió en la alianza con las derechas, y para dar un aire democrático a la

operación invitó al padre Luigi Sturzo a presentarse en una lista cívica que englobase a todos

los partidos anticomunistas. La elección era muy hábil: Sturzo tenía un pasado antifascista

sin mancha, pues había sufrido en sus propias carnes por defender la democracia, pero era

anticomunista y tenía aceptación en los ambientes conservadores por la reciente polémica al

declararse contrario a la intervención del Estado en la economía.

De Gasperi se sintió muy decepcionado por esta iniciativa que significaba que se desconfiaba

de su trabajo y del sistema democrático y ponía en peligro el gobierno y tal vez la existencia

misma de la Democracia Cristiana. Como escribiría más tarde a Scelba refiriéndose al

Vaticano: «La verdad es que todos nuestros argumentos en favor del régimen democrático no

consiguen convencer, porque se cree que la democracia es demasiado débil para resistir los

extremismos»136.

Y según el testimonio de monseñor Montini, era muy grande la desconfianza de algunos

círculos próximos al Pontífice, tal vez de éste mismo, hacia De Gasperi y la DC: «Desde

136. A. De Gasperi a M. Scelba, Roma, 9 de junio de 1952, en De Gasperi scrive, op. cit., vol. I, p .209.

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Gobernar durante la Guerra Fría

más sólida, la DC de De Gasperi podría resistir mejor las posibles presiones confesionales y

mantenerse sin dificultad en el centro del arco político.

En efecto, el Vaticano no había olvidado la idea de que la DC llegara a un acuerdo político

al menos con los monárquicos, y tal vez también con el Movimiento Social Italiano.

El 13 de agosto de 1952 monseñor Pavana fue a buscar a De Gasperi a Sella di Valsugana para

insistir en esta opción y proponerle un encuentro con Pío XII, casi como compensación por

la audiencia que no se había producido en junio. De Gasperi se mostró más bien reticente.

Repitió que hablaría una vez más al Papa de su visión política centrista y de la conveniencia

de aliarse sólo con los partidos de centro. Su grandeza moral, como hombre y como cristiano,

se percibe en unas palabras a monseñor Pavan sobre las posibles consecuencias de la visita:

«Expondré mi tesis [al Papa] con toda franqueza:

1) Si el Santo Padre se muestra a favor, perfecto.

2) Si el Santo Padre, por las razones que tenga, no la considera convincente, pero me deja

libertad para elegir y estando profundamente convencido de que mi idea responde a la

contingencia histórica, actuaré en consecuencia, con la certeza de que lo hago por el bien

de Italia y de la Iglesia.

3) Si el Santo Padre decide otra cosa, me retiraré de la vida política. Soy cristiano, estoy al

final de mi vida y no seré yo quien actúe contra la voluntad expresa del Santo Padre. [...]

Abandonaré la vida política porque en conciencia no puedo mantener una acción política que

me parezca perjudicial para la patria y para la Iglesia. En tal caso, alguien me sustituirá»144.

Un par de meses más tarde, en una conversación íntima con Nenni, que recogió las palabras

de De Gasperi en su diario, dice textualmente: «Soy el primer Presidente del Consejo católico.

Creo haber hecho por la Iglesia todo lo que era mi deber, y, aun así, apenas me toleran»145.

144. El informe de la conversación figura en A. RICCARDI, Pio XII e Alcide De Gasperi, op. cit., pp. 86-87

145. P. NENNI, Tempo di guerra fredda. Diari 1943-1956, ed. G. Nenni y D. Zucàro, SugarCo, Milán, 1981, p. 546 (11 de octubre de 1952).

políticos con los partidos de derecha. Aquello significaba el fracaso total de la postura política

democrática de De Gasperi, el final del centrismo y el principio de una preocupante involución

hacia la derecha. Su firmeza, la oposición de algunos sectores del mundo católico y de la

propia Acción Católica, la discreta labor para persuadir al pontífice, con algunos apoyos de su

entorno, unido a que los partidos de centro no estaban dispuestos a establecer una alianza

antinatural con la derecha y a la incapacidad política de ésta, hicieron fracasar la operación.

El 25 de mayo de 1952 los partidos de centro ganaron las elecciones.

Para De Gasperi el éxito tuvo un alto precio, tanto en el aspecto político como en el personal.

Políticamente fue el fin de la confianza de Pío XII en el político tridentino (y en algunos

hombres de la curia, como Montini, que lo apoyaban). Las consecuencias personales fueron

mucho más amargas: cuando en junio De Gasperi solicitó una audiencia privada con motivo

de los treinta años de matrimonio y de los votos perpetuos de su hija, sor Lucia, la respuesta

fue negativa, pese a la insistencia de monseñor Montini. Pío XII «consideraba que no era

el momento oportuno»142. La contestación de De Gasperi fue amarga pero firme: como

creyente se sometía, pero el jefe del gobierno no podía aceptar semejante ofensa a lo que

él representaba.

«Como cristiano acepto la humillación –escribió al embajador italiano ante la Santa Sede–, aun

cuando no sé cómo justificarla; como Presidente del Consejo italiano y Ministro de Asuntos

Exteriores, la dignidad y la autoridad que represento, de las que no puedo prescindir ni siquiera

en mi vida privada, me obligan a manifestar mi estupor por una negativa tan excepcional y a

reservarme el derecho a que la Secretaría de Estado pida una explicación»143.

Aunque la coalición centrista había vencido en Roma, en el resto del país los resultados de las

elecciones administrativas indicaban un aumento de los votos a los partidos de la oposición,

tanto de derecha como de izquierda. Si este éxito se repetía en las elecciones políticas de

1953, los votos de los monárquicos y del Movimiento Social Italiano serían determinantes

en el Parlamento. De Gasperi comenzó a pensar en cambiar la ley electoral, de forma que

fuese posible una mayor estabilidad de la coalición que resultase vencedora. Con una mayoría

142. Véase A. D’ANGELO, De Gasperi, le destre e l’«operazione Sturzo», op. cit., p. 105, nota del Embajador italiano ante la Santa Sede, Francesco Mameli.

143. Véase M.R. CATTI DE GASPERI, De Gasperi uomo solo, op. cit., p. 335.

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Europa, nuestra patria

1. La larga preparación

Probablemente 1951 y 1952 fueron los años más tristes de la vida de De Gasperi, tal vez más

incluso que el período negro del fascismo. Se daba cuenta de que los días pasaban rápidamente,

demasiado para todo lo que creía que le quedaba por hacer. Las dificultades aumentaban

día a día. Sufría la incomprensión del Pontífice y de una parte de la jerarquía eclesiástica.

No encontraba en sus adversarios políticos, y tal vez tampoco en su propio partido, el respeto

y la tolerancia que él siempre había tenido. Temía que la democracia italiana no soportara los

choques entre la izquierda y la derecha. Confiaba en que se lograse la unificación europea,

pero se daba cuenta de que muy pocos compartían sinceramente su entusiasmo.

El europeísmo fue sin duda el aspecto más significativo de los últimos años de actividad

política de De Gasperi. Como el lorenés Robert Schuman y el renano Konrad Adenauer, los

otros dos «padres de Europa», según una denominación excesivamente utilizada, era un

hombre de la frontera, era católico y estaba convencido de que los pueblos europeos tenían un

patrimonio común de valores espirituales y morales por compartir el mismo origen cristiano.

Pero no era sencillo pasar de esta convicción a una política concreta para la unión de los

países de Europa. En los primeros años después de la Segunda Guerra Mundial, De Gasperi

no pensaba que esta idea fuese primordial: entonces eran otras las preocupaciones, como se

puede comprobar leyendo los programas oficiales de la Democracia Cristiana. Solo al final de

Las ideas reconstructivas de la Democracia Cristiana, ya citadas, se menciona una «comunidad

europea» en la que Italia podría colaborar «con lealtad». Esta referencia, sin embargo, parecía

más orientada a definir el ámbito geográfico en el que Italia debería «recuperar su función

civilizadora secular» que a la posibilidad de unas instituciones supranacionales146.

Por otra parte, se vivía una fase de la política internacional en la que cada país de la Europa

Occidental trataba de resolver la profunda crisis de la posguerra protegiendo sus intereses y

buscando una relación privilegiada con Estados Unidos. El discurso europeísta que Winston

Churchill pronunció en Zurich el 19 de septiembre de 1946 había suscitado un gran interés en

todo el mundo, pero no se había traducido en acciones de gobierno concretas. En cuanto a

146. DEMOFILO [A. DE GASPERI], Idee ricostruttive della Democrazia cristiana, op. cit., p. 8.

Europa, nuestra patria

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Europa, nuestra patria

Fue entonces cuando De Gasperi se convenció de que Europa era el único camino para

resolver los problemas de los países. En su bagaje cultural encontró elementos para dar

peso político e ideológico a su idea y convertirse en uno de los más incansables y coherentes

defensores de la unificación del viejo continente. Si su fe católica suponía una predisposición

natural al ecumenismo y a la universalidad, las experiencias políticas en el multinacional

Imperio de los Habsburgo y el atento análisis de los acontecimientos internacionales de los

años treinta desde el privilegiado observatorio del Vaticano le garantizaban una apertura de

ideas y una sensibilidad para las relaciones internacionales muy poco frecuentes entre los

políticos italianos del posfascismo. Desde finales de 1949 se multiplicaron las intervenciones

europeístas de De Gasperi, ya anunciadas en el discurso que pronunció en Bruselas el 20 de

noviembre de 1948, titulado «Las bases morales de la democracia».

A los críticos de su política europeísta respondía que no se trataba de dejar de lado los

intereses nacionales de Italia, sino de defenderlos en el ámbito europeo. De Gasperi entró

en contacto con las organizaciones europeístas y particularmente, tras algunas dificultades

iniciales, con el Movimiento Federalista Europeo de Altiero Spinelli, que lo convenció de

que aceptara sin reservas la solución federal. Al final de este trayecto, el 4 de noviembre

de 1950, De Gasperi firmó en Roma la petición popular de un Estado federal europeo que

había promovido la Unión Europea de Federalistas.

2. Un europeísmo concreto

Los hechos dieron fuerza a las propuestas europeístas. De Gasperi insistió −y encontró mucha

resistencia internacional− para que Italia pudiese participar al menos en la última fase de

las negociaciones que en mayo de 1949 dieron lugar al Consejo de Europa. En mayo de 1950

aceptó que Italia pudiera incorporarse inmediatamente a las negociaciones sobre el plan de

Schuman, que el 18 de abril de 1951 condujo a la creación del primer organismo europeo: la

Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Las instrucciones que dio a Paolo Emilio

Taviani, jefe de la delegación italiana, precisaban que la delegación debía tener «una postura

europea leal»148 y buscar también la participación de Gran Bretaña en el acuerdo. Según el

148. Véase C. Sforza, Cinque anni a Palazzo Chigi. La politica estera italiana dal 1947 al 1951, Atlante, Roma 1952, p. 305.

Italia, la fórmula del tripartito hacía difícil hablar de Europa. No atendían a tales argumentos

los comunistas, que seguían las directrices de la URSS –que pensaba que las iniciativas

europeístas eran un modo de aislarla– ni gran parte de los socialistas.

Aunque no faltaron referencias a Europa en los discursos de De Gasperi durante la

colaboración con los socialistas y comunistas, fue en la etapa del cuatripartito centrista cuando

el Ministro de Asuntos Exteriores Sforza y sobre todo el Presidente del Consejo volvieron a

plantearse la política europea. Entre los motivos de la integración en el Plan Marshall, además

del deseo ya mencionado de que Italia volviese a figurar en el panorama internacional en pie de

igualdad con los otros países, estaba también la posibilidad de resolver en el ámbito europeo

los problemas económicos de Italia. De Gasperi veía en la integración europea la auténtica

alternativa a la solución imperialista que el fascismo quiso dar a esos problemas. Así pues,

a finales de agosto de 1948 Italia preparó un plan para convertir la OECE en un organismo

cuyas competencias se ampliarían del campo económico al social y al cultural. El proyecto

contemplaba la creación de un comité político para examinar conjuntamente las cuestiones

internacionales y de un tribunal de justicia europeo. Las reacciones de las cancillerías europeas

fueron bastante desalentadoras y De Gasperi retiró su proyecto147.

En los meses siguientes, la diplomacia italiana trabajó para incluir a Italia en el Pacto

Atlántico, pero, a pesar del éxito de su empeño, Italia se dio cuenta de que siempre era un

aliado secundario al que no se prestaba mucha ayuda en la resolución de los problemas

internacionales que aún tenía pendientes. La revisión del tratado de paz, o al menos la

eliminación de algunas de sus cláusulas, estaba aún lejos. A pesar de las tentativas de De

Gasperi y Sforza para encontrar una solución de compromiso con Gran Bretaña, se habían

perdido las colonias. La administración fiduciaria de Somalia era una débil consolación.

Trieste, pese a la declaración tripartita de marzo de 1948, seguía siendo una herida abierta.

La ruptura de Tito con los soviéticos planteaba nuevos problemas, porque los occidentales

no querían que una decisión favorable a Italia pudiera estorbar el acercamiento de Yugoslavia

al «mundo libre».

147. Véase P. PASTORELLI, La politica europeistica di De Gasperi, en P. PASTORELLI, La politica estera italiana del dopoguerra, il Mulino, Bolonia, 1987, pp. 160-165, y A. VARSORI, L’Italia e l’integrazione europea. Dal piano Marshall al piano Pleven, en La politica estera italiana del secondo dopoguerra (1943-1957), ed. A. Varsori, Led, Milán, 1993, pp. 344-346.

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Europa, nuestra patria

3. De Gasperi y Estados Unidos

En aquellos años Estados Unidos apoyaba la política de integración europea, pues la

consideraba esencial para la recuperación económica y militar del viejo continente. Una

Europa unida, además, resistiría mejor al avance del comunismo que, según el modo de

pensar de la Guerra Fría, seguía siendo la principal preocupación de Estados Unidos.

En este sentido, las elecciones administrativas italianas de 1951 habían causado no poco

nerviosismo en Washington. No era solo la capacidad de la extrema izquierda para perjudicar

a Estados Unidos, sino también el avance de la derecha neofascista, a la vista de la política del

Movimiento Social Italiano, en contra de Occidente y a favor de la neutralidad. De Gasperi era,

pues, el único político italiano capaz al que apoyar y reforzar, también y sobre todo en el seno

de su propio partido, donde no faltaban figuras que abogaban por una inquietante reubicación

internacional de Italia, como Gronchi. El Secretario de Estado americano, Acheson, tuvo

entonces la idea de invitar a De Gasperi a Estados Unidos, aprovechando el viaje de quien era

Presidente del Consejo y Ministro de Asuntos Exteriores a Canadá para la reunión del Consejo

Atlántico de Ottawa. Desde el punto de vista formal y oficial, la visita fue muy distinta de la

de 1947. Fue el propio presidente Truman quien recibió a De Gasperi en la estación de tren de

Washington el día 23 de septiembre de 1951. Después el Presidente del Consejo tuvo el honor

de intervenir en una sesión del Congreso de Estados Unidos. El «Washington Post» tituló así

uno de sus artículos: «La capital recibe con todos los honores a De Gasperi»151.

Sin embargo, desde un punto de vista práctico, las cosas no fueron tan magníficas. De Gasperi

había llegado a Estados Unidos con la petición de que se revisaran las cláusulas del tratado de

paz, y no solo en sus aspectos militares, para abordar con decisión la cuestión de Trieste y para

conseguir que se aumentara la cuota de emigrantes italianos a Estados Unidos. Solucionar

estos problemas sería también una excelente propaganda de cara a futuras elecciones. Aunque

reconocían que De Gasperi tenía razones justificadas, Estados Unidos no podía aceptar casi

ninguna de sus peticiones. La conveniencia de mantener buenas relaciones con Yugoslavia

recomendaba no tocar la cuestión de Trieste (ni asignarla a unas negociaciones bilaterales

entre las partes interesadas), mientras que motivos de política interior impedían modificar la

cuota de emigración. Así pues, solo consiguió de Estados Unidos el compromiso de apoyar el

151. M.R. CATTI DE GASPERI, De Gasperi uomo solo, op. cit., p. 305.

testimonio de Taviani, en un primer momento fue Sforza quien convenció a De Gasperi para

que Italia se adhiriera de inmediato. El político tridentino pensaba que la unidad europea

solo sería verdaderamente posible con la moneda única o con un ejército europeo149. Pero

más tarde De Gasperi se convenció plenamente de que la iniciativa de Schuman era acertada,

porque parecía abrir el camino a la libre circulación de los trabajadores, lo cual favorecería la

disminución del paro en Italia.

El plan de Schuman era, sin duda, la primera tentativa seria de Europa para conferir poderes

soberanos a una autoridad supranacional, aunque eso preocupaba a los nostálgicos defensores

de las prerrogativas del Estado nacional. Pero la guerra de Corea serviría para convencer a los

defensores menos entusiastas de Europa. Para garantizar la defensa de Europa Occidental del

temido ataque soviético, se empezaba a hablar del rearme de Alemania. Francia, preocupada

por la posibilidad de ver de nuevo los uniformes alemanes, propuso que se creara un ejército

integrado europeo, dependiente de un Ministro de Defensa común que sería responsable ante

los gobiernos, pero también ante una asamblea europea. Así nació el plan Pleven, que era el

nombre del presidente del Consejo francés.

De Gasperi lo apoyó enseguida, fuese porque, como se ha dicho, estaba convencido de que

la unidad de Europa sería a través del ejército o de la moneda, fuese porque vio de inmediato

las posibilidades europeístas que escondía el plan. Era el momento justo para comenzar por

una integración limitada a los aspectos militares exclusivamente y llegar a una integración

política y económica que simplificaría la solución de los tradicionales problemas de retraso

de la península. El mayor problema era hacer comprender a la opinión pública italiana, en su

mayoría aún poco sensible al ideal europeísta, que había que empezar por la integración militar,

esto es, por la llamada Comunidad Europea de Defensa (CED). Parecía una extravagancia, pero

solo lo era en apariencia: en realidad era el camino que llevaba por primera vez a una forma

concreta de unión en Europa Occidental. Como dijera De Gasperi el 10 de diciembre de 1951

en un discurso ante la Asamblea del Consejo de Europa, era «una ocasión que no tendremos

nunca más»150.

149. P.E. TAVIANI, Politica a memoria d’uomo, op. cit., p. 184 (diario del 26 de junio de 1950).

150. A. DE GASPERI, L’occasione che passa, en De Gasperi e l’Europa, ed. M.R. De Gasperi, Morcelliana, Brescia, 1979, p. 122.

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Europa, nuestra patria

proyecto de tratado se contemplaba que la Asamblea actuase como una especie de asamblea

constituyente, con el cometido de elaborar una propuesta orgánica de orientación federal.

Como dijo De Gasperi ya de vuelta en París: «El tratado tenía un preámbulo de carácter

federalista, pero después este aspecto pasaba a un segundo plano. En cambio, en París

hemos procurado cambiar la intención del tratado incluyendo trabajos y plazos precisos para

garantizar un resultado federativo»153.

Con el visto bueno de Estados Unidos y a pesar de la resistencia británica, el 27 de mayo de

1952 firmaron en París el tratado constitutivo de la CED los seis países que habían creado la

CECA: Italia, Francia, la República Federal de Alemania, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo.

El tratado entraría en vigor después de que lo ratificaran los seis Parlamentos.

De Gasperi había comprendido que el tiempo jugaba en contra de Europa. Había sabido ver

las primeras señales del deshielo y la distensión, que se hicieron evidentes con la elección

de Eisenhower como Presidente de Estados Unidos y después con la muerte de Stalin el

5 de marzo de 1953. El entusiasmo de quienes se habían adherido a la CED no por

convicción europeísta sino para hacer frente al peligro soviético se reducía día a día. Por

eso De Gasperi quiso agilizar las cosas. Siguiendo las sugerencias de Spinelli, en junio de

1952 propuso confiar a la Asamblea de la CECA, cuyo tratado acababa de entrar en vigor,

la tarea de comenzar a preparar el proyecto de constitución federal europea a la espera de

la ratificación de la CED. El 10 de septiembre, gracias al apoyo de Schuman y Adenauer, la

propuesta de De Gasperi fue aprobada por los seis Ministros de Asuntos Exteriores de la CECA

reunidos en Luxemburgo.

De Gasperi había sido el artífice y el principal defensor del proyecto. Había actuado con

prudencia y cautela, pero también con perseverancia y tenacidad, para conseguir sus objetivos.

Fue el punto álgido de su política europeísta, reconocida con la entrega del premio Carlomagno

en Aquisgrán el 24 de septiembre de 1952. En aquella ocasión pronunció un discurso en el que

defendía la necesidad de crear una mentalidad europea, pues sin ella no podría funcionar

ninguna institución federal.

153. A. DE GASPERI, La ced come strumento di pace, en De Gasperi e l’Europa, ed. M.R. De Gasperi, Morcelliana, Brescia, 1979, p. 126. Se trata de las declaraciones efectuadas por De Gasperi a la prensa el 31 de diciembre de 1951.

ingreso de Italia en la ONU, varias veces vetado por los soviéticos, la promesa de incrementar

las relaciones comerciales y, poco después, una declaración conjunta de Estados Unidos,

Gran Bretaña y Francia en la que se anunciaba la revocación de las cláusulas sobre cuestiones

militares del tratado de paz con Italia.

Para la imagen de De Gasperi el viaje fue un éxito innegable y reforzó los lazos con Estados

Unidos en el terreno de la política atlántica. Además, en sus conversaciones con Acheson

De Gasperi había criticado la política americana de lucha contra el comunismo, que, en su

opinión, seguía una línea exclusivamente negativa. Además, debía reformarse la OTAN para

desarrollar, junto a las cuestiones militares, la cooperación cultural y económica entre los

Estados miembros. Para De Gasperi se había insistido demasiado en los aspectos militares y

en «el miedo a los rojos», olvidando algunos temas, como el de la paz, a los que la opinión

pública europea era muy sensible152. Por tanto, ahora correspondía insistir en temas positivos,

como el reforzamiento de la democracia y la consecución de la unidad europea. A esta tarea

dedicó los últimos años de su vida.

4. La CED y Europa

De Gasperi decidió esforzarse en transformar el proyecto originario de la Comunidad Europea

de Defensa en el núcleo de una futura Comunidad Política Europea. Pensaba en la creación

de una asamblea electiva europea con poderes deliberativos de la que dependiese un órgano

ejecutivo. Ambos tendrían un presupuesto común al que contribuirían los países miembros.

Era un vuelco de las posiciones originarias del tratado. Lo que en un principio se centraba

solo en el aspecto militar se convertía ahora en base para la construcción de una Europa

federada. Las relaciones con los federalistas, de Spinelli a Carandini, habían resultado útiles.

En la Asamblea Consultiva del Consejo de Europa (10 de diciembre de 1951) y en las reuniones

de los seis Ministros de Asuntos Exteriores de la CECA en Estrasburgo (11 de diciembre) y

París (27 de diciembre), De Gasperi defendió con gran determinación que se atribuyera a la

Asamblea de la CED capacidad constituyente. Gracias a su insistencia, en el artículo 38 del

152. Véase M. DEL PERO, L’alleato scomodo. Gli usa e la DC negli anni del centrismo (1948-1955), Carocci, Roma, 2001, pp. 146-149.

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Europa, nuestra patria

Finalmente De Gasperi ganó la batalla, y el 29 de marzo de 1953 se aprobó la ley. Las

consecuencias las pagó con la ratificación del tratado CED, que no pudo presentar en las

Cámaras. Tal vez De Gasperi pensaba que podría remitirla al nuevo Parlamento, suponiendo

que allí tendría una mayoría más amplia gracias precisamente a la ley de la mayoría. Pero en

las elecciones del 7 de junio de 1953 las cosas no salieron como tenía previsto. La DC obtuvo

el 40,1 % de los votos, los socialdemócratas el 4,5 %, los liberales el 3 % y los republicanos el

1,6 %. Los comunistas con el 22,6 % y los socialistas con el 12,7 % mejoraban los resultados

conseguidos en 1948. También se reforzaron los monárquicos (6,9 %) y el Movimiento Social

Italiano (5,8 %). Faltaron 55 038 votos para poder aplicar la prima de la mayoría, ya que un

cuarto de los sufragios habían ido a parar a dos listas de los socialdemócratas y republicanos

que habían dejado su partido precisamente porque no aceptaban la ley de la mayoría. Además,

hubo muchísimas papeletas con votos para la DC que fueron rechazadas por los interventores

comunistas y socialistas (los votos nulos fueron más del doble que en 1948), pero que al

menos en parte eran válidas. Para atajar tanta polémica, el Ministro de Interior, Scelba,

se apresuró a declarar que no se había conseguido el quórum para poder aplicar la ley.

Las cosas se complicaban para De Gasperi: los partidos de la coalición centrista tenían una

mínima mayoría de ocho votos en la Cámara. Ante la derrota electoral y habiendo comprobado

que no podía contar con el apoyo de los socialdemócratas, De Gasperi habría preferido

renunciar, o tal vez conservar únicamente el Ministerio de Asuntos Exteriores para concluir la

política europeísta. El Presidente de la República, Einaudi, insistió hasta convencerle de que

intentase formar gobierno una vez más. Por primera vez en muchos años y como señal de que

el panorama internacional había cambiado, De Gasperi mantuvo reuniones oficiales con todos

los responsables de los partidos políticos, incluidos comunistas, socialistas, monárquicos y

el Movimiento Social Italiano. En algunos casos (como los encuentros con Togliatti y Nenni)

reanudó unas relaciones humanas interrumpidas durante mucho tiempo, pero que no se

tradujeron en avances políticos significativos.

Puesto que los partidos de centro minoritarios se negaron a participar, el octavo gobierno

de De Gasperi fue un gobierno democristiano monocolor. Esperaba ganarse la confianza,

quizá con el apoyo del voto monárquico, para después pedir a Einaudi la disolución de la

Cámara y la repetición de las elecciones, otra vez con la ley de la mayoría. Pero el 28 de julio

la Cámara no le dio su confianza: 282 votos en contra (comunistas, socialistas, monárquicos

y Movimiento Social Italiano) y 263 a favor (DC), con la abstención de liberales, republicanos

y socialdemócratas. El gobierno había sido derrotado por diez votos.

«Las instituciones supranacionales serán insuficientes y podrán convertirse en campo donde

se enfrenten intereses particulares si quienes las representan no se sienten depositarios de

unos intereses superiores y europeos. Sin esta mentalidad europea, cualquier fórmula corre el

riesgo de quedar en mera abstracción jurídica sin contenido»154.

El 10 de marzo la Asamblea ad hoc presentó el proyecto de Constitución europea. Se había

llegado al umbral de la unión europea, pero la crisis aguardaba detrás de la puerta.

5. Las elecciones de 1953

Como ya se ha mencionado, para hacer frente al riesgo de avance de los extremos del arco

político italiano, De Gasperi había pensado aprobar una nueva ley electoral. Después de haber

valorado la reintroducción del sistema uninominal en vigor antes del fascismo, con algunos

oportunos cambios, optó por un sistema con prima de mayoría, que significaba que el partido

o el grupo de partidos que consiguiesen la mayoría absoluta de los votos conseguiría dos

tercios de los escaños de la Cámara. Con este sistema se unirían a la DC los partidos laicos de

centro y se conseguiría resistir las presiones de la derecha clerical. Los socialdemócratas, por

su parte, podrían reforzarse y crear un polo de atracción notable para los socialistas de Nenni,

aislando así a los comunistas.

La oposición bautizó de inmediato «ley fraude» a esta ley de la mayoría y tanto izquierdas

como derechas se opusieron incansablemente. En el país y en el Parlamento comenzó una

dura lucha. Se recordaba la nefasta «ley Acerbo», que había facilitado la instauración de la

dictadura fascista, aunque las diferencias eran notables. La ley Acerbo preveía la atribución

de dos tercios de los escaños a la lista que hubiese obtenido tan solo el 25 % de los votos,

mientras que ahora la aplicación de la prima de mayoría solo se realizaría si se conseguía más

del 50 % de los votos. En las Cámaras, la oposición empleó una táctica obstruccionista que

paralizó durante meses la vida política del país. La sesión de la votación final duró 69 horas

ininterrumpidas en la Cámara de los diputados y 77 en el Senado, en el que se produjeron

graves incidentes. El propio presidente, Ruini, fue golpeado en la cabeza por una tablilla que

lanzó un senador socialista.

154. A. DE GASPERI, Le radici spirituali dell’Europa, en De Gasperi e l’Europa, op. cit., p. 172.

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Europa, nuestra patria

«L’Osservatore Romano» publicó en aquellos días un artículo elogioso sobre el trabajo de

De Gasperi en sus años de presidencia, en el que reconocía su fidelidad al pensamiento

social católico y a las ideas democráticas155. Los embajadores a los que Einaudi había convocado

para informarles de las repercusiones de la crisis en el exterior (Tarchiani, Brosio, Quaroni

y Di Stefano), dijeron que la derrota de De Gasperi se había recibido de forma muy negativa

y pidieron que el ya ex Presidente del Consejo conservase al menos el cargo de Ministro de

Asuntos Exteriores. Era un señal de que internacionalmente se valoraba la personalidad de

De Gasperi con más simpatía que en Italia, donde los vetos y los personalismos habían

puesto punto final a la carrera del político tridentino en el gobierno.

155. G. ANDREOTTI, De Gasperi visto da vicino, op. cit., pp. 259-260.

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El último año

1. Otra vez Trieste

De Gasperi sugirió a Einaudi el nombre de Piccioni como sucesor y buscó que el partido lo apoyase.

El 8 de agosto, en una reunión con el Presidente de la República, que le pidió que se ocupase

del Ministerio de Asuntos Exteriores, respondió que aceptaría, pero con la condición de tener la

garantía de que Piccioni saldría adelante. Piccioni encontró ciertamente grandes resistencias, en

parte porque los partidos de centro minoritarios no querían que De Gasperi volviese a Exteriores,

y renunció el día 12. De Gasperi, que mientras se había marchado al Trentino, se negó a volver

a Roma y dijo que de ninguna manera tenía intención de participar en el siguiente gobierno,

que a su modo de ver debería tener un carácter administrativo y no distinguirse demasiado

políticamente156. El 15 de agosto Giuseppe Pella formaba el primer gobierno republicano sin

Alcide De Gasperi: un gobierno democristiano monocolor que dominaba en el Parlamento gracias

al voto de liberales y republicanos y a la abstención de socialdemócratas y monárquicos.

Pella llevaba pocas semanas en el cargo cuando de pronto la cuestión de Trieste volvió al

primer plano. Como se recordará, en marzo de 1948 De Gasperi había conseguido de las tres

grandes potencias occidentales una declaración en la que se afirmaba que todo el Territorio

Libre de Trieste debía volver a manos de Italia. Era dudoso que la declaración pudiese llevarse

a la práctica, pero por ella De Gasperi había rechazado distintas posibilidades para solucionar

el problema, convencido de que la opinión pública italiana no habría aceptado más sacrificios.

Pero con tales premisas se hacía difícil encontrar una solución negociada con los yugoslavos,

que ya administraban la zona B, mientras que la zona A, en la que se encontraba Trieste, estaba

bajo administración anglo-norteamericana.

Después de la ruptura de Tito con Moscú, el apoyo de Estados Unidos a Italia en el

contencioso de Trieste se había debilitado mucho. De Gasperi nunca había querido discutir

la lealtad a la Alianza Atlántica ni a la colaboración europea, como ya habían sugerido desde

distintos sectores, para presionar a los americanos. La cuestión de Trieste seguía siendo una

espina que condicionaba la política exterior e interior de Italia. La derecha neofascista, aunque

también los comunistas, se aprovechaban de ello y jugaban hábilmente la carta del patriotismo

cada vez que se aproximaba una cita electoral.

156. Véase el mensaje enviado a la dirección del partido, citado por G. ANDREOTTI, De Gasperi visto da vicino, op. cit., p. 261.

El último año

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El último año

pero sufrió la humillación de que hubiera 22 votos en blanco de un total de 71. Nada más

aceptar el puesto que había abandonado siete años antes para reforzar la unidad del partido,

comprobaba que su nombre provocaba divisiones. Dijeron que eran los viejos populares y los

seguidores de Gronchi, molestos con De Gasperi porque prefería a los jóvenes de la corriente

de «Iniciativa Democrática», quienes no le habían votado. Ellos rechazaron la acusación

y dijeron que en realidad eran los jóvenes los que no querían a un De Gasperi demasiado

fuerte. Hubo otros que apuntaron a Pastore y a los sindicalistas de la CISL. Fuese quien fuese,

para De Gasperi fue otra amarga desilusión.

Él prestó su apoyo leal a Pella, pero las diferencias que habían tenido en la cuestión de Trieste

hizo que corriera la voz de que De Gasperi quería que cayese el gobierno para volver a la

presidencia del Consejo. En una intervención en Milán, el 18 de octubre de 1953, tuvo que

desmentir tal idea, y afirmó que era preciso respaldar a Pella159. Aunque cansado y enfermo,

De Gasperi había aceptado de nuevo la secretaría del partido. «¿Por qué me calumnia el

mundo político hostil con la acusación de intrigar, de que quiero asaltar la diligencia?»160,

se preguntaba sin ocultar su amargura. Hizo que la dirección central de la DC aprobara una

resolución sobre el problema de Trieste que en lo esencial justificaba el comportamiento

de Pella161. Sin embargo, la suerte del político piamontés quedó sellada tras un discurso de

Scelba en el que abogaba por la vuelta del cuatripartito y un artículo del propio De Gasperi en

«La discussione», en el que definía al gobierno Pella como gobierno «amigo»162.

Esa fue la oportunidad para que Fanfani lo intentara con un gobierno monocolor: De Gasperi

lo apoyó, con la esperanza de que favoreciese la unidad de la DC, «piedra angular» para

salvar la democracia italiana163. También intervino en la Cámara –y sería la última vez– a

favor de Fanfani: lamentó la «miseria parlamentaria que vemos a los pocos años de que

naciese una luminosa esperanza en la primera Asamblea de la República»164. Le atormentaba

159. A. DE GASPERI, Per un esame di coscienza, en A. DE GASPERI, Discorsi politici, op. cit., pp. 519-543.

160. Ibidem, pp. 525-526.

161. Risoluzione della Direzione Centrale della dc, 12 novembre 1953, en Atti e documenti della Democrazia Cristiana, op. cit., pp. 640-643.

162. A. DE GASPERI, Il nostro cammino, en «La Discussione», 20 de diciembre de 1953.

163. A. De Gasperi a A. Fanfani, Roma 18 de enero de 1954, en De Gasperi scrive, op. cit., vol. I, p. 330.

164. A. DE GASPERI, Discorsi parlamentari, op. cit., vol. III, p. 1373, sesión de 19 de enero de 1954.

La situación cambió de nuevo a finales de agosto de 1953, cuando la agencia oficial Jugopress

anunció la posibilidad de que Yugoslavia se anexionase la zona B. Pella respondió enviando

tropas a la frontera oriental y amenazando con ocupar la zona A. Tito replicó el 6 de septiembre

reclamando todo el Territorio Libre, y Pella, a su vez, contestó el día 13 con un duro discurso en

Campidoglio, en el que exigía a Estados Unidos y Gran Bretaña que hiciesen justicia a Italia sin

más demora, porque la cuestión de Trieste, dijo «tiene consecuencias en toda nuestra política

internacional y es una prueba para nuestra amistad»157.

A De Gasperi le inquietó mucho el discurso de Pella y le escribió una carta para aclarar las

cosas. En ningún caso el gobierno debía faltar a la lealtad a las alianzas y a la colaboración

europea. Por otra parte, ¿qué podría hacer Italia si recibía una negativa por respuesta?

«La guerra no. Sería, aparte de todo lo demás, la victoria del comunismo. ¿Abandonar la

OTAN? Sería el triunfo de la neutralidad con todo lo que supone». Y más adelante añadía:

«Espero que haya anulado discretamente las demostraciones militares, que han tenido

su función legítima, pero que no armonizan con las propuestas de acuerdo que usted ha

presentado tan prudentemente»158.

De Gasperi nunca había sido favorable al nacionalismo, y no le gustó la actitud de Pella, que

soliviantaba a la opinión pública. Podía ponerse en peligro la posición internacional de Italia

sin obtener a cambio ningún resultado concreto. El 8 de octubre la parte anglo-americana

anunció que la administración de la zona A pasaba a Italia, aunque dieron marcha atrás

por las protestas yugoslavas y todo quedó como al principio. Sin embargo, los sentimientos

nacionalistas imprudentemente despertados provocaron en Trieste incidentes con las fuerzas

inglesas en los que hubo muertos y heridos.

2. Secretario de la DC

De Gasperi, que ya no tenía ningún trabajo ministerial, pudo dedicar sus últimas fuerzas

a Europa y al partido. El 28 de septiembre fue elegido secretario de Democracia Cristiana,

157. El discurso de Pella se cita en G.C. Re, Fine di una politica. Momenti drammatici della democrazia italiana, Cappelli, Bolonia, 1971, p. 202.

158. De Gasperi scrive, op. cit., vol. I, pp. 240-241, A. De Gasperi a G. Pella, septiembre de 1953. Según G.C. Re, Fine di una politica, op. cit., pp. 249-250, Pella nunca recibió la carta.

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El último año

para detallar su visión laica de la política. Recordó que siempre había querido un gobierno

con representantes de partidos laicos, excluyó que los comités cívicos de Gedda, «pese a su

eficaz trabajo de movilización», pudiesen asumir una responsabilidad política e insistió en la

autonomía del partido con estas palabras: «El creyente actúa como ciudadano en el espíritu

y en la letra de la Constitución, y se empeña a sí mismo y empeña su categoría, su clase, su

partido, no a la Iglesia»168.

Pío XII se sintió muy molesto por el discurso de De Gasperi y ordenó a «La Civiltà Cattolica»

que replicara precisando la verdadera doctrina de la Iglesia y criticando explícitamente

a De Gasperi169, que «comprendía de quién llegaba aquel reproche y ello le provocó un

profundísimo dolor»170.

3. Los últimos meses

A todas las amarguras de esta época se añadieron las acusaciones que Giovanni Guareschi

dirigió a De Gasperi en el semanario «Candido» el 24 de enero de 1954. Basándose en unos

documentos que después resultaron falsos, Guareschi denunció a De Gasperi por haber

insistido a los aliados en enero de 1944 para que bombardeasen Roma y así inducir a los

ciudadanos a rebelarse contra los alemanes y los fascistas. De Gasperi se querelló contra

Guareschi porque no podía consentir que se pusiese en duda la legitimidad de la Resistencia.

El proceso, que tuvo lugar en Milán del 13 al 15 de abril de 1954, demostró que De Gasperi

era absolutamente ajeno a aquellos hechos. Pero aquel triste episodio le afectó física y

moralmente hasta el final de sus días.

La única satisfacción entre tanto descorazonamiento fue su elección por unanimidad como

presidente de la Asamblea de la CECA, en justo reconocimiento a su europeísmo. El 11 de

mayo fue a Estrasburgo para la toma de posesión. Allí pronunció un discurso marcadamente

europeísta y abogó por la ratificación del tratado de la CED. Ya solo faltaban Italia y Francia,

pero esta última presentaba especiales dificultades. De Gasperi hizo cuanto pudo para

168. El discurso fue publicado en «Il Popolo» del 21 de marzo de 1954.

169. A. MESSINEO, I cattolici e la vita politica, en «La Civiltà Cattolica», 27 de marzo de 1954.

170. G. MARTINA, La Chiesa en Italia negli ultimi trent’anni, Studium, Roma, 1977, p. 36.

el funcionamiento del Parlamento, incapaz de encontrar una mayoría que «debería tener la

preocupación compartida de conservar el régimen libre actual y ser consciente de la necesidad

de un esfuerzo serio y duradero para que la decadencia de las instituciones no sea inevitable

y fatal»165. Como siempre, dominaba su pensamiento la idea de mantener la libertad y la

democracia. Ya la había visto desaparecer una vez, en los años veinte, entre las discordias y

la incapacidad de colaborar, y no quería repetir la experiencia. Sus llamamientos no tuvieron

respuesta, y también Fanfani hubo de retirarse.

Finalmente volvió a la fórmula centrista con Scelba, a quien los aliados menores dieron

los votos que habían negado a De Gasperi siete meses antes. Pero en esta ocasión De

Gasperi había hecho lo posible para que su viejo Ministro de Interior consiguiese apoyos:

se había reunido con Saragat y había convencido a los parlamentarios democristianos de que

respaldasen a Scelba, si no por convicción, al menos para mantener unido el partido.

Este era su objetivo, el motivo por el que había aceptado volver a la secretaría. Se daba cuenta

de que solo con una Democracia Cristiana unida y compacta podría Italia seguir su camino

sin desviarse a izquierda ni derecha, y contemplaba con dolorosa preocupación y tristeza las

señales de la disgregación: «En esta crisis –escribió a Piero Malvestiti cuando Fanfani iba

a presentarse ante las Cámaras– he hecho grandísimos esfuerzos para salvar la unidad del

partido. He sondeado a fondo ciertos estados de ánimo y me he convencido de que el peligro

de la dispersión se agrava. Es preciso resistir y echar agua al fuego. No hay salvación fuera de

la unión, y es un error creer que si la DC se hunde podrá sustituirla una ‘unión católica’»166.

Era un peligro real, alimentado por aquel «partido romano» que quería empujar a la DC

a alianzas con la derecha, que consideraba demasiado tibio el esfuerzo anticomunista de

De Gasperi y del partido y que habría querido un viraje confesional. De Gasperi respondió

presentando un informe en el Consejo Nacional de la DC del 20 de marzo de 1954.

Oficialmente se trataba de contestar a un artículo del director del «Corriere della Sera», Mario

Missiroli, que había acusado a la DC de ser un partido confesional167, pero sirvió a De Gasperi

165. Ibidem, p. 1374.

166. A. De Gasperi a P. Malvestiti, [Roma], 23 de enero de 1954, en P. MALVESTITI, Lettere al Presidente. Carteggio De Gasperi - Malvestiti. 1948-1953, ed. C. Bellò, Bonetti, Milán, 1964, pp. 317-318.

167. M. MISSIROLI, Aspetti della crisi, en «Corriere della Sera», 10 de enero de 1954.

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El último año

Fue un discurso característico del espíritu pragmático de De Gasperi. Partía de un análisis

preciso de la composición de la sociedad italiana en el que citó abundantísimos datos

estadísticos para demostrar que la DC debía representar la síntesis de todos los intereses

y hacer, en consecuencia, una política para todas las clases, aunque siempre orientada a la

justicia social.

Afirmó que ante todo era preciso «atender a los más pobres y necesitados, pero hacerlo

de tal forma que no se agrave la situación de la clase media, que representa la parte

más útil de la iniciativa privada y es la base de la democracia libre ligada al desarrollo

del ser humano»174.

De Gasperi afirmaba después la necesidad de defender al país del peligro comunista, sin

excluir una posible colaboración con los socialistas de Nenni, aunque solo cuando hubiesen

aceptado «la democracia, es decir, el régimen libre, contra toda represión, pues también son

hoy represión el régimen bolchevique, el dominio de las armas rusas, el deseo de conquistar

el mundo del comunismo euro-asiático»175. Insistió en la importancia de la unidad del partido,

lamentando las publicaciones «tendenciosas» de las distintas corrientes. «Es una cuestión

que me angustia y me humilla. Sería una fatalidad que también este congreso dejase tras de

sí el rastro viscoso de esa literatura que rara vez es útil, a menudo perniciosa y casi siempre

estéril»176. «Sin cohesión –afirmó proféticamente– el partido corre el riesgo de perder la llama

de sus ideales, no podrá alimentar la esperanza de los jóvenes y se convertirá en una máquina

electoral herrumbrosa»177.

El fundamento cristiano, esencial en un país católico como Italia, debía seguir siendo la

inspiración de las ideas del partido. Pero la influencia de la Iglesia debía limitarse al campo

doctrinal y moral; las decisiones operativas correspondían al hombre de gobierno, que sólo

obedece a su propia conciencia.

174. A. DE GASPERI, Nella lotta per la democrazia, en 1954-1973. I congressi della Democrazia Cristiana, Cinque Lune, Roma, 1976, p. 14.

175. Ibidem, p. 37.

176. Ibidem, p.39.

177. Ibidem, p. 38.

facilitar la ratificación de Italia, tal vez lamentando no haberlo conseguido en la legislatura

anterior. El motivo profundo de sus diferencias con Pella respecto de Trieste estaba

precisamente en el fundado temor de que el político piamontés subordinase la ratificación del

tratado de la CED a una solución satisfactoria para el problema del Territorio Libre de Trieste.

Aconsejó a Fanfani que incluyera en su programa de gobierno una rápida ratificación171 y no

perdió ocasión de recordar a Scelba el mismo argumento.

En el discurso que pronunció el 21 de abril de 1954 en la Conferencia Parlamentaria Europea

de París explicó como mejor supo la íntima unión entre su fe europeísta y su esencia

cristiana:

«Cuando afirmo con Toynbee que el origen de la civilización europea está en el cristianismo,

no pretendo con ello introducir ningún criterio confesional exclusivo en la valoración de

nuestra historia. Únicamente quiero hablar del patrimonio europeo común, de la moral

unitaria que exalta la figura y la responsabilidad del ser humano con su fermento de fraternidad

evangélica, con su culto al derecho heredado de los antiguos, con su culto a la belleza refinado

a lo largo de los siglos, con su voluntad de verdad y de justicia acrecentada por una experiencia

milenaria»172.

Este discurso tiene un significado especial si se piensa en el estado de salud de De Gasperi,

que había empezado a empeorar en febrero de 1953, cuando se le diagnosticó una esclerosis

renal con mal pronóstico. La noticia se mantuvo en riguroso secreto, porque De Gasperi no

quería reducir su actividad. Sin embargo, es fácil imaginar qué efecto tendrían en él las voces

malintencionadas que afirmaban que había intrigado para conseguir tal o cual cargo.

A principios de 1954 su estado empeoró, pero de ningún modo quería faltar al congreso

democristiano que se celebraría en julio en Nápoles para leer el que, decía, iba a ser su

testamento político173. En Nápoles ya estaba gravemente enfermo y tuvo que hablar sentado,

con un sudor frío que le cubría el rostro y bajo la mirada inquieta de su médico.

171. A. De Gasperi a A. Fanfani, Roma 18 de enero de 1954, en De Gasperi scrive, op. cit., vol. i, p. 331.

172. De Gasperi e l’Europa, op. cit., p. 203.

173. G. ANDREOTTI, De Gasperi e il suo tempo, op. cit., p. 533.

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El último año

Nuestra pequeña mente humana necesita las cosas limitadas y no se resigna a dejar en manos

de otro el objeto de su propia pasión inalcanzado»182.

Rodeado de sus seres queridos, escuchando las oraciones para los moribundos, como él había

pedido expresamente, Alcide De Gasperi expiró el 19 de agosto de 1954, invocando el nombre

de Jesús.

182. Citado en M.R. Catti De Gasperi, De Gasperi uomo solo, op. cit., p. 415.

«No cabe duda de que en la esfera de la Iglesia nuestra adhesión es total y sincera. Este

sentimiento se extiende también a las directrices morales y sociales contenidas en los

documentos pontificios que casi a diario han alimentado y dado forma a mi vocación por

la vida pública. [...] Pero también es cierto que para trabajar en el campo social y político la

fe y la virtud no bastan: hay que crear y cuidar ese instrumento adaptado a los tiempos que

es el partido, es decir, una organización política con un programa, un método propio, una

responsabilidad independiente y una estructura y una gestión democráticas»178.

Una vez más, al final de su existencia, De Gasperi proclamaba el profundo laicismo de su

visión política, que, sin embargo, nacía de una profunda fe cristiana.

El discurso de Nápoles fue el canto del cisne de De Gasperi. El 16 de julio de 1954, el Consejo

Nacional de Democracia Cristiana le nombró presidente por aclamación, pero las fuerzas del

estadista decrecían de día en día. Desde el retiro en las montañas de su Trentino natal seguía

los avatares políticos, preocupado por las noticias que llegaban de Francia a propósito de la

CED. «Me queda la espina de la CED179 –escribió a Fanfani, nuevo secretario democristiano

pocos días antes de su muerte–. No puedes llegar a imaginar la pena que me da, y más porque

no tengo ni fuerzas ni posibilidad de levantar la voz, aunque sólo fuese para alejar de nuestro

país la responsabilidad de semejante desgracia»180. Se daba cuenta plenamente de que el

fracaso de la CED «retrasaría décadas la creación de la Unión Europea»181. Su disgusto ante

la debilitación del proyecto europeo era mayor por la sensación de impotencia y la proximidad

del fin. Al menos tenía la conciencia tranquila por haber cumplido honestamente con su

deber como hombre y como político al servicio de la gente. Pocos días antes de morir, dijo

estas palabras a su hija Maria Romana: «He hecho cuanto estaba en mi poder: estoy en paz

conmigo mismo. Ya ves: el Señor te hace trabajar, te deja hacer proyectos, te da energía y vida,

y después, cuando crees que eres necesario, indispensable, en tu trabajo, te lo quita todo de

repente; te hace comprender que solo eres útil; te dice «Ya basta, ya puedes dejarlo». Y tú

no quieres, porque preferirías presentarte en el más allá con la tarea terminada y bien hecha.

178. Ibidem, p. 40.

179. A. De Gasperi a A. Fanfani, Sella di Valsugana 9 de agosto de 1954, en De Gasperi scrive, op. cit., p. 334.

180. A. De Gasperi a A. Fanfani, 14 de agosto de 1954, ibidem, p. 336.

181. Ibidem.

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Bibliografía esencial

La fuente más importante para reconstruir la biografía de De Gasperi es sin duda su archivo

privado, conservado por su familia y depositado ahora en los Archivos Históricos de las

Comunidades Europeas, en el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Se conserva mucha

documentación en diversos archivos públicos y privados, tanto italianos como extranjeros. Como

primera orientación se puede consultar el sitio www.degasperi.net, a cargo de la Fundación Luigi

Sturzo de Roma, que permite también consultar en línea numerosos documentos.

La primera biografía científica amplia de Alcide De Gasperi es la editada en tres volúmenes por

la Fundación Alcide De Gasperi de Roma y la casa editorial Rubbettino (Soveria Mannelli, 2009),

con textos de G.B. RE, P. POMBENI, A. CANAVERO, G. VECCHIO, F. MALGERI y P.L. BALLINI.

Constituyen importantes contribuciones interpretativas los volúmenes de D. PREDA: Alcide De Gasperi

federalista europeo, Il Mulino, Bolonia, 2005, y de P. CRAVERI: De Gasperi, Il Mulino, Bolonia, 2006.

Se han publicado varias recopilaciones de escritos, cartas y discursos de De Gasperi: A. DE

GASPERI: I cattolici trentini sotto l’Austria. Antologia degli scritti dal 1902 al 1905, con i discorsi

al Parlamento austriaco, 2 vol., Edizioni di Storia e Letteratura, Roma, 1964; A. DE GASPERI:

Le battaglie del Partito Popolare. Raccolta di scritti e discorsi politici dal 1919 al 1926, Edizioni di

Storia e Letteratura, Roma, 1992; A. DE GASPERI: Cara Francesca. Lettere, ed. M. R. De Gasperi,

Morcelliana, Brescia, 1999; L. STURZO, A. DE GASPERI; Carteggio (1920-1953), edición e

introducción de F. Malgeri, Rubbettino, Soveria Mannelli, 2006; G. ROSSINI: De Gasperi e il

fascismo, Cinque Lune, Roma, 1974 (con la documentación relativa al arresto y el juicio de 1927);

A. DE GASPERI, Lettere dalla prigione; 1927-1928, Mondadori, Milán, 1955; A. DE GASPERI: Lettere

sul Concordato, Morcelliana, Brescia, 1970; M. Gentilini (editor): Fedeli a Dio e all’uomo. Il carteggio

di Alcide De Gasperi con don Giulio Delugan (1928-1954), Fondazione Museo Storico del Trentino,

Trento, 2009; A. DE GASPERI: Scritti di politica internazionale 1933-38, 2 vol., Ciudad del Vaticano,

1982; M.R. De Gasperi (editor): De Gasperi scrive. Corrispondenza con capi di Stato, cardinali,

uomini politici, giornalisti, diplomatici, 2 vol., Morcelliana, Brescia, 1974; A. DE GASPERI: I cattolici

dall’opposizione al governo, Laterza, Bari, 1955; L. DE GASPERI: Appunti spirituali e lettere al padre,

Morcelliana, Brescia. 1968; C. Bellò (editor): Lettere al Presidente. Carteggio De Gasperi-Malvestiti,

1948-1953, Bonetti, Milano. 1964; A. DE GASPERI: Discorsi parlamentari, 2 vol., Cámara de los

Diputados, Roma, 1985; A. DE GASPERI: Discorsi politici, Cinque Lune, Roma, 1969; De Gasperi e

l’Europa, scritti e discorsi, ed. M.R. De Gasperi, Morcelliana, Brescia, 1979. La reciente publicación

de Scritti e discorsi politici de A. DE GASPERI, en cuatro volúmenes de un total de diez tomos

(Il Mulino, Bolonia, 2006-2009), con introducciones de diversos autores, pone a disposición

de los estudiosos un importante e impresionante material documental, si bien se han excluido

algunos escritos y discursos, dado el gran tamaño de la producción editorial de De Gasperi.

Bibliografía esencial

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Bibliografía esencial

De Gasperi e l’incontro con Romolo Murri, Bompiani, Milán, 1974; A. Canavero, A. Moioli (ed.):

De Gasperi e il Trentino fra la fine dell’800 e il primo dopoguerra, Reverdito, Trento, 1984; U. CORSINI:

Il colloquio Degasperi-Sonnino. I cattolici trentini e la questione nazionale, Monauni, Trento 1975;

S. TRINCHESE: L’altro De Gasperi. Un italiano nell’impero asburgico. 1881-1918, Laterza, Bari, Roma,

2006; P. POMBENI: Il primo De Gasperi. La formazione di un leader politico, Il Mulino, Bolonia, 2007;

M. GARBARI: «Alcide De Gasperi nel Consiglio Comunale di Trento. Diritti e doveri di maggioranza

e minoranza», en Studi Trentini di Scienze Storiche, nº. 3, 2004, pp. 339-379; M. GARBARI: «Agli

esordi de Il Nuovo Trentino: la tentazione nazionalista e le scelte di Alcide De Gasperi», en Studi

Trentini di Scienze Storiche, nº. 1, 2007, pp. 41-80; R. MOSCATI, «La giovinezza di De Gasperi», en

Clio, nº. 4, 1966, pp. 456-471; R. MOSCATI: «De Gasperi e il Trentino», en La Nuova Antologia, 1974,

pp. 173-182, R. MOSCATI: «De Gasperi nel primo dopoguerra. «Appunti e ricerche: la battaglia per il

Trentino», en Clio, 1975, nº. 1-4, pp. 51-75; R. MOSCATI: «De Gasperi nel Parlamento austriaco»,

en La nuova Antologia, 1976, pp. 20-44; E. AGA ROSSI: «Alcide De Gasperi nel Partito Popolare»,

en Il movimento di liberazione in Italia, 1969, pp. 3-34; A. CANAVERO: «Il Consiglio nazionale del Partito

popolare italiano del 28-29 novembre 1925 e le dimissioni di De Gasperi dalla segreteria», en Libri,

e altro. Nel passato e nel presente, Dipartimento di Scienze della Storia e della Documentazione Storica

Università degli Studi di Milano – Fondazione Arnoldo e Alberto Mondatori, Milán, 2006, pp. 665-676;

A. CANAVERO: «De Gasperi, Gemelli e i clerico-fascisti», en Nuova Antologia, nº. 2 249, enero-

marzo 2009, pp. 349-361; G. FANELLO MARCUCCI: Alle origini della Democrazia Cristiana 1929-1944.

Dal carteggio Spataro-De Gasperi, Morcelliana, Brescia, 1982 (con un amplio apéndice de las cartas

intercambiadas entre Spataro y De Gasperi); G. FANELLO MARCUCCI: Il primo governo De Gasperi

(dicembre 1945 – giugno 1946). Sei mesi decisivi per la democrazia in Italia, Rubbettino, Soveria Mannelli,

2004; P. SCOPPOLA: La proposta politica di De Gasperi, Il Mulino, Bolonia, 19833; U. Corsini, K. Repgen

(ed.), Konrad Adenauer ed Alcide De Gasperi, due esperienze di rifondazione della democrazia, Il Mulino,

Bolonia, 1984; P.L. BALLINI: «1947: il viaggio di De Gasperi negli Stati Uniti. Gli studi e gli Appunti

inediti di Alberto Pirelli», en Nuova Antologia, nº. 2 234, abril-junio 2005, pp. 5-66; A. GIOVAGNOLI:

Le premesse della ricostruzione. Tradizione e modernità nella classe dirigente cattolica del dopoguerra,

Nuovo Istituto Editoriale Italiano, Milán, 1982; W.E. Crivellin (ed.): Alcide De Gasperi. L’uomo della

ricostruzione, Gaffi, Roma, 2005; A. GIOVAGNOLI: L’Italia nel ‘nuovo ordine mondiale’. Politica ed

economia dal 1945 al 1947, Vita e Pensiero, Milán, 2000; G. BAGET BOZZO: Il partito cristiano al potere.

La DC di De Gasperi e Dossetti, 1945-1954, Vallecchi, Florencia, 1974; S. CHILLÈ, «I riflessi della guerra

di Corea sulla situazione politica italiana negli anni 1950-1953: le origini dell’ipotesi degasperiana

di «democrazia protetta»», en Storia Contemporanea, 1987, nº. 5, pp. 895-926; T. DI MAIO:

Alcide De Gasperi e Konrad Adenauer. Tra superamento del passato e processo di integrazione europea

(1945-1954), Giappichelli, Turín, 2004; A. D’ANGELO: De Gasperi, le destre e l’«operazione Sturzo».

Voto amministrativo del 1952 e progetti di riforma elettorale, Studium, Roma, 2002; M.L. SERGIO:

Entre los libros dedicados a De Gasperi, recordamos en primer lugar las biografías de su hija,

M.R. CATTI DE GASPERI: De Gasperi uomo solo, Mondadori, Milán, 1964, y de G. ANDREOTTI,

De Gasperi e il suo tempo. Trento, Vienna, Roma, Mondadori, Milán, 19642, de quien también se

puede consultar Intervista su De Gasperi, ed. A. Gambino, Laterza, Bari, 1977, y De Gasperi visto

da vicino, Rizzoli, Milán, 1986, todos acompañados de una interesante documentación original.

De naturaleza hagiográfica es el libro de I. GIORDANI: Alcide De Gasperi, il ricostruttore, Cinque

Lune, Roma, 1955. Encontramos también volúmenes escritos por amigos y colaboradores de

De Gasperi: ADSTANS [P. CANALI]: La politica estera di Alcide De Gasperi, Mondadori, Milán,

1953; G. TUPINI: I democratici cristiani. Cronaca di dieci anni, Garzanti, Milán, 1954; G. SPATARO:

I democratici cristiani dalla dittatura alla repubblica, Mondadori, Milán, 1968; G. SPATARO: De

Gasperi e il PPI, Cinque Lune, Roma, 1971; G. PETRILLI: La politica estera ed europea di De Gasperi,

Cinque Lune, Roma 1975; G. GONELLA: Con De Gasperi nella fondazione della DC (1930-1940),

Cinque Lune, Roma, 1978; G. TUPINI: De Gasperi. Una testimonianza, Il Mulino, Bolonia 1992;

G. TUPINI: Alcide De Gasperi (1881-1954). Un popolare mitteleuropeo, Quattroventi, Urbino, 1995.

Como primera orientación bibliográfica sobre De Gasperi, de los años de las polémicas

políticas a las interpretaciones historiográficas, me permito hacer referencia a A. CANAVERO,

«Alcide De Gasperi in der Literatur. Von der politischen Polemik zur Historiographie», en

Historisch-Politische Mitteilungen, 2000, pp. 219-238. Una buena reseña bibliográfica razonada

sobre De Gasperi sigue siendo la de M. PIERETTI: «De Gasperi dall’esperienza giovanile nel

Trentino alle elezioni del 18 aprile 1948: recenti tendenze storiografiche», en Ricerche storiche,

1979, nº 2-3, pp. 505-532, aunque se haya quedado un tanto desfasada. En Alcide De Gasperi,

bibliografia, ed. M.R DE GASPERI, Morcelliana, Brescia, 1980, se puede encontrar una lista

de los escritos sobre De Gasperi publicados hasta finales de los años setenta. Existe una

reseña sobre la historiografía italiana y extranjera en «Alcide De Gasperi e la storiografia

internazionale. Un bilancio», en Studi Trentini di Scienze Storiche, 2005.

Entre las voces biográficas más completas escritas para diccionarios se encuentran la de G.

CAMPANINI: «De Gasperi, Alcide», en el Dizionario storico del Movimento Cattolico in Italia

1860-1980, vol. II, I protagonisti, Marietti, Casale Monferrato, 1982, pp. 157-168, y la de P.

CRAVERI, «De Gasperi, Alcide», en el Dizionario biografico degli italiani, vol. xxxvi, Istituto della

Enciclopedia Italiana, Roma, 1988, pp. 79-114, ambas acompañadas de una amplia bibliografía.

La biografía de E.A. CARILLO: Alcide De Gasperi. The Long Apprenticeship, University of Notre Dame

Press, Notre Dame, Indiana, 1965, abarca hasta finales de 1945. Otras obras tratan momentos

concretos de la vida del estadista nacido en Trento. Entre éstas cabe señalar L. BEDESCHI: Il giovane

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De Gasperi e la questione socialista. L’anticomunismo democratico e l’alternativa riformista, Rubbettino,

Soveria Mannelli, 2004; A. RICCARDI: Pio XII e Alcide De Gasperi. Una storia segreta, Laterza, Bari,

2003; E. CONZE, G. CORNI, P. POMBENI: Alcide De Gasperi: un percorso europeo, Il Mulino, Bolonia,

2005; D. Ivone (ed.): Alcide De Gasperi nella storia dell’Italia repubblicana a cinquant’anni dalla morte,

Actas del Congreso, Salerno 28-29-30 de octubre de 2004, Editoriale Scientifica, Nápoles, 2006.

Dentro de la obra editada por Francesco Malgeri sobre la historia de la democracia cristiana

(Storia della Democrazia Cristiana), los volúmenes que abordan la figura de De Gasperi son el

primero, Dalla resistenza alla repubblica 1943-1948 y el segundo, De Gasperi e l’età del centrismo

1948-1954, Cinque Lune, Roma, 1987.

En lo que respecta a la política exterior, se recomienda estudiar los escritos de P. PASTORELLI:

La politica estera italiana del dopoguerra, Il Mulino, Bolonia, 1987; B. VIGEZZI: «De Gasperi,

Sforza e la diplomazia italiana fra patto di Bruxelles e patto atlantico (1948-49)», en Storia

Contemporanea, 1987, nº 1, pp. 5-43; los ensayos de B. VIGEZZI: «La politica estera italiana e le

premesse della scelta atlantica. Governo, diplomatici, militari e le discussioni dell’estate 1948»

(pp. 1-189) y de G. FORMIGONI: «Il mondo cattolico italiano e la «scelta occidentale» dopo

le elezioni del 1948» (pp. 191-237), en La dimensione atlantica e le relazioni internazionali nel

dopoguerra (1947-1949), ed. B. Vigezzi, Jaca Book, Milán, 1987; O. BARIÉ: «L’inizio del cammino

verso occidente. Il viaggio di De Gasperi negli Stati Uniti nel gennaio 1947», en Studi trentini di

scienze storiche, 1993, nº 4, pp. 675-706; G. FORMIGONI: La Democrazia Cristiana e l’alleanza

occidentale (1943-1953), Il Mulino, Bolonia, 1996; N. PERRONE: De Gasperi e l’America.

Un dominio pieno e incontrollato, Sellerio, Palermo, 1995; M. DEL PERO: L’alleato scomodo.

Gli USA e la DC negli anni del centrismo (1948-1955), Carocci, Roma, 2001.

Para realizar un primer acercamiento a los problemas de la política europea de De Gasperi:

A. CANAVERO: «De Gasperi, la Democrazia Cristiana italiana e le origini dell’Europa unita»,

en Bollettino dell’Archivio per la storia del movimento sociale cattolico in Italia, 1996, nº 2,

pp. 237-256. D. PREDA: «De Gasperi, Spinelli e l’art.38 della CED», en Il Politico, 1989, nº 4;

D. PREDA: Storia di una speranza. La battaglia per la CED e la Federazione europea nelle carte della

Delegazione italiana (1950-1952), Jaca Book, Milán, 1990, y D. PREDA: Sulla soglia dell’Unione.

La vicenda della Comunità politica europea (1952-1954), Jaca Book, Milán, 1994.

Sobre la espiritualidad de De Gasperi, además del pequeño volumen de M.R. DE GASPERI:

Mio caro padre, Brescia, 1981, es recomendable leer J.D. DURAND: «Alcide De Gasperi ovvero

la politica ispirata», en Storia contemporanea, 1984, nº 4, pp. 545-590, en donde se examinan

las fuentes de su inspiración cristiana.

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El hombre que rigió los destinos de Italia de 1945 a 1953, haciéndola salir de la grave crisis política, económica y social en la que el fascismo la había precipitado con la dictadura, la guerra y la derrota, pasó casi sus primeros cuarenta años de vida en el imperio multiétnico de los Habsburgo.

Su trayectoria lo distinguía de los demás políticos católicos, ya que no había vivido el dramático conflicto entre el Estado liberal italiano y la Iglesia. Fue un político habilísimo, pero también un hombre de fe que comenzaba el día meditando sobre las Sagradas Escrituras de las que obtenía su fuerza e inspiración para la actividad pública.

Tras haber sido detenido y encarcelado por el fascismo, se ganó la vida trabajando en la Biblioteca Vaticana donde afinó su sentido político y se preparó para los difíciles tiempos de la posguerra. En medio de grandes dificultades e incomprensiones, supo reintegrar a Italia en la comunidad internacional en un plano de igualdad jurídica. Defendió la laicidad del Estado y luchó siempre en defensa de la democracia. Para evitar que esta fuese arrollada por segunda vez en Italia, actuó con firmeza respetando siempre los principios fundamentales garantizados por la Constitución.

Su experiencia en el Parlamento de Viena, en contacto con políticos de todas las nacionalidades, lo hizo insensible a los reclamos nacionalistas y lo predispuso a favorecer y apoyar el proceso de integración europea en la segunda posguerra, al que aportó una contribución fundamental.

Alfredo Canavero (Milán, 1948) enseña historia contemporánea en la Universidad de los Estudios de Milán. Es estudioso de la historia de la política exterior italiana, de la historia de la Iglesia y del movimiento católico.

Dirige el Centro per gli Studi di Politica Estera e Opinione Pubblica de la Universidad de Milán y es Secretario General de la Commissione di Storia delle Relazioni Internazionali, afiliada al Congreso Mundial de Ciencias Históricas.

Entre sus escritos figuran: Milano e la crisi di fine secolo (1896-1900) (2ª ed., Unicopli, Milán, 1988); «Gli anni della Regione (1948-1962)», in Storia del Trentino contemporaneo, vol. III (Verifiche, Trento, 1978); Albertario e «L’Osservatore Cattolico» (Studium, Roma, 1988); I cattolici e la società italiana (La Scuola, Brescia, 1991); Filippo Meda. L’intransigente che portò i cattolici nello Stato (Centro Ambrosiano, Milán, 2003). Es editor, junto con Jean-Dominique Durand, del volumen Il fattore religioso nell’integrazione europea (Unicopli, Milán, 1999), y, junto con Jean Beaumont, del volumen Globalization, Regionalization and the History of International Relations (Edizioni Unicopli – Deakin University, Milán - Victoria, Australia, 2005). Es autor del ensayo «L’esperienza del Partito Popolare (1918-1926)», en Alcide De Gasperi, vol. I, Dal Trentino all’esilio in patria (1881-1943) (Fundación Alcide De Gasperi de Roma - Rubbettino, Soveria Mannelli, 2009).

Fondazione Alcide De Gasperi

Via Pavia 1 00161 Roma - Italia Tel. 06-44.16.381 E-mail : [email protected] Internet: www.fondazionedegasperi.it

ISBN: 978-88-905358-4-0