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San Juan de los Lagos, Jal. Abril de 2006 Nº 285

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Page 1: Al encuentro con Jesucristo Vivo, unidos a la Virgen María · Las heridas y dolores de los hombres y de las mujeres de hoy, son tus propias heridas y dolores, y a pesar que todos

San Juan de los Lagos, Jal. Abril de 2006 Nº 285

Revista Diocesana Mensual

EVANGELIZACION PASCUA 2006

Al encuentro con Jesucristo Vivo,unidos a la Virgen María

Al encuentro con Jesucristo Vivo,unidos a la Virgen María

Subsidios para los 7 Domingos de Pascua

EVANGELIZACION PASCUA 2006

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Centro Diocesano de Pastoral

Morelos 34.

Apartado Postal 21

Tel. (395) 785-0020

Fax. (395) 785-0171

Correo-E: [email protected]

47000 San Juan de los Lagos, Jal.

PASCUA 2006:

Pascua Infantil ................................................................................................................................ 1

La Cincuentena Pascual Tiempo de discipulado ....................................................................... 9

Domingo de Pascua .......................................................................................................... 12

Segundo Domingo «Cada ocho días llega Jesús»: ........................................................ 15

Tercer Domingo «Lo reconocieron al partir el Pan»: .................................................. 17

Cuarto Domingo «El buen pastor da la vida por sus ovejas»: .................................... 19

Quinto Domingo «Yo soy el camino, la verdad y la vida»: ....................................... 21

Sexto Domingo «Enviaré a otro Paráclito»: .................................................................. 23

Ascención del Señor ......................................................................................................... 25

PENTECOSTES:

Elementos para la Adoración Eucarística en la Preparación de Pentecostés ...................... 27

Semana VII ........................................................................................................................... 27 - 32

María y el Espíritu Santo ............................................................................................................. 33

Pentecostés ................................................................................................................................... 34

Vigilia de Pentecostés .................................................................................................................. 34

Vigilia de Palabra de Dios .......................................................................................................... 37

Misa de la Vigilia ......................................................................................................................... 38

Misa de Pentecostés ..................................................................................................................... 41

El catequista y el discipulado .................................................................................................... 43

VIDA DIOCESANA:

Carta Encíclica “Deus Caritas Est” ............................................................................................. 52

Magna concelebración de Acción de Gracias de Mons. José Leopoldo González Glez. .. 74

Homilia del Sr. Obispo Javier Navarro .................................................................................... 75

VARIOS:

Onomásticos y Defunciones del mes de Abril ................................................................. 79

Aniversarios de Ordenación del mes de Abril ......................................................................... 80

Agenda de Abril ............................................................................................... Contraportada

Responsab le :

Equipo Diocesano

de Evangelización y Catequesis

Diócesis de San Juan de los Lagos.

SUMARIO

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PASCUA INFANTILTALLERES POR LA VIDA

DOMINGO DE RAMOS

TALLER 1:

A medida que los niños van llegando se les vaentregando una bandera blanca.

También se ponen a disposición de ellos diferen-tes figuras: flores, ma-riposas, caritas, ani-males, manos, pies, ár-boles, notas musica-les, etc. Una por cadaniño. Ellos pueden em-bellecer la bandera,cambiándole la forma.Incluso pueden escri-bir en ella una frase ala defensa de la vida.

TALLER 2:

Se dividen por gru-pos iguales, y cadagrupo debe inventarseuna canción (de dosestrofas) a Jesús-Reycon la música de: CIELITO LINDO. El coro que laacompaña puede ser: “llegó Jesús, llegó Jesús,trayéndonos bendiciones. Para reír, para cantar,para encender corazones”.

TALLER 3:

Cada grupo va a elegir uno de los siguientespersonajes, y va a hacer una representación en laque el personaje hace un discurso como candidatoa la presidencia de la ciudad. El grupo que acompa-ña al personaje le corresponde hacer porras o frasesdándole el apoyo.

Cada Candidato se viste a su estilo.

1. Niño Campesino

2. Niño Rico

3. Niño Soldado

4. Niño Pobre

TALLER 4:

Un niño vestido con túnica blanca sale al centrodel patio o salón mientras se canta VIENEN CONALEGRIA. Un lector lee el texto de la entradatriunfal de Jesús a Jerusalén (Marcos 11, 1-10). Losgrupos sacan sus banderas y comienzan a cantar lascanciones que habían preparado con la música de

CIELITO LINDO.

El que hace las ve-ces de Jesús invita alos niños a pedirleperdón al Señor portodas las veces quehemos tratado mal alos demás. Todos res-ponden: Perdón, Se-ñor, queremos llenartus caminos de vida yde paz.

CANTO:Tomados de la mano.

Oración del PADRENUESTRO.

Comentario:

Cuando dices PADRE estás reconociendo queEl que te hizo no es otro sino Dios.

Cuando dices NUESTRO recuerdas que no es-tás solo en la tierra y los que te rodean son tushermanos.

Cuando dices SANTIFICADO SEA TU NOM-BRE proclamamos que el nombre de Dios debe serrespetado y amado.

Cuando le pides a Dios VENGA A NOSO-TROS TU REINO le solicitas que nos regale todaslas cosas lindas que tiene para ofrecernos.

Cuando dices HAGASE TU VOLUNTAD per-mites que el Señor lleve tu vida por los mejorescaminos.

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JUEVES SANTO

CANTO:El amor de Dios es maravilloso.

TALLER 1:

Se forman gru-pos y cada uno seprepara para hacerparte de un desfileque llamaremos eldrama del hambre.Se pueden elegirentre los siguien-tes casos: Niños sinestudiar, niños conhambre, enfermos,ancianos, indíge-nas, campesinos.Terminados los

preparativos se realiza el desfile mientras se canta:SI YO NO TENGO AMOR YO NADA SOYSEÑOR.

Se hace una especie de foro sobre la situación demillones de niños que sufren hambre, y se buscanalgunos compromisos.

TALLER 2:

Se entrega un texto bíblico a cada grupo para quelo analicen y saquen sus debidas conclusiones. Seanalizan los personajes del texto, las frases más sobre-salientes, los lugares y las cosas que pueden utilizarsecomo símbolos. Algunos textos que se proponen: lamultiplicación de los panes (Juan 6, 5 – 13). LaSamaritana (Juan 4, 6 - 15). Camino de Emaús (Lucas24, 13 - 31). La última Cena (Lucas 22, 7 - 20). El juiciofinal (Mateo 25, 31 - 40). Se hace el plenario.

TALLER 3:

Se entregan a los participantes, panes, acompa-ñado de algún refresco y se les invita a queintercambien con sus compañeritos. Terminadaesta parte se les invita a tomarse de las manosformando un gran círculo y se les invita a cantarPADRE NUESTRO.

CANTO:ES MI CUERPO…

DESPEDIDA.

Cuando dices DANOS EL PAN DE CADADÍA reclamas para tu cuerpo y tu alma el alimentoque te sostiene y te hace crecer.

Cuando dices PERDONA NUESTROS PE-CADOS reconoces que tienes una lista de erroressin resolver.

Cuando dices ASI COMO NOSOTROS PER-DONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN ase-guras que ya has aprendido a arreglártelas con losque te han hecho daño.

Cuando dices NO NOS DEJES CAER EN LATENTACIÒN te acuerdas que a veces tu corazóntiende a desviarse de lo bueno y de lo honesto.

Cuando dices LIBRANOS DEL MAL recla-mas al Señor que proteja tu vida y tu bienestar.

Ahora pues, sabiendo lo que decimos, cuandodecimos el “Padre nuestro”, tomemos las manos denuestros compañeritos y presentemos nuestraoraciòn a Dios con humildad y confianza:

TODOS: “Padre nuestro”

…Comentario:

Porque la paz hace amigos

Porque la paz sana corazones

Porque aquellos que siguen a Jesús son gente depaz.

Démonos un saludo de paz, mientras cantamos:HAZME UN INTRUMENTO DE TU PAZ.

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VIERNES SANTO

VIACRUCIS Y ADORACIÒNDE LA CRUZ

Queridos amiguitos…

El víacrucis o cami-no de la cruz que vamosa recorrer, nos llevará arevivir el doloroso ca-mino de Jesús hacia elMonte Calvario. Cami-no que se parece al deaquellas personas quesufren gravemente acausa de las enferme-dades, tristeza, la sed, yel hambre, el frío, lafalta de trabajo, entreotros.

Todos sabemos que por donde pasa el pecado,quedan lágrimas y sufrimientos. Ningún ser huma-no escapa de esto. Tarde o temprano el dolor entraa nuestra casa para sacudirla y tratar de quitarnos lapaz y la felicidad.

Dejemos que el Señor acompañe nuestro dolor yal mismo tiempo acompañémoslo en su propiodolor, que hoy nos vuelve a recordar el sufrimientode tantos niños del mundo que llevan sobre sushombros las injusticias de la sociedad y de unasfamilias que los maltratan y los abandonan.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu

Santo. Amén.

Yo confieso ante Dios Todopoderoso…

Oremos…

Señor Jesús, que tienes a los niños entre tus prefe-

ridos, vamos a recorrer y a reflexionar sobre tu

camino de dolor, no tanto en el que viviste hace

tantos siglos, sino en el sigues viviendo hoy.

Las heridas y dolores de los hombres y de las mujeres

de hoy, son tus propias heridas y dolores, y a

pesar que todos tenemos sufrimientos, también

somos culpables de que el mundo sufra.

Ayúdanos a reconocer nuestras faltas y a cultivar de

nuevo el amor en nuestro corazón. Y haz que

estemos siempre dispuestos a ayudar a los que

más lo necesitan.

Primera Estación:

UN INOCENTEES CONDENADO A MUERTE

Te adoramos, Cristo y te bendecimos…

Porque por tu santa Cruz nos has salvado

Escuchemos la Palabra del Señor:

“Pilato, después de mandar azotar a Jesús,lo entregó para que lo crucificarán”

Marcos 15, 15.

El Papa Juan Pablo II nos dice:

“Los niños no son una carga para la sociedad, noson instrumentos para la ganancia; son miembrospreciosos de la comunidad humana, encarnan lasgrandes esperanzas y potencialidades de toda lahumanidad”.

Oremos…

Señor Jesús: cuando Pilato te condenó a muerte

quisiste reclamar tu inocencia. Pero callaste.

Miraste a lo lejos y viste las caritas de los niños que

lloran por la muerte de sus padres víctimas de la

violencia, y preferiste unirte a su dolor. Siguen

siendo caritas de miles de niños destruidos por el

hambre, rostros de niños marcados por el can-

sancio, rostros de nuestros propios niños con

hambre por la falta de un empleo.

Perdónanos, Señor, porque no hemos aprendido

todavía a respetar la vida humana. Nos permiti-

mos condenar a muerte a la criatura que has

creado a tu imagen y semejanza.

CANTO:Si el pecado llega a tu corazón

y te dice déjame entrar…

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Segunda Estación:

JESUS ES OBLIGADOA CARGAR UNA PESADA CRUZ.

Te adoramos, Cristo y te bendecimos…

Porque por tu santa Cruz nos has salvado

Escuchamos la Palabra del Señor:

“Los judíos se apoderaron de Jesús; élmismo llevaba la cruz a su espalda hacia unlugar llamado “La Calavera”. (Juan 19, 17).

Nos dice el Papa Juan Pablo II:

“En algunos países existen niños que son obliga-dos a trabajar desde su más tierna edad, niños queson maltratados, castigados violentamente y a loscuales prácticamente no les pagan su trabajo. Seaprovechan de ellos porque son débiles, porque lospueden obligar fácilmente y no son capaces dedefenderse por sí mismos”.

Oremos…

Señor Jesús, cuando te han cargado la cruz, la has

abrazado con cariño, porque tu amor te ayudaba

a llevarla. Imaginamos que recordabas a tantos

niños que cada día tienen que cargar los abusos

de los adultos.

Señor Jesús, te pedimos perdón porque hemos

inventado esclavos por todas partes, porque car-

gamos a nuestros propios amigos y hermanos con

tareas que nos corresponden, porque nos olvida-

mos de ayudarles a llevar incluso su propia cruz.

CANTO:Si el pecado llega a tu corazón

y te dice déjame entrar…

Tercera Estación

JESUS CAE BAJO EL PESODE LA CRUZ

Te adoramos, Cristo y te bendecimos…

Porque por tu santa Cruz nos has salvado

Escuchamos la Palabra del Señor:

“Señor, protégeme de los violentos,de quienes tienden trampas

para hacerme caer” (Salmo 104,4).

Nos dice el Papa Juan Pablo II:

“En algunos países se ha llegado hasta el puntode obligar a los niños y niñas a prestar el serviciomilitar. Los encierran en los campamentos milita-res, los hacen pasar hambre, los maltratan y losobligan a asesinar incluso a las personas de supropio pueblo”.

Oremos…

Señor Jesús, cuando caíste bajo el peso de la cruz,

te olvidaste de ti mismo y preferiste recordar a tus

pequeños hermanitos que caen en las redes de

hombres crueles que los entrenan para la guerra,

los obligan a disparar y les hieren mortalmente su

propio corazón.

Perdónanos, Señor, porque con nuestro pecado

hemos hecho más pesada tu cruz hasta el punto

que no puedes soportarla y caes. Perdónanos por

haber caído en la tentación de dar golpes y

patadas a nuestros hermanos y amigos y de

hacerles insoportable la vida con nuestras pala-

bras e insultos.

CANTO:Si el pecado llega a tu corazón

y te dice déjame entrar…

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Cuarta Estación:

MARIA VA AL ENCUENTRODE SU HIJO

Te adoramos, Cristo y te bendecimos…

Porque por tu santa Cruz nos has salvado

Escuchamos la Palabra del Señor:

“Simeón le dijo a María: una espadatraspasará tu alma” (Lucas 1, 34).

Nos dice el Papa Juan Pablo II:

“Son muchos los niños que están expuestos apadecer graves traumas a causa de las tensiones queviven sus padres en el hogar y de la destrucción desus familias. La mayoría de las veces los adultosarreglan sus problemas matrimoniales y se separande manera egoísta sin pensar en sus hijos”.

Oremos…

Señor Jesús, cuando tu Madre se acercó a Tì en el

camino del Calvario, hubiera querido gritar al

mundo entero su enorme dolor, pero en cambio,

prefirió llorar en silencio, para hacerse solidaria

con las madres de tantos niños maltratados,

atrofiados por la enfermedad, encarcelados, des-

nutridos, ofendidos, humillados y explotados. Tu

Santísima Madre ha unido su dolor al de aquellas

madres que han perdido a sus hijos a causa de la

droga, de la violencia y de los accidentes de

tránsito.

Perdónanos, María, porque pensamos mucho en

nuestros dolores y caprichos, y nos olvidamos de

amar y respetar a nuestras madres como se lo

merecen.

CANTO:Si el pecado llega a tu corazón

y te dice déjame entrar…

Quinta Estación

“EL CIRENEO” AYUDA A JESUSA LLEVAR LA CRUZ

Te adoramos, Cristo y te bendecimos…

Porque por tu santa Cruz nos has salvado

Escuchamos la Palabra del Señor:

“Obligaron a un cierto Simón de Cirene,padre de Alejandro y de Rufo, para que

llevara la cruz de Jesús” (Marcos 15, 21).

Nos dice el Papa Juan Pablo II:

“Ayuden a los niños que han sufrido a causa dela violencia y de la guerra. Enséñenles a los niñosvarones a respetar la dignidad de la mujer. Ayúden-les a los niños a descubrir y experimentar la ternurade Dios”.

Oremos…

Señor Jesús, cuando te vimos agotado y casi a punto

de derrumbarte de nuevo, te dieron la ayuda de

Simón el Cireneo, que venía cansado de trabajar

en el campo pero que no se negó a ayudarte, sino

que puso su espalda bajo tu cruz para aliviar tu

carga y tu dolor. Seguramente con esa ayuda has

podido descansar un poco y has pensado en

tantas personas buenas que muchas veces se

olvidan de sí mismas y de sus problemas para

ayudar a otros.

Señor, haz que estemos siempre dispuestos a ayudar

a nuestro prójimo, especialmente a los más po-

bres y necesitados.

CANTO:Si el pecado llega a tu corazón

y te dice déjame entrar…

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Sexta Estación:

LOS SOLDADOS SE REPARTENLAS VESTIDURAS DE JESUS.

Te adoramos, Cristo y te bendecimos…

Porque por tu santa Cruz nos has salvado

Escuchamos la Palabra del Señor:

“Los soldados echaron suertespara repartirse la ropa de Jesús y ver

que se llevaría cada uno” (Mateo 27, 35)

Nos dice el Papa Juan Pablo II:

“Aunque muchos niños viven en la abundanciade los bienes materiales, algunas veces tienen quevivir y crecer solos, sin cariño, sin una justa yamorosa orientación y sin una adecuada formaciónmoral”.

Oremos…

Señor Jesús, contigo también han hecho lo que

hacen con los pobres; se han llevado todo y te han

dejado sin nada. En el mundo se da el contraste

entre millones de niños que mueren de hambre y

miles de niños que comen hasta reventar. Niños

que no pueden asistir a la escuela, mientras que

muchos otros no quieren aprovechar el estudio;

niños que tiran la comida y niños que escarban en

la basura para encontrarla.

Perdónanos, Señor, porque nos hemos olvidado de

nuestros pequeños hermanos que mueren de

hambre, de frío, de sed o no pueden simplemente

asistir a una escuela.

CANTO:Si el pecado llega a tu corazón

y te dice déjame entrar…

Séptima Estación:

JESUS ES CLAVADOEN LA CRUZ.

Te adoramos, Cristo y te bendecimos…

Porque por tu santa Cruz nos has salvado

Escuchamos la Palabra del Señor:

“Entonces lo crucificarony con el crucificaron también

a dos bandidos,uno a su derecha

y otro a su izquierda”(Marcos 15, 24 - 27).

Nos dice el Papa Juan Pablo II:

“Junto con los niños asesinados, quierorecordar a aquellos que han sido maltratadospor tanta violencia en sus diferentes manifes-taciones”.

Oremos…

Señor Jesús, cuando te han clavado en la cruz has

experimentado el dolor de tantos niños y niñas

que han sido maltratados.

Señor, perdona nuestra crueldad, envidia y rencor

que llevamos en nuestros corazones.

CANTO:Si el pecado llega a tu corazón

y te dice déjame entrar…

NOTA: A continuación se invita a los niños a celebrar la adora-ción de la cruz.

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COMENTARIO:

Queridos amiguitos:

Miren bien al que está clavado en la cruz.

Es el mismo Jesús que un día nació en un pesebre.

Es el mismo que caminaba por los pueblos devolvién-

dole la salud a los enfermos.

Es el mismo que dio de comer a los que pasaban

hambre.

Es el que curó al ciego y al leproso.

El que perdonó los pecados de la adúltera.

El que llamó a Pedro, a Santiago y a Juan para que

fueran sus apóstoles

El que predicó las cosas más lindas sobre el amor a

Dios y a los hermanos.

Ese es el mismo que fue crucificado.

El que sus discípulos abandonaron cuando llegaron

los Judíos a colgarlo de un madero.

El mismo que dijo que la fe mueve montañas y que

el amor todo lo resucita.

Ese es nuestro Salvador.

El mismo que se desangra para llenar nuestras venas

con su sangre.

El mismo, y no otro, que mientras cenaba por última

vez con sus amigos, les dejó en el pan y el vino de

la misa, su propio Cuerpo y su propia Sangre,

para reemplazar la carne fatigada y la sangre

llena de odio y egoísmo.

Este es el que, siendo Dios, bajó a la tierra, metién-

dose en nuestro barro para decirnos lo importan-

te y especiales que somos para él.

Hablémosle a Jesús que cuelga del madero, pidién-

dole perdón por los daños que hemos cometido

contra su creación y sus criaturas, contra su

Evangelio y su Amor.

Escribamos en el papelito que les vamos a entre-gar, ese pecadito con el que le hemos quitado lasonrisa y la paz a nuestros padres, hermanitos ocompañeros, y depositémoslo luego en esta cazue-la, para ser quemado a continuación.

NOTA:

Cada vez que un niño deposita el papelito en elbasurero se le hace entrega de una cruz, diciéndole:“Por esta cruz, te ha salvado Jesús”.Y los niñosresponden: “Con alegría, la llevaré cada día”.

Cuando se inician a quemar los papeles se canta:

CANTO:

Cristo rompe las cadenas.

SÁBADO SANTO

CELEBRACIÓN PASCUAL

PARTE 1:

Se le entrega una velita a cada participan-te. Se les da su gafete en forma de tea (llamita)en donde cada uno coloca su nombre. Todoslos participantes forman un gran círculo. Seubica un cirio pascual en el centro del salón opatio. Se canta CAMINAMOS HACIA TI(Llegará con la luz) mientras un niño, vestidode túnica blanca, trae en su mano izquierdauna cruz y en su derecha una antorcha encen-dida. Al llegar, enciende el cirio. Uno de losniños se acerca al cirio a prender su vela y sedirige a su compañero de lado y le ofrece suluz mientras le dice:

ESTA ES LA LUZ DE CRISTO,GUARDALA EN TU CORAZÒN.

A lo que el niño responde:

AMEN.

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PARTE 2:

Cuando todos han encendido sus velitas se canta el GLORIA, ALELUYA.

PARTE 3:

Se apagan las velitas y se organizan por grupos. Cada grupo va a representar algunasparábolas de la manera como cada grupo se imagina que pudo haber sucedido el hecho.

1. El hijo prodigo (Lucas 15, 11 - 32).

2. El sembrador (Mateo 13, 3 - 8)

3. El rico y Lázaro (Lucas 16, 19 - 31)

4. La gran Cena (Lucas 14, 16 - 24)

5. El Buen Samaritano (Lucas 10. 30 - 35)

Al terminar las representaciones, se comparte cómo todas estas parábolas nos hablan deresurrección y de vida.

PARTE 4:

El Sacerdote se reviste, mientras se canta VIENEN CON ALEGRIA. Cada grupo nombra2 representantes para entregar las ofrendas: bandera de México, Bandera Pontificia, frutas,espigas, flores, dulces, Pan y Vino

PARTE 5:

El Sacerdote inicia con la oración de ofrendas de día Domingo de pascua. PlegariaEucarística de la Misa de los Niños No. 2. Todo lo demás como de costumbre.

Terminada la celebración se pueden repartir los dulces que fueron presentados en el altar.

PARTE 6:

Convivencia.

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La Cincuentena PascualTiempo de discipulado

Introducción

La preparación a la V Con-

ferencia General del Episco-

pado Latinoamericano no po-

dría quedar al margen de la

Pascua, centro del año litúrgi-

co, su tiempo más fuerte y sig-

nificativo.

La Cuaresma nos prepara a

esta celebración. El Triduo

Pascual, que culmina en la Vi-

gilia Pascual, inaugura la Pas-

cua, que se extiende luego du-

rante siete semanas de viven-

cia intensiva. Pentecostés no

es fiesta aparte, sino plenitud y

cumplimiento de lo inaugura-

do en la Noche de Pascua.

El tiempo Pascual debe

vivirse como una unidad hasta

la tarde del día de Pentecostés. Aquel día se apaga

el cirio pascual, signo exterior de la celebración de

la Nueva Vida del Señor.

Valores

Los Hechos de los Apóstoles, la primera Carta

de Juan, y las apariciones del Resucitado, nos van

descubriendo algunos rasgos y exigencias de nues-

tro seguimiento de Cristo como discípulos.

Nos ofrecen los grandes valores del Misterio

pascual, que son los centrales en el cristianismo:

a) Cristo resucitado está presente en medio de los

suyos, que celebran su memorial.

b) Su Espíritu, el don pascual de Cristo, llena de su

luz y de su fuerza a la comunidad; es el protago-

nista supremo, tanto de la vida de Cristo como

de su Iglesia.

c) Los apóstoles y ministros son, en la vida de la

comunidad, testigos privile-

giados y predicadores incan-

sables de la Buena Noticia;

d) La comunidad, la asam-

blea de los creyentes en Cris-

to, camina por la vida siguién-

dolo, con la conciencia de que

Cristo le acompaña, en mar-

cha hacia la asamblea defini-

tiva y gloriosa;

e) Es una comunidad univer-

sal. Cristo «subió a Jerusa-

lén» para realizar allí el Mis-

terio de la Pascua, y desde allí

enviar a su comunidad en una

misión mundial: hasta «los

confines de la tierra».

f) Esa comunidad se reúne el

domingo porque es el día del

Señor resucitado. Los encuen-

tros de la comunidad con Cris-

to resucitado se tienen «el primer día de la

semana» y «a los ocho días». El Apocalipsis es

una experiencia sucedida también en domingo.

Actitudes

El kerygma de Pedro, las conversiones en Jeru-

salén, las persecuciones, la irrupción de Pablo, los

viajes de misión, las dificultades con los judaizantes,

las defensas en Jerusalén, el viaje a Roma… no son

sólo una historia para recordar, sino el paradigma

de unas experiencias actuales: la evangelización, la

lucha por la originalidad cristiana, la experiencia de

las limitaciones humanas y la esperanza de los

creyentes, el Concilio Vaticano II y su aplicación

posterior… ¡Nuestra Iglesia de cada día! Y todo

ello vivido a la luz de un hecho central: Cristo, el

Señor, que reúne a su pueblo (Hch 2,47).

Podemos concretar nuestra respuesta como dis-

cípulos de Jesucristo en algunas actitudes:

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1. Valoración de lo que somos.

Reconocemos la vida nueva recibida de Cristo

resucitado en nuestro Bautismo, desarrollada en

nuestra Iniciación Cristiana, regenerada en cada

sacramento, plenificada en cada Eucaristía.

Hemos de resaltar con entusiasmo los muchos

años de historia cristiana transcurrida, fruto de la

Resurrección de Jesús, y el don de su Espíritu

extendido por toda la tierra y en todos los corazo-

nes.

El cristianismo en nuestro continente es parte de

esa historia. La comunión episcopal expresada en

las Conferencias generales del Episcopado Latino-

americano nos ha permitido descubrir nuestra iden-

tidad y originalidad.

Agradecemos a Dios nuestro llamado a una

existencia cristiana, reafirmando nuestra adhesión

al Evangelio, y revitalizando nuestra experiencia

de Iglesia.

2. Testimonio cristiano.

Como los apóstoles, debemos transmitir lo que

hemos recibido, compartir lo importante de nues-

tras experiencias, comunicar a los demás la Buena

Noticia que da sentido a esta vida.

En medio de una cultura de muerte, Jesús confía

en nosotros, aunque conoce nuestras incoheren-

cias. Nos pide ser sus testigos, sal para dar sabor, luz

para iluminar, levadura para fermentar la masa.

No sólo con palabras, sino sobre todo con nues-

tras acciones, surgidas de hondas convicciones.

Tenemos la tarea de atraer con amor, esperanza,

libertad y servicio a los débiles, a los alejados, a las

víctimas de la modernidad, a los que quedaron al

margen de la globalización.

3. Vivencia sacramental.

Nos hacemos discípulos de Cristo mediante un

proceso sacramental, que arranca de la Iniciación

Cristiana, y está ritmado por la Eucaristía y la

Penitencia.

En los sacramentos «tocamos» la presencia de

Jesús resucitado, y «tocamos» también la comuni-

dad eclesial concreta a la cual pertenecemos y en la

cual celebramos. La Iglesia de Cristo existe en cada

una de las comunidades cristianas dispersas por el

mundo.

Jesús victorioso se nos acerca sobre todo a través

de estos signos. Participamos de su triunfo, para

seguir transformando el mundo.

Debemos esforzarnos por que sean signos vivos

de fe, transmitidos por la Iglesia, henchidos de

gracia.

Esto exige una mayor espiritualidad en la cele-

bración de las bodas, Confirmaciones, primeras

Comuniones, Bautismos, institución de ministe-

rios, incluso quinceaños y aniversarios.

4. Las «semillas del Espíritu»en el mundo.

Hemos de valorar todo lo bueno, noble y justo

que exista o se promueva, en este mundo plural.

Por ejemplo: la bondad, la capacidad de entrega,

la lucha por la justicia, la defensa de los derechos

humanos, la solidaridad con los menos favorecidos,

la globalización de la caridad.

Aprender de toda persona, aunque no sea católi-

ca o practicante. En las primeras comunidades los

discípulos se fueron convirtiendo en fermento y

luego en apóstoles.

Interesarnos por las actividades que se empren-

den en favor de la comunidad y de la humanidad,

con espíritu cristiano.

5. Alegría.

La alegría es una característica de los discípulos

de Cristo.

No porque no tengamos problemas ni sufrimien-

tos, sino porque creemos que el camino de la vida

permanece abierto para siempre y nada lo podrá

cerrar.

Dar a los demás ánimos para vivir, ilusión para

mirar hacia adelante, gozo profundo, hacer buena

cara.

Propuestas

Proponemos algunas cosas para que se vea que

estamos celebrando algo importante:

- Poner muchas flores, y más iluminación que en las

bodas y ceremonias. Se puede pedir a los fieles

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que lleven flores.

- Emplear la música: la gente se sienta acogida al

entrar en la iglesia por un fondo musical vivo. Que

la celebración sea cantada y tocada.

- Poner murales de colores vivos que destaquen el

tiempo que celebramos.

- En el atrio poner cada domingo un mural con

alguna fotografía y algunas frases de la liturgia

del día.

- Prestar atención al conjunto ambón-cirio pascual-

fuente bautismal: que el cirio tenga flores, el atril

esté cubierto por un digno mantel blanco, junto a

él el agua bendita para la aspersión.

- Destacar la Misa del pueblo o la vespertina del

sábado, para hacer luego un pequeño convivio en

el atrio o salón parroquial.

Terminar bien

Después de una cuaresma intensiva, fiestas reza-

gadas, y sacramentos que se acumulan en tiempo

pascual, resulta difícil y cansado vivir la Pascua

hasta el final.

La Cincuentena Pascual es larga, y aparente-

mente no cuenta con un “objetivo” hacia el cual

encaminarse (como el Adviento tiende a la Navi-

dad, o la Cuaresma tiende a la Pascua).

Algunas propuestas para vivirla mejor:

1. Preparar algo para las últimas semanas.

Por ejemplo, una exposición de realizado en la

parroquia durante el año, con parti-

cipación de todos los grupos, abier-

ta al público desde la Ascensión

hasta la Vigilia de Pentecostés.

Los últimos domingos, antes de

la bendición, dar breves testimo-

nios de cómo actúa el Espíritu San-

to en nuestro mundo (misioneros,

iniciativas apostólicas, grupos de

ayuda fraterna…).

Podrían buscar formas varias de

expresarse deseos de transforma-

ción para el pueblo, el barrio o

rancho, la ciudad (intercambiar tar-

jetas de Pascua, pensamientos con

mensajes del Evangelio, idear re-

conocimientos, etc.)

2. Cuidar los signos externos.

Por ejemplo: que los cantos sean propios de

Pascua, y no los ordinarios; que no descienda el

número de flores y de luces; que cada domingo, al

canto de entrada, se encienda solemnemente el cirio

pascual; que vayan en aumento progresivo los can-

tos del Espíritu Santo; integrar el mes de María en

el tiempo pascual.

3. Relevar el conjuntoAscensión-Pentecostés.

Son fiestas que celebran los frutos de la Pascua.

Jesús, que murió por amor, vive la vida de Dios para

siempre. Nuestra condición humana, llena del amor

entregado de Jesús, está llamada a compartir tam-

bién esta vida: poseemos ya una semilla de divini-

dad.

¡Cualquier persona humana, por “diferente” o

antipática que sea, ya es divina!

Y Pentecostés nos hace contemplar nuestra vida,

nuestra Iglesia, y nuestro mundo, llenos del mismo

Espíritu de Jesús, para vivir como él y caminar

hacia él.

4. La «semana del Espíritu Santo».

Pentecostés no es una fiesta al Espíritu Santo,

sino la culminación de la Pascua de Jesús.

Aprovechar la última semana de la Cincuentena,

en la celebración litúrgica, como novena al Espíritu

Santo. Cantar un canto al Espíritu Santo al encender

el Cirio.

Organizar bien la Vigilia de

Pentecostés, apegados a la Litur-

gia de las Horas.

Organizar un acto abierto, con-

vocando a todos, o sólo para gru-

pos más activos.

5. Bajar el tono de la fiestajusto al acabar Pentecostés.

Tan importante como colocar

los adornos de una fiesta, es qui-

tarlas cuando se ha terminado.

Retirar el cirio pascual (al baptis-

terio o la sacristía, no en un rincón

del presbiterio), poner menos flo-

res, luces, y ornamentos.

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Domingo de Pascua

AL ENCENDER EL CIRIO PASCUAL:

(Después del saludo)

Monición: ¡Qué impactante «juego simbólico

de la luz» se realizó ano-

che, en la Vigilia Pas-

cual!

Congregados en la os-

curidad, vimos nacer un

nuevo fuego, del cual en-

cendimos el Cirio Pas-

cual, símbolo de Cristo

resucitado.

Enseguida, tras él,

marchó la comunidad,

cantando por tres veces

un grito de júbilo: «Cris-

to, luz del mundo». En

cada estación se fueron

encendiendo más cirios

pequeños. Los cristianos

quedan contagiados de

la Luz de Cristo, reci-

biendo con alegría su

Don y aceptando el com-

promiso de ser luz para

los demás.

Ya dentro de esta igle-

sia, el sacerdote cantó el

Pregón pascual, entonando las alabanzas de la feliz

noche, iluminada por la Luz de Cristo Glorioso.

Al encender ahora el Cirio, queremos participar

de esa fiesta de luz. La Iglesia, Esposa de Cristo,

comunidad de «vírgenes prudentes», con la lámpa-

ra encendida, sale al encuentro de su Esposo.

Sacerdote: La luz de Cristo, que resucitó glorio-

so, disipe las tinieblas del corazón y de la historia,

y encienda en nosotros vivos deseos de ser discípu-

los de Cristo, con una santidad encarnada.

AMBIENTACIÓN:

Deben resaltar, en relación al ambón, los signos

del Cirio Pascual y el agua bautismal, adornados

con flores y plantas, para que dé idea de vida.

Completa la ambientación

la imagen de Cristo resu-

citado o el Cordero inmo-

lado, puesta generalmen-

te en el retablo.

Puede haber pendones

con símbolos pascuales en

las columnas, y letreros

como: «Ha resucitado,

aleluya», «Feliz Pascua:

vida nueva», «Cristo vive,

resucitemos», «Venció a

la muerte para siempre»,

«Comunidad de resuci-

tados», «Muerte ¿dónde

está tu victoria?», «Sepul-

tados y resucitados como

hijos en el Bautismo».

Monición inicial:

Hoy no es un domingo

de tantos, sino la gran fies-

ta de los cristianos, la fies-

ta de las fiestas, el día de

días que hizo el Señor:

Cristo ha resucitado, Cris-

to está vivo, Cristo es siempre presente y actual.

Con la Vigilia Pascual hemos inaugurado la gran

fiesta, que se extenderá durante siete semanas,

como un gran domingo.

En estos cincuenta días celebramos el paso de

Cristo a su nueva vida: a través de su obediencia al

Padre ha pasado de la Cruz a la esfera definitiva de

Dios, como Cabeza de la nueva humanidad, convir-

tiéndose en modelo y prototipo de lo que la Iglesia

debe realizar

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ASPERSIÓN DOMINICAL:

(Se vacía agua de la fuente bautismal al acetre).

Monición:

Pascua significa «paso». Cristo pasó de la muer-

te a la vida, y, desde nuestro Bautismo, nos hace

pasar en El del pecado a la gracia. Con el agua

bautismal bendecida solemnemente en la Vigilia

Pascual, seremos rociados en memoria de nuestro

Bautismo, para una renovación de la vida nueva que

recibimos ya en germen.

(Lo mejor es hacer la aspersión con un manojo de hierbas o deflores).

Antífona alternativa:

Todos los sedientos, escuchen, vengan a beber.

Como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no

regresan ahí sin haber irrigado la tierra, ni haberla

fecundado y hecho germinar, así será la Palabra que

sale de mi boca (Is 55,1.10-11).

GLORIA:

La Iglesia, iluminada por el gozo de la Resurrec-

ción, desde anoche, ha estallado nuevamente en un

himno de alegría, que fue callado durante la cuares-

ma, pero ahora prorrumpe solemne, para cantar las

maravillas que Dios ha obrado con su pueblo.

Proclamamos que Cristo está vivo.

LITURGIA DE LA PALABRA:

Podría hacerse la entrega del Leccionario a los lectores, al iniciareste tiempo pascual:

Sacerdote: Resuene la Palabra de Dios en esta

asamblea, partícipe de la Resurrección de Cristo, a

fin de que, poseyendo los bienes mesiánicos que

inauguró el Resucitado, y enviada para anunciar la

Buena Noticia que transforma al mundo, mantenga

viva la esperanza en el poder de Dios, en medio de

las luchas de la vida.

MONICIONES:

Primera Lectura (Hechos 10,34a.37-43): Evan-

gelizar es dar testimonio de la Resurrección de

Jesús, quien pasó haciendo el bien y nos liberó

del pecado y de sus consecuencias.

Salmo responsorial: (Salmo 117). La fiesta es un

deseo profundo de participar de un ideal. La

superación del hombre viejo, abocado a la muer-

te, no se consigue destruyendo cosas, sino con-

virtiéndose. Con un salmo procesional de

ascención al templo cantemos la Resurrección

de Cristo.

Segunda Lectura: (Colosenses 3,1-4). No pode-

mos atarnos a un mundo autosuficiente. Debe-

mos buscar alcanzar el ideal que Cristo conquis-

tó con su Muerte, transformar el mundo con la

fuerza del Resucitado.

Secuencia: La liturgia nos presenta parte de un

drama poético de Resurrección llamado Se-

cuencia, que hace eco a la Palabra que hoy nos

ha sido proclamada.

Aleluya: Cristo está vivo. En medio de la aurora de

un mundo nuevo, como grito estremecedor de

alegría, suena desde todos los siglos y para

siempre el aleluya, callado durante la cuaresma,

y que ahora transmitimos al mundo y a todo el

universo. Que resuene con gozo nuestro canto

de victoria.

Evangelio (Juan 20,1-9): La Magdalena, Pedro y

Juan no eran unos visionarios, sólo constataron

los hechos, los cuales no demostraban la Resu-

rrección de Jesús. Ellos creyeron porque acep-

taron la llamada invisible de Dios.

IDEAS PARA LA HOMILÍA:

Resaltar los signos positivos, de cambio y reno-

vación, de esperanza, hallados en la comunidad, en

su vivencia de la nueva evangelización, de la soli-

daridad cristiana, de la formación de los discípulos,

de la preparación de los sacramentos, de la renova-

ción de las familias y grupos.

Participamos de la Pascua del Señor. Discípulos

del Señor, hemos entrado en una condición de vida

nueva, por el Espíritu del Señor resucitado.

La celebración pascual tiene un valor sacra-

mental: en ella la comunidad participa en la Pascua

de su Señor, entrando en una vida nueva, de total y

personal comunión con El, y en El con el Padre. De

esa comunión deriva la exigencia de seguir sus

pasos, continuar su causa e imitar su ejemplo, hasta

la consumación.

Es una experiencia que nos abre al futuro: a un

estilo de vida de resucitados, tanto personal como

comunitariamente.

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Hay una relación estrecha entre el Espíritu Santo

y la vida nueva; y entre la Eucaristía y el don pascual

del Espíritu. En la Eucaristía se inmola nuestro

Cordero Pascual, se recibe el fermento de vida

nueva, y se anticipa la resurrección final.

María es modelo y primicia de la humanidad

nueva, perfecta discípula de Cristo.

Nos abrimos a una pastoral nueva: una nueva

mentalidad, comunitaria, participativa, de búsque-

da y discernimiento, con esperanza y creatividad.

Superar el pesimismo, conformismo, apatía, y

todo lo que reste vida o entusiasmo, con motiva-

ción, convencidos de que Cristo está vivo.

PROFESIÓN DE FE:

Podría hacerse la renovación de las promesas

bautismales y la profesión de fe bautismal.

ORACIÓN UNIVERSAL:

Cristo, sacerdote de la nueva humanidad, ofrece

nuestra oración al Padre, que nos salva de la

muerte por la Resurrección de su Hijo, y a quien

invocamos confiados, diciendo:

R. Señor, haz que pasemos

de la muerte a la vida.

1. Para que conserve libre de todo pecado, deser-

ción y error a la comunidad de los discípulos de

Cristo, a quienes ha purificado con la Sangre del

Cordero. Oremos.

2. Para que todos los pueblos busquen medios

adecuados para vivir en paz, en justicia y en

amor fraterno y solidario, para un progreso

integral. Oremos.

3. Para que cuantos padecen necesidad en el cuerpo

o en el alma, sientan el auxilio del cielo y el

apoyo eficaz de sus hermanos. Oremos.

4. Para que nuestra comunidad experimente la

fuerza de la Pascua en cada una de sus familias,

actividades y proyectos. Oremos.

Padre bueno, que restableces la santidad perdida y

amas la pureza de corazón, encamina hacia tí el

corazón de tus fieles para que, libres de las

tinieblas de la infidelidad, no se aparten jamás de

la luz que marca el sendero para seguir a tu Hijo

Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los

siglos.

LITURGIA EUCARÍSTICA:

Al Prefacio.

Alabemos y bendigamos al Padre por la obra de la

creación y por la obra de la redención de Cristo,

que ha hecho nuevas todas las cosas por su

Resurrección.

Al rito de la paz:

Oración del sacerdote: Señor Jesucristo, vencedor

del pecado y de la muerte, que el día de la

Resurrección te hiciste presente en medio de tus

apóstoles y les dijiste: «La paz les dejo, mi paz

les doy», no tengas en cuenta nuestros pecados,

sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu Palabra

concédele la paz y la unidad, tú que vives y

reinas por los siglos de los siglos.

Monición al darse la paz: Cristo resucitado nos

trae la paz. Nosotros, los que ya tenemos una

semilla de paz, reflejemos la paz de quienes ya

poseen a Dios en la paz definitiva del cielo, y

compartámosla en nuestro fraterno saludo

pascual.

A la Comunión.

Sacerdote: Este es Jesucristo, el Cordero de Dios,

vencedor de la muerte, que se nos da en alimen-

to de vida eterna. Dichosos los invitados desde

ahora a la Cena del Cordero.

Monición: La Eucaristía celebra la Pascua de Cris-

to, y por la Comunión participamos del Cordero

que se ha inmolado por nosotros para que nues-

tra vida sea un continuo morir y resucitar con el

Señor. Que la Comunión pascual nos conserve

unidos en el amor de Cristo.

Antes de la Bendición.

Hemos celebrado el Gran día del Señor, el do-

mingo de domingos, el domingo de la Resurrección

de Cristo.

Nuestra vida debe dejar la vieja levadura del

pecado, para que se haga realidad la nueva creación

que Cristo ha comenzado.

El Papa ha dado la bendición «urbe et orbe»;

recibámosla. Que el Señor nos guarde en su amor y

alegría, y que permanezcamos fieles a Cristo y

vivamos en su gracia. Felices Pascuas de Resurrec-

ción.

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AMBIENTACIÓN:

Puede ambientar un cuadro de la aparición de

Jesús a Tomás, junto al Cirio, sobre un atril. Y los

letreros: «Dichosos los que creen sin haber visto»,

«Tres testigos: el Espíritu, al agua y la Sangre»,

«Día del Señor, señor de los

días», «Fe, gozo y vida», «Cada

domingo encontramos a Jesús»,

«Señor mío y Dios mío».

AL ENCENDER EL CIRIO:

Monición: En la Cincuentena

Pascual, inaugurada solemne-

mente en la Vigilia Pascual, ce-

lebramos el Misterio de una Vida

Nueva, la de Cristo, que se nos

quiere comunicar a cada uno de

nosotros.

Esto lo expresamos en pala-

bras, cantos, y acciones simbóli-

cas. El Cirio Pascual es uno de

estos símbolos. Lo encendemos

en todas las celebraciones de este

tiempo. Agradezcamos partici-

par de esa vida nueva de Jesús

resucitado.

Sacerdote: La luz de Cristo, que resucitó

glorioso, disipe las tinieblas del corazón y de la

historia, y encienda en nosotros vivos deseos de

ser discípulos del Resucitado, para una santidad

encarnada.

A LA ASPERSIÓN BAUTISMAL:

(De la fuente bautismal se saca el agua del

acetre).

Monición: El bautismo pone de relieve el miste-

rio de la vida nueva en Cristo. Es el primer sacra-

mento de la Iniciación Cristiana, que nos hace hijos

de Dios y miembros de la Iglesia. Imprime un

carácter imborrable, que lo hace irrepetible.

Al recordar y renovar nuestro Bautismo median-

te la aspersión del agua bautismal, damos gracias al

Señor por la vida, y nos dejamos conducir por El.

(Conviene hacer la aspersión con un manojo de

hierbas o de flores naturales).

Antífona alternativa: Si cono-

cieras el don de Dios, me pedirías

agua viva. El que bebe del agua

que Yo le dé, no volverá a tener

sed, antes bien, el agua que Yo le

dé se convertirá en él en fuente de

agua viva que salta hasta la vida

eterna (Jn 4,10-14).

AL GLORIA:

La Iglesia, consagrada para la

alabanza por el Espíritu Santo, glo-

rifica a Dios Padre y al Cordero

Pascual, y le presenta sus súplicas.

PALABRA DE DIOS.

A la Primera Lectura (He-

chos 4,32-35):

En el testimonio de la vida de

las primeras comunidades cristia-

nas resalta hoy su unidad, que tie-

ne como consecuencia que se hagan cargo de sus

pobres, y los milagros que confirman el mensaje.

Al salmo responsorial (Salmo 117):

El salmo 117 canta con más insistencia las

hazañas del Señor, y proclama de nuevo la victoria

de Cristo sobre la muerte; la piedra desechada, en el

día en que actuó el Señor, es Piedra angular.

A la segunda lectura (1 Juan 5,1-6):

La primera carta de Juan es una reflexión sobre

la Encarnación de Jesucristo, y las consecuencias

de la Pascua en el comportamiento del discípulo de

Jesús. Por la Muerte de Cristo hemos nacido de

nuevo y hemos vencido al mundo.

Segundo Domingo«CADA OCHO DÍAS LLEGA JESÚS»:

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Al Aleluya:

La porra “Aleluya” es sinónimo de “¡alegría!”.

Lo cantamos en las Eucaristías más festivas, como

aclamación antes del Evangelio. Sobre todo, en la

cincuentena pascual, iniciado por el solemne alelu-

ya que se entona en la Vigilia Pascual, después de

haberlo silenciado durante toda la Cuaresma.

AL EVANGELIO (JUAN 20,19-31):

La aparición de la tarde de Pascua y a los ocho

días después, acentúa el sentido del domingo cris-

tiano. El encuentro con Jesús es fuente perenne de

renovación de la fe, como en el caso de Tomás.

Ideas para la homilía:

En nuestra sociedad actual, el domingo se vive

más bien como día de descanso, relajamiento y

diversión, «fin de semana», incluso de vicio, más

que como día del Señor, de la Eucaristía, de la

comunidad cristiana y de la identidad católica.

En evasiones y placeres se nos olvidan las exi-

gencias del seguimiento de Cristo y los valores de

la vida de resucitados.

Incluso la Misa parece una pesada obligación; se

hace por cumplir, de prisa, como si cortara, estorba-

ra o estropeara el día. No compagina con comidas,

fiestas, deporte, visitas de amigos, paseos.

No parece tener el poder de ordenar nuestras

inclinaciones desordenadas, ni de superar nuestras

rebeldías, ni de mejorar nuestras relaciones y con-

vivencia.

No parece formar hombres nuevos a imagen del

Resucitado, viviendo en verdad, justicia, amor y

libertad, venciendo la deshonestidad, corrupción,

discriminaciones, rivalidades, violencia, desinte-

rés e indiferencia.

Interrumpir las fatigas y tensiones de los de-

más días de la semana, nos permite pensar más en

serio en nosotros mismos, nuestros valores, nues-

tra misión, es decir: el proyecto de Dios sobre

nosotros.

La Resurrección del Señor es objeto y funda-

mento de nuestra fe, fuente de la alegría de los

creyentes, y de nuestra vida nueva.

El Resucitado, como a Tomás y a los apóstoles,

se nos manifiesta cada domingo en la asamblea

eucarística. Seguimos así la dinámica de fe, gozo y

vida de una comunidad unida que da testimonio de

Jesús.

Hay continuidad entre Pascua y Eucaristía do-

minical. La Misa dominical es la Pascua semanal.

El domingo es el día de la Eucaristía.

Para participar con fruto de la Resurrección del

Señor, es preciso ir al encuentro de Cristo resucita-

do, tocar sus llagas en los signos sacramentales y en

las necesidades de la Iglesia, dar un ritmo pascual a

nuestra vida cristiana y a nuestro esfuerzo por

seguir construyendo el Reino en la tierra.

PROFESIÓN DE FE:

Tomás confesó su fe diciendo: Señor mío y Dios

mío. Confesemos también nosotros nuestra fe di-

ciendo: Creo en un solo Dios...

ORACIÓN UNIVERSAL:

Con el gozo de encontrarnos con Cristo resucitado,

triunfador glorioso sobre el pecado y la muerte,

invoquemos a nuestro Padre común, diciendo:

R. Señor, haz que pasemos

de la muerte a la vida.

1. Para que la Iglesia santa agradezca el gran don del

domingo, y en la Eucaristía se deje purificar con

la Sangre de Cristo y glorificar con su exalta-

ción. Oremos.

2. Para que el mundo alcance el don de la paz, los

pueblos se solidaricen en la búsqueda de su

promoción integral, los magistrados impartan

auténtica justicia y los esposos vivan la fideli-

dad. Oremos.

3. Para que nuestra caridad fraterna cure las enfer-

medades, luche contra el hambre y la miseria, se

organice para alejar todos los vicios e inseguri-

dad, ya que hemos sido redimidos por la Cruz y

Resurrección del Señor. Oremos.

4. Para que esta comunidad de discípulos de Cristo

crezca en su identidad cristiana y en su servicio

apostólico, impulsada por la Eucaristía domini-

cal. Oremos.

Padre celestial, que en cada Pascua dominical nos

haces vivir las maravillas de la salvación, haz que

reconozcamos, con la gracia del Espíritu, al Señor

presente en la asamblea de los hermanos, para

dar testimonio de su Resurrección. Que vive y

reina por los siglos de los siglos.

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AMBIENTACIÓN:

Póster de Cristo resucitado partiendo el Pan, o

unas manos partiendo el Pan, y cestos con panes y

espigas.

Letreros: «El Señor

resucitado come hoy

con nosotros, sus discí-

pulos», «Los profetas

anunciaron que al ter-

cer día resucitaría»,

«Los discípulos se ale-

graron al ver al Señor»,

«El discípulo pasa de

las tinieblas a la luz»,

«Cristo debía padecer

y resucitar al tercer

día», «Lo reconocieron

al partir el Pan», «Ban-

quete nupcial en la tie-

rra y en el cielo».

Recepcionistas que

saluden a las personas,

les entreguen una hoja,

con amabilidad los reciban, inviten a pasar y

acomoden. Sobre todo a enfermos, ancianos y

minusválidos.

AL ENCENDER EL CIRIO:

Monición: El Cirio Pascual, símbolo de este

tiempo, tiene grabada la fecha del año y las letras

Alfa y Omega. Expresa así que Cristo es el princi-

pio y el fin, y que este año concreto nos quiere salvar

con la fuerza de su Pascua. Tiene también el signo

de la Cruz y el incienso de las llagas, expresando el

Misterio Pascual: pasando por la muerte llegamos

a la Nueva Vida. Que este símbolo no pierda su

sentido.

Sacerdote: La luz de Cristo, que resucitó glorio-

so, disipe las tinieblas del corazón y de la historia,

y encienda en nosotros vivos deseos de santidad

encarnada.

A LA ASPERSIÓN BAUTISMAL:

(De la fuente bautismal se saca el agua del acetre).

Monición: Dios se sirve del agua para significar

la vida nueva y la limpieza

de quienes desean seguir a

Jesús.

Del agua nació la vida; la

tierra es planeta azul, del co-

lor del agua; los mares y ríos

están llenos de seres vivos.

Nuestro cuerpo tiene una in-

mensa cantidad de agua.

Atravesando el agua nos

embarcamos hacia nuevas

rutas. Israel, cruzando el mar,

alcanzó la libertad.

Que esta agua bendita re-

nueve en nosotros la acción

del agua viva brotada del cos-

tado abierto de Jesús resuci-

tado.

(Conviene hacer la aspersión con unmanojo de hierbas o de flores naturales).

Antífona alternativa: Cristo amó a su Iglesia y

se entregó por ella, para hacerla santa, purificándo-

la con el baño del agua mediante la Palabra, a fin de

presentarla como Esposa gloriosa, sin mancha ni

arruga, sino santa e inmaculada (Ef 5,25-27).

PALABRA DE DIOS:

A la primera Lectura (Hechos 3,13-15.17-19):

A raíz de la curación de un inválido en la puerta

del templo, Pedro dirige un discurso al pueblo,

presentando la glorificación de Jesús como obra del

Dios de Israel y realización de las profecías, así

como en un llamado a la conversión.

Al salmo responsorial (Salmo 4):

El salmo responde al llamado con una invitación

a la confianza en el Dios de la vida, aun en medio de

Tercer Domingo«LO RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN»:

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las peores situaciones de muerte.

A la segunda lectura (1 Juan 2,1-5):

Un auténtico discípulo de Cristo se esfuerza por

no pecar y combatir contra el mal; y si por debilidad

peca, busca el perdón y lo halla en Cristo.

Al Aleluya:

La palabra “aleluya” es una fórmula hebrea de

aclamación que servía como estribillo a muchos

salmos; el Apocalipsis lo presenta como el canto

del cielo. Con el canto solemne de esta aclamación

acompañamos el cortejo del Evangelio.

AL EVANGELIO (LUCAS 24,35-48):

La aparición de Jesús en el cenáculo es la más

material, en cuanto que Jesús es palpado y come

ente los discípulos. Da el mismo mensaje de Emaús

y la transfiguración, y nos pide ser testigos.

Ideas para la homilía:

No es correcto ver como normal que la gente

aprecie más la Comunión de los viernes primeros

que la de Pascua, en sus tres solemnidades: Triduo

Pascual, Ascención y Pentecostés.

La Comunión no debería sentirse como algo

privado e individual, sino como signo de la partici-

pación en la vida de Cristo y en la vida de la

comunidad cristiana, que es su Cuerpo.

Una comunidad que no es profética, ni eucarística,

ni servidora y solidaria, marginada de la misión de

Cristo, no podría considerarse realmente cristiana.

Las apariciones del Resucitado van construyen-

do la comunidad, después de su crisis.

Jesús resucitado come con sus discípulos. En ese

convite les da a comer la Carne del verdadero

Cordero. Así anunciamos su Sacrificio hasta su

retorno.

Los discípulos se convierten en testigos de la

Resurrección de Cristo, en la vida y en la Eucaristía.

ORACIÓNUNIVERSAL:

Oremos al Padre, por mediación de Jesucristo, el rey

de la gloria, quien muriendo destruyó nuestra

muerte y resucitando restauró la vida, pidiendo

que escuche la oración de su Iglesia. Responde-

mos a cada petición:

R. Señor, haz que pasemos

de las tinieblas a la luz.

1. Para que la Pascua rejuvenezca las energías de

los ministros de la Iglesia, remueva la invalidez

y cansancio de sus estructuras, y supere la rutina

de sus actividades. Oremos.

2. Para que quienes toman las decisiones públicas

tomen en cuenta los valores de la verdad, la

libertad y el amor, defiendan la honestidad de

los hogares, la dignidad de la mujer y los dere-

chos de los pobres. Oremos.

3. Para que el Señor resucitado se acuerde en su

Reino de los pobres y afligidos, de los enfermos

y moribundos, de los que sufren desintegración

familiar y adicciones, de las víctimas de la

delincuencia. Oremos.

4. Para que cuantos celebramos la Resurrección de

Cristo nos ayudemos unos a otros con esperan-

za, y trabajemos por mejorar la comunidad

humana. Oremos.

Padre santo, que en la gloriosa Muerte de tu Hijo,

víctima de expiación por nuestros pecados, pusis-

te el fundamento de la reconciliación y de la paz,

abre nuestro corazón a la verdadero conversión,

y háznos testigos de la nueva humanidad, pacifi-

cada por tu amor. Por el mismo Jesucristo nuestro

Señor.

A LA FRACCIÓN DEL PAN:

Cristo quiere ser pan partido para la vida del

mundo. El signo del pan bendecido, consagrado,

partido y compartido por Cristo es el memorial de

su donación total. Todos somos miembros vivos del

Cuerpo de Cristo. Como el Pan es uno, así nosotros,

siendo muchos, formamos un solo Cuerpo, pues

todos participamos del mismo Pan.

A LA COMUNIÓN:

Sobre nuestra Mesa eucarística hay alimento

para todos: Pan partido, vino nuevo, celebración

festiva para los que traen vestido de gracia. Es el

banquete de la unidad restablecida por la Pascua de

Cristo. Con su Cuerpo y su Sangre, el Señor sacia la

fatiga de los cansados caminantes, calmando su

sudor, temblor y espera. Nos ofrece su vida en

abundancia, y anuncia el luminoso mañana del

banquete de la gloria, que no tendrá fin jamás.

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AMBIENTACIÓN:

Símbolos de primavera: plantas y flores como

jardín o vergel, fuente de agua viva, ovejas, y Cristo

pastor.

Música ambiental pastoril y con flauta.

Letreros: «El buen pastor da la vida

para santificar a sus discípulos», «En-

tremos al paraíso, donde está nuestro

pastor», «El Cordero es su Pastor»,

«Yo doy mi vida por ustedes», «Los

conduce hacia fuentes tranquilas y pas-

tos abundantes».

AL ENCENDEREL CIRIO PASCUAL:

Monición: El símbolo propio

del tiempo pascual es el Cirio. Al

encenderlo, captamos el Misterio

que celebramos: Por una parte, la

Luz como símbolo de Cristo Resucitado: “yo soy la

Luz del mundo: el que me siga no caminará en la

oscuridad” (Jn 8,12). Por otra, el compromiso de

una vida cristiana vivida en fiesta y con tono de

misión testimonial: “ustedes son la luz del mundo”

(Mt 5,14), caminen como “hijos de la luz” (Ef 5,8),

“quien ama a su hermano permanece en la luz” (1Jn

2,10). Esa luz es un recordatorio gozoso de que

vivimos, gracias a Cristo y su Espíritu, en la esfera

de la luz, de la verdad, del amor, de la vida.

Sacerdote: La luz de Cristo, que resucitó glorio-

so, disipe las tinieblas del corazón y de la historia,

y encienda en nosotros vivos deseos de ser auténti-

cos discípulos de Cristo, para una santidad encarna-

da.

A LA ASPERSIÓN BAUTISMAL:

(De la fuente bautismal se saca el agua del

acetre).

Monición: El Nuevo Testamento llama al Bau-

tismo: «baño de agua» (Ef 5,26), «baño regenerador

y renovador» (Tt 3,5), «nacimiento del agua y del

Espíritu» (Jn 3,5). El bautizado penetra en el seño-

río de Dios, en su reino, en la nueva creación.

Renacidos de lo alto, nuestra existencia es

una vida en el Espíritu, don de los últimos

tiempos. Pidamos al Señor que renueve

nuestro Bautismo mediante esta asper-

sión bautismal del agua.

(Conviene hacer la aspersión con un

manojo de hierbas o de flores

naturales).

ANTÍFONAS ALTERNATI-VAS:

- He aquí que hago nuevas

todas las cosas. Yo soy el alfa

y la omega, el primero y el

último, el principio y el fin. A

quien tenga sed Yo le daré del

agua de la vida (Ap 21,6).

- Me mostró un río de agua cristalina que salía del

trono de Dios y del Cordero. En el centro de la

ciudad, donde surgen los cuatro ríos, está el árbol

de la vida, que produce fruto cada mes, y cuyas

hojas curan a las naciones. Y el Espíritu y la

Esposa dicen: ¡Ven!. Y el que escucha diga:

¡Ven! Y quien tenga sed y quiera, que venga a

beber del agua de la vida (Ap 22,1-2.17).

PALABRA DE DIOS:

A la primera lectura (Hechos 4,8-12):

San Pedro se dirige a los magistrados del pueblo,

proclamando que Dios nos salva por medio de aquel

a quien rechazaron y condenaron a muerte.

Al salmo responsorial (Salmo 117):

Con el salmo 117, pascual por excelencia, Israel

agradece la fidelidad de Dios. El Señor cimentó su

obra sobre Cristo, la piedra desechada por los

constructores de este mundo. Este salmo se hacían

girando en torno al altar en la fiesta de las tiendas.

Cuarto Domingo«EL BUEN PASTOR DA LA VIDA POR SUS OVEJAS»:

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A la segunda lectura (1 Juan 3,1-12):

¡Qué gozo debe darnos el saber que somos hijos

de Dios y que llegaremos a ser semejantes a El!

Al Aleluya:

Esta exclamación de júbilo tomada del los sal-

mos se ha empleado como fórmula propia del

tiempo pascual por el triunfo de Cristo sobre la

muerte. Ayunamos de cantarlo durante el tiempo

penitencial de cuaresma, con el fin de desbordar

nuestro gozo en una explosión de alabanza durante

este tiempo.

AL EVANGELIO (JUAN 10,11-18):

Jesús es el buen pastor, no tanto porque guía su

rebaño, sino sobre todo porque da la vida. Cristo,

por su Sangre derramada, reúne y conduce a sus

ovejas.

Ideas para la homilía:

Muchos se van alejando de la Iglesia o de la

práctica religiosa, alegando el antitestimonio y fal-

ta de sentido de identidad y pertenencia.

Hay divisiones entre los cristianos. No sólo las

sectas, sino también oposiciones y rivalidades entre

grupos, barrios, partidos políticos, clases sociales,

familias.

Hay familias desunidas a causa de las herencias,

o de fracasos matrimoniales, o venganzas, envi-

dias, motivos económicos.

Cada uno busca sacar provecho de los demás;

quitar algo a la vida de los demás para sus fines muy

personales. En lugar de dar la propia vida, como lo

hizo Jesús, para congregar un único rebaño.

Nos dejamos llevar por simpatías o antipatías, y

no por la pasión de salvar a todos que embarga el

corazón de Cristo.

Cristo resucitado, presente en su Iglesia, es el

buen pastor, que infunde vida a nuestras comunida-

des y a nuestra historia concreta.

El pastor sacrifica su vida para dar vida a los

suyos. Ningún otro, fuera de Cristo, puede salvar-

nos.

Convertidos, y viviendo como hijos, seremos

realmente discípulos de Cristo, su único rebaño, y

dejaremos que nos retorne al Paraíso reconquista-

do.

La Iglesia es el rebaño de Cristo, reunido por su

Sacrificio, purificado en el Bautismo, nutrido con el

Pan y Vino celestiales, y fortificado por el óleo del

Espíritu. La Iniciación cristiana nos hace discípulos

de Cristo.

El Paraíso, cerrado por el pecado de Adán, se

reabrió, desde que el velo del templo se rasgó y

Cristo entró llevando al buen ladrón.

Desde entonces, la Iglesia acompaña a todos en

este viaje, y su signo es la Eucaristía.

Exige superar divisiones e individualismos, para

crecer en el servicio, la solidaridad, el espíritu

comunitario, la participación, la ilusión misionera y

el diálogo con los alejados y diferentes.

ORACIÓN UNIVERSAL:

Miembros del rebaño de Cristo, guiados por el

cayado del buen Pastor, levantemos nuestra mirada

hacia el Padre de las luces, parea confiarle las

necesidades de toda la humanidad, respondiendo:

R. Que seamos un solo rebaño,

bajo un solo Pastor.

1. Para que los obispos, presbíteros y diáconos

apacienten santamente la porción del pueblo de

Dios que se les ha encomendado. Oremos.

2. Para que la paz que Cristo dio a los discípulos

arraigue en el mundo, y luchemos por alejar

odios, guerras y divisiones. Oremos.

3. Para que los enfermos, los pobres, los ancianos,

los migrantes y todos los que sufren hallen en

Cristo Pastor luz y esperanza. Oremos.

4. Para que las familias cristianas ofrezcan a la

Iglesia a alguno de sus miembros para consa-

grar totalmente su vida al servicio de la comu-

nidad. Oremos.

5. Para que los judíos, los musulmanes, los creyen-

tes de todas las religiones, y los ateos, avancen

al conocimiento de la verdad plena. Oremos.

Creador y Padre, que haces resplandecer la gloria

del Señor resucitado cuando en su nombre sanas

la debilidad de la enfermiza condición humana,

reúne a los dispersos en la unidad de una sola

familia, a fin de que, unidos confiadamente a

Cristo, el buen pastor, experimenten el gozo de

ser tus hijos. Por el mismo Jesucristo nuestro

Señor.

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PREFACIO ALTERNATIVO(DEL RITO AMBROSIANO):

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber

y salvación darte gracias siempre y en todo lugar,

Señor Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque has enviado a Jesucristo tu Hijo, como

buen pastor, para buscar a la oveja perdida de la

humanidad, y conducirla al Reino de la vida.

El es el buen pastor, que da la vida por sus ovejas,

las conoce por su nombre, y las guía con su Palabra.

El conduce a sus ovejas, por las aguas bautisma-

les brotadas de su costado herido.

El les prepara una mesa, y ahí parte el Pan de su

vida entregada y el rebosante cáliz de la nueva

Alianza, hasta que llegue su rebaño al banquete

eterno, donde nos sentaremos a comer y beber de su

mesa.

Por eso con los ángeles y los santos, cantamos tu

gloria, gozosos, diciendo:

Quinto Domingo«YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA»:

AMBIENTACIÓN:

Una vid o parra con muchas ramas, si es posible

en forma de Cruz, y con racimos de uvas entre las

hojas.

Letreros: «Yo soy la vid, ustedes las ramas»,

«El que permanece en mí da fruto abundante», «La

Iglesia crece, confortada por el Espíritu Santo»,

«Quien cumple los mandamientos permanece en

Dios y Dios en él», «Sin mí, ustedes nada pueden».

AL ENCENDER EL CIRIO PASCUAL:

Monición: Encendemos el Cirio Pascual en las

celebraciones de este tiempo. Como en el Bautis-

mo, porque es el recuerdo simbólico de que fuimos

incorporados a la Muerte, Resurrección, y Vida

Nueva de Cristo. Se dijo entonces a nuestros pa-

dres:: “que sus hijos, iluminados por Cristo, cami-

nen siempre como hijos de la luz». También en

nuestras Exequias se encenderá el Cirio, dando un

tono pascual al momento culminante de nuestra

vida cristiana. Empezamos nuestro camino de fe a

la luz de Cristo, y lo concluimos a la misma luz.

Incorporados a la Pascua por el primer sacramento,

somos introducidos, en su muerte, a la Luz defini-

tiva de Cristo. Porque Cristo es alfa y omega,

principio y fin, suyo es el tiempo y la eternidad.

Sacerdote: La luz de Cristo, que resucitó glorio-

so, disipe las tinieblas del corazón y de la historia,

y encienda en nosotros vivos deseos de ser discípu-

los de Cristo, para una santidad encarnada.

A LA ASPERSIÓN BAUTISMAL:

(De la fuente bautismal se saca el agua del acetre).

Monición: El Bautismo no es sólo un rito perso-

nal, sino de la comunidad. Bautizarse es participar

en el Espíritu de la Iglesia, recibido como don de

Dios, experimentado en la vida y en las celebracio-

nes litúrgicas en el nombre del Señor. Renovemos

esa acción trinitaria en nuestra asamblea a través de

esta aspersión de agua bautismal.

(Conviene hacer la aspersión con un manojo de hierbas o deflores naturales).

Antífona alternativa: Por medio del Bautismo

fuimos sepultados con Cristo en su Muerte, para

que así como Cristo resucitó de entre los muertos

para gloria del Padre, también nosotros podamos

caminar en una vida nueva. Nuestro hombre viejo

fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido

el cuerpo del pecado, y no seamos más esclavos del

pecado (Rm 6,3-6.11).

PALABRA DE DIOS.

A la primera Lectura (Hechos 9,26-31):

Cambiamos de escenario, y entra en escena

Saulo, presentado por Bernabé, para expandir el

Evangelio por todos los rincones de la tierra.

Al salmo responsorial (Salmo 21):

Nos alegramos también nosotros porque el Evan-

gelio se anuncia con poder por todo el mundo.

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A la segunda Lectura (1 Juan 3,18-24):

El mandamiento de Dios es que creamos y

amemos, porque El nos amó primero.

Al Aleluya:

La palabra “aleluya” viene del hebreo “hallelu-

Yah”, “alabad a Yahvé, alabad a Dios”. Es una

aclamación de los judíos, ya anterior al tiempo de

Jesús, y ahora compartida también por los cristia-

nos. “Aleluya” se ha convertido en sinónimo de

“¡alegría!”. Lo cantamos en las Eucaristías más

festivas, como aclamación antes del evangelio. Y

sobre todo, en la cincuentena pascual, empezando

por el solemne aleluya que se entona en la Vigilia

Pascual, después de su silencio durante la Cuares-

ma.

AL EVANGELIO (JUAN 15,1-8.9-17):

(Conviene unir el pasaje de hoy con el del próximo domingo, paraleer en éste el Evangelio correspondiente al domingo VII dePascua, que de ordinario nunca se lee por coincidir con laAscención).

En el discurso de despedida de Jesús en la última

Cena, pone la alegoría de la vid y los sarmientos,

rico en temas bíblicos: Jesús, vid, la unión con El,

el fruto, el amor, la alegría, la misión.

Ideas para la homilía:

La energía eléctrica mueve complejas fábricas,

ilumina pueblos enteros, alimenta redes de infor-

mación. Pero necesita una planta generadora, y

requiere que se conecten a dicha fuente.

Las plantas cambian el ambiente tóxico en aire

oxigenado, ofrecen sus frutos para la alimentación

sana del hombre, embellecen el paisaje, atraen la

lluvia y detienen la erosión de la tierra. Pero requie-

ren que la savia circule por sus ramas, llevando

desde el tronco los nutrientes que sus raíces toman

del subsuelo.

Dios nos ha infundido su propia vida, pero es

preciso estar unidos a El por la gracia, y a los

demás por la caridad. Y no una unión superficial,

momentánea, de coyunturas, sino permanente y

profunda.

Diariamente mueren más de 130,000 personas,

de toda clase y condición. Pero ante Dios sólo

cuenta una presentación: la vestidura bautismal de

la gracia. Se mantiene limpio unidos a Jesús. Se

daña por el pecado. Se restaura por el sacramento de

la Penitencia.

Al buzo que se sumergería al fondo del mar para

extraer el tesoro de un buque naufragado, el capitán

le dijo: «No olvides vigilar tus dos líneas, de las que

depende tu vida: el tubo del aire y el cable del

radio». No nos asfixiemos ni perdamos la comuni-

cación. Necesitamos la oración y los sacramentos.

ORACIÓN UNIVERSAL:

Discípulos de Cristo, camino, verdad y vida,

invoquémoslo como pueblo sacerdotal, interce-

diendo por todo el mundo. Respondemos:

Dános tu vida, Señor.

1. Para que Cristo, Esposo de la Iglesia, llene de

alegría pascual a todos los que se consagran a

extender su Reino. Oremos.

2. Para que la paz de Cristo se extienda a todas las

naciones y todos puedan participar en su cons-

trucción y de sus beneficios. Oremos.

3. Para que Cristo, piedra angular de su Iglesia,

provea de misioneros a los pueblos que lo des-

conocen y a los cristianos alejados. Oremos.

4. Para que Cristo, estrella luciente de la mañana,

seque las lágrimas de los que sufren y aleje las

penas de los que lloran. Oremos.

5. Para que Cristo, testigo fiel y veraz, nos conceda

alegría evangélica, que nos haga infundir espe-

ranza a quienes desconocen el poder de la Resu-

rrección. Oremos.

Padre Dios, que nos has injertado en Cristo como los

sarmientos en la cepa de la vid, dános tu Espíritu

para que, amándonos unos a otros con sincero

amor, seamos las primicias de la nueva humani-

dad, y produzcamos frutos de santidad y de paz.

Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

COMUNIÓN:

El Cuerpo y la Sangre de Jesús son el alimento de

nuestra vida cristiana para renovar nuestras fuer-

zas. Y también es el signo de nuestra pertenencia a

la comunidad, por una unión más fuerte que los

lazos de amistad o de sangre. Compartimos la

misma vida de Dios. Salvados de la muerte por el

Bautismo, acrecentamos esa misma vida en noso-

tros. Que mantengamos esa vida en nosotros, y la

reforcemos con nuestra unión a los demás.

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AMBIENTACIÓN:

Pueden ponerse letreros como: «Lleven mi sal-

vación hasta los confines de la tierra»; «Padre, te

ruego por todos los que creerán en mí por la

palabra de ellos»; «Dios es amor, y permanece-

mos en El»; El Bautismo nos une al Misterio

Pascual de Cristo»; «Que todos sean uno, para

que el mundo crea»; «Si amamos, permanecemos

en Dios».

AL ENCENDER EL CIRIO PASCUAL:

Monición: Encendemos varios cirios en nues-

tras celebraciones: junto

al altar, ante el sagrario;

ante las imágenes de la

Virgen y de los Santos.

Pero el más significativo

es el Cirio Pascual, que

encendemos desde la Vi-

gilia Pascual hasta Pen-

tecostés, como símbolo

de Cristo que pasa de la

muerte a la vida y es nues-

tra Luz para siempre. Nos

mantenemos en el tono

de la fiesta del triunfo de

Cristo sobre el pecado y

la muerte.

Sacerdote: La luz de

Cristo, que resucitó glorioso, disipe las tinieblas del

corazón y de la historia, envíe su Espíritu a noso-

tros, y encienda en nosotros vivos deseos de santi-

dad encarnada.

A LA ASPERSIÓN BAUTISMAL:

(De la fuente bautismal se saca el agua del acetre).

Monición: Bautizarse significa bañarse o su-

mergirse. Sumergirse en el agua es sepultarse jun-

tamente con Cristo, muriendo al pecado. Salir del

agua significa salir victorioso con El. El sacramen-

to del Bautismo no es el agua, sino el gesto del baño,

acompañado de la Palabra de Dios, en nombre de

Cristo, con la fuerza del Espíritu. Renovemos nues-

tro Bautismo mediante esta aspersión.

(Conviene hacer la aspersión con un manojo de hierbas o deflores naturales).

Antífona alternativa: Los oprimidos buscan

agua, pero no encuentran, la lengua se les seca por

la sed. Pero Yo, el Señor, los escucharé. Yo, el Dios

de Israel, no los abandonaré. Sobre las colinas haré

brotar manantiales, fuentes en medio de los valles;

convertiré el desierto en un

lago de agua cristalina, y la

estepa en una tierra de ma-

nantiales abundantes (Is

41,17-18).

PALABRA DE DIOS:

A la primera Lectura(Hechos 10,25-27.34-35.

44-48):

La conversión y el Bau-

tismo del centurión romano

Cornelio es la primera reali-

dad de la llegada del Evan-

gelio a los paganos.

Al salmo responsorial(Salmo 97):

Con el salmo, proclamamos la salvación hasta

los últimos confines de la tierra.

A la segunda Lectura (1 Juan 4,7-10):

El autor místico encuentra el constitutivo esen-

cial de Dios: Dios es amor, de El parte la iniciativa

de amarnos, y lo hace hasta lo impensable.

Al Aleluya:

Anticipemos el canto del cielo, de los bienaven-

turados, mientras caminamos por esta tierra, con la

esperanza de participar plenamente en el triunfo del

Sexto Domingo«ENVIARÉ A OTRO PARÁCLITO»:

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Señor. Es una aclamación de los judíos, ya anterior

al tiempo de Jesús, y ahora compartida también por

los cristianos. “Aleluya” se ha convertido en sinó-

nimo de “¡alegría!”.

AL EVANGELIO (JUAN 17,11-19):

(Se recomienda leer el Evangelio correspon-

diente al VII domingo, que es la segunda parte de

la oración sacerdotal de Cristo).

Jesús, en la oración que acompaña la ofrenda de

su Sacrificio de la Cruz y de la Eucaristía, llama a

los apóstoles a la unidad, guardados por El, consa-

grados en la verdad y enviados al mundo.

Ideas para la homilía:

No sólo hay racismo y xenofobia en las fronteras

de los países. Casi por instinto hacemos a un lado a

muchas personas, despreciándolas por su condi-

ción, al considerarlos distintos de nosotros. Inter-

pretamos la diferencia como oposición y enemis-

tad. Nos cuesta trabajo integrarnos fraternalmente

para una colaboración, amistad y solidaridad.

Cristo se hizo hermano de todos, sin avergonzar-

se de nosotros, asumiendo nuestro pasado para

redimirlo. En su Pascua oró por que todos viviéra-

mos esa unidad, sin discriminaciones ni fronteras,

como un signo para que el mundo creyera en El.

Los escándalos por la división entre los cristia-

nos no sólo se dan entre protestantes, ortodoxos y

católicos. También entre católicos solemos

combatirnos unos a otros, vivir en competencia y

oposición, descalificarnos mutuamente. Hasta el

interior de las familias hay graves larvas de desin-

tegración social.

Hoy nos unimos a la oración de Cristo que pide

la unidad. Celebramos el memorial del Sacrificio

de la Cruz, donde derribó los muros de separación

que nos oponían. Formamos un único Cuerpo en

Cristo, presente en la Eucaristía.

ORACIÓN UNIVERSAL:

Unidos a Cristo, que intercede siempre por nosotros

a la diestra del Padre, presentando los méritos de

sus llagas gloriosas, elevemos nuestras súplicas

al Padre, diciendo:

Renuévanos, Señor,con tu amor.

1. Para que Cristo, que estaba muerto y ahora vive

eternamente, conceda a la Iglesia ser testiga de

su Resurrección, con firmeza y valentía. Ore-mos.

2. Para que Cristo resucitado, que dio a los apósto-

les su paz, la conceda en abundancia a todos los

pueblos, mediante la implantación de la justicia.

Oremos.

3. Para que Cristo, vencedor de la muerte,

transforme los sufrimientos de los enfer-

mos, de los moribundos y de todos los que

sufren, en la alegría que nadie puede quitar-

nos. Oremos.

4. Para que Cristo, que tiene las llaves de la muerte

y del Reino glorioso, conceda a todos los difun-

tos celebrar su triunfo en la asamblea de los

ángeles y santos. Oremos.

Padre celestial, fuente inagotable de salvación, que

nos amaste primero, y al entregarnos a tu Hijo

recibiste la ofrenda de su Sacrificio para darnos

vida, conságranos en la unidad, que es don de tu

Espíritu, a fin de que permanezcamos en tu amor

y seamos testigos de tu Resurrección. Por el

mismo Jesucristo nuestro Señor.

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AMBIENTACIÓN:

Letreros: «¿Qué hacen mirando al cielo? Cris-

to vendrá»; «Si no me voy, no vendrá a ustedes el

Paráclito»; «El Espíritu de la verdad los conduci-

rá a la verdad plena»; «Dentro de poco ya no

verán; pero otro poco de

tiempo, y me volverán a

ver, porque me voy al Pa-

dre»; «Voy a prepararles

un lugar; volveré y los lle-

varé conmigo»; «Perma-

nezcan en Jerusalén hasta

que sean revestidos del Po-

der de lo alto».

AL ENCENDER EL CIRIOPASCUAL:

Monición: El signo ex-

terior de la vida nueva del

Señor y de su presencia

triunfante entre nosotros

por el Espíritu Santo, ha

sido el Cirio Pascual, que

brilla en todas las celebra-

ciones de esta Cincuentena.

Nos recuerda que todo este

tiempo está invadido del

Espíritu de Jesús resucita-

do, para hacernos una nue-

vas creaturas que caminan, como comunidad de

hermanos, hacia la Vida definitiva. Antes de la

reforma litúrgica, en la fiesta de la Ascención, que

celebramos hoy, se apagaba y retiraba el Cirio,

indicando que Cristo se había ocultado a los ojos de

los discípulos. Ahora se continúa encendiendo has-

ta terminar el tiempo pascual, símbolo de la presen-

cia misteriosa del Señor resucitado, que nos da el

Espíritu como fruto de su Pascua.

Sacerdote: La luz de Cristo resucitado, que

reina en el cielo y nos envía su Espíritu Santo, disipe

las tinieblas del corazón y de la historia, y encienda

en nosotros vivos deseos de santidad encarnada.

A LA PALABRA DE DIOS:

Primera Lectura (Hechos 1,1-11):

Los apóstoles llegaron

hasta el fin, pese a sus im-

paciencias y deserciones.

Que nosotros también nos

entusiasmemos por el fu-

turo que Dios nos ofrece,

pero sin descuidar nuestra

tarea presente en el mun-

do.

Salmo responsorial(Salmo 46):

Aclamemos a Cristo,

que preside el cortejo triun-

fal de su pueblo, desde el

desierto de esta vida hasta

la patria del cielo.

Segunda Lectura (Efe-

sios 4,1-13):

Nuestra progresiva ma-

duración en la vida de Cris-

to se verá coronada con

nuestra transformación en

Cristo. Que nuestro traba-

jo en el mundo prepare nuestra subida a los cielos.

Al Aleluya:

El Aleluya es el canto de la Resurrección, la

bandera y emblema del Resucitado, un gozoso

canto ante el Misterio de Cristo, para el cual no hay

palabras que lo expresen.

AL EVANGELIO (MARCOS 16,15-20):

El relato de la Ascención en Marcos acentúa la

misión de los apóstoles como continuadores de

Ascención del Señor

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Jesucristo que asciende al cielo.

Ideas para la homilía:

La perfección del ser humano es superación,

progreso, maduración; significa avanzar, alcanzar

nuevas metas, desarrollar facetas inéditas de la

personalidad, acercarse a la plenitud, subir a lo más

alto.

Aunque nunca llegue a ser plena, es necesario

mantener la meta y la promesa, no como algo que se

intuye lejos, sino como irradiación de compromiso

y esperanza.

Nuestra última esperanza está en Cristo, que

ascendió nuestra humanidad hasta la plenitud de

Dios. En virtud de su ascención, Cristo asume la

creación entera, la vida, la humanidad

El triunfo de Jesús, nuestra cabeza, es también el

triunfo del discípulo, miembro de su cuerpo. La

ascención al Padre no es una victoria solitaria, sino

plenitud de un camino en el que toman parte sus

discípulos.

La comunión de vida que existe entre el Padre y

el Hijo se derrama y comunica a nosotros. Jesús va

a prepararnos un lugar y a enviarnos el Espíritu

misionero.

La ascención es el fin de la vida histórica de

Cristo en la tierra, y el inicio de la misión de la

Iglesia en el mundo hasta que El regrese.

No evadimos la vida cotidiana, sino trabajamos

por mejorar el mundo. No estemos ni impacientes

ni tampoco inactivos.

ORACIÓN UNIVERSAL:

Señor Jesucristo, exaltado a los cielos, revestido de

honor y de gloria, mira con amor a tus hermanos

y hermanas que peregrinan aún en la tierra, y

escucha nuestra oración. Respondemos:

Tú estás con nosotros,Señor, hasta el fin del mundo.

1. Tu ascención a la gloria y tu presencia junto al

Padre anuncian nuestra entrada en la eternidad;

que no nos dejemos cautivar por los bienes de la

tierra.

2. Tu ascención al cielo nos mueve a trabajar para

que tu gloria brille en la tierra. Que el deseo de

lo celestial nos inspire respeto hacia el momen-

to presente.

3. Tu ascención es garantía de la promesa que

esperamos. Que demos testimonio de tu presen-

cia hasta el fin de los tiempos.

4. Tu ascención es como el inicio de la gran proce-

sión de la Iglesia, siguiéndote a tí, su Cabeza,

pasando del mundo al Padre. Que relativicemos

la persecución y la prueba.

Escucha, Dios eterno, nuestra oración, al confesar

nuestra fe en la glorificación de tu Hijo a tu

derecha, y concédenos sentirle con nosotros,

según su promesa, hasta el fin de los tiempos. Por

el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Al rito de la paz:

Oración del sacerdote: Señor Jesucristo, ven-

cedor del pecado y de la muerte, que al subir al

cielo enviaste a los discípulos como mensajeros

del Evangelio, portadores de la Buena Noticia de

la paz, la reconciliación y el amor sin límites, no

tomes en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu

Iglesia, y conforme a tu Palabra concédele la paz

y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos

de los siglos.

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Elementos para la AdoraciónEucarística en la Preparación

de Pentecostés

Preces:

Señor Jesucristo, resucitado de entre los muertos,

glorificado a la derecha del Padre, dador del

Espíritu Santo, que estás presente en la Eucaris-

tía, te pedimos que envíes tu Espíritu, el consuelo

de los que están tristes, la fuente de la más

profunda alegría. Oramos diciendo:

DANOS, SEÑOR, TU ESPIRITU SANTO.

1. Para que los cristianos sepamos

amarnos como tú nos has amado.

Oremos:

2. Para que, guiados por tu Espíritu,

sintamos el gusto y el consuelo de la

oración, y avancemos en la sabiduría

profunda que viene de tí. Oremos:

3. Para que los gobernantes busquen

siempre por encima de todo la paz y

la concordia, y el bienestar de los que

menos tienen. Oremos:

4. Para que los pobres, los enfermos,

los migrantes, los perseguidos, y to-

dos los que se sienten sin ánimo ante

la vida, reciban la fuerza del Espíritu

Santo de Dios. Oremos:

5. Para que tu Espíritu Santo ilumine

con su luz nuestras inseguridades y

dudas, y cure nuestras debilidades.

Oremos:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía

al Espíritu Santo que prometiste, para que llene

con su gracia nuestros corazones y renueve a la

humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro

hermano, nuestro Señor, que has vencido al

pecado y a la muerte, y vives y reinas por los siglos

de los siglos.

LUNESDE LA SEMANA VII

Lectura bíblica: (Romanos 8,11):

Hermanos: si el Espíritu de Dios, que resucitó aJesús de entre los muertos, habita en ustedes, el queresucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivifi-cará también sus cuerpos mor-tales, por el mismo Espírituque habita en ustedes. Palabrade Dios.

Reflexión:

Señor, cuando contempla-mos una bella obra de arte de-cimos que tiene espíritu, esdecir, produce gozo y comuni-ca una comprensión del mun-do y de la humanidad.

Señor, también hay perso-nas con espíritu, que tienen unaliento vital fuera de serie, con-tagian vigor y fuerza. Quisié-ramos ser de ese tipo de perso-nas.

Señor, tú y el Padre tambiéntienen Espíritu: el Espíritu San-to del que todos participamos.

Tu Espíritu es aliento de vida, empuje, creativi-dad, fuerza para unir, amor infinito, libertad total,viento impetuoso, fuego devorador, agua refres-cante.

Que tu Espíritu, Jesús resucitado, nos llene devitalidad para actuar como personas libres, hijos deDios.

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MARTESDE LA SEMANA VII

Lectura bíblica (Juan 4,14):

Jesús dijo a la samaritana: ‘El que beba de esta agua volverá a tener sed;pero el que beba del agua que yo le de, nunca más tendrá sed, porque ese aguase le convertirá en manantial que salta dando vida sin término. Palabra delSeñor.

Reflexión:

Señor Jesús, tu grito se sitúa en relación a los ritos del agua en la fiesta delos tabernáculos.

Tú eres la roca del desierto de la cual brota el agua viva para el pueblosediento. Eres el templo de cuyo costado brota el torrente que convierte envergel el páramo. Nos invitas a beber de tu manantial.

Nuestra vida cristiana, que procede del agua bautismal, es eclesial, alservicio del mundo.

La Iglesia es confirmada en pentecostés, como cada cristiano lo es en suConfirmación.

Preces.

Jesús resucitado, presente en este sacramento, a tí acudimos, pidiéndote que

envíes tu Espíritu, el fuego que calienta los corazones, la fuente de la más

profunda alegría. Y te decimos:

JESÚS RESUCITADO,DANOS TU ESPIRITU.

1. Por la Iglesia, por todos los que celebramos la gran alegría de tuResurrección y nos preparamos para la venida de tu Espíritu. Oremos:

2. Por los niños y niñas que reciben la vida nueva que brota del Bautismo; porlos que se acercan por primera vez a la Mesa de la Eucaristía. Oremos:

3. Por los seminaristas de nuestra diócesis, y por sus profesores, bienhechoresy formadores. Oremos:

4. Por los países pobres; por los hombres y mujeres, ancianos y niños, quesufren la tragedia del hambre, de la guerra y de inseguridad. Oremos:

5. Por el eterno descanso de nuestros familiares y amigos difuntos. Oremos:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que

prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones y renueve a la

humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro Señor, que

has vencido al pecado y a la muerte, y vives y reinas por los siglos de los

siglos.

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MIÉRCOLESDE LA SEMANA VII

Lectura bíblica (2 Co 1,21-22):

Hermanos: Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto conustedes. El nos ha ungido, nos ha sellado y ha puesto en nuestroscorazones, como prenda suya, al Espíritu. Palabra de Dios.

Reflexión:

Señor, con el derroche de luz y fuego que hizo tu Padre Dios en laprimera comunidad por medio del Espíritu, celebraremos Pentecostés.

Tu Espíritu es iluminación de los creyentes que quieren respirarverdad, libertad y justicia.

Es Espíritu de paz y unidad, en un mundo dividido y agresivo.

Es Espíritu de transformación de la Iglesia institucional a un pueblo decreyentes y hermanos.

Danos, Señor, tu Espíritu Santo.

Preces:

Señor Jesucristo, resucitado de entre los muertos y primicia de todos los que

viven, te pedimos que envíes tu Espíritu, el padre de los pobres, el

consuelo de los que están tristes, diciendo:

JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Para que los cristianos vivamos intensamente nuestra fe en tí y sintamosla alegría de seguirte. Oremos:

2. Para que tu Espíritu dé fortaleza a los que son perseguidos por causa delEvangelio. Oremos:

3. Para que los gobernantes tomen las decisiones necesarias para preservarel medio ambiente y asegurar el futuro de nuestro planeta. Oremos:

4. Para que todos los niños, de cualquier lugar del mundo, puedan vivir enpaz, comer lo que necesitan, ir a la escuela, jugar con los amigos, ycrecer acompañados del amor de una familia. Oremos:

5. Para que todos nosotros, con la fuerza de tu Espíritu, crezcamos siempreen la generosidad, en la confianza, en las ganas de hacernos mutua-mente felices. Oremos:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que

prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones y renueve

a la humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro

Señor, que has vencido al pecado y a la muerte, y vives y reinas por los

siglos de los siglos.

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JUEVESDE LA SEMANA VII

Lectura bíblica (Gálatas 5,22):

Hermanos: el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, mansedumbre,afabilidad, bondad, fidelidad, y dominio de sí. Palabra de Dios.

Reflexión:

Pentecostés era la fiesta de la ofrenda de los primeros frutos del campo, y acción degracias por la recolección y cosecha.

Señor, ante tu presencia, hoy reflexionamos sobre los frutos que produce el Espíritu enlas vida del cristiano, para pedir que seamos buena siembra.

El cristiano ha de sembrar y crecer sin interrupción, hasta que vengas como juez arecoger los frutos.

Tu Reino es como una semilla que crece en el mundo hasta ser un gran árbol

Que no sembremos corrupción, rapiña, violencia, sino solidaridad, justicia, honesti-dad, paz y libertad. Hay muchos trabajadores honestos con los cuales hacer equipo parael servicio del hermano.

Unidos a tí, Señor Jesucristo, tronco de la vid, y participando de tu vida por el Espíritu,podremos dar fruto abundante.

Que nos poden para dar más fruto, pero que no nos echen al fuego por secos y estériles.

A través de un nuevo éxodo y una nueva Pascua, tú caminas con toda la humanidadhacia los graneros eternos del cielo.

Preces:

Oramos con fe a tu Padre, Jesús resucitado, pidiendo por tu intercesión única que envíe su

Espíritu, el viento recio que todo lo renueva, diciendo:

RENUEVANOS, SEÑOR,POR TU ESPIRITU SANTO.

1. Por la unidad de las Iglesias cristianas; para que llegue el día en que todos seamos unoy compartamos plenamente la misma fe y la misma esperanza. Oremos:

2. Por todos los que se han consagrado al servicio de tu Reino y de sus hermanos mediantela profesión de los consejos evangélicos o la vida religiosa. Oremos:

3. Por nuestro ayuntamiento, por el presidente, el cabildo municipal, los servidorespúblicos, el personal de seguridad, y por los trabajadores de la administración pública.Oremos:

4. Por los que no encuentran trabajo, y por los que tienen que trabajar en condiciones durasy difíciles. Oremos:

5. Por nosotros, por los que nos reunimos aquí cada día para celebrar la Eucaristía.Oremos:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que prometiste, para

que llene con su gracia nuestros corazones y renueve a la humanidad entera. Te lo

pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro Señor, que has vencido al pecado y a la muerte,

y vives y reinas por los siglos de los siglos.

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VIERNESDE LA SEMANA VII

Lectura bíblica:

Dice Jesús: «Yo rogaré al Padre y El les dará otro Paráclito que se quede conustedes para siempre». Palabra del Señor.

Reflexión:

Señor, pasamos por muchos momentos difíciles, en los cuales no deseamosquedar desamparados.

Necesitamos un amigo que nos apoye, un defensor efectivo que nos saqueadelante, un compañero que no nos deje solos, una persona que nos comprenday nos oriente.

Esa función de paráclito tú la desempeñaste para tus apóstoles mientras vivisteen la tierra.

Al ascender al cielo, enviaste al Espíritu Santo para que continuara esafunción.

Y no sólo para los apóstoles, sino para toda tu Iglesia.

Gracias por darnos al Espíritu Santo abogado, compañero, consolador.

Preces:

Jesús resucitado, glorificado a la diestra del Padre para darnos vida nueva por el

Espíritu Santo, te pedimos una nueva efusión de tu Espíritu, la fuente de la más

profunda alegría, diciendo:

CONDUCENOS, SEÑOR,POR TU CAMINO.

1. Por las comunidades cristianas de todo el mundo. Por las de antigua tradicióncristiana y por las que han nacido recientemente. Y, de un modo especial, porlas que sufren dificultades y problemas graves. Oremos:

2. Por los niños y jóvenes que reciben estos días los sacramentos de la IniciaciónCristiana. Oremos:

3. Por las Iglesias de los países de misión; por los misioneros y misioneras; porlos sacerdotes, diáconos, religiosos y catequistas hijos de aquellas tierras.Oremos:

4. Por todas las personas que tenemos cerca de nosotros, y a las que tú nosencargas llevarles la alegría que nos das: nuestros familiares, amigos,vecinos, los enfermos y ancianos que conocemos, los compañeros de trabajoo estudio, de asociaciones y actividades. Oremos:

5. Por nosotros, los que nos hemos reunido a celebrar y adorar la Eucaristía conel deseo de conocerte y amarte cada día más. Oremos:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que

prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones y renueve a la

humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro Señor, que has

vencido al pecado y a la muerte, y vives y reinas por los siglos de los siglos.

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SÁBADODE LA SEMANA VII

Lectura bíblica: (Hechos 1,14).

«Los apóstoles y discípulos perseveraban en oración, en compa-ñía de María, la Madre de Jesús, y de algunas mujeres». Palabra deDios.

Reflexión:

Señor, tu Iglesia, en Pentecostés, recibe la efusión de tu Espírituque da vida.

María está presente en el nacimiento y manifestación de laIglesia.

Queremos con ella y como ella prepararnos a recibir una nuevaefusión del Espíritu Santo.

Señor, gracias porque tú sigues encarnándote en el mundo por elEspíritu Santo y María.

Preces:

Jesús resucitado, oramos con fe, pidiendo que envíes tu Espíritu, el

fuego que calienta los corazones, el viento recio que todo lo

renueva, el padre de los pobres, el consuelo de los que están tristes,

la fuente de la más profunda alegría, diciendo:

ENVIANOS, SEÑOR,TU AMOR Y TU VERDAD.

1. Para que los cristianos seamos siempre portadores, como tú, deamor, misericordia, paz, esperanza. Oremos:

2. Para que quienes no te conocen puedan descubrir el camino devida que nos ofreces. Oremos:

3. Para que tu Espíritu Santo sostenga y fortalezca los esfuerzos delos hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan por unmundo más justo. Oremos:

4. Para que los que están hundidos en el mal y el pecado encuentrenla ayuda necesaria para salir de su situación y cambiar de vida.Oremos:

5. Para que, como María y los apóstoles, también nosotros nospreparemos, con fe y de todo corazón, para vivir la venida delEspíritu Santo. Oremos:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo

que prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones

y renueve a la humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro

hermano, nuestro Señor, que has vencido al pecado y a la muerte,

y vives y reinas por los siglos de los siglos.

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MARIAY EL ESPIRITU SANTO

El tiempo pascual también es un tiempo mariano, aunque se note menosque el adviento.

El protagonista del año litúrgico es Cristo. Pero a su lado, asociada a El,está su Madre, integrada discretamente en el Misterio salvador.

Estuvo presente y muy cercana a la realización histórica de ese Misterio,y a su celebración también.

María compartió al pie de la Cruz la entrega de su Hijo. Es la Madre delResucitado. Acompaña a la Iglesia naciente en la espera del Espíritu Santo.

Ella es modelo y prototipo de nuestra participación en la Pascua de Cristo.Fue testigo de la Hora pascual y del envío de su Espíritu a su comunidad.

Estuvo al pie de la Cruz, más unida que nadie a Cristo. Ella, con losapóstoles y discípulos, recibió la plenitud del Espíritu Santo en pentecostés.Por su Asunción, participa ya gloriosamente de la Pascua de su Hijo.

Es el primer fruto de la Pascua y la primera agraciada con el don delEspíritu Santo.

María estuvo maternalmente presente en la espera y en el nacimiento delSalvador; también estuvo maternalmente presente junto a la Cruz de su Hijo,cuando nació la Iglesia; y también estuvo maternalmente presente con lacomunidad pascual de los creyentes en la venida del Espíritu Santo sobre esaIglesia de Cristo.

Ella fue la llena de la Pascua, la llena del Espíritu, presente activamenteen la comunidad de discípulos de Cristo. Es la mejor maestra que tenemospara la vivencia de la Pascua.

Si hay alguien que ha recibido plenamente el don del Espíritu Santo esMaría, primero en su concepción, luego por su maternidad, después enPentecostés para su nueva maternidad sobre la Iglesia, y finalmente en suglorificación junto a su Hijo.

La Pascua inauguró el camino de la Iglesia. Un camino que María, comopartícipe de la novedad del Resucitado, recorre bajo la guía del EspírituSanto.

María, ya glorificada, tiene una función especial en la celebración de lossacramentos de la Iglesia.

Ofrecer flores es el reconocimiento consciente del puesto singular deMaría en el Misterio de Cristo y de la Iglesia; del valor ejemplar y universalde su testimonio evangélico, de la confianza en su intercesión y la eficaciade su patrocinio, de la multiforme función maternal que desempeña, comoverdadera madre en el orden de la gracia, en favor de todos y cada uno de sushijos.

Nos entregamos todos como una ofrenda con Cristo, al igual que María,renovando nuestra consagración bautismal, que se hace efectiva en cadaEucaristía.

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PENTECOSTÉS

Después de Pascua, Pen-tecostés es la mayor cele-bración del año litúrgico.Pero no es una fiesta autó-noma, sino el coronamien-to y culminación de las fies-tas pascuales. El númerocincuenta significa consu-mación, conclusión y sello.Los cincuenta días se cele-bran con alegría y júbilo,como si fuera un gran do-mingo.

Aunque el centro de laescena es el Espíritu Santo,no es una fiesta en su honor;es el don de la Pascua, elcumplimiento de la prome-sa de Jesús. No podemosdesvincularla del MisterioPascual de Cristo reducién-dola a algo devocional.

El tiempo pascual es unperíodo de agradecimientopor los frutos del Espíritu.Los textos litúrgicos sonmuy ilustrativos. Se va pre-parando durante toda lacincuentena, mostrando launidad indivisa de todo elMisterio Pascual en su con-junto.

La Vigilia litúrgica noes simple preparación de lafiesta del día siguiente; escelebración nocturna conque se inicia la fiesta.

No debe ser una merarepetición de la VigiliaPascual. Aunque las dossean iguales en importan-cia, sus contenidos son dis-tintos. La de Pentecostés sepresta para manifestar eluniversalismo, el espíritumisionero, el tinte mariano.

VIGILIADE PENTECOSTES

(El templo está en penumbras al iniciar, y se irá iluminan-

do poco a poco. Al centro hay siete luces, representando los

dones del Espíritu Santo. Cada participante lleva su cirio

pascual. Junto al gran Cirio Pascual, está: la fuente de agua,

la imagen de María, y recipientes para lavarse las manos,

con toallas. Conviene acompañar los cantos con música de

flauta, para evocar al Es-

píritu como suave viento).

Inicio de la Vigilia:

Monitor: La fiesta dela Pascua, en la cual reno-vamos nuestro Bautismo,se culmina en la fiesta dePentecostés; por eso hoyrenovaremos nuestra Con-firmación, o su preparare-mos, para ser apóstoles enla Iglesia. Participemos condevoción, pidiendo al Se-ñor la fuerza y la luz de suEspíritu.

Guía: En el nombre delPadre y del Hijo y del Espí-ritu Santo... Saludémonosunos a otros, como herma-nos en el Señor, pues so-mos un pueblo de reyes,sacerdotes y profetas paraalabanza de nuestro Dios.

Reconocimiento deltemplo:

Monitor: Los apósto-les se reunieron en el pisosuperior donde habían celebrado la Pascua. Jesús les ordenóesperar ahí el poder de lo alto, para evangelizar a todos lospueblos. Ahí el Señor celebró la última Cena, en la cualinstituyó la Eucaristía, lavó los pies a sus apóstoles, losordenó sacerdotes del Nuevo Testamento, les dio el manda-miento del amor. En ese mismo sitio, tras la desbandada porel escándalo de la Cruz, se les apareció resucitado, robusteciósu fe, les infundió ánimo, les confirmó en sus poderes sagra-dos, y celebró con ellos la Eucaristía. Allí mismo, reunidoscon María y unos 120 hermanos, durante 9 días imploraron el

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Espíritu Santo, el cual se manifestó visiblemente eldía de Pentecostés. Observemos los detalles de estaiglesia antes de iniciar nuestra Vigilia.

Encendido del Cirio Pascual:

Guía: Hace 50 días estrenamos el fuego delCirio, en la Resurrección del Señor, y caminamostras El en medio de la oscuridad. El es nuestro guíaen la vida. Por los sacramentos de la IniciaciónCristiana, Jesús viene a cada uno de nosotros. Queahora congregue a su pueblo y nos conduzca haciala Patria celestial. Que el resplandor de esta luzilumine nuestros corazones para anhelar el cielo.(del Cirio encienden los cirios individuales). Bajoel signo del fuego, el Espíritu de Dios da fuerza y luzespiritual a los discípulos de Cristo para que procla-men el Evangelio en todas las lenguas; así, conmuchos y diversos miembros, la Iglesia vive launidad de un solo Cuerpo, un solo Bautismo y unmismo Espíritu. (Canto: Manda el fuego).

Pregón de Pentecostés: (P. J. Ynaraja)

¡Alégrense los Cielos, la Tierra y cuanto en elloshabita! ¡Alégrense todos los hombres y mujeres detodo lugar! ¡Alégrense todos los que están aquí estanoche, reunidos en asamblea santa, para celebrartan grandes misterios!

Hoy celebramos el día en que los pueblos primi-tivos, al llegar al final de la siega de la cebada, seapresuraban a recolectar el trigo, dando gracias dela cosecha, y ofrecían a Dios, agradecidos, lasprimeras espigas.

Hoy celebramos también que el Pueblo de Israel,nuestro hermano mayor, recibió la Ley Santa dadapor Dios a Moisés, y que este pueblo nos la legó anosotros.

¡Oh, don inefable de la sabiduría divina queayuda al hombre a vivir de un modo ordenado!

¡Oh, maravillosa iluminación de la vida socialque hace del amor familiar prenda de vida feliz!

¡Oh, Ley que enseña el compromiso y la fideli-dad en la relación entre el hombre y la mujer!

¡Oh, Ley que exige respeto a la vida del otro y acuanto le pertenece!

¡Oh, Ley que nos recuerda nuestro deber deamar y adorar a Dios como merece! Pueblo desacerdotes es pueblo de mediadores.

Lo que Cristo Jesús hizo en la tierra, durante suvida mortal, y lo sigue haciendo ahora invisiblementedesde su existencia gloriosa, lo hacemos aquí visi-blemente quienes formamos la Iglesia, su comuni-dad.

Ya en el Antiguo Testamento Israel se conside-raba pueblo sacerdotal, mediador de Dios en mediode todos los demás pueblos.

Salidos de las tinieblas, testigos de la luz, antes,dispersos, no éramos su pueblo. Ahora somos “pue-blo de Dios”, signo de unidad en medio de losdemás pueblos.

Antes tristes, porque nos sentíamos “abandona-dos de Dios”; ahora llenos de confianza, sabiéndo-nos “compadecidos” y amados por Dios.

Antes preocupados de nosotros mismos: ahoramediadores ante los demás, comunicando a otros laBuena Noticia de la reconciliación, del perdón y delamor de Dios

Tuvimos seis semanas para traducir a nuestravida el misterio de la Pascua de Cristo, nuestraPascua.

Que se note en nuestro modo de pensar, de hablary de actuar, que nos alegramos porque Cristo haresucitado, y porque nosotros queremos pasar conél a una nueva vida de resucitados.

Éste es el día en que los apóstoles, reunidos conMaría y las demás mujeres que acompañaron alSeñor, recibieron el Espíritu que transformó susvidas, los hizo salir de su escondrijo para transmitirla Buena Noticia que ha llegado hasta nosotros.

¡De poco nos habría servido haber nacido, si nohubiésemos recibido la fuerza del Espíritu!

Éste es el día en que fue destruida la desafortu-nada confusión de lenguas en Babel, y el pluralismose hizo riqueza, diversidad fecunda, y permitió lallegada de la gozosa noticia cristiana a cada uno delos hombres y mujeres de todo el mundo en supropio idioma.

¡Oh, cuán pobre habría sido el lenguaje humanosi le hubieran faltado las palabras reveladas porDios!

Éste es el día en que los cobardes se vuelvenvalientes, y el corazón del hombre fiel es encendidopor el fuego del Santo Espíritu.

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Éste es el día en que la pequeña comunidad dediscípulos se convirtió en Iglesia, y durante siglos,a pesar de sus limitaciones y pecados, ha sidoimagen visible de la Trinidad santísima.

¡Oh, cuán pobre sería nuestra fe vivida en lamiseria raquítica de nuestras conciencias. La chis-pa de nuestra vivencia se extinguiría enla tiniebla de la historia!

En la gozosa celebración deeste día te damos gracias, Se-ñor, por habernos hecho Igle-sia, y al contemplar el ampliohorizonte de su realidad admi-ramos:

- la acertada agudeza de losprofetas que nunca le han fal-tado, por más que no siemprehayan sido escuchados,

- la valentía de los apóstolesmisioneros que han llevadoel Evangelio hasta los últi-mos confines de la tierra,

- la osadía de los mártires quecon su muerte dan vida y vidamás plena a toda la comunidad humana,

- la fidelidad de tantos hombres y mujeres que a lolargo del tiempo han trabajado al servicio de losdemás,

- la constancia de los padres y madres de familia quehan dado vida y educación a sus hijos, dándoles aconocer la fe y el amor de Jesucristo,

- los jóvenes arriesgados en incansable actividad,los voluntarios por el Reino,

- los pequeños inocentes y fervorosos,

- los ancianos que permanecen en las buenas cos-tumbres y en la oración.

En honor de este Pentecostés, semana de sema-nas, domingo de domingos, recibe, Padre santo, laofrenda de nuestra presencia adoradora.

En honor de este día recibe, Jesús Unigénito delPadre, la ofrenda de nuestra oración rebosante deagradecimiento.

En honor de este día llamado segunda Pascua,Espíritu Santo, que procedes del Padre y el Hijo,que te haces sensible como fuego y viento impetuo-

so, de la Eternidad a la historia, envíanos tus sietedones.

Haz del agua del bautismo, útero del que manepara muchos la vida de la Gracia. Que la alegrellama del fuego pascual caldee nuestro corazón ysea antorcha que ilumine nuestras rutas por la vida.

Que el óleo santo y el óleobendecido sean medicina que

cure nuestros pecados, bál-samo que nos haga ágilesen las tareas del Reino,perfume que sacie al queesté a nuestro lado. Que laimposición de las manosnos traiga el vigor, la luz,la riqueza interior, frutosdel Espíritu Santo y de losque estamos tan faltos.

Oh Dios, tres veces san-to, por los méritos de nues-tro Señor Jesucristo, her-mano y gran redentor nues-tro, te dirigimos estas peti-ciones, en la esperanza de

que un día lleguemos a gozar de tu presencia ycompañía por toda la eternidad. Amén. (Apagan

sus cirios).

Purificación:

Monición: Por el Bautismo, Dios nos arrancódel pecado y nos dio vida nueva. En el principio elmundo estaba vacío y desierto, las tinieblas cubríanlos abismos, y el Espíritu se cernía sobre las aguas.Cristo, el árbol de la vida, puso sus raíces en el aguade nuestra pobre humanidad, y la hizo fuente devida, que nos nutre y nos hace florecer con fraganteperfume para la eternidad. Jesús, agua viva, vid devigorosos racimos, Arbol de la Cruz florecido enperenne primavera, da de beber a todos, y nadadetendrá el torrente de sus dones. Su Pascua es unsigno de su amor sin medida. Quien desee, puedepasar a lavarse las manos o a imponerse un poco deagua en la frente, pidiendo perdón por sus pecados,y agradeciendo la posibilidad de vida nueva querecibimos.

Canto:

Bautízame, Señor, con tu Espíritu.

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Monición: Vigilia viene de velar, estar despierto,y significa noche de vela. Desde el principio de laIglesia se apreció mucho la oración nocturna. La másimportante es la Vigilia Pascual; enseguida, la depentecostés, que culmina la Pascua. Comenzamosahora el platillo fuerte de la Vigilia, que es la Palabrade Dios.

Guía: La acción del Espí-ritu Santo en la vida de laIglesia y de cada cristiano esinsustituible; sin su impulsonada se puede realizar en or-den a la vida eterna.

Oremos (Pausa): Dios Pa-dre del cielo, que abres tumano y sacias de favores atodo viviente, infunde en no-sotros tu Espíritu Santo; hazque broten torrentes de aguaviva para tu Iglesia, congre-gada con María en oraciónperseverante, a fin de que to-dos los que te buscan puedanapagar su sed de justicia y deverdad. Por Jesucristo nues-tro Señor.

Monitor: Sentados, saboreemos con fe y amor laPalabra de Dios que se nos sirve esta noche.

(Se enciende media luz del templo. Se pueden

hacer los salmos del Oficio de Lecturas, y el comple-

mento de la Vigilia. O se puede pasar a leer directa-

mente las cuatro Lecturas que reporta el Leccionario

para la Vigilia de Pentecostés; a cada una se le

añade un Salmo responsorial y una oración, como en

la Vigilia Pascual; al decirse su monición, se va

encendiendo una vela del cirio pascual, iniciando

por los extremos, hacia el centro).

Primera Lectura:

Monición: En Babel, la soberbia confundió laslenguas; en Pentecostés, el Espíritu de amor nos unea todos en la misma confesión de fe.

Lectura: Del Génesis 11,1-9 (Leccionario I

pag 964.).

Salmo: 32 (Leccionario I pag 674. Pueden ir

pasando algunos a construir simbólicamente

una torre y luego destruirla). R. El Señor reinasobre todos los pueblos. Aleluya.

Oración: Descienda sobre nosotros, Padre, tuEspíritu Santo, paraque todos busquemosla unidad en la armoníay, derribados los orgu-llos de clases sociales,partidos políticos, ideo-logías y razas, forme-mos una sola familia ytoda lengua confiese aJesucristo como Señor,que vive y reina por lossiglos de los siglos.

Segunda Lectura:

Monición: El Espí-ritu Santo es el obradorde la Nueva Alianza,sellada con la Sangrede Cristo, y escrita en

nuestros corazones por el amor.

Lectura: Del Exodo 19,3-8.16-20 (Lecc. I

pag 965).

Salmo: 102 (Leccionario I pag 299. Puede

ponerse fondo música grabada de huracán, y

hacerse juego de luces). R. Baje a nosotros labondad del Señor. Aleluya.

Oración: Dios de la alianza antigua y nueva,que te manifestaste en el fuego de la montañasanta y en Pentecostés, haz que tu Espíritu des-cienda como rocío sobre nuestra soberbia, des-truye nuestros odios y armas de muerte, y encien-de en nosotros la flama de tu caridad, para que ennuevo Israel, congregado de entre todos los pue-blos, recibe con gozo la ley eterna del amor. Porjesucristo nuestro Señor.

VIGILIADE PALABRA DE DIOS:

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Tercera Lectura:

Monición: El Espíritu Santo, que resucitó aJesús de entre los muertos, nos resucitará tambiéna nosotros, porque es Espíritu de vida.

Lectura: Del profeta Ezequiel 17,1-14(Leccionario I pag 966).

Salmo: 50 (Leccionario I pag 697. Podría

acompañarse de una discreta de jóvenes vestidos

de negro con siluetas de esqueleto, para dar forma

a la vivificación de huesos). R. Renuévame, Señor,con tu Espíritu firme. Aleluya.

Oración: Oh Dios, creador y Padre, infunde ennosotros tu aliento de vida, y que el Espíritu que secernía sobre la superficie de las aguas en los oríge-nes del mundo vuelva a insuflar en nuestras mentesy en nuestros corazones, como lo hará al final de lostiempos para devolver a nuestros cuerpos la vida sinfin. Por Jesucristo nuestro Señor.

Cuarta Lectura:

Monición: Al regreso del destierro, el profetaanuncia la efusión universal del Espíritu sobre todacarne.

Lectura: Del profeta Joel 3,1-5 (Leccionario I

pag 967).

Salmo: 103 (Leccionario I pag 968. Puede

hacerse una procesión con el Santo Crisma despi-

diendo su olor a bálsamo, y niños con perfume

perfumando el ambiente). R. Envías tu Espíritu,Señor, y renuevas la faz de la tierra. Aleluya.

Oración: Escucha, Señor, a tu Iglesia, reunidaen concorde oración en esta solemne vigilia, paracumplimiento de tu Pascua perenne, descienda siem-pre sobre ella tu Espíritu Santo, a fin de que puedailuminar la mente de los fieles, y todos los renacidospor el Bautismo, sean en el mundo tus testigos yprofetas. Por Jesucristo nuestro Señor.

HIMNO Te Deum

Guía: Al acercarse la media noche, entonamoseste antiguo himno solemne de acción de gracias yalabanza a la Santísima Trinidad, a Cristo redentor,y peticiones confiadas. Se dice que lo alternaronSan Ambrosio y San Agustín en el Bautismo deeste, aunque el himno ya existía en el siglo III. SanBenito y San Cesáreo de Arles lo incluyen en elOficio Divino de media noche en los monasterios.

MISADE LA VIGILIA:

Monición: Iniciamos ahora la Misa de la Vigi-lia. A los 50 días de la Pascua, memorial del éxodo,el Señor hizo alianza con su pueblo y le dio su Leyen el Sinaí. Pentecostés, fiesta de las cosechas y lavendimia de la uva, se convirtió en el memorial deldon de la Ley y de la alianza. A los 50 días de suResurrección, Cristo derramó su Espíritu sobre laIglesia naciente, grabando en los corazones la leydel amor, y enviándolos a propagar la Buena Nue-va. Al concluir la Pascua, conmemorando el don delEspíritu de Cristo resucitado, inauguramos las Tém-poras de verano, consagrando todos nuestros traba-jos de esta estación, agradeciendo las cosechas, ysuplicando al Señor su ayuda para colaborar en suproyecto de salvación.

Gloria:

Sacerdote: Hace 50 días, acompañábamos elcanto del Gloria con signos de regocijo por laResurrección de Cristo el terminar la sobriedad dela cuaresma; hoy terminan los signos externos deesa alegría pascual; la llevaremos en el corazón y enlas acciones. (Entona el Gloria. Se encienden todas

las luces del templo).

Oración Colecta:

(De la Misa de la Vigilia).

Epístola:

Monición: El Espíritu Santo renueva toda lacreación con el dinamismo de la Redención obradapor Cristo, hasta su plenitud.

Lectura: De la carta a los romanos 8,22-27(Leccionario I pag 968).

Secuencia: Recitamos ahora una oración-poe-ma del siglo IX, compuesta por San Esteban Langton,obispo de Canterbury, que pide Espíritu Santo parala Iglesia y para cada cristiano. (Leccionario I pag

352).

Evangelio:

Monición: Con toda solemnidad, en la fiestajudía de las Tiendas, llena de luces que iluminan yde agua que purifica, Jesús promete el EspírituSanto.

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Lectura: Del Evangelio de San Juan 7,37-39(Leccionario I pag 969).

Anuncio de las Témporas:

(Después del Evangelio, antes de la homilía)

Sacerdote: La Iglesia,nacida del Sacrificio de Cristo en la Cruz,recibe en Pentecostés el bautismo en el Espíritu,y se manifiesta a los hombrescomo sacramento de salvación.Somos una Iglesia eucarística y misionera,que ofrece al Señorlas primicias del apostolado y del martirio,y llama al Reino de Diosa todas las culturas y pueblos.Declaramos inaugurada la semana deTémporas de Verano.Ofrecemos el trabajo y estudio.Traemos ofrendas para los pobres.Ayunamos y hacemos penitencia.Agradecemos el trabajo y sus frutos.Preparamos actividades del verano.Así, la naturaleza,llena de sol, agua y vida en esta estación,manifiesta la fecundidad y el gozo de pentecostés.Consagramos el tiempo de la cosecha,el tiempo de convivir compartiendoel primer fruto del campo,sin barreras ni diferencias sociales,formando la familia de los hijos de Dios,y manifestando nuestro esfuerzo por afrontarlos graves problemas de nuestro tiempo,para reconstruir la historiasegún el proyecto de Dios.Gloria a Cristo en su santa Iglesiapor los siglos de los siglos.Renovación de la Confirmación:

Sacerdote: En la Confirmación, el Espíritu San-to cumple en nosotros su acción iniciada en nuestroBautismo. Por su unción, recibimos la consagra-ción al sacerdocio real, a imagen de Cristo. Reno-varán sus promesas confirmacionales quienes hanrecibido este Sacramento. En esta Vigilia yo lespregunto:

- ¿Están dispuestos también ustedes a renovar laspromesas bautismales que ratificaron el día de laConfirmación y han renovado en algunas ocasio-nes?

- ¿Están dispuestos a seguir creyendo todo lo queDios ha revelado y la Iglesia enseña y proclama?

- ¿Están dispuestos a seguir llenándose con lafuerza del Espíritu para amar a Dios por encimade las cosas y al prójimo como a ustedes mismos?

- ¿Siguen dispuestos, con la ayuda de Dios, aconfesar a Jesucristo ante todo el mundo y apadecer por El ultrajes y desprecios?

- ¿Están dispuestos a formar parte activa de lacomunidad de los creyentes, para dar testimoniode la fe ante el mundo, trabajando con seriedad,siendo solidarios con los marginados, y honradosen todos los aspectos?

- ¿Están dispuestos a seguir avanzando como co-munidad en la profundización de la fe?

- ¿Están dispuestos a seguir abriéndose a la accióndel Espíritu Santo en sus vidas?

Derrama tu Espíritu, Señor, sobre estos cristia-nos que hoy renuevan las promesas de su Confirma-ción; fortalécelos con la abundancia de tus dones, yhaz de ellos testigos de tu amor en el mundo, paraque al acercarse a la Mesa del Banquete eucarístico,puedan participar plenamente del Sacrificio de tuHijo, para la unidad y crecimiento de tu Iglesia. Porel mismo Jesucristo nuestro Señor.

Sacerdote: Ahora pido a todos la profesióneclesial de fe:

- ¿Creen en Dios, Padre de todos los hombres ymujeres del mundo, creador de todas las cosas,que es vida y amor?

- ¿Creen en Jesucristo, su Hijo, señor y salvadornuestro, que nació de María Virgen, predicó elEvangelio, fue crucificado por nuestros pecados,resucitó para nuestra justificación, está sentado ala derecha del Padre, y volverá glorioso a juzgaral mundo?

- ¿Creen en el Espíritu Santo, vida del universo yaliento del apostolado cristiano, que nos da forta-leza y esperanza, está activo en la Iglesia católica,por la comunión de los santos, para el perdón delos pecados, hasta la vida eterna?

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- Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nosgloriamos de profesar en Jesucristo nuestro Se-ñor.

Monitor: Con la aspersión del agua haremospresentes una vez más las bendiciones de nuestraIniciación Cristiana. Así renovamos nuestra sercristiano en favor de la vitalidad de la Iglesia.(Aspersión y canto)

ORACION UNIVERSAL

Oremos con confianza a Dios nuestro Padre por

mediación de Jesucristo, para que envíe sobre

nosotros al Espíritu Santo como lo hizo con María

y los apóstoles el día de Pentecostés, y digamos:

Padre bueno,escucha nuestras súplicas.

1. Señor, pastor de tu Iglesia, te pedimos por elSanto Padre, por nuestros obispos, por todos lossacerdotes y diáconos, y por todos los queformamos la Iglesia de Jesucristo; danos tu luzpara que haya una unión cada vez más fuerte yduradera entre todos, como la que quiere Jesúspara sus seguidores. Oremos.

2. Señor de la historia y redentor del mundo, tepedimos que haya paz entre los pueblos, cese elterrorismo, la guerrilla,los pleitos, la violenciafamiliar, los conflictosentre grupos y partidos,y que todos colaboremosa hacer un mundo me-jor. Oremos.

3. Dios misericordioso,acuérdate de los que su-fren, de los enfermos,de los que no tienen tra-bajo, de los migrantes,de los que cayeron en elabismo de la droga, y delos que han quedado fue-ra del proceso de desa-rrollo; haz que encuen-tren ayuda y que los quetienen más sean genero-sos y compartan sus bie-nes y su tiempo con ellos.Oremos.

4. Padre providente, que evangelizaste a nuestrospueblos mediante la especial intercesión de laSantísima Virgen María, haz que vivamos comoverdaderos cristianos, nos respetemos unos aotros, participemos fructuosamente en la Misadominical y demos testimonio de Cristo connuestras palabras y en nuestras acciones. Ore-mos.

5. Señor, que has querido que en la Eucaristía sehaga presente la entrega total de tu Hijo y suamor hasta la muerte, haz que esta fiesta dePentecostés reavive en nuestras familias el espí-ritu cristiano y en nuestra comunidad el com-promiso de nuestra Iniciación Cristiana. Ore-mos.

6. Dador de vida, que en la Confirmación nos das tuEspíritu para que pongamos todo lo que somosal servicio de la causa de tu Hijo Jesús, haz quenos mantengamos sinceros, honrados, unidos yentusiastas, para tomar nuestra cruz y dar testi-monio de tí trabajando en equipo. Oremos.

Padre bueno, escucha nuestras oraciones; haz que

el Espíritu Santo nos dé luz y fuerza para renovar

nuestra vida cristiana y perseverar en la vivencia

del Evangelio. Por el mismo Jesucristo nuestro

Señor.

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Monición a la Comunión:

Hemos ofrecido el Sacrificio Pascual de Cristo,del cual nació la Iglesia, en la Sangre de Cristo y enla efusión del Espíritu Santo.

La Comunión que vamos a recibir sea paranosotros la comunión íntima y vital con Cristo vivo,con el Padre y con el Espíritu Santo.

Así experimentaba la santísima Virgen Maríacada Comunión: como si volviera a revivirse en susentrañas el milagro de la Encarnación.

Cantemos para preparar nuestra encuentrosacramental con Cristo, o reforzarlo, ya que laComunión nos fortalece y difunde en nosotros suEspíritu.

Acción de gracias de la Comunión:

Jesús, salvador nuestro, que has venido a noso-tros por la Eucaristía, en compañía de nuestraMadre María te pedimos: dános tu Espíritu.

El es un experto que pones a nuestro lado paraque nos consuele en nuestras tristezas, para que nosaconseje en nuestras dudas, para que nos anime ennuestros desalientos, para que nos de fuerza ennuestras luchas, para que nos enseñe a amar.

Gracias porque sabe todo, puede todo, está inte-resado en nuestro bien, y disponible día y nochepara que acudamos a su ayuda.

Gracias porque es experto en todos los campos,y es nuestro abogado, médico, banquero, psicólogo,consejero matrimonial, orientador vocacional, ami-go íntimo, programador.

Gracias por esa savia de la vid, que nos identificacontigo, nos enseña en el corazón y la vida tumensaje, y nos mantiene en tu amor.

Que también en nosotros realice una obra maes-tra, como lo hizo en la santísima Virgen María, pornuestra docilidad a tus inspiraciones, parecida a lasuya. Amén.

Monición final:

Hemos vivido una velada de oración, reflexión,recogimiento y esfuerzos generosos, en la cualhemos iniciado la fiesta de Pentecostés. Que maña-na nos veamos más entusiastas en la celebración deesta fiesta del Espíritu Santo como don de la Pascuade Jesús.

MISADE PENTECOSTES

Monición inicial:

El Espíritu Santo es el don pascual de Cristoresucitado. Jesús glorificado ha dado su Espíritu alos que creen en El. Era necesario volver a crear alser humano después del pecado de acuerdo al pro-yecto de Dios. Con la fuerza del Espíritu Santo, elcristiano puede entregarse generosamente a losdemás como Jesús, y amar como El ha amado. DelEspíritu que comunica Jesús nace la nueva comuni-dad, la de los hijos de Dios, primicia de su Reino. Enesta Celebración Eucarística en que hacemos elMemorial de la Pascua de Jesús, pidamos unaefusión más del Espíritu Santo para transformar elmundo en estos inicios de un milenio lleno de retos.Participemos con entusiasmo y devoción.

Al encender el Cirio Pascual:

Hoy es último día que encendemos el CirioPascual, que significa a Jesús resucitado en mediode nosotros. Y del Cirio Pascual, hoy encendemosotras siete velas, simbolizando así al Espíritu Santoy sus siete dones, fruto de la Pascua de Jesús. Y enla última Misa apagaremos y retiraremos el CirioPascual que nos acompañó como signo centraldurante estos cincuenta días de fiesta..

Palabra de Dios:

Bajo el signo del fuego, el Espíritu de Dios dafuerza y luz espiritual a los discípulos de Cristo paraque proclamen el Evangelio en todas las lenguas;así, con muchos y diversos miembros, la Iglesiavive la unidad de un solo Cuerpo, un solo Bautismoy un mismo Espíritu. Después de la segunda Lectu-ra recitaremos la oración-poema que pide EspírituSanto.

Al rito de la paz:

Oración del sacerdote: Señor Jesucristo, ven-cedor del pecado y de la muerte, que enviaste alEspíritu Santo el día de Pentecostés, para congregara tu Iglesia de entre todos los pueblos en la unidady el amor, no tomes en cuenta nuestros pecados,sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu Palabraconcédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinaspor los siglos de los siglos.

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Al apagar y retirar el Cirio Pascual:

(Al final de la última Misa; se apagan las siete velas que simbo-lizan los dones del Espíritu, e incluso las luces del templo, almenos en su mayoría, y queda sólo el Cirio Pascual encendido).

Monición: El Cirio Pascual representa a Cristoresucitado, presente siempre en su Iglesia. Por lossacramentos de la Iniciación Cristiana, Jesús vienea su pueblo y nos conduce hacia la Patria celestial.Durante cincuenta días, el resplandor de esta luz hailuminado nuestro templo y nuestros corazonespara anhelar el cielo. Hoy, al terminar el tiempopascual, este signo desaparece de nuestra vista.

Himno:

Reconocemos hoy, ante esta luz,que nuestra vida tiene sentido,porque tú, Padre, eres fuente de luz,y tu Hijo Jesús es la luz del mundo.

Fuimos iluminados un día desde el Cirio Pascual;en nuestros corazones hay prendida una luz.Al ascender Jesús se alejó de los suyos,y al bendecirlos les envió al Espíritu Santo.

La vida es un apagar y un encender;un descender y un subir.Durante la Pascua hemos cantadola iluminación de Jesús, su Resurrección.

Al apagar ahora este Cirio,queremos expresar la glorificación de Jesúsy su nueva presencia en la luz de la fey en el compromiso de justicia y caridad.

Que la oscuridad sea instantánea;que los nubarrones de la vidaacrecienten el deseo de ver la luz.Gracias, Padre, por la luz de la verdad.

(Se apaga el Cirio, se va derramando cera en la mecha para queno se haga ceniza e impida seguirlo encendiendo).

Oración: Padre bueno, que enviaste al mundo atu Hijo como luz verdadera, derrama tu Espíritupara que siembre la semilla de la verdad en elcorazón de los seres humanos y suscite en ellos la

fe, de modo que todos, renacidos a una vida nuevapor medio del Bautismo, lleguen a formar parte deun única pueblo. Por Jesucristo nuestro Señor.

(Se hace la procesión para llevarlo al lugar donde se guarde:bautisterio o sacristía).

Letanías:

R. Ven, Espíritu Santo.

- Aliento de vida frente a torturas, mutilación ymuerte.

- Viento que oxigena, frente a recintos cerrados yoscuros.

- Inspiración creadora frente a rutinas e inmovi-lismos.

- Soplo de universalidad, frente a particularismosestrechos.

- Empuje comunitario frente a masificaciones esté-riles.

- Irrupción de la base frente a los poderes dominan-tes.

- Palabra de Dios, verdad, camino y vida de los sereshumanos.

- Don de Dios a la Iglesia que empuja al anchomundo de la libertad de hijos de Dios.

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El catequista y el discipulado

P. Toribio Tapia Bahena

Comisión Episcopal de Pastoral Bíblica

Diócesis de San Juan de los Lagos.

Enero 15 de 2006.

Introducción

El discipulado está relacionado con la identidaddel catequista y con su tarea, es decir, con su ser yquehacer. No es posible ser catequista sin ser discí-pulos; tampoco se puede ser buen catequista sinestar convencidos de que nuestra tarea primordiales formar para el discipulado.

En esta ocasión queremos reflexionar, a partir

especialmente de la Sagrada Escritura, el signifi-

cado, la finalidad y las exigencias del discipulado

para darnos cuenta con más claridad de nuestra

responsabilidad como formadores de discípulos.

Dividiremos nuestra exposición en dos partes: laprimera estará dedicada al catequista como discí-pulo; la segunda, a la tarea del catequista de formardiscípulos.

1. El catequista, discípulo de Jesucristo

a) Seguir a Jesucristo (significado)

Detrás del concepto y de la figura del seguimien-to de Jesús está, con mucha seguridad, la experien-cia del Dios nómada del Antiguo Testamento. Re-cordemos que Israel fue originariamente un pueblode nómadas, un grupo de tribus en movimientopermanente y, por eso, el pueblo que vivía de lapromesa –no de la ilusión-; Dios era guía y suprotector. Además, no estaba sujeto a un solo lugar,

El catequistay el discipulado

P. Toribio Tapia Bahena

Comisión Episcopal de Pastoral Bíblica

Diócesis de San Juan de los Lagos.

Enero 15 de 2006.

o mejor dicho, no estaba sujeto a ningún lugar. Aesto suenan aquellas palabras que Dios dirigió aAbraham: “vete de tu tierra, de tu patria y de la casade tu padre a la tierra que yo te mostraré” (Gen12,1). Esto mismo, aunque con diferentes matices,aparece en la presentación que hace el Pentateucodel Dios que libera a su pueblo. Esta experiencia fuetan determinante para el pueblo de Israel que aúnsiendo sedentarios conservó la fe en un Dios pre-sente en su vida, en la historia que invitaba a unconstante caminar.

Ahora bien, dentro de esta experiencia del pue-blo de Israel seguir a Dios significa sobe todopertenecerle (Dt 13,5; 1Re 14,8; 18,21; Jer 2,2-3).Ser fiel a Dios, es pertenecer a Dios. Y si el puebloquería permanentemente pertenecer al Señor teníaque estar donde él estuviera y actuar de acuerdo asus mandamientos y principios. Aquí encuentra unprofundo sentido el Éxodo y la Alianza.

Desde esta perspectiva, “seguir”, “andar detrásde” en el Antiguo Testamento tiene el matiz deadherirse, entregarse, comprometerse. Esto se con-firma en el hecho de que cuando se habla de laapostasía del pueblo se usa la figura de “irse”,“andar” detrás de otros dioses (Jue 2,12; Dt 4,3;6,14; 1Re 21,26; Jer 11,10; Os 1,2; 2,7.15, entremuchos otros). De ahí que el seguimiento exijafidelidad (Jer 2,2) y además, prontitud:

“¿hasta cuando van estar cojeando sobre dosmuletas? Si Yahvé es el Dios, síganlo; si Baal lo es,siga a Baal. El pueblo no respondió palabra” (1Re18,21).

En el Nuevo Testamento el verbo “seguir”(ákolouzein) aparece aproximadamente 90 ocasio-nes y es especialmente usado por los evangelistas.

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Sorprende que sobre todo se emplee para hablar delseguimiento de Jesús. Seguir a Jesús es, ir detrás deél, seguir sus huellas, aceptar su llamada que com-promete a la persona entera (Mt 8,22; 9,9) exigién-dole romper con cualquier actitud o manera deorganizarse que entorpezca la construcción delReino (Mc 10,28). Es una llamada abierta a todaslas posibilidades que ofrezca el verdadero amor y laentrega de la vida (Mt 8,20; Lc 9,58). Ahora, bien,además del término “seguir” aparece en el NuevoTestamento el verbo imitar (mimeomai). “Imitar”no aparece en los evangelios; en cambio sí en sanPablo (1Cor 11,1; 1Tes 1,6; refiriéndose a Dios enEf 5,1). Es cierto que es riesgoso hablar de imita-ción pues por lo general se entiende como copiar unmodelo y existe el peligro de relacionarlo –concienteo inconcientemente- con lo inmóvil, lo estático; sinembargo, debemos aceptar que existe, además delseguimiento, otra manera de hablar en el NuevoTestamento que corresponde al término imitación

que para evitar confusiones podríamos relacionarlamejor con la configuración y la vida en Cristo (Rom8,29). La imitación sería querer actuar como actuóJesús, reproducir su imagen auténtica en nosotros,hacer o esforzarse por hacer lo mismo que él,tomarlo como el modelo y seguir su ejemplo. Inclu-so, para evitar malos entendidos, podríamos decirque la imitación corresponda al seguimiento y a laconfiguración con Cristo debe estar permanente-mente acompañada de preguntas como: ¿esta ma-nera de comprender a Jesús corresponde a misintereses o a lo que realmente dijo e hizo Él? ¿Conqué intenciones trato de ser bueno? ¿Sirvo a Dios ome sirvo de Él? ¿Me guío por lo más práctico o porlo más conveniente?

En el Nuevo Testamento se han elegido dosmaneras de hablar para presentar el discipulado o elseguimiento: por una parte, lo que corresponde altérmino “seguir”, “ir detrás de alguien”; por otra, lacorrespondiente a “imitar” que se refiere a la capa-cidad de ir tomando una nueva “figura” a través dela relación con Cristo, transformarse tomándolo a élcomo principal referencia. Son dos modos de ha-blar de lo mismo que se complementan entre sí.

Explica con tus propias palabras lo que signifi-caba seguir a Dios en el Antiguo Testamento.

Menciona tres comportamientos que, de acuer-do a algunos textos mencionados y leídos, refleja-

ban que Israel pertenecía a Dios como pueblo de laAlianza.

b) Los llamados

La imagen que primero viene a nuestra mentecuando hablamos del seguimiento es aquella quepresenta Mc 1,16-20 en la que fueron llamadoscuatro hermanos, de dos en dos; esto sucedió des-pués del arresto de Juan Bautista y de las primerasacciones de Jesús. Por su parte, San Juan nos lopresenta de manera distinta y sitúa la llamada de losprimeros discípulos en Judea y durante el ministe-rio de Juan Bautista (Jn 1,35-51). Por si esto nofuera suficiente, existen datos adicionales que re-flejan que Jesús en diversos momentos llamó aotros discípulos (Lc 9,57-62; Mc 10,21-22). Todoesto refleja la complejidad del tema al mismotiempo que la profundidad de este acontecimiento.Quizás lo más importante de esto es que Jesússiempre estuvo llamando a diversos discípulos.

El primer grupo que encontramos (no necesa-riamente en sentido cronológico) son los apósto-les. Así, el evangelio de Marcos nos presenta elllamado de los primeros cuatro hermanos (Pedro yAndrés, Santiago y Juan (Mc 1,16-21)); se fueampliando poco a poco hasta constituirse en los“Doce” (Mc 3,14). Estos son llamados para estarcon el Señor y para que trabajen en la disminucióndel mal. Detrás de esta elección está toda unacarga simbólica: Los “Doce” reflejaban al nuevopueblo de Israel; era posible reconstruir una nuevacomunidad que reflejara con su vida que es posiblevivir como verdaderos hermanos y auténticos hi-jos de un mismo Padre.

Ahora bien, la llamada de Jesús no se limitó sóloa los Doce. Jesús llamó también a gente desprotegida,mal vista, considerada impura… que se convertía.Incluso el evangelio da a entender que los enfermosy los que más sufrían por causa del mal seguían aJesús (Mt 4,24-25; 9,27; 12,15; Mc 3,7; Lc 9,11).Los evangelios nos presentan una amplia aprecia-ción del seguimiento; todos pueden seguir al Señor,nadie está exento de esta gracia; eso sí, exige ladisposición permanente para convertirse, para amar.

Ahora bien, no es totalmente cierto que Jesúshaya elegido a lo que menos valía, lo despreciadopor el mundo; el Señor escogió a los que eran útilespara la construcción del Reino.

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Esto mismo nos permite remarcar que, quizáspor eso, los evangelios también son suficientemen-te claros al decir que hubo otras personas que nosiguieron a Jesús. De acuerdo a los evangeliosquienes no estén dispuestos a poner a Dios como lomás importante, como lo que le proporciona real-mente sentido a la vida, no pueden seguir al Señor.Desde aquí se entienden perfectamente los textosque hablan del apego a las riquezas que impiden elseguimiento de Jesús (Mc 10,21ss; Mt 19,21ss; Lc18,22ss). También, desde esta perspectiva, se en-tienden las exigencias en los anuncios del segui-miento: entregar la vida (Mc 8,31-9,1), servir y nodominar (9,33-41; 10,35-45).

¿A quiénes llamó Jesús?

¿A qué nos anima la seguridad de que el Señorllama a TODOS sin excepción?

Menciona algunos obstáculos que nos impidenresponder al llamado del Señor.

c) Finalidad de la llamada

Cuando Jesús llama para que se le siga, no es, enprimer lugar, porque esté pensando en que el hom-bre le sirva directamente a Él; está considerando laurgencia de que la persona le sirva a los demás y asísea su seguidor. Es, con mucha seguridad, uno delos principales sentidos del llamado a “ser pescado-res de hombres” (Mc 1,17). La acción de pescar asícomo la de pastorear corresponde a la acción deDios en la historia; además, existen algunos textos(por ejemplo Jer 16,14-16) que permiten considerarla acción de pescar en relación con el retorno a Dios,el regreso a la vida de Dios (Ez 47, 10). Con esto,podríamos estar de acuerdo en que la llamada delSeñor para que sus discípulos sean pescadores dehombres está en íntima relación con la vida, con lavivificación.

De este modo, el hombre sólo puede servir a Diosen sus hermanos; Dios quiere que las personas sirvana sus hermanos y, de este modo, a Él. Esto parecereflejar Mt 25, 31-46 cuando deja suficientementeclaro que el Señor está presente en los hermanos,sobre todo en los más desprotegidos. Descubrir aDios en los demás, tratarlos como lo trataríamos a Ély hacer por ellos todo lo que esté a nuestro alcance esla única manera de alcanzar la vida que dura parasiempre, la vida eterna. Es el modo más importantede darle sentido a nuestra existencia.

En segundo lugar, Jesús llama a sus discípulospara que “estén con Él” (Mc 3,14); Jesús “instituyóa los Doce para que estuvieran con Él” no debeentenderse en el sentido intimista o exclusivistasino en un sentido más profundo: para que estandocon Él asumieran lo que hacía y enseñaba. De hecholos envía para que realicen lo que él había comen-zado a hacer: predicar (Mc 1,14-15.22) y oponerseal mal (1,23-28.34).

Además, en tercer lugar, Jesucristo llamó a susdiscípulos para que asumieran un nuevo proyectode vida. Para comprender mejor esto debemosconsiderar que Jesús fue un verdadero Maestro,aunque muy diferente a los de su tiempo. La palabrarabbi o maestro aparece en los evangelios sobretodo en boca de los adversarios de Jesús (Mt 8,19;9,11; 12,38; 17,24; Mc 4,38; 5,35, entre otros);incluso, el mismo Jesús se autodesignó Maestro (Jn13,13.14) eso sí, siempre con la dimensión deservicio, no de rango. Ahora bien, aunque Jesúshaya sido Maestro en el sentido más profundo deltérmino no lo fue en todos los aspectos de la usanzarabínica de aquel tiempo. En aquel tiempo el discí-pulo debería imitar al maestro, Jesús invita a que sele siga; los discípulos elegían al rabí, Jesús elige asus seguidores. Por último, en aquellos tiempos latarea esencial de los rabinos era explicar la torá, laley judía con todos los elementos casuísticos habi-dos y por haber (la famosa halaká judía) en cambio,Jesús si bien es cierto que Jesús no fue anárquico yvivió como un buen judío, también quebrantó cier-tas leyes religiosas (Mc 1,41; 3,1-5; Lc 13,10-17;Lc 7,14, entre otros) y permitió a sus discípuloshacer lo mismo; hasta los defendió cuando se com-portaron de esa manera: al comer con pecadores(Mc 2,15), al no practicar el ayuno en los díasfijados por la ley (Mc 2,18), al hacer cosas queestaban prohibidas para el sábado (2,23), al que-brantar las leyes sobre la pureza ritual (7,1-23).Jesús no se comportó como los maestros de la ley nieducó a sus discípulos como lo hacían ciertos rabi-nos en su tiempo.

De acuerdo a todo esto, Jesús llamó a sus discí-pulos para que optaran por un nuevo proyecto: elReino. Jesús pues no quería formar un grupo prin-cipalmente sino construir una comunidad que vi-viera como si el Señor fuera el Rey; es decir, elReino de Dios o, como dice Mateo, de los Cielos. El

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reino de Dios se convirtió en la apuesta de Jesús; deeso habló y para eso vivió. En el fondo el Reino deDios es cómo sería el mundo, nuestra historia,nosotros mismos, si Dios fuera el gobernante; dequé manera se organizaría todo si se hiciera desdesus principios de Dios.

Comparte ¿para qué llama Jesús? Resalta y

explica la finalidad que más te haya llamado la

atención.

¿En qué situaciones de las que está pasandonuestra sociedad y nuestra Iglesia urge que seamos“pescadores”, es decir, que trabajemos por la vida?

¿Somos amigos del Señor?

¿Nuestro proyecto personal y comunitario coin-cide con el proyecto del Reino de Jesucristo? ¿Quédebemos modificar?

d) Exigencias del discipulado

El hecho de que la llamada sea para todos nosignifica que no sea exigente. La gratuidad pideresponsabilidad.

Al hacer un recorrido minucioso de los evange-lios encontramos, en primer lugar, que el segui-miento de Jesús exige romper con el miedo. Losmiedos que van teniendo los discípulos aparecenen relación a varios contextos: la misión (Mt10,26.28.31; Lc 12,4.5.7.32) la aparición en ellago (Mt 14,26.27.30; Mc 6,50; Jn 6,19.20) lasubida a Jerusalén (Mc 9,32; 10,32; Lc 9,45) y lasapariciones del resucitado. En la mayoría de estoscasos se utiliza el verbo asustarse, espantarse, o elsustantivo temor o angustia. Lo importante enestos casos es que Jesús no tolera el miedo en susseguidores. En cada momento les exige que “notengan miedo” (Mt 10,26.28.31; Lc 12,4.7.32; Mt14,27; Mc 6,50; Jn 6,20). Especial atención mere-cen los anuncios de la pasión cuando Jesús aclaraa sus discípulos qué tipo de Mesías es y ellostienen miedo (Mc 9,32; Lc 9,45; Mc 10,32). Losevangelios dicen que cuando Jesús les hablaba deesto “ellos no entendían sus palabras y les dabamiedo preguntarle” (Mc 9,31). Ellos no entendíaeste lenguaje; les resultaba tan oscuro, que nocaptaban el asunto, y tenían miedo de preguntarsesobre el asunto” (Lc 9,45). Les espantaba el desti-no de Jesús porque ahí estaba el de ellos. Ellosestaban en otros pensamientos, mejor dicho inte-reses: sobre quién era el mayor, quién ocuparía los

primeros lugares... Y es que existe un miedo tre-mendo a las verdaderas exigencias que trae elseguimiento; se ha querido ser bueno sin esfuerzosreales, seguir a Jesús sin la menor intención depensar y comprometerse como Él lo hizo.

La segunda exigencia es entregar la vida, des-gastar la vida en lo que vale la pena, en el asunto delReino de Dios. El evangelio remarca dos cosas parapoder seguir a Jesús: negarse a sí mismo y Tomar

su cruz (Mt 16,21-28). Negarse a sí mismo nosignifica menospreciarse. Entre otras cosas, puedesignificar, aceptar el proyecto de Jesús y no inven-tarse uno al propio modo; la meta de Jesús esentregar la vida y nadie –como Pedro- debe cambiarlos planes de Dios. Además, negarse quiere decir,comprender que en la medida en que el discípulo sefija más en la voluntad de Dios y en las necesidadesde sus hermanos se alcanza a apreciar a sí mismomejor. Por otra parte, tomar la cruz no quiere decir“aceptar los sufrimientos”. Más que con el sufri-miento sin más, tiene que ver con el amor, con laentrega; cargar la cruz significa pues amar hasta alextremo. El símbolo de la cruz no debe convertirseen una justificación y aceptación sin sentido desufrimientos, problemas, etc., como si fuera mejorcristiano no quien más ama sino quien sufre más;tampoco debe ser la cruz un pretexto para aceptarlos sufrimientos de manera absurda en lugar detrabajar por la vida y por la superación y solución delos problemas.

Estar al pendiente de ir siempre detrás de Jesúsrealmente le va dando sentido a nuestra existencia.Desgastar la vida en la búsqueda de ver todo lodemás desde la óptica de Jesús vale la pena; dedicarnuestra vida al estilo de Jesús, aunque para muchossea una pérdida de tiempo, tiene sentido.

Por último, muchos de los primeros cristianosvieron en el comportamiento de Jesús con los ale-jados, desprotegidos, pobres y extraviados un ele-mento esencial del seguimiento. Y es que Jesús,ante las costumbres y normas de exclusión judías,optó por la inclusión, por la aceptación de todos demanera digna. Jesús relativizó las normas y lascostumbres que separaban al pueblo judío de losdemás y las que separaban injustamente a los mis-mos judíos dentro de su propio pueblo, entre purose impuros, buenos y malos. A esta actitud de Jesúscorresponde, el comportamiento originalísimo de

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muchos de los primeros cristianos: el encuentro conlos no-judíos.

Jesús había roto barreras ocasionadas de pureza,étnicas, geográficas y de género (un ejemplo cruciales Mc 7,26-30); los discípulos debían trabajar por lomismo (Gal 3,28). No es posible seguir a Jesúsconstruyendo o siendo cómplices de separacionesentre puros e impuros, buenos y malos, consagra-dos y no-consagrados... El seguidor de Jesús tienela tarea de construir una comunidad en la que todosse sientan llamados pero que, al mismo tiempo,todos también sean corresponsables teniendo elcomportamiento adecuado que exige ser discípulosdel Señor.

¿Cuáles son los miedos más importantes queimpiden encontrarnos con Jesucristo y seguirlo?¿Qué se puede hacer en la Catequesis para ayudara la superación de estos miedos?

¿Qué podemos hacer para que la nuestra cate-quesis nos anime a todos a darle sentido a la vida?

¿Qué podemos seguir haciendo para que nuestracatequesis capacite para la convivencia fraterna?

2. El catequista, formador de discípulos

a) Hacer discípulos, un encargo muy serio

No podemos ser discípulos, seguidores de Jesu-cristo, aisladamente. Más aún, es imposible serdiscípulos sin tener en cuenta los comportamientos,mensajes y preocupaciones del Maestro.

Los evangelios mencionan que los discípulosestaban convencidos, en primer lugar, de que elSeñor los enviaba. Así, por ejemplo, Mateo al finalde su evangelio dice: “vaya, pues, y hagan discípu-los a todas las gentes bautizándolas (consagrándo-las) en el nombre del Padre y del Hijo y del EspírituSanto enseñándolas a guardar todo lo que yo les hemandado” (28,19). Fomentar el discipulado corres-ponde a un encargo del Maestro. “Hagan discípu-

los”, es decir, convertirse en seguidor de Jesúscomo el caso de José de Arimatea (27,57). Lareferencia principal de esta acción es Jesucristo; siser discípulo es seguir a Jesús, “hacer discípulos” esadherir a otros a Jesús, animarlos para que seencuentren con Él. Bautizar: el verbo “bautizar”por su trasfondo judío y por la raíz de la queproviene significa: “introducirse en algo”, “sumer-girse”, “compenetrarse”, “llenarse”. En este senti-

do, aunque el verbo bautizar estuviera haciendoreferencia a un rito cristiano (el sacramento delbautismo) no hay que perder de vista que tienedetrás una idea fundamental: la consagración a laTrinidad, la participación de la vida de Dios. Ense-

ñar: este verbo significa “instruir” pero sobre todoacompañar. Jesús aparece en muchas ocasionesenseñando (4,23; 5,2;; 9,35; 11,1; 13,34; 21,23;26,55) pero lo hacía con autoridad y no como losescribas y fariseos (7,29). Esto significa que losenviados no deben enseñar de cualquier modo ni

sobre cualquier cosa. El mandato supone unmodo de enseñar, o mejor aún, de acompañar alestilo de Jesús. Ahora bien, este encargo supone unmatiz: guardar lo que Él ha mandado; es decir,observar, cumplir, hacer vida, lo que Jesús aparecediciendo en todo el evangelio de Mateo; con muchaseguridad el texto se refiere a la mayor parte deinstrucciones que aparecen agrupadas de maneratan peculiar en Mateo: lo que ha sido llamado “eldiscurso evangélico” (5,1-7,29), “la predicacióndel Reino de los Cielos” (8,1-10,42), “el misteriodel Reino de los Cielos” (11,1-12,50), “el discursoparabólico” (13,1-52).

De este modo, un elemento fundamental de lamisión de la Iglesia es “hacer discípulos”, adherir aJesús a las personas. Siempre ha existido –y nuestraépoca no es la excepción- el peligro de generarmembresía grupa en lugar de adhesión a Jesucristo.El encargo del evangelio aparece con bastanteclaridad: nuestra misión consiste en que la gente seentusiasme por Jesucristo, se adhiera a su personay su mensaje. Además, el evangelio refuerza elsentido anterior al dejar claro que la finalidadúltima de la tarea evangelizadora es que la genteparticipe de la vida de Dios, se consagre a laTrinidad, a la fuente de la vida que no se acaba. Estosignifica entonces que no se valen ideas o compor-tamientos de cristiandad en los que prevalece labúsqueda de la cantidad en lugar de la calidad, elaumento del cristianismo sociológico en lugar deltestimonial... Por último, el contenido de lo com-partido es fundamental: lo que Jesús mandó, esdecir, lo que Jesús enseñó y vivió. Es cierto que esimposible compartir un mensaje totalmente objeti-vo, siempre llevará nuestro sello por la experienciaacumulada y nuestros condicionamientos históri-co-culturales. Sin embargo, estamos llamados a

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revisar permanentemente si el mensaje compartidoestá más o menos lejos de la práctica de Jesús. Latarea no es fácil; hasta parece imposible. Sin embar-go, no es NUESTRA tarea, es la del Señor. Somosresponsables no sus dueños absolutos.

Cuando compartimos la Buena Nueva de Jesu-cristo ¿pensamos más en aumentar la membresía denuestro grupo o la adhesión a Jesucristo?

Nuestro comportamiento, lo que decimos y or-ganizamos ¿genera interés por participar de la vidade Dios?

¿A qué nos anima la garantía de que el Señorestará siempre con nosotros en esta tarea?

b) La responsabilidad de dar la Buena Noticia(Mc 1,14-20)

El evangelio de Marcos (1,14-20) hablar deldiscipulado junta dos temas muy importantes: laproclamación de Jesús de la Buena Nueva de Dios(1,14-15) y el llamado de los cuatro primeros discí-pulos (1,16-20).

Jesús proclama la Buena Noticia de Dios (vv.14-15). Esta Buena Nueva consiste, en primer lu-gar, en que el tiempo se ha cumplido; es decir, hallegado el momento, la oportunidad, en la que si elser humano está dispuesto a colaborar, lo bueno(Dios) se hará presente. En segundo lugar, la BuenaNoticia consistía en notificarle al pueblo que elReino de Dios, es decir, todo lo bueno que laspersonas podemos imaginar y que necesitamospara vivir como verdaderos hijos de Dios y herma-nos entre nosotros, está cerca ¡a nuestro alcance!; esposible construir una verdadera comunidad. EstaBuena Noticia exige conversión, cambio de rumbo,disponibilidad para pensar y actuar de mejor mane-ra. Y algo más todavía: es necesario confiar en estaBuena Nueva; conocerla, valorarla, aceptarla comoalgo posible.

Para el evangelio es muy importante compren-der que el discipulado no puede estar al margen deesta proclamación del Maestro (vv. 16-20). LaBuena Noticia no depende sólo de Jesucristo; esindispensable la colaboración de discípulos. Aque-llos pescadores son llamados a trabajar por la vidade las personas; de ningún modo “ser pescador dehombres” significa atraer a nuestro grupo a la gentepara aumentar la membresía. La tarea del discípuloes invitar a las personas a la vida que les ofrece

Dios, animarlas para que acepten lo bueno, crear unambiente adecuado para que la vida digna se vayahaciendo realidad. Esta llamada es exigente, pidedejar todo, romper con las maneras de pensar o deactuar que impiden estar a favor de la vida, de laBuena Noticia de Dios.

No puede haber mensaje más esperanzador. ConJesús, lo bueno está al alcance de todos; ha llegadoel momento de gracia en el que todos, sin excep-ción, podemos colaborar en el plan de Dios. Lamaldad no tiene la última palabra. Para entrar eneste

proyecto es necesario estar dispuestos a conver-tirnos, pues es imposible, querer participar de laBuena Noticia y no estar dispuestos a modificar,para bien, nuestra manera de pensar y de compor-tarnos.

A esta esperanza y exigencia el evangelio agregauna responsabilidad: colaborar con el Señor comosus discípulos. Nuestra tarea principal está en ani-mar –y animarnos- a trabajar por la vida. Que laspersonas con las que convivimos se animen a tenermás esperanza de vivir con dignidad.

¿En qué nos anima este evangelio al saber que

lo bueno, lo que vale la pena, está a nuestro

alcance?

¿En qué urge que los discípulos de Jesús lepongamos más empeño para trabajar en favor de lavida?

Pensemos en dos aspectos en los que podríamos,de manera especial, ser mejores (convertirnos) paraser mejores discípulos.

c) Formar discípulos que confíen en el Señor

En tiempos de bonanza, cuando marcha todobien, no es difícil confiar en el Señor. Cuando lavida se complica es cuando nuestra confianza setambalea. Con razón, decíamos en el primer puntoal hablar de las exigencias del discipulado, seguir aJesús supone dejar de ser miedosos.

Tomemos como referencia fundamental Mt 8,23-27, la tempestad calmada. Para comprender mejoreste texto pongamos atención en cinco detalles. Enprimer lugar, aunque este mismo hecho lo mencio-nan también Marcos (4,35-41) y Lucas (8,22-25) laparticularidad de Mateo está precisamente en quelo ha puesto con relación al seguimiento. Así, sólo

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Mateo habla al inicio de que “(Jesús) subió a labarca y sus discípulos lo siguieron” (v. 23). De estemodo, podríamos pensar que una de las principalesintenciones de Mateo es dar una lección sobre elseguimiento. En segundo lugar, este evangelio debeinterpretarse en clave simbólica. Mateo hace uncontraste impresionante entre la gran tempestadque hasta las olas tapaban la barca con el sueñoprofundo en el que se encuentra Jesús (v. 24).Aunque los discípulos eran gente de mar se espan-tan; o quizás, por eso mismo. En tercer lugar, llamala atención que Jesús en lugar de calmar la tempes-tad como lo hace en los otros evangelios (Mc 4,39-40 y Lc 8,24-25) reprocha a losdiscípulos su cobardía y su pocafe (v. 26). Para Mateo el centrode su relato no es el poder deJesús sino el miedo (la incre-dulidad) de los discípulos. Encuarto lugar, no olvidemos quelas aguas que sumergen y de-voran al hombre son, con fre-cuencia, símbolo de la muerte,de la destrucción del hombre,del mal (véase por ejemplo Jn2, 6-7; Sal 42,8; 18,15; 69,2-3); de hecho sólo Dios tienepoder sobre el mar y los vien-tos (Sal 107,25.29; 65,89; Job38,8-11; 2Mac 9,8). Por último, la reprensión deJesús no podía ser más dura. Les dice que cobardes,miedosos, pusilánimes (es decir, falto de ánimo yvalor para enfrentar las desgracias o emprenderalgo que valga la pena). Además, reprocha a losdiscípulos que su fe sea tan poca; se decir, que seopongan a los proyectos del Maestro.

El discípulo no tiene que ser temerario, es decir,valiente sin pensar y sin medir las consecuencias.Debe ser conciente de que el miedo, el que impidemoverse, pensar, comprometerse, no se combinaadecuadamente con el seguimiento de Jesús.

En nuestra tarea de catequistas una tarea funda-mental es formar –y formarnos- para confiar en elSeñor, para tener fe. Ante los riesgos y consecuen-cias del compromiso por seguir a Jesucristo tene-mos el peligro de sentirnos solos; y de hecho mu-chas veces, quien se compromete, está solo. Sinembargo, el evangelio asegura que Dios no abando-na, aún cuando nos dé la impresión que duerme.

La actitud de confianza madura en el Señor porparte del discípulo debería ser uno de las principa-les finalidades de la catequesis para que los miedosque impiden el compromiso, la apertura, la búsque-da, la conversión... sean superados.

¿En qué circunstancias es más difícil confiar enel Señor?

¿Qué nos enseña y a qué nos compromete que elevangelio relacione la falta de fe con el miedo?

¿Cómo se comporta una persona que vive per-manentemente con miedo de vivir?

¿En qué situaciones de nuestra vida debemosconfiar más en el Señor?

b) Formar para vivir con alegría

Vivir con alegría no es estarsiempre con la sonrisa en la bocasino darle un sentido profunda-mente evangélico (de Evange-lio) a nuestra existencia. Esto seconvierte en una tarea más apre-miante porque, en primer lugar,muchas veces se ha insistido enque la verdadera alegría está “enla otra vida”; que lo urgente essalir de “este valle de lágrimas”;en segundo lugar, porque hemosconsiderado el cristianismo

como un tormento sin fin, no como la Buena yprofundamente exigente Noticia de Jesucristo paraque vivamos como verdaderos hermanos y auténti-cos hijos de Dios en la comunidad eclesial inmersaen nuestra existencia cotidiana.

La alegría, vivir con sentido auténtico, es untema especial en el Nuevo Testamento. Veamossólo algunos textos significativos. Lc 2,10 en suanuncio del nacimiento del Señor expresa que estaes una alegría para “todo el pueblo” (v. 10), unalegría general. Además, es una alegría grande,extraordinaria, desbordante por su extensión y porsu intensidad. Al enfatizar Lucas que esta alegría esanunciada a unos pastores quiere decir, entre otrascosas, que nadie está excluido de esta posibilidad.

Educar para la alegría de vivir, para vivir consentido, no es algo opcional, es un imperativo, unagran responsabilidad eclesial.

Mateo 5,12 recuerda, en el contexto de lasbienaventuranzas la necesidad de estar alegres y

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contentos. Los términos que aparecen aquí se refie-ren a estar alegres y expresar esta alegría; unaalegría que se note. La alegría es tan importantepara los seguidores de Jesús que ni siquiera losinsultos, persecuciones y calumnias deben amino-rar su gusto por vivir y compartirlo con otros (Mt5,11; Lc 6,22-23). La alegría del discípulo porseguir a Jesús es tan fuerte que nadie se la puedearrebatar; y es que quien elimina la alegría lesarrebata también la esperanza por vivir. En estesentido las exigencias no son un medio para con-quistar el reino de Dios sino las consecuencias dequien quiere seguir a Jesús. No es mejor seguidor deJesús el que sólo se exige pero sin tener claro elrumbo, las razones y las consecuencias de susdecisiones; el buen seguidor de Jesús opta, elige...yasume todas las consecuencias con tal de vivir consentido desde Jesús, desde Dios.

Esta alegría no es superficial, es una alegríaprofunda, seria podríamos decir. Así lo manifiestaJuan (15,11); no es una experiencia pasajera osuperficial; es una alegría que inunda a los discípu-los (Jn 17,13), que vence toda tristeza (16,20) y quenadie puede arrebatar (16,22). En Juan la alegríadepende del amor (14,28). Amor y alegría en elevangelio de Juan están profundamente ligadas.Sólo pues en el amor la alegría es total.

Lucas dejará claro que esta era una característicade los primeros cristianos (Hech 2,47). San Pablodejará constancia de su convencimiento de que “elReino de Dios es justicia, paz y alegría” (Rom14,17) y de que la alegría es uno de los frutos delEspíritu junto con el amor y la paz (Gál 5,22).

¿Por qué es importante la alegría en nuestra vidade fe?

¿Qué pasa cuando en cosas tan importantescomo el perdón, la misericordia, el arrepentimien-to, la celebración de nuestra fe, la vivencia de lossacramentos...olvidamos la auténtica alegría?

¿Qué consecuencias trae el olvido de la alegríaevangélica?

c) Formar discípulos “rebeldes”

Hablar de rebeldía puede resultarnos escandalo-so. Y es que se rebelde tiene que ver con la subleva-ción, con la falta de obediencia; significa oposición.Es más, alguien rebelde es mal visto; con más razónlos que forman para la rebeldía.

Sin embargo, partamos de un doble principiopara comprender mejor este planteamiento. Enprimer lugar, sería malo oponerse y revelarse con-tra algo malo si viviéramos en el mundo ideal, en lasociedad perfecta. En cada momento de nuestravida, en muchas cosas que vamos percibiendo, nosdamos cuenta que no todo está humana ycristianamente conducido. Constatamos que haymaneras de pensar y de comportarse que se oponenal Plan de Dios. En segundo lugar, existen textos enel Nuevo Testamento que piden una nueva menta-lidad. Así, por ejemplo, San Pablo en la carta a losRomanos dice: “los exhorto, pues, hermanos, por lamisericordia de Dios, a que se ofrezcan a ustedesmismos como un sacrificio vivo, santo, agradable aDios: tal será su culto espiritual. Y que no seacomoden al mundo presente, antes bien transfór-mense mediante la renovación de su mente, deforma que puedan distinguir cuál es la voluntad deDios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (12,1-2).

San Pablo exhorta a los cristianos para que no seamolden al mundo este; es una

oposición tajante. Si alguien quiere transformar-se por la nueva mentalidad de Jesucristo y de suevangelio no debe amoldarse a otros comporta-mientos.

El discípulo y quienes tienen como ministerio laformación de discípulos en la catequesis tienen laresponsabilidad de formar gente que sepa optar porlo bueno, decidirse por lo que vale la pena, oponersede manera adecuada a lo malo –venga de dondevenga-, convencerse de que no es suficiente adqui-rir la mentalidad y comportamiento de discípulo sino hay también un desacuerdo y desapego de lo quese opone a los valores del Reino.

Piensa y menciona cinco comportamientos o

maneras de pensar que se oponen a la voluntad de

Dios.

Piensa y menciona cinco comportamientos omaneras de pensar que están de acuerdo con lavoluntad de Dios.

¿Qué podemos pensar, en qué nos debemoscapacitar para –en un ambiente de oración y de fe-saber estar en desacuerdo con mentalidades o com-portamientos que se oponen a la voluntad de Dios?

d) Formar para el encuentro con el Señor y conla Comunidad (la Iglesia y la sociedad)

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El discípulo es mejor en la medida en que seencuentra con Dios y con sus hermanos, en lamedida en que se compromete seriamente y conla misma intensidad con ambas causas. Delmismo modo esta debe ser una preocupaciónconstante de quienes forman –o pretenden for-mar- discípulos.

Si el encuentro está marcado por la iniciativadivina, la respuesta del ser humano como discípu-lo no puede estar al margen del encuentro conquien lo ha llamado. Sentirse elegido (Jn 15,16)debe provocar un deseo permanente por relacio-narse con el Señor. Sin experiencia de encuentrocon el Señor no es posible hablar de discipulado;tampoco de catequesis o formación de discípulos.

Además si el llamado aunque es individualtiene sentido comunitario ¿puede darse el segui-miento de Jesús al margen de la comunidad eclesialy de la comunidad humana en general?

Por el mismo sentido de la palabra catequizar ypor su relación intrínseca con la persona de Jesúsy la experiencia de seguimiento desde un principiola catequesis apareció en estrecha relación con lacomunidad. Jesús no sólo llamó a los discípulospara que estuvieran con él; para poder esta con éltenía que estar con los demás. Para vivir y com-prender la fe en Jesucristo se necesita la comuni-dad. Cuando Jesús llama a que alguien le siga noes para que lo haga en solitario. En los evangeliosno se da el caso de un individuo, que se pusiera aseguir a Jesús y viviera ese seguimiento al margende los demás. Desde el primer momento Jesúsllama a cuatro discípulos (Mt 4,18-22), formandoasí una comunidad. De tal modo que, de ahí enadelante, todos los que van a ir siendo llamadospor Jesús, no sólo es para que vivan con El, sino almismo tiempo a vivir en una comunidad de segui-dores. Incluso en alguna ocasión el sujeto delseguimiento es la comunidad.

La iniciación y el crecimiento en la fe es gozoy alegría porque la persona se encuentra con Jesúspero también en encuentra en –y con- la comuni-dad de los que le siguen. Por eso, para vivir elseguimiento, no basta la relación estrecha y per-manente con Jesucristo, sino que, además de eso,se necesita también entrar a formar parte de unacomunidad de seguidores.

¿Podemos ser verdaderos seguidores de Jesús yauténticos formadores de discípulos si no nos intere-sa vivir en encuentro permanente y creciente con elSeñor?

¿Somos buenos seguidores de Jesús y catequistassi estamos al margen de la comunidad eclesial y delas auténticas aspiraciones humanas de nuestra so-ciedad? ¿Sí? ¿No? ¿Por qué?

¿Qué podríamos hacer, en qué podríamos pensary en qué urge que nos capacitemos para formardiscípulos amigos de Jesucristo y miembros vivos dela Iglesia y de la Comunidad Humana?

La manera en que está estructura nuestra cateque-sis y el modo el que es impartida ¿conduce al segui-miento? ¿sí? ¿no? ¿por qué?

¿Qué podríamos seguir impulsando para que nues-tra catequesis realmente propicie un encuentro conJesucristo en la comunidad y no sólo ciertoadoctrinamiento?

Para seguir profundizando:

J. M. Castillo, El seguimiento de Jesús (Sígueme:Salamanca 2004, 7ª. Edición).

Comisión Episcopal de Pastoral Bíblica, Del En-

cuentro con la Palabra al seguimiento de Jesús

(México: Casa de la Biblia 2005).

G. Gutiérrez, Beber en su propio pozo. En el

itinerario espiritual de un pueblo (Salamanca: Sí-gueme 1986).

S. Guijarro (coord.), Reseña Bíblica, n. 36 (2002)número monográfico titulado “Los discípulos deJesús”; puede consultarse especialmente: S. Guija-rro, “Jesús y sus discípulos” (pp. 5-12); D. Aleixandre,“Otros discípulos de Jesús” (pp. 37-44).

J. Mateos-M. Camacho, El horizonte humano. La

propuesta de Jesús (Córdoba: Almendro 1995).

Varios Autores, El seguimiento de Cristo (Ma-drid: PPC-Universidad Pontificia de Comillas 1997),especialmente pueden consultarse: S. Vidal, “El se-guimiento de Jesús en el Nuevo Testamento. Visióngeneral” (pp. 13-31); M. Gesteira, “La llamada y elseguimiento de Jesucristo” (pp. 33-72); S. Arzubialde,“Configuración y vida en Cristo (Rom 8,29)” (pp.73-129). E. Gil, “Consideraciones acerca del ‘segui-miento de Jesús’ en el diálogo interreligioso” (pp.381-407).

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VIDA DIOCESANA

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Esta primera Encíclica de S.S. Benedicto XVI está articulada en dos grandes partes.

La primera ofrece una reflexión sobre el amor en sus diversas manifestaciones concretamente«eros, philia y agapé» precisando algunos datos esenciales del amor de Dios por el hombre y de launión intrínseca de tal amor con el humano.

La segunda parte trata del ejercicio concreto del mandamiento del amor hacia el prójimo. En estaparte se afirma que «el amor al prójimo enraizado en el amor de Dios, además de ser una tarea decada fiel, lo es también de la entera comunidad eclesial, que en su actividad caritativa debe reflejarel amor trinitario»

Es ya una tradición que en su primer carta encíclica, el Papa trace y deje entrever lo que serán suslíneas esenciales de su pontificado, por lo que este primer documento de Benedicto XVI nos hacesuponer que esa será fundamentalmente la línea central que como columna vertebral, sostenga y désentido al segundo pontificado del siglo XXI, un siglo que ha iniciado marcado por el terror y porla guerra; un siglo que si no encuentra su ruta en el amor, promete ser catastrófico. Hagamos nuestrala propuesta de esta encíclica «Devs caritas est»: amar para ser imágenes de Dios.

CARTA ENCÍCLICA

Deus Caritas EstDEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI

A LOS OBISPOS

A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS

A LAS PERSONAS CONSAGRADAS

Y A TODOS LOS FIELES LAICOS

SOBRE EL AMOR CRISTIANO

sión ética o una gran idea, sino por el encuentro conun acontecimiento, con una Persona, que da unnuevo horizonte a la vida y, con ello, una orienta-ción decisiva. En su Evangelio, Juan había expresa-do este acontecimiento con las siguientes palabras:«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijoúnico, para que todos los que creen en él tengan vidaeterna» (cf. 3, 16). La fe cristiana, poniendo el amoren el centro, ha asumido lo que era el núcleo de lafe de Israel, dándole al mismo tiempo una nuevaprofundidad y amplitud. En efecto, el israelita cre-yente reza cada día con las palabras del Libro delDeuteronomio que, como bien sabe, compendian elnúcleo de su existencia: «Escucha, Israel: El Señornuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor

INTRODUCCIÓN

1. «Dios es amor, y quien permanece en el amorpermanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16). Estaspalabras de la Primera carta de Juan expresan conclaridad meridiana el corazón de la fe cristiana: laimagen cristiana de Dios y también la consiguienteimagen del hombre y de su camino. Además, en estemismo versículo, Juan nos ofrece, por así decir, unaformulación sintética de la existencia cristiana:«Nosotros hemos conocido el amor que Dios nostiene y hemos creído en él».

Hemos creído en el amor de Dios: así puedeexpresar el cristiano la opción fundamental de suvida. No se comienza a ser cristiano por una deci-

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con todo el corazón, con toda el alma, con todas lasfuerzas» (6, 4-5). Jesús, haciendo de ambos unúnico precepto, ha unido este mandamiento delamor a Dios con el del amor al prójimo, contenidoen el Libro del Levítico: «Amarás a tu prójimocomo a ti mismo» (19, 18; cf. Mc 12, 29- 31). Y,puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf.1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un «manda-miento», sino la respuesta al don del amor, con elcual viene a nuestro encuentro.

En un mundo en el cual a veces se relaciona elnombre de Dios con la venganza o incluso con laobligación del odio y la violencia, éste es un men-saje de gran actualidad y con un significado muyconcreto. Por eso, en mi primera Encíclica deseohablar del amor, del cual Dios nos colma, y quenosotros debemos comunicar a los demás. Quedanasí delineadaslas dos grandespartes de estaCarta, íntima-mente relacio-nadas entre sí.La primera ten-drá un caráctermás especulati-vo, puesto queen ella quisieraprecisar —alcomienzo de mipontificado—algunos puntosesenciales so-bre el amor queDios, de mane-ra misteriosa ygratuita, ofreceal hombre y, ala vez, la relación intrínseca de dicho amor con larealidad del amor humano. La segunda partetendrá una índole más concreta, pues tratará decómo cumplir de manera eclesial el mandamien-to del amor al prójimo. El argumento es suma-mente amplio; sin embargo, el propósito de laEncíclica no es ofrecer un tratado exhaustivo. Mideseo es insistir sobre algunos elementos funda-mentales, para suscitar en el mundo un renovadodinamismo de compromiso en la respuesta hu-mana al amor divino.

PRIMERA PARTE

LA UNIDAD DEL AMOR

EN LA CREACIÓN

Y EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Un problema de lenguaje

2. El amor de Dios por nosotros es una cuestiónfundamental para la vida y plantea preguntas deci-sivas sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros.A este respecto, nos encontramos de entrada ante unproblema de lenguaje. El término «amor» se haconvertido hoy en una de las palabras más utiliza-das y también de las que más se abusa, a la cualdamos acepciones totalmente diferentes. Aunqueel tema de esta Encíclica se concentra en la cuestiónde la comprensión y la praxis del amor en la Sagrada

Escritura y en la Tradición de la Iglesia, no pode-mos hacer caso omiso del significado que tiene estevocablo en las diversas culturas y en el lenguajeactual.

En primer lugar, recordemos el vasto camposemántico de la palabra «amor»: se habla de amora la patria, de amor por la profesión o el trabajo, deamor entre amigos, entre padres e hijos, entrehermanos y familiares, del amor al prójimo y delamor a Dios. Sin embargo, en toda esta multiplici-dad de significados destaca, como arquetipo por

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excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, enel cual intervienen inseparablemente el cuerpo y elalma, y en el que se le abre al ser humano unapromesa de felicidad que parece irresistible, encomparación del cual palidecen, a primera vista,todos los demás tipos de amor. Se plantea, enton-ces, la pregunta: todas estas formas de amor ¿seunifican al final, de algún modo, a pesar de ladiversidad de sus manifestaciones, siendo en últi-mo término uno solo, o se trata más bien de unamisma palabra que utilizamos para indicar realida-des totalmente diferentes?

«Eros» y «agapé», diferencia y unidad

3. Los antiguos griegos dieron el nombre de erosal amor entre hombre y mujer, que no nace delpensamiento o la voluntad, sino que en cierto sen-tido se impone al ser humano. Digamos de antema-no que el Antiguo Testamento griego usa sólo dosveces la palabra eros, mientras que el Nuevo Testa-mento nunca la emplea: de los tres términos griegosrelativos al amor —eros, philia (amor de amistad)y agapé—, los escritos neotestamentarios prefiereneste último, que en el lenguaje griego estaba dejadode lado. El amor de amistad (philia), a su vez, esaceptado y profundizado en el Evangelio de Juanpara expresar la relación entre Jesús y sus discípu-los. Este relegar la palabra eros, junto con la nuevaconcepción del amor que se expresa con la palabraagapé, denota sin duda algo esencial en la novedaddel cristianismo, precisamente en su modo de en-tender el amor. En la crítica al cristianismo que seha desarrollado con creciente radicalismo a partirde la Ilustración, esta novedad ha sido valorada demodo absolutamente negativo. El cristianismo, se-gún Friedrich Nietzsche, habría dado de beber aleros un veneno, el cual, aunque no le llevó a lamuerte, le hizo degenerar en vicio.[1] El filósofoalemán expresó de este modo una apreciación muydifundida: la Iglesia, con sus preceptos y prohibi-ciones, ¿no convierte acaso en amargo lo máshermoso de la vida? ¿No pone quizás carteles deprohibición precisamente allí donde la alegría, pre-dispuesta en nosotros por el Creador, nos ofrece unafelicidad que nos hace pregustar algo de lo divino?

4. Pero, ¿es realmente así? El cristianismo, ¿hadestruido verdaderamente el eros? Recordemos elmundo precristiano. Los griegos —sin dudaanálogamente a otras culturas— consideraban el

eros ante todo como un arrebato, una «locura divi-na» que prevalece sobre la razón, que arranca alhombre de la limitación de su existencia y, en estequedar estremecido por una potencia divina, le haceexperimentar la dicha más alta. De este modo, todaslas demás potencias entre cielo y tierra parecen desegunda importancia: «Omnia vincit amor», diceVirgilio en las Bucólicas —el amor todo lo vence—, y añade: «et nos cedamus amori», rindámonostambién nosotros al amor.[2] En el campo de lasreligiones, esta actitud se ha plasmado en los cultosde la fertilidad, entre los que se encuentra la pros-titución «sagrada» que se daba en muchos templos.El eros se celebraba, pues, como fuerza divina,como comunión con la divinidad.

A esta forma de religión que, como una fuertetentación, contrasta con la fe en el único Dios, elAntiguo Testamento se opuso con máxima firmeza,combatiéndola como perversión de la religiosidad.No obstante, en modo alguno rechazó con ello eleros como tal, sino que declaró guerra a su desvia-ción destructora, puesto que la falsa divinizacióndel eros que se produce en esos casos lo priva de sudignidad divina y lo deshumaniza. En efecto, lasprostitutas que en el templo debían proporcionar elarrobamiento de lo divino, no son tratadas comoseres humanos y personas, sino que sirven sólocomo instrumentos para suscitar la «locura divina»:en realidad, no son diosas, sino personas humanasde las que se abusa. Por eso, el eros ebrio e indisci-plinado no es elevación, «éxtasis» hacia lo divino,sino caída, degradación del hombre. Resulta asíevidente que el eros necesita disciplina y purifica-ción para dar al hombre, no el placer de un instante,sino un modo de hacerle pregustar en cierta maneralo más alto de su existencia, esa felicidad a la quetiende todo nuestro ser.

5. En estas rápidas consideraciones sobre elconcepto de eros en la historia y en la actualidadsobresalen claramente dos aspectos. Ante todo,que entre el amor y lo divino existe una ciertarelación: el amor promete infinidad, eternidad,una realidad más grande y completamente dis-tinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, almismo tiempo, se constata que el camino paralograr esta meta no consiste simplemente endejarse dominar por el instinto. Hace falta unapurificación y maduración, que incluyen tam-bién la renuncia. Esto no es rechazar el eros ni

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«envenenarlo», sino sanearlo para que alcancesu verdadera grandeza.

Esto depende ante todo de la constitución del serhumano, que está compuesto de cuerpo y alma. Elhombre es realmente él mismo cuando cuerpo y almaforman una unidad íntima; el desafío del eros puedeconsiderarse superado cuando se logra esta unifica-ción. Si el hombre pretendiera ser sólo espíritu yquisiera rechazar la carne como si fuera una herenciameramente animal, espíritu y cuerpo perderían sudignidad. Si, por el contrario, repudia el espíritu y portanto considera la materia, el cuerpo, como una reali-dad exclusiva, malogra igualmente su grandeza. Elepicúreo Gassendi, bromeando, se dirigió a Descartescon el saludo: «¡Oh Alma!». Y Descartes replicó:«¡Oh Carne!».[3] Pero ni la carne ni el espíritu aman:es el hombre, la persona, la que ama como criaturaunitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma.Sólo cuando ambos se funden verdaderamente en unaunidad, el hombre es plenamente él mismo. Única-mente de este modo el amor —el eros— puedemadurar hasta su verdadera grandeza.

Hoy se reprocha a veces al cristianismo delpasado haber sido adversario de la corporeidad y,de hecho, siempre se han dado tendencias de estetipo. Pero el modo de exaltar el cuerpo que hoyconstatamos resulta engañoso. El eros, degradado apuro «sexo», se convierte en mercancía, en simple«objeto» que se puede comprar y vender; más aún,el hombre mismo se transforma en mercancía. Enrealidad, éste no es propiamente el gran sí delhombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modoconsidera el cuerpo y la sexualidad solamente comola parte material de su ser, para emplearla y explo-tarla de modo calculador. Una parte, además, queno aprecia como ámbito de su libertad, sino comoalgo que, a su manera, intenta convertir en agrada-ble e inocuo a la vez. En realidad, nos encontramosante una degradación del cuerpo humano, que ya noestá integrado en el conjunto de la libertad denuestra existencia, ni es expresión viva de la totali-dad de nuestro ser, sino que es relegado a lo pura-mente biológico. La aparente exaltación del cuerpopuede convertirse muy pronto en odio a lacorporeidad. La fe cristiana, por el contrario, haconsiderado siempre al hombre como uno en cuer-po y alma, en el cual espíritu y materia secompenetran recíprocamente, adquiriendo ambos,

precisamente así, una nueva nobleza. Ciertamente,el eros quiere remontarnos «en éxtasis» hacia lodivino, llevarnos más allá de nosotros mismos, peroprecisamente por eso necesita seguir un camino deascesis, renuncia, purificación y recuperación.

6. ¿Cómo hemos de describir concretamenteeste camino de elevación y purificación? ¿Cómo sedebe vivir el amor para que se realice plenamente supromesa humana y divina? Una primera indicaciónimportante podemos encontrarla en uno de loslibros del Antiguo Testamento bien conocido porlos místicos, el Cantar de los Cantares. Según lainterpretación hoy predominante, las poesías con-tenidas en este libro son originariamente cantos deamor, escritos quizás para una fiesta nupcial israe-lita, en la que se debía exaltar el amor conyugal. Eneste contexto, es muy instructivo que a lo largo dellibro se encuentren dos términos diferentes paraindicar el «amor». Primero, la palabra «dodim», unplural que expresa el amor todavía inseguro, en unestadio de búsqueda indeterminada. Esta palabra esreemplazada después por el término «ahabá», quela traducción griega del Antiguo Testamento deno-mina, con un vocablo de fonética similar, «agapé»,el cual, como hemos visto, se convirtió en la expre-sión característica para la concepción bíblica delamor. En oposición al amor indeterminado y aún enbúsqueda, este vocablo expresa la experiencia delamor que ahora ha llegado a ser verdaderamentedescubrimiento del otro, superando el carácter egoís-ta que predominaba claramente en la fase anterior.Ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparsepor el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse enla embriaguez de la felicidad, sino que ansía másbien el bien del amado: se convierte en renuncia,está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca.

El desarrollo del amor hacia sus más altas cotasy su más íntima pureza conlleva el que ahora aspirea lo definitivo, y esto en un doble sentido: en cuantoimplica exclusividad —sólo esta persona—, y en elsentido del «para siempre». El amor engloba laexistencia entera y en todas sus dimensiones, in-cluido también el tiempo. No podría ser de otramanera, puesto que su promesa apunta a lo defini-tivo: el amor tiende a la eternidad. Ciertamente, elamor es «éxtasis», pero no en el sentido de arrebatomomentáneo, sino como camino permanente, comoun salir del yo cerrado en sí mismo hacia su libera-

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ción en la entrega de sí y, precisamente de estemodo, hacia el reencuentro consigo mismo, másaún, hacia el descubrimiento de Dios: «El quepretenda guardarse su vida, la perderá; y el que lapierda, la recobrará» (Lc 17, 33), dice Jesús en unasentencia suya que, con algunas variantes, se repiteen los Evangelios (cf. Mt 10, 39; 16, 25; Mc 8, 35;Lc 9, 24; Jn 12, 25). Con estas palabras, Jesúsdescribe su propio itinerario, que a través de la cruzlo lleva a la resurrección: el camino del grano detrigo que cae en tierra y muere, dando así frutoabundante. Describe también, partiendo de su sa-crificio personal y del amor que en éste llega a suplenitud, la esencia del amor y de la existenciahumana en general.

7. Nuestras reflexiones sobre la esencia del amor,inicialmente bastante filosóficas, nos han llevadopor su propio dinamismo hasta la fe bíblica. Alcomienzo se ha planteado la cuestión de si, bajo lossignificados de la palabra amor, diferentes e inclusoopuestos, subyace alguna unidad profunda o, por elcontrario, han de permanecer separados, uno para-lelo al otro. Pero, sobre todo, ha surgido la cuestiónde si el mensaje sobre el amor que nos han transmi-tido la Biblia y la Tradición de la Iglesia tiene algoque ver con la común experiencia humana del amor,o más bien se opone a ella. A este propósito, noshemos encontrado con las dos palabras fundamen-tales: eros como término para el amor «mundano»y agapé como denominación del amor fundado enla fe y plasmado por ella. Con frecuencia, ambas secontraponen, una como amor «ascendente», y comoamor «descendente» la otra. Hay otras clasificacio-nes afines, como por ejemplo, la distinción entreamor posesivo y amor oblativo (amor concu-piscentiae – amor benevolentiae), al que a veces seañade también el amor que tiende al propio prove-cho.

A menudo, en el debate filosófico y teológico,estas distinciones se han radicalizado hasta el puntode contraponerse entre sí: lo típicamente cristianosería el amor descendente, oblativo, el agapé preci-samente; la cultura no cristiana, por el contrario,sobre todo la griega, se caracterizaría por el amorascendente, vehemente y posesivo, es decir, el eros.Si se llevara al extremo este antagonismo, la esen-cia del cristianismo quedaría desvinculada de lasrelaciones vitales fundamentales de la existenciahumana y constituiría un mundo del todo singular,

que tal vez podría considerarse admirable, peronetamente apartado del conjunto de la vida huma-na. En realidad, eros y agapé —amor ascendente yamor descendente— nunca llegan a separarse com-pletamente. Cuanto más encuentran ambos, aunqueen diversa medida, la justa unidad en la únicarealidad del amor, tanto mejor se realiza la verdade-ra esencia del amor en general. Si bien el erosinicialmente es sobre todo vehemente, ascendente—fascinación por la gran promesa de felicidad—,al aproximarse la persona al otro se planteará cadavez menos cuestiones sobre sí misma, para buscarcada vez más la felicidad del otro, se preocupará deél, se entregará y deseará «ser para» el otro. Así, elmomento del agapé se inserta en el eros inicial; deotro modo, se desvirtúa y pierde también su propianaturaleza. Por otro lado, el hombre tampoco puedevivir exclusivamente del amor oblativo, descen-dente. No puede dar únicamente y siempre, tam-bién debe recibir. Quien quiere dar amor, debe a suvez recibirlo como don. Es cierto —como nos diceel Señor— que el hombre puede convertirse enfuente de la que manan ríos de agua viva (cf. Jn 7,37-38). No obstante, para llegar a ser una fuente así,él mismo ha de beber siempre de nuevo de laprimera y originaria fuente que es Jesucristo, decuyo corazón traspasado brota el amor de Dios (cf.Jn 19, 34).

En la narración de la escalera de Jacob, losPadres han visto simbolizada de varias manerasesta relación inseparable entre ascenso y descenso,entre el eros que busca a Dios y el agapé quetransmite el don recibido. En este texto bíblico serelata cómo el patriarca Jacob, en sueños, vio unaescalera apoyada en la piedra que le servía decabezal, que llegaba hasta el cielo y por la cualsubían y bajaban los ángeles de Dios (cf. Gn 28, 12;Jn 1, 51). Impresiona particularmente la interpreta-ción que da el Papa Gregorio Magno de esta visiónen su Regla pastoral. El pastor bueno, dice, debeestar anclado en la contemplación. En efecto, sólode este modo le será posible captar las necesidadesde los demás en lo más profundo de su ser, parahacerlas suyas: «per pietatis viscera in seinfirmitatem caeterorum transferat».[4] En este con-texto, san Gregorio menciona a san Pablo, que fuearrebatado hasta el tercer cielo, hasta los más gran-des misterios de Dios y, precisamente por eso, aldescender, es capaz de hacerse todo para todos (cf.

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2 Co 12, 2-4; 1 Co 9, 22). También pone el ejemplode Moisés, que entra y sale del tabernáculo, endiálogo con Dios, para poder de este modo, partien-do de Él, estar a disposición de su pueblo. «Dentro[del tabernáculo] se extasía en la contemplación,fuera [del tabernáculo] se ve apremiado por losasuntos de los afligidos: intus in contemplationemrapitur, foris infirmantium negotiis urgetur».[5]

8. Hemos encontrado, pues, una primera res-puesta, todavía más bien genérica, a las dos pregun-tas formuladas antes: en el fondo, el «amor» es unaúnica realidad, si bien con diversas dimensiones;según los casos, una u otra puede destacar más. Perocuando las dos dimensiones se separan completa-mente una de otra, se produce una caricatura o, entodo caso, una forma mermada del amor. Tambiénhemos visto sintéticamente que la fe bíblica noconstruye un mundo paralelo o contrapuesto alfenómeno humano originario del amor, sino queasume a todo el hombre, interviniendo en su bús-queda de amor para purificarla, abriéndole al mis-mo tiempo nuevas dimensiones. Esta novedad de lafe bíblica se manifiesta sobre todo en dos puntosque merecen ser subrayados: la imagen de Dios y laimagen del hombre.

La novedad de la fe bíblica

9. Ante todo, está la nueva imagen de Dios. Enlas culturas que circundan el mundo de la Biblia, laimagen de Dios y de los dioses, al fin y al cabo,queda poco clara y es contradictoria en sí misma.En el camino de la fe bíblica, por el contrario,resulta cada vez más claro y unívoco lo que seresume en las palabras de la oración fundamental deIsrael, la Shema: «Escucha, Israel: El Señor, nues-tro Dios, es solamente uno» (Dt 6, 4). Existe un soloDios, que es el Creador del cielo y de la tierra y, portanto, también es el Dios de todos los hombres. Enesta puntualización hay dos elementos singulares:que realmente todos los otros dioses no son Dios yque toda la realidad en la que vivimos se remite aDios, es creación suya. Ciertamente, la idea de unacreación existe también en otros lugares, pero sóloaquí queda absolutamente claro que no se trata deun dios cualquiera, sino que es el único Dios verda-dero, Él mismo, es el autor de toda la realidad; éstaproviene del poder de su Palabra creadora. Lo cualsignifica que estima a esta criatura, precisamenteporque ha sido Él quien la ha querido, quien la ha

«hecho». Y así se pone de manifiesto el segundoelemento importante: este Dios ama al hombre. Lapotencia divina a la cual Aristóteles, en la cumbrede la filosofía griega, trató de llegar a través de lareflexión, es ciertamente objeto de deseo y amorpor parte de todo ser —como realidad amada, estadivinidad mueve el mundo[6]—, pero ella misma nonecesita nada y no ama, sólo es amada. El Diosúnico en el que cree Israel, sin embargo, amapersonalmente. Su amor, además, es un amor depredilección: entre todos los pueblos, Él escoge aIsrael y lo ama, aunque con el objeto de salvarprecisamente de este modo a toda la humanidad. Élama, y este amor suyo puede ser calificado sin dudacomo eros que, no obstante, es también totalmenteagapé.[7]

Los profetas Oseas y Ezequiel, sobre todo, handescrito esta pasión de Dios por su pueblo conimágenes eróticas audaces. La relación de Dios conIsrael es ilustrada con la metáfora del noviazgo ydel matrimonio; por consiguiente, la idolatría esadulterio y prostitución. Con eso se alude concreta-mente —como hemos visto— a los ritos de lafertilidad con su abuso del eros, pero al mismotiempo se describe la relación de fidelidad entreIsrael y su Dios. La historia de amor de Dios conIsrael consiste, en el fondo, en que Él le da la Torah,es decir, abre los ojos de Israel sobre la verdaderanaturaleza del hombre y le indica el camino delverdadero humanismo. Esta historia consiste enque el hombre, viviendo en fidelidad al único Dios,se experimenta a sí mismo como quien es amadopor Dios y descubre la alegría en la verdad y en lajusticia; la alegría en Dios que se convierte en sufelicidad esencial: «¿No te tengo a ti en el cielo?; ycontigo, ¿qué me importa la tierra?... Para mí lobueno es estar junto a Dios» (Sal 73 [72], 25. 28).

10. El eros de Dios para con el hombre, comohemos dicho, es a la vez agapé. No sólo porque seda del todo gratuitamente, sin ningún mérito ante-rior, sino también porque es amor que perdona.Oseas, de modo particular, nos muestra la dimen-sión del agapé en el amor de Dios por el hombre,que va mucho más allá de la gratuidad. Israel hacometido «adulterio», ha roto la Alianza; Diosdebería juzgarlo y repudiarlo. Pero precisamente enesto se revela que Dios es Dios y no hombre:«¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte,

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Israel?... Se me revuelve el corazón, se me conmue-ven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, novolveré a destruir a Efraím; que yo soy Dios y nohombre, santo en medio de ti» (Os 11, 8-9). El amorapasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, esa la vez un amor que perdona. Un amor tan grandeque pone a Dios contra sí mismo, su amor contra sujusticia. El cristiano ve perfilarse ya en esto, vela-damente, el misterio de la Cruz: Dios ama tanto alhombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acom-paña incluso en la muerte y, de este modo, reconci-lia la justicia y el amor.

El aspecto filosófico e histórico-religioso que seha de subrayar en esta visión de la Biblia es que, porun lado, nos encontramos ante una imagen estricta-mente metafísica de Dios: Dios es en absoluto lafuente originaria de cada ser; pero este principiocreativo de todas las cosas —el Logos, la razónprimordial— es al mismo tiempo un amante contoda la pasión de un verdadero amor. Así, el eros essumamente ennoblecido, pero también tan purifi-cado que se funde con el agapé. Por eso podemoscomprender que la recepción del Cantar de losCantares en el canon de la Sagrada Escritura se hayajustificado muy pronto, porque el sentido de suscantos de amor describen en el fondo la relación deDios con el hombre y del hombre con Dios. De estemodo, tanto en la literatura cristiana como en lajudía, el Cantar de los Cantares se ha convertido enuna fuente de conocimiento y de experiencia místi-ca, en la cual se expresa la esencia de la fe bíblica:se da ciertamente una unificación del hombre conDios —sueño originario del hombre—, pero estaunificación no es un fundirse juntos, un hundirse enel océano anónimo del Divino; es una unidad quecrea amor, en la que ambos —Dios y el hombre—siguen siendo ellos mismos y, sin embargo, seconvierten en una sola cosa: «El que se une al Señor,es un espíritu con él», dice san Pablo (1 Co 6, 17).

11. La primera novedad de la fe bíblica, comohemos visto, consiste en la imagen de Dios; lasegunda, relacionada esencialmente con ella, laencontramos en la imagen del hombre. La narra-ción bíblica de la creación habla de la soledad delprimer hombre, Adán, al cual Dios quiere darle unaayuda. Ninguna de las otras criaturas puede ser esaayuda que el hombre necesita, por más que él hayadado nombre a todas las bestias salvajes y a todoslos pájaros, incorporándolos así a su entorno vital.

Entonces Dios, de una costilla del hombre, forma ala mujer. Ahora Adán encuentra la ayuda que pre-cisa: «¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carnede mi carne!» (Gn 2, 23). En el trasfondo de estanarración se pueden considerar concepciones comola que aparece también, por ejemplo, en el mitorelatado por Platón, según el cual el hombre eraoriginariamente esférico, porque era completo en símismo y autosuficiente. Pero, en castigo por susoberbia, fue dividido en dos por Zeus, de maneraque ahora anhela siempre su otra mitad y está encamino hacia ella para recobrar su integridad.[8] Enla narración bíblica no se habla de castigo; pero síaparece la idea de que el hombre es de algún modoincompleto, constitutivamente en camino para en-contrar en el otro la parte complementaria para suintegridad, es decir, la idea de que sólo en lacomunión con el otro sexo puede considerarse«completo». Así, pues, el pasaje bíblico concluyecon una profecía sobre Adán: «Por eso abandonaráel hombre a su padre y a su madre, se unirá a sumujer y serán los dos una sola carne» (Gn 2, 24).

En esta profecía hay dos aspectos importantes:el eros está como enraizado en la naturaleza mismadel hombre; Adán se pone a buscar y «abandona asu padre y a su madre» para unirse a su mujer; sóloambos conjuntamente representan a la humanidadcompleta, se convierten en «una sola carne». Nomenor importancia reviste el segundo aspecto: enuna perspectiva fundada en la creación, el erosorienta al hombre hacia el matrimonio, un vínculomarcado por su carácter único y definitivo; así, ysólo así, se realiza su destino íntimo. A la imagendel Dios monoteísta corresponde el matrimoniomonógamo. El matrimonio basado en un amorexclusivo y definitivo se convierte en el icono de larelación de Dios con su pueblo y, viceversa, elmodo de amar de Dios se convierte en la medida delamor humano. Esta estrecha relación entre eros ymatrimonio que presenta la Biblia no tiene prácti-camente paralelo alguno en la literatura fuera deella.

Jesucristo, el amor de Dios encarnado

12. Aunque hasta ahora hemos hablado princi-palmente del Antiguo Testamento, ya se ha dejadoentrever la íntima compenetración de los dos Tes-tamentos como única Escritura de la fe cristiana. Laverdadera originalidad del Nuevo Testamento no

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consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma deCristo, que da carne y sangre a los conceptos: unrealismo inaudito. Tampoco en el Antiguo Testa-mento la novedad bíblica consiste simplemente ennociones abstractas, sino en la actuación imprevisi-ble y, en cierto sentido inaudita, de Dios. Este actuarde Dios adquiere ahora su forma dramática, puestoque, en Jesucristo, el propio Dios va tras la «ovejaperdida», la humanidad doliente y extraviada. Cuan-do Jesús habla en sus parábolas del pastor que vatras la oveja descarriada, de la mujer que busca eldracma, del padre que sale al encuentro del hijopródigo y lo abraza, no se trata sólo de meraspalabras, sino que es la explicación de su propio sery actuar. En su muerte en la cruz se realiza eseponerse Dios contra sí mismo, al entregarse paradar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amoren su forma más radical. Poner la mirada en elcostado traspasado de Cristo, del que habla Juan(cf. 19, 37), ayuda a comprender lo que ha sido elpunto de partida de esta Carta encíclica: «Dios esamor» (1 Jn 4, 8). Es allí, en la cruz, donde puedecontemplarse esta verdad. Y a partir de allí sedebe definir ahora qué es el amor. Y, desde esamirada, el cristiano encuentra la orientación desu vivir y de su amar.

13. Jesús ha perpetuado este acto de entregamediante la institución de la Eucaristía durante laÚltima Cena. Ya en aquella hora, Él anticipa sumuerte y resurrección, dándose a sí mismo a susdiscípulos en el pan y en el vino, su cuerpo y susangre como nuevo maná (cf. Jn 6, 31-33). Si elmundo antiguo había soñado que, en el fondo, elverdadero alimento del hombre —aquello por loque el hombre vive— era el Logos, la sabiduríaeterna, ahora este Logos se ha hecho para nosotrosverdadera comida, como amor. La Eucaristía nosadentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimossolamente de modo pasivo el Logos encarnado,sino que nos implicamos en la dinámica de suentrega. La imagen de las nupcias entre Dios eIsrael se hace realidad de un modo antes inconcebi-ble: lo que antes era estar frente a Dios, se transfor-ma ahora en unión por la participación en la entregade Jesús, en su cuerpo y su sangre. La «mística» delSacramento, que se basa en el abajamiento de Dioshacia nosotros, tiene otra dimensión de gran alcan-ce y que lleva mucho más alto de lo que cualquierelevación mística del hombre podría alcanzar.

14. Pero ahora se ha de prestar atención a otroaspecto: la «mística» del Sacramento tiene un ca-rácter social, porque en la comunión sacramentalyo quedo unido al Señor como todos los demás quecomulgan: «El pan es uno, y así nosotros, aunquesomos muchos, formamos un solo cuerpo, porquecomemos todos del mismo pan», dice san Pablo (1Co 10, 17). La unión con Cristo es al mismo tiempounión con todos los demás a los que él se entrega.No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamentepuedo pertenecerle en unión con todos los que sonsuyos o lo serán. La comunión me hace salir de mímismo para ir hacia Él, y por tanto, también haciala unidad con todos los cristianos. Nos hacemos «uncuerpo», aunados en una única existencia. Ahora, elamor a Dios y al prójimo están realmente unidos: elDios encarnado nos atrae a todos hacia sí. Seentiende, pues, que el agapé se haya convertidotambién en un nombre de la Eucaristía: en ella elagapé de Dios nos llega corporalmente para seguiractuando en nosotros y por nosotros. Sólo a partir deeste fundamento cristológico-sacramental se puedeentender correctamente la enseñanza de Jesús so-bre el amor. El paso desde la Ley y los Profetas aldoble mandamiento del amor de Dios y del prójimo,el hacer derivar de este precepto toda la existenciade fe, no es simplemente moral, que podría darseautónomamente, paralelamente a la fe en Cristo y asu actualización en el Sacramento: fe, culto y ethosse compenetran recíprocamente como una solarealidad, que se configura en el encuentro con elagapé de Dios. Así, la contraposición usual entreculto y ética simplemente desaparece. En el «culto»mismo, en la comunión eucarística, está incluido ala vez el ser amados y el amar a los otros. UnaEucaristía que no comporte un ejercicio prácticodel amor es fragmentaria en sí misma. Viceversa —como hemos de considerar más detalladamenteaún—, el «mandamiento» del amor es posible sóloporque no es una mera exigencia: el amor puede ser«mandado» porque antes es dado.

15. Las grandes parábolas de Jesús han de enten-derse también a partir de este principio. El ricoepulón (cf. Lc 16, 19-31) suplica desde el lugar delos condenados que se advierta a sus hermanos de loque sucede a quien ha ignorado frívolamente alpobre necesitado. Jesús, por decirlo así, acoge estegrito de ayuda y se hace eco de él para ponernos enguardia, para hacernos volver al recto camino. La

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parábola del buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37) noslleva sobre todo a dos aclaraciones importantes.Mientras el concepto de «prójimo» hasta entoncesse refería esencialmente a los conciudadanos y a losextranjeros que se establecían en la tierra de Israel,y por tanto a la comunidad compacta de un país o deun pueblo, ahora este límite desaparece. Mi próji-mo es cualquiera que tenga necesidad de mí y queyo pueda ayudar. Se universaliza el concepto deprójimo, pero permaneciendo concreto. Aunque seextienda a todos los hombres, el amor al prójimo nose reduce a una actitud genérica y abstracta, pocoexigente en sí misma, sino que requiere mi compro-miso práctico aquí y ahora. La Iglesia tiene siempreel deber de interpretar cada vez esta relación entrelejanía y proximidad, con vistas a la vida práctica desus miembros. En fin, se ha de recordar de modoparticular la gran parábola del Juicio final (cf. Mt25, 31-46), en el cual el amor se convierte en elcriterio para la decisión definitiva sobre la valora-ción positiva o negativa de una vida humana. Jesússe identifica con los pobres: los hambrientos ysedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos oencarcelados. «Cada vez que lo hicisteis con uno deestos mis humildes hermanos, conmigo lo hicis-teis» (Mt 25, 40). Amor a Dios y amor al prójimo sefunden entre sí: en el más humilde encontramos aJesús mismo y en Jesús encontramos a Dios.

Amor a Dios y amor al prójimo

16. Después de haber reflexionado sobre la esen-cia del amor y su significado en la fe bíblica, quedaaún una doble cuestión sobre cómo podemos vivirlo:¿Es realmente posible amar a Dios aunque no se levea? Y, por otro lado: ¿Se puede mandar el amor?En estas preguntas se manifiestan dos objecionescontra el doble mandamiento del amor. Nadie havisto a Dios jamás, ¿cómo podremos amarlo? Yademás, el amor no se puede mandar; a fin decuentas es un sentimiento que puede tenerse o no,pero que no puede ser creado por la voluntad. LaEscritura parece respaldar la primera objeción cuan-do afirma: «Si alguno dice: ‘‘amo a Dios'', y aborre-ce a su hermano, es un mentiroso; pues quien noama a su hermano, a quien ve, no puede amar aDios, a quien no ve» (1 Jn 4, 20). Pero este texto enmodo alguno excluye el amor a Dios, como si fueraun imposible; por el contrario, en todo el contextode la Primera carta de Juan apenas citada, el amora Dios es exigido explícitamente. Lo que se subraya

es la inseparable relación entre amor a Dios y amoral prójimo. Ambos están tan estrechamente entrela-zados, que la afirmación de amar a Dios es enrealidad una mentira si el hombre se cierra alprójimo o incluso lo odia. El versículo de Juan se hade interpretar más bien en el sentido de que el amordel prójimo es un camino para encontrar también aDios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nosconvierte también en ciegos ante Dios.

17. En efecto, nadie ha visto a Dios tal como esen sí mismo. Y, sin embargo, Dios no es del todoinvisible para nosotros, no ha quedado fuera denuestro alcance. Dios nos ha amado primero, dice lacitada Carta de Juan (cf. 4, 10), y este amor de Diosha aparecido entre nosotros, se ha hecho visible,pues «Dios envió al mundo a su Hijo único para quevivamos por medio de él» (1 Jn 4, 9). Dios se hahecho visible: en Jesús podemos ver al Padre (cf. Jn14, 9). De hecho, Dios es visible de muchas mane-ras. En la historia de amor que nos narra la Biblia,Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos,llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazóntraspasado en la cruz, hasta las apariciones delResucitado y las grandes obras mediante las que Él,por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminarde la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estadoausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempreviene a nuestro encuentro a través de los hombresen los que Él se refleja; mediante su Palabra, en losSacramentos, especialmente la Eucaristía. En laliturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidadviva de los creyentes, experimentamos el amor deDios, percibimos su presencia y, de este modo,aprendemos también a reconocerla en nuestra vidacotidiana. Él nos ha amado primero y sigue amán-donos primero; por eso, nosotros podemos corres-ponder también con el amor. Dios no nos impone unsentimiento que no podamos suscitar en nosotrosmismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentarsu amor, y de este «antes» de Dios puede nacertambién en nosotros el amor como respuesta.

En el desarrollo de este encuentro se muestratambién claramente que el amor no es solamente unsentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pue-den ser una maravillosa chispa inicial, pero no sonla totalidad del amor. Al principio hemos habladodel proceso de purificación y maduración medianteel cual el eros llega a ser totalmente él mismo y seconvierte en amor en el pleno sentido de la palabra.

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Es propio de la madurez del amor que abarque todaslas potencialidades del hombre e incluya, por asídecir, al hombre en su integridad. El encuentro conlas manifestaciones visibles del amor de Dios pue-de suscitar en nosotros el sentimiento de alegría,que nace de la experiencia de ser amados. Perodicho encuentro implica también nuestra voluntady nuestro entendimiento. El reconocimiento delDios viviente es una vía hacia el amor, y el sí denuestra voluntad a la suya abarca entendimiento,voluntad y sentimiento en el acto único del amor.No obstante, éste es un proceso que siempre está encamino: el amor nunca se da por «concluido» ycompletado; se transforma en el curso de la vida,madura y, precisamente por ello, permanece fiel así mismo. Idem velle, idem nolle,[9] querer lo mismoy rechazar lo mismo, es lo que los antiguos hanreconocido como el auténtico contenido del amor:hacerse uno semejante al otro, que lleva a un pensary desear común. La historia de amor entre Dios y elhombre consiste precisamente en que esta comu-nión de voluntad crece en la comunión del pensa-miento y del sentimiento, de modo que nuestroquerer y la voluntad de Dios coinciden cada vezmás: la voluntad de Dios ya no es para mí algoextraño que los mandamientos me imponen desdefuera, sino que es mi propia voluntad, habiendoexperimentado que Dios está más dentro de mí quelo más íntimo mío.[10] Crece entonces el abandonoen Dios y Dios es nuestra alegría (cf. Sal 73 [72],23-28).

18. De este modo se ve que es posible el amor alprójimo en el sentido enunciado por la Biblia, porJesús. Consiste justamente en que, en Dios y conDios, amo también a la persona que no me agradao ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse acabo a partir del encuentro íntimo con Dios, unencuentro que se ha convertido en comunión devoluntad, llegando a implicar el sentimiento. En-tonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólocon mis ojos y sentimientos, sino desde la perspec-tiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más alláde la apariencia exterior del otro descubro su anhelointerior de un gesto de amor, de atención, que no lehago llegar solamente a través de las organizacio-nes encargadas de ello, y aceptándolo tal vez porexigencias políticas. Al verlo con los ojos de Cristo,puedo dar al otro mucho más que cosas externasnecesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que

él necesita. En esto se manifiesta la imprescindibleinteracción entre amor a Dios y amor al prójimo, dela que habla con tanta insistencia la Primera carta deJuan. Si en mi vida falta completamente el contactocon Dios, podré ver siempre en el prójimo solamen-te al otro, sin conseguir reconocer en él la imagendivina. Por el contrario, si en mi vida omito del todola atención al otro, queriendo ser sólo «piadoso» ycumplir con mis «deberes religiosos», se marchitatambién la relación con Dios. Será únicamente unarelación «correcta», pero sin amor. Sólo mi dispo-nibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarleamor, me hace sensible también ante Dios. Sólo elservicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hacepor mí y a lo mucho que me ama. Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa deCalcuta— han adquirido su capacidad de amar alprójimo de manera siempre renovada gracias a suencuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, esteencuentro ha adquirido realismo y profundidad pre-cisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios yamor al prójimo son inseparables, son un únicomandamiento. Pero ambos viven del amor que vienede Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no setrata ya de un «mandamiento» externo que nosimpone lo imposible, sino de una experiencia deamor nacida desde dentro, un amor que por su propianaturaleza ha de ser ulteriormente comunicado aotros. El amor crece a través del amor. El amor es«divino» porque proviene de Dios y a Dios nos uney, mediante este proceso unificador, nos transformaen un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nosconvierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea«todo para todos» (cf. 1 Co 15, 28).

SEGUNDA PARTE

CARITAS

EL EJERCICIO DEL AMOR

POR PARTE DE LA IGLESIA

COMO «COMUNIDAD DE AMOR»

La caridad de la Iglesia como manifestación

del amor trinitario

19. «Ves la Trinidad si ves el amor», escribió sanAgustín.[11] En las reflexiones precedentes hemospodido fijar nuestra mirada sobre el Traspasado (cf.Jn 19, 37; Za 12, 10), reconociendo el designio delPadre que, movido por el amor (cf. Jn 3, 16), ha

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enviado el Hijo unigénito al mundo para redimir alhombre. Al morir en la cruz —como narra elevangelista—, Jesús «entregó el espíritu» (cf. Jn19, 30), preludio del don del Espíritu Santo queotorgaría después de su resurrección (cf. Jn 20, 22).Se cumpliría así la promesa de los «torrentes deagua viva» que, por la efusión del Espíritu, mana-rían de las entrañas de los creyentes (cf. Jn 7, 38-39). En efecto, el Espíritu es esa potencia interiorque armoniza su corazón con el corazón de Cristoy los mueve a amar a los hermanos como Él los haamado, cuando se ha puesto a lavar los pies de susdiscípulos (cf. Jn 13, 1-13) y, sobre todo, cuando haentregado su vida por todos (cf. Jn 13, 1; 15, 13).

El Espíritu es también la fuerza que transformael corazón de la Comunidad eclesial para que sea enel mundo testigo del amor del Padre, que quierehacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia.Toda la actividad de la Iglesia es una expresión deun amor que busca el bien integral del ser humano:busca su evangelización mediante la Palabra y losSacramentos, empresa tantas veces heroica en surealización histórica; y busca su promoción en losdiversos ámbitos de la actividad humana. Por tanto,el amor es el servicio que presta la Iglesia paraatender constantemente los sufrimientos y las nece-sidades, incluso materiales, de los hombres. Es esteaspecto, este servicio de la caridad, al que deseoreferirme en esta parte de la Encíclica.

La caridad como tarea de la Iglesia

20. El amor al prójimo enraizado en el amor aDios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo estambién para toda la comunidad eclesial, y esto entodas sus dimensiones: desde la comunidad local ala Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia uni-versal en su totalidad. También la Iglesia en cuantocomunidad ha de poner en práctica el amor. Enconsecuencia, el amor necesita también una organi-zación, como presupuesto para un servicio comuni-tario ordenado. La Iglesia ha sido consciente de queesta tarea ha tenido una importancia constitutivapara ella desde sus comienzos: «Los creyentesvivían todos unidos y lo tenían todo en común;vendían sus posesiones y bienes y lo repartían entretodos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2, 44-45). Lucas nos relata esto relacionándolo con unaespecie de definición de la Iglesia, entre cuyoselementos constitutivos enumera la adhesión a la

«enseñanza de los Apóstoles», a la «comunión»(koinonia), a la «fracción del pan» y a la «oración»(cf. Hch 2, 42). La «comunión» (koinonia), men-cionada inicialmente sin especificar, se concretadespués en los versículos antes citados: consisteprecisamente en que los creyentes tienen todo encomún y en que, entre ellos, ya no hay diferenciaentre ricos y pobres (cf. también Hch 4, 32-37). Adecir verdad, a medida que la Iglesia se extendía,resultaba imposible mantener esta forma radical decomunión material. Pero el núcleo central ha per-manecido: en la comunidad de los creyentes nodebe haber una forma de pobreza en la que se nieguea alguien los bienes necesarios para una vida deco-rosa.

21. Un paso decisivo en la difícil búsqueda desoluciones para realizar este principio eclesial fun-damental se puede ver en la elección de los sietevarones, que fue el principio del ministerio diaconal(cf. Hch 6, 5-6). En efecto, en la Iglesia de losprimeros momentos, se había producido una dispa-ridad en el suministro cotidiano a las viudas entre laparte de lengua hebrea y la de lengua griega. LosApóstoles, a los que estaba encomendado sobretodo «la oración» (Eucaristía y Liturgia) y el «ser-vicio de la Palabra», se sintieron excesivamentecargados con el «servicio de la mesa»; decidieron,pues, reservar para sí su oficio principal y crear parael otro, también necesario en la Iglesia, un grupo desiete personas. Pero este grupo tampoco debía limi-tarse a un servicio meramente técnico de distribu-ción: debían ser hombres «llenos de Espíritu y desabiduría» (cf. Hch 6, 1-6). Lo cual significa que elservicio social que desempeñaban era absoluta-mente concreto, pero sin duda también espiritual almismo tiempo; por tanto, era un verdadero oficioespiritual el suyo, que realizaba un cometido esen-cial de la Iglesia, precisamente el del amor bienordenado al prójimo. Con la formación de estegrupo de los Siete, la «diaconía» —el servicio delamor al prójimo ejercido comunitariamente y demodo orgánico— quedaba ya instaurada en la es-tructura fundamental de la Iglesia misma.

22. Con el paso de los años y la difusión progre-siva de la Iglesia, el ejercicio de la caridad seconfirmó como uno de sus ámbitos esenciales,junto con la administración de los Sacramentos y elanuncio de la Palabra: practicar el amor hacia las

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viudas y los huérfanos, los presos, los enfermos ylos necesitados de todo tipo, pertenece a su esenciatanto como el servicio de los Sacramentos y elanuncio del Evangelio. La Iglesia no puede descui-dar el servicio de la caridad, como no puede omitirlos Sacramentos y la Palabra. Para demostrarlo,basten algunas referencias. El mártir Justino († ca.155), en el contexto de la celebración dominical delos cristianos, describe también su actividad carita-tiva, unida con la Eucaristía misma. Los que po-seen, según sus posibilidades y cada uno cuantoquiere, entregan sus ofrendas al Obispo; éste, con lorecibido, sustenta a los huérfanos, a las viudas y alos que se encuentran en necesidad por enfermedadu otros motivos, así como también a los presos yforasteros.[12] El gran escritor cristiano Tertuliano(† después de 220), cuenta cómo la solicitud de loscristianos por los necesitados de cualquier tiposuscitaba el asombro de los paganos.[13] Y cuandoIgnacio de Antioquía († ca. 117) llamaba a la Iglesiade Roma como la que «preside en la caridad(agapé)»,[14] se puede pensar que con esta defini-ción quería expresar de algún modo también laactividad caritativa concreta.

23. En este contexto, puede ser útil una referen-cia a las primitivas estructuras jurídicas del serviciode la caridad en la Iglesia. Hacia la mitad del sigloIV, se va formando en Egipto la llamada «diaconía»;es la estructura que en cada monasterio tenía laresponsabilidad sobre el conjunto de las activida-des asistenciales, el servicio de la caridad precisa-mente. A partir de esto, se desarrolla en Egiptohasta el siglo VI una corporación con plena capaci-dad jurídica, a la que las autoridades civiles confíanincluso una cantidad de grano para su distribuciónpública. No sólo cada monasterio, sino tambiéncada diócesis llegó a tener su diaconía, una institu-ción que se desarrolla sucesivamente, tanto enOriente como en Occidente. El Papa GregorioMagno († 604) habla de la diaconía de Nápoles; porlo que se refiere a Roma, las diaconías están do-cumentadas a partir del siglo VII y VIII; pero,naturalmente, ya antes, desde los comienzos, laactividad asistencial a los pobres y necesitados,según los principios de la vida cristiana expuestosen los Hechos de los Apóstoles, era parte esencialen la Iglesia de Roma. Esta función se manifiestavigorosamente en la figura del diácono Lorenzo (†258). La descripción dramática de su martirio fue

conocida ya por san Ambrosio († 397) y, en loesencial, nos muestra seguramente la auténticafigura de este Santo. A él, como responsable de laasistencia a los pobres de Roma, tras ser apresadossus compañeros y el Papa, se le concedió un ciertotiempo para recoger los tesoros de la Iglesia yentregarlos a las autoridades. Lorenzo distribuyó eldinero disponible a los pobres y luego presentó aéstos a las autoridades como el verdadero tesoro dela Iglesia.[15] Cualquiera que sea la fiabilidad histó-rica de tales detalles, Lorenzo ha quedado en lamemoria de la Iglesia como un gran exponente dela caridad eclesial.

24. Una alusión a la figura del emperador Julianoel Apóstata († 363) puede ilustrar una vez más loesencial que era para la Iglesia de los primerossiglos la caridad ejercida y organizada. A los seisaños, Juliano asistió al asesinato de su padre, de suhermano y de otros parientes a manos de los guar-dias del palacio imperial; él imputó esta brutalidad—con razón o sin ella— al emperador Constancio,que se tenía por un gran cristiano. Por eso, para él lafe cristiana quedó desacreditada definitivamente.Una vez emperador, decidió restaurar el paganis-mo, la antigua religión romana, pero también refor-marlo, de manera que fuera realmente la fuerzaimpulsora del imperio. En esta perspectiva, se ins-piró ampliamente en el cristianismo. Establecióuna jerarquía de metropolitas y sacerdotes. Lossacerdotes debían promover el amor a Dios y alprójimo. Escribía en una de sus cartas [16] que elúnico aspecto que le impresionaba del cristianismoera la actividad caritativa de la Iglesia. Así pues, unpunto determinante para su nuevo paganismo fuedotar a la nueva religión de un sistema paralelo al dela caridad de la Iglesia. Los «Galileos» —así losllamaba— habían logrado con ello su popularidad.Se les debía emular y superar. De este modo, elemperador confirmaba, pues, cómo la caridad erauna característica determinante de la comunidadcristiana, de la Iglesia.

25. Llegados a este punto, tomamos de nuestrasreflexiones dos datos esenciales:

a) La naturaleza íntima de la Iglesia se expresaen una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios(kerygma-martyria), celebración de los Sacramen-tos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia).Son tareas que se implican mutuamente y no pue-

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den separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridadno es una especie de actividad de asistencia socialque también se podría dejar a otros, sino que perte-nece a su naturaleza y es manifestación irrenuncia-ble de su propia esencia.[17]

b) La Iglesia es la familia de Dios en el mundo.En esta familia no debe haber nadie que sufra porfalta de lo necesario. Pero, al mismo tiempo, lacaritas-agapé supera los confines de la Iglesia; laparábola del buen Samaritano sigue siendo el crite-rio de comportamiento y muestra la universalidaddel amor que se dirige hacia el necesitado encontra-do «casualmente» (cf. Lc 10, 31), quienquiera quesea. No obstante, quedando a salvo la universalidaddel amor, también se da la exigencia específicamenteeclesial de que, precisamente en la Iglesia mismacomo familia, ninguno de sus miembros sufra porencontrarse en necesidad. En este sentido, siguenteniendo valor las palabras de la Carta a los Gálatas:«Mientras tengamos oportunidad, hagamos el biena todos, pero especialmente a nuestros hermanos enla fe» (6, 10).

Justicia y caridad

26. Desde el siglo XIX se ha planteado unaobjeción contra la actividad caritativa de la Iglesia,desarrollada después con insistencia sobre todo porel pensamiento marxista. Los pobres, se dice, nonecesitan obras de caridad, sino de justicia. Lasobras de caridad —la limosna— serían en realidadun modo para que los ricos eludan la instauración dela justicia y acallen su conciencia, conservando supropia posición social y despojando a los pobres desus derechos. En vez de contribuir con obras aisla-das de caridad a mantener las condiciones existen-tes, haría falta crear un orden justo, en el que todosreciban su parte de los bienes del mundo y, por lotanto, no necesiten ya las obras de caridad. Se debereconocer que en esta argumentación hay algo deverdad, pero también bastantes errores. Es ciertoque una norma fundamental del Estado debe serperseguir la justicia y que el objetivo de un ordensocial justo es garantizar a cada uno, respetando elprincipio de subsidiaridad, su parte de los bienescomunes. Eso es lo que ha subrayado también ladoctrina cristiana sobre el Estado y la doctrinasocial de la Iglesia. La cuestión del orden justo de lacolectividad, desde un punto de vista histórico, haentrado en una nueva fase con la formación de la

sociedad industrial en el siglo XIX. El surgir de laindustria moderna ha desbaratado las viejas estruc-turas sociales y, con la masa de los asalariados, haprovocado un cambio radical en la configuración dela sociedad, en la cual la relación entre el capital yel trabajo se ha convertido en la cuestión decisiva,una cuestión que, en estos términos, era desconoci-da hasta entonces. Desde ese momento, los mediosde producción y el capital eran el nuevo poder que,estando en manos de pocos, comportaba para lasmasas obreras una privación de derechos contra lacual había que rebelarse.

27. Se debe admitir que los representantes de laIglesia percibieron sólo lentamente que el proble-ma de la estructura justa de la sociedad se planteabade un modo nuevo. No faltaron pioneros: uno deellos, por ejemplo, fue el Obispo Ketteler de Ma-guncia († 1877). Para hacer frente a las necesidadesconcretas surgieron también círculos, asociacio-nes, uniones, federaciones y, sobre todo, nuevasCongregaciones religiosas, que en el siglo XIX sededicaron a combatir la pobreza, las enfermedadesy las situaciones de carencia en el campo educativo.En 1891, se interesó también el magisterio pontifi-cio con la Encíclica Rerum novarum de León XIII.Siguió con la Encíclica de Pío XI Quadragesimoanno, en 1931. En 1961, el beato Papa Juan XXIIIpublicó la Encíclica Mater et Magistra, mientrasque Pablo VI, en la Encíclica Populorum progressio(1967) y en la Carta apostólica Octogesimaadveniens (1971), afrontó con insistencia la proble-mática social que, entre tanto, se había agudizadosobre todo en Latinoamérica. Mi gran predecesorJuan Pablo II nos ha dejado una trilogía de Encíclicassociales: Laborem exercens (1981), Sollicitudo reisocialis (1987) y Centesimus annus (1991). Asípues, cotejando situaciones y problemas nuevoscada vez, se ha ido desarrollando una doctrinasocial católica, que en 2004 ha sido presentada demodo orgánico en el Compendio de la doctrinasocial de la Iglesia, redactado por el Consejo Pon-tificio Iustitia et Pax. El marxismo había presentadola revolución mundial y su preparación como lapanacea para los problemas sociales: mediante larevolución y la consiguiente colectivización de losmedios de producción —se afirmaba en dicha doc-trina— todo iría repentinamente de modo diferentey mejor. Este sueño se ha desvanecido. En la difícilsituación en la que nos encontramos hoy, a causa

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también de la globalización de la economía, ladoctrina social de la Iglesia se ha convertido en unaindicación fundamental, que propone orientacio-nes válidas mucho más allá de sus confines: estasorientaciones —ante el avance del progreso— sehan de afrontar en diálogo con todos los que sepreocupan seriamente por el hombre y su mundo.

28. Para definir con más precisión la relaciónentre el compromiso necesario por la justicia y elservicio de la caridad, hay que tener en cuenta dossituaciones de hecho:

a) El orden justo de la sociedad y del Estado esuna tarea principal de la política. Un Estado que nose rigiera según la justicia se reduciría a una granbanda de ladrones, dijo una vez Agustín: «Remotaitaque iustitia quid sunt regna nisi magnalatrocinia?».[18] Es propio de la estructura funda-mental del cristianismo la distinción entre lo que esdel César y lo que es de Dios (cf. Mt 22, 21), esto es,entre Estado e Iglesia o, como dice el ConcilioVaticano II, el reconocimiento de la autonomía delas realidades temporales.[19] El Estado no puedeimponer la religión, pero tiene que garantizar sulibertad y la paz entre los seguidores de las diversasreligiones; la Iglesia, como expresión social de la fecristiana, por su parte, tiene su independencia y vivesu forma comunitaria basada en la fe, que el Estadodebe respetar. Son dos esferas distintas, pero siem-pre en relación recíproca.

La justicia es el objeto y, por tanto, también lamedida intrínseca de toda política. La política esmás que una simple técnica para determinar losordenamientos públicos: su origen y su meta estánprecisamente en la justicia, y ésta es de naturalezaética. Así, pues, el Estado se encuentra inevitable-mente de hecho ante la cuestión de cómo realizar lajusticia aquí y ahora. Pero esta pregunta presuponeotra más radical: ¿qué es la justicia? Éste es unproblema que concierne a la razón práctica; peropara llevar a cabo rectamente su función, la razónha de purificarse constantemente, porque su cegue-ra ética, que deriva de la preponderancia del interésy del poder que la deslumbran, es un peligro quenunca se puede descartar totalmente.

En este punto, política y fe se encuentran. Sinduda, la naturaleza específica de la fe es la relacióncon el Dios vivo, un encuentro que nos abre nuevoshorizontes mucho más allá del ámbito propio de la

razón. Pero, al mismo tiempo, es una fuerzapurificadora para la razón misma. Al partir de laperspectiva de Dios, la libera de su ceguera y laayuda así a ser mejor ella misma. La fe permite a larazón desempeñar del mejor modo su cometido yver más claramente lo que le es propio. En estepunto se sitúa la doctrina social católica: no preten-de otorgar a la Iglesia un poder sobre el Estado.Tampoco quiere imponer a los que no comparten lafe sus propias perspectivas y modos de comporta-miento. Desea simplemente contribuir a la purifica-ción de la razón y aportar su propia ayuda para quelo que es justo, aquí y ahora, pueda ser reconocidoy después puesto también en práctica.

La doctrina social de la Iglesia argumenta desdela razón y el derecho natural, es decir, a partir de loque es conforme a la naturaleza de todo ser humano.Y sabe que no es tarea de la Iglesia el que ella mismahaga valer políticamente esta doctrina: quiere ser-vir a la formación de las conciencias en la políticay contribuir a que crezca la percepción de lasverdaderas exigencias de la justicia y, al mismotiempo, la disponibilidad para actuar conforme aella, aun cuando esto estuviera en contraste consituaciones de intereses personales. Esto significaque la construcción de un orden social y estataljusto, mediante el cual se da a cada uno lo que lecorresponde, es una tarea fundamental que debeafrontar de nuevo cada generación. Tratándose deun quehacer político, esto no puede ser un cometidoinmediato de la Iglesia. Pero, como al mismo tiem-po es una tarea humana primaria, la Iglesia tiene eldeber de ofrecer, mediante la purificación de larazón y la formación ética, su contribución especí-fica, para que las exigencias de la justicia seancomprensibles y políticamente realizables.

La Iglesia no puede ni debe emprender porcuenta propia la empresa política de realizar lasociedad más justa posible. No puede ni debe sus-tituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe que-darse al margen en la lucha por la justicia. Debeinsertarse en ella a través de la argumentaciónracional y debe despertar las fuerzas espirituales,sin las cuales la justicia, que siempre exige tambiénrenuncias, no puede afirmarse ni prosperar. Lasociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sinode la política. No obstante, le interesa sobremaneratrabajar por la justicia esforzándose por abrir lainteligencia y la voluntad a las exigencias del bien.

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b) El amor —caritas— siempre será necesario,incluso en la sociedad más justa. No hay ordenestatal, por justo que sea, que haga superfluo elservicio del amor. Quien intenta desentenderse delamor se dispone a desentenderse del hombre encuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento quenecesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad.Siempre se darán también situaciones de necesidadmaterial en las que es indispensable una ayuda quemuestre un amor concreto al prójimo.[20] El Estadoque quiere proveer a todo, que absorbe todo en símismo, se convierte en definitiva en una instanciaburocrática que no puede asegurar lo más esencialque el hombre afligido —cualquier ser humano—necesita: una entrañable atención personal. Lo quehace falta no es un Estado que regule y domine todo,sino que generosamente reconozca y apoye, deacuerdo con el principio de subsidiaridad, las ini-ciativas que surgen de las diversas fuerzas socialesy que unen la espontaneidad con la cercanía a loshombres necesitados de auxilio. La Iglesia es unade estas fuerzas vivas: en ella late el dinamismo delamor suscitado por el Espíritu de Cristo. Este amorno brinda a los hombres sólo ayuda material, sinotambién sosiego y cuidado del alma, un ayuda confrecuencia más necesaria que el sustento material.La afirmación según la cual las estructuras justasharían superfluas las obras de caridad, esconde unaconcepción materialista del hombre: el prejuicio deque el hombre vive «sólo de pan» (Mt 4, 4; cf. Dt 8,3), una concepción que humilla al hombre e ignoraprecisamente lo que es más específicamente huma-no.

29. De este modo podemos ahora determinar conmayor precisión la relación que existe en la vida dela Iglesia entre el empeño por el orden justo delEstado y la sociedad, por un lado y, por otro, laactividad caritativa organizada. Ya se ha dicho queel establecimiento de estructuras justas no es uncometido inmediato de la Iglesia, sino que pertene-ce a la esfera de la política, es decir, de la razón auto-responsable. En esto, la tarea de la Iglesia es mediata,ya que le corresponde contribuir a la purificación dela razón y reavivar las fuerzas morales, sin lo cualno se instauran estructuras justas, ni éstas puedenser operativas a largo plazo.

El deber inmediato de actuar en favor de unorden justo en la sociedad es más bien propio de los

fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, estánllamados a participar en primera persona en la vidapública. Por tanto, no pueden eximirse de la «mul-tiforme y variada acción económica, social, legisla-tiva, administrativa y cultural, destinada a promo-ver orgánica e institucionalmente el bien común».[21]

La misión de los fieles es, por tanto, configurarrectamente la vida social, respetando su legítimaautonomía y cooperando con los otros ciudadanossegún las respectivas competencias y bajo su propiaresponsabilidad.[22] Aunque las manifestaciones dela caridad eclesial nunca pueden confundirse con laactividad del Estado, sigue siendo verdad que lacaridad debe animar toda la existencia de los fieleslaicos y, por tanto, su actividad política, vividacomo «caridad social».[23]

Las organizaciones caritativas de la Iglesia, sinembargo, son un opus proprium suyo, un cometidoque le es congenial, en el que ella no cooperacolateralmente, sino que actúa como sujeto directa-mente responsable, haciendo algo que correspondea su naturaleza. La Iglesia nunca puede sentirsedispensada del ejercicio de la caridad como activi-dad organizada de los creyentes y, por otro lado,nunca habrá situaciones en las que no haga falta lacaridad de cada cristiano individualmente, porqueel hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrásiempre necesidad de amor.

Las múltiples estructuras de servicio caritativoen el contexto social actual

30. Antes de intentar definir el perfil específicode la actividad eclesial al servicio del hombre,quisiera considerar ahora la situación general delcompromiso por la justicia y el amor en el mundoactual.

a) Los medios de comunicación de masas hancomo empequeñecido hoy nuestro planeta, acer-cando rápidamente a hombres y culturas muy dife-rentes. Si bien este «estar juntos» suscita a vecesincomprensiones y tensiones, el hecho de que ahorase conozcan de manera mucho más inmediata lasnecesidades de los hombres es también una llamadasobre todo a compartir situaciones y dificultades.Vemos cada día lo mucho que se sufre en el mundoa causa de tantas formas de miseria material oespiritual, no obstante los grandes progresos en elcampo de la ciencia y de la técnica. Así pues, el

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momento actual requiere una nueva disponibilidadpara socorrer al prójimo necesitado. El ConcilioVaticano II lo ha subrayado con palabras muyclaras: «Al ser más rápidos los medios de comuni-cación, se ha acortado en cierto modo la distanciaentre los hombres y todos los habitantes del mundo[...]. La acción caritativa puede y debe abarcar hoya todos los hombres y todas sus necesidades».[24]

Por otra parte —y éste es un aspecto provocativoy a la vez estimulante del proceso de globalización—, ahora se puede contar con innumerables mediospara prestar ayuda humanitaria a los hermanos yhermanas necesitados, como son los modernos sis-temas para la distribución de comida y ropa, asícomo también para ofrecer alojamiento y acogida.La solicitud por el prójimo, pues, superando losconfines de las comunidades nacionales, tiende aextender su horizonte al mundo entero. El ConcilioVaticano II ha hecho notar oportunamente que«entre los signos de nuestro tiempo es digno demención especial el creciente e inexcusable sentidode solidaridad entre todos los pueblos».[25] Losorganismos del Estado y las asociaciones humani-tarias favorecen iniciativas orientadas a este fin,generalmente mediante subsidios o desgravacionesfiscales en un caso, o poniendo a disposición consi-derables recursos, en otro. De este modo, la solida-ridad expresada por la sociedad civil supera demanera notable a la realizada por las personasindividualmente.

b) En esta situación han surgido numerosasformas nuevas de colaboración entre entidadesestatales y eclesiales, que se han demostrado fruc-tíferas. Las entidades eclesiales, con la transparen-cia en su gestión y la fidelidad al deber de testimo-niar el amor, podrán animar cristianamente tam-bién a las instituciones civiles, favoreciendo unacoordinación mutua que seguramente ayudará a laeficacia del servicio caritativo.[26] También se hanformado en este contexto múltiples organizacionescon objetivos caritativos o filantrópicos, que seesfuerzan por lograr soluciones satisfactorias desdeel punto de vista humanitario a los problemas socia-les y políticos existentes. Un fenómeno importantede nuestro tiempo es el nacimiento y difusión demuchas formas de voluntariado que se hacen cargode múltiples servicios.[27] A este propósito, quisieradirigir una palabra especial de aprecio y gratitud a

todos los que participan de diversos modos en estasactividades. Esta labor tan difundida es una escuelade vida para los jóvenes, que educa a la solidaridady a estar disponibles para dar no sólo algo, sino a símismos. De este modo, frente a la anticultura de lamuerte, que se manifiesta por ejemplo en la droga,se contrapone el amor, que no se busca a sí mismo,sino que, precisamente en la disponibilidad a «per-derse a sí mismo» (cf. Lc 17, 33 y par.) en favor delotro, se manifiesta como cultura de la vida.

También en la Iglesia católica y en otras Iglesiasy Comunidades eclesiales han aparecido nuevasformas de actividad caritativa y otras antiguas hanresurgido con renovado impulso. Son formas en lasque frecuentemente se logra establecer un acertadonexo entre evangelización y obras de caridad. De-seo corroborar aquí expresamente lo que mi granpredecesor Juan Pablo II dijo en su EncíclicaSollicitudo rei socialis,[28] cuando declaró la dispo-nibilidad de la Iglesia católica a colaborar con lasorganizaciones caritativas de estas Iglesias y Co-munidades, puesto que todos nos movemos por lamisma motivación fundamental y tenemos los ojospuestos en el mismo objetivo: un verdadero huma-nismo, que reconoce en el hombre la imagen deDios y quiere ayudarlo a realizar una vida conformea esta dignidad. La Encíclica Ut unum sint destacódespués, una vez más, que para un mejor desarrollodel mundo es necesaria la voz común de los cristia-nos, su compromiso «para que triunfe el respeto delos derechos y de las necesidades de todos, espe-cialmente de los pobres, los marginados y los inde-fensos».[29] Quisiera expresar mi alegría por el he-cho de que este deseo haya encontrado amplio ecoen numerosas iniciativas en todo el mundo.

El perfil específico de la actividad caritativa dela Iglesia

31. En el fondo, el aumento de organizacionesdiversificadas que trabajan en favor del hombre ensus diversas necesidades, se explica por el hecho deque el imperativo del amor al prójimo ha sidograbado por el Creador en la naturaleza misma delhombre. Pero es también un efecto de la presenciadel cristianismo en el mundo, que reaviva continua-mente y hace eficaz este imperativo, a menudo tanempañado a lo largo de la historia. La mencionadareforma del paganismo intentada por el emperadorJuliano el Apóstata, es sólo un testimonio inicial de

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dicha eficacia. En este sentido, la fuerza del cristia-nismo se extiende mucho más allá de las fronterasde la fe cristiana. Por tanto, es muy importante quela actividad caritativa de la Iglesia mantenga todosu esplendor y no se diluya en una organizaciónasistencial genérica, convirtiéndose simplementeen una de sus variantes. Pero, ¿cuáles son loselementos que constituyen la esencia de la caridadcristiana y eclesial?

a) Según el modelo expuesto en la parábola delbuen Samaritano, la caridad cristiana es ante todo ysimplemente la respuesta a una necesidad inmedia-ta en una determinada situación: los hambrientoshan de ser saciados, los desnudos vestidos, losenfermos atendidos para que se recuperen, los pri-sioneros visitados, etc. Las organizaciones caritati-vas de la Iglesia, comenzando por Cáritas (diocesana,nacional, internacional), han de hacer lo posiblepara poner a disposición los medios necesarios y,sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñanestos cometidos. Por lo que se refiere al servicio quese ofrece a los que sufren, es preciso que seancompetentes profesionalmente: quienes prestanayuda han de ser formados de manera que sepanhacer lo más apropiado y de la manera más adecua-da, asumiendo el compromiso de que se continúedespués las atenciones necesarias. Un primer requi-sito fundamental es la competencia profesional,pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de sereshumanos, y los seres humanos necesitan siemprealgo más que una atención sólo técnicamente co-rrecta. Necesitan humanidad. Necesitan atencióncordial. Cuantos trabajan en las instituciones cari-tativas de la Iglesia deben distinguirse por no limi-tarse a realizar con destreza lo más conveniente encada momento, sino por su dedicación al otro conuna atención que sale del corazón, para que el otroexperimente su riqueza de humanidad. Por eso,dichos agentes, además de la preparación profesio-nal, necesitan también y sobre todo una «formacióndel corazón»: se les ha de guiar hacia ese encuentrocon Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor yabra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, elamor al prójimo ya no sea un mandamiento por asídecir impuesto desde fuera, sino una consecuenciaque se desprende de su fe, la cual actúa por lacaridad (cf. Ga 5, 6).

b) La actividad caritativa cristiana ha de serindependiente de partidos e ideologías. No es un

medio para transformar el mundo de manera ideo-lógica y no está al servicio de estrategias mundanas,sino que es la actualización aquí y ahora del amorque el hombre siempre necesita. Los tiempos mo-dernos, sobre todo desde el siglo XIX, están domi-nados por una filosofía del progreso con diversasvariantes, cuya forma más radical es el marxismo.Una parte de la estrategia marxista es la teoría delempobrecimiento: quien en una situación de poderinjusto ayuda al hombre con iniciativas de caridad—afirma— se pone de hecho al servicio de esesistema injusto, haciéndolo aparecer soportable, almenos hasta cierto punto. Se frena así el potencialrevolucionario y, por tanto, se paraliza la insurrec-ción hacia un mundo mejor. De aquí el rechazo y elataque a la caridad como un sistema conservadordel statu quo. En realidad, ésta es una filosofíainhumana. El hombre que vive en el presente essacrificado al Moloc del futuro, un futuro cuyaefectiva realización resulta por lo menos dudosa.La verdad es que no se puede promover lahumanización del mundo renunciando, por el mo-mento, a comportarse de manera humana. A unmundo mejor se contribuye solamente haciendo elbien ahora y en primera persona, con pasión ydonde sea posible, independientemente de estrate-gias y programas de partido. El programa del cris-tiano —el programa del buen Samaritano, el pro-grama de Jesús— es un «corazón que ve». Estecorazón ve dónde se necesita amor y actúa enconsecuencia. Obviamente, cuando la actividadcaritativa es asumida por la Iglesia como iniciativacomunitaria, a la espontaneidad del individuo debeañadirse también la programación, la previsión, lacolaboración con otras instituciones similares.

c) Además, la caridad no ha de ser un medio enfunción de lo que hoy se considera proselitismo. Elamor es gratuito; no se practica para obtener otrosobjetivos.[30] Pero esto no significa que la accióncaritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Diosy a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre.Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimien-to es precisamente la ausencia de Dios. Quienejerce la caridad en nombre de la Iglesia nuncatratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Esconsciente de que el amor, en su pureza y gratuidad,es el mejor testimonio del Dios en el que creemos yque nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuándo estiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno

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callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor.Sabe que Dios es amor (1 Jn 4, 8) y que se hacepresente justo en los momentos en que no se hacemás que amar. Y, sabe —volviendo a las preguntasde antes— que el desprecio del amor es vilipendiode Dios y del hombre, es el intento de prescindir deDios. En consecuencia, la mejor defensa de Dios ydel hombre consiste precisamente en el amor. Lasorganizaciones caritativas de la Iglesia tienen elcometido de reforzar esta conciencia en sus propiosmiembros, de modo que a través de su actuación —así como por su hablar, su silencio, su ejemplo—sean testigos creíbles de Cristo.

Los responsables de la acción caritativa de laIglesia

32. Finalmente, debemos dirigir nuestra aten-ción a los responsables de la acción caritativa de laIglesia ya mencionados. En las reflexiones prece-dentes se ha visto claro que el verdadero sujeto delas diversas organizaciones católicas que desempe-ñan un servicio de caridad es la Iglesia misma, y esoa todos los niveles, empezando por las parroquias,a través de las Iglesias particulares, hasta llegar a laIglesia universal. Por esto fue muy oportuno que mivenerado predecesor Pablo VI instituyera el Conse-jo Pontificio Cor unum como organismo de la SantaSede responsable para la orientación y coordina-ción entre las organizaciones y las actividades cari-tativas promovidas por la Iglesia católica. Además,es propio de la estructura episcopal de la Iglesia quelos obispos, como sucesores de los Apóstoles, ten-gan en las Iglesias particulares la primera responsa-bilidad de cumplir, también hoy, el programa ex-puesto en los Hechos de los Apóstoles (cf. 2, 42-44): la Iglesia, como familia de Dios, debe ser, hoycomo ayer, un lugar de ayuda recíproca y al mismotiempo de disponibilidad para servir también acuantos fuera de ella necesitan ayuda. Durante elrito de la ordenación episcopal, el acto de consagra-ción propiamente dicho está precedido por algunaspreguntas al candidato, en las que se expresan loselementos esenciales de su oficio y se le recuerdanlos deberes de su futuro ministerio. En este contex-to, el ordenando promete expresamente que será, ennombre del Señor, acogedor y misericordioso paracon los más pobres y necesitados de consuelo yayuda.[31] El Código de Derecho Canónico, en loscánones relativos al ministerio episcopal, no habla

expresamente de la caridad como un ámbito espe-cífico de la actividad episcopal, sino sólo, de modogeneral, del deber del Obispo de coordinar lasdiversas obras de apostolado respetando su propiaíndole.[32] Recientemente, no obstante, el Directo-rio para el ministerio pastoral de los obispos haprofundizado más concretamente el deber de lacaridad como cometido intrínseco de toda la Iglesiay del Obispo en su diócesis,[33] y ha subrayado queel ejercicio de la caridad es una actividad de laIglesia como tal y que forma parte esencial de sumisión originaria, al igual que el servicio de laPalabra y los Sacramentos.[34]

33. Por lo que se refiere a los colaboradores quedesempeñan en la práctica el servicio de la caridaden la Iglesia, ya se ha dicho lo esencial: no han deinspirarse en los esquemas que pretenden mejorarel mundo siguiendo una ideología, sino dejarseguiar por la fe que actúa por el amor (cf. Ga 5, 6).Han de ser, pues, personas movidas ante todo por elamor de Cristo, personas cuyo corazón ha sidoconquistado por Cristo con su amor, despertando enellos el amor al prójimo. El criterio inspirador de suactuación debería ser lo que se dice en la Segundacarta a los Corintios: «Nos apremia el amor deCristo» (5, 14). La conciencia de que, en Él, Diosmismo se ha entregado por nosotros hasta la muer-te, tiene que llevarnos a vivir no ya para nosotrosmismos, sino para Él y, con Él, para los demás.Quien ama a Cristo ama a la Iglesia y quiere que éstasea cada vez más expresión e instrumento del amorque proviene de Él. El colaborador de toda organi-zación caritativa católica quiere trabajar con laIglesia y, por tanto, con el Obispo, con el fin de queel amor de Dios se difunda en el mundo. Por suparticipación en el servicio de amor de la Iglesia,desea ser testigo de Dios y de Cristo y, precisamen-te por eso, hacer el bien a los hombres gratuitamen-te.

34. La apertura interior a la dimensión católicade la Iglesia ha de predisponer al colaborador asintonizar con las otras organizaciones en el servi-cio a las diversas formas de necesidad; pero estodebe hacerse respetando la fisonomía específicadel servicio que Cristo pidió a sus discípulos. En suhimno a la caridad (cf. 1 Co 13), san Pablo nosenseña que ésta es siempre algo más que una simpleactividad: «Podría repartir en limosnas todo lo que

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tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor,de nada me sirve» (v. 3). Este himno debe ser laCarta Magna de todo el servicio eclesial; en él seresumen todas las reflexiones que he expuestosobre el amor a lo largo de esta Carta encíclica. Laactuación práctica resulta insuficiente si en ella nose puede percibir el amor por el hombre, un amorque se alimenta en el encuentro con Cristo. Laíntima participación personal en las necesidades ysufrimientos del otro se convierte así en un darmea mí mismo: para que el don no humille al otro, nosolamente debo darle algo mío, sino a mí mismo; hede ser parte del don como persona.

35. Éste es un modo de servir que hace humildeal que sirve. No adopta una posición de superiori-dad ante el otro, por miserable que sea momentá-neamente su situación. Cristo ocupó el último pues-to en el mundo —la cruz—, y precisamente con estahumildad radical nos ha redimido y nos ayudaconstantemente. Quien es capaz de ayudar recono-ce que, precisamente de este modo, también él esayudado; el poder ayudar no es mérito suyo nimotivo de orgullo. Esto es gracia. Cuanto más seesfuerza uno por los demás, mejor comprenderá yhará suya la palabra de Cristo: «Somos unos pobressiervos» (Lc 17,10). En efecto, reconoce que noactúa fundándose en una superioridad o mayorcapacidad personal, sino porque el Señor le conce-de este don. A veces, el exceso de necesidades y lolimitado de sus propias actuaciones le harán sentirla tentación del desaliento. Pero, precisamente en-tonces, le aliviará saber que, en definitiva, él no esmás que un instrumento en manos del Señor; seliberará así de la presunción de tener que mejorar elmundo —algo siempre necesario— en primerapersona y por sí solo. Hará con humildad lo que lees posible y, con humildad, confiará el resto alSeñor. Quien gobierna el mundo es Dios, no noso-tros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio sólo enlo que podemos y hasta que Él nos dé fuerzas. Sinembargo, hacer todo lo que está en nuestras manoscon las capacidades que tenemos, es la tarea quemantiene siempre activo al siervo bueno de Jesu-cristo: «Nos apremia el amor de Cristo» (2 Co 5,14).

36. La experiencia de la inmensa necesidadpuede, por un lado, inclinarnos hacia la ideologíaque pretende realizar ahora lo que, según parece, no

consigue el gobierno de Dios sobre el mundo: lasolución universal de todos los problemas. Por otro,puede convertirse en una tentación a la inercia antela impresión de que, en cualquier caso, no se puedehacer nada. En esta situación, el contacto vivo conCristo es la ayuda decisiva para continuar en elcamino recto: ni caer en una soberbia que despreciaal hombre y en realidad nada construye, sino quemás bien destruye, ni ceder a la resignación, la cualimpediría dejarse guiar por el amor y así servir alhombre. La oración se convierte en estos momentosen una exigencia muy concreta, como medio pararecibir constantemente fuerzas de Cristo. Quienreza no desperdicia su tiempo, aunque todo hagapensar en una situación de emergencia y parezcaimpulsar sólo a la acción. La piedad no escatima lalucha contra la pobreza o la miseria del prójimo. Labeata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente deque el tiempo dedicado a Dios en la oración no sólodeja de ser un obstáculo para la eficacia y la dedi-cación al amor al prójimo, sino que es en realidaduna fuente inagotable para ello. En su carta para laCuaresma de 1996 la beata escribía a sus colabora-dores laicos: «Nosotros necesitamos esta unióníntima con Dios en nuestra vida cotidiana. Y ¿cómopodemos conseguirla? A través de la oración».

37. Ha llegado el momento de reafirmar laimportancia de la oración ante el activismo y elsecularismo de muchos cristianos comprometidosen el servicio caritativo. Obviamente, el cristianoque reza no pretende cambiar los planes de Dios ocorregir lo que Dios ha previsto. Busca más bien elencuentro con el Padre de Jesucristo, pidiendo queesté presente, con el consuelo de su Espíritu, en ély en su trabajo. La familiaridad con el Dios personaly el abandono a su voluntad impiden la degradacióndel hombre, lo salvan de la esclavitud de doctrinasfanáticas y terroristas. Una actitud auténticamentereligiosa evita que el hombre se erija en juez deDios, acusándolo de permitir la miseria sin sentircompasión por sus criaturas. Pero quien pretendeluchar contra Dios apoyándose en el interés delhombre, ¿con quién podrá contar cuando la acciónhumana se declare impotente?

38. Es cierto que Job puede quejarse ante Diospor el sufrimiento incomprensible y aparentementeinjustificable que hay en el mundo. Por eso, en sudolor, dice: «¡Quién me diera saber encontrarle,

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poder llegar a su morada!... Sabría las palabras desu réplica, comprendería lo que me dijera. ¿Preci-saría gran fuerza para disputar conmigo?... Por esoestoy, ante él, horrorizado, y cuanto más lo pienso,más me espanta. Dios me ha enervado el corazón,el Omnipotente me ha aterrorizado» (23, 3.5-6.15-16). A menudo no se nos da a conocer el motivo porel que Dios frena su brazo en vez de intervenir. Porotra parte, Él tampoco nos impide gritar como Jesúsen la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me hasabandonado?» (Mt 27, 46). Deberíamos permane-cer con esta pregunta ante su rostro, en diálogoorante: «¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar sin hacerjusticia, tú que eres santo y veraz?» (cf. Ap 6, 10).San Agustín da a este sufrimiento nuestro la res-puesta de la fe: «Si comprehendis, non est Deus», silo comprendes, entonces no es Dios.[35] Nuestraprotesta no quiere desafiar a Dios, ni insinuar en Élalgún error, debilidad o indiferencia. Para el cre-yente no es posible pensar que Él sea impotente, obien que «tal vez esté dormido» (1 R 18, 27). Escierto, más bien, que incluso nuestro grito es, comoen la boca de Jesús en la cruz, el modo extremo ymás profundo de afirmar nuestra fe en su podersoberano. En efecto, los cristianos siguen creyen-do, a pesar de todas las incomprensiones y confu-siones del mundo que les rodea, en la «bondad deDios y su amor al hombre» (Tt 3, 4). Aunque esténinmersos como los demás hombres en las dramáti-cas y complejas vicisitudes de la historia, permane-cen firmes en la certeza de que Dios es Padre y nosama, aunque su silencio siga siendo incomprensiblepara nosotros.

39. Fe, esperanza y caridad están unidas. Laesperanza se relaciona prácticamente con la virtudde la paciencia, que no desfallece ni siquiera ante elfracaso aparente, y con la humildad, que reconoceel misterio de Dios y se fía de Él incluso en laoscuridad. La fe nos muestra a Dios que nos ha dadoa su Hijo y así suscita en nosotros la firme certezade que realmente es verdad que Dios es amor. Deeste modo transforma nuestra impaciencia y nues-tras dudas en la esperanza segura de que el mundoestá en manos de Dios y que, no obstante lasoscuridades, al final vencerá Él, como luminosa-mente muestra el Apocalipsis mediante sus imáge-nes sobrecogedoras. La fe, que hace tomar concien-cia del amor de Dios revelado en el corazón traspa-sado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El

amor es una luz —en el fondo la única— queilumina constantemente a un mundo oscuro y nosda la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible,y nosotros podemos ponerlo en práctica porquehemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amory, así, llevar la luz de Dios al mundo: a esto quisierainvitar con esta Encíclica.

CONCLUSIÓN

40. Contemplemos finalmente a los Santos, aquienes han ejercido de modo ejemplar la caridad.Pienso particularmente en Martín de Tours († 397),que primero fue soldado y después monje y obispo:casi como un icono, muestra el valor insustituibledel testimonio individual de la caridad. A las puer-tas de Amiens compartió su manto con un pobre;durante la noche, Jesús mismo se le apareció ensueños revestido de aquel manto, confirmando laperenne validez de las palabras del Evangelio:«Estuve desnudo y me vestisteis... Cada vez que lohicisteis con uno de estos mis humildes hermanos,conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 36. 40).[36] Pero ¡cuán-tos testimonios más de caridad pueden citarse en lahistoria de la Iglesia! Particularmente todo el movi-miento monástico, desde sus comienzos con sanAntonio Abad († 356), muestra un servicio ingentede caridad hacia el prójimo. Al confrontarse «caraa cara» con ese Dios que es Amor, el monje percibela exigencia apremiante de transformar toda su vidaen un servicio al prójimo, además de servir a Dios.Así se explican las grandes estructuras de acogida,hospitalidad y asistencia surgidas junto a los mo-nasterios. Se explican también las innumerablesiniciativas de promoción humana y de formacióncristiana destinadas especialmente a los más pobresde las que se han hecho cargo las Órdenes monásticasy Mendicantes primero, y después los diversosInstitutos religiosos masculinos y femeninos a lolargo de toda la historia de la Iglesia. Figuras deSantos como Francisco de Asís, Ignacio de Loyola,Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl,Luisa de Marillac, José B. Cottolengo, Juan Bosco,Luis Orione, Teresa de Calcuta —por citar sóloalgunos nombres— siguen siendo modelos insig-nes de caridad social para todos los hombres debuena voluntad. Los Santos son los verdaderosportadores de luz en la historia, porque son hombresy mujeres de fe, esperanza y amor.

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41. Entre los Santos, sobresale María, Madre delSeñor y espejo de toda santidad. El Evangelio deLucas la muestra atareada en un servicio de caridada su prima Isabel, con la cual permaneció «unos tresmeses» (1, 56) para atenderla durante el embarazo.«Magnificat anima mea Dominum», dice con oca-sión de esta visita —«proclama mi alma la grandezadel Señor»— (Lc 1, 46), y con ello expresa todo elprograma de su vida: no ponerse a sí misma en elcentro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentratanto en la oración como en el servicio al prójimo;sólo entonces el mundo se hace bueno. María esgrande precisamente porque quiere enaltecer a Diosen lugar de a sí misma. Ella es humilde: no quiereser sino la sierva del Señor (cf. Lc 1, 38. 48). Sabeque contribuye a la salvación del mundo, no con unaobra suya, sino sólo poniéndose plenamente a dis-posición de la iniciativa de Dios. Es una mujer deesperanza: sólo porque cree en las promesas deDios y espera la salvación de Israel, el ángel puedepresentarse a ella y llamarla al servicio total de estaspromesas. Es una mujer de fe: «¡Dichosa tú, que hascreído!», le dice Isabel (Lc 1, 45). El Magníficat —un retrato de su alma, por decirlo así— está comple-tamente tejido por los hilos tomados de la SagradaEscritura, de la Palabra de Dios. Así se pone derelieve que la Palabra de Dios es verdaderamente supropia casa, de la cual sale y entra con toda natura-lidad. Habla y piensa con la Palabra de Dios; laPalabra de Dios se convierte en palabra suya, y supalabra nace de la Palabra de Dios. Así se pone demanifiesto, además, que sus pensamientos están ensintonía con el pensamiento de Dios, que su quereres un querer con Dios. Al estar íntimamente pene-trada por la Palabra de Dios, puede convertirse enmadre de la Palabra encarnada. María es, en fin, unamujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo?Como creyente, que en la fe piensa con el pensa-miento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, nopuede ser más que una mujer que ama. Lo intuimosen sus gestos silenciosos que nos narran los relatosevangélicos de la infancia. Lo vemos en la delica-deza con la que en Caná se percata de la necesidaden la que se encuentran los esposos, y lo hacepresente a Jesús. Lo vemos en la humildad con que

acepta ser como olvidada en el período de la vidapública de Jesús, sabiendo que el Hijo tiene quefundar ahora una nueva familia y que la hora de laMadre llegará solamente en el momento de la cruz,que será la verdadera hora de Jesús (cf. Jn 2, 4; 13,1). Entonces, cuando los discípulos hayan huido,ella permanecerá al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25-27);más tarde, en el momento de Pentecostés, seránellos los que se agrupen en torno a ella en espera delEspíritu Santo (cf. Hch 1, 14).

42. La vida de los Santos no comprende sólo subiografía terrena, sino también su vida y actuaciónen Dios después de la muerte. En los Santos esevidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de loshombres, sino que se hace realmente cercano aellos. En nadie lo vemos mejor que en María. Lapalabra del Crucificado al discípulo —a Juan y, pormedio de él, a todos los discípulos de Jesús: «Ahítienes a tu madre» (Jn 19, 27)— se hace de nuevoverdadera en cada generación. María se ha conver-tido efectivamente en Madre de todos los creyentes.A su bondad materna, así como a su pureza ybelleza virginal, se dirigen los hombres de todos lostiempos y de todas las partes del mundo en susnecesidades y esperanzas, en sus alegrías y contra-tiempos, en su soledad y en su convivencia. Ysiempre experimentan el don de su bondad; experi-mentan el amor inagotable que derrama desde lomás profundo de su corazón. Los testimonios degratitud, que le manifiestan en todos los continentesy en todas las culturas, son el reconocimiento deaquel amor puro que no se busca a sí mismo, sinoque sencillamente quiere el bien. La devoción delos fieles muestra al mismo tiempo la intuicióninfalible de cómo es posible este amor: se alcanzamerced a la unión más íntima con Dios, en virtud dela cual se está embargado totalmente de Él, unacondición que permite a quien ha bebido en elmanantial del amor de Dios convertirse a sí mismoen un manantial «del que manarán torrentes de aguaviva» (Jn 7, 38). María, la Virgen, la Madre, nosenseña qué es el amor y dónde tiene su origen, sufuerza siempre nueva. A ella confiamos la Iglesia,su misión al servicio del amor:

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Santa María, Madre de Dios,

tú has dado al mundo la verdadera luz,

Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios.

Te has entregado por completo

a la llamada de Dios

y te has convertido así en fuente

de la bondad que mana de Él.

Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él.

Enséñanos a conocerlo y amarlo,

para que también nosotros

podamos llegar a ser capaces

de un verdadero amor

y ser fuentes de agua viva

en medio de un mundo sediento.

NOTAS

[1] Cf. Jenseits von Gut und Böse, IV, 168.

[2] X, 69.

[3] Cf. R. Descartes, Œuvres, ed. V. Cousin, vol. 12, París, 1824, pp.95ss.

[4] II, 5: SCh 381, 196.

[5] Ibíd., 198.

[6] Cf. Metafísica, XII, 7.

[7] Cf. Pseudo Dionisio Areopagita, Los nombres de Dios, IV, 12-14:PG 3, 709-713, donde llama a Dios eros y agapé al mismo tiempo.

[8] Cf. El Banquete, XIV-XV, 189c-192d.

[9] Salustio, De coniuratione Catilinae, XX, 4.

[10] Cf. San Agustín, Confesiones, III, 6, 11: CCL 27, 32.

[11] De Trinitate, VIII, 8, 12: CCL 50, 287.

[12] Cf. I Apologia, 67: PG 6, 429.

[13] Cf. Apologeticum 39, 7: PL 1, 468.

[14] Ep. ad Rom., Inscr.: PG 5, 801.

[15] Cf. San Ambrosio, De officiis ministrorum, II, 28, 140: PL 16, 141.

[16] Cf. Ep. 83: J. Bidez, L'Empereur Julien. Œuvres complètes, París19602, I, 2a, p. 145.

[17] Cf. Congregación para los Obispos, Directorio para el ministeriopastoral de los obispos Apostolorum Successores (22 febrero2004), 194: Ciudad del Vaticano, 2004, 210-211.

[18] De Civitate Dei, IV, 4: CCL 47, 102.

[19] Cf. Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundoactual, 36.

[20] Cf. Congregación para los Obispos, Directorio para el ministerio

pastoral de los obispos Apostolorum Successores (22 febrero2004), 197: Ciudad del Vaticano, 2004, 213-214.

[21] Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Christifideles laici (30diciembre 1988), 42: AAS 81 (1989), 472.

[22] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobrealgunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de loscatólicos en la vida pública (24 noviembre 2002), 1: L'OsservatoreRomano, ed. semanal en lengua española (24 enero 2003), 6.

[23] Catecismo de la Iglesia Católica, 1939.

[24] Decr. Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado de loslaicos, 8.

[25] Ibíd., 14.

[26] Cf. Congregación para los Obispos, Directorio para el ministeriopastoral de los obispos Apostolorum Successores (22 febrero2004), 195: Ciudad del Vaticano, 2004, 212.

[27] Cf. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Christifideles laici (30diciembre 1988), 41: AAS 81 (1989), 470-472.

[28] Cf. n. 32: AAS 80 (1988), 556.

[29] N. 43: AAS 87 (1995), 946.

[30] Cf. Congregación para los Obispos, Directorio para el ministeriopastoral de los obispos Apostolorum Successores (22 febrero2004), 196: Ciudad del Vaticano, 2004, 213.

[31] Cf. Pontificale Romanum, De ordinatione episcopi, 43.

[32] Cf. can. 394; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales,can. 203.

[33] Cf. nn. 193-198: pp. 209-215.

[34] Cf. ibíd., 194: p. 210.

[35] Sermo 52, 16: PL 38, 360.

[36] Cf. Sulpicio Severo, Vita Sancti Martini, 3, 1-3: SCh 133, 256-258.

Dado en Roma, junto a SanPedro, 25 de diciembre, so-lemnidad de la Natividad delSeñor, del año 2005, primerode mi Pontificado.

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El miércoles 22 de marzo del año en curso, laiglesia parroquial y toda la comunidad de Cañadas deObregón, Jal., se inundó de alegría y gozo al recibircon brazos abiertos al Excmo. Sr. Obispo JoséLeopoldo González González originario de esta co-munidad, quien el 25 de Enero pasado fuera consa-grado obispo, por imposición de manos del CardenalJuan Sandoval Iñiguez, como Obispo Auxiliar de laArquidiócesis de Guadalajara.

Eran las 11 de la mañana y toda la gente se dio citaa la entrada de la población para dar la bienvenida aMonseñor Leopoldo y a los Excmos. Sres. Obispos:Mons. Javier Navarro Rodríguez, Mons. José Maríade la Torre y Mons. José Trinidad Sepúlveda, y grancantidad de sacerdotes y fieles laicos que, congrega-dos en un mismo lugar y celebrando la misma fe enJesucristo nuestro Señor, se encaminaban en proce-sión, acompañados de las notas musicales de unabanda, hacia la Plaza de Toros, lugar donde sellevaría acabo la celebración Eucarística.

MAGNA CONCELEBRACIÓN

DE ACCIÓN DE GRACIAS DE

MONS. JOSÉ LEOPOLDO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

EN CAÑADAS DE OBREGÓN, JAL.

A las 12 del día, dio inicio la Santa Misa conasistencia de algunos Presbíteros de la Arquidiócesisde Guadalajara y de la Diócesis de San Juan, y grancantidad de personas que alegremente participaronde la magna celebración, presidida por Mons.Leopoldo. La reflexión de la Palabra de Dios fuedirigida por el Sr. Obispo Javier Navarro, en la quefelicitaba al Obispo José Leopoldo por su “Sí” alllamado del Señor y, al mismo tiempo, motivaba atodos los asistentes a renovar la propia vivencia dela fe y de la verdad en una sociedad que parecieraestar inmersa en la corrupción, el engaño y laobstinación por obtener el poder político. Perotambién presentó a Cristo como Camino, Verdad yVida que le da un nuevo sentido a la vida.

Del banquete eucarístico los asistentes se trasla-daron al lugar donde se ofreció la exquisita comidapreparada por personas originarias de Cañadas yque muy amablemente y con gran disponibilidadsirvieron los alimentos a todos los presentes. Elambiente festivo fue amenizado por la músicatradicionalmente mexicana del Mariachi. Y así, enmedio de abrazos y felicitaciones para el Mons.Leopoldo, la gente fue retirándose poco a poco asus actividades cotidianas.

El don del Episcopado sigue siendo en la Iglesiaun pilar fuerte de esperanza y amor en Cristo quecontinúa llamando a los que Él quiere, para que seansus heraldos de paz y caridad. Cañadas de Obregónrenovó su fe y caridad como comunidad creyente enel amor de Cristo. Las palabras de Jesús “el que austedes escucha, a mí me escucha” resonaron conentereza en esta comunidad parroquial; es un men-saje que le da sentido e ilumina la verdad enmaraña-da entre tantas falsedades, que invitan al desconcier-to y a la división. Cristo como Luz de las nacionessigue iluminando el camino y la vida de los fieles através del mensaje y la persona de sus elegidos.

Diacono Clemente Villaseñor

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Hermanos y amigos Obispos, muy estimadoshermanos Sacerdotes, hermanas y hermanos todos,comunidad parroquial de Cañadas. Muy cierto es loque escuchábamos en la monición inicial de quehoy esta comunidad parroquial de Cañadas, enco-mendada a la protección maternal de Nuestra Seño-ra de la Luz, está alegre y no es para menos. Un hijode esta comunidad parroquial ha sido consideradoidóneo para asumir compromisos muy serios, sien-do Obispo y por esto, ejerciendo el ministeriosacerdotal en sumo grado.

Sin duda, esta comunidad parroquial de Caña-das, tuvo influencia en la iniciación cristiana deMonseñor Leopoldo, porque nació, recibió los sa-cramentos de iniciación y luego, aquí fue donderecibió el llamado para seguir al Señor, como hoyhemos escuchado de labios de Cristo hacia Pedro:“Sígueme”. Esta Iglesia de la comunidad parroquial,que es familia de fe, sin duda reforzó lo que lapropia familia de Monseñor Leopoldo hizo, parahacer de él un cristiano y un hombre de fe.

Es importante lo que la familiahace en alguien que es llamado auna vocación, como el matrimonioo, en este caso, al sacerdocio. Por-que sabemos que, sin cimientos fir-mes, no puede construirse un edifi-cio sólido. Muchos de nosotros, elpasado 25 de enero, fiesta solemnede la conversión de San Pablo Após-tol, participábamos en la ciudad deGuadalajara, en la ordenaciónepiscopal de Monseñor LeopoldoGonzález. El fue presentado ante elSeñor Cardenal Arzobispo deGuadalajara, que fue el ordenanteprincipal, por dos sacerdotes, muyqueridos también por esta comuni-dad: Los Sres. Curas Manuel Rive-ra y Francisco Castañeda.

Nosotros fuimos testigos del aplomo con que seencaminó Monseñor Leopoldo ante el Arzobispoordenante, y también de esa confianza con querespondió al examen que el Señor Cardenal le hizoen público, sobre su decisión de dar este paso en elministerio sacerdotal. Y este aplomo -no lo dudo- lodio, lo manifestó, con plena confianza en el poder yen la voluntad de Dios.

Cuando en el año de 1992, Monseñor JoséGuadalupe Martín Rábago, Obispo actual de León,y su servidor fuimos ordenados Obispos auxiliarespara Guadalajara por el entonces Arzobispo, el Sr.Cardenal Juan Jesús Posadas, recuerdo que, en lahomilía de la misa de ordenación, el entoncesNuncio Apostólico en México, se refirió a laArquidiócesis de Guadalajara, diciendo: “Esta esuna Arquidiócesis pujante y es la capital moral deMéxico”.

Si Monseñor Leopoldo ha sido elegido comoObispo Auxiliar de esta Arquidiócesis, no es pormérito propio, ni tampoco en base a sus muchas

HOMILIA DEL SR. OBISPO JAVIER NAVARRO

EN LA MISA DE ACCION DE GRACIAS

POR EL EPISCOPADO DE MONS. LEOPOLDO GONZALEZ

Cañadas de Obregón, Jal. 22 de Marzo de 2006

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capacidades y cualidades, que sí las tiene; es sobretodo porque Dios ha querido elegirlo como instru-mento útil en sus manos y como un hombre dócil alos proyectos de Dios para servir, en colaboracióncon el Arzobispo de Guadalajara y los demás Obis-pos auxiliares, servir en este ministerio episcopalque hace presente a Cristo Cabeza, Pastor y Esposode la Iglesia.

En la elección de Monseñor Leopoldo para re-forzar el equipo de obispos auxiliares del Señor

Cardenal, vemos que se cumple para nosotros y enfavor nuestro, la profecía del Señor pronunciadapor boca de Jeremías: “Yo les voy a dar pastoressegún mi corazón”. Sin duda, Monseñor Leopoldo,ha sido considerado por la Iglesia, un pastor, paraque Dios lo eligiera según su corazón.

Los Obispos, yo me imagino que nunca pensa-mos que, después de aquella postración cuandorecibimos el Orden de diáconos, y la segunda pos-tración, cuando recibimos el Orden en el grado depresbíteros, puede haber una tercera postración.Nadie lo piensa y tal vez, ninguno que esté sano, lodesea. Pero cuando sucede por tercera vez, el Señornos da, como le dio la oportunidad a MonseñorPolo, de ser consciente otra vez, de su debilidad y dela fuerza de Dios y de la Iglesia orante, en elllamamiento de Dios que quiere servirse de lafragilidad humana para que no falten a la Iglesiacelosos pastores que hagan presente la figura del

único Pastor Supremo, Pastor de pastores.

En nuestras comunidades, los grupos, cuandohacen sus retiros o jornadas espirituales, dicenmucho esa porra a Cristo Rey o a María Reina,repitiendo tres veces: ¡Cristo, Rey! ¡Cristo, Rey! O:¡María, Reina! ¡María, Reina! Esta repetición sig-nifica reafirmación o expresión de una realidad engrado superlativo, como cuando en la Misa deci-mos: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de losejércitos”. Al Obispo, el Señor le da la oportunidad

de recibir el Sacramento del Orden, depostrarse por tercera vez en tierra, parareconocer la propia nada y el TODO abso-luto de Dios. Me recuerda mi propia y lapropia tercera postración de MonseñorLeopoldo, aquellas palabras atribuidas alSanto Cura de Ars: “Me arrodillé cons-ciente de mi nada, y me levanté sacerdo-te”.

Esta triple postración, es ahora evoca-da también, cuando tenemos en el Evan-gelio de San Juan una triple confesión porparte de Pedro, triple confesión que co-rresponde a la primera triple negación:“Pedro, si me amas, apacienta”. Es nece-saria como condición, la actitud del amorpor parte del pastor, con esa caridad pas-toral a toda prueba, para poder recibir departe de Dios la encomienda. Y la enco-

mienda es: “Apacienta mis corderos, apacienta misovejas”.

No son propios los corderos que hay que apacen-tar, como no es propia ni inventada por cada Obis-po, la Iglesia que es de Cristo. El es el SupremoPastor, es suyo el rebaño, es suya la Iglesia y sonsuyas las ovejas. Para apacentar, al estilo de CristoPastor, hay que amar porque, como el Papa JuanPablo II -de feliz memoria- nos recuerda en aquellaexhortación sobre los pastores que Dios da al Pue-blo suyo: “El ministerio sacerdotal tiene que ser un‘amoris oficium’, un ministerio, un oficio, un servi-cio de amor”.

San Pablo, en su carta a los Efesios, habla de esteamor que, sabemos, fue hasta el extremo de parte deCristo por su rebaño, la Iglesia: “Cristo amó a suIglesia y se entregó por ella”. Amar, para cualquie-ra, y sobre todo para el pastor, no significa, decuando en cuando tener signos intermitentes de

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afecto por las personas, porque el amor no sonacciones aisladas, sino es la donación de sí mismo.

En la plegaria de ordenación de un obispo dice,dirigiéndose el ordenante a Dios: “Que este elegidoejercite ante Ti su sacerdocio, sirviéndote sin tachadía y noche”. Cuando se trata de alguien que va aservir día y noche, no se trata de uno que ha sidoelegido para que cubra un turno, de los tres quepuede tener una empresa para sus trabajadores. Setrata de que estén a tiempo completo, a vida com-pleta, día y noche, como las casetas de la autopistao más. Día y noche, prestando un servicio de gene-roso desinterés al Pueblo de Dios.

Monseñor Leopoldo González ha sido elegidoObispo en este año que, por el ambientesociopolítico, consideramos trascendental y muyespecial en el pueblo de México. Los Obisposmexicanos, en la carta pastoral del año 2000, paraaplicar a la realidad de México la doctrina de laExhortación Apostólica sobre la Iglesia en Améri-ca, nos propusimos “ofrecer certezas en un tiempode confusiones”. Y es que el Obispo tiene que serministro de la verdad, tiene que ser servidor de laverdad cuando hay tanta gente que pareciera haberoptado por la mentira o por la simulación.

Hay confusiones, en el ambiente de México tancatólico, en lo que serefiere a la vida huma-na. Alguien bautizado,no piensa con criteriocatólico y evangélicosobre el respeto a la vidahumana que es sagra-da; alguien bautizado,no tiene un concepto defamilia como salió de lamente de Dios, y quierellamar familia a cual-quier remedo o simula-ción de familia; alguienbautizado también opi-na que el matrimoniopuede dejar de ser loque tradicionalmentehemos considerado, yque también es proyec-to de Dios, y quiere lla-mar matrimonio a otro

tipo de caricaturas y simulaciones grotescas; al-guien está confundido con respecto a cómo debeentenderse la libertad, y pareciera que quieren en-tender que significa hacer cada quien lo que quiera,y a la hora que quiera.

En una época de confusiones, hace falta que elObispo sea ministro de la verdad y que testimonieesta verdad, no sólo con la palabra clara, inspiradaen la Palabra por excelencia, en la Palabra de Dios,sino también a través de un testimonio coherentecon la fe que profesa y con el ministerio al cual hasido llamado. En el escenario político actual, noso-tros encontramos muchas mentiras, mucha corrup-ción, muchas descalificaciones, muchas expresio-nes vulgares.

Hace poco, en un noticiero de televisión demucha audiencia se hablaba de una nueva enferme-dad, nueva en su denominación, pero en realidadantigua: El trastorno obsesivo-compulsivo. Se re-fería a aquellas situaciones que algunos padecen, enlas cuales repiten y repiten una actividad, así, conobsesión, como lavarse las manos todo el día, ocomo revisar mil veces si dejaron las puertas abier-tas o cerradas. En el campo mexicano hemos vistoque algunos padecen el trastorno obsesivo-compul-sivo de llegar al poder. Pareciera que les obsesiona

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el poder y están dispuestos a emplear cualquiermedio para conseguirlo. Pareciera que se puedeacudir a la mentira, a la calumnia o la descalifica-ción, para lograr sus objetivos. Bien podrían fundaruna nueva asociación de mentirosos anónimos, ymuchos tendrían que alistarse en esta asociación.

El Obispo ha de ser ministro de la verdad ypredicador del Evangelio, que no es otra cosa quepredicar a Jesucristo que se definió a sí mismocomo la verdad que hace libre al hombre. Y estapredicación -repito- ha de hacerla con la palabraclara y con un testimonio coherente de vida.

Ustedes recordarán, los que asistimos a la orde-nación episcopal de Monseñor Leopoldo, como,después de la imposición de manos del Obispoordenante y de los demás Obispos concelebrantes,se dice la plegaria de ordenación y para esto, elObispo ordenante principal, impone el libro de losEvangelios abierto sobre la cabeza del ordenando,y este evangeliario es sostenido durante toda laplegaria eucarística por dos diáconos. Este signo:El evangeliario abierto sobre la cabeza del que esordenado Obispo, nos recuerda que, si va a sermaestro de la verdad, es el Evangelio el que arropay protege su ministerio; y nos recuerda que elObispo ha de vivir completamente sumiso a laPalabra de Dios. Para ser maestro de la verdad quese inspira en el Evangelio, tiene que ser oyentecuidadoso, para ser también custodio de esta Pala-bra.

San Agustín, el gran Obispo deHipona, en un comentario al salmo126, dice de los Obispos: “Consideran-do el puesto que ocupamos, somos vues-tros maestros; pero respecto al únicoMaestro, somos con vosotros condiscí-pulos de la misma escuela”. En otrolugar dice: “Pascimus vobis, pascimurvobiscum”. (“Apacentamos para biende ustedes; pero juntos con ustedes,somos apacentados”).

Cañadas de la Luz, la parroquiamariana de Cañadas, cuenta con un hijomás, que es ilustre no porque se consi-dere el episcopado como un honor, sinoporque el Obispo ha de iluminar, y paraeso él mismo está iluminado con laPalabra de Dios. Ha de iluminar los

ambientes por donde pasa, los lugares por dondepredica. Nos alegra mucho la respuesta generosa deMonseñor Leopoldo para ser este servidor queCristo elige pastor, según el corazón de Dios.

Y a él y a los otros sacerdotes, nos recordamosque nuestro ministerio tiene que ser un ministerioen el que estemos dispuestos a crucificarnos juntoscon Cristo. Y esto nos es recordado al diácono y alpresbítero en su ordenación, igual que al obispo;nos fue recordado cuando nos dicen que nuestravida tiene que ser “grata a Dios como sacrificio desuave olor” (cfr. Plegaria de ordenación). Timoteorecibe, de parte de su maestro Pablo, esta invitacióna ser colaborador en la obra evangelizadora, perotambién a compartir con el apóstol, su maestro, “lossufrimientos por el Evangelio”1 . Esto lo sabemos,somos conscientes de que no se puede ser Obispo,si no se es víctima y víctima voluntaria para bien delos demás. No se puede ser Obispo, si no está unodispuesto a ser hostia que, junto con Cristo, seofrezca para alabanza del Padre y en el ejercicio deesta caridad pastoral hacia todos los fieles.

Monseñor Leopoldo, gracias por aceptar estainvitación de Dios y de la Iglesia para ser pastor.Cuenta con nuestra amistad, nuestra oración cons-tante y también nuestro deseo de que juntos cami-nemos, y juntos respondamos cada vez mejor a loque Dios quiere de nosotros sus sacerdotes, parabien de la Iglesia.

1 (Cfr. 2 Tim).

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CUMPLEAÑOS1 Abril 1962 ........ SR. PBRO. MIGUEL ARIZAGA OCEGUEDA1 Abril 1968 ........ SR. PBRO. EFRAIN FLORIDO ANTIMO1 Abril 1977 ........ SR. DIACONO HECTOR MEDINA CORTES3 Abril 1964 ........ SR. CURA VICTOR LIZARDE RODRIGUEZ5 Abril 1968 ........ SR. PBRO. JUAN GUILLEN RODRIGUEZ6 Abril 1964 ........ SR. CURA GUILLERMO HUERTA MURO6 Abril 1967 ........ SR. PBRO. SERGIO GUTIERREZ VAZQUEZ7 Abril 1963 ........ SR. PBRO. J. GUADALUPE PRADO GUEVARA9 Abril 1943 ........ SR. CURA. JOSE HUGO OROZCO SANTOYO9 Abril 1954 ........ SR. CURA FRANCISCO ESTRADA RIOS

11 Abril 1974 ........ SR. PBRO. IGNACIO HURTADO MELENDEZ16 Abril 1962 ........ SR. PBRO. RODOLFO MORALES PEDROZA17 Abril 1929 ........ SR. PBRO. ELIAS SANCHEZ GARCIA17 Abril 1946 ........ SR. PBRO. MIGUEL AGUIRRE SANCHEZ17 Abril 1963 ........ SR. PBRO. JOSE ANTONIO ANGEL GONZALEZ18 Abril 1974 ........ SR. PBRO. LUIS ALFONSO MARTIN JIMENEZ19 Abril 1955 ........ SR. CURA GERARDO OROZCO ALCALA20 Abril 1949 ........ SR. CURA J. JESUS MELANO GONZALEZ20 Abril 1964 ........ SR. PBRO. GONZALO OLIVA HERNANDEZ20 Abril 1969 ........ SR. PBRO. MIGUEL ANGEL GUTIERREZ GONZALEZ20 Abril 1972 ........ SR. PBRO. JAIME JAUREGUI DELGADILLO21 Abril 1964 ........ SR. PBRO. J. JESUS ROCHA RAMOS21 Abril 1969 ........ SR. PBRO. LUIS ENRIQUE SOTELO BARRERA21 Abril 1974 ........ SR. PBRO. ELIAS PEREZ MARTINEZ25 Abril 1922 ........ SR. PBRO. ANASTACIO AGUAYO ZARAGOZA25 Abril 1961 ........ SR. CURA RAUL HERNANDEZ HERNANDEZ27 Abril 1970 ........ SR. PBRO. FELIPE HERNANDEZ ALCALA

ANIVERSARIOS DE DEFUNCION1 Abril 2002 ...... SR. PBRO SALVADOR NAVA DELGADO. (Atotonilco el Alto, Jal.)3 Abril 1978 ...... SR. PBRO ATANASIO TORRES NAVARRO. (San José de los Reynoso, Jal.)5 Abril 1975 ...... SR. PBRO REYNALDO FLORES HERMOSILLO. (San Juan de los Lagos, Jal.)

10 Abril 1976 ...... SR. CANGO. MANUEL FLORES FLORES. (San Miguel el Alto, Jal.)14 Abril 1994 ...... SR. PBRO IGNACIO NUÑO SÁNCHEZ. (San Ignacio Cerro Gordo, Jal.)15 Abril 1975 ...... SR. PBRO J. CANDELARIO MATA LÓPEZ. (Jalostotitlán, Jal.)16 Abril 1996 ...... SR. CURA RAYMUNDO MALDONADO CERVANTES. (Tototlán, Jal.)17 Abril 1999 ...... SR. CURA MARIANO RAMÍREZ NOGALES. (Valle de Guadalupe, Jal.)

2001 ...... SR. PBRO JOSÉ ANTONIO GARCÍA ROMO. (San Juan de los Lagos, Jal.)23 Abril 1988 ...... SR. PBRO GERARDO MAGDALENO ELIZONDO. (San Juan de los Lagos, Jal.)24 Abril 1990 ...... SR. CURA ESTEBAN VERA MUÑOZ. (Capilla de Guadalupe, Jal.)25 Abril 1987 ...... SR. OBISPO DN. JOSÉ LÓPEZ LARA. (San Juan de los Lagos, Jal.)

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ANIVERSARIOS DE ORDENACION

2 Abril 1949 ...... SR. PBRO. AGUSTIN SORIA DELGADO2 Abril 1949 ...... SR. PBRO. MANUEL DIAZ DIAZ5 Abril 1947 ...... SR. PBRO. ENRIQUE SERAFIO GUTIERREZ5 Abril 1947 ...... SR. PBRO. FRANCISCO JIMENEZ GUTIERREZ6 Abril 1957 ...... SR. CANGO. J. GUADALUPE BECERRA BARAJAS6 Abril 1957 ...... SR. PBRO. AGUSTIN MONTES SEGURA6 Abril 1957 ...... SR. PBRO. ADOLFO GARCIA RIZO8 Abril 1989 ...... SR. PBRO. JUAN CASILLAS PLASCENCIA8 Abril 1989 ...... SR. CURA ALFREDO GARCIA GUZMAN8 Abril 1989 ...... SR. PBRO. MANUEL MARTIN ALCALA8 Abril 1989 ...... SR. CURA JOSE GUADALUPE VAZQUEZ GLEZ

10 Abril 1977 ..... SR. PBRO. JOSE LUIS GUTIERREZ VELAZQUEZ12 Abril 1941 ..... SR. CANGO. LUIS NAVARRO ROMERO14 Abril 1974 ..... SR. PBRO. FELIPE DE J. RODRIGUEZ VELAZQUEZ15 Abril 1979 ..... SR. CURA JUAN MANUEL OROZCO BARBA15 Abril 1979 ..... SR. CURA PEDRO VAZQUEZ VILLALOBOS15 Abril 1979 ..... SR. CURA MIGUEL CHAVEZ GONZALEZ15 Abril 1979 ..... SR. PBRO. HELIODORO GUILLEN DELGADILLO15 Abril 1979 ..... SR. CURA SALVADOR GONZALEZ RUIZ16 Abril 1974 ..... SR. CURA JOSE LUIS MUÑOZ DIAZ16 Abril 2005 ..... SR. DIACONO CLEMENTE VILLASEÑOR JIMENEZ17 Abril 1971 ..... SR. CURA J. GUADALUPE RODRIGUEZ RUIZ19 Abril 1997 ..... SR. PBRO. ERMINIO GOMEZ GONZALEZ19 Abril 1997 ..... SR. PBRO. EFRAIN FLORIDO ANTIMO19 Abril 1997 ..... SR. PBRO. JOSE RAMON FLORES CONTRERAS19 Abril 1997 ..... SR. PBRO. JESUS MA. AGUIÑAGA FERNANDEZ19 Abril 1997 ..... SR. CURA CARLOS ROCHA HERNANDEZ19 Abril 1997 ..... SR. PBRO. JOEL HERNANDEZ DIAZ19 Abril 1997 ..... SR. PBRO. ANDRES GLEZ. GLEZ. RUVALCABA20 Abril 1991 ..... SR. CURA TARCISIO MARTIN MARTIN20 Abril 1991 ..... SR. PBRO. JOSE LUIS DELGADO CARRION20 Abril 1991 ..... SR. PBRO. MIGUEL ARIZAGA OCEGUEDA20 Abril 1991 ..... SR. PBRO. J. GUADALUPE PRADO GUEVARA20 Abril 1991 ..... SR. PBRO. PASCUAL AVELAR MARQUEZ20 Abril 1991 ..... SR. CURA RAMON MAGAÑA CURIEL20 Abril 1991 ..... SR. PBRO. JAVIER RODRIGUEZ OROZCO20 Abril 1991 ..... SR. PBRO. SANTIAGO LOPEZ VAZQUEZ20 Abril 2002 ..... SR. PBRO. IGNACIO HURTADO MELENDEZ20 Abril 2002 ..... SR. DIACONO ABRAHAM REYES MENDOZA23 Abril 1983 ..... SR. CURA FRANCISCO ESCOBAR MIRELES23 Abril 1983 ..... SR. CURA RAUL GOMEZ GONZALEZ23 Abril 1983 ..... SR. CURA RAMON PEREZ MATA23 Abril 1983 ..... SR. CURA JUAN ROBERTO CHAVEZ BOTELLO23 Abril 1983 ..... SR. CURA ESPIRIDION GUTIERREZ LIMON23 Abril 1983 ..... SR. PBRO. J. JESUS ARELLANO HERNANDEZ23 Abril 1994 ..... SR. CURA MARTIN VAZQUEZ MUÑOZ23 Abril 1994 ..... SR. PBRO. RODOLFO MORALES PEDROZA

23 Abril 1994 ..... SR. PBRO. JOSE ANTONIO ANGEL GONZALEZ23 Abril 1994 ..... SR. CURA RAUL HERNANDEZ HERNANDEZ23 Abril 1994 ..... SR. CURA ALBERTO VILLASEÑOR JIMENEZ23 Abril 1994 ..... SR. PBRO. LUIS TORRES GONZALEZ23 Abril 1994 ..... SR. PBRO. AGUSTIN ACEVES HERNANDEZ23 Abril 1994 ..... SR. CURA IGNACIO BARBA PALOS23 Abril 1994 ..... SR. PBRO. CELEDONIO MARTINEZ SOTELO23 Abril 1994 ..... SR. PBRO. LUIS FLORES VILLA23 Abril 1994 ..... SR. PBRO. ALBERTO ESCOBAR GOMEZ23 Abril 1994 ..... SR. PBRO. JUAN DE JESUS FUENTES HDEZ.23 Abril 2005 ..... SR. PBRO. JUAN MANUEL VAZQUEZ AGUIRRE24 Abril 1943 ..... SR. PBRO. JUAN PEREZ GALLEGOS24 Abril 1999 ..... SR. CURA JOSE DANIEL LEON LEON24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. JOSE MANUEL GARCIA GARCIA24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. JUAN GUILLEN RODRIGUEZ24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. JAIME JAUREGUI DELGADILLO24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. ELIAS PEREZ MARTINEZ24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. FELIPE HERNANDEZ ALCALA24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. MARTIN BARAJAS RIZO24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. J. MAURICIO VELAZQUEZ PULIDO24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. SALVADOR ORTEGA RODRIGUEZ24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. GREGORIO GARCIA GARCIA24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. ALBERTO GUZMAN GUZMAN24 Abril 1999 ..... SR. PBRO. ELISEO LOZANO DIAZ24 Abril 1999 ..... SR. CURA RICARDO NAVARRO ALCALA26 Abril 2002 ..... SR. PBRO. ANTONIO PALOMINO AYALA27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. RAUL RODRIGUEZ HERNANDEZ27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. VICTOR LOPEZ ARRAÑAGA27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. JUAN CARLOS GONZALEZ OROZCO27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. JUAN TAVARES RAMIREZ27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. MAURO SAMUEL RODRIGUEZ GARCIA27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. JOSE RODRIGUEZ PARADA27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. JUAN FRANCISCO GARCIA FLORES27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. ANTONIO RAMIREZ MARQUEZ27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. ANDRES SAINZ MARQUEZ27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. JUAN JOSE SALDAÑA VALADEZ27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. TRINIDAD ANTONIO MARQUEZ G.27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. MIGUEL ANGEL PADILLA GARCIA27 Abril 1996 ..... SR. PBRO. LEOPOLDO ANAYA MORENO28 Abril 1990 ..... SR. PBRO. MIGUEL MARTIN RIOS28 Abril 1990 ..... SR. CURA JUAN MARTIN GONZALEZ DAVALOS28 Abril 1990 ..... SR. CURA MIGUEL FRANCO GONZALEZ28 Abril 1990 ..... SR. PBRO. FRANCISCO GUTIERREZ VAZQUEZ28 Abril 1990 ..... SR. PBRO. GABRIEL GONZALEZ PEREZ28 Abril 1990 ..... SR. PBRO. JOSE ANTONIO CAMARENA VALADEZ28 Abril 1990 ..... SR. PBRO. JOSE BRIGIDO PEREZ GUTIERREZ

Page 83: Al encuentro con Jesucristo Vivo, unidos a la Virgen María · Las heridas y dolores de los hombres y de las mujeres de hoy, son tus propias heridas y dolores, y a pesar que todos

AGENDA DE ABRIL 2006

D. 2 .... V Domingo de Cuaresma

D. 9 .... Domingo de Ramos

L. 10 .... Lunes santo

10-12 .... Campamentos de Asfas. San Miguel el Alto

Ma. 11 .... Martes santo

Mi. 12 .... MiÈrcoles santo

J. 13 .... Jueves Santo. Misa Crismal. Arandas, Jal. 11:00 hrs.

V. 14 .... Viernes Santo

S. 15 .... S·bado Santo. Vigilia Pascual

D. 16 .... Domingo de ResurrecciÛn

J. 20 .... ConcelebraciÛn de los XXXV aÒos de la Parroquia Sangrede Cristo. 12:00 hrs. San Juan de los Lagos, Jal

J. 20-22 .... Asamblea nacional de movimientos de PAJ. Tampico

D. 23 .... II Domingo de Pascua

.... III Encuentro Diocesano de Movimientos. Lugar pendiente

Mi. 26 .... ReuniÛn del equipo de Pobres. Arandas

D 30 .... III Domingo de Pascua

Page 84: Al encuentro con Jesucristo Vivo, unidos a la Virgen María · Las heridas y dolores de los hombres y de las mujeres de hoy, son tus propias heridas y dolores, y a pesar que todos

Monseñor José Leopoldo González.Nació en Cañadas, Jal., el 7 de febrero de 1955, Estudió filosofía y teología en el seminario mayor de Guadalajara.

Continuó sus estudios en Roma, donde se licenció en Teología moral en la Academia Pontificia Alfonsiana.

Fue ordenado sacerdote el 27 de mayo de 1984.

Desde 1987 a 1993 fue prefecto y profesor en el seminario mayor de Guadalajara.

De 1993 al año 2000 trabajó en el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, en la Santa Sede.

Desde el año 2003 es vicerrector de la Universidad Católica de Guadalajara y secretario de la Comisión Doctrinal

de la Conferencia Episcopal Mexicana.

Monseñor José Leopoldo González.Nació en Cañadas, Jal., el 7 de febrero de 1955, Estudió filosofía y teología en el seminario mayor de Guadalajara.

Continuó sus estudios en Roma, donde se licenció en Teología moral en la Academia Pontificia Alfonsiana.

Fue ordenado sacerdote el 27 de mayo de 1984.

Desde 1987 a 1993 fue prefecto y profesor en el seminario mayor de Guadalajara.

De 1993 al año 2000 trabajó en el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, en la Santa Sede.

Desde el año 2003 es vicerrector de la Universidad Católica de Guadalajara y secretario de la Comisión Doctrinal

de la Conferencia Episcopal Mexicana.

Monseñor José Leopoldo González.Nació en Cañadas, Jal., el 7 de febrero de 1955, Estudió filosofía y teología en el seminario mayor de Guadalajara.

Continuó sus estudios en Roma, donde se licenció en Teología moral en la Academia Pontificia Alfonsiana.

Fue ordenado sacerdote el 27 de mayo de 1984.

Desde 1987 a 1993 fue prefecto y profesor en el seminario mayor de Guadalajara.

De 1993 al año 2000 trabajó en el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, en la Santa Sede.

Desde el año 2003 es vicerrector de la Universidad Católica de Guadalajara y secretario de la Comisión Doctrinal

de la Conferencia Episcopal Mexicana.