adolescencia-angustia y postmodernidad

13
 ADOLESCENCIA, ANGUSTIA Y POSTMODERNIDAD  **.  J. Guillermo Martínez Hurtado*.  Una práctica analítica orientada por la idealización de lo normal, que olvida el inconsciente y procura el encarrilamiento del  pacie nte en una normalid ad un iformizant e, daría lugar a un proceso de des-subjetivación, que es lo opuesto a la meta terapéutica del  psico anál isis: aí dond e eso era, yo !e l sujet o" debo advenir .  Carlos Sopena.  Se ha señalado muchas veces que la palabra “adolescencia” procede del latín adolescens muchacho !oven"# la cual procede de adolescere # que si$ni%ica “crecer”# & de su raíz doleo que si$ni%ica “dolor”' es decir que etimol($icamente se une el crecimiento al dolor# al hecho de adolecerse.  )llo es así porque se trata de una poca de cambios & ha& una le& psíquica que enuncia lo si$uiente+ “,-- /0M12- 34-5/) 06G5S,20”# “,odo cambio $enera ansiedad”.  )sto que es v7lido para cualquier situaci(n# &a sea una situaci(n de cambio de residencia# de cambio de ciudad# de cambios de cole$io# de cambio de traba!o# etc.' esto 8 decía 8 lo es mucho m7s para situa ciones de $randes transic iones como la “crisis de la mitad de la vida” o la poca adole scente que es la que nos oc upa ahora# desde los cambios %isiol($icos de la pubertad hasta los cambios psíquicos que atraviesa toda la poca que abarca desde los 9: o 9; años hasta los 9<# 9= o :>.  Es un tiempo de pasaje de niño a hombre, de niña a mujer ,donde un sujeto tiene que enfr entar numeros as pérdidas - con sus consiguientes duelos-, hallazgos - con sus consiguientes sorpresas y alegras - y cambios numerosos r especto a recon!guraciones psquicas inter nas. "s, hay una identidad que se pierde para encontrar otras# hay una identidad infantil a la que se debe ren unciar para conseguir una identidad ju$enil o adulta.

Upload: emily-leonard

Post on 04-Nov-2015

217 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

adolescencia.angustia. epoca. discurso social

TRANSCRIPT

ADOLESCENCIA, ANGUSTIA Y POSTMODERNIDAD**

ADOLESCENCIA, ANGUSTIA Y POSTMODERNIDAD**. J. Guillermo Martnez Hurtado*. Una prctica analtica orientada por la idealizacin de lo normal, que olvida el inconsciente y procura el encarrilamiento del paciente en una normalidad uniformizante, dara lugar a un proceso de des-subjetivacin, que es lo opuesto a la meta teraputica del psicoanlisis: ah donde eso era, yo (el sujeto) debo advenir. Carlos Sopena. Se ha sealado muchas veces que la palabra adolescencia procede del latn adolescens (muchacho joven), la cual procede de adolescere, que significa crecer, y de su raz doleo que significa dolor; es decir que etimolgicamente se une el crecimiento al dolor, al hecho de adolecerse.

Ello es as porque se trata de una poca de cambios y hay una ley psquica que enuncia lo siguiente: TODO CAMBIO PRODUCE ANGUSTIA, Todo cambio genera ansiedad.

Esto que es vlido para cualquier situacin, ya sea una situacin de cambio de residencia, de cambio de ciudad, de cambios de colegio, de cambio de trabajo, etc.; esto - deca - lo es mucho ms para situaciones de grandes transiciones como la crisis de la mitad de la vida o la poca adolescente que es la que nos ocupa ahora, desde los cambios fisiolgicos de la pubertad hasta los cambios psquicos que atraviesa toda la poca que abarca desde los 12 o 13 aos hasta los 18, 19 o 20.

Es un tiempo de pasaje de nio a hombre, de nia a mujer ,donde un sujeto tiene que enfrentar numerosas prdidas - con sus consiguientes duelos-, hallazgos - con sus consiguientes sorpresas y alegras - y cambios numerosos respecto a reconfiguraciones psquicas internas. As, hay una identidad que se pierde para encontrar otras; hay una identidad infantil a la que se debe renunciar para conseguir una identidad juvenil o adulta.

Rousseau, en El Emilio define a la adolescencia como segundo nacimiento: nacemos dos veces -dice: una para existir, la otra para vivir; una para la especie, la otra para la sexualidad.

Por su parte, dice Freud (1909): La crisis de la pubertad consiste en el paso de la ternura infantil a la sexualidad de los adultos, del mismo modo que se consuma uno de los logros psquicos ms importantes, pero tambin ms dolorosos, del perodo de la pubertad: el desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores.

En muchas culturas, el pasaje de la niez al estado adulto est claramente marcado por una dolorosa prueba de iniciacin. El individuo adquiere entonces un nombre y aprende lo que se debe de saber para una sociedad en la cual tiene reservado un lugar.

Aqu, podemos distinguir entre aspectos estructurales generadores de angustia, y contenidos aportados por cada cultura y cada poca; as, aunque la adolescencia traiga aparentemente cambios similares, no sern estos vividos de igual modo en nuestro medio que en Samoa, ni son igual en la actualidad que hace medio siglo o hace 20 aos [ejemplos de instruccin guerrera].

No hay adolescencia que no lo sea en una cultura que nos proporcione unos modelos, unos valores y un esquema mental acerca de los elementos que caracterizan dicha etapa y de un ser afectado por esa misma cultura. Es por eso que hablaremos de la postmodernidad como la poca actual para abordar a la adolescencia y las incidencias que en torno al tema de la angustia se van a producir. La imagen de la adolescencia ha sufrido cambios a lo largo de la historia. En la Edad Media, poca en que no exista an la palabra adolescencia, la transicin entre niez y adultez se defina en relacin al aprendizaje de oficios y ocupaciones guerreas: comenzaba con el aprendizaje del manejo de unos instrumentos artesanales o armas que dejaban de ser juguetes, y terminaba con la asuncin plena del oficio y las responsabilidades familiares.

Podemos decir que la adolescencia tal y como la conocemos actualmente tiene sus antecedentes en los cambios sociales de la revolucin industrial y especialmente a partir del establecimiento de una sociedad de mayor bienestar al trmino de la primera guerra mundial, en la dcada del veinte donde culturalmente empieza a ser ms valorizado este periodo de la vida.

Con la llegada del siglo XX, observamos una serie de hechos que han marcado y de alguna manera dirigido el estilo y las costumbres de vida del ser humano en el mundo occidental. Hechos como la primera y segunda guerra mundial, la descolonizacin, la revolucin de los transportes y medios de comunicacin, la crisis de la ciencia moderna y la aparicin de la sociedad de consumo, entre otros, ha obligado al hombre occidental a dar un cambio radical a su vida, sus costumbres, su forma de ser y ante todo, su forma de parecer y de actuar en distintas ocasiones. Quiz uno de los rasgos ms importante a destacar en esta nueva cultura sea el de la multiplicidad de relaciones que mantenemos con los dems a lo largo del da. Gracias a los nuevos medios de comunicacin y a las nuevas tecnologas - y en esto Internet se lleva la palma - , somos capaces de llegar a mantener relaciones directas no solo con la gente de nuestra pequea comunidad, como antao, sino con el ltimo lugar del cosmos conocido. No cabe pues la menor duda de que nos topamos a diario con rostros, ideas y opiniones que, an dentro del marco de una salvaje globalizacin, son inductoras de confusin por su profunda contradiccin. Kenneth J. Gergen, en su libro El Yo Saturado propone que esta facilidad que tenemos para comunicarnos con todo el mundo nos ha llevado a un estado de suprema saturacin que llena y amenaza a nuestra personalidad, crendonos graves conflictos a la hora de definir nuestra identidad. Relacionarnos con mucha gente nos hace interiorizar muchos puntos de vista distintos. Dos opiniones totalmente contraras, procedentes de mbitos distintos, pueden haber sido expuestas a un sujeto determinado. Ambas opiniones son igualmente razonables y convincentes a pesar de ser opuestas. En principio fueron dos, luego tres y cuatro y cinco, as hasta centenares de teoras ciertas y razonables todas ellas. Dnde est pues la verdad? Qu es verdad cuando todo es razonable? Todo es confusin e indeterminismo; la mtica Verdad nica se ha visto reemplazada por mltiples razones disfrazadas de Verdad. Ya no importa lo que se dice sino quin lo dice. En este contexto es bastante lcito pensar que aumenten los problemas de identidad para todo el mundo pero especialmente para los adolescentes. La identidad se adquiere a travs de identificaciones o interiorizaciones de caractersticas que adquirimos de los otros. El repertorio de otros con los que entramos en contacto se ha ampliado enormemente con respecto a pocas anteriores y mucho ms para los adolescentes, que forman la poblacin ms amplia de usuarios de sistemas de mensajera instantnea, videoconferencias, etc, a travs de Internet. Alguien que actualmente se interese por los adolescentes debe necesariamente interesarse por la informtica, los videojuegos, la Red, las webs que por estos son visitadas; pues en caso contrario desconocer una gran parte de la realidad (virtual , en este caso) en que viven y que les afecta. En suma, aumentan las relaciones, por tanto tambin lo hacen las posibilidades identificatorias de los adolescentes. Se abre un mundo de aparentes infinitas posibilidades, de una aparente libertad total de eleccin y de expresin, pero esa misma libertad paradjicamente encierra a los jvenes en un agobiante mundo interno de dudas e incertidumbres, gobernado por un catico sistema de espectros sociales interiorizados que luchan entre s constantemente. A modo de aclaracin, propondremos una breve historia relatada por Jaime Szpilka (1994) que nos introducir de pleno en la cuestin. Se trata de la historia del Rabino chaquetero: El rabino se ocupaba de los problemas matrimoniales de la comunidad de la pequea aldea. Un da lo visit una mujer para quejarse de su marido; es poco carioso, no le da dinero, no le hace el amor, etc. Despus de escucharla el rabino le da la razn. A los pocos das recibe la visita del marido, que tambin se queja de su mujer: es gritona, no cocina bien, no cuida el dinero. etc. Despus de escucharlo el rabino le da la razn. Cuando marido y mujer contrastan sus respectiva visitas al rabino descubren que ambos han recibido la razn, por lo cual indignados deciden visitarlo conjuntamente. Despus de escuchar las quejas de que era imposible que diera la razn tanto a la una como al otro y que era un vulgar chaquetero, el rabino reflexion un corto instante y con la mirada perdida en el vaco les dio finalmente otra vez la razn. Al poco tiempo su conducta trascendi fuera del pequeo pueblo y el gran rabino de la gran ciudad lo mand llamar para pedirle explicaciones: 'Acaso eres un frvolo, un irresponsable?' El rabino de la pequea aldea mir al cielo, y en voz apenas audible dijo: `Dios mo, qu necios que son, slo les dije que tenan la razn, no que tenan la verdad', luego de lo cual qued sumido en un largo y profundo silencio. El problema es que la sociedad actual parece ofrecer infinitas posibilidades para alcanzar la verdad, cuando en realidad lo que ofrece son un nmero limitado de valores relativos y razones disfrazadas de verdades absolutas. La fragmentacin de los distintos saberes y especialidades en nuestra sociedad tecnocrtica crea la ilusin de que sumando los distintos saberes de los expertos, dara como resultado una cifra de la totalidad que procurara el acceso a la verdad absoluta. En todo caso, lo que de inaccesible queda para el ciudadano de a pie no es razn para preocuparse, pues queda en manos de los expertos: ellos saben qu hacer, ellos tienen la verdad. De este modo nos hacemos un poco ms divinos. Lo atribuido al Rey o a Dios en la antigedad se convierte en atributo al alcance de cualquier humano en la actualidad. O, de otro modo expresado, los atributos del Amo de la antigedad son trasplantados a los tcnicos, cientficos, expertos, polticos..., figuras idealizadas en las que se encarna el Amo de la postmodernidad. Es en este sentido que entendemos a la sociedad actual como una Cultura del simulacro, segn la expresin de Baudrillard (1978): lo real es hiperrealizado. Ni realizado, ni idealizado: hiperrealizado. La abolicin de la distancia entre lo real y su representacin de la que nos habla Baudrillard, no es sino la perpetua confusin de la razn con la verdad. En la actualidad vivimos una paradoja importante: por una parte se le exige al adolescente una responsabilidad de adulto frente a los estudios y por otra se le impide la ganancia de una autonoma mediante el trabajo remunerado; bien porque la escolarizacin es obligatoria hasta los 16 aos; bien porque cuando puede acceder a un puesto de trabajo se encuentra con el fantasma del paro; o bien porque las exigencias de los ideales de los padres hacen que el joven permanezca ligado al medio familiar so pretexto de una exhaustiva formacin que le vaya a solventar el futuro: T estudia y no te preocupes de nada ms!

Hoy en da la cultura ofrece adems pocos valores a los que el adolescente pueda optar para constituirse como sujeto expansivo, autnomo, activo dentro de la sociedad.

Podemos esforzarnos en conseguir todo tipo de titulaciones, esforzarnos por conseguir puestos tcnicos en empresas o funcionariados, pero no me negaran que en muchos de estos casos lo que responde al verdadero inters del sistema es que el profesional adopte una posicin pasiva de sometimiento, nunca de creatividad y desarrollo personal [contraponer a los antiguos oficios artesanales, donde el artesano era dueo de su labor].

Se le pide una funcin tcnica especfica pero que piensen lo menos posible y que no usen las capacidades creativas ni por asomo, excepto esto sea en beneficio de la empresa.

Sucede que nuestra sociedad pragmtica, tecnocrtica y de consumo (por cierto, cada vez ms al estilo del american way of life) quiere tcnicos especializados, que por muy complejas que sean sus labores, sigan siendo desde el punto de vista intelectual, nios para siempre. Cmo bajo este panorama no van a presentarse las inhibiciones intelectuales que se dan entre los adolescentes?

Lipovetsky, en su libro La Era del Vaco, apela al concepto de narcisismo para caracterizar a nuestra cultura contempornea. Utiliza la figura de Narciso para explicar, de una forma metafrica, las nuevas relaciones que el individuo lleva a cabo consigo mismo y con su cuerpo. Se trata del smbolo perfecto de nuestro tiempo. Segn el autor, nos encontramos en un ambiente en el que se ha llevado a cabo una prdida absoluta de los grandes valores y un abandono de los grandes sistemas. En consecuencia asistimos a un proceso de individualizacin que nos ha llevado a centrarnos totalmente en el Yo. Cuanto ms nos centramos en l como objeto de atencin e interpretacin, mayores son las dudas e incertidumbres que se nos plantean. El viejo Narciso de la mitologa se quedaba inmovilizado ante su propia imagen; su imagen le daba plenitud. El Narciso de hoy, en cambio, ha perdido esa imagen y ha sucumbido en una bsqueda interminable. Ya no es posible llenar su vaco, ya no puede reencontrar su propia imagen, se ha perdido a s mismo. Con la postmodernidad, el adolescente se enfrenta ms que nunca a la indeterminacin, a la imprevisibilidad y a la incertidumbre. Cmo, entonces, llegamos a sentirnos adultos en la cultura occidental contempornea? En relacin a la identidad, es importante destacar en primer lugar el concepto de identificacin. Es fundamentalmente a travs de identificaciones como llegamos a adquirir nuestra identidad, as como nuestra identidad sexual. Las identificaciones relativas al gnero comienzan en poca muy temprana, pero al entrar en la adolescencia, tanto en la mujer como en el hombre se produce un abandono de identificaciones infantiles y se adquiere una serie de identificaciones relacionadas con modelos culturales que van a contribuir a conformar la masculinidad y la feminidad. Hay una gran diferencia entre los ideales que un nio intenta conseguir y los que en la adolescencia se presentan como valores de orden social a obtener. Adems, un factor importante es que los ideales del nio estn fundamentalmente comandados por los ideales de sus propios padres, que son proyectados en l mismo. Dicho de otra forma, los padres esperan que los hijos realicen aquellos ideales que ellos no pudieron conseguir. El nio quera siempre ser lo que su Yo ideal le exigiera. El adolescente debe dejar de lado a ese Yo ideal imposible de alcanzar, para centrarse en metas sociales ms cercanas. Es lo que se ha dado en llamar desidentificacin (Olmos de Paz, 1994). En el juego del deseo, lo social - en la actualidad a travs de los medios de comunicacin tecnolgicos - presenta unos modelos artificiales de masculinidad y de feminidad, que como fenmenos culturales no dejan de ir parejos a las modas del momento. Un adolescente de aos atrs trataba de asemejarse a los modelos masculinos reflejados en las pelculas de Humprey Bogart, John Wayne, Rock Hudson o Sean Connery; del mismo modo que una adolescente trataba de asemejarse a Lauren Bakal, Mauren O'Hara, Marilyn Monroe o Raquel Wells. Mientras que actualmente son distintos los modelos masculinos y femeninos que presenta la filmografa contempornea; y por tanto son distintos los rasgos de gnero ofrecidos a los jvenes como modelos valorizados de identificacin. As pues, los medios de comunicacin llegan a invadir a tal punto la intimidad, que el adolescente llega incluso a sentirse culpable por no alcanzar a modelarse segn los tipos que son ideolgicamente propuestos desde las pelculas, programas televisivos y publicidad. Bajo este punto de vista se podra incluso decir que nosotros no miramos la televisin, sino que ms bien somos mirados por ella y hasta controlados. Es que nos empeamos en vivir vidas que no son nuestras, o es que se nos impone desde las instancias del poder? Hay una gran diferencia entre la catarsis emocional de la que nos habla Aristteles en su Potica a propsito de la sublime tragedia griega, y la alienante telebasura contempornea que podramos calificar de pornografa sentimental. Creemos poder aplicar a este tema el excelente comentario que realiza Jean-Franois Lyotard (1986) a propsito del 1984 de George Orwell. Esta obra se ha convertido en un lugar comn para decir que nosotros en 1984 - Lyotard escriba esto en ese mismo ao - no estamos en la situacin vaticinada por Orwell. Sin embargo, esta negacin es precipitada, -afirma Lyotard-. Si se presta atencin a la generalizacin de los lenguajes binarios, a la desaparicin de la diferenciacin entre aqu-ahora y all-entonces, que es resultado de la extensin de las telerrelaciones, al olvido de los sentimientos en beneficio de las estrategias, en concomitancia con la hegemona del negocio, se ver que las amenazas que se ciernen en esta situacin sobre la escritura, sobre el amor, sobre la singularidad, en su naturaleza profunda estn emparentadas con aquellas amenazas descritas por Orwell. Nuestra anterior alusin a la tragedia griega no es banal, pues salvando las diferencias - que no son pocas - Wiston Smith (el protagonista de 1984) se nos presenta como uno de los ltimos hroes trgicos, hroe trgico de la postmodernidad enfrentado no ya a los dioses y al destino sino al Gran hermano, presidente del Partido y encarnacin de una de las figuras del Amo actual - Poder invisible, inmanente, segn la acepcin de Foucault (1975) en su libro Vigilar y castigar. El lenguaje binario de los ordenadores que tanto reglamentan nuestras vidas, no nos recuerda extraordinariamente a la neolengua del mundo de 1984? Acaso las pantallas de televisin y la publicidad por todos lados, no nos recuerdan igualmente a las telepantallas repartidas por todas partes: en el trabajo, en las casas, en la calle; con el texto El Gran hermano te vigila? Y qu decir respecto al olvido de los sentimientos en beneficio de las estrategias, sino el modo en que aparece en el mundo del Big brother bajo la forma de la coercin de la sexualidad y de todo tipo de expresin emocional o creativa? Y la tan corriente manipulacin actual, a travs de la deformacin de los acontecimientos histricos y polticos no responde al fundamental slogan del Partido que rezaba: Quien controla el pasado controla el futuro: quien controla el presente controla el pasado? El poder en la postmodernidad promete la sociedad del bienestar, es ms, dice haberla otorgado a travs de la disponibilidad de los bienes de consumo y la libre eleccin en todos los sentidos. Efectivamente, las posibilidades de eleccin se han vuelto hoy infinitas; ya no hay religin ni ideologa que determine cmo debemos comportarnos. Sin embargo s que parece haber un sometimiento al consumo. Se nos viene encima la globalizacin, la sociedad del bienestar, la ideologa de la calidad de vida. Todo ello nos dice cmo hemos de vivir y qu hemos de comprar para ser felices. Nos creamos necesidades, y si no las conseguimos, aparece la angustia. Pero somos libres!; por fin libres para elegir todo por nosotros mismos. Podemos elegir entre Amena o Movistar, entre Nike o Adidas, entre Mc Donalds o Burguer King, entre la chispa de la vida o estas loco, bebe Pepsi! y un largo etctera. Cunta libertad! La vida sera terrible para mucha gente si no pudiera disponer de una gran variedad de eleccin de coches o de marcas de ropa. Cobra tremenda importancia la apariencia del consumo, los valores de imagen, cuestiones de espejo: de nuevo, Narciso. No cuenta lo que nuestros pies sean capaces de caminar, sino la marca de sus deportivas. En palabras de Noam Chomsky: La publicidad es a la democracia lo que la violencia es a la dictadura. Con estas disquisiciones irnicas hemos querido remarcar el carcter artificial de los valores sutilmente propuestos como absolutos a los adolescentes, bajo la mscara de un aparente relativismo y libertad de eleccin. Y es del mismo modo que son ofrecidos los modelos identificatorios de gnero para la conformacin de la masculinidad y la feminidad en el mundo actual, con arreglo a los cnones impuestos por la moda. A lo que, por ejemplo, no es nada ajeno la alarmante incidencia de la anorexia en nuestra sociedad, que posiblemente dure mientras sea ese el ideal ofrecido por las top models de las pasarelas internacionales, las gogo-girls de las discotecas locales o las muecas Barbies de los hogares del mundo entero. De hecho, como dicha moda ya parece ir cambiando, sin duda ya estar produciendo cambios en la fenomenologa psicopatolgica de los adolescentes. No hay relacin (proporcin) sexual es una expresin de Jaques Lacan (1972) que da cuenta de la imposibilidad de existencia de una ontologa de los sexos y de la relacin armnica entre ellos. La pretendida existencia natural de una esencia masculina y una esencia femenina o, lo que es lo mismo, un alma masculina y una femenina que vendran a instalarse en un cuerpo de hombre y en uno de mujer respectivamente no constituye sino la ilusin de una identidad por naturaleza establecida (ya sea que sta se exprese en trminos religiosos, filosficos, biolgicos o psicolgicos). A partir de Freud, los atributos masculinos o femeninos no pueden ya ser pensados como punto de partida sino como resultados - siempre incompletos - de un largo proceso de estructuracin (Arensburg y Martnez Verd, 2001). Es un factor de suma importancia el hecho de que en la adolescencia se producen cambios simblicos respecto a la identidad, generadores de angustia, como decamos. Para el adolescente, los significantes y valores familiares dejan de tener el sentido absoluto y protector que tenan cuando nio. El nombre familiar se deprecia de valor, los ideales infantiles se derrumban; pap y mam ya no son ms el medio protector que representaban, ni los garantes de aquello que parecan prometer.

Aqu se gesta una constelacin importante, generatriz de la angustia, pues se crea una herida en su orgullo. El adolescente empieza a resistirse radicalmente a cualquier cosa que le haga sentir dependiente de sus padres, que le haga sentir un objeto de ellos. Qu caminos tiene que seguir para evadirse de ese agobio familiar? Inevitablemente en muchos casos, el de las drogas y alcohol. La droga provoca una transgresin directa y una ilusin de evasin durante al menos el tiempo que dura el estado txico. En los casos ms extremos, en los que el ambiente familiar es excesivamente asfixiante y conflictivo (desatencin, sobreproteccin...), los adolescentes quedan impedidos de establecer un espacio externo indispensable para su propia experiencia. No pueden realizar el duelo normal que se produce ante la separacin de los padres, no pueden tolerar esa frustracin, no pueden representar al objeto ni estructurar sus deseos. Los nios no crecen afectivamente. No establecen relaciones de afecto con los objetos exogmicos, los ven como meros auxiliares, como medios para conseguir sus intereses. Lo que es legal, moral o racional les importa poco, mientras puedan sentirse dueos del mundo. Algo hay de sospechoso en nuestra sociedad de consumo. Parece que hay una cierta tendencia a que se favorezca el xito empresarial o poltico para este tipo de caracteropata. El sistema busca gente que sea capaz de tomar decisiones o emprender acciones que pasen por alto toda cuestin moral, siempre y cuando el nivel de riquezas se maximice. Parece ser que bajo esta forma de religin, se haya establecido una especie de mandamiento que diga Destruirs a la competencia por encima de todas las cosas. En estas circunstancias el consumo de sustancias psicoactivas es casi infaltable. Ellas les permiten calmar el dolor, disipar la angustia y tapar todo posible sentimiento de culpabilidad. Pero afortunadamente, y aunque resulte algo cmico, no solo de drogas vive el adolescente. Ya en su obra El malestar en la cultura, Freud analiza otras vas de tramitacin de este conflicto. Entre ellas la soledad buscada, el amor, la religin y la actividad creativa, punto ste del que nos vamos a ocupar ahora, pues es a nuestro juicio una de las mejores soluciones. Para Carlos Sopena (1989,b) se trata de la presentacin de lo irrepresentable, de lo ininteligible, el acontecimiento en el que surge algo indito que no est en conformidad con modelos preexistentes. La actividad creativa est orientada al principio por el ideal del yo y por los valores culturales de la poca, pero nunca se realiza en obediencia de los mismos...termina rompiendo con los cnones establecidos. Todo acto creativo implica, pues, una transgresin: romper con lo reglamentado pudiendo canalizar fructferamente la rebelda adolescente. Pues la creacin de algo nuevo, al mismo tiempo que va contra la cultura se incluye dentro del campo de la cultura, suscitando un progresista cambio contracultural. Cuando un artista, filsofo, msico, intelectual, deportista, artesano, crea nuevos objetos, estilos o nuevas formas de ver el mundo, produce una ruptura de lo establecido; rompe, por ejemplo, con los cnones anteriores de representacin y abre un nuevo abanico de posibilidades.

De modo que la sociedad hara bien en ofrecer nuevas alternativas para el desarrollo de las capacidades creativas de los adolescentes, en lugar de fomentar toda la serie de actividades alienantes que se ofrecen en los medios de comunicacin dirigidos a tenerlo entretenidos y a anular su capacidad de pensar, asegurndose as de que no vayan a poner en cuestionamiento al sistema.

Para terminar, me gustara comentar brevemente una cita de Freud extrada de las Nuevas lecciones de 1933, concretamente de la n 35 que lleva por ttulo En torno a una cosmovisin; dice as: La misma persona a quien el nio debe su existencia, el padre (dicho de manera ms correcta: la instancia parental compuesta de padre y madre), protegi y cuid tambin al nio endeble, desvalido, expuesto a todos los peligros que acechan en el mundo exterior; y l, bajo su tutela, se senta seguro. Devenido adulto a su turno, el hombre se sabe por cierto en posesin de fuerzas mayores, pero tambin, ha crecido su nocin de los peligros de la vida, y con derecho infiere que en el fondo permanece tan desvalido y desprotegido como en la infancia, y frente al mundo sigue siendo un nio. Por eso tampoco ahora gusta de renunciar a la proteccin de que goz cuando nio. Empero, hace tiempo ha discernido que su padre es un ser de poder muy limitado, no provisto de todas las excelencias.

Si bien Freud va a desembocar en la religin y Dios como sustituto, podemos aadir que es actualmente el Estado quien con sus medios cientficos, tecnolgicos y armamentsticos se presenta como sustituto de aquellas primitivas figuras parentales protectoras. Y sta es la paradoja y la tesitura con la que se encuentran los adolescentes en nuestros das: o quedar preso de las ideologas, revestimientos y apariencias que el sistema a travs de la publicidad y dems medios de manipulacin les ofrece (lo que no es sino una continuacin de la alienacin infantil), o vivir plenamente la crisis de la adolescencia enfrentando creativamente la angustia y dolor psquico que conlleva, para asumir un proceso de des-alienacin y destitucin subjetiva que les permita encontrar su propia palabra, que les permita encontrar su propia voz.

Elda, 9 de Mayo de 2003.

BIBLIOGRAFA.

=============

ARENSBURG, B. y MARTNEZ VERD, J.G. (2001): Histeria, depresin y duelo. Revista de Psicoanlisis de la A.P.M. N 36.01.

BAUDRILLARD (1978): Cultura y simulacro. Kairs. Barcelona.CHOMSKY, N. (1992): Ilusiones necesarias. Control del pensamiento en las sociedades democrticas. Libertarias. Madrid, 1992.

DOLTO, F. (1988): La causa de los adolescentes. Seix Barral. Barcelona, 1990.DOLTO, F. (1985): La adolescencia cuestionada. En DOLTO, F y DOLTO, C.: Palabras para adolescentes o el complejo de la langosta. Atlntida, B. Aires, 1992.FOUCAULT, M.(1975): Vigilar y castigar. Siglo XXI. Mxico, 1976.FREUD, S.: Obras completas. Amorrortu. Buenos Aires, 1976.

(1909): Tres ensayos para una teora sexual. Vol. 7.

(1923): El malestar en la cultura. Vol. 21.

(1933): Nuevas conferencias de introduccin al psicoanlisis. Vol. 22.

GERGEN, K. J. (1991): El Yo Saturado. Paids. Barcelona, 1992.LYOTARD, J.-F. (1986): La postmodernidad (explicada a los nios). Gedisa. Barcelona, 1990.LIPOVETSKY, G. (1983).: La Era del Vaco. Anagrama. Barcelona, 1986.LACAN, J. (1972-73): El Seminario. Libro 20: Aun. Paids. Barcelona, 1981.

OLMOS DE PAZ, T.(1994): Identificacin y desidentificacin en el proceso psicoanaltico. Revista de Psicoanlisis de la A.P.M. N 19.

ORWELL, G. (1949): 1984. Destino. Barcelona, 1979.

ROUSSEAU, J.-J.(1762): Emilio o sobre la educacin. Bergua. Madrid, s.f.

SOPENA, C. (1989,a): Herencia freudiana y Babel psicoanaltica. Revista de Psicoanlisis de Madrid (A.P.M.). N Extra.

(1989,b): La sublimacin. El vaco como causa del acto creador. Anuario Ibrico de Psicoanlisis. N 1.SZPILKA, J. I.:(1994): Razn y verdad, una perspectiva psicoanaltica. Revista de Psicoanlisis (A.P.A.). LI, 1/2.

** Clase dictada en el marco del Seminario sobre La adolescencia desde una perspectiva psicoanaltica, organizado por Da. Isabel Cerdn de Fras y auspiciado por el IEPPM. Elda. 9 de Mayo de 2003.* Jos Guillermo Martnez Hurtado. Psiclogo C/ Dr. Gmez Ferrer, 13. 19. Tel.625738981. E-mail: [email protected] .