8° agosto en la ciudad de los césares

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    I L" r-dEl mito de lo Ciudod de los Csorr>:; l, r ,i' l,distintos pocos foco de otroccir)r | | , r' r Inovelistos imoginotivos. A los versic.rr r, .', , l, I Inuel Rojos y Hugo Silvc (Pocha Pultttt ,, ,iio fines de los oos cuorento. este dcr,lr r r rl ,r'reloto de Luis Enrique Dlono, 956il, ' , r 'muchos cuentos onteriores hobio otrr 1, l, , l,los temos de lo oventuro.Tomondo como punto de oorticl I l, r r , ,r t,rioso desoporicin de unos expedicit,r ri r|, t, ,portieron o ciertos zonos del sur chilel r, r | ,, 1, ' , ,lmondo de Jorge Lowrence, el ouior nr,'. ll,, ' ,o trovs del "Diorio" de Armondo C)rl( rr |,,,ltodos los peripecios y desvenfuros qu() ('r r{ r'., tro este grupo. "Hon muerto! iTodos l)r r r rrrr r, ,rto!", dice Green cuondo lo encuenlror l ( r{ t ,r rizonte. "No los hollorn nuncol Todo -ro| ,.l ,,r,,molditol"Escrito en uno proso omeno, gil ! oovr ,r lr ,,' En la Ciudod de los Csares ser u ()rr./r rr ,1, ,clovodo en lo imoginocin del lector. (lu{. rr, ,se le desprender hosto que hoyo otribt r l, , , rlo ltimo lneo.

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    Ninguna partc de esta prblicacin. incluido el diseo cle la cutricrta. pucclc serreproducicla, almacenada o transmitida cn manera alguna ni por ningrn mc-clio. ya sea elctrico. qumico. mecnico. ptico. de grabacin o de fotocopizr.sin permi-so previo del editor.

    @ Sucesin Lllis Enrique DlanoI)crechos exclusir.osO EDITORIAL ANDRS BELLOAv. Ricardo Lyon !4(r. Santiago dc CliileRcgistro de 1)ropiedad IntelectualInscripcin N" 10.281, ao 199itSantiago - ChileSc tcrmin dc in.rpr-in.rir csta prin.rcn edicindc 8.(Xl0 cjcnrplalcs cn cl tttes de novicmhre dc 199tiIl\ltl'RESORES: Salcsianos S.A.IMPRESO EN CHILE / PITINTED IN CI+LEisBN 9i6-13-1ii6-4

    LUIS ENRIQUE

    EN LA CITJDADDE LOS CESARESILUSTRACIONES DEANDRS TULLIAN

    EDITORIALBarcelona . Buenos Aires . ANDRS BELLOMxico D.F. . Santiago de Chile

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    I

    A Manuel Rojcts 1t Hugo Silua,que me precedieron en este uiaie.n crp'/t Q

    g- L-',IREOTOF iuJ .'

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    INTRODUCCION

    Es indudable que en 1917 el servicio cablegrfico nohal>a alcanzado la perfeccin que tiene hoy en lo quese refiere a la clistribucin de noticias perioclsticas. porotra parte, el mundo estaba, en aquella poca. enre-dado en la ms injtrsta. salvaje y (.nrel cle las {uerrasde que se tiene memoria. En medio cle esa tragecliacolectiva es mlly posible que nadie detuviera sus ojosen algn diminuto prrafo de prensa que trataba

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    tiItt", o" periclic.s a" ;il;,"-p", que he copiaclcrescrupulosamente en la Biblioteca Nacional. La primeradetalla la partida de la que se llam ExpedicinLawrence, y la segunda encierra un relato del encuen-tro y muerte del nico sobreviviente de ella.Drce El Uniuerso, de Santiago, en sr-r edicin del 23cle diciernbre de 1916:"Ayer, por el tren nocturno, parti a La Unin laExpedicin Lawrence, que har importantes explora-ciones de carcter cientfico en la provincia de Valdi-via, Regin de Los Lagos australes y Cordillera de losAndes. Hasta ahora hay en los mapas de esa zona gran-des extensiones de tierras donde se lee la palabra'INEXPLORADO', lo que constituye una vergenza paraun pas. Gracias a los esfuerzos del seor Lawrence ysLls acompaantes, Chile podr saber dentro de pocoqu es lo que posee en esos lugares hasta ahora noexplorados, qu selvas, qu frtiles tierras, qu lagoso qu riquezas animales y forestales."La expedicin, cuyos trabajos durarn aproxima-damente tres meses, es financiada, en su totalidad, porel seor Jorge Lawrence, srbdito ingls, nacionaliza-do en Chile, persona que por sus antecedentes cient-ficos constituye Llna laranta cle xito y seguridad. Atal jefe acompaan hombres decididos, de cuyo amora la ciencia han dado ya mLrestras en excursiones sc-mejantes. Van, en ef-ecto, el profesor cle Ciencias Na-turales en el Liceo Francs, don Jos Zamora; elconocido minero don Armandc Green; el entomlo-go don Pedro de la Cruz, del Museo de Historia Natu-

    In'lttoutrcclN 9ral; el botnico don Vicente Ziga; el estudiante demedicina don Ral Sagredo, que ser mdico de la ex-pedicin; y nLlestro redacto seor Marcial Ortega, queha conseguido ser enrolado en el grupo con el fin cleinformar a este peridico."No hay dudas de qr:e la labcr que realizar tanselecto coniunto ser de nna eviclente utilidad parael pas."El Gobierno, por otra pafte, no ha querido per-manecer indiferente ante inir:iativa de tanta importan-cia como sta, y ha telegraflado a los gobernactrores yfuncionarios prblicos de la provincia de Valdivia paraque presten a la Expedicin Lawrence todas las facili-dades posibles. Sabemos, adems, que la Comandan-cia del Ejrcito ha proporcionado a los exploradorescarpas de campaa, armas y otros elementos indispen-sables para afrontar la lucha contra Llna naturaleza vir-gen y exuberante como es la de nltestra regin austral."Antes de que el tren partiera, nuestro deber de in-formadores nos llev a interrumpir las expansiones ydespedidas entre los expedicionarios y sus familias,para solicitar de cada uno de ellcs una impresin. To,dos parten llenos de fe y optilxismo y contentos derealizat una obra que, directa o indirectamente, con-tribuir al proreso del pas."El seor Lawrence, con quien hablamos ms lar-go, nos dijo que lhabra preferido que la expedicinpaftiera privadamente, casi de incgnito. Al interrogarlosobre el posible itinerario que se seguir, nos mani-fest que nada poda adelantarnos al respecto pues l

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    il.p.ra.,ra clc las .',.:;::,) ,""r,uricas, estuclia-dls cn el tcrrcno rnisruo."-Posiblemente -agregr-, cstal>lezc:lmos nuestr()cuartel general en la ciudad cle La LJnirn, descle don-de iniciaremos 1r rnarcha, gr-riaclos por los mejores ba-qLleanos de la regirn."Deseamos a la Expedicicin Lawrence un viaje fruc-tfero y feliz."

    Hsta es, sin qr-ritarle ni agregarle una coma, la cr

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    .o,ro."oores cte," .";;. ;ffi ,"ri.,eron tos herma-nos Mr-roz a sus amigos, la expedicin parta con nm-bo al Lago Ranco."Avisados por el teniente Rivas, se trasiadaron alcuartel el gobernador del departamento, seor Gaci-tra; el seor Liechberg, propietario del hotel en qllelos expedicionarios estuvieron alojados antes de par-tir; el seor Torres, periodista local; y el mdico, se-or Serrano. Liechberg y el gobernador reconocieroninmediatamente a don Armando Green en aquel serinanimado, cubierto de mofial palidez."El doctor Serrano examin detenidamente aGreen, y declar que la herida de la sien no tenaimportancia, pero que de donde tema algo grave eradel corazn, que lata muy dbilmente y con ciertasintermitencias."Se intent reanimar al seor Green, lo que consi-gui el mdico despus de no pocos esfuerzos. HuboqLre separarle con la hoja de un cr-rchillo los dientes,que apretaba tenazmente, y hacerlo tragar algunas go-tas de coac. Green abri los ojos y pareci manifes-tar extraeza. El teniente Rivas, sin perder tiempo,procedi a interroarlo:"-Y slrs compaeros? Qu se han hecho sus com-paeros? -le pregunt."Hubo como una corriente de sorpresa y emocincuando de los labios lvidos de Green sali la respues-ta, en palabras dbiles y temblorosas:"-Estn muertos!... Todos estn muertos!..."-Cmol -exclam el oficial-. Y dnde estn?...

    INTRODUCCIN 13"-No los hallarn nunca -respondi Green con voztan baja que apenas pudo ser odo. y luego agreguna frase incomprensible, que ha venido a poner unasombra de misterio en el fin de la malograda Expedi-cin-: Todo por el oro maldito!..."Dicho esto, el seor Green pareci debilitarse msy cerr los ojos. El mdico comprob que el coraznl'ta ca

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    11"El gobern".,,,, ..,1]'il|iil" activictrcl est/r ort2l-nizanclo una expeclicin cle voluntarios qLre se inter-nar en l:r regin corclillerrna. Se han inscrito ya mirscle cloce jvenes, los cuales serrn acompaados porgu:rrclianes de polica y baqueanos. Sc cree clue es alEste del Lago lLrnco clonde ha oclrrriclo el desa.stre qLleparece clcsprenclerse cle :rquellas pzrl:rbras cle Green:

    Hzrn muerto! 'l'oclos han mr-rerto!"No se ha hallado en los bolsillos del exploradorni un sokr papel que pueclzr arrojzrr alguna luz solrreeste sitio tan lejano, tan misterioso, como pr-recle cle-dr-rcirse de la ltima expresirn del desventurlclo Green:'No los hallarn nlrnc2r!'..."Verdacl qlle este relato es interesante, contiene cier-ta hr-rmedacl, cicrta emocirn, cierto crlido latido hu-lnano, cap'Jz cle tocar cr-ralcluier sensibilidad? Tampoccrpretendo, por eso, qt-le pase r ll inmortaliclacl sr-l re-dactor... No creo en la inmortalidad. Creo en una vi-vcnci:r cliscreta cle lrs cosas. en una duracicin con lmitecierto. Hay un momento en qlre nada se sostiene, ylo

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    16 INTRODL]CCIONAhora bien, tengo que decir algo muy importante.Cuando el periodista de El Uniuerso, de Santiago, es-cribi: "No se ha hallado en los bolsillos de Green niun solo papel que pueda arrojar alguna luz sobre elsitio en que ocurri la catstrofe", etc., tena razn, pero

    hasta cierto punto nada ms. En los bolsillos no se ha-1l nada; mas, en el lugar en que aquella maana loscampesinos haban encontrado el cuerpo inanimadode Green, s que se hall. Recog yo un grLleso cua-derno, escrito a veces con tinta, a veces con lpiz, quecontena indicaciones mLly importantes. Era el Diariode Armanclo Green.Al comienzo no habl a los periodistas de mi ha-llazgo, porque cre de mi deber terminar primero lalectura del cuaderno. Luego no habl, porque... Yacomprenderis, despus de leer las pginas que se-guirn, por qu razn me call. Pero, guiado por lasescasas indicaciones geogrficas (Green no se intere-saba mtrcho por la geografa), recor todos aquellossitios donde verosmilmente hubiera podido hallar loscadveres..., y lo dems. (Cualquiera se lanza en unpeligroso viaje por regiones clesiertas de la cordillera,para buscar solamente cadveres!) Haba algo ms: el"maldito oro" del cual habl antes de morir ArmandoGreen y del cual habla mucho ms larga y detallada-mente en su curioso Diarc.Es el que vais a leer. Utilidad prctica? No tiene nin-lr-lna. Ya comprenderis: mis manos fueron las primerasque volvieron sus desordenadas pginas, y he hecho todo1o posible... Utilidad novelesca s que tiene, y grande.

    INTRODI]CCIN \IYo no lo he tocado casi. Segn parece, Green erabastante aficionado a las letras. Escriba con soltura,con gracia. Slo he corregido la ortografa de algunosnombres regionales y diviclido el relato en cliez cao_tnlos, a los que he dado nombre. He borraclo tambin,velando por la unidad de la accin, algunos prrafosqlle se referan a cuestiones ajenas, al margen clel asr,rn_to: Green era hombre desordenado, qlle acostumbra_ba alternar notas sobre sus sentimientos ntimos concuentas de dinero que deba cancelar al da sigr-riente.Eso es todo. Ms no he intervenido.Se va a saber, pues, despus de casi veinte aosde misterio, cmo murieron los miembros cle aquellafamosa Expedicin Lawrence.

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    EI Diario de Armando Green

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    Captrllo ILA\TRENCE Y GREEN[ulio B, cle 1916Ayer he recibido la visita de mi buenamigo Jorge Lawrence. Haca aos queno lo vea. l{o ha cambiado mucho,por ciefto: el cabello Lln poco ms gris,algunas arrllflas en \a cara; la curwatu-ra de la espalda ms pronunciada.Pero esas variaciones son iatales. Cuando yo tenga cin_cuenta y dos aos, es segllro que mis amigos las no_tarn en m.Tan cordial Jorge Lawrence! Hicimos gratsima me_moria de nuestros aos de trabajo forzad,o en el nor_te, en las minas, bajo el sol abrasador de Atacama, enlas orillas mismas del desierto. Fueron tiempos de lu_cha, de juventud esforzada. Es cierto que entonces yoslo tena treinta aos y a esa eclacl es posible anguardat esperanzas. He notado, al contrario, que eltemperamento de Lawrence es optimista. Olvida sucabello lleno de plata y est pensanclo siempre en cx_

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    l_l ;ts LNRIQI ll-. I )lil.A\opedicioncs. Mientras le oa haltlar cle un viaje cle ca-rcter cientfico qtre piensa reLizar en cl verano prxi-rno, rneclitalra yo en lo que habra octtrriclo en sllnimo si la suerte le hr:biera sido aclversa. Cuando tra-lr:rjbamos en las tninas, hace y:r diez o cloclc :tos,tcnamos un comptero, Gttsttvct Sholt, tan esforzr-do, tan entusirsta como nosotros. Pero la cosr es cla-ra: los yacimientos clescttbiertos por Lawrence le hanpermitido llevar una vicla regaladsima, tener Lln pe-qr.reo palacio, fin:lncirr expecliciones cientficas, via-jar, ir clos veccs a E,uropa, reunit una preciosalriblioteca, publicar librcjs, qu s yo. Conmigo la for-tuna no fue trn prdig:r, pero no me Pirrece propioquejarme; 1l mina Desesperamza, a pesar cle su tene-l;roso nombre, me c1a para vivir mucho ms modesta-mente, pero con ciertr holgura. Sholt, en cambio,pobre Gustavo!, qr-re cogi bajo el sol del desiefio tan-tas insolaciones como nos()tros, nLlncta ha conseguidosino batir sus esperanzas en meclio de unr francisca-na pobreza. Vive de esperanzas, colrlo todos lc>s mi-neros. Ya podran ofrecerle Lln clrgo honorable y bienrentado, en la segr-rriclad cle que no abanclonar, has-ta que se mllera, stt arr:rigacla flebre de lruscaclor clerninrs. Ahora bien, yo me pregllnto qu halrra ocu-rriclo si la suerte clistribr-ryese de otro modo sus favo-res, colmando a Gustavo Sholt y clescLriclanclo aLawrence. Qu habra hecho ste'i A primera vista pc>dra crcerse qlre lo mismo qtte Gu.stavo Sholt hace aho-ra: buscar. Pero no. Aun ctlanclo Lawrence hizo stlfortuna en las tninas, no es tninero, es decir, no tiene

    ItN LA clll)Al) I)u l_os CSARES 27:rlml de minero. Es ms inquieto, m/rs curioso, msclisperso. Lo que yo me pregunto es clno mi arnigohaltra podido soportar la convivencia cle t,no pobrl_za extrema con un afn profr-rndo de viaje, de explo_racirn y de clescubrimiento. Grave problerna hbra^sido para 1.Lawrence es hombre de accin. Lo atestigLla unaserie de hechos, algunos de ellos meritsimos, que haIlevaclo a calr.. curanclo la socieclacl cle Hist.ria y Geq-grafa acord invitarlo a forrnar parte cle ella, el presi-clente, en el discurso de bienvenicla que ley, iit asu habcr los siguientes trabzljos:seis viajes de exploracin a tierras desc.n,ciclas enla Patagonia chilena;

    Desenterramiento de clos enormes estattras tallaclasen lava traclufica gris, de 18 metros cle altura, en la Islade Prscua (tan descuidacla por nllestrrs gobiernos);Descubrimiento de cuatro nuevas espccics vcgetir_les en la regin rnagallnica;Descr:brimiento de un pequeo canal que lleva sunornbre -Canal Lawrence- en la patagonia;Descr-rbrimiento de un coleptero que vive en lazona central de la Corclillera cle los Andes;Salvamento del gegrafo alemn Kurf Schneicler, enla Ilnsenada Ilolecha, etc.No recuerclo qtr otros hechos citaba el presiclentede la docta corporacin, en apoyo clel ingreso cleLawrence. Lo cierto es que quedaban ocultas muchasacciones de menor cuanta, qLle yo conozco muy bien:sus clescubrimientos minel'o.s, 'us clasificrciones cle

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    ll I rts li\lil(.)l ll l)l.l.AN()('()slr.:ls slllilrlllr''.s, .su invento de un sistema de carpa('()ntllr la arcna, etc.Yo no puedo imaginarme a Lawrence quieto. Meclresta trabajo el pensar tan slo que, abandonado dela fbrtuna, hubiera clebido, para ganarse la vida, tra-bajar en la burocracia o en el comercio. Imposible!Lawrence, despus de desatar a mi lado todo untemporal de recuerdos, se march, invitndome a co-mer maana en su casa../ulio lOEsplndida comida y esplndida rer-rnin. El palacetede Jorge Lawrence es uno de los ms vistosos, de losms audaces del Parque Forestal. El gran hall, severo,adornado apenas con una que otra cabeza disecadade animal que tumb la escopeta de Lawrence, tienetodo el sello de la distincin britnica. Patricia, la mu-jer de mi amigo, estaba muy bien, muy bien con sudiscreto traje de noche, con sus cabellos que comien-zan a blanquear. Patricia ha tenido el buen gusto deno terselos. Respondiendo a la insinuacin de unode los invitados, dijo que no se teira jams las ca-nas, qlle aquello le pareca innoble.Jorge Lawrence vino a Chile cuando era muy jo-ven, recin graduado en la Universidad de Oxford.Desde que llegara, el ao p0, sn vida ftre una cadenade aventuras, hecha de eslabones ms o menos po-derosos, pero todos labrados con metales de nctblezay valor. Vivi en la Araucana, entre los indios, cuya

    EN LA ctLD)AD DE LOs csAREs 25lengua y costumbres aprencli. Ms tard,e estableciuna pequea lnea de vapores entre puerto Montt yPunta Arenas, y luego, para completar su ruta cle aven_turero de cepa, cay en el Norte, qlle en aquel tiem_po, 1905, era como un abanico de posibilidacles. yolo conoc en Antofagasta. Acababa de recibir una pe_quea herencia de mi padre, y aconsejaclo por Guita_vo Sholt, Lrn camarada de la Universidad, haba id,o acatear minas.Cuando la fortuna comenz a coquetear con 1,Lawrence se cas con patricia Jones, una lincla mu_chacha descendiente de ingleses. Cuanclo tuve noti_cias del matrimonio, pens que no seran felices, acausa de esa tirante llamada de la aventllra queLawrence senta. Sin embargo, mis clculos fallarn,de lo qlle me regocijo. No obstante viajes, no obstan_te exploraciones, parece que la corriente de simpatay af-ecto, de decorosa amistad de aquel matrimnio,no se ha qr-rebrado nunca.Es extrao) pero Lawrence, inquieto y todo, se casy fue feliz. Yct, que he sido siempre un hombre tran_quilo, nlrnca me decid a aftontar la aventura matri_monial, que acaso habra sido para m una fuente dep^2.Interesante figura la de Lawrence. Cuanclo anoche1o miraba, de mentalidad tan g11, hablanclo y fuman_do sus aromticas pipas, pensaba que Inglat erca, ascomo nos manda telas para los trajes, bien podra man_darnos un cargamento de hombres como 1, empren-dedores, esforzados, capaces de afiontar la vid con

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    'r'".i"o, .o,' no,''r,,'i";l'.:: ffi gr-ra.' cuanto inglsha llegado a Chile ha sido un buen elemento pata laconstruccin de nuestro pas, desde Cochrane, el ma-rino, hasta Latcham, el sabio. Y no se crea que yo digcresto porque desciendo tambin de ingleses: mi tatara-buelo fue un joven guardiamarina britnico que vinoen 1818 acompaando a Lord Cochrane, de quien lle-g a ser ayudante de campo. Nada mas leios de mque presumir en ese aspecto.Haba anoche otros invitados. Conoc a Pedro clela Cruz, un zologo muy destacado, que trabaja en elMuseo de Historia Natural. Cont, sin pedantera al-gLlna, cosas muy interesantes de la vida animal. CuandoPatricia dijo haber ledo una novela de \/ells, qlle tra-ta cle una invasin de hormigas gigantes en cierto Iu-gar del Brasil, De la Cruz intervino:-No crea usted, seora -dijo-, que Vells ha hechoabajar mucho la imaginacin. La hormiga es uno delos himenpteros ms violentos y destructores. Hay enlas costas de frica una especie, la Anrmna arcens,que ataca a los pequeos y a los grandes animales,incluso al hombre. Combaten en fantsticas escuadras,con tal fiereza ql-le en una hora no dejan sino el es-queleto de un tigre o de un elefante.Lueo nos explic algunos aspectos verdaderamen-te deliciosos de la vida de las termitas.Estaba tambin en la reunin Ral Sagredo, un jo-ven estudiante de medicina que, segn me pareci,va a la casa atrado por una nia encantadora, sobri-na de Patricia, que pasa un tiempo con sr-ls tos. Este

    JN I,A CIIIDA]) DE I-OS (]ESARES 27Sagredo es, a primera vista, un muchacho vivo e inte_ligente. Demuestra amor por su carrera, sabe escuchary tambin intervenir oportunamente con obseruacio_nes muy atinadas.La sobrina de Patricia se llama Luisa Jones. Sr_rs pa_clres viven en Valparaso. Es mr-ry hermosa y cle caric_ter alegre; ama los deportes, las novelas y los viajes.En un tiempo ms, sus padres la llevarn a completarsu educacin en Europa. Cr-rando clijo esto, Sagreclcrenrojeci hasta la raz cle los cabellos. Se ve que aquelviaje no le hace ninguna gracia.Not que los jvenes, cada vez qLle las circunstan_cias de la conversacin se lo permitan, hablalran envoz baja, y tuve entonces la idea -que me agraclece_ran del fondo de sus corazones- de proponer Llna par_tida de bridge. Nos sentamos a jugar patricia, Lawrence,el zologo, eue apenas conoce el bridge, y yo. Lr-risay Sagredo se crllzaron en animado dilogo, mientrasyo sonrea con cierta celestinesca complicidad.Lawrence slo en tono muy general habl de suexpedicin al Sur, que se realjzar en el verano prxi_mo. Parece ser que De la Cruz y Sagredo formarnparte de ella. Tambin en forma muy general me pro_

    puso sentar plaza de explorador de tierras vrgenes, yyo acept la idea en principio. En el verano venicleroes seguro que habr terminado ya una monografa es_tadstica que he emprendido sobre el desarrollo cre laindustria minera en Chile. No tendr nada que hacey un viaje al Sur me selir de distraccin y de cles_canso.

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    28 t.tils UNRIQLJFI DEI-ANODespr-rs de medianoche nos despedimos los visi-tantes. Lawrence y yo nos dimos cita para el prximolunes, en que me dar datos ms precisos del viaje.Patricia me alarg su fina mano, sonriendo. Hay tantoseoro en su figura, que cada vez que la saludo siento

    renacer, en el hombre rudo que soy, viejas cortesasancestrales, y tentado estoy de inclinarme proftrnda-mente y besar su mano.Julio 16Ayer he visto nuevamente a Jorge Lawrence. Anda-ba preocupado, con una idea clavada entre las cejas.Como dudando, como presa de grandes vacilaciones,me dijo que quera hablar largo conmigo sobre la ex-pedicin del verano prximo.Nos hemos dado cita para pasado maana.

    Captulo IICOSAS DE SUEOJulio 18Qu cosa ms extraordinaria! Si al-guien me lo hubiera jurado por su ho-nor, habra tenido que decirle:-Yaya, hornbre... No doy una mone-da de plomo por su honor...Y, sin embargo...Almorzamos en un restaurante prximo al CerroSanta Luca, y despus nos marchamos a buen paso(haca mucho fro) en direccin a la casa de Lawren-ce. Mi amigo fumaba su eterna pipa, y yo, un exce_lente habano. Corra un vientecillo gil y penetrante,precursor de la lluvia, que comenz a cae por la no_che. La entrada en la casa de mi amigo fue como elencuentro de un oasis.Jorge me condujo a su escritorio, una sala inmen-sa, con pinturas, fotografas y mapas en los muros; conseis o siete grandes estantes repletos de libros; con vi-trinas conteniendo piedras, cuarzos, insectos, maripo_

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    J0 l.rrs tlNRl(Jt.u t)tiLANOsas, herbarios, huesos humanos, muestras de oro yotros cien objetos de procedencia distinta, rer-rnidos allpor la mano ms caprichosa que pudiera darse. Nossentamos en sendos sillones c1e cuero, y entonces em-pez nuestra conversacin, que es una de las ms cu-riosas que he sostenido nllnca con ser viviente.Lawrence carg su pipa con toda lentitud, comoquien vacila, buscando la manera razcnable c1e plan-tear Lln problerna. Luego me dijo:-Green, ha notado usted algo extraordinario en m?-Algo extraordinario?... No -respond extraado.-Si le dijeran qLle estoy loco, 1o creera usted?Me re, confuso y asustado, con risa qute segura-mente sonara falsa, como esas moneclas que clavanen los mostradores de las tiendas de comestibles.-De modo que no lo creera usted? Pues bien, mimujer llega a pensar que s 1o estoy. Tan absurda leparece la idea que tengo.-Y se puede saber, Lawrence, qu idea es sa o equ se refiere?-S: a la prxima expedicin.-Ahl-Patricia cree qLle he perdido el juicio... Yo llego apreguntarme si no tendr razn...En realidad, la conversacin entraba en Lln terrenornr-ry peligroso. Yo no saba qu actitud tomar: si po-nerme serio o regocijarme de antemano, pensando enaquella idea que claba a Lawrence prestigio de locoante los ojos tan puros de su mujer.Not que mi amigo me miraba con splica. Tena

    l. apariencia cle Hl'I#.J:'", ,orp.",'did,, "liagrante delito de poseer ideas absurdas.-Y, sin embargo -dijo-, yo tenao qr-re confiar estoa alguien, tenlo que hablar cle esto con alguien. Cuan-clo le en los peridicos la noticia de su llegada a San-tiago, sent una gran alegra y me fui en su busca.Desde ese da estoy por contarle estas cosas. prom-tame, Green, en primer lugar, qLle me guardar reser-vtr,y,luego, escucharme hasta el fin antes de clarmesu precioso juicio.-Desde luego -exclam-. Usted sabe, Lawrence,qLle conmigo se puede contar absolutamente.Y entonces Jorge, que hasta haba olvidado vaciarlas cenizas que desbordaban de la hornalla de su pipa,me cont sus pensamientos. Si no se hubiera tratadodel ingls serio y equilibrado que conoca a travs detantos aos de estrecha amistad, en realidad me ha_bra visto en el trance de atribuirle la razn a pafricia.-Bueno -dijo Lawrence-, todo se resume en cua_tro palabras: mi prxima expedicin tiene por objetobuscar la Ciudad de los Csares.-Qu?Haba sido mi exclamacin tan espontnea, tan vivay aguda, qr-re Jorge se turb. Lo vi llevarse Llna manoa los cabellos con cierto ademn desesperanzaclo.-Ve usted? -me dije. Entre ese grito suyo y el pen_samiento de qr-re estoy clemente hay slo un paso. Leruego que no lo d, que me escuche antes...-Pero es que est usted edificando palabras so_bre un mitol -clije-. Es que no puede hablarse de la

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    LIJIS I]NRIQI IE I)LANOCiudad de los Csares como de algo que tiene exis-tencia reall-Oh! -respondi Lawrence-. No me crea ustecl va-nidoso. Pero guardando la debida distancia -que esinterplanetarit-, le recordar qtte cuando CristbalColn hablaba de Antilia. de la Isla de las Siete Ciu-dades, los que lo oan pensaban, tambin, que era unloco, que corra tras Lln mito, tras el vellocino de oro.Y he ah que Antilia no era otra cosa que Hait."ltepare ustecl en que durante los siglos XVII yXVIII, y aun en pafie del XIX, se ha estado hablandcrde la Ciudad de los Csares. Repare usted en que hanido a buscarla expediciones bastante serias. Repareusted en que la Ciudad de los Csares aparece en losmapas antiguos. No se habla tanto ni dtlrante tantosaos de un burdo mito. Hay un refrn que dice: "Cuan-do el ro suena, piedras lleva". Pues bien, yo me digoqr-re si ha habido gentes que se dedicaron a buscar laCiuclad de los Csares, es porqlle algrn dato concre-to, algn derrotero real tenan... Que no la hallaron?Eso no prueba nada. No cree usted que una ciudadpuede estar cuatro o cinco siglos perdida en sitios don-de el terreno es un perpetllo accidente, entre monta-as, junto a volcanes rodeada de selvas? No estamosviendo que da a da se descubren rutinas de ciudadesde las que no se tena ni la ms remota idea?Se detuvo Lln momento y, como obseruara que yolo escuchaba con inters, prosigui ms animado:-Yo s, naturalmente, que esto no es tan fcil. Perodieme contarle. Cuando estuve en la Isla de Pascua,

    pensaba u., """.i;;:,:il;ui':"' vorcn o"",-Cau, en el esfuerzo horrendo de aquellos remotos es-cultores, que segLlramente gastaran vidas enteras enIabrar esa.s estatuas simples, grotescas, pero de un ta-mao fabuloso. Y de pronto not que la roca en qllerne apoyaba tena algunas lneas particLllares, que pa-recan hechas por mano de hombre. kabai dos me-ses, ayudado por un regimiento de indgenas paadosa precio de oro -usted sabe que son de Lrna perezaincreble-, hasta desenterrar dos colosos de pieclra, cledieciocho metros de altura cada uno..."Me doy perfecta cuenta de que llegar a la Ciudadde los Csares no es nacla fcll. Muchos la han busca-do en otro tiempo y eran faentes poderosas, como Je-rnimo Luis cle Cabrera, un fuincionario espaol deTucumn, en el siglo XVII. Daz de Ilojas, Ignacio clePimier, Francisco Delgado, etc... Tengo cuanto se haescrito sobre ella. Si viera usted qu interesantes sonlos relatos cle Prez Orcondo, ylllagrn, Lozano; Cr-dil, Falkner... Vale la pena, cramelo, Green. Consicle-re que antes era difcil la exploracin, y adems esosbuscadores eran unos codiciosos, que se peleaban slode pensar en la hora del reparto. Nosotros no vamosa buscar oro. No tenemos sino un inters cientfico enllegar hasta ella. Por lo dems, ahora existen elemen-tos de que antes no se dispona... Mire usted.De uno de los cajones de su enorme escritorio sacun papel amarillento enrollado, que despleg sobrela carpeta.-Acrquese usted, Green.

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    31Ftri a ver cle ,J H;;;1,, un antiguo mapade la regin austral de Chile, dibujado exclusivamen-te para recordar los lugares en que se desarroll laguerra de espaoles y araucanos. Tena indicacionesmuy curiosas, como stas: "Batalla de Mataquito y

    muefte de Lautaro". "Aqu muri Valdivia". Y de prontoun punto que Lawrence haba marcado con lpiz rojo.-Lea usted -me dijo.Le:"Aqu debe encontrarse la Ciudad de los Csares".-Qu me dice de eso?Lawrence me miraba con el triunfo acusado en susojos azules..lulo 19-Qu me dice de eso? -pregunt Jorge, con los ojostriunfantes.Mi parecer, tal como se 1o d1je, era que la carto-grafa no andaba muy bien en la Antigedad. El ttulodel mapa en cuestin era como sigue:

    Mapa cle una parte deCHILE,que comprende el terreno doncle pasaron los famosos hechos entreESPANOLES Y ARAUCANOS.

    Compuesto por el mapa manuscrito de Poncho Chileno: Porclon Toms Lpez, Gegrafo de los Dominios de S. M. de lasReales Academias de S. Fernando, Sociedacl Bascongacla, y cle lade Buenas Letras de Sevill;r.Madrid, ao cle 1777

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    Jo o sea, 0.,- -r,u,',',1';.,il,"il et mapa 'an.scri-to cle Poncho Chileno. Ahora bien, quin era ese Pon-cho Chileno-i Cmo haba siclo su nrapa manuscrito,para qLle inclujera a r-rn gegrafo del siglo XVIII a ubi-car clentro cle una carta una ciuclacl mitolgica-i Le agre-gu que la cartogr:lfa es una ciencia qr-re no pr-redebasarse en relatos ni mepes manuscritos, sino en ob-servaciones directas, en conclusiones a las que cola-boran instmmentos cxactos, en viejes reales y no enfbLrlas de sujetos fantsticos...Jorge Lawrence no pareci descorrzonar'ic por miescepticismo.-Pero, es que una fbula tiene que ser fbrzosa-mente una invencin-/ No! Por qr,r?' La fblrla es loque resta, clesfigr-rrado, ampliaclo o reducido, de unhecho, de una realidacl. Si la Ciudacl cle los Csaresha dado tanto qr:e habl:ir, es porque h:l existido. Deeso no me cabe duda. Lo interesante, querido Green,es saber si existe hoy. Para rn -agreg, cada vez msanimacl, nada se pierde enteramente, rnenos lrne cilr-dacl. Cada da se estn descubrienclo ruinrs de cir-rda-des en Europa, en frica, en Asia. Si la Ciudad de losCsares ha teniclo, hace siglos, vicla, cuerpo, realidad,qu podra impedirnos hallarla, aunque slo ser enruinas?"Naturalmente -continu-, yo no pretenclo qr.re estintact:1, qlle nos la toparemos a la vlrelta de cr-ralquiercamino, como a Valparaso o Talcahttano. No. Pensareso no sera curerclo. Si se ha escondido dur:rnte treso ms siglos a los ojos de los hombres, es porque est

    cn ruinas, ,rt "", ;#;,'; "-'"."t* ",-r u,-r oor'-rlrre impenetrrltle, tal vez oclrpada por uno de esosinnumer:rbles lagos cltre hay en la regin. S1o Dioslo sabe... Y pr,recla ser qlte lo sepzrntos nosotros tltn_bin...Lo deje halrlar sin interrurnpirlo. I_o escuchrba noyzl con la sensrcirin cle qtre su equililrrio mental se ha-bll roto, sino como a Lln iluminado. y he aqu queparzr clescribir ese eshclo cle Lawrence recllrro a Llnacomparacin que 1 mismo haba empleaclo momen-tos lntes: el Almirante, el primer Virrey de las Indias,Cristbrl Coln. ilajo sus cabellos blancos, Coln ha-bra teniclo ante los consejeros cle Isabel la Catcilicasus claros ojos italianos iluminaclos por.ese mismo res-plandor cle fe.Sin embargo, y() no poseo el talento ni la viclenciade Isabel; no tengo su sentido de aclivinacirn ni soytan permeable a les emociones, y as se explica queno rle haya clejado penetrar clel convencimiento quctan firmemente se ha asentaclo en rni viejo arnigo. Sibien reconozco una dosis preciosa cle liri.smo en estchombre qlle se clecide a separarse por tres meses clesll encantlclor:l mujer, para partir en bnscr de una ciu-

    clacl perdida, me resisto absoltrtrmente a cleiar de creerqtle no scJ esl() Ltnlt coslt inscnsltlt.Agosto 1He estado varios das sin ver a Lawrence. Un viaje clenegocios me mlntLlvo Llna semana fuera cle Santiago.

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    38 I,UIS ENRIQLIE DELANON da siguiente de mi regreso recib una invitacin panir a su casa. Cuando llegu, encontt, adems de mizologo y mi joven estudiante de medicina, que porciefio estaba sentado iunto a Luisa, a dos descono-cidos. Lawrence me present a ellos con palabrasmuy halagadoras para n, pero que me parece nocorresponden exactamente a lo que en realidad soyy valgo. Uno de ellos, don Jos Zamota, me resultparticLllarmente grato. Es profesor en el Liceo Francs,donde tengo yo Lln amigo. Ensea ciencias naturalesy es muy aficionado a las investigaciones. Se quei deque en Chile el Gobierno no apoya las iniciativas pri-vadas en ese sentido. Le respond que, a mi juicio,nuestro pas es todava muy joven para interesarse enfunciones de las cuales no puede obtener un prove-cho econmico inmediato. Recuerdo que us un smilbastante acertado. "Es como un nio -le diie- que noestudia por el placer de saber, sino porque al da si-guiente deber recitar la leccin en la clase."Estamos toclava, y esto 1o creo firmemente, en laera del comercio, de las exportaciones, de la venta yel trueqtre de nuestros productos. Es decir, en el pe-rodo fenicio. Pero ya llegaremos, naturalmente quese requicren siglos, a nuestto perodo griego.Y cle pronto, imbcil de m!, dirig a Jorge, que ftr-maba pcnsativo sr: pipa, una indiscreta pregunta:*Qu hay, Lawrence? Sigue ustecl pensando endescubril la Ciudad de los Csares?Not crrc pzrlideca. Se llev un dedo a los labiosy me clio ltna miracla suplicante. Por fortuna no nos

    habanoio zn,'il.; ;"ffi;'.:,.,rn,' "',"onojlon Patricia en una conversacin sobre hierbas medi-cinales. En cuanto al joven galeno no pareca tenerodos sino para las palabras de su compaera.Me aproxim a Jorge y le dije:-Perdneme! Lo he hecho sin mala intencin.Me condujo a su escritorio, para poder hablar conlibertad.-No me atrevo -dijo- a tocar este tema en presen-cia de esas gentes. IJsted es distinto, es Lln viejo ami-go. Pero ya ve, Green, usted que sabe que no soy unsoador, sino ms bien un hombre de espritu prcfi-co, ha estado a punto -no me lo niegue- de tomarmepor loco. Qu pensaran esas gentes? Hay que guar-dar silencio, y si ellos, como espero? me acompaanen la expedicin creern que se trata de descubrir tie-rras no holladas, simplemente, o de buscar especiesanimales y vegetales desconocidas.Aprob con la cabeza.-Me prestara usted -dije despus- aquel curiosomapa del siglo XVIII, para examinarlo ms detenida-mente?-Qu! -exclam Lawrence-. Se interesa Llsted enel asunto?... S, hombre, llveselo y cudelo.-Dnde lo consigui?-Lo encontr en Espaa, hace tres aos.Lo envolvi cuidadosamente y me lo entreg, des-pus de prometerle yo que se lo llevara hoy o maana.Y heme aqu ante el pequeo mapa de don To-ms Lpez, que es mlly interesante, por ciefio. Mide

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    LL]iS ENRIQL]E I)EI,ANOunos treinta centmetros de ancho por cincuenta osesenta de largo. En las indicaciones de la latitud ylongitud coincide, como es natural, con un mapa mo-derno, con el que 1o he comparado. El litoral s quese diferencia del qlle aparece en las cartas actuales.Es muy hermoso el mapa, mirado desde el punto devista esttico. Entre la red de ros y caminos aparecenclibujados pequeos montes, en grupos o en cadenas.Los ros mayores semejan culebras o lombrices y losvolcanes de alguna importancia arrojan humo y llamaspor la boca. Hay una serie de signos extraos parasealar las ciudades en pie y ruinadas, las villas, lasparroquias, las misiones, los obispados, los barcos, losbaxos, los arrecifes, los surgideros, los caminos, losminerales, los presidios, los sitios en que se libraronbatallas, las fortalezas, los alojamientos en despobla-do, los fuertes destruidos, las haciendas de religiososy particulares, los pueblos de indios, etc. No hay duda:los antiguos cartgrafos eran ms afiistas que hombresde ciencia; concedan mayor importancia a la bellezade los mapas que a su exactitud geogrfica.Se encuentran nombres indgenas bellsimos, quelas cartas de hoy, tan distantes del Descubrimiento yde la Conquista, no contienen, como MamahuallaChumpull, Donahuil, Cudihuel, Huanahuc, Mallabab-qun, etc.Y por ah, emplazada ms o menos a los 40 gra-dos de latitud Sur y a los 72 grados de longitud Este,la Ciudad de los Csares, objeto de las preocupacio-nes de Jorge Lawrence.

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    Agosto 4Ayer fui a casa de Lawrence para devolverle sll mapa,qlre tanta gracia y tanto nimbo de vejez tiene. Por elotro lado no me convence. Diga Jorge lo que quiera,el hecho de que r-rn gegrafo del siglo XVIII colocaraen un mapa una ciudad de leyenda, no asegura queesa ciudad haya existido.Confieso que si alguien me hubiera propuesto an-tes la cuestin, me habra encogido de hombros. Qunecesidad hay siquiera de molestarse en pensar en laexistencia o inexistencia, en la vercJad o en la mentiraen torno de un mito? Pero se trata de Lawrence, y meLlnen a l sentimientos demasiado profundos para ql-leme niegue yo a afrontar Lln problema qlle me ha pro-pLlesto.Jorge no estaba en casa, y dej el mapa en manosde Patricia, hermosa, cordial como siempre. Not queno quera tocar el punto, y hace bien. Para una mujerdigna no es grato poner en duda ante un extrao laestabilidad cle la nzn de su marido.Agosto 6Me junt con Jorge en un restaurante del centro. Cuan-do lleg, envuelto en su gabn, comenzaba yo a des-pachar un esplndido plato de ostras. Flablamos largoy se interes por conocer mis impresiones definitivasacerca del mapa. Le dije, sin reservas, mi opinin so-bre la antigua cartografa, ms cetcana de la poesaoue de Ia ciencia.

    fN J-A (-IL I)AIJ Df L()S LTSAITTS

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    12Jorge sonri ,, .:;;;;':,},,.,ir n,revas cle'en-sas de slrs icleas.-Qu piensa ustecl -le pregunt- cle la Cir-rdad clelos Csares en s misma? Cmo cree que es?-Oh! -respondi-. Es tan difcil fbrmarse una idea.Las versiones son contraclictorias, con lagunas, congrancles aspectos baldos. Sin emb:rrgo, yo tcngo 1o quepoclra llamarse una peqllea visin c1e conjunto, queme he formaclo con fiagmentos de todos los relatos,cle todas las crnicas qlle he leclo."f)escle luego, las leycnclas coinciden en qLle erauna ciudacl grancle, verclad? Pero esto dice poco. Quera una ciuclacl grande en el siglo XVI o en el XVII?Seguramente ni la que Aristteles propona, de cliez

    mil habitantes, ni la Nueva Ycrrk de hoy, con ms genteella sola que Chile entero. Imagnesc usted Talc--a... No,es mucho. Piense ms bien cn San Bernardo. Eso es.L]na ciudld como San l]ernarclo. de constrncci

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    LTNS ENRIQL]E DLANOSera desleal, sera indigno. Siento por Lawrence unaprecio de verdad y me repugna un engao, tan sim-ple, sin embargo, tan enormemente simple.l

    I Durante los clos meses vacos que hay a continuacin, Greenno hizo ninguna anotacin referente al tema que nos interesa. Slonegocios y alusiones a su trabajo estadstico sobre la industria mi-nera. (Nota ciel Teniente ltivas.)

    Fr^ *uh.n--*.4d

    Captulo IIIPREPARATIVOSNouiembre ]2Ayer recib una carta de Lawrence, fe-chada en Valparaso. Fue acompaan-do a Patricia, que pasa unos das encasa de su hermano, el padre de Lui-,r;!(l,tt sa. La cosa se aproxima, y LawrencetVt, me propone abiertamente qlle loacompae. Parece que la p^rtida de la expedicin estfiiada para comienzos de diciembre.Se habla de ella en la prensa. Ayer le en El Mer-curio una breve nota, anunciando un viaje al Sur delconocido explorador, etc. Me ha contado Marcial Or-

    tega, un joven periodista que he conocido hace poco,que El Llniuerso publicar un editorial haciendo ver lanecesidad de que el Gobierno se interese por obrassemejantes y coadyuve a ellas.Copio un prrafo de la carta de Jorge:"... Y si usted se resiste a aceptat lo que cada da

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    me parece -a, .urol ffit.""'" simplemenre comoun hombre entllsiasta, qlle quiere reaccionar contra latriste situacin de r-rn pas que no conoce integralmentesu territorio. Olvdese de todo lo dems. Si resulta loqLle me propongo, participar usted de una merecidafama. Si no obtenemos xito, me ay-r-rdar a poner nom-bres a algunas tierras que no 1o tienen. eu pensaraustecl del 'Monte Green' o cle la 'Ensenada Green'?Vaya conmigo como van De la Ctuz, Zamora, VicenteZiga o el joven Sagredo, que ha prometido a mi so-brina Luisa dar su nombre a la primera tierra que seexplore..."Esta noche pensar en el asunto. Si la excursinno es incompatible con el trabajo estadstico en queestoy metido, bien puede ser que me decida.l,louiembre 14Mi respuesta ha sido lacnica. Hela aqu:"Querido amigo: no hay ms que hablar. Voy, comoZamora, De la Cruz y los dems, a explorar tierras vr-genes. Pero voy tambin a sujetar Lln poco a ese eui-jote que busca molinos de viento contra los cualesestrellarse...Cuente, pues, con mi moclesta compaa.Cundo regresar? Es bueno comenzar los prepa-rativos, y me gllstara alrudarle en ellos.No se olvide de presentar mis saludos ms finos aSLI CSDOSA".

    EN I,A CIL]DAD I)E I,OS CESARES 11i\ruiembre 15As, pues, voy. Estoy ya embarcado en esta excursinrle tres o cuatro meses por el Sur. Por instantes merrrrepiento, pensanclo en qlle me estoy ya poniendovicjo para perder tfes lneses de vida en explorzrr pa-rejes vrgenes. No todos tenemos el carcter y la san-gre de Lawrence.Pero luego me conformo: este pedacito de vidaqlle estoy defendiendo -tres meses- es tan inrtil,tan rido como los cuarenta y un aos que llevo vi-vidos, y de los cuales, en realidad, no he hechonada.. Si siqr:iera hubiera sido capaz de formar un hoar,cle llevar a l una mujer hermosa, digna y sabia, unamujer como Patricia, por ejemplo...Pero nada, ni eso.l{ouembre 25La partida, que esperbamos que fuera el 6 de diciem-bre, ha debido ser aplazada para fines de ese mes.Zamora no terminar sus clases hasta el 20. De la Crvz,qlle tiene Lln carflo en el Museo de Historia Natural,ha obtenido tres meses de vacacictnes, a contar des-de el 15. El futuro mdico quiere presentar, tambinpor esos das, su tesis doctoral, para rendir el ltimcrexamen en marzo prximo. Y son tres elementos im-poftantes, a los cuales es necesario hacer algunas con-cesiones.

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    r.tlls FrNRtQl rE I)I.AN()Ncuiembre 28La actividad de Lawrence es realmente fantstica. Lcrhe acompaado en zrlgunas diligencias relacionaclascon ll expedicin. Lawrence se mueve, lo arregla todo,no deja nada por hacer.Lo acompa al Ministerio de Instruccin, para so-licitar del ministro "qlle se sila oficiar a su colega deGuerra" (como se dice en lenguaje administrativo), pi-dindole que el Ejrcito nos facilite algunas cosas quenecesitamos, y que no vale la pena comprar: tierrclasde campaa, armas, cuerdas, etc.Esto cle la burocracia es en Chile un verdaclero pro-blema. Hicimos antesala durante dos horas, mientrasel rninistro firmaba el despacho. Luego, cuando ya nosiban a introducir, resulta que el ministro recibi r-rnaimportante llamadr cle la clirectiva clel Partido Liberal.Culndo regres, una hora y meclia ms tarde, tampo-co pudo recibirnos, porque ya no era ministro. El Ga-binclc acel'raba dc renunc'iltr.Todava (acabo de leer los diarios cle hoy) no sesabe quin lo reemplazar.Diciembre 2Hoy habl largo con mi abogaclo, porque quera re-comendarle especialmente el asunto de la concesinldurante los meses que yo est ausente. A Roclrguez

    I Se refiere a un negocio crot-npletauente ajeno, de que ha ha-blado en notas anteriores, qlle yo hc suprimiclo. (Nota del T. R.)

    re exrraa ,"0.;;;;;';""';:^",u" ,,n 0",u",. Jitiempo", colrro me dijo, en esa excursin. Bueno,Irmi4o. Cmo revela usted su espritr-r prctico! perctse olvicla cle trn refrn que dice: "Cada loco con strtema"...l,)tatemDre \Los periclicos traen hoy abundante informacin so-lrre nuestro prximo viaje: Dan el nombre cle todoslos que iremos "a contribuir en esr forma al progresocultural del pas".Diciembre 7Hoy a medioda celebramos una reunin plenarizr encasa de Lawrence. Se tratlba cle tomar una fotografapara la prensa.El reportero Ortega, a quien me presentaron nohace mucho, anda vuelto loco con lzr expedicin; to-dos los das publica no menos de media columna, apli-cnckrnos acljetivos que son todava algo prematuros...Ortega consigui con Lawrence que nos reunierea todos para tomar Llna fotografa: teniendo a la es-palcla la gruesa biblioteca de Jorge, hemos posado.Compuso Ortega la foto, situanclo a Lrwrence en elcentro, entre Zamora y yo. A la izquierda, De 7a Cruz,y en el otro extremo Z(riga y el estudiante Sagredo,que se hace llamar con cierta simptica desenvoltura"el mdico de ia expeclicin".Me pareci todo eso algo artificial, de comedia.

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    50 LIIIS lNRlQLltl DI.AN()como si fuera poco, ortega pfopuso ms tarde quePatricia posara al lado de su marido.-Resultar una foto magnfica -deca-. Le pondrcomo leyenda: "El intrpido explorador, acompaadode su seora, posa para nllestro diario".Patricia se opLlso de modo seco y cortante a lasproposiciones del periodista. Su fino sentido de lascosas le advirti de inmediato 1o ridculo qr-le era eso.Yo estaba f-eliz. Parece como si hubiera escuchado losruegos que yo le haca mentalmente.

    Diciembre 8En tercera pgina, bajo el rubro La primera.f'otogra.faen coniunto de la Expedicin Lautrence, ha aparecidcrhoy en el diario nuestro grupo. Un grupo lamentable,por cierto. El nico que est Lrien es Jorge. En los de-ms hay cierta ttrantez, cierto forzado deseo de apa-recer ergllidos, atltic

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    52 LLIIS E\RrQLlFl DELANOdas, armas, herramientas, cuerdas, tiles y ropas de laexpedicin. La Unin ser el punto desde el cual ini-ciaremos nuestra marcha, despus de contratar guasy adquirir las provisiones ne('esarias.Pasado maana oartiremos nosotros.Diciembre 22Esta noche.Hoy estuve con mi alrogado. Ya no le parece quevaya "a perder el tiempo". Clato, ha visto mi fotogra-fa en los peridicos, y le han impresionado los adje-tivos heroicos que Marcial Ortega me dedica con taniaprodigalidad.Diciembre 23Tengo las piernas agarrotadas por la falta de ejerci-cios. Llevamos ya diez y seis horas de tren, y apenaspuedo escribir, con el movimiento del convoy.Lawrence viene muy alegre. Por primera vez hevuelto a recuperar ante l la sensacin de hace doceaos, cuanclo trabajbamos en el Norte. Es el mismode entonces, rejuvenecido, regocijado ante la proxi-midad de las grandes batallas.Nuestra partida ha sido el acontecimiento ms so-nado de ayer en Santiago. Los diarios estuvieronabundantes de elogio, y en la estacin hubo gen-to, magnesio, periodistas, todo un ensayo de ma-nifestacin popular. Slo falt la consabida bandade msicos.

    \ LA (]ILJDAI) DE LOS CESAIiES 5JLas despedidas fueron emocionantes, si se quiere.Estaban Patricia y Luisa -qLle parece vino especialmen-te de Valparaso-, las hermanas de Sagredo, el paclrey los compaeros de redaccin de Ortega, la mujer ylos hijos d,e Zamora, y algr-rnos parienres de Ziga y

    de De Ia Cruz. Confieso que me sent empequeeci-do, desmedrado. Slo a m nadie iba a despedirme.A las 70.20 de la noche, es deci dos minutos an-tes de que el tren arrancara, comenzaron los adiosesy los abrazos. S1o yo no tena a quin abrazar ni quinme abrazara. Algunas seoras derramaron lgrimas.Luisa y su ta estuvieron cordiales pero dignas.Como la rltima visin de Santiago conselvo la mi-rada de despedida de Patricia, tan afectuosa, tan hon-damente verde.

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    DIRECTOR

    Captulo IVEN RUTADiciembre 27Maana saldremos en busca de tierrasy plantas para los dems; de la Ciu-dad de los Csares, para Jorge y yo.Se pens en un comienzo seguir has-ta Ro Bueno, y paftir desde all condireccin a la cordillera. pero en elHotel Germania, donde estamos alojaclos, nos asegu_r el propietario que en ninguna parte logra."-o, n_llar dos baqueanos de la calidad de los hermanosMuoz, sujetos que viven en La Unin, y que son losmejores conocedores de toda la zona.

    Los tres das que llevamos en este pueblo, unpoco gris, han sido de afanes, de trajines. El gober_nador, un seor Gacita, estuvo a saludarnos en elhotel y a ponerse a nLlestra disposicin. Iremos aalmorzar con 1. Es muy corts y se ve que cumpleal pie de la letra las instrucciones que ha recibidodel Gobierno.

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    56 LINS ENRIQUE DLANOJorge lo ha hecho todo, personalmente, desde con-feccionar la lista de provisiones -que Ortega y Sagre-do se han encargado de adquirir- hasta contratar loscaballos y mulas que utilizaremos. Yo he sido el en-cargado de despachar a los curiosos que han venido

    a desearnos buen viaje. Gente ociosa, por lo dems,acostumbrada a la vida de pueblo chico, sin grandesdesequilibrios, y en la cual se aprovecha la menor no-vedad para pasar el tiempo. Vinieron un tal Torres,periodista local; un mdico cuyo nombre no recuer-do, y otros distinguidos caballeros de La Unin.Al da siguiente de nuestra llegada, acompa aLawrence a almorzar a casa del gobernador. He ter-minado por darme cuenta, a juzgat por los honores ypreferencias, de que soy llna especie de segundo jefede la expedicin.

    Gacita estllvo muy amable. Nos proporcion abun-dantes informaciones, cartas geogrficas de la regin,de mucha utilidad, y nos confirm la opinin del se-or Liechberg, el dueo del hotel, sobre los herma-nos Mnoz. Segn parece, no hay en toda la provinciade Valdivia quin conozca mejor la zona cordilleranaen el lado que nos interesa. Esa zona, en trminos ge-nerales, podra ser un cuadriltero cLlyos vrtices es-tuvieran en los lagos Ranco y Lacar, extremo norte delNahuel-Huapi y Puyehue. Sospecha Lawrence que aca-so tendremos que desviarnos hacia el Este, y tiemblaal pensar que la Ciudad de los Csares pudiera en-

    contrarse "" t"o";;"';":;";"., 'lg,.i' ai.", "" *jldra nada de extrao.-Aunque la leyenda -me confes- la sita en Chi-le, no sera raro que ocurriera lo qlle temo. En el si-glo XVII las fronteras entre Argentina y Chile erantodava muy relativas? no estaban demarcadas clefini-tivamente. Imagnese -agreg- que hasta ha habidoun cronista que r_rbica la ciudad en las riberas del Ama_zonas...De anochecido fuimos a la casa de los hermanosMuoz; viven en las afueras del pueblo, en Llna cons-truccin ba1a, de adobes. Junto a ella haba Lrna varade madera, a la cual estaban atados dos caballos. Seoa, dentro, un llanto persistente de nio.

    Nos abri una mujer morena, de facciones finas einteresantes, que llevaba un cro en los brazos. Loshermanos no estaban, por supuesto. Los hallaramosen la taberna ms prxima. Les dejamos recado de quefueran al hotel, y en la noche, cuando nos levantba_mos de la mesa, se presentaron dos hombres cie treintay cinco a cuarenta aos, pequeos de estatLua, de cuer_po duro, musculoso, resistente. El mayor, Fermn, esmoreno tostado, tiene unos ojos negros vivos e inteli_gentes y unos desordenados bigotes obscuros, cle pe_los gruesos y brillantes. El otro, moreno tambin,parece ms reconcentrado, ms introvertido. Tiene enla mejilla izquierda una Targa cicatriz, recuerclo clequin sabe qu brava pendencia campesina.Estaban aguardndonos, sombrero en mano, mllycorrectos con sus estrechas chaquetas adornadas de

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    58 Lrils I'INRIQLIE l)l.ANOnumerosos botones, con sus pauelos de seda blancaanudados al cuello.-A sus rclenes, patrn -dijo Fermn, el mayor.Lawrence, tcnico en reconocer al gua inteligentey entendido en su oficio y su regin, les hizo algunaspreguntas, a las cuales respondieron como hombres deexperiencia. Dijeron conocer la regin "como la palmade su maIo" y citaron un nmero extraordinario denombres de volcanes, cerros, pasos cordilleranos, ca-seros y lagos. Desde hace muchos aos se ocupan detraer aanado de la Argentina, y no hay hacendado ciela regin qlle no utilice sus servicios cuando compraanimales en las estancias del pas vecino. Usan indis-tintamente -segn a qu pLlnto conducen el ganado-el paso de Lilpela o el de Cacho y "conocen de memo-ria" los cerros de Llollehue, la sierra de Lilpela o lascadenas que rodean el Lago Seoret. Terminaron dicin-clonos que podamos confiar en ellos, que eran capa-ces cle andar "con los oios vendados" por toda la regin'Lawrence me consult con una mirada y yo' porel mismo vehculo le transmit mi opinin favorable'Hablaron de precios y quedaron de acuerdo' Jorge noregte los ochocientos pesos que peda cada uno porsus selicios. Muy por el contrario, les dio un antici-po de trescientos pesos que solicitaron para dejar "ase-gurada" a la famllia.-Y cundo partimos, pan? -pregunt Fermn.-El 28, a las cinco de la maana.-Perfectamente. Puede disponer de nosotros paralo que mande... Y eligi ya los animales?

    -S -conte,,. ;;;."-:jli.'" .,n,,,", ,, ,",, ,,',1las para la carga.-Muy bien. Se ve que el patrn sabe mucho de es-tr,rs cosas.Lawrence sonri complacido. Tal vez Fermn ha-ba tocado, sin salrerlr, la cuerda rns tensa de su sen-sibilidacl de explorador.-Bien, bien -dijo-. Ser bueno qr-re ustedes nos a),.11-clen a acondicionar las mulas.Partieron los hermanos Muc2, clespus de darnoslas buenas noches.-Yzr, pues, est todo listo. Maana, al alba, dejare-mos La Unin, rumbo al Sudeste. Las mulas estn car-gzrclas. Los caballos duermen en sus corrales, inquietos,tt:merosos, rascando a veces la tierra con slls cascos,como acostumbran donnir los calrallos.Es necesrrio que yo tarnbin me acueste.Lawrence hace dos o tres horas qlle se retir

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    ,o, ."-,,..,r, u .,"r.i""#;'"::remos r-rn pequeosendero. Se acaban tambin las noches en poblado,1o que equivale a penetrar de lleno en la aventurI,con todo lo que ella tiene cle poco confortable...Seguiremos un sendero que corre un buen trechoparalelo al rc Chirre, afluente del pilmaiqun. peroen Lln h-rgar fijado por los hennanos Mnoz, abando-naremos todo camino para seguir el rumbo Este, queparece ser el pLlnto cardinal bajo cuya advocacin noshemos puesto.Nrestra salida de La Unin fie bastante pintores-ca. A las cuatro de la maana me despert. Se oa abaioese caracterstico n-rido de caballos impacientes, quedan patadas sobre el pavimento. Me a.som a la ven-tana: era todava noche cerrada, pero a la luz de unfarol pude ver un grllpo de cabalgacluras, y junto aellas, a los hermanos Muoz envueltos en sus "pon-chos" obscuros.O ruido en la habitacin del lado, y poco despusgolpe en mi puerta Ortea, quien, por orden deLawrence, se haba dedicado a despertar a los viajeros.Uno a uno bajamos al comedoq donde se nos tena pre-parado un zrgradable desal'r-rno de caf caliente y tosta-das. Primero entr Jorge, que vesta un coffecto pantalnris de montar y botas amarillas. Bajo la chaqueta aso-mbale un lrLleso jersey de lana. Llevaba guantes depiel y Llna gorra inglesa de recio pao. Ms tarde des-cendieron los jvenes, tambin en traje de montar; lue-go De la Cruz y Ziga, y, por rltimo, baj el profesorZamora, con Lln traje mr-ry pintoresco, qlte nos hizo son-

    ,(',, r-tevab" or",;rJ"|'."ffiil":o y unas r"rr*i,rollinas negras, de cuero, hasta las rodillas. Si no hu-l,ic'r'a sido por su sombrero de paja, se le habra toma-i lo por un comandante de polica de alclea.Nos despidieron el seor Liechberg y el goberna-t lr r' Gacita, que tuvo la sealadsima atencin de le-viurtlrse antes de que amaneciera. A las cinco y quincet lc la maana, precedidos por Fermn y Ral Muoz,iniciamos la marcha.l)iciembre 29l)r,rrrnte todo el cla hemos marchado al paso, para nol:rtigzrr a los caballos sin necesidacl. El sendero es bas-tante transitable. En este camino montono, a marchatan lenta, quiene.s nos fatigamos somos nosotros.Se divisa hacia el Norte la Cordillera Nevada, qlleciertamente jr-rstifica su nombre: a pesar de que esta-mos a fines de cliciembre se siguen viendo los pica-chos m/rs altos coronados de nieve. A ambos lados delcamino hay vegetacin qr:e se hace cada vez ms es-pesa. No ha hecho fro.A la vanguardia han marchado casi toda la maa-na los Lraqueanos, entre los cuales va Lawrence en sucaballo tordillo. Hablan y fi:man, el ingls su pipa detoda la vida, Fermn y Rarl sus cigarros de hoja. Si-guen, en charla amable, De la Clrz y Ziga. Este l-timo va dnclonos pequeas lecciones de botnica antecada rboI cuyo nombre ignoramos los profanos, antecada helecho gigante. Ms atrs, el profesor Zamora

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    ."-t", melanclic;;":';;l""oto" en un bornde la americana el cordn de su sombrero de paja,con el cual el viento se complace en divertirse. Va solo,entregado a st-ls pensamientos, a Dios sabe qu re-flexiones. A la retauardia los closjvenes, alegres, re-gocijaclos. Camin una media hora al lado de ellos.Sagredo, con poqusimo respeto, por cierto, insista enburlarse de la facha del profesor Zamora, que montacon lrs asentaderas todo lo levantadas clue puede,como si llevara agujas en la montura. Sus polainas, suspantalones cle comisario n:ral, su inoportuno sombre-ro de paja son constante motivo cle regocijo para Sa-gleclo y Ortega. Yo trmbin me re un poco, pero clepronto record qr-le no soy ya un muchacho, que ten-ao cLlarenta y Lln aos cumplidos, y que no es pr-opioqLle me divierta a costa cle un compaero de viaje,mxime tratnclose de una persona tan respetablecomo es clon Jos Ztmora. Entonces adelant mi ca-ballo y fui a hablar con el prof'esor.Me conf-esr que va horriblemente cansaclo.-Haca muchos aos -me clijo- que no montaba. acaballo,

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    64 I-TJIS ENITIQUE DELANOgente se ha echado a dormir, apoyando la cabeza enlos blandos "peleros" de las monturas.A la hora en que escribo, todos duermen, exceptoFermn Muoz, que est fumando sentado junto al fue-go. Los caballos, atados a los rboles, mastican y re-soplan. Parecen sombras.Es nuestra primera noche al raso. Ser por lo de-ms, segn supongo, la nica que pasemos bajo la luzfra de las estrellas. A medida que se avanza hacia lacordillera, el fro va aumentando, y no hay razn paracoger tan estpidamente una pulmona.

    Captulo VCLIMA HUMANOEnero 3, de 1917No es posible hacer otra cosa, en via-jes como stos, que obseruar a los ca-maradas, estudiar sus caracteres, entrara saco en sus profundidades psicol-gicas. El paisaje fatiga, aunque sea estepaisaje del Sur, tan violento, con tan-ta fuerza vital. A ambos lados del sendero, que se an-gosta a veces extraordinariamente, est la selva puray bruta, creciendo, ganndole de nuevo al hombretodo el espacio que ste le haba quitado. Suelen versegrandes bosques, cuyos rboles fueron talados por losindustriales madereros. Empiezan a crecer de nuevo,a surgir de la tierra como las cruces en un cemente-rio, a avanza; la repoblacin forestal se est operan-do sola, por obra de la naturaTeza y contra la voluntaddel hombre. Solemos meternos por espesas selvas, obs-curas, sombras, de una tremenda humedad, en las cua_les las hojas se pudren suavemente sobre el suelo y

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    11".,.,"r..",., " r" ,r"r.'ll;, ;": )"" ur," res presraraNada se pierde aqu. Todo retorna a 7a gran fuentegeneraclora de la vida.A veces los pasos se hacen tan estrechos que de-bernos, dirigidos por Muoz y EI Manco, emprencler-las a machete limpio contra lrs ramazones clensas quenos impiclen seguir.Arribr el ciekr, yt azt:l pursimo, ya encapotado.De pronto parece que en la atmsfera se cien'e Ltnlgrrn puerta y entonces empieza a cee la lluvia, bajola cual marchamos y marchamos, cLlatro, seis, ochcthoras seguidas. Intil decir que el sombrero de pajaclel prof'esor Zamovt dur poqusimo. A los dos dasde lluvia era ya una especie de engruclo amarillentcrsobre su cabeza. Fue preciso que Jorge le diera unespeso "poncho de castilla", con capuchn. Zamota,con la capucha metida hasta la nariz, parece a vecesttn mt-rnjc. a veces rrn fhntasma.Hace ya tres o cuatro das que no vemos ms ca-ras humanas que las de estos diez hombres solitariosqlle somos nosotros, que vamos en busca de lo des-conocido, en medio del gran silencict austral. Los rlti-mos hombres con quienes nos cnlzamos fueron dosgar-rchos que venan c1e la Argentina; haban cruzadcrla cordillera por el paso de Cacho, y nos clieron noti-cias del tiempo. Les clejamos ciarrillos; la lluvia leshaba inutilizado su tabaco.Es ahora, verdaderamente, cuando estamos solos,en Lrna soledad a veces silenciosa y a menLldo ru-morosal curnclo crllzamos bosques llenos de ese mur-

    .rtrllo or" oroor.;.'Jl ili.i"-",*" las fuerza, Jltnrales.Suele espantar esta soledad.Los compaeros van entregados a sus reflexiones,cada uno pensando en sus propios problemas. JorgeLawrence suele perder sus ojos azules hacia una leja-na sin .sitio en el espacio, hacia un punto de magia yde ensueo: la Ciudad de los Csares. El joven mdi-co piensa continuamente en Luisa. Hasta ha llegado ahablarme de ella, de cunto la quiere y de sus deseosde graduarse en mazo1 para pedirla en matrimonio.De otra manera, dice, sus padres se la llevarn a Eu-ropa y la distancia puede mucho; puede, incluso, ce-rrar los corazones a todos los recuerdos.

    Zliga lleva el morral lleno de hierbas y peque-as plantas; ha descubierto clos especies que, segncree, no son conocidas por los botnicos modernos.Zamora piensa ms en su mujer y en sus hijos que enla expedicin en la cual se ha enrolado. Se le sienteen todas las actitudes un cansancio extremo. Cuandome mira con sus ojos tristes, parece revelarme todosLr arrepentimiento de haber dejado la tibieza de unhogar en vacaciones, para entregarse a las qr_rijoteras.Marcial Ortega escribe, por las noches, estupendas cr-nicas, algunas de las cuales me ha ledo. Antenochesal de la tienda y me instal junro al fuego a escribiren este cuaderno. Momentos despus lleg 1, con unalibreta y un lpiz.-Holal -me dije. Se escribe... Est usted escribien-do alguna carta?

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    ,,x Ll l\ L\RI(JI t lrtl\\(-]-S -le dije-. Y usted?-Yo hago Llna pequea crnica sobre estos pri-meros das de viaje -me contest-. Me est resul-tando realmente ernocionante. Quiero terminarla ymandarla a La Unin o a Ro Bueno, con la primera

    persona qLle crLlcemos, para que la ponga en el co-freo.-Pero, est usted seguro cle que nos cruzaremoscon rlgrrit'n? -le dije.-Cmo!... Usted, qu piensa?-Qr-re hemos entrado en terreno virgen, que mllydifcilmente hallaremos seres humanos.-Diablo! -dijo-. Pues yo crea...-Nada; qr-re tiene usted que renllnciar a enviar esascrnicas. Hal':r que esperar hasta el regreso. Estamosya en el ccrazn de la aventura...-Hombre! Hermoso ttulo para mi primera crni-ca: "En el corazn de la aventura!" Magnfico. No seenfaclar usted si lo empleo?-No -respond riendo-. No tengo ninguna vanidadde mi hallazgo; le cedo la propiedad.-Gracias! "En el corazn de la aventura"l... Estrealmente bien.Cacla uno en su libreta, nos pusimos a escribir. Depronto, Marcial levant 7a cabeza y me pregunt:-A quin escribe usted?Como yo guardara obstinado silencio, se dis-culp:-Perdrneme si he cometido una indiscrecin; perocreo que los hombres no deben tardar en abrir sus

    ( orazones ..,n.'uii ffi;.," T; empresa .l,rri;crrando estn metidos "en el corazn de la aventura",c()mo tan exactamente ha dicho usted.Me re.-En realidad -le dije, inventando una fbula coninar-rdita rapidez-, en realidad no le escribo a ningnlrariente, porque no los tengo. Le cuento mis impre-siones a una amiga de infancia con quien me casarel ao prximo.-Oh!*S; le escribo a Adelaida Parker, una inglesa conquien estoy prometido... Le extraa a usted que unhombre que ha pasado ya los cllarenta piense en ca-sarse? Vamos, Ortega, no ser yo el primer solternque renuncie a su celibato... Es que resulta -agregu-que Adelaida se cas, mientras yo trabajaba en las mi-nas. Cuando volv, con un poco de dinero y otro pocode experiencia,ya no era libre. En cambio, ahora...-Ha enviudado?-No -dije, enredndome en mi cuento-. Se divor-ciar de su marido...-Ah, qu historia tan interesante! El exploradorque despus de muchos aos vuelve a los brazos desu amiguita de infancia, la cual se ha divorciado desu marido... Sera motivo parauna linda crnica. Na-turalmente habra que cambiar los nombres... El ex-plorador Murphy, por ejemplo, y su amiga... cmodice que se llama? Adelaida?... Pues ella sera Elisa-beth... Hombre, cuanclo se case le agradecer que melo participe.

    LL]IS ENRIQUE DELANO

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    -Desde luego -le dije-. Se lo participar. puedeesperar...Y sonre, complacido de mi invencin...Enero 6Hoy ha cado sin piedad la lluvia. Era como una obs-cura cortina gris, desde el cielo cerrado hasta la tierravida. Lawrence ha marchado taciturno, melanclico,envuelto en su "poncho de ca.stilla". Habla con uno ocon otro, sin abandonar su aire distrado, su meditati_va faz.En cuanto a m, siento cada vez el pesat de haber-me embarcado en una aventura tan estpida.Al atardecer acampamos a las orillas de una lagu-na qlle no figura en las cartas. Ral Sagredo rog aJorge, que est haciendo un croquis para componerms tarde el mapa de la regin que exploramos, quela baufizar con el nombre de Laguna Luisa. Lawren-ce sonri, pero muy pronto volvi a su distrada acti-tud. Qu piensa? Qu recuerda? eu proyecta?Tentado estoy de preguntrselo, pero las dos o tresveces que he llegado hasta l con ese objeto, me haalejado, me ha detenido el mpetu sll rostro excesiva-mente serio. Dejarlo hasta que se presente una oca-.sjn ms propicia...Los compaeLos, al ver los patos y otros voltilesque permanecan mansamente en las orillas de la La-guna Luisa (llammosla as, para dar gllsto a nuestroamigo), quisieron cezar algunos. Es que se siente ya

    1J l.Uts liNIu(2lJ I)LANO

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    la nostalgia de la carne fresca, despus de algunos clasde alimentos secos o en conserua. preparamos, pues,las escopetas y dispar yo el primer tiro, con tan bue_na fofiuna que derrib un voltil blanco y gris. paracogerlo fue preciso que me metiera hasta las roclillasen el agua.Ha sido un error imperdonable no traer dos o trespeffos.Fermn Mr-roz estaba a mi lado. Se ha habituadoa mi compaa, y frecuentemente coloca su caballo jun_to al mo, al mismo ritmo de marcha.-A ver, Fermn -le dije-. Dispare usted. pueda serque matemos otro.-Disparar yo? -me respondi-. Eso no lo vernsus ojos, don Armando!-Yaya, hombre! Y por qu?-Hace mucho tiempo -me dijo- que jur no tomaruna escopeta en mis manos, y he cumplido mi pro_mesa.-Es curioso. Y qu origen tiene su enemistad conlas armas? No lleva ni siquiera un revlver?-No; solamente este pual.Y me mostr un largo y afilado cuchillo queguarda en la cintura, dentro de una vaina de oielde cerdo.Dej el voltil en manos de Ortega, eue, ayudadode El Manco y Ratl Muoz, haba encendido una fo-gata. Lejos se escuchaban los disparos de Ziga y deDe la Cruz,los cuales se haban apartado del campa_mento, bordeando el lago. Cada vez que sonaba un

    tiro, tos patos J#:.;;"r"* ,.r,.,r,"0", o" ","r1tra inslita presencia.-Cunteme eso, Fermn -dije a rni compaerG-; meinteresa mucho.Nos sentamos iunto al fuego. Herva sobre l elagua dentro de una olla. Echamos el pato, y mientrasse desplumaba por efectos del calor, Ortega y yo es-cuchamos asombrados la historia cle Fermn. Rarl Mu-oz Ia oa tambin, con el cigarrillo de hoja de mazentre sus labios delgados. Es posible que ya la hubie-ra escuchado en zrlguna ocasin anterior. Ortega, obe-deciendo a su repllgnante mana, sac su cuadernitoy comenz a tomaf notas. Estos periodistas son muydesagradables, muy interesados. La profesin los ha-bita a no or nada, nada, sin propsito especulativo,por el solo placer de escuchar. Las bellas historias noson bellas para ellos, sino cuando pueden dar motivopara una clnica. Yo lo miraba algo picadc. Si no hu-biera sido por el secreto que haba prometiclo aLawrence, le habra dicho, subrzryzrndo la frase con eltono ms irnico posible:-No se afane tanto, hombre. Ya tendr informacinsensacional cuando descubramos la Ciudad de los C-safes.Pero no se poda.-Data de cuando hice la guardial -comenz Fer-mn-, en el Dragones 6, en Curic. Hace ya bastantetiempo, no menos de diecisis o diecisiete aos, yo

    I El scrvicio militr oblisatorio. (Nota del Eclitor.)

    Fll l, I lrlrrl I lrll \t\t(, EN LA CIL]DAD DE LOS CESARES

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    {'t.t 'ilr, ll,r, lt. r.illr )lt(.('.\. l,lrr cl pr-reblO haban Conde_lr,ltftr .l tltu(.tl('tr ult l>lrndido, un tal Lpez, cuatrero1' :r,..t,silrr), lx'l'() rrtr,ry valiente. Se deca que lo fusila_lrr, rr llr l':rana siguiente, al all-a. pero ocurri qr_relos gcnclarmes de la crcel no saban casi maniarl

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    tado. Encendi el pitillo y se sent. Luego se levantpara quitarse la chaqueta, y se abri tambin la cami-sa para que las balas le entraran ms fcilmente. Cuan-clo se sent de nuevo, el cnra, que era muy jovencito,se acerc a l:-Arrepintete de tus pecados, hijo rno -le dijo.Y sabe lo que le contest ese "roto,, sacrlego? Ledijo: "Oiga, padrecito, no podra irse a jocler a otaparte?... "El deslenguado rir la cola del cigarrillo y clijo queesperaba. Yo estaba temblando y not que dos de lossoldados qlle se haban ofrecido voluntariamente tem-blaban rambin.Mi teniente nos orden colocarnos en fila a docepasos de Lpez, apuntar al pecho y disparar cuandolbajara la espada. Yo estaba tan nerwioso que no po-da dar con el punto de mira del arma. El can ibapara all y para ac.-Apunten! -grit mi teniente, levantando el sable_.Fuego!No se oy una detonacin, sino cuatro seguidas.Estbamos tan temblorosos que todos habamos clis-parado a destiempo. El condenado ni se haba movi-do. El alcaide se aproxim a l y Lpez entonces,quitndose la venda que le haban puesto en los ojos,nos mir, suplicante, llevndose Llna mano al pie.-Disparen bien, pues, maricones! -diio con voz las-timera-. Me han dado en un pie...En realidad, le haba tocado una bala en el oie de-recho, qLle sangraba abundantemente.

    Se repiti la escena en forma parecida, pero estavez siqr-riera una Lrala le dio en el costado. El bandidose inclin un poco, del dolor, y se enfureci. Habaqlre ver la lluvia de injurias!-Mtenme de una vez, hijos de puta! -gritaba.Entonces a mi teniente le dio lstima y acercnclo-se a 1, le vaci, a boca de jarro, los cinco tiros de surevlrer en la clbeza. Slo entonces Lpez cay.-Usted comprender, don Armando -termin Fer-mn-, que qued escamado. Desde entonces les he he-cho la cruz a las armas de fuego.Enero 1OHoy he hablado con Lawrence, y me ha dicho quepermaneceremos aqr-r definitivamente. A orillas de laLaguna Luisa quedar instalado el campamento, y des-de l partirn los grupos de exploradores. Hacia el Surse divisa el volcn Puyehue, levantando su cresta ne-'ada. Al Este se yergue una inmensa cadena de gran-cles montes, que vamos a explorar por secciones.Lawrence rne dijo que quera qr-re la expedicin sedividiera en dos lrupos: uno formado por Ziga, Dela Cruz, El Manco y Ral Muoz, que recorrera la re-gin en sll parte baja. El otro partira hacia los mon-tes. Los tcnicos han opinado que los alrededores c1eLaguna Luisa son mlly interesantes como materia ex-plorable, con prodigalidad cie plantas y animalillos qlleestudiar. Insinu a Lawrence la conveniencia de queel prcrfesor Zamora, que est fatigado, no vaya con no-

    -8 Lt I\ f \Rtet t I)FLA\O

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    sotros. Aqu la vida ser para l menos dura que enla pane montaosa. Tal vez lo podramos reemplazarpor El Manco. Aprobada mi idea. Dije tambin a Jor-le que me pareca mtly acertado el que nos llevra-mos a Fermn Muoz y dejramos a RaI.*Claro -afirm Lawrence*. Como ambos son co-nocedores de la tierra, es necesario que uno se que-de y el otro nos acompae.-No es tanto por eso -dije.Y le refer, entonces, una escena que haba pre-senciado dos noches antes. Sal yo de la tienda, quecomparto con el mdico,. para pasear un poco, antesde dormir y (esto no se 1o dije a Lawrence) para mi-rar las estrellas, la hermosa Cruz del Sur que parecetener los brazos abiertos sobre la noche austral; paraevocar algunos rostros amigos y lejanos, ba)o la clari-dad de la noche. Paseaba, pues, silenciosamente, cllan-do sorprend a los Muoz que ataban los caballos aunos rboles, mientras discutan acerca de sus propiosproblemas.-Es que si no me pagas -deca Fermn-, le pedira don Jorge que te retenga la plata.-Me cago en don Jorge -respondi Rarl con su secavoz de siempre.-Pero si el dinero me lo debes, sinvergenza!-Ya te lo pagar algrn da, y bien pagado.Se acaloraban. Parece ms violento Fermn, peroel otro es sin duda ms malo, tiene el corazn msseco. Hablaba poco, framentel pero en cada una desus palabras e.staba vibrando la amenaza.

    l)isputan, ,"*;ffi;ffi':ma cre ar,",o q,lF'emn prest a su hermano hace algn tiempo, "t-r iir-cunstancias bien clifciles para ste. Ilatl "se acriminci",como dicen'ellos; mat a un sujeto, hablando en buenfomance, en una ria a cr-rchillo. (La cicatriz que tienecn la mejilla es recuerdo de ella). Tuvo que huir haciala Argentina, solo, desamparado, miserable. Fermn, quetiene lruen corazn, prepar su caballo y palfi a alcan-zarlo, llevndole alimentos y dinero. Le cost hallarlo,por cierto, pero sospechando que su hermano intentabacrLrzar la frontera pof Lrn paso Secfeto, desconocido dela polica -un paso que ambcts solan utilizar cuando setrataba de br-rrlar los puestos de Aduana-, all se dirigiy alI lo encontrr. Le dio provisiones y cuatrocientos pe-sos en dinero, para qlle se areglara la vida clurante eltiempo que tenclra que permanecer oculto.Pero los aos pasaron, la hericla de su cara cicatri-z y la justicia se olvid del prfugo. Entonces Ralvolvi(r a la regin. Haba transcurrido un lustro, y lohall toclo muy camlriado. Fermn se haba casado connna muchacha de Valdivia, llamada Florencia, y tenaLrn hijo. Olvidanclo que algunos acs antes Ratl ha-ba pretendido a Florencia, Fermn le abri sus brazosy lo llev a su casa. Pero el pag r mal por bien esuna costumbre muy propia del animal humano, quetan pomposamente se llama a s mismo racional. RaI,aparte de no pagarle el dinero a su hermano, trat de"faltarle" (segn la expresin de ellos) a F-lorencia. Fer-rnn se vio obligado a despedirlo de su casa, lo quehizo sin saa, con ms lstima que ira.

    IJO I-IIIS ENRIQLJIJ DLANC) ]N LA (]TIJDAI) DI LOS CSARES IJl

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    Agrguese una nueva racin de aos, durante loscuales se tiende un velo de olvido sobre el pasado, yya tenemos de nuevo a los dos hermanos viviendo jun-tos, trabajando jr-rntos, a veces disputando un poco;Fermn, cordial y sincero; Ral, reconcentrado y seco,quizs fencoroso, quizs alentando un secreto cainis-mo, quizs enamorado todava de Florencia, que esaquella mujer que nos abri la puerta cuando fuimosa la casa de los baqueanos en La Unin.Le refer a Lawrence esta historia, deducida de laviolenta disputa de antenoche y de alguna que otraconfidencia que me ha hecho Fermn, que tiene granconfianza en m. Lawrence se felicit cle su iclea deseparar a aquellos hombres, qLle no se miran con fra-ternidad, no obstante sLl estrecho vnculo.Enerc 13No bien la noche apoya slls patas en el mundo, co-mtenza, sobre la cara obscura de la tierra, una inten-sa, una eufrica vida. La sombra es como Llna campanaque hiciera salir de sus habitaciones a todos los pe-queos seres cle las orillas del lago. Vuelan y revue-lan bichos rumorosos, qlle pasean por el aire, coninsistencia torturante, su gil mnrn. Los mosquitos,si no est la mano alerta para aplastarlos contra la piel,se inclinan sobre sus patas delanteras, y hunclen el vi-do aguijn en nuestra frente. Ahtos de vitaliclacl y dejugo despegan ms tarde y siguen zumbando, esta vezdinmicos y segllros.

    Sobre la cara de la tierra aquella vida nocturna, de-sesperada y ansiosa, crece con silencio, pero con in-tensiclad. Recorren la faz rugosa del suelo batallonescle insectos diferentesr pequeos y giles los unos,grandes como ratas, los otros. Se cruzan, se entrecho-can, hacen crujir los litros, crda uno en busca cle losLlyo, que prleden ser latwas soterradas o sangre derrnimales mtyorrs.Alrecledor de la fogata se zangolotean torpes mari-posas noctllrnas y pequeos escarabajos de traje azul.Su noctlrno rito dura escasamente unos minutos: elfirego attae t las unas y a los otros con su resplanclor,y all van a terminar sr_rs frgiles existencias.El mundo animal que comienza su vida cuando lanoche cae sobre el lago, es de una autonoma inso-lente. Nacla les importa a los insectos que esremos ro-clava ah nosotros, jLlnto al fuego, escuchanclo lasmelanclicas tonadas que canta Fermn.Las caceras son horrendas. Basta ql-le un bicho pre-sente la ms mnima particularidad para que Zigase precipite sobre 1 y lo sumerja en su venenosc fras-co de cianuro.Enero 16Maana partiremos. El campamento, con sus cuatrotienclas en pie, con slls mulas pastando constantemente:rlrededo con el plateado lago al fondo, est, sin ducla,pintoresco. Van transcurridos varios das hermosos, almaren de la pesadilla de la lluvia. Aunque el bar-

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    :r"*" marcr .r".r,,r"1,,;;; tiernp., Lawrencetelne qllc ste se descornponga, y por eso salclremosrn:rrna rl amanecer.Ill gruro A, cs clecir, cl c1c los c1r-re se qr-recl:-rrrn :rorillas clcl lago (pcrclrn, Sagreclo, qr-riero clecir cle lzrI-agr,rna Lr-risa), srle casi todos los clas cle cxcursirin.Z(tiga va siempre c()n Ilal Mu

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    li.n, sobresarie"*,:;;:';; rro, y ra manra noes suficiente para el sueo al raso, bajo las grandesnoches de Dios. Hacemos fuego y pequeas guardias,a fin de mantener viva la llama para que el calor alienteel sueo de los dems.Enero 22Creo que esto es lo nico serio de la ExpedicinLawrence, 1o nico qr-re quedar una vez que mi po-bre amigo se convenza de que en el mundo existe elensueo, pero tambin la realidad.Escribo todava con un secreto regocijo. Hemosdescubierto un pequeo volcn apagado. Hemos des-cubierto, digo, porque hasta hoy en Chile no se tenanoticias de su existencia. Fermn lams haba odo ha-blar de 1, ni se menciona tampoco en Llna detalladisima cafia cordillerana qt-le trae Lawrence.Ascendimos hasta el crter, de grandes grietas par-das, Jorge lo examin detalladamente, hizo dibr-rjos de1, recogi muestras de lava, piedras y cenizas, y dijoqlle, a su juicio, el volcn lleva por lo menos un siglosin actividad.

    -Hay que bautizarlo, Armando. Cmo 1o llama-mos?... Volcn Green?...Vacil un momento.-No, gracias -dije despus-. Tengo una idea:dmosle el nombre de su esposa. "Volcn Patricia" sue-na mucho mejor.Lawrence me mir hondo a los oios.

    -Gracias por la deltcadeza _me responcli_. Le con_tar a mi mr-rjer su fina actitlld.Despus de recorrer toda la parte que roclea el cr_te descendimos y acampamos en la falda. Jorge hahecho numerosos dibujos cle este cono gris que llevael amable nombre de su muier.Enero 25Anoche me despertaron unas gotas en la cara: estaballoviendo. La noche haba siclo tibia, y nos acosramosal raso. Despert a mis compaeros y rpidamente iza_mos la tienda que Jorge no haba juzgad"o necesarioJfmaf.Dentro de ella hemos pasaclo el tiempo hasta elalba. Ya no pude volver a dormirme, sintiendo el ale_teo de las horas y de la lluvia.El volcn Patricia ha quedaclo atrs. Lo abanclona_mos antes de ayer, despr-rs de una segunda ascen_sin. En sus faldas ha quedado nllestra mula. que nofue capaz de seguir subiendo, la pobrecita. A eclidaque nos internamos en este alto cordn, la corclillerase vuelve ms violena, ms difcil, ms inabordable.Nosotros, sin embargo, no damos muestras cle can_sancio. No hay nada que nos deten ga, ni siquiera lalluvia, bajo cuya ruda fusta hemos escalaclo hoy nue_vos cerros. La dificultad es el equipaje, que nos he_mos repartido, dejando a El Manco, a Fermn y a losdos jvenes la parte ms pesada. Toclos se sienten bien.Fermn habla mucho; parece que con su hermano hu_

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    biera dejado, a orillas de la Laguna Luisa, un peso, unlastre. Me habla del Norte, es decir, me pide que lehable yo del Norte, del Desierto de Atacama, de lospuertos salitreros, de las minas. No se imagina cmoes aquello, pero el Norte 7e atrae con la fuerza de affac-cin que todo lo desconocido tiene para el hombre.l -dice- por el Sur slo ha llegado hasra Puerto Mont,y por el Norte hasta Curic, cuando hizo el serviciomilitar en el Dragones 6.El periodista y Sagredo han tomado la mala cos-tumbre de discutir todo el tiempo, por los motivos msnimios y absurdos. Si Sagredo habla en las noches dela Cruz del Sur, Marcial levanta sus ojos hacia el cielo,y dice, muy seriamente, que es el Cinturn de Orin.Siempre estn as, discutiendo tonteras, con rivalidad,con mala fe.Enero 26Un gracioso acontecimiento.Esta tarde, los dos jvenes han cogido, sin herirlo,vivo, un cachorro de puma, que quizs abandonabapor primera vez el regazo materno. No es ms gran-de que un gato crecido, pero s ms gordo, ms gra-cioso, de movimientos ms torpes. Se le ven unoscolmillos que sern temibles, en seis o siete meses ms.Es juguetn y simptico. Le dimos algn alimento, quedevor con alegra: no tardara treinta segundos encomerse los despojos de dos conejos cazados porLawrence.

    Hemos decidido llevarlo con nosotros. Al anoche-cer lo dejamos atado junto a la tienda, y ha lloradoLrn poco, quien sabe si de fro.Esto, como digo, ha sido Lln peqlleo incidente,cndido y simptico, que ha dado lugar a frecuentesrias entre Marcial y el mdico: como 7o cazaron en-tre ambos, se disputan su propiedad para cuando elviaje termine. Tambin han reido por el nombre delcachorro. Mientras el mdico lo llama "Lucero", el pe-riodista le dice "Gazapo", pensando en su profesin...Hemos seguido internndonos cada vez ms en lacordillera. Se levantan, frente a nosotros, formidablesmontes que maana empezaremos a escalar.El cielo se presenta encapotado. Pueda ser que ten-gamos buen tiempo para nuestra ascensin.Enero 27Anoche se sintieron cerca del campamento rugidos depumas. Parece que se hubieran reunido en grr-lpos,para no dejarnos dormir, aun cuando el len america-no es animal solitario.Salimos de la tienda, con nuestras carabinas pron-tas para defendernos de cualquier ataque; Jorge dis-par un tiro, y los rugidos cesaron. ya avanzada lanoche volvieron a orse, y esta vez mucho ms prxi-mos. Salimos, de nuevo, y El Manco nos seal, a seiso siete metros, dos puntos fosforescentes en la obs-curidad.-Es la leona que viene por su cachorro -dijo.

    LL]IS ENRIQIiE DI-ANO

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    Deliberamos rpidamenre. Ortega y Ral Sagredoeran partidarios de clar caza aI animal; Fermn y yo,ms viejos, opinamos en favor de su maternidad des_pierta, es deci de qr-re el hijo le fuera devuelto. Jorgese inclin de nuestro lado, y l mismo quit la cuerclaal linclo cachorro. Luego nos ocultamos y vimos aproxi_marse a Ia madre, cautelosa y con desconfianza, peroapasionada y decidicla. Bello ejemplar de pwma Cbi_lensis. Lami amorosamente el cuetpo clel cachorro ypronto salieron ambos al trote, alegres, hacia el lugardonde deben tener su casa.As, con esta escena, cligna de la pluma de Kipling,termin nuestra breve posesin de ,,Lucero,, o ,,Gaza_po", el joven len de las soledades cordilleranas.El da est encapotado. Llueve a ratos, a ratos apa-rece el sol. El barmetro se inclina hacia el lado bue_no; si se afirma, maana emprenderemos la ascensindel monte principal.Fermn nos ha hecho confidencias, a Lawrence y am. Su hermano -dice- lo odia, y hasta lo ha amena_zado alguna vez de muerte.-Si yo hubiera sabiclo, patrn -le dilo a Jorge-, queeran ustedes tan buenos caballeros, no traigo a RaI,sencillamente. No faltan en La Unin otros baqueanosconocedores.Por la tarde ha llovido, y hemos permanecido

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    s() (lc noche es peligrossirno; estarurnos expLlesto.s ur'()nlpefnos lr crisl-na contta las roc:ts, 1.r cler en Lln pre_t ipit io. rrrc s yo.I),rante la asccnsin, clivisamos cl's anir.':rles cluc:huyer.n r1 aclvertir n,estr. p'esencia. N, salrem,s clec1u especie se tratarr; parecan cielos o lrtremules.Ellos, adet'urs clc los pjaros (estuve a pllnto cle clemi_lrar un aguilr,rcho cle lrn tirct), cleben scr los nicos ha_bitantes cle estas regiones, sin hablar cle l.s c,neios vl.s coipos, q,e suelen escrblrllirsc esprrntrrcr()s, L'Lll[n-clo nos ven, hucti:r .sll.s sccl-etrs maclrigueras.Hrcc un poc() cle fl-o, y he'ros l'rscacl. erl hueccrm:rs abrigacl. para pasar la noche. T.mamos alimen-t,s scc,s. No trajirnc)s nLlerstro frr.l. Ileina. fr-rera clelreclio cle ltrz cle la pecltrea fogat:r, Llnl ptvoros:t obs_culiclacl..fctrge chtenne ya, envuelto en sll mantil, co_nes. El cla cstL fio. nebukr.so.S:rgreclo ronc:lba a mi laclo, c()mo en el rnejol le_cho clel r'uncl.. En clrant() r Lawrence, n() estalra all.I)espert a sagrccl,, y le pecl cre encencliera lr h-r-n-ll'e y plepurara cl curf, mientl-as yo br-lscalta a.forge .

    La cresta o"t -;;:#; -".n", pic.s, .o-lahnenas, clescle los cuales se vea el panoiama clel al-recleclor, compuesto de cerros parecidos al nuestrct,aLlnqlle lnenores. Se vean las crspicles de ellos, ensucesivas zrgrupacictnes.I)e pronto o qr-re me llamaban: erl Lawrence, quedesde la cresta de un montculo, en la cima, rne hacase:rs. Me renn con 1, que extencliendo su mano ha-cia abajo, n-re dijo:-Mire usted.Mir. Se tratal>a cle un enorme espacio intercorcli-llerano, Llna especie de hondo valle, rocleado, apreta-do estrechamente por un cinturtn de altos cerros. Unpozo, un embr-rdo, qu s yo cmo se llama esto entrminos geogrficos. Pcro 1o curioso efa qLle no sedivisaba el fondo del valle. Haba entre l y rni vistaalgo as cofiro una espesa cortina horizontal, cle colorgris obscuro, ondulante y cerrada. La sensacin que aprimera vista me dio fue la de Lln mlr, Lln mar lejanohacia abajo, Lrn rrar zlgiturdo, como clebe verse clescler-rn globo navegando en la atmsfera. Despus de al-gn tiempo sin ozarla, recuperabayo la sensacin delocano, hasta tal punto que exclam sin darme cLlen-ta del disparate:-El nrerl-S -dijo Lawrence-, Lln rlar de nubes.-Claro! Qr-r extraordinario! pero se fija, Law-rence, qu cerracla la capa de nr-lbes? Es fantsticcrel espectculo. Y cmo puecle proclucirse tal canti-dad de nubes-/

    ?92 LrJrS t.NrilQtrFl I)EI-AN() fr\ LA (in.DAI) t)r l.OS cl:ts,\ttris

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    -'Cmo? -preunt.Jorge, riendo-. Pues lo mistn

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    -y, sin embargo faffi;", J,.u"o"ros, a m quele escuchaba atentarnente y al pobre rndico que nopoda cornprender nllestro afn de conocer lo que ha-ba clebajc,r, y, sin emlrarpo, las brechas son caracte-rsticas de los cstratocmulos; no suelen presentarsesin ellas. Esperemos.-Mientras tanto -clije-, poclremos hrcer Ltn rccono-cirniento por las cimas.Y echamos a andar. Tuve lstima de Sagredo, qllenos miraba mr-ly interesaclo.-Puede saberse -dijo, por fin- c1u les preocLlpatanto?-S -responcli Jorge-; sospechamos que el vallepr-recle ser un apasionante lugar de exploracin.-Ah!Ocupamos la maana en recorrer todas las cLestas,toclas las sinuosiclades en la cumbre del monte. Entradoya el medioda, regresamos al sitio en clue habamos pa-sado la noche, con el fin c1c comer algo. Jorge estaltanelvioso, intranqr-rilo, apenas poda tenerse all, sentadcrsobre el suelo. Senta vibrar la atmsf-era de las vsperas,de lls grancles vsperas. Aquel luar era, sin dtrcla, parasLr esperanza la antesrlr de la Ciuclad de los Csares.-El clescenso al valle ser difcil -dije.-No 1o crea usted *respondi Lawrence-, no lo creausted. Si mis sospechas no me clefraudan, bajaremos(()rno sollrc ricles...Tenninaclo el sobrio almtterzo, partimos hacia lasalmenas de roca que Jorge haba elegido como c-rbser-vatorio. A primera vista no halt brecha alguna, pero

    I-awLence, .r.-," .,;,;ilil;"' se-ores t,, n.,r;-zontttl cortina cle nubes, clescr-rll'it, con sLl anteojct, c:rsiexactamente debajo cle nosotl'oj, Lln pequeo hueco,un hoyo en la sabana cle estratocrnu