7. apogeo y muerte de nieto · sos de la vida en cartagena. no sobra decirlo: nieto empezó a gozar...

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7. APOGEO Y MUERTE DE NIETO La carta de Nieto a Mosquera del 12 de marzo de 1861, en la cual aquel excitaba a éste a asumir la presidencia de la nación, fue recibida por el Supremo Director de la guerra en el Hato de Córdoba, cerca de Facatativá, ya entrando en firme a la sabana de Bogotá con su Ejército del Sur. Mosquera la contestó el 15 de mayo. En su respuesta, decía que consideraba el acto de Nieto de encargarse del Poder Ejecu- tivo de la Unión como ' 'patriótico y con el objeto de dominar los conflictos que comenzaban a aparecer en el Estado del Magda- lena", y que Nieto se había desempeñado tan dignamente que se sentía satisfecho. Pero en realidad ésta era una carta hipócri- ta: Mosquera la había dictado rechinando los dientes de rabia. Porque advertía un nuevo peligro para sus ambiciones presi- denciales y autocráticas, temiendo que su émulo costeño se "volara" con la presidencia de la República. No quedaba ya sino Nieto como designado a la presidencia según el Tratado de Unión del 10 de septiembre de 1860, porque el general José María Obando —el otro designado— acababa de ser muerto el 29 de abril en un absurdo enfrentamiento en Cruzverde, en la sabana de Bogotá. A partir de este momento, Mosquera, como Ospina antes, empezó a "buscarle el pierde'' al caudillo costeño. Pero había primero que acabar la guerra. Ello ocurrió en una primera etapa el 18 de julio de 1861 cuando Mosquera entró triunfante en Bogotá; se declaró presidente provisorio de los nuevos Estados Unidos de Colombia; y apresó al expresidente Ospina y su reemplazo de tres meses, el procurador Bartolomé Calvo, y se los envió a Nieto para que los encerrara en el castillo de Bocachica.

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Page 1: 7. APOGEO Y MUERTE DE NIETO · sos de la vida en Cartagena. No sobra decirlo: Nieto empezó a gozar del poder y a darse ciertos aires que antes menosprecia ba, los aires de la notoriedad,

7. APOGEO Y MUERTE DE NIETO

La carta de Nieto a Mosquera del 12 de marzo de 1861, en la cual aquel excitaba a éste a asumir la presidencia de la nación, fue recibida por el Supremo Director de la guerra en el Hato de Córdoba, cerca de Facatativá, ya entrando en firme a la sabana de Bogotá con su Ejército del Sur.

Mosquera la contestó el 15 de mayo. En su respuesta, decía que consideraba el acto de Nieto de encargarse del Poder Ejecu­tivo de la Unión como ' 'patriótico y con el objeto de dominar los conflictos que comenzaban a aparecer en el Estado del Magda­lena" , y que Nieto se había desempeñado tan dignamente que se sentía satisfecho. Pero en realidad ésta era una carta hipócri­ta: Mosquera la había dictado rechinando los dientes de rabia. Porque advertía un nuevo peligro para sus ambiciones presi­denciales y autocráticas, temiendo que su émulo costeño se "volara" con la presidencia de la República. No quedaba ya sino Nieto como designado a la presidencia según el Tratado de Unión del 10 de septiembre de 1860, porque el general José María Obando —el otro designado— acababa de ser muerto el 29 de abril en un absurdo enfrentamiento en Cruzverde, en la sabana de Bogotá. A partir de este momento, Mosquera, como Ospina antes, empezó a "buscarle el p ierde ' ' al caudillo costeño.

Pero había primero que acabar la guerra. Ello ocurrió en una primera etapa el 18 de julio de 1861 cuando Mosquera entró triunfante en Bogotá; se declaró presidente provisorio de los nuevos Estados Unidos de Colombia; y apresó al expresidente Ospina y su reemplazo de tres meses, el procurador Bartolomé Calvo, y se los envió a Nieto para que los encerrara en el castillo de Bocachica.

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7. S E M B L A N Z A D E L A N T I C A U D I L L O

Al fin en C a r t a g e n a d e vue l t a d e c a m p a ñ a e n 1862, N ie to s e

d e d i c ó a a d m i n i s t r a r el E s t a d o d e Bol ívar y a goza r de l p o d e r

/ ! / . E n t r e o t r a s c o s a s , r eav ivó la m a s o n e r í a con la c r eac ión d e

v a r i a s log ias , e n t r e e l las la d e El C a r m e n d e Bol ívar (con los

M i e r ) , y se o p u s o a la iniciat iva de l g e n e r a l M o s q u e r a d e c r e a r

o t ro O r i e n t e c o l o m b i a n o y el g r a d o 34 ° 121.

1. Terminación de la guerra con Antioquia (27 de noviembre, 1861): Bosquejo histórico. 42-46.

Dejando escapar a Ospina y Calvo: de la Vega, 78 ("negligencia cr is t iana") . Cf. versión contraria de la señora de Ospina en J .A. Pardo O.. Tres presidentes de Colombia (Bogotá. 1946), 58-63.

Discurso de posesión de la presidencia del Estado ( lo . de diciembre, 1862): Corrales. IV, 478.

Fuerzas a rmadas : Circular de Manuel Z. de la Espriella. Cartagena, 10 de mayo. 1864, FP. No. 156; AGB, Gaceta oficial del Estado Sobera­no de Bolívar. No. 322 (11 de sept iembre . 1864),

Colegio de Barranquilla y Academia del Bello Sexo; AGB, Gaceta oficial del Estado Soberano de Bolívar, No. 321 (21 de agosto, 1864).

Uso del nombre de Nieto: Corrales. IV, 423 (goleta); AGB, Gaceta oficial del Estado Soberano de Bolívar, No. 323 (18 de sept iembre, 1864) (provincia). La popularidad del caudillo también puede verse en la difusión del nombre, inventado por él, de la heroína de su novela Ingermina. que fue adoptado para bautizar muchas hijas del pueblo en el Estado de Bolívar.

Medallas: Bosquejo histórico. 47-48; Bossa Herazo, 132. Espada de honor: Carnicelli, 1,511: Corrales, IV, 544. Carroza: Corrales, IV, 588; Bossa Herazo, 133. Al recibir al presiden­

te electo Manuel Murillo Toro. Nieto pronunció un discurso en inglés ante el capitán estadounidense de la fragata de guerra que traía al mandatario,

2. Logia de El Carmen: Carnicelli, I, 399-400 (presencia de Agustín y Adolfo Mier. grado 3o.).

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Tras una verdadera odisea (en Mompox a Ospina lo sometie­ron a la humillación de ponerlo a andar en burro mirando la grupa), Nieto recibió a los distinguidos prisioneros y, con su proverbial humanitarismo, hizo la vista gorda con "negligencia crist iana" cuando escaparon de la prisión poco después. El presidente del Estado Soberano de Bolívar, también con su guerra atrás, había regresado a Cartagena y reasumido las funciones normales como jefe del gobierno el 12 de enero de 1862. No dejará de salir nuevamente —a Santa Marta, Barran-quilla, Mompox y El Banco— por algunos meses para vigilar las líneas de comunicación con el interior de la república y colabo­rar en la terminación de la guerra en el resto del país (especial­mente en el sur agitado por Julio Arboleda). Pero sus días como caudillo militar ya estaban contados, y podía en adelante cuidar de su hogar y también de su salud medio deteriorada por las privaciones de la guerra y la intemperie en que había vivido por tanto tiempo. Y también dar preferencia a los quehaceres administrativos de su alto cargo y a los aspectos más bondado­sos de la vida en Cartagena. No sobra decirlo: Nieto empezó a gozar del poder y a darse ciertos aires que antes menosprecia­ba, los aires de la notoriedad, en lo cual se acercó a la imagen popular del caudillo tradicional.

Para empezar, autorizó a que se diera su nombre a una de las goletas de la escuadra naval de Bolívar y a una de las nuevas provincias del Estado (con capital en Ciénaga de Oro, incluyen­do los distritos de Montería, Cereté, San Pelayo, San Carlos y Chima).

Creó dos condecoraciones: la del Mérito militar y la del Mérito civil del Estado de Bolívar, "para premiar a los buenos servidores que no se podían premiar con ascensos" , medallas que a la larga fueron a lucir también en sus solapas. Más tarde (5 de mayo, 1864) aceptará otra medalla, una conmemorativa concedida especialmente para él por la Asamblea legislativa de Bolívar, hecha de oro y piedras preciosas, y se le asignará una pensión vitalicia anual de dos mil pesos, aparte de su sueldo de presidente, que era de otros dos mil pesos anuales.

Los hermanos masones del Congreso Nacional a su vez aus­piciaron una ley para que se concediera a Nieto una espada de honor, la cual fue aprobada sin discusión ninguna el 19 de febre­ro (1864). El presidente Mosquera, casualmente, no pudo sancionar esta ley por estar en campaña contra el Ecuador; lo

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Medallas v leontina de Nieto.

El pres idente Manue l Murólo Toro, recibido en su carroza por-Nieto al pasa r por Cartagena en 1864.

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hizo el procurador encargado de la presidencia, Juan Agustín Uricoechea.

Era el apogeo de la carrera de Nieto. No podía subir más. La adulación empezó a endulzarle los oídos. Alguien le susurró que debía tener carroza, y en mala hora siguió el consejo. Compró la del acaudalado doctor Joaquín Araújo Tejada, llama­da "la ra tonera" porque en ella embutía a su numerosa prole para ir a pasear. En este gran coche, Nieto empezó a andar por las calles de Cartagena con huéspedes ilustres (como el presi­dente electo Manuel Murillo Toro, quien pasaba por la ciudad en camino para Bogotá en abnl de 1864), precedidos por húsa­res a caballo que llevaban enarbolada la bandera amarilla, verde y roja del Estado. El pueblo raso no gustó de ello y empe­zó a rechiflarle "fío, fío" cuando así salía. Nieto no resistió el rechazo popular y decidió por fin devolver la carroza a su anti­guo dueño. Otro adulador le sugirió fundar un club social para los ricos y pudientes. Nieto aceptó, y presidió la junta fundadora por unos meses , a partir del 8 de mayo (1864); así nació el primer Club Cartagena.

Eñ su casa de la calle de la Inquisición, Teresa lo esperaba con su sobnnita Ana Mogollón Cavero, la ahijada del general que se había venido de Barranquilla, quien alegraría el hogar de manera extraordinaria. Lope Nieto también le aguardaba (Con­cha se había casado e ido a vivir en Tolú) con un perro gozque grande que resultó el más leal compañero del general en sus últimos años. Nieto lo bautizó " M a r e n g o " para recordar la vicroria de Napoleón en Italia, y el perro caminaba todos los días con su dueño las tres cuadras entre la casa y el palacio y se acostaba a un lado de la puerta del despacho, en el amplio corre­dor de columnas. La atractiva Soledad Román —quien se unirá más tarde a Rafael Núñez— también iba a verlos y, a veces, se acercaba al palacio de la gobernación. Un buen día pasó por allí tan radiante que el mujeriego Juan José , impresionado, hizo formar la guardia y tocar la banda en honot de Soledad, mien­tras la beldad pasaba.

El caudillo volvió a interesarse en la música y el teatro. Algún adulador le dijo que por qué no volvían a representar el drama El hijo de si propio que Juan José había escrito hacia unos veinte años cuando regresó del destierro jamaicano, para cuya primera y única producción había tenido la colaboración de la bella Soledad. Era imposible: el comején se había comido

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Soledad Román, amiga de Nieto y futura esposa de Núñez. (Cortesía de Bossa Herazo).

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el único manuscrito que Teresa había guardado en un baúl junto con varios libros franceses e ingleses.

Pero en la Sociedad Dramática de Jóvenes Aficionados se habían interesado en producir la tragedia Al toque de la oración, en el patio del palacio de la Inquisición. Por deferencia con el presidente del Estado —en quien todos reconocían méritos literarios y de antiguo dramaturgo frustrado— los Jóvenes Aficionados concedieron a Nieto el ponderoso papel de Orso en aquella tragedia típicamente romántica, llena de estiradas situaciones y espeluznantes desarrollos que hacían verter lágri­mas a las señoras acomodadas en las duras butacas. Clamaba Orso hacia el epílogo de la obra:

Voy a monr. De mis ardientes ojos ni una lágrima mancha la pupila, y estruja e l hierro mi insegura mano que en mi pecho ha de a b n r profunda henda.

Tenía algo de patético oír a Juan José Nieto declamar estas líneas, como si fueran a cumplirse en él próximamente. Termi­naba con la voz enronquecida y atajando un poco la tos que después iría a consumirle.

Volvió igualmente a la actividad masónica. De nuevo nom­brado II.-. P. ' . H. ' . Gran Comendador del Gran Oriente Neogra­nadino —con jurisdicción sobre gran parte de la América española— Nieto firmó las patentes que autorizaban constituir una logia en la ciudad de México (6 de febrero, 1862). El 18 de abril (1862) le llegó una comisión de El Carmen de Bolívar presidida por el procer II.-. H . \ Gregorio Cerra, los abogados Valentín Pareja y Manuel Bello y otros hermanos más, entre los cuales estaban el músico Agustín Mier (secretario de la logia) y el boticario y curandero Adolfo Mier, ambos grado 3°. Fue la ocasión para celebrar mucho y recordar épocas pasadas en que se habían encontrado algunos de ellos, como los Mier en Mom­pox, siendo jóvenes, con el entonces capitán Nieto al iniciarse la campaña del Supremo Carmona por el río hacia Ocaña y el desastre de Tescua. En una tenida solemne, se bautizó la nueva logia sabanera como "Luz del Carmen No. 2 1 " . Los Mier y los otros comisionados regresaron a su pueblo satisfechos y reco­nocidos.

El reavivamiento de la masonería en este momento llevó a Nieto a su último desacuerdo importante con el general Mos-

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Pero la traición le iba rondando los pasos. Algunos de sus antiguos amigos y compañeros políticos, de campaña o de las logias: Antonio González Carazo, Ramón Santodomingo Vila y Juan Rives, se dejaron influir por Mosquera y empezaron a montar no sólo una fuerte oposición contra Nieto en la Asamblea legislativa sino una conspiración cuyas principales columnas se establecieron en El Carmen, San Antero, Mompox y Barran-quilla 111.

La aprobación de una ley de empréstito forzoso para recons­truir el canal del Dique dio la largada a los conspiradores, quienes se opusieron aduciendo fallas constitucionales 141. Resistieron esta ley especialmente los grupos tabacaleros de las sabanas, que tenían organizada la producción y exportación de su producto por el río Magdalena y Sabanilla. Cuando Nieto convocó a elecciones para elegir su sucesor en la presidencia e intentó imponerlo en la persona de su secretario, Juan Antonio de la Espriella, el partido de oposición lanzó la candidatura de Antonio González Carazo. Desconfiando de las maniobras elec­toreras del gobierno, los caracistas desataron entonces la

Creación de la Masonería Colombiana por Mosquera y grado 34°: Carnicelli. 1, 345-357; Hoenigsberg. 201-218: Anales masónicos (Bogo­tá), No. 9 (20 de septiembre, 1866), 82-84.

3. Conspiración de Mosquera. González Carazo y Santodomingo: Observaciones. 10, 15; Quejas de Mosquera: Observaciones. 14. 23.

Juan Rives, de Mompox: Observaciones. 21 (y reacción de Nieto); Vindicación. Cartagena, abril 23, 1864, FP. No. 24 (acusación a Nieto).

Conatos de sedición: Orden público. Barranquilla, febrero 14. 1864, FP, No. 23.

4, Ley de empréstito para el Dique: AGB. Gaceta oficial del Estado Soberano de Bolívar. No. 323 (18 de septiembre. 1864) (aporte de Bur­gos y Vellojín en Ciénaga de Oro); Ataque y defensa de garantías individuales, Cartagena. 16 de mayo. 1864, FP, No. 26; G. Porras Troconis. Entre bastiones (Cartagena, 1930). 20-24.

El grupo de comerciantes de Cartagena en este periodo se había renovado desde el de la Independencia cuando tendieron a dominar los ingleses. Ahora había 25 (desde 1859), seis de ellos extranjeros. De éstos ocho controlaban casi todas las importaciones y exportaciones; cinco eran cartageneros, dos italianos y un ingles. Las fortunas de Mai­nero Trueco y Capurro. prominentes después, se derivan de esta época. (María Cristina Jimeno. "El grupo comerciante de Cartagena, 1800-1850", MS). En general, estos comerciantes no pudieron compe­tir con los de Barranquilla y Santa Marta, que prosperaron mucho más.

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quera. Este, al ganar la guerra de 1860-1862, había quedado con grandes ínfulas nacionalistas, empeñado en reconstruir la Gran Colombia del Libertador Simón Bolívar —de allí la resurrección de "Colombia" para designar a la antigua Nueva Granada—, concediendo a los hermanos venezolanos y ecuatorianos todos los derechos de los granadinos como ciudadanos. Uno de los mecanismos ideológicos concebidos por Mosquera para llegar a esa formidable y conveniente meta geopolítica era la constitu­ción de nuevas logias masónicas inspiradas en lo propio, que ayudaran a crear ambiente a la idea de la federación colombiana.

Naturalmente, esto no podía hacerse sino rompiendo el molde logísrico tradicional y formando un Consejo nacional diferente del de Cartagena. En Ambalema, con base en su anti­guo nombramiento como Gran Protector y Gran Inspector Gene­ral de la Orden, el 28 de mayo de 1862 Mosquera propuso crear la Orden Redentora y Gloriosa de Colombia ("Masonería Co­lombiana") que concediera los grados 4° , 21° y 34°. El grado 4° sería de los "Varones eminentes apóstoles colombianos"; el 21°,el de los "Sabios amigos de la República"; y el 34°, el de los "Acrisolados amigos de Colombia", cada cual con sus insignias especiales (la del Gran Protector Mosquera era un triángulo pendiente del cuello y en medio un sol en cuyo centro estaba la palabra Colombia, y en el vértice una estrella y un círculo de estrellas en señal de federación).

Los hermanos del grado 34° se comprometían a impulsar la instrucción popular en favor de las ideas federativas, estimular el profesorado, establecer escuelas primarias y apoyar la legis­lación pertinente, todo en "inteligencia secre ta" , como en los años de la lucha por la independencia americana.

Reunidos en varias tenidas solemnes bajo la tutoría de Mos­quera, el nuevo y herético Oriente nombró para el grado 34°, entre otros seis, al general J u a n José Nieto. Este reconvino con suaves palabras al general Mosquera y le hizo ver la gravedad del cisma que había cometido, le recordó el sentido simbólico del máximo grado 33° como el de la edad de Cristo, y que los antiguos preceptos no permitían hacer innovaciones en el siste­ma masónico. Como Soberano Gran Comendador del Consejo de Cartagena, Nieto rechazó el nombramiento para el grado 34° y dispuso que ningún otro hermano ingresara al nuevo Oriente. Este conflicto entre masones no se resolverá por muchos años, y la iniciativa cismática quedará sepultada, junto con su autor, al caéros te de la presidencia mediante el golpe de

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Diploma de la Masonería Colombiana creada por Mosquera en ¡863.

Manuel Ancízar, masón y ministro que se opuso a Nielo en la Conven­ción ilc Ríonegro.

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estado de 1867 que lo eliminó del juego político colombiano definitivamente.

La administración del Estado Soberano de Bolívar resultó más compleja de lo esperado una vez terminada la guerra civil, así se hubieran hecho nuevos ajustes constitucionales el 9 de julio de 1863 (Tercera Constitución del Estado de Bolívar). Había relativa prosperidad, si nos atenemos a lo sostenido por Nieto en su discurso del lo. de diciembre de 1862, cuando se encargó por última vez del poder ejecutivo, al volver de sus via­jes y tareas bélicas. Decía el presidente: " E n medio de los afa­nes de la guerra, el Estado de Bolívar ha marchado en un pro­greso sorprendente, así material como intelectual, ha adelantado de un modo asombroso. Si para ello puede haberse contado con la excelencia del gobierno, la mayor parte de esta labot perte­nece exclusivamente a la bella índole del pueblo, que ha tenido fe, haciendo renacer la industria por todas p a n e s . Parece que no ha habido guerra. ¿Qué se puede, pues , esperar con el afianzamiento de la paz ? Esta la tenemos ya, compatriotas ' ' .

Una consecuencia de la paz podía haber sido la disminución del pie de fuerza en las milicias del Estado. Desgraciadamente, el propósito anunciado por Nieto de desarmar el ejército y hacer volver a los soldados a la vida civil para ayudar a producir rique­za, no lo pudo cumplir. Aunque decretó la libertad inmediata de todos los presos políticos (10 de mayo, 1864), hubo de mante­nerse la milicia, en parte, por las imprevistas amenazas internas de sedición, y en parte para mantener cierto relieve ante el enemistado gobierno mosquerista central.

Así, año tras año, los gastos de la fuerza armada de Bolívar (396 soldados más 40 suboficiales y 34 oficiales) siguieron copando el 40 por ciento del presupuesto estatal. En 1864, se gastaban 44.135 pesos en un semestre para la milicia del Esta­do, sobre un total de 107.244; para educación apenas quedaban 2.160 pesos (auxilio para la recién fundada Academia del Bello Sexo y tres becas en el extranjero para jóvenes mecánicos); para fomento, 11.400 pesos dirigidos a sostener la producción de las canteras de cal del Estado; etc.

No obstante, con los pocos recursos restantes se intentaron laudables iniciativas culturales, como la academia femenina mencionada, el restablecimiento de los grados de bachiller, licenciado y doctor en el Colegio de Bolívar o Universidad de Cartagena (decreto de 30 de junio, 1863), y la organización del Colegio (Provincial) de Barranquilla (decreto de 8 de agosto,

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revuelta armada, primero en Cartagena el 11 de noviembre de 1864, donde los encuentros fueron fuertes, después en Momil, Barranquilla y Usiacurí / 5 /.

En vez de lanzar sus batallones contra los rebeldes, Nieto convocó a sesiones extraordinarias a la Asamblea legislativa e intentó negociar una paz. Fracasó en este esfuerzo, y renunció a la presidencia del Estado el 11 de diciembre de 1864, dejándola en manos de su opositor González Carazo 161.

Enfermo desde hacía muchos meses, Jas condiciones de salud del general Nieto se empeoraron con los hechos de su caí­da del poder y la muerte de su hijo Lope. Luego de nuevos homenajes regionales y nacionales, Nieto murió el 16 de julio de 1866 /7 / .

Pocos meses antes, el 2 de marzo de 1865, la villa de El Carmen se había incendiado casi completamente, lo cual obligó

5. Revuelta del 11 de noviembre de 1864 en Cartagena; Corrales. IV, 497-501; Doctor Arcos (Camilo S. Delgado). Historia, leyendas y tradi­ciones de Cartagena (Cartagena, 1912). 11, 119-125; Aclaratoria, Carta­gena, lo. de septiembre, 1864, FP. No. 32 (incitación a Nieto para actuar); Alocución del presidente Nieto, 3 de noviembre. 1864, Corra­les IV. 495-497 (denuncia a González Carazo en Sabanalarga y a Santo-domingo en El Carmen).

Proclama de Santodomingo en Momil (20 de noviembre, 1864): A los bolivianos. FP, No. 30.

6. Caída de Nieto (11 de diciembre. 1864): Corrales, IV, 503 (Asamblea extraordinaria); AGB, Gaceta oficial del Estado Soberano de Bolívar, No. 325 (25 de diciembre. 1864) (proclama del presidente encargado, Benjamín Noguera); Corrales. IV, 543 (llanto de Nieto); Doctor Arcos, 125 (con el perro fiel).

Leyes sucesivas de la Asamblea legislativa de 1865: AGB, manuscri­tos diversos.

7. Muerte de Lope Nieto: Corrales, IV, 544. No hay información sobre las circunstancias de la muerte de Lope. Es probable que hubiera caído en el combate de Usiacurí (10 de diciembre, 1864). En todo caso murió meses antes que su padre.

Enfermedad y muerte de Nieto: Carnicelli, 1, 510; Corrales. IV, 542-544 (discurso de Manuel Z. de la Espriella). No hay datos concretos sobre la última enfermedad del caudillo, excepto que duró más de un año. Sobre el particular he procedido a interpretar con base en tenden­cias de mortalidad prevalecientes en Cartagena a mediados del siglo XIX, en consulta con los médicos costeños Juan Pablo Llinás y José Yunis(1981).

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1864), de muy importante recorrido hasta hoy. Por fortuna, la burocracia del Estado no era muy frondosa todavía, no había peculados y poca malversación de fondos. Los funcionarios eran meticulosos.

Mientras tanto, Mosquera tomaba sus medidas para retener la presidencia de la República en Bogotá, y desinflar cualquier intención que sobre la misma pudiera todavía abrigar Juan José Nieto, después del susto que le dio al declararse en ejercicio del poder ejecutivo nacional en Barranquilla el 25 de enero de 1861.

Para comenzar, el Gran General dispuso secretamente desconocer el Tratado de Unión entre el Cauca y Bolívar, espe­cialmente en lo que se refería al lugar de la próxima Convención que reorganizaría al Estado y redactaría la nueva Constitución Nacional. Esta había que realizarla no en Cartagena, donde Nie­to dominaba con su presencia y con su tropa y podía resultar elegido presidente por los convencionistas, sino en otro sitio liberal más seguro para Mosquera, como Rionegro, en Antio­quia, donde al fin se realizó entre el 3 de febrero y el 29 de mayo de 1863.

Con estos fines, Mosquera procedió a sembrar cizaña contra Nieto entre los amigos de éste, comenzando con Antonio Gonzá­lez Carazo —quien asistirá a la Convención como plenipoten­ciario de Bolívar— y Ramón Santodomingo Vila. A ambos hizo ofertas y nombramientos dirigidos a socavar la autoridad de Nieto o a desconocerla. A González Carazo lo nombró goberna­dor civil de Antioquia, a despecho del que Nieto había escogido antes a raíz de su declaratoria de guerra a este Estado, y después , promovido a general, lo designó segundo jefe del 4o. ejército nacional con miras a desplazar a Nieto —quien era su comandante en jefe— "en el caso de que el general Nieto no cumpliese las órdenes que se le habían comunicado por la Su­prema Dirección de la guer ra" . Y creó una legión especial para ponerla al mando de Santodomingo Vila "con la misión de revolucionar el Estado de Bolívar de acuerdo con el Intendente y protegido por el general Mosquera, como el mismo Santodo­mingo lo ha dicho sin que se le haya desment ido" . Hasta el antiguo protegido de Nieto, Rafael Núñez, cayó en la celada antinietista, cuando aceptó ser ministro de estado de Mosquera, aunque para ello fuera animado de valientes intenciones (la desamortización de los bienes de la Iglesia). (Un año después , Núñez renunciará al ministerio y saldrá del país hacia Europa

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a Adolfo Mier a emigrar otra vez, a Calamar, donde formó una nueva familia de músicos 18/ .

La corta permanencia de Nieto en el gobierno como caudi-[ A ] Ho, la forma abierta y accesible como actuó, la manera

inusitada como abandonó el poder, son indicaciones de que aquí tenemos entre manos a un dirigente político que no era como los demás. A pesar de ser militar, daba la sensación de querer evitar hechos de sangre; en el fondo no era violento. Como mandatario actuó pulcramente, con desprendimiento y generosidad, apelando a una cultura relativamente grande que había cultivado él solo desde la juventud. Se asimiló a la bur­guesía, pero dejó vivos sus contactos con los parientes pobres y la gente trabajadora; luchó por los intereses de éstos. Cierta­mente, la figura de Juan José Nieto corrige algunas nociones corrientes sobre los caudillos y destruye ciertas imágenes o clichés sobre el caudillismo, especialmente las impresiones transmitidas por novelistas contemporáneos que se dedicaron a describir los estragos de dictaduras recientes en América Latina.

Debo confesarlo: mis compañeros del grupo de trabajo de San Martín de Loba y yo comenzamos a estudiar a Nieto como si hubiera sido uno de esos generales bravos, ignorantes, mato­nes, crueles, maquiavélicos e insensibles que han buscado perpetuarse en el poder hasta quedar putrefactos en vida. La lectura de las mejores novelas de este género, comenzando con el Facundo Qutroga de Sarmiento (1845), así nos inducía a pensar y con justa razón: porque en muchos casos en tales nove­las se presenta la realidad vivida en vanos países nuestros, donde los dictadores se han montado en busca de riquezas o por el ansia de mando (libido imperandi, diría López de Mesa), sin pensar mucho en el bienestar colectivo ni importarles los aspec­tos éticos de su mandato. Las descripciones son jugosas:

"El presidente vestía, como siempre, de luto riguroso: negros los zapatos, negro el traje, negra la corbata, negro el sombrero que nunca se quitaba; en los bigotes canos [...] disimulaba las encías sin d ien tes" (Miguel Ángel Asturias: E l señor presidente).

8. Incendio de El Carmen (2 de marzo. 1865): Corrales, IV, 536-542. Entrevistas con Adolfo Mier Serpa, San Martín de Loba. 1980 y 1981.

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por mucho tiempo, el suficiente para convenirse en el "hombre providencial" de Colombia),

Algunos de aquellos roces se debieron a los intentos del general Nieto de atacar y ocupar a Antioquia por el norte, actos que también suscitaron la ira de Mosquera. Con altibajos, esta guerra se extendió hasta el 27 de noviembre de 1861 cuando Nieto formalmente traspasó el mando de sus tropas a los jefes designados por el presidente provisorio. Pero al informar a la Convención de Rionegro sobre estos hechos, Mosquera sostuvo irritado: "Sensible me es, señores, que cada vez que hable sobre los negocios que se rozan con las funciones del expresado general en jefe (Nieto), tenga que informar que este general se ha sobrepuesto constantemente a la autoridad del gobierno nacional" . A lo cual replicó Nieto: "Ni el general Mosquera ha nacido para mandarme a su manera, ni yo he nacido para obede­cerle según la mía.. . La candad cristiana condena el orgullo y la soberbia, pero no el sentimiento de la propia dignidad ' ' ,

La antigua enemistad de los dos "patr iarcas de la Federa­c ión" quedó, pues , otra vez a flor de tierra al momento de nacer los Estados Unidos de Colombia, aunque los masones lograran disimularla un poco y trabajaran para limar las asperezas.

En la propia Convención de Rionegro no se había desperdi­ciado ocasión alguna para molestar y desacreditar al ptesidente de Bolívar, en lo cual colaboró descaradamente la delegación de plenipotenciarios bolivianos presidida por González Carazo. Elocuente fue la actitud de este personaje cuando, al leerse la renuncia formal que Nieto enviara de su designatura presiden­cial, el delegado bogotano Manuel Ancízar propusiera despre­ciativamente: "Archívese" . González Carazo no movió un dedo para defender el decoro de su antiguo jefe y amigo. Y las refe­rencias denigrantes a Nieto que hizo Mosquera en su informe a la Convención le dejaron impávido. Había razones de fondo: González Carazo, como Núñez, ya se había pasado a Mosquera y empezaba a conspirar contra Nieto, en unión con Ramón Santodomingo Vila y otras personas. Aún así, cuando llegó el momento en la Convención de elegir a Mosquera como presi­dente constitucional de la república el 12 de mayo, se registró un voto por Nieto; y éste quedó nombrado como tetcer designa­do a la misma presidencia dos días después , por la Convención en pleno.

Al regresar su jefe a Cartagena después de la Convención de Rionegro con el apoyo abierto o disimulado del presidente Mos-

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"Del trato con los demás viene la sarna. La mejor forma de que lo respeten a uno es cercar la confianza que da la vecindad [...] El jefe tiene que mamarse solo sus penas y sus cavilaciones. Ya hasta darle la mano a la gente me produce g r ima" (Francisco Herrera Luque: La casa del pez).

"Entretanto, comenzó a sentir un asco incoercible de los hombres. El solo anuncio de su presencia le producía violentos choques orgánicos [...] Tomó la costumbre de taponarse las narices con algodoncillos perfumados; pero el solo olor disolvía las más fuertes esencias y se aferraba como un unto a las fosas nasales de Su Excelencia, que aromaba entonces entre sus mi­nistros como una Circe rodeada por la gruñente p iara" (Jorge Zalamea: La metamorfosis de Su Excelencia).

"En cuanto a mí, en beneficio de todos no tengo parientes, ni entenados ni amigos. Los libelistas me echan en cara que uso de más rigor con mis parientes [...] El Supremo Dictador no tiene viejos amigos. Sólo tiene nuevos enemigos. . . ¿Cuáles son mis pecados? Mis difamadores clandestinos de adentro y de afuera me acusan de haber convertido a la Nación en una perre­ra atacada de hidrofobia" (Augusto Roa Bastos: Yo el Supremo).

"Por fulminante disposición presidencial quedaron suspen­didos los carnavales y la Prisión Modelo se llenó de máscaras. Y hubo aullidos y estertores, y garrotes apretados, y fiesas de dentista girando en muelas sanas, y palos y latigazos, y sexos taconeados, y hombres colgados por tobillos y muñecas [...] y mujeres violadas, de pechos quemados, de carnes penetradas con hierros al rojo [...] Por lo mismo, volvería. Para demostrar que, aun situado en los umbrales de la vejez [...] seguía duro, fuerte y bragado, lleno de macheza, macho y remacho" (Alejo Carpentier: E l recurso del método).

"Se encerraba en la oficina para decidir el destino de la pa­tria y firmaba toda clase de leyes y mandatos con la huella del pulgar [...] arrastrando por toda la casa sus grandes patas de elefante en la nieve [...] salvo a la hora mortal de la siesta en que se refugiaba en la penumbra de las concubinas, elegía una por asalto, sin desvestirla ni desvestirse, sin cerrar la puerta [... ] se quedó sin saberlo para siempre con el dulce silbido de su potra de muerto viejo tronchado de raíz por el trancazo de la m u e r t e " (Gabriel García Márquez: E l otoño de l patriarca).

Aún admitiendo el libre papel de la imaginación en estas descripciones, ¿no se crea a través de ellas una imagen del dic­tador o caudillo que es muy diferente de la que el observador de

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quera, los "carac is tas" (seguidores de González Carazo) empezaron a adquirir fisonomía propia en la política del Estado, Se constituyeron en el grupo principal de oposición —asi se consideraran también liberales— y actuaron sin tapujos. En Mompox ganaron el apoyo de Juan Rives —distinguido militar en los últimos combates de El Banco, Barranquilla y otros como ayudante de Nieto— gracias a un nombramiento de coronel que para él obtuvieron de Mosquera. Rives logró ser diputado a la asamblea legislativa, y allí colaboró con González Carazo para los fines de la conspiración. Santodomingo Vila empezó a mo­verse sigilosamente dentro y fuera del Estado (en el Magdale­na) para poner las bases de la sedición en las provincias. For eso, Nieto le anuló poco después el grado de general del Estado y dejó de llamarlo valeroso: ahora era "un renegado exgcn t ra l ' ' , Y estos tres personajes se convinieron justamente, para el caudillo baranoero, en "unos desgraciados que no han sacado por recompensa sino el baldón que merecen todos los traidores que sirven de instrumentos a la maldad" . A Nieto no le queda­ría sino una satisfacción final: primero saldría Mosquera de la presidencia de la nación (lo. de abril, 1864), para entregársela a Manuel Murillo Toro, que él de la suya en Bolívar.

¿Qué fuerzas se movían en el interior de la conspiración caracista? Parece que en buena parte éstas eran impulsadas otra vez por la burguesía sabanera —como en 1859—, porque el núcleo armado de oposición provino de la zona tabacalera, y sus jefes militares fueron los generales Santodomingo (Chinú), Martínez (Momil-San Antero) y Cabeza (El Carmen). A esta lista había que añadir al coronel Rives de Mompox, por causas aún no suficientemente explicadas. La figura escogida ahora por estos grupos burgueses, tabacaleros y militares para desplazar a Nieto del gobierno era González Carazo, un civil más que militar, quien evidentemente también contaba con el favor presidencial.

La ocasión de actuar en este sentido se dio por diferencias sobre fomento económico que surgieron entre Nieto y la burgue­sía provincial sabanera. El presidente Nieto, apegado a la tradición histórica y a los grupos originales a quienes debía su iniciación en la política, quería ante todo promover el enrique­cimiento de Cartagena, tan deteriorada como la había recibido como gobernante. De las posibilidades existentes, la más ade­cuada le parecía el fomento del tráfico por el canal del Dique reconstruido, y para ello comprometerá buena p a n e de los

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la historia deriva de los hechos encontrados sobre el general Nieto? Algo no funciona al comparar la versión literaria con la realidad concreta del caudillismo de este costeño. Quizás parte de la explicación resida en dos hechos importantes:

lo. Que Nieto, como personaje real producto de la cultura anfibia de la Costa caribe colombiana y de la mezcla de sus ra­zas, había heredado en su sangre y temperamento, como la mayoría de los costeños, aquella alergia a lo castrense y el ethos no violento que caracterizan nuestra cultura regional. Y,

2o. Que Nieto había vivido en una época de afirmación repu­blicana inspirada en un romanticismo humanitario que él había recogido desde su juventud en la literatura utópica del momen­to, es decir, se había recubierto de una armadura ideológica liberal a ultranza, alimentada de una fuerte tradición libertaria, en el fondo legalista y apegado a las formas. Por ello resultó set esencialmente civilista, como todo colombiano que se precia de tal, en lo cual se diferenció de caudillos militares y gobernantes de otros países latinoamericanos.

Significativo es observar que Nieto nunca se proclamó caudi­llo, sino que fue nombrado como tal en una elección en junta. Ocurrió algo semejante, con iguales efectos en la personalidad traducidos en hidalguía, humanitarismo, comprensión y tolerancia, en otros generales costeños del siglo XIX como J u a n V. Aycardi, José María Campo Serrano, Florentino Manjarrés, Lácides Segovia, Andrés Santodomingo Navas, Miguel M. Torralbo, José María Lugo y José Dolores Zarante (los tres últimos de Lorica). Por algo se les recuerda más como ingenie­ros, abogados, poetas o músicos que como hombres de guerra. Sergio Zarante, hijo del general, definía a su ilustre padre —un sencillo negro sabanero— ¡como una mezcla de Napoleón, Beerhoven y Goethe!

Según el sociólogo caleño Gregorio Sánchez Gómez, "no ha existido en Colombia ese tipo clásico de caudillo tan común en América, que es expresión efectiva y auténtica de la violencia. Si acaso existió, fue en forma excepcional y esporádica [...] La organización política colombiana tiene esencia democrática inconfundible que ha sido tradicionalmente refractaria a esa clase de caudillaje. Por tal razón fracasaron siempre las intento­nas autocráticas, los conatos de cesarismo [...] De allí la famosa cuarteta popular que dice:

En Colombia, que es la tierra de las cosas singulares,

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recursos del Estado. Además, tratará de imponer un empréstito forzoso a todos los particulares con el mismo objeto, en lo cual cometerá un grave error político. A Nieto le faltará la astucia necesaria para anticipar la reacción negativa a esta iniciativa de otros sectores productivos del Estado. [A]

Los tabacaleros y comerciantes de las sabanas, por ejemplo, no iban a pagar el empréstito del Dique con gusto, porque no los beneficiaba. No estaban interesados en ese desarrollo concreto, puesto que enviaban el tabaco directamente a Sabanilla por el río Magdalena y el canal de la Pina, lo cual resultaba más renta­ble que devolviéndolo por el más largo y penoso viaje del Dique hasta Cartagena. Además, tenían toda su maquinaria de expor­tación montada con oficinas y agentes en los puertos del Magda­lena y en Barranquilla, cuyos vecinos no dejarían tampoco de movilizarse contra Nieto para defender sus intereses amenaza­dos, más aún cuando se iba a iniciar en esos días una de las mayores cosechas de tabaco de El Carmen en su historia (1863) cuando sobrepasó la de Ambalema, para llegar a su máxima producción en 1865.

La ofensiva contra Nieto se expresó primero en diversos "conatos de sedición" que llevaron a su gobierno a dictar un decreto de prevención del orden público (21 de diciembre, 1863). En respuesta, el caracista J u a n Rives planteó en la Asamblea legislativa el 4 de abril siguiente una acusación contra Nieto "por infracción de disposiciones constitucionales" referidas a garantías individuales. La Asamblea se constituyó para el efecto en gran jurado, estudió las acusaciones y absolvió al presidente, el 22 de abril de 1864. En esa ocasión sólo votaron en contra de la absolución: Rives, González Carazo y Andrés Ribón, otro diputado de Mompox.

Diez días más tarde (2 de mayo), Nieto obtuvo de la Asam­blea una autorización para contratar el discutido empréstito de 20.000 pesos para la navegación por vapor en el Dique, y proce­dió a darle el privilegio exclusivo del caso hasta 1870 a la empre­sa cartagenera de Lavalle Hermanos y Cía. Era un empréstito voluntario, pero si la cantidad requerida no se obtenía con aportes espontáneos el gobierno podía imponerlos a la fuerza y sin pagar interés (6 por ciento anual). Esta condición forzosa se debió a que el intento anterior del gobierno de Nieto de orga­nizar y financiar la compañía del Dique, el lo. de enero de 1863, a la junta convocada no concurrieron sino muy pocos

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dan la paz los militares y los civiles la guerra.

El civilismo naciente se rebeló contra la imposición militar [...] [esto es] expresión de la propia naturaleza del espíritu nacional" (Sociología política colombiana, Cali, 1940, 39-44). Palabras y versos escritos antes de la débácle de 1948 y la Vio­lencia que diezmó al país poco después, y antes de la imposición del estado de sitio como normalidad institucional con el empleo del terrorismo y la violencia estatales a que han dado lugar; pero que encierran mucho de la verdad permanente de nuestra nacio­nalidad, aquella que obliga al giroscopio inclinado de nuestra tradición democrática a volver a su posición vertical.

Inesperadamente, hasta Nieto, como caudillo militar y gue­rrero (como los otros generales mencionados) ilustra este carác­ter civilista propio de Colombia que ha encontrado en la Costa caribe una fuente constante de apoyo y renovación, como si allí se hubiera venido gestando una civilización diferente, producto del ambiente tropical, de la mezcla racial cósmica y de la inte­ligencia creadora de las gentes costeñas, civilización que parece más humana, manejable, afectuosa y franca que en otras partes del país y del hemisferio. En el tomo I (parte tercera) de esta serie se exponen algunas bases generales de esta personalidad y cultura de la Costa, como se discutieron en nuestra mesa tedonda en San Martín de Loba.

Las perspectivas y consecuencias de ese emocionante descu­brimiento crecen todos los días: son tema de foros regionales, seminarios y discusiones científicas en las ciudades de la Costa y fuera de ella. Mompox ha resucitado a la vida y atención del país, y al brazo de su río llegó al fin una draga, tras decenios de desprecio c incuria. El río Magdalena ha vuelto a recibir, por lo menos, el interés constructivo de la prensa nacional. Entre polí­ticos liberales se habla de la descentralización y apoyo a las regiones como punto importante en próximas plataformas de partidos. Periodistas de otras secciones observan nuestra región costeña con cierta expectación, como es el caso de Gonzalo Mallarino Botero, quien escribe en El Espectador de Bogotá (marzo 26, 1981): "Esas formas de vida social popular en el Caribe me dan la impresión de contener la carga afectiva, la dolorosa experiencia acumulada y el respeto por el prójimo que hacen falta para que se geste un nuevo y duradero acuerdo social".

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comerciantes que suscribieron sólo la ridicula suma de 2.000 pesos.

González Carazo saltó allí mismo a la oportunidad de ataque que se le presentaba. Publicó una protesta en la cual pedía la derogatoria o reforma de la ley del emprésti to forzoso para el Dique, y aducía que ésta era contraria a las garantías individua­les consignadas en el artículo 15 de la Constitución Nacional de Rionegro: las de la propiedad, libertad de industria e igualdad; que obligar a un ciudadano a que fuera accionista por la fuerza era "privarlo de los beneficios a que tiene derecho por el uso de su capi tal"; y que se dejara que el interés privado hiciera "lo que su atinado instinto le aconsejara respecto de nuestro Dique" .

Se recogió algún dinero del emprésti to en Cartagena, pero casi nada en las sabanas, cuyos gamonales y grupos dominantes se acogieron al criterio caracista y no pagaron nada, con excep­ción de la casa agropecuaria de Burgos y Vellojín, de Ciénaga de Oro (provincia de Nieto), que compró cinco acciones. De nada valió que el gobierno publicara un folleto —La navegación del Dique y La oposición— en respuesta a González Carazo: los tabacaleros, por las razones antedichas, no iban a desembolsar nada para un proyecto que no los beneficiara, y menos a la fuerza.

Irritados sus enemigos por el inconsulto desafío de Nieto, a esta irritación se añadió luego el intento del presidente de pro­poner e imponer como su sucesor en el cargo a su antiguo fiel amigo y constante colaborador en el gobierno como secretario general de estado, Juan Antonio de la Espriella. El periodo constitucional de Nieto terminaba el lo. de enero de 1865 y las elecciones populares se preparaban para el 13 de noviembre. Por supuesto, los caracistas postularon a su jefe Antonio como "candidato del pueb lo" a la presidencia del Estado y empeza­ron a trabajar por él, no sin la desconfianza que tuvieran por las maniobras electoreras de Nieto y de la ' 'camarilla en el poder" ,

De la Espriella contra González Carazo por la presidencia del Esrado. A esto se reducía el conflicto que iría a dar al traste con la administración Nieto antes de que terminara por pocos días su periodo constitucional. Ya en septiembre subían las tensiones políticas: los nietistas esperaban mayor apoyo y acción de su jefe y le reprochaban que tolerara como coman­dante del Batallón Glorioso al coronel Manuel González Carazo,

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Esto no quiere decir que en la Costa no ocurran actos de violencia política, ni que todos los caudillos del Caribe sean civilistas como Nieto y los otros. Claro que no, y lo hemos visto en el caso de militares costeños ' manapal i te ros" como el sananterano Manuel Martínez. Hubo otros costeños violentos, vengativos y atrabiliarios, como Joaquín Posada Gutiérrez, Joaquín F. Vélez y Eparquio González, predecesores de algunos "coral ibes" contemporáneos. No obstante, pot forruna y a pe­sar de los estatutos de segundad dictados periódicamente, las tendencias generales "hacia un duradero acuerdo social" pueden apreciarse en la Costa caribe todavía, en la forma como lo ha descrito Sánchez Gómez y lo espera Mallarino.

En resumen: Nieto se presenta en la historia nacional y continental como miembro de esa privilegiada especie de caudi­llos anticaudillos que aparece en ciertas regiones del globo y en determinados periodos históricos. Esto tiene una gran significa­ción regional para la comprensión de la historia, la cultura y la personalidad de la Costa caribe, y de sus posibilidades como pueblo.

Son muchos los incidentes y demostraciones en la vida de [ B ] Nieto que ilustran la tendencia humanitaria y civilista,

culta y generosa, que es lo contrario a lo que se esperaría de un caudillo sanguinario, ignorante y autocrático. Veámoslos:

Sus decretos de indulto sin restricción y libertad a presos políticos; la proclama a los momposinos en 1859; la ingenua expectativa que sintió sobre la reacción popular a la declaratoria de guerra al presidente Ospina; su preferencia de abrir camino a la juventud y no perpetuarse en el mando; el licénciamiento de los soldados de Baranoa; el dejar huir de la cárcel a sus ene­migos Ospina y Calvo; la tolerancia a la oposición de J . A. Calvo y a la de los hermanos González Carazo; el peculiar tratamiento generoso a su archienemigo constante, el general Mosquera, a quien sólo llegó a insultarlo (en 1855) como "atrabiliario des­cendiente del rey Ordoño ' ' ; el preferir asilarse en un consulado, romper el bastón o imponerse a las tropas rebeldes antes que petmitir la matanza del pueblo; su talento periodístico, literario, geográfico e histórico; su auténtico gusto por las artes y los idio­mas extranjeros; el homenaje con banda y guardia para Soledad Román; su habilidad administrativa y táctica; su desprendi­miento de las cosas materiales, pues murió pobre y en casa alquilada.

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a quien acusaban de estar trabajando por la candidatura de su hermano Antonio. [B]

A comienzos de noviembre se supo que Antonio González Carazo había escrito a uno de sus agentes eleccionarios de Saba­nalarga que se preparara para apelar a las armas por estar seguro de que el gobierno haria fracasar su elección. A su vez, la gobernación de El Carmen informó de la llegada de Santodo­mingo Vila y sus "reuniones en conciliábulos para adoptar procedimientos de hecho y derrocar el gobierno del Es tado" . Y así había otros síntomas de conjuración y descontento entre los políticos de la ciudad y de provincias.

Pero Nieto se resistió a tomar medidas drásticas de repre­sión contra ellos. "La confianza que tiene el gobierno en la opinión y su poder para sofocar cualquier tentativa contra el orden público —decía— son bastantes para defendernos. Acor­daos que el gobierno actual es la obra de vuestros sacrificios, y que si os extraviáis, será para él muy sensible pero necesario tener que deciros: ya es t a rde" .

En realidad ya era tarde. A los ocho días de aquella declara­ción, el 11 de noviembre de 1864 (aniversario de la independen­cia), estalló en Cartagena la primera revuelta armada seria contra el gobierno de Nieto. ¡La encabezaba el coronel Manuel González Carazo, en apoyo de su hermano Antonio! Nieto había llegado temprano aquel día a su despacho acompañado de "Ma-r e n g o " y, cuando ordenó izar la bandera del Estado, notó gru­pos de gentes con armas ocultas, frente al palacio. Poco después éstos empezaron a vivar a Antonio González Carazo como presidente e hicieron trifulca contra Eloy Porto, gobernador de la provincia, desarmaron la guardia de la cárcel, y mataron a bala y machete al mayor Sebastián Elguedo, leal compañero de Nieto en la última guerra y desde la conjuración de 1859-

El presidente ordenó al Batallón Glorioso perseguir a los revoltosos (hasta Getsemaní) y tomó preso al coronel Manuel. El candidato opositot se salvó del arresto escondiéndose en un consulado extranjero, de donde salió después disfrazado de lavandera con un canasto de ropa sobre la cabeza.

La noticia de esta escaramuza, aumentada y corregida, se regó como pólvora por las provincias, al tiempo con las órdenes de de la Espriella a todos los gobernadores para que "repriman a los malvados, vigilen y persigan a los prófugos". Lope Nieto convenció a su padre de organizar milicias nietistas con amigos

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Cartagena. El palacio de la gobernación, donde se inició el golpe contra Nielo en 1864.

Que Nieto no era de los "tiranuelos de todos colores y [ C ] razas" listos a matar, como se lo recalcó furioso el general

Piñeres con cita del Libertador, nos lo recuerda de manera cruel el insulto que le hizo Ramón Santodomingo Vila de no ser Nieto, capaz de sacar la espada para defenderse. Más resuelto a ello era Lope Nieto, quien corta una figura más intrépida y fogosa que su padre. Lo cual, de ser cierto (hubo, en parte, una limitación constitucional sobre el mando directo de tropas por el presidente del Estado), borra el principal baldón en este campo que pudiera tachársele a Nieto: su autorización para el fusila­miento de tres bandidos: José Ciólo (ya condenado a muerte por los tribunales) y los Martínez de la guerrilla de Betancourt. Ello puede ser excusable por la serie de atrocidades gratuitas que éstos habían cometido en su violento recorrido. Y son excusa­bles igualmente las humanas veleidades de Nieto con la ridicula carroza y las medallas. No son admisibles: las manipulaciones electorales que hizo cuando era gobernador, los comienzos de nepotismo al emplear compadres y parientes políticos en el

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y parientes de Baranoa y otros pueblos de Barlovento, y salió para Sabanilla inmediatamente con ese objeto.

Mientras tanto, el gobernador de Lorica, señor Corrales, procedió a apresar a Ramón Santodomingo Vila a las 4 de la mañana del 17 de noviembre con un piquete de 30 hombres, cuando éste se hallaba en el cercano pueblo de Momil, y lo em­barcó vigilado en una canoa rumbo a Cartagena. Algún amigo avisó al general "Bal i ta" , Manuel Martínez, en San Antero sobre lo que estaba ocurriendo. Como la canoa del preso debía salir al mar por una de las bocas del río Sinú, precisamente al frente de San Antero, "Bal i ta" dispuso rescatar con su propia gente al compañero conspirador. El arriesgado abordaje se hizo con éxito en alta mar, y Santodomingo desembarcó hombre libre pero lleno de rencor, listo ahora sí a desencadenar la revuelta militar contra Nieto.

Reunidos con Martínez dos días después en Momil, los re­presentantes de este pueblo, San Antero y Purísima nombraron a Santodomingo general comandante en jefe del "Ejército Res­taurador de Sotavento". Dijo entonces el nuevo caudillejo en su proclama a los bolivianos: "Armaos y contad con que yo tengo a mis órdenes las fuerzas suficientes para batir todas las que el tirano tiene encerradas en sus murallas [...] un esfuerzo más y los pueblos probarán que ningún tirano puede aclimatarse en la América". Y añadió una frase insultante sobre Nieto que aludía a la inclinación pacifista del presidente del Estado: "Dejad que él. desenvainando por primera vez su espada, se ponga a la cabeza de sus Suavos y lo defiendan, que así nuestra victoria será más pronta" . [C]

Tal como lo anticipó Lope Nieto , el 25 de noviembre estalló también la revuelta en Barranquilla, en forma tan rápida que no hubo tiempo ya de organizar bien las milicias nietistas. Lope logró avanzar sobre Usiacurí, al sur de Baranoa, el 9 de diciem­bre con los hombres de que disponía, pero fue abatido al día siguiente.

Dos columnas armadas se acercaban ya a Cartagena: la de Santodomingo Vila y otra organizada en El Carmen por el gene­ral Manuel Cabeza. Nieto no movilizó a su Batallón Glorioso, sino que convocó la Asamblea legislativa a sesiones extraordi­narias el 10 de diciembre para pedirle que negociara una paz Lim los revoltosos. Esta maniobra resultó infructuosa. Al presi­dente no le quedó sino la disyuntiva entre pelear y producir la matanza del pueblo cartagenero, o dejar el camino abierto para

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gobierno, los intentos de imponer su sucesor en la presidencia del Estado de Bolívar, signos de corrupción incipiente que tien­den a demostrar la sempiterna tendencia a la descomposición del poder y de los poderosos.

Aun así, según el panegírico del entierro. Nieto fue "el ídolo del pueb lo" desde los días de la revolución socialista utópica de 1848 y antes. Comandó el apoyo y lealtad de gentes sencillas, como los artesanos y libertos, que combatieron por él y por sus ideas y siguieron su ejemplo en apoyo de la revolución de Meló. Era un dirigente de masas de todas las razas y clases sociales, incluyendo a los burgueses e intelectuales de Cartagena, a quie­nes se impuso. Logro aún más significativo si se recuerda que Nieto era un campesino nacido al pie de un árbol de matarratón, de padres muy humildes, y un autodidacto que no pertenecía a la raza blanca pura. En fin, era un individuo destacado que fue a la vez producto y agente del proceso histórico-natural en que le tocó vivir, con tendencias al populismo, la democracia, la civilidad y el republicanismo.

El hecho de que un caudillo trigueño-cetnno como él tuviera estas cualidades, echa por tierra las teorías racistas y fatalistas de escritores como Lucas Ayarragaray y Carlos Bunge, y de políticos como Laureano Gómez, quienes sostenían que la revol­tosa América Latina no podría arreglarse a las buenas mientras

San Amero. l a playa por donde el general Manuel Martínez rescató al general Santodomingo Vila (1864).

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que entrara al gobierno otro equipo político. En vista de las actitudes anteriores de Nieto en crisis violentas similares, no es sorprendente constatar la que entonces tomó: renunciar a la presidencia en unión del secretario de la Espriella, hecho que ocurrió el 11 de diciembre por la noche. [D]

Las renuncias de ambos fueron admitidas inmediatamente por la Asamblea, manifestando a los exfuncionarios que ésta ' 'queda satisfecha de su patriotismo y lealtad e imparte un voto de aprobación a la conducta que han observado en el desempe­ño de la primera magistratura del Estado''. La Asamblea proce­dió entonces a elegir al doctor Benjamín Noguera como desig­nado encargado de la presidencia. Los acontecimientos ocurrie­ron con gran rapidez y rara calma; "Ni una sola persecución, ni un grito de ira, ni una palabra de venganza; y es lo más admira­ble que todos los ciudadanos que se encontraban privados de su libertad, lo único que piden ahora al quedar libres es la absoluta protección para quienes ayer miraban como implacables enemigos", decía Noguera en su proclama inicial.

Pero ni Nieto ni de la Espriella ni muchos otros nietistas podían sentirse seguros en sus personas fuera del gobierno, al ver el amenazante avance del "Ejército Restaurador de Sota­vento" y la conducta doble y falaz de muchos camaradas. Más que todo afectaba a Nieto la traición de sus antiguos amigos políticos y hermanos masones, por razones que no podía enten­der ni justificar plenamente. Al día siguiente de su renuncia, en el momento de hacer entrega del despacho y recoger el estan­darte de Cartagena, tiene una grave crisis emocional: toma el brazo de Noguera para despedirse, no puede controlarse y pro­rrumpe en llanto. Le quedaba "Marengo": al salir por la puerta del palacio, Nieto levanta con un chasquido de los dedos al gran gozque, le soba la cabeza y musita con acento de amargura: "Mira: los animales son mejores que los hombres". "Marengo" fue el único ser viviente que acompañó a Nieto las tres cuadras de vuelta a su casa en esa triste mañana. Los nietistas más conocidos, como José Manuel Bossa, diputado a la Asamblea, salieron apresuradamente de la ciudad en canoa o en bestias, o buscaron refugio en casas de amigos y parientes conservadores y en consulados extranjeros,

A los pocos días, Juan José también se despidió de su espo­sa y de Anita Mogollón, su sobrina ahijada, y con su hijo Lope (de vuelta de la derrota de Usiacurí) y los de la Espriella tomó una goleta que les llevó por mar hasta el puerto de Berrugas

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Goleta Josejiía, en ¡a que. probablemente, se efectuó et último viaje de Nielo (¡865). (Acuarela de Mark).

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(Sucre y San Onofre), donde la familia de éstos tenía extensas propiedades. Lope siguió para el Sinú, donde muy poco después encontró la muerte , blandiendo así un nuevo golpe al zarandea­do general Fue una causa más del empeoramiento de ciertas dolencias físicas que Nieto venía experimentando de tiempo atrás , que le obligaban a tomar cama con calenturas y tos y que le llevarían prontamente al sepulcro.

Mientras tanto, Santodomingo Vila (con Martínez y Cabeza) llegó con su ejército a Cartagena el 25 de diciembre y asumió el poder por dos días, para cederlo luego a Antonio González Cara­zo como presidente provisorio del Estado. Este cargo le fue confirmado a González Carazo por tres años, por una nueva Asamblea constituyente reunida en febrero de 1865 que expidió la cuarta y última Constitución del Estado Soberano de Bolívar ( lo . de abril, 1865).

La Asamblea procedió igualmente a hacer los ajustes legales necesarios y tomar decisiones para responder a los intereses de los grupos sabaneros y otros que habían impulsado la revolución contra Nieto: concedió privilegio para la navegación en el río Sinú en buques de vapor (15 de febrero); canceló la pensión vitalicia de dos mil pesos anuales para el general Nieto (lo. de marzo); autorizó fundar bancos (11 de marzo); auxilió la apertu­ra de un nuevo canal por los terrenos de " C a m a c h o " entre Ba­rranquilla y Sabanilla (21 de marzo); concedió privilegio a William F. Kelly para construir él ferrocarril entre el río Magda­lena y Cartagena (30 de marzo); limitó la fuerza pública del Es­tado a doscientos hombres (4 de abril); eliminó la provincia de Nieto y estableció la de Chinú en cambio (2 de mayo); autorizó conceder privilegio para construir el ferrocaril entre Barranqui­lla y Sabanilla (4 de mayo); derogó incisos de la ley sobre el empréstito forzoso para la reconstrucción del Dique, que había dado origen a la oposición caracista (13 de mayo); y autorizó conceder privilegio para construir un ferrocarril entre Tolú y Chinú pasando por Sincelejo y Sampués (30 de mayo).

La salud del general Nieto se empeoró rápidamente y, al regresar a Cartagena, había perdido tanto peso que la gente casi no pudo reconocerlo. Sobre su salud se habló ya con preo­cupación en una reunión masónica, el 7 de febrero de 1865. Su casa volvió a llenarse de admiradores y visitantes que venían a rendirle homenaje. Una comisión popular llegó un día para regalarle un magnífico bastón de mando, como expresión de

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dominara en ella el elemento mestizo, porque éste es esencial­mente anárquico. Otras son las causas de la anarquía y la pobre­za mental. Aquellos son ecos colonizados del debate europeo sobre el tema racial que empezaron a agitar desde 1860, en Francia, Charles Mazade y Eliseo Réclus en la Revue des deux mondes, debate malintencionado que se dirigía a desacreditar­nos ante el mundo.

Con razón sostenía nuestro filósofo antioqueño, Fernando González: "A nuestra tierra y a nuestras razas se han hecho críticas europeas, aceptadas y agrandadas por nosotros, y que han sido formuladas por el profundo interés que tiene Europa en conservarnos humillados, con almas de colono. La literatura y la sociología europeas han hecho circular y repetido hasta formarnos un complejo de inferioridad, las siguientes proposi­ciones: I a . El trópico es impropio para el hombre. 2 a . El producto de la mezcla de razas no sirve. Con estas dos proposiciones, Europa nos ha tenido más colonos humildes que España con sus virreyes y ordenanzas" . (Los negroides, Medellín, 1956, 41).

La esencia del anticaudillismo de Nieto (como de otros [ D ] dirigentes costeños que han actuado como él, no sólo en el

campo militar) parece radicarse en los fundamentos éticos de su personalidad, aquellos que asimiló desde su juventud con las lecturas que hizo —un tanto desniveladas, aunque conver­gentes— del Catecismo del cura rebelde Sotomayor y Picón y la literatura política francesa, inglesa y española liberal, para culminar en los preceptos tolerantes de la masonería.

Estas lecturas y la educación que él mismo se dio, el conoci­miento del francés y del inglés, su amor por las artes refinadas y la literatura universal le separaron de la cultura de su pueblo de base. Nieto ingresó a la élite intelectual de su época. Sin embargo, tuvo el mérito de no cerrar completamente las puertas a las clases inferiores de donde había provenido y a su cultura propia; por el contrario, como queda dicho, en el periodo más productivo de su carrera se identificó con los intereses y expre­siones culturales de los trabajadores y artesanos. Tuvo, pues, habilidad suficiente para no crear un cismo entre ambos niveles sociales, sino que construyó algunos puentes entre el "país nacional" y el "país político", puentes destruidos por políticos posteriores, para desgracia de todos. Pero no fue capaz de tra­ducir las utopías de su formación ideológica a la realidad concre-

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afecto y en recuerdo de aquél que Nieto había roto a la cara de Mosquera en 1854, para defender al pueblo cartagenero.

Ya Nieto casi no podía caminar y se quedaba recluido en su cuarto. Tenía fiebres, sudaba copiosamente por la noche y tosía secamente, a veces con esputos. Teresa y Anita le aliviaban con creosota de Hetré diluida en limonadas y naranjadas frescas, vino de Vial y grajeas del doctor Hecquet. No había mucho más que hacer.

El final sobrevino el 16 de julio de 1866. Por dispensa espe­cial del obispo Bernardino Medina (quien le perdonó haber sido masón y autorizado la expulsión de monjas), le acompaño en los últimos instantes y le dio la extremaunción el padre (masón) Manuel Eusebio Flores, cura momposino de la parroquia de Santo Toribio. Las exequias fueron en la catedral y el entierro, muy concurrido, en el cementerio de Manga, en sitio donde el Estado de Bolívar (ley de 22 de octubre, 1866) construyó poco después un espléndido mausoleo a Nieto con su retrato en pie­dra, y una loza de mármol dedicada "al incontrastable repu­blicano".

Entre los discursos de ese día de luto regional, quedó pre­servado por la imprenta del ferrocarril el de Manuel Zenón de la Espriella ("el rubio"), hermano de Juan Antonio, que quizás reflejaba el sentir de la mayor porción del pueblo cartagenero. Decía así en algunos apartes:

"Hemos venido acompañando los restos de un ciudadano querido, de uno de esos hombres de quienes es imposible separarse para siempre sin tributarle un homenaje merecido. Dispensadme si cedo a las emociones que tamaña desgracia produce en mi espíritu. Vuelvo la vista a lo pasado y recuerdo que él era el ídolo de este pueblo [...] Los sentimientos persona­les y políticos, si aún existen, deben desaparecer ante la majes­tad de su tumba [...] Soportó con tanta dignidad y resignación el destierro y las persecuciones, como manejó con habilidad e hidalguía el gobierno de estos pueblos. Y era porque las inspi­raciones de su espíritu le hacían uno de esos cristianos que sabían soportar las desgracias sin abatirse, como fue ajeno a la vanidad en los días más felices de su grandeza. Era un completo republicano.

"A sus virtudes políticas y a la afabilidad de su carácter debió esa popularidad de que ninguno ha gozado entre noso­tros, popularidad que pudo interrumpirse pero no acabarse;

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Cartagena. Calle de la Inquisición, rula del entierro de Nieto.

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porque era el amor de un pueblo noble y agradecido hacia el caudillo más ilustre que había salido de sus filas.

"Pero , ¿qué más? ¿qué prueba más elocuente de la sensi­bilidad de su corazón que su conducta en los últimos aconteci­mientos políticos? Ese episodio de su vida no deja de serle honorífico, por más que le fuera desgraciado [...] Un hombre de ese temple fue impotente, sin embargo, para luchar el día en que una parte de sus antiguos amigos le volvieron la espalda a su autoridad. Su corazón no tuvo fuerzas para resistir una prue­ba tan terrible: lloró como un niño. Tenía un corazón de lo más tierno bajo una cubierta de bronce. Amigos, lo que hemos per­dido es una de las columnas que sostenían ese edificio de liber­tad levantado por tantos hombres ilustres, de los cuales muy pocos existen todavía.

"Amigo de las letras y de la juventud, ese soldado-ciudada­no, ese hombre sincero, deja muchos recuerdos honorables. Los templos de esta ciudad tienen testimonios de su piedad religio­sa; mil páginas de nuestra propia historia se deben a su pluma; la patria le merece muchos días de una gloria inmarcesible, y la literarura no le fue indiferente jamás. Los que le conocieron saben que éste es su retrato positivo.

"Recojamos la espada de honor con que lo ha distinguido la nación, y el bastón de magistrado que el pueblo le obsequió como testimonio de su afecto, para ponerlos en las manos de los herederos de su nombre.

"¡General Nieto! ¡Amigo del pueblo, amigo mío! Descansad en paz. La muerte no es la muerte sino el olvido, y nuestros compatriotas no os olvidarán jamás.

La muerte del caudillo nos cogió a los Mier en la des­bandada. ¡Tuve que irme obligado de El Carmen porque el pueblo se quemó casi todo! Eso fue el 2 de marzo de 1865, y algunos malhablados decían que era "la ven­ganza de Nieto" porque de ese pueblo había salido la revolución que lo tumbó.

En El Carmen supimos que el general Nieto estaba enfermo. Los masones mandábamos canas preguntan­do por él, escritas por mi hermano Agustín, quien era secretario de la logia Luz del Carmen. Recuerdo la visita en el despacho del general y la cordialidad con que nos recibió para arreglar lo relacionado con nuestra

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7Í'~*k Cartagena. Mausoleo de Nieto en el cementerio de Manga.

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organización, por ser él Soberano Gran Comendador de la Orden. Nos sirvió una comilona en su casa, atendi­dos por la señora Teresa y una cocinera negra llamada Estebana, y allí echamos buenos cuentos sobre Mom­pox y la campaña del Supremo Carmona, cuando nos vimos de lejos mientras huíamos en canoas. No dejó de reírse, mientras descansaba en la hamaca que había colgado en el corredor del piso de arriba. El general Nieto era muy sencillo y sentimos como si fuera de nosotros y de la gente humilde. Porque él no había sido oligarca ni ricachón, y aunque era el mandón, con su cordial manera de ser no aumentaba la distancia entre él y los demás, al contrario.

De las cosas que más recuerdo de nuestra visita con él en su casa fue el patio central a donde se llegaba desde la calle de la Inquisición por un zaguán ancho. Había allí un palo de anón y un arbusto de icacos flan­queados de begonias, jazmines y mafafas que dos guacamayas picaban de vez en cuando. Al fondo, amarrado de la cintura y fijado a una columna con una cadena, estaba un mico saltando sobre su casita de dormir. Y al otro lado, en una esquina resguardada por una cerca baja, se hallaba una cría de morrocoyos de todos los tamaños. "Lleven los que quieran, que son buena comida", nos dijo el general mientras subíamos las escaleras al salón de recibo decorado por vitrinas llenas de libros en varios idiomas y ventanas con corti­nas verdes recogidas a los lados, en cuya puerta, dur­miendo, se encontraba de guardián "Marengo", el perro del general.

Por esos detalles humanos y otros de la propia vida nuestra del campo, mucha gente vio en el general Nieto un caudillo popular, como un verdadero representante, en el gobierno, del pueblo que trabaja. Así ocurrió desde cuando libertó los esclavos y se puso al frente de los artesanos, y durante el golpe de Meló. Tampoco en las guerras que le tocó lidiar se comportó como un tira­no, aunque en El Carmen sus enemigos lo consideraran así. Su muerte fue una pérdida para el liberalismo y la masonería, y hasta hubo quienes lloraron por él en la villa.

El incendio de El Carmen, o la "venganza de Nieto",

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£7 genera l Nieto. Detalle del rostro en el mausoleo de Manga.

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comenzó por un descuido en la cocina de la casa de palma del señor Majin Moreno en momentos en que soplaban las fuertes brisas de marzo. Las chispas fueron saltando de techo en techo por más que se toca­ron las caracolas, los cachos y las campanas, y los vecinos vinieron en carrera con ollas, peroles, mucuras y poncheras de agua. En las doce horas que duró el incendio se quemaron alrededor de dos mil casas, las tres cuartas partes del pueblo, y algunos calcularon las pérdidas de riqueza en unos dos millones de pesos. Porque El Carmen se había convertido en el centro comercial y agrícola del Estado de Bolívar; tenía ocho mil habitantes. Hasta los archivos de la gobernación, de la iglesia y del concejo quedaron hechos cenizas.

Se hicieron colectas de dinero en Cartagena, Since­lejo, Corozal y Barranquilla. Los diputados regalaron un día de sus sueldos. Muchos compañeros empezaron a reconstruir sus casas, tan de buenas como potrosos, que en los escombros encontraron 800 machetes Collins y como 500 hachas que se repartieron entre los agricul­tores. Así se comenzaron de nuevo los tabacales y los algodonales que estaban empezando. ¡El Carmen volvía a nacer de sus escombros!

Agustín resolvió quedarse allí con la logia, su banda papayera, su familia que crecía, y los curazaleños; pero yo lo había perdido todo —la botica y mis pertenen­cias— en el incendio. Decidí probar fortuna en Cala­mar, porque nuestra tierra es donde nos vaya bien. Y salí solo, porque no podía viajar con Atanasia, mi mu­jer, ni seguirla sosteniendo, ni con Pablo Emilio. Del polvo de los caminos me salieron hijos que tomaron el rumbo de sus madres . Pero las familias que hice era lo que más quería y de ellas nunca me olvidé.

En Calamar formé un nuevo hogar del que tuve cuatro hijas, ¡y todas me resultaron pianistas! Se veía que la música no nos iba a abandonar a pesar de los incendios, de los trabajos y de la pobreza que siguió durante esos duros años de lucha por la vida. Era que la música era de pura cepa, la llevábamos en la sangre.

Me metí otra vez de lleno en la curandería y, des­pués, como saben, en la minería. Seguía huyendo de los ejércitos, de la violencia sin fundamento ni razón, de

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ta. Su liberalismo fracasó, dejando apenas restos de la "decan­tación" consiguiente. Veamos cómo ocurrió esto.

Ante todo, los principios liberales expuestos por Nieto (como por tantos otros políticos de la época) buscaban su justificación moral en tesis escolásticas derivadas de Aristóteles y Heráclito, sobre el bien común o supremo, los intereses superiores de la sociedad y la dignidad del hombre.

Por supuesto, existían las limitaciones prácticas. Nieto hablaba del bien común en su ensayo sobre los Derechos del hombre (1835), pero no descubría aún las inconsistencias que esta tesis implica. No sabía, por ejemplo, que ésta tiene un escape adecuado en el principio de razón o secreto de Estado, que sirve para excusar y esconder crímenes y errores oficiales. No discernía que la tesis del bien común o supremo había lleva­do ya, en Europa, a crisis políticas y morales profundas, espe­cialmente en la Edad Media, cuando el clero obtuvo poderes temporales que se sumaron a los espirituales: la era que se inicia con San Ambrosio e Inocencio III, que culmina con Gregorio VII castigando en Canossa al emperador Enrique IV. ¿Cómo expli­carse al papa Julio II montado a caballo en plena armadura conquistando la Romagna, sino con inconsistencias ideológico-morales?

A dilemas como éstos no podía Nieto, como muchos otros, responder sino con planteamientos maquiavélicos sobre la libi­do imperandi, como lo habían hecho varios políticos y gobernan­tes de Nueva Granada (el arzobispo Antonio Caballero y Góngora con los comuneros en 1781, por ejemplo) y lo seguían haciendo en la república. Tuvo que creer, con Maquiavelo y López de Santa-Anna, en el principio de la relatividad de las virtudes, o prudencia, en los gobernantes; y que el fin justifica los medios cuando de conservar el poder se trata.

Pero Nieto no llegó a ser consistente en la aplicación de estos principios y, por ello, fue barrido por los políticos más cínicos o tealistas que él. En esa lucha de basiliscos y arpías, no podía hacerle frente a las dentelladas de un Mosquera , ni siquiera a las de un González Carazo. Pero la historia demostró posterior­mente que ni estos políticos realistas, calculadores y manipula­dores, entregados al culto de la fuerza, pudieron salvarse del castigo por sus excesos y sus dolos. En el balance histórico y en el recuerdo de sus compatriotas, Nieto sale delante de ellos. ¿Qué más se podría pensar de alguien que, como él, redactara estos pensamientos en su folleto de 1835 ?:

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los partidos políticos de gambote que no son un carajo ni un cipote. Dejé de ser liberal. ¡Qué diablos! Había que defender la vida, no causar la muerte . Había que producir riqueza, no destruirla. Teníamos que velar por el progreso y la felicidad de nuestras familias y de nuestros prójimos. ¡A mucho honor que yo no era mili­tarista! Pero habíamos crecido en el siglo de las gue­rras, y de esta maldición ya no nos pudimos escapar:

Que nos gobiernen Los godos o mande e l liberalismo para tirarse a los pobres todos resultan lo mismo.

Por los políticos malos, por los caudillos egoístas y creídos, por los gamonales vengativos, por los ricos ambiciosos y usureros, por los curas infieles al Evange­lio, por todos esos culpables, nos fuimos hundiendo lentamente en la mar de las peleas y conflictos que fue­ron cada vez más grandes y violentos que los anterio­res , mientras otras naciones cogían impulso y nos dejaban atrás como despreciables pordioseros. De seguro el general Nieto no habría podido vivir así, en esas condiciones. Se habría levantado de nuevo a defender su gente del despotismo.

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"El ciudadano (o político) libre y virtuoso, es el objeto más apreciable de toda la naturaleza: siempre sincero, jamás enga­ña; él es el apoyo y la consolación del inocente y el terror de los malvados; justo, encuentra la felicidad en sí mismo: oye los elo­gios y la sátira, pero todo lo valúa por su precio" .

¿Cómo podía un verdadero caudillo militar o político macho y remacho escribir estas palabras y ponerlas en práctica? La vida pública de Nieto se distinguió por esa dualidad de compro­miso entre lo ideal y lo práctico, por la tensión entre lo utópico y lo real. En la medida en que fue fiel a sus ideas, puede decirse que fracasó como político y como militar, lo cual dice menos de él, como persona, que del sistema social en que vivió y que sigue vigente hasta hoy entre nosotros. En las horas de prueba, la moralidad de su vida privada, reforzada por la cultura costeña y el rechazo de ésta a lo doble y lo violento, le dominó. Por eso terminó su carrera con la frente en alto y la conciencia tranquila, aunque en palpable desgracia pública que, de todas maneras , no duró mucho.

Evidentemente, Nieto no resultó buen discípulo de Maquia-velo. Quizás, por lo mismo, fue un dirigente esencialmente humano, un jefe popular amante de la tolerancia y la democra­cia, que rechazó la violencia autocrática. AI tiempo que reconoció el derecho a la rebelión justa, luchó contra las tiranías como lo hizo en 1841 y de 1850 a 1854. Por eso llegó a ser un caudillo anticaudillo. Por eso, también, tocó en la esencia misma de la costeñidad, quizás en la de la propia estirpe de los verdaderos colombianos patriotas.

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