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FUERA DE ESTE MUNDO

Fuera DE ESTE MUNDO

Murray Leinster

Ttulo original: Out of This World

Traduccin: Fernando Sesn

1958 by Murray Leinster

1961 Ediciones Cenit

Marqus de Barbar 1 - Barcelona

N de registro: 5240-61

Edicin digital: Sadrac

I

El lunes, Bud Gregory estaba sentado en magnfica holganza ante el cobertizo que constitua su taller de reparacin de automviles, en el pueblecito de Branden, sito en las lindes de las Great Smoky.

Aquel da algo impalpable e invisible descendi sobre Cincinnati, y la gente comenz a entrar en los hospitales; su sangre estaba sufriendo cambios ante los cuales los doctores alzaron los brazos al cielo.

El martes, Bud Gregory meditaba sobre si deba hacer algn trabajo en los cuatro automviles que esperaban ser reparados en su taller, pero como no tena ganas de trabajar, se fue de pesca...

Aquel da, los contadores Geiger de la Oficina de Mediciones en Washington se volvieron uniformemente locos, de manera que fue imposible medir las radiaciones de los subproductos de las pilas atmicas que elaboraban explosivos nucleares para la defensa nacional.

El mircoles, Bud Gregory, de mala gana, trabaj media hora. Bostezando cobr la reparacin y se fue a su casa a dormir la siesta.

Aquel da, cuarenta cabezas de ganado en una ladera de West Virginia, se acostaron en el suelo y murieron; y un arroyo truchero de Georgia fue encontrado lleno de peces muertos. Cuatro pacientes de cncer de un hospital de incurables de Frankfurt, Kentucky, experimentaron una mejora imposible en su enfermedad. Abandonaron el hospital tres semanas ms tarde y se reincorporaron al trabajo respectivo. El jueves, Bud Gregory...

Ese fue el modo en que empezaron las cosas. Bud Gregory no pareca tener relacin con ninguna de las series de acontecimientos desusados. Los hechos, por s mismos bastante absurdos; como, por ejemplo, el hecho de que todo el follaje en un retazo de 16 kilmetros de terreno montaoso, en Pensilvania, durante la noche adquiri una coloracin de un prpura vago, luego se marchit para terminar convirtindose en pulpa uniforme.

Tres das ms tarde, no haba una hoja verde ni una brizna de hierba viva en una extensin de ochenta kilmetros cuadrados. Eso no pareca tener conexin racional con Bud Gregory, ni cualquier otro acontecimiento. Pero s haba conexin.

Tampoco pareca haber explicacin racional, porque la respuesta que acudi al principio a muchas mentes despert mayores misterios que los propios acontecimientos que se pretendan explicar. Si la radiactividad era la causa, cul era su fuente? Todo el mundo chocaba contra un impenetrable muro al tratar de responder a esa pregunta lgica.

Fue el doctor David Murfree, de la Oficina de Mediciones, quien primero sum los datos consiguiendo un resultado algo lgico. Eso no inclua, naturalmente, un mecnico de automviles que viva en las montaas le faltaban los datos necesarios, pero la deduccin iba muy bien encaminada.

Murfree era fsico, no doctor en Medicina, y su salario en la oficina era de cinco mil doscientos dlares al ao, dado su cargo asimilado en el Servicio Civil. Murfree junt los diversos y raros acontecimientos y le sonaron a cosa convincente. Pero la respuesta pareca imposible. No pudo convencer a ninguno de sus superiores de la oficina para que accedieran a emprender la accin precisa. Pens que en verdad la necesidad era acuciante. As que tom los das de permiso que tena acumulados en el Servicio Civil y que no haba aprovechado en vacaciones, sac quinientos dlares de su banco y tom el volante de su maltrecho y viejo coche para investigar por su cuenta y riesgo.

Meti en el vehculo, atestndolo, ciertos aparatos del equipo de la oficina que no tena el menor derecho a tomar prestados y que le costaran ms de un ao de paga si tena que abonar su importe por habrselos estropeado.

Se dirigi hacia el terreno calcinado y marchito de Pensilvania e hizo algunas pruebas. March a Cincinnati y efectu ms pruebas. Prosigui hasta el lugar de West Virginia, en donde muri el ganado; hizo preguntas y cosas improbables experimentando con las vacas y terneras enfermas. Luego volvi a Washington a toda la velocidad que su cacharro fue capaz de desplegar.

Murfree se encamin primero a su casa y orden a su esposa que hiciera las maletas. Se explic con crispada precisin y ella le mir con dudosos temores. Se encamin despus a la Oficina de Mediciones an gozaba de permiso tcnicamente hablando y mostr los resultados de sus pruebas a alguno de los hombres que trabajaban con l.

An era imposible utilizar los contadores Geiger de la oficina, pero un amigo de Murfree iba a Nueva York, para usar aparatos de Columbia cuyos bobinados no haban sufrido el menor dao. Murfree se fue con l llevndose consigo sus muestras.

No fue necesario que hiciera el viaje, su compaero se avino a portar consigo las susodichas muestras. Entonces Murfree recurri a un amigo que result ser meteorlogo, y obtuvo de l malas noticias confirmatorias. Los mapas del tiempo del perodo que cubra los inexplicables fenmenos le dijeron claramente lo que ya se sospechaba, indicndole hacia dnde debera orientarse toda bsqueda que tratara de localizar a la fuente primigenia de los desastres.

Entonces, David Murfree meti en su coche a su esposa y a su hijita, sac el resto del dinero que tena en el banco y se encamin hacia las Great Smoky.

Era un acto lleno de lgica, en el estricto sentido de la palabra. La epidemia de leucemia en Cincinnati; los estropeados contadores Geiger, en Washington; el ganado muerto, en West Virginia; las truchas muertas, en Georgia; la sbita curacin de los pacientes de cncer en Frankfurt, Kentucky, y el pedazo de diecisis kilmetros de vegetacin marchita en Pensilvania, todo tena una explicacin lgica.

Si Murfree pudiera haber logrado que alguna autoridad le escuchara, las medidas que se habran adoptado hubieran sido ms rpidas y mucho ms drsticas. Pero nadie quiso escucharle, por tanto Murfree tuvo que trabajar por su cuenta.

Su coche era viejo, pero logr llegar a Lynchburg el primer da. No se senta tranquilo. Sufri un sobresalto al segundo da, habiendo pasado ya Charlotte y marchando hacia las montaas. Su familia y l se detuvieron en un pequeo hotel rural y, durante la tarde, Murfree entabl conversacin con un empleado de las lneas de alta tensin conductoras de energa elctrica. Aquel individuo le dijo, preocupado, que las prdidas en las lneas de tres condados haban subido hasta siete veces lo normal en dos das, trazando una curva clara y definida que ya ahora iba bajando hacia la normalidad.

No haba explicacin lgica alguna. Murfree se puso nervioso al enterarse. Hizo que su familia durmiera aquella noche con las ventanas cerradas, a pesar del calor que haca en sus cuartos, y partieron de nuevo casi al rayar el alba del da siguiente.

Eran cerca de las tres de la tarde cuando conoci a Bud Gregory.

Bud Gregory estaba sentado en esplndida somnolencia ante el cobertizo que constitua su taller de reparaciones. El pueblo de Branden era una metrpoli de trescientas almas, no muy lejos de las Great Smoky. Haban montaas por todas partes; el cielo azul formaba un dosel; el suelo estaba constituido por arcilla roja.

Bud Gregory dormitaba feliz. Haba all tres coches en espera de que les prestara atencin. Cada uno de ellos haba sido llevado a l porque era el mejor mecnico en siete estados.

Pero los haban trado de mala gana, porque los propietarios saban muy bien que Bud los reparara cuando tuviera ganas o le hiciese falta dinero; entonces haran en minutos un trabajo que a otra persona le costara horas o das. Pero por el momento el mecnico no tena el menor deseo de trabajar y tampoco necesitaba dinero.

Las moscas zumbaban en su torno. El sonido de los insectos se oa desde lejos. En algn lugar, polluelos piaban dbilmente y en alguna otra parte una carreta con las ruedas chirriando se alejaba a paso cansino de Brandon.

El coche de Murfree estaba claramente averiado cuando Bud Gregory lo oy por primera vez. No solan atravesar Brandon muchos coches. Las carreteras montaosas locales slo eran practicables para los vehculos ms ligeros o por tractores, aunque el tiro de mulas era lo ms seguro. Aquel coche se haba apartado de la carretera principal.

Marchaba con estrpito, y Bud Gregory se despert. El auto trep con desespero por la rojiza y arcillosa colina y entr en Brandon. Iba sobrecargado. Murfree lo conduca. Una mujer y una niita iban en el asiento trasero. El resto era equipaje, sacos y paquetes de todas las formas y tamaos posibles y de apariencia singular.

Pero Bud Gregory miraba al coche. Murfree advirti el aviso que anunciaba la existencia del taller de reparaciones, y dirigi su vehculo hacia all. Detuvo la marcha, pero el motor continu funcionando. Murfree cort el encendido con toda claridad. El motor sigui detonando. Murfree baj y llam la atencin de Bud acerca del ruido del motor.

No quiere detenerse.

Bud se levant, camin con pereza hasta el coche y levant el capot. Meti la mano y tante. Se produjeron explosiones atronadoras. El motor par de repente y luego comenz a emitir ruidos de fritura.

Tiene usted suerte bostez Bud. No se ha quemado ningn cojinete. Volvi a bostezar. Se rompi el eje de la bomba, no?

S contest Murfree con amargura. Mantuve en funcionamiento el motor con la esperanza de llegar hasta algn taller de reparaciones. Puede usted arreglarlo? Se quedar bloqueado el motor?

Bud habl con desaire, mirando al coche y a los paquetes.

Ajaj. El aceite se ha quemado en los cilindros. Cuando se enfre quedar bloqueado. Pero si ahora se le vierte agua, se rajar el bloque.

Murfree apret las mandbulas. Sus manos se crisparon. No se haba adentrado tanto en las Smoky como crea necesario, y aquellas perdidas en las lneas de energa elctrica significaban que deba darse prisa.

Hay alguna posibilidad de conseguir otro coche? pregunt, desesperado.

La compra de otro automvil mermara considerablemente sus recursos, pero David Murfree se daba cuenta de que el asunto era lo bastante urgente como para justificar tal paso. Tena dos posibilidades de accin: aqulla, y la de volar lo ms de prisa posible hacia el oeste. Haba escogido la primera, porque significaba luchar contra el peligro que prevea.

Ese es un buen coche tartaje Bud, con arreglo a su peculiar manera de hablar. Arreglndolo quedar la mar de bien.

Pero eso costar varios das! dijo con amargura Murfree. Prcticamente tendr que desmontar todo el motor!

Bud Gregory escupi con singular precisin a un pegote de moscas que se agolpaban en un escupitajo de tabaco anterior.

Tardar un par de horas en enfriarse dijo con sequedad. Eso es todo. No se ha quemado ningn cojinete. Todava no he visto un coche que no pueda arreglar. Tengo cierta maa natural.

Pero ser necesario desmontar la culata de los cilindros! protest Murfree. Y reemplazar los aros, y arreglar las vlvulas, y quitar la bomba, y ponerle un eje nuevo! Ningn garaje en el mundo hara el trabajo ese en menos de cuatro das!

Pues yo lo har en dos horas y media dijo Bud Gregory. Y estar esperando dos horas a que se enfre.

Sonri. No estaba fanfarroneando. Quiz presuma un poco, pero deca algo que conoca a fondo. Murfree levant las manos al cielo.

Haga eso dijo con amargura, y creer en milagros!

Sac a su esposa y a su hijita del coche. Las condujo a la principal tienda de Branden, que venda fertilizantes, artculos de mercera, arneses, perfumera, conservas, maquinaria agrcola y suministros generales. Compr lo que haca falta para un almuerzo campestre y, con su familia, regres. Se sentaron en el coche, con las puertas abiertas para que entrase el aire, y comieron.

Murfree estaba inquieto. Bud Gregory dormitaba. El tiempo transcurra. Los ruidos a fritura del motor sobrecalentado disminuyeron de volumen y cesaron.

Al poco, Murfree sali y comenz a pasear arriba y abajo, junto al vehculo, inquieto.

Al cabo de un rato se dirigi a la trasera y, sac un paquetito pesado. Lo abri y haba all un tubo de vidrio de frgil apariencia, forrado de metal, con conexiones elctricas claramente visibles y propias de las lmparas de radio, pero de forma enteramente distinta.

Murfree accion un conmutador y en alguna parte del interior de la caja son un click. Un instante despus se oy otro. Luego dos crujidos muy prximos y una pausa, y otro chasquido.

Murfree contemplaba, preocupado, el instrumento. Cruja de manera seca pero arrtmica. No haba el menor orden en la secuencia de los dbiles sonidos.

Bud Gregory estaba sentado, somnoliento, en la sombra. Volvi los ojos y mir a Murfree y a la caja.

Para qu de bueno sirve eso? pregunt la esposa de Murfree.

Para nada en absoluto contest Murfree con pesimismo. Slo me dice que todava no nos ha ocurrido nada.

Permaneci en pie contemplando la caja, en la que nada se mova, pero de la que brotaban los crujidos a breves intervalos.

Las gallinas cloqueaban. En alguna parte un caballo coma hierba y el sonido de sus quijadas era audible. Los insectos revoloteaban, y zumbaban, y chirriaban.

La caja cruja.

Bud Gregory se levant y se acerc, curioso. Mir a la caja con intenso inters. No era la mirada sapiente de alguien que contempla un objeto familiar. Ni siquiera era la mirada perpleja de alguien tratando de comprender el significado de algo extrao. Tena exactamente la expresin absorta del hombre que coge un libro desconocido y lo lee y lo encuentra fascinante.

Qu... ejem... qu es este chisme?

Es un contador Geiger dijo Murfree. Cuenta el impacto de los rayos csmicos y de los neutrones. Es un detector de rayos csmicos y radiactividad.

El rostro de Bud permaneci sin comprender.

No significa nada para m tartaje. No obstante es curioso como funciona, algo choca contra el chisme y se produce una corriente elctrica que cesa en seguida hasta que otra partcula, vuelve a chocar. Para qu sirve?

Era genuina curiosidad. Pero un hombre corriente, mirando a un contador Geiger, no comprende que una diminuta partcula a gran velocidad tan pequea que atraviesa el vidrio de la vlvula y un forro metlico sin dificultad hace que el tubo Geiger sea conductor temporalmente. El doctor David Murfree mir, inexpresivo, a Bud Gregory.

Cmo diablos...? exclam, curioso, pero se interrumpi, y en lugar de la pregunta continu con una sencilla explicacin. Ha sido inventado este aparato para detectar las radiaciones que vienen de nadie sabe dnde. Y se le emplea en las fbricas que hacen bombas atmicas, para saber cundo hay demasiada radiactividad... demasiada para la seguridad del personal.

He odo hablar de bombas atmicas tartamude Bud. Nunca supe cmo funcionaban.

Murfree, todava curioso, habl empleando las palabras ms claras y sencillas que le fue posible. Aquel hombre haba afirmado que poda efectuar una reparacin imposible y tena el aspecto de saber muy bien de lo que hablaba.

Haba mirado al contador Geiger, saba cmo funcionaba; no obstante, no tena la menor idea de su utilidad prctica. Murfree le proporcion las nociones elementales necesarias acerca de la fisin atmica. Al acabar, l mismo estaba asombrado de lo inadecuado de su explicacin. Bud Gregory tartaje:

Oh... hummm... lo entiendo eso. Las cositas que chocan con ese material que se llama ura... ura... uranio y lo parten en pedacitos, son de la misma clase que las que hacen funcionar a este chisme. Cuando chocan con un poquito de aire lo hacen pedacitos. Apostara cualquier cosa a que las partculas esas son capaces de transformar el material de una clase en otra si chocan con fuerza y nmero suficientes, verdad?

Murfree dio un salto. Aquel zanquilargo e ignorante mecnico montas haba asimilado la teora altamente emprica, expuesta de una manera tan simplificada que, prcticamente, dejaba de tener sentido, y de inmediato dedujo el hecho de la ionizacin de los gases por la colisin de los neutrones. Y la transmutacin de los elementos! No slo comprendi, sino que era capaz de utilizar esa comprensin.

Muy interesante dijo Bud, y bostez. Me parece que su motor est lo bastante fro para trabajar en l.

Puso la mano en el bloque de los cilindros. Estaba muy caliente, pero no lo bastante como para quemarle los dedos.

S exclam. Arreglar primero el eje de la bomba.

Se dirigi con languidez a un pozo sito junto al cobertizo taller y sac un cubo de agua que verti en el radiador. Hubo un silbido en tono menor, que ces inmediatamente. Llen el radiador, se agach y trabaj con los dedos en el eje de la bomba, mientras lo miraba calculador; luego se incorpor.

Entr en el cobertizo y sali, arrastrando un cable largo y flexible. All arriba, en el linde mismo de las montaas Smoky y en distancias variables de su interior, no haba pueblo por pequeo que fuera que no poseyera energa elctrica. Bud coloc una caja redonda de madera, de las que sirven para envasar quesos, sobre el piso del coche y sac dos cables ms cortos con pinzas en sus extremos. Los ajust.

Murfree vio que el interior de la caja de quesos contena una desaliada mezcolanza de alambres y unas toscas bobinas hechas a mano. Haba tambin tres lmparas de radio baratas. Bud Gregory gir un conmutador y se apoy en el coche, esperando con infinita desgana.

Qu es eso? pregunt el doctor Murfree, sealando a la quesera.

No tiene ningn nombre. Es algo que he montado para soldar. Ahora est soldando su eje. Miraba distrado a la lejana. Ahorra mucho trabajo aadi sin inters.

Pero... pero usted no puede soldar un eje sin sacarlo! protest Murfree. Puede quedar mal!

Bud bostez.

Con esto, no. Las lmparas hacen una especie de material. No atraviesa el hierro. Slo salta en su torno. Donde hay una grieta la calienta y la suelda. Cuando est soldada se limita a saltar a su alrededor.

Murfree trag saliva. Rode el coche y mir al aparato instalado en la caja de quesos. Con los ojos sigui el circuito de cada cable. Su boca se abra y se cerraba.

Pero si eso no puede hacer nada! La corriente da vueltas y vueltas!

Est bien contest Bud Gregory. Como usted quiera.

Esper con paciencia. Al poco se oy un zumbido. Bud accion el conmutador cortando el circuito y se inclin sobre el motor. Quit las pinzas de conexin y, pensativo, traste con la bomba de agua.

Esto est ya bien dijo por ltimo. Prubelo si gusta.

Manipul en la quesera cambiando conexiones al azar en apariencia. Murfree se agach y con los dedos accion la bomba de agua. Se haba asegurado de la existencia de la avera de su coche y saba exactamente cmo estaba el eje roto. Ahora lo notaba perfecto, tal y como si lo hubieran sacado, soldado, pulido, verificado y vuelto a colocar en su sitio.

Parece que est bien! exclam Murfree incrdulo.

S dijo Bud Gregory. Lo est. Pero me parece que ahora el coche est bloqueado. Tome la manivela y comprubelo.

Murfree sac la manivela de la caja de herramientas. La coloc en su puesto e hizo fuerza. El motor estaba bloqueado. Era imposible hacerlo funcionar. Murfree se sinti enfermo.

Espere un minuto dijo Bud, y pruebe otra vez.

Coloc slo una de las pinzas de la extraa conexin en el motor y apart la otra metindola en la quesera. Accion un conmutador.

Vea ahora dijo a Murfree.

Murfree gir la manivela... y por poco se cae. No haba resistencia al movimiento del motor, excepto la compresin que era infinitamente elstica. No haba ninguna clase de. friccin. Se mova con una increble y fluida facilidad. Nunca se haba movido tan sin esfuerzo... a pesar de que la compresin permaneca tan perfecta como antes. Murfree se qued atnito. Bud Gregory quit la pinza.

Pruebe otra vez dijo sonriendo.

An empleando todas sus fuerzas, Murfree no pudo mover el motor. A causa del sobrecalentamiento, al quemarse el aceite en el interior de los cilindros, se haba formado un bloque slido. Sin embargo, un momento antes...

S exclam, lacnico, Bud.

Dio vuelta al conmutador de ignicin, entr en el vehculo, se instal ante el volante y pis el puesta en marcha. El motor se puso limpiamente en funcionamiento. Marchaba sin dificultad. Lo ajust a un ralent conveniente y baj del coche.

Lo tendremos funcionando diez o quince minutos dijo con indiferencia para que el aceite fresco se extienda por el interior. Luego quedar arreglado.

Cmo ha hecho ese trabajo? pregunt Murfree tras emitir una risita.

El acero es como pedacitos muy pequeos de material apretados juntos contest Bud Gregory encogindose de hombros. Estas lmparas producen una clase de materia que hace que los pedacitos del exterior resbalen con facilidad unos contra otros. Constru este chisme para que me ayudara a aflojar tornillos demasiado apretados y para trabajar en ejes y cosas as. Le costar cinco dlares. Le parece bien?

Pa-palabra que... s! exclam Murfree.. Rebusc en su cartera y sac un billete de cinco dlares. Escuche! Elimin la friccin! Por completo! No haba el menor roce! De dnde sac la idea para construir ese aparato?

Bud Gregory bostez.

Se me ocurri, simplemente. Tengo cierta, maa para arreglar cosas as.

Debera patentarlo! dijo Murfree febril. Querra usted hacerme un aparato de esos para m?

Bud sonri perezoso.

Demasiado jaleo. Me cost da y media montarlo y ponerlo en funcionamiento. No me gusta esa clase de trabajo.

Cien dlares? Quinientos? Y adems, los derechos de explotacin?

Bud se encogi de hombros.

Demasiado jaleo. Ya me lo pensar. No me gusta matarme trabajando. Ahora puede proseguir su viaje. El coche ya est arreglado.

Camin, cansino, hasta su silla, se sent con aire de infinita relajacin y se ech hacia atrs, apoyndose en la esquina del cobertizo. Mientras Murfree se alejaba con el coche, Bud levant una mano en indolente gesto de despedida.

Pero el doctor David Murfree conduca por la roja arcilla maravillado. Haba sufrido slo un retraso de dos horas, en vez de los cuatro, cinco, seis o siete das que cualquier otro garaje en el mundo le hubiera obligado a aguardar. Murfree se diriga a lo que l crea que podra ser o el nico lugar seguro en un radio de mil quinientos kilmetros... o el lugar en el que moriran l y su familia. Pero entonces no pensaba en eso.

Se enfrentaba al hecho lentamente comprobado que Bud Gregory era alguien para quien no exista todava palabra calificadora. Le haba asombrado tanto, como para quitarle de la cabeza de momento incluso el peligro que implicaba la leucemia de Cincinnati, la hierba muerta de Pensilvania, las truchas muertas de Georgia y los contadores Geiger que se haban vuelto locos en Washington.

II

La muerte cay de una nube lluviosa en Kansas. Una tempestad veraniega barri los campos sembrados de las planicies y donde cay el agua, la cosecha muri. Los ocupantes de cada granja batida por la tempestad murieron tambin en cuestin de das.

El ro Mississippi qued lleno de peces muertos por encima de San Luis, y los cadveres flotaron corriente abajo, emponzoando el agua hasta el golfo... y ms all.

Pjaros muertos cayeron de los cielos en una docena de estados: en donde chocaron con el suelo, la tierra mostr espacios pequeos y redondos calvos de toda vegetacin. Un trozo de la corriente del golfo qued blanca con peces muertos. Un coto de caza en Alabama se vio despoblado.

Hubieron trescientos muertos en una noche, en Louisville. Sesenta en Chicago. La central generadora de energa elctrica del valle de Tennessee estall y cada dnamo hizo explosin en cinco terribles minutos, durante los cuales todo el interior del edificio fue un infierno de relmpagos.

Despus, la muerte atac Akron, Ohio. Todo el mundo sabe que murieron dos mil personas en tres das; un barrio entero de la ciudad fue acordonado, no permitiendo que entrase nadie. Los perros y los gatos e incluso los gorriones agonizaban dbilmente en las calles antes de morir tambin.

Fue el polvo radiactivo el causante de todo.

Los peridicos hervan. Los senadores en su casa, entre sesiones trazaban grandilocuentes discursos para la prensa con airadas demandas pidiendo una sesin especial del Congreso para que se hiciera una investigacin y fijara responsabilidades, como si el fijar responsabilidades sirviera para terminar los continuados desastres.

Eminentes hombres de estado anunciaron prximas leyes que destruiran cada rastro da ciencia atmica en los Estados Unidos y que haran capital ofensa el intentar mantener a los Estados Unidos en condicin de defenderse a s mismos o de mantenerse delante del resto del mundo en el camino del progreso.

Oak Ridge fue cerrado, y la vaca pila de uranio desmontada, para apaciguar al pblico. Todos los investigadores posibles se enviaron a Oak Ridge para descubrir el apabullante descuido que haba causado tantas vctimas como una epidemia.

La nica lstima era que toda esta indignacin pareca elevarse. El polvo radiactivo y los gases eran la causa de las muertes, de eso no caba duda. Pero el informe Smyth haba anunciado el peligro de los subproductos de las pilas de reaccin en cadena, y precauciones extremas se llevaron a cabo contra ellos.

La materia que mataba no haba salido de Oak Ridge. Era imposible. David Murfree jams sospech de Oak Ridge. La cantidad de polvo era inequvoca. La cantidad de material mortal necesaria para producir los efectos observados no poda haber salido simplemente de las pilas atmicas en funcionamiento.

Era demasiado... y, adems, habra matado a todo ser viviente en la vecindad del punto que fue expulsada a la atmsfera. Y nadie haba muerto en Oak Ridge.

Abrindose camino, desesperado, en el corazn de las Smoky, Murfree sigui el rastro de los acontecimientos por la radio de su coche. Trescientos kilmetros en el interior los caminos eran tan malos que un viaje de ciento cincuenta kilmetros necesitaba una conduccin de diez horas encontr bastantes datos para calcular a ojo de buen cubero la cantidad de polvo y gases que haban sido expedidos.

Cuando Murfree hizo sus clculos, el sudor le inund el cuerpo. Tal cantidad de materia fisionable no poda resultar de una pila atmica hecha por el hombre. Las pilas que los hombres haban fabricado eran tan grandes como aconsejaba su facilidad de control. Aqulla era incomparablemente mayor.

Todas las pilas de los Estados Unidos juntas no podran producir una fraccin de aquella materia que haba sido expelida. De algn modo, en alguna parte, una reaccin en cadena haba comenzado con tal monstruosa cantidad de material que la imaginacin se resista a creerlo. E iba en aumento! Pareca crecer como un cncer!

No haba peligro de una explosin atmica, naturalmente. Las pilas atmicas no estallan. Considerando la cantidad de subproductos expelidos, algo del orden de un pequeo volcn, pero creciente, trabajaba en alguna parte. En lugar de expeler gases y humos relativamente inocuos, despeda las substancias ms mortales conocidas por los hombres.

All no poda haber proteccin contra una muerte invisible. Vertido en la atmsfera a suficientemente alto nivel indudablemente levantados por una columna de aire caliente, el polvo finsimo y el gas mortal podran viajar durante cientos de millas antes de caer al suelo. Aparentemente eso haban hecho. Cuando tocaban el suelo, nada poda vivir.

No slo moran las cosas vivas despus de respirar la materia mortal, sino que el suelo mismo se converta en mortfero. Caminar por un rea en donde el suelo emita radiacin radiactiva era morir. Respirar el aire expuesto a aquellos rayos...

Murfree sigui en la bsqueda de la fuente imposible de los invisibles portadores de la muerte. Encontr la primera prueba de que estaba en la buena pista a ciento cincuenta kilmetros de un telfono. Estaba ms all de las lneas de la energa y de los ferrocarriles. Estaba en las afueras altas de los Apalaches, en donde la vida y el lenguaje quedaban cien aos detrs del resto de Amrica.

Se detuvo para comprar alimentos y formular desesperadas preguntas en un tenducho diminuto e increblemente primitivo. Prob el contador Geiger y su crujido le advirti que haba aumentado de frecuencia. Treinta y cinco kilmetros ms adelante, la frecuencia de los crujidos haba aumentado en un cincuenta por ciento. Pas un da vagando aparentemente sin rumbo conduciendo el sobrecargado coche por caminos que nunca jams con anterioridad haban conocido sobre ellos el paso de los neumticos.

Despus dej a su esposa y a su hija como inquilinas en una cabaa de las montaas. Su esposa no se senta tranquila.

Pero qu nos va a ocurrir a nosotros? le pregunt, desesperada. Quiero compartir lo que te ocurra a ti, David!

Murfree no era una persona particularmente heroica; con franqueza, tena miedo. Pero habl con energa:

Escchame, querida! Algo como una pila de uranio se ha puesto en funcionamiento en alguna parte de estas colinas. Es de una escala tan grande, que nadie la ha podido imaginar jams. Es tan enorme que es increble que los seres humanos la hayan podido crear. Est vertiendo polvo radiactivo y gases en la atmsfera. Todo eso se extender con el viento. Donde esas materias caigan al suelo morir todo ser viviente. La pila aumenta en tamao y violencia. Si sigue aumentando har por lo menos que este continente sea inhabitable y con ello incluso a destruir toda la vida del mundo. No slo la vida humana, sino la de cada pjaro y bestia e incluso la de los peces del ocano. Y se tiene que hacer algo!

Pero...

Yo te he trado conmigo hasta tan lejos dijo Murfree, porque estabas tan en peligro en Washington como en cualquier otra parte. La muerte, en este caso, es cuestin de pura casualidad. Ocurra lo que ocurra, pero en el lugar en donde se produzca ese hecho asombroso, el suelo debe estar tan caliente que una columna de aire se levantar de l como el humo de un bosque en llamas. Pero el sitio en donde hay menos humo en un incendio es precisamente cerca de su borde. Por eso os he trado hasta aqu. Vosotras estaris ms seguras que si estuvieseis ms alejadas y an todava ms que si estuvierais ms cerca.

Por qu intentas seguir adelante? protest ella.

Tengo un traje protector le respondi. Logr sacarlo prestado no muy legalmente de la oficina. No pude encontrar ms. Si puedo acercarme lo bastante para localizarlo en un mapa, simplemente localizar la zona, los aviones de bombardeo pueden comprobar la exploracin. Pero tengo que saber, y debo, cuantos detalles sean posibles para poder regresar con pruebas convincentes. Voy a ser tan cuidadoso como me sea posible, querida. La nica esperanza que existe para m es volver con informes concretos. Llevar todo eso a Washington y entonces os conducir a la nia y a ti lejos de aqu como el dinero que tengamos me lo permita.

Y si no vuelves?

T estars aqu a salvo ms que en ninguna otra parte le contest. Y la naturaleza de las cosas, si el material es elevado hasta la atmsfera por una columna de aire, no comenzar a caer hasta que est bastante lejos. Posiblemente nos hallamos a menos de ciento sesenta kilmetros de donde est situada la fuente que produce ese material radiactivo. Te voy a dejar todo el dinero que tengo. Aqu podrs mantenerte con eso durante aos. A menos que se pueda hacer algo, el resto de Amrica ser un desierto mucho antes de cumplirse este plazo!

Sospecho aadi con tristeza todo eso, pero nadie ms ha pensado lo mismo. Todos echan la culpa a Oak Ridge. Pero los mapas del tiempo sealan claramente a esta zona como lugar desde el cual se dispersa el polvo mortal.

No fue una separacin sentimental. Murfree haba hecho lo que poda por asegurar a su familia, y eso que no era mucho. Ahora le quedaba por hacer algo que lo ms probable sera que resultara ftil, en la remota posibilidad de que de sus actos pudiera salir algo bueno.

Si la fuente del polvo y de las nubes radiactivas volaba por encima de Amrica y era causada por un fenmeno natural como un volcn, nada podra hacerse. Norteamrica sera con toda seguridad inhabitable en cuestin de meses, o todo lo ms dentro de un par de aos. Deban de haber algunas reas en la costa occidental en donde los vientos prevalecientes pudiesen mantener alejado el veneno durante cierto tiempo, pero era posible por completo que ltimamente toda la Tierra se convirtiera en un desierto de arena radiactiva y sus mares se quedasen hasta sin vida microscpica.

Por eso Murfree dej a su esposa y a su hija como inquilinos en una choza de las colinas, a ciento setenta kilmetros de un telfono y a trescientos de alguna lnea de energa elctrica. Sigui adelante para verificar el peligro que pareca amenazar a la humanidad. Era el nico ser humano capaz de evaluarlo correctamente.

III

Los motoristas condujeron sus motocicletas con torpeza hacia la casa de los mdicos en media docena de ciudades, enfermos y asustados. Tenan fiebres altas y todos sntomas de quemaduras, pero no se vea seal de herida en sus cuerpos.

Entonces se observ que un pedazo de tierra abrasada, calcinada, cortaba una carretera del estado. Toda la vegetacin en el espacio de kilmetro y medio de largo y trescientos metros de ancho muri por la noche. La carretera atravesaba esa zona. Todos los motoristas la haban cruzado tambin.

Los peces murieron en un vivero conectado al sistema de suministro de aguas de una gran ciudad. El agua de la ciudad fue cortada y un intento desesperado se hizo para llevar agua potable mediante coches. Las lneas de energa elctrica que partan de Niagara Falls se vieron cortocircuitadas por arcos que saltaban como relmpagos a travs de la separacin de los cables. Luego vinieron las muertes en Louisville.

Nadie pens en el doctor David Murfree, claro. Sigui adelante, de manera poco espectacular, penetrando cada vez ms en aquella isla primitiva, en aquel remoto pas de las Smoky.

All no haba terreno llano. Las montaas crecan por doquier peas y peascos monstruosos de piedra, con mantas de verdor hasta la cumbre, senderos y retazos sembrados de maz en las laderas a treinta y cuarenta grados de inclinacin. Eran montaas inhspitas. Los montaeses llevaban barba, vestan harapos y miraban con sospecha a los extranjeros por instinto... Haba grupos de chiquillos despernados y tristes... y montaas... y ms montaas... y ms... El progreso de Murfree era necesariamente indirecto, porque slo poda tener una vaga sospecha de la localizacin de su objetivo. El contador Geiger ruga cada vez ms rpidamente. El segundo da despus de haber dejado a su esposa, Murfree se coloc su vestido protector. Pareca ms extrao y levantaba ms sospechas entre los montaeses. Ahora ya no haba ni caminos ni carreteras, slo sendas. El coche, sin embargo, marchaba ms ligero no slo por la ausencia de su esposa e hija, sino por no llevar sus posesiones personales.

Rept a lo largo de trozos imposibles, vadeando arroyuelos y trepando pendientes prohibitivas, mientras el ruido del contador Geiger aumentaba hasta convertirse en un veloz rugido en tono menor. Lleg hasta una cabaa montaesa en donde nada se mova.

Un perro yaca en el porche y ni siquiera levant la cabeza para mirarle. Murfree sali de su coche y entr en la cabaa. Haba estado tan enfrascado en la tarea de seguir delante en la direccin que deseaba, que ni siquiera haba advertido el hecho de que el follaje all estaba muerto en muchas zonas, que todo lo que haba sido verde pareca enfermizo. Llam y una dbil voz le respondi.

La familia de la casa estaba moribunda. Les dio agua y se qued para prepararles la comida. Tenan todos quemaduras dolorosas, como las del sol por causa de las radiaciones de aquel horno atmico monstruoso que alguien y en alguna parte haba puesto en funcionamiento para que emponzoase la atmsfera. Las quemaduras eran muy profundas en sus cuerpos. La fiebre era altsima. Se les vea lnguidos y dbiles. Parecan fantasmas.

Hizo preguntas y les coloc a mano agua y alimentos. Luego sigui su marcha. No poda hacer nada ms.

Slo unos siete kilmetros ms all, su coche dej de tener fuerza impulsora. Un contador Geiger funciona porque est diseado para un singular rayo csmico o un neutrn, entrando e ionizando el gas del interior, rompa las propiedades aislantes de un vaco parcial y permita que pase la corriente.

All el aire estaba tan completamente ionizado que se haba convertido parcialmente en conductor. Las bujas emitan chispitas. El distribuidor funcionaba irregularmente. El sistema de ignicin permita que la corriente del aire pasase por los cables.

Sali del coche.

Se las arregl para dar la vuelta, dispuesto para retroceder. Se carg al hombro el contador Geiger porttil. Tena una dbil hoja de cadmio para hacer de pantalla, de modo que la fuente de los neutrones siguiera una sola direccin y pudiera ser detectada. El cadmio absorba parte del chorro de neutrones. Eso hizo que disminuyese el crujir del contador y que slo se produjera cuando la pantalla estaba orientada a la fuente neutrnica.

Sigui adelante a pie. Las montaas se alzaban a ambos lados; haba algunos bosques, pero estaban muertos o moribundos. Una vez en un par de kilmetros o tres vio pequeas chozas montaesas. No mostraban signo de vida. No se acerc. La gente de ellas deba de estar muerta o tan cerca de la muerte que nada en la tierra podra ayudarles. Y su vestido protector no era perfecto.

En cualquier caso, estaba recibiendo una dosis posiblemente peligrosa de radiacin. Cada minuto de exposicin continuada aumentaba este peligro. Deba alejarse en cuanto se atreviese.

Pero segua adelante, por en medio de un panorama ms desolado que la Luna.

Lleg a una cresta que actualmente era un paso entre las montaas. Un viento vivo soplaba de detrs de l y el contador rugi. La placa de cadmio le afectaba, pero no demasiado. Aqul deba ser el lugar que buscaba. Sigui adelante.

Al poco pudo mirar hacia abajo y ver dentro de un valle, rboles muertos y hierba muerta y macizos de maleza muertos. En su centro haba un rea circular de unos cuatrocientos metros de dimetro, que era algo horrible ms all de toda descripcin.

Estaba desnuda, cocida, con tierra amarillenta. Ni siquiera los cadveres de las cosas que antao crecieron quedaban en pie. Era simplemente arcilla roja cocida hasta tomar un color naranja plido, casi, pero no un color completo, rojo, segua partiendo y cociendo por alguna fuente misteriosa de temperatura, all abajo.

Murfree vio hojas muertas volando por el viento, subiendo. Viajaban en ascensin y nada ms tocar el suelo crepitaban y se carbonizaban, fundindose. Haba una vivaz columna de aire elevndose de aquel lugar como si fuera una chimenea.

En el mismo borde de la zona redonda se hallaba lo que fue una cabaa de troncos. El costado de la cabina cerca al espacio marchito estaba carbonizado y reducido a blancas cenizas. Una pared se haba derrumbado, la de enfrente de Murfree. Cables salan de. la cabaa hasta una cerca que precisamente rodeaba el lugar desnudo, manteniendo unas varillas delgadas de metal. La luz del sol brillaba al reflejarse en los aisladores vitrificados.

Murfree sac los gemelos de campaa y mir hacia la cabaa. Vio un montn de ropas rasgadas, quemadas y con algo dentro. Vio un conjunto de desaliados e improvisados aparatos que reflejaban resplandores. No pudo percibir ms detalles.

Entonces supo lo ocurrido. No era razonable; era perfectamente imposible. Pero no ms imposible que soldar sin desmontarlo siquiera el eje de una bomba de agua, o de eliminar toda friccin de un motor bloqueado para que pudiese ponerse en funcionamiento de nuevo, o digamos, mirar un contador Geiger y comprender cmo funcionaba sin la ms ligera idea de su utilidad prctica.

David Murfree tena una pequea cmara fotogrfica y, dudoso, tom fotografas sin intentar acercarse ms. No esperaba que las fotos pudieran ser reveladas. Las placas seguramente habran quedado alteradas por la radiacin. Dobl la placa de cadmio formando un medio cilindro e hizo cuanto pudo para asegurarse de lo que ya saba irracionalmente.

Los resultados no eran claros por completo. No tenan la diafanidad precisa que un fenmeno fsico realmente convincente posee. Pero el borde de la zona muerta era agudo. Tena lmites perfectos. Y la corriente de neutrones suba por el aire precisamente por dentro de aquel espacio desnudo.

El polvo giraba y levantaba diablillos de arena por encima de la calcinada tierra y se elevaba por la invisible delgadez de la columna de aire formando espirales hasta llegar al firmamento. Suba y suba. El aire mismo era respetivo, conteniendo oxgeno radiactivo y nitrgeno e hidrgeno del vapor de agua y todos los elementos que componen una brisa hmeda. Era una chimenea, un torbellino mortal y clido de gases que suban hasta el cielo. La radioactividad sobre la Tierra que seguramente creaba el calor y la ponzoa estaba confinada de algn modo.

Murfree dio la vuelta rpidamente y prosigui el camino alejndose. Saba que haba cumplido su tarea nada ms la vio por primera vez. Saba lo que verta la ponzoa mortal en el aire; lo haba visto. Poda decir dnde encontrarlo de nuevo. Por tanto tena que darse prisa.

Su traje protector poda o no haber preservado su vida. Quiz era ya literalmente un hombre muerto, a pesar de que segua caminando y respiraba y pensaba febrilmente. Si le era posible estar seguro de que vivira hasta descender hasta el valle y llegar hasta aquella semi calcinada porcin de troncos y destrozar el conjunto solamente entrevisto de cables y tubos y bobinas hechas a mano... si hubiese estado seguro de que eso no aumentara la amenaza contra su vida... lo hubiera hecho.

Su propia existencia pareca un precio pequeo que pagar para terminar con aquella amenaza implacable contra toda la vida del mundo entero.

Pero no estaba seguro. Y la informacin que tena especialmente el hecho de que conoca quin era Bud Gregory, fue algo ms importante que su propio sentido del riesgo y comprendi que no poda arriesgarse a perder los informes que deba comunicar a las gentes.

En el camino hacia all encontr su coche tal y como lo haba dejado. Tuvo que empujarlo al principio porque el vehculo se negaba a moverse, luego, pendiente abajo, por el tortuoso camino que cruzaba las montaas cubiertas de rboles muertos y de retazos de maizales tambin muertos y de esculidas cabaas en las que nada se mova y del espectculo de un mundo moribundo, Murfree, sin advertir siquiera aquella desolacin, logr poner en marcha el coche.

Su mente estaba concentrada en Bud Gregory.

IV

El coche se detuvo de nuevo ante el taller de reparaciones en Branden. Faltaba poco para la puesta del Sol. Bud Gregory estaba sentado en una silla apoyada contra la esquina del cobertizo. Ocho coches esperaban a que l tuviese ganas de trabajar en ellos.

Bud abri los ojos y sonri perezoso mientras el coche se detena. Los colores del ocaso eran magnficos. Haba una extraa y vasta quietud que lo abarcaba todo. Era la calma de la puesta del Sol. Murfree detuvo el motor y baj.

Verdad que el coche va bien? pregunt Bud Gregory de modo genial.

El coche est perfectamente contest Murfree. Pero quiero que hagas algo por m...

Esta noche no dijo Bud y bostez. Estaba pensando en irme a casa a cenar...

Murfree sac su cartera. Lo haba anotado todo con cuidado. Un ofrecimiento de demasiado dinero no significara nada para aquel hombre.

Slo quiero que hablemos dijo Murfree. Cinco dlares por media hora, slo por decirme algo acerca del aparato que construiste para no s quin... Ese cacharro que evita qua los neutrones se enfren.

Bud Gregory le mir parpadeando.

Neutrones le record Murfree, son los pedacitos de materia que hacen que el contador Geiger, esa vlvula de radio tan chocante, conduzca electricidad. T le hiciste un aparato para alguien que deseaba detenerlos.

Bud sonri.

Vamos, cmo diablos lo ha sabido? pregunt maravillado. Aquel tipo no iba a decrselo a nadie y yo tampoco!

Lo s! dijo Murfree ceudo. Ese tipo no fue tan listo como se crea. Ha muerto. El aparato le mat.

Bud Gregory estaba asombrado. Su sonrisa se volvi amarga.

Se lo mereca dijo incmodo, pero es culpa suya slo. Yo le dije que era peligroso, pero me hizo una jugarreta muy sucia. Creo que iba a demandarme por el modo en que le arregl su coche. Dijo que por la forma de arreglarlo, no podra venderlo aunque funcionase. Luego sigui diciendo que lo olvidara todo si le arreglaba otro aparatito para l, pero que me metera en la crcel o tendra que pagarle el coche si no lo haca. Le contest que era peligroso pero no tena dinero para pagarle su coche. Funcionaba bien, adems! Mejor que nuevo!

Murfree esperaba. Cont cinco billetes de un dlar.

Si est muerto repiti incmodo, no es culpa ma. Yo le dije que era peligroso, pero l insisti, as es que antes que intentar pagar ciento cincuenta dlares o enfrentrmelas con la ley, cumpl sus deseos. Yo tambin cronometro el tiempo, eh!

Murfree le entreg un billete de un dlar.

Eso representa seis minutos de charla dijo. Siga adelante.

Bud Gregory se arrellan. Escupi de manera ostensible.

No me importa mucho esa clase de trabajo dijo en forma apreciativa. Ese tipo vino conduciendo un coche precisamente como usted. Resbal en un trozo de carretera hmedo y destroz su radiador por completo. Quera que se lo arreglase. Era un trabajo muy pesado. Yo le dije que no tena la intencin de trabajar hasta morirme de cansancio, l sigui molestndome, as que le contest: Est bien. Le arreglar el cacharro para que pueda funcionar por diez dlares. Cre que eso le asustara, pero me tom la palabra. Y yo no saba cmo arreglarlo, pero me imagin que podra encontrar algn modo. As que segu pensando, con l caminando arriba y abajo esperando a que me pusiese a trabajar. Yo pens: Arreglar ese radiador es un trabajo de negros. Ser ms fcil descubrir algn otro modo de mantener el motor fro. Y entonces se me ocurri.

Qu?

Todo lo que hace el radiador explic Bud Gregory, es permitir que el calor salga del agua caliente enfrindola. Ese radiador no serva. Yo prepar algn otro modo de quitar el calor enfriando el agua, para que funcionase tan bien como si pasara por el radiador. Sustitu entonces las celdillas y toda la parte del radiador por otra pieza. Lo logr. Me llev cerca de una hora.

Cmo fuiste capaz de quitarle el calor del agua? pregunt Murfree.

Cscaras! exclam Bud. Yo tengo un chisme que sirve para esas cosas. Usted sabe que se puede calentar un cable hacindole pasar corriente. Prepar un cable as para que las piececitas pequeas de que est construido el metal quedaran alineadas. Luego el calor trataba de quitarlas de la lnea y para lograrlo tena que extraer... ejem... las partculas chiquitinas que forman la corriente elctrica.

Murfree sinti una sensacin extraa en la nuca. Aquello era extraordinario. Bud Gregory estaba hablando de la polarizacin de los tomos en un cable metlico que no poda realizarse, para que los movimientos moleculares impartidos por el calor, cosa que l no deba ni saber palabra, fuesen ordenadas de forma que quedasen sustituidos por un intercambio de electrones, lo que significara, por el contrario, producir una corriente elctrica.

Simplemente haba revertido el proceso normal de convertir corriente en calor y haba hecho que al sacar del cable electricidad se enfriase el motor. La transformacin directa de calor en electricidad haba sido el sueo de los cientficos durante cientos de aos, un sueo todava no alcanzado.

Pero Bud Gregory lo haba hecho por ahorrarse a s mismo la molestia de reparar un radiador destrozado.

As continu Bud, met aquel cable en un forro y lo pas por el radiador. Eso quitara el calor y producira corriente. Empalm cable ordinario por debajo del coche para dar salida a la corriente. Eso es todo. El coche funcion la mar de bien. El individuo se fue pero una semana ms tarde vino rabioso diciendo que no poda vender su vehculo. Nadie lo comprara sin que tuviese un radiador normal funcionando. Cunto tiempo he estado hablando?

Murfree, silencioso, le entrego otro billete de un dlar. Bud Gregory era decididamente algo que no haba palabras para calificar. Saba por intuicin las cosas que expertos cientficos todava no haban vislumbrado. Precisamente lo mismo que algunos hombres saben por instinto en dnde pueden encontrar pescado y qu cebo es el ms indicado, Bud conoca el comportamiento de los tomos y de los electrones.

Como los asombrosos matemticos circenses alguno de ellos medio imbciles en otras cosas, hacan mentalmente complejos problemas matemticos, sin tener idea del proceso, Bud Gregory, por el contrario, haca milagros en fsica, sin saber cmo. Simplemente conoca la respuesta correcta cuando se le presentaba un problema.

Murfree sinti una envidia aguda que casi era odio. Pero all en las colinas haba algo que poda hacer que el mundo fuese inhabitable; y Bud Gregory era el causante. Sac otro billete de dlar, plegndolo.

El quera que le arreglase bien su coche, me dijo, y yo me puse hecho una fiera. Le contest que funcionaba mejor que nuevo Y era verdad! Entonces dijo que iba a demandarme. Pero luego aadi: Mira, he estado de viaje en busca de unos minerales! Tengo algo que me ayuda a encontrarlos, pero en parte se ha estropeado. Arrglame otro aparato y eso me evitar un largo viaje y har que me olvide del coche y, es ms, an te pagar diez dlares extra.

Bud escupi con aire de potentado.

Tena el individuo un cacharro como el suyo, slo que mayor. Y tena tambin una hoja de metal que se supona sera para bloquear los pedacitos de material que vienen del cielo. Eso es lo que haba perdido. Dijo que si poda arreglarle algo que funcionase lo mismo, dejara cancelada nuestra cuenta pero que me demandara en caso contrario.

Murfree lo interpret mentalmente. Alguien haba estado viajando por las Smoky en busca de minerales. Llevaba un contador Geiger. Deba tener el presentimiento de que se podra encontrar uranio. Eso era muy probable.

Cuando Bud Gregory le arregl su coche de un modo harto extrao tal y como apa el de Murfree aquel desconocido comprendi, lo mismo que Murfree. Pero volvi con rabia fingida y exigi el equivalente de una pantalla de cadmio, sabiendo que era imposible para el mecnico adquirir cadmio. Se haba dado cuenta de lo que era Bud; un casi analfabeto con conocimiento intuitivo de lo que poda hacerse con las sustancias y las partculas subatmicas, un conocimiento tan irrazonable y tan inconsciente como los hechos de los genios matemticos. Haba exigido un imposible, porque saba que Bud poda realizarlo. Y Bud Gregory lo realiz!

Me puso furioso hasta casi estallar dijo con rencor el zanquilargo. Se qued ah burlndose de m diciendo que si yo era tan listo como para arreglar su coche y que funcionase y l no poda venderlo, quiz yo podra hacer algo que l necesitaba. Eso u otra cosa ms...

Murfree admiti que el desconocido tena tambin algo de genio. Haba tomado el nico camino infalible para que Bud Gregory trabajase: amenazar su tranquilidad y burlarse de su capacidad. Claro que el desconocido consigui lo que quera!

Y qu? apremi Murfree.

Se lo constru! dijo Bud Gregory con bastante amabilidad. Prepar un par de vlvulas de radio l las tena y las hice de modo que tuviesen forma de cuerno... ejem... para bloquear. Nada podra atravesarlas. Nada! No importa el tamao que usted lo fijase, el cuerno tendra siempre la misma forma y era imposible remontarle. El aire no pasara a travs de las paredes de aquel cuerno. Ni siquiera las partculas de material que usted llama... ejem... neutrones. Arregl el chisme y se lo ense. Su aparato que cruja no volvi a crujir. Dej muertos a los neutrones. Y entonces yo le dije: Slo como complemento usted puede rodear con cable el sitio en que usted acampe levantar esto inclinndolo hacia abajo y ni siquiera las moscas ni los mosquitos podrn acercrsele a usted. Pero es peligroso! Es peligroso!

Mir a Murfree sonriente.

Me figur que se enfermara como un perro, pero yo ya le haba advertido! No fue culpa ma que se quedase dentro y muriera!

Murfree le comprendi. Vio mucho ms de lo que Bud Gregory pudiera contarle. Vision un crculo de cable de cuatrocientos metros, construido en un remoto valle montaoso. Eso form una forma cnica, de cuerno, creando una barrera que bajaba hasta la tierra. Nada podra pasar a travs de aquella barrera, ni siquiera los neutrones.

Hay siempre ligera radioactividad en todas partes. Incluso las peas y las rocas la poseen. Esa es la causa del calor interno de la Tierra. Quiz el desconocido encontr indicaciones de uranio en el subsuelo de aquel valle, quiz no. Pero, rodeado por una pantalla a travs de la cual no podan escapar los neutrones, cualquier masa de material terrestre se convertira en una pila atmica!

Una simple molcula de uranio en cualquier masa de roca tarde o temprano se desintegrara, expeliendo neutrones a gran velocidad. Normalmente viajaban por tiempo indefinido y son inofensivos. Algunos llegan al aire e ionizan una sola molcula. Algunos pueden encontrar un tomo fisionable y fisionarlo.

Pero por grande que fuese el nmero de neutrones siempre se pierden porque pueden escapar. Dentro de una barrera en la que no pudieran encontrar escape, rebotaran hacia atrs y hacia adelante hasta dentro incluso de masas limitadas de materia, fisionaran a otros tomos. Los neutrones del tomo fisionado seguiran adelante, y adelante, realizando la misma operacin!

Una pila ordinaria atmica debe tener un tamao mnimo porque pierde demasiados neutrones por su superficie exterior que no pueden mantener por s solos una reaccin en cadena. Como cuando el tamao de la pila aumenta, el nmero de neutrones que no escapan aumenta ms de prisa que el de que consiguen salida. Hay un tamao en donde la fuerza bastante de los neutrones permite que el tomo fisionable estalle y mantenga as la reaccin en cadena.

Cuando muchos neutrones estn en libertad de escapar de la pila, la reaccin en cadena se soporta a s misma. Pero cuando ninguno puede huir, no hay tamao mnimo. No hay mnima pureza de materiales. Omtase que los neutrones puedan escapar y nada en absoluto, sea el tamao que sea, deja de convertirse en una pila atmica.

Murfree le entreg un tercer billete de dlar.

Ahora te pago para que me escuches dijo con llaneza. Ese hombre utiliz el aparato que t le hiciste para construir un bloque circular para neutrones de unos cuatrocientos metros de dimetro, con el cuerno apuntando hacia abajo. Quiz un milln, quiz cinco millones, de toneladas de roca quedaron dentro, en el interior de esa zona. Quiz tambin haba algo de uranio. Ninguno de los neutrones pudo escapar. Cada uno de ellos retrocedi atrs y adelante hasta que rompi otro tomo. Eso hizo que ms neutrones quedaran sueltos marchando a gran velocidad para romper nuevos tomos. T sabas que eso ocurrira. T sabas que incluso un poquito le poda hacer enfermar. Pero lo que l destruy ha sido monstruoso! No le ha hecho enfermar. Le ha matado. Quiz tuviera intencin de hacerlo funcionar un poco y luego apagarlo. Eso habra creado bastantes radiactivos para hacerle muchas veces millonario. Pero no lo cort a tiempo, porque le mat Y as la pila sigui funcionando! All en las montaas sigue en marcha ahora. Se levanta una gran cantidad de aire caliente y cada bocanada que de l se absorba, es veneno mortal. Sigue subiendo y los vientos la ascienden, y comienza a caer en el suelo de nuevo y mata. Y ese hombre no lo apag!

Bud Gregory le mir. Era evidente que l no haba pensado en tal cosa. Aunque fuese algo ms que un genio y no hubiese palabras para calificarlo, tambin era como un nio o un salvaje que era incapaz de pensar por anticipado. Pero ahora comprenda. La innominada intuicin que le haba llevado hasta la consecucin del milagro no le haba prevenido de las consecuencias. Pero al sealarlas Murfree, las vio.

Cielo santo! exclam Bud. Pareca enormemente interesado.

Nadie puede vivir si intenta entrar en el aparato y cortar el paso de la corriente, apagndolo dijo Murfree ceudo. Quiz un aeroplano pueda dejar caer una bomba que lo destruya. Pero pasaran semanas antes de que pueda lograr que me crean. Por lo tanto, ese veneno se ir vertiendo en la atmsfera. Las gentes mueren ya ahora. En un radio de ocho kilmetros alrededor del aparato que t hiciste no existe ni una brizna de hierba. La gente de las cabaas en diecisis kilmetros a la redonda mueren y no saben por qu. Y ese cuerno cnico con la masa de mineral y tierra dentro de su campo est lleno de neutrones mortferos, los tiene en ms cantidad que cualquier pila atmica fue capaz de fabricar en toda la existencia humana. Supongamos que conseguimos apagar esa pantalla con una bomba y que esos neutrones libres quedan sueltos a la vez. Cuan lejos seguirn matando a gente al caer a tierra? Ochenta kilmetros? Doscientos?

Bud Gregory tragaba saliva. Indudablemente comprenda ms claramente que el propio Murfree, ahora que se le mostraba la evidencia.

Cielo... cielo santo! volvi a repetir. Yo no tena ejem... no tena intencin de hacer nada as!

Murfree le tendi el cuarto billete de dlar con una indescriptible sensacin de irona.

Ahora me tienes que decir cmo pararlo sin matar a ms personas ni a ms seres! orden con sencillez. Si me mata a m, pase. Pero si no me dices cmo detener ese artefacto, ser yo quien te mate a ti, ya lo sabes. Aqu y ahora.

David Murfree no levant la voz. No se dio cuenta siquiera de que estaba amenazando. Le pareci sencillamente necesario. Si Bud Gregory poda domesticar a un continente a un mundo, y no era capaz de detener lo que haba creado, era demasiado peligroso para permitrsele vivir.

Pero Bud habl pesaroso:

Yo no quera hacer nada as! Yo quera que ese individuo se pusiera enfermo como un perro. Me imagin que hara un cuerno pequeo y dormira dentro cuando acampase. Al amanecer se sentira enfermo. Pero el loco estpido... frunci las cejas. Ya descubrir algo. Tengo cierta habilidad para esa clase de cosas.

V

Precisamente tres das despus, el doctor David Murfree estaba de vuelta en la alta cresta montaosa que era actualmente un paso entre montaas. Un viento vivo soplaba tras de su espalda. A su alrededor el mundo estaba muerto. Nadie viva. Nada! Ahora no portaba el contador. Era intil haberlo hecho.

Llevaba en su lugar, un aparato hecho con torpeza, dentro de una caja de madera en la que los tomates en lata haban llegado tiempo atrs al pueblo de Branden.

Bud Gregory caminaba con l, sujetando con cierta ansiedad un lazo de crculos de cable que deca detendra los neutrones y le serva de proteccin. Pero se haba pasado toda la noche para hacer el aparato que servira para su propia proteccin y para la masa de cables entremezclados que portaba Murfree.

Llegaron al lugar en donde podan mirar hacia el valle de abajo. Nadie viva en l... ni una hoja de hierba, ni un insecto, ni un pjaro, ni tampoco una bacteria.

Y una columna de aire caliente, atorbellinada, se levantaba hacia el cielo, portando con ella polvo mortal de la zona de unos cuatrocientos kilmetros de dimetro del suelo que estaba ahora casi al rojo. Cada grano de aquel polvo era el veneno ms activo conocido por los hombres.

Bud Gregory estaba plido. Haba atravesado kilmetros y kilmetros de desolacin. Haba visto las cabaas silenciosas de los montaeses y las mustias plantas que sembraron. Conoca perfectamente que l era el causante de todas aquellas muertes. Pero ahora, mirando hacia la cabaa carbonizada y al montn de calcinados vestidos dentro de los cuales haba estado el cuerpo de un hombre, murmur a la defensiva:

Ese individuo ha creado un infierno! Ya le dije que era peligroso!

Levant la lazada de cable para que siguiese protegindole. Murfree, silencioso, dej su carga en el suelo. Bud Gregory hizo un ajuste final. Haban unos cuantos muy pocos, tubos de radio, vlvulas de radio. Murfree haba repasado cada alambre del complicado cableado y ni siquiera poda comenzar a entenderlo.

Segn el moderno conocimiento de la ciencia electrnica, aquel aparato no servira para nada. Las lmparas se encenderan, la corriente elctrica pasara y no ocurrira nada, de acuerdo con el nuevo reconocimiento de las cosas. Bud haba trabajado y arriesgaba su vida al llevar aquel aparato all. Era un hombre casi analfabeto, mientras que Murfree haba pasado aos de estudio en tal ciencia y en lo que representaba para la vida real. Pero Murfree ayud a aquel semidesnudo salvaje que era capaz de instalar un rayo electrnico, con una absoluta ignorancia incluso en sus principios bsicos.

Como yo le dije exclam Bud Gregory con voz turbada, este nuevo aparato es como aqul que forma... ejem... la pila. Slo que ste no forma un cuerno cncavo. Este es slido. No slo detendr a ejem... los neutrones de atravesar el lugar, sino que los matar en sus rbitas, como estaban cuando choquen con l. Sin embargo, va a producir bastante calor.

Instal lo que poda ser una antena direccional, azarosamente distorsionada. Ms tarde, mucho ms tarde, Murfree hara el dibujo de memoria y se maravillara por el concepto que lo concibi. Ahora simplemente se sonrea. Bud comprob sus conexiones.

Lo que ms me preocupa es el calor dijo de manera inquieta. Creo que ser mejor que no miremos.

Ajust la fantasmal antena. Respir por instinto. Volvi su cabeza.

No mire! Va hacer mucho calor!

Accion un tosco interruptor hecho a mano. Y la tierra tembl.

Haban probablemente algunos millones de toneladas de material actuando como una pila atmica, llenos de toda la monstruosa energa de los neutrones lanzados a gran velocidad. Entonces, de repente, aquellos neutrones se detuvieron. La radioactividad ces... muri. Y toda la fuerza monstruosa de la reaccin qued convertida en calor. No fue en absoluto energa atmica. Fue energa neutrnica, que es de un orden diferente y bastante inferior. Pero bastaba!

La fuerte expansin de la piedra, aumentando su temperatura en miles de grados en una fraccin de segundo, hizo que el suelo temblara. Murfree retrocedi como si toda la colina se hundiese bajo sus pies. Hubo un fogonazo enorme de luz. La superficie de rojo oscuro reluciente del crculo de cuatrocientos metros se qued inmediatamente inundada... de lquido al rojo blanco! Haba all un monstruoso agitarse que proceda de las entraas de la tierra.

Y entonces el lago redondo de tierra fundida salt hacia arriba. Los gases encerrados debajo del lquido se extendieron y proyectaron en varias direcciones el fundido magma. La lava subi y se extendi y engull la dbil cerca y la medio quemada cabaa y el increblemente pequeo aparato que haba creado toda aquella cosa cancerosa, cabaa y todo lo dems desapareci en la inundacin de tierra lquida.

Luego las burbujas llegaron a la superficie. Masas gigantes de gas incandescente saltaron hacia el cielo. La roca herva literalmente, burbujeando con una fuerza terrible que escupa masas de piedra lquida al cielo.

Murfree permaneci donde estaba slo unos segundos. Bud Gregory se volvi y ech a correr y David Murfree corri con l. Delante de ellos, una fiera masa de roca cay y se fragment. El fuego prendi. Hubieron otros incendios a derecha e izquierda.

Precisamente en seguida, mientras corra, Murfree volvi sus ojos hacia atrs y vio una masa como un meteoro de piedra fundida caer y destruir por completo el aparato que haban trado y utilizado en el paso. Murfree sinti un ilgico sentido de alivio incluso mientras corra a la desesperada.

El ruido muri al cabo de media hora. Despus de todo, enorme como haba sido la cosa, fue pequeo en comparacin con un volcn actual, y sin embargo, mucho ms mortfera. Cuando llegaron al coche nubes de tormenta se reunan en la zona en llamas.

Quince kilmetros ms all el coche funcion perfectamente desde el principio, demostrando que ya no haban neutrones ionizando el aire, quince kilmetros ms all vieron caer la lluvia encima de las flameantes laderas de la colina. Los relmpagos saltaron de entre las nubes oscuras. El agua cay en forma de diluvio. Ni siquiera el incendio de un bosque podra sobrevivir a aquel chaparrn.

Volvieron a Branden. Les cost da y noche de conducir a toda velocidad, alternndose en el volante. Bud Gregory tena poco que decir durante el camino. Pero cuando Murfree detuvo el coche ante el taller de reparaciones y le hizo salir, Bud sonri incmodo.

Dnde va usted ahora? aadi excusatorio. Yo no tena intencin de hacer nada como eso. Ese tipo me puso furioso y utiliz mi chisme de un modo en que no deba de ser usado.

Murfree haba dejado a su esposa e hija en Brandon mientras volva a las colinas. Ahora habl cansado.

Recoger a mi familia y me volver a Washington. Informar todo lo que sean capaces de creerme. De cualquier modo, cuando esa roca se enfre, habr un material radioactivo en tanta cantidad como lo pueda haber en el resto del mundo. Puesto que tu aparato est estropeado, no actuar como pila ahora, pero habr dejado bastante radioactividad.

Bud trag saliva.

Yo... ejem... he perdido el tiempo de trabajo acompandole dijo tranquilo. Usted debera pagarme dietas, de todos modos. Eh? Diga! A usted le gust lo que le prepar para su coche. Le agradara comprarlo?

Murfree sac su cartera con aspereza. Cont lo que le quedaba. Era su dinero para volver a casa.

Tengo slo seiscientos dlares dijo. Eso vale mucho ms, pero te dar toda esta cantidad.

Es suyo! dijo Bud Gregory. Toda su intranquilidad desapareci. Sus ojos brillaban. Trajo la redonda caja de queso y la coloc en la trasera del coche de Murfree.

De todos modos dijo contento, puedo hacer otro cuando se me ocurra. Hasta la vista.

Murfree sigui adelante y recogi a su esposa y a su hijita. Dej a Bud Gregory mirando especulativo a ocho automviles que esperaban en el cobertizo el momento que tuviera ganas de trabajar...

De regreso a Washington, el doctor David Murfree hizo su informe. Al principio le dijeron que estaba loco. Pero los sismgrafos informaron de un terremoto de ndole secundaria centrado justo en donde el doctor seal como centro de los acontecimientos. El avin vol por encima y trajo fotografas que demostraron su historia.

Y entonces el gobierno tom cartas en el asunto y construy una magnfica carretera hasta la masa de rocas altamente radiactivas (radiactividad artificial), y extrajo grandes cantidades de prcticamente los istopos conocidos radiactivos. Todo el mundo fue feliz.

Bueno, no todo el mundo. El F.B.I. quera hablar con Bud Gregory... y no podan. Cuando los hombres del F.B.I. fueron a apremiarle para que fuera a Washington, Bud Gregory haba desaparecido. Haba comprado uno de los ocho coches de su taller de reparaciones por veinticinco dlares, lo arregl con algn dispositivo mgico de los suyos y se fue con su esposa e hijos.

Pero el doctor David Murfree qued en la posicin ms singular de todos. No se le poda alabar oficialmente, por lo que haba hecho mientras estaba de permiso. Ni poda requerrsele para entregar el aparato que compr a Bud Gregory un aparato que pareca ser intil, pero que funcionaba, porque nadie era capaz de comprenderlo y cada intento de duplicarlo fue un claro fracaso. Los duplicados se parecan al original... pero no funcionaban. El doctor Murfree fue ascendido de categora en el Servicio Civil, lo que significaba que ganara cinco mil setecientos dlares al ao.

Unas semanas ms tarde, conoci a Arthur Lockman. Lockman era sociable y se interes por Bud Gregory. No le cost mucho tiempo a Murfree darse cuenta de que Lockman proceda del F.B.I.

VI

Murfree se enter de que la situacin era delicada y mucho ms compleja de lo que incluso hubiera sospechado un empleado civil, acostumbrado a las extraas y maravillosas cinvolucraciones de la mentalidad gubernamental.

Los peridicos no haban dicho nada acerca de Bud Gregory y de la parte importante que tuvo en el reciente desastre, o de la intervencin del doctor Murfree en todo aquel asunto. Eso convena a Murfree; no quera publicidad y le era fcil comprender por qu los detalles ntimos del chisme construido por Bud y los resultados de su uso deban mantenerse en secreto.

El F.B.I. necesitaba a Bud Gregory. Eso era bastante natural... pero el F.B.I. no buscaba a Bud Gregory. Las rdenes, traducidas a un lenguaje vulgar y ms comprensible, afirmaban que la presencia de Bud en Washington era muy deseable, que debera presentarse, pero ninguna especificaba que accin definida debera ponerse en prctica para conseguir tal propsito. De hecho, ninguna disposicin se tomara que permitiera a nadie sospechar que el gobierno de los Estados Unidos haba odo hablar de Bud Gregory.

Pareca ser que cierta potencia europea se mostraba muy desgraciada al saber que ahora los Estados Unidos posean una inmensa cantidad de rocas radiactivas. Cmo el hecho de que fuera conocida la existencia de tal materia radiactiva artificialmente, era algo que no poda determinarse. En cualquier caso, no haba tiempo para determinar cmo habase producido tal filtracin, ni quin era el responsable... por tanto nadie debera saber para qu se quera que Bud Gregory se presentara en Washington. Y si nadie sospechaba que Washington se interesaba por Bud en primer lugar, haba entonces menos probabilidades de que alguna persona se enterase de para qu lo quera Washington.

As, explic Arthur Lockman al doctor David Murfree, el F.B.I. no poda realizar la bsqueda con ninguno de sus mtodos habituales, por extrao que pareciese aquello. Sin embargo, Murfree podra desear ponerse en contacto con un viejo amigo, cuyo nombre daba la feliz casualidad que era Bud Gregory, constituyendo aquello una interesante cadena de felices circunstancias.

Bud Gregory fabricaba chismes que nadie ms entenda... pero que funcionaban. Quiz los Estados Unidos pudieran necesitar otro chisme en un futuro prximo, y si nadie excepto Bud Gregory saba cmo hacerlo, eso poda aumentar su valor. Lockman simpatizaba con el dolor que esa idea causaba a los cientficos, quienes estaban convencidos de que cualquier ingenio que realizara una funcin poda ser copiado y reproducido por alguien con bastante inteligencia y pericia como para efectuar el montaje idntico. Pero los ingenios son armas a menudo... y los cientficos deberan simpatizar con el dolor que sentan los gobiernos cuando cualquiera est en condiciones de duplicar y reproducir sus armas.

Lockman sugiri que el doctor David Murfree se aficionase a alguna ocupacin en sus horas libres. Hay muchas aficiones fascinantes, ocupaciones inocuas que no llaman la atencin; tales como suscribirse a una agencia de recortes de peridicos para que le sirvieran cuantos hechos extraordinarios se publicaran en la prensa de la nacin. Uno no puede decir nunca si un viejo amigo se va o no a ver envuelto alguna vez en un acontecimiento extraordinario y fuera de lo corriente, y el doctor Murfree poda ser capaz de rastrear antiguas amistades por aquel conducto. Claro que Murfree tendra que hacer aquello a sus propias expensas.

Sin embargo, incluso a los agentes del F.B.I. les gusta relajarse de vez en cuando. A Arthur Lockman le gustaban los naipes y el juego tiene mucho ms incentivo cuando se hacen pequeas apuestas, como, por ejemplo, diez centavos el punto. Lockman, desgraciadamente, no era un experto jugador de cartas. Sus prdidas cubrieron el coste del abono al servicio de recortes de prensa.

Entretanto, Bud Gregory haca apuestas en una carrera de automviles sobre pista de ceniza en el estado de Colorado y ganaba doce dlares. Simultneamente, una cierta potencia europea se excusaba muy educada ante otro gobierno por la cada en el territorio de este ltimo de un proyectil cohete. Al hacer esto pona de manifiesto el hecho que sus proyectiles dirigidos de largo alcance eran capaces de realizar vuelos de ms de ocho mil kilmetros.

Al da siguiente, Bud apost en una segunda carrera en pista de ceniza y gan otros seis dlares ms. Casi en el mismo instante un peridico extranjero de fama mundial publicaba un artculo en el que alertaba para la guerra a los Estados Unidos con O.N.U. o sin O.N.U. y una potencia europea presentaba a la opinin pblica la noticia de que haba retirado a su embajador en los Estados Unidos por causa de haber sido objeto de incalificables insultos. Al da siguiente, Bud Gregory estaba sentado en el bar de un campamento turista y beba cerveza tranquilo y feliz hasta hacerse de noche.

Todava dos da ms tarde, en una carretera de la alta montaa en las Rocosas, el conductor de un camin diesel de diecisis ruedas emboc una curva cerrada a gran velocidad, una curva que tena a un lado un paredn de roca cortada a pico y al otro un precipicio de ms de ciento veinte metros de profundidad.

El camin dobl la curva con atronadora potencia... y corri derecho hacia una cafetera de coche, viejo, maltrecho, deforme, con mal ajustada capota de lona deshilachada y una carga increble de chiquillos y utensilios caseros. El camin marchaba directo... la colisin era inevitable. El vetusto y atestado automvil iba en contra direccin.

El camin no poda girar, ni el otro coche tampoco, a tiempo. Por eso el conductor del gran vehculo se qued helado y as vio cmo aquella cafetera con ruedas haca un giro asombroso, abandonaba la parte izquierda de la carretera que no le corresponda y se acercaba al abismo hasta el punto que slo sus ruedas interiores recorran el camino, mientras que las exteriores giraban intilmente en el vaco.

Debi precipitarse por la sima al instante y horriblemente, slo que no lo hizo; march de manera exacta y normal como si hubiera una extensin invisible de carretera por encima del precipicio. El conductor del camin diesel vio cmo aquel cacharro giraba con tranquilidad una vez lo hubo sobrepasado, se meta de nuevo en el camino y prosegua su marcha. Fren el mastodntico camin y lo detuvo. Se frot los ojos perplejo y al cabo de un rato decidi que necesitaba tomarse una semana de vacaciones.

Aquel da se dijo en Washington que amenazaba una grave crisis internacional y eminentes hombres de Estado se obstinaron en un inmutable silencio, rehusando hablar para que se publicara, pero comunicando en privado a los periodistas que les eran ms simpticos acontecimientos que deberan ocurrir.

Al otro da, Bud Gregory lleg a otro lugar en donde iban a celebrarse ms carreras sobre pista de ceniza, entrando de inmediato en negociaciones con un desanimado conductor que haca semanas no tocaba dinero. El piloto se le ri amargamente y Bud se qued indignado. Apost en las carreras y perdi dos dlares.

En el misino da, cuatro naciones satlites de una cierta potencia europea revelaron que durante varios meses haban estado utilizando pilas atmicas y ahora posean bastante existencia de bombas nucleares para su propia defensa. El resto de las Naciones Unidas estall en frenticas protestas... que se agostaron al poco cuando se dieron cuenta de que ya era demasiado tarde para hacer objeciones.

Y despus de tres das mas, Bud Gregory lleg a Los Angeles en un coche que estaba en el ltimo estado ruinoso imaginable. Lo ocupaban l mismo, su esposa y un nmero indeterminado de despeinados cros. Adems, contena dos galgos, varios colchones, muchos paquetes, innumerables paquetitos, atados en torno a la carrocera y un sin fin de sacos conteniendo verduras y alimentos en conserva.

Un polica motorista le hizo seas para que se detuviera a un lado de la carretera. Pero Bud no se detuvo; el decrpito vehculo se lanz hacia adelante. El motorista subi en su montura y se puso a perseguir al coche desobediente. El decrpito vehculo aument la velocidad. Pareca como si su lmite fuera a ser el alcanzar trabajosamente los cuarenta kilmetros por hora, pero los sobrepas en menos de cuarenta segundos a contar desde el instante en que el polica trat de darle el alto. Bud consegua ya ciento treinta por hora cuando entr en el trfico de Los Angeles. Y el cacharro no pareca dispuesto a frenar.

El motorista sudaba sangre, imaginndose la inevitable catstrofe. Dio a su motocicleta cuanto gas era posible, haciendo sonar la sirena de manera continua y utilizando su silbato cuando pasaba por delante de cualquier polica a pie, con la esperanza de que telefoneara a los puestos de delante.

Los prximos quince minutos dieron a una docena de nmeros de la polica de trfico que se haban unido a la caza un sin fin de canas y una irreprimible tendencia a hablar a solas en sus ratos de ocio. El destartalado y maltrecho coche dej atrs a todos sus perseguidores y se meti en el trfico en donde debera haberse estrellado en ms de cincuenta ocasiones. Aquel cacharro con ruedas dej tras de s una estela de choques, colisiones, frenazos y peatones con ataques de nervios, pero ni roz siquiera a ningn otro vehculo o viandante.

Las colisiones y choques provinieron de los dems coches que giraban frenticos para esquivar a Bud Gregory mientras su vehculo segua adelante como un cohete a travs de las atestadas calles de Los Angeles. La mitad del tiempo rod en direccin contraria, adelantando, aumentando la velocidad con una aceleracin increble, disminuyndola con una brusquedad completamente imposible y doblando esquinas a una marcha tal que los que le vieron hacerlo no podan creer lo que acababan de contemplar sus ojos.

En el Boulevard Wilshire se produjo un clima de asombrosa expectacin. El cacharro se adentr en el trfico serpenteando a unos ciento cincuenta kilmetros por hora. Dej detrs un creciente rugido; luego lleg a un cruce en el que la luz roja haba detenido a todo vehculo, y lleg decantndose en contra direccin, es decir, por el lado izquierdo de la calle. Gir de un modo que deba haberle hecho patinar, e incluso volcar, pero los observadores dijeron que el coche corra como si sus ruedas estuvieran pegadas al suelo y delante de l, en el nico espacio por el que poda moverse surgi una oronda, monstruosamente oronda mujer en el acto de cruzar la calle, cosa que le permita la luz del semforo.

La mujer se desmay en la acera cuando todo hubo pasado. No tuvo tiempo de desmayarse antes. El desvencijado vehculo se dirigi hacia la obesa mujer a ciento sesenta por hora. Entonces, cuando era ya imposible detenerse a tiempo, empez a disminuir la marcha.

Varios testigos dijeron que logr detenerse en cinco metros. Con toda certeza el cacharro aquel se detuvo tan de repente que los sacos que portaba rompieron las ligaduras y salieron volando hacia adelante, uno de ellos se rompi y las patatas que contena salieron disparadas como si fueran proyectiles. Uno de los tubrculos ms pequeos alcanz limpiamente a la mujer gorda en un sitio en verdad indecoroso. La vctima grit y salt y la cafetera rodante pas por el espacio que la dama haba dejado libre.

En seis metros viajaba ya a cien por hora. En doce metros haba recuperado los ciento cincuenta y sigui adelante, saliendo de la ciudad a escape, como el diablo huye del campanario de la iglesia. Ningn polica motorizado logr acercrsele, ni siquiera los dos agentes del extremo lejano de la ciudad que emprendieron la persecucin por carretera abierta. Uno de ellos segn propia declaracin hizo que su motocicleta consiguiera ciento noventa kilmetros a la hora.

El decrpito cacharro, que deba haberse hecho trizas muchsimo antes de alcanzar aquella velocidad lmite, le dej atrs como si estuviera parado por completo, y un despeinado chiquillo se asom por la ventanilla trasera y sac la lengua al atnito agente, mientras el ancestral vehculo segua adelante.

Aquel mismo da, el gobierno de los Estados Unidos recibi una nota muy obtusa de la potencia europea cuyos satlites haban revelado estar en posesin de bombas atmicas y que se haba excusado ante Islandia, porque uno de sus proyectiles dirigidos cayera en las cercanas de Reykiavik.

La nota no era un ultimtum en su forma, claro, pero expresaba el deseo de la potencia europea de negociar con los Estados Unidos con respecto a cambios necesarios en la forma de gobierno americana. Estos cambios eran precisos para convencer al gobierno europeo de que los Estados Unidos tenan sinceros deseos de paz.

En otras palabras, la potencia europea haba decidido que las democracias eran peligrosas para ella y ofreca amablemente a Amrica la tesitura de rendirse a un grupo pequeo de fanticos de dentro de sus fronteras, o de enfrentarse a las consecuencias de una guerra atmica.

Aquella noche, Bud Gregory condujo su cacharro con ruedas hasta un camping para turistas, y l y su familia se instalaron para una confortable estancia duradera, tan pronto como Bud se hubo asegurado, claro, que las carreras cercanas en pista de ceniza seguan celebrndose con regularidad.

VII

Como todo el mundo en los Estados Unidos, el doctor David Murfree se senta enfermo ante la perspectiva de guerra bajo cualquier circunstancia, y en especial bajo las condiciones sealadas. La cuestin era que los Estados Unidos no podan literalmente efectuar un ataque por sorpresa atmico contra nadie: aquel enemigo s que poda. En Amrica no haba persona que tuviera autoridad para emitir una orden que iniciara la guerra.

En el gobierno de la potencia europea haba un hombre que necesitaba simplemente hacer un gesto con la cabeza y proyectiles dirigidos atravesaran el espacio, cruzaran la estratosfera, para caer miles de kilmetros lejos, sobre las ciudades de los Estados Unidos.

Si el Congreso tomaba esta nota como mereca ser tomada como amenaza de guerra, aquel individuo agitara la cabeza; entonces posiblemente la mitad de la poblacin de Amrica, al cabo de pocas horas, estara muerta. Los Estados Unidos estaban tan bien armados como cualquier otra potencia del mundo, quiz mejor armados.

Pero los Estados Unidos no podan disparar primero; y en una guerra atmica, el que primero dispara es el que gana. As la situacin era que el enemigo haba hecho una amenaza de destruir hasta las ms hondas races de la nacin americana; y si los Estados Unidos tomaban medidas para enfrentarse a este peligro, los Estados Unidos quedaran destruidos.

La mayor parte de la gente que realmente comprenda la situacin estaba escondida de pnico. Hubo un movimiento sbito y tranquilo de las personas bien informadas que abandonaron las ciudades ms grandes. El movimiento se extendi. Dej de ser silencioso y quieto. Se convirti en un xodo en masa... ms o menos ordenado, naturalmente, era un movimiento que abarcaba poblaciones enteras.

El terror viva en las ciudades, pero no en el campo abierto, as las urbes llegaron a estar prcticamente abandonadas; y en la potencia europea contemplaron con sardnica diversin cmo la ms grande nacin de la tierra pareca hundirse ante el mnimo motivo de desagrado de la potencia enemiga.

Dos tercios del Congreso encontraron excusas para abandonar Washington, que sera sin duda bombardeada en caso de guerra. Y era imposible asegurar una mayora en el Capitolio, y tampoco promulgar leyes que resistiesen la amenaza o que sirviesen para paralizarla. El gobierno de los Estados Unidos quedaba paralizado por una amenaza puramente verbal.

Pero el doctor David Murfree permaneci en su puesto; levant la cabeza, conserv la serenidad. La amenaza se mantena, pero durante casi toda una semana no ocurri nada. El Departamento de Estado replic una nota que haba recibido. Peda a la potencia europea una exposicin detallada de la discusin que haba propuesto y, al mismo tiempo, las razones por las cuales, dicha potencia europea tema una agresin de los Estados Unidos. Se usaron todas las triquiuelas normales para ganar tiempo... lo que encajaba perfectamente con los deseos del gobernante de la nacin amenazadora.

Mientras hubiese crisis, habra terror y confusin en Amrica. Grandes masas de poblacin quedaran desplazadas de su sitio: las ciudades quedaran casi por completo desiertas, el comercio se paralizara y generalmente tal estado de cosas existira forzando en caso que un europeo lo considerara necesario al pblico americano a aceptar voluntariamente cualquier posible rendicin de principios slo para conseguir que las cosas volvieran a funcionar de nuevo. Incluso se veran capaces de rendir la democracia y sus principios bsicos.

Haba veces en que eso mismo pareca pensarse en Amrica tambin. Algunas personas se quedaron en sus puestos; otras enviaron a sus familias en busca de la seguridad y llevndose cuanto podan, pero la mayor parte huy a la desbandada. Sin embargo, todava haba un esqueleto de vida ciudadana en funcionamiento.

Muchas fbricas cerraron, pero generalmente un pequeo porcentaje de cada actividad continuaba funcionando. Pero era un porcentaje muy pequeo.

Murfree, sin embargo, hizo la mayor parte de lo que quedaba. Permaneci ante su escritorio en la Oficina de Mediciones, y con persistencia husme los moribundos departamentos de archivo en busca de relatos periodsticos acerca de hechos singulares. Aquella paradjica actividad, se dio cuenta, que era la nica esperanza que los Estados Unidos podan tener para evitar o el colapso completo social y econmico, o el bombardeo que reducira las ciudades a ruinas.

Haba estado recogiendo varios recortes durante meses y tena varios lbumes llenos. De vez en cuando los discuta con sus amistades en su departamento, con la esperanza de que hubiesen odo algo que a l se le hubiese pasado por alto. Eso haca un trabajo interesante, pero en realidad constitua un tapujo para una bsqueda urgente. Murfree no se diverta tanto como aparentaba con aquel coleccionar de hechos raros.

Vea con menos frecuencia a Arthur Lockman, pero el agente del F.B.I. se mantena en contacto con l; y las etapas de su cribado suban poco a poco hasta reducir ms el desconocido cerco. Lockman continuaba, sin embargo, sin llegar a un resultado definitivo y los recortes seguanse reuniendo.

Si alguien anunciaba una mquina atmica, le llegaba un resumen del anuncio a Murfree. Si un automvil tena un accidente extraordinario, reciba tambin la noticia. Si un motor especial haca historia en alguna carrera de fuerabordas, o un inventor presentaba extravagantes reclamaciones por algn nuevo ingenio, o haba una explosin sin causa evidente, o alguien informaba haber visto cualquier cosa imposible esto ltimo en especial, Murfree estaba seguro de tener cuantos informes fueran necesarios de la noticia, nada ms aparecan impresas.

Eventualmente, estaban seguros que alguno de estos informes les conducira hasta Bud Gregory. Y a pesar de que Washington le necesitaba y le precisaba, slo el doctor David Murfree apreci en realidad lo que era Bud. Se trataba de un individuo especial para cuya designacin todava no se haba inventado la palabra justa.

Bud Gregory era otra cosa ms. Conoca por intuicin la respuesta a cualquier problema que un fsico fuera a proponerle y odiaba el trabajo. Haba dirigido un taller individual de reparaciones en un pueblecito de las montaas Great Smoky, trabajando slo cuando no poda evitarlo. Pero si se pona al trabajo, Bud casualmente inventaba atajos para evitar esfuerzos que quitaban la respiracin.

Murfree todava posea uno de los chismes que Bud Gregory haba fabricado. Y ese eliminaba por completo la friccin de cualquier mecanismo al que se aplicara. Murfree lo haba estudiado hasta la exhaucin, pero no lo poda comprender ni tampoco nadie ms era capaz de duplicarlo. Slo Bud en persona poda hacer eso. Por eso Murfree sigui tratando de localizar a Bud mediante las pistas que diese y eso era una prdida de tiempo desesperanzadora, su genio combinado y su pereza. Haba desaparecido en un coche, verdaderamente un cacharro, con su mujer, sus perros y sus hijos. Indudablemente tendra que alimentarse l y la tribu que le acompaaba mediante reparaciones de automviles en cada carretera. Por tanto, tarde o temprano, Murfree crea que recibira un recorte de papel de algn acontecimiento notable que hubiese realizado Bud, un acontecimiento que slo reconocera como evidencia del trabajo del hombre buscado.

Una segunda nota aguda lleg de la potencia europea, declarando que haba razn para creer que los Estados Unidos se preparaban en secreto para la guerra. Si la flota de transportes del Atlntico permaneca invisible, era de presumir que los navos haban zarpado en una misin para soltar aviones cargados de bombas atmicas sobre la nacin que se quejaba. Por tanto, para evitar fricciones, la flota regres al puerto base.

Entonces lleg una tercera nota. Una flota de bombarderos de los Estados Unidos de gran radio de accin esperaba en su base de costumbre, aprovisionada y armada y dispuesta para el despegue. Acaso esa flota estaba dispuesta a volar a travs del polo norte para efectuar un ataque atmico? En caso de que no fuera as, tena que ser desarmada.

Luego todava vino otra nota. Las factoras de bombas atmicas de los Estados Unidos seguan funcionando, fabricando explosivos atmicos. Contra quin se preparaban los Estados Unidos sino era contra la nacin que se quejaba?

El Congreso no pudo ser convocado, porque demasiados de los miembros estaban en fuga. Los Estados Unidos no podan hacer la guerra sin la accin del Senado, a menos que fueran atacados.

El pas casi se desintegraba, especialmente en lo que concerna a las grandes ciudades. Los pueblos pequeos, sin embargo, quiz no eran lo bastante importantes para ser bombardeados, disfrutaban de su impunidad. Las granjas y las pensiones acostumbradas a tomar huspedes en verano, se convertan en verdaderas minas de oro. Playas y estacio