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♫♪♫ Himno de Acción Democrática El presidente Betancourt y la OEA Crónica de Alberto Rodríguez Barrera Simón Anduze G. 01-03-2010

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♫♪♫ Himno de Acción Democrática. El presidente Betancourt y la OEA. Crónica de Alberto Rodríguez Barrera. Simón Anduze G. 01-03-2010. Rómulo abogó “para una coordinación de esfuerzos entre Estados Unidos y la América Latina, orientados hacia el logro de un entendimiento polí- - PowerPoint PPT Presentation

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♫♪♫ Himno de Acción Democrática

El presidente Betancourt y la OEA

Crónica de Alberto Rodríguez Barrera

Simón Anduze G. 01-03-2010

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Rómulo abogó “para una coordinación de esfuerzos entre Estados Unidos y la América Latina, orientados hacia el logro de un entendimiento polí-tico firme entre ambas Américas y una cooperación encaminada a la eli-minación progresiva de los déficits que en todas las áreas de la activi-dad social y cultural acusan los pueblos latinoamericanos”.

EL PRESIDENTE BETANCOURT Y LA OEApor Alberto Rodríguez Barrera

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El 20 de febrero de 1963, Rómulo Betancourt habló por segunda vez en el recinto de la Orga-nización de Estados Americanos (OEA). La pri-mera fue en 1948, en días inmediatamente posteriores a la entrega que hizo del poder pre-sidencial en Venezuela a don Rómulo Gallegos, cuando estaban muy recientes los días en que se realizó en Bogotá la IX Conferencia Intera-

mericana, la cual dotó a la OEA lo que puede calificarse como su Carta Constitucional. Después de ello sobrevino la etapa sombría de la década de los 50, cuando uno detrás de otro fueron siendo sustituidos los gobiernos nacidos de comicios por regímenes de fuerza autoelectos.

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Los principios normativos de la Carta de Bogotá fueron olvidados en nombre de la tesis suicida de que los gobiernos de facto proclamaban un anticomunismo en tono de do mayor. La década del 50 fue una mala hora desde el punto de vista de eficacia y vigencia del sistema interamericano, plasmado y concretado en la Carta de Bo-gotá. En esa Carta, que Betancourt contri-buyó a articular como jefe de la delegación venezolana a la IX Conferencia del Sistema Regional, se estableció que sólo podían for-mar parte del sistema los gobiernos que hu-bieran resultado de consultas libremente

realizadas, mediante el sufragio universal, secreto y directo del electora- do. Esa tesis básica fue desechada mediante arbitrios inexcusables para reconocer y tolerar, y hasta apoyar, a gobiernos autolectos. No se discutió el temario referente al reconocimiento a gobiernos de facto, como tampo-co se hizo en la Conferencia Interamericana realizada en Venezuela en 1953.

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Aun para 1963 no existía una norma jurídica interamericana que obligasey comprometiese a todos los gobiernos del continente en lo relativo a re-conocimiento o no de los gobiernos de facto. En esto, el gobierno de Be-tancourt tenía una posición muy definida y clara. Rómulo veía como in-comprensible que se hubiese pospuesto por tantos años la celebración de la XI Conferencia Interamericana, y exigió que se realizase para discutir la actitud por asumir, por parte de los gobiernos de América, frente a las subversiones de izquierda y de derecha, comunistas o caudillistas. Sin em-bargo, consideró y manifestó que el Gobierno de Venezuela estaba prestán-dole un servicio a la democracia de América al sostener y practicar la tesis del no reconocimiento a los gobiernos de facto que sean producto del de-rrocamiento de regímenes nacidos de la libre expresión de los votos. Se trataba de una posición principista, seria y razonada.

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La experiencia histórica demostraba que si los países de América Latina no habían podido tramontar sus dificultades económicas y sociales era porque en los más de ellos el asalto por la fuerza del poder había impedi-do la continuidad constructiva de los gobiernos representativos. Los go-biernos de fuerza, surgidos de la irrupción del hombre armado contra los gobiernos nacidos del voto, razonaba Betancourt, habían sido caldo de cultivo para la incubación de los movimientos de extrema izquierda co-munista. Era una experiencia constante en América Latina que estos go-biernos centraban su persecución y su saña contra movimientos políti-cos auténticamente democráticos y liberales, y que adoptaban una acti-tud de tolerancia y aun de colaboración con los movimientos de extrema izquierda.

[Anécdota. Las gorras de Pérez Jiménez eran extremadamente altas para disimular su baja es-

tatura (poco más de 1,60 m.)… A pequeños hombres, grandes complejos. SAG]

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Arguyó Betancourt que el balance de la década de los 50 demostró que ahí donde gobernaron déspotas o dictadores supuestamente anticomunistas, se desarrollaron y proliferaron, al amparo de una simbiosis entre extrema izquierda y despotismo, los movimientos antiamericanos que tenían su norte y guía en las consignas enviadas desde Moscú. Rómulo planteó que la actitud deseada y anhelada por los pueblos americanos era negar el re-conocimiento y establecer un cordón profiláctico en torno a los gobiernos golpistas, ya que tal actitud fortalecería a la comunidad interamericana.

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Se refería Rómulo, ante el establecimiento de una cabecera de puente so-viético en la Cuba comunista, que tal actitud condenatoria otorgaría ma-yor autoridad moral, mayor respaldo militante de nuestros pueblos, que estaban animados todos de una insobornable y profunda vocación de liber-tad para combatir el bajalato sovietizante de Cuba, “cuando hayan desa-parecido del continente las viejas dictaduras personalistas y rapaces, que utilizan el poder para el enriquecimiento ilícito de hombres de pre-sa y de camarillas que son consufructuarias de las ventajas ilícitas ob-tenibles del gobierno usurpado”. Para Rómulo la única fuente legítima del poder era el voto, donde se respetasen los derechos humanos, la plu-ralidad de partidos, la garantía de libertades fundamentales, políticas y civiles, del hombre y del ciudadano.

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De la misma manera, el Presidente Betancourt confrontó la situación económica y social de América, donde coexistían Norteamérica y América Latina, conviviendo nacio-nes de extraordinario desarrollo in-dustrial y “una espléndida poten-cialidad económica, con 200 millo-nes de hombres y mujeres, quienes forman lo que pudiéramos llamar la región proletaria, subdesarrolla-da y pobre del continente”. Afirmó que tal abismo no podía subsistir y abogó “para una coordinación de esfuerzos entre Estados Unidos y

la América Latina, orientados hacia el logro de un entendimiento polí-tico firme entre ambas Américas y una cooperación encaminada a la eliminación progresiva de los déficits que en todas las áreas de la actividad social y cultural acusan los pueblos latinoamericanos”.A la aplicación del programa “Alianza para el Progreso” le exigió la premisa básica de que los precios de las materias primas que los países de América Latina exportaban a Estados Unidos y a la Europa Occidental fuesen precios estabilizados y remunerativos, ajenos a “un don miseri-

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cordioso, y más como un trabajo en equipo de estadounidenses y lati-noamericanos para enfrentar y solucionar problemas que nos eran co-munes”. Agregó Rómulo: “Tengo fe en los destinos de esta organiza-ción regional, que con modestos esfuerzos contribuí a crear… en 1948. Pienso que las ideas realistas y justas tienen su propia dinámica, y se abren camino. Y como concepciones apreciadas en un determinado momento como heréticas, llegan a adquirir el sentido de ortodoxia. En 1948 sostuve y sostuvimos algunos latinoamericanos en la Conferencia de Bogotá criterios que en ese momento parecían delirantes, pero justi-icados por hechos históricos posteriores. Sostuvimos que la América Latina, si no se estabilizaban en ella las instituciones democráticas y si no se atendía su desarrollo económico y social, era un subcontinente expuesto a la infiltración soviética. Eso se dijo y se afirmó muchos años antes de que sucediera lo que ahora en Cuba sucede. En aquella época los ojos de Estados Unidos estaban vueltos hacia Europa y Asia. La América Latina era apenas un diseño desdibujado de los mapas geopolíticos… Pero no es cuestión ahora de hacer un recuento con intención negativa de los errores de ayer, sino de afirmar lo positivo que pueda hacerse hoy y mañana… Para esa lucha, el pueblo y el Go-bierno de Venezuela han aportado y seguirán aportando su continuado y decidido esfuerzo… Estas ideas que he expuesto aquí tienen concor-dancia con las que expuse un día de abril de 1948, día que hablé en la sesión plenaria de la IX Conferencia Interamericana de Bogotá, con las

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que dije, por designación de mis colegas, en el acto de clausura de esa misma conferencia interamericana. Con las que pronuncié en este mis- mo recinto por invitación del Consejo Directivo de la OEA a fines del año 1948, entonces como ex Presidente de Venezuela. Fueron palabras ratificadas en diez años de exilio y luego instrumentadas, hasta donde ha sido posible dentro de un modesto y limitado radio de acción, como Presidente de los venezolanos… Estas ideas si no son todas aplicables tienen por lo menos la virtud de haber sido la expresión de un pensa-miento consecuente, elaborado y sostenido con ánimo de acertar y con sincera y profunda vocación americanista”.

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Los compadres

—Rómulo Betancourt nos legó muchas enseñanzas.—¿Y cuál es su preferida, compadre?—El ausentarse de Venezuela al entregar el poder a Raúl Leoni.—¿Dónde está la enseñanza?—Él mismo lo dijo: “Mi aspiración era ser Presidente de Venezuela, ya lo lo- gré…” Con esto quiso decir: ‘Que Venezuela maneje su política y que los ac- cióndemocratistas se encarguen del Partido’. Además daba un rotundo NO a los ramalazos del caudillismo venezolano que, él sabía, es uno de los peores males de Venezuela. —Sin embargo, hubo prominentes adecos que expresamente iban a Suiza –donde estaba radicado– para llevarle chismes del Partido.—Su respuesta era invariable: “Estoy alejado de la política”.—Pero dio órdenes de desconocer la candidatura presidencial de Luis Beltrán Prieto Figueroa cuando éste ganó las primarias… ¿Eso fue una recaída?—Don Rómulo pensaba que Prieto Figueroa era rojo rojito. Creo que él muy bien sabía lo que iba a pasar: que vendría una tercera división del Partido –esta vez muy grave– pero que era preferible a entregarle la Presidencia a un comunista.—¡Y sí que fue grave!. En la primera división se separó la extrema izquierda, que se fue a la guerrilla; en la segunda se separaron los arsistas (aquellos de per- mítannos pensar por usted), pero regresaron y luego tomaron el poder (Jaime Lusinchi era arsista); y en la tercera se dividió la militancia… ¡Ahí comenzó el declive de Acción Democrática!.—Sin embargo, ahora el Presi… ..—¡No me compare zapato con ALPARGATAS!.