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XVIII Congreso. 25 | 27 de Abril de 2012. Querétaro. Asociación Mexicana de Estudios del Caribe A.C MAGISTERIO Y RELIGIÓN EN LA CONFORMACIÓN DEL SER CUBANO. COLEGIOS PROTESTANTES EN CUBA. Dra. Yoana Hernández Suárez 1 1 Dra. en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana. Profesora asistente de la Universidad de la Habana. Investigadora del Instituto de Historia de Cuba. Especialista en temática religiosa cubana. Ha publicado varios libros, artículos y ensayos relacionados con la temática religiosa cubana y norteamericana. e-mail: juangonzaleznfomed.sld.cu, [email protected] Te: 7946762

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XVIII Congreso.

25 | 27 de Abril de 2012. Querétaro.

Asociación Mexicana de Estudios del Caribe A.C

MAGISTERIO Y RELIGIÓN EN LA CONFORMACIÓN DEL SER CUBANO. COLEGIOS PROTESTANTES EN CUBA.

Dra. Yoana Hernández Suárez1

                                                                                                                         1  Dra. en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana. Profesora asistente de la Universidad de la Habana. Investigadora del Instituto de Historia de Cuba. Especialista en temática religiosa cubana. Ha publicado varios libros, artículos y ensayos relacionados con la temática religiosa cubana y norteamericana. e-mail: juangonzaleznfomed.sld.cu, [email protected]

Te: 7946762

 

 

1  

El estudio de las diferentes religiones practicadas en Cuba adolece en la

actualidad de análisis históricos y socio- culturales que propicien un mayor

conocimiento de la influencia de la obra de las mismas en la formación de la

nacionalidad y la propia idiosincrasia de los cubanos. El caso particular de las

denominaciones protestantes es aún menos privilegiado en estudios que el del

catolicismo o las religiones de origen africano, por citar las más extendidas. Es

interés de las siguientes líneas consiste en presentar, de manera sintética,

algunas ideas acerca de la labor educacional de los evangélicos en la Isla

durante las primeras décadas del siglo XX. Hasta el momento existen criterios

muy diversos en cuanto a la influencia o no de estos grupos en la sociedad

cubana, y del carácter nacionalista o pronorteamericano de los principales

colegios fundados en la etapa republicana por las misiones evangélicas2. Las

fuentes y los testimonios no siempre son suficientes para desmitificar hipótesis

aparentemente establecidas por alguna historiografía. En ocasiones es

necesario acudir a los discursos visuales, al simbolismo y a la lógica histórica

para poder entender mejor la verdadera esencia de los acontecimientos

sociales.

El cese del dominio colonial español en Cuba y la posterior intervención

norteamericana en la mayor de Las Antillas trajo consigo cambios muy

importantes para el país. Uno de ellos, y, en cierta forma ligada, además, a la

política norteamericana, fue el arribo de las diferentes denominaciones

provenientes de la norteña nación a Isla.

La entrada a Cuba de nuevas denominaciones protestantes, la consolidación

de las iglesias históricas ya existentes y el desarrollo de la actividad ecuménica

fueron colocando a los protestantes en un lugar considerable en todo el

abanico religioso cubano de las tres primeras décadas del siglo XX. La

creación de una infraestructura que visualizara su obra espiritual les ganó un

lugar respetable en la sociedad cubana de entonces. Pero fue su labor

educacional la que, sin duda alguna, le dio el prestigio más alto y la

credibilidad que necesitaban en aquellos años difíciles.

Es importante apuntar que en casi todos los lugares aparecieron iglesias y

escuelas, ya fuesen pueblos pequeños o no. Los primeros esfuerzos

                                                                                                                         2 Se denomina república neocolonial al período que transcurrió entre 1902 y 1959 en Cuba, hasta que triunfa la Revolución cubana y la república intenta construirse desde otros valores y símbolos.

 

 

2  

evangélicos habían estado dirigidos a labores de corte filantrópico y a

programas sociales. Apadrinaron el trabajo de beneficencia a la vez que

organizaron amplios programas para ayudar a las víctimas de la guerra de

1895. Para ello distribuyeron alimentos y medicinas, semillas y equipos

agrícolas a los campesinos. Los metodistas habían enviado alimentos a los

reconcentrados en Cienfuegos donde también crearon el Asilo Casa Industrial

para huérfanos en Cárdenas. Los episcopales organizaron una serie de

refugios en La Habana, Guantánamo, Matanzas y Bolondrón para cuidar de los

huérfanos y distribuir alimentos a los reconcentrados.

Toda esa obra social estuvo acompañada desde los primeros momentos por la

creación de escuelas, como ya se ha señalado. Comenzaron ofreciendo

educación privada a precios módicos y en ocasiones gratuitamente.

Debido a la difícil situación educacional existente en Cuba en el período que

comprende la presente investigación, de forma particular, los centros de

educación misioneros supieron satisfacer, modestamente, necesidades reales

e inmediatas. Impartieron instrucción desde preescolar hasta preuniversitario,

entrenamiento vocacional y técnico- en la agricultura, la industria y los oficios

mecánicos- escuelas de comercio y enseñanza preuniversitaria con cuatro

años de duración.3

Entre sus propósitos se encontraba enseñar a estudiantes de ambos sexos, de

todas las edades, educación adulta, programas para los discapacitados- ciegos

y sordos- internados para hijos de familias acomodadas y asilos para

huérfanos.

Los evangélicos trataron de preparar a sus discípulos en la disciplina y en el

aplomo social. Entre las estrategias de los protestantes estuvo el concebir a la

educación como una oportunidad tangible de auto superación.

En cuanto a la autenticidad o no de este plan de instrucción de los misioneros

existen diferentes criterios. Estos van de tildarlos como copias exactas de los

planes de estudio norteamericanos o clasificarlos como moderados y en

ocasiones con interés en adaptarlos a las condiciones propias de los cubanos.

En honor a la verdad, la primera variante parece ser la de mayor número de

adeptos. Las fuentes consultadas hasta el momento por la autora coinciden en

                                                                                                                         3 Louis A. Pérez, Jr.”La Misión Evangélica” en Revista Caminos, La Habana, 1998.

 

 

3  

que los misioneros, de alguna forma, aspiraban a reordenar el sistema de

valores de la vida cotidiana: a involucrar a los cubanos en un diálogo cuyos

términos trataban de controlar y donde su estructura transmitía las

presunciones de las jerarquías religiosas norteamericanas.

El concepto de elevación moral resultó ser la clave del discurso misionero,

insinuado por el argot del mercado, como medio de bienestar material. La

formulación era esencial para la credibilidad del propósito evangélico y el éxito

de la iglesia a largo plazo.

Algunos misioneros asumieron el papel de agentes de la civilización y el

progreso, dedicados a la regeneración moral y a la introducción de nuevos

hábitos de sobriedad, frugalidad, laboriosidad y disciplina. En la mente de estas

personas estaba la concepción de que Cuba había estado inmersa en siglos de

atraso a causa de la dominación española. Eran reconocidos como graves los

vicios de la sensualidad y el juego. Un misionero nombrado Howard Grose

describía a los cubanos como faltos de ambición, ignorantes e imprevisores;

indiferentes ante las ocupaciones que exigen investigación paciente, arduo

esfuerzo intelectual o exactitud científica.4

Juicios como este eran emitidos sin detenerse en cuáles eran las verdaderas

causas de tal orden de cosas. El cambio de colonia a república, unido a la

expansión de las formas de mercado norteamericanas, dio a los misioneros un

papel de primer orden en la llamada transición. Las mercancías y los métodos

que trajeron a Cuba daban clara fe de su proyecto. Llegaron como portadores

de representaciones del Norte; artefactos culturales y preferencias de

consumo. No cabe duda de que en la mente de muchos misioneros estaba el

creerse precursores del progreso y la modernidad.

Es por ello que muchos de los programas educacionales se convirtieron en una

importante vía para difundir por toda Cuba, el modo de obrar norteamericano.

La educación se convirtió en un medio de inclusión en el nuevo orden. Los

misioneros supieron aprovechar esta idea en sus proyectos. Las escuelas

protestantes terminaron por ofrecer a gran cantidad de personas la vía más

rápidamente asequible de prepararse para sortear los encuentros normales

con el nuevo orden.

                                                                                                                         4 Albion Knight: Lending a hand in Cuba, Harford, 1916, p.121, en Missionary Review of the world, No. 35, enero, 1912, p.66

 

 

4  

Quedaba claro que el interés de los Estados Unidos era, entre otras cosas,

incorporar a los cubanos al nuevo orden económico, político y social que se

había diseñado. En ese sentido, los misioneros estaban totalmente

comprometidos con ese proyecto de transformación cuya premisa fundamental

era hacer ver a los cubanos lo que se consideraba sus defectos de carácter y

las deficiencias de su condición, y ofrecer un remedio a ambos mediante la

redención como un acto de reordenamiento de las jerarquías normativas de la

vida cotidiana.5 Frente a esa corriente también se presentó, de forma discreta,

inicialmente, otra que reconocía el valor de rescatar los más auténticos valores

de la historia de Cuba, es decir, los símbolos nacionales, la enseñanza de la

historia y geografía de nuestra Isla, la celebración de fechas nacionales de

trascendencia patriótica, étc.

Es importante señalar que si bien se crearon escuelas evangélicas en casi toda

Cuba, aún en aquellos lugares que existía población negra y mestiza

significativa, la estructura racial de estos planteles se dibujó de rostros de niñas

y niños blancos, pertenecientes a la clase media, mayormente. Los conceptos

de higiene escolar no solo tuvieron en cuenta los espacios amplios, ventilados,

en lugares geográficamente adecuados, sino que incluyeron aspectos

relacionados con la racialidad en los cuales ser negro o mestizo, o no blanco,

no era una carta de entrada a esas escuelas. La realidad de las políticas

segregacionistas provenientes del norte y sur de los Estados Unidos, fue traído

a cuba en la mente de muchos misioneros, por ello, tales estructuras se

reprodujeron al interior de aquellos planteles.

Los protestantes, en general, también contaron con significativos colegios en

los cuales se impartía Segunda Enseñanza. Es válido saber que estos, como el

resto de los grados, se regían, en gran medida, por las normativas nacionales

establecidas para la enseñanza. Todos esos colegios de segunda enseñanza

se ajustaron a los cambios que se dictaban por el ministerio de Instrucción

Pública.

Entre el 1 de Julio y el 31 de agosto de 1900 tuvo lugar un período de

reorganización de todos los ramos de la Instrucción Pública como

                                                                                                                         5 Louis A. Perez, Ob.Cit., p.85.

 

 

5  

consecuencia de una serie de órdenes militares. Entre los principales cambios

se reconocía por la orden de reforma la existencia de colegios incorporados a

los Institutos, con ello se hacía necesario establecer sobre nuevas bases el

vínculo entre estos establecimientos privados y los oficiales a tenor del gran

cambio que habían experimentado en estos los estudios de segunda

enseñanza. Se trató de que los nuevos métodos implantados en los institutos

se hicieran necesarios en los colegios, puesto que los alumnos habrían de

hacer sus pruebas ante los tribunales de exámenes de aquellos.

Al mismo tiempo, los institutos debían hacer pública la forma y los límites de su

enseñanza. En este sentido, el entonces secretario del ramo, Enrique José

Varona, dispuso que los directores de Institutos comunicaran oficialmente a los

colegios listas de las obras que debían ser estudiadas en la asignatura de

literatura, otra de los temas y ejercicios de las materias que los requirieran y un

breve resumen compuesto por cada catedrático en que se expresara los

puntos fundamentales de su enseñanza durante el curso.

Entre las denominaciones que lograron un mayor desarrollo de la obra

educacional en Cuba se encuentran los metodistas, presbiterianos,

episcopales, bautistas y también los adventistas y cuáqueros.

Los metodistas establecieron una red de colegios para niñas y señoritas en

Matanzas (Irene Tolland College), Marianao (Buena Vista) y Cienfuegos (Eliza

Bowman), así como escuelas en Camaguey (Pinson), La Habana (Candler

College), Santiago de Cuba (Wesley) y Guaro (Agricultural And Industrial

School), y planteles de educación primaria en La Habana, Santa Clara,

Camagüey, y Santiago de Cuba.

Los presbiterianos contaron con un excelente colegio fundado por Robert L.

Wharton, La Progresiva, en Cárdenas. Se abrieron otros colegios

presbiterianos de importancia en La Habana, Cabaiguán, Caibarién, Güines,

Nueva Paz y Sancti Spíritus.

Los episcopales también se destacaron en su obra educacional. Así

comenzaron por inaugurar en La Habana el Catedral School, luego el Brooks

Home and School y el Sara Ashurst Episcopal High School en Guantánamo, La

Trinidad, en Morón y el Industrial School en Matanzas.

La Iglesia de Cristo, en el año 1905, abrió el McClean College en La Habana, y

El Discípulo College en Matanzas.

 

 

6  

Por su parte, los bautistas, desde bien temprano, extendieron su obra

educacional por toda la Isla. Esta denominación dividió sus trabajos en Cuba

entre el occidente y el oriente de la Isla para lograr una mejor organización

territorial. A Cuba llegaron los bautistas del Norte y los de Sur de los Estados

Unidos. Los del Sur fundaron el Cuban American College, en La Habana, el

Woman´s Training School en Santa Clara, el Colegio Martí de la calle Diago en

Colón, el Gran Colegio y Academia Nocturna Gertrudis Gómez de Avellaneda,

en el Vedado, el Colegio y Academia La Luz en La Habana, Colegio Estrada

Palma en la Víbora, Colegio Libertad en Cruces, escuelas de segunda

enseñanza en Colón y Batabanó y escuelas primarias en Mariel, Colón,

Cruces, Trinidad, Cárdenas, Sancti Spíritus y Consolación del Sur. Los

bautistas del Norte organizaron el Colegio Internacional en El Cristo para

alumnos de ambos sexos, el Colegio Inglés en Las Tunas y el Colegio Inglés

de Ciego de Ávila, Colegio Martí, Colegio El Sinaí, El Salvador, estos últimos

en Santiago de Cuba y escuelas primarias en disímiles lugares de la Isla como

Manzanillo, Baracoa y Guantánamo.

Las nuevas denominaciones que llegaron a inicios del siglo XX también se

preocuparon por desarrollar su obra educacional en Cuba. Entre ellos los

Adventistas del Séptimo Día y Los Cuáqueros. Los primeros fundaron el

Antilles High School en Santa Clara, y los segundos, establecieron la escuela

Los Amigos en Holguín y una red de escuelas y colegios de primera enseñanza

en Banes, Antilla, Gibara y Puerto Padre.

Entre 1900 y 1940 los protestantes radicados en Cuba lograron fundar una

serie de colegios, escuelas y seminarios de teología que les permitieron

afianzarse y desarrollarse de una forma muy especial muy a pesar de las

constantes críticas que recibían por parte de la Iglesia católica, la cual también

contaba con prestigiosos centros educacionales.

Como parte de la dinámica educacional privada en Cuba, los colegios

protestantes desempeñaron un rol significativo en la formación escolar de un

sector de la sociedad desde las primeras edades hasta niveles superiores en el

período de 1900 a 1930. Los presbiterianos, metodistas y bautistas llevaron a

cabo una estrategia misionera muy similar, la cual consistió en establecer

escuelas al lado de cada iglesia en todos los lugares donde fue posible.

 

 

7  

Aunque las escuelas protestantes existían bajo los auspicios de sus juntas

misioneras, estas no entrañaban un carácter religioso de intolerancia y

opresión. A ellas podían ir los niños de cualquier otra denominación religiosa o

sin filiación alguna. El niño gozaba de libertad de conciencia, y aunque se les

daba a conocer la vida y hechos religiosos de Jesucristo y sus discípulos, no

inducía a abandonar ideales ni credos religiosos, los conceptos de libertad de

pensamiento eran propios del protestantismo desde sus inicios.

La celebración de actos conmemorativos, desfiles y otras actividades de

carácter cívico-patrióticos fueron una de las experiencias más significativas en

la labor del magisterio protestante dirigida a formar sentimientos patrios.

Los actos cívicos-patrióticos en los que participaban los colegios, como

procesiones, inauguración de mausoleos y monumentos, además de la

institucionalización del ritual de la Jura de la Bandera, funcionaban como

hechos consagratorios de los diferentes gobiernos de la República, cuyas

figuras principales procedían de las filas independentistas, pero, al mismo

tiempo, permitían la constante producción y reproducción del imaginario

patriótico de las gestas libertarias, desde su dimensión ética.

Entre las principales acciones que los misioneros manifestaron, llama la

atención su moralismo, es decir, creer que el problema inmediato de Cuba y de

los cubanos se resolvía con no tomar bebidas alcohólicas, no fumar, no bailar,

guardar el domingo, no asistir a peleas de gallos y evitar otras costumbres

generalizadas. Sobre este aspecto se pudo observar que los conceptos de

moral religiosa del protestantismo no estaban tan arraigados en Cuba como

pretendían los misioneros. La propia manera del cubano de asumir una

religiosidad diversa hizo que confluyeran en un solo individuo disímiles

creencias religiosas.

Otro elemento característico de la labor de los misioneros en Cuba fue el

idealismo, creer que una buena república podía ser construida con solo

establecer escuelas e iglesias protestantes. A ello puede añadírsele su

conformismo, el cual consistió en aceptar, sin análisis ni reflexiones profundas,

las interpretaciones y tesis sostenidas por los periódicos norteamericanos de

una etapa expansionista, colmados de falsedades “patrióticas”, “humanitarias” y

“religiosas”. No obstante, tales actitudes sufrieron un proceso de

 

 

8  

transformación a partir del contacto con los sujetos históricos implicados en el

proceso educativo. En todo el período estudiado se mantuvo la idea de las

relaciones simbólicas que en el plano de la cultura popular reflejaban las

diversas y complejas formas de asumir la realidad postcolonial y las

expresiones de la propia identidad nacional, concebida como un proceso

complejo de articulación de pertenencia, plural y en permanente conflicto.

Los métodos, programas de estudio, actividades extracurriculares, el interés

por formar ciudadanos conscientes de su papel en la sociedad, la transmisión

de valores morales, el cuidado de un cuerpo sano, no solo con la práctica

deportiva sino con el cuidado de la higiene personal, los hábitos de lectura,

amor a las artes, a las ciencias, la naturaleza, la agricultura, fueron elementos

que identificaron la labor educacional de aquellos colegios. Todo ello no

excluye que los misioneros tuvieran en sus agendas un interés evangelizador,

e incluso, enseñar a los niños y niñas cubanos los valores de una cultura de la

cual eran portadores. Pero los sujetos históricos a los cuales se dirigió el

discurso desempeñaron un papel transformador más que receptor de valores y

sentimientos preconcebidos para su enseñanza. No se debe asumir la

existencia de estos procesos como acciones unilaterales, sino múltiples.

Otro elemento medular en la proyección de los colegios estuvo relacionado con

la cuestión racial. Sobre este aspecto se puede concluir que se comportó de

manera relativamente similar en los colegios. Las ligeras diferencias no

estuvieron relacionadas por las normativas o prohibiciones, sino en la

composición racial según la zona geográfica donde estaba anclado el colegio.

No se encontraron prohibiciones en cuanto a la temática racial, cualquier niño

tenía la posibilidad de ingresar a los colegios, siempre que estuviese en

condiciones de costearse sus pagos. Fue en este aspecto donde radicó la real

limitante. Se observó en las fuentes consultadas y en las imágenes existentes

que la mayoría de los estudiantes era de piel blanca.

Las cifras existentes en cuanto a las cuotas y pagos demostraron que si bien

eran precios relativamente módicos los que se debían abonar al colegio, con

relación a los salarios de la época las familias más pobres no podían pagarlos.

La mayoría de los niños eran hijos de familias de las comunidades donde

 

 

9  

estaban radicados los colegios, estos eran trabajadores. Pero recuérdese que

existían familias que no ostentaban ningún tipo de empleo, o estos eran

esporádicos, por lo cual los ingresos eran inestables y dudosamente, podrían

dedicarse a costear estudios.

En cuanto a las formas de participación, intercambio entre los alumnos, se

desarrollaron diversas estrategias que indican el interés de lograr relaciones de

solidaridad entre los jóvenes y su comunidad.

Los intentos misioneros por reordenar la vida cotidiana de los cubanos

chocaron, necesariamente, con los intereses particulares de aquellas

generaciones. Los esfuerzos por crear en los niños y niñas cubanos hábitos de

colectividad parece contradictorio con los valores de un individualismo

reconocido en las relaciones capitalistas. Sin embargo, en el caso de los

colegios protestantes, se crearon vías de sociabilización entre los estudiantes,

creando en ellos hábitos de solidaridad, de confianza y de respeto a sus

semejantes.

Las sociedades literarias, los diferentes equipos deportivos, las competencias

intercolegiales, contacto con el entorno, el interés por la agricultura, las artes,

las ciencias en general, etc. permitieron formar una conciencia participativa, de

intercambio y auto superación en los educandos. Todos los colegios contaron

con una o más sociedades literarias en las cuales se desarrollaron acciones

relacionadas con la cultura y el arte en general. Se trataba de educar a los

estudiantes en el conocimiento a las artes, ya fuese la danza, la música, la

pintura, literatura, artes escénicas, entre otras.

Los espacios dedicados a la práctica deportiva contaban con modernos

equipos para la ejecución de diferentes deportes. Se trataba de crear una

mente y cuerpo sano en los estudiantes y para ello se incluían asignaturas de

Educación Física y otras especialidades relacionadas con deportes específicos

a los cuales podían aspirar los estudiantes.

Otro aspecto que resalta de la labor del magisterio protestante es el

relacionado con la labor de los maestros en función de crear conductas

ciudadanas de respeto a los seres humanos, a la vida. Por ello se llevaron a

cabo importantes campañas escolares en contra del alcoholismo, tabaquismo,

 

 

10  

lidias de gallo, el juego, la indisciplina ciudadana, esencialmente. Se

convocaban concursos sobre estos temas, se impartían charlas y se

publicaban imágenes que reflejaban personas con estas conductas en los

órganos oficiales de los colegios. Para los misioneros, tales actitudes eran

contradictorias con lo que debía ser una República moderna.

Los elementos aquí concluidos de manera resumida, más que verse en

algunos casos cómo contradictorios en lo concerniente a su alcance en la

conformación del ciudadano cubano, deben ser entendidos, sobre que todo,

como recursos diferentes, que nutrieron a la nación en otra manera de percibir

la realidad cubana, como lo hicieron en su momento otras influencias

culturales como la española, asiática o africana, salvando las diferencias. Los

cubanos tomaron aquello que les resultó más atractivo o provechoso en su

desempeño, y tuvieron la posibilidad de intercambiar, interactuar y transformar

un discurso que les fue presentado, inicialmente, como el más adecuado, pero

que terminó por ser readecuado desde los patrones propios de nuestra

idiosincrasia.

Si se considera y valida el alcance que la educación tiene en las sociedades,

su participación y vinculación con las estructuras sociales, su poder formativo o

deformador, su rol ideológico, su instrumentalización en los procesos de

dominación para perpetuar la dependencia de los pueblos, su papel

emancipador, cultural, su función también liberadora, se comprenderá entonces

la importancia de estos análisis y el valor de trascender la función cognitiva de

los mismos hasta lograr una historia funcional, utilitaria. Tales premisas han

estado presentes en cada una de las líneas aquí expuestas.