y líbranos del mar - algaida · 2010-08-21 · seguimos hablando de circos. de panes y de circos....
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Y líbranos del mar -Carta a los hispanos-
Luys de Algaida
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De modo que viajaremos lentamente: así
me lo han aconsejado.
Friedrich Nietzsche
Carta a su hermana Elisabeth (8.II.1871)
Imagen de portada: fotografía tomada en una playa de Aguadulce, Almería, en julio de 2010.
N. del A.: Por juzgarlo innecesario, el contenido de esta obra no está sujeto a ningún tipo de registro legal. Se expone, pues, al plagio. En tal caso, apelaremos a la más noble de las justicias: la poética.
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En la costa de Málaga, Antiguo Reino de Granada, a 10 de julio del 2010 de Cristo y
2048 de Hispania, San Cristóbal mártir; con unas semanas de aislamiento por delante
y Zaratustra en el bolsillo.
Queridos hermanos,
Comienzo el viaje. Y…
Quisiera vivir a caballo. Ser un Kafka, un Proust, un Pessoa, un Dragó. No por
emular lo que escribieron, pues lo que se ha escrito no hay que repetirlo, sino por vivir
una Wanderung -el viaje iniciático- de manera constante. No entiendo la vida como esa
estafa que nos venden de la sucesión estudio-trabajo-jubilación. ¡Dónde están los ritos
de paso? Es más, ¿por qué no se nos permite expandir las paredes de nuestro mundo,
llegar a realidades aparte, saber qué es el poder, experimentar con la propia sustancia,
esculpir nuestra alma, forjar nuestro espíritu, morir una y otra vez?
Salud y Muerte, sí querido Pablo. Y Muerte. Como gritó el Ché y como dijo
Horacio. Porque en realidad, «la muerte es una quimera» y poco importa. Lo que
importa es qué ponemos del otro lado. Hasta que no dejemos de existir, que es el
verdadero fin de todo -y así lo dice Sawa-, la Muerte es necesaria.
Ritos de paso constantes, transformaciones, Heráclito en el pecho, mutaciones. I Ching.
Busco en el María Moliner -en el antiguo, el de siempre, el que permanece como María
Moliner lo parió, sin abreviar- la voz «hogar»: fogón, hoguera. Los ineptos de la RAE
dicen algo parecido: «sitio donde se hace la lumbre en las cocinas, chimeneas, hornos de
fundición, etc.». Y reconocen la ascendencia: focaris, de focus.
¿Cuál es mi patria, cuál es mi hogar? Allí donde paro. Podría recurrir a Drieu La
Rochelle y decir «cuando hablo de mi patria hablo de Europa», o cantar con Ramiro de
Maeztu, fusilado con Ledesma Ramos, que «antes que nada soy español». Mentiría con
sonajas de un romanticismo vulgar que ya no hiere mi intelecto. Soy ambas, pero por
razones raras y heterodoxas. Una patria es voluntad y no quiero ninguna heredada. Mi
hogar está en la fogata que enciendo para calentarme. Eso, y las banderas de mi casa
son la ropa tendía.
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Todos los grupos y todas las comunidades que he formado me tenían como único
socio. Puedo tener compañeros, pero nunca seremos nosotros, siempre un Yo y otro Yo
y otro Yo, y tantos yoes como individuos conscientes de sí mismos haya. Los demás no
merecen la pena. Quiero una suma de egoísmos constructivos, de egotismos. Esa es la
nueva moral.
Así todo, debo ser el único español que no ve el fútbol – el único miembro societario del
Estado que es ajeno a sus logros empresariales. Sólo una vez he llegado a la televisión
en las dos horas (¿más?) que ha durado la actuación: para ver la hora, se me ha roto el
reloj. Pero no puedo evitar percibir cómo va el partido, los gritos populares -¡ah!, ¡uh!,
¡isch!- son continuos. Lo comprendo: es el acontecimiento del mes.
Para mí no son más que mentiras de Estado, monstruo frío, que entretienen a los
súbditos. Filiar a Hegel con Nietzsche nunca fue tan complicado. «Yo, el Estado, soy el
pueblo», tal es la mentira. Y donde hay pueblo, éste odia al Estado. Mis amigos
marxistas (y post-marxistas, neo-marxistas, re-marxistas, pseudo-marxistas) no llegan a
comprenderlo. Precisamente ellos, los del Partido, la Clase, el Pueblo.
Es cuestión de dioses. Los destructores de uno, fatigados, no pudieron frenar la
construcción de otro. O no supieron; quizá su misión ya había terminado.
Desde luego, se adelantaron. Ah, el hombre es algo que tiene que ser superado.
Seguimos hablando de circos. De panes y de circos.
Ya lo mencioné, dejé de creer en Dios y en Fútbol casi al mismo tiempo. Por la
misma época cayó la Coca-Cola, esta por razones intestinales (¡qué bella manera de
descreerse!). Formo parte de una nueva generación, la que ya no tropieza en la misma
piedra iluminada e ilustrante. Somos los fementidos.
Por eso se me acusa -me lo han dicho- de enemigo de España (vocablo a pronunciar
con la boca repleta de fervor y dicción emocionada). Por no defender la Bandera, ni el
Estado, ni el Fútbol. Por querer la separación, la independencia, la escisión de todas sus
comarcas. Por gritar viscas y goras a causas impronunciables. ¿Se ha visto desaparecer
una familia por la emancipación de un hijo, por su boda o por su divorcio o por la
distancia? Tonterías de los blanquitos españoles. Recuperemos a Montero Díaz y ¡abajo
la unidad de España! Que luego, por nuevo pacto, se reafirme. Mientras, seguirá
existiendo tanto más y mejor cuanto con menos inquietud se encuentre desprovista de
ropajes positivistas y arquitecturas burocráticas. Sí, arriba España y muera su Unidad.
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Vuestra España, como Vuestra Europa, son bromas de mercachifles.
Mas hoy no es día de osar tales desmanes. Dicen que en la prudente Iruña, tan
burguesa y tan cobarde, tan metida en casa desde Montejurra setenta y seis, apuñalaron
a un gaditano por vestir de rojigualda, y que lo ocultan para que no se repitan las
corridas de abertzales de cuando Miguel Ángel Blanco: la caza callejera del etarra.
Aunque las algarazas las montaban los de fuera, espoleados por la borrachera de
kalimotxo y una vulgar indignación. ¡Dignísimas son sus narices, que nadie las
escandalice!
Rompo filas. Que les den a todos. A mí…
Se impone una pregunta, apeadero desde el que escupir sobre todos: qué hace un
andaluz en Vasconia. El turismo siempre quiebra la felicidad, la sana paz del lugareño.
Y algo que retumba en mis adentros: txakurrak kanpora! De aquí y de allí.
Mientras, parece que ha ganado la Selección de los españoles tocapelotas -todo sea en
sentido estrictamente etimológico-. Los representantes del Estado han tocado el Cielo.
A estas horas están sus calles (veo desde aquí las de Fuengirola) a rebosar de gamberros
desquitándose de meses de aburrimiento. Claro, eso es lo que les pasa: se aburren. Que
todo les pasa o deja de pasarles; hacer, hacen poco.
Por suerte vamos desertando…
¿Os acordáis de los Vandalistas? (crear el caos municipal para remover las
conciencias, y algo dello hicimos: carteles, pintadas, marquesinas, papeleras,
contenedores, tiendas, obras y algunas cosas más). Fue nuestro despertar nihilista.
Arrumbando con todo, aprendimos que esa no era la alternativa, sino una reacción.
El distingo es obvio: queríamos alcanzar algo más allá de nosotros. Y el fin justifica
los medios, nuestro salvajismo -ved bien la diferencia con gamberro- era respaldado por
el espíritu. Todavía era un «yo puedo» leonino, aspirante del «yo quiero» del niño.
Los dominicos teorizaron de forma medianamente aceptable y de ellos nació el buen
salvaje. Caen bien, los de la orden blanquinegra. Si tengo que elegir entre romanos, me
quedaré siempre con Tomás de Aquino -cosa distinta son los no romanos: entre esos
elijo a Evagro el Póntico-. Hay que fijarse: Gustavo Bueno lleva pedaleando cuarenta
años a sus expensas y no le va mal, a pesar de los vericuetos insondables.
Pues militaba Tommaso entre ellos, la Ordo Praedicatorum, y no era el único.
Nacidos como símil ortodoxo de los cátaros (así que post-albigenses… ah, los gnósticos
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cristianos…) para intentar meter a estos dentro de los dominios del Papa, su regla fue
bien distinta a la que por entonces se estilaba entre las órdenes. Fray Bartolomé de las
Casas, el primer indigenista del mundo, censurado en sus sermones por dos años, lo
atestigua1. El origen apócrifo del nombre común le entronca quizá con ciertas
tradiciones… Cuenta que «Dominicana» no viene de santo Domingo, fundador, sino
que es natural adaptación de Domini Canis, los perros del Señor.
Perros queremos ser. Como aquel que robó la ofrenda que Antístenes le llevaba a
Heracles. Cabrones de alma canina y sangre poeta. Cabrones, que viene de «amigos de
la anaideia», del escándalo.
Con autodominio e imperturbabilidad, que así actuaron los antiguos Perros. Aunque
ello signifique que, para salir de una sociedad contra natura, haya que llevar a cabo una
disciplina (askēsis) para lograr la autosuficiencia, ¡la libertad!
Es lo que llamamos la Cultura de Resistencia. Lograr traspasar la frontera de
Sistema y subsistir fuera de él. Como buenos salvajes, quizá. Como malos ciudadanos,
seguro. No entienden que ser bueno no es cumplir la ley, ni que la ley puede ser injusta.
No estamos hechos para estas tablas legales. No importa qué hagamos, siempre
seremos mal vistos por la Corrección General, por la Rectitud Oficialista. El
Pensamiento Único no perdona (no permite) la más mínima disidencia si no asperge
antes su necedad por encima.
En esa línea cantaron los trovadores del final del XX. Bob Dylan, Johnny Cash,…
Quizá es hora de entonar La mauvaise réputation de Brassens. «Au village, sans
prétention, / J'ai mauvaise réputation. / Qu'je m'démène ou qu'je reste coi / Je pass'
pour un je-ne-sais-quoi!» 2. Me son graciosos quieren se lavan la cara para aparentar la
1 Luego nos vienen con Harvey Milk, Luther King y toda esa retahíla de muerdealmohadas y xenófobos antieuropeos, pero la mayor labor humanista de la historia en pro de los derechos de las personas, indígenas todas, contra la incipiente opresión amenazante y esclavista de un Imperio (creado por Isabel la Católica, que precisamente los quería españoles de derecho a todos; buscad las cartas), la realizó ese tonsurado filósofo y buen español. No le gustaba la España que veía, si es que España ya existía como Único Totalizante. Por eso es hoy abrevadero de los más ácidos antiespañoles. Pero él defendía su patria, que era el Occidente Cristiano. Entre otras tonterías en consecuencia, tenemos a Simón Bolívar, al que admiro, columpiándose al poner a los criollos, y él lo era de los hinchados por genealogía pomposa, como víctimas de la «ocupación». Los españoles atropellan, pero desde que llegaron los Borbones. Antes fuimos respetables y tuvimos honor. 2 Una traducción aproximada de estos versos y los siguientes, que yo no voy a intentar, es la que Loquillo cantó en su disco Mujeres en pie de guerra (2006) y que creo copiada de Paco Ibáñez. Es «La mala reputación»: «En mi pueblo, sin pretensión, / tengo mala reputación. / Haga lo que haga es igual / todo lo consideran mal. […] No, a la gente no le gusta que / uno tenga su propia fe. / Todos, todos me miran mal.
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seriedad y la mala leche circundantes. «Non les brav's gens n'aiment pas que / L'on
suive une autre route qu'eux, / Tout le monde médit de moi». Aunque uno se plantea si
merece la pena, por no tener disgustos innecesarios, fingir determinadas cosas.
Montaigne es todo un ejemplo de ello.
Qué remedio. «Le jour du Quatorze Juillet / Je reste dans mon lit douillet»...
Estoy en Málaga y amanece tan Catorce de Julio como en Francia. Dia horribilis! Mis
hermanos gabachos tienen la desvergüenza de conmemorar sin par calamitosa fecha.
Para el mundo, sí, pero sobre todo para nuestra podrida Europa. Comenzó entonces el
más sanguinario -para el cuerpo y para el alma- de los procesos revolucionarios que ha
visto hombre, hasta que sus hijos, los hegelianos capitalistas de Estado, tomaron la
Blanca Rusia y la embozaron en burocracia maquinaria bajo el nomen cariosum de la
URSS.
Pero sé que en Francia todavía quedan europeos que no vomitan vítores a sus
padres, sino que quieren un país de los hijos. Que ya no ven en el Estado la salvación
del hombre. Qué carajo hombre: ¡arriba las Personas!
Así grita el nuevo Lorca, y yo le sigo.
No es agradable a mis oídos el recuerdo de la Bastilla. ¡Con la Tradición que tenemos!
Sólo reeditando a Zweig, Papini, Hesse y Wiesenthal tenemos para aguantar otros
trescientos años de depresión, represión y decadencia. (Stop : Mauricio Wiesenthal :
como Vila-Matas pero desde las cumbres : Vila-Matas aristocrático.) Contando a
nuestros hijos las gestas de Napoleón, la búsqueda de Yourcenar, las atrocidades de
Dresde, los asuntos de Felipe II, las cabalgatas de Aníbal, los discursos de Lutero, las
borracheras de Churchill, los desquites de Chesterton, las penurias de Dostoievski, los
gritos de Unamuno, la exquisitez de Maquiavelo, las alquimias de Durero, la locura de
Nietzsche, las marchas de Garibaldi, la divisio de Carlomagno, las innovaciones de
Leonardo,… Así se hace Europa. Con todo eso, ¿no se enrojecen las mejillas al hablar
del accidente de 1789? A mí sí y sé que no estoy solo.
Hablando de Europa y sus Hombres, sabiéndome cerca de donde estuvo exiliado el
venerable Jefe del Rex, Léon Degrelle, y sabiendo que en esto me juego el respeto de
[…] En la fiesta nacional [El día del Catorce de Julio] / yo me quedo en la cama igual». A mí, aunque con la misma letra, me gusta más cómo la versiona Fiasko en el disco En este mundo de ciegos….
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los esquemas pequeño-mentales. Pronto se cumplen veintitrés años del asesinato del
Prisionero Número 7, Mártir de la Paz Europea, el Egipcio. Un hombre que cruzó medio
continente para aterrizar en Escocia y que, cuando lo hizo, portando un mensaje del
Líder, le cogieron preso y estuvo, desde el 10 de mayo de 1941 hasta el 17 de agosto de
1987, incomunicado, aislado, solo, abandonado, desoído, torturado, maltratado,
calumniado, despojado de todo derecho, sordo forzoso a cuanto ocurría en el exterior,
víctima del despiadado Mundo Libre, envejecido, desde los cuarenta y un años recluido
a una vida sedentaria después de la osadía de cruzar un mar en guerra y entrar en tierra
en avión enemigo para conseguir la paz para el continente, para los hermanos de raza,
como si fuera un cerdo oportunista, como si no pretendiera otra cosa que traicionar a
sirios y troyanos, como si no tuviera dignidad, como si una vida no importara frente al
juego de los Estados-Empresa, precisamente él, que se había desvinculado del
malogrado Goebbels y del imbécil insolente de Himmler, que con Hitler estaba
orquestando una Pax Europaea que permitiría, junto al Imperio Británico, construir una
Patria fuerte, firme, digna, popular, socialista, él, lo decimos al fin con reverencia,
Rudolf Hess, que no quiso más que lo mejor para sus gentes, sufrió el oprobio y la
maldición como nunca nadie -y Él menos aún- mereció de sus congéneres, de aquellos
para quienes una guerra no representaba más que miseria, como se demostró después, y
todo por los intereses espurios de internacionalistas de religión e ideología ajenas a las
europeas, sionistas todos, y para quienes esos proyectos de paz, legítima y honrada
como ninguna paz lo fue jamás, era una pérdida económica en su red arácnida de
intereses creados.
Todo Occidente, con su Capitalismo y su Libertad, y no sólo el MI5, cargarán el
resto de los días con su martirio y tendrán las manos manchadas con su sangre heroica.
Esa será su deshonra perpetua y la prueba de lo callado: Alemania no quiso la guerra.
El Círculo Español de Amigos de Europa, CEDADE, difundió un cartel en la época,
después de una campaña internacional pidiendo una amnistía rechazada por sistema:
«Ha muerto Rudolf Hess. Ahora ya es libre». Creo que allí Dentro -en Spandau, donde
estuvo unos años con Albert Speer3, hasta que este fue liberado en 1966 y él quedó
3 No puedo evitarlo: Albert Speer sí tenía permiso para escribir, y de hecho (mejor: porque) lloriquea a lo largo de más de novecientas páginas un «yo no quería» poco creíble. El tono de sus memorias es lamentable, ridículo, desleal, obsceno y casi gracioso, si no fuera porque bendice a sus captores y reescribe su propia historia para dárselas de demócrata de toda la vida. Como si que Hitler desechara alguno de sus proyectos le convirtiera en antinazi de facto o que firmar la condena a Spandau le redimiera ante los ojos del populacho. Es evidente que sabían cómo era y le dejaron salir. Mala persona, Albert Speer. Qué fácil es hipotecar la vida y la memoria por unos años en libertad aparente.
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como preso único- también logró serlo, aunque no pudiera leer nada relacionado con su
época ni escribir más de una carta familiar a la semana como parte del castigo.
La lealtad tiene un nombre, los dioses tienen un héroe.
R. I. P.
Sic transit…
Al menos podemos reflexionar. Cuánto hace la tierra -el espacio, el cuadrado que
contiene el círculo- por nosotros. Hablo de la influencia del ambiente. Aquí, a cien
metros de la playa, he dormido por la noche, y no cuando falla todo el cuerpo. Aquí he
dormido por la mañana, y no hasta el primer ruido del alba. Aquí he dormido por la
tarde, y no he permanecido insomne hasta el hastío. Hasta desesperar. Hasta delirar.
En verdad, esta es la tierra de los gandules y los impresentables. Tierra de gente
abierta y descansada: la felicidad de los hipócritas.
Por eso dudo. ¿Será esto Andalucía? Pero también tienen el interior, el espacio
natural del país granadino. Que se queden Málaga, nos quedamos Antequera.
Corre un mito por España. Dicen que somos mediterráneos y olé. Mediterráneas son
algunas ciudades indeseables, absolutamente prescindibles, que mantienen su prestigio
por el metal resonando en el bolsillo. El íbero tiene más de germano que de fenicio, más
de celta que de latino, más de cristiano viejo que de pirata musulmán. Más en común
con el alemán y el inglés que con el italiano y el griego. ¿No aceptáis? Acepto el reto.
España es europea. Prefirió al godo y al suevo. Bereberes y judíos lo pasaron mal.
Idos a la brava Euskaria y veréis de qué hablo. Pasad, en el camino, por la sobria
Castilla, no sus anejos y su descendencia. Caminad por Galicia y bajad por Portugal.
¡Entrad a Aragón! España, toda ella, es bárbara. Católico-germánica, cuando el
paganismo de nuestra raza tomaba esa etiqueta.
Y sin embargo, las costas y los puertos y las playas son otra España. Una altra cosa
que nada tiene que ver con adustas estirpes e hidalguías parcas. El Escorial no cabría en
Benidorm. Íberos y playeros (que no pescadores), gentes contrapuestas.
Lo dije hace ahora dos años. Sí, la excepción es San Sebastián. Loor a ella. La más
francesa de nuestras polis, la más elegante de ellas. Si Granada no estuviera tan
expandida y tan llena de andaluces (¡nos invaden, maldito Carlos V! Tendríamos que
restringir la Universidad), tan industrializada, tan demasiada, podría combatir con ella.
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Mirad lo que llega de Hollywood, capital cultural del Imperio. «Rise, and rise again,
until lambs become lions». Alzaos una y otra vez hasta que los corderos se conviertan
en leones. De Robin Hood, último pastiche contra historiam que nos han lanzado desde
allende. Pero la expresión es la que desde antiguo se han aplicado todos los
revolucionarios. De corderos a leones, de corderos a leones; contra el rebaño,
salvajismo.
Me decepciona, pero Ramiro Ledesma -sobre quien llevo dos meses preparando un
trabajo que verá la luz, musas mediante, en Navidad-, durante la vida de sus JONS,
representa a la perfección tal arquetipo. ¡Hasta toman la garra del león como signo! Por
cuestiones mitológicas, es obvio (emblema solar, etc.), pero no cabe duda sobre sus
intenciones. A la conquista del Estado, fueron. ¡Conquista en vez de cambio! Nosotros,
como buenos españoles -y con todo lo que eso conlleva-, preferimos la
transustanciación.
Avis au lecteur: son cosas distintas los Ramiro Ledesma novelista, filósofo, político
nacionalista de 1931 y, sobre todo, postrer político izquierdista fundador de La Patria
Libre y Nuestra Revolución (revista que tomó el nombre de un artículo de Lenin).
Pasan los años y va quedando claro que, allí a donde llega la ley, no se puede vivir.
Vivir, como experiencia individual: la ley es someter el uno al todos, a los demasiados.
En ocasiones, rehuyendo la indignación y cegamiento de la lucha directa contra
enemigos sin categoría, se presenta la auténtica alternativa: el bosque. Construcción de
un modus vivendi fuera de las fronteras del Capitalismo, independiente de él. El bosque
es amigo de los forajidos, la naturaleza proporciona todo lo que el Sistema arrebata. Por
algo en los antiguos era normal ser nómadas. Y no hablo del Pueblo de Dios, nómada
por obligación, nómada por repulsa de todos los que habitan la faz de la tierra, nómada
por el desprecio que su usura despierta. Porque en cuanto consiguieron un territorio,
aunque fuese pasando a cuchillo a sus habitantes, se quedaron. Y allí está el Infierno.
(Allí y en Marbella. ¡Qué agresiones al buen gusto! Obscenas ostentaciones, insultos
gratuitos al paseante con descabellados caprichos, desprecio de la persona, rendimiento
a la máquina, al coche inabarcable, mujeres de mentira, hombres vacíos, qué
claudicación ante el dinero. ¡Dinero, maldita sea! ¡Dinero, piara de fenicios! ¡Metales y
papeles grabados! ¡Dinero por comida de plástico! ¡Por ropas ridículas! ¡Por una falsa
seguridad! ¡Por tranquilidad ficticia! ¡Por suplir las carencias personales! ¡Consumir
una y otra vez hasta que los sirvientes se conviertan en amigos! La mujer-puta y el
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hombre-proxeneta. Eso es economicismo. Eso es el dinero. Eso es Marbella, «la fase
superior del Capitalismo». Quien lo probó, lo sabe.)
Nómadas porque los pueblos -comunidades pequeñas, aldeas andantes- migraban de
un sitio a otro buscando recursos, nuevas experiencias. Europa fue así. Hoy, con el
actual estado de cosas, sólo caminan los incívicos. Nosotros los Sintierra. Pero os digo:
hasta la madurez no es necesario establecerse. Es más, nosotros, barbados e insolentes,
no comulgamos con lo limpio estático; apostamos por lo sucio dinámico.
Hablé hace unas semanas con el amigo Cavafis sobre esas formas de vida fuera del
actual estado de cosas. «¡Es lo gratuito lo que cabrea al Sistema!», decía. No en vano
ideamos in illo tempore un boletín municipal que sirviera de guía de lo gratis.
No pagar por algo nos redime de ser consumidores.
Basta de complacencia y satisfacción. Hay que reservar la carcajada para momentos
mejores. Por lo demás, hay que huir de los omnicontentos. Hay mucho por hacer,
nuestro mísero cuerpo aún se merece mejores baños, nuestros pulmones pueden respirar
aire mejor. «Yo honro las lenguas y los estómagos rebeldes y selectivos». Y es que éste
no es el mejor de los mundos, querido Leibniz. Cándido tenía razón al fin y al cabo, il
faut cultiver notre jardin. Tenemos que dedicarnos a nuestro entorno.
Viendo cómo está el percal, podemos albergar poca esperanza de salvar la tierra. Y es
que ¿alguien quiere salvarla? Sé que quienes lo afirman mienten. Querrán tranquilizar
sus conciencias, mordisqueadas por los cuatro costados.
El espacio, tan fundamental para asentar en él todo proyecto, como nuestra
alternativa, se va quedando pequeño. ¿Dónde meter a los dos o tres millones de cuerdos
que hay sobre la faz del planeta azul? Antes el Imperio y sus lacayos pasarán por
encima, como ocurrirá con los Pueblos Dignos de Venezuela, Irán o Bielorrusia.
Así las cosas, ¿qué espacio? Hoy no se puede replantear la constitución de una
República de los Jardines de Epicuro, ni volver a aquel utópico y maravilloso Estado
Libre de Fiume, fundado por D´Annunzio, quien le otorgó la mejor Constitución jamás
vista. No, ya no podemos fundar una Libertatia.
La pregunta es ¿queda un espacio nuevo para las libertades? Porque similar pregunta
se hizo Enrique Bunbury hace unos años en cierto programa de televisión y concluyó
que sí, que ese espacio era la cultura, o mejor dicho, el arte. La creación artística es el
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último reducto en cualquier caso inatacable donde refugiar y al menos comenzar nuestra
labor de arquitectos y constructores.
Oscar Wilde, Aldous Huxley, Olaf Stapledon, Stendhal, Ángel Ganivet, Rudolf
Erich Raspe, André Gide,… por decir sólo novelistas; si tienen algo en común, es que
abominaban del mundo en que vivían y no se dejaron silenciar por los guardianes de la
porra. Cogieron la pluma y escaparon de la realidad, para crear otra. Salta a los ojos que
algo se ha hecho de aquello. ¡Cread, malditos!
Y así, sabiendo qué queremos, podremos después moldearlo con las manos.
* * *
¿Será cordura dejarse engañar, para no tener que mantener la guardia frente a los
engañadores?
¿Será cordura indultar al vanidoso?
¿Será cordura contemplar gustoso a los malvados?
¿Será cordura ahondar en vosotros para desconoceros?
Ah, el hombre es algo que tiene que ser superado.
* * *
He sabido que la censura descentralizada -el control de las opiniones públicas por ellas
mismas- ha llegado en los últimos tiempos (no sé si de nuevas o de nuevo) a Jiménez
Losantos, Ángel Martín y García Serrano. Tanto me dan ellos, aunque García Serrano
padre fuere el más excelso escritor ibero en muchos años; fue atacado por moros y
cristianos -católico era él, que no es ni una cosa ni la otra-, por izquierdas y derechas -
falangista era él, que no es ni una cosa ni la otra- y por cuantos envidiosos se cruzaron
con su Obra. Pero ahora, con el finis historiae a nuestras espaldas, no podemos esperar
cosas parecidas. Sí, Eugenio, se deroga la primavera…
Decía. Tanto me dan. «¿Qué es bueno? Ser valiente es bueno». Los pendejos que
recurren al Estado, con infantil odio en sus ojos, para que él, el Nuevo Dios, castigue
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por ellos lo que consideran reprochable, lo que según ellos les ofende, eso no puede ser
sino lo contrario de bueno. Cobarde y vil; venenoso. Y esos son los de la sangre
redentora. Los que piensan: su sangre nos redime. Liebres pálidas. Dejad que recite a
Miguel Hernández…
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas furtivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.
Son ellos, los de siempre, los de la ley sálica. Los borbonistas, los bribones, los
chorizos, los indeseables. Son ellos, los de siempre, los del imperio de la ley. Lloran
después por la Inquisición, pero más digna era aquella.
La inauguración de lo civil en 1789 quebró lo Antiguo – lo sano que perduraba.
Para conservarlo, hemos desarrollado un arte: mientras no nos convirtamos y nos
hagamos como vacas no entraremos en el reino de la tierra. La sencillez, la serena
filosofía. Que nos dejen en paz con tanta pesadez, con las complejidades metafísicas y
los barullos técnicos. Tranquilidad, prudencia y pasión. Que de nuestra boca no salga
más voz que la alciónica, que todos nuestros pasos sean como los de una paloma.
Conclusión: hay que rumiar. En eso pienso mientras hago las maletas.
Domingo 18 de julio. Aniversario de algo que ya no importa. Estación de autobuses de
Málaga. La mar estaba en calma, la luna estaba creciente.
Marcaban las siete de la tarde; media hora para el embarque. Entrando en el
barracón que hace las veces de recibidor municipal, se me acerca un moro por la
izquierda, vislumbro otro por la derecha. Y pienso que algo he hecho. El primero que
llega me interroga en su lengua y no le entiendo. Se lo hago saber en correcto
castellano. Me deja pasar y el otro se retira. A los pocos metros, el mismo enredo.
Sospecho de mi fisionomía árabe. ¿Acaso parezco magrebí? Al último que, junto al bus,
se me acerca, le he doy conversación. «¿De dónde eres?». «De Granada», contesto. Y
debió entenderme mal, porque me ha dicho «ah, de Irán», y vuelta a hablar en moro. Al
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final lo comprendí todo. ¡Quería llevarme a Granada en coche por cincuenta euros!
Buen negocio tienen entre ellos. Negocio de su raza, para su raza. Muslims only!
Una hora después, saliendo por fin de Málaga, tiene que parar el autobús. Hay
dentro unos alemanes ciegos, con pinta de no haber dormido la mona en días, medio en
pelotas, entrando al baño por turnos cada dos minutos, gritando de manera desagradable
y ininteligible, con los ojos un tanto salidos de la naturaleza les proporcionó, increpando
a algunas pasajeras jóvenes y susceptibles (la belleza, siempre delicada), ocupando más
asientos de los que debían e impidiendo, con todo, la siesta merecida que casi todos los
pasajeros ambicionaban después de un día de playa.
Veinte minutos en una estación de servicio, con todos los viajeros-no-alemanes
bajados, esperando a que tres patrullas de mercenarios locales, porra en mano y polvo
blanco en el hocico, bajaran a empujones a los descarados latosos.
Hubiese estado mejor que les echáramos entre todos, si seguimos lo que hace un
rato he postulado. Pues sí. Pero hay mucha mies para tan pocos jornaleros. Y etcétera.
¿Recordamos? Se impone una pregunta, apeadero desde el que escupir sobre todos:
qué hace un alemán en Granada. El turismo siempre quiebra la felicidad, la sana paz del
lugareño.
Tras pasar unos días en Granada, con la abulia pisando los talones, este nazarí errante se
tomó la justicia por su mano y dejó de nuevo la capital del reino.
-¿A dónde vamos, Zaratustra?
-Vamos a culminar el viaje, a completar la visita de la región. Recuerda: la primera
semana de julio, aunque no lo has contado y le dices andaluza, estuviste en Jaén camino
de Pamplona, pasaste después a Málaga y has acampado ahora en la Perdida Ilíberis.
Sólo queda un lugar para hacer curvo y absoluto tu amor por la identidad de tu tierra:
Almería, nombre que sé agradable a tus oídos.
-Lo es, dios mío. Allí se criaron mis abuelos, por ambos lados. Soy, por tanto, de
aquellos lares. Pero no pasaremos por Tíjola, como a ellos les hubiese gustado. Queda
allí algún resto de lo que fue la Vieja Algaida y me pesan las barbas para ese trance.
Iremos directamente a Almería, cerca de la iglesia de Santiago.
-Bello templo. Una de esas empresas de los Reyes Católicos para instalar el
catolicismo en tierra recién adquirida. Una obra para incorporar a los moros a los
nuestros. Aunque algunos años después, mitad del XVI, la reharían en clave gótica.
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-Y algo de mudéjar. Allí se convirtieron en uno mis abuelos maternos hace sesenta
años. Quién sabe si ahora estaría aquí si esa iglesia no hubiese existido. En Almería
recalan la mayoría de mis muertos.
-Ah, don Manuel Orozco…
-¡Pssshhhh! Ya.
La ciudad me recibió bien. Es de rigor reconocer que a primera vista la vi toda ella
modernizada, engalanada por una inversión sensata y útil a lo largo de la última década.
De un oasis de hormigón en un desierto hostil han sabido sacar, después de cinco siglos,
un municipio de cierta categoría. Si estuviera en mi mano eliminaría los guetos de
musulmanes, por estética y por cierta ética (españoles católicos, semper fidelis), pero al
margen de su suciedad y sombría vida, en Almería hay cierta vitalidad que complace a
quienes visitamos la ciudad costera.
¡Ciudad costera y no reniego de ella! No es como San Sebastián, pero se aleja del
síndrome marbellí y eso me basta – le separan leguas y leguas de dignidad.
Llegamos sobre las cinco. No había té y no sabía dónde agenciarme un gin-tonic, así
que nos instalamos directamente en un piso amplio y prematuramente avejentado,
residuo de la alta burguesía del siglo XX. Estamos junto al Teatro Cervantes. En las
paredes, fotos antiguas de los dueños. En el dormitorio principal, un rosario hecho con
piñas pintadas de negro; debe medir más de dos metros. Huele a cerrado y el ambiente
es del sepia más rancio. Ha estado alquilado desde la muerte del legítimo propietario,
abuelo de un amigo, a una señora octogenaria. Leía, según comprobamos en la sala de
estar, literatura erótica comprada en Carrefour. Cosas veredes.
Como casa vacía y pretérito habitáculo de ancianos hoy hechos fiambre, hay cierta
tensión en el aire, una densidad inconfesable que penetra en los pulmones. Pero le
damos a la luz, abrimos el agua, subimos las persianas, ventilamos, inundamos el aire
con los efluvios del tabaco, nos servimos las primeras cervezas, llenamos de ruidos el
silencio pesado y todo parece normal.
Ha sido un día duro y me toca ducharme el primero. Maldita sea mi impureza,
pienso yo, enemigo de la ducha. Pero allá voy. Me desnudo, me contemplo en el espejo
un momento, apoyo el pie en el borde de la bañera, abro el grifo con la mano derecha y
apoyo la izquierda en la pared.
Y ahí hay algo que no va bien. Noto esponjosidad en los elementos que creía
rocosos, el aire además está -no hay ventana- todavía cargado. Mi mano se hunde en la
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pared, ¡pero hay azulejos, lo sé, los he visto! No me miro las extremidades, sólo observo
el agua correr. Me siento extraño y no me gusta descontrolar mi cuerpo, así que retiro la
mano y ¡crac! Con un estruendo fragoso se caen los azulejos de la pared en orquesta
retumbante, azulejos de medio metro, azulejos con empeño asesino que caen como
guillotinas sobre el suelo de la bañera, un alboroto semejante al de veinte vasos de
cristal grueso estrellados al mismo tiempo contra el piso que alerta a mis congéneres, ya
corriendo por el pasillo para rescatar mi cadáver tras una muerte segura.
-¡Estoy desnudo! ¡Esperad!
Suerte que no tenía la pierna dentro, por una vez estaba donde debía.
Y esta chorrada, ¿a qué se debe? Lo explicaré. Tras el periplo por la región granadina,
no me resistí a contarle a mi madre el incidente del baño. Sorpresa relativa, están hartos
de mis batallas. Ni la exageración en el tamaño de las baldosas del alicatado (que
medían, soy sincero, treinta de lado por cuarenta de alto cada una. Y así del techo al
borde de la bañera y de rincón a rincón, la pared entera) lograron su condolencia.
Pasadas unas horas, comentando algo sobre lo bien que avanza la villa, dejo caer la
consabida cercanía del Teatro Cervantes, a apenas cuarenta metros de mi cama.
-¿El Cervantes? ¡Y no has visitado a nuestro fantasma!
Nuestro fantasma, espectro familiar: don Manuel Orozco, antiguo dueño que fue, manco
él, del coliseo urcitano. Y tatarabuelo de quien esto escribe. Supimos de tamaña historia
de incorpóreos a través de Iker Jiménez en su Cuarto Milenio y de Alberto Cerezuela,
autor de La cara oculta de Almería. Pero yo no la recordaba desde hacía mucho.
El baturrillo de aparecidos incluye a la actriz Conchita Robles, asesinada a tiros el
21 de enero de 1922 por un marido celoso, en plena representación de Santa Isabel de
Ceres, obra polémica por mancebías y otros pecados; a Manolito Aguilar, niño de
dieciséis empleado como cartelero; y a mi supuesto antepasado.
Carlos Verdugo, oficial de los Húsares, que sabía de los tejemanejes amorosos de su
esposa, o que estaba celoso porque ésta le había dejado meses atrás, apareció en plena
representación para pegarle dos tiros, atravesando de paso al crío, usado de parapeto
desesperado por Concha.
También fue de la familia -rama paterna, por otro apellido- el Teatro Dengra, de
Baza, uno de los mejores de la provincia en su tiempo. Serán cosas de la estirpe.
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El caso es que debajo del Cervantes descansan en cierta paz algunos moros en
histórico y casi olvidado cementerio y parece que llaman a quienes mueren allí o tienen
relación con el teatro para pavor de las gentes y regocijo de esoteristas.
La sombra del crimen es alargada. El autor de la obra, el excelso anarquista loco
Alfonso Vidal y Planas, mató a tiros a Luis Antón de Olmet en el rellano del Teatro
Eslava de Madrid pocos meses después. Vidal y Planas, poeta olvidado por el bergante
y fresco Francisco Rico para su antología española en mamotreto, que empalma sus
apellidos como cristiano viejo. Hace poco me llegó que ciertos españoles, catalanes por
historia, quieren retomar la tradición y poner la i latina (la que llevaba Dalí i Doménech,
por hispánico ejemplo) entre los restos de sus padres. Lo hacen, como todo, no por
hacerle un favor a la maltrecha cultura patria ni por defender la identidad de sus
comarcas. Sus motivos son mucho más profanos, mucho más pringosos. ¡Dinero!
¡Quieren dinero para su Estado de juguete!
«¡Mas quien obedece no se oye a sí mismo!».
Hasta los más revolucionarios son hoy estatalistas.
No lo era el bendito Alfonso. He estado dándole vueltas, porque no lograba situarle
en la larga lista de bonhommes que me acompañan en el viaje. Buscaba circa 1920, que
es el año aproximado de su apogeo literario, y hasta he entrado de nuevo en Luys Santa
Marina, porque de algo me sonaba que estaban relacionados. Hasta que ¡en esas te
tengo, bohemio! Alfonso Vidal y Planas, con ese tufo a monárquico anarquista -
daliniana mezcla que me parece recogida de Vallé-Inclán-, es quien escribió los
«Elogios» que aparecen como introito de la novela El Sello de la Muerte, y ¡qué
elogios! Los quisiera para sí cualquier aspirante a plumífero bien pagado. «Ramiro
Ledesma Ramos sale a la Literatura… (“Sale”, como “sale” también el sol…). Y este
libro, que lanza, es LUZ PRIMERA: Luz de amanecer». Así comienzan sus palabras,
incensando a quien sería fundador del Nacional Sindicalismo. Se entiende mejor que él,
entre todos los fascistas de esta puta España, fuese quien se sumara a la huelga de la
CNT contra la Telefónica; o que lograra unas reuniones con los anarcosindicalistas de
Pestaña, a las que acudiría José Antonio Primo de Rivera en nombre de su Falange
Española y de las JONS de Ramiro, por entonces unidas. Efectivamente, Santa Marina
fue parte importante en aquello. José Antonio, como burguesito juguetón y derechista,
la lió y de allí no salió nada. Con Ramiro otros gallos, de marzo y briosos, habrían
cantado.
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Bueno. Ángel Pestaña, que puso a Vidal y Planas al frente de la revista El
Sindicalista. Ángel Pestaña, cabeza sensata en los libertarios. Ángel Pestaña, que tuvo
que fundar el Partido Sindicalista porque se oponía a una FAI casi estalinista. Ángel
Pestaña, que terminó a palos con el Frente Popular. Pestaña con Vidal y Planas, dos
anarquistas contra el progresismo. Eran otros tiempos, eran otros rojinegros. «Sucedió
hace mucho tiempo atrás, no había de comer y me faltaba tiempo para pensar»… Es
Extremoduro. Se piensa, se teoriza, se dice demasiado. Todo demasiado.
La excepción la dio hace dos meses Andrés Calamaro; a otro menos intocable y sin
sacralizar no se lo hubieran aceptado: «Con solemnidad y no sin cierto pesar, renuncio
con el Estado televidente español de testigo a mi status de progre, sospechado de rojo y
librepensador. Renuncio a la progresía porque quiero corridas en Cataluña, quiero
correrme en una Fiesta de arte y muerte, verte correrte de buena suerte, y es más, quiero
que vuelva José Tomás en Barcelona de nuevo y no me muevo de mi respeto a las
tradiciones; y que los papelones los haga mi compatriota que juntó cuarenta firmas por
la derrota de esta fiesta que pintaron Goya y Picasso. Y por si acaso no quedó claro, le
aclaro, mi buen Andreu [Buenafuente], que hago culto por la libertad de culto y si
prohibir es progesía y el progre es rabioso anti rojo, mi antojo es renunciar al
progresismo ahora mismo».
Valía la pena citar in extenso. Dijo también que de «progre de toda la vida» pasa a
ser, en la que canta un mirlo (ese bello gorjeo cuando oscurece…), un «hedonista ético»
o un «burgués social». Olé su arrojo. Comulgo hasta el tuétano, pero yo ya sabía que el
progresismo es malo.
Digo más. El progresismo, en cualquier vertiente, es el cáncer de una civilización.
¡Al basurero de la historia! ¡Presto!
Lástima no haberlo tenido presente estando allí. Habría hecho al menos una visita
protocolaria a lo que parece el calabozo terrenal de un alma errante. Me habría acercado
a ese templo con aureola centenaria y cristales viejos con el respeto que profeso hacia lo
de más allá y habría bailado una danza de la muerte. «Que ya la Muerte comiença
ordenar / una dança esquiva de que non podedes / por cosa ninguna que sea escapar». Y
no para que él, que ya está en su corro, me deje contemplar por un momento el delirio
macabro, sino por rendir homenaje.
«Aunque la Muerte con dança muy dura / nos meta en su corro en qualquier
comedio». Precisamente porque sabemos que la Parca puede visitarnos en el momento
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más inoportuno, vale la pena reconocer antes el terreno y no temerlo. (Suena a la
espontánea en mi reproductor «Muerte ven», de Tahúres Zurdos.) Los hay que pintan
maravillas de otros mundos y se aferran desuñándose a este. Será falta de
convencimiento. Nosotros actuamos con naturalidad. A otros, «¡que con el señuelo de la
eterna se los lleven de ésta!». Es cita de Zaratustra, usada por Ramiro en su novela.
Vuelvo a Granada sin un duro y con el cansancio a flor de piel. Pagamos la gasolina con
monedas de veinte céntimos. Regresar a casa tiene un precio difícil de soportar.
Aquí he hablado con mi abuela materna, que lo sabe todo. Almeriense de Serón,
casada con un enemigo a muerte de su pueblo (tijoleño, sí), que dejó la bolsa y va
dejando la vida por su familia. Dice que el relato sobre el Cervantes es todo mentira en
lo referente a Concepción Robles, porque en realidad Carlos le mató en el antiguo
Casino -y me quedo sin coartada para reverenciar a Vidal y Planas, me descodifica el
mito-, hoy ocupado y deshonrado por la omnipresente y oprobiosa Junta de Andalucía.
(¿Se sabe que Almería votó NO -con rotundez castellanísima- al Estatuto y por tanto al
paripé regionalista? Corría la Transición y los de arriba, los de siempre, los borbonistas,
los bribones, los chorizos, los indeseables corrieron un tupido y estúpido velo: pesaban
más otros intereses, fraudulentos todos.)
Añade que el bueno de Carlos, médico y militar, como se ha dicho, después de penar
en cualquier mala chirona, fue desterrado de Almería y se recluyó en Lanjarón, precioso
pueblo alpujarreño. Allí, en su consulta, confiesa mi abuela que le atendió algún día de
los años cuarenta. Vete a saber por qué y qué hacía allí. No me lo ha dicho.
Enmienda la farsa mi anciana y me cuenta algo más sobre (don) Manuel Orozco.
Fue casado con Margarita e hijo de Jacobina, que heredó el Teatro de su marido muerto
antes de la cuenta. El Teatro había sido más empresa de su padre, por tanto, y después
de su madre que suyo. Tenía un hermano, Eduardo, que según me ha dicho -a
escondidas de mi abuelo- le pretendió cuando eran mozos. La endogamia era práctica
común, se conocían todos. Tuvo también una hermana, llamada como su madre, con el
segundo marido. Llevaba por apellido Brines, y su madre fue conocida por similar
combinación, siguiendo la costumbre de tomar el apellido del marido como propio. A
pesar de que del primero, Orozco, se llevó todo lo que tenía, incluidos el Cervantes y los
cines Hesperia. ¡Arriba los valores hispánicos!, habría gritado Ledesma Ramos.
Hesperia, con las demás hespérides, cuidaba el jardín del que Heracles robó las
famosas manzanas. Habla Zaratustra: «¡un derecho que puedas robar no debes permitir
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que te lo den!». Así es. Exigimos, además, entregar algo a cambio de todo lo que nos ha
venido dado. Si nos dan dinero, daremos más. Si nos dan inteligencia, daremos más. Si
nos dan la vida, daremos más. ¿A quién? Ja.
Aprovecho para dar el toque: la poma no es cosa exclusiva de la tradición judeo-
cristiana. No sólo el primer hombre tonteó con ella. Hércules, héroe solar de Sí-mismo,
triunfó; Adán, siervo fangoso de Otro, descarrió. Por la misma cosa, unos ganan
cabalgar en la eternidad y otros la eterna esclavitud, feliz o triste según los casos
juzgados. Hay que tener cuidado con las tablas de valores, con las tablas viejas y las
tablas nuevas. Lo dijo Hesse-Demian: «tenéis los dioses que os merecéis».
En efecto, después de ver cómo mi abuela reducía todo el corpus mistérico de una
posible historia familiar a un hecho aislado y falso, veo que los mitos exigen trasmisión
oral y poca investigación sobre ellos. Menos teorías y más prácticas. Así, la
introducción que, con voz grave, abre las puertas de Alphaville: «suele suceder que la
realidad es demasiado compleja para la trasmisión oral». Sin ella, la leyenda no puede
después contar lo que quiere. Malditos científicos de la Tradición. Julius Evola, René
Guénon, Roso de Luna y otros tantos: acompañadnos en la lucha. Un David Irving o un
Hugh Thomas caben junto a Jung, los hermanos Grimm o a -con ciertos matices-
Mircea Eliade. Pero que no se sustituyan. La misión de cada cual es bien distinta. Unos
respaldan el Volksgeist y otros la historia material del Poder. Las peras y los olmos
nunca casan.
Pues bien, que siga siendo así. No queremos saberlo todo. (Qué sano es no recibir
crónicas de sucesos -periódicos, televisión, radio- durante unas semanas.)
Esto queremos de los cuentos: que arraiguen en el subconsciente, que repartan sus
ácidos por él y que los olvidemos un poco; porque esa es su meta. Y darles, después, en
nuestro fuero interno, entidad de realidad. ¡Realidades oníricas, creaciones soñadas! Eso
queremos nosotros, los fementidos. Preferimos la música a la pintura. Por ser el día y
para entendernos: me gusta ver a Santiago Matamoros cabalgando en Clavijo.
Recuerdo que aprendí el Padrenuestro de oídas -en castellano, por desgracia: Carlos
V decía que esta lengua sólo servía para insultar; para Dios está el latín, que además
(me lo explicó un carlistón sedevacantista) exige un esfuerzo intelectual que permite
saber lo que se dice- y que, llegado el final, culminaba yo la oración con un «y líbranos
del mar. Amén».
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Viví tan ufano durante mucho tiempo, imaginándome a una familia que va de
vacaciones en coche y pasa por una carretera de esas tan nuestras, sobre un acantilado
que acaba en un mar furioso, destrozando a cada golpe un poco de la costa escarpada.
Veía todo eso con mucha claridad: Dios estaba para evitar las desgracias. Para sernos
propicio, es decir, y no tan justo.
Cuando al mucho tiempo se me ocurrió leer la oración y descubrí mi error, me
decepcioné. Qué tontería, librarnos del mal. El mar es mucho peor.
Y líbranos del mar: que las ciudades de playa no son Españas.
Y líbranos del mar: que Granada termina donde empieza la costa.
Y líbranos del mar: que el litoral enmohece el espíritu.
Amén.
Y vale.
Luys de Algaida,
Orden del Ibérico Noble.
En la comarca de Albolote, Antiguo Reino de Granada, a 5 de agosto del 2010 de
Cristo y 2048 de Hispania, Virgen de África; tras unas semanas de aislamiento y a
setecientos metros sobre el nivel del mar…
P. D.: doy estas puntadas aparte el cuatro de agosto. La señora de Obama, emperatriz
consorte del Mundo, ha llegado a la Costa de Málaga. ¿Lo ven? No podría elegir otro
sitio. Las autoridades civiles de Granada, siguiendo una tradición centenaria de envidiar
todo de Andalucía y seguirle el juego -en vez de construir por su lado sus cosas- no han
tardado en invitar formalmente a la nueva Soberana. Aquí la tendremos, dicen, mañana
o pasado para visitar de corrido las cuatro antiguallas mal conservadas que nos quedan.
No nos resarcirán por los cortes de tráfico, la policía empleada en protegerle, los
periodistas y curiosos que invadirán las calles ni la propaganda que le darán a la Ciudad,
que en breve rebosará de idiotas que querrán estar donde ella estuvo.
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¿Quién quiere más propaganda? Los de Turismo y los Centros Comerciales.
Yo insisto. Se impone una pregunta, apeadero desde el que escupir sobre todos: qué
hace un gringo en Granada. El turismo siempre quiebra la felicidad, la sana paz del
lugareño.
Hasta el próximo imperio: YANKEE GO HOME.
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Epílogo versificado Diecinueve de julio de dos mil cuarenta y ocho. Jetta ha muerto. Jetta: libertad. Jetta: independencia. Jetta: camino. Nunca más quemarás mis manos. No volveremos a correr por los desiertos. Fuiste, Jetta, el más fiel carnicero. El azote de siempre, tradición, frente a las nuevas tonterías. Tú, fuerte, robusto y quebradizo. Bala de cuero, tormenta de hambre. Hasta siempre, compañero.