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CRONICA ARQUEOLOGICA DE LA ESP ANA MUS ULMAN A XXII « » Y «SAR( EN LAS CIUDADES HISPANOMUSULMANAS ESDE los primeros tiempos del Islam acostumbrose destinar un lugar fuera e inmediato al recinto murado de las ciu- dades, en sitio llano, libre y despejado, en campo raso, para oratorio al aire libre. En fechas seiialadas, la maiiana del dfa pri- mero de cada pascua - sawwal (fin 0 ruptura del ayuno del rama4an) y 10 4u-l-(1iyya (primer dia de la pascua grande), las dos fiestas canonicas anuales - se congregaba el pueblo, antes de salir el sol, en ese oratorio, llamado para realizar la oracion - - en comun. En la mezquita mayor, por am- plia que fuese, no cabfan grandes muchedumbres, lo que expli- ca la creacion de la pero no parece extraiia a ella la re- mota tradicion oriental de los santuarios al aire libre . .T ambien 85

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CRONICA ARQUEOLOGICA DE LA ESP ANA MUS ULMAN A

XXII

« MU~ALLA » Y «SAR( A» EN LAS CIUDADES HISPANOMUSULMANAS

ESDE los primeros tiempos del Islam acostumbrose destinar un lugar fuera e inmediato al recinto murado de las ciu­

dades, en sitio llano, libre y despejado, en campo raso, para oratorio al aire libre. En fechas seiialadas, la maiiana del dfa pri­mero de cada pascua - 1° sawwal (fin 0 ruptura del ayuno del rama4an) y 10 4u-l-(1iyya (primer dia de la pascua grande), las dos fiestas canonicas anuales - se congregaba el pueblo, antes de salir el sol, en ese oratorio, llamado 1nu~alla, para realizar la oracion - ~alat - en comun. En la mezquita mayor, por am­plia que fuese, no cabfan grandes muchedumbres, lo que expli­ca la creacion de la mu~alla, pero no parece extraiia a ella la re­mota tradicion oriental de los santuarios al aire libre . .T ambien

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168 CRON. ARQUEOLOGICA DE LA ESPANA MUSULMANA, XXII [2]

servfa para las rogativas - istisqa' - en solicitud de lluvia que sal vara las cosechas 1

Como los cementerios estaban, lo mismo que las mu~allas, fuera e inmediatos a las puertas de las ciudades, era frecuente que ocuparan emplazamientos cercanos. El cementerio entonces soHa llamarse de al~musalla.

Tales oratorios al aire libre exigfan tan solo, a mas de las condiciones topogdficas y la amplitud ref eridas, un 1ni(:Jrab o nicho provisional o permanente, a veces abierto en un muro, que fijase la direccion - Oriente - hacia donde debfan dirigir­se las plegarias. En algunas ocasiones se disponfa a su derecha una plataforma para el sermon, con una escalera de acceso.

M u~aifa hay en casi todas las ciudades marroqufes y del norte de Africa; en algunas, dos. Las hubo tambien en las his­panomusulmanas, como prueban los numerosos testimonios que figuran a continuacion.

En hispanomagrib:l la mu~alla solfa llamarse tambien s ar"ic a - ambos nombres estaban en uso -; como afirm6 primero don Julian Ribera, al ocuparse de la puerta y del cementerio valencia­nos as:l nombrados 2

, y despues ha con:_oborado Levi-Provencral con ayuda de varios textos arabes 3

• s artc a con tal significado parece ser apelativo de uso exclusivo de Occidente; en el resto del mundo musulman es palabra desconocida. En libros de mo­riscos espaiioles aparece como termino vulgar que sustituye al de 11iitsalla.

Pa~a la 8arica o 1nu~alla, por lo menos para una, en caso de haber dos, busd.base un emplazamiento a oriente de la ciu­dad, lo que no era posible siempre por el relieve del suelo, como ocurrfa en Granada y Malaga.

Encyclopfdie de l'lslam, III (Leiden, Parfs 1936), p. 797: mu~alla, por A. J. Wensinck.

2 Julian Ribera y Tarrag6, Enterramientos arabes en Valencia y La xarea de Valenci:x musulmana, en Disertaciones y opttsculos, II (Madrid 1928), pp. 262-263 y 326-329.

3 Notes de toponomastique hispano-magribine, por E. Levi-Proven<;al (An-. nales de l' lnstitut d' Etudes Orienta/es, Faculte des Lettres de l'U niversite d' Alger,

II lParfs 1936], pp. 222-234).

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[3] «MU~ALLA» Y «SARI<A» 169

AH Bey el Abbassi - don Domingo Badfa - describe · una ceremonia en la mu~alla de Fez, presidida por el sultan, a la que ~sisti6 enorme muchedumbre. Las genuflexiones e invo­caciones hechas al un:lsono por tal numero de gentes constitufan un especd.culo impresionante que conmovi6 profundamente al aventurero espaiiol 1

En pafs tan expuesto como la P enfosula a peri6dicas y terri­bles sequfas, las ocasiones de implorar de la divinidad el benefi­cio de la lluvia no eran escasas; a algunas se alude masa delante. Como en todo tiempo, los labradores, al ver sus sementeras agostadas bajo un cielo implacablemente azul, sin nubes, ante la terrible amenaza del hambre gue soHa diezmar peri6dica­mente la poblacion, interpretaban la sequfa como castigo di­vino por los pecados humanos. Arrepentidos, imploraban con angustia perd6n y promedan enmienda, tratando de aplacar la c6lera divina y obtener asf el abundante riego de sus campos capaz, con la colaboraci6n del soC de granar las espigas.

Maqqari refiere una de estas rogativas en la Cordoba califal. Cumpliendo las 6rdenes de cAbd al-Ragman III, el qa4i de esa ciudad, Mungir b. Sacid al-Balluti (m. 355 = 966) dirigiose al Oratorio del arrabal - musalla al-rabad -. Una muchedum­bre considerable se reuni6 ~n torrio de 61. Llorando, humillado ante Allah, comenz6 su platica recitando las siguientes pala­bras: « jSalvaci6n a todos! jMi~ericordia divina! A los que obra­sen mal por ignorancia y despues se hayan arrepentido y enmen­dado, Allah les perdonara en su gran misericordia» (Alcoran, VI, 54). Y aiiadio: «lmplorad el perd6n de vuestro Senor, pues esta siempre dispuesto a conceder lo» (Alcoran, LXXI, 9). En­tre los sollozos de la muchedumbre elevaronse voces en solici­tud de la clemencia divina e implorando humildemente la lluvia. Antes de terminarse el dfa, Allah hizo caer del cielo un fuerte chaparr6n 2 •

Viajes de AU Bey el Abbass[ por Africa y Asia durante los aiios 1803, 1804, 1805, 1806 y 1807, tomo primero (Valencia 1836), pp. 151-154.

2 Maqqari, Analectes, I, pp. 376-377; La Pfninsule Iberique au moyen-age d' apres le Kitab ar-Raw4 al-Mietar, por E. Levi-Provenc;al (Leiden 1938), p. 141 del texto arabe y 169 de la: trad. francesa.

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170 CRON. ARQUEOLOGICA DE LA ESPANA MUSULMANA, XXII [ 4 J

Entre los moriscos continua la costumbre de realizar estas plegarias colectivas en la for"ica. Don Pedro Longas, basandose en documentos contemporaneos, ha descrito detalladamente tales ceremonias, que respondfan, sin duda, a normas tradicionales, anteriores a la dominacion cristiana ..

Refierense a la rogativa en imploracion de lluvia - istis­qa' -. Se practicaba en casos de sequfa pertinaz y ante el grave peligro de la perdida de las sementeras, siendo entonces obliga­toria por tradicion o sunna. Dispuestos espiritualmente los fieles por una exhortacion, « salfan de la localidad procesional­mente, en la madrugada del dia en que iba a celebrarse la ora­cion, hacia el campo, pues la ceremonia debfa practiCarse en despoblado y estaba prohibido hacerla en las calles o plazas, que eran tenidos como sitios poco reverentes, cual si en el campo s e buscase, en el silencio y apartamiento de la vida ordinaria, el contemplar mas de cerca las obras de Dios y el excitarse a la pen tencia en condiciones mas propicias. Presidiendo a los fieles iba el imani; todos caminaban a pie y en actitud humilde, sose­gadamente y con proLmdo temor de _Dios. Prescindiendo de afeites y ropas nuevas de notable valor' solo vesdan ropas vie­jas y no las que acostumbraban usar ·durante la oracion en la mezquita. Hadan alto en su camino para practicar, cuando era llegada la hora, la oracion del alba. Al llegar a la mu~alla se congregaban todos los fieles formando hileras, para dar comien­zo a la oracion a la hora del mediodfa »

1•

En Cordoba habfa dos 1nusallas. Una estaba situada en al­Aiu~ara, explanada a la orilla derecha del Guadalquivir, en co­municacion con la puerta del Puente por la calzada - ra~'if­que bordeaba el do. En esa explanada cAbd al-Ral:iman I gan6 en 138 756 la batalla decisiva sobre Yusuf al-Fihri que le

Pedro Longas, Vida 1•eligiosa de los moriscos [Madrid 1915], pp. 123 y 132-133. El senor Longas publica cuatro rogativas de los moriscos - pp. 153-164 - : tres para implorar la lluvia y la otra solicitando de Allah que alejase de

los campo!'t el azote del pedrisco.

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[5] «MU~ALLA» Y «SARI'A» 171

permitio entrar en Cordoba. En ella se celebraban tambien pa­radas y revistas militares 1

En 306 = 918, cAbd al-Ra4man III hizo construir de fabri­ca el nii~rab de este oratorio 2

• Anteriormente, en la epoca del emirato, parece que no hubo en dicha mu~alla construccion algu­na; el qa~i, jefe de la oracion, se colocaba sobre una alfombra en el sitio que le parecfa mas conveniente 3

La otra mu~alla cordobesa citada, la mu~alla al-raba4, es­taba en la orilla izquierda del Guadalquivir, al sur de la ciudad. En sus cercanfas habfa un cementerio que de ella tomo nombre, fundado por al-Samry, venido a Espana el aiio 100 = 719-720 4

Cinco veces en otros tantos dfas se realizaron rogativas en esta mu~alla del arrabal cordobes, en el afio 302 = 915, para implo­rar que cesase la prolongada y general sequfa, a causa de la cual los zocos estaban vados y subia el precio de las vituallas. T ras multiples plegarias cay6 una ligera lluvia que no permitio ger­minar a la mayoda de las semillas. En 317 = 929 repitiose el mismo hecho, por lo que cAbd al-Raryman III mando hacer ro­gativas en la mezquita mayor, al mismo tiempo que en las dos mu~allas, la de al-Mu~ara y la del arrabal 5

• lgnoramos si el exito fue mayor que la vez pasaJa.

Los disturbios que tuvieron lugar en Cordoba y su region a principios del siglo XI, impidieron a los vecinos de la ciudad, refiere lbn clgari, celebrar en la mu~alla el 1° fawwal 402 = 26

Julian Ribera, Histo1•ia de los Jueces de C61•doba por Aljoxan{ (Madrid 1914), P· 16 del texto arabe y 19 de la trad. Castellana.

2 Ibn °IdarI, Bayan, II, pp. 182 y 213 del texto arabe y 289 y 333 de la trad. francesa de Fagnan; E. Levi-Provenc;al, Histoire de l' Espagne musulmane, I (Cairo 1944), pp. 73, 115 y 374.

3 Ribera, Histot'ia de los Jueces de Cordoba, pp. 85 del texto arabe y 105 de la trad. castellana. No se concreta en esta obra en cual de las mu$allas de Cor­doba tuvo lugar el hecho referido; supongo serfa en la de la orilla derecha del Guadalquivir.

4 Histot·ia de la conquista de Espana de AbenalcoUa el Cordobes, trad. de don Julian Ribera (Madrid 1926), pp. 12-13 y 206 del texto arabe y 9 y 177 de la trad. castellana.

5 Ibn 'lgari, Bayan, II, pp. 173 y 213 del texto arabe y 276-277 y 330 de la trad. france_sa de Fagnan.

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172 CRON. ARQUEOLOGICA DE LA ESPANA MUSULMANA, XXII [6J

abril 1012, dfa de la terminacion del ayuno, por lo que, llenos de miedo y congoja por las depredaciones de los bereberes, limitaronse a orar en la mezquita mayor 1

Poco despues de la conquista de la Peninsula por los mu­sulmanes se cita una niusalla en Archidona 2 • La de T ortosa estaba al oriente de la alc~zaba 3

; al sur de la ciudad la de Se­villa, pues en esa dirs_ccion se hallaban los jardines que de ella recibfan nombre - Y annat al-Mu~alla -, plantados de cafia de azucar 4

• En Malaga SU emplazamiento era en las afueras de la puerta de Funtanalla, al noroeste de la agrupacion urbana. AlH mismo habfa un cementerio que se llamaba de la mu~alla, en el q9e en 604 = 1207 fue enterrado el malaguefio Yusuf ibn al-Sayj 5

Con el nombre de Sartca, equivalente al de mu~alla, como ya se dijo, existfan puertas en los recintos de Murcia y Valen­cia, y en el de la Alhambra de Granada - Bab a!-for-ra -, salida, sin duda, esta ultima, a la explanada proxima en la que se hallaba el oratorio al aire libre. En Fez, Marrakus y T aza ha habido o hay puertas con el mismo nombre 6

Conocense ref erencias de la mu~alla de Valencia desde po co antes de la conquista de la ciudad por el Cid. La Primera Cr6-nica general cuenta que el pr1ncipe de Denia Mungir, hijo de al­Muqtadir, se dirigio en 1086 a atacar a Valencia, y al llegar

Cordoba de la primera a la segunda conquista de la ciudad por los berbe­riscos, seg1tn al-Bayan al-Mugrib de lbn °ldart., trad. G. Levi della Vida {Cuader­nos de Historia. de Espana, V [Buenos Aires 1946], p. 162).

2 Historia de la conquista de Espana de AbenalcoUa el Cordobes, trad. Ri-bera, pp. 25 del texto arabe y 19 de la trad. castellana.

3 Levi-Provenyal, La Peninsule Ibiriqae, pp. 124 del te~to arabe y 151 de la trad. francesa.

4 Ibidem, pp. 21 del texto arabe y 27 de la trad. francesa. 5 Miguel Asfn Palacios, El «Abecedario» de Yusuf Benaxeij el malagueno

(Madrid 1932), p. 16. 6 Levi-Provenyal, Notes de toponomastique hispano-magribine, pp. 222-230.

De la Bab al-fort.ea de Marrakus hay noticias en 541=1147; la de Fez forma parte del recinto almohade empezado por Ya0 qub al-Man~i.ir (580 = 1184-595=1199), y fue construfda en 600=1203-1204; la de Taza se cita en 685=1286.

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[7] «MU~ALLA» Y «SARI 0 A» 173

desde Jativa a esa ciudad « poso en un lugar que era orato- · rio o los moros fazien oracion en sus fiestas, et dizienle en su arabigo axerea » 1

• Abundan las ref erencias del cementerio valenciano de la mu~alla, en el que se enterraron buen numero de personajes. En su qibla fue sepultado el rector lbn al-Zu­bayr al-Quc;la\ muerto en 627=1229-1230. Pocos aiios antes, en 614=1217-1218, era enterrado solemn1simamente en esa mu~alla, con asistencia del sultan, de la carte y de ~ultitud inmensa de gentes, el piadoso y muy devoto Abu cAmir b. Hugayl 2

En el « Repartimiento » de Valencia figura una puerta de la Xarea - Bab al-sarta - o Exarea, as1 como campo Exaree, villari Exaree 3

, al mismo tiempo que se mencionan domos de M ussaalla 4

• Cuando la conquista definitiva de la ciudad por Jaime I, habfa, pues, una puerta, un lugar y un barrio as1 lla­mado, este ultimo con una calle mayor que recibfa el mismo nombre. Don Julian Ribera, ayudado por el «Repartimiento», situo la puerta en la plaza actual de la Congregacion 5

• Por ella se saHa a la antigua sartca, ocupada ya por un barrio en los pri­meros aiios del siglo XIII, al crecer en fecha anterior la pobla­cion y extenderse fuera del recinto murado. La 5artca o 1nu~atlt.1, segun Ribera, comprendi'.a una faja de terrenos extramuros des­de el lienzo oriental c!,e la muralla de la ciudad, en la que se abrfa la puerta de la Sar(a y el do, limitada lateralmente por

Prime1•a Cr6nica general, tomo I, texto, edic. Ramon Menendez Pidal (Madrid 1906), c. 880, p. 551; Ramon Menendez Pidal, La Espaiia del Cid, I (Madrid 1929), p. 339.

2 Ribera, Disertaciones y opttsculos, II, p. 260. 3 Prospero de Bofarull y Mascaro, Repartimientos de las reinos de Mallorca,

Valencia y Cerdeiia (Barcelona 1856), pp. 179, 264, 290, etc. 4 Ibidem, p. 155. s Derribose este antiqufsimo portal, dice Teixidor, en 1726, para fabricar la

iglesia de la Congrcgacion. «El area que era mui elevado, estava uno de sus estri­vos dentro de dicha iglesia, i el otro fuera, delante de las gradas que ay en la calle» ( Antigiiedades de Valencia, escribiolas en 1767 Fr. Josef T eixidor, tomo I [Va­lencia 1895], p. 179). Este mismo autor refiere - p. 155 - que el portal se llama­ba de la Xerea «par salir al lugar donde hadan las Justicias [las moros] que en su lengua llaman ellos Xara».

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174 CRON. ARQUEOLOGICA DE LA ESPANA MUSULMANA, XXII [8]

dos acequias, cuyas aguas movfan varios molinos 1• El distrito

foraneo de la Xarea era el terreno comprendido por el siguiente triangulo: plaza de la Congregacion, puente del Mar y el T em­ple. El Villar de la Xarea estaba extramuros, entre.la Congrega­cion y el Temple, y la calle de la Xarea ha conservado su nom­bre, algo transformado, hasta nuestros dias: calle de la Exedrea ( desde la calle de la Cong1~egacion has ta el portal del T ~mple) 2

Beuter, en la primera mitad del siglo XVI, alcanzo a co­nocer el destino de la sartca valenciana, pues dice que en la Xerea « estaya un Oratorio que los moros tenfan rnucha devo­cion ». Y aun la· describe: «Esta Xerea - dice - era una casa de oracion con una fortaleza de cerca, que tomava algunas casas y era a manera de arraval delante de la Puerta de la Ciudad, que por · aquella casa se deda de la Xerea: era el lugar do ahora se dice los Santets ». Completa la interesante informacion el P. T eixidor al escribir que se llamaba los Santets a una capilla de la Adoracion de los Santos Reyes, «alta i fuerte torre con su b6veda », frente a la puerta de la iglesia de la Congregacion, de­rribada en 1736 3

• Parece, pues, deducirse la existencia de un muro cerrando la forica y de un scSlido 11ii(:wab abovedado, en el que, probablemente poco despues de la Conquista, se instalcS una capillita dedicada a los Reyes Magos.

Un muro limitaba la forica de Jativa cuando pascS esta ciu­dad a poder de Jaime I 4 en 1248.

Ribera, Disertaciones y opusculos, II, p. 329. 2 ... illam e.'Ceream qtte est inter illa duo molendina ad po1•tam de Exerea si-

cut vadit usque ad civttatem et sicut vadit usque in finem illarttm aquarum (Bofa­

rull, Repartimientos, p. 229). 3 Pedro Antonio Beuter, Primera parte de la Coronica general de toda Es-

pana, y especialmente del Reyno de Valencia (Valencia 1604), lib. 1°, cap. 33; lib. 2°, cap. 37; Antigt'iedades de Valencia, Teixidor, t. I, p. 180.

4 Privilegio de poblaci6n otorgado por don Jaime I a los sarracenos pobla-dores del arrabal de Jativa, el aiio 1251: ... toti Aljamce sarMcenot•um prcesentium

et futuruni in ravallo Xativce, habitantium et habitandorum, et vestris et eorum

successot•ibus in perpetuum, t•avallce Xativce totum integre, de paf'iete Fovece usque

ad alium parietem de Exerea cum duobus figueralibus, qui sunt in costa ... {Condi­

cion social de los moriscos de Espana, por don Florencio Janer [Madrid 1857], p. 199).

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l9J «MU~ALLA» Y «SARl"A» 175

No solo fue en Valencia donde el acrecentamiento de la po-. blacion y su obligada consecuencia de construccion de arrabales fuera del recinto murado dio lugar a que la antigua mu~alla se convirtiese en un barrio. El mismo fenomeno se produjo en Al­meria en el siglo XI y en Granada en el XllI.

De la mu~alla de Almeda, situada a oriente de la ciudad, tomo nombre un cementerio inmediato, queen el aiio 444= 1052 aun estaba en USO Y era llamado de al-Sartca al-qadtma, es de­cir, del oratorio viejo 1

• En tal fecha, si damos fe a al-Raw4 al­AJ/tar, la poblacion se extendfa ya por ese lugar y Jayran al­cAmiri ( 403 = 1012 - 419 = 1028) habfa protegido el nuevo barrio con una muralla de tapial 2

• Este micleo urbano, mas extenso que los otros dos - la 1nadtna y el de al-f:l av.)4 (el aljibe) - se llamcS desde entonces arrabal de al-1nu~alla y as1 le nombran el al-Raw4 al-Mi'tar y al-'Umari 3

• A su oriente y extramuros se emplazo el cementerio principal de Almeria; aun­que no hay datos que lo comprueben, es de suponer que cercana se dispondrfa una nueva sart'a.

La 1nu~alla o s art a de Granada estuvo en el siglo XII en un cerro, a norte del que ocupaba la Alcazaba vieja y unos po­cos metros mas elevado que este. Fue teatro el 3 de rabt,' pri­mero de 540 = 24 agosto 1145 de la batalla de la mu~alla, en la que sufrio derrota y muerte lbn Abi Ya'far, llegado de Mur­cia con refuerzos para ayudar a Zafadola en lucha con los almo­ravides por el dominio de Granada 4

• Algunos aiios mas tarde, en 1162, vuelve a sonar su nombre, por haber acampado en el las tropas de Ibn Mardanis con proposito de desalojar a los almohades que ocupaban la Alcazaba. Las cronicas llaman enton-

lbn Baskuwal, al-Sila, biog. 599, p. 280. 2 Levi-Proveni;:al, La Peninsule Iberique, pp. 183-184 del texto arabe y

221-223 de la trad. francesa. ' 3 Ibidem, pp. 183-184 del texto arabe y 221 de la trad. francesa; Ibn Fa~l

Allah aVUmarl, Masiililt el Ah§ifr fi Mamalil{ el Am~a1·, I, L'Aft•iqtte, mains l' Egypte, trad. Gaudefroy-Demombynes (Pads 1927), p. 239.

4 Los testimonios, en La Alhambra de G1·anada antes del siglo XIII, por Leopoldo Torres Balbas, apud Cr6nica a1·queol6gica de la Espana musttlmana, VI (AL-ANDALUS, V (1940], p.161).

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176 CRON. ARQUEOLOGICA DE LA ESPANA MUSULMANA, XXII L10]

ces s ar"ic a a la colina inmediata en las afueras de Granada 1• Al

crecer esta ciudad en el siglo XIII, se pobl6 la colina de la sarta -la mas elevada del Albaidn, excepto el cerro de San Miguel-, quedando inclu1da dentro de las murallas de ese barrio, levanta­das hacia 1300. Al mismo lugar debe de referirse lbn al-Jatib al relatar una de las entradas que hizo Ibn Hud en Granada, en el aiio 631 = 1233-1234. Habiendo recibido, dice, la bandera y el diploma de parte del califa cabbasi de Bagdad, fue lddo el ulti­mo en la mu~alla de Granada, entre las gentes, estando lbn Hud de pie, vestido de negro y teniendo en sus manos una bandera del mismo color 2

lbn al-Jatib cuenta tambien que al morir el rey Na~r en Guadix en 722 = 1323, su cadaver fue llevado a Granada y recibido por el rey y toda la corte en la niu~alla de Sacid, don­de qued6 depositado hasta que se le enterr6 en el pante6n de sus antepasados, en la Sabika de la Alhambra 3

El nombre de la antigua 5ar"ica perdur6 en el del barrio edi­ficado en su solar, al que se llama en textos cristianos algo pos­teriores a la reconquista de Granada, «la Xarea del Albaidn »; «algima Axarea» a su mezquita, cuyo emplazamiento ocupa la iglesia de San Cristobal, y «al jibe de la Xarea » al situado jun to a aquella y hoy inmediato al templo cristiano. Habfa tambien un lugar conocido por « alcoba de la Xarea », un « horno de la Xa .. rea » y un « pozo del Xarea » 4

Ibn al-At.Ir, Annales du MaglJrcb et de l'Espag11e, trad. Fagnan (Argel 1898), pp. 593-595; Kami!, edic. Tornberg, t. XI, p. 187. Segun Ibn al-Ja!ib, Ibn Mardanis acampo en la elevada colina, inmediata al barrio del Albaidn, que se llamaba en su tiempo, es decir, en el siglo XIV, «colina de Ibn MardaniS», nombre que alin·persistfa en el siglo XVI. En distinto lugar la llama el literato granadino «colina de Ibn Sacd,,, que vale igual, por ser otra manera de designar el mismo personaje. Dice lbn al- Jatib que el Albaidn esta al pie de la montana in­mediata a la colina de Ibn Sacd.

2 Manuscrito de lbn al-Jatib de la col. Gayangos, f0 169, citado por don Francisco Codera, Estudios crfricos de histo1·ia arabe espanola (Zaragoza 1903), pp. 133-134.

3 G. F. Riano, La Alhambra (Revista de Espana, t. XCVII, Madrid 1884, pp. 191-192).

4 Gttfa dr> Granada, por don Manuel Gomez Moreno (Granada 1892,',

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[1t] «MU~ALLA» Y «SARfcA» 177

Eguilaz refirio a Dozy haber encontrado un manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid (col. G.) 72) en el que se re­lata coma, al Ile gar los Reyes Catolicos a Granada en 1499, se les hizo un recibimiento muy solemne, y lo (( que mas fue de ver que en la Xarea del Albaidn, y abajo en todo lo llano hasta San Lazaro, habfa treinta mil moros y mas, todos con SUS alma-lafas blancas, que era cosa de admiracion » 1

• ·

Hasta un romance castellano, « Zaide ha prometido fiestas», cuyo autor conocfa. sin duda la toponimia granadina, lleg6 el nombre del barrio del Albaidn:

Unos cort•en, otros gritan,

otros dicen: «i Pat•a, para, sigan orden, vayan todos la calle del Alcazaba I» Otros dicen: «i La Gerea

no se deje, ni su plaza!» 2

La puerta de la Alhambra nombrada de la Sartca, segoo dice el ep:lgrafe de fundacion en magnlfica letra cursiva que esta sabre su puerta de entrada y la fecha en 7 49 = 1348, es la mo­numental que se viene lbTando de la Justicia. Echevarda, si­guiendo a Cristobal Conde, en sus Paseos por Granada y sus contorn.os, la di6 su verdadero nombre de la Xarea 3

. Antes y despues, en repetidas ocasiones, se interpreto esta palabra equi­vocadamente por « justicia ». Levi-Provenc;:al, al reivindicar su real significacion, dice como procederfa de la existencia de un oratorio al aire libre inmediato. El relieve del suelo es bastante

pp. 495-496; «Li bro de la renta de los propios de la cibdaJ de Granada, 1506 »,

y «Libro de censos de propios, 1528, leg. 1°,,, manuscritos en el archivo del Ayuntamiento de Granada, el conocimiento de cuyos extractos debo al senor G6mez-Moreno.

1 R. Dozy, Recherches sur l' bis to ire et la litterature de l' Espagne, tercera edici6n, I (Parfs, Leiden 1881), pp. 382-383.

2 Romancero de romances mor•iscos, ed. Duran (Madrid 1828), pp. 42-43 3 Paseos por Granada y sus contornos, que en forma de dialogo traslada al

papel don Joseph Romero Iranzo (Granada 1764).

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178 CRON. ARQUEOLOGICA DE LA ESPANA MUSULMANA, XXII [12]

accidentado en SUS inmediaciones, y tan solo algo mas arriba, frente a la puerta de Siete Suelos, en el lugar que los arabes granadinos llamaban «la Tabla» - al-Tabla-, hay un espacio amplio y relativamente llano - hoy cubierto de yegetacion y dividido entre varias fincas - en el que pudo es tar la s art a o mu~alla. A ella es probable que se refiera lbn Jaldun al contar como el monarca Abu-1-Bayyay (Yusuf I) fue asesinado por un perturbado negro al inclinarse para realizar la ultima de las pros­ternaciones de la oracion, mientras celebraba la fiesta que ter­mina el ayuno del Rama<;lan -. 21 octubre -, en el a:fio 7 55 = 1354, en la 11iit~alla de Granada 1

La mtt~alla y las capillas abiertas mejicanas.

Como unico recuerdo de la niu~alla o 5ar-ra de las ciuda­des hispanomusulmanas qued6 despues del siglo XVI el nombre de la calle de la Exedrea en Valencia. Pero tal vez a su influen­cia se deba una disposicion arquitect6nica desarrollada por la misma epoca a centenares de leguas de la Peninsula, en tierras mejicanas, que se ha afirmado era desconocida en Europa.

Hay en muchos antiguos conventos del siglo XVI en Nueva Espana y Guatemala, junta al templo monastico, un gran patio o atria precediendole, con una o varias capillas en su perimetro, abiertas a modo de nichos 0 absides, para que desde todos los lugares se pudiera ver la ceremonia de la misa. Coincide SU apa­ricion con la epoca - 1530 a 1550 - en ·que las grandes ma­sas indigenas abrazaron el cristianismo, y dejaron de estar en uso en el ultimo cuarto del siglo. F altas de cabida las iglesias para albergar a los nuevos cristianos los dias festivos, y siendo muy reducido el numero de religiosos, crease el patio 0 atria con la capilla abierta en la que cabfan numerosfsimos fieles. U tilizabase tambien para todas aquellas ceremonias, como administracion de sacramentos y practicas evangelizadoras, cuyo concurso rebasaba la capacidad de la iglesia. Escritores contempod.neos cuentan

Histoire des Be1·beres, por lbn Jaldun, trad. Slane, t. IV (Argel 1856), pp. 327 y 478-479.

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que los indigenas se agrupaban en los atrios por barrios. El agustino Grijalva dice: « Puestos alH por sus hileras, ... » •

« Cuando llegaban al patio - escribe fray Jeronimo de Mendie­ta - la gente se iba asentando, los hombres en cuclillas (segun su costumbre) por ringleras, y las mujeres por si, y alH los con­taban por unas tablas donde los tenfan 'escriptos, y los que fal­taban tbanlos senalando para darles SU penitencia, que era media docena de azotes en las espaldas ».

Garda Granados se pregunta, al buscar antecedentes del atrio, si no recordarfa al patio que rodeaba al teocalli del culto ind1gena precolombiano, as1 como la capilla abierta pudo suge­rirla el adoratorio en el q ue se hadan sacrificios humanos a la divinidad. Angulo Iniguez ha sefialado un posible precedente en las capillas situadas sobre el arco exterior de algunas puertas del recinto murado de ciudades espanolas 1

Mayor semejanza con la capilla abierta de Nueva Espana y Guatemala tuvo, sin duda, la sarta o mu~alla hispanomusul­mana tal como se ha descrito. No es necesario insistir en el pare­cido del nii(Jrab con la capilla abierta. La sartca de Valencia ya se dijo como estuvo cercada de muros, que limitaban tambien va­rias de Berberfa. Torres y almenas habfa en la 1nu~alla l:iaf~1 de T unez, constru1da por Abu Zabriyya' «a la manera de una pe­quena ciudad» 2

• La de al-Man~ura junto a T remecen, levantada por los marin1es, es un cuadrilatero, gue cierran muros bastante elevados, con dos puertas decoradas en cada uno de los frentes norte, este y oeste. A sur, como en la mezquita mayor de la misma ciudad, estaria el mi~rab 3

Rafael Garcfa Granados, Capillas de indios en Nueva Espana { I530-I605} {Arcbivo Espanol de Arte y Arqueolog{a, n° 31, Madrid 1935, pp. 3-29); Diego Angulo Infguez, Historia del arte bispanoamericano, I (Barcelona, Buenos Aires 1945), pp. 178-190. Tambien pudiera senalarse -ya se ha hecho - influen­da de las mezquitas en iglesias mejicanas de multiples naves separadas por hileras <le columnas, y abiertas, como lo estfo aquellas, del lado del patio. Asf la Capilla Real aneja al convento franciscano de Cholula, y la de San Jose de los Naturales, <lependiente de] convento de San Francisco de Mejico, ambas de siete naves.

2 Chronique des Almohades & des Hafrides attribuee a Zerkecht, trad. E. Fag-nan (Constantina 1895), p. 33.

3 Les monuments arabes de Tlemcen, por William y Georges Mar9ais (Parfs

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180 CRON_ ARQUEOLOGICA DE LA ESPANA MUSULMANA, XXII [14]

La colocacion de los indios en hileras evoca el recuerdo de 1a de los musulmanes en las mezquitas. Que existi'.an aun mu~allas en Espana en el primer cuarto de siglo XVI, en uso unas y otras abandonadas, es indudable, y lo prueban los docu­mentos moriscos, como el antes citado que alude a rogativas en ellas en demanda de lluvia. A1gunos de los espafioles emigrados a America, sobre todo los eclesiasticos, conocer:lan las saricas del suelo natal.

Pero el disponer un vasto recinto al aire libre con un nicho en uno de sus extremos para las necesidades del culto, al no caber los fieles en el interior del templo, es una idea elemental que ha podido ocurrfrsele a cualq uier fraile evangelizador o ar­quitecto que trabajase en Mejico en los primeros afios del si­glo XVI, sin necesidad de recordar formas anteriores.

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Bastantes siglos antes, en los primeros de nuestra era, ya exis­tieron disposiciones parecidas, con las que, naturalmente, ningu­na relacion tienen los oratorios al aire libre musulmanes y las capillas abiertas americanas. Son las cellce ca:1neteriales o me­nw1~ia:, situadas sobre los cementerios subterraneos de Roma. Consisdan en nichos sencillos o trebolados, abiertos por su parte anterior, donde se celebraban los actos del culto, mientras los fieles se congregaban delante de ellos. ~ L. T. B.