xiv.eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/revista de filosofía ucr/vol....

14
XIV. El deber 1. La relación del "deber" con lo "correcto" y lo "bueno" Como es debido, el análisis de la noción deldeber o de la obligación sigue al de términos morales como "correcto" e "incorrecto", "bue- no" y "malo". Un curso de acción no es correc- to porque sea nuestro deber; al contrario, es nuestro deber seguirlo porque es correcto; y lo tenemospor correcto porque creemos que incre- mentarála cantidad total de bondad o armonía o felicidad en el mundo, o al menos porque es acostumbrado, o generalmente aprobado, o in- trínsecamente adecuado. Asimismo es nuestro deber evitar otras acciones porque las juzgamos incorrectas; y las consideramos incorrectas por- que prometen disminuir el bien en el mundo, o, si adoptamos un criterio ético menos racional, porque están prohibidas por la autoridad, o con- denadas por nuestros contemporáneos, o porque son intrínsecamente inadecuadas. La noción del deber suma a la de lo correc- to o lo bueno la idea de acción. Aplicando están- daresprovistos por un ser moral, una inteligencia amoral podría decidir tan bien como nosotros que cierta acción es correcta, pero no sentiría compulsión o inclinación alguna para realizarla; pues la rectitud es primariamente un criterio pa- rajuzgar y sólo indirectamente un incentivo pa- ra la acción. "Bueno" es esencialmente una no- ción estática; y esto parece evidente por el hecho de que Platón le haya asignado a la Idea de lo Bueno la posición suprema en el mundo inteligi- ble, donde el cambio nunca interviene. Pero el Deber sería extraño en el reino eterno de las Ideas, el cual, por ser estático, nunca podría con- tener mayor bondad de la que ya posee. El "de- ber" es una noción dinámica, que puede surgir únicamente en un mundo cambiante y en desa- rrollo, tendiendo siempre hacia la bondad pero lejos, sin embargo, de su perfecta realización. Antes de que esta noción pudiera surgir, parece necesario que este mundo hubiera ya empezado a tomar forma, produciendo patrones definidos de relaciones morales, que podrían perjudicarse por ciertos cursos de acción pero que podrían preservarse, o incluso extenderse, por otros cursos. Antes de saber que ciertas ac- tividades estaban en concordancia con, y otras en contra, del sistema de relaciones que susten- ta sus vidas, las personas no podían tener razón alguna para preferir un curso de acción sobre otro, con excepción de la gratificación inmedia- ta; y, por lo tanto, no tenían ningún sentimiento de deber u obligación. El sentido del deber es, por supuesto, mu- cho más que la idea de realizar una acción que reconocemos como correcta. Lo experimenta- mos de manera inmediata como una cierta pre- sión interna que nos conduce hacia el comporta- miento en cuestión; tiene una urgencia y un sabor peculiares. Aquellos que sostienen que este sen- timiento es primario e indefinible llaman nuestra atención hacia una verdad que cada uno puede probar por introspección; pero parecen ir muy lejos cuando intentan establecer una ética a par- tir de este hecho. Si buscamos sentimientos que no podamos derivar de otros sentimientos, ni analizarlos o explicarlos de modo tal que alguien que nunca los haya experimentado directamente Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVIII (95-96), 209-222, 2000

Upload: haduong

Post on 06-Feb-2018

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

XIV. El deber

1. La relación del "deber" con lo"correcto" y lo "bueno"

Como es debido, el análisis de la nocióndeldeber o de la obligación sigue al de términosmorales como "correcto" e "incorrecto", "bue-no"y "malo". Un curso de acción no es correc-to porque sea nuestro deber; al contrario, esnuestro deber seguirlo porque es correcto; y lotenemospor correcto porque creemos que incre-mentará la cantidad total de bondad o armonía ofelicidad en el mundo, o al menos porque esacostumbrado, o generalmente aprobado, o in-trínsecamente adecuado. Asimismo es nuestrodeber evitar otras acciones porque las juzgamosincorrectas; y las consideramos incorrectas por-que prometen disminuir el bien en el mundo, o,si adoptamos un criterio ético menos racional,porque están prohibidas por la autoridad, o con-denadas por nuestros contemporáneos, o porqueson intrínsecamente inadecuadas.

La noción del deber suma a la de lo correc-to o lo bueno la idea de acción. Aplicando están-daresprovistos por un ser moral, una inteligenciaamoral podría decidir tan bien como nosotrosque cierta acción es correcta, pero no sentiríacompulsión o inclinación alguna para realizarla;pues la rectitud es primariamente un criterio pa-ra juzgar y sólo indirectamente un incentivo pa-ra la acción. "Bueno" es esencialmente una no-ción estática; y esto parece evidente por el hechode que Platón le haya asignado a la Idea de loBueno la posición suprema en el mundo inteligi-ble, donde el cambio nunca interviene. Pero elDeber sería extraño en el reino eterno de las

Ideas, el cual, por ser estático, nunca podría con-tener mayor bondad de la que ya posee. El "de-ber" es una noción dinámica, que puede surgirúnicamente en un mundo cambiante y en desa-rrollo, tendiendo siempre hacia la bondad perolejos, sin embargo, de su perfecta realización.

Antes de que esta noción pudiera surgir,parece necesario que este mundo hubiera yaempezado a tomar forma, produciendo patronesdefinidos de relaciones morales, que podríanperjudicarse por ciertos cursos de acción peroque podrían preservarse, o incluso extenderse,por otros cursos. Antes de saber que ciertas ac-tividades estaban en concordancia con, y otrasen contra, del sistema de relaciones que susten-ta sus vidas, las personas no podían tener razónalguna para preferir un curso de acción sobreotro, con excepción de la gratificación inmedia-ta; y, por lo tanto, no tenían ningún sentimientode deber u obligación.

El sentido del deber es, por supuesto, mu-cho más que la idea de realizar una acción quereconocemos como correcta. Lo experimenta-mos de manera inmediata como una cierta pre-sión interna que nos conduce hacia el comporta-miento en cuestión; tiene una urgencia y un saborpeculiares. Aquellos que sostienen que este sen-timiento es primario e indefinible llaman nuestraatención hacia una verdad que cada uno puedeprobar por introspección; pero parecen ir muylejos cuando intentan establecer una ética a par-tir de este hecho. Si buscamos sentimientos queno podamos derivar de otros sentimientos, nianalizarlos o explicarlos de modo tal que alguienque nunca los haya experimentado directamente

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVIII (95-96), 209-222, 2000

Page 2: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

210 ALEXANDER F. SKUTCH

pueda apreciar su peculiar cualidad, y luego in-tentamos establecer una filosofía sobre cadauno de esos sentimientos primarios e indefini-bles, tendríamos innumerables filosofías y nosinvolucraríamos en vanas confusiones. Esto esasí dado que cada sensación discernible y cadaestado afectivo es justamente un sentimientoprimario e indefinible, y con igual derecho po-dría ser nuestro último dato: el punto de partidade nuestro sistema.

No construimos la ciencia de la ópticaabandonándonos de admiración ante la cualidadabsolutamente única de cada matiz y tinte de co-lor, sino aprendiendo cómo todas estas sensacio-nes distintas se relacionan entre sí según el mo-do en que ocurren, y cómo las ondas de luz de di-ferentes longitudes afectan nuestro sistema ner-vioso. De manera similar, no establecemos laciencia de la acústica, ni componemos una sinfo-nía, sólo por entrar en éxtasis ante la totalmenteúnica cualidad de cada nota audible, sino consi-derando las relaciones entre esas notas. A pesarde que toda la ciencia y toda la filosofía debencomenzar por algunos primeros principios o da-tos más allá de los cuales no sea posible llegar,nuestro principal empeño es reducir su número;y nos consideramos tremendamente exitososcuando podemos derivar todos los fenómenos apartir de un hecho básico, un misterio último. Es-to, meta tanto de la ciencia como de la ontología,también debe ser el objetivo de la ética, si quie-re llegar a ser una ciencia unificada digna de unpuesto junto a las otras ciencias. En lugar de de-tenemos complacidos ante el hecho obvio de queel sentimiento del deber o de la obligación, asícomo el sabor de la azúcar, es único, debemos in-tentar descubrir cómo se relaciona con otros con-tenidos mentales y rastrear su derivación a partirde algún elemento más profundo y primario denuestro ser.

2. La significación vital del deber

El hecho fundamental de la vida es el es-fuerzo de cada ser viviente por formar un sistemacoherente, que funcione fluidamente, a partir detodos sus componentes, y de ajustar este sistema

al medio ambiente que lo sustenta y preserva. Nosólo los componentes materiales del cuerpo, sinotodas sus actividades, sean realizadas conscienteo inconscientemente, deben formar un patrón in-tegrado adaptado a las condiciones externas. Pe-ro la vida no es un proceso que culmine en unamaravillosa armonía que sería preservada en ade-lante sin mayores esfuerzos, en un cielo de está-tica perfección. El patrón, que sólo es alcanzadolentamente, debe mantenerse mediante esfuerzosconstantes, y debe defenderse contra una miríadade circunstancias adversas. El organismo vivien-te debe poseer no sólo la capacidad de crecimien-to y ajuste, sino también de mantenimiento, de-fensa, y reparación, para poder curarse de heridasy recuperarse de enfermedades. Esto se aplica nosólo para sus tejidos y funciones fisiológicas, si-no igualmente a sus actividades voluntarias, lascuales, de la misma manera, forman un sistemacoherente. Y lo que es verdad para organismossingulares es verdad para aquellos conglomera-dos de organismos que llamamos sociedades:también ellas deben alcanzar la coherencia y losmedios para preservarse frente amenazas inter-nas y externas, pues de lo contrario no podríansobrevivir. El sentimiento de obligación o deberen cada uno de sus miembros es, para un gruposocial, lo que la capacidad de restaurar sus dese-chos diarios, resistir organismos extraños, y curarsus heridas, es para un cuerpo animal.

Toda sociedad coherente de animales luchacon todos sus recursos por preservar el complejototal de condiciones, internas y externas, en lascuales prospera. Un sentimiento de obligación odeber surge cuando este esfuerzo se hace cons-ciente, como en nosotros, y sobre todo cuandodemanda ir en contra del deseo o la inclinacióninmediata. Pero se protestará que no experimen-tamos el sentido del deber haciendo referencia atodo un patrón de vida sino a demandas particu-lares que se nos imponen, las cuales, por unacomprensión espontánea, el hábito o la persua-sión, reconocemos como válidas. Estos objetosdel deber son precisamente aquellos rasgos queyacen en los puntos más débiles del sistema; o,en un animal racional que prevé el futuro, sonaquellas condiciones que, cercanas o remotas,más amenazan con desintegrarlo. El sentimiento

Page 3: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

de obligación está comúnmente dirigido a lospuntos en los que el sistema en que vivimos es oparece ser más endeble, o más en peligro ante unataque externo, o donde es amenazado desdedentro porque la inclinación espontánea falla alsustentar actividades esenciales.

Por lo tanto, si hay una enfermedad en elhogar, el cuidado del desvalido toma precedenciasobre cualquier otra cosa, y los miembros sanosde la familia descuidan otras ocupaciones habi-tuales para atenderlo; pues la enfermedad, y másaún la muerte de uno de sus miembros causaríagrandes cambios en la forma de vida de la fami-lia. Si hay hambruna, sin embargo, la búsquedade alimento adquiere prioridad sobre cualquierotra actividad, incluso la de atender al enfermo;pues una inanición general presenta una mayoramenaza para la existencia de la comunidad quela pérdida de unos pocos individuos por algunaenfermedad. En caso de guerra, las actividadesesenciales para la defensa de la comunidad se tie-nen como el deber supremo, pues nada podría sermás perturbador para sus instituciones que versesojuzgadas por un invasor extranjero. Aunque to-das las actividades necesarias para mantener unpatrón de vida son igualmente deberes, aquellasque funcionen mejor son, por regla general, rea-lizadas con un escaso sentimiento de compul-sión; mientras que la consciencia de la obliga-ción se adhiere con mayor fuerza a los puntos dé-biles o amenazados del sistema.

Este excepcional interés por el punto másdébil del patrón vital se presencia entre los ani-males en general, e incluso entre los vegetales,aunque aparentemente sin estar conscientes de loque está sucediendo. Una planta verde, si es pri-vada de luz, dedicará todos sus recursos en el in-tento de remediar esta deficiencia. Se extenderáhacia arriba, pálida, larga y delgada, renuncian-do a formar hojas expandidas, a engrosar y refor-zar su tallo, y a producir clorofila. Estos tambiénson elementos esenciales en su sistema; pero laamenaza inmediata más seria es la carencia deluz solar; por tanto, todas las actividades menosurgentes se reducen o suspenden hasta que pue-da remediarse esta falta. O bien, si una deficien-cia de agua amenaza con provocar la muerte dela planta, la extensión de las raíces a través del

EL DEBER 211

suelo toma precedencia sobre todas las demásformas de crecimiento. En una hierba anual, laproducción de semillas al final de la temporadade crecimiento es indispensable para la preserva-ción de la especie; y sin que importe cuán empo-brecida permanezca la planta en un ambientehostil, comúnmente se las arreglará para abrir al-gunos pocos y tristes capullos, y para produciralgunas pocas semillas.

3. El deber entendido como la presióndel todo sobre sus partes

Dado que cada animal debe ser provisto conun medio para mantener y restaurar su patrón decomportamiento tanto como su forma orgánica ysus funciones fisiológicas, parece obvio que po-see, ya sea una percatación del deber, o algo quecorresponda a esto. En los humanos, el sentidodel deber llega a ser particularmente prominentey complejo por la manera en que el sistema decomportamiento del individuo está construidodesde el exterior por las influencias sociales, enlugar de desarrollarse espontáneamente desdedentro. Gran parte de nuestras actividades habi-tuales fueron impresas sobre nuestro sistema ner-vioso mediante un entrenamiento forzado, demodo que desde su comienzo fueron asociadascon un sentimiento de compulsión o deber. Talcomo señaló Piaget, el sentimiento de obligaciónsurge por primera vez cuando el niño acepta unaorden proveniente de alguien a quien respeta. Deallí en adelante, cada orden proveniente de unapersona respetada es el punto de partida de unaregla obligatoria l.

Eventualmente asimilamos y nos apropia-mos de aquello que nos llega desde el exterior,sea comida o ideas o modos de comportamiento,siempre que sea compatible con nuestra natura-leza. De allí que los hábitos que en un principionos fueron implantados lleguen a ser, gracias auna repetición frecuente, partes de nosotros, yque los realicemos tan espontáneamente como sifueran innatos, como es también el caso en mu-chas de las actividades de animales guiados porsistemas innatos de comportamiento. El hechode que carezcamos de tales modos innatos de

Page 4: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

212 ALEXANDER F. SKUTCH

comportamiento, mediante los cuales podríamossatisfacer nuestros apetitos y llenar nuestras ho-ras de vigilia con actividades agradables, nos ha-ce aferrarnos más fuertemente a los patrones decomportamiento provistos por otras personas, yasimilarlos de forma tal que perdamos de vista suorigen externo hasta llegar a considerarlos comooriginalmente propios. Al menos es éste el efec-to de la mejor y más natural educación, la cual,aunque deba a veces comenzar utilizando la com-pulsión, lucha por reemplazarla lo más prontoposible por motivos espontáneos.

Por lo tanto, en los humanos, como en otrosanimales, el sentido del deber o alguna tensióninterna equivalente, no es primario, sino un pro-ducto de esa necesidad vital de construir y pre-servar ese sistema de relaciones armónicas que esla fuente original de todo esfuerzo moral. ¿Porqué un niño pequeño realiza un deber desagrada-ble impuesto sobre él por sus padres o guardia-nes? Es porque, 1, los ama y su afecto es precio-so para él, o 2, para escapar del castigo. En el pri-mer caso, lucha por preservar una relación quecontribuya con su bienestar y su felicidad; en elsegundo, obedece para no perder los placeres delos que se privaóa con el castigo, o para evitar elverdadero dolor de una paliza, el cual surge, a suvez, de la distorsión del ordenamiento normal delas diminutas partes del cuerpo, debido a los gol-pes. En ambos casos, actúa para preservar unacondición que le es placentera, o para escapar deuna que le es desagradable. En consecuencia, elsentimiento de obligación surge a partir de lafundamental necesidad vital de mantener la inte-gridad de un patrón armónico de vida.

El deber que, al madurar el juicio, recono-cemos finalmente como válido y obligatorio, fueautoimpuesto o bien impuesto sobre nosotros porotros. En el primer caso, aceptamos estos deberespara alcanzar o preservar algún objeto o condi-ción que nos parece bueno y deseable por ser unaforma de la armonía. En el segundo caso, algunaotra persona debe haber originado estas órdenespara alcanzar o preservar algún objeto o forma devida que le pareció buena a ella o al grupo delcual es miembro. O bien estas obligaciones, nun-ca "inventadas" por alguna persona en particular,crecieron gradualmente, como medio para pre-

servar la integridad de una tribu u otro grupo so-cial. En cualquier caso, la necesidad de preservarun patrón, o el deseo de un bien, es primario, y elsentimiento de obligación o deber es derivado.

La intensidad de nuestro sentido del deberen los asuntos comunitarios es una función de lafuerza de nuestro sentimiento de identificacióncon el grupo o causa cuya integridad se pone enpeligro por una amenaza externa o por nuestrapropia negligencia. Si ningún afecto fuerte nos li-gara a amigos o vecinos, y si nos pareciera quenuestros intereses personales podrían sobrevivira la desintegración de la sociedad que inmediata-mente nos rodea, no es probable, si no somosinusualmente altruistas, que hagamos enérgicosesfuerzos o grandes sacrificios para preservarla.De allí la importancia para una nación en guerrade alentar el patriotismo, el cual es un sentimien-to de identificación con los compatriotas, a me-nudo complementado con un sentimiento de dis-tinción y de enemistad al respecto de los pueblosvecinos. Otro ingrediente importante del sentidodel deber es el respeto de sí mismo, o el senti-miento de igualdad o justicia, que nos avergüen-za si obtenemos beneficios de los esfuerzos queotros realizan por preservar las cosas que a noso-tros nos interesa igualmente mantener, y por lascuales somos igualmente capaces de luchar.

A menudo se sostiene que el sentimiento deobligación se pone en peligro por la represiónejercida por una sociedad sobre sus miembros,pero esto sólo es un caso particular de una verdadmás amplia. El sentimiento del deber surge de lapresión que el todo ejerce sobre sus partes. El to-do puede ser una comunidad, y las partes, indivi-duos; el todo puede ser un programa de conduc-ta personal que hayamos escogido para nosotros,y las partes las diversas actividades que lo con-forman; o el todo puede ser alguna compleja ta-rea que emprendamos, y las partes los detalles deesa empresa. Por ejemplo, decido hacer estantespara libros, un trabajo de carpintería que disfru-to. Pero lijar la madera, antes de teñirla, es a ve-ces un detalle fastidioso que si pudiera evitaría.Sin embargo, el deseo de plenitud, la presión deltodo sobre sus partes, me lleva a terminar esta la-bor tediosa; y este sentimiento de obligación eshomólogo a aquel que impele a una persona a

Page 5: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

preocuparse debidamente de su salud, proveerpara su familia o luchar por su país. Las variacio-nes en la intensidad del sentimiento de obliga-ción en estos distintos casos no pueden adscribir-se a las diferencias de la fuente o de la naturale-za intrínseca; pues la raíz de nuestro sentido deldeber siempre es la misma; es una función de lamagnitud de los asuntos en cuestión y de la im-portancia de las consecuencias para uno mismo ypara otros. Esa presión compulsiva que un todoorgánico ejerce sobre sus partes, y que finalmen-te produce el sentido del deber, no es una inven-ción o resultado de la vida social; aunque las cir-cunstancias peculiares de la sociedad humana ha-cen mucho para incrementar el papel que debejugar en nuestras vidas, y para aumentar lo cons-cientes que estemos de él.

4. El deber y la inclinación espontánea

Algunos moralistas mantienen que el deberinvariablemente involucra un sentimiento decompulsión provocado por fuerzas. internas o ex-ternas que actúan en contra de la inclinación es-pontánea: una lucha entre la obligación y el de-seo. Si admitimos esta contienda nos veremosenvueltos en extrañas paradojas. Como ha sidoseñalado por Locke, Hume, Spencer y otros -yes de hecho una experiencia humana común-,con la repetición, los actos que al principio nosson desagradables o dolorosos, se hacen cada vezmenos, hasta que con el tiempo perdemos todosentimiento de repugnancia, e incluso podemosllegar a sentirlos como placenteros. Cuando, porla formación de hábitos apropiados, nos fortale-cemos en la realización de deberes habituales, latensión que sentimos al realizarlos disminuye. Elsentido de obligación o compulsión es reempla-zado por la espontaneidad. ¿Acaso los deberesdejan de serio porque, aun sin que cambien otrascircunstancias, nosotros dejamos de ejecutarloscon un sentimiento de compulsión?

De nuevo, es una experiencia más bien co-mún que en algunos días llevamos a cabo una ta-rea habitual a regañadientes y en contra de la in-clinación, mientras que en otros momentos larealizamos afanosamente, e incluso nos irritamos

EL DEBER 213

si las circunstancias nos compelen a dejársela aotros. Nuestro sentimiento al acercamos a nues-tras tareas varía con la salud, con la energía, ycon las otras cosas que deseamos hacer. ¿Acasobañar a los bebés, alimentar a los animales, olimpiar el piso, son deberes un día y no lo son alsiguiente día?

Comer lo suficiente para preservar la saludy la fuerza, dormir suficiente, incluso disfrutar desuficiente recreación para mantenerse de buenánimo, no son menos necesarios, directamentepara nuestro bienestar individual e indirectamen-te para el bienestar de la comunidad, que susten-tar a quienes dependen de nosotros, pagar nues-tras deudas, y defender nuestro país cuando esatacado. Pero la persona normal y saludable, co-me, duerme y se divierte sin un sentimiento decompulsión o de obligación. Sólo cuando estéenfermo sentirá que es su deber comer tal comole indica el médico, incluso si el apetito protesta;o, cuando está involucrado en algún trabajo cons-tructivo que absorbe todo su interés, se podrá de-cir a sí mismo, o se le podrá decir, que es su de-ber dormir más o recrearse más, pues de lo con-trario puede fallarle la salud. ¿Debemos deducirde esto que comer suficientes alimentos, dormirlo suficiente, y realizar el ejercicio que necesita-mos es ora un deber ora no?

¿Cómo resolveremos estas paradojas? Odebemos admitir que buena parte de nuestrosdeberes son realizados sin sentimiento algunode obligación, aunque sea afanosa o gustosa-mente; o bien, si insistimos en que en ausenciade este sentimiento se desvanece el deber, debe-mos reconocer que el sentido del deber no es elfundamento primario de la vida moral, como sedice tan a menudo. El fundamento último de lamoralidad es ese esfuerzo, innato en cada ser vi-viente, por arreglar todo lo que lo toca íntima-mente en un patrón armónico que mir.imice ladiscordia; y dado que al realizar este trabajoconstructivo el organismo se involucra en unaactividad que le es natural, ordinariamente nosentirá, incluso si es sensible, sentimiento algu-no de compulsión o tensión. En conformidadcon esto, el sentimiento de obligación es un fe-nómeno especial, que asume prominencia cuan-do el proceso de armonización debe continuarse

Page 6: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

214 ALEXANDER F. SKUTCH

frente a obstáculos inusuales, o cuando algunadistorsión o desintegración amenaza el patrón vi-tal, o cuando debe ser restaurado lenta y doloro-samente después de alguna perturbación.

De este modo, sucede que aunque realiza-mos gran parte de nuestras actividades correctasy necesarias libre y gustosamente, sin considerar-las como obligaciones molestas, el sentido deldeber o la compulsión moral surgen únicamentecuando nos hacemos conscientes de la necesidadde actuar contra un sentimiento o inclinación deresistencia interna. Esta concepción reconcilianuestro concepto del deber con las enseñanzas delos estoicos, quienes, por encima de todos losmoralistas, insistieron en la primacía del deber, ya quienes incluso se les acredita haber acuñado eltérmino-. Sin embargo, como vemos a partir delos discursos de Epicteto y del himno de Clean-tes, ellos mantuvieron que el mejor tipo de hom-bre realiza todos sus deberes voluntariosa y afa-nosamente, y que muestran su libertad por estegustoso acatamiento de la necesidad.

Pero si el sentimiento del deber no es elfundamento primario de la vida moral, no debe-mos apresuradamente concluir que es un factormenor o despreciable en la moralidad. Pocos delos organismos mayores alcanzarían la madurezsi no tuvieran la capacidad de restituir y reparar,además de la de crecer. Y nosotros los humanos,en las complejas circunstancias de una civiliza-ción que ha estado cambiando tan rápidamenteque es imposible para nosotros alcanzar unaadaptación orgánica perfecta a sus demandas, lo-graríamos muy poco si no tuviéramos, además denuestros impulsos espontáneos, la capacidad deperseverar obstinadamente cuando falla la incli-nación. La mayoría de las relaciones humanas noestán exentas de contingencias cuando ni la afec-ción, ni el autointerés previsor, ni la presión ex-terna serían suficientes para su preservación, demodo que se desintegrarían si no continuáramosobstinadamente gracias al sentido del deber. Elsentimiento del deber u obligación es el motorauxiliar de la goleta moral, el cual la mantiene ensu curso cuando fallan las brisas de la esponta-neidad. Como quiera que sea, con una criaturaprovista de nacimiento con impulsos vitales ade-cuados a todas sus necesidades, parece inevitable

que para nosotros los humanos las discusionesmorales deban centrarse alrededor del deber, yque a menudo nos veamos llevados a asignarleuna posición fundamental entre nuestros dotesmorales, que en realidad no le corresponde. Perosin este sentido del deber, a menudo sabríamos loque es correcto o bueno, y sin embargo carecería-mos de toda motivación para entregamos a ello.

5. Signos verbales que excitan elsentimiento de obligación

Dado que es tan necesario para la comuni-dad como un todo tener constantemente presen-te en la mente de cada uno de sus miembros sudependencia de ella y la importancia de preser-var su integridad, fue inevitable que, con la evo-lución del lenguaje, surgieran métodos paracontrolar el comportamiento del individuo recu-rriendo a sus sentimientos de solidaridad social.Las formas de habla que entonces se desarrolla-ron son lógicamente confusas y difíciles de cla-sificar. Dado que no son proposiciones y a me-nudo no proveen ninguna información definidaa la mente del oyente, algunas veces son consi-deradas por los lógicos como meras expresionesde sentimientos. En la mayor parte, son formaselípticas de habla, atajos que, por un largo hábi-to, han llegado a implicar más de lo que deno-tan. Si alguien simplemente me dice "debes ha-cer esto y esto", o "es tu deber hacer esto", coneso no me ha dado ninguna razón conceptual-mente clara para actuar; pero si respeto su jui-cio, su enunciado puede provocarme a analizarmás minuciosamente la situación real, y al ha-cerla puedo encontrar motivos adecuados paradeterminar mi conducta.

Incluso si el enunciado que llama la aten-ción sobre un deber es más explícito, de la forma"debes hacer A por M y N", nunca adquiere lafuerza apodíctica de un silogismo válido o de unaprueba matemática. La conclusión, o el pretendi-do deber, no se sigue de las premisas o de las ra-zones dadas, con la necesidad ineluctable de unadeducción lógica sólida. Nos acercamos más adar una forma lógica satisfactoria a una declara-ción de obligación cuando la expresamos como

Page 7: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

un condicional, o como un imperativo hipotético:"Si desea X, hará A, por M y N." Por ejemplo,podemos recordarle a un granjero su deber demantener sus cercas en buen estado, más o me-nos como sigue: "Si usted valora la buena volun-tad de sus vecinos, usted mantendrá su ganado ensu propia tierra, pues de otra manera dañará loscultivos de sus vecinos, los cuales se enojaráncon usted."

Esta proposición lleva consigo la mismaconvicción intelectual que cualquier otro enun-ciado de hecho basado en una adecuada observa-ción; pero sea que brinde convicción moral o no,e incite al oyente a un esfuerzo activo, dependetotalmente de la validez de la cláusula condicio-nal. Posiblemente el granjero no valora la buenavoluntad de sus vecinos, y en este caso nuestrasugerencia puede no surgir efecto. Todo lo que elenunciado de obligación más detallado puede lo-grar es llamar la atención sobre una debilidad, al-gún peligro, o cierta incompletitud en mi situa-ción; y mientras los contemplo, mi enarmoniza-ción, que constantemente me impele a luchar porla plenitud, la concordia y la continuidad, puedeJlevarme a tomar medidas para contrarrestar es-tos peligros o para remover estas limitaciones.Ningún discurso moral y ningún recordatorio deun deber puede hacer más que esto.

En toda acción moral, el poder motivadorreal surge de nuestras más íntimas profundida-des, y los recordatorio s verbales del deber sóloson dispositivos convencionales para liberar estafuerza y ponemos en movimiento. Frecuente-mente son signos, como los gritos de los anima-les, y no símbolos que estarían en lugar de con-ceptos determinados. Si me dicen que debo reali-zar cierto acto, y sin embargo no me dan razónalguna, podría hacerlo simplemente porque tengotal confianza en el orador que lo obedezco ciega-mente, sintiéndome seguro de que si me tomarael tiempo para analizar todas las circunstanciasque él ha considerado, yo alcanzaría la mismaconclusión. Para un adulto ocupado o perezoso,esta es una ruta corta hacia una decisión ética, obien para un niño cuyo juicio aún no se ha desa-rrollado. Con decirme que debo hacer algo puesde lo contrario seré castigado, no me han presen-tado ninguna consideración moral apropiada; sin

EL DEBER 215

embargo, incluso en este caso el profundo impul-so vital de resguardar mi vida contra esa pertur-bación de su integridad que entraña el castigo, esla verdadera causa de mi acción; de modo queparece que un impulso moral ha sido excitado,aunque sea uno a un nivel inferior.

6. El sentido del deber como fuerzaconservadora y no progresiva

Difícilmente podemos dudar que nuestracapacidad para experimentar ese complejo parti-cular de sentimientos que nos esforzamos por in- .citar diciendo "esto es tu deber", "es tu obliga-ción", o "debes hacer esto y esto", ha sido muyfortalecido, a través de las generaciones, por laselección. La etapa más temprana de la vida so-cial humana que ha estado disponible para el es-tudio moderno revela la existencia de personasviviendo en pequeños grupos de individuos quecolaboraban íntimamente entre sí, y casi siemprehostiles con los grupos vecinos. En las intermina-bles contiendas entre tribus, la sumisión del indi-viduo al control del grupo, que incluso ahora escomúnmente considerado como el aspecto másimportante de la moralidad y del deber, era cier-tamente un "factor central del éxito; de modo queera más probable que sobrevivieran y se multipli-caran aquellos clanes en los que el sentido de laobligación fuera fuerte y estuviera ampliamentediseminado, mientras que serían superados y ex-terminados aquellos en los que sobre las tenden-cias sociales prevalecieran los impulsos egoístas,violentos e incontrolables. Incluso en los estadosmodernos, esa sensibilidad de los individuos ha-cia el interés de la nación --eso que llamamospatriotismo-- y el sentido del deber, son factoresdecisivos en la supervivencia de la nación.

Además de esta selección de tribus o socie-dades enteras, siempre ha habido una selecciónigualmente drástica de individuos. Las tribus másprimitivas no tenían leyes escritas ni equivalentealguno del castigo que imparte el Estado, tal co-mo nosotros lo conocemos; pero el individuo queviolaba las costumbres y tabúes ancestrales vivíapreso de una retribución sobrenatural que podíatener un efecto sumamente depresivo, e incluso

Page 8: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

216 ALEXANDER F. SKUTCH

fatal, sobre la mente sugestionable del salvaje. Obien, llegaba a ser expulsado de su clan, teniendoque enfrentar solo los múltiples peligros queamenazaban a los pueblos primitivos. En épocasposteriores, después de haberse ya desarrolladofuertes gobiernos, los castigos más temidos se in-fligían por violar los edictos del rey o las leyes dela ciudad; y delitos que ahora tenemos por trivia-les eran frecuentemente ofensas capitales. En ta-les circunstancias, que continuaron por muchasgeneraciones, es claro que un sentimiento muyfuerte -casi equivalente a un instinto- teníaque desarrollarse en los corazones humanos parafortalecer su fidelidad hacia las concepciones lo-cales de rectitud y deber. Mediante una intensaselección interna se eliminó una gran parte de losindividuos que no podían inhibir impulsos con-trarios a la costumbre y la ley por tener este sen-timiento muy debilitado.

No debemos esperar que el sentido del de-ber, enraizado fuertemente en el instinto de auto-preservación, pueda provocar el surgimiento deun ideal moral tan comprehensivo y excelso co-mo el que podría surgir de otros componentes denuestra compleja naturaleza tales como el amor,la compasión, o la aspiración hacia una bondadperfecta. Frecuentemente se ha resaltado que ladoctrina ética kantiana, con su suprema exalta-ción del deber, contiene muy pocos contenidosdefinidos como para hacerla atractiva; y el estoi-cismo se salvó de una esterilidad similar sólo porsu lealtad cósmica, enraizada en una profundaadmiración de la belleza y la regularidad del uni-verso y en el deseo de cooperar con la Razón uni-versal en su preservación.

Es fácil pasar por alto el hecho de que el es-fuerzo de una sociedad por preservar su integri-dad, el cual la lleva a imponerle obligaciones asus miembros, no tiene otra fuente que esa fuer-za, inherente en los mismos individuos, que losimpele a conservar la plenitud del sistema quesustenta sus vidas. Este descuido, y los procesosmediante los cuales se hicieron valer las reglasdurante largas épocas del desarrollo humano,inevitablemente suscitó la idea de que las sancio-nes morales últimas son externas al individuo enlugar de internas. Por lo tanto, a no ser que siga-mos a Kant al hacer ciertas suposiciones especu-

lativas acerca de la razón práctica que nunca se lehan ocurrido a la mayoría de los elogiadores deldeber, la moralidad que le asigna una posiciónprimaria en lugar de auxiliar al deber es casi ine-vitablemente una moralidad de la heteronomía enlugar de la autonomía.

La objeción principal contra la heteronomíamoral es que, cuando es absoluta, es fatal para elprogreso moral. Dado que el principio de creci-miento reside en el ser más íntimo de cada indi-viduo, sólo alguien que haya alcanzado la auto-nomía puede ser adecuadamente sensible a él,pudiendo entonces guiarse a sí mismo y a suscongéneres hacia un orden moral más perfecto einclusivo. Por lo tanto, una ética de la heterono-mía no puede ser el producto final o más elevadode la evolución moral; más bien yace dentro de laprotomoralidad de los animales, los cuales reali-zan las actividades necesarias para la preserva-ción de sus vidas y la propagación de su especieen conformidad con los patrones innatos de com-portamiento, por un lado, y la moralidad de unideal de bondad, por el otro lado. A pesar de lasgrandes diferencias psicológicas que separan lamoralidad del deber de la protomoralidad de losanimales, en la escala de los valores morales esposible que la primera esté sólo un mínimo másarriba que la segunda.

La diseminada opinión moderna de que lamoralidad es un asunto severo y deprimente, sedebe en gran parte a la primacía asignada al de-ber en casi todo el pensamiento ético, religioso ysecular del mundo cristiano. Para la antigüedadclásica, que cultivó en diversas formas una éticadel bien en lugar de una ética del deber, las dis-cusiones morales y la vida moral estaban lejos deser repugnantes y tenebrosas. Una ética del bien,que le da a la razón plena libertad para cuestio-nar y probar, representa una etapa superior deldesarrollo humano que una del deber, apropiadapara culturas primitivas y para los niños, los cua-les aceptan reglas de conducta sin haberlas ana-lizado. La moralidad del deber es, en el mejor delos casos, una moralidad provisional/interina; o,al grado en que las obligaciones que reconoce es-tén derivadas de los ideales de personas ya muer-tas o de nuestra propia aspiración pasada hacia elbien, puede considerarse como una moralidad

Page 9: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

cristalizada o fósil. Por supuesto, dado que nadiepuede vivir constantemente al nivel de sus mejo-res ideas y más elevadas aspiraciones, el valor re-gulativo del sentido del deber es enorme, un he-cho que en ninguna otra parte ha sido mejor ex-presado que en el poema "Moralidad", de Matt-hew Arnold:

Nopodemos inflamar cuando queramosel fuego que reside en el corazón.

El sentimiento del deber u obligación es, engeneral, conservador en lugar de productor, ungarante de la estabilidad en lugar de un principiode crecimiento moral. En algún sentido, toda lahistoria moral de la humanidad puede ser vistacomo una lucha entre la doctrina del deber, queen mucho es reguladora y estática, y la aspiraciónhacia un bien ideal, que es dinámica y progresi-va. Los llamados deberes son a menudo grilletesen los pies del idealismo moral. Pero, así comoen ninguna esfera del esfuerzo humano podemosdesechar totalmente el peso del pasado en nues-tra marcha hacia un futuro más feliz, así tambiénel secreto de la vida moral consiste en preservarun justo equilibrio entre los deberes impuestossobre nosotros por el pasado, y nuestra lucha poralcanzar un bien más alto y más comprehensivo.

7. Los deberes simples y la posibilidadde cumplirlos en toda su amplitud

Sin embargo, mientras adquieren forma yconsistencia en nuestras mentes, estos sueños deuna comunidad moral más comprehensiva y per-fecta imponen su autoridad sobre nosotros, con-virtiéndose a su vez en una fuente de obligación.De allí que el sentido del deber, que en etapas in-feriores tenía que ver con la preservación de unatribu y luego de una nación, es finalmente asigna-do a patrones más amplios creados en nuestrasmentes por una holgada benevolencia. En confor-midad, podemos reconocer dos grados del deber:1, el convencional, o deber simple, enraizadoprincipalmente en el instinto de autopreservacióny al servicio del bienestar de una familia, una tri-bu, o una nación; y 2, el ideal, o superdeber, ins-

EL DEBER 217

pirado por un sentmuento general agradable opor un ejemplo noble, pero en última instanciapor la influencia sobre la mente de la energíacreadora dentro de nosotros, y que va más allá delas estrechas fronteras municipales para abarcarun reino más amplio.

Nuestros deberes simples surgen en generalde nuestra debilidad, nuestra falta de autosufi-ciencia, nuestra dependencia material y espiritualde quienes nos rodean. Si no necesitáramos nadade los otros, no tendríamos deberes simples.Dependemos de nuestros iguales respecto de lacomida, vestido, habitación y otros diversos ser-vicios, y debemos retribuir el valor recibido. An-helamos los afectos de un cónyuge y una familia,y para conseguirlos nos involucramos en ciertosdeberes adicionales. Esperamos del gobierno quenos proteja a nosotros y a nuestras propiedades,que provea escuelas para nuestros niños, caminospara nuestros viajes, y otros beneficios; la acep-tación de estos servicios nos impone obligacio-nes y deberes. Cultivamos amistades, y la amis-tad también tiene sus deberes.

Como regla, nuestros deberes simples están--en conjunto y en sus rasgos generales- clara-mente definidos por la costumbre o por la ley opor ambas, de acuerdo con la comunidad en lacual vivimos. Al pagar el precio acordado porellos o su equivalente en trabajo o bienes mate-riales, cumplimos los deberes que recaen sobrenosotros al aceptar alimentos, vestidos o cual-quier otro artículo de parte de otras personas. Sitratáramos de exceder nuestro deber simple y pa-gáramos más que el precio establecido, nuestrosvecinos nos creerían caprichosos o dementes.También respecto de su familia los deberes deuna persona están, como regla, estrechamentedefinidos por la costumbre, cuando no por la ley.Se espera de ella que provea alimentos, prendasde vestir, una casa y una educación, cuya calidadestá al menos tácitamente prescrita por el gruposocial al cual pertenece. Si excede sus deberessimples en estos aspectos, como, por ejemplo,proveyendo para su familia una mejor casa, o asus hijos una mejor educación de la que es co-mún entre personas de su mismo nivel de ingre-so, podrá ser elogiado por algunos pocos, peromuchos afirmarán que es un pobre ambicioso, un

Page 10: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

ella. Por otro lado, las religiones más modernas,cuyos dioses ya no eran protectores de un únicopueblo, como el hinduismo, el budismo y el cris-tianismo, en general han considerado el deber deun individuo hacia su parte inmortal como másobligante que su servicio a la sociedad que le dioexistencia corporal, y frecuentemente han alenta-do la renuncia a los asuntos cívicos para podercultivar una unión más íntima con un Ser supre-mo, o para alcanzar la liberación espiritual. Hoyparecemos volver a la concepción anterior, quetiene sus raíces en la apremiante necesidad deuna tribu pequeña rodeada de enemigos de con-seguir el apoyo de cada miembro sano; tendemosa considerar nuestras obligaciones con la socie-dad como supremas e indisolubles. ¿Entre cuálesde estos extremos yacen la verdad y la justicia?

Es claro que nuestra obligación con la so-ciedad no surgió de un contrato que hubiéramossuscrito libremente. Nadie pidió nacer, ni tuvoinflujo alguno en la selección de sus padres o dela comunidad en que le tocó vivir. Desde susprimeros años, se vio compelido a conformarsea sus deseos y someterse a la educación queellos consideraron apropiada. Su existencia y laposibilidad de una prosperidad futura dependie-ron de su aceptación de las condiciones impues-tas por sus mayores. Desde un punto de vista,durante su niñez y su adolescencia fue acumu-lando una deuda, cuya cancelación ocuparía elresto de su vida. Sin embargo, una actitud másliberal sostendría que debe llegar un momentoen el que esté libre para hacer una pausa y eva-luar estos beneficios, muchos de valor dudoso,que durante tantos años han sido lanzados sobreél, ponderar cuán valiosos son y decidir si deseacontinuar recibiéndolos.

Esta estimación del valor de la propia cul-tura es un proceso gradual, que uno empieza auna edad que depende de cuán rápidamente ma-dure el carácter. El horizonte de la mayoría delas personas está tan estrechamente limitado porla sociedad en que viven que nunca hacen pau-sas para examinarla desde algún punto de vistasuperior. Pero si, luego de una reflexión madu-ra, una persona concluye que, para poder desa-rrollar más cabalmente su espíritu y posible-mente para poder brindar mayores servicios a

218 ALEXANDER F. SKUTCH

arribista social, o un esclavo de los caprichos desu pareja. Aquí, de nuevo, vivimos más conforta-blemente cuando sencillamente cumplimos connuestro deber simple.

Con respecto al Estado, nuestras obligacio-nes están rígidamente definidas por la ley, la cualestipula hasta el último centavo cuánto debemospagar en impuestos, lo que podemos y no pode-mos hacer en la vía pública, qué tan frecuente-mente podemos votar, y otras cosas por el estilo.Incluso en tiempo de guerra, el servicio que lebrinda un hombre a su país no se deja a su senti-do de la obligación, sino que es prescrito por laley, y hoy aún más de lo que fue hace pocas ge-neraciones. Los ejércitos modernos se han com-puesto más de reclutas que de voluntarios. El Es-tado usualmente exige al máximo que sus ciuda-danos cumplan los deberes con respecto a él, y almismo tiempo, a menudo desaprueba cualquierexceso del deber. Los reformadores, los revolu-cionarios, los soñadores utópicos -todos los quemejorarían o beneficiarían la sociedad de acuer-do con sus propias nociones- son casi univer-salmente vistos desfavorablemente en los círcu-los oficiales. Si un ciudadano desea vivir en pazcon su gobierno, debe darle exactamente lo quepide, ni más ni menos.

El ciudadano promedio cumple sus deberessimples; fueron diseñados para él. Aunque a ve-ces pueda estar bajo presión para encontrar losmedios para cumplirlos, usualmente tiene pocasdudas respecto de cuáles son.

¿Podemos finalmente saldar y cancelarnuestras obligaciones para con los padres que nosdieron la vida y con la comunidad que nos prote-gió y crió en nuestros años de formación? Esta esuna pregunta desconcertante, a la cual los pensa-dores han dado respuestas contradictorias; peroes un problema de suma importancia, ligado ínti-mamente con nuestra libertad y con la posibili-dad de un crecimiento espiritual y moral exentode trabas. Aristóteles, expresando una concep-ción común en las primeras civilizaciones, decla-ró que por haberle dado la vida y la alimentación,un hombre le debía a sus padres y a su ciudad unadeuda más grande de la que podría pagar, por locual aparentemente nunca podría cancelar susobligaciones hacia su comunidad y retirarse de

Page 11: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

los suyos, debe separarse de los enredos socialesen que ha estado envuelto desde la infancia, nosería generoso ni justo responsabilizarla por losbeneficios recibidos durante su inmadurez, cuan-do era incapaz de juzgar su valor, y cuando haberrechazado alguno de ellos -si se hubiera atrevi-do- hubiera merecido burlas y hubiera sido re-chazado como perversidad infantil. Al mismotiempo, debe tenerse por responsable de obliga-ciones adquiridas libremente luego de haber al-canzado la edad del discernimiento; y, de hecho,ninguna persona justa dejará de cumplir éstas vo-luntariamente. Pero si no tiene ni cónyuge ni ni-ños pequeños que dependan de ella, ha pagadosus deudas y satisfecho los contratos que hizo de-liberadamente, debería permitírsele retirarse li-bremente de la sociedad, si de hecho encontraraun refugio lejos de su esfera.

Incluso al reconocer la fuerza vinculante delas obligaciones libremente adquiridas en losaños de mayor madurez, un ciudadano concedemás a la sociedad de lo que ella puede exigir acualquiera de sus miembros; pues uno puede mo-rir, dejando sus deudas sin pagar, su país en peli-gro y sus hijos desprotegidos. Al traer un nuevomiembro a su seno y al dedicar sus recursos a sualimentación y educación, la sociedad, como to-dos los inversionistas, apuesta su riqueza a unaempresa arriesgada: el niño puede llegar a ser unimbécil, o al crecer puede encontrar su culturatan incompatible que a duras penas pueda sopor-tarIa. Si una comunidad no logra hacerse atracti-va para sus miembros, merece perderlos; puesuna sociedad que se sostiene mediante la fuerzallega a ser intolerable. La persona buena no per-judicará a sus congéneres; ni podrá, sin cargo deconciencia, hacerse traidora y conspirar contra laciudad que la vio nacer y guió sus primeros pa-sos, como sucedió tan a menudo en la antigüe-dad. Pero no está obligada a vivir con sus conciu-dadanos, si éstos no le son agradables.

8. Los superdeberes y su fuente

La posibilidad de llevar a cabo en su totali-dad el abandono de nuestros deberes simples, nosdeja libres para dedicarnos más cabalmente a

EL DEBER 219

nuestros superdeberes, los cuales son a veces in-compatibles con los simples. Estos superdeberesson esfuerzos que nadie nos ordena ni espera denosotros. Ningún compatriota de Sócrates le or-denó invertir largos y no remunerados años in-tentando hacer a los griegos más competentes yvirtuosos; ningún rey ni asamblea popular le or-denó a Aristóteles emprender la colosal tarea dedesarrollar su sistema filosófico; ningún obisponi superior eclesiástico mandó a Lutero a corre-gir los abusos de la Iglesia Romana; ningún fun-cionario gubernamental le pidió a John Brownque motivara el levantamiento para liberar a losesclavos negros; nadie le dijo a Gandhi que erasu deber dedicarse tenazmente durante tantosaños a mejorar el estado de sus compatriotas in-dios oprimidos en África del Sur. Y sin embargocada uno de estos hombres creyó seguir el cami-no del deber en su esfera particular.

Mientras que el cumplimiento estricto delos deberes simples nos brinda el respeto y con-fianza de nuestros vecinos, y aquellas recompen-sas y comodidades que usualmente se otorgan albuen ciudadano, la realización de superdeberesfrecuentemente trae consigo ridículo, desprecio,privaciones, persecución y muerte prematura.Aparentemente, fue el sentido del superdeber loque Wordsworth tenía en mente cuando escribiósu "Stern Daughter 01 the Voice 01 God"; puesesa voz difícilmente es necesaria para recordar-nos nuestros deberes simples: las protestas de fa-miliares y amigos usualmente se oyen suficiente-mente fuerte si los omitimos. ¿Pero cuál es la vozque nos ordena realizar lo que nadie espera denosotros, eso que podría excitar la burla y la in-dignación en nuestros contemporáneos?

Una sensibilidad exacerbada hacia la fuer-za coercitiva de los deberes comunes a menudoparece hacemos sordos a esta voz interior. Aque-llos a quienes los mandatos y costumbres de lasociedad les parecen demasiado venerables yobligantes como para alguna vez dejarlos de la-do, difícilmente son capaces de romper con lasconvenciones, lo cual es un prerrequisito del pro-greso moral. Los que nos guían a niveles éticossuperiores no son quienes siguen sin cuestionar-Ios los dictámenes de la moralidad tradicional,sino quienes actúan obedeciendo un sentimiento

Page 12: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

considerar como retroceso lo que el reformadoraprecia tanto como la vida misma?" Sin las pocaspersonas sensibles a los superdeberes, no pareceposible ningún avance social o moral.

¿Pero de dónde proviene este extraño senti-do del deber, que estimula a esos individuos ex-cepcionales a antagonizar con sus vecinos, a re-negar de su paz mental y su confort corporal, aponer en peligro sus fortunas y sus vidas, aarriesgar, en suma, todas las ventajas que la cui-dadosa obediencia a los deberes convencionalescolocaría en sus manos asegurando su posiciónen el orden social? ¿Acaso surge de un senti-miento de obligación dirigido, como tantas denuestras obligaciones, hacia la posteridad en lu-gar de hacia nuestros contemporáneos? ¿O esta-mos impelidos a intentar acciones y a imponer-nos tareas más allá del ámbito convencional delesfuerzo humano, por recordar la parte tan gran-de de todo lo que nos es más preciado que le de-bemos a personas que no estaban satisfechas conel mero cumplimiento de sus deberes simples?¿O acaso la fuerza motriz es la sed de fama, pueslos sabios saben que aunque las personas escar-necen y a veces hasta matan a quienes intentansacudir sus rutinas antiguas de pensamiento y há-bito, al menos reverencian la memoria de aque-llos a quienes han lapidado o crucificado?

Estas consideraciones pueden intensificarlos esfuerzos que las personas valerosas dedicana las tareas que ellas mismas se imponen, y pue-den disponerlas todavía más a soportar las priva-ciones y las calumnias; pero no explican el ori-gen de sus visiones ampliadas ni su apremiantepoder. Para ello debemos considerar la fuente in-terna de todo esfuerzo moral, esa energía creado-ra dentro de nosotros que constantemente nosimpele a ordenar todos nuestros pensamientos ysentimientos para formar un sistema coherente,y luego a afinar nuestras vidas activas con res-pecto a esta armonía interior. El ideal moral am-pliado es un producto del mismo proceso crea-dor que ha traído al mundo viviente más esplen-dor y belleza que los principios utilitarios. Losdeberes simples son obligaciones que debemos ala sociedad y a nuestros vecinos por los múlti-ples servicios que nos brindan; los superdeberesnos son impuestos por la energía creadora que

220 ALEXANDER F. SKUTCH

sobre la adecuación intrínseca de las cosas, o si-guiendo el atractivo de una visión de armoníamás perfecta. Los héroes espirituales de la huma-nidad no sobresalen por su acatamiento estrictode las obligaciones convencionales. Sea que losveamos nebulosamente como leyendas, o bajo laluz plena de la historia, nuestros relatos de sus vi-das apuntan a I~ misma verdad. Demos sólo unosejemplos: el joven príncipe Siddharta, el futuroBuda, abandonó a su mujer y a su hijo recién na-cido para ir en búsqueda de la iluminación; SÓ-crates fue ejecutado por sus compatriotas, acusa-do de impiedad hacia los dioses atenienses; Jesúsnunca fue modelo de piedad filial, y siendo mu-chacho fue culpable de romper el deber cuandoalarmó a José y a María quedándose sin ellos enJerusalén para discutir con los doctores; SanFrancisco fue un joven rebelde e indisciplinadoque juzgó severamente a su padre; Shelley, queen su magnífica poesía enseñó el amor universal,fue expulsado de Oxford por publicar un folletoapoyando el ateísmo. La joven indocilidad demuchos santos no carece de relaciones con suposterior santidad. Rebeldes contra las reglasconvencionales de la sociedad, impacientes haciala autoridad, estas personas son capaces de serintensamente leales a su luz interior. Si fueranmás sumisos ante las reglas establecidas de con-ducta, encontrarían imposible seguir esa visiónmás amplia que los trasciende.

Los deberes comúnmente aceptados -losdeberes simples- reflejan la escala general devalores de una nación, un período o un grupo so-cial. La mayoría de las personas hacen que susentido de la obligación se adecue a estos valo-res, movidos por el fin de poder habitar en con-cordia con sus vecinos y disfrutar de los benefi-cios que ofrece la sociedad. El sentimiento deldeber, tal como se desarrolló en la gran masa hu-mana, no lleva al mejoramiento moral y ni si-quiera al progreso material, sino a un nivel muer-to o estancado: la perpetuación de los valoresexistentes, una cristalización china o espartan ade la sociedad. "Es el reformador -escribióGandhi- el que esta ansioso por la reforma, y nola sociedad, de la cual no debe esperar nada másque oposición, aborrecimiento, e incluso perse-cución mortal. ¿Por qué no debería la sociedad

Page 13: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

nos impregna y a la cual le debemos nuestro ser.Le debemos a nuestro ser más íntimo, el cual esun rayo proveniente de la fuente divina de todo elbien y la belleza que contiene el universo, los ser-vicios que ningún ser humano tiene el derecho dedemandar de nosotros.

9. Aberraciones del sentido deresponsabilidad

Como tantas de las estructuras y funcionesde los seres vivos, el sentido de responsabilidadtambién está sujeto a la hipertrofia ocasional, so-bredesarrollándose a costa de otras facultades.Cuando esto ocurre, exageramos el grado denuestra responsabilidad por las consecuenciasque nuestras decisiones y actos tengan sobre no-sotros y los otros. Un sentimiento sobreexcitadode responsabilidad puede producir una mentesensible, especialmente dada a la contemplación,incapaz de llevar una vida activa. Puede inclusoadquirir la intensidad de una enfermedad, ha-ciendo que una persona se abstenga de actuarpor un miedo excesivo a actuar incorrectamente,de modo que se hace responsable de pecados deomisión en lugar de arriesgarse a incurrir en pe-cados de comisión. Asimismo, un sentimientoexagerado de responsabilidad nos inclina a vercualquier cosa que nos acontezca, sea placenterao desagradable, como, invariablemente, resulta-do de nuestro propio buen juicio o de su ausen-cia. Tal estado mental no sólo tiende a hacemosexcesivamente cuidadosos y serios, sino que aveces nos produce una extremada autocompla-cencia cuando tenemos éxito, y nos hace sentir-nos innecesariamente decaídos cuando las cosasno salen bien.

Podemos corregir esta tendencia a sobresti-mar el peso de nuestra responsabilidad personalpor las consecuencias de nuestros actos pensandoque, aunque somos responsables por lo que hace-mos, y especialmente por las intenciones subya-centes a nuestros actos, no podemos controlar yni siquiera prever todos sus efectos, inmediatos yremotos. Suponer lo contrario es creemos dioses.Hay demasiados accidentes, o giros imprevisi-bles de la suerte, incluso en la vida más cuidado-

EL DEBER 221

samente regulada, que ni siquiera los más sabiospueden tomarlos todos en consideración al hacersus planes. En la realización de nuestros deberes-simples parece ser suficiente seguir los estánda-res convencionales de prudencia. Al planearnuestros negocios, preparar un viaje, un matri-monio, la crianza de hijos, o al servir a la comu-nidad, podemos sentir que hemos cumplido nues-tro deber cuando tomamos las mismas precaucio-nes que tornan las otras personas razonablemen-te sanas que conocemos. El resultado debe dejar-se a poderes más allá de nuestro control.

Otra forma de aberración del sentido del de-ber, si es tal cosa, no puede corregirse tan fácil-mente. De vez en cuando nace una persona cuyasnociones de correcto e incorrecto difieren de lasprevalecientes en la sociedad en que vive. Llegaa creer que sus vecinos se equivocan en la mane-ra en que alaban a Dios, en que se casan, comen,se visten, o posiblemente en el modo en que sedeshacen de los muertos. De acuerdo con su tem-ple personal y con la época en que vive, asegurahaber sido llamado por Dios a seguir una nuevasenda, o que ha tenido una visión que lo guía porel camino verdadero, o que se separa de los mo-dos aceptados de actuar simplemente porque elsuyo es el procedimiento más decente. De nuevo,en concordancia con el temperamento de la épo-ca en que vive y el nivel intelectual del estrato enque se mueve, será llamado un profeta, un here-je, un visionario, un chiflado o un fraude. Algu-nos proclamarán que es un inspirado; otros, queestá loco. Sus amigos bien intencionados le diránque está arruinando las posibilidades de avanzaren su carrera, obstaculizando su nivel social, oponiendo en peligro su salud. Indudablemente,de hecho estará causándose daños materiales endiversas formas, y al mismo tiempo estará muysolitario. Sin embargo, si después de examinar suconciencia tan cuidadosamente corno le sea posi-ble, todavía mantiene sus peculiares conviccio-nes, lo mejor que podrá hacer será seguir su luzguía, bajo cualquier forma que se revele a su mi-rada interior, pues no hay autoridad más alta a laque pueda recurrir como guía. Si reniega de esaluz interior, su vida será un fracaso y un fraude,independientemente de cuán fuerte aplauda elmundo sus éxitos. Pero si sigue valientemente

Page 14: XIV.Eldeber - inif.ucr.ac.crinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XXXVIII... · felicidad en el mundo, o al menos porque es ... dentro porque la inclinación

222

Notas

ALEXANDER F. SKUTCH

esa estrella que posiblemente sólo es visible paraél, su curso deberá considerarse triunfante, ya seaque lleve al ostracismo social, a la pobreza, la en-fermedad, una tumba temprana y solitaria, o qui-zá a una fama póstuma.

1. The Moral Judgment of the Child, p. 44,193.2. Diógenes Laercio. Vidas de los filósofos ilus-

tres, VII.