winch, kripkenstein y la posibilidad de la crítica

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  • 8/16/2019 Winch, Kripkenstein y la posibilidad de la crítica

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    Publicación anualNº 30-31 2012-2013

    ISBN 0716-9884

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    ISSN 0716-9884

    Publicación anual

    Incluida enDialnet (http://dialnet.unrioja.es)

    DIRECTOR Julio Torres Meléndez

    SECRETARIA DE REDACCIÓNClaudia Muñoz Tobar

    COMITÉ EDITORIAL

    Claudio Troncoso Barría, Universidad de Concepción, ChileJavier Vidal López, Universidad de Concepción, Chile

    Wilfredo Quezada Pulido, Universidad de Santiago de ChileJorge Alarcón Leiva, Universidad de Talca, Chile

    José Tomás Alvarado Marambio, P. Universidad Católica de Chile, Chile

    Manuel Bermúdez Vázquez, Universidad de Córdoba, EspañaJorge Acevedo Guerra, Universidad de Chile, ChileRachel Gazolla de Andrade, Ponticia Universidad Católica de São Paulo, Brasil

    Scarlett Marton, Universidad de São Paulo, Brasil

    ADMINISTRACIÓNXimena Arriagada

    Beltrán Mathieu 15 A - Barrio UniversitarioFono 220 4358 - Fax 221 6869

    Casilla 160-C, Correo 3 - Concepción, Chile

    E-mail: [email protected] / [email protected]

    Sección Canje, Dirección de BibliotecasUniversidad de Concepción,

    Casilla 180 - Concepción, Chile

    PRODUCCIÓN EDITORIALCarola Yong Sakanishi

    Departamento de Filosoa, Universidad de ConcepciónConcepción. Chile, 2012-2013, pp. 170

    16 x 23,5 cm.CUADERNOS DE FILOSOFÍA 30-31

    1 Filosofía. 2 Ciencias Políticas. 3 Humanidades

    (M.R.)

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    ÍNDICE

    ARTÍCULOS

    Wittgenstein, Winch, Kripkenstein y la posibilidad de la críticaPedro Karczmarczyk 7

    El tiempo corporeizado y la echa temporalRolando Núñez Pradenas 38

    Deixis y reexividadJuan Carlos García V. 54

    Spinoza contra la melancolía: ‘El hombre libre en nada piensamenos que en la muerte’Eduardo Molina Cantó

     

    70

    Antisemitismo y crítica de la modernidad en Theodor W. AdornoGustavo Robles 80

    Complejidad y azarRolando Rebolledo 104

    NOTAS

    Sartre y Nagel: muerte, absurdo y compromisoLisette Figueroa Pedreros 120

    El evolucionismo y la vulnerabilidad de la moral occidentalCarmen Patricia Henriquez Torres 140

    RESEÑAS

    Franco Volpi, Heidegger y Aristóteles | Felipe Fuentealba Rivas  152 Pedro Karczmarczyk, El argumento del lenguaje privado acontrapelo | Jorge Alarcón Leiva y Julio Torres Meléndez 157

    Nº 30-31 Publicación anual 2012-2013

    (M.R.)

    ISBN 0716-9884

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    WITTGENSTEIN, WINCH, KRIPKENSTEINY LA POSIBILIDAD DE LA CRÍTICA1

    WITTGENSTEIN, WINCH, KRIPKENSTEINAND THE POSSIBILITY OF CRITICISM

    Pedro Karczmarczyk*

    Resumen

    En el presente trabajo exploramos las consecuencias de la lectura del argumen-to del lenguaje privado realizada por Kripke en el terreno del pensamiento so-cial y político. Ello reviste un interés particular, debido a que lleva a revisar elencuadre en el que usualmente se ha situado la discusión sobre la relevanciapolítico-social del pensamiento de Wittgenstein. La discusión ha estado cen-trada en el rol del acuerdo comunitario, sus consecuencias conservadoras orelativistas, el ahogo de la crítica y el disenso que resultaría, y otras cuestionesconexas. En ello vemos el síntoma de una problemática epistemológica (la delas garantías del conocimiento) que no termina de superarse, a pesar de la jergasemántica. Mostraremos que el escenario que resulta de la lectura de Kripke,en cambio, rompe con esta problemática, habilitando nuevas preocupaciones,próximas, a nuestro juicio, con las de lo que en el pensamiento francés se handenominado las “losofías de la sujeción del sujeto”.

    Palabras clave: Wittgenstein, Winch, Kripke, lenguaje privado.

    Abstract

    The present paper deals with the consequences Kripke’s interpretation ofWittgenstein’s private language argument has for political and social thou-ght. We will show this is particularly important because it challenges the

    1 El presente trabajo reelabora y extiende las reexiones expuestas en “¿Witt-genstein hermeneuta? Acerca de las lecturas de Peter Winch y de Saul Kripke”, ponenciapresentada en II Jornadas internacionales de hermenéutica. La hermenéutica en diálogo con

    las ciencias humanas y sociales, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales UBA-Bibliote-ca Nacional, 2011. La publicación de esta ponencia en las Actas de este encuentro puedehallarse en línea en: http://www.proyectohermeneutica.org/pdf/actas/Actas_IIJornadas.pdf [acceso: 19/9/2012].

    * Doctor en Filosofía, UNLP-IdIHCS-CONICET Argentina.

    Artículos

    Cuadernos de Filosofía Nº 30-31 (7-37), 2012-2013 ISSN 0716-9884

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    framework where ordinarily is located the discussion of the political and so-cial relevance of Wittgenstein’s thought. Classical discussion has been con-

    cerned mainly with the role of communitary agreement, its relativistic orconservative consequences, the room for criticism and disagreement thatit leaves, etc. We discern in classical reading a commitment with some epis-temological problems (warrants for knowledge) which is not completelyovercame, its semantic jargon notwithstanding. Instead, we will argue, thenew framework proposed by Kripke, overcome this epistemological pro-blematic, rising new concerns, close to which, in French contemporarythought, has been called “philosophies of the subjection of the subject”.

    Key words: Wittgenstein, Winch, Kripke, Private Language.

    Introducción

    En el presente trabajo exploramos las consecuencias en el terrenodel pensamiento social y político de la lectura del argumento del lengua-

     je privado realizada por Kripke. Ello reviste un interés particular, debidoa que lleva a revisar el encuadre en el que usualmente se ha situado ladiscusión de la relevancia político-social de Wittgenstein. La discusión

    clásica ha estado centrada en el rol del acuerdo comunitario, sus conse-cuencias conservadoras o relativistas, el ahogo de la crítica y el disenso,etc., en las que puede discernirse una problemática epistemológica (lade las garantías del conocimiento) que no termina de desembarazar-se de sí misma a pesar de la jerga semántica con la que se expresa2. Elnuevo escenario que resulta de la lectura de Kripke, en cambio, rompecon esta problemática, habilitando nuevas preocupaciones, próximas,a nuestro juicio, a lo que en el pensamiento francés se han denomina-

    do las “losofías de la sujeción del sujeto”. De la misma se deriva unaconcepción de la crítica que ya no está vinculada a la problemática delas garantías (la confrontación de lo que es con lo que debería ser), sinoque es concebida, fundamentalmente, como diferencia en relación a unorden de cosas dado, en el que las certezas constitutivas de los diversos

     juegos de lenguaje que conforman lo social están organizadas jerárqui-ca y conictivamente, y que el análisis gramatical pone en crisis de ma-nera inmanente.

    2 La discusión ha seguido una lógica semejante a la que ha recorrido la discusiónsobre la posibilidad de la crítica ideológica, ver Eagleton 1997, y panorámicas de la discu-sión sobre las implicaciones políticas de la losofía de Wittgenstein en: Heyes 2003, pp.1-13; Kitching 2002, pp. 1-19 y Pitkin 1993, cap. 14.

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    En efecto, el examen de las consecuencias sociopolíticas del plan-teo wittgensteiniano ha enfrentado a lectores conservadores, relativis-tas, demócratas y críticos en relación a la posibilidad (o imposibilidad)de constituir puntos de vista críticos sobre lo social, sobre la legitimidadde los mismos, su vinculatividad, etc. En el fondo, estas discusiones re-miten a distintas maneras de concebir el acuerdo comunitario, modosdiferentes que, sin embargo, surgen de un núcleo común: el acuerdocomunitario es concebido como un requisito de la signicatividad denuestras expresiones.

    Lo esencial de esta estrategia está representado en la lectura que

    Peter Winch hiciera de la obra del vienés, en la que hallamos la matrizdominante de la recepción (ya sea que esta se realice en vena asimila-tiva o crítica) de las ideas del autor de las Investigaciones losócas en elpensamiento contemporáneo. La crítica del psicologismo del signica-do lleva a Winch a aceptar como un reto propio la tarea de identicarcondiciones diferentes de constitución de signicado, que este lósofoencuentra en el acuerdo comunitario. Argumentaremos aquí que, pese alos recaudos que el propio Winch toma frente a la losofía metafísica, suanálisis sucumbe a la misma en distintos puntos, ya que, a n de cuen-

    tas, su análisis se propone decirnos algo sobre la naturaleza de las reglas,cuando a nuestro entender lo que debería hacer, si fuera consecuentecon el enfoque wittgensteiniano que enarbola, es proveernos indicacio-nes sobre el uso de ‘regla’, ‘correcto’ e ‘incorrecto’, etcétera.

    El segundo núcleo problemático de la lectura de Winch lo encon-tramos en torno a la noción de reexividad y a las cuestiones que seorganizan en derredor de la misma, entendida como la condición quedistingue “seguir una regla” de “meramente actuar en conformidad conla misma”; esto es, la distinción entre el actuar comprensivo, en base a

    razones, y la mera conducta habitual, movida por causas. Nuevamenteencontraremos que el análisis de Winch rebasa las consideraciones gra-maticales para adentrarse en un terreno que podemos calicar de pro-piamente metafísico.

    En contraste con esta perspectiva, en el abordaje de Kripke el objetode crítica wittgensteiniano ya no es una manera de concebir las condi-ciones de signicatividad (psicologismo o individualismo) sino la propiaidea de signicatividad, cuando es entendida en términos de condiciones—de cualquier clase— sobre las que se constituiría el signicado. Comoconsecuencia, la elucidación gramatical resultante de la lectura kripkea-na, si bien apela al acuerdo y a la comunidad, desplaza la cuestión desdela elucidación de la normatividad de nuestro discurso hacia el terreno de la

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    elucidación del funcionamiento de nuestro discurso normativo. Bajo esta nue-va perspectiva, se trata de claricar las condiciones bajo las cuales el dis-curso normativo (semántico, por ejemplo) produce efectos, cuyo impactocrucial se hace sentir a nivel de la inclusión comunitaria. Por otra parte,los enunciados con los que se conforma el discurso normativo —el dis-curso acerca del seguimiento de reglas, por ejemplo— son entendidoscomo enunciados básicos, es decir, enunciados cuya carencia de justi-cación no los hace inapropiados, sino que resultan ser apropiados pre-cisamente por el hecho de que enunciarlos sin justicación es uno delos requisitos que los juegos de lenguaje ponen sobre los hablantes para

    constituirse como tales. De este modo, la distinción entre seguir una reglay meramente actuar en conformidad con la misma es tratada como unadistinción gramatical, trazada en el interior de los distintos juegos de len-guaje, y no como una distinción metafísica, esto es, como una distinciónque debe elucidarse en función de lo que vino antes, o de lo que puedeocurrir después, y no necesariamente en términos de algo contemporá-neo al acto. Estas inclinaciones básicas, dadas en los juegos de lenguaje,no remiten necesariamente a una perspectiva o punto de vista, “no ne-cesariamente” decimos, esto es, a menos que la gramática del juego de

    lenguaje en el que ocurren lo haga. Indicamos este punto para destacar elagudo contraste que una análisis gramatical wittgensteiniano guarda conla noción de reexividad. Leída more kripkeano, la losofía del segundoWittgenstein se acerca, como mostraremos en la conclusión, a las “loso-fías de la sujeción del sujeto” (Althusser, Lacan, Foucault y otros).

    Como hipótesis de trabajo proponemos a la cuestión del sujetocomo un punto de observación crucial: intentaremos mostrar cómo laconcepción tradicional del sujeto aparece en la lectura de matriz win-cheana al menos en dos niveles: el del sujeto como garante de la obje-

    tividad en el nivel del acuerdo comunitario, por un lado, y el del sujetocomo principio de la libertad, implícito en la noción wincheana de la“reexividad”, mientras que ambas opciones están ausentes en la lectu-ra de matriz kripkeana.

    La lectura de Peter Winch

    Peter Winch presentó en 1958, en su The Idea of a Social Science, tra-ducido al castellano como Ciencia social y losofía, una incitante lecturade la losofía del segundo Wittgenstein donde extraía las consecuenciasque la misma acarrea en el terreno de las ciencias sociales. Esta obra ex-hibe un impulso semejante al que, poco después, se pudo apreciar en

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    Verdad y método de Gadamer (1960). Gadamer sostenía allí que la com-prensión de la tarea cognoscitiva de las ciencias humanas depende de laelucidación ontológica del Dasein, elucidación losóca que, al revelarel carácter ontológico de la comprensión, saca a las ciencias del espíritude su empantanamiento en el planteo epistemológico en que se debatíandebido a la exigencia de adoptar el método de las ciencias de la natura-leza. De manera análoga, Winch sostenía que hay una relación especialentre ciencias sociales y losofía, una identidad de propósitos entre lasmismas (ver Winch 2008, p. 3, véase también Gadamer 1993, p. 45).

    Para evitar equívocos acerca de este proyecto, Winch se apresura-

    ba a señalar que la “losofía social” que surge de su propuesta no estásiendo pensada como un conocimiento a priori  de la realidad efectivade la sociedad, al estilo de la “losofía de la naturaleza” del idealismoalemán. Para precisar este punto es necesario contornear la concepciónde la losofía que subyace a esta observación. En efecto, la losofía queWinch entiende que está entrelazada con las ciencias sociales no es ni -losofía con pretensiones supracientícas (metafísica dogmática), ni unalosofía subordinada a la ciencia (cienticismo). Al contrario, Winchreivindica un tercer camino, la losofía como ontología y como episte-

    mología, es decir, aquella disciplina que reclama como su tarea propiala investigación de la naturaleza o esencia de la realidad. Lo original delenfoque wincheano es que esta tarea es recuperada como análisis concep-tual realizado a través del estudio del lenguaje.

    Comprender la losofía de esta manera, signica que la preguntametafísica tradicional: “¿qué es real?” se transforma en “¿cuál es la va-lidez del concepto de realidad?”. Se trata de una pregunta cuyo sentidohay que preservar y hacer valer, en particular en el medio cultural en elque escribe Winch, en el que todavía ejerce una fuerte inuencia el po-

    sitivismo y el cienticismo. Por ello Winch realiza la aclaración de que:“apelar a los resultados de un experimento implicaría necesariamentecometer una petición de principio en relación al problema que impor-ta, dado que el lósofo se vería llevado a preguntar por qué se aceptancomo “realidad” esos enunciados” (Winch 2008, p. 9).

    Vemos así que, completamente en línea con las aclaraciones quese vio forzada a realizar la hermenéutica, la propuesta wincheana se vellevada a replantear la pregunta por el sentido de la realidad, condiciónindispensable para poner de maniesto el carácter particular de una res-puesta (vinculada a una práctica particular) que, dada nuestra situaciónhistórica y cultural, podría pasar como la respuesta sin más. Es decir,Winch alude implícitamente a una respuesta sedimentada en su contex-

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    to histórico cultural que remite a un sentido de lo real tenido por irre-basable, denido en términos de la práctica cientíca. El replanteo de lapregunta por el sentido de lo real tiene el propósito de tornar visible elvínculo de esta respuesta con una concepción denida y particular delsentido de ‘realidad’, cuya validez, según Winch, no se puede dar porsentado. Así, nuestro autor señala:

    La fuerza de la pregunta losóca no puede ser aprehendida en términosde las preconcepciones propias de la ciencia experimental. No se puederesponder a la misma generalizando a partir de algunos ejemplos particu-lares, pues una respuesta particular a la pregunta losóca ya está implícitaen la aceptación de todos esos ejemplos como “reales” (Winch 2008, p. 9).

    No se trata entonces de dar por sentada una respuesta peculiar a lapregunta por el sentido de lo real, sino de recuperar esta pregunta en suradicalidad. Ello precisa rechazar la concepción cienticista, que no eslo mismo que rechazar la ciencia, y los supuestos que la dominan, comopor ejemplo la validez otorgada al esquema sujeto-objeto:

    Suponer desde el comienzo que se puede realizar una clara distinción en-tre “el mundo” y “el lenguaje con el que intentamos describir el mundo”,hasta el punto de decir que los problemas de la losofía no surgen en ab -

    soluto del primero sino tan sólo del segundo, es eludir el problema total dela losofía (Winch 2008, p. 12).

    Frente a ello, Winch insiste en que la metafísica, entendida en tér-minos de análisis conceptual, debe ser llevada a cabo como análisis lin-güístico: “Nuestra idea de lo que pertenece al dominio de lo real estádada por el lenguaje que usamos” (2008, p. 14), y ello es así debido a que:“cuando hablamos del mundo estamos hablando de lo que de hechoentendemos por la expresión ‘el mundo’” (Winch 2008, p. 14)3.

    De manera que, para Winch, el problema fundamental de la lo-sofía es el de la naturaleza y la inteligibilidad de la realidad. En conse-cuencia, la pregunta fundamental de la losofía es: “¿qué es comprenderalgo, aprehender el sentido de algo?” (Winch 2008, p. 17).

    Si bien Winch reconoce que los conceptos de “inteligibilidad”, de“comprensión”, etc., son sistemáticamente ambiguos, o, para usar el len-guaje de Wittgenstein, son conceptos de “parecido de familia”, conside-

    3 En Comprender una sociedad primitiva, Winch sostiene: “tanto la distinción entrelo real y lo irreal como el concepto de correspondencia con la realidad pertenecen anuestro lenguaje. Yo no digo que sean conceptos como otros cualesquiera, pues es evi-dente que aquí ocupan una posición predominante y, en cierto sentido, restrictiva. (…)difícilmente podemos comprender un lenguaje en que no haya un modo de distinguirlo real de lo irreal” (Winch 1994, p. 37).

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    ra, sin embargo, que ello no hace imposible la tarea de la losofía, por -que a ésta no le compete proponer criterios de inteligibilidad (criteriosque se apliquen a instancias de enunciados y que nos permitan decidirsi los mismos son casos genuinos de comprensión), sino describir, en ge-neral, las condiciones que deben cumplirse para que haya algún criteriode inteligibilidad.

    Dicho de otra manera, los criterios de inteligibilidad los ja en cadacaso la disciplina, práctica o juego de lenguaje en cuestión. Según Winch,el lósofo no cuestiona ni aplaude estos criterios, sino que describe lascondiciones generales que hacen posibles esas prácticas: formas de vida

    orgánicas, regularidades naturales, acuerdo, etc. En términos del propioWinch, el negocio que el lósofo debe atender es el siguiente: “describirlas condiciones que han de satisfacerse para que haya, al menos, algúncriterio de comprensión” (2008, p. 20) o como lo indica en otra parte, lalosofía se encarga del análisis “de lo que implica para la gente poseerun lenguaje” (2008, p. 41).

    Ahora bien, el vínculo entre losofía y ciencias sociales está dadopor el hecho de que el análisis de la comprensión de la realidad contri-buye a aclarar la naturaleza de la sociedad humana y de las relaciones

    sociales, y viceversa: aclarar cuál es la naturaleza de la sociedad y de lasrelaciones sociales requiere indagar qué es la comprensión.Winch va a presentar las ideas centrales de su propuesta de inter-

    pretación de Wittgenstein a través del tratamiento de las cuestiones in-volucradas en un enunciado relativamente sencillo. Sea el enunciado“El monte Everest se escaló en 1953”. Winch se pregunta “¿Qué es lo que,en mi proferencia de las palabras “Monte Everest”, posibilita decir quecon ellas me reero a una determinada cumbre de Himalaya?” (2008, p.24). Una respuesta ingenua a esta pregunta podría remitir a las expli-

    caciones que se me dieron cuando se me enseñó el signicado de estaexpresión. Supongamos, para simplicar, que se trató de una deniciónostensiva. Por ejemplo, sobrevolando la zona en un avión, se me indicóque la montaña que se veía desde la ventanilla era el “Monte Everest”.Frente a ello, la pregunta puede repetirse: “¿Cómo está conectada unadenición, en general, con el uso subsiguiente de la expresión denida?¿qué implica “seguir” una denición?” (2008, p. 30) Aquí, nuevamente,una manera natural de responder es señalar que la denición se conectacon el uso subsiguiente al usar la palabra “del mismo modo” que el esta-blecido en la denición y que en caso contrario no se conecta.

    Con esto tenemos ya todos los elementos que hacen entrar en esce-na a la dimensión social en el abordaje wincheano de la comprensión y

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    la inteligibilidad. En efecto, si preguntas como: “¿Qué es usar un signodel mismo modo?”, “¿Cómo comparo el uso ulterior con el uso realizadoen la denición?”, y otras semejantes llevan a la constatación de que “lomismo” es una expresión que acarrea una ambigüedad sistemática, (“noexiste ningún sentido absoluto inalterable para las palabras “lo mismo””(Winch 2008, p. 25)), Winch entiende que este problema remite a la cues-tión del criterio de inteligibilidad. Cuando respondemos que para se-guir una denición tenemos que “hacer lo mismo”, esta respuesta nospone en el punto de partida, a menos que consideremos un respecto decomparación: “lo mismo” de acuerdo al color, de acuerdo a la forma, de

    acuerdo a la cantidad, etc. Winch va a llevarnos de esta manera a plan-tear el problema de ‘hacer lo mismo’ en términos de seguir una regla.La pregunta “¿qué implica que una palabra tenga un signicado?” llevaentonces a “¿qué implica seguir una regla?”.

    A partir de allí Winch señala que la noción de “seguir una regla” eslógicamente inseparable de la noción de cometer un error . Esto abre unasenda en el terreno de su investigación. Si el examen de la cuestión de‘hacer lo mismo’ en términos de las respuestas que parecían “naturales”dejó en claro que esta pregunta no se puede responder en términos de

    un único hablante, el análisis en términos de seguir una regla permi-te avanzar, ya que: “…sólo en una situación en la que tiene sentido su-poner que alguien más puede en principio descubrir la regla que estoysiguiendo, es posible decir inteligiblemente que estoy, de algún modo,siguiendo una regla” (Winch 2008, p. 28).

    La premisa crucial del argumento de Winch es la ambigüedad sis-temática de la identidad, que se maniesta en la de la expresión ‘lo mis-mo’. A partir de este dato, Winch concluye que la expresión ‘lo mismo’funciona siempre asociada con algún parámetro que establece un res-

    pecto de identidad. A este parámetro podrá llamárselo ‘regla’ o ‘criteriode inteligibilidad (particular)’. Winch ha mostrado que un individuo nopuede establecer por sí sólo tal criterio, y de ello extrae la conclusiónde que el criterio de inteligibilidad o regla ha sido establecido por víasdiferentes a la de una convención adoptada por un individuo: “Un errores una contravención de lo que está establecido como correcto y, por lotanto, debe ser reconocible como tal” (2008, p. 30).

    Hay dos presuposiciones fuertes en el planteo de Winch, prominen-tes en la última cita que hicimos, en las que creemos importante reparar.Por un lado tenemos la presuposición de que si hay juicios acerca delacierto y el error, entonces algo ha sido establecido como correcto, setrata del supuesto de la constitución, social en este caso, de un paráme-

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    tro de identidad o criterio de corrección4. Por el otro, tenemos el supues-to, o requisito, de que este parámetro debe ser reconocible, lo que espropuesto como una condición de los juicios sobre el acierto y el error.Ambas presuposiciones dan mucha tela para cortar en sentido losó-co. Por una parte, la idea de “criterio de inteligibilidad establecido” quemaneja Winch nos lleva ineludiblemente a la pregunta por el quién deeste establecimiento. Winch no abunda en esta cuestión, aunque algodiremos al respecto. Por otra parte, la segunda presuposición, la condi-ción que hace del criterio algo “reconocible”, debe entenderse en el sen-tido de que el criterio de identidad funciona como algo con cuya ayuda

    se realizan los juicios, lo que nos lleva inevitablemente a preguntarnospor el quién de este reconocimiento, ¿quién recibe o precisa ayuda deeste criterio para realizar los juicios? La exigencia de que el criterio seareconocible acarrea unas consecuencias con las que Winch se ha hechocarne con mayor coherencia. De ahí surge, a nuestro entender, la nociónde “reexividad”, la condición de que un comportamiento puede cali-carse como “seguimiento de reglas” (en contraste con el mero hábito)sólo si el agente es consciente de las alternativas a su acción (ver Winch2008, p. 70 y ss).

    Detengámonos a analizar un poco mejor este vínculo. La idea de unparámetro reconocible remite a la de reexibidad. Lo que nos interesaseñalar es que este paso delata el compromiso de Winch con una con-cepción particular de lo que involucran los juicios del decir signicativo.Winch indica que la acción signicativa es la acción que posee alterna-tivas. Winch contrapone así la acción signicativa, exible y adaptable,a la rigidez mecánica del hábito (ver Bloor 1983, p. 169). Es decir, agrega-mos nosotros, esto nos coloca en un terreno cercano al de la metafísica,ya sea la de la visión concebida como fundamento de la comprensión

    (ver Bloor 1983, p. 169), o bien la metafísica del libre arbitrio concebidocomo fundamento de la acción libre.

    ¿Puede armarse que Winch hace directamente esta apelación? Enverdad, resultaría extraño. Pero veamos, lo cierto es que la noción dereexividad parece, cuando menos, reintroducir el sujeto de la libertadque reconoce alternativas como condición del actuar signicativo: paraactuar signicativamente debo comprender qué sería actuar de modo

    4 Sobre la construcción social del parámetro de corrección, Winch indica: “Es-tablecer un parámetro no es una actividad que se pueda adscribir a un individuo encompleto aislamiento de otros individuos. Porque el contacto con otros individuos es loúnico que hace posible el control externo de las propias acciones, inseparable de unapauta establecida” (2008, p. 30).

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    “participación” y por “comprensión irreexiva”. Sobre el primer punto,Winch observa, en una de las cláusulas con las que introduce la nociónde reexividad, que la conducta signicativa implica un compromiso afuturo, de naturaleza simbólica, semejante a la relación de seguir unaregla. Por ello, al analizar el caso de participación en una institución, ladel voto, Winch señala que el acto de un individuo N: “[...] debe consti-tuir una participación en la vida política del país, lo que presupone queN debe ser consciente (aware) de la relación simbólica entre lo que estáhaciendo en este momento y el gobierno que ocupará el poder despuésde las elecciones.” (Winch 2008, p. 48, énfasis añadido). Esto parece con-

    rmar la conexión entre acuerdo e ideas en sentido tradicional a la quealudimos en el párrafo anterior.Sin embargo la cosa no termina allí, porque Winch intenta realizar

    una conceptualización más na de la condición de la reexividad, quela despegue de su solapamiento con la condición de la conciencia. Asívemos que Winch declara concordar en buena medida con la crítica deOakeshott al equívoco racionalista sobre la inteligencia, según la cualesta radicaría primordialmente en la aplicación de principios. Pero de-bido a su rechazo a este equívoco, Oakeshott aboga a favor de la posibi-

    lidad de describir la mayor parte de la conducta humana en términos dehábito o costumbre (ver Winch 2008, p. 54) y esto le parece inaceptablea Winch. El intérprete de Wittgenstein aduce dos clases de razones, unaque llamaremos crítica y otra que denominaremos reconstructiva. Lacrítica a la posición de Oakeshott se realiza en función de la manera enque éste traza el criterio que distingue entre hábitos y seguimiento dereglas. En buena vena wittgensteiniana, Winch sostiene que la diferen-cia no la constituye un evento ocurrente: “Oakeshott parece pensar quela línea que divide la conducta habitual y la regida por reglas depende

    de si una está o no siendo aplicada concientemente.” (Winch 2008, p. 57).Por el contrario, Winch cree que lo que establece si alguien está apli-cando una regla en sus acciones no es que podamos formular la regla,sino “averiguar si tiene sentido distinguir entre un modo correcto y unoerróneo de hacer las cosas, con respecto a lo que está haciendo” (Winch2008, p. 57). De manera tal que si esto tiene sentido, “entonces tambiéndebe tenerlo decir que está aplicando un criterio en lo que hace, aunqueno lo formule o no pueda, tal vez, formularlo” (Winch 2008, p. 55).

    Así, Winch desarrolla su crítica de la propuesta de Okeshott en térmi-nos de lo qué es o de lo que implica seguir una regla. Su análisis reconocedos requisitos: poder continuar de manera independiente y comprenderqué es lo que cuenta como esa manera de continuar. En consecuencia,

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    Winch arma que quien aprende a seguir una regla: “No debe adquirirmeramente el hábito de seguir el ejemplo de su maestro, sino también elpercatarse (the realization) de que algunos modos de seguir ese ejemploson permisibles y otros no. Es decir, tiene que adquirir la capacidad deaplicar un criterio; aprender no sólo a hacer las cosas del mismo modoque su maestro, sino también qué es lo que cuenta como equivalente de esemodo.” (2008, p. 55). En función de estas consideraciones, Winch trazauna distinción entre hábitos y reglas en términos de la conducta que tie-ne alternativas (el seguir reglas o actuar comprensivo), en contraste conla que no las tiene, a la que denomina hábito. El contraste es, entonces,

    entre el actuar condicionado por lo que fue enseñado (del que el entrena-miento de un perro nos daría un ejemplo) y actuar sobre la base de lo quefue enseñado (propio y exclusivo de los seres humanos).

    Winch acaba pensando que la oposición entre hábitos y reglas esuna disyunción exclusiva, un ítem de conducta es o bien un hábito o unseguimiento de reglas, pero no ambas cosas6. Ello no es más que una con-secuencia del planteo de la cuestión en términos de “¿en qué consisteseguir una regla?” con la que Winch genera el espacio lógico para hablarde “comprensión irreexiva”, o de “reglas implícitas” o “tácitas”, seguidas

    por el hablante siempre que tenga sentido atribuir acierto-error. La pos-tulación de estas nociones responde, a nuestro entender, a la necesidadde reencontrar algún modo de hacer que la distinción entre reglas y há-bitos tenga alguna inscripción en la realidad independientemente de lasdescripciones o evaluaciones de un ítem dado de conducta realizadas porel agente o por otros. De este modo, Winch se ve en la posición de postu-lar una especie de continuum entre el caso ordinario y el caso excepcional:

    Sólo cuando es necesario aplicar un precedente anterior a un caso de ín-dole nueva [antes Winch había señalado que seguir una regla implica la

    capacidad de hacer algo diferente que cuenta como lo mismo, (ver 2008,p. 56), o una comprensión de “hacer las mismas cosas en las mismas situa-ciones” 2008, p. 57] la importancia y la naturaleza de la regla se ponen demaniesto. La corte debe preguntarse entonces qué implicaba la decisiónprecedente y ésta pregunta carece de sentido fuera de un contexto en elque se pueda considerar a tal decisión, como la aplicación, por más espon-tánea (unselfconscious) que sea, de una regla (Winch 2008, p. 58).

    6 “El perro responde ahora a las órdenes de N de una determinada manera a cau-sa de lo que le ocurrió en el pasado; si se me dice que continúe la serie de los númerosnaturales después de 100, continúo de manera determinada a causa de mi entrenamien-to anterior. Pero la frase “a causa de” se usa de manera distinta en estas dos situaciones:el perro fue condicionado para responder de cierto modo, mientras que yo conozco la for-ma correcta de responder sobre la base de lo que se me ha enseñado” (Winch 2008, p. 58).

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    Se trata, según Winch, de algo que tiene validez general, ya que,en cualquier actividad humana, “la experiencia pasada resulta relevantepara nuestra conducta actual, sólo porque las acciones humanas ejem-plican reglas” (Winch 2008, p. 58). Debemos insistir en que las conclu-siones de Winch caen en el terreno de la metafísica, ya que le es imperio-so apelar a una noción de “seguimiento implícito de reglas”, abordadano a través de un análisis gramatical de su funcionamiento (¿en quécircunstancias diríamos que alguien sigue implícitamente una regla?),sino en términos de una condición presente en quien sigue reglas quepermite trazar la distinción. La noción de un seguimiento implícito de

    reglas viene a implicar, así, que la noción de seguir reglas como acciónque posee alternativas se enraíza en el terreno ontológico: requiere deuna suspensión de la tesis determinista: no se trata de hábitos determi-nados por sus antecedentes sino de comportamientos para los que hayalternativas, determinados por la consideración reexiva de razones, yasea de bajo o de alto nivel. Ello nos pone bien lejos de un análisis grama-tical en buena ley. En otros términos, Winch percibe el problema, perono lo resuelve, sino que se mueve en círculos en torno al mismo.

    El desliz hacia lo metafísico se aprecia también en otro aspecto: el

    estatuto universal que Winch les otorga a las consideraciones sobre lareexividad. A todas luces, la distinción entre “conducta maquinal” y“acción signicativa” es interna a ciertos juegos de lenguaje, donde lamisma está atada a la realización de otras actividades. Es incuestionableque esta distinción pertenece a juegos de lenguaje particulares. Sin em-bargo, haría falta un argumento que permita extraer conclusiones uni-versales a partir de esta premisa. Winch no presenta un argumento quenos demuestre que la reexividad pertenece a la esencia del juego delenguaje, sino que se ve llevado a esta conclusión porque antes decidió

    elucidar “¿qué es seguir una regla?” (en contraste con elucidar nuestrodiscurso acerca de reglas) y en consecuencia precisa encontrar un ras-go que distinga hábitos y reglas siempre y en cualquier circunstancia.Dicho de otra manera: Winch está cayendo con esta noción en ciertametafísica dogmática de la que rehuía al comienzo de la obra: está pro-poniendo criterios con los que se evalúan enunciados. Así un enunciadocomo “X actúa comprensivamente” resultaría legítimo, según Winch, siy sólo si X puede dar razón de su acciones (es consciente del vínculosimbólico que su conducta comporta), etc.

    Lo que nos importa señalar, para concluir esta sección, es que, enuno y otro caso, la losofía de Winch acaba remitiéndonos al tema delsujeto. En ambas instancias hay implícita una pregunta por el sujeto

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    (¿quién?). La pregunta por el quién que remite al sujeto comunitario dela institución de la norma objetiva en un caso, no tematizado según di-

     jimos, pero no por ello ausente en el planteo y en los problemas quesuscitan los conceptos del inglés. Y pregunta por el quién que remite alsujeto individual, de la libertad y del signicado, tematizado en su lo-sofía a través de la noción de reexividad. Ambos son, a n de cuentas,dos temas clásicos de la losofía del sujeto, el sujeto como condición deposibilidad de la objetividad (de la norma o regla) por una parte, y el su-

     jeto como fuente de los actos, el sujeto de la libertad, por la otra. Se tratade los supuestos fundamentales que modelan la lectura de Wittgenstein

    que realiza Winch y que han sido enormemente inuyentes. A raíz deestos compromisos, su losofía queda entrampada en el planteo episte-mológico, como quedó en claro con la discusión en torno al supuesto re-lativismo que se desprendía de su teoría de los juegos de lenguaje comomarcos trascendentales de la comprensión (ver Habermas 1985, p. 262 yss.). Para decirlo de una manera contundente: cuando Winch rechazaque la tarea de la losofía sea establecer o fundar criterios de identidado de justicación, sigue pensando, no obstante, que la práctica de seguiruna regla está dominada por juicios básicos que hacen referencia a un

    criterio de identidad o de justicación y es eso precisamente lo que suconcepción de la losofía como análisis lingüístico se propone elucidar.

    La lectura de Saul Kripke

    Según hemos visto, el análisis de Peter Winch se rige por la pre-gunta: “¿En qué consiste seguir una regla?” (ver Winch 2008, pp. 26, 41).Winch insiste en que no se le puede dar un sentido a la idea de seguiruna regla si nos restringimos a un individuo considerado en sí mismo.

    Puesto que la noción de “hacer lo mismo” es una noción sistemática-mente ambigua, todo lo que le pareciera correcto a este individuo seríacorrecto, lo que solapa “parecer correcto” y “ser correcto” desproveyen-do de sentido a esta expresión. En consecuencia, Winch señala que laidea de seguir una regla requiere de una comunidad de individuos quecoinciden en los modos de aplicar un signo, de manera que este modo(el uso establecido o costumbre), permite decidir o evaluar (ver Winch2008, pp. 25 y 30) si un individuo ha seguido, o no, la regla.

    Sin embargo, como adelantamos sobre el n de la sección anterior,esta propuesta presenta algunos problemas vinculados a la conserva-ción de presupuestos básicos de la losofía del sujeto que la dejan em-pantanada en el marco del planteo epistemológico: si la crítica al “len-

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    guaje solitario o lenguaje privado” pone el acento en la imposibilidadde justicar   los usos de un signo (juicios) en ese contexto particular , (laprivacidad), entonces debe entenderse que los juicios o usos se justicanmejor en el lenguaje comunitario. Por otra parte, la relación entre el modo (de seguir la regla) comunitariamente establecido y el caso individual esuna relación de regla a caso... lo que vicia de circularidad un análisis quepretende elucidar qué es seguir una regla.

    Estas dicultades, que no son exclusivas de la losofía de Winch,sino que están presentes en muchas interpretaciones de Wittgenstein,son, en nuestra opinión, el trasfondo problemático contra el que hay

    que pensar la propuesta de Kripke7

    . La primera dicultad plantea, comoindicamos, la cuestión del sujeto como garante de la objetividad, en lamedida en que la dicultad achacada al lenguaje privado o solitario (nopoder distinguir entre “ser correcto” y “parecer correcto”) vuelve a plan-tearse a nivel comunitario: ¿cómo saber que aquello comunitariamenteestablecido a lo que apelamos para dirimir un juicio no es meramente loque, como comunidad, nos parece correcto? La pregunta, que surge ine-vitablemente, de allí la querella del relativismo a propósito de la lecturade Wittgenstein por Winch, nos pone en la senda de argumentar a favor

    de la comunidad o el acuerdo comunitario como garante de la objetivi-dad, que es, como señalamos, uno de los temas clásicos de la losofíadel sujeto8.

    Las dicultades señaladas en la lectura wincheana de Wittgensteinconstituyen una buena plataforma para considerar la propuesta de lec-tura que Kripke realizara de Wittgenstein. En efecto, el lósofo nortea-mericano puntualiza explícitamente que, tradicionalmente, se pensóque el “argumento del lenguaje privado” era un argumento relativo allenguaje de las sensaciones, que debían adquirir signicado a través de

    deniciones ostensivas internas, cuando en realidad es un caso de unargumento mucho más general, que afecta al lenguaje como un todo.Se trata del descubrimiento, de parte de Wittgenstein, de una paradojaescéptica acerca de la noción de regla: la “paradoja de que seguimos unaregla como lo hacemos sin razones o justicación” (Kripke 2011, p. 8).

    7 Para una análisis de estas dicultades en el planteamiento del argumento dellenguaje privado, y de la posición del Wittgenstein de Kripke en relación a las mismas,

    véase Karczmarczyk 2011 y 2012.8 En el trabajo de Robert Fogelin puede encontrarse un interesante ensayo de

    defensa y crítica de una solución de esta clase, al presentar y rechazar la propuesta de lacomunidad como momento en el que se solapan parecer y ser correcto. Ver Fogelin 1994,cap. 12.

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    En ese contexto, el lenguaje de las sensaciones y el de las matemáticasocupan un lugar destacado por razones básicamente retóricas, se tra-ta de contraejemplos aparentes, pero de un inmenso poder persuasivo,de este argumento más general sobre la noción de regla. En uno y otrocaso actuamos movidos por una certeza que parece ser inconmovible,autocontenida, tal que parece que no sucumbiría incluso si el mundoentorno dejara de existir.

    La conclusión que genera la paradoja de la noción de regla: “segui-mos una regla sin razones o justicación”, a diferencia de la versión deWinch, no va a ser removida, en la lectura de Kripke, en el momento

    de la solución del problema (vs. el planteo de Winch, donde la falta de justicación que se registra en el caso privado pero no se da en el terrenopúblico). Lo que sí va a ser removido, en cambio, es la concepción lo-sóca que está en el fondo de todo el problema: el presupuesto de quenuestras prácticas de atribución de signicados requieren cierto tipo de

     justicación, pensar el signicado en términos de condiciones de ver-dad, ya sea que estas condiciones de verdad se ubiquen en el registroprivado o en el público.

    Dicho de otro modo, el diagnóstico de Kripke es que el argumento

    clásico del lenguaje privado cuestiona las condiciones de verdad carte-sianas como caso especial, dejando intactas las condiciones de verdadcomo marco general. De allí que cuando se busca elucidar el criterio decorrección en el ámbito de lo público, los críticos encuentran proble-mas semejantes a los que señaló en el ámbito de la privacidad (véase porejemplo Ayer 1954 y Thomson 1964). Los problemas atacados por el ar-gumento no son los de un ámbito (privado o público) sino los de un mar-co losóco general (el de las condiciones de verdad). En consecuencia,el Wittgenstein de Kripke no es un crítico de las condiciones de verdad

    cartesianas (criterio de corrección privatista) sino de las condiciones deverdad en general.

    El cambio de orientación del argumento realizado por esta lectura,ya no está basado en las alegadas limitaciones cognitivas de la privaci-dad, al contrario, el argumento está montado en las presuntas ventajascognitivas del sujeto individual acerca de sus estados mentales. La pre-suposición básica sobre la que descansa el argumento puede ser presen-tada así: si los enunciados acerca del signicado fueran a estar regidospor condiciones de verdad, ellos no presentarían la dicultad clásica yfundamental del realismo, aquella que de acuerdo a lo que planteó He-gel en la “Introducción” a la Fenomenología del espíritu radica en “tener supauta más allá de la conciencia” (ver Hegel 1971, p. 57).

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    Kripke plantea su argumento de una manera muy sencilla, partien-do de la consideración de que toda práctica lingüística tiene un límite ensu desarrollo, aunque la comprensión parece ponernos en contacto conun criterio de corrección que determina las respuestas válidas para todoslos casos9. Partiendo de este presupuesto acerca de la signicación de lasexpresiones, Kripke modela un ejemplo para mostrar su carácter fallido.En efecto, Kripke nos solicita que supongamos que 58 es el límite máximodentro del cual se desarrolló nuestra práctica de la suma. Si tal fuera elcaso, ello no obstaculizaría que frente a un cálculo ubicado por encimade cualquier cálculo realizado, por ejemplo “58 + 67”, estemos inclinados

    a dar con toda seguridad la respuesta 125. Aquí interviene Kripke diciendoque un escéptico que nos hubiera observado en nuestro comportamientoprevio podría haber formado la hipótesis de que la práctica que estába-mos realizando no es la de la adición, sino la de la tadición, donde la tadi-ción es una función que da los mismos resultados que la adición cuandose aplica a argumentos por debajo de 58, pero que da 5 en cualquier otrocaso. Es decir la práctica de la tadición sería indiscernible de la de la sumatal como la hemos realizado hasta ahora, pero deferiría en relación a lasuma en el cálculo que estamos considerando, donde lo correcto sería “58

    + 67= 5”. La pregunta que se plantea no es la de si de acuerdo a lo que no-sotros queríamos signicar antes con las reglas de la adición la respuestaque deberíamos dar ahora es 5 o 125, lo que convertiría la cuestión en unproblema aritmético, y en último término en una cuestión de epistemolo-gía semántica (¿podemos saber qué es lo que corresponde decir ahora deacuerdo a lo que quisimos decir antes?)10. Antes bien, la pregunta que seplantea toma la forma de la posibilidad de un cambio en el uso. Se cues-tiona si no es posible que ahora, cuando queremos referirnos a la adicióncon el signo ‘+’, estemos confundidos acerca de lo que quisimos decir en el

    pasado con este signo. ¿No será posible que nos confundamos ahora acer-

    9 En la concepción de Winch veíamos operar un presupuesto semejante, cuandoeste caracterizaba al error como una contravención de lo que se había establecido comocorrecto. Sólo que, en el caso de Winch este presupuesto era un dato de la solución,mientras que para Kripke es un dato del planteo del problema.

    10  La dicultad con este tipo de planteos es que se proponen el análisis de unarelación interna, de tal manera que si aceptamos este desafío, entonces luego, en la etapareconstructiva, nos vemos forzados a mostrar cómo se constituye una relación interna,lo que da lugar o bien a una petición de principio, o bien a una regresión innita. Yamencionamos a propósito de la propuesta de Winch la dicultad de circularidad (peti -ción de principio), en relación a la relación entre el modo acordado comunitariamente ylos casos que se juzgan mediante el mismo, o bien a una regresión innita, que no seríadifícil hacer surgir al plantear la pregunta por la justicación en el caso comunitario.

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    ca de lo que quisimos decir antes con el signo ‘+’? El escéptico de Kripke,por ejemplo, insiste en haber formado la hipótesis de que lo que quería-mos decir es la tadición y no la adición. En otros términos, sin cuestionarla relación interna que hay entre la suma y la respuesta 125 para la suma de58 + 67 y la que se da en la función tadición entre 5 y el mismo problema,¿cómo podemos saber que nuestro uso actual del signo ‘+’ se correspondecon nuestro uso pasado y no es más bien una alteración del mismo?11.

    Nótese que en esta última formulación hemos planteado el proble-ma clásico del realismo, el de la correspondencia, en el propio terrenode la conciencia, donde se suponía que el mismo estaba excluido. La

    construcción del argumento es tal que la misma busca poner en cues-tión el marco del realismo clásico en general. Por ello el argumento semonta sobre condiciones epistemológicas idealizadas. Ello implica que,frente a la pregunta por el hecho que marca la diferencia entre haberquerido decir la adición y no la tadición, cualquier cosa que se presentecomo un hecho será aceptado por el retador escéptico (por denición seconcede al hablante acceso a todos los hechos), quien insistirá en quese muestre cómo el hecho propuesto establece la diferencia entre que-rer decir una cosa y no otra. El planteo del argumento es tal que busca

    sacar consecuencias ontológicas del mismo, de manera que si en talescondiciones no puede hallarse un hecho que establezca la diferenciaentre querer decir una cosa u otra, ello es porque, sencillamente, no haytal hecho. Así, Kripke retoma en apoyo de su interpretación la idea deWittgenstein de que ni siquiera Dios, si viera nuestras mentes, podríadescubrir lo que queremos decir (ver Kripke 2011, pp. 21, 40 y 41).

    Esta lectura de Wittgenstein supone que la premisa que dió lugar ala paradoja no sea removida sino aceptada en la solución al problema.En efecto, la “solución escéptica” acepta que “seguimos una regla como lo

    hacemos sin justicación” y a partir de allí reconstruye la lógica de nues-tro discurso sobre reglas. Como lo adelantamos, la reconstrucción pro-puesta no es la de la elucidación de la normatividad de nuestro discurso,sino la elucidación del funcionamiento de nuestro discurso normativo.

    La clave para entender la peculiaridad de la elucidación gramaticalwittgensteiniana, tal como la misma se muestra a partir de la “solución

    11 Como el propio Kripke lo aclara, la apelación al pasado es sólo un recurso me-todólógico para poder formular de manera coherente el problema, antes de aserrar larama sobre la que se apoya. En rigor el problema, que cuestiona los constituyentes delsignicado en términos de condiciones de verdad, sin importar las consideraciones tem-porales, podría entonces formularse en presente: ¿cómo sabemos que al usar el signo ‘+’nos referimos a una función antes que a otra?

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    escéptica” de Kripke, pasa, por un lado, por entender la manera en quedicha conclusión es parte, no sólo del problema, sino también de la so-lución, y, por otra parte, por comprender que el rol que desempeña elacuerdo comunitario en la misma no está orientado a la constituciónde un parámetro de corrección, y que, en consecuencia, se aleja de lapropuesta de la comunidad como un garante o condición de posibilidadde la objetividad.

    El primer punto remite a la dicultad que señalamos en la propuestade Peter Winch, al indicar que su requisito de que el parámetro de co-rrección debía ser reconocible planteaba la cuestión de quién requería

    dicho parámetro. De acuerdo al planteo de Winch, sin dicho parámetrose verían imposibilitados los juicios, lo que hace surgir la respuesta conuna claridad meridiana: quien necesita dicho parámetro, según Winch,es quien realiza los juicios. Al contrario, al tornar la conclusión de la para-doja en una premisa de la solución escéptica al problema del seguimientode reglas, Kripke reconoce el carácter básico de los juicios, que no requie-ren la mediación de ninguna otra instancia12. En este sentido, la lectura deKripke está completamente en consonancia con el dictum de Wittgens-tein, según el cual: “Usar una palabra sin justicación (Rechtfertitung) no

    quiere decir usarla injustamente ((Unrecht)” (Wittgenstein 1999, § 289).Veamos con más detalle cómo es abordado este problema en la in-terpretación de Kripke. La “solución escéptica” defendida por este autorconsidera que las oraciones claves que hay que elucidar en relación alseguimiento de reglas son oraciones categóricas como “Juan suma”, “Yosumo” y enunciados condicionales como por ejemplo: “Si Juan aprehen-dió la suma, recuerda sus intenciones y desea acordarse a ellas, enton-ces, si se le presenta un problema como ‘57 + 68’ responderá 125”.

    De acuerdo a Kripke, la crítica de Wittgenstein al psicologismo del

    signicado, y a otras propuestas de ontología del signicado, lleva a Wi-ttgenstein a reemplazar la pregunta que dominaba este enfoque: “¿Quétiene que ocurrir para que las armaciones semánticas (como las citadasarriba) sean verdaderas?” por otras dos preguntas: “¿bajo que circunstan-cias estas proposiciones pueden ser legítimamente armadas? y ¿cuál esla utilidad de dicha aseveración en nuestras vidas?” (Kripke 2011, p. 73).

    Este cambio de preguntas implica un cambio completo del es-cenario en el que se plantea el problema. Un enunciado categórico se

    12 Al respecto es interesante considerar Wittgenstein 1999 § 147 y el análisis delmismo en términos de la dialéctica entre las voces “de la tentación” y “de la corrección”realizado por Fann 1997, p. 127 y ss. y Cavell 2002.

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    atribuye, por ejemplo en una relación pedagógica, sobre la base de laconcordancia de las respuestas del alumno con las que el maestro estádispuesto a dar. La atribución de un enunciado semántico categóricotiene entonces la forma de un “rito de pasaje”, a través del cual alguienrecibe un estatus social. Ahora bien, una de las condiciones a las que elmaestro atenderá para atribuir el enunciado “Juan suma” es la seguri-dad práctica de Juan al continuar la serie, es decir, la ausencia de dudasacerca de cómo continuar. Por su parte, una vez que se ha recibido elestatus de poseedor del concepto, tal es el caso del maestro o del alumnoJuan una vez que ha superado exitosamente las  pruebas que se le pro-

    ponen y a las que se somete, el individuo puede dar por buenas, porcorrectas, las respuestas que se siente conado a dar, sin más justicaciónque esa, estando en esto, sin embargo, sujeto a la corrección por otros.

    Veamos ahora cómo funcionan los enunciados semánticos con-dicionales. Allí donde la concepción mentalista tradicional señalaque “porque comprendemos el mismo concepto actuamos del mismomodo”, donde el énfasis está puesto en el antecedente del condicional(comprendemos), la elucidación terapéutica desplaza los énfasis, seña-lando la primacía de la práctica, haciendo lugar a la prioridad de la apli-

    cación. Esta prioridad se expresa, en el análisis terapéutico, elucidandoel funcionamiento de los condicionales semánticos bajo la forma de uncondicional contrapuesto, lo que en nuestro ejemplo sería: “si no res-ponde 125 al problema 57+68, entonces no ha estado sumando”, o en unaversión un poco más renada: “si no actuamos del mismo modo (de ma-nera reiterada) entonces no (decimos que) comprendimos el mismo con-cepto”. Lo que va entre paréntesis en esta fórmula intenta indicar que lamisma no funciona de manera algorítmica, sino de manera aproximada(es a menudo suciente que X no actúe como lo esperamos para que diga-

    mos que X no sigue la regla, etc.). Queda allí un espacio indeterminado,y por ello de disputa, que podemos pensar como uno de los terrenos delcruce entre lenguaje y política.

    El ritual de los enunciados semánticos, al que podríamos denomi-nar “funcionamiento social de la categoría de signicado”, es entoncesun ritual a través del cual otorgamos, conservamos y denegamos esta-tus sociales. El propósito de los mismos es clasicar a los individuos deacuerdo a las actividades que pueden o no realizar.

    Queda entonces por indicar, para cerrar el tratamiento de este tema,que la premisa de que seguimos una regla sin una justicación no es laexpresión de una excepción, sino un rasgo necesario de nuestras prác-ticas lingüísticas: la seguridad práctica, la ausencia de dudas para hacer

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    uso de una expresión simbólica, es un criterio del que nos valemos parahacer enunciados semánticos categóricos como “Él suma”, “Él sabe (nosabe) que es un indicador de caminos”, etc.

    Podemos pasar a considerar ahora el rol que desempeña el acuerdocomunitario en la propuesta de Kripke. Una ayuda para dar este pasonos la dan las observaciones que acabamos de realizar. En efecto, a dife-rencia de la propuesta de Winch, donde la realización de juicios estabamediada por una referencia posible o virtual al parámetro de correc-ción, en la propuesta de Kripke tal referencia no es necesaria, en virtuddel carácter primitivo, inmediato o básico de los juicios de corrección

    semántica. En caso contrario, como lo ha reconocido el propio Wittgens-tein (1999 § 242) la relación entre la regla y sus casos, una relación in-terna, se convertiría en una relación externa, ya que, en el momento dehacer un juicio, habría que considerar cómo interpreta la comunidad elparámetro de corrección para poder saber cuál es la respuesta correcta.Las cuestiones semánticas se volverían así cuestiones empíricas. Ello noocurre, justamente debido al carácter básico de los juicios de corrección(apoyados sobre ciertas características básicas de nuestra forma de vida)y de que cada uno está autorizado, y en cierto sentido exigido, a dar por

    buenas las respuestas que se siente inclinado a dar.En virtud del carácter básico de los juicios de corrección podemosapreciar que el acuerdo no es introducido para desempeñar la funciónde constituir un parámetro de identidad o de corrección que legitimelos juicios. El acuerdo desempeña una función muy distinta: constituyeuna condición macro que hace inteligible que el juego de las atribu-ciones semánticas que acabamos de describir, no sea un juego puerily sin sentido, como lo sería el juego de atribuciones encontradas recí-procas. El acuerdo aparece en la solución escéptica como la condición

    bajo la cual las atribuciones semánticas producen efectos. Este movi-miento puede caracterizarse como el abandono de la “normatividadsemántica”, entendida como el proyecto de elucidar aquellas reglassin cuya obediencia no habría lenguaje ni comunicación, en favor deuna “normatividad social” (sobre esta distinción, ver Kusch 2006, p.55), que distingue el proyecto (metafísico) de proveer una “explicaciónde la normatividad de nuestro discurso” del proyecto escéptico o tera-péutico de proveer una “elucidación de nuestro discurso normativo”.El insight del discurso terapéutico de la solución escéptica consiste encolocar las atribuciones semánticas en el contexto general de nuestrasvidas, de modo que pueda apreciarse el rol que las mismas desempe-ñan, y en mostrar cómo el acuerdo comunitario, sin constituirse en un

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    garante del proceso, es una condición-marco ( framework) que permitecomprender que las atribuciones y contra-atribuciones de corrección oincorrección semántica, un juego inocuo sin esa condición marco, ten-gan una función en nuestras vidas: la de seleccionar a los individuosde acuerdo a las tareas que pueden o no realizar, la de clasicarlos deacuerdo con las prácticas en las que pueden o no participar, regulandosu modo de inclusión en las mismas.

    La constitución de los individuos como hablantes, como sujetos dehabla, es, entonces, desde esta perspectiva, la sujeción de los mismos adeterminados juegos de lenguaje y la exclusión de otros. Esa es la rela-

    ción entre subjetivación y sujeción que a nuestro juicio justica la in-clusión de Wittgenstein entre los lósofos de la sujeción del sujeto queintentaremos explorar someramente en la siguiente sección13.

    Conclusión

    Nos toca ahora extraer algunas consecuencias de nuestro análisis.Intentaremos mostrar que, si la lectura de Wittgenstein que hace Kri-pke es correcta, entonces cabe reconocer en la losofía del austríaco los

    momentos característicos de la “losofía de la sujeción del sujeto”, en-tendiendo por tal la tendencia que se ha desarrollado en el pensamientofrancés asociada a los nombres como Lévi-Strauss, Lacan, Althusser yFoucault, entre otros. Así presentada, nuestra conclusión puede resultarun poco vaga, pero ello es deliberado, en la medida en que lo que nosinteresa es señalar una dirección para profundizar. Para justicar nues-tra propuesta intentaremos mostrar cómo la misma brinda sus frutosen relación a un problema concreto, enquistado en diversas lecturas deWittgenstein: el problema de la crítica al que aludimos al comienzo de

    este trabajo.Remitámonos, para un mejor proceder, a la caracterización de esta

    corriente que en su momento hiciera el lósofo argentino Enrique Marí.Este pensador señalaba que los pensadores a los que aludimos no plan-tean la negación del sujeto, como se ha creído, sino su sujeción: “...delo que se trata es de deconstrucción del logocentrismo, del abandonoradical de toda referencia a un centro, a un sujeto, ergo de la descentra-lización del sujeto, de la denuncia de todo origen y de toda arjé absoluta,no importa cual fuese su tipo.” (Marí 1984, p. 14). Como consecuenciade este movimiento, “las losofías del sujeto son reemplazadas por las

    13 Hemos avanzado en este sentido en Karczmarczyk 2010 y 2011a.

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    losofías de la sujeción del sujeto, del  sujet assujeti, del assujettisement:sujeción —y sólo a través de ella el ingreso a la condición de hombre— alas estructuras de los modos de producción, a un sistema simbólico, a lasideologías, al orden del deseo carencia” (Marí 1984, p. 14).

    Pasemos pues, directamente, a considerar los elementos que hacenque el acercamiento de la lectura de Wittgenstein a esta corriente seafructífero. Para ello recuperaremos algunos elementos que ya hemosplanteado y desarrollaremos otros para hacer razonable nuestra pro-puesta. En el desarrollo previo hemos abordado la cuestión del sujetocomo origen del discurso, a través de la confrontación de las lecturas de

    Winch y Kripke. El análisis de la noción de reexividad en la obra delprimero nos ha llevado a imputarle un compromiso no asumido con lacategoría de sujeto como origen del discurso, de la que hemos insistidoque remite a compromisos con el marco epistemológico clásico, trasla-dados al plano semántico. En su lugar insistimos en que la primacía dela práctica constituyente del sujeto en la interpretación de Kripke evitatales compromisos, mostrando que ello se debe a la ruptura con el mar-co epistemológico clásico (el del realismo). Ello nos llevó a distinguirentre el proyecto de elucidar la normatividad de nuestro discurso del

    proyecto de elucidar el funcionamiento de nuestro discurso normativo.Con este último paso nos topamos con la dimensión del poder, en lamedida en que la constitución de los sujetos como hablantes es, simultá-neamente, su sujeción a cierto orden (juego de lenguaje) y su exclusiónde otros, lo que no es otra cosa que la tesis característica de una “losofíade la sujeción del sujeto”. En lo que sigue intentaremos poner la lupasobre este punto, para extraer algunas consecuencias que se derivan delmismo. En particular, intentaremos explicar cómo esta concepción tieneconsecuencias renovadoras en relación con la manera en que se ha plan-

    teado el problema de la crítica en la literatura wittgensteiniana.La interpretación de Winch ha dado lugar a una discusión centrada

    en el relativismo y las consecuencias conservadoras que se derivan de lamisma cuyo eje tuvo que ver con la posibilidad de desarrollar una mira-da crítica que trascienda el horizonte de una cultura o forma de vida de-terminada. Varios intérpretes han señalado elementos en el pensamien-to de Winch que parecen cerrar esta posibilidad. Por ejemplo, JürgenHabermas caracterizó a la losofía de Peter Winch como una reescrituraen clave lingüística del historicismo de Dilthey (Habermas 1985, p. 263).Con ello quería dar a entender que si, en la postura de Dilthey, la com-prensión de un fenómeno debía remitirse a su contexto de emergencia,en la losofía de Winch la comprensión de un fenómeno debía remitirse

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    a la forma de vida de la que es una parte integrante, en la medida en queesta forma de vida es la condición de posibilidad de este fenómeno encuanto objeto de comprensión. De modo que la forma de vida en la quese alojan los fenómenos sería un horizonte irrebasable.

    La vía que tomó Habermas para superar las dicultades de la pro -puesta wincheana es reveladora, ya que el alemán demostró compartircon la misma los supuestos fundamentales. Así Habermas trazaba un li-naje wittgensteiniano para su propuesta: “Wittgenstein se ha percatadode que el concepto de acuerdo reside en el concepto de lenguaje” (1998,p. 28), bien que entendiendo esta herencia según el legado wincheano, es

    decir, insistiendo en que el acuerdo es un concepto normativo. Pero, entanto concepto normativo, el acuerdo se desdobla entre acuerdo aparen-te y acuerdo real, o bien entre consenso forzado y consenso racional. Enefecto, Habermas creyó necesario distinguir entre “acción” y “discurso”,una distinción que remitía a dos maneras distintas de entender el acuer-do. La acción remite a los aspectos constitutivos, a lo que en los iniciosde su producción teórica cubría la noción de “intereses cognoscitivos”,y en última instancia, al acuerdo en tanto que “acuerdo fáctico”, siem-pre ya dado, que hace posible que dispongamos de un mundo empírico

    compartido, dotado de una unidad y constancias sucientes para la ac-ción. Este acuerdo, concebido según líneas semejantes a las de Winch,le parece a Habermas sumirnos en un dogmatismo irremontable en elmarco del mismo. Para remediar este problema Habermas propone lanoción de discurso: el discurso es, según Habermas, el movimiento quese pone en marcha cuando se virtualizan las pretensiones de validezecaces en la esfera de la acción, para examinar su legitimidad. Con eldiscurso Habermas intenta abrir una brecha por la cual el dogmatismode la esfera de acción, tanto más peligroso cuanto que se presenta bajo

    la forma de la certeza, pueda ser cuestionado. El acuerdo obtenido bajolas condiciones de discurso le parece a Habermas de un tipo diferente,un consenso racional (vs. un acuerdo meramente fáctico).

    Aproximando estas propuestas al marco analítico de nuestro traba- jo, lo que debemos decir es que ambas, la de Winch y la de Habermas,se alojan de lleno en el proyecto de la elucidación de la normatividadde nuestro discurso. La propuesta de Winch remite al hecho de que elacuerdo es el fundamento de la fuerza normativa. Pero, así las cosas, lapropuesta de Winch parece implicar que el acuerdo establecido en unacomunidad es, ya que fundamento y por tanto límite de la normativi-dad, el límite de la justicación. Ir más allá del mismo sería sumirse enel sinsentido. La consecuencia que esto arroja es la imposibilidad, para

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    una forma de vida, de cuestionarse a sí misma. Se comprende entoncesque, moviendose dentro de este marco, se necesite renar el concepto deacuerdo como hace Habermas. El acuerdo fáctico no agotaría el consen-so, sino que además habría la idea de un consenso racional, que se ma-niesta en la impugnación del acuerdo fáctico como consenso forzado.Habría, en consecuencia, una fuerza normativa vinculada a la idea de unconsenso racional que rebasaría los acuerdos dados en el marco de unacomunidad. La justicación no encontraría un límite en los acuerdosfácticos de una comunidad, sino en el telos de un consenso no forzado.

    La lectura que acabamos de presentar es continua con la tradición

    epistemológica, en la medida en que la misma presenta cierto nivel desolapamiento entre parecer y ser, uno de los modos privilegiados con losque se ha intentado responder al desafío del escepticismo epistemoló-gico. En efecto, si Descartes proponía a la conciencia como el lugar enel que parecer y ser se solapan (si me parece que pienso, entonces pien-so efectivamente), las propuestas que venimos de considerar producenun solapamiento semejante en el nivel del acuerdo comunitario: lo quea todos nos parece correcto, sería correcto, coincidiendo en este puntofundamental y diriendo en la calicación del acuerdo: acuerdo fácti-

    co irrebasable, en un caso, acuerdo bajo condiciones ideales, en el otro.Cuando insistimos en que la lectura de Kripke de Wittgenstein rompecon este compromiso, queremos destacar que la misma se sale de estemarco. Nos corresponde ahora exhibir los contrastes que se siguen deesta lectura sobre el problema de la crítica.

    Según indicamos, la interpretación que propiciamos remite alacuerdo comunitario, pero no lo hace intervenir en la cadena de la jus-ticación, ni como una premisa, ni como lo que garantiza una premisa,sino que el acuerdo es lo que hace inteligible que el discurso semántico

    (sobre reglas, signicados, etc.), posea consecuencias, efectos. Examine-mos desde esta óptica la cuestión del límite de la justicación.

    Según hemos mostrado, la lectura de Wittgenstein por Kripke hacehonor a los párrafos claves de las Investigaciones  sobre esta cuestión,§§ 211, 217 y 219, ya que la solución escéptica retiene la paradoja de queseguimos una regla como lo hacemos sin razones o justicación. Indi-camos también que el eslabón clave de esta interpretación consiste enreconocer que seguir una regla sin una justicación no implica hacer-lo injustamente, sino que, por el contrario, lo que la regla requiere delos individuos para clasicarlos como hablantes es, justamente, que sedispongan a continuar conadamente. De modo que, la paradoja de lasreglas de Wittgenstein viene a mostrar que sólo aquellos capaces de en-

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    contrar unidad y necesidad allí donde el propio Wittgenstein muestraque no puede haberla (en el sentido de tener un fundamento objetivo),son calicados como hablantes. Esto permitiría hablar de una dimen-sión imaginaria en el análisis de las reglas de Wittgenstein, lo que es unpunto más de contacto con las losofías de la sujeción del sujeto. Peroesto no es de interés primario para nosotros ahora14. Por el contrario,querríamos exhibir el vínculo entre certeza y convención, entre ausen-cia de dudas y gramática, que se presenta ya en las Investigaciones los-cas y que se desarrolla luego en Sobre la certeza.

    El tránsito está facilitado por el hecho de que en Investigaciones §§

    246 y 247, Wittgenstein considera las oraciones: “Sólo yo puedo saberrealmente si siento dolor” y “Sólo tu puedes saber si tuviste la inten-ción”. Wittgenstein indica que estas desconcertantes expresiones tienenun uso limitado en nuestros juegos de lenguaje, en tanto que proposicio-nes gramaticales, es decir, proposiciones que explican el uso de ciertasexpresiones. Las oraciones en cuestión podrían, por ejemplo, servir paraexplicarle a alguien el signicado de la palabra ‘dolor’ o de la palabra‘intención’. En tal caso no estaríamos “informando” acerca de un hecho(qué es un dolor, qué es una intención), sino que estaríamos instruyendo

    a nuestro interlocutor sobre la manera en que usamos las expresiones.La aparición de “saber” junto a una oración gramatical es desconcertan-te. Pero Wittgenstein clarica este punto indicando que: “‘saber’ quieredecir aquí que la expresión de incertidumbre carece de sentido” (§ 247).Un poco más adelante, en § 251 Wittgenstein indica que no podemosimaginarnos lo contrario de una proposición gramatical. Por ejemplo,no podemos imaginar lo contrario de “Toda vara tiene longitud”, no por-que con ella ingresemos en el terreno de los hechos necesarios, que nopodrían ser de otra manera, sino porque las varas son la clase de cosas

    (paradigmas, herramientas de los juegos de lenguaje) que utilizamospara explicar el signicado de ‘longitud’. Un poco antes Wittgensteinhabía indicado: “Hay una cosa de la que no puede decirse ni que es de1 metro de longitud, ni que no es de 1 metro de longitud, y es el metropatrón de París.— Pero con ello, naturalmente, no le he adscrito ningu-na propiedad maravillosa, sino sólo he señalado su peculiar papel enel juego de medir con la vara métrica.” (1999 § 50). Lo contrario de unaproposición gramatical no se puede imaginar (o lo que es lo mismo: una

    14  Ello implicaría involucrarnos con el problema de la experiencia del signicado,crucial en los desarrollos que van desde Cuadernos azul y marrón a Investigaciones losó-cas, véase una visión panorámica de la cuestión en Torres 2010.

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    proposición gramatical no se puede negar) no porque sean la represen-tación de un hecho necesario, super rígido, sino debido a que son “con-venciones” de fondo, más allá de las justicaciones.

    Podemos ya pasar directamente al punto que nos interesa, ¿qué espara una convención estar más allá de las justicaciones? La clave pararesponder a esta cuestión la encontramos sobre el nal del muy ana-lizado parágrafo sobre del indicador de caminos, donde Wittgensteinindica: “Así es que puedo decir que el indicador de caminos no dejadespués de todo ninguna duda abierta. O mejor: deja a veces una dudaabierta y otras veces no. Y ésta ya no es una proposición losóca, sino

    una proposición empírica.” (1999 § 85) Que el indicador de caminos nodeja ninguna duda abierta acerca de cómo debe ser seguido es una “pro-posición losóca”, es decir, expresa un criterio para armar si alguiencomprende o no qué es un indicador de caminos. En otros términos: siel poste deja una duda abierta para alguien, entonces probablementediremos que no es un indicador de caminos para esa persona, que noha entendido o no sabe lo que es un indicador de caminos, o algo porel estilo. En § 288 Wittgenstein indica: “si alguien dijese «No sé si es undolor lo que tengo o es algo distinto», pensaríamos algo así como que no

    sabe lo que signica la palabra castellana «dolor» y se lo explicaríamos.”Lo que estas observaciones ponen de maniesto es que la capacidadpara obedecer ciegamente a reglas es la condición que los juegos de len-guaje requieren de los hablantes para habilitarlos como tales. Esto nosda la clave para responder al interrogante formulado más arriba acercade lo que es para una convención estar más allá de las justicaciones.En efecto, cuando hablamos de que una convención está más allá de las

     justicaciones proponemos por la vía contrapositiva lo que la obedien-cia ciega y la ausencia de dudas pone por la vía directa. Podemos decir

    que una convención está más allá de las justicaciones cuando la dudao vacilación a la misma no es considerada como sagacidad sino como unsigno de incomprensión y puede acarrear la exclusión del juego de len-guaje. La exclusión no se hace porque lo que (fáctica o potencialmene)consideramos correcto sea efectivamente tal, sino que, al contrario, esnuestra la uniformidad la que hace que estas consideraciones (atribu-ciones de reglas unos a otros) tengan consecuencias o efectos.

    La cuestión acerca de las diferentes consecuencias que acarrea laduda es desarrollado en profundidad en Sobre la certeza, lo que pone demaniesto la profunda continuidad de esta obra con las Investigaciones.Hay, sin embargo, una discontinuidad entre estas dos obras de muchaimportancia para nuestro tema. Como lo ha señalado Dominique Le-

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    court, la losofía de Wittgenstein tuvo, de Investigaciones losócas (1945)a Sobre la certeza  (1951), una transformación en la manera de concebirel juego de lenguaje de la losofía. En las Investigaciones se señalaba elcarácter ilusorio del discurso losóco, pero en Sobre la certeza Wittgens-tein comenzó a reconocer la materialidad y los efectos de ese juego dela ilusión, llegando a comprender que la losofía no es meramente “len-guaje de vacaciones”, sino un juego de lenguaje que realiza su propiotrabajo, cuyos efectos se verican en el sistema mismo de los distintos

     juegos de lenguaje, donde tienen palabras como “saber”, “vericación”,“experiencia”, “signicado”, “comprensión”, etc., tienen su “tierra natal”

    (ver Lecourt, 1984, p. 212).Esto le otorga una relevancia especial la lectura de Kripke. En efecto,si la semántica losóca toma la forma de una “ontología justicatoria”,garantía de la práctica del lenguaje, esta forma habilita su imposiciónsobre prácticas diversas, en las que tienen lugar atribuciones de signica-do, comprensión, etc., cuyos efectos, de acuerdo a lo que hemos indicado,son la pertenencia o no (o el modo de pertenencia) a una forma de vida.En las diversas formas de vida o juegos de lenguaje estas atribuciones serealizan de acuerdo a técnicas diferentes y tienen efectos distintos15. Los

    términos clave de la reexión losóca, están asociados también, en los juegos de lenguaje que son su “tierra natal”, a efectos vinculados con elejercicio de la inclusión y exclusión de los individuos en una forma devida determinada. Aunque tal vez la metáfora de la tierra natal puederesultar desorientadora, ya que remite al evento único del nacimiento,cuando lo que el análisis gramatical hace reconocer son los diversos usos,en territorios distintos, que una expresión desempeña, como un emplea-do puede desempeñar varias funciones (ver Wittgenstein 1991 § 64).

    Para poder plantear el problema de la intervención de un juego de

    lenguaje sobre otro que nos plantea el reconocimiento de la materialidaddel juego losóco, precisamos retomar la continuidad entre Investigacio-

    15 A partir de las observaciones de Moore, Wittgenstein señala que ciertas pro-posiciones con forma de proposiciones empíricas pertenecen a la lógica de los juegos delenguaje (ver Wittgenstein 1991 §§ 10, 52, 56, 57, 213, 377, 401). El estatuto de “proposicioneslógicas” otorgado a estas proposiciones no adviene en virtud de la decisión del Moore,Wittgenstein, o de quien fuera. Para los hablantes no está en cuestión aceptar o rechazarestas proposiciones. Lo indudable de estas proposiciones no proviene de sí mismas, nide algo que el hablante pudiera decidir en su interioridad, como la inconcebibilidad dealternativas. Se trata más bien de que las mismas funcionan como criterios de qué escomprender el sentido de las palabras, de manera que quien las cuestionara en ciertascircunstancias, resultaría apartado del juego de lenguaje. Dudar de una de las proposi-ciones de esta clase acarrea consecuencias muy distintas que dudar de una proposiciónempírica genuina (ver Wittgenstein 1991 §§ 67-75, 155, 195, 572).

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    nes y Sobre la certeza. En efecto, en la última obra Wittgenstein reconoceque las certezas, aunque en ciertos casos toman la forma de proposicio-nes empíricas, pertenecen a la lógica. En las Investigaciones Wittgensteindestacaba la uctuación de las deniciones cientícas: “Lo que hoy valecomo un concomitante empíricamente establecido del fenómeno A, seutilizará mañana como denición de “A”” (Wittgenstein 1999 § 79). EnSobre la certeza § 96 arma: “podríamos imaginar que algunas proposi-ciones, que tienen la forma de proposiciones empíricas, se solidican yfuncionan como un canal para las proposiciones empíricas que no estánsolidicadas y uyen; y también que esta relación cambia con el tiempo,

    de modo que las proposiciones que uyen se solidican y las sólidas seuidican”. Como podemos apreciar, aunque “pertenecientes a la lógi-ca”, no hay nada rígidamente intemporal en estas proposiciones.

    Dijimos antes que la losofía de Wittgenstein está sometida a unatensión, según la cual el lósofo argumenta que no hay, más aún, queno puede haber un fundamento objetivo para seguir una regla como lohacemos. Pero simultáneamente argumenta que sólo aquellos que pue-dan continuar conadamente a la instrucción como esperamos que lohagan, es decir, lo que sean capaces de encontrar unidad y necesidad

     justo allí donde no la hay, están en condiciones de ser integrados comohablantes de un juego de lenguaje. De algún modo, aunque falten lasgarantías objetivas, la condición del hablante es la de estar inmerso enun espacio de evidencias que le garantizan su proceder. Es razonablecaracterizar a esta modalidad de las garantías como entrega imaginaria.Estas observaciones dan una indicación de que, si en el funcionamientode los juegos de lenguaje hay siempre algo que, por una suerte de nece-sidad funcional, está fuera de cuestión, no parece haber nada que porprincipio esté siempre y en todo momento fuera de discusión. O si se

    quiere, que las garantías que operan en los mismos no garantizan tantocomo pretenden.

    Con esto obtenemos una clara indicación sobre la manera en que seproduce la intervención de la práctica teórico losóca sobre las prácti-cas de base. La losofía busca unicar las distintas prácticas. La losofíale da la palabra a las garantías que operan en la relación imaginaria delos individuos con la realidad de sus prácticas en los diferentes ámbitos,e intenta unicarlas, es decir, someterlas bajo categorías losócas uni-tarias que redoblan el bloqueo, que ya rige en las prácticas a través de laentrega imaginaria a sus garantías, que cada una de ellas exige. Con estocomo telón de fondo, cobra un sentido especial el esfuerzo de Wittgens-tein por evitar proponer una noción unitaria de lenguaje insistiendo en

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    la diversidad de los juegos de lenguaje, con similitudes y diferencias en-tre sí, que se solapan sin reducirse a un concepto general (Wittgenstein1999 § 65 y ss.). Se puede ver que el discurso que habla de la práctica ode la garantía de la práctica, es él mismo una práctica que, en ciertascircunstancias, tiene efectos sobre las otras.

    Creemos que lo expuesto implica una reconceptualización de la la-bor de la losofía en tanto que crítica. No se trata ya de constituir a lalosofía como crítica por el camino de las garantías, garantías losócas.Al contrario, una losofía crítica en este nuevo sentido está comprome-tida con las diferencias entre las distintas prácticas sociales, lo que supo-

    ne confrontar con los intentos de borrar de esas diferencias por mediode discursos teóricos que intervienen sobre las distintas prácticas, jera-quizándolas y subordinando unas a otras. Una losofía crítica en estesentido, al chocar con el borramiento de las diferencias entre las prác-ticas de los distintos juegos de lenguaje, se coloca en el nivel de la vidamisma de la política.

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