whitehead alfred la ciencia y el mundo moderno
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Whitehead Alfred La Ciencia y El Mundo ModernoTRANSCRIPT
ALFRED NORTH WHITEHEAD
t 8{� LA
(A12>) CIENCIA
Y EL
MUNDO MODERNO
EDITO.RJA_L LOSADA, S. A. BUENOS AIRES
Título del original inglés:
SCIENCE AND THE MODERN WORLD
Traducción directa de los tres primeros capítulos por
MARINA RUIZ LAGO;
de los restantes por
J. ROVIRA AR1IENGOL
Queda hecho el depósito que
pre>iene la ley núm. 11.723 Copyright by Editorial Losada, S. A.
Buenos Aires, 1949
PRINTED IN ARGENTINA
Acabado de imprimir el día 18 de julio ile 1949. Talleres gráficos
de Sebastián de Am�rrortu e hijos, Luca 222í, Bueuos Aires.
PREFACIO
El presente libro contiene el estudio de varios aspectos de la cultura occidental durante los tres siglos pasados, en cuanto ha recibido el influjo del desarrollo de la ciencia. Ha guiado este estudio la convicción de que la mentalidad de 1ma época Bitrge de la visión del mundo dominan,te en los sectores educados de las comum"dades en cuestión. Puede existir más de uno de estos esquema�, conform.e a las divisiones culturales. Los diversos intereses htLmanos que sugieren cosmologías y Teciben su influjo son la. ciencia, la estética, la ética y la religión. En toda edacl cada uno de esos temas sugiere una visión clel mundo. En la medida en que un mismo conjunto de gentes está gobernado por todos estos intereses o por más de uno de ellos, s-n visión efectiva será el producto total de esas fuentes. Pero ca.cl4 edad tiene sz¿ preocupación dominante, y durante los tres siglos en cuestión, la cosm.ología derivada de la. ciencia se ha afirmado, a expens-as de puntos de vista m,ás antiguos y ele otros orígenes. Los hombres pueden ser tan provincianos en el tie?npo como en el espacio. Podemos pTeguntarnos si la mentalidad cienMfica del mundo moderno en el pasado Teciente no es un eje1nplo triunfante de tal limitación provinciana.
La filosofía, en una de sus funciones, es la crítica ele las cosmologías-. Stt función es arm.onizar, Tefonnar y justificar intuiciones divergentes en cuanto a la naturaleza ele las cosa�. Debe insis-tir en el escm:tinio ele las idea� última� y en conserva,. todas las pruebas cuando confecciona nuestro es-
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que11UL cosmológico . Su tare(]¡ es hacer explícito.
y, en _lo
posible, eficaz, un proceso que por lo demas se eJecuta mconscientenwnte, sin pntebas racionales.
Pensando en todo esto, me guardé de introducir muchos detalles abstrusos con respecto al adelanto científico. Lo que se necesita y lo que he tratado de hacer es est1t�iar con simpatía las principales ideas vistas por dentro. Sz lo que pienso sobre la función de la filosofía es correcto, es la más importante de todas las tareas intelectuales: Constru'!je catedrales antes de que los obreros hayan momdo una ptedra y las destruye antes de que los elementos hayan desgastado sus arcos. Es el arquitecto de los edificios del espíritu y también su destructor: lo espiritual precede a l? 1JWterial. La filosofía trabaja lentamwnte. Los pensamzentos duermen durante edades enteras cuando casi de improviso la humanidad se encuentra con que se han encarnado en instituciones.
El libro consiste principalmente en una serie de ocho conferencias Lowell, pronunciadas en febrero de �9�5: Esas conferencias, ligeramente desarrolladas, y subdwzdzda 'I.W(J¡ de ellas en los capítulos VII y VIII, se imprimen tal �amo �n sido pronunciadas. Pero he agregado algún nwterzal adzczonal, de modo de completa!/" el pensamiento del libro en una escala que no admitía ese curso de conferencias. De este nwterial nuevo, el capítulo II -"Las matemáticas c�mo elemento en la historia del pensamiento"- fué pronu11;c zad<f co1no conferencia en la Sociedad matemática de la Umverszdad de Brown Providence, Rhode Island; y el capítulo XII -"Religión y
' ciencia"- fué una conferencia pron'!l'nc�ada
en la Phillips B1·ooks House en Harvard, y se publzcara �n el número de agosto del Atlantic Monthly de este ano (191!5). Los capítulos X y XI -"Abstracción" y "Dios"son a,gregados que aparecen ahora por primera; _vez:,
Pero el libro representa un hilo de pensamiento; la utzlzzacwn anterior de parte de su contenido es asunto secunda1·io.
N o he tenido oportunidad de referirme detalladamente en el texto a la obra de Lloyd Margan, Emergent Evolut�on ni a la de Alexander, Space, Time and Deity. Será evzd.ente para los lectores que los he hallado muy ricos en sugeren-
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cias. Debo mucho, en especial, a la gran obra de AleX(J¡nder. El p1"0pósito general del presente libro nM 1:mpide reconocer en detalle las distintas fuentes de inforznación o de ideas. El libro es producto de pensamientos y lecturas de años pasados y no los emp1·endí previendo que había de utilizarlos pa·ra este f in. Por eso me sería ahora imposible referirme en detalle a n1is fuentes, aun cuando fuera conveniente. Pero no lo es: los hechos que nos sirven de base son sencillos y bien conocidos. En lo filosófico, se ha excluído por entero toda consideración epistemológica. Sería imposible discutir ese punto sin trastornar todo el equilibrio de la obra. La clave del libro es el sentido de extraordinaria i1nportanci(J¡ de una filosofía prevalente.
Debo las mayores gmcias a mi colega Mr. Raphael Demos por haber leído las 1n·uebas y por haberme sugerido muchas mejoras de expresión.
HARVARD UNIVERSITY. 29 de junio de 1925.
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CAPÍTULO I
ORÍGENES DE LA CIENCIA MODERNA
La marcha de la civilización no es del todo un dBrrotero uniforme hacia cosas mejores. Quizá tenga ese aspecto si lo figuramos en escala suficientemente grande. Pero una visión tan grande oscurece los detalles en los cuales se basa toda nuestra comprensión del proceso. Las épocas nuevas emergen casi de improviso si miramos los miles de años a través de los cuales se extiende la historia completa. Las razas apartadas toman repentinamente su lugar en la corriente principal de los hechos; los descubrimientos tecnológicos transforman el mecanismo de la vida humana; un arte primitivo florece rápidamente hasta satisfacer por completo determinada ansia estética; grandes religiones en cruzadas juveniles esparcen a través de los pueblos la paz del cielo y la espada del Señor.
El siglo xvr de nuestra era vió el desgarramiento de la cristiandad de Occidente y Bl surgimiento de la ciencia moderna. Fué una época de fermentación. N a da se hallaba establecido, aunque mucho se abría -nuevos mundos y nuevas ideas-. En ciencia podemos elegir a Copérnico y a V Bsalio como figuras representativas: tipifican la nueva cosmología y el énfasis que pone la ciencia en la observación directa. Giordano Bruno fué el mártir, aunque la causa por la cual padeció no fué la ciencia sino la especulación imaginativa libre. Su muerte, en el año 1600, introdujo el primer siglo de la ciencia moderna en el sentido estricto de la palabra. En su ejecución hubo un simbolismo incons-
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ciente, pues el carácter del pensamiento científico que le sucedió ha desconfiado de este tipo de especulación general. La Reforma, pese a toda su importancia, puede considerarse como un conflicto doméstico entre las razas de Europa. Hasta la cristiandad de Oriente la contemplaba con profunda despreocupación. Además, semejantes desgarramientos no son fenómenos nuevos en la historia del cristianismo ni de otras religiones. Cuando proyectamos esta gran revolución sobre la historia entera de la iglesia cristiana no podemos considerar que introduce un nuevo principio en la vida humana. Buena o mala, fué una gran transformación religiosa; pero no fué el advenimiento de la religión. Ni pretendió serlo. Los reformistas mantenían que no hacían sino restaurar lo que había sido puesto en olvido.
Muy distinto es lo que sucede con el surgimiento de la ciencia moderna. Contrasta en todo sentido con el movimiento religioso contemporáneo. La Reforma fué un levantamiento popular; por siglo y medio corrió la sangre de Europa. Los comienzos del movimiento científico se limitaron a una minoría entre la aristocracia intelectual. En una generación que vió la guerra de los Treinta Años y recordaba la actuación del Duque de Alba en Flandes, lo peor que sucedió a los hombres de ciencia fué que Galileo sufrió una prisión decorosa y suave reprimenda, y que murió tranquilamente en su cama. La forma en que se ha recordado la persecución de Galileo es un tributo a los tranquilos comienzos del más íntimo cambio de visión que la raza humana haya experimentado. Desde el nacimiento de un niño en un pesebre, no hay quizá suceso tan grande que se haya realizado con tan poco ruido.
La tesis que estas conferencias ilustrarán es que ese tranquilo crecimiento de la ciencia ha cambiado prácticamente el color de nuestra mentalidad de tal manera que están ahora muy difundidas en el mundo educado, maneras de pensar que en épocas anteriores eran excepcionales. Ese nuevo colorido de los modos de pensar ha proseguido lentamente durante muchas edades entre los pueblos de Europa. Al fin redundó en el desarrollo rápido de la ciencia; y por ese medio se ha robustecido gracias a su más obvia aplicación.
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La nueva mentalidad es más importante todavía que la nueva ciencia y la nueva tecnología. Ha alterado las premisas metafísicas y el contenido imaginativo de nuestra mente tanto, que los viejos estímulos provocan una respuesta nueva. Quizá mi metáfora de un color nuevo es demasiado fuerte. Pienso en un mínimo cambio de tono que basta sin embargo para causar la mayor diferencia. Una frase de una carta del adorable genio que fué William James ilustra exactamente lo que quiero decir. Cuando estaba acabando su gran tratado, Principios de psicología, escribió a su hermano Henry James : "Tengo que forjar cada frase en las narices de hechos irreducibles y obstinados."
El nuevo matiz de la mente moderna es un interés vehemente y apasionado por la relación entre los principios generales y los hechos irreducibles y obstinados. En todo el mundo y en todos los tiempos han existido hombres prácticos absorbidos en "hechos irreducibles y obstinados"; en todo el mundo y en todos los tiempos han existido hombres de temperamento filosófico que se absorbieron en la trama de los principios generales. La unión del interés apasionado por los hechos de detalle con idéntica devoción a la generalización abstracta es lo nuevo de nuestra sociedad actual. Antes había aparecido esporádicamente, como por azar. Ese equilibrio de la mente se ha convertido ahora en parte de la tradición que impregna al pensamiento culto. Es la sal que sazona la vida. La principal tarea de las universidades es trasmitir esa tradición como una herencia vastamente difundida de generación en generación.
Otro contraste que destaca la ciencia de entre los movimientos europeos de los siglos xvr y xvn es su universalidad. La ciencia moderna nació en Europa, pero su hogar es todo el mundo. En los dos últimos siglos los modos occidentales han atacado larga y confusamente la civilización asiática. Los sabios del Este han meditado y meditan sobre cuál puede ser la norma secreta de vida capaz de pasar de Oeste a Este sin destruir frívolamente su propia herencia que con tanta razón aprecian. Cada vez resulta más evidente que lo que el Oeste puede ofrecer al
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Este sin vacilar es su ciencia y su visión científica. Ambas son transferibles de región a región, y de raza a raza, dondequiera exista una sociedad racional.
En este curso de conferencias no discutiré los detalles del descubrimiento científico. Constituye mi tema cómo entró en vigor un estado de ánimo en el mundo moderno, su vasta generalización y su impacto sobre otras fuerzas espirituales. Hay dos maneras de leer historia: hacia adelante y hacia atrás. En la historia del pensamiento necesitamos los dos métodos. Un clima de opinión -para emplear la feliz frase de un escritor del siglo XVII- requiere para ser comprendido la consideración de sus antecedentes y de sus resultados. En consecuencia, consideraré algunos de los antecedentes de cómo hemos abordado modernamente la investigación de la naturaleza.
En primer lugar, no puede haber ciencia viva si no se halla difundida la convicción instintiva de la existencia de un orden de cosas y, en particular, de un orden ele la naturaleza. He usado de intento la palabra instintiva. No importa lo que los hombres dicen con sus palabras mientras sus actividades estén dirigidas por instintos fijos. En última instancia, las palabras pueden destruir los instintos. Pero hasta que tal cosa no suceda, no entran en cuenta. Esa observación es importante en la historia del pensamiento científico. Porque encontraremos que desde los tiempos de Hume, la moda en filosofía científica ha sido negar el racionalismo de la ciencia. Esa conclusión se encuentra a flor de piel en la filosofía de Hume. Tomemos por ejemplo, el siguiente pasaje de la sección rv de su Ensayo sobre el entendimiento humano:
En una palabra, pues, todo efecto es un suceso distinto de su causa. Por consiguiente, no puede ser descubierto en la causa ; y su primera invención o concepción, a priori, debe ser completamente arbitraria.
Si la causa en sí misma no revela información sobre el efecto, de manera que su primera concepción debe ser enteramente arbitraria, se infiere de inmediato que la ciencia es imposible, salvo en el sentido de establecer conexiones
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¿nteramente arbitrm-ias, que no están garantizadas por nada intrínseco a la naturaleza de las causas o de los efectos. Por lo general alguna variante de la filosofía de Hume ha predominado entre los hombres de ciencia. Pero la fe científica se ha puesto a la altura de las circunstancias, y ha allanado tácitamente la montaña filosófica.
Ante tan extraña contradicción del pensamiento científico, es de primera importancia considerar los antecedentes de una fe inexorable a la aspiración hacia un racionalismo coherente. Tenemos que rastrear, pues, el nacimiento de la fe instintiva en que existe un orden de la naturaleza que se puede descubrir en cualquier suceso particular.
Naturalmente todos participamos en tal fe, y creemos por eso que la causa de la fe es nuestra aprehensión de su verdad. Pero la formación de una idea general -tal como la idea del orden de la naturaleza- y la concepción de su importancia y la observación de cómo se ejemplifica en diversas ocasiones, no son en modo alguno consecuencias necesarias de la verdad de la idea en cuestión. Suceden hechos familiares y la humanidad no se preocupa de ellos. Se requiere una mentalidad muy poco común para emprender el análisis de lo obvio. De ahí que quiero considerar las etapas en las cuales se hizo eA1Jlícito este análisis hasta imprimirse por último indeleblemente en todo espíritu educado de la Europa occidental.
Es evidente que los principales hechos de la vida se repiten con harta insistencia como para que deje de notarlos el hombre menos racional; aun antes del despuntar de la razón quedaron grabados en los instintos de los animales. N o es necesario estudiar en detalle la circunstancia de que, a grandes rasgos, c:ertos hechos generales de la naturaleza se repiten, y de que nuestra misma naturaleza se ha adaptado a tales repeticiones.
Pero existe un hecho complementario, igualmente verdadero e igualmente evidente : en realidad, nada se repite jamás en su exacto detalle. No hay dos días ni dos inviernos idénticos. Lo desaparecido desaparece para siempre. De ahí que la filosofía práctica de la humanidad ha consistido en esperar las grandes repeticiones y en aceptar los detalles,
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eno inescrutable de las cosas, más como SI emanaran
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, El hombre espera que el sol allá del camp
e�o d!l �·i����n�opla donde se le a�toja.
se levante, P 1 . if · 'n crriega clásica en acle-
Cierto es qu� desde a ClV l:a:�o �pos de hombres que lante han existido hombres y g . , d un irraciona-. d , Pá de la aceptacwn e se han
, Sl�Ua o mas a
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b . han tratado de explicar to-lismo ultimo. Estos oro res
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Gdo . o Aristóteles . d da detalle emos coro '
que se extien e a ca B � debieron nacer con la
o Arquímedes o Roger . at�1ica que sostiene instintiva
mentalidad enteramente cien l d y pequeñas pueden
mente que todas las cosas gran es. . . generales reíconcebirse como ejemplos de los prmciplOs
nantes en �odo el. ord�n fa��:ld Media el público gener�l Pero hasca el fmal e a . . , , tima y ese interés mi
educado no sin�ió esa conviccw:t�n de ue condujera a un
nucioso en tal Idea hasta el bu l q
capacidad v oporcontingente continuo de hom
t res c�:a
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descubrir esos prmcipiOs hipotetico�. �� g bien dudaba
daba de la existencia de tales prmciplOs o . t resaba en de la probabilidad de encony�·los, 0 . n�;r�::ci: práctica pensar en ellos, o no
l recor a
a� ��r�fuese la razón, la una vez que los hal,aba. Cu q
t las oportunida-f , fl . . t nemas en cuen a
búsqueda u e oJa; �� e. , la loncritud del tiempo en des de una alta cl
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! 1 "o d repente en los
cuestión. ¿Por que se ap�eto � t��od 1V1edia se presenta
siglos XVI y xvrr? � termma_rn:ención estimuló el pensa
una nueYa mentalidad. La 1 1 · ' física los . t avivó la especu acwn '
miento, el pensamlen o 1 habían descubierto manuscritos griegos revelaron o que
l � I�oo Europa . p , lt" aunque en e ano o los antwuos. or u liDO, · , el Q}� antes "' Ar , edes que muna en ,.. sabía menos que qmm
1 '� 11"'!00 estaban escritos los de Cristo, con todo, en e 1 ano
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había recorrido buen Principia de N ewton, y e m un o trecho ha�ia. la époc� m�d:�na .. ones durante las cuales el
Han eXIstido gran es . ClVl zaci . . ha aparecido sólo equilibrio mental requendo ��r lt cien�m
débiles resultados. por momentos y ha producl o os mas
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Por ejemplo, cuanto más conocemos del arte chino, de la literatura china y de la filosofía práctica china, más admiramos las cumbres a que llegó esta civilización. Durante miles de años hubo en China hombres agudos y doctos que consagraron pacientemente sus vidas al estudio. Si tenemos en cuenta el tiempo y la población, China forma el más grande volumen de civilización que ha visto el mundo. No hay motivo para dudar de la capacidad intrínseca individual de los chinos para la investigación científica. Y sin embargo la ciencia china es prácticamente despreciable. No hay motivo para creer que la China abandonada a sí misma, hubiera producido jamás ningún progreso científico. Lo mismo puede decirse de la India. Además, si los persas hubieran esclavizado a los griegos, no existe causa definida para presumir que la ciencia hubiera florecido en Europa. Los romanos no demostraron especial originalidad en ese terreno. Aun así, los griegos, aunque fundaron el movimiento, no lo sostuvieron con el concentrado interés que ha demostrado Europa. No aludo a las últimas generaciones de los pueblos europeos a ambos lados del océano; entiendo la Europa menor de la época de la Reforma, desgarrada y todo por las guerras y las disputas religiosas. Consideremos el mundo mediterráneo oriental, desde Sicilia hasta el Asia Menor, durante el período de unos 1400 años que va desde la muerte de Arquímedes hasta la invasión de los tártaros. Hubo guerras y revoluciones y grandes cambios de religión: pero no mucho más graves que las guerras que en los siglos XVI y XVII asolaron toda Europa. Había una civilización grande y rica, pagana, cristiana y mahometana. En ese período mucho se agregó a la ciencia. Pero en conjunto el progreso fué lento y vacilante; y, excepto en matemáticas, los hombres del Renacimiento partieron prácticamente de la posición que había alcanzado Arquímedes. Se realizó algún progreso en medicina y en astronomía. Pero el avance total fué muy pequeño comparado con el éxito maravilloso del siglo XVII. Compárese por ejemplo el progreso del conocimiento científico desde el año 1560, inmediatamente antes del nacimiento de G alileo y de Kepler, hasta el año 1700, cuando N ewton estaba en la cumbre de su
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1 · d nticruo va mencionado, fama, con el progreso en e
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exacbmcnte diez veces mas largo. G . ·No
, obstante G recia fué la madre de Europa, Y a. rec
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tenemos.
que ;,olver la mirada para hallar el o;Ige�ár
� nue�tras ideas modernas. Todos sabemos que en as
::. , . . t' l del !\,,.. cditerráneo hubo una escuela muy crenes onen .t es �a.. · d 1 floreciente de filósofos jonios, profundamente mter�:.� o� e: teorías sobre la naturaleza. Sus idea? se han tr�sml �
eo A�s=
ta nosotros, enriquecidas por el gemo de Platon y �ión tÚeles. Pero, con excepción de Arist�teles (y la ?x��p
d no es pequeña) esa escuela de pensamiento ll;O �abm ega
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a la mentalidad científica compl<;t�. E� .clerto ,ID:
odo Los
superior. El genio griego era fllosofico, lucid� y logico .. hombres de ese grupo planteaban ante todo mter:o�a�f��� f.l ·�· s •Qué es el substrato de la naturaleza. cE
d 1 oso1Ica . e
. . , d d d ellos o e
cro tierr3. agua, alguna combmacwn e os � , ma�e b ' . ' • f} , d n'bl a nmcrun L -l S '-r"s' •O es un simple mr no re u�I e " , . o L � • e · t b extrao,·cn-rial estático? Las matemáticas les m er�sa an �
i-. te Hallaron su generalidad, analizaron sus prem nanamen . . . d t mas me-sas e hicieron notables descubnmientos e ec;;e
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S dia�te una rígida adhesión al raz?n.amiento ��d
u� !';�día� mente estaba impregnada de una. a':I�a gen�ra I a .
artir de ideas claras y audaces y un racwcmio es�ncto a p
traba. o ellas Todo lo cual era excelente; era gemal; era el
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· · · 1 enten emos preparatorio ideal. Pero no era c��ncra co�o a
era todavía hoy. La paciencia de la .observacwn m�nu a �o
no era tan ni con mucho tan pronunente. �1 gemo de e el os 1 . a inaapto para el estado de expectativa confus� e � Im g
�ión qne precede a la generaFzación inductiva eficaz. Eran
pensadores lúcidos y razona�ores audaces. . 1' . por Claro es que huho excepciOnes, Y ele pnm;ra mea.
�b CJ. emplo Aristóteles y Arquímedes. Como e]e�plo de p -
.; . t b' 'n a los astronomos. o-servacion paclente tenemos aro �e. 11 es-seían lucidez matemática a proposito de las est
brel
ads y
pla ' - b d numera e e ' -taban fascinados por la pequena an a
netas fugitivos. , f d de Toda filosofía está matizada por algun secreto on o
im·lo·inación que nunca emerge e}..'})lícitamente en sus ca
de��s de razonamiento. La visión griega de la naturaleza,
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por lo menos esa cosmología que trasmitieron a edades posteriores, era esencialmente dramática. No por eso es necesariamente errónea, pero su dramatismo era excesivo. Concibió, así, la naturaleza articulada como una obra de arte dramático para ejemplificar ideas generales convergentes a un fin. Diferenció la naturaleza para proporcionar a cada cosa su fin adecuado. El centro del universo existía como fin del movimiento para las cosas pesadas, y las esferas celestes, como fin del movimiento para las cosas cuya naturaleza las lleva hacia arriba. Las esferas celestes existían para las cosas impasibles e ingenerables, las regiones inferiores, para las cosas pasibles y generables. La naturaleza era un drama en el cual cada cosa desempeñaba su papel.
No digo que Aristóteles se hubiese adherido a esta concepción sin rigurosas reservas, sin reservas análogas, a decir verdad, a las que nosotros mismos haríamos. Pero tal fué la concepción que el pensamiento griego posterior extrajo de Aristóteles y legó a la Edad Media. El efecto de ese escenario imaginativo de la naturaleza consistió en sofocar el espíritu histórico, pues, siendo el fin lo que parecía aclararlo todo, ¿para qué inquietarse por el comienzo? La Reforma y el movimiento científico fueron dos aspectos de la rebelión histórica que constituyó el movimiento intelectual dominante del tardío Renacimiento. El llamado a los orígenes del cristianismo, y el llamado de Francis Bacon a las causas eficientes contra las causas finales fueron dos aspectos de una misma corriente de pensamiento. También por esta .razón G alileo y sus adversarios estaban en pugna irremediable, como se puede ver en su Diálogo de los áos márimos si.stema.s á el universo.
G alileo porfía a más y mejor sobre cómo suceden las cosas, mientras sus adversarios tenían una teoría completa acerca de por qué suceden. Desgraciadamente las dos teorías no producían los mismos resultados. G alileo insiste en "hechos irreducibles y obstinados", y Simplicio, su contrincante, presen
,ta r�zones completamente satisfactorias, por lo
menos para el mismo. Es grave error concebir esa rebelión histórica como un llamado a la razón. Por el contrario, fué de todo punto un movimiento antiintelectualista. Fué el
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torno a la contemplación de los hechos brutos, y se basó re
t' . da desde el racionalismo inflexible del pens�.en una re na . · , h go mas miento medieval. Al sentar esta afrrn;aclOn
lno \idarios
que resumir lo que declaraban en esa epo:a os pa� de la del antiguo régimen. Por ejemplo, en el hbro c�ar o
onHistoTia del Concilio de TTento del P. Pablo Sarpi,
. s�
d�n� el trará que en 1551 los legados del Papa que presi la
Concilio, ordenaron:
· · la SaO"ra-Que los teólogos debían confirmar s�s opllllones co�
li s sa7rra-da Escritura, las tradiciones _de �os Aposto�e�! J��e�o��l
l�s Sa�tos dos y aprobados, y las conshtuci?nes y a� on� rfluas e inútiPadres; que debían ser breves, entar cuestlOne:r
s��e a los teólogos
les y disputas perversas. . . Esa orden no a" a condena
it;lianos, q�ienes dijeron 1 qu� era o fn\��:.ef:���nu�: todas las de la teologia de las escue as, a �uu e�tido proceder como Santo dificultades; y que por ella no era per
t . Tomás, San Buenaventura y otros famosos doc Oies.
Es imposible no simpatiza� con �stos. teói?go� �:!::r�=� ���o�;���í:r !����sfos
p=����o��- ���o;;o�s��ntes esi�� ban en franca rebelión contra ellos. El Papa � �o . apo:r.ó, y los
-obispos
fdel Conc�lio a��i�o��a�a e�I:: :�t��·i���
quiera. Pues pocas rases mas J leemos:
. , d 1 D eto poco les valió, Aunque muchos se queJaron aqm
de. ��: obispos) deseaban
P�:·q::nt�e��:t����elo:n �:�:�o�e:nt:l�;ible:, no a�strusamente,
�:m� en el caso de la Justificación y otros ya tratado�.
. . t d ' Cuando empleaban la · Pobres medievalistas re rasa o:o. d 1 1 • • • l' 'bl ra los poderosos e a
razón no eran, siq:uera mte Igi es Je
a los hechos obstinados
época. Pasaran siglos an�es de q to el péndulo oscila
sean reducibles por la razon, y entre tan't do hi�tórico
lPnta v I)esadamente 9.1 extremo del me o . , � .t· 1' -- ·· d , d los teoloO'OS 1 a Ia
Cuarenta �' tres aüos espues e,.q�e
R. h d Hooker en nos hubieron redactado este memon�,
' . rc ar 1 exa�ta
sus famosas Leyes de gobicmo ecleswstlCo, formu a
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mente la misma queja acerca de sus adversarios puritanos 1• El pensamiento equilibrado de Hooker -del cual deriva la apelación de "el juicioso Hooker"- y su estilo difuso hacen sus escritos singularmente inadecuados para ser resumidos con una cita breve y oportuna. Pero en la sección indicada enrostra a sus contrincantes su meno�recio de. la razón,· y en apoyo de su propia actitud se refiere decididamente al "más grande de los teólogos escolásticos", designación con la cual presumo que se refiere a Santo Tomás de Aquino.
El Gobiemo eclesirúltico de Hooker se publicó inmediatamente antes del Concilio de Trento de Sarpi. Las dos obras fueron, pues, completamente independientes una de la otra. Pero tanto los teólogos italianos de 1551 como Hooker al final del mismo siglo dan testimonio de la tendencia antirracionalista de sus tiempos, y en ese sentido oponen su propia época a la de la escolástica.
La reacción fué sin duda un correctivo muy necesario del imprudente racionalismo de la Edad Media. Pero las reacciones se van a los extremos. Por eso, aunque un resultado de tal reacción fué el nacimiento de la ciencia moderna, debemos recordar con todo, que la ciencia heredó así la tendencia de pensamiento a la cual debe su origen.
El efecto del drama griego fué múltiple en cuanto a las distintas formas en que afectó indirectamente el pensamiento medieval. Los apóstoles de la imaginación científica tal como existe hoy día son los grandes trágicos de la antigua Atenas, Esquilo, Sófocles y Eurípides. Su visión del destino, que, inexorable e indiferente, impulsa un acontecimiento trágico a su inevitable desenlace, es la visión propia de la ciencia. El destino de la tragedia griega se convierte en el orden natural del pensamiento moderno. El interés absorbente por acontecimientos heroicos particulares, como ejemplo y verificación del funcionamiento del destino, reaparece en nuestra época como concentración de interés en los experimentos cruciales. Tuve la suerte de presenciar la reunión de la Royal Society de Londres, cuando el astrónomo real de Inglaterra anunció que las placas fotográficas del
1 Cf. Libro III, sección VIII.
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famoso eclipse, según la medición �e. sus colegas d.el �bservatorio de G reenwich, habían verificado la predlCcion de Einstein de que los rayos luminosos se e�curvan a� pasar por la proximidad del sol. Toda la at�osfera de mte�so interés era exactamente la del drama gnego: nosotros eramos el coro que comentaba el dictado del destino, tal co�o se revelaba en el desarrollo de un incidente supremo. Ha�Ia calidad dramática hasta en la escenografía: el ceremomal acostumbrado, y en el fondo el retrato de � e-:ton, �ara recordarnos que la más grande de las generalizaciOnes .científicas había de recibir ahora, después de más de dos siglos, su primera modificación. No faltaba tampoco interés pe;rsonal: una gran aventura de pensamiento llegaba al fm salva a puerto. .
Permítaseme recordar aquí que la esen:cia de la tra�edra no es el infol'tunio. Estriba en la solemmdad del funcio�amiento inexorable de las cosas. La inevitabilidad del de�tmo sólo puede ilustrarse en términos. de �ida �umana �edmn:e acontecimientos que de hecho Implican mfortumo .
.... �uvs
sólo por ellos el drama puede hacer evidente la fuLihdad de toda huída. Esa inevitabilidad inexorable penetra el pensamiento científico. Las leyes de la física son los dicta-dos del destino.
La concepción del orden moral en la tragedia griega �� fué por cierto descubrimiento de los dramaturgos. Debw pasar del pensamiento general serio
, de. la época.� la tra
dición literaria. Pero al hallar su esplendida expreswn, ahondó la corriente de pensamiento de donde sm;gió . . El :.
spectáculo del orden moral quedó grabado en la Imagmacwn de la civilización clásica. .
Vinieron los tiempos de la decadencia de es�, gra� socie
dad; Europa pasó a la Edad Media. DesapareciO la mfluencia directa de la literatura griega. Pero el concepto de orden moral y de orden de la naturaleza quedó preservado �ent�o de la filosofía estoica. Por ejemplo, Lecky en su Hígtorza
de la moral europea dice: "Séneca sostiene que Dios ha determinado todas las cosas por una inexorable ley del destino que Él ha dictado, pero a la cual Él misn:o o�edece." Pero la forma más efectiva en que los estOicos m-
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fluyeron sobre la mentalidad de la Edad Media fué el sentido. difuso de orden que surgía del derecho romano. Para c1tar nuevamente a Lecky: "La legislación romana era �oblemente hija de la filosofía. En primer lugar se formo de ac.uerdo :on el mode
,l� filosófico, pues, en lugar
d.e ser �n simple sistema . empmco ajustado a las exigencias existentes de la sociedad, establecía principios abstractos de derecho a los cuales trataba de conformarse · y en segundo lugar, dichos principios estaban directam�nt� tomados . d;l estoicismo." � pesar de la anarquía que de he;ho remo en �randes re�wnes de Europa después de la cmda del ImperiO, el sentido de orden legal estuvo siemP!'e pl.lesente er; los recuerdos tradicionales de las poblac:ones que hab1an formado parte de Roma. La Icrlesia de Occidente, además, se mantenía como la encarnación viva de las tradiciones del gobierno imperial. . �� imP,ortan�e observar que la huella legal grabada en la
c1vihzacwn de la Edad J.Yledia no revistió la forma de unos cuantos sabios preceptos reguladores de la conducta. Fué la conc�pción de un definido sistema articulado que define la legalidad de la estructura detallada del organismo social y de la forma detallada en que debe funcionar. No había nada vago. No se trataba de máximas admirables sino de un procedimiento definido para poner las cosas en
'su orden y
:n:an��nerlas .así. La Edad Media constituyó una larga ejercitacwn del mtelecto de la Europa occidental en el sentido del orden. Hubo quizá cierta deficiencia en cuanto a la prá;tica. Pero ni por un momento la idea perdió su vigor. Fue ante todo una época de pensamiento ordenado complet�mente raci�:malista. La anarquía misma aguz�ba el sentido d� un Sistema coherente, de la misma manera que �a anarqma de la Europa moderna ha estimulado la visión mtelectual de una Liga de las Naciones.
Pero para la ciencia se precisa algo más que un sentido general del o�den de
, las cosas; �o se necesita más que una
frase para senalar como el habito de pensamiento definido Y ex��to se imJ?l�ntó en la mente europea gracias al largo dommw de la log1ca y la teología escolásticas. El hábito se mantuvo 'después que la filosofía fué repudiada: el pre-
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cioso hábito de buscar un punto exacto y asirse a él, una
vez hallado. G alileo debe a Aristóteles más de lo que aso
ma a la superficie de sus Diálogos: le debe su claro enten·
dimiento y su espíritu analítico. , No creo, sin embargo, haber destacado todavia �� con-
tribución más grande del medievalismo a la formacwn del
movimiento científico. :Me refiero a la fe inexpugnable en
que cada hecho particular puede relaci?D:arse �on s�� an
tecedentes en forma perfectamente defimda, eJemplifiCan
do los principios generales. Sin esa fe, las increíbles faenas
de los hombres de ciencia no tendrían esperanza. �sa �on
vicción instintiva, vívidamente presente ante la .Im.�gma
ción es la fuerza motriz de la búsqueda, la conviCSion de
que 'hay un secreto y que es posible descubrirlo .. ¿�omo ha
llegado a implantarse con tal fuerza esta conviCCIOn en el
espíritu europeo? . . Si comparamos ese tipo de pensamie.n�� de. Europa con
la actitud que han observado otras ciVihzacwnes cua.ndo
han sido abandonadas a sí mismas, parece que su .origen
tiene una sola fuente. Debe provenir de la insistencia me
dieval en el racionalismo de Dios, concebido con la. ener
aía personal de Jehová y con el racionalismo de un fllós�fo
�riego. Cada detalle estaba vigilado y ?rdeñado: la m
vestigación de la naturaleza sólo podía Ir a parar en la
justificación de la fe en el racionalismo. Téngas.e -r::r�sente
que no hablo del credo ex-r::lícit? ?: algunos �n.�lVlduos.
]\;fe refiero a la marca que ImprimlO en el espunu euro
peo la fe incontestada de varios siglos. Entie�do con ello
el tipo instintivo de pensamiento y no un simple credo
verbal. . . Asia concibió a Dios como un ser o demasiado . arbitrariO
o demasiado impersonal para que tales ideas ejercieran gr�n
efecto en los hábitos instintivos de . la mente. ,
Cual�mer
hecho determinado podía deberse al fzat de un despota ;rra
cional. o podía surgir de algún origen impersona.l e �nes
crutal;le. No existía la confianza que inspira el racwna�rsmo
inteligente de un ser personal. No argüiré que la confra?-za
de Europa en la escrutabilidad de la n�turaleza. estab� JUS
tificada lógicamente hasta por su propia teologra. l'ill pro-
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blema es en�e�?er cómo su:gw: Mi explicación es que la fe en la posibilidad de la ciencia, engendrada con anterioridad a la teoría científica moderna, es un derivado inconsciente de la teología medieval.
Pero la ciencia no es simplemente el resultado de fe instintiva. Requiere también un interés activo en los hechos sencillos de la vida, por ellos mismos.
La limitación "por ellos mismos" es importante. La primera fase de la Edad Media fué una. edad de simbolismo de amplias ideas y de técnica primitiva. Poco había ou� hacer con la naturaleza como no fuera. extraer penosame;te de ella los medios de vida. Quedaban por explorar los reinos del pensamient0, los reinos de la filosofía y de la teología.. El arte primitivo podía simbolizar las ideas que llenaban todas las mentes reflexivas. La primera fase del arte .medi�val �ose� un hechizo obsesivo sin par; realza su propia cahdad mtrmseca el hecho de que su mensaje que ten�ía :nás allá .d� la propia j';lstific�ción del arte po� sus re�.rzacwnes estetlcas, era el simbolismo de las cosas que existen tras la naturaleza. En esta fase simbólica. el arte medieval se ejerció en la naturaleza como en su medio, pero apuntaba a otro mundo.
Para comprender el contraste entre los primeros tiempos d.e la
, �dad Me�ia y la atmósfera que requiere la actividad
cienhfiCa, debenamos comparar el sialo vr y el sialo xvr en Italia. En ambos siglos el genio itali�no echaba l�s cimientos de una nueva era. La historia de los tres siglos que :precede� el primer período, a pesar de la promesa del futuro mtroducida por el nacimiento del cristianismo estaba abrumadoramente impregnada del sentido de la decadencia de la civilización. En cada generación se ha perdido algo. Cuando leemos los documentos nos acecha la sombra de la bar�ari� inminente. ��Y grandes hombres y admirables reahzacwnes en la accwn y en el pensamiento. Pero su efecto total no es más que detener por un corto intervalo l� decadencia general. En lo que toca a Italia, durante el siglo sexto estamos en el extremo más bajo de la curva. Pero en ese siglo cada acción echa el cimiento para el tremendo surgir de la nueva civilización europea. En el fondo,
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- d
el imperio bizantino, bajo el gobierno de _Justinia;no, deter� minó en tres formas el carácter de los primeros �1empos d la Edad Media en la Europa occidental. En pnme� lugar, sus ejércitos, al mando de Belisario y Narses, despeJ�r�� a Italia de la dominación gótica. De �sa mane�a c¿.ue�o h re el tablado para el ejercicio del antiguo gemo I�a.hano en crear orrranizaciones protectoras de ideales de activid�d cultural rls imposible no simpatizar con los godos: sm embarg� �o puede dudarse de que mil años de papado fueron i;finitamente más vali?sos pa�a Europa qu� todo; �os �fe: tos que hubieran podido denvar de un remo gobco establecido en Italia.
En segundo lugar, la codificación del ?e;echo roman? estableció el ideal de legalidad que dommo el pensamiento s�ciológico de Europa dura.nte los sii?los siguientes. L� �<;Y es a la vez una maquinaria de gobierno � .una condiCifn que restringe el gobierno. El derecho canomco ?e _ la Ig ;sia y el derecho civil del Estado deben a los Juristas e J ustiniano la influencia que tuvieron en el desar�ollo de Europa. Establecieron en el espíritu occidental el 1deaá de que una autoridad debía ser a. la .vez legal .Y mantene
_or�
de la ley y debía mostrar en si misma �n sistema de _orga nización razonablemente montado. El s1glo v� en �tah?' reveló por primera vez cómo el contac�o con el Impeno bizantino favoreció la impresión de esas Ideas.
1 En tercer lugar, en las esferas no pol�ticas del arte :, � saber, Constantinopla presentaba un n�v�l d�. ob�a r._"'hzada que en parte por el impulso de la Imltacio? directa, Y en parte' por la inspiración indirecta que surgJa de� mero conocimiento de la existencia de tales hechos, actuo en la cultura de Occidente como un estímulo perpetuo. _La .s�biduría de los bizantinos tal como existía en la imagma�Ion de la primera fase de la ment�li�ad mcd!eval; Y �� sabiduría de los egipcios tal como ex1sba en la Ima�macwn de �o� griegos primitivos, desempeñaron papeles. an�logos. Pro �. blemente el conocimiento real de esas sab1dunas se extendw en uno y otro caso a cuanto convenía a los pueblos r;ceptores. Conocían lo suficiente como para conocer a que clase de nivel se puede llegar, pero no lo bastante como para
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sentirse maniatados por modos de pensar estáticos y tradicionales. Por eso, ambos pueblos adelantaron por su propia cuenta y aventajaron a sus modelos. Ninguna explicación del nacimiento de la mentalidad científica europea puede dejar de notar la influencia de fondo de la civilización bizantina. En el siglo vr se produce una crisis en la historia de las relaciones entre Bizancio y el Occidente; debe compararse esa crisis con la influencia de la literatura griega en el pensamiento europeo durante los siglos xv y xvr. Los dos hombres sobresalientes que en la Italia del siglo VI echaron los cimientos del futuro fueron San Benito y San Gregorio :Magno: teniéndolos en cuenta podemos ver de inmediato que el acceso a la mentalidad científica a que habían llegado los griegos estaba completamente en ruinas. Estamos en el cero grado de la temperatura científica. Pero la obra de toda la vida de San Gregorio lVIagno y de San Benito aportó elementos para la reconstrucción de Europa, los cuales determinaron que la reconstrucción, en el momento de llevarse a cabo, incluyera una mentalidad científica más efectiva que la del mundo antiguo. Los griegos eran demasiado teóricos. Para ellos, la ciencia era una rama de la filosofía. San Gregorio Magno y San Benito eran hombres prácticos, que percibían bien la importancia de las cosas corrientes: y combinaron el temperamento práctico con sus actividades religiosas y culturales. Debemos en especial a San Benito el que los monasterios fueran hogares de agricultores prácticos, así como hogares de santos, artistas y sabios. La alianza de la ciencia y de la técnica, mediante la cual el saber se mantiene en contacto con los hechos irreducibles y obstinados, debe mucho a la tendencia práctica de los primeros benedictinos. La ciencia moderna deriva de Roma tanto como de Grecia, y esa herencia romana explica su adelanto en una energía de pensamiento que se mantiene en contacto inmediato con el mundo de los hechos.
Pero la influencia de ese contacto entre los monasterios y los hechos de la naturaleza se mostró primero en el arte. El surgir del naturalismo al final de la Edad Media fué para la mentalidad europea la entrada del último ingrediente necesario para que surgiera la ciencia. Fué el surgir del inte-
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rés en objetos naturales y en acontecimientos naturales, por eHos mismos. El follaje natural de una comarca :fué esculpido en lugares apartados de los edificios tardíos, simplemente para demostrar el placer en esos objetos familiares. La atmósfera entera de cada arte demostraba cierta alegría directa en aprehender las cosas que nos rodean. Los artífices que ejecutaron la escultura decorativa de los últimos tiempos de la Edad Media, Giotto, Chaucer, Wordsworth, Walt Whitman y, en la actualidad, el poeta de Nueva Inglaterra Robert Frost, están todos emparentados en este sentido. Los simples hechos inmediatos son los temas de interés, y reaparecen en el pensamiento de la ciencia como los "hechos irreducibles y obstinados".
El espíritu de Europa estaba preparado ahora para su nueva aventura de pensamiento. Es innecesario contar en detalle los diversos incidentes que señalaron el nacimiento de la ciencia: el crecimiento de la riqueza y del tiempo disponible; la expansión de las universidades; la invención de la imprenta; la toma de Consta.ntinopla; Copérnico; Vasc? de Gama; Colón; el telescopio. El suelo, el clima, las semillas existían; crecían los bosques. La ciencia no se ha desembarazado nunca de la huella de su origen, cuando la histórica rebelión del Renacimiento tardío. Continuó siendo ante todo un movimiento antirracionalista basado en una fe ingenua. Todo el raciocinio que ha necesitado lo ha tomado de las matemáticas, una reliquia sobreviviente del racionalismo griego, que sigue el método deductivo. La ciencia rechaza a la filosofía. En otras palabras, nunca ha cuidado de justificar su fe o de explicar su sentido, y ha permanecido blandamente indiferente a su refutación, obra de Hume.
Claro es que la histórica rebelión estaba enteramente justificada. Era deseada. Era una necesidad absoluta para el espíritu sano. El mundo necesitaba siglos de contemplación de los hechos irreducibles y obstinados. Es difícil para el hombre hacer muchas cosas a un tiempo, Y e3- e.so se vió después de la orgía racionalista de la Edad 1\ledm. Era una reacción muy juiciosa; pero no era una protesta en apoyo de la razón.
so
J!ay no obstante, u� castigo drvino que acecha a los que deliberadamente esqmvan las sendas del conocimiento. El clamor de Oliver Cromwell resuena a través de las edades: "Hermanos míos, os lo suplico por las entrañas de Cristo pensad que podéis estar equivocados."
'
. El progreso de la ciencia ha llegado a un momento crucml. . Las bases estables de la física se han debilitado: tambrén por primera vez la fisiología se yergue como un cuerpo real de conocimiento y no como un montón de sobras. Las antiguas ·bases del pensamiento científico se están . volviendo i�intelig�bles. El tiempo, el espacio, la materia, lo matenal, el eter, la electricidad mecanicismo organismo, configuración, estructura, modelo: función tod� r��uiere rei��erpretación. ¿Para qué hablar de una e�licacwn mecamcista cuando no sabemos qué es lo que se entiende por mecánica?
La verdad es que la ciencia comenzó su carrera moderna apropiándose ideas derivadas del lado más débil de las f�Iosofías de l�s sucesores de Aristóteles. En algunos sentidos. la elecciÓn fué feliz. Permitió que el conocimiento del siglo xvrr, en cuanto a física y química, pudiera formularse del modo completo que perduró hasta nuestros días. Per� e.I progreso de la biología y de la psicología quedó repnmido por la aceptación nada crítica de afirmaciones no del todo verídicas. Si la ciencia no ha de deO'enerar en u�� mescolanza de hipótesis ad hoc, debe vol�erse filos?nca Y debe emprender una crítica completa de sus propias bases.
En las conferencias siguientes de este curso rastrearé los éxit�s . Y los fracasos de las determinadas concepciones cosmologicas c�n .las cu�les se ha rev.estido el intelecto europeo en l?s._
tres ulbmos siglos. Los chmas generales de opinión persrs�en durante peyíodos de unas dos o tres generaciones, e: ,decrr, durante peno�os de sesenta a cien años. Hay tambien ond�s. de pensamiento más cortas que se mueven en la superficie del movimiento periódico. Por consiO'uiente h��aremos en la visión europea transformaciones ;ue mo� drfiCan lentamente los siglos siguientes. No obstante a través de todo el período persiste la cosmología cientffica
Sl
fija que presupone como hecho último una :t;nateria pri�a irreducible o material, extendida en el espacro en un fluJO de conficru�·aciones, En sí mismo semejante material carece de sensibilidad, de valor y de finalidad. Hace simplemente lo que hace, siguiendo una rutina fija impuesta por relaciones externas que no brotan de la naturaleza de su ser. Llamo a esta presuposición "materialismo científico'.'· Es una presuposición que rechazaré por ser enteramente madecuada para la situación científica a que hemos llegad� ahora. No es errónea, si se interpreta correctamente. Sr nos limitamos a ciertos tipos de hechos, abstraídos d� .l�s circunstancias completas en que ocurren, la presuposrcwn materialista los expresa a la perfección. Pero cuand? pas�mos más allá de la abstracción, ya por un uso mas sutrl de nuestros sentidos, ya en demanda de significado Y de coherencia de pensamiento, el esquema se hace pedazos de inmediato. La estrecha eficacia del esquema era cabalmente la causa de su extraordinario éxito metodológico. Porque dirigió la atención hacia los grupos de hechos que . en el estado de conocimiento que existía entonces, necesrtaban investigación. . El éxito del esquema ha afectado adversamente !�s dr.ve:;sas corrientes del pensamiento europeo. La rebelron hrstorica fué antirracionalista porque el racionalismo de los escolásticos requería una rigurosa corrección mediante el contacto de los hechos brutos. Pero la renovación de la filosofía en las manos de Descartes y de sus sucesores estuvo completamente configurada en su desarrollo . por acept�r la cosmolocría científica al pie de la letra. El éxrto de sus rdeas últimas "confirmó a los hombres de ciencia en su negativa a modificarlas de resultas de investigar su racionalismo. Toda filosofía se veía obligada a engullirlas enteras. El ejemplo de la ciencia afectó también a otros dominios ?,el pensamiento. De este modo se ha exagerado la rebelron histórica hasta llegar a excluir la filosofía de su papel propio: el de armonizar las diversas abstracciones del pensamiento metodológico. El pensamiento es abstracto; el. uso intolerante de abstracciones es el vicio máximo del mtelecto, v-icio que no se corrige del todo con recurrir a la
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experiencia concreta. Porque, al fin de cuentas sólo necesitamos atender a los aspectos de nuestra e�eriencia concreta que caen dentro de un limitado esquema. Hay dos métodos para purificar las ideas. Uno de ellos es la observación imparcial por medio de los sentidos del cuerpo. Pero observar es elegir. De ahí que sea difícil trascender un esquema de abstracción cuyo éxito es suficient�mente amplio. El otro método consiste en comparar los drversos esquemas de abstracción que están bien establecidos .-<;n nuestros distintos tipos de experiencia. Esa comparacwn toma la forma de respuesta a las exigencias de los �eólogos italianos escolásticos que mencionaba Pablo Sarpr. Lo que ellos pedían era que se usara la razón. La fe en la razón es la confianza de que las naturalezas últimas de las cosas se hallan reunidas en una armonía que excluye _la pura y simple arbitrariedad. Es la fe de que en la rarz de las cosas no encontraremos caprichoso misterio Y nada más. La fe en el orden de la naturaleza que ha permitido el desarrollo de la ciencia es un ejemplo particl!lar de una fe._má� , ho�da, ql!e no puede justificarse por nmguna generahzacwn mducbva. Brota del examen directo de la naturaleza de las cosas, tal como se revela en nue.stra propia experiencia presente e inmediata. No es posrble separarnos de nuestra propia sombra. Sentir esta fe es sa?er que al ser nosotros mismos somos más que nosotros mrsmos; es saber que nuestra experiencia aun siendo confus� Y fragmentaria, sondea las ma;yores honduras de la realidad; es saber que los detalles separados, sólo para �ue sean ellos mismos, deben encontrarse dentro de un srstema de cosas; es saber que tal sistema incluye la armonía del racionalismo lógico, y la armonía de la realiz�c.ión estética; es saber que, mientras la armonía de la logrca pende sobre el universo como una férrea necesidad la armoní� estética se le aparece como ideal vivo que mo� �ela el flm� general en su progreso discontinuo hacia más fmos y sutiles resuitados.
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CAPÍTULO II
LAS 1\IATEl\i.ÁTICAS COMO ELElVIENTO DE LA IDSTORIA DEL PENSAMIENTO
La ciencia de las matemáticas puras, en su desarrollo moderno puede afirmar que es la creación más original del espíritu humano. También la música puede _pretender 7ste título. Pero dejanao a un lado a todos los nvales, consideraremos los fundamentos en los que las matemáticas pueden auoyar su pretensión. La originalidad de las matemáticas �onsiste en que en la ciencia matemática se señalan conexiones entre las cosas que, aparte la acción de la razón humana, son extraordinariamente poco evidentes. Así, las ideas que se encuentran ahora en la mente de los ��temáticos contemporáneos, están muy lejos de toda noc;on q'-:e pueda derivar inmediatamente por percep?!ón de_ los sentidos; a menos, por cierto, de ser percepcwn estimulada Y guiada por conocimiento matemático precedente. Esta es la tesis que paso a ilustrar.
Supóngase que proyectamos nuestra imaginación ;nuchos miles de años atrás y procuremos comprender la SIIJ?-Pl.eza mental que caracterizaba hasta los mayores entendimientos de esas sociedades primitivas. Ideas abstractas que para nosotros son inmediatamente evidentes sólo debieron ser para ellos materia de la más oscura aprehensión. Tomemos, por ejemplo, el problema del número. Nosotros p�nsamos el número "cinco" como aplicable a grupos apropiados de entidades cualesquiera -aplicable a cinco peces, !l' cinco niños, a cinco manzanas, a cinco díaS--. Así, al consi-
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derar las relaciones del número "cinco" con el número "tres" pensamos en dos grupos de cosas: una con cinco miembros y la otra con tres. Pero nos abstraemos totalmente de toda consideración de entidades particulares y hasta de toda clase particular de entidades que entran a formar parte del conjunto de cada uno de los dos grupos. Pensamos solamente en las relaciones entre los dos grupos, que son completamente independientes de las esencias individuales de cualquiera de los miembros de uno u otro grupo. Lo cual constituye una verdadera hazaña de abstracción: siglos debieron pasar antes de que el género humano se elevase a tamaña altura. Durante un largo período, se compararon sin duda los grupos de peces entre sí con respecto a su multiplicidad, y los grupos de días entre sí. Pero el primer hombre que notó la analogía entre un grupo de siete peces y un grupo de siete días marcó un adelanto notable en la historia del pensamiento. Fué el primer hombre que abrigó un concepto perteneciente a la ciencia de las matemáticas puras. En ese momento debió ser imposible para él adivinar la complejidad y la sutileza de esas ideas matemáticas abstractas que aguardaban descubrimiento. Ni pudo haber adivinado que esas nociones ejercerían amplio hechizo en cada una de las generaciones venideras. Existe una tradición literaria equivocada que representa el amor a las matemáticas como una monomanía limitada a unos pocos excéntricos en cada generación. Sea como fuere, hubiera sido imposible anticipar el placer derivable de un tipo de pensamiento abstracto que no tenía contraparte en la sociedad de entonces. En tercer lugar, el tremendo efecto futuro del conocimiento matemático sobre la vida del hombre, sobre sus ocupaciones diarias, sobre sus pensamientos habituales, sobre la organización de la sociedad, debió ocult�rse más toda vía a la previsión de esos pensadores primitivos. Aun hoy es muy vacilante la comprensión del verdadero lugar de las matemáticas como elemento de la historia del pensamiento. No llegaré a decir que trazar una historia del pensamiento sin estudio profundo de las ideas matemáticas de las épocas sucesivas es como omitir a Hamlet del drama que lleva su nombre. Sería pedir demasiado.
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�er? sin �uda es análogo a suprimir el papel de Ofelia. El s1mll es smgularmente exacto, porque Ofelia es enteramente esencial en el drama, es encantadora -y un poco loca-. Concedamos que el estudio de las matemáticas es una divina locura del espíritu humano, un refugio contra el acosar punzante de los hechos contingentes.
Cuando pensamos en las matemáticas, tenemos en la mente una ciencia dedicada a la investicración del número de la �ant�dad, de la geometría y, en los
"'tiempos modernos:
una ciencia ,que incluye también la investigación de los cm;ceptos mas abstractos todavía de orden, y de los tipos analogos de relaciones puramente lógicas. El toque de las matemáticas es que en ellas nos hemos desembarazado siempre de los casos particulares y aun de toda especie particular de entidad. De manera que, por ejemplo, no hay verdades matemáticas que se apliquen solamente a los peces o solamente a las piedras o solamente a los colores. J\1ientras nos ocupamos de matemáticas puras estamos en el reino de la abstracción completa y absoluta. Todo lo que afirmamos es que la razón insiste en admitir que _si determin�das entidades cualesquiera guardan determmadas relacwnes que satisfacen tales o cuales condiciones puramente abstractas, deben guardar entonces otras relaciones que satisfagan otras condiciones puramente abstractas.
Pensamos que las matemátícas pertenecen a la esfera de la abstracción completa de todo caso particular del objeto de que se ocupa. Tal concepción de las matemáticas está tan lejos de ser evidente que podemos cerciorarnos fácil:n:ente de que ni aun ahora la entiende la generalidad. Por eJemplo, se suele creer que la certeza de las matemáticas es una razón de la certeza de nuestro conocimiento creométrico .del espacio del universo físico. Lo cual es una ilusión que ha viciado mucho de la filosofía del pasado y algo de la del present�. El problema de la geometría es una prueba bastante convmcente. Hay ciertas series alternadas de condiciones puramente abstractas posibles para la relación de grupos de entidades no especificadas, que llamaré condiciones geométrica�. Les doy este nombre a causa de su analo-
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gía general con las condiciones que creemos rigen con respecto a las relaciones geométricas particulares de las cosas que observamos en nuestra percepción directa de la naturaleza. En lo que concierne a nuestras observaciones, no somos lo bastante esmerados para estar seguros de las condiciones exactas que regulan las cosas con las que tropezamos en la naturaleza. Pero mediante una leve extensión de hipótesis podemos identificar esas condiciones observadas con alguna serie de las condiciones geométricas puramente abstractas. Al proceder así, hacemos una determinación particular del grupo de entidades no especificadas que son las cosas relacionadas en la ciencia abstracta. En las matemáticas puras de las relaciones geométricas decimos que si cualesquiera entidades de un grupo gozan de cualesquiera relaciones entre los miembros, que satisfacen esta serie de condiciones geométricas abstractas, entonces tales o cuales nuevas condiciones abstractas también deben regir en tales relaciones. Pero cuando llegamos al espacio físico, decimos que cierto grupo determinadamente observado de entidades físicas goza de ciertas relaciones determinadamente observadas entre sus miembros, las cuales satisfacen la serie indicada de condiciones geométricas abstractas. Concluímos de ahí que las nuevas relaciones que, según inferíamos, regían en cualquier caso de este tipo, deben regir por consiguiente en este caso panicular.
La certeza de las matemáticas depende de su completa generalidad abstracta. Pero no podemos estar seguros a priori de que tenemos razón en creer que las entidades observadas en el universo concreto forman un ejemplo particular de lo que cae bajo nuestro razonamiento general. Veamos otro ejemplo, tomado de la aritmética. Es una verdad abstracta general de las matemáticas puras que todo grupo de cuarenta entidades puede subdividirse en dos grupos de veinte entidades. Por consiguiente, es justificada nuestra conclusión de que un grupo particular de manzanas que, según creemos, contiene cuarenta miembros nuede subdividirse en dos grupos de manzanas, cada un� de los cuales contiene veinte miembros. Pero siempre queda la posibilidad de que hayamos contado mal el grupo grande;
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d� manera que, en la práctica, cuando llegamos a subdividn·lo, hallaremos que uno de los dos montones tien� una manzana de más o de menos.
De ahí que, al criticar una argumentación basada en la aplicación . de las matemáticas a hechos concretos particulares, hay siempre . tres procesos que debemos distinguir claramente. En pnmer lugar, debemos examinar el razonamiento puramente matemático para cerciorarnos de que no contiene simples errores-faltas de lóGica accidentales debidas a una falla mental. Cualquier ':natemático sabe por triste experiencia que al comenzar a elaborar una cadena d.e razonamiento es muy fácil cometer un leve error que, sm embargo, tiene la mayor importancia. Pero cuando una página de matemáticas ha sido revisada y ha estado sometida durante algún tiempo al mundo de los expertos, la probabilidad de error accidental es casi despreciable. El proceso inmediato consiste en verificar todas las condiciones abstractas cuya validez hemos supuesto, o sea, es la determinación de las premisas abstractas de las cuales parte el razonamiento matemático, materia de considerable dificultad. En tiempos pasados se cometieron inadvertencias muy notables que fueron aceptadas por generaciones de los !nás grande� matemáticos. El principal peligro es el de la madvertenc1a, esto es, introducir tácitamente akuna condi-. ' o cwn . que nos resulta natural suponer, pero que de hecho no siempre es necesariamente válida. En esta materia hay otra inadvertencia opuesta que no causa error sino solamen�e falta de simplificación. Es muy fácil pensar que se prec1sa postular un número de condiciones mayor que el verdadero. En otras palabras, podemos pensar que es necesario algún postulado abstracto cuando en realidad lo podemos probar mediante los otros postulados que ;ya tenemos entre manos. Los únicos efectos de este exceso de postulados abstractos consisten en disminuir nuestro placer estético en el razonamiento matemático, y en darnos más trabajo cuando llegamos al tercer proceso de crítica.
El tercer proceso de crítica es la verificación de que nuestros postulados abstractos son válidos en el caso particular en cuestión. Con respecto a este proceso de verificación
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para el caso particular es donde nacen todas las dificultades. En algunos casos sencillos, tales como el recuento de cuarenta manzanas, podemos con un poco de cuidado llegar a la certeza práctica. Pero en general, con ejemplos más complejos, nunca podemos alcanzar la certeza completa. Se han escrito miles y miles de libros sobre este tema. Es el campo de batalla de las filosofías rivales. Implica dos problemas distintos. Existen determinadas cosas particulares que hemos observado y debemos cerciorarnos de que las relaciones entre esas cosas obedecen de veras a determinadas y precisas condiciones abstractas. Hay aquí mucho lugar para el error. Los métodos científicos de observación exacta son todos recursos para limitar esas conclusiones erróneas que conciernen directamente a los hechos concretos. Pero surge otro problema. Las cosas directamente observadas son casi siempre nada más que muestras. Queremos llegar a la conclusión de que las condiciones abstractas, válidas para las muestras, también son válidas para todas las otras entidades que, por tal o cual razón, nos parecen pertenecer a la misma clase. Ese proceso de razonamiento de la muestra a la especie entera es la inducción. La teoría de la inducción es la desesperación de la filosofía y, no obstante, todas nuestras actividades se basan en ella. Como quiera que sea, al criticar una conclusión matemática sobre un hecho concreto particular, las verdaderas dificultades consisten en hallar los supuestos abstractos implícitos y en apreciar las pruebas en favor de su aplicabilidad al caso particular en cuestión.
Sucede muchas veces que al criticar un libro o un artículo erudito de matemáticas aplicadas, toda la dificultad está en el primer capítulo y hasta en la primera página. Porque en el comienzo mismo es donde probablemente hallaremos que el autor se equivoca en sus supu�stos. Además, la dificultad no está en lo que el autor dice sino en lo que no dice. Tampoco está en lo que sabe que ha admitido, sino en lo que ha admitido inconscientemente. No ponemos en duda la honradez del autor. Criticamos su perspicacia. Toda generación critica los supuestos inconscientes admitidos por sus padres. Puede asentir a ellos, pero los trae a la luz.
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La historia del desarrollo de la lengua ilustra ese punto. Es una historia de análisis progresivo de las ideas. El latín y el griego eran lenguas de flexión, es decir, expresaban un complejo de ideas no analizado, mediante la simple modificación de una palabra; mientras en inglés, por ejemplo, empleamos preposiciones y verbos auxiliares para traer a la luz todo el manojo de ideas implícitas. Para algunas formas de arte literario -aunque no siempre- la absorción compacta de ideas auxiliares dentro de la palabra principal, puede ser una ventaja. Pero en una lengua como la inglesa, hay una ganancia abrumadora en claridad. La mayor claridad no es sino la exhibición en forma más completa de las diversas abstracciones implícitas en la idea compleja que es el sentido de la frase.
Por comparación con la lengua, podemos ver ahora cuál es la� función de pensamiento que llevan a cabo las matemáticas puras. Es una tentativa resuelta de lanzarse totalmente en dirección al análisis completo, de manera de separar los elementos pertenecientes a los simples hechos concretos, de las condiciones puramente abstractas a las cuales ejemplifican.
El hábito de tal análisis ilumina cada acto del funcionamiento de la mente humana. Primeramente destaca, al aislarla, la apreciación estética directa del contenido de la experiencia. Esa apreciación directa importa la aprehensión de lo que la experiencia es en sí misma en su esencia particular y propia, incluyendo sus valores concretos inmediatos. Es ésa una cuestión de experiencia directa que depende de la sutileza de los sentidos. Tenemos además la abstracción de las entidades particulares implícitas, consideradas en sí mismas y aparte la determinada ocasión de experiencia en que las aprehendemos entonces. Y por último tenemos la aprehensión de las condiciones absolutamente generales, satisfechas por las relaciones particulares de esas entidades en cuanto a aquella experiencia. Las condiciones logran generalidad porque se las puede expresar sin referencia a las relaciones particulares o a esas cosas particulares relacionadas que acontecen en tal ocasión particular de experiencia. Son condiciones que podrían ser
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válidas para una variedad infinita de otras ocasiones que implicaran otras entidades y otras relaciones entre ellas. Así, esas condiciones son perfectamente generales porque no se refieren a una ocasión particular, ni a entidades particulares (como verde, azul, árboles) que entran en una cantidad de ocasiones, ni a relaciones particulares entre tales entidades.
No obstante, se ha de hacer una limitación a la generalidad de las matemáticas; es una restricción que se aplica igualmente a todos los asertos generales. No puede formularse ningún aserto, salvo uno solo, con respecto a cualquier ocasión lejana que no entra en relación con la ocasión inmediata de modo de formar un elemento constitutivo de la esencia de esa ocasión inmediata. Por "ocasión inmediata" entiendo la ocasión que contiene como ingrediente el acto individual de juicio en cuestión. El único aserto exceptuado es: si hay algo que no está en relación, nuestra ignorancia respecto de ese algo es completa. Por "ignorancia" entiendo aquí 1"gnorancia; por eso no es posible aconsejar cómo esperarlo, ni cómo tratarlo en la "práctica" o de cualquier otra manera. O conocemos algo de la ocasión lejana por conocimiento que es en sí mismo elemento de la ocasión inmediata, o no sabremos nada. De ahí que, todo el universo abierto para cada variedad de experiencia, es un universo en el cual cada detalle entra en relación propia con la ocasión inmediata. La generalidad de las matemáticas es la generalidad más completa compatible con la comunidad de ocasiones que constituye nuestra situación metafísica.
Ha de notarse, además, que las entidades particulares requieren esas condiciones generales para ingresar en cualquier ocasión; pero las mismas condiciones generales pueden ser requeridas por muchos tipos de entidades particulares. El hecho de que las condiciones generales trasciendan cualquier serie de entidades particulares es la razón de que entre en las matemáticas y en la lógica matemática la noción de "variable". :Mediante el empleo de esa noción se investigan las condiciones generales sin especificación alguna de entidades particulares. El hecho de que
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las entidades particulares no hacen al caso no ha sido comprendido generalmente: así, la propiedad de tener forma las formas, por ejemplo, la forma circular, la esférica y la cúbica, tales como aparecen en la experiencia real, no entran en el razonamiento geométrico.
El ejercicio de la razón lógica se ocupa siempre de esas condiciones absolutamente generales. En su sentido más lato, el descubrimiento de las matemáticas es el descubrimiento de que la totalidad de esas condiciones abstractas generales, que son coincidentemente aplicables a las relaciones entre las entidades de una ocasión cualquiera, están a su vez relacionadas entre sí a la manera de una estructura con clave. Tal estructura de relaciones entre condiciones abstractas generales se impone tanto en la realidad externa como en nuestras representaciones abstractas de ella, por la necesidad general de que cada cosa sea precisamente su propio ser, con su propia manera individual de diferir de todo lo demás. Lo cual no es sino la necesidad de la lógica abstracta, que es el supuesto implícito en el hecho mismo de la existencia interrelacionada, tal como se revela en cada ocasión inmediata de experiencia.
La clave de las estructuras quiere decir que, de una serie elegid?. de esas condiciones generales, ejemplificadas en cualquier ocasión, puede inferirse por puro ejercicio de lógica abstracta, una estructura que implique una infinita variedad de otras condiciones semejantes. Cualquier serie elegida de este tipo se llama serie de postulados o premisas de donde parte el razonamiento. El razonamiento no es sino la exhibición de toda la estructura de condiciones generales implícitas en la estructura derivada de los postulados escogidos.
La armonía de la razón lógica, que adivina la estructura completa contenida en los postulados, es la propiedad estética más general que surge del simple hecho de la coexistencia en la unidad de una ocasión. Donde quiera haya unidad de ocasión queda establecida por eso una relación estética entre las condiciones generales contenidas en esa ocasión. Esa relación estética �s lo adivinado en el ejercicio de la razón. Todo lo que cae dentro de esa relación se
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ejemplifica por consiguiente en esa ocasión, todo lo que queda fuera de esa relación queda excluído, por consiguiente, de ejemplificarse en esa ocasión. La estructura completa de las condiciones generales así ejemplificada está determinada por cualquiera de las muchas series escogidas de esas condiciones. Esas series que obran como claves son series de postulados equivalentes. La armonía razonable de ser, requerida para la unidad de una ocasión compleja junto con la realización completa (en esa ocasión) de todo lo contenido en su armonía lógica es el artículo primero de la doctrina metafísica. Quiere decir que para las cosas estar juntas implica estar razonablemente juntas. Lo cual quiere decir que el pensamiento puede penetrar en cada ocasión concreta, de manera que, abarcando las condiciones que sirven de clave, todo el complejo de su estructura de condiciones queda abierto ante él. O sea: con tal de que sepamos algo -absolutamente general acerca de los elementos en cualquier ocasión, podemos saber entonces un número infinito de otros conceptos igualmente generales que también deben ejemplificarse en esa misma ocasión. La armonía lógica contenida en la unidad de una ocasión es a la vez ex�lusiva e inclusiva. La ocasión debe excluir lo inarmónico y debe incluir lo armónico.
Pitágoras fué el primer hombre que tuvo idea del alcance pleno de ese principio general. Vivió en el siglo vr antes de la era vulgar. Le conocemos fragmentariamente. Pero sabemos algunos puntos que establecen su grandeza en la historia del pensamiento. Pitágoras insistió en la importancia de la máxima generalidad en el razonamiento, y adivinó la importancia del número como ayuda para la construcción de cualquier representación de las condiciones contenidas en el orden de la naturaleza. Sabemos también que estudió geometría, y descubrió la prueba general del notable teorema sobre triángulos rectángulos. La formación de la cofradía pitagórica, y los misteriosos rumores acerca de sus ritos e influencia, proporcionan algunas pruebas de que Pitágoras adivinó, aunque confusamente, la posible importancia de las matemáticas en la formación de la ciencia. En el terreno filosófico inició una
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discusión que desde entonces ha agitado siempre a los pensadores. Pitágoras preguntaba: "¿Cuál es 13; situación de las entidades matemáticas, los números por eJemplo, en el reino de las cosas?" Por ejemplo, el número "dos" está exento en cierto sentido del flujo del tiempo y de la necesidad de la posición en el espacio. _Sin embar9o, est_á contenido en el mundo real. Las mismas consideraciOnes se aplican a las nociones geométricas -a la forma circ�lar, por ejemplo-. Se dice que Pitágoras enseñó que las entidades matemáticas, como los números y las formas, eran la sustancia última de la cual están hechas las entidades reales de nuestra experiencia perceptiva. Formulada tan escuetamente, la idea parece tosca y a decir verdad, n�?ia. _Per,o sin duda, Pitágoras había acertado con una nocron fllosofica de considerable importancia; noción que tenía una larga historia, que ha movido el espíritu humano y que hasta ha penetrado en la teología cristiana. Unos mil años separan el credo atanasiano de Pitágoras, y unos dos mil cuatrocientos años separan a Pitágoras de Hegel. Pero, pese a toda esa distancia de tiempo, tanto la importancia del número definido en la constitución de la naturaleza divina, como el concepto del mundo real como exhibición del desarrollo de una idea, pueden remontarse al modo de pensar que Pitágoras puso en movimiento.
La importancia de un pensador individual debe algo al azar, porque depende del destino que tendrán sus ideas en el espíritu de sus sucesores. En este sentido, Pitágoras fué afortunado. Sus especulaciones filosóficas nos han llegado a través de la mente de Platón. El mundo platónico de las ideas es la forma refinada, revisada, de la doctrina pitagórica de que el número constituye la base del mundo �eal. Como los griegos representaban los números con co�bmaciones de puntos, las nociones de número y de configuración geométrica estaban menos separadas que entre. nosotros. Sin duda, Pitágoras incluyó también la propiedad de tener forma las formas, que es una entidad matemática impura. Así, hoy día, cuando Einstein y su secuaces proclaman que hechos físicos tales como la gravitación deben interpretarse como exhibiciones de peculiaridades locales
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de propiedades espacio-temporales siguen la pura tradición pitagórica. En cierto sentido, Platón y Pi�ágoras están más cerca de la ciencia física moderna que Anstóteles. Los dos primeros eran matemáticos, mientras que Aristótele� era hijo de un médico, aunque naturalmente no por eso Ignorara las matemáticas. El consejo práctico que se puede tomar de Pitágoras es medir, y expresar así la cualidad en términos de cantidad numéricamente determinada. Pero las ciencias biológicas entonces y hasta nuestros propios tiempos han sido más que nada clasificatorias. De ahí que Aristóteles con su lógica deshtca la clasificación. La popularidad de la lógica� aristotélica retardó el adelanto de la ciencia física en toda la Edad Media. Con sólo que los escolásticos hubieran medido en lugar de clasificar ¡cuánto hubieran podido aprender!
La clasificación es una posada a medio camino entre la concretez inmediata de la cosa individual y la abstracción completa de las nociones matemáticas. Las especies toman en cuenta el carácter específico, y los géneros el carácter genérico. Pero en el procedimiento de relacionar nociones matemáticas con hechos naturales, por medio de recuentos, mediciones, y por medio de relaciones geométricas y tipos de orden, la contemplación racional se eleva de las abstracciones incompletas contenidas en determinadas especies y géneros, a las abstracciones completas de las matemáticas. La clasificación es necesaria. Pero, a menos de poder progresar de la clasificación a las matemáticas, su razonamiento no nos llevará lejos.
Entre la época que se extiende desde Pitágoras hasta Platón y la época comprendida en el siglo xvn del mundo moderno, pasaron cerca de dos mil años. En ese largo intervalo las matemáticas habían dado inmensos pasos. La geometría había granjeado el estudio de las secciones cónicas y de la trigonometría; el método de la reducción al absurdo casi había anticipado el cálculo integral; y sobre todo, el pensamiento asiático había contribuído con la notación aritmética y el álgebra de los árabes. Pero el progreso seguía directivas técnicas. Las matemáticas, como elemento formativo en el desarrollo de la filosofía, nunca se restablecie-
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ron de la deposición sufrida a manos de Aristóteles. Algunas de las antiguas ideas derivadas de la época pitagórico-platónica permanecían y las podemos rastrear entre las influencias platónicas que formaron el primer período de evolución de la teología cristiana. Pero la filosofía no recibió nueva inspiración del constante avance de las ciencias matemáticas. En el siglo xvn la influencia de Aristóteles estaba en su grado más bajo; y las matemáticas recobraron la importancia de su período anterior. Era una edad de grandes físicos y de grandes filósofos, y tanto físicos como filósofos eran matemáticos. Debe exceptuarse a John Locke, aunque fué grande la influencia que ejerció sobre él el círculo de N ewton en la Royal Society. En la época de Galileo, Descartes, Spinoza, Newton y Leibniz las matemáticas constituyeron una influencia de primera magnitud en la formación de las ideas filosóficas. Pero las matemáticas que asumieron entonces el primer lugar eran una ciencia muy distinta de las matemáticas de la época anterior. Habían ganado en generalidad y habían iniciado su marcha moderna, casi increíble, de acumular más y más sutilezas de generalización; y de hallar a cada aumento de complejidad, alguna nueva aplicación para la ciencia física o para el pensamiento filosófico. La notación arábiga había provisto a la ciencia de una eficacia técnica casi perfecta en el manejo de los números. Semejante alivio en la. lucha con los detalles aritméticos (como la ilustra la aritmética egipcia de 1600 antes de la era vulgar) dió lugar a un desarrollo que había sido ya débilmente anticipado en las matemáticas griegas de los últimos tiempos. Entró en escena el álgebra, generalización de la aritmética. De la misma manera que la noción de número hace abstracción de la referencia a cualquier serie particular de entidades, así en álgebra se hace abstracción de la noción de cualesquiera números particulares. Así como el número "5" se refiere imparcialmente a cualquier grupo de cinco entidades, así también el álgebra emplea las letras para referirse imparcialmente a cualquier número, con la condición de que cada letra se ha de referir siempre al mismo número en un mismo contexto de su empleo.
Primeramente se emplearon las letras en ecuaciones, que
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son métodos de hacer complicadas preguntas de aritmética. En este terreno, las letras que representaban números recibieron el nombre de "incógnitas". Pero las ecuaciones sugirieron pronto una nueva idea: la de una función de uno o más símbolos generales consistentes en letras que representaran cualesquiera números. En ese empleo las letras algebraicas se llaman los "argumentos" de la función, o algunas veces, las "variables". Entonces, por ejemplo, si un ángulo está figurado por una letra algebraica, que representa su medida numérica en términos de una unidad dada, esta nueva álgebra absorbe la trigonometría. El álgebra se convierte así en una ciencia general de análisis en la cual consideramos las propiedades de varias funciones de argumentos indeterminados. Por último, las funciones particulares, tales como las funciones trigonométricas, las logarítmicas y las algebraicas, se generalizan dentro de la idea de "cualquier función". Una generalización demasiado amplia lleva a la pura esterilidad. La generalización amplia, limitada por una particularidad feliz, es la concepción fecunda. Por ejemplo, la idea de cualquier función continua, mediante la cual se introduce la limitación de la continuidad, es la idea fecunda que ha llevado a la mayor parte de las aplicaciones importantes. Ese surgir del análisis algebraico coincidió con el descubrimiento cartesiano de la geometría analítica, y luego con la invención del cálculo infinitesimal por Newton y Leibniz. En verdad, si Pitágoras hubiera podido prever el resultado del modo de pensar que él había puesto en movimiento, se habría sentido plenamente justificado en su cofradía y la fascinación de sus misteriosos ritos.
Quiero señalar ahora que el predominio de la idea de función en la esfera abstracta de las matemáticas se vió reflejado en el orden de la naturaleza bajo el aspecto de leyes de la naturaleza expresadas matemáticamente. Sin este progreso de las matemáticas, el desarrollo científico del siglo xvu hubiera sido imposible. Las matemáticas proporcionaron la base del pensamiento imaginativo con que los hombre� de ciencia abordaron la observación de la naturaleza, Galileo presentó fórmulas. Descartes presentó fórmulas, Huyghens presentó fórmulas, N ewton presentó fórmulas.
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Como ejemplo particular del efecto del desarrollo .abstracto de las matemáticas sobre la ciencia de aquellos t�e:nros consideremos la noción de periodicidad. Las repetlciO�es
' generales de las cosas son sobrado evidentes en la
experiencia común. Se repiten los días,. las fases lunares, las estaciones del año; los cuerpos que gr�·an vuelven a �us posiciones primitivas, se repiten los latidos del corazon. los movimientos respiratorios. En todas partes nos en�ontramos con la repetición. Sin la repetición sería imposible el conocimiento; porque no podríamos referir nada a nu�s�;a experiencia pasada. Sin cierta regularidad de rep�tlCI?n tampoco sería posible la. medida. En. ��estra experrencia, al lograr la idea de exactitud, la repebcwn es fun�a�e�tal.
En los siglos XVI y xvrr, la teoría de la penodi�r�a� asumió un lugar fundamental en la ciencia. Kep_ler. adivmo una ley que relacionaba los ejes mayores de las orbitas _Planetarias con los períodos en los cuales los planet�s de?�riben respectivamente sus órbitas; Galil:o ,observó la ':1bracwn p;riódica del péndulo; N ewton expl.Ico que el so m :Jo se debm a la perturbación del aire producida por el pasaJe de on�a� periódicas de condensación y rarefacción; Huygh.ens ��phco que la luz se debía a ondas transversales de vibr�cwn. ?e un éter sutil· JVIersenne relacionó el período de la vrbracwn de una cuerda de violín con su densidad, t:?sión Y lo�git��· El nacimiento de la física moderna depend10 de la aphcacion de la idea abstracta de periodicidad a una diversidad de ejemplos concretos. Lo cual hubiera sido imposible si lo.s matemáticos no hubieran elaborado ya en abstracto las diversas ideas abstractas que se apiñan alrede.dor de la� nociones de periodicidad. La ciencia de la tngonometria se elevó desde el estudio de las relaciones entre los ángulos de un triángulo rectángulo a las proporcion.es en�re los �ados y la hipotenusa del triángulo. Luego, baJO la .mfluencm �e una ciencia matemática recientemente descub1erta, el analisis de las funciones se extendió hasta convertirse en el estudio de las simples funciones periódicas abstractas que esas proporciones ejemplifican. Así, la trigono�etría se hizo completamente abstracta, y al hacerse abs.uacta se hizo útil. Iluminó la analogía fundamental que existe entre
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series de fenómenos físicos absolutamente diversos; y al mismo tiempo proporcionó las armas mediante las cuales cualquier serie de este tipo podía analizar sus distintos rasgos y relacionarlos unos con otros 1 •
Nada es más imponente que el hecho de que cuanto más se retiraban las matemáticas a las altas regiones de pensamiento cada vez más abstracto, volvían a la tierra con un correspondiente aumento de importancia para el análisis de los hechos concretos. La historia de la ciencia del siglo XVII aparece como un sueño vívido de Platón o de Pitágoras. En cuanto a esa característica, el siglo XVII no fué más que el precursor de los que le siguieron.
Queda ahora establecida de lleno la paradoja de que las abstracciones máximas son las verdaderas armas para controlar nuestro pensamiento sobre hechos concretos. Como resultado del predominio de los matemáticos en el siglo xvn, el siglo XVIII tuvo naturalmente mentalidad matemática, más especialmente donde prevalecía la influencia francesa. Debe exceptuarse el empirismo inglés, derivado de Locke. Fuera de Francia, en Kant es en quien mejor se ve la influencia directa de Newton en la filosofía, y no en Hume.
En el siglo XIX, la influencia general de las matemáticas amenguó. El romanticismo en literatura y el movimiento idealista en filosofía no fueron productos de mentes matemáticas. Aun dentro de la ciencia, el incremento de la geología, de la zoología y de las ciencias biológicas en general, estuvo absolutamente inconexo en cada caso con toda referencia a las matemáticas. La gran conmoción científica del siglo fué la teoría de la evolución de Darwin. De ahí que los matemáticos quedaron en segundo plano en lo que concierne al pensamiento general de la época. Pero ello no quiere decir que las matemáticas se descuidaran o que dejaran de ejercer influencia. Durante el siglo xrx las matemáticas puras progresaron casi tanto como durante todos los siglos anteriores, de Pitágoras en adelante. Claro es que el pro-
1 Para un examen más detallado de la naturaleza y función de las matemáticas puras, véase mi lntroduction to Mathematics [Introducción a las matemáticas] . Home University Library, William & Norgate, Londres.
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greso fué más fácil porque la técnica se había perfeccionado. Pero aun concediendo todo esto, el cambio operado en las matemáticas entre los años 1800 y 1900 es muy notable. Si incluímos los cien años anteriores y tomamos los dos siglos que preceden a nuestros tiempos, casi estamos tentados de fechar la fundación de las matemáticas en el último cuarto, más o menos, del siglo xvn. El período de descubrimiento de los elementos se extiende de Pitágoras a Descartes, Newton y Leibniz, y la ciencia desarrollada ha sido creada durante los últimos doscientos cincuenta años. No es esto alarde de la superioridad del genio del mundo moderno, pues es más difícil descubrir los elementos de una ciencia que desarrollarla.
A través de todo el siglo xrx, la influencia de la ciencia se ejerció en la dinámica y en la física y de ahí, por derivación, en la ingeniería y en la química. Difícil es exagerar la influencia indirecta que tuvo sobre la vida del hombre por medio de esas ciencias. Pero no hubo influencia directa de las matemáticas sobre el pensamiento general de la época.
Al pasar revista a este rápido bosquejo de la influencia de las matemáticas en la historia europea, vemos que tuvo dos grandes períodos de influencia directa sobre el pensamiento general, y que ambos duraron alrededor de doscientos años. El primer período fué el trecho de Pitágoras a Platón, cuando la posibilidad de la ciencia y su carácter general apareció por vez primera ante los pensadores de Grecia. El segundo período comprendió los siglos xvu y xvnr de nuestra época. moderna. Ambos períodos tuvieron ciertas características comunes. En el primero y en el último las categorías generales de pensamiento en muchas esferas de interés humano, estaban en estado de desintegración. En la época de Pitágoras el paganismo inconsciente, con su ropaje tradicional de hermosa liturgia y ritos mágicos pasaba a una nueva fase bajo dos influencias: las ondas de entusiasmo religioso que buscaban la luz directa en la hondura secreta del ser, y en el polo opuesto, el despertar del pensamiento crítico analítico que sondeaba frío y desapasionado los significados últimos. En ambas influencias, tan diversas en su resultado, hubo un elemento común, una despierta curiosidad, y un movimiento
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hacia _la reconstrucción de las sendas tradicionales. Los misteriOs paganos pueden compararse a la reacción puritana y a la reacción católica; el interés científico crítico era idéntico en las dos épocas aunque con diferencias menores de considerable importancia.
En cada edad, las primeras etapas correspondieron a períodos de prosperidad creciente y de oportunidades nuevas. En ese �entido diferían del período de decadencia gradual de los Siglos II y III, cuando el cristianismo avanzaba a la conquista del mundo romano. Sólo en un período afortun��o, .como .en sus opor�unidades para desprenderse de la preswn rnmed�ata de las Circunstancias y en su ávida curiosidad, el espíritu de la época puede emprender una revisión directa de esas abstracciones finales que permanecen ocultas bajo los conceptos más concretos de los cuales arranca el pensamiento serio de una época. En los raros períodos en que tal tarea puede emprenderse, las matemáticas son muy oportunas para la filosofía. Porque las matemáticas son la ciencia de las abstracciones más completas a que puede llegar la mente del hombre.
El paralelo entre las dos épocas no debe exagerarse. El n;u_n_do �oderno es má� , vasto y más complejo que la antigua CI':Ihzacw� , que florecw en las playas del Mediterráneo, y mas t�mb1en qu� el de la Eu�opa que envió a Colón y a los �postales puritanos a traves del océano. No podemos explicar ahora nuestra época por una fórmula sencilla que llega a prevalecer y luego quedará arrumbada durante mil años. Así, el eclipse momentáneo de la mentalidad matemática desde l�s tiempos de Rousseau en adelante parece ya tocar a su frn. Entramos en una era de reconstrucción en la religió�, en. la cien�ia y en el pensamiento político. Tales eras, s1 qmeren evitar la mera oscilación ignorante entre los extremos, han de buscar la verdad en sus honduras últimas. No puede darse la visión de tal hondura de verdad lejos de una filosofía que tenga muy en cuenta esas abstracciones últimas, cuyas interconexiones se ocupa de explorar la ciencia ma temática
Para explicar exactament� cómo las matemáticas están ganando importancia general en el presente, tomemos como
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punto de partida una perplejidad científica particular Y consideremos las nociones a las cuales nos lleva naturalmente alguna tentativa de desenmarañar sus dificulta�es. En la actualidad la física se halla perturbada por la teona de los cuantos. No necesito ex-plicar ahora 1 en qué consiste tal teoría a los que no están familiarizados ya con ella. �1 c�so es que uno de los métodos de explic�ción má� promisorros debe suponer que el electrón no atraviesa contmuamente su senda en el espacio. La idea opuesta, en cua�t? a su ;modo de existir, es que aparece en una serie de pos.Icwnes dis<_:ontinuas en el espacio que ocupa durante duraciOnes sucesivas de tiempo. Es como si un automóvil que marchase a un.a velocidad media de cinco kilómetros por hora por un camino no atravesase continuamente el camino, sino que apareciese sucesivamente en los sucesivos mojones, permane-ciendo dos minutos en cada mojón. , . En primer lugar se requiere el empleo puramente �;cmco de las matemáticas para determinar si esta concepcwn explica de veras las muchas características difíciles de .comprender de la teoría de los cuan��s. Si la idea s?brev1ve a la prueba, indudablemente los fisicos la adoptaran. ��sta este momento no es sino una cuestión que las matemabcas y la física decidirán entre ellas, sobre la base de cálculos matemáticos y de observac:ones físicas. . .
Pero ahora el problema pasa a los filósofos. La existencia discontinua en el espacio, así atribuida a los ele.ctrones, es muy distinta de la existencia continu� de las ent�dades materiales que acostumbramos a admitir como evidente. El electrón parece haber tomado el carácter que algunos han asignado a los mahatmas del Tibet. Esos electrones, con su_s protones correlativos, son concebidos ahora como las :nhdades fundamentales que componen los cuerpo.s materml�s de la experiencia común. De ahí que si se. admite tal explicación, hemos de rever todas nuestras nocwnes sobre el carácter último de la existencia material. Porque cuando penetramos en esas entidades finales se nos revela esta sorprendente discontinuidad de la existencia espacial.
1 Cf. capítulo vrn.
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No hay dificultad en explicar la paradoja si consentimos en aplicar a la duración en apariencia constante e indiferenciada de la materia los mismos principios que se aceptan ahora para el sonido y para la luz. Una nota que suena continuamente se explica como el resultado de las vibraciones del aire; un color constante se explica como resultado de las vibraciones del éter. Si explicamos la duración constante de la materia con el mismo principio, concebiremos cada elemento primordial como un flujo y reflujo de una energía o actividad básica. Supongamos que nos adherimos a la idea física de energía: cada elemento primordial será entonces un sistema organizado de una corriente vibratoria de energía. Por consiguiente, habrá un período definido asociado con cada elemento; y dentro de ese período el sistema de la corriente oscilará de un máximo estacionario a otro máximo estacionario -o, para adoptar una metáfora tomada de las mareas oceánicas-, el sistema oscilará de una pleamar a otra pleamar. En cualquier momento dado, ese sistema, que forma el elemento primordial, no es nada. Para manifestarse requiere su período completo. En forma análoga, una nota musical no es nada en un instante dado, pero requiere también su período completo para manifestarse.
Por eso, al preguntar dónde está el elemento primordial, debemos fijarnos en su posición media en el centro de cada período. Si dividimos el tiempo en elementos más pequeños, el sistema vibratorio como entidad electrónica no existe. La trayectoria espacial de semejante entidad vibratoria -en que la entidad está constituída por las vibracionesdebe representarse por una serie de posiciones separadas en el espacio, en forma análoga al automóvil que encontramos en mojones sucesivos pero nunca en medio de ellos.
Debemos preguntar primero si hay alguna prueba para asociar la teoría de los cuantos con la vibración. La respuesta es inmediata y afirmativa. Toda la teoría gira alrededor de la energía radiante del átomo, y está íntimamente asociada con los períodos de los sistemas de ondas radiantes. Parece, pues, que la hipótesis de la existencia esencialmente vibratoria es el modo más promisorio de explicar la paradoja de la órbita discontinua.
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En segundo lugar, un nuevo problema se plantea ante los filósofos y los físicos, si sostenemos la hipótesis de que los elementos últimos de la materia son en esencia vibratorios. Quiero decir con ello que aparte de ser un sistema periódico tal elemento no existiría. Con esa hipótesis tenemos que preguntar cuáles son los ingredientes que forman el organismo vibratorio. Ya nos hemos librado de la materia con su apariencia de duración indiferenciada. Aparte cierta compulsión metafísica no hay motivo para proporcionar una sustancia más sutil, en reemplazo de la materia que hemos desechado con nuestras explicaciones. Ahora el terreno está abierto para introducir alguna nueva doctrina de organicismo que pueda sustituir a la del materialismo, con la cual, desde el siglo XVII la ciencia ensilló a la filosofía. Ha de recordarse que la energía de los físicos es evidentemente una abstracción. El hecho concreto, que es el organicismo, debe ser una expresión completa del carácter de un acontecimiento real. Tal desplazamiento del materialismo científico, si alguna vez se realiza, no podrá menos de tener importantes consecuencias en todo dominio de pensamiento.
Para terminar, nuestra última reflexión debe ser que hemos llegado, al fin, a una versión de la doctrina del viejo Pitágoras, de quien partieron las matemáticas y la física matemática. Pitágoras descubrió la importancia de manejar abstracciones y, en particular, prestó atención al número en cuanto caracterizaba la periodicidad de las notas musicales. La importancia de la idea abstracta de periodicidad estuvo así presente en el comienzo mismo de las matemáticas y de la filosofía europeas.
En el siglo XVII, el nacimiento de la ciencia moderna requirió una nueva matemática, mejor equipada para analizar las características de la existencia vibratoria. Y ahora, en el siglo X.'{, hallamos que los físicos se ocupan en gran medida en analizar la periodicidad de los átomos. En verdad, Pitágoras, al fundar la filosofía y las matemáticas europeas, las dotó con la más feliz de las adivinaciones felices -¿o fué una llamarada de genio divino que penetró la naturaleza recóndita de las cosas?
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CAPÍTULO III
EL SIGLO DEL GENIO
Los capítulos anteriores han sido dedicados a las condiciones previas que prepararon el te'Teno para la eclosión científica del siglo xvn. Han rastreado los diversos elementos de pensamiento y de creencia instintiva, desde su primera eflorescencia en la civilización clásica del mundo antiguo, a través de las transformaciones que experimentaron en la Edad Media, hasta la rebelión histórica del siglo xvi. Tres factores principales detuvieron nuestra atención: el nacimiento de las matemáticas, la creencia instintiva en un orden detallado de la naturaleza, y el desenfrenado racionalismo del pensamiento en los últimos tiempos de la Edad Media. Por ese racionalismo entiendo la creencia de que la principal vía de acceso a la verdad era el análisis metafísico de la · naturaleza de las cosas que determinaría así cómo las cosas funcionaban y actuaban. La rebelión histórica fué el abandono definitivo de ese método a favor del estudio de los hechos empíricos de antecedentes y consecuencias. En religión, significó el llamado a los orígenes del cristianismo; y en ciencia, el llamado al experimento y al método del razonamiento inductivo.
Una caracterización breve y bastante exacta de la vida intelectual de las razas europeas durante los dos siglos y c'!arto que siguieron hasta nuestra propia edad, es que viVIeron. del cai?ital acumulado de ideas que les proporcionó el gemo del siglo XVII. Los hombres de esa época heredaron un fermento de ideas concomitantes de la rebelión his-
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tórica del siglo XVI, y legaron sistemas formales de pensamiento para cada aspecto de la vida humana. Es el único siglo que consecuentemente y en toda la esfera de las actividades humanas presentó genio intelectual adecuado a la magnitud de las circunstancias. El poblado escenario de esos cien años está indicado por las coincidencias que marcan sus anales literarios. En su despuntar, el Adelanto del saber de Bacon y el Quijote, publicados en el mismo año (1605) , como si la época se introdujese con una doble ojeada, hacia atrás y hacia adelante. La primera edición in quarto del Hamlet apareció en el año anterior, y una edición con ligeras variantes, en el mismo. Por último, Shakespeare y Cervantes murieron el mismo año, 1616. En la primavera de ese año, se cree que Harvey explicó por primera vez su teoría de la circulación de la sangre en un curso de conferencias pronunciadas ante el Colegio de Médicos de Londres. N ewton nació el año en que murió Galileo (1642) , exactamente cien años después de la publicación de la obra de Copérnico, Revoluciones de los cuerpos celestes. Sólo un año antes Descartes publicó sus Meditaciones, y dos años más tarde, sus Prz:ncipios de filosofía. En verdad, el siglo no tenía tiempo de separar armoniosamente los notables acontecimientos relativos a sus hombres de genio.
No puedo lanzarme ahora a historiar las varias etapas de adelanto intelectual contenidas dentro de esta época. Es un tema demasiado amplio para una sola conferencia, y oscurecería las ideas que me propongo desarrollar. Bastará el simple catálogo aproximativo de varios nombres de personalidades que publicaron obra importante dentro de los límites de esa época: Francis Bacon, Harvey, Kepler, Galileo, Descartes, Pascal, Huyghens, Boyle, N ewton, Locke, Spinoza, Leibniz. Limité la lista al sagrado número de doce, demasiado corto para poder ser verdaderamente representativo. Por ejemplo, figura en ella un solo i taliano, cuando Italia pudo haber llenado la lista con sus propias filas. Harvey es el único biólogo; además, hay demasiados ingleses. El último defecto se debe en parte a que el conferenciante es inglés y se dirige a un público que comparte con él ese siglo inglés. Si fuera holandés, habría demasiados holan-
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deses; si italiano, demasiados italianos; y si francés, demasiados franceses. La malhadada Guerra de los Treinta Años devastaba Alemania; pero todos los demás países vuelven los ojos a este siglo como a una época que presenció alguna culminación de su genio. Fué, sin duda, un gran período del pensamiento inglés, como más tarde lo inculcó Voltaire a Francia.
La omisión de los fisiólogos, con excepción de Harvey, también requiere explicación. Como es natural, hubo dentro de este siglo, grandes progresos en biología, asociados principalmente con Italia y con la Universidad de Padua. Pero mi propósito es bosquejar el panorama filosófico derivado de la ciencia y presupuesto por ella, y apreciar algunos de sus efectos en el clima general de cada época. Ahora bien, la filosofía científica de esa época estuvo dominada por la física; de tal modo que es la expresión más evidente, en términos de ideas generales, del estado del conocimiento filosófico de esa época y de los dos siglos siguientes. A decir verdad, esos conceptos son muy inapropiados para la biología, y le plantean un problema insoluble: el de la materia, vida y organismo, con el cual se debaten ahora los biólogos. Pero la ciencia de los organismos vivos sólo ahora está llegando a un desarrollo adecuado como para imponer su concepción a la filosofía. Los últimos cincuenta años antes de nuestros tiempos han presenciado infructuosas tentativas de imponer nociones biológicas sobre el materialismo del siglo xvrr. Cualquiera sea la apreciación de tal éxito, lo cierto es que las ideas básicas del siglo xvu derivaron de la escuela de pensamiento que produjo a Galileo, a Huyghens y a Newton, y no de los fisiólogos de Padua. Un problema de pensamiento no resuelto, en cuanto deriva de este período, debe formularse así: dadas las configuraciones de la materia con locomoción en el espacio, tal como la asignan las leyes físicas, explicar los organismos vivos.
lVIi examen de esa época recibirá la mejor introducción . con una cita de Francis Bacon, que constituye el comienzo de la sección (o "Siglo") IX de su Historia natural: me refiero a su Silva sz?varum. Las memorias contemporáneas que escribió su capellán, doctor Rawley, cuentan que la obra
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fué compuesta en los últimos cinco años de su vida, de modo que debe datarse entre 1620 y 1626. La cita dice así :
Es verdad que todos los cuerpos de <;malquier especie, aunque no tienen sensibilidad, poseen no obstante percepción ; porque cuando se aplica un cuerpo a otro, hay una especie de elección que acoge lo que es agradable y excluye o expulsa lo que es desagradable ; y aunque el cuerpo altere o sea alterado, la percepción precede siempre a la 'Jperación, pues si no, todos los cuerpos serían semejantes. Y a -veces, esa percepción, en algunas clases de cuerpos, es mucho más sutil que la sensibilidad; de manera que la sensibilidad es pobre cosa comparada con ella; vemos que un termómetro hallará la menor diferencia del tiempo atmosférico en frío o en calor, cuando nosotros no la hallamos. Y esa percepción se produce a veces a distancia, lo mismo que al toque ; como cuando el imán atrae el hierro, o la llama atrae la nafta de Babilonia, alejada un buen trecho. Por consiguiente, es tema de una nobilísima in-vestigación analizar las percepciones más sutiles, pues es otra lla-ve para abrir la naturaleza, lo mismo que la sensibilidad, y a veces mejor. Y además, es el medio más importante de la adivinación natural, porque lo que en esas percepciones aparece primero, en los grandes efectos viene mucho después.
Hay muchos puntos interesantes en esta cita, algunos de los cuales cobrarán relieve en las conferencias siguientes. En primer lugar, nótese la forma cuidadosa en que Bacon distingue entre percepción o acción de percatarse, por una parte, y sensibilidad o conocimiento experimental, por la otra. A este respecto, Bacon está fuera de la orientación física que acabó por dominar el siglo. Más tarde se llegó a pensar en una materia pasiva en que las fuerzas operaban exteriormente. Creo que el modo de pensar de Bacon expresaba una verdad más fundamental que los conceptos materialistas que se formulaban entonces como adecuados para la física. Estamos ahora tan acostumbrados a la actitud materialista ante las cosas, que ha arraigado en nuestros escritos por obra del genio del siglo XVII, que no sin dificultad entendemos la posibilidad de abordar de otra manera el problema de la naturaleza.
En el caso especial de la cita que acabo de hacer, todo el pasaje y el contexto en que está engarzado están comple-
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tamente penetrados por el método experimental, es decir, por la atención a los "hechos irreducibles y obstinados", y por el método inductivo de inferir leyes generales. Otro problema no resuelto que nos ha legado el siglo XVII es la justificación racional del método inductivo. El haber advertido explícitamente la antítesis entre el racionalismo deductivo de los escolásticos y los métodos inductivos de observación de los modernos debe atribuirse principalmente a Bacon; aunque, como es natural, estaba implícito en el espíritu de Galileo y de todos los hombres de ciencia de aquellos tiempos. Pero Bacon fué uno de los primeros entre todo el grupo y tuvo también la intuición más directa de la cabal trascendencia de la revolución intelectual que se estaba realizando. Quizá el hombre que más completamente se anticipó a Bacon y a todo el punto de vista moderno, fué el artista Leonardo da Vinci, que vivió casi exactamente un siglo antes de Bacon. Leonardo ilustró también la teoría que expuse en mi última conferencia, de que el nacimiento del arte naturalista fué un elemento importante en la formación de nuestra mentalidad científica. A decir verdad, Leonardo fué más hombre de ciencia que Bacon. El ejercicio del arte naturalista está más emparentado con el de la física, química y biología que el ejercicio de la jurisprudencia. Todos recordamos el dicho del contemporáneo de Bacon, Rarvey, el descubridor de la circulación de la sangre, según el cual Bacon "escribió sobre ciencia como un Lord Canciller". Pero en el comienzo del período moderno, Leonardo y Bacon se hallan juntos como ejemplo de las varias corrientes que se han combinado para formar el mundo moderno, o sea, mentalidad jurídica y los hábitos de observación paciente de los artistas naturalistas.
En el pasaje de Bacon que he citado no hay mención explícita del método del razonamiento inductivo. No necesito probar con ninguna cita que la insistencia en la importancia de ese método y en la importancia de los secretos de la ·naturaleza así descubiertos para el bienestar de la humanidad, era uno de los principales temas a los que se consagró Bacon en sus escritos. La inducción resultó un proceso algo más complejo de lo que preveía Bacon, quien
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abrigaba la creencia de que con suficiente esmero en la reunión de ejemplos, la ley general se desprendería por sí sola. Sabemos ahora, y probablemente Harvey sabía entonces, que es ésa una ex1Jlicación muy insuficiente de los procesos que acaban en generalizaciones científicas. Pero hechas todas las restricciones necesarias, Bacon es siempre uno de los grandes constructores que crearon la mentalidad del mundo moderno.
Las dificultades especiafes que promueve la inducción, aparecieron en el siglo xvn:r, como resultado de la crítica de Hume. Pero Bacon fué uno de los profetas de la rebelión histórica, que abandonó el método del racionalismo constante, y se lanzó al otro extremo basando todo conocimiento fecundo en la inferencia de �asos particulares en el pasado a casos particulares del futuro. No quiero poner en duda la validez de la inducción cuando ha sido debidamente cuida?a. Lo que quiero decir es que la dificilísima tarea de aplicar la razón para inferir las características generales del caso inmediato, tal como se nos ofrece en el conocimiento directo, es un preliminar necesario si hemos de justificar la inducción; a menos, sin duda, de �ontentarnos con, basarla en nuestro vago instinto de que, naturalmente, esta perfectamente bien. O bien el caso inmediato tiene algo q':e proporciona conocimiento del pasado y del futuro, o bien estamos reducidos al escepticismo extremo en lo tocante a la memoria y a la inducción. Nunca se subrayará b�.
stante el hecho de que la clave del proceso de la induccwn, tal como se la emplea en Ia ciencia o en la vida común se ha de hallar en la comprensión correcta del caso inmedia�
to de conocimiento en toda su concretez. Con respecto a nue�tro capta� el c�r.ácter de esos casos en su concretez, posee Importancia cntica el desarrollo moderno de la fisiolog!a Y
_de
_la psicología. Ilustraré este punto en las conferen
cias sigUientes. Nos encontramos en insolubles dificultades cuando sustituímos el caso concreto por un mero abstracto en el c':al sól? consideramos objetos materiales en un flujo de. configuraciOnes en el tiempo y en el espacio. Es bien e·ndente que tales objetos sólo pueden decirnos que están donde están.
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Por consiguiente debemos recurrir al método de la teología escolástica que explicaban los medievalistas italianos a quienes cité en la primera conferencia. Debemos observar el caso inmediato, y ernplear la razón para obtener una descripción general de su naturaleza. La inducción presupone la metafísica. En otras palabras, descansa en un racionalismo previo . No podemos justificar racionalmente nuestro apelar a la historia hasta que la metafísica no nos asegure que existe una historia a la cual apelar; de igual manera nuestras conjeturas sobre el futuro presuponen cierta base de conocimiento de que existe un futuro ya sometido a algunas determinaciones. La dificultad está en dar sentido a cualquiera de esas ideas. Si no lo lo(J'ramos la in-ducción no tendrá sentido.
b '
Se observará que yo no sostengo que la inducción es en su esencia un derivado de las leyes (J'enerales. Es la adivinación de algunas características de
bun futuro particular,
que parte de las características conocidas de un pasado particular. La admisión más amplia de leyes generales válidas para todas las ocasiones conocibles parece un agregado muy poco seguro como para añadirlo a ese limitado conocimiento. Todo lo que podemos pedir de la ocasión presente es que determine una comunidad particular de ocasiones que en ciertos aspectos se limitan mutuamente por estar incluídas dentro de la misma comunidad. Esa comunidad de ocasiones considera._ en la ciencia física es el conjunto de .acont�cimientos que .ens�mblan uno con otro -por decirlo asi- en un espaciO-tiempo común, de manera que podemos trazar las transiciones del uno al otro. Por eso nos referimos al espacio-tiempo común indicado en nuestra
' oca
sión inmediata de conocimiento. El razonamiento inductivo procede de . una ocasión particul�r a la comunidad particular de ocasiOnes, y de la comumdad particular a relaciones entre las ocasiones particulares dentro de la comunidad. Ha?ta h�ber tomado en cuenta otros conceptos científicos, es Imposible llevar el examen de la inducción más allá de esta conclusión preliminar.
El tercer punto que hemos de notar acerca de la cita de Bacon es el carácter puramente cualitativo de los asertos
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contenidos en eila. En ese sentido. Bacon no percibió en absoluto el tono que se hallaba tras el éxito de la ciencia del siglo XVII. La ciencia estaba volviéndose y ha permanecido esencialmente cuantitativa. Búsquense elementos mensurables entre los fenómenos, y búsquense luego relaciones entre esas medidas de cantidades físicas. Bacon desconoce tal regla científica. Por ejemplo, en la cita dada, habla de acción a distancia, pero piensa cualitativa no cuantitativamente. No podemos exigir que se anticipara a su contemporáneo más joven, Galileo, ni a su distante sucesor, N ewton. Pero no sugiere que se debería proceder a la búsqueda de cantidades. Quizá le extraviaran las doctrinas lógicas corrientes derivadas de .A...ristóteles· porque en efecto . ' ' ' semeJantes doctrinas decían al físico: "clasifica" cuando debían decir: "mide".
'
Al acabar el siglo la física estaba establecida sobre una satisfactoria base de medida. N ewton dió la exposición final Y adecuada. Se vió que el elemento común de masa mensurable caracterizaba todos los cuerpos en distintas cantidades. Cuerpos que son aparentemente idénticos en sustancia, forma y tamaño tienen muy aproximadamente la misma forma: cuanto más cercana la identidad, más próxima la igualdad. La fuerza que actúa sobre un cuerpo, por contacto o por acción a distancia, se definió como igual a la masa del cuerpo multiplicada por la tasa de cambio de la velocidad del cuerpo, en cuan� la tasa de cambio es producida por esa fuerza. De esa manera se percibe la fuerza por su efecto sobre el movimiento del cuerpo. Surge ahora el problema de si esa concepción de la magnitud de una fuerza conduce al descubrimiento de simples leves cuantitativas que implican la determinación alternativ; de fuerzas por circunstancias de la configuración de las sustancias Y de sus caracteres físicos. La concepción newtoniana ha tenido un éxito brillante al sobrevivir a esa prueba a lo largo de todo el período moderno. Su primer triunfo fué la ley de la gravitación. Su triunfo acumulativo ha sido todo el desarrollo de la astronomía dinámica, de la ingeniería y de la física.
El tema de la formación de las tres leyes de movimiento
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y de la ley de la gravitación merece examen crítico. Todo
el desarrollo del pensamiento ocupó exactamente dos gene
raciones. Comenzó con Galileo y acabó con los Principia de
Newton· y Newton nació el año en que moría Galileo. La
vida de' Descartes y la de Huyghens caen también dentro
del período ocupado por esas grandes figuras terminales.
El resultado de los trabajos combinados de esos cuatro
hombres tiene cierto derecho a ser considerado como el
triunfo intelectual individual más grande que ha realizado
la humanidad. Al apreciar su magnitud debemos conside
rar lo completo de su alcance. Construye para nosotros
una visión del universo material y nos permite calcular el
más pequeño detalle de un hecho particular. Galileo fué el
primero en acertar con la manera exacta de pensar. Obser
vó que el punto crítico a que había que. llegar no era :1 movimiento de los cuerpos sino los cambiOs de sus movi
mientos. El descubrimiento de Galileo está formulado en
la primera ley del movimiento de Newto�: ."Todo :uerpo
continúa en su estado de reposo o de movimiento umforme
en línea recta a menos de hallarse obligado a cambiar ese
estado." , Esa fórmula contiene el repudio de una creencia que ha
bía obstruído el progreso de la física durante dos mil años.
Trata también de un concepto fundamental, esencial a la
teoría científica : me refiero al concepto de un sistema ideal
mente aislado. Esa concepción encarna un carácter funda
mental de las cosas, sin el cual sería imposible la ciencia, y
hasta cualquier conocimiento por parte d� entendii�ie�tos
finitos. El sistema "aislado" no es un sistema solipsista,
fuera del cual existiría el no ser. Está aislado en el interior
del universo. Lo que quiere decir que hay verdades con
cernientes a este sistema que sólo requieren la referencia
al resto de las cosas por medio de un esquema uniforme
y sistemático de relaciones. Así, al c;oncebirse. un sist�ma
aislado no se lo concibe como sustancialmente mdependiCn
te del resto de las cosas sino como libre de depender fortui
ta y contingentemente de cosas particulares dentro del re?
to del universo. Además esa libertad de la dependencia
fortuita sólo se requiere con respecto a ciertas característi-
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cas abstractas que se refieren al sistema aislado, y no con respecto al sistema en su plena concretez.
La primera ley del movimiento pregunta qué se ha de decir de un sistema dinámicamente aislado en lo tocante a su movimiento como un todo, abstracción hecha de su orientación y de la disposición interna de sus partes. Aristóteles dijo que debíamos concebir tal sistema en reposo. Galileo agregó que el estado de reposo es sólo un caso particular, y que el aserto general es : "ya en estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta". De acuerdo con esto, un aristotélico concebiría las fuerzas resultantes de la reacción de cuerpos extraños como cuantitativamente mensurables en términos de la velocidad que mantienen, y están determinados en su dirección por la dirección de esa velocidad; mientras un discípulo de Galileo prestaría atención a la magnitud de la aceleración y a su dirección. El contraste entre Kepler y N ewton ilustra esa diferencia. Los dos especularon sobre las fuerzas que mantienen a los planetas en sus órbitas. Kepler buscaba las fuerzas tangenciales que hacían avanzar a los planetas, mientras Newton buscaba las fuerzas radiales que separaban las direcciones de los movimientos de los planetas.
En lugar de insistir en el error cometido por Aristóteles, es más provechoso subrayar qué justificación tenía, si consideramos los hechos evidentes de nuestra experiencia. Todos los movimientos que entran en nuestra experiencia cotidiana normal cesan si no están evidentemente mantenidos por el exterior. En apariencia, pues, el empirista resuelto debe aplicar su atención al problema de cómo se mantiene el movimiento. Tocamos aquí uno de los peligros del empirismo falto de imaginación. El siglo XVII presenta otro ejemplo del mismo peligro y, lo que menos se hubiera dicho, N ewton cayó en él. Huyghens había formulado su teoría ondulatoria de la luz, teoría que no lograba explicar los hechos más evidentes de la experiencia corriente, o sea, que las sombras proyectadas por objetos interpuestos están limitadas por rayos rectilíneos. De ahí que N ewton rechazara esa teoría y adoptara la teoría corpuscular que explica por completo las sombras. Desde entonces ambas teorías
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han tenido sus períodos de triunfos. En el momento actual el mundo científico está en busca de una combinación de las dos. Esos ejemplos ilustran el peligro de negarse a sostener una idea porque no logre explicar uno de los hechos más evidentes de la materia en cuestión. Si prestamos atención a las novedades de pensamiento de nuestros días, habremos observado que casi todas las ideas verdaderamente nuevas presentan ciertos visos de necedad cuando se las expone por primera vez.
Para volver a las leyes del movimiento: puede notarse que en el siglo XVII no se adujo razón alguna en pro de la posición de Galileo, como posición distinta de la aristotélica. Era un hecho último. Cuando en el curso de estas conferencias lleguemos al período moderno, veremos que la teoría de la relatividad, ilumina completamente el problema, pero sólo reordenando todas nuestras ideas sobre espacio y tiempo.
Tocó a N ewton dirigir la atención a la masa como cantidad física inherente a la naturaleza de un cuerpo material. La masa permanecía durante todos los cambios de movimiento. Pero la prueba de la permanencia de la masa a través de las transformaciones químicas debió aguardar a Lavoisier, un siglo más tarde. La tarea inmediata de Newton consistió en hallar una estimación de la magnitud de la fuerza extraña en términos de la masa del cuerpo y de su aceleración. En ello tuvo suerte, pues, desde el punto de vista de un matemático, la ley más sencilla posible -el producto de las dos- resultó tener éxito. La teoría moderna de la relatividad modifica esa sencillez extrema. Pero, por fortuna para la ciencia, no eran conocidos ni siquiera posibles entonces los delicados experimentos de la física de hoy. Por consiguiente, el mundo logró los dos siglos que necesitaba para digerir las leyes de N ewton.
Teniendo en cuenta tal triunfo ¿podemos extrañarnos de que los hombres de ciencia establecieran sus principios últimos sobre base materialista, y desde entonces dejaran de inquietarse por la filosofía? Comprenderemos su modo de pensar si entendemos exactamente qué es esa base y qué dificultades finales encierra . Cuando critiquéis la filosofía
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de una época no dirijáis principalmente vuestra atención a las posiciones intelectuales que sus expositores creen necesario defender explícitamente. Habrá ciertas premisas fundamentales presupuestas inconscientemente por los partidarios de todos los diversos sistemas dentro de la misma época. Tales premisas parecen tan evidentes que la gente no sabe lo que presupone porque jamás se les ha ocurrido otra manera de plantearse las cosas. Con esas premisas es posible cierto número limitado de sistemas filosóficos, y tal grupo de sistemas constituye la filosofía de la época.
Una premisa de este género es la base de toda la filosofía de la naturaleza durante el período moderno. Está contenida en la concepción que, según se supone, expresa el aspecto más concreto de la naturaleza. Los filósofos jónicos preguntaron: ¿de qué está hecha la naturaleza? La respuesta está expresada en términos de sustancia, o materia o material --el nombre particular elegido no interesaque tiene la propiedad de 8imple ubicación. Por simple ubicación entiendo una característica importante, que se refiere igualmente al espacio y al tiempo, y otras características menos importantes que son diversas, conforme al espacio o al tiempo.
La característica común a espacio y tiempo es que puede decirse que el material está aquí en el espacio y aquí en el tiempo o aquí en el espacio-tiempo, en un sentido perfectamente definido que para su explicación no requiere ninguna referencia a otras regiones del espacio-tiempo. Lo más curioso es que el carácter de simple ubicación es válido, ya consideremos que una región de espacio-tiempo está determinada absoluta o ya relativamente. Porque si una región es simplemente una manera de indícar cierto conjunto de relaciones con otras entidades, entonces esa característica que llamo simple ubicación consiste en que puede decirse que el material tiene precisamente esas relaciones de posición con otras entidades sin requerir para su explicación ninguna referencia a otras regiones constituidas por análogas relaciones de posición con las mismas entidades. En efecto, así que establecemos, de cualquier modo que sea, lo que entendemos por un lugar determinado en el espacio-
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tiempo, podemos formular adecuadamente la relación entre un cuerpo material particular y el espacio-tiempo, diciendo que está preci�am�;:üe allí, en ese lugar y, en lo _que toca a la simple ub1cacwn, es todo cuanto hay que decir.
No obstante, debemos dar algunas explicaciones secundarias que introducen las características de menor importancia que ya he mencionado. En primer lugar, en lo que respecta al tiempo, si el material ha existido durante cualquier período; ha existido también durant� ���lquier �recho de ese periOdo. En otras palabras, la divisiOn del tiempo no divide el material. En segundo lugar, en lo que respecta al espacio, la división del volumen divide el material. Por consiguiente, si el material existe en todo un volumen, será menos el material distribuido en una mitad de ese volumen. De esta propiedad surge nuestra noción de densidad en un punto del espacio. Todo el que habla de densidad no asimila tiempo y espacio hasta el punto que querrían muy precipitadamente algunos extremi�tas de !a. ��cuela n;oderna. Porque, con respecto al materml, la divlsiOn del tiempo funciona en forma totalmente diferente de la división del espacio.
Además, el hecho de que el material es indiferente a la división del tiempo lleva a la conclusión de que el lapso pertenece a los accidentes antes que a la esencia del material. El material es plenamente material en cualquier sub-período, por breve que sea. Así, el pasaje del tiempo no tiene nada que ver con el carácter del material. El material es igualmente material en un momento. Aquí concebimos un momento como existente en sí mismo, sin pasaje, ya que el pasaje temporal es la sucesión de momentos.
Por consiguiente, la respuesta que el siglo xvn dió a la antigua pregunta de los pensadores jónicos, "¿de qué está hecho el mundo?" decía que el mundo es una sucesión de configuraciones instantáneas de materia --o de material, si deseamos incluir sustancia más sutil que la materia común, el éter, por ejemplo.
N o podemos extrañarnos de que la ciencia quedara satisfecha con ese supuesto acerca de los elementos fundamentales de la naturaleza. Las grandes fuerzas de la na-
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turaleza, tales como la gravitación, estaban enteramente determinadas por las configuraciones de las masas. Así, las configuraciones determinaron sus propios cambios, de manera que el círculo del pensamiento científico estaba completamente cerrado. Esa es la famosa teoría mecanicista de la naturaleza que ha reinado como soberana desde el siglo xvrr. Es el credo ortodoxo de la ciencia física. Por añadidura, el credo se justificaba por la prueba pragmática: funcionaba. Los físicos no se interesaron más en la filosofía. Subravaron el antirracionalismo de la rebelión histórica. Pero
"las dificultades de la teoría del mecanicis
mo materialista aparecieron muy pronto. La historia del pensamiento de los siglos XVIII y XL"'C está gobernada por el hecho de que el mundo se ha apoderado de una idea general con la cual y sin la cual no podía vivir.
Contra la simple ubicación de configuraciones materiales instantáneas ha protestado Bergson, en cuanto concierne al tiempo y en cuanto se la toma como hecho fundamental de la naturaleza concreta. La llama la deformación de la naturaleza debida a la "espacialización" intelectual de las cosas. Estoy de acuerdo con la protesta de Bergson; pero no estoy de acuerdo en que esa deformación es un vicio necesario de la aprehensión intelectual de la naturaleza. En las conferencias siguientes trataré de demostrar que la espacialización es la expresión de hechos más concretos bajo el ropaje de conclusiones lógicas muy abstractas. Hay un error; pero es simplemente el error accidental de confundir lo abstracto con lo concreto. Es un ejemplo de lo que llamaré "falacia de la concretez fuera de lugar", que es motivo de gran confusión en filosofía. No es necesario que el intelecto caiga en la trampa, aunque en ese caso ha habido gran tendencia a caer.
Resulta evidente de inmediato que el concepto de la simple ubicación ha de crear grandes dificultades a la inducció�. Porque si en la ubicación de configuraciones de matena en un trecho de tiempo no hay referencia inherente a ningún otro tiempo, al pasado ni al futuro, síguese inmediatamente que en un período cualquiera la naturaleza no se refiere a la naturaleza en otro período cualquiera. Por lo
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tanto, la in�ucción no se basa en nada que pueda observarse como mherente a la naturaleza. Así, no podemos recurrir a la naturaleza para justificar nuestra creencia en una ley tal como la ley de la gravitación. En otras palabras, el orden de la naturaleza no puede justificarse por la simple observación de la naturaleza. Porque en el hecho actual no hay nada que se refiera inherentemente al pasado o al futuro. Parecería, por consiguiente, que la memoria, no menos que la inducción, no lograra hallar justificación alguna dentro de la naturaleza misma.
lYie he 11:d.elantado al curso del pensamiento ulterior y he estado repitiendo la argumentación de Hume. Ese modo de pensar se desprende tan inmediatamente de la consideración de la simple ubicación que para considerarlo no podemos aguardar al siglo XvJ:II. Lo único extraño es que de hecho, el mundo aguardó hasta Hume, antes de nota� la dific�lta�: También ilustra el antirracionalismo del público cienhnco el hecho de que cuando apareció Hume sólo fueron las consecuencias religiosas de su filosofía las que at:aj:r?n la �ten�ión. El!o se debió a que el clero era por prmcipiO raciOnalista, mientras los hombres de ciencia se contentaban con la simple fe en el orden de la naturaleza. Hume ' mismo observa, sin duda sarcásticamente : "Nuestra santa religión se funda en la fe." Esa actitud satisfac�a a la Royal Society pero no a la Iglesia . También satisfacía a Hume, y ha satisfecho a los empiristas que le siguieron.
H�y otro s_upu:,sto que de�emos colocar junto a la teoría
de .simple ubiCacwn. lYie refiero a las dos categorías correlatn:as de sustar:cia y cualidad. Con todo, hay una diferencia. Hubo diferentes teorías acerca de la descripción adecua�a. ?e la c�ndición del espacio. Pero cualquiera fuese l� condiCwn, nadie dudab� de que la conexión con el espaCIO de que gozan las entidades es la de simple ubicación. Pod�n;os ;�presar esto en pocas palabras diciendo que se admitia tac;tamente que el espacio es el lucrar de las simpl�s. ubicaciones. Todo lo que está en el es�acio está sin�plzcLter en alguna porción determinada del espacio. Pero con respecto a la sustancia y a la cualidad, las mentes rec-
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trices del siglo xvrr estaban decididamente perplejas; aunque con su genio habitual, construyeron en seguida una teoría adecuada para sus propósitos inmediatos.
Es claro que la sustancia y la cualidad, lo mismo que la simple ubicación, son las ideas más naturales del espíritu humano. Es la forma en que pensamos las cosas, y sin esas formas de pensar no podemos tener nuestras ideas prontas para uso diario. No cabe duda. Lo único que podemos preguntar es: "¿Cuán concretamente estamos pensando cuando consideramos la naturaleza en esas concepciones?" Quiero indicar que nos estamos regalando con ediciones simplificadas de los hechos inmediatos. Cuando examinemos los elementos primarios de esas ediciones simplificadas, hallaremos que en verdad sólo pueden justificarse como complicadas construcciones lógicas que poseen un alto grado de abstracción. Claro que, por tratarse de un punto de psicología individual, llegamos a esas ideas por el método �á pido . y grosero de suprimir los detalles que nos parecen Impertmentes. Pero cuando tratamos de justificar esa supresión de lo impertinente, nos encontramos con que, si bien quedan entidades correspondientes a las entidades de que hablamos, tales entidades poseen sin embargo un alto grado de abstracción.
Sostengo, pues, que la sustancia y la cualidad proporcionan otro ejemplo de la falacia de la concretez fuera de lugar. Consideremos cómo surgen las ideas de sustancia y cualidad. Observamos un objeto como una entidad dotada de ciertas características. Por ejemplo, observámos un cuerpo; hay en él algo que notamos. Es quizá duro, azul, redondo, ruidoso. Observamos algo que posee esas cualidades; aparte de ellas no observamos nada absolutamente. Por consiguiente la entidad es el sustrato o sustancia de la cual predicamos cualidades. Algunas de las cualidades son esenciales, de modo que fuera de ellas, la entidad no sería ella misma; mientras otras cualidades son accidentales y cambiantes. Con respecto a los cuerpos materiales, las cuali:Jades de tener cierta masa cuantitativa y de simple ubicaCIÓn en alguna parte, sostenía J ohn Locke al terminar el siglo XVII, son cualidades esenciales. Natmalmente, la
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ubicación era cambiante, y la inmutabilidad de la masa no era sino un hecho experimental para ciertos extremistas.
Hasta aquí todo va bien. Pero cuando pasamos al color azul, tenemos que enfrentarnos con una nueva situación. En primer lugar, el cuerpo puede no ser siempre azul ni ruidoso. Ya lo hemos admitido con nuestra teoría de las cualidades accidentales, que por el momento podemos aceptar como adecuada. Pero en segundo lugar, el siglo XVII señaló una verdadera dificultad. Los grandes físicos elaboraron teorías de la trasmisión de la luz y del sonido, basadas en su visión materialista de la naturaleza. Había dos hipótesis sobre la luz: o bien era transmitida por ondas vibratorias de un éter material, o -según Newton- era transmitida por el movimiento de corpúsculos increíblemente pequeños de alguna materia útil. Todos sabemos que la teoría ondulatoria de Huyghens prevaleció durante el siglo xrx y que, en la época actual, los físicos tratan de explicar algunas circunstancias oscuras referentes a la radiación combinando las dos teorías. Pero sea cual fuere la teoría elegida, no existe la luz o el color como hecho de la naturaleza exterior. Hay simplemente movimiento del material. De igual modo, cuando la luz penetra en los ojos y hiere la retina, no hay sino movimiento del material. Luego quedan afectados los nervios y el cerebro, y eso no es tampoco más que movimiento del material. El mismo tipo de razonamiento vale para el sonido con sólo substituir las ondas del éter por las del aire, y el ojo por el oído.
Preguntamos, pues, en qué sentido "color azul" y "ser ruidoso" son cualidades del cuerpo. Por un razonamiento análogo, preguntamos también en qué sentido el perfume es una cualidad de la rosa.
Galileo consideró este problema e indicó inmediatamente que, aparte de los ojos, del oído y de la nariz, no existirían colores, sonidos ni olores . . Descartes y Locke construyeron la teoría de las cualidades primarias y secundarias. Por ejemplo, Descartes, en su Meditación Sext.a., dice: "Y en verdad, pues siento distintas clases de colores, olores, sabores, sonidos, calor, dureza, etc., concluyo con justicia, que hay en los cuerpos de los cuales proceden todas estas
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diversas percepciones de los sentidos, algunas diversidades que responden a ellas, si bien quizá esas diversidades no se les parecen en nada . . . "
En sus Principios de filosofía dice también: "que por nuestros sentidos no conocemos nada de los objetos exteriores más allá de su figura [o situación] , tamaño y movimiento".
Locke, que escribe con conocimiento de la dinámica de N ewton, sitúa la masa entre las cualidades primarias de los cuerpos. En una palabra: formula una teoría de las cualidades primarias y secundarias de acuerdo con el estado de la c�encia física a fines del siglo XVII. Las cualidades primanas son las cualidades esenciales de las sustancias cuyas relaciones espacio-temporales constituyen la naturaleza. La regularidad de esas relaciones constituye el orden de la nat�raleza. Los acontecimientos de la naturaleza son aprehend�dos de alguna manera por mentes asociadas con cuerpos VIvos. �n. primer lugar la aprehensión mental surge de los acontecimientos que suceden en ciertas partes del cuerpo c?rrespondiente, de los acontecimientos del cerebro, por eJemplo. Pero al aprehender, la mente experimenta también sensaciones que, en rigor, son únicamente cualidades de ella: La mente proyecta esas sensaciones en forma tal que revisten cuerpos adecuados que se encuentran en la naturaleza e:terior. Así, percibimos los cuerpos como si poseyeran cualidades que en realidad no les pertenecen, cualidades que son, de hecho, pura creación de la mente. Así, la naturaleza cobra el prestigio que en verdad debiéramos reservar para nosotros mismos : la rosa por su perfume, el ruiseñor por . su canto y el sol por su esplendor. Los poetas se han eqmvocado de medio a medio. Deberían dirigir sus poesías a sí mismos, y deberían convertirlas en odas de felicitación por la excelencia de la mente humana. La naturaleza es triste cosa, sin sonidos, sin olores, sin colores; es simplemente el rodar aprisa de la materia, sin fin y sin sentido.
Por más que lo disimulemos, éste es el resultado práctico de la filosofía científica característica que cerró el siglo XVII. , n . .
J<.,n pnmer lugar debemos notar su pasmosa eficacia como
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sistema de conceptos para la organizacwn de la investiga
ción científica. En este sentido es plenamente digna del
genio de! siglo que la pr�d�jo. Desde entonces s� ha �a�
tenido firme como prmc1p10 rector de los estudiOs cientl
ficos. Reina todavía. Todas las universidades del mundo se organizan de acuerdo con ella. N o se ha sugerido otro sistema de organizar la prosecución de la verdad científica.
No sólo reina, sino que no conoce rival. Y, con todo, es absolutamente increíble. Esa concepcwn
del universo está encuadrada sin duda en términos de elevadas abstracciones; la paradoja sólo surge porque hemos confundido nuestra abstracción con realidades concretas.
Ningún bosquejo de las realizaciones del pensamiento científico en este siglo, por general que sea, puede omitir el adelanto de las matemáticas. Aquí, como en lo demás, se reveló el genio de la época. Tres grandes franceses, Descartes, Desargues y Pascal, iniciaron el período moderno de la geometría. Otro francés, Fermat, estableció los fundamentos del análisis moderno, y poco le faltó para llevar a la perfección los métodos del cálculo diferencial. N ewton y Leibniz fueron los que crearon el cálculo diferencial como método práctico del razonamiento matemático. Cuando acabó el siglo, las matemáticas como instrumento de aplicación para lo; problemas físicos estaban bien establecidas, en condiciones semejantes a su adelanto actual. Las modernas matemáticas puras, excepto la geometría, estaban en su infancia, y no habían dado señales del asombroso crecimiento que habían de tener en el siglo xrx. Pero el físico matemático había aparecido, trayendo con él el tipo de mentalidad que había de dominar el mundo científico en el siglo siguiente. Había de ser la era del "Análisis victorioso".
El siglo x:vn había producido por fin un esquema de pensamiento científico trazado por los matemáticos, para uso de los matemáticos. La gran característica del espíritu matemático es su capacidad de manejar abstracciones; y de extraer de ellas cadenas de razonamiento netas y demostrativas, enteramente satisfactorias siempre que esas abstracciones sean el objeto en que queremos pensar. El enorme éxito de las abstracciones científicas que en una mano pre-
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sentan la materia con su si1nple ubicación en el espacio y en el tiempo, y en la otra el espíritu que percibe, sufre y razona, pero no interviene, le ha impuesto a la filosofía la tarea de aceptarlas como la expresión más completa de la realidad.
Con ello la filosofía moderna se ha venido abajo. Ha oscilado en forma compleja entre tres extremos : los dualistas, que aceptan materia y espíritu en un mismo pie de igualdad, y las dos variedades de monistas : los que ponen el espíritu dentro de la materia, y los que ponen la materia dentro del espíritu. Pero estos juegos de manos con las abstracciones nÜnca pueden superar la confusión inherente introducida por atribuir la concretez fuera de lugar al esquema científico del siglo xvn.
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CAPÍTULO IV
EL SIGLO XVIII
Si es lícito hacer una comparación entre los ambientes intelectuales de épocas diferentes, puede decirse que el siglo xvm fué en Europa la perfecta antítesis de la Edad Media. Esa comparación se hace más gráfica si se tiene en cuenta la diferencia que hay entre la catedral de Chartres y los salones de París, en los que D'Alembert platicaba con Voltaire. La Edad Media se halla obsesionada por el deseo de racionalizar lo infinito : los hombres del siglo XVIII racionalizaban la vida social de los grupos humanos modernos y basaban sus teorías sociológicas haciendo apelación a los hechos de la naturaleza. De esos dos períodos, el primero fué la edad de la fe basada en la razón; el segundo, dejó tranquilos a los perros dormidos: fué la edad de la razón basada en la fe. Para aclarar mi idea: San Anselmo se habría sentido sumamente turbado si no hubiese logrado encontrar un argumento convincente para demostrar la existencia de Dios, y en ese argumento basaba su edificio de la fe, a diferencia de Hume que apoyaba en su fe en el orden de la naturaleza su Dissena.tion on Natural History of Religion. Al establecer un parangón entre esas épocas. bueno será recordar que la razón puede equivocarse y la fe colocarse en un terreno que no le corresponda.
En el capítulo anterior perfilamos la evolución que durante el siglo xvm se operó en el esquema de las ideas científicas que desde entonces han dominado en el pensamiento. Ese esquema implica un dualismo fundamental: la materia,
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por una parte, y el espíritu, por otra. Entre ambos se hallan los conceptos de vida, organismo, función, realidad instantánea, interacción, orden de la naturaleza, el conjunto de los cuales constituye el talón de Aquiles de todo el sistema.
He de manifestar también mi convicción de que si deseáramos obtener una expresión más fundamental del carácter concreto del hecho natural, el elemento de ese esquema que primeramente habríamos de someter a crítica, sería el concepto de locación simple. Por consiguiente, en a�enciór; a la importancia que esta idea asumirá en estas consideraciOnes, voy a insistir en el significado que atribuyo a esta frase. Decir que una porción de materia tiene locación simple significa que al expresar sus relaciones espacio-temporales, es correcto afirmar que está donde está, en una región definida del espacio y a través de una duración definida del tiempo, haciendo caso omiso de toda referencia esencial de las relaciones que con otras regiones del espacio o con otras duraciones del tiempo pueda tener esa porción de materia. Por otra parte, este concepto de locación simple es independiente de la controversia entre las opiniones absolutista y relativista acerca del espacio y del tiempo. Con tal de que cualquier teoría del espacio, o del tiempo, atribuya un significado, absoluto o relativo, a la idea de una región definida del espacio o de una duración definida del tiempo, la idea de locación simple tiene un significado perfectamente definido. Esta idea es el propio fundamento del esquema que de la naturaleza se hizo el siglo xvn; sin ella, ese esquema no es susceptible de ser expresado. Alegaré que entre los elementos primarios de la naturaleza tal como son aprehendidos en nuestra experiencia inmediata, no hay ni uno solo que posea este car�cter de locación simple; ello no autoriza a concluir, sin embargo, que la ciencia del siglo xvn fuese simplemente errónea. Yo sostengo que por un proceso de abstracción constructiva podemos llegar a abstracciones que sean porciones de materia localizadas simplemente y a otras abstracciones que sean los espíritus que figuran en el esauema científico. Por consiguiente, el verdadero error es un- ejemplo de lo que yo he calificado de "la falacia de la concretez fuera de lugar".
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La ventaja de concentrar la atención en un grup? def�nido de abstracciones estriba en que con ello es posible hmitar nuestros pensamientos a cosas nítidamente definidas, con relaciones nítidamente definidas. Por consiguiente, �i tenemos un entrenamiento lógico, podremos deducir multitud de conclusiones con respecto a las relaciones existentes entre esos entes abstractos. A mayor abundamiento, si las abstracciones están bien fundadas, es decir, si no prescinden de todo lo que es importante en la experiencia, el pensamiento científico que se limite a esas abstracciones llegará a multitud de verdades importantes relativas a nuestra experiencia d-e la natur?-leza. �odos conocemos e�os te�neramentos de pronuncmdas aristas, que se mantienen m�utablemente encerrados en duro caparazón de abstraccio nes. Nos sujetan a sus abstracciones por el mero imperio de su nersonalidad. El inconveniente de prestar exclusiva atención a un grupo de abstracciones, por bien fund�da� que estén, e� que, segÚn la índole del caso, se ha prescmdido de las demas cosa�. En la medida en que las cosas excluídas sean importantes en la experiencia, nuestros modos de pensamiento resultarán inapropiados para ocuparnos de ellas. No podemos pensar sin abstracciones; por consiguiente, es de la más alta importancia poner la mayor atención en someter a crítica nuestros modos de abstracciones. Es en este punto que la filosofía encuentra el lugar indicado para ser esencial para el progreso saludable de la sociedad. Es la crítica de las abstracciones. Una civilización incapaz de salirse de sus abstracciones corrientes, está condenada a la esterilidad al cabo de un período, muy limitado, de progreso. Una escuela activa de filosofía es absolutamente tan importante para la locomoción de las ideas como para la locomoción del combustible pueda serlo una escuela activa de ingenieros ferroviarios.
Ocurre a veces que el servicio prestado por la filosofía queda totahnente oscurecido por el éxito . asombroso d.e un esquema de abstracciones que exprese los mtereses. �ominantes de una época. Es exactamente lo que sucedw durante el siglo xvm. Les philosophes no eran filósofos.
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Eran hombres de genio, de cabeza clara y agudos, que se valieron del grupo de abstracciones científicas del siglo XVII para analizar el unive:·so sin límites. Su triunfo, en orden al círculo de ideas principalmente interesante para sus coetáneos, fué abrumador; cuanto no encajaba en su esquema, era postergado, ridiculizado o puesto en cuarentena. Su aversión hacia la arquitectura gótica refleja su poca simpatía por las perspectivas confusas. Era la edad de la razón, de la razón sana, viril, egregia; pero de una razón que sólo tenía un ojo y condenada por ello a percibir de un modo deficiente el relieve de las cosas. Nunca apreciaremos bastante lo que debemos a aquellos grandes hombres. Durante una milíada Europa había sido presa de visionarios intolerantes e intolerables. El buen sentido del siglo xvm, su captación de los hechos evidentes del sufrimiento humano y de las necesidades evidentes de la naturaleza humana, obraron sobre el mundo a modo de baño de limpieza. Voltaire tiene el mérito de haber odiado la injusticia, de haber odiado la crueldad, de haber odiado la opresión absurda y de haber odiado la superchería. Y, además, al verlo, sabía que era todo eso. En esas supremas virtudes, era un hijo genuino de su siglo, de su mejor aspecto. Pero no sólo de pan vive el hombre, y menos puede vivir únicamente de desinfectantes. La época tenía sus limitaciones; pero sin rendir todo el tributo merecido a sus triunfos positivos nunca podremos comprender la pasión con que son defendidas todavía, especialmente en las escuelas de la ciencia, algunas de sus principales posiciones. El esquema de conceptos del siglo xvn demostraba ser un instrumento de investigación perfecto.
Este triunfo del materialismo se operó principalmente en las ciencias de la dinámica, física y química racionales. En cuanto a la dinámica y a la física, el progreso se logró en forma de desarrollos directos de las ideas principales de la época precedente. Nada nuevo se creó en este sentido pero se llevó a cabo un inmenso desarrollo de detalle. Casos especiales fueron aclarados. Era como si el mismo cielo se hubiese puesto al descubierto en una pantalla fija. En la segunda mitad del siglo, Lavoisier fundó virtualmente la quí-
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mica en las bases en que actualmente se apoya, introduciendo en ella el principio de que en ninguna transformación química se pierde o gana nada de materia. Ese fué el último éxito del pensamiento materialista, que en definitiva no revelara ser una espada de dos filos. Ya no le faltaba a la ciencia química más que la teoría atómica, que se for-muló al siglo siguiente. '
En este siglo, la idea de la explicación mecánica de todos los procesos de la naturaleza se había consolidado finalmente en un dogma de la ciencia. La idea se impuso en toda la línea gracias a una serie casi milagrosa de triunfos logrados por los físicos matemáticos, que culminaron en la Mécanique Arwlytique de Lagrange, publicada en 1787. Los Principia de Newton habían aparecido en 1687, de suerte que entre ambos libros mediaba exactamente un lapso de un siglo. Este siglo constituye el primer período de la física matemática de tipo moderno. La publicación, en 1873, de la obra Electricity and Magnetism, de Clerk Maxwell, cierra el segundo período. Cada una de esas tres obras abrió nuevos horizontes al pensamiento e influyó en todo cuanto vino después de ellas.
Cuando se examinan los varios asuntos a que la humanidad consagró su pensamiento sistemático, es imposible que no sorprenda la desigual distribución de aptitud entre los distintos campos. En casi todas las materias hay unos pocos nombres que sobresalen. Se requiere genialidad para crear una materia que constituya un nuevo asunto para el pensamiento. Pero con muchos asuntos se da el caso de que después de un buen principio, de importancia esencial para la ocasión que lo motivó, el desarrollo subsiguiente ofrezca una serie decreciente de tanteos, de suerte que el conjunto de la materia va perdiendo poco a poco su imperio sobre la evolución del pensamiento. Muy distinto fué lo que sucedió con la física matemática. Cuanto más se estudia esa materia tanto más asombro causan los casi increíbles triunfos del entendimiento que revela. Los grandes físicos matemáticos del siglo xvnr y de unos pocos primeros años del xrx, en su mayoría franceses, constituyen una muestra de eso : JYiaupertuis, Clairaut, D'Alembert, Lagrange,
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Laplace, Fourier, Carnot, constituyen una serie de nombres tal que cada uno de ellos trae a la mente el recuerdo de un triunfo de primera importancia. El hecho de que Garlyle, en su calidad de portavoz del período romántico subsiguiente, calificara irónicamente a aquel período de Edad del Análisis Victorioso, y se burlara de Maupertuis llamándole "magnífico caballero de perruca empolvada", revela únicamente la estrechez de miras de los románticos cuyas ideas proclamaba.
Es imposible exponer de un modo inteligible en pocas palabras y sin tecnicismos los detalles de los progresos hechos por esta escuela. Sin embargo, intentaré explicar el punto principal de un triunfo debido conjuntamente a Maupertuis Y Lagrange. Sus resultados, unidos a algunos métodos matemáticos subsiguientes debidos a Gauss y Riemann, los dos grandes matemáticos alemanes de la primera mitad del siglo xrx, han demostrado recientemente que eran la labor preparatoria necesaria para las nuevas ideas que Herz y Einstein habían de introducir en la física matemática. También inspiraron algunas de las mejores ideas del tratado de Clerk JVIaxwell, ya mencionado en este capítulo.
Su aspiración era descubrir algo más fundamental y más general que las leyes newtonianas del movimiento examinadas en el capítulo precedente. Querían encontrar algunas ideas más amplias, y, en el caso de Lagrange, algunos modos más generales de exposición matemática. Era una empresa ambiciosa, y el éxito les acompañó plenamente en ella. Maupertuis vivió en la primera mitad del siglo XIX, Y la época de actividad de Lagrange cae en la segunda mitad de dicho siglo. Encontramos en JVIaupertuis un resabio de la época teológica que precedió a su nacimiento. Partió de la idea de que toda la marcha de una partícula de materia entre dos límites cual.esquiera, tenía que realizar alguna perfección digna de la providencia divina. Dos pun�os de interé� hay en ese principio motor. En primer lugar, Ilustra la tesis que formulé en el primer capítulo de que el modo en que la iglesia medioeval había imprimido en Europa la idea de la providencia detallada de un dios personal racional, fué uno de los factores que dió lugar a la con-
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fianza en el orden de la naturaleza. En segundo lugar, aunQue en la actualidad estemos todos convencidos de que ésos modos de pensamiento no son de utilidad directa en las investigaciones científicas de detalle, el éxito de Maupertuis en ese caso particular revela que casi cualquier idea que nos saque de nuestras abstracciones corrientes es mejor que nada. En el caso de que nos ocupamos, lo que la idea en cuestión le hizo a Maupertuis fué conducirle a indagar qué propiedad general de la marcha en conjunto podía ser deducida de las leyes newtonianas del movimiento. No cabe duda de que era éste un procedimiento muy cuerdo, y todos lo hemos de reconocer cualesquiera que sean nuestras ideas teológicas. Su idea general le indujo también a concebir que la propiedad encontrada sería un factor cuantitativo, de suerte que toda ligera desviación de la marcha la incrementaría. Partiendo de esta suposición, generalizó la primera ley del movimiento newtoniana. Como una partícula aislada toma el camino más corto con velocidad uniforme, Maupertuis conjeturó que una partícula que se moviera a través de un campo .de fuerzas, realizaría el menor importe posible de alguna cantidad. Descubrió cuál era esa cantidad y la calificó de acción integral entre los límites de tiempo considerados. En nuestra terminología moderna es la suma a través de sucesivos pequeños lapsos de la diferencia entre las energías cinéticas y potenciales de la partícula en cada uno de los instantes sucesivos. Esta acción, por lo tanto, tiene que ver con el intercambio entre la energía procedente del movimiento y la energía derivada de la posición. Maupertuis descubrió el famoso teorema de la acción mínima; sin embargo, este investigador no es de la misma primera categoría que Lagrange. En sus manos y en las de sus sucesores inmediatos, su principio no adquirió importancia dominante. Lagrange planteó la misma cuestión sobre una base más amplia, de suerte que su solución resultó decisiva para el procedimiento actual del desarrollo de la dinámica. Su principio de la acción virtual, aplicado a sistemas en movimiento, es, en efecto. el principio de Maupertuis concebido como aplicado en cada uno de los instantes de la marcha del sistema. Pero Lagrange vió más lejos que
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Maupertuis. Advirtió que había obtenido un mét;do de formular verdades dinámicas de un modo perfectamente indiferente a los métodos particulares de mensuración empleados para fijar las posiciones de las varias partes del sistema. Por consiguiente, llegó a deducir ecuaciones de movimiento igualmente aplicables cualesquiera que fuesen las mensuraciones cuantitativas hechas, con la sola condición de que fuesen adecuadas a posiciones fijas. La belleza y casi divina simplicidad de esas ecuaciones es tal que esas fórmulas son dignas de equipararse a aquellos símbolos misteriosos que en tiempos antiguos se empleaban directamente para indicar la Razón Suprema en la base de todas las cosas. lVIás tarde, Herz -descubridor de las ondas electromagnéticas- asentó la mecánica en la idea de que toda partícula atraviesa el camino más corto que se le ofrece en las circunstancias que le obligan a moverse, y, por último, Einstein, usando las teorías geométricas de Gauss y Riemann, mostró que esas circunstancias podían construirse como si estuviesen implicadas en el mismo carácter del espacio-tiempo. Tal es, en sus líneas generales escuetas, la historia de la dinámica desde Galileo a Einstein.
Entre tanto, otros investigadores -Galvani y Voltahabían hecho otros descubrimientos en el sector de la electricidad, y las ciencias biológicas reunían sus materiales, pero esperando, aún, la aparición de ideas dominantes. También la psicología había comenzado a emanciparse de su dependencia con respecto a la filosofía general. El desarrollo independiente de la psicología fué el resultado final de su postulación por John Locke a modo de crítica de los abusos de la metafísica . Todas las ciencias que se ocupaban de la vida se encontraban aún en una fase de observación elemental, en la que predominaban la clasificación y la descripción directa. Hasta ese punto, el esquema de las abstracciones era apropiado a tal estado de cosas.
En los dominios de la práctica, de la edad que produjo gobernantes ilustrados como el emperador José de la casa de Habsburgo, Federico el Grande, Walpole, el gran Lord Chatham, George Washington, no puede decirse que hubiese sido un fracaso, sobre todo si se tiene en cuenta que,
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además de esos gobernantes, nos dió el gobierno de gabinete parlamentario en Inglaterra, el régimen presidencial federal de los Estados Unidos y los principios humanitarios de la Revolución Francesa. En el sector de la técnica produjo la máquina de vapor y con ello inauguró una nueva era en la civilización. Indudablemente, el siglo xvm fué un éxito en el orden práctico. Si le hubiésemos preguntado a uno de sus más sensatos y genuinos predecesores, que tuvo ocasión de p:::esenciar sus inicios -nos referimos a John Locke-, qué esperaba de esa edad, difícilmente habría puesto sus esperanzas en un nivel más alto que el alcanzado por sus positivos éxitos.
Para exponer una crítica del esquema científico del siglo XVIII, tenemos que comenzar dando la razón principal de que descartemos el idealismo del siglo XIX -nos referimÓs al idealismo filosófico que encuentra el último significado de la realidad en la mentalidad plenamente cognitiva-. En el caso del idealismo absoluto, el mundo de la naturaleza es pura y simplemente un mundo de las ideas, diferenciándose de algún modo la unidad de lo absoluto; en el caso del idealismo pluralista, que implica mentalidades monádicas, este mundo es la máxima medida común de las varias ideas que diferencian las varias unidades mentales de las varias mónadas. Pero, como quiera que lo tomemos, esas escuelas idealistas fracasaron notoriamente en su ensayo de enlazar de algún modo orgánico el hecho de la naturaleza con sus filosofías idealistas. En lo que concierne a lo que se dirá en esta obra, nuestro punto de vista habrá de ser en definitiva realista o idealista. Mi opinión es que se requiere una fase ulterior de realismo provisional en que se rehaga el esquema científico, fundándose en el concepto último de organismo.
En líneas generales, mi procedimiento consiste en partir del análisis de la condición del reposo y del tiempo, o, dicho en terminología moderna, de la condición del espacio-tiempo. De cada uno de ésos hay dos caracteres. Las cosas están separadas por el espacio y lo están por el tiempo; pero también están juntas en el espacio y asimismo en el tiempo, aun cuando no sean contemporáneas. Calificaré a esos caracteres de carácter separativo y carácter pre-
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hcnsivo del espacio-tiempo. Pero todavía hay un tercer carácter del espacio-tiempo. Todo cuanto está en el espacio recibe una limitación definida de alguna manera, de suerte que en cierto sentido tiene precisamente la forma que tiene y no otra, es decir, que en cierto sentido está en este sitio Y no en otro. Es lo que yo califico de carácter modal del espacio-tiempo. Es evidente que, tomado por sí mismo, el carácter modal da lugar a la idea de locación simple. Pero es necesario asociarlo con los caracteres separativo y prehensivo.
Para simplificar la idea, hablaremos en primer lugar del espacio únicamente, haciendo después extensivo el mismo tratamiento al tiempo.
El volumen es el elemento más concreto de espacio. Pero el carácter separativo de espacio analiza un volumen en subvolúmenes y así hasta el infinito. Por consiguiente, tomando aisladamente el carácter separativo, inferiríamos que un volumen es una mera multiplicidad de elementos carentes de volumen, o sea, de hecho, de puntos. Pero el hecho último de la experiencia es la unidad de volumen; por ejemplo, el espacio voluminoso de esta sala. Como mera multiplicidad de puntos, esta sala es una construcción de la imaginación lógica.
Por consiguiente, el hecho primordial es la unidad prehensiva del volumen, y esta unidad está atenuada o limitada por las unidades separadas de las innumerables partes contenidas. Tenemos una unidad prehensiva, que sin embargo es considerada aparte como un agregado de partes contenidas. Pero la unidad prehensiva del volumen no es la unidad de un mero agregado lógico de partes. Las partes forman un agregado ordenado, en el sentido de que cada una de las partes es algo desde el punto de vista de cualquiera d<:) las otras partes, y, por lo tanto, también desde el mismo punto de vista, cualquiera de las otras partes es algo en relación con ella. Así, si A, B y e son volúmenes de espacio, B tiene un aspecto desde el punto de vista de A, Y lo propio le ocurre a e, y asimismo a la relación de B y C. Este aspecto de B desde A, es de la esencia A. Los volúmenes de espacio no tienen existencia independiente. Son sólo entes en el conjunto de la totalidad; no puede separárselos
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de su ambiente sin destruir su misma esencia. Por consiguiente, diremos que el aspecto de B desde A es el modo en que B entra en la composición de A. El carácter modal del espacio consiste en que la unidad prehensiva de A es la prehensión en unidad de los aspectos de todos los demás volúmenes desde el punto de vista de A. La forma de un volumen es la fórmula de la cual puede ser derivada la totalidad de sus aspectos. Así, la forma de un volumen es más abstracta que sus aspectos. Es evidente que podemos emplear el lenguaje de Leibniz y decir que todo volumen refleja en sí todo otro volumen en el espacio.
Unas consideraciones exactamente análogas rezan con respecto a las duraciones en el tiempo. Un instante de tiempo, sin duración, es una construcción lógica imaginaria. También toda duración de tiempo refleja en sí todas las duraciones temporales.
Pero de dos modos hemos introducido una simplicidad falsa. En primer lugar, tendríamos que haber enlazado espacio y tiempo y orientado nuestra explicación en el sentido de las regiones cuatridimensionales de espacio-tiempo. Nada tenemos que añadir por vía de explicación. En nuestra mente, sustituyamos por esas regiones cuatridimensionales los volúmenes espaciales de las explicaciones precedentes.
En segundo lugar, mi explicación incurrió, a su vez, en un círculo vicioso. En efecto, según lo dicho la unidad prehensiva de la región A consiste en la unificación prehensiva de las presencias modales de otras regiones en A. Esta dificultan se presenta porque en realidad el espacio-tiempo no puede ser considerado como un ente subsistente por sí mismo. Es una abstracción, y para ex--plicarla se requiere referirse �. aquello de que ha sido extraída. Espacio-tiempo es la especificación de ciertos caracteres generales de acaecimientos y de su ordenación recíproca. Este recurrir al hecho concreto nos lleva al siglo xvm, y hasta al xvrr, a Francis Bacon. Tenemos que examinar la marcha seguida en esas épocas por la-crítica del esquema científico imperante.
Ninguna época es homogénea; cualquiera que sea la nota atribuída como dominante a un período considerable, siem-
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\ pre s�rá posible señalar hombres, y grandes hombres, perteneCientes a la misma época, que se presentan como antagónicos al tono de su edad. Así ocurre sin duda al<tuna en el siglo :x:vm. Por ejemplo, los nombres de J ohn
"'wesley y
de Rousseau habrán acudido a la imaginación de ustedes cuando diseñaba yo el carácter de esa época. Pero no deseo hablar de ellos ni de otros. El hombre cuyas ideas quiero examinar con cierta detención es el obispo Berkeley. En el mero comienzo de esa época formuló todas las críticas debidas, por lo menos en principio. Sería inexacto decir que no hizo efecto alguno. Era un hombre famoso. La viuda de Jorge II fué una de las pocas reinas, de todos los países, dotada del suficiente buen sentido y prudencia para fomentar la cultura con discreción; de ahí que Berkeley fuese nombrado obispo en unos tiempos en que los obispos de la Gran Bretaña eran hombres relativamente mucho más grandes que en la actualidad. Además, y esto es una circunstancia mucho más importante que su promoción a obispo, Hume le estudió y desarrolló un aspecto de su filosofía de un modo que quizás habría enturbiado el espíritu del gran prelado. Luego Kant estudió a Hume. Por lo tanto, sería notoriamente absurdo decir que Berkeley no ejerció influjo alguno durante ese siglo. Pero, lo que viene a ser lo mismo, dejó de trazar rumbos a la corriente principal del pensamiento científico, pues ésta se movió como si él nunca hubiese escrito. Su éxito general la hizo impermeable a toda crítica, ya entonces y en lo sucesivo. El mundo de la ciencia se sintió siempre perfectamente satisfecho con sus abstracciones. Surten efecto, y eso le basta.
. El , �unto que ten�mos ante nosotros es que ese campo cien�Ifico del pensamiento, resulta ahora, en el siglo x:x:, demasrado estrecho para los hechos concretos que se le presentan para ser analizados. Eso es cierto incluso en la física y más especialmente urgente en las ciencias biológicas. De esta suerte, para entender las dificultades del pensamiento científico moderno y también sus reacciones sobre el mundo moderno, necesitaríamos tener en nuestra mente alguna co�c
_eJ?ció� de un campo de abstracción más amplio, un
anahs1s mas concreto, que se hallara más cerca de lo com-
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pletamente concreto de nuestra experiencia intuitiva. Semejante análisis enco�traría ;� sí mismo un lugar para los conceptos de matena y espmtu a modo de abstracciones en términos de los cuales pueda interpretarse mucha de nuestra experiencia física. Es para la búsqueda de esa base más amplia para el pensamiento científico que resulta tan importante Berkeley. Se presenta con su crítica inmediatamente después de que las escuelas de N ewton y Locke hubieron completado la obra de éstos, poniendo de relieve con toda exactitud los puntos débiles que éstas habían dejado. No me propongo examinar el idealismo subjetivo derivado de ese pen�ado
_r, ni las escuelas que se han formado siguiendo las
msprracwnes de Hume y Kant respectivamente. l\1i tesis será que -cualquiera que sea la metafísica final que ustedes adopten- hay otra línea de desarrollo que arranca de Berkeley y que señala el análisis que estamos buscando. A Berkeley le pasó inadvertido, debido en parte al suura-intelectualismo de los filósofos y en parte a que se precipitó a recurrir a un idealismo con su objetividad fundada en la idea de Dios. Recuerden ustedes que ya afil"lllé que la llave del problema está en la idea de locación simple. Berkeley en efecto critica esta idea. También él plantea la cuestión; ¿qué en� tendemos por cosas comprobadas en el mundo de la naturaleza?
En las secciones 23 y 24 de sus P1·inciples of Human Knowledge da Berkeley su respuesta a esta última cuestión. Voy a citar algunas frases sacadas de esas secciones: &.�r •
�3. Pe.ro, �ice usted, . segu!·an;ente nada hay más fácil para 1lll que 1magmar, por eJemplo, arboles en un parque o libros en un armario, sin que nadie les perciba. Y yo le contesto : usted puede, pada lo impide; pero dígame, por favor, si todo eso es algo m�s que fraguarse en su mente ciertas ideas que usted llama libros Y árboles, y al propio tiempo abstenerse de forjar la idea de alguien que los perciba . . .
Cuando nos esforzamos en concebir la existencia de cuerpos externos, no hacemos más que contemplar nuestras propias ideas. Pero el alma, no advirtiéndose a sí misma cae en el error de creer que puede concebir y efectivament�
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concibe cuerpos que existen sin ser pensados o fuera del espíritu, a pesar de que al propio tiempo son aDrehendidos por él o existen en él . . .
24. Resulta b�en notorio, después de la última indagación de nuestros pensamientos, conocer si nos es posible comprender qué se entiende por existencia absoluta de objetos sensibles en sí, o sin, el espíritu. Para mí es evidente que esas palabras indican una contradicción directa o nada en absoluto . . .
Además, hay un pasaje muy notable en la sección 10 del IV diálogo del Alciphron de Berkeley. Lo cité ya, con mayor extensión, en mis Principles of Natural Knowledge:
Eufranor. - Dime, Alcifrón, b puedes distinguir las puertas, ventanas y almenas de ese mismo castillo ?
.Alófi·ón. - N o. A esta distancia parece <�ólo una torrecilla redonda.
Eufranor. - Pero yo, que estuve allí, sé que no es una torrecilla redonda, sino un gran edificio cuadrado con almenas y torreones que al parecer no ves tú.
.Alcifrón. - b Qué pretendes deducir de ello 9 Eufranor. - Quiero inferir que el objeto que tú percibes es
tricta y propiamente por la vista no es esa cosa situada a unas millas de distancia.
.Alcifrón. - ¿ Y por qué � Enfranor. - Porque un pequeño objeto redondo es una cosa
y un gran objeto cuadrado es otra cosa. ¿ No es así? . . .
Otros ejemplos análogos relativos a un planeta y a una nube se citan luego en el diálogo, y el pasaje concluye así:
Eufranor. - ¿ No es notorio, por consiguiente, que ni el castillo ni el planeta, ni la nube que tú ves aquí, son esas cosas Teales qu� tú supones que existen a distancia 9
En el primer pasaje ya citado, se hace patente que Berkeley adopta una interpretación idealista extrema. Para él es el espíritu la única realidad absoluta, y la unidad de la naturaleza es la unidad de las ideas en el espíritu de Dios. Por mi parte, pienso que la solución que Berkeley da del problema metafísico, suscita dificultades no menores que las que él señala como resultantes de una interpretación realista o del esquema científico . Hay, sin embargo, otra línea
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posible de pensamiento, que nos permite adoptar cualquier actitud de realismo provisional y ensanchar el esquema científico de una manera útil a la misma ciencia.
Recurro al pasaje de la Natural Hi.story de Francis Bacon, citado ya en la conferencia anterior:
Es cierto que todos los cuerpos, cualesquiera que sean, aunque no tengan sentido, tienen percepción . . . y tanto si el cuerpo es alterante como si es alterado, siempre una percepción precede a la operación ; pues de otra suerte todos los cuerpos serían iguales entre sí. . .
También en la conferencia anterior interpreté percepción (tal como la usa Bacon) en la acepción de darse cuenta del carácter esencial de la cosa percibida, y sentido como significando cogni.ción. Sin duda nos damos cuenta de cosas de que en aquel momento no tenemos cognición explícita. En efecto, podemos tener memoria cognitiva del darse cuenta, sin haber tenido una cognición contemporánea. También, como señala Bacon en su aserción, " . . . pues de otra suerte todos los cuerpos serían iguales entre sí", hay evidentemente algún elemento de carácter esencial del que nos damos cuenta, es decir, algo en que se funda la diversidad y no la mera diversidad lógica escueta .
La palabra percibir en su acepción corriente está demasiado impregnada de la idea de aprehensión cognitiva, y lo propio le ocurre a la palabra aprehensión, incluso empleada sin el adjetivo cognitiva. Yo usaré la palabra prehensión en el sentido de aprehensión incognitiva, entendiendo por ella la aprehensión que puede o no ser cognitiva. Pues bien, tomemos la última observación de Eufranor:
"¿No es notorio, por consiguiente, que ni el castillo, ni el planeta, ni la nube, que tú ves aquí, son esas cosas reales que tú supones que existen a distancia?" Por consiguiente, hay una prehensión, aquí en este lugar, de cosas que tienen una referencia a otros lugares.
Volvamos, ahora, a las sentencias de Berkeley citadas de sus Principles of Human Knowledge. Sostiene ese autor que lo que constituye la realización de entes naturales es el ser percibidos dentro de la unidad del espíritu.
Podemos substituir el concepto y decir que la realización
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sea una reunión de cosas en la unidad de una prehensión, y que, por consiguiente, lo realizado es la prehensión y no las cosas. Esta unidad de una prehensión se define como un aquí y un ahora, y las cosas de esta suerte reunidas en la unidad captada tienen referencia esencial a otros sitios y a otros tiempos. Yo sustituyo el espíritu de Berkeley por un proceso de unificación prehensiva. Para poder hacer inteligible este concepto de la realización progresiva de acaecimientos naturales se requiere considerable expansión, y con� frontación con sus implicaciones efectivas en términos de experiencia concreta. Esa será la tarea de las conferencias siguientes. En primer lugar, obsérvese que la idea de locación simple ha desaparecido . Las cosas que se han captado en una unidad realizada, aquí y ahora, no son simplemente el castillo, la nube y el planeta en sí mismos, sino el castillo, la nube y el planeta desde el punto de vista, en espacio y tiempo, de la unificación prehensiva. Dicho con otras palabras: es la perspectiva del castillo situado allí desde el punto de vista de la unificación aquí. Son, por consiguiente, aspectos del castillo, de la nube y del planeta lo que se cap� ta en unidad aquí. Recuérdese que la idea de perspectivas es perfectamente familiar en filosofía. Fué introducida por Leibniz, en la noción de sus mónadas que reflejan las perspectivas del universo. La noción que uso es la misma, con la sola diferencia de que atempero sus mónadas a los acaecimientos unificados en espacio y tiempo. En algunos aspectos, hay mayor analogía con los modos de Spinoza; por esta razón empleo los términos 1nodo y modal. En analogía con Spinoza, su sustancia única es para mí la subyacente actividad de realización individualizándose en una conectada pluralidad de modos. Así, hecho concreto es proceso. Su análisis primario está en la subyacente actividad de prehensión y en acaecimientos prehensivos realizados. Todo acaecimiento es una cuestión de hecho individual procedente de una individualización de la actividad subyacente. Pero individualización no significa independencia sustancial.
Un ente que advertimos en la percepción de los sentidos, es el término de nuestro acto de percepción. Calificaré a tal ente de objeto-del-sentido. Por ejemplo, verde de un
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determinado matiz es un objeto-del-sentido, y lo propio cabe decir de un sonido de una calidad e intensidad definidas de un olor definido y de una definida cualidad de tacto : La manera en que semejante ente es referido a espacio durante un definido lapso, es compleja .. D�ré que un objeto-del-sentido tiene ingreso en el espaciO-tiempo. I:a percepción cognitiva de un objeto-del-sentr�o es el adver�Ir la unificación prehensiva (en un punto de vista A) de v�nos
modos de varios objetos-del-sentido, entre ellos el obJetodel-sentido en cuestión. El punto de vista A es, desde luego, una recrión de espacio-tiempo, es decir, un volumen de es�acio a
0través de una duración de tiempo. Pero tratan
dose de un ente, este punto de vista es �na unidad . de experiencia realizada. Un modo de :rn obJeto-d�l-sentido en A. (a fuer de abstraído del obJeto-del-sentido cuya
conexión con A es condicionada por el modo) es el as
pecto que desde A tiene cualquier otra región B. Así, el objeto-del-sentido está presente .en A. con el. modo de l�c;a
ción en B. Así, si verde es el obJeto-del-sentido. �n cue?twn: verde no está simplemente en A donde es percibido, m e�ta
simplemente en B donde es percibido como .l?calizado, smo
que está presente en A con el modo de locacwn en B. Nada
de especialmente misterioso hay en esto. Ustedes no han
hecho más que mirar un espejo y ver en él la imagen de al
gunas hojas verdes situadas detrás �e ustedes. Para ustedes, en A habrá verde, y no verde simplemente en A don
de ustedes estén. El verde en A será verde con el modo ?e tener locación en la imagen de la hoja detrás del espeJO. Entonces. vuélvanse ustedes y miren la hoja. ..A..hora _per
ciben ust.edes el verde de igual manera que hacía?- antes,
salvo que ahora el verde tiene el modo de ser localizado. e?la hoja real. Estoy describiendo �implemente lo que percibimos: advertimos el verde en calidad de uno de los ele�en
tos de una unificación prehensiva de objetos-del-sentido; todo objeto-del-sentido, entre ellos el ver��· tiene su m��o
particular, que es e�re�able como l?;acwn en otro �Iho
cualquiera. Hay vanos tipos de locacwn modal. Por eJen;t
plo, el sonido tiene volumen: llena una sala, . ! lo propio
ocurre a veces con el color difuso. Pero la locacwn modal de
!Jl
un color puede ser la de ser el límite remoto de un volumen como, P?r ej;mplo,, los . colores pintados en las paredes d� una. habltacwn. As1, primordialmente, espacio-tiempo es el habitáculo de la ingresión modal de objetos-del-sentido. Esta es la ra�ón de que espacio y tiempo (si para simplificar los desummos) sean dados en sus totalidades. En efecto, to.do volumen de espac;o, o todo lapso, incluye en su esencia aspectos de todos los volúmenes de espacio, o de todos los lapsos. Las dificultades de la filosofía con respecto a espacio y tiempo se fundan en el error de considerarlos primariamente como los habitáculos de locaciones simples. La percepción es pura y simplemente la coanición de la unificación prehensiva, o, para decirlo más breve�ente, la percepción es la cognición de la prehensión. El mundo real es una multitud de prehensiones, y una "prehensión" es una ·:o?asión, prehensiva", y una ocasión prehensiva es el ente fm1to mas concreto, concebido como lo que es en sí Y por sí Y no como resultado de su aspecto en la esencia de otra ocasión semejante. La unificación prehensiva uuede decirse que tiene locación simple en su volumen A.
"Pero eso sería una mera �antología, pues espacio y tiempo son simplemen�e abstracciOnes de la totalidad de unificaciones pre��nsiv.as que se .r_nold.ean recíprocamente. Así, una prehenswn tiene locacwn Simple en el volumen A, al igual que aquella en que el rostro de una persona coincide con la s?nrisa que lo �nima. �asta el punto a que hemos llegado, tiene. ;mas. sentido decir que un acto de percepción tiene locacwn simple, ya que puede ser concebido como estando simplemente en la prehensión captada.
En estas condiciones, se comprenden en la naturaleza más entes que los meros objetos-del-sentido. Pero teniendo en cuenta la necesidad de la revisión consicruiente a un punto de vista más completo, podemos formular nuestra contestación a la cuestión de Berkeley como relativa al carácter de la realidad que haya de atribuir a la naturaleza. El afirma que es la realidad de las ideas en el espíritu. Una me�a.física completa, que haya llegado a alguna noción de espmt� ?" a alguna noción de ideas, acaso pueda adoptar en defmitiva esa opinión. Para el objeto de estas confe-
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rencias es innecesario plantear esa cuestión fundamental. Podemos darnos por satisfechos con un realismo provisional en que la naturaleza sea concebida como un complejo de unificaciones prehensivas. Espacio y tiempo ofrecen el esquema general de las relaciones, conectadas, de esas prehensiones. No es posible separar ninguna de ellas de esa contextura. Sin embargo, cada una de ellas dentro de su contextura tiene toda la realidad atribuída a todo el complejo, y, viceversa, la totalidad tiene la misma realidad ql!e cada una de las prehensiones, puesto que cada prehenswn unifica las modalidades que desde su punto de vista deben ser atribuídas a toda parle del conjunto. Una prehensión es un proceso de unificación. Por consiguiente, la naturaleza es un proceso de desaiTollo expansivo, necesariamente transicional de prehensión a prehensión. Lo logrado se deja, en co�secuencia, atrás, pero se retiene también como teniendo a su vez aspectos , de sí mismo presentes a prehensiones situadas más allá de ello.
Así la naturaleza es una estructura de procesos en evolución. 'La realidad es el proceso. Es un absurdo preguntar si el color rojo es real. El color rojo es un ingrediente en el proceso de realización. Las realidades de la naturaleza s?n las prehensiones que se operan en la naturaleza, es decir, los acaecimientos de la naturaleza.
Ahora habiendo rebajado de espacio y tiempo el matiz de locac
,ión simple, podemos abandonar el incómodo tér
mino "prehensión". Es� término fué i�tr?duciclo para. significar la unidad esencml de un acaecimiento, es decir, el acaecimiento como unidad y no como mero agregado de Partes o ele inoTedientes. Es necesario comprender que o • espacio-tiempo no es otra cosa que un sistema de poner en unidades conjuntos de agregados. Pero la palabra acaecimiento signifi�a precisamente una de estas unidades espacio-temporales. Por consiguiente, puede ser usado, en .vez del término "prehensión", para design�r la cosa preh.en��?�·
Un acaecimiento tiene contemporaneos. Eso sigmfica que un acaecimiento refleja �n sí los mocl?s �� s�s con�emporáneos en calidad de despliegue de reahz�ci�n. mmedmta. Un acaecimiento tiene un pasado. Eso sigmfiCa que un
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acaecimiento refleja en sí los modos de sus pr-edecesores, en calidad de recuerdos que se hallan fundidos en su propio contenido. Un acaecimiento tiene un futuro. Eso significa que un acaecimiento refleja en sí aspectos tales corno los que el futuro retrotrae al presente, o, dicho con otras palabras, corno el presente ha determinado como concernientes al futuro. Así, un acaecimiento tiene anticipación:
El alma profética Del amplio mundo soñando en cosas venideras. (cvn.)
Estas conclusiones son esenciales para toda forma de realismo, puesto que en el mundo hay, para nuestro conocimiento, recuerdo del pasado, inmin-encia de realización, e indicación de cosas venideras.
En este esbozo de un anális¡s más concreto que el del esquema científico del pensamiento, he tomado corno punto de partida nuestro propio campo psicológico tal como se presenta a nuestro conocimiento. Lo tomo por lo que pretende ser: el autoconocimiento de nuestro acaecimi-ento corpóreo. lVIe refiero al acaecimiento total, y no a la inspección de los detalles del cuerpo. Este autoconocimiento descubre una unificación prehensiva d-e presencias modales de entes detrás de él. Hago una generalización apelando al principio de que este total acaecimiento corpóreo se halla en el mismo nivel que los demás acaecimientos, salvo en el caso de una complejidad y estabilidad insólitas de modelos inherentes. La fuerza de la teoría del mecanismo materialista ha sido la exigencia de que no se abran arbitrariamente brechas en la naturaleza, eludiendo así lo inseguro de las hipótesis explicativas. Acepto ese principio . Pero si partimos de los hechos inmediatos de nuestra experiencia psicológica, como seguramente haría un empirista; nos vemos abocados en seguida a la concepción orgánica de la naturaleza, cuya descripción ha sido comenzada en esta conferencia.
El defecto del esquema científico del siglo xvm es que no proporciona ninguno de los elementos que componen las e}..-periencias psicológicas inmediatas de la humanidad. Tampoco proporciona ni un rasgo elemental de la unidad orgá-
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nica de un conjunto, del cual puedan emerger las unidades orgánicas de los electrones, protones, moléculas y cuerpos vivos. Según ese esquema, en la naturaleza de las cosas no hay razón que justifique que las porciones de materia hayan de tener entre sí ninguna clase d-e relaciones físicas. Aceptemos que no nos cabe esperar que descubramos que las leyes de la naturaleza hayan de ser nec-esarias. Pero podemos tener la esperanza de ver que es necesario que haya un orden de la naturaleza. El conc-epto de orden de la naturaleza va unido al concepto de la naturaleza considerada como habitáculo de organismos en proceso de desarrollo.
Nota. - En relación con la última parte de este capítulo, es interesante lo que dice Descart-es en su Réplica a las objeciones . . . a las JYI editaciones: "De ahí que la idea del Sol sea el mismo Sol existiendo en el espíritu, aunque no de un modo material, como existe en el cielo, sino objetivamente, es decir, en la manera en que los objetos suelen existir en el espíritu, y este modo de existencia es realmente mucho menos perfecto que aquel en que las cosas existen fuera del espíritu, pero no por esto es mera nada, como ya he dicho." (Réplica a Objeciones I, según Haldane y Ross, vol. II, p. 10.) Encuentro difícil reconciliar esta teoría de las ideas (que yo suscribo) con otras partes de la filosofía cartesiana.
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CAPÍTULO V
LA REACCIÓN ROMÁNTICA
En mi última conferencia he descrito la influencia que en el siglo xvm ejerció el esquema angosto y deficiente de los conceptos científicos que ese siglo había heredado del precedente. Este esquema era producto de una mentalidad que sentía profunda simpatía por la teología agustiniana. El protestantismo calvinista y el jansenismo católico presentaban al hombre como ineludiblemente abocado a cooperar con la gracia irresistible; el coetáneo esquema de la ciencia presentaba al hombre como ineludiblemente abocado a cooperar con el mecanismo irresistible de la naturaleza. El mecanismo de Dios y el mecanismo de la materia eran ]as prodigiosas conclusiones de la metafísica limitada y del claro entendimiento lógico. También el siglo xvn tenía genio y puso claridad en el mundo del pensamiento confuso. El siglo xvrrr continuó la obra de aclaración con implacable actividad. El esquema científico ha durado más que el teológico. La humanidad perdió pronto su interés por la gracia irresistible, pero advirtió rápidamente los provechosos ingenio., debidos a la ciencia. Además, en el último cuarto del siglo xvm, George Berkeley lanzó toda su crítica filosófica contra el conjunto de la base del sistema. N o logró alterar el rumbo de la corriente dominante en el pensamiento. En mi última conferencia desarrollé una línea de argumentación paralela, que conduciría a un sistema de pensamiento basando la naturaleza en el concepto de organismo y no en el de materia. En esta conferencia, me propongo examinar en primer lugar cómo el pensamiento hu-
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mano educado en lo concreto ha enfocado esta opos1c10n entre mecanismo y organismo. Fué en la literatura donde los atisbos de lo concreto por la humanidad encontraron una expresión. Por consiguiente, debemos buscar en la literatura, especialmente en sus formas más concretas, a saber la poesía y el drama, si abrigamos la esperanza de descubrir los pensamientos íntimos de una generación.
Pronto veremos que los pueblos de Occidente revelaron en vastas proporciones un rasgo peculiar que la opinión vulgar supone más genuinamente característico de los chinos. Se manifiesta a menudo sorpresa de que un chino pueda ser de dos religiones : confucionista en unas ocasiones y budista en otras. Si esto puede decirse de China, es cosa que ignoro; tampoco puedo decir que, en caso de ser cierto, resulten realmente incompatibles las dos actitudes para ello requeridas. Pem no puede caber la menor duda de que un hecho análogo se presenta ciertamente en Occidente, y que las dos actitudes resultan incompatibles en esta parte del mundo. Un realismo científico basado en el mecanicismo, se asocia a la creencia firme de que el mundo de los hombres y de los animales está compuesto por organismos que se determinan por sí mismos. Esta incompatibilidad radical en que descansa el pensamiento moderno, entra por mucho en lo que tiene de perpleja y confusa nuestra civilización. Sería ir demasiado lejos afirmar que distrae al pensamiento. Lo debilita por razón de la incompatibilidad que le acecha en el fondo. Al fin y al cabo, los
. hombres de la Edad Media andaban detrás de una perfec-ción de la que casi hemos olvidado la existencia. Se planteaban el ideal del logro de una armonía del entendimiento. Nosotros nos damos por satisfechos con una ordenación superficial de diversos puntos de partida arbitrarios. Por ejemplo, las empresas llevadas a cabo por la energía individualista de los pueblos europeos, presuponen acciones físicas enderezadas a causas finales. Pero la ciencia empleada para su desarrollo se basa en una filosofía que afirma que la causación física es suprema, y que desconecta del último fin la causa física. No tiene mucho éxito el insistir sobre la absoluta contradicción en ello implicada. Pero ésta
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es un hecho, aunque se pretenda disimularla con frases. Desde luego, en el siglo xvrrr encontramos el famoso argumento de Paley de que ese mecanismo presupone un Dios que sea el autor de la naturaleza. Pero ya antes de que Paley diera al argumento su forma final, Hume había dicho muy sagazmente que el Dios que queremos encontrar, será la clase de Dios que hizo ese mecanismo. Para decirlo en otras palabras : ese mecanismo presupone, a lo más, un mecánico, y no un mecánico cualquiera sino su mecánico. El único modo de suavizar el mecanismo es descubrir que no es mecanismo.
Saliendo del campo de la teología apologética para adentrarnos en el de la literatura corriente, encontramos, como cabía esperar, que la perspectiva científica es pura y simplemente ignorada en ella. Por lo que cabe deducir de la masa de la literatura, la ciencia debió pasar inavertida. Hasta hace muy poco casi totlos los escritores estuvieron muy enterados de la literatura clásica y de la renacentista, mientras que a la mayor parte de ellos no les int,eresaba la filosofía ni la ciencia, hallándose predispuesto su espíritu a hacer caso omiso de ellas.
Algunas excepciones tiene esa rotund:t afirmación, y sin movernos del campo de la literatura inglesa, esas excepciones afectan a algunos de los nombres más grandiosos; además, el influjo indirecto de la ciencia fué considerable.
Una luz !adeada sobre esa perturbadora incompatibilidad en que se debate el pensamiento moderno, se obtiene examinando algunos de aquellos grandes poemas serios de la literatura inglesa cuya tónica general les imprime carácter didáctico. Los poemas que interesan al efecto son Paradise Lost de lYiilton, Essay on Man de Pope, Excursion de Wordsworth e In Menwriam de Tennyson. A pesar de que escribía después de la Restauración, J\filton es el portavoz del aspecto teológico de la primera parte de ese siglo, no afectada aún por el influjo del materialismo científico. El poema de Pope refleja el efecto que en la mentalidad popular tuvieron los sesenta años siguientes, incluyendo en ellos el primer período de triunfo asegurado del movimiento científico. Wordsworth expresa en todo su ser una reacción
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consciente contra la mentalidad del siglo XVIII, mentalidad que no significa otra cosa que la aceptación de las ideas científicas en su valor facial íntegro. Wordsworth no estaba ofuscado por ninguna clase de antagonismo intelectual; lo que le movía era una repulsión moral. Tenía la impresión de que algo había sido perdido, y que en lo perdido se comprendía todo lo más importante. Tennyson es el exponente de los ensayos que el movimiento romántico decreciente del segundo cuarto del siglo XIX hizo para llegar a un arreglo con la ciencia. Hacia esa época los dos elementos del pensamiento moderno habían puesto de relieve su discrepancia fundamental en sus interpretaciones divergentes del curso de la naturaleza y de la vida del hombre. Tennyson se nos presenta en ese poema como una muestra perfecta de aquella perturbación a que ya aludí. Hay visiones opuestas del mundo, y todas ellas exigen ser aceptadas invocando intuiciones definitivas a las que parece imposible sustraerse. Tennyson va directamente al corazón de la dificultad. Es el problema del mecanismo lo que le aterra,
"Las estrellas", murmura ella, "corren ciegamente".
Este verso afirma vigorosamente todo el problema filosófico implícito en el poema. Toda molécula corre ciegamente. El cuerpo humano es una colección de moléculas. Por lo tanto, el cuerpo humano corre ciegamente, y, por ende, no puede haber responsabilidad individual por las acciones del cuerpo. Una vez aceptado que la molécula está determinada definitivamente para ser lo que es, con independencia de toda determinación por razón del organismo total del cuerpo, y si admitimos, además, que el ciego correr está establecido por leyes mecánicas generales, no hay manera de eludir esta conclusión. Pero las experiencias mentales son del'Ívativas de las acciones del cuerpo, incluyendo entre aquéllas, desde luego, su conducta interna. Por consiguiente, la sola función del espíritu es tener por lo menos algunas de sus ex-periencias efectuadas por él, incorporándoles otras tales como las que pueden ofrecérsele independientemente de los movimientos, internos y externos, del cuerpo.
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/7 . , p)les, dos teorías posibles con respecto al espíritu.
� . . ?demos. negar que é�te �ea capaz de proporcionar 1. ?Ji�m1smo nmguna experrencm como no sean las que � e fre-�1 cuerpo, o bien podemos admitir que sí puede
p orcwnarlas. Si nos negamos a admitir las experiencias adicionales, se
desvanec-e entonces toda responsabilidad moral individual. Si las admitimos, entonces un ser humano puede ser responsab�� por el estado d� su espíritu aunque no tenga responsabilidad por las accwnes de su cuerpo. El desfall-ecimiento del pensamiento en el mundo moderno se ilustra por medio del modo en que esa salida franca es aludida por Tenn;yson en su poema. Algo hay escondido en el fondo, un esqueleto en la despensa. Tennyson enfoca casi todos los problemas religiosos y científicos, pero pone buen cuidado en no tocar ése más que con pasaj-eras alusiones.
Precisam-ente este problema se estaba debatiendo en la época en que el poema se compuso. John Stuart :Mili sostenía su doctrina del determinismo. En esta doctrina, las voliciones están determinadas por motivos, y los motivos son e�:presables en términos de condiciones ant-ecedentes, entre las que se incluyen tanto estados del espíritu como del cuerpo.
Huelga decir que esta doctrina no ofrec-e salida alo-una del dilema planteado por un mecanismo radical, puesto
"' que
si la volición afecta el estado del cuerpo, entonces las moléculas del cuerpo no corren ci-egamente. Y si la volición no afecta el estado del cuerpo, el espíritu sigue abandonado en su incómoda posición.
La tesis de Mill goza de general aceptación, especialment-e entre los hombres de ciencia, como si de alo-ún modo . . "' nos permitiera aceptar la doctrina extrema del mecani-cismo mat-erialista y, sin embargo, atenuara sus consecuencias increíbles. Pero esa posibilidad no se confirma. O las moléculas corporales corren ciegamente, o no. Si corren ciegamente, los estados mentales carecen de interés para la discusión de las acciones corporales.
He expuesto de un modo conciso los argumentos, porqu-e en verdad la solución es muy simple. La discusión prolon-
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gada contribuiría sólo a complicar la cuestión. La cuestión relativa a la condición metafísica de las moléculas, no es la que se plantea en este caso. La afirmación de que sean meras formul<le no afecta a la argumentación, pues es de presumir que las formulM signifiquen algo. Si no significan nada, toda la doctrina mecanicista resulta también sin sentido, y huelga la cu·estión. La forma tradicional de eludir la dificultad -que no sea el simple recurso de hacer caso omiso de ella- es apelar a alguna modalidad de lo que actualmente se califica de "vitalismo". Esta doctrina es en r-ealidad una transacción. Da libre paso al mecanismo a través del conjunto de la naturaleza inanimada, pero sostiene que el mecanicismo sufre alteraciones parciales dentro de los cuerpos vivos. Tengo la impresión de que esa teoría es un compromiso insatisfactorio. La brecha entre la materia viva y la muerta es demasiado vaga y problemática para soportar el peso de tan arbitraria presunción, que implica un dualismo esencial en alguna parte.
La doctrina que sustento es que todo el concepto de materialismo se aplica sólo a entes muy abstractos, a productos de elucubración lógica. Los entes consistentes concretos son organismos, de suerte que el plan del conjunto afecta a los mismos caracter-es de los diversos organismos subordinados que entran en él. En el caso de un animal, los estados mentales entran en el plan del organismo total, modificando así los planes de los sucesivos organismos subordinados hasta llegar a los últimos organismos más pequeños, tales como los .electrones. Así, un electrón dentro de un cuerpo vivo es diferente de un electrón situado fuera de él, debido al plan del cuerpo. El electrón corre ciegamente ya dentro ya fu-era del cuerpo; pero dentro del cuerpo corre de acuerdo con su carácter dentro del cuerpo, es decir, de acuerdo con el plan general del cuerpo, y este plan incluye el estado m.ental. Pero el principio de modificación es perfectamente general en toda la naturaleza y no constituye una propiedad peculiar de los cuerpos vivos. En las conferencias siguientes se explicará que .esta doctrina implica el abandono del materialismo científico tradicional, y su sustitución por una doctrina alternativa del organismo.
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No voy a discutir el determinismo de Mili porque cae fuera del margen de estas conferencias. La discusión precedente se proponía garantizar que el determinismo o el libre albedrío tuvieran cierta aplicabilidad, no obstaculizada por el mecanicismo materialista o por el vitalismo ecléctico. Designaré como mecanidsmo orgánico la teoría sustentada en estas conferencias. En esta teoría, las moléculas pueden correr ciegamente de acuerdo con las leyes generales, pero difieren en sus caracteres intrínsecos según los planes orgá.nicos generales de las situaciones en que se encuentran.
La discrepancia entre el mecanicismo materialista de la ciencia y las intuiciones morales presupuestas en los asuntos concretos de la vida, sólo gradualmente fué asumiendo su verdadera importancia con el paso de los siglos. Los diferentes tonos de las sucesivas épocas a que pertenecen los ya mencionados poemas, se hallan notablemente reflejados en los pasajes con que éstos comienzan. l\'Iilton termina su introducción con la plegaria
Que a la altura de este gran argumento Pueda yo afirmar la eterna Providencia, Y justificar los caminos de Dios a los hombres.
Si hubiésemos de juzgar por lo que dicen de Milton muchos escritores modernos, creeríamos que el Paradise Lost y el Pa.radise Regained fueron escritos como una serie de ensayos en verso libre. En realidad no era tal la opinión que Milton tenía de su propia obra. "Justificar los caminos de Dios a los hombres" era en mucho su principal objeto. A la misma idea recurre en el Smnson Agonistes:
Justos son los caminos de Dios Y justificables a los hombres.
Subrayamos la gran cantidad de confianza segura, no perturbada por la avalancha científica que se aproximaba. La verdadera fecha de publicación del Paradise Lost cae exactamente poco antes de comenzar la última. Es el canto del cisne de un mundo pasado que vivía en una certidumbre no enturbiada.
Una comparación entre el Essay on 'Afan de Pope y el
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Paradise Lost revela el cambio de tono operado en el pensamiento inglés en los cincuenta o sesenta años que separan la época de Milton de la de Pope. J\'lilton dirige su poema a Dios, mientras que Pope lo hace a Lord Bolingbroke:
Despierta, mi San Juan, deja todas las cosas mezquinas
.A la baja ambición • y al orgullo de los reyes.
Discurramos libremente (pues la vida poco más puede proporcionar Que dar una ojeada a r.uestro alrededor y morir)
Sóbre toda esta escena del hombre ; ¡ Formidable laberinto ! pero no sin plan.
Comparemos esa arrogante afirmación de Pope: " ¡Formidable laberinto ! pero no sin plan", con la de Milton:
Justos son los caminos de Dios Y justificables a los hombres.
Pero el verdadero punto que hay que advertir, es que Pope, lo mismo que Milton, no se hallaba perturbado por la gran perplejidad que asalta al mundo moderno. La meta que perseguía l\'Iilton era detenerse en los caminos de Dios en tratos con el hombre. Dos generaciones después, encontraremos a Pope con la misma confianza de que los ilustrados métodos de la ciencia moderna proporcionan un plan adecuado como mapa del "formidable labtrinto".
La Excursion de Wordsworth es el próximo poema inglés sobre el mismo asunto . Un prefacio en prosa nos dice que es un fragmento de una obra más extensa proyectada, y lo describe como "poema filosófico que contiene opiniones sobre el hombre, la naturaleza y la sociedad".
De un modo bien característico, el poema comienza con este verso:
Era verano, y el sol estaba muy alto.
Así, !a reacción romántica no partía r.i de Dios ni de Lord Bolingbroke, sino de la naturaleza. Registramos en este caso una reacción consciente contra todo el tono del siglo xvnr. Ese siglo se aproximaba a la naturaleza con el
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análisis abstracto de .la ciencia, mientras que Wordsworth opone a las abstracciOnes científicas su c:abal experiencia concreta.
, :Una �e.�eración de recuperación religiosa y progreso cienbfiCo VIVIO entre la Excursion y el In f.fem.ori.am de Tennyson: �os poetas �nteriores habían resuelto la perplejidad hacr�ndo ca;o omiso de ella . En consecuencia, su poema comienza asi:
Fuerte Hijo de Dios, inmortal Amor Al que noso;ros, que no hemos visto Tu faz, Por fe, y solo por fe, abrazamos, Creyendo donde probar no podemos.
. O'La �1ota �e perJ?lejidad ha. sido suprimida de repente. El
si,,lo xrx
_fue un s1�lo perpleJo, en un sentido en que no po
dn� d(:'Cirse de nmguno de sus predecesores dentro del penodo moderno; �n los . tiempo� anteriores había campos opu
.estos, co� aeernmas divergencias en cuestiones que ellos
t:man por. fu,ndamentales. Pero, salvo unos pocos casos ;Isl�dos, mng�n campo estaba seguro de sus convicciones.
.Lia Importancia del poema de Tennyson estriba en el hecho de qu� e�p�esara exactamente el carácter de su período. �odo mdivid�o estaba dividido contra sí mismo. En los tiempos antenores, los pensadores profundos eran los que pen�aban claramente : Descartes, Spinoza, Locke, Leibniz. Sabian exactamente qué opinaban, y lo decían. En el siglo xr:;c, algunos. ?e los más profundos pensadores entre los �eologos 1 f1losofos eran pensadores confusos. Doctrinas mcompabbles re�;.rerían a un tiempo su adhesión, y sus esfuerzos por conciliarlas desembocaban irremediablemente en lo confuso.
lVIatthew.
Arnold, más aú? _que Tennyson, fué el poeta
que expreso , e�e estado dt; ammo de turbación individual tan
.caractenstico de ese s1glo. Compárense con el In jJfe
morzam los versos que cierran el Do?)er Beach de Arnold:
Y aquí estamos como en un llano tenebroso Arrastrados por confusas alarmas de luchas y arrebatos Donde de noche se baten ejércitos ignotos.
'
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En su Apología pro Vita Sua señala el cardenal Newman
como peculiaridad de Pusey, el gran prelado anglicano, que
"no le asaltaban perplejidades intelectuales". En esto recuer
da Pusey a lVIilton, Pope y W ordsworth, en contraste con
Tennyson, Clough, Matthew Arnold y el propio Newman.
Por lo que a la literatura inglesa respecta, encontramos
-digámoslo desde ahora- entre los paladines de la re
acción romántica que acompañó y sucedió a la época de la
Revolución Fnmcesa, la crítica más interesante de las ideas
de la ciencia. Los más profundos pensadores de esa escuela
en la literatum inglesa fueron Coleridge, Wordsworth Y Shelley. Keats es un ejemplo de literato no contaminado
por la ciencia. Podemos prescindir del ensayo de Coleridge
en un estudio de tipo francamente filosófico. Ejerció un
influjo sobre su propia generación; pero en estas conferen
cias me propongo mencionar solamente los elementos del
pensamiento del pasado que subsisten para todos los tiem
pos. Incluso con esa limitación, sólo nos es posible ocupar
nos de alO'unos de ellos. Para nuestro objeto, la importan
cia de ColeridO'e se limita únicamente al influjo que ejerció
sobre Wordsw�rth. Wordsworth y Shelley sí tuvieron una acción perdurable.
Wordsworth estaba apasionadamente absorbido en la
naturaleza. De Spinoza se ha dicho que estaba embriagado
de Dios; de Wordsworth podría decirse con la misma razón
que estaba embriagado de naturaleza. Pero era un hombre
reflexivo, culto, con intereses filosóficos, y cuerdo hasta llegar a extremos de prosaísmo. Por añadidura, era un genio. Su
testimonio se desvirtúa por su repugnancia hacia la ciencia.
Todos recordamos su desdén por el desgraciado a quien un
tanto destempladamente acusa de distraerse en la tumba de
su madre dedicándose a coleccionar especímcnes botánicos.
Un sinfín de pasajes podrían citarse de él, en que semejante aversión se pone de manifiesto. En este respecto su pensamiento característico puede resumirse en esta frase : "Ase-sinamos para disecar."
�n este último pasaje pone al descubierto la base intelec-tual de su crítica de la ciencia. Le reprocha a la ciencia que se absorba en abstracciones. Su tema constante es que los
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hechos importantes de la natural;;za se se.straen al método científico. Por consiguiente, €S importante preguntarse qué encontraba Vvordsworth en la naturaleza que no obtuviera expresión en la ciencia. Pongo esta cuestión en interés de la ciencia misma, pues una d€ las posiciones principales de estas conferencias es una protesta contra la idea de que las abstracciones de la ciencia sean irreformables e inalterabl<:s. Ahora bien, en modo alguno puede decirse de Wordsworth que en lo que concierne a la materia inorgánica se entregue a merced de la ciencia y de que se haga fuerte en la fe de que en el organismo viYo haya algún elemento que la ciencia no pueda analizar. Bien es verdad que reconoce una cosa que nadie pone en duda: que eil cierto sentido las cosas vivas son diferentes de las inanimadas. Pero no es ésa su tesis principal. Lo que le obsesiona es la presencia meditabunda de los cerros. Su tema es la naturaleza in solido, es decir, se encariña con esa misteriosa presencia de cosas ambientes, que se impone en todo elemento separado que ncsotros consideramos individual por sí mismo. Capta siempre el conjunto de la naturaleza como implicado en la tonalidad de la instancia particular. Es por eso que se sonríe con los narcisos y encuentra en la prímula "pensamientos demasiado profundos para lágrimas".
El poema más grande de Wordsworth, que aventaja en mucho a todos los demás, es el libro primero de The Prelwle, embebido de la obsesionante presencia de la naturaleza. Una serie de pasajes magníficos, demasiado largos para citarlos, expresa esta idea. Desde luego, Vvordsworth es un poeta que escribe un poema; no se propone lanzar afirmaciones filosóficas. Pero difícilmente cabría expresar con mayor claridad un sentimiento de la naturaleza que ofreciera un engranaje de unidades prehensivas, impregnadas cada una de ellas con presencias modales de las demás:
¡ Vosotras, presencias de la Naturaleza en el cielo Y sobre la tierra ! ¡ Vosotl·as, Visiones de las colinas ! j Y Almas de lugares solitarios ! ¿puedo concebir Que fuera una esperanza vulgar la vuestra cuando em
pleabais vosotras 'l'al ministerio, cuando vosotras durante largos años
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Asaltándome así en mis infantiles deport�s, En cuevas y árboles, en los bosques y colmas, Imprimíais sobre todas las f�rmas, �os caracteres Del peligro o del deseo : :y as1 hae1a1s que La superficie de toda la tierra Con triunfo y deleite, con esperanza Y temor, Como un mar trabajara ? . . .
Mi propóúo al citar así a Wo,r.�sworth es . ��cer ver que
olvidamos cuán forzada y paradoJICa es la VISion de la na
turaleza que la ciencia moderna impone a nues�ros pensa
mientos. Wordsworth, desde las alturas d�l, gema, expresa
los hechos concretos de nuestr� .apre�ens;o.n, he.c�os que
aparecen desfigurados en el analis1s cien�lfiCo. ¿No c.abe
la posibilidad de que los conceptos estereotipados de l� c�en
cia sean solamente válidos dentro de muy estr�chos l�mli.es; acaso demasiado estrechos incluso para la m1.sma c1encm.
La postura de Shelley ante la ciencia constituye el polo
opuesto a la de W ordsworth. Estaba enamorado de el!a Y
nunca se cansa de f::Xpresar en poesía las ide�s q�e le.�ug1ere.
P 'l c::1'mboliza la aleO'rÍa 1a pa7. y la Ilummacwn. Lo ara e , - b '
W d th que las colinas fueran para la juventud de or swor ,
lo fué un laboratorio químico par� Shelley. Es d� lamenta.r
que los críticos de éste hayan temdo en su propia mentali
dad tan poco de Shelley, pues tienden a tratar como una
casual sincrularidad de la naturaleza de Shelley lo que de
hecho era b parte integrante de la principal estructura, de s�
espíritu y que por doquiera rezum� en �u poes1a. ?l Shelley hubiese nacido cien años despues; e� siglo XX habna
tenido un N ewton en el campo de la q�um1�a. Para poder apreciar el valor del tes.t,1momo de Sh,e�ley es
de importancia aquilatar esta absorc�on ?: su esp�ntu en
las ideas científicas. Un sinfín de pasaJes l�nc�s nos Ilustra� acerca de este particular; pero voy a elegir solo u� poem� .
el cuarto acto de su PJ'Ometheus Un�oun_d. La T1erra Y a
Luna platican en el lenguaje �e la. c1e�;m �xacta. Los ex
perimentos físicos guían la Im�gmacwn ael poeta. Por
ejemplo, la exclamación de la Tierra:
¡ La vaporosa exultación de no estar limitada !
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es la trascripción poética de "la fuerza expansiva de los gases", como se diría en la terminología de las obras científicas. Tomemos, además, la estanc:a de la Tierra :
Hilo al lado de mi pirámide ele noche, Que apunta a los cielos - soñando deleite,
:Murmurando triunfal alegría en mi sueño encantado ; Como un jon�n suspirando vanamente arrullado en sueños
ele amor, Acostado a la sombra de su belleza, Que alrededor ele su descanso custodia una guardia de
luz y calor.
Esta estancia sólo pudo ser escrita por alguien que en su panorama íntimo tuviera presente un diagrama geométrico definido; un diagrama como el que a menudo me ha tocado presentar en las clases de matemiticas. Como prueba, obsérvese especialmente el último verso que expresa en poética imagen la luz rodeando la pirámide de la noche. Esta idea no se le podría ocurrir a nadie sin el diagrama. Pero todo el poema, y los demás suyos, está tachonado de rasgos de este tipo.
Ahora bien, a pesar de toda su simpatía por la ciencia y de estar absorbido en las ideas de ésta, nada podía hacer el poeta con la doctrina de las cualidades secundarias, fundamental para los conceptos de la ciencia, puesto que la naturaleza de Shelley conserva su belleza y su color. La naturaleza de Shelley es en su esencia una naturaleza de organismos que funcionan con todo el contenido de nuestra experiencia perceptual. Estamos tan acostumbrados a hacer caso omiso de la implicación de la doctrina científica ortodoxa, que resulta difícil poner de manifiesto la crítica implicada sobre ella en este caso. Si alguien hubiese podido tratarla seriamente, Shelley lo habría hecho así.
'A mayor abundamiento, Shelley coincide en un todo con Words\vorth en cuanto a lo entreverado de la Presencia en la naturaleza. Véase la estancia con que comienza :su poema titulado Mont Blanc:
E l universo perenne d e las Cosas Se desliza por el espíritu, y hace rodar sus raudas olas,
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Ora oscuras - ora brillantes - ora reflejando mel�ncolía -Ora imprimiendo esplendor, donde d.e secretos . manantiales La fuente del pensamiento humano v1�rte su tnbuto De aguas - con un sonido sólo a med:_a� su.yo, Tal como el que a menudo tom� un clebil rwch�elo En los agrestes bosques, en medw de l.as montanas solo, Donde a su alrededor cascadas para s1emp:e se de�prenden, Donde bosques y vientos contienen, y un dllatado no Sobre sus rocas sin cesar prorrumpe y se abalanza.
Shelley escribió estos versos c?n referencia explícita a alguna forma de idealismo : kantiano, �e;keleyano o platónico . Pero como quiera que se le cah�1�1ue,. ,
tenemos e!l ellos un testimonio insistente de una umfrcacwn prehensrva como constitutiva del mismo ser de la naturaleza.
Berkeley, vVordsworth y Shelley so_n .exponentes de la negativa instintiva a aceptar el matermhsmo abstracto de la ciencia. . nr d En el tratamiento de la naturaleza exrste entre fl or s-worth y Shelle;y, una diferencia interesante, en la que se plantean las cuestiones exactas sobre las cuales hemos logrado pensar. Shelley piensa en la naturaleza como algo aue cambia se disuelve y transforma, como tocada por un hechizo. Lds hojas vuelan ante el viento oeste
Como espíritus huyendo de un hechicero.
En su poema The Cloud es la transformación del lo que excita su imaginación. El asunto del poema cambio de las cosas, infinito, eterno, falaz :
Yo cambio pero no puedo morir.
agua es el
Este es un aspecto de la naturalez�: su cambio falaz, un cambio que no puede expresars� srmi�leJ?-ente por locomoción sino un cambio del caracter mtimo. Es esto lo que ac�ntúa Shelley: el cambio de lo q';le no pu�de perecer.
VI ordsworth había nacido entre colmas; colmas P,o� lo
común nudas de árboles, presentando por ende el mmrmo cambio con las estaciones. Estaba impresionado por las enormes permanencias de la naturaleza. Para él, es e� �ambio un incidente que se proyecta de un fondo de durabrlidad,
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Rompiendo el silencio de los mares Entre las más remotas Hébridas.
Todo esquema para el análisis de la naturaleza tiene que enfrentarse con estos dos hechos: cambio y durabilidad. Hay aún un tercer hecho que debe plantearse aquél: la eternalidad, como lo designaría yo. La montaña continúa. Pero cuando el paso de las edades se la haya llevado, se habrá ido. Si sale una réplica, es, sin embargo, una nueva montaña. Un color es eterno. Ronda el tiempo como un espectro. Viene y se va. Pero a dondequiera que vaya es el mismo color. No subsiste ni vive. Aparece cuando se le necesita. La montaña tiene con el tiempo y el espacio una relación diferente de la que tiene el color. En la conferencia anterior examiné principalmente la relación que con el espacio-tiempo tienen las cosas eternas en el sentido que yo doy a esa palabra. Era indispensable hacerlo así antes de pasar al estudio de las cosas que duran.
Importa, pues, recapitular las bases de nuestro procedimiento. Yo sostengo que la filosofía es la crítica de las abstracciones. Su función es doble: primero, armonizarlas asignándoles su verdadera condición relativa en cuanto abstracciones, y segundo, completarlas por comparación directa con intuiciones del universo más concretas, fomentando así la formación de esquemas de pensamiento más completos. Es con respecto a esa comparación que tiene tanta importancia el testimonio de los grandes poetas. Su subsistencia es una prueba de que expresan intuiciones profundas de la humanidad que llegan a la entraña de lo universal en el hecho concreto. La filosofía no es una ciencia más con su pequeño esquema de abstracciones, dedicada a seguir trabajando en él para perfeccionarlo y ampliarlo. Es un reconocimiento de las ciencias, teniendo como objetos especiales armonizadas y completarlas. Para esta tarea aporta no sólo el testimonio de las ciencias especiales sino además su propia apelación a la experiencia concreta. Coteja las ciencias con el hecho concreto.
La literatura del siglo xrx, especialmente la literatura inglesa poética, es un testimonio de la divergencia entre
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las intuiciones estéticas de la humanidad y el mecanicismo
de la ciencia. Shelley nos pone vivamente ante nosotros la
falacia de los objetos eternos del sentido en cuanto acechan
el cambio que afecta a los organismos que les sirven de
base. Wordsworth es el poeta de la naturaleza en cuanto
campo de permanencias durables que llevan consigo un
mensaje de formidable significado. Además, los objetos
eternos son para él,
La luz que nunca fué, por mar o en tierra.
Ambos, Shelley y Wordsworth, ofrecen mar�ada�ente el
testimonio de que la naturaleza no puede diVorciarse de
sus valores estéticos, y de que esos valores surgen, en algún
sentido, de la presencia meditabunda del conjunto sobre
cada una de sus diversas partes. Así, debemos a los poetas
la doctrina de que una filosofía de la naturaleza debe ocu
parse por lo menos de estas cinco nociones: cambio, valor,
objetos eternos, durabilidad, organismo, interconexión. . Vemos, pues, que el movimiento literario del rom�nti
cismo de principios del siglo XIX, exac�ai_Uente en �a m;sma
medida que cien años antes el movimiento de 1deahsmo
filosófico de Berke1ey, se niega a quedar confinado dentro
de los conceptos materialistas de la teoría científica orto-e • doxa. Sabemos, además, que cuando en estas con1erencias
llerruemos al sirrlo L"'l:, encontraremos un movimiento en o o . la misma ciencia tendiente a reorgamzarse en sus concep-
tos, movimiento dirigido en lo sucesivo por su propio desarrollo intrínseco.
Sin embargo es imposible seguir adelante mientras no hayamos dejado sentado si esa reconfiguración de ideas ha de ser llevada a cabo sobre una base objetivista o sobre una base subjetivista. Por base subjetivista entiendo yo la creencia en que la naturaleza de nuestra experiencia inmediata es el resultado tangible de las peculiaridades perceptivas del sujeto que tiene esa experiencia. En otras palabras : estimo que según esa teoría lo percibido no es. una visión parcial de un complejo de cosas generalmente mdependiente de ese acto de cognición, sino que es simplemente la expresión de las peculiaridades individuales del acto cog-
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nitivo. En consecuencia, lo común a la multiplicidad de actos cognitivos es el raciocinio conectado con ellos. Así, aunque hay un mundo común de pensamiento asociado con nuestras percepciones sensibles, no hay un mundo común en el que pueda pensarse. Aquello en que pensamos es un mundo conceptual común indiferentemente aplicado a nuestras e:ll:periencias individuales que son estrictamente personales para nosotros mismos. Semejante mundo conceptual encuentra su expres;ón completa en las ecuaciones de la matemática aplicada. Esta es la postura subjetivista extrema. Hay, desde luego, la posición intermedia de los que creen que nuestra experiencia perceptual nos habla realmente de un mundo objetivo común, pero que las cosas percibidas son simplemente el resultado para nosotros de este mundo y no elementos en sí del mismo mundo común.
Hay, también, la posición objetivista. Este credo considera que los elementos efectivos percibidos por nuestros sentidos son en sí los elementos de un mundo común, y que ese mundo es un complejo de cosas, incluyendo positivamente nuestros actos de cognición, pero yendo más allá de ellos. Por consiguiente, según ese punto de vista, las cosas experimentadas deben ser distinguidas de nuestro conocimiento de ellas. Hasta donde haya dependencia, las cosas allanan el camino para la cognición, más que viceveTSa. Pero el punto esencial es que las cosas efectivas experimentadas figuran en el mundo común por depender del sujeto cognoscente. El objetivista sostiene que las cosas experimentadas y el sujeto cognoscente figuran por igual en el mundo común. En estas conferencias estoy trazando los perfiles de lo a mi juicio esencial de una filosofía adaptada a las exigencias de la ciencia y a la experiencia concreta de la humanidad. Prescindiendo de la crítica detallada de las dificultades suscitadas por el subjetivismo en cualquiera de sus formas, mis razones amplias para desconfiar de él son en número de tres: una razón surge del interrogatorio directo de nuestra experiencia perceptiva. De este interrogatorio resulta que estamos dentro de un mundo de colores, sonidos y otros objetos-del-sentido, referidos en espacio y tiempo a objetos durables tales
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como piedras, árboles y cuerpos humanos. Parece que nosotros mismos somos elementos de este mundo en el mismo sentido en que lo son las demás cosas que percibimos. Pero el subjetivista, incluso el subjetivista ecléctico moderado, pretende que este mundo, así descrito, depende de nosotros, de un modo que choca directamente con nuestra experiencia ingenua. Yo sostengo que es en definitiva a la experiencia ingenua a la que apelamos. y es por eso que yo doy tanta importancia al testimonio de la poesía. Mi opinión es que en nuestra experiencia sensible conocemos fuera de nuestra propia personalidad y más allá de ella; en cambio, el subjetivista sostiene que en esa experiencia sólo conocemos de nuestra personalidad. Incluso el subjetivista ecléctico coloca nuestra personalidad entre el mundo que conocemos y el mundo común por él admitido. El mundo que conocemos es, para él, la constricción interna de nuestra personalidad bajo la tensión del mundo común situado a sus espaldas.
Mi segunda razón para desconfiar del subjetivismo se basa en el contenido particular de la experiencia. Nuestro conocimiento histórico nos habla de edades pasadas en que, en cuanto alcanzamos a ver, no existía en la tierra ser vivo alguno. Además, nos habla de innumerables sistemas astrales cuya historia de detalle queda fuera de nuestro alcance. No tenemos que movernos de la Luna ni de la Tierra. ¿Qué pasa en las entrañas de la Tierra y en el lado que la Luna no presenta nunca a nuestra vista? Nuestras percepciones nos inducen a suponer que algo ocurre en las estrellas, algo dentro de la Tierra, algo en aquel lado de la Luna. Nos dicen, también, que en edades remotas ocurrían cosas. Pero todas esas cosas que parece ocurrían con seguridad, nos son desconocidas en sus detalles o bien las reconstruímos a base de pruebas inferenciales. En vista de este contenido de nuestra experiencia personal, es difícil creer que el mundo de la experiencia sea una atributo de nuestra propia personalidad.
Mi tercera razón se basa en el instinto de acción. Exactamente igual que la percepción sensible parece dar conocimiento de lo que está fuera de la individualidad, la acción
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parece provenir de un instinto de autotrascendencia. La actividad pasa más allá de sí hacia el mundo trascendente conocido. Es en este punto donde tienen importancia los fines últimos, pues no hay actividad provocada desde fuera que salga al mundo velado del subjetivista ecléctico. Ha;v actividad dirigida a determinados fines del mundo conocido, y, sin embargo, hay actividad que trasciende de sí Y actividad dentro del mundo conocido. Síguese de ello que, en cuanto conocido, el mundo trasciende del sujeto que es cognoscente de él.
;La posición subjetivista ha sido popular entre los que han sido inducidos a dar una interpretación filosófica a las recientes teorías de la relatividad en la ciencia física. Parece que las opiniones en cuestión se expresan de un modo cómodo suponiendo que el mundo de los sentidos depende del percipiente individual. Desde luego, salvo aquellos que se dan por satisfechos considerando que forman todo el universo, solitarios en medio de la nada, todos pugnan por trazarse un camino que les conduzca de nuevo a alguna clase de posición objetivista. Yo no concibo cómo un mundo común de pensamiento pueda ser establecido. sin ?ontar con un mundo común del sentido. No voy a discutir este punto en detalle, pero a falta de una trascendencia del pensamiento o de una trascendencia del mundo de los sentidos, resulta difícil ver cómo el subjetivista logre desvestirse de su solipsismo. Tampoco parece que el subjetivista e;léctico haya de sacar auxilio alguno de su mundo desconocido que tiene en el fondo.
La distinción entre realismo e idealismo no coincide con la de objetivismo y subjetivismo, pues tanto los �ealistas como los idealistas pueden partir de un punto de VIsta objetivo; ambos pueden aceptar que el mundo revelad.o en la percepción sensible es un mundo común, que trasciende el percipiente individual. Pero el idealista objetivo, cuando se pone a analizar qué implica la realidad de este mundo, encuentra que la mentalidad cognitiva está de algún m?do intrincadamente comprometida en todo detalle. El realista niega esta postura. En consecuencia, estas dos clases de objetivistas no se separan hasta haber llegado al problema
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�ltimo de la metafísica. Hay un gran trecho que recorren JUn�os. En ello me fundaba en mi última conferencia para decir que adoptaba una postura de realismo provisional.
La postura o?jetivista fué adulterada en el pasado por la presunta necesidad de aceptar el materialismo científico clásico �on su doctrina de la locación simple. Esta necesitó la doctr�na de las cualidades primarias y secundarias. Así, l�s cualidades secundarias, tales como los objetos-del-sentido, so� .t;a�adas a base de principios subjetivos. Es, ésta, una. ��si.cwn mestable que resulta presa fácil para una crítica subJetivista.
Para incluir las cualidades secundarias en el mundo común, se requiere una reorganización muy radical de nuest:o c�mcepto fundamental. Es un hecho evidente de experiencia que nuestras aprehensiones del mundo exterior dependen en absoluto de acaecimientos que ocurren en el cue1-p? �umano. Efectuando en su cue1-po las maniobras aprop1.aaas, puede un hombre ser puesto en condiciones de percibir, o de no .percibir, casi todo lo que se quiera. Hay personas q�e se ex-presan como si los cuerpos, los cerebros y los nerviOs fueran las únicas cosas reales en un mundo completamente imaginario. Dicho con otras palabras : tratan los cuerpos con principios objetivistas y el resto del n;undo con . principios subjetivistas. Esto no es lícito, espeCialmente si tenemos presente que aquello cuyo testimonio está en litigio es la percepción que del cuerpo de otra persona tiene el experimentador.
Pero tenemos que admitir que el cuerpo es el organismo cuyos estados regulan nuestro conocimiento del mundo. La unidad del campo perceptual tiene que ser, por consiguiente, una uni�ad .de la experiencia corporal. Al percatarnos de la experiencia corporal, tenemos que percatarnos, por ende, de los aspectos de todo el mundo espacio-temporal en cuanto reflejados dentro de la vida corporal. Esta es la solución que daba al problema en mi conferencia última. �o :oy .a repetirme ahora, salvo para recordar que mi teona Implica el total abandono de la noción de que la loca?ión . simple es el modo primario en que las cosas están Implicadas en el espacio-tiempo. En cierto sentido, todas
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las cosas están en todos los lugares en todos los tiempos, puesto que toda locación implica un aspecto de sí misma en toda otra locación. Así, todo punto de vista espacio-tem-poral refleja el mundo. .
Si pretendemos imaginar esta doctrina en los térmmos
de nuestras opiniones convencionales de espacio y tiempo,
que presuponen locación simple, resulta una gran paradoj�.
Pero si la concebimos en términos de nuestra experiencia
ingenua, es una mera trascripción de hechos obvios. Estamos en un lugar determinado percibiendo cosas. Nuestra percepción se opera en el lugar en que estamos y depende nor comnleto de cómo funcione nuestro cuerpo. Pero este
funciona� del cuerpo en un lugar, presenta a nuestro conoci
miento un aspecto del ambiente distante, desvaneciéndose
en el conocimiento general de que hay cosas más allá. Si
aquel conocimiento lo contiene de un mundo trascendente,
ello será porque el acaecimiento que es la vida corporal, unifique en sí aspectos del universo.
Es ésta una doctrina que concuerda en grado sumo con la expresión viva de la experiencia personal, como la que
encontramos en la poesía de la naturaleza de escritores imaginativos tales como Wordsworth y Shelley. Las pre
sencias meditabundas, inmediatas, de las cosas, constituyen una obsesión para Wordsworth. Lo que la teoría hace positivamente es desviar la mentalidad cognitiva de ser el
sustrato necesario de la unidad de la experiencia. Esa
unidad es colocada entonces en la unidad de un acaecimiento. Acompañando a esta unidad, puede haber o no cognición.
En este punto volvemos a la gran cuestión que nos planteaba el examen del testimonio aportado por la sagacidad poética de Wordsworth y Shelley. Esta cuestión única se ha transformado en un grupo de cuestiones. ¿Qué son cosas duraderas, a diferencia de los objetos eternos, tales como color y forma? ¿Cómo son posibles? ¿ Cuál es su condición y significación en el universo? A esto se añade: ¿ Cuál es la condición de la estabilidad duradera del orden de la naturaleza? Hay una contestación sumaria que refiere la naturaleza a alguna realidad mayor situada fuera
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de ella. Esta realidad se presenta en la historia del pensamiento con distintos nombres: el Absoluto, Brahma, el Orden de los Cielos, Dios. El delinear la verdad metafísica f�nal, no es cosa de esta conferencia. lVIi tesis es que constituye una gran renuncia de la racionalidad a hacer valer sus derec.ho?,
toda conclu.sión sumaria que se salga de nuestra convrccwn de la existencia de semejante orden de la naturale�a par� l.anzarse a la cómoda suposición de que hay una realidad :Ultima a la que, de algún modo inexplicado, hay que acudir para subsanar la perplejidad. Tenemos que buscar si en su propio ser la naturaleza no se muestra como explicación de sí misma. Por este camino cabe a mi juicio, que la mera comprobación de lo que las cos;s son, contenga elementos explicativos de por qué las cosas. Es de esperar que tales elementos nos lleven a profundidades situadas fuera de cuanto podemos captar con una clara a�rehensión. �? _
un sentido, tod� explicación tiene que termmar en defm1tiva en una arbltranedad, y mi aspiración es que la arbitrariedad última de lo positivamente dado, de q:Ue parte nuestra forn.mlación, revele los mismos principiOs generales de la realidad, que columbramos confusámente como extendiéndose hacia regiones situadas más allá de nuestras facultades explícitas de discernimiento. La naturaleza se presenta como ejemplificación de una filosofía de la evolución de organismos sujeta a determinadas condiciones. Ejemplos de esas condiciones son las dimensiones de espacio, las leyes de la naturaleza, los entes continuos determinados, tales como átomos y electrones, que ejemplifican estas leyes. Pero la misma naturaleza de esos entes, la propia naturaleza de su espacialidad y temporalidad, revelaría la arbitrariedad de esas condiciones a fuer de resultado de una evolución más amplia más allá de la naturaleza misma, y dentro de la cual la naturaleza no es más que un modo limitado.
Un hecho presente por doquiera, inherente al mismo carácter de lo real, es la transición de las cosas, el paso de una a otra. Este paso no es una mem seriación lineal de entes discriminados. Aunque fijemos un ente determinado, hay siempre u:na determinación más angosta de algo que
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e�tá presupuesto en nuestra primera elección. Además, hay siempre una determinación más amplia hacia la que por transición más allá de sí misma deriva nuestra primera elección. El aspecto general de la naturaleza es el de una expansivida? �n evolución. Estas un�dades, a las que yo llamo acaecimientos, son la emergencia de algo a la realidad. ¿ Cómo hemos de caracterizar el algo que así emerge? El nombre de acaecimiento dado a semejante unidad llama la atención hacia la transitoriedad inherente co�binada con la _H?idad efectiva. Per? esa palabra abstr;cta no puede ser suficiente para caractenzar lo que en sí mismo sea el hecho de la realidad de un acaecimiento. Poco hay que pensar para ver que ninguna idea puede ser suficiente por sí sola, pues toda Idea que encuentre su significación en cada acaecimiento, debe representar por necesidad algo que contribuya a lo que es realización en sí mismo, y, por lo tanto, ninguna palabra puede ser adecuada. Pero, a la inversa, ninguna cosa puede ser descartada. Teniendo presente la versión poética de nuestra experiencia concreta, vemos inmediatamente que �1 elemento de valor, de ser valioso, de tener valor, de ser fm en sí mismo, de ser algo que es por sí mismo, no puede ser omitido en ninguna relación de un acaecimiento en su calidad del algo real más concreto. "Valor" es la palabra que empleo para designar la realidad intrínseca de un acaecimiento. Valor es un elemento que penetra por doquiera la visión poética de la naturaleza. No tenemos que hacer más que transferir a la misma contextura de la realización en sí ese valor que tan fácilmente reconocemos en el orden de la vida humana. Este es el secreto del culto de \Vordsworth a la naturaleza. Por consiguiente, realización es en sí el adquirir valor. Pero nada hay que sea mero valor. Valor es el resultado de la limitación. El ente definidamente finito es el modo elegido en que toma forma aquella adquisición; aparte de semejante formarse en ente indi
vidual de hecho, no hay ninguna otra adquisición. La mera
fusión de todo lo que es, sería la nada de lo indefinido.
La salvación de la realidad está en sus entes, obstinados,
irreducibles, efectivos, limitados a no ser otros que ellos
mismos. Ni la ciencia, ni el arte, ni la acción creadora, pue-
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den salirse de sus hechos obstinados, irreducibles limitados. La durabilidad de las cosas tiene su signific�ción en la autorretención de lo que se impone por sí mismo a modo de adquisición definida. Lo que dura es limitado
'obstruc
tivo, intolerante, y modifica el ambiente con sus p�opios aspectos. Pero no es autosuficiente. Los aspectos de todas las cosas figuran en su misma naturaleza. Es sólo él mismo en cuanto junta hacia su propia limitación el conjunto más amplio en que él mismo se encuentra. Y a la inversa es sólo é� mismo � condición de que impri�a sus aspectds a ese mrsmo a�biente en que él se encuentra. El problema de la evolucwn es el desarrollo de armonías durables de f?r;nas de valor d�rables, que se elevan a más altas adquiSICiones de cosas aJenas a ellas. La adquisición estética está engarzada en la contextura de la realización. La durabilidad de un ente representa la adquisición de un éxito estético limitado, aunque mirando más allá de sus efectos externos represente un fracaso estético. Incluso dentro de sí mismo, puede representar el conflicto entre un éxito inferior y un fracaso más elevado. El conflicto es el presagio del estallido.
El examen ulterior de la naturaleza de los objetos durables y de las condiciones que requieren, será de entidad para el estudio de la doctrina de la evolución, dominante en la seg�nda :r_nitad del siglo XIX. El punto que en esta conferencia he mtentado poner en claro es que la poesía con que la restauración romántica sentía la naturaleza, era una protesta en defensa de la concepción orcránica de la naturaleza, ;y también una protesta contra la
"' idea de que el
;alor pudrera ser excluido de la esencia de la realidad. En este de sus aspectos, el movimiento romántico puede ser considerado . como un retorno a la protesta de Berkeley formulada eren años antes. La reacción romántica era una protesta en defensa del valor.
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CAPÍTULO VI
EL SIGLO XIX
Mi conferencia anterior fué dedicada a la comparación entre la poesía de la naturaleza del movimiento romántico inglés y la filosofía científica materialista heredada del siglo xvrrr. Señaló la divergencia absoluta de esos dos movimientos de pensamiento. La conferencia continuó también la empresa de trazar una filosofía objetivista capaz de salvar el abismo entre la ciencia y aquella intuición fundamental de la especie humana que encuentra su expresión en la poesía y su ejemplificación práctica en los presupuestos de la vida cotidiana. Pasado el siglo XIX, decayó el movimiento romántico. No se extinguió totalmente, pero perdió su clara unidad de río desbordante, y se dispersó en varios estuarios al ponerse en contacto con otros intereses humanos. La fe del siglo provenía de tres fuentes: una de ellas era el movimiento romántico, acusado en la restauración religiosa, en el arte y en las aspiraciones políticas; otra fuente, el avance creciente de la ciencia abriendo nuevos cauces al pensamiento, y la tercera fuente, los progresos de la técnica que cambiaron totalmente las condiciones de la vida humana.
Cada una de estas fuentes de fe tiene su origen en el período precedente. La misma Revolución Francesa fué el primer hijo del romanticismo en la forma en que lo matizó Rousseau. James vVatt obtuvo la patente para su máquina de vapor en 1769. El progreso científico fué la gloria de Francia y de la influencia francesa, a través de ese mismo siglo.
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Además, precisamente durante ese período anterior, las corrientes interferían, se juntaban y chocaban entre sí; pero no fué hasta el siglo XIX que el triple movimiento llegó a ese pleno desarrollo y equilibrio peculiar, característicos de los sesenta años que siguieron a la batalla de Waterloo.
Lo genuino y nuevo del siglo, a diferencia de todos los anteriores, es su técnica, y no sólo la introducción de algunos grandes inventos por separado. Es imposible no advertir que había algo más que eso. Por ejemplo, la escritura fué un invento más grande que la máquina de vapor. Pero al seguir la trayectoria continua del desarrollo de la escritura, encontramos una diferencia inmensa en comparación con la de 1� máquina de vapor. Huelga decir que importa descartar ciertos precedentes de uno y otro invento esporádicos y de escasa importancia, concentrando nuestra atención en los períodos en que efectivamente se elaboraron. En lo que se refiere a la proporción del tiempo, resulta absolutamente dispar, pues el desarrollo de la máquina de vapor requirió unos cien años, mientras que el período de formación de la escritura abarca unos mil años. Además, cuando por último la escritura se hubo divulgado, el mundo no esperaba que el próximo paso fuera a darlo la técnica. El proceso del cambio fué lento, inconsciente e inesperado.
En el siglo XIX el proceso se precipitó, y la gente tenía conciencia de él y lo aguardaba. La primera mitad del siglo fué el período en que por vez primera se estableció y se sintió con satisfacción esta nueva actitud hacia el cambio. Fué un período de peculiar esperanza, en el mismo sentido en que sesenta o setenta años después advertimos una nota de desilusión o, por lo menos, de ansiedad.
El invento más grande del siglo XIX fué el invento del método del invento. Un método nuevo llegaba a la vida. Para entender nuestra época, es imposible hacer caso omiso de ninguno de los detalles del cambio, tales como ferrocarriles, telégrafos, radio, máquinas de hilar, tintes sintéticos. Tenemos que concentrarnos en el método mismo; ésa fué la verdadera novedad que destrozó los fundamentos de la civilización anterior. La profecía de Francis Bacon se había cumplido, y el hombre, que en tiempos soñara llegar a
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ser algo poco inferior a los ángeles, se avino a convertirse en servidor y ministro de la naturaleza. Queda aún por ver si es posible que el mismo actor desempeñe ambos papeles.
Todo el cambio surgió de la nueva información científica. La ciencia, concebida no tanto en sus principios como en sus resultados, es un notorio almacén de ideas para su utilización; pero si queremos entender lo que sucedió durante ese siglo, la imagen de la mina nos servirá mejor que la del almacén. Por otra parte, es un gran error pensar que la pura idea científica es el invento requerido, de suerte que sólo tiene que ser captada y utilizada. Entre una cosa y otra media un intenso período de proyectos imaginativos. Un factor del nuevo método fué precisamente el descubrimiento de cómo p'Jdía lanzarse un puente que salvara el precipicio entre las ideas científicas y el producto definitivo. Es un proceso de ataque disciplinado de sucesivas dificultades.
Las posibilidades de la técnica moderna fueron prácticamente realizadas por vez primera en Inglaterra gracias a la energía ele una clase media próspera. Por lo tanto, es de este punto que arranca la revolución industrial. Pero fueron los alemanes los que realmente pusieron en práctica los métodos gracias a los cuales fué posible llegar a los filones más profundos de la mina de la ciencia. Fué obra suya la abolición de los métodos azarosos de la erudición. En sus escuelas y universidades técnicas, el progreso no tenía que aguardar al genio ocasional o al pensamiento afortunado fortuito . Sus hazañas en el campo de la erudición durante el siglo XIX les valieron la admiración del mundo. La disciplina del conocimiento se aplica más allá de la técnica a la ciencia pura y más allá de ésta a la erudición general. Representa el cambio del amateur al profesional.
Fueron siempre hombres que consagraron su vida a regiones del pensamiento definidas. De un modo especial, jurisconsultos y clérigos de las iglesias cristianas constituyen ejemplos claros de semejante especialización. Pero la plena realización consciente del poder del profesionalismo en el conocimiento en todos sus campos y del camino para producir
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los profesionales y de la importancia del conocimiento para el progreso de la técnica, y de los métodos por medio de los cuales el conocimiento abstracto puede ser conectado con la técnica, y de las infinitas posibilidades del progreso técnico; la realización de todas esas cosas fué lograda por vez primera de un modo completo en el siglo XIX, y entre los diversos países, principalmente en Alemania.
En el pasado el hombre vivía en carreta de bueyes; en el futuro vivirá en aeroplano, y el cambio de velocidad va acompañado de una diferencia de cualidad.
No siempre resultó totalmente una ganancia la transformación del campo del conocimiento de esta suerte obtenida; por lo menos, existen en ella peligros implícitos, aunque es innegable que ha habido un incremento de eficiencia. Reservo para mi próxima conferencia el estudio de los diversos efectos que la nueva situación ha originado en la vida social. De momento baste la observación de que esta situación nueva de progreso disciplinado, es la sede en que se desarrolló el pensamiento del siglo.
En el período que estudiamos, cuatro grandes ideas nuevas fueron introducidas en la ciencia teorética. Desde luego, es posible aducir buenas razones para ampliar mi lista mucho más allá del número cuatro. Pero yo me detengo en ideas que, tomadas en su significación más amplia, son vitales para los ensayos modernos de reconstruir los fundamentos de la ciencia física.
Dos de esas ideas son antitéticas y voy a examinarlas conjuntamente. No nos ocupamos de los detalles sino de las influencias últimas sobre el pensamiento. Una de esas ideas es la de un campo de actividad física ocupando todo el espacio, incluso allí donde existe un vacío notorio. Esta noción se les ocurrió a varios pensadores y en formas distintas. Recordemos el axioma medioeval de que a la naturaleza le repugna el vacío. Por otra parte, los torbellinos de Descartes parecieron en una ocasión -en el siglo xviiquedar establecidos como postulado científico. Newton c""reía que la gravitación era -causada por algo que ocurría en un medio. Pero, en conjunto, nada se hizo con estas ideas en el siglo xvm. El paso de la luz era explicado a la ma-
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nera de N ewton, por la evaswn de corpúsculos diminutos que, naturalmente, dejaban espacio para un vacío. Los físicos matemáticos estaban demasiado ocupados en deducir las consecuencias de la teoría de la gravitación para preocuparse por las causas, y tampoco habrían sabido dónde buscar si la cuestión les hubiese interesado. Se trataba de especulaciones, pero su importancia no era grande. Por c?nsigui,�nte, al comenzar el siglo XIX no tenía lugar efectivo en lá ciencia la noción de fenómenos físicos que ocuparan todo el espacio. Esta noción se agitó de dos distintas fuentes. La teoría ondulatoria de la luz triunfó gracias a 'l'homas Young y a Fresnel. Este pretende que a través del espacio tiene que haber algo que pueda ondular. En consecuencia, se presentó al éter como una especie de materia sutil que todo lo invade. Por otra parte, en manos de Clerk l\1:axwell, la teoría del electromagnetismo asumió finalmente una forma en la que se pretendía que a través de todo el espacio tenía que haber fenómenos electromagnéticos. La teoría completa de l\1:axwell no quedó formada hasta la octava década del siglo xrx; pero había sido preparada por varios grandes hombres: Ampere, Oersted, Faraday. De acuerdo con el panorama materialista a la sazón imperante, esos fenómenos electromagnéticos requerían, a su vez, una materia en que ocurrieran. De esta suerte se volvió a echar mano del éter. Entonces l\faxwell demostró, como primicia de su teoría, que las ondas de luz eran simplemente ondas de sus fenómenos electromagnéticos. Y así, la teoría del electromagnetismo absorbió la de la luz. Era una gran simplificación, y nadie duda de su verdad. Pero tuvo un efecto desafortunado en cuanto concernía al materialismo, pues mientras una clase absolutamente simple de éter elástico bastaba para la luz tomada en sí misma, el éter electromagnético había de estar dotado precisamente de aquellas propiedades necesarias para la producción de los fenómenos electromagnéticos. De hecho, pasó a ser una mera denominación para la materia que se pretende sirve de soporte a esos fenómenos. Si no nos decidimos a sostener la teoría metafísica que nos hace postular un éter semejante, podemos descartarlo, puesto que carece de vida independiente.
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De esta suerte fueron establecidas en la octava década del pasado siglo algunas ciencias físicas principales, asentándose sobre una base que presuponía la idea de continuidad. Por otro lado, la idea de atomicidad había sido introducida por John Dalton, completando la labor de Lavoisier en orden a la fundación de la química. Esta es la segunda gran noción. La materia ordinaria era concebida como atómica: los efectos electromagnéticos fueron concebidos como surgiendo de un campo continuo.
No existía contradicción. En primer lugar, las nociones son antitéticas; pero, prescindiendo de incorporaciones concretas, no son lógicamente contradictorias. En segundo lugar, fueron aplicadas a distintos sectores científicos: una a la química y la otra al electromagnetismo. Y, hasta ahora, no se han registrado más que muy vagos s íntomas de colisión entre ambas.
La noción de la materia como atómica tiene una larga historia. Demócrito y Lucrecio acuden en seguida a nuestra mente. Cuando hablo de estas ideas como nuevas, quiero decir sólo relativamente nuevas, habida cuenta del ajuste de ideas que formó la base eficiente de la ciencia durante el siglo xvnr. Al examinar la historia del pensamiento, es necesario distinguir las corrientes reales, determinantes de un período de pensamientos inoperantes sostenidos de un modo casual. En el siglo xvm, toda persona cultivada leía a Lucrecio y compartía sus ideas acerca de los átomos; pero John Dalton las hizo eficientes en la corriente de la ciencia, y en esta función de eficiencia era la atomicidad una idea nueva.
El influjo de la atomicidad no se limitó a la química. La célula viva es para la biología lo que el electrón y el protón son para la física. Prescindiendo de células y de agregados de células, no hay fenómenos biológicos. La teoría de la célula fué introducida en la biología simultáneamente con la teoría atómica de Dalton, pero independientemente de ésta. Las dos teorías son ejemplificaciones independientes de la misma idea de "atomismo". La teoría de la célula biológica fué un desarrollo gradual, y una simple lista de fechas y nombres pone de relieve el hecho de que las
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ciencias biológicas, como esquemas efectivos de pensamiento, tienen escuetamente cien años de antigüedad. Bichat elaboró en 1801 una teoría del tejido; Johannes 1\tlüller describió en 1835 las "células" y demostró hechos relativos a su naturaleza y relaciones; Schleiden en 1838 y Schwann en 1839 establecieron, por último, su carácter fundamental. Por lo tanto, hasta 1840 tanto la biología como la química se apoyaron en una base atómica. El triunfo final del atomismo tuvo que aguardar a que llegaran los electrones a fines de siglo. La importancia del fondo imaginativo se pone de relieve con el hecho de que casi medio siglo después de que Dalton hiciera su obra, otro químico, Louis Pasteur, llevó estas mismas ideas de atomicidad mucho más lejos aún en la región de la biología. La teoría de la célula y la obra de Pasteur eran en muchos aspectos más revolucionarias que la de Dalton, pues introducían la noción de organismo en el mundo de los seres infinitamente pequeños. Ha habido una tendencia a tratar el átomo como ente último, susceptible solamente de relaciones exteriores. Esta postura intelectual se vino abajo bajo el influjo de la ley periódica de lVlendeleef. Pero Pasteur mostró la importancia decisiva de la idea de organismo en la fase de la magnitud infinitesimal. Los astrónomos nos habían mostrado cuán grande es el universo. Los químicos y biólogos nos enseñaron cuán pequeño es. En la práctica científica moderna existe una famosa norma de longitud; es más bien pequeña: para obtenerla hay que dividir un centímetro en cien millones de partes, y tomar cada una de ellas. Los organismos de Pastcur eran bastante más grandes que esa longitud. Comparándolos con los átomos, sabemos que hay organismos para los cuales semejantes distancias resultan incómodamente grandes.
Las dos restantes ideas nuevas que hay que adscribir a la época, se halhm rclacit1nadas, ambas, con la noción de transición o cambio. Son la doctrina de la conservación de la energía y la doctrina de la evolución.
La doctrina de la energía tiene que ver con la noción de la permanencia cuantitativa a través del cambio; la doctrina ele la evolución, con el nacimiento de nuevos orga-
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nismos como resultado del azar. La teoría de la energía se asienta en los dominios ele la física. La de la evolución en los de la biología principalmente, aunque ya antes había sido tomada de paso por Kant y Laplace en relación con la formación de soles y planetas.
La acción convergente del nuevo poder para el pro(J'reso científico, resultante de estas cuatro ideas. transfor�ó el período central del siglo en una orgía de trjunfo científico. Hombres de clara visión, de la clase de los que tan claramente se equivocan, proclamaron entonces que los secretos del universo físico quedaban finalmente descubiertos. Basta sólo hacer caso omiso de todo lo que se resiste a entrar en nuestros cuadros, para que nuestros poderes de explicación res�lten ilimitados. Por otra parte, hombres de ideas confusas, mcrementaban su propia confusión colocándose en las posiciones más indefendibles. El dogmatismo instruído, asociado a la preterición de los hechos cruciales, sufrió una grave derrota a manos de los paladines científicos de las nuevas rutas. Así, a la excitación producida por la revolución técnica, vino a sumarse la debida a las perspectivas descubiertas por la teoría científica. Se hallaban a un tiempo en proceso de transformación las bases materiales y las espirituales de la vida social. Cuando el siglo llegó a su último cuarto, sus tres fuentes de inspiración (la romántica, la técnica y la científica) habían consumado su obra.
Entonces, casi súbitamente, se produjo una pausa, y en sus últimos veinte años terminó el siglo con una de las fases más deslucidas que desde la época de la pr:mera cruzada registra la historia del pensamiento; era un eco del siglo xvm, pero le faltaba un Voltaire y la gracia impúdica de los aristócratas franceses. El período era eficiente, deslucido y perplejo. Celebraba el triunfo del hombre prof€sional.
Pero volviendo la mirada hacia ese período de pausa, podemos advertir signos de cambio. En primer lu(J'ar, las condiciones modernas de la investigación sistemática impiden un estancamiento absoluto . En todas las ramas de la ciencia hubo un progreso efectivo, y además rápido, aunque de algún modo limitado estrictamente dentro del círculo de
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ideas aceptadas por cada rama. Fué una época de ortodoxia científica llena de éxitos, sin que viniera a turbarla un exceso en materia de pensar más allá de las convenciones.
En segundo lugar, podemos ver actualmente que se hallaba en peligro el prestigio del materialismo científico como esquema de pensamiento para el uso de la ciencia. La conservación de la energía proporcionaba un nuevo tipo de permane_ncia cuantitativa. Bien es verdad que la energía podía ser construída a modo de algo subsidiario a la materia. Pero, sea como fuere, la noción de masa iba perdiendo su preeminencia exclusiva de cantidad permanente final única. lVIás adelante, encontramos invertidas las relaciones de masa y energía, de suerte que ahora masa pasó a ser la denominación de una cantidad de energía considerada en relación con alguno de sus efectos dinámicos. Esta tendencia del pensamiento conduce a la noción de energía como fundamental, posición de la que desplazó a la materia. Pero energía es simplemente la denominación del aspecto cuantitativo de una estructura de acaecimientos; dicho con pocas palabras : depende de la noción del funcionamiento de un organismo. Es la cuestión siguiente: ¿podemos definir un organismo sin recurrir al concepto de materia en locación simple? Más adelante tendremos que estudiar más detalladamente este punto.
La misma relegación de la materia al fondo se da en relación con los campos electromagnéticos. La teoría moderna presupone acaecimientos en ese campo divorciados de la dependencia inmediata de la materia. Es corriente prever un éter como sustrato . Pero el éter no entra realmente en la teoría. Así, la materia pierde de nuevo su posición fundamental. Además, el átomo se transforma a su vez en organismo, y, por último, la teoría de la evolución no es otra cosa que el análisis de las condiciones para la formación y subsistencia de varios tipos de organismos. Realmente, uno de los hechos más significativos de este último período es el progreso de las ciencias biológicas. Estas son esencialmente ciencias relativas a organismos. Durante la época en cuestión, y en realidad también en los momentos actuales, el prestigio de la forma científica más perfecta, pertenece a
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las ciencias físicas. En consecuencia, la biología remeda la manera de la física. Es ortodoxo sostener que no hay en biología nada que no sea mecanismo físico en circunstancias un tanto más complejas.
Una dificultad de esta postura es la confusión presente en cuanto a los conceptos básicos de la ciencia física. La misma dificultad afecta también a la doctrina opuesta del vitalismo, puesto que en esta última teoría se acepta el hecho del mecanicismo -quiero decir del mecanicismo basado en el materialismo-, añadiéndose un control vital para explicar las acciones de los cuerpos vivos. N o se acaba de entender demasiado claramente que las distintas leyes físicas, que parecen ser de aplicación a la conducta de los átomos, no resulten mutuamente compatibles en la forma en que se las enuncia en la actualidad. La apelación al mecanicismo en defensa de la biología fué en sus orígenes una apelación a los conceptos físicos dotados de bien acreditada consistencia propia en cuanto expresivos de la base de todos los fenómenos naturales. Pero en la actualidad no hay semejante sistema de conceptos.
La ciencia está adoptando un nuevo aspecto que no es puramente físico ni puramente biológico. Se está transformando en estudio del organismo. La biología es el estudio del organismo más grande, a diferencia de la física, que lo es del más pequeño. Hay otra diferencia entre las dos divisiones de la ciencia. Los organismos de la biología incluyen como ingredientes los más pequeños organismos de la física; pero hasta el momento presente no hay pruebas de que los más pequeños de los organismos físicos puedan ser analizados en calidad de organismos componentes. Puede que sea así, pero, en todo caso, nos encontrarnos ante la cuestión de si no hay organismos primarios no susceptibles de ulterior análisis. Parece sumamente improbable que haya un retorno infinito en la naturaleza. Por consiguiente, una teoría de la ciencia que deseche el materialismo, tiene que resolver la cuestión relativa al carácter de esos entes primarios. Sobre esta base sólo puede haber una contestación. Tenemos que partir del acaecimiento como unidad última del fenómeno natural. Un acaecimiento tiene que ver con todo lo que
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existe, v en particular con todos los demás acaecimientos. Este e�trelazamiento de acaecimientos es producido por los aspectos de aquellos objetos eternos, tales como colores, sonidos, olores, caracteres geométricos, requeridos por la naturaleza y que no emergen de ella. l!n. objeto eterno ?emejan te será un ingrediente de un acaec�m�ento en el sentido, ? aspecto, de que califique a otro acaecimiento. Hay una reciprocidad de aspectos y hay módulos d� aspectos. Todo aca�cimiento corresponde a dos de esos modulas, a saber: el modulo de los aspectos de otros acaecimientos que capta en su propia unidad, y los módulos de sus aspectos que o�ros acaecimientos a su vez captan en sus unidades respectivas. Por consiguiente, una filosofía no materialísta de la natur.aleza tiene que identificar a un organismo primario como siendo la emérgencia de algún módulo particular en cuanto captado en la unidad de un acaecimiento real. Semejante módulo incluirá también los aspectos del acaecimiento en cuestión, en cuanto captados en otros acaecimientos, con lo c�al esos otros acaecimientos reciben una modificación o parcial determinación. Existe, pues, una realidad intrínseca y otra extrínseca de un acaecimiento, a saber: el acaecimiento tal como está en su propia prehensión, y el acaecimiento tal como está en la prehensión de otros acaecimientos. El concepto de un organismo incluye, en consecuencia, el concepto de interacción de organismos. Las ideas científicas ordinarias de trasmisión y continuidad son, relativamente hablando detalles relativos a los caracteres, empíricamente observados de estos modelos a través del espacio y del tiempo. La te�is aquí sostenida es que las rela?iones de un . ac.aecimiento son internas en cuanto se refiere al acaecimiento mismo; es decir, que son constitutivas de lo que en sí mismo es el acaecimiento.
En la conferencia anterior llegamos también a la noción de que un acaecimiento efectivo es un acierto por sí mismo, una captación de diversos entes en un valor por razón de su coexistencia real en ese modelo, con exclusión de otros entes. No se trata de la mera coexistencia lógica de cosas simplemente diversas, pues en tal caso, mo.difi�a�do. el dicho de Bacon, "todos los objetos eternos senan 1dentrcos entre
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sí". Esta realidad significa que todas y cada una de las esencias intrínsecas, es decir, lo que todos y cada uno de los objetos eternos son en sí, adquieren importancia para el valor singular limitado emergente en la modalidad del acaecimiento. Pero los valores difieren en importancia. Así, aunque todo acaecimiento sea necesario para la comunidad de los acaecimientos, el peso de su contribución está determinado por algo intrínseco en sí. Nos corresponde exaI?-inar ahora cuál sea esa propiedad. La observación empí�lc� enseña que es ésta la propiedad que podemos llamar mdiferentemente retención, durabilidad o reiteración. Esta propiedad se añade a la recuperación -en defensa del valor en medio de las transformaciones de la realidad- de la auto-identidad, de la que disfrutan también los objetos eternos primarios. La reiteración de una forma particular (o formación) de valor dentro de un acaecimiento se produce cuando e.l acaecimiento como conjunto repite alguna forma �a ofrecrda J?Or cada una de una sucesión de sus partes. Asi, de cualqmer modo que analicemos el acaecimiento a tenor del flujo de sus partes a través del tiempo se encuentra siempre ante nosotros la cosa-por-sí-misma. De esta suerte, el acaecimiento, en su propia realidad intrínseca refleja en sí misn:o, en cuanto derivado de sus propias pa;tes, aspectos ?el mismo valor hecho módulo que el que realiza en su �ntidad completa: S� �ealiza, pues, a sí mismo bajo la modalidad de un ente mdividual durable, con una historiade,-vida conte1�ida dentro de él mismo. A mayor abundamiento, la realidad extrínseca de semejante acaecimiento, en cuanto reflejada en otros acaecimientos, toma esta misma f?rma de una individualidad durable, con la sola particularidad de que en este caso la individualidad es implantada a modo de reiteración de aspectos de ella misma en los acaecimientos ajenos que componen el ambiente.
La duración temporal total de semejante acaecimiento sop?rte de un módulo reiterado, constituye su presente es� pecwso. Dentro de este presente especioso el acaecimiento se realiza a sí mismo a modo de totalidad, y al hacerlo así también se realiza en cuanto agrupamiento conjunto de un número de aspectos de sus propias partes temporales. El
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módulo que se realiza en el acaecimiento total es siempre el mismo, presentándose por cada una de estas partes por medio de un aspecto de cada una de ellas captad3; en .la coexistencia del acaecimiento total. Además, la anterior historia-de-la-vida del mismo módulo, es presentada, por sus aspectos, en este acaecimiento tot�l. �xiste, Pll:es, en este acaecimiento, un recuerdo de la histona-de-la-vid� antecedente de su propio módulo dominante, .como �abiendo formado un elemento de valor en su propiO ambiente ante�edente. Esta prehensión concreta, desde dent�o, de la historia-de-la-vida de un hecho durable, es analizable en d�� abstracciones, una de las cuales es el ente durable que surgw como realidad, que había de ser ��nid.a e!! .cuen�a por otras cosas, y la otra es la encarnacwn mdividualizada de la subyacente energía de realización. . . . El estudio del fluir general de acaecimientos mtroduce en estos análisis una energía eterna subyacente en .cuya naturaleza está un enfoque del reino de todos los obJetos et�rnos. Semejante enfoque es el fundamento de los pensam�entos individualizados que emergen como aspectos-pensam�entos captados dentro de la historia-de�la-vida d.e,
los modulas durables más sutiles y más compleJos. Tambien en la naturaleza de la actividad eterna tiene que haber un :nfoq�e de todos los valores alcanzables a base de una coeXIstenci.a real de los objetos eternos, en cuanto contemplados en situaciones ideales. Esas situaciones ideales, aparte de toda realidad, están desprovistas de valor intrínseco, pe:? s?n valorables como factores en perspectiva. La prehenswn mdividualizada en acaecimientos individuales de asJ?ectos .de estas situaciones ideales, toma la forma de pensan;Ien:os mdividualizados, y en calidad de tal tiene v�lor 1"?-trmseco. Así, el valor surge al existir ahora una coeXIstencia real de los aspectos ideales, en cuanto ideados, con �os aspe�to� reales en cuanto se hallan en vías de acaecer. 1 or consigUiente, ni�aún valor uuede ser adscrito a la actividad subyacente en cua�to divor;iada de los acaecimientos positivos del mundo real. . Por último, recapitulando esta marcha del pensan11ento, �a actividad subyacente, en cuanto concebida aparte del hecho
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de la realización, tiene tres tipos de enfoque, que son: primero, el enfoque de los objetos eternos; segundo, el enfoque de las posibilidades de valor con respecto a la síntesis de los objetos eternos, y, por último, el enfoque de las realidades positivas que tienen que figurar en la situación total susceptible de lograrse por la adición de lo futuro. Pero en abstracción de lo positivo, la actividad eterna está divorciada del valor. Porque lo positivo es el valor. La percepción individual dimanante de objetos durables variará en su profundidad y amplitud individuales según el modo en que el módulo domine su propia ruta. Puede representar la más leve ondulación a modo de nota diferencial del sustrato general de energía; o, en el otro extremo, puede elevarse a pensamiento consciente, incluyendo en él el acto, anterior a la conciencia de sí mismo, de examinar a fondo las posibilidades de valor inherentes en varias situaciones de coexistencia ideal. Los casos intermedios agruparán alrededor de la percepción individual a modo de enfoque (sin auto-conciencia) de esa singular posibilidad inmediata de consecución que ofrece la más cenada analogía con su pasado inmediato, el relativo a los aspectos actuales que se presentan para la prehensión. Las leyes de la física representan el ajuste armónico de desarrollo que resulta de este principio único de determinación. Así, la dinámica está dominada por un principio de acción mínima, cuyo carácter detallado debe aprenderse por observación.
Las entidades materiales atómicas estudiadas en la ciencia física, son simulemente estas entidades durables individuales, concebida� en abstracción de todo cuanto no concierna a su mutuo juego de determinarse recíprocamente sus rutas históricas de su historia-de-la-vida. Esos entes están formados en parte por la herencia do aspectos de su propio pasado; pero también están formados en parte por los aspectos de otros acaecimientos que integran sus ambientes. Las leyes de la física son las que declaran cómo reaccionan mutuamente entre sí los entes. Para la física son arbitrarias esas leyes, puesto que esa ciencia ha prescindido de lo que los entes son en sí. Hemos visto que este hecho de lo que los entes sean en sí, se presta a modificación por los
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ambientes de éstos. Por consiguiente, la suposición de que no hay que buscar modificación de estas leyes en ambientes que tengan cualquier diferencia patente con respecto a los ambientes para los cuales las leyes han sido observadas, es muy insegura. Los entes físicos pueden ser modificados de maneras muy esenciales, en cuanto a estas leyes se refiere. Es posible incluso que sean desarrolladas en individualidades de tipos más fundamentales, con más amplia encarnación de enfoque. Tal enfoque puede llegar a la realización de un pesaje de valores alternativos haciendo uso de una facultad de elegir fuera de las leyes físicas, y susceptible de expresión únicamente en términos de propósito. Aparte de semejantes posibilidades remotas, queda una deducción inmediata de que un ente individual cuya propia historiade-la-vida es una parte dentro de la historia-de-la-vida de algún módulo más grande, más profundo y más completo, es susceptible de tener aspectos de ese módulo más grande que domina su propio ser, y de experimentar modificaciones de ese módulo más grande reflejadas en aquél como modificaciones de su propio ser. Esta es la teoría del mecanicismo orgánico.
Según esta teoría, la evolución de las leyes de la naturaleza es concomitante a la evolución del módulo durable, puesto que el estado general del universo, tal como actualmente es, determina en parte las mismas esencias de los entes cuyos modos de funcionamiento expresan estas leyes. El principio general es que en un nuevo ambiente hay una evolución de los antiguos entes hacia formas nuevas.
Este trazado rápido de una teoría íntegramente orgánica de la naturaleza nos permite entender los principales requisitos de la doctrina de la evolución. La labor principal proseguida durante esa pausa de fines del siglo xrx, fué la absorción de esta doctrina como guía de la metodología de todas las ramas de la ciencia. Con una ceguera, impuesta casi a modo de castigo expiatorio de una reflexión precipitada, superficial, muchos pensadores religiosos se opusieron a la nueva doctrina, cuando, en realidad, una filosofía íntegramente evolucionista es incompatible con el materialismo. La materia originaria de que parte una filosofía materialista,
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es incapaz de evolución. Esta materia es en sí la última sustancia. En la teoría materialista, la evolución queda relegada al papel de ser otra palabra para la descripción de los cambios de las relaciones exteriores entre porciones de materia. Nada hay para evolucionar, ya que una serie de relaciones externas es tan buena como cualquier otra serie de relaciones externas. Puede haber simplemente cambio, pero sin pro�ósito ni progreso. Y, sin embargo, toda la tesis de la doctrma moderna es la evolución de los organismos complejos a partir de estados antecedentes de organismos menos complejos. La doctrina proclama, de esta suerte, que una concepción de organismo es fundamental para la naturaleza. Requiere también una actividad subyacente -una actividad sustancial- que se exprese en encarnaciones individuales y que evolucione en logros de organismo. El organismo es una unidad de valor emergente, una fusión real de los caracteres de los objetos eternos, emergiendo por sí mismos.
Así, en el proceso de analizar el carácter de la naturaleza en sí, el!.contramos que la emergencia de organismos depende de una actividad selectiva afín al propósito. La tesis es que los organismos durables son ahora el resultado de la evolución, y que, fuera de estos organismos, nada más hay que dure. En la teoría materialista hay materia -como los cuerpos o la electricidad- que perdura. En la orgánica, las únicas durabilidades son las estructuras de actividad, y las estructuras son evolutivas.
Las cosas durables son, pues, resultado de un proceso temporal, mientras que las eternas son los elementos requeridos por la misma esencia del proceso. Podemos dar una definición precisa de durabilidad del modo siguiente: Sea A un acaecimiento penetrado por un módulo estructural durable. Entonces A puede ser subdividido exhaustivamente en una su.cesión temporal . de acaecimientos. Sea B una parte cualqmera . de A, obtemda sacando cualquiera de los acaecimientos pertenecientes a una serie que así subdivide a A. Entonces el módulo durable es un módulo de aspectos dentro del módulo completo prehendido en la unidad de A, y es también un módulo dentro del módulo completo prehendido en la unidad de todo sector temporal de A, tal co-
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m o B. Por ejemplo, una molécula es un módulo exhibido en un acaecimiento de un minuto, y de todo segundo de ese minuto. Es obvio que semejante módulo durable puede ser de mayor o menor importancia. Puede expresar algún hecho insignificante que conecte las actividades subyacentes así individualizadas; o puede expresar alguna conexión muy estrecha. Si el módulo que dura es simplemente derivado de los diferentes aspectos del ambiente externo reflejado en los puntos de vista de las diversas partes, entonces la durabilidad es un hecho extrínseco de escasa importancia; pero si el módulo durable se deriva totalmente de los aspectos directos de las varias secciones temporales del acaecimiento en cuest1ón, entonces la durabilidad es un hecho intrínseco importante. Expresa una cierta unidad de carácter que une las actividades individualizadas subyacentes. Hay entonces un objeto durable con cierta unidad para sí y para el resto de la naturaleza. Usemos el término "durabilidad física" para expresar la durabilidad de este tipo. Entonces, durabilidad física es el proceso de inherir continuamente cierta identidad de carácter trasmitida a través de una ruta histórica de acaecimientos. Este carácter pertenece a toda la ruta, y a todo acaecimiento de la ruta. Esta es la propiedad exacta de la materia. Si ha existido durante diez minutos, existió durante cada minuto de aquellos diez y durante cada uno de los segundos de todo minuto. Unicamente tomando la materia como lo fundamental, esta propiedad de durabilidad es un hecho arbitrario en la base del orden de la naturaleza; pero si tomamos el organisrno como fundamental, esta propiedad es el resultado de la evolución.
A primera vista parece que un objeto físico, con su proceso de herencia de sí mismo, fuese independiente del ambiente. Pero esa conclusión no está justificada. En efecto, sean B y e dos secciones sucesivas en la vida de un objeto tal que e suceda a B. Entonces el módulo durable en e es heredado de B, y de otras partes antecedentes análogas de su vida. Es trasmitido a e a través de B. Pero lo trasmitido a e es el módulo completo de los aspectos derivados de un acaecimiento tal como B. Estos módulos completos incluyen el influjo del ambiente sobre B, y sobre las demás par-
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tes antecedentes de la vida del objeto. Así, los aspectos completos de la vida antecedente son heredados como el módulo parcial que dura a través de todos los varios períodos de la vida. De esta suerte, un ambiente favorable es esencial para el mantenimiento de un objeto físico.
La naturalez�, tal como la conocemos, comprende enormes permanencias. Hay las permanencias de la vida ordinaria. Las moléculas contenidas en las rocas más antiguas conocidas por los geólogos, pueden haber existido sin cambio durante más de mil millones de años, no sólo sin haber cambiado en sí, sino, además, tampoco en sus disposiciones relativas entre sí. En aquel lapso el número de pulsaciones de una molécula que vibrara con la frecuencia de la luz amarilla del sodio, sería aproximadamente de 16,3 X 1022 = 163.000 X (106) 3 • Hasta hace poco tiempo, un átomo era indestructible aparentemente. Ahora lo sabemos mejor. Pero el átomo indestructible ha sido sucedido por el electrón aparentemente indestructible y por el protón indestructible.
Otro hecho que necesita explicación es la gran semejanza de estos objetos prácticamente indestructibles. Todos los electrones son muy semejantes entre sí. No sería lícito ir más allá de lo demostrado y decir que son idénticos; en todo caso, nuestros poderes de observación no descubren diferencias de ninguna clase. De un modo análogo, todos los núcleos de hidrógeno son parejos. Además, notamos el gran número de esos objetos análogos. Los hay a montones. Parece como si cierta similaridad resultara condición favorable para la durabilidad. También el buen sentido sugiere esta conclusión. Para que puedan supervivir es necesario que los organismos trabajen conjuntamente.
'
En consecuencia, la Iiave para el mecanismo de la evolución es la necesidad, para la evolución, de un ambiente propicio, conjuntamente con la evolución de todo tipo específico de organismos durables de gran permanencia. Todo objeto físico que por su influjo deteriora su ambiente, comete un suicidio.
Uno de los modos más simples de desarrollar un ambiente favorable concomitantemente al desarrollo del organismo
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individual, es que el influjo de cada- organismo sea favorable a la durabilidad de los demás organismos del mismo tipo. Si, además, el organismo favorece también el desarrollo de otros organismos del mismo tipo, habremos obtenido entonces un mecanismo de evolución adecuado para producir el estado observado de grandes multitudes de entes análogos, con elevada capacidad de durabilidad, puesto que el ambiente se desarrolla automáticamente con la especie, y ésta con el ambiente.
La primera cuestión que debemos plantearnos es si hay alguna prueba directa de semejante mecanismo de la evolución de organismos durables. En la naturaleza examinada, conviene recordar que no sólo hay organismos básicos cuyos ingredientes sean simplemente aspectos de objetos eternos; hay también organismos de organismos. Supongamos por un momento y para mayor simplicidad, aunque no tengamos ninguna prueba de ello, que los electrones y los núcleos de hidrógeno sean esos organismos básicos. Entonces los átomos, y las moléculas, son organismos de un tipo más elevado, que representan, además, una unidad orgánica definida compacta. Pero cuando llegamos a agregados más grandes de materia, la unidad orgánica se desvanece hacia el fondo. Resulta ser sólo opaca y elemental. Existe, pero el módulo es vago e indeciso. Es un mero agregado de efectos. Cuando llegamos a los seres vivos, reaparece lo definido del módulo, y el carácter orgánico vuelve a recuperar la prominencia. En consecuencia, las leyes características de la materia inorgánica son principalmente los promedios estadísticos resultantes de agregados confusos. Distan tanto de arrojar luz sobre la naturaleza última de las cosas que oscurecen y obliteran los caracteres individuales de los organismos individuales. Si deseamos arrojar luz sobre los hechos que se refieren a los organismos, tenemos que estudiar las moléculas y electrones individuales o los seres vivos individuales. Entre unos y otros encontramos una confusión relativa. En este caso, la dificultad de estudiar la molécula estriba en que conozcamos tan poca cosa de su historia-dela-vida. Es imposible tener a un individuo en continua observación. En general, nos ocupamos de ellos en grandes
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agregados. Por lo que a los individuos se refiere, un gran experimentador proyecta a veces con dificultad una luz vivísima sobre uno de ellos, y observa justamente un tipo de efecto instantáneo. Por consiguiente, la historia del funcionamiento de las moléculas individuales, o de los electrones, está en gran parte escondida a nuestras miradas.
Pero tratándose de seres vivos, podemos seguir la historia de los individuos. En este caso encontramos exactamente el mecanismo que a tal objeto se requiere. En primer lugar, hay la propagación de la especie por individuos ele la misma especie. Hay también la preparación cuidadosa del ambiente propicio para la persistencia de la familia, de la raza, o la producción de semilla en el fruto.
Es evidente, sin embargo, que he explicado en términos que resultan demasiado simples el mecanismo evolucionista. Encontramos asociadas especies de cosas vivas, que se proporcionan mutuamente un ambiente propicio. Así, exactamente igual que los miembros de la misma especie se ayudan mutuamente, se ayudan también entre sí los miembros de las especies asociadas. Encontramos el hecho rudimentario de la asociación en la existencia de las dos especies: electrones y núcleos de hidrógeno. La simplicidad de la asociación dual y la aparente ausencia de competencia procedente de otras especies antagónicas, contribuyen a la formidable persistencia que encontramos entre ellos.
Hay, pues, dos lados de la maquinaria implicados en el desarrollo de la naturaleza. Por un lado, hay un ambiente dado con organismos que se adaptan a él. El materialismo científico de la época en cuestión insiste en este aspecto. Partiendo de este punto de vista, hay una cantidad de materia dada, y sólo un número limitado de organismos pueden aprovecharse de ella. El carácter de dado del ambiente lo domina todo. Por consiguiente, las últimas palabras de la ciencia parecían ser la "lucha por la existencia", y la "selección natural". Las obras del propio Darwin serán ejemplares para todos los tiempos por su negativa a ir más allá de la evidencia directa, y su cuidadosa ponderación de todas las hipótesis posibles. Pero esas virtudes no resplandecen con la misma claridad en sus sucesores y menos aún en los de
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su campo. La imaginación de los sociólogos y publicistas europeos quedó empañada por la atención exclusiva a este aspecto de los intereses en conflicto . Prevaleció la idea de que era una nota de sano realismo intelectual el descartar las con�ideraciones étic�s én la determinación de la gestión de los mtereses comercmles y nacionales.
El otro aspecto de la maquinaria evolutiva, el aspecto de que se .h� hecho caso omiso, es el expresado por la palabra
.creattvulad. Los organismos pueden crear su propio
ambiente. Para este objeto, el organismo aislado es poco menos que impotente. Para reunir las fuerzas adecuadas se requieren sociedades de organismos cooperantes. Pero con esa cooperación y en proporción al esfuerzo invertido el am�i�nte tiene una maleabilidad que altera todo el aspecto ehco de la evolución.
En los tiempos actuales y en los inmediatamente precedentes impera un estado de perplejidad espiritual. La mayor maleabilidad del ambiente para la humanidad, como resultado de los progresos de la técnica científica se viene interpretando en términos de hábitos de pensamiento que encuentran su justificación en la teoría de un ambiente fijo. , 1
El enigma �el universo no es tan simple. Hay el aspect� de perm.ane�cJa en. que un determinado tipo de adquisición es repetido mtermmablemente por lo que es en sí y hay el aspec�o de transición a otras cosas, que puede se; de valor superiOr lo mismo que de valor inferior. Hay también sus aspectos de lucha y de colaboración amistosa. Pero las quimeras románticas no están más cerca de la política real de lo que lo está el altruísmo romántico .
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CAPÍTULO VII
LA RELATIVIDAD
En las anteriores conferencias de este curso hemos examinado las condiciones precedentes que condujeron al movimiento científico, y seguimos la marcha del pensamiento desde el siglo XVII al xrx. En ese último siglo la historia se dispersa en tres partes en cuanto cabe agruparla alrededor de la ciencia. Estas divisiones son:· el contacto entre el movimiento romántico y la ciencia, el desarrollo de la técnica y de la física en la primera parte del siglo y, por último, la teoría de la evolución combinada con el adelanto general de las ciencias biológicas.
La nota dominante de todo ese período de tres siglos es que la doctrina del materialismo proporcionaba una base adecuada para los conceptos de la ciencia. Era una tesis prácticamente indiscutida. Si se necesitaban undulaciones, se ofrecía el éter para que realizara las funciones de una materia undulatoria. Para poner de relieve toda la suposición así implicada, he trazado las líneas generales de una doctrina alternativa de la teoría orgánica de la naturaleza. En la última conferencia se hizo destacar que los desarrollos biológicos, la doctrina de la evolución, la doctrina de la energía y las teorías moleculares socavaron rápidamente el prestigio del materialismo ortodoxo. Pero hasta terminado el siglo nadie había sacado tal conclusión. El materialismo mantenía su plena soberanía.
La nota de la época presente es que con respecto a la materia, al espacio, al tiempo y a la energía se han obser-
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vado fenómenos tan complejos que se ha desvanecido la simple seguridad de las antiguas suposiciones ortodoxas. Huelga decir que no pueden quedar como las dejara N ewton ni siquiera como las dejara Clerk Maxwell. Es de todo punto nece.saria una reorganización. La nueva situación del pensannento de nuestros días surge del hecho de que la teoría científica va más allá del sentido común. El ajuste heredado por el siglo xvm constituía un triunfo del sentido común organizado. Se había desembarazado de las fantasías medievales y de los torbellinos cartesianos. En su resultado último había dado rienda suelta a sus tendencias antirracionalistas derivadas de la revolución histórica del período de la Reforma. Se fundaba en lo que todo hombre de buen sentido podía ver con sus propios ojos, o con un microscopio de mediana potencia. lVIedía las cosas que notoriamente habían de medirse y generalizaba las que notoriamente habían de generalizarse. Por ejemplo, generalizaba las concepciones ordinarias de peso y solidez. El siglo xvnr se había inaugurado con la confianza tranquila de que en último extremo se había emancipado del absurdo. En la actualidad nos encontramos en el polo opuesto del pensami;nto. Sólo Dios sabe si lo que parece un absurdo, no podra ser demostrado mañana como verdad. Hemos vuelto a algunas de las entonaciones de los primeros tiempos del siglo xrx, aunque en un nivel imaginativo superior.
La razón de que nos encontremos en un nivel imaginativo superior estriba no en que tengamos una imaginación más refinada, sino en que poseemos mejores instrumentos. El acontecimiento más importante ocurrido en la ciencia durante los últimos cuarenta años, ha sido el progreso de sus objetos instrumentales. Este progreso ha sido debido en parte a unos pocos hombres geniales, tales como lVIichelson y los ópticos alemanes. Es debido también al progreso del proceso técnico de la manufactura, especialmente en el sector de la metalurgia. El inventor tiene actualmepte a su disposición multitud de materiales de propiedades físicas diferentes. De esta suerte puede contar con que obtendrá el material que desee, y éste puede darle margen a las formas que desea, dentro de muy estrechos límites de
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tolerancia. Estos instrumentos han puesto al pensamiento en un nuevo nivel. Un instrumento nuevo actúa a modo de viaje por el extranjero, pues presenta las cosas en combinaciones insólitas. El beneficio obtenido es más que una mera adición: es una transformación. Los adelantos en la ingeniosidad experimental son quizás debidos también a la mayor proporción de medios nacionales que en la actualidad se consagran a las investigaciones científicas. En todo caso, cualquiera que sea la causa, los experimentos sutiles e ingeniosos han abundado dentro de la pasada generación, y el resultado de ello ha sido que una gran cantidad de informaciones se ha acumulado en regiones de la naturaleza muy alejadas de la experiencia ordinaria de los hombres.
Dos famosos experimentos -uno ideado por Galileo en los comienzos del movimiento científico, y otro por Michelson con la eyuda de su famoso interferómetro, realizado por vez primera en 1881 y repetido en 1887 y 1905- ilustran las aserciones que acabo de hacer. Galileo dejó caer desde lo alto de la torre inclinada de Pisa objetos pesados, y demostró que cuerpos de pesos diferentes, soltados simultáneamente, llegarían juntos al suelo. En cuanto a habilidad de experimentación y a perfección del instrumental empleado, este experimento podía haberse hecho perfectamente dentro de los cinco mil años anteriores. Las ideas implicadas se referían simplemente a peso y velocidad de movimiento, ideas familiares en la vida ordinaria. Todo este grupo de ideas pudo haber sido corriente entre los allegados del rey Minos de Creta cuando desde las altas murallas que se erguían en la costa dejaban caer piedras al mar. No nos es posible demostrar muy detalladamente que la ciencia se iniciara con la organización de experiencias ordinarias. Fué de este modo que confluyó tan prontamente con los criterios antirracionalistas de la rebelión histórica. No fué indagando los sentidos últimos. Se limitó a in.v;estigar las conexiones reguladoras de la sucesión de fenómenos notorios.
El experimento de J\1ichelson no pudo ser efectuado antes del tiempo en que lo fué. Para él se requería el progreso general de la técnica y el genio de Michelson. Se refiere
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l
a la determinación del movimiento de la Tiena a través del éter, y supone que la luz consta de ondas de vibración que avanzan de un modo fijo a través del éter en todas direcciones. También, desde luego, que la Tiena se mueve a través del éter y el aparato de Michelson con la Tierra. En el centro del aparato un rayo de luz se divide de suerte que una mitad del rayo va en una dirección a lo largo del aparato durante una distancia dada, reflejándose luego hacia el centro por un espejo que hay en el aparato. La otra mitad del rayo recone la misma , distancia a través del aparato en una dirección que corta en ángulo recto el rayo anterior y reflejándose también luego en el centro. Estos rayos reunidos se reflejan entonces en una pantalla en el aparato. Tomando las precauciones necesarias, se verán fajas de interferencia, a saber, bandas de oscuridad donde las crestas de las ondas de uno de los rayos hayan ocupado las depresiones de los demás rayos, debidas a una escasa diferencia en las longitudes de trayectoria de los dos medios rayos, hasta ciertas partes de las pantallas. Estas diferencias de longitud resultarán afectadas por el movimiento de la Tierra, puesto que lo que cuenta son las longitudes de trayectoria en el éter. Así, dado que el aparato se mueve con la Tierra, la trayectoria de un medio rayo resultará alterada por el movimiento de un modo diferente que la tra;yectoria del otro medio rayo. Imaginémonos a nosotros mismos moviéndonos en un vagón de ferrocarril, primero a lo largo del tren y luego a través del tren, y fijémonos en nuestra trayectoria en la marcha del ferrocarril, que en esta comparación conesponde al éter. En este momento, el movimiento de la Tierra es muy lento comparado con el de la luz. Así, en esta analogía tenemos que concebir al tren casi como parado y a nosotros mismos como moviéndonos muy rápidamente.
En el experimento, este efecto del movimiento de la Tierra afectaría a las posiciones de las fajas de interferencia sobre la pantalla. Además, si se hace girar el aparato, por un ángulo recto, el efecto del movimiento de la Tierra sobre los dos medios rayos será intercambiado, y trasmudadas las posiciones de las fajas de interferencia. Podemos cal-
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cular el pequeño cambio que resultaría como consecuencia del movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Además, hay que añadir a este efecto el debido al movimiento del Sol .a ti·avés del éter. La exactitud del instrumento puede ser aquilatada, y probarse que estos efectos de desviación son lo bastante grandes para que aquél los registre. Pero el caso es que nada se observó. No se produjo desplazamiento al dar vuelta al instrumento.
La conclusión es que la Tierra se halla siempre estacionaria en el éter o que hay algo equivocado en los principios fundamentales en que se basa la interpretación del experimento. Huelga decir que en este experimento nos hallamos muy lejos de los juegos e ideas de los hijos del rey de Minos. Las ideas de un éter, de ondas en él, del movimiento de la Tierra a través del éter y del interferómetro de Michelson, están muy alejadas de la experiencia ordinaria. Pero por remotas que estén, son simples y evidentes comparadas con la explicación aceptada para el resultado frustrado del experimento.
Esta explicación se basa en que las ideas de espacio y tiempo empleadas en la ciencia están concebidas con excesivo simplismo y necesitan ser modificadas. Esta conclusión constituye un desafío directo al sentido común, porque la ciencia anterior había alambicado solamente sobre las concepc:ones ordinarias de la gente corriente. Semejante reorganización radical de las ideas no habría sido adoptada si no hubiese contado también con el apoyo de varias otras experiencias que no es necesario examinar aquí. Alguna forma de la teoría de la relatividad parece ser el camino más simple para explicar un gran número de hechos que de no hacerlo así requerirían cada uno de ellos una explicac:ón ad hoc. Esta teoría, por consiguiente, no cuenta simplemente con los experimentos que dieron lugar a ella.
El punto central de la explicación es que todo instrumento, tal como el aparato usado por lYiichelson en su experimento, registra necesariamente la velocidad de la luz como teniendo una sola velocidad definida con respecto a él. Quiero decir que un interferómetro en un cometa y un interferómetro en la Tierra darían necesariamente la velo-
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c:dad de la luz, con respecto a sí mismos, como teniendo el mismo valor. Esto es una paradoja notoria, puesto que la luz se mueve a través del éter con una velocidad definida. En consecuencia de dos cuerpos, el cometa y la Tierra, eme se muevan a' través del éter con velocidades desiguales, dabría esperar que tuvieran velocidades diferentes con respecto a rayos de luz. Examinemos, por eje_mplo, dos au�omóviles en una carretera, corriendo respectivamente a diez y veinte millas por hora, que sean pasados por
, o!ro �u.to
móvil a cincuenta millas por hora. El automovil rapido pasará a uno de los otros dos a la velocidad r.elativa. de cuarenta millas por hora, y al otro a razón de tremta mi:las por hora. Por lo que hace a la luz, se alegará que sus�Ituvendo al automóvil rápido por un rayo de luz, la velocidad de la luz a lo largo de la carretera sería exactamente la misma que su velocidad con relac�ón a cualquiera .de los dos automóviles que pasa. La velocidad de la luz es mmensamente grande, pues es de unos trescientos mil kilóm�tros por segundo. Nuestras concepciones del espacio Y del tiempo deben ser tales que precisamente esta velocidad tenga este carácter peculiar. De ahí se sigue que todas nuestras nociones de velocidad relativa necesitan ser objeto de nuevo estudio. Pero estas nociones son el resultado inmediato de nuestras nociones habituales relativas a espacio y tiempo. Esto nos hace volver al punto de vista de que algo ha sido pasado por alto en las exposiciones corrientes de �o que entendemos por espacio y de lo que entendemos por_tJempo.
Pues bien, nuestra suposición fundamental cornent� es que hay un significado único que deba d�rse al espacio Y un significado único que deba darse al tiempo, de suerte que cualquiera que sea el significado que se d.é a las relaciones espaciales con respecto al instrumento situado en la Tierra, el mismo significado deberá darse a ellas con . respecto al instrumento situado so�re el cometa, y e: mismo s:gnificado a un instrumento situado en cualqmer otr.a parte del éter. Esto es lo que niega la teoría de la relati;,idad. Por lo que hace al espacio, no hay dificult.ad en aceptar esta negativa si pensamos en los hechos notonos d;l movimiento relativo. Pero incluso en este caso el cambio
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de significado tiene que ir más allá de lo que el sentido común sancionaría. Además, la misma exigencia se plantea para el tiempo, de suerte que la calendación relativa de acaecimientos y los lapsos entre ellos, han de ser computados como diferentes por un instrumento situado en la Tierra, por otro situado en el cometa y por otro instrumento en el resto del éter. Es una violencia mayor que se le hace a nuestra credulidad. No necesitamos probar más esta cuestión que la conclusión de que para la Tierra y para el cometa, espacialidad y temporalidad han de tener significados diferentes cuando diferentes sean las condicio nes, tales como las que se dan en la Tierra y en el cometa. Por consiguiente, la velocidad tiene significados diferentes para los dos cuerpos. Así, la suposición científica moderna es que cualquier cosa que tenga la velocidad de la luz con referencia a cualquier significación de espacio y tiempo, la misma velocidad tiene según cualquier otra significación de espacio y tiempo. Es un golpe rudo para el materialismo científico clásico, que presupone un instante actual definido, en el cual todas las cosas son simultáneamente reales. En la teoría moderna no existe semejante instante actual único. Podemos encontrar un significado para la noción de instante simultáneo a través de toda la naturaleza, pero será un significado diferente para diferentes concepciones de la temporalidad. Ha habido una tendencia a dar una interpretación subjetivista extrema a esta nueva doctrina. Lo digo en el sentido de que la relatividad de espacio y tiempo ha sido construída como si fuera dependiente de la elección del observador. Es perfectamente legítimo traer a colación al observador, si facilita las explicaciones; pero es el cuerpo del observador lo que reclamamos, no su espíritu. Incluso este cuerpo es útil solamente como un ejemplo de una forma de aparato muy familiar. En conjunto, es mejor concentrar la atención en d interferómetro de Michelson y dejar fuera del cuadro el cuerpo y el espíritu de l\!Iichelson. La cuestión es saber por qué el interferómetro tenía fajas negras en su pantalla y por qué estas fajas no se desviaban
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durabilidad presupone un significado para el lapso dentro del continuo espacio-temporal.
Se plantea ahora la cuestión de si todos los objetos durables ostentan el mismo principio de diferenciación entre espacio y tiempo, o incluso de si en diferentes fases de su propia historia-de-la-vida un objeto no variará en su discriminación espacio-temporal. Hasta hace muy pocos años, todo el mundo suponía sin vacilar que sólo podía descubrirse un principio como ése; en consecuencia, el tiempo tendría exactamente el mismo significado con respecto a la durabilidad tratándose de un objeto que tratándose de la durabilidad de otro objeto, resultando, por consiguiente, que las relaciones espaciales tendrían un s:gnificado único. Pero ahora parece que la efectividad observada de los objetos sólo puede explicarse suponiendo que objetos en estado de movimiento entre sí, utilizan, para su durabilidad, significados de espacio y tiempo no idénticos de un objeto a otro. Todo objeto durable debe ser concebido como en reposo en su prop:o espacio, y en movimiento por cualquier espacio definido, de un modo que no es el inherente a su durabilidad particular. Si dos objetos se encuentran entre sí en posición de reposo, utilizan los mismos significados de espacio y de tiempo a los efectos de expresar su durabilidad, pero si están en movimiento relativo sus respectivos espacios y tiempos son diferentes. De ahí se sigue que si podemos concebir un cuerpo en una fase de su historiade-la-vida como hallándose en movimiento con relación a sí mismo en otra fase, entonces el cuerpo utilizará en estas dos fases diferentes significados de espacio, y, correlativamente, diferentes significados de tiempo.
En una filosofía orgánica de la naturaleza nada hay que decidir entre las hipótesis antiguas de la unicidad de la discriminación de tiempo y las nuevas hipótesis de su multiplicidad. Es puramente una cuestión de evidencia obtenida de observaciones 1.
En una conferencia anterior dije que un acaecimiento tiene coetáneos. Es una cuestión interesante la de saber si,
1 Cf. mis Principles of Natnral Knowleclge, secc. 52 : 3.
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a base de la nueva hipótesis, puede ser hecha esa afirmación sin la cualificación de una referencia a un sistema definido de espacio-tiempo. Es posible hacerlo así en el sentido de que en uno u otro sistema de tiem�o los dos acaecimientos son simultáneos. En otros sistemas de tiempo, los dos acaecimientos coetáneos no serán simultáneos aunque coincidan. Análogamente, un acaecimiento prece� derá a otro sin ca.lificación si en todo sistema de tiempo se da esa precedencia. Es evidente que si partimos de un a�a.e�imiento dado 4• otros acaecimientos en general están divididos en dos senes, a saber: los que sin calificación son coetáneos de A y los que preceden o suceden a A. Pero habrá una serie dejada fuera, a saber: los acaecimientos que enlazan las dos series. Tenemos ahí un caso crítico. Recordemos que tenemos un caso crítico de que debemos dar razón, a saber: la velocidad teórica de la luz in vacuo 1 . Recordemos �ambién que la utilización de sistemas espaciotemporales diferentes significa el movimiento relativo de los objetos. Si analizamos esta relación crítica de una serie especial de acaecimientos con cualquier acaecimiento dado :1 , encontramos la. explicación de la velocidad crítica que I�tereoamos. Presc:ndo de detalles. Es evidente que la exactitud de la afirmación debe mostrarse con la exposición de p�ntos, líneas e instll;ntes. Además, que el origen de la geometn.a,
debe ser son:etJdo a examen; por ejemplo, la mensuracion de las longitudes, la rectitud de las líneas, la lisura d,e los planos y l� ,
perpendi.cularidad. Guiándome por la teona de la abstraccwn extensiva, emprendí en obras anteriores la tarea d.e desarrollar estas investigaciones; pero para estas conferencias resultaría de un carácter excesivamente técnico.
Si no pudiese atribuirse ningún significado definido a las relaci?ne; de distancia, es evidente que la ley de gravitación n,ecesitana ser formulada en otros términos, puesto que la
formula que expresa esa ley es que dos partículas se atraen �ntre sí en proporción directa al producto de sus masas e mversa al cuadrado de sus distancias. Este enunciado pre-
1 N o se trata ele la velocidad ele la luz en un campo gravitacional o en un medio ele moléculas y electrones.
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supone tácitamente que existe un significado definido que debe atribuirse al instante en que se examina la atracción, y también que debe asignarse un significado definido a distancia. Pero distancia es una noción puramente espacial, de suerte que en la nueva doctrina hay un número indefinido de tales significados, según sean los sistemas espacio-temporales que adoptemos. Si por lo que afecta a su relación mutua dos partículas se hallan en reposo, podemos aceptar como buenos los sistemas de espacio-tiempo que respectivamente utilicen. Desgraciadamente, esta sugerencia nada nos indica en cuanto al procedimiento que debamos seguir cuando no se hallen en reposo, por lo que afecta a su relación mutua. Por consiguiente, es necesario formular de nuevo la ley de forma que no presuponga ningún sistema particular de espacio-tiempo. Es lo que hizo Einstein. Naturalmente, el resultado es más complicado, pues introdujo en la física matemática métodos de la matemática pura que hacen a la fórmula independiente de los sistemas particulares de espacio-tiempo adoptados. La nueva fórmula presenta varios pequeños efectos que no figuran en la ley de N ewton, aunque en los efectos mayores la ley de Einstein coincide con la de N ewton. Pues bien, estos efectos extra de la ley de Einstein sirven para explicar irregularidades de la órbita del planeta l\1:ercurio que resultaban ine:x"}llicables con la ley de N ewton. Ello constituye una circunstancia de peso en favor de la nueva teoría. Es sumamente notable que haya más de una fórmula alternativa -basada en la nueva teoría de los sistemas de espacio-tiempo múltiples- que tiene la propiedad de abarcar la ley de Newton y, además, de explicar las peculiaridades del movimiento de Mercurio. El único método de elegir entre aquéllas es aguardar a una demostración experimental relativa a aquellos efectos en que esas fórmulas difieren. Probablemente la naturaleza sea absolutamente indiferente a las preferencias estéticas de los matemáticos.
Nos queda por añadir solamente que Einstein rechazaría probablemente la teoría de los sistemas Inúltiples de espacio-tiempo que he venido exponiendo en estas conferencias, porque acaso interprete su fórmula en términos de contor-
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siones de espacio-tiempo que alteren la teoría de invariabilidad para las propiedades de la medición, y en términos de tiempos propios para cada ruta histórica. Su modo de formulación tiene la v-entaja de la gran simplicidad matemática, y sólo permite una ley de gravitación, excluyendo las alternativas. Pero en cuanto a mí, no veo que pueda reconciliars-e con los hechos dados de nuestra experiencia en materia de simultaneidad ni con el ajuste espacial. Existen, además, otras dificultades de carácter más abstracto.
La teoría de la relación entre acaecimientos, a que hemos llegado en este punto, se basa en primer lugar en la doctrina de qu-e el estar relacionado un acaecimiento lo constituyen todas las relaciones internas, en cuanto ese estar relacionado afecte a ese acaecimiento, aunque no de un modo necesario en cuanto afecte a otros relata. Por ejemplo, los objetos externos de esta suerte implicados, son referidos de un modo externo a acaecimientos. Este interno estar relacionado es la razón de que un acaecimiento pueda ser encontrado únicamente en el lugar preciso en que está y del modo en que está; es decir, precisamente una serie de relaciones definida, puesto que toda relación figura en la esencia del acaecimiento, de suerte que, fuera de esa relación, el acaecimiento no sería el mismo. Esto es lo que significa la concepción misma de relaciones internas. En realidad, lo corriente y hasta universal ha sido sostener que las relaciones espacio-temporales son externas. Es la doctrina impugnada en estas conferencias.
La concepción del estar relacionado internamente, implica el análisis del acaecimiento en dos factores, uno de los cuales es la actividad subyacente de individualización y el otro el complejo de aspectos -es decir, el complejo de relaciones internas en cuanto figura en la esencia del acaecimiento dado- unificados por esa actividad individualizadora. Dicho con otras palabras: el concepto de relaciones internas requiere el concepto de sustancia en cuanto actividad sintetizadora de las relaciones que determinan su carácter emergente. El acaecimiento es lo que es, a causa de la unificación en sí de una multiplicidad de relaciones. El esquema general de estas relaciones mutuas es una abstrae-
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ción que presupone que cada acaecimiento es un ente independiente, y como no es así, se plantea la cuestión acerca de aué remanente de estas relaciones formativas se deja entonc.cs con el carácter de relaciones externas. Expresado de este modo imparcial, el esquema de relaciones pasa a ser el esquema de un complejo de acaecimientos diversamente referidos como conjuntos a partes y a modo de partes asociadas dentro de uno u otro conjunto singular. Incluso en tal caso, la relación interna se impone a nuestra atención, puesto que evidentemente la parte es constitutiva del todo. Además, un acaeóniento aislado que haya perdido su condición en cualquier complejo de acaecimientos, es igualmente excluído por la misma naturaleza de un acaecimiento. De esta suerte, el carácter interno de la relación se muestra realmente r. través de este esquema imparcial de relaciones externas abstractas.
Pero esta presentación del universo real como extensivo y divisible, ha dejado fuera la distinción entre espacio y tiempo. De hecho, ha dejado fuera el proceso de realización, que es el ajuste de las actividades sintéticas en virtud del cual los varios acaecimientos pasan a ser realizados. Este ajuste es el ajuste de las su�tancias activas subyacentes, y en él se presentan estas sustancias como las individualizaciones o modos de la sustancia única de Spinoza. Es este ajuste lo que introduce el proceso temporal.
Así, en algún sentido, el tiempo, en su carácter de ajuste del proceso de realización sintética, se extiende más allá del continuo espacio-temporal de la naturaleza 1• En este sentido no es necesario que ese proceso temporal esté constituído por una serie singular de sucesión lineal. Por consiguiente, para satisfacer la demanda actual de hipótesis científicas, presentamos la hipótesis metafísica de que no es éste el caso. Lo que suponemos (basándonos en la observación directa) es, sin embargo, que ese proceso temporal de realización puede ser analizado en un grupo de procesos seriales lineales. Cada una de estas series lineales es un sistema de espacio-tiempo. Para apoyar esta suposición de procesos seria-
1 Cf. mi Goncept of Nature, cap. III.
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les definidos, citaremos: 19, la presentación inmediata por los sentidos de un universo extenso más allá de nosotros y simultáneamente a nosotros; !29, la aprehensión intelectual de un significado para la cuestión relativa a qu� es lo. que está sucediendo en este mismo momento en regwnes situadas más allá del alcance de nuestros sentidos, y 39, el análisis de lo implicado en la durabilidad de objetos emergentes. Esta durabilidad de objetos implica el despliegue de un módulo en cuanto realizado ahora. Este despliegue lo es de un módulo en cuanto inherente a un acaecimiento, pero también en cuanto presenta un desviamiento temporal de la naturaleza en cuanto imprime aspectos a objetos eter�os (o, lo que da lo mismo, de objetos eternos en cuanto n_nprimen aspectos a acaecimientos) . E� �nódulo es �sp.acmlizado en una duración total en beneflcw del acaecimiento en cuya esencia figura el módulo. El acaecimiento es parte de la duración. esto es, parte de lo exhibido en los aspectos inherentes en -él mismo� y, a la inversa, la du:a�ión es el total de la naturaleza simultáneamente al acaecimiento, entendido en ese sentido de simultaneidad. De esta suerte, al realizarse a sí mismo, un acaecimiento despliega un módulo, y este módulo requiere una du�·aeión d�finida, 9-�e se determina por un significado de smmltaneida� defimd�. Cada uno de esos significados de simultaneidad refiere el módulo así desplegado a un sistema definido de espacio-tiempo. La realidad de los sistemas de espacio-tiemp_o está constituída por la realización del módulo; pero es mherente al esquema general de los acaecimientos como co�sti�t;tivo de su idoneidad para el proceso temporal de reahzacwn.
Adviértase que d módulo requiere una duración que implique un lapso definido y no simplemente un momento instantáneo. Tal momento es más abstracto, en cuanto denota meramente cierta relación de contigüidad entre los acaecimientos concretos. De esta suerte una duración es espacializada, entendiéndose por "espacia�izada" que _la �uración es el campo para el módulo realizado constitutivo del carácter del acaecimiento. En cuanto campo del módulo realizado en la "actualización" de uno de los acaecimientos que contiene, una duración es una época, es decir, una
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parada. Durabilidad es la repetición del módulo en acaecimientos sucesivos. Siendo así, la durabilidad requiere una sucesión de duraciones, cada una de las cuales exhiba el módulo. En este extremo "tiempo" ha sido separado de "extensión" y de la "divisibilidad" que se desprende del carácter de espacio-tem;poral propio de la extensión. Por consiguiente, no debemos arriesgarnos a concebir el tiempo como otra forma de extensividad. El tiempo es mera sucesión de duraciones epocales. Pero los entes que en este orden de cosas se suceden entre sí, son duraciones. La duración es lo que se requiere para la realización de un módulo en el acaecimiento dado. Así, pues, la divisibilidad y la extensividad están dentro de la duración dada. La duración epocal no es realizada via sus partes divisibles sucesivas, antes bien dada con sus partes. De este modo. la objeción que Zenón hubiera podido hacer a la validez conjunta de dos pasajes de la Crítica de la Razón Pura de Kant, se solventaría abandonando el primero de esos pasajes. lVIe refiero a los pasajes de la sección "De los axiomas de int1lición": el primero de la subsección sobre Cantidad Extensiva y el último de la subsección sobre Cantidad Intensiva, donde se recapitulan las consideraciones relativas a la cantidad en general, lo mismo extensiva que intensiva. El primer pasaje dice así 1:
"Llamo extensiva a la cantidad en que la representación del conjunto resulta posible por medio de la representación de sus partes, estando, por consiguiente, precedida por ésta 2• No me puedo representar ninguna línea, por pequeña que sea, sin trazármela en €l pensamiento, es decir, sin presentarme todas sus p artes, una tras otra, como partiendo de un punto dado, y así, antes que nada, trazando su intuición. Lo mismo reza para toda porción de tiempo, incluso la más pequeña. N o puedo pensar más que en su progresión sucesiva de un momento a otro, para producir así al final, por todas las porciones de tiempo, y su adición, una cantidad de tiempo definida."
1 Traducción de l\IAX nlüLLER. :l Lo subrayado es mío, tanto en este pas:1je como en el
segundo.
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El segundo pasaje dice así:
Esta propiedad peculiar de las cantidades, de que ningu�a l?a:rt.e de ellas es la parte más pequeña posible (no hay parte mdlVlSlble) se llama continuidad. Tiempo y espacio son quanta conti-'
ll ,_ , d nua, porque no hay ninguna parte de e os que no este encerra a entre límites (puntos y momentos) ; ninguna parte de ellos deja de ser, a su vez, un espacio o un tiempo. El espac·io consta solamente ele espacios j el tiempo, de tien�pos. Los puntos y los moment.os son sólo limites, meros lugares de limitación, y en cuanto lugares presuponen siempre aquellas intuiciones que se supone limitan o determinan. J'tieros lugares o partes que pudieran darse antes ele -espacio o tiempo, nunca podrían componerse en espacio o tiempo.
Estoy completamente de acuerdo con el segundo extracto si "tiempo y espacio" es el continuo extensivo; pero este pasaje no se concilia con el anterior. En efecto, Zenón objetaría que implica un círculo vicioso. Toda parte de tiempo implica alguna pequeña parte de sí mismo, y así sucesivamente. Por otra parte, esta serie retrotrae en definitiva a la nada, puesto que el momento inicial carece de duración y señala simplemente la relación de continuidad con un tiempo anterior. Si hubiésemos de aceptar los dos pasajes, el tiempo sería imposible. Por mi parte, acepto el segundo pasaje, pero rechazo el primero. Realización es el hacerse del tiempo en el campo de la extensión; extensión, el complejo de acaecimientos qua sus posibilidades. En la realización, la potencialidad pasa a ser "actualidad". Pero el módulo potencial requiere una duración, y la duración tiene que hacerse patente como un todo epocal, por medio de la realización del módulo. De esta suerte, tiempo es la sucesión de elementos en sí divisibles y contiguos. Al hacerse temporal, una duración causa por ende realización con respecto a algún objeto durable. Temporalización es realización. Temporalización no es otro proceso continuo. Es una sucesión atómica. Así, el tiempo es atómico (esto es, epocal) , aunque lo temporalizado sea divisible. Esta doctrina es consecuencia de la de los acaecimientos, y de la naturaleza de los objetos durables. En el capítulo próximo estudiaremos su aplicabilidad a la teoría del quantum de la ciencia reciente.
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Importa notar que esta doctrina del carácter epocal del tiempo no depende de la doctrina moderna de la relatividad, sino que se sostiene igualmente -y hasta en realidad más simplemente- si se abandona esa doctrina. Depende del análisis del carácter intrínseco de un acaecimiento, considerable como el ente finito más concreto.
Haciendo un nuevo examen de esta argumentación, nótese, en primer lugar, que la segunda cita de Kant en que se basa, no depende de ninguna doctrina peculiar de Kant. El segundo de estos pasajes está de acuerdo con Platón contra Aristóteles1. En segundo lugar, la argumentación supone que Zenón no insistió lo bastante en su argumento. Habría debido esgrimirlo contra la noción en sí de tiempo corriente, y no contra el movimiento, que implica relaciones de tiempo y espacio, ya que lo que deviene tiene duración. Pero ninguna duración puede llegar a ser a menos que una duración más pequeña (parte de la anterior) lo haya logrado anteriormente (primem afirmación de Kant) . El mismo argumento reza con respecto a esta duración más pequeña y así sucesivamente. Por otra parte, el callejón s�n salida de estas duraciones converge a la nada, y prec;samente a la opinión de Aristóteles de que no hay primer momento. Según eso, el tiempo sería una noción irracional. En tercer lugar, en la teoría epocal se resuelve la objeción de Zenón ya que concibe la temporalización como la realización de un organismo completo. Este organismo es un acaecimiento que mantiene en su esencia sus relaciones espacio-temporale� (a la vez dentro de sí mismo y más allá de sí mismo) a través del continuo espacio-temporal.
1 Cf. T. L. IIEATH, Euclicl in Greek_, Camb. Univ. Press.
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CAPÍTULO VIII
LA TEORíA DEL QUANTUl\I
La teoría de la relatividad ha llamado justamente gran parte de la atención pública. Pero, pese a toda su importancia, no ha sido el terna que haya absorbido principalmente el interés reciente de los físicos, posición que sin la menor duda corresponde a la teoría del quantum. El punto interesante de esta teoría es que según ella algunos efectos que parecen esencialmente capaces de incremento o disminución graduales, en realidad sólo por medio de ciertos saltos definidos pueden aumentar o disminuir. Es como si pudiéramos andar a razón de tres millas por hora o de cuatro, pero no de tres y media.
Los efectos en cuestión afectan a la radiación de la luz desde una molécula excitada por alguna colisión. La luz consta de ondas de vibración en el campo electro-magnético. Después de que una onda completa ha pasado un punto dado, todo lo que se encuentra en ese punto recupera su estado original y se dispone a recibir la próxima onda que sigue. Imaginémonos las olas del mar y contemos las olas sucesivas de cresta a cresta. El número de olas que pasa por un punto dado por segundo, se llama frecuencia de ese s:stema de ondas. Un sistema de ondas de luz de frecuencia definida, corresponde a un color definido en el espectro. Ahora bien, una molécula que es excitada, vibra con cierto número de frecuencias definidas. Dicho con otras palabras: hay una serie definida de modos de vibración de la molécula, y cada uno de los modos de vibración tiene una frecuen-
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cia definida. Cada modo de vibración puede poner en movimiento en el campo electromagnético ondas de su propia frecuencia. Estas ondas se llevan la energía de la vibración, de suerte que por último (cuando esas olas se han producido) la molécula pierde la energía de su excitación y las ondas cesan. Así, una molécula puede irradiar luz de ciertos colores definidos, es decir, de ciertas frecuencias definidas.
Cabría pensar que cada modo de vibración podría ser excitado en cualquier intensidad, de suerte que la energía desprendida por la luz de esa frecuencia, podría ser de cualquier cantidad. Pues no es así. Parece haber ciertas cantidades mínimas de energía no susceptibles de ser subdivididas. El caso podría compararse al del ciudadano de los Estados Unidos que al pagar sus deudas en monedas de su país, no puede subdividir un céntimo como correpondería para cierta subdivisión ínfima de los bienes obtenidos. El céntimo corresponde a la cantidad mínima de la energía de luz, y los bienes obtenidos corresponden a la energía de la causa excitante. O bien esta causa es lo bastante fuerte para lograr la em!sión de un céntimo de .energía o deja de lograr la emisión de energía de ninguna clase. En todo caso, la molécula emitirá solmnente un número entero de céntimos de energía. Hay ot�a peculiaridad que podemos aclarar haciendo salir a escena a un inglés. Este paga sus deudas en monedas inglesas, y su unidad más pequeña es un ochavo, de diferente valor que el céntimo. En efecto, el ochavo es aproximadamente medio céntimo, con una aproximación calculada muy por encima. En la molécula, diferentes modos de vibración tienen frecuencias diferentes. Comparemos cada modo con una nación: un modo corresponde a los Estados Unidos y otro a Inglaterra. Uno de los modos sólo puede irradiar su energía en un número entero de céntimos, de suerte que un céntimo de energía es la cantidad mínima que puede pagar; en cambio, el otro modo sólo puede irradiar su energía en un número entero de ochavos, de suerte que un ochavo de energía es la cantidad mínima que puede pagar. Igualmente, puede encontrarse una regla que nos diga el valor relativo del céntimo de
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energía de uno de los modos con respecto al ochavo de energía del otro modo. Esta regla es de una simplicidad pueril : toda moneda mínima de energía tiene un valor estrictamente proporcionado a la frecuencia propia de ese modo. A base de esta regla, y comparando los ochavos con los céntimos, la frecuencia de un norteamericano sería aproximadamente doble que la del inglés. Dicho con otras palabras: el norteamericano haría aproximadamente doble número de cosas por segundo que el inglés. Dejo a juicio de ustedes si esto corresponde al carácter admitido de ambas naciones. Por otra parte, sugiero que cada uno de los dos extremos del espectro solar tiene sus excelencias. A veces necesitamos luz roja; a veces, violeta.
Espero que no habrá sido muy difícil comprender qué es lo que la teoría del quantum afirma acerca de las moléculas. La perplejidad surge cuando intentamos encajar la teoría en el cuadro científico corriente de lo que ocurre en la molécula o átomo.
Ha sido la base de la teoría materialista la idea de que los acontecimientos de la naturaleza deben ser explicados en el sentido de la locomoción de la materia. De acuerdo con ese principio, las ondas de luz se explicarían en el sentido de la locomoción de un éter material, y los acontecimientos internos de una molécula son e-xplicados ahora en el sentido de la locomoción de partes materiales separadas. Por lo que hace a las -ondas de luz, el éter material ha sido relegado a una posición indeterminada en el fondo, y raras veces se habla de él. Pero el principio sigue inconcuso en cuanto a su aplicación al átomo. Por ejemplo, se supone que un átomo de hidrógeno neutro consta por lo menos de dos masas de materia: una, el núcleo, integrado por un material llamado electricidad positiva, y otra, un electrón singular que es electricidad negativa. El núcleo revela signos de ser complejo y de ser subdivisible en masas más pequeñas, unas de electricidad positiva y otras electrónicas. La suposición es que cualquier vibración que se produzca en el átomo debe ser atribuída a la locomoción vibratoria de alguna porción de material, separable de la restante. La dificultad con la teoría del quantum es que aceptando esta
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hipótesis, tendríamos que representar el �t�mo como o�reciendo un número limitado de estrías defmrdas que senan los únicos conductos por los cuales podría operarse la vibración, mientras que la teoría clásica no ofrece ningu.na clase de estrías como ésas. La teoría del quantum necesita tranvías con un número limitado de rutas, y el cuadro científico presenta caballos galopando por praderas. De ahí resulta oue la doctrina física del átomo haya venido a dar en un �stado que sugiere muy intensamente los epiciclos de la astronomía antes de Copérnico.
En la teoría orgánica de la naturaleza, hay dos clases de vibraciones que difieren radicalmente entre sí : I??r una
, p�r
te locomoción vibratoria, y, por otra, deformacwn orgamca vibratoria, y las condiciones para los dos tipos de cambios, son de carácter distinto. Dicho con otras palabras: hay locomoción vibratoria de un módulo dado, como un todo, y hay cambio vibratorio de módulo.
, , . Un organismo completo es lo que en la teorra orgamca corresponde a un fragmento de materia en la teoría mat;rialista . Habrá un género primario, que comprenda un numero de especies de organismos, de suerte que todo organismo primmjio perteneciente a una especie del géne;o primario, no sea susceptible de descomponerse en org�msmos subordinados. Yo llamaré primado a todo orgamsmo del género primario. Puede haber diferentes especies de primados.
Conviene tener presente que nos estamos ocupando de las abstracciones de la física. Por consiguiente, no nos preocupa lo que en sí sea un primado, en cuanto m?dulo �btenido de la prehensión de los aspectos concretos, m nos frJamos en lo que un primado sea para su ambiente, con respecto a sus aspectos concretos prehendidos en él. Si pensamos en estos diversos aspectos es solamente en cuanto sus efectos sobre los módulos y sobre la locomoción son susceptibles de e..'q)resión en términos espacio-temporales. En consecuencia, en el lenguaje de la física, los aspectos de un primado son simplemente sus contribuciones al campo electromagnético. De hecho, esto es exactamente lo que sabemos de los electrones y protones. Para nosotros, un
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electrón es simplemente el módulo de sus aspectos en su ambiente, en cuanto esos aspectos son de aplicación al campo electromagnético. , . . . Ahora bien, al examinar la teona de la relatrvrdad, vrmos que el movimiento relativo de dos primados significa simplemente que sus módulos orgánicos utilizan sistemas de espacio-tiempo cl:stintos. Si dos primados no siguen en reposo mutuamente o no están en un movimiento unif?rme en su relación mutua, por lo menos uno de ellos cambra su sistema espacio-temporal intrínseco. Las leyes del .movimiento expresan las condiciones en qu� estos cambiOs de espacio-tiempo se efectúan. Las condiciones para la locomoción vibratoria se fundan en estas leyes generales del movimiento.
Pero es posible que ciertas especies de primados sean susceptibles de hacerse añicos en condiciones que las lleven a efectuar cambios de sistemas de espacio-tiempo. Esas especies e}...-perimentarían sólo una larga extensión de durabilidad si hubiesen logrado formar una asociación favorable entre primados de diferentes especies, de suerte que en esta asociación la tendencia al derrumbamiento quedara neutralizada por el ambiente de la asociación. Podemos imaainar que el núcleo atómico esté compuesto de un gran b •
el número de primados de diferentes especres, y acaso e mu-chos primados ele la misma especie, y que toda la asociación sea tal que favorezca la estabilidad. Un ejemplo de semejante asociación es el que ofrece la asociación de un núcleo positivo con electrones negativos para obtener un átomo neutro. El átomo neutro es, en este caso, escudado contra un campo eléctrico que de otro modo produciría cambios en el sistema de espacio-tiempo del átomo.
Pues bien, los requisitos de la física llevan a sugerir una idea que está muy en consonancia con la teoría filosófica orgánica. La expondré en forma de cuestión: ¿es que nuestra teoría orgánica de la durabilidad ha sido contaminada por la teoría materialista por cuanto supone sin discusión que durabilidad tiene que significar identidad indiferenciada a través de la historia-de-la-vida en cuestión? Acaso alguien advirtió que (en un capítulo anterior) usé
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el vocablo "reiteración" como smommo de "durabilidad". Huelga decir que su significado no es totalmente sinónimo, pero ahora quisiera sugerir que en lo que difiere de durabilidad, 1·eiteración se aproxima más a lo que requiere la teoría orgánica. La diferencia es muy similar a la que había entre los galileanos y los aristotélicos: Aristóteles def".Ía "reposo", donde Galileo añadía "o movimiento uniforme en una línea recta". Así, en la teoría orgánica, un módulo no necesita persistir en una identidad indiferenciada a través del tiempo. El módulo puede serlo esencialmente de contrastes estéticos que requieran un lapso para su despliegue. Un tono es un ejemplo de semejante módulo . Así, la durabilidad del módulo significa ahora la reiteración de su sucesión de contrastes. Esta resulta notoriamente la concepción más general de durabilidad en la teoría orgánica, y "reiteración" es quizá la palabra que la expresa de un modo más directo. Pero cuando trasladamos esta noción a las abstracciones de la física, se convierte de inmediato en la noción técnica de "vibración". Esta vibración no es la locomoción vibratoria: es la vibración de la deformación orgánica. En la física moderna hay ciertos indicios de que se necesitan entes vibratorios para la función de organismos corpusculares en la base del campo físico. Esos corpúsculos serían los descubiertos como proyectados desde los núcleos de los átomos, que entonces se disuelven en ondas de luz. Cabe suponer que semejante cuerpo corpuscular no tiene gran estabilidad de persistencia cuando está aislado. Por consiguiente, un ambiente desfavorable que lleve a cambios rápidos en su propio sistema de espaciotiempo, es decir, un ambiente que se lance a aceleraciones violentas, hace que los corpúsculos se pulvericen y disuelvan en ondas de luz del mismo período de vibración.
Un protón, y quizá un electrón, sería una asociación de tales primados superpuestos entre sí, con sus frecuenCias y sus dimensiones espaciales dispuestas de tal suerte que promovieran la estabilidad del organismo complejo cuando fuese lanzado a la aceleración de la locomoción. Las condiciones para la estabilidad darían las asociaciones de períodos posibles para los protones. La e:x--pulsión de un primado
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vendría de un salto que llevase al protón bien a instalarse en una asociación alternativa, bien a generar un nuevo primado con el auxilio de la energía recibida.
Un primado debe asociarse a una frecuencia definida de deformación orgánica vibratoria, de suerte que cuando se derrumbe se disuelva en ondas de luz de la misma frecuencia, que entonces se lleven toda su energía promedia. Es sum�mente fac�l (c?mo hipótesis particular) imaginar vibracwnes estac10nanas del campo electromagnético de frecuencia definida, dirigidas radialmente a y desde un centro que de acuerdo con las leyes electromagnéticas aceptadas, constaría de un núcleo esférico vibratorio ajustado a una serie de condiciones, y de un campo externo vibratorio ajustado a o tra serie de condiciones. Esto es un ejemplo de de�o�ma?ión o:gánica vibratoria. Además (a base de esta hrpotesrs particular) , hay dos modos de determinar las condiciones subsidiarias que satisfaaan los requisitos ordinarios de la física matemática. Seg{m uno de
-esos modos,
la energía total satisfaría la condición del quantum, de suerte que consta de un número entero de unidades o céntimos tales que el céntimo de energía de cualquier primado sea proporcional a su frecuencia. No he elaborado las condiciones para la estabilidad o para una asociación estable; sino que he mencionado la hipótesis particular a base de presentar un ejemplo de que la teoría orgánica de la naturaleza ofrece posibilidades de someter a un nuevo estudio las leyes físicas últimas no accesibles a la teoría materialista opuesta.
En esta hipótesis pa1;ticular de los primados vibratorios, se supone que las ecuacrones de Maxwell son valederas para todo el espacio, incluso para el interior de un protón. Expresan. ,
las leyes que, rigen la producción vibratoria y la absorc1011 de la cnergra. El proceso total para cada primado d,es�mboca en. un promedio det.erminado de energía caractensbco del pr1mado y proporcwnal a su masa. De hecho, la energía es la masa. Hay corrientes radiales vibratorias de energía, lo mismo con primado que sin él. Dentro del primado, hay distribuciones vibratorias de densidad eléctrica. Para la teoría materialista, esa densidad registra la
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presencia de materia; para la teoría orgánica de la vibración, registra la producción vibratoria de energía. Esa producción se halla circunscrita al interior del primado.
Toda ciencia tiene que partir de algunas suposiciones relativas al último análisis de los hechos de que se ocupa. Estas suposiciones están justificadas en parte por su adaptación a los tipos de fenómenos de que directamente tenemos conciencia, y en parte por su idoneidad para representar con cierta generalidad los hechos observados, a falta de suposiciones ad hoc. La teoría general de la vibración de los primados por mí esbozada, se da simplemente como ejemplo de la clase de posibilidades que la teoría orgánica deja abiertas para la ciencia física. Lo esencial es que añade la posibilidad de deformación orgánica a la de simple locomoción. Las ondas de luz constituyen un gran ejemplo de deformación orgánica.
En toda époea las suposiciones de una ciencia ofrecen cnminos cuando presentan síntomas del estado epicíclico de que la astronómía fué rescatada en el siglo xvr. La ciencia física actual presenta síntomas semejantes. Para volver a examinar sus fundamentos necesita recurrir a una visión más concreta del carácter de las cosas reales y concebir sus nociones fundamentales como abstracciones derivadas de su intuición directa. Es de este modo que abarca las posibilidades generales de revisión que se le ofrecen.
Las discontinuidades introducidas por la teoría del quantum exigen que los conceptos físicos sean revisados para que puedan tenerlas en cuenta. En particular, se ha señalado que es indispensable formular alguna teoría de la existencia discontinua. Lo que sé pide de semejante teoría es que una órbita de un electrón pueda ser considerada como una serie de posiciones separadas y no como una línea continua.
La teoría de tm primado o de un módulo vibratorio, anteriormente expuesta, junto con la distinción entre temporalidad y extensividad obtenida en el capítulo anterior, produce exactamente este resultado. Recuérdese que la continuidad del complejo de acaecimientos surge de las relaciones de extcnsividad; en cambio, la temporalidad
surge de la realización en un acaecimiento-sujeto de un módulo que para su despliegue requiere que el conjunto de una duración sea espacializado (es decir, parado) , a fuer de dado por sus aspectos en el acaecimiento. Así, la realización procede vi,a una sucesión de duraciones epocales, y la transición continua, es decir, la deformación orgánica, está dentro de la duración ya dada. La deformación orgánica vibratoria es, de hecho, la reiteración del módulo. Un período completo define la duración requerida para el módulo completo. Así, el primado se realiza atómicamente en una sucesión de duraciones, debiendo ser medida cada duración de un máximo a otro. Por consiguiente, hasta donde un primado haya de tenerse por entidad total durable, debe ser asignado sucesivamente a estas duraciones. Si es considerado como una cosa, su órbita ha de ser presentada diagramáticamente por una serie de puntos separados. Así, la locomoción del primado es discontinua en el espacio y en el tiempo. Si vamos por debajo de los quanta de tiempo, que son los períodos vibratorios sucesivos del primado, encontraremos una sucesión de campos electromagnéticos vibratorios, cada uno de los cuales permanece estacionario en el espacio-tiempo de su propia duración. Cada uno de esos campos presenta un solo período completo de la vibración electromagnética que constituye el primado. Esta vibración no debe ser imaginada como el resultado de la realidad; es lo que el primado es .en una de sus realizaciones discontinuas. Por otra parte, las duraciones sucesivas en que el primado se realiza, son contiguas, siguiéndose de ello que la historia-de-la-vida del primado puede ser presentada como siendo el desarrollo continuo de fenómenos en el campo electromagnético. Pero estos fenómenos pasan a realizarse en cuanto bloques atómicos enteros que ocupan períodos de tiempo definidos.
No es necesario pensar que el tiempo sea atómico en el sentido de que todos los módulos hayan de ser realizados en las mismas duraciones sucesivas. En primer lugar, incluso si los períodos fueran los mismos en el caso de dos primados, las duraciones de realización podrían no ser las mismas. Dicho con otras palabras: los dos primados pueden
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estar fuera de fase. Por otra parte, si los períodos son diferentes, el atomismo de cualquier duración de un primado está necesariamente subdividido por los momentos límites de las duraciones del otro primado.
Las leyes de la locomoción de los primados expresan en qué condiciones todo primado cambiará su sistema de espacio-tiempo.
Es innecesario llevar más allá esta concepción. La justificación del concepto de existencia vibratoria tiene que ser puramente experimental. El punto ilustrado por este ejemplo es que la opinión cosmológica que hemos adoptado, se compagina perfectamente con los requisitos de discontinuidad reclamados por parte de la física. Además, si se adopta este concepto de temporalización a modo de realización sucesiva de duraciones epocales, se obvia la objeción de Zenón. La forma particular que hemos dado en estas conferencias a esta concepción, lo ha sido puramente con ese propósito de ilustración y requiere por necesidad un ulterior estudio antes de que pueda ser adaptada a los resultados de la física experimental.
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CAPÍTULO IX
CIENCIA Y FILOSOFÍA
En la presente conferencia me propongo examinar algunas reacciones de la ciencia ante la corriente del pensamiento filosófico durante los siglos modernos objeto de nuestro estudio. No pretendo encerrar en los límites de una conferencia la historia de la filosofía moderna. Me limitaré a comentar algunos contactos entre la ciencia y la filosofía, siempre que caigan dentro del esquema de pensamiento que estas conferencias se proponen desarrollar. Por esta razón se hará caso omiso de todo el gran movimiento idealista alemán, puesto que en realidad no tuvo con la ciencia de su época contactos directos que determinaran una modificación recíproca de sus concepciones respectivas. Kant, filósofo de que arranca ese movimiento, estaba saturado de física newtoniana y de las ideas de los grandes físicos franceses -como, por ejemplo, Clairaut 1-, que desarrollaban las ideas de N ewton. Pero los filósofos que desarrollaron el pensamiento kantiano o que lo transformaron en hege-
1 Cfs. el testimonio curioso de las lecturas científicas de Kant en Crítica de la Razón Pz¿ra, Analítica Trascendental y Segunda .Analogía de la Experiencia, en que se refiere al fenómeno de la acción capilar. Se trata de un ej emplo ilustrativo innecesariamente complicado ; para ello le habría bastado perfectamente un libro quieto sobre una mesa. Pero se trata de una cuestión que por vez primera había estudiado concienzudamente Clairaut en un apéndice a su Figura de la Tierra; Kant había leído ese apéndice y se hailaba a la sazón intensamente obsesionado por esa lectura.
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lianismo, carecían de la base de conocimiento científico que tenía Kant, o no advirtieron que Kant habría sido un gran físico si la filosofía no hubiese absorbido sus principales energías.
Los orígenes de la filosofía moderna son análoO'OS a los de la ciencia y coetáneos a ellos. La marcha ge�eral de su desarrollo arranca del siglo XVII, corriendo en parte a carg? dt; _los mismos hombres que establecieron los principios cienbficos. Este trazado de objetivos venía tras de un período de transición que se remontaba al siglo xv. De hecho había en la mentalidad europea un movimiento general que arrastraba en su corriente tanto la religión como la ciencia y la filosofía. Para caracterizarlo en pocas palabras puede decirse que consistía en acudir directamente a las fuentes originales de inspiración griega por parte de hombres cuya configuración espiritual se derivaba de la herencia recibida de la Edad Media. Por lo tanto, no se trataba de un res.urgimiento del espíritu griego. Las épocas muerta.s no resucitan. Los principios de estética y de razón que ammaran a la civilización griega, adoptaron otra indumentaria en una mentalidad moderna. Entre ambas mentalidades había otras religiones, otros sistemas jurídicos, o�ras anarquías y otras herencias raciales que separaban lo vivo de lo muerto. . La filosofía es particularmente sensible a tales diferen
cms, puesto que cabe hacer una réplica de una estatua antigua; pero r:o es posible una réplica de un estado de espíritu antiguo. N o cabe en ello una aproximación mayor que la de una farsa con respecto a la vida real. Habrá a lo sumo una .comprensión del pasado, pero siempre existe una diferen;Ja entre l.as reacciones que los mismos estímulos provocaran en antiguos y modernos.
En el caso particular de la filosofía la diferencia de tonalidad aparece ya en la superficie. En' contraste con la actitud o.bjetiva de los antiguos, la filosofía moderna tiene un resabw subjetivista. Idéntico cambio debe verse en la reli?ión. , En J� . historia primitiva de la iglesia cristiana, el rnteres teowg1co se concentraba en discusiones acerca de la naturaleza de Dios, el significado de la Encarnación y los
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pronósticos apocalípticos sobre el destino final del mundo. En la época de la Reforma, la Iglesia estaba atomizándose como resultado de las disensiones provocadas por las experiencias individuales en materia de justificación. El sujeto individual de experiencia ha ocupado el lugar del drama total de la realidad entera. Lutero preguntaba: "¿Cómo me justifico?"; los filósofos modernos se planteaban la cuestión: "¿ Cómo tengo conocimiento?" El acento cae en el sujeto de la experiencia. Este cambio de postura . es obra del cristianismo en su aspecto pastoral de admimstrar la comunidad de los creyentes, pues siglo tras siglo insistió en el valor infinito del alma humana individual, y con ello añadió al egotismo inst:ntivo de los apetitos físicos un sentimiento instintivo de justificación de un egotismo de perspectivas intelectuales. Todo ser humano es el guardián natural de su propia importancia. No cabe la menor duda de que esta dirección moderna de la atenc:ón subraya verdades de la más alta importancia; por ejemplo, en el campo de la vida práctica, ha abolido la esclavitud y ha grab?.do en la imagiÜación popular los derechos primarios del género humano.
En su Discurso del Método y en sus Meditaciones, Descartes pone de m?.nifiesto con gran claridad las concepciones crenerales que desde entonces han influído en la filosofía �oderna. Hay un sujeto que recibe experiencia: en el Discu.rso este sujeto es mencionado siempre en primera persona, es decir, como siendo el propio Descartes. Descartes parte de sí mismo como siendo una mentalidad que en virtud de su conciencia de sus propias representaciones inherentes de los sentidos y del pensamiento, es por ende consciente de su propia existencia como ente unitario. La historia subsiguiente de la filosofía se mueve alrededor de la formulación cartesiana del dato primario. El mundo antiguo tomaba sus posiciones ante el drama del universo; el moderno. ante el drama íntimo del alma. En sus JYieditacioncs. Descartes funda expresamente su drama íntimo en la p�sibilidad de error. Cabe que no haya correspondencia con el hecho objetivo, y, de ser así, tiene que haber un alma con actividades, cuya realidad sea puramente de-
rivativa de sí misma. Véase, por ejemplo, ese pasaje de Meditación IP:
Pero se me dirá que estas presentaciones son falsas y que estoy soñando. Supongamos que así sea. En todo caso es cierto que me parece ver la luz, oír un ruido y sentir calor ; esto no puede ser falso, y esto es propiamente lo que en mí se llama sentir, qu-e no es otra cosa que pensar. Partiendo de esto, comienzo a saber lo que soy, con alguna claridad y precisión mayores que hasta ahora.
O también en la Meditación III:
. . . puesto que, eomo hice observar antes, aunque quizá fuera de mí nada sean absolutamente las cosas que percibo o imagino, tengo, sin embargo, la seguridad de que esos modos de conciencia que yo llam;o percepciones e imaginaciones, existen en mí en cuanto son modos de conciencia.
El objetivismo de los mundos medioeval y antiguo había pasado a la ciencia. En ella la naturaleza era concebida en sí misma, con sus propias reacciones mutuas. Bajo el reciente influjo de la relatividad, ha habido una tendencia a formulaciones subjetivistas; pero, prescindiendo de esta excepción reciente, la naturaleza se ha visto formular sus leyes, en el pensamiento científico, sin la menor referencia a una dependencia de los observadores individuales. Sin embargo, entre las actitudes anteriores y las posteriores frente a la ciencia hay una diferencia : el antirracionalismo de los modernos se ha opuesto a toda tentativa de armonizar los conceptos últimos de la ciencia con ideas sacadas de un examen más concreto del conjunto de la realidad. La materia, el espacio, el tiempo, las diversas leyes relativas a la transición de configuraciones de la materia, se toman como hechos tenaces últimos que se resisten a todo tratamiento.
El resultado de esta animosidad contra la filosofía ha sido tan lamentable para ésta como para la ciencia. En esta conferencia nos ocupamos de la filosofía. Los filósofos son rac:onalistas. Se proponen ir más allá de los hechos irreducibles y tenaces : desean explicar a la luz de principios universales las referencias mutuas entre los va-
1 Citado según la traducción de V eitch.
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ríos detalles que figuran en el fluir de .la� cosas . . Ade_más, buscan principios con el propósito de ehmmar arbrtranedades crl'.sas; así, cualquiera que sea la parte de un h�cho supuesta o dada, la �xistencia �� las cosas .rest�ntes tien.e que conciliarse con crertos reqmsrtos de. racronali�ad. E:'rgen un sentido. Así lo dice este pasaJe de Ennque Srdgwick 1:
La aspiración primaria de la filosofía es unificar completa
mente poner en coherencia clara, todos los campos del sab-er
raciodal, y esa aspiración no puede ser r�alizada por ninguna
filosofía que deje fuera de su panoram� €l lmport:::�te cuerpo de
juicios y raciocinios que forman el obJeto de la etlca.
Por lo tanto los prejuicios que por la historia sienten las ciencias físicas
' y sociales, con su negativa a raciocinar :por
debajo de algún mecanismo último, ha desviado a la filosofía de los cauces efectivos de la vida moderna. Y así ha perdido su genuina función de crítica constante . d.e las formulaciones parciales, retirándose a la esfera su.bJet.rvista del espíritu por haber sido expulsada por la crencra de la esfera objetivista de la materia. Así, la evolw;ión del pensamiento en el siglo XVII obró en el mismo sentido que la exaltación de la personalidad individual, derivada de la Edad Media. Ya vimos cómo Descartes se situaba an!e su propio último espíritu, del que su filosofía le da s:g1:n�ad, y cómo preguntaba por sus relacio11:es ��n la materia ultima -ejemplificada, en la segunda Med1taczon, por �1 cu.erpo humano y un puñado de cera- supuesta por la crencra de ese pensador. És como la vara de Aarón y las serpientes de los encantadores, y la única cuestión que se le. plant:a a la filosofía es la de saber quién se tragará a qmen o sr, como Descartes creía, podrán vivir felices juntos. En este. corriente de pensamiento deben encontrarse Locke, Berkeley, Hume y Kant. Dos grandes nombres quedan .fuer� de esta lista: Spinoza y Leibniz. Pero hay cierto arslamrento de ambos con respecto a su influjo filosófico en cuanto se refie::e a la ciencia, como si se hubiesen extraviado hacia extremos situados más allá de los límites de la filosofía se-
1 Cf. Enrique Sidgwick, A Memoir, apéndiC<'.
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gura: Spinoza por haber insistido en más antiguos modos de pensamiento y Leibniz por la novedad de sus mónadas.
Es curioso el paralelismo que presenta la historia de la filosofía comparada con la de la ciencia. Lo mismo para la una que para la otra, el siglo XVII levantó el escenario e� que habí�n de moverse los dos siguientes. Pero en el s1g�o :xx comienza un nuevo acto. Es una exageración atribmr a una obra o autor determinados todo un cambio general en el clima del pensamiento. No cabe duda de que Descartes no hizo más que expresar de un modo definido Y en forma decisiva lo que estaba ya en e l aire de su época. Do un modo análogo, para atribuir a William James la inauguración de un escenario nueYo en la filosofía habría que prescindir de otras influencias existentes en su tiempo. Pero mclu?o admitiéndolo así, sigue teniendo cierta razón el parangon de su ensayo Does Consciou,sness E:cist, publicado en 1904, con el Discurso del Método, publicado en 1637. James despeja la escena suprimiendo los atavíos antiO'uos o, mejor dicho, cambió por completo su iluminación.
oTo�
memos, por ejemplo, estas dos frases de su ensayo: Negar crasamente que la "conciencia" existe, parece en >ista
de ello- pues existen positivamente "pensamientos" innegablestm� absur�o qu� me temo que algunos lectores no quieran segcurme ma� alla. Permítaseme, pues, declarar inmediatamente que Y? �nt.rendo negar simplemente que esa palabra indique un ente, msr��wndo, en cambio, eon el mayor empeño en que indica una funcron.
El materialismo científico y el eO'o cartesiano eran desafiados igualmente al mismo tiemp�: uno por la ciencia y el otro por la filosofía, como representada por James con sus antecedentes psicológicos, y este doble reto señala el fin de un período que había durado unos doscientos cincuenta años. Es n?torio que "materia" y "conciencia" expresan algo tan ev1dente en la experiencia ordinaria que nin()'una filosofí� nec:sit� . proporcionar cosas que respondan a
b sus
respectivos sigmfiCados. Pero el caso es que tanto respecto de la una �om.o �eSJ?�Cto de la otra el siglo XVII había adoptado un cnteno mfJciOnado con un presupuesto actualmente puesto en tela de juicio. James niega que la conciencia sea
174
.r
un ente, pero admite que es una función. La discriminación entre ente y función es, en consecuencia, vital para entender el reto que James lanza contra los anteriores modos de pensamiento. En el ensayo en cuestión, se razona plenamente el carácter que James asigna a la conciencia, aunque no dejan de ser ambiguas las explicaciones acerca ele lo que entiende él por ente, noción que se niega a aplicar a la conciencia. En el pasaje que viene inmediatamente a continuación del ya citado, dice lo siguiente:
No existe, a mi juicio, una materia o cualidad de ser originaria, que difiera ele aquella ele que están hechos los objetos materides y de la cual están hechos nuestros pensamientos ; p ero hay una función en la experiencia que llevan a cabo los p ensamientos, y para cuyo desempeño se in>oca esta cualidad de ser. Esa función es el conocer. La "conciencia" se supone necesaria p ara explicar el hecho de que las cosas no sólo son sino c¡ue son referidas, conocidas.
' -Por lo tanto, James niega que la conciencia sea una "ma
teria" ("stuff" ) . El término "ente", e incluso el de "materia", no nos acaba
de decir todo lo que esconde. La noción de "ente" es tan general que cabe tomarla en el sentido de cuanto puede ser objeto del pensamiento. No es posible pensar lu -mera nada, y el algo susceptible de ser objeto del pensamiento puede ser calificado de ente. En este sentido, una función es un ente. Huelga decir que no es éste el sentido que tenía presente James.
De crmformidad con la teoría orgánica de la naturaleza, que he intentado desarrollar en estas conferencias, voy a interpretar a James. para el objeto que persigo, como habiendo negado precisamente lo que Descartes afirma en su Discurso y en sus ]}1 editaciones. Descartes distingue dos especies de entes: materia y alma. La esencia de la materia es la extensión espacial; la del alma, su cogitación, en el cabal sentido que Descartes asigna a la palabra cogitare; por ejemplo, en la sección 53 de la parte I de sus Principios de Filosofía, enuncia :
Que de toda sustancia hay un atributo principal, como pc".!lsar del espíritu y extensión del cuerpo.
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En la sección precedente (52) , afirma Descartes: Por sustancia no podemos concebir otra cosa que una cosa qu-e
exista de tal modo que para su existencia no necesite de nada que no sea -ella misma.
1\!Iás adelante, continúa Descartes: Por ejemplo, porque toda sustancia que deja ele durar deja
también ele existir, la duración no es distinta de la sustancia salvo en el pensamiento ; . . .
De todo ello concluímos que, para Descartes, espíritus y cuerpos existen de tal suerte que no necesitan de otra cosa que de sí mismos individualmente (exceptuando sólo a Dios, por ser el fundamento de todas las cosas) ; que tanto los espíritus como los cuerpos duran, porque sin duración dejarían de existir; que la extensión espacial es el atributo de los cuerpos, y la cogitación el atributo esencial de los espíritus.
Nunca se ensalzará demasiado la genialidad de que da muestras Descartes en el conjunto de las secciones de sus Principios que se ocupan de estas cuestiones. Es una obra digna del siglo en que fué escrita y de la claridad del intelecto francés. En su distinción entre tiempo y duración, en su modo de fundar el tiempo en el movimiento y en la íntima relación que establece entre materia y extensión, adelantó Descartes, dentro de los límites en que ello era posible en su época, las concepciones modernas sugeridas por la doctrina de la relatividad o por algunos aspectos de la doctrina de Bergson acerca de la generación de las cosas. Pero los principios fundamentales están formulados de suerte que presuponen sustancias dotadas de existencia independiente con locación simple en la comunidad de duraciones temporales, y, en el caso de los cuerpos, con bcación simple en la comunidad de las extensiones espaciales. Esos principios conducían directamente a la teoría de una naturaleza materialista, mecanicista, examinada por espíritus cogitantes. Finalizado el siglo :x-vn, la ciencia tomó posesión de la naturaleza materialista y la filosofía de los espíritus cogitantes. Algunas escuelas de filosofía admitieron un dualismo último, y las distintas escuelas idealistas proclamaron que la naturaleza era pura y simplemente el ejemplo princi-
J 'ifi
pal ele las cogitaciones de los espíritus. Pero todas las escuelas admitieron el análisis cartesiano de los últimos elementos de la naturaleza. Excluyo ele estas afirmaciones a Spinoza y a Leibniz en cuanto a la corriente principal de la filosofía moderna que siguió la ruta trazada por Descartes; pero huelga decir que fueron influídos por él, al igual que ellos, por su parte, influyeron en otros filósofos. Me fijo principalmente en los contactos efectivos entre la ciencia y la filosofía.
La división de competencias entre la ciencia y la filosofía no era asunto fácil de arregbr, "j' de hecho pone de manifiesto h endeblez de todo el presupuesto amañado en que se basaba. Nos damos cuenta de que la naturaleza es un juego entrelazado de cuerpos, colores, sonidos, olores, sabores, tactos "J' o tras varias sensaciones corporales, desplegadas como en el espacio, en módulos de separación mutua a base de volúmenes interpuestos, y de forma individual. Además, el todo es un fluir, que cambia con el correr del tiempo. Esta totalidad sistemática se nos ofrece como un complejo de cosas. Pero el dualismo del siglo xvn lo secesionó sin parar en mientes. El mundo objetivo de la ciencia estaba confinado a la mera m�lteria espacial con locación simple, acatando reglas definidas relativas a su locomoción. El 1-:mndo subic-tiYo de la filosofía se adueñó de los colores, souidos, ol;rcs, sabores, tactos y sensaciones corporales a modo de elementos integrantes del contenido subjetivo de las cogitaciones de los espíritus individuales. Los dos mundos participaban en d fiuir genc;ml; pero el tiempo, en cuanto medido, es asignado por Descartes a las cogitaciones del espíritu del observador. Huelga decir que este esquema adolece de una endeblez fatal. Las cogitaciones de la mente se presentan ante la mente, en calidad de soportes de entes tales como colores, por ejemplo, a modo de ter1níni de la contemplación. Pero, al fin y al cabo, en esta teoría no son más que mero ajuar del espíritu. En consecuencia, el espíritu parece estar limii:ado a su propio peculiar mundo de cogitaciones. La conformación de sujeto-objeto de la experiencia se halla en su integridad dentro de la mente como una de las pasiones peculiares de ésta. Esta conclusión sacada de los data de Descartes, es el punto ele partida
desde el cual desarrollan sus sistemas Berkeley, Hume y Kant. Y, antes de ellos, fué el punto en que Locke se concentró, considerándolo como la cuestión vital. Así, la cuestión de cómo cualquier conocimiento se obtiene del mundo verdaderamente objetivo de la ciencia, pasa a ser problema de primera magnitud. Descartes afirma que el cuerpo objetivo es percibido por el intelecto. Dice así (Meditación ll):
Tengo que admitir, por consiguiente, que ni siquiera puedo comprender por imaginación qué es el trozo de cera, y que es el espíritu solo que lo percibe. Hablo de un trozo en p articular, pues para la cera en general, esto es aún más evidente. Pero ¡, qué es el trozo de cera que únicamente por el espíritu puede ser percibido 'l . . . La percepción de él no es ni un acto de visión, ni de tacto, ni de imaginación, y nunca fué ninguna de estas cosas aunque anteriormente haya podido parecerlo, sino simplemente una intuición ( inspectio) del espíritu . . .
Hay que tener presente que la palabra latina impectio tal como se usa clásicamente va asociada a la noción de teoría en cuanto opuesta a práctica.
Ahora vemos claramente ante nosotros las dos grandes preocupaciones de la filosofía moderna. El estudio del espíritu se divide en psicología, o estudio de las funciones mentales consideradas en sí y en sus relaciones mutuas, y en epistemología, o teoría del conocimiento de un mundo objetivo común. Dicho con otras palabras: hay el estudio dé las cogitaciones qua pasiones del espíritu y su estudio qua llevando a una inspección (intuición) de un mundo objetivo. Es una división muy incómoda, que da lugar a una serie de complicaciones cuyo estudio ha dado mucho que hacer a los siglos que nos separan de aquel pensador.
J'dientras los hombres pensaron en términos de nociones físicas el mundo objetivo y de espiritualidad el mundo subjetivo, d planteamiento del problema en la forma en que lo había hecho Descartes, bastaba como punto de partida. Pero el equilibrio ha sido alterado por el ascenso de la fisiología. En el siglo xvn se pasó del estudio de la física al de la filosofía. Hacia fines del siglo XIX se pasó, principalmente en Alemania, del estudio de la fisiología al de la psicología. El cambio de tono fué decisivo. Desde luego,
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en el período anterior había sido tenida plen.amente en cuenta la intervenciÓn del cuerpo humano; por eJemplo, por Descartes en la parte V del Discurso del Jl.fétodo. Pero no se había desarrollado el instinto psicológico. Al estudiar el cuerpo humano, Descartes pensaba con la men�alidad de un físico; en cambio, los psicólogos modernos revisten la de los fisiólorros médicos. La trayectoria de William James es un eje�plo de este cambio de punto de vista. También él poseía el talento claro e incisivo capaz de plantear de un solo golpe la esencia del asunto.
Ahora se ve claramente la razón de que yo haya puesto en estrecho parangón a Descartes y William James. Ninrruno de estos dos filósofos terminó una época con una �olución final de un problema. Su gran mérito es del tipo opuesto . Cada uno de ellos abre una época por su clara formulación de los términos en que de un modo provechoso podía el pensamiento expresarse en sectores particular�s del conocimiento, uno de ellos para el siglo XVII y el otro para el L'L En este respecto, tanto uno como otro pueden considerarse como polos opuestos a Santo Tomás de Aquino, que expresó la culminación del escolast�cismo aristotélico . . En más de un aspecto ni Descartes m James fueron los fiMsofos más característicos de su respectiva época. Yo �tribuiría más bien esa posición a Locke y Bergson, respectivamente, por lo menos en lo que se refiere a sus relaciones con la ciencia de su tiempo. Locke desarrolló las líneas de pensamiento que mantuvieron a la filosofía al ritmo ?e la época; por ejemplo, acentuó las inv�caciones � la p�Ico�ogía. Inauguró el períod�, que hizo epo�a, �e �vestigacwnes sobre problemas palpitantes de obJetivo limitado. Indudablemente al hacerlo así, le inculcó a la filosofía algo del antirracion�lismo de la ciencia. Pero la verdadera cimentación de una metodología fructífera estriba en partir de aquellos postulados claros que deben ser tenidos como últimos en cuanto afecta a la ocasión en cuestión. La crítica de esos postulados metodol��icos se re�erva. �sí �ar� ?tra oportunidad. Locke descubno que la situacwn fJloso.fica lega�a por Descartes implicaba los problemas de la epistemologia y de la psicología.
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. Bergson introdujo en la filosofía las concepciones orgámcas de la ciencia fisiológica, apartándose del modo más completo posible del materialismo estático del siglo xvn. Su protesta contra la espacialización lo es contra el prurito de tomar la concepción newtoniana de la naturaleza como si no f�era ot�·� cosa qu� una el;vada abstracción. Su preten�I?o anh-mtelectuahsmo deoe ser interpretado en este sentra�. En algunos aspectos acude a Descartes; pero no lo hace sm acompañarse instintivamente del apoyo de la biología moderna.
Hay otro motivo que justifica esta asociación de Locke y; Bergs?n: En Locke debe buscarse el germen de una teon� org�mca de 1::; naturaleza. El profesor Gibson I , el mas reciente expositor de Locke, afirma que la manera de Locke de concebir la identidad de la autoconciencia "como la de un organismo vivo, implica un auténtico trascender de la visión mecánica de la naturaleza y del espíritu, implicada en la teoría de la composición". Pero conviene advertir que, en primer lugar, Locke se mueve indeciso en esa P?stura,. y, en �egundo lugar, cosa aun más importante, que solo aphcu su Idea a la auto-conciencia. La actitud fisiológiSa no se había afianzado aún. El efecto de la fisiolocrÍft fue postergar al espíritu ante la naturaleza. El neuról;cro sigu� primero el efecto de los estímulos a lo largo de l�s nerviOs corporales, luego la integración en los centros nervios?s Y P,or úl�imo el surgimiento de una referencia proyectrva mas alla del cuerpo con una eficacia motriz resultante en una excita.eión ne�·viosa reanudada. En bioquímica, �e descubre el delicado aJuste de la compos:ción química ae las partes para la preservación del orcranismo entero Así, .la cognición mental es vista a modo d; experiencia re� flectiva, de una totalidad, manifestando para sí lo que en ella esta a modo de fenómeno singular unitario . Esta unidad .es la integración del conjunto de sus acontecimientos p�rciales, pero no es su adición numérica. Como un acaecimiento, tiene su unidad propia. Esta unidad total, consi-
. 1 Cf. su_
obra Locke's Tlwory of Kn01cleclge ancl -its Histoncal Rela:wns. Cambridge U:r.liv. Press, 1917.
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derada como ente por sí, es la prehensión en unidad de los aspectos modulados del universo de aca:cimi�nto:;; .. Su conocimiento de sí misma, surge de su propia aphcabihdad a las cosas cuyos aspectos prehende. Conoce el mundo como un sistema de aplicabilidad mutua, y de esta suerte se ve a sí misma como reflejada en otras cosas. Entre estas otras cosas figuran muy especialmente las varias partes de su propio cuerpo.
Es importante distinguir el módulo corporal, que dura, del - ' d 1 d b1 acaecimiento corporal, penetrado por el mo 11.0 ura ie, Y
de las partes del acaecimiento corporal. Las partes del ac�ecimiento corporal son penetradas, a su vez, por sus propiOs módulos durables, que constituyen elementos en el módulo durable. Las partes del cuerpo son realmente porciones del ambiente del acaecimiento corporal total, pero de tal suerte relacionadas que sus aspectos �ut�ws, cada uno .d: e�l?s en el otro, son peculiarmente e1ectivos en . la modific�cwn del módulo de cada uno de ellos. Esto proviene del caracter íntimo de la relación del todo con la parte. Así, el cuerpo es una porción del ambiente para la parte, y ésta un.a porción del ambiente para el cuerpo; sólo ellos son particularmente sensibles, cada uno a las modificaciones del otro. Esta sensibilidad está dispuesta de suerte que la parte se ajusta para preservar la estabilidad del módulo del cuerpo. Es un ejemplo particular del ambiente propicio 9-ue proteg� al o.rganismo. La relación de la parte al todo tiene la reciprocidad esnecial asociada a la noción de organismo, en que la parte está para el todo; pero esta relación imi?era en toda la ?-aturaleza. sin que se inicie en el caso especml de los orgamsmos más elevados.
A mayor abundamiento, examinando la cuestión como si se tratara de un asunto de química, no hay necesidad . de interpretar las acciones de cada molécula en un cuerpo VIVO a base de su referencia particular exclusiva al módulo del organismo vivo completo. Es cierto que toda molécul� es afectada por el aspecto de su módulo en cuanto refleJa�o en ella, de suerte que es de otra manera de como h�bna sido si hubiese estado colocada en otro lugar. De Igual modo, en algunas circunstancias puede un electrón ser esfé-
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ri�o y en otras un volumen de forma oval. Este procedinuento de enfocar el problema, por lo que a la ciencia se refiere, consiste simplemente en preguntar si las moléculas presentan en los cuerpos vivos propiedades no observables en medio de contornos inorgánicos. De iO'ual modo, en un , . o campo magnehco presenta el hierro maleable propiedades que sólo latentes tiene en otros sitios. Las rápidas acciones de auto-preservación de los cuerpos vivos -y también nuestra experiencia de las acciones físicas de nuestros cuerpos obedeciendo las determinaciones de nuestra voluntad- sugiere la modificación de las moléculas en el cuerpo como r;�ultado del módulo total. Parece posible que haya leyes fisiCas que expresen la modificación de los últimos or(J'anismos básicos cuando forman parte de organismos más �levados con adecuada compacidad de módulo. Sin embargo, estaría en perfecta consonancia con la acción empíricamente observada, de los ambientes, que fuesen ne(J'li(J'ibles los efec-
d. o b tos m:ctos de los aspectos entre el cuerpo entero y sus partes. Esperaríamos una transmisión. De este modo la modificación del módulo total se transmitiría por medí; de una serie de modificaciones de una serie descendente de partes, de suerte que finalmente la modificación de la célula cambie su aspecto en la molécula, efectuando así una alteración correspondiente en la molécula o en algún ente más sutil. Así, la cuestión que se plantea a la fisiología es la de la física de las moléculas en células de diferentes caracteres.
. Ah�ra pod�IJ?-OS ver las relaciones entre la psicología, la fi
swlogia y la fisic�. �1 campo reservado a la psicología es pur::nne.nte el acae�ImH�nto considerado desde su propio punto de vista. La umclad de este campo es la unidad de acaecin:ie�to. Pero es el acaecimiento en cuanto ente y no el acaecmuento en cuanto suma de partes. Las relaciones de las parte�, entre sí y con el todo, son sus aspectos, el que cada una tiene para las demás. Para un observador externo, un cuerpo es un agregado de los aspectos que para él tiene el cuerpo en cuanto conjunto, y también del cuerpo en cuanto suma de partes. Para el observador externo, son dominantes, por lo menos para la cognición, los aspectos de la
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forma y de los objetos-del-sentido. Pero también tenemos que admitir la posibilidad de que descubramos en nosotros aspectos de las mentalidades de organismos superiores. La pretensión de que la cognición de mentalidades ajenas tenga que efectuarse necesariamente por medio de inferencias indirectas de los aspectos de la forma y de los objetos-del-sentido, aparece como totalmente infundada a tenor de esta filosofía del organismo. El principio fundamental es que cualquier cosa que emerja a "actualidad", implanta sus aspectos en todo acaecimiento individual.
A mayor abundamiento, incluso para la autocognición, los aspectos de las partes de nuestros propios cuerpos toman en parte la forma de aspectos de la forma y de los objetos-del-sentido. Pero esa parte del acaecimiento corporal, con respecto al cual es asociada la mentalidad cognitiva, es para sí el campo psicológico unitario. Sus ingredientes no se refieren al acaecimiento mismo, sino que son aspectos de lo que está más allá de ese acaecimiento. Así, el conocimiento de sí mismo, inherente al acaecimiento corporal, es el conocimiento de sí mismo en cuanto unidad compleja cuyos ingredientes abarcan toda la realidad más allá de él, restringida por la limitación de sus módulos de aspectos. Así, nos conocemos como una función de unificación de una pluralidad de cosas que son ajenas a nosotros. La cognición descubre un acaecimiento como siendo una actividad, como organizando una coexistencia real de cosas ajenas. Pero este campo psicológico no depende de su cognición, de suerte que este campo sigue siendo un acaecimiento unitario en cuanto abstraído de su autocognición.
En consecuencia, conciencia será la función del conocer. Pero lo conocido es ya una prehensión de aspectos del universo real único. Estos aspectos lo son de otros acaecimientos en cuanto se modifican mutuamente, cada uno a los demás; en el módulo de los aspectos, se hallan en su módulo de estar mutuamente relacionados.
Los datos originarios en términos de los cuales el módulo construye, son los aspectos de las formas, de los objetosdel-sentido y de otros objetos eternos cuya autoidentidad no es dependiente del fluir de las cosas. Dondequiera que
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e�o� objetos tengan acceso al fluir general, interpretan acaeClilll�n.tos, cada uno a los demás. En este caso están en el perc1p1ente;. pero, siendo percibidos por él, le proporcionan al�o del flmr total que está más allá de él. La relación de SUJ.eto-objeto tiene su , origen en el doble papel de estos obJetos et,ernos. Son modificaciones del sujeto, pero sólo en su caracter de �spectos de ?tros sujetos que se incorpor�� a la comumdad del umverso. Así, ningún sujeto Individual pued�, tener realidad independiente, puesto que es una, prehenswn de aspectos limitados de sujetos ajenos a el. . La �:ase técnica sujeto-objeto es un mal término para la s:tuacwn fundamental puesta de manifiesto en la experienc.Ja. Es verdadero trasunto del "sujeto-predicado" aristotélico. P:�supone ya la doctrina metafísica de sujetos diversos c�hfJCados por. sus predicados privativos. Esta es la d_octrma de los suJetos con mundos de experiencia privativos. D� aceptarla no hay modo de escapar al solipsismo. Lo esencial es que la frase "sujeto-objeto" indica un ente fundamental subyacente a los objetos. Así, los "objetos", de tal s:rerte con�ebido.s, son simplemente los espíritus de los predJC.ados aristotélicos. La situación primaria puesta al desc�rb1erto en la experiencia cognitiva es "objeto-ecro en. me�IO de objetos". Lo digo en el sentido de que el hecho pnmarw es un mundo imparcial trascendente al "aquíahora" que señala al objeto-ego, y trascendente al "ahora" que es el mundo espacial de realización simultánea. Es un mundo �ambién que incluye la "actualización" del pasado l la limitada potenciali�a� del futuro, junto con- el munu? completo de la potencmhdad abstracta, el reino de l?s o!J,Jetos eternos, que trasciende .el curso positivo de reahzaewn, y halla ejemplificación en él y en comparación con él . El �bjeto-ego, en cuanto aquí-ahora de la conciencia, es consc1�nte de su esencia experiente como constituída por s:r estar mternamente relacionada con el mundo de las realidad�s Y con el de las ideas. Pero, estando así constituído, el obJeto-ego se halla dentro del mundo de las realidades '?' se presenta co�o :rn organismo que reclama el ingreso de 1deas para el des1gmo de esta su condición entre las reali-
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dades. Debemos guardar para otra ocasión el tratamiento de esta cuestión de la conciencia.
El punto que importa dilucidar a los efectos del presente estudio, es que una filosofía de la naturaleza en cuanto. ?rgánica, tiene que partir del extremo opuesto a �se reqms1to de una filosofía materialista. El punto de partida del materialismo son las sustancias de existencia independiente: materia y espíritu. La materia .s,ufre modific��iones de sus relaciones externas de locomocwn, y el esprntu las sufre de sus objetos contemplados. En esta teoría materialista hay dos clases de sustancias ind�pendientes, calificada c�da una de ellas por sus propias paswnes. El punto �e partida del organicismo es el análisis �el proceso concermente .a la rett1ización de acaecimientos dispuestos en una comumdad entrelazada. El acaecimiento es la unidad de lo real de las cosas. El módulo durable emergente es la estabilización del logro emergente para que llegue a ser un hecho que retenga su identidad a través del proceso. Adviértase que la durabilidad no es primariamente la propiedad de durar más allá de sí mismo, sino la de durar dentro de sí mismo. Quiero decir que la durabilidad es la propiedad de encontrar reproducido su módulo en la� partes tempor�le� del acaecimiento total. Es en este sentido que un acaec1m1ento total lleva un módulo durable. Hay un valor intrínseco idéntico para el todo y para su sucesión de p�rtes .. c?�nición es el emerger -en alguna medida de realidad mdrvrdualizada- del sustrato general de actividad, ponderando ante sí la posibilidad, la "actualidad" y el de�i�nio. , . Es icrualmente posible llegar a esta concepcwn orgamca del m;ndo partiendo de las noc:ones fundamentales de la física modérna en vez de hacerlo, como en los párrafos precedentes, de la psicología y de la fisiología . . � en reali�ad fué por este camino que llegué a, 1?-is conv1c;1.ones deb1�0 a mis propios estudios �e matemahca y de �IsJca matematica. La física matemátrca presupone, en pnmer lugar,. un campo de actividad electromagnético que llena el espaciO Y el tiempo. Las leyes que condicionan este campo �o . son otra cosa que las condiciones observa�as por .la .a�tlvid!-ld general del fluir del mundo, tal como este se md1vrduahza
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e� l�s acaecimientos. En física, es una abstracción. La c1encm hace caso omiso de lo que una cosa sea en sí. Sus entes son estudiados meramente con respecto a su realidad extríns:ca, es decir con respecto a los aspectos que en otras cos�s .tienen. Pero la abstracción llega aún más allá, pues lo umco que cuenta son los aspectos en otras cosas en cuanto modificativos de las especificaciones espacio-temnorales de las historias-de-la-vida de esas otras cosas. La r'ealidad intrínseca del observador es tenida en cuenta: me refiero a lo que el observador invoca para sí; por ejemplo, el hecho de que vea azul o rojo, figura en las aserciones científicas, pero en realidad no el rojo que el observador ve: lo q.ue �uenta e� simplemente la mera diversidad de las expen�ncias de. roJ? del observador con respecto a todas sus demas experrencias. Por consiguiente, el carácter intrínseco d�l observador sólo es de aplicación en orden a fijar la indiVIdualidad autoidéntica de los entes físicos. Estos entes son considerados sólo como factores que fijan las rutas en el espac:o y en el tiempo de las historias-de-la-vida de los entes durables.
La terminología de la física se deriva de las ideas materialistas del siglo xvrr; pero yo encuentro que con todo y su e;trem� a.bstracción, lo que realmente presupone es la 'teona orgamca de los aspectos tal como nosotros la hemos expues�o anterjo�mente. Examinemos, en primer lugar, cualqUier acaecimiento en el espacio vacío, significando en este caso la palabra "vacío", desprovisto de electrones o proto�e� u otra forma cualquiera de carga eléctrica. Un acaecimiento como ése tiene tres funciones en la física: primera : es la e�cena efectiva de una contingencia de energía, ya c.omo habztáculo de ésta, ya como lugar de una corriente particular de energía; sea como fuere, en esta función la energía . está allí, bien como localizada en el espacio durante el tiempo en c�es�ión, bien corriendo por el espacio. Segunda: el acaecimiento es un eslabón necesario en el módulo de transmisión, por medio del cual el carácter de todo aco?-tecimiento recibe alguna modificación proveniente del c�r11;cter de cualquier otro acaecimiento. Tercera: el acaecnmento es el repositorio de una posibilidad en orden a lo
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que le ocurriría a un�. car�a el�.ctrica, sea por vía de d�!ormación 0 de locomocwn, si se mera el caso de que estm 1ese allí. . . , f" . , d Si modificamos nuestra suposiciOn !Jan onos .en �n acaecimiento que incluya en sí una porción de �a hls�onade-la-vida de una carga eléctrica, entonces subsiste. a.u.n el análisis de sus tres funciones, excepto que la pos;� :l:dad implicada en la terce�a s�.ha transf?r.n:ado ahor
,� en a.clu�: lidad". En esta susbtucwn de pos1b1hdad por actualidad obtenemos la distinción entre acaecimientos vacíos Y acaecimientos ocupados.
Volviendo a 1os acaecimien�os vací?s, ;wt�mos en-n;:
l}os la falta de la individualidad del contemdo I.nt:mseco. L:IJandonos en la primera función de un acaecimiento vaCio, .la de ser un habi,táculo de energía, notamos que n,o hay d1s: criminación de una porción individual de energ1a sobre SI está ubicada localmente o constituye un elemento de . la corriente. Hay simplemente una determinació;r .cuantit�tiva de actividad. sin individualización de la actiVJdad misma. Esta falta d� individualización resulta aun m.ás . patente �n las funciones segunda y tercera. Un . acaec1m1.ent? . vac1? es alguna cosa en sí, pero no logra realizar una mdividu�hdad de contenido que sea estable. Por lo que a su cont�mdo se refiere, el acaecimiento vacío es un el�mento realizado en un esquema general de actividad orgamzada. . .
Alguna calificación se requiere cu��?o el acaec!mwn�.o vacío está en la escena de la transmision de un tr-..n , dennido de rcnetidas formas de ondas. Hay ahora un .m?dulo definido qiie sigue siendo permanente e� el aca.e�1m1;nto. Pero es individualidad sin el menor deJ? de ong�nahdad, puesto que es meramente una permanencia pro;emente exclusivamente de la implicación de un acaecimiento en un esquema de modulación más amplio. . . Pasando ahora al examen de un acaecimiento ocupado, el electrón tiene una individualidad determin�d�. Puede seguírsele a través de una :ariedad de aca.e.cimientos en el curso de su historia-de-la-vida. Una coleccwn de electrones junto con las análogas cargas de electricidad posi�h:a, forma un cuerpo tal como los que ordinariamente perc1b1mos. El
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cu�rpo más simple de esta clase es una molécula, y una serie de moléculas forma un trozo de materia ordinaria, como una silla o una piedra. Así, una carga de electricidad es la marca de la individualidad de contenido, en calidad de añadida a la individ11alid:J.d de un acaecimiento en sí. Esta individualidad de contenido es el punto fuerte de la doctrina materialista.
Sin embargo, es susceptible de ser igualmente bien explicado a base de la teoría del organicismo. Si nos fijamos en la función de la carga eléctrica, observamos que su papel es marcar la originación de un módulo que es transmitido por el espacio y el tiempo. Es la llave de algún módulo particular. Por ejemplo : el campo de fuerzas de todo acaecimiento debe interpretarse prestando atención a las contingencias de los electrones y protones, y lo propio cabe decir de las conientes y distribuciones de energía . Además, las ondas eléctricas se originan en las contingencias vibratorias de estas cargas. Así, el módulo transmitido debe ser concebido con el fluir de aspectos a través del espacio y del tiempo, derivado ele la historia-de-la-vida de la carga atómica. La individualización de la carga surge por una conjunción de dos caracteres: en primer lugar, por la continuada identidad de su modo de funcionar como llave para la determinación de una difusión de módulo, y, en segundo lugar, por la unidad y continuidad de su historia-de-la-vida.
. Podemos concluir, por consiguiente, que la teoría orgámca representa directamente lo que la física supone efectivamente acerca de sus entes últimos. Advertimos también la completa futilidad de estos entes si se les concibe como individuos plenamente concretos. Por lo que a la física se refiere, su ocupación se agota en moverse entre sí, y fuera d_e esta función carecen de realidad. Para la física muy particularmente, no existe realidad intrínseca.
Es evidente que la fundamentación de la filosofía en el presupuesto de organismo debe retrotraerse a Leibniz1. Sus mónadas son para él los entes últimamente reales. Pero
1 Cf. Bertrand Russell, The Phtlosophy of Leibniz) como sugerencia de esta línea de pensamiento.
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retuvo las sustancias cartesianas con sus pasiones calificativas, como igualmente expresivas, a su juicio, _de
_la carac
terización final de las cosas reales. Por cons1gmente, según él, no hay realidad concreta de las relaci.ones i�t�rnas. En consecuencia, maneja dos puntos de v1sta d1stmtos. Uno de el1os era que el ente real final es una actividad organizadora que funde ingredientes en una unidad, de suerte que esta unidad es la realidad. El otro punto de vista es que los entes reales finales son sustancias soportes de cualidades. El primer punto de vista depende de que se acepten relaciones internas que mantengan unida a toda la realidad. El segundo es incompatible con la realidad de semejantes relaciones. Para combinar estos dos puntos de vista, sus mónadas estuvieron, por ello, desprovistas de ventanas, y sus pasiones se limitaban a reflejar el universo por el ajuste divino de una armonía preestablecida. Este sistema presupone, pues, un agregado de entes independientes. No disti;rrue el acaecimiento en cuanto unidad de experiencia, d�l organismo durable en cuanto estabilización suva en importancia, ni del organismo cognitivo en cuanto" expresivo de una condición más completa de individualización. Tampoco admite las relaciones de varios términos, que relacionen de diversos modos con acaecimientos distintos los datos de los sentidos. Estas relaciones de varios términos son virtualmente las perspectivas que admite Leibniz, pero sólo con la condición de que sean puramente cualidades de las mónadas organizadoras. La dificultad surge realmente de la aceptación indiscutible de la noción de locación simple como fundamental para espacio y tiempo, y de la aceptación de la noción de sustancia individual independiente como fundamental para un ente real. El único camino que le quedaba abierto a Leibniz era, pues, el mismo que luego tomó Berkeley (en una interpretación corriente ele su significado) , a saber: una invocación a un Deu.s ex machina capaz de elevarse por encima de las dificultades de la metafísica.
Del mismo modo que Descartes introdujera la tradición del pensamiento que mantuvo la filosofía subsiguiente en algún grado de contacto con el movimiento científico, in-
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tradujo Leibniz la tradición alternativa de que los entes, que son las últimas cosas reales, son en algún sentido procedimientos de organización. Esta tradición ha sido la piedra fundamental de las grandes realizaciones de la filosofía alemana. Kant refleja las dos tradiciones, que en él se hallan superpuestas. A pesar de ser él un hombre de ciencia, las escuelas que de él arrancan sólo muy débil influjo ejercieron en la mentalidad del mundo científico . Les estaba reservada a las escuelas filosóficas de nuestro siglo la misión de hacer confluir las dos corrientes en una e:x.-presión del cuadro del mundo derivado de la ciencia, poniendo con ello término al divorcio de la ciencia con respecto a las afirmaciones de nuestras experiencias estéticas y éticas.
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CAPÍTULO X
AlJSTRACCIÓN
En !os capítulos anteriores examiné las reacciones del movimiento científico ante los problemas más profundos de
tqu.e se habían ocupado los pensadores modernos. Ningún hombre, colectividad humana limitada ni época son capaces de pensarlo todo de una vez. De ahí que para entresacar los distintos impactos de la ciencia en el pensamiento, haya sido necesario tratar el asunto históricamente. En esta retrospección he tenido presente que el resultado último o de toda la historia es la disolución patente del cómodo esquema del materialismo científico dominante en el curso de los tres siglos a que hemos dedicado nuestra atención. En consecuencia, han sido puestas de relieve diversas escuelas de crítica de las opiniones dominantes, y he intentado esbozar una doctrina cosmológica anternativa lo suficientemente amplia para abarcar lo fundamental a un tiempo para la ciencia y para sus críticas. En este esquema alternativo, la noción de materia, en cuanto fundamental, ha sido sustituída por la de síntesis orgánica. Pero para llegar a ésta hemos partido siempre del estudio de las dificultades positivas del pensamiento científico y de las peculiares perplejidades que sugiere.
En este capítulo, y en el inmediatamente subsiguiente, voy a olvidar los problemas peculiares de la ciencia moderna, para colocarme en el punto de vista de un estudio desapasionado de la naturaleza de las cosas, antes de lanzarme a cualquier investigación especial relativa a sus detalles. Es
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la postura calificada de "metafísica". Por consiguiente, los lectores que encuentren pesada la metafísica, incluso en dos capítulos ligeros, harán bien en prescindir de ellos y pasar directamente al capítulo sobre "Religión y ciencia", que rc.sume el tema del impacto de la ciencia en el pensamiento moderno.
Estos capítulos metafísicos son puramente descriptivos. Su justificación debe buscarse (r) en nuestro conocimiento directo de las ocas:ones reales de que se compone nuestra experiencia inmediata; (n) en el éxito de éstas en la tarea de ofrecer una base para armonizar nuestros relatos sistematizados de diversos tipos de experiencia, y (m) en su éxito en proporcionar los conceptos en términos de los cuales puede forjarse una epistemología. Por (m) entiendo que un relato del carácter general de lo que conocemos, debe ponernos en condiciones de formular un relato de cómo es' posible el conocimiento a modo de anexo dentro de las cosas conocidas.
En cualquier ocasión de cognición, lo conocido es una ocasión real de experiencia, en cuanto diversificada1 mediante referencia a un reino de entes que trascienden esa ocasión inmediata en que tienen conexiones análogas o diferentes con otr2.s ocasiones de experiencia .. Por ej emplo, un matiz definido de rojo puede, en la ocasión inmediata, ser implicado con la forma de esfericidad de algún modo definido. Pero ese matiz de rojo y esa forma esférica se presentan como trascendiendo esa ocasión en que ninguno de los dos tiene otras relaciones con otras ocasiones. Además, prescindiendo de la presencia real de las mismas cosas en otras ocasiones, toda ocasión real está puesta dentro de ua reino de entes interconectados alternativos. Este reino se pone al descubierto por todas las proposiciones falsas que quepa formular de antemano para significar esa ocasión. Es el reino de las sugerencias alternativas cuyo asidero en la "actualidad" trasciende toda ocasión real. La aplicabilidad real de las proposiciones falsas a toda ocasión "actual" es descubierta por el arte, por la poesía y por la crítica
1 Cf. mis Principles of Natural Kno1cledge, cap. v, secc. 13.
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referente a ideales. Es el fundamento de la posición metafísica que yo sustento, de que �1 enten�imie�to de la "actualidad" requiere una referencia a la 1deal�dad .. ,
Los dos re:nos son intrínsecamente inherentes a la situacion metafí�ica total. La verdad de que alguna proposición respe.cto de una ocasión real sea falsa, puede expresar la verdad '_'Ita,� referente a un acierto estético. Expresa la "gran negativa que es su característica primaria. Un acaecimiento es �ecisivo en proporción a la importa_ncia. 9-ue tengan (p.ar� el) sus proposiciones falsas: su aphcabih�a� al acaecim�ento no puede disociarse de lo que el acaecimiento es en SI por
'd l't' . l vía de loaro. Estos entes trascendentes han si o ca I.ICaaos o ' • u b ' t t e" de "universales". Prefiero usar el termmo o Je os e ern?"
para emanciparme de presupuestos �dhe.rid�s a,l . térmmo
anterior a causa de su prolongada historia filosof1ca. Los objetos eternos son, pues, en su naturaleza.' abstractos. Entiendo por "abstracto" que lo que un o�J eto �terno es �n sí -es decir su esencia-, es comprensible sm referencia a alguna oc�sión particular de experienc�a. Ser abstracto es trascender las ocasiones concretas particulares del. acontecer reaL Pero trascender una ocasión real no significa estar desconectado de ella. Por el contrario, yo sostengo que todo objeto eterno tiene su genuina conexión propia con cada una de tales ocasiones, calificada por mí de su modo de ingreso en esa ocasión. Así, un objeto et�rn� .debe. ser comprendido por el conocimiento de (r) su mdividual.Idad particular; (n) sus relaci�nes generale.s e�� otros ob?etos eternos en cuanto susceptibles de reahzacwn en oc�swnes reales, y (m) el principio general que expresa su mgreso en ocasiones reales particulares. . . . . Estos tres títulos expresan dos prmcipiOs. El pnmer principio �s qm' todo obj.eto eterno es u� indi.vid
·u,� qu�,
en su propm manera peculiar, es lo que es. J:<,sta mdn Iduahdad particular es la esencia individual del ?bjeto, Y no P.uede ser descrita de otro modo que como siendo ella. mism�. Así la esencia individual es simplemente la esencia �onsider�da con respecto a su unicidad. Además, la esencia. de un objeto eterno es simpleme�te el ol?jet� ,
ete;rn_o considerado como añadiendo su propia contnbucwn umca a toda
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ocaswn real. Esta contribución única es idéntica para todas esas ocasiones con respecto al hecho de que en todos los modos de ingreso el objeto es precisamente su mismo idéntico. Pero varía de una ocasión a otra con respecto a las diferencias de sus modos de ingreso. Así, la condición metafísica de un objeto eterno es la de una posibilidad para una realidad. Toda ocasión real es definida con relación a su carácter por la manera en que esas posibilidades son "actualizadas" para esa ocasión. Así, "actualización" es una selección entre posibilidades, o, para decirlo más exactamente, una selección que se resuelve en una gradación de posibilidades con respecto a su realización. er; �sa ocasión. Esta conclusión nos lleva al segundo prmc1p10 metafísico : un objeto eterno, considerado como un ente abstr:;tcto, no puede ser divorciado de su referencia a otros obJetos eternos ni de su referen!"!ia a la "actualidad" en general; aunque esté desconectado de sus modos reales de ingreso en ocasiones reales definidas. Este principio se expresa con la afirmación de que todo objeto eterno tiene una "esencia relacional". Esta esencia relacional determina cómo es posible para el objeto el tener ingreso en ocasiones reales.
Dicho con otras palabras: si A es un objeto ete�no, lo que A es en sí implica la condición de A en el umverso, y A no puede ser divorciado de esta condición. En la esencia de A se halla un estar determinado en cuanto a las relaciones de A con otros objetos eternos, y un no estar determinado en cuanto a las relaciones de A con ocasiones reales. Dado que las relaciones de A con otros objetos eternos se hallan determinadamente en la esencia de A, se sigue que son relaciones internas. Quiero decir con esto que estas relaciones son constitutivas de A, puesto que un ente que esté en relaciones internas carece de ser como ente que no esté en estas relaciones. Dicho con otras palabras: una vez con relaciones internas, siempre con relaciones internas. Las relaciones internas de A forman en su conjunto la significación de A.
Por otra p arte, u n ente no puede estar e n relaciones externas a menos que en su esencia haya un estar indeter-
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minado que le haga susceptible de sufrir esas relaciones externas. El significado del término "posibilidad" en cuanto aplicado a A es simplemente que en la esencia de A se halla una capacidad de sufrir relaciones con ocasiones reales. Las relaciones de A con una ocasión real son simplemente cómo ]as relaciones eternas de A con otros objetos eternos están escalonadas con respecto a su realización en esa ocasión.
Así, el principio general que expresa el ingreso de A en la ocasión real particular a, es el estar indeterminado que se halla en la esencia de A con respecto a su ingreso en a, y es el estar determinado que se halla en la esencia de a con respecto al ingreso de A en a. Así, la prehensión sintética que es a, es la solución del estar indeterminado de A en el estar determinado de a. De ahí que la relación entre A y a sea externa con respecto a A e interna con respecto a a. Toda ocasión real a es la solución de todas las modalidades en ingresiones categóricas reales: verdad y falsedad ocupan el sitio de la posibilidad. El ingreso completo de A en a. es expresado por todas las proposiciones verdaderas que hay sobre A y a, y también -puede ser- sobre otras cosas.
El determinado estar relacionado del objeto eterno A con cualquier otro objeto eterno es cómo A está, sistemáticamente y por la necesidad de su naturaleza, relacionado con todo otro objeto eterno. Ese estar relacionado representa una posibilidad de realización. Pero una relación es un hecho que afecta a todos los relata implicados, y no puede ser aislado como si sólo implicara a uno de los relata. Por consiguiente, hay un hecho general de estar relacionado mutuamente de un modo sistemático, que es inherente al carácter de la posibilidad. El reino de los objetos eternos está descrito en propiedad como un "reino" porque todo objeto eterno tiene su condición en este complejo sistemático general de estar relacionado mutuamente.
En cuanto al ingreso de A en una ocasión real a, las relaciones mutuas de A con otros objetos eternos, en esta forma escalonada de realización, requieren para su expresión una referencia a la condición de A y de los demás
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objetos eternos de la relación espacio-temporal. Además, esta condición no puede ser expresada (a este propósito) sin una referencia a la condición de a y de otras ocasiones reales de la misma relación espacio-temporal. Por consiguiente, la relación espacio-temporal en cuyos términos ha de ser expresada la marcha efectiva de los acaecimientos, no es más que una limitación selectiva dentro de las relaciones sistemáticas generales entre los objetos eternos. Entiendo por "limitación", en cuanto aplicada al continuo espacio-temporal, las determinaciones
· de circunstancias ele
hecho, tales como las tres dimensiones del espacio y las cuatro dimensiones del continuo espacio-temporal, inherentes a la marcha efectiva ele los acaecimientos pero que se presentan como arbitrarias con respecto a una posibilidad más abstracta. El estudio ele estas limitaciones general:;;s en la base ele las cosas reales, en cuanto distinta de la limitación peculiar ele cada ocasión real, será reanudado más plenamente en el capítulo dedicado a "Dios".
Por otra parte la condición de toda posibilidad con relación a la "actualidad" requiere una referencia a este continuo espacio-temporal. En todo estudio particular de una posibilidad, cabe concebir que este continuo sea trascendido. Pero siempre que haya una referencia definida a la "actualidad", se requiere el cómo definido de trascendencia de ese continuo espacio-temporal. Así, primariamente, el continuo espacio-temporal es un lugar de posibilidad relacional, elegido de entre el reino más general de la relación sistemática. Este lugar limitado de posibilidad relacional, e1..-presa una limitación de posibilidad inherente al sistema gene<·al del proceso de realización. Cualquier posibilidad que sea coherente en general con ese sistema, cae dentro de esta limitación. Además, cuanto abstraídamente sea posible en relación con el curso general de los acaecimientos -en
. cuanto distinto de las limitaciones particulares provocadas por ocasiones particulares-, llena el continuo espacio-temporal en toda situación espacial alternativa y en todos los tie!npos alternativos.
Fundamentalmente, el continuo espacio-temporal es el sistema general de estar relacionadas todas las posibilidades,
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siempre que ese sistema esté limitado por su aplicabilidad a la "actualidad", :puesto que posibilidad es aquello en que cabe un logro, haciendo caso omiso de si este logro lleaa a producirse.
b
Ya hemos insistido en que una ocasión real debe ser co�ce?!da a modo de limitación, y que este proceso de limiL�.
cwn puede ser caracterízado siempre como una grad.acwn. Esta característica de una ocasión real (a, por eJemplo) requiere ulterior dilucidación: un estar indeter�inado se halla en .l� esencia de. tod� objeto eterno (A, por eJ emplo) . La . ?caswn r
,ea� a smtetiza en sí todo objeto
eterno, y, hac1endolo asr, mcluye el estar relacionado comJil�to de .c1 con respecto a todo otro objeto eterno o serie de obJetos eternos. Esta síntesis es una limitación de realización aunque no de contenido. Toda relación mantiene su auto-identidad inherente. Pero grados de entrada en esta síntesis son inherentes a toda ocasión real, tal como a. Estos grados sólo pueden ser expresados como aplicabilidad de v:alor. �sta aplicabilidad de valor varía -al comparar ocasiOnes drferentes- de grado desde la inclusión de la ese?�ia individual de A a fuer de elemento en la síntesis estehca (en algún grado de inclusión) hasta el grado ínfimo que es la exclusión de la esencia individual ele A a título ele elemento de la síntesis estética. lVIientras esté en este grado ínfimo, toda relación determinada de A es un mero ingrediente de la ocasión con respecto al determinado cómo �sta relaci¿n
.sea una alte;:r:ativa incumplida, no pro
porciOnando nmgun valor estetlco, salvo el de constituir u� elemento del sustrato sistemático ele contenido incumplido. En un grado más elevado, puede quedar incumplido pero ser ele aplicabilidad estéticamente.
'
Así, concebido simplemente con respecto a sus relaciones con otros objetos eternos, A es "A concebido como no-siendo", en donde "no siendo" significa "abstraído del hecho det�rminado de inclusiones en acaecimientos reales y ele excluswn:s ele tales acaecimientos". Por otra parte, "A en cuanto no-swndo con respecto a una ocasión definida a" significa que en todas sus relaciones determinadas A está excluído de a. Además, "A en cuanto siendo con respecto a a" significa
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que en algunas de sus relaciones determinadas A está incluído en a. Pero puede no haber ninguna ocasión que incluya a A en todas sus relaciones determinadas, puesto que algunas de estas relaciones son contrarias. Así, en atención a las relaciones excluídas, A será A no-siendo en a, incluso si en atención a otras relaciones A sea A siendo en a. En este sentido, toda ocasión es una síntesis de siendo y nosiendo. Además, aunque algunos objetos eternos estén sintetizados en una ocasión simplemente quá no-siendo, todo objeto eterno sintetizado quá siendo es sintetizado también qua no-siendo. "Siendo" significa en este caso "individualmente efectivo en la síntesis estética". La "síntesis estética" es, pues, la "síntesis experiente" vista como autocreativa, con las limitaciones que le impone su estar relacionada con todas las demás ocasiones reales. De esta suerte llegamos a la conclusión -que ya habíamos enunciado anteriormente- de que el hecho general de la prehensión sintética de todos los objetos eternos en todas las ocasiones, ostenta el doble aspecto del indeterminado estar relacionado de todo objeto con ocasiones en general y de su determinado estar relacionado con cada ocasión particular. Esta afirmación compendia el relato de cómo son posibles las relaciones externas. Pero este relato depende de que el continuo espaciotemporal se emancipe de su mera implicación en ocasiones reales -según la explicación usual- y de que sea presentado en su proveniencia de la naturaleza general de la posibilidad abstracta, en cuanto limitada por el carácter general de la marcha efectiva de los acaecimientos.
La dificultad que plantean las relaciones internas es la de explicar cómo es posible cualquier verdad particular. Hasta donde haya relaciones internas, cualquier cosa deberá depender de cualquier otra cosa. Pero si tal es el caso, no podremos saber de cualquier cosa hasta que no sepamos igualmente de cualquier otra cosa. En apariencia, por consiguiente, nos encontramos sometidos a la necesidad de decirlo todo de una vez. Esta presunta necesidad es notoriamente falsa. En consecuencia, nos corresponde explicar cómo puede haber relaciones internas en vista de que admitimos verdades finitas.
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Puesto que las ocasiones reales son selecciones del reino de las posibilidades, la explicación última de cómo las ocasiones reales tienen el carácter general que tienen, debe buscarse en un análisis del carácter general del reino de la posibilidad.
El carácter analítico del reino de los objetos eternos es la primera verdad metafísica que le concierne. Por este carácter entendemos que la condición de todo objeto eterno A en este reino es susceptible de análisis hasta un número indefinido de relaciones subordinadas de alcance limitado. Por ejemplo, si B y C son otros dos objetos eternos, hay entonce� al�una relación perfectamente definida R (A, B, C) que rmphca solamente A, B, C, para no requerir la mención de otros objetos eternos definidos en la calidad de relata. Desde luego, la relación R (A, B, C) puede abarcar relaciones subordinadas que sean, a su vez, objetos eternos, y la propia R (A, B, C) es también un objeto eterno. También habrá otras relaciones que en el mismo sentido abarquen solamente A, B, C. Nos corresponde examinar ahora cómo, habida cuenta del interno estar relacionados de los objetos eternos, es posible esta relación limitada R (A, B, C).
La razón de la existencia de relaciones finitas en el reino de los objetos eternos, es que las relaciones de estos objetos entre ellos son enteramente inselectivas y sistemáticamente completas. Estamos estudiando la posibilidad, de suerte que toda relación que sea posible se encuentra por ende en el reino de la posibilidad. Todas estas relaciones de cada uno de los objetos eternos se funda en la condición perfectamente definida de ese objeto en cuestión en cuanto relatum en el esquema general de la relación. Esta condición definida es lo que yo he calificado de "esencia relacional" del. objeto. Esta esencia relacional es determinable por refe.ren;Ia a ese s?lo objeto y no requiere referencia alguna a nmgun otro obJeto, salvo aquellos específicamente implicados en la esencia individual de aquel objeto cuando esa esencia es compleja (como vamos a explicar inmediatamente) . El significado de las palabras "todo" y "algún" dimana de este principio; es decir, el significado de la "varia-
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ble" en lógica. Todo el princ1p10 estriba en que una particular determinación puede ser hecha del cómo de alguna relación definida de un objeto eterno definido A con un ntl.mero definido n de otros objetos eternos, sin ninguna determinación de los otros n objetos, X1o X2, • • • X,., salvo que cada uno de ellos tenga la condición requerida para desempeñar su parte respectiva en esa relación múltiple. Este principio depende del hecho de que la esencia relacional de un objeto eterno no es única para ese objeto. La mera esencia relacional de todo objeto eterno determina el esquema uniforme completo de las esencias relacionales, puesto que todo objeto se halla internamente en todas sus posibles relaciones. Así, el reino de la posibilidad proporciona un esquema de relaciones uniforme entre series de objetos eternos, y todos los objetos eternos se hallan en tales relaciones hasta donde lo permite la condición de cada uno.
Por consiguiente, las relaciones (en estado de posibilidad) no abarcan las esencias individuales de los objetos eternos, sino que implican cualesquiera objetos eternos a título de Telata, a condición de que estos relata tengan las esencias relacionales requeridas. (Es esta salvedad la que, automáticamente y según la naturaleza del caso, restringe el "cualesquiera" de la frase "cualesquiera objetos eternos".) Este principio es el principio del Aislamiento de los Objetos Eternos en el reino de la posibilidad. Los objetos eternos están aislados porque sus relaciones en cuanto posibilidades son susceptibles de expresión sin referencia a sus respectivas esencias individuales. A diferencia del reino de la -posibilidad, la inclusión de objetos eternos dentro de una ocasión real significa que con respecto a alguna de sus posibles relaciones hay una coexistencia de sus esencias individuales. Esta coexistencia realizada es el logro de un valor emergente definido -o configurado- por el definido estar relacionado eternamente con respecto al cual se logra la coexistencia real. Así, el estar relacionado eternamente es la forma -el e I o o s -, la ocasión real emergente es el valor superyecto o informado; el valor, en cuanto abstraído de todo superyecto particular, es la materia abstracta -la ií'l\17-
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común a todas las ocasiones reales, y la actividad sintética que prehende la posibilidad sin valor en el valor informado superyacente, es la actividad sustancial. Esta actividad sustancial es la que es omitida en todo análisis de los factores estáticos de la situación metafísica. Los elementos analizados de la situación son los atributos de la actividad sustancial.
La dificultad inherente al concepto de relaciones internas finitas entre objetos eternos, es obviada de este suerte por medio de dos principios metafísicos: (r) el de que las relaciones de todo objeto eterno A, consideradas corno constitutivas de A, abarcan simplemente otros objetos eternos a título de meros 1·elata sin referencia a sus esencias individuales, y (rr) el de que la divisibilidad de la relación general de A en una multiplicidad de relaciones finitas de A se halla, por consiguiente, en la esencia de ese objeto eterno. Es evidente que el segundo principio depende del primero. Entender A es entender el cómo de un esquema general de relación. Este esquema de relación no requiere para ser comprendido la unicidad individual de los demás relata. Este esquema se revela también susceptible de ser analizado en una multiplicidad de relaciones limitadas que tienen su individualidad propia, y, sin embargo, presupone al propio tiempo la relación total dentro de la posibilidad. Con respecto a la "actualidad", hay, en primer lugar, la limitación general de las relaciones, que reduce este esquema general ilimitado al esquema espacio-temporal cuatridimensional. Este esquema espacio-temporal es, por decirlo así, la máxima medida común de los esquemas de relación (en cuanto limitados por la "actualidad") inherente a todos los objetos eternos. Esto quiere decir que el cómo relaciones selectas de un objeto eterno (A) sean realizadas en toda ocasión real, es explicable siempre a base de expresar la condición de A con respecto a este esquema espacio-temporal y expresando en este esquema la relación de la ocasión real con otras ocasiones reales. Una relación finita definida que abarque los objetos eternos definidos de una serie limitada de tales objetos, es, a su vez, un objeto eterno : es esos objetos eternos en cuanto en esa relación. Calificaré
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de "complejo" a un objeto eterno de esta índole. Los objetos eternos que son los relata en un objeto eterno complejo, serán calificados de "componentes" de ese objeto eterno. Además, si algunos de estos relata son, a su vez, complejos, sus componentes serán designados con la frase "componentes derivativos" del objeto complejo original. Por otra parte, los componentes de componentes derivativos serán llamados también componentes derivativos del objeto original. De esta suerte, la complejidad de un objeto eterno significa que es analizable en una relación de objetos eternos componentes. Además, el análisis del esquema general del estar relacionados los objetos eternos significa su exhibición a modo de multiplicidad de objetos eternos complejos. Un objeto eterno tal como un definido matiz de verde, no susceptible de ser analizado en una relación de componentes, será llamado "simple".
Ahora estamos en condiciones de explicar cómo el carácter analítico del reino de los objetos eternos permite un análisis de ese reino en grados.
En el grado ínfimo de Jos objetos eternos hay que situar aquellos objetos cuyas esencias individuales son simples. Este es el grado cero de complejidad. A continuación examinamos toda serie de esos objetos, finita o infinita, en cuanto al número de sus miembros. Examinemos, por ejemplo, la serie de tres objetos eternos, A, B, C, ninguno de los cuales es complejo. Designemos por R (A, B, C) algún posible estar relacionados de A, B, C. Para tomar un ejemplo simple: A , B, C, pueden ser tres colores definidos con el estar relacionadas espacio-temporalmente entre sí tres caras de un tetraedro regular dondequiera y en cualquier tiempo. Entonces R (A, B, C) es otro objeto eterno del grado complejo ínfimo. Análogamente, hay objetos eternos de grados sucesivamente más elevados. Con respecto a todo objeto eterno complejo S (D1, • • • D2) , los objetos eternos D¡, . . . Dn, cuyas esencias individuales son constitutivas de la esencia individual de S (D¡, . . . Dn), se califican de componentes de S (D1, • • • Dn)· Es evidente que el grado de complejidad que haya de atribuirse a S (D¡, . . . Dn) debe ser tomado como un grado más alto que el grado más
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elevado de complejidad susceptible de encontrarse entre sus componentes.
Existe, pues, un análisis del reino de la posibilidad en objetos eternos simples y en varios grados de objetos eternos complejos. Un objeto eterno complejo es una situación abstracta. Hav un doble sentido de "abstracción", con respecto a la abstracción de objetos eternos definidos, esto es, abstracción no matemática. Hay una abstracción de "actualidad" y una abstracción de posibilidad. Por ejemplo, A y R (A, B, C) son, las dos, abstracciones del . reino de la posibilidad. Obsérvese que R (A, B, C) significa R (A, B, C) en todas sus relaciones. Pero este significado de R (A, B, C) excluye otras relaciones en que pueda figurar A. De ahí que A tal como está en R (A, B, C) sea más abstracto que A simplemente. Así, al pasar del grado de los objetos eternos simples a grados de complejidad cada vez más elevados, nos entregamos a grados más altos de abstracción desde el reino de la posibilidad.
Ahora estamos en condiciones de concebir las fases sucesivas de un progreso definido hacia algún asignado modo de abstracción desde el reino de la posibilidad, que implique un progreso (en el pensamiento) a través de sucesivos grados de complejidad creciente. Llamaré "jerarquía abstractiva" a cada una de esas rutas de progreso. Toda jerarquía abstractiva, finita o infinita, se basa en algún grupo definido de objetos eternos simples. Este grupo será calificado de "base" de la jerarquía. Así, la base de una jerarquía abstractiva es una serie de objetos de compl�jidad cero. La definición formal de una jerarquía abstract1va es como sigue :
Una "jerarquía abstractiva basada en g" -designando g un grupo de objetos eternos simples-, es una serie de objetos eternos que reúne las condiciones siguientes: .
(I) los miembros de g pertenecen a ella, y son los únicos objetos eternos simples de la jerarquía;
(n) los componentes de todo objeto eterno complejo de la jerarquía son también miembros de la jerarquía, y
(m) toda serie de objetos eternos pertenecientes a la jeraquía, tanto si son todos del mismo grado como si difieren
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entre sí en materia de grado, están conjuntamente entre los c01;nponentes o componentes derivativos de por lo menos un obJeto eterno que pertenece también a la jerarquía.
Importa advertir que los componentes de un objeto eterno son necesariamente de un grado de complejidad inferior a éste. Por consiguiente, todo miembro de una j erarquía como ésa, que sea del primer grado de complejidad, sólo puede t.ener como componentes mie�bros del grupo g, y toco miembro del segundo grado solo puede tener como componentes miembros del primer grado, y así sucesivamente para los grados más elevados.
La tercera condición que debe reunir una jerarquía abstractiva es la que llamaremos condición de conexidad. Así, una jerarquía abstractiva surge de su base incluye todo gra�o s�cesi:o . desd: su ba�e, bien a modo de avance progresivo mdeflmdo, bien hacia su grado máximo, y está "conectada". por la reaparición (en un grado más elevado) de toda serie de sus miembros pertenecientes a grados inferiores, en la función de una serie de componentes o componentes derivativos de por lo menos un miembro de la J erarquía.
Una jerarquía abstractiva se llama "finita" si se detiene en un grado de complejidad finito, e "infinita" si abarca miembros pertenecientes respectivamente a todos los grados de complejidad.
Co�viene observar que la base de una jerarquía abstractiva puede contener cualquier número de miembros finitos o infinitos. Además, la infinitud del número de mi�mbros de la base nada tiene que ver con la cuestión. acerca de si la jerarquía es finita o infinita.
Una jerarquía abstractiva finita poseerá, por definición, un grado de complejidad máximo. Es característico de este gr�do que ningún miembro de él sea componente de otro obJeto. ,eterno perteneciente a algún grado de la jerarquía. �amb1en es e'ndente que este grado de complejidad máxima tiene que poseer sólo un miembro, pues de otra suerte no se .satisfaría la condi?ión de conexidad. A la inversa, todo o?J eto eterno compleJo define una jerarquía abstractiva fimta que debe ser descubierta por un proceso de análisis.
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Este objeto eterno complejo de que partimos será llamado el "vértice" de la jerarquía abstractiva: es el único miembro del grado de máxima complejidad. En la primera fase del análisis obtenemos los componentes del vértice. Estos compo.nentes pueden ser de diversa complejidad, pero entre ellos tiene que haber por lo menos un miembro cuya complejidad sea de un grado más bajo que el del vértice. Un grado que sea un grado más bajo que el de un objeto eterno dado, se llamará "grado próximo" a ese objeto. Tomamos entonces los componentes del vértice que pertenezcan a su grado próximo, y como segunda fase los analizamos en sus componentes. Entre estos componentes tiene que hab�rlos que pertenezcan al grado próximo a los objetos así analizados. Añádase a ellos los componentes del vértice que P.e;t�nezcan ta�bi�n a este grado de "segunda aproximacwn desde el verbce, y, en la tercera fase, analicemos como antes. Encontramos, así, objetos pertenecientes al grado de tercera aproximación desde el vértice, y añadimos a ellos los. componentes pertenecientes a este grado, que han sido deJados de las precedentes fases de análisis. Continuamos de este modo por fases sucesivas hasta que lleO'amos al grado de los objetos simples. Este grado forma la base de la jerarquía.
Hay que advertir que al ocuparnos de jerarquías estamos por entero dentro del reino de la posibilidad. Por consiguiente, los objetos eternos están desprovistos de coexistencia real: siguen permaneciendo dentro de su "aislamiento". �l. _instrumento lógico usado por Aristóteles para el anahs1s del hecho real en elementos más abstractos era el de clasificación en especies y géneros. Este instr�mento t�ene . su aplicación de incontrovertible importancia para la c1encm en las fases preparatorias de ésta. Pero su uso en la descripción metafísica falsea la verdadera visión de la situación metafísica. El uso del término "universal" se halla íntimamente asociado a este análisis aristotélico· de poco tiempo a esta parte el término ha adquirido un se�tido más lato, pero sigue sugiriendo ese análisis clasificatorio, y es por esta razón que lo he evitado.
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En toda ocasión real a, habrá un grupo g de objetos eternos simples que son ingredientes de ese grupo del modo más concreto posible. Esta ingrediencia completa en una ocasión, de suerte que permita la más completa fusión de la esencia individual con otros objetos eternos en la formación de la ocasión emergente individual, es évidentemente sui géneris y no puede ser definida en términos de ninguna otra cosa. Pero tiene su característica peculiar necesariamente inherente a ella. Esta característica es que hay una jerarquía abstractiva infz:nita basada en g y tal que todos sus miembros están implicados igualmente en esta inclusión completa en a.
La existencia de semejante jerarquía abstractiva infinita es lo que se significa con la aserción de que es imposible completar por medio de conceptos la descripción de una ocasión real. Calificaré de "jerarquía asociada de a" a esta jerarquía abstractiva infinita asociada a a. Es también lo que se significa con la noción estar conectada una ocasión real. Este estar conectada una ocasión real, es necesario para su unidad sintética y para su inteligibilidad. Hay una jerarquía de conceptos conectada aplicable a la ocasión, e incluye conceptos de todos los grados de complejidad. Además, en la ocasión real, las esencias individuales de los objetos eternos implicados en estos conceptos complejos, logran una síntesis estética, productiva de la ocasión a modo de experiencia por sí misma. Esta jerarquía asociada es la figura, módulo o forma de la ocasión en cuanto esta ocasión está constituída por lo que figura en su plena realización.
Alguna confusión de pensamiento se ha causado por el hecho de que la abstracción de la posibilidad se extravíe hacia la dirección opuesta, a una abstracción de la "actualidad", por lo que se refiere al grado de abstracción. En efecto, es evidente que al describir una ocasión real a, estamos más cerca del hecho concreto total cuando describimos predicando de él algún miembro de su jerarquía asociada, que sea un alto grado de complejidad. Entonces decimos más de a. Así con un alto grado de complejidad nos aproximamos más a la concretez plena de a, mientras
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con un grado bajo nos apartamos de ella. En consecuencia, los objetos eternos simples representan el extremo de una abstracción de una ocasión real; en cambio, los objetos eternos simples representan el mínimum de abstracción del reino áe la posibilidad. Habrá que convenir, pues, a mi juicio, que cuando se habla de un alto grado de abstracción, lo que de ordinario se entiende es la abstracción del reino de la posibilidad; dicho con otras palabras : construcción lógica elaborada.
Hasta aquí me he limitado a estudiar una ocasión real desde el lado de su plena concretez. Es el lado de la ocasión en virtud del cual es un acaecimiento de la naturaleza. Pero un acaecimiento natural es, en este sentido del término, únicamente una abstracción de una ocasión real completa. Una ocasión completa abarca lo que en la experiencia cognitiva toma la forma de recuerdo, anticipación, imaginación y pensamiento. Estos elementos de una ocasión experiente son, pues, modos de inclusión de objetos eternos complejos en la prehensión sintética, a modo de elementos del valor emergente. Difieren de la concrctez de la inclusión plena. En un sentido es inexplicable esa diferencia, puesto que todo modo de inclusión es sui géneris, no susceptible de ser explicado en términos de ninguna otra cosa. Pero hay una diferencia común que distingue estos modos de inclusión de la ingresión concreta plena que ha sido estudiada. Esta diferencia es la 1·udeza. Entiendo por "rudeza" que lo recordado, anticipado, imaginado o pensado, se agota en un concepto complejo finito. En cada caso hay un objeto eterno finito prehendido dentro de la ocasión a modo de vértice de una jerarquía finita. Este irrumpir de una ilimitabilidad real es lo que en toda ocasión señala lo acotado mentalmente de lo que pertenece al acaecimiento físico a que se refiere el funcionamiento mental.
En general parece haber alguna pérdida de vivacidad en la aprehensión de los objetos eternos afectados; por ejemplo, Hume habla de "copias vagas". Pero esta vaguedad parece ser un fundamento de diferenciación muy inseguro. No pocas veces cosas realizadas en el pensamiento están dotadas de mayor vivacidad que las mismas cosas en la
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e)l.l_)eriencia física en que no se presta atención. Pero las cosas aprehendidas en calidad de mentales están siempre sujetas a la condición de que nos detengamos cuando intentemos explorar en sus relaciones realizadas grados de complejidad siempre más elevados. Siempre encontramos que hemos pensado exactamente -sea lo que fuere- pero no en más. Hay una limitación que rebasa el concepto finito de grados más elevados de complejidad iEmitable.
Así, una ocasión real es una prehensión de una j erarquía infinita (su jerarquía asociada) junto con varias jerarquías finitas. La síntesis en la ocasión de la jerarquía infinita es según su modo específico de realización, y la de las jerarquías finitas según los otros varios modos específicos de realización. Hay un principio metafísico esencial para la coherencia racional de este relato del carácter general de una ocasión experiente. Es el principio que yo califico de "Traslucidez de la Realización", entendiendo por ello que todo objeto eterno es exactamente él mismo en cualquier modo de realización en que esté incluído. No puede haber falseamiento de la esencia individual sin que con ello se produzca un objeto eterno diferente. En la esencia de todo objeto eterno existe una indeterminación que e)l.l_)resa su tolerabilidad indiferente por cualquier modo de ingreso en cualquier ocasión real. Así, en la experiencia cognitiva, puede haber la cognición del mismo objeto eterno que en la misma ocasión que tiene ingreso con implicación en más de un grado de realización. Así, la traslucidez de realización y la posible multiplicidad de modos de ingreso en la misma ocasión, forman, conjuntamente, el fundamento de la teoría de la correspondencia de la verdad.
En este relato de una ocasión real en términos de su conexión con el reino de los objetos eternos, hemos retrocedido a la marcha de nuestro pensamiento en el capítulo segundo, en que examinábamos la naturaleza de las matemáticas. La idea atribuída a Pitágoras debe ser ampliada, y puesta en primer plano como capítulo primero de la metafísica. El capítulo próximo tratará del hecho enigmático de que hay un curso real de a.caecimientos que en sí es un hecho limitado, en que, metafísicamente hablando, po-
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1 l "!
?ría �abe.r sido de otra manera. Pero se omiten otras mveshgacwnes
,n;eta.f�sicas -por ejemplo: epistemológi
�as-, Y la clasificacwn de algunos elementos en el mundo msondable del campo de la posibilidad. Este último tema lleva . a la m�tafí�ica a la vista de los temas especiales de las diversas c1encms.
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CAPÍTl:JLO XI
DIOS
Aristóteles consideró necesano completar su metafísica con la introducción de un Primer Motor: Dios. Por dos razones es éste un hecho importante en la historia de la metafísica. En primer lugar, si a alguien queremos otorgar la posición del más grande de todos los metafísicos, nuestra elección habrá de recaer en Aristóteles, por la genialidad de su visión profunda, por el bagaje general de su conocimiento y por el estímulo ejercido por su metafísica en todos los tiempos. En segundo lugar, su examen de esta cuestión metafísica estaba absolutamente desprovisto dE- apasionamiento, y fué él el último metafísico europeo de primera magnitud de quien quepa hacer este juicio. Después de Aristóteles, los intereses éticos y religiosos comenzaron a influir las conclusiones metafísicas. Dispersados los judíos, primero por su voluntad y luego obligados a ello, surgió la escuela judaica de Alejandría. Luego vino el cristianismo, seguido muy de cerca por el mahometanismo. Los dioses griegos que rodeaban a Aristóteles eran entes metafísicos subordinados, perfectamente dentro de la naturaleza. Por consiguiente, en la cuestión de su Primer :Motor, carecía de motivo, salvo el de seguir el rumbo metafísico de su pensamiento a dondequiera que éste le llevase. No le condujo muy lejos por la senda de idear un Dios utilizable para fines religiosos. Puede ponerse en duda que ninguna metafísica propiamente general pueda nunca, sin la introducción ilícita de consideraciones de otra índole, llegar mucho
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más allá que Aristóteles. Pero su conclusión representa, sí, un primer paso sin el cual ningún testimonio apoyado en una base e)l.-periencial más precisa puede servir de mucho al configurar la concepción, puesto que nada, dentro de un tipo de experiencia cualquiera, puede informarnos para configurar nuestras ideas de cualquier ente que esté en la base de las cosas reales, a menos que el carácter general de las cosas requiera que haya un ente semejante.
La frase Primer JYiotor nos revela que el pensamiento de Aristóteles era cautivo de los detalles de una física errónea y de una cosmología errónea. En la física de Aristóteles se requerían causas especiales para sostener los movimientos de las cosas materiales. Estas podían encajar perfectamente en su sistema con la condición de que los movimientos cósmicos generales pudieran ser sostenidos, pues en tal caso, en relación con el sistema de acción general, toda cosa habría sido dotada de su fin verdadero. De ahí la necesidad de un Primer lVIotor que sostenga los movimientos de las esferas de que depende el ajuste de las cosas. Hoy desechamos la física de Aristóteles y la cosmología aristotélica, de suerte que queda francamente en crisis la forma -exacta del argumento mencionado. Pero si nuestra metafísica general fuese de algún modo similar a la esbozada en el capítulo anterior, se plantea un problema metafísico análogo que sólo de un modo análogo puede resolverse. En lugar del Dios de Aristóteles como Primer I\íotor, necesitamos un Dios como Principio de Concreción. Esta tesis sólo puede ser comprobada estudiando la implicación general del curso de las ocasiones reales, es decir, del proceso de realización.
Concebimos la "actualidad" como en relación esencial con alguna posibilidad insondeable. Los objetos eternos dan forma a las ocasiones reales con módulos hieráticos, incluídos y excluídos en toda variedad de discriminación. Otra visión de la misma verdad es que toda ocasión real es una limitación impuesta a la posibilidad, y que en virtud de esta limitación surge el valor particular de ese conjunto configurado de cosas. De este modo expresamos cómo una ocasión singular debe ser vista en términos de posibilidad, :l cómo la
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posibilidad debe ser vista en términos de una ocaswn real singular. Pero no hay ocasiones singulares en el sentido de ocasiones aisladas. La "actualidad" es por doquiera coexistencia: coexistencia de objetos eternos de otra suerte aislados, y coexistencia de todas las ocasiones reales. J\:Ii tarea en este capítulo es describir la unidad de las ocasiones reales. El capítulo anterior concentró su interés en lo abstracto; el presente se ocupa de lo concreto, es decir, de lo que se ha generado conjuntamente.
Examinemos una ocasión a: hemos de enumerar cómo otras ocasiones reales están en a, en el sentido de que sus relaciones con a son constitutivas de la esencia de a. Además, de momento, excluyo la experiencia cognitiva. La contestación completa a esta cuestión es que las relaciones entre ocasiones reales son tan insondeables en su variedad de tipos como lo son las que hay entre los objetos eternos en el reino de la abstracción. Pero hay tipos fundamentales de esas relaciones en términos de las cuales puede encontrar su descripción el complejo íntegro.
Requisito previo para entender estos tipos de entrada (de una ocasión en la esencia de otra) es advertir que están implicados en los modos de realización de las jerarquías abstractivas, ya examinados en el capítulo anterior. Las relaciones espacio-temporales implicadas en estas jerarquías como realizadas en a, tienen todas una definición en términos de a y de las ocasiones que entran en a. Así, las ocasiOnes entrantes imprimen sus aspectos a las jerarquías, convirtiendo de esta suerte en determinaciones categóricas a las modalidades espacio-temporales, y las jerarquías imprimen sus formas a las ocasiones de ser entrantes sólo en estas formas. Así, del mismo modo (como vimos en el capítulo anterior) que toda ocasión es una síntesis de todos los objetos eternos con la limitación de las gradaciones de "actualidad", también toda ocasión es una síntesis de todas las ocasiones con la limitación de las gradaciones de tipos de entrada. Toda ocasión sintetiza la totalidad de contenido con su propia limitación de modo.
Con resoecto a estos tipos de relación interna entre a y otras oc�siones, estas otras ocasiones (en cuanto consti-
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tutivas de a) pueden ser clasificadas de varios modos alter· nativos. Todos éstos se ocupan de diferentes definiciones de pasado, presente y futuro. Ha sido corriente en la filosofía suponer que estas varias definiciones tienen que ser necesariamente equivalentes. El actual estado de opinión imperante en la ciencia física revela de un modo terminante que esta suposición carece de justificación metafísica, aun cuando pueda considerarse que cualquier discriminación de este tipo sea innecesaria para la ciencia física. De esta cuestión hemos tratado ya en el capítulo dedicado a la Relatividad. Pero la teoría física de la relatividad afecta sólo al linde de las varias teorías metafísicamente sustentables. Es de interés para mi argumentación insistir en la libertad irrestricta dentro de la cual lo real es una determinación categórica única.
Toda ocasión real se presenta a modo de proceso : es un devenir. Al revelarse así, se coloca como una entre otras ocasiones múltiples, sin las cuales ella no podría ser. Se define, pues, a sí misma, como un logro individual particular que enfoca en su modo limitado un reino ilimitado de objetos eternos.
Cualquier ocaswn a procede de otras ocasiones que colectivamente forman su pasado. Despliega por sí otras ocasiones que colectivamente constituyen su presente. Es con resnedo a su jerarquía asociada, en cuanto desplegada en est� presente inmediato, que una ocasión encuentra su propia originalidad. Es este despliegue lo que constituye su propia contribución a la producción de la "actualidad': . Puede ser condicionada, e incluso completamente �eterminada por el pasado de que procede. Pero su despliegue en el presente en esas condiciones es lo que emerge directamente de su actividad prehensiva. La ocasión a contiene,
· pues, en sí, una indeterminación en forma de un futuro, dotado de determinación parcial por razón de su inclusión en a, y está también en una relación espado-temporal con a y con las ocasiones reales del pasado de a y del presente de a.
Este futuro es una síntesis en a de objetos eternos como no-siendo y como requiriendo el paso de a a otras indivi-
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dualizaciones (con determinadas relaciones espacio-temporales con a) en que no-ser deviene ser.
Hay también en a lo que en el capítulo anterior califiqué de realización "ruda" de los objetos eternos finitos. Esta realización ruda requiere o bien una referencia de los objetos básicos de la jerarquía finita a determinadas ocasiones otras que a (en cuanto sus situaciones en el pasado, el presente y el futuro) , o requiere una realización de estos objetos eternos en determinadas relaciones, pero bajo el aspecto de exención de inclusión en el esquema espacio-temporal de estar relacionadas ocasiones reales. Esta síntesis ruda de objetos eternos en toda ocasión es la inclusión en la "actualidad" del carácter analítico del reino de la eternidad. Esta inclusión tiene aquellas gradaciones de "actualidad" limitadas que caracterizan a toda ocasión por razón d�e su limitación esencial. Es extensión realizada de estar relacionadas eternamente las ocasiones reales más allá de su mutuo estar relacionadas, lo que prebende en toda ocasión el alcance íntegro del estar relacionado eternamente. Llamo � esta ruda realización "enfoque graduado" que toda ocasión prebende en su síntesis. Este enfoque O'raduado es cómo lo real incluye lo que (en un sentido) :s no-ser, a modo de factor positivo en su propio logro . Es la fuente de error, de verdad, de arte y de religión. Por él, el hecho es confrontado con las alternativas.
Este concepto general, de un acaecimiento en cuanto proceso cuyo resultado es un conjunto de experiencia, se o;ient� al análisis de un acaecimiento en (r) activid�d sustanc;al; �u) potencialidades condicionales que existen para la smtesis, y (m) el resultado logrado de la síntesis. La unidad de todas las ocasiones reales impide el análisis de las actividades sustanciales en entes independientes. Toda actividad individual no es más que el modo en que la actividad ge�eral es individualizada por las condiciones impuestas. El absb? . que entra �r: la síntesis es también un carácter que condiCIOna la actividad sintetizadora. La actividad general no es un ente en el sentido en que lo son las ocasiones o los objetos eternos. Es un carácter metafísico general subyacente a todas las ocasiones, en un modo particular pa-
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ra cada ocasión. Nada hay a que pueda ser comparado : es la sustancia infinita una de Spinoza. Sus atributos son su carácter de individualización en una multiplicidad de modos, y el reino de los objetos eternos diversamente sintetizados en estos modos. Así, la posibilidad eterna y la diferenciación modal en multiplicidad individual son los atributos de la sustancia una. De hecho, todo elemento general de la situación metafísica es un atributo de la actividad sustancial.
Otro elemento aún de la situación metafísica se pone de manifiesto con la consideración de que el atributo general de la modalidad es limitado. Este elemento debe alinearse como un atributo de la actividad sustancial. En su naturaleza todo modo es limitado, de suerte que no es otros modos. Pero, fuera de estas limitaciones de particulares, la individualización modal general está limitada de dos maneras : en primer lugar, es un curso real de acaecimientos, que podría ser de otra forma en atención a la posibilidad eterna, pero que es ese curso. Esta limitación toma tres formas: (r) las relaciones lógicas especiales a las que tienen que conformarse todos los acaecimientos; (n) la selección de relaciones a las que positivamente se conforman los acaecimientos, y (m) la particularidad que inficiona el curso aun dentro de estas relaciones generales de lógica y causación. Así. esta primera limitación lo es de selección antecedente. Por lo que a la situación metafísica general se refiere, cabe que haya habido un pluralismo modal indiscriminado además de la limitación lógica o de otra índole. Pero entonces no pudo haber habido estos modos, porque cada modo representa una síntesis de "actualidades" que están limitadas para responder a una norma. En este punto llegamos al segundo tipo de limitación. La restricción es el precio del valor. No puede haber valor sin precedentes normas de valor, para discriminar la aceptación o repudio de lo que se halla ante el modo de actividad qu� decide. Así, hay entre los valores una limitación antecedente que da lugar a contrarios, a valores y a oposiciones.
Según esta argumentación el hecho de que aquí haya un p:·oceso de ocasiones actuales y el de que estas ocasiones
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se�n la emergencia de valores que requieren .esa limitación, eXIgen por un igual que el curso de los acaecimientos se desarrolle .en medio de una limitación antecedente compuesta de condiciones, particularización y normas de valor.
Así, a título de elemento ulterior en la situación metafísica, se requiere un principio de limitación. Es necesario algún cómo particular, y alguna particularización en .el qué de las cuestiones de hecho. La única alternativa que permita eludir esta admisión, es negar la realidad de las ocasiones reales. Su aparente limitación irracional d.ebe ser tomada como prueba de ilusión v nos vemos obliO'ados a buscar la realidad detrás del esc�nario. De desechar esta alternativa de detrás de la escena, hemos de aducir un motivo de la limitación que se presenta entre los atributos de la actividad sustancial. Este atributo proporciona la limitación para la cual ningún motivo puede ser invocado. Dios es la última limitación, v Su existencia es la irracionalidad última. En ef.ecto, ninguna razón puede darse precisamente de esa limitación que está en Su naturaleza imponer. Dios no es concreto, pero Él es el fundamento de la "actualidad" concreta. Ninguna razón puede invocarse para la naturaleza de Dios, puesto que esa naturaleza es la razón de la racionalidad.
El punto que conviene retener en esta argumentación .es que lo metafísicamente indeterminado necesita ser, sin embargo, categóricamente determinado. Hemos llegado al límite de la racionalidad. En efecto, hay una limitación categórica que no proviene de ninguna razón metafísica. Hay una necesidad metafísica de un principio de determinación, pero no puede haber razón metafísica para lo determinado. Si hubiese tal razón, no sería necesario otro principio ulterior, puesto que la metafísica habría procurado ya la determinación. El principio general del empirismo depende de la doctrina de que ha�' un principio de concreción no descubrible por la razón abstracta. Lo que más allá pueda c?no:erse de. Dios, debe buscarse en la región de las experiel_lcias particulares y descansar, por ende, en una base empírica. Profundas son las diferencias que han dividido al género humano en cuanto a la interpretación de estas ex-
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periencias. Distintos son los nombres dados en cada caso: Jehová, Alá, Brahma, Padre de los Cielos, Ordenador de los Cielos, Causa Primera, Ser Supremo, Fortuna. Cada nombre corresponde a un sistema de pensamiento derivado de la experiencia de los que lo usaron.
Entre los filósofos medioevales y modernos, ansiosos por establecer la significación religiosa de Dios, se ha impuesto la lamentable costumbre de prodigarle atenciones metafísicas. Ha sido concebido como el fundamento de la situación metafísica que es su última actividad. De aceptar esta concepción, no puede haber otra alternativa que la de ver en Él la causa de todo el mal lo mismo que la de todo el bien, pues en tal caso es el autor supremo del drama y a Él hay que imputar tanto las deficiencias como los éxitos. Si se le concibe como causa suprema de las limitaciones, está en Su misma naturaleza el separar el Bien del :Mal y el asentar a la Razón como "soberana dentro de sus dominios".
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CAPÍTULO XII
RELIGIÓN Y CIENCIA
La dificultad para abordar la cuestión de las relaciones entre religión y ciencia estriba en que su elucidación requier-e que tengamos en nuestra mente alguna idea clara sobre lo que entendemos por cualquiera de los dos términos: "religión" y "ciencia". Por otra parte, me propongo hablar del modo más general posible, dejando en segundo plano toda comparación de credos particulares, sean éstos científicos o religiosos. Es necesario que entendamos el tipo de conexión que existe entre las dos esferas y luego sacar algunas conclusiones definidas con respecto a la situación existente ante la que en la actualidad se encuentra el mundo.
El conflicto entre religión y ciencia es lo que de un modo natural acude a nuestra mente cuando pensamos en esta cuestión. Parece como si durante el último medio siglo los resultados de la ciencia y las creencias de la religión hubiesen llegado a una posición de franco divorcio, de la que no hubiese manera de escauar como no fuese abandonando las claras enseñanzas de la �iencia o las claras enseñanzas de la religión. Esta conclusión ha sido propugnada por apologistas de uno y otro lado. No por todos ellos, desde luego, pero sí por aquellos temperamentos radicales que toda controversia pone de relieve.
La aflicción de los espíritus sensibles, el amor a la verdad y la conciencia de lo importante del proceso, reclaman imperiosamente nuestra más sincera simpatía. Si tenemos
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eu cuenta lo que para la especie humana es la religión, y lo que es la ciencia, no habrá exageración en decir que el curso futuro de la historia depende de lo que esta generación decida en orden a las relaciones entre ambas esferas. Tenemos en ellas las dos fuerzas generales más poderosas (prescindiendo de los meros impulsos de los diversos sentidos) que influyen en los hombres, y parecen estar dispuestas una contra la otra: la fuerza de nuestras intuiciones religiosas y la fuerza de nuestro impulso a la observación exacta y a la deducción lógica.
Un gran político inglés recomendaba en una ocasión a sus compatriotas que hicieran uso de mapas en gran escala, como medio de prevenirse contra las alarmas, los pánicos y la falsa interpretación general de las verdaderas relaciones entre las naciones. De igual modo, al tratar de los antagonismos entre los elementos permanentes de la naturaleza humana, bueno será proyectar nuestra historia en amplia escala y emanciparnos de nuestra absorción inmediata en los conflictos del presente. Haciéndolo así, descubrimos inmediatamente dos grandes hechos. En primer lugar, siempre hubo un conflicto entre religión y ciencia, y, en segundo lugar, tanto la religión como la ciencia se encontraron siempre en estado de continuo desarrollo. En los primeros días del cristianismo, existía entre los cristianos la idea general de que el mundo se aproximaba a su fin, que se produciría en la generación a la sazón en vida. Sólo inferencias indirectas podemos hacer en cuanto al grado de dogmatismo con que esa creencia era proclamada; pero lo cierto es que se hallaba ampliamente difundida y que constituía una parte impresionante de la doctrina religiosa popular. La creencia resultó ser errónea, y la doctrina cristiana se adaptó al cambio. Además, en la Iglesia primitiva los teólogos individuales deducían con suma confianza de la Biblia opiniones relativas a la naturaleza del universo físico. En el año 535 después de J. C. un monje llamado Cosmas 1 escribió un libro con el título de Topogra1ía cri.stiana. Era un
1 Cf. Lecky, The Rise and Influence of Ra.tionalism in Europe1 cap. III.
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hon:-bre que había viajado mucho, habiendo visitado la Ind�a Y Etiopía; por último, vivió en un monasterio de AleJandría, a la sazón, gran centro de cultura. Basándose e.n el sentido directo de los textos bíblicos interpretados literalmente por él, negaba en esta obra la existencia de los antípodas, Y afirmaba que el mundo era un paralelorrramo plano de .longitud doble con respecto a su largo. b
En el Siglo XVII la doctrina del movimiento de la Tierra fué condenada por un tribunal católico. Hace un centenar d.e años que la extensión de tiempo reclamada por la cienCia geológica inquietaba a la gente religiosa, tanto a los protestantes como a los católicos. Y en la actualidad tenemos una piedra de escándalo análoga en la doctrina de la evo�ución. Hemos tomado sólo unos cuantos ejemplos para Ilustrar un hecho general. . Pero !odas _nuestras ideas se colocarían en una perspec
hv� e�ronea SI creyéramos que estas reiteradas inquietudes s? limitaban a las contradicciones entre la religión y la cienCia, � _que e� estas controversias siempre se equivocaba la rehgwn y siempre tenía razón la ciencia. Los verdaderos hechos del c�so son mucho más complejos y se resisten a ser compendiados en estos términos simples.
La misma teología presenta exactamente igual carácter d� desarrollo gradual, proveniente de un aspecto del conflicto entre sus propias ideas. Este hecho es un lucrar común para los teólogos, pero a menudo ha quedado �scurecido en el ardor de las controversias. No pretendo exarrerar mi c.aso; me lim�taré, pues, a los escritores de la igle�ia católica. :Ipn el siglo XVII, un jesuíta culto, el Padre Petavius, n;tos�ro que l?s teólogos de los tres primeros siglos del crisham�mo hacian
, uso .de frases y proposiciones que a partir
d�� siglo v habnan sido condenadas como heréticas. Tambien el Cardenal Newman dedicó un tratado al estudio del desarrollo de la doctrina. Escribió su obra antes de llegar � se; un gran prelado de la iglesia católica romana, pero Jamas se retractó de lo afirmado en su obra continuamente reeditada.
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La ciencia .es �ás variable aún que la teología. Ningún hombre de ciencia podría suscribir sin modificaciones las
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tesis de Galileo ni las de Newton, m siquiera las que él mismo tuvo hace diez años.
En ambas esferas del pensamiento se han operado adiciones, distinciones y modificaciones, de suerte que en la actualidad, incluso cuando una misma aserción pudiera hacerse en nuestros días como se hacía hace quinientos o mil años, se la formula con restricciones o ampliaciones de sentido no tenidas en cuenta en una época anterior. Los lógicos nos dicen que una proposición debe ser verdadera o falsa y que no hay término medio. Pero en la práctica, podemos saber que una proposición expresa una verdad importante, pero que está sujeta a limitaciones y modificaciones que de momento permanecen ignoradas. Es condición general de nuestro conocimiento el hecho de que insistentemente nos demos cuenta de verdades importantes, y, sin embargo, de que las únicas formulaciones de estas verdades que estamos en condiciones de hacer, presuponen un punto de vista general de concepciones que pueden ser susceptibles de modificación. Voy a citar dos ejemplos, los dos tomados de . la ciencia : Galileo decía que la Tierra se movía y que el Sol estaba fijo; la Inquisición sostenía que la Tierra estaba fija y que el Sol se movía; pues bien, los astrónomos newtonianos, adoptando una teoría absoluta del espacio, dijeron que se movían ambos, la Tierra y el Sol. Y ahora decimos que cualquiera de estas tres afirmaciones es igualmente verdadera, a condición de que hayamos precisado el sentido que cada cual dé a "reposo" y "movimiento" en la forma requerida por la aserción que se formule. En la fecha de la disputa de Galileo con la Inquisición, el modo que Galileo empleaba para afirmar los hechos, era, sin duda alguna, el procedimiento fructífero para los intereses de la investigación científica. Pero, en sí, no era más verdadero que la formulación de la Inquisición. Lo que ocurría es que en aquellos tiempos nadie había pensado en los conceptos modernos de movimiento relativo, de suerte que las aserciones se formulaban sin tener en cuenta las modificaciones requeridas para su más perfecta verdad. Sin embargo, esta cuestión de los movimientos de la Tierra y del Sol expresa un hecho real en el universo, y todas las partes
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han logrado sostener importantes verdades relativas a ella. Pero con el conocimiento propio de nuestros tiempos, se ha puesto de manifiesto la inconsistencia de aquellas verdades.
Voy a dar, además, otro ejemplo tomado del estado de la ciencia física moderna. Desde la época de N ewton y de Huyghens en el siglo XVII ha habido dos teorías acerca de la naturaleza física de la luz. La teoría de Newton era que un rayo de luz consta de una corriente de partículas muy pequeñas -corpúsculos-, y que tenemos la sensación de la luz cuando estos corpúsculos dan en la retina de nuestros ojos. La teoría de Huyghens era que la luz consta de ondas muy pequeñas vibrando en un éter que todo lo penetra, y que estas ondas se transmiten a lo largo de un rayo de luz. Las dos teorías son contradictorias. En el siglo XVIII se creyó la teoría de N ewton; en el XL'C, la de Huyghens. En la actualidad hay un gran grupo de fenómenos que sólo cabe explicar a base de la teoría undulatoria, y otro que sólo puede serlo a base de la corpuscular. Los hombres de ciencia tienen que dejarlo así y aguardar al futuro con la esperanza de llegar a una visión más amplia que reconcilie ambas teorías.
Estos mismos principios aplicaríamos nosotros a las cuestiones en que hay discrepancia entre la ciencia y la religión: No creeríamos en nada en cualquier esfera del pensamiento que no nos pareciera acreditado por sólidas razones basadas en la investigación crítica de nosotros mismos o de autoridades competentes. Pero suponiendo que haJ'amos tomado honestamente esta precaución, el hecho de que entre las dos se plantee un conflicto en puntos de detalle en que interfieren, no habría de llevarnos precipitadamente a abandonar doctrinas de las que tenemos sólido testimonio. Puede que estemos más interesados en una serie de doctrinas que en otra. Pero si algún sentido tenemos de la perspectiva y de la historia del pensamiento, aguardaremos y nos abstendremos de formular mutuos anatemas.
Debemos aguardar, pero no de un modo pasiYo ni con desconfianza. El conflicto es un síntoma de que hay verdades más amplias y perspectivas más sutiles dentro de
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las cuales debe ser encontrada una reconciliación de una religión más profunda y una ciencia más sutil.
En un sentido, por lo tanto, el conflicto entre ciencia y religión es un asunto de poca monta que ha sido indebidamente exagerado. Una mera contradicción lógica no puede indicar en sí más que la necesidad de algunos reajustes, posiblemente de un carácter muy secundario para ambas partes. Tengamos en cuenta los aspectos ampliamente diferentes de los acaecimientos de que se ocupan la religión y la ciencia respectivamente. La ciencia trata de las condiciones generales observadas para regular los fenómenos físicos; la religión, en cambio, se encierra en la contemplación de los valores estéticos y morales. Por una parte, tenemos una ley de graYitación; por otra, la contemplación de la belleza de la santidad. Lo que una parte ve, la otra lo mide, y viceversa.
Examinemos, por ejemplo, las vidas de John Wesley v de San Francisco de Asís. Para la ciencia física, tendrein.os en estas vidas simplemente ejemplos ordinarios del juego de los principios de la química fisiológica, y de la dinámica de las reacciones nerviosas; para la religión, vidas del más profundo significado en la historia del mundo. ¿Puede sorprendernos que, a falta de una formulación perfecta y completa de los principios de la ciencia y de los principios de la religión que hayan de aplicarse a estos casos específicos, existan discrepancias en los relatos de estas vidas efectuados desde estos puntos de vista divergentes? Sería un milagro que no ocurriera así.
Constituiría, sin embargo, una interpretación errónea de este extremo la idea de que no necesitamos preocuparnos por el conflicto entre la ciencia y la religión. En una edad intelectual puede no existir un interés activo que ponga de lado toda esperanza de una visión de la armonía de la verdad. Transigir con la discrepancia es atentatorio a la ingenuidad y a la pulcritud moral. Corresponde al respeto del intelecto por sí mismo que resiga todos los nudos del pensamiento hasta desenmarañarlos totalmente. Si reprimimos este impulso no cabrá que de una meditación endeble saquemos religión ni ciencia. La cuestión importante es: ¿ con
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qué espíritu vamos a enfocar la solución? En este punto llegamos a algo absolutamente esencial.
Un conflicto entre doctrinas no es un desastre : antes bien una oportunidad. Aclararé mi pensamiento a base de algunos ejemplos tomados de la ciencia. El peso de un átomo de nitrógeno era perfectamente conocido. Además, era una doctrina científica inconcusa que el peso medio de esos átomos sería siempre el mismo en cualquier masa que se examinara. Dos experimentadores, el último Lord Rayleigh y el último Sir William Ramsay, encontraron que podía obtenerse nitrógeno de dos modos diferentes, ambos i"ualmente idóneos para tal objeto, observando siempre
"' que
había una ligera diferencia persistente entre los pesos medios de los átomos en cada caso. Se plantea entonces la cuestión: ¿habría sido prudente que estos investigadores se d�salentaran a causa de este conflicto entre la teoría químiCa y la observación científica? Supongamos que por una razón u otra la doctrina química hubiese sido altamente apreciada en algunas regiones como fundamento de su orden social, ¿habría sido cuerdo, habría sido honesto, habría sido moral, el prohibir que se revelara el hecho de que los experimentos arrojaban resultados discordantes? O, por otra parte, ¿h�bieran debido proclamar Sir William Ramsay y Lord Rayle1gh que la teoría química había demostrado ser un engaño. ahora hecho patente? Vemos inmediatamente que cualqmera de estos dos procedimientos habría sido un método de enfocar la solución con un espíritu totalmente erróneo: �o que hicieron Rayleigh y Ramsay fué lo siguiente: advirtieron de inmediato que habían dado en una línea de investigación susceptible de descubrir alguna sutilidad de la teoría química que hasta entonces se había sustraído a la observación. La discrepancia no constituía un desastre: era una oportunidad de ensanchar los límites del eonocimiento químico. Todos sabemos cómo terminó la historia : por último se descubrió el argón, elemento químico nuevo que mezclado con el nitrógeno se había mantenido oculto. Pero la historia tiene una moraleja que constituye mi 3egunda ilustración. Este descubrimiento llamó la atención sobre la importancia de observar exactamente las pequeñas
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diferencias observadas en las sustancias químicas obtenidas con métodos diferentes. Otras investigaciones fueron emprendidas con la más cuidadosa. exact.itud posible. Por �1-timo, otro físico. F. W. Aston, mvestigador del Cavend1sh Laboratory de Cambridge (Inglaterr�), descu�)l'ió que pr;cisamente ese mismo elemento pod1a asumir dos o mas formas distintas, llamadas isótopos, y que la ley de la constancia del peso atómico medio se mantiene en cada una de estas formas, aunque con ligeras diferencias en los distintos isótopos. La investigación determinó un gran a�elanto en la autoridad de la teoría química, cuya importancia trascendió del descubrimiento del argón en que se había originado. La moraleja de estos casos es bien n�t?;ia, y dejo. a l.os ov�ntes que la apliquen al caso de la rehgwn y de la ciencia. · En la lógica formal, una contradicción es un síntoma de fracaso, mientras que en la evolución del saber real acusa el primer paso en el progreso hacia la victoria. Esta es una raión de mucho peso en favor de la más amplia tol:rancia hacia las opiniones discrepantes. De una vez para siempre este deber de tolerancia quedó compendiado en la frase " ¡Que crezcan ambas hasta la cosecha!" La renuencia de los cristianos a obrar de acuerdo con este precepto, de la más alta autoridad, constituye uno de los casos peregrinos de la historia reli"iosa. Pero todavía no hemos agotado el examen del temple moral requerido para la ii;d.aga.ción �e la verdad. Hay atajos que sólo conducen a un exito Ilusono. Es bastante fácil encontrar una teoría lógicamente armónica y con importantes aplicaciones a la región del �echo, con la condición de que transijamos en hacer caso omiso de la mitad de nuestra evidencia. Todas las edades producen gentes de claro entendimiento lógico y de loable sagacidad para captar la importancia de algu_na esfera de la. experiencia humana, que elaboran o reciben de otros tiempos un esquema de pensamiento que se adapta perfectamente a las experiencias que atraen su interés. E:a �ente se mue�tra propicia a hacer caso omiso o a prescmdir. de la explicación de todo testimonio susceptible de enturbrar su esquema a base de ejemplos contradictorios. Lo que no puede� encajar en su sistema, es para ellos absurdo. Una determi-
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nación _inqu�brantabl� ?e traer a colación la totalidad de los teshmomos, es el umco método de ponerse a cubierto de los extr�mos fluctuantes de la opinión en boga. Aunque el conseJ_o J?arezca fácil de seguir, tanto más difícil resulta en la practica.
Un� de las razones de esta dificultad consiste en que no es posible que pensemos primero y obremos después. Desde el mo:nento de na�er estamos inmersos en la acción, en la que solo por medw del pensamiento podemos orientarnos de un modo adecua?o. Por consiguiente, nos vemos obligados a adoptar. en ciertas esferas de la eJ..'J)eriencia las ideas
. que pa�ecen r�gu· den�ro de esas esferas. Es absolutamente necesariO confiar en Ideas que se muestran adecuadas de u? �odo g�neral,, aunque sepamos que hay sutilidades y distmgo� , mas alla de nuestro alcance. Además, haciend� abstra?ciOn de las necesidades de la acción, ni siquiera nos es posible ma:lten�r presente a nuestro espíritu la totalid�d .de la evidencia como no sea en forma de doctrinas s�lo �ncompletamente armonizadas. No podemos pensar en termu:os d� u�a multiplicidad de detalle indefinida; nuestra evidencia solo puede adquirir su genuina importancia si �parece ante nosotros ordenada por ideas generales Estas I�e.as l�.
s heredamos; constituyen la tradición de nu�stra ciVIhzaci?n. Esas ideas tradicionales nunca son estáticas. C? se d1luy:n en fórmulas hueras o adquieren mayor auton�ad grac:as a nuevas luces sacadas de una aprehensión m�� alambicada. Se transforman por el acicate de la razón cntica, p�r el te.stimonio vivo de la experiencia emotiva y por la fna. certidumbre de la percepción científica . Un h,e.cho es Cierto : . ,que no podemos conservarlas inmóviles. Nmguna generacwn puede reproducir meramente las pasadas. Podemos. conservar la vida en un fluir de forma, 0 la forma en med10 de la marea de la vida; lo que no podemos es encerrar permanentemente la misma vida en los mismos moldes. . El estado. actu�! de la religión en los pueblos de Europa ilus
.tra la afrrmacwn que acabo de exponer. Los fenómenos e�tan mezclados. Se. han producido reacciones y resurrec
CIOnes. Pero en conJunto, durante varias generaciones, ha
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habido una decadencia general de la influencia religiosa en la civilización europea. Toda resurrección alcanza una cota menos elevada que su predecesor, y todo período de letargo desciende a un grado más de postración. La curva promedia acusa un descenso continuo de la entonación religiosa. En algunos países es más elevado que en otros el interés por la religión, pero incluso en los países en que más elevado es el interés religioso, éste sigue bajando con el paso de cada generación. La religión tiende a degenerar en una fórmula razonable con que embellecer una vida acomodada. Un gran movimiento histórico en esta escala es resultante de la convergencia de 9.istintas causas. Quisiera sugerir dos de ellas que caen dentro de los límites de la materia examinada en este capítulo.
En primer lugar, durante más de dos siglos la religión se ha mantenido a la defensiva y hasta podríamos decir que en una defensiva débil. Este período lo ha sido dP progreso intelectual sin precedentes. De esta suerte se han producido para el pensamiento una serie de situaciones nuevas. Cada una de esas situaciones ha encontrado impreparados a los pensadores religiosos. Algo que ha sido proclamado como vital, fué modificado o interpretado de otro modo después de luchas, inquietudes y anatemas. La siguiente generación de apologistas religiosos felicitaba entonces al mundo religioso del conocimiento más profundo que se había logrado. El resultado de la repetición continua de esta retirada nada brillante, ha acabado por destruir casi por completo la autoridad intelectual de los pensadores religiosos. En contraste con ello, cuando Danvin o Einstein proclamaban teorías que modificaban nuestras ideas, ello constituía un triunfo para la ciencia. No se nos ocurre decir que ello implica asimismo una derrota para la ciencia por el hecho de que sus antiguas ideas hayan sido desechadas, pues sabemos que el conocimiento científico ha dado otro paso más adelante.
La religión no recuperará su antigua autoridad como no se sitúe ante el cambio con el mismo espíritu con que lo hace la ciencia. Sus principios pueden ser eternos, pero la expresión de esos principios requiere continuo desarrollo.
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Esta eYolución de la religión estriba en lo esencial en que sus propias ideas se emancipen de concepciones adventicias engarzadas en ella a causa de la cxpresié.n de sus propias ideas en términos del cuadro imaginativo del mundo forjado en épocas anteriores. Si la religión logra desprenderse de las cadenas de la ciencia imperfecta, ello redundará en su beneficio . Realza su propio genuino mensaje. El punto esencial que deberá tenerse presente es que normalmente un avance en la ciencia revelará que las aserciones de las distintas religiones requieren alguna clase de modificación. Puede que se las haya de interpretar con mayor amplitud o simplemente explicarlas, pero puede también que hayan de ser formuladas de nuevo. Si la religión es una recta expresión de la verdad, esta modificación pondrá sólo de manifiesto con mayor exactitud el punto concreto que sea de importancia. Este proceso es una ganancia. En consecuencia, hasta donde toda religión tenga algún contacto con los hechos físicos, es de esperar que el punto de vista de esos hechos sea continuamente modificado a la par de los adelantos de la ciencia. De este modo, la pertinencia exacta de estos hechos para el pensamiento religioso resultará cada vez más clara . El progreso de la ciencia debe tener como resultado la incesante codificación del pensamiento religioso, sacando de ello gran beneficio la religión.
Las controversias religiosas de los siglos xvr y X\'II dejaron a los teólogos en un estado de ánimo sumamente lamentable. Su postura era siempre de ataque y de defensa. Se retrataban a sí mismos como la guarnición de un fuerte cercado por fuerzas enemigas. Todos esos cuadros no reflejan más que verdades a medias. Es por ello que son tan populares. Pero resultan peligrosos. Este retrato particular, daba pábulo a un belicoso espíritu partidista realmente revelador en última instancia de una falta de fe. No se atrevían a modificar porque rehuían la tarea de liberar su mensaje espiritual de las asociaciones de una imaginación particular.
Voy a explicarme con un ejemplo . En los primeros tiempos medioevales, el Cielo estaba en el firmamento y el Infierno en el subsuelo; los volcanes eran las fauces del
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Infierno. No pretendo que estas creencias figuraran e� las formulaciones oficiales, pero sí en la forma en que la IJ:?aginación popular entendía las doctrinas generales del Cielo y del Infierno. Estas concepci?nes eran �o que cada :ual pensaba que implicaba la doctrma de l� v1da .futura. Figuraban en las ex-plicaciones de los expositores mfl�i'entes de la fe cristiana . Por ejemplo, aparecen en los Dwlogo� ?,
el papa Gregario el Magno 1, personaje c�ya elevada posr.ci.on oficial no le cede más que a la magm�ud de lo� serviciOs que prestó a la humanidad. No me refier� a cuales hayan de ser nuestras creencias en orden a la vida futura: pero, cualquiera que sea la doctrina verdadera, en :ste eJel?plo la disputa entre la ciencia y la religión, al reb�Jar la Tierra a la condición de planeta de segunda categona enlazado a un Sol de segunda categoría, ha redun�a�o gr�J?-demente en beneficio de la espiritualidad de la rehgwn disipando estas fantasías medioevales. . , Otro modo de contemplar esta cuestión de la evolucwn del pensamiento religioso es advertir que toda
, for�a de
aserción verbal exuuesta al mundo durante algun tH�mpo, revela ambirrüedad�s y a menudo esas ambigüedades repl!gnan a la v"'erdadera enjundia del significado. �i sentido efectivo con que una doctrina haya sido soste;n�d.a �n. el pasado, no puede ser detern;inado P?r el mero anahsis lo�rc: de las asereiones verbales, nechas sm pensar en los ardide::; de la lógica. Para el esquema del pensamiento hay que tener en cuenta la acción total de la naturaleza humana. Esta reacción es de un carácter mixto, en el que entran elementos de emoción provenientes de lo inferior de nuestra naturaleza. Es en este caso que la crítica impersona�
,de la
ciencia y de la filosofía viene en ayuda de la evolucwn religiosa. Ejemplos y más ejemplo� podrían dars� ?e esta fue�·za motriz en desarrollo. Por eJemplo, las dificultades logicas inherentes a la doctrina de la puri�i��ción :n:-or�l de la naturaleza humana por obra de la rehgwn, escmdieron al cristianismo desde los días de Pelagio y San Agustín,
1 Cf. GREGOROVTGS, Historia ele Roma en la Eclacl Media, libro nr, cap. nr.
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es decir, desde principios del siglo v. Los ecos de esta controversia resuenan aún en la teología.
Hasta aquí, mi punto de vista ha sido el siguiente: que la religión es la expresión de un tipo de experiencias fundamentales de la especie humana; que el pensamiento religioso se desarrolla ganando en exactitud de expresión, liberado de imaginerías adventicias, y que la interacción entre religión y ciencia es uno de los grandes factores susceptibles de promover este desarrollo.
Llego ahora a mi segunda razón de que el interés por la religión haya decrecido en los tiempos modernos. Esta razón se enlaza con la última cuestión planteada por mí en las primeras frases de este libro . Necesitamos saber qué entendemos por religión. Al presentar sus contestaciones a esta pregunta las iglesias han puesto en primer plano aspectos de la religión e1.:-presados en términos que o bien son idóneos para las reacciones emocionales de tiempos pretéritos o están encaminados a excitar intereses emocionales modernos desprovistos de carácter religioso. Con la primera frase quiero decir que la llamada de la religión se dirige en parte a excitar ese temor instintivo hacia la cólera de un tirano, ínsito en las desdichadas poblaciones de los despóticos imperios de la Antigüedad, y en particular el temor hacia un déspota arbitrario omnipotente sito detrás de las fuerzas ignotas de la naturaleza. Esta apelación al instinto predispuesto de rudo temor, va perdiendo su fuerza. Carece en absoluto de respuesta directa, porque la ciencia moderna y las modernas condiciones de la vida nos han enseñado a hacer frente a las ocasiones de aprehensión con un análisis crítico de sus causas y condiciones. La religión es la reacción de la naturaleza humana en su búsqueda de Dios. La presentación de Dios con el aspecto de poder, despierta todos los instintos modernos de reacción crítica. Esto es fatal, pues la religión fracasa a menos que sus posiciones principales se impongan sin reservas a nuestro asentimiento. En este respecto, la terminología antigua difiere de la psicología de las civilizaciones modernas. Este cambio de psicología es debido en gran parte a la ciencia, y ha sido uno de los modos principales en que el adelanto de la cien-
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cia ha debilitado el sostenimiento de las antiguas formas relicriosas de expresión. El motivo no-religioso que ha penet�ado en el pensamiento religioso moderno, es el deseo de una organización conveniente de la sociedad moderna. La religión ha sido presentada como idónea par� , ordenar la vida. Sus aspiraciones se basaron en su �u�cwn como sanción de la conducta recta. Además, el obJetivo �; una conducta recta degenera rápidamente en la formacwn de relacio11es sociales placenteras. Tenemos en e.ste. caso una sutil decrradación de las ideas religiosas, subsigUiente a su purifica�ión gradual bajo el influjo de intuiciones �ticas más vehementes. La conducta es un producto accesono de la religión; un producto accesorio inevitable, pe;� no el punto principal. Todos los grandes. ;ducadores r.el!?wsos se han indignado contra la presentacwn de la rehgwn como mera sanción de las reglas de la conducta. San Pablo denunció la Ley y los predicadore.s purita1:os . habl�ban de los asquerosos andrajos de la rectitud. La msisten.ci� en las regl�s de conducta inicia el descenso del ferYor rehgwso. Por encima y más allá de todas las cosas, la vida religiosa no es una búsqueda de conveniencias. Me. �o�r�sponde ah�ra sentar, con todo el cuidado, lo que a mi JUICIO es el caracter esencial del espíritu religioso .
Religión es la visión de algo que es�á má� allá, detrás Y dentro del fluir pasajero de las cosas mmediatas, algo que es real v sin embaro:ro espera ser realizado, algo que es remota posibilidad -�l si� embargo el más grande de los hech?s actuales, algo que da sentido a todo lo que pasa Y .s:n embargo se sustrae a la aprehensión, algo cuya poseswn es el bien último y sin embargo está fuer:; de todo alcance, algo que es el ideal último y búsqueda sm esperanzas.
La reacción inmediata de la naturaleza humana . ante la visión religiosa es la adoración. La religi?n apareciÓ en la experiencia humana mezclada con las mas burdas fantasías de la imaginación bárbara. Gradualmente, .lent:;mente, persistentemente, la visión reapar�;e e:r: la h1stona en una forma más noble y con una expreswn mas clara. Es el único elemento de la experiencia humana que de un modo persistente acusa una tendencia ascendente. Se des-
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;an�ce para reaparecer luego. Pero cuando recuuera su tue:�a, reaparece con acrecentada riqueza v pureza "de con
sfmdo. El hec�� de la visión religiosa y s� historia de er� H
st�nted
expanswn,. ,es nuestro único motivo de optimis�o aclen o abstraccwn de ella la vida huma .
fr t d . ' • na es un con-Ic o e god
ces ocaswnales proyectando sus destellos sobre una masa e dolor ,y m· l' . b �
t .t . " Ise.Ia, una agatela de experiencia ransi or1a. "
e La visión no. reclama más que adoración, "<T la adorac¡'o'n s una renunc1a al f ' d · · . , "
f . a an e asmulacwn. reclamado con la uerza motriz del am . L . ·. , -Siempre está re t
or m�mo. a YJswn nunca domina. tando un J
• Pt. _
sen e, y tiene el poder del amor presen-o )Je n o cuyo locrro - 1 , -orden tal como 1 • o e� a ai·moma eterna. Ese una fu . o encontramos en la naturaleza nunca es de�alle
erza, se. presenta como el único ajuste armónico de tivo fr
�ompleJO: El �al es la fuerza motriz bruta del objeEl mn
tom�nta.nod haciendo caso omiso de la visión eterna. es 1 "
,es �I;nma m� y retrasa o lastima. El poder de Dios
su �
t��fl;c��1 que I
dinsp
dira. Es fu�rte la religión que en
h . , • s�: , m o os e pensamiento evoca una a re-enswn de la VISIOn prevaleciente. La adoración de tiio no es una regla de seguridad: es una aventura del es íri� �u¡'· 1!? la�lzarse en pos de lo inasequible. La muerte d� 1� l e IgiOn V'ene con la re l' _ . , ' 1 1 tura.
. p.e,Ion ae a a ta esperanza de aven-
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OAPÍT1}L0 XIII
REQllSITOS DEL PROGRESO SOCL\L
El objeto de estas conferencias ha sido analizar las reacciones de la ciencia en la formación de ese fondo de ideas instintivas que controlan las actividades de sucesivas generaciones. Semejante fondo toma la forma de cierta filosofía vaga a modo de última palabra sobre las cosas, cuando todo está dicho. Los tres siglos que constituyen la época de la ciencia moderna, se agitaron alrededor de las ideas de Dios, espíritu, materia, y también de las de espacio y tiempo por su carácter de expresivas de la localización simple de la materia. En conjunto la filosofía ha insistido en el espíritu, y ello le ha hecho perder el contacto con la ciencia durante los dos siglos últimos. Pero está recuperando de nuevo su antigua importancia gracias al apogeo de la psicología y de su alianza con la fisiología. Además, esta rehabilitación de la filosofía ha sido facilitada por el fracaso reciente de la formulación que el siglo XVII hiciera de los principios de la física. Pero hasta que esa crisis se produjo, la ciencia se asentaba con seguridad sobre los conceptos de materia, espacio, tiempo y, posteriormente, de energía. Había también leyes naturales arbitrarias que regían la locomoción. Eran observadas empíricamente, pero por alguna razón oscura se sabía que eran universales. Quienquiera que en teoría o en la práctica las desacatara, era condenado con implacable vigor. Esta posición adoptada por los hombres de ciencia era puramente gratuita si cabe otorgarles el crédito de creer en sus propias afirmaciones, pues su fi-
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loso_fí�, corriente no logró justificar de ningún modo a. suposi��on de que el conocimiento inmediato inherente a toda ocaswn presente arroje alguna luz sobre su pasado o sobre su futuro.
. He trazado también una filosofía alternativa de la ciencm, en la. cual el or7�nis�o ?cupa el lugar de la materia. A este obJeto, el espmtu 1mphcado en la teoría materialista se .res�e!ve en una función del organismo. Luego el campo psiCol?g�co revela lo que en sí es un acaecimiento. Nuestro acaecimH;nto corporal es un t�po . inusitadamente complejo de
, orgams�o y, �n consecuencia, mcluye la cognición. Acle
mas, espaciO Y tiempo, en su significado más concreto pasan a .ser .�l lugar de los acaecimientos. Un organis�o es l� reahzac�on de una figura de valor definida. La emergencia de algun valor real. depende de la limitación que excluye luces . :ruzadas neutrahzadoras. Así, un acaecimiento es una cuestwn �e hecho que por razón de su limitación es un valor. en si, aunque por su misma naturaleza requiere todo el umverso para ser lo que es.
La impor!�ncia dep�nde de la durabilidad. Durabilidad es la retenc�on e� el tiempo de un logro de valor. Lo que dl!-:a es la !?entidad de módulo, autoheredada. La durabil!dad reqmere un ambiente favorable. Toda la ciencia se agita �n
r torno. de esta cuestión de los organismos duraderos.
La m.Iuencm general de la ciencia en el momento actual .puede ser analizada bajo los epígrafes siguientes: Con�pci?nes Gener�les c.on respecto al Universo, Aplicaciones - ecmcas, ProfesiOnalismo en el Conocimiento Influencia de las Doctrinas .Biológic�s en los Motivos de l� Conducta. En las confe:renc1as anteriOres intenté dar un atisbo de est?s puntos.
,�ntra dent�o de los fines de esta conferencia
fmal el estumar la reacciÓn de la ciencia ante algunos problemas que se .plantean a las sociedades civilizadas.
Las concep?wnes generales introducidas por la ciencia en e� , per;tsar;ll�nto moderno no pueden separarse de la situacwn fll?s?,fica tal como la expresó Descartes. Me refiero a la . sup_osi<;I�n de que los cuerpos y los espíritus son susta�cms mdrvrduales independientes, cada una de las cuales eXIge por derecho propio sin necesidad de la menor refe-
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rencia de una de ellas a la otra. Semejante concepciOn estaba muy de acuerdo con el individualismo resultante de la educación moral de la Edad Media. Pero aunque eso explique la fácil aceptación de la idea, la derivación en sí se basa en una confusión, muy natural pero no por ello menos desafortunada. La educación moral acentuó el valor intrínseco de! ente individual. Esta acentuación puso en primer plano del pensamiento las nociones de individuo y de sus experiencias. Es en este punto donde comienza la confusión. El valor individual emergente de cada ente, se transforma en existencia sustancial independiente de cada ente, que es una noción muy distinta.
No pretendo decir que Descartes consumara esta transición lógica -o, mejor dicho, ilógica- en forma de raciocinio explícito. Lejos de ello . Lo que hizo fué, en primer lugar, concentrarse en sus propias experiencias conscientes, como si fueran hechos dentro del mundo independiente de su propia mente. Lo que le indujo a especular de esta suerte fué la acentuación corriente del valor individual de su yo total. Implícitamente transformó este valor indiv.idual emergente, inherente al mismo hecho de su propra realidad, en un mundo de pasiones privado, o de modos, de sustancia independiente.
Además, la independencia asignada a las sustancias comóreas, las expulsaba en bloque del reino de los valores. Degeneraron en un mecanismo enteramente desprovisto de valores, salvo como sugestivo de una ingenuidad externa. Los cielos habían perdido la gloria de Dios. Este estado de ánimo se pone de manifiesto en la repugnancia del protestantismo por los efectos estéticos dependientes de un medio material, considerando que induciría a atribuir un valor a lo que en sí carece de él. Esta repugnancia había llegado ya a su pleno apogeo anteriormente a Descartes. Por consiguiente, la doctrina científica cartesiana de las porciones d� materia desprovisl:as de valor intrínseco, era meramente una formulación en t<Srminos explícitos de una doctrina ya corriente antes de su admisión en el pensamiento científico o en la filosofía cartesiana. Probablemente esta doctrina estaba latente en la filosofía escolástica, pero no fué lleva-
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da . a sus consecuencias hasta que se encontró con la mentah�ad ?el Norte de Europa en el siglo xvr. Sin embargo, la Ciencia� t�l como la dotó Descartes, confirió estabilidad Y categona mtelectual a un punto de vista que ha tenido efectos muy . �eterogéneos sobre los presupuestos morales d� las colectnti��des . modernas. Sus buenos efectos provimerol! d� .su eficiencia como método para las investigacion�s cren.tifiCas dentro de las limitadas regiones que a la sazon .meJor �� prestaban a ser exploradas. De ello resultó una Ilustra�wn general del espíritu europeo que se liberó de las nebulo�rdades a�ávicas depositadas en él por el histerismo ?� las epocas barbaras. Estos efectos fueron sumamente beneficos, Y el!o se vió con toda claridad en el siglo xvm. Pero en el �Iglo :x_rx, cuando la sociedad se estaba transform�ndo hacia el Sistema fabril, los malos efectos de estas doctrmas fue¡:on �uy fatales. La doctrina de los espíritus c?mo sustancras mdependientes, condujo directamente no solo a mundos d� experiencia privados, sino también a mundos d� moral privados. Las intuiciones morales pueden ser sostemda� para su aplicación exclusiva al mundo estrictam�nte prrvado de la e�"}Jeriencia psicolórrica. Por consigUiente, el re�peto de sí mismo, y el afán de sacar el mavor provecho posrble de las posibilidades propias de cada ;no, labraron de c�msuno. la moralidad eficiente de los dirigent�s entre lo� mdu�tnales de aquel período. El mundo occidental e�ta sufriendo en la actualidad las consecuencias de .los honzontes morales limitados de las generaciones anteriOres.
, Aden:ás, la suposición de la absoluta carencia de valor ae la simple materia, determinó una falta de respeto por el tratamiento de la belleza natural o artística. Precisamel!te en los momentos en que la urbanización del mundo occidental estaba entrando en su fase de rápido desarrollo Y c��ando se reque:ía la más primorosa y cuidadosa considera�wn de las cualidades estéticas del nuevo ambiente matenal, se. hallaba en su apogeo la doctrina de la trivialidad de esas Ideas. En los países industriales más avanzados el arte era tratado c.omo una frivolidad. Un ejemplo elocuente de esta mentalidad de mediados del siglo xrx debe ver-
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se en Londres, donde la maravillosa belleza del estuario del Támesis serpenteando a través de la ciudad, res:rlta torpemente desvirtuada por el puente del ferrocarnl Charmg Cross, construído con olvido total de los valores estéticos.
Hay dos males : por una parte, el ol':ido de la verdadera �·elación de todo organismo con su ambiente, y, por oti·�, el hábito de hacer caso omiso del valor intrínseco del ambiente, que habría de ser tenido en cuenta por su peso en todo estudio relativo a los fines últimos.
Otro gran hecho a que debe hacer frente el mundo �oderr.o es el hallazgo del método de adiestrar a los profeswnales que se especializan en determinada.s regiones ?e� p�nsamiento, acrecentando con ello el caudal de conocimientos dentro de los límites respectivos de su materia. Como consecuencia del éxito de esta profesionalización del saber, es necesario tener presentes dos puntos en los q�e nuestra época actual se distingue de las pasadas. En pnl?er. l�gar, la cantidad de progreso es tal que un ser humano �nd1v:dual de longevidad ordinaria deberá encararse con situaciOnes nuevas para las que no encontrará paralelo alguno en el pasado. La persona fija para funciones fijas, que en las anteriores sociedades era considerada como un tan gran don de Dios, será un peligro público para el futuro. F:n segundo lucrar el profesionalismo moderno del saber actua en sentido �ontrario en cuanto concierne a la esfera intelectual. El químico moderno está abocado a tener escasos conocir;nientos de zoolocría, más escasos aún acerca del drama de la epoca de la reina .,Isabel y a ignorar totalmente los principios del ritmo en la versificación inglesa. Es probablemente seguro que olvide sus conocimientos de historia antigua. Estoy hablando, desde luego, de tendencias generales; no que los químicos sean peores que los ingenieros, que los m�temáticos o que los estudiantes de letras. El saber efectivo es saber profesional, apoyado en una familiaridad limitada con materias útiles consideradas como auxiliares para ese saber.
Esta situación tiene sus peligros. Produce espíritus encerrados en casillas. Cada profesión hace progresos, pero se trata de progresos encerrados en su propia casilla. Pues bien, estar espiritualmente en una casilla es vivir contem-
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pla�do una determinada serie de abstracciones. La casilla Impide extenderse por el país, y la abstracción abstrae de a�go a lo q�e ya no se presta ulterior atención. Y no hay nmguna :�silla de �bstracciones que sea adecuada para la comp:enswn de la vida humana. Así, en el mundo moderno, e! cehba�? ?e las clases i�struídas de la Edad Media, ha sido sust1tmd?, por un celibato del intelecto, divorciado de la conteJ?placwn con.creta de los hechos completos. y aun�ue nadie sea excl�sivamen�� un matemático o un jurista, ;ya que. la gente :VIVe tambien fuera de sus profesiones u ocup:
.cwnes, lo ciert? es que el pensamiento serio queda
encer1ado en un.a . casilla. El resto de la vida es tratado de un modo superficial,. con las categorías de pensamiento imperfectas 9-ue se denvan de una profesión. . Los peligros provenientes de este aspecto del profesiona
lismo, s,or: grandes. particularmente en nuestras sociedades
demo.cratiCas. L� _fuerza directriz de la razón se debilita. Los mtelect�s dm�entes carecen de equilibrio. Ven esta 0 aquella .s��·Ie de Circunstancias, pero no las dos a un tiempo
-,.La miswn ?e coord�nación s� .deja para aquellos que no tm Ieron e�e�gias o �aracter suficiente para triunfar en una carre�a .defm1da. DICho co11 pocas palabras: las funciones especializadas de la c?muni ad son realizadas mejor y de un �odo cada .vez mas perieccionado, mientras que la direccwn generalizada adolece de falta de visión. A medida que s� progresa �n materia de detalle, tanto mayor resulta el peligro , �roducido por la insuficiencia de coordinación.
Esta cntica . de la vida moderna rige para todos sus aspectos, cualqmera que sea el sentido con que interpretemos el concepto de �?munida�. Lo mismo da que por él entendamos u�� na�wn, una cmdad, un distrito, una institución, una familia . e mcluso .un individuo. Hay un desarrollo de l�s ��straccwnes particulares y una reducción de la apreCiacwn concreta . . El .conjunto se pierde en uno de sus aspectos. Para mi tesis no es necesario que sosten<ta que nuestro talen�o de dirección, ya sea en los individ�os va en las c?�umdades, es menor ahora que en tiempos pa;ados. Qmzas haya mejorado ligeramente. Pero el nuevo ritmo del progreso requiere mayor talento de dirección si se
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quieren impedir desastres. Lo cierto es que los descubrimientos del siglo XIX nos lanzaron por la senda del profesionalismo, de suerte que nos hemos quedado sin expansión de sabiduría y necesitándola mucho más.
La sabiduría es el fruto de un desarrollo equilibrado. Es este crecimiento equilibrado de la individualidad lo que debería ser misión de la educación garantizar. Los descubrimientos más útiles del futuro inmediato serán los que fomenten el cumplimiento de esa misión sin detrimento del profesionalismo intelectual necesario.
l\'Ii propia crítica de nuestros métodos educativos tradicionales es que se ocupan excesivamente del análisis intelectual y de la adquisición de información formularizada. Quiero decir que descuidamos el alentar los hábitos de apreciar concretamente los hechos individuales en su plena confluencia de valores emergentes, limitándonos a acentuar las formulaciones abstractas que prescinden de esta acción recíproca de valores diversos.
En todos los países es objeto de estudio el problema de equilibrar la educación general y la especializada. No me es posible hablar con conocimiento de causa de todos los países; en estas condiciones sólo puedo hacerlo del mío. Sé que en él existe entre los profesionales de la educación un profundo disgusto por las prácticas que se observan. Además, dista mucho de estar resuelta la adaptación de todo el sistema a las necesidades de una comunidad democrática. No creo que el secreto de la solución se halle en términos de una antítesis entre lo consumado de un saber especializado y un conocimiento general de carácter más superficial. El contrapeso que equiliLre la radicalidad del entrenamiento intelectual especializado, debe ser de índole diametralmente diferente al conocimiento analítico puramente intelectual. Toda nuestra educación consiste en la actualidad en la combinación de un estudio exhaustivo de unas pocas abstracciones con un estudio superficial de un mayor número de abstracciones. Somos harto exclusivamente teóricos en nuestra rutina docente. La preparación general debería tender a explicar nuestras aprehensiones concretas y satisfacer el afán de la juventud de hacer algo.
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También en esto debería haber algún análisis, pero sólo lo necesario para ilustrar los medios de pensar en diversas esferas. E;1 el Paraíso Terrenal vió Adán a los animales antes de darles nombres, mientras que en el sistema tradicional los niños conocen los nombres de los animales antes ele ver a éstos.
No hay ninguna solución exclusiva fácil para las dificultades prácticas de la educación. Sin embargo, podemos guiarnos a base de cierta simplicidad en su teoría ge_ne�·al. El estudiante debe concentrarse dentro de un campo limitado. Esa concentración debe comprender todas las nociones prácticas e intelectuales requeridas para esa concentración. Es el procedimiento que suele adoptarse, y, por lo que respecta a él, más bien me inclinaría precisan�en�e � aumentar las facilidades de concentración que a d1smmmrlas. Con la concentración están asociados ciertos estudios subsidiarios tales como los len{)'uajes para la ciencia. Semejante , b • esquema ele preparación profesional tendría que encami_narse a un fin claro, apropiado al temperamento del estudrante. N o es necesario presentar las modalidades especiales de. estas afirmaciones. Esa preparación debe tener -huelga decirlola amplitud requerida por su finalidad. Pero su plan no debe complicarse en atención a otros fines. Esta preparación profesional no puede afectar más que a un lado de la educación. Su centro de gravedad está en el intelecto, y su arma principal es el libro impreso. El centro de gravedad del otro lado de la formación debe estar en la intuicion sin un divorcio analítico del ambiente total. Su objeto es la aprehensión inmediata con el mínimum de análisis desentrañader. El tipo de generalidad que se necesita sobre todo, es la apreciación de la variedad del valor. J'vie refiero a una educación estética. Hay algo entre los valores toscamente especializados del hombre meramente práctico y los valores delicadamente especializados del puro estudiante. Los dos tipos han perdido algo, un algo que no se recupera por la simple adición de las dos series de valores. Lo que se necesita es una apreciación de la infinita variedad de valores vivos logrados por un organismo en su ambiente prOJ?ÍO. Aunque entendamos todo lo relativo al Sol y todo lo relativo
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a la atmósfera y todo lo relativo a la rotación de la Tierra, puede que se nos siga escapando lo radi��te ?e la puesta del Sol. No hay sucedáneo de la percepcwn directa del loO'ro concreto de una cosa en su "actualidad". Necesitamos �1 hecho concreto con una luz alta proyectada sobre lo que tiene enjundia para su preciosidad. . , , . Me refiero al arte y a la educacwn estetlca. Pero es arte en un sentido tan general de la expresión que �e resisto a designarlo con este nombre. El arte es ':n eJemplo especial. Lo que necesitamos es poner al descub1ert? nuestros hábitos de aprehensión estética. Según la doctrma metafísica que he venido exponiendo, hacerlo así equival� _
a acrecentar la profundidad de la individualida� . . El análisis de la realidad indica los dos factores, la actividad emergiendo a valor estéti�o individ�ali�a.do. �sí,. pues, el valo.r emergente es la medida de la m�r�"I�u�lizacwn de la a�hvidad. Tenemos que fomentar la m1cmhva creadora llevandola al mantenimiento de valores objetivos. No obtendremos la aprehensión sin la iniciativa, ni la iniciativa sin la aprehensión. En cuanto .�os dirijamo� ��cia l� c�ncreto, no podremos excluir la accwn. La sensib�d�? sm Impul�o se llama decadencia, y el impulso sin sensibilidad, brutalidad. Empleo la palabra "sensibilidad" en su. ,sentido más gene; ral, de suerte que incluya la aprehenswn de lo que está más allá (le uno mismo, es decir, sensibilidad para todos _los hechos del caso. Así, en el sentido general que precomzo, "arte" es toda selección por medio de la cual los hechos concretos son dispuestos de tal modo q�e permitan . ir poniendo la atención en los valores particulares realizables por ellos. Por ejemplo, la mera disposición del. cuerpo humano y de la vista para lograr una buena vist.� de u�a puesta de sol, es una simple for.ma de seleccwn arhstica. El hábito del arte es el hábito de gozar de valores vivos.
Pero en este sentido, el arte abarca más que puestas de sol. Un; fábrica, con su maquinaria, su comunidad de obreros, su servicio social para la población general, su dep�ndencia de un genio organizador y planeador, sus potencialidades como fuente de riqueza para los tenedores de sus
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acciones, es un organismo que ofrece una multitud de valores vivos. Lo que necesitamos educar es el hábito de aprehender semejante organismo en lo que tiene de completo. Puede decirse muy bien que la ciencia de la econo�ía . política, tal como se estudió en el primer período que sigma . a la muerte de Adam Smith (1790) , hizo más daño q�e bien. Destruyó muchos engaños económicos y enseñó como hay que pensar acerca de la revolución económica a la sazón en auge. Pero remachó en los hombres cierta serie de abstracciones que resultó desastrosa por sus efectos sobre �a mentalidad moderna. Deshumanizó la industria. Este es solo uno . de .tantos ejemplos de un peligro general inherente a 1� cienc�a moderna. Su procedimiento metodológico es exclusivo e mtolerante, y con razón. Fija su atención en un g,rupo de abstracciones definido, dejando de lado todo lo demas, y recoge todas las migajas de información v teoría que , sean de. interés para lo que constituye su �hj eto. Este metodo tnunfa con la condición de que las abstrac�io�es sean ju!ciosas . . Pero aun triunfando, su triunfo es limitado. Y SI se olvida de esos límites viene a dar en e�uivocaciones desastrosas. El antirracionalismo de la cienc:a �s�á justificado en parte, como defensa de su metodologia uhl; pero en parte es mero prejuicio. El profesionalismo moderno es la preparación de los espíritus para que se adapten a la metodología. La rebelión histórica del si<Tlo X:'II Y la ante.rior reacción hacia el naturalismo, fue:on eJe:Uplos de salirse de las abstracciones que cautivaron a la sociedad educada de la Edad Media. Esta edad primitiva tu;? un ideal �e racionalismo, pero no logró realizarlo, pues �eJ? d� adve_rhr �ue la metodología del razonar requiere las limitaciOnes Imphcadas en lo abstracto. En consecuencia, el verda�ero racionalismo tiene que salir siempre de sí mismo r�curr;endo a lo concreto en busca de inspiración. Un raciOnalismo que se encierre en sí mismo es en efecto una for�a de antirracionalismo. Significa un detenerse arbitranamente en una serie particular de abstracciones. Este fué el caso de la ciencia.
Hay dos principios inherentes a la misma naturaleza de las cosas, y que se repiten en algunas encarnaciones par-
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ticulares cualquiera que sea el campo que exploremos: el espíritu del cambio y el espíritu de conserv:aci�n. Nada real puede haber sin los dos. El mero cambiO ?m cons.�rvación es un pasar de la nada a la nada. Su mtegracwn final produce un mero no-ente transitorio. La mer?- conservación sin cambio no puede conservarse, pues, al fm Y al cabo, hay un fluir de circunstancia, y la lozanía del se.r se desvanece con la mera repetición. El carácter de la realidad existente se compone de organismos durables a través el fluir de las cosas. El tipo bajo de organismo ha logrado una autoidentidad que domina toda su vida física. Electrones, moléculas, cristales, pertenecen a este tipo. Presentan una identidad sólida y completa. En los tipos más elevados, en que aparece la vida, hay una mayor complejidad. A�í, aunque haya un módulo complejo, durable, se ha refugiado. en más profundos escondrijos del hecho total. En un sentido, la autoidentidad de un ser humano es más abstracta que la de un cristal. Es la vida del espíritu. Se relaciona más bien con la individualización de la actividad creadora, de suerte que las circunstancias cambiantes recibidas del ambiente son diferenciadas de la personalidad viva y concebidas como formando su campo percibido. En realidad, el ca:¡ppo de percepción y' el espíritu percipiente son .ab.stracciones que en concreto se combinan en los acaecimientos corporales sucesivos. El campo psicológico, en cuanto restringido a los objetos-del-sentido y a las emociones pasajeras, es la permanencia mínima, simplemente rescatada de la no-entidad del mero cambio, y el espíritu es la máxima permanencia, que invade aquel campo comp�eto
, cu�a
duración es el alma viva. Pero el alma se march1tana sm la fertilización de sus experiencias pasajeras. El secreto de los organismos superiores está en sus dos grados .de permanencias. Por estos medíos la lozanía del ambiente es absorbida en la permanencia del alma. El ambiente cambiante deja de ser, por razón de su variedad, un �nemigo de la duración del or<Tanismo. El módulo del orgamsmo superior se ha retirad; en los escondrijos de la actividad individualizada. Se ha transformado en un modo uniforme de ocuparse de las circunstancias, y este modo sólo se for-
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talece si tiene una variedad propia de circunstancias de que ocuparse.
Esta fertilización del alma es la razón de la necesidad del arte. Un valor estático, por serio e importante que sea, acaba por ser indurable por su aterradora monotonía de duración. El alma reclama a grandes voces su redención hacia el cambio. Sufre la agonía de la claustrofobia. Las transiciones de humor, ingenio, irreverencia, juego, sueño y -sobre todo- de arte, son necesarias para ella. El gran arte es la disposición del ambiente de modo que le proporcione al alma valores vivos aunque transitorios. Los seres humanos reclaman algo que les absorba por algún tiempo, algo que les saque de la rutina en que pueden quedar encandilados. Pero no podemos subdividir la vida, como no sea en el análisis abstracto del pensamiento. Por consiguiente, el gran arte es más que un remozamiento transitorio. Es algo que se añade a la riqueza permanente de la autoadquisición del alma. Se justifica a un tiempo por su goce inmediato y también por su disciplina del más íntimo ser. Su disciplina no es distinta del goce más que por razón de él. Transforma el alma en la realización permanente de valores que se extiende más allá de su yo anterior. Este elemento de transición en el arte se pone de manifiesto por la inquietud patente en su historia. Una época llega a saturarse con las obras maestras de cualquier estilo. Algo nuevo precisa ser descubierto . El ser humano es variable. Sin embargo, hay un equilibrio en las cosas. El mero cambio antes de haber llegado a un logro adecuado, en calidad o en cantidad, es destructivo de la grandeza. Pero difícilmente podrá exagerarse la importancia de un arte vivo que cambia y sin embargo deja su marca permanente.
Por lo que concierne a las necesidades estéticas de la sociedad civilizada, las reacciones de la ciencia han resultado desafortunadas en este sentido. Su base materialista ha dirigido la atención a las cosas como opuestas a Jos valores. La antítesis es falsa si se toma en un sentido concreto, pero es válida en el nivel ordinario del pensamiento abstracto. Esta acentuación dislocada confluyó con las abstracciones de la economía política, que de hecho son las abstracciones
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en cuyos términos se llevan los asunt.os �?merci�les. Así, todo pensamiento relativo a la ?rgamzacwn �acial se expresó en términos de cosas materiales y d<; capital. L�s valores últimos eran excluidos. Se les hacia una cortes reverencia y se les entregaba al clero par� que los guardara para los domingos . . Un cred� de moralidad en la competencia por los negocws se hab1a desarrollado, en algunos aspectos con n�table . �levaci¿n, pero absolutam:nte desprovisto de consideracwn hacia el valor de la v1da humana. Los obreros eran considerados como meros instrument?s, obtenidos del mercado del trabajo. A la pregunta de Dws contestaban los hombres como Caín: "¿Acaso soy yo , el guardián de mi hermano?", y cometían el crimen de C�1?. Tal era la atmósfera en que se llevó a cabo la revolucwn industrial en Inglaterra, y en gran parte también en otr?s países. La historia intes�in?' de Inglaterra durante el ultimo medio siglo ha consistido en un esfuerzo lento Y doloroso para deshacer los males forj�d?� en. ,la primera fase de la nueva época. Puede que la civihzacwn nunca se r�cupere del mal clima que rodeó la i�troducción d�l maqmnismo. Este clima invadió todo el sistema comercial el; las razas adelantadas del Norte de Europa. En parte fue resultado de errores estéticos del protestantismo Y en parte consecuencia del materialismo científico; en parte resultado de la codicia de la especie humana y en parte re:ultado . �e las abstracciones de la economía política. Una 1lustracwn de mi punto de vista puede en�ontrarse :n el ensayo de Macaulay criticando los Colloquws on Soczety de South?Y• escrito en 1830. Y Macaulay era un ejemplo muy gen�mo de los hombres que vivían en la época, o. en t�das las epocas. Era un genio, tenía buen cor;;tzón, ,mtencwnes honestas y afán de reforma. El texto dice as1:
"Se nos dice que nuestra edad ha inventad_o at;ocid
_ades que su
peran cuanto nuestros padres hubieran podido Imagmar ; que la
sociedad ha sido llevada a un estado comparado con el cu�l !a exterminación Tesultaría una bendición ; y todo poTc¡ue las VIVler:�as
de los hiladores de algodón son desnudas y rectangular€�. M1scer
Southev ha descubierto un medio -nos dice- que permite ;am
parar los efectos de la fabricación y ele la agricultura. h Cual es
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este medio � Subirse a un cerro, contemplar la casa de campo y la factoría y ver cuál es la más agradable."
:Parece que Southey había dicho muchas tonterías en su li.b.ro; pero por lo que se refiere a este extracto, podría justifiCar perfectamente su alegato si volviera a la tierra después de un lapso de casi un siglo. Los males de la primera época de industrialización han pasado actualmente a formar parte del dominio público. El punto en que sigo insistiendo es la ceguera empedernida con que, incluso los mejores hombres de la época, consideraban la importancia de la estética en la vida de una nación. N o creo que hasta ahora hayamos llegado ni siquiera aproximadamente a la estimación debida. Una causa de eficacia sustancial que contribuyó a producir este error desastroso, fué el credo científico de que la materia en movimiento es la única realidad concreta de h naturaleza, de suerte que los valores estéticos constituírían un aditamento adventicio que no viene a propósito.
Hay otro aspecto de este cuadro de las posibilidades de decadencia. En el momento actual se agita una discusión acerca del porvenir de la civilización en las nuevas circunstancias de rápido adelanto en la ciencia y en la técnica. Los males del futuro han sido diagnosticados de distintos modos: la pérdida de la fe religiosa, el uso malicioso del poder material, la degradación consiguiente a una cuota diferencial de natalidad favorable a tipos de humanidad inferiores, la suspensión de la fuerza estética creadora. No cabe duda de que todos ésos son males peligrosos y amenazadores. Pero no son una novedad. Desde los albores de la histori� la humanidad ha venido perdiendo su fe religiosa, ha sufndo siempre del uso malicioso del poder material ha sufrido siempre de la infecundidad de sus mejores tipo� intelectuales y siempre ha registrado la decadencia periódica del arte. En el reinado del monarca egipcio Tutankhamón se desencadenó una lucha religiosa desesperada entre los modernistas y los fundamentalistas; las pinturas de las cavernas ofrecen una fase de delicada perfección estética sustituída luego por un período de relativa vulgaridad; los jefes religiosos, los grandes pensadores, los grandes poetas Y autores, toda la casta sacerdotal de la Edad l\íedia, fue-
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ron notoriamente estériles; por último, si en la actualidad contemplamos lo que ocurrió en el pasado sin hacer caso de las exposiciones novelescas de democracias, aristocracias, reyes, generales, ejércitos y comerciantes, veremos que el poder material fué ejercido generalmente a ciegas, con porfía "J' egoísmo y no pocas veces con brutal maldad. Y, a pesar de todo, la humanidad ha progresado. Incluso si tomamos un tenue oasis de especial excelencia, el tipo de hombre moderno que más probabilidades habría tenido de ser feliz en la Grecia clásica en el mejor período de ésta, habría sido seguramente (como ahora) un boxeador mediano profesional de peso pesado, y no un estudiante ordinario de griego de Oxford o de una universidad alemana. De seguro que la principal utilidad del estudiante de Oxford habría sido su capacidad para escribir una oda ensalzando al boxeador. Nada puede ser más nocivo para un espíritu decaído en orden al cumplimiento de sus deberes en la actualidad que el concentrar la atención en los puntos de excelencia del pasado comparados con los defectos promedios de nuestros días.
Pero, al fin y al cabo, ha habido verdaderos períodos de decadencia, y en la época actual, como en otras, la sociedad está en decadencia, siendo necesario hacer algo para reaccionar. Los profesionales no constituyen una novedad en el mundo. Sin embargo, los profesionales del pasado estaban agrupados en castas que no progresaban. El caso es que en la actualidad el profesionalismo ha sido asociado al progreso. El mundo se encuentra ahora ante un sistema que se desarrolla por sí mismo y que él no puede detener. Esta situación ofrece sus ventajas y sus peligros. Es evidente que las ganancias de poder material ofrecen también ocasiones para una mejora de la sociedad. Si la humanidad sabe aprovechar la ocasión, tendrá frente a sí una edad de oro de creatividad benefactora. Pero el poder material en sí es neutral éticamente. Puede actuar igualmente en la dirección errónea. No se trata actualmente de producir grandes hombres sino de producir grandes sociedades. La gran sociedad encontrará los hombres para las ocasiones. La filosofía materialista acentuó la importancia de la cantidad
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de materia dada, :,r de ahí, por derivación, la naturaleza del ambiente dada. De esta suerte actuó del modo más desafortunado sobre la conciencia social de la humanidad, pues puso casi exclusivamente su atención en el aspecto de la lucha por la existencia en un ambiente fijo. En una gran extensión el ambiente es fijo y en esa extensión hay una lucha por la existencia. La cuestión es quién será el eliminado. En la medida en que seamos educadores, hemos de tener ideas claras sobre este punto, pues determina el tipo que hay que producir y la ética práctica que debe inculcarse.
Pero durante los tres últimos siglos la concentración exclusiva de la atención hacia este aspecto de las cosas, ha sido un desastre de primera magnitud. Las consignas del siglo xrx fueron: la lucha por la existencia, la competencia, la lucha de clases, la rivalidad comercial entre las naciones, la guerra militar. La lucha por la existencia ha sido interpretada como un evangelio de odio. La conclusión total que haya de sacarse de una filosofía de la evolución es, por fortuna, de un carácter más equilibrado. Los organismos victoriosos modifican su ambiente. Son victoriosos los organismos que modifican su ambiente para ayudarse mutuamente. Ejemplos de esta ley se encuentran en vasta escala en la naturaleza. Por ejemplo, los indios de América del Norte aceptaron su ambiente, y ello tuvo como resultado que una población poco densa lograra simplemente mantenerse en todo el continente. Cuando las razas europeas llegaron a ese mismo continente, siguieron una política opuesta. Desde un principio cooperaron en la modificación de su ambiente. El resultado fué que una población veinte veces mayor que la india ocupe actualmente el mismo territorio, a pesar de lo cual el continente todavía no está lleno. Además, hay asociaciones de especies distintas que cooperan mutuamente. Esta diferenciación de especies se presenta en los entes físicos más simples, tales como la asociación entre electrones y núcleos positivos, y lo propio ocurre en todo el reino de la naturaleza animada. Los árboles de las selvas del Brasil dependen de la asociación de varias especies de organismos, cada uno de los cuales depende mutuamente de las demás especies. Un árbol aislado depende por sí de
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todos los cambios adversos de las circunstancias variables. El viento le impedirá crecer; las variaciones de la temperatura perjudican el desarrollo de sus hojas; las lluvias desnudan su suelo; sus hojas son arrastradas y no pueden contribuir a la fertilización de su suelo. Podemos obtener especímenes de hermosos árboles ya sea en circunstancias excepcionales, ya con la intervención del cultivo por parte del hombre. Pero en la naturaleza el modo normal de prosperar los árboles es su asociación en un bosque. Es posible que cada uno de los árboles pierda algo de su perfección de crecimiento individual, pero, en cambio, se ayudan mutuamente a conservar las condiciones de subsistencia. El suelo se conserva y está al abrigo, y los microbios necesarios para su fertilidad no son agostados por el sol, ni exterminados por la escarcha, ni arrastrados por las lluvias. Un bosque es el triunfo de la organización de especies mutuamente dependientes. A mayor abundamiento, una especie de microbios que mata a un bosque se da muerte a sí misma. Por otra parte, los dos sexos presentan la misma ventaja de diferenciación. En la historia del mundo, el premio no ha sido para las especies que se han especializado en los métodos de violencia, ni siquiera en las arma· duras defensivas. De hecho, la naturaleza comenzó produciendo animales encerrados en duras conchas que les protegieran contra los males de la vida. También hizo ensayos en materia de tamaños. Pero los animales pequeños, sin caparazón externo, de sangre caliente, sensibles y vigilantes, expulsaron de la faz de la tierra a esos . moD:stru?s. Además, no son los tigres y los leones las especies victoriosas. En el uso pronto de la fuerza hay algo que frustra su propio objeto. Su principal inconveniente es que carece d.e cooperación. Todo organismo necesita un ambiente de amigos, en parte para que le protejan contra cambios .violentos, en parte para que le ayuden cuando lo necesita. El Evano-elio de la Fuerza es incompatible con una vida social. Entie�do por fuerza el antagonismo en su sentido más general.
Casi igualmente peligroso es el Evangelio de la Uniformidad. Las diferencias entre las naciones y razas de la es-
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pecie humana son necesarias para mantener las condiciones e� que es posible un más alto desarrollo. Un factor principal en la marcha ascendente de la vida animal ha sido su capacidad de migración. Es quizás por esta razón que les fué mal a los monstruos protegidos por fuertes caparazones. No podí�n trasladarse. Tenían que adaptarse o perecer. La especie humana se trasladó de los árboles a las llanuras, de las llanuras a las costas del mar, de unos climas a otros, de unos continentes a otros, y de unos hábitos de vida a otros hábitos de vida. Cuando el hombre deja de trasladarse, cesa su ascenso en la escala del ser. El traslado físico es siempre importante, pero más lo es aún la facultad de las aventuras espirituales del hombre: aventuras . del. pensamiento, del sentimiento apasionado, de la expenencia estética. Una diversificación entre las comunidades humanas es esencial para la aportación de incentivo Y de material para la odisea del espíritu humano. Naciones d_istintas de hábitos diferentes no son enemigas: son bendiciOnes. Los hombres necesitan que sus vecinos sean lo suficientemente afines para que les entiendan lo suficientemente diferentes para llamar su atención y lo suficientemente grandes para imponer admiración. Sin embargo, no podemos esperar que tengan todas las virtudes. Precisamente habríamos. de darnos por satisfechos con que haya algo lo bastante smgular para que resulte interesante.
. La ciencia moderna ha impuesto a la humanidad la neceSI_dad de tra�ladarse. Su pensamiento progresivo y su técmc�.
progresiva han hecho del paso por el tiempo, de generacwn en generación, una verdadera migración hacia mares de . aventura no registrados en los mapas. El beneficio genm�� del trasladarse estriba en que es peligroso y requiere habilidad para sortear los escollos. Nuestra esperanza, está, por lo tanto, en que el porvenir nos descubra peligros. Le toca al futuro ser peligroso, y una de las virtudes de la ciencia es que pertreche al futuro para realizar su misión. La� clases medias prósperas que gobernaron en el siglo xrx, atnbuyeron un valor excesivo a la placidez de la existencia. Se resistieron a encarar las necesidades de reforma social impuestas por el sistema industrial nuevo, y ahora se
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rehuyen a enfrentar las necesidades _de. reforma intelectual impuestas por el nuevo saber. El pesrmrsm? de la clase media en cuanto al porvenir del mundo, proviene de un9; confusión entre civilización y seguridad. En el fut.uro !�mediato habrá menos seguridad que en el pas�do mmediato, menos estabilidad. No cabe duda de que crerto grado de inestabilidad resulta incompatible con la civilización, pero, en conjunto, las grandes edades han sido edades inestables.
En estas conferencias he pretendido dar un relato de una gran aventura por la región del _pensamiento. En ella participaron todas l�s razas del Oc�rd�nte de Europa. Se �es�rrolló con la lentitud de un movimiento de masas. �Iedio srglo es su unidad de tiempo. Este relato es la epopeya de un episodio de la manifestación de la razón. Dice cómo una dirección particular de la razón aparece en una raza �racias a la larga preparación de épocas precedentes, como después de su nacimiento se desar_rolla gr�dualmer:te �u materia principal, cómo logra sus trmnfos, como su mfluJO moldea las mismas fuentes de la acción del género humano, y, por último, cómo en su momento de triunfo s:rpr�J:?O se revelan sus limitaciones y reclaman un nuevo eJercrcro de la imaginación creadora. La moraleja del relato es el �oder de la razón, su influjo decisivo en 1� vida de 1� humanrda� . Los <trandes conquistadores, de AleJandro a Cesar Y �e Cesar /:Napoleón, ejercieron un influjo profundo en la vida de las generaciones su?siguient:s;. pe_r? el efe�to total de este influjo queda reducrdo a lo msignrficante si se coml?ara con la transformación total de los hábitos y de la mentalidad humanos provocada por la larga trayectoria de
.los hombres
de pensamiento desde Tales hasta nuestros dias, homb_r�s desprovistos de poder individualmente, pero que en defmitiva fueron quienes gobernaron el mundo.
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i N D I C E
l.-Orígenes de la ciencia moderna 13
II.-Las matemáticas como elemento de la historia del pensamiento 34
III.-El siglo del genio 55 IV.-El siglo :s:vm 75
V.-La reacción romántica 96
VI.-El �iglo :s:r:s: 120 VII.-La relatividad 141
VIII.-La teoría del quantum 159 IX.-Ciencia y filosofb 169 X.-Abstracción . 191
XI.-Dios . . 210 XII.-Religión y cienci:1 . 218
XIII.-Requisitos del progreso social 233
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