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TRABAJO DE HISTORIA “SOLDADO DE POCA FORTUNA” de Jesús Tessier Estos son algunos fragmentos del libro de Jesús Tessier, “ Soldado de poca fortuna”. Es una autobiografía en la que el autor narra sus experiencias en la Guerra Civil. No es un relato objetivo de los hechos pues él tenía una clara tendencia política, de ahí su anticomunismo. Algunos fragmentos hay que interpretarlos, por tanto, en función de sus ideas políticas o la necesidad de justificar sus actos en aquel acontecimiento de la Historia de España. No obstante, es un relato que nos puede acercar a la visión de la guerra por un protagonista de la misma. Las preguntas en cursiva hay que contestarlas acudiendo a los apuntes 1. El Personaje 1. Cómo se llama el protagonista que escribe sus memorias y por qué lo hace 2. 80.000 hombres 1- Cual fue la batalla más dura de la guerra según los libros que consulta? 3. Cuantas personas murieron en esa batalla 4. Cuantos murieron entre los dos bandos en esta batalla 4. Cual es la causa de la guerra según el autor Los propagandistas rusos habían caldeado el ambiente 3. Una mañana de julio 1. ¿ Qué cuartel de Madrid se había sublevado fue derrotado por los milicianos, es decir por los civiles armados de los partidos de izquierda? 2. ¿En que otras ciudades de España fracasó la sublevación del 18 de julio? 3. ¿ En qué zonas de España triunfó el golpe de estado? 4. ¿ Cual era el plan inicial de los sublevados? 5. Por qué se presentaron en casa de la familia de su novia unos milicianos? Buscando a Mariá que estaba afiliada a una entidad monárquica. 6. Los milicianos eran partidarios o contarios a la Monarquia? 7.¿ Por qué la familia del protagonista decide abandonar su casa? 8. ¿Quién bombardeaba periódicamente las casas de Madrid? 9. ¿ A que bando pertenecen los sitadores de Madrid? 10. ¿ Quien dirigía las Juventudes Socialistas? 11 ¿ A qué partido se pasó? 12. ¿ Qué hacían las las Brigadas del Amanecer de la “ zona roja” como la denomina el autor? 13.¿ Qué tipo de viviendas asaltaban? 14. Qué sucedió con el Coronel Castillo, que fiel a República, defendía las Sierra de Madrid frente a los ataques nacionales? 15. ¿ Qué pretendía conseguir el PCE, con el asesinato del Teniente Castillo? 16. ¿Cómo hacía frente a la situación de hambre y frió la familia del protagonista, y en general la población civil de la ciudad durante la “ Batalla de Madrid”? 17.¿ Qué son los “fiambres” que se encuentran a menudo en las calles? 18¿ A quien echa la culpa de toda la represión y actos viles que los milicianos cometieron en Madrid contra quienes creían que apoyaban al otro bando? 19.¿ En la Europa de los años 30, a quienes consdireban los enemigos por antonomasia los fascistas? 4. Llamada a filas 1. Cuando el protagonista se presenta en la “llamada a filas” ( al servicio militar obligatorio) son subidos a unos camiones. ¿ De que nacionalidad eran esos camiones? 2. Qué país apoyó al gobierno republicano durante la Guerra Civil? 3¿Quién gobernaba ese país? ¿ De qué ideología era? 4¿ En qué bando de la Guerra Civil se ve obligado a luchar el protagonista? 5.AMetralladoras 1.¿ En qué compañía es integrado? 2. Quien dirigía la brigada en la que se integraba su compañía? 3. Cómo apodaban al comisario político del PCE que estaba en su compañía? 4.¿ Qué hacían los comisarios en las unidades militares? 5.Explica si fue muy intensa su preparación militar? 6.Dónde duermen? 6.Entrar en fuego 1¿Cómo califica la guerra? 1

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TRABAJO DE HISTORIA“SOLDADO DE POCA FORTUNA”

de Jesús Tessier

Estos son algunos fragmentos del libro de Jesús Tessier, “ Soldado de poca fortuna”. Es una autobiografía en la que el autor narra sus experiencias en la Guerra Civil. No es un relato objetivo de los hechos pues él tenía una clara tendencia política, de ahí su anticomunismo. Algunos fragmentos hay que interpretarlos, por tanto, en función de sus ideas políticas o la necesidad de justificar sus actos en aquel acontecimiento de la Historia de España. No obstante, es un relato que nos puede acercar a la visión de la guerra por un protagonista de la misma.

Las preguntas en cursiva hay que contestarlas acudiendo a los apuntes

1. El Personaje1. Cómo se llama el protagonista que escribe sus memorias y por qué lo hace2. 80.000 hombres1- Cual fue la batalla más dura de la guerra según los libros que consulta?3. Cuantas personas murieron en esa batalla4. Cuantos murieron entre los dos bandos en esta batalla4. Cual es la causa de la guerra según el autorLos propagandistas rusos habían caldeado el ambiente3. Una mañana de julio1. ¿ Qué cuartel de Madrid se había sublevado fue derrotado por los milicianos, es decir por los civiles armados

de los partidos de izquierda?2. ¿En que otras ciudades de España fracasó la sublevación del 18 de julio?3. ¿ En qué zonas de España triunfó el golpe de estado?4. ¿ Cual era el plan inicial de los sublevados?5. Por qué se presentaron en casa de la familia de su novia unos milicianos?Buscando a Mariá que estaba afiliada a una entidad monárquica.6. Los milicianos eran partidarios o contarios a la Monarquia?7.¿ Por qué la familia del protagonista decide abandonar su casa?8. ¿Quién bombardeaba periódicamente las casas de Madrid?9. ¿ A que bando pertenecen los sitadores de Madrid?10. ¿ Quien dirigía las Juventudes Socialistas?11 ¿ A qué partido se pasó?12. ¿ Qué hacían las las Brigadas del Amanecer de la “ zona roja” como la denomina el autor?13.¿ Qué tipo de viviendas asaltaban?14. Qué sucedió con el Coronel Castillo, que fiel a República, defendía las Sierra de Madrid frente a los ataques nacionales?15. ¿ Qué pretendía conseguir el PCE, con el asesinato del Teniente Castillo?16. ¿Cómo hacía frente a la situación de hambre y frió la familia del protagonista, y en general la población civil de la ciudad durante la “ Batalla de Madrid”?17.¿ Qué son los “fiambres” que se encuentran a menudo en las calles?18¿ A quien echa la culpa de toda la represión y actos viles que los milicianos cometieron en Madrid contra quienes creían que apoyaban al otro bando?19.¿ En la Europa de los años 30, a quienes consdireban los enemigos por antonomasia los fascistas?4. Llamada a filas1. Cuando el protagonista se presenta en la “llamada a filas” ( al servicio militar obligatorio) son subidos a unos camiones. ¿ De que nacionalidad eran esos camiones? 2. Qué país apoyó al gobierno republicano durante la Guerra Civil?3¿Quién gobernaba ese país? ¿ De qué ideología era?4¿ En qué bando de la Guerra Civil se ve obligado a luchar el protagonista?5.AMetralladoras1.¿ En qué compañía es integrado?2. Quien dirigía la brigada en la que se integraba su compañía?3. Cómo apodaban al comisario político del PCE que estaba en su compañía?4.¿ Qué hacían los comisarios en las unidades militares?

5.Explica si fue muy intensa su preparación militar?6.Dónde duermen?6.Entrar en fuego1¿Cómo califica la guerra?2.¿ Qué cena la noche anterior al combate? ¿Estuvo el protagonista, y sus compañeros, bien alimentados antes de entrar en combate?7.Cañonazos1. Qué tanto por ciento había sobrevivido a los anteriores combates?2¿ Cómo iban vestidos al combate?3. Teniendo en cuenta las respuestas de la pregunta 5.6; 6.2; 6.3. Señala si a tu juicio el ejército del bando republicano estaba bien preparado para la guerra. ¿ Pudo esto influir en el resultado de la guerra civil? ¿ Quién ganó la guerra civil?8.Adelante¿ Quién de sus amigos muere cuando se da la orden de avanzar?9.En Primera línea1. ¿ EN qué batalla ha tomado parte el protagonista?2. ¿Quiénes han sido derrotados en esta batalla?3. ¿ Quien gobernaba Italia en este momento y de que ideología era su li´¨ider

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4. Como consecuencia de esta batalla, ¿ Qué pueblo ha conquistado el protagonista?5. ¿ Por qué estaba desmoralizado?10.Uniformes nuevos1. Qué famosa comunista fue a conocer a los “ héroes de Guadalajara”?2. ¿ Por qué entraban por una puerta y salían por otra al desfilar?11.Cerro Garabitas1. ¿Qué era el cerro Garabitas en las afuera de Madrid?3. ¿ Qué general rebelde ataca Madrid desde este cerro?¿ De que ideología son los soldados de la trinchera a la que vienen a relevar?4. ¿ Quienes fueron derrotados en esta batalla?5. ¿ Qué tento por ciento de bajas tuvo la brigada del protagonista?.12.Golpe de mano1¿ Qué sistema utilizaron las tropas “ nacionales” para advertir la llegada de enemigos a sus trincheras?2. ¿ Qué cuenta como ejemplo del “ animalamiento” que se produce en las guerras?13.Tregua1¿ Mantiene una actitud de compasión o de odio hacia los “ rojos” muertos?

14Brunete.13 Qué general del bando republicano dirige la Batalla de Brunete?3. ¿ Qué conoció más a menudo, la reacción del vencido o del derrotado?15.La Espera1¿ Qué conoció más a menudo, la reacción del vencido o del derrotado?2. Hasta abril del 38, qué bando fue conquistando territorio enemigo continuamente?3. ¿ En que bando de la guerra estaba luchando y con qué bando querría haber luchado?4. ¿ Qué es lo que no dejaba dormir, pasada la guerra, a su amigo que estaba encuadrado en un tabor de regulares ( una unidad de combate)?5¿ Qué acto de crueldad comete el capitán Cirilo, con un cura que había sido hecho prisionero?6¿A qué bando apoyaba la Iglesia en la guerra civil? ¿ En qué había consistido el problema religioso durante la II República?16.La Contraofensiva1. Los batallones internacionales Washington y Lincoln sufrieron una gran mortandad. ¿ Cómo se denominan

los batallones extranjeros que acudieron en apoyo del bando republicano?17.Hambre en la retaguardia

1. ¿Cómo llamaban los madrileños a los aviones alemanes Junkers que bombardeaban Madrid?3.¿ Por qué crees que había aviones alemanes bombardeando Madrid?

18.Los moros1.¿ Por qué existía tanto miedo entre los soldados republicanos a los “ moros” que formaban parte de las tropas de Franco?2¿Cómo murieron muchos soldados en la Batalla de Teruel?

19.Duelo singular No entra 20 Nos pasamos ( al enemigo). No entra 21. Castillo de Monjuich

1. Una vez que se han pasado a las líneas nacionales son considerados prisioneros de guerra y deben dirigirse, a pie y desarmados, al Castillo de Monjuich, en Barcelona, habilitado como cárcel. . ¿ Cómo son tratados los prisioneros por la población civil del bando enemigo al pasar por un pueblo de Barcelona ?

2. Las mujeres del Socorro Rojo, ( organización comunista) qué proponían a los prisioneros? 22Trato de desprecio

1. Tras pasar tres meses detenido en el Castillo de Monjuich es enviado a qué campo de concentración?2¿ Cómo eran las instalaciones del campo de concentración ( había letrinas)? ¿Cómo pasaban el día los prisioneros? En suma, ¿ Había unas condiciones adecuadas para los prisioneros? ¿ Por qué se producían suicidios?

23Días de sol1. ¿ A qué dedicaban sus días los prisioneros republicanos en el campo de concentración de

Miranda de Ebro.2. Las condiciones sanitarias e higiénicas, ¿ crees que eran las adecuadas?

24. El fin de la guerra1. ¿ Qué noticia se da por megafonía en el campo de concentración el 28 de marzo?2. ¿ Cómo reaccionan los prisioneros republicanos?

25La Guerra Mundial1. El autor dice que “ hacía algunos meses que la guerra mundial había comenzado. ¿Cuándo comienza y

termina la II Guerra Mundial?2.¿Quiénes formaban parte del EJE? 3¿Cuál es el motivo del estallido de la II Guerra Mundial?4. El pacto Molotov-Von Ribbentrop o pacto germano-soviético, ¿ Qué consecuencias tiene?

26Rusia es culpable1. ¿ Qué idea movió a Franco a promover una intervención de voluntarios españoles en la conquista de la URSS por Alemania en la II Guerra Mundial.

2 ¿ Qué frase propagandística llevó a los falangistas a apuntarse como voluntarios?

2. ¿ Qué nombre recibió la división de voluntarios españoles que fueron a luchar contra la URSS en la Segunda Guerra Mundial?

3.¿ Por qué decide alistarse, según él , a la División Azul?

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4.¿Cuántos voluntarios compusieron la División Azul?5. ¿ Qué tipo de distintivo estaban obligados a llevar los judíos sobre el pecho y la espalda?

27Partisanos

1. ¿ Quienes son los partisanos?2¿ Cual fue la represalia alemana ante el ataque de los partisanos?3¿Cómo se denomina el sector de la población civil que se opone con las armas a los ocupantes alemanes en los países ocupados por los nazis?

28Tumbas2. ¿ Que país ocupado por los alemanes atraviesan andando hacia URSS?¿ Cuando había sido ocupado por los Alemanes? ¿ QUë consecuencia tuvo la invasión de este país?

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1. El personaje

Jorge, el tercero de mis vástagos, que verdadero plomo, me viene pidiendo con insistencia infinita que le haga un relato de mis vivencias de la Guerra Civil, y yo, que cuando eran pequeños no les conté a ninguno de mis hijos ninguna de mis batallitas, me veo hoy, 20 de marzo de 1993, sentado ante una Olivetti Linea 98, para intentar complacerlo. No trataré, pues, de aquí en adelante de hacer la historia de aquellos años, m de las razones que los dirigentes de ambos bandos tuvieron; para hacer unas cosas u otras;.no voy a desentrañar las causas de los acontecimientos. Voy, sencillamente, a contar lo que me pasó. No esperes, por tanto, Jorge, más que la exposición de unas vivencias de un muchacho de veinte anos, educado en el seno de una familia humildísima ya quien la suerte empujó al centro de una vorágine de las enormes dimensiones que tuvo la Guerra Civil española.

2. Ochenta mil hombres

Tan metido en harina me encuentro, que he aprovechado una larga pausa de dos días para consultar libros sobre nuestra guerra. Principalmente los de Hugh Thomas y Ricardo de la Cierva. También un bello coleccionable que editó en su día El País. Están muy bien escritos y son muy útiles como libros de consulta. De la batalla del Ebro coinciden en que fue la más dura de la guerra. Calculan, coincidentes, que los rojos tuvieron entre setenta y ochenta mil muertos. ¿Tú te das cuenta lo horroroso de esas cifras? ¿Puedes figurarte esos setenta u ochenta mil hombres vivos, formados en la explanada, ante las puertas de un campo de fútbol o en cualquier acto multitudinario?

«Se calcula que asistieron unos ochenta mil hombres»,' dicen los periódicos al describir la masiva asistencia a un acontecimiento social. Pues yo pienso en la formación y posterior marcha de esos ochenta mil hombres hacia la tumba. A muchos de 1 ellos los conocí personalmente, con muchos de ellos cambié impresiones, me tiré al suelo ante los ataques artilleros del enemigo o para esquivar los efectos de las bombas de los aviones. Fueron hombres vivos, con sus esperanzas, sus miserias, sus reacciones de valor o de miedo, con sus madres, hermanos, novias, en fin.

Pero no hagamos concesiones a esas minucias ,de ochenta mil hombres muertos, o del medio millón que. entre los dos ejércitos cayeron en el transcurnr de las batallas.

Los maestros de propaganda enviados por Rusia a nuestro país ya habían calentado el ambiente. Ya habían sido asesinados el teniente Castillo y el 1íder derechista Calvo Sotelo. Los periódicos y las emisoras de radio ya anunciaban la sublevación del ejército de África, que calificaban de fracasado.

3. Una mañana de julio

Una gloriosa mañana de julio, día 19, nos despertó un fuerte cañoneo. Era el asalto al Cuartel de la Montaña. Vivíamos, como he dicho, en Blasco de Garay 21. Pocas horas después comenzó a pasar por nuestra calle una abigarrada multitud, la mayor parte de ella formada por chicos jóvenes con camisetas de churrero ellos y con monos de dril ellas. Iban armados de fusiles y pistolas. Poco después pasaron otros grupos con los mismos atuendos, pero uno de los que capitaneaban la formación enarbolaba una escoba, en la que llevaba ensartada la cabeza ensangrentada de un hombre. Más tarde supimos que era la cabeza del general López Ochoa, que se encontraba ingresado en el hospital Gómez Ulla, y al que las turbas decapitaron acusándole de traidor al pueblo.

El pueblo había sido armado. El problema sería luego desarmarlo. y comenzó la puesta en práctica de la técnica del terror. Ya sé que en la zona sublevada se cometieron también asesinatos y tan injustos como en Madrid, Barcelona, Valencia, etc. Pero los nacionales no exhibían a sus víctimas que por el contrario eran para los rojos instrumentos útiles para sus fines de terror.

Pero sigamos con las peripecias de la saga Martínez Tessier. Daniel se enroló en una unidad socialista que mandaba Valentín Gutiérrez de Miguel, periodista del diario El Sol, del que era filial la Agencia Febus, y yo me quedé en casa al cuidado de mi madre y mis tres hermanas. En casa de Josefina, mi novia, se presentaron una tarde unos milicianos buscando a una tía suya, María, hermana de su padre, que estaba afiliada a una entidad monárquica. No la encontraron, pero sí al padre de Josefina, Manuel, al que se llevaron. De paso se llevaron a su hermano, al de Josefina, que en aquel momento regresaba a su casa. Les llevaron directamente a la cárcel instalada en la calle Porlier, en el edificio de un colegio que allí había.

Por si fuera poco, al día siguiente una granada de cañón cayó en la casa de enfrente de la mía. U n estrépito enloquecedor, todos los cristales de la casa rotos, una polvareda cegadora y pánico general. Cuando pasó el primer

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momento, y todos, aún con el corazón en la boca, nos abrazábamos llorando -yo no, los hombres no lloran- com -probamos que ninguno de los cinco estaba herido y planeamos el modus operandi. Había que abandonar la casa, que estaba en la zona declarada de guerra por los sitiadores y bombardeada periódicamente que por el contrario eran para los rojos instrumentos útiles para sus fines de terror.

Muy pronto fueron imitados, como no podía ser menos, por miembros de las Juventudes Socialistas, capitaneados por Santiago Carrillo, que enseguida se pasó con todas sus huestes a las Juventudes Comunistas, tras un cruce de cartas con su padre, el veterano socialista Wenceslao Carrillo, al que la traición de su vástago hizo un terrible daño moral del que nunca se recuperó. Proliferó por entonces en la zona roja una especie de sanguinarios piratas que elegían para sus fechorías las primeras horas de la mañana. y las cuadrillas, que se autobautizaban con nombres altisonantes como «Ios aguiluchos de acero», « Los vigilantes de la libertad» y «la brigada del amanecer», aterrorizaban a las gentes no marxistas. Una de estas bandas, precisamente «la brigada del amanecer», la mandaba un policía comunista llamado García Atadell, que se distinguió rápidamente por su crueldad y su rapacidad. Su modus operandi era conforme a su autodenominación, asaltar las viviendas elegidas cuidadosamente entre los vecinos de más elevado poder económico. Alrededor de las cuatro de la mañana irrumpían en los domicilios, registraban cuidadosamente en busca de documentación comprometedora y principalmente de dinero y joyas, todo lo cual era requisado. Y, cómo no, pasaba a engrosar los 'fondos privados de García Atadell y compinches, que obtenían así mismo otros beneficios repugnantes en sus visitas. Finalmente todo acabó bien. cuando consideraron que tenían sufi-ciente acopio de dinero y joyas, los miserables emprendieron la huida a otros países, pero fueron detenidos en el barco en que escapaban por un buque de guerra nacional. Lo que no he sabido muy bien es $i fueron fusilados o les dieron el garrote vil.

En los frentes serranos de Madrid, el Alto del León, defendido por las milicias al mando del co ronel Castillo, fue ocupado por los nacionales el día 22 de julio, y Somosierra, el día 25. El coronel Castillo y su i hijo fueron fusilados in situ por los propios milicianos, que les acusaron de traición. En realidad, según se comprobó después, se trataba de otro avance del PCE en el plan de ocupar todos los puestos de mando en el ejército o las milicias o cualquier organización que se montara para enfrentarse a los sublevados. De los militares profesionales que se presentaron al Gobierno, en el primer momento, ¿cuántos terminaron la guerra y en qué situación?

Ya habían sido establecidas las cartillas de racionamiento y el hambre se enseñoreaba de la ciudad. Así que fue muy bien acogida una paloma que se había metido en nuestra casa no sabemos cómo, ni por qué, a la que cap-turamos. Como es lógico, fue cuidadosamente devorada, convertida en estofado por Clotilde, que hizo el milagro de que hubiera salsa para todos los de arriba y los de abajo de la casa de Serrano; .

Mis hermanas y yo no volvimos a encontrar .palomas en casa, pero sí muebles, que convertíamos en astillas para la cocina o las cocinas de Serrano. También encontramos en las calles fiambres, cada día en mayor número. «Fiambres»eran en el argot popular los paseados durante la noche anterior que quedaban en las aceras o en la calzada de la calle para espanto de los ciudadanos.

Renuncio a describirte las atrocidades que se cometían en esos pobres cadáveres, en las macabras muestras del ingenio popular a cargo de algunas vecindonas de Madrid.

La constatación de esas macabras escenas me hizo desear.. pero dejémonos de irritaciones y odios a posteriori, Vamos dejar esas desgraciadas con sus bromas; sus mutilaciones, el placer de hacer sus necesidades sobre aquellos pobres muertos. Dejemos al Partido Comunista de España con la gloria del envilecimiento ciudadano. Dejemos a los hombrones que pasaron los tranvías por la calle de Bravo Murillo, al lado de Cuatro Caminos, dos o tres veces por encima de unas señoras que les parecieron monjas, hasta que las convirtieron en papilla, amasijo de sangre y huesos, si es que vive todavía alguno de ellos, con el recuerdo de sus heroicidades. Y que les aproveche su gloria a los organizadores de aquello, si es que aún viven.

4. Llamada a filas

Y sigamos con mi guerra. En esto que llamaron a mi quinta, Unos días antes se había presentado en su casa el hermano de Josefina, que estaba en la cárcel de Porlier, como dije antes. Un conocido suyo, que debía ser un infiltrado en las Milicias, lo reconoció en la galería de la cárcel y le dijo: “ Tú ven conmigo”. Lo llevó hasta la puerta de la cárcel y le dio un empujón hacia fuera diciéndole: “ Y que no te vuelva a ver por aquí”. Manolo ni recogió el petate, ni el plato de hojalata, ni la ración, menguada, de pan que le daban a diario. Y con una barba de un mes, negra y roja, y con más piojos que nadie encima, se presentó en su casa, donde ya nadie daba nada por su vida. Manolo tenía mi misma edad. Así que su quinta era la misma. Llamaron a filas a dos quintas, la del 36 y la del 37, porque los milicianos de veinte y veintiún años, hartos de los viajes a la sierra, se habían reintegrado a sus hogares y puestos en la re-taguardia.

Decidimos presentamos al llamamiento, y el día señalado nos concentramos ante la Caja de Reclutas, donde se nos unió un compañero de estudios, apellidado Piñeroba, hermano de un redactor de La Voz, Antonio, antiguo amigo de mi hermano Daniel y ex compañero de trabajo de Febus. Estábamos saludándonos los tres, cuando se nos acercó un hombre extraño, escoltado por varios milicianos armados. Este ser extraño, cubierto con una capa azul marino y una perilla negra al estilo comunista, nos señaló diciendo a los suyos: «Estos tres». Fuimos cariñosamente sacados de la larga fila y empujados a la acera de enfrente, donde se aparcaban varios camiones Ford rusos. El hombre de la capa me dedicó una larga y sardónica mirada. A Piñeroba le miró de arriba abajo, le hizo dar una vuelta y encogiéndose de hombros le preguntó

- ¿ Vais juntos ?- Sí, contestó Piñeroba.

Con otro encogimiento de hombros, el de la capa azul siguió fila adelante, escogiendo a otros muchachos y mandándolos a la fila de camiones, a los cuales subimos a razón de una treintena 'por vehículo, que según iban

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llenando salían hacia su destino.

5. Ametralladoras

El destino era el Centro de Transmisiones de la Marina, o algo así, en la Ciudad Lineal. Al llegar a este lugar, el conductor del camión dijo a un capitán y dos tenientes que allí esperaban:

- Estos para vosotros.

Nos formaron junto a otro grupo llegado anteriormente y se nos presentaron:

- Yo soy el capitán Eladio y éstos los tenientes Juan y Sebastián. Ëste es el comisario Alfonso. Y todos vosotros, desde ahora, pertenecéis a la compañía de ametralladoras de primer batallón de la XI Brigada de Choque.

Una pausa.

- Qué, ¿no os llena de orgullo saber que formais parte de la brigada de El Campesino?

-Síí, sií -dijeron algunas voces con entusiasmo no indescriptible.

-Pues, hala, a comer! - ordenó el capitán a sus tenientes ya su comisario. Este era un ser curioso, un hombre casi redondo que al hablar llenaba de saliva las comisuras de su boca, en las que tenía una espumilla permanente. Le llamaban El Tripa, de profesión trapero y miembro de Radio Norte del PCE.

Ya te he dicho muchas veces, Jorge, que a mí siempre se me han dado muy bien los hombres, y el “ camarada Alfonso” buscó enseguida mi amistad. En la nave que nos llevaron nos dieron todo el equipo, una manta, una cantimplora y un tenedor –cuchara. Para comer un chusco de pan blanco, riquísimo, y un bote de carne rusa para cada cuatro. Pasamos el día encuadrándonos en la unidad. para cada máquina, siete hombres; cada dos máquinas un sargento; cada cuatro maquinas un teniente y por fin, sobre todos, un Capitán y el inevitable comisario. Y, ¿qué hacían los Comisarios en las unidades militares? Pues eran en su origen los delegados del Partido Comunista encargados de mantener la supremacía comunista en todo momento; de controlar absolutamente todo lo que se hacía, pensaba y proyectaba, para informar adecuadamente a los mandos del PCE.- Mediada la tarde, y tras un nuevo rancho, frío subimos de nuevo a los camiones y, hala, a la guerra de una vez. Nuestra preparación militar no había sido muy intensa. Nos habían enseñado unas ametralladoras, montadas sobre una especie de carro con dos ruedas. Las máquinas tenían refrigeración por agua, y arrastrando el cañón hacia atrás; al llegar al lugar del previsto emplazamiento no hacía falta más que un giro de 180 grados ya disparar. Los proveedores portaban las cintas en cajas de acero. «Las, cintas se meten por aquí -nos habían informado los instructores--, se cogen los mandos así, se aprieta con los dedos gordos de las manos el botón disparador y las balas salen por allí». «Ah! -añadían-, el punto de mira es aquel pivote que se empina al final del cañón». «jAh, claro!», asentíam01 nosotros. Y; hala, a la guerra. Los camiones nos llevaron hacia Val1ecas y enfilaron la carretera de Valencia. No habíamos cenado porque los ánimos eran muy propicios. Había comenzado a nevar, era mediado el mes de marzo, y estábamos ya ateridos dormimos en una yesera de las muchas que había en la zona y, al día siguiente, entrarnos en fuego

6. Entrar en fuego

¿ Qué era para mi entrar en fuego? Yo esperaba algo romántico, con banderas, himnos, toques de trompeta. Nada de eso. La guerra era algo antietético, repugnante. Antes de amanecer nos hicieron salir de la yesera donde habíamos pernoctado. Era de noche, como digo, y el frío nos mordía por todas partes. Yo había encontrado por la noche en un rincón un saco de cebollas, de las que me llené el bolsillo del pantalón. Subimos a los camiones rusos con las ametralladoras a las que estábamos asignados; un sargento, dos máquinas y siete hombres por máquina, es decir, el tirador y seis proveedores, cada uno de los cuales portaba una caja cuadrada, de unos cuarenta centímetros de lado y el espesor correspondiente a las balas, de 79 centímetros de calibre. Según decían los mandos, era el mejor modelo de máquina de su especie.

7. C añonazos

A poco de formar, unos disparos de cañón, dos o tres, estallaron a unos quinientos metros. Nosotros nos tiramos rápidamente al suelo, entre los alborozados comentarios de los veteranos, aproximadamente un 10 por ciento de la tropa, supervivientes de otros combates. «Cuando oigáis silbar los proyectiles, no temáis. Los que matan no suenan», nos tranquilizó el Comisario y lo pudimos comprobar nosotros al poco tiempo. En efecto, el silbido de los proyectiles de cañón suena dulcemente cuando vuela lejos y no te avisa cuando viene hacia ti. Escuchas el disparo y izas! el estallido de la bala es casi simultáneo.

Pues ya íbamos a entrar en fuego. Iniciaron la marcha los fusileros, formados en filas de a cuatro, de las cuatro compañías del I Batallón. Les siguieron la sección de dinamiteros, con sus impresionantes cinturones de bombas de mano, y seguíamos los de la compañía de ametralladoras arrastrando las máquinas. El sargento que mandaba las dos máquinas llevaba un fusil colgado del hombro y una pistola del 9 largo en el cinturón. Luego, por el mismo orden, marcharon los del II Batallón

Por el camino nos íbamos cruzando con los restos de la XII Brigada Internacional, a la que habían destrozado las tropas de Asensio, Sáenz de Buruaga y Barrón, y sobre todo una columna italiana, dijeron luego, mandada por el general Berzonzoli. Nosotros íbamos como nos habían captado ante la Caja de Reclutas. Yo por ejemplo, llevaba unos pantalones corrientes, unos zapatos negros comprados en Segarra por dieciocho pesetas, camisa que fue blanca, camiseta de sport por debajo, jersey azul y gabardina. Los restantes componentes de la XI

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Brigada de Choque, de El Campesino, vestían por el estilo, lo más lejos de la uniformidad. Estaba nevando y el frío nos hacía castañear los dientes.

8. Adelante

Marchamos campo a través hundiéndonos hasta el tobillo en el barro y la nieve y cruzando contínuamente “ majanos”, que así llaman por aquellas tierras a las divisorias de los campos, hechas por hileras de piedras de aproximadamente cuarenta centímetros de altura. Al fin nos dieron la orden de hacer alto. Nos tumbamos en el suelo, sobre el barro y la nieve. Yo, precavido como siempre, empecé a acopiar piedras de mi alrededor y levanté un pequeño parapeto ante mi cabeza. A mi lado llegó arrastrándose el comisario.

- ¿Qué coño haces?

- Pues trato de guarecerme la cabeza.

- Pues te está guareciendo los pies.

Y es que las balas, que ya habían comenzado a silbar sobre nosotros, venían de la dirección opuesta.

En esto la voz de «Adelante» sonó mil veces repetida. Nos levantamos y corrimos como pudimos hacia unas figuras que huían de nosotros. Guardo de aquellos momentos muy confusos recuerdos. Sólo uno muy fuerte: vi que uno de los que huían se paraba de repente, echaba cuerpo a tierra y del fusil ametrallador que llevaba salía un chorro de fuego y vi que el pobre Piñeroba, que avanzaba entre Manolo y yo, caía alcanzado por la ráfaga .«Adelante», dijo el sargento de mi máquina dándome un empujón que me apartó de mi intento de socorrer a mi amigo, «adelante, adelante»"y yo seguí corriendo a trompicones, con mi caja de munición fuertemente agarrada, hasta que caí exhausto unos metros más allá. Todo pasó en unos segundos que me parecieron siglos. A mi alrededor veía montones de muertos y heridos. Dejé de tener frío, o sentirlo, las sienes me zumbaban, tenía el corazón en la boca por el esfuerzo y estuve andando dando tumbos adelante, siempre adelante. No pude calcular el teimpo ni la distancia que recorrí. Cuando me detuve jadeante vi, sin comprender qué pasaba, a grupos muy numerosos de hombres con los brazos levantados. Otros hombres los golpeaban con las culatas de sus fusiles agrupándolos bajo unos árboles. Algunos de estos hombres con los brazos en alto eran ejecutados allí mismo y, en fin, caí al suelo. Un tipo vestido con una manta a cuadros grises y un agujero por el que sacaba la cabeza, me agarró del brazo e intentó levantarme, mientras me gritaba algo, que no entendí, en inglés. Levanté la caja de munición que llevaba y, todavía aterrorizado por lo que había visto y vivido en unos momentos, le golpeé con ella en la cabeza. Cayó al suelo y con un ademán que entendí que era de disculpa, luego de levantarse, se alejó.

¿ Te das cuenta, Jorge de la belleza de la guerra? Fusilamientos de prisioneros que se rendían, muertos amigos a mi lado, cansancio hasta desear la muerte, frío, hambre... precioso. Ha sido duro el trago de recordar mi primer día de guerra. Ahora mismo estoy jadeando por la emoción. No he podido parar de escribir, no sé si bien o mal; llevar en la memoria sin repasar estos recuerdos, sin haber hablado nada de ello en sesenta años y ahora utilizar esa especie de moviola, ha sido muy emocionante. Lo de la moviola creo que ha sido una imagen acertada para describir todo lo que ha ocurrido. Unas veces lo he visto todo en blanco y negro, y otras veces en colores muy vivos o en tonos pastel. Pero este choque emocional lo temía. Muchas veces he tenido tremendas pesadillas con estos sucesos, pero siempre las he logrado superar. Creo que esta noche me tomaré una pastilla o dos para dormir y mañana, quizás, vuelva a la normal rutina en que estoy metido desde mi jubilación. Veremos. Ya te contaré

9. En primera línea¿ Qué es aquello que reluce

en lo alto de aquel cerro?La Brigada de El Campesino

Que viene rompiendo el fuego

Gracias a dos cápsulas de Lexatin he podido dormir sin pesadillas, y sigo dándole a la máquina para ver si termino pronto y salgo de este atolladero.

La derrota de las tropas italianas terminó con el avance nacional en el sector del Jarama. El Campesino, con su brigada, conquistó el pueblo de Brihuega. Con el tonillo qn que cantaban aquellas letrillas, algún trovador miliciano compuso la letra que decía:

Cuando entramos en BrihuegaLas mujeres nos decían:

Si no es por El CampesinoA todas nos afusilan

Yo no estaba para canciones. Estaba absolutamente desmoralizado, porque no había sido tomado prisionero por los nacionales sino que, por el contrario había corrido tras ellos; había visto morir, entre tantos otros, al desgraciado de Piñeroba; estaba físicamente acabado, aterido, muerto de hambre, sediento. ¿ Tú has tenido sed al mismo tiempo que mucho frío? Es una sensación horrible. Pero por fin se había ordenado el alto, porque era ya de noche. Asaltamos unos camiones de intendencia italianos, parados o abandonados muy cerca del lugar donde habímos quedado para descansar. Yo cogí ropa seca, pantalones, guerrera, capote, una camisa, unas botas nuevas que a ojo me estaban bien, y una parte de la tienda de campaña impermeabilizada. Debajo de un arbol y con una celeridad increíble, me puse aquellas prendas y, como me había reencontrado con Manolo, nos juntamos para dormir. Él había encontrado también ropa seca y además un trozo de jamón de cerca de dos kilos, y con pan en cantidad y una cantimplora llena de agua, nos dispusimos a pasar la noche. Preparamos unas piedras para sentarnos, nos echamos las mantas sobre las cabezas y, resguardados de la nieve, comimos, lloramos, bebimos agua y descansamos los músculos maltratados, peor Manolo que yo, después de sus dos meses de inactividad en la cárcel.

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10 Vestido de Italiano

Pero todo pasa y a la madrugada nos levantaron para continuar el avance. El descalabro de los italianos debía de haber sido tremendo, a juzgar por el botín de armas, municiones y material de todo tipo que habían abandonado en su huída. Habían dejado tambien muchos muertos, heridos y prisioneros. La intendencia era asombrosa y nosotros nos habíamos aprovechado bien. Yo, por la mañana, me apoderé de un macuto fabuloso, que anduvo por casa y alguno de vosotros utilizó en alguna excursión. Y comprobamos que Manolo no podía seguir. Los camilleros le llevaron para el puesto de socorro más próximo. Entre nuestras escasas bajas figuraba el comisario político, con lo que tuve el descanso del adoctrinamiento y captación. Evacuado Manolo y muerto Piñeroba, me encontraba y solo ante el peligro. Pero, adelante, adelante. Pronto las fuerzas nacionales de Barró, Saez de Buruaga y Asensio recompusieron las líneas que habían abierto los rojos, con los restos de la XII Brigada Internacional y las tropas de Lïster y El Campesino. El avance se detuvo. Nosotros nos quedamos en Brihuega, en cuya iglesia descansó nuestra brigada durante dos días. El tiempo empeoró y fue necesario parar las operaciones.

Así que, como nosotros éramos fuerza de choque, nos llevaron a prepararnos para volver a chocar. ¿ Dönde?, ¿ Contra quien? Algo le oí decir al mismo Campesino, Valentín González, con quien me crucé a volver a la iglesia de la que había salido para cualquier quehacer urgente ( fíjate con qué delicadeza explico las cosas, Jorge).

El Campesino era un ejemplar de macho ibérico muy representativo. Más ancho que alto, con pelo y 0jos negrísimos, electrizantes. Ël acentuaba su estampa con barba recortada en perilla cuadrada y voces estentóreas que asustaban a las mujeres, sobre todo cuando se ponía su gorra soviética, igual que la de Lenin, cuyo atuendo copiaban todos los comunistas españoles de la época, según puede comprobarse en la iconografía correspondiente. De este modelo de general rojo, de quien los milicianos contaban admirados que había asesinado a cuatro o cinco guardias civiles con tricornio y todo, creo que podría encontrarse antecedente en cualquier guerrillero español de cuando la invasión napoleónica. Era valiente en lo personal, temerario a veces, pero nada eficaz como jefe militar de una división como la que llegó a mandar en la batalla de Brunete.

Pues decía El Campesino a unos paisanos bien vestidos, preparados con ropas de invierno: “ nosotros ahora, bien descansados y bien alimentados vamos a operar en …” Yo me quedé parado mirándole fijamente, porque era la primera vez que veía a mi jefe y no acababa de comprender lo de bien descansados y alimentados, porque estaba todavía agotado. El Campesino me gastó una broma “ Tú ¿ qué haces ahí vestido de italiano? Y me dio un golpe amistoso con el revés de la mano en el estómago.

11 A Madrid

Nos dieron rancho caliente, un paquete de cigarrillos y un vaso de coñac y a los camiones, rumbo a Madrid.

12. Uniformes nuevos

Al día siguiente de nuestra llegada a Collado Villalba, nos dieron uniformes nuevos, que eran, sencillamente, horrorosos, y que nos habían enviado de no me acuerdo qué entidad extranjera, desde luego un comité de mujeres antifascistas-. Estábamos ya en primavera y dormíamos en el jardín de un precioso Chalet, que luego nunca he podido identificar. Tampoco he podido fijar con exactitud las fechas. Bueno, aquellas prendas que nos dieron y que teníamos que ponernos inmediatamente, eran de paño grueso, un paño que picaba de manera increíble. EI uniforme lo componían unos pantalones como de montar, que se ajustaban a las pantorrillas con vendas, al estilo de la infantería francesa; una guerrera, con botones de latón, grandes y niquelados y un un abrigo también de hechura francesa con seis botones grandes, de latón cromado, que brillaban y lucían como espejos.

Nos pusimos aquellas monstruosidades, ninguno sabíamos ajustarnos las vendas, que colgaban de nuestras rodillas sin posibilidad de arreglo, de modo que cuidadosamente las tiramos, y después de comer nos anunciaron una importantísima visita.

A eso de las cuatro de la tarde llegó la visita. Era, como diría ahora algún presentador o presentadora de televisión, ni más ni menos que La Pasionaria. Sí, La Pasionaria, que venía a conocer a los héroes ;de Guadalajara. La acompañaban algunos personajes que no nos fueron presentados y a los cuales no debimos causar una impresión de-masiado aguerrida, con aquellos uniformes

La Pasionaria y sus distinguidos acompañantes creo que tmuchós de ellos periodistas extranjeros, pasaron revista a la brigada victoriosa de Guadalajara; mejor dicho a los 1os fusileros y dinamiteros fomados: mientras, los de ametralladoras entrábamos por una puerta y salíamos por la otra, arrastrando

13.Cerro de Garabitas

14Golpe de mano

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15. Tregua

Se contaba entre los combatientes que se había concertado una tregua para que cada bando retirase a sus heridos y sus muertos. Yo no puedo asegurarlo; pero me figuro que sería mediante una conversación telefónica del estilo de Gila. “ Oiga, ¿ está el enemigo?

Al llegar la noche, los que habíamos quedado enteros fuimos evacuados cautelosamente a las trincheras. Debía de ser verdad lo de la tregua, porque grandes montones de muertos se apilaban cerca del río Manzanares. Muertos ya de color gris, con los ojos sin luz, exangües, algunos con los labios de sus tremendas heridas abiertos por donde se les fue la vida…

A mí se me iba el alma tras aquellos pobres muertos que, en su mayoría eran, o habían sido, hombres de mediana edad, reclutados Dios sabe dónde, y luchando Dios sabría por qué. Se me ha quedado grabada la figura de uno de ellos, de unos cuarenta y cinco años, de aspecto campesino, con barba de una semana, barba entrecana, sucia, con aquellas ropas de mujeres antifascistas desabrochadas por los sanitarios para dejar al descubierto un vientre vacío de instestinos… NO he podido olvidar, después de casi sesenta años, la boca entreabierta de este pobre campesino, con su dentadura renegrida descubierta por un rictus de dolor. Me recordaba a los compañeros de hacinamiento en la yesera camino de Brihuega, aquella noche en la que había aprendido a amar a aquellos hombres groseros, rudos, manejados como carne de cañón.

16 Brunete

Recuerdo perfectamente el día. Fue el 8 de julio. Yo llevaba en las filas de El Campesino unos seis meses, y ya era todo un veterano: sabía distinguir perfectamente por el silbido si los proyectiles artillería iban a caer cerca o lejos, si las bombas que soltaban los aviones caerían más a la derecha, al norte o al sur de donde estábamos nosotros, o si el caza que picaba contra la posición en que nosotros estábamos comiendo, estaba o no en la vertical adecuada para matarnos. Había sido un buen aprendizaje. Como intuía, con bastante certeza, cuáles de nuestros camaradas iban a caer en el siguiente combate… en fin, algo absolutamente imprescindible.

Pues, como aprendí en mis tiempos de lector de reversos de hojas de calendario, cuando al anochecer se ve en poniente unas nubes enrojecidas y es lunes, al día siguiente, indefectiblemente, es martes. Y así, en la noche del 7 de julio, hicimos la marcha en orden de aproximación, o algo así, y a eso de las cinco de la madrugada, aún de noche, se desató el infierno sobre las posiciones de los nacionales, en lo que se iba a llamar luego la batalla de Brunete.

El general Miaja concentró en aquella operación toda la aviación y toda la artillería de que pudo hacer acopio. Los historiadores pueden hacer, y lo han hecho, relación de aviones y de baterías artilleras, así como de morteros pesados y todo lo que era capaz de producir estallidos en las líneas nacionales. Por otra parte, la flor y nata de las tropas comunistas esperaba que cesara el machaqueo de las posiciones de enfrente para iniciar el asalto. Así, las divisiones de Líster y El Campesino, la 45 de Cléber, la 69 de Durán, la 5 División. Las divisiones que esperaban la gloria y la muerte, tiritando de miedo, de ese miedo previo al ataque, que se adueña de los combatientes, lo mismo que los aficionados a los toros dicen que les sucede a los toreros desde que suena el clarín hasta que el toro da las primeras carreras por el ruedo.

17. La espera

Estoy tumbado en el suelo sintiendo temblar la tierra al impulso de las explosiones. No es el miedo el que nos hace temblar, sino la vibración telúrica producida por los terribles impactos y subsiguientes estallidos de los proyectiles, pese a la distancia a que en esta ocasión se producían. En otras ocasiones, cuando el bombardeo era del otro bando y por tanto yo, entre otros miles, constituía el objetivo y los proyectiles caían entre nosotros, tendidos para evitar ser blanco de la metralla, he sentido que mi cuerpo llegaba a levantarse unos centímetros del suelo.

Cesó el terrible bombardeo y la infantería atacó. Millares de hombres, gritando y blasfemando y temblando de miedo, saltaron al ataque. Comenzó a amanecer sobre nosotros, atacantes y atacados, y la sangre comenzó a correr, comenzaron a caer los hombres. De las posiciones asaltadas surgieron otros hombres fantasmales, con el mismo miedo que los que querían matar; y detrás de aquella oleada, llegó otra y otra… En algunas zonas los atacantes retrocedían, mientras que en otras continuaban el avance. Esta vez yo veía los acontecimientos. En la guerra no ves más que veinte metros a la derecha y a la izquierda, si es que tienes tiempo para ver, jadeas, sudas, no sabes si tienes hambre o frío; no sabes si corre el tiempo, si corres tú, si estas al lado de los tuyos, si el que va a tu lado es enemigo… no sabes nada, ni piensas nada, a veces un golpe y pierdes el sentido y caes. Si despiertas y puedes ponerte en pie, es que, obviamente, no has muerto; entonces compruebas si estás herido, si tienes que correr hacia delante o hacia atrás. Sigues sin saber nada. La mayor parte de las veces te saca de dudas el empujón de un compañero. Como quiera que sea, y si no pasa nada peor, sigues participando en la lucha, enloquecido, en algún momento lúcido, hiriendo, disparando, saltando, arrojándote al suelo, con el sabor a metal en la boca, fuera de ti, sin pensar en nada que no sea la muerte de tu contrario, en tu liberación, en una herida no muy grave que te lleve al hospital y al descanso… heroico y miserable al mismo tiempo, y por fin paras y te dejas caer al suelo; si victorioso, aún tienes fuerza para gritar y lanzar al viento tu alegría. Si derrotado… Pero yo fui casi siempre derrotado y conocí mejor la reacción triste de los vencidos. Más dura y peor que la descrita por Oteyza en aquellos versos de El regreso de los vencidos:

Van el paso retrasandoTemerosos de llegar.

Y aunque mi corazón y mi cerebro estaban en las filas nacionales, mis piernas, mi estómago, mis huesos y

mis entrañas estaban en las filas rojas. Y esta sensación de alegría por las victorias de los de enfrente y de pena por las nuestras, es indescriptible, horrorosa. Porque no te alegras por la muerte o las heridas de tus compañeros de

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trinchera; pero tampoco celebras las bajas que pueda sufrir el de la trinchera de enfrente. Y de ahí sale un rencor por los que tú crees culpables de esta tremenda situación que no pasa ni con el transcurso del tiempo.

La dureza de los combates en la batalla de Brunete fue tremenda. Estos combates comenzaron el día 8 de julio y la ofensiva roja duró hasta el día 13. La división de Lister ocupó Brunete después de sangrientos combates, en los que muchas veces, sobre todo en el cementerio del pueblo, se llegó al cuerpo a cuerpo. Aún recuerdo el relato que hacía, años después, un amigo que había participado en la lucha como alférez provisional en un tabor de Regulares. “ LO que más me impresiona y todavía no me deja dormir a pierna suelta es lo fácilmente que las bayonetas entran en el abdomen del adversario”. Y describía con horror el shhhss que se oía al entrar el cuchillo en la carne. Yo creo que exageraba, porque entre los gritos que dan los combatientes, el estallido de las bombas de mano y los disparos de ametralladoras, fusiles y pistolas, no se puede oír nada. Además, el amigo de marras era hombre dado a la fantasía y exageraba siempre que no mentía.

Nos salimos al raso a dormir. El Campesino había ido a Brunete montando un caballejo blanco, para lo que tenía que cruzar un largo trecho batido por los fusiles y ametralladoras nacionales. “ NO se tiene huevos” Yo creo que todos hubieran preferido un jefe con menos huevos y más talento; pero eso es lo que había.

Tendido en una manta sobre un trozo de terreno cubierto de hierba, yo devoraba mi chusco y una lata de sardinas que me habían dado para mi cena. Cirilo me dijo que tenía que llevar al cura a la retaguardia y ambos se fueron, apoyando el capitán en un bastón de cuero trenzado, de los que llaman de nervio de toro, y con su pistolón pendiente de una bandolera de cuero. Poco después volvía y se dispuso a tenderse a mi lado. Antes me mostró el bastón que estaba ensangrentado en la contera, torcido en semicírculo.

- Tenía la cabeza dura el curita- ¿ LO has matado? – pregunté horrorizado. - Claro que sí. Me han bastado tres golpes y un tiro en la cabeza.

Yo sentí una nausea mortal y aún no sé cómo pude contenerme y no intentar matar a semejante bestia, que para consolarse me contó que era obligación de un buen comunista obedecer sin preguntar nada. Que sólo te impresiona matar las primeras veces. Y me contó que él había comenzado su carrera matando a su propio abuelo, padre de su madre.

- Baje ueste, abuelo, que tengo algo para usted.- No hijo, que me vas a matar.- Que baje usted, abuelo, que le traigo un recado de los aparceros que ha explotado tantos años- y añadió- :

Cuando bajó le metí por el estómago una navaja cabritera…

Ya no oí más y me alejé del monstruo para vomitar. Me acosté sobre la hierba y permanecí largo rato mirando las estrellas de la clara noche de julio. Y recé pidiendo con ahínco venganza de todas las víctimas de aquella bestia. NO quiero decir que Dios accediese a mis ruegos. NO es posible, pero lo que fuera escuchó mis súplicas, porque unas horas más tarde, al amanecer del día 18, el general Varela, que había asumido el mando de las operaciones en la zona nacional, iniciaba la contraofensiva. Y uno de los aviones que participaba en el ataque tuvo el acierto de ametrallar el campo después de soltar su carga de bombas. Y el capitán Cirilo resultó partido en dos por una ráfaga de proyectiles de alto calibre, que yo lo vi con su boca abierta, adornada de dientes de oro. Y me sentí mucho mejor.

18. Contraofensisva

Comenzó, pues, la contraofensiva. La mortandad ocasionada por esta contraofensiva fue muy grande, especialmente para los internacionales batallones norteamericanos Lincoln y Washintong, que hubieron de fundirse en uno solo, por falta de reservas de voluntarios de aquella nacionalidad. De Líster, y El Campesino, Durán y Modesto, para qué hablar. El acostumbrado 65 %, como mínimo.

Fuimos relevados después de haber perdido muchos hombres que, cómo no, fueron calificados de heroicos por los partes oficiales, que no recuerdo cómo dieron la noticia de la catástrofe.

Las tropas nacionales volvieron a los trenes del norte, donde tomaron Bilbao, Santander y Asturias, a las que pretendían ayudar con su ofensiva de Brunete los rojos.

19.Hambre en retaguardia

Mientras, la familia pasaba cada vez más hambre. Los muebles de la calle Blasco de Garay 21 se iban agotando en astillas para calentar agua, en la que se diluía todo cuanto pescaban mis hermanas y mi madre, siempre en compañía de mi novia y su hermana, tras largas horas de cola con las cartillas de racionamiento, que cada día menguaban más y más.

Mi llegada a Madrid siempre representaba un alivio para sus hambres, y yo las veía adelgazar de ofensiva en ofensiva; pero estaban en las mismas condiciones que otros millones de españoles.

20. El Frente de Teruel

Un día en el frente de Teruel, a primeros del año 1938, pasé el mayor de los miedos. Estuve un día perdido en tierra de nadie, a las orillas del río Alfambra. En aquel páramo nevado había un muro de una casa derruída, al que me fui acercando medio a rastras. Yo llevaba unas horas perdido y solo, sin comer ni beber, y me acerqué al medio derruido muro con el fin de descansar unas horas y decidir qué dirección tomar o si rendirme al sueño y dejarme morir; estaban, en fin, desesperado. Cuando me acerqué al muro, de pronto un enorme perro lobo, gruñendo y con los

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dientes al aire, se me arrojó y a nos centímetros de mi garganta algo lo detuvo en el aire, lo volteó y lo derribó entre tremendos gruñidos: era una cadena a la que estaba atado y el pobre animal se hallaba enloquecido, rabioso por los bombardeos, el hambre y la sed, como yo; si el bicho se abalanza sobre mí un segundo más tarde, me destroza. Desde entonces mi miedo a los perros es sobrenatural.

21. Los Moros

Sacando fuerzas de flaqueza, huí del lugar y una media hora más tarde, supongo porque no tenía noción , encontré a un hombre vestido, es decir, de paisano, con una pantorrilla destrozada por una bala. En la mano derecha tenía una pistola del 9 largo y me ordenó, encañonándome con el arma, que me acercara. Me aproximé y pasando su brazo iquierdo por encima de mis hombros, me señaló el río y me dijo.

- Adelante. Tú que puedes, llévame a cuestas.

Arrastrándonos, avanzamos unos metros en la dirección indicada. De pronto, oímos unas balas silbar sobre nuestras cabezas y vimos dos o tres figuras a unos cien metros.

- Espera- dije-, voy a ver quiénes son.

Y dejándole sentado sobre unas piedras, retrocedí unos metros.

- Son moros – le dije.

Él levantó su pistola y se saltó los sesos. Yo salí corriendo otra vez, usando mis últimas fuerzas. En la zona roja nos decían los familiares y amigos que si en el frente veíamos a los moros, que no nos dejáramos coger prisioneros, porque ellos preferían degollarte a tener que marchar con rémoras para llevarte a la retaguardia. Así que huí a la velocidad mayor que me permitieron mis agotados músculos. Alcancé un camino a la orilla del río y enfilé en la que creí que era la dirección que me alejaba de los moros. Y acerté, pero un proyectil del 5,5 – el chispún le llamábamos, porque el sonido del disparo y el de la explosión eran casi simultáneos- estalló detrás de mi; unos segundos después otro disparo me adelantó otros pocos metros. Yo sabía que el tercero era certero y, sin pensarlo más, me arrojé de cabeza al río. En efecto, llegó el tercer proyectil al lugar en que yo debiera haber estado unas fracciones de segundo antes. El agua estaba helada. Ya sabes que en Teruel aquel año, como otros muchos años, se daban las temperaturas más bajas de la Península. Y aquel año, encima, fue de los peores.

En Teruel murieron muchos soldados congelados en las dos filas de combate. Los muertos de frío tiene una carácterística comùn: mueren riéndose, al parecer por el efecto del bienestar que experimentan segundos antes de morir al cesar su suplicio. Bien. No me morí, ahora está claro. Un poco más abajo, salí del río y trastabillando anduve unos metros hasta caer en brazos de unos compañeros, que me llevaron en camilla al puesto de socorro. Recuerdo que a poco de caer al río, alzaba los brazos al cielo llorando y pidiendo a Dios que acabara aquel suplicio, aquella tortura. SI hubiera tenido un arma no tendrías ahora estos folios en tus manos. Pero no la tenía. Como recuerdos de aquel día guardo la del capitán médico que me atendió y que, después de proporcionarme alimento caliente y ropas secas, me dijo que me veía muy impresionado y entendió que debia atender al mismo tiempo que el estado físico, el psicológico. Y volví a llorar por haber llorado de miedo unque esta vez de vergüenza- El capitán me dijo algo que: a lo largo de mi vida me ha venido : al pensamiento en varias ocasiones: «Muchacho que Dios no te envíe nunca todo lo que puedes aguantar. Me chocó mucho la invocación a Dios pero no eran momentos de disquisiciones morales. Quedé en tan lamentable estado que me enviaron a Villavieja, provincia de Castellón , donde estuve diez días reponiendome, comiendo las naranjas mas fabulosas de toda mi vida. Ya no existía el frente del norte. Los nacionales dominaban más de la mitad de España, y ahora disponían del granero de Castilla, de la industria de Bilbao, de Santander y Asturias, y sobre todo gozaban de mayores contingentes de hombres, pues muchos de los centenares de miles de prisioneros rojos pedían enrolarse en sus filas y porque los presos nacionales no habían sido fusilados deseaban los mismo. Todo lo contrario ocurría en la zona roja, cada vez más chica.

20. La Madre de las batallas

Creo que ya va siendo hora de que entremos en la madre de las batallas de la Guerra civil española. Me refiero a la batalla del Ebro. Si consultamos cualquiera de los libros que tratan este hecho, podremos saber el número de baterías de artillería, y sus calibres, que alineó cada bando, los aviones que participaron Por unos y otros contendientes, y el número de éstos que participaron en la batalla, que comenzó el día 25 de julio y acabó el 16 de noviembre de 1938.

Murieron más de ochenta mil rojos. 'Puede decirse que allí en el Ebro acabó el ejército rojo y, por tanto, que la guerra había terminado. Fue en la batalla del Ebro donde Franco aplicó en gran escala la táctica de formar grandes bolsas con gran número de enemigos dentro, para después tomarlos prisioneros o destruirlos. Luego, en los campos rusos, los alemanes emplearon esta misma táctica, hicieron bolsas de hasta novecientos mil hombres. Sí. He escrito novecientos mil hombres rendidos con armamento y dotaciones completas, es decir, cuerpos de ejército enteros y verdaderos.

Yo me resisto a considerar a esos ochenta mil hombres como meros guarismos, contados como granos de

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arroz en una paella. En mis largas noches de insomnio, los he visto desfilar, todos juntos, nacionales y rojos, rotos,

verdes, con las miradas fijas en no sé dónde, reptando los destrozados, a paso lento todos, silentes, con las heridas ya

secas de sangre y, no me avergüenzo diciéndolo, he llorado muchas veces por ellos, por todos, por lo que sufrieron y

por lo que han dejado de vivir, por las madres y las novias, por los hermanos y los padres de los rojos y de los azules.

De todos cuantos formaban en la lenta procesión de los muertos. A pesar de los sesenta años transcurridos, a pesar

de la enorme capacidad de olvido que tenemos los humanos

El día 25 de julio, las vanguardias de El Campesino y Líster, en unos botes de remos y unas lanchas neumáticas, cruzaron el río Ebro y establecieron lo que en terminos militares se denomina “ cabeza de playa”. Avanzaron rápidamente, sorprendieron la escasa guarnición nacional. NO voy a explicarte, no podría, las vicisitudes de la batalla. Yo crucé poco después de las vanguardias, porque todos los miembros de la compañía éramos pocos para tanto trabajo que hacer. Casi todas las espalderas con los carretes de cable telefónico fueron utilizadas e el primer día de la gigantesca operación.

Pero es bien sabido es que la alegría dura poco en casa de los pobres. El día 2 de agosto, es decir, ocho días después de cruzar el río, quedó decididamente detenido el avance. Comenzó entonces una fase de forcejeos que fueron particularmente duros para la compañía de Transmisiones, ya que la rotura de los cables telefónicos era constante. Nuestros hombres sufrieron mucho con los bombardeos.

21 Sentido del humor

No por derrotados perdieron los rojos el sentido del humor. Una tarde volvía yo con la caja de mi teléfono portátil y mi saco de herramientas de reparar una línea rota al cuartel general de la compañía. Caminaba por la carretera con las precauciones de rigor porque había bombardeo artillero y algunos cazas nacionales aparecían de cuando en cuando tanto para asegurar la ausencia de Katiuscas, chatos o moscas del cielo de la zona, como para ametrallar camiones, coches o pequeños grupos de combatientes, cuando vi un pequeño montículo de piedras y coronándolo algo que me pareció una cabeza humana. Y lo era; era la cabeza limpiamente arrancada de su cuerpo, con sus ojos en blanco y la cabellera revuelta. Busqué en vano el cuerpo correspondiente. No lo hallé. Permanecí algún tiempo descansando junto al horrible monumento fúnebre. No comprendí nada. EL tiempo que el autor había invertido en construirlo piedra a piedra y en buscar la cabeza o llevarse el cuerpo a otra parte… en fin, que unos cuantos proyectiles que cayeron en las cercanías del observatorio me persuadieron de dejar para otro momento la solución del problema de la cabeza sin cuerpo.

22 Nos pasamos

Poco antes de las operaciones de Teruel se había incorporado a la compañía un madrileño, técnico en radio.

El nuevo elemento se apellidaba , según dijo al incorporarse, Fonseca Romero. EL tal Fonseca Romero se me acercó

y me dijo:

- Oye Tessier. Tengo que pasarme ahora mismo.

- Vámonos.

- ¿ Pero, ya?

- Claro,

Y tomando mi cartera de mano, en la que había unos papeles, mi macuto y nada más, eché a andar, pero un

ayudante de cocina, también valenciano, se nos aproximó y nos dijo:

- Yo también me voy con vosotros. Os he oído y me voy.

No era ocasión de discutir. Y los tres nos pusimos en marcha en busca de las filas nacionales. Dicho así, la

cosa parece muy fácil; pero si lo hubiera sido ya lo habría hecho yo hacía tiempo.

Después de dar una gran vuelta para que nadie de nuestra compañía sospechara de nosotros, vimos una

hoguera ante la que unos milicianos con todas sus armas descansaban en posición de alerta. Tras reiterar

enérgicamente mis órdenes, de que nadie que no fuera yo soltara una palabra, saludé:

- Salud, camaradas. Somos de El Campesino y nos hemos perdido. ¿Podéis decirnos si está por aquí nuestra

división?

- Sí, coño, sí. Vais en dirección opuesta. ¿Veis aquella fogata? – preguntaron mientras me señalaban otra

hoguera a unos doscientos metros-. Son los fachas.

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Me figuro que los que me hablaron, que se habían identificado como de la división de Líster, no tenían la menor

gana de meterse en más líos y nos dejaron ir sin más.

falta

Se la di al cabo. Sólo contenía las nóminas de la compañía y unas dos mil pesetas de los que no habían podido

cobrar por unas u otras razones.

- Bien. Ese dinero no vale aquí para nada.

falta

Castillo de Monjuich

Antes de marchar de la división de los “ flechas verdes” nos dieron un chusco y una lata de sardinas, que fue nuestro único alimento hasta que llegamos al castillo de Monjuich. Menos mal que ya estábamos acostumbrados a no comer en la zona roja, desde que se inició la carrera hasta el Pirineo.

Nuestra primera jornada camino del castillo de Monjuich fue de inmensa tristeza. En primer lugar, éramos prisioneros. Es decir, habíamos perdido la libertad. ¿ Te haces una idea, Jorge, de lo que eso de ser prisionero significa? Es no ser. NO tienes ningún derecho a nada, aunque las convenciones internacionales hayan aprobado todo lo que se quiera decir. Estás totalmente a merced de lo que de ti disponga el vencedor, pero no de cualquier vencedor, sino de todos y cada uno de los vencedores. Más aún, también los no vencedores, civiles, viandantes, transeúntes.

Yo he visto en un pueblo de Barcelona, camino del Casti!lo, a un grupo de cinco o seis mujeres abalanzarse contra otro grupo mayor de prisioneros y agredirles, insultarles, tratar de vengar en ellos, seguramente inocentes, no sé qué agravios terribles; y vi unos legionarios, llegados en un camión de Intendencia, parar el vehiculo y dispersar casi violentamente a aquellas mujeres enardecidas, capaces de linchar a unos prisioneros desarmados y derrotados. Fonseca y yo caminábamos algo detrás del grupo agredido.

Ya en las afueras de la ciudad, varias mujeres se nos acercaron a los prisioneros que íbamos llegando; pero no para agredirnos, sino por el contrario, zalameras y ofreciéndonos sus casas para escaparnos de las prisiones fascistas. Eran, nos dijeron luego, miembros del Socorro Rojo que trataban de recuperar prisioneros para encuadrarlos en unidades de resistencia o maquisards. No vimos que ninguno de los prisioneros requeridos por las mujeres las si-guiera y aceptara sus proposiciones de asilo. Nosotros dos, Fonseca y yo, no estábamos para bromas y sólo anhelábamos descansar, comer y beber, y nada más. Como pudimos, llegamos al castillo, y en los fosos, por los que ha corrido tanta sangre de mártires de una y otra ideología, nos dieron pan y latas de carne y nos indicaron dónde podíamos encontrar agua. Saciada el hambre y la sed, buscamos un lugar donde tendemos, y ambos nos quedamos dormidos

Trato de desprecio

No sé cuantas horas dormimos, pero debieron de ser muchas a juzgar por lo alto que estaba el sol cuando despertamos, entumecidos de frío, cuando estaban distribuyendo otra vez pan y ahora café con leche, que recibíamos en nuestros platos de cinc, que con nuestras cucharas-tenedores y la estropeada ropa que nos malcubría, eran nuestras únicas partencias personales. Y ya comenzamos a disfrutar del trato de desprecio que fue constante en los tres meses y medio que duró mi cautiverio.

En el castillo de Monjuich estuvimos hasta que se reunieron, nos reunimos, cerca de un millar de prisioneros. Y una vez completo el cupo, en la misma mañana, se organizó en camiones el traslado hasta el campo de concentración de Miranda de Ebro.

Los barracones de madera, con largas tarimas que servían de cama a los reclusos, y después las letrinas y los siniestros calabozos. Las letrinas eran simplemente un a modo de puente sobre el río Ebro que atravesaba el campo por la zona sur, En el puente había una especie de barandilla para sujetarse con las manos, y el intensísimo frío rei -nante producía las más asquerosas estalactitas que imaginación alguna pueda forjarse. Cuantos hayáis visto películas de campos de concentración japoneses, habréis contemplado el horror de unos calabozos excavados en la tierra. Y aunque aquí se trataba de unas pequeñas edificaciones adaptadas a efecto deseado, también daban orígenes a siniestras fabulaciones.

El clima de Miranda de Ebro es sumamente frío y lluvioso en la época del año que pern1anecimos allí, lo cual no

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podía hundirnos más moralmente, porque ya habíamos tocado fondo hacía tiempo. Se habían registrado en el campo ya bastantes suicidios, y seguían produciéndose, en medio de la indiferencia general, porrque de nuestra vida a la muerte no había tanta distancia, y se comprendía muy bien las ganas de descansar que algunos scl1tían. Nuestra vida cotidiana consistía en salir de los barracones al campo al toque de diana, formar para el desayuno, limpieza de los barracones, nada de aseo personal, porque nadie se metía en si te lavabas o no; deambular entre los barracones, pasar por el tablón de anuncios, formar para comer, seguir deambulando o sentarse en el suelo por la tarde, formar para el recuento al caer el sol, entrar en los barracones al llegar la noche, formar para la cena, volver a los barracones después de limpiar los platos y los cubiertos, si querías, y tenderte envuelto en tu manta, si la tenías, y así hasta el día siguiente, al toque de diana. Si dormías, mejor para ti; si no, ése era tu problema. Había una variación si lucía el sol, que algún día ocurrió. Ese día, los prisoneros, reunidos en grupos más o menos numerosos, aprovechaban para despiojarse, bajo la vigilancia de los soldados mutilados con sus varas de fresno. Fonseca y yo formábamos solos, con la excepción de un guardia de asalto, que estaba de ayudante del cura del campo y que tenía una buena situación por esa circunstancia. NO hicimos amistad con nadie más, porque nuestro ánimo estaba totalmente derrotado. Andábamos durante el día envueltos en nuestras mantas, sin apenas hablar, fantasmas del invierno, malditos sin ganas de bailar, condenados a un infierno dantesco sin llamas. Agotada nuestra capacidad de desesperación, sin ganas de vivir, sin esperanzas, aquello era un auténtico infierno. Y así pasaron los días. La única distracción del campo era ir a las cercanías de las letrinas, a ver el tristísimo deponer de los prisioneros, y había quien se sentaba para presenciar el acto y comentar las incidencias de cada uno de los ocupantes del sitio en el puente.

Días de Sol

Pero no era el puente el peor de los espectáculos. Como he dicho, los días de sollos prisioneros dedicaban las horas libres a la tarea de despiojarse. Aquello sí que era un espectáculo indicador de la miseria en que malvivíamos en Miranda de Ebro. Los presos nos sentábamos al sol formando grupos según las amistades, los parentescos simplemente por el paisanaje o por pertenencia a unidades de combate. En cada grupo se utilizaba una técnica diferente. Había quien usaba cigarrillos y con la brasa de sus puntas encendidas recorrían las costuras de las prendas interiores para quemar vivos a los insectos y sus huevos, o liendres. Funcionaba la técnica del pedernal, que consistía en obtener una piedra pequeña del mencionado material, con una afilada esquina, la cual se pasaba y repasaba por las mencionadas costuras de la ropa interior, cuando la había, con la intención de triturar a los insectos y sus puestas; se utilizaba por otros la vieja técnica de las uñas, rudimentaria y simple. Creo que el más eficaz era el sistema de los cigarrillos, pero yo, cuando caía en mi poder uno pre fería fumármelo, sin molestar a aquellos piojos de mi sangre, con los que ya había tenido conocimiento y trato durante mis épocas de combatiente. Entre los grupos se comentaba que nunca se habían visto piojos como los de Miranda, tan negros, tan grandes y gordos.

El fin de la guerra

Y llegó el 28 de marzo. La megafonía del campo dio la noticia escuetamente. “ Madrid se ha rendido. Las tropas nacionales están ocupando la d sin ninguna resistencia.» Luego, marchas militares, pasodobles y más noticias.

Las noticias seguían llegando en píldoras. Todos los ocupantes del campo estaban fuera de los barracones escuchando los informes que daban los altavoces. Parte de la población reclusa, la mayor parte, celebraba alborozadamente lo que ya se consideraba como fin de la guerra. Pero otra parte, ciertamente la menos numerosa, lloraba amargamente, perdidas irremisiblemente las esperanzas. Es la vida, Jorge. Lo que es cara para unos es cruz para otras. Rara es la vez, aunque ocurre, que moneda cae de canto

La mili

Todo comenzó con un rumor acerca de que ruamos que hacer la mili los jóvenes que habíamos estado en zona roja, y no la habíamos hecho por tanto. Con los días se fue confirmando el rumor y al fin se publicó el decreto. Como era de esperar, la primera quinta llamada era la mía. Si todo era mala, había algo peor, que era pobi1idad de que te tocara África; pues allá las tropas vueltas a sus lugares de destino anterior a la guerra estaban formadas, en su mayoría, por veteranos de la guerra, y era de suponer cómo tratarían a los que hablan sido sus enemigos en las trincheras.

Comenzaron a pasar la lista y, al llegar a la M de Martínez, y dar un paso al frente, me apartó un sargento, que me miró como reconociéndome, o a mí me lo pareció, y que me recordó al de Miranda de Ebro. Me apartó, digo, y me puso junto a otros muchos formados en un rincón del patio. Eramos unos trescientos y, al poco, nos enteramos de que habíamos sido declarados «desafectos al régimen

Allí, con los modales correspondientes a los criminales que éramos, nos pasaron a la peluquería, donde nos dejaron las respectivas cabezas mondas y lirondas de los presidiarios.

Me leyeron mi destino ya poco un camión nos recogió a todos los que íbamos al mismo lugar y, después de llevarnos al almacén, para vestirnos de prisioneros de guerra, con un pantalón bombacho beige, una camisa caqui, una guerrera del mismo color y unas botas de punta cuadrada, marchamos a hacernos cargo de nuestro futuro quehacer. Vae victis. Siento mucho no poder atribuir a Pisón el Etrusco esta frase de «jAy del vencido!», porque a él se le hubiera ocurrido esta lapidaria elegíaca tan ajustada a la realidad. Yo, vencido, había sido hecho dos veces prisionero sometido a las más crueles humillaciones

La Segunda Guerra Mundial

-Hacía unos meses que había estallado la Segunda Guerra Mundial. La fabulosa máquina de guerra alemana

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barría por toda Europa a los ejércitos adversarios ingleses, franceses, belgas, polacos, suecos, noruegos, daneses, todos eran barridos por la disciplina, la táctica y la calidad de las armas alemanas. De los italianos cuentan que un día estaba Hitler en su estudio viendo unos mapas con los miembros de su Estado Mayor, cuando entró un oficial que, un poco alterado y después de cuadrarse a la alemana, dijo:

-Mi Führer, Italia ha entrado en la guerra. Hitler, sin levantar los ojos de lo que estaba mirando, dijo:

-Bien, que manden una división a la frontera italiana.-No -dijo el oficial informante-, si es a nuestro favor.-Entonces que manden tres.

Lo cierto es que Italia entró en la guerra, que no tuvieron mucha fortuna sus intervenciones mi litares, pese a que Italia ha sido el país europeo que más guerras ha tenido en lo que va de siglo. Pero la sorpresa no la dio Italia, sino Rusia. La URSS firmó el célebre pacto Molotov-Von Ribbentrop, en virtud del cual Rusia entraba en el conflicto del lado de Alemania, y contra Polonia; pero todo esto está en la historia y no voy a entrar en análisis. Como era previsible se rompió el pacto al poco tiempo y gran número de divisiones germanas irrumpieron en Rusia, apoyadas por fuerzas aéreas y las aguerridas divisiones Panzer. Hicieron una escabechina. Destrozaron en los primeros meses la aviación soviética, las divisones acorazadas, y todo el frente ruso se vino abajo. En una bolsa realizada en Crimen, cayeron prisioneros más de novecientos mil hombres. Las cifras son aterradoras, pero hay que recordar que más horrible todavía era la suerte de aquellos desgraciados.

Rusia es culpable

En España se produjo un afán de conquista en todos los grupos de influencia militar y política. La opinión generalizada podía resumirse así: “ Vamos a llegar tarde al reparto del botín si no entramos ya en la guerra.” Y el ideólogo de la Falange, Dionisio Ridruejo, no sé si por encargo del ministro secretario general del Movimiento, por aquel entonces Ramón Serrano Suñer, dio con la frase clave de la operación: “ Rusia el culpable” . Y Ramón Serrano desde el balcón de la calle Alcalá 42, sede de la Secretaría General del Movimiento, lanzóla arenga, dirigida a varios centenares de miles de falangistas concpntrados para oír a su jefe. La arenga, compueSta con muy buena literatura probélica, caló muy,hondo en una Falange recién salida de una guerra en la que había sido muy castigada por los comunistas en la retaguardia roja, niuy trabajada por la propaganda del «vamos a llegar tarde al reparto», muy ansiosa de participar en las glorias militares de unos ejércitos alemanes invictos. «Rusia es culpable» fue un grito que se extendió por toda España, y en el momento del lanzamiento de la consigna, se organizó ya, ya mismo, la forma en que se daría cumplimiento al anhelo de la juventud falangista española. Una división a la que bautizó el mismo Dionisio con el que no podía ser otro nombre: La División Azul.

-Oye estamos todos apuntados ya para Rusia ¿tú cuándo lo haces?-Mira Vicente, yo ya cumplí mi cupo de heroísmo en nuestra guerra. Tú no has oído ningún tiro en tu vida y es

hora de que lo oigas. ¿Estamos?

Mientras, en mi casa, el alistamiento de Daniel había caído como una bomba. Daniel estaba casado y tenía dos hijos. Tenía ya más de treinta años y su constitución física no era la más adecuada para aventuras bélicas, con su estatura de 1,54 metros. Mi madre, como siempre, recurrió o a mí:

-Pero Jesús, ¿qué ha hecho este loco? -¿Y qué quieres que haga yo, mamá?

-Nada, hijo; pero tú eres fuerte, tienes experiencia de la guerra. No sé.

No quise prolongar la agonía de mi madre. Es mucho pedir que una madre decida a cuál de sus hijos enviaría a la muerte. Pero Daniel era el menos indicado. Resolví, pues, de una vez. .

-Mamá, no te preocupes, Daniel no irá a Rusia.

Llegó el día 14 de julio y el infraescrito y los restantes quince mil novecientos noventa y nueve voluntarios (fuimos en la primera división dieciséis mil voluntarios y otros tantos en la segunda) emprendimos la marcha hacia Alemania para completar el adiestramiento con el moderno armamento germano.

Mientras caminábamos "a un promedio de treinta a cuarenta kilómetros diarios, dejamos paulatinamente de ver el sol y el frío aumentaba lentamente. Recibimos la orden terminante de no confraternizar, en absoluto, con la población civil. Comenzamos a ver personas, hombres, mujeres y niños con estrellas amarillas sobre el pecho y la espalda y en la zona izquierda. No caminaban por las aceras, sino por los bordes de la calzada y cedían el paso a cualquier persona normal. Eran los judío)s, la raza maldita. Nosotros no habíamos visto ninguna población alemana, más que Karlsrnhe, mejor dicho, la estación ferroviaria, y no habíamos podido apreciar estas circunstancias antes

Partisanos

Una noche, un grupo de partisanos o guerrilleros atacó a nuestros guardias y mató a cuatro centinelas, degollándolos. ¡ Ya estábamos en 1a: guerra, en el frente! Funcionó la alerta, pero tarde. Los partisanos se perdieron en las sombras de la noche, en la espesura de los bosques que nos rodeaban. Al día siguiente se produjo la respuesta: alemana. Mediada la mañana, se presentó el nuestro campamento una sección germana de seguridad, con un grupo de una veintena de prisioneros partisanos. A la sección se unieron uno cuantos soldados españoles, escogidos entre lo que sabían algo de alemán, y se fueron en camiones con los prisioneros a visitar varios pueblos de las cercanías. En cada pueblo ahorcaron públicamente, para dar ejemplo a tres o cuatro prisioneros, con un cartel colgado sobre el pecho, explicando en ruso las causas de la ejecución. Por lo visto la medida surtió efecto. No hubo más ataques durante la marcha.

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Jorge, me encuentro casi imposibilitado para continuar el relato. Me falla la memoria y no puedo seguir un orden cronológico. Se me han olvidado nombres de lugares, nombres de personas y casi la relación de los grandes hechos de armas. Vamos a probar de otra forma. Si te parece, te hablaré de grandes temas, como los días de cuatro horas, el tiempo y los pueblos y las gentes .

Por la zona de Polonia que atravesábamos, encontrábamos cada vez más señales de la dureza de los combates registrados. Restos de aviones derribados, casas, o mejor dicho, barrios enteros arrasados por los bombardeos, la artillería y los tanques y chatarra de carros de combate, piezas de artillería y tumbas, mucha tumbas de soldados muertos, especialmente soldados alemanes, ya que los caídos rusos y polacos habían sido sepultados en fosas comunes tras ser incinerados por orden de los ocupantes germanos, que obligaban a realizar es tas operaciones a los prisioneros o a la población civil, según los casos, casi siempre obligados por el número de cadáveres que hubiera que hacer desaparecer para evitar epidemias.

Tumbas

Y sigamos con el trecho de mil kilómetros que debíamos recorrer los divisionarios españoles hasta llegar al sector del frente que habíamos de cubrir.

Por la zona de Polonia que atravesábamos, encontrábamos cada vez más señales de la dureza de los combates registrados. Restos de aviones derribados, casas, o mejor dicho, barrios enteros arrasados por los bombardeos, la artillería y los tanques y chatarra de carros de combate, piezas de artillería y tumbas, mucha tumbas de soldados muertos, especialmente soldados alemanes, ya que los caídos rusos y polacos habían sido sepultados en fosas comunes tras ser incinerados por orden de los ocupantes germanos, que obligaban a realizar es tas operaciones a los prisioneros o a la población civil, según los casos, casi siempre obligados por el número de cadáveres que hubiera que hacer desaparecer para evitar epidemias..

Pronto comenzaron a producirse las primeras bajas a causa de las penosas jornadas de treinta a cuarenta kilómetros diarios. Nuestros pobres pies, calzados con las pesadas botas alemanas, se llenaron de ampollas, de llagas y por fin de heridas, aparte del cansancio que castigaba nuestros músculos. Pero, claro es, con el tiempo se endurecieron nuestros pies y nuestros músculos y por fin caminábamos lo dispuesto por el mando, sin apenas bajasFin.

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