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Ficha teórica Lengua y literatura 4to El héroe en la literatura Elaborado por prof. Guadalupe Tavella A lo largo de la historia de la literatura, el público se ha encontrado frente a diferentes personajes que encarnan el lugar del héroe en los acontecimientos representados. Podemos encontrar estos personajes tanto en obras narrativas, dramáticas o líricas. En sus diferentes manifestaciones, el héroe encarna una forma de actuación y, al mismo tiempo, una propuesta moral para la sociedad donde ejerce su protagonismo. Actúa desde una motivación moral. El héroe interviene, en ocasiones, en contra de un estado de la sociedad y, otras veces, sus acciones transforman el contexto social precedente. La literatura, desde sus inicios en los mitos, siempre ha contado con los héroes. A lo largo de este curso analizaremos las variantes del héroe trágico, el héroe épico, el héroe romántico y, finalmente, el héroe moderno 1 .¿Por qué nos encontramos con diferentes héroes a lo largo de la literatura? La variedad de héroes se relaciona estrechamente con los cambios que se producen en la sociedad y la manera en que la literatura representa las figuras heroicas. Cuando nos encontramos frente a la figura de un héroe en literatura debemos preguntarnos cuales son valores individuales y cuáles valores colectivos en la sociedad que se representa. El héroe es siempre una propuesta. La condición de héroe, por tanto, resulta tanto de sus acciones como del valor que los demás le otorgan. Esto permite que la dimensión heroica varíe en cada situación histórica dependiendo de los valores dominantes y los valores esperados. La condición heroica siempre está un paso adelante de la necesidad. El heroísmo representa una demostración de poder, cuestiona el límite del mundo en el que se vive y de los valores que lo sostienen. El héroe se concentra en hacer de su querer poder, aunque no 1 Es necesario aclarar que estamos dejando de lado el héroe mítico porque corresponde a los contenidos de años anteriores. Los griegos de la época arcaica consideraban la existencia de unos seres intermediarios entre los dioses y los hombres a los que denominaron semidioses. Estos héroes se caracterizan por su grandeza y virtud ( areté) y actúan en un mundo plenamente controlado por los dioses. Algunos ejemplos son Aquiles, Héctor o Eneas.

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Page 1: campus.belgrano.ort.edu.ar · Web viewEl cantar de gesta genuino tiene un fondo histórico cierto, al que es más o menos fiel. Esta fidelidad a la exactitud histórica de lo narrado

Ficha teórica Lengua y literatura 4to

El héroe en la literatura

Elaborado por prof. Guadalupe Tavella

A lo largo de la historia de la literatura, el público se ha encontrado frente a diferentes personajes que encarnan

el lugar del héroe en los acontecimientos representados. Podemos encontrar estos personajes tanto en obras narrativas,

dramáticas o líricas. En sus diferentes manifestaciones, el héroe encarna una forma de actuación y, al mismo tiempo,

una propuesta moral para la sociedad donde ejerce su protagonismo. Actúa desde una motivación moral. El héroe

interviene, en ocasiones, en contra de un estado de la sociedad y, otras veces, sus acciones transforman el contexto

social precedente.

La literatura, desde sus inicios en los mitos, siempre ha contado con los héroes. A lo largo de este curso

analizaremos las variantes del héroe trágico, el héroe épico, el héroe romántico y, finalmente, el héroe moderno1.¿Por qué nos encontramos con diferentes héroes a lo largo de la literatura? La variedad de héroes se relaciona

estrechamente con los cambios que se producen en la sociedad y la manera en que la literatura representa las figuras

heroicas. Cuando nos encontramos frente a la figura de un héroe en literatura debemos preguntarnos cuales son valores

individuales y cuáles valores colectivos en la sociedad que se representa. El héroe es siempre una propuesta. La

condición de héroe, por tanto, resulta tanto de sus acciones como del valor que los demás le otorgan. Esto permite que la

dimensión heroica varíe en cada situación histórica dependiendo de los valores dominantes y los valores esperados.

La condición heroica siempre está un paso adelante de la necesidad. El heroísmo representa una demostración

de poder, cuestiona el límite del mundo en el que se vive y de los valores que lo sostienen. El héroe se concentra en

hacer de su querer poder, aunque no siempre se relacione con la acción más esperada o virtuosa. Por eso, el héroe tiene una serie de cualidades que lo diferencian del protagonista de los acontecimientos. Hablamos de protagonista

solamente cuando consideramos las acciones de ese personaje en relación con la obra (poesía, teatro o narración)2. Se

diferencia del héroe, cuyas acciones contienen una valoración moral del mundo y la sociedad fuera de la obra, en

relación con el contexto de producción y, posterior, recepción.

1 Es necesario aclarar que estamos dejando de lado el héroe mítico porque corresponde a los contenidos de años anteriores. Los griegos de la época arcaica consideraban la existencia de unos seres intermediarios entre los dioses y los hombres a los que denominaron semidioses. Estos héroes se caracterizan por su grandeza y virtud (areté) y actúan en un mundo plenamente controlado por los dioses. Algunos ejemplos son Aquiles, Héctor o Eneas. 2 La etimología de la palabra nos ayuda a diferenciar el concepto héroe del de protagonista. La palabra protagonista proviene del griego “protagonistés”, la palabra es el resultado de la unión de “protos”, que significa primero, y de “agonistés”, que significa actor. Así el protagonista es “el primero en la acción”, el que más actúa, personaje principal del relato.

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El héroe en la Antigüedad Clásica

En un primer momento, los héroes griegos eran aquellos engendrados por hijos de una divinidad y de un ser

mortal, y debido a esa singular genealogía, los antiguos veían en ellos una suerte de naturaleza mixta (en la bibliografía

se lo conoce como héroe mítico). Con el paso del tiempo, el concepto de héroe adquirió un sentido más amplio y sirvió

también para designar a determinado tipo de mortales. Aristóteles sostiene que los héroes eran superiores a los

hombres, tanto física como moralmente. Sin embargo esta definición debe tomarse con cuidado, ya que encontramos

aspectos grotescos, salvajes, violentos e incluso sanguinarios en los héroes desde la Antigüedad.

Como ya hemos analizado en otras lecturas, las tragedias toman algunos motivos míticos pero los representan

en relación con el contexto sociopolítico de la polis griega del siglo V aC. (recomendamos la lectura del texto Mito y

tragedia de Carlos García Gual disponible en el Campus virtual). El héroe que aparece en las tragedias clásicas no invita

a que se lo imite, despierta la desaprobación a causa de su soberbia o desmesura (hýbris). Su castigo está visto como

una lección por su audacia.

Como dice el especialista Rodríguez Adrados en su análisis sobre el héroe en la Antigüedad, la tragedia griega

nos presenta siempre un doble panorama. Por un lado, las fuerzas enfrentadas en el conflicto trágico; por otro, el modo

en que son juzgadas esas fuerzas y la resolución del conflicto. De esta manera, la tragedia presenta al hombre

enfrentado con las más terribles situaciones, en la soledad de las grandes decisiones, en el riesgo del error o el triunfo y

pone a la vista del espectador una interpretación a partir de las concepciones griegas sobre el hombre, el mundo y lo

divino. Dichas concepciones dan un sentido a la acción y, de este modo, el héroe se convierte en lección.

Rodríguez Adrados afirma que el héroe de la tragedia griega es un espejo de la vida humana en sus momentos

decisivos. Es más que un tipo ideal directamente imitable; es el hombre mismo, tratando de abrirse paso en situaciones

no esclarecidas antes. En su búsqueda corre el riesgo de cruzar el límite impuesto por el mundo divino. Caiga o triunfe,

se equivoque o acierte su suerte será siempre un acicate3 y una advertencia al mismo tiempo. Por eso, este héroe se

vuelve un modelo en sentido diferente al héroe mítico: tanto su caída como su triunfo tienen lugar por medio del dolor y a

través de decisiones que desearíamos evitar.

Edipo y la esfinge Edipo y Antígona desterrados de Tebas de Louis Duveau

de Jean Auguste Dominique Ingres

3 Incentivo, estímulo.

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El ciego Edipo encomendando sus hijos a los dioses de Bénigne Gagneraux

De la Antigüedad a la Edad Media, la épica

Durante la Edad Media, el papel de los caballeros en las batallas cambió debido a los movimientos políticos de

los diferentes reinos para avanzar territorialmente. El enemigo dejó de estar cerca, se encontraba en territorios alejados y

desconocidos que despertaban el espíritu de aventura. Para ampliar información sobre este período, recomendamos el

programa Europa en la Edad Media de RTVE

El período de los caballeros medievales empezó en el siglo VIII y

continúo hasta finales del siglo XV. El caballero medieval era un ser noble y

de gran corazón, guerrero a caballo que servía al rey o a un señor feudal a

cambio de tierras o dinero. Antes de ser caballero servía como paje y

escudero, después ceremonialmente era ascendido. Durante la ceremonia, el

aspirante prestaba juramento de ser valiente, leal y cortés, así como proteger

a su rey y a la iglesia.

Los caballeros conformaban el ideal humano de la época,

personajes gloriosos que se entregaban al bien común del pueblo. Sus

acciones a capa y espada estaban al servicio de la recuperación de la patria

perdida. Honor, coraje y excelencia eran atributos indispensables de este tipo

de héroe, cuyas acciones estaban guiadas por una voluntad casi

sobrehumana, dispuestos a entregar su cuerpo a la manera de los héroes

griegos míticos. Esta nueva cosmovisión origina la épica medieval, género

conformado por relatos de hazañas heroicas llamados cantares de gesta.

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.

La gesta era una hazaña. El vocablo se deriva del latín gero (hacer) y alude a cosas hechas o sucedidas, en

contraposición con la lírica que se nutre de cosas imaginadas o sentidas por el autor. Estas gestas se las

llama cantares por estar destinados a la recitación.

 Los cantares de gesta no se componían para ser leídos, sino para

ser escuchados. Todos estos relatos épicos circulaban de manera oral.

La mayoría de la población que los escuchaba era analfabeta, por lo que

los juglares, artistas de la época, se encargaban de transmitirlos de

memoria, acompañados de instrumentos musicales. Justamente debido a

la transmisión de boca en boca (a esto se debe su estructura sencilla,

que se pudiera recordar) los cantares sufrían variantes en sus diferentes

recreaciones y se considera una composición colectiva tradicional4 .

4 Los cantares de gesta son algo así como la historia al alcance y al gusto del pueblo. El hombre culto se enteraba de los hechos del pasado leyendo crónicas y anales en latín, y quedaba su curiosidad satisfecha con el dato frío y escueto. El hombre iletrado precisaba de alguien que le expusiera de viva voz la historia, de la cual lo que le interesaba era lo emotivo, sorprendente y maravilloso y la idealización de héroes y guerreros a los que se sentía vinculado por lazos nacionales, feudales o religiosos.

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El cantar de gesta genuino tiene un fondo histórico cierto, al que es más o menos fiel. Esta fidelidad a la exactitud

histórica de lo narrado reviste una serie de matices, que van desde aquellos cantares que casi son una crónica rimada

hasta aquellos otros cuya historicidad queda tan reducida que casi parecen una obra de pura imaginación. Por lo general,

cuanto más remoto es el asunto de una gesta, más pesan en ella las versiones tradicionales y legendarias de los hechos

y más se aparta de la realidad histórica, al paso que, cuando relata hechos sucedidos en un pasado próximo, la fidelidad

a lo que realmente sucedió es mayor, entre otras razones porque el público que ha de escuchar los versos conoce con

más precisión el asunto y sus personajes. Por otra parte, cuando la gesta tiene por escenario las mismas tierras en que

se desarrollaron los acontecimientos que poetiza, suele mantener unos datos geográficos, ambientales y sociales mucho

más fieles a la realidad que aquellas gestas que transcurren en países lejanos y exóticos.

El héroe romántico

Hacia finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX nos

encontramos con una nueva cosmovisión acerca del lugar de los hombres

en el mundo y en la sociedad de su tiempo que denominamos

romanticismo y que tiene como centro una nueva concepción de sujeto individual y colectivo. El racionalismo que se había desarrollado desde el

Renacimiento es puesto en duda con el espíritu romántico5. El romanticismo

se constituyó como la ideología de una generación que no creía en ningún

valor absoluto. Por eso, cuestiona cualquier tipo de poder asociado a Dios,

las autoridades eclesiásticas o el gobierno6. Para ver las características de

este período los invitamos a ver la presentación El romanticismo, hacer la

visita virtual a la exposición del pintor Eugene Delacorix y asumir los

desafíos de ser un pintor romántico.

Caspar David Friedrich “El caminante sobre el mar de nubes”

Si en la Edad media, el héroe estaba encarnado en el caballero; en este período encontramos un sujeto que está

en constante duda acerca de su lugar en el mundo y vive en la soledad de la creación estética. Más que un héroe es un

protagonista, cuya subjetividad aparece explícita en cada una de sus reflexiones y acciones. El romántico pensará que el

arte es una forma de conocimiento y el artista un "descubridor" favorecido por un don sobrenatural que lo hace capaz de

ver en su interior y poder comunicar a los demás mortales lo que ellos no pueden contemplar. En ocasiones, manifiesta

cierto rechazo por integrar cualquier grupo o sector social. El sujeto romántico está representado en las imágenes del

artista, forastero, vagabundo, peregrino, explorador.

5 Cabe aclarar que si bien el romanticismo se encuentra presente como cosmovisión a lo largo de Europa y América Latina, se presente en diferentes momentos a lo largo del siglo XIX.6 Desde el punto de vista filosófico, el romanticismo procede del Idealismo alemán que comienza a gestarse a finales del s. XVIII con Fichte y Hegel. Esta tendencia en el pensamiento filosófico profundizó el análisis sobre la conciencia y el yo individual. Uno de los logros del Idealismo es apartar la filosofía de la preocupación por los objetos exteriores para afirmar que el yo es la realidad primordial y absoluta. Algunos escritores románticos identificaron ese yo puro y abstracto, filosófico, con el yo individual de cada ser humano, de manera que concibieron al hombre como un ser dotado con un don supremo que le permite atravesar lo material, lo finito, para llegar a lo infinito y eterno, es decir, al Absoluto.

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Uno de los autores que mejor representa esta nueva cosmovisión es Lord Byron . El retrato del héroe romántico

como un vagabundo sin hogar y sin vida productiva convencional que, en alguna proporción, responde a una cierta falla

interior –la hybris clásica- y vive condenado por su propia naturaleza. Sin embargo, mientras que los anteriores héroes

invariablemente vivían con culpabilidad o melancolía el hecho de no pertenecer a la sociedad –por haber sido expulsados

de ella, recordemos a Edipo de Sófocles-; en Byron el estatus de outsider se convierte en una pretenciosa y

exhibicionista rebelión contra la sociedad; la soledad es ahora producto de una desafiante deliberación, es una elección,

una revuelta. Pero ante todo, es una desafiante soberanía personal frente a la comunidad. El sujeto romántico de Byron

es despiadado con los demás y se ha conformado como un prototipo de personaje romántico que se conoce como héroe byroniano (para profundizar recomendamos escuchar la entrevista de radio UNED Poetas románticos ingleses)

Este período se caracteriza por una nueva concepción acerca de la relación entre el hombre y la Naturaleza.

Para el racionalismo, que vivó en el contexto de los descubrimientos de Newton, la naturaleza es un sistema mecánico

perfecto, basado en reglas matemáticas inalterables: la naturaleza posee la belleza de un reloj de precisión y el hombre

es el ingeniero que descubre su puntual funcionamiento. En cambio, poetas como Wordsworth, Shelley o Coleridge

vieron en la naturaleza la expresión de algo superior, una fuerza viviente y titánica (recomendamos la lectura de Balada

del viejo marinero de Coleridge). La naturaleza adquiere personalidad y algunas veces, una especie de carácter moral,

que juzga o salva, un Dios inmanente y visible (recomendamos la lectura de Oda al viento del Oeste de Percy Shelley).

Esta nueva sensibilidad, sin embargo, no está libre conflictos. El sujeto sin referencias externas (Dios, la Iglesia,

el Estado) debe enfrentarse a numerosas ambigüedades: naturaleza y cultura; soledad y sociedad; revolución y tradición. El sujeto romántico se encuentra desgarrado entre estas controversias. Se percibe un conflicto entre los

valores colectivos, fundados en la idea conjunta de “pueblo” y otros valores más personales, buscando el camino de una

modernidad emancipadora, individualista, que se muestra claramente enfrentada a cualquier poder externo. Se da una

separación entre los dos tipos de héroes, aquéllos que buscan enlazar con unas tradiciones comunitarias y los que

buscan recorrer el camino de la individualidad.

El héroe romántico no encarna ninguna gesta en nombre de valores compartidos. Por eso, es más correcto

hablar de sujeto romántico (“yo romántico”), ya que parece en constante conflicto con su contexto. Arnold Hauser

desarrolla: “El héroe es implacable consigo mismo y despiadado con los demás. Desconoce las disculpas y no pide

perdón, ni a Dios ni al hombre. No se arrepiente de nada y, a pesar de llevar una vida desordenada y desastrosa, no

desea tener otra vida, vive la suya propia”. Un ejemplo de las contradicciones expuestas se observa en el poema El

consenso público de Hölderlin:

¿No es más bella la vida de mi corazón

desde que amo? ¿Por qué me distinguís más

cuando yo era más arrogante y arisco,

más locuaz y más vacío?

¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza,

las almas serviles sólo respetan lo violento.

Únicamente creen en lo divino

aquellos que también lo son.

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Uno de los conceptos que refleja el desgarramiento del sujeto romántico es la figura del “otro yo”, presente en la

literatura en diferentes formas y variantes7. El punto de partida de este concepto es la autobservación y la necesidad de

considerarse a sí mismo constantemente como un extraño, un desconocido, un forastero. El héroe romántico aparece así

desdoblado entre lo dionisíaco y lo demoníaco y busca un refugio contra la realidad. En esa búsqueda, el sujeto se

enfrenta a lo inconsciente y lo que la razón no controla. Si en el héroe épico veíamos la audacia de la hazaña como un

valor que engrandecía al caballero, en el sujeto romántico observamos un proceso de dolor subjetivo que lo hace

extinguirse en una muerte psicológica y espiritual (anulación de sí mismo o dolor cósmico). Según las palabras del

poeta Wordsworth: “La poesía es el espontáneo desborde del sentimientos intensos” (para profundizar este concepto

recomendamos la lectura de algunos fragmentos de Werther de Goethe).

Asimismo, el concepto de “otro yo” es producto de la evasión o fuga de la situación histórica y social. En el yo

romántico encontraremos diferentes modos de la evasión:

Evasión en el espacio: muchos autores localizan sus obras en lugares exóticos y alejados para así evadirse de

la triste y decadente Europa.

Evasión en el tiempo: atracción por la distancia en el tiempo, aparece la referencia a la Antigüedad y la Edad

media.

Evasión en el misterio: búsqueda del enigma, el misterio y lo desconocido. Si el misterio es inaccesible a la

mente humana común, sólo unos pocos, los elegidos, pueden llegar a desvelarlo. Aparecen escenarios como

sepulcros, ruinas, las calles de las viejas ciudades medievales, etc.

Evasión en el mundo del sueño: el sueño se convertirá en un verdadero "estado poético", através del cual, el

autor puede conocer aquello que es inaccesible en el estado de vigilia.

Si el sujeto romántico encarna algún tipo de acción es motivada por la rebeldía. Cuando encontramos estos

ejemplos, la exaltación personal estimula la acción. Es decir, la voluntad de ser y poder personal. Se lucha contra todo

aquello que se oponga a la realización del yo rebelde: autoridades, leyes, costumbres. Como consecuencia de este

sentimiento de rebeldía, los artistas del romanticismo querrán verse reflejados en una serie de personajes que son

símbolos o ejemplos máximos de esa rebeldía contra lo establecido:

Prometeo, que representa el levantamiento del hombre contra su propio destino y contra los dioses que lo

crearon.

Satanás, el ángel caído que desafía a Dios y se burla de lo sagrado.

Caín, que representa la rebeldía contra Dios y contra todo lo que es considerado "bueno".

Don Juan, buscador del Absoluto a través del amor.

Una variante del romanticismo en el Nuevo Continente, el trascendentalismo norteamericano y el sujeto democrático

Las colonias británicas de América del Norte consiguieron su independencia en 1783. Nació entonces Estados

Unidos de Norteamérica. La expansión del marco geográfico de la nueva nación se llevó a cabo sin cesar. Después de

superar la grave crisis de la guerra de secesión (1861-1865), Estados Unidos conoció una increíble prosperidad8. Fuertes

7 Esta escisión del yo aparece en los románticos pero tendrá presencia a lo largo de toda la literatura. Un autor que ha profundizado este rasgo es Herman Hesse, quien en 1919 con Demian y en 1927 con El lobo estepario representa la escisión del hombre en la modernidad.

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contingentes de inmigrantes llegan al país y la expansión hacia el oeste se produce a medida que la población indígena

es desplazada a pequeños reductos, llamados reservas.

El siglo XIX es una época de toma de conciencia para las letras norteamericanas. La influencia del Romanticismo

europeo cede paso a un realismo de carácter trascendente que se denominó trascendentalismo de la mano del escritor

Emerson, quien presentó esta tendencia en ensayos y conferencias.

En 1836 se produce la primera reunión de aquellos que adscribían al trascendentalismo y sale la publicación

Naturaleza en la que proponían en cambio en la relación del hombre con el entorno. Los pilares de esta corriente serán

la benevolencia de la Naturaleza y la autonomía del individuo. En El espíritu de la Naturaleza Emerson realiza las

siguientes afirmaciones:

“Las generaciones anteriores miraban cara a cara a Dios y a la naturaleza; nosotros lo hacemos a través de sus ojos. ¿Por qué no habríamos de entablar también nosotros una relación original con el universo? ¿Por qué no habríamos de tener una poesía y una filosofia que sean fruto de nuestra propia visión y no de la tradición, y una realidad que nos sea revelada a nosotros, en lugar de ser la historia de la revelada a ellos?

(…)

Para ser francos, pocos adultos son capaces de ver la naturaleza. La mayoría de las personas no ve el sol. Al menos, tiene una visión muy superficial de él. El sol ilumina únicamente el ojo del hombre, pero resplandece en cambio en el ojo y en el corazón del niño. El amante de la naturaleza es aquel cuyos sentidos interiores y exteriores aún siguen amoldados verdaderamente el uno al otro; aquel que ha conservado en su madurez el espíritu de la infancia”.

En este texto se rechaza el empirismo o racionalismo para valorar la capacidad del espíritu para percibir su unión

con la Naturaleza. La solución de Emerson y el trascendentalismo es afirmar la armonía entre hombre y su entorno, ya

que la Naturaleza es una emanación de Dios. El entorno urbano desliga esa relación entre hombre y entorno, por eso

encontramos en el trascendentalismo una gran crítica al avance económico de Estados Unidos: ferrocarriles, industrias,

desarrollo urbano.

Sin embargo, fue necesario esperar algunos años para que estos principios se manifestaran en la obra poética

de un autor. Walt Whitman recién a mediados del siglo XIX publica su obra poética y se constituye como un ícono de la

poesía norteamericana. El poema más célebre es Canto a mí mismo, obra que celebra el yo liberado y la búsqueda de la

expresión subjetiva en armonía con la Naturaleza.

La gran diferencia con el sujeto romántico europeo será la presencia de un yo democrático. El gran poema del

individualismo en una democracia no es individualista en ningún sentido convencional. Canto a mí mismo no nos pide

que pretendamos ser indivisibles. Es más que una cuestión de las relaciones que se entablan entre alma, cuerpo y

personalidad. Según el poema, somos todos semejantes de una manera determinada: vivir en una democracia basada

en derechos posibilita y alienta un determinado reconocimiento de la semejanza.

8 La adquisición de Alaska, el arrebato de las últimas colonias españolas de ultramar, la apropiación de buena parte del territorio mexicano y el monopolio sobre el canal de Panamá son algunas de las conquistas de los Estados Unidos en su proceso imperialista de finales del siglo XIX y comienzos del XX.

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Al leer la afirmación de Whitman de que “cada átomo perteneciente a mí te pertenece de igual modo a ti”

advertimos que cada individuo está compuesto por potencialidades. Por eso, cuando percibo o asimilo cómo otras

personas viven sus vidas e interpretan sus papeles, me estoy encontrando sólo con actualizaciones externas de algunas

de las innumerables potencialidades dentro de mí, en mi alma (para ampliar y profundizar el análisis de Walt Whitman,

recomendamos el documental Walt Whitman, poeta de la eternidad).

Bibliografía general

Abrams, El espejo y la lámpara, Buenos Aires, Nova, 1982.

Garcia Gual,Carlos, “La tradición y la mitología. Cómo fue en Grecia” en La mitología. Interpretaciones del pensamiento

mítico, Madrid, Alianza Editorial.

Hauser, Arnold, Historia social de la literatura y el arte, Madrid, Editorial Debate, 1998.

Rodríguez Adrados, Francisco, “El héroe trágico”, Cuadernos de la Fundación Pastor, Nº. 6, 1962 , págs. 11-35.

Valverde Pacheco, José María y Martín de Riquer, La épica medieval, en Ciudad Seva, disponible en

http://www.ciudadseva.com/textos/estudios/roldan/epica.htm