voladas 3, suplemento la ventana

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V O C E S O P A L A B R A S A M I R A D A S A S Año 2, nº 3

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Suplemento con las aportaciones del certamen La ventana

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V O C E S

O

P A L A B R A S

A

M I R A D A S

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Año 2, nº 3

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Depósito Legal: CA 298-2014

Rota, marzo 2015

Ars Longa, Vita Brevis

V O C E S

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P A L A B R A S

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M I R A D A S

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Año 2, nº 3

Voladas – Especial “La ventana”

Voces, palabras, miradas… Voladas.

El grupo Voladas (Blanca Fernández Sánchez - Conchi Castellanos García - Javier Gallego Dueñas - Juan José González Castellano - María del Carmen Domínguez Domínguez - María del Mar – Reyes Fuentes y Mercedes Márquez Bernal) hemos querido abrirnos a la participación. Esta es una ocasión espacial, todas lo están siendo, pero hoy sacamos a la luz un Voladas más abierto, aparecen en nuestras páginas otras voces, otras palabras, otras miradas. Las vuestras, algunas que han querido unirse a nosotros en este vuelo algo insensato. Más que un concurso, como nos habéis dicho, es una reunión de amigos que se leen cosas, que hablan y se escuchan unos a otros. Un punto de partida, mil perspectivas a través de un hueco, de unas cortinas, de un cristal que refleja y que deja pasar la luz. Por eso precisamente Voladas tiene esa sobrecubierta, para simbolizar la ventana.

Hemos recibido más de una veintena de textos, poesía y prosa. Por mucho que queramos no podemos incluir todos los que hemos recibido en la edición en papel así que os hemos elaborado un suplemento especial digital, disponible online, descargable y disfrutable.

Los seleccionados en el certamen son:

Rosa de la Corte es profesora y escritora. Se considera no solo una contadora de historias, sino creadora de caracteres y captadora de ambientes. Tiene reciente su segunda novela, Reina de los Ángeles.

Belén Peralta (Cádiz, 1966) es escritora, comunicadora y gestora cultural. Se siente cómoda en cualquier género literario, pero le apasionan especialmente los relatos breves. Acaba de reeditar su tercer libro Cerezas y Guindas.

Inmaculada Rodríguez Castellano nacida en Rota en 1969. Amante silenciosa desde siempre de los libros y las palabras.

José Antonio Herrera Márquez es licenciado en filosofía y con un máster en profesorado de educación secundaria. Escritor aficionado con algunas publicaciones en antologías y amante de la literatura. Bibliófilo.

Rosa Marcela Gallego Reyes es profesora de Lengua y Literatura en el IES Castillo de Luna desde 2010. Publicó una serie de breves ensayos y editó de Juan de Pedraza su Farsa llamada Danza de la Muerte para Tántalo.

Nos honra tener de nuevo a Jesús Gallego, que nos regala el cuadro que cierra el número y un poema de los tiempos de Pandero que abre el especial de La ventana.

Después encontraréis la totalidad de los textos que han participado en el certamen, incluyendo otros que los propios miembros de Voladas hemos querido también compartir.

Voladas – Especial “La ventana”

[1]

Conchi Castellano García

Detrás de la ventana

Tarde o temprano las sombras avanzan tras los cristales de una ventana cerrada mientras al fondo la ciudad se deshace durmiendo un sueño profundo. Nada se mueve, no hay ruidos. Y allí, cuando la noche se abre se acallan los recuerdos en un silencio esponjoso como las nubes. Detrás de la ventana, la noche solitaria suspira simplemente por empujar al día.

Voladas – Especial “La ventana”

[2]

Blanca Fernández Sánchez

Las ventanas de tu corazón

A Blanca y José Carlos

Cuando abres de par en par las ventanas de tu corazón y abrazas la mañana con la luz bailando en tus ojos, tendidas las manos al viento, y recorres las horas del día avanzando sin sombras, fiel al latido de tu conciencia, con el afán marcando el paso, rotas las amarras del desánimo y la sonrisa en el rostro; cuando descubres la emoción que te reconcilia contigo, desbordada la jornada de afectos, abierta la puerta a los sentimientos, al ardiente sabor de la verdad, a un horizonte tranquilo, con un amor verdadero y domas ese brioso caballo que es a veces la vida, se colman mis sueños y soy feliz. Cuando cada instante de tu día es alba, mi día tiembla con una luz especial. Las ventanas abiertas de tu corazón deshacen las arrugas del mío.

Voladas – Especial “La ventana”

[3]

María del Carmen Domínguez Domínguez

La ventana de los cuentos

Como cada noche la luz de la habitación se encendía a la misma hora, María se sentaba delante de su escritorio y se ponía a escribir.

Sus cuentos eran preciosos, sus mensajes de esperanza para los niños hacía de su labor escritora una pedagogía vital. Cada vez eran más los chiquillos que la acompañaban el día de sus presentaciones en las librerías de la ciudad. Su redacción sensible y amable, tenía cada vez más adeptos. En sus textos no había sobresaltos, tristeza ni pesadumbre, solo sentido humano y vitalidad, contaba las realidades desde un prisma multicolor. Había recibido varios premios por su capacidad pedagógica y por su forma creativa y positiva.

Como cada noche y siendo su más ferviente admirador, me sentaba en mi banco del parque junto al nogal para dejarme llevar por su figura reflejada en la ventana hacia el sueño. Sabía que muy pronto podría ir a la biblioteca a deleitarme de una nueva historia llena de ternura, sensibilidad y gran narrativa.

Como cada noche, este sin techo era un privilegiado por tener mi banco justo frente a su ventana y desde donde soñaba con un mundo mejor, como el que describía María en sus cuentos.

Voladas – Especial “La ventana”

[4]

Javier Gallego Dueñas

La personalidad de la ventana.

Tendríamos que reconocer que llamamos ventana a realidades muy diversas. A primera vista la primera cualidad de una verdadera ventana es que no se ve, esto es, que está fabricada de un vidrio transparente y que la pericia de su mantenimiento hace que permanezca sin mácula. Pero no nos llevemos a engaño, el vidrio siempre fue un objeto de lujo, un material caro, un producto apreciado, por eso no nos extraña ver en las chozas medievales y aún en las de los cuentos, ventanas sin cristal, sólo compuestas de rústicos listones de madera apenas apelmazados, con uno travesaño que les da unidad y varias oquedades fruto de las imperfecciones de la materia prima original.

Las ventanas poseen su propia personalidad, porque, ¿cómo va a significar lo mismo una ventana hogareña, invisible de puro limpia que un cristal ahumado, sospechoso y perverso de una oficina en el piso 38 de un rascacielos propiedad de una gran corporación?

Las ventanas extrovertidas están abiertas, pero abiertas de par en par, con dos hojas que se despliegan hacia afuera, aunque bien es cierto que la mayoría de las ventanas con hojas se abrían hacia dentro. Algo querrá decir. Quizás las primeras sacaban del interior de la habitación todo lo malo, el aire viciado, la oscuridad, el polvo, mientras que las otras procuran atraer de fuera la luz, el aire puro, los aromas de la calle. Extrovertidas pero miradas para sí mismas.

Egoístas son las ventanas que no se abren, esa de los hoteles que están selladas. Argumentan que así evitan suicidios, pero son más bien ejemplo de esa rapiña que te cobra el wifi y las toallas limpias. Son ventanas que tienen que ser limpiadas desde fuera. Algo sospechoso ocultan en esos rascacielos de oficinas que no permiten que entre el aire de la calle, algo trapichean cuando uno limpia por dentro y otros por fuera. Un doble rasero, una doble ley de transparencia, una regla de juego hacia dentro y otra hacia afuera. Son ventanas, además, clasistas, selectivas, dejan pasar la luz, pero no el aire.

Entre ambas están las ventanas que se llevan ahora de corredera, que puedes abrir una hoja superponiéndola a la otra. Eso no puede ser bueno, abres por un lado a costa de cerrar por el otro. Son ventanas aviesas, que ni están abiertas ni están cerradas. Son las ventanas de la

Voladas – Especial “La ventana”

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clase media, que si quieren algo por un lado, tienen que restringir por otro. Son ventanas casi imposibles de limpiar con efectividad, muy largo hay que tener el brazo para llegar a todos sus rincones. ¡Qué difícil es para la clase media tenerlo todo en estado de revista!

Si existen ventanas orgullosas y festivas, esas son las vidrieras, a veces un poco reinonas, con tanto colorido y tantos santos y vírgenes. Las hay alternativas, estrafalarias, como esas que se abren en ángulo. Hay ventanas que tienen aires de grandeza y se transforman en puertas acristaladas, sofisticadas que se abren al paso de las personas. No hay ventanas normales que gocen de esos artilugios. Son ventanas/puertas algo cyborgs.

Luego pasamos a unas con complejo de superioridad. Son más pequeñas, pero por eso mismo gritan con voz atildada y te obligan a bajar la cabeza si quieres que te conceda un favor. Son las ventanillas que viven en los mostradores oficiales. Se les ha subido el cargo.

Las ventanas son paradójicas, son a la vez invisibles y ofrecen un reflejo, pueden ser opacas. Dan paso a la luz, pero tienen restricciones al aire, como si fueran emigrantes ilegales a los que hay que controlar el visado. Y si llueve, se cancela el tratado con ese país y se quedan fuera, procurando echar la persiana y que no se moje.

Los países desarrollados del primer mundo, los países del norte, las prefieren abiertas desde abajo, como se construye una democracia, sujetando a los de arriba. Los países pobres no tienen ni siquiera ventanas, sólo un hueco en una choza.

Los cristales traslúcidos son apocados, tímidos, prefieren pasar desapercibidos, mientras que los cristales transparentes son realmente ventanas traicioneras, sobre todo para las moscas, que pretenden atravesarlas y tropiezan sin piedad, una y otra vez.

Voladas – Especial “La ventana”

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Juan José González Castellanos

El carromato

Mi morada es extraña. Un carromato de verbena, las dependencias de unos artistas del cante y el baile en armonía con la clarividencia. La empresa que nos contrata para las ferias itinerantes aprecia nuestro atípico espectáculo donde se mezclan las diferentes tradiciones, dándole un atractivo sabor al recinto medieval con el que durante los fines de semana se engalanan algunas calles de los pequeños pueblos que visitamos.

Mi carreta, cubierta por un tejado a media luna tiene todo lujo de detalles. El acceso principal posee una pretenciosa escalera de madera con tres gruesos peldaños que da paso a un amplio zaguán limitado por una balaustrada ornamentada por dos grandes columnas torneadas que soportan la entradita. Debajo del pasamano y entre los barrotes galeote, asoma un gato de pasta rígida que, mediante un simple artilugio, abría la boca y maullaba alegre hasta que un día un bache de la carretera le destripó el engranaje. Un gitano con conocimientos de ingeniería desbarató el mecanismo en una chapuza de alambres torcidos y piezas sobrantes dando vida a un Frankenstein que forzaba un bostezo de sueño interminable acompañado de un lamentable miar. Dos faroles con luces verdes escoltan el pórtico y diminutas bombillitas iluminan un cartel en el que se puede leer:

ESPECTACULO Y PREDICCIONES TU DESTINO TE SERÁ REVELADO

Dentro del carromato estoy yo, una puerta de dos hojas que paso a ser ventana sin barrotes las noches de espectáculo. Soy la frontera que separa la carreta en dos mundos: por un lado la cocina, el almacén y el dormitorio, la realidad; y, del otro lado, la fantasía artística del espectáculo y los augurios.

El cuarto de los vaticinios está cubierto por cortinajes de vivos colores, aterciopelados y enjoyado con un universo de brillantes estrellas plateadas y de soles dorados que dan poco calor pero sí mucho brillo. En el centro, una mesa camilla atornillada al suelo que por las tardes noches sirve como mesa de quiromancias esta eternamente escoltada por dos sillas de enea e iluminada por una luz velada creada por un pañuelo tragaluz de seda.

Voladas – Especial “La ventana”

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Al cuarto de atrás se puede acceder por una escalera mohosa, menos ostentosa. La entrada te abofetea con una roñosa estantería multiusos a la que le sigue un fogón con sartén que alimenta el suelo y la pared de salpicaduras de aceite y tomate. Desde mi izquierda una tablero cae como una cizalla instalándose debajo de mí alfeizar, pasando a ser una mesa para la comida y catre al anochecer.

Los días de trabajo comienzan todos iguales. Mis dueños, unos cíngaros, se colocan en el carromato debajo del pórtico. El gitano empieza su espectáculo a horcajadas sobre el cajón peruano, arrancando con la percusión mientras un amplificador eléctrico reproduce el sonido grabado de una guitarra. Compás alegre que no decae en intensidad para llamar la atención de los viandantes que alegremente se acercan mientras la gitana forma un gran círculo imaginario orillándolo con un pie mientras baila y recita. Tras terminar, ella pasa entre los asistentes el cestillo. Intenta captar a los primeros clientes que son conducidos al interior del carromato, mientras tanto, el romaní ameniza fuera alegremente la espera del resto del público que se dedican a echar fotos del carruaje y a contemplar el espectáculo musical.

Dentro, una vez pasado el umbral de la puerta y cerrada las cortinas, el silencio es abisal. Aislados del bullicio, sentados en la mesa, la vidente se lanza directamente adornando la vanidad de todo tonto que se precie a bien: “Usted es una persona muy inteligente”. A las mujeres les arregla la vida con la frase “A usted le acompaña el espíritu de un hombre”. Un conjuro de frases inciertas, todo un juego de la probabilidad adornado con expresiones ambiguas y dramatizadas con la evidencia inverificable. Nunca acepta un revés en sus previsiones y jamás falla con la frase “Aunque no ha sucedido, pronto ocurrirá”.

El futuro decorado con la prosperidad para los pobres, el sentido de la vida para los ricos, la pasión de amores venideros para los jóvenes, acicalado con la fortaleza de la salud para todos. Contentos con el espectáculo y ante el acierto de los augurios todos pasan por la caja de la voluntad que según la zíngara no debe ser menor de cinco euros.

El concierto musical sigue hasta que el cajonero cansado se retira al catre dispuesto a conciliar el sueño. A la sazón por un extraño sortilegio los más adeptos a la oscuridad llaman prudentes a la puerta de la barraca.

Virtuosa con los generosos donativos, la gitana entonces ofrece, llena de misterio, la contemplación del futuro a través de una ventana mágica.

Voladas – Especial “La ventana”

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Extasiada revolotea alrededor de la mesa bailando con parsimonia para separar los cortinajes que me cubren y enfrentarme a esas personas, para que puedan descubrir dos mundos: uno, donde ellos están; y del otro lado, solo la oscuridad, el abismo más profundo perturbado por la respiración imperceptible del percusionista que dormita.

Ella les susurra suave: “Cierra los ojos y acércate. Mira a través de la ventana. Podrás ver la verdad en tu interior. El futuro, tus raíces, el bien y el mal”

Sugestionados, la mayoría temerosos de ser descabezados por la evidencia de lo arcano, vuelven a la mesa de camilla sin poder resistir el envite de la gitana nigromante que cierra la cortina sonriente para regresar a la silla y seguir recreándose con las expectativas de sus clientes, recuperando los embustes ocultos en las cicatrices de las manos o las mentiras de las cartas astrales.

Algunos, temerosos, pasan la cabeza entre las jambas sin abrir los ojos y perciben el olor a la fritanga del día, a gitano cansado, a ropa sucia amontonada y a inmundicia. Entonces, veloces, retroceden a la mesa alarmados y espantados por lo que les depara el futuro.

Pocos consiguen pasar la cabeza por la ventana sin miedo a la realidad, desatendiendo la hipocresía de la bruja, resueltos a descubrir la verdad. Estos son los únicos que ven el cuarto sucio, con un romaní sobre un catre entre trapos, estanterías y multitud de apestosos olores. Ellos ven la realidad.

En definitiva, eso es lo que yo soy, una asombrosa ventana pasaporte hacia la verdad que separa dos mundos y que no todos están dispuestos a traspasar. El abismo entre la imaginación humana y la evidencia. Una ventana alejada de la falsedad farisea en la que se empantanan algunos seres.

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Mercedes Márquez Bernal

Estamos en venta

Recorría las calles con su coche esperando encontrar una buena oferta, la promesa de lograr aquello que buscaba, encontrar la perfecta y saciar su deseo. Había tanto donde escoger, sabía que algunas eran caras pero también estaban las otras, aquellas con las que quizá por muy poco podría obtener el desahogo que necesitaba.

A lo largo de avenidas, por todas partes, veía una tras otra, exhibiendo su producto como escaparates, exponiendo su reclamo bermellón como en el barrio Rojo de Ámsterdam. Algunas desnudas, cubiertas con sus vidriosas transparencias, con aire de abandono de casa desnuda de habitantes. Otras, sin embargo, blindaban espacios donde llevaban a sus clientes. Pero todas, sin excepción, a pesar de sus diferencias, buscaban el mejor postor.

Distinguía aquellas que se vendían por casi nada de las que no actuaban por necesidad sino por la opción de conseguir un estatus, obtener unas condiciones más favorables, o poder acceder a un barrio con buena reputación. Estas últimas, prostitutas de alto standing, eran tal vez inaccesibles para él. Sin embargo, las primeras no tenían ningún glamour. De apariencia poco cuidada, incluso viejas, eran fiel espejo de su desgracia. A éstas la desesperación las llevaba a venderse, arrastradas a prostituirse por poco dinero, quitándoles además de su dignidad, todo su valor, perdiendo siempre en esa transacción injusta.

Pero, con mejores o peores resultados, todas intentaban mostrar su mejor imagen, tratando de ocultar sus defectos y con la mirada puesta en el objetivo principal, conseguir venderse para solucionar sus problemas o cumplir sus deseos.

Por lo general todas tenían su chulo, que sacaba suculentas comisiones de los clientes a los que ponían en contacto con ellas. Solían merodear las zonas, escudriñando sus posibilidades, el mercado estaba fácil y sabían valorar con un simple vistazo cuáles eran sus ventajas. Según por dónde se movieran distinguían a las que querían obtener dinero rápido y fácil para cubrir sus necesidades más imperiosas, de las que buscaban poder obtener beneficios vendiéndose. Estas eran las preferidas de gente con dinero, ejecutivos de empresas, compradores atraídos por el aspecto elegante y buena fachada, esperando obtener con ellas un valor añadido que demostrarse su poder.

Voladas – Especial “La ventana”

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El negocio era diferente cuando se trataba de aquellas otras que lo hacían movidas por la desesperanza. A veces iban por libre, aunque pronto se les acercaba el proxeneta de turno y zona, viéndose obligadas casi siempre a acceder a sus condiciones. Necesitaban el dinero urgentemente, estaban en las últimas, la pobreza se había instalado en sus vidas.

La gran oferta y demanda provocaba continuos enfrentamientos entre los chulos y sus clientes, disputándose quién ponía antes su sello en el cartel.

Abundaban los clientes merodeando, calculando, sopesando, palpando sus bolsillos. Algunos eran simples mirones, un simple babear con el deseo de poseerlas, otros las miraban no sin cierto desprecio, pero ésos eran los peores. Se les acercaban preguntando cuánto, valorando el beneficio que podían obtener y la desesperación de cada una de ellas por venderse. En su fuero interno las repudiaban, por eso no pensaban nunca que actuaran mal, ellas se lo habían buscado, no supieron ganarse como es debido la vida, no se ajustaron a sus circunstancias, al lugar que a cada uno le corresponde en la sociedad. Si naces pobre, o te lo curras o tienes lo que mereces, así pensaban. Eran perversos depredadores, clientes que se consideraban exquisitos y sin embargo se comportaban como los más rastreros. A veces, se excitaban con sólo ver la degradación ajena y luego volvían a sus casas y a sus familias con la satisfacción de creerse por encima de toda aquella inmundicia humana.

Algunas de aquellas víctimas estaban vacías, rotas por dentro, abandonadas por fuera, mientras otras lucían una gran belleza externa y un interior bien amueblado. Eran las de alto nivel, las que no estaban al alcance de cualquiera, las que nunca podría gozar, ni tan siquiera mirarlas. Provocativas, abiertas algunas como alas, pero casi siempre herméticas.

El mundo es un lugar triste, pensó, la calle acoge a todos y los hogares se cierran. Las calles se llenan de gente sin nada.

Quizá se mire hacia otro lado, puede que no se preste atención a sus llamativos reclamos, pero son imposibles de ignorar porque siguen multiplicándose, eternizadas sus ofertas. Parches en ojos de cristal, desde donde soñaron con ilusión y encerraron secretos familiares. Y cada vez son más los edificios que se llenan de ventanas donde cuelga con letras llamativas y grandes el cartel de SE VENDE.

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María del Mar Reyes Fuentes

La ventana

Cristal, rejas, carretera, los campos en la lejanía y luego, la inmensidad, la nada, mis pensamientos...

Vivo cada día tras esta ventana. Salto a través de ella para vivir otras vidas, otras relaciones, otros problemas, otras circunstancias... Mi camino fue largo y lleno de baches pero venía perfectamente marcado y delimitado. Era difícil salir de él, desmarcarse.

Nací, como tantos otros, en una familia desgraciada que no quisieron o no supieron vivir en sociedad cumpliendo las directrices que ésta marcaba. Prefirieron estar en la cuerda floja, ganando dinero fácil aunque eso les acarreara problemas y les ayudara a vivir en la marginalidad.

No conocí una infancia feliz pero tampoco importa. Señalé desde el principio mi camino con chinitas como se hacía en un cuento que leí de niño. Marqué un sendero sin retorno. Me acostumbré a entrar y salir de la cárcel y creo que no sé hacer otra cosa. Tampoco creo en milagros ni en cambios drásticos de las personas, así que vivo mi propia realidad: la que me tocó vivir o la que yo mismo me labré.

Por todo ello me gusta sentarme frente a mi ventana, mirar a través de ella y ver a lo lejos los campos arados por manos morenas, manos cansadas de padres de familia que con su duro trabajo han sabido ayudar a sus hijos a estudiar y a labrar su propio campo de vida.

Otras veces, deslizo mis ojos por la carretera. Cantidad innumerable de coches circulan por ella transportando diferentes historias, esperanzas y vidas. Hombres que trabajan en otras ciudades y pasean cada día sus pensamientos y anhelos por el asfalto siempre en dos direcciones. Familias que charlan de forma amena dirigiéndose a algún cine o centro comercial para ahogar allí su monotonía y poder evadirse de su realidad, al menos por un rato. Parejas que discuten en el coche por la economía familiar, por los hijos que crecen a la vez que sus problemas, por el anciano que tienen en casa con una pensión pequeña aunque sea grande el aguante que se debe tener para soportar sus manías y rarezas todos los días. Gente que marcha unos días de vacaciones para cambiar de aires, visitar ciudades y paisajes diferentes. Los que se van para siempre en busca de un trabajo y una nueva vida. Y, en ocasiones, veo accidentes

Voladas – Especial “La ventana”

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que sesgan la vida de algunas de estas personas, accidentes que rompen en un segundo las ilusiones y esperanzas por un tonto descuido o una distracción con no sé qué.

Y más acá, las rejas y mi ventana. Lo que me separa de la otra realidad, de aquella que viven los demás. Vida delante o tras la ventana. Un hilo invisible, largo, infinito y sólo roto por la transparencia de un cristal. Yo aquí y tú allí. Yo viviendo tus circunstancias, cambios y anhelos, observándote a ti en tu mundo, desde el mío siempre a través de la ventana.

Voladas – Especial “La ventana”

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Voladas – Especial “La ventana”

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Rosa de la Corte

Con Martín había tenido una historia de amor secreta, quizás la más sincera que había vivido, pero jamás se atrevió a contársela a nadie, tal vez porque era el chico negro del barrio. Fue una tarde de julio cuando todo comenzó. Ella se encontraba sola en casa, aburrida, mirando la tele en la sala de estar. Fue la primera vez que lo vio detrás de los cristales de la ventana y le sonrió con una ancha y dulce sonrisa de dientes blancos. Salió a su encuentro y, después, decidieron pasear por el barrio. Al día siguiente, Martín volvió a asomarse por los cristales de la ventana con su rostro inocente y la misma sonrisa de la tarde anterior. Ella otra vez salió a su encuentro y huyeron del barrio en el Metro para perderse en el centro comercial de Callao y entre el bullicio de la ciudad, hasta que las luces de neón estallaron contra el cielo negro e iluminaron las aceras y decidieron regresar. Al cabo de unos días, en el cine Maravillas, comenzaron sus escarceos amorosos, se juraron amor eterno y se iniciaron en pasiones con la rara sensación de estar descubriendo algo que sus instintos sabían desde siempre. Valentina perdió su virginidad con unas dudas de conciencia que le costó superar, mientras que Martín hablaba abiertamente de sus orgasmos con ella.

Aquello duró hasta la mañana que Martín pasó por delante de los cristales de la sala de estar y no la miró ni le sonrió. Habían transcurrido seis meses desde la primera vez que huyeron hacia otras calles, fuera del barrio. Desde entonces, se convirtió en un extraño para ella; la mirada de él se llenó de brumas, se tornó fría, desprovista de inocencia.

Voladas – Especial “La ventana”

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Rosa Marcela Gallego Reyes

Una ventana, la libertad

La vida es como una casa que nos brinda oportunidades, ventanas abiertas de par en par. A veces, vemos ventanas encajadas y no somos capaces de distinguir con claridad cómo de abiertas o cerradas están. Otras, son tan sólo ventanucos que elegir cual madrigueras maravillosas en un país de conejos blancos. Son eternas sorpresas de elecciones que nos harán disfrutar, volar o incluso lograrán que se desplieguen las alas de nuestra imaginación para adentrarnos en mundos inimaginables. ¿Qué mejor lectura junto a la claridad de una baja ventana o bajo una amarilla lámpara de salón con aleteos de esperanza?

Dar tumbos de una habitación a otra no tiene sentido. Organización, planificación, estrategias a seguir, luces que nos guían a lo soñado, obstáculos que nos encontramos para finalmente toparnos con nosotros mismos siendo reflejados en ese cristal. Cristal deforme, transparente y con gotas incrustadas de una antigua lluvia de meteoritos por mi cabeza.

Siempre, siempre hay un objetivo, una meta al final de nuestro camino. Me tropiezo, me estrello y lo vuelvo a intentar y no concibo cuál es mi fallo. ¿Por qué estando tan cerca de mi deseo me es imposible alcanzarlo? Me pica la curiosidad de conocer lo inexplorable, pues sé que se escinde la vida y resta poco tiempo. Quizá soy demasiado ambicioso y pretensioso. No obstante, lo volveré a intentar cada día, tenaz y constante, golpeando ese rígido cristal que en realidad no existe, barreras mentales.

Mañana mi libertad estará más cerca que de costumbre, pues vuelan las temperaturas y de muchos es sabido la clave de mi vida: la ventana es el ventilador de los infortunados.

Firmado: El Mosquito.

Voladas – Especial “La ventana”

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José Antonio Herrera Márquez

Desde mi ventana.

Desde mi ventana la veo balancearse, aunque a veces se esté quieta. Ahora mismo el viento la mece suavemente a un lado y a otro. La lluvia resbala por ella despacio, como tomándose su tiempo, hasta llegar a su zapato, empapándolo.

Desde mi ventana la veo balancearse, colgada de un cable de tensión. Parece distante, extraña, fría, sin vida… supongo que es lo normal, siendo una pierna artificial.

Voladas – Especial “La ventana”

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Belén Peralta

Al otro lado

Odio las ventanas. No me gustan. Y comprendo que es una fobia contra la que no se puede luchar, que la llevaré siempre pegada a la piel porque... ¿qué edificio no tiene ventanas? Mi casa las tiene, obviamente. Si voy por la calle, las veo con esas personas asomadas, ociosas algunas, otras regando las pocas flores que se pueden contar en la ciudad. Muchas veces las ventanas aparecen vacías, mudas de gente. Quién sabe qué hay detrás de ellas. Quizá parejas haciendo el amor, a lo mejor alguien dándole una buena noticia a su madre, o, a lo peor, una virgen suicida cortándose las venas. Nadie sabe lo que hay detrás de una ventana. Por eso, ahora que esos hombres de batas blancas me miran por este ventanuco redondo, igual que el ojo de buey de un barco, me reafirmo en que odio las ventanas. Mi fobia la llevaré siempre, sí, pegada a la piel como pegada está esta camisa con mangas que me atenazan el pecho doliente. No estoy loca. Simplemente, no me gustan las ventanas desde que mi hijo voló desde una de ellas.

Voladas – Especial “La ventana”

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Inmaculada Rodríguez Castellano

Sentada

Se te nota la tristeza en la mirada, y hasta se confunden y entremezclan otros monstruos que da miedo mencionar por si aparecen.

Se me rompe el alma al comprobar como pintas cada mota de tu mundo, y le das color de lodo a tu futuro.

¿Cuántas veces he venido a abrirte la ventana para que entre el sol? ¿Cuántas veces te he querido asomar para que veas?

Quizás tus ojos ya estén acostumbrados a ese pellizco del alma, a ese vacío de aire irrespirable e incierto, a esa amarga costumbre, a ese continuo disimulo aprendido en una escuela obsoleta y cruel.

No quiero saber cuánto tiempo hace que te rendiste, ni siquiera si alguna vez fuiste feliz, porque nadie merece una vida vacía, pero lo peor es elegir tu casa, tu gente, tus costumbres, tus creencias, y con todo eso, coger un asiento, y ponerte mirando a la pared.

Voladas – Especial “La ventana”

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Voladas – Especial “La ventana”

[20]

Andrés Aguilera

Sueños desde mi ventana

Feroz lucha la de la mente soñadora con el paleolítico influjo de sus raíces, oscuras, profundas, ancladas en los albores. Herida, hundió sus garras en la ternura y dejó caer la dulce voz de la mañana, beoda y tierna, como un madroño maduro. Mi ventana se abrió y destelló en el ocaso, el ave verde batió alas ante la algarabía de los sueños enconados en la piel de su pijama. Cuando el estruendo enmudeció, la tormenta acarició al erótico gemido, mientras, la sal bailaba con el calor tórrido. La luna, compasiva, le derramó a una madre, cuyas manos esclavas le cosieron dos gotas de plata con la misma hilaza que pulso y corazón fundiera. La marea acarició el manto de su desnudez venciéndose en el rumor de la voz templada, forjada en los puertos abisales, fecundada de coral y luz

Voladas – Especial “La ventana”

[21]

Enrique Almisas Albéndiz

La Ventana

Día sí y otro también, la ventana es lo único que me permite imaginar qué hay detrás de esta pared. La lluvia y el viento, cuando los hay, son los únicos que se asoman a ella, y las ramas, plumero vegetal del árbol vecino, le quita malamente el polvo que el tiempo fija al cristal. El ruido, monótono, del paso del tiempo, sólo es roto por el haz de luz que, diagonalmente, me deja entrever las telarañas del techo. Mis recuerdos de la infancia me permiten, vagamente, recordar el olor de la lluvia y el cantar de los pájaros en los árboles. Pero voy perdiendo la esperanza… Sé, que tiene que haber algo detrás, sé que se puede abrir esa, no tan alta, ventana y ver qué hay más allá. Pero he perdido la esperanza… No es mucho lo que pido y sin embargo, es mucho lo que puedo alcanzar. Diariamente, en mi silla de ruedas, sueño con que aparezca alguien y me aúpe para poder abrirla.

Voladas – Especial “La ventana”

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Estefanía Álvarez Contreras

La ventana

Desde la ventana de mi habitación, esa ventana gris y transparente, se ven las estrellas brillando, se pueden contemplar la luna y el sol, yo por las noches me asomo y le pido un deseo, que es cumplir mis sueños, y las estrellas brillan, y me encanta verlas brillar, porque la vida es dura pero a la vez bella, según como quieras verla, y si le pides un deseo a una estrella fugaz, quizás se te conceda aquello que tanto deseas, y mucho más, y si lo pides de corazón y con ilusión seguro que se te cumple todo aquello que te hace falta para ser feliz y llenar tu corazón, así es la vida, si tienes esperanza , si no la tienes es todo diferente, y esa esperanza nunca debe de perderse, y tanto digo esto como que cuando la ventana está abierta, pide lo que quieras que puedes conseguirlo, y sierra aquella ventana que no merezca la pena, y yo te juro y afirmo que siempre hay una ventana abierta para toda persona que necesite tenerla.

Voladas – Especial “La ventana”

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Prudente Arjona Lobato

La chica de la ventana. Rota, 12 enero 2015

Jorge era un profesor de instituto que había terminado su carrera de Bellas Artes y tras obtener el C.A.P. y realizar un Máster, había conseguido, con creces, superar las oposiciones para trabajar en la enseñanza, pero las pocas plazas existentes no le permitieron acceder a ocupar vacante alguna, por lo que se hubo de conformar a dar clases esporádicas cuando le llamaban desde la Delegación para sustituir a profesores que enfermaban, por lo que había decidido dedicarse a pintar, ya que de algo tenía que vivir. Consiguió instalarse en un pueblo dormitorio a pocos kilómetros de la ciudad donde encontró una casa antigua, no muy grande, pero independiente, instalando su estudio en un amplio dormitorio iluminado por un ventanal que daba a la calle el cual le había cambiado los cristales, de manera que podía ver desde dentro para afuera, mientras que la lámina exterior era un espejo y no permitía ver desde fuera el interior del estudio, para que la gente no se parara a mirar y lo distrajera mientras trabajaba.

Aunque Jorge era un buen pintor capaz de dominar diferentes técnicas pictóricas, la actual crisis influía bastante en todas las personas que se dedicaban a vivir del arte, incluido él, no obstante, el artista se podía considerar afortunado ya que disponía de contactos con diversos marchantes de varias galerías en distintas ciudades donde exponía sus cuadros, así que, cuando no era una, era otra, durante el mes le vendían alguna obra, al tiempo que recogía bastantes encargos dado a que el retrato era una de sus especialidades y muchas eran las personas que le confiaban pintar su imagen.

Cuando llevaba varios meses instalado observó que en la última semana, una chica se paraba delante de la ventana de su estudio y aprovechando el espejado de los cristales, en unos segundos se retocaba los labios, ajena a que Jorge la observara sin que ella notara que desde el interior el pintor se recreara en su espontáneo quehacer mañanero. Jorge se divertía viendo, sin que a él lo viera y de primera mano, cada mohín que la chica hacía para retocar con carmín rosado, unos labios carnosos y sensuales que a primera vista parecía haber sido pintado a toda prisa o sin luz suficiente en el, supuesto, cuarto de baño de su casa. La verdad es que la

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chica era guapa, así que Jorge disfrutaba doblemente de aquella libélula matutina que le hacía dejar por unos instantes los pinceles y la paleta.

La chica parecía que le había tomado gusto y cada mañana repetía la misma maniobra, Jorge, por su parte y sin pretenderlo, esperaba impaciente a la chica para deleitarse con la espontaneidad de la muchacha, mientras que en su interior algo estaba germinando y mientras en principio le resultó una anécdota, la cotidiana situación ya no le era indiferente, puesto que, gracias a su anonimato, se recreaba en los rasgos, los ojos azules, la nariz respingona y el pelo color zanahoria de la muchacha, estaba cavando poco a poco en su corazón, un sentimiento que jamás había experimentado con otra chica, por lo que un día le surgió una idea. Así que aquella mañana preparado con su cámara Nikon y desactivando el flash, esperó a que la chica apareciera en su ventana, efectivamente, compareció puntualmente a la cita. Sigiloso para no hacer ruido alguno, Jorge descargó una ráfaga de tomas con su cámara, que una vez que la muchacha había desaparecido de la ventana de su estudio, descargó y visionó en el monitor de su ordenador las fotos, escogiendo la mejor, la cual pasó a un pendrive que le valió para sacar una fotografía en 30X45 cms. que le sirvió para poner en marcha su plan, que no era otro que el de plasmar en un lienzo de 65x54 cms. la bella figura de la muchacha de la ventana. Jorge dejó aparcado todo el trabajo y se entregó en cuerpo y alma a crear la hermosa estampa de quién cada día le estaba atrapando su corazón.

Hizo muchos bocetos e intentó crear algo novedoso, el retrato jamás pintado por él, la pintura cautivadora que le inspiraba un amor platónico, un sentimiento inaudito e inexplicable que le hacía contemplar horas y horas cada pincelada que borraba una y otra vez, comenzando de nuevo y manchando lienzo, tras lienzo y agotando mezclas de pintura que su inconformismo le hacía desistir insatisfecho de su trabajo. Cada día que la chica de la ventana aparecía, la contemplaba extasiado, ensimismado, comparando la realidad con la fotografía, hasta que decidió olvidarse de la foto y pintar en vivo los rasgos que cada mañana aparecía fugazmente frente a su ventana. Pero no era suficiente, por lo que ideó ensuciar los cristales por fuera para que la chica tardara más en pintarse, pero la idea no fue buena, puesto que al mismo tiempo impedía al artista ver con nitidez a la chica, así que se armó de paciencia y se limitó a pintarla de su propia imaginación, tomando las imágenes que ya tenía fotografiada en su cerebro y solo se dedicaba a corregir lo realizado en el limitadísimo espacio de tiempo que la chica le permitía

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cada 24 horas. Era una obsesión, porque Jorge no comía, no dormía y todo su tiempo lo empleaba a un retrato que para él estaría siempre inacabado. El cansancio, el hambre y el sueño pudieron con su joven fortaleza física y una noche se quedó dormido, despertándose dos días más tarde. El hambre le horadaba el estómago, se levantó torpemente de la cama y se dirigió al cuarto de baño, y mirándose en el espejo, se quedó asombrado de su aspecto calamitoso, sus moradas ojeras, la barba crecida como nunca, el cabello enmarañado y el semblante, tan pálido que se retiró horrorizado del espejo, se apoyó en el lavabo y le entró unas tremendas náuseas que solo fueron eso, náuseas, puesto que no pudo vomitar nada, porque en el estómago no contenía ni bilis, o sea, estaba completamente vacío. Se lavó la cara, se peinó como pudo y tomando la cartera salió a la calle encaminándose al bar de enfrente de su casa donde pidió una cerveza y un pincho de tortilla, sentándose junto a la ventana del bar, y con parsimonia fue ingiriendo los ínfimos alimentos solicitados, para el hambre que tenía, pero no quería comer mucho de momento.

Con la mirada perdida, fue reflexionando sobre lo que le había estado ocurriendo en la última semana. Pidió un nuevo pincho de tortilla y otra cerveza, pagó la consumición y como un autómata se dirigió a su estudio, abrió el gran ventanal y revisó el trabajo realizado. Tenía pintado cuatro cuadros y un inmenso número de bocetos esparcidos por el suelo entre tubos de pintura vacíos, pinceles rotos y otros sucios, conformaban los atrezos del escenario de una tragicomedia griega, interpretada por el pintor y la chica de la ventana.

Jorge observó detenidamente las cuatro obras, desechó dos que castigó de cara a la pared y contemplando las restantes, se quedó prendado de la magnificencia del trabajo realizado, no podía entender cómo había rechazado aquellas obras, cómo había estado tan ciego e inconformista, tan obsesionado e intransigente consigo mismo. Montó los dos cuadros escogidos en sendos caballetes y a la luz de ventana, abierta de par en par para contemplar las imperfecciones y con unos mínimos retoques, ambas obras estuvieron finiquitadas. Un subidón de autoestima le inundó, animándole de tal manera que comenzó a cantar mientras recogía todo aquel desastre que inundaba el suelo del taller, ordenando de la mejor manera el estudio. Tomó uno de los dos cuadros rectificados y lo colgó en su dormitorio, y el otro... ¿Qué hacía con él?, ¿se lo quedaba también?, ¿se lo regalaba a la anónima chica de la ventana?. Tenía dos idénticos, uno moraba en su dormitorio, pero ¿y el otro?, ¿aceptaría la chica el retrato?, ¿qué podía pensar, cuando ni tan siquiera lo conocía...?

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De momento se dio cuenta de que tenía pendiente de entregar varios encargos y una exposición colectiva importante que no quería dejar pasar por alto. Tenía que ponerse a trabajar de inmediato, pues aquella historia debería aparcarla de momento y dedicarse por entero a lo que le sostenía económicamente. Tomó uno de los cuadros inacabados más prioritario y se embulló por entero en su trabajo.

El tiempo había transcurrido velozmente, pero su estado de ánimo era excelente, por lo que ni se había dado cuenta de la hora que era, pero no así su estómago que había permanecido vacío dos días y mal alimentado durante mucho más tiempo, le hizo situarse ante la tesitura de comer o caer desfallecido, y en eso estaba cuando una sombra eclipsó la luz del ventanal, Jorge miró hacia afuera, pero el contraluz le impedía ver con nitidez la figura recortada de la ventana de la que salía una voz con dulce asombro que le preguntaba -Oiga, ¿qué hace ese retrato ahí?, ¿quién me ha pintado, cómo y cuándo?.

Con la misma intensidad de sorpresa que la chica, Jorge se quedó inmóvil sin ser capaz de contestar a nada de lo cuestionado por la chica. La miró con temor, con una tremenda carga de culpabilidad, pues no pretendía que ella llegara a ver el cuadro de aquella sorpresiva manera, era un tremendo error, había dejado la ventana abierta y el cuadro sobre el caballete, mientras que olvidándose del mismo, se había dedicado a pintar los trabajos pendientes. Ahora cómo le explicaba a la chica toda la increíble situación.

-Perdone, la historia es larga y no es para contársela a través de una ventana, ¿por qué no pasa usted y se la cuento?

-Usted está loco, cómo voy a entrar en una casa que no conozco y menos a su dueño? Explíqueme todo lo que le he preguntado antes de que me vaya a la policía y delante de ellos nos lo explique. La chica estaba bastante nerviosa y parecía que hablaba en serio.

-Verá, señorita, durante un tiempo ha venido Vd. todas las mañanas a pintarse los labios en mi ventana, y como quiera que soy pintor y se admirar la belleza y dado que no es fácil encontrar a una chica tan guapa como Vd., pensé que no debería perder la ocasión de plasmarla en un cuadro, pero le aseguro que mi intención era el de regalárselo, pero antes debería esperar a que se secara, por eso tenía la ventana abierta -Jorge le asentó esa mentira piadosa-. Eso es todo, y ahora si quiere le doy el cuadro o espera a que se seque, o incluso podría llevárselo yo a su casa.

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La chica, ante la aparente sinceridad de Jorge, se fue relajando conforme el pintor le hablaba, contestándole con más naturalidad, -Perdóneme el tono que he empleado, pero me he sorprendido mucho viéndome en un cuadro en una casa extraña, Creo que Vd. me comprenderá.

-Pues claro que sí, ha sido un error dejar el cuadro a la vista de todo el mundo, cuando en realidad quería entregárselo cuando se secara la pintura, pero antes me hubiera gustado conocerla en mejores circunstancias y explicarle que disponía de su retrato, que Vd. lo viera y si le gustaba y aceptaba, se lo llevara con Vd.

- Muchas gracias, pero aún tengo la duda de cómo me ha pintado Vd. si nunca he posado y además, es la primera vez que le veo.

-Bueno, ya se le he dicho, tal vez Vd. no me crea, pero es la verdad, pude echarle una foto a través del cristal de la ventana y con ello pude ejecutar su retrato. Ahora queda que Vd. lo acepte, o bien lo destruya, aunque comprendo que sería una pena, pues considero que es uno de los retratos mejores que he pintado. Solo para su información, le puedo decir que este retrato tiene un valor superior a tres mil euros, pero como suyo que es, puede quedárselo o destruirlo.

-Estoy de acuerdo con Vd. que sería una tontería destruirlo, pero yo no tengo dinero para pagarlo, aunque en verdad, tampoco se lo he encargado. Tengo que reconocer que es una obra de arte y que nunca me habían pintado y menos de la mano de un artista semejante. Se lo agradezco, pero no puedo quedármelo, aunque si podría quedárselo en depósito a la espera de que un día me cambie la vida y disponga de dinero suficiente como para permitirle el lujo de pagárselo y colgarlo en mi casa.

-Bueno, el precio que le he dado es el de su valor en el mercado, aunque eso no quiere decir que sea el que yo le ponga a Vd. ¿Me pregunto si aceptaría el cuadro por un precio razonable o a cambio de alguna condición -por supuesto, honrada- que le pidiera?

-Creo que no sería posible, pues yo soy una humilde enfermera cuyo sueldo me permite escasamente comer y poca cosa más.

-¿Me aceptaría que le invitara a una cerveza y un pincho en el bar de enfrente? Con ello me consideraría pagado.

-Eso es ridículo. Creo que se está Vd. mofando de mí.

-De ninguna manera. Si le parece, acepte al menos acompañarme al bar y mientras nos tomamos algo hablamos de negocio. No tardo nada,

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déjeme lavarme las manos, dejar los pinceles metidos en aceite para que no se sequen y de seguida estoy con Vd.

-Bueno, si no tarda acepto, pero no puedo permanecer mucho tiempo, porque he de llegar a casa para calentar el almuerzo y compartirlo con mi madre, que está la pobre un poco pachucha.

-De acuerdo, no tardo más de tres minutos.

Jorge se quitó rápidamente la bata pintarrajeada, introdujo los pinceles en aceite y salió pitando a la calle, donde lo esperaba la chica de la ventana. En los escasos metros que separaba el ventanal del portal de la casa, Jorge hizo un análisis ocular de la chica, la cual era en verdad preciosa, puesto que a su más que conocida facciones de su bonita cara, disponía de un cuerpo estilizado y aunque vestía sencillamente un humilde vestido rosa y una rebeca granate, la gracia de su cuerpo hacía resaltar su figura. Jorge se quedó prendado y trabándosele la lengua y casi balbuceando le dijo -vamos al bar y allí hablaremos.

Como podréis imaginar, aquel encuentro fue el comienzo de una bonita historia de amor que un día os prometo contar.

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Biblios Biblios La ventana

Al principio, cuando se asomaba y miraba el cielo, estaba contenta, aunque no estaban juntos veían el mismo cielo estrellado le gustaba.

Ahora no sentía lo mismo, había pasado mucho tiempo, ella sabía que las cosas habían cambiado.

Antes cuando él pasaba por delante de su ventana con su coche azul, el corazón se le llenaba de alegría, tenía mariposas en el estómago, sabía que él la miraba.

Ahora no era así. Cuando le veía recoger trastos viejos de la basura, tenía sentimientos encontrados. No era la misma persona que le escribía cosas bonitas por correo. Ahora pasaba con su flamante coche nuevo, siempre acompañado de ella.

Cuando se asomaba a la ventana a fumar pensaba “ojalá no pasase más”, era cruel verle cada día pasearse con ella, siempre ella, no lo soportaba.

Pero era su ventana, su momento de relax, de buscar soluciones ¿por qué tenía que fastidiarle ese momento? ¿Por qué era así habiendo caminos alternativos? ¿O simplemente era otro egoísta más? Nunca tendría respuesta a sus preguntas.

Él seguiría pasando por delante de su ventana, porque ya estaba en otra cosa, no le importaba hacer daño.

Ella no dejaría de mirar por la ventana, era su ventana.

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Conchi Castellano García

La noche

A través de la ventana el tiempo pasa estrangulando la vida. Unos perros aúllan aburridos espantando la soledad de la noche que se queda desnuda de sombras mientras un viento igual de negro arrastra las hojas caídas y la irreal luz que la circunvala.

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Conchi Castellano García

Perdido para siempre en la memoria

Y es que la memoria encuadra, como una ventana, un mundo lejano, y a veces, olvidado. Imágenes que mojan y atraviesan las paredes mientras el suelo se tambalea. Y más allá de esa memoria se arremolinan las palabras como hojas caídas para dormirse bajo un sueño angustioso y perderse en un eterno extravío sin regreso.

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María del Carmen Domínguez Domínguez

Ventana en la planta nueve

Al principio yo quería ser la luz que entraba a diario por la ventana. Él tenía la esperanza cada atardecer de que fuese la última vez que le ingresaban y que esa ventana llena de luz durante el día, quedara lejos de su vista para siempre. Cada noche las sombras dejaban líneas de luces extrañas que se acomodaban a lo largo de las habitaciones y en las cuales yo, puro sentimiento en forma lumínica, quería perderme y transformarme en heroína traspasándolas de un salto como si se tratase de paredes traslúcidas.

Ayer, después de que pasara un año, soñaba con convertirme en polvo de estrellas y navegar por el firmamento hasta dar con un rayo lumínico y transportarme por el mundo animado de los pequeños del pabellón de la planta novena de oncología del hospital infantil. Quería a través de aquella ventana, llenar de abrazos resplandecientes uno a uno, a todos y cada uno, a los que la vida les había obligado a detener su infancia entre cuatro paredes y tanto sufrimiento.

Cada día, entro por esa ventana de la planta nueve de oncología, como la medicina diaria que tienen que tomar, sembrando una alfombra brillante y convirtiendo el pasillo en un tobogán donde a veces, cuando salen de las habitaciones y me ven, la felicidad de sus rostros hacen los días más llevaderos y sus ánimos les ayudan en la lucha contra la enfermedad.

Hoy, rompí mi rayo lumínico y estallé de dolor el entrar por la ventana y encontrarme una vez más cómo la muerte se llevaba de nuevo a otro pequeño.

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Blanca Fernández Sánchez

Ventana de mis deseos

Mis ojos, ventana de los deseos, se equivocaron. Se prendaron de los tuyos y el esplendor de tu sonrisa aprisionó mi voluntad. Aferrada a tu palabra, defendí nuestra promesa pero aquella tarde a orillas del mar, salpicada de espuma y con la letanía de las olas dominando el silencio, tras una fugaz sonrisa, tu inquieta mirada de semblante nocturno me mostró su memoria. Me heló el corazón.

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Blanca Fernández Sánchez

Ventana a no sé dónde

Sé que mi ventana, la que abre al Sur, huele a jazmín y buganvilla, inunda mi casa de sol, me acerca al cielo, renueva la brisa. Me asomo y escucho el sonido del mar, la algarabía de la tarde. Adormecido el día, me enciende la Luna. Pero a mi espalda hay otra ventana que por miedo nunca abrí. No conozco su paisaje, el sabor de la lluvia ni el color del silencio que la circundan y temo que tras el cristal aceche una densa niebla enrarecida que anegue mi casa de desolación. Quizás latente en el aire persista el eco del pasado y con su memoria vuelva a trastocar el presente o quizás el olvido se oculte tras el alféizar y me aleje de quién soy…

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Juan José González Castellanos

La ventana del ayer. Mirando por la ventana, mi padre me dijo que fue ayer cuando yo corría por estas calles buscando la libertad encerrada en mi zapatos. Ayer fue cuando me descubrí entre las risas, revolviendo en la ventana de mis cajones. Hoy la alegría se ha parado en la ventana, observando el reflejo de mi hija en su cara de mujer. Contemplarla a ella para verle a él. Mirarlo a él para verme a mí.

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Juan Antonio González Ruiz-Henestrosa

Agua va

Una noche, en horario de máxima audiencia, rostros amables y sonrisas eternas nos enseñaron el cuadro de Dalí, Muchacha en la ventana, y nos dijeron que teníamos que mirar el mundo a través de los ojos de ese cuadro. Tras aquella noche, vinieron años donde las primaveras siempre llegaron después de inviernos donde el frío había desaparecido. Y donde los veranos se alargaban al otoño entre verbenas y noches en vela llenas de fiesta.

Pasaron los años. Esas mismas voces autorizadas volvieron a sonar. El tono de voz era diferente. Gritando nos dijeron un día que estamos donde estamos porque habíamos tirado la casa por la ventana. Que no supimos mirar el mundo tras el color de aquel cuadro. Que habíamos llenado de cacharrería nuestras casas y vaciado los hogares de vida.

Y ahí continúan sonando. A través de esos televisores, esas ventanas indiscretas faltas de discreción, retumban las mismas voces que sin escrúpulos han dejado vidas sin techos, ni ventanas por donde mirar. Voces que siguen hablando, pero que se callaron que en el pasado las ventanas sirvieron para lanzar las aguas inmundas y no quisieron avisar diciendo: ¡¡Agua va!!

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Vicenta Helices Pacheco

A veces veo mi ventana como puerta. Es una salida que me puede transportar a lo externo. Para mí las ventanas son compañeras, raras, pero reales; entiendo que para ser compañeras no están dotadas… No contestan a mis preguntas, ni me dejan ver más allá de lo que recortan.

Y yo quiero ventanas que me contesten y que entren al trapo en mis dudas y certezas. Que me tumben con ardor para que yo me levante con más fuerza… Quiero ventanas que se abran y dejen ver un espacio más extenso… Que quiero ver la luna…pues ella, como amiga, se estira y se estira para que yo pueda verla. Que quiero saber de otras calles, de otras plazas o rincones, pues se deslizaría como un foco para acercarme a esos otros espacios.

Mi ventana hace un esfuerzo, se despierta para tocarme en el sueño y dice que le pido mucho, que hay cosas que son huidizas y no están para que ella las atrape… Ni para mí ni para nadie. Y sabiamente me dice que me levante, que salga a la vida y que sea yo la que busque a la luna, la que ande y me siente en las plazas. Gracias compañera.

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José Antonio Herrera Márquez

La ventana.

Hay algo de magia en ella, eso es indiscutible. Miro por mi ventana y veo otra realidad, radicalmente distinta a la que vivo en este momento, al otro lado. Son dos mundos: el de dentro y el de fuera; a un lado y a otro de la ventana.

Abro los cristales, para trazar el puente entre ambos mundos, entre ambas realidades. La música de mi ordenador sale por ella, modificando la realidad exterior. La brisa otoñal entra por ella, modificando la realidad a este lado. Si me preguntasen qué es una ventana, tendría muy clara la respuesta: la ventana es un puente, un puente entre dos realidades.

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Jesús Lozano

Me asomo a la ventana, resplandece una vida de colores donde entran los primeros rayos juguetones. Cuando la luz acaricia mi cuerpo me pregunto otro amanecer y respiro el frescor de la mañana oliendo a azahar. Tanta armonía hay entre los colores, la luz, el azahar, que forman el arco iris para enamorarme de una vida de ensueño. Cuando cierro la ventana vuelvo a la sombra de la vida…

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Mercedes Márquez Bernal

La ventana extro-vertida

Es el balcón la ventana extrovertida, que mira y no le importa que la vean mirar. No se oculta detrás de cortinas, se muestra volcándose hacia la calle, protegido abismo por barandillas de forja de hierro con arabesco, con volutas de piedra y de láminas transparentes o de colores.

Algunos son como jardines improvisados llenos de plantas y flores. Son alegres, llenos de sol, pequeñas salas improvisadas donde sacar la silla al fresco.

Pero, a veces, pesa tanta exposición, la necesidad clandestina de observar sin ser observado. El cierro, romántico amante oculto tras la vidriera, corrido el visillo y la cortina densa, mira a la calle, al que pasa, al que entra, recrea la vista en un voyerismo sano, secreto aunque gratificante.

La ventana alargó su traje, sacó el dobladillo, metió el miriñaque y lució a la muchacha en su juventud esplendorosa y ocultó a la celestina tras el cierro, murmurando entre dientes, entretenidas con el punto las manos ociosas.

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Mercedes Márquez Bernal

La ventana del avión

Desde la ventanilla inviolable del avión veo lagos, praderas verdes e inmensas montañas de cimas nevadas, pueblos enteros donde se divisan sus torres, saturadas ciudades de rascacielos desiertas de gente, bosques multicolores de hoja caduca, ríos e inmensos mares inabarcables.

A la distancia de mi mano tengo blancas y esponjosas nubes como espuma, donde me sumerjo en sus deshilachados corazones. Me hallo más cerca del sol que nunca y supero el vuelo de las aves.

Pero ante mi inmensa vista desaparecen millones de seres vivientes; en este camino de aire no encuentro la piedra con la que a pie tropiezo; no existen direcciones, tan sólo coordenadas en un invisible plano y laberinto de líneas aéreas.

Desde el cielo, a veces, desaparece el mundo y tu cuerpo queda suspendido en una nada mientras tu alma permanece en vilo temerosa, tan cerca del cielo preocupada por ser absorbida. Y desde arriba el mundo es bueno y hermoso mientras que la superficie es el horror y el espanto, lo obsceno y la podredumbre andan juntas de la mano de la belleza y la alegría, el placer y las banalidades.

Si desde los cielos la grandeza se extiende en variables de colores y tamaños, en texturas diferentes, hundimientos y elevaciones, de un mundo inanimado donde no se distinguen los detalles sino una globalidad; en un solo metro del mundo pequeño del suelo el paisaje es infinito, enormes sus diferencias, frágiles en su constancia que varía por segundos.

Abajo, lo bello y lo feo de la Tierra, la riqueza y la pobreza se ven desde el cielo como una unidad hermosa, toda una realidad queda anulada, aunque esté presente. Los rostros desaparecen en este elevado mundo.

Más allá de la ventanilla de mi asiento sin cortinas ni cristales que se abran al oxígeno puro y escaso de este aire interior, creí abarcar el mundo y sin embargo, todo era grandioso pero parecía muerto. Aquellos seres insignificantes desaparecen ante mi vista, como a través de un espejo mágico, dejándome al otro lado de un mundo ahora invisible de tragicómica existencia. Será esto lo que ven los dioses, no les culpemos por tanto de que nos ignoren.

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Ana María Márquez de la Barrera

Desde la ventana

Cada amanecer, ilumina su habitación la luz del sol que resplandece tras los cristales... Cada cosecha, abre la ventana y permanece mirando al vacío, recordando aquel verano...

Cuando al despuntar el día abrió la ventana de su habitación y lo vio por primera vez en el campo. Era alto, de pelo negro y blanca piel. Se cautivó de él, y todas las mañanas permanecía horas mirándolo hasta que él la vio por primera vez. Y ya, cada día al empezar la labranza, miraba hacia la ventana y ambos se saludaban con una sonrisa y una intensa mirada.

Un atardecer, él decidió llamarla y tiró una piedra con una nota que decía: te espero en el primer árbol de cerezos, al caer la tarde. Y allí estaba él, sonriendo, cuando ella bajó del caballo. La besó, y en el árbol quedó grabado su amor.

Así pasaron toda la temporada. Al alba, mirándose desde la ventana; al caer la tarde, en el cerezo. Pero un amanecer, desde la ventana lo vio hablando con su padre y sintió una punzada en el corazón: sabía que su padre no permitiría esa relación.

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Mª Mercedes Márquez Pacheco

La ventana

Cada vez que podía, May recogía piedras de la orilla de la playa de su pueblo. Ansiaba ese momento de marea baja. Normalmente su paso era más lento al de otros. Por cada piedra recién mojada por el ir y venir de las olas, sabía que en cualquier momento aparecería una de las suyas, esperándola para estar entre sus manos. Cada una de esas piedras, especiales solo para ella, llevaba consigo una historia diferente, algo mágico, atemporal y enigmático. Se las acercaba a la mejilla y sentía su tacto, recreando historias que las hacía distinguirse aún más. Esas eran las que ella quería.

Decidió que “¡menos da una piedra!” era una expresión desafortunada. Sí dan, se decía; dan la oportunidad de escuchar el silencio, transformándose en música para el alma, vidas narradas, interminables aventuras y visiones, listas para ser contadas.

De vez en cuando, repite su ritual de pasar alguna por su mejilla mostrándolas a quienes están presentes, atrapándolos en su viaje imaginario a través de su ventana privada siempre abierta y en continuo movimiento.

Todas las piedras que había ido acogiendo como su tesoro particular eran únicas e irrepetibles. A su preferida, porque tenía una, la llamó Libertad.

Voladas – Especial “La ventana”

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Pedro Márquez Pacheco

La ventana

Se acerca el momento, otra noche más, el tictac de mi reloj me avisa acelerado entre ruidos y voces que oigo pero no escucho.

Y ahí estás... siete pasos que me hacen dejar de respirar, apoyo mis manos sobre el cristal frío y mis ganas de querer rozarte me empañan la mirada pero tú no te das cuenta, sigues tu camino y yo desde mi ventana gritando en silencio solo por una mirada.

Mis días de soledad y tristeza no son nada ¿qué son cuatro paredes para un alma sin cadenas? si entre tú y yo tan fino y transparente solo se alza una ventana que compasiva me desvela lo que otros no reparan y a mí me atormenta.

Y con esa secuencia de tu día mi día se adormece tranquilo y sosegado dibujando cada forma, cada gesto, cada amago, de esos siete pasos que de ti no son preciados pero que a mí me dan la vida que otros me han robado; desde mi ventana.

Voladas – Especial “La ventana”

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Ángela Ortiz Andrade

Ventana engañosa

No me lo había planteado nunca, pero ahora que lo pienso, resulta que he llegado a la conclusión de que el sustantivo “ventana” para mí es totalmente contradictorio a su concepto.

Me explico: “ventana” es una palabra fría, sosa, inexpresiva, ni siquiera se preocuparon en introducirle varias vocales, cogieron la primera que se les presentó y nada más. Vamos, que está ahí como podría haber estado “patata”.

Sin embargo, el significado de “ventana” me sugiere todo lo contrario. Es un nexo con la vida, un pasadizo al mundo, un observatorio del universo que me rodea.

Paso muchas horas en casa, más de las que yo quisiera, pero me gusta tener las cortinas descorridas. A veces me preguntan por qué lo hago. Yo siempre contesto que es porque así compruebo que sigue habiendo vida más allá de las paredes de mi casa. Puedo ver el azul infinito y rotundo del cielo gaditano, la luz escandalosa del sol del Este, aún inmaduro. Oigo los gritos de las gaviotas, los pasos acelerados de algunos, los pausados de otros, la risa de algunos niños y así compruebo cada día que la vida, tan bella, se desliza por esa palabra tan poco agraciada.

Voladas – Especial “La ventana”

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Mari Carmen Ruiz-Herera López-Marrufo

La ventana

Desde la ventana abstraída en mis desordenados pensamientos, siento el reflejo

del sol que intensamente cubre este cuerpo. Y...

Ahora sé, Señor, Señora, que usted también sufrió.

Que mi dolor, “era mi dolor” pero era un dolor entre tantos.

Que usted, también se acurrucó en un rincón de vez en cuando,

y que a veces, sonrió para ahuyentar el llanto.

Hoy... Señor, Señora, si no hubiera cumplido tantos años, no sé si

entendería, que no hay regreso al punto de partida.

Que como dice el poeta “la vida ya me empuja”. Que el miedo,

es menos miedo si no lo escuchas.

Que seguiré siendo como el mar, como las olas,

que a veces avanzan hacia la orilla, y otras... se retraen mar adentro

rozando el horizonte. Que seré y serás bañado por él...

Pues solo somos un grano de arena, en este mar inmenso, que es la vida.

Señor, señora, ¡Su amistad vale tanto…!

Que no hay moneda que la compre, que los valores no se venden.

Descubrí que hay tantas verdades como vidas, y ni su etnia,

color, condición sexual, ni sus ideas diferentes a las mías, importan

mientras en usted, lata un corazón, y ame tanto.

Voladas – Especial “La ventana”

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Elena Saavedra Siles

Cuando se abre una ventana

Cuando una puerta se cierra se abre una ventana Cuando reina el silencio suena una campana Cuando la oscuridad acecha se enciende una vela Cuando todo está perdido la esperanza llega.

No hay que ocultar nunca el pasado No cubras jamás tus defectos Mira siempre lo que has ganado No te fíes nunca de los hechos

Busca una ventana a tu interior para poder vencer al miedo de descubrirte tal y como eres y podrás luchar por tu futuro y vivir de verdad el presente

Abre una ventana y verás el esplendor las nubes no taparán el cielo ahora podrás estar alegre no estará todo oscuro estarás rodeado de gente

Abre una ventana a tu corazón no te entregues a la razón puede que estés confundido pero no quedes por ello parado al final no nos arrepentimos de haber perdido sino de haberlo siquiera intentado

Cuando se abre una ventana todo a tu alrededor cambia ahora que todo llega a su fin lo importante es sonreír

Voladas – Especial “La ventana”

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Elena Saavedra Siles

La Ventana

Lucía miraba a través de la ventana al exterior desde su habitación vacía. Hacía tiempo que estaba sola; pero estaba acostumbrada aun así llevaba demasiado tiempo en aquella fría habitación esperando que entrara un poco de luz y esperanza a través de la ventana.

En el exterior la gente caminaba despreocupada apenas se detenían a mirar a su alrededor y ella les compadecía por no valorar la belleza de lo que les rodeaba. Ella estaba deseando sentir el sol sobre su piel blanca como la nieve, cerrar sus ojos de color miel y disfrutar de su nueva vida.

- Hola Lucía- dijo una voz masculina a su lado.

- Hola doctor García. ¿Es ya la hora?- preguntó Lucía.

- Sí, debemos irnos. Hoy es el día de tu alta, debes de estar contenta no todos superan el tratamiento de quimioterapia, eres una luchadora.

- Gracias. Creo que después de todo lo que me ha pasado en los últimos meses miraré las cosas de forma distinta, incluso echaré de menos mirar por la ventana- reconoció Lucía.

- Nosotros también te vamos a echar de menos Lucía, todo el equipo quiere despedirse de ti. Vamos te llevo con ellos y después a casa. ¿Te parece bien?- preguntó el doctor y Lucía asintió como respuesta

- Bien, vamos.

El doctor con ayuda con un celador ayudó a Lucía a subirse en una silla de ruedas, mientras se marchaban Lucía echó una última mirada a la ventana, ahora su nueva vida la esperaba.

Voladas – Especial “La ventana”

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Manuel Sánchez Mendoza

Tras la ventana……… Contemplo como las clarideces del día se disipan dejando entrar la tenebrosa oscuridad, para que ésta se vaya haciendo dueña de la noche, con sus intrigas, sus miedos, sus amores vedados y pasiones escondidas. Esa vida que duerme en el anonimato de la penumbra y en la vergüenza de sus sentimientos, esa vida que empieza a nacer para terminar muriendo cuando el sol arrastra el amanecer, para que los pecados de la vida se pongan de nuevo la careta de la hipocresía y falsedad. Desde esa ventana…….. Que me separa pero no me aleja, contemplo que al igual que el reloj va girando inexorablemente sus manecillas, hora tras hora, día tras día, año tras año……,de un tiempo que no ha de volver. Observo como todo sigue el curso preestablecido, como lo sociedad impone sus cadenas y nos embarga la opción de ser libre y poder disfrutar de la anarquía de la libertad. Todas las piezas encajan dentro de su oligarquía para que esas pasiones, esas inquietudes……… se escondan tras la sombra de la misteriosa noche o en el día, tras una armadura hecha a medida de cada cual.

Voladas – Especial “La ventana”

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Teresa Sanderson Bernal

La ventana

Aquellos ojos negros observaba, la esplendorosa luna llena, suspendida en el aire se mostraba, sugerente y bella.

En aquel rincón del cielo, la majestuosa Selene profundamente dormía, mientras el crepúsculo abrazaba, la llegada del nuevo día.

Tras el cristal de la ventana, aquellos ojos negros, ya no decían nada, absorta en la mirada, solo pensaba, cuan triste el corazón permanecía, porque nadie la amaba.

Ya solo lloraba, por aquel amor fallido, por aquel amor no olvidado, solo el dolor que el corazón alteraba, aquellos ojos negros lloraba, lloraba tras la ventana.

Aún queda minutos decía, minutos para el alba, para ese alba que tanto ansiaba.

el alma ya solo pensaba, hermoso sería escuchar la melodía del pasado, aquella música que robaba notas a los reglones del piano.

Y ya solo recordaba aquel sentir lejano, aquellos besos que un día fueron dados, se convirtieron en poemas de amores anhelados.

En ese breve espacio del cuerpo con el cristal de la ventana,

Voladas – Especial “La ventana”

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solo quedo alzar la mano y escribir sobre el vaho del espejo de la mañana..... aún sigo viva, y será por algo, será sin duda, porque te sigo amando.

Voladas – Especial “La ventana”

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Voladas – Especial “La ventana”

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Índice

Integrantes de Voladas

Conchi Castellano García – Detrás de la ventana…………………………. 1 Blanca Fernández Sánchez – La ventana de mi corazón………………… 2 María del Carmen Domínguez Domínguez – La ventana de los cuentos. 3 Javier Gallego Dueñas – La personalidad de la ventana…………………. 4 Juan José González Castellanos – El carromato……………………………. 6 Mercedes Márquez Bernal – Estamos en venta…………………………….. 9 María del Mar Reyes Fuentes – La ventana……………………………….. 11 Ilustración: Ángel caído por Francisco Javier Navas…………………….. 13 Ganadores del certamen La ventana

Rosa de la Corte……………………………………………………………… 14 Rosa Marcela Gallego Reyes – Una ventana, la libertad……………….. 15 José Antonio Herrera Márquez – Desde mi ventana……………………… 16 Belén Peralta – Al otro lado……………………………………………………. 17 Inmaculada Rodríguez Castellano – Sentada………………………………. 18 Ilustración/poema: Jesús Gallego…………………………………………… 19 Andrés Aguilera – Sueños desde mi ventana………………………………..

20

Enrique Almisas Albéndiz – La Ventana………………………………….. 21 Estefanía Álvarez Contreras – La ventana…………………………………. 22 Prudente Arjona – La chica de la ventana………………………………… 23 Biblios Biblios – La ventana…………………………………………………… 29 Conchi Castellano García – La noche ………………………………………… 30 Conchi Castellano García – Perdido para siempre en la memoria ……... 31 María del Carmen Domínguez Domínguez – Ventana en la planta 9 …. 32 Blanca Fernández Sánchez – Ventana de mis deseos ……………………… 33 Blanca Fernández Sánchez – Ventana a no sé dónde ……………………… 34 Juan José González Castellano – La ventana del ayer ………………… 35 Juan Antonio González Ruiz-Henestrosa – Agua va…………………….. 36 Vicenta Helices Pacheco…………………………………………………….. 37 José Antonio Herrera Márquez – La ventana……………………………… 38 Jesús Lozano………………………….………………………………………. 39 Mercedes Márquez Bernal – La ventana extro-vertida ………………… 40 Mercedes Márquez Bernal – La ventana del avión……………………… 41

Voladas – Especial “La ventana”

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Ana María Márquez de la Barrera – Desde la ventana…………………... 42 Mª Mercedes Márquez Pacheco – La ventana……………………………... 43 Pedro Márquez Pacheco – La ventana………………………………………. 44 Ángela Ortiz Andrade – Ventana engañosa………………………………… 45 Mari Carmen Ruiz-Herera López-Marrufo – La ventana………………. 46 Elena Saavedra Siles – Cuando se abre una ventana………………………. 47 Elena Saavedra Siles – La Ventana…………………………………………… 48 Manuel Sánchez Mendoza…………………………………………………... 49 Teresa Sanderson Bernal – La ventana………………………………………. 50 Ilustración: Jesús Gallego………………………….………………………… 52

Ars Longa, Vita Brevis