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Pan casero, caballos, silencio, tiempo libre. Y la belleza de las casonas de antes. Publicada en revista Harper´s Bazaar.

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Page 1: Visitando Estancias

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Estancia Las Colas Entre RíosLa mesa está servida. Parece una imagen de folleto pero por suerte es de verdad: en la galería de piso ajedrezado de esta casona de principios del siglo XX hay una mesa con una tetera, vasos con jugo, lemon pie, brownies, galletitas caseras y la ya famosa torta de mandarina (porque todos los huéspedes la piden y varios se llevan la receta). Estas obras dulces llevan la fi rma de Jackie Stinson, encargada de la estancia Las Colas, en Entre Ríos, quien describe la belleza y cuenta la historia del lugar con la alegría y la pasión del que hace lo que le gusta.

La estancia debe su nombre a la imaginación de Juan Bautista Mihura, que compró el terreno en 1904. Al ver el mapa con el contorno de las seis mil hectáreas de ese entonces, “descubrió” que tenía la forma de un animal y que la casa estaba construida en la fracción que era la cola. Así comenzó el nombre y luego la deformación de los años hizo que se pasara al plural. El integrante más conocido de la familia Mihura fue Ramón, gobernador de Entre Ríos entre 1922 y 1926, en la época de la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, quien varias veces se alojó en la estancia.

Hoy en día, las 2.500 hectáreas de Las Colas pertenecen al grupo Salentein y sigue siendo un campo productivo de agricultura y ganadería, que también se dedica al turismo. La casona es de estilo renacentista y el jardín, de 7 hectáreas, fue diseñado por Benito Carrasco, corresponsable, junto con Carlos Thays, del Rosedal de Palermo. Hay jazmines, araucarias, jacarandá, nogales de pecán, mora, laurel, sauces, tipas y el gynkgo biloba oriundo de China.

“Cómo dormí”, cuenta Jackie que le dicen los turistas a la mañana siguiente. Y esa es la esencia de la propuesta que ofrece Las Colas: el buen descanso. Y las actividades recreativas: porque mientras los hombres se van a jugar al fútbol o al tenis, las mujeres suelen preferir la pileta, el sol y las botellitas de agua mineral, mientras los chicos nadan, andan en bici o simplemente corren. También se puede andar a caballo y hasta en carreta, pues hay una preparada y acondicionada

para dar un paseo digno de cualquier película romántica. Si llueve, el living de la casa cuenta con juegos, biblioteca y sala de TV. También está el museo de autos y maquinarias antiguas, donde los fanáticos de los Ford y Chevrolet de la época de Los Años Locos se deleitan durante horas. Otra de las posibilidades es ir hasta el centro de Gualeguay que está solo a 11 kilómetros.

Las habitaciones cuentan con baño propio y están pensadas para parejas y para grupos de familia que quieren

Una estancia en Entre Ríos y una casa de huéspedes en Corrientes permiten hacer base para recorrer las costas del río Paraná, y llegar a los Esteros del Iberá, a un ritmo absolutamente slow.

Evasión

Litoraleña compartir espacios. Los pasajeros no se conocen entre sí pero que, al compartir la mesa y los otros lugares comunes, rápidamente entablan una relación que suele ir más allá de esos días de vacaciones y se transforman en amistad. Para las tardecitas, la “actividad” ideal es sentarse en la galería a tomar algo fresco viendo caer la tarde. A esa hora del día suele levantarse un pequeño viento que hace sonar las hojas de los árboles del jardín.

Después de tomar el té, la anfi -

Por LORENA LOPEZ

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Casa de Huéspedes La Alondra – Corrientes

La Alondra es una antigua casa de estilo italiano adaptada a un hotel de alta gama, con esos detalles que hacen a la fe-licidad del pasajero (sábanas de 300 hilos, champú, enjuague y jabón L Occitane, toallas esponjosas y pisos de suave made-ra). El lobby es una biblioteca de maderas oscuras con una gran araña de caireles y muebles de cuero y terciopelo y el bistró, que originalmente fue el primer patio de la casa, es un restaurante cuyo cielo raso es sostenido por columnas rescatadas de una antigua estación de tren.

La cocina se destaca por ofrecer platos sencillos con un toque gourmet y local, donde están presentes tanto el salmón como el pacú y el surubí, la rúcula y la man-dioca. Y en los desayunos, además del pan, también se amasa todos los días el chipá, así que llega tibio y esponjoso a la mesa.

“Todos los ambientes del hotel son de una casa y logramos que el viajero sienta que es el invitado principal”, explica Va-

leria, dueña de La Alondra. “Trans-mitimos el concepto de casa de hués-pedes, con una comodidad natural donde el trato es familiar pero a la vez profesional”. La siesta, con la ventana abierta y celosía cerrada para que entre el aroma a mangos pero no el sol, es un momento delicioso. Sobre todo porque a eso se le suman

triona propone una caminata. Nos calzamos las zapatillas, atravesamos el jardín, abrimos la tranquera y salimos al campo. Vemos nidos de horneros que parecen de dos plan-tas por estar uno encima del otro, ranitas, pájaros que se llaman para volver al nido y lechucitas que nos siguen con la mirada. Con la charla se va haciendo de noche y casi sin darnos cuenta solo queda un peque-ño resplandor del sol. Los aromas son intensos; el silencio, una delicia y empiezan a revolotear luciérnagas alrededor. En el camino se recortan las fi guras de unos caballos que Jac-kie dice que han dejado libres para que anden por el campo. “Todavía estamos lejos de la casa”, agrega con

cierta preocupación. No hay problema, que la noche está hermosa para caminar. Y así volvemos, despacio y con la luz de las estrellas.

las sábanas frescas, las almohadas para hundirse, la cama perfecta.

Corrientes es ideal para recorrerla ca-minando. Posee una costanera de tres kilómetros y medio que es el lugar na-tural donde la gente se junta a compartir la tarde y bajar a las playas sobre el río Paraná para pescar, bañarse o hacer de-portes acuáticos. Otro paseo típico es el Circuito de las Siete puntas, que dura dos horas recorriendo el río hasta la costa chaqueña. Toma su nombre de las siete salientes sobre el Paraná, que en el pasado eran lugares de vigilancia y que también sirvieron para bautizar la ciudad: San Juan de Vera de las Siete Corrientes.

Sobre la costanera hay una gran ofer-ta de bares y restaurantes, lo mismo que en el centro de la ciudad, al cual se llega tranquilamente a pie. El Museo de Be-llas Artes, el famoso teatro Vera (orgullo de los correntinos) y un circuito de arte alternativo en la galería-hospedaje de artistas Yaguá Rincón, completan el paseo. Y para ir hasta la provincia del Chaco es muy sencillo: alcanza con cruzar el puente de 2,5 km que une las costaneras de ambas provincias.

En auto, una opción muy linda es llegarse hasta Santa Ana, un pueblo his-

tórico ubicado a 12 km de Corrientes capital, por ruta nacional 12. Se destaca por sus calles de arena, la gran cantidad de mangos que hay en sus veredas, su iglesia -que es Monumento Histórico Nacional- y una pulpería de 1772, reci-clada y convertida en restaurante.

Esteros del IberáSi bien antes solo se accedía a los Este-ros del Iberá por la localidad de Carlos Pellegrini (al sur de la provincia), actual-mente es posible llegar desde Corrientes capital, con un recorrido de 150 km hasta el pueblo de San Miguel, que es de donde parten las lanchas y barcazas para los paseos. En estas últimas, los guías reman de pie y con botador -una vara larga que se hunde en el agua a modo de remo-, a un ritmo que permite la con-templación. La acuática es la única vía posible para esta amplia red de arroyos, riachos, pantanos, lagunas y bañados, donde cuesta no perderse y distinguir la tierra fi rme de la fl ora que engaña con su exuberancia. Camalotes y amapolas de agua dan lugar a los “embalsados”, auténticas islas fl otantes que son marca registrada de esta geografía.

El Iberá, además, es famoso por su fauna, entre la que incluye varias espe-cies amenazadas de extinción: yacarés, carpinchos, venados de las Pampas, cier-vo de los pantanos,monos aulladores y aves se dejan fotografi ar en una mezcla de acostumbramiento e indiferencia.

El avistaje de aves (cardenales, capuchi-nos, garzas, cigüeñas, etc.) también está garantizado: es imposible pasar por los esteros y no asombrarse. Además de tener la categoría de Reserva Provincial Natural desde 1983, con una superfi cie de 13.000 km2, es el humedal de agua dulce más importante de nuestro país. Un lugar ideal para encontrarse cara a cara con la natura-leza subtropical, particularmente cuando el calor extremo del verano ha terminado y los insectos molestan menos.

Luego del paseo, habrá que decidir dónde dormir: en el mismo pueblo de San Miguel, en una isla ubicada hora y media de lancha o volver a Corrientes. El regreso a la capital provincial lleva aproximadamente dos horas. Llegamos a La Alondra al anochecer y mientras esperábamos la cena, nos quedamos en el patio cerca de la pileta tomando una li-monada con menta y escuchando, bajito, el chamamé que lleva el mismo nombre de la casa de huéspedes. ■

que es el invitado principal”, explica Va-leria, dueña de La Alondra. “Trans-mitimos el concepto de casa de hués-pedes, con una comodidad natural donde el trato es familiar pero a la vez profesional”. La siesta, con la ventana abierta y celosía cerrada para que entre el aroma a mangos pero no el sol, es un momento delicioso. Sobre todo porque a eso se le suman

La estancia Las Colas está a 12 km del centro de Gualeguay, Entre Ríos. Se llega por ruta provincial 11. Desde la Ciudad de Buenos Aires son 235 km. www.salenteinturismo.com

La Alondra está ubicada en Corrientes capital, a 990 km de Buenos Aires y a 300 de Posadas, Misiones. www.laalondra.com.ar

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