viruela y vacuna en españa y en los territorios coloniales · m a s i e u 3 8, las islas canarias...

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4.1. El problema sanitario de la vi- ruela A partir del siglo XVII, el aumento de la virulencia de la en- fermedad variolosa supuso una pre- ocupación sanitaria de primer orden, es decir se transformó en una auténtica «enfermedad s o c i a l » 2 7 en todo el continente Europeo y en el Americano. Hasta entonces, como señalo Haeser 2 8 «no fue la rareza de la virulencia, sino su presencia ininterrumpida lo que hizo que los epidemiólogos se desinteresaran de ella». Pero en el contexto del siglo XVIII, la percep- ción de la misma es muy distinta. Uno de los defensores de la inocu- lación, el médico irlandés afincado en España, Timoteo O’Scanlan, es- cribía en 1792 refiriéndose a las vi- ruelas: «son una guadaña venenosa que siega sin distinción de clima, rango, ni edad, la cuarta parte del género humano, constando por re- petidas observaciones que la déci- ma cuarta parte de cuantos anual- mente pierden la vida son sacrificadas a esta cruel hydra» 29 . Las epidemias determinan el dis- curso de la sociedad y será suficien- te la noticia de que en la ciudad de Lérida se había padecido una epi- demia de viruela y que para su cu- ración los médicos de esa ciudad pusieron en práctica los métodos 77 27 Utilizamos el concepto de enfermedad so- cial en el sentido que le otorga la epidemio- logía histórica a ese término: es un tipo de enfermedad con repercusiones objetivas y subjetivas alarmantes para la sociedad. 28 La cita pertenece al discurso de Amalio GIMENO en la Solemne sesión celebrada en la Real Academia Nacional de Medicina el 25 de marzo de 1923 para conmemorar la muerte de E. Jenner, Madrid, Ed. El Siglo Médico, 1923, p. 87. y se refiere al Hanbuch del gran historiador Haeser sobre historia de las enfermedades. 29 O’SCANLAN, T. Ensayo apologético de la inoculación o demostración de lo importante que es al particular y al Estado. Madrid, Imp. Real, 1792 pp. XV-XVI. 4. VIRUELA Y VACUNA EN ESPAÑA Y EN LOS TERRITORIOS COLONIALES DE ULTRAMAR ANTES DE LA LLEGADA DE LA EXPEDICIÓN

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4.1. El problema sanitario de la vi-ruela

A partir del s iglo XVII, elaumento de la virulencia de la en-fermedad variolosa supuso una pre-ocupación sanitaria de primerorden, es decir se transformó enuna auténtica «enfermedads o c i a l »2 7 en todo el continenteEuropeo y en el Americano. Hastaentonces, como señalo Haeser2 8

«no fue la rareza de la virulencia,sino su presencia ininterrumpida loque hizo que los epidemiólogos se

desinteresaran de ella». Pero en elcontexto del siglo XVIII, la percep-ción de la misma es muy distinta.Uno de los defensores de la inocu-lación, el médico irlandés afincadoen España, Timoteo O’Scanlan, es-cribía en 1792 refiriéndose a las vi-ruelas: «son una guadaña venenosaque siega sin distinción de clima,rango, ni edad, la cuarta parte delgénero humano, constando por re-petidas observaciones que la déci-ma cuarta parte de cuantos anual-mente pierden la vida sonsacrificadas a esta cruel hydra»2 9.Las epidemias determinan el dis-curso de la sociedad y será suficien-te la noticia de que en la ciudad deLérida se había padecido una epi-demia de viruela y que para su cu-ración los médicos de esa ciudadpusieron en práctica los métod o s

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27 Utilizamos el concepto de enfermedad so-cial en el sentido que le otorga la epidemio-logía histórica a ese término: es un tipo deenfermedad con repercusiones objetivas ysubjetivas alarmantes para la sociedad.2 8 La cita pertenece al discurso de AmalioGIMENO en la Solemne sesión celebradaen la Real Academia Nacional de Medicinael 25 de marzo de 1923 para conmemorar lamuerte de E. Jenner, Madrid, Ed. El SigloMédico, 1923, p. 87. y se refiere al Hanbuchdel gran historiador Haeser sobre historia delas enfermedades.

29 O’SCANLAN, T. Ensayo apologético de lainoculación o demostración de lo importanteque es al particular y al Estado. Madrid, Imp.Real, 1792 pp. XV-XVI.

4. VIRUELA Y VACUNA EN ESPAÑAY EN LOS TERRITORIOS

COLONIALES DE ULTRAMAR ANTESDE LA LLEGADA DE LA EXPEDICIÓN

del Dr. Masdevall3 0, informando alConde de Floridablanca que «con elm é t odo se habían conseguido losmás portentosos y maravillososefectos, sin que muriesen de sus re-sultas, sino los muchachos querehusaron a tomar dichos reme-d i o s »3 1; para que Carlos III dispusie-ra que el mencionado médico fueraa Cartagena, donde se sufría una si-tuación similar. La Gaceta de Madridse hace eco de todas las repercusio-nes que las epidemias tuvieron en lasociedad y por ejemplo, el 4 no-viembre de 1800 publica que «...eldía 31 de octubre se anunció la sus-pensión del curso académico en lasuniversidades de Salamanca y Alca-lá para evitar la concurrencia de es-tudiantes andaluces y extremeños

hasta que se disipe la epidemia queaflige las dos provincias».

Las noticias sobre las epidemiasen los territorios coloniales hispanosdurante la conquista son inciertas ya esto hay que añadir la falta de cri-terio de los cronistas de los siglosXVI y XVII. A finales del sigloXVIII, José Felipe Flores, médico deCámara de Carlos IV, afirma que laviruela «era una enfermedad exóticaen aquellos países y enteramentedesconocida de sus antepasados»3 2.A finales del Setecientos, era sentirgeneral que se trataba de una de lasgrandes calamidades públicas y «lacausa que ha contribuido a dismi-nuir la población del territorio espa-ñol de todo el mundo»33.

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30 José Masdevall (m. 1801), fue médico deCarlos III y Carlos IV, inspector de epide-mias del Principado de Cataluña y miembrode varias academias extranjeras. Gozó degran renombre por su actividad en diversasepidemias de «calenturas malignas» comopor la invención de un remedio compuestopor sales de amoníaco, ajenjo, tártaro eméti-co y quina. Los efectos del mismo en la epi-demia de Cataluña de 1783, en la de Carta-gena en 1786 y en otras posteriores de Italiay México, fueron considerados muy satisfac-torios31 Citado por Joaquín de VILLALBA. Epi -demiología Española o Historia cronológica delas pestes, contagios, epidemias y epizootias,que han acaecido en España desde la venida delos cartagineses hasta el año 1801. Madrid,Imp. Fermín Villalpando, 1803, p. 159.

32 José Felipe Flores (1751-1814) era naturalde Chiapas, Guatemala, llegando a ser en1781 catedrático de Prima en la Facultad deMedicina de San Carlos. En 1797, becadopor la Corona viaja al extranjero y en Flo-rencia conoce a Galván y al constructor demodelos anatómicos de cera Felice Fontana.En Francia contacta con Laplace y a su vuel-ta a España mantiene relaciones frecuentescon Antonio de Gimbernat para presentarun informe a la Junta de Cirujanos de Cá-mara, sobre la necesidad de una campaña devacunación en América, respaldada por elgobierno: Proyecto de Expedición del Dr.Flores, fechado en Madrid el 28 de febrerode 1803. Archivo General de Indias, Sec-ción: Indiferente General, leg. 1558-A.3 3 PINEDA, A. Memoria sobre la vacuna,Santo Domingo. Imp. de la Capitanía Gene-ral, 1814, p. 10.

Se admite que la viruela en Amé-rica fue introducida por un esclavonegro de Pánfilo de Narváez, cuandosus tropas perseguían en 1520 a Her-nán Cortés, aunque en el conjuntoarqueológico de Tiahuanaco (Boli-via), en el Templo de las Cabezas,aparecen representaciones de enfer-medades en diferentes rostros huma-nos y hay una cabeza con la cara pla-gada de granos-marcas que seatribuye a las viruelas; además de lapresencia, en varios códices mexica-nos, de caras con lesiones que bien

p odrían ser variolosas. Sea cierto ono, lo que es evidente es el incre-mento de la virulencia de la enfer-medad durante y después de la con-quista. Esta tesis es la que mantuvo elD r. Flores y en su Proyecto de Expedi -ción desarrolla un relato auténtica-mente pintoresco: «Les acometiócuando en una catástrofe inauditaveían desaparecer sus antiguas cons-tituciones, y rodar los Tronos de susPríncipes: cuando unos hombresblancos y peludos, montados engrandes animales, los atropellaban y

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Fig. 5. Carlos IV y su esposa María Luisa. Grabado de Rafael Esteve copiandolos retratos de Goya, 1799. Colección Excmo. Ayuntamiento de Valencia.

tallaban: Cuando veían disparar a susenemigos, relámpagos y truenos, quelos despedazaban, y asombrados conel estruendo, les parecía que el cieloentero se desplomaba para sepultar-les. En este desastre se les comunicóel virus fatal: la fiebre violenta que lesr e n d í a »3 4. Lo que muestran las fuen-tes es que las epidemias de viruelaafectaban con mayor virulencia a losorganismos de los indígenas, pero nopor la debilidad de su constituciónsino por las costumbres y modos devida que contribuían a la propaga-ción y el contagio. Por otra parte, lasmismas fuentes afirman que las epi-demias eran cíclicas y a ello se referí-an varias autoridades de la época.Humboldt, en su Voyage aux régionséquinoxiales du Nouveau Continent,fait en 1799-18043 5, hace una notableobservación acerca de los ciclos epi-démicos de la viruela: «En 1766 lapoblación de Caracas y del hermosovalle en que esta ciudad está situadahabía sufrido inmensamente de unacruel epidemia de viruelas. La morta-lidad se elevó en la ciudad a seis uocho por mil: desde esta época me-morable, la inoculación se ha genera-lizado, y la he visto practicar sin ayu-da de médicos. En la provincia deCumaná, donde las comunicacionescon Europa son menos frecuentes, no

se tenía en mucho tiempo un solocaso de viruela desde hacía quinceaños, mientras que en Caracas estacruel enfermedad era de continuo te-mida, porque ella se mostraba siem-pre allí esporádicamente en variospuntos a un tiempo; digo esporádica-mente, porque en la América Equi-noccial, donde los cambios de la at-mósfera y los fenómenos de la vidaorgánica parecen sujetos a una perio-dicidad notable, la viruela antes de lai n t r oducción tan benéfica de la vacu-na, no ejercía en sus estragos (si sepuede dar fe a una creencia muy di-fundida) sino cada 15 ó 18 años»3 6.

Lo bien cierto es que, general-mente, las epidemias llegan en losbarcos, y por eso los puertos son loslugares de primer acceso. De ahí, lasmedidas de las cuarentenas, que vana generalizarse en todo el sigloXVIII. Como era lógico, de tod aAmérica, la zona más castigada porlas viruelas era el Caribe, por ser lade mayor tráfico comercial y núcleofundamental de comunicación. Erael centro de distribución del sistemacomercial de monopolio y tambiénel lugar de arribo del navío de per-miso concedido por España a la Co-rona Británica, como consecuenciadel tratado de Utrech y lo que per-mitía la entrada de esclavos negros atodo el continente y a ellos se les vaa identificar como la causa de mu-

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34 FLORES, J.F. Op. cit., f. 2-2v.35 Existe una edición en Caracas, BibliotecaVenezolana de Cultura, 1956. 36 HUMBOLT, A.von Op. cit., T. II, p. 311.

chas epidemias de viruela, sobretodo en la isla de Cuba37.

Una última referencia a dos pro-vincias de ultramar: Canarias y Filipi-nas. Como ha estudiado BethencourtM a s i e u3 8, las islas Canarias no se man-tuvieron al margen de las epidemias.Como en América, las viruelas llega-ban en barco, sobre todo a través delos correos que con frecuencia arriba-ban a sus costas, por ser éstas un lugarde paso en el tráfico colonial. Las dosepidemias más importante en el ar-chipiélago se dieron, la primera, en1780 y la última, con una altísimatasa de mortalidad en 1798. Por loque respecta a Filipinas, el problemaera mayor y venía condicionada porsu proximidad a China. Porque, comoseñaló Balmis, «en el Imperio chinoreinan constantemente las viruelas yde donde siempre nos ha venido sucontagio a Filipinas causándonos lamás cruel carnicería»3 9.

4.2. La inoculación antivariólicaen España y en las colonias deUltramar

Los comienzos de la práctica dela inoculación antivariólica en Es-paña se desarrolla en dos etapas demuy distinto signo. En la primera semanifiesta un claro rechazo que im-pidió la penetración temprana de latécnica, seguida de una larga polé-mica preludio de una posterior difu-sión y amplia aceptación. Fueron losmédicos de cámara los que a travésde Protomedicato se opusieron a lavacunación y no, precisamente, porrazones conservadoras4 0, sino poruna actitud prudente ante una no-vedad que presentaba serias dudasde su eficacia generalizada.

La polémica de la inoculación ysu introducción en España, durantela segunda mitad del siglo XVIII,debe considerarse como una facetamás del proceso de renovación en laEspaña de Carlos III. El punto de in-flexión de la disputa habría que bus-carlo en los años finales del segundotercio de siglo. La primera etapa secaracteriza por la prohibición en1757, por parte del Protomedicato,de la publicación de la Memoria so -

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37 Carta de Dionisio Martínez de Venegas asu Majestad, fechado en la Habana el 26 deenero de 1732. Archivo General de Indias,sección: Santo Domingo, leg. 3813 8 B E T H E N C O U RT, A. De Inoculación yvacuna antivariólica en Canarias (1760-1830). In: M ORALES PADRÓN, F. (Co-ord.) V Coloquio de Historia Canario-Ameri -c a n a , Excmo. Cabildo Insular de GranCanaria, 1982, Vol. 2, pp. 283-284.39 Informe de Francisco Xavier de Balmis aJosé Antonio Caballero, fechado en Macaoel 30 de enero de 1806. Archivo General deIndias, Sección: Indiferente General, leg.1558-A.

40 Un estudio de la polémica y su significa-do: RIERA, J. Los comienzos de la inocula-ción de la viruela en España. Medicina e His -toria, Tercera época, 1985, nº 8, Barcelona, J.Uriach.

bre la inoculación de la vacuna de la vi -ruela, de Cristian M. de La Conda-mine (1701-1774), traducida al cas-tellano por Rafael de Osorio. Laobra de La Condamine marca enEuropa una nueva época en la apo-logía de la inoculación. Las razonesdel Protomedicato ya las hemosanotado, de él formaban parte losmédicos españoles más prestigiososde mediados del siglo, con auténticaproyección europea como GasparCasal (1680-1759) y Andrés Piquer(1711-1772) entre otros. A ello seañadían motivos de tipo religiosopara prohibir y censurar el libro ba-sados sobre todo en alusiones deltexto castellano al problema de laconfesión reformada41.

En la larga polémica sobre lainoculación, los defensores de lamisma son generalmente los profe-sionales más conectados con la me-dicina europea de la Ilustración ytambién los médicos y cirujanos ex-tranjeros residentes en España4 2. Lasfiguras decisivas, si juzgamos por susescritos, fueron el español MiguelGermán, que se había trasladado aLondres para aprender el método deinoculación junto a Sutton, y dosirlandeses afincados en España: Ti-moteo O’Scanlan y BartholoméO’Sullivan. También un grupo demédicos vascos, entre los que desta-caba Ignacio María Ruiz de Luzuria-ga (1763-1822); y finalmente el in-signe médico catalán FrancescSalvà i Campillo (1751-1828), pro-fesor de clínica en Barcelona. Tod o sellos militaron entre los partidariosde la inoculación. Pero de todos lostratadistas defensores de la misma,posiblemente fue O’Scanlan quienmejor supo expresar sus tesis en laobra Ensayo Apologético de la Inocu -lación (1792), un texto excelentesobre la cuestión que demuestrasu evidente conocimiento de la me-dicina británica y francesa delsiglo XVIII.

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41 La polémica entre «rigorismo» y «probabi-lismo» en la interpretación del pecado y portanto, en la penitencia, adquirió cierta im-portancia en el XVIII y pensadores como Pas-cal no dudaron en acusar a los jesuitas de lamoral relajada de los confesores. DELUME-AU, J. La confesión y el perdón, Madrid, Alian-za Editorial, 1992. Es muy significativa la di-ferencia entre la censura eclesiástica delDoctor Manuel Macías y Pedrejón, cura pá-rroco de San Justo y San Pastor: «De orden deV. A. he visto este tratado sobre la inocula-ción de las viruelas, y juzgo no se debe conze-der lizencias por no juzgar lícita». En cambio,el carmelita Fray Rey y Trigueros señala que:«No e advertido, ni hallado doctrina, ni espe-cie alguna que se oponga a la pureza de nues-tra Santa Fe y buenas costumbres , ni quecontravenga las Regalías de Su Majestad».Archivo Histórico Nacional, Consejos, leg.50653. Vide RIERA (1985). Op. cit., pág. II.

42 RIERA, J. Cirugía Española Ilustrada y sucomunicación con Europa, Valladolid, Uni-versidad, 1976; y del mismo autor, M e d i c i n ay Ciencia en la España Ilustrada. Epistolarioy documentos, Valladolid, Universidad,1 9 8 1 .

La presencia en el Archivo deCampomanes de una gran cantidadde papeles sobre la inoculación y deopúsculos, notas y manuscritos so-bre temas médicos y epidemiológi-cos, nos permite sospechar en las in-quietudes sanitarias el interés delConde por la incidencia en la po-blación de los problemas médicos,incluso, quizá no sea excesivo afir-mar las simpatías del político por losdefensores de la inoculación. Si fue

así, pudo influir, indudablemente,desde su cargo de Gobernador delConsejo de Castilla. En este ordende inquietud es oportuno señalar elExtracto del papel sobre la inoculaciónque publicó el barón Tomás Dism-dale, Consejero de Estado y PrimerMédico de la Emperatriz de Rusia,manuscrito que fue propiedad delConde de Campomanes en la se-gunda mitad del siglo. Versión cas-tellana que no llegó a editarse. Ade-

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Fig. 6. Lámina procedente de la traducción castellana de la obra F. Chaussier; Origen ydescubrimiento de la vaccina. Traducido del francés con arreglo a las últimas observacio -nes hechas hasta el mes de mayo del presente año y enriquecido con varias notas por elDr. Pedro Hernández, médico del Real Colegio de esta Corte. Madrid, Oficina de BenitoGarcía y Cía., 1801.

más, la actitud abierta mantenidapor el Consejo de Castilla ante estascuestiones, de acuerdo con su políti-ca sanitaria reformadora, es muy sig-nificativa. En la correspondencia dela Secretaría de Estado de 1772,abundan los papeles sobre la inocu-lación, lo que indica la buena dispo-sición de la Corte por esta práctica ysu gran interés por resolver el pro-blema de la viruela. Desde aquel añono se interrumpen las noticias sobreel progreso de la inoculación en lacorte de Dos Sicilias y Nápoles, a laque se refiere con frecuencia la reinaCarolina, hija de Carlos III en la co-rrespondencia mantenida con su pa-dre43.

A pesar de este interés, hasta1798 no se dictarían providenciasen España a favor de la inoculación,una fecha muy tardía que se super-pone a la práctica del método jen-neriano de la vacunación.

Las noticias oficiales demuestranclaramente que la inoculación delas viruelas se introdujo en Américacon posterioridad al año 1775. Paracomprender el comportamiento delos indígenas frente esta enferme-dad, es necesario conocer la terribleforma en que les afectaba. En el yamencionado informe del Dr. Flores,afirma que la epidemia «hace desa-

parecer una tercera parte de los in-dios: ¡pero qué tercera parte! Losjóvenes padres con sus hijos: dos ge-neraciones. Innumerables genera-c i o n e s » .4 4 Ante la ineficacia tera-péutica, la actitud del indígena,como ha señalado Ramírez Martín,es huir siguiendo el refrán: «Huyr dela pestilencia con tres eles, es buenac i e n c i a »4 5. Los nativos tomaban alpie de la letra este proverbio y De laCondomina, en su Viaje a la Améri -ca Meridional, escribía en su diarioen diciembre de 1743: «No aprove-ché, como el señor Maldonado, laoportunidad de la flota portuguesaque partió para Lisboa el 3 de di-ciembre de 1743 y estuve forz o s a-mente retenido en Pará hasta finesdel mismo mes, menos por la ame-naza de los vientos contrarios [...]que por las dificultades de reclutarun equipo de remeros entre los in-dios, los cuales en su mayor partehabían huido de las aldeas circunve-cinas, temiendo el contagio de la vi-ruela, que a la sazón hacía grandes

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4 3 Más información en RIERA, J. (1985),Op. cit., pp. 20 -25.

44 FLORES, J. Op. cit., f. 3v.45 Las tres eles son: luego, lejos y largo tiem-po. Ver en SORAPÁN DE RIEROS, J. Me -dicina española contenida en provervios vulga -res de nuestra lengua. Muy provechosa paratodo género de estados para philosophos y médi -cos, para teólogos y juristas, para el buen regi -miento de la salud y más larga vida (1616).Con estudio preliminar de Antonio Castillo deLucas. Madrid. Imp. Cosano, 1949, pp. 541-555.

e s t r a g o s . »4 6 Por ello, la noticia decualquier remedio eficaz contra laepidemia era objeto de la máximaa t e n c i ó n .

Oficialmente, en 1777 se introd u-ce la inoculación en Buenos Aires,en 1778 en Lima, en 1792 en SantaFe de Bogotá y casi a finales de sigloen la ciudad de México. Pero la rea-lidad es que la inoculación se propa-gó en América al mismo tiempo queen la metrópoli. Una vez más, LaCondamine nos hará de testigo:«Diciembre de 1743. –La inocula-ción los salva a todos.– Hace 15 ó 17años que un misionero carmelita delas cercanías de Pará, viendo que to-dos los indios morían uno tras otro,y habiendo aprendido por la lecturade un periódico el secreto de la ino-culación, que hacía furor entoncesen Europa, juzgó, prudentemente,que utilizando este remedio pod r í aal menos convertirse en dudosa unamuerte que, empleando los reme-dios ordinarios, era demasiado cier-ta. [ ... ]. Este religioso fue el prime-ro en América que tuvo el valor deponerla en ejecución. Había perdi-do ya la mitad de sus indios; otrosmuchos caían enfermos diariamen-te; se atrevió a inyectar la viruela at odos los que no habían sido aúnatacados y no perdió ni a uno solo.

Otro misionero del río Negro siguiósu ejemplo con el mismo éxito»4 7.En una carta del Marqués del Soco-rro, publicada en la Gaceta de Ma -drid el 3 de junio de 1790, afirma losiguiente: «El año de 1766, hallán-dome de Gobernador y Capitán Ge-neral de la provincia de Caracas, pa-decía aquella capital desde el 64 unaepidemia rigurosísima de viruelas,tanto que de ellas moría el treinta yseis por ciento: en vista de este es-trago hice venir de la isla francesa deLa Martinica, a un médico francésacreditado en la inoculación, perovino enfermo y sin poder practicaraquel remedio, fue preciso que se re-tirase. Luego llegó en un navío delcomercio de las Canarias D.N. Per-domo, médico muy conceptuado enaquellas islas y de especial conoci-miento en la inoculación. Al cuida-do de éste hice hacer un primer en-sayo en nueve muchachos de cuatroa nueve años, el segundo en doce denueve-diez años, que presentaronsus padres o amos; y el tercero, enveintitrés personas de dieciocho acuarenta; y todos salieron con lamayor felicidad: vistos estos buenossucesos de la inoculación, la permitíen la provincia por mano de aquelmédico, dando principio por cuatrode mis hijos; en efecto, recibiéronlahasta cinco mil personas de diecio-cho a cuarenta y todos salieron con

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4 6 LA CONDAMINE, C.M. de. Viaje a laAmérica Meridional, Madrid, Ed. Espasa Cal-pe, 1962, p. 87. 47 Idem, pp. 87-88.

la mayor felicidad y con tanta dicha,que no sé que muriese otra que unaseñora que se arriesgó a la opera-ción, ocultando cierto mal que pa-decía...; en fin, el buen suceso gene-ral dio tanta confianza a aquelnumeroso vecindario, que para evi-tar el contagio de cruel natural viví-an dispersos en el campo, habíanvuelto a la ciudad, y los amos lleva-ban la inoculación a los esclavos desus haciendas, y aun los padres po-bres inoculaban a sus hijos por símismos, todo con el más feliz suceso,cuando dejé aquel mando en princi-pio del año 1771.»48 En definitiva,aunque las autoridades políticas noreconozcan la introducción del mé-t odo de inoculación hasta fechasmuy tardías, la realidad es que estase practicaba fuera de los cauces ofi-ciales.

4.3. La introducción de la vacuna-ción jenneriana

Las primeras vacunaciones jen-nerianas en España, como es bienconocido, tuvieron lugar en Catalu-ña en diciembre de 1800, por inicia-tiva de Francesc Piguillem (1770-1826). Con fluido vacuno que hizo

traer de París, Piguillem inició enPuigcerdà una tanda de experimen-tos que más tarde continuó en Bar-celona. Algunos socios de la Acade-mia Médico-Práctica de esta ciudad,especialmente Vicente Mitjavila Fi-sonell (c a 1759-1805) y FrancescSalvà Campillo, fueron los primerosen adoptar el nuevo método preven-tivo contra la viruela. Ta r r a g o n a ,gracias al esfuerzo de John SmithSinnot (1756-1809), que hizo servirmuestras de virus enviadas entrecristales planos de Barcelona por elmismo Piguillem, se convirtió en unfoco activo propagador de la vacunajenneriana. Desde Cataluña la va-cuna fue exportada a Aranjuez e in-mediatamente a Madrid, pero los re-sultados no fueron los esperados.Una remesa del pus varioloso llega-do directamente desde Paris, hizoposible que se llevaran a cabo losprimeros ensayos, realizados por Ig-nacio María Ruiz de Luzuriaga e Ig-nacio de Jáuregui, médicos de la fa-milia real, a partir de abril y mayodel año siguiente, con resultados po-sitivos en la Corte y en la capital delReino.

En estas primeras tentativas dedifusión del descubrimiento de Jen-ner en España, hay que tener encuenta un tercer grupo vasconava-rro más disperso geográficamente,cuyos componentes más significati-vos fueron Lope García de Mazarre-

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4 8 Citada por USANDIZAGA SOR A L U-CE, M. Los Ruiz de Luzuriaga eminentes médi -cos vascos «ilustrados», Salamanca, Cuader-nos de Historia de la Medicina Española,1964, pp. 38-39.

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Fig. 7. Libro de acuerdos de la Real Academia de Medicina Matritensepor el que se nombra a Jenner académico corresponsal extranjero (18 deagosto de 1803).

do (1769-1820) en Bilbao, los ciru-janos Salvador Bonor, José Antoniode Irízar y Vicente Lubet en San Se-bastián y por último, Diego de Ban-ces de Bances y Vicente Martínez enNavarra.

En general, los profesionales sa-nitarios, fundamentalmente los mé-dicos, aceptaron de buen grado elnuevo remedio por motivos científi-cos, pero también ideológicos. Unode los galenos que mejor supo expre-sar las razones teóricas que justifica-ban la acogida del nuevo método fueRuiz de Luzuriaga en una carta escri-ta en 180349. Inspirado por el pensa-miento fisiocrático afirmaba que lavacuna, con más garantías que lainoculación, evitaba abortos invo-luntarios, terminaba con la causamás importante de mortalidad in-fantil y por tanto, contribuía al in-cremento de la población sana yapta para el trabajo, muy especial-mente para la agricultura, la riquezade la cual era, en última instancia, elindicador más importante de la bue-na salud de una nación.

Pero no fueron sólo un buen nú-mero de sanitarios los que tomaronparte abiertamente en la defensa del

nuevo descubrimiento; un numerosoejército de burgueses, funcionariosdel estado, aristócratas y clérigos sealinearon al lado de los profesionales,incluso invirtieron dinero, tiempo yrelaciones e influencias personales,en todos los rincones de España, enla difusión de la nueva técnica. Enpoco tiempo se estableció una líneadivisoria clara entre los pro-jenne-rianos, empeñados en convencer alas altas esferas gubernamentalespara que emitieran normas favora-bles a la vacuna y, por otra parte, losdetractores, dedicados a despresti-giar el método basándose en los fra-casos más escandalosos del mismo,como el caso de la muerte de un aris-tócrata después de haber sido vacu-nado. Los primeros tuvieron que lu-char además contra los propioscolegas que habían hecho de la ino-culación un puro y simple negocio.De esta manera, los más precoces va-cunadores españoles, convertidos enapóstoles de la causa, hicieron servirt odos los medios a su alcance paracomunicar sus resultados y difundirel nuevo método. Antes incluso dedisponer de una casuística propia,tradujeron algunos de los textosfranceses más significativos sobre lavacuna, y cuando la experiencia lespermitió ofrecer información de pri-mera mano redactaron textos de cla-ro espíritu pedagógico y con la fina-lidad de enseñar a vacunar a quienesno conocían la técnica, en los que

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49 OLAGÜE DE ROS, G., ASTRAIN GA-L L A RT, M. «Propaganda y filantropía: losprimeros textos sobre la vacunación jenne-riana en España (1799-1801)». Medicina eHistoria, Tercera época, nº. 56. Barcelona, J.Uriach, 1995.

era manifiesto un mesianismo extre-mo: los éxitos conseguidos demos-traban irrefutablemente la bondadde la vacuna, en respuesta a los opo-sitores y a los dudosos.

Muy significativa fue la actividadde los que, aun no perteneciendo almundo sanitario, tomaron parte enlas campañas a favor de la vacuna.De éstos destacaremos el ya mencio-nado John Smith, ingeniero direc-tor de las obras del puerto de Tarra-gona, autor de un opúsculo tituladoProgresos de la vacuna en Tarragona.De origen irlandés, se sabe que en1776 se encontraba en el Ferrol,donde ejercía de médico otro irlan-dés, O’Scanlan, a quien ya hemoscitado como gran defensor de la ino-culación. Por tanto, no es aventura-do el pensar que Smith y O’Scanlanmantuvieran relaciones personales yque el ingeniero se interesara por lasactividades inoculadoras de su com-patriota médico en el Ferrol. De he-cho, esta última generación de ilus-trados, muy sensibilizados ante losproblemas sanitarios, desplegaronuna actividad parecida al bien cono-cido «movimiento sanitarista» bri-tánico, si bien compuesta sobre todopor iniciativas individuales sin coor-dinación entre sí50. No puede resul-

tar extraño que, tanto Mazarredocomo Smith, acudieran a las Socie-dades de Amigos del País o a losconsistorios municipales con el finde propagar el invento de la vacunacon sus escritos. Smith, por ejemplo,entró en contacto con las Reales So-ciedades Económicas de Valencia yZaragoza, si bien las muestras envia-das a Aragón no produjeron losefectos esperados51.

El periodismo médico deberíahaber sido el soporte idóneo paraeste tipo de escritos, generalmentebreves y pensados para un consumorápido. Sin embargo, la mayor parteaparecieron con folletos, muchossin años, traductor o impresor. En

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50 El sanitary movement británico nació conlas características propias de la peculiaridadsociopolítica de la Inglaterra de la época res-pecto al Continente. La actividad sanitaria

no estaba encargada a un consejero del mo-narca absoluto, como en gran parte de lasmonarquías del Continente europeo, sino dela iniciativa individual y privada de un gru-po de profesionales heterogéneo, todos ellospertenecientes a las clases medias. Basándo-se en la llamada New Philosophy, ideologíaque supo combinar el humanitarismo con elpragmatismo; un conjunto de médicos, ma-gistrados y filántropos organizaron las pri-meras campañas de política sanitaria moder-na. Sin duda, el descubrimiento de lavacuna por Edward Jenner, guarda relacióncon este movimiento.51 Para la Sociedad valenciana: ALEIXAN-DRE TENA, F. Catálogo documental del Ar -chivo de la Real Sociedad de Amigos del PaísValenciano: 1776-1876, Valencia, ArtesGráficas Soler, 1978, nº 1.019: «1801 –mar-zo– 20; «Informe de D. Juan Smith desde Ta-rragona, sobre la inoculación de la vacunacontra la viruela».

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Fig. 8. Aunque en 1798 una Real Cédula obligaba a las Casas de Expósitos y Misericor-dia a practicar la inoculación de las viruelas, la nueva Cédula de 1805 amplía el hori-zonte de la vacunación a todas las capas de la población. Archivo Real Academia Na-cional de Medicina.

realidad fueron auténticos panfletosde inspiración filantrópica con losque los autores, por lo común médi-cos o cirujanos no relacionados conla élite de sus profesiones respecti-vas, pretendían al mismo tiempoaprovechar la distribución del fluidovacunal para su promoción social ycientífica, ya que al mismo tiempoque se presentaban como vacunado-res, establecían una potencial rela-ción de dependencia con el lectorprometiéndole muestras de pus va-rioloso con garantía absoluta deefectividad. No olvidemos que hasta1805, el Estado, con el fin de asegu-rar el abastecimiento permanentede fluido y cuantificar estadística-mente la marcha de la vacunaciónen España, no estableció la obliga-ción de habilitar salas de vacuna-ción en los hospitales.

El primer texto publicado en Es-paña sobre la vacuna apareció en1799 en Barcelona y se trata de uncompendio de escritos británicos yfranceses. Pero en 1801 se produceuna auténtica explosión informati-va, con la publicación de nueve fo-lletos provacunistas5 2. Sin duda, el

texto más importante de todos lostraducidos, tanto por su contenidocomo por su significación, fue la ver-sión castellana que hizo FranciscoXavier de Balmis, en 1803, del Trai -té historique et pratique de la vaccine(1801), de Jacques-Louis Moreau dela Sarthe (1771-1826), el primergran adalid y divulgador de la obrade Jenner en Europa, y posiblemen-te el más conocido. Balmis fue unode los defensores más precoces yentusiastas de la vacuna y la tra-ducción de la obra no sólo tiene mo-tivaciones divulgadoras, sino funda-mentalmente pedagógicas. Se tratade un texto con un planteamientometódico riguroso que si bien en suorigen es hijo del pensamiento ilus-trado, encontramos en él los gérme-nes de lo que, en su desarrollo a lolargo del siglo XIX, dará lugar a dis-tintos capítulos de la medicina con-temporánea. Es, además, el textoque el propio Balmis utilizó en la Ex-pedición para enseñar la técnica co-rrecta de vacunación y prevenir yexplicar las causas de sus posiblesfracasos.

Las constantes epidemias de vi-ruela en América demandaban conurgencia, a partir de 1800, la presen-cia de la vacuna en esos territorios.Esta impaciencia, obligó a las auto-

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52 Seis de ellos fueron traducciones de textosfranceses y uno –la versión hecha por PedroHernández de una obra de un autor francés–conoció tres ediciones en Madrid, dos en1801 y otra en 1802; y una edición en His-panoamérica. A esto habría que añadir la te-sis doctoral en 1801 defendida en francés en

Montpellier por el médico Ramón y Mor-nau. Ver. G. OLAGÜE DE ROS y M. AS-TRAIN GALLART (1995), Op. cit., p. 9.

ridades locales criollas y a los médi-cos más entusiastas de las bondadesdel fluido vacuno, a solicitarlo a loscentros que lo poseían. La obten-ción de la vacuna de estos centrosdifusores nos permite afirmar que lavacuna no llega a América exclusi-vamente de la mano de la Expedi-ción. En la mayor parte de las pro-vincias de Ultramar se conocía lavacuna y se utilizaba el fluido vacu-no, que había llegado generalmenteprotegido entre cristales, a la mayorparte de ciudades importantes de laAmérica hispana. El terror ante laviruela y la necesidad de hacer fren-te a las epidemias, crearon una co-rriente favorable a la vacunación.Esta actitud positiva frente a la va-cuna produjo, sin embargo, no po-cos enfrentamientos y recelos en elmomento de la llegada de la RealExpedición Filantrópica. Ya tendre-mos ocasión de ver cómo Balmis seopuso críticamente a los ensayosprecursores de la práctica de la va-cuna en los territorios de Ultramar.Los expedicionarios tuvieron dis-gustos y decepciones por causa delos intentos de vacunar con fluidosdesvirtuados y toda esta realidad en-contrada por el Director de la Expe-dición a la llegada de la misma, mo-tivó en él una actitud negativa y dereprobación de todo lo hecho hastaentonces por autoridades locales ymédicos. En consecuencia, las rutasdel Derrotero de la Expedición no se

siguieron estrictamente, sino que,llevados por la necesidad del día adía y las circunstancias cambiantes,se iba modificando lo planeado ini-cialmente y se crearon itinerariosmás adecuados de distribución de lavacuna; a la vez que tuvieron queaparcarse muchos de los proyectosque Balmis tenía la intención de de-sarrollar. Veamos, pues, cómo se im-plantó la vacuna en territorioshispanos antes de la llegada de laExpedición.

El Virreinato de Santa Fe era elmás afectado por la viruela y en con-secuencia fue el más interesado porel nuevo descubrimiento de la vacu-na. La primera noticia sobre la vacu-na es una carta de Antonio Nariñoal Virrey Mendinueta en la quecuenta sus experimentos y la aplica-ción satisfactoria de la misma en unmuchacho durante el verano de1802. Las noticias que llegan a lametrópoli eran alarmantes y obliga-ron a enviar con prontitud la vacu-na desde la Península. Aprovechan-do la salida del nuevo Virrey electo,Antonio Amar, se envía a Américaal médico Lorenzo Vergés para quese traslade directamente a la ciudadde Santa Fe. Las autoridades médi-cas comisionaron al mismo para queuna vez llegado a la capital de Nue-va Granada «envíe otros tres profe-sores, uno a Nueva España, dete-niéndose en La Habana, otro al Perú

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Fig. 9. Inicio del informe presentado por Manuel de Maraball sobre la epidemia deviruelas de Chiapas en el Virreinato de Nueva España (septiembre 1803). ArchivoReal Academia Nacional de Medicina.

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Fig. 10. «Indio con viruelas». Lámina de la obra del obispo peruano Baltazar JaimeMartínez Compañón, Trujillo del Perú. 1786 (Ed. de Madrid, Ed. Cultura Hispánica delCentro Iberamericano de Estudios).

y otro a Buenos Ayres, debiendo sertransportados de cuenta de la RealHacienda o de la renta de Correos».El Marqués de Bajamar, el 26 demayo de 1803, insta en un oficio alDr. Vergés, a establecer «el métodoy las reglas que deberían observarsepara introducir y perpetuar la vacu-na en todos los reinos a los que lle-gue»53.

La isla de Puerto Rico se erigiócomo un centro difusor de la vacunaantes de la llegada de la Expedición.El verdadero motor de ese procesofue el Brigadier Ramón de Castro,que a fuerza de insistentes solicitu-des obtuvo cristales con la vacunaprocedentes de la isla británica deSaint Thomas. Cuando la vacunallegó a Puerto Rico, encargó a losdoctores Francisco Oller y To m á sPrieto como comisionados con la fi-nalidad de conservarla y propagarla.Tras varias peripecias, el doctorOller pudo vacunar con éxito el 28de noviembre de 1803. A partir del17 de diciembre comenzaron siste-máticamente las vacunas públicasen la ciudad de San Juan, al tiempoque Oller propagaba la vacuna en elpartido de Fajardo, a doce leguas deSan Juan, donde el riesgo de epide-mia era inminente, como lo demos-

tró su presencia del 13 al 25 de fe-brero de 1804. La solución que seencontró fue desplazar la poblaciónpara que fuera vacunada en la ciu-dad y, una vez que se tenía el pus va-cuno, retornaban nuevamente a suslugares de origen. Las vacunacionespúblicas iniciadas por Oller, se sus-penden el 9 de febrero en deferenciaa la llegada de la Real Expedición,como consecuencia, cuando éstaarribó no detecto ninguna actividadvacunadora y lo que fue una defe-rencia acabó siendo un grave error:se había interrumpido el ritmo depropagación y perpetuación de lavacuna lo que supuso duras e injus-tas críticas de Balmis a su llegada54.La labor realizada por estos médicosdebió ser ejemplar porque el día 9 demarzo de 1804 se afirma que «comola vacuna se ha propagado tanto enesta ciudad son raros los niños que seencuentran sin haberse inoculadopara satisfacer al encargo de V. S. ydeseo del Sr. Director de la Real Ex-pedición»55.

En la isla de Cuba fue el médicoTomás Romay el que comenzó lasgestiones para introducir el fluido

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53 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Expediente 1., ExtractoGeneral de la Expedición Filantrópica de laVacuna. Leg. 1558-A.

54 RIGAU PÉREZ, J. Introducción de la Va-cuna de Viruela en el Sur de Puerto Rico.1804. Boletín de la Asociación Médica de Puer -to Rico, 1979, nº. 7, p. 147.55 Carta de Santiago de los Ríos dirigida alCapitán General de la Isla de Puerto Rico el9 de marzo de 1804. Archivo General de In-dias. Sección: Santo Domingo, leg. 23222.

vacuno, un año antes de la llegadade Balmis. Había solicitado a las co-lonias británicas en América el flui-do vacuno que administró a sus hijoscon resultados negativos. Pero el 10de febrero de 1804 llegó a la ciudadde la Habana la señora María Busta-mante, procedente de la Aguadillade Puerto Rico. A su partida hizovacunar a su hijo de diez años y a dosmulatitas de ocho y seis años deedad. Cuando entraron en el puertode la Habana después de nueve díasde su vacunación, los granos queportaban estaban en plena sazón.Comenzó Romay las vacunacionesen Cuba en dos sesiones los días 12y 13 de febrero de 1804. Se vacuna-ron nueve niños y «pasan de dos-cientas las personas vacunadas pordiferentes profesores con las pústu-las de los nueve primeros niños»5 6.

En la ciudad de Cuba se establecie-ron Juntas Subalternas de Va c u n aen las ciudades de Trinidad, Villa deSanta Clara, Santiago de Cuba yPuerto Príncipe. En La Habana looriginal es que la Junta Central deVacuna se integró en la SociedadEconómica de Amigos del País.

Dos años antes de la llegada de laExpedición a Venezuela, el licencia-do Alonso Ruiz Moreno había sidocontratado en Cádiz para transpor-tar el fluido vacuno a la CapitaníaGeneral venezolana. Este médicohabía conseguido la vacuna en Jerezde la Frontera y desecada en vidrios,la trasladó a esos territorios dondellegó totalmente inactiva. Por fin, lavacuna llega en condiciones ópti-mas gracias a un envío de Oller. Se-gún afirmaciones de Alonso RuizMoreno se llegó a erradicar la virue-la natural en el territorio y enviar elfluido vacuno a otras regiones de laCapitanía General.

El territorio de la Capitanía Ge-neral de Guatemala era un territo-rio que tenía riesgo de sufrir un ata-que de viruela, por la situaciónestratégica en el comercio entre losdos hemisferios del continente

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56 Noticia del Dr. Romay en papel periódicode La Habana, nº. 17, 1804. CeferinoALEGRÍA, en su Introducción de la vacunaen América, Caracas, Talleres Gráficos de laDivisión de Educación Sanitaria, 1970; afir-ma que las primeras vacunaciones las realizóRomay en abril de 1803 con un fluido vacu-no procedente de Philadelphia, p. 14. Sinembargo, en un documento enviado porBalmis al Consejo de Indias, con declaracio-nes de las autoridades locales, informa que:«en la Habana el Dr. D. Tomás Romay pro-pagó con feliz éxito y aprobación del Proto-medicato la vacuna llevada a aquellas islaspor Dña. María Bustamante...». ArchivoGeneral de Indias. Sección: Indiferente Ge-neral. Expediente 12, Extracto General de laExpedición. Leg. 1558-A. Más detalles

sobre la actividad vacunadora del Dr. Ro-m a y, en Susana María RAMÍREZMARTÍN, Proyección científica de las ideasde Tomás Romay sobre la vacuna de la vi-ruela en la inclusa de Madrid. Asclepio, vol.LIV, fas. 2, 2002, pp. 109-128.

americano, pero además la situa-ción de la población aislada en lasselvas del interior del istmo, con di-ficultades en las comunicaciones,convertían las epidemias en unaverdadera guadaña. Con este estadode opinión, el día 14 de abril de1802 se recibió en la ciudad deGuatemala un informe del Gober-nador de Chiapas en el que informaque algunos pueblos del norte de suprovincia se hallaban contagiadosde viruelas procedentes de la pro-vincia de Yucatán, donde hacía másde dos años que se sufría la epide-mia. Al año siguiente es informadala Real Academia de Medicina y seafirma que se ha utilizado para fre-nar la epidemia la inoculación 5 7. Elterror ante la posibilidad de futurasepidemias motivó a una búsquedaincesante del pus vacunal sea dedonde fuere. Por primera vez llególa vacuna procedente de Ve r a c r u z ,remitida por el gobierno de esta ciu-dad en un correo extraordinario porsuscripción promovida por el proto-médico Narciso Esparragosa y cos-teada por los ciudadanos más pu-dientes. El correo volvió sin el pusporque «se había encontrado iner-

t e »5 8. Después de un fracaso trasotro, el interés por conseguir la va-cuna residía en particulares que nocesaron de solicitarla ni de remitir-la. Impacientes ante tanta demora,y agobiados por una epidemia de vi-ruela que se declaró en la CiudadReal de Chiapas por contagio de laProvincia de Tabasco, el Presidentedirige una carta al ministro de Esta-do el de julio de 1803. Como a lallegada de la carta a la Corte ya ha-bía salido la Real Expedición, el mi-nistro de Gracia y Justicia dirigeuna misiva el 16 de diciembre alPresidente de la Capitanía General,recomendándole que «envíe un fa-cultativo a cualquiera de los puntosdel derrotero que lleva la Expedi-ción para que tomase las instruccio-nes convenientes»; y al mismotiempo ordena a Balmis que «le en-viase la vacuna bien fuese por me-dio de sus Ayudantes o del faculta-tivo que aquel Gefe comisionase ali n t e n t o »5 9. Con arreglo a lo dispues-to el también protomédico José An-

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57 «Informe de Manuel de Maraball dirigidoa Pedro Cevallos sobre la epidemia de virue-las que sufría la provincia de Chiapas y lainoculación de la vacuna como remedio».Ciudad Real de Chiapas 7 de septiembre de1803. Archivo de la Real Academia de Me-dicina de Madrid. Leg. 14, doc. nº 821.

58 «Proyecto de Expedición del Dr. Flores».Madrid, 28 de febrero de 1803. Archivo Ge-neral de Indias. Sección: Indiferente Gene-ral. Leg. 1558-A, f. 7v.59 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Extracto General de laExpedición filantrópica de la Vacuna. Expe-diente 17. Carta de José Antonio Caballero,ministro de Gracia y Justicia dirigida al Di-rector de la Real Expedición de la Vacuna D.Francisco Xavier Balmis. Madrid, 16 de di-ciembre de 1803. Leg. 1558-A.

tonio de Córdoba solicitó a las au-toridades de Reino de Guatemala elestablecer una expedición marítimapara que se desplazase a La Habanaa recoger el fluido vacunal quetraería la Real Expedición cuandollegase a esas islas. En Guatemalahabían hecho una estimación detiempo pensando que de octubre anoviembre de 1803 estaría la expe-dición en la isla de Cuba. Las auto-ridades locales impacientes por laespera solicitan que «se envíe desdeLa Habana el fluido vacuno». Paraello se insta a que utilicen los bu-ques guardacostas que cada 40 díasse relevan y que en «uno de ellospuede remitirse la Vacuna propaga-da que sea en esa ciudad, al cuidadodel Cirujano de su dotación o deotro profesor inteligente dándoseledos muchachos que bastarán paraconservar en buen estado el fluidoen una navegación tan corta hastaTrujillo, inoculando el uno el día desalida, y el otro cuando mejor pa-r e z c a »6 0.

Cuando comenzó la vacunacióna expedirse en Veracruz, donde vivíadon Ignacio Pavón y Muñoz, despa-chó la vacuna en correo extraordi-nario, que costeó él mismo, a sushermanos Cayetano y Manuel. Lle-gó la vacuna a Guatemala a los vein-te días de su salida de Veracruz, el 16

de mayo de 1804; acompañada deuna aguja de vacunar y de instruc-ciones de vacunación. También eldoctor Narciso Esparragosa se aplicóincansablemente a difundir la vacu-na, no siempre con resultados feli-ces. Pero su labor fue magnífica, demucho compromiso y dedicación ala población. La ciudad de Guate-mala, gracias a él, se convirtió en uncentro difusor de la vacuna, antes ydespués de la llegada de la Expedi-ción Filantrópica.

La vacuna, al igual que cualquierotra mercancía, tomo el puerto deVeracruz como un centro difusorpara todo el territorio de Nueva Es-paña. Se pueden establecer cuatrorutas de penetración de la vacunaantes de la llegada de la Expedición:una con destino a Oaxaca, otra condirección a Campeche, una terceraa las Provincias Internas y otra conrumbo a la capital mejicana. El Vi-rrey se hizo acompañar desde Vera-cruz por el médico de la Armada,García de Arboleya, que será el ver-dadero motor de la vacunación an-tes de la llegada de Balmis, y quenada más llegar a la capital novohis-pana inició la vacunación con resul-tados negativos. Posteriormente, elayuntamiento de Veracruz informaal Virrey que el 29 de marzo de 1804había llegado el fluido procedentede La Habana y con éxito en sus re-sultados, difundiéndose desde allí a

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6 0 Archivo General de Indias. Sección:Cuba. Leg. 1691.

la región de Oaxaca. El 10 de abrildel mismo año llegó a Veracruz elfluido que desde Cuba remitía el Dr.Romay y que conservó toda su vita-lidad. Por fin, la vacuna llegó a laciudad de México el 25 de abril delmismo año y al instante el Vi r r e ymandó al doctor Arboleya que efec-tuase la vacunación en unos niñosexpósitos. Al día siguiente conti-nuaron las vacunaciones y en estasesión se vacunó al hijo del Virreyde 21 meses de edad. El 9 de mayo,el cirujano aragonés de la Armada,Miguel José Monzón introduce conéxito la vacuna en la ciudad deCampeche y difunde el fluido so-brante, conservado entre cristales,por los territorios por los que pasó.

Una de las expediciones que sa-lió con fluido desde Veracruz mar-chó a las Provincias Internas, a ins-tancias del Comandante General deestos territorios, el Brigadier Neme-sio Salcedo; arribando a la ciudad deChihuahua el 21 de mayo de 1804.Desde esta ciudad salieron un facul-tativo y un conjunto de niños con elfluido vacuno en dirección a NuevoMéxico; y otro destacamento, aNueva Vizcaya.

A la ciudad de Guadalajara deIndias llegó la vacuna por el celo deVicente Garro, administrador deCorreos de la ciudad y de José Fran-cisco Araujo, «Médico cirujano dela Península de la Antigua Califor-

nia que unieron su sentir filantrópi-co y se empeñaron en conseguir elfluido vacuno». Para sacar la opera-ción del drama que suponía a la po-blación no instruida, establecieronlas salas de vacunación en el tea-tro61.

Al Virreinato del Río de la Plataarribó el 5 de julio de 1804 una fra-gata llamada La Rosa del Río, proce-dente de Río de Janeiro, que llevabaesclavos negros inoculados de vacu-na que fueron los proveedores delfluido con que se inicia el proceso devacunación en estos territorios6 2.Apenas pasados veinte días ya se ha-bían vacunado 200 personas en laciudad de Montevideo. El Vi r r e yhizo pasar la vacuna desde esta ciu-dad a la de Buenos Aires y una vezestablecida la vacuna en ella, elMarqués de Sobremonte remitió elfluido en cristales y costras pulveri-zadas a otras zonas del Vi r r e i n a t omuy atacadas por la viruela, como labanda oriental del Río de la Plata, laColonia de Sacramento y a la regiónde la Patagonia. Finalmente se remi-tió la vacuna desde un punto de vis-ta institucional, por vía oficial entre

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61 Gazeta de México, nº 22, 6 de octubre de1804.62 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Buenos Ai-res, 10 de Agosto de 1805: «Carta de Virreyal Ministro de Gracia y Justicia comunican-do la introducción de la Vacuna en ese terri-torio.»

Virreyes y utilizando como transpor-tes los barcos correos. La ruta que sesiguió fue la vuelta al cabo de Hor-nos, parando primero en la Capita-nía General de Chile y terminandoel periplo en el puerto de El Callao.Por tierra también se remitió la va-cuna a otros territorios del Virreina-to limeño como Cuzco, en este casoutilizando niños negros que conser-vaban la vacuna brazo a brazo.

Al llegar la vacuna a Chile se co-misionó al religioso de la Orden deSan Juan de Dios, que fue médicodel fuerte de Valdivia y Catedráticode Prima y de Filosofía en la Uni-versidad de Santiago, fray ManuelChaparro; quien vacunó a 286 per-sonas en el pórtico del Cabildo Me-tropolitano. El resultado fue un ab-soluto éxito y de los granos madurosque prendieron en los niños vacuna-dos, «se guardó el fluido en cristalesque difundió en todo el territorio desu mando63.

En 1802 llegó por primera vez lavacuna a Lima procedente del puer-to peninsular de Cádiz en el barcomercante Santo Domingo de la Calza -d a, que iba rumbo a las Filipinas.Humboldt describe este aconteci-miento con gran detalle: «Al Virrei-nato del Perú llegó la vacuna por

primera vez en el navío mercanteSanto Domingo de la Calzada que se-guía la ruta Cádiz-Manila. Un parti-cular envió en este buque la Vacunaa Filipinas. En Lima, Hipólito Una-núe vacunó muchos individuos conel virus que llevaba el navío, pero nocuajó y observó Unanúe que todaslas personas así vacunadas habíantenido unas viruelas «sumamentebenignas» y se sirvió de la inocula-ción de este pus para hacer menosfunesta la epidemia de 1802 y deesta manera encontró los efectos deuna vacuna que «había tenido porp e r d i d a »6 4. Pero fue desde BuenosAires, como ya hemos comentado, ymientras Salvany todavía se encon-traba en la Real Audiencia de Qui-to, cuando llegaron a Lima unoscristales con fluido vacunal que lle-garon en perfecto estado. El Virreycomisionó a Pedro Belomo, que eracirujano del apostadero del puertodel Callao y examinador de cirugíadel tribunal del Protomedicato de laReal Audiencia, el cual inició lasprimeras vacunas el 23 de octubrede 1805 y de 36 vacunados sóloprendió en un chico de cuatro años.Posteriormente se utilizó el métodode brazo a brazo, consiguiendo man-tener activo el fluido hasta la llega-da de la Expedición. El propio Belo-

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63 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Expediente22: «Carta del Gobernador de ConcepciónD. Luis Alava, 14 de febrero 1806».

64 C f r. ALEGRÍA, C. Introducción de la vacu -na en América, Caracas, Talleres Gráficos de laDivisión de Educación Sanitaria, 1970, p. 15.

mo, proporcionó a Thaddäus Haen-ke el fluido en febrero de 1806, queéste utilizaría para vacunar gratuita-mente en la Capitanía General deCharcas.

A grandes rasgos, ésta es la situa-ción con la que se van a encontrarBalmis y Savany a su llegada a tie-

rras hispanoamericanas. No partíanex novo en lo que a la vacuna se re-fiere, pero la necesidad de estableceruna organización metódica y riguro-sa y en torno a ella, unificar esfuer-zos en la consecución de un rendi-miento sanitario adecuado, era sinduda indispensable.

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