violencia y escuela - propuestas

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Violencia y Escuela. Propuestas para comprender y actuar. Averbuj y otros comp. Ed Aique. 2005 Artículo: De protecciones y de riesgos Lucía Bozzalla y Mirta Marina * El artículo propone un recorrido por relatos sobre las situaciones cotidianas de la escuela, en sintonía con la noción de factores de riesgo y factores protectores, relacionados con la temática de prevención de la violencia en la escuela. El propósito es comentar dichas crónicas para advertir y atender, a la vez, a las señales que pueden alertar acerca de futuros episodios, y también a aquellas fortalezas que permitan trabajar en pro de la socialización y la convivencia democrática. Las reflexiones propuestas intentan ser un instrumento que posibilite al docente no sentirse tan vulnerable o a merced de las distintas violencias que se presentan en la escuela. Se trata de compartir recursos que redunden en un fortalecimiento del rol, y permitan a la vez fortalecer las habilidades psicosociales de niñas, niños y jóvenes. “Cada día había que enfrentarse a los mismos problemas, pero se me había concedido la posibilidad de la esperanza y comencé a creer que nuestros problemas se acabarían tarde o temprano.” * Lucía Bozzalla es licenciada en Psicología (Universidad de Buenos Aires). Mirta Marina es psicopedagoga (Instituto Monseñor Miguel Raspanti). 1

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Violencia y Escuela. Propuestas para comprender y actuar. Averbuj y otros comp. Ed Aique. 2005

Artículo: De protecciones y de riesgos

Lucía Bozzalla y Mirta Marina*

El artículo propone un recorrido por relatos sobre las situaciones cotidianas de la escuela, en sintonía con

la noción de factores de riesgo y factores protectores, relacionados con la temática de prevención de la

violencia en la escuela. El propósito es comentar dichas crónicas para advertir y atender, a la vez, a las

señales que pueden alertar acerca de futuros episodios, y también a aquellas fortalezas que permitan

trabajar en pro de la socialización y la convivencia democrática. Las reflexiones propuestas intentan ser

un instrumento que posibilite al docente no sentirse tan vulnerable o a merced de las distintas violencias

que se presentan en la escuela. Se trata de compartir recursos que redunden en un fortalecimiento del

rol, y permitan a la vez fortalecer las habilidades psicosociales de niñas, niños y jóvenes.

“Cada día había que enfrentarse a los mismos

problemas, pero se me había concedido la posibilidad de

la esperanza y comencé a creer que nuestros problemas

se acabarían tarde o temprano.”

Paul Auster, El país de las últimas cosas

Intentamos, en este artículo, desplegar y pensar algunos ejemplos de estrategias que

pueden desarrollarse en la escuela para prevenir la violencia. Para lograrlo, vamos a

trabajar algunas situaciones ensayando estilos de intervención basados en la

promoción de los factores protectores y en la reflexión acerca del rol desempeñado por

el docente.

* Lucía Bozzalla es licenciada en Psicología (Universidad de Buenos Aires).Mirta Marina es psicopedagoga (Instituto Monseñor Miguel Raspanti).

1

Cuando decimos “violencia en la escuela”, nos referimos, en términos generales, a todo

tipo de agresiones y/o abuso de poder que generen malestar y sufrimiento en

cualquiera de las personas que conviven en la institución.

Las estrategias sobre las cuales proponemos pensar pueden constituir un instrumento

que posibilite al docente no sentirse tan vulnerable o a merced de las distintas

violencias que se presentan en la escuela. Se trata de compartir recursos que propicien

un fortalecimiento del rol y permitan sentirse con más elementos para pensar y actuar.

A su vez, dado que el enfoque se orienta a trabajar con los alumnos, se estimulan

también sus habilidades psicosociales y se atenúan sus vulnerabilidades.

¿Cómo se expresa frecuentemente la violencia en las escuelas?Las siguientes situaciones, que no son sino reelaboraciones de testimonios de

docentes, permiten visualizar algunas de las formas que asumen estos episodios en las

instituciones educativas. Distintas historias, distintos actores, distintas violencias: las

que ocurren entre pares, contra las instalaciones escolares, las posturas arbitrarias por

parte de la autoridad institucional y de la comunidad hacia la escuela. Algunas más

cotidianas y otras menos frecuentes y más impactantes, que empiezan a repetirse y

nos dejan sin palabras, pero en las que es necesario comenzar a pensar.

Imaginemos y asociemos lo imaginado con escenas de nuestra propia experiencia…

Laura y Martina Laura y Martina se pelearon en la clase de plástica. Estaban haciendo un collage, una

junto a la otra, en la misma mesa. Laura sentía que su trabajo estaba quedando

desprolijo. Mientras Martina trabajaba con entusiasmo, Laura empezó a quejarse y

Martina se burló de ella, llamando la atención del resto de la clase.

Laura dijo que a ella le salía bien porque contaba con la ayuda de la docente. En

efecto, Mónica alentaba a Martina, entusiasmada por su buen trabajo. Martina se

defendió intensificando sus burlas y, de repente, y sin que nadie pudiese hacer nada

para evitarlo, empezaron a pegarse y a tirarse del pelo.

Mónica, la docente, muy conmovida, acudió con las dos a la dirección para pedir

sanciones. Dijo que estaba cansada de las peleas entre ambas chicas.

2

Torneo intercolegial Hace un mes, el rector de la escuela, sin atender a lo sugerido por los profesores

consejeros, decidió la exclusión de los chicos de 9º 3ª del torneo intercolegial de fútbol,

por sospechar su participación en “actos de vandalismo” en el baño de la escuela, que

ocasionaron la ruptura de algunos sanitarios. Esto les impidió jugar la final. Los chicos,

junto a algunos docentes, habían pensado en reparar el daño, pero el rector no quiso

saber nada y decidió “golpearlos donde más les duele”, prohibiéndoles jugar el partido.

El clima en la escuela ha empeorado en los últimos días. Entre los alumnos, predomina

la sensación de que la medida fue por demás injusta. Algunos docentes apoyan al

rector pues ese grupo, dicen, todos los años trae problemas. Otros, en cambio, sienten

que no fueron escuchados, ni ellos ni los alumnos, cuando propusieron formas

alternativas de resolver el conflicto y reparar el daño.

Los nuevos compañeros El grupo de Marcelo molesta ostensiblemente al resto de los compañeros.

Esto ha venido ocurriendo con bastante frecuencia en los últimos tiempos, pero ahora

la situación se agravó y han focalizado sus bromas pesadas en dos nuevos alumnos,

que llegaron hace algunos meses de La Paz, Bolivia. Al principio, el resto de la clase

parecía acompañarlos pasivamente, pero ahora están más preocupados que

divertidos. Las chicas estuvieron pensando en pedir ayuda al profesor consejero, pero

a último momento les surge la duda acerca de lo conveniente de esa actitud.

Cada vez que los profesores toman lista y pronuncian sus apellidos hay burlas y risas.

Ocasionalmente, han ocurrido episodios en los que estos mismos chicos no han podido

encontrar sus libros y útiles, los que después aparecieron sin mediar explicaciones por

parte de ningún compañero.

Armas en la escuelaA la escuela de Margarita, docente de Lengua, algunos chicos llevan armas. No es la

primera vez que se dan episodios de amenaza en los recreos y que se dirimen allí

situaciones conflictivas originadas fuera de la escuela. Hay quienes argumentan que

las llevan para defenderse.

3

Los docentes se han reunido para pensar diversas alternativas de resolución, pero la

verdad es que se sienten impotentes frente a un problema que los consterna y excede.

Margarita piensa por momentos en cambiarse de escuela cuando tenga el puntaje

suficiente para elegir. En otras oportunidades siente que ése es su lugar: ha venido

trabajando tanto y ha comenzado a sentirse satisfecha con algunos logros y ya no tan

sola, pues su amistad con Susana y Alejo, la profesora de Música y el docente de

Ciencias Naturales, se ha consolidado.

Piedras contra la escuelaCarlos, el profesor de Sociales, conversa con Mariela, profesora de Matemática, sobre

un tema que les preocupa.

Un grupo de chicos del barrio tiran piedras desde la vereda de enfrente hacia la

ventana del curso. Han roto el vidrio más de una vez. A esta altura, las piedras rebotan

contra la madera que Luis, el portero, colocó como protección.

Ante episodios ostensibles de violencia o maltrato, la primera reacción tal vez sea tratar

de identificar “al culpable o a los culpables” y aplicar sanciones, con la esperanza de

que éstas pongan fin a los desbordes y se “pague” por los daños, como si todo

empezara y terminara en identificar y castigar a quien o quienes cometieron la acción.

En parte, estas reacciones se relacionan con la fuerte conmoción que se produce al

presenciar hechos violentos. A veces, la conmoción intensa lleva a pensar de manera

lineal y simplificadora.

Así, por ejemplo, en la situación “Torneo intercolegial” se podría considerar, en una

primera mirada, que el director, guiado por el interés de resguardar el patrimonio

público, sancionó a los culpables y que de esa manera ejemplificadora evitará otros

episodios similares, que tendrían su origen en la conducta equivocada de los jóvenes.

Si intentamos analizar cada historia con mayor profundidad, la realidad se empieza a

ver más compleja. Pasado el impacto, van apareciendo otras preguntas o motivos,

diversos, múltiples. No hay una sola causa, y se hace necesario ir más allá del enfoque

lineal causa-efecto y utilizar modelos que den cuenta de los distintos factores que

pueden estar interviniendo, simultánea e interrelacionadamente, en un mismo episodio.

Es entonces posible pensar en otros recursos para abordar los problemas.

4

Trabajando sobre los relatos

Veamos ahora la situación “Laura y Martina”.

¿Qué le pasa a Laura? ¿Qué le pasa a Martina? ¿Qué pasa entre ellas? Siempre están

mirándose y comparándose, compitiendo, y a veces llegan a maltratarse ubicándose en

el centro de la escena del grupo. Ante esa situación Mónica, la docente, ha probado

diferentes opciones: ha conversado con ellas, las ha separado y puesto en mesas

distintas, las ha retado. Sus intervenciones la han dejado siempre con un sabor

amargo, y con la sensación de que no podía con la situación.

Acompañando a Mónica en sus reflexiones…Mónica recuerda que las madres de ambas estaban embarazadas el año pasado. Es

decir que las dos familias crecieron y los lugares allí ocupados por las niñas se

modificaron. Probablemente ambas se sienten unidas por la situación en común de un

nuevo hermanito, pero quizá no se dan cuenta. Compiten por la atención de la maestra,

rivalizando entre sí como lo hace cada una con su hermanito. Quizá por eso Laura está

tan pendiente del apoyo que Mónica le estuvo dando a Martina y Martina disfruta de su

“privilegio”. Podríamos seguir interrogándonos acerca de la situación afectiva personal

de cada niña, pero es necesario tener en claro los límites de la función docente. Prestar

atención a la afectividad de los alumnos favorece una actitud y una disposición

diferentes ante los episodios conflictivos de la vida cotidiana escolar, posibilitando al

docente otorgarles nuevos sentidos y a los niños recorrer otros caminos. Promover en

el aula el diálogo sobre temas que permitan a los niños incluir aspectos de su vida

personal pasibles de ser compartidos en grupo, tiene un sentido revalorizador de sus

experiencias al darles la oportunidad de comunicarlas a los otros, y forma parte de

estrategias más amplias de reforzamiento de la autoestima.

Nos preguntamos también: ¿qué pasa con el resto del grupo? Laura y Martina son las

que más se hacen notar porque se agreden, pero además hay un grupo de varones

que no realiza la actividad propuesta y Mónica también está preocupada por ello.

Propuso que cada uno de los alumnos realizara un trabajo individual para evitar que

algunos no trabajen y para mantener más disciplinado al grupo. Pero ahora no está tan

5

segura de haber obtenido buenos resultados. Hay chicos que siguen sin trabajar y, en

cuanto al orden, no le convence. Sucede que algunos cursos se dispersan y no realizan

las actividades que ella propone. A veces piensa que los chicos de hoy no se interesan

por nada, pero también se pregunta si los entiende y de qué otros modos podría

trabajar con ellos.

Mónica siente que tiene recursos personales y profesionales que no está

aprovechando. Siempre fue un poco temerosa de los cambios. Va aun más lejos y se

cuestiona. Imaginemos… Recuerda un breve curso de capacitación que hizo sobre el

rol docente y se anima a la exploración sobre si misma. “¿Qué me pasó? ¿Por qué

acudí desesperada a la directora?” Está segura de que tenía que intervenir poniendo

un freno a la agresión, de eso no le cabe ninguna duda. Valora su intervención

disuasiva y contenedora en el aula. ¿Qué fue a buscar a la dirección? Seguramente

apoyo. Sabe que lo necesita, aunque en general trata de arreglarse sola. Como es

profesora de las “materias especiales” tiene horas en distintos cursos y escuelas y no

termina de integrarse al grupo docente; también siente que le falta tiempo. Piensa en

las chicas, en el grupo, en ella y en la institución. No es que no haya pensado en el

tema, pero hoy lo hace desde otro lugar interior. Se escucha a sí misma, como

pensando en voz alta. Recuerda: “rivalidad fraterna”. Tuvo Psicología Evolutiva en el

profesorado. También tiene hermanos menores. Piensa en Laura y Martina de otra

manera. Posiblemente no les sea fácil hablar de esa cuestión o no tengan muchas

oportunidades de hacerlo. ¿Cómo serán sus familias? Se siente receptiva ante esos

problemas.

Quizá podría promover una conversación en el grupo sobre el tema de los

hermanos/as. Es un tema que seguramente convocaría la atención de todos y no sólo

les vendría bien a Laura y Martina, que de ese modo compartirían su situación

emocional con sus compañeros/as a través de las palabras. También podría revisar la

consigna de trabajo, no sólo lo que están realizando, sino la metodología. Piensa en

animarse a darles más participación a los chicos y en enfocar de otra manera el trabajo

en los grupos.

A Mónica le hace bien pensar todo esto. Descubre que se siente más segura y con

ganas de animarse a emprender otras estrategias. Siente también ganas de acercarse

6

a una compañera con quien se ha dado una gran afinidad para conversar sobre temas

del trabajo en el aula. ¿Podrá encontrar ese tiempo?

Dos modalidades de repensar la intervención A través del recorrido hecho en este relato nos interesa trabajar sobre dos cuestiones.

La primera se refiere a la subjetividad del docente. Proponemos un estilo de reflexión

sobre la posición personal del docente en su práctica, basada en una suerte de

“metodología de la interrogación” con el fin de ampliar el campo del registro 1 y de las

posibles respuestas2 de cada docente a partir de un involucramiento que ponga en

movimiento todo su bagaje personal y profesional. Es lo que hace Mónica cuando

empieza a formularse preguntas, ampliando así su campo subjetivo.3

La segunda se refiere a la noción de factores de riesgo y factores protectores. Esta

herramienta conceptual puede ordenar la selección e implementación de estrategias

basadas en el paradigma de la promoción de la salud, que nos permite ir un paso más

allá de la prevención de los riesgos, si bien ambos son complementarios.

Se considera factor de riesgo a cualquier característica o cualidad de una persona,

comunidad o entorno que puede estar asociada a una elevada probabilidad de dañar la

salud.

La importancia de identificar los factores de riesgo, relacionados en este caso con la

problemática específica de la violencia en la escuela, radica en su función orientadora;

se pueden convertir en el punto de partida o núcleo de las estrategias y acciones de

prevención.

Los factores protectores serían los aspectos de la comunidad y del entorno y las

competencias de las personas que favorecen el desarrollo integral de sujetos o grupos

y pueden, en muchos casos, ayudar a transitar circunstancias desfavorables.

Así como los factores de riesgo se refieren a las vulnerabilidades, los protectores se

refieren a las fortalezas.

1 Nos referimos tanto a la percepción fina de los acontecimientos que ocurren en la vida escolar como al reconocimiento de la afectación personal a causa de esos hechos. 2 Nos referimos al potencial de recursos de los que el docente dispone para su práctica y que muchas veces permanece aletargado por la mecanización en el ejercicio del rol.3 Con esta expresión hacemos referencia a las experiencias vividas, en tanto dejan un registro de pensamientos y sentimientos que amplían y enriquecen las prácticas

7

Resulta útil clasificar estos factores en personales, grupales, institucionales y

socioculturales, pues de eso modo es posible identificar vulnerabilidades y realizar

acciones para desarrollar fortalezas en los distintos niveles.

Mencionamos a continuación algunos factores de riesgo para las situaciones de

violencia en la escuela en cada uno de los niveles:

1) Personal: pensamiento autocentrado y omnipotente, dificultad para reconocer los

propios estados afectivos y comunicarlos, escasa tolerancia a la frustración.

2) Grupal: la marginación, los roles fijos, el anonimato.

3) Institucional: la falta de un posicionamiento claro en el lugar de la ley, la ausencia de

una ilusión4 de la que puedan participar los distintos actores de la institución, la

indiferencia ante conflictos de menor escala.

4) Sociocultural: necesidades básicas insatisfechas, prejuicios, ideales elitistas y

sobrevaloración de la inmediatez.

Entre los factores protectores mencionamos en cada nivel:

1) Personal: la autoestima, las habilidades para la comunicación, la valoración positiva

de las diferencias, el humor, la esperanza.

2) Grupal: los vínculos confiables, las oportunidades para interactuar entre

compañeros, el intercambio y la flexibilidad en los roles.

3) Institucional: liderazgo democrático, espacios para la reflexión y el intercambio,

prácticas autogestivas, redes.

4) Sociocultural: las representaciones acordes con los Derechos Humanos.

En la situación de Laura y Martina, Mónica trabaja los siguientes factores protectores

de orden personal:

el reconocimiento y la comunicación de las emociones

la valoración de las situaciones de vida de los alumnos

la capacidad para la empatía entre los compañeros.

4 Utilizamos aquí la palabra “ilusión” no en el sentido de fantasía, sino de un proyecto común, una visión compartida que implica, además, una fuerte visualización de la posibilidad de cambio.

8

Cuando se trabaja con este enfoque, se reafirman las subjetividades de los alumnos,

se preserva la originalidad y la autonomía de cada niño, niña o joven. Lo contrario del

anonimato.

Por otra parte, el coordinador docente puede trabajar en el aula como si se vinculara

con una suma de individualidades o, por el contrario, aprovechar las riquezas de un

grupo. Mónica trabaja factores protectores grupales cuando utiliza estrategias que

incrementarán las interacciones entre los compañeros y favorecerán el intercambio de

experiencias. Quizá contribuya a la rotación de los liderazgos y del centro de atención

en el grupo, atenuando también las ansias de exclusividad de los niños y niñas en

relación con el docente.

Volvamos ahora al resto de las situaciones.

El relato que llamamos “Torneo intercolegial” nos permite reflexionar sobre el ejercicio

de la autoridad y sus mensajes, los sistemas de convivencia, las normas y las

sanciones. Coexisten en esa institución modos diferentes de gestionar la convivencia:

un modelo participativo y deliberativo y otro autoritario y verticalista. Conviven también

dos modelos de abordar los problemas de disciplina. Uno de tipo punitivo y otro

reparatorio. Para unos, los “culpables” deben pagar por su falta. Para otros, los

“responsables” deben hacerse cargo de las acciones dañosas, cumplir la sanción

prevista por el reglamento de convivencia para esos actos, y consensuar con las

autoridades y la comunidad educativa opciones de reparación. Está presente la idea de

sanción como diferente de la de castigo.5

De cristalizarse la forma autoritaria de resolución de conflictos, basada en la toma de

decisiones sin consulta, es probable que las situaciones de malestar se reiteren.

El episodio de la destrucción de instalaciones sanitarias nos permite suponer una

dificultad en cuanto a sentir la escuela como un lugar propio. Este sentimiento podría

estar en la base de las conductas de descuido y destrucción de aquello que, siendo de

todos, no es reconocido como propio. También es posible que remita a formas de

rebeldía que, al no expresarse verbalmente, asumen otras manifestaciones.6

5 La sanción por lo general está tipificada en un reglamento aceptado por todos, y relacionada con la gravedad de la falta. El castigo, en cambio, suele depender más de la percepción de los hechos de quien lo aplica. Tiene un grado de arbitrariedad mayor, y es más susceptible de ser considerado injusto o abusivo. 6 Éstas son sólo algunas de las posibles interpretaciones.

9

Nos parece importante destacar que la violencia no es, por lo general, sólo una

descarga impulsiva o un acto incomprensible, y que si bien en un primer momento

podemos sorprendernos y no encontrarle sentido, en una segunda lectura tal vez

hallemos caminos de explicación. A esto nos referimos cuando sostenemos que los

episodios violentos pueden ser leídos como mensajes por interpretar.

También podríamos preguntarnos: ¿qué peso puede estar teniendo la historia del

grupo en la determinación tomada por el director?

La valoración que se haga de un grupo, cuando ésta asume características negativas,

se constituye en factor de riesgo. Suele ocurrir que los grupos más desvalorizados

tiendan a ser los más problemáticos en cuestiones de violencia. Algunos autores han

descripto un efecto de la “profecía autocumplida”. Se refieren a un mecanismo por el

cual la imagen o expectativa negativa que se tiene de una persona o grupo incide en su

conducta futura. Podríamos pensar entonces que el grupo de 9° 3ª, está entrampado

en un rótulo que lo define como difícil. Algunos docentes dicen: “Ese grupo siempre

trajo problemas”. Puede ser, podría apostarse a un trabajo específico con esos

alumnos que abra nuevas posibilidades.

La historia denominada “Los nuevos compañeros” presenta un caso de maltrato entre

pares.

Comencemos por analizar los elementos implicados en el problema para pensar luego

algunas vías de intervención.

Lo primero que llama la atención es la acción por omisión: no se percibe intervención

de los docentes; por ejemplo, frente al episodio de las burlas mientras toman lista. La

dificultad para advertir en estos episodios señales de futuras situaciones de violencia

puede estar relacionada con la naturalización de hechos de este tipo. Tal vez los

adultos que escuchan las burlas como si se tratara de una música de fondo –a

semejanza de aquellos que ven las peleas en los recreos como “cosas de chicos” o no

reaccionan ante el aislamiento de ciertos alumnos– estén otorgando a esos hechos la

categoría de inevitables. En este sentido hablamos de naturalización. “Aquello que

siempre pasó y continuará pasando”, sin posibilidad de hacer demasiado al respecto.

En cuanto a los chicos, la idea de pedir ayuda al adulto estaría dificultada por la

creencia de que la solidaridad entre compañeros implica un pacto de silencio. Estas

representaciones constituyen un factor de riesgo sociocultural instalado no sólo en las

10

culturas juveniles sino también entre los adultos, quienes rechazan aquellas conductas

pasibles de ser homologadas a una delación.

En las burlas a los jóvenes bolivianos hay una actitud discriminatoria, y por lo tanto

identificamos en ellas un factor de riesgo de tipo sociocultural.

¿Cómo podríamos pensar un trabajo sobre los distintos componentes de esta situación

recurriendo a la noción de factores protectores?

¿Cómo fomentar vínculos que se sustenten en el respeto por las diferencias, y más

aún, en la valoración positiva de las mismas? Una cuestión fundamental es pensar que

la posición de “diferentes” es siempre relativa. En este sentido, la antropología ha

contribuido a la identificación del “otro cultural”, entendido generalmente como quien

porta una cultura diferente, por provenir de distintos países, como en el caso de los

chicos de esta historia. Pero este concepto es, en cierta medida, restringido; los “otros”

pueden ser también los hombres para las mujeres o los niños para los adultos, y así

podríamos seguir identificando diferencias. Entre los “otros” y “nosotros” encontraremos

siempre puntos de cercanía y de distancia. En la situación que analizamos, los chicos

nuevos bolivianos encarnarían el prototipo de las diferencias, pero sin duda el resto del

grupo no es homogéneo. Una clase supone el encuentro cotidiano de personas

diferentes, con historias de vida distintas y con deseos e intereses que también pueden

variar. Los adolescentes suelen diferenciarse entre ellos por cuestiones diversas. La

pertenencia a un grupo escolar permite el aprendizaje y la práctica del respeto a los

otros y la valoración positiva de las diferencias.

Algunas estrategias: promover empatía, reconocerse distintos pero cercanosLos sentimientos de los jóvenes, como la rebeldía ante la injusticia y la necesidad de

hacer valer sus derechos frente a las violencias sociales ejercidas sobre ellos, pueden

ser un punto de partida para trabajar la integración. Probablemente todos se hayan

sentido discriminados en alguna oportunidad (por ejemplo, la prohibición de ingreso en

los boliches bailables). La posibilidad de compartir esas situaciones, y la conexión con

el malestar que éstas producen, suelen promover mayor empatía en el grupo. La

empatía es un factor protector que, en este caso, puede promover el respecto basado

en el encuentro, logrado a partir de la identificación con los sentimientos de los otros, al

ser vividos también como propios. En el ejemplo propuesto, sería dable trabajar en

11

torno a sentimientos y reivindicaciones comunes, en el marco de la defensa de

intereses y derechos, sin negar por ello aquellas cuestiones que distinguen a los

jóvenes. Todos deben reclamar seguridad y cuidado en los lugares de diversión,

aunque algunos prefieran la cumbia y otros el rock, por ejemplo.

La discriminación basada en prejuicios de orden sociocultural es sólo uno de los

factores intervinientes en relación con los rechazos y/o agresiones en un grupo. El

acontecer grupal puede dar lugar a situaciones de exclusión y maltrato que tienen su

origen en otros factores, y creemos que es posible un trabajo del docente para mejorar

las relaciones en los grupos. En la situación que analizamos, se necesita una

intervención que proteja a los chicos más perjudicados basada en el respeto por los

otros y en el cumplimiento de las normas.

Promover la integración y la pertenencia al grupoCuando el docente trabaja en pro de la socialización, está atento a los procesos

vinculados con la pertenencia a un grupo. Para algunos jóvenes, la vida en el grupo es

“casi natural” y se mueven sin mayores dificultades, mientras que para otros requiere

más esfuerzo. En ocasiones, diversos factores de orden personal, grupal o cultural

dificultan la integración de los chicos, y el docente puede intervenir utilizando

estrategias grupales que promuevan la inclusión, tales como generar oportunidades

para la interacción y el intercambio en torno al aprendizaje de contenidos, la resolución

de problemas e incluso el intercambio de vivencias.

El trabajo grupal como herramienta didáctica también puede utilizarse para lograr

mayor integración y pertenencia entre los integrantes de un grupo. En este caso, las

propuestas que impliquen la realización de tareas en las cuales se necesite el trabajo

de cada uno para alcanzar los objetivos propuestos y en las que cada chico pueda

participar desde sus habilidades o preferencias, contribuirán a mejorar la cohesión.

Las tareas grupales ofrecen oportunidades para evaluar los resultados obtenidos y la

dinámica grupal. La puesta en común, y sobre todo la conversación, pueden dar lugar a

que todos expresen cómo se sintieron durante el proceso.

El vínculo de confianza con el adulto: comprender en lugar de juzgar

12

Otro factor protector que es preciso estimular –una variable más personal relacionada

con la actitud del docente– es la construcción de un vínculo confiable entre docente y

alumno. ¿Cómo generar confianza y evitar, al mismo tiempo, el sentimiento de que al

acudir al adulto pueden estar “buchoneando”7 o empeorando la situación? ¿Cómo

estimular, a partir de ese vínculo, la iniciativa de las chicas en cuanto a buscar ayuda?

En ocasiones, los jóvenes ven en las formas violentas de resolver tensiones un código

alternativo a las palabras. Es importante no dejarse llevar por el rechazo o la

intolerancia que dichas conductas suelen provocar, pues esto podría acarrear la

perdida de confianza en los docentes y la posibilidad de continuar siendo interlocutores

válidos para los alumnos. Quizás una actitud de escucha y contención produzca más

acercamiento que el discurso moralizante y permita al adulto desplegar estrategias de

protección y cuidado hacia las niñas, niños y jóvenes frente a los distintos riesgos a los

que se hallan expuestos. En este caso hay un riesgo de que (se intensifique) el clima

de violencia entre compañeros, con el consiguiente daño.

La situación “Piedras contra la escuela” nos permite reflexionar sobre los factores

socioculturales y sobre factores de índole institucional, especialmente la vinculación de

la escuela con el “afuera”. No resulta fácil comprender de inmediato por qué alguien

puede atacar la escuela a la que concurre (como en la historia del torneo intercolegial).

Hemos intentado construir algunas hipótesis que podrían darles un sentido a esas

acciones Mucho más sencillo resulta alcanzar una comprensión espontánea e

inmediata de la violencia ejercida contra la escuela por parte de aquellos que se

sienten excluidos y que han sido expulsados por su condición de vulnerabilidad. 8 Lo

difícil aquí radica en pensar qué hacer en estas circunstancias. Ante estas agresiones

cobran especial relevancia las estrategias institucionales de apertura de la escuela a la

comunidad, que permitirían otro tipo de relación entre la escuela y su contexto. Ensayar

estrategias de puertas abiertas hacia la comunidad con proyectos que tiendan puentes

hacia los jóvenes del barrio que no están cursando la escolaridad sistemática, puede

ser una de ellas. Cuando una comunidad llega a sentir a la escuela como un espacio

7 Expresión popular que significa “delatar”.8 En “Infancia y poder punitivo –artículo publicado por UNICEF en Derechos universales, realidades particulares–, Raúl Zaffaroni plantea que los procesos de selectividad y marginación de las personas según criterios de vulnerabilidad social, empiezan tempranamente también en las instituciones escolares. Las vivencias de exclusión se corresponden entonces con procesos sociales de expulsión; el “afuera” de las escuelas se correlaciona muchas veces con el “adentro” de las instituciones de control social y de control social punitivo (las comisarías, los institutos de menores por ejemplo).

13

público que los alberga de algún modo, disminuyen los actos violentos (por ejemplo,

robos, daño de las instalaciones, etc.) de la comunidad contra la escuela.

Finalmente, el relato “Armas en la escuela” nos conmueve especialmente, pues nos

enfrenta a una situación extrema en la que se hace presente la asociación armas-

muerte. En esta escuela, situada en un contexto de pobreza, encontramos factores de

riesgo de orden sociocultural –exclusión social, vulnerabilidad– de difícil abordaje

desde la institución escolar. Es necesario pensar estrategias para afrontar estas

situaciones que parecen exceder la tarea específica de la escuela, pero que no pueden

ignorarse, pues en estos escenarios adversos es donde muchos docentes llevan

adelante su tarea. En este sentido, investigadoras argentinas han hablado de la

“escuela que opera en situación”.9 Frente al “así no se puede enseñar”, legítimo

comentario que expresa en qué medida los docentes se sienten sobrepasados por

condiciones de enseñanza para las cuales no cuentan con herramientas eficaces, es

necesario inventar recursos que puedan transformar esa aseveración en la pregunta

“¿cómo enseñar en este contexto?”.

Comenzar a pensar en cómo abordar este problema, nos posiciona directamente en el

plano de los factores protectores de tipo institucional: la gestión escolar que apela a las

reuniones de docentes con el propósito de buscar soluciones creativas a las realidades

previstas e imprevistas del cotidiano escolar han permitido la construcción de recursos

inéditos, en los cuales el aspecto no negociable lo constituye la prohibición del ingreso

de armas. Cuando ocurren episodios graves debido al uso de un arma en la escuela,

surgen debates acerca de la mejor manera de instrumentar la prohibición. La

posibilidad de poner un detector de metales a la entrada de los establecimientos de

enseñanza10 o la implementación de un “armero”,11 son algunas de las propuestas

barajadas por algunas instituciones. Cualquier medida concreta que impida el acceso

de armas a las escuelas requiere el acompañamiento de estrategias centradas en el

debate directo y participativo sobre la problemática, involucrando a todos los sectores

de la comunidad educativa. Los acuerdos a los que se arriba a través de medios

9 Esta idea aparece planteada en: Silvia Duschatsky y Cristina Corea, Chicos en banda. Los caminos de la subjetividad en el declive de las instituciones, Buenos Aires Paidós, 2002.10 A veces se trata de comunidades que han ido “armándose” por diferentes motivos (respuesta defensiva a la actualmente famosa “inseguridad”, enfrentamientos entre bandas, entre otros). 11 Espacio o recipiente (baúl, placard, cajón, etc.) en el cual los chicos dejan el arma al entrar a la escuela y la recogen al retirarse. Se ha implementado en escuelas en contextos donde se ha instalado un uso extendido del portar armas, incluso en los jóvenes.

14

participativos tienen más incidencia en la subjetividad de los jóvenes que la sola

prohibición impersonal, puesta en práctica, por ejemplo, mediante un simple detector

de metales.

En lugar de ser una medida tomada por las autoridades del establecimiento, se

convierte en una visión compartida. Implica re-conocer las leyes que regulan la

convivencia y re-asumir responsabilidades. El contacto con las familias permite,

además, trabajar la cuestión de la prohibición del acceso a las armas por parte de los

menores.

Se trataría de estrategias emparentadas con las políticas de “reducción del daño” que

se emplean en algunos lugares para el problema de las adicciones. Son formas de dar

respuesta a realidades complejas, a problemáticas serias para las cuales no hay

respuestas totales. Suponen aceptar los límites de las intervenciones sin por ello caer

en descreimiento, pesimismo, desesperación o indiferencia. En todo caso, serían

medidas alternativas a las empleadas desde políticas denominadas de “tolerancia

cero”, que contemplan directamente la expulsión de los niños, niñas y jóvenes que

llevan armas a la escuela.12

A modo de conclusión

A través de estos relatos hemos intentado reflexionar sobre la construcción de un

posicionamiento posible frente al problema de la violencia.

Creemos oportuno recuperar una frase de Edgar Morin: “ Hay dos vías para enfrentar

la incertidumbre que comporta la acción; la primera es la plena conciencia de la

apuesta que conlleva la decisión; la segunda, el recurso de la estrategia”.13

En las situaciones que hemos analizado, la incertidumbre remite a la complejidad de

esta temática, que confronta a quienes ejercen la tarea docente con problemas para los

cuales no parecen existir soluciones típicas. La estrategia, en tanto supone la elección

de una forma de actuar frente a estos problemas, pone en juego la apuesta. Se elige

siempre un camino entre otros posibles.

12 Ley de las Escuelas de Pensilvania, Estados Unidos. Informe preparado por: Education Law Center (Rev. 5/04)13 Edgar Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, París, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 1999.

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Pero el sentido de considerar la estrategia como un recurso, da cuenta de la posibilidad

de actuar recurriendo a un bagaje de herramientas individuales, grupales e

institucionales y a una opción consciente por estilos de intervención sustentados en el

compromiso personal y en la mirada atenta al acontecer grupal.

Bibliografía

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