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LES CHEMINS DU TEXTE I c j n (Teresa García-Sabell, Dolores Olivares, Annick Boiléve-Guerlet, Manuel García, eds.), 1998, pp. 549-560 ^^^ Berta PICO (Universidad de La Laguna) Viaje de Eustache de la Fosse a la costa occidental de África, a Portugal y a España. La lengua del manuscrito 493 de la Biblioteca Municipal de Valenciennes En mayo de 1479 el comerciante flamenco Eustache de la Fosse, natu- ral de Tournai, embarcó en el puerto de La Esclusa con dirección a España; per- maneció varios meses en Burgos cumpliendo encargos de su patrón, estuvo en Toledo y en Córdoba, y finalmente fue a Sevilla a recoger las mercancías que debía llevar consigo para comerciar en la Mina de Oro. A principios de octubre emprendió desde Cádiz su viaje comercial intérlope a las costas del golfo de Guinea, en donde los europeos obtenían oro y, sobre todo, la grana del paraíso o malagueta, además de traficar con esclavos. Apenas comenzadas las transac- ciones con los indígenas, la carabela «La Mondadina», fletada en España, es ata- cada y confiscada por los portugueses, y Eustache y sus compañeros son hechos prisioneros, permaneciendo en las costas de África al servicio de sus captores (uno de ellos era el célebre capitán Diogo Cao). Conducidos meses después a Portugal, son condenados a muerte, pero logran evadirse y entrar en territorio español. Tras una serie de peripecias dignas de una novela picaresca, Eustache termina su azaroso recorrido yendo en peregrinación a Nuestra Señora de Guadalupe y a Santiago de Compostela. Finalmente emprende el regreso a Flandes embarcando en el puerto de La Coruña a principios de febrero de 1481. Este es, a grandes rasgos, el resumen de la relación del viaje hecha por el propio Eustache de la Fosse, que comprende dos partes bien diferenciadas, de similar extensión, una situada en las costas de África y otra en la península ibérica, con notables diferencias de ritmo narrativo, destacando la segunda por su singular viveza. Para comprender los hechos relatados se hace necesario un breve inci- so de carácter histórico. La expansión portuguesa hacia África, tras el hito del paso del Cabo Bojador en 1434, tuvo un espectacular desarrollo a lo largo del siglo XV, especialmente a partir del contrato de 1469 entre el rey Alfonso V y el comerciante lisboeta Fernáo Gomes, que concedía a éste el monopolio del co- mercio africano a cambio de 200.000 reales al año, de la promesa de descubrir 100 leguas de costa anuales y de vender a la corona todo el marfil recogido. El contrato fue prorrogado en 1473, y en 1474 se publicó una ordenanza real por la que se declaraba reos de muerte, con confiscación de bienes, a quienes navega- sen y comerciasen en esas costas recién descubiertas. A estas penas las bulas

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LES CHEMINS DU TEXTE I c j n (Teresa García-Sabell, Dolores Olivares, Annick Boiléve-Guerlet, Manuel García, eds.), 1998, pp. 549-560 ^ ^ ^

Berta PICO (Universidad de La Laguna)

Viaje de Eustache de la Fosse a la costa occidental de África, a Portugal y a España. La lengua del manuscrito 493 de la

Biblioteca Municipal de Valenciennes

En mayo de 1479 el comerciante flamenco Eustache de la Fosse, natu-ral de Tournai, embarcó en el puerto de La Esclusa con dirección a España; per-maneció varios meses en Burgos cumpliendo encargos de su patrón, estuvo en Toledo y en Córdoba, y finalmente fue a Sevilla a recoger las mercancías que debía llevar consigo para comerciar en la Mina de Oro. A principios de octubre emprendió desde Cádiz su viaje comercial intérlope a las costas del golfo de Guinea, en donde los europeos obtenían oro y, sobre todo, la grana del paraíso o malagueta, además de traficar con esclavos. Apenas comenzadas las transac-ciones con los indígenas, la carabela «La Mondadina», fletada en España, es ata-cada y confiscada por los portugueses, y Eustache y sus compañeros son hechos prisioneros, permaneciendo en las costas de África al servicio de sus captores (uno de ellos era el célebre capitán Diogo Cao). Conducidos meses después a Portugal, son condenados a muerte, pero logran evadirse y entrar en territorio español. Tras una serie de peripecias dignas de una novela picaresca, Eustache termina su azaroso recorrido yendo en peregrinación a Nuestra Señora de Guadalupe y a Santiago de Compostela. Finalmente emprende el regreso a Flandes embarcando en el puerto de La Coruña a principios de febrero de 1481. Este es, a grandes rasgos, el resumen de la relación del viaje hecha por el propio Eustache de la Fosse, que comprende dos partes bien diferenciadas, de similar extensión, una situada en las costas de África y otra en la península ibérica, con notables diferencias de ritmo narrativo, destacando la segunda por su singular viveza.

Para comprender los hechos relatados se hace necesario un breve inci-so de carácter histórico. La expansión portuguesa hacia África, tras el hito del paso del Cabo Bojador en 1434, tuvo un espectacular desarrollo a lo largo del siglo XV, especialmente a partir del contrato de 1469 entre el rey Alfonso V y el comerciante lisboeta Fernáo Gomes, que concedía a éste el monopolio del co-mercio africano a cambio de 200.000 reales al año, de la promesa de descubrir 100 leguas de costa anuales y de vender a la corona todo el marfil recogido. El contrato fue prorrogado en 1473, y en 1474 se publicó una ordenanza real por la que se declaraba reos de muerte, con confiscación de bienes, a quienes navega-sen y comerciasen en esas costas recién descubiertas. A estas penas las bulas

pontificias añadían la excomunión. Sin embargo, tal monopolio distaba de ser reconocido por los demás países europeos, y en especial por España, en pugna con Portugal tras la crisis sucesoria abierta a la muerte de Enrique IV de Castilla, que enfrentó hasta 1478 al rey de Portugal y a Isabel, esposa de Fernando de Aragón. En 1478 unas letras patentes de los reyes de España, fechadas en Sevilla el 4 de marzo de ese año, autorizaban a los marinos de Palos a comerciar libre-mente con la Mina de Oro, lo que constituía una agresión a Portugal. Finalmen-te, en septiembre de 1479 el Tratado de Alcagovas-Toledo reconoce en su art. VIII

el señorío portugués de las tierras descubiertas o por descubrir entre el cabo Noun y la India, a excepción de las Canarias. La fecha en la que nuestro comer-ciante flamenco salió de España rumbo a la Mina de Oro —octubre de ese año 1479— no era, ciertamente, muy oportuna.

El relato del viaje de Eustache de la Fosse está contenido en un único manuscrito que se conserva en la Biblioteca Municipal de Valenciennes, ocu-pando poco más de cuarenta páginas (ms. 493, folios 446 a 467 recto y verso) en una copia realizada en 1548, tal como recoge el colofón (Escript le 29e de mars anno 1548), en el que figura la divisa de Luis de la Fontaine —«Riens ne soit trop de la Fontaine»—, a quien pertenecieron otros tres manuscritos conservados en la mis-ma biblioteca, uno de los cuales relata un viaje a Jerusalén realizado por Pierre de Boucq, ciudadano de Valenciennes, y los otros dos contienen una historia de Valenciennes cuyo autor es el propio Luis de la Fontaine, señor de Salmonsart. De este Luis de la Fontaine, llamado Wicart, se sabe que nació en Valenciennes en 1522, y que murió en Lieja en 1587. Debió de recibir una buena educación y poseer una cierta cultura, a juzgar por los restos de su biblioteca. Perteneció al grupo de los notables de su ciudad natal y en una fecha sin determinar realizó un viaje a Palestina y fue admitido como caballero de la Orden del Santo Sepulcro.

El hecho de que Eustache de la Fosse peregrinase al monasterio de Guadalupe y a la tumba del Apóstol Santiago salvó, sin duda, del olvido su via-je, pues el manuscrito 493 recoge asimismo una peregrinación a Jerusalén del co-merciante de Valenciennes Jean de Tournai (folios 1 a 315), y las diversas pere-grinaciones de Georges Lengherand, consejero del duque de Borgoña Philippe le Beau —a Roma, Jerusalén, el Sinaí, Nuestra Señora de Loreto y San Bernar-do— (folios 317 a 445), todas ellas realizadas hacia la misma época que el viaje de Eustache, y conservadas en copias coetáneas.

La fecha en la que fue concluida la copia, 29 de marzo de 1548, es, evi-dentemente, posterior a la de la redacción de Eustache de la Fosse. En cuanto a esta última, R. Foulché-Delbosc, que publicó el texto a finales del siglo pasado, dice que Eustache «n'en écrivit le récit qu'une quarantaine d'années plus tard» (1897: 174), y con idénticos términos se expresa R. Mauny: «il n'écrivit son récit que 40 ans plus tard» (1949:181), con lo que la redacción de los hechos aconteci-dos entre 1479 y 1481 se habría realizado hacia 1520; los autores citados se basan sobre todo en las alusiones del texto a la versión francesa del Mundus Novus de

Amerigo Vespucci, que fue publicada por vez primera en París en 1515, a la que remite al hablar de las Canarias:

Et y a plusieurs ilsles audict Cañare, que vous // trou-verez au libvre imprimé nommé le Nouveau Monde et navigations faictes par Emeric Vespuce, Florentyn, et le trouverez audict libvre au chapitre 7e, feuillet 4*. Et y sont 10 isles (f° 447 v°, 448 r°).

Sin embargo los estudiosos más recientes (P. Russel, 1976: 214-215; D. Escudier, 1992: 90-95) consideran que tales alusiones son, sin duda, interpola-ciones debidas al mismo Luis de la Fontaine, a quien atribuyen la copia, y que posiblemente el texto haya conocido dos fases de redacción, una en el primer tri-mestre de 1481, inmediatamente después del regreso de Eustache —ya que sin duda éste tendría que justificar ante su patrón la pérdida del barco y las mer-cancías—, y otra fase final transcurridos unos doce años, pues en una digresión sobre las «islas encantadas» en tiempo de la dominación musulmana de España se menciona la conquista de Granada por los Reyes Católicos:

...en naviguant vismes plusieurs oyseaux voller, et disoient noz maronniers que // ces oyseaulx estoient les isles enchantees, lesquelles isles ne s'apparoissent point, ad cause que ung evesque de Portugal, avec toutz ceulx quy l'avoient voulu sievir.sy saulverent...Et lors ledict evesque, quy estoit grand elere s^avant l'art de nigromance, encanta lesdictes isles, et que jamais ne s'apparoistroient a personne tant que touttes les Espaignes reseroient remises a nostre bonne foy catholique (f454 r°- 455 v°) ... la Grenade n'estoit point tottallement cristienne, car il restoit que la cité n'estoit pas encores cristienne, et l'enchantement estoit qu'il dureroit tant que touttes les Espaignes seroient cristiennes...Et depuis que la cité fut conqui-se, on y va tout a volonté ausdictes isles enchantees et sans aulcun dangier, et par avant on les avoit jamays sceu veoir ne trouver (P 455 v°).

Por otra parte, de las palabras de Eustache se deduce que era un hom-bre experimentado y ya no muy joven cuando tiene lugar el viaje: había cumpli-do con anterioridad otras misiones comerciales con escala en España, y en Gua-dalupe o en Toledo se dirige a la posada en la que dice j'avois acoustumé de loger les aultresfois paravant; asimismo, al ser apresado, se incluye entre les principaulx retenidos por los portugueses; los comisarios del rey portugués le preguntan si había sido ordenado pource qu'ilz avoient pergupt ma coronne sur ma teste en les salluant. Con estos y otros indicios se podría concluir que existían pocas posibili-dades de que pusiese por escrito su experiencia cuarenta años más tarde; si a ello añadimos que el ritmo narrativo y la viveza del relato de las peripecias acaeci-das durante la fuga dan pruebas de tal lozanía e inmediatez de los recuerdos que

difícilmente podrían ser producto de una escritura tras varios decenios, todo apunta a, al menos, una primera fase de redacción próxima a los hechos.

Se trataría, por consiguiente, de un texto redactado a finales del siglo xv y conservado en una copia de mediados del siglo xvi. Estamos, pues, ante un documento que podemos incluir sin mucho riesgo de inexactitud en el período conocido bajo la etiqueta de «francés medio», cuyas características más destaca-das exponemos a continuación.

1. Ortografía Es este, sin duda, uno de los aspectos más llamativos de los textos de

la época. Sabido es que la grafía del francés antiguo era esencialmente «pour l'o-reille», ya que la cultura era predominantemente oral, mientras que durante el período del francés medio, en que se constituye una cultura esencialmente escri-ta, la grafía se hace más «pour l'ceil». Con la multiplicación de los escritos y de los escribas, el modo de transcripción de los sonidos se diversifica grandemen-te, y está en gran parte regido por los usos de los escribanos judiciales, conoce-dores del latín, que, tanto por la idea que tienen del papel de la escritura como testimonio del origen latino de la lengua francesa cuanto por un deseo de hacer más legible el escrito, introducirán una serie de grafemas o «letras quiescentes», no pronunciadas, con la doble misión de recordar la etimología y de funcionar como signos diacríticos en casos ambiguos. La ortografía del francés medio va presentando las características dominantes en el siglo xvi, y nuestro texto cons-tituye un buen ejemplo de los hábitos gráficos consolidados a mediados de ese siglo.

Antes de describir los rasgos a nuestro juicio más destacados de su escritura, recordamos que se trata de un manuscrito, del que están ausentes los acentos y signos auxiliares, como la cedilla o el apóstrofo, que comienzan a introducir los impresores hacia los años treinta. Geoffroy Tory es el primero en hacer notar la necesidad del uso de los acentos, la cedilla y el apóstrofo en su Champfleury, en 1529, que pone en práctica en su Briefue Doctrine en 1533, y hacia 1530 también Robert Estienne empieza a utilizar los acentos agudo y grave en su taller de imprenta, aunque la obra que parece haber sido preponderante en la difusión de los acentos y signos auxiliares es el tratado De la ponctuation de la lan-gue frangoyse. Plus les accents d'ycelle, que publica en 1540 Etienne Dolet. Pero los intentos de fijar una ortografía habían de derivar en una larga querella, en la que estarán comprometidos gramáticos e impresores, y, de momento, nuestro ma-nuscrito, como los demás, está al margen de las innovaciones y continúa la tradi-ción gráfica anterior.

1.1. Vocalismo La grafía de [oe], vocal labializada producto de la diptongación de /o/

abierta y cerrada, tenía una distribución gráfica en francés antiguo bastante clara: transcrita como ue para el resultado de /o/ abierta, con la variante ce, y

como eu para el resultado de /o/ cerrrada. La situación se hace confusa en fran-cés medio, y así lo atestigua nuestro texto, en el que para el resultado de /o/ abierta alternan eu, ue, ce, o: treuvent, feuillet, vueillant, oefz, foeille, iosne.

El cierre de la /o/ tónica trabada y de la /o/ átona inicial en [u] se en-cuentra bien representado por la grafía ou, aunque no faltan testimonios de la grafía o, como copz, tormente, voet...

Debido a la pérdida de las consonantes intervocálicas, los hiatos eran abundantes en francés antiguo, y la vocal átona, e central en la mayor parte de los casos, tenderá a debilitarse hasta desaparecer de la pronunciación hacia los siglos XIII y xiv, siendo una de las características del francés medio la reducción de los hiatos. Sin embargo, la grafía de los textos presenta un aspecto conserva-dor, como prueban los ejemplos apperceumes, apperceut (si bien en estas dos pala-bras se justifica el mantenimiento de e por la ausencia de cedilla, para pronun-ciar la fricativa dental /s/ ante [y]), meures, meut, meuz, peuz, seurete, veoir, veu, veue...

Quizás el mantenimiento gráfico del signo -z, que en francés antiguo representaba a la africada dental sorda [ts], después de su reducción a [s] en francés medio tuviese un carácter diacrítico en la desinencia verbal de segunda persona de plural, para anotar la pronunciación de /e/ cerrada, como en aviez, estiez, savez, soyez, troverez, voulez... Pero lo cierto es que en la inmensa mayoría de los casos está siendo un simple sustituto gráfico de la -s: blancz, corpz, crudz, enffantz, marchantz, noz, sainctz, toutz...

Dado que los acentos están ausentes de nuestro manuscrito, apunta-mos la posibilidad de que la -t, que se encuentra ampliamente representada en los participios pasados masculinos de los verbos de infinitivo en -er, pueda obe-decer más a una función diacrítica para marcar el cierre de la /e/ que a un sim-ple deseo de ornamento etimológico (salvo que sea un rasgo picardo, que man-tiene más tiempo la -t que en francés, pero curiosamente en el texto se mantiene sólo en los participios), así: accordet, chergiet, commenchiet, couchet, envoiet, exami-net, expiret, preparet, voet..., aunque es cierto que también la registramos en algu-nos participios de otras conjugaciones, si bien con muy poca frecuencia, como en meut o perchut.

La h inicial es una marca diacrítica cuando la palabra comienza por u-, como huict, y la introducción de una h intervocálica se justifica para indicar la pronunciación de hiato en sehuc, pero no hay razón fonética alguna para la introducción de una h en alenthour, donde la [t] es oclusiva.

Un caso aparte es el de la y, una de las grafías más representativas y frecuentes de la época. Por una parte, tiene una función clara de marca diacríti-ca sustituyendo a i cuando se encuentra en contigüidad de m, n o u, como reco-mendaba el autor de la Orthographia gallica antes de 1377 por mor de la legibili-dad («Quandoque i stat inmediate ante vel post m, n vel u, potest mutari in y ut legibilior sit vel stare in sua natura»; apud Marchello-Nizia, 1979: 93). Así encon-tramos y en las secuencias in, ni, im, mi, como en fyn, butyn, matyn, sarrazyns,

dymence, mys, parmy, demy, y sobre todo en la secuencia ui: cestuy, icelluy, luy, ouyr, puys, quy; de esta última se extendió a otros diptongos y en el texto figuran indistintamente ai-ay, oi-oy; con la segunda tenemos, por ejemplo, ay, allay, ayde, aymant, arrivay, laysse, mayson, pays, trouvay..., avoys, genevoys, moy, portugaloys, roy, troys, etc. Pero también en numerosos casos se trata de un uso puramente ornamental, como en -dy de los días de la semana lundy, mardy, merquedy, sab-medy, dymence, o de midy.

1.2. Sobrecarga gráfica etimologizante Ya hemos señalado que uno de los hábitos de la época es la latinización

gráfica, con la introducción de letras que no responden a ningún fonema, sino a la etimología, la mayor parte de las veces acertada, pero en algunos casos erró-nea. Así se reintroduce la c que ya había evolucionado vocálicamente en el grupo ct; de la práctica totalidad de los casos, citaremos constrainctz, droicte, estroictes, faict, fruid, gecterent, gectasmes, iectames, nuict. A la misma intención responde el restablecimiento gráfico de b en absconsa, dessoubz, prebstre, soubz, o la p de achap-tames, compt, corpz, escripre, percupt, recupt, o las grafías aureilles, doigt. Es de des-tacar la preposición a anotada siempre ad en la locución ad cause, de elevada fre-cuencia en el texto, o en ad fyn.

Sin embargo la grafía cqu parece un típico caso de sobrecarga gráfica sin relación etimológica. Si en el adjetivo secque puede obedecer a un deseo de alinearlo con el masculino, la mayor parte de las veces parece injustificada: avecq, avecques, bancque, bancqueroute, communicquant, practicquasmes.

Finalmente, la conocida etimología errónea que hacía derivar savoir de scire, no de sapere, está muy bien representada en el texto, donde todas las ocu-rrencias de ese verbo corresponden a scavoir.

1.3. Signos diacríticos En muchas ocasiones la introducción de una serie de grafemas etimo-

lógicos también obedecía a la necesidad de precisar el valor de grafías ambiguas, y lo que se ha visto durante mucho tiempo como ornamento o recargamiento tenía, en realidad, una función diacrítica. Ya hemos dicho que el uso de y en las secuencias con n, m, u obedecía a esta razón, y lo mismo ocurre cuando hay que precisar el valor consonántico o vocálico del grafema u; a la indicación de su valor consonántico responden las grafías debuoir, libure (en que la b no es pleo-nástica), aduertir, aduancer. Para indicar el valor vocálico, y para evitar también la confusión con n, se reintroduce sistemáticamente la / anteconsonántica, que había vocalizado en [u] desde el siglo xi: anneaulx, aulcuns, aulne, aultre, aultres-fois, ceulx, doulces, eulx,fault, genoulx, hault, iceulx, joieulx, maulvais, pouldre, prin-cipaulx, saulver, etc.

De igual modo funcionan grafemas no etimológicos, como la -g en el artículo indefinido o en el numeral, siempre con la grafía ung, para deshacer la ambigüedad de las letras a trazos.

2. Morfosintaxis No se trata aquí, en modo alguno, de realizar una descripción exhaus-

tiva de la gramática del texto, sino de ir entresacando en este documento los ras-gos más peculiares del mismo y de la lengua a la que pertenece.

2.1. El grupo nominal y sus sustitutos Algunos sustantivos presentan en la época cierta oscilación respecto al

género. Por ejemplo, navire, que en el siglo xvi fluctúa entre masculino y feme-nino, debido a su pertenencia originaria al género neutro —de ahí un/une navire (<navilium, pl. navilia)—, y en nuestro texto se encuentra indefectiblemente como femenino, si bien su sustituto puede ser masculino (4 navires portugaloises [...], ilz). También carvelle presenta notables oscilaciones en cuanto al género, con frecuencia femenino (ma propre carvelle, Vune de noz carvelles...), pero también masculino (lesdicts carvelles), y al respecto es ilustrativo este fragmento, en que los sustitutos son todos masculinos: «nous percumes deux carivelles portuga-loises, lesc¡uelz incontinent, quandt ils nous eurent perchutz, ilz se ioingderent pres Yung de l'aultre». E incluso hay vacilación en el género de port: «il y a deux portz, [...], dont la premiere a en nom Chama».

Existen asimismo fluctuaciones con la forma del adjetivo grant, epice-no en francés antiguo, que progresivamente fue adoptando la forma analógica grande para el femenino.Como en casi todos los textos de la época, en este coe-xisten las dos formas de femenino, y observamos que grant sólo aparece en fun-ción de epíteto antepuesto, mientras grande asume tanto esa función como la de atributo pospuesto, así «estions grant gens», «i'avois si tresgrand soif», «grand tormente» / «la tormente fut sy grande». No es posible, sin embargo, tratar de establecer una distribución válida, dado que en el texto se observa con una fre-cuencia muy elevada la falta de concordancia en género y número del adjetivo con el sustantivo, y lo mismo ocurre con los participios.

Pasando a los determinantes, reseñamos la pervivencia de la forma de plural unes para determinar un todo formado por un conjunto de unidades, como es el típico caso de unez lettres, heredero del lat. litterce, para 'una misiva', 'una carta'.

Es destacable el uso —o, mejor, el abuso— que hace el redactor del texto del determinante compuesto de dict, en masculino o femenino, alternando el artículo, el posesivo o la preposición; son abundantísimas las formas ledict, la-dicte, lesdicts, lesdictes, dudict, desdicts, ausdictes, mondict, nosdictes, sadicte, sesdic-tes, leursdictes, susdict..., etc., cuyo empleo en francés medio era bastante usual, quizás debido a la influencia de los escribanos judiciales.

Entre los demostrativos predominan en función adjetiva los de la segunda serie, a menudo con i- protética: «parmy icelle coste de la graine», «navi-guant en icelluy quartier», «tout icelluy jour», junto a los que se encuentra iceulx: «de ceulx Mores», «pour iceulx esclaves»..., a la vez que también está representa-da la tercera serie ce-ces, que en plural masculino anula la distinción de las dos

primeras series y se extiende al femenino: «ce bon tampz», «ce paige», «ces deux hommes», «ces femmes»...

Entre las formas particulares del pronombre personal cabe destacar la persistencia en el siglo xvi de un uso heredado del francés antiguo, el empleo re-gular de las formas predicativas o tónicas ante el infinitivo o la forma nominal en -ant: «furent constrainctz eulx en aller», «furent constrainctz eulx fortifier», «pour eulx y curer», «pour moy reposer», «pour moy faire», «pour moy porter», «que luy pleust... moy loger», «moy estant la», «moy communicquant», etc.

El pronombre personal complemento de imperativo todavía se puede encontrar en esta época con la forma no predicativa átona precediendo al verbo, como en «pour Dieu aydes le et le racoustrez», construcción posible cuando van dos verbos coordinados y la modalidad imperativa está suficientemente indica-da por el primero.

En los casos de pluralidad de pronombres personales complementos, cuando el complemento indirecto es de Ia o 2a persona y el directo de 3a, toda-vía se encuentra este último en primer lugar, como en francés antiguo, alternan-do con la construcción actual: «Le cheval [...] ie le vous donne», «la recouvrerent et la nous ramenerent», junto a «ie vous le livreray», «mon pere me /'avoit faict apprendre». Asimismo está atestiguada la reducción por haplología de le lui a lui, frecuente en francés antiguo, pero ya poco usual: «il me demanda mon man-teau [...] et ie luy donnay».

De entre los indefinidos es reseñable el valor positivo de aulcuns («aul-cuns de noz maronniers», «aulcuns de noz gens», «aulcunesíois»), así como la posibilidad de que reciba el artículo definido, lo que limita su indeterminación: «les aulcuns me paioient, les aultres non».

Respecto a los pronombres y adjetivos relativos, dado que el manus-crito presenta normalmente abreviadas las formas qui y que, destacamos sola-mente la proliferación de todas las formas de lequel que, por su claridad al variar en género y número y por la posibilidad de recibir todo tipo de preposiciones, conoció un gran auge durante el francés medio. También hemos de mencionar los valores de dont, temporal por ejemplo en «la propre nuict dont ilz me trou-verent», «la propre mantinee dont nous estions escapez», y que todavía en esta época, como en francés antiguo, continúa sirviendo para marcar el origen, en frases interrogativas o no: «je demanday dont venoit ce bon rys», «me deman-derent dont j'estois», «le port dont nous estions partis».

2.2. El verbo En la morfología verbal una de las características del francés medio es

la reducción de las alternancias de radicales en el presente de indicativo, tan fre-cuentes en francés antiguo, unificándose las bases generalmente a partir del vocalismo no tónico. Sin embargo, tal unificación dista de estar generalizada, y prueba de ello es que en nuestro texto todavía está presente la alternancia en un verbo usual como trouver: treuve-trouvons-treuvent.

También el francés medio procede a la racionalización de marcas desi-nenciales, y en la primera persona de los imperfectos y condicionales se elimina la -e y se extiende progresivamente la -s; pero, si bien abundan las formas de este tipo, como avois, debuois, disois, estois, regardois, scavois..., aún se encuentran las antiguas desinencias: cheminoie, entendoie, reposoye, penssoye, esperoye...; los pocos condicionales que presenta el texto están alineados con la nueva desinencia: par-tirois, troverois, polrois. Las desinencias de 4a y 5a personas de este tiempo se encuentran regularmente como -ions, -iez (avions-aviez, estions-estiez, voullions-voulliez), pero en la 4a persona aparece también con notable frecuencia la desi-nencia dialectal picarda en -iemes (venientes), o en -iesmes (mangiesmes, rencon-triesmes, revendiesmes, trouviesmes).

El tiempo verbal más utilizado en el texto para el relato del pasado es el perfecto. La oscilación gráfica de marcas más llamativa se produce en la 4a

persona, coexistiendo, por ejemplo, las variantes arrivasmes-arrivames, partismes-partimes, o prinsmes-prenismes.

Atendiendo a los modos no personales, es conocida la dificultad para distinguir el participio de presente y el gerundio, ya que en principio en francés antiguo el primero se caracterizaba por su variabilidad, pero las confusiones eran extremadamente frecuentes y todavía perduraban en el siglo xvi. Sin embargo, aquí nuestro texto es bastante regular y el participio suele variar (por ejemplo, moy estant, nous estans, les marchantz demeurans); e incluso la observa-ción que hará más tarde Vaugelas, resaltando el carácter caprichoso de la marca del gerundio, al indicar que «les gérondifs ont une marque qu'ils prennent devant eux quand ils veulent qui est en [...] et le plus souvent ils ne la prennent point» no se adecúa aquí, pues en la inmensa mayoría de los casos se encuentra el gerundio precedido de en.

Lo que parece totalmente aleatorio es la concordancia entre el partici-pio pasado construido con avoir y el objeto directo. Se ha establecido que la con-cordancia del participio pasado obedece a reglas de posición del auxiliar y el complemento, siendo en principio obligatoria en el orden avoir + c.d. + p.p., y en el orden c.d. + avoir + p.p., y no produciéndose la concordancia en el orden avoir + p.p. + c.d. (R. Martin, M. Wilmet, 1980: 221). Los ejemplos que siguen son ilus-trativos de que tales reglas están ausentes de la gramática del texto: «une des femmes mores que nous avions achapté», «quelles chozes sesdictes navires avoient ramené», «la carvielle que nous avions affreté», «la marchandise qu'il nous avoient pillez», «lesquelles avoient vendus la pluspart de leurs esclaves».

Para finalizar este apartado, es destacable el empleo de construcciones de participio absoluto: «Et, eulx retournez, ne la trouverent point».

2.3. Adverbios Aparte de la persistencia de adverbios con -s analógica, del tipo en-

cores, jusques o premiers, del desarrollo de los adverbios en -ment, o del significa-do peculiar de adverbios como ce pendant, con sentido temporal y no adversati-

vo, lo único que queremos destacar concierne a los adverbios de intensidad. En el texto ya no existen trazas de moni, y un rasgo frecuente es que el epíteto vaya precedido de dos adverbios, y que la grafía una tres al adjetivo, con lo que apa-rece como un prefijo, siendo muy peculiares expresiones como «un vent si tresimpetueux», «une tormente si treshorrible», «i'avois si tresgrand soif».

3. Picardismos El manuscrito es francamente francés, y apenas si presenta algún que

otro rasgo picardo. En fonética es característica la pronunciación [ts] como resultado de la

evolución de lat. ke-, ki-, kj-, tj-, frente al francés [s]; así están representadas las formas ambrascher, ambraschade, che, commenchier, fachon, merchy, remerchioye, per-chumes,etc. Asimismo es propia del picardo la ausencia de palatalización de lat. ka- (en francés [ts] > [5]), como, por ejemplo, en cappitre, encanta, escapez; a esa ausencia de palatalización podrían también deberse las grafías dimence o francés.

En cuanto a las particularidades morfológicas, los pocos rasgos picar-dos que merecen ser reseñados son algunos escasos ejemplos de determinante singular femenino le: le nuict, le voile, y en las formas verbales destaca la desi-nencia de primera persona de plural de los imperfectos (en francés -iens, -ions), que aparece con cierta frecuencia como -iesmes —no iemes, que sería la forma picarda— donde quizás la s se deba a un cruce con la desinencia de la misma persona de los perfectos; con esta desinencia encontramos mengiesmes, rencon-triesmes, revendiesmes, trouviesmes.

4. Léxico En este último apartado, como en los precedentes, sólo mencionare-

mos aquello que consideramos destacable. El autor del texto es un comerciante y navegante, por lo que el vocabulario en su conjunto no presenta un predomi-nio de los latinismos tan peculiares de los textos cultos del francés medio y rena-centista, pero tampoco presenta vulgarismos notorios. Sí es de destacar la intro-ducción de términos de reciente incorporación a la lengua francesa; limitándo-nos a los que están documentados a partir de la segunda mitad del siglo xv, podemos mencionar italianismos como bancqueroute o pillotte, lusismos como carvelle, o el uso del latinismo quasy, muy raro anteriormente.

Pero más que por el léxico francés el texto de Eustache de la Fosse tiene un excepcional interés documental porque recoge términos de la costa del golfo de Guinea. Así, cuando introduce los términos mandingas manse y caremanse explica «qui sont le roy et viceroy», o cuando menciona la almadye da una amplia descripción de la embarcación y del modo de navegar en ella:

qui sont petittes barques longues et estroictes bien faictes et bien tenneue faictes tout d'une piece aigue deuant et deriere, et s'y vont en chacune trois per-

sonnes ou quattre au plus, et y sont a genoulx, et ont en leurs mains chacun vng bastón long d'une aulne et au bout une asselette longue ou quarré (f° 449, r°-v°).

Pero lo que, sin duda, confiere un valor muy especial a este texto es que incluye un pequeño esbozo de manual de conversación, al estilo de las «ma-nieres de langage» para uso de comerciantes. El texto de Eustache de la Fosse es una de las primeras relaciones francesas de un viaje a las costas de África occi-dental, y el pequeño léxico franco-guineano que resgistra es, a nuestro conoci-miento, el primero en su género. A diferencia de las crónicas y cartas de relación de los viajes al Nuevo Mundo, en las que se consigna la presencia del intérprete (lengua, lenguaraz, ladino, faraute, guía, etc.), aquí nada se dice de su existencia y Eustache pasa directamente a transcribir y traducir los términos. Por su indu-dable interés reproducimos el fragmento:

En ce pays la les marchantz s'appellent berenbues, Por s'appelle chócqua, l'eaue s'appelle enchou, vous soyez les bien venus l'on dict berre bere, et le ¡eu d'amours on y dict chocque chocque, barbero c'est ung enffant, baa c'est blanc, barbero baa c'est vng blanc enffant, toille c'est fouffe, coucque roucq c'est ung poullet, coucque roucoucq agnio ce sont oefz, bora c'est vng anneau a bouter au bras de letton, dede c'est bon, fanionna c'est mauluais, etc. (f° 550 r).

Lamentablemente el etc. que cierra la breve relación parece indicar que o bien Eustache o bien el copista no vieron muy bien qué sentido podía tener continuar el registro de los términos y expresiones de la costa africana y su equi-valencia en francés, dejando así truncado un importante documento en la histo-ria de la francofonía.

Referencias bibliográficas

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Voyage d'Eustache Delafosse sur la cote de Guinée, au Portugal & en Espagne (1479-1481). Transcription du manuscrit de Valenciennes, traduction & présenta-tion par Denis Escudier. París, Éds. Chandeigne, 1992.