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    Durante la campaa poltica del ao 2000, George W. Bush hizo nfasis en lanecesidad que tienen los Estados Unidos de actuar con mayor humildad enasuntos de poltica exterior. El gobernador de Texas advirti que los EstadosUnidos, en su papel de lder mundial, deba usar su poder sabiamente. La arro-gancia por parte de este pas podra provocar resentimiento, o peor an, des-precio. Carga un garrote sola decir Teddy Roosevelt pero camina con pru-dencia.

    Pocos meses pueden significar una gran diferencia. En tan slo un pocoms de cinco meses en el poder, Bush ha logrado provocar la hostilidad de granparte del resto del mundo. Su constante bsqueda de la defensa con misiles,su rechazo abierto hacia el protocolo de Kyoto sobre el calentamiento globaly su posicin agresiva hacia China han producido consternacin en las capita-les extranjeras sobre lo que muchos perciben como un nuevo dogmatismoamericano.

    Esto se hace evidente, sobre todo, en la nueva perspectiva de Washingtoncon respecto a China. Incluso antes de que las relaciones entre ambos pasesse deterioraran debido al incidente con el avin espa norteamericano, en abril,los asesores en poltica exterior de Bush describan a China como un compe-tidor y un posible rival regional, consideraciones que contrastan significativa-mente con el enfoque de la administracin Clinton de un socio estratgico.En este contexto, se anunci que el Pentgono hara una revisin importante

    Bush, China ylos re p u b l i c a n o s

    Peter Trubowitz

    Traduccin del ingls: Rebeca Igarta.

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    de la estrategia militar norteamericana y que sta recomendara un gran cam-bio en la planeacin y en los recursos utilizados en el Pacfico con el fin de mi-nimizar el creciente poder militar chino.

    Es deseable pensar que la poltica dura de Bush hacia China se suavice conel tiempo. Algunos observadores opinan precisamente eso, recordando queBill Clinton tambin tuvo mano dura en sus primeros tratos con China. Argu-mentan tambin que la transicin del tejano a Washington se dio de maneraprecipitada debido al embrollo del recuento de votos en Florida, y que por ellomuchos puestos en el Departamento de Estado an no se han ocupado, inclu-so la posicin ms importante con respecto a China.

    Esta es tal vez una teora alentadora, pero tambin muy engaosa. La reali-dad es que el comportamiento hostil de Bush hacia China sirve a sus interesespolticos. De todas las crticas que las acciones de Bush han provocado, pocasprovienen de las filas de su partido. Si acaso, los republicanos se quejan en pri-vado de que la Casa Blanca no ha sido lo suficientemente dura con respecto aChina.

    Esto no es lealtad ciega de los republicanos hacia su nuevo lder. El hechoes que Bush ha sido cuidadoso en seguirle la lnea al partido en lo que al temade China se refiere, as como con la mayora de los asuntos de poltica exterior.La postura republicana consiste en fortalecer el poder de Estados Unidos yusarlo abiertamente para obtener fines globales autodefinidos.

    En la actualidad, la mayora de los republicanos favorecen la poltica exte-rior que busca promover la supremaca americana y la libertad de accin. Eu-ropa, que ha sido durante mucho tiempo una preocupacin importante paraWashington, ha perdido relevancia para los intereses de largo plazo del pasahora que la guerra fra ha terminado. Lo mismo sucede con muchos de losacuerdos institucionales y organismos producto de esa lucha de cincuenta aosa la que generaciones anteriores de republicanos apoyaron de manera asidua.Los republicanos de hoy le atribuyen a Asia y Latinoamrica un peso geopo-ltico considerablemente mayor y desconfan del tipo de diplomacia multilate-ral, tan popular entre los demcratas.

    Hay muchas razones para esto, pero una de ellas es bsica: la geografa elec-toral. El Partido Republicano, cuya fuerza alguna vez se concentr en el no-

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    reste liberal, ahora depende de las conservadoras regiones del sur y el oestemontaoso, lo que los estrategas del partido llaman la Gran L en el mapaelectoral de los Estados Unidos. Los votantes de estas regiones prefieren unapoltica exterior unilateral ms definida, que tenga el apoyo del poder military est libre de las trabas que la diplomacia multilateral ocasiona de manera ine-vitable. Consideran que una poltica exterior ms efectiva ms redituableproviene de una accin rpida y decisiva por parte de Estados Unidos.

    Esas inclinaciones unilaterales en el sur y oeste no son nuevas. Desde hacemucho ha figurado entre sus polticas un profundo escepticismo acerca de lasacciones hacia el extranjero, el derecho internacional y el gran gobierno (inter-nacional o nacional). As ha sido tambin el sentimiento por China, en especialen el oeste. Durante el inicio de la guerra fra, los Asia Firsters una coalicininfluyente de polticos, hombres de negocios y del clero tuvo sus races enesta seccin del pas. Militantes anticomunistas, los Asia Firsters lograronque Estados Unidos derrochara la ayuda militar en el rgimen de Kuomintangen Taiwn, se opusieron a la entrada de China a las Naciones Unidas y pidie-ron el uso de la fuerza militar en Corea y Vietnam.

    En los aos setenta, los Asia Firsters sufrieron una gran derrota cuandoR i c h a rd Nixon intent convertir a China en un aliado estratgico en la rivalidadamericano-sovitica y abrir el mercado del gigante asitico para las mercancasde Estados Unidos. Pero con el colapso del imperio sovitico, el sentimientoantichino en las filas republicanas ha motivado los deseos de venganza. La in-fluencia poltica cada vez mayor del oeste y el sur dentro del Partido Republi-cano se ha fortalecido. A pesar de que muchos continan considerando a Chinacomo un mercado a explotar, y por lo tanto se niegan a antagonizar con Beijingsobre temas de Lnea Roja, como Taiwn, la derecha republicana est unidaen: su rechazo hacia el enfoque de Clinton.

    Clinton crea que el creciente comercio lograra que el liderazgo chino sehiciera ms liberal localmente, y ms dcil internacionalmente. Pocos republi-canos comparten este enfoque. Su estrategia preferida es la que combina za-nahoria y palo: ms negocios e inversiones, adems de un aumento de la pre-sencia militar en Asia. Para que eso suceda, insisten los republicanos: debe dis-minuir la importancia de Europa para la planeacin estratgica de Estados

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    Unidos; es necesario expandir la capacidad del Pentgono para proyectar po-der en el extranjero; y debe establecerse una nueva arquitectura para la esta-bilidad estratgica es decir, la defensa con misiles.

    Todo esto requerira dinero federal, y mucho. Esto tambin est muy rela-cionado con la opinin de los republicanos, porque cualquier nuevo aumentoen los gastos del Pentgono en tecnologa sera un beneficio para los estadosdel sur y el oeste. Tambin es importante en el clculo republicano el hechode que tales estados han crecido con una gran dependencia comercial de Asiay Latinoamrica. Europa no carece de importancia para la mayora de los pol-ticos del sur y del oeste, pero lo que ocurre fuera de este continente parece serms sobresaliente y apremiante. Por ejemplo, no es de extraar que los repu-blicanos en el Congreso de Estados Unidos votaran en contra de la guerra enKosovo.

    Cualquier oportunidad que tenga Bush de ganar la reeleccin para la CasaBlanca en el ao 2004 depende en forma crucial de que mantenga el apoyoelectoral de esas regiones del pas. Los republicanos no pueden ganar honraday abiertamente si no controlan el sur y el oeste, experiencia aprendida de lahumillante derrota del mayor de los Bush en 1992, as como de la victoria delhijo por un corto margen en el Colegio Electoral en noviembre de 2000. Laagresividad intransigente de la administracin en lo que se refiere a China, ala defensa con misiles y a Kyoto, se debe en realidad a un juego con los gru-pos electorales del pas. Nadie debera sorprenderse si la Casa Blanca continacon el juego de la carta unilateral en donde y cuando pueda.

    Dnde y cundo es la frase operativa aqu, ya que Bush no tiene el con-trol total del poder. El problema no es slo que el Congreso est dividido equi-tativamente entre los dos partidos, con los demcratas en el control del Senadoa partir de junio de 2001. Las circunstancias que lo llevaron a la toma del po-der la forma en que se manejo el recuento de Florida, la dudosa decisin dela Suprema Corte de 5 a 4, el hecho de que haya perdido el voto popular sonan ms problemticas, por lo menos desde la perspectiva del futuro polticodel propio George W. Bush. Adems, permanece en duda su legitimidad.

    Esto limita el campo de accin de Bush para convencer a los republicanosduros. En este sentido es ilustrativo el incidente del avin espa en China en

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    la primavera del 2001. En este caso, el temor a un episodio de tensin polti-ca, parecido a la crisis de rehenes iranes, oblig a la Casa Blanca a descartarsus alardes anteriores y conformarse con una solucin negociada, que ni siquie-ra fue suficiente para los chinos de lnea dura.

    El presidente Bush tema perder la confianza pblica, por lo que puso enprctica lo que el candidato Bush haba aconsejado: moderacin. Sin embargo,el tono de sus declaraciones relacionadas con China se endureci de inmedia-to una vez que la tripulacin norteamericana estaba a salvo. Esto slo subrayaqu tan polticamente motivada est la poltica exterior de la administracin.Esta parece ser la regla de la Casa Blanca: cuando los riesgos polticos sonaceptables, prosigue de manera unilateral. Cuando no lo son, s pragmti-co. Aun Teddy Roosevelt, el icono republicano unilateral, estara avergonza-do de este obvio oportunismo.

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