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VALPARAÍSO PUERTO DE LIBERTAD

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VALPARAÍSOPUERTO DE LIBERTAD

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Valparaíso: puerto de libertad es un compendio de ensayos realizado para la inauguración de las oficinas FPP Valparaíso.

Las opiniones expresadas en el presente documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

Valparaíso, 15 de octubre de 2015.

Ilustraciones realizadas por el artista porteño Eduardo Carametro.

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« esta es la ciudad a través de la cual llegaron las grandes ideas, las grandes innovaciones, que permitieron que chile se modernizara. valparaíso ha sido una ciudad de comercio y emprendimiento, de arte y cultura, de grandes benefactores y filántropos. valparaíso siempre ha sido un puerto de libertad».

Roberto Ampuero. Senior Fellow, Fundación para el Progreso

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INTRODUCCIÓN

Valparaíso fue la ciudad chilena que experimentó mayor crecimiento du-rante el siglo XIX y eso no es casualidad. Su puerto, abierto al mundo, permitió una notable expansión urbana y un fuerte desarrollo del comer-cio y la cultura. Una apertura que convirtió a la ciudad en un lugar de vanguardia, símbolo de la modernización de un país naciente y el primer lugar en muchos logros de un incipiente progreso nacional. El primer dia-rio, el primer equipo de fútbol, el primer cuerpo de bomberos, la primera bolsa de valores, el primer colegio privado, el primer servicio telegráfico y alumbrado a gas, son récords evidentes de una ciudad que «deja hacer» y basa su actividad en la energía, impulso y diversidad de la sociedad civil. Valparaíso abraza en la esencia de su pasado el concepto de libertad. Este es el fundamento de la rica herencia patrimonial que —en el presente— convierte al puerto en Patrimonio de la Humanidad.

El progreso no llega ni se esfuma por azar. La prosperidad de un puerto siempre será directamente proporcional a su apertura. El valor de la inmi-gración, la libertad intelectual y de culto, una economía sin barreras, un clima de discusión crítica y la proactividad de una ciudadanía empode-rada que no espera que las soluciones lleguen desde el Estado —o desde Santiago—, logran que una comunidad consolide su desarrollo. El clima de libertad y una verdadera cultura del progreso, son los activos más im-portantes del tan admirado y nostálgico patrimonio porteño. Desde di-cha convicción, como fundación, hemos convertido a la V Región en el primer foco de influencia dentro de una estrategia de expansión regional del ideario liberal clásico. Con oficinas en el edificio patrimonial del Reloj Turri, ubicado en el corazón de la ciudad-puerto, estamos conscientes de la urgente necesidad de una descentralización que no solamente se enfo-que en la desconcentración de poder político o recursos económicos, sino que también en la propagación de conceptos, ideas y hábitos sociales de desarrollo integral.

El progreso es un tema cultural. La posibilidad de estar presentes en Val-paraíso, nos permite enfocarnos de manera especial en el arte y la cultura como medios fundamentales para desenvolvernos en la «batalla de las ideas». Esta es la esencia de nuestra primera oficina regional. El progreso es cultura, parte por una mentalidad y hoy, en un Chile que parece caer en tentadores eslóganes basados en ideologías trasnochadas, el aterrizaje

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cultural de la libertad es más importante —y urgente— que nunca. La necesidad de una sociedad libre no solo se entiende de manera racional, sino que también debe experimentarse a través de los sentidos. La liber-tad se debe oír, ver, tocar, se tiene que percibir en el olor del mar y se tiene que probar en el sabor de los frutos que la tierra produce al interior de la región. La Fundación para el Progreso en Valparaíso está muy lejos de ser una mera «sucursal» de Santiago, porque contamos con una identidad propia anclada en el valor patrimonial de la región y el puerto, capital cultural del país. De esta especial forma, tenemos la misión de contribuir al desarrollo de una sociedad libre, próspera y en paz; estando seguros de que el progreso que la región merece no solamente es parte de la nostal-gia de un pasado esplendoroso, sino que también pertenece a un futuro que, «desde el Turri», tiene un gran potencial de convertirse en presente.

Ricardo Neumann Gerente Regional

Fundación para el Progreso, Valparaíso

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LA BABILONIA DEL PACÍFICOEL VALOR DE LA INMIGRACIÓN PORTEÑA

Jorge Gómez ArismendiInvestigador, Fundación para el Progreso

Iglesia La MatrizCasi tan antigua como el puerto, se originó a partir de una pequeña capilla levantada en el año 1559.

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LA BABILONIA DEL PACÍFICOEL VALOR DE LA INMIGRACIÓN PORTEÑA

Jorge Gómez ArismendiInvestigador, Fundación para el Progreso

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«Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros».

Jorge Luis Borges, La biblioteca de Babel (1941)

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Durante muchos años se dijo que Chile era una nación isleña alejada del mundo, de las vanguardias, las innovaciones y el progreso. Su geografía única nos protegía y a la vez nos alejaba de los grandes acontecimien-tos mundiales, las ideas, inventos y cambios. Sin embargo, contrariando aquella percepción, Valparaíso —establecido como asentamiento en 1536 por Juan Saavedra en el llamado valle del Quintil— se fue desarrollando como un puerto abierto hacia la infinitud del océano Pacífico.

Valparaíso fue la ciudad chilena que experimentó mayor crecimiento durante el siglo XIX. Este se manifestó en el notable aumento de la po-blación, en la expansión urbana y en el fuerte desarrollo del comercio y la cultura. Dicha ciudad pasó a ser el símbolo del progreso y de la moder-nización nacional. Esa situación regularmente ha sido asociada a la aper-tura económica del Chile decimonónico, a la presencia de una importante colonia extranjera y a la poca significación que en ella tuvo la aristocracia tradicional del país. Lo cierto es que la sociedad porteña presentó algunas peculiaridades desde los albores de la etapa republicana que la distin-guían del resto de la población nacional.1

El puerto fue constituyéndose, a partir de 1830, como una entrada hacia el mundo: «Valparaíso fue fundado por Valdivia en 1543, pero solo en 1802 una real cédula la reconoció como ciudad, a partir de la relevancia obte-nida al recibir la producción del fértil valle de Aconcagua. Sin embargo, su consolidación como ciudad-puerto fue alcanzada durante la segunda década del 1800, con la instalación del comercio y de las transacciones in-glesas. A mediados de siglo, Valparaíso era el punto central del comercio».2 El carácter de ancladero, en contraste con el aislamiento anquilosado del valle santiaguino, hizo de Valparaíso un lugar abierto donde comenzaron a convivir —no sin tensiones— diversos conjuntos culturales, idiosincrá-ticos, idiomáticos y religiosos. La creciente actividad comercial portuaria, producto de la libertad de comercio establecida luego de la independen-cia, atraía a gentes de diversas latitudes del mundo y del propio Chile, en busca de un mejor destino o de aventuras.

1 René Millar Carvacho, «Aspectos de la religiosidad porteña. Valparaíso 1830–1930», Historia, núm. 33, 2000, p. 1.

2 Catalina Saldaña Lagos, «Estallidos provinciales. La tensa relación entre las provincias y el centro. Chile, 1830–1860», Universum 1, núm. 25, 2010, p. 178.

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«Familias chilenas se trasladaban al puerto tras el comercio, así como ex-tranjeros conectados con las casas comerciales de sus países de origen, inmigrantes pobres de todas partes del mundo».3 El puerto principal, con la aduana, fue por muchos años el punto al cual llegaban diversos viajeros, desde aventureros hasta disidentes de todo tipo, muchas veces pobres, pero con ideas e innovaciones variadas que contrastaban con la monotonía cultural del Chile interior. «El auge económico que se inició en el siglo XIX es clave para las rutas que comunican Europa con los paí-ses del Pacífico a través del cabo de Hornos y Valparaíso. La actividad mercantil atrajo comerciantes ingleses, franceses y alemanes, que deja-ron sus huellas en los estilos de los edificios en la zona del plan y cerros más próximos».4 El flujo constante de trotamundos y «patiperros» en el puerto no solo marcó una diferencia radical con la capital chilena en tér-minos urbanísticos y arquitectónicos sino también culturales, haciendo de Valparaíso un lugar de vanguardia en muchos sentidos durante varios años. Así, no solo se fundaron en 1827 el primer diario de habla hispana, El Mercurio de Valparaíso, y el primer equipo chileno de fútbol, Santiago Wanderers en 1892, sino que «comenzó a funcionar la primera bolsa de va-lores de Chile; el primer centro hospitalario (San Juan de Dios); el primer cementerio; el primer colegio católico privado de Latinoamérica (en 1837, el SSCC.); el primer cuerpo de bomberos (1851); la primera biblioteca públi-ca (Santiago Severín, en 1873); el primer alambrado a gas del continente; el primer servicio telegráfico de Sudamérica (1852); la primera asociación deportiva (Cricket Club, 1865)».5

Este ensayo pretende mostrar que bajo la influencia de diversos grupos de inmigrantes —británicos, alemanes, franceses, croatas e italianos— con sus diversas creencias, subjetividades y valores, Valparaíso se cons-tituyó como una sociedad abierta de avanzada y progreso, en medio de un Chile que aún no salía de los resabios tradicionales y uniformes del colonialismo español. En ese sentido, el puerto, a partir de su auge econó-mico basado en el libre comercio, jugó un rol importante en el desarrollo de una cultura profundamente emprendedora, republicana, democrática y tolerante en contraste con el conservadurismo autoritario de la capital,

3 María Ximena Urbina Carrasco, «Vendedores ambulantes, comerciantes de puestos, mendigos y otros tipos populares de Valparaíso en el siglo XIX», Archivum, núm. 4, (n. d.), p. 45.

4 Glenda Kapstein, «Ciudad Anfiteatro», ARQ, núm. 73, 2009, p. 24.

5 Luis Marambio Torres, «Valparaíso y Wanderers: Cosmopolitas y pioneros», 2010, p. 7.

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lo que resultó determinante para una rica asociatividad que fue funda-mental en el desarrollo de instituciones de la sociedad civil, que no solo se extendieron a todo el territorio chileno, sino que muchas de ellas per-duran hasta el día de hoy.

Valparaíso se va convirtiendo desde mediados del 1800 en una ciudad pionera, moderna y global, en aspectos urbanísticos, culturales, educacio-nales, deportivos y religiosos, por lo que «hacia 1830 y durante el dece-nio de Prieto, el sencillo caserío, con aspiraciones de ciudad, comenzó a transformarse gracias al auge mercantil y a la instauración de almacenes francos».6 El auge económico de la vida portuaria fue vertiginoso, en par-te porque «hasta mediados del siglo XIX, se tenía libertad para vender de todo, sin restricciones. El capital no se componía más que de un canasto y una suma mínima para comprar a los huasos que llegaban con sus recuas de mula o a los arrendatarios de puestos en las recovas, la mercancía para un día. Otras veces, se invertía en una vaca, para vender la leche fresca».7 La rápida expansión de la ciudad, no prevista por las autoridades polí-ticas de la época, fue fuente de estímulo no solo para la búsqueda de la prosperidad personal de miles de inmigrantes sino de la asociatividad y el surgimiento de diversas instancias donde la sociedad civil enfrentaba, de manera organizada, los crecientes desafíos de una urbe bullente con una creciente población, que comenzaba a asentarse en todos los espa-cios posibles en torno al puerto. «Esta explosiva ocupación hizo necesa-rio suministrar a la ciudad una serie de servicios demandados en forma creciente y que, en algunos casos, fueron adjudicados a particulares: tal es el caso del alumbrado público, el alcantarillado y el agua potable. De la misma manera, trajo consigo demandas naturales por ampliar y mejorar el servicio de transporte urbano».8 Valparaíso, gracias a su creciente signo cosmopolita, fue desarrollando diversos espacios públicos que le fueron dando el carácter de una ciudad moderna y sin duda única. Es durante este período de expansión que sus entornos se constituyen mirando al horizonte simbólico y concreto que implica el vasto océano, lo que marca la identidad poética de sus habitantes, en contraste con los habitantes de otras ciudades chilenas. En ese sentido, el porteño está siempre en un balcón hacia el mundo infinito.

6 María Teresa Figari Gávez, «El Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, de lo pragmático a lo valórico», Archivum III, núm. 4, 2002, p. 64.

7 Urbina, op. cit., p. 56

8 Montserrat Madariaga Caro (ed.), Valparaíso, capital cultural, 2010, p. 20.

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La arquitectura, reflejada en la colonización de los cerros y la innovación tecnológica, caracterizó a Valparaíso como la ciudad vertical o la ciudad de pie, como la describía Gabriela Mistral. El surgimiento, en medio de los cerros, de plazas, balcones y ascensores, también conocidos como ferro-carriles funiculares, es sin duda una característica única del desarrollo innovador del puerto, que se produce a la par con el auge de su actividad comercial y su pluralidad cultural, producto de la conjunción de una di-versidad infinita de personas. «Este desarrollo urbano refleja cómo Valpa-raíso llega a convertirse no solo en capital financiera y cultural del país, sino en uno de los puertos más importantes en la costa sur del Pacífico. En la segunda mitad del siglo XIX se observa cómo laderas, llanos y al-gunas quebradas reciben importantes volúmenes de población».9 En ese sentido, en torno a la pujante actividad económica de mediados del 1800, en Valparaíso se produce una gran interacción entre diversas labores y oficios, tanto de chilenos como extranjeros, en torno a la vida portuaria. «Los lancheros y cargadores tenían su propio espacio en el puerto, ba-jando a tierra las riquezas del norte y sur del país, y las importaciones extranjeras que llegaban en los barcos en tiempos en que toda la faena de carga y descarga, el abastecimiento de combustible, agua y provisiones, se hacía sobre sus espaldas».10 Contrario a lo que se presume, Valparaíso no era eminentemente inglés, pues, como plantea el escritor Jorge Edwards: «Tenemos tendencia a sostener, con orgullo algo absurdo, que el puerto es inglés, pero ocurre que es español, holandés, alemán, polaco, chileno. Sin esos pescadores chilenos, sin los enjambres de pájaros y de gente en las cocinerías de la caleta de San Pedro, sin las mujeres de la noche en las calles que rodean el edificio de la Aduana, ¿qué sería de Valparaíso, a dónde irían los de la canción?».11 Valparaíso, en el siglo XIX, es una ciudad tremendamente multicultural, llena de vida durante el día y las noches, con una rica cultura bohemia que se reúne en el Cinzano y el bar Liberty, fundados en 1896 y 1897, respectivamente.

Valparaíso es una ciudad que se conforma globalmente, donde «su impul-so como ciudad se debió, sobre todo, a la incorporación de importantes

9 Ibídem.

10 Urbina, op. cit., p. 46.

11 Jorge Edwards, «Iremos a Valparaíso», Letras Libres, 2003, p. 44.

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grupos de migrantes internos y extranjeros».12 A diferencia de otros cen-tros urbanos del país, «la estrechez espacial había obligado a los porteños a compartir la vida urbana del plan entre distintos estratos sociales, a di-ferencia de las otras ciudades chilenas».13 Eso marca su carácter multicul-tural y abierto que se expresa de manera temprana a través del desarrollo de una asociatividad diversa y prolífica, que se traduce en la existencia de una sociedad civil muy activa y tolerante en diversos ámbitos.

Tal como dijimos, la presencia de inmigrantes de diversos lugares del mundo durante el siglo XIX contribuyó a forjar el carácter de ciudad van-guardista de Valparaíso, generando una riqueza cultural incomparable en la vida portuaria. Durante ese período el puerto «se convirtió en el centro de mayor concentración demográfica de extranjeros dedicados al comer-cio»,14 por lo que la agitada vida del puerto contrastaba con el Chile pro-vinciano que yacía detrás de la cordillera de la costa en Santiago. En ese sentido «El puerto era una ciudad de contrastes: El campesino chileno, ataviado rústicamente, de ritmo, expresiones y comportamientos dife-rentes de los sectores populares ya establecidos, compartiendo la ciudad con comerciantes, empresarios y señoras de élite porteña, que paseaban por las calles con vestidos cada vez más lujosos y costumbres refinadas a la europea».15

La presencia de inmigrantes marcó un progreso distinto entre Valparaíso y Santiago durante el siglo XIX. Esto no solo se vio reflejado en el surgi-miento de instituciones claves de la sociedad civil, como los bomberos, sino que se expresó a través del desarrollo de una cultura democrática que fue esencial en el establecimiento de la libertad de culto y el posterior proceso de secularización en Chile. Desde Valparaíso, «los protestantes, directa e indirectamente, agitaron el debate nacional sobre la libertad de conciencia. En la década de 1850 fue este un tema de permanente con-troversia, sobre todo entre El Mercurio y la Revista Católica, pero en el

12 Adolfo de Nordenflycht, «Filantropía y anarquismo: Imaginario prometeico y espacios de representación de Valparaíso en Edwards Bello, Swinglehurst, Darío, V. D. Silva y González Vera», MERIDIONAL Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos, núm. 1, 2013, p. 57.

13 Urbina, op. cit., p. 55.

14 Cristián Guerra Rojas, «La música en los inicios de los cultos cristianos no católicos en Chi-le: El caso de la Union Church (Iglesia Unión) de Valparaíso, 1845–1890», Revista Musical Chilena 60, núm. 206, 2006, p. 52.

15 Urbina, op. cit., p. 57.

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que siempre estaban presentes los protestantes».16 Pese a las fuertes in-transigencias y obstáculos de los sectores católicos, tanto santiaguinos como porteños, no fue extraño que fuera en Valparaíso donde se cons-truyera «en abril de 1856, la primera capilla protestante edificada en la costa occidental de Latinoamérica, que debió cumplir ciertas condiciones para no trasgredir la ley: pandereta que la ocultara de la calle, ausencia de campanario».17 Los protestantes porteños habían asumido con entereza la defensa de la libertad de culto durante años frente a las resistencias católicas desde Santiago. «En la década de 1820, los extranjeros no cató-licos habían logrado hacer realidad el cementerio para disidentes; empe-ro, la práctica del culto protestante había encontrado serios obstáculos, porque la Constitución política prohibía su ejercicio público. De ahí que hubiesen tenido que limitarse a practicar la religión en privado».18 No obs-tante, a pesar de las cortapisas intolerantes, el puerto siguió siendo la ciu-dad de vanguardia en cuanto a la libertad de culto. En 1871, en Valparaíso, se produjo la primera investidura de un pastor protestante en la América hispana y también la del primer pastor protestante chileno: José Manuel Ibáñez Guzmán.

Los inmigrantes no solo promovían la libertad de culto, sino que fueron grandes impulsores de la asociatividad, una vida cívica activa y la coope-ración libre en ámbitos como la instrucción, la ayuda a los desvalidos, la educación de niños, mujeres y trabajadores. Pero, además, enfrentados a un flagelo que siempre ha aquejado al puerto —los incendios— los inmi-grantes fueron grandes impulsores de la conformación de los primeros cuerpos de bomberos. Cada colonia extranjera no solo trató de ejercer sus cultos religiosos mediante la construcción de iglesias protestantes, como la Saint Paul’s del año 1858, la Union Church de 1869 o la Capilla Evangéli-ca Luterana construida en 1898, sino que formaron los primeros cuerpos de bomberos, «los franceses, la quinta, en 1856; los italianos, la sexta, en 1858; y los españoles, la séptima, en 1893. Cada bomba tenía su propio uni-forme, lemas e himnos, como sucede hasta hoy, excepto que, incluso, los carros de agua tenían diferentes colores».19 En 1851, en Valparaíso, se for-ma una directiva para organizar un cuerpo de bomberos voluntarios, la cual estuvo conformada por «Guillermo Muller, don Otto Udhe, don Jorge

16 Millar, op. cit., p. 15.

17 Guerra, op. cit., p. 55.

18 Millar, op. cit., p. 2.

19 Madariaga, op. cit., p. 59.

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L. Hobson, don E. Mickle, don Juan Brown y don Martín Stevenson».20 A partir de esto se funda en junio de ese año el Cuerpo de Bomberos de Val-paraíso. El presidente Manuel Montt, haciendo notar la peculiaridad de la asociatividad porteña, diría: «Una manifestación más alta, si cabe, del espíritu de Valparaíso, son las diversas instituciones que se han creado y, entre ellas, debo una mención especial a las compañías de bomberos».21

Tal como explicábamos, esas diversas instituciones a las que aludía Mon-tt también tenían relación con la instrucción, el apoyo a los desvalidos y el desarrollo de prácticas deportivas. En todas ellas los inmigrantes fue-ron fundamentales. Bajo una clara influencia ilustrada, los protestantes fueron estableciendo redes de instrucción, como forma de salvaguardar la práctica de sus cultos y sus valores religiosos y civiles. «Los pedagogos de las escuelas protestantes fueron pioneros en la educación preescolar, enseñanza técnica, musical, deportiva y educación femenina, y difundie-ron el valor de la democracia como base del progreso económico y una cultura cívica indispensable para la cimentación nacional».22 En 1851, con-trariando el espíritu de la época, el pastor David Trumbull abrió una es-cuela femenina que, sin embargo, «provocó el recelo de la jerarquía católi-ca, la que emitió acusaciones de trasgresión del “orden y la moralidad”».23 En ese sentido, en relación con las fuertes tensiones entre protestantes y católicos, no es raro que, en 1850, Valparaíso fuera además el escenario propicio para el surgimiento de las primeras logias masónicas en Chile, como la L’Etoile du Pacifique fundada por inmigrantes franceses.

Ligada con el propósito de los inmigrantes protestantes de promover la instrucción como base del progreso, «el desarrollo de la cultura y de la educación era uno de los objetivos primordiales de la masonería, el cual prontamente trataron de impulsar favoreciendo diversas iniciativas en ese ámbito. Una de ellas fue la Sociedad de Instrucción Primaria de Valpa-raíso, que se constituyó en noviembre de 1868 y que pretendía fomentar la enseñanza básica en los sectores populares de la ciudad que no tenían acceso a ella».24 David Trumbull no solo se abocó a su tarea religiosa como pastor, fundando escuelas y un hogar para niños desamparados que pro-

20 Figari, op. cit., p. 69.

21 Ibídem, p. 70.

22 Guerra, op. cit., p. 69.

23 Ibídem, p. 61.

24 Millar, op. cit., p. 7.

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liferaban en el puerto, sino que «contribuyó a la fundación de las logias francesa (Estrella del Pacífico, 1850), anglosajona (Bethesda, 1850) y chile-na (Unión Fraternal, 1853), y sus actividades coincidieron con la agitación “girondina chilena” que fundó el Club de la Reforma (1849) y la Sociedad de la Igualdad (1850). A este tipo moderno de asociaciones podrían su-marse podrían sumarse las logias de temperancia y las organizaciones de jóvenes como la primera YMCA».25 En 1853 se constituyó la logia Unión Fraternal, a la cual pertenecerían el liberal chileno José Victorino Las-tarria y el liberal argentino Domingo Faustino Sarmiento. Una vez más, desde el puerto y bajo la influencia de los inmigrantes protestantes se generarían cambios culturales sustanciales, pues «a partir de Valparaíso, la masonería se extendió por el resto del país. A las ya mencionadas logias de Concepción y Copiapó, en 1864 se agrega la fundación en Santiago de la logia Justicia y Libertad, que, bajo los auspicios de la Gran Logia de Chile, fue la primera en establecerse en la capital, para lo cual contó con la par-ticipación de varios miembros de los talleres porteños».26

Demostrando una clara visión integral de la vida social, los inmigrantes también trajeron consigo la concepción del deporte y la vida al aire libre como una forma de fortalecer el espíritu humano. Con el auge del puerto comienzan a proliferar diversos clubes en torno a la práctica de diversos deportes, como «la cría y monta de caballos de carrera, la caza, el juego del lawn-tennis, el cricket y el foot-ball».27 En septiembre de 1864, repu-tados comerciantes ingleses del puerto realizan las primeras carreras de caballos.28 Miles de porteños —chilenos como extranjeros— comenzaron a asistir a estos eventos, lo que incentivó la formación del Valparaíso Spring Meeting. Fueron los inmigrantes ingleses los que trajeron a Chile el que ahora es considerado el deporte rey, el fútbol. «En julio de 1889, de-buta en la cancha del Sporting Club el Valparaíso Foot-Ball Club, primer equipo de fútbol de Chile, cuyos integrantes iniciales fueron todos britá-nicos».29 Rápidamente, los chilenos asimilaron el gusto por el balompié y comenzaron a practicarlo. Esto se tradujo en uno de los hechos más trascendentales ocurridos en Valparaíso, la fundación del ahora patrimo-nio intangible del puerto, el club Santiago Wanderers, el más antiguo de

25 Guerra, op. cit., p. 69.

26 Millar, op. cit., p.7.

27 Madariaga, op. cit., p. 53.

28 Ibídem.

29 Ibídem, p. 54.

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los equipos de fútbol de Chile. No fue raro que fuera en el puerto donde se fundara la «Foot-Ball Asociation of Chile (FAC), afiliada a la Asociación Inglesa y, tiempo después, a la FIFA».30

A MODO DE CONCLUSIÓN: EL VALOR DE LA DIVERSIDAD

Sin duda, como se puede apreciar en este breve ensayo, los inmigrantes, sobre todo los protestantes, abrieron espacios para la diversidad cultural, la asociatividad, el fomento de la instrucción, el libre flujo de ideas, la tole-rancia religiosa y el emprendimiento económico, haciendo de Valparaíso una ciudad claramente liberal durante el siglo XIX. Sin duda, existieron enormes desafíos de todo tipo durante ese período —como probablemen-te también existen hoy— que en muchos casos generaron problemas, pero que, sin embargo, fueron abordados por los propios habitantes de Valparaíso, sin importar sus orígenes o nacionalidades, sino su condición de porteños. En ese sentido, el espíritu que marcó la identidad liberal del Valparaíso del siglo XIX nos demuestra que es sobre la base de la liber-tad que la diversidad, el pluralismo, la tolerancia y la prosperidad surgen como esencia del apoyo mutuo, la solidaridad y las oportunidades.

Valparaíso y su rica historia nos deja una lección para aplicar en el pre-sente, no solo en el propio puerto sino en cualquier lugar del mundo: Es en las sociedades más abiertas, basadas en el respeto a las individualida-des, donde mejor afloran las máximas virtudes de los seres humanos. La promoción del pluralismo permite fortalecer el ejercicio de las libertades y con ello el enorme potencial de progreso que guarda la rica diversidad humana que está en cada uno de nosotros.

30 Ibídem.

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VALPARAÍSO, CALEIDOSCOPIO DE INICIATIVAS

SOCIALESDIVERSIDAD DE LA SOCIEDAD CIVIL PORTEÑA

Jean Masoliver AguirreInvestigador, Fundación para el Progreso

Iglesia Anglicana (St. Paul's Church)Templo anglicano ubicado en el Cerro Concepción, construído en 1858 (diseñado por el arquitecto inglés William Lloyd).

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VALPARAÍSO, CALEIDOSCOPIO DE INICIATIVAS

SOCIALESDIVERSIDAD DE LA SOCIEDAD CIVIL PORTEÑA

Jean Masoliver AguirreInvestigador, Fundación para el Progreso

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«—Se está incendiando la oficina de mi padre. ¡Corran! Él está adentro. En la ventana central del tercer piso...— No alcanzó a explicar más.

Stepton echó a correr por la avenida. La fir-ma comercial Caro y Pagani estaba cerca de la aduana, por el lado de línea férrea. Dos minutos no habrían transcurrido cuando so-naron las campanas. Como enorme tablero de magia, la ciudad entró en movimiento. El estrépito de los percherones de la tercera, de la inglesa, de la italiana y la francesa, hizo temblar los adoquines. El paseo de la plaza se desbarató, y ya todo el puerto no fue sino un solo pensamiento: el incendio. Enjambres de chiquillos seguían detrás de los bomberos o empujaban los gallos, gozosos, en la ansie-dad de no perder detalle de la fiesta porteña. Hombres maduros, jóvenes, bursátiles, pelu-queros, libreros, pasaban quitándose las cha-quetas, o enrollando en sus cuellos las toallas que sus esposas les pasaron a la carrera, jun-to con la llave y las piolas. La frondosa nube de humo espeso, congestionada y roja en su centro, subía por el cielo para alborozo y pas-mo de los flamígeros porteños. Por fin llega-mos a la hoguera».

Joaquín Edwards Bello, Valparaíso, ciudad del viento (1931)

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UN PEQUEÑO PREÁMBULO

Como la cita señalada, Valparaíso es un puerto multiforme, caleidoscópi-co, plural en su ciudadanía, de ideas, de artistas, de una plétora de inicia-tivas, todas caóticas, todas explosivas en sus intenciones. Es una ciudad bohemia, cosmopolita, agitada. Por eso, desde su fundación en el siglo XVI, ha sido fundamentalmente la actividad societal la que ha dado for-ma al puerto, ha otorgado vitalidad y ha configurado persistentemente para entrar en contacto con la naturaleza que le rodea. La sociedad civil no hubiera podido impactar de esta manera el suelo que pisa y el mar que la abraza si no hubiese sido por su intensa voluntad y profundo interés por la libertad. La premisa es que en la sociedad civil porteña ha estado el principal motor de desarrollo de la ciudad.

Durante el siglo XIX especialmente, la expresión societal del puerto tomó forma más intensa. El Mercurio de Valparaíso se asentó, los médicos hi-gienistas irrumpieron, la construcción de obras sanitarias emanó de los propios empresarios de la zona, el comercio extranjero dotó de energía las iniciativas individuales, etc. Valparaíso fue configurado —y sigue siéndo-lo— por la actividad de la sociedad civil. Por eso mismo, cada porteño de-bería estar orgulloso de habitar una tierra siempre sedienta de libertad.

A continuación presentaremos de forma sucinta algunos casos de inicia-tivas ciudadanas-empresariales que dieron forma a la actividad social y, fundamentalmente, a la configuración física del puerto de Valparaíso. La tesis de fondo es que el puerto principal del país no es un lugar cuya ciuda-danía mora dormida o es una rémora de las actividades que ocurren más allá de la costa, sino que siempre ha sido una sociedad boyante, dispuesta a hacer frente a las problemáticas que surgen en su propio territorio.

1. LOS MÉDICOS HIGIENISTAS, EL ALCANTARILLADO Y EL ALUMBRADO

El siglo XIX fue una época de ebullición para la iniciativa individual. Las diversas sociedades occidentales se estaban viendo influenciadas por una nueva forma de relatar su propio presente, pasado y futuro en forma de utopías. La irrupción del socialismo utópico colaboró intensamente con la activación de diversas iniciativas sociales que buscaban impactar

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a la sociedad solucionando problemáticas materiales. Este también fue el caso de Valparaíso y la irrupción de los médicos higienistas.1

El pensamiento higienista consiste en la idea de que el medioambiente y las condiciones de la ciudad tienen influencia sobre la salud de las perso-nas, especialmente en la aparición de enfermedades. Así, los higienistas promueven la idea de una ciudad mejor cuidada, más limpia y más orde-nada. El problema es que eso lo propugnaron desde la perspectiva de un Estado ordenador. No obstante, a pesar de esta idea, el higienismo provo-có un fuerte impacto en la manera en que la sociedad civil se relacionaba con la ciudad. Inspirados en este movimiento, empresarios y activistas ciudadanos promovieron una ciudad con mejores condiciones de salubri-dad para sus conciudadanos.

Una prueba de lo anteriormente señalado es la implementación en 1850 del primer servicio de agua por cañería en Valparaíso, cuyos trabajos co-menzaron en la quebrada de San Agustín, «construyendo allí una capta-ción y un estanque, y tendió cañerías de fierro fundido por La Planchada (actual calle Serrano), y por San Juan de Dios (Condell) hasta la calle del circo (Edwards)».2 Este proyecto fue emprendido por William Wheelwri-ght, comerciante estadounidense que estando luego de un naufragio en estado de indigencia, llega a Valparaíso como sobrecargo de un navío y prospera por su habilidad para comerciar.

La tesis principal del movimiento higienista es que la insalubridad pro-duce enfermedades y que es la pobreza la que la provoca. Ellos llamaron a las autoridades a realizar obras de infraestructura, especialmente mata-deros, cementerios, el mencionado alcantarillado y hospitales. Asimismo, apoyaron el surgimiento de una policía sanitaria que hiciera frente al «de-lito del contagio». A fines del siglo XIX, «se comienza a acuñar el término de “policía sanitaria” en el marco de una serie de regulaciones sanitarias

1 Aunque el higienismo dista mucho de ser esencialmente «liberal», la importancia que le otorgo al mencionarlo obedece a la relevancia de la actividad ciudadana en la configura-ción del territorio. Como se verá a continuación, el higienismo, si bien persigue un credo esencialmente socialista, promueve la actividad ciudadana como motor del desarrollo del territorio y de la solución de las problemáticas que las ciudades incipientemente industria-lizadas estaban teniendo. Independientemente de que su idea de la sociedad debiese ser gobernada desde el Estado, de todas formas esta escuela de medicina surge como emanci-padora de la sociedad sobre su propio destino.

2 Luis Álvarez Aránguiz, «Origen de los espacios públicos en Valparaíso: el discurso higienista y las condiciones ambientales en el siglo XIX», Revista de Urbanismo, núm. 4, 2011.

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implementadas para hacer frente a la emergencia de epidemias contagio-sas a fin de controlarlas».3

Afortunadamente, inspirados por la doctrina del socialismo utópico im-portada por Francisco Bilbao, las propuestas higienistas de planificación urbana no tuvieron la acogida plena de la época y el proceso estuvo a car-go principalmente de manos privadas, como pudimos ver en el ejemplo anterior del alcantarillado.

Otro caso de intervención pública a partir de intereses privados tuvo lu-gar a propósito de la delincuencia. Era común que hechos delictivos se produjesen debido a la oscuridad de la ciudad. La solución fue la insta-lación de alumbrado público mediante cañerías de gas, que comenzó a proyectarse a mediados de 1850 por iniciativa municipal solicitada a ca-pitales privados, aunque, en su pretensión de planificar, impuso a los in-versionistas condiciones muy complejas y muchas veces contradictorias, aun cuando la propia municipalidad asumía su ignorancia sobre la imple-mentación de este tipo de iniciativas, lo que llevó a constantes fricciones entre el aparato estatal regional y los sucesivos empresarios que empren-dieron en este proyecto. Finalmente, el proyecto fue aprobado e instalado y el progreso fue motivo de orgullo para la ciudad de Valparaíso.4

2. EL TRANSPORTE URBANO: EXPRESIÓN DEL PROGRESO

Dada su condición de puerto, Valparaíso siempre estuvo a la vanguardia de la ciencia y técnica de impacto en la ciudad. Distintos capitales eu-ropeos fueron a parar en el puerto y, al encontrarse con una situación urbana que iba en contra de sus propios intereses de ganancia de capita-les, se arriesgaron a emprender iniciativas de impacto social. Respecto a esto, el caso del transporte de Valparaíso es notable. Distintos ciudadanos —nacionales y extranjeros—, durante los siglos XIX y XX, importaron la última tecnología de la época para dar un servicio que mejorara la calidad de vida de los porteños a partir de su interés en la ganancia.

3 Vania Cárdenas Muñoz, «Las funciones policiales bajo el ordenamiento liberal. Valparaíso, 1896–1920», en Valparaíso. Progresos y conflictos de una ciudad puerto (1830–1950), Santiago, Ril, 2012, p. 90.

4 Samuel J. Martland, «Cuando el gas pasó de moda: la elite de Valparaíso y la tecnología urbana, 1843–1863», EURE 28, núm. 83, 2002.

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El sistema de transporte porteño está fuertemente influenciado por el entorno geográfico en el que está emplazada la ciudad. Al estar compues-ta fundamentalmente por cerros, la actividad del plan muestra diferen-cias significativas con la de aquellos lugares. Para el transporte de cargas se usaban burros, recurso que se mantuvo explotado hasta la inaugura-ción de los ascensores que lograron conectar de mejor manera los cerros con el plan.

Dentro del plan, las primeras iniciativas de transporte al interior y hacia Santiago y la naciente Viña del Mar fueron los coches de posta. La acti-vidad comercial en constante aumento hacía necesario que existiesen lí-neas de transporte seguras y estables. Por eso, a mediados de 1840 aparece este medio de transporte para movimiento de pasajeros al interior de la ciudad. «Para 1870 eran cerca de setenta los coches públicos que circula-ban por la ciudad»,5 donde «público» implica que tiene un rol público, no que son de propiedad estatal. Si bien se mantuvieron los coches de posta para transporte interurbano (en 1920 se instaló el primero Santiago–Val-paraíso gracias a capitales extranjeros), este medio de transporte fue des-plazado por los denominados «carros de sangre», ferrocarriles urbanos tirados por caballos.

Es en 1861 cuando la Compañía de Ferrocarril Urbano comienza los tra-bajos de instalación de rieles para iniciar su operación dos años después. Este servicio —aunque siempre en tensión con las autoridades municipa-les— significó un intenso impacto en las calles del plan de la ciudad, lo que implicó también que dicha empresa tomara medidas de aplicación de ado-quines y otras de pavimentación de las calles. Ya para la década de 1880, la compañía operaba con más de sesenta carros y para comienzos del siglo XX tenía 13 kilómetros de recorrido y trasladaba 16 millones de pasajeros.6

Para esa época Valparaíso ya estaba siendo una ciudad en constante au-mento, con una actividad empresarial en constante crecimiento. Esto obligó a encontrar alternativas para el traslado de pasajeros al interior del puerto. Es así que se instala el ferrocarril urbano eléctrico. En 1904 se

5 Baldomero Estrada Turra, «Tecnología y modernización: evolución del transporte urbano en Valparaíso. 1850–1950», Polis 11, núm. 33, 2012, p. 350.

6 Ibídem, p. 353; Leopoldo Sáez Godoy, Valparaíso, Guía Histórico–Cultural. Siglos XIX–XXI, Valparaíso, Puntángeles, 2004, p. 502.

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inaugura el sistema de tranvías fundado a partir de capitales alemanes,7 proyecto que también comprometía el establecimiento de un sistema de alumbrado eléctrico para la ciudad. Cinco años después, el sistema tran-viario había movilizado a más de treinta millones de pasajeros en su red de 28 kilómetros, conectando hacia 1913 a Valparaíso con Viña del Mar.

El servicio de autobuses comenzó en 1910 como complemento a los tran-vías y luego como actividades independientes de empresarios para llegar a lugares que no cubría el sistema tranviario. Esto comenzó con capitales nacionales, observando la necesidad de trasladarse de los veraneantes. Recién en 1920 se establece un sistema más organizado. Para comienzos de 1930 recorrían la ciudad 165 buses —denominados «góndolas»—. Cada uno transportaba en promedio a 300 pasajeros. En esa época también se estableció un recorrido que viajaba desde la plaza de Armas de Santiago hasta la calle Molina en Valparaíso.

Finalmente, otro de los medios de transporte financiado con capitales privados y que sin duda dio forma característica a la ciudad de Valparaíso fue el servicio de ascensores (ferrocarriles funiculares). Su objetivo era conectar el plan con los barrios de los cerros, lo que implicó también un intenso uso de nuevas tecnologías de construcción para instalarlos.8 El primer ascensor fue el «Concepción», que se ubica en la calle Prat frente al inmueble que acoge al Reloj Turri. Este «funcionaba a base de un sis-tema hidráulico que consistía en dos estanques de agua en los extremos cuyo peso provocaba el desplazamiento de los carros conjuntamente con el peso de los propios pasajeros [sic]».9 El segundo ascensor fue el «Cor-dillera», en 1886, conectó la calle Serrano con el cerro del mismo nombre. Luego de ese, hasta 1930, más de veinticinco funiculares fueron construi-dos, en su gran mayoría financiados por capitales privados.10

7 La actividad alemana —y en general de diversas colectividades extranjeras— fue muy importante para el desarrollo de la ciudad. El establecimiento de colegios e instituciones financieras sirvió de soporte fuertemente en el surgimiento de una clase media comercian-te e ilustrada. Para el caso alemán, específicamente, véase Baldomero Estrada Turra, «Ins-tituciones étnicas alemanas en Valparaíso 1850–1930: una forma de defensa de la identidad cultural», Revista de Historia Social y de las Mentalidades 18, núm 1, 2014, pp. 139–179.

8 Montserrat Madariaga Caro (ed.), Valparaíso, capital cultural, Valparaíso, Cultura Puzzle–Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2010.

9 Estrada, «Tecnología y modernización…», op. cit., p. 363.

10 Las excepciones son los ascensores que iban desde los hospitales (Van Buren y San Juan de Dios), los cuales fueron auspiciados por las propias instituciones.

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Como se puede ver, el avance de los medios de transporte de la ciudad porteña ha sido principalmente movido por intereses privados, los cuales, con un profundo sentido de lo público como externalidad de la ganancia privada, buscaron aportar al progreso de la ciudad impactando indeleble-mente las vidas de la ciudadanía hasta nuestros días.

3. LA PLURALIDAD RELIGIOSA PORTEÑA

Otro elemento importante en el desarrollo de la ciudad es la pluralidad de expresiones antropológicas de los distintos clústeres. Católicos, pro-testantes, masones, ingleses, españoles, alemanes, argentinos, chilenos, todos entremezclados actuando espontáneamente y entregando bienes y servicios de interés público proviniendo de actividades privadas.11

A partir de 1820, la comunidad británica en Valparaíso importó el protes-tantismo, especialmente en su variedad anglicana, atrayendo a la ciudad misioneros, pastores y estudiosos del culto. En principio esto necesitó cierto grado de ocultamiento de la condición de «disidente» del catolicis-mo, puesto que la constitución vigente de la época tenía la religión cató-lica por oficial del país. Esto fue así hasta la llegada de David Trumbull.

Trumbull fundó la Union Church en la ciudad, reuniendo las diversas co-rrientes protestantes —exceptuando la anglicana—, cuyo primer servicio se realizó en 1847 en la imprenta de El Mercurio de Valparaíso. Casi una década después lograron instalar un templo cerca de la plaza Victoria, aunque con el malestar de sectores católicos no liberales, los cuales se amparaban en las restricciones constitucionales para impedir su cons-trucción. Junto con el templo, Trumbull fundó una casa para marineros angloparlantes y un hogar para niños en situación de calle, además de ser editor y redactor de periódicos donde defendía la libertad religiosa y pro-movía los valores de su propia religión. Por si esto fuera poco, junto con otro par de ciudadanos angloparlantes se fundó la Valparaiso Bible Socie-ty, editorial y librería que repartió volantes y biblias gratuitas a la ciudad y apoyó económicamente a individuos en situaciones desfavorecidas en

11 No conviene aquí hacer una explicación tan desarrollada del asunto, pero la tesis subyacen-te es que lo público es producido por las actividades privadas, no por un aparato estatal. De hecho, a lo largo de este ensayo es posible ver cómo es que el Estado ha sido un elemento obstructor de muchas iniciativas privadas que tenían el objetivo de fortalecer el espacio público y mejorar la vida cotidiana de los porteños.

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hospitales. Igualmente, fue emprendedor en el plano educativo, estable-ciendo un colegio para niños de habla inglesa y condición desfavorecida (hijos de marinos mercantes que acabaron quedándose en el puerto, por ejemplo), que fue apoyado económicamente por comerciantes. Así nace el Artisans English School. Llegó a tener 200 alumnos y se sostenía con base en los aportes de dichos empresarios, porque becaban a gran parte de los estudiantes.12

Asimismo, Valparaíso fue un centro de desarrollo masónico. Ahí se fundó en 1850 la primera logia masónica de Chile por franceses: L’Etoile du Pacifique. Tuvo algunos problemas en el comienzo de su fun-cionamiento y además se comunicaba exclusivamente en francés. Así, fue necesario que se fundara una nueva logia eminentemente chilena. La logia Unión Fraternal fue fundada tres años después por los miembros fundadores de L’Etoile y dentro de los intelectuales que pertenecieron a ella estuvo José Victorino Lastarria, además de exiliados argentinos. La masonería también influyó en los campos de la cultura y la educación. En 1868 se funda la Sociedad de Instrucción Primaria de Valparaíso, dando servicios de educación básica a sectores bajos de la ciudad. En 1873 se fun-da la Escuela Sarmiento, entregando educación gratuita a 220 alumnos del puerto.

La Iglesia católica, como era menester en aquella época, no estaba cómo-da con esta situación de afloramiento de credos distintos al suyo, así que efectuó una cuidada arremetida para detener el avance de las otras profe-siones religiosas, considerando, además, que muchas de las parroquias es-taban en una situación deplorable debido a una administración deficien-te y a la escasez de sacerdotes que convocaran a la feligresía. Para hacer frente a esto, se «importaron» frailes desde el extranjero para aumentar la dotación, se construyeron nuevos templos, se descentralizó la diócesis creando nuevas unidades parroquiales, se mejoró la disciplina al interior de la Iglesia, se mejoró la relación de la institución con las pulsiones cari-tativas de los feligreses, se coordinaron las congregaciones extranjeras, se mejoró la educación seminarial, etc.

La llegada de Mariano Casanova a la vicaría foránea de Valparaíso en 1868 implicó un despliegue intenso para aplacar los otros credos: «Se preocupó

12 Este y los siguientes datos fueron recopilados en el trabajo de René Millar Carvacho, «Aspec-tos de la religiosidad porteña. Valparaíso 1830–1930», Historia, núm. 33, 2000, pp. 297–368.

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de manera especial por la instrucción religiosa del pueblo, para lo cual le sacó enorme partido a sus excepcionales condiciones de orador. Pre-dicaba en las cinco misas que se decían los domingos entre las 6 y las 12 horas; además, estableció prédicas especiales para adultos los jueves en la noche y los domingo en las tardes; a ellas se agregaron las conferencias en la Cuaresma para “caballeros y señoras” de la elite social, los retiros en la cárcel, las conferencias en los cuarteles militares y la explicación del catecismo a los escolares, todos los días después de clases».13 Esto dotó de un ambiente de actividad a la Iglesia que hizo que se reactivara su pre-sencia en escuelas populares y cárceles, favoreciéndose toda la actividad societal porteña.

Este es un ejemplo de cómo la competencia también mejora las relacio-nes espirituales en la ciudad. En este caso fuimos testigos de una com-petencia entre religiones, algo parecido a lo que se refiere Peter Berger al indicar que, cuando el Estado ya no puede llenar los templos, a las religio-nes solo les queda por mejorar su forma de relacionarse con la feligresía para mantenerse activas.14 El Estado no intervino en esta competencia, salvo en contadas ocasiones. Los beneficiados: la sociedad porteña a tra-vés del crecimiento de colegios particulares que becaban a sus alumnos, de mejoras de infraestructura con efecto comunitario y de otros tipos de servicios sociales.

CONCLUSIÓN: INICIATIVA INDIVIDUAL, PRODUCTORA DE LO PÚBLICO

El liberalismo es un pensamiento político integral que pone en el centro de la conformación de la sociedad política y cultural la actividad humana. No la denuesta, no la demoniza. Exalta en lo más profundo de sus raíces lo más propio del ser humano: su voluntad. Frente al liberalismo se en-cuentran el estatismo, el colectivismo, el tribalismo, la coacción. Durante la historia de la humanidad hemos encontrado espacios, producciones ciudadanas, donde el germen de la libertad ha encontrado un mejor te-rreno para crecer. Valparaíso es uno de esos espacios. Sin lugar a dudas, es de las ciudades chilenas donde la ciudadanía más se ha empoderado para expresar su necesidad de modificar su entorno con actividades netamen-

13 Ibídem.

14 Peter Berger, «Pluralismo global y religión», Estudios Públicos, núm. 98, 2005, pp. 5–18.

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te ciudadanas y privadas, sin depender del aparato estatal, para refrendar su condición de ciudad resiliente y dinámica.

Esta resiliencia,15 tan propia de Valparaíso, dota de vida al quehacer ciuda-dano y lo mantiene en constante alerta sobre lo que sucede en su entor-no. Es en un ambiente hostil donde emanan las soluciones directamente de la sociedad civil que libre y voluntariamente se erige emancipándose y no se deja usurpar por los gobernantes que dicen tener buenas inten-ciones. No espera a que las soluciones sean impuestas: ella es la solución, la que llega de forma liosa y espontánea, pero no por ello menos institu-cionalizada y efectiva a través de las asociaciones de la sociedad civil, las cuales son el verdadero motor de la radiante actividad de la ciudad.

Hoy vivimos tiempos en los que parece no estar de moda la actividad pura de la sociedad civil. En lugar de eso, se defiende la triste idea de la ingenie-ría social, de que los gobernantes son los que tienen que dictar los destinos de las ciudades. Con el apoyo de algunos de los más perversos pensadores, se desea apagar la llama que volvió a Valparaíso un puerto de libertad. Ahora es deber de los ciudadanos recuperar la tradición sociófila del siglo XIX. Iniciativas y voluntad hay: desde la candidez cordial de clubes de fút-bol como Santiago Wanderers hasta profesionales y dedicados centros de estudio que observan la realidad con un sentido genuinamente regional, la ciudadanía aún no se rinde ante los embates de una sociofobia abyecta. Muchos porteños, caleidoscópicamente entusiasmados, están sembrando con calma pero sin pausa la semilla de la actividad civil, expresión original de la humanidad, para el bien de su propia gente y el desarrollo de su ciu-dad. Hoy hay más tecnología, hay más creatividad, hay más herramientas, por lo que la capacidad de hacer cambios desde la sociedad civil está más vivo que nunca, como vivo está su amor por el puerto.

15 Con este concepto me refiero a la persistencia de Valparaíso de permanecer en ese lugar pese a su constante tendencia a sufrir tragedias. La última fueron las marejadas de agosto de 2015 y antes de aquello fue el Gran Incendio de 2014, que afectó doce barrios y los cerros El Litre, La Cruz, Las Cañas, La Virgen, Mariposas, Merced, Monjas, Santa Elena, Ramaditas y Rocuant.

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EL EMPORIO DEL PACÍFICOLA RIQUEZA DEL MERCADO EN EL AUGE DE VALPARAÍSOIván CachanoskyInvestigador, Fundación para el Progreso

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EL EMPORIO DEL PACÍFICOLA RIQUEZA DEL MERCADO EN EL AUGE DE VALPARAÍSOIván CachanoskyInvestigador, Fundación para el Progreso

El Mercurio de ValparaísoEl más antiguo de los diarios de habla hispana, fundado el 12 de septiembre de 1827. Desde el año 1901, funciona en el actual edificio.

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«El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal: es el coraje de continuar lo que cuenta».

Winston Churchill

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INTRODUCCIÓN

Valparaíso tuvo un pasado extraordinario gracias a la apertura al mer-cado que experimentó su puerto. Ya sea desarrollando productos para comerciar internamente o como ruta de tránsito, la ciudad porteña fue un gran motor de generación de riqueza, progreso y trabajo para Chile. El puerto tuvo el gran mérito de poner al alcance del consumidor nuevos bienes de mejor calidad a precio accesible, siendo protagonista de los ini-cios modernos de un incipiente comercio globalizado.

Se podría explicar este éxito a partir de tres razones principales: 1) Valpa-raíso se abre al mundo mediante su puerto, incrementando el comercio de una manera impensada; 2) La fusión entre trabajadores extranjeros y locales; 3) El desarrollo de la industria del salitre. A lo largo de este texto, observaremos cómo Valparaíso alcanza un boom en su crecimiento. No obstante, luego de intervenciones estatales, el puerto perdió su protago-nismo cediéndole la supremacía a Santiago.

Teniendo una historia de dulce y agraz, el empoderamiento que la socie-dad civil ha tenido en las últimas décadas, permite que Valparaíso tenga el coraje de continuar por la senda de libertad por la que circuló en su esplendoroso pasado. Analicemos el camino y retomemos el rumbo.

HISTORIA PORTUARIA DE VALPARAÍSO

Con el objetivo de concentrarse en la historia de Valparaíso desde su pun-to de vista económico, lo óptimo es analizar su historia portuaria. Esta data desde 1810 aproximadamente. Para ese entonces, sólo existía un muelle: «Villaurrutia».1

El comercio crecía en el puerto y entre 1810 y 1830 se construyeron otros atracaderos para saciar el incremento comercial del tráfico internacional. Ya para la década de 1870 se construyó el muelle Fiscal, que con su forma de «L» permitía el atraque de dos naves modernas de la época y su grúa podía levantar 35 toneladas de peso. Luego le siguió el muelle Prat fina-lizado en 1884.

1 Poseía un doble valor histórico ya que fue el primer muelle construido en Chile y, además, el único construido durante la Colonia.

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En 1910 se asignan fondos para la construcción de los puertos de Valparaí-so y de San Antonio. Sin embargo, estos avances observados hasta aquí tienen su fecha límite en 1930, en la que solo se observan obras accidenta-les de mantenimiento, reparación y modernizaciones menores. A medida que avanzaba el siglo XX, Valparaíso perdía protagonismo y se le daba cada vez menos importancia. Por ejemplo, luego del terremoto de 1985, donde quedaron zonas de la V Región en mal estado, la reparación recién fue finalizada en 1999.

En síntesis, si bien Valparaíso ya no posee la generación de riqueza que aportaba al país años atrás, fue muy importante durante el siglo XIX y principios del XX. ¿Por qué Valparaíso logró generar tanto desarrollo y progreso? ¿Qué ocurrió que trágicamente dejó de ser así? ¿Cuáles son las claves para recuperar el rumbo?

VALPARAÍSO SE ABRE AL MUNDO

A comienzos del siglo XIX, el mercado chileno comenzó a participar y complementarse con los centros industriales de Europa. Uno de sus roles más importantes consistía en proveer materias primas minero-agrícolas y además funcionaba como mercado para las manufacturas europeas. Luego de la Constitución de 1833, comienza una fuerte ola de fusiones entre capitales nacionales y extranjeros con contratos firmados libre-mente. En estos años de libertad de intercambio, tanto Valparaíso como Santiago comienzan a tomar un fuerte protagonismo. Es así como una de las primeras claves para el éxito porteño consistió en el comercio ge-nerado debido a su apertura a los mercados. Esto, sumado a su ubicación estratégica para ser ruta de tránsito, le dio al puerto un protagonismo casi exclusivo. Solo era cuestión de que los privados (ya fueran locales o extranjeros) comenzaran a negociar para generar nuevos productos, nuevos trabajos y un bienestar para toda la población en general. Con la llegada del capitalismo y la apertura a los mercados, Santiago pierde su hegemonía, otorgándole a Valparaíso su rol como sede principal del mundo de los negocios.

La gran diferencia que caracterizó a Valparaíso, además de su apertura comercial, fue su rol de «ruta de tránsito». Esto incrementaba aún más la comercialización en el puerto. No toda la mercadería que ingresaba al puerto era para el consumo de Valparaíso. De allí, por medio del ferroca-

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rril, muchas mercaderías eran enviadas a otras ciudades para comerciar, siendo Valparaíso la parada obligada. Debido a esta ventaja, se observó una primera ola de inmigración británica. En primera instancia se pensa-ba que la diferencia cultural (lengua, religión, costumbres, etc.) parecían ser razones suficientes para que los negocios no prosperaran. Sin embar-go, el mercado superó esas barreras y la creación de riqueza se incremen-tó con el aporte de la inmigración y la fusión de culturas.2

Esta migración británica, que generó un boom comercial en Valparaí-so, trajo positivas consecuencias en la actividad. Para 1819, la población era estimada en 5 000 habitantes y para 1822 se habría incrementado a 16 000 habitantes. Llegando a 1865, la población alcanzaba la cifra de 70 438 habitantes. Como puede observarse, la explosión demográfica no fue menor y este incremento vino acompañado de un mayor trabajo y nue-vos productos tecnológicos. En este sentido, es común leer algunas críti-cas acerca de que los productos británicos desplazaban a los locales. Si bien el punto es cierto, falta observar la otra cara de la moneda. Los pro-ductos chilenos fueron desplazados porque los importados de Gran Bre-taña eran mejores y más baratos. Esto no hizo más que generar ahorro para los consumidores y brindarles una mejor calidad de vida. Más aún, los directores y gerentes británicos contrataban mano de obra local para desarrollar sus trabajos en tierras chilenas. Se estima que solo el nueve porciento de los trabajadores de Valparaíso eran extranjeros. Cierto es que ocupaban los cargos gerenciales. Sin embargo, esto quiere decir que el otro 91% del boom laboral favoreció a la población chilena. La principal diferencia de porqué los cargos gerenciales los ocupaban extranjeros es-taba relacionada con la educación y la necesidad de hablar inglés. En ese sentido, Chile venía rezagado. A fines del siglo XIX, el 70% de la población era analfabeta, lo que limitaba su participación en el mercado. Además, el avance tecnológico observado fue impactante, nunca antes visto.

1852: El ferrocarril, el telégrafo y el servicio de agua potable. 1856: El Banco de Valparaíso y el alumbrado de gas. 1863: El ferrocarril urbano. 1890: El teléfono y el cable submarino. 1903: El servicio de tranvía eléctrico.

2 Por ejemplo, el té sustituyó al mate; a la hora de hacer negocios, el idioma utilizado era el inglés y no el español; el piano comenzó a tomar más protagonismo que la guitarra, etc.

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El crecimiento económico de Valparaíso fue acelerado hasta 1873. Pocos años después (1877), puede observarse aún el fuerte impacto que tuvo el aporte extranjero, con su alto predominio de tecnología, motor de la épo-ca dorada de Valparaíso. Este punto podemos verlo reflejado, por ejemplo, en el análisis de origen de las máquinas a vapor en la ciudad portuaria:

Máquinas de vapor en Valparaíso en 1877

Industria Extranjeros Nacionales Mixto Total

Alimentos 6 3 – 9

Bebidas 5 2 – 7

Maderas 1 2 1 4

Metales 7 – – 7

Textiles 1 – – 1

Impresiones 2 1 – 3

Pieles 1 – – 1

Químicas 3 – – 3

Servicios Varios 8 6 5 19

Totales 34 14 6 54

% 63,0% 25,9% 11,1% 100,0%

Fuente: FPP en base a UCV

Está claro, y a la vista, el fuerte predominio de maquinaria extranjera para el gran desarrollo que logró generar Valparaíso. El mismo análisis se puede observar en las industrias modernas del puerto principal.

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Industrias modernas de Valparaíso fundadas antes de 1878

Grupos de industriasNacionalidad propietarios

Extranjeros Nacionales Indeterminados Total

Alimentos 14 1 4 19

Bebidas 4 1 – 5

Tabacos 1 1 – 2

Textiles 3 – 1 4

Maderas 6 2 – 8

Papel e imprenta 4 3 3 10

Productos de cueros 5 – – 5

Productos químicos 5 – 2 7

Productos metálicos 10 2 1 13

Total 52 10 11 73

% 71,2% 13,7% 15,1% 100,0%

Fuente: FPP en base a UCV

Es importante recordar que este crecimiento de actividad observado en Valparaíso tiene que ver con su rol de ser ruta de tránsito. Por esta razón, se hizo conocida la frase «Valparaíso, emporio del Pacífico». El puerto de Valparaíso cobró tal importancia, que entre 1836 y 1840 Chile ocupaba el segundo puesto entre los mercados británicos en América Latina y el de-cimotercero en el mundo. Este crecimiento observado en Gran Bretaña, comenzó a notarse también en Irlanda y Francia.

La contabilización del comercio en Valparaíso no fue sencilla, ya que resultaba difícil distinguir entre los bienes que entraban al puerto para consumo y aquellos que seguían viaje y solo se encontraban en su ruta de tránsito. De todos modos, con altibajos, puede observarse que el creci-miento del comercio fue extremadamente veloz.

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Exportaciones de Gran Bretaña e Irlanda a Chile (en libras esterlinas)

Año Valor Año Valor Año Valor

1818 16.454 1828 709.371 1838 413.647

1819 21.857 1829 818.950 1839 1.103.073

1820 149.879 1830 540.626 1840 1.334.873

1821 346.528 1831 651.617 1841 438.090

1822 389.186 1832 708.193 1842 950.466

1823 383.752 1833 816.817 1843 938.959

1824 713.083 1834 896.221 1844 807.633

1825 525.450 1835 606.176 1845 1.077.615

1826 241.131 1836 861.903

1827 400.134 1837 625.545

Fuente: FPP en base a UCV

En el caso de Francia ocurre algo similar. Solo en 1843 se obtiene un peak que luego no pudo volver a alcanzarse. Esto no quita el crecimiento ob-servado con los primeros años. Sin embargo, es mucho más potente el caso de Gran Bretaña e Irlanda.

Exportaciones de Francia a Chile (en millones de francos)

Año Valor Año Valor Año Valor

1837 6,2 1841 13,6 1845 12,3

1838 7,6 1842 11,6 1846 11,8

1839 11,0 1843 16,3 1847 12,7

1840 14,9 1844 13,0 1848 10,8

Fuente: FPP en base a UCV

Pese a lo anterior, el rol de Francia para Valparaíso fue más de comprador que de vendedor, pues las mercancías producidas por otros extranjeros eran exportadas a Francia. En otras palabras, los tan criticados bienes ex-tranjeros que desplazaban la producción chilena eran fuertemente reque-ridos en Francia, generando una demanda mucho mayor a la que hubie-ran podido afrontar las empresas locales. A su vez, esta fuerte demanda

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no hizo más que generar puestos de trabajo para los habitantes chilenos de Valparaíso. Para el año 1842, el 43% de los valores de la exportación en-viada desde Chile a Francia no pertenecían a la producción chilena.

Teniendo en cuenta estos dos cuadros, resulta imposible determinar cuánto era de consumo interno y cuánto de consumo externo. Lo que no puede negarse es el incremento comercial observado en Valparaíso por la apertura a los mercados. Además, a todo esto debería sumarse el comer-cio ilegal, que en aquella época era muy difícil de controlar.3

EL BOOM DEL SALITRE, EL TERREMOTO DE 1906 Y EL CANAL DE PANAMÁ

El boom del salitre

Para analizar el fuerte impacto del salitre en Valparaíso, resulta recomen-dable seguir a Julio Pinto Vallejos, quien divide la historia del salitre en etapas. Haciendo honor a la cronología del autor mencionado, se comen-tará brevemente cada etapa.

Acercamiento y Penetración (1854–1873). En 1840 ya se observaba una in-fraestructura empresarial y financiera que hacía de Valparaíso un pun-to importante. Sumado a su rol de «ruta de tránsito», el salitre fue sin duda un bien que brindó mucho comercio a la ciudad. Con el crecimiento del mercado y de sus consecuentes intercambios, la industria del salitre quedó instaurada fuertemente en Valparaíso. De esta manera, el puer-to captaba para el año 1870, el 75% de las ventas de salitre, ya sea para consumo interno o de tránsito. El desarrollo del mercado fue tal, que tan solo entre 1871 y 1873 se crearon trece compañías salitreras. Los montos de inversión cada vez eran mayores. Así, tanto chilenos como extranjeros europeos hacían de la ciudad porteña su base de operaciones para la in-dustria salitrera.

Valparaíso no podía relajarse, ya que el mercado obliga a competir. Perú, Bolivia y el noroeste de Argentina también competían. Sin embargo, la mayor virtud de la libre competencia consiste en que el mejor producto o servicio será ofrecido a los consumidores a precios accesibles. En ese

3 Amplios pasos fronterizos pocos vigilados en la cordillera, trasbordo continuo de mercade-rías de un punto a otro y rutas interiores poco transitadas.

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sentido, mientras hubo ausencia de intervención estatal, Valparaíso lo hizo muy bien. Su segunda gran ventaja era la conexión de ferrocarriles internos. El salitre abordaba el puerto y lo que no estaba destinado para consumo interno, era trasladado por ferrocarril desde Valparaíso.4

Retroceso y expulsión (1873–1879). Tras el creciente boom salitrero, para 1878–1879 ya casi nada quedaba de las industrias del mineral blanco. Solo habían sobrevivido la Compañía de Salitres y el ferrocarril de Antofagas-ta. El autor identifica dos motivos. En primer lugar, existía una coyuntura recesiva internacional y, por otro lado, las políticas emprendidas por la administración peruana amenazaban a Chile en términos económicos y diplomáticos. Por otro lado, cabe resaltar también que la sobreproduc-ción de salitre requirió instaurar máquinas que luego excedían la deman-da, generando capacidad ociosa.

Las valoraciones del mercado cambiaron y el salitre no era tan deman-dado. De este modo, el gobierno, en una arrogante tentativa por evitar un déficit, elaboró una serie de medidas encaminadas a favorecer la ex-portación de salitre. Sin embargo, no había capacidad ni tecnología para competir con las industrias europeas y las pocas empresas salitreras que quedaban no pudieron sobrevivir por las distorsiones elaboradas por el gobierno de turno. Para 1879, el gran boom salitrero era ya solo un re-cuerdo para Valparaíso. En lugar de que trabajadores chilenos pudieran comenzar a trabajar en las industrias extranjeras, el gobierno de turno intentó crearles sus propias empresas. Estas, por falta de tecnología y capacidad, estaban destinadas a fracasar y quebrar, perjudicando así al trabajador chileno.

Triunfo de Inglaterra y Santiago (1887–1891). Esta vez el escenario princi-pal no fue Tarapacá ni Valparaíso, sino que Londres. La fiebre del salitre provenía de la capital británica, donde se gestaban sociedades anónimas. También se formó una especie de holding salitrero.

Si bien Valparaíso volvió a posicionarse en el mercado del salitre, la radi-cación de las sociedades quedó estructurada en Londres, lo que le quita-ba mucho protagonismo. Con el tiempo, Valparaíso dejó de ser puerto de tránsito y se pasó a comerciar directamente con Londres.

4 Además, el puerto servía para que los trabajadores pudieran moverse a distintos destinos de trabajo.

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Para 1890, el rol que cumplía Valparaíso como abastecedor de Tarapacá, perdió fuerza y el nuevo protagonista comenzó a ser Santiago. A partir de entonces, la estructura económica cambió y Valparaíso perdió definiti-vamente su alto protagonismo.

El terremoto de 1906

Ya con un mercado sumamente debilitado del salitre, Chile tuvo que en-frentar un duro golpe inesperado de carácter natural: el terremoto ocu-rrido en Valparaíso el 16 de agosto de 1906. El puerto desarrollaba sus ac-tividades cotidianas y continuaba, a pesar del debilitamiento, siendo el principal puerto de la república. Sin embargo, en un lapso de quince mi-nutos, la historia cambiaría. A las 19:58 horas del 16 de agosto se produjo un primer sismo de 45 segundos, seguido de vibraciones más suaves pero que luego se intensificaron nuevamente, por 90 segundos. Luego, a las 20:07 horas, un nuevo sismo de un minuto terminó derribando la ciudad. A partir de ese momento, la ciudad y el puerto quedaron destruidos con una gran cantidad de personas bajo los escombros.

En un documento realizado por el Cuerpo de Bomberos Voluntarios (CBV), se publicaron diversos documentos periodísticos resumiendo la terrible situación. Tal vez uno de los más apropiados sea el siguiente: «La noche del 16 de agosto fue una noche de horror que privó a Chile de su puerto principal. Este importante centro comercial de la América del Sur recibió un golpe tan recio y ha quedado en tal forma destruido que le serán nece-sarios muchos años e ingentes esfuerzos económicos para poder recons-tituirse y recuperar su pasada esplendidez de señora del Pacífico austral».

Este párrafo evidencia la importancia y el rol que jugaba el puerto para la economía chilena, como también el duro golpe recibido y las pocas es-peranzas hacia el futuro. La fatalidad para el puerto se debió sobre todo al segundo remezón, que redujo a escombros y cenizas al «emporio del Pacífico», con consecuencias que perduran hasta nuestros días.

Cabe mencionar también que se interrumpió toda vida normal. No fun-cionaban las oficinas, bancos, colegios, diarios, locomoción ni comercio. Lo primordial era reestablecer las comunicaciones telegráficas con la ca-pital. Así de grave era la situación tras el fuerte terremoto ocurrido en 1906. El intendente Larraín Alcalde dispuso:

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1. Se prohíbe la circulación de 6 p. m. a 7 a. m. por calles con peligro de derrumbe.

2. Pena máxima contemplada por la ley para delincuentes. 3. Fuerzas de policía, ejército y marina deberán hacer respetar estas

disposiciones. 4. El 18 de agosto se designó al capitán de Navío don Luis Gómez Carre-

ño para hacerse cargo del mando en Jefe de estas fuerzas.

Como puede observarse, el golpe al puerto Valparaíso fue de carácter fuerte, afectando su economía. El terremoto, además de matar a tres mil porteños y destruir gran parte de la ciudad, desencadenó un proceso mi-gratorio hacia Viña del Mar y Santiago, generando una pérdida de capital humano difícil de recuperar. A pesar de todo, Valparaíso pudo en pocos años conservar, en menor medida, su auge comercial, hasta que un nue-vo suceso le quitaría la hegemonía totalmente: la apertura del canal de Panamá en 1914.

El Canal de Panamá

El gran esplendor del «emporio del Pacífico» comenzó a revertirse, en primera instancia, con el derrumbe del comercio del salitre. En segunda instancia, por el fuerte golpe recibido por el terremoto de 1906. Sin em-bargo, todo el esplendor del puerto duró hasta la apertura del canal de Panamá. De esta manera, el pasaje de naves por el canal de Magallanes no se justificaba, ya que este era demasiado peligroso en comparación con el nuevo canal centroamericano. Fue una gran devastación económica para la ciudad: los bancos cerraban, las personas comenzaron a emigrar y con ellas el comercio. Esto cedió protagonismo a otras regiones, princi-palmente Santiago.

Tras la fuga de capital humano observada por el terremoto de 1906, la apertura del canal de Panamá quitó a Valparaíso de las rutas de trans-porte marítimo internacional, afectando notoriamente su actividad portuaria y aduanera. En la década de 1970, la industria manufacture-ra nacional entró en crisis, generando la quiebra de empresas. La fuga observada de capital humano y de empresas disminuyó el valor de las propiedades, lo que impidió su mantención y fomentó su deterioro. Por si esto fuera poco, la reducción de la actividad comercial disminuyó

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los tributos que recaudaba la ciudad para su desarrollo y mantención —que durante el siglo XX se hizo muy dependiente del Estado—.

Sumado a la apertura del canal de Panamá, también deben tenerse en cuenta la creación del puerto de San Antonio (1912) y la Primera Guerra Mundial (1914). Estos tres eventos redujeron drásticamente los volúmenes de carga en el puerto de Valparaíso, desapareciendo, ahora sí definitiva-mente, la supremacía del «emporio del Pacífico».

La apertura del paso panameño no solo propuso rutas alternativas y más competencia internacional, sino que además el Puerto de Valparaíso co-menzó a competir con el puerto de San Antonio. Ambos, en promedio, movilizaban cerca del setenta por ciento del comercio marítimo de Chile —que antes era monopolizado por Valparaíso—. He aquí uno de los gran-des desafíos actuales del puerto: potenciar su competitividad de manera que se pueda recuperar su relevancia como entrada y salida de libertad.

Por los sucesos mencionados, el «emporio del Pacífico» comenzó a dismi-nuir su comercio y para la década de 1970, representaba ya solo el 40% del comercio marítimo. Debido al terremoto de 1985, que dañó al puerto de San Antonio, Valparaíso pudo recuperar el protagonismo. Sin embargo, la disminución (en porcentaje) del comercio en el puerto volvió a aparecer y para 1993 era nuevamente superado por el puerto de San Antonio.

La apertura del canal de Panamá y el puerto de San Antonio generó que el puerto de Valparaíso perdiera su «exclusividad monopólica» como «puerto de tránsito» y la competencia se volvió mucho más amplia, per-judicando a la ciudad en la medida que no pudo adaptarse a este nuevo escenario de competencia.

CONCLUSIÓN

Durante los años 1850 a 1873, período en el cual Valparaíso obtuvo su gran boom comercial, se reconocen dos factores claves de éxito. En primer lu-gar, la apertura al mercado acompañado de un ambiente de libre compe-tencia. Esto llevó a que se generaran numerosos puestos de trabajo y los consumidores pudieran obtener nuevos y mejores bienes a precios más bajos. Por otro lado, la posición estratégica del puerto de Valparaíso fue

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clave, no solo para el comercio de consumo interno sino también como «puerto de tránsito» para abastecer a otras ciudades y países.

También puede destacarse la importancia de la industria salitrera en el gran desarrollo comercial. Entre los países extranjeros, podemos desta-car la importancia de Gran Bretaña, Irlanda, Francia y Alemania. Lamen-tablemente, la intervención estatal llevó a que se utilizaran mal los re-cursos, generando malas inversiones. A esto deben sumarse las disputas políticas y diplomáticas con Perú y Bolivia y, en su momento, con Gran Bretaña. Sin embargo, el feroz terremoto de 1906 y la apertura del canal de Panamá, junto con la competencia del puerto de San Antonio, terminó por complicar la privilegiada postura comercial que poseía Valparaíso. De esta manera, al puerto se le hacía difícil competir a nivel internacional, por las malas inversiones e incentivos generados por los diversos gobier-nos de turno.

No obstante, nunca todo está perdido. Hoy día Valparaíso es sede de una cantidad importante de emprendimientos y posee una cultura univer-sitaria empática con tomar riesgos para invertir. Más aún, la mayoría de los emprendedores no lo hace por necesidad, sino para obtener un in-greso extra. Si Chile potenciara su apertura a los mercados, respetando las instituciones y fomentando el importante rol empresarial, no sería de extrañar que el puerto de Valparaíso volviera a cobrar un interesante pro-tagonismo. Este dato no es menor, ya que en un mundo tan globalizado el carácter emprendedor es premiado si las ideas son buenas. El puerto de Valparaíso se encuentra ante una nueva posibilidad de retomar protago-nismo y posee las capacidades y recursos para lograrlo. No vaya a suceder que nuevos afanes regulatorios estatistas sean para Valparaíso un nuevo «terremoto de 1906» o un nuevo «canal de Panamá». Menos regulaciones implican más inversiones, lo que a su vez trae aparejado más trabajo y mayores sueldos y una ampliación de recursos para desarrollar nuevas tecnologías en el puerto. De esta manera, el auge económico y el progreso social volverán a ser cosa del presente y no una nostalgia del pasado.

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PLUMAS PORTEÑAS AL SERVICIO DE LA LIBERTAD

DEBATE PÚBLICO Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN LA «REVISTA DE VALPARAÍSO» DE 1842

Francisco BelmarInvestigador, Fundación para el Progreso

Ascensor Cerro MonjasInaugurado en 1912. Está suspendido sobre el cerro del mismo nombre, donde su estación alta da lugar a la calle Bianchi. Declarado Monumento Nacional el año 1998.

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PLUMAS PORTEÑAS AL SERVICIO DE LA LIBERTAD

DEBATE PÚBLICO Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN LA «REVISTA DE VALPARAÍSO» DE 1842

Francisco BelmarInvestigador, Fundación para el Progreso

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«El espíritu del pueblo debe ser excitado frecuentemente, a fin de poner freno a las ambiciones de la corte, y el temor de excitar este sentimiento patriótico ha de usarse para evitar la ambición. Nada tan eficaz para este fin como la libertad de prensa, por la cual todo el saber, el talento y el ingenio de la nación puede usarse como aliado de la libertad, y todos pueden ser así animados a defenderla».

David Hume, De la libertad de prensa (1758)

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LA PRENSA, ARTICULADORA DE UN ORDEN LIBERAL

Casi desde su aparición, la prensa ha estado relacionada con el ejercicio y defensa de las ideas de la libertad. No diremos que los primeros perió-dicos y revistas fueron un espacio donde únicamente se expresaron pen-sadores liberales, pero sí debemos reconocer que su nacimiento estuvo relacionado con la rebeldía, la manifestación de la autenticidad, la masifi-cación de las ideas y la portabilidad de la información. Ya sea para criticar al poder, para difundir un saber enciclopédico o para simplemente avisar de los cambios en la situación comercial, económica y política, la prensa escrita se ha instalado como una necesidad cultural asociada al avance de la modernidad. Por lo mismo, no es de extrañar que monarcas, líderes religiosos, dictadores y gobernantes en general, se hayan preocupado —y lo sigan haciendo— por su existencia, sus características y su tonalidad.

De ahí es que la libertad de conciencia, expresión e imprenta sean con-sideradas, en conjunto, como una especie de trinidad que define en gran parte lo que es ser libre. No basta con poder pensar y creer en lo que se quiera, sino que además es necesario poder publicarlo y difundirlo con total independencia. La historia nos entrega una casi interminable can-tidad de ejemplos sobre cómo el poder de los Estados ha intentado, de manera sistemática, limitar estas libertades y amoldarlas para su propio beneficio. Basta recordar el índice de libros prohibidos, que sirvió a la Iglesia Católica para hacer casi invisible la obra —hoy recuperada y va-lorada— de un Marqués de Sade que se declaró su peor enemigo. Lo cier-to es que no solo en el pasado encontramos tales acontecimientos. Hoy, en pleno siglo XXI, podemos ver los esfuerzos que diferentes regímenes populistas despliegan con tal de tomar control de los medios de comuni-cación y así imponer una forma oficial de pensamiento. El liberalismo ha sido la única ideología política que ha procurado defender su existencia de forma ilimitada.

La libertad de expresión implica que todos pueden lanzar sus opiniones al espacio público. Ese espacio, extensión de lo privado, es una confluen-cia de múltiples formas de cultura, pensamiento e identidad. De la per-cepción de esa convergencia surge la subjetividad de la opinión. Su inte-racción es intensa y friccionada. Así, aunque siempre cabe la opción del acuerdo intencional, esas ideas terminan siempre ajustándose espontá-neamente. Es ahí que surge lo que llamamos polémica, que ayuda a con-

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formar el clima de opinión y que es de suma importancia para el proceso deliberativo en nuestras democracias.

Chile, como todos los nuevos países escindidos del imperio español a co-mienzos del siglo XIX, se sumó al proceso de modernización política que comenzara treinta años antes en los Estados Unidos. El camino hacia una democracia fuerte y un sistema estatal moderno fue tortuoso. Aunque durante todo el proceso emancipador sonaron voces de inspiración libe-ral, las posiciones del sector más conservador lograron hacer un contra-peso fuerte. Aunque se mantenían dentro del consenso respecto del valor de la democracia, los conservadores creían en la centralización del poder para la imposición del orden. De aquí aparecería el clivaje que enfrentó a pipiolos y pelucones y que, tras la promulgación de la Constitución liberal de 1828, decantó en una guerra civil que instalaría en el poder al grupo reaccionario. Comenzó así el asentamiento del sistema político chileno forjado al alero de la influencia de Diego Portales y la Constitución con-servadora de 1833.

Es en este contexto, opresivo la mayoría del tiempo, que el debate perio-dístico comienza a tomar forma en Chile. Adecuándose a las normas de un debate que consideraba a la religión como tópico intocable,1 la prensa chilena dio sus primeros pasos tímidamente. Amparados en la libertad de imprenta,2 los primeros escritores nacionales comenzaron a hacerse un nombre por medio de la discusión de los temas relevantes de la épo-ca. Así fue como el liberalismo comenzó a rearticularse, como oposición y proyecto identitario nacional, tras la derrota de la guerra civil de 1829. Valparaíso, el puerto más importante del Pacífico, fue el epicentro de esta eclosión periodística. Las diversas influencias provenientes del extranje-ro, la llegada de exiliados de varios países latinoamericanos y la necesidad de mantener información fidedigna y accesible para las casas comercia-les apostadas ahí, conformaron una atmósfera adecuada para el cultivo de la polémica y la opinión. Nació así una cultura periodística que se ex-tendería a todo el país. Es en este espacio que surgiría la primera revista literaria nacional: la Revista de Valparaíso.

1 Ana María Stuven, «Polémica y cultura política chilena 1840–1850», Historia, núm. 25, 1990, passim.

2 Ricardo Donoso, Las ideas políticas en Chile, 2a. ed., Santiago, Universitaria, 1967, p. 251 y ss.

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CONVERGENCIA DE CULTURAS Y NACIONES

Después de la crisis del Imperio español y su fragmentación en las di-versas naciones americanas, Valparaíso pasó a convertirse en uno de los puertos más relevantes del mundo. La apertura comercial, fruto de la eli-minación del monopolio comercial impuesto por España, redundó en la llegada de productos de diferentes países, entre los cuales destacaron las casas comerciales británicas. Este aumento en su importancia implicó un crecimiento considerable de la población. Fue así que el puerto recibió a una gran cantidad de extranjeros con lecturas relacionadas con el libera-lismo y el romanticismo, las que en Europa y Norteamérica resultaban comunes. El historiador Cristián Gazmuri señala que, para 1827, el puerto concentraba un total de tres mil extranjeros, lo que para la época es con-siderado una proporción moderadamente alta.3

La diversidad cultural derivada de esta situación, fomentó la prolifera-ción de ideas muy variadas. Más allá de lo intelectual, lo social y lo reli-gioso también se desarrollaron, dando paso a distintos modos de socia-bilidad, filantropía y expresiones religiosas no católicas. Esto hablaba de un cambio en las formas de comprender la convivencia. Desde las formas más tradicionales, Chile en general y Valparaíso en particular, se movieron hacia una cultura más cosmopolita y burguesa, a tono con las tendencias europeas y su estándar de civilización. Gazmuri describe este tránsito con fidelidad.

Se trató de una cultura laica, racionalista, con marcados rasgos liberales, pero al mismo tiempo abierta a que el Estado asumie-ra ciertas funciones importantes en cuanto regulador de la vida económica y social; nacionalista (hasta patriotera), con rasgos fi-lantrópicos; fuertemente critica de la Iglesia católica y la moral de origen dogmático. En lo netamente político, republicana y de-mocratizante; en lo social, enemiga —al menos inicialmente— de toda jerarquía de nacimiento y relativamente abierta a las inquie-tudes sociales de los postergados; fuertemente anti-tradiciona-lista y partidaria de todo progreso, aunque en el hecho bastante imbuida de lugares comunes y ritos;; admiradora de la cultura eu-ropea de su época, en particular de la raíz positivista; preocupada

3 Cristián Gazmuri, El 48 chileno. Igualitarios, reformistas radicales, masones y bomberos, 2a. ed., Santiago, Universitaria, 1999, p. 15.

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de la educación y luchadora contra el ‘oscurantismo’, por más que, muchas veces, también defendiera otras formas de oscurantismo; inserta, en parte, en una cierta visión gnóstica del mundo, celosa-mente defendida y que llegaría a tener ritualidades sociales más o menos típicas, etc.4

Junto con los europeos que comenzaron a llegar al puerto, también hubo latinoamericanos que se afincaron en Chile. Las crisis políticas latinoa-mericanas, asociadas con diversos momentos de anarquía, así como los regímenes autoritarios instalados tras ellas, fomentaron la llegada al puerto de una gran cantidad de exiliados. El caso de los argentinos es el más relevante, toda vez que este grupo de opositores al régimen de Juan Manuel de Rosas dieron nacimiento a la Revista de Valparaíso. Entre ellos destacaban Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Barto-lomé Mitre, Vicente Fidel López, Esteban Echeverría, Domingo de Oro, Gabriel Ocampo y Juan María Gutiérrez. Casi todos habían participado del grupo literario de Marcos Sastre y conformaron la llamada «genera-ción del 37» en Argentina. Ese acercamiento previo, así como su llegada a Valparaíso, les permitió articularse rápidamente como parte del ambiente literario chileno.

Para José Victorino Lastarria, los argentinos allegados se consideraban parte de una élite cultural. Su llegada estaba cargada de prejuicios, pues tendían a sentirse portadores de un conocimiento superior —en compa-ración a sus pares chilenos— acerca del liberalismo. Quizás esto se debía a la cercanía que los círculos intelectuales trasandinos tuvieron con los procesos revolucionarios europeos de la década de 1830, que al parecer en Chile causaron un efecto tardío.5 Esta rivalidad entre argentinos y chilenos puede entenderse, según Lastarria, porque no existía una total comprensión del proceso de síntesis que implicaba la democratización y el abandono del antiguo régimen.

Los partidarios de la completa rejeneracion no comprendian todavía la fórmula de la nueva síntesis, que es la democracia, i aunque querían la reforma sin excepciones, no la concebían de un modo fijo, porqu carecian del criterio positivo; no hacían mas que intentar ensayos, en política i literatura, sin hallar todavía la

4 Gazmuri, Ibídem, p. 158.

5 Ibídem, p. 30.

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senda recta, ni la luz que debía aclararla para afirmar su marcha. Por eso no es estraño que los escritores arjentinos, que habian ve-nido a admirarse de nuestro atraso intelectual, no estuviesen mas firmes que los chilenos liberales en la nueva senda, aunque mas osados i mejor inspirados, se creyeran superiores, provocando con esta creencia el soberano desden de los conservadores que pica-ban mas alto en la política i las letras, quienes los miraban como estraviados o ignorantes.6

UNA REVISTA DE SEIS NÚMEROS

La Revista de Valparaíso lanzó su primer número en febrero de 1842. El panorama político de la época representaba fielmente la estabilidad que la constitución de 1833 le había dado al país. El orden establecido —por-taliano, como se le llamará después— era de gran control. El gobierno conservador para Domingo Faustino Sarmiento, uno de los fundadores de la revista, era visto como una tiranía y entonces las ideas del libera-lismo parecían ser —según él— las únicas destinadas a ser tomadas si se quería hacer oposición a la misma tendencia que Rosas había impuesto en Argentina.

En 1841 se batían, como hoy, los partidos chilenos en víspera de las elecciones; como hoy, y con más razón, se presentaba el gobierno como un tirano, como el único obstáculo para el progreso del país. Yo salía de aquel infierno de la República Argentina; frescas es-taban aún las amorataduras que el despotismo me había hecho al echarme garra. Con mi educación libre, con mis treinta años llenos de virilidad, las ideas liberales debían ser un hechizo, cual-quiera que fuere el que las pronunciara.7

Esto le valdría a Sarmiento ser contactado por los pipiolos chilenos para defender por escrito sus ideas en los periódicos de la época. Por motivos estratégicos, rechazaría esta oferta. No quería ser visto como un opositor radical en un país extraño, además de considerar que los pipiolos eran aún una oposición tímida frente a la hegemonía conservadora. Prefirió

6 José Victorino Lastarria, Recuerdos literarios, Santiago, Imprenta de la República de Jacin-to Núñez, 1878, pp. 105–106.

7 Domingo Faustino Sarmiento, Recuerdos de provincia, Buenos Aires, p. 303.

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mantenerse en la independencia y en la relación estrecha con sus cama-radas argentinos y con su trabajo como redactor en El Mercurio.

Aunque la prensa contaba con una libertad que permitió la aparición de los primeros periódicos y revistas de la época, también se debían respetar normas tácitas que dependían del excesivo poder del ejecutivo. Ese año, 1842, había sido recién elegido Manuel Bulnes como presidente y, tal como Diego Barros Arana comentó, la tranquilidad que siguió a su elección fue tierra fértil para la aparición de los grupos intelectuales. Ya desde 1839 se estaban realizando esfuerzos para mejorar la dotación de la Biblioteca Nacional en Santiago y luego vendría la reforma de la Real Universidad de San Felipe y la Sociedad Literaria de 1842. A todo esto se sumó la Revista de Valparaíso, como órgano de difusión de ideas desde la óptica de los liberales argentinos avecindados en Valparaíso.8

Aunque a Sarmiento le cupo un rol importante en la formación de la re-vista, fue Vicente Fidel López el autor intelectual y material del proyecto. También formado en el salón literario de Marcos Sastre, este abogado se caracterizó por una formación familiar muy estricta en lo artístico —su padre fue el compositor de la canción nacional argentina— y una pro-funda influencia del movimiento revolucionario trasandino. Era, al de-cir de Diego Pró, un hijo de la revolución. De todos los intelectuales que huyeron tras el advenimiento del régimen rosista, López era el que tenía la formación más sistemática. Su conocimiento abarcaba múltiples ámbi-tos, pero siempre estuvo muy preocupado del derecho y la historia. Había leído no solo a los clásicos, sino también a los autores más importantes de su época. Lammenais, Quinet, Michelet y Víctor Hugo eran parte de los intelectuales a los que más admiraba y sobre los que se enteraba a partir de la lectura de la Revue de Paris, clásica revista de la época.9 Cuando llegó a Chile, destacó por su cultura y buena educación, así al menos lo mani-festó Lastarria en sus Recuerdos Literarios.

8 Diego Barros Arana, Un decenio en la historia de Chile 1841–1851, Santiago, Imprenta y En-cuadernación Universitaria, 1905, pp. 279–280. Lastarria también consignaría esta situación y el nacimiento de la revista: «Con aquel año se había iniciado, bajo tan favorables auspi-cios, un movimiento intelectual desconocido hasta entonces; i contribuian a provocarlo i a dirijirlo los americanos ilustrados que, huyendo de tiranías i de luchas desastrosas, ha-bían hallado entre nosotros un asilo amistoso. Dos periódicos literarios, de la forma de las revistas europeas i nutridos de artículos sérios, orijinales o traducidos, fundan aquellos emigrados en Valparaíso», en Lastarria, op. cit., p. 102.

9 Diego Pró, «La cultura filosófica de Vicente Fidel López», Cuyo, vol. 8/9, 1991–1992, p. 16.

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López era un jóven de veinte i cinco años, hijo de la revolucion, que en su fisonomía de árabe i en sus ardientes ojos negros revelaba la seriedad de su carácter, la firmeza de sus convicciones i la energía de sus pasiones. Dotado de un espíritu eminentemente filosófico e investigador, había hecho vastas lecturas, i se inclinaba siempre a contemplar la razón de los hechos, de los sucesos i de los princi-pios, despreciando las formas i las exterioridades. Pero su ilustra-cion política i literaria no estaba aun dominada por un criterio fijo, que diera claridad a sus juicios i a su espresion; i ese era entonces el achaque general de todos los escritores progresistas, porque las nuevas ideas no entraban todavía en una evolucion científica, en las naciones del antiguo régimen en Europa y en América.10

La revista solo publicó seis números. Esto dio paso a toda una discusión en la que se debatía la importancia que esta publicación tuvo para la cultura local. Algunos intelectuales chilenos valoraron el aporte de la pu-blicación como un hito fundacional, recalcando que el hecho de que los intelectuales argentinos coincidieran en Valparaíso y crearan la primera revista literaria del país, la convertía en un punto de partida en la his-toria de la creación de una nueva identidad nacional. La rivalidad men-cionada con anterioridad se vuelve evidente en este debate, pues si bien se reconoció su aparición, muchos de nuestros intelectuales más avanza-dos rechazaron la idea de darle a esa revista una impronta fundacional y solo le reconocieron su temprana aparición. Personajes públicos de la talla de Diego Barros Arana y Miguel Luis Amunátegui —quizás los dos más relevantes historiadores chilenos del siglo XIX— criticaron no solo la importancia de los temas expresados en la revista, sino que destrozaron abiertamente su calidad en múltiples sentidos.

Era uno de los primeros casos de los embrollos metafísicos, de que despues hemos tenido que soportar tantas repeticiones, en que se desenvuelven las mayores vulgaridades i aun necedades sin arte ni lójica, sin claridad i sin respeto a las reglas gramatica-les, con frases huecas y altisonantes, que hacen revivir un culte-

10 Lastarria, op. cit., pp. 104–105.

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ranismo de nueva especie, pero tan insoportable como el de Gón-gora y sus discípulos.11

El propio Barros Arana matizará su posición tras citar a Amunátegui, re-cordándonos que en los artículos de la revista se percibía «talento i cierta instrucción general, pero de poco fondo».12 Sería exagerado segmentar estas tensiones a partir de las nacionalidades de los escritores. Más que eso, lo que puede notarse son apreciaciones profundamente antagónicas derivadas de los estilos de los polemistas. Como dijimos, Sarmiento tenía una educación eminentemente autodidacta y Vicente Fidel López, aun teniendo una educación más completa y formal, tampoco tenía estudios sistemáticos, aunque sí una enorme curiosidad.13 Sus pares chilenos, en cambio, también habían comenzado desde la iniciativa personal, pero pronto contaron con la tutoría de Andrés Bello y la Universidad de Chi-le. Fue así que incluso los escritores chilenos más rebeldes de su tiempo, como Lastarria y Jacinto Chacón, tenían una fuerte marca del gramático venezolano.14 De ahí que la mayoría de los historiadores y escritores for-mados bajo su alero, tuvieran una impresión dura y peyorativa respecto de la estética presente en los textos de los inmigrantes argentinos y su revista literaria.

Estructuralmente, la revista no tenía un orden claro. Aunque a medida que avanzó en sus números fue publicando artículos más originales, la mayoría de su material eran reproducciones de obras ya existentes. Abrían el número con una biografía y luego daban paso a extractos de artículos que a los editores les parecían relevantes. Incluyó también una crónica comercial, que solía remitirse a la situación de las políticas econó-

11 Miguel Luis Amunátegui, «Biografía de don José Joaquín Vallejo», en Ensayos biográficos, tomo III, p. 188. Citado en Diego Barros Arana, op. cit., pp. 281–282. La mención a la revista en la biografía de José Joaquín Vallejo no es casual. Precisamente fue Vallejo el que sostuvo varias polémicas con los escritores de la Revista de Valparaíso.

12 Barros Arana, op. cit., p. 282.

13 «Pensamientos y apuntes sobre la moral y la política», Revista de Valparaíso, tomo I, núm. 1, 1842, p. 11. Los propios autores resaltaron parte de su poca preparación. En una nota al pie dice claramente: «Los editores de la Revista no han conseguido esta obra en castellano, se han visto precisados a traducir los extractos que presentan y temen que hayan perdido mucho en la traducción».

14 Esto no significó que no se dieran polémicas fuertes entre el maestro y sus alumnos. José Victorino Lastarria y Jacinto Chacón sostuvieron una fuerte discusión con Andrés Bello, a través de la prensa, sobre la construcción de las obras historiográficas. Como veremos en el caso de la Revista de Valparaíso, Bello y sus discípulos se pusieron en veredas distintas al defender unos la llamada historia filosófica, mientras el otro se mantuvo en sus fuertes posiciones respecto del establecimiento certero de los hechos.

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micas británicas y entregaba información relevante para las casas comer-ciales apostadas en Valparaíso. Esta forma de clasificar la información deja ver no solo las influencias de los escritores, sino un poco el mapa de la relevancia cultural europea. Inglaterra generalmente se llevaba la ma-yor cantidad de comentarios sobre comercio, economía y política. Alusio-nes al proceso de creación de la Ley de Peel, así como a las crisis políticas del Reino Unido, nos hablan de la relevancia que este país tuvo mayori-tariamente en estas áreas. La hegemonía de Inglaterra se asentaba en el mundo por medio de su economía.15 Francia, en cambio, ejercía un embru-jo relacionado con lo estético y literario. Víctor Hugo fue el más resaltado de los autores galos, mientras que otros merecían más bien insinuaciones en los artículos literarios que escribieron los fundadores de la revista.

Además de estos temas, los relacionados con la América española eran de gran protagonismo. La preocupación por la creación de un Estado más formalizado y diferenciado de la tradición española, llevó a la mayoría de los autores a considerar un orden económico que promoviera la igualdad ante la ley y acabara con los privilegios. Chile, como sabemos, en 1842 ya contaba con un orden bien asentado, aunque la mayoría de su legislación política y económica estaba aún formándose.16 De ahí que las páginas de la revista le dieran difusión a una teoría para el desarrollo administrati-vo y económico de Chile, la que presentaba varias precisiones sobre los impuestos que claramente aluden a la conformación de un nuevo orden liberal, antes que a la implementación del privilegio por la vía del protec-cionismo. Aunque trata de cada tributo en su especificidad, en general la propuesta buscaba la supresión de las contribuciones, pues anclados en una concepción mercantilista, eran concebidos para impedir la libre competencia y maniatar a los súbditos.

El hombre cree uno de los derechos inherentes a su libertad la facultad de hacer cambios, y comerciar en todo jénero de indus-tria. Tal es en mi concepto el origen del òdio, que se tiene a todos los privilejios mercantiles a lo que igualmente puede agregarse la

15 Para referencias a las casas comerciales británicas y su actividad en Chile, véase Eduardo Cavieres, Comercio chileno y comerciantes ingleses 1820–1880, Santiago, Universitaria, 1988.

16 Hasta 1850, Chile aún no tenía una institucionalidad tan clara. Los hitos que marcan la eta-pa de maduración de esta nueva institucionalidad son la promulgación del Código Civil de Andrés Bello en 1855 y luego la ley de bancos de 1860, redactada por Jean Gustave Cource-lle-Seneuil. Aunque a estos dos momentos se les suman otras reformas, su envergadura y peso en la construcción del Chile moderno les otorga un carácter especial como demarca-dores de este período histórico.

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repugnancia natural a pagar contribuciones. Una y otra cosa hi-cieron odioso este establecimiento en manos de los empresarios, y prepararon su traslacion al fisco. Este no ha sido mas feliz, sus ajentes recorren los campos siempre incendiando, y ejerciendo una autoridad arbitraria, allanando las casas particulares, y co-metiendo excesos que no sirven a otra cosa que a alejar la opinión del gobierno y a que los ciudadanos esperen mejorar su suerte en el primer trastorno que se les presente.17

Pero la economía no lo era todo. Sarmiento y López derramaron también su liberalismo en la comprensión de las artes expresivas y ahí fue donde mayor polémica causaron. En un artículo titulado «Clasicismo y roman-ticismo»,18 Vicente Fidel López planteó abiertamente un desafío que ha-blaba no solo de una visión abierta y atomizada del lenguaje, sino que de la propia experiencia que tanto él como Sarmiento habían vivido. Ese aprendizaje espontáneo, fruto de la experiencia autodidacta, sin duda los hacía más cercanos a una cultura popular y menos académica. Esta vi-sión, según creían, estaba relacionada con el espíritu revolucionario, que había buscado romper las cadenas del despotismo y abrir el conocimien-to a todos. Si había sido exitosa en liberar a los pueblos, se debía precisa-mente a esa sintonía.

Los resultados de esta revolucion han salido del patronato de los jénios que la inauguraron y estàn consolidados en el patrimonio intelectual de los pueblos civilizados; lo que quiere decir, que ellos han pasado a ser la propiedad del vulgo, de la plebe que es lo que en la república literaria forma, del mismo modo que en todas las otras repúblicas, la opinion pública y la fuerza moral de una lei. Se puede decir, que esos resultados estàn alzados ya a la categoria de leyes literarias.19

De ahí que la prensa, articuladora de la opinión pública, fuese conside-rada la herramienta de educación universal. De ahí también su impor-tancia para el camino hacia el progreso, la modernidad y, en definitiva,

17 «Teoria de un sistema administrativo y económico para la República de Chile», Revista de Valparaíso, tomo I, núm. 2, 1842, p. 48.

18 Vicente Fidel López, «Clasicismo y romanticismo», Revista de Valparaíso, tomo I, núm. 4, 1842, pp. 122–143.

19 Ibídem, p. 122.

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para la construcción de un orden liberal. Ahora bien, con cierta sutileza, el artículo de López buscaba manifestar la rebeldía propia del liberalismo decimonónico. A partir del hecho establecido del origen social del conoci-miento, estructuraba una posición contraria al poder del gobierno. Este, según él, buscaba conservar determinadas estructuras sociales y aplaca-ba con su poder a la libre expresión. Lo nuevo, dice López, no se arrima al Estado ni a su poder conservador. Por el contrario, intenta siempre huir de él, pues sus límites son inabarcables.20 Para el lenguaje y la literatura, la analogía de los gobernantes eran los gramáticos y retóricos que imponían leyes estrictas para las lenguas que los pueblos transformaban y hacían viva a cada momento. Ahí estaba el primer mérito del romanticismo.21

Como era de esperarse, el artículo provocó respuestas. Chile se había caracterizado por el desarrollo de una temprana generación de intelec-tuales muy apegados a las reglas del academicismo. Por eso el ataque de Vicente Fidel López había llevado a que José Joaquín Vallejo —Jotabe-che— disparara de inmediato contra el escritor argentino. Esta polémica giró en torno al tópico de la libertad del escritor para crear y provocar las sensaciones que desea, sin la necesidad de apegarse al rigor y la verdad académica aceptada. La tradición academicista del Chile naciente —sos-tenida en Andrés Bello, su piedra angular— llevaba a los intelectuales nacionales a defender el apego al rigor de las formalidades retóricas y gramaticales a la hora de aplicar la creatividad. Se creía que la mera ex-presión, por sí sola, no constituía valor perdurable alguno.22 Contra eso, los literatos argentinos sostenían el valor de una espontaneidad creativa que veían como necesaria e inevitable en la conformación de una socie-dad democrática. Ahí radicaba su más enconada defensa de la libertad.

CONCLUSIÓN: LA CULTURA COMO ÁMBITO NATURAL DEL LIBERALISMO

Podría entenderse mal el esfuerzo aquí realizado para sintetizar la in-fluencia liberal de la Revista de Valparaíso, la primera de su tipo en Chile. Antes que nada, cabe recalcar la importancia que tiene el hecho de que este tipo de publicaciones hayan nacido precisamente en un contexto

20 Ibídem, p. 125.

21 Ibídem, p. 135.

22 Stuven, op. cit., pp. 239–240.

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de inmigración y diversidad cultural. Esto implicaba que los propios con-tenidos de la revista fueran variados. El análisis de carácter liberal, gene-ralmente asociado al romanticismo, que aparecía en los escritos de estos notables argentinos, también se confundía entre referencias a artículos de corte nacionalista —tal como Gazmuri señalaba, era una característica propia de la época—, pero también con claras alusiones al socialismo de esos años. En esos momentos, cuando aún el comunismo y el pensamien-to marxista no hacían su aparición, el llamado utopismo socialista tenía un lugar dentro de los revolucionarios de inspiración francesa. Los auto-res latinoamericanos, aquejados de falta de sistematicidad, pero también de recursos y libros actualizados, solo podían adquirir conocimiento en la medida que esos materiales llegaban a Chile o cuando el exilio los llevaba a Europa. De ahí que el último número de la revista contenga un artículo dedicado a resumir el pensamiento sansimoniano. Esto, lejos de limitar el valor de la revista como una publicación de talante liberal, refrenda la existencia de una amplia gama de fuentes y artículos leídos con voraci-dad, pero con una clara falta de guía y orden metódico.

Lo realmente destacable es que, a diferencia de lo que hoy se piensa, la re-vista fue fundada como un proyecto cultural y no económico. Su función tenía que ver con la difusión de ideas y con la aparición pública para el de-bate. Valparaíso se fue conformando como un polo de propuestas cultu-rales para los nuevos aires políticos que comenzaban a sentirse. Más allá de si efectivamente la Revista de Valparaíso ayudó a crear la identidad liberal del puerto, no cabe duda de que fue un inicio considerable para la difusión del ideario. Serían precisamente estas ideas las que, a fines del siglo XIX, entrarían en crisis y llevarían a la clase política a la guerra civil de 1891. La identidad porteña fue siempre contrapuesta a la santiaguina: liberal antes que conservadora. El origen de ese espíritu estaba precisa-mente en esas plumas porteñas de alma revolucionaria y emancipadora. Para ellos, era la cultura, no la economía, el ámbito natural en que se des-plegaba el liberalismo y es ahí donde este debe regresar. Trabajar por la instalación de una cultura y sentido común liberal es, a la larga, el objeti-vo y la misión de quienes adopten estas ideas en el futuro.

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