uruguay - la bota de potro en la campaña rioplatense.pdf

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La Bota de Potro en la Campaña Rioptatense "Babón como cualquier otro, "teio muy mao a la tet, 'Xs e! que dice "nu es" "Pa lodos la bota e potio"- E L uso y costumbre de la bota de potro, en todo el vasto t:rritorio de la pampa rio- platense, son muy conocidos por ]a mayoria de los hombres de campo, remoto y pintoresco ori- gen, reservado a aquellos que de su estudio han hecho una espe.. cia lización. En aquellos íiEmpos privile- giados, o "Civilización del Cue- ro", como acertadamente la cla- sificó Sarmiento, el hombre de campo, en sus faenas rurales, es- taba supeditado, en gran parte, a la vida del reino animal, sin cuyos sErvicios veía reducido su radio de acción. Como medio de transporte, el caballo fue de vi- tal importancia en su vida; mu- cho más, único, indispensable. En la construcción de su vi- vienda, puertas, ventanas, liga- duras de toda naturaleza, factu- ra de los enseres de su apero y calzado de sus píes, el hombre d; campo y el gaucho recurrie- ron al cuero de vacuno o ye. guarizo, haciendo uso y abu- so á¡ él, con el espléndido desperdicio que su abun- dancia permitía. — C u a n d o las primeras curtidurías fuéronse haciendo importantes en su nú- mero y perfeccionamiento indus- trial, nacieron las clásicas tala- barterías, y aquello que en su hora inicia' constituyó sólo un recurso ingenioso del individuo convirtióse en : una importante industria, cuyos esta. blecimientcs fueron requiriendo el empleo de muchos obreros, hoy en día especializados. Para apreciar debidamente la iropor- tancia y magnitud de lo que el elemen. j to animal significaba en la pampa del I coloniaje, necesariamente debemos re- currir a lo que sobre ella nos dice el •4 (bis) sabio Azara, en su interesante libro: "Viajes por la América del Sur". "En las pampas de Buenos Aires y campos de Montevideo hay muchos caballos y yeguadas silvestres que llaman cima- rrones, baguales y alzados. Van en tro- pas tan grandes que a veces la vista no alcanza al fin de una. Nadie hace caso de ellos porque sobran los mansos- Los caballos cimarrones viven en todas partes en tropas tan numerosas qur; no es exageración decir que se 113

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Page 1: Uruguay - La bota de potro en la campaña Rioplatense.pdf

La Bota de Potro

en la Campaña Rioptatense"Babón como cualquier otro,"teio muy mao a la tet,'Xs e! que dice "nu es""Pa lodos la bota e potio"-

EL uso y costumbre de la botade potro, en todo el vastot:rritorio de la pampa rio-

platense, son muy conocidos por]a mayoria de los hombres decampo, remoto y pintoresco ori-gen, reservado a aquellos que desu estudio han hecho una espe..cia lización.

En aquellos íiEmpos privile-giados, o "Civilización del Cue-ro", como acertadamente la cla-sificó Sarmiento, el hombre decampo, en sus faenas rurales, es-taba supeditado, en gran parte,a la vida del reino animal, sincuyos sErvicios veía reducido suradio de acción. Como medio detransporte, el caballo fue de vi-tal importancia en su vida; mu-cho más, único, indispensable.

En la construcción de su vi-vienda, puertas, ventanas, liga-duras de toda naturaleza, factu-ra de los enseres de su apero ycalzado de sus píes, el hombred; campo y el gaucho recurrie-ron al cuero de vacuno o ye.guarizo, haciendo uso y abu-so á¡ él, con el espléndidodesperdicio que su abun-dancia permitía. — C u a n d olas primeras curtidurías fuéronsehaciendo importantes en su nú-mero y perfeccionamiento indus-trial, nacieron las clásicas tala-barterías, y aquello que en suhora inicia' constituyó sólo un recursoingenioso del individuo convirtióse en

: una importante industria, cuyos esta.blecimientcs fueron requiriendo elempleo de muchos obreros, hoy endía especializados.

Para apreciar debidamente la iropor-• tancia y magnitud de lo que el elemen.j to animal significaba en la pampa delI coloniaje, necesariamente debemos re-currir a lo que sobre ella nos dice el

•4 (bis)

sabio Azara, en su interesante libro:"Viajes por la América del Sur". "Enlas pampas de Buenos Aires y camposde Montevideo hay muchos caballos yyeguadas silvestres que llaman cima-rrones, baguales y alzados. Van en tro-pas tan grandes que a veces la vistano alcanza al fin de una. Nadie hacecaso de ellos porque sobran los mansos-

Los caballos cimarrones viven entodas partes en tropas tan numerosasqur; no es exageración decir que se

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compon en algunas dedoce mil individuos.

Incomodan y perjudi-can — agrega— poiquesobre comer el pasto,embisten al galope a lascaballadas mansas siem.pre que las ven, y, pa-sando entre ellas o juntoa ellas, las llaman y aca-rician ccn bajos relin-chos de afecto y ellas seincorporan sin dificul.

tad, yéndose todas juntas para siem-pre".

La abundancia creciente de los ba-guales, el peligro que importaba paralos viajeros y el de;perdicio que losgauchos hacían de los vacunos, en sunecesidad de prcveers.c de bo'as. de-terminó un curioso acuerdo prohibiti.vo. lomado por el Cabido de Montevi-deo en 1785, cuya parte sustancialtranscribimos.

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" . . .El regidcr depositario genera]Don José Cardoso aijo que: su lar.&a experiencia de los abusos come-litios en la campaña de la jurisdie.J..OU, el más pernicioso y que másdestruia los ganados era ti uso delaa botas de ternera, teinírc u vaca.fccn^riilmen.e gas.ada por la genteae campo, siendo lo más sensiblever lan entablada la costumbr; dematar aquellos animales con el Úni-co fin de sacarle la piel necesariapara las botas.

En sus términos fundamentales,prosigue el acta original: aun cuan,

do se quisiera decir que no ña y enEstas campañas más de mil hembresque us.n este calzado, siendo constan,te que la duración de él nunca llega ados meses, es consecuente que en cadaaño han de morir y han de robar S;ismil cabezas de ganado sin que absoiu.lamír.te rindan más utilidad a los la-drones y a los dueños que otros tantospares de botas, y por cuya razón seaniquila el proceso de estas haciendas,

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HACENDADO

Cuando envíen sus ganados a Tablada

s

o a

Fray Bentos, asegúrenlos contra muerte o

machucamiento y serán resarcidos

en sus daños.

El Jefe de la Estación donde ustedes embarquen, les

amplios informes y les tomará el seguro.

dará

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que son las únicas en que estriba elfomento de esta jurisdicción.

Más addamte, prosigue el mismoCardoso: sería muy útil que se enta.blara la beta de yegua, que es tanbuena como la de vaca, pues asi se iríadestruyendo la mucha yeguada".

Como quien dispone el cumplimien-to de un verdadero auto de fe, ia pre.dicha resolución termina con este con-minatorio mandato.

"Que los mismes comisionados celsnel más exacto cumplimiento de ella,vaxo su responsabilidad, pues a cual-quiera de ellas es muy fácil al primergolpe de ojo distinguir la bota de ye-gua de la de ternera o vaca y que paracortar de raíz los daños que acarreaeste pernicioso abuso se les ordene alos mismos comisionados que cada unode su parte recoja incontinenti las bo.tas de ternera, ternero y vaca y ha.ciéndolas conducir luego a esta ciudad,se quemen públicamente extramurosde ella".

El prohibitivo acuerdo no podía sermás terminante y defini'ivo; can él.al gaucho le quitaban las botas de vacao ternera, para obligarlo a lo que de.bió s;r desde su erigen, la bota de.pairo.

Las botas de potro

"Se hacían —explica Martiniano Le-guizamón— con la piel sin pelos y per.feetamente sobada como una cabritilla,que sacaban de las patas traseras delpotro, eligiendo los animales de pela-je blanco u overo, para que la botaresultara más vistosa".

Según el uso a qu? las dedicaban,las hubo despuntadas, a medio pie ycompletamente cerradas o enterizas.

Repasemos las referencias que algu.nos relatores dedican a la bota depotro:

El célebre misionero Tomás Falkner,dice, refiriéndese a los indios te bu el-ches: 'Tanto los hombres como iasmujeres usaban una esp:eie de botashechas con el muslo de la piel de ye-gua y de potrillo; empiezan per quitaral cuero la gordura y las membranasinteriores; una vez seco, Jo ablandancon grasa, lo hacen luego flexible re-torciéndolo y se lo calzan sin darleforma ni costura".

Viajando en 1783 por la región meri-dional ds nuestro país, anota Antoniode Viedma: "Los indios usan cotasque hacen de las garrones o piernasde los mismos caballos o gua.ianos".

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El viajero inglés Robertson, aludien-do a las prendas de vestir de un acau-dalado estanciero, dice: "Las botasajustaban a los pies y tobillos como unguante francés ajusta la mano, y lascañas anolJ- las dábanle aspecto aeborceguíes'"

De aquella acentuada pieíer encíadel gaucho, escribe el pceta De María:

Usa e! gaucho por collado.Sin que guale jamás o ha.La especial bola ás potroQue él fabrica para él'

Y en la cual deia EUS dedosAsomar a una ab?rluia.Pues con ello se aseguraCucado monta en el corcel.

Amo'dadas al pie, prolijamente so-badas y atadas abajo de la rodilla,aquel cuero convertíase en un calzadosuave, ligero y especialmente adapta-ble a las exigencias del gaucho, casitodas cumplidas de "a caballo".

Eran indicadas para la equitaciónbravia y los dilatados galopes que hin.chan el pie. Por el acentuado há.bito oue tuvo el gaucho ríe usar estaclase de calzado nunca pudo hacerse de

él un buen soldado de infantería, in-capaz, como habría sido, para resistirlaigas marchas.

En el fragmento de un cuadro querepresenta la batalla de Suipacha pue-de observarse claramente la indumen-taria de los soldados gauchos, calzadoscon botas de potro despuntadas, chiri-pá y poncho.

Ya no dan potrillos para botasi

Cuando en los campos rioplatensesfueron muchos los que se habían"puesto las botas", en sentido figura-do, las otrora abundantes yeguadascimarronas fuéronse haciendo cada vezmás escasas y el gaucho pudiente ypropietario principió a calzar botafuerte de caña alta y los hacendadosdejaron de regalar potrillos para botas.

El cenocido dicho demarco una épo-ca de descuido, riqueza y desprendí,miento.

El gaucho iba lentamente desapare-ciendo con su indumentaria: no que-daban criollos "como la bota de po-tro".

D2 su ausencia nos habla el poeta,cen un eco nostálgico, añoraedo tiempos idos:

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: £ • •

"¿Qué pie calza hoy las nazarenasQue a las botas de potro se unían,Dejando breve huella apenasLos pies en la tierra se imprimían?"

"—Qué tiempos aquellos •— escribeJavier de Viana; — la bota de potro,las espuelas nazarenas, la tacuara, lavincha, un flete bravio, la divisa, loscaudillos..."

Como no era para todos, y lo siguesiendo, de la bota dice el poeta A. DeMaría:

Refrán como cualquier oiro,Pero muy lindo a la vei.Es el que dice que "mi es"Pa todos la bota e polio,,.

T eso en el fondo es verdáY dsl gaucho da una Idea.Porque con ella manqueaLa genle de la siudá.

Cuatro tiros por un par de botas

Aquella rigurosidad del Cabildo deMontevideo tuvo un epílogo trágicosesenta y ocho años más tardo. El gau-cho de 1853, el que sobrevivió a Ca-

seros, siguió usando bota de potro, .ycomo nunca oyó el sonido de la car-neta que lo llamaba a "la paga" y sólose le proveyó de los vicios de yerba'ytabaco, éi, que aún consideraba la pro-piedad privada como un mito, siguiódegollando potros para hacer sus bo.tas.

Has'a entonces lo había hecho POTcostumbre y necesidad; considerabaque un tiro de bolas más o menos notenía impórtatela y los qus mandabanno debían, no podrían delenerlo así,en seco, cortándole efa prerrogativa,esa arraigada costumbre.

El gen:ral Justo José de Urquiza,que montaba en recado, primorosa-mente "emprendao", ordenó la ejecu-ción de un soldado gaucho por habercometido el robo de un potrillo, conel cual debía haceras un par de botas.

¡Pobre gaucho! El progreso iba cum-pliendo su función inexorab'e. Cuan,do no fue la hoja (ría del cuchillo quele hacia cumplir el rigor de la ley. re-cibiendo un degollamienlo en masa,£ra el "naranjero", el *rabuco, o lacarabina la encargada "de hacerle es-tirar la jeta".

La extr;ma actitud de "Urquiza fueun funesto antecedente más para lahistoria de la bota de potro.

FÁCIL le seiá a cualquiera recordar historias trisies de perso-nas, que favorecidas por la fortuna, ccupaion posieirnes emi.nenies en la seriedad, que dilapidaron gruesas sumas, que

llívaron una vida de fasiuo y de esplender, y que, por carecerde la virtud de la Previsión, por no p;n=ar en el día de mañana,tal vez psrtjue ni tuvieion padres o maestres cuidadosos de estaeducación moral, viniiron a dar en una vejez acerba y desampa-rada, sin recursos para las más perentorias.necesidades, cayendoen los negros abismos de la mendicidad, cuando no en los máslóbregos del vicio y la delincuencia; y cuan delorose les habríada s:r el psnsar que, con un mínimo esfuerzo de la veluniad, conun i i: significan le ahorro. [e!l:s que derrocharon tesoros!, podríanhaber asegurado para la ancianidad, una pensión que les permi-tiese llevar con honcr los últimos años de la vida.

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