¿una sociedad del conocimiento sin intelectuales

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Sistema de Informacin Cientfica

    Flix OrtegaUna Sociedad del Conocimiento sin Intelectuales?

    Razn y Palabra, vol. 12, nm. 55, febrero-marzo, 2007

    Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de Monterrey

    Mxico

    Cmo citar? Fascculo completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Razn y Palabra,

    ISSN (Versin impresa): 1605-4806

    [email protected]

    Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de

    Monterrey

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    Una Sociedad del Conocimiento sin Intelectuales?*

    Por Flix OrtegaNmero 55

    Cada sociedad ha tratado de someter a diversos sistemas de control el conocimiento socique en ella se produca y distribua. La razn de tal empeo reside en la decisiva capacidde las representaciones culturales para legitimar la autoridad, as como para modelar laspercepciones de la realidad por parte de los individuos y los grupos sociales. Al erigirse efactor clave de estructuracin social, el conocimiento ha dependido estrechamente del resde instituciones sociales existentes en cada medio social concreto, lo que se ha traducido que tanto el conocimiento como su especfica forma de institucionalizacin vengan a reflecon bastante nitidez el conjunto de rasgos que definen a dicha sociedad. Las sociedadesmodernas resultan sumamente esclarecedoras de los diversos procesos puestos en march

    para controlar el conocimiento. Por tratarse de sociedades que se desvinculan de la tradicel primer mecanismo que activaron en este campo fue precisamente el de la deslegitimacde la particular forma de institucionalizacin que supona la tradicin. Al hacerlo, iniciannuevas modalidades de institucionalizacin que ms adelante acabarn configurndose dmanera estable. Entre ambos procesos emerge un perodo intermedio, extraordinariameninnovador, que se distancia tanto de la tradicin a erradicar cuanto de la posteriorconfiguracin de las instituciones del conocimiento. Estas ltimas se han visto sometidas,menos desde los aos 60 del pasado siglo, a una fuerte deslegitimacin que estdesembocando en lo que podramos denominar la desinstitucionalizacin de gran parte conocimiento social. Veamos el proceso histrico para despus explicar la situacin actuaestas instituciones y especialmente el papel reservado a los intelectuales.

    La prdida de la tradicin

    A lo largo de los siglos XVII y XVIII en Europa aparece, de manera general aunque no comisma intensidad en todas las sociedades, un conjunto de transformaciones sustanciales afectaron a los modos de conocer, ligadas a una visin del mundo cada vez ms alejada dlos modelos tradicionales. Los saberes de fuerte inspiracin religiosa desarrollados en ceneclesisticos dejan paso a esquemas interpretativos ms mundanos, basados en el empiry el racionalismo, que encontrarn su caldo de cultivo en instituciones de nuevo cuo. Esnuevas concepciones, por lo que tenan de ruptura con la cosmovisin religiosa, difcilmenpodan cultivarse en las mismas instituciones que hasta ahora haban dado amparo a lossaberes de inspiracin religiosa. Se necesitaban otras, capaces de funcionar en sintona clas exigencias tanto ideolgicas cuanto metodolgicas de un sistema de representacionesvolcado a dar respuestas a las exigencias de un mundo en cambio, crecientementesecularizado.

    Ahora bien, previa a la creacin de este nuevo orden institucional, se requera de unaprecondicin inexcusable: la organizacin de mbitos de libertad dentro de los cuales sefacilitara la expresin de las nuevas ideas, al margen de toda exigencia prctica, de cualqcondicin adscrita al origen de los participantes e independiente de la autoridad estableciSin tales condiciones de libertad (ainstitucionalidad, apragmatismo, apoliticismo), lasuperacin de la tradicin era simplemente inviable. Y justamente lo que encontramos enaquella Europa es que estos requisitos se hicieron posibles, de manera mayoritaria, enescenarios que al menos hemos de definir como femeninos. Primero algunas cortes (sotodo las italianas) y ms tarde los crculos (posteriormente rebautizados como salonesfranceses se convirtieron en los autnticos medios especficos de la liberacin delpensamiento y en las fraguas en las que se forjaron no pocos de los patrones cognoscitde las sociedades modernas. La revolucin filosfica que origin las bases del pensamien

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    moderno y de las ciencias tuvo su particular campo de entrenamiento en unos espacios

    promovidos, mantenidos y regulados por estratos de mujeres de la aristocracia primero yla burguesa despus que hicieron posible una revolucin de los paradigmas (por usar laconocida expresin de T. Kuhn).

    Cualquier poca de liberacin de un orden social contiene posibilidades e ingredientes quenecesariamente se desarrollan y encuentran acomodo en el que viene a sustituirlo. Es el de estos escenarios femeninos. La primera paradoja reside en el hecho de que elprotagonismo de las mujeres de cortes y salones no tiene continuidad. Efectuada su esencontribucin histrica a la liberacin de los saberes, se eclipsaron detrs de unas bambalque se han desplazado a otros escenarios que cuentan con otros actores. La segunda es la disolucin de clichs y manierismo que haba la libre discusin da lugar a continuaciun cierre epistemolgico que har difcil el pensamiento que no se subordine a criteriosestndar y cnones predefinidos, a cuya elaboracin y firme defensa tanto contribuyeron

    ese momento la construccin de las diversas Academias, cuyo objetivo central fue lanormalizacin en sus respectivos campos de actuacin.

    No es este ensayo el lugar adecuado para dar respuesta pormenorizada a un cmulo deproblemas de tal envergadura. Pero conviene que al menos aclaremos algunos aspectos resultaron cruciales para el desarrollo posterior de los acontecimientos en el terreno delsaber, as como para la casi absoluta prdida de intervencin de las mujeres en el mismoprimer lugar empezar por un aserto bastante general: los grupos sociales con un statusrelevante en perodos de transicin, no suelen conservarlo una vez que el cambio se haproducido y el nuevo orden se ha constituido. El anlisis de cualquier poca de fuertestransformaciones sociales as lo corrobora. La aportacin de las mujeres a las crucialesreformas de la mentalidad social entre los siglos XVII-XVIII no ha sido una excepcin.

    En segundo lugar, es necesario que nos detengamos en una mejor comprensin de losescenarios puestos en marcha por las propias mujeres. Sin duda en ellos hallaremos tamalgunas claves para entender la evolucin posterior. Como han puesto de relieve diversosestudios (me refiero, por citar dos ejemplos representativos, a los de L.A. Coser, 1968 y Craveri, 2003), los salones estuvieron demasiado limitados por sus orgenes (crtica ydistanciamiento de las cortes oficiales), de manera que en gran parte se encauzaron msgenerar otro estilo de vida (menos encorsetado) alternativo al de la nobleza, que aacumular, organizar y sistematizar los productos intelectuales all creados. El gusto por lapalabra, la seduccin intelectual (sin excluir otras), la correcta puesta en escena y una ciigualacin social primaban sobre consideraciones de naturaleza epistemolgica. Se tratabsubrayar sobre todo las condiciones de una nueva manera de pensar y discutir, aunque eno excluyera el discurso, bello y coherente. Pero es indudable que una vez logrado el dobobjetivo de liberar el pensamiento de las constricciones de la tradicin y ampliar el pblicinteresado en la discusin, lo salones perdieron todo su sentido. Por lo que se sabe de los

    mismos, eran las mujeres las que de manera preferente impulsaron las condiciones que lhicieron posibles, mientras que a los hombres correspondi una mayor responsabilidad ecuanto concerna a la elaboracin misma de los discursos. Removidos los obstculos delpensamiento, las aportaciones femeninas resultaron ser innecesarias. Los philosophes y sherederos emprendieron una aventura decididamente diferente tanto en sus contenidos(cientficos y filosficos) cuanto en los actores responsables de ella (los hombres).

    Pero a ella contribuyeron otras importantes transformaciones, stas ya de ndole mspoltica, si bien tuvieron su fuerte proyeccin en los dominios acadmico y cientfico. Por que a la poltica se refiere, la reorganizacin del Estado (su paso del absolutismo a lademocracia) supuso un conjunto de modificaciones esenciales en lo concerniente al

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    entramado institucional que afectaba a la familia y el mundo del trabajo. En este nuevo o

    las mujeres fueron desplazadas al mbito de la vida privada (la cultura subjetivasimmeliana), para lo cual su relacin con el mundo de la cultura objetiva quedaba redua su mnima expresin. El mundo de los que algunos llaman la modernidad slida (Z.Bauman) era marcadamente masculino; o al menos lo era en mbitos tales como el de lavida pblica y los sistemas e instituciones del conocimiento. Porque en lo concerniente aestos ltimos, lo que hallamos es un giro decisivo respecto de la precedente poca de lossalones femeninos. Podra decirse que en estos ltimos predominaba la idea que en el XVhaba difundido H. Walpole, la serendipity (cfr. Merton y Barber, 2002): los descubrimierelevantes pero fortuitos. Un modo de aventura intelectual escasamente sometido areglamentaciones, y que en la ausencia de pautas rgidas da primaca a la imaginacin ycreatividad (lo que no quiere decir ausencia de rigor). El triunfo de una racionalidad que mundo de las ciencias dar como resultado su progresiva configuracin como frreasdisciplinas, con sus objetos y mtodos especficos, dejaba escaso margen para veleidade

    serendipitosas. En otras palabras: la consolidacin del mundo cientfico produce indudarecelo hacia un modo de pensamiento (el de los salones) que empieza a verse como

    diletante o mero divertimento. La creacin de las diversas Academias, por lo dems, viene sino a reforzar este proyecto poltico de reglamentar y contener bajo fronteras biendefinidas la creacin y difusin del conocimiento. Un proyecto que van a asumir comocometido propio los Estados nacionales, y fuera de cuyas barreras quedaba poco margenpara la creacin cultural.

    La reglamentacin del conocimiento: el surgimiento de dos nuevas tradicionesEl orden social surgido despus de la Revolucin Francesa no deja muchas dudas acerca dsus objetivos: se trata de construir en l una sociedad que bajo la estricta tutela del Estase vertebrase en un nuevo y slido entramado institucional. En las visiones (no tan utpicomo pudieran parecer) de Saint-Simon o de Comte los saberes quedaban claramenteintegrados en el mismo. Una jerarqua de saberes sometida al control de una lite intelec

    desechaba el multiforme y crtico perodo precedente y lo sustitua por otro abiertamenteafirmativo del orden establecido. Los pilares de este nuevo orden eran, desde mi perspectres: el sistema escolar, la auto-organizacin cientfica y las instancias polticas encargadde la supervisin del conjunto. Esta dimensin de la sociedad se diferenciaba claramente orden privado (como certeramente subrayaba E. Durkheim en La educacin moral, 2002)Dualidad del mundo no tanto por quin lo controlaba (siempre el Estado) sino por a quinse destinaba: el uno a los hombres, el otro a las mujeres. Al tratarse, adems, de circuitogran parte separados pero internamente autorreferidos, quedaba claro que el destinopersonal estaba adscrito. Pero ya no al origen social, sino a la dualidad de sexos.

    La perspectiva que aqu me interesa privilegiar tiene que ver, como ya se ha dicho, con epapel del conocimiento como organizador de la realidad. La sociedad llamada primero

    positiva y ms tarde industrial otorga sin duda alguna un relevante papel al conocimie

    Un conocimiento cuyo cometido es triple: primero, como definidor de las bases mismas desta sociedad y de su autoridad (legitimacin); segundo, como impulsor de su desarrolloeconmico (tndem ciencia-tecnologa); tercero, como medio de socializacin (educacincada uno de estos tres niveles, la organizacin poltica (el Estado) ha pretendido siempreasumir un control lo ms exhaustivo posible.

    El papel creativo e innovador quedaba asignado al mundo cientfico; el de distribuidor deconocimiento al sistema escolar, y el de control y asignacin de reconocimiento al Estadotravs de instituciones especficas, dentro de las cuales destacaban las diversas Academiacomo rganos encargados de ejercer una doble misin: tutelar la normalizacin delconocimiento, y establecer un sistema de rangos individuales mediante la distribucin deprestigio a ellas vinculado. El nexo de unin de estos diversos rdenes no era otro que el

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    grupo social encargado del conocimiento en sus diversas manifestaciones, esto es, los

    intelectuales. Ahora bien, si como tales podan ser caracterizados cuantos actuaban en lotres niveles mencionados, entre ellos existan diferencias y jerarquas. Puede decirse que orden inferior corresponda al de la docencia, al que segua el cientfico, y por encima detodos ellos, como expresin de mximo reconocimiento social (y poltico), apareca el de Academias. En definitiva, en esta estructura institucionalizada del conocimiento, la instandecisiva no era otra que el Estado, rgano capaz de legitimar y a la vez otorgar prestigio los diversos saberes formalizados.

    A este orden de cosas se le sumaron otros dos factores importantes por lo que alconocimiento se refiere. De un lado, el destacado protagonismo que adquirieron,particularmente a finales del XIX, los escritores. De otro, la activa contribucin de losidelogos de los partidos polticos en la conformacin de consensos culturales y morales. primeros fueron quienes de manera ms clara trataron de dotarse de un status profesiona

    social independiente del Estado; es ms, su proyecto era precisamente de erigirse en unacategora social con autonoma suficiente como para ejercer una sistemtica accin crticasobre el Estado. La participacin de E. Zola en el caso Dreyfus (1898) es el paradigma deeste tipo de intelectual. Un prototipo de efmera duracin, como ya denunci J. Benda en1927 en su libro La trahison des clercs.

    La posicin de los idelogos polticos corri, sin embargo, una suerte bien distinta. Lacreciente politizacin de la vida social tuvo dos consecuencias cruciales para el desarrollotanto del conocimiento cuanto de sus cultivadores. En primer lugar, erosion fuertementeposibilidades de mantener un campo autnomo de conocimiento ms all de las necesiday dependencias de la lucha poltica. En segundo trmino, desplaz a no pocos intelectualedesde su territorio especfico de produccin (la ciencia y el saber conforme a reglasautnomas) al ms atractivo (por el poder y el reconocimiento que otorgaba) de la poltic

    Con este panorama, el mundo de la produccin intelectual se haba tornadoextraordinariamente complejo y ambiguo en el primer cuarto del siglo XX. Los campos deproduccin, los grupos encargados de ella, el sistema de legitimidades y de recompensashaban diversificado de manera tal que las contradicciones y las perspectivas encontradashacan difcil el consenso acerca tanto de qu poda entenderse por conocimiento, como dquines estaban en condiciones de crearlo. La superposicin de los planos estrictamentecognoscitivos con los polticos, en una poca adems transida de profundos y agnicosconflictos sociales, no permita clarificar el panorama, sino ms bien todo lo contrario. Enmedio del fragor de mltiples batallas, fue Max Weber (1978), una vez ms, quien vislumla salida a esta confusa situacin. En efecto, inmerso en los avatares revolucionarios que produjeron en Alemania una vez finalizada la Gran Guerra, Weber seal una drsticaseparacin entre dos tipos de accin social, la del cientfico y la del poltico. Los dosmanejaban smbolos, pero de naturaleza distinta, obtenidos por mtodos diferentes y con

    objetivos claramente separados. De modo que si de ambos puede decirse que sonintelectuales, debe aadirse de inmediato que sus tareas no pueden confundirse. Mientraque el cientfico se debe a las reglas de un mtodo que busca el conocimiento verdadero,poltico persigue persuadir a un pblico trasmitindole sus convicciones. El uno persiguedescubrir la verdad y por tanto se dirige a y activa la inteligencia; el segundo pretendemodificar las actitudes y su objetivo es la voluntad.

    Esta dualidad weberiana (ms tarde sistematizada por K. Mannheim, 1973) inaugura las a mi entender van a ser las tradiciones imperantes en el mundo del conocimiento a lo largde buena parte del siglo XX: de un lado, el orden institucional acadmico-cientfico; de ot

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    mantener su pretendida autonoma como mera formalidad nominalista. Cada vez menos

    universidades tienen en sus manos tomar iniciativas en el terreno que les es propio: el mpreocupante de todos es el referido al sentido y objetivos asignados a la institucin, cadams elaborados fuera de su marco por instancias muy diversas (polticas, mediticas,religiosas y econmicas). Slo ilusoriamente puede mantenerse que la comunidaduniversitaria dispone de un margen de autonoma notable dentro de su campo. Un indicaexpresivo al respecto es que el mundo universitario de prcticamente todo el mundodesarrollado se encuentra sometido a un interminable proceso de reformas, del que todoopinan y toman decisiones sin que la propia comunidad acadmica sea una voz demasiadtenida en cuenta. Otra cosa diferente es que tal comunidad sea abandonada a s misma ahora de administrarse lo que podramos denominar deficiencias funcionales, o efectosperversos de esta situacin. Autonoma, s, pero para habrselas con las miserias de lainstitucin, que desde luego no son pocas. Una institucin bastante autista, lo que no leimpide contribuir en ocasiones a producir logros relevantes para su sociedad.

    Este cierre social que caracteriza a los diversos submundos de la produccin deconocimientos en el siglo XX se proyecta sobre el sistema de reconocimientos y recompensimblicas que operan dentro de ellos. Existe autonoma al respecto? Hay institucionesnormas y evaluaciones especficos del campo para recompensar a quienes son actoresprincipales del mismo? La primera constatacin es que una parte sustancial de los conflicen los campos del conocimiento cientfico y acadmico son luchas por el control y laapropiacin del capital simblico interno. Difcilmente no podra ser as en un medio cuyoelemento de accin no son sino los smbolos. Los sistemas de movilidad, asignacin deprestigio, el cursus honorum y la relevancia dentro del propio campo se convierten enobjetivos centrales de la vida de sus miembros y provocan algunos de los enfrentamientoms agudos dentro de estas instituciones.

    As, estos conflictos en pos del reconocimiento y la visibilidad dentro del campo, permiten

    conocer quines disponen de autoridad en el mismo, a quines se discrimina, la prdida dvigencia de los paradigmas (que actan as como modas) y eventualmente las conexiondel campo de conocimiento en cuestin con otros mbitos externos al mismo.

    De lo anterior se desprende que es precisamente en el sistema de reconocimiento simbldonde la comunidad cientfico-acadmica goza de un razonable grado de autonoma. Asacontece con los dones distribuidos dentro del sistema interno. Pero progresivamente eparte del sistema de recompensas depende ms de otros mbitos, los externos al mismocapital simblico especfico de la comunidad cientfico-acadmica no puede sustraerse hoylas evaluaciones que se efectan fuera de la misma. Las cada vez ms escasas y limitadarecompensas que pueden proporcionarse en su interior necesitan de un segundoreconocimiento valorativo, que tiene lugar all donde la visibilidad alcanza su mximaexpresin: el escenario de la comunicacin meditica. Cierto que unos campos cientficos

    sociales) son ms sensibles que otros (los experimentales) a ella. Pero en conjunto todospugnan por esta segunda (que para algunos es primera) evaluacin simblica. Porque adiferencia de la exclusivamente otorgada por el campo de conocimiento, generalmentecircunscrita al mismo y con escasa o nula repercusin pblica, la que proporciona elreconocimiento meditico revierte sobre el propio campo reforzando el status que dentrol se tiene, ampliando y reforzando adems las posibilidades de accin y logro fuera delmismo.

    El resultado global de este proceso se desarrolla en varios frentes. El primero de ellos es,duda, el ocaso paulatino de ciertos canales de recompensas simblicas por la escasarelevancia de los mismos. Es el caso de no pocas Academias (quiz las menos afectadas las de la lengua). De modo que en mi opinin, la mucha o poca apertura que las mismas

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    puedan hacer encaminadas a incorporar a grupos y sectores hasta ahora excluidos de ella

    con escasa presencia en las mismas (como acontece con las mujeres), dice muy poco sobla evolucin del status en tales sectores. Se trata de mecanismos de recompensa residuaya que la funcin que otrora pudieron cumplir o se ha desintegrado, o ha sido asumida pootras instancias con mayor relevancia (y poder) social.

    El segundo y muy destacado tiene que ver con la progresiva colonizacin de los camposcientfico-acadmicos por sistemas de reconocimiento externos a ellos. Este carcter deexternalidad del sistema ir provocando transformaciones de su racionalidad, sustituyendno pocos casos la competencia como cualidad recompensable, por la fama y la notoriedadconstruidas fuera de aquellos campos.

    En tercer lugar, una tentacin muy extendida de salvaguardar la autonoma de losmecanismos de recompensa es sustituir el conocimiento por el ritualismo formalista en la

    creacin y presentacin de los productos acadmicos. El excesivo nfasis que hoy se pracen centros e instituciones que tipifican los resultados del trabajo universitario acerca de loque se considera logros y aportaciones correctas, puede resultar de gran futilidad yesterilidad para la creacin de conocimientos relevantes y significativos. Porque se sueledesplazar la atencin del logro cognoscitivo al cumplimiento de ciertos patrones formalesContra esta prctica puso en guardia alguien tan poco sospechoso como R. K. Merton (20al sealar que el genuino conocimiento estaba siendo desplazado por simples rituales (el

    artculo cientfico estndar) adaptados a las exigencias de ndices de calidad e impactoimpuestos por las denominadas revistas de referencia (cfr. F. Ortega, 2003).

    En fin, un empeo probablemente destinado al fracaso es el que podramos llamarrecolonizacin cientfica de los nuevos sistemas de visibilidad y recompensa simblicos.todas las loables consideraciones que merece su proyecto, hay que admitir que algunas d

    las propuestas del ltimo Bourdieu (ya sea en Las reglas del arte o en Sobre la televisinamaestrar un campo competidor ni sirven para comprender mejor este campo, ni desdluego conducen a resultados de eficacia tangible. Probablemente hay que actuar en el cameditico para cambiar muchas cosas, pero no desde luego para hacerlo conforme a lasreglas de otro campo. Precisamente por ello es por lo que debe deslegitimarse el procesoinverso, esas prcticas que en la jerga de los profesionales de la comunicacin (con ayudacadmicos convertidos en compaeros de viaje) han dado en denominar periodismo dinvestigacin y periodismo de precisin. El intelectual acadmico que desde mi punto dvista mejor ha entendido este juego de enfrentamientos y complementariedades es U. Ecquiz tendremos que fijarnos ms atentamente en sus proyectos para los cambios que seintuyen ya en el futuro ms inmediato. Proyectos que pretenden proporcionar con losconceptos y los mtodos de las ciencias respuestas a nuevas necesidades del mundocontemporneo.

    En resumidas cuentas, el dominio cientfico-acadmico, sin duda el ms institucionalizadotodos, ha sufrido profundas transformaciones y en el camino ha perdido no poca de supretendida impronta autnoma con la que inicialmente se constituy. Algunas razones deesta mutacin las he sealado, pero a ellas volver en el apartado siguiente.

    Qu ha sido de la otra tradicin, la de los idelogos? Su aportacin se ha concentrado enelaborar conocimiento social no cientfico destinado a producir frmulas de consenso/diseal servicio de proyectos polticos determinados. Han sido ellos quienes se ligabanestrechamente a los conflictos polticos y sociales, y lo hacan desde una posicin siemprecomprometida con opciones e intereses representativos tan slo de una de las partes enlitigio. No slo eran partidistas, sino que adems carecan de la autonoma institucional d

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    que pudieron gozar los cientficos-acadmicos. Su posicin, destino y recompensas depen

    directamente de los grupos y organizaciones presentes en cada conflicto social. De ah quintelectual prototpico era el idelogo del partido poltico.

    Si bien dispusieron de una enorme capacidad de moralizacin y movilizacin sociales, suposicin fue siempre subordinada, y su status frgil. Cierto que llegaban a pblicos amplique sus mensajes proporcionaban los ideales de sus sociedades. Pero slo podan hacerlocondicin de plegarse a las directrices y estructuras organizativas de los partidos dentro los cuales adquiran su condicin de intelectuales. Fuera de su proteccin, quedabandespojados de todos sus poderes.

    La contribucin de los idelogos al conocimiento es de naturaleza bien diferente a la de locientficos. Sus relatos no pretendan explicar el funcionamiento del mundo, sino darlesentido y a partir de l movilizar a determinados grupos sociales. Ahora bien, en la medid

    en que sus valores contribuyeron decisivamente a la movilizacin cognitiva y social, fueroresponsable en un alto grado de la particular estructura que adquirieron sus sociedades dreferencia.

    Con la crisis de los partidos de masas la base de sustentacin de los idelogos se desmorComo tales idelogos, han desaparecido, y en la medida en que sus relatos han perdidovigencia, su huella cognoscitiva y moral se ha borrado. Pero lo que ahora nos importaaveriguar es en qu nueva figura se han reconvertido, caso de hacerlo, y cules han sido consecuencias para el status, la visibilidad y las recompensas de los intelectuales en lasactuales sociedades. A dar cuenta de estos cambios se destinan las pginas siguientes.

    Un conocimiento desinstitucionalizadoEn el perodo que se inicia en los aos sesenta del siglo pasado, el conocimiento,

    especialmente en sus manifestaciones ms formalizadas, iba a sufrir una sistemtica accdeslegitimadora, desde varios frentes y por causas muy diferentes. Podemos englobar atodos estos intentos de erosin del conocimiento dentro de la expresin la deconstruccidel conocimiento, para usar un trmino puesto de moda en la poca. En efecto, ya no setrata de seguir progresando (la idea de progreso haba entrado en decadencia por las misfechas), sino de volcar la atencin sobre el conocimiento mismo para desentraar susinterioridades, as como sus vinculaciones con el poder y las consecuencias perversas de ello. Se trata de una modalidad de reflexividad que, ensimismada en el anlisis retrospecy en las genealogas de los saberes acaba, en muchos casos, por conducir al nihilismointelectual. Los referentes intelectuales de este clima son muchos y variados, pero qu dcabe que ocupan un lugar privilegiado nombres tales como P. Feyerabend, T. S. Kuhn, MFoucault, J, Derrida, N. Chomsky... No pretendo meterlos a todos en el mismo saco, peroque subrayar que todos ellos, aunque fuere desde perspectivas diferentes, contribuyerondecididamente a socavar el orden institucional del conocimiento establecido, sin que resunada claro que alumbraran otro. De ellos surgi, si bien no siempre debido a ellos, elconfuso, ambiguo y autodisolvente universo del postmodernismo.

    Tambin en esta poca comienza, con referentes terico-ideolgicos no diferentes a los ymencionados, otro frente, esta vez de crtica al Estado y sus organizaciones. La crisis delegitimidad del Estado recubre con el manto de la sospecha a cuantas instituciones y accirelacionadas con el conocimiento se movan en su esfera. Ser el declive imparable de fode ser intelectual hasta entonces pujantes, como era la de los idelogos. Los intelectualesla poltica se vern desplazados de ella y tendrn que transmutarse en nuevas figuras qupoco o nada tienen que ver con los rasgos del perodo precedente.

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    Como consecuencia de todo ello, asistimos a la puesta en marcha de diversos procesos q

    han afectado al orden institucional del conocimiento, al perfil de los intelectuales y al sistde recompensas simblicas otorgadas. Las crticas conjuntas al Estado y al uso delconocimiento por parte del poder tuvieron un primer efecto en el status de la universidadcomo institucin central del conocimiento. De hecho, los ataques se dirigieron de manerapreferente a ella, de manera que las revueltas estudiantiles se centraron en el supuestodesvelamiento de los intereses inconfesables a los que la universidad pretendidamenteserva. Si de un lado sealaron su carcter elitista en trminos sociales (origen social de alumnos), de otro el elitismo criticado se refera a los saberes transmitidos. De manera qesta doble crtica sirvi para abrir las aulas a remesas de alumnos cada vez mayores(masificacin), pero tambin para devaluar el conocimiento de calidad (trivializacin en ade adaptarse a la lgica del mercado). Ms que centrarse en el conocimiento (en su creacy transmisin), a las universidades empez a exigrseles el desarrollo de habilidades ydestrezas supuestamente demandadas en el mbito econmico: ensear a aprender (o aolvidar, tanto vale) fue y sigue siendo el lema. Con ello, las universidades iniciaron unaimparable decadencia, y dejaron de ser instituciones capaces de crear conocimientosrelevantes, as como para acoger y recompensar en un clima propicio a los intelectuales.

    Pero a pesar de las crticas de los aos 60-70, el conocimiento continuaba producindosevaco que paulatinamente iban dejando las universidades (agobiadas con su nueva tarea colegios al servicio de unas pretendidas necesidades de los mercados), vinieron a ocuparotras instancias, resultado de la creciente privatizacin del conocimiento. Porque, en efecmedida que las universidades fueron derivadas a tareas y rutinas de enseanza confinalidades harto dudosas, se han ido creando redes muy variadas de instituciones creadode nuevos saberes. Decir que ellas son el resultado de la privatizacin del conocimiento nsignifica que su financiacin sea exclusiva o bsicamente privada. No es as. Lo que esprivado es el control y la gestin, pero los recursos proceden de mbitos diversos. Una pasignificativa de los mismos son transferencias de recursos pblicos a este sector. Otra pa

    proviene del mbito empresarial y de organizaciones diversas de lo que se conoce comosociedad civil. Los programas que hoy se denominan de I+Di se han convertido en unconsistente sistema de estmulos para la investigacin y de recompensas significativas palos productores de conocimiento, que tiene su insercin y desarrollo en espacios que sueestar alejados de los campus universitarios, as como de las reglas que en ellos imperan. refiero, sin duda, a muchos de los grandes centros de investigacin que funcionan al marde nuestras universidades (aunque en ellos haya universitarios), y que en no pocas ocasitienen el estatuto de Fundaciones (de gestin privada) patrocinadas con fondos pblicos.Pero junto a ellas, los sistemas de recompensas del sector estrictamente privado (bancosempresas y corporaciones) atraen con sus reclamos las energas que antes se desplegabade manera casi exclusiva en el mundo universitario. Y es que este nuevo orden de cosas,suele ser parte integrante de grandes corporaciones multinacionales, es el que dispone dmedios ms idneos tanto para el trabajo eficaz del cientfico cuanto para proporcionarle

    recompensas (simblicas y materiales) hoy da ms relevantes.

    Pero como vivimos en una poca de transicin, la situacin ms tpica es aqulla en la qucientfico simultnea la universidad con esta otra actividad de orden ms privado. Pero aurequiere privatizar otra cosa: la legitimidad que inercialmente se contina atribuyendo a universidad. En la medida en la que estos centros privados (o cuasi privados) no se handotado de un perfil bien definido en el campo del conocimiento, recurren a apropiarse, jucon los recursos personales, de aquellos de carcter simblico que hasta ahora se cean

    justificar las prcticas propias de la institucin universitaria. Podemos decir que hoy da uparte importante de los conflictos en torno a la distribucin del poder y la visibilidad queconfiere el conocimiento tienen su escenario en este lugar de entrecruzamiento de launiversidad con lo que he llamado el orden privado del conocimiento. Este primer desar

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    que acabo de exponer genera un tipo de intelectual que conserva buena parte de las

    caractersticas del cientfico (en el sentido weberiano), y pocas de este otro cuya accindiscurra en el espacio pblico, sobre todo el de la poltica. Una vez que todas estas acciovinculadas al intelectual se han ido ligando a intereses privados, las recompensas hanadquirido tambin un significado ms privado, que viene a traducirse en recompensas sotodo econmicas. Precisamente por ello, este tipo de intelectual, si adems busca serreconocido pblicamente, tiene necesidad mantener alianzas con aquellas esferas en dones posible conseguir tan reconocimiento. De ah se deriva tanto su permanencia en launiversidad (vieja legitimidad inercial) cuanto su incorporacin al mundo de la visibilidadpblica de los medios de comunicacin (que tienden a monopolizar los nuevos mecanismdispensadores de status).

    Un segundo mbito de cultivo y reconocimiento de creadores de conocimiento es el que tlugar en el amplio espacio que de manera genrica llamamos de los expertos. Sus

    habilidades son muy diferentes de aquellas que corresponden a los cientficos. Lo que loscientficos crean es conocimiento en un sentido bsico de la expresin. Pinsese, por ejemen el trabajo de muchos laboratorios de biologa o de fsica. Sus descubrimientos permiteexplicar con mayor precisin y fiabilidad cmo funcionan ciertas parcelas de sus respectivcampos de anlisis. Por el contrario, por experto ha de entenderse slo aquella categorasocial de la que se espera posea ciertas habilidades (el conocido know-how) puestas alservicio de objetivos pragmticos bien precisos. El mrketing es un terreno bastanterepresentativo de cuanto digo, por cuanto es vlido para la promocin y venta de una vagama de productos (desde de los ms triviales del consumo diario hasta los que tienen qver con candidatos polticos o lderes religiosos). Los creadores de marcas, lderes,organizaciones, imgenes corporativas y diseos industriales se engloban en esta categoTodos ellos se caracterizan por la posesin de esquemas conceptuales simples, pero muyoperativos (en los que se entremezclan recetas varias extradas de campos de conocimdiversos) a la hora de persuadir a un pblico especfico. Ciertamente que resulta algo dif

    de entrada, asignar a este actores la condicin de intelectuales en un sentido estricto. Y, embargo, lo son. A ellos les corresponde una tarea que, con las salvedades que se quierala responsable de la conformacin de valores, gustos y usos populares. Contribuyen agenerar las bases de consensos y disensos que otrora estuvieron en manos de los

    intelectuales orgnicos gramscianos. De hecho, la reconversin de una parte de estosltimos, tras el declive de las grandes ideologas polticas del XX, ha seguido la senda delmarketing poltico.

    En este ltimo mbito, cuyas aportaciones a la creacin de conocimiento son escasas, peque en contrapartida elaboran y difunden la mayor parte de los contenidos del sentidocomn de nuestra poca, el sistema de las recompensas es doble. En primer lugar, lasmateriales suelen ser elevadas, probablemente las ms altas de cuantos grupos se relacicon el conocimiento. En segundo lugar, hay en este caso una recompensa simblica de gr

    importancia, aunque sea vicaria. Se trata de la pasin por el poder: el dominio de unos sehumanos sobre otros encuentra en esta actividad la expresin ms definida de nuestrapoca. Bien es verdad que en ltimo trmino no son estos expertos quienes controlan losmecanismos destinados a tal dominio, pero igualmente es cierto que a ellos se debe el didel mecanismo sin el cual el proceso resultara o inviable o de dudosa eficacia.

    Un tercer mbito para el cultivo de la accin intelectual es el de la comunicacin. Aqu no trata ni de crear conocimiento ni tampoco de un conocimiento-experto al servicio de objemuy concretos. Por el contrario, el mundo de la comunicacin permite una gama de acciode muy variado espectro, basadas en saberes y habilidades diversas y todo ello destinadola configuracin de la opinin pblica, un sucedneo de la sociedad y un sustituto en nopocas ocasiones de las organizaciones que en los tiempos de la democracia de masas

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    vertebraban a los ciudadanos. Conjuntamente con la tarea que les es especfica informa

    aunque no siempre la realizan (Ortega et alii, 2006)- los periodistas y cuantos intervieneeste nuevo espacio pblico se sitan en una posicin que es la ms similar a la que tuvierlos intelectuales del perodo clsico de esta funcin (de finales del XIX a mediados del XXverdad que su autonoma es ms precaria que la de sus antecesores al no poder ejercer starea si no forman parte de empresas y corporaciones de la comunicacin. Y es igualmencierto que a ellos no se les pide que posean ni la formacin ni la responsabilidad que otrose exiga a los intelectuales. Pero en contrapartida tienen a su disposicin pblicos tanamplios (por su nmero) y variados (al dirigirse simultneamente a todos los estratossociales) como no tuvo intelectual alguno en ninguna otra poca. A estos pblicos lesconfiguran en una dimensin no menos caracterstica del trabajo intelectual: les proponequ preocuparse (agenda setting), y tambin cmo hacerlo (fase think). A ello debemossumar las apropiaciones que llevan a cabo en el plano de la poltica: son una modalidad drepresentacin social (competitiva con la de los partidos); propician cuando no absorben dimensin deliberativa de la democracia, y ejercen el control ms visible (que no siemprefundado) de la clase poltica. Son sin duda una forma de gobierno camuflado, pero cuyalgica responde a criterios que no son primariamente polticos (las rutinas informativas).

    Por todo ello, el tipo de conocimiento social que podemos atribuir a la accin de losperiodistas y actores asimilados a ellos (una pltora de comentaristas, columnistas,tertulianos, asesores) se sita en un terreno diverso al de la ciencia y al del conocimienexperto: es un conocimiento profundamente moralizador, y como tal se orienta a dirigir,regular y controlar. Es, por decirlo con un lenguaje algo ya demode, un conocimiento qubusca erigirse en poder espiritual. De ah que tantos reportajes y especialmente largosseriales de lo que ellos mismos suelen llamar periodismo de investigacin acaben por sautnticas campaas de moralizacin. Este conjunto de propiedades inherentes al oficio dperiodista nos pone ya en la pista de la importancia, y complejidad, del sistema dereconocimientos y recompensas operativo en los medios. El principal de todos tiene que v

    con la visibilidad pblica: de hecho, la comunicacin meditica controla el nico mecanismde reconocimiento simblico omnipresente en nuestras sociedades, en virtud del cual lanotoriedad que proporciona es autosuficiente. Los primeros beneficiados de este sistemadispensador de prestigio son los propios periodistas. El capital simblico que acumulan entrabajo les proporciona una notable rentabilidad que se proyecta en otros campos (novelensayistas, expertos de casi todo...). Al tiempo, les permite intervenir continuamente encualquier mbito, reforzando o erosionando el status construido a partir de fundamentos no son mediticos. En consecuencia, en los conflictos producidos en torno a los capitalessimblicos y legitimadores, la iniciativa y el control suele corresponder a esta nueva figurintelectual.

    El panorama que he trazado de los efectos producidos en el mundo del conocimiento a pade su deconstruccin pone de relieve el radical debilitamiento (cuando no destruccin) de

    campos de conocimiento instituidos a partir de las premisas de la modernidad ilustrada. Elugar, lo que encontramos no es un nuevo orden institucional claramente delimitado decampos de conocimiento, sino un panorama fluido, fragmentado y escasamente consisteen el que una parte importante de los sistemas de reconocimiento tienen una naturaleza homologable a aquella del saber producido.

    Unos intelectuales que han dejado de serloLa desinstitucionalizacin del conocimiento que acabo de exponer ha provocado una radictransformacin en los sistemas de su reconocimiento social. De entrada conviene sealarlos viejos modos de asignar prestigio en este terreno no han desaparecido: simplemente han tornado ms dbiles, ineficaces e insuficientes. Es obvio por lo dems que una parte las recompensas relacionadas con el capital cientfico siguen distribuyndose a travs d

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    instituciones y canales convencionales, insertos dentro de cada campo. Pero he indicado

    en la actualidad estos mecanismos son insuficientes, por cuanto se requiere, para la prcde la investigacin, aportes sustantivos de organizaciones ajenas al campo mismo, as code una visibilidad que en gran medida el campo respectivo no tiene entre sus posibilidadeotorgar. De manera que por lo que a la ciencia se refiere, podemos encontrarnos con quefuncionamiento propio del campo recompensa de manera diferente a como lo hacen losmecanismos que actan fuera de l. La movilidad y la conquista de posiciones destacadasla red institucional de la ciencia no siempre se correlacionan positivamente con el prestigel rango que en otros dominios puedan alcanzarse. En particular esta contradiccin afectamanera muy aguda a las ciencias sociales, que han de entrar en competencia con otrasorganizaciones ocupadas (aunque con objetivos y mtodos diferentes) de su mismo objetestudio.

    Un caso particular es el del mundo acadmico universitario, situado a mitad de camino en

    la rigurosidad de la ciencia y la visibilidad pblica que proporciona la transmisin deconocimientos. Los resortes utilizados dentro de la institucin universitaria para distribuirprestigio (y poder) entre sus miembros obedece, cada da ms, a una lgica que sedesvincula de la relevancia en el terreno de la produccin cientfica y se sita de manerapreferente en el escenario de las luchas entre clanes y grupos ms bien cerrados queactan en su seno. Por otro lado, es innegable que la universidad se ha convertido en un inestimable para extraer del mismo algunas de las legitimidades que todava requiere lacomunicacin meditica. Oscilando entre estos dos extremos, el mundo acadmico sesubordina generalmente a una u otra lgica (las guerras tribales internas, la celebridadmeditica), pero en cualquiera de los casos se aparta de la especificidad de la institucin no es otra que la de la excelencia en el conocimiento. Lo cual no quiere decir que en lasuniversidades no se produzca conocimiento de calidad, sino simplemente que ste ha dejde ser el criterio relevante a la hora de reconocer y recompensar a sus miembros dentro la propia institucin. Un indicador bastante claro al respecto es la desconfianza con que s

    perciben los productos del conocimiento universitario y se valoran los mecanismos derecompensar inherentes a la institucin. Lo que ha llevado en casi todos los pases a que evaluacin del conocimiento producido en la universidad se efecte fuera de ella, poragencias y rganos que no obedecen a la lgica imperante en la institucin. En contraparno son pocas las universidades que soslayan los resultados de estas evaluaciones externala hora de distribuir las recompensas que controla, y que resultan particularmente relevaen lo que concierne a la seleccin y promocin de su profesorado. Esta dualidad en elreconocimiento pone de relieve, de un lado, el escaso crdito concedido (por poderes pby organizaciones privadas) a los sistemas de recompensas internas de la universidad. Deotro, la creciente subordinacin (heteronoma) de la universidad respecto de otras instanexternas a la hora de establecer criterios de reconocimiento ms pertinentes y eficaces.

    Un resultado crucial de estos cambios es el que afecta a instituciones que antao acumul

    la mayor parte del prestigio debido tanto a la prctica cientfica cuanto a la universitaria. mezcla de ambas tena su culminacin en el reconocimiento establecido en las diversasAcademias. Ser acadmico supona adquirir un slido y definitivo status en un campodeterminado, consecuencia tanto de una trayectoria personal destacada cuanto de unaevaluacin positiva de los pares en ese campo. En la medida en la que este sistema derecompensas ha quedado fuertemente debilitado por las transformaciones habidas en elconocimiento a las que me he referido con anterioridad, la cooptacin como acadmico nosignifica necesariamente ni excelencia personal ni relevancia social. Forma parte de eseconjunto de acciones ritualizadas que practican grupos que por haber perdido capacidad decisin e influencia sociales, quedan constreidos a repetir en el vaco (ritualismoformalista) usos que slo en el pasado tuvieron sentido. El desenclaustramiento de loscnones del reconocimiento ha desplazado en la mayora de los casos el poder de otorgar

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    de las comunidades acadmicas que controlaban el campo, a otras instancias y grupos q

    operan fuera del campo mismo.

    Y qu duda cabe que hoy da la mayor parte del prestigio y del reconocimiento socialconferido a las diversas formas de creacin de conocimiento tiene que ver con la visibilidapblica de sus actores. Una visibilidad que escapa de las manos de los actores mismos y sus organizaciones profesionales (caso de tenerlas) para insertarse en el gran mecanismoque en nuestra poca permite la visibilidad pblica, que es por lo dems la nica querecompensa eficazmente en trminos de prestigio social. Me refiero, claro est, al prestigasociado a la posicin atribuida por la comunicacin meditica. La irrupcin de sta en ladistribucin de rangos y jerarquas sociales ha tenido efectos devastadores sobre amplioscampos del saber, particularmente en las ciencias sociales. Porque al evaluar y recompenlos productos debidos a los cientficos activos en estos campos, ha influido de manera dosobre ellos. Primero, sealando en el mapa del prestigio social la desigual relevancia de u

    u otros actores. Segundo, incidiendo en los hbitos y prcticas de los cientficos, ya que aellas se vinculan en definitiva los productos evaluados desigualmente. La mximamcluhaniana del medio es el mensaje ha tenido su impacto en no pocas prcticascientficas, haciendo que las mismas privilegien la adaptacin a los formatos exigidos (ysancionados positivamente) por la racionalidad de la comunicacin, y prestando escasaatencin a las reglas que permiten elaborar productos vlidos y fiables.

    La peor parte de este control heternomo ejercido por la comunicacin meditica se la hallevado las instituciones y los campos ms vulnerables, bien por la escasa cohesin internsus miembros, bien por la proximidad de su prctica a aqulla que realizan los medios decomunicacin. Ambas condiciones convergen en los saberes que tienen por objeto lasociedad, su evolucin, organizacin y proyectos de futuro. En este terreno son muchos lgrupos que reclaman su idoneidad y pertenencia para expresarse en un plano de igualdalo concerniente al conocimiento social producido (ms all o ms ac de los saberes, lascualificaciones y los hbitos de trabajo de los actores). Las dificultades para que tales sabpuedan ser monopolizados u oligopolizados por organizaciones profesionales se ha traducen un espacio sumamente abierto a la competencia, basada no en reglas especficas ypertinentes, sino ms bien en la progresiva eliminacin de la validez de toda regla. Al finapoder de decidir est no tanto en el saber bien construido, sino en el conocimiento medidpor el impacto en trminos de audiencias. Con lo que lo importante no es tener competenintelectuales para generar conocimiento, sino poder para distribuirlo. Este poder, ademstiene bajo su control la definicin misma de lo que es (o no es) conocimiento. Y siconocimiento viene a ser aqul que resulta visible en el sistema de la comunicacinmeditica, la condicin de intelectual slo se otorga en la medida que el actor se hallavinculado a este tipo de conocimiento. Cuenta quien se deja ver (o dejan que le vean) ennuevo escenario simblico que en poco o nada atiende a cualquier otra racionalidad que sea la suya, que es la del espectculo. Tambin aqu y ahora se ha producido la traicin

    los clrigos denunciada hace casi un siglo por J. Benda. Una traicin que no slo ha deentenderse como el abandono (y sustitucin) de las reglas que dan sentido a la propiaprctica intelectual, sino y sobre todo a convertir esta prctica en progresivamenteirrelevante, al encerrarla en el angosto y esterilizante campo de luchas tribales en pos decada menos insignificantes recompensas que en l quedan.

    La solucin a esta crisis, caso de haberla, tendr que venir por dos vas complementariasUna de ellas, esencial por lo dems, requerir nuevas y mejores definiciones acerca de qdeba entenderse por saber, estableciendo lmites bien claros entre el conocimientoverdadero y aquellas otras representaciones mentales de naturaleza meramente conjetursimplemente basadas en convicciones morales. Esto es, regular lo ahora desregulado. Paello se necesita tanto un rearme intelectual del mundo cientfico-acadmico, cuanto la ate

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    mirada del mismo a los problemas y necesidades actuales. Un salir de su enclaustramien

    autoreferido, y de tanto producto cientfico estndar irrelevante.

    La otra habr de consistir en una remodelacin de los sistemas de reconocimiento simbdel saber, que permita distinguir tanto el trabajo intelectual bien hecho de las falsedadesverosmiles, cuanto la excelencia de la fama. Qu duda cabe que para ello se hace inexorestablecer nuevas modalidades de relacin con los medios de comunicacin (de respetorecproco, pero tambin de crtica sistemtica), as como de construir nuevas pautas ynormas significativas de relevancia cultural.

    La posibilidad de superar la anomia actual est plagada de riesgos y enemigos. Riesgos yenemigos que se sitan en un orden de cosas en el que ciertos grupos e instituciones hanalcanzado poder y privilegios que no les corresponden, pero que no estn dispuestos a ceEn todo caso, la vuelta al pasado es imposible. Hay instituciones y normas que no podrn

    revitalizarse nunca ms. Pero no debe serlo cambiar el presente. Porque de continuar actsus actuales tendencias, la confusin de mbitos y la apropiacin de mecanismos por grue instituciones a los que nos les corresponde semejante cometido provocar consecuencifunestas para todos. Y aunque se trata de tomar decisiones que afectan a la voluntad,tambin aqu ser necesaria la coherencia intelectual para emprender el camino msacertado

    Notas:

    * Una primera versin de este trabajo, con el ttulo La cambiante valoracin del conocimiento, ha sido publicado en lcolectiva M A. Garca de Len:La excelencia cientfica. Instituto de la Mujer-Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales,

    Madrid, 2005. La presente versin es una amplia revisin, formal y sustancial, de aquel texto.

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    Dr. Flix OrtegaProfesor de Sociologa, Universidad Complutense de Madrid, Espaa.