ucles 1108, la batalla no deseada

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1 Uclés 1108. La batalla no deseada. Pocas veces en la his- toria de los conflictos humanos, un enfrentamiento campal no buscado ni planeado por ningu- no de los dos bandos, no parti- cipando ninguno de sus líderes principales –ni el rey Alfonso VI ni el emir almorávide Ali ibn Yusuf –, ni implicándose un numero desmesurado de efec- tivos, tuvo consecuencias tan trascendentes como la batalla de Uclés del año 1108. Alfonso VI abandonó Valencia en 1102 que era gobernada por la viuda del Cid, un año después Yusuf b. Tafusin cruzó el estrecho de nuevo para hacer jurar fideli- dad a su hijo y heredero el pro- pio Ali ibn Tafusin. Hasta un díscolo al Mustian, rey moro de Zaragoza, envió a su hijo a congraciarse con el imperio de los norteafricanos, que poco después se anexionaban la Taifa de Albarracin con lo cual quedaba abierto el camino a la ciudad del río Ebro. Un pruden- te rey castellano conquistó Me- dinacelli a fin de proteger el flanco más expuesto de su re- ino de esta zona que limita con el actual Aragón. Era el año 1104 y dos años después mor- ía el emir Yusuf, su hijo Alí no cruzó el estrecho hasta 1107, siendo entonces su principal preocupación la de asegurarse la fidelidad de sus súbditos andalusíes. No bastaban pom- posas ceremonias en el que ulemas y cadíes recitaban el Corán, era necesario relanzar una guerra santa que termina- se de recuperar todos los anti- guos territorios de Al-Andalus, justificando de este modo la presencia almorávide en la península a ojos de los musul- manes. Por otro lado, las expe- diciones integraban junto a los guerreros del velo a una hete- rogénea mezcla de moros – cordobeses, sevillanos, valen- UCLÉS 1108, LA BATALLA NO DESEADA. Michel Muñoz García. Arqueólogo Especialista en Restauración Arquitectónica.

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Artículo de divulgación inédito que muestra los preparativos, desarrollo y consecuencias de la Batalla de Uclés, donde pereció la el infante Sancho, hijo de Alfonso VI el Bravo. Al contrario de lo que defiende la historiografía más tradicional, esta contienda tuvo una importancia decisiva en su tiempo, pues retraso en más de 20 años el proceso de asimilación de la tierras de al andalus, por parte cristiana. Lo que se conoce por reconquista. Autor: Michel Muñoz

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Uclés 1108. La batalla no deseada.

Pocas veces en la his-

toria de los conflictos humanos,

un enfrentamiento campal no

buscado ni planeado por ningu-

no de los dos bandos, no parti-

cipando ninguno de sus líderes

principales –ni el rey Alfonso VI

ni el emir almorávide Ali ibn

Yusuf –, ni implicándose un

numero desmesurado de efec-

tivos, tuvo consecuencias tan

trascendentes como la batalla

de Uclés del año 1108. Alfonso

VI abandonó Valencia en 1102

que era gobernada por la viuda

del Cid, un año después Yusuf

b. Tafusin cruzó el estrecho de

nuevo para hacer jurar fideli-

dad a su hijo y heredero el pro-

pio Ali ibn Tafusin. Hasta un

díscolo al Mustian, rey moro de

Zaragoza, envió a su hijo a

congraciarse con el imperio de

los norteafricanos, que poco

después se anexionaban la

Taifa de Albarracin con lo cual

quedaba abierto el camino a la

ciudad del río Ebro. Un pruden-

te rey castellano conquistó Me-

dinacelli a fin de proteger el

flanco más expuesto de su re-

ino de esta zona que limita con

el actual Aragón. Era el año

1104 y dos años después mor-

ía el emir Yusuf, su hijo Alí no

cruzó el estrecho hasta 1107,

siendo entonces su principal

preocupación la de asegurarse

la fidelidad de sus súbditos

andalusíes. No bastaban pom-

posas ceremonias en el que

ulemas y cadíes recitaban el

Corán, era necesario relanzar

una guerra santa que termina-

se de recuperar todos los anti-

guos territorios de Al-Andalus,

justificando de este modo la

presencia almorávide en la

península a ojos de los musul-

manes. Por otro lado, las expe-

diciones integraban junto a los

guerreros del velo a una hete-

rogénea mezcla de moros –

cordobeses, sevillanos, valen-

UCLÉS 1108, LA BATALLA NO DESEADA.

Michel Muñoz García.

Arqueólogo Especialista en Restauración Arquitectónica.

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Uclés 1108. La batalla no deseada.

ALMORAVIDES, ANDALUSIES Y CRISTIANOS. 1. Jinete almorávide de hacia 1130 que ha desmontado para rematar un enemigo de su misma fe. Aunque lleva el característico velo azul, sus equipo y vestiduras presenta prestamos de Al Andalus. Su túnica blanca así lo demuestra, así como la coraza de lienzo o cue-ro reconstruida según las fuentes iconográficas. 2. Balllestero a caballo andalusí de hacia 1130. Su equipo denota influencia cristiana en lo que es la loriga de malla de mangas largas y con cofia; el propio escudo tal vez es arrebato a algún caballero de los reinos peninsulares. Por lo demás, los modelos de espada y ballesta eran de uso común entre moros y seguidores de la cruz. 3. Mesnadero a caballo de Toledo o escudero al servicio de un magnate hacia 1108. La loriga o loriguilla de malla con la que se protege todavía tiene las mangas cortas como las del S. XI, y carece de cofia y de faldón para guardar las piernas. Por lo demás se equipa con un yelmo de protección nasal, un gran escudo de cometa que se sujetaba también con una correa, una lanza ligera que pod-ía arrojarse y la espada.

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cianos, granadinos etc – que

no solo quedaban cohesiona-

dos con una religión común

sino también contra un enemi-

go infiel y común.

Precisamente el único

reino taifa importante que que-

daba por anexionar al imperio

norteafricano, era el de al vieja

Cerasaugusta romana o Zara-

goza. Sin embargo, un ejercitó

que ascendiera hasta allí des-

de el sur vería peligrosamente

expuesto su flanco izquierdo

desde la zona de Consuegra

en adelante. Por ello, Ali Ibn

Yusuf, que nunca tuvo los ar-

dores guerreros de su padre,

encomendó a su hermano

Tamín Ibn Yusuf, gobernador

de Granada, una expedición de

carácter preventivo que neutra-

lizase esta amenaza cristiana.

Se dirigiría a la zona del Tajo

eligiendo como objetivo la pla-

za de Uclés, que de tomarse

tendría la ventaja de abrir las

puertas de Talavera y Toledo,

ciudades que en su día tam-

bién formaron parte de Al- An-

dalus. Afortunadamente con-

servamos una carta del propio

Tamin que dirigió a su herma-

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Uclés 1108. La batalla no deseada.

MADINAT UKLIS. La antigua Madintat Uklis tiene un origen romano en una aldea llamada Pagus Oculensis. En el año 874 la llamada Kura de Santaver mudó la capital de la antigua Ercavica romana a la actual Uclés, al convertirla al—Fath Musa B. Dil Num en la capital de unos dominios no siempre bien avenidos con los emires y califas de Córdoba. Este sería el fundador de un linaje que gobernaría mas tarde el reino Taifa de Toledo. La medina se extendía en el mismo solar que ocupa la población de hoy en día. Las fuentes islámicas destacaban su mezquita por la longitud y ancho de las vigas que la cubrían. De su alcazaba lo único que podemos ver hoy en día son restos de estructuras aislados con paramentos pétreos en espina de pez y tapial. Tanto las fortificaciones actuales como el monasterio actual son obra posterior al S. XII.

no a fin de informarle de los

pormenores de la incursión;

junto a esta el Nazm Al Yuman

de Ibn al Qatan, constituyen

fuentes muchos más precisas y

directas que la melodramática

cronística cristiana.

A principios de mayo

partieron los primeros contin-

gentes desde Granada hacia

Baeza y Jaén, donde se les

unió los cordobeses al mando

Ibn Abi Rana, después en

Chinchilla se juntaron con los

valencianos y murcianos, estos

últimos comandados por Aba

Abd Allah Muhammad Ibn Ay-

sa, también hermano de Alí y

Tamín. El 27 de mayo avista-

ron el objetivo, al que no espe-

raron a ponerle sitio, con un

golpe de mano consiguieron

penetrar en el recinto siendo

escasa la resistencia por parte

de los musulmanes que allí

habitaban. Respecto a los cris-

tianos, estos vieron como ard-

ían sus iglesias mientras unos

pocos consiguieron refugiarse

en la alcazaba. La fortaleza de

la misma y la falta de material

adecuado provocaron que los

invasores no hicieran ni un solo

intento por asaltarla.

Mientras, en Toledo,

los cristianos estaban sobre

aviso pues lógicamente ningu-

na fuerza que entrara a sangre

y fuego en el reino podía pasar

desapercibida. Alfonso VI el

Bravo con sus 61 años se en-

contraba ya enfermo y decide

delegar nominalmente en su

hijo el infante Sancho Alfonsez

que por entonces debía tener

unos 13 o 14 años – otras

fuentes lo retratan más joven -.

La decisión era la correcta

pues este había sido nombrado

por su padre gobernador de

Toledo, sin embargo, las res-

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Uclés 1108. La batalla no deseada.

EL EMIR ALI IBN YUSUF Nació en Ceuta en el año

1084, hijo del emir de los creyentes,

Yusuf b. Tasufin y una esclava cris-

tiana convertida al Islam como

“Dechado de Belleza” (Faid al Husn).

Es curioso pensar que el infante San-

cho Alfonsez era hijo de Alfonso VI y

la célebre princesa mora Zaida. Su-

bió en el año 1106 al trono teniendo

que someter a parientes rebeldes sin

dificultades. Las fuentes destacan su

religiosidad, caridad, inteligencia y

conocimientos jurídicos. Su corte

estuvo siempre llena de ulemas y

alfaquíes, que quizá son reflejo a su

poco apego por el gobierno del impe-

rio almorávide y sus tendencias

ascéticas. Los primeros quince años

de su reinado marcan el momento

mas álgido del poder norteafricano,

sin embargo, la situación le supero

tras el periodo de esplendor. Tuvo

que ver como Alfonso I el Batallador

tomaba definitivamente Zaragoza,

Alfonso VII el emperador recuperaba

Coria y Albalat, el descontento y

animaversión de los andalusíes –

Córdiba se sublevó en el año 1121-,

y por si fuera ya poco, el creciente

poder de los almohades que comen-

zaban a presionar en el Magreb.

Agobiado por todas estas cuestiones,

terminó sus días enclaustrado en la

alcazaba de Marrakech donde morir-

ía en el año 1143.

ponsabilidades militares reca-

erían sobre Alvar Fañez, pues

era buen conocedor del campo

de Uclés que el mismo incor-

poró al reino. Junto a Sancho

marchaba su ayo y tutor el con-

de de Najera García Ordóñez,

las milicias de Toledo, Alcalá,

Calatañazor, las mesnadas de

los condes Garcí Fernández,

Conde Gomecio, Martín Laí-

nez, García de Cabra, Sancho

Díaz y Fernando también Díaz.

Las fuentes musulmanas coin-

ciden en que el la fuerza no

superaría el número de 10.000

hombres, y los cálculos actua-

les oscilan entre 8000 y 3500

efectivos según el autor que se

consulte. No obstante, todos

ellos coinciden en la ventaja

numérica un ejército invasor

frente a una tropa de frontera

reunida en muy poco tiempo,

que marchaba a una simple

misión de socorro a una plaza

sitiada y sin tener demasiada

conciencia de lo que se juga-

ban. Tengamos presente que

acudían sabiendo que la derro-

ta de Consuegra del año 1097

no modifico un ápice las defen-

sas y líneas de frontera.

El ejército cristiano

llegó el día 28, sin embargo,

Tamín fue informado mucho

antes por un desertor muslim

que formaba parte del contin-

gente castellano y convocó su

consejo militar. Allí se decidió

salir al encuentro del infante

que dispuso su campamento

cerca de Tribaldos o tal vez en

el actual despoblado de Si-

cuendes. Todavía no había

amanecido del todo el día 29

de mayo de 1108, cuando los

dos ejércitos se encontraron

frente a frente en alguna llanu-

ra cercana a Uclés y habiendo

traspasado el arroyo Bendija.

El lugar, inexacto todavía, no

debía estar demasiado alejado

de la medina, porque de lo

contrario los almorávides no

hubieran podido terminar el

cercado que constituía su últi-

ma línea en la batalla que esta-

ba por venir.

La formación cristiana

consistía en una única línea de

caballeros pesados y escude-

ros montados más ligeros se-

guidos de peones. La táctica

empleada era consecuencia de

la generalización de la lanza de

carga, que sostenida por jine-

tes con armadura y al galope,

pretendía romper la línea ene-

miga con un brutal impacto. La

ejecución de la carga era su-

mamente complicado pues im-

plicaba que cada caballero se

mantuviera a la altura de sus

compañeros en todo momento,

algo que solo podía conseguir-

se con mucha disciplina y en-

trenamiento. Frente a esta

técnica los almorávides y anda-

lusíes respondían con la flexibi-

lidad de sus líneas, dividiendo

su ejército en divisiones con

funciones determinadas, pues

dejaban que las primeras ad-

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Uclés 1108. La batalla no deseada.

sorbieran el golpe de la caba-

llería mediante infantes ligeros,

mientras las alas compuestas

por arqueros a caballo proced-

ían a rodear a todo el ejército

cristiano.

Alvar Fañez procedió a

lanzar a sus castellanos que

según el propio Tamin corrían

“hacia el que les anunciaba la

muerte con escudos como

montículos y con lanzas como

mástiles, como si echasen ra-

mas a los lados, y como si es-

tuvieran encerrados en hierro”.

Se oponían a ellos una van-

guardia integrada por cordobe-

ses, murcianos y valencianos

en las alas, y el centro y la za-

ga con el mencionado cercado

- donde estaba el gobernador

de Granada - conformado por

los almorávides con sus carac-

terísticos velos cubriéndoles la

cara. Como era esperar el con-

tingente cordobés de primera

línea cedió al empuje de los

jinetes enlorigados cristianos.

Según algunos testimonios no

se produjo una desbandada

general sino retrocedieron or-

denadamente hasta el centro

musulmán, momento en que

produjo el movimiento de las

alas cuyos arqueros a caballo

asaltaron primero el campa-

mento del infante Sancho. Tras

esto volvieron sobre sus pasos

y cayeron sobre la retaguardia

castellana cuyas fuerzas ya se

encontraban exhaustas. La

desmoralización de los hom-

bres de Sancho Alfonsez no

debió tardar en producirse y

comenzaron a abandonar el

campo de batalla, siendo per-

seguidos por los propios al-

morávides. Alvar Fañez consi-

guió huir pero no la mayoría de

los magnates, cuyas cabezas

formaron parte del montículo

artificial en el que Tamin se

subió al día siguiente para ce-

lebrar su victoria.

La cronística cristiana

ha querido dibujar el final de

García Ordoñez perdiendo par-

tes su cuerpo para proteger a

su ahijado el infante Sancho.

Sin embargo, al Qatan relata

como este ultimo consiguió

llegar hasta el castillo de Be-

linchón donde mudéjares enva-

lentonados con el triunfo al-

morávide le dieron muerte. Es-

ta versión viene confirmada por

la carta de Tamin que entre los

muertos importantes referidos

no figura la del hijo del rey, ya

que probablemente desconocía

su suerte en el momento de su

redacción. El asesinato tuvo

lugar el día 30 de mayo, fecha

que recoge los anales toleda-

nos y que ha llevado a confun-

dirla con el mismo día de la

batalla.

El ejército musulmán

tras celebrar su triunfo proce-

dió a realizar un repliegue fingi-

do que surtió su efecto, pues

los defensores de la alcazaba

de Uclés salieron en su perse-

cución, siendo derrotados y

reduciéndose el último núcleo

de defensa. Con él cayeron

Huete, Cuenca y Ocaña, y al

año siguiente Alfonso VI, con

un gran dolor pero una enorme

resistencia psicológica, se

aprestó a resistir la embestida

norteafricana sobre la misma

Toledo. Murió mientras la

aguardaba y un siempre tenaz

Alvar Fañez resistió al emir Alí

Ibn Yusuf. Sin embargo Tala-

vera apenas aguantó dos días,

y en 1110 los almorávides con-

siguieron entrar en Zaragoza,

lo cual, demostró lo acertado

que resultó la estrategia de

ataque sobre la medina de

Uclés. En realidad, la acción

desbordó las previsiones más

optimistas, pues una batalla no

esperada por nadie había com-

prometido el futuro de los rein-

os de Castilla y León. Sin suce-

sor, el reino se sumió en un

periodo de conflictos hasta que

Alfonso Raimundez, nieto de

Alfonso VI, logró ser Alfonso

VII el Emperador en el año

1126. Solo las campañas de

Alfonso I el Batallador de

Aragón consiguieron impedir

que la expansión almorávide

fuera mayor, y además, la falta

de un heredero reconocido

hizo que Portugal acabará ob-

teniendo su independencia de

mano del rey Alfonso Enriques,

que también era nieto del pro-

pio Alfonso VI.