ts iiifaleiros - estrategias de empowement en trabajo social

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Vicente de Paula Faleiros Estrategias de e17lpower17lent en trabajo social Grupo Editorial Lumen Hvmanitas Buenos Aires-Méxi co

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Vicente de Paula Faleiros

Estrategias de e17lpower17lent en trabajo social

Grupo Editorial Lumen Hvmanitas

Buenos Aires-México

Dirección edi torial : Sela Sierra

Título o rig ina l de la edición brasileña: Es1rarégias ent servi~o social. (Cortez Editora. San Pablo, Brasil.)

Traducción: Pablo Busseui Revisión: Pablo Valle

361.3 DEP

De Paula Faleiros. Vicente Estrategias de empowerment e n trabajo social. - 1 ª

ed.- Buenos Aires : Lume n. 2003. 240 p. : 22x 15 c m .

ISBN 987-00-0374-5

l. Título - l . Servicio Social

No está pe rmitida la re producción total o parcial de este libro. ni su trata miento informá­tico. ni su transmisión de ninguna forrna. ya sea electrónica. mecánica. por fotocopia. por registro u otros métodos, ni cualquier comunicación pública por s is te mas alámbrícos o ina­lámbricos. comprendida la puesta a disposición del públ ico de la obra de tal forma que los mie mbros del público puedan acceder a e sta obra desde el lugar y en e l momento que ca­da uno e lija, o po r otros medíos, s in e l permiso previo y por escrito de l editor.

© Editorial Distribuidora Lumen SRL , 2003.

Grupo Editorial Lumen Víamonte 1674. (C l055ABF) Buenos Aires. Repúblic a Argentina 4373- 14 14 ( líneas rotati vas) Fax (54-11 ) 4375-0453 E- mail : edítoría [email protected] http://www.lumen.com .ar

Hecho e l depósito que previe ne la ley 11.723 Todos los derechos reservados

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA PRlNTED IN ARGENTINA

INDICE

Prefacio ..... . . . . . . ............. ..... . . . . . .... .. ........ .. ....... . ..... . .. ...... ... .. .. ....... 7 Capítulo l. Acerca del objeto del servicio social:

una propuesta de deconstrucción .. ...... .. .... .. ........ 11 Capítulo 2. Acerca del objeto del servicio socia l:

una propuesta de construcción ... .............. . ... . . . ... 27 Capítulo 3. E l paradigma de la correlación de fuerzas:

una propuesta de formulación teórico-práctica ... .43 Capítulo 4. Estrategias de fortale cimiento y articula ción

de trayectorias ..... .. ... . ........... .. .. . . . . . : . ................. ... 6 7 Capítulo 5. Articulación est ratégica

e intervención p rofesional ............ . ........... ...... .. . . . . 83 Capítulo 6 . Desafios a la construcción del método ............. . .. . 95 Capítulo 7. Confrontaciones teóricas del movimien to

de reconceptualización del servicio social en América latina ........................... . . . ..... . . . ... . ... . 109

Capítulo 8 . Relaciones sociales y sujetos históricos de la acción profesional .... .... .. ... ....... . .. . . . . .. . .. . ... . 131

Capítulo 9. Servicio Social: cuestiones presentes para e l futuro ............ ... . ...... . . ............ .. ... . .. .. ... . . . 143

Capítulo 10. Desafios del servicio social en la era de la glo balización ...... . ................. ...... . ..... . . . ...... 1 79

Capítulo 1 1 . La categorización de los pobres: los desafios del context o organizaciona l e institucional. . . ...... 217

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SIMIONATTO, !vete (1995): Gramsci: sua teoria, incidencia no Brasil, in­fluencia no Servir;:o Social, San Pablo, Cortez/Florianópolis, UFSC.

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CAPÍTULO 3

E L P.l\R.l\DlGM.l\ DE L.l\ CORREL.l\ClÓN

DE FUERZ.l\S: UN.l\ PROPUEST.l\

DE FORMUL.l\ClÓN TEÓRlCO-PRnCTlC.l\ 1

En este capítulo efectuaremos la profundización de las cuestio­nes anteriormente planteadas, relativas al fortalecimien to {empo­werment) de los s ujetos de Ja intervención profesion al en un proce­so de articulación de recursos, imaginario, r ed es que son capitales o patrim onios disponib les en las relaciones sociales de clase, géne­ro, raza, cultur a, involucradas en todo trabajo social.

Mas específicarnente, queren1os propiciar una reflexión, dirigi­da a la acció n , para discutir algunos disp ositivos2 de intervención profesional en el proceso practico-operativo propio del servicio so­cial. Estos d ispositivos, sin e mbargo, tienen sus presupu estos y supuestos en determinados paradigmas o con cepciones teórico­metodológicas, que no es posible agotar en e l espacio aqu í dispo­nible , pero que no podemos dejar de mencionar.

1 Texto publicado en Cademos Técnicos n." 23. Brasilia. SESl, 1996 2 En cuanto regulación, mecanismos, conjunto articulado de medios.

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El paradigma de la correlación de fuerzas

Definimos como paradigma de la correlación de fuerzas2 la con­cepción de la intervención profesional como enfrentamiento d e in­tereses, r ecursos, energias, conocimientos, inscrita en el proceso de hegemonía3/contra-hegemonía, de dominación/resistencia y c onflicto/consenso que los grupos sociales desarTollan a partir de sus proyectos sociales básicos, fundados en las relaciones de ex­plotación y de poder. En ese sentido, los efectos ele la práctica pro­fesional en cuanto a "sup1imir carencias", "controlar perturbacio­nes" o "legitimar el pode r " implican correlaciones de fuerzas (me ­diaciones económicas, políticas e ideológicas) que se art iculan con otros efectos tales como presionar al poder, tener d erecho a Ja su­pervivencia o cuestionar a la institución. Fu e lo que, posteriormen­te, 4 consideramos como "metodologia ele la articula ción". El proce­so ele intervención es visto, allí, más a llá d e la relación y de la so­lución inmediata d e problemas a través ele recursos, en e l contex­to de las relaciones sociales. En la par ticu laridad del servicio social, es fundamental destacar la intervención e n las condiciones de vid a y de trabajo (re-producirse) articuladas con la formación de la identidad individua l y colectiva (re-presentarse) e n la v inc ula­ción sujeto/estructura. E l objeto d e la in tervención del servicio so­cial , como vimos, se construyó en la relación sujeto/ estr uctura y e n la r elación usuario/ institución, en que surge el proceso d e for­talecimie nto del usuario frente al debilitamiento d e sus v ínc ulos. capitales o patrimonios individuales y colectivos. .

El paradigma de la corre lación ele fuerzas c onfigura una ruptu­ra con la s visiones clínica y tecnocrática5 de la intervención profe­sional. La p rimera se inspira en e l modelo m édico-biológico 6 expre­sado e n la dicotomía "diagnóstico-tr atamiento", como dos fases del p roceso interventor centrado en el problema/ individuo/cur ación ,

2 F'a.leiros ( 198 1, cap. 8).

3 Ver Carvalho { 198 4! y Simiona tto (1995). 4 Ver Fnlciros ( 1935 ) 5 Funda d as, en g enera!, en la perspectiva funcionalista 6 .. La mirada médica no encuentra a l eníenno sino a su enfermedad . y en su Cl:erpo no lee una biografia. sino u na patologia en la cual la subjetividad del paciente desaparece d etras de la ob­jetividad d e las seriales sintomñticas q u e n o remiten a un ambiente o n un modo de vi\·ir o una serie de hábitos adquiridos: remiten a un cuadro clinico donde las diferencias individuales que afectan la evolución de la enfermcdRd desaparecen en aquella gramática de sintomas. con la c ual e l m~dico clasifica la entidad mórbida como el botánico clasifica las plantas .. (Oaliberli, /l corpo, l\l i ló.n, FeltrinelH, 1984; citado por Rotelli, 1990, P- 92).

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y la segunda, en el modelo del planeamiento normativo, que parte de un problema social y , a continuación, busca establecer objeti­vos y metas para enfrentarlo, a través d e un proyecto que luego es ejecutado y evaluado a part ir de sus resultados, comparándose la situación problema y la situación final, 7 sea en términos de efica­cia (objetivos/medios), eficiencia (costo/beneficio) , satisfacción o pertinencia.

Este paradigma implica tambié n una ruptura con la visión me­canic ista de la sociedad, que niega e l rol del sujeto en la t r ansfor­mación social, reduciendo los cambios superestructurales a refle­jos de las condic;iones materiales, ubicando al servicio social en la función de cont rol social para mantener las condiciones de repro­ducción capitalista de la sociedad. No se resume el paradigma tampoco en devela r las causas estructurales de los problemas in­dividuales o los significados que el usuario les da a sus experien­cias individuale s y sociales al relacionar sus elecciones objetiva­mente vividas con sus ideas, sentimientos y comportamientos, co­mo sugiere el enfoque estructural propuesto por Maurice Moreau e n 1987. Nuestro a nálisis considera las relaciones interpersonales involucradas en las relaciones sociales g lobales como u n proceso complejo de m ediaciones sujeto/estructura, en una visió n relacio­nal de la estructura de la ce-producción de la sociedad y de los in­dividu os.

Como señala Bourdieu (1992, p. 72), "el modo de pensar rela­cional (en vez de 'estructuralista', más estric tamente hablando) es, como lo demuestra Cassirer en Sustancia y función, la marca dis­tintiva de la ciencia moderna .. . ". Continúa el autor d ic ie ndo que "lo real es relacional (parafraseando a H egel): lo que existe en el inundo social son relaciones; no interacciones o vincules intersub­jetivos entre agentes, s ino relaciones objetivas que existen inde­pendientemente de las concien cias y voluntades individuales, co­mo diria Marx".

E ntonces, la estructura se constituye en un proceso de relacio­nes fundamentales que son los presupuestos básicos, las condi­c iones de posibilidad de una formación social determinada, o sea, su modo de producción ele los bienes, de la vida, de los hom bres, del imaginario social. Esas re laciones, a pesar de ser instituidas, son conflictivas e implican lucha de intereses económicos poder raza, etnias, género, disciplinas, ideologias y, por lo mism~, está~ sujetas a contra-hegemonía, resistenc ia, indisciplina, c u estiona-

7 Ver Zuniga (1992), que también plante a la necesidad de considerar actores y sistemas

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miento; se abre espacio , así, a l cambio en las relaciones instituyen­tes de un nuevo modo de producir la vida, los bienes y los seres humanos. Si lo instituyente puede transformarse en instituido, por la regulación de la relación de fuerzas y de la h egemonía,s tam­bién lo instituido puede transformarse en instituyente, en una co­rrelación de nuevos b loques históricos de poder, reflejando, en la coyuntura, la dinámica estructu ral y replanteando las relaciones suj eto/ estructura.

Son múltiples las relaciones sociales que h acen que el individuo exista socialmente, pues es un ser en relación: hijo de, padre de, empleado de, patrón de, ciudadano de, amigo d e ... La familia exis­te en cuanto relación, luego no es cualquier· conjunto de hombre/ mujer/niño lo que constituye una familia. Las relaciones de enseñanza-aprendizaje configuran una escuela, de manera dife­rente de una fábrica,9 que se define por las relaciones de produc­ción, de un parlámento, que lo es por las relaciones de represen­tatividad política. Un diputado sólo es d iputado en la relación con el elector. En el modo capitalista de producción, la relación de tra­bajo/ salario, estable o precaria, determina la s upervivencia de gran parte de las personas.JO Otros, viviendo como autónomos, in­tegran e l m ercado capitalista, con más o menos ganancia, y otros, sin condiciones de insertarse "positivamente" en él, al menos en parte, se ven en relaciones de exclusión, o sea, no tienen cómo ven­der su fuerza de trabajo, son considerados "imprestables" y , así, desvalorizados.

Precisamente en esas relaciones existimos y en ellas nos iden­tificamos, e laboramos nuestras representaciones. Mirándolas más profunda y concretamente vemos que h ay allí una t rama,1 1 una red de relaciones que se estructuran, superandose unas a otras. Las re laciones de dominación/ sumisión, por ejemplo, pueden traspasar las existentes entre padres/hijos, amigos, profesor/ alumno, patrón/obrero, y de forma divers ificada. No obstante, hay algunas que son más o menos generales y articuladoras de otras relaciones, condicionando los ciclos de vida de los individuos y sus trayectorias.

8 En una dinámica de equilibrio inestable de compromisos, como señala Grarnsci. 9 Aunque sus construcciones incluso se parezcan l O Antunes ( 1995, p . 93) afirma que "los cambios en curso en el proceso de trabajo, a pesar de algunas alteraciones epidémiicas, no e liminaron los condicionamientos básicos del fenómeno social del EU.'1rm1amiento, lo que hace que las acciones desencadenadas en el mundo del traba­jo, contra diversas manifestaciones del extrmlmnienro, tengan aün una e n orme relevancia en el universo de la sociabilidad contemporánea". 11 Volveremos al tema más adelante, cuando hablemos de las redes en servicio social

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En el capitalismo, las relaciones de trabajo/salario condicio­nan, de forma más o menos determinante, la inserción de los su­jetos en el proceso de educación , en los servicios de salud, en los tipos de vivienda, en la manera de vestir, de alimentarse y de ver el mundo; o sea, cuanto menores son los rendimientos, menores son las chances de vida. Esos condicionamientos están mediados por luch as que hacen avanzar· o retroceder sus límites y posib ili­dades, en la medida de la correlación de fuerzas en su enfrenta­m iento, con el consecuente fortalecimiento o debilitamiento de los suj etos en sus trayectorias, en diferentes dimensiones. Un fortale­cimiento ideológico, por ejemplo, puede no estar acompañado de ganancias económicas o políticas, incluyendo diferentes m ediacio­nes, cuyo concepto es necesario precisar.

El concepto de mediación implica, al mismo tiempo, una cues­tión ontológica y una cuestión epistemológica (Pontes, 1995), esto es, el pensamiento sólo recupera la realidad en la medida en que traduce la profundización de las múltiples determinaciones con­tradictorias de un todo complejo y en constante tensión. Las r e la­ciones sociales están mediadas por determinaciones concretas y reales, y que las constituyen, como la relación existente entre amo/ esclavo, patrón/ obrero, padre/ hijo, profesional/ usuario, y pueden ser expresadas por la esclavitud, por la explotación, por el dominio paterno, por la tutela. 12 A través del pensamiento, enten­deremos y profundizaremos las relaciones de esclavitud, de explo­tación, de dominio, de tutela en u n contexto determinado, enten­diendo su contenido par t icular y general, sus determinaciones, sus tensiones, su movimiento, o sea, sus mediaciones. La relación padre/hijo, por ejemplo, puede estar determinada por las media­ciones del rechazo, de la sobreprotección, de la ausencia; es un de­safio para el conocimiento descubrirlas en su particularidad y en su generalidad, a l mismo tiempo que se implementan acciones pa­ra transfor marlas en la correlación de fuerzas en que se inscriban.

En los procesos contradictorios de enfrentamientos y luchas , de diferentes órdenes, las fuerzas se constituyen en las mediaciones de poder existente en las relaciones. Cuanta más capacidad (ener ­gía, recursos, con ocimiento, técnicas, medios de comunicación) tiene un actor o un grupo para hacer valer sus intereses en el en-

12 Pontes define las mediaciones como '"las expresiones históricas de las relaciones que el hom­b re edificó con la naturaleza y, consiguientemente, de las relaciones sociales derivadas. en las diversas formaciones socio-humanas que registró la historia'" (p. 78). Esta definición enfatiza. como base, las relaciones hombre/naturaleza, evocando una visión evolutiva y naturalista de la complejidad de las relaciones sociales.

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frentamiento con otros actores y grupos, de mayor fuerza dispone. La fuerza se manifies ta en esta correlació n , que depende del p eso econ ómico, del poder político, de las capacidades afectivas, de la capac idad cult ural , o s ea, de lo que Bourdieu denomina "capita ­les"l3 y q u e llamamos pattimonios (1 994), que p ueden ser aumen­tados o disminuidos en el con texto d e las relaciones más genera­les o par ticula res. La fuerza es eminentemente co-relacional, rela­t iva a una determinada coyuntura, a un momento, a u n campo de límites y posibilidades, en e l movimie n to de lo general /particular y de lo particular/ general (Sartre, 1979).

En las sociedades capitalistas, los grandes propietarios dispo­n en de m ás fuerza económica y política en función de su p atri­monio, pero las fuerzas s ubalternas tienen e l patrimonio de la movilización y de la organización política, del cuestionamiento ideológico, de la ampliación de la democracia y de la ciudadanía, y de su inserción cultural y a fectiva.

Fuerzas, mediaciones y estrategias en servicio social

En e l contexto de las r e laciones d e fuerza generales del capita­lismo y en las particularidades de las relaciones institucionales, en las mediaciones del proceso de d e bilitamiento/fortalecimiento del usuario, se define el t rabajo p r ofesional d e l servicio social, en e l que estrategias, técnicas e ins trumentos d e inte rvención son e la­borados por sujetos reconoc idos y legitimados para ello, y en un contrato de trab ajo especifico (ver Fa le iros , 1985).

El servicio social actúa e n una correlación particular de fuerzas, e n la forma instituc iona lizada, en la m ediación debilitamiento­exclusión/ fortalecimiento / inserción social , vinculada con el pro­ceso g lo b a l de re-producirse y r e-presentarse de los sujetos en sus trayectorias/estrategias. R a ichelis (1988, p. 161)14 recuerda que la

l3 O .. lo que e s e ficiente en un campo detenninado, al mismo tiempo como anna y como obje­to en juego~ (enjeu}, lo que permite a s u poseedor ejercer un poder, una lnfluencia, por lo tan­to, e.:\.;stir, en u n campo determinado e n vez de ser .. un nilmero despreciable'" (Bourdieu, 1992, p 741. 14 Raichelis recuerda que, incluso en las gestiones t~cnicas de rutina, la asisten te social tra­bajó con la población en el sen tido de incluir su participación, más allá. de proveer informacio­nes impon.antes para su propia organización (las bastardillas son m ias). Sen.ala también Ja ex­trema heterogen eidad d e la práct.ica profesion al en cuanto a sus vínculos con Ja población, In organización d e l equip o , e l instrumental utilizado, su orientación y su claridad teórico- politicas.

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institucionalización de la a tención tiene la posibilidad de la repro­ducción de orientación hacia otras situaciones similares; se puede realizar la articulación entre: a) acciones de rutina (prestación d e servicios), b) la injeren cia y la participación de la población, y e) su organización estratégica frente a la institución y en la misma so­ciedad. Las instituciones c ondensan determinadas r elacion es so­ciales de p o d er y explotación en un proceso con tradictorio d e co­r relación de fu erzas que con sti t u ye el espacio de saber y d e poder profesionales (Faleiros, 1985). Las mediaciones de las relaciones institucionales, a su vez, necesitan ser contextualizadas y particu­larizadas. En Brasil están inscritas en un contexto político y cul­tural clientelista, patrimonialista, corporat ivista, en e l que, no ra­ra vez, las relaciones de fuerza están mediadas por favores.

Com o vimos, estas relaciones son contradictorias, y por eso mismo abren un campo de posibilidades de intervención para el serv icio social corno inter mediación estr atégica de acción. Jacques Ion (199 0) opone d os modos de intervención: el autónomo, con­t ractu al entre profesional y usuario, con carácter educativo y más individualizado, y el territorial, controlado p o líticamente, con arti­culació n interinstitucional, dirigido hacia una población-objetivo. Según nuestro parecer, tan to en la forma más r estringida como en la más amplia, la intervención profesional condensa las fuerzas so­ciales y mediac iones complejas, pudiendo ser más o menos autó­noma en esa correlación. Freynet (1995 , p. 180) consid era la me­diación profesional corno un trabajo de v inculación (passeurs) en­tre los grupos de exclusión, las insti tuciones y la sociedad local , ope rando tra nsacciones y negociando (ménageant) puntos de pa­saje, gracias a los cuales las transacciones pueden multiplicarse. Este trabajo, destaca la a u tor a, no elimina las tensiones, p ues es­tá atravesado por el antagonismo ent re exclusión e inserción; agre­ga que "las mediaciones dan resultado cuando la r e lación sale de la dualidad para hacerse múltiple; esta construcción del v inculo social tiene lugar en lo cotidiano y en el ámbito local" .

Este esquema se focaliza en la relación inclusión/ exclusión que supone una visión integradora, aunque tensa, de las relaciones so­ciales, poniendo al servicio social en una p osición más de interme­diación "neutra" -sin comprometerse con los dominantes o los do­minados - q ue de mediación, en una r elación de fuerzas en que se definen su objeto, sus estrategias. is

15 En 1972, en Trabajo s o cial, ideolog ía y m e toclo, cuestionamos la llamada neutralidad del ser­vicio social.

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De acuerdo con el p aradigma de la correlación de fuerzas, las mediaciones de poder y, por lo tanto, de opresión, subordinación, discriminación, victirnizac ión, debilitamiento, explotación, se plan­tean y presuponen teórica y prácticamente, implicando el compro­miso o contrato de los asistentes sociales con el fortalecimiento del oprimido en el proceso de enfrentamiento de su debilitarniento/pa­trimonialización, y adoptando "la praxis de la política más venta­josa para las c lases y los estratos populares" (Fale iros, 1985, p . 12). Ésta es, para nosotros, la propuesta de "ernpowerment".1 6 Ju­dith Lee (1994, p. 13) destaca tres dimensiones de ese proceso di­rigidas hacia e l fortalecimiento del yo, la criticidad y el uso de re­cursos: a) el desarrollo del sentido del yo más positivo y poderoso; b) la construcción de una capacidad de comprensión más critica de la red de las realidades sociales y políticas y del medio, y c) el fomento de recursos y estrategias o de mayor competencia funcio­nal para alcanzar objetivos personales y colectivos. Maurice Mo­reau ( 1993, p. 2) plantea el "empowennent" de una forma más pro­funda: más allá del combate contra los estigmas, contra la aliena­ción y contra Ja no consecución de objetivos personales, es preci­so s ituarse "frente a las iniquidades de la sociedad capitalista que sirven para perpetuar las exclusiones perjudiciales, basadas en la clase, en el género, en la raza, en la orientación sexual o en la sa­lud fisica y mental". En esa perspectiva, la dicotomia entre inter­vención individual y colectiva es considerada falsa y "el objetivo in­mediato de la práctica es aliviar las tensiones para las victimas de la opresión y, a largo plazo, luchar para eliminar las fuentes rea­les de opresión" (id, p. 3). La acción profesional implica una posi­ción de alianza con el usuario (ver también Faleiros, 1985). En Ja perspectiva estru ctural de Moreau, se plantean cuatro dimensio­nes para el ernpowerment: la defensa del cliente, la colectivización, la materialización de los problemas sociales y el fortalecimiento del cliente.1 7

La defensa consiste en la a yuda que se le da al cliente en la in­teracción con las organizaciones burocráticas, corno defensa de

l 6 Que es definido, por Solomon. en la citn de L..ee ( 1994. P- 13), como -un proceso en e l que el asistente social se inscribe en un conjunto de actividades con el cliente .. cuyo objetivo es reducir la falta de poder que se creó por las evaluaciones negativas sobre su oertenencia a un grupo estigmatizado. Incluye la identificación d e los bloques de poder que co~tribuyen al pro­blema. así como el desarrollo y la implementación de estrategias especificas que objetivan tan­to la reducción de los efectos de Jos bloques de poder indirectos cuanto la reducción de las ope­raciones de los bloques dir~ctos de poder"' (cf. Barbara Solomon, Block Empowerment: Social tvork in Opressed Communities, Nueva York, Columbin University Press, 1976). 17 La palabra '"clíente", usada en este te.\'.to, no tiene ninguna connotación clientelista Es lo mismo que usuario.

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sus derechos, apoyo en el desafio de las reglas establecidas, cues­tionarniento del saber profesional (por ejemplo, médico), rechazo de la derivación a determinada institución considerada inadecua­da, aliento a la autodefensa.

A través de las prácticas de colectivización, se ayuda al usuario (cliente) a salir de la comprensión individualista de su problema; por ejemplo, poniéndolo en contacto con otros usuarios, apoyando el c uestionarniento de las soluciones individuales, haciendo con ­tactos con los miembros d e la red del cliente, alentándolo a que él haga alianzas.

El asistente social, mediante lo que llama "materialización de los recursos",18 redefine las situaciones-problema en el contexto social, en su realidad externa, por ejemplo, buscando informacio­nes y reflexiones sobre sus condiciones de vida y trabajo corno de­terminantes de la s ituación, brindando atención a los recursos materiales, vinculando sentimientos y pensamientos con las cues­tiones ideológicas, y dándole apoyo emocional al usuario.

El aumento del poder de los clientes implica hacer explícita la relación de poder en la intervención profesional,-por ejemplo, ha­ciendo un contrato claro con los usuarios, compartiendo con ellos las informaciones y las técnicas, clarificando Jos roles de cada uno. Implica también agruparlos, utilizando su poder de presión y e l po­der legalmente sancionado.

Este detalle de las acciones estratégicas del asistente social es relevado de una investigación de campo coor d inada por Maurice Moreau, en base a situaciones vividas en la práctica. Ellas mues­tran que es posible orientarse por medio de un nuevo paradigma ante las s ituaciones enfrentadas en la d inámica institucional, en la óptica del usuario y no en la óptica de la institución, sirviéndo­se, incluso, del espacio profesional de relación d irecta asistente social/usuario .

Las estrategi as e n l a s mediacio n es d e relaciones complejas e n redes

Las mediaciones se implican mutuamente en el contexto de re­laciones histórico-estructur a les, constituyendo redes de rnediacio-

18 En e l sentido de volver a la objetividad ele las relaciones materiales.

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nes o mediaciones e n redes articuladas, e n cuya óptica vamos a elaborar estrategias de acción. Como ya señalamos (Faleiros, 1985), e l método es la profundizac ión y la operacionalización del obj e to, de las mediaciones, en s u s interconexiones o multilaterali­dad. Las m ediacion es de la relación patrón/obrero (por ejemplo, la explotación, la opr esión, la disciplina, el tiempo), en lo cotidiano de la fábrica, están articuladas con las m ediaciones imaginarias de la relación del sujeto c on la ciudad (ocio, c u ltura, placer) y con las me­diaciones de la relación real e imagin aria madre/hijos, haciendo, produciendo, en las representaciones d e l sujeto, la c ontraposición del tiempo en la fábrica con el tiempo en casa. Estas rnediaciones son los presupuestos de la acción profesional, tanto a nivel indivi­dual como colectivo. 19 Veamos e l encad e n amiento abajo s iste m a ti­zado, de la prá c tica s o c ial de movimien tos populares que, a partir de u na cuestión par t icular, van relacionándola con otras cuestio­nes generales, tanto en la práctica como en su comprensión.

A partir de los análisis de Doimo (1995, p. 153) sobre las redes locales de los rnovimientos socia les, que están formadas por per­sonas en la lucha continua, se p u ede ver que e l enfrenta m iento d e un problema por part e de esos movimientos conducía a otro pro­blema. Así, tene1nos e l siguiente proceso: lucha por guarderías <- > salud •-• saneamiento •-• v ivienda •-• regular·ización de lotes •- • dis­tribución desigual ele tie rras •-• d istribución desigual de poder y ri­queza •-• d istribu ción desigual de la pro piedad; se puede h acer el camino inverso, desde lo general hacia lo particular. En la diná1ni­ca de la lucha, se fu e elaborando la compr ensión general junto con estrategias compatibles con las mediaciones p lanteadas en la co­r relación de fuerzas.

En este proceso pod emos disting u ir diversas din1ensiones que se implican: a ) la compren sión de las cuestiones en juego o de las mediaciones; b ) el proceso de inclusión de los actor es o sujetos en la acción y la configuración del enfrentamiento ele las fuerzas pre­sen tes, y c ) la dinámica del t r a bajo de mediaciones. Rápidamente, van~os a explici tar cada una de esas dimensiones.

a) La c u estión de las mediaciones enjuego (l'enjeu)

Las mediaciones no se visu alizan en el inrnecliatismo20 ele las relacion es, p ero si están invol ucradas en las c uestiones que se

19 Elimin ando la dicotomia in dividual/colectivo 20 Por eso mismo son mediaciones.

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presenta n corno problemas individu ales o colectivos, que ten­s ionan, preoc upan a los individuos o a los grupos, que los re­presentan, no pocas veces, corno una falla indiv idual o una inco­modidad. El trabajo sobre las mediaciones en sus interconexion es es u n proceso fundarnental para superar la representación feno­ménica p a r c ia l , plant eándola criticarnente y articulándola con una acción estratégica, sea en la relación person al asistente social/ institución / usu ario, sea en una d inám.ica más c ompleja de inclu ­s ió n de otros actores y redes; lo que, por lo tan to, cambiar á tam­bién la re-presentación ele las mediaciones de la cuestión . Este tra­bajo implica tanto la comprensión d e las cuestiones en juego, en la perspectiva d e los sujeto s involucrados, corno su e."Cplicación por e l contexto gener a l en que se inscriben, intentando entender las n 1e­diac iones particulares y generales en que se desarrollan. En ese proceso, los profesionales necesitan elaborar in strumentos diná­m icos de documentación para captar las r e laciones en juego me­diante el uso de o b servaciones, partes diarios, programas de infor­mática, genogramas, * sociogr a rnas, destacándose la percepción de los u suarios e n contr·aposición con las de las instituciones y de los propios técnicos.

Así se van constn1yendo, al mismo tiempo, mediaciones y red es que p ueden expr esarse en un mapa ele las redes ele los sujetos, sean individuales o colec tivos, que r e presente la trama2 1 en que se fueron tejiendo s u s v idas e n lo cotidiano, articulando histor icidad y cotidianidad (Bertaux-Wiame, 1983) . Las m ediaciones ele las re­laciones de trabajo, de la familia, de la cultur a, de género, ele raza se van revelando en sus dimensiones teóricas y estr atégicas. El descubrimiento de la trama consiste, justamen te, en situar las re­laciones del sujeto e n lo cotidiano y e n la h istoria, haciendo que su t rayectoria sea, a la vez, comprendida y situada.

Para comprenderla, es necesario considerar todas las expresio­nes d e las presiones (fuerzas) que los sujetos sufren en lo cotid ia­no p ara sobrevivir como persona y co1no fuerza de trabajo en las condiciones dadas ele su historia social y familiar; se destacan los diferentes pat rimonios que fu eron ganados o perdidos en mornen -

* E:l genograma es una representación gráfica de una con stelación familiar multigenerncional (por lo menos, tt·es generaciones), que registra información sobre los miembros d e esa familia J sus relaciones. Su estructura en forma de á.rbol proporciona una rflpida "gesralt"' de las com­plejas 1-eJaciones familiares y es una rica fuente de i1ipócesis sobre cómo un problema familiar puede estar re lacionado con el contexto fa.milia r y su evolución a u·avés del tiempo- (N_ de T _)

21 Según el Diccionario de la R:\E. trama significa "'conjunto de hilos que. c ruzados y enlaza­d o s con los de la urdimbre, forman una tela"; y tambiCn .. artificio. dolo, confabulación-_

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tos de ruptura, de continuidad y de reorganización de las relacio­nes, en un proceso constante de "recomposición " de los conflictos y los consensos, en el descubrimiento de oposiciones y a lianzas en esas relaciones. En esas relaciones los s u jetos se producen y re­producen, se presentan y re-presentan.

Así, e l mapa de la tram a de mediaciones y redes debe compren­der :

• El tiempo histórico del sujeto vinculado con el tiempo históri­co social - con las principales fechas de la historicidad y la coti­dianidad del suj eto--, tradu ciendo su ciclo familiar, con sus pro­yectos individuales y sociales, como individuos, o ciclos de los movimientos y de los grupos sociales con sus proyectos y los irna­ginarios de esos grupos. Destacar, conjuntamente con las media­ciones particulares, las macrorrelaciones sociales: económicas (por ejemplo, ciclo de desempleo), políticas (por ejemplo, gobier­nos), cultur ales (por ej emplo, imaginario) que se inteITelacionan con la trayectoria. Considerar, en esa historicidad, los asincronis­rnos, o sea, las contradicciones entre procesos de fechas diferen­tes, como señala Martins (1996, p. 21 ): "Cada relación social tiene su edad y su fecha, cada e lemento de la cultura material y espiri­tual tiene s1.1 fecha. Lo que en 1.m primer momento parecía simul­t á n eo y contemporáneo es ahora descubierto como remanente de una época específica." Las relaciones sociales van c reando sedi-1nentos más o menos p rofundos, que se vuelven o no contemporá­neos de otros conflictos y que se traducen en momentos más fuer­tes o más débiles en la vida de los sujetos. Así, tendrán énfasis los conflictos de r elaciones, destacándose las relaciones de oposición y a p oyo a los sujetos.

• En consecuencia, destacar ganancias y pérdidas (debilita­mientos): desde el punto de vista afectivo, cultural, económico, po­lítico, de la solidaridad, con énfasis en las rupturas de trayectoria y en las presiones por su continuidad. Las trayectorias son conflic­tivas y sinuosas, comprenden ciclos de vida limitados que se in scriben en una d inámica mayor de los tiempos sociales e histó­ricos.22

22 El concepto de ciclo de vida que comprende fases especificas, como infancia, escolaridad, matrimonio, trabajo. jubilación , puede limitar la comprensión de la trayectoria a .. momentos aislados'" , Por eso, hoy dia, se pone mas énfasis en el con c epto de lije course, que comprende los tiempos y las v idas particulares insertas en e l tiempo social y en el tiempo histórico, arti­culan do, asi, la trayectoria individual/social. E l concepto de biouia utilizado en el capi tulo 4 tie­ne e l mismo significado

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• Situar las opresiones, las discriminacion es, las violencias, las agresiones, las baITeras de acceso, dificultades debidas a los pre­conceptos, a la inferiorización social, a la culpabilización de las víctimas, a la negación de la ciudadanía y de los derechos sociales e n la trama de relaciones (incluyendo Estado, sociedad y familia).

• Valorar el punto de vista de los sujetos sobre ese p roceso y las movilizaciones de energía, recursos que tuvieran, en las condicio­nes y las historias dadas. Si fuera posible, confrontar puntos de vista de los actores en cuestión.

Para construir este mapa, la asistente social dispone de la "téc­nica" cualitativa de la historia de vida de los in.dividuos y de los grupos, como uno de los instrumentos más poderosos, incluso con e l uso del genograma, del sociograma, del análisis de redes. En la construcción de esa historia de vida, es preciso pasar de la fase ex­ploratoria a las fases analítica y sintética (Bertaux, 1995) , en el sentido de no orientar únicamente el proceso del mapeo, sino de buscar los lineamentos estratégicos de la intervención, con la in­serción de los actores y la configuración de las fuerzas presentes.

b) El proceso de i nserción de los actores o sujetos en la acción y la configuración del enfrentamiento de las fuerzas presentes

La articulación de actores involucrados en una cuestión, sea en su producción, sea en su manifestación , es un proceso que depen­derá de las mediaciones en j uego, y de la profundidad y la ampli­tud necesarias para el enfrentamiento de dicha cuestión . Como vi­m os, los actores no son sujetos aislados, y las fuerzas de enfren­tamiento de las cuestiones se van estableciendo en mediaciones complejas en las que se van involucrando las redes pri1narias y se­cundarias, los patrimonios, las negociaciones, los conocimientos, los recursos institucionales, en u n proceso de pérdidas y ganan­c ias, oportunidades y desafios.

La intervención p rofesional t iene límites personales propios y otros derivados de la estructura insti tucional en que se articulan las estrategias de intervención. Las cuestiones p lanteadas inclu­y en las relaciones de los sujetos con innumerables determinacio­n es, corno las culturales, las económicas, las familiares , las orga­nizacionales, las políticas, en un proceso complejo q u e condiciona, al mismo tiempo, el ángulo, el nivel de la intervención y la articu­lación de las mediaciones particulares, capaces de transformar la relación de fuerzas presentes.

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El siguiente cuadro muestra las articulaciones multidetermina­das de las mediaciones en juego en las intervenciones sociales.

/ Redes politicas O rganización Ciudadanía-Derechos sociales

Trabajo y actividad Supervivencia Economia

Redes culturales Identidad e identificación

A

V

Redes familiares Afectividad, apoyo, oposición

/ Redes de solidaridad Apoyos sociales, psico·sociales Intersubjeti"";dad lnterinstitucionalidad

Las estrategias de fortalecüniento del usuario, e n la particulari­dad del tra bajo social, necesitan articular las mediaciones p r esen­tes en las redes abiertas, fundadas en la relación intersubjetiva, con las existentes en las redes más o menos cerradas, por los con ­torrws b iológicos, ecológicos, religiosos u otros. Éstas se aproxi­man más a lo que se define como redes primarias, que se configu­ran más significativas para el yo, tales como las relaciones afecti­vas familiares y de amistad. Las redes secundarias son forrnales, institucionalizadas, y se refieren a Ja socialización del sujeto y a v ínculos sociales más amplios.23 Las estrategias de intervención deben combinar las mediaciones de la red d e relación primaria con las de la red secundaria, para fortalecer el patrimonio, el poder, Ja c r ítica y la a u tonomía del sujeto .

El debilitamiento afectivo, resu ltan te, por ejemplo,24 del recha­zo familiar, q u e se manifiesta en drogadicción o enfermedad men­tal, implica una estrategia dirigida tanto a las relaciones familia­res inmediatas cuanto a la r elación con instituciones, con la garantía de Jos derechos sociales, con la cultur a.25 Así, el enfren-

23 Ya forma parte de la tradición sociológica la distinción entre comunidad y sociedad (TOn­nies). solidaridad orgánica y solidaridad mecftnica (Durkheiml , intereses económicos e inme­diatos, e intereses politicos {Lenin). redes naturnles y contractuales. 24 En el espacio de este articulo no podemos dar otros ejemplos. pero el pai·adigma de 1a in­tervención es el mismo 25 incluso con la cultura úel placer, del consumo.

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tamiento de un proble ma de drogadicción puede tener u n a orien­tación estratégica de Ja siguiente forma: consumo de drogas <-•26 rechazo •-• abandono •- • familia+-• red familiar<--• relacion es de so­lidaridad •- • políticas de atención •-• garantía de derechos <-• ima­g inario de la droga •- • actividad laboral; incluyendo el compromiso de los actores que le van dando soporte tanto a la comprensión de la cuestión corno al cambio de trayectoria del sujeto. El proceso de­be ser coordinado estratégicamente para incluir a familiares, veci­nos, grupos de autoayuda, policiales, de defensa d e derechos; de ningún modo es lineal, sino acumulativo, y puede sufrir retroce­sos.

El énfasis estratégico en el cambio de trayectoria significa, a l mismo tiempo, un cambio de Ja re-presentación del problema pa­ra e l sujeto y de sus relaciones en las diferentes redes .

c) La dinámica d e l trabajo de las mediaciones y la construcción de las est1-ategias

Las estrategias se construyen en el campo de·las posibilidades (Sartre, 1979), que surgen , justamente, de las contradicciones, las redes y las mediaciones. En la correla ción de fuerzas, se abrirán las posibilidades de acción, las oportunidad es estratégicas de cam­bio. Es e n la dinámica compleja de las presiones y las contrapre­s iones, de los t iempos históricos y las h istoricidades en conflicto, de la pérdida y la a d quisición de patrimonios, de las rupturas y las continuidades, donde se puede vislumbrar Ja superación de las re­laciones de debilitamiento, opresión, discriminación, exclusión, explotación.

La construcción de las estrategias favorecerá, así, el proceso y e l proyecto d e vida del sujeto, individual o colectivo, en el sentido de buscar lo q u e él quiere y puede construir a partir d e las fuer­zas de las cuales dispone, a través de la construcción de apoyos móviles en la coyuntura, en oposición a las oportunidades y las fuerzas que lo debilitan. Esta articulación de apoyos y oportunida­des se refiere también a proyectos colectivos. En la estrategia de trabajo con movimientos locales, a par tir de experiencias del CE­RIS27 (Doimo, 1995, p. 157 ), podemos reconstruir el proceso así:

2 6 El uso de esta flecha de doble sentido significa tanto el movimiento de Jo partic u lar a lo ge­neral como de lo general a lo particular. 27 Centro de Estatística Religiosa e lnvestigac;:óes Sociales.

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intercambio de experie ncias •-•adecuación d e la técnica a los_ inte­reses y las necesidades de los grupos •- • dinámica de las articula­c iones •-• apoyo a rnic roemprendimientos28 •-• organización •- • a u­todeterminación •- • c iudadanía.

Como vimos, las mediaciones de la construcción ~e la ci;:tda~a­nía (relaciones sujeto/Estado), del imaginario (r~lac1ones s 1mboh­cas-identida d ) y la auto nomía (re laciones d e sohdandad, tra~aJo, familia) están articuladas; a continuación, vamos a poner e~ e~fa­s is en cada una como direcciones estratégicas en el fortalec1m1en ­to de las relaciones del s ujeto.

La construcción de la ciudadanía y la institucionalización de los derechos sociales

Los procesos y los conflictos se producen en diferentes_ campos y d e diferentes formas. Las politicas inst i tucio_nales, cons1de~adas universales para s u inclusión en la c1udadan1a, son rned1ac1ones fundamentales para el fortalecimiento d e grupos y personas e n ~as relaciones con e l Estado. En su operación podemos constatar in­

serciones diferenciadas por clase, géner o, raza, edad, creándose así una segunda zona de ciudadanía (Castel, 1995). Ciertas _polít i ­cas, afirma Castel, no p roducen la inserción, hacen q1:1~ los Joven es d e la periferia vayan de un lugar a otro, d e una acttvtdad a otra, "ocupándose de no h acer nada", s in d esembocar en n '.3:da .. Esas mismas políticas tienen, incorpo r adas, forrnas de mserc10n lim1~a­da de forma pobre para los pobres. No obstan te, esto no descalifi­ca, la estrategia básica fundamental de orientar las inter:venc10nes h acia la gar a ntía de la ciud adanía y de los derechos sociales.

Esta garantía d e los derechos sociales sólo puede. ser ll~vada a cabo por e l Estado de derecho, a través d e las ~olit1c~s d1ng1das hacia las necesidades básicas de salud, educac1on, ocio, c ultura, medio arnbien te salarios mínimos, con m edidas "antimercantilis­tas", pues el me;cado provoca el deterioro de las con~iciones de vi ­da (CEPAL, 1992), acentuando la desigualdad, reduc iendo la equi­

dad. Hoy día, el acceso a las políticas s ocia les básicas tiene que e n­

frentar por lo menos tres problemas: la garantía del acceso, la de-

28 A travé:s de un fondo común, por ejemplo.

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pendencia de la tutela y la inadecuación a la pluralidad ele situa­ciones. La garantía del acceso a las políticas básicas depen de d e condiciones mínimas de información, presentación personal, transporte, capacidad de hablar, preguntar, entender el itinerario institucional, obtener docume ntación, elaborar recursos de las d e­cisiones. Asi, el fortalecimiento del usua rio en dicho acceso impli­ca el trabajo social en las mediaciones de la información corr ecta, la o rientación exacta, la transparencia del itinerario ins titucional, la defensa del usuario ante los rechazos de una operación más ecuánime de la ley, para que se efectivice una política redistribu ­tiva de acceso a la tierra, a la vivienda, a las condiciones mínimas de vida.

La ciudadanía se fortalece en las r e laciones Estado/sociedad, en las mediaciones concretas de las políticas sociales, que son el campo de intervención de la accesibilidad , e l apoyo y el acompa­ñamiento de los usuarios. La ciudadanía se constituye en el ejer­cicio de los derechos civiles, políticos, sociales, ambientales, éticos, que fueron construidos históricamente, a través de leyes, normas, c ostumbres, congresos, que hacen que los individuos sean recono­cidos como miembros activos d e una determinada.sociedad, y pue­dan exigir de e lla sus derechos, al m ismo tiempo que ella les exige determinados deberes comunes. Los deberes del Estado son, a su vez, derechos del ciudadano.

Las políticas universalistas son criticadas por hacer que los in­dividuos se vuelvan dependientes de los beneficios . Esta cuestión de la dependencia, en tanto, ha servido a la defensa n eoliberal del descompr omiso del Estado respecto de las políticas públicas, a través de la transferencia de sus responsabilidades hacia los indi­viduos y las fam ilias (Faleiros, 1996), utilizando, para eso, al ser­vicio social y las estrategias de asociación. Como toda mediación , es contradictoria. S i bien, por un lado, invoca la desresponsabili­zación del Estado, por otro, puede abrir el juego a iniciativas inno­vadoras de ampliación de la ciudad anía y de atención de las par­ticularidades que las m edidas universales, a veces, no contem­plan. La enfermedad del universalismo es la burocracia formalis­ta, que hace que los individuos sean considerados tan sólo un nú­mero, y los asistentes sociales administradores de convenios, d e acuerd o con la estrategia dominante d e administrar p r oblemas y recursos, en vez de prestar atención a la población y garantizar s u s derechos. En una p erspectiva de empowerment, la flexibiliza­c ión de los servicios puede contribuir a reducir Ja dependencia, sin que se renuncie a la garantía de los derechos.

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En ter cer lugar, e l serv1c 10 socia l deberá tener en cuenta las si­tu aciones más excluyentes para fortalecer, prioritariamente, a los q u e viven en la periferia de los intercambios y de las r e laciones so­ciales significativas y enriquecedoras, por lo que son los más frá­giles. Ese fortalecimiento implica -en línea con lo que hemos ana­lizado- no sólo fortalecer al sujeto en relación con la ley, sino el c uestionamie n to de la ley y de la d istrib ución desigual de la rique­za y del poder, la denun cia de Ja desigualdad, articu lando las m e d iaciones de las redes de la solidaridad y de los movimientos so­ciales. La inclusión por el conflicto puede ser el camino para el cam­b io de Ja trayectoria y, al m ismo tiempo, par·a el cambio de las re­laciones entre Estado y sociedad en una dinámica articulada de for t alecim ie n t o de la c iudadanía, de la a u tonomía y d e la identi­dad, que se imp lican m u tuamente.

El fortalecimiento d e l a autonomía

Autonomía s ignifica, al mismo tiemp o, la capacid ad de reprodu ­c irse en la comp lejidad de la historicidad y de la c otidianidad d e las mediaciones de poder, y de las ener gías y los recur sos propios, y de re-presentarse criticamente, combinando el refuer zo del yo con el aprend izaje de la d u da (Enriquez, 1994), en e l rechazo de la alien ación, d e la tutela, del contr o l. Esta p erspectiva se refier e tan­to a lo colectivo como a lo individu a l.

Existen conflictos de pod er en el interior de los movimientos so­ciales, a pesar del discurso predominante de la igualdad. La auto­n omía necesita que se la r evise también e n las relacion es dirigen te/ base, en la relación espacio público gen eral de la p o lít ica/espacio partic u lar de d efinición d e criterios d e aten c ión y acceso p or p arte de m ovimie n tos y O N G , e n l a relación d e con trol y u so de la pala­bra, de los h o r arios, de los temas, d e las in d icaciones. En el ámb i­t o de las o r ganizaciones, las relacion es d e poder, m ás allá d e la lealtad, de la protesta, d e la salida h acia fuera de e llas (Hir sch­m an, 1973), están mediadas por normas, carismas, favores, san­ciones, premios, d iálogos, que articulan la depen dencia o la a u to­nomía d e los s u j e tos.

El desarro llo de la auton omía del s ujeto implica la a p ropiació n, por la conciencia, de la necesidad que está inscrita en la h istoria (Bourdieu, 199 2), y por el descub rimiento y el uso de la fuerza pro-

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pía en el contexto en que se inscri ben las necesidades y las posi­bilidades. En el campo de la solidaridad, las posibilidades de afec­to y apoyo; en e l campo de la cultur a, las posibilidades de autoes­tima y expresión colectiva; en el campo de las instituciones, las posibilidades de garantía de derechos; en el campo de la economía, las posibilidades de capacitación, empleo y/ o autogestión; en el campo de la o r gan ización, las posibilidades de autorregulación y resistencia al contr ol, a la opresión, a la discriminación, a la victi­mización. El desarrollo de la autonomía es un proceso de negación de la tutela y de la subalternidad por la mediación de la afirmación de la palabra y de la construcción de las decisiones sobre el pro­pio destino.

Las decis iones sobre e l destino, e incluso sobre el cuerpo, están limitadas por las relaciones de clase, de raza, de género, de socia­bilidad local. Sin embargo, son relaciones contradictorias, de po­der y poderes que crecen o disminuyen en el enfrentamiento de fuerzas, tanto por la expresión y la manifestación de los desacuer­dos, de lo no dicho, de los retrocesos, de los entorpecimientos, de los cuestionamientos, corno por la organización y por el reconoci­mien to del campo de la negociación ,29 esto es, de· los conflictos y los consensos posibles.

Algunas de las mediaciones de las correlaciones de fuerzas en las redes primarias, son los mitos, los proyectos, las figuras,' las normas, que se relacionan con los proyectos de los sujetos, tradu­ciéndose en sumisión , e n frentamiento, cuestionamiento. El forta­lecimiento de la autonomía implica poder vivir para sí e n e l control de las fu erzas propias y de acuer do con las referencias propias. Marx destacaba la transformación de la clase en si en clase para sí, en la articulación d e su conciencia y fuerza de clase.

La autonomía financiera implica, contradictoriamente, Ja inser·­ción en las mediaciones capitalistas de la supervivencia,30 lo que exige la articulación con el mercado, con la producción y con la di­námica de las activid ades sociales. Las horas de trabaj o par a el o t ro no son equivalent es a las horas para uno m ismo, pero crean también un tiempo con los demás, de mediaciones sociales y polí­ticas. La capacitación para asumir y enfrentar la supervivencia puede ser una de las m ediaciones de fortalecimiento de Jos s uje­tos. Legaul t (1991) , al a bordar la intervenció n femin ista, r ecu e rda

29 Nada que ver con negociado, sino con la e xpresión del reconocimiento mutuo de las fuerzas Y del objeto del conflic to, y de los enfrentamientos y las c oncesiones pactados 30 Incluso con un trabajo autónomo o .. ahc mativo'". ·

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que las mujeres deben capacitarse con informaciones sobre la situación económica de la pareja, sobre el régimen jurídico del ma­trimonio, sobre la forma de obtener pensiones alimentarias y bie­nes en caso de separación, sobre los salarios pagados en la empre­sa para hombres y mujeres, sobre los movimientos y los g rupos de mujeres.

En el proceso de autonomía de niños y adolescen tes, es necesa­rio desarrollar mediac iones de una relación de respeto hacia ellos, de estímulo a su capacidad de reflexión y reacción frente a la co­rrelación de fuerzas que les es desfavorable y q u e desemboca, ha­b itualmente, en la violencia (Faleiros, 1995).

E l forta lecimiento de l a identidad

Como señala Jovch e lovic h t ( 1994) , la identidad se con struye en la alteridad, en e l espacio público, en la pluralidad, siendo la re­presentación un proceso colectivo y estructurado, relacionado con la cultura, la ideología, la comunicación y la acción, producto de una realidad exterior al sujeto (Negreiros, 1995), pero no por eso independiente de su actividad simbólica y psíquica.

Las representaciones de uno mismo están mediadas por las re­laciones sociales y, particularmente, culturales, y son vividas con­tradictoria mente, vinculadas con la disputa y la dominación racial, de género, ele c ultura, ele visiones del mundo, de valores, en las que se enfrentan preconceptos, discriminaciones, desvalorizaciones, desmotivaciones. El desarrollo de la autoestima, del aprecio por uno mismo, implica el cuestionamiento de los roles sociales que se atribuyen a los dominados y el cuestionamiento de la ideología de la desigualdad, de la naturalización de las diferencias sociales. Una nueva relación con enfermos mentales, fuera del hospital, sin los estigmas y las prepotencias del poder médico-curativo, podrá de­sarrollar nuevas identidades. Las articulaciones de expresión d e la palabra, de aceptac ión ele valores diferentes, de comunicación de formas dominadas son 1nediaciones inherentes a los conflictos que superan los procesos de migración. La construcción de la identi­dad implica fracturas en el o rden homogéneo y hegemónico domi­nante en las redes primarias o secundarias.

El trabajo de la identidad es complejo ; pasa por mediac iones particulares y singu lares, como el trabajo sobre e l nombre d e las

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personas y grupos, su origen, sus puntos de vista, sus trayectorias culturales, la_ movilización de los lazos en sus redes primarias y se­cundanas (Btlo_dei;i.u, 1993), su orgullo de pertenecer a una etnia y sus conflictos etn1cos. Las fies tas, la discusión colectiva la cons­trucción de símbolos, la celebración de aniversarios, la rr:anifesta­ción_ por derechi:is, la_ composición o el adorno del cuerpo son me­d 1ac10nes de la identidad, de reconocimiento de uno mis1no y del otro.

Léonetti (1994) señala que las estrategias individuales t ienen una dimensión psicológica y una dimensión social, y en la cons­trucción d e la identidad se puede: a) "cuestionar la imagen nega­tiva", sea por la distancia que se toma d e ella, referencia a otros valores, sea por e l ridículo, por la desvinculación, por la automar­ginalización; b) "revalorizar la identidad" por la agresividad, el de­seo de -~evancha, o l_a búsqu eda de r econocimiento, sea por la mo­d1ficac10n temporana de la relación de fuerzas, por Ja movilidad dentro del sistema o e l cuestion amiento de éste , y c ) por la interio­riza_ción ~e la imagen negativa que acontece en la resignación, e n e l eJerc_1c10 d_e roles, en la fuga, en la desaprobación como sujeto 0 en e l a 1s l8:rr11ento, la privación de la identidad colectiva, en la fuga de la realidad, en la pasividad social, en la a u todestrucción. Son mediaciones complejas y contradictorias que deben ser trabajadas en las entrevistas, las reuniones y las movilizaciones d e las redes primaria y secundaria, en las relaciones institucionales.

Ser d e l Nordeste de Brasil , en San P a blo, implica discriminacio­nes, pero también la c r eación de lazos en las redes, la construc­ción de solidaridades, posibilidades de autonomía y desarrollo d e la ciudadanía. Ser negro puede desencadenar p rocesos de afirma­ción personal, de autoestima, en cuanto se desarrollen la c rítica de las discriminaciones y la mediación de los movimientos específicos de negros en la sociedad .

Para concluir

El proceso d e acción o intervención profesional no se modela e n un conjunto de pasos preestablecidos (la llamada receta); exige una profunda capacidad teórica para establecer los presupuestos ~e la a~ción, capacidad analítica para e ntender y explicar las par- ·¡ ttculandades de las coyunturas y situaciones, capacidad para pro-

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1 ;y

poner alternativas con la participación de los sujetos en la intrin­cada trama en que se correlacionan las fuerzas sociales, y en que se sitúa, incluso, el asistente social.

La perspectiva relacional de l a estructura, de las redes, de los procesos, da mar gen para la visualización de los ciclos, de los patrimonios, de las trayectorias de debilitamiento y de fortaleci­miento de los vinculas que per mitan cambiar ciclos, t rayectorias, patrimonios, en la dinámica del trabajo con recur sos, redes, en el t rabajo de las mediacion es globales, particulares y singulares, l o que se transforma en estrategia de acción profesional, combinada con las estr ategias de vid a de los individuos y los grupos.

Estas tres d imensiones de ident idad, a u tonomia y ciudadania sostienen e l proceso de empowerment y se constituyen en objeti­vos de la acción estratégica en e l paradigma de la correlación de fuerzas.

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CAPÍTULO ....

E sTRnTEG1ns DE FORTnLEClMlENTO

y nRTlCULnClÓN DE TRnYECTOR1ns 1

En este capít ulo plante8.lllos, nuev8.lllente, la c u estión teórico­p r áctica d e la e la boración d e estrategias de intervenció n e n servi­c io socia l , a r ticula d a c o n u n a definición más pr~cisa del p roceso d e d ebilitamiento o vulner a bilización y d e fortalecimiento o empo­wennen t d e l u s u a rio/ s uje to.

Nuestra p r esu posición es q u e es p o sible constr u ir u n objet o y, por lo tanto, u n a t eorización de la in tervención profesional, a par ­t ir de la producción d e l con ocimiento en el servicio social. Así, en p rimer lugar, se encu entra e l p roblem a de la exis tencia o no de una teoría del servic io socia l , tesis cuestion ada por a lgunos auto­res que ven en la profesión sol8.lllente una actividad pragmática, d e ejecución lim itad a a lo cotidiano y, por eso m ismo, s in con di­ciones de p r oducir" conocirnientos.2 En segundo lugar, pretend o plantear e l terna de la in terven c ión, esto es, de la práct ica o de las est rategias de acción en el c8.lllp o d el servicio socia l. Ést a es la centralidad del co1'iunto d e textos reu n idos en este libro. Nu nca tuve la pretensión d e s ituarme e x clu s iv8.lllente en el ámbito de una teor ía d esencarnada de la acción, n i de una acción desencarnada d e la t eoría. Al con trario, b u sco trabajar la fecundación mutua teoría/acción con una visión critica. Al defin ir la "metodología de

1 Este texto es parte del Memorial para Concurso de Profesor Titular de la UnB, de 1993. Fue publicado en Interuenp:t.o Social n .º 9 , Lisboa, 1994. 2 Ver capitulo 2 .

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la artic ulación", mi inte n c ión fue construir justamente un p aradig­m a de la intervenc ión social que permit ie r a visualizar los cambios e n la confrontación de poderes y saberes e n las relaciones socia­les. E l análisis d e l servicio social pasa hoy por la c uestión de la condición de posibilida d de construcció n d e un paradigm a , y p or eso mismo emprendo esta re flexión sobre el debate r e lativo a la producción de conocirnie ntos.3

Producir conocimientos.

La llamada crisis de los p aradigmas cuestiona la m anera en que problematizamos nuestro conocimiento, discutiendo desde los dualismos, cartesianos o no, hasta los modelos d e la acción racio­n al o d e la acción comunicativa. Q u ie ro re forzar mi critica h acia a lgunas tendencias explícita o irnplicitamente p resen tes en e l ser­vicio social: e l reduccionis mo, el dogma tismo, los abstraccionis­rnos gen eralizadores, el teleologisrno, e l e mpiris mo, a los cuales se opone la propuesta de e mpowerment.

Cuando m e propuse realizar una critica del neopositivismo y del empirismo en e l servicio social, quise trabajar no sólo los pre­s upuestos metodológicos de esas con cep c iones sino también s u s presupuestos teóricos y estr atégicos . E l positivismo se funda e n u na visión d e la socied ad corno orden, estabilida d, e quilibrio, inte ­gración, y al mismo tie mpo s u pone la internalización d el orden por parte de los actores in depe ndientes. Ese dualismo entre orden e individuo s upone , a su vez, q u e e l orden es la suma, la agregación d e los individuos. El individualismo metod ológico llevó ese pres u ­puesto a las últimas consecu encias al considerar que la interac­c ió n social se realiza a partir de los intereses individuales, abso­lutizando a l individuo y sus e lecciones r acionales en una restau­ración del utilitarismo. La c ritica al positivismo sup e ró la visión integradora de la d e r ech a y alcanzó el func ionalismo d e izquierda, que preestablece funciones para el Estado, la c lase obrera, la ideo­logía, a partir d e l proyec to de u n "nuevo orden" que invertiría e l existente. Se trata, no obstante, d e una visión d e un orden estruc­turante que niega a l sujeto.

En mis análisis del servicio social, c ritiqué tanto una posición

3 El paradigma de la correlación de fuerzas se inscribe como e mpowe rment c uya concepción incluye un grupo s ignificativo de profesionales, investigadores y teóricos_

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corno o tra. A una, p orque pone en el individuo, en su esfuerzo per­sonal, la condic ión de la construcción del orden , y a la otra, p or­que con sid e ra la estructura corno una combinatoria d e elementos genéricos que suprimen las decisiones, las e lecciones y los desti­nos individuales. El servicio social osciló, en estas dos últimas dé­cadas, entre estas dos posic ione s: una que enfatiza la motivación, e l ego, y tiene en la clínica psicologizante4 su instrumental, y otra que enfa t iza la estructura, lo rnac rosocia l , y tiene en la con s idera­c ió n de las leyes generales de la sociedad su ó p tica para trazar es­trategias. Corno detallaré m ás adelante, m i análisis se dirige a la intervención en la dinámica de las relaciones reales entre los gru­pos y los individuos.

Reducir la intervención social a un único modelo, a una teoría exclusiva, que pueda abarcar todo, es un procedimiento unilateral que no tiene e n c u enta la dinámica de la historia, la historicidad de los procesos, la especificida d y la dinámica de cada coyuntura.

E l reduccionisrno metodológico n o considera que los objetos del conocimiento se constru yan por la fecundación mutua e n tr e pen­sar y actuar, y que las pos ibilidades teóricas se a mplíen cada vez que se piensa c ríticamente la realidad vivida. La posibilidad d e la teoría no se limita a la teoría dentro d e la teoría, a una apertura d e la teoría d esde su interior, sino a su confrontación con la diná­mica de la realidad, en un proceso de ruptura con e l sentido co­mún, con la doxa, con la aceptación pasiva del mundo. Es preciso cont raponer diferentes formas de conocimiento para buscar los presupuestos de a quello que se supo n e es lo real. No se p u ede, evi­d e n tem ente, confundir las intenc iones de los agentes con la reali­dad, ni tampoco reducir todo a un objetivismo inde p endiente d e los s uje tos. La construcción d e l conocimiento científico es polémi­ca, cuestionadora; a t r avés de este proceso de ruptura con los su­puestos "evidentes", fue posible ir construyendo nuevos objetos de intervención en el servicio social.

Para Mary Richrnond , e l problema social, paradójicamente, se s ituaba e n la p e rsonalida d . Más tarde (ver Bartle tt), se hizo una re­formulación de esta visió n psicologizante, consider ándose simultá­neamente en la acción al individuo y el m edio , y el significado del medio para e l individuo. La contribución m arxista radica en la compre nsión de las trayectorias sociales y de los grupos de refe­rencia, considerando que la sociedad s upone e l individu o, pero el individuo presupone la sociedad.

4 Que reduce las relaciones sociales a relaciones psicológicas.

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Al mismo tiempo, se descubrió que la intervención social impli­ca decisiones y que es preciso articular el saber más genérico con la phronesis aristotélica, para que se pueda decidir bien uniendo practicidad y esclarecimiento, lo que nos lleva al conce~to de e s­trategia. Contrapongo al reduccionismo esta mutua transforma­c ión de la ciencia y del sentido común, para retomar a Boaventu­ra dos Santos (1989, p. 45), que sugiere la deconstrucción de la ciencia por su inserción en la totalidad que la trasciende.

E.! do~atismo, inseparable del reduccionisrno, niega, a su vez, la histoncidad del conocimiento y de la praxis, haciendo d erivar los análisis específicos de principios generales o de las llamadas le­yes gener·ales que valen para todo tie mpo y lugar. El pensamiento dogmático perturba el análisis. Boaventura dos Santos recuerda muy bien la necesidad de desdogmatizar la ciencia. Es preciso analizar las condiciones históricas y teóricas de la producción del conocimiento, para entenderlo en s u tiempo, en su contexto. Siem­pre me preocupé de contextualizar e l saber, por ver las disputas que incluye, por considerar los ángulos que privilegia.

Por ejemplo, al privilegiar solamente las determinaciones de cla­se o las determinaciones económicas para h acer el trabajo social, estai:nos tornando con10 absolutas ciertas proposiciones que tienen sen.tido en un proceso histórico y teórico, y que, por lo tanto, ne­cesitan ser analizadas críticamente en su contexto. La cuestión de las clases sociales no se plantea de ningún modo en Ja Grecia a n ­tigua, ni ei:i el África tribal, y es diferente en e l siglo XX de lo que fue en e l siglo XIX. No se trata de negar el concepto de clase, sino de buscar la profundización de ese concepto en la realidad concre­ta._ En mi li_b;o O trabalho da política, de Editora Cortez (1992), rea­lice un análisis de las condiciones concretas de la manifestación de l.as contradicciones específicas de las políticas de higiene y se­gundad e n el trabajo en Brasil, considerando las r e laciones com­plejas entr e los diferentes actores e n las difere ntes coyunturas, pe­ro de acuerdo con una perspectiva más amplia del contexto en que se rnueve.n los actores. Evidentemente, no se trata de eclectic ismo, que consiste en la sumatoria, en la agregación de puntos de vista, smo en la perspectiva de una aprehensión de la complejidad que la exclusivid_a? .de ciertos c onceptos no da, no aporta, e mpobre­ciendo el anah sis. No defiendo el subjetivismo del conocimiento ni los convencio~alismos, ni el objetivismo, ni e l tecnicismo que 're­duce el conoc imiento al mero aparato técnico-metodológico sino la búsqueda constante de los supuestos y los presupuestos d~ lo que es dado, dado como p1imera aproximación de lo real, dado como

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constructo. El concepto de totalidad se construyó a partir de una perspectiva de larga duración en la historia, pero, principalmente, a partir del análisis de la complejidad social en sus múltiples de­terminaciones contradictorias y articuladas. La totalidad, corno siempre afirmé, es relacional y dinámica. Desde ese á ngulo, pode­mos comprender las relac iones de fuerzas en conflicto, en el pro­ceso de enfrentamiento y organización de intereses de los g rupos económicos y de poder. El poder es articulación de fuerza en múl­tiples dimensiones: c lase, raza, género, imaginario, c ultura, recur­sos, teorías, lenguaje, familia . . .

En consecuencia, me propuse construir un análisis del servicio social desde e l interior de su estructuración, e n la consideración de la perspectiva de los bloques en conflicto, en conflicto de posicio­nes e intereses, sin caer en el abstraccionismo y derivar posiciones de un e nfrentamiento genérico entre "conservadores y progresis­tas", "burgueses y proletarios", "tradicionale s y modernos", "atrasa­dos y avanzados", "ajustadores y transformadores", o de otros dua­lismos corrientes en la categorización de la profesión en las d éca­das del setenta y el ochenta y sin caer en el particularismo de gue­rras de personalidades. Se puede constatar perfectamente que en e l calor de las disputas se tiende a generalizar posiciones: la cons­trucción de estrategias profesionales más profundas y consecuen­tes no se puede limitar a esos esquemas simplificadores tan abs­t ractos. Las abstracciones, como bien lo señaló Marx, son tan sólo mediaciones para la profundización de lo real a través del pensa­miento, pero no son la realidad. Las categorías y las estrategias de acción e n servicio social son construcciones teórico- metodológicas que provienen de la fecundación de la teoría por parte de la prác­tica, y de la práctica por parte de la t eoría, y constituyen un reper­torio p rofesional para la intervención que no es deducible de una teoría abstracta e implica una acumulación de experiencias con­t roladas por un saber sistemático, combinando investigaciones cuantitativas y cuali tativas con sus análisis críticos.

La práctica profesional sólo dejará de ser repetitiva, pragmáti­ca, empir ista, c uando los profesionales sepan vincular las inter­venciones en lo cotidiano con un proceso de construcción y de­construcció n permanente de categorías que permitan la crítica y la autocritica del conocimiento y de la intervención. La práctica críti­ca no se reduce a la mera aplicación del conocimiento que vie ne desde fuera de ella: e lla misma genera la necesid a d de reformula­ción del conocimiento, y en cada situación es preciso una h erme­n é utica, una interpretación que una los sentidos que se le dan en

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la práctica al análisis de las condiciones en que ésta se realiza. Las cuestiones que se plantean en las situaciones singulares no pue­den reducirse a la simple representación de cada agente, y deben inscribirse en cuestiones más amplias para ver cómo esta interpre­tación se está transformando, pues la práctica plantea, al mismo tiempo, el imperativo de la transformación. Se trata, pues, de in­terpretar e l mundo en su transformación y de transformarlo en su interpretación.

En ese proceso de interpretación-transformación, es preciso te­ner en cuenta el tiempo, la temporalidad histórica, tratando de vincular lo inmediato con un proceso de mediaciones complejas que implican conocimiento y decisión, elecciones entre alternati­vas, interacción y conocimiento, poder y saber, poder para cono­cer, conocer p ara poder, visualizán dose lo esencial en lo inmedia­to; así, la acción irá cambiando la propia interpretación en el tiem­po histórico, en la medida en que van surgiendo ciertos resultados: sólo así se puede ver el proceso. Los resultados esperados de la ac­c10n son también modificables a la luz de las interpretaciones de diversos actores opuestos y de las referencias globales de los cono­cimientos acumulados. Más allá de los protocolos médicos, las si­tuaciones de cada paciente exigen interpretaciones derivadas de s u propia historia; son la condicióh de posibilidad para nuevas es­trategias.

La intervención en servic io social consiste en esta articulación combinada de mediaciones de trayectorias y estrategias de acción de d ifer entes actores q u e se entrecruzan en una conjunción de sa­beres y poderes; se configura así la situación de relación entre pro­fesional y usuario o cliente. (Aunque esta palabra tenga varios sen­tidos, incluso de clientela, la utilizamos con referencia a una diná­mica profesional.) Se puede hablar en psicoanálisis de analista/ analizando, en la educación de profesor/alumno, en el comercio de vendedor/comprador, en la medicina de médico/paciente: en el servicio social, la relación p r ofesional involucra más directamente en e l modelo dominante, aunque no exclusivamente, la expresión del poder como donador/receptor. "Cliente" tiene la connotación de receptor. Mi preocupación centr·al al analizar el servicio social es s ituarlo en esta dinámica relacional de poder y sab er, a tal pun­to de definir un nuevo paradigma, contra1io al modelo dominante, de intervención que considere al mismo tiempo las fuerzas presen­tes para enfrentar problemas y recursos, y no recursos y proble­mas de fonna n eutr a. Son fuerzas que condicionan recursos y sa­beres que definen problemas o, mejor, son fuerzas y saberes que

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articulan problemas y recursos, son saberes y poderes, conoci­miento y estrategia que es preciso tener en cuenta, corno está s~­ñalado en m i libro Saber profissional e poder institucional. La críb­ca realizada muestra la posibilidad de construir conocimientos en servicio social, pero está dirigida también a trabajar estrategias en relación con las trayectorias sociales e individuales, objeto de las próximas reflexiones.

Estrategias y trayectorias

El discurso de las ciencias sociales contemporáneas pasó a va­lorar al sujeto como un personaje que entr a en escena con sus deseos, su mundo simbólico, su individualidad, desest imando, a veces, el contexto en el que el sujeto se constituye, s':1 trayectoria social articulada con su trayectoria individual o familiar. La cons­titución de los sujetos se realiza en la super posición de relaciones complejas y en un proceso histórico demar<:ado .por ruptur~s Y continuidades. Las trayectonas no son caminos preestablecidos ab aetemo por las estructuras ni procesos de e lecciones libres. Consisten en el tránsito de lo posible hacia lo viable, en una com­binación de virtud y fortuna, en la expresión de Maquiavelo, de las situaciones y las acciones, de las condiciones dadas con las accio­nes y las iniciativas individuales y de los grupos a los que se per­tenece.

Las trayectorias no son procesos mágicos, sino una construc­ción y una deconstrucción de poderes en una dinámica relacional en que se entr ecruzan de forma interdependiente los ciclos largos de la historia y los ciclos cortos de las vidas de los individuos, los tiempos históricos y sociales y los tiempos familiares, grupales e individuales.5 Entonces, esta trayectoria no es lineal, es un proce­so de cambios de relaciones. Este proceso de cambio de relaciones implica rupturas, que se manifiestan en desavenencias, revueltas, resistencias, desplazamientos y continuidades, que se manifiestan como acomodaciones, integraciones, tradiciones, repeticiones.

Las rupturas y las continuidades s e vinculan con procesos g lo­bales, independientes de la voluntad de los sujetos aislados, pero

5 Ya alertamos anteriormente sobre la limitación del concepto de ciclo, que no es tomado aqui como circulo cerrado, sino como proceso, como dina.mica en e l curso de la vida social/colectiva/ individual

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se articulan en fuerzas dominantes y dominadas que se relacio­nan. Los dominantes pueden construir sus trayectorias de forma más autónoma, pues detentan la hegemonía, la dirección de un proceso histórico de más largo plazo, mientras que los dominados se ven atomizados, fragmentados y debilitados por presiones de to­do tipo en sus decisiones.

La trFtyectoria de los dominados tiene la marca de la exclusión social en cuanto proceso de rnarginalización de los bienes cultura­les, económicos, políticos, de ocio, que son patrimonio de ciertos grupos, aunque haya un proceso de integración en patrimonios fa­miliares, afectivos, de amistad, de ciertos bienes que configuran el patrimonio de los dominados insertos en una relación de desi!nlal­dad. Bourdieu habla de la existencia de diferentes capitales."' Pre­fiero utilizar la expresión "patrimonios", pues los patrimonios se adquieren en las relaciones de familia, de explotación, de domina­ción, Y también a través del imaginario social. Hay patrimonios simbólicos que son v ividos en forma común por dominantes y do­minados, como los de religión, nación, pasión por el fútbol y cier­tos hábitos propios de una cultura, como la manera de hacer· una cernida en lo cotidiano. Esas vivencias producen cohesión social pero no eliminan la dominación. Aunque se consuman bistecs en todos los grupos sociales, hay una gran diferencia entre comer uno de lomo y otro de falda.

Los patrimonios simbólicos son referencias para la constitución de las identificaciones sociales. La representación que individuos Y grupos hacen de sí mismos depende de las creencias, los valores y las referencias culturales que se adoptan en lo cotidiano. Las re­presentaciones y las ideologías dependen de las prácticas sociales de clase, de discriminación, de resistencia. Existe una interfaz en­tre representación e ideología; se considera ésta más abarcadora y estr·ucturada de acuerdo con las relaciones de dominación. La re­presentación social implica tanto conocimientos adquiridos como los valores culturales de una é poca, y la ideología es la represen­tación viva en la confrontación de poderes y resistencias.

Las traye ctorias sociales son procesos tanto de desestructura­ción cuanto de estructuración de referencias y patrimonios, por la articulación o desarticulación de relaciones sociales en un tiempo y en un espacio determinados, donde se producen cambios en las fonnas de repr oducción y de identificación social. Esta pérdida o adquisición de patrimonios está vinculada tanto a procesos con­textuales como a las biouías (térrnino que propongo para designar

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los caminos de la vida) de la familia, de redes d e pertenencia, de ve cindad. En un momento dado, un individuo puede estar casado, ser labrador, pequeño propietario; en otro, por un cambio de las x·elaciones en la propiedad de la tierra, él migra y se convierte en separado ambulante, urbanizado, "favelado". La migración y la nueva situación ponen en juego (enjeu) nuevas relaciones que in­volucran un proceso de construcción de nuevas referencias e iden­tificaciones y pérdida de otras que disminuye n o aumentan la ca­pacidad de poder intervenir en lo cotidiano y construir autonomía, o sea, de conseguir o p e rder poder.

Las trayectorias de los niños de la calle, por ejemplo, muestran un proceso desestructurador de referencias e identificaciones a tal punto que no recuerdan su nombre completo, el nombre de sus padres, su edad, el tiempo que llevan en la calle, ni el espacio en el que vivían,6 aunque puedan llegar a adquirir un apellido, resi­dir en un lugar "personalizado" con algunos objetos, crearse una "familia de la calle", lo que no sustituye las referencias fundamen­tales perdidas, vividas como heridas abiertas.

Las biouías, concepto que no tiene ninguna connotación biolo­gicista, pueden representar fracasos o éxitos para los diferentes actores y , más profundamente, traducen un juego de poderes, una correlación de fuerzas.

Las estrategias son procesos de articulación y mediación de poderes y cambio de relaciones de intereses, referencias y patrimo­rlios en juego, ya sea por la recomposición de recursos, de venta­jas y patrimonios personales, ya sea por la efectivización de dere­chos, de nuevas relaciones o por el uso de informaciones. Las estrategias implican inversiones en proyectos individuales y colec­tivos que aporten la rearticulación de patrimonios, referencias e intereses con vistas a la r e-producción y a la re-presentación de los sujetos históricos. Reproducirse es atender a las necesidades de supervivencia en las relaciones sociales dadas históricamente, y re- presentarse significa el proceso de re-construcción de la identi­dad. Como bien señalan Len Doyal e lan Gough (1991), las nece­sidades humanas básicas son objetivas y su no atención amenaza la vida misma o la perjudica seriamente; y, por lo tanto, constitu­yen el fundarnento de una intervención social en las trayectorias, pues el patrimonio y las referencias de los que hablamos son me­diaciones para la satisfacción de las necesidades. Rehacer sus for-

6 Ver, por ej emplo. 1a diserta ción de Olive ira ( 1993).

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mas de reproducción y de representación implica una política de lo cotidiano para poder conducirlo en las pequeñas decisiones.

Esta política de lo cotidiano implica la supervivencia en e l mun­do de la técnica que hoy vivimos, más allá de la necesidad de cons­trucción de una acción comunicativa, pues e l artefacto no es sólo objeto de deseo sino medio e instrumento de acceso a biovías e n e l mundo moderno. Los modernos consideran que la téc nica aporta mejores condiciones de vida; de hecho, revolucionó lo cotidiano con electrodomésticos, computadoras, informática. Al mismo tiem­po que abre nuevas posibilidades de administrar lo cotidiano, tam­bién provoca dificultades al reducir el empleo, tornar más precario el trabajo, exigir nuevas calificaciones y provocar exclusiones so­ciales. Las trayectorias y las estrategias no son, entonces, proce­sos mecánicos s ino contradictorios; no son lineales e implican cambios y decisiones que fortalecen o debilitan los procesos de re­ferencia, de autonomía, de atención de las necesidades.

No es posible vivir sin referencia a las instituciones sociales, puesto que ellas forman parte de las trayectorias y las estrategias de los sujetos, y a su vez definen trayectorias, itinerarios y estra­tegias, y suponen relaciones de poder y saber que interfieren en la vida y en lo cotidiano de los individuos. El servicio social se inscri­be en un contexto institucional lleno de conflictos, de luchas, de juegos de poder y recursos, que siempre he enfatizado, y participa de la articulación de estrategias que varían de acuerdo con la pers­pectiva teórica e ideológica de sus actor es, así como de las relacio­nes de poder de las instituciones.

Si bien es verdad que los grupos hegemónicos intentan imple­mentar en las instituciones sociales una política de refuerzo de la dominación a través de estrategias clientelistas, paternalistas, au­toritarias, divisionistas , de a islamiento y delimitación de los pro­blemas y los recursos a planes y proyectos definidos de arriba ha­cia abajo, también existe articulación de estrategias que buscan redefinir trayectorias, cambiar las relaciones de poder, con el uso del derecho, de la información, de los recursos, de las redes, en consona ncia con los patrimonios, las referencias y los in tereses en juego.

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La crítica al reduccionismo

En la perspectiva teórico-metodológica integradora, funcionalis­ta, del servicio social, la estrategia c e ntral del profesional contra­tado por una institución ha sido la de 01ientación hacia la solución de problemas de acuerdo con los recursos disponibles. La orienta­ción no h a sido vista corno intervención en trayectorias sino corno transferencia de lugares, responsabilidades, instancias, pudiendo significar tanto omisión, derivación ("pasarse la pelota"), corno re­definición de tray ectorias. Se trata de cambiar e l comportamiento, el medio, la motivación, y la principal estrategia para esto es ha­ce r que el actor adopte un cambio o innovación a través de un pro­ceso de convencimiento, de persuasión , estímulos, información, que puedan parece r más ventajosos o puedan ser aceptados como ventajosos . Es común que ciertas instituciones lleven a las muje­res a hacerse ligadura de trompas, determinen el retiro de niños de la familia, entreguen alimentos en las condic iones impuestas por la institución (por ejemplo, con la obligación de participar de reuniones) corno si fueran beneficiosas para la población. No es so­lamente el lenguaje el instrumento de acción del ·asistente social, sino el trabajo complejo de relacionar, correlacionar, proponer, acompañar, evaluar e involucrarse en tray ectorias y estrategias.

En la perspectiva integradora, el servicio social no seria más que una repetición de trayectorias de acuerdo con el poder hege­mónico que se "confirmaría" automáticamente en las relaciones particulares, como propone determinada teoría de la reproducción de las condiciones sociales. Esta visión del dominador aparece así en la Biblia: "Pues mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, y sus caminos no son mis caminos" (Is 55, 6 -9).

Cuando un determinado sujeto se encuentra con el servicio so­cial, y a está en una situación de debilitamiento, de pérdida de pa­trimonio o referencias, sin atención de sus necesidades básicas; por eso, en nuestro paradigma de correlación de fuerzas, propuse el fortalecimiento del dominado (empowerment) y su defensa (advo­cacy) como objetivos estratégicos de la intervención en servicio so­cial, en contradicción con Ja perspectiva de refuerzo del poder do­minante o de la mera reproducción. El asistente social pasa a ser un aliado del cliente/usuario, en vez de ser un administrador de recursos de la institución en función de los criterios, las normas y los itinerarios por ella establecidos.

Algunas estrategias de intervención pueden ser enumeradas te-

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niendo en cuenta también los trabajos de Giséle Legault, Maurice Moreau, Guy Bilodeau, Eva Faleiros, Corrigan, Leonard, Galper. Las estrategias de intervención que enunciamos a continuación dependen de las correlaciones de fuerza y, por lo tanto, de la co­yuntura y de la situación concreta. No se trata de una aplicación lineal de los dispositivos estratégicos, sino de un proceso constan­te de escrutar las condiciones concretas de intervención.

Las estrategias están vinculadas con las trayectorias y, por lo tanto, deben dirigirse a la rearticulación de los patrimonios, las re­ferencias y los intereses, fortaleciendo el poder de los sujetos do­minados en sus relaciones sociales. Así, podemos destacar estra­tegias de rearticulación de las referencias sociales, estrategias de rearticulación de patrimonios, de contextualización y de articula­ción institucional.

La rearticulación de referencias sociales implica el proceso de comprensión dei problema a la luz de las trayectorias del sujeto, la discusión y la implementación de sus derechos de ciudadanía, la práctica de la participación en las decisiones que le incumben, amplia información sobre las condiciones y las a lternativas de mo­dificación de lo cotidiano, la búsqueda del reconocimiento de las redes en las que convive y de las r e laciones de opresión, discrimi­n ación e intolerancia que sufre. Es preciso, además, que se visua­lice el proceso de identificación social del sujeto.

Las estrategias de rearticulación de patrimonios o capitales im­plican los d ispositivos de acceso a recursos, equipam ientos, bene­ficios, fortaleciendo la condición de reproducción de los sujetos y la atención de sus necesidades, lo que exige e l conocimiento de los recursos y los dispositivos de las políticas sociales y de su opera­cionalización. La inserción social en estos dispositivos es un pro­ceso opuesto a la exclusión social y no simplemente una integra­ción adaptadora, ya que el Estado es un campo contradictorio de inter·eses, así como e l de las instituciones sociales. Las estrategias de rearticulación de ese proceso de re-producción no pueden limi­tarse a un mero repaso de recursos: deben insertarse en una com­prensión del contexto social, pues serán diferentes en un momen­to de crecimiento o de recesión, de estabilidad o crisis política, se­gún las relaciones existentes s i se trata de ciudad o campo, zonas industriales o de servicios, de expansión o decadencia. Entonces, no se trata de un voluntarismo, sino de una articulación de lastra­yectorias con los procesos generales, e n las condic iones his tóricas de corta y larga duración, para que se pueda configurar una re­composición de poderes en el c urso de las biouías.

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Estas estrategias de contextualización intentan retirar los pro­blemas de su circunscripción limitada, par a considerar las relacio­nes de fuerza o, mejor, de dominación en sus tendencias genera­les, sin perder de vista los planes de intervención específicos y par­ticulares. La particularidad no excluye el contexto; al contrario, lo inclu ye en su movimiento. La búsqueda de estrategias superpues­tas intenta abrir la posibilidad de una articulación de niveles de acción. Un trabajo con presos implica tanto el trabajo de las rela­ciones internas en la p risión, de las refe rencias del preso y de sus estigmas, de la ciudadanía que debe ser defendida, como la inter­vención junto al Poder Judicial y la comunidad o grupos de inte­rés en los problemas. Sin esto, por ejemplo, un preso tendrá mu­chas m ás dificultades para cambiar de trayectoria.

Esta combinación de estrategias involucra, evidentemente, un plan estratégico institucional complejo para reforzar las alianzas con el cliente, establecer los niveles y los ritmos de las intervencio­n es, los recursos y las oportunidades de usarlos, la inc lusión de diferentes sectores institucionales, de la sociedad, de la familia. Una intervención estratégica consiste fundamentalmente en la to­ma de iniciativas de acuerdo con la d inámica de 1as fu erzas y los actores presentes y en relación.

El a nálisis a qui realizado replantea en otra perspectiva los te­mas suscitados por el movimiento de reconceptualización del ser­vicio social de los años sesenta-setenta, cuando se enfatizaban los objetivos de concientización, politización, movilización y participa­ción, según el proyecto de currículo de la Escuela de Trabajo So­cial de la Universidad Católica de Valparaiso (cf. Palma et a/ii, 1972), por poner un ejemplo. Estos objetivos eran planteados des­de una óptica muy dualista según la cual la sociedad se dividía ex­clusivamente en b urguesía y proletariado, y e l compromiso de cla­se significaba que la intervención debía comprender el proyecto de luch a de clases de los obreros previsto por e l conjunto de sus or­ganizaciones y de sus partidos más representativos.

Esta perspectiva dejaba de lado las experiencias concretas de los trabajadores en sus tray ectorias, sus propias experiencias de clase, que iban configurando trayectorias diferentes, y la comple­jidad de los conflictos en las instituciones y en el interior del Esta­do, que permiten visualizar un movimiento más profundo y parti­cular de intervención. La marca de la especificidad del servicio so­cial proviene de la intervención en esa particularidad que incluye, al m ismo tiempo, la confrontación con los problemas sociales y con las correlaciones de fuerza y los intereses en juego.

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El movimiento de reconceptualización contribuyó significativa­mente a una modificación de la mirada que buena parte del servi­cio social estaba dirigiendo sobre su rol y sobre su eficacia, plan­teando la cuestión de su relación con el capitalismo y las clases sociales, si bien avanzó poco en propuestas estratégicas, lo que implica más complejidad. Es un desafio que me parece actual y que intenté iluminar con estas reflexiones.

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Bibliografía

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SANTOS, Boaventura de Sousa (1989): Introduc;ó.o a urna ciencia pós­rnoderna, Río de J aneiro, Graal.

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CAPÍTULO 5

~RTlCULAClÓN ESTRATÉGlCA E lNTERVENClÓN FROFESlONAL 1

En este breve capítulo analizaremos la crisis de los paradigmas e n general, y en particular en el ámbito del servicio social, r eplan­teando la cuestión del fortalecimiento del u suario a partir de cues­tiones concretas de la esfera profesional. A partir del desmoro­namiento del modelo funcionalista y empirista de acción, fue emergiendo una forma de actuar a r ticulada con las relaciones so­ciales globales, sin dejar de lado la particularidad de la profesión.

Si analizarnos el servicio social en el período que va desde 1960 a 1980- 1990, encontraremos una gran preocupación por el terna de la critica a los modelos, formas y procesos de intervenc ión fun­cionalistas. Hay varios trabajos publicados que se denominan "Servicio social crítico", "Reconceptualización", "Repensando la práctica". Esta crítica acentúa e l carácter fragmentado, pragmáti­co, empirista, descontextualizado, heterogéneo del servicio social. Una de las manifestaciones más c ontundentes de esa crítica (que es una síntesis de ese período) es e l trabajo del profesor José Pau­lo Netto Capitalismo monopolista e Servi<;:o Social (1992), en el cual él desarma pieza por pieza lo que se llama servicio social. Esa cri­tica se repite a lo largo de ese periodo y todavía hoy es objeto de preocupación. En la convención de la ABESS, en Londrina, en oc­tubre de 1993, la mayoría d e los discursos sobre servicio social era de critica; se lo caracterizaba, corno dije, corno fragmentado, des­contextualiza do, empírico, heterogéneo. Esas criticas, no obstan-

1 Conferencia pronunciada en la OSEC - Organizac;lto Santo-Amarense de Educac;ao e Cultu­r a. SP- en d iciembre de 1993.

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te, no abren una perspectiva de superación del problema en la di­námica de las relaciones sociales planteadas, sino que suponen un cambio de estructura y, probablemente, e l fin del servicio social.

Por otro lado, hay quienes quieren retomar las tradiciones del servicio social, retomar las experiencias pasadas, y hablan hasta de "rescate de la asistencia".

Estamos viviendo, aún, un rnomento de crisis de los paradig­mas, de las formas de pensar la profesión, lo que implica una pro­fundización de la critica, que es fundamental. No podemos eximir­nos de ella, pues debemos tomar otro punto de referencia que no sea únicamente la negación, porque, en la ctitica, tenemos el pun­to de vista negativo (que nos viene desde los primeros filósofos de la dialéctica) y el proceso de superación (para eso no precisamos retomar a Marx). Negación y afirmación están en contradicción, en proceso. La dialéctica significa pensar el movimiento, la realidad en movimiento, en proceso. Así, si nos quedamos en la negación, desde un punto de vista extremadamente rígido , dejamos de ser dialécticos y críticos. Es preciso analizar la negación en proceso y no abstractamente.

Quisiera, entonces, hacer una ctitica de la critica para repensar el momento siguiente del servicio social. La critica realizada se re­mite, principalmente hoy, a dos grandes problemas: e l reduccio­nismo metodológico y el eclecticismo.

La crisis del paradigma propuesto proviene, justamente, de esa perspectiva de reducir toda explicación a un único modelo, justifi­cándolo en función de no caer en el eclecticismo. El reduccionis­mo fue una critica del eclecticismo y hoy estamos criticando el re­duccionismo y el eclecticismo.

El reduccionismo es la expresión teórica del autoritarismo por­que reduce la realidad a una única visión, aunque llame totalidad a esta visión, expresión de una clase contra otra. Al hablar, exce­sivamente , de totalidad, se o lvidó de la particularidad, del enfren­tamiento contradictorio de las partes.

Cuando, en los años sesenta, nos preocupábamos por la totali­dad, era para cuestionar la visión funcionalista de los problemas aislados. Al girar hacia e l modelo de la totalidad, o lvidamos el pro­ceso de la totalidad. La totalidad no es un modelo rígido, abstr ac­to. Es concreta (eso es lo que dice Marx); tenemos que pasar de lo abstracto a lo concreto. No obstante, se cayó en el abstraccionis­mo: se abstrajo el todo de las particularidades, y no se hizo un pro­ceso de pensar realmente la totalidad y las partes en movimiento.

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El segundo elemento de esa crisis del paradigma marxista orto­doxo es el que podtiamos llamar "objetivismo". Se vio la "realidad" como un conjunto de tendencias, leyes objetivas, generales, irrde­pendientes del sujeto. Esa negación del sujeto tuvo en cuenta el hecho de que el servicio social, en la perspectiva funcionalista, tie­ne como fundamento al individuo, su motivación y su esfuerzo. Reaccionando contra esto, se volvió hacia el "pensar objetivo", con­siderando la visión del sujeto como voluntarismo. Él estaría total­mente determinado por la realidad objetiva, por las "condiciones objetivas", por la lógica exclusiva del capital. Se o lvidó j ustamente del movimiento del sujeto y del objeto, como el abstraccionismo se olvidó del movimiento de la totalidad y de la particularidad. Se re­dujo la realidad al objetivismo, y se dejó de ver el sujeto como esencial a la dinámica social de las relaciones de los seres huma­nos entre si y con el mundo.

Nos quedamos, en el servicio social, en ese sube y baja: por un lado, defendiendo la totalidad, abstracta, y por otro, defendiendo la especificidad, lo concreto; por un lado, defendiendo las grandes leyes, las grandes tendencias de la sociedad, y por otro, defendien­do lo cotidiano del sujeto. Nos quedamos en la .disputa entre la afirmación de la especificidad del servicio social en la relación irr­tersu bjetiva concreta y su negación en la visión más abstracta y genérica. Esta negación de la especificidad es uno de los proble­mas que vivimos en la práctica, incluso, creando una crisis de identidad de la profesión. Buena parte de los asistentes sociales no saben quiénes son, lo ·que hacen ni lo que deben hacer: quedan, así, a merced de las estrategias definidas, desde fuera de la profe­s ión, por las instituciones.

He defendido la propuesta de que es posible y viable la cons­trucción, en irrteracción con otros agentes, ele una estrategia de acción profesional sin perder la fuerza y el conocimiento específi­cos. No se trata de reduccionismo, subjetivisrno o eclecticismo, si­no de la construcción de un punto de partida de la reflexión d ife­rente del dogmatismo, del abstraccionismo genérico y d e l ernpiris­mo de las descripciones singulares. Se trata de asumir la particu­laridad de esta profesión en e l contexto de las relaciones sociales. Necesitamos salir de las dicotornías que marcaron la profesión en los años sete nta y ochenta. Son dicotomías excluyent es. Tenemos varios ejemplos de esa invención de las dicotomías (ver Cavalcan­te, 1984). Se crearon dos polos: o se hace el ajuste o se hace la transformación. Josefa Batista Lopes (1982) también plantea esas dicotomías. Así , había dos posibilidades en e l horizonte para e l

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serv1c10 social: o adaptación al orden o revolución. Para ser cohe­rentes con la revolución, teníamos que dejar de lado el tra b ajo so­cial con individuos, que era visto corno una forma de adaptación, y realizar e l trabajo con movimientos sociales, que era visto corno transformación. Esta comprensión, e n vez d e ser dialéctica, era di­cotómica: separ·aba al individuo de la sociedad, e incluso lo nega­ba, para considerar sólo la estructura, la producción, lo colec tivo, la totalidad abstracta. La dicotomia tambié n se expresaba en té r ­minos de clase: o se h acia el servicio socia l d e la burguesía o se hacía e l servicio social d e l proletariado. Era el servicio social bur­gués contra e l servicio social proletario. El ejemplo paradigmá tico y e mblemático de esa posición es el Código de É tica Profesional de 1986 que, afortunadamente, ya se cambió.

Aunque fundamental para analizar la r ealidad, la división d e la socie d ad e n clases debe ser e ntendida en una concepción g ene ral de las relaciones sociales, a partir del ángulo de las relacion es de producción, sin que te n gamos que reducir a e llas toda dinámica social. Las clases sociales son realidades colec tivas, his tó ricas, que se constituyen en e l movimiento diferenciado de las r elaciones de explotación, de dominación. Es un movimiento diferencia do; por lo ta nto, no pode rnos h a blar de clases sociales de la mis m a man e r a en Brasil, en África o e n Europ a. Tenernos que profundi­zar las particularidades. No pod ernos encaj ar la rea lidad en un modelo único. Será pura d edu cción reducir las clases, hoy, al mo­delo d e clase del sig lo XIX. Tenernos que pensar la realidad hoy , no con los modelos del sig lo XIX, que inspiraron los análisis d e l siglo XX. Los análisis de los ilurninistas, en e l siglo XVIII, inspiraron a los teóricos del s ig lo XIX, e n c u yo fina l surge la contra posición en­tre liberalismo y socialismo corno dos grandes paradigmas. En e l final del siglo XX, esa dicotomía fue cuestionada. Los dogmá ticos neoliberales c reen que el neolibera lismo es e l único paradigma vi­gente. Ahí también res ide e l e rror de los neoliberales al creer que ellos son la solució n , o lvidand o los problemas generados por la po­lítica neoliberal: el desempleo, la drogadicción, la explotación so­cial sexual. La c rítica de los paradigmas implica un análisis del presupuesto de esa crítica: la dicotomia.

Entonces, ¿cómo se puede repensar e l servicio social s in caer en e l reduccionisrno, en el eclecticismo, e n el su bjetivis mo? ¿O sin caer e n las dicotomías? ¿O sin caer en el individualis mo, en la vi­s ión del individualis mo metodológico de Ray rnon d Boudon? E l in­dividualismo metodológico, h oy s umame nte actual e n la sociolo­gía, conside ra la sociedad corno suma d e individuos, como rnani-

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[estación de inter eses del individ uo, corno si ~a socieda d l='.udiera ser solame nte una suma conflictiva y no relac_10nes cor:ip~eJaS. No

demos ahora invertir nuestro a n á lisis : salir de la vis1on :xtre­;:a d e Ja 'totalid~d abstracta hacia e l individualismo rne_tod_ol_og1co. Los actor·es sociales no serían ya las clases: s ii:o los 1nd1v 1duos, s ie mpre buscando grandes y definitivas exph cac1ones. .

Es preciso revalorizar la diver·sidad _de visiones, ~a to~eranc1a,

sin confundirlas con eclecticisrn o, considerando la dive r s idad Y la pluralidad en un proceso interactivo, conflic tivo.

La correlación de fuerzas

Ahora, a partir de los presupuestos rn~ncionados, v?~ a ab?r­dar la propuesta d e articulación estratégica en el_ servicio social. Parto del principio de que la sociedad no se constituye c:orno u n a s uma de individuos y corno una totalidad a bstracta, sino corno una relación d e fuerzas estructurales/coyunturales. E sta correla­ción de fuerzas implica una relación entre la coyuntur a y la estruc­tura social. La coyuntura es tan fundamental corno la estructura. En la coyuntura, las relaciones estructurales se hace n Y se desh a ­cen con rnoviinie ntos más o menos profundos, de acuerdo con las fue rzas presentes. E sas fu e rzas se con s truyen y deconstruyen e n las re laciones de explotación, de poder, y en las relaciones d e dis­ponibilidad de recursos y dis pos itivos pr?ven1entes tanto d_e la : e ­lació n d e producción corno de otras relaciones, y de las estrate?1~s

y de los mov imientos que se hacen en esa coyuntura, en esa d1na­rnica d e poder.

En las relaciones de poder, hay dominantes Y dorninad?s, hay un poder hegemónico -no lo podemos negar- que se verifica en el proceso histórico. Esta hegemonía, no ob~tan_t~, se desarr olla con avances y retrocesos. No hay una _dorninacion p ermanente, eterna, idéntica. La esclavitud es muy diferente del momento que estarnos viviendo hoy, aunque s u framos, hasta hoy, las conse­cuencias d e Ja tradición esclavócra ta, del auton _t_ansmo de l~s se­ñores, del patrirnonialismo._ H ay_ fo_rmas de acc1on que provienen del a u toritarismo y del patnrnoniahsmo.

Caio Prado Jr., a p esar de ser un Prado2 y uno de los grandes

2 Familia tradicional de San Pablo

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historiadores marxistas, que pensó a Brasil en términos de clase, comenzó a analizar el poder en términos de patrimonialisn10, for­ma particular de una hegemonía compleja vertical y transversal a las instituciones. Raymundo Faoro (1993 ) se interesa en el patri­monialismo. Prado fue criticado por el Partido Comunista, que no veía esa relación patrirnonialista en el análisis de la r ealidad bra­sileña. La categoría de clase, rica para análisis generales, es pobre para otros aspectos, no lo explica todo.

La relación de fuerza -que es una relación de poder- implica una relación de clase. Las relaciones de clase están presentes en los procesos sociales, asi como las relac iones de organización de la población, las relaciones de resistencia, la relación de exclusión, que depende de un proceso que varía, incluso, dentro de la clase dominada y de la clase dominante, con aumento o disminución de su patrimonio económico, político, cultural, afectivo, familiar.

En la relación coyuntural de las personas y de los grupos, hay un proceso de adquisición y pérdida de ese patrimonio cultural. La capital económica de Brasil es San Pablo y no Brasilia, pues los capitales económicos están en San Pablo, articulados con el capi­tal político existente en Brasilia. La capital paulista está constitui­da por patrimonios fabulosos, multinacionales y nacionales. A la vez, hay en San Pablo un conjunto de nordestinos, inmigrantes europeos y japoneses, algunos ex-esclavos, hijos de ex-esclavos, con culturas, familias, organizaciones, movimientos más o menos s ignificativos. La población de San Pablo revela una relación com­pleja de patrimonios, unos poderosos, otros n1enos, pero patrimo­nios al fin . El nordestino que viene de Graúna3 trae de allá un conocimiento de la tierra, del cultivo, de las plantas, de las relacio­nes con la sequia, de la relación con la familia. Llega a San Pablo con un capital, que también puede perder, en el anonimato, al no ser reconocido. Puede perder su capital afectivo, su conocimiento de la tierra. Tiene que trabajar como peón en la construcción. Sin embargo, puede encontrar algunos conocidos de Gr·aúna, o rgani­~ai: una asociación de habitantes de Graúna, fortalecerse, capita­lizandose y descapitalizándose culturalmente al mismo tiempo.

Sólo a veces se ve Ja fragmentación, lo heterogéneo, pues no asumirnos el desafío de la particularidad, no trabajamos la rela· ción entre lo p articular y el todo en la práctica. La práctica es par­ticular, es específica, implica sujetos con múltiples deterrninacio-

3 Ciudad del Nordeste pobre donde nació Luiza Erundina. asistente social y alcaldesa de San Pablo por el PT, de 1992 a 1995.

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. ...

1

nes en el todo. El redescubrimiento de la especificidad es una cuestión central de la práctica profesional, al mismo tiempo que es extremadamente complejo en el análisis de las relaciones de poder y fragilidad. El drogado, por ejemplo, está, al mismo tiempo, en un proceso de debilitamiento y en la creencia de que él es poderoso. ¿Por qué se droga? Justamente para sentirse poderoso, pero en un proceso de extremo debilitamiento de sus relaciones. Él está per­diendo capital afectivo, familiar. Hay una serie de relaciones entre drogadicción y rechazo y ausencia de limites en la fam.ilia. El he­cho de imponer límites, no autoritarios -obviamente-, como re­glas comunes de convivencia, es una forrna de afecto. Así estamos poniéndole limites a una persona, como una forma de quererla bien.

La drogadicción es un proceso de descapitalización, de debilita­miento en un conjunto complejo d e relaciones de fuerza. Al servi­cio social le cabe actuar e n esta relación en cuanto proceso de debilitamiento y fortalecimiento d e los patrimonios en juego.

En el preciso momento en que los sujetos se debilitan, pierden poder y patrimonio, buscan el servicio social. Ahí tenemos justa­mente nuestra especificidad en esa relación de descapitalización y de debilitamiento/fortalecimiento. A la condición de dominados se agrega la disminución de las condiciones de autonomía.

El encuentro de los sujetos debilitados con el servicio social se da, en general, en una institución. Es preciso ver ese debilitamien­to en su movimiento complejo, no sólo porque la persona es explo­tada (puede hasta no serlo), porque la realidad es múltiple. El in­migrante pobre en busca de empleo, por ejemplo, es una persona debilitada. Está perdiendo s u cultura, su relación cultural, su re­lación afectiva, su patrimonio. El inmigrante con dinero puede es­tar descapitalizado afectiva, social, cultural o políticamente. No se trata sólo de "rescatar la esencia de la asistencia" como auxilio, si­no del servicio social, del trabajo social en las relaciones de vida tejidas por el sujeto en su historia/trayectoria.

Reducir el servicio social a la asignación de recursos es h asta fácil. Basta identificar un problema y orientar al sujeto a un recur­so: guardería, centro de documentación, puesto sanitario.

Lo m ás dificil es analizar la relación que pueda capitalizar a l sujeto para ver el cambio de la relación que imp lica el recurso. No b asta la dicotomía problema/recurso. En la perspectiva de la ar­ticulación estratégica, visualizamos la relación fuerza/recurso/ problemas. La pérdida de fue rza se relaciona con el problema, lo

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que justamente implica la búsqueda de un recurso que, a su vez, depende de la a rticulación de una relac ión de fuerza en el enfren­tamient o de la cuestión en juego.

Volviendo a la situación de la d r ogadicción, no basta la deriva­ción de la persona drogada hacia e l hospital. Las relaciones socia­les están en juego en la fabricación del problema y en la fabrica­ción de los recursos. Están en juego las relacion es familiares, de poder, de discriminación, de tráfico, de amistad, de trabajo, de ac­ción profesional de organización d e la atención de la salud mental. Es prec iso articular una relación de fuerza para superar la situa­ción, lo que implica un proceso complejo de articulación de los sujetos, de los derechos , de la ciudadanía, de los dispositivos pa­ra rehacer la relación.

C u ando las personas se descapitalizan, se debilitan, en ese mo­mento llegan al servicio social. E l objetivo, entonces, es el fortale­cimiento del sujeto, e l cambio de la relación, para fortalecerlo y re­capitalizarlo, mientras se rearticula el problema. La bús queda del recurso es u n proceso, una relación de fuerza. Estarnos e n frentan­do proble mas en lo cotidiano, pero necesitamos discutir e l proble ­ma, verlo como una cuestión de r e laciones sociales; no de forma aislada, s ino como un proceso conflictivo, al contrario de la visión tec nocrática. La visión tecnocrática sitúa el problema en el indivi­duo o en e l recurso, y no en la relación social de debilitamien to/ fortalecimiento . Es preciso ver la c uestión en los diferentes puntos de vista de los actores y fuerzas involucradas: desde el punto de vist a del n iño drogado, desde e l punto de vista de la madre, desde el punto de vista del padre, desde el punto de vista d e la institu­ción, desde el punto de vista del juez, del traficante. Muchos asis­tentes sociales se vuelven s irvientes de la institución a la hora de analizar y de actuar, y sólo ven el punto de vista oficial. No se ve, entonces, la situación como cuestión, sino como un problema de la institución, como un problema del poder, y toman el problema como una c u estión jurídica, instituc ional, de r ecursos. No están vien do la relación de esa cuestión con las fuerzas sociales en el proceso de debilitamiento, de pérdida de patrimonio del sujeto.

El libro de Paulo Collen (1987), niño interno en la Fundación del Bienestar d e l Menor de San Pablo (FEBEM). posteriormente niño de la calle y a rtesano d e su biografia, puede ilustrar las articula­ciones de las estrategias p rofesionales q ue se inscriben en las rela­ciones d e poder y saber profesionales. Ya en el inicio de la vida de Collen, encontramos la presencia de la asistente social que condu-

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ce al recién nacido a l j u ez, escribiendo: "Por medio de la presente, solicito una vacante para e l menor Paulo Collen en una unidad de la FEBEM, puesto que se encuentra en situación irregular" (p. 13).

La definición d e "situación in-egular" forma p arte del entonces vigente Código de Menores, por no tener el niño un hogar conside­rado normal. La cuestión especifica de las relaciones familiares y sociales en que se inscribe la t rayectoria de este niño no es presen­tada y discutid a profundamente. Es suficiente la etiqueta de " si­t uación in-egular" para que el Poder Judicial, aliado al poder/ saber de la asistente social, decida sobre la vida del niño. Éste es lleva­do a una entida d, a una organización poderosa que controla la vi­da d e los n iños en "situación in-egular". La estrategia de la inter­vención obedece a la relación de fuerza entonces articulad a:

niño frágil -,) asistente social -,) situación irr egular -,) juez -,) entidad.

En ese sentido, frente al debilitamiento, a la vulnerabilidad so­cial, al riesgo social que envolvía al niño , el poder de intervenir se articulaba con la red de tutela y de mantenimiento d el orden pre­dominante en el sen o del antiguo Código de Menores.

Después de la aprobación del Estatuto d el Niño y del Adolescen­te (ECA), en 1990, se ha ido construyendo la hegemonía de otro paradigma de política para el niño y el adolescente: el de la protec­ción integral, en el que el niño es consider ado sujeto de derechos. Así, la articulación de estrategias se enfrentará con los poderes del juez y de las organizaciones, del Consejo de Derechos y del Conse­jo Tutelar, donde se definen trayectorias de emancipación e n opo­sición a estrategias de tutela. Hay un espacio, un campo de posi­bilidades para construir otra articulación:

n iño frágil -,) derechos al nombre, a la familia y otros derechos -,) Conse­jo Tutelar y asistente social -,) alternativas a la consolidación de la

ciudadanía -,) sistema de garantía de derechos -,) operacionalización -,) control social -,) Evaluación x estrategias c lientelistas y de tutela.

Esta perspectiva estratégica se basa en la c iudadanía y en el control social, y las estrategias de intervención se construyen en un proceso de confrontación de estrategias, p u es e l proceso pro­puesto por el ECA aún no está conso1idado. La asistente social ar-

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ticula su pode r d e intervención combinando, así, e l contexto de las políticas con las particularida d es de esta trayectoria. Cierta mente, la biovia d e Paulo Colle n (1987 ) hubiera cambiado si, por ej e mplo, hubiera sid o a doptado por una familia o hubiera s ido artic ulado s u derecho a la convivencia familiar con su propia familia como r e d primaria. La asis t e nte social, al p arecer, articuló su inte rna­ción en u na e ntidad d e la red secundaria sin a dvertir la compleji­dad del proceso.

El s egundo mome nto en que Paulo Collen relata u n encuentro con otra asisten te social e s cuando huye de la FEBEM en un ca­mión d e socon·o a las víctimas de las inundaciones e n Santa Ca­tarina, es "capturado por la p o licía" y llevado a una cas illa donde se e n c u e n tra con una asistente socia l. Así r e la t a s u vivencia : "Va­leska [la asistente social] fue muy amable, escu chó mi historia, p e­ro no le conté que era de la FEBEM d e San Pablo, sólo le dije que vivía en San Pablo. Tuve mie do de que me ma:r1da.ra d e vuelta. Fa­bio y otros fueron llevados a FUNABEM, y Valesk a me llevó a un convento de hermanos" (1987, p. 68). A pesar de escucharlo (uno d e los dispositivos centrales de una entr evist a ), Valeska n o logró la confianza de Collen, que terminó mintiéndole frente a l pode r de la e ntidad que c onoc ía. Es la construcción d e la e strategia/ táctica d e l usuario, de su poder d e rechazar e l o rden establecido. Valeska recurTe para la derivación a la red secundaria, menos tutelar y r e­presora que la FEBE M , p e r o Collen tambié n se escapa de allí. Es recapturado y devue l t o a la FEBEM , donde aguarda con a n s ie dad poder hablar c on un asistente social. R e lata este tercer rnornento de su trayectoria, d estacando e n su biografia la importancia d e l p oder del servicio social. "Luego del al.nJ.uerzo, me llamaron por mi nombr e para que fuera a conversar con e l asistente social. E ra un hombre, e l señor Sergio. Come n c é a explicarle por qué me habían agarrado en Santa Catarina y cómo h abía ido a parar allá, pero é l no estaba dispues to a oírme; parecía que quería que yo terminara rápido con la his toria, tal vez porque tenía que atender a otros ni­ños. É l no e ra igual a Valesk a, que escuchó toda mi historia. Co­menzó a e scribir en un papel y me dijo: 'Está todo b ie n, Paulo Co­lle n ', y llamó a la mujer que conduc ía a los niños h asta la s alita. ¡Aquel hombre sólo dijo 'Está todo bien'!" (íd. , p. 78).

Más tard e, el joven huye de nuevo y vive la tragedia d e involu­c rarse con pandillas, u s o d e drogas, internación psiquiátrica for­zada, hasta encontrar un proyecto alte rnativo de agencia c ultural que le pennite escribir la biografia. El relato d e l e ncuentro con e l asis tente social muestra la articulac ión de pode r d e ntro de la en-

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t idad, de la misma FEBEM, o sea, la alianza del p rofesional con el pode r dominante, complementada con u n desconocimiento de los fundamentos mínimos de la entrevista y del Código d e Ética P rofe­sional. H abía un espacio político y técnico de irltervención p rofe­sional que se tornó un esp acio de profunda frustración para e l usuario. La red secundaria se transformó en un fin en s i misma; el u s u ario oyó s u nombre, más para control que p ara refu e r zo d e su identidad y de s u autonomía. La red familiar nunca fue accio­nada, el usuario nunca fue tratado como ciudadano, sujeto de de­rechos.

Como se pue d e o b servar, la articulación de estrategias es un proceso que puede tener tanto un e fect o de for talecimiento d e l usu ario en su proceso de capitalización como un efecto, que po­dríamos calificar de perverso, de debilitar aún más al usuario con actitudes a utoritarias, rotuladoras, discrimin atorias, clientelistas, tecnocráticas. El profesional puede decir si o no en u n determina­do campo de posibilidades, usando las normas existentes para oprimir todavía rnás a l usuario como para no negociar con él, no elaborar un contrato d e acción , no comprometerse con nada; en definitiva, para ser autoritario. Puede rotular al usuario de vicioso, huidizo, r e belado, p e rezoso, o con otras e t iquetas que lo ponen en una situación d e inferioridad , haciéndolo ver se m ás desprovisto aún d e condiciones para e nfrentar lo cotidiano. Puede también to­mar actitudes discriminatorias en vez d e emprender acciones afir­mativas para luchar c ontra el racismo, e l patriarcali smo, la discri­minació n r e spec to a la orientación sexual d el u s uario. Puede usar las normas, las derivaciones para justific ar una acción meramen­te tec n ocr ática o apelar a actitud es y acciones paternalistas.

La disposición de poder condiciona los dispositivos y las estra­tegias d e acción que condicionarán e l proceso de c onstrucción d e relaciones para s uperar las relacio n es de opresión en relaciones d e a utonomía y articulación de redes. La disc u sión de lo que puede o no puede e l asistente social, d e lo que sab e y no sabe s upone una dinámica de colectivización de su intervención para la c ual pueden contribu i r los semina rios i:nterdisciplinarios, el intercambio de ex­perie ncias, la r e flexión teórica s istem á tica en la cual sumergirá su objeto de t rabajo, que puede, a primera vista, parecer empírico, desconectado, aislado, heteróclito.

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