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La-Provincia-de-Valdivia-i-Los-Araucanos

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W V A R D COLLEGE LIBRARY SOUTH AMERICAN COLLECTlON

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r

d l / d , e

LA PROVINCIA DE VALDIVlA 1

LOS ARAUCANOS.

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P R O V I N C I A D E V A I D I V I A 1 LOS

POR

PABLO TREUTLER.

SAjTIACO BE CHILE, IMPRENTA CHILENA,

CALLE ne LA cerizb, NCI. 23.

- 9861 -

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Harvard Col l e~e Ll braj-y Cift of

Archibald Carv Coolidge and

Clarence Leonard Hay Aprll 7 , 1909.

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ERRATAS.

DÑEd

relucion servicies dic ha ausiliasen vogar m a n z a n w serranía tupidos mordes de cpiLaalales; guazos 3 6 O 44' Callurnapu Panguipulli hrbol que votarlos araucania muchos embrabecido arberja tenia tenia Tolten Putuie Palegue Suulfudf Cayan al cacique do unu

DEBE LEERSE.

resolucion senicioe dicha auxiliasen bogar nanzanales cerrania tupidos montes huazos 370 44' Gayumap Pagigdli

botarlos. Araucaaia algunos em bravecidq alveja tenia' Imperial Putui: Peleliue Imulfudi Cuyan para el caciqup del uno

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,.+--.".

Eda obm es pro$uJad &e\. autov, qu'~eñ os vtactta, eonforntc O \a lit,

10s Aenchao de npduccion i ttuhvlccion, tanto ca 61 p i s , romo en el cr, 1

tmnpo.

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A L ES.\IO. SENOR PRESIDENTE DE L.4 I~EPI;'BLICA,

DON IIANCTEL 3IOl'fTT.

Al escribir este trabnjo sobre l«procincia de Valdivia i el territorio A~nucano, he creido 'que a nadie podia dedicarlo rnrjor que a l digito jefe de la Repliblica, bujo cttyo gobierno se ha inauyzil.ado para esas conlarcas una era cle felicidnd i porvenir quepor la ~narcha sola de las cosas les hubiera sitio dif ici l alcanzar.

Po, debil obrero, despues d e haber luchado con mil obslti- culos i peligros, vengo a soineler a V . E. el ~*esul&ado [le mis trabajos i esploraciones r n ln parte nzeridioiial de la Re- pública. Si ellos piteden s ~ r v i r d e algo al pnis, V . E. mejor

-qzle nadie sabríi cr~)rovecltar el grano d e arena que se ulreee a ofrecerle

S. Ol te . S. S.

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INTRODUCCION.

Séame permitido, ánles de entrar en la relacion de mis viajes por la parte mas rica i hermosa del terrilorio chileno, decir algo acerca de mi persona para esplicar los antece- denles de la obra que ahora ofrezco al pais de mis afeccio- nes como un débil tributo por la jenerosa Iiospilalidad qué en el he recibido.

Nacido el aAo de 183-2 en uno de los caslillos que posee mi familia en la parlc nias fkrtil i piiilorezca de la Silesia, pi'oviiicia del reino de I'rusia siluada al pie de una hermosa

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VI11 INTRODUCCLON.

i nevada monlana que la separa del Austria, me consagré dcstlo mui temprano al cslutlio (lo las ciencias nalurales, principalmente de la minería, cuya aplicacion debia haccr mas tarde en algunos de los establecimientos de esle ji!uero que poseia mi padre.

Apéiias hube concluido mis estudios en el inslituto de una ciudad vecina, entre en la carrera práctica del servicio del rei i trabaje durante dos anos, segun lo prescribe la orde- nanza de mi pais, en diferenies minerales.

En 1840 visiti! la Universidad do Berlin, siguiendo en ella con detencion e intcres los cursos de mineralojía, quimica, jeolojía etc., bajo la tlireccion de los celebres profesores Weiss, Nilscherlich, Schiibart i otras distinguidas reputaciones.

Dcspues de algun tiempo de constante dedicacion a esos estudios, comenze una serie no iiilcrriimpida de viajes cien- tíficos i provechosos, recorriendo en el espacio de cuatro anos la Francia, Inglaterra, Beljica, Austria i Alemania.

En 11846 tomi! la direccion de una hacienda i de varias minas i eslablecimienlos do fuudicion de mi padre, todo lo cual sogui administrando wrca do seis ados.

En 1851, cuando tenia lugar la cklebre esposicion univer- sal de Londres, hice a esa ciudad un viajo con la mira de observar lo qua podria llamarso con mucha verdad el mara: villoso certamen do la naturaleza i del arle. Enthccs tuve ocasion de admirar las preciosas muestras de minerales en- viadas rlc América, i entre eslas las de Copiapb que apare- c i ~ i i como las mas ricas i ailmiradas. . Eutusiasmado coi1 la riclueza protlijiosa que la fama b a k

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dado a tales minerales, riqueza de la cual tenia un toslimck nio feliaciento en aquella infinita variedad de piedras, do- terminé emprender un viaje a la América del Sur, i, creyendo emplear e r él solo el tkrmino de dos años, salí de Hamburgo con direccion a Cliile, pensando reoorrer en breve este pais, Bolivia, Perú, Centro-América, Méjico, Catifornia i Australla, i volver mas tarde a mi patria, por el Ejipto, visilando el mar Mediterrhneo i la Ilalia.

En enero de 1892 arribé a Yalparaiso, donde permanecl varias semanas, al cabo de las cuales me diriji a Gopiap6. Sicto años residi en esta Última ciudad entregado enlerarnen- te a especulaciones mineras, i si bien la suerte se manifestó propicia conmigo en.un principio, mas adelante tuve que su- frir el peso do sus desdenes i pagar con ueura sus favwe8.

Agobiado por un ciimulo do contraliempos, que no estaba en mi mano evitar i viendo a cada paso evaporarse mis mas risucnas esperanzas, disponíame a regresar a Europa con el pi.op6sito de organizar una compania, que, provista de mh- quinas i capitales, me pusiese en aptitud dc reparar las gran- des pérdidas quc habia esperimentado en la esplolacio~ de minas. Ilo vuelta a Valparaico, cambie, sin embargo, de ro- lucioii : muchas pei-sonas mo aconsejaron aHi que Iiiciese una escursicrn ,a la provincia do Valtlivia, en la cual, segun las tradiciotics i los informes do concienzudos histoi-iadores, sc enconlrabae ricos minerales, que, habiendo sido benefi- ciados por los esparioles en la 8poca do la conqirisla, yacian hoi completarnon tc ignorados, siendo la minería un ramo de intlnslria casi desconocido en acliiellos pueblos no esploratlos hacia el prcscntc por niiiguri indiliduo dc sulicienlos cono-

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X INTRODUCCION.

&mientos teóricos i praclicos i de un valor natural capaz de ponerse a pruoba en los mil peligros que dia a dia se ofrecen en aquel hermoso t m i t o ~ i o al mas cauto i pacífico esplorzidor.

Halhagado por tae bellas espeetalivas, resolví dedicar un aáo al recenocimiento de esas comarcas-

Así la aíicion a las minas que se habia ido desarrollando en mí, gracias a la educacion que hahia recibido, hacia que se encadenasen mis proyectos; i da este modo, despues de examinar las mes t r a s que obtuve, determine dedicarme a la esplwacion de ese Ierrilorio mineral de k República de Chile.

El 10 de marzo de 1859, me ombarqub en el vapor de la carrera con rumbo al Sur i despues de tres dias de una feliz na\regacioa, llegue a la hermosa bahía del Corral, de dontle me embarque en un pequeno bote i alcanz4 en cuatro horas hasta la ciudad de Yaldivia, qne debia ser en lo sucesivo el punto céntrico de mis escursiones.

Como la eslacion era ya mui rigurosa ea esla provincia, i los continuos aguaceros hacian los caminos intransilables, me dedique duranb dos meses, en la ciudad de Valdivia, al eslu- dio de todo el territorio qne comprende la provincia del mismo nombre, valiendome ya de los datos que encontraba en las obras de los mas célebres historiadores chilenos, ya de los que conseguia de los vecinos con muchos de los cuales no tarde en cultivar agradables i felices relaciones.

De este modo pasé parte del invierno, dedicando los rno- menlos de descanzo al aprendizaje del hermoso i espresivq idioma de los Araucanos.

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IRTRODCCCION. X I

Fueron para mi de tanta imporiancia e interes los datos obtenidos, que no pude resistir por mucho tiempo al deseo de recorrer esas comarcas.

Principié pues, mis escursiones a la Araucania el 10 de mayo de aqiiel mismo ano en un tiempo bastante crudo i mui espuesto, tanto por lo avanzado de la estacion, como por en- conlrarse los indios vecinos en estremo alarmados por los acontecimientos de la alla frontera que habian puesto en armas contra ei gobierno a una parte de los Araucanos. Ilfo- vidos ios salvajes de Valdivia por el cacique Nanil, se prepa- raban a emprender tambien una campana i a destruir quizá algunos pueblos que la industria i el comercio han hecho fe- lices, prósperos i florecientes en unos cuantos anos. En Val- divia misma se temia de un momento a otro la invasion i sus pobladores inquietos i recelosos principiaban a embarcar- se, abandonando sus hogares, mientras que las milicias do San José se preparaban contra el enemigo i le esperaban sobre las armas.

Para penetrar en scniejante época, venciendo dificultades de toda clase, en un pais en que la luz de la civilizacion no ha hecho aun sentir su benéfico infiujo, necesitaba tener un grande entusiasmo i sentirnie impulsado, no únicamente por l a mesquina idea de reconocer terrenos para el laboreo de minas, sino por un gran proyecto, cuyas trascendentales con- secuencias envolvieran el porvenir de un país entero.

Asi era en efeclo : Desde luego pensé, despues de haber estudiado en libros

el pasado de Valdivia e inrluiritlo por noticias su siluacion presente i poco lisonjcra :

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XiI IXTBODCCCIOI.

, Mejorar sil suerte flor medio tlc un isico dcscul~rimicn la de minas pa.ineipalmcnlo en Villa-Rica. Solo asi Valdivin, que en la aciuslidatl no saca ningun provecho (la sus madei-as, ga- aadcria i ceroales, tomaria un vuelo prodijioso, ocupada cl raMo que sus riquezas naturales le destinan ;

Tranquilizar los ánimos de los intlios, i. con sanos consejos j buenos regalos, hacerles cornprciider sus verdaderos iiitc- roses ;

Arbitrar las medios de civilizarlos amisiosamente;

Conseguir, quo permilicran la fundacian de algunas rni~io-~ Res, para la propagacion dc 1s rcljjiou ct-isliana i la cducaciou da sus bijm ;

Obioner pup conrn'nticran en la wnla do sus lcrrcnes in- cullos i abandonados a cliilcnos o csli-anjeros ;

Esludlíir su leegua, carácter i costumbEes ;

Rounir con pi.olijitlai1 totlos los dalos posibles conrcrnicnlcs a la Iiisloria i poblaciún de eso terriloiio i al níimcro de gire- rreros qiie en el se encucnli.an ;

Roconocor los terrenos culiivsbies i levantar plqnos dc to- dos ellos ;

Rcconocar los caminos i vias tlc IranspoisIo por agua i iicrra, formantlo la mbicii los respecliuos plaiios;

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INTRODUCCION. nrir

- nceonoccr los pasos al travoz & la cordilkra .a la llcpu- blica Arjeulina ;

Visilar i reconoker las ruinas de la anligua' ciudad do Vilta-Rich, dondo es fama bai enlimros do consideracion.

' Reconocer la laguna di? Villa-Rioa i si1 isla, en donde, sogun ca tradicion, ociiltaron los aol igu~s españales la mayor parlo de sub riquezas ;

Rcconoccr el volcan del mismo nombro i tomar su allura Sobre el nivel do1 mar ;

Buscar i acopiar anligüodiídes pafa cl Mliseo Nacional ;

kccbnoccr 16s Pubtos mas a propóhito para la mlrhtojia;

F b r ~ a r cbiocbiones miiicrhlójicas i jeokójias ;

Tratar do rescatar a varias cautivas Qrio j i m ~ a co 18 horrorosa csclaviiud.

Para alcanzar tales rosul lados ora abdulamcnto necesaa i-io penetrar en la Arancania bajo un pretesto. Era meneater dcponer toda mira que pareciese hostil, h a m a r la natur81 suspicacia de h s salvajes, i llegar hnMa allos, no como ud

- hombre qne abriga designios ulteriores, sino asaio un slthpiq comcrciahte, quc va cn busca de un cambio. - Mi rol debia ser cl de conchavista dc cierlos artículo$, por los cuales mtiniíicslan Iss indi8s uw .paríbular afeccion,

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XIV INTRODUCCION.

especialmente de aguardiente, bebida de tan poderoso alrac- tivo para los indijenas.

Arriesgada era en verdad mi empresa, porqiie la sospecha solo habria bastado para que fume robado, saqueado i quizas asesinado sin misericordia.

El trascurso de los siglos no ha potlido aun desterrar de la memoria de los indios ei recuerdo de los sufrimientos que el rudo trato de los espaaoles les infliji0.-Esto recuerdo, trasmitido de jeneracion en jeneracion, mantiene vivo el odio que sus antepasados abrigaron por los opresores.

Reducido al clrculo de sus posesiones, el indio no v8 mas allá: su amor a la tierra donde nació es un culto tan sagra- do como el de Pillan ; su pasion por todo io que nace bajo sus plantas simboliza el pasado, el presente i el porvenir. Por eso huiaca significa para Q1 est~*anjero, es decir, enemigo de la nacion, i por eso tambien la relijion cristiana, que tan- tos progresosbizo en olros pueblos de Amérioa, no ha logrado echar raices en el corazon del Araucano, que, desconfiado por instinto i por carácter, se irrita fácilmente cuando vislumbra que alguno intenta hacerle cambiar sus viciosas costumbres o arrancarle el mas pequeiio pedazo de terreno, por mui in- sfgniíicante que sBa Bu valor.

Hace ya algunos años corre entre ellos la noticia de que el gobierno chileno ha regalado a los colonos alemanes todos los terrenos que se estienden desde Valdivia hasta el rio Im- pcrial o Cauten.

Sabedores de. que yo hablaba el aleman, infirieron que so- iria el capitan de aquellos i que iria a praclicar el reconoci- miento de sus posesiones. Para disuadirlos de semejante idea,

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INTXODCTCCION. XP

me fué preciso hacerles comprender que yo no era colono aleman, sino prusiano que hablaba aleman, asi como habia otros que eran chilenos, peruanos, arjen tinos, etc., que, aun- que no pertenecian a una sola nacion, hablaban, sln embargo, el mismo idioma. Agreguéles al mismo tiempo, para prevenirlos en mi favor, que los prusianos se hallaban muchas veces en guerra con los alemanes, cosa que los salisfacio i por lo que me manifestaron grande amistad.

Ni la perspectiva de los peligros que me cercaban a ca- da paso, ni 10 ríjido del clima, ni las incesantes lluvias, podian contrastar mi firme voluntad, i léjos de debilitar mi entusiasmo, comprendiendo mejor lo imporlante que debia ser un reconocimiento de esas rejiones para el porvenir do Chile, no pensé ni en sufrimientos, ni en esfuerzos perso- nales.

Asi pues, apesar de haberme propuesto destinar solo un ano a mi esploracion, le consagré diez i ocho meses i he con- seguido en parte mi propósilo, obteniendo lo que sigue :

Encontrar muchos lavaderos de oro i algunos minera- les de cobre i plata de buen beneficio i de piucha impor- tancia ;

, Conciliarme las simpatías de la mayor parte de los Aran-

canos por mis buenas relaciones i los servicies que les habia prestado ;

Conseguir el permiso para el establecimiento de una mi- sion en Tollen que se halla establecida de hecho;

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XVI INTilODCCCIO!'4.

Obtener el consentimiento de los indijenas para la mnla de varios terrenos ;

Conseguir de la mayor pa rb de las lribus del Sur dcl rio Tolten la libertad de buscar i trabajar minas ;

Estudiar a los araucanos, su idioma, carácter, rolijion i costumbres, todo lo quo me ha dado materia para oste tra- bajo ;

Conocer exactamente sus puoblos, su número i cl de sus guerreros ;

Reconocer los terronos de importancia para la coloni- rrriciop ;

Reconocer l a vias de iransporb por agua i tierra ;

Levantar un plano del terreno entre el rio Tdten i el Callo- Calle o rio de Valdivia ;

Obtener la confianza de los principdes caciques al Sur do Tolien i, por sus datos fidedignos, la seguridad de quc.crislen maravillosos tesoros en sus terrenos ;

Reconooer la iagma do TraiIafqueeo i parte del Vokan do Villa-Rica ;

Descubrir los reslos de una ciudad antigua no mencionada en la historia ;

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Conocer la posicion de algunos lugares en donde e~is len entierros de valor segun la tradicion indíjena.

Alentado por el éxito de mis espediciones, i contando con los datos i noticias de importancia que habia adquirido, pensé realizar en el verano pasado lo que faltaba a mi programa, i me dedique desde mi vuelta de la Araucania a escribir mis esploraciones .

Ninguna otra cosa que el ser util al país me ocupaba. Pero be aquí que en el mes de julio el Intendente de Valdivia me hace Hamar i me muestra una carta de S. E. el Presideate de la Bepública, don Manuel Montt, por la que se le exi- jia a vuelta de correo cuanlos datos posibles i precisos de la Araucania pudiesen proporcionarse. Como yo podia sumi- nistrarlos mni buenos sobre la materia, crei de mi deber dirijirme inmediatamente a la capital para presentar al Go- bierno la obra que habia escrito sobre los Araucanos i el mapa de las desconocidas rejiones que habitan estas tribus, mapa en cuya preparacion habia empleado algunos meses, a fin de hacerlo lo mas exacto i minucioso posible.

Asi lo hicse en efwto, i, provisto de una carta de recomen- dacion del Intendente de Valdivia para el sedor Presidente de k República, ernprendi mi viaje al Norte.

Llegado a Valparaiso, varias personas que se habian im-. puesto de mi trabajo, me suplicaron no solo que entregase esta obra al Gobierno, sino tambien que L publicase lo mas pronto.

Me dirijí a Santiago i presenté todos mis trabajos al Exmo. señor Presidente. Segun entiendo los datos sobre la Arau- c a í a i el mapa de aquel territorio, le sirvieron algo en

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X V l l I ISTRODLCCIO~.

aquellas circunstancias en que se apronlaba una espe- dicion militar que debia someler a los indios. 1 tan la creo así, que, poco despues, habiendome presentado a l Supremo Gobierno con uu nuevo plan de reduccion de la Araucania i hechole mis proposiciones sobre el particular, tuve la satisfaccion de ver aprobado verbalmente mi pro- yecto tanto por S. E. el Presidente de la República, cuanto por su Ministro de Estado en los departamentos del Iote- vior i tlelaciones Esteriores, el señor doh Antonio Varas. Ne- cesilándose, sin embargo, para resolver un asnnto de tan aliai importancia para ei pais, largas meditacion,m del Gobierno i aun cierto plazo necesario para buscar los hombres especiales que se requieren para emprender una segunda esploracion a Arauco con el objeto de completar los datos presentados, s s me ha hecho entender que era preciso esperar algun tiempo. Pero las repetidas instancias de mis amigos, por una parte, i el deseo de conocer el resultado de mis viajes que me han manifestado personas verdaderamente intelijentes con quie- nes he tenida ocasion de hablar sobre mis proyectos, por otra parte, me han hecho solicitar una suscripcion para la impresion de mi obra de las personas amantes del pais. Ella ha correspondido a mis esperanzas.

Asi pues, si ahora doi a luz esta obra, es bajo los auspicios de la nacion, a la cual, como he dicho antes, he querido rondir con ella un tributo merecido por la jeiierosa hospita- lidad i graciosa proteccion que ha q~erido~dispensar 3 un estranlero que deberas se honra con llamarla su segunda patria.

Que el Gobierna i el pais reciban mis trabajos con beneq

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INTRODUCCION. XIX

volencia i examinen delenidamenle el proyecto de reduccion de la Araucania que les he sometido, tales son mis aspira- ciones. Si de ese examen resultase que habia necesidad de un cooperador para la grande,obra, pronto estoi a trabajar en ella hasta que luzca la hermosa aurora del porvenir que re- serva la Providencia a la parle mas rica i hermosa de la República chilena. Mientras tanto pido solo a la nacion que me proteja para poder emprender una segunda esploracion a ese territorio (1).

(1) N7 poseyendo como estranjem que so¡ el idioma castellano con toda la perfec- cion que se necesita para publicar una obra de esta clase me he servido de la ayuda de mi amigo don Miguel de la Darra. a quien he conflado la correccion de los manur crilor.

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El abate don Juan Ignacio Bfolina en la phj. 11 4 de la 4 .a parte de su aCompend1.0 de la historia jeografica, natural i civil del Reino de Chile)), dice lo siguiente ;

«En las provincias australes, situadas entre el rio Bio- bio i el Archipielago de Clillo6, se descubrieron anligua- mente algunas minas de bellisimo oro, de las cuales sacaron los espaaoles sumas inmensas, i para ciiyo beneficio es- tablecieron una casa de moneda en faldiria i olra en Osor- no: pero luego que los Araiicanos despojaron dc aqiicllas tierras a los espaiiolcs con repelidos hechos de armas, ce-

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a2 LA PiiovlxclA DE \'ALDITIA

rraron aquellas minas enteramente, prohibientlo a toda clase (le personas, bajo pena dela vida, el abrirlas de nuevo : por- que aquel pueblo guerrero está mui distante de hacer e l aprecio que hacemos nosotros d e este ídolo adorado de la avaricia.n

Aaade Molina a este párrafo la nota que sigue :

«Por encima de estos valles hai minas de plata, de azogue, d e cobre, de plomo i un numero tan grande de minas d e oro; i e s tanto el .qu'e s e encuentra en las arenas de los arro- !-os, que cierto autor dijo, que todo Chile e s un compuesto d e este precioso metal. Fue intinito el que saco de alli Pedro d e Valtlivia, que entró en Chile despues que Almagro, i que tuvo mas dic ha que e1 al principio. Hizo beneficiar unas mi- nas de oro tan rico, que cada indio le daba treinta o cuarenta ducadosal dia ; de forma, que aun cuando no hubiese emplea- do en este trabajo mas que doce o quinco indios, podia sacar trescientos o cuatrocientos ducados al dia, cerca de diez mil ducados al mes o cientovein te mil al ano. Esto conviene con lo que refiere el Inca Garcilazo en su historia, de que al jeneral Valdivia le cupo eu suerte una parte de Chile, i que sus va- sallos le pagaban un tributo anual de mas d e cien mil pesos d e oro.-Sanson Abber, Geografía, en la palabra : Chi1e.n

PARTE 2: P. 134.-((Jerónimo Alderete fué enviado (por PedroValdivia en 1552), con 60 hombres a establecer una colo- nia sobre las riberas del gran lago Lavquen, a la cual dió e l nombre de Villa-Rica por la gran copia de oro que se encon- traba en sus contornos.))

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J LOS ARAUCAROS. 93 ID P. 135.-((Este eslablecimieiito (la ciudad de Valdivia

1552) se elevó en pocos años a un grado considerable d e prosperidad? no inénos por el oro purisimo que sesacaba de sus minas, por cuyo molivo mereció el privilejio de tener casa de moneda, sino lambien por la excelencia de su puerto, que e s uno de los mas bellos i de los m a s seguros d d mar del sur.^

ID. P. 189.-((Entre ellos fundó (Garcia de-Mendoza 1558) o reediiicó, como quieren otros, la ciudad de Osorno, la cual se aumenth notablemente, noménos por las manufacturas de paños i de telas que habia en ella, que por el excelente oro que se sacaba de sus minas, hasta que fub destruida por e1 Toqui Paillamachu.~)

ID. P, 199.-(tGarcia de Mendoza, ea el año de 1560 res- tituyó sus habitantes a Villa-Rica. Hizo volver a ahrir las mi- nas abandonadas i descubrir otxas nuevas.»

ID. P. 255.-((Paillamachu, (Toquí d e los Araucanos) pasó (el 24 de noviembre del año de 1699,) de noche i a nado el gran rio Calle-Calleo sea de Valdivia, entró de asalto al ama- necer en la plaza e hizo un botin de cerca d e dos millones de pesos.>

ID. P. 257.-Despnes de un asedio de dos alies i ,once meses, Villa-Rica, ciudad mui poblada i opiilerila, cayó en fin e; podei.de los Araucanos (1602). La misma suerte con poco intérvalo de iiempo, tuvo la Iinpcrial, metrópoli de las colonias australes.

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9 4 LA PRlFiITCI 4 BE VALDITIA

ID. P. %7.-&0rn0. ciuclad no ménos rira i ppulesa qoe las dos precedentes, no pudo resislir mas largo tiempo su destino. (1603.)

ID. P. 258.-rLas ciudades tomadas (lodas las situadas entre el Bio-bio i Chiloé), fueron arruinadas, de manera que al presenle apenas se distinguen sus veslijios, los cuales son mirados por los nacionales como unos objetos de abomi- nacion.~

Agregaremos copia de una carta del padre migionero Frai Francisco Imons, que, orijinal, se halla en Valdivia:

rAn tigua ciudad de Villa-Rica, marzo 4 de d716.

wEn esta fecha se cumplen cuarenta días que me halloem- pleado en el reconocimientode estos terrenos, movido de las noticias que por diferentes personas i varios papeles he te- nido de sus ricas minas, su amenidad i demas proporciones para la humana existencia, i a la verdad, que despues de conocer por tan verosimiles aquellas relaciones que nunca por mi concepto babian merecido cultivo en el campo del pais, no me queda escrúpulo para escribir que mereció mi pluma la nota de pequeaa, cuando con razgo de cosmógrafo, tomó el empleo de relacionar las particularidades de esta arruinada ciudad : pero no obstante que estas noticias tuvie- ron la suerte de no ser a oleo, como merecian i merecen, siempre se deben estimar porque sirven de nota al humano entendimiento que las quiera examiliar, para dar a conocer al público ser este arruinado pueblo, el lesoro mayor de este

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I LOS ARAGCANOS. 25

reino; piies por todo su districto se encuentran minas abun- dantisinias de oro, plata, cobre, plomo i estaño, i lo mejor e s de diamantes. Se halla esta citada Villa-Rica en 38O i mi- nutos de latitud, situada a la parte del Sur por una grandi- sima laguna i sobre las riberas de ella, t res leguas distante d e un volcan. En lo poco que me parece tengo andado, a dis- tancia de cuatroleguas, en el potrero del cacique Pucon, e n una quebrada, be visto un mineral de cobre tan abuntlanle, que muchos peñascos mui grandes son la mitad de este metal, i otros se cubren con venas tan gruesas como brazos de hom- bres, de modo que para un beneficio. solo tendiia la indus- tria el corte del cincel. A su inmediacion se halla un riquí- simo laboreo en la falda de un risco, de cuyo arroyo llevé dos piedras, que aunque pequeaas, tendrán algo mas de una onza de oro, i tan franco i limpio, que pienso darian de baja al mas copioso que se conoce. A poca distancia he visto va- rias boca-minas i labores, aunque solo be examinado los me- tales de una, conozco i no quiso la Divina Providencia siguiese el provecho de eslas riqiiezas por lo mucho que se destiende la codicia en la posesion de tan inconstante dicha.

uA seis leguas d e esta poblacion he visto unos cerros nom- brados Wehaipide, (ahora Voipire) todos de pedernal i llenos de labores en que se manifiestan las vetas de! saque por donde desentranaban lo mas firme siguiendo la guía de los diaman- tes, i aunque éslos no son visibles, no le queda diida a mi espericncia abundan de diamantes estos dichos cerros.

((Deseoso de reconocer alguna parte del camino que corre al otro lado de la Cordillera, tan ponderado por eslos intlios d e bueno i trabajado por los antiguos pobladores, en lo poco que he logrado internarme, iba advirliendo en la cordillera,

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06 LA PROVlSClA DE VALDIVI.\

que se pasa la mayor parte sin subida i solo despucs de la laguna se sube un cerro bajo, algo montuoso, para salir a las campanas, a las que inmedialamenle que se sube se encuen- tra una hermosa laguna, i al pie de-ella un volcan nombrado Ilicoleufu.

UNO sé como se puede ponderar la hermosura de este lago i su volcan planteado en la milad de tan singular Ilanui-a, i siendo este al camino para Buenos-Aires, que me aseguran esta inmedialo, i lo conozco por mi observacion, puede este volcan servir de giiia a cualquiera persona que iritente diri- jirse a aquella ciudad.

«Cllimamente, padre mio, el diario i sus figuras que llevo trabajado con Lanta eficacia, tlaran mas que admirar que cuanlo yo pueda decir eslando mui despacio, que ahora no e s decir nada por escribir tan de priesa.n

Iré aqui ahora lo que dice Azara, refiriéndose al boquete d e Villa-liica

4 i'ouect des pampas sont les nucas (qui paraissent faira parlie das fariieux araucanos d u Chili), e l beaucoup d'autres iia tions indiennes a qui on donne differeiis noms, aux fron Lib- ros de la ~lille de Mendoza. Je crois que toutes ces nations habilaiont anciennement la Cortlillikre meme du Chili, e t gu'elles en descendirent pouc habilcr le pays ou elles se trou- veiit a present, quand les troupeaux sauvages s'elendirent jusquo-la, comme nous l'avons vn prbcedemrnent. Je me fonde sur le fííit suirant : les indiens ne se lrouvaicnt pas siir la route dos Ilspagnols qui allaient aulrefois en cliarrcttc! de Biicnos-,4yics au Cliili , cn passanl a r-de du volcan de Villa-

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Rica, o& la Cordillibre est ouverte e t présent un passage plat e t uni de prbs d'une mille de largeur. Aujourd'huion a oubliB ce chemin, et I'on va au Chili par Nendoza, en traversaut l a Cordillibre avec de grandes difficul tés ; les neiges en ferment mbme les passages la plusgrande partie de i'année. Quoiqu'il en soit, je n'ai point vu ces nations, etc.n

Confirma esta noticia de Azara el informe del Gobernador Jara Quemada usobre las cosas de chile,^ memoria curiosa del ano 161 1 que se rejistra en la paj. 241 del 2 . O tomo de do- cumentos históricos de la célebre obra de don Claudio Gay. En dicha memoria se habla de losaucaes, lo que prueba que verdaderamente han exislido estos indios en Chile en laépo- ca a que hace rcferencia Azara.

Don Claudio Gay se espresa de esta manera en el lomo 1, paj. 250 de su Historia da Chile, refiriéndose a las minas de Angol o los Confines :

((Vuelto Valdivia a Concepcion para terminar el reglamen- to concerniente al mejor estar i trato de los indios, por los cuales siempre sintiera un solicito iiiteres, se le anunció el descubrimiento de ricas minas do oro en los oteros inmedialos a Confines ; i ya sc beneficiaban tambion las de Quilacoya con fundadas esperanzas de buenos rendimientos, solo que los trabajos iban lentos i sin constancia, i por lo mismo de mui poca monta los frulos; pero en ello rio hacian los colonos si- no conformarse con las órderies del gobernador, opucsto siem- pro al beneficio de los mineros, en tanto que no Ileghran a verse las co1:)nias con seguro porvenir, i sólidamcnle esla- blecitlas.

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28 LA PROVINCIA DE \-ALDIVIA

d o n lodo, ansioso de ver prosperar el pais que por suyo contaba, considerando que a este fin convenia multiplicar los brazos europeos, pero que para atraérselos eran necesarias prendas que pregonasen la tiqueza del suelo, i le diesen repu- lacion en el continente, dió de mano a su natural repugnancia, ordenando se echasen los moradores a la esplotacion de las minas, o en busca de oro en polvo i pepitas, pudiendo cada - uno emplear una parte do snsintlios, quealternarian con mas o menos regularidad. TamMen Valdivia envió el gran núme- FO de los que poseia en sus encomiendas de Arauco i Tucapel ; i si bien fueron mui aalisfactorios tos resultados que obtuvo, si esle jdnero de bcupacion llegó a hacer las delicias de todos los espaaolcs, pues creyeron ver e f ~ n z a d o un porvenir ven- turoso, del Gobernador no podia desalojarse la ambicion de las conquistas, ni sn errado sistema de multiplicar pueblos i pueblos en dano de los ya establecidos, porque, como se ha dicho, las fuerzas se diseminaban, i qiiedaban mas espuestas a1 furor de sus salvajes i crueles enemig0s.n

El mismo don Claudio Gay-dice en el lomo 11, páj. 38 de la obra citada :

a1 es de advertir sin embargo, que mientras mas cargada i anienazadora se mantiene la tempestad en dcrredor de donde ha fijado su asiento la real audiencia, !as ciudades de arriba Imperial, Villa-Rica i Osorno, a bencficio de un sosiego que nadie parece querer interrumpir, crecen en vecindario, do- blan en riqueza, ensanchan su comercio, i la industria fabril toma en aquella última colonia un admirable desarrollo; verdad es que nunca con mayor conato, ni con tanto fruto,

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I LOS ARAUCANOS. 29 se habian laboreado las minas de lavadero, porque en los con- q u i s t a d o r ~ ~ , como en los indios, habian penetrado profunda- mente las amonestaciones i consejos del piadoso prelado Marmolejo, i las tribus entraban en vida social, cristiana i laboriosa, constituyéndose en pueblos con una docilidad siu cjcmplo hasta enlónces .~

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PRIMERA ESPEDICION A LA

DESDE

SAN J O S ~ , P O R QUEULE, H A S T A T O L T E N l

Desde mi llegada a Valdivia (45 de marzo de 4839) las Ilu- vias se habian repetido sin interrupcion, permitiendome cuan- do mas hacer algunas cortas escursiones en los alrededores de dicha ciudad. Así es que dediqué todo mi tiempo, durante dos meses, al estudio de la historia anligua.de estas comarcas i al aprendizaje del idioma araucano. Los datos verbales o escritos, que adquiria ya de los vecinos de Valdivia, ya de los

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33 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

documentos que podia consultar, me suminislraban niievas probabilidades para creer que no solo el Norte de la Repú- blica abundaba en ricos minerales, sino que tambien exislian éstos en lo quo se llama la tierra araucana.

Asi pues no sin mucha impaciencia aguardaba dia a dia que so verificase un cambio favorable en la eslacion, a fin de emprender un viaje por aquel territorio tau in teresan le como poco conocido, en el que esperaba encontrar incalculables riquezas.

A mediados de mayo el cielo como fatigado de aquella lar- ga i no interrumpida serle do aguaceros pareció serenarse. Al trisle i monótono aspecto de una atmósfera siempre Ilu- viosa i cargada de espesos nubarrones, sucedió un sol tan radiante i puro como el de los mas bellos dias tle la prima- vera. La naturaleza toda parecia sonreirse i hasta llegue a creer que trataba de darme nuevo animo para que empren- diese el viaje en que tanto habia pensado i cuyos peligros no podian menos de alhagar entónces mi imajinacion.

Hice, pues, los preparativos de mi viaje, sin detenerme cn la consideracion de las mil dificultades quiza insuperables que en e1 debia vencer : no escuché mas voz que la de mis deseos, ni oí mas consejos que los de mi conciencia, i, en el ardor de mi entusiasmo, llegue basta olvidarme de los peli- gros quo podian amenazar mi propia vida.

Los quc alguna vez hayan esperimentado csa lucha ince- sante del espirilu en sus investigaciones por lo desconocido, comprenderán si el entusiasmo de que me hallaba animado era lojitimo i justo, i si mis poderosas convicciones podian cejar ante los obsthulos que muchas personas me repre-

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1 LOS ARAUCANOS. 33

sentaban con los sombrios colores de la exajeracion i del miedo.

Creo que tengo derecho a ser creido, porque nada de cuanto voi a narrar exede los límites de la verdad. Mui al conlrario, temo que mi relato se resienta de frialdad.

Bien sé que habria podido bosquejar cuadros i referir ca- sos que solo existen en la imajinacion, pero &qué habria ga->. nado con eso? Cuando mas el que se me tuviese por un viajero pintorezco. Así pues, no Iie vacilado ante la verdad, por mas lisonjera que sea la cxajeracion.

Previa esla pequcña digresion, empezaré la reseña de mis escursiones.

Antes de internarme en la tierra araucana, hice todos los preparativos que creí necesarios, tales como contratar un buen interprete o lenguaraz, algunos arrieros i varios catea- dores de minas, comprar caballos para mí i mi jenle i mulas de trasporte, i adquirir las armas e instrumentos indispensa- bles para una espedicion de esta naturaleza, como así mismo aquellas mercaderías que se me habian recomendado como mas vendibles i codiciadas entre los Araucanos, i que consis- tian en levitas i pañuelos lacres, camisas de color, botas, go- rras, sombreros, paao azul, sables, hachas, cuchillos, frenos, acordiones, chaquiras, agujas capoteras, tabaco i papel de fumar, ají i algunas cargas de aguardiente.

Don Ruperto Solar, Intendente de Valdivia en esa época, contribuyó no poco a la realizacion de mi viaje. Este caballe- ro que ha sabido granjearse el carino do iodos los pobladores

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34 LA PROVINCIA DE VALDITIA

chilenos i cslranjeros de esa provincia por su caracter ama- ble i emprendetlor, no solo escuchó con iiiteres la relacion d a mis proyeclos, sino que me aninió a seguir atlelaiite, ofrecibn- dome su eficaz coopc!racion. Desde luego mc facilito una hcr- mosa carpa para mi i la jente que debia acompaiiarme, así como tambien algunas cartas de recornendacion para el capitan don Pedro Noreno, subdelegado entbnces de San José, i para varios capilanes de amigos do las reducciones inmediatas, en cuyas cartas ordenaba a estos emplcatlos que me ausiliasen cn cuanto les fuera posible i me diesen todas las facilidades necesarias para penetrar en la frontera, debiendo acompa- ñarme cada uno de ellos en su respecliva reduccion.

19 DE MAYO DE 1839.

Era éste un dia hermoso. La naturaleza se oslentaba e n todo su esplendor i la poblacion, como si se despertase de U D

largo i profundo sueno, bullia en todas direcciones. El vapor Fósforo acababa de anclar : esto unido a la afluencia do lan- chas i canoas que traian los productos de los campos inme- diatos, comunicaba mayor ariimacion i movimiento a l cuadro viviente que Lenia aiile mis ojos.

Dnsde temprano la cmbarcacion en que debia emprender mi viaje, aguardaba al pié del muelle provista de cuatro re- meros. Nuchos de mis amigos me habian acompairado h a s t a ella. Pero era preciso separarme de todos para no quetlar mas que con las personas que debiaii acompañarme. Di e n efecto a aquellos mi adios i nie lanze al rio Yaldivia, c u y o curso segui con direccion al Norte bajta cerca de cuatro

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1 LOS AllAI'CASOS. 3 S

cuadras, i , torcic:ido enlónccs al Ponicn!~, Iiice rogar nii barquilla por el Caucau que en ese punto afluye al Vnltlivia. Despues adelante una legua hasta llegar al rio Cruces o San José.

Entre esto rio, el Valdivia i el Caucnii se halla la hermosa isla de Tejas o Valcnzucla sobre la cual direinos algo anles de conlinuar la relaciqn de nusstro viaje al iiorle. Tiene como una legua cuadrada de estension i se halla habiladn por colonos alemanes que, por su comercio e industria, l a han hermoseado notablemente en linos cuanlos anos, fer- tiliznntlo sus campos i aprovccliando los elementos de ri- queza con qiie la dotara la mano de la Piovirlencia. EiicuEii- trance en ella hoi dia algunos buenos edificios, grandes i variados cultivos de frutas i cereales, abundanles pastos i hermosos jardines, todo lo cual revcla que, a la iiidolencia de los aiitiguos pobladores, ha sucedido el movimicnlo i la animacion de la industria, movimiento i animacion comuni- cados necesariamente p x jentes estranjeras que, ávidas d c utilidad i comoditlades i creadas con habitos de trabajo, tra- tan de desarrollar por todos los medios posibles, en su favor i el del país que las ha protejido, las riquezas que encicrran esos terrenos virjenes que los naturales hen despreciado lalvez.

Los bosques que posee esta preciosa isla contienen abun- dantes i ricas maderas de conslruccion qiie so aprovechan actualmente en los edificios que alli se levantan i sirven a l propio tiempo como un artículo de comcrcio.

Muchas veces al costearla nos vimos precisados a de- tenernos para admirar la hermosa vista que nos ofrccian algunas verdes praderas cubiertas de pinss de animales quo pacian Iraiiquilamente, sin qiie hubiese iiecesidad de.cuslo-

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36 LA PROVLXCIA m VALDIVTA

diarlos duranle el dia, ni de llevarlos a establos duranfe Ia noche.

La lonjitud del Caucau alcanzara a nna legua poco mas o ménos, teniendo como ochenta pies de estension en su mayor anchura. Sus riberas, que son bajas, estan bordadas de manzanares en medio de los cuales se divisa de cuando en cuando una que otra casita.

Siguiendo siempre el rumbo de ese rio i como a nna hora da camino, llegamos al punto en que este confluente desem- boca en el Cruces, cuya anchura en esta parte es de cuatro cuadras.

La monotonia de este sitio poblado de montes esta com- pensada con la agradable perspecti,va quo ofrece el estable- eimiento de curtiembres de don José María Adrictsola, que se divisa al otro lado del rio.

Desde aqui contínuamos por el curso de1 Cruces hacia e1 Norte, Lo ancho i correntoso de las aguas nos dió entonces bastante que hacer, i, apesar de los cuatro remeros que Ile- vaba conmigo, me ví forzada a trabajar contra el rio yo mismo i las demas personas que me acompañaban, hasta que salinios de aquel mal paso.

Por lo jeneral la orilla oriental del Crncos hasta Ma- rilef, ea mui baja, i se halla cubierta de montes, a escep- cion del paraje denominado Tres Bocas. Nai tambien por aquellas inmediaciones uno que otro llano labrado, tales Como los de Almuerzo i Cabo Blanco distantes una media legua del Caucau en los cuales se hacen mui buenas co- sechas.

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f LOS ARAUCANOS. 37 Al Oeste se levanla una serranía de seiscientos a ocliocien-

tos pies de elevacion a cuya falda corre el rio en caprichoso jiro, ya acerchadose, ya retirándose, ya formando bonitos va- lles entregados al cultivo. Nótanse en esta serranía el glimor i una capa de tierra roja de algunos pies de grueso que con- tieae bastante oro en pdvo; come asi mismo, muchas velas de marzo o cachí blanco.

Esta misma serranía, en donde se conservan todavía las huellas de antiguos trabajos de lavaderos, se dice, par la Wdicion, que .producia grandes cantidades de oro.

Siguiendo siempre el curso del rio, tocamos en la ida de Culebras, cuya estension alcanzará apeacis a una legua de largo con uaas cuantas cuadras de ancho. Su poca elevacioa sobre el nivel del rio, hace que siemgre se halle h a d a por las aguas i no se preste a cullivo alguna. Ho Iéjos de allí i hacia el Oesb dd rio, ganamos la orilla E

atracamos en el pequeño puwo de Panucapii. Esta aMea que cuenta escasameate ocho habitacioues, se halla situada en una bouita llanura cuyos alrededares son bosques de maazaoes. Sus pobladares se ocupan p rbc ipa lm~2e ea eor- iar maderas, industria que les da de que vivir.

Teniendo noticias de que cerca de esla poblaei~n los as- l~aáoles habajaroa en otre íiempo mrichas minas de m, i que existe en ese lugar un subterráneo llamado la C u m de las Brujas, desembaiqqué coa la mira de practicar un namno- cimienta ea sus airededores. Visite al juez de la aldea, @m, despues de haberse instruido de mis proposiles, se efreoió a acompanarme de mui buena voluntad.

A p c a distancia .de ese silb i como á un cita* de Bera

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Ieluayo ellpo el ua opemJoj o]!aal~and un ua ab113~n13a SeqDue arib e8.ie[

sem o q m m sa ! a!ogaadns ap r)pie.rpen:, en8al eun op eman aua!] anb o.halva)[ ap e])earel( els! el eui.ioj ! o.ianu al) oacp as enDe ap lepnea alsa al.ioN la ie!ag sell!m sa.11 omo9

.O!.¡ 1" sozwq sop SO[

uelun[ as anb ua oms!m olund (a na ep!nalsrio:, 'epeuopucqr! al!sca eun anb epua!A!A senr u!s 'e!ouon!tua eun ap a!d lr!

openl!s q s a anb ! cde3nund uo:, epu!lo:, anb o&ae$nl ' u o u r c ~ n e s .~od opoesed eya.iem ealsanu ollano ap soui!pua~dui3

-uopa!~s!.in[ ns ap o!.iol!.r.ral iap op!ualap sr)m uam!xn un .re3!ioe.id e.ied alua!nS!s oueaa~i la J ~ A ~ O A alopua!laur -o.id 'zanl lop !padsap ani 'saluoui sol ap op!dnl 01 .iod se[n.ig siel op e ~ a n 3 apeaapuod el opeJluo:,rio opua!qeq ou 1 -1eur.ioj ofeqe.il un ap olua!m!~alqeisn la la ua .ieuPsa!.i~e eaed oluei -seq 01 ?pa.red aur ou '0.10 ap !al e!ual anb ?.iluoDiia opugna une ! ' s o l ~ ~ d se!.ie~ ua o]ueni la aluaure[!load ?u!riiexg

.ueqcDes os !IIE ap anb sesopa.id se.ilo!l se1 solla ua .rehe1 ap 'epnp u!a olo[qo lauo3 'se3o.i se1 u8 sop~a!g:,e.rd sodo[n81! sonn2le onb ouis!ui 01 ' ~ e ~ ~ a s q o ap uo!seao aAnl anb selua!me.iaaq ! sol -que:, ap soluam3e.g sol so3od uoJanj ou s ~ n d 'pepJaA elsa uo~ieqoad am so![!lsa.i sol!ugu~ .serriez sellanbe sepol .ieaed c ue.i opiiope malse la uaolope~iel ! eJojpnie e b ~ eJ.ra!l csa ap oliieni un21c opeaes ue!qerl son9!liie sol anb alrrap!.\a e.ix

aoq9ue ap o q ~ o ! pep!punjo.id op re.ieA za!p a.iqos 02.1q a p se.ipena saJ1 e!ual salen:, scl op ,ioiicm el 'se[iiez se!.icA soiu -e.iluo:,rry .qiroar ol)clel!p ! osodsa u11 ~ o d soui!nZas uo!.iaa.i!p c6n3 'o.i;tlsa ogoribod un ap ell!.io el ua sonielle11 sou 'ou!nie:, ep

~ l ~ \ l a ? \ - b 3a ~ 1 3 ~ 1 , \ 0 l l d \1 8E

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Y LOS ARALCANOS. 39

del vio, 'en el pnnto denominado Tres Bocas,. i pasC a vcr la hermosa cliacra que alli posee un aleman, cl senor EX, a quicn habia promctiilo desde alguii liempo atras Iiacer una visita en el curso de mis esploracioiies.

Al llegar a este paraje me senli sobrecojido por una gran- de admiracion. El panorama que presentaba la naluraleza era no solo encantador, sino tamhien inmenso e infinito. El terreno situado a sesenta pies sobre el nivel de las aguas (le 10s rios Cruces, Pichoi i Cayumapu dominaba todos los alre- dedores. Desde él se podian divisar por una parte las corrien- tes de esos rios, corrientes piiras i cristalinas que se dirijen seipentcando a unirse en un mismo punto; i por otra, la pre- eiosa i plateada faja de los Andes cubierta de nieves que van a perderse en los ciclos, i entre esas nieves el espectáculo imponente i majestuoso del Vslcan de Villa-Rica vomitando columnas de humo i de fuego desdc las mas recónditas en- traaas de la tierra. Si a estose agrega la risnella perspectiva de los campos cubicrlos de verdura i de frondosos árboles, desde cuyas ramas entonan melodiosos trinos mil avecillas (lo diversas clases i colores, apénas podria figurarse la admira- cion i el respeto de que se siente dominado el viajero que se atreve a poner su plaiita en tales campilias.

Ante esos cuadros en quela nalriralcza se muestra con to- da la grandeza de su poder. la lcngua enmudece i el espíritii vaga en medio de las sublimes ideas que despierta la obra del Omnipotente.

Me demoré como media hora en la chacra del seilor Ex, i volví a continuar cn segiiitla el cui.so de mi viaje, por la orilla de la isla llamada Ilcalejo, donde se nota una que oira

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10 LA PROVINCIA DE V-4LDIVIA

qementera. Enfrente de esta isla, en un paraje que se Ila- ma Coicobado, se divisan dos casas edificadas en una fertil planicie i rodeadas de manzanos.

Un poco mas allá i como a hora i media de camino se des- cubre el lugarejo llamado el Mono que, situado a orillas de las aguas, solo tiene, como el Corcobado, dos casasi algu- nos hermosos oasis cubiertos de planteles i cementeras.

Saliendo de aquí, siempre al Norte, me entretuve con mi$ lentes durante algunos instantes en cazar cisnes. Estos hermo- sos animales se encuentran a cada paso eu todos los rios de Valdivia. Diferencianse de los de la misma clase que se conocen en Europa solo en que los de aquí tienen el cogote enteramente negro, mientras que los de allá son completamente blancos.

Estando ya el sol al fin de su carrera i acercándose la no- che, determine buscar un asilo en aquellos alrededores. Fe- . lizmente no distaba mucho del lugar donde nos eeccrntrxibamos la pequeña aldea de Chunimpa, adonde me diriji inmediata- mente. Llegado a ella, busque desde luego al juez, a quien pe- dí hospitalidad por aquella noche. Este sujeto correspondió con mucho a mis exijencias, pues que, no solo supo pro- porcionarme cuanto necesitaba para cenar yo i mis jen- tes, sino que tambien me suministró noticias mui impor- tantes acerca de los indios, entre los cuales habia pasado toda su juventud, noticias que me sirvieron bastante en mis siguientes esploraciones. Conversando con el buen ancia- no sobre este particular pase la mayor parte de la aoohe i apenas dormí dos o tres horas.

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1 LOS ARACCANOS.

20 DE MAYO.

Al despertar se me avisó que acababan de llegar alli los arriei-os que habia alquilado en Valdivia, trayéndome los ca- ballos i mulas que les habia encomendado. Despaché entóu- ces a los remeros para esa ciudad, me despedí del juez del lugar i de uno de sus hermanos, que me sirvió mas tardecomo lenguaraz, i segui el curso del Cruces, acompaliado de un hijo de aquel anciano, que se habia prestado a guiarme por esos lugares. En mi tránsito toqué en Paico, Esperanza, Cuncun, Calfuco, Guilin, Chacra, Asque, Calchatue i Tapia, todos parajes pequcños situados en terrenos cultivados i cir- cundados de espesos montes i quilantales.

Al cabo de seis horas de camino llegamos frente a la mision de San José. Despedí al hijo del juez (mi compañero de viaje hasta aquel punto) e igualmente las cabalgaduras, i, en una canoa, atravesé con las demas personas de mi comiliva el rio de San José, eiicaminandome con direccion al pneblo del mismo nombre. El subdelegado de éste, don Pedre Moreno, i los padres misiofieros, me recibierou con grandes manifes- taciones de carino i me hicieron alojarme esa noche en la misma mision. Encontrábanm en ésta solo dos sacerdoles, los PP. Tadeo i Adeodato, el primero natural de lun ich i el segun- do de Bolonia. Espliquk a estos RR. PP., como era cúiisiguienle, el objeto de mis esploraciones. Escucharoeme con mucho interes, haciéndome de cuando en cuando algunas uliles ad- vertencias. Sin embargo, así que hube iconciuitlo, Iralaron de disuadirme de mis proyectos, representandome la multilud

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42 LA PRQTISCIA DE I 'ALDIVIA

í!c dilicullades que a ello se oponian, ya por lo intraiisila- hle de los caminoo, ya por lo crecitlo de los rios, ya por la actitud bélica en En, que observaban los indios en esos mo- menlos.

Viendo en seguida que todas ostas observaciones no eran suficienles para hacerme cambiar de propósito, loa buenos misioneros me suminislraron datos i nolicias mui curiosas i me dieron felices consejos de que no poco aprovcche on el curso de mis peregrinaciones.

Mili temprano me despertó el ruido de las c,ampanas (le l a mision que llamaba, a los fieles. Levan téme inmetliatauiei~tu i salí a observar los campos de los alrededores.

El pneblo de San Jos6 esta siluatlo en un llano que se cle- va como vcinte pies sobre el nitrel dc las aguas. A sus inmc- diaciones se ven lupidos montes de quilantales q u ~ hacen re- saltar el aspecto poco hcrmoso que presenla la plaza do la poblacion. En un lado d e esta plaza se halla la iglesia, el convento i la escucla de la mision, i en e t o!ro la casa dcl subdelegado, el cuartel i la carcel. Los otros costados no es- tan cerrados lodavia i solo hai en ellos una quc otra casa, delantede las cuales crece o1 pasto i se ven paciendo tranqiii- lamenle a todas boras dcl dia algunos animales que vienen de los polreros inmediatos.

La monotonia que de ordinario rcina en aqiicllos contor- 110s babia cambiado de aspecto con la feslivitlad del dia. Mul-

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1 LOS ABAC'CANOS. 43

titud de guazos de los campos vecinos acnílian presutosos a la iglesia por todas partes; unos en peqiieilos grupos i a pik i otros a caballo, trayendo en ancas a sus mujeres e hijos. Las milicias, que como hemos dicho antes, esperaban sobre las armas de un iristante a otro al enemigo, se hallaban tam- bien alli formadas, con sus fusiles apoyados por un estremo en la verde alfombra (le céspcd que tapisaba la plaza i por otro en el brazo derecho de un valiente. Algiinos caciques, entre los cuales se notaba Cariman (de Marilef) que habiaii lle- gado alli con graiides acompafiamientos de indios i mocetones con el objeto de manifestar sus pacíficas disposiciones al ca- pitau Moreno, se veian tambien hechados de barriga los unos i sentados les otros en el suelo i con las piernas cruza- das a manera de los turcos. Esa gran variedad de trajes i (le figuras, de armas i de movimientos, que resaltaba notable- mente por la belleza del dia, presentaba un cuadro hermoso, que siempre recordaré con placer.

Llegada la hora de la misa, nos encaminamos a la capilla que, siendo demasiado estrecha, no piido contener a lodas las personas que hahian acutlido a ella aquel dia. Asi es que no pocos de los feligreses tuvieron qiie oir misa desde la plaza. Noiéque entre éstos habian mucl~os indios:cristianos de ambos scxos, que seguian todavia las coslumbres de sus abuelos en btlo aquello que no sc oponia a los preceptos del catolicismo i a las leyes clel país.

Apénas se concluyó la misa tuve ocasion de presenciar una tierna ceremonia quc no putlo ménos tle conmorcrmc profun- daoierite. Como la mayor parte de eslos indios no entienden

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44 LA PBZ)YihTIA DE VALBIVlA

el espadol, tampoco pueden seguir las oraoiones que se re- citan en los principales puntos del divino sacrificio; i por 6&6 acostumbran los misioneros, despues de concluido 610, hacerlos acercarse a l altar para que allí repilan :en voz al- ta los rezos que un relijioso les recita de memoria i palabra por palabra en su leagua nativa. Tocóme presenciar entón- oes, dije, esta ceremonia, i no pudo menos de enternecerme sobre manera la Padosa devoeion con que, arrodillados i con las manos juu.tas, elevaban aquellos salvajes sus preces a l Snpremo Hacador del Universo.

A medio dia tuve que asistir a aiia comida que habián pre- parado los PP. dela mision con el objeto de convidar a ella a algunos sujelos que podian seririrme en mi espedicion. Entre éslos se hallaba d capitan don Adriaao Mera, coa quien no tarde en cultivar mui buenas relaciones. Este sujelo, que po- seia algunos terrenos enlre los araucanos, me suministr~ exelentes datos acerca de los caminos quo conducen a las prin- apales poblaciones de hstas tiibus, i priacipalmeaite de al- gunos ricos minerales que habia visitado personalmente.

Creo oportuno antes de principiar la descripcion de mis viajes por la Araucaaia propiamente dicha, instruir al lector acerca de los limiles de ese territorio, de la configuracioe i feracidad de sn suelo i de las principales particularidades de SUS pobladores.

Habitan los araucanos el hermoso i rico territorio que se halla comprendido entre los rios Bio-bio i Valtlivia, por una parte, i la gran cordillera de los Andes i el mar, por otra;

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1 LOS ARAUCANOB. J5 es ilocir, en el punto mas ancho de la larga faja que forma la República de Ctiile, entre 36" 44' i 39" 38' da lo~jitud, i 71" i 73" 50' de lalilud austral.

Advertir6 aqui, sin embargo, que no habiendo alcanzado en mis escursiones mas que hasta el rio Tolten, por el Norte, las particularidades que refiera deberán entenderse solo de los indios que moran en la parte que hasta ahora he recorrido.

Una larga cadena de monlaÍías mas o &noe e1evada.q recorre toda la costa de ese territorio desde d fuerte de Niebla, en el puerto del Corral, hasta la desembocadura del rio Nehuiu, levantándose directamente del mar en toda su es- tencion, escepto en unos cuan tos parajes en donde se e w n - eha el terreno hasta tres cuadras, parajes que ofreoen un bello aspecto por su feracidad i cultivo.

Esa misma cadena de montanas vuelve a aparecer dmpues al Norte de la desembocadura del Lingue o Mehuin i sigue hasta la del Queule. Desde aqui se retira del Océano, para volver a tocarlo, formando un pequeeo semicírculo. Pero m mo las aguas del Queule cortan por el Norte e s k s cadenas, queda por el lado delmar una cerrania aislada conocida bajo el nombre de Nigue.

Desde el punto en que el iltirno rio divide las montáñas aparece una nueva rarnificacion que sigue con direccion N. 0. tiasta el Tollen, foi-mando de esta manera un triángrilo de terrenos bajos i cultivados donde se ballan situadas la ro- duccion i mision del mismo nombre,

Al E. se levanta la gran cordillera de los Andes quo re- corre de Norte a Sur todo el territorio i se halla domiwitda por el Valcan de Villa-Rica.

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46 LA PROVINCIA DE VAL1)IVIA

El centro aparece en parles plano ien otras mui qiicbratlo por varias cadenas de [nonlanas que siguen por lo jeneral cl curso de los rios en direccion a la cordillera i principalmcnie al Volcan de Villa-Rica.

Estas comarcas se hallan recorridas tambien por dos rios principales que desembocan en el mar, caminando de Orien- te a Ponienle, casi en línea recta, i son, coino heioos dicho, el Toltcn por el Norte, que sale de la laguna de Villa-nica i le sirre de desaguatlero, i el Valtlivia o Calle-Calle, qiie nace del pequeiio lago de Rinihue, por el Sur. Nerece notarse tambien el rio de las Cruces que, a manera de diagonal, sa- le de las inmediaciones del Volcan de Villa-Rica i afluye en las aguas del Calle-Calle, poco ántes que estas desemboquen en el mar. Hai ademas en el lerrilorio que he risilado varios olros rios que, aunque no tan grandes como los anleriores, puesto que afluyen en ellos, no carecen de importancia, tales como el Donguil, Lleufucague, Pelchuguin, Pichoi, Calluma- pu, Putabla, Qrieule i Mehuin, i una infinidad de verlienles, esteros i riachuolos de poca consideracion.

Fuera de las lagunas mencionadas en el acápilc anlerior se hallan tambien situadas al pie de la cordillera, eu la parto de que nos ocupamos, las de Trailafqueen i Panguipulli.

El clima es el mejor de todo Chile i, por su benignidad, se asemeja mucho al del mediodia de la Ilalia. A su influjo cre- ce toda clase do árboles i plantas, los animales se crian sa- nos i hermosos i en los pueblos no se nolan ni enfermedades conlajiosas, ni lan graves que puedan arrastrar al hombro en unas cuantas horas al borde dcl sepulcro. Solo la pcste vi-

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1 LOS AR.~CC.\NO~! 27

ruda vicne a visitar de larde en tarde este lei.riloiio, i hace desgraciadamcntc muchas viclimas por no conocerse ou el el precioso prcservalivo de la vacuna.

Los bosques son inrnensos i abundan en toda claw de maderas de construccion, sobre Lodo en cohigües, robles, pelli- nes, lingues i laureles. En alsunos puntos elevados se en- cuentran tambien pinos i alerces i en los bosques infinidad de manzanos. Desgraciadamente en todos esos bosques hai gran- des eslensioncs (le terrenos perdidos, ocupadas por infinidad de coligüales i qnilantalcs tan tupidos o inmensos, que impiden el tránsilo del viajero i le obligan a abrirselo con el hacha i el machete. Esta desventaja tle los coligüales i quilantalos se halla compensada sin embargo, con el alimento que en in- vierno proporcionan a los animalas.

En los montes se hallan a cada paso árboles Iiasta de cien- to ciricuenta pies de allura, cuyos troncos so ven cubiertos de hermosas enredaderas que, en caprichosas vueltas, van sembrando de flores todo so follaje, para volver otra vez a la tierra i seguir por olla hasta encontrar olros árboles a los que suben tambisn i dejan uuidos con los anleriores, forman- do hermos~s arcos bajo los cuales el viajero descanza muchas veces de sus fatigas embebido en la contemplacion de las maravillosas obras que le presenta la naturaleza por do quie- ra que diiije sus miradas.

En los misinos montes crece una multilud de pencas i de arbustos frutalts, entre los que s e distingue la murta, arbol que tiene apenas dos varas de alto i produce una'frula colo- rada mui sabrosa i re irescigh

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48 LA PROVlNClA DE YALDIVIA

En medio de los bosques i principalmente a orillas de los rios, se encuentran praderas cubiertas en el verano de pas- tos tan hermosos i crecidos que ocultan por lo jeneral a los animales lanares que pacen ellos, i en la primavera de fruti- Has variadas i esquisitas. Las mismas praderas se prestan con facilidad a toda clase de cultivo. Las avaj, el trigo, las papas iel maiz se dan en ellas en abundancia i do mui buena oalidad. Para sacar estos alimentos basta solo sembrarlos i cosecharlos : la tierra por si sola se encarga do hacerlos bro- tar i madurar,

Eai, empero, dos plagas que de vez en cuando caen sobre 10s campos i asolan las cemeuteras i manzanares. Estas son las palomas i los chorroyes. Bajan de las inmediaciones en bandadas tan numerosas que llegan hasta oscurecer el Sol i se echan, las palomas sobre las cementeras, i los chorroyes, sobre los bosques de manzanos, de donde sacan los indios la chicha, bebida favorita con la cual se embriagan mui a me- nudo. Pero en esto hai una observacion singular, ies, que mientras Ias palomas destruyen completamente los sembra- dos, los chorroyes solo toman la fruta, la parten con mucho cuidado, sacan las pepas, que se comen, i arrojan el resto bajo las ramas de los arboles. Asi es que los indios recojes luego los pedazos i sacan de ellos su cosecha.

La Araucania abuuda tambien en rico ganado vacuno i lanar. Los caballos. animales indispensables para sus mora- dores. que eslan acostumbrados a andar siempre en ellos, son de dos clases : naturales del pais i arjentinos. Aquellos aunque bajos, tienen buena presapcia, i son ájiles i suaves, Estos, al contrario, tienen una gllura mucho mayor, pero

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I LOS ARAUCANOS. 46

son tardlos i de un paso demasiado asporo. Los indios prefie- ren naturalmente loa primeros, pero como son escasos, se ven obligados a ir a buscar los otros a la RepúblicaArjentina. La causa de tal escasez no es empero, la ~ t u r a l c z a del clima, que, lejos de perjudicar a la propagacion de esa raza, la favorece notablemente, sino los leones, enemigos podero- sos que se encuentran en abundancia en todas las inmedia- ciones de la cordillera, sobre todo en cierto paraje denominado Pangipulli o Tierra de los leones. Estos animales no son tan hermosos ni tan bravos como los de Africa. Persiguen 4 muerte a los caballos i los asechan continuamente. Una vez acercados éstas al lugar donde se halh escondido ua leen pueden contarse perdidos. La fiera salta inmediatamente sobre ellos i los agarra de las orejas. Trábase entónces una luoba horrorosa entre uno i otro hasta que el caballo queda sin vida o consigue escapar dejando sus orejas a las garras del enemigo.

Los Araucanos son mui diestros ea la caza de leones. Pot lo jeneral les tiran el laquí f.1) i una vez que consiguen votarlos con el a tierra, se van sobre ellos i los descuartizan. Pero m=- chas veces tambien les arman en loa montes ciertas trampas de madera en las cuales dejan amarrado algun corderito u oveja a cuyo% gritos acude el leon con la esperanza de ca- zarlos i queda cazado el mismo.

En las selvas suelen hallarse algunas venados de dos pies de alto i de un color amarillo oscuro que son mui graciosos, chingues, gatos silvestres i zorros, i a inmediaciones de los rios los huillines, animales semi-anfibios que se alimeatan de

( 4 ) Lazo, ea cuyos estremos se encuentran amanadas dos o tres vo- las de plata u otra materia pesada,

7.

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50 LA PBOTIRCIA DE VALDIVJA

pescados i viven indistinlamente en las selvas o en las aiuas. Tienen como dos i medio pies de largo, medio de ancho i solo cinco o seis pulgadas de alto. Sus cueros son mui apreciados en Europa, a donde se mandan algunas veces eu grandes cantidades. En la cordillera abundan los guanacos.

Como animales domésticos se distinguen en la Araucanía las gallinas i los perros. En cada choza hai siempre muchas de las primeras i uno por cada persona de los segundos. Es- tos son de diversas clases, mui habitos i fieles. Danles en va- rios parajes el nombre de a l e m n para manifestar el odio que tienen a los colonos de Valdivia i sus inmediaciones (4) .

Entre las aves mereceii una mencion especial : el cóndor, rci de los Andes, que solo baja a las praderas cuando esas montañas están cubiertas de nieve o amenaza la tempestad, llevándose entónces algunas ovejas o cabritos que le sirven de alimen- to; el flamenco, notable por su hermosa figura i sus alas de color rosado, i sus compaderos el cisne i la garza, que se en- cuentran a inmediaciones de todos los rios, donde abundan tambieu patos de diversas clases.

Tal es el hermoso i variado cuadro que ha presentado a mi vista el territorio de la Araucanía. Mucho mas hermoso por cierto en realidad, pero que, apenas puedo bosquejar aquí por no permitírmelo los estrechos limites de este trabajo.

En ese territorio moran los celebres araucanos, tribus

( 4 ) Ignorando esto, me sucedió muchas veces d. vuelta la cara cuando se llamaba a alguno de esos animales,

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1 LOS ARAUCANOS. 6 f

altivas e independiehtes que los espaaoles durante trescien- tos anos jamas pudieron avasallar i que el Gobierno de Chile, con todos sus esfuerzos. apenas puedo conlener al presente.

Dividense dichas tribus cn tres razas: una de ellas ocupa las comarsas situadas al Norte del Valdivia i las otras dos 4as que se hallan al Sur del mismo rio. A los araucanos que forman la primera se da el nombre de Araucanos Picuntos i a los de las segundas el de Huilliches i Cuncos. Aquellos se dividen en dependientes e independientes, division que puede hacerse tambien en el terreno que habitan, cortándolo por una línea imajinaria tirada desde la laguna de Rinihue hasta la mision de San Josh i prolongada desde aqui, con direccion al S. O . , hasta Chanchan. Estos habitantes se diferencian mucho de los Cuncos i Huilliches, no solo por su idioma i vestidos, sino tambien por hallarse casi todos los Últimos conver- tidos al cristianismo. Aquí nos ocuparemos solo de los prime- ros. Sin embargo, no estará demas que advirtamos, antes de seguir nuestra descripcion, que los Cuncos se estienden por la orilla del mar, en el terreno comprendido entre el rio Calle- Calle o Valdivia i el archipiélago de Chiloé, i los Ruillichcs por s l lado de la cordillera, hasta los grados 44 o 45, o lo que es lo mismo, el punto mas austral de Chile, de donde les viene el nomhre que llevan, porque Huilliches, en idioma indijena quiere decir hombres del sur.

Los araucanos picuntos son jeneralmente robustos i de una estatura mas bien baja que alta. Su tez es algo áspera, de color cobre claro i sus cabellos negros, largos i gruesos. De cara casi redonda i pelada, dejan nolar una nariz algo chala, ojos pcqueiíos, pero vivos e inlelijentes, i boca chica eu

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82 LA PROYiNClA DE VdLDIVTA

la que se piicde ver una exelenle dentadura blanca i pareja. El resto del cuerpo es moi proporcionado i los brazos i pier- nas de una fuerza i musciriatura admirables, ciendo sus pies pegueiioa i bajm (t).

Las mujeres m bien parecidas, gordas, de baja estatura, hermosas formas i del mismo color que los hombres, Péiname de ttmzas i rodean con ellas sus cabezas, dejado salir las puntas, a maueradscuernos,por deiras de l a orejas. De btas, lo mismo que de sus cabellos, haces colgar grandes adornos de chaquim i prendecitas de plata.

Hombres i mujeres alcanzan por lo regular una mi larga vida, no siendo pocos los que pasan de cien ams, conservan- do en perfecto estado basta td dad , vista, peio i dientes.

El traje de los mrraucanos consiste en un chamal s mantx cuadrada d~ lana ordinaria que tejen sus mujeres i que, ata- da a la cintura, cwlga hasta los pies. Ei reslo d d euerpa queda siempre desnudo, escepo orsando salen de sus a s a s que acostumbran cubrirlo con dra especie de manta del mismo tejido. Por l~comun, a esto d o se reducen los vestidos del araucano. Sus adornos no son otros que un ciotills o pa-

(4)Entre IosPicuntos, al otro ladodel Tolten, hai una tribu de indios que se diferencia mucho de las otras i a la cual se da el nombre d e Boroa. Sus habitantes son blancos, rubios i hermosos, de estatura irn poco elevada, nariz roma i ojos grandes i azules. Mcense descendientes de bs nhufragos de cierto buque holaides que se estrelib eoalra unas rocas inmediatas no ce sabe en que Bpoca. lo que parece mili vercicimil, a pesar de las conjeturas de varios historiadores i viajeros que los supo- nen de orijen español por haber servido de destierro aquellos lugares e n la Bpoca de la conquista a muchos criminales que se mandaban de la Peninsula,

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1 LO8 ARAUCANOS. 53

Melo lacre con que ata sus cabellos, partidos ea la miiad de la frente, i unas espuelas de plata que se calza a pie dasnu- do i que ostima mas que cuanto ptidioran ofrecerla.

Las miijescs asan ei mismo chamal, ooa la diferencia que este es tin poco m 6 largo i que en lugar de ser solo atado a la eintura, le es tambien a la espalda i a la allura del pecho, dejando l i b la aceion de los brazos,

Los atados que tanto desd-n los hombres por ser cuntra- rios a su caracter, gustan mucho a lasmujeres que van dern- pre cubiertas de ehaqairas i otros adornoe de plata. Entre ktosmeieoen notarse uoaespeeis de carabanas de dicho me- ial, en forma de planchas, que tienen como tres pulgadas cuadradas i son por consiguiente bastante pesadas i alargaa en astresno las orejas. Cuando salen desus casas acostumbran usar tambien una eapecie de mantilla prendida s b r e el pe- ebo can un alSiler de plata de un pie de h g o cuyo B o t a es .del 6amm de aina manzana regular-

b s P i m t o s s skvsa del hermose i espresivo idioma araucano. Es éste en tanto estremo regular i poético i su aprsodiaje se halh sujeh a mglas tan claras i precisas, que parece fuera & dada que los primeros araucanos hubieran side mas instruidos que los actuales, i, en tal caso, orijina- rios de alguno de esos grandes pueblos que, por las diversos cataclismos que han aiiijido a la eapecie humana, yacen hoi completamente olvidados. 1 nopwde ser de olro modo, por- que los Picuntos, por ejemplo, poseen en su idioma una mul- titud de frases i palabras que espresan ideas abstractas, incomprensibies para sllos i q.ue repiten solo por costumbre en ciertas i delermiuadas circunslancias. Por otra parte, ese

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54 LA PRUTINCTA DE VALDTVIA

idioma no parece ser sino el resultado de felices e intelijen- les combinaciones que, por supueslo, no pueden alribiiirse a un salvaje. El uso de las palabras compuestas es mui jene- ral i hasta podria decirse que mui pocas son las dicciones que no sirven de raíces a olras, i que, con solo agregarles una ra, dejaude converlirse cn verbos. Todo esta perfectamente re- glado. i ni en los nombres, ni en otra parte alguna de la ora- oion pueden encontrarse esas anomalías tan frecuentes en los idiomas europeos.

El alfabeto indiano consta de las mismas letras que el la- tino, con escepcion de la e, de que carece. Tiene sin embar- go, a mas de esos sonidos, el de la u que, cuando lleva encima un acento de izquierda a derecha, se pronnncia lo mismo que la u francesa, alomana i griega ; i el de th, que se prouuncia lo mismo que si se escribiera tr.

He observado, aduiii.ando las acersiones del sábio abate Moliua, que este idioma posee una gran semejanza con el griego, ya sea en el inlinitivo de los verbos que, como hemos dicho, termina siempre en a, ya en la conjugacion de éstos i en las declinaciones de los uombres, en las cuales se usa el dual, a mas del singular i plural, ya en fin, en la analojiade muchas palabras.

Hit aqui ejemplos :

INFINITIVOS.

Gemen. . . . . . . . . andar Gtyan.. . . . . . . . . venir, 11ot1. . . . . . . . . . . comer, Mt~pil lun . . . . . . . . crear,

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1 LOS ARAUCANOS. 65 . . . . . . . . . Ghdin. cubrir,

. . . . . . . . Amucan. viajar, etc . . . . . . . . . . etc.

CONJUGACION DE UN VERBO.

VOZ ACTIVA .-INDICATIVO.

Singular . . Elun doi, E luinai das, Ehi da.

Dual E l t ~ y u aosdros dos damos, Eluimu vosotros dos dais, Eluigu aquellos dos dan.

Plural E lu y n damos, Elui9ni;lz dais, E luiyeja dan.

Presente ,segundo.

Singular Eluchen doi, Elucheimi das, etc.

Intperfec to.

Singular E btcburl :daba,

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66 LA PIIOVINCIA DE VALDIVIA

Elzrbuimi dabas, etc.

Perfecto.

Singular

Singular

Singular

Singular

Singular

Eluu3en di, Eluuyeimi diste, etc.

Plusquamper fecto.

Eluuyebun bahia dado, Eluuyebuirni habias dado, etc.

Fu luro primero.

E luan daré, Eluaimi darás, etc.

Futuro segundo.

Eluuyean habré dado, Eluuyeaimi habrás dado,etc.

Mixto primero.

Eluabun habia de dar, Eluabuimi babias de dar, etc.

Nixto segundo.

E2uuyeaburt deheria haber dado, &luaryeabucmt deberias haber dado, etc,

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I LOS ARAUCAPI'OS;

IMPERATIVO.

Singular

Dual

Plural

Singular

Dual

Plural

Eluchi de yo, E luge da tú, Elupe dé aquel.

Eluju demos nosotros dos, Elumu dad vosotros dos, Elugu den aquellos dos.

E luigra demos, Elumen dad, E lugen den.

SUBJUNTIVO.

Presente.

Eluli que yo dé, Elulmi qiio tú des, Elule que aquel d é .

Elulin que nosotros dos demos, E lulmzs que vosotros dos deis, Elulgzl que aquellos dos den.

Elulign que demos, Elulmen que deis, Flulgen que den.

B

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68 LA PROVIHCIA DE VALDIVIA

Singular EluOuli si yo diese, Elubulmi si tú dieses, elc.

Perfecto Etuuyeli si habia dado, etc.

~ l u s ~ u a m ~ e r f e c t o EIuzryebuli si hubiese dado, etc.

Futuro primero Eluali si daré, etc.

Futuro segundo Eluuycali si habré dado, etc.

Mixto primero Eluabuli si hubiese de dar, elc.

Mixto segundo Eluycabuli si debiese haber dado, etc.

OPTATlVO E INFINITIVO.

Ei optativo se forma del subjuntivo o de los dos mixtos del indicalivo con las parliculas velem ve1 o chi, pospues- tas; por ejemplo: eluli velem! (Dios quiera que yo dé!); elua- bum c h i ! (Dios quisiese que yo diese!). El infinitivo afirmativo no se dislingue tl\: las primeras personas singulares de los tiempos tlei iiidicativo, como sucede cn la mayor parte de las leiigiias primitivas i sobre todo eii el idioma ingles. Así todos los nucvos tiempos dcl indicativo tienen sus infinilivos peculiares. Cuando ocurre tiacer de ellos algiina distincion se les anteponen algunas particulas dclerniinalivas (1).

( 1 ) Molina, lom. 1 4 , paj. 3 4 3 .

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Participios actiwos.

Presente primero Elulu aquel que da.

Presente segundo Eluchelu aquel que dá.

Jmperfecto Elubulu aquel que daba.

Perfecto Eluuyelu aquel que dió.

Plusquamperfecto Bluyebulu aquel que habia dado.

Futuro primero Elualu aquel que dará.

Fuluro segundo Eluuyealu aquel que habrá dado.

llfixlo primero Eluabulu aquel que habia de dar.

Mixto segundo Eluuyeabulu aquel que deberia haber dado

Jerundio.

Primer presente E1uyum dando.

Imperfecto Eluyubum cuando daba, etc.

Segundo presente Elual por dar, etc. etc.

VOZ PASIVA.-INDICATIVO.

Preselate primero.

Elligen yo soi dado, Singular

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Go LA PROVINCIA,QE V4LDIVIA

Bluyeirni tú eres dado, E kgei aquel es dado,

Dual Elugeyr aesotros dos somos dados,

Imperfecto Elugebunr yo era dado, etc. etc.

Participio pasivo.

Primer presente Elugelac dado.

imperfecto Ehgebulu que era dado, etc.

Seguadu preseate Eluel dado.

lmperkcto E l u k l que era dado, elc.

VOCES IMPERSONALES.

Indicativo.

Presente primero Eluam dan.

Presente segundo E h c h e m dan.

Imperfecto Elubwwn daban.

Perfecto Eluuyeam dieron.

Plusqiiamperfecto &luztyebuam habian dado.

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1 LOS ARAOCANOS.

Futuro primen, Eluayam darin.

Futuro segundo Eluyeayarn habrán dado.

Mixto primero E l u a b m hebian de dar.

Mixto segundo Eluzsyeabum deberian haber dado.

Impera tivo Elupearn den.

Subjunlivo Eluleam den.

Imperfecto Elubuleam diesen, etc. etc-

DECLINACION DEL SUBSTANTIVO-

ANCA, CUERPO.

Singular.

Nominativo anca, el cuerpo, Jeni tivo anca-ñi, del cuerpo, Dativo ancalmeu, al cuerpo, Acusa tivo anca, e1 cuerpo, Voca tivo a anca, iOh cuerpo!, Ablativo ancamo, por O con el cuerpo.

nrtca-eyu, los d.os cuerpos,

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62

J. D. AG. v. Abl.

N. J. D. Ac. V. Abl.

LA PROVINCIA DE YALDlVlA

anca-eguñi, de los dos cuerpos. anca-egumeu, a los dos cuerpos, anca-egts, los dos cuerpos, a anca-egu joh dos cuerpos!, anca-egum con o por los cuerpos.

P lu ra l .

P u -anca, los cuerpos, Pu-ancañi, de los cuerpos, Pu-ancameu, a los cucrpos, Pu-anca, 10s cuerpos, Apu-anca, ioh cuerpos!, Pu-ancamo, por o con los cuerpos.

He aquí ahora alguiias palabras araucanas que salen de1 griego :

ARAUCANO. GRIEGO. ESPAROL.

cai

Ya !le* lampaicon mulan . . reuma t up&n

etc.

aldein cai du~n i

Ya ?jenesdai lampcin mullen reuma tupei~t elc.

aumentar,

Y * sumerjirse, en verdad, nacer, resplandecer, moler, corriente, azolar, e tc.

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1 LOS ARAUCANOS. 63 Se encuentran toilavia en el idioma araucano muchas pa-

labras de oríjen laliuo que en liada se asemejan al aspadoi. Por ejemplo :

am aren oupa dapira

el a ejzln em m

- hui lev lum&l~nih 1uv man mu munun 920

non petun petdcan pu1au9a putun then vali~a valen

an ardere cupere dapinare eja ejulare hem hez4 hui levis lumen luz maltus mul tus nzunus aon no, as petere pelulcus penis potare tempus unlere valere

quizá, artlcr, desear, banquetear, ea pues! llorar, ah! liai, h ~ , veloz, resplandecer, esplentlor, mano diestra, mucho, dar, 110,

nadar, recobrar, lascivo, rabo, beber, tiempo, valer, poder,

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t;a LA PRovlNcIA DE VALDIvIA

ARAUCANO. LATIN. ESPA~~OL.

ve ve Oh! velem vellem quisiera, une unus uno.

Al decir que los araucanos del dia no parecen tan instrui- dos como los anliguos, no hemos hecho mas que asentar una verdad comprobada por la historia que nos habla de hombres agudos e intelijentes en la época de Caupolican i Lautaro, mientras que el viajero que ahora recorre esas comarcas i examina el aspecto, maneras i costumbres de sus habitantes, no puedemenos de asombrarse del estado de barbarie i estu- pidez en que se encuentran. Ellos en efecto, no tienen la me- nor instruccion, ni procuran adquirirla ; i solo de algun tiempo a esta parle se ve a los caciques principales enviar a sus hijos a las escuelas de las misiones inmediatas para que apren- dan algunas nociones jenerales, nociones que estos a su vuelta al lecho paterno suelen propagar entre los demas habi- tan tes.

En ideas relijiosas no eslan tampoco mui adelantados i aun cuando reconocen un Dios Creador i Protector del Universo, al que llaman Pillan, tienen sin embargo, olras divinidades de un Orden inferior a los cuales rinden el mismo culb. En- tre estas merecen notarse : Eponemon, dios de la guerra, Noilen, dios del bien, i Güecubu, dios del mal i autor de todas las desgracias que aflijen a la humanidad. Creen que hai un lugar privilejiado donde haliilaa estos dioses, a quienes s u 7

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I LOS ARAUCAFJOS. 65

ponen en contacto con los hombres i el universo por medio de cierlos jenios que les sirven de mensajeros. Creen tambien en la inmortalidad del alma i en las penas i recompensas de una vida futura, i se imajinan que aquellas son dolores i su- frimientos eternos i éstas goces i placeres de la misma cla- se, como así mismo quo la segunda vida principia al otro lado de cierlo cerro misterioso situado en medio del Océa- no, adonde van a parar las almas cuando se separan de los cuerpos.

No tienen ni templos, ni sacerdotes : su culto se reduce a ciertos sacrificios de animales, hechos al aire libre, con los cuales creen aplacar la cólera do los dioses, a quienes su- ponen enojados cuando se vcn aflijidos por alguna pesle o calamidad. Usan tambien libacioncs de chicha i aguar- dieiite, ¡, antes de consumirlas, mojan la mano en los va- sos i arrojan unas cuaiitas gotas con clireccion al Volcan de Villa-Rica, .donde suponen que se halla el Omnipotente Pillan.

Pero si los araucanos se muestran poco preocupados por sus dioses, no sucede lo mismo con sus médicos o hechiceros, a quienes consultan mui a menudo i obedecen ciegamente, a posar de hallarse tlesprovistos de toda ciencia i no ser mas que puros charlatanes.

Divididos en tribus enteramcrite independientes, los arauca- nos Picuntos no rccorioccn mas autoridad que la de su caci- que. Entre una tribu i otra no se notan ya las antiguas dependencias de que nos hablar, los historiadores al referirse a los buialmapus, i, mui al contrario, suelen darse malones o sal teos recíprocos i hacorso tambien la guerra. Esto. no quiere

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66 LA PROVINCIA DE' VALDIVIA

decir, sin embargo, que dejo de haber entre ellas vínculos de ali'ama que las unan en el peligro. Pues vemos todos los dias qua ap(3nas tienon la menor noticia de algun movimiento de tropas ctiilenas en la frontera, todos esos caciques se buscan inme&atamente a fin de reunirse en parlamen tos i deliberar en ellos lo que mas conviem a sus intereses.

Los caciques se hallan investidos pues, de una grande au- toridad, i, para atender a todos los cuidados que ella les de- manda, se rodean de cierto nirmero de indios a quienes se da el nombre de mocetonos. Da estos unos sirven de co- rreos, otros de guardias i otros de ajcntm del cacique. Los primeros so hallan apostadw en diferentes puntos del te- rritorio, desde la frontera hasta la casa misma de su jefe, i están encargadas de traorle noticias inmediatas de cuan lo suceda, ya sea en la frontera, ya en los diversos puu- tos de su territorio. Son tan habiles i diestros, que en mui corto tiempo pueden recorrer todas las tribus de la arau- cania i comunicarles una noticia cualquiera. El viajero que recorre esas comarcas so admira muchas veces al ver que lo esperan en una reduccion adonde apenas va llegando, pero as¡ que mira en torno suyo i divisa tirados en el suelo i cu- biertos de sudor a un indio i su caballo, cesa toda su admira- cion, reconociendo en aquel indio al correo que acaba d e anunciarlo.

Los adelantos que estas tribus hacen en las ciencias i e n las artes soncasi nulos. Tienen sin embargo, algunas buenas naciones de astronomia i de modicina i las mujeres sobre todo se aplican con solicitud a l a agricult~ra. Dividen el ano en ea-

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I LOS ARAUCANOS. 67

taciones, meses i tlias como nosotros, aunque no exactamente. A cada mes le dan solo treinta dias, escepto al ultimo que le agregan los que faltan para completar trescientos sesenta i cinco, que tiene el ano. Fijan la duracion de éste por dos solsticios; el primero el veintidos de diciembre i el segundo el veintidos de junio. A los meses los llaman jeneralmente lunas i por eso nada mas comun que oirlos decir, al hacer sus tratos o dar citas, en tal i tal luna (cujeu) etc.

IIe aqui los nombres que dan a los meses :

Enero, Awun-ctijen, Mes de la fruta, Febrero, Cogi-cujen, mes de la cosecha, Marzo, Glor-cdjen, mes del maiz, Abril, Rimu-czijen, mes primero del rimzs, Mayo, Inanrimu-ctijen, mes segundo de la flor ~aimu, Junio, Thor-ciijen, mes primero de la espuma, Julio, Iwnthor-cdjen, mes segundo de la espuma, Agosto, Huin-czíjen, mes molesto, Seliembre, Pillel-cújen, mes impostor, Oclubre, Hueul-ciijen, mes primero de nuevas ventas, Noviembre, Irianhueul-cdjen, mes segundo de nuevas ventas, Diciembre, Huevun-cujen, mes de la fru la nueva.

He aqui ahora los nombres de las estaciones:

Ucan, elestío, Pezcggea, la primavera, Puchem, el invierno, Gualug., el otofio.

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Los picuiilos nada saben de la ArilmElica i apenas se atre- vea a conlar hasta cionto. Dicen:

Q u i p e . . . . . . Epu. . . . . . . .

. . . . . . . Cula. ñleli . . . . . . . Qtrechzs . . . . - . ca3u . . . . . . .

. . . . . . Relghe Y ura . . . . . . . Aylla . . . . . . . N a r i . . . . . . .

ano, dos, tres, cualro, C~DCO,

scis, siele, ocho, nueve, diez.

Do oslos numcrw so derivan. los domas hasta cienlo, co- mo siguc :

. . . . . . . Jfariquiyne iifariepu . . . . . . . . Naricula . . . . . . . .

e t c . . . . . . . . . . Epuinari. . . . . . . . . Quigne epumuri. . . . . Epu mari epu. . . . . .

etc. . . . . . . . . Culamari. . . . . ' . . . . Nelimari. . . . . . . . .

. . . . . . Quechumari. . . . . . . . Cajrii~lari. . . . . . . Re1ghenirrr.i.

diez i uno u once, diez i dos o doce, dicz i tres o trece,

etc. dos veces diez o veinte, uno i dos veces diez o vainliuw, dos i dos veces diez o veintidos,

ctc. tres veces dicz o treinta, cuatro veces diez o cuarenta, cinco veces dicz o cincueiila, seis veces diez o cesen la, siote vccos diez o setenla,

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1 209 ARAUCANOS. 69

hwamalii. . . . . . . . ocho veces diez u ochcn la, . . . . . . . Ayllamari. nueve voces diez o novenla,

Palaca . . . . . . . . . cien lo, Palacamari. . . . . . . ciento diez,

. . . . Pataca epunari. ciontoveinle, elc . . . . . . . . . ctc.

. . . . . . 8 p u pataca. doscientos, Cula palaca, . . . . . . imsoien tos,

. . eic. . . . . . , etc. Uuarmca. . . . . . . . mil, Epu hwañca . . . . . . dos mil,

etc . . . . . . . . . etc. De este modo 11 859 en araucano se diria : quigne huaranca

purapalaca quechumari aylla; i 1861, quz'gne lauaranca pura pataca oayuinari quigne.

Los numerales ordinalcs se forman de los cardinales, agre- gando a éstos la partícula lelu:

Quignelelu, primero, Epulelu, segunda, .Cttlalelr ta.cet.0,

elc. etc.

Enlugar de escritura usan los arancanos algunas veces de Ifi- tigos o canamos anudados dc cierta manera, por medio do los cuales so trasmilen las nolicias reservadasde una tribu a olra.

En medio de su ignorancia, el araacano tieno mui bellas cualidades quo lo dislirquen (le los demas indijeiiaa de la Amé-

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';O LA PROYlNClA DE VALDlVlA

rica. Intrépido i valiente, no se rinde jamas i defiende palmo a palmo su territorio contra cualquiera enemigo que ose in- vadirlo. La patria es para él mas que cuanto p u d e haber en el universo : amala como ama la independencia i siempre es- ta dispuesto a defenderla con su sangre. Celoso de su honor i el de sus mujeres, se le ve reliir a cada instante por cual- quiera palabra que los ofenda aunque indirec tameii te. Fiel en sus tratos, busca a sus acreedores para pagarles el dia mismo que se cumple el plazo estipulado. Cuerdo, nada hace sin pensarlo. leneroso i agradecido, gusta de socorrer al in- dijente i volver favor por favor. En estremo hospitalario, jamas deja en la puerla al peregrino. De una memoria in- creible, no olvida nunca el beneficio ni la injuria recibida. Paciente, en fin, sufre con resignacion toda clase de traba- jos i fatigas. Desgraciadamente al lado de éstas virtudes re- saltan tambien algunos vicios que hacen desmerecer no poco la pintura que de éstos salvajes acabo de hacer. Enlre ellos se notan principalmonte la borrachera i la ociosidad.

Las mujeres tienen por lo jeneral un carácter sumiso i afable i se manifiestan mui intelijentes en el menaje de la casa i en la crianza de sus hijos. Piidicas por naturaleza i por costumbre, exeden en esta virtud a muchas nacionesque se precian de poseerla. Entre los araucanos no se conoce el adulterio, i, si alguna vez este feo crimen viene a turbar la paz doméstica, la muerte es la pena que se impone a los que se creen reos en la conciencia pública.

Creo conveniente advertir aquí qiie entre los indíjenas de la araucania se encuentra una moralidad maspura de la que jencralmente se cree. ES cierto que los habitanles do la fron-

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1 LOS ARALCANOS. 74

'tera son corrompidos casi siempre, pero esto es solo porque, a sus vicios naturales, unen los de los eslranjeros cuyo trato cultivan, cosa qua no sucede en el interior del territorio.

La poligamia esta encarnada en las costumbresde los Pi- ountos. Cada unode .ellos tiene dos, tres, cuatra i hasta doce mujeres, segun se lo permiten su range i condicion.

Triste i mui lriste es la suerte de la mujer entre los arauca- nos.sometida enteramente a las órdenes de sus padres, pasa su niaez ocupada en los quehaceres de la casa, sin tener las distracciones i entretenimientos que taato se desean en esa edad. Crecida ya, siguu bajo la misma sujecion hasta que algun Picunto solicita su mano. I'ero aun entónces careoe de la liber- tad de escojer una persona de sus simpatias, porque el ma- trimonio se arregla sin que ella piictla saberlo por medie de una especie de venla, como veremss mas tarde en el curso de estos viajes.

Antes de concluir este pequmo bosquejo del territorio araucano i de sus pobladores, creo que no eslara demas de- cir algunas palabras acerca de los alimentos de que éstos se sirven. Es apinion mui jeneral en el dia que en aquellas rejio- nes se come solo la carae del caballo; p r o esto sucede raras veces, porque abunda alli el ganado vacuno i lanar7 princi- pal alimento de los indijenas

Conie ademris d Picudo la carne de kon, guanaco, venado i chancho, i e s no poco aficionado a las gallinas i huevos. El pescarlo suele probarlo de cuando en cuando, por no tomarse talvcz el trabajo de buscarlo.

Los Iiabitsnles de 1 i costa viven jeneralnicnte de mariscos, collofo i liichc. Eslosdos ullimos alimentos son mui apreciados

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72' LA PROVINCIA DE VALDIVIA

en toda la araucaiiia i forman el plaio favorito del indijena. Para buscarlos vienen en ciertas épocas del aiio familias en- teras desde el pie de la cordillera hasta la costa i pasan allí algunos dias.

Olios alirnontos principales de los indios son el mais, las papas, el lrigo i las avae. . Sus bebidas es t ln reducidas al ulpo (1) i a las chichas da

manzana i de mais.

22 DE MAYO.

Disponíame a continuar mi viaje en cuyos preparativos me ayudaba don Adriano Mera, cuando sobrevino un fuerle aguacero que duro hasta el primero de junio i que me obligo a permanecer en la mision hasla la misma fecha.

Durante ese tiempo me contraje a estutliar o1 idioma arau- cano del que tenia tanta neccsidatl. Los ratos que no ocupaba en dicho aprendizaje los consagraba al estudio de la mision.

Ciertamente que no ciimpliria con un deber de juslicia, s i no hiciese aqui mencion especial de la heroica virtud de los misioneros, do su ejomplar mansedumbre, de su inagotable caridad i del espíritu eminentcmente evanjelico de que se hallan animados.

&Qué mision mas grande i mas noble que la de separarse voluntariamente de la sociedad i renunciar a las comodidades de la vida para abrazar con la fé i abncgacion de los apósto- les esa carrera de privaciones, de saci-ificios i 'de padeci- mientos que abraza el misionero al cscojcr por morada l a s

( 1 ) Agua mezclada con harina tostada.

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1 LO9 ARAUCATOS. , 7'3

reducciones araucanas? Qué mision mas bella I sublime que la de ser los mensajeros de la luz en aquella tierra de oscu- ridad i de tinieblas? ii todo ello por que? Porque aman a la humanidad como la amaba el Redentor, porque conipren- den el minislerio de quo se hallan inveslidos, ministerio de prueba, de predicacion perpetua i do eterna e inagotable ca- ridad. i Que abnegacion tan bella i digna de ser imitada por todos los que abrazan la carrera eclesiaslica !

Muchos de esos saceidotes, verdaderos dechados de virtud, son hijos de padres poderosos, i herederos de inmensas for- tunas ; i sin embargo han dejado las risueaas i mundanales porspeclivas de la vida por la soledad del desierto. No lienen ni aun la remota esperanza de que sus nombres pasen a la posteridad ni de que su ejemplo despierte una santa i dig- na emulacion. Noriran, i con la ultima paletada de tierra que caiga sobre sus restos, habrán muerto tauibien sus nombres i quien sabe si habra una lágrima siquiera entre aquellos salvajes que vaya a humedecer la fria fosa de los que vivos fueron para ellos todo amor i sacrificios !

Ne comp!azco en consignar aquí eslas pocas líneas en re- cuertlo de esos dignos sacerdotes i siento que no me sea po- sible teslificarles de otra manera el profundo respeto i la grande admiracion que me inspiran por su celo c inagolablo caridad. Yo los vi muchas veces penetrar en el territo- rio araucano sin mas armas que sus breviarios, dispueslos a enseaar la palabra de Dios a los salvajes, i algunos dias despues los miré volver tambien con la cabeza baja i las lágrimas en los ojos por no haber podido conseguir su objeto. Otras veces los oi contar las objeciones de los salvajes, ob- jeciones que estos creen mui poderosas, pero cuya soluciou no

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puede darles el misionero como quisiera, porque ello Impor- taria la perpeluidad de ciertos vicios i costumbres criminales que rechaza la civilizacion i que condena el evanjelio divino. Variar las costumbres de sus antepasados es un imposible mayor que todos los imposibles para el indijena araucano ; i para el misionero un objeto dc continuas e inútiles exorta- ciones (1). Cansado éste de ver lo infructuoso de sus tiaba-

(1) En una obra que, bajo el titulo de *Memoria mbm la Amucenian, ~niblicb hice poco, en esta capital, el P. Fr. Victorino Palavicino, puede verse una confirmacion de lo que yo mismo he presenciado varias veces. Lbese en efecto, en la phj. 16 de dicha obra lo que sigue:

*El cacique Pichuñmanqi~e, de quien ya he hablado, vivia a inmedia- ciones de Nacimiento (poco mas de dos leguas) era cristiano, me tenia una particular afeccion, varias veces depositó en mi w confiariza en osuntos de interes, me consultaba en sus negocios : muchas veces ad- heria a mis consejos; sabia mui regular el idioma espaííol, que era d que usaba ea sus contratos: en una palabra, mas parecia un hacendado de campo, que un araucano. Cuande lo conoci habitaba una miserable cabaña: le acoiisejd hiciese una casa de teja que le prestase alguna co- modidad, resistió por algun tiempo, oponiendo las c o s t u m h de sus mayores, i tambien manifesthndome el temor de que los demas indios, vibndole emprender un trabajo tan desusado i desconocido entre ellos, 'o creyesen demasiado adherido a los españoles, i por consiguiente le mi- rarian como enemigo, i quizhs atentaran contra su vida mima. Sin em- bargo, desvanecidos sus temores con mis reíiecciones, se resolvió por fin: para realizarlo tuve yo qite proporcionarle portedel mnlerial, i tam- bien los artesanos, todo lo qiie el pag6. Otros tcabajos emprendió hm- biem a instancias mias. Esa adquieseocia a mis reíiecciones i consejos, la buena razon que aparentaba, i el carhcter de cristiano que revestia, parece debia ser una garantia que asegiirase el biien Bxito de su con- version una vez que se tratase de ella. Pues hien, enfermó degravedad este cacique, i luego me hizo llamar; corri apresuradamente; mi presen- cia le alegró. Me preg~inló dque haria? pues se veia enfermo de gravedad,

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I LOS ARALCANOS. 78

jos, no le queda otro consuelo que dedicarse a la educacion de los indiesitos que, a duras penas, puede sacar del seno de sus padres con la obligacion de vostirlos i alimenlarlos gra tuilamente.

Tuve ocasion de visitar dos veces la escuela que sostenia la mision. Habría en ella como veinte muchachos casi todos hijos de caciques principales de la Araucania. Note que todos

de cuya enfermedad creia morir. No le hable de conversion todavia por no herir su suceptibilidad : mis consejos se dirijieron primero a que dispusiese arregladamente sus intereses, haciendo su tiltirna disposi- cion con toda claridad, para de ese modo evitar pleitos a sus hermanos e hijos : me lo agradeció i convino en ello. Me propuso ent6nces que yo le dirijiese en este asunto, a lo que me preste gustoso. Despues de haber hablado bastante a este respecto, encontrando en 61 tanta docilidad, ial parecer tan buena dicposicion a convenir en todo lo que le proponia, creí era aquella la ocasion mas oportuna, que no debia perder, para hablarle de conversion, no al cristianismo, pues *ya era cristiano, i si, a morir como tal, especialmente hallhndose de peligro. Tenia dos mujeres tomadas segun sus costumbres i ceremonias, i seguia en todo todas las demas prhcticas de Ics araucanos no cristianos. Aquiel escollo: aquicon- cluyó toda la docilidad i buena disposicion: toda refiexion, toda razon para convencerlo fue dhbil, inútil: las costumbres de sus padres, los usosde la tie- rra fu6 el muro inespugnable. Vinieron en seguida dos hermanos del caci- que a alimentar su dureza. La mujer misma, que era con la que al pare- cer debia contraer matrimonio, por ser la que mas distinguia, i la que gobernaba la casa, i que por lo mismo parecia deberia tomar empeño por la separacioii de la segunda, como es mui natural creerlo; fuú ella misma la que manifestó mas oposicion diciendo: que eso no podia ser: que la mujer segunda nopodia separarse, ni elcacique despedirla, porque ade- mas de la costumbre, ya se habian hecho por ella laspagasa sus parientes. Despues de esto fue envano fatigarme, como lo hice, por convencer a un hombre que por toda contestacion dabala costumbre de sus mayores i los. usos dela tierra. AIli concluyó pues toda la confianza i docilidad, sin que

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7G LA PROVINCIA DE VALDITU

esosninos aprendiao a leer, escribir, contar i rezar, i, habien- do examinado a algunos, los encontré mui adelantados. Los PP. les suministraban el alimento i el vestido, lo mismo que los libros i iitiles de caligrafia. Por todo esto nada recibian de sus parienles. El Supremo Gobierno les daba solo wsenla i dos i medio cenlavos por cada niño. 1 como esa insignifican- te canlidad no podis bastar en manera alguna para cubrir

otra vez hasta su muerte me volviese a tocar nada ni de disposiciones testamentarias, ni de otra cosa. Poco dias despues volvi a su casa siii mejor resultado, repitiéndolo por otras dos veces mas i todo inutilmente. Algun tiempo despues llegó alli el prelado de niisioneros; le referi el hecho, i me invitó a volver a ver al cacique, admirado siu duda detanta resistencia increible en un hombre cristiano, que se hallaba gravemente enfermo, cuya buena razon yo le encomiaba, refiriéndole edemas la de- ferencia que hAcia mi manifestaba : para dade una prueba de ello mande un recado al cacique, pidiendole me mandase caballos para visitarle con otro compafiero, pronto me mandó dos caballos: llegados a su casa, inicié yo un poco flojamente el asunto, convencido por la esperiencia que el resultado seria nulo : pero al menos para dar al prelado de misio- nes ocasion de continuarlo como lo hizo; teniendo por resultado el que debia esperarse con mas razon, pues era la primera vez que veia a aquel cacique, i esta jente si de q ~ i e n coxioce desconfia, ya se deja ver cual sera su conducta respecto de aquel que no ha tratado. Quizo el prelado hablar a la mujer (la primera) del cacique. i por resultado tuvo una pesada i mortificante burla ..... Se quedó pues el cacique con sus dos mujeres i siguiendo sus practicas superticiosas hasta morir con ellas. Cuando la enfermedad se agravó mas, hubo sus machitunes, cere- monia fastidiosa, que dura dos a mas dias segun la categoria del enfermo, i últimamente el mismo cacique envió uno de sus hermanos a Voroe (dis- tante setenla o mas leguas) a consultar una adivina de fama que alli hai. sobre la causa de su enfermedad, llevando la rapadura de la len- gua, las estrernidades de las uñas i cabcllos del enfermo, todo envuelto en un poco de lana puesta en un baso de liasta. La adivina, segun m e

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1 LOS ARACCANOS. 77 los gastos que mcnsiialmenlc demandaba cl alimcnlo i ropas de los muchachos, los PP. misioneros, se vcian obligados a repartir con ellos el sínodo que tienen asignado por el Esta- do i hasta las peqiieiias limosnas que recibian de cuando en cuai~do de la Socictlad Evanjelica (le Santiago. Mas todavía, muchas veces los vi yo mismo privarse hasta del cigarro, su Única dislraccian, a fin de aprovechar esla miserable econo-

lo contó el mismo hermano enviado, hizo habIar esas reliquias del caci- que (he oido a varias personas que se cree que la tal adivina sea una india ventrilocua) i de res~iltas declaró por autores del daño a una her- mana del mismo cacique, un hijo de la misma como de catorce años, una cuñada del mismo i una hija, todos los que fueron barbaramente degolla- dossinoposicion ni resistencia alguna de parte de sus respectivas familias : el cacique murió a los pocos dias tal como habia vivido a pesar de sus ma- chitunss i consultas de adivina, i del degüello de las infelices víctimas, recibiendo si la adivina su buena merced por su trabajo de adivinar,

uColipi (el padre) convino en mi proposicion de bautismo estando en vísperas de espirar; yero cuando para hacerlo le propuse la separacion de veintitres mujeres de las veinte; i cuatro que tenia, me despidió sin quererme dar mas oido por mas instancias que hice, i murió a los POCOS

dias con sus veinticuatro mujeres: i muriendo, a consecueiicia de la consulta de la adivina, cinco infelices por el daño, logrando escapar das mas tambien culpados del mismo delito, con la precipitada fuga.

uEl hijo (de Colipi) enfermó gravemente en Nacimiento: se dudaba de su bautismo, Tambien admitió mi propuesta: tenia tres mujeres; en sus apuros me prometió dejar dos i contraer matrimonio con una, la que qui- siese hacerse cristiana: yo no crei tal promesa, i como estaba alli mismo donde yo residia, diferí el bautismo estando en observacion del peligro. Alivió de esa enfermedad i tan 140s estuvo de cumplir su promesa, q w luego tomó otra mas sobre las tres mencionadas, con la particularidad que la ultima era mujer de su padre i hermana de su madre: i cuando yo despues le reconvenia por todo esto, se burlaba de mi, i de este modo murió asesinado por i l l a j i n . ~

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mia en el pago de una persona que se hiciese cargo del la- vado de los nidos. Esto me enterneció sobremanera i me hizo formar una idea de los sacrificios de aquellos relijiosos i de su ardiente caridad. 1 confieso que por ello me parecieron, mucho mas dignos de respeto i veneracion, que cuantos sa- cerdotes habia vislo durante toda mi vida.

2 DE JUNIO.

Las lluvias cesaron al fin i pude volver a continuar mi viaje. Provisto de cabalgaduras i acompadado del lcapitan do amigos Jaramillo, del lenguaraz i de los mineros i mozos que traia desde Valdivia, me despedí de los misioneros i marché hacia el Poniente pasando por Quechuco i Cuyan hasta llegar a Tres Cruces, a donde arribé despues de una marcha d e mas de dos horas.

Este paraje tiene solo tres casitas situadas pintorezcamen- te en la falda de una elevada monlaaa a la que subimos inme- diatamente. Desde la parte superior de ésta se presenta una visla mui agradable : por el Sur el pueblo de San José i el rio Cruces, por el Oriente la Cordillera de los Andes con los volcanes de Villa-Rica i Llaima i por el Poniente quebradas de aspecto tan salvaje i tan cubierlas de bosques que al ojo mas escrutador hubiera sido dificil descubrir la tierra. Des- pues de contemplar durante algunos instantes ese hermoso panorama, seguimos por la cumbre subiendo i bajando cues- tas, cruzando caminos fragosos, hasla llegar a un valle re- gado por las aguas de un caudaloso torrente. Era el Linguc situado a orillas del rio del mismo nombre. En 61 no hai mas que una sola casila. 1 como ella sirve de limite entre los

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I LOS AR.\CCASOS. 79 terrenos qus posee el Gobierno i los de propiedad de los in- dios, estP Iiobitada por un soldado que ticiio obligacion de pasar el rio al correo i demas persoiias que quieran cruzar- lo e impedir que se introduzcan licores a los indios de las misiones.

Alli determinamos pasar la noche.

Despues de haber encomendado al soldado el cuidado de nuestras cabalgaduras, nos embarcamos en una piragua i se- guimos el curso del rio. Como las lluvias babian aumentudo considerablemente sus aguas, nuestra marcha f u e bastante rápida i en cierto modo peligrosa, porque, siendo demasiado torcido el cauce del rio, la embarcacion en que ibamos no podia mantenerse siempre en el centro i se dirijia a cada instante impulsada por la corriente de una orilla a otra.

Al cabo de una hora pudimos llegar sin novedad a cierto punto que presenta grandes llanuras a uno i otro lado de las aguas. Descubrimos no léjos de allí i en un terreno perfecta- mente cultivado la casa del cacique Martin situada en un sitio llamado Nehuin.

Como hiciéramos comprender a ese cacique que el objeto dc nuestro desembarque era hacerle una visita, envió luego a varios de sus hijos para que condujesen nuestro equipaje i él mismo salió en seguida a recibirnos hasta el umbral de la puerta de su casa. Saludónos con el nacarri-murri, frase sa- cramental entre los indios, i nos invito a pasar en seguida adentro.

La casa era por lo menos do cuarenta varas de Iargo sobre

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80 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

veinlc de ancho. E1 esterior presentaba la forma de una capi- lla i el interior la de una especie de pasadizo de diez varas de ancho dividido en tres partes, en medio de cada una de las cuales ardia un fuego.

Aquello no me estraaó mucho en verdad, porque ya habia sido instruido de la rara costumbre de los indios do tener un fuego por cada mujer i de la otra no menos estraaa i curiosa de preguntarse jcuántos fuegos tienes? en lugar de cuantas muje~.es. Sin embargo necesitaba verlo para poder formar una idea del estúpido materialismo que se nola en aqucllos salva- jes, materialismo que les hace considerar a la compancra de su vida, a la amiga i confidenle do siis dolores i penas, a la madre de sus hijos, como una cosa o animal cualquiera.

Volviendo ahora a la habitacion del cacique Martin. Era u n galpon conslruido de coligüe, barro i totora, sin mas que una sola puerta, que daba paso indiferenlemente a los hombres i a los animales. En la parle superior de dicho galpon habia u n soberado donde se guardaba la cosecha; en la inferior i a ambos lados del pasadizo diversos departamentos separados por quinchas de coligüe i destinados para dormitorios de la familia.

Cuando entramos, las mujeres estaban senladas cerca del fuego sobre veralcas (1) con las piernas cruzadas i teniendo consigo a sus hijos. Nos invitaroii a sentarnos i pocos minutos despues nos cncontramos en sociedad con aquella jenle. M i lenguaraz cumplió cou ellos los deberes de urbanidad. Los salutló recitando la ibrmula de sus cuniplimicntos, que f u e para mi una jerigonza rlpidamcnlc hablada entre ellos q u e

( 4 ) Pieles de guanacos.

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1 LOS ARkUCkNOS. 811'

duró mas de media hora. Aquella coeversacion era un canto de videntos compacos al principio, que segiiia en crescendo hasta i b g a ~ a la mas caprichosa fiwitura. Conotuida la ce4 femonia, se trajo un cordero vivo que se ató a un poste; lo degollaron, en el cuello sangriento echaron sal i ají, i 12

sangre caliente todavia, así condimentada, fné servida en pe- quedos platos de palo a totlos los que nos hallábamos prcd sentos.

El convite en efecto me repugnaba, pero ¿qué hacer entre salvajes? una negativa do mi parte, l ~ b r i a inutilizado todos mis proyeclos, i, tliscurrieiido como los franceses que, d la gaerre'come d la guerre, ms r o d v i a sacar el mejor parti- do de mi sitwachn i aeepti? la sangrienta ofrowla. Sirvikenos despues el mismo cordero de tal mauera asado que tiahian te- nido envidia los mejores restawateztrs de Lhdres o de Paris.

Teiminaíla la comida, ofroci al caeiquo i a sus mujeres al- gunos ~egalos de pañuelos lacres, tabaco i chaquirrrs, de quo parecieron mili salisfeclios.

Nartin te~tlrit do ehcuenta a sesenta aa&; es robusb i de presencia agradable. Sus mujeres, que no son jovenes, no carecen de regularidad en sus faccioiies.

La tarde era hermosa, Martin, que se encontraba alhagado- por mi visita, mo in~lilú a conocer sus tierras. Accple con la mejor gana del mundol su invilaeioa i tuveel gusto do encoii- trarlas tan bien cultivatlas comose potlia exijir, sin ciencia i sin artes, de aquellos naturales. Los campos, ademas de sii praduccion natui*arll, dabao aliinenlo a multitutt de ganado vít-

cuiio i lanar do propiedad del cacique. 1 1

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82 LA PRW~XCIA BE VALDIVIS

En una de mis escursiones en aquel dia, tuve la felicidad de encontrarme con el padre de Martin. El buen viejo arau- cano contaba cientodiez anos de edad ; todos sus sentidos es- taban despierlos, tanto que, a esa avanzada edad,. reco~daba el caslellano i podia espresaise con fatitidad en este idiema.

Cambié con el anciano algunas palabras i entre o t ~ a s cosas recibi de él el encargo de saludar a S. E. el Presidente d e la Hopublica i decirle que esperaba verlo a d e s de morir..

Al alba eslabamos dispuestos a seguir nuestra' marcha. La embarcacion en que habiamos llegado quedaba en un lugar se- guro a cargo de la r t in . Esto, que mchabia proporcimado caba- llos i mulas, no quis~dejarme partir sin la compaaia de su hijo, coniormantlose en ello a la costumbre de todos los araucanos que no dejan salir de su reduccion a ningun amigo sin hacerlo acompañar hasta la inmediata por uno o dos mocetones.

Seguimos pues el curso del Lingue basta su desembocadura en el mar que dista uaas ocho cuadras de la casa que dejaba- mos.

En este punto se ofrecih a nuestra vista urr cuadro bello e imponenle. A ambos lados se eleva ta cordillera de la cos- ta, cubierta de espesos montes que forman una ensenada en cuyo centro sobresale una multilud de rocas levantadas en forma de torres, castillos i olras caprichosas figuras. Si a esto se agrega el aspecto de un mar embrabecido cuyas olas se estrellan estrepitosamenle contra las rocas, cii.briéndolas con sus espumas hasta una altura considerable, i por olra

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Y LOS A ~ A U C A N O S . 83

parte, la hermosa vista de los campos llenos de ganados i recorriclos por el torrente cuyo curso habiamos seguitlo, ape- nas se podrá formar una idea de aquel hermoso cuadro.

Despues de haber contemplado durante algunos lustanlcs el espectáculo que se ofrccia a nuestra vista, proseguimos nuestro camino hacia el Norte, subieodo una de las moutaaas do que acabamos de hablar. Esta por ser en estremo parada i no tener mas camino que un sanjon por el cual acostum- bran correr las aguas, sanjon dc una gran profuudidad i de una anchura por la que únicamente puede pasar un caba- Ilp, nos ofreció muchas dificultatles. Aun ci-co que jamas he pasado en mi vida por un camino mas áspero e incomodo. Recuerdp en efecto, que en la mayor parte de la sabida tuve que echar las piernas a las ancas del caballo i agarrarme de su pescuezo para no mal tra tarme, operacion indispensable al andar por aquella senda i que vi ejecutar diestramente a mi compañero, cl hijo del cacique Martin.

Siguiendo por la cumbre i despucs de dos horas de camino, bajamos por una cuesla casi tan parada como la anterior i llegamos a un hermoso llano donde esta situada la reduccion de Queule. Este paraje se conoce que ha sido antes una her- mosa ensenada que, por el lento reliro de las aguas i el le- vantamient,~ de la costa, ha cesado de servir de lecho al mar para convertirse en un terreno feraz i cullivado.

. La posicion del pueblo es mui pinlorezca. Esla situado on un valle como de media legua cuadrada de estension, cruzado de Norte a Sur por el rio Queule, circundado por el Este por un

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84 LA PROVlNClA DE VALDWlA

semicircri.fo tlc monlafias elevxlas i cubiertas de espcaos bos- ques, i resguarrdado al Oeste por algunos morros de arena que, aunque le sirven de defensa contra lo8 vientos, van inutili- zando, si11 embargo, poeo a poco sus terrenos por la arena que arrojan sobre ellos. Hacia el Norte hai una especie d e promontorio formado por el cerro Nigue de qiae ya hemos hablado. En la parte del &r i al pie de lacemnia por don- de habiamos entrado se hallaba una misiou de capuchinos i eualro casas de chilenos, i , urr poco mas al Norte, diez a oa4 ce de naturales, todas ellas edificadas en terrenos planos i culLivadm i a orillas del C'lhamil, afluente de1 W u l e . Un po- co mas al Norte, cerca &l cerro de Nigue hai otras habita- ciones de indijenas. Entre el Queule i el mar i a inmediaciones de los morros ya dichos se encuentra ademas el Campo Sanlo, terreno en cuya cercanni vive el cacique Pocura.

Impuesto ya el lector del aspecto i topograiia 133 ese fugar, seguiré ahora refirienhlu los acontecimienlos priacipales de mi viaje.

Siendo necesario ver desde luego al cactque de la reduccion para avisarle de nuestra llegada, nos dirijimos a su casa donde fuimos recibidos por uii jóven que se apresuró a hacernos en- trar. Despues de habernos sentado i mientras que el h i p de Marlin daba parte del mensaje de su padre i mi lenguaraz se ocupaba de los cumplimientos de costumbre, senti en derredor mio un olor nauseabundo e insufrible. Acerté a mirar hacia arriba i ví con sorpresa colgado de una viga un cailavcr me- dio podrido, lo que nic causó no poco disgusto i repugnancia.

Concluidas que fueron las salutaciones, pregunte a rni lea-

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T LOS ARAUCINOS. 85

guaraz lo qaa significaba aquello i me respondió que erbs lo5 restos mortales ddpadre del cacique jóvon fallecido dos se- manas ánles, restos que, ea conformidad s una costumbre mai jeneral enltre los iridios, se guardan duranle quince o mas dias, no solo para manifestar el dolor que causa la scpara- cion del difunío, $no tambien para dar tiempo a las viudas 3 que se clispoapn para el entierro, haciendo chicha de man- zana i maiz, mpiarido aguardienle, i buscando las vacas, corderos, chanchos, gallinas i demas cosas que sirven dc or- diqario pair uua fieala de esta naturaleza, a la ctlal son in-, vitades todos los amigos i conocidos de la casa i Iss caciques í mocetones de las imlucciones inmedialas.

Iba a retirarme de aeguida porque )a felidcz me aho- gah ; pero tuve qiie consentir en quedarme para lomar, como en Itlehuin, la saagre de un cordero i comer mui a mii pewr en presencia del nauseabundo cadaver, un plato de asado del mismo animal entremezclado c.on maiz.

Acabada puc fue esta cwemonia, bioe varios regalos 91 jóvcn cacique i a sus mujeres i me despedi de todos ellos, promoliendo volver el dia que tuviese lugar el engerro.

En seguida nos dirijimos a la nision donde se nos habia preparado ya alojamlerilo por los PP- Capuchinos Pedro i Agusíin, que nos recibieron con mucho cariao, prdigáodooos toda clase de agasajos i atenciones. Conversando largamente

1

con estos rclijiosos iobre mis proyectos, pase una parte de aquella noche. iüanifesláronme sus lemores, lo mismo que los misioiieras dc San Jose i , como ellos lainbien, tralaron de

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86 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

disuadirme de mi empresa, representandome los mil peligros a que podia hallarme espuesto entre los salvajes.

3 DE JUNIO.

Habiendo sabido por los PP. que varias veces se babian sacado del buche de las gallinas que se creaban en la mision pepitas dc oro del tamano de una arberja, sali e n la manana d e este dia acompadado del P. Pedro i de mis mineros con el objelo de recohocer las cerranías de los alrededores i al- gunos esteros de donde, segun la tradicion, se habia sacado bastante oro en épocas anteriores.

El panizo de esos cerros me pareció bueno i mui semejante al de Punacapa. Sin embargo, apesar de mis invesligaciones i de las de los mineros que me acompañaban, no pude en- contrar una sola pepa de oro, sino cn polvo.

Por la tarde hice un nuevo paseo liacia la punta saliente de la ensenada con el objeto de levantar un plano de la cos- ta. Alli encoiitrk a varios chilenos que habitaban en cuevas formadas naturalmenle en los podascos de la playa i se ocu- paban de la caza de lobos marinos. Como estos animales s o n mui abundantes en aquellas aguas, los cazadores se hallaban mili contentos por el buen resultado que obtenian. Vendié- mnme algunos cueros que me sirvieron mucho en aquella estacion no solo para cubrirme contra las lluvias, sino tam- bien para proporcionar a mis mozos mantas i rodilleras.

Como el tiempo hubiese cambiado repenlinarnente i princ;i-

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I zos AXAUCANOS. 87 giase a suplar un norte bastante recio, que por lo jeneral es precursor de lluvias, conocí que no era prudente seguir mis esploraciones el siete (le junio, i me quedé en la mision. En efecto, no tardo en cubrirse el cielo de oscuros nubarrones i en caer un abundanle aguacero, que duro hasla el dia si- guiente. Ocupeme mientras tanlo en estudiar algo mas el idioma araucano i en recojer de les misioneros algunos otros dalos acerca de los indios, datos que lus buenos relijiosos me suministraban siempre de mui buena gana.

Interesándome estraordinariamenle lodo cuanto tenia tenia relacion con los salvajes, los bueoos padres noolvitlaban nada a este respeoto,

Bablando una vez sobre las supersticiones (le los indijenas me refirieron el hecho siguiente, que puede dar una idea de sus creencias i costumbres.

Segun ellos ningun ind.ividuo pitede morir siao da resullas de un combate o de vejez. Cuaudo fallecen de tina enferme- dad cualquiera s n la juventud pretenden )que han side en- venenados.

Para descnhir a los autores del crimen, se sirven aun da otra sepersticion. Se dirijon a Boroa, en doade reside un in- dio que pasa por adivino, i cuya cienoia ha estado a veces en peligro de fracazar entre los mismos creyentes. Como el pre- tendido adivino, movido de la curiosidad, hubiese tenido un dia la idea de visitar la mision de Tolten, los PP. le hicieron la mas hospitalaria acojida queriendo aprovechar la ocasion de convertir al infiel por medio de a l enhoes i regalos. El indio, ya sea por interes o por verdadero deseo de saber, se manifestó curioso de conocer algunos &¿alles del culto i de

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88 LA PROVINCIA DE VALDlVlA

k rclijiop ciisüafia. Los PP. que creyeron que iban a tale- quizar un neófito, accedieron gi~slosos a satisfacer su curiosi- dad j redoblaron sus alenciones. El indio se mostró satisfecho de la acojida que habia recibido de los relijiosos, quienes a su turno le obsequiaron por despedida una pequeña cruz que ellos mismos le colgaron del cuello. Vuelto a su tribu nues- tro adivino coo aquel nuevo adorno, la credulidad de sus paisanos principia por alarmarse i acaba por negar la ciencia del que sc habia manchado con la reliquia. Nuestro adiviw ~o pudo ejercer mas su oficio, ni ser venerado por sus cre- yentes hasta que no se hubo desprendido de la sagrada insig- signia, lo que no silcedió siu que hubiese tenido lugar ua alboroto en la tribu de Boroa, i que una partida de salvajes se Iiubicse encaminado a Tolten con el objeto de asesinar a los PP. que hgbian maleficiado al adivino.

Volviendo ahora a los procedimientos indagatorios de que 6sle se sirve-dcspues de haber oido la relacion minuciosa del Iiecho, sin perjuicio de admilir muchos regalos (le caba- llos, aniinalcs vacunos, prendas de plala i todo lo que se le ofrece, averigua los nombres da los amigos i enemigos del difunlo i de lodas aquellas personas con quienes pudo tener relacion durante su vida.

No es solaineiile la supsrsticion lo que inspira a los con- sullores de aquel Delfos Araucano, ni lo que dicta las reso- Jucioiies de su pilonisa. Los salvajes i sobre todo las mujeres son diestros cn el conocimienlo de las plalilas venenosas que ~oiitieile su lei-rilorio: saben esplotai-las con ese inal instinto (le que la iiatiii.aleza ha dolado al hombre primitivo al mis- nio tiertipo que de sus mejores scnlimienlou. Asi es que la

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práctica de la consaltacion del wáculo no camce de una ba- so ea el conocimiento de las costiimbres indijenas. Las mu- jeres araucanas usan entro sus muchos adornos de chaquiras, piedras, cristales i otras zarandajas, un collar de dedales de piorno o Unc, i jeneralmente en uno de osos pequeños recep- taculos es en donde esconden el filtro que siempre llevan eonsigo. Un disgusto cualquiera, una pendencia, un momento de cólera o una venganza premedilada encuentran inmedia- tamenle su saiisfaccioo. En la primera oportunidad, no t i e ~ e n mas que vacear el contenido del dedal en un vaso que pueda beber el enemigo, i la venganza esla cumplida.

Eslo, no obstante la charialaneria de los adivinos, pone al- go & su parte. El adivino como si consultara a los cielos, se entrega a contorciones ridiculas, gritos descomunales e hcohereulos, invocaciones finjitlas, actos de delirio, en me- dio de los cuales pronuncia el nombre de una o mas de las personas con quienes tuviera relacion el muerto.

Ega es la sentencia definiiiva. Los pobres diablos cuyos nombres han sido pronunciados

por ese charlalan estari condenados al uJlimo suplicio. Los consultores del oráculo de Boroa, de vuella en su tri-

bu, piden a su cacique la entrega de los acusa(ios para la ejccucion do la senlencia.

Como los misioneros han querido a toda costa desarraigar de entre los indijenas esa bárbara costumbre, instándoles eonslanlemente a adoptar hábitos mas suaves i humanos, una vez que debia tener lugar uno de estos juicios de Dpos de la Tierra, el cacique en cuya jurisdiccion debia ejecularse creyendo dar una prueba de la razon de sus costsmbrcs,

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90 LA PROVINCIA DE VALDlVlA

invitó al misionero de la Imperial a presenciar el acta, i co- mo esle se encontrase imposibililado, envió en su lugar al capitan de la mision cuyo relato es como sigue:

«El dia que me designó el relijioso, me dirijí al Ilaeo don- de debia tener lugar la justicia. Babia allí mas de quinien- tos indios, unos senbdos sobre sus piernas cruzadas i otros echados de barriga.

uAl cabo de algun tiempo se alzó una voz. Era la del ca- aique que segun las eoslumbres de la Tierra, mandaba que todos los asisleales formasen un gran cireulo, en medio del cual debia cumplirse la atroz ceremonia.

«Formado el circulo, el cacique dirijiendose a todos los asis- tentes, dijo : «que la adirinacion del adivino (queremos con- Bservar las mismas palabras del ~api lan de la mision) habia »descubierto al autor de la muerte del hijo do un cacique i »que el culpable estaba presente, por lo que creia necesario » haeerlo venir delanle de el para ser interi*ogado.n

«En scguida, llamando a una jóven de diez i seis alios de en medio del circulo, le pieguiitó si era cierto que habia en- venenado al hijo del cacique.

-Si, respondió ella con entereza. -Sabias que merecias la mucrlc por este crimen? -Lo sabia, respondió con igual serenidad, agregando que

habia sido inducida al crimen por su madre. use hizo venir a la madre. Ella se disculpó con astucia,

conservando una atlmirahle sangro fria, havta hacerse absol- ver por sus bárbaros jueces.

cdlespues de este breve iiiterrogatorio, se hicieron los pre-

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I LOS ARAUCANOS. 91 parativos del suplicio. Plantaronse dos postes en medio de los circunstantes en cuyas estremidades superiores habia una es- pecie de abertura; encendieron cuatro hogueras cerca d e ellos, desnudaron a la víctima i la ataron de pies i manos a un madero, que colocaron sobre la abertura de los postes i a l calor del fuego. Bailaban, brincaban, saltaban, bebian, ri- soteaban, ahullaban, mujian, mientras que se tostaba la pie1 de la jóven.

i Pobre humanidad ! entre la vieja civilizacion de las anliguas repúblicas italianas que tenia por instrumentos de juslicia los sótanos da1 palacio ducal de Venecia i su te- chumbre de zinc al rayo del Sol i la barbarie primitiva de los araucanos habia este punto de contacto: hacer que la víclima viviese mas para agotar la tortura! .... Los salvajes retiraban el fuego, daban un descanzo a la jóven como para fortalecerla conlra el siiplicio i luego lo aplicaban con mayor vehemencia para provocar en ella las ultimas fibras del dolor ....

i Pobre natiiraleza la nuestra no puede resistir i sucumbe ... ! La infeliz exaló el Último suspiro. Ni un jemido, ni una queja, ni una manifeslacion de dolor, ni un jesto de afliccion, pudie- ron notar en ella los que la rodeaban. Vigorosa i primitiva raza la que así desafía el martirio i la muerte !

La terrible trajedia estaba ya terminada i muchos de los indios empezaban a retirarse cuando la madre de la viclima, maltraidos sus vestidos, palido el semblante, espumosa la boca, saltadns los ojos, temblando totlos sus miembros , hen- diendo la multitud, penelra hacia el birbaro juez i en fraces entrecortadas i balbuceanles, baja i trémula la voz, amena- zador el ceno, murmura a su oido estas palabras :

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92 LA PROVlNClA DE VALDIVIA

*Escucha .... La culgabb soi yo .... Yo fui quien preparo el Bveneno...: la hija de mis entrañas ha perecido inocen te... . yo rvla instigue al crimen sin que ella supiera lo que hacia ..... Tú w me la has arrebatado.. .. , tú la has con\.ertido en carbones.. .; B tu Iendras la misma suerte.>,

Aquella mujer, cegada por el delirio, acosatla por el re- mordimiento, se entregaba a la brutal juslicia del cacique en un momento de enajenacion mental.

Este al oirla llama de nuevo a la concurrencia que ibn ya eIi dispersion para juzgar de la conlesion de la infeliz i bar- 4ara rnsdre.

Aquel pueblo salvaje, w satisfecho aun de k primera ejecucio~, antes por el contrario, provocados por ella s u s inslintos sangrientos, volvió presuroso a conlemplar las tor- turas horribles que se preparaban a la verdadera culpable, i que celebraba en medio de una griloria de caníbales.

Concluido esto acto de brutal justicia, el cacique volvMn- dose al capitan de la rnision dijo : uDiga U. a los PP. que #o siempre se condena aqui a los iwentes i que s d m s hacer jwticiu wejor de ¿o que ellos creen.))

9 DE JUNIO.

El tiempo se habia serenado i prometia buenos dias ; asi es que creí cenveniente seguir mi viaje.

A las nueve de la maiiana pasamos el Queule en una ca- noa, llevando nuestras cabalgaduras a nado.

Llegado al latlo opuesto, hice una ~ is i ta al cacique Pocura, que vivia a inolediaciones del panleon. El araricano me reci-

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1 UIS ARBOCAXOS. 93 bió mui bien. 1 no queriendo dejarlo dcsconlento, Ic regalé varias frioleras, por las que se mostró mui agradecido.

Conlinuamos por la playa nuestro viaje hacia el Norte ha* ta llcgar al cerro dc Nigue, distanle como dos leguas de fd casa que dejabarnos. Tuvimos que subir a el por un camino en eslrerno fawoso ; i, despnes de haber marchado ccrca de um hora por su cumbre, llegamos a un barranco desde don4 de pudimos divisar una inlinidad de peilascos i riscos que su veian a nueslros pies i toda la estension del camino que d e biamos recorrer para llegar a la reduccion de Tolten.

Descendimos da nuevo a la playa por medio de esos riscos.

El cielo se habia oscurecido mientras tanto; el Norte so- plaba con tal violencia que levantaba inmeitsas olas del map irrilado, estrellindolas en seguida con grande estrépito contra las rocas. Era tal el ruido qne hacia la natitrafeza qne era im posible oir lo que se hablaba. En los pequeños inlervalos de calma que se sucedían de cuarrdo en cuando, apéoas se distin- guiaotra cosa que loa ahullidos de los lobm marinosqne huian de la tempestad para refujiarse en los riscss sobresrilhntos,

En mi bajada de la monlana tuve ocasion de observar al-. gunos rodados de minerales que, por el mal tiempo, no me fue posible seguir hasla su orijen. 1 teaiendo algunas notieias de que en aquel lugar se habian trabajado varias minas en tiempo de los españoles, determiné examinar esta cerranía, previo el permiso de los caciques vecinos, a mi vuelta.

C o m ~ principiaba ya a caer el agua, apresurarnos nuestrq

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marcha, siguiendo por la playa hasta llegar a la desemboca- diira del Tolten, adonde arribamos en el tbrmino tlc hora i media. De alli continuamos por el curso del rio con direccion al N. E. hasta llegar a la casa del cacique ¡íuilcafiel que s e enconlraba en la misma orilla.

Este jefe picunto, luego que supo quien era, hizo preparar alojamiento para mi i las jenles que me acompaaaban i salió a recibirme. Era un hombre como de cuarenta i tantos anos de edad, alto,, de buena presencia, de una fisonomía bastante agradable i vivia alli con sus dos mujeres e hijos.

Despues de haber cumplitlo con el ceremonial de cosliim- bre, que consiste, segun hemos dicho en otra parte, en u n largo i pesado saludo recíproco i en la bebida de la sangre de un cordero, en señal de amistad, cenamoa con mui buen apelito i pasamos algunas horas de la noche conversando so- bre mis proyectos.

Sabiendo que este cacique tenia una grando influencia en- tre los indios, me apresure a ganar su volunlad por medio de buenos regalos, que distribui entre e1 i sus mujeres, rega- los que consistian en camisas, paliuelos, iin acordion, cha- giiiras i agujas capoleras, Pero lo que me agradeció mas el jefe araucano fue una pipa de aguardiente. Esta bebida tan apreciada entre los salvajes, no tardó en ser probada por el cacique repetidas veces. Un poco alegre con ella, eambib de idioma en su c~nversaeion que, hasta entonces habia sido e n araucano, dirijiéndome varias preguntas en español. Noté que hablaba bastante regular e inferí que si no lo habia he- cho antes era por imponerse, segun lo acostumbran, de la

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1 LOS ARAGCINOS. 96

que yo dijese a mis jeittes i saber asi las verdaderas inten- ciones que me llevaban a la Tierra (4).

Despues de haber conversado algun tiempo mas, tomé el pretesto de una indisposicion para relirarme al aposento que se me habia deslinado, resuelto a recorrer a la mnaana siguien- te los alrrededores do1 nuevo pucblo a que acababa dc llegar.

10 DE JUNIO.

Tollcn es una de las rcduccíones mas grandes que hai ea- tre el rio del mismo nombre i el Valdivia o Calle-Calle. % esliende como dos leguas a ambas orillas del primero de es- los rios hacia el Este i cuenla una poblaciom como de dos- cientas familias.

Sus terrenos son planos i feraces: .tienen exelentes pastos que sirven de alimento a numerosos piMs de ganados de to- das clases. El trigo, las avas, el maíz i principalmente la papa conocida bajo el nombre de Toltetaica se dan en abundancia i de mui buena calidad.

De esos terrenos se cultiva desgraciadamente ana mni pe- quelia estension, qiiedando el resto cada dia mas abandonade a causa de los estragos que hace en sus pobladores, desde algunos anos a esta fecha, la peste de viruela, enfermedad para la que no tienen remedio, ni preservativo alguno. 1 es de sentir que tierras tan preciosas para el cultivo vayan cu- briendose poco a poco de arboles que, si en el dia es facil

( 1 ) Es costumbre de los chilenos del sur, llamar Tierra a todo el te: rrilorio araucmo.

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M LA PROVlNClk DE VALDIVIA

arrancar, no lo sera mas tarde, cuam16, crecidos ya, hayas echado profundas raíces en el suelo, enlazandoso uoos a otros.

En época antarinr existib en oso lugar una. mision cristia- na, pero los P. P. que la dirijian tuvieron que abandonarla' mui luego por los muchos peligros i el niogun provecho que de olla se sacaba.

Volviendo ahora al rio Tol ten, dirb que nace de la laguna de VIHa-Riea, a la que sirve de desaguadero i, dcspues de recomer casi en línea racta de Orienle a Poniente uiia esten- sion como de veinticioao leguas, tocando en las reducciones de Putué, Potrufqueen i Donguil i formando innumerables is- las, desemboca en el mar, teniendo de anchura en esa parte mas de cuatro cuadras.

Simio tan ancho este rio i teniendo adernas la suficiente profundidad para sostener en sus aguas buques de alto borde podria servir de exelente desembarcadero si, por desgracia, no existiese a su enlrada una barra baslanle g r a d o que va- r i a persmas han codderado con un obstáculo invensible w r a hacerlo oavegable. Creo sin embargo que si un práctico eh la materia examinase aqeella localidad, no podria mbnos de descubrirque, por )a parte Sur. existe un canal pordonde se puede entrar eoa facilidad. Sujetos competsates me han ase- gurado que el Rio Biteno, navegado en vapor i goletas por dios mismos muchas veces, preseataba mayores dificultades para la entrada de los buques que el Tol ten.

A inmcdiaciones de mi alojamiento habia un balsero indio

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1 LOS ARAUCANW. 97

que se ocupaba en pasar el rio a las persona6 que lo solicita- ban modian te una módica recompensa.

E1 Tol ten es en invierno mui correntoso i dificil de pa- sar, cosa que no sucede en el verano, epoca en que deja ver algunos vados, principalmente en las cercanias de Villa- Rica, de Putue i Pilrufqueen. Los indios que viven lejos de esos vados lo pasan o agarrados de las colas de sus caballos que, nadando, los sacan mui luego a la orilla opuesta, o en pie raguas que cuidan tamtien de amarrar a las mismas colas i que los referidos animales arrastran con mayor facilidad.

Necesitandoun disfraz para penetrar entre los indios, como he dicho al principio, hice entender al cacique que deseaba conchavar en la reduccion varias mercaderias por caballos i otros animales. Este ordenó a algunos de sus mocotones que fuesen inmediatamente a llamar a los indios vecinos, quienes se apresuraron a concurrir con los caballos i vacas que de- seaban cambiar. Entrelenido oon ellos, pase la mayor parto del dia,

A la tarde Huilcafiel me llamó aparte i me dijo: ((a fin de dar- te una prueba de mi amor a la relijion cristiana de que tanto me has hablado i para mostrarle al mismo tiempo ol afecto que te profeso, he de terminado que bautices a ires de mis hi- jos. Yo tambion me convertiria a tu relijion de mui buena gana, pero ¿qué seria entonces de mis mujeres? me veria obli- gado a abandonarlas ; i esto en verdad que ITO puedo hacerlo.

Agradecíle sus manifestaciones de carifio, esplicandole que no era de mis atribuciones lo que exijia, siendo preciso enviar a los ninos a la mision de Queule o hacer venir de ella algu-

13

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$8 LA PROVINCIA DE V A E ~ ~ T ~ A

no de los relijiosos. Insistió sin embargo en sus prelenciones, agregando que si yo no consentía en hacerlo nunca permili-, ~a que olro los bautisase. Mi lenguaraz me hizo seaas para que aceptase, i muí contra mi voluntad, tuve que administrar el Sícramenlo del Bautismo a los tres hijos del cacique. Al efecto, hice que todos los concurrenles se formaranen circulo, i habiendo elejido Huilcaíiel las personas que debian servir de padrinos, derrame el agua rejeneradora sobre la cabeza de las tres criaturas que sucesivamente me fue presentando en brazos mi longuaraz. Por una rara casualidad habia tocado a hstc i a mi mozo de mano el ser los padrinos de aqiiellos ni- dos. 1 ambos se vieron mui apurados despues de la ceremonia porque no ienian qiie regalar a sus ahijados, en conformidad a la costumbre del pais.

liuilcafiel me obsequió en seguida, como compadre, un her- moso caballo i ordenó a cada una de sus mujeres que me diesen un abrazo, seiial de mucho aprecio enlre los Piciintos.

1

Uuciio así de la entera confianza del indio, Je di a enlender que no solo habia venido a la Tierra con el objeto de conclia- var, sino tambien con el de reconocer los ricos minerales qiic, segun fama, existian en aquellas reducciones i de que ellos no bacian uso alguno. Le agregue que en el cerro de Nigoe ya ha- bia encontrado buenas demostraciones de la existencia tle me- tales; pero que, conociendo lo arriesgado que era un reconoci- miento, por hallarse prohibido por sus leyes bajo pena de la vida el trabajo de minas, no habia querido principiarlo sin obtener antes su permiso. -4 esto me contestO que SI por su parle iio leiiia la nicnor dcsconíianza de iiii ; pero que, de lodos modos, seria precisoconscguir licencia de los otros caciques, i, como en qquolla misma tarde dcbian reunirsc para 11-alar de varios

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1 LOS ARAUCANOS. 89

asuntos de irnpor.lancia, creia mui aproposito que Ics hiciese mi solicitud sobre el particular, que e1 mismo apoyaria como pudiese.

Como Hui.lca4lel no era el principal cacique de la reduccion, sino Mlllapi, i Qste agraviado me enviara varios recados para que fuese a alojarme a su casa, no pude menos de sa- lisfacer sus deseos i me diriji acompañado de lluilcafiel i de nqi pequeaa carabana a sus posesiones que distaban unas ocho o diez cuadras del lugar donde nos encontrábamos i estaban siluadas a orillas del rio en terrenos sumamenle feraces.

A medida que nos acercabarnos podiamos divisar la mulli- tud de jente que habia acudido a la junia. Al llegar, fIuilcaGe1 me presentó a Millapi, que eslaba sentado en medio do un gran círculo de indios, teniendo a su lado otros caciques de la misma reduccion. Este me hizo sentarme tambien junto a él con mi lenguaraz i ordenó a las demas personas de mi comi- tiva que se colocasen en la fila jeneral.

Fallando todavia algunos caciques i no pudiendo darse principio a las deliberaciones de la junta mientras no llegasen, aproveche la oportunidad para regalar a los concurrentas va- rias de las mercaderias que llevaba conmigo. Los jefes lo- caron pañuelos lacres con que se amarraron al momento la cabeza ; Millapi una carga de aguardiente i un sable que col- gh a su cintura, i los demas dos cigarrillos de papel cada uno. Nillapi puso a disposicion do la concurrencia su agaar- ilieiite, que dio orijea a una multitud de brindis.

Los que füllaban habian llegado mieniras tanto, i, a una

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100 LA PROVINCIA DE F A t D I V l A

scnal dada, todos se callaron, quedando con la palabra lüi- Ilapi.

Traltss primeramente dc castigar a Una jóveii, que, se- gun la senlencia do1 adivino do b r o a , debia ccmsiderarse como autora del daiio o envenenamiento de cierto indio. Hallabase alli un anciano venerable, padre de la infeliz a quien se trataba de ajudiciar. Suplicbéste con los ojos Ile- nos de lágrimas que se declarase inocente a su hija, ofre- ciendo pruebas de sainculpabilidad. Psro a nada so hizo caso; i la senlencia pronunciada en lbroa fue declarada infalible i on consecuencia condenada la nina a ser quemada viva. Por sucrte esla habia huido de la reduccion, refujiandose e n territorio crisliano, donde no podia alcanzarla el bárbaro marlirio.

En seguida se denunció o1 robo cdmelido por un Pícuolo d e dos vacas, i, con sorpresa ví que era condenado a devolver al dueno de ellas diea i seis. Pregunte a mi lenguaraz porque so lo hacia entrogar tantos animales, no habiendo sido mas que dos los robados, i me conteste rekibndorne deta- lladamente las coslumbres de los indijeuas en cuanto a robos, cuya relacion creo que no carocera de interes para el lector.

Cuando un indio roba una vaca, pai. ejemplo, i es dcscu- bierto por el dueao, se le condena a dovolver el doble, es de- cir, dos vacas; si no obedece a la orden del caciqiie, se envia un moccton con el encargo de nolificarlo por segunda vez, i el ladroa tiene que entregar, a mas de los animales ya di- chos, otro a esle mensajoro como paga de su dilijencia. Si a pesar de esto, se obstina cn no obedecer, el cacique se dirije personalmente a la casa acampanado de varios ~nocelones i

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1 LOS ARACICANOS. 4 0.1

le ordena dar dos vacas al daieflo, una al primer moceton que le noliGcó la sentencia, olra a cada uno de los que le acomv panan i dos a el mismo. Como suele suceder quo hai algunos indios la^ obstinados que ao quieren cumplir por capricho las ordenes de su jefe, se conveca enlóncos a junta a loda la re- duccion, i los asistentesse dirijen inmedialanieiito a casa del la- dren, lo obligan a cemplir por faerza lo ordenade, sacando ca- da uno de ellos otro aiiirnal para si ; de manera que como losque concurren a eitas juntas son jeneralmente niuches, suele que- dar el ladron con los brazos cruzados, sin aniinal alguno.

En caso de ser descubierto el robo por olca pcrsoaa qua el dueño, se manda que el crimioal pague dos animales al i.09

bado i uno al denunciante. Sucede tambiew a meiiuds que, viendo que un ladron no

tiene con que pagar los aaimales robados, el duelio de és- tos finje no conocerlo i deja trascurrir algun t i e q o hasta que mejore de forluna. E~tóncas se gresenta centra 61 cou las pruebas nocesaiias i reclama no solo el doble de 10s aiiimales robados, sino tambien la cria que a ellos hvbiera correspondido durante todo ayuel lapso de t ierupa De mo- do que si el robo fue de una vaca, ocho anos despues del hecho, tendrian que eulregarse como cincuenla o mas.

Vontilisonse en la junta de aquel dia varios otros asunlos de menor inipoi-lancia, que consislian principalmente en rccla- mas Iieclios p01- algunos awianos C O R ~ ~ el mal Irato que sus yernos daba^ a sus hijas. Condenúse a eslos a hacer cier- to numsro de pagos a los sitegiyos (1).

( '1) Cada pago consisle cn dos ol~jctos de la misma especie, como dos corderos, dos cliapchos .o .dos .caballos.

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102 LA PROVIXCIA DE V A L O ~ V I A

En seguida Huilcafiel tomó la palabra i, en una elociirnle arcnga, dijo a los asistenles que acababa de hacerme su com- padre en prueba de la gran confianza que le habia inspirado i que, hablando conmigo, habia sabido que poseia los eonoci- mientos necesarios para la esplotaeion de los ricos minerales de la Tierra, minerales que, si no tenian valor para ellos,podian hacerlos ricossiempre que tuviesen una persona como yo. dis- puesta a trabajar en compaaía i repartircon ellos todas las uli- lidades. Agrególes que, a pesar de la costumbre de sus antepasa- (los, creia que era eonveniente emprender el trabajo a fin de que todos los pobres pudiesen tener sus buenas espuelas de plata i elevarse pocoa poco hasta dar mayor irnporlancia a la reduccion.

Concliiitla esta arenga, se levantó un murmullo jeneral en la asamblea, murmullo que, creciendo cada vez mas, deje- nero mui luego en una completa confusion. Levantaronse casi todos los indios de sus asientos i rodearon al orador con gri- tos i amenazas, diciéndole, que ya estaban informados del objeto de mi viaje que era sacar las prendas de los sepulcros de sus antepasados, i que ellos no cansentirian jamas en se- mejante atentado. ,

La- discusion iba acalorindose sobre manera. Por- fortuna, varios de los amigos de Huilcafiel, vinieron en su auxilio i en apoyo de mi solicitud, diciendo a los mas exaltados que no eran tales las miras que me animaban, sino unicamenba el deseo de sacar los metales (le la Tierra que se enoantraban en las entralias de los cerros. Yo aproveche esta oportunidad, re- partiendo nuevos regalos a toilos los ooncurrentes, cosa que conti.ibuy0 no poco a hacerlos declararse en mi favor. En efecto, el biillicio fui? ccsantlo por grados i una ucz con-

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f LOS ARAUCLNOS. 4 0 3

eluido el debate i consultados los votos de la asamblea, Iiitre. la salisfaccion de oir que se me concedia por unanimidad el permiso que habia solicitado.

Dióse cuenta en seguida de algunos recados de varios ea- ciques de la Alta Frontera que teilian por objeto invilar a. los i n d h de Toltea a levantarse ea masa i caer sobre Valdivia. IbEillapi se dirijió entonces a m i i mo dijo, que, conside- randome ya como hijo de Fa tierra, esperaba que le manifes- tase francamente mi parecer en este asunto, debiendo cles- eansar ea la segaridad de que. mis consejos en manera alguna llegarian a oidos de nadie. Por media de mi lenguaraz le eini- ti mis ideas sobre el parlicular i concluí diciéndoles que no era propio de su cordura el dejarse alucinar por las falaces promesas de caciques enemigos.

Aboguéconcalvr por los bienes que.les traeriala buena inteli- jencia con los cristianos, prometiéndoles presenlar a mi vuel lo a Saniiago las peticiones que ellos quisiesen elovar al Gobierno.

Mil demostracion~s de asentimienlo no cesaran de inlc- rrumpir mi discurso, que concluyó e n media do los gritos i vivas de todos los concurrentes.

E1 permiso para trabajar minas que se me Iiabia concedida ya, era mucho mas dificil de obtener que el establecimienio tle una mision, cuyas ventajas les hice coniprender por los progresos que liahia hecho la reduccion de Queulc i por 10 qiie debian esperaSr de la honrlatlosa solicitud que sit:mpra Iiabian merecillo de los P. P. Eslo parecio coiivencci~los, i en el dia esa mision se encuentra ya restablecida enlos inis- mos terrenos quc ocupaba la anlerior,

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11 DE JURIO.

Por la manana hice un paseo para reconocer el rio Queule, que corre mui cerca del lugar tlonde me encontraba. En el camino me distraje algunos instantes en cazar fla-

mencas, cisnes i garzas, aves que se encuentran atli en abun- dancia.

Une vez llegado al Queule, me ocupe en la observacion de los terrenos por donde pasa, a fin de ver si era fácil unir esle rio con el Tolten por medio de un canal, cosa que me pare- ciU no ofrccia grandos dificultades,

Despucs do haber tomado varios datos interesantes sobre la rcduccion, considerii cumplido el objeto de mi vieje i trate de volver a Valtlivia.

A l efecto, tiice que mis mozos reunlesen todos los animales qiio habia conchavado a los indios, i, despues de despedirme de los caciques IiIillapi i IIuilcafiel, salí de Tolten, siguiendo el mismo camino por donde Iiabia veniclo Iiasla llegar al cerro do Nigi~c, donde me proponia pasar la noche.

Llcgado allí, priiicipiE por examinar las muestras de mi4 heraics qiic anles habia visto a la lijera. 1)escubi.l felizmente riiia vela de cobre bastante anclia f que, aunque en si1 super- ticic no manifestaba una lei mui subida, prometia sin embar-. $0 n~ejorai'la cn mayor Iiondiira i dejar buenas recompensas al csplolatlor, no solo por sus metales, sino tambien por Iitillarse siluada cir la falda de un cerro que toca en la playa

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i tener ademas a sus inmediaciones agua dulce, lefla i maderas de construccion.

Alentado por el buen resultado de mi primer hallazgo i deseardo reconocer con mas dctencion algunog parajes del mismo cerro, prendí fuego a varios espinos para poder pe- netrar en los espesos montes que lo cubren. Las llamas cundieron empero mucho mas de lo que hubiera tlesea- do, presentando en breve un luego que eonsumia como una cuadra de arboles mas o ménos elevados i que probablcaenle habria consumido todos los que alli liaba, si un fuerte agua- cero no hubiera venido a apagarlo en la iioche inmediata.

Siendo insoportable el calor i humo que nosotros mismos habiamos provocado, nos vimos precisados a refujiarnos bajo algunos riscos de la playa.

Aqui se ofreció a nuestra vista un espectáculo bastante particular, Siendo este lugar notable por sus exelentes ma- riscos, se habian reunido en el aquel dia mas de treinta in- dias, entre jóvenes i viejas. Aguaitaban estas que las olas st? retirasen para hecharse sobre los riscos abandonados uu mo- mento por las aguas i sacar las conclias, corriendo en segui- da a la orilla ántes que las pillase junto con su presa una nueva ola. Sucedib muchas veces que las aguas llegaron con mas lijereza (te la acostumbrada, arrastrando a algunas que no habian alcanzado a correr lo bastante para librarse de ellas, lo que ocasionaba una inmensa algazara i gi-iteria en- t re las demas.

Así que vino la noche, aquellas mujeres se retiraron mnl conlentas con sus mariscos, i yo i mis jentes nos arreglamos del mejor motlo posible en la cueva que habiamos elejitlo, a fin de dormir algunas lloras.

14

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12 DE JGNIO*

Rscorchnilo lo qne se nio habia dicho acerca do los lava- deros de oro que los espaióolcs habian trabajado en la época dt3 la conquista ou el cerro de Nigue, observe loa esteros que nacen de 61, i, a pesar de no haber hallado en &los mas. que o19 en polvo, no pude dudar de cnanlo se. m13 refiriera en vista de las serlales de t rabjos quo no14 eii. diversos puntos.

ConciuMo mi reconocimienlo, volvi a seguir mi camino cont diroccbn a Queule, prsando por dos pequenas poblaciones que antes no habia visitad@ i que se hallan siluadas a orillas del rio que lleva el nombre de aquella rehkiccion.

Yocm horas despnes I legi~bams a L morada del caciqiio Pocura, donde nos edretuvimos uii. buen rato, para atravc- sar en, w u i d r el riel coa rumbo a la mision. En esta nos re- cibieron los PP. Pedro i Agustin con tanto mayor gusto, euanto que habian tenido serios temores por nuestra tax- danza,

Aun cuando me habia propuesto volver a Valdivia inme- diatamente aprovechanda el buen tiempo, tuve sin embargo que demorarme en Queule para cumplir el compromiso que habia contraido con el hijo del finado cacique \'oiq.uipan d e asistir al onliorro de su padre.

Aprovochh este dia en visilar la escueta de la mision. Ha- hia en ella como veinte mucliaclios que se ocupaban, lo mis-

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i LÓS ARA~YAXOS. 4 07 mo quccn San Josb, en el aprcndizajede h leclura, caligrafia, aritinelica i catecismo de la rclijion crislirtna, ramos todos eri que se hallaban no poco adelanlados. Propúseles varias ciiestiones sobre las malerias que habian esludiado i todas ellas las resolvieron con un despejo admirable i sin asustarse en lo menor por las dificultades que encerraban.

14 DE JUNIO.

Este era el dia fijado para el entierro de los restos del ca- cique Voiquipan. Asi es que desde terupi-ano me diriji a la casa de su hijo.

La familia del finado habia reunido ya gran numero de provisiones para aquella solemnidad, consistiendo en vacas, corderos i chanchos gordos, gallinas, chichas de maia i de manzana i aguardiento.

Desde mui de maiiana empezaron a llegar loa convidados (le uno i alro scxo en hermosas cabalgaduras adornadas con cabezadas, frenos i estriveras de plata, luciendo las mujeres en sus cabezas, orejas i brazos adornos del mismo metal.

A medio dia estaban reunidos ya cerca de la casa del di- funto como cualrocientos indios, entre hombres i mujeres, formando un gran circulo.

Poco despues se sacó el cadaver de las vigas donde estaba colgado para llevarlo al cementerio. Una vez en el suelo, varias mujeres se arrodillaron en derredor de 61 i comenza- ron oon sollozos, gritos, suspiros i lágrimas a cantar las ha- zaiias, los inhritos i las virtudes del difunto.

En seguida todos los asistenles montaron a caballo, a asccpcioii (le los doi~tlos del finado, que permaoecicron w

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9 08 Ll PROVINCIA DE VALDIVIA

pie i qae, cojiendo el atautl, lo condujero~ hasta el rio. Allí so embarcaron COR el cadáver en una canoa, mienti-as el acompulaaiieiilo pasaba a nado hasla la orilla opuesla, dondg se encontraba o1 campo santo,

Llegados a tierra, diez robuslos mocc tones se adcla ntaron a escapo, dando alarilloscspüntosos i blandictldu en todas di- recciones sus sables i f~rmidables lanzas c m o si hubieran empedado un singular eombale cen algun enemiga A tiem- po que lcts i~dios hacian aquellas escaramuzas con las que creian ahuyentar al espirilu malo de aquellos parajes para q u ~ i ~ o pudiese perseguir el difunto, yo i las finles de mi co- mitiva hicimos algunas descargas con nueslras escopetas por Babérnoslo suplicatlo anleNormenCe el hijo de Yoiquipan.

Llegados a l sitio del entierro, pusieron los deudos el alaud eii tierra i se despidieron del difunto, lo mismo que los demas de la comitiva, uno a une. I'usieron en seguida al rededor del cadaver cariir, rnaiz, pavos, gallinas i varios cantaros de chiclia para que le sirvieran en el largo viaje que debia emprender. Despues lo cubrieron con piedras hasta formar una piramide, i, terminada esta operacion, vacearon sobre las piedras otros cántaros de chicha i plantaron alli una cruz de madera ; volvientlo despues a la casa donde principió una bo- rrachera que debió durar tres o cuako dias (1).

En la mafiana cle este dia hice los preparativos necesarios para la prosocucion de mi viajo i maulle a los arrieros con

( 4 ) Esta costumbre de colocar cruces sobre los sepiileros, a irnitacion de los cristianos, es mui comua en toda l a Araticania.

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I LOS ARAUCAAOS. 109 toclos los aiiiinalos que Iiabia aclquirido en la reduccion de Tolten que so adehnlasen por tierra hasta Yaldivia.

Gamo permitido, ántes de seguir en la rdacicwi de mi vuelia, consagrar un recuerdo a los misioneros de Quenle, quienes, por haliarse en medio de los indios, estito mas es- puestos a la cólera de eslos salvajes i a mayores privaciones que los de San José. Reciban ellos desde el lugar d o ~ l e me oncuenlro las mas sinceras gracias por el caria0 i hespilali- dad que supieron dispensarme.

Sali pues de Queule con direccion a Nehoin por el mismo mal paso de que ya he hablado al lector, i llegue en la tarde del mismo dia, alojandonie en la casa de Nartin.

Despuesde haber descansado un rato, sali a pasear por e1 campo.

Los vagos i melancólicos tintos del crepisculo vespertina me permitieron todavia reconocer varios arroyos tintes de que las sombras do la noclie hubieran podido estender su ne- gro manlo.

Las siele i media serian cuando me rotiré al alojamiento, contento del resul tado de mi paseo.

Desde esa hora hasta las doce do la noche pasé refiriendo a Marlin los principales acontecimientos do mi viaje a Tolteu i los resultados obtenidos, quo me dejaban no poco satis-. fecho.

16 DE JCNIO.

Nui de alba hice preparar la canoa i me cmbarqui con

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110 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

mis mozos i dos hijos del caciquo que debian ayudarnos a bogar. ,

Como en mi viaje anterior de Lingiie aNehuin habia omplea- do poco mas de dos horas, no considere necesario llevar viveres, i me engaae gravemente, porque el rio habia crecitlo niucho i su corriente era tan rápida, que cuando nos sorprendih la noche habriamos andado escasamente la tercera parte del camino.

Las oi.illas de este rio eran tan espesas de montes, que no nos fue posible desembarcarnos i tuvimos que alar la canoa a un tronco que sobresalia en las aguas,

Para colmo de desgracias, la perlurbacion del aire unida a la alleracion de los elementos atrajo una borrasca que estuvo a punto de hacer zozobrar repelidas veces la frájil embarcacion que nos conducia.

El cielo cubierlo de negras nubes manaba torrentes de agua i el viento bramaba con violencia entre los quilantales i coli- güales que eran arrastrados impe tuesamentc en eucontradas direcciones.

De cuando en cuando la viva i deslumbradora llamarada del relámpago qiie precede a la alronadora esplosion del trueno, heria nuestros ojos con sus siniestros resplandores i daba a la desesperante situacion en que nos hallábamos un tinte aun mas sombrio i aterrador.

De subito un rayo rasgó el espacio con formidable violen- cia i fué a destrozar un corpulento cohigüe que pocos mo- mentos antes se alzaba jigantesco Iiacia tos cielos.

La tempestad lejos de calniarse arreciaba cada vez mas; asi cs que los remcros tuvieron que ocuparse toda la noche en achicar el agua que de un momento a otro podia suaiejir nuestra barquilla.

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i LOS ARACOANOS, 15 4

Al amanecer del siguiente dia nos encontrabadios comple- lamente mojados, travados de frio i hambrientos i a merced todavia de la tormenta. El rio habia crecido aun mas, nues- tra débil piragua e ra arrebatada con rapidez en direcoion de la corriente i solo al cabo de esfuerzos inauditos pudimos ganar la orilla, agarrándonos d e las quilss, hasta que Ilega- mos a un punto desde donde pudimos sacar a lazo la embarca- cion, alcanzando solo a l anochecer a una casi la siluada enfrente de la que habita el soldado de que hablamos al pasar por Lingue. Sus hospitalarios moradores nos prestaron chamales con los cuales nos vestimos a la manera india, miknlras lo- niabamos un corto refrijerio , se secaban los empapados trajes que llevábamos i calentábamos nueslros entumecidos miom- bros en torno de un exelente fogon.

i S DE JUNIO.

3Iui de manana reunimos nuestros caballos i cargas i nos ~lirijiinos por el mismo camino a Tres Cruces, a donde Ilega- mos cuatro horas despues. Desde aquí caminamos hacia el Sur, pasando por Boche, i alcanz?mos al pequeño pueblo de Cruces en algunas horas mas.

Esta aldea está siluada a la orilla Oeste del rio de San José en un hei-moso llano. Cuenta doce casas, buonos terrenos de ciiltivos i abundantes manzanares.

A la misma orilla del rio se hallan las ruinasde un antiguo i~ ic r t e construido por los espaaoles, que aun conserva sus fosos i murallas en regiilar estado, así como tambien varios cano- nes viejos i enmoliaciilos por el tiempo.

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ara LA PROVINCIA DE vdí.Dlvllr

19 DE JUNIO.

Por la mañana e n ~ i e por tierra a Valdivia a mis mozos con las cabalgaduras i alquile oii bote para seguir yo i m i lenguaraz por el curso del rio hasta el mismo punlo.

A las nuove de la iioclie llegue a Valdivia gozoso de la es- ploracion que habia heclio por San José, Quculu i Tolten i

lleno de entusiasmo por ,los hermosos resultados que en olla obtuviera.

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SEGUNDA ESPEDICION

A LA

ARAUCANIA.

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SEGUNDA ESPEDICION A LA

Q&&OQ&WB& DESDE

SAN JOSÉ, POR TRAILAFQUEEN, HASTA EL VOLCAN DE VILLA-RICA,

Las dificultades consiguientes al mal tiempo con quo babia encontrado en mi espedicion anterior, me relirjeron dc cni- prender la segunda, atravesando cainirios aun mas fragosos en el rigor del invierno, i me dodiqiih destlo enlóiices hasla diciembro de 18L9 a la esploracion del territorio meritlional d e la provincia d e Valdivia, esploracion cuyos pormenores i rcsultados hallará el leclor en otra parte dt! cslc Irabajo.

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t'na de las miras principales de mi viaje a la Araucania, cra vísilar i reconocer las ruinas de la famosa ciudad de Ti- lla-Rica, el volcan i la laguna del mismo nombre, que se en- cuent ra~ a sus inmediaciones, i los pasos que, al travez de la cordillera, conducen desde allí a la Confederacion Arjentiua.

I\li segunda espedicion sigui6 el mismo rumbo que la an- terior, embarcandome ea Valdivia i remonlaado el curso de este rio, del Caucau i del Cruces que ya conocen nueslros lectores, con la Única diferencia de haber desembarcado esta vez en la villa de Cruces, en donde la fatiga, lo avanzado de la hora i otras consideraciones me hicieron descansar aquella noche.

3; DE DICIEMBRE.

A la madrugada mis mozos, o los que me acornpariaban, te- nian ensillados los caballos, pronta la carga i todo listo pa- ra conlinuar nuestro viaje, cuyas incomodidades hacia olvidar una de las mas hermosas maliaoas de verano en aquellas ri- sueñas comarcas. Despues de cinco horas, poco mas o m6oos, de regular trote, llegamos por medio de eso pintorezca tra- vesía a la mision de San Josii. Los padres me recibieron con la misma coi.dial i jenerosa franqueza que la primera vez i un tanto contentos de volver a anudar nuestras antiguas re- laciones. Cooio siempre, me fueron favwables i stdicilos para ayudarme en lo que eslaba a sus alcances; asi es que u0

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r LOS AR.ZUC&NOS. 417

encontré dificultad alguna en hacerme dc cabalgadiiras, bestias de carga, algo de vivei.es, guía, otc., para scgiiir dclante mi espedicion. Tuve ademas la felicidad de que el Capitau de Amigos, don Adriano Mera, hombre conocetlor (le4 idioma indijena i de las localidades de la Araucania, como que era propietario en ese territorio i por consiguienle mui relacionado i de alguna influencia entre los indios, se ofre- ciose para acompaaarme .

6 DE DICIEMBRE..

Con los mas sinceros deseos de prosperidad en mi escur- sion de parte de a.quellos exelentes i bondadosos misioneros, tuve ei sentimienta de despedirme de ellos, i montk a caballo con mi p e p o a pero decidida cara vana. Salimos de San Jose ei capitan de amigos, don Adriam Mera, sus dos hijos, lrrs arrieros, dos mineroa i un sirviente, formandv en todo dien de la partida.

La marjal occidental del rio San José por donde nos diri- jimos ofrecia una vista variada i risueiía de colinas i quilan- tales que nos tardamos una hora sn cruzar para llegar al Iugaiicito de Chzinqui, en donde debiamos todavía proveernos de adgunos animales i otros artículos que podian serme útiles para que los indíjenas recelosos me aceptasen, no comoun esi yloi-ador de su territorio que iba a descubrirles sus ocullas riquezas, ni como un indiscreto viajcro que iba a tomar nola do sus costumtres i habitos, sino como un simple traficanle o conchavista, único disfraz con que a un eslranjcro le es permitido penetrar en el interior.

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448 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

Poco ticnipo dcspues nos cnconlrabamos en la roduccion de hlarilef.

iConoceis a Itlarilef ? No, sin duda ; pero he aquí algunos delalles que os liaran faniiliarizaros con esla I!eqiicna aldea. llarilof coiitieiio como treinta habitaciones poco mas o me- nos, poblailas por cerca de doscientas personas. Situada a l a orilla occidental del San José, se cstiende en un espacio co- mo de una Icgua cuadrada en terrenos perfectamenle culti- vados, en que se produce trigo, habas, papas, maiz i varios oíros granos, todo plantado, no por !as mujei-es que entre los indijenas no son mas que una bestia de carga i de labranza, sino por los hombres, lo que deja percibir la influencia que nuestras costumbres van adquiriendo entre los indios por la l~roximidad de pusblos o pequenos establecimientos de jente mas civilizada.

Agregaremos a esto en obsequio d e los pobladores de Mari- lef, que sus habitaciones no son ya los ranchos salvajes que recordarian la primera edad del mundo para los puritanos, sino casas de madera que se asemejan iin poco por su cons- lruccion a las habilaciones suizas de la falda de los Alpes. Esta pequeaa poblacion tiene ademas una industria de que vive, cual es la fabricacion de la chicha de manzana, que sabe ya conservar por Iai.go tiempo i surlir de ella a susve- cinos, lo que hace su verdadero arliculo de comercio.

El aspecto del territorio, su cullivo, los adelantos que en Ql habiamos nolado, nos interesaban de tal suerte, que no ])odiamos dejarlo a l ras sin coiiocer poimenores i detalles que so!o una intiina relacion con las jentcs de la Tierra podria procuraruos. La curiosidad i el deseo de obtcncr esos informes,

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I LOS ARAUCAXOS. 149

nos hizo conocer al jefe d e aquella tribu. Era Lorenzo Gari- man, cuya hospitalitlatl nos recordó (salvo el cambio do lugar i de época), a los antiguos feudales de la Edad Media. Su presencia era simpalica ; i a pesar do su edad avanzada i de la orijinalidad de sus faccioues, habia algo en su fisono- mía qne revelaba franqueza e incilaba a la confianza. De es- talura baja i robusta, de facciones bastanle pronunciadas i euérjicas, tenia sin embargo no se que de cruel i barbaro en sus miradas. 1 en efeclo, oí decir que muchas veces liabia degollado por sus propias manos en un momento de mal hu- mor a indios que no tenian mas crimen que haber sido deso- bedientes. Amigo del progreso, ha estado sienipre en buena intelijencia con las autoridades chilenas (lo la fronlcra i acos- tumbra enviar a sus hijos a etlucarse en las misiones. Líno de ellos, muchacho bastanle aprovechado, se balla ya con e1 despues de Iiabcr concluido su aprendizaje en Saii Jos6 i uno de siis nietos ha recibitlo ullimamenle la tonsura de ina- nos del Obispo (lo Chiloé. Bastante iniluslrioso, ha sabido la- brarse una regular forluna i eii el dia so le considera csmo uno de los caciques mas ricos de esa partc tlc la Araucania. Tiene muchas tierras, numerosos piiios dc ganado vacuno i lanar i grandes caballadas.

Cuaiitlo llegamos a su casa nos recibió con el mayor cari- fio, iiivitantlonos a pasar adentro para descanzar. Varias do sus mujeres estendicron en el suelo algunas vcralcas, i, senlados nosolros en ellas con las piernas cruzadas i forman- d o una especie do circulo, esperamos para Iiablar a que don Adriano Nera i el cacique Iiubiesen concluido sus saludos. Trljose eil segiiitla el iiic\iial;le cordero ; bcbiiuos su sarigrd i coniinios su cariic.

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]E0 LA PROVINCIA DE VkLDIVb

@riman quizo hacer luego una especie de ostonlacion presenlámlme con cierla marcada manifestacion de orgullo a les ocho mtijeres con quienes se hahia casado hasta en- Cbnces, la menor de las cuales teodria apénas q ~ n c e anos i me conto la habia adquirido por tres cahallos i cuatro yun- tas de bueyes. Bien comprendi que aquello entraba en las debilidades del anciano i que no eslaba distante de ser un juogo diplmatico a fio de quo ya m0 mostrase galan abse- quiándolas. Asi lo hice en efecto, i, para probarle que me complacia aquella muestra de amistad, fui depositado en manos de sus ocho esposas chaquiras, añll, paauelos, agujas, aji i mil otras bagatelas que ellas aceptarotr con gran satis- faccioh.

Como no era posible dejar sin parte al cacique, lo obse- quie lambien con aquellas especies que, segun noticias, eran mas de su agrado, esto es, un buen sable, aguardiente, taba- co i varias pafiuelos lacres.

Podn'a decirse que mi llegada habia prendida fwgo en to- da la reduccion, segun era la prisa que todos se daban en acudir al Bamado de Cariman. Este, deseado dar a mi reei- bimieiito un carácter enteramente popular, habia hecho cou- vidar a los principales indios de la reduccion para que se dirijiesen m aquel mismo dia a una casa de su propiedad situada a algunas cuadras de la en quenos encontrabarnos. AI- gunas horas despues me convido a pasar a la nueva morada, doude nos dirijimos inmediatamente. T d r i a como veinticinco varas de largo sobre quince de ancho- Habia en dla a nues- tra llegada cien indios por lo menos i olras Laalas mujeres i uiuon Los primeros estaban \-eslidos como de ordi i io ,

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1 LOS ARAECANOS. 1 21 son sw chamales, i calzados con buenas espuelas de plata : las mujeres llevaban tambien el traje comun i ostentaban en sus cabezas, orejas i brazos una infinidad de adornos de cha- quiras i prendecitas de plata. Halliibanse todos sentados con las piernas cruzadas sobre pieles de huanacos i formando dos lilas, la primera los hombres i la segunda las mujeres. En el centro del edificio se sentó Cariman i me hizo colocar a su lado junto con el capitan Mera, mientras que mis jentes qne- daban fuera custodiando las cargas i mercaderiits.

Mi amistad con Cariman habia principiado bebiendo i bebiendo debia estrecharse. Así pues no tardó en darme uo cántaro de chicha tan grande que apénas podia levantarlo. Bebi con &t d primer cacho ni mas ni ménos de la misma manera que en- tre nosotros se bebe la primera copa. En seguida fue vacean- (lo el contenido de mi cántaro poco a poco en el mismo cacho hasta que se concluyó enleramente, haciendo que brindasen unos en pos de otros los indios principales que allí habia. Eslos antes de tomar, mojaban siempre sus dedos en la chicha i arro- jaban algunas gotas con direccion al Volcan de Villa-Rica.

A fin de congralularme el afecto de todos los concurrentes, les rogalé algunos cigarrillos de papel que se pusieron a fw mar con mucho gusto.

Pocos instantes despuos la casa, que no tenia mas que una puerta, se vi6 ahogada por el humo que despedian los fuma- dores.

No pudiendo permanecer en medio de aquella atmósfera, sali fuera para respirar un aire mas puro.

Pocos pasos habia dado por frente de la vivienda, cnaatlo se me presentó un indio pidiéndome una botella de aguar- diente.

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122 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

Ble negué a ello, i el indio se desató en insultos i amena- zas. Para apasiguarlo le di cigarros i se retir6.

Al entrar algunos momenlos despues a la casa, Cariman, informado de lo acontecido, hizo una sedal para que totlos se callasen, i, parantlose con adornan colei-ico, llamó al indio culpable i lo hizo arrodillarse a sus pies.

Este salvaje dijo, desenvainando el sable que acababa de obsequiarle, ha ofendido a mi amigo i merece ser cas- tigado.-Sin embargfi, reflexionando un momento, i conocien- ,do que seria turbar la jeneral alegria que reinaba entre los cenciwredes el castigar al culpable, adadió con voz amena- .zado~a :

-Por esta vez te perdono; pero prevengo a todos que si alguno se atreve a ofender a este caballero me lo pagara con su cabeza.

Incontinenti ordenó al indio m pidiese perdon. Yo me mostre satisfecho e hice ententler al pobre salvaje que todo -lo olvidaba i en cuanto a Carirnan le manifesle mi agradeci- miento por la jenerosa proteccion que me dispensaba.

El indio salió de alli casi muerto de mietlo, La bolella de aguardiente por poco no le cuesta la cabeza.

La tiesta duro hasta mui tarde de la noche. Yo me 1-cliré [antes que concluyese para evadirme de contestar a tosinnu- morables brindis que se me dirijian.

7 DE DPCPEMBRE.

Antes de dcspetlirme dc Cariman 1.0 pedi algunos chtos acerca de los minerales que por alli se enconlraban. El m e los dio (le iiiui huciia gana i aun su ofrcci0 a maiidilr desdo

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I LOS ARAOCANOS. 133

luego dos emfsarios'a Pnmillahue a fin de que los habitantes de ese lugar me permitiesen recorrer sus terrenos, i ordenó a l mayor de sus hijos que fuera en mi compania hasta Pele- bue.

Atravesé en efecto el rio San los6 con direccion a aquel punto. Al llegar a la orilla opuesta, tuve que subir con mis jenles una cerrania tan cubierta de monte, que solo a ma- chete pude penetrtir.

Tres horas habriamos caminado así cuando nos hal.lamos en una hermosa pampa en cuyo ceotro seveia una casa habitada por indijenas, la Unica de este paraje conocido bajo 431 nom- bre de Pumillahue, que en idicrma~araucano significa minas de oro.

Las muchas noticias que, acerca de trabajos antiguos, me habian dado en Valdivia, me delerminaron a practicar un reconocimieuto formal de este lugar.

Me diriji a la casita. Pero ya fuese por hallarse ausente e l dueño de ella, ya porque el mal intcaoionado espíritu de cierto chileno de la frontera hubiese hecho entender a sus moradores que yo trataba de quitarles los terrenos que po- seian, lo cierto e s que, a pesar de las recomendaciones de Cariman, me costó RO POCO trabajo el introducirme.

Pocos momentos despues Hegó el jefe dc la familia acom- paaado de varios dc sus hijos. Instruido por mi intérprete del objelo que me llevaba i de las recomendaciones que m e habian prcoedido, me hizo entender la buena disposicion e a que se hallaba de ayudarme i ordeiió al mayor de sus hijos que me mostrase de seguicla los ~~est i j ios de las minas anti- guas que s c hallaban en sus posesiones.

Salí en efecto seguido de mi jóscn compadero i de mis

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126 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

cateadores i, despues de haber atravesado espesos bosques, subí hasta la cumbre de un cerru bastante elevado, desde donde se podian divisar todos los campos de los alrededores, los pueblos de San J o d i lfarilef i el curso del Cruces. En tarim puntos de esta misma cumbre hallé zanjas de mas o menos profundidad, entre las que distinguí una que tendría sorno dos cuadras de largo, quince varas de ancho i doce de hondura. Estos vestijios, que se conservan todavia apesar del trascnrso de cerca de dos siglos, pueden dar una idea de las caiitidades de oro que los españoles sacaron de aquel cerro.

Cavélas zanjas en varias partes e hice lavar en los platos que al efecto llevaba siempre conmigo la tierra aurifcra que de ellas se sacó. S n embargo, no pude obtener mejor resul- tado que en Punacapa, siendo de notar qtie la formacion de loo cerros era idéntica en ambos puntos. Esto me eonfirmo en la idea de que los espailoles habian sacado de alli grandes cantidades, gracias a las n u m e m brazos de que podian dis- poner sin que nada les costasen, i de lodificil que seria boi hacer lo mismo, parque e1 pago de trabajdores commir ia la mayor parto de las ganancias, salvo que, m m y o r hondura, ee encontrase el oro mas granado i en mayor eantldad, cosa quo no he tenido lugar de abservar, pero cuyo exámeo cre@ mui interesante.

Vuelto a la casa, me sorprendió la hermosura de dos niiias dediez i seis a diez i siete anos de edad, a quienes no habin visto ántes por haberlas hecho esconderse su madre a mi Ile- gada. Sentéme con ellas a conversar un rato ; mas, apenas habrian trascurricfo algunos minutos, cuanto oimos los gritos de un chancho.

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I LOS ARAucA~POS. 128 La curiosidad nos hizo pararnos i a poco andar vimos un

hermoso leon que arrancaba con su presa. Persegaimoslo- al instanle con algunos perros, hasta que, acosado por éstoe, no encontró otro medio de evadirse que subir a un arbol. ])os o tres balazos baslaron entónces para echarlo a tierra, En se- guida me fui sobre el, le saqué el cuero que todavia conservo i deje la carne (que tambien prové aquella noche por la pri- mera vez de mi vida) a mis huéspedes, que se mostraron mui contentos no solo por la buena i abundante comida que les proporcionaba, sino tambien por verse libres de un enemigo que les habia robado ya baslantes animales.

8 DE DICIEMBRE.

Al rayar el sol me despedí de aquella familia India i segul con mis jentes la misma ruta que habia recorrido el dia an- terior. Repasamos el rio i en ved de dirijrnoa a l Sur lo hici- mos al Norte.

Dos leguas poco mas o menos anduvimos por medio &f monte que-borda las orillas de las aguas ; tocamos en el lugar (lenominado Ciruelos sin divisar ninguna habitacion i conti- nuamos adelante por espacio de otras dos horas, al cabo de las cuales volvimoa a cruzar el rio, cwya orilla oriental nos sirvió de guía por unas cuantas cuadras hasta llegar a un pe- queno paraje conocido con el nombre de Imulfudi, paraje que tiene una pintoresca eminencia formada por un morro, en la cual se hallan varias habitaciones.

Aqui se confunden las aguas del Leufucahue con las del Cruces, que, aumentando su cauce, siguo majestuoso hasta echarse en el Callo-Calle o rio de Valdivia,

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4 26 LA PROVINCU DE VALDIVIA

Como sintibemos un calor insoporlable, descansamos ón- tónces un buen rato en la casa que alli posee el capitan de amigos Felipo Pena.

Sin interrumpir nuestra marcha, nos distrajimos durante algunos iaslantes en cazar palomas i cliorroyes, dislraccion que nos proveyó para aquella noche de una exeleute cena.

Atravesando en seguida el Leufucahue, seguimos su curso, por el Norie, abandonando. el del Cruces, hasta tocar en la peqriena aldea de Puleufu, que so10 cuenta unas seis o s ide casas i grandes eetensiones de terrenos c*ultivados en las que se divisan de trccho en trccho hermosos bosques de man- zanos.

Despues (le Iiaber dejado pasar un poco el sol, continuamos siempre por la rn$i.jcn izquierda del rio con direccion al Este, i, como a legua i media, nos encontramos con el pue- blecito de Puralon. Aquí cortamos por segunda vez la co- rriente del Leufucahue, i, caminando otras dos leguas en llano ion montes, alcanzamos a La Rosa, pampa de pequena estension en cuyo centro hai solo dos habitaciones.

Alli pasamos ia noche.

, 9 DE DICIEMBRE.

Al rayar o1 alba, salimos de La Rosa siempre al Este i des- pues de haber andado como una legua por un camino mon- tuoso i cerrado, atravesamos por tercera vez el Leufucahue i, recorridas algunas cuadras, subimos a una cerrania que te- niamos delante, la prippera que franqueabamas desde nuesira salida de San Jose.

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1 LOS ARACCANOS. 1 27

Al bajar, tocamos en Culchi, paraje aislado que solo cuenta' cinco casas.

Al cabo de media hora mas, llegamos a olra cerrania bas- tante elevada que tambien tuvimos que subir i que, una vez ~encida , nos dejó a orillas tlel rio, quo volviuios a pasar.

Proseguimos nueslra marcha subiendo de nuevo otro cerro hasta encontrar los restos de un antiguo fuerte mui semejan- te al de Cruces, i que, a pesar do1 trascurso de los anos, con- serva todavia sus fosos bastanles hondos. Dificil era conocer si habia sido construido por los españoles o si solo los indios. se habian aprovechado de esta defensa contra los primeros.

En la misma falda de la montaña que bajábamos vimos el lugarejo de Malalhue, notable por sus feraces i bien cultiva- dos terrenos i por las esquisila3 frulillas que se dan en ellos.

Detuvírnonos alli algnn tiempo a fin de tomar algun refrijerio i dejar paslar nuestras caba1gadui.a~.

Repuestos un tanto do las fatigas del viaje, volvimos a continuarlo. Media hora mas tarde pasamos nuevamente el rio, cruzarnos la reduccion de Chaingal, i, en dos horas, al- canzamos a las posesiones de mi compaiiero, don Adriano Nera, posesiones que corrian a cargo de uno de sus hijos i que le habian sido obsequiadas por el cacique Naipan en prueba de la estimacion que le testifican los indios.

En este lugar quedamos dos dias.

En frente se divisaba la reduccion de Pelehuci siluada en la falda de una montana que mira al Sur del rio que habiamos pasado ya tantas veces. El numero de pobladores de aque-

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4 28 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

Ila aldea alcanza apbnas a cincuenta t el de sus casas a siele, siendo de notar que los terrenos son en su mayor parte fe- races i cullivados. E1 rio que los riega, a medida que se aproxima a su orijen, se va estrechando mas I mas, hasta el punto de no ser otra cosa que un insignificante estero de quince varas de ancho i una de hondura.

Asi que se supo nuestra llegada, fueron a saludarnos Nai- pan, cacique de la reduccion, i muchos de sus mocetones.

Hechas las ceremonias de costumbre, el hijo de Cariman que me acompanaba comunicó al cacique del lugar el mensa- js de su padre i le hizo muchas recomendaciones de mi i de misjentes. El cacique me manifestó entónces sus buenos de- seos de servirme, ofreciéndome m casa i cuanto pudiesenc- eesitar para ooa t i~ua r mis esploraciones.

Entre tanto se hilbian reunido delante de la casa como unos setenta indios atraidos por la novedad de mis merca- derías.

Hice pues iraer mis baules i depositarlos en medio del cir- culo que ya se habia formado. Saludáronme entónces uno a tino todosellos i yo a mi turno fui dandoles algunos cigarri-. 110s en seaal de amistad. Conchavhles despues varios efectos, principalmente chaquetones, camisas, añil, cnchiIlos i aguar- diente. Estabebida, que mui raras veces llega a esas parajes, fué recibida por los indios con grandes manifestaciones de alegria i sorvida con bastante ansia. Alegraronse un poco con ella, gracias a lo cual me entretuvieron una parte de la no- cho refiriéndome las haradas de sus antepasados.

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I LOS ARAOCAIYOS. 4 29

Como hubiese cundido mucho la noticia do Iiallarnos cn Pe- leliue yo iNera w n varias cargas do mercaderías, al levan- tairios \.irnos ya a varios caciques i rnocetones wcinos que llegaban a saludarnos. Poco a poco la concurrencia tu6 ha- cikndosc mas numerosa ; do manera quc a las doce no bajaha de noventa personas. Yo me entretuve algunas horas con- cliavantlo varias especies, niientras que el capilan Mera, retirlndose con el cacique Naipan i otros caudillos de los indios a la sombrüde un árbol inmediato, se ocupaba on pre- venirlos en mi favor, diciéndolesquc mis buonosconocimientos do minas i las noticias querecibiera en Valdivia do las rfque- ras que esistian a iiiiuecliaciones de Villa-llica, me habian delerniinado a solicihr de ellos el ~)ermiso necesario para ra- oonoccr aqucllos lerrenos. Agregoles, hmbicn a íiii de rpmo- ver toda desconfianza, quo ya muchos de los jefes de las re- ducciones por dondo liabia pasado, lqos do nogrirso a mis deseos, me habian dado todas las facilidades necesarias para el reconocimiento de sus poscsioncs, cosa que confirmaron el hijo i mensajeros de Cariman.

Como el capitan iüera les exijiese en seguida una pronta respuesta, los caciques se dirijieron al circulo quo formaban 10sdemas indios, i, despues de haber deliberado allí un ralo, contcslaron que uo lcniau el menor inconveniente paraame- dcr a mis deseos.

Para probarme cn seguida sus buenas disposiciones, Nai- pan me convitg para reconocer juntos las cori.anias do b s alrelledores. Anduviuios bastanlc ; i a pesar de nuostras prolb.

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130 LA PROVIRCIA DE VNLDIVIA

jas invcsligacioncs, nada pudirnos hallar p c rovelase la crislencia de minei-des.

A nuestra vuelta a la rcduccion los indios se pusieron no poco tristes i desalentados, porque, mientras durarz weslra escursion, no habian cesado ds fermarse las mas alhagüenas cspeotalivas acerca de los tesoros que aroian ibamos a re- pulirles. @

l2 DE DICIEMBRE.

Tiempo era ya de separarnos del hijo de Cariman que has- ta allí nos h&ia acompañado, recemendaridonos por Orden de su padre a los indios da las reducciones por donde Iiabiamos pasarlo. Este jóven, que poseia mui buenos sentimientos i que nos habia manifestado mucho nr iao en el poeo tiempo '

que le conociamos, se sepr i , de nosolros con lagrimas en los ojos i despues de h a b e r m abrazado repetidas veces. Para correspondor algun tanto a estas dísiinciones, le regalamos por nuestra parte un traje complefo, con lo que se fu& alga mas contento, diciéndonos que lo conservaria toda la vida.

Salimos lpor lin de Pelehue, dejando alli a los dos hijos dc Nera que nos habian acompaaado hasta cntónces i llevando en su lugar aotrodel mismo, tino del cacique Naipan i un mo- ccton que ésta enviaba con órden de seguirnos hasta Trailaf- queon i de recomendarnos a los caciqrres que en aquol punto so encon trasen.

Pasamos e1 Leufucahue a distancia como (le una cuadra do la casa que dejibamos, i, siguiendo por la ribera meridio-

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1 LOS AR.~UCAXOS. ' 4 31

nal de este rio i por medio de hermosos llanos mas o menos cullivados, arribamos a Ctiiuguil, paraje que cueuta cinco habitaciones i se halla situado al septenlrion del cerro da1 mismo nombre.

Continuando nuestra marcha por valles pinlorezcos, toca- mos en seguida en una hermosa pampa de mas de una legua cuadrada de estensiou rodeada de espesos i preciosos bosques de arboles de diversas clases. Desdo ese punlo divisamos uiias cuantas viviendas en un sitio denominado Manguisehue, notable por haber sido lealro hace pocos años del asesinalo dcl cacique Marisao i sus hijos, que murieron viatimas de la crueldad de un hermano del primero que les arranco la vida por haber dado permiso a varios capuchinos para que esla- bleciesen una mision en sus terrenos.

Desde el dia en que tuvo lugar aquella sangrienta trajedia esos terrenos, a pesar de su fertilidad, se hallan completa- mente abandonados, reinando en sus alrededores el silencio do la muerte. Los salvajes creen que en ellos mora el espíritu del mal con toda su cohorte i se alejan porque uo los persiga.

A poca distancia, buscando un refujio contra los rayos del sol, llegamos a la nueva choza que ocupaba la desgraciada os- posa i las hijas del infeliz Narinao, únicos seres de la familia do este que han quedado sobre la tierra para imitar sus vir- tudes. Educadas en la relijion cristiana, esas pobres mujeres viven del trabajo de sus manos. La mas joven se ha casado con un herrero chileno, que, por falta de trabajo para su fragua, se ocupaba entonces en hacer espuelas i cabezadas do plata para los caciques de las inmediaciones.

Para refrescarnos un tanto del calor sofocante del oslío,

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nos hanamos en las puras aguas del Lorifmaiiitv, que, en en aquel paraje, solo aparece como un iiisipificants estero, cuyo nacimienkr disla solo m 3 dos a tres leguas-

Dos horm mas tarde nos despedimos 8~ aquellas jenles i seguimos nuestra ruta en diroccion al Nordeste por p m p a s i montes por ospecio de igual lieinpo liarski llegar a la reduc- cion d s Irailafqueen.

Esa aldea eslk sikiiada e a una bernmsa llanura a la orilla nioridhal de la p a n laguna do1 mismo nombro i cuenta wa poblacion de mas de cica habilznbs.

Dlrijiinc a la easa del cacique Curiimm para quienhaba rocomnilacioc~s desde I~eletrue.

Era ese jefa de &vada estalnm, delgado, de Iisoaomia agradable ic de edad bmlanle avanzada. i%s recibió con cari- ño, i, despues de haber examinado durade media hora mis mcrcaderias, me compi-i, una carga de aguardienle, regalan- dome dos corderos i matmdo oliu, cuya sangre bdkms e@ scilal de eterna amistad.

En recompensa del jeneroso recibimiento que me hsbia ho- clio, regale al cacique varias prendas de valor i a scis tres mujeres cliaquiras, pañuelos i d r a s frioleras.

En la tarde ile que1 dia, se reunio en mi a1s;amíento un cmida numero de indios que iban con el objelo de saludar- me, a los cuales corresponcli con regalos sus tarimas maai- feslaciones do simpalia.

Conversé largamento con ellos sobro mi viaje, i me mani- festaron los peligrm i tropiezos que debia enconlrp m mi caniioo i los medios mas oportunos para eritarlos. Prcrpor-

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1 LOS AnbUCANOS. 1 33

cionhronrne tambien delalles minuciosos de todo ello qiio mo d iem oporhni&d pam hacer imporlantes anotaciones que mc fueron de 80 F a utilidad .mas aMiiate.

El cacique Curiaanca, mi bospilalario tiut5spcd, me tiieo entenrlcr al mismo tiempo que al dia sigaienie convidaria a toda la reduccion a fin de tener ocasioa de presentarme a ella como buen amiga Dile las gracias por semejantes dis- tinciones, i segui eoik&aihiiddo duranle les primeras horas dc la noche, con La relacion (le varios usos coslumbres de la jenle civilizada, que iie .poca Je agmrlaron i por cuya razon me preguntó repetidas veces.

Era esle un dia hcrmosa. L a natiiralezri totla parocia ves- tida de gala. El ciclo se moslral~a cubicrio con un azirl puri- simo i los bosqutg despiiliendo osos vapores que el sol de la maaana arrebala siempre a la tierra i que C R forma de nu- blados suben deshaciéndose hasla el firmamento. Si a oslo se agrega la visk de la cordillera con los hermosos reflejos que hace el sol de diciembre en siis nevadas ciimbres, facil sera ininjiiiai*se la belleza de las mananas de verano en aquellas rejiunes doladas por la Providencia de :las mas lozana i ad- mirable vejclacion.

Cui.inanco habia ordenado a uno Be sus mocelones que sn- hiese aqiiclla mallana a iin h,riibel baslante elevado que Iiabia a inine(1iarioiics de su morada, a fin que tlcsdc alli pudiera Ilauiar a lodos los ii~tlios veciiios con su pifulca ( 4 ) .

:(4: Especie de pilo que se usa en la guerra.

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1.75 LA PROVlXCIA DE YALDIVIA

No tocantlose este instrumento por regla jeneral mas que cuantlo se trata de llamar a las armas a los habitantes de una reduccion, esta vez se creyó en Trailafgueen que el enemigo estaba a sus inmediaciones i no tardaron en presentarse a su eacique mas de cienlo cincuenta mozos robustos i bien mon- tados armatlos con sus enormes lanzas.

Estos indios me parecieron mucho mas salvajes que cuan- los habia visto hasta entúnces. Vestian solo de chamal, te- niendo desnuda la parte superior del cuerpo, desde la cintura, i pintada la cara de iin modo bastante estrado. Unos en efec- 10 traian las mejillas tenidas de rojo Gscuro; otros un lado (le este color i las narices azules ; olros la mitad de la cara roja i de otro color la otra; muchos solo llevaban pintatlo un lado, i la mayor parte, tenido de negro el círculo de los ojos, cosa que les daba un aspecto feroz.

Se instalaron cerca de la casa sentados en círculos, algu- nos sobre pellones i otros brutalmente tendidos de barriga. 11 cacique, yo i el lenguaraz entramos al medio i principió entónces la ceremonia de los saludos, terminada la cual, obsequié a los caciques con aguardienle, panuelos i tabaco i a los demas indios con algunos cigarrillos de papel. Me hi- cieron varias pregunlas acerca de los últimos sucesos q u e Iiabian tenido lugar en la Alia Frontera. asegurandome que habian recibido muchos mensajes, invitandoles a mezclarse en ellos. Les aconsejé que permaneciesen tranquilos i dedi- cados enteramente a sus trabajos. que era lo que les conve- nia. Pareció que mi consejo les cuadraba o que ya ellos tenian hecha esa resolucion, porque, como el cacique pidiese su opiniou a los circunslanles, todos por aclamacion aproba- ron el propósito. A fin de confirmarlo con hechos, quisieron

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1 LOS ARALCANOS. 435

dar una prueba de sus pacíficas intenciones suplicando al oa- pitan Nera que se constituyese en juez de sus querellas, dando por inapelablos sus fallos. B1 cacique mismo instó a Nera que aceptase el cargo como una prueba de confianza i amistad.

Mas de una hora empleó d capitan en escuchar i fallar las demandas, que se reducian en su mayor parte, a quejas de algunas mujeres que querian dejar a sus maridos por el mal trato que recibian de ellos. Concluida la audiencia, es- tal16 entre todos una vocería jeneral para manifestar su satis- faccion. Mera aprovechó de las circunstancias para instruir a los indios de mi propósito de hacer un viaje .a Villa-Rica, ponderandoles las buenas disposiciones i la grotecoion gue me habian ofrecido los demas caciques, como podia atestiguarlo el mensajcro de Naipan, i werando que yo riecreaeria igual benévola acojida i protcccion de su.parte.

IIabia en aquella xeanioe algunos indios de diferentes tri- bus, entre otros muchos .Pehuenches de la Confederacion Ar- jentina, i la proposicion hecha en mi nombre por el capitan, fué la seaal de una algazara, disputas, grileria i confusion, como sucede jcneralmente cada vez que sc reunenpara.adop; lar alguna resolucion. Sospechaban que yo p~etcndia cono- cer su lerrilorio ,para conducir a la conguisia a los cristianos. Desvaneci sus sospachas por medio dcmi lengiiaraz, a s e g u ~ randoles que el objeto que alli me llevaba, que no era otro quo buscar antiguos tesoros abantlonados ,por los cspaiiolcs, podia ser tan prorechoso a sus inlcreses como a los mios. Con esta esplicacion qiiedaron satisYechs. manifeslhndolo, como de costumbre, con una inferna4 grileria, a la que yo conlesl~ con uiia salva de escopctaz~s i con una orquesta do acordeones quc Ilcvibanios los de la partida. Poco o nada fa-

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136 1.4 PROYlSClA DE VALDlPlA

mitiarizados con las armas tlc fuego, la detonacion de las es- copetas produjo entre ellos una fuerte impresion. Los que no s e crcycron miiertos, no podian darse cuenta de lo que les pasaba ; dirijian sus ojos sorprenditlos de uno a otro lado, se miraban esliipefactos unos a otros, algunos tocaban sus prc- pios cucrpos, como para descubrir si habian recibido una heritla, olros examinaban con alencion las armas cuyo me- canismo no podia pasar para ellos sino comouna brujeria. lo vino a cesar su cslupor cuando esta116 mi orquesta que, por lo misnio que era discortlante i capaz de dos [rozar el tim- pano tic un hombre civilizado, les agratló sobre maiiera. Eslo i un barril de agiiardicnle de rcgiilar capacidad que hice poner en medio del circulo, llevó al colmo su alcgria i buen humor. nodehmnrne para manifestarme su agradecimienlo por la sorpresa que les habia dado, presumiendo que los tiros que habia heclio disparar Iiabian tenido por objeto espanlar al tliablo i hacer que la buena armonía i la confianza domi- nasen nuestra sociedad. A esto sigui6 la borrachvra consi- guiente precedida do las liliaciones de coslumbre a Pillan i al Volcan de 1-illa-Ilica.

I,o mas interesante del espectaculo faltaba todavia. De repente nuestro circulo se encuentra invadido por una mal- lilutl de mu,jeres quo parecia qiie brotaban d e entre lo5

hosqiies de los alretleílores, con el semblante alcgre, fantis- ticamente alaviadas, tocando tambores i pifanos i otro8 inslriirnciilos sal vajes con que formaban un concierto en- deinoniatlo.

Los hombrcs entre los araucanos acostumbran dibiijard cn la cara arabcscos nias o mCiios caprichosos i variados, quc les dan el aspecto feroz con que cllos pretenden inlimi-

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I LOS ARAC'CAXOS. 137

dar al estranjero; no asi las mujeres, que por toda pinturi B hacen un circulo azul al rededor del ojo, del cual parten i % o s en todas direccicmas i cuyo centro es la pupila. Los araucanos cuidan con mucho esmero de esta parte de su toilette sobre lodo para las grandes ceremonias i fiestas.

Con tan inesperado refuerzo la algazara fué tomando ji- gantescas proporciones. Be cuando en cuando veíamos llegar a escape algun indio que no habia podido acudir con mayor presteza al llamamiento del cacique i que mcorria en todas direcciones e1 circulo, saludando uno por uno a sus conoci- dos, siempre con distintas palabras, talescomo, mi al que solo era amigo, peni al mui amigo, cacho aaquel con quien habia concluido un negocio, cufiado al pariente, frafquin a la persona con quien habia hecho algun camhalache, etc., olc.

En tanto que yo seguia con la visla una de estas ccremo- niosas recepciones, un indio se acercó a mi pronunciando la palabra Irafquin, i apoderándose con el mayor aplomo del mundo i con grande estraiieza mia de mi sombrero. Poco des- pues olro, a quien yo habia visto que examinaba con mucha atencion mis piernas, me repitió la misma palabra, i por sus ademanes, entendí que me era preciso darle mis botas de viaje i manifestar que lo habia hecho de la mejor gana, no sin recelo de que la misteriosa palabra se repiliese muchas veces.

Lo que tiene de. impertinente esa costumbre esta com- pensado por lo que hai en ella de reciprocidad. Con la misma palabia con que uno es despojado tiene derecho para despojar a su prójinio; así es queno paso mucho tiempo sin que, vicndo que el indio que me habia despojado del s o m ~

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1 38 LA PROVINCIA DE YALDIVIA

brero se preparaba a montar en un soberbio alazan de so propiedad, me acercase a el i regi tiendole con toda cortesía la famosa palabra, mo tiieiera dueíio del animal sin ninguna observacion de su parte. No fuí tan afarturiado coa el que me llevo las botes, que habia emplumado cee su buena ad- quisicioo i a quien uo tuve el guslo de volver la revancha.

La fiesta miénlras tanto, aunque ya caida la noche, conti- 1 nuaba a favor de una hermosísima luna con la misma anima- cion i enlusiasmo con que habia principiado. Los cántaros de chicha i los cachos de aguardiente ekculaban con eslraordi- naria welocidad enlre los concurrentes. Se bailaba, se cantaba, se ahullaba, se hacia un ruido espanloso al soa de los in- soporlables tamboros i pifulcas. A un lado los mas diestros jjnetes hacian prriebas salvajes sobre sus caballos ménos in- dbmiks i macho mas fntelijentes i educados de lo que pu- diera creerse. A otro, .ciacuen&ao seseala indios, scntados al rededor de una gran fogata preparaban las viaadas, terneras, carneros, chanchos. entre los cuales un potrillo muer.to es- profeso que debia hacer los honores de la fiesta.

Era aquello algo de nuevo, de orijinal, de grotasco i hasta me atreveria a decir de interesante. A1 ver aqucllas caras pintadas de diferentes colores a la triple luz de las llamas, de la luna i del aguardiente, aquetlas voces que solo exala- han alaridos salvajes sin la menor armonía, pareciéndose mas a los ahullidos dc las fieras que a la voz humaua, los cuerpos desnudos, con torsiones violentas i estravagantes, movi- niientos convulsivos, me preguntaba interiormenle si m hallaba yo entre hombres o enlre demonios, si me sentia en el uso perfecto de todas mis facullades o si era presa

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T LOS ARAUCANOS. 4 39

de una incómoda pesadil!a. Era la realidad perfectamen- te desnuda : en medio de toda aquella batahola, revuel- tos hombres i mujeres beodos, formaba un notable contraste la circunstancia de no haber ni tina sola qiierella, ni una rina, ni una dispula, ni uii disgusto que, eii escenas semejantes i en los pueblos mas civilizados del mundo, no habrian hecho falta para turbar la armonia jeneral.

14 DE DICIEMBRE.

El amanecer vino a descubrir un tendal confuso i revuelto d e hombres i miijores a quienes el aguardiente no habia per- mitido reiirarsc del lugar de la fiesta. El alcohol hacia aun PUS efectos en algunos de ellos, i las medicinas que tenia cos- iiimbre de llevar conmigo, me sirvieron eficazmente para restablecerlos a la salud, circunstancia que me vali6 no poco crkdito i admiracion de aquella pobre jente.

Serian las nueve de la mañana de un hermoso dia, cuando acompasado de dos mensajeros que Curifianco enviaba coo- migo para que me recomendasen al cacique de Lican, salí de Trailafqiieen para continuar mi espedicion esploradora. Solo algunas cuadras habiamos andado cuando llegamos a la la- guna de Trailafqueen, en donde el calor de la eslacion, lo limpido de las aguas nos invitó a tomar un bafio. La confor- macion de la laguna es de tal manera cómoda, que se puede penetrar hasta media cuadra hacia el interior sin perder fon- do, a pesar de que en el medio no alcanzaron a tocarla todos los hilos que llevábamos para sondearla. Sin embargo, sus aguas tibias no pudieron procurarnos en nuestro bano el re- frezco que espeiabamos, lo que no dejó de contrariamos.

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1 40 LA PROVINCIA DE V.UMVIA

Eiilre continuar mi espedicion por tierra o por agua, me decidi por la opinion de los indios que me acompaaaban, quienes me dijeron que el camino por tierra para llegar a la

' orilla oriental do la laguna de Trailafqueen era en cstremo eeri-ado, montiioso i casi impracticable para bestias cargadas. Decidi pues hacer marchar mis cabalgaduras por lierra i sin equipaje, i tomar una piragua para wazar en ella la laguna. Esa piragua que logré alquilar era la única que habia en la rerluccion. Quien se figrm que nuestra embarcacion se pare- cia a una chalupa, a un bote, que ofreoiese seguridad algu- na a les que en ella m am~gi tb i imoq oo pedra Formarse una idea de lo que es la kguna de Trailafqueen i sus medios de irancrporte. Rucsbt.a piragua era SR &mo de tronco de ar- bol viejo, medio podiido, hendido en la mitad como una se pullrrra i lapade aeo cie los agujeros de sus estreniidades con barro i paja para qae olli no penetrase el agua. Suponcos los primeros tiempos (La la navegaoion, los primeros Iiabilanles de la ticrra que se ave~ iwaron en a l agua, sino a nado, a merced do frbjilcs ii iiriaaas tablas de que Iiacia un juguete el elemento manilimo. NiresdFos ritemos maiiejados por dos in- dios consistian en un pala da *escoba cuya punta estaba unida por medio de bogtiis (1) r un trozo de coileza de á r M .oa- cartuchada.

Nuestro f i j o pirra cru7ar de un lado a oiro la laguna M-

cesiiaba por lo menos ocho tioras. Una brisa un poco violenla habrja compromclido uii ospcdicion ; pero el panorama que se desarrollaba a mi vista me enlusiasmaba de l a l uanwa

( 4 ) Lazos vejdales.

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1 LOS ABAUCAHOS. 1 ,t 1 que, en verdad, no pensi: ni m piragua, u¡ m indios, ni en cargas, ni en peligros de ninguna especie para lkgar a la cita a que me provocaba e) cono dc Uillu-Rica coronado de su penacho de fuego i cortado ri pique s&re la s a p e c h b de la laguna.

Si no es e1 amor a la ciencia, c m se podria decir pre- teni:iosamoipte, seria sin duda la curiosidad la que me deei- diú a cmpi-eailer la travesia sin fener quien me acompaiiaso, a pesar de las venlajosas ofertas qiw habia hecho a los hom- bres de mi partida.

Ilcnie aquí pocos momco;os despues a bordo dc mi pira- gira con los mensajeros de Clirimnco, que e n o los de la cara pintada i que me inspiraban loda especie do recelos, e s l ado a sit inerced no solaincnlo mi persona, sino lambion cuanto poseia. C'ii viajero europeo habria diclio en esle caso qiio se encontiaba en113 kylla i Caribdis ; en mi siluaeion ye pd r i a decir ,que nic ooc.onlraba culre salvye i slvajo que es algo mas.

Unas cuanlas remadas, i ai-ribamos a una pequeiia isla un donde mis coinpufieros lndijenas se proponen buscar buevos dc pájaros, a cuyo entret~nimiento me veo obligatlo a amm- pasarlos. P a n que yo consintiese en su escursioo decíaamo esos bellacos de indios que era cerca de aquella isla en don- de los esparloles, obligados a tomar la relirada, habian sus- traido sus lesoros, para veoir en mejores tiempos a buscarlos. Pretendian ellos que cuando no soplaba el Puelche i que la laguna estaba tianquila, sus aguas eran tan claras, tan cris- lalinas, que, desde la supeificie, se podia percibir esos te- soros. ;En aquello una h r sa de los indios que me acompanabíta ;

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1 52 LA PROVINCIA DE V A L D ~ V I A

o era en efecto que ellos me comunicaban sus lradiciones? La verdad es que perdimos una hora larga en recorrer el esladio del inmenso depósito, i que despues (le muchas vuellas i revuel las, salimos de aquel punto como Iiabiamos en tratlo, Debo anadir como a una promesa de indios debe creerse, i tratandose de tesoros ocultos, que los picuiitos que me acoinpanaban me prometieron, que si descubrian algo, pon- drian una señal en el punto con tal de que lo que se hallase lo partiriamos como buenos i leales amigos,-a cuya fe no agre- gamos firma de notario por no haberlo en aquellos lugares, pero si agregue dos o tras tragos de aguardiente que me ga- ranlian de su fidelidad.

Otra vez a bordo de nuestra piragua, yo les marcaba con mi aguja, sin mostrarselas sin embargo, porque habrian creido que era una brujería, el rumbo Norte. El Puelche (1) era nuestro enemigo. Sus brisas principiaban a encrespar la superficie plana de la laguna; su fue~za se manifes- inba a cada instante mas ttnerjica ; fue aquello en suma, un verdadero temporal. Mi canoa luchaba en vano a pesar do un buen director contra las olas; los remos no servian do nada contra la borrasca; mi piloto, (que era mi sirvienle) era por casualidad un hombre de tino, i sabia poner la proa de nuestro pequeno esquife de manara a evitar e l azote de la ola que se levantaba espumosa i amenazadora como la hora de prueba para un neófito, o mas bien, como en los liornpos dc las leyendas antiguas, el espectaculo do1 tormenlo para los adeptos. El agua se nos melia en la canoa.

( t ) Viento de cordiller$

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I LOS ARAUCANOS. 143

-¿Bombas? no podiams tiaborlas tcniil~. -¿ Ziislrumento algiino de salvacion 4 impositlc-. -6 Ckié Iracer ? Nuestra f i i j i l embarcacion nos amcaazaba

con sunrcrjirnos a cada momento. En poco do presencia de animo, i todo eslaba salvado,

porque la atmósfera principiaba a aclarar en el horizonte i el Puelcbe parccia disminuir do su videncia. Instantes des- pues, i como salvados por la mano de un anjel, podiamos arribar, gracias a la violencia de las marejadas i a la buena siluacion en qiic nos encontrábamos, a la baja playa de la mayor de las islas de aquella laguna.

El paraje a que tocabarnos era plano en toda su estension, escepto la parte septentrional que se veia coronada por un pequeno cerro de gracioso aspecto.

Desembarcatlas las cargas que traia i asegurada la piragua al tronco de un árbol, buscamos un lugar donde guarecer- nos aquella noche. Hallárnoslo en un punto algo elevado de la isla que daba frenle a1 Volcan de Villa-Rica;

Apenas secos mis vestidos, .dejé a los intlios i a mi moao do mano en torno de la fogata que babían encendido i, subiendo a un pequeño promontoiqio, ino puse a contemplar uno de los mas imponentes i hermosos cuadros de la naturaleza que ha- ya visto en mi vida.

Figuraos una eslensa laguna de tres leguas delargo i una de ancho bordada por siete pequcfias islas la mayor de las cuales medirá en su superficie como diez cuadras i las me- nores solo alguuas varas. Mirad esa laguna rotleada do bos- ques verdes i floridos cuyos Prboles mojados aun por la reciente borrasca i heridas por los ullimos rayos del sol do

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1 !+ Ld PEOVISCI.\ DE VALDIVIA

diojembre parecen esconder de los hombres aquellas puras aguas para que solo gocen de ellas los salvajes morado- roe de Trailafquen, unicos que habitan en sus inmedia- ciones i que han cuidado de abrirse camino hasta ellos por medio de la lozana vejelacion que las circunda. Mirad en se- guida mas alla de esos árboles un circulo de montanas i entre éslas por el Norle, fijaos en una de quinientos pies de altura, tras la cual se descubre el Volcan de Villa-Rica, ese atalalla dc la Tierra que parece dominarla en todas direcciones in- fundiendo respelo con su penacho de fuego a los indios que la pueblan. Detoned vuestra vista en esle lugar i observad una a una sus particularidades. Ved primero los grandes moles de rocas que, a los pies del Volcan, aparecen como engasta- das en el vcrde oscuro de los montes que las cubren, obser- vad despues esa mezcla de nieve i de fuegos que dnranle o1 dia vada perderse en los cielos i que durante la noche sirve de faro al viajero, señalandole el rumbo que debe seguir para llega al punto adonde se encamina. Observad tedavia mas i co d emplad la inmensa circunferencia de la base que no tie- no menos de cinco leguas i se halla rodeada de aguas puras i crislalines i la altura del mismo que no baja de diez i siete mil pies sobre el nivel de las aguas ; palpad el terrcno dc sus alrededores cubierto de escorias i de cenizas ; i decidme si puode haber un espectaculo mas interesante en toda la su- perficie del globo!

i~lajico Volca~i de Villa-Rica! Monumento jigantesco de l a crcacioii divina! Yo te saludo-jRuega al Supremo Hacedor que conserve cn mí las impresiones que esperimcnle al verte por la vez piinicra, para que pueda descubrirlas en ei curso de mi v i i l ~ a los que m0 espcran en el vicjo coiilineiib!

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I LOS AIILCAIW)~. 146

- 1 vosotros chilenos iluslrados i amanles dc vucslro pais, cooperad a que pueda conlemplar en un dia no mili lejano esas bellas comarcas, arrebatadas a los barbaros i coaquis- tadas a la civilizacion, sirviendo de asilo al comercio i a la industria i esplolando las incalculables riquezas que en ellas s e divisan por todas partes!

Bien hubiera deseado permanecer gozando de aquel bermoc so paisaje algunas horas mas. pero el penetrante frio que hacia i las sombras de la noche, que iban adelautando mui do prisa, me lo impidieron.

De vuelta a la cueva que habia escojido para descanzar, encontré a los indios que echaban al fuego harina i aguar- dienle, ofreciendo con ello un sacrificio al Dios de las tem- pestades en agradecimiento a haberlos librado de la borrasca de aquel dia. Yo me acoste cerca de la fogata i no tardé en dormirme con el recuerdo de las mil emociones i fatigas que habia esperimentado.

13 DE DICIEMBRE.

A las cuatro de la manana mo despertaron los indios di i ciendome que la laguna estaba tranquila i que era tiempo de continuar nuestra marcha hacia Lican.

Tan pronto como me fue posible, me puse a bordo de mi ridículo esquife, colocando la proa hacia el Norte.

Al doblar un promontorio oncontrarnos a los arrieros a quienes habiamos encomendado las cabalgaduras, salidos re- cientemente de Lican por orden de Mera en una pequeiia ern-

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146 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

barcacion con cl objeto de averiguar nuestra suerte, pues principiaba a temer o que hubieramos sido victimas&l tem- poral, o que los indios, incitados por la codicia de las merca- derías que llevabarnos, nos hubieran asssinado. Viéndome sano ,i salva, mis pobres mozos prorrumpieron en un estrepitoso grito de alegria. Continuamos juntos hasta la playa, donde saltamos a tierra. Esta, por hallarse a inmediaciones del Vol- can de Villa-Rica, estaba cubierta de una arena de escoria tan Ana, que nos hundíamos en ella hasta las rodillas. Ese fastidioso camino me cordujo a la habitacion de un indio Ila- mado Vointen qtie distaba como tres cuadras del lugar (le mi desembarco, siguiendo los arrieros con la carga al hombro.

Arribados alli, salií, a recibirnos el capitan Mera que se alegro mucho de verme salvado. El dueilo de casa informatlo ya por aquel del objeto de mi viaje, me recibió tambien con mucho cariiio, i, despues de haber bebido conmigo la san- gre de costumbre, me hizo preparar un buen almuerzo. Este indio era como de cuarenta años de edad i rivia allí con dos mujeres de quienes tenia una numerosa familia. Como me iii-

dicase el capitan que tenia bastante influencia con los salva- jes de los alrededores, le obsequie varias mercaderías para hacermelo propicio.

A poco rato de haber almorzado, llegó a la casa un yerno d e Voinlen que residia en un lugarejoinrnediato llamado Chaliu- pen, con quien conchave varios artículos por buenos animales.

Desde puestas de sol hasta que nos acostamos, brinde a l dueno de casa repetidos cachos de aguardienle a fin d e hacerlo romper su silencio sobre algunas noticias de impor-

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I LOS ARALTANDS. 147

iancia para mi esploracion, noticias que no me fué dificil obtc- ner despues de haberle instruido los mensajeros de Curiiianco del buen recibimiento que me habian hecho en Trailafqueen,

Enlre otras cosas me aconsejó el indio que dejase en su Babitacion una gran parte de las mercaderias que llevaba, porque se esperaba de un instante a otro la llegada de uno de los caciques principales de la Otra Banda, el mismo de quien hemos dicho antes que habia asesinado a su propio hermano el cacique de languisehue por haber dado permiso a unos capuchinos para que fusdasen una mision en esos parajes. Agregóme Voinlen que el viajero venia en busca de varias especies i trayendo exelentes caballos. 1 yo, no tanto por el negocio que podía hacer, como por-encontrar un úiil amigo que me acompaaase a la Confederacion Arjentina por los senderos que deseaha conocer, consentí gusloso en dejar allí mis mercad~rias,

Hablando en seguida del panto de la cordillera por donde debia pasar, se me dijo que habia tres caminos que condu- cian por ella al otro lado ; uno que desembocaba cerca de la misma casa, al Sur del Volcan, mas corto que los demas, pero en estremo aspero i parado ; otro al pie del mismo Volcan i borde de la laguna que lleva igual nombre, por la parte del Norte, mas accesible en toda cstacion, i que, tocando en Pocon i Pailin, sigue hasta la falda del Volcan Quetru (1) situado a la bajada de la cordillera por las pampas arjentinas; i final- mente un terceto, que atravesaba las montaiías cerca dcl Volcan de Llaima, distante tres leguas de donde nos encon- lribamos.

( 4 ) Descabezado,

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148 L A PROVINCIA DE V.ILDIVIA

A proposilo me con10 el yerno (le Voinlcn que algun liem- po antes se habian alarmado mucho por haberse declarado la guerra los volcanes de Villa-Rica i de Quetru, que, por casualidad, arrojaban sus piedras i fuegos el uno en dircccion del otro ; agregandome que en esa erupcion se habian levan- tado algunas cuadras de terrenos con todos sus irboles, l as que habian ido a caor a las inmediaciones, formandose asi un nuevo cráler, i dejando cubierta una parte del mejor cami- no. d s los que acabamos de hablar.

Como los mensajeros de Curinanco debian volver a Trailaí- quoon, les di una buena gralificacion i me despedi de d o s para continuar mis espioraciones hacia Villa-Rica.

Vointen, grato sin duda a los regalos que le diera el dia a n t e rior, se ofreció a acompanarme hasta Voipire con el objeto Bo rocomndarme personalmente al .cacique de esa redw- cion.

Aunque las ruinas de Villa-Rica eslan situadas perfecla- mente al Norte do Lican, tuvimos que dirijirnos al Oesie, contornoando un cerro de regular elevacion que se esiiende como una legua en direccion de Este a Oeste.

Por espacio de una hora marchamos por bosques espesos hasta Hogar a un llana donde pastaban muchisimos animales, 10s mejores que he visto en todas mis esploracionesi que per- lenecian a mi compaaero Vointcn, quien tenia alli un vaquero chileno para custodiarlos.

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I LOS ARAUCANOS. 4 49

De allí seguimos adelante hasta encontrar las ruinas de un antiguo fuerte casi de las mismas dimenciones que el dc Malalhue, cuyos fosos estaban cubiertos de cohigües i qui- lantalos.

Una hora mas tarde llegabarnos a Chesque Alto, que no tiene mas que tres habilaciones i se halla situado en una her- mosa llanura cubierta de ricos pastos que dan alimento a numerosos piños de ganado vacuno i lanar i a grandos caba- Iladas.

Todos los vestijios que alli se notan demueslranque en otro tiempo debió sor aquella una reduccion bastante poblada. En la actualidad sin embargo, apheas ouenta un escaso número de habitantes, no siendo .poco el de las viviendas abandona- das que se divisan en SUS alrededores.

Allí hicimos algunos conchevos de animales. Terminados que fueron, continuamos la ruta con direccian

al Este, atravesando montes i llanuras, i Ilcgamos a una pla- nicie que se esliende al pié del Volcan de Villa-Rica por el lado N. E., planicie cuya estension alcanzara a una legua cuadrada.

Aquello se llamaba el Voipire (4 ) . En una de .sus estremi- dades se hallaba la casa del cacique, a donde nos dirijimos inmediatamente.

Concluidas las primeras ceremonias de estilo guc ya cono- ce el lector, el cacique Voin ten me recomendó del mejor mo- do posible a mi nuevo huésped, cosa que repilio Hcra, como lo habia hecho en otras roduccioncs, dando en scgiiida algu-

( 4 ) VBase la carta del misionero lmons que se encuentra entre los an- tecedentes históricos.

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150 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

nas noticias sobre mis proyectos al jefe araucano i dicii?rr~IoTe como me habian acojido los caciques por euyas posesiones acababamos de pasar. Agregue a esto algunos regalos de valor, con los que conseguí poner al indio enteramente de mi parle. De modo que me prometió convocar al dia siguien- te a todos los indios del lugar para comonicarles mis de- seos i conseguir el permiso quo necesitaba para esplorar l a Tierra.

Una parte de la noche'seguimos conversantlo sobre el asiinlo, durmiéndonos en seguida bajo el estrellado techo del firmamento.

l'ir DE DICIEMBRE.

Los rayos del sol nos despertaron, e involuntariamente nues- tras primeras miradas se encontraron con el volcan de Vi- lla-Rica, que forma un cono cubierto de vejetacion hasta la mitad i cuyo cráter ardia entónces con exhalaciones que ame- uazaban al cielo.

La jigantezca cordillera de tos Andes que se veia mas allá presentaba un cuadro majestuoso e imponente no solo por sus elevados picos que parecen cortados a cincel para ador- nar el horizonte, sino tambien por los profundos precipicios ante cuya vista se estremece el mas rijido viajero.

Como a una cuadra de distancia del paraje en que nos encontrabamos corrian las aguas del Voipire, rio que, salien- do dcl cono del volcan, baaa la hermosa llanura de quo acabamos de hablar i se confunde en seguida con las aguas del Tolien.

He notado una parlicularitlatl que no puedo menos de re-

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1 LOS ARAUCANOS. 4 54

ferir al lector. Los terrenos que visitaba, por el contrario de los de Lican, eran sumamente feraces i daban hermosos pastos de que carecen los otros, lo que tiene sli oríjen en que m, son como ellos cubiertos por las escorias del Villa-Rica.

tomo a las diez de l a madana se hallaban reunidos ya to- dos los indios de la rediiccion i una vez que se contaron sus ouarenla cabezas, les ofreci cigarros i aguardiente, que acep- taron con la mejor gana del mundo, conchavandotes despues varios hermosos animales.

Concluidos los negocios, todos guardaron siiencio; quedan- do con la palabra un anciano venerable, quien, despues de haber dado cuenla a los concurrentes de varios mensajes que se acababan de recibir de la Alta Frontera, en los que sc in- vitaba a los pobladores de la reduccion a tomar las armas i unirse con sus hermanos de la Tierra para reconquistar jun- tos las posesiones de sus mayores, se dirijió a mi, pidiemlome datos, noticias i consejos sobiv el asunto. Yo, como en otras ocasiones. les hablé de los males que siempre trae la guerra, exajerándolcs el número i- disciplina de las fuerzas chilenas i el alcance i efectos de sus armas i haciéndolks comprender en seguida los beneficios que podrian obtener si permanecian en buena amistad con los cristianos.

Concluido mi discurso, se siguió un. acalorado debate etr que tomaron parte todos los indios sin distincion alguna, de- bate que sostenian. algunos partitlarios de la guera que, ven- cidos al fin poi-las razones de los demas, acabaron por cambiar de miras declarándose partidarios de la paz:

El cacique en cuya casa me habia alojado tomó despues la palabra i en una arenga en estremo larga i palélica, ~efirié a

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1 ti2 LA PROVlKCl.4 DE VALDlVla

los salvajes los priucipales aconlecimientos que habia mbido de mis eseursiones, tiablandoles de mis proyectos, de las veuta- jas que podriau oblener, si, considerandome como hermano, i aprovecliando mis conocimientos especiales, me permitian repartir con ellos las riquezas que sus primeros opresores liabian ocullado en las entrañas de la Tierra al abandonar los fuertes de Villa-llica, i me dejaban esplotar las ricas minas que yaciau desde algunos siglos en el mas completo abandouo, sin provecho de nadio.

Llegó a ese liempo el cacique Quitrulef, propietario de un territorio cerca de las ruinas de Villa-Rica, quien, im- puesto de lo que pasaba, vino a introducir la paz en aquel paudemonium levanlado a consecuencia de mi solicitud, tran- quilizando a los indios por medio de pacificas exhorlacioncs en un discurso que les dirijió con atronadora voz i que todos escucharon con el mas relijioso sileiicio. Concluyo declarando que se hallaba por su parte dispuesto a concederme el pcr- miso que solicitaba, i que esperaba que sus paisanos prescn- tes serian de la misma opinioe.

Las palabras de Quitrulef produjeron una prolongada i en- tusiasta aprobacion de simpalía de que me fue iuiyosible sa- car nada en limpio.

En cuanto a su persona, lo único que pude ver i examinar f u e que, Uuitrulef era de una gallarda tigura, joven i cspresivo en sus facciones, de conlinente noble i marcial, ataviado de numerosas prendas de plata entre las cuales se hacian notar sus espuelas, la vaiua de su espada (de fabricacion eutera- mente indíjena, i rica a macliote) i ucia muliitud de otras zaraudajas de que eslaba eujaezailo su caballo.

La rnoniura, dc*jaudo a un lado la descripcion del animal,

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1 Los ARAUCANOS. 1 tia

sra tanto o mas rica en platcria que lo demas, i su valor no bajaria a mi juicio de trescienlos pesos.

Nos encontrábamos en estas circunstancias cuando un buitre vino a desplegar sus alas sobre nosolros i hubo indios que me pidieron que lo abatiese con mi ciencia. Mi exelenle rifle estaba cargado con una bala cónica, i era de la mejor fabricacion europea. Con estas condiciones me creí seguro del éxito i no tilubeo en aceptar el desafío que me hacian los Picuntos.

Un minuto despues la bala de mi rifle traia al suelo al po- bre animal.

Las jentes de la Tierra. como encantadas de mi h a l l a , celebraban a cual mas la caida del buitre i me cumpllmeu- IaSan por haberlos libertado de un enemigo que les habia arrebatado ya muchas cabezas de ganado lanar. Aproveché la oportunidad para hacer que me contestasen acerca de la solicitud hecha. Mi proposicion fue aceplada enlónces por iinanimidad i su aprobacion manifestada por grandes gritos i apretonesde manos, a todo lo que conlesté yo i mis jentes con una salva de escopelazos i con una tocata de acor- diones, poniendo en seguida a disposicion de todos un peque- ilo barril de aguardiente i algunos puiiados dc cigarrillos de papel.

Bebiendo estaban los indios cuando fueron sorprendidos por la llegada de un mensajero del cacique de Panguipulli que, a todo escape, se detuvo en el Iiigar donde estábamos reunidos i, despues de rejisliaar su caballo que cayO al suelo cubiorto de sudor i dc faliga, dijo a la reunion : --A

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154 LA PROVtNClA DE VALDIVlA

-«Vengo en nombre de mi cacique, quien me ordena co- municar a toda esta reduccion el próxima arribo de un huinccr que anda reconociendo la Tierra para venirla a conquistar despues, i que os diga, que no le permitais en manera atganil en vueslros terrenos, i si hubiese llegado, le rechazeis, d a d d e la muerb si no os obedeciese.^

Dospues de uo costo debate, la asamblea declaró al men- sajero de Paguipulli que debia conteslar a su cacique, que ellos no estaban dispuestos ni a seguir consejos, ni a obede- cer Órdenes de nadie, i que ya habian hecho amistad con- migo.

Crei natural premiar la p r o l ~ c i o n que se me dispensaba, ciislribuyendo con profnsion entre todos los de la jun ta paaue- los, cuchillos i chaquiras, cosa que los puso en tal estremo contentos, que hicieron marcharse al emisario de Paguipulli en medio de una rechina jeneral,

E ~ l r e tanlo, Adriano Mera se retiró a un lado con Quitru- lef i le ofreció en mi nombre numerosos i ricos obsequios con tal de que diera noticias exactas acerca de cuanto yo le pro-. guntass con relacion a los eolierros i minas de las inmedia- ciones i las vias de comunicacion que mnducian por la cor- dillera a la Repbbiica A jentina. A lo que contestó el indio :

-uYo resido desde mui poco tiempo en estos parajesi tengo mi morada a inmediaciones de las ruinas de Villa-Iiica, donde no hai otra casa que la miá, porque, estando en aquellos es- combros las almas de los españoles muertos por nuestros ante- pasados, nadie se atreve a habitarlos. Asi es que el paraje mas inmedialo, que es Putuve, dista de allí como clos leguas.-Si quereis, agregó, mi pobre clioza esta pronta.-Venid ; reco-

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1 LOS ARAUCANOS. 158 noced los terrenos de mi propiedad i los inmediatos. Pero os adviorlo que las jeiites de Putuve i de Alipen, al otro lado de las aguas del Tolten, son mui malas i que os espondriais, pe- netrando allí sin su permiso. Por tanto, os aconsejo que es- pereis para arriesgaros en una empresa como la de que me hablais, a que yo mismo hable con esos barbaros i os trasmita su respuesta, que no dudo w conformara a vuestros deseos. Sin esto vuestra vida, la de la jente que os acompaña i la mia estarian en peligro. Asi pues, pensadlo, que pronto estoi a hacer lo que dctermineis.~

Mucho me agrado la caballerezca oferta de Quitrulef i ha- bria compartido con gusto todos los peligros a que el indio creia esponerse por mi, si mi jente no hubiese desmayado. Sin conocer el idioma araucano con la perfeccion necesaria, no era tampoco posible seguir solo. Mi situacion fué entonces de- sesperante :-haber llegado hasla el término de mi viaje ; no distar mas que una hora de camino de las ruinas de Villa- nica, punto donde se fijaban todas mis esperanzas i a donde creia ha!lar la recompensa de las faligas i sufrimientos de mi larga i arriesgada peregiinacion, i sin embargo no serme posible pasar adelante. .. . ..

Tuve pues que renunciar a todo, conformándome con reu- nir los datos que pude de Quitrulef, a quien prometí volver a visitarle alguws meses despues, dejándolo encargado mien- tras tanto de obtenerme el permiso que necesitaba para con? tinuar mi esploracion.

Los datos que obtuve son los siguientes r

.l .O Que la arruinada ciudad de Villa-Rica estaba siluada

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tb6 LA PROVINCIA DE TALDIV~A

entre la laguna del mismo nombre i las aguas del rio Tolten, por cuya razm sus terrenos eran algo fangosos. Que apesar del trascurso do tan tos anos, aun se conservan numerosos ves- tijios, como pedazos de murallas de cal i ladrillo, zanjas, etc. que, aunque cubiertas de monte colgado, dan a conocer la grande estension de aquolla ciudad i el lugar donde existian antes de su destruccion las calles, la plaza, los fuertes i prin- cipales edificios.

2: Que en la misma ciudad de Villa-Rica, donde es fama dejaron ocultas los espanoles inmonsas riquezas, no es tlificil encontrarlas, I que al elboto, se han descubierlo por los indios algunas quepermanecen abandmdas bodavia por no haberse atrevido dstos a tcrmarfas por 'temor de provocar a los espi- ritus por quienes suponen estan guardadas. Dicese ademas, que hai una ?gran piedra cubierta de inscripciones simbólicas bajo la que .existen, segun antiguas tradiciones, cnlierros de coosidmacioa

3." Que en la laguna hai una pequcna isla situada a cor- ta distancia i casi enfrente de las ruinas de Villa-Rica, don- de se eleva .un cerro ,pintorezco en una de cuyas faldas hai otra piedra que tiene inscripciones parecidasa la de que aca- bamos de hablar i bajo la cual, es fama, escondieron los euro- peos la mayor parte del producto de sus minas. A esta isla jamas han podido arribar los naturales, porque, en varias oca- siones que lo han intentado, se han visto rechazados por las aguas, i, creyendo que eslaba encantada, no han vuelto a acercarse a ella por temor (le irritar a los brujos que supo- nen la habitan.

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I LOS ARAUCANOS. 187 4." Respecto a las minas, no se encuentran en las inm6-

d¡aciones.de la ciudad, sino en la falda del -del Villa-Rica cerca de Pocon i de Pailiq (1) i scm de oro, plata i cobre. Tapadas i llenadas las bocas de los trabajos antiguos por los nalurales despues de la fuga de los espaaoles que las espida4 bao. se hallan actualmente descubiertas en su mayor parte, ya por las aguas, ya por los diversos sacudidentoa que ha csperimeutado la montaiia en las varias erupciones del Volcan quo la domina. Por esos vestijios se conoce que ha habido muchas velas de plata e innumerables lavaderos deoro. El c e bro so halla Lambien en abundancia, i, segun informes, hai por allí un pequeño corro enteramente azul que llega hasta tenir las aguas de un estero que baña su base.

En cuanto a diamantes, dire que nada pudieron comunicar- me los indios i aunque es posible que los haya; creo mas bien que hayan sido pedernales con cristalimcion los que se ha dicho que abundaban en esw lugares.

5." Respecto a los caminos finalmente que cooducen al lra- vez de la cordillera a la Confederacion Arjentina, todos los nalurales me confirmaron punto por punto lo que a cerca de ellos me habia dicho Vointen i que ya conoce el lector.

Volviendo ahora a la reunion-me despedí de todos los indios que la componian i seguido de Mera, Vointen i mis mozos, abandone aquel lugar, para volver por segunda vez a Valtli- via, tomando el camino que conduce a Chesque Alto, a donde liabia resuel to pasar la noche..

( 1 ) Antiguamente-Pucon i Pagulin.

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4 58 LA PUOVlNClA DE VALDIVlA

Llegados alli un poco despues de las oraciones, fuimos sorprendidos por la repenlina carrera de un iudio de Voipiro que, desarrajando su caballo, se paró con un trabuco en ma- no delante de la fogata en cuyo derredor estábamos acosta- des, Todos nos asuslamos al principio, creyendo que tras este ~aluaje vendrian muchos otros a asesinarnos. Pero mui luego salimos de nuostro error, porque el mismo indio, entregando- me su a m a , que era una que poco antes le habia conchabado, me osplicó el objeto de su viaje, diciendome que queria cam- biar por otra esaecio aquel trabuco, cuyo mecanismo no ha- bia podido comprender mui bien, a pesar de mis repetidas kaciones. Agrsgómu en seguida que habiendo llenado la mitad del canon con la póivora que tenia, se habia dispa- rado solo, dándole un golpe tan grande en la cara que por nada lodeja tuerto, i que, por no verse espuesto a que aquel animal lo matase el dia ménos pensado, venia a devolverme- lo. Ofrecíle varias especies del mismo valor, pero con gran sorpresa mia i de mis jentes, no quiso llevar ninguna, prefi- riendo a ellas una camisa lac1.e de algodon que cuando mas valdria sesenta i cinco centavos ique so puso inmedialameu- te, volviendo con tentisimo a su reduccion.

18 DE DICIEMBRE.

Habiendo fracasado la mira principal de rnis csploraciones, es decir, el reconocimientode Villa-Rica, i, deseando llegar a Valdivia antes del dia de Pascua para asistir a las festivida- des de noche buena, sali de Chcsquc mui do mañana, siguiendo el camino dc Lican.

Nuchas veces quisc (letenerme en mi transilo para obsm-

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I LOS ARAUCANOS. 4 69

var la formacion i calidad del terreno, pero, por hallarse cu- bierto en iodas parles de una capa mui gruesa de tierra vejelal, no me fiié posible conseguirlo.

A las once llegamos a Lican, dondo nos ocupamos hasta la noche en bañarnos i recorrer los contornos de la lagnna, per- siguiendo algunos leones, cuyos cueros hubieramos desoado llevar con nosotros.

19 DE DICIEMBRE.

Habiendome desembarazado de las mercaderías i cargas de aguardiente que traia la primera vez que toque en este pa- raje, creí que no necesitaba esponerme de nuevo en la laguna, i, despues de haberme despedido de Volnten, segui por tierra mi camino con direccion a Trailafqueen.

Llegado alli, i a fin de no entretenerme mucho, eviléla visita del cacique, que me habria obligado a permanecer en su compañia mas tiempo del que deseaba, i, dospues de refres- carme un poco en la choza de un pobre indio, segui adelante acompañado de Mera, dejando atras el resto de mi comitiva con el encargo de conducir i custodiar los animales que traia.

Al cabo de algunas horas de un Lrole regular, I despues de haber tocado en Nanguisehue, llegamos ya de noche a las posesiones de mi campanero Mera en Pelegue, adondo fuimos recibidos con tanto mayor regocijo cuanto que aquella misma noche debia celebrarse un casamiento.

Segun dijimos en otra ocasion la suerle de las mujeres araucanas es mui desgraciada. Despues de pasar los prime- ros años de su juventud sujclas a la patria polestad i esclavas

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160 LA PBOVIXCIA DE VALDIVIA

do losqiiohacoresdoméslicos, no tienen siquiora la libertad nc- cesaria para elejir una persona de sus simpatías con quien com- partir los pesares i sufrimientos de la vida. Solicitada su ma- no porun Picunto, que raras veces han conocido ántes, pasan a ser esposas vendidas por cierto numero de animales.

Serian como las diez de la noche cuando me avisaron q u e iba a principiar la fiesta.

La mayor parte de los indios de la roduccion estaban mon- tados a caballos a inmediaciones do la casa del novio. A u n a seilal dada, corrimos todos a escape i con una griteria in- fernal hacia la habitacion de la nina. Alli, despues de haber- nos colocado de manera a rodear toda la choza, para evi tar que so escapasen las personas de adentro, esperamos un r a to mientras bajaba el novio en busca de su querida prenda. Esta, que dormia tranquilamente sin sospecha;lo que pasaba, se vio asida de repento por el esposo que le destinaba su pa- dre i se resistió a ello con todas sus fuerzas, hasta que, sin sabor si era jóven b viejo, buen moso o feo, i despues de haberlo arañado i estropeado no poco, acabó por entregarso rendida de luchar en vano. Aunque hubiera sabido quien e ra su pretendido, siempre habria hecho lo mismo, en conforrni- dad a la costumbre de la Tierra que haco considerar como mas virtuosa a la mujer quu mas ha sabido resistir al es- poso en la primera noche de la boda i que le haya dejado mas señales do razgunos, pellizcas i trompones.

Salido el novio con su prometida, montó a caballo í, Ile- vandola en brazos, partióa carrera tendida, seguido de todos nosotros que, con una griteria espan tosa, le acompañamos has- ta su casa. Llegados alli, o1 mozo principió por escontlcr su tesoro do las miradas de los eavidiosos tras una quincha de

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T .LOS B ~ I U C . ~ N O S , : '4 61 coligiies, i, despucs de habcr hecho sacar graiitlcs barriles de chicha. se reliró, dejando a todos los concurrenles em- borracharse hasta d dia siguiente. ..

Yo me escape tambien lo mas luego quc pude.

20 DE DICIEMBRE. l .

El capitanMcra, por quehaceres particularcs, sc qiicd0 en aquel lugar, i yo, despues do haberme despedido de el i de dos de sus hijos, scgui con otro en direccioii a Valtlivia.

A pocas horas, el cielo, que en toda esta espedicion me habia protejido con un hermoso tiempo, principió a cubrirse de nublados i algunos momentos despues a cchariios encima uno de esos fuertes aguaceros trin comunes en aquellas re: jiones.

El mal estado del camino a consecuencia del agua entorpe- ciami marcha, que era lenta i pcsada hasta no mas, tenien- do que ir poco a poco, a fin de que pudieran alcanzarme las demas jentes de mi comitiva que, como ho dicho ya, vc- nian atras arreando todos los animalcs conchabados.

Como el aguacero arreciasei Ilovase trazas de durar torlo o1 dia, al salir nosotros de Chaingal, tuvimos que atravesar tan lijero como nos era permitido i sin detenernos, a Mdalhue, Culche i La Rosa, para llegar en la noche i enteraihente mo- jados a Puleufu, en donde un indio nos acojió en su casa con bastanto agrado i nos invitó 8 participar de su fuego, seria- landotióti hit lugar donde pasar la noche eon abrigo. I

2 1

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LA PROVINCIA DE VALDlVlA

21 DE DICIEMBRE.

A pesar do la lluvia que continuaba aun, salimos de este lugar mui de maaana i pasamos por Suulfudi i Ciruelos, pa- ra llegar a Marilef. Allí descanzarnos en la morada del caci- que Carimaii, quien nos pregun10 con intcres las peripecias do nucs1i.o viaje al in'te>.ior, a lo que accedimos de buena gil- na, aunque brevemeiite, precisados como estal~amos de al- canzar en el mismo tlia hasla San Josb.

Los misionetos se regocijaron de corazon de volver a verme, pues me supoiiian maerto. Acepte de buen grado la hospita- lidad que me ofi-eiieron, i , pasamos la noche en una con- ucrsacion aiiiinatla i afecluosa sobre e1 carácler i coslumbrcs do los intiijsnas i la naturaleza del territorio que ecupah.

22 DE DICIEMBRE.

En la matiana sali de San Josb, pasando por Qucchucv, Cayan i Tres Cruces, Iiasta llegar a Cruces en donde. des- pacliandoa mis mozos con los animales por tierra a Valdivia, me embarque para arribara esa ciudad a l anochecer,

PI incendio que habia tenido lugar en la noche del IT habia reducido a ceiiizas la mayor pacte de la poblacion. Yo misnio kabia sufriilo sus tlcsaslros, pues todo lo que deje en el ho-

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i LOS A'RAUCANOC. 163 4el en que es'taba alojado i que era el punto central &e mis escursiones, habia sido consumido por las llamas ( 4 ) .

(1) Enla introdaccion de esta obra he dicho que habia encontradolas ruinas de una ciudad antigua no mencionada en la historia. ¿Cómo ha sido eso? preguntarán en primer lugar mis lectores, ¿la he descubierto o no?-No titubeo en decir que si; pero les ruego que por ahora me dis- pensen de su descripcioa. Mis viajes a la Araucania no están aun con- clriidos. Pienso recomensarlos tan pronto como me sea posible; i los datos que Be obtenido de un cacique amigo mio me ban sido comunicados con la mayor reserva. Si señalase ahora esos datos i refiriese las escur- aisnes Beohas en cmsecueacia, ao seria prudente de mi parte,

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TERCER!\ ESPEDICION

ARAUCANIA.

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TERCERA ESPEDICIO'N.; A LA

B&BP@&QPP DESDE

SAN JOSÉ,. POB. NIGUEN, HASTA PITIRUFQ,UEEN.

De vuelta de mi segunda espetlición al lerrilbrio araucano, me ocupé durante dos meses en visilar los departamentos de la Union i Osorno i en hacer algunas espibraciones a la cor- dillera ensdireocion a las lagunas de Hanco i Puyehue.

A principios de marzo de 1860 me encontr~ba de nuevo en la.oiudad de Valdivia, en donde tuve la idea de hacer a u a

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otra visita a Villa-Rica, de reconocer sus ruinas, visitar el volcan de sus inmediaciones i, en provecho del país i de la ciencia, hacer un esludio delenido de toda la localidad. A pesar de todo, mis deseos valieron mas que cualquiera otra consideracion, i me determiiié a complelar mi esyloracion en cuauto fuei-a posible.

Hicc en coiisecuencia mis preparativos de viaje, i heme aqui, por la Lercera vez, en marcha a esa rejion do miste- rios, de Lmdk5ones i de costumbres eatermente orijinales, jmpelido 'p i r bsta curiosidad, sea de ciencia, seae' de inte- res, pero que siempre es el móbil de la naturaleza hu- mana.

f

Dsspues de un dii de camino estábamos en San José. Mis intenciones eran permaeeoer solo dos dias en aquella

mision ; pero la suerte lo quiso de otro modo. A pesar de las veotajosas ofertas que hice a varios indivi-

duos, no encontré quien consintiese en acompañarme en cali- dad de lenguaraz, parque se habia divuigahalli el rumor de que los indios pensaban asesinarme en el transito aVilla-Rica. Nui contrariado por esta circunslancia i dispuesto a seguir a todo trance mis esploraciones, i solo, si no encontraba com- pañero, me dediqué al esludio del idioma indijena con mas cuidado i conslancia que nunca, sin dejar de hacer casi to- dw 1~ dias vq paseo investigadar por aquellos cgnto~oos.

Ea uns de esos pasws como hubiese avaneado algqqas le- gws . p0r u s camino pan tanoso en que los caballos se eobrra- ban a cada paso basta 10s pechos, lleguk 4 Pidei, l y g r siluado a! S. B. de San Jos4, eo que apenas hai cinco raqcbos.de ohicaos iiohos tantoc. d~ indijenas criqtianos que conservan

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I LOB ARACCANOS. 4 69

todavia sus antiguos trajes i costumbres i solo se diferencian dc los dcmas habitantes de la Tierra en que no admiten la poligamia.

Ale aloje en casa del juez, que era un patiente de mi anliguo compaliero Adriano Mera, i me recibib, por esta circunstan- cia, con toda especie de atenciones i con la mas jenerosa hos- pilalidad.

Al otro día salí con nilo de Los hijos de mi huésped a reco- nocer las cercanias donde se me habia dicho se veian muchos vestijios de antiguos trabajos de minas.

Encontré efectivamente muchos b y o s i lavadoros que aun- que contenian un poco de oro, no era ta-dto que pudiera determinarme a establecer un trabajo formal.

Iuformado de que en aqueuas inrnediacioneshabia un cerro donde aseguraban que se encontraba la famosa mina de que tantos tesoros habia sacado don Pedro de Valdivia, primer go- bernador de Chile, me encaminé hácia ese pultlo i vi espar- cidas en los polreros algunas botijualas que habian tenido azogue, lo que probaba evidentemente que allí fueron lievadas para beneficiar el oro.

Avanzando un poco mas, encontré una partida de chilenos que eataeaban desde algunos dias antes la misma mina que yo buscaba, pero que aun no habian alcanzado resultados favorables par estar el tarreno cubierto de espesus bosques i presentar por ello grandes dificultades al cateo.

Me preparaba a seguir mis inveutigaclones, euaado sl cielo, que dcsde las primezas horas de ia maiianahabia estado cu- bicrlo dc oscuros nubarrones, dujó caer un copioso aguacero

22

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I'io LA PROVINCIA DE VALDlVlA

que me obligó a desistir de mis intentos i a vdrer inmedia-. lamente a casa de Mera,

Allí me vi forzado a detenerme dos dias que dur6 la lluvia. Asi que hubo escampado me puse en marcha sondiseccion a San José.

Si el camino era malo cuando lo pasamos por primera vez, ahora podria decirse que las aguas lo habian hecho peligroso. Imajinese el lector, que empleamos mas de tres horas largas en pasar solo un rango de menos de una milla de esbnsion, i que llegamos a San José cubiertos de sudor por los esfuerzos que habiamos hecho para salir del paso icon nuestros caba- llos embarrados hasta los pechos, pues poco habia fallado para que jinete i animal hubiesemos quedado sumerjidos.

Con tristeza vela pasar uno a uno los dias, sin divisar la época fija en que pudiese abandonar la mision i seguir mi proyectado viaje, cuando de improviso la llegada del hermano de uno de los principales aaciques de la Ticrra, vino a infun- dirme nuevas esperanzas.

El recien llegado era un indio de presencia esbella i noble,. de andar airoso, exelente musculatura. fisonomía agradable i ojos llenos de ese. fuego salvaje que dislingue siempre a los desendientes d e Caupolican. Vestia el traje de oficial del ejér- cito i llevaba cubierla su cabeza con una gorra galoneada. Llamabase José Railef, i me dijo que era hermano del caci- que Pailialcf de Pi trufqueen.

Para conciliarme la voluntad de este hombre, de quien podia esperar proteccion enr mi viaje, le obsequie una buena espada i le hice preparar en la mision una comida a la que tambien invité al caciqiie Cariman i sus hijos.

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LOS ARAUCANOR 474

Alagado Raild por mis atenciones, e s t r~chá cenmigo sus relaciones de amislad i me sunrimst~o datos i noticias inte- resantes de la Tierra, que tenian'pasa mi tanto mayor rnhrito, cuanto que eran dadas por un natural bastante instruido i mui afecto a los cristianos can quienes habia vivido varios años, conservando aun con ellos muchas relaciones.

Le referí mis inutiles esfuerzos por hallar un lenguaraz que me acompaííase a Villa-Rica i le supliqué que, valiéndose de sus numerosos amigos, tratase de procurarme uno a La ma- yor brevedad posible. A lo que me contesló; qlre desistiea d e mis proyectos, pues tenia fundados motivoe para creer que me espondria mucho, por la mala disposicion que habia notado en algunos indios para dejarme pasar dra vez por sus posesiones. 1 eoncluyo ofreciéndome su casa e invitamime a cambiar de rumbo, dirij iéndome a ella inmedia tamente.

No podia ir directamente a Villa-Rica; acepte pues de buena gana la invitacion, promeliéndole cumplir sus deseos i hacerle una visita, i pensando en mi intericw salir de alli a Yilla-Rica.

Dos dias despues de la comida, Railef i yo rocibimos un mensaje de Cariman, invitandonos a asistir a un festin que él preparaba para obsequiarnos i devolvernos sin duda el con- vile que acabábamos de hacerle.

Salimos con direccion a Marilef, llevando algunos obsequios al cacique.

Al aproximarnos a esa reduccioa, divisamos en una grande i hermosa pampa a mas de trescientas indios, enlre hombres i mujeres, reunidos ya para el banquete i formando un esten- so circulo que iba ensanchhndose a medida que se presenta- ban nuevos convidados.

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15& LA PBOVIRCIA DE FALDIVIA

Los raeobles clel tambor i lee agudos sonidos de la pifalca i otros idetrumehtos saivajes rsoenabrn por toda partes aeompadados de los gritos de alegria ida los eslmes i die, eurdantes canlares de ks indios. Ai poco ralo nos enccintrarim ea el ciircnlo que se abrib

inmedialamente para damos paso. Penetramos baeía el medio, donde C a r i a n s e apresuró a recibimos, ofreci6ndonos un lagar a su lado. I

- El mslna del caciqne rebosaba ;da júbilo en aquel momen- te, ger lo qpe e r i fáuil aoioocr hsía que esiremo se c m - plaeia & 1iq pisa que 1106 habíamos thd) en mdir a su in- o W o n . ,14amMádaa 10s aludes de mlumke, entregué eoilt8z- mei(eia Carimán lo@ obsequias que, como dijearriba, lbva& para él I qwdmsifliaii en un barvil de aguardiente i un cesto de nigarrHlasi de.papi, cosas ambas por hs que se mqmkstó mui dnkab, .

- l . Tia-eti dlito Iu* bemoa ~hstraiido al lector de la usariza de los indios por la que los recien llegados a una reunion se ven obli* a ir csaludando uno a rwo a todos be concurrentes. Esla vdz ho snoedió lo mismo ton mmtnie, que, Bsi que es- tuvinios dn nuestros ssiantm, friimos salrrdadoe por ioa ,i@os, quienes como una muestra de disüacion i xpmlo esíraordi~. narip sb apreseaana a acercarse uno a uno a cutnpb@n- tarnos. e De hora m &ora la animach de los eoavMados hmaba cuerba i ae estenda de sm, 81 o h mtrmo del icftáulo, reproclii- eiiidhse en manifestírcioqes de placer o eii al~idos espaolo- soa Los brindis, el baile, loa gritos i los cumplímienlos todo era al mismo tiempo sin que hubicse para ello brdca, ni etiqueta.

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1 LOS ARIUCANOS. la3

Las tinieblas avanzaban entre tanto con una ceteridatll ad- mirable, i no tardaron en apagar completamente los UItimm reflejos del astro del dia , dejándonos snmerjidds en la gosch- ridatl.

l a fiesta terminó con el juiciodoloscdnmrreotw, qliienhs, dbrios hasta no mas, acabaran por dormirse ea siis aai&~bs.- En enanto a nosotros, descanzarnos apuelia noche P ~ I W ro-,

duccion, i a la rhadana siguien te, despues deLhabePn6s.ilm.S pedido de Cariman i los suyos, regresamos a la misibn de San) José, habiéndose separado de nuestra coinitiva Rallef qlie de- seaba llegar lo mas pronto posible a Pilrafqueen para preparar-) nos alojamiento.

1

En el acto de mi arribo, comunipB a los PadrCs Iai deter- minacion que había formado &e emprender 'sin demora 'Miv espedicion a Pilrufqucen. Trataron do disuadirme do ella i rno enumeraron uno 'a uno los riesgos i safrimientos que tno aguardaban si la realizaba en esa estae-ion en que, a mas de luchar con los elementos, tondria que hacer-frente a la a b k i mosidad de los bárbaros,

Asi, despues de haber reconocido el territorio ihdfjaiia $r la oosta i por la cordilfera, me delerminé a r é ~ ~ n o c e d o ch su' contro ; i al efecto hice los preparativos indispensables. . ' ' '

En la tarde del mismo dia contralé un lenguaraz ba@ la espresa i terminante condicion de no seguirme a Villa-lile;; e ir unicamente hasla Pitrufqueen,

Sali al alba con mi nuovo lenguaraz, ilos minoros, dos

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4 7S LA P R O V I ~ C ~ A DE VALMVIA

arrieros i un mozo de mano, i adenias ocho mulas con carga.

La comiliva iba bien provista de escopetas, sables i pis- tolas.

Dos horas de regular trote i nos hallamos en Marilef. Allí saludé de paso a mi buen amigo Carimen, ij siguiendo por e l camino que ya he descrito en mi espedicion a Villa-Rica, i despues de atravesar cerca de Ciruelos el rio Cruces, toquk en Imulfudi,

Un poco mas edelante hacia el Norte pasamos el Leufua cahue i desde alli nos dirijimos por el N. E. siguiendo la orilla oriental del Cruces i dejando al Este el camino quecon- duce a Villa-Rica, de que 1% hemos hecho referencia.

Media hora despues estábamos en Cudico pequena estacion que solo tiene dos casas que se hallan situadas en un llanito rodeado de montes i mui bien cultivado,

A una milla de distancia esta Mucun en dende no se ve mas que una sola habitacion. Poco mas alla se halla Vaicalaf, que no tiene mas poblacion que la que pueden contener dos miserables chozas situadas en una planicie.

Dejamos que pastasen aHi nuestras cabalgaduras i nos en- oaminamos a la vivienda mas inmediata para solicitar hospe-. daje.

Sus moradores nos aoojieron con carino i en breve nos sir- vieron de comer con la mejor voluntud, proporcionandonos lo que necesitábamos para pasar la noche cómodamente.

5 DE ABRIL,

En marcha dosdc mui temprano, seguimos por la rive-

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I LOS ARAUCAXOS. I i b fa meridional las ondnlaciones del rio que atravesamos para llegar a Rancahue. Esle es un manzana1 situado en un ferlil Hano qae rodea a cuatro o seis tristes habitaciones, i desde donde, previa nuestra visita al cacique, continuamos hasta Cohigü~. AIli nos esperaba una eecena, cuyo relato, aunque msigniticante, puede dar una idea do la orijinalidad de las costumbres araucanas,

Mienlras habiabamos con el cacique, una algazara es- traordinaria se hizo senlir a inmediacioiies de la habitacion. Informados de lo que sucedia, supimos que era una par- tida do Boroanos que venia de Valdivia conduciendo algunas cargas de aguardiente, i era detenida por los indios de la tri- bu en que nos encontrábamos basla que pagasen el valor (le una deuda que habian conlraido en ella otros Boroanos. La cueslion fue decidida mediante la entrega de dos cargas de aguardiente; pero es digna de nolarse esa solidaridad que existe en los compromisos de todos los individuos de una tribu para con las otras. de manera que los inocentes o los queja- mas han contraido una deuda se ven obligados a cubrir las aontmidas por los verdaderos deudores, salvo su derocho de mclamar contra ellos cn su reduccion.

Desde Coigue, i habiendo pagado nuestra conlrlbncion pa- ra seguir adelante en los regalos de costumbre, nos fue pre- ciso para alcanzar a Niguen atravesar tres veces el rio, bcando en nuestro tránsito en Sapaco, que no es mas quo un rancho i en Chesque Bajo, lugarejo de seis habitaciones, situado, rio de por medio, en frente de Loncoche, que no tiene mayor numero de casas, pero siluadas en medio dc una lintla llanura limitada por un espeso bosque dc manzanos quo atravesamos.

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176 L.\ PROVIXCI.\ DE VALDIVIA

Dc Loncoche a Niguen el camino formaba conlrasta con el quo dejábamos atras. Alternalivamente colioas i quebradas fangosas se sucedian sin interrupcion por espacio de una le- gua poco mas o mimos, en que lo que trabajamos contra los malos pasos, lo tupido del bosque, el descenso i ascenso de las quebradas. viénihos obligados en varios puntos a llevar a hombros las cargas de nuestras mulas, nos hizo perder mas de ires horas de tiempo antes do Hegar a Niguen. Bt cacique de esla reduccisn se llamaba Luis Aburto, pero como no lo enconirasemos en casa, nos vimos obligados a descaozar no- sotros i a dar descaoao a nuestras cabalgaduras en una co- lina, la1 era la fatiga que sontiamos despnos de un camino tan pesado.

La rednccion de Niguen, acaso la mas importante despoos de I\larilef, cuenta unas ocho habitaciones situadas sobre las eumbres de pequefias colinas separadas noas de otras, i r0- deadas pintorezcamente de manzanos i otros pequenos ar- bustos, que forman un conjunto agradable.

Inmodialamente despnes de nuestra llegada nos vimos ro- dcados de todos los indios del contorno, a quienes traia la curiosidad de vernos, la esperanza de hacer conchavos, in- formarse de donde i a que veniamos, averiguar en suma. cuales eran nuestras inleociones. Satisfacimos su curiosidatl, pagando ademas el transito por sus terrenos que nos cobra- ban, i, como nos hiciesen compreoder que si sepuiamos atle- lante, no encontraríamos tlurante dos dias nada de viveros o alimcnlos, tuvimos qiic coochabarles, por chaquiras i otras zarantlajas, gallinas i corderos, quc era cuanto necesita- bamos.

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I LOS ARACCANOS. 177

De Niguen a Pilrufqueen ha¡ dos caminos, el uno por Muquen, mas largo, pero mas cómodo, i el otro por Pichi-Na- quegua, mas corto, pero pantanoso, quebrado i casi intran- sitable. Para economizar tiempo adoplamos este Yllimo en que nos aguardaban las mismas o mayores dificultades que en el transito de Loncochc a Niguen.

En efeclo, hubo pasaje en que fue preciso que todos nos desmontásemos, i, llevando a hombro nuostra carga i meti- dos hasta la cinlura en el fango, arriásemos nueslras bestias con la esperanza de encontrar un silio menos insoportable, donde pasar la noche.

Otro percance mayor nos esperaba. Una vez salvados del pantano, nos creimos íclices de en-

contrar un pequeño espacio en medio del moale, en donde pudieramos descanzar nosotros i hacer que pastasen nuestras cabalgaduras.

Pero estaba decidido que todo me seria adverso en aquella jornada. Rabiamos hecho apenas nuestros primeros prepara ti- vos de alojamiento i de cena, cuando el cielo que venia enca- pelándose desde algunas horas antes, tuvo a bien descargar sobre nosotros un chuvasco que nos mojó hasta los huesos, no dejándonos otro asilo que algunos troncos de árboles de- rribados por el peso de sus anos, sobre los cuales, sentados i con una filosofía que hubiera hecho desesperar a los estoicos,. nos resignamos a sufrir la inclemencia del cielo i a ver inun- dadas nuestras botas con el agua que destilaban nuestros ves- tidos. La prevision de viveres que habiamos hocho a nuestra partida, no le costara mucho al lector presumirlo, nos fue en- teramenle inú ti], a menos que hubiesemos devorado a usanza araucana la carne cruda.

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Asi lo habriamos hecho si un crepúsculo dudoso i tardio i algunos tragos d8 ron, no nos hubiesen permitido tomar un poco de vigor, i, recojiendo nueslras cabalgaduras, ponernos en marcha, apesar dcl mal tiempo- que continuaba.

Nedia legua de camino escabroso nos fallaba todavia para llegar a Pichi-Naquegua, sitio abandonado cn el dia, que atravesarnos sin detenernos i apurandb nu~s t ras beslias, ins- tigarlos por ei hambre i el cansancio a pasar tan pronto como íucra posible el rio Donguil, para llegar a NimpuQ, tocando en Quesquechan.

Rmpue es una soFa babitacion m t r u i d a en una pequeda niesela circlindada de monte espeso i salvaj~. Para nosolros ora un palacio; cncontrabamos siquiera jente i abrigo i un lugar en donde tomar un rofrijerio i secar nuestros vestidos.

AllE pasamos la noche. U&a circunslarcia que dará una irPea de las miserables

costumbres i recursos do aquella jente, es la que me contó el indio Jucí~o de aquella habi taciorv dkibndome que, pocos dias anles, como se le hubiese estinguido el fuego que tcnia cn su rancho, se habia visto ebligado a hamr un viaje de veinticm- tro horas a caballo para traer algunos tisonos encandidos de un paraje vecino.

Las lluvias bajo aquel clima no son Ias torme~las de las pam2as arjentinas, ni las tempestades quo estallan en los

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' 1 LOS AR.4UCdNOS. . 179

trópicos. Principia a soplar el Norte, el cielo se encapota, un aspecto de tristeza cubre iodo el horizonte. El agua no .

tarda en caer sobre el viajeroimprevisor que, con lres ocua- tro dias de lluvia sin inlerrupcion va a ser castigado do su temeridad. Allí no bai asilo, ningun refujio, ninguna esperanza sino es de los elementos, i, si alguna vez os sucede encontraros en nuestra siluacion, el mejor parlido sera el que adoptamos nosotros, aplicando las espuelas a los hijares del caballo para salir cuanto antes de la zona tempestuosa.

Asi llegamos a Celenal, que dejamos atras en pooús minutos, no ofreciéndonos el ingrato sitio ningun asilo.

Lo que nos esperaba debia poner a prueba nuestros sufri- mientos i nuestra perseverancia.

Para ir do Celenal a (lui tralué hai un camino Aun camino?- la palabra no es propia ni con mucho. Aquello es peor quo la selva oscura del Dante. Figúrese el lector un derrotero de cua- tro leguas largas con mas sinuosidades que una serpiente, cubierto de quilantales en sus orillas i obstruido en su cen- tro por troncos de árboles jigantezcos que databan desde la creacion i que yacian colocados sobre la vía, ya formando pa- ralelas o ya angulos mas o ménos agudos que era preciso sal- var en un espacio de poco mas de una brazada. El arte del sport ( 4 ) habria enconirado allí que no era tan facil saltar aquellos valles naturales, como los arlificiales de los parquos de Londres. 1 el sporlemain que asi no hubiese pensado, ha- bria pagado con su caballo i su persona su osadía. Era un

( 4 ) Arte de saltar a caballo. Sportenaan, el que se ejercita o cs dies; .o en ello.

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180 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

brincar conlinuo sobro enormes lroncos de un diámetro fabu- loso para caer sobreotroi otro i otros muchos que, en diver- sas direcciones, formaban mil trampas al temerario jinete que se atreviese a dominarlos. En efecto, allí pagamos ~ u e s t r a contribwion & golpes, do disgustos, de ribia, de reniego, sin poder avanzar sin embargo m p s o mas de lo que hubiera- mos pofido hacer con la paciencia de un santo; A cada mo- mento teniamos que descargar la milla que, a veces w podia alcanzar con sus manos delanteras a t o m un punto de apoyo sobm el enorme tronco, i de consiguiente teniams que llevar abran, i subir por medio de cordeles nucstracarga. Eo-olns ocasiones aquellos de nuestra partida que se creian mas (1s acaba110 intentaban salvar si obslaculo. lnh.1iimente : los jinetes i h n al aire, nriédras que los pobres animales quedaban atravezados sobre el tronco. Por fdicidad estas esoenas gi'descas nos distraian de las ponurias del viaje, exi- lando westro buen humor a costa de los que fracasaban en su intento. Muchos quedábamos allli tendidos pare levantar- nos enlro las risotadas jenerales a buscar las riendas de mes- tros animales asuslados i mal tratados.

Eu fin, rlespues de unas seis horas do e s b irdierno p d i - n o s llegar a Quitratué.

dualro c a s a en medio de un m o t e de que m las separa- ban mas de tres o c w t m cuadras mas o &nos bien culti- '

radas, es el punto a que se daaqud nombre, El caciqae de la reduccion se- llamaba Lsmunaa Nos aco-

jeó coa esa hospitalidad que acostumbran los araucanos p a r a con los recomendados por algun cacique de su raza.

Lemunao era un hombrecorpulento, de buena figura, en euanlo la b d l e n puede existir en la Tierra, corte^ i afable,

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I LOS ARAUCANOS. 181'

jcneroso i hospitalario, que quiso hacer una marcada aten- cion, presentándonos individualmente sus mujeres.

No eran aquellos momentos propicios para trabar nuestra mistad. El cacique se disponia, con el ausilio de sus amigos, emprender una espedicion a la otra Banda (Republica Ar-

jentiria) para rescatar la cabeza de Yenquitru, que babia su- cumbido en una empresa de robos i salteos (malones) contra los vecinos de aquel país.

Todos los indios de su tribu estaban mientras tanto ecu- pados de forjar lanzas i preparar quilas para la espedi- cion. Otros fabricaban laquis por medio de piedras envuel- tas en cuero calienle que se estrechaba a medida que se secaba.

Las mujeres, dejando a un lado los armamentos de los guerreros, preparaban los víveres de que debian tener necc- sidad para su campana, i confeccionaban la harina, el char- qui a medio tostar i otros artículos de consumo enlre los in- dijenas. No olvidaban por esto algunos medios de precaucion, como ser bebidas narculicss, veneno i otras sustancias ana- logas que pudiesen ponerlos a cosla de su propia vida al abrigo de la venganza de los vencedores.

Los araucanos, como todo pueblo salvaje, tienen muchas supersticiones, tantas o mas de las que nos refiere la his- toria de los pueblos primilivos. No estranara el lector que le hable aquí de una de esas preocupaciones tan comunes en- salvajes, que los hacen, como en otros tiempos que se pre- tre los tenden de mas civilizacion, dcsislir o acometer sus empresas.

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188 LA PROVINCIA DE V A L D ~ V I A

131 caballo & batalla de Lemunao se enfermó. Los indios vieron en esta circunstancia un augurio falal. El cacique, consternado como todos, decidió que ninguno de su tribu to- mase parte en el malon que se preparaba, porque Pillau no se Liabia manifestado propicio a su empresa, de lo cual te- nian uua sefia evidente en la enfermedad de la bestia.

9 DE ABRIL.

Concluitlos varios conchavos con Lemunao i sus mocetones, partimos cerca de las doce del dia.

A una legua de regular camino, pasamos por segunda vez el Donguil i arribamos a la llanura de Cupe que tiene como ocho vivientlas en terrenos que presentan un bello aspecto por su feracidad i cultivo.

Una legua adelante, encontramos a un indio sentado en un tronco de árbol. Pintabase en su semblante la desesperacion, i en sus ojos el furor.

Nos dijo que andaba en busca de una hija que no podia encontrar por ninguna parte. 1 nos refirió en seguida como, habiendo sabido ésta que en una noche dobia sacarla de l a casa un viejo cacique de los alrededores a quien se le desti- naba por esposo, i prefiriendo la muerte a tal enlace, se ha- bia fugado, resuella a ahorcarse en el monte, lo que proba- blemente habria hecho ya, puesto que, a pesar de tros tlias de prolijas investigaciones, nadie daba noticias de su paradero. La fujiliva no habia dejado tras do si un solo raslro, ni una sola sclial que pudiera indicar el paraje (londe se ocultaba.

Como el indio pensaba ir hasta Pilrufqueen en busca de

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li.08 IRAUCANOS. 183

su hija, le convi& para que fuese conmigo, sirv%edome de guía, invitacion que aceptó gustoso.

Continuamos luego nueslra rula por un >terreno mui mon- tuoso i quebrado hasta llegar, al oabo de tres horas, a un estenso llano rodeado por una cadena de montaaas en forma de semicirculo i limilado al Norte por el rio Tolten.

Una hora nos bastó para atravesar aquel llano. Al tocar en el rio de que,auabamos de hablar nos hallamos en la reduc- cion de Pitrufqueea Alli nos #recibió Railef con mucho cari- do, hacikndonos alojar en su casa.

Railef tenia una sola mujer i varios hijos. Su casa, bastante cómoda i grande, era construida de madera a semejanza de las de los cristianos. Entre sus'muebles i utensilios, se nota- ban muchos de los que usa la jente civilizada que, como Iie- mos dicho anles, cultivaba relaciones con Railef; asi es qiio, sus habitaciones se diferenciaban mucho de las de los demas pobladores de Pitrufqueen.

Aquella noche conversamos agradablemente hasta poco mas de las once, hora en que me acoslé, despues de haber ofrecido al ducsio de casa varios regalos que llevaba expro- feso i con los cuales queria ganarme su voluntad.

Pitrufqueen se halla situado cn la orilla sur del Tollen, ocupando una faja de terrenos -feraces que garece haber ser- vido de locho a las aguas del d o i tione una eslension de cerca de legua i media sobre cinco cuadras .poco mas o me- nos en su mayor anchura, cerrada al sur por un llano olevado

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4 84 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

cerca de cien pies sobro el nivel del rio i limitada en forma de semicírculo por la cadena de colinas de que ya hemos ha- Made al vonir de Cupe.

La reduccion de Pitrufqueen se compone de cerca de dos- cientos cincuenla habitantes. La morada del cacique esta si- tuada hacia el Oeste en el llano alto, dominando talo el valle donde se hallan las dcmas.

El rio Tolten se divide en esta parte en dos brazos, for- mando una pequeña isla con que se comunica por medio de balsas. En el verano la disminucion de las aguas lo hace va- deable en muchas partes.

IJa Pilrufqueen a Villa-Rica, distante, como diez leguas practicablos en cinco horas, hai un camino cómodo i pinlo- rezco por la marjen sur del rio. Del mismo Pilrufqueen parle otro camino, no ménos hermoso i bueno, eu direccion a Tol- ton, racorriundo una estension como de quince leguas.

A pesar de la fertilidad del valle de Pitrufqueen, en donde se producen en abundancia, havas, maíz, trigo, i otros granos, se engordan bastantes animales i en donde se podrian plan- toar establecimienlos de importancia, so conoce sin diEcul tad que eo otros tiempos ha tenido mas poblacion i de consi- guiento mayor cullivo. En el dia, sea por emigraciones de sus antiguos moradores a otras tribus o por cualesquiera otras causas, se encuentran muchos terrenos'i casas comple- tamente abandonados.

Por lo que respecta al comercio. esta reduccion es sin dis- pula, el punto mas adecuado para especulaciones mcrcanlilcs que se halla entre los rios Callc-Calle i Tolieu.

En efecto, dista

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1 LOS ARAUCANOS. ' f& De los contornos de Villa-Rica (4 50 habitantes) 14 leguas. De Donguil. . . . . . . . . . (250 n ) 3% De Tolten . . . . . . . . . . (150 » ) 44 o De Boroa. . . . . . . . . . . (250 n ) 8 N

1 de ALipen . . . . . . . . . (150 n ) 4

Asi es que en un dia pueden recorrerse todas esas reduc- ciones que, unidas a la de Pilrufquen, tienen mas dc mil habilanles.

Fuera dc lo dicho ha¡ otras razones, tales como la abun- dancia de animales ; los hábitos mercantiles de aquellas tri- bus que hacen anualmente viajes al travez de la cordillera para el cambio de animales i para los malones, de dondo vuelven con un rico botin ; el caracter hospitalario del caci- que de Pitrufqueen, que profeje con especialidad a los es- tranjeros. haciendo que los indios de su reduccion cumplaa relijiosamento sus contratos.

Los arliculos principalos de imporlacion entre los natura- les son : el añil, chaquiras, camisas, levitas, pantalones, go- rras, paño aeul, pañuelos lacres, balletas, cuchillos, sables, hachas, frenos, etc.

El lector puede formarse una idea de lo que son aquellos negocios por los siguientes ejemplos :

Compre vacas de uno a dos anos por cinco onzas de anil, que equivalen a setenta i cinco centavos, i las vendi en Val- divia a cuatro pesos. Vacas de tres a cuatro anos por diez onzas de añil, o un peso veinte i cinco centavos, que vendi a diez pesos. Caballos de seis a ocho años, por dos libras da aail, o sean cinco pesos, que veridí a veinte pesos. Cueros tro- cados por rncdia libra de chaquiras, trcinta i siete i modio

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4 86 LA PBBVINCIA'BE VACDIVIA gsntavos, vendi[los a dosciestos cincuenta centavos. Pieles de guanaco a media libra de h q u i r a s , vendidas a ocho pesos. Id. de leon, por doce agujas capoteras, vendidas a seis pesos.

El aguardiente que en Yaldivia se compra a treinta pesos la carga de dos barriles, o sean ochenta botellas, es tambien un negocio bastante lucralivo en Pitrufqueen. Los indios no lo beben jamas enteramente puro, sino mezclado con igual cantidad de agua, que es coma se les vende a un peso la bo- tella. Así es que, agregando a los treinta pesos ya dichos. otros .diez que vals Ja cond~~c ion de las dos cargas o cienlo scsenla bolellas ridntteradaq resulla que de cuarenta pesos pueden sacarse cieeto sesonla. Segun este calcula, facil sera conooor que el aguardieate 8s el mejor negocio que puede hacerse .cm los iedigs ; pero es preciso advertir tambieii que ninguno .efreoe mas hcon.venienles. Los indios acostumbran en efeolo beber en el mismo lugar que compran ; así es que, perdida mui luego la cabeza, no recuerdan despues el nume- ro de botellas que han pedida, i el comerciante, ademas de haber sufrido sus -odios *e impertinencias en e l estado de beo- dez, se ve espuesto a perder una gran parte del dinero que debia recibir por su aguardiente. Fuera de esto, hai que no- iar tambien los -muchos pedidos de .les caciques, a que nci se puede resistir por los resultados que do ello podrian se- guirse.

Facilmenta se camprendera que ne siempre se hacen ne- gocios de esta clase ; pero estos datos pueden establecer u n punle de p r l i da para las especulaciones con los indijenas.

Es l d la ignorancia de los indios sobre el valor de la plata sellada, que, en muchas ocasiones me han pedido bada kein-

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r LOS ARAUCAIPOS. 4 87 ta pesos por una vaca que en Valdivia coslaria a b sumo diez ; pero, como no era posible hacerles comprender la exa- jeracion del precio que me seoalaban, ni pedirles rebaja al- guna, quo habrian considerado como una ofensa, me he visto obligado a comprar el animal en especies avaluadas en trein- ta pesos para ellos i que, a mi solo me costaban cinco, con- ciliando de este modo la susceptibilidad indijena con mis propios intereses.

Cuando volví de mi paseo a los contornos de la poblacion, el cacique mandó avisar a los indios que yo habia venido a concbavar. Poco despues babia mas de sesenta salvajes que formaban circulo a la sombra de unos manzanos.

Railef i yo nos colocamos en el centro con nuestras mer- caderias. Varios caciques se acercaron a mi, saludandome con la ceremonia de costumbre, besándome la mano i abra- zándome tres veces, a lo que correspondí con la misma ce- remonia, ofreciéndoles adcmas cigarros i aguardiente, que aceptaron con muestras de gratitud.

Estaba ocupado en mis cambalaches, cuando oi el sonido de una corneta que tocaban a poca distancia. Me dijeron que aquello significaba que el cacique principal salia en ese mo- mento de su casa para venir a saludarme. Ordené inmedia- tamente que mi jenle cargase las escopelas i las pistolas i qiic preparasen los acordiones.

No tardó en llegar Felipe Pailialef precedido del cornola (4) i seguido de sus mocelones i unamultitud de indios enlre

( 4 ) Este individuo es un desertor de artillería de Valdivia que ha to-

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488 LA PBOVlNCIA DE VALDIVTA

bs cuabs habian algunos chilenos que tenia a su servicio en sbras de herrería i carpinteria.

El cacique tendril unes sesenta ams, do baja estatura, un poco obeso, do mirada astula i de una fisonomía que, aunque animada, revelaba las trazas del aguardiente.

Apénas se hubo desmonlado del caballo i se dirijia a mi pa- ra abrazarme, ordene que se hiciese la salva i se tocasen los instrumentos, que, unidos a la griteria de los iudios, forma- ban la orquesta que ya eu-otras ocasiones he tenido lugar de dos6ribir.

Mi lenguaraz, apenas habla cesado el ruido, dió principio a lossaludos de costumbre, hecho lo cual obsequié a Pailialef una espada, un barril de aguardienle i varias otras cosas de algun valor que lo prbdispusieron en mi favor.

El barril de aguardiente fué la seíial de la jarana. Hubo bai- les, cantos, palmoteos i la borrachera consiguiente que duró hasta tarde de la noche. El cacique, que había hecho mas liba- cioncs que nadia, quedo 00 el campo i fue preciso que le can- dujeran a su casa en angarillas cuatro de sus mas robustos mocetones.

Con mi escopeta al hombro, i acompañado del indio que ha-

mado el cacique a su servicio, i que conserva su uniforme, sus armas i su instrumento como un lujo del cacicazgo. Pailialef ha ordenado a su corneta que toque todos los dias h diana i la queda, que anuncie la aproxirriacion de alguna persona a su casa i que le acompañe cada vez que salga.

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I LOS ARAUCANOS. . 4 89

bia enconlrado en Cupe, me eché a recorrer los contornos con el objeto de levantar uo plano si m era poeifils.

Despues de algunas hvras de escursioa 9 que mi compa- flor0 habia inquirido envano de cuantos encontraba el parado. ro de su hija, estaba yo de vuelta era m&h delos indios i ocupado en mis conchavos.

Entre tanlo una partida de hombres armados que &a hacia nosot~os se divisaba pasando el rio, Supimos poco des- pues que era un mensaje do Illaiíil a Pailialef e~ que le pro- p i a que segundase el movimieIito imnrrecciwa~io da b frontera. Pailialel Nao bocw a reugtoo a su eorwla i en po- cos monaentos lbgabaa los indios de todas direcciones i a escape al lugar de la1 cita. Las propssiches deiüañil dieroa M i v o a aaa deliberadon jeneml. Hubo opiniones en pro i en contra, acalmdos debates, i como Pailialef quisiese eom- eer lo que yo pnsaba sobre el a s d a , les espuse francamenlo por medio de mi lenguaraz, que sus intereses verdaderos i la prosperidad da la reduccion les aconsejaban no t m a r parla en la revuolka. Mi parecor fub adoptado por ackamacion. Los m a j e r o s llevaron la ro sps t a negativa a Naail, i , como de eoslumbre, una gran borrachera ea que, como en el dia an- terior quedó en o1 campo Paitialef, vima concluir la fiesta.

12 DE ABRIL.

ñ1onlamss a caballo mi jente i yb i nos dirijimos a la casa. del cacique a pagarle la visita que de e;l habiamos recibido dos dias antes. Coino a uueslra llegada w le encontrásemos en casa i fuhmos invitados a esperarlo, tuve ocasion do examinar las habitaciones. Son estas de conslruccion identica

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190 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

a las de la Tierra, con escepcion de una, hecha por car- pinteros chilenos sobre la parte de edificio que habian dejado los capuchinos cuando tuvieron permiso de eslablecer allí una misioa. Las otras, que son varias, estan ocupadas, una por el cacique, otra por sus mujeres, otra por sus mocetones i olra finalmente por su platero (1). La casa de construocion chilena, aunque cbmoda i espaciosa, sirve únicamente al caci- que para guardar sus tesoros i ofrecerla de alojamiento a los wtranjeros que llegan a visitarlo.

El silio de aquella pequetia poblacion ha sido felizmente es- cojido. Desde una colina de pequena elevacion. sobre el valle so descubre a uno i otro lado en una grande estension la corri- da del Tollen desde su nacimiento de la laguna de Villa-Rica en dor~de parece estar resguardado por esos dos centinelas amenazadores del Llaima i el Villa-Rica que arrojan cons- tantemente a hs cielos sus columnas de humo i de fuego, hasta cerca de Donguil por parte del Oeste, cubiertas sus aguas de innumorables islas como macetas de vejetacion i flores colocadas por la naturaleza en aquel jardin flotante. Sus riberas que se elevan poco sobre el nivel de las aguas, osten- tUn a unoi otro lado una vejetacion frondosa debida tanto a la feracidad del lerreno, como al cultivo. Mirando hacia el Sur desde la misma colina, se descubre un hermoso i eslenso llano cullivado en otro tiempo segun los vestijios, i hoi dia cubierto de pequeño monte qiie seria facil destruir para es- plotarlo. Era aquello en fin, un panorama risueño i grandioso

(1) Es costumbre entre los araucanos que cada cacique de importan- cia boga su platero esclusivamente dedicado a trabajar adornos para el

gus mujeres.

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I LOS ARAUCAIYOS. 191

a la vez, quo hacia contraste con la miseria i el atraso de los pobladores de itqmllas comarcas.

Un incidente digno de ser rderido vino a distraerme demis contemplaciones. De repente oigo a mi lado Ia voz de una mujer que me dirijia la palabra en espanol i euya fisonomía revelaba a primora visiir el tipo europeo :

-Si es Ud. cristiaw, m dijo, i tiene m m a m o jeneroso, sálveme Ud. por el amor de Dios de este infierno. Soi cauli- tiva i estoi espuesla a ser asesinada de un momenioa d r o . ~

Como ya tenia ndicias de esta catitiva, m, me sorprendió mucho lo que me pasaba. Le rogiib que me refiriese algtinos detalles de su siluacion i de su historia, lo que hizo 6.a medio de Iagrimas i sollozos. Quien sabe cuanto tiempo hacia que ningun hombre civilizado llegaba a esos parajes1

-Be llamo, sewr, Ralalia Mora. Soi hija del coronel Nora, portuguesde nacimientoal smricio de Buenos Aires, i casada con el señor Villegas, comercianle de Mendoaa.

((Viajando de este úllimo pueblo a Buenos Aires con mi fa- milia, fuimos asaltados por los indios en la Guardia Azul. ¿Qué suerte ha corrido mi familia?-No lo sé ; lo cierto os que, desde entónces no he vuelto a ver a mi marido, ni a mi hijo pequeño que tenia ; que los salvajes me vendieron a un cacique, que este cacique me vendio a otro, quien finalmente me entregó a Paflialef.

upailialef me prefiere a sus mujeres indias, lo que causa mi mayor desventura, pues m solo me encuentro embarazada, sino que esas mujeres celosas tratan de deshacerse de mi, o enve- nenindmeoiudisponiendome en el animo del cacique con su- puestas iniidelidades para que rne condene a morir quemada.o\

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1 c3-2 LA PROVINCIA DE VALDlVlA

No habia tenido tiempo la infeliz de acabar su relacion, cuando, a mi gran pesar ,oimos el ruido i vimos el polvo de cabalgaduras que se acercaban, i tuvo ella que retirarse.

La famosa corneta de Pailialef nos hizo entender que eran él i su comiliva quienes llegaban.

Poco despues yo era el objeto de grandes i afectuosas ma- nifestaciones de parle del cacique, quien satisfecho de mi vi- sila (acaso lo esla ba aun mas de mis anteriores regalos) quiso dispensarme todas las atenciones de la mas jenerosa hospita- lidad. Me abrazó, me presentó a sus dos mujeres una de las cuales era vieja i la otra jóven i no mal parecida. Se guardó el bellaco de presentarme a la pobre cautiva. Complacióse despues en hacerme ver en su corral sus mejores animales. Me llevó en seguida a su casa de lujo, en donde me mostró todas sus riquezas, que consistian en prendas de plata de un trabajo mas o menos grotesco, frenos de varias formas i he- churas con sus copas i cabezadas de plata, muchos pares de espuelas, vainas de sables, platos, fuentes, cucharas, mates i bombillas, puñales, cuchillos, etc., hacid~do particular os- tentxion de una bolsa de cuero de chivato que contendria mas o ménos tres mil pesos en monedas de oro i plata sella- das, que por primera vez veia en mis peregrinaciones en la Tierra,

Es digno de notarse que esa canlirlad era el resullado do venlas de animales hechas por un hijo del cacique en Naci- miento.

A propbsitq, creo que no estara demas adverlir al lector, que los indios no admiten la moneda de oro, sino lasde plata que luogo funden para hacer sus halajas i las de sus mujeres. La razon que dan para no admitir el oro, es que lo ercon l a

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1 LOS ARAUCANOS. 4'93

cansa principal (le las desgracias de sus antepasados, recor- dando la codicia de los españoles. Se me ha referido que va- rias veces, habiendo recibido como precio de animales vendi- dos algunas onzas, las habian cambiado por igual número de pesos fuertes.

En soguida, volviendo a sus propias habitaciones, me pre- sentóel cacique sus dos hijos, uno de los cuales tendria cerca de veinte años i el otrocomo diezi siete. A este último lo habia conocido en Valdivia en un colejio, en donde se educaba junto con los hijos de las personas mas aoomodadas de la ciudad. En ese entónces vesiia lo mismo que sus compañeros, pero ahora, con gran sorpresa mia, llevaba chamal amarrado a 13 mitad del cuerpo, el pie desnudo i calzadas a el las espuelas, el pe- lo suelto i sujeto como los demas araucanos por una cinta lacre, teniendo por fin la cara pintada de diversos colores.

Vino despues la presentacion de la parentela, Quignclef, Epulef, Quitrulef, Catrilef, Paguilef i varios otros con la mis- ma lerminacion ({), agregando que sentia mucho no pre- sentarme a los demas que ya habian marchado a la Otra Banda para dar un malon.

Terminados que fueron los cumplimien tos, Pailialef nos con- dujo a un estenso patio en donde estaba preparada una bue- na comida. La borrachera fué consiguiente i aquella fiesta

( 4 ) Lcf significa carrera en araucano. Puede decirse que es el apellido de la familia, i el nombre los numerales quigne, epu, que significan uno, dos, o bien, pagui, leon, i otros denominativos de animales o de aves, que significan una carrera, dos carreras, carrera de leon, carrera de huanacq etc. eto.

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105 LI PROVIRCIA DE V A L D ~ V I . ~

improvisada durO Iiasta mui tardc de la noche, cuando, me- diaiile muchos subtcrfujios, pudimos escaparnos mi jente i yo para volver a nuestra casa.

18 DE ABRIL.

El platero de Pailialcf vino a verme de m a m a con el oh- jclo de que fuesc a reconocer con 61 cierto lugar donde hahia cnconlrado varias piedras de melal. No cuadró la propuesta. BIarchamos por la orilla del rio i en dircccion al Este hasla tocar, como a legua i rncdia de dislancia, en el punto mismo en q u ( ~ se j u ~ t a la cerranía de que homos hablado con las aguas del Toltenl.

En mi transito me so~pmndió veF hacia un lado del cami- cio unos cuanlos caballos, cuyo movirrpiento oscilatorio me Ila- mú la atencion. Como 16 hiciera esta misma observacion a mi eompaiiero, me espl ic~ la corstumbre indijena de cuando nioi-ia un araucano mata^ a su caballo mas qiierido, enterrar su carne a su ladq como víveres para el camino, i llenar de paja el cuero, colgándolo en seguida de dos postes angulares sobre la tumba.

No era solo 10s cabalfos lo que me habia sorprentlido : ha- bia lambien eu un punto dado un grupo de cualro troncos de arboles tallados a cuchillo con pretenciones de estatuas, que mi comparicro me esplicó que eran para los indijenas otros tantos guerreros que custodiaban los sepulcros. Realmente, si en lugar de haber hecho ese camino por la rnatiana, bubiese caido la casualidad de hacerlo a favor del crepúsculo, habria

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I LOS ARILC.~NOS. 195

creido enconlrarme, al vcr el movirnicnto de los caballos producido por una brisa de cordillera, en uqa escena del Convidado de Piedra o de Don Juan.

Llegamos por fin al cerro de que me habia hablado mi cúrnpañm. 1, despues do circundarlo en varias direcciones, enco~tramos una veta como de vara i media dc ancho en u n panizo que era bastante metálico. Lo segiiimos cerro arriba i al travez de un espesa monte por un espacio como de dos cuadras. Tomé muestras de los nletales para ensayarlos, i, habiendo obsequiatlo al duedo del terreno, que por este mo- tivo se nos manifestí, agradecido, volvimos a ~ u c s t r o aloja- miento,

Allí nos esperaba otro incidcnle quc no era ni parlamenlo, ni borrachera. Era simplcmcnle mi criado que, como se ocu- pase de prepararme el café, comenzó a hechar ojeadas a una sobrina de Railef, permiliendose insinuaciones poco decorosas. Railef, astuto como verdadero araucano, habia obsarvado aquello, i de repente, cojiondo por el cuello al atrevido, de- sembainó un cuchillo para ultimarlo por su insolencia. Mi pobre sirvicnle habria sucumbido allí sin que el menor caba- llo, ni la menor estatua le hubiesc sido colocada sobre su tumba, a no ser una zancadilla a tiempo i sus a j ¡les pier- nas que lo pusieron en salvo.

Railef, amenazador i vengalivo, pero que felizmente habia hecho algunas libaciones aquella noche, buscó en vano du- rante algunos momentos al pretendido amante. nindióse al fin al cansancio i durmió profundamente sin acordarse mas do lo acontecido i sin que el susto de mi sirviente, que pocas

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4 % LA PROVlNCld DE V A L D l V l A

horas despucs se reunib a mi, hubicso producido las conse- ,cucncias que yo temia.

14 DE ABRIL.

Para ensayar los melales que habia traido el dia anterior, careciendo de los ulensilios necesarios, me vi obligatlo a Sun- dirlos en la fragua del platero, obtenienilo tan buena Jei da plata, quedeterminb volver en la. primavera próxima a plan- toar un trabajo formal en el cerro.

Ne fue necesario poner en conocimiento de Railef el resul- tado de mi ensayo. I\li hubspod se dirijio inmedialamentc a casa de su hermano para prepararlo el animo, a fin de qiia no pusiesc obstaculo al trabajo. El cacique rccibió mui bien la noticia i los empeiios (le h i l e f i le prometiú apoyar mi solicitud on una junta que iba a convocar inmcdiatainonte. En efecto, mandóal corilela que tocase llamatia a los in-

dios. En pocos instantes se vieron brotar de todas partos grupos

de salvajes que acudian presurosos al llamamienlo de su ca- cique.

Para no fatigar d lector refiribndoledetalles que ya conoce, dirO solo que, despues de los debates i obsequios de costum- h e , todos los concurrentes accedieror, pr unanimidad a mi solicitud, lo que manifestaron con grandes gritos i algazara.

Como diese parte en seguida a Pailialef de mi determina- cioii de volver inmediatamente a Valdivia, me instó mucho para que permaneciese en Pitrufqueen, ofrccientlome su casa de madera i los viveres noccsarios para mi i las jeotes quo

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J LOS ARAUCANOS. 197

me acompaflaban durante mi permanencia. Le manifeslé cuanto agradecia sus jenerosas ofertas ; pero le hice observar tambien que, careciendo de hombres especiales para el ira- bajo de la mina 1 de las herramientas i útiles de que ellos se sirven, me era dc todo punto indispensable volver a Valtlivia para procurarmelos. Conociendo la josticia de mis obsei.va- ciones, me hizo prometerle que eslaria de vuelta en Pitruf- queen en el mes de setiembrc próximo sin falta alguna.

13 DE ABRIL.

El hombre propone i Dios dispone. l í e habia propuesto mar- char en este mismo dia; pero, queriendo manifestar mi gralilud al cacique por su jenerosa hospitalidad, acepté la invilacion que me hacia de quedarme para asistir a un ma- chitun que debia tener lugar al dia siguiente.

A medio dia se vió pri~cipiar un gran movimiento en la reduccion. Por todas partes iban i veniaa indios arma- dos, los unos a caballo, los otros a pié i las mujeres se despedian de sus hijas i maridos como para no volverlos a ver. Tratabase de ir a dar un malon al fuerte del Carmen situado al Sur de Buenos Aires i en la orilla del Atlántico. Bailef i un hijo del cacique eran los jefes que debian condu- ciren aquella ocasion a los indios de Pitrufqueen invitados a la espedicion de quc hemos hablado en Quitratue por otras Iri- bus que tenian sobre las armas mas de dos mil combalientes.

En la tarde se efect~ió la marcha ; yo i mis jentos dejamos la casa de Railef i aceplamos la oferla del cacique, a cuya mc- jor habiiacion 00s trasladamos i~mediatamenle,

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198 LA 1'ROf lSC1A DE VALDlVfA

Apenas nos Iiabiamos instalatlo, sonó la corneta que anun- ciaba la llegada de un caciqiie de Alipen i varios mocetones. Venia el jefe araucano vestido a la usanza de su tribu, que es una de las mas salvajes de las que se encuentran al otro lado del Tolten, i traia, lo mismo que sus acompañanles, la cara pintada de diversos colores.

Pailialef recibió con todos los honores correspondientes a su rango al recien llegado, qiiien, despues del saludo de cos- tumbre, nos dijo que venia en busca de una muchacha con- denada a ser quemada viva.

La conversacion fué enlremezclada de libaciones que aca- baron por la borrachera de siempre, un poco a costa mia es- ta vez, que luveque sufrir las exesivamente afectuosas mani- festaciones de amistad del salvaje. En medio (le mulliplicados abrazos i do olras espansiones de la borrachera me referia las costumbres de su tribu, costumbres barbaras i brulales que me daba como actos de heroismo suyos i de su jente, invitándome a hacerle una visila a Alipen tan pronto como volviera de Valdivia.

16 DE ABRIL.

Sabe el lector lo que es un macl~itun? Seguramente no, si no ha viajado entre los arancanos, i por esta razon vamos e hacerle conocer lo que es esa fiesta.

En otra parte hemos hablado de la supersticion Indijena que no permite que ningun hombre muera a no ser de vejez o a consecuencia de un hecho de armas ; así no le sorpren- derá que digamos ahora que e n l ~ e aquella jente, cuando uno se siente enfermo, se cree que el diablo esta melido en e l

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I LOS ARAUCANOS. 199

cuerpo i que, para sacarlo, necesitan de un exorcismo a su manera. Este exorcismo consisle en una gran fiesta a que se invitan caciques, mocetones i .todos los pobladores de las re- ducciones circnrrvecinas con algunos dias de aolicipaciou a fin de que cada uno pueda procurarse viveres, bebidas i otros elementos con que deben pasar de tres a cuatro dias reu- nidos. Algo tiene esla costumbre de parecido a los pick-nick ingleses.

Serian las diez de la mafiana cuando el consabido cor- neta (lió la señal de la salida del cacique. Pailiatef habia hecho escojer sus mejores caballos. Venia lujossm.te ves- tido, trayendo a su cinlura una larga espada con vaina de plata, puesto de botas que no poco le incomodaban, seguw 81 decia, i aladas a sus talones enormes esptielas bambien de plala, que lo conlrapesaban sobre el caballo, A la grupa, medio tomada de su cintura i montada igualmente con las piernas abriertas, traia a la reina de su serralla, que venia aquel tlia cubierta de sus mejores adornos. Chamal i manla de paño azul fino, prendida esta con un enorme alfiler d e plata de un pié de largo, uno de cuyos cstremos era un boton del tamaño de una naranja i del cual colgaban varias ca- denilas, cruces, campanillas, elc.una inmensidad de colla- res de chaquiras de diversos colores rodeaban su garganta. De sus orejas, cuya resistencia era digna de asombro, pendia una especic de cuadrado de plata como de Ires pulgadas. 211 pcinado era lo mas curioso de su toilelte. El ,pelo partido cn la milad foi-mando dos enormes trenzas que hacian roscas sobre las orejas i szt~aban sus puntas sobre la frente a mane- ra de cuernos, dc cuyas punlas col~abao, como de toda lab

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200 LA PROVINCIA DE VALDlVlA

cabeza, mil adornos eslrambóticos, como campanillas, cruces, anillos, estrellas, etc., etc. Era aquello un chinesco de una banda de música de rejimiento.

El caballo rivalizaba con sus jinetes en lujo i en adornos. Cabezadas de plata, freno con enormes i cinceladas copas del mismo metal, montura cubierta de placas tambien de plata. estribos guarnecidos de diferentes i caprichosos adornos i cintas lacres en todas partes.

Tras del cacique venia un hijo suyo, trayendo a la grupa a su madre, ambos mas o menos ricamente adornados que los primeros.

Iba yo en seguida, llevando a las ancas, como una prueba de confianza, a una sobrina de Pailialef, que, sin lisonjearme, era la mejor parecida de la fiesta. Como una sena1 de virji- nidad llevaba en los brazos i en las piernas abajo de la pan- torrilla anillos de plata anchos de cuatro a seis dedos i mu- chbs otros adornos no menos estravagantes i ricos que 1a preferida del cacique.

Tras de nosotros venian los mocetones i en seguida los obreros chilenos que tenia a su servicio Pailialef.

Habiamos hecho como media legua de camino cuando nos encontramos en los alrededores de la casa de Epulef, cuya mujer se encontraba enferma o, segun los indios, endemo- niada. Cuatrocientos salvajes, mas o menos, sentados en cir- culo i resguardados por otro de mujeres, rodeaban la habita- cion. A nuestra llegada un estruendo de tambores, pifulcas i gritería nos dió la bienvenida. Las mujeres que llevábamos a las ancas el cacique, su hijo i yo, se bajaron i fueron a tomar su lugar respectivo en el circulo que les correspondia, mien-

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1 LOS ARAUCA-JOS. 901 tras que nosolros, penetrancto hasta el centro i sentandones eii una especie de plataforma construida exprofoso i cubierta de pieles de ieon i de huanacos, mirabamos a nuestra alrede- dor aquel curioso espectáculo.

Los caciques de los alrededores se adelantaron a felicitarnos con gran ceremonia, subiendo hasta donde estábamos coloca- dos para abrazarnos tres veces cada uno. Vinieron en soguida los mocetones i demas indios, saludándonos cada uno a su turno con el sacramental i fastidioso marri rnarri.

Tras de esta ya demasiado pesada ceremonia una multitud do indios cada uno con su plato de comestibles vino a colo- carlo a nuestros pies en las graderias que nos servian de anfi- teatro. Imposible de negar nada a nadie, nos prepararno8 con un apetito de EliogAbalos a comer de aquellas interminables viandas que nos servian i de cada una de las cuales era p r e ciso quo tomásemos alguna parte. Llegaron aquellos demo- nios a ofrecernos en su jenerosa acojida hasta pan, que por la primera vez veia en la Tierra. Pero nada era la cantidad, sino la mescolanza de los alimentos que nos servian p~ecipi- tadamente unos tras otros, pabos, caballo, chicha de maiz, huevos, aguardiente, chancho, etc.

Dada la sena1 con la corneta de lujo, principió la jaraaa. Baile, música, tamhoriles, gritos, abrazos, todo al mismo tiempo. A esto siguió el paseo al trote de tres en tres al rededor de cuatro canelos trasplantados exprofeso para la ce- remonia i en cuyo cenlro estaba la machi (1) fanthsticamente

( 1 ) Mkdicas que, aunque conocedoras de las yerbas medicinales de la Tierra, no pasan de ser charlatanes que se burlan de la buena fc de sus paisaiios.

2G

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aoa LA rRovIiYclA DE vAtDlvIA

ataviada, que volvia i revolvia en todas direcciones, sacu- diendo los árboles como para imilar d rujido de la tormenla. Conlinuó por algunos instantes corriendo en torno de la habita- cion de la cilferma, acompaaada del mismo séquito, penetrando basta la cabecera, a cuyo rededor bailaba i gritaba de mil ma- neras. Despues de muchos cantos i bailes, se a c e r d al lecho d e la mujer de Epulef, le pregunto como se scalia i el lugar donde creia teuer al diablo. Senalósele el vientre. La machi sa- có eelónces un cuchille i haciéndose que pegaba un tajo en e l cutis de la enferma, lirb con una inconcebible lijereza d e manos unsnorme zapo,lbajo cuya:forma dijo a los concurrentes que se hallaba el espíritu del niel. Una inmensa gri teria se hizo s i r eatbnces de todas partes. La machi salió afuera i en medio d e los canelos tomó dos corderos preparados exprofeso pa- ra la ceremonia, dio un tajo en el cuello de cada uno, pu- se un plato para recibir la sangre, mojóse Ins manos en ella i arrojó unas cuantas gotas en direccion al Volcan de Yilla- Bica.

Goncluida de este modo la ceremonia, los asistentes vol- vieron a sus lugares i siguieron comiendo, bebiendo, bailando i gritando como antes.

Yo me habia puesto a observar cuanto habia de notable entre aquellas jentes, cuando se acercó a mi Llancaman, ca- cique de Dónguil, a quien fui presentado inmediatamenle por Pailialef. El recien llegado e ra uno dc los jefes principales d e la parte del territorio araucano que exisle enlre el Tolten i e l Calle-Calle. Alto, robusto, veslia a la manera de los cristia- nos, llevando levita, pantalones i bolas. Lc convidé a que me hiciese una visita en mi casa, esperando obsequiarlo enton-

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Y LOS ARIUCANOS. 203 ces i ganarme su amistad. l e cnntestó quo aquella misma noche iria conmigo, lo que hizo efectivamente.

Miéntras tanto no cesaban de llamarme la atencion varias de las mujeres que asistian a la fiesta, no solo por su belleza i adornos, sino por la espresion de sus ojos, que, en nada so parecian a los de las otras que babia en el mismo lugar. Por sus cabellos rubios i su tez blanca i sonrosada me parecieron al principio oriundas de la tribu de Boroa ; pero, fijandome mas, creí que sil tipo era enteramente europeo i llegué a sos- pechar fuesen algunas cautivas cristianas, cosa que me afir- maron despues (1). .

Entre los instrumentos que componian la orquesta de los salvajes, me sorprendió miicho una enorme corneta de ma- dera como de ocho varas de largo. Formada de la corteza de cierto árbol i amarrada con fajas de cuero i boquis, despedia un sonido mui raro qiie se dislinguia entre el ruido de los tambores i de la pifulca.

A una señal dada, las mujeres, que hasta entónces habian permanecido en sus asientos, se pararon i principiaron a bai- lar de tres en tres al rededor de los canelos i al son de todos h s instrumentos.

Como aquello llevaba trazas de no acabar tan pronto, Pai- lialef, que deseaba volver a su casa, dió a su comiliva la ór-

( 4 ) Todris tenian al rededor de SIIS ojos cfrculos azules hecliofi con maestria i con pinturas sumamcnle finas.-

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208 LA PBOVINCIA DE VALDIVIA

den de re tirada de que no poco me a lq ré , porque iba te- miendo no poder escaparme en toda la noche.

La comitiva sigui0 ea el misma órden que habia veiiido, con la unica diferencia que en esta ocasion era aurnenlada por el arriba mencionado cacique de Dónguil i sus mocetones, quienes se alojaron aquella noclie en mi casa.

Cansades como e&ábamos de haber permanecido mas de oche horas sonlados en el anfiteatro con las piernas cruzadas, fácil ser i sugener al leclor, que una vez llegados a nuestro alojamienta, solo .pensamos en dormir.

Serian como hs doce de la noche cuando desporté asusta- do por las carreras i griles que se oian de todas partos. Me levanle a ser lo que swedia i encontré al cacique Pailialef en el patio, armado de un gran cuchillo i preguntando por uno de sus carpinteros, aquien queria asesinar. Pregunté lo que aquello significaba, i se me dijo que una de las indias, celosa de la cautiva i queiiendo malquistarla con el cacique, habia hecho creer a este que durante su ausencia le habia sido infiel. Que Pailialef, dando oidos a lo qua se le contaba i sabiendo que en la tarde nadie mas que el carpintero habia entrado en la casa, creia que éste fuera el amante de lainfe- liz cauliva i lo buscaba para matarlo. Salí para calmar a Pai- lialef, pero el indio estaba furioso i no escuchó mis palabras ; asi fue que tuve que retirarme despues de haberlo oido prome- ter a su querida que al dia siguiente en la continuacion del machitun liaria quemar viva a la desgraciada crisliana, cui- dando de buscar tambicn al chileno que so le habia escapado.

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1 LOS ARACCANOS.

11 DE ABRIL.

El lector puode imajinarse la noche que p a r i a Ix viclima, sabiendo que solo le restaban algunas horas de vida. Crcyen- do pues inevitable su muerte, se dirijió de alba, a d d e . yo estaba i me suplicó con suspiros i ligrimaa qine 14 salvase, prolestando de su inocencia i atribuyendo sit desgracia ri. los celos de las otras mujeres del cacique.

Conociendo lo dificil i peligroso do b situxion en qiie me encontraba, pues, si algitn indio me hubiese visto hahlnnrlo con la cautiva, no hubieriims podido escapar coi~.vida, ni yv, ni las demas personas de mi servicio, hice que la desgraciatia volviera inmediatamente s su habitacion, prometiéfidole Iia- cer lo posible por salvai~la i rescatarla aquel mismo dia, i pensando, en caso de no obbner buen k i l o en lo ultimo, empeñarme con las autoridades & Valdivia para conseguirlo.

La infeliz se reliró entónces con la desesperacion pintada en su semblante. Esto me desgarrb d alma ; pero ;que hacer? -¿Escapar con ella?-Imposible. Los caminos que conducen a Valdivia son largos i pesados i los astutos salvajes no nos hu- bieran dejado pasar con nuestra preciosa carga, aunque la hu- biéramos disfrazado de hombre.-flacerla conducir por uno de mis mozos en una frajil canoa a merced de las aguas del Tol ten para que la misma corriente la arrastrase hasta el mar?-Di- ficil hubiera sido salvarla así ; porque, como ya hemos dicho, las orillas del rio estln pobladas de indios, que hubieran atajado con facilidad la pequeaa embarcacion, cortando los talones a mi pobre mozo i quemando a la desgraciada que huia de la ho-

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206 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

Buera (1). 1 entónces ¿qué olra cosa que la muerlc nos habria aguardado a mi i a las porsoiias que me acompaaaban por haber sido cómplices en el robo de la infeliz, protejiendo su huidal-Así pues, me decidí por o1 partido mas seguro i que ofrecia mhnos peligro. Busque inmediatamente a Pailialef, lo saludé afectuosamente i, despues de hacerle algunos obse- quios, le moví la conversacion sobre lo que habia sucedido en la noche anterior. El cacique me contó los chismes de sus mujeres i su determinacion de hacer quemar aquel mismo dia a la infeliz cristiana. Aproveche entónces la oportuni- dad para hablarle del odio que los celos infunden muchas ve- ces entre las mujeres i hasta me atreví a hacerle sospechar que todo aquello no fuera otra cosa que un testimouio pa- ra deshacerse de una rival, que, por su instruccion i ma- neras delicadas, debia naturalmente agradarle mas que las otras.

Pailialef me interrumpió entónces para decirme que efec- tivamenle la crisliana ora su preferida, por lo que sentia so- bremanera verse obligado a deshacerse de ella. A esto m e apresurh a hacerle entrar en razon, manifeslandole, que si quemaba a la cauliva, perderia no solo una compaaera que creia inooente, sino tambien los trescientos pesos que le ha- bia costado, esponiéndose ademas a que el Gobierno de Chile, al conooer el hecho, mandase algunas tropas para castigar- lo. Le agreguh que si a pesar de eslas razones persislia en su determinacion de deshacerse de ella, yo le ofrecia desdo luego cien pesos mas de lo que le habia costado para llevar-

( 1 ) Es costumbre entre los araucanos cortar los talones a lo3 cautivos que huyen o son sorprendidos en los preparativos de su fuga,

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I LOS ARACCANOS. 207 mela aValdivia, obtenientl~ el dB este modo la tranquilidad de su casa i una ganancia no insignificante.

Reflexionó Pailialef l a g o rato sobre mi proposicton, i, le- vanlando al fin la cabeza, me contestó :

-Tus razones mc! han convencido; no morira ; pero tam- poco quiero cederla a nadie, porque ella es quien mas ha sa- bido atraer mi carino, me guisa los mejores platos i me h c a la ropa que necesito.

Le ofreci entonces quinientos pesos. A lo que me replieó con orgullo :

-Hermano, no necesito de tu plata ; i si quieres ser mi amigo, cuidate de hablarme mas de este asunto.

Hesultado éste a que tuve que conformarw por f u e m .

Habiendo salido para Valdivia algunos dias antes mis dos arrieros con todos los animales que habia conchabado, Bke los preparativos de mi viaje i, despues d e haberme deapedi- do del cacique, prometiéndole volver eU el mes de s e t i m b r e del mismo ano, salí de Pitrufqueen hacia Quit~atné,

Algunas horas despues I!egabamos a Cupe, d o d e pasamos la noche.

18 DE ABRIL.

Continuamos nuestro viaje, sorprendiéndonos al llegir a Quilratué un aguacero que duró todo el dia i que tuvimos que sufi-ir cabalmente en el mismo camino que ya conoce e l lector, a quieu diremos ahora que, no solo estaba colno antes, sino mil veces peor.

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a08 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

A las siole de la noche llegamos a Nimpue molidos de can- sancio, tiritando de frio i con nuestros veslidos pegados a l cuerpo i destilando el agua que por espacio de muchas horas habian recibido.

Nos alojamos en la misma vivienda donde habiamos des- canzado la primera vez que pasamos por esle lugar. El duo- ño de casa nos encondió una gran fogala en la que secamos niicstra ropa, cubriendonos mientras lanto con chamales a la usanza india.

Poco rato despues oimos los gritos de una criatura recien nacida i supimos que la mujer de nuestro huésped acababa de desembarazar. Con gran sorprosa nuaetra vimos salir in- modia taniente a la enferma con su chiquillo en brazos, i, co- mo hubiesemos dicho a su marido lo espuesto que era dejar moverse de la cama a una persona en ese eslado, nos con- tesló riéndose que a sus paisanos no les sucedia nada i que, en prueba de ello, veriamos volver luego buena i sana a su mujer que acababa de ir a lavarse con su niño a la orilla del rio, lo que hacian tambien todas las araucanas. En efecto, la india volvió algunos instantes despues a seguir en sus ocupaciones doméslicas, como si tal cosa le hubiera pa- sado.

A propósito, creo que no carecerá de interes el referir aquí 01 modo como crian a sus hijos aquellos salvajes.

El nido envuelto en telas de lana o en cueros es atado a una tabla de tres pies de largo por uno de ancho que tieno en sus eslromos dos látigos que sirven para colgarla. Cuando

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1 LOS ARAL'CANOS. m quieren que ducrm, dejan la tabla en el suelo. Si el chiqui- Uo grita, vuolven a tomarla i la cuelgan de ptn poste o de las ramas de un árbol, mwiendola la mismo qm un columpio. Si quieren darle de mamar, bvantan la tabla i la acer- can al pecho con la criatura. Si estan otupadas en sus quehaceres domésticos, afirman la tabla en la pared, dqaado medio parado al nifio, i continuan mui tranquilas en sus tra- bajos. Si se les ofrece salir, cuelgan la tabtit con el chiqdlo a la espalda, cuando es uno, 1 tambien por ddante,. cuando son dos, cesa que Ire visto muchas veces ear Htis viajds do d o en mujeres de a pie, sino tambo de a aab&lfo,. qus, sen- tadas como hombres, corrían a todo escape con su par de nifios.

A posar del aguáeero que contíauaba seguimos nuestra marcha por un camino infernal, pasaddo por et panfano de que ya he hablado, i que, aumenlado ahora por las agtias, presentaba no soio dificultades, sino peügros.

A las cuatro de la tarde llegamos a PJPgmn, i, como se nos dijese que el caeigue A k t o estaba eir Lo~eoche, ~ @ r n o s hasta dicho punlo, daadie pasamos la noche en c w de un chileno.

20 DE ABRIL.

Los rumores de quc los indios pensaban asesinarme de quo he dado cuenta al salir de San José, w careciaa dc funda-

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21 0 Lb PROVINCIA DE VALDIVIA

moalo. En Ritrufqircen supe en efecto, que Aburlo i Nequel- beque, cacique de Muquen, se habian combinado para impe- dirme el paso i matarme a mi vuelta a Valdivia, cosa que oonfirmb.eL chileno eir cuya casa me hallaba hospedado. Mi s i l u a c h pues,, era bastanle crítica, i para salvar, no me que- daba ~ t r o tecurso que un acto temerario de valor personal. No dude un instante.

r , Asi qtie me levanté, me diriji, acompañado unicamente do mi Lenguaraz, a la habitacion de Aburlo. Llegado a ella, hice que mi campanero anunciase mi visita al caci- que. Saljó. éste imdiatamente a la puerta, i, despues de mirarme de I pies a cabeza, me dijo con tono hpero i ceno irritado :

-¿Qué quieres? Indignado de que me recibiera de aquel modo en teramen te

contrario a la etiqueta que observan todos los araucanos en sus saludos hasta con ias personas mas insignificantes, le oontssté en el mismo tan0 :

-Como he sabido que quieres matarme, he venido a ave- riguar la causa que te mueve a perseguirme, mientras que todos los caciques de la Tierra me llaman su hermano i me hacen grandes agasajos. I como tengo la conciencia tranquila i creo w haberte hecho mal, bequerido probarte, viniendo solo, que no. te temo. Asi pues, aqui me tienes.

Apenas concluí estas palabras, Aburto se acercó, me bosó la mano i, ayudándome a bajar del caballo, me abraza tres veces diciéndome :

-Poco me importa que digan que eres amigo o enemi- go de la Tierra ; tu valor de venir solo hasta mi, conociendo el peligro quo 10 amenaaba, ha bastado para que yo cam-

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1 LOS ARAUCANOS. 21 4

bie de intenciones i consienta desde hoi en adelante en llamarle mi hermano como 109 demas caciques. I

Aburto me obseqei6 en seguida un chanchitoi un barril de chicha, que ordenó a dos de sus mocetones condujeran in- mediatamenle a mi casa, llamando a un tercero para que se; dirijiese a toda carrera a Muqwn i dijera al cacique Nequeld. veque que a la mayor brovedad se pusiese en mar& para, Loncoche.

En seguida me acompauó Abur10 con sus demas mocetoncs i varios otros indios hasta la casa donde me hallaba hospedado, disculpandose en el camino de la poca corlesía de la~mafiada, i aseguriudome que ninguna pasion .le habia qiodide~ aleb,i sino los consejos de algunos cristianos que le habian dicho que yo era un espía que trataba de arrebatarles mas 4aMe sus terrenos. j j

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Llegado a mi habitacion, seguí conversando con el indio ya sobre mis viajes, ya sobre 103 USOS i costumbres de la jente civilizada, hasta que se nos avisó que el cacique Neqiidvo-h que estaba a la puerta. Aburto se paró entbnces pretiflla- damente, salió al encuentro del recien llegado i, des'pnes8dt3' haberle hablado bajo durante algunos instantes, volvió con él adonde yo estaba ime lo presentó COm6 uno de' sus:me]o- res amigos. Nequelvepe me besó la mano dmakba i m'ei di& 10s Ires abrazos de estilo, seatándoso en seguidti a rnf 1k80 i haciendo que las jentes de su comitiva ensanchh'sen 614?&~ culo que formaban ya las de Aburto. Croi opohuno hacbil~g entónces algunos regalos i poner a su disposicion el barril de chicha i el chancho que se me habiaobsequiadio poco án'tcs. Uno de los indios se acercó inmediatamente al fuegd, :i, cbn

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21 2 LA PROVINCIA DE VALDIVIA

&ande dmiraeion mia i de mis jentes, atrave'só el animal con una lanza i lo puso a azar vivo, mientras que otros va- oeaban la chicha en canjaros i la ofrecian a los csneurnentes. Dsspues hubo baile, música i canto, durando la fiesta hasla poco mas (le laa diez de la noche, bora eii que yo me relire a descanzar, haciendo lo mismo los dos caeques i todos los indios que los acompaaabao.

S21 1 22 DE ABRIL.

Al amanear me despedí de mi huésped, regalandole algu- nas c m 8 de valor, i continué mi viaje a Valdivia.

A la nmbe llegábamos a San José despues de haber pasa- do por Coigüe, Sapaco, Rancahue, hlucun, Vaicalaf, Cudico, lmulfudi, Ciruelos i Marilef, lugares todos de que ya he ba- 41ado en d r a smsion i ea lo@ que esla vez ao me ocurrió nada de particalar o que iserezca la pena de consigearss aquí, a no sor que ea el iiltimo nie detuve algunos iaslan- te6 para saludar ;il cacique Cariman i darle cueota del re- sultado de mi tercera espedicion.

Er) San José fui reeibido POP 10s misioneros con el carim i disli~oiones que he recordado ea otra parte.

Alli pash la noohe, saliendo al dia siguiente oon direccion a Cruces, en donde me embarqub para alcanzar a Vtildivia en la misma tarde.

Tal es la relacion de los viajes que basta ahora he he- C ~ Q al territorio araucano, viajes cuyos resul:ados creo que

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I LOS ARAUCA~OS. 24 3

mcrcccn csliidiarse con dclencion por todos los chilenos in- telijcntcs i patriotas que deseen el engrandecimiento de su país por la conquista del rico suelo que habitan unas cuan- tas tribus salvajes que hasta el dia se han considerado in- vencibles no solo en la guerra, sino tambien en el lerrcno dc la cirilizacion i del progreso.

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DE LAS

. - f )U-

~EDICAT,ORU A S4 3 BL PUESiüEYTE Dp LA R P P ~ B L I C A ~ S G ~ ~ O R m y MANUEL XOXTT. ; . . . . #. . . . . i, . . . .

1NTRODUCCION.-Antecedenter del wr.-llloi.ivas que le dv- terminarou a h a w una e6ploracion ai Sur.-Estado de la frontera.-Dificultades de penetrar en el territorio araucano. -Objeto de la escursion a Valqiia i al pafs de losindios.- Disfraz necesari~.-Amor de lw araucenos al suelo i a las costumbras de siis antepasados.-lo que se figuran de los colonos alemanes de Valdjvia.-Rgulfodos obtenidos ggr el autor en sus viajes a la Arancania.-hideaka poeterio- res a dichos viajes.. a , , . . 4 6 , . . . . YIII

24

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Páj. ANTECEDENTES HIsT~RICOS.-S~C~~O~ de la bistoria de Chile

del abate don Juan Ignacio Molina.-Copia de una carta del padre I m u s , cuyo orijinal se halla eu Va1divia.-Noticias de Azara.-las confirmadon Claudio Gay .-Citas de este último historiador. . . . . . . . . . . . . . . . . 24

PRIMERA ESPEDICION A LA ARAUCANLA DESDE SAN JOSk, POR QUEULE, HAVA TqT&N.~heparativos.-Un m- cuerdo del señor don pdpedoffel~rriut&dente de Valdivia en

.aquella epoca.-Embarque en Va1divia.-Primeras remadas por las aguas de los rios Valdivia, Caucau i Cnices.-Isla de Tejaso talenzue!a.-Id. de 4as Q1ebres.-Aldea de Punu- capa : la Cueva de las Brujas; restos de antiguos trabajos de minas.-San Ramon i Realejo.-Hermosa vista que ofrece la ~ R a q ddl asar jEZ,+lZl Cqop( ie i el Mom--m

'encliunimpa. .' ."'. .. . . . . . . . . . . 31 Sigue el viaje por Paico, Esperanza, Cuncon, Calfuco, Guilin,

Chacra. Asque,CalchatuBi-Tapia.-L1m a la misiw de - San José. . . . . . . . . . . . . . . . . , 44 Descripcion del pueblo de San Jos6.-La misa.-Una comida.-

Límites de la Araucania.-Con6yracion del terreno.-Rioa priiicipales i sus alluenb.~lima.-&qu~.-Arboles i arbustos.-Las palomas i los chorroyes.-Ganado.-Caza de leones.-Animales domésticos-Aves.-Razas en que se di- viden los araucano+-Los Picuntos i los Boroanos : su aspec- to, ~sico-i tído dos.-Idioma araueano i 811s partictilarida- des.-Gradv de ihistracion-dealos Picunto~.-Ideas relijiosas : culto ; preocupacim.-hesde&Yfobierno.-Moeetones: 06- c h s que desempdan,-Ciencias i srles.-~Denominaciooes~d~ las mescs i do las estaciones.-Aritmktica ; manera de con- . m.-Numerales ordinales.-Mbtodo de escritura.-Cualida- dés hiorales de lbs sraucanos.-Vicios.-la mujer : triste súerb a @e esta dMinada.-Alimentos i bebidas de los po- bfadores de la Araacanis. . . . . . . . . . . . 42

La mision be San Josb: ttabajo i abnegaeion de los misioneros.- 1 r

Inutiles e s í u e n ~ @e tiaeen* por ñ mnversion de los In6a L- -

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les,-Escuela de primeras letras para niños iodifenas : m. mas que alli seenseñan; escasez de los recursos con que etien- tau para dicho.establecimiento los misioneros d e San Jod.

Continua l a esploracioh : Quech~co ,~ Cuyan, Tres Cmdes. f Li gue . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Arribo a Mebuin-.Visita al caciqm-Uaa casa india.-El fuego f las mujeree.-Saiados.-La sangre de un cordero en b ñ a l de amistad.-Algunas noticias sobre Martin, cacique del h a gar.-lacargo papa el PresitEede de la Repiiblica hecho por el padre de q u e 1 indio. . . . . . . . . . . . .

Contineacioa del viaje has& Quede.-Aspeabo i topografla. de esta aldea.-Visita al cacique.-Un cadáuer.-Como sntie* rran loa E c u a b s a sus muertos. . . . . . . . . .

Recon-enb de algunas c m . - C a z a Ba lobos marinos. . Creencias de be araucanos reepecto de la niuerh-Mdiort de qoe

se yalen para conocer a 10s autore8 de1 daño.-Algo eohre un adivine de Boroa-Procedimientos indagrtbsios de que 6ste

t se s i rae.-Costumk de las mujeres araucanas de llevar con- sigo dedales conveneni>h4tros procedimientos del adivino. -Suplicio de una jóven de diezi seis años i de su madre. .

Visita cacique que vive a l otro lgdo del rio Queule.-Sigue el viaje.-Uqa tempwt&.-Algunos rodados de minerales.- Llegada a blten.,Wos alojamos an cam del cacique Huil- ca6el.. . . . . . . . . . . . . . . . . .

Descripcion de T9lken.-Conchabos.-Un bautismo.-Una juW: se condesa a sen q u e w d a viva a una jbven a qokn se atri- buye la muerte.de .un Picun to.-byes sobce el roba-Se me conoQdepermiso para aatear i trabajar minas.-Consigo que rechacen las proposiciones que los demas caciques de las re- ducciwes vecinas hacian a los de Tolten para invadir a Val-

. . . . . . divia.-Restablecimiento de una mision. Facilidad da unir los rios Queule i Tolten por medio de un canal.

-Sal ida de la reduccion.-El eerro de Nigue; minerales quo existen en 61.-Una pesca de mariscos. . . . . . . .

. . . . . . . . . . Cootinuo mi camino hasta Quede. ,

Page 229: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

Pij. Escuela ¿e h mjsiam: ramo3 que se cursan en eHa i adhl.bs de

los ijños iisdijenar qua la fi.8cutmbn. . . . . . . . 406 . . . . . . Entierro de 1- RS&S del cacique Voiquipen. : 407 Un recwrdo a los misionew & Quails.-Abjamimto m Me-

hub. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108 E m b a r q u e . 4 ~ t empes lrd . -AMs Liagiw. . . . r t tBB Camino hasta h a s . - B u i r a s de un antiguo csate. . : . . 1 11 Llegada d Yaldivia. . . . . . . . . . . . . . r . 4 12 SEGUN04 ESPíDRiON A LA ARAUCANU DiBm eAlY JOSg,

POR TRAILIIBQUEEN, HASTA EL VOLCAN VILLA* RICA.-Objeta de ~ t a aepRdr eoplo~aaion.-Priareioe p s o s . . . d . . . . . . . . . . . . . : .

Llegada a San JosS.-Awedo a)2i mis preparaUvoe &e tiejei . Camino hasta lbrilel.~Besarlpdaa de ea& akba.-El cacique

imelw Carimen.-a&* que nos brce oete iedio.- 1 3 . . . . . . . . Usa remaiw. . . . . . . :

ñ i r n i ~ l a l m e . ~ a c i o n e a minerolbjices.Azs cle un he. . . . . . . Cirueloe, RmdfuBI, Pubdu, Puralnn i La roe^ Culehi-Yesbs de va antiguo fuerte.-Welalhue.43bdnepI.~ . . . . . . . . . . . . Pelehue.-Ouichawn. M capha de ami@ Mera eomigue de Cerimen, oacfque de la

redttcetair. permiso para catear 1 trabajar minas.-Recona- . . . . . . . . . . cimlsnh de los alrededores.

Despedida. del b i p de Cariman.-Salide de Peiebue.-Ghinguil i Mahgui8ehue.-Reewrdes de as asesinato cometide en el iid. timo de osLbe kgares.-TrailaPqueeu.-Algo s o h et caolque Ctrsiñanee. , . . . . . . ; . . . . . . . .

Llamad. B Loa i d de 19i.ai)aEqueen.-La pifulta.-Alga sobre los habitantes de e& parte de la Araucania.-UM junta : asuntes que en elb se trataron.-El capitan Men eeawrüdo en juez Arbitro i .amigable compooedor de tas diseidaacias de los indios.-Susto que causó a los salvajes de Trailaf- queen uno descarga d e escopetas-llegan a le reuaion nu- merosos grupos de niujeres-Uaa costumbre [email protected] . . . . . . , . .4speclo que presentaba la tiesta. ;

Page 230: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

salida de Ih.ailalquoen.4a .laguna del mismanombre : suc me- dioe de traneporta-Me emhrco en i n a crsoa i mo dirije r une psqoeña isla.-Tesoros de IIM Murek-Una- en. 4a.laguna de .Traiiafqffsea4awna vi& de aquella IU~WBB. . i r . . . . . . . . . . . . . . .

Entueatroa mis.arrieros.-uesemberco.-Racibimieito .Be1 cadC que Vomter.-Nuúicias m de #aminmqw cBLd-n al trhves de l a uordi~ieni a Ir Rnpúbtioa AQenOink-Mrrcion que h a m bod iWioil de uaa mienia -@os de- Y- naedeV%LI-Aicaide$uelre.. . . . . . . . . .

El caeiqus Veietei me scomp& haetd e¡ lu@r de Pbipiih- ChaeqeeAlb.-AsziboaV&.piFeb . . . . . . . ~ .

Deswipoion &l l ~ . - @ i m juatb.-+rU cacigiib Q n i b r u l d ~ r b buitdeA@adl demi me as aje,^ del caciqwde B&p(il#. recadoa que trae el indio i respuesta .que se 1s dB.-&otioiao de. Yitla.loa, desua miieiJe8 i teaotos~Vtl8lte achag~tm

' Alb44neio~, M d & W qs6 00s Iw. Behuacion i calidad del terceno del .caW qw a m d w de&

CheeqpbAltu La- Lioan. . . . . . . . , . + Viaje hPsta Pe1eBue.i-Un maaiinonio , . , . . , . , ri

UntemporaL-Canrídobrap Piilrdu. . . , . 4 l . . Otra vi& al cacique Cerimm.-..LleCpdaaSaa M. a + + . Fixi de Ja .seguñda ssclirsion e la A~ancardé.-A@ 46

una a¡& no mencionada tnr k historia (luci Ica Wew b i w . . . . . . . . . . . . , . . . . . ,

TERCsRL ESPPDlCION . DESDE .SAN dos&,. POR. NR;UGN, HASTA PITRUFQUEEN.4rúnares dih(lbd8s da mi tkbj& -EscurJiooes poc los contornos de San 30se,--L&atler~ da ore.-La mima de WK, da Val$iviu.-&d Railtñ.&$ 60- m*= . . . . . - , . 4 . . ~ . * , 4 . ' . .

Catnino desde la apisitb de SNn Job6 ha#& Milcfil~ . . . . Rancabme iCaigw.-El pa$@ de las deadas entre iúcr Raltntos da

diferentes tribus.-Sapaeo, Gbesqua, Bajo i LorreiocBe.-tal rducoioa de Niguen.-Camino de.tcskt. dltinío pamje a, PiAi-

. . . . . . . . . . . . . .. Maquegua. , ,

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. - Nimpue . . . ; . : . . . . . : f ; ; ; : c* : Celenal.-Via que comunica este paraje con Quitraiu6.-Recíbi-

miento del cacique Lem11nao.-Preparativos de un ma1on.- t

U m supersticion mas de los araucanos. . . . . . . Cupe.-Un nuevo compañero do viaja-Arriba a Pitrufqueen.- . . . . . . . . . . . . . . . Visita a Railef. Descripcion de Pibnifqueen.-Ventaja que ofrece esta reduccion

para establecer en ella un punto central de comercio.-A- tictilos ptincipalea de irnportacio~.-Ejemplos de loa negocios que aUI 50 hacea4guardiente.-Ignorancia de los indios respecto al valor de la plata Jlada.-Coneharos.-Visita del cacique .Felipe Pailialef.-Un corneta, demrbr dbartille ría de VaMivia, al servicio de loe araucanom.4ailialef es trasladttdo a su oasa en angarillas por varios de sus ~~ . . . . . . nes. . . ; . . . . . . . . :

Mensaje del caoique Maiiil a Pailialef para que &te segunde el movimierito revolucionario de la frontera-Reunion de 108 indios.-Respuesta a Maaii. . . . . . . . . . : .

Casas da Pailialef.-rAspecto. de la reduccion de Pitrufqueen.- , Una cautivacristian;~-.Visita al cacique.-lversion de los . . indiosal oro.-La familia del jsfe araucano.-Comida.

Un cementerio indio.-Descubrimiento de un rico mineral de . . . . . . . . . . . plata.-Cuasi desgracia. ;

Resultado del ensaye de las piedras que habia traido el dia a n t e rior.-Permiso .concedido por los. indios para .trabajar el mi- neral. . . . , . . . . . . . . . . . . . .

Preparativos para una eapedicion a la República Arjentina.-Un cacique de Aliyen. . . . . . . . . . . . . . .

Lo que e8 un.rnaohitun.-El cacique Llancaman.-Orquesta.- Baile d e Jas mujeres.-Retirada de l a comitiva de Yailiald.

* -Lo# celos de las mujeres del cacique con Natalia Mora. . Pailialel quiere hacer morir en una hoguera a la desgraciada cauti- . . . va.-Evito que lo ejecute.-Salida de Pitrufqueen. Llegada a Nimpu6.-Desembarazo do la mujer de nuwtro huis-

. . . . . . ped.-Cama crian las araucanas a sus hijos.

Phj. 178

178

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PLj . . . . Camino hasta loncoche . . . . . . . . . . . . . . 209 Los caciques Aburto i Nequelveque se declaran mis amigos i

partidaria.-Celebracion de la nueva amistad . . . . . . 209 Camino haatala ciudad deValdivia.-Conclueion. . . . . . 243 Lista de los suscritores a esla obra . . . . . . . . . . 125

Page 233: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos
Page 234: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

Seiiori !a Arlpgui, Teresa Sefiores Arriagada, Francisco

a Avalos, José Vicente D Avendaño, Felipe o Aldunate, Juan José n Aldunate, Viceiite r Arlegui, Juan de Dios n Amor, Francisco n Amor, Jban '

Allende, Eulojio b Allende, Lorenzo n Aspillaga, José , Aspfllaga, Juan

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226 SCSCRIPTORES

Seiiorita Carrera de A., Rosa Señores Amnnátegui, Miguel Luis

n Amaral, Bruno Aranda, N i c a m Aranguez, Manuel Antonio

B Ahumada, José Marla Arellano, José Maria Aracena, Frai Domingo

n Arancibia, Frai Viceiite Armstrong,~omas Argomedo, Josd Tomas

n Arcaya, David m Argüelles, Máximo B Alarnos, Manuel u Arteaga A,, J m t ~ B Aguirre, José Joaquín 10 Alsop i Ca, a Alvarez, Frai P. n Aguayo, 'Juan n Asagra, José Antonio u Adriasola, Joaquin n Ascona Hermanos 3 Ahrens, Enrique u Aquinet.

S.

Señores Benaven te, Diego José Balmaceda, Manuel José

a Bernales, José de m Bernales, Francisco Javier n Blest Gana, Joaquiri

Barros, Hamoii . ~

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Señores n

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Beanllla, Jos4 MAnurlv '

Barra M igdel de i a Berros, Laoro Barcos, Miguel Barroa Arana, Maouel Baeza, José Baeza, Praneisoo ' Briones, Fhlix Brown, José Barriga, JosB Miguel Bustamante, Manuel Brieva, Juan R. Benitez, Jos4 Fermin Benitez, Jose Marla ~ e z e r r e , Leandro ' Blanco Cuartin, ganuel Bringas, Mariano Barrios Hermanos Barceló, José Marla ' Briceño, Manuel A. Boschi Hermanos, Besoain, Frai casimiro Bascuñan, Adolfo Berthon, Luis Billwiller i Ca., Bordall, Josd Santos Budge, Roberto Benavides, Jenaro

C. 1

Señores Cerda, Manuel José de la u Cenia, J o d Francisco

Page 237: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

S U ~ P T O B E S

Cerda, Manuel J. Cerda, Pastor Ci fuentes, Vicente Cifiieates, A d r a Coosiiio, MaLias Cousiiío, P ranc i lb Covrtrubias, Manuel Covartubiaq Alvaro Concha, Melcbr Santiago Concha, Melebr 2.0 C~nc!ia,-hqB Antdnio Carbjal , R a m n C a ~ h j a l , Jeróniino Correa, Rafael Orrawo, Rafael Cdrrasco Albano, Maniiel Cood, Enrique Cood, Nonato Claro, Gumesindo Caiias, José D. Castro, Juan de Matta Cruz, José de la Campusano, David Cieiifuegps, Pablo Casoreti, Gárlos Cisternas, Sos6 de la Cruz Carniona, Manuel A. Carmona, Juan Carmona, Iuaii 2.0 Castañede, 'Pedro Castillo, Salvador 2.a Castro, Bllviiio Cubillos, FlliJor

Page 238: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

Señores D

Cárdenas, Transito Codonl, Victoriiio Cruz, Anselme de la Claveao, Gustavo Cueto, Frai Domingo Crespo, Frai V.cenle Crnehaga, Miguel C~rver6, los4 calman^, Felipe Calmenn, Juan Carvitllo Hecmaoos Cross i Ca. Couve i Ca. Cuevas,'Blas Cox, Nataniel Comisarla de Marina, Chacon, Pedro Morales Cobo, Santos Chessé i O. Cofiar, Doctor Crande, Cárlos Costabsl, Saturnino Caces. Jenara Cornejo, Rafael

Señores DLvila, Miguel Dávila, Poiiciano

n Dávila, Narciso a Depdron, Guiilermo a Diaz, Wenee~kio p Diaa, PBscul

Page 239: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

Seiiores u¡=, Felipo S- s Qiaz, Maman9 n , Depawier,, Jos6, n Doig, David n < Deoavp,Luis ,

n ,, Rubord, Gaston n Qoren, J. Tomas 1

n Davis, Brai Andres n Diakfion;&rker i Ca.

Do&, %wnardo , Dasaa, Antanio.

i~ Dacosta,4oaquin

Sciiores ~rrázur iz , ' ~ ó s 6 Manuel ' Errázuriz; Pederico '

B Echavarria; Jos6 darnon ' n Echavarria, Diego'

Esca1a;Erasmo ' Escala, Julio Césa'r Egufgiiren, Fraiicísco

n Enriqirez, Belisario n Escuela Militar n Espiñeira, Domingo B, Ezquerra Nicasio

c!! Eckert,

n Eirnboke, Enrique

Scfiores Fernáitdez Garfias, Pedro D Fernáiidez, Juaa u Feriihidez,. Haiad

Page 240: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

A ASTA OBRA.

Señorita Fuentes, Cármen Señores Flores, José

Flores, Pablo n Fuente, Ramon de la

Faentes, Antonio b Fnedte, Fernando A. de la n Fierro, Alejandro del u Fierro, Nicolas

Faez, Miguel n Fresco, Frai Francisco b Fnenzalida, Francisco . n FrBdes, Te14sforo a Figoeros, Nicolas B Formas, CBrloa n . Frias, Cuillermo

F h s , Artemon n Fleming, Federico n Fehrmann Binrichsen i Ca. , Ferrari, Pablo n Fesz, Santiago o Fabian.

Señores n

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J>

Gandarillas, Juan de Dios üandarillas, Santiago Garcia Ferndndez, Beniko Garcia de la Huerta, Pedro Garcia, Nemeoio Garin, Aliljo Cariii, Ni~olas Codoy, Santiago Godoy, Joaquin .

Page 241: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

Señores n n

Gonzalez, h ~ ~ i a i Gonzalez. J, Güemes, M i w l Garces, Juan Mar ic io Goyeneehea, JosB Maria Gozaran, Federico Gana Crbz, Rafael Gutierrea Ureta, Jos6 Antonio Gracia, Frai Francisco E. Matias 6 r a , Manuel J. Guiliou, M. Cibba i Ca. Graham Rowe i Ca. Grisar Sdhechrdt i Ca. Green Wicholsoo i Ca. Green, Federico Gazitúa, Antonio Grirnwood, Daniel Garreton, J-6 Guarache, Pedro Garrido, Doctor Gomez, Borjas

H.

Hurbdo, Franciseo Javier Hurtado, J. Nieolas Hurtado, Hijiaio Herrera, Emilio Herrera, Cárlos Herrera, Juan Herrera, Miguel Hurieus, Jorje

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Seiiores n

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A ESTA OBW. 333 Huneus, Jorje S.' Huidobro, 1 4 s Huidobro, Ricardo Henault, Liiciauo Hervage, V. BeatIy Evans i Ca., Herbs taed t , Teodoro Highfield Helsby Itlidalgo, h t o r

l ñ l g u a , Pedro Felipe Iilgnez, Juan M. Izquierdo, Pedro Ignacio Izquierdo, Samuel Infante, Cárlos Infante, Ramon ingunza, Ernesto lbaiiez, Adolfo

Seiiores S ara, Fabian JolC, JeéEI.

Señores Koch, Juan n Iíeitel.

t.

Señores Larraiii: Rafael, ,

30

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Larrain, Francisco de B. Larnin, Ladislao Lirrain, Patricio Larrain, Jaan Francisco LMrain, Nicolas Larrain, José Luis Lira, Jusk Aamon Lira, José'Santos Lira, Pedro Frahcisco Lira, José Toribio Lopez, Eolojio Lopez, Vitalicio Lopez, Matias Lopez, Domingo buco Ovalle, Juan José Lavalle, Ventura Lavalle, los& Santiago Leon, Haimundo Lavonce, Frai J o g Santia'gu Latude, Javier Letelier, Josd Lecaros, Luis Leighton, Francisco Lazcano, Fernando Lecaros, Josb Antoniv Lujw, Doctor Lurqnin, N. Latas, Javier Laohambre, Tomas Lambaré, Toribio Lagarage, Juan Bautista Lorca, Santiago Lorca, Cárhs

Page 244: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

Mandiola, José Ramon Mandiola, Francisco Martinea, Manuel Martinez, José T. Martinez, Tomas A. Mmtinez, Pedro Meiggs, Errrique Muñoz, Mauricio Muñoz, José Maria Moran, José Maria Musita, Domingo Matorra, Domitigo Moreno, Domingo Morel, Dumingo Morel, Ramon Marin, Fraticisco Maclean, Juan l\.loncsgo, Pedro Montes, José Antonio Morande, Juau Mutis, Agustiir Morales, Josd Ignacio Mestern, Eduardo Montano, Pedro N, Mardoties, A. Meneses, Juan Fraocisco Martino, José Maluenda, Tomas iVIeiidiburen, V. t

Maiiro, JosG An toriip

Page 245: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

Señores 8

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E

SUBCRIPTORE~

3fgtl1os Montigni, Eujenio Montero Montanban, Antonio Mliloller, Enrique Teodar~ Moller, Adolfo Macbe i Ca. Maas, Cesar Mol!na, Rafael Martin, Arlstides Mansenlli, Hermenejilde Nujica, Pedro Mon tero Bfomns, E. Munchmeyer, Roberto

at 6

Neceehee, Eujenb Navirrete, Ciriseo Frrrrrete, iühtimo Navarro, h r i o siete, Tristan Nouoa, M o l b

Ovalle, Josh Vicente Ovalle, Ricardo O\ alle, Juan Francisco Ovalle, Antonio Ossa, Macarío Ossa, nfáximo Ossa Escobar i Ca.

Page 246: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

Seiiores Orrcgo, Manuel Antonio * Orrego, Jost? Maiiuel a Oiavarrieta, Manuel Jesus n Ortfizar, Vioente r Ocainpo, Gabriel a Ocampo, Amaranto » Ortega, Frai José T. u Ortiz, Marcos n Olivares, Olegario n Oliva, Francisco )) Ovando, Pascual Solis de a Otaegui, Nicanor n Olate, Pedro n Olmos '

Osthaus, Luis.

Señores P

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Perez, José Joaquin Perez Matta Perez, Juan Francisco '

Prrt>z, Jos6 Luis Prieto, Fel ipe A. Prieto, José Agristin Prieto, Nicolas Jos6 Polar, José Gabriel Polar, Juan Maniiel Palma Guzmari, Gabriel Palma, J. G. Pantnja, Toribio Paiitoja, Tristaii Padiii, Vicente

Pizarro, Baldomero

Page 247: Treutler La Provincia de Valdivia i Los Araucanos

238 SUSCRIPTORES

Seííores Piaza, Mamial Puelma, Francisco Prado, Santiago

D Portus, -4dolfo P Peca, hlanuel A. a Pa,uliny, Pablo a PalaziieJos, los6 Antcinio m Pozo, Frai Juan B. del P Paredes, Francisco n Padres Franceses i Plagemann, n Pujo, Augusto

6eñor Qiiirogo, Cesario

Señores Rodriguez, Francisco de Paola Rodriguez, losé A. Rodriguez, Pedro Fdlix Rodriguez, Santiago Rodriguez Velasco, Luis Rodriguez, Estanislao Rodrigut Z, Maiiuel Rodriguez, Eliqs Rivera, Ramon Rivero, T. 11. 11. Rivero, Galvaririo Robles, Francisco Tomas l i ~ ~ L l e s Via, Seiieii llollcs, Poml~eyo

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A ESTA OBRA.

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Reyes, Ignacio de lleyes, Blas de Reyes, Juan Bautista Renjilo, Agustiii Riesco, julian Rivadeneira, Luis Recavárren, Diego Roclier, Juan P. Roman, Pastor Rosas, Juan E. Rosas, Estariislau Rivas, Juan Riquelnie, Manuel Kio, Estanisfao del Kio, Pablo del Kio, Nepomuceiio del Ramirez, Pedro J. Ramirez, Juan E. Rojas, Fsrrnin Ronicro Yaner, Juan Rubio, Ruperto Ibcuaiit, Francisco Riofrlo, ~ a n u e l Richter Rode, Eduardo Raimundis,

Sular, Francisco de B. Solar, Ruperto Solar, Gomez' del Solar, Fideiis Pastor del

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e40 Señores

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SGNRIPTOREC .

Solar, Fél i r Solar, Pedro Solar, Manuel Solar, Eulojio Solar, Hilarion Silva, Adriano Silva, Bernardino Silva, Adolfo Silva, Waldo Silva, Juan Nicanor Silva, Ignacio Silva Bareelb, Pedro Silva, Juan Nicolas Sancristúval, Nicolas Silva, Antonio Sanchez, Manuel Elias Sanchez, Francisco de P. Sanchez, Mariano Sanchez, José Vicente Sanchez, Josd Ramon Sanchez, Ventura Squeila, Eusebio Seco, los& Antonio Soto José Antonio Soto Caña, Emilio Schotle, E. Salvo, Antonio Salamanca, Luis Sotomayor, lus to Sotomayor, Emilio Sanfuentes, Jos6 Sentamaria, Dominp Santibañez, José Maria

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A ESTA oBnA.

Sazit!, Doctor Solis, Frai Doniiiigo Samit, Rarnon J. Schaeffer Gaedichcns i Ca. Salamanca i Ca. Schiit h, Nicolas C. Schwager e Hijos Saltlivia, 'í'. A. Santos, Eujenio Sarratea i Ca., M. E. Salas Hermanos, Sighinolfi, Juan . Sievers, Teodoro Scholler, Eduardo Srnith, Francisco Salas, Trifon Scpúlveda, Berijamin

Toro, Rarnon Toro, Bernardo Toro, Cárlos Tocornal, Gabriel Tocornal, Enriqoe Tavira, Salvador d e

Troncoso, Joaquin 'l'oñola, Aiitoiiio Tiffon, Hector Tesche, Tcodoro Thaycr, Guillermo

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Señores D

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Crmeueta, José Tomas Urmerieta, krcínimo Uiiil uiraga. Eduardo üridurraga, losé Ramon Uiidurraga, Rafael Urxúa, Kosauro Ureta, Félix Ureta, Doctor

Valenzuela Castillo, M ~ n u e l Valeiizut.la, Jost? iCldria Valenzuela, Ciriaco Valenziiela, Mariaiio Valtlrz Larrea, J o d

Valdw Larrea, Valilez, lvliguel Valtlez, José hlaiiuel Valdea, Saniiago Valtlivieso. Estaiiislao Valdivieso, José3larie

'Yeigara, Fertnin Vergara, Kanion A. Vergara, Bartolo C ergara, Juaii de Dios 1 ergara, Saiitiago 1Gyc.r

k elasco, Juan Jos6

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A ESTA OBRA.

Velasco, Jos6 Beni LO VeIasquez, Felipe Velasquez, Santiago Valledor, Joaquin Valledor, Manuel Vasquez, Eusebio Vasquez, Anjel 2.e Varas, Jos6 Antonio Vidal, E. Vidal, Severo Villarroel Hermanos Valverde, Tornas Veillon, 1. E. Viel, Benjamni Vicuüa Mackenna, Benjamin Vicuña, Ricardo Venegas, Francisco B. Vial, Manuel Camilo Yillete, Cayetano Vijil, Jos6 Vargas Fontecilla, F. Villalon, Cainilo Villagran, Jos6 Lucas Verdugo, Frai Emeterie Vives i Ca. Vidaurre, Vicente.

Señores Wachowcky, Jorje a WiIson, Jorje

Wei r Scott i Ca.

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Seilorcs Zorrilla, Vicente Zumaraii, Miguel Zamora, Manuel '

D Zaiiartu Opaso n Zurquin, Juan Nicolas n Zcgers, Jos6

(Conlinuarci en e l segundo lomo.)

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