trasfondo de la mujer en el teatro puertorriqueño
DESCRIPTION
Aquí un humilde intento de examinar y documentar el rol de la mujer en la dramaturgia puertorriqueña desde el siglo XIX hasta el presente. Nos queda mucho trabajo por realizar en términos de representación de personajes y otras áreas del teatro pero aquí estamos, firmes y visibles, para quedarnos. Gracias a todxs lxs que colaboraron con este trabajo: dramaturgxs, actrices, actores… en fin, teatrerxs todxs!TRANSCRIPT
1
Nuestras artes nacionales en el siglo XIX fueron poco a poco desarrollándose a pesar de
la llegada tardía de la imprenta a nuestro país, la censura que existía por parte del gobierno
insular, y las pugnas de poder entre la iglesia y el estado por el control de las representaciones
teatrales. Durante esta época comenzaron a surgir grupos de teatro en los que predominaba la
representación lírico-dramática y se empezaron a inaugurar distintos teatros a través de la isla.
La mujer puertorriqueña empezó a desenvolverse dentro de la dramaturgia nacional tanto
como personaje desde inicios del siglo XIX, así como actriz y dramaturga desde mediados de
siglo hasta recientes tiempos. Los primeros indicios de personajes femeninos en obras teatrales
puertorriqueñas datan para el 1811 con un drama en verso de autoría anónima, conocido por
muchos como el primer drama nacional, descubierto por Emilio J. Pasarell en la contraportada de
un manifiesto titulado Manifiesto al pueblo de Venezuela en una librería madrileña. Este primer
personaje femenino va por el nombre de Casimira, una mujer engañada por un español residente
en Puerto Rico. En el mismo drama aparece otro personaje femenino con el nombre de
Adelaida, la esposa del español. En el drama, Fulgencio, el español que reside en la isla, utiliza a
Casimira para luego expresarle a su esclavo Dorsan que se ha cansado de ella; mientras llega
Adelaida la esposa del español y éste le cuestiona los motivos de su viaje. Durante otra escena
Adelaida conversa con Casimira y le insinúa que Fulgencio es su esposo. El fragmento, que
consta de 16 páginas de la obra sin título, se sitúa en Puerto Rico entre 1795 y 1805 y se ve
claramente marcado el elemento de adulterio tan característico de las sociedades patriarcales de
esa época y en tiempos bélicos.
Con la llegada tardía del romanticismo español a nuestro teatro nacional, el cual ya
contaba con dramaturgos como Salvador Brau y Alejandro Tapia y Rivera, se va popularizando
la personificación de la mujer como víctima de la deshonra, la seducción, los amores adúlteros,
2
la autoridad paterna y la sumisión ante situaciones en las cuales se ven arrastradas por un destino
adverso, como lo eran los encierros en conventos y la muerte; muchas veces en forma de
suicidio, característico de la literatura romántica. Estos casos se pueden observar en Stella (Los
horrores de triunfo de Salvador Brau), Rosita (La juega de gallos o El negro bozal de Ramón
Caballero) y Chana (Un jíbaro/ Una jíbara de Ramón Méndez Quiñones), personajes que han
sido sometidas a la autoridad paterna lo que le impide toda relación amorosa.
Otros temas predominantes de este siglo lo eran el status socio-económico y los
prejuicios raciales a menor escala. A pesar de que durante este siglo prevalecieron en su mayoría
estos temas, se escribió una obra titulada La parte del león por Tapia y Rivera, la cual se conoce
como la primera obra en pro de la equidad de la mujer en el matrimonio y en la sociedad. El
título es simbólico y se refiere a la fábula de título homólogo, en la cual los animales solicitan al
león que divida por partes iguales la presa, pero éste decide que tiene todo el derecho sobre la
presa por sucesión verdadera, lineal y hereditaria de la familia del león. En esta obra el hombre
es el que comete adulterio; sin embargo, se molesta cuando su mujer le escribe una carta a un
antiguo novio. Al final la mujer queda sola con el estigma social. La obra critica la desigualdad
de género en la sociedad y muestra sus consecuencias al no corregirse a tiempo.
Desde mediados del siglo XIX, siglo en que comienza el teatro dramático en Puerto Rico,
la mujer empieza a desarrollarse como actriz dentro de la dramaturgia nacional. A pesar de que
pocas fueron protagonistas, en muchas ocasiones compartían ese rol con los personajes
masculinos. Julia de la obra La cuarterona de Tapia y Rivera es el primer personaje femenino
protagónico puertorriqueño. Durante este siglo, sobresalen las interpretaciones de Antonia
Montilla de Arroyo en zarzuelas como El Amor de un Pescador, letra de Carlos M. Navarro y
Almansa, y El Macías, letra de Martin Travieso. También se destacan las actrices Nicolasa
3
Frasqueri, Julia Montilla y Agustina Rodríguez en obras líricas como Pelayo y García del
Castañar. Otras que desarrollaron la mayoría de su talento actoral durante este siglo lo fueron
Emilia Núñez, Julia Bautista, Europa Dueño, Lola Ramos, Abella Tizol e Isabel Velazco,
quienes participaban de compañías de teatro locales que realizaban giras en aras de fomentar el
desarrollo de las artes en nuestro país.
Durante este siglo se destacan tres importantes dramaturgas toda vez que principalmente
sobresalían los dramaturgos por distintos factores, entre ellos, lo difícil que se le hacía a la mujer
recibir instrucción en las artes teatrales más allá de la actuación. Entre las mujeres destacadas se
encuentra María Bibiana Benítez, quien escribió La cruz del morro, obra que se caracteriza por
una modernización en la personificación de la fémina en la obra. Ésta fémina, Lola, decide no
convertirse en la amante de un general holandés, el cual se encontraba en una ofensiva en contra
de su país, a cambio de la liberación de sus prisioneros. La obra por ser un drama histórico más
que romántico traslada el conflicto del personaje femenino a un segundo plano para elaborar la
épica batalla entre los soldados holandeses y los puertorriqueños. Sin embargo es importante
destacar la importancia del personaje femenino en la obra, ya que alude por primera vez en
nuestra tradición dramática al sentimiento patrio:
La Patria, Diosa divina,
su venganza nos confía,
ella la pide y nos manda
que devolvamos su Edén
que no se hizo BORINQUEN
para ser sierva de Holanda.
(Acto I, escena XIII, p. 48)
4
La segunda dramaturga importante de este siglo lo es Carmen Hernández Araujo quien
escribió tres obras: Los deudos rivales, Amor ideal y Hacer bien al enemigo es el mayor castigo.
Las obras de esta dramaturga, aunque no se destacan por mostrar dominio teatral, sí colocan las
situaciones que le ocurren al personaje femenino al mismo nivel que las que le ocurren a los
personajes masculinos. En Los deudos rivales, Licurgo, general del ejército opositor, se enamora
de Antígona, princesa de Mesenia, y ésta ama a Arcés, general del ejército de su estado. Al
Licurgo enterarse que Arcés es su sobrino y el verdadero heredero del trono, éste decide
suicidarse para permitir que Antígona y Arcés puedan contraer matrimonio. Al Antígona
enterarse de esto, también se suicida haciéndole honor a la gesta valiente de su esposo, y luego le
sigue Arcés quien decide seguir la misma suerte de su amada. En esta obra podemos observar
como todos los personajes deciden darle fin a sus vidas, no sólo el personaje femenino, lo cual
era la tendencia para esa época. Es admirable que no sólo ubiquen a los personajes femeninos en
situaciones de crisis, sino que también a los masculinos, y éstos decidan correr suertes similares
las cuales disfraza la dramaturga como hazañas honorables. En esta obra también podemos
observar la pugna entre lo que podría ser valentía o sumisión cuando Antígona concede casarse
con el enemigo de su patria, con tal de que a su padre se le restituyan los estados y se le dé la
libertad a su país.
Araujo, en su próxima obra Amor ideal, coloca al personaje femenino como protagonista
y lo sitúa en una posición de poder durante la mayoría del transcurso de la obra hasta que nos
enteramos que lo que creíamos no era cierto. La obra nos presenta a Laura, hija del marqués de
San Servando, quien al cumplir sus veintiséis años debe casarse y asumir el título de marquesa.
Es curioso ver, durante esta época, una obra en la cual el personaje femenino escoja con quien
quiere casarse y no viceversa. Laura elige a Fernando, un barón que la corteja hace dos años.
5
La situación se complica cuando la madre de éste confiesa que su hijo es bastardo pero fue
criado por un noble que se casó con ella. Luego llega el marqués de San Servando y la madre de
Fernando lo reconoce como su seductor y padre de su hijo, por lo que se deduce que Laura y
Fernando son hermanos y no pueden casarse. Laura decide encerrarse en un convento, pero sale
airosa de la situación al leer una carta de su fallecida madre, en la cual le confiesa que Laura es
hija de su hermana y la verdadera hija de ellos murió al nacer, por lo tanto Laura y Fernando
están libres para casarse ya que no comparten sangre.
En esta obra el personaje femenino figura como heroína neo-clásica al principio en una
posición de poder y luego resignada a su destino dependiendo de una carta para salvarse. En la
obra hay otro personaje femenino, Inés, la criada, la cual desprecia a su marido Beltrán, por creer
que es muy viejo para ella. Aunque no es un giro dramático en el rol de los personajes
femeninos clásicos, el personaje de Inés sí coquetea con la idea de decidir si dejar o no a su
marido, primeros indicios, al igual que Lola en La cruz del morro, de la mujer que escoge su
propio destino en la dramaturgia nacional.
Carmen Bozello y Guzmán es la última dramaturga destacada de esta época con su obra
Abnegación y sacrificio, la cual toca temas románticos y destinos crueles aunque luego todo se
soluciona. Esta dramaturga tampoco dominaba la técnica dramática pero su importancia recae en
que fue una de las pocas mujeres en escribir obras durante el siglo XIX.
Como se puede apreciar, contrario a lo que se cree, la mujer sí tuvo presencia durante los
comienzos de nuestra dramaturgia nacional, a pesar de que eran pocas las que se destacaban
dentro de este campo, así como también eran escasas las protagonistas absolutas en los textos
dramáticos.
6
A principios del siglo XX la personificación femenina dentro de la dramaturgia nacional
siguió influenciada por los temas románticos, aunque esta vez muchos de los personajes
presentan tendencias feministas las cuales se reflejan en su poder decisional y su firmeza de
carácter. Asimismo, otro elemento que figura en muchas de las obras puertorriqueñas escritas en
el siglo XX contribuyó fuertemente a la nueva representación femenina teatral: la crisis de
identidad y la afirmación patriótica. Durante las primeras etapas se comienza a desarrollar un
teatro realista-costumbrista que apuesta a la conciencia nacional y a la reforma social en tiempos
en que nuestro país sufría las primeras consecuencias del recién establecido régimen colonial
estadounidense.
Cuando comenzó el siglo XX el rol de la mujer en el país continuó siendo uno doméstico,
pero muchas otras comenzaron a participar del ámbito laboral en profesiones como el magisterio
y la enfermería. La situación no era similar en las áreas rurales del país, en las cuales, por no
tener mucho acceso a la educación ni dinero para sufragarla, la mujer sólo se dedicaba a criar a
sus hijos y a las labores del hogar.
Entre las prominentes defensoras de las condiciones sociales en que se vivía y de la mujer
se encuentra Luisa Capetillo. Capetillo fue una prominente líder obrera y, aunque no se le
reconoce por dominar la técnica teatral, manifestó sus ideas sindicales y de liberación femenina
en cuatro obras recogidas en su libro Influencia de las ideas modernas: En el campo, amor libre;
Matrimonio sin amor, consecuencia, el adulterio; La corrupción de los ricos y la de los pobres;
e Influencia de las ideas modernas. Sus ideas, consideradas extremistas y controversiales en su
tiempo, representan al matrimonio como un ente opresor de la mujer, y abordan el problema del
desnivel social de la hipocresía religiosa. Las mujeres en sus obras son personajes libres que
razonan y escogen su propio destino. Capetillo logra despertar la conciencia proletaria y
7
establece que las mujeres también tienen derechos, algo difícil de aceptar en la sociedad de
aquella época.
Desde mediados de siglo XX la mujer cobró una importancia indiscutible en las artes
escénicas desempeñando roles; tales como productora, dramaturga, escenógrafa, actriz,
diseñadora de vestuario, entre otros. Entre las que se destacan a mediados de este siglo se
encuentran Martha Lomar, María Teresa Babín, Madeline Willemsen, Lucy Boscana, Iris
Martínez, Piri Fernández, Nilda González, Victoria Espinosa, Gilda Navarro, Mona Martí,
Mercedes Sicardó, Lydia Echevarría, Gilda Galán, Ruth Cains, Alicia Moreda y posteriormente
Myrna Casas. Casas es la dramaturga puertorriqueña que cuenta con más prestigio y
reconocimiento tanto dentro como fuera de nuestro país.
Entre los dramaturgos que utilizaron el personaje femenino como crítica al machismo y a
la sociedad patriarcal a principios del siglo XX se destacan José Espada Rodríguez, Nemesio
Canales, Antonio Coll y Vidal, José Pérez Losada, Luis Llorens Torres, José Limón de Arce y
Juan B. Huyke. Durante este siglo surgieron también obras de ideas misóginas como las de
Arturo Cadilla y Diego Marín. Igualmente otros autores se destacaron por utilizar el personaje
femenino como protagonista de sus obras; entre ellos, Jesús M. Amadeo, Guillermo V. Cintrón,
Rafael Martínez Álvarez y Gonzalo O’Neill. A la gran mayoría de estas obras, aunque sí
adelantaron la crítica al sexismo de esos tiempos, se les debe el lento desarrollo de la mujer
dentro del mundo escénico, ya que en casi todas de ellas la mujer aún ostentaba papeles pasivos
en búsqueda de satirizar la sociedad machista aunque no lo lograba de un todo.
Durante la presente época los roles femeninos de dichas obras que evidencian fuerza y
presencia dramática son aquellos, que aunque pocos, sobresalen más, ya que representan a la
mujer en un rol no tradicional para aquellos tiempos. Dicho ejemplo de esto lo vemos en el
8
personaje de Eva en la obra de José Espada Rodríguez: El expósito. Eva enfrenta con firmeza y
valentía la autoridad de su padre y no deja que ésta se interponga entre la relación que mantiene
con un joven humilde y de origen desconocido:
Buen padre lo has sido. Me dabas sí, juguetes, muchos juguetes,
de esos que deleitan la ingenuidad infantil, cuando las almas son ciegas
y sólo ven los ojos, cuando aún el corazón y el pensamiento no han tenido
ese encuentro luminoso de donde surge el sentimiento. (…)
Pero cuando conocí el mundo, cuando dejé de ser niña locuaz y sonreía
me hice joven, formal y discreta, cuando abrí las alas de mi imaginación
y anidé inconsciente en mi alma el sentimiento puro de un amor
temprano, entonces, padre, dejasteis de ser bueno, me alejasteis de la
dicha y me dijiste sin piedad: ese hombre no es digno de que tú le
ames y sin exponer un motivo, en nombre de no sé cual
orgullo caprichoso, de una sociedad superficial y tonta,
me alejasteis de él, me desgarrasteis el corazón y sin
piedad el mismo padre que me besaba cuando niña
me dijo: ¡sufre! ¡sufre!
(El expósito, pp. 14-15)
La década de los treinta trajo consigo muchos cambios en el país en distintas esferas. En
lo político, además de ponerle fin a la esperanza de que las cosas cambiaran bajo el régimen
norteamericano, surgieron partidos nuevos como el Partido Nacionalista y el Partido Popular
Democrático. En las artes teatrales se destacaron figuras como Emilio S. Belaval, Manuel
Méndez Ballester, Francisco Arriví y Leopoldo Santiago Lavandero. Este último junto a otros
9
colegas creó la compañía de teatro Areyto con el propósito de promover y divulgar las artes
teatrales y despertar un verdadero teatro nacional. Esta inspiración en gran parte viene del
manifiesto escrito por Belaval titulado Lo que podría ser un teatro puertorriqueño, en el cual
hace un llamado a la unidad para crear un teatro autóctono en todos sus elementos. Al mismo
tiempo, el Ateneo Puertorriqueño celebra un certamen del tema nacional y se presentan muchas
obras de autores locales que desde ese momento comenzarán a dejar su huella en nuestra
dramaturgia nacional.
Los personajes femeninos a partir de la década del treinta cobran más importancia en la
trama y logran más presencia y fuerza dramática. Este es el caso de Juana, personaje de la obra
Tiempo Muerto de Manuel Méndez Ballester la cual es considerada la tragedia puertorriqueña
más importante hasta la fecha. Tiempo Muerto subió a escenarios por primera vez en 1940 y nos
presenta la triste realidad que conllevaba la vida en el cañaveral para muchas familias
puertorriqueñas de la época. Ballester nos expone la desintegración moral de una familia pobre
que arriesga todo por poder subsistir en tiempos de crisis, como lo era el desempleo durante el
tiempo muerto cuando la zafra cede su febril actividad de escasa remuneración para el
trabajador.
El primer acto nos presenta a Ignacio, trabajador de caña, que está muy enfermo y por lo
tanto desempleado y en busca de trabajo para mantener a su familia. La esposa, Juana, cuida de
los hijos y uno de estos se encuentra gravemente enfermo y otros más se le han muerto.
También nos presenta a Simón, limosnero y amigo de la familia, siempre dispuesto a aconsejar y
a traer historias del pueblo. Los otros dos hijos del matrimonio lo son Samuel, quien quiere
convertirse en marinero para sacar adelante a su familia y Rosa, quien se encuentra alquilada en
la casa de un mayordomo. Rosa mantiene amores con Juanito, un marinero amigo de Samuel y
10
el responsable de conseguirle trabajo a éste. La obra de entrada nos muestra un cuadro bastante
desalentador, ya que Ignacio regresa a la casa sin haber podido conseguir trabajo y el hijo
enfermo se les muere. Se destaca la situación de trabajo de Rosa y su noviazgo con Juanito a lo
que Juana se opone firmemente por pensar que si se casa sufrirá al igual que ella. Además, se
muestra con poca esperanza y paciencia en cuanto a la situación que vive: prefiere morir que
seguir sufriendo. Por esa razón le propone a su marido regresar a vivir a la montaña, algo que le
parece absurdo a éste, ya que la gente se encuentra migrando hacia la costa en busca de trabajo.
En este mismo acto Juana se muestra triste porque su hijo Samuel se embarcará y la familia
dependía de su salario para sobrevivir. Además se descubre que el mayordomo se atrasó en el
pago que le debe a Rosa y su padre le aconseja reclamárselo.
En el segundo acto Juana sigue protestando porque su marido no ha conseguido trabajo y
por hambruna. Conjuntamente expresa ilusión por mudarse al rancho en la playa que les
prometió Samuel a su regreso:
Sacar a Rosa de ahí y ponerla a trabajar en un taller.Nos iremos toítos. Samuel seguirá trabajando
en la goleta. Y tú, Ignacio, te buscarás cualquier trabajito por allí. Yo me
quedaré en la casa trabajando. Tendré lacasita muy limpia. Y cuando tú vengas del trabajo,
yo me voy a recibirte a la puerta, como antes, y te digo:“Avanza, Ignacio, que la comía está calientita.”
Entonces tú me besas, te lavas las manos y te sientas a comer.Y los domingos, cuando no haiga na que hacer, yo me voy a
la misa, y tú te quedas arreglando el patio y haciendo un jardincito como el que teníamos aquí antes.
(Acto II, cuadro I, p.49)
En una de las pocas ocasiones en que Juana expresa ilusión y esperanza de salir de la
situación en la que se encuentran, también nos expone el rol tradicional de la mujer de la época:
11
limpiar la casa y cocinar. No obstante, en su cita, también menciona tareas domésticas que su
esposo solía hacer: arreglar el patio y hacer un jardín. Esto evidencia que aunque era una época
en la cual la mujer llevaba toda la carga doméstica, existían sus excepciones en cuanto a los
roles.
El acto concluye cuando Rosa regresa llorosa de la casa del mayordomo y todos se
enteran que la esposa de éste la ha despachado por “no querer muchachas mozas en la casa”, e
Ignacio va a averiguar lo que ocurre. Después de hablar con el mayordomo, Ignacio le comunica
a Juana que éste ha deshonrado a Rosa y ella le pregunta que cómo reaccionó a esto y le sugiere
que lo lleve a corte. Ignacio, resignado, dice que perdería el caso por su condición socio-
económica, y que a cambio el mayordomo le ofreció trabajo lo cual aceptó. A lo que Juana
contesta:
Ignacio… tú has dejao de ser un hombre.
To lo has dío perdiendo, hasta el valor.
(…) Si acabas de vender a tu hija como a un animal.
Nunca creí que tuviéramos que vivir a costa e la desgracia
de un hijo. Y ahora en lo que pienso es en Samuel.
¿Qué dirá Samuel cuando lo sepa?
(Acto II, cuadro II, p.65)
Durante este segundo cuadro del segundo acto vemos que la actitud de Juana se torna más
fuerte al enterarse de la deshonra de su hija Rosa. Le sugiere a Ignacio que denuncie al
mayordomo o que éste le proponga matrimonio a Rosa, a lo que Ignacio le contesta que ninguna
resolvería el problema. Luego Ignacio le prohíbe a Juana que le cuente sobre la situación a su
hijo Samuel a lo que ésta contesta: “¿Te avergüenzas que sepa el negocio que has hecho?” Con
12
esto le deja saber a su marido que no está de acuerdo con el trámite que realizó con el
mayordomo a cambio de la desgracia de Rosa. Sin embargo Ignacio logra convencerla de no
decirle lo que ha pasado a Samuel y de enviar a Rosa a vivir con el mayordomo.
También podemos observar cómo entra en juego aquí la masculinidad, en específico la
perdida de ésta, si el hombre no toma acciones firmes y determinantes. Esto contribuye a reforzar
los roles tradicionales y opresivos dentro del binomio hombre-mujer que determinan cómo debe
actuar un hombre para “conservar su hombría” y como debe ser la mujer para “mantenerse
femenina.”
Aunque el personaje de Juana ha demostrado firmeza en el diálogo, vemos que al final se
retracta y no le queda más remedio que conformarse con la situación y acallar su protesta. En la
siguiente acotación vemos como vilmente envía a su hija a vivir con el mayordomo:
Tu padre no pué hacer otra cosa. Levántate, Rosa.
Levántate. Coge tu ropa y vete. Y perdóname a mí,
y a tu padre, que no sabe lo que hace.
¡Rosa! Déjame besarte.
(Acto II, cuadro III, p. 71)
Luego de esto con un tono de sarcasmo le dice a su esposo que le ha explicado la
situación a su hija y le menciona que también le dijo “que tenía que irse a vivir con el
mayordomo, a ser su corteja, pa que él (su padre) pueda conseguir trabajo.” Vemos la constante
batalla de Juana con sus sentimientos en cuanto a la situación. Una parte de ella quiere denunciar
al mayordomo, decírselo a Samuel y no enviar a su hija a vivir allá. Otra parte quiere callarse por
el bien de todos menos el de su hija.
13
Al llegar Samuel a la casa pregunta por su hermana y les dice que cumplió con su
palabra de comprarles la casita frente al mar. Al rato Juanito llega a la casa indignado porque se
enteró de lo que le ocurrió a Rosa, por lo cual ya no se quiere casar con ella (típico de la sociedad
patriarcal) y se lo cuenta a Samuel. Éste, atónito, les cuestiona a sus padres si esto es verdad y
ellos asienten por lo cual los llama “¡Desvergonzaos!” Samuel va en busca del mayordomo para
vengarse e Ignacio le sigue para evitar problemas. Simón llega a casa de Juana y conversan con
Juanito; éste les indica que no se casará con Rosa por lo que le sucedió. Simón y Juana
comprenden, ya que era costumbre machista de la época que las mujeres se casaran vírgenes.
Inmediatamente descubren que a Samuel lo ha matado el mayordomo e Ignacio mató a éste y se
irá a entregar a las autoridades. Juana queda desolada y se suicida.
En esta obra se observa claramente como el personaje femenino responde débilmente a
los problemas que se enfrenta. Juana aparenta tener valor y coraje pero al momento de la verdad
no lo demuestra. No defendió a su hija y se dejó llevar por su marido. Este tipo de
personificación femenina era la norma en las obras de la época, muy pocos eran roles no
convencionales. No obstante, es uno de los personajes mejores logrados de Méndez Ballester, y
definitivamente nos sirve como crítica a la realidad de la época: las condiciones de vida y trabajo
precarias de la clase trabajadora y la sociedad patriarcal que estanca todo progreso para la mujer.
El mismo autor, en una obra póstuma titulada Arriba las mujeres, nos presenta una
visión más moderna de las féminas de nuestra época a través del personaje de Lina. Lina
personifica a la mujer de ideas sumamente contemporáneas y es el contraste de otra de las
mujeres en la obra, Alejandra, la cual representa a una madre conservadora.
La nueva dramaturgia femenina que se ha estado cosechando desde finales del siglo XX
hasta el presente nos muestra nuevas tendencias en el quehacer teatral puertorriqueño. Esta
14
generación está compuesta por autoras tales como Zora Moreno y Teresa Marichal, quienes se
distinguen por su teatro feminista, el cual exhibe una crudeza realística e innegable. Moreno se
dedica más al teatro popular involucrando a comunidades marginadas y realiza su crítica desde la
perspectiva socio-política, mientras que Marichal trabaja el tema de la mujer desde el aspecto
emocional y psicológico.
Ésta última dramaturga escribió Paseo al atardecer, una de sus obras más reconocidas
tanto a nivel nacional como internacional. Paseo al atardecer nos presenta el constante conflicto
que tiene la mujer con ella misma y con las expectativas establecidas por la sociedad. Utilizando
el recurso alemán conocido como “doppelganger”, la autora crea una personalidad dual de una
misma mujer. La primera es la mujer modernizada, libre y feminista de hoy día personificada en
Gertrudis, quien es escritora. La otra es la mamá abnegada, conservadora y tradicional de un
pasado y que al presente aún existen en nuestra sociedad.
La obra comienza con la mamá suplicándole a Gertrudis que baje la voz porque su
pequeño duerme. Gertrudis decide empezar a escribir una novela titulada Paseo al atardecer, ya
que la mamá del bebé le comunica que lo saca todas las tardes a pasear. La mamá le pregunta a
Gertrudis sobre el oficio de ésta y cuando Gertrudis le contesta que es escritora, la mamá la
ofende al decirle “con razón” refiriéndose a su personalidad, y luego le pide perdón a lo que
Gertrudis contesta:
No, no lo sienta.
Yo trabajo, me divierto.
fumo, fornico, como, río, canto,
lloro, duermo,
sueño…
15
(…) No la perdono,
no me da la gana,
he estado perdonando toda mi vida.
¿Cree usted que tengo cara de Dios?
No. Dios es hombre.
Yo soy mujer,
Dios es un viejo,
yo soy joven.
(…) yo nací para pecar y jamás ser perdonada.
Las mujeres continúan conversando sobre la vida, el matrimonio, la sociedad y lo
tradicional entre otros temas. Gertrudis mantiene siempre una actitud crítica hacia lo
establecido. Habla sobre los hombres refiriéndose a ellos como objetos sexuales e indica que
éstos ejercen dominio sobre la mujer para lograr todo lo que ellos deseen. Sobre la maternidad
dice que no es para ella, ya que nunca se interesó en convertirse en esclava. La mamá la refuta y
defiende su posición de madre llamándose “indispensable para su hijo.” La misma también le
expone que su profesión es dietista y Gertrudis le expresa que de qué le vale si no ha aportado
nada a la historia y que su existencia no es necesaria para que los otros vivan ni tan siquiera para
que su bebé sobreviva.
Gertrudis hace referencia a cuentos infantiles como Caperucita Roja y Rizos de Oro y los
termina con un final alterno a los tradicionales prediciendo lo que ocurrirá más adelante en la
obra. Gertrudis insiste en que la mamá le deje ver al bebé y la mamá se niega porque éste se
encuentra durmiendo. Gertrudis decide acercarse al cochecito y descubre que la madre ha
asesinado a su hijo. Horrorizada, pondera sobre el final que le dará a su novela ahora que ha sido
16
testigo de esto. Al final de la obra, mientras la mamá le pregunta a Gertrudis si podrá brindarle
un final a su novela y continuar siendo escritora, ésta comienza a gritar.
Paseo al atardecer nos presenta una realidad muy palpable. A pesar de que la obra nos
muestra un contraste entre ambas mujeres mostrando a Gertrudis como la más fuerte y
determinada, la más caótica e inconforme, y por el otro lado a la mamá como la más tradicional y
frágil, la realizada y contenta, en realidad ambas mujeres tienen más en común de lo que creían.
Son una misma mujer, un mismo conflicto, las mismas presiones y temores que le crea la
sociedad: la constante lucha entre ser madre y realizarse profesionalmente, entre tener que
escoger entre una cosa versus la otra, entre realizar ambas con éxito. Nos exhibe ambos papeles
de la mujer en la sociedad y al final la que verdaderamente no podía más con su rol fue la madre
quien mató a su bebé. Es irónico porque en un principio Gertrudis era la que se mostraba en
tensión e inconforme con lo establecido y la que parecía tener que enfrentar con dificultad la
mayoría de los problemas que enfrenta la mujer en la sociedad; sin embargo, al final vemos todo
lo contrario. La madre abnegada fue la que no pudo más con su vida y decidió darle fin a la de
su hijo.
Podemos comparar este personaje con Juana de Tiempo muerto, ya que ella sacrifica a su
hija Rosa entregándola al mayordomo por el bienestar económico de su familia; para poder
sobrevivir. Además Juana es otra mujer que se deja llevar por lo que diga su esposo al igual que
ésta que tuvo a su hijo presionada por amenazas de su esposo. Los finales de ambas mujeres en
estas dos obras son trágicos y su fuerza de voluntad es débil, quebrada por presiones
pertenecientes a una sociedad patriarcal que aún no ha salido del letargo sexista que enmascaran
como tradición.
17
El personaje femenino en la dramaturgia puertorriqueña le falta por evolucionar bastante.
Aún vemos personajes característicos de la era romántica en bastantes obras contemporáneas.
De acuerdo a Tere Marichal esto se debe a que nuestra sociedad, aunque es necesario
presentarlo, aún no está preparada para enfrentar obras de contenido fuerte en cuanto a la mujer.
Obras en que la mujer se presente de forma distinta e innovadora, obras en que se traten los
temas que afectan directa e indirectamente a la mujer tales como el aborto, las violaciones, la
sexualidad entre otros. En cuanto a profesiones que envuelven las artes, Tere Marichal opina
que no hay ningún obstáculo para que la mujer se supere en el campo del teatro. Sólo necesita
contar con convicción y perseverancia.
Es innegable que a través de los años la mujer puertorriqueña ha sido indispensable para
nuestra dramaturgia nacional tomando roles protagónicos en las artes teatrales del país; no
obstante, como personaje dramático aún no ha logrado la cumbre en su evolución.
Indudablemente nos falta mucho por alcanzar y no me queda duda que con el talento nacional
con el que contamos algún día nos podamos posicionar en el sitial que nos corresponde.
18
19
Bibliografía consultada
Aponte Martínez, Débora. "Entrevista a Tere Marichal." Entrevista personal. 7 de enero
de 2011.
Aponte Martínez, Débora. "Entrevista a José V. Martínez." Entrevista personal. 9 de
enero de 2011.
Babín, María Teresa. (1958). Panorama de la cultura puertorriqueña. Nueva York: Las
Américas Publishing Co.
Garcia del Toro, Antonio. (1987). Mujer y patria en la dramaturgia puertorriqueña
Madrid, Espana: Editorial Playor.
Marichal Lugo, Teresa. (1983). "Paseo Al Atardecer." Revista Intermedio 14 de
noviembre de 2008: 21-39.
Martínez Solá, Jorge. “Entrevista: Vigencia de Tiempo muerto” en El Nuevo Día, 3 de
febrero de 1984, p. 45.
Méndez Ballester, Manuel. (1991). Teatro De Manuel Méndez Ballester San Juan,
Puerto Rico: Instituto De Cultura Puertorriqueña, División De Publicaciones.
Morfi, Angelina. (1993). Historia critica de un siglo de teatro puertorriqueño Santo
Domingo, República Dominicana: Editora Corripio.
Pasarell, Emilio J. (1972). Conferencia: Panorama teatral de Puerto Rico en el siglo XIX,
Sala De Conferencias, Biblioteca General de la UPR, Río Piedras. San Juan: Instituto De
Cultura Puertorriqueña, p. 3-17.
Ramos-Perea, Roberto. "Panorama histórico del teatro puertorriqueño." Revista
Intermedio 2005: 15-34. Conuco: 22 de diciembre de 2010.
20