trabajo de investigacion 781
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David N. Petro
Spanish 781: Latin American Narratives
Dr. Nancy Bird-Soto
11 de mayo de 2015
La verosimilitud: a propósito de tres cuentos de Jorge Luis Borges
Introducción
El ámbito de la literatura, de alguna manera u otra, es regido esencialmente por dos
nociones básicas, provenientes de la humanidad: la fantasía y la realidad. La vida material, es
decir, lo tangible que el ser humano presencia en la cotidianeidad, suele definirse como la
realidad dentro de la literatura. En cambio, lo fantástico, perteneciente entonces a la literatura
fantástica, es, según Tzvetan Todorov, “the hestitation of the reader…as to the nature of an
uncanny event” (157). Dicho titubeo ante circunstancias inconcebibles, acontecimientos que
desafían el concepto de la realidad innata que condiciona la psique del ser humano, es una
reacción lúcida que resulta a menudo con la lectura de los cuentos de Jorge Luis Borges. No
obstante, sería desacertado negar la existencia de una verosimilitud prolija que se entrevera en la
obra borgeana, señaladamente en ciertos cuentos que no parecen aferrarse tanto a lo fantástico.
La función del presente trabajo es exhibir cómo Borges logra convertir la realidad y la fantasía
en meras interpolaciones a través de una verosimilitud ceñida por la veracidad histórica, la
religión y la identidad en tres cuentos de El Aleph (1949): “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz
(1829-1874)”, “Emma Zunz” y “Deutsches Requiem”.
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La carga analítica que conlleva la tesis del presente trabajo urge establecer un buen marco
teórico como punto de referencia. El análisis, por consiguiente, se emprenderá desde una
orientación temática y conceptual; posteriormente, una vez definidos los conceptos de la tesis, se
iniciará el estudio de la cuentística borgeana. En fin, es importante concretar qué significan los
términos a continuación: la realidad, lo fantástico, la verosimilitud, la identidad, la religión y la
veracidad histórica.1
Marco teórico
No se puede negar que este trabajo tenga sus matices filosóficos. Por más que uno
prefiera evitarlo, la filosofía se involucra de manera crucial, no obstante lo abstracto y
enigmático que puede ser, como punto de partida respecto a la aproximación literaria que se
quiere hacer.
El concepto de la realidad, sobre todo, parece ser bastante rudimentaria. Sin embargo,
particularmente en la literatura, hay que precisar: ¿qué es la realidad? Para contestar dicho
interrogante, Cuddon propone la siguiente respuesta:
Philosophy distinguishes two basic concepts concerning reality: correspondence
and coherence. The correspondence theory suggests that the external
world is knowable by scientific inquiry, by the accumulation of data, by
documentation, by definition. The coherence theory suggests that the external world is
knowable (or perhaps can be understood) by intuitive perception, by insight.
Thus, correspondence will require referential language; coherence,
emotive language. The former will imply an objective point of view; the latter
1 Este trabajo no propone aportar definiciones minuciosas de la religión ni de la veracidad histórica. Dichos términos serán explicados de manera más breve que los anteriores.
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a subjective. But, as language interpenetrates, no absolute divisions are posible.
(552)
La realidad, entonces, es bipartita; consiste del método científico en lo objetivo, y de la
intuición en lo subjetivo. El ser humano sabe lo que es real porque lo puede comprobar a través
de la ciencia o a través de sus nociones básicas de lo que es, y no es, posible en el mundo. En el
caso que la intuición del ser humano fallara, la ciencia serviría para afirmar o refutar lo que se
quiere comprobar como real o irreal. En general, sin embargo, se tiene que acatar el hecho de que
la realidad sea una noción subjetiva hasta cierto punto, dado que el lenguaje del ser humano
puede ser referencial y/o emotivo a la vez, sin divisiones absolutas entre cada cual. El mundo
externo representa una verdad dicotómica para el ser humano: la razón científica y la emoción
humana. Ambas verdades cumplen la función de marcar ciertas limitaciones en torno a lo que
pertenece a la realidad.
La realidad es una faceta tangible de la literatura. Constituye un plano poco arbitrario en
la mayoría de los casos. Sea como fuere, cuando ni la ciencia ni la intuición humanas pueden
explicar un suceso, o bien un fenómeno, dentro del relato, ¿qué supone ello? Efectivamente, tal
suceso o fenómeno representa lo fantástico. Todorov comenta al respecto:
First, the text must oblige the reader to consider the world of the characters as a
world of living persons and to hesitate between a natural and a
supernatural explanation of the events described. Second, this hesitation may
also be experienced by a character; thus the reader’s role is so to
speak entrusted to a character, and at the same time the hesitation is
represented, it becomes one of the themes of the work—in the case of naive reading,
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the actual reader identifies himself with the character. Third, the reader must
adopt a certain attitude with regard to the text: he will reject allegorical as well
as ‘poetic’ interpretations. These three requirements do not have equal value.
The first and the third actually constitute the genre; the second may not be
fulfilled. (33)
Así, lo fantástico tiene tres representaciones en la literatura: primero, el lector titubea ante
una situación cuya explicación no se sabe si es de índole sobrenatural; segundo, dicho titubeo es
la reacción del personaje, dentro del relato, mas ello no es necesario; y tercero, el lector rechaza
cualquier tipo de explicación simbólica o poética con respecto al evento, y así opta por sospechar
que se trata de un evento no natural. En síntesis, la realidad se manifiesta en la literatura por
medio de eventos naturales, mientras que lo fantástico supone todo lo que podría concebirse
como sobrenatural.
A pesar de que lo real sea la antítesis de lo fantástico, y viceversa, de ninguna manera es
anormal observar la existencia de ambos en el mismo relato. Es más, un genio de la literatura
como Borges, en ciertos cuentos, aplica una combinación tan intrincada de estos dos elementos
que uno como lector puede muy bien confiar en el narrador como una autoridad literaria. Es
decir, se puede confiar que lo acontecido, y por ende su manifestación literaria que es la
transcripción de ello, sea una fiel representación de los hechos. Dicha confianza que el lector
puede sentir implica verosimilitud. Una definición precisa de dicho término, fundamental en la
literatura, es “[l]ikeness to the truth, and therefore the appearance of being true or real even when
fantastic” (Cuddon 740). La definición de Cuddon da a entender que la verosimilitud es aquello
que tiene apariencia de verdad, aunque no lo sea necesariamente. Añade que “[i]f the writer has
done his work well, then the reader will find the result an acceptable presentation of reality”
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(740). En suma, si se logra una integración adecuada de lo fantástico en una obra literaria, y a la
vez se establece un ámbito que pertenece a la realidad, se ha alcanzado entonces una
representación literaria que se puede denominar verosimilitud.
Además de lo real, lo fantástico y lo verosímil, también es de suma importancia concretar
qué se entiende por el concepto de la identidad. Glasser comenta que es “‘the sameness of a
person or thing at all times or in all circumstances’” (25).2 Pese lo complejo que resulta esta
definición, si uno reflexiona profundamente en ello, efectivamente, la identidad es aquello que
hace la diferencia entre dos personas. La heterogeneidad de la raza humana es, pues, infinita
porque la identidad de cada persona es, intrínsecamente, única. La esencia de dicha identidad
medita con respeto a la siguiente problemática:
What am I? And what is my relationship to the thing I call ‘my body’? Thus each
of us can pose for himself the philosophical problems of the nature of the
self and the relationship between a person and his body. The nature of
personal identity over time, and the link, if any, between personal identity
and bodily identity are aspects of these problems and it is this, of course,
that accounts for the immense philosophical interest in the concept of
personal identity. (Noonan 1)
Así, como se puede apreciar, la identidad es un concepto personal. Es una búsqueda del
ser mismo, y procura resolver lo existencial: ¿quién y qué soy yo? La problemática exige
vincular lo personal con lo temporal. Noonan afirma que “Locke’s answer to this question, of
course, is: identity of consicousness: ‘And as far as this consciousness can be extended
2 Esta definición aparece en una fuente secundaria: The Mysteries of Identity: A Theme in Modern Literature, de Robert Langbaum.
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backwards to any past action or thought, so far reaches the identity of that ‘person’ (‘Essay’ II,
xxvii. 9)” (33). La contestación, o por lo menos una contestación, viene de John Locke, el
filósofo inglés de la Ilustración en el siglo XVII. La identidad personal conlleva la asimilación
del pasado; supone una consciencia de las acciones y de los pensamientos anteriores al presente.
En suma, el análisis que propone este trabajo en torno a la cuentística borgeana resalta, sobre
todo, el concepto de la identidad personal y su vinculación con el pasado.
Finalmente, y antes de iniciar el análisis cuentístico, hay que definir la religión y la
veracidad histórica. Como ya se ha dicho anteriormente, dichos conceptos, en lo tocante al
presente trabajo, no requieren explicaciones meticulosas. Sea como fuere, hay que precisar.
La religión es un concepto institucional que efectúa un método particular con respecto a
la veneración de lo divino. En lo tocante a la religión, este trabajo, en mayor medida, hace
hincapié en el judaísmo; no obstante, también hay menciones del cristianismo y el islam en la
obra cuentística borgeana que merecen atención. Por ende, dentro del análisis cuentístico se
desarrolla una perspectiva crítica en torno a dichas tres manifestaciones religiosas, en mayor o
menor medida, y se explora su valor simbólico. Es de insistir, además, que la religión tiene
matices sociales. Por ejemplo, Hopkins explica que “[i]t is tempting to believe religious
identities are defined by scriptural texts and are therefore invariant over time and place. Yet
sociological and anthropological work shows the meaning of such texts are not given but
contingent upon the political, social and economic context of those reading them” (531).
Efectivamente, la religión es una construcción social que les otorga un sentido de identidad a sus
creyentes. Dicha identidad religiosa varía con respecto al lugar y el tiempo en los que se
manifiesta. En síntesis, la religión como construcción institucional y/o social aporta mucho
significado a los cuentos por analizar.
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Por otro lado, la veracidad histórica es una aproximación fiel a lo que realmente ocurre
en la historia. En el caso de Borges, por ejemplo, hay alusiones verídicas o descripciones de
sucesos u otras reliquias verdaderas que son del pasado histórico. Tal veracidad establece mayor
verosimilitud dentro del relato; mediante ello, el lector opta por creer que el cuento se asemeja
bastante a lo que se podría denominar la verdad, o quizá una verdad absoluta si se quiere.
Análisis cuentístico
El análisis de los tres cuentos se organiza a través del siguiente esquema: la veracidad
histórica, la religión, la identidad y finalmente las interpolaciones de lo real y lo fantástico. Es
decir, los temas son presentados y desarrollados en dicho orden; de tal manera, se realiza la
misma investigación para cada uno de los tres cuentos.
En el cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”, la veracidad histórica es
muy palpable, y dicho recurso se establece inmediatamente. En la primera oración, el narrador
omnisciente relata: “El 6 de febrero de 1829, los montoneros que, hostigados ya por Lavalle,
marchaban desde el sur para incorporarse a las divisiones de López…” (Borges 77). Sin lugar a
dudas, el punto de partida es una alusión histórica de las guerras civiles argentinas del siglo XIX,
cuya violencia perdura “sixty years” (Balderston 121). Dicho contexto histórico de la
postrevolución argentina puede resumirse en una sola palabra: caos. Se trata de la época del
caudillo, el tirano despiadado que intenta mantener un poder totalitario, sea a nivel provincial o
federal.
Uno de los más renombrados caudillos de aquella época es Juan Manuel de Rosas, cuyo
nombre aparece en el segundo tomo de Historia integral argentina en una entrada cronológica
del año 1829: “La Convención Nacional de Santa Fe designa a Estanislao López jefe de las
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fuerzas federales para aplastar el movimiento unitario. López y Rosas vencen a Lavalle en
Puente de Márquez (26 de abril)” (Bagú y Weinberg 274). Así, se puede apreciar el hecho de que
López y Lavalle, independientemente del cuento ficticio en el cual se encuentran, sean figuras
netamente históricas. Además, la mención de “los montoneros que, hostigados ya por Lavalle…”
se refiere a otra realidad verídica: “el ‘gaucho’ de la desierta llanura” (Lazo X), manipulado por
el caudillo que anhela consolidar un poder tenaz. Lazo explica que dicho gaucho, campesino de
la pampa argentina, es vulnerable a “la ‘montonera’ del caudillo que va a llevar muerte y
desolación a la llanura inmensa, a las ciudades, a veces a provincias lejanas” (XX). En fin, la
montonera que avanza hacia las fuerzas de López, al mismo tiempo huyendo de la tropa que
dirige Lavalle, son aquellos gauchos que luchan contra el movimiento unitario, de un poderío
central que encarna Lavalle. El 26 de abril de 1829 es la fecha históricamente marcada como la
derrota de Lavalle, lo cual indica que el cuento, que comienza el 6 de febrero del mismo año, se
desarrolla en un tiempo que pertenece al pasado histórico argentino.
La religión, al contrario de lo que se aprecia con la veracidad histórica, se involucra más
bien de manera secundaria. No obstante, su uso dentro del relato conlleva una interpretación
bastante amplia que permite una vinculación robusta con el tema de la identidad. Se trata de una
sola cita, proclamada mediante la omnisciente voz narrativa: “La aventura consta en un libro
insigne; es decir, en un libro cuya materia puede ser todo para todos (I Corintios 9:22), pues es
capaz de inagotables repeticiones, versiones, perversiones” (Borges 78). El narrador hace una
referencia bíblica; destaca el primer libro de Corintios, recopilada en el Nuevo Testamento de la
Santa Biblia, texto sagrado de la fe cristiana. Al consultar I Corintios 9:22, se puede llegar a una
conclusión respecto a qué significa “un libro cuya materia puede ser todo para todos”, según una
interpretación propia y otra basada en lo que aportan los eruditos. Según Fishburn y Hughes,
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“Aleph 54/5 (82): ‘All things to all men.’ This quotation, used to summarize different readers’
attitudes to Martín Fierro, has a more didactic meaning in its own context. The complete verse
reads: ‘To the weak became I as weak, that I might gain the weak: I am made all things to all
men, that I might by all means save some’ (9:22)” (64). Lo didáctico del verso bíblico se refiere
a las múltiples identidades que asume San Pablo3 para divulgar la fe cristiana. Por ejemplo, se
hace débil entre los débiles para lograr su evangelización, o cristianización si se quiere. De
manera similar, se resaltan otras identidades que emplea San Pablo para lograr su objetivo:
Cuando estoy entre los judíos me vuelvo como un judío, para ganarlos a ellos; es
decir, que para ganar a los que viven bajo la ley de Moisés, yo mismo me
pongo bajo esa ley, aunque en realidad no estoy sujeto a ella. Por otra parte, para
ganar a los que no viven bajo la ley de Moisés, me vuelvo como uno de
ellos, aunque realmente estoy sujeto a la ley de Dios, ya que estoy bajo la ley de
Cristo. (I Corintios 9:20-21)
Como se puede apreciar, San Pablo asume la identidad judía, a pesar de no ser judío,
cuando predica ante ellos. Su identidad es maleable; se modifica situacionalmente conforme su
entorno. Es lícito concebir que dicha maleabilidad podría ser infinita vía la divina providencia de
Dios. En síntesis, tal anécdota religiosa supone un vínculo con la identidad: la esencia del ser
humano es compleja. ¿Puede haber, entonces, “un libro cuya materia puede ser todo para todos”?
Efectivamente, sí: la interpretación, establecida según un contexto determinado y sea el que
fuere, permite todo. Tanto la identidad personal como la identidad literaria son principios
variables.
3 En lo tocante a Corintios, Fishburn y Hughes comentan: “Two epistles by St. Paul addressed to the Christians in Corinth” (63).
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Ahora bien, el tema de la identidad obliga un análisis del personaje Tadeo Isidoro Cruz,
cuya biografía se manifiesta a través del relato. Tadeo Isidoro Cruz es, con respecto a la primera
mención de su identidad personal, un gaucho, según lo que cuenta el narrador “…gauchos
idénticos a él nacieron y murieron en las selváticas riberas del Paraná y en las cuchillas
orientales” (Borges 78). Por ende, y debidamente, el presente trabajo hace hincapié en un análisis
de índole agauchada. Es decir, “[a]l tratarse de una asimilación al gaucho, acercamiento sin
prejuicios a este tipo humano y social, y de la posible reproducción de la proyecciones de su
siquismo, de su conducta y de sus realizaciones, el término inequívoco es ‘agauchado’” (Lazo
XI). En fin, para determinar quién es Tadeo Isidoro Cruz, es imprescindible examinar la psique
de este personaje, y lo que revela sus acciones.
Tadeo Isidoro Cruz desconfía de la vida urbana; tal existencia cosmopolita le es ajena.
Cuenta el narrador, en lo referente al personaje: “Comprendió…que nada tenía que ver con él la
ciudad” (Borges 78). Se sabe, además de su afecto para la vida rural, que no vacila en recurrir a
la violencia. Si se trata del honor, es capaz de matar, y ello se prueba cuando apuñala al peón
cuyas burlas no tolera. Más profundamente, su carácter brutal es notable: “Como soldado raso,
participó en las guerras civiles; a veces combatió por su provincia natal, a veces en contra” (79).
Hay una desorientación bárbara que condiciona su ser. Lefere comenta al respecto que “[e]l
cuento, al representar a un Cruz enemigo de la Ciudad y del Estado, apunta indirectamente a otro
monumento de la tradición argentina: Facundo. Civilización y barbarie, de Domingo F.
Sarmiento” (200). Dicha intertextualidad es evidente y el narrador la refuerza al proclamar:
“Vivió, eso sí, en un mundo de barbarie monótona” (Borges 78). En síntesis, el personaje Tadeo
Isidoro Cruz es un gaucho que desafía el estatus quo y rehúsa ser parte de una civilización
progresista.
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El rasgo más peculiar que, sobre todo, se vislumbra en lo tocante al personaje Tadeo
Isidoro Cruz es la figura del doble que condiciona su ser. En ello radica lo fantástico, puesto que
la realidad no lo permite; es decir, la ciencia y la intuición confirman que el ser no puede habitar
en más de un cuerpo. Efectivamente, conforme avanza el relato, y especialmente al final, emerge
una realidad implícita. Williamson explica que el cuento se trata de “a renegade gaucho” (203), y
acierta; sin embargo, son dos gauchos prófugos: Tadeo Isidoro Cruz y Martín Fierro. En
resumidas cuentas, Cruz es el gaucho prófugo al comienzo del relato y Fierro desempeña el
mismo rol al final. No obstante, al final del relato, se vuelven la misma persona:
Gritó un chajá; Tadeo Isidoro Cruz tuvo la impresión de haber vivido ya ese
momento…Éste, mientras combatía en la oscuridad (mientras su cuerpo
combatía en la oscuridad), empezó a comprender. Comprendió que un
destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva
adentro…comprendió que el otro era él. (Borges 81)
Ese otro es Martín Fierro. Al final del relato, el desdoblamiento de Cruz se efectúa. Se
convierte en Martín Fierro, su doble que encarna la misma idiosincrasia. Ambos personajes,
Tadeo Isidoro Cruz y Martín Fierro, también desempeñan roles centrales en el poema épico
Martín Fierro (1872, 1879), de José Hernández. Por ende, el cuento también resulta ser otro
palimpsesto de Borges, puesto que “Borges cuenta la pelea no desde el punto de vista de Fierro
—como en el poema de Hernández—sino desde el de Cruz…” (Alzraki 159). ¿Qué supone ello?
Se revela, entonces, que “[c]ualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad
‘de un solo momento’: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es” (Borges 80).
En suma, la realidad del gaucho, la misma que perciben Cruz y Fierro, otorga un destino común:
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la valentía de llevar la contraria, belicosamente, ante un estatus quo ajeno que no refleja su
cosmovisión.
Finalmente, en lo tocante a “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”, es preciso
señalar las interpolaciones de lo real y lo fantástico que se entreveran a lo largo del relato.
Primero, Tadeo Isidoro Cruz, un personaje ficticio, es engendrado por medio de la relación
carnal entre un montonero y su mujer. En otras palabras, un guerrillero que pertenece al pasado
histórico argentino durante las guerras civiles del siglo XIX junto con una mujer de la misma
época, logran engendrar a un hijo que nace en el año 1829. Consta que dicho acontecimiento
sería imposible porque todo ser humano que nace pertenece a la realidad, sin excepciones.
Paralelamente, es igualmente fantástico lo que revela el narrador con respecto a Cruz: “…tuvo la
impresión de haber vivido ya ese momento” (81) y “…comprendió que el otro era él” (81-82).
Ambas circunstancias pertenecen al ámbito de lo fantástico porque el tiempo solamente permite
que un suceso acontezca una vez y, como ya se ha discutido anteriormente, el ser humano no
puede habitar en más de un cuerpo. En fin, la verosimilitud se mantiene a lo largo del cuento, no
obstante los elementos fantásticos que surgen en el relato, porque todo es abarcado dentro de un
ambiente que parece ser real por lo que aporta el contexto histórico.
El segundo cuento por analizar es “Emma Zunz”. También demuestra cierta veracidad
histórica, aunque quizá sea menos explícita que el contexto percibido en el relato anterior. Según
Fishburn: “The story is set in the Jewish atmosphere of Buenos Aires in the 1920s and, devoid of
any fantastic elements, appears to be realistic” (60). Por consiguiente, se puede observar que, de
nuevo, hay una realidad histórica que es retratada en el cuento. El espacio, el lugar donde
ocurren los hechos, es la ciudad de Buenos Aires en la década de 1920, particularmente el
ambiente judío desarrollado ahí. Aizenberg propone un espacio más matizado: “Borges recrea el
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sabor del vivir diario en la Babel inmigratoria que fue la Buenos Aires de principios de siglo con
tal habilidad, que esta escena ha sido tomada como prueba de la ‘poca complejidad’ del relato
(Cohen, 67)” (134). Así, el cuento retrata la vida bonaerense no tan solo de la comunidad judía
sino también de las comunidades de inmigrantes que habitan ahí, a comienzos del siglo XX.
La religión se entreteje de una manera latente en “Emma Zunz”. Sin duda, la religión
implicada es el judaísmo; sin embargo, su manifestación es más bien de índole cultural. Borges
explica, en una entrevista con Antonio Carrizo, que:
“‘All of it is mediocre, even the name, you see, ‘Emma Zunz.’ I purposefully
chose a Jewish surname so the reader would accept this story which is
somewhat strange; so the reader might think, ‘Well, these things might
happen among Jews.’ If I had named her López, the reader wouldn’t have accepted the
story. Nevertheless, if Emma Zunz is accepted, she is a bit distant.’”
(Woscoboinik 105- 106)
Así, no se puede negar el legado cultural de un apellido. La religión conserva
diferencias, por ejemplo, entre un bonaerense judío y otro, si se sigue el ejemplo de López que
aporta Borges, probablemente cristiano. De acuerdo a Hopkins, la identidad religiosa no es un
concepto exclusivamente basada en un texto sagrado, sino también influye el contexto político,
social y económico del creyente. El contexto social y económico de la identidad religiosa es
perceptible en “Emma Zunz”: aquello primero con la protagonista Emma y su padre Emmanuel y
lo último con el villano del relato, Aaron Loewenthal.
La venganza que realiza Emma demuestra sus creencias en torno a la justica societaria. El
lector se entera, al comienzo del relato, que su padre Emmanuel Zunz ha sido encarcelado
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injustamente por haber desfalcado los fondos de su empresa, aunque el verdadero culpable sea
Aaron Loewenthal, su socio. Woscoboinik corrobora lo mismo: “On a realistic level, Emma
Zunz aspires to remedy an outrage, suffered by her father as he was unfairly accused of
embezzlement” (109). El honor es el factor principal que motiva dicha venganza. Sin embargo,
la religión matiza el acto de Emma, puesto que el narrador omnisciente declara:
“Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la madrugada
anterior, ella se había soñado muchas veces, dirigiendo el firme revólver,
forzando al miserable a confesar la miserable culpa y exponiendo
la intrépida estratagema que permitiría a la Justicia de Dios triunfar de la
justicia humana. (No por temor, sino por ser un instrumento de la Justicia, ella no quería
ser castigada.)”. (Borges 91-92)
Efectivamente, la narración aclara el hecho de que Emma se considere dispuesta a ser la
herramienta de una justicia divina. Si logra obligar la confesión de Loewenthal, amenazándolo a
punta de pistola, así “permitiría a la Justicia de Dios triunfar de la justicia humana”. Ello quiere
decir, naturalmente, que la justicia divina puede ser invocada a través de las acciones humanas.
No obstante, es la justicia humana, sin duda, la que triunfa en el cuento porque Emma termina
asesinando a Loewenthal.
Lo económico es lo que se destaca con respecto al personaje de Aaron Loewenthal, el
dueño de la fábrica donde trabaja la protagonista Emma. Loewenthal es retratado, según
Aizenberg, como “el avaro enemigo de Emma Zunz” (Borges, el tejedor 109). Su avaricia es
plenamente absurda. Prueba de dicha absurdez es lo que comenta el narrador del relato:
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Había llorado con decoro, el año anterior, la inesperada muerte de su mujer—¡una
Gauss que le trajo una buena dote!—, pero el dinero era su verdadera pasión. Con
íntimo bochorno se sabía menos apto para ganarlo que para conservarlo.
Era muy religioso; creía tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximía
de obrar bien, a trueque de oraciones y devociones. (Borges 91)
Como se puede apreciar, Loewenthal no es tan solo un avaro, sino también es tacaño y
corrupto. ¿Será posible, en cualquier religión, idear una serie de circunstancias en las que un
poder sobrenatural consentiría la inmoralidad “a trueque de oraciones y devociones”? La
contestación a tal interrogante es, inequívocamente, no.
Lo más complejo respecto a “Emma Zunz” es el tema de la identidad. La protagonista
Emma Zunz es, de acuerdo a Aizenberg, “mujer, judía, transgresora del código machista”
(Borges, el tejedor 134). Su singularidad radica en la liberación sexual como venganza carnal
que ejecuta con un “sueco o finlandés” (Borges 89) cualquiera. Parece ser una venganza dirigida
hacia su padre, la misma persona cuya vindicación sirve de motivo para el acto de homicidio. Al
consumar el acto sexual, el narrador relata que Emma “[p]ensó (no pudo no pensar) que su padre
le había hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían” (89). ¿De dónde proviene
tal idea? ¿Y por qué decide iniciar su vida sexual precisamente después de enterarse de la muerte
de su padre, justo antes de llevar a cabo un homicidio y con un hombre desconocido? Según el
narrador, de dicha relación fugaz, Emma “sirvió para el goce y él para la justicia” (89). Él, un
hombre desconocido que es o sueco o finlandés, le otorga una justicia a Emma que ha
transgredido el código machista. Emma, a partir de su iniciación sexual y el homicidio que
comete, ya no es una mujer sumisa y, por ende, su identidad encarna la antítesis del estatus quo.
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El cuento de Emma Zunz es mayormente realista. Sin embargo, hay algunas
interpolaciones fantásticas. Quizá la más clara sería: “¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en
aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zuna ‘una sola vez’ en
el muerto que motivaba el sacrificio?” (89). Dicha cita se refiere al primer encuentro sexual de
Emma y propone: uno, que ocurre en un tiempo que no es propio del tiempo actual, y dos, que su
padre difunto es el que ocasiona dicho acto. En síntesis, ambas suposiciones recién articuladas
son fantásticas; no caben dentro de la realidad.
El último cuento es “Deutsches Requiem”. Al contrario de los cuentos anteriores,
“Deutsches Requiem” es un monólogo; es decir, es una narración en primera persona, del general
nazi Otto Dietrich zur Linde, más concretamente “un subdirector de campo de concentración
recién condenado a muerte…” (Lefere 179). La veracidad histórica del relato se logra, de
acuerdo con Dorta Sánchez, mediante “[s]u proximidad epocal a los acontecimientos que
tematiza…” (53). En pocas palabras, el tema del nazismo que se trata en el cuento es fiel a la
historia verdadera. También hay varias menciones de filósofos—Nietzsche, Spengler y
Schopenhauer—y el contenido de sus respectivas obras. Todo ello establece un fundamento de
veracidad histórica.
Las tres religiones abrahámicas son mencionadas en “Deutsches Requiem”: el
cristianismo, el judaísmo y el islam. El nazismo que profesa Otto Dietrich zur Linde es una
negación total de la religión; hace hincapié en la filosofía como ruta para alcanzar la plenitud y
comprender al ser humano. El monólogo, efectuado por la “derecha mano que escribe” (Borges
124) de Otto Dietrich zur Linde, demuestra lo siguiente: “Comprendí, sin embargo, que estamos
al borde de un tiempo nuevo y que ese tiempo, comparable a las épocas iniciales del Islam o del
Cristianismo, exigía hombres nuevos” (124). Esos “hombres nuevos” al cual se refiere son, en
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dicha época, los nazis alemanes de la Segunda Guerra Mundial que realizan un genocidio en el
cual mueren millones de judíos. Según Aizenberg el tono principal del cuento radica en “la
noción que el mundo estaba ‘muriendo’ de judaísmo y de su ‘enfermo’ cristianismo” (“Nazismo
es inhabitable” 277). Los nazis, entonces, son los héroes de una época contemporánea en la que
hay un mal que se tiene que aniquilar. Ese mal lo representa tanto “la fe de Jesús” (Borges 130)
de los judíos como “las serviles timideces cristianas” (131). La religión como enfermedad es lo
que motiva el genocidio. Otto Dietrich zur Linde explica, por ejemplo, su raciocinio para la
tortura de David Jerusalem, un supuesto poeta judío:
Ignoro si Jerusalem comprendió que si yo lo destruí, fue para destruir mi piedad.
Ante mis ojos, no era un hombre, ni siquiera un judío; se había
transformado en el símbolo de una detestada zona de mi alma. Yo agonicé
con él, yo morí con él, yo de algún modo me he perdido con él; por eso, fui
implacable. (128)
Así, para llevar a cabo la labor de “despojarse del viejo hombre, que está viciado, para
vestir el nuevo” (126), se tiene que aniquilar cualquier misericordia. Por ende, la religión en sí es
un vicio.
La identidad que se trata en “Deutsches Requiem” es la psique nazi. Quizá la cita que
mejor resuma dicha identidad sería: “Individualmente, mis camaradas me eran odiosos; en vano
procuré razonar que para el alto fin que nos congregaba, no éramos individuos” (124). La idea es
prima; la individualidad se sacrifica por el objetivo común. No obstante, hay algo más profundo
que determina la psique nazi, y tiene que ver con la filosofía. Según Aizenberg, la problemática
nazi habita en su doctrina, la cual prescribe que “it wasn’t enough just to be cruel, but which
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needed to build a theory of cruelty, a justification of cruelty as an ethical postulate—as did Otto
Dietrich zur Linde” (“I a Jew” 347-348). La crueldad de Otto Dietrich zur Linde es parte de su
ser, y funciona como una doctrina abarcadora. La propaganda a la cual sucumbe tiene que ver
con una moralidad falaz que establece como pretexto de sus acciones. Ello se vuelve claro al
final del relato cuando proclama: “Muchas cosas hay que destruir para edificar el nuevo orden;
ahora sabemos que Alemania era una de esas cosas…Que otros maldigan y otros lloren; a mí me
regocija que nuestro don sea orbicular y perfecto” (Borges 131). En síntesis, Otto Dietrich zur
Linde es lo suficientemente audaz para creer que el genocidio de millones de judíos ha creado un
mundo mejor. Esencialmente, la psique nazi acepta la derrota como un mero sacrifico para vaciar
el mundo del mal.
Hay una interpolación fantástica y prolija que se entrevera en “Deutsches Requiem”.
Mientras Otto Dietrich zur Linde convalece en el hospital después de la amputación de su pierna,
comenta que: “Símbolo de mi vano destino, dormía en el borde de la ventana un gato enorme y
fofo” (125). ¿De dónde viene ese gato? Parece bastante fuera de lugar. Quizá sea el estilo de
Borges, o más bien un simbolismo latente: los libros filosóficos que lee zur Linde en el hospital
contienen teorías ineptas para entender la naturaleza humana y son usadas equívocamente.
Conclusión
En conclusión, este trabajo ha analizado los temas de la veracidad histórica, la religión y
la identidad en tres cuentos de Jorge Luis Borges: “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-
1874)”, “Emma Zunz” y “Deutsches Requiem”. El primero sería el único cuento estrictamente
fantástico. Todos los cuentos conservan una robusta verosimilitud, a pesar de ciertas
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interpolaciones fantásticas. La verosimilitud se ciñe principalmente merced a la veracidad
histórica mientras que la religión y la identidad aportan dimensiones fantásticas.
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