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    Curso “ Teoría del Turismo Sostenible y Desarrollo Local”

    Trabajo de evaluación

    Lic. Pablo Zouain

    1. Introducción

    El trabajo de María Velasco González1  tiene como propósito declarado el análisis y

    reflexión respecto a la relación existente entre el turismo y la gestión del patrimonio. En este

    sentido, se detiene a considerar fundamentalmente la interrelación –encuentros y

    desencuentros- entre ambos sistemas, disímiles en los sentidos y culturas que importan, a la

    vez que desarrolla su visión respecto a los elementos que se deben tomar en cuenta para

    realizar una mejor gestión turística del patrimonio.

    Desde una lógica propositiva, el objetivo del artículo consistirá en presentar lo que la

    autora considera los enfoques necesarios para un desarrollo sostenible del turismo cultural ,

    instando a la reflexión respecto a cómo consensuar los intereses y valores de todos los actores

    implicados por este fenómeno. En definitiva, una propuesta para la intervención.

    2. Marco Teórico

    Si bien en su artículo la autora no explícita claramente el marco teórico desde donde

    presenta su propuesta, atendiendo a las diversas conceptualizaciones y desarrollos que

    efectúa podemos sostener que nos encontramos ante una mirada con clara impronta

    fenomenológica. En este trabajo el patrimonio cultural se visualiza como una construcción

    social histórica -producto de una sociedad concreta- resultando en verdaderos depósitos de

    sentidos2  y valores. Su conceptualización del turismo, como institución, no es ajena a esta

    mirada. Asimismo, Velasco González recurre conscientemente a las nociones de “construcción”

    y “simbolismo”, destaca su reconocimiento de los múltiples “espacios de la realidad social” y

    considera al turismo y el patrimonio como “fenómenos sociales” complejos, dinámicos y

    sistémicos. Su legítima preocupación porque todos los actores implicados en los procesos que

    hacen a la gestión del patrimonio turístico tengan voz, remite al cuidado y respeto por la mirada

    nativa  – relativismo cultural- en torno a la intervención sobre su realidad; no obstante, la

    concepción de desarrollo sostenible que refrenda no parece la más ajustada para ello. Aún así,

    nos encontrarnos ante un enfoque interpretativo.

    1 Gestión Turística del Patrimonio Cultural: Enfoques para un Desarrollo Sostenible del Turismo Cultural , Cuadernos de

    Turismo, num. 23, (2009); pp. 237-253.2 Berger, P. y Luckmann, T.; Modernidad, pluralismo y crisis de sentido, España, Paidós, 1997. 

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    3. Aspectos metodológicos

    La propuesta metodológica se proyecta en el artículo desde una concepción sistémica

    del turismo y el patrimonio como campos en interacción, promoviendo estrategias de análisis y

    reflexión respecto a los mismos con el fin de “mejorar la funcionalidad turística de los bienes de

    patrimonio” (Velasco, 2009:244). Para ello Velasco recurre a la idea de “enfoques” sin distinguir

    específicamente los instrumentos para dicha tarea. En este sentido, planteará

    fundamentalmente ideas guía para la acción.

    Para la autora -ya sea a nivel de la planificación, de conceptualización de los bienes

    (políticas de conservación y propuestas de usos) y de la evaluación- en todos los casos las

    acciones deben realizarse mediante la colaboración de los distintos actores, sean estos

    implementadores o destinatarios de las mismas (2009:245), debiéndose procurar consensuar

    intereses  entre los implicados a partir del trabajo en redes  e implementando procesos

    continuos de evaluación –con características propias de la investigación social- que den cuenta

    de las virtudes y falencias de los diseños y decisiones que se efectúan, validando o no la

    gestión.

    Según Velasco estas ideas guía deberán actuarse teniendo presente como criterios

    rectores los documentos internacionales existentes en relación con los bienes patrimoniales

    (2009:248) así como aquellos que conceptualizan el desarrollo sostenible (2009:250), pero

    omite señalar de qué documentos está hablando particularmente.

    Si bien la estrategia metodológica -desde el momento que reclama el carácter de

    investigación social- habilita imaginar un abordaje de índole cualitativo (consonante con el

    marco teórico propuesto), esto no resulta claramente especificado ni se hace mención respecto

    a las técnicas que deberían utilizarse para lograr los fines propuestos. La investigación social

    puede tener características bien disímiles y en esta propuesta para la gestión podrían terminar

    primando herramientas propias de otros marcos teóricos.

    4. Sobre la conceptualización de Desarrollo Sostenible y sus estrategias conexas.

    Velasco dedica un breve capítulo a conceptualizaciones en torno a la noción de

    sostenibilidad. Noción que a su juicio debe estar presente en toda propuesta relativa al turismo,

    no discriminando a éste ni por el tipo de destino ni por las formas que pueda tomar (de masas,

    cultural, rural, etc.), y lo argumenta recurriendo a las directrices que en tal sentido elaboró laOrganización Mundial de Turismo (2004).

    Su propuesta promueve incorporar en la planificación y en la gestión turística del

    patrimonio algunos enunciados que dicha organización entiende como principios básicos del

    desarrollo sostenible: “optimizar el uso de los recursos ambientales, respetando los procesos

    ecológicos y ayudando a conservar los recursos naturales; contribuir al mantenimiento y mejora

    de los activos culturales singulares de las sociedades receptoras y asegurar que las

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    actividades económicas sean viables a largo plazo y generen beneficios distribuidos, en

    especial a través del empleo.” (OMT en Velasco, 2009:250).

    Según la autora las estrategias que deben implementarse para la consecución de tales

    fines reclaman nuevas formas de gestión: cooperación, búsqueda de consensos y lo que

    denomina “el ejercicio consciente de la responsabilidad compartida” (ib id). Abogará entonces

    por la creación de espacios – redes- para la cooperación interadministrativa a nivel de la

    gestión, que incorporen a los actores privados y con la participación de diferentes agentes

    sociales, para obtener “una toma de decisiones realmente eficiente” (2009:251).

     Aquí se plantean por lo menos dos cuestiones discutibles. La primera remite

    directamente a las zonas nebulosas que abriga esta definición de desarrollo sostenible de la

    OMT -que la autora selecciona como su apoyatura explícita-, en relación con varios elementos

    que ella entiende centrales en su propuesta. Así, Velasco opta por un modelo que según se lo

    lea/entienda, puede resultar funcional a determinadas formas de gestionar (cierto

    relacionamiento público-privado, el lugar que se asigna a las comunidades, alcances de los

    beneficios e impactos, etc.), pudiendo devenir en un modelo desarrollista pensado e

    implementado de “arriba hacia abajo”, donde queda en manos del decisor el alcance del

    “respeto” y la “conservación”, en el que mientras que a nivel sociocultural la cuestión sería

    “contribuir”, en el terreno económico se busca “asegurar” –literalmente- la rentabilidad,

    distribuyendo “beneficios” a través de un empleo que no se define en términos de calidad. La

    segunda remite a las estrategias para alcanzar dicho desarrollo, donde los conceptos en juego

    tampoco parecen acompasar el espíritu que en buena parte del artículo parecería primar: la

    gestión se define como el trabajo en redes  entre los administradores públicos más la

    “incorporación” de los actores privados. A los actores sociales se los limita a “participar, no

    quedando claro en calidad de qué.

    En relación con estos dos problemas, considero que la autora podría haber recurrido a

    otras definiciones en torno al desarrollo sostenible, que presentaran mayor precisión en su

    redacción en cuanto a sus alcances, aportando fundamento teórico claro en el mismo sentido

    que ella parecería promover a lo largo del artículo respecto a lo teórico-metodológico: que los

    planes y gestión deben ser abordados entre todos los sujetos comprometidos con las acciones.

    5. Divergencias y complicidades

    En lo que tiene que ver con lo que Velasco señala como “divergencias” y “complicidades”

    entre los fenómenos del patrimonio y el turismo, encontramos una serie de elementos que se

    presentan como oportunidades para la potenciación de ambos espacios, así como otros que de

    no abordarse en forma consensuada mediante negociaciones -incluyendo a la totalidad de los

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    actores- podrían entorpecer la gestión turística del patrimonio o incluso disparar procesos

    reactivos a dicha actividad.

    En primer término los bienes patrimoniales se han vuelto objeto de interés para un

    creciente número de turistas. Esto, necesariamente, obliga a todos los actores a abandonar la

    concepción tradicional del turista interesado en el patrimonio como un consumidor, y

    exponente, de la llamada alta cultura –un estereotipo o perfil muy arraigado-, y exige reconocer

    la diversificación en los gustos e intereses de los turistas (cualquiera sea el origen de ello),

    abandonando posiciones maniqueas en torno a este aspecto. De esta manera, el proceso de

    intensificación del “consumo” del patrimonio supone una mayor interacción entre espacios –y

    actores- que tradicionalmente han actuado con lógicas e intereses primarios bien diferenciados.

    En el campo del Patrimonio, los fines pasan por la conservación de los bienes -tanto

    materiales como intangibles- por su valor simbólico para la comunidad, siendo un sector dónde

    los actores públicos tienen un peso específico y que en la mayoría de las situaciones persiguen

    beneficios socioculturales públicos. En contrapartida el campo del Turismo –más allá de

    políticas públicas y entes reguladores- remite a orientaciones donde la actividad privada tiene

    una importancia trascendente, inspirada en la búsqueda de beneficios económicos, y donde el

    patrimonio es visualizado como un complemento al interés que representa el destino para los

    turistas, es un bien de consumo a ofrecer. Será la capacidad que tengan los distintos actores

    para avanzar en procesos interactivos sostenibles -donde los fines “naturales” de cada sector

    no se vean comprometidos- lo que habilitará disminuir la brecha generada por las divergencias 

    arriba señaladas, a la vez que extraer su potencialidad a las “complicidades” que pueden

    establecerse entre ambos campos.

     Algunas de las complicidades que la autora distingue tienen que ver directamente con

    los aspectos económicos vinculados a la conservación del patrimonio y el uso que el sector

    turístico hace del mismo. Dicha conservación requiere ingentes cantidades de dineros públicos

    y la discusión sobre la posibilidad de que los actores privados colaboren en esta tarea -

    revirtiendo parte de las ganancias que genera la industria turística- debe estar sobre la mesa,

    sostiene Velasco. En línea similar, los actores del patrimonio incorporan criterios económicos

    en la gestión de los bienes, procurando ampliar su oferta y captar nuevos usuarios, así como

    implementan innovaciones en la gestión apuntando a usos no tradicionales del patrimonio tales

    como el “desprestigiado” entretenimiento y la educación.Por su parte, dentro del sector turístico, entiende que comienza a generarse la

    conciencia respecto a cuestiones caras al sector patrimonial: fundamentalmente en lo que

    refiere a la sostenibilidad de los recursos y cuidado del medio ambiente –debiendo velar por su

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    equilibrio conjuntamente con la rentabilidad económica- así como el interés por la cultura en un

    sentido, si se quiere, “antropológico”.3 

    En definitiva, la autora asume en su planteo lo borrosas que se presentan las fronteras

    entre ambos fenómenos y cómo, pese a las divergencias originales resultantes de la

    especificidad de cada campo, las complicidades ante las que hoy nos encontramos son

    muchas más de las que se suelen reconocer, representando oportunidades para el trabajo en

    conjunto de los diferentes actores, públicos y privados, en la gestión turística del patrimonio

    teniendo como trasfondo el concepto de turismo sostenible.

    6. La evaluación

    La autora considera la evaluación como una investigación en torno a los planes y

    programas que se implementan en la gestión pública, investigación cuyos procedimientos

    “serían los mismos que los de la investigación social” (Bustelo en Velasco González,

    2009:246). Por tal motivo juega un rol protagónico en su propuesta: se trata de “no sólo un

    deber, sino una manera de convertir la experiencia en conocimiento” (Velasco González,

    2009:248).

    Frente a cierta gestión del patrimonio, que entiende por “evaluación” la medición de

    algunos pocos parámetros puntuales (la “satisfacción” de los clientes o los estudios de

    públicos, siempre a través de encuestas), Velasco -partiendo de diversas teorizaciones propias

    del campo de la educación- promueve un concepto de evaluación no sólo cualitativamente

    distinto sino más abierto, que preste atención también a aquellas cuestiones que no

    necesariamente están sometidas a las lógicas de mercado respecto a servicios  y bienes, es

    decir, que ofrezca un feedback a los actores institucionales respecto a la validez y utilidad de

    los diseños e implementaciones realizadas buscando responder otras inquietudes,

    fundamentalmente sociales: cuestiones en torno la adecuación de los servicios, si con ellos se

    aporta o no a una mayor equidad social, si se democratizan los accesos y el conocimiento, lo

    ajustado de las prioridades, etc.

     Así la evaluación se convierte en un enfoque: en la posibilidad de un aprendizaje

    continuo en relación con lo que se hace. Para la autora, la evaluación –como investigación-

    deberá tener como objeto diversos aspectos de la gestión: a. cómo se diseñó la propuesta de

    gestión, en lo que hace a la planificación, gestión, uso y acciones; b. sobre la ejecución de losprogramas, cómo se está implantando el programa, los lugar de los actores en el mismo y sus

    3 He sido generoso y califico de “antropológico” el supuesto interés del sector turístico en aras de significar que la

    autora entiende que se comienza a concebir la cultura como ese todo compuesto por el patrimonio material e inmaterialde los pueblos. No obstante no estoy de acuerdo en que el sector turístico efectivamente tenga interés en la cultura persé. No sin que se justifique esto con investigación que avale tal afirmación. Entiendo que el sector turístico puede tenerinterés por la cultura desde el momento en que se la visualiza como una oferta más a ofrecer y consumir, cuestavisualizar que la tendencia del sector sea hacia el conocimiento respecto a la cultura.

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    miradas al respecto; c. la eficacia del programa, consecución o no de objetivos, eficiencia,

    costos y beneficios obtenidos.

    Coincido con Velasco en que un enfoque con estas características permitirá obtener

    diversos insumos que habiliten mejoras sobre la marcha tanto en el diseño como en la

    implementación de los programas, ya sea ello en términos conceptuales como en sus puestas

    en práctica, concretándose en una mejor toma de decisiones por parte de los actores

    implicados en los procesos.

    7. Sobre la relación entre el marco teórico y la metodología planteada

    Me cuesta señalar incongruencias entre el marco teórico y la metodología que propone

    Velasco. En parte porque no observo flagrantes contradicciones -si las hubiere éstas resultan

    más sutiles-, pero sobre todo porque a nivel metodológico la autora evita especificar

    determinadas cuestiones con las que, intuyo, no está dispuesta a lidiar. De ahí que,

    fundamentalmente, me queden interrogantes respecto a las motivaciones que llevaron a la

    autora a redactar su propuesta en los términos que lo hizo4.

    Desde el punto de vista conceptual lo que llamé sus ideas guía, para trabajar los

    enfoques en el nivel metodológico, son plenamente compartibles: colaboración entre actores,

    búsqueda de consensos y procesos de evaluación continua (formativa y sumativa), ajustándose

    con el marco teórico en que se posiciona la autora. Pero el no definir claramente la metodología

    mediante la que interrogaremos la realidad abre espacios para la desavenencia entre marco

    teórico y abordaje metodológico. Asimismo, considero que no resulta lo suficientemente

    terminante en relación con los lugares  y roles  que debe ocupar la comunidad5  local,

    fundamentalmente en términos de ejercicio del poder.

    Velasco nos habla de “actores sociales”, lo que no necesariamente debe ser leído como

    la comunidad, pudiendo tratarse de agrupamientos más o menos representativos de sectores

    de la misma. Asimismo, el encuadre teórico en que pretende moverse dispone tener en

    primerísimo plano las representaciones de los nativos, pero en el nivel metodológico ello no se

    ve traducido con la misma claridad: está claro que los “actores privados” serán incorporados a

    la gestión sin embargo para los “actores sociales” resguarda la participación, sin aclarar los

    alcances y formas que la misma tomaría.

    Por otra parte, en su propuesta la autora remite al lector a ciertos “criterios” emanados de

    “documentos internacionales”, lo que en buen romance significa que el gestor dispondrá deentera libertad para la selección de tales criterios dentro de la innumerable variedad conceptual

    existente, con lo que se puede llegar a inconsistencias entre la metodología a implementar y el

    modelo teórico del que se partió.

    4 Discuto esto en el punto 8.

    5 No puedo entrar en la discusión respecto a qué se significa bajo éste término complejo. Con él pretendo señalar al

    conjunto de individuos que creen compartir ciertos sentidos; maneras de sentir, pensar y actuar. 

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    En definitiva, al habilitar la libre interpretación respecto a estos aspectos, queda librado a

    criterio del gestor público los grados en que dichas ideas guía  serán implementadas y

    seguidas, así como el posible ajuste metodológico -o no- respecto al modelo teórico que las

    sustentó.

    8. Apreciaciones personales

    El artículo de Velasco es una propuesta de acción para la gestión del patrimonio turístico,

    desde una lógica del poder –gestionar lo implica- la autora apela al conocimiento científico para

    la consecución de los más “eficientes” resultados. No descubro nada al señalar que resulta

    sumamente difícil entrelazar el conocimiento científico sobre lo social con las políticas públicas

    en forma satisfactoria para todos. Particularmente, al respecto, los científicos sociales deben

    tener en cuenta al servicio de qué construcciones ponen su conocimiento y ser precisos en sus

    propuestas para no traicionarse ni traicionar a los sujetos junto a quienes elaboró ese

    conocimiento. Al menos si lo que buscamos es que las comunidades locales –en sus deseos y

    sentidos- sean reconocidas, escuchadas y, quizá, empoderadas.

    En la antropología –campo en el que me formé- la cuestión del “desarrollo” se presenta,

    como mínimo, urticante. La discusión respecto al conocimiento social aplicado discurre de la

    mano del ejercicio del poder, y en este sentido se pueden señalar dos grandes corrientes

    antagónicas: la antropología para el desarrollo y la antropología del desarrollo6. Mientras que

    desde la primera se aboga por la intervención de los antropólogos en el diseño de programas,

    porque de esta manera serían culturalmente adecuados ofreciendo una más eficiente

    intervención –más beneficios, menos contrapartidas-; desde la segunda se critica ácidamente

    el término “desarrollo” por sus características en tanto construcción histórica y marco

    interpretativo hegemónico para “conocer” las regiones periféricas, así como por sus

    implicancias en términos de cosmovisión, de estilos de poder, de organización de la producción

    e impactos identitarios.

    De esta manera la cuestión del desarrollo dentro del campo antropológico se posiciona

    en un punto muerto: “Quizá el punto más débil de la antropología para el desarrollo sea la

    ausencia de una teoría de intervención que vaya más allá de las intervenciones retóricas sobre

    la necesidad de trabajar en favor de los pobres. De modo similar, la antropología para el

    desarrollo sugiere que el punto más débil de la antropología del desarrollo no es tan diferente:

    estriba en cómo dar un sentido político práctico a sus críticas teóricas.” (Escobar, 2010).Para Gardner y Lewis la única manera de salvar esta situación sería mediante

    paradigmas conceptuales diferentes a los que se han venido utilizando, pues si bien es

    6 “La antropología para el desarrollo y la antropología del desarrollo tienen su origen en teorías contrapuestas de la

    realidad social (una, basada principalmente en las teorías establecidas sobre cultura y economía política; la otra, sobreformas relativamente nuevas de análisis que dan prioridad al lenguaje y al significado), cada una de ellas suscorrespondientes recetas contrapuestas para la intervención práctica y política” (Escobar, 2010). Para una discusión alrespecto ver Escobar, Antropología y desarrollo (2010).

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    “necesario desentrañar y desmontar 'el desarrollo', si los antropólogos pretenden hacer

    contribuciones políticamente significativas a los mundos en los que trabajan deben continuar

    manteniendo una conexión vital entre conocimiento y acción.” (1996:153). ¿Qué características

    tendría este nuevo paradigma? ¿Cuál sería el lugar, rol y compromiso del investigador en él?

    ¿Cómo se entenderían las relaciones de poder a su interior? Son cuestiones a elaborar.

    Velasco, en su propuesta, parecería estar atrapada en similar conflicto, y antes que

    defender coherentemente una mirada en un sentido u otro intenta conciliar posiciones… sin

    embargo creo que no llega a lograrlo dejando zonas de indefinición. Ello quizá producto de la

    no existencia del nuevo paradigma a que se refieren Gardner y Lewis, quizá porque su

    propuesta tiene como destinatarios primarios a los gestores y es a ellos a quienes se dirige, o

    quizá porque defiende cierta forma de ciencia social aplicada con la que se encuentra

    comprometida y de la que le resulta muy difícil extrañarse como para cuestionarla.7 

    En cualquier caso, lo que me queda rondando tras leer el artículo es la dificultad para

    conformar una propuesta de aplicación que respete punto por punto los presupuestos éticos

    que deben guiar la investigación social desde la perspectiva teórica esbozada, pues esto puede

    significar reconocer que los sujetos a quienes se dirigen los programas quizá no los desean

    bajo ningún término, contraviniendo los deseos y lógicas de los gestores públicos y privados,

    extremo último que una administración central no estaría dispuesta a reconocer de buena

    gana. Al final el gestor preguntará al investigador ¿concretamente, usted, de qué lado está?

    Otro aspecto que merece discusión aparte -pero teniendo como trasfondo lo señalado

    para el “desarrollo”- es la mención de Velasco al desarrollo sostenible como criterio guía para la

    acción. Ya cuestioné que la autora se apoye en conceptualizaciones que surgen de organismos

    internacionales y que se muestran tan esquivas como ella misma a la hora de las definiciones

    explícitas8. No obstante resulta interesante discutir, mínimamente, el presupuesto básico que

    tales definiciones suscriben en torno a los efectos económicos beneficiosos que surgirían de la

    relación entre turismo y desarrollo, por lo menos en nuestra zona del mundo.

    Estos presupuestos se suelen apoyar en la visión de que el turismo significará una

    mejora en la calidad de vida de las poblaciones receptoras merced a la generación de empleo

    e ingreso de divisas por diversos conceptos. Barreto (2000) descarta que la teoría del

    desarrollo a través del turismo tenga asidero, máxime en los países “subdesarrollados”, ya que

    el supuesto efecto multiplicador 9 se ha demostrado que no se puede sustentar en estudios para

     América Latina. Muy por el contrario, los bajos salarios en el sector turístico impiden la

    concreción de lo que la autora denomina una cadena de gastos significativa.Entonces, más allá de las definiciones, debemos preocuparnos seriamente respecto a

    los tipos y la calidad de los empleos que se generan así como enfatizar en la necesidad de

    7 Aquí retomé lo señalado en nota a pié número 3 (página 6).

    8 Ver página 3.

    9 “Un modelo teórico de distribución de la renta turística de un país entre los diferentes sectores de su economías (ver

     Acerenza, 1984, p. 104, Barretto, 1995, p.75), tiene su equivalente en la sociedad, a lo cual ningún autor ha dado aúnuna denominación y que podríamos designar, provisoriamente, como “efecto cascada”, figura que, coincidentemente,rememora la imagen de cambio de niveles y de dispersión.” (Barreto, 2000:18) 

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    precios y salarios justos para las poblaciones nativas. Si es que realmente deseamos ver

    beneficiadas a las comunidades locales con los manidos “derramamientos” económicos, nos

    encontraremos con la necesidad de un gestor público firme en la defensa de postulados en tal

    sentido, y esto también reclama una toma de posición política por parte del investigador.

     A modo de resumen, considero que el artículo de Velasco se constituye en una

    interesante propuesta de trabajo en relación con la gestión turística del patrimonio. Tanto desde

    el punto de vista teórico como desde el espíritu que impregna la propuesta metodológica me

    parece compartible. Pero creo que la autora podría haber avanzado más en términos de

    democratización de la toma de decisiones –la distribución del poder- así como en directrices en

    relación con lo que debe ser los impactos económicos sobre las comunidades (ya sea en forma

    de empleos, salarios, etc).

     Al no hacerlo con claridad, el problema que se presenta está en torno a ciertas

    definiciones que la autora elige como apoyatura teórica a la hora de la puesta en práctica –y

    que a mi juicio presentan inconsistencias con el marco teórico-, y las faltas de definición o

    ambigüedad en torno a otras cuestiones relativas a la participación de los actores, lo que

    entiendo es una problemática emergente del pasar del terreno de las ideas al de la acción.

    Quizá, como sostuve, el problema central pasa por la dificultad para compatibilizar

    investigación y gestión en forma satisfactoria pues se trata de dos acciones muy diferentes en

    sus objetivos. Finalmente, como sugieren Gardner y Lewis, quizá estemos necesitando un

    nuevo paradigma que habilite reconciliar prácticas tan disímiles a su interior, en beneficio de

    una mejor vida para nuestras poblaciones.

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    Bibliografía

    Barreto, Margarita; “Las ciencias sociales aplicadas al turismo”, en Serrano, C., Bruhns, H., y Luchiari, M.,Olhares Contemporâneos sobre o Turismo, Campinas, Papirus, 2000, ISBN 85-308-0595-X, pp.17-36(Versión traducida)

    Berger, P. y Luckmann, T.; Modernidad, pluralismo y crisis de sentido, España, Paidós, 1997.

    Escobar, Arturo;  Antropología y desarrollo  en http://www.unesco.org/issj/rics154/escobarspa.html  [consultado 16 de febrero de 2010]

    Gardner K. y Lewis D.; Anthropology, Development and the Post-modern Challenge, Londres, Pluto Press,1996.

    Velasco Gutiérrez, María; Gestión Turística del Patrimonio Cultural: Enfoques para un DesarrolloSostenible del Turismo Cultural, Cuadernos de Turismo, num. 23, (2009); pp. 237-253.