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TITULO ¿ESTAMOS PREPARADOS LOS CATEQUISTAS DEL BUEN PASTOR PARA AYUDAR AL DESARROLLO INTEGRAL DE LA

FAMILIA? O ASI: ¿CÓMO AYUDAR A LA FAMILIA A EDUCAR

INTEGRALMENTE LA FE DE LOS HIJOS? Nora María Bonilla París

Manizales, Noviembre 29 de 2015 2° Encuentro Nacional de Catequistas del Buen Pastor

Quisiera compartir con Ustedes algunos cuestionamientos que la realidad de hoy nos plantea a nosotros como catequistas del Buen Pastor y que nos ayudan a pensar en nuestra responsabilidad de cómo ayudar al desarrollo integral de las familias. Por un lado sabemos que tenemos en nuestras manos un tesoro que el Señor ha regalado a nuestra Iglesia y que se llama Catequesis del Buen Pastor con su fundamento pedagógico Montessori, con los cuales contamos con herramientas para formar cristianos integrales que en su simplicidad y cotidianidad sirvan al mundo de hoy. De otra parte, hemos escuchado y leído en estos últimos 2 años, tantos desafíos que se le plantean a la familia hoy, no sólo cuestiones internas en la familia sino también cuestiones externas a la misma. Veamos algunos de estos que nos ha presentado el Sínodo de los obispos en la III Asamblea extraordinaria sobre el tema de la familia1:

“Los pastores, a veces, se sienten inadecuados y faltos de preparación para tratar problemáticas relativas a la sexualidad, la fecundidad y la procreación, de manera que con frecuencia se prefiere no afrontar estos temas” N° 12.

El progreso tecnológico es un desafío global para la familia, en cuyo seno causa rápidos cambios de vida respecto a los valores, las relaciones y los equilibrios internos. Los puntos críticos surgen, por tanto, con más evidencia donde en familia falta una educación adecuada al uso de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías. N° 69                                                                                                                          1 Sínodo de los Obispos , III Asamblea General Extraordinaria, Los desafíos pastorales de la Familia en el Contexto de la Evangelización I -Instrumentum Laboris- Octubre 2014

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A causa de una vida cada vez más convulsa, son raros los momentos de paz e intimidad familiar. […] la familia paga un precio alto por el crecimiento y el desarrollo económico, a lo que se añade la repercusión mucho más vasta de los efectos producidos por la crisis económica y por la inestabilidad del mercado de trabajo. N° 70

Las familias se ven amenazadas en las estrecheces económicas, así como en la falta de medios materiales, la pobreza y la lucha por la subsistencia. N° 73 Y también el consumismo, que tiene fuertes consecuencias sobre la calidad de las relaciones familiares, centradas cada vez más en “tener” en lugar que en “ser”. N° 74 También las familias sienten amenazas por. […] los escándalos sexuales en el seno de la Iglesia (pedofilia, en particular), así como en general la de una experiencia negativa con el clero o con algunas otras personas. N° 75

Igualmente afrontan con frecuencia el desafío, de que los padres no se sienten preparados para esta tarea. ….. El Papa Francisco ha subrayado la importancia de la educación en la transmisión de la fe: «A los padres corresponde, según una sentencia de san Agustín, no sólo engendrar a los hijos, sino también llevarlos a Dios, para que sean regenerados como hijos de Dios por el bautismo y reciban el don de la fe» (LF 43).N° 132

La acción pastoral de la Iglesia está llamada a ayudar a las familias en su tarea educativa, comenzando por la iniciación cristiana. La catequesis y la formación parroquial son instrumentos indispensables para sostener a la familia en esta tarea educativa, en particular, con ocasión de la preparación al bautismo, la primera comunión y la confirmación. N° 133

Hoy, quizá, los padres son mucho más cautos a la hora de animar a los hijos a la práctica religiosa. Se trata de evitar conflictos, más que afrontarlos. Sobre temas religiosos, los propios padres a menudo se sienten inseguros, de modo que a la hora de transmitir la fe con frecuencia se quedan sin palabras y delegan esta tarea, aunque la consideren importante, a instituciones religiosas. Esto pone en evidencia una fragilidad de los adultos y sobre todo de los padres jóvenes a transmitir con alegría y convicción el don de la fe. N° 135

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El sacramento para muchos todavía representa una fiesta tradicional, que piden más por ajustarse a una costumbre familiar y social, que no porque estén convencidos. Sin embargo, hay padres que desean sinceramente transmitir la fe a los hijos y, por esto, se encomiendan a los itinerarios de formación que la parroquia propone con vistas a la administración de los sacramentos. N° 143

Una dificultad se presenta cuando los padres divorciados no se ponen de acuerdo respecto al camino de iniciación cristiana del hijo; en estos casos, la Iglesia está llamada a asumir un papel de mediación importante, mediante la comprensión y el diálogo. N° 144

Pero también la Iglesia se da cuenta de que hoy la enseñanza de la Biblia, sobre todo de los Evangelios y las Cartas paulinas, es más conocida, además de que entre los fieles hay un gran deseo de conocer mejor la Sagrada Escritura. N° 9

La familia se encuentra objetivamente en un momento muy difícil, con realidades, historias y sufrimientos complejos, que requieren una mirada compasiva y comprensiva. N° 31

Uno de los grandes desafíos de la familia contemporánea consiste en el intento de su privatización. Existe el riesgo de olvidar que la familia es la «célula fundamental de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros» (EG 66). Es preciso proponer una visión abierta de la familia, fuente de capital social, es decir, de virtudes esenciales para la vida común. En la familia se aprende lo que es el bien común, porque en familia se puede hacer experiencia de la bondad de vivir juntos. Sin familia el hombre no puede salir de su individualismo, ya que sólo en ella se aprende la fuerza del amor para sostener la vida, y «sin un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres. La unidad entre ellos se podría concebir sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar» (LF 51). N° 33.

Se subraya unánimemente la importancia de la oración en familia, como Iglesia doméstica (cfr. LG 11), donde alimentar una verdadera “cultura

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familiar de oración”. El auténtico conocimiento de Jesucristo, en efecto, se promueve en familia con la oración personal y, en particular, familiar, según las formas específicas y las ritualidades domésticas, que se consideran un modo eficaz para transmitir la fe a los niños. Asimismo, se insiste mucho en la lectura de la Escritura en común, así como en otras formas de oración, como la bendición de la mesa y el rezo del rosario. Se precisa, sin embargo, que la familia Iglesia doméstica no puede sustituir a la comunidad parroquial; además, se subraya la importancia de la participación familiar en la vida sacramental, en la Eucaristía dominical y en los sacramentos de la iniciación cristiana. Y también la importancia de vivir el sacramento de la reconciliación y la devoción mariana. N° 42

Se hace presente la necesidad de que la catequesis asuma una dimensión intergeneracional, implicando activamente a los padres en el camino de iniciación cristiana de sus hijos. N°49

Se trata de mostrar también en la vida familiar que «creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas» (EG 167). N° 59

Al pensar en estos desafíos de los cuales es posible que conozcamos casos, o vivamos de cerca, detalles de ellos, nos damos cuenta también, que hay padres y madres que son conscientes de que sus hijos pueden ser buenos o mejores por obra de ellos, pero a pesar de ello no están preparados para cumplir esta difícil tarea de educar un hijo (a), de cómo formar el carácter de una persona o de cómo observar un niño, y por tanto esta difícil tarea y grave responsabilidad, dice M. Montessori, nuestra gran pedagoga, que se deja con frecuencia a la casualidad, a lo que resulte de la buena voluntad, del amor al hijo, o de las experiencias “que salgan” pero sin el conocimiento necesario para desempeñarla y cumplir con esta grave responsabilidad.

Entonces es difícil y problemático, de un momento a otro convertirse en padres que deben ser modelos de perfección que valga la pena ser imitados por sus hijos, cuando ni siquiera se han enfrentado al

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reconocimiento de sus propios límites, de sus debilidades, en una palabra, no se han enfrentado al reconocimiento de sí mismos como seres imperfectos. Al estar en el rol de padres, les corresponde educar a los hijos con “autoridad consciente, corrigiendo sus defectos, pero sobretodo con el ejemplo evidente de su perfección”2. Y por otro lado, el Sínodo nos dice que “Los padres tienen un rol insustituible en la formación cristiana de los hijos en relación al Evangelio de la familia. Esta tarea requiere una profunda comprensión de su vocación a la luz de la doctrina de la Iglesia. Su testimonio ya es una catequesis viviente, no sólo en la Iglesia, sino también en la sociedad. N° 123

Y al no estar preparados para esto, se generan dificultades en la vida cotidiana.

Anteriormente, la familia, después de dar órdenes, amonestaciones y muchas veces gritos, era la única que tenía el derecho de adoptar el castigo como sistema educativo. Pero este derecho hace recaer sobre los padres dos inmensas responsabilidades: ellos representan, respeto a los niños indefensos, un poder junto a una autoridad sin límites; y además, la obligación de estar continuamente en función del ejemplo.

María Montessori, manifiesta también que “La educación moderna, que observa al niño, antes de arriesgarse a quererlo educar, debe penetrar en la familia para crear más que un nuevo niño, crear nuevos padres y nuevas madres”4. Padres y madres nuevos ya sean los biológicos o los adultos que rodean al niño.

Entonces esta sería una tarea importante a desempeñar los catequistas del Buen Pastor: ayudar a crear padres y madres nuevos. Se tendría que iniciar por ayudarles a la toma de conciencia de quienes son como personas, como cristianos que viven o han vivido un proceso del gozo del don, como esposos, como padres; ayudarles a vivir y a gozar la vida, y la maravilla que es crecer ayudando a crecer a otros como

                                                                                                                         2 Montessori. María, Il bambino in famiglia, Milano: Garzanti Editore, 4ª Edizione, 1972, p. 92 3 Sínodo de los Obispos, Sínodo de los Obispos, Desafíos I -Instrumentum Laboris- N° 12, Octubre 2014 4 Montessori. María, op.cit., p. 93 a 101.

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personas, etc. Es importante también que conozcan quienes son los hijos que tienen o que esperan tener en cuanto a sus potencialidades. La propuesta sobre estos talleres, los temas y metodologías se iniciarán en nuestro Instituto el próximo año. Los temas Montessori algunos han sido iniciados ya y propuestos por María Teresa López en “Mi Cabañita” y serán propuestos en esta Asamblea.

Respecto a la Formación Religiosa en Familia, podemos entonces preguntarnos: ¿qué hacer con la formación religiosa en familia? .... Pienso que hay mucho qué hacer.

Tenemos una herramienta valiosa muy valorada por Sofía Cavalletti por sencilla y práctica que es la Colección Dios y el Niño, elaborada por catequistas del buen Pastor con experiencia en el trabajo con niños y adultos y con temáticas que pueden ayudar a los padres de hijos desde los 3 años. Trataré de compartir algunos elementos válidos para el desarrollo de las potencialidades de nuestros niños mayores de 6 años. Iniciaré con algunos ejemplos planteados por Montessori en el libro citado antes:

La MENTIRA. Una de las tareas más importantes que unos buenos padres se proponen es la de habituar a los hijos a la sinceridad, a la verdad.

Una mamá, conocida de María Montessori, enseñaba a su niña a no mentir nunca y solía dibujar la bajeza de la mentira, mientras alababa el valor y la firmeza de carácter de quien está pronto a sacrificar todo, antes que cometer una acción tan reprochable. Se esforzaba por hacer comprender bien a la hijita que de una sola mentira, se puede derivar una larga serie de malas acciones, las cuales conducen a todo lo peor del mundo y justifican con frecuencia el proverbio <quién miente roba>.

Pero un día aquella señora recibe una llamada al teléfono: la invitan a un concierto. Hablando fuerte, responde: <qué pecado! No puedo salir! Tengo mucho dolor de cabeza>. No había terminado de hablar cuando se oyó un grito en la habitación del lado. Toda preocupada porque

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hubiera sucedido un grave problema, la señora corrió y encontró a la niña tendida en el suelo, con la cara entre las manos. <¿qué te pasó pequeña mía?> dice la madre <La mamá ha dicho una mentira> gritaba desconsolada la niña.

Su confianza estaba quizás golpeada. Una muralla se había colocado entre madre e hija. Sus ideas sobre la vida social estaban confundidas, su sagrario había sido profanado.

Aquella mamá que se había dado a la tarea de habituar a su hija a la sinceridad, no había pensado en las mentiras que usaba diariamente.

Con frecuencia, los adultos, que se esfuerzan en despertar en el niño la sinceridad, lo rodean después con falsedades, que no pueden ni siquiera ser enumeradas entre las <mentiras convencionales>, pero son meditadas y tienen el único objetivo de engañar al niño.

Bajo este aspecto de la sinceridad, deberíamos hablar de las historietas que se cuentan a los niños sobre el NIÑO DIOS que trae los regalos el 25 de Diciembre. Un día una madre que sentía el remordimiento de este engaño, hizo la prueba de confesarlo a su hija; la niña quedó tan desilusionada al sentir que había sido engañada, que permaneció triste por una semana. La mamá lloraba al comentar este pequeño drama.

Pero no siempre la situación es así de seria. Otra mamá hizo la misma confesión a su hijo. Él comenzó a reír: <Oh mamá! Yo lo sabía desde hace mucho tiempo, que el Niño Dios son ustedes que nos colocan los regalos> <¿Y por qué no me lo has dicho nunca?> dice la madre, <Querida mama, veía que te gustaba mucho>.

Con frecuencia se invierten las partes. Los niños, que son observadores finísimos, tienen piedad de los padres y los secundan para proporcionarles alegría.

¿Qué otras dificultades podría generar esta situación de no decir la verdad en relación con los regalos del Niño Dios? Además de la confianza o no en los padres, otra dificultad podría ser, que en los niños nazca la concepción de un Dios injusto que a unos niños les trae

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muchos regalos y a otros nada. Algunos adultos se preocupan porque al decirles la realidad “se les quitan muchas ilusiones a los niños”. Esto también es manejable, si por ejemplo, les esconden los regalos en toda la casa y ellos al despertarse deben iniciar la búsqueda.

Muchos padres exigen QUE SUS HIJOS SE SOMETAN SIN DISCUSIÓN A SUS ÓRDENES, y al mismo tiempo quieren ser amados con todo el corazón. También aquí frecuentemente los hijos son los maestros de sus padres porque sus pensamientos son puros y los sentimientos son de una justicia increíble.

Una tarde una mamá quería enviar a la cama a su hijo. Él le rogó le dejara terminar un trabajo que tenía iniciado, pero la madre no quiso concedérselo. El muchacho finge de ir a dormir. La madre lo encontró por sorpresa y lo regañó severamente porque la había engañado. <Yo no te he engañado –le responde el hijo- al contrario; te había dicho antes que quería terminar este trabajo!> Para finalizar la discusión, la madre le ordenó pedirle excusas. Pero el hijo se obstinaba en discutir sobre la palabra <engaño> como antes se había obstinado en no dejar su trabajo, y continuó explicando que no había engañado a nadie y por lo tanto no era del caso pedir excusas. <Está bien – dice la madre- veo que no me quieres!> <Pero mamá –replicó el niño- yo te quiero mucho, pero no puedo pedirte excusas cuando yo tengo la razón>. Pareciera que el niño hablara como un adulto y la mamá como un niño.

Otro ejemplo: Se trata de un padre de familia. Un pastor protestante predicaba cada domingo, y su hijita asistía a sus predicaciones. En una ocasión habló de la misericordia de Jesús hacia la humanidad, y dijo que todos los hombres eran hermanos, que los pobres y los infelices nos recuerdan a Jesús y que los debemos amar si queremos salvar eternamente nuestra alma. La pequeña, salió de la iglesia conmovida y llena de ardor espiritual y al regresar a casa, encontró una pobre muchacha andrajosa, que le pidió limosna.

La niña, le fue al encuentro, la abrazó y la besó con afecto. Los padres, asustados, tomaron rápidamente a su hija tan limpiecita y bien vestida,

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la reprendieron por ser tan aventada. Después en la casa la lavaron con cuidado en agua caliente y le cambiaron el vestido. Desde aquel día, la niña escuchó la predicación de su padre con el mismo ánimo con el que se escuchan historias indiferentes que no tienen nada que ver con nuestra vida.

Como estos, hay muchos otros conflictos, generados por relaciones equivocadas entre padres e hijos, o, en general entre adultos y niños.

La desproporción entre lo que pretendemos y nuestras limitaciones, nos coloca frente a los niños en una falsa posición y lleva continuamente a aquellos conflictos que al final se convierten en una verdadera lucha entre padres e hijos. Se abre entre ellos un abismo, y no pueden entenderse más. Naturalmente en la lucha vence el más fuerte. Pero con frecuencia el adulto no logra dominar al pequeño rival, y se encuentra que el pequeño tiene la razón. En estos casos los padres tratan de resolver la situación escabrosa recurriendo a la autoridad; ellos obligan a sus hijos a la obediencia, dándose el aire de ser perfectos. Obtenida esta victoria obligan a sus hijos a callar, y así la <paz> ¡está asegurada!. Pero al mismo tiempo, los hijos pierden la confianza en los padres y pierden toda espontaneidad y confianza en las relaciones con ellos.

Sus necesidades más imperativas y más profundas vienen así reprimidas y como consecuencias se manifiestan ciertas características como especie de reacciones que a veces se dice que son características propias del niño, mientras que no es así, son solo reacciones de defensa, tales como la timidez, la mentira consciente que el niño dice para esconder una picardía. Tanto el miedo, como la mentira, son causados por la sumisión pasiva; por tanto es mucho más grave por las consecuencias, porque genera en el subconsciente una confusión de imágenes y de sentimientos. Esto aparece en aquellos niños a quienes ha faltado la posibilidad de un tranquilo desarrollo interior. A estos males debemos añadir la imitación pasiva que se puede considerar más, como una puerta de entrada a la “infección

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moral”, -como afirma M. Montessori- que como un “medio de perfeccionamiento y de evolución”5. Puesto que no se progresa con observar a los demás, sino únicamente con el propio trabajo.

Aquellos deseos que se reprimen en el niño, “permanecen escondidos como depósitos de podredumbre similar a un agua estancada, y el niño no está nunca en grado de valorarlo justamente, porque nunca lo ha podido realizar, y no lo puede ni siquiera frenar porque nunca ha tenido la oportunidad de considerarse patrón de sí mismo: siempre están presentes estos depósitos, lo atraen poco a poco y lo seducen por una secreta curiosidad”.

Con frecuencia el adulto sofoca el impulso a actuar, que es propio del niño, le impide vivir, hacer algo útil, someterse a grandes esfuerzos, en una palabra le obstaculiza la tendencia a desarrollar su espíritu según las leyes naturales.

Quizás, casi todas las madres conocen los cuidados físicos para prodigar a los niños, saben las reglas de la alimentación, la temperatura en la que se desarrollan mejor, y las ventajas de la vida al aire libre, que alimentan con oxígeno los pulmones. Pero el niño no es simplemente un ser de nutrir; él es desde el nacimiento una criatura que tiene un alma que también debemos cuidar y procurar abrir el camino para el desarrollo espiritual y desde el primer día respetar los movimientos de su espíritu y saberlos ayudar. En cambio de reprimir la actividad, debemos darle los medios aptos para desarrollarla.

Es fundamental y difícil saber qué cosa debemos saber, pero es aún más fundamental y difícil saber de qué cosas nos debemos despojar para hacernos más aptos a la educación del niño en la familia.

Otro aspecto importante a considerar es que el ser humano vive en un ambiente social, en el cual actúan determinadas fuerzas espirituales que son las relaciones del ser humano con sus semejantes. Estas relaciones constituyen la vida social. El ser humano que no vive en

                                                                                                                         5 Montessori., op. cit., p. 97

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ambiente apropiado, no puede examinar el fondo de su propio ser para aprender a conocerse. Y esta es una de las principales tareas con las que la educación moderna se compromete: desarrollar el instinto social del chico, despertando en él las tendencias a vivir socialmente con sus semejantes.

Dice M. Montessori que “[…] si preparáramos al chico un ambiente en casa que sea de acuerdo a sus dimensiones, a sus fuerzas, a sus facultades psíquicas, si lo dejáramos después vivir libremente, habremos dado un gran paso hacia la solución del problema educativo en general, porque habremos dado al niño su ambiente. ….Todo debe ser atrayente, agradable y bello y casi diría, que hay una relación matemática entre la belleza del ambiente y la actividad del niño.”6

El niño que entra en la segunda etapa de desarrollo, es decir mayor de 6 años tiene unas capacidades y exigencias nuevas que surgen y lo llenan de posibilidades para su desarrollo. Aquí sólo me detengo a enumerarlas para pensar cómo Jesús en el Evangelio con su Palabra, y nuestra madre Iglesia con la Liturgia vienen a satisfacer esas exigencias y a ayudar a continuar el desarrollo de ese proceso de su personalidad en la mayor integridad posible.

Las manifestaciones de ese potencial son, en primer lugar, dice S. Cavalletti, su “alegría”: “El niño ha demostrado una profunda alegría ante el hecho religioso hasta el punto de olvidar las cosas que se supone le son más agradables”. La experiencia nos ha demostrado que cuando damos al niño la oportunidad de acercarse a Dios, él nos deja ver su alegría en el encuentro con Dios. Es inexplicable con palabras; sólo con ejemplos7 narrados por quien ha vivido estas experiencias podrían explicar esta alegría, que siempre lleva a una relación. Son muchos los ejemplos que S. Cavalletti, nos refiere en sus libros de culturas y países diferentes, pero también cada uno de nosotros, catequistas del Buen Pastor, tenemos muchos ejemplos                                                                                                                          6 Montessori., L’ambiente del bambino, en Il bambino in famiglia, op. cit., p. 83 7 Cavalletti, El potencial religioso del niño...- de 3 a 6 años-, op. cit., cap. 1, pags. 27-41

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vividos en nuestros atrios o en el trabajo con los álbumes “Yo soy el Buen Pastor”. Se trata de una alegría profunda, en cualquier edad del niño, no sólo con los pequeños, que le proporciona paz, le ayuda a superar el cansancio, lo colma de satisfacción y de plenitud. Juan Camilo, de 5 años, después de terminar la catequesis de más de 2 horas de trabajo ininterrumpido, entra al carro de su abuelo en el que iba también la catequista, y le dijo “tía, podemos aquí seguir hablando de Dios”, como si hubiera sido insuficiente el trabajo en el atrio. Los niños se encuentran como peces en el agua. Parecería la alegría de alguien que ha encontrado su ambiente vital, es decir que está satisfaciendo sus exigencias8 vitales profundas, fruto de una relación inenarrable con Dios, como si en la persona de Dios, “el niño encontrase una connaturalidad una correspondencia”9, que permitiría pensar que hay un hilo directo entre Dios y el niño.

Sofía Cavalletti, después de tantos ejemplos vividos, recibidos de otros, o leídos, comparte que la “santa alegría”10 es otra vía para ir a Dios además del camino regio de la Santa cruz, que es el camino del sufrimiento. Esta vía es el camino que el niño, siendo maestro, nos indica.

Montessori dice que “la alegría es el índice del crecimiento interior como el aumento de peso es el índice del crecimiento del cuerpo”11 Sofía Cavalletti piensa que el fenómeno alegría indica la satisfacción de una exigencia vital profunda, la existencia de una <connaturalidad> entre el niño y Dios, término que preferimos –continúa Cavalletti- al término <innatismo>12, porque este prescinde de la experiencia,                                                                                                                          8 Es conveniente establecer la diferencia entre exigencia y experiencia. Dice Cavalletti que exigencia es algo que está más profundamente en la persona humana y que no depende de esta o de aquella experiencia: es una potencialidad que pide ser satisfecha, mientras que la experiencia es algo que se ha vivido. Debe suceder un hecho para que se viva una experiencia, ya sea positiva o negativa. 9 Cavalletti. Sofía, “Come pesci nell’acqua”, en “Il Sicomoro”, revista quadrimestrale di cultura e política, Nº 7, Inverno, 1998, Roma, 1998, 33-34 10 Cavalletti, conferencia Roma, Enero, 1997. 11  Montessori,  La  auto-­‐educación  en  la  escuela  elemental,  op.cit.,  pag.  78  12 Innatismo es la teoría que sostiene que existen ideas o nociones innatas, no adquiridas; ideas con las que se nace.

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mientras que la connaturalidad es una profunda exigencia de la naturaleza, y el fenómeno que se ha observado es un estado de ánimo que surge naturalmente con base en un “encuentro”, en una “relación”, sea a través de un anuncio de carácter religioso, o con base en elementos imponderables. El niño va a Dios no por contraste, sino por semejanza, espontánea y naturalmente. Dios que ha creado al ser humano “a su imagen y semejanza”, encuentra en el niño su semejante. El niño parece encontrar en Dios una riqueza de amor que aunque es limitada, está en él y busca un polo de atracción que le corresponda, que le satisfaga, y cuando lo encuentra, se sumerge en él con un gozo profundo y de satisfacción total. La experiencia religiosa abre a la posibilidad de una relación con el infinito. También aquí habría muchos ejemplos para narrar.

¿Cómo hace una mamá para saber cuál es el alimento necesario para su niño?

Si este crecimiento interior se observa por la alegría, es notable observar esta y otras reacciones más en niños y adultos frente a la Parábola de buen Pastor y a otras parábolas del Reino de los cielos especialmente frente a la de la semilla de mostaza. Son parábolas de mucha contemplación. Si despiertan esas reacciones quiere decir que son alimento preciso especialmente para el niño “metafísico” y que hacen crecer interiormente, porque hay una fuerte presencia de amor de quien te llama por el nombre y gratuitamente te da un Reino. Dice S. Cavalletti, que “es de esto que el niño tiene hambre y sed”. Con estas manifestaciones se está frente a otra característica del potencial religioso del niño, encontrado por estas investigadoras Cavalletti-Gobbi: el “niño es metafísico”, característica que no solo corresponde a los niños menores de 6 años, sino que continúa en los mayores de 6 años. Esta capacidad metafísica le permite captar el misterio en su esencialidad y de moverse en ese mundo trascendente con espontaneidad y facilidad.

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Otra manifestación de ese potencial se da en relación a los “conocimientos misteriosos” que los niños tienen en el campo religioso. Los niños saben cosas que nadie antes les ha dicho13.

La extraordinaria “capacidad de ver lo invisible” es otra realidad que el niño manifiesta con la cual “parecería que la realidad trascendente sea para el niño más real y evidente que aquella inmediata y material”14; Se muestra “capaz de ver lo invisible lo trascendente, casi en forma más tangible que la realidad inmediata”15. El niño pasa con extrema facilidad de la materialidad de un objeto a su significado profundo en cuanto “signo” de una realidad diversa. Mirando el sol, un niño pudo decir: “En el cielo hay un cirio pascual grande. Lo llamamos sol. Pero yo sé qué es el cirio pascual, es el signo de la resurrección de Cristo. Mirar como la levadura hace crecer la masa, es mirar cómo crece el Reino de Dios. Daniel Felipe niño bogotano, de 4 y medio años, al meditar la máxima <Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo> Mt 5,48, comenta que ser perfecto es “dar el amor que Jesús nos da”. Juan Camilo de 5 años, bogotano, hace una gran síntesis de <Yo soy la luz del mundo> representada con el fuerte color amarillo que da a “un sol que representa la luz del mundo”, a un crucifijo que es “Jesús que es la luz” y un “altar con el cáliz y el vino y la patena y el pan que están llenos de luz porque es Jesús”.

Una pequeña del Ecuador, cuando la catequista le presenta tantos regalos recibidos el día del bautismo, al ver la vestidura blanca que muestra cómo queda nuestro corazón al recibir la luz de Jesús resucitado, expresa que esta vestidura blanca es el uniforme del Reino de Dios.16

                                                                                                                         13 Cavalletti, El potencial religioso del niño...- de 3 a 6 años-, op. cit., cap. 1, pag. 39 14 Cavalletti, Conferencia Enero 1997 15Cavalletti, El potencial religioso del niño...- de 3 a 6 años-, op. cit., pag.40. 16 Ejemplo citado en el libro Nº 1 Conozcamos al niño y su relación con Dios, de la colección Dios y el Niño, op. cit., ps. 85-86

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La exigencia de esencialidad –dice Sofía Cavalletti- en el niño de 6 a 12 años, está igualmente fuerte que en el menor de 6 años17. Esta esencialidad en el niño, significa que enfoca el núcleo vital de las cosas, buscando mirar su profundidad, sin divagar en caminos secundarios. Sofía Cavalletti18 nos dice que entre más pequeños son los niños, tanto más son capaces de captar cosas grandes y esenciales, por lo tanto, los temas más grandes debemos darlos a los más pequeños, a un nivel muy alto y sin temor, permaneciendo fieles a la esencialidad del anuncio. Sin diminutivos ni bromas. Si así lo hacemos, los niños, especialmente los más pequeños, nos escuchan encantados y felices, nunca cansados, porque el niño es un exigente y gran maestro de espiritualidad y no se contenta con elementos superfluos. La vida interior del niño es profundamente seria y sin rebuscamientos.

Hemos constatado que el niño es esencial y lo demuestra a través de la oración y de la respuesta de gozo y contemplación, cuando el anuncio le es dado de una manera esencial y sin infantilismos. Habremos notado en nuestras catequesis que no nos da la posibilidad de alejarnos del núcleo de los temas. Apenas bajamos el nivel, o abordamos una cosa secundaria, o con muchas palabras, su atención nos abandona. El niño de cualquier edad, exige al adulto un espíritu de pobreza y austeridad que le permita poner en evidencia el mensaje que quiere anunciar buscando desaparecer detrás de él. Este adulto tratará de hacer vida las palabras de Jesús: <Mi doctrina no es mía sino de Aquel que me ha enviado> Jn 7,16. Es entonces necesario, por parte del adulto, anunciar la esencia del kerigma. A Javier, de 3 años, la catequista le presenta los objetos del altar y entre ellos el crucifijo, el cual muestra a Jesús resucitado (crucifijo de san Damián) con los ojos abiertos; la catequista les dice a él y a sus compañeros: “Jesús murió, después resucito y está vivo”. Él se queda mirándolo un tiempo sin decir nada. Luego, sale feliz del salón y a todos los niños que se                                                                                                                          17 Cavalletti. Sofía, El potencial religioso del niño entre los 6 y los 12 años, Traducido y editado en México: Catequesis del Buen Pastor, A:C:, 2ª ed. , 1998, p.17 18 Cavalletti, El potencial religioso del niño...- de 3 a 6 años-, op. cit, p. 48.

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encuentra y a su profesora les anuncia: “Jesús está vivo! Jesús está vivo!”.

Capacidad evangelizadora. Es la capacidad que tiene el niño de anunciar con palabras, pero sobre todo con su manera de percibir el anuncio, es decir, recibiéndolo con todo su ser, con un gozo tan profundo que asombra a los adultos que están con él. <Samuel, de seis años, mexicano, estaba viviendo de cerca el problema de una tía, que en un accidente había perdido a su hija de tres años. Esta madre, un día en la calle, hablaba con su hermana madre de Samuel, respecto a Verónica, su hija de siete años quien vivió de cerca el accidente de su hermanita. Samuel, que por lo visto había seguido de cerca la conversación, en un momento interrumpe y le dice: “Tía, manda a Verónica a la catequesis, la catequista le presenta el Buen Pastor, y ¡ya!” Samuel en el Buen Pastor había encontrado el amor y la protección necesarios para superar el dolor de la muerte. Verónica viene al atrio, y después de unos meses, cuando conoció y empezó a meditar sobre la Historia de la Salvación, un día exclamó: “Ya mi hermanita está en el cielo”; y preguntó a la catequista: “cómo hago para que mi mamá conozca la Parusía? Yo le hablo, pero ella no me entiende”. Verónica ha encontrado la dimensión de la muerte, la alegría de la Parusía, y quiere que su madre la encuentre. Su madre que vino al centro por varias sesiones con todos los padres de familia que se preparaban a la primera Comunión de sus hijos, empezó a conocer la historia del Reino de Dios; cuando la catequista le propuso un trabajo sobre la Parusía, un grande y conmovedor llanto la estremeció. Un día en su oración, expresó las gracias a Dios porque su hija está en la catequesis. Ella quiere continuar su formación. Samuel y Verónica con su capacidad evangelizadora, han iniciado la evangelización de la madre de Verónica>19.

                                                                                                                         19 Bonilla París. Nora María, Catequesis del Buen Pastor en la revista Catequesis Latinoamericana. Departamento de Catequesis del CELAM. 1982, México: Etapa 4 No. 5, p. 42-43

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Otra manifestación de su potencial religioso es la capacidad de oración: Los niños oran con gran facilidad, están siempre dispuestos a la oración e involucran todo su ser, incluyendo su cuerpo. Un ejemplo de ello es Stefanía, niña romana que vive en la alegría hasta poder decir, después de haber orado largamente con sus compañeritos: “Mi cuerpo está contento”. La oración del niño se expresa en la alabanza y en el agradecimiento. “Gracias por inventarse el Reino de los cielos”, “Gracias porque nunca falla” palabras de Juan Camilo de 5 años, en su oración después de recibir el anuncio de la Perla Preciosa. Un agradecimiento que cubre todas las realidades de la vida: la luz, la Biblia, las parábolas, la sopa, las piernas para correr, etc. Se expresa con pocas palabras: “bondad, luz, Amén; gracias por ti, gracias por mí, gracias por la luz” 20.

En la Catequesis del Buen Pastor, constantemente nos hacemos estos cuestionamientos: ¿Cómo es la oración de los niños especialmente de los menores de 6 años? y ¿Qué puede hacer el adulto para ayudarles en la oración?

La oración de los niños se expresa con pocas palabras, en frases breves y esenciales. No necesita el discurso largo y lleno de peticiones del adulto. Por esto es importante no dar oraciones largas y complicadas a los pequeños. Ya llegará el día en que habiendo meditado el contenido de estas, poco a poco las aprenderá como el Ave María y el Padrenuestro y otras fórmulas.

Lo importante en este momento es dejar que el niño exprese espontáneamente a Dios lo que hay en su corazón. La oración es diálogo con Dios y no memorización, ni repetición de frases compuestas por adultos. Si se está convencido que se está ayudando a la relación del niño con Dios, debemos ser pacientes y esperar el momento oportuno para darles fórmulas de oración. La mamá de Daniela, de tres años, le comenta a la catequista cómo su hija le enseña a orar porque ella siempre pide muchas cosas a Dios, en                                                                                                                          20 Cavalletti, El potencial religioso del niño...- de 3 a 6 años-, op. cit, p. 121

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cambio su hija antes de dormir sólo sabe agradecer. Da gracias a Dios por su papá, por su mamá, por su hermana, por sus amigas del jardín, por sus abuelitos y termina dando gracias por la vida21.

Para los niños mayores de seis años, en cambio, las oraciones ya elaboradas serán un apoyo.

“La oración tiene una importancia especial en la vida de los niños pequeños, no sólo por la gran capacidad que han demostrado en este campo, sino porque aún no participan plenamente en la Eucaristía”22 y entonces, es la oración, la principal manera de nutrir la vida bautismal, de entrar en relación con Dios y de prepararse a recibir la comunión para participar más vivamente en la Eucaristía, que es la oración más completa y agradable al Padre.

La oración del niño es diferente en la forma y en la modalidad a la del adulto. Es de calidad especial, es silenciosa y contemplativa. Sandrita, niña de 2 años pasaba despierta un largo silencio contemplativo frente al crucifijo que estaba en la pared de su alcoba. Frente al Santísimo cuando lo visita un niño con su madre que lo lleva en brazos, permanece tranquilo aún estando despierto. Todo esto es oración. La abuelita de Klaus, niño de dos años, le muestra al niño el icono de la Trinidad de Andrei Rubliov y le dice: “Ellos se quieren mucho. Son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. Klaus mirándolo, responde: “amén” en tono de canto litúrgico. Isabel, niña bogotana, en brazos de su madre, está tranquila durante la oración del santo rosario en familia, y al final, ya quiere bajarse y caminar como si dijera con su actitud: ya pasó la oración, ahora continúo en mi quehacer.

Sería equivocado darle al niño los esquemas de oración del adulto. Se correría el riesgo de apagar, como dice Sofía Cavalletti, la expresión espontánea de su relación con Dios, además de que se podría arraigar la idea de que cuando se hace oración, se deben decir ciertas palabras

                                                                                                                         21 Colección Dios y el niño, Nº 1 p. 88-89 22 Cavalletti, El potencial religioso del niño...- de 3 a 6 años-, op. cit, p. 119

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determinadas pero sin involucrarse interiormente y esto sería, tal vez, arrancar la oración de la vida del niño.

“Aunque el niño pequeño ora con pocas palabras (ejemplo: bondad, luz. Amén) esto no significa que lo hace por corto tiempo. La actitud interior del niño al orar, suele durar un largo rato”23 y muchas veces son seguidas de silencios. El ritmo del pequeño es diferente al de un niño mayor y por supuesto al ritmo nuestro, por ello no debemos interrumpir estos silencios pensando que son vacíos.

La oración del niño pequeño es exclusivamente de alabanza y agradecimiento y no de petición. Los niños de un grupo de catequesis en Bogotá, después de la celebración de la luz, oraron así: “¡Jesús es lindo!, ¡Jesús es bello!, ¡Gracias Jesús!, ¡Gracias por la luz!”. El pequeño menor de 6 años, no siente la necesidad de pedir, tal vez, por tener la certeza de estar permanentemente en presencia de Aquel que lo ama. Necesidad que aparece después de los 6 años, al reconocer su propia incapacidad, al sentir dentro de él mismo la lucha entre el bien y el mal.

La oración del niño pequeño no es mágica. Es decir, que a diferencia del adulto, ellos no pretenden cambiar la voluntad de Dios según su propia conveniencia, manipularla y sacar ventaja. Más adelante, entre los 6 y 8 años, el niño entrará en la etapa de formación de la conciencia, y los elementos de la oración se parecerán más a los del adulto. Serán oraciones más estructuradas, e involucrarán el deseo de pedir perdón por no poder responder al gran amor de Dios y pedirle su ayuda.

Entonces, ayudar al niño a adquirir esta agilidad interior para comunicarse con Dios en el secreto de su corazón, se convierte en el aspecto más comprometedor del adulto preocupado por la formación religiosa del niño.

                                                                                                                         23 Cavalletti, El potencial religioso del niño...- de 3 a 6 años-, op. cit., p. 121

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Además de estas características de la oración del niño mayor de los 6 años, en esta etapa de su desarrollo, surgen nuevas capacidades y exigencias no menos importantes que en los pequeños: sus expectativas y panorama intelectual se amplían, con dos herramientas muy importantes como son la abstracción y la imaginación, y con ellas la apertura a la cultura. Así el niño es capaz de moverse en las dimensiones nuevas para él: en el tiempo y en el espacio y formarse un concepto del mundo. Además, la apertura a la posibilidad de descubrir el cosmos, de abrirse a nuevos y más profundos horizontes requiere -como dice “María Montessori”-, de la “educación cósmica”, esa educación que ella llama también “dilatadora”, una educación que se abra a la visión de una red maravillosa de intercambios, que unen al mundo que nos circunda al nivel de la naturaleza y de la historia. Con esta educación dilatadora se logra en el niño, el tratar de ubicarse mejor en el mundo que lo rodea, y se busca la manera de relacionarse con él y con las fuerzas de la naturaleza.

Con las dimensiones nuevas del tiempo y del espacio, se abre el niño a la historia. En la Catequesis del buen Pastor se satisface esta exigencia con la presentación de la Historia del Reino de Dios como la progresiva realización de la alianza hasta que <Dios sea todo en todo>, la respuesta del ser humano, el trabajo, los grandes momentos de esta historia: creación, redención y parusía, su relación con Cristo y con la historia actual de la Iglesia, así como sus diferentes aspectos:

• Unidad, extensión, inmensidad

• Historia de tantos dones: astros, plantas, animales, personas, Jesús mismo, la parusía.

• Historia: proyecto de comunión.

El presentarle en la catequesis, diferentes aspectos de la Historia del Reino, siempre en su inmensidad y extensión, responde también a la necesidad que tiene el niño más grande, a diferencia del niño pequeño,

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de no repetir, y de responder a un ritmo más rápido, así como a la necesidad de regresar a los mismos temas de modos diferentes y desde puntos de vista diversos, y de esta manera busca la ampliación de su horizonte. Por lo tanto en esta etapa, se presenta el tema de la historia y se regresa a él, pero desde aspectos diferentes.

La respuesta de los niños y adultos frente a la inmensidad de la historia y a la maravilla de los dones es también, como en la primera etapa, una respuesta de asombro muy profundo, alegría muy grande y muy especialmente con el anuncio de la parusía.

La Historia del Reino, después de los seis años, es evidente que responde a las nuevas exigencias vitales del niño, propias de esta edad.

Se regresa al tema de la Sagrada Biblia, con los aspectos de la formación del libro, de sus escritores, de su organización según contenidos, de la narración de las diversas etapas de la historia del Reino, su relación con los sacramentos, etc. Temas que son continuidad de la presentación de la Biblia como fuente de todos los anuncios , los secretos, el misterio de Dios, que se da a los menores de 6 años.

En el aspecto moral, el niño en esta segunda etapa, se abre al juicio. Juzga mucho y busca el testimonio de los demás por la nueva capacidad que tiene de ver a su alrededor. Busca tener límites claros y que se le mantengan. Esta etapa de los seis a los doce años es muy importante pues se está formando su conciencia, que también le ayuda a ubicarse en el mundo.

En esta etapa se comienza a notar una orientación hacia las cuestiones morales, hacia el juicio de los actos; el niño percibe cosas que anteriormente no había notado y empieza a preocuparse por si lo que ha hecho está bien o mal y esta preocupación corresponde a una sensibilidad interior o característica muy natural que es el despertar de la conciencia. Es por esto que el adulto debe enfocar su atención a este

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aspecto del desarrollo del niño. María Montessori nos lo dice: “si durante el primer período de desarrollo la maestra ha utilizado un enfoque muy suave y ha intervenido lo menos posible en la actividad del niño (actividad que fue sobretodo motriz y sensorial), es el nivel moral al que ahora debe orientarse su delicadeza de enfoque.

Es ahí donde se encuentra el problema de esta edad. Pensar que el problema de moralidad se presenta posteriormente es pasar por alto el cambio que ya está ocurriendo en este niño cambiado. Más tarde el problema moral se vuelve mucho más difícil a menos que el niño haya recibido ayuda durante este período sensitivo. Las adaptaciones se volverán más espinosas.

También en esta edad nace en el niño la necesidad de justicia, simultáneamente con la comprensión de la relación de los actos personales y los derechos de los demás. Durante el desarrollo de los niños de esta etapa se encuentra el sentido de la justicia, a menudo tan ausente en el ser humano. Es la falta de reconocimiento de este hecho lo que engendra una falsa idea de justicia24.

Esta formación de su conciencia conlleva a que el niño necesite leyes, reglas, límites; no acepta todo lo que se le dice, pregunta y juzga. Acepta los privilegios y castigos cuando los conoce y los ve aplicar con verdadera justicia. No es un “chismoso” cuando viene a contarnos todo, sino que quiere saber qué pensamos los adultos de lo que sucede: ¿es bueno o malo?

Siente necesidad de justicia, juzga a los demás y dice: “no es justo”. Quiere que se distribuyan las cosas equitativamente, porque es muy sensible a las ideas fundamentales de la justicia. Nos pide coherencia entre lo que nosotros hacemos, y lo que decimos que se debe hacer o que no se debe hacer. También, es capaz de sentir compasión y generosidad hacia los demás y es sensible a las necesidades de los otros.                                                                                                                          24 Montessori Maria, De la Infanzia a la Adolescencia, título original editado en Inglés de Conferencias dadas en Londres en 1939, traducido al español en Chile por el Centro de Estudios Montessori, p. 17.

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Sabemos que la moral, ante todo es relación. Ser una persona moral quiere decir ser una persona en relación. De este modo, la formación moral está siempre presente en todo aspecto del mensaje cristiano, en forma implícita o explícita en el kerigma. Antes de los 6 años, en la Catequesis del Buen Pastor, trabajamos en la formación del ser y por tanto, en la formación moral. Y en el segundo y tercer nivel en el aspecto del hacer que también es formación moral del ser porque es la respuesta que da la persona humana en cuanto a la acción. Como el tema de la ALIANZA es el tema central en la catequesis del buen Pastor, también para la formación moral, es el tema central en el encuentro con Dios y con los hermanos. Si la parénesis se da antes de que la relación se haya establecido sobre la base del gozo, existe el riesgo de que Dios venga a ser considerado sobretodo como juez. La ALIANZA, por ser verdaderamente relación, requiere una respuesta y ésta consiste ante todo en el gozo, experiencia vivida en todos los niños, pero con una intensidad especial en los más pequeños. La parénesis, connatural a todo elemento del Kerigma, emerge con fuerza particular en el conocimiento de la Historia del Reino de Dios y se explicita en parábolas morales y máximas. A través de la meditación, de la comparación de las parábolas con las máximas, el niño va tomando conciencia de un ideal moral y sobre esta base, toma conciencia de sus límites, de sus debilidades, del pecado y esta conciencia se aclara en la certeza de la misericordia, del perdón que Dios revela cuando nos da tantos dones en la historia, cuando busca a la oveja, cuando busca la moneda y acoge amoroso al hijo que se va y regresa. También existen en la segunda etapa del desarrollo, cambios sobresalientes en el aspecto social: Su grupo de acción ya no se centra en su hogar, sino que empiezan a jugar un papel muy importante el núcleo de amigos. Quiere ser como los otros de su edad, con un gran interés por hacer equipos y “clubes”, le gusta preparar y organizar actividades. Cuando libremente hace parte de una organización o grupo

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y se compromete, desea ser muy fiel a sus reglas y principios, al igual que quiere asumir retos que este grupo le presenta. Todo esto le proporciona experiencias sociales importantes para el desarrollo de su persona.

Así mismo es muy importante que el niño en esta etapa llegue a comprender lo que el dinero representa y tenga experiencias en la compra de objetos para darse cuenta de lo que puede comprar con una unidad de dinero de su país, y considerar el dinero como un medio, resultado del trabajo de los seres humanos.

Aunque el niño de esta edad, mayor de 6 años, necesita que se le deje ser independiente y libre, también requiere que el adulto esté presente siempre para brindarle el apoyo que necesita porque se da cuenta de sus limitaciones y de que falla. También necesita límites claros y mucha congruencia entre lo que hacemos y lo que decimos porque tanto esto como el escuchar las conversaciones de los adultos es lo que le permite asegurar sus propios juicios.

Le agrada que se le den responsabilidades y que se confié en que será capaz de cumplirlas, por esto debemos darle comisiones fuera de la familia y del salón de clases.

Otras características en este aspecto social del niño al finalizar esta etapa de la niñez, cuando empieza a considerarse como preadolescente son: cambios sutiles en su carácter, por sus transformaciones psicológicas, su modo de ver y situarse frente a los demás y al mundo. Piensa las cosas y dice: “déjame pensarlo antes de hacerlo”.

Planifica y prepara sus actividades y pide que se le explique en los trabajos los pasos sucesivos. Se autoevalúa y también a los demás. A veces dice “no soy tan bueno”. Hace critica a la sociedad y a los métodos de enseñanza diciendo “son aburridos”. Le interesa la información de lo que sucede en el mundo y por esto adquiere conciencia de la publicidad. La diferencia entre los dos sexos es más

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marcada que antes; es conversador con quien le inspira confianza y admira a quienes se destacan en los distintos campos como los héroes. Necesita amigos y les es fiel.

Por la importancia de esta edad en la formación de la conciencia, en el descubrir sus propias fallas, el niño necesita espiritualmente sentirse amado con un amor fiel de los que lo rodean y también por parte de Dios, es decir, de un Ser trascendente que lo ama infinitamente y está dispuesto a ayudarle, para lo cual la parábola del Buen Pastor con las imágenes del lobo y del extraño y la parábola de la oveja encontrada le ayudan a vivir la fidelidad del amor de Dios y satisfacer esta necesidad que siente frente a la conciencia de sus propios límites.

También en lo referente a las reglas y límites, el niño siente la necesidad de conocer lo que en este sentido Dios le propone a los seres humanos para vivir felices en comunidad con los otros, y con Él.

En esta necesidad de abrirse a lo social, Jesús se nos revela con la Parábola de la Vid Verdadera en la que nos invita a “permanecer” con Él, amplía esta relación de intimidad de vida con Él y con los demás.

Nos revela su misericordia divina, además de con la parábola de la oveja encontrada, también con la moneda encontrada y el Padre y el hijo. Nos entrega las Parábolas de la Revelación del Reino como banquete: Las diez vírgenes y Las bodas del hijo del Rey, para mantenernos en esa esperanza.

Y para satisfacer la necesidad de las relaciones con los demás según Él lo quiere, nos presenta las Parábolas de la Revelación de los diferentes comportamientos humanos para niños a partir de los 6 años: El amigo insistente, El fariseo y el publicano, El buen Samaritano. Para niños a partir de los 9 años: Los deudores, Los Talentos, El rico necio, Los operarios invitados a la viña, La perla preciosa (en su aspecto ascético). Y como ellos también necesitan reglas, Jesús nos presenta una colección de 12 máximas que son los consejos que da para satisfacer esa necesidad en los niños a partir de los 6 años, y para

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niños a partir de los 9 años una colección de además de las 12 anteriores, otras 5 más. Estas máximas van en consonancia con las parábolas morales, ya que son como la síntesis del contenido teológico de cada parábola.

Estos anuncios del cristianismo, además de responder a la necesidad de tener una relación personal, responden a las exigencias vitales interiores del ser humano en estas etapas de su desarrollo evolutivo: 6 a 9 años como son: la necesidad de un amor fiel, el juicio y la formación de la conciencia, necesidad de tener reglas, la sociabilidad.

Además se les dan otros anuncios a partir de los 6 años: Síntesis del Sacramento de la Eucaristía, Misal completo: el anuncio se presenta como un proceso hasta que el niño o la persona que vive el proceso, conoce el misal completo y lo elabora para sí mismo; Ritual del Bautismo abreviado primero, hasta presentarlo completo; Diorama completo de la Infancia de Jesús, para meditar elementos específicos: la luz, el cuidado del Padre, la Santísima Virgen, etc.; Acontecimientos Pascuales en sí mismos, en conjunto y en su relación con la Historia y la Liturgia; Sacramento de nuestra fe; Sacramento de nuestra fe y oraciones de intercesión; Sacramento de la Reconciliación; Historia de un Pan; las virtudes. Para niños mayores de 9 años se presenta la relación Antiguo - Nuevo Testamento, con el método tipológico usado por los Padres de la Iglesia en la edad de oro de la Catequesis, para meditar sobre cada uno de los momentos de la Alianza en relación con los tres momentos fundamentales de la Historia del Reino: creación, redención y parusía.

La parénesis, connatural a todo elemento del Kerigma, emerge con fuerza particular en el conocimiento de la Historia del Reino de Dios y se explicita en parábolas morales y máximas. A través de la meditación, de la comparación de las parábolas con las máximas, el niño va tomando conciencia de un ideal moral y sobre esta base, toma conciencia de sus límites, de sus debilidades, del pecado y esta

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conciencia se aclara en la certeza de la misericordia, del perdón que Dios revela cuando nos da tantos dones en la historia, cuando busca a la oveja, cuando busca la moneda y acoge amoroso al hijo que se va y regresa.

Queridos compañeros caminantes hacia la Parusía, el regalo de Dios que es la Catequesis del Buen Pastor, que tenemos en nuestras manos, que es como un fuego de amor, y que acabamos de ver en una síntesis, hay que devolverlo a las familias de nuestros niños y así ayudaremos a estos “predilectos” a que crezcan en un desarrollo armonioso e integral para el gozo de este “invento del Reino de los Cielos” por el cual Juan Camilo de 5 años, da gracias a Jesús por haberlo hecho.