tinta roja: el manuscrito robado

467

Upload: others

Post on 19-May-2022

6 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Tinta roja: El manuscrito robado
Page 2: Tinta roja: El manuscrito robado

TINTA ROJA

Page 3: Tinta roja: El manuscrito robado

Mercedes Pinto Maldonado

Page 4: Tinta roja: El manuscrito robado

Título original: Sangre negraAutor: Mercedes Pinto Maldonado

I Edición© de Mercedes Pinto Maldonado

Queda rigurosamente prohibida, sin laautorización escrita de los titulares delCopyright, bajo la sanción establecidapor la ley, la reproducción parcial o

total de esta obra por cualquier medio o

Page 5: Tinta roja: El manuscrito robado

procedimiento, comprendidos lareprografía y el tratamiento informático,y la reproducción de ejemplares de ellamediante alquiler o préstamo público.

Page 6: Tinta roja: El manuscrito robado

SOBRE LA AUTORA Mercedes Pinto Maldonado nació en Granada,aunque actualmente reside en Málaga, España.Estudió Medicina, pero lo dejó para dedicarse ala literatura. Escribe desde que aprendió, perohace quince años que se dedica a tiempocompleto a la literatura, a leer y novelar. Tiene diez libros publicados: Con Ediciones B:El talento de Nano, novela juvenilLa última vuelta del scaife, novela históricaMaldita, novela contemporáneaPretérito Imperfecto, novela romántica Con Ediciones Cilck de Planeta de libros:

Page 7: Tinta roja: El manuscrito robado

El fotógrafo de paisajes, novela de suspense Con Amazon Publishing:Cartas a una extraña (finalista del ConcursoIndie 2015), novela negra y romántidaMensajes desde el lago, novela negra yromántica Autoeditadas en Amazon KDPHijos de Atenea, novela históricaLa caja mágica, cuento para niñosTinta roja, novela negra El 25 de Julio publicará de nuevo con AmazonPublishing la novela negra Una de las tres Aunque es una escritora híbrida, reconoce quela mayoría de sus lectores conocieron susobras gracias a la publicación independiente,

Page 8: Tinta roja: El manuscrito robado

que le dio la oportunidad de que dos de susnovelas fueran best sellers en varios países yestuvieran más de un año en el Top 100 deAmazon.Se considera una escritora humanista para laque cualquier género puede ser el escenario desus historias.Su página web es www.mercedespinto.com

Page 9: Tinta roja: El manuscrito robado

La personalidad del llamadopsicópata es otro ejemplo de la

pérdida permanente de lasnecesidades de amor. Unaforma de comprender esta

disfunción de la personalidad

Page 10: Tinta roja: El manuscrito robado

es que las personas quecarecieron de amor en losprimeros meses de su vida,

sencillamente han perdido esedeseo para siempre, así comola capacidad de dar y recibir

afecto .Abraham Maslow (1908-1970), psicólogoestadounidense conocido como uno de losfundadores y principales exponentes de la

Psicología Humanista.

Page 11: Tinta roja: El manuscrito robado

INDICE

CAPÍTULO ICAPÍTULO IICAPÍTULO IIICAPÍTULO IVCAPÍTULO VCAPÍTULO VICAPÍTULO VIICAPÍTULO VIIICAPÍTULO IXCAPÍTULO XCAPÍTULO XICAPÍTULO XIICAPÍTULO XIIICAPÍTULO XIVCAPÍTULO XV

Page 12: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XVICAPÍTULO XVIICAPÍTULO XVIIICAPÍTULO XIXCAPÍTULO XXCAPÍTULO XXICAPÍTULO XXIICAPÍTULO XXIIICAPÍTULO XXIVCAPÍTULO XXVCAPÍTULO XXVICAPÍTULO XXVII

Page 13: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO I Lo había tenido todo, tierras, mansionesen playas y montañas, coches de lujo,amistades importantes… todo. Siemprepuso mucho esfuerzo en ser alguien y sutesón y un golpe de suerte hicieronposible que alcanzara el segundo de sussueños; el otro, el que abrigaba desdeniño, no pudo ser. Pero un día, despuésde cinco años de despilfarro ydesenfreno, lo abandonó la fortuna. Desopetón, un frío tres de enero seencontró en la calle, con treinta y ocho

Page 14: Tinta roja: El manuscrito robado

años, unos zapatos de Gucci, un relojCartier, un abrigo de Armani ydieciocho mil euros en metálico quehabía podido rescatar de su caja fuerteantes del desahucio.Salió de casa unos minutos antes de quellegara la policía para precintarla.Caminó lentamente hacia el que hastahacía tan solo unas semanas había sidosu imperio. Miró hacia el cielo, justo allugar donde se encontraba su lujosodespacho, coronando el que fue suedificio de oficinas, uno de los másaltos de la ciudad. Después bajó la vista

Page 15: Tinta roja: El manuscrito robado

y a un lado de la zona ajardinada querodeaba el rascacielos encontró unbanco; el banco que tantas veces habíadado orden de que lo quitaran porque ala caída de la tarde lo sitiaban losindigentes y sus mugrientas pertenencias.Daban muy mala imagen a su castillo decristal, por la mañana siempreencontraba restos de sus paupérrimascenas acompañadas con el vino deoferta del supermercado y a poco quealguien se acercara le asaltaba el olor aorines. Durante toda su vida despreciósus patéticas vidas, su falta de

Page 16: Tinta roja: El manuscrito robado

iniciativa, ese dejarse llevar sin lucharpor una ilusión… le parecían la basurade la sociedad. Caminó unos pasos y sesentó, ahora ese era el único lugar quepodía ocupar sin que lo echaran, total,todo aquello ya no dependía de suarrogante dueño. A un lado un cartón devino volcado goteaba el jugo, queresbaló por la madera hasta llegar a sucaro abrigo. No le importó; de hecho, selo hubiese quitado de no ser porqueaquella debía ser la mañana más fría quehabía conocido. ¿O estaba confundiendoel frío con la desolación? La derrota, el

Page 17: Tinta roja: El manuscrito robado

desarraigo, la soledad y la humillaciónera su única compañíar.Poco a poco comenzaron a llegar losempleados de las oficinas, cargados conpancartas y vociferando estribillos deprotesta. «Don Julio, cabrón,devuélvenos la ilusión», «Por culpa deun inepto hemos perdido nuestropuesto».

Agachó un poco la cabeza para no servisto tras el seto y esperó casi una horaa que se disolviera la pequeñamanifestación. Mientras sonaba la nuevabanda sonora de su vida, comprendió

Page 18: Tinta roja: El manuscrito robado

que no había vuelta atrás. Posiblementeconservara la capacidad de remontar, devolver a levantar un imperio de la nada,pero ya no le seducía tan fatuo poder, enrealidad su privilegiada situación no lehizo feliz ni un solo día. Recordóaquellos días de juventud, escribiendofrente a la chimenea, que su abuelomantenía encendida día y noche durantelos diez meses que duraba el invierno enVillafría, y le invadió una fuertesensación de nostalgia, sintió que derecuperar algo debía ser justamente eso:su pasión por la escritura, pero sin más

Page 19: Tinta roja: El manuscrito robado

intención que la de disfrutar.A su derecha atisbó aquel sombríocallejón, un estrecho pasadizo a la granavenida comercial que siempre ignoró,dos ajados carteles llamaron suatención: uno sobresaliendo de laprimera planta de una antiquísimaedificación que decía «Papelería ylibrería Carmen» y otro justo encimaque anunciaba «Pensión Carmen».Recordó que hacía unas semanas pasópor esa callejuela y se quedó mirando elpequeño escaparate de la librería,oscuro, lleno de polvo y con un puñado

Page 20: Tinta roja: El manuscrito robado

de libros y libretas mal ordenados. Lepareció el inframundo de las letras, unafotografía sepia y ajada tomada siglosantes. Fue en ese lugar y ese día cuandole pareció que alguien le habló desde elportal que lindaba con la papelería:«Pronto te quedarás sin nada, entoncesregresarás para continuar escribiendo tuhistoria». Se quedó paralizado, pensóque aquella voz de anciana no era másque fruto de su desesperación, habíasido el peor de sus días. Cuando quisoasomarse al portal se cerró de repente.

Page 21: Tinta roja: El manuscrito robado

Tal vez su verdadero golpe de suertehabía sido perderlo todo, o casi todo,aún tenía un buen fajo de billetes que,bien administrados, le darían paramuchos meses; para su nuevo proyectosolo necesitaba papel, bolígrafo, unamesa, silencio y soledad. En esecallejón parecía tenerlo todo: material,comida y cama.―¿Qué se le ofrece, caballero? ―lepreguntó la señora Carmen, una mujer deunos setenta años muy aseada yagradable.

Julio reconoció de inmediato su voz,

Page 22: Tinta roja: El manuscrito robado

aunque ahora el tono era mucho másafable. Sintió un repentino escalofrío,como un pálpito, la sensación de que enese instante empezaba a escribir lasegunda parte de su vida.―Buenos días. Quería una libreta y unbolígrafo.

La mujer se adentró en la trastienda yregresó con una libreta encuadernada enpiel y una caja que contenía el bolígrafomás caro del establecimiento. Al ver elelegante aspecto del cliente pensó quebuscaba algo a su altura.―Esto es lo mejor que tengo…

Page 23: Tinta roja: El manuscrito robado

―Gracias, pero quiero algo más baratoy práctico.Ella, aparentemente extrañada, leofreció varios artículos y él se decidiópor una gruesa y vulgar libreta y unbolígrafo negro muy básico, todo porcinco euros. Después le preguntó:

―¿Sabe con quién debo hablar paraalquilar una habitación en la pensión deeste mismo edificio?―Conmigo ―contestó la mujer cadavez más sorprendida―, pero tengo queconfesarle que las cuatro habitacionesdisponibles son muy pequeñas y

Page 24: Tinta roja: El manuscrito robado

sencillas…―No importa. ¿Tiene alguna quedisponga de una cama, una mesa, unaseo y silencio para escribir?

―Sin problema, sobre todo silencio,por esta callejuela no pasan ni lasmoscas. La señora Carmen lo guio a suhabitación cruzando la trastienda, queconsistía en un pasadizo forrado delibros que desembocaba en una estrechaescalera de madera. Él respiróprofundamente para empaparse de tanta

Page 25: Tinta roja: El manuscrito robado

sabiduría.―Veo que le apasionan los libros.

―Ya lo creo, la literatura es mi vida.No sé si me gusta más escribir o leer.―¿Es usted escritora?―Sí, toda la vida, aunque nunca llegué apublicar, en realidad soy correctoraliteraria.―Me encantaría leer alguno de susmanuscritos.

Doña Carmen retrocedió dos pasos y fuedirecta a la estantería de su derecha paracoger un libro.

Page 26: Tinta roja: El manuscrito robado

―Aquí tiene, caballero. No lo hefirmado, pero… de alguna manera soysu autora. Le recomiendo que se tome sutiempo, no es un plato ligero.―Oh, muchas gracias. Y, por favor,llámeme Zacarías.

―No tiene que esconderse de mí, donJulio.―¿Cómo sabe quién soy?―Todo lo que veo desde hace añoscuando me asomo al balcón es su granedificio, lo menos que podría hacer esinteresarme por su dueño, aunque…¿debería decir ex-dueño? Perdone,

Page 27: Tinta roja: El manuscrito robado

también veo de vez en cuando lasnoticias.―Entiendo… Llámeme Julio, ahora el«don» no me queda muy bien.

Page 28: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO II La pensión tenía seis habitaciones. Delas cuatro que había libres en esemomento, doña Carmen condujo a suposible inquilino a la que le pareció másluminosa y silenciosa. Era como sudueña, entrañable, sencilla, limpia y conun toque alegre, como primaveral, apesar de estar en pleno invierno y quetanto el inmueble como lo que conteníatuviesen al menos un siglo. Era la zonaabuhardillada del edificio, de maneraque el techo, forrado de vigas de

Page 29: Tinta roja: El manuscrito robado

madera, se inclinaba desde la entradahasta desembocar en una ventana depalillería flanqueada por unosblanquísimos visillos de encaje. La luzque absorbía bañaba una mesa demadera y un pequeño sillón. A laderecha había una estufa de leñaacompañada de un canasto repleto detroncos y a la izquierda una cama quedebía medir al menos la tercera parte dela que había dejado en su lujoso piso.Una mesita de noche y un ropero que lepareció diminuto completaban todo elcontenido de la estancia.

Page 30: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Y el baño? ―preguntó Julio despuésde buscar alguna puerta que anunciara lazona de aseo.―Está en el pasillo, tendrá quecompartirlo conmigo, mi cuarto estábajo la otra ala del tejado, como ve, lapensión es muy modesta: treshabitaciones en el lado izquierdo deltejado, otras dos y el baño en el ladoderecho y otro dormitorio más al fondo.Si lo piensa, por cuatrocientos euros almes con café y tostadas por las mañanas,lo del baño es un pequeñoinconveniente.

Page 31: Tinta roja: El manuscrito robado

―No sé… me deja descolocado, elbaño es para mí un espacioimportante…―Para mí también lo es y ya ve, no meimporta compartirlo con undesconocido. Eso sí, nos pondremos unhorario, ¿le parece? Venga, se lo enseñoy tal vez cambie de opinión.

Zacarías dejó sobre la mesa el libro, elbolígrafo y la libreta y la siguió. Sí,cambió de parecer, el baño era luminosoy amplio, y lucía una pulcritud difícil deconseguir tratándose de un lugar tanantiguo. La gran bañera de patas junto a

Page 32: Tinta roja: El manuscrito robado

la ventana terminó de convencerlo.―Eso de ponernos un horario ¿cómosería?

―Sencillo, el baño es mío de seis asiete de la mañana y de ocho a nueve dela noche, el resto del tiempo para usted,durante el día solo uso el pequeño aseode la librería. ¿Cómo lo ve? Le aseguroque cumpliré esta norma a rajatabla.―Me ha convencido. Si le digo laverdad… bueno, teniendo en cuenta micomplicada situación, no esperabasentirme tan bien en un día como hoy.Necesito que me haga un favor.

Page 33: Tinta roja: El manuscrito robado

―Si no es delito, eso está hecho ―lecontestó la hospedera con una sonrisacómplice, obviamente estaba muyinformada de la situación legal de suhuésped.―Pues no sabría decirle ―elcomentario de la señora hizo reflexionara Zacarías―. Me gustaría guardar ensecreto quién soy y dónde vivo.

―No hay problema, soy una experta enocultar identidades ―dijo, guiñandolevemente un ojo―. Cuando quierapuede instalarse. Si le parece, puedeguardar su coche en el pequeño patio

Page 34: Tinta roja: El manuscrito robado

trasero.―No tengo coche, ni siquiera traigo unamaleta.

―¿Ni un pijama? Creo que puedoarreglar eso.―Debería salir a comprar lo básicopara mi aseo personal y algo de ropa,pero…―No se preocupe, hágame una lista y yome encargaré ―lo interrumpió, supo queen esos momentos su inquilino preferíano salir a la calle por miedo a serreconocido.

Page 35: Tinta roja: El manuscrito robado

―Muchas gracias, no sabe cuánto se loagradezco.―Bah… no hay nada que agradecer. Porcierto, es casi la hora del almuerzo, si leapetecen unas lentejas y unos huevosfritos con ajos…

―Me vendría genial comer algo. Y así fue cómo de un día para otro donJulio, el exitoso empresario burgalés, seconvirtió en Julio el escribidor, unpobre proyecto de escritor buscado yodiado en gran parte del país.

Page 36: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO III

En unas horas estaba sentado ante lavieja mesa y la ventana de su nuevahabitación abuhardillada. Las lentejasde doña Carmen lo reconfortaron, notenían nada que envidiar a cualquiermenú de los caros restaurantes quefrecuentaba. A su derecha la estufa deleña emitía un sonido tan agradablecomo su calor. Vestía un pijama defranela y un batín de lana que debieronser al menos del abuelo de la mesonera,eso sí, muy confortables y acordes con

Page 37: Tinta roja: El manuscrito robado

el lugar y la situación.Frente al papel en blanco el bloqueo seantepuso a la primera letra. Pensó en lofácil que le resultaba escribir enaquellos años, cuando las palabras seagolpaban en su mente buscando unasalida, solo tenía que dar rienda suelta asu bolígrafo. Siendo tan joven, teníatantas historias por contar… Llegó aescribir una novela negra que envió avarios agentes literarios y editoriales.Qué iluso y osado era en aquel tiempo,cuando creía que todos los sueñosestaban a un solo paso. Fue su abuelo

Page 38: Tinta roja: El manuscrito robado

Gorgonio quien, mirándolo a los ojoscon determinación, intentando eliminartodo hilo de afecto entre abuelo y nietopara hacer creíbles sus palabras, le dijo:«Es muy buena, de lo mejor que heleído, Julito. Tienes solo veinticuatroaños, no quiero ni imaginar lo quepodrás escribir en tu madurez. Envíala alas agencias y editoriales que publiquennovela negra, estoy seguro de que seinteresarán sin dudarlo». Recibió tresrespuestas idénticas: «Estimado señorJulio Lozano: Lamentamos comunicarleque en estos momentos nuestra agencia

Page 39: Tinta roja: El manuscrito robado

no admite más manuscritos…. y tal ytal». Las otras ocho ni se molestaron encontestar. Pensó que, aunque intentabaser imparcial, su abuelo no podía evitarsobrevalorarlo.

Se decidió por fin a poner la fecha, poralgo habría que empezar; pero elbolígrafo se negaba, cuanto más insistíamás arañaba el papel. Sobre el pantalónde franela se calzó unos gastadosvaqueros que le había proporcionado lahospedera junto a un par de jerséis delana, el pijama que llevaba puesto y

Page 40: Tinta roja: El manuscrito robado

unas zapatillas y se dispuso a ir a lalibrería para descambiar la mercancíadefectuosa. Intentó bajar con el mayorsigilo para no importunar a los posiblesinquilinos, pero la escalera de maderarespondía a cada uno de sus pasos sinpiedad. Era para él un sonidomaravilloso, música llegada de suinfancia, de cuando bajaba o subía alpequeño dormitorio que sus abuelostenían siempre preparado para lasvacaciones de su único nieto varón.Salvado el último peldaño se adentró enel pasadizo que hacía de biblioteca y

Page 41: Tinta roja: El manuscrito robado

trastienda y que desembocaba en lacentenaria librería. Antes de asomar a latienda, advirtió a su izquierda unapequeñísima habitación. La puertaestaba abierta y pudo ver a doña Carmensentada frente a un portátil de últimageneración, tecleando, muy concentrada.A un lado una vieja pipa se mostrabaencendida sobre su soporte. Le parecióuna imagen surrealista: una señoramayor, un moderno ordenador y una pipaque parecía adquirida en la Londres deSherlock Holmes. Dudó de siinterrumpir el inspirador momento de la

Page 42: Tinta roja: El manuscrito robado

escritora era lo más acertado. Almomento ella volvió su rostro.―Siento incomodarla en pleno procesocreativo, doña Carmen, pero es que estebolígrafo se niega a escribir…

―Oh, no se preocupe, estoyacostumbrada a trabajar así, imagíneselo que supone escribir mientras atiendomi pequeño negocio. Le pareceráabsurdo, pero en muchas ocasiones losclientes me inspiran. Desde luego ustedes uno de ellos.―Usted también es una interesantefuente de inspiración, no lo dude.

Page 43: Tinta roja: El manuscrito robado

―Puedo imaginarme su sorpresa, unamujer de mi edad, regentando esta viejalibrería y dedicando sus muchas horaslibres a corregir novela negra… Bueno,algunas he escrito, aunque estánescondidas en un cajón.―No tenía ni idea… ¿escribe y corrigenovela negra? No sabía que loscorrectores podían elegir en qué génerotrabajar…

―Al principio hacía todo tipo detrabajos, luego pude permitirme escoger.Ya veo que todavía no le ha echado elojo al libro que le presté. Espere un

Page 44: Tinta roja: El manuscrito robado

momento, enseguida le traigo otrobolígrafo.

Mientras la librera iba a por el artículoJulio se quedó mirando la pantalla delportátil que acababa de ponerse ennegro. No pudo resistirse: movió unpoco el ratón y apareció la últimapágina en la que trabajaba la señora, unaúnica y última frase: «De repenteescuchó el crujir de la vieja madera, erael nuevo inquilino. Allí estaba,paseando por el escenario de su historia,la estrategia había funcionado».

Page 45: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO IV

Le resultó imposible pegar letra enpapel aquella primera tarde en lapensión de doña Carmen, la única fraseque había podido leer en el portátil de lahospedera le pareció que hacíareferencia a su persona. ¿Era él elinquilino? ¿Cuál era la estrategia quehabía funcionado? Estuvo dándolevueltas y vueltas a las veintiséispalabras hasta que concluyó que lasituación tan complicada que vivía enesos momentos había terminado por

Page 46: Tinta roja: El manuscrito robado

afectarle y se estaba volviendo algoparanoico. Qué de desvaríos se leocurrieron intentando encontrar unaexplicación. Él estaba allí por una seriede adversidades y casualidades quenada tenían que ver con la dueña delnegocio, era imposible que estuvieracorrigiendo un libro en el queapareciera él, no se habían visto jamásanteriormente. Eso sí, sobre su vida lagentil posadera debía saber mucho másque él de la suya, seguramente le habríaseguido la pista día a día en las noticias,máxime teniendo en cuenta que sus

Page 47: Tinta roja: El manuscrito robado

oficinas eran todo el paisaje que se veíadesde la pensión, además de la paredderruida del edificio de enfrente y elmuro que cortaba al otro lado la oscuracalle sin salida donde estaba el hostal.

Al fin se rindió y pensó que era elmomento de leer hasta la hora de lacena. El desayuno estaba incluido en elhospedaje, pero el almuerzo y la cenacostaban cinco euros respectivamente,eso sí, previo aviso el día anterior a laseñora; aunque por ser el primer díatambién estaba invitado a la mesa esa

Page 48: Tinta roja: El manuscrito robado

noche.Por primera vez se fijó en el título, laportada y el nombre del autor del libroque le había prestado doña Carmen.Título: Tinta roja. Autor: Marcus Lake.«¿Marcus Lake?», preguntó Julio alvacío. ¿Qué relación podía tener doñaCarmen con una novela de MarcusLake? Sin duda, la hostelera se habíaconfundido, la trastienda estabaatiborrada de libros y probablementeescogió el equivocado. Una lástima,estaba ilusionado con conocer algo de laprosa de la peculiar escritora y

Page 49: Tinta roja: El manuscrito robado

correctora y era demasiado tarde parabajar a la librería y comentarle el error,de hecho, eran más de las ocho, su horade ocupar el baño.La portada era muy sugerente: en la zonasuperior izquierda un chico joven deespaldas se encaminaba a lo que parecíaun siniestro laberinto, y ocupando elresto, dos tercios del espacio, una mujerpelirroja, de unos cincuenta y tantosaños y con cierto halo de misterio,tecleaba su máquina de escribir. Sesintió atraído y abrió el libro. En laprimera página una sola frase: Nadie

Page 50: Tinta roja: El manuscrito robado

que no haya vivido una historia puedeproclamarse su dueño, ni siquieraquien la escribió. Inmediatamentedebajo dos iniciales: C. S.

Page 51: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO V Esa primera noche en la pensión dedoña Carmen no durmió. Tenía motivosde sobra para que Morfeo se negase avisitarlo, acababa de perderlo todo: sunovia, sus amigos, casas, coches,empleo… Su gestor y hombre deconfianza, el que le había llevado laadministración desde que creara laempresa de telefonía móvil, hacía unlustro, resultó un estafador, un traidor.Cuando lo contrató dejó de preocuparsepor los números, confiaba plenamente en

Page 52: Tinta roja: El manuscrito robado

él, los beneficios de su negocio parecíanmultiplicarse año tras año, sus cuentasbancarias crecían y tenía todos loscaprichos que un hombre pueda desear;solo se ocupaba de atender en sudespacho a los clientes más importantes,viajar a congresos relevantes y asistir aalgunas reuniones de empresa. Derepente comenzaron las llamadas ynotificaciones de la Agencia Tributaria.Al principio Andrés, su fiel amigo ygestor, lo convencía de que todo era unerror al que no debía prestar mayoratención. «¿Qué empresa que se precie

Page 53: Tinta roja: El manuscrito robado

no ha pasado por una inspección? Todoestá dentro de lo normal, Julio», le decíauna y otra vez. Pero lo cierto es queentre su novia Noelia y él habíanarruinado la empresa. Ella no seconformaba con ser la novia de, queríacasarse en bienes gananciales, y Julio senegaba, no terminaba de confiar, demanera que la ambiciosa chica cogió unpeligroso atajo y se alió con Andréspara quedarse con todo lo que lespermitiera la sucia argucia.Cuando el dueño y fundador de laempresa quiso reaccionar ya era

Page 54: Tinta roja: El manuscrito robado

demasiado tarde, los dos se habíanfugado con los treinta y cinco millonesde euros que ese año debían haber idodestinados a la Agencia Tributaria, losempleados y los proveedores. Luchó loque pudo para conservar algunos bienes,pero no hubo forma, haber estadoignorante de lo que pasaba durantemeses fue el motivo de que losembargos le cogieran de sorpresa y sesucedieran en cascada. Uno de susabogados le aconsejó sabiamente: «Note resistas, todo está perdido, soloconseguirás perder lo único que te

Page 55: Tinta roja: El manuscrito robado

queda: la salud. Eres un hombreemprendedor e inteligente, estoy segurode que levantarás otro imperio». Pero élya no quería imperios, ahora buscabaalgo que desde que se convirtió en unempresario de éxito no dejó ni un solodía de echar de menos: hacer lo querealmente le hacía feliz, escribir. En elfondo, aquel estruendoso fracaso losentía como una oportunidad.

En un principio no conciliaba el sueño acausa de los recientes acontecimientos,pero el verdadero motivo por el que

Page 56: Tinta roja: El manuscrito robado

amaneció sin haber dormido ni unminuto fue la imperiosa necesidad que leprovocaba cada página del libro depasar a la siguiente. A medida queavanzaba en la lectura de Tinta roja superplejidad aumentaba. Era la historiade un joven autor y su primera novela.El muchacho envía su manuscrito avarias agencias y editoriales y, pasadoun tiempo sin obtener ninguna respuestapositiva, renuncia a su vocación literariapara embarcarse en el mundoempresarial. Pero lo cierto es que cayóen manos de una agente perversa que

Page 57: Tinta roja: El manuscrito robado

leyó el manuscrito de más de quinientaspáginas en un solo día, maravillada,perpleja, convencida de que en loscuarenta años que llevaba leyendo todotipo de historias, de autores nóveles yconsagrados, no había leído nadacomparable. Era una novela original,desgarradora, trepidante, bien escrita,con unos personajes fascinantes y unatrama impactante. El éxito estabaasegurado.De inmediato, la veterana agente pensóen su hija, en lo mucho que habíaluchado para que una de sus novelas le

Page 58: Tinta roja: El manuscrito robado

concediera al fin el éxito soñado.Daniela lo había dado todo por laliteratura, estudió Filología Hispánicapara formarse e inmediatamente despuésse dedicó a escribir a tiempo completo.A pesar de que su pasión por las letrasno le había aportado nada más quemiserias, seguía en su empeño. Despuésde leer la última página de Tinta roja, ala maquiavélica agente se le ocurrió unoscuro plan: le propuso a su hija que apartir de ese momento enviara susmanuscritos firmados con seudónimopara no ser reconocida por las

Page 59: Tinta roja: El manuscrito robado

editoriales, y Daniela, aunque se resistióunos días, cedió. Después envió condicho seudónimo Tinta roja, que en unosmeses fue traducido al inglés por unagran editorial americana con la que teníacierto contacto la agente y correctora, ya partir de ahí la vida de la escritorafrustrada y la de su madre cambiaron derumbo.La supuesta novela era toda unaconfesión por parte de doña Carmen. Enella se relataba un hecho real como sifuera pura ficción, y Julio era elprotagonista. A Julio le fue fácil deducir

Page 60: Tinta roja: El manuscrito robado

que aquel manuscrito que envió aagencias y editoriales, en el que suabuelo tenía tanta fe, cayó en las manosde la mesonera, que entonces trabajabacomo agente literaria, además deescribir en su tiempo libre. Detrás deMarcus Lake estaba la identidad de suhija. Tinta roja no era más que lasegunda parte de la novela que élescribió cuando todavía creía en laposibilidad de dedicarse a la literatura.Una segunda parte escrita por Daniela ysupervisada por doña Carmen.El mundialmente conocido escritor,

Page 61: Tinta roja: El manuscrito robado

Marcus Lake ―seudónimo que adoptóDaniela para lanzar una novela quehabía escrito Julio―, alcanzó la famacon su primera obra Sangre negra.Después le siguieron otras que nohicieron más que decepcionar a susmillones de seguidores en todo elmundo. Años más tarde se decidió apublicar la segunda entrega de subrillante ópera prima, prometiendo a laeditorial estadounidense una terceraparte para cerrar la trilogía. Con Tintaroja, la esperada segunda entrega, habíaconseguido reflotar la fama perdida;

Page 62: Tinta roja: El manuscrito robado

después de los estrepitosos fracasos quesiguieron a Sangre negra, por fin lacrítica se mostraba benévola con Lake,aunque no consiguió alcanzar el nivel dehalagos de aquella primera vez. Eramanifiesto que contar la realidad se lehabía dado mucho mejor que fabular, noobstante, el lector ignoraba este hecho.

Julio estaba atónito, no solo le habíanrobado su manuscrito, es que doñaCarmen, desde la vieja y cutre libreríaque regentaba, había manipulado su viday a la gente que había formado parte de

Page 63: Tinta roja: El manuscrito robado

ella desde que iniciara su carrera deempresario. Si todo lo escrito en Tintaroja era reflejo de la realidad, hacíaaños que era una marioneta en manos dela extraña mujer con la que compartía elbaño. Sus logros, la ambición de sunovia, la traición de su hombre deconfianza y su ruina, todo había sidomaquinado desde el sofisticadoordenador donde escribía la astutacorrectora. Pero… ¿por qué? Y, sobretodo, ¿qué sería lo siguiente?, ¿cómohabía conseguido llevarlo hasta supensión? ¿Necesitaba acaso tenerlo

Page 64: Tinta roja: El manuscrito robado

cerca para que entre la hija y ellapudieran escribir la tercera parte de latrilogía?Absorto en sus pensamientos, con laúltima página de la historia aún abiertaentre sus manos, de repente se diocuenta de que estaba tiritando; la estufahacía rato que había engullido la luz dela última brasa y en el canasto noquedaba leña. Eran las siete menoscinco de la mañana, en unos minutosdoña Carmen saldría del baño y bajaríaa la cocina para preparar el desayuno delos huéspedes. Se puso el viejo jersey

Page 65: Tinta roja: El manuscrito robado

de lana prestado y, así, en pijama yzapatillas se dispuso a bajar lasescaleras, con suerte podría hacerlealgunas preguntas a la mesonera antes deque despertara el resto de inquilinos.Pegó la oreja a su puerta y al momentoescuchó sus pasos sobre los añejospeldaños. Segundos después la siguió.

Page 66: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO VI ―Buenos días. Por su aspecto, se diríaque no ha dormido usted muy bien―dijo doña Carmen al encontrarse conlas pronunciadas ojeras y el cabelloalborotado de su huésped.―Ni bien ni mal, simplemente no hedormido ―contestó Julio acercando a lamesonera el libro que tenía en lasmanos.

―¿Ha estado toda la noche leyendo?Menudo honor, me siento halagada,parece que acerté. ¿Desayunamos?

Page 67: Tinta roja: El manuscrito robado

―Me vendrá bien un café.Julio, arrastrando unas zapatillas depaño de al menos tres números más quesu pie, la siguió hasta la amplia y rústicacocina que hacía también de comedorpara los huéspedes. Curiosamente,aunque tenía casi la seguridad de quedoña Carmen había intervenidodirectamente en las aventuras ydesventuras que había vivido desde queescribió Sangre negra, lo cierto es queno abrigaba ningún sentimiento dedesprecio u odio hacia ella, lo quesentía era casi admiración y una

Page 68: Tinta roja: El manuscrito robado

apremiante necesidad de conocer a laverdadera hospedera y saciar sucuriosidad.―Siéntate mientras avivo el fuego, unasrebanadas de pan tostado a la leñatambién nos vendrán bien paraacompañar el café. ¿Te importa que tetutee?

―En absoluto ―contestó el huésped, altiempo que se sentaba en la mesaseñalada por la señora, la más cercana ala chimenea de las cinco que ocupabanla magnífica cocina y que lucían vacías.Pensó que tal vez el resto de huéspedes

Page 69: Tinta roja: El manuscrito robado

aún dormía.―¿Qué tal esa lectura? ―preguntó ladoña mientras echaba leña al hogar,vuelta de espaldas a Julio.

―Muy, pero que muy interesante. Sabe,siempre soñé con ser escritor, pero lo deser el protagonista de una de las novelasde Marcus Lake… ha sido toda unasorpresa ―contestó con evidentesarcasmo―. Creo que me debe unaexplicación, ¿no le parece?―Todo está sobradamente explicado enTina roja, nada es fabulado en esahistoria. ¿Qué más quieres saber?

Page 70: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Cómo he llegado hasta aquí y porqué razón? No tiene sentido hacermepartícipe de su sucia trama, ahora sé laverdad y su secreto y el de su hijacorren un grave peligro. ¿No pensaráque voy a quedarme de brazos cruzados?―Estás helado. Acércate a la chimeneay caliéntate mientras preparo el café,enseguida satisfaré tu curiosidad.

Mientras doña Carmen trajinaba en lacocina, Julio se quedó embelesadomirando el fuego. No se había dadocuenta hasta ese momento de lo cansadoque estaba. El calor llegó a sus arterias

Page 71: Tinta roja: El manuscrito robado

y el sopor asomó a sus ojos.―Ya está ―dijo la señora al tiempoque ponía una bandeja en la mesa.

La hospedera, desde su asiento, a doscuartas del fuego, colocó media docenade rebanadas de pan en la parrilla,después sirvió dos cafés con leche enlos respectivos tazones y miró fijamentea su acompañante para hablarle:―Estás en lo cierto, el azar no te hatraído hasta aquí, todo forma parte de unplan que hasta el momento estáresultando perfecto. ¿Mantequilla oaceite en las tostadas?

Page 72: Tinta roja: El manuscrito robado

―Aceite ―contestó Julio, por deciralgo, en ese momento le importaba muypoco lo que pusiese en sus tostadas.―Desde el principio me lo pusiste muyfácil ―comenzó doña Carmen laconversación que tanto esperaba suhuésped―, eres de esas raras personasque, a pesar de su aguda inteligencia, noadvierten la maldad ajena. Eres tanconfiado…

Zacarías la escuchaba con la miradaatada a las llamas, debatiéndose entre elacusado cansancio y la asombrosasituación que, por momentos, no estaba

Page 73: Tinta roja: El manuscrito robado

seguro de si era real o fruto de suagotamiento mental. El calor del fuegole resultaba tan sumamente agradableque pareciera actuar en su organismocomo una soporífera droga. De vez encuando sorbía pequeños buches del café,como extasiado.―Serás un hombre feliz, me decíasiempre mi abuelo, las almas confiadassufren menos en este mundo plagado detrampas… Qué cosas… ―objetó él,inmóvil frente al hogar―. Llevabarazón, ni siquiera ahora, despojado detodo, hasta de mi propio talento, me

Page 74: Tinta roja: El manuscrito robado

siento un hombre desgraciado. Es más,saber que aquel manuscrito fuefinalmente una novela tan reconocida mecomplace hasta el punto de ensombrecertodo lo ocurrido en las últimas semanas.Que el mundo no sepa quién es enrealidad Marcus Lake me parece undetalle tan secundario comparado con lasatisfacción de haber llegado con misletras a millones de personas…―Se vendieron casi cien millones deejemplares, más que de El código DaVinci, una de las novelas más vendidasde la historia. Nunca entendí cómo en

Page 75: Tinta roja: El manuscrito robado

estos años no llegaste a saber que enrealidad Sangre negra era tu manuscritoEl escritor asesino. Por cierto, el títuloera bastante malo, lo único que tuve quecambiar de tu historia, bueno, y algunacoma.―Perdí el gusto por la lectura despuésde saber que mi manuscrito había sidorechazado por todas las editoriales a lasque escribí. Cambié radicalmente elrumbo de mi vida, y tampoco mesobraba el tiempo. Esa historia comencéa escribirla a los dieciocho años, fueronseis años escribiendo y reescribiendo,

Page 76: Tinta roja: El manuscrito robado

puliendo frases, textos… repasando unay otra vez cada detalle, no queríadecepcionar a mi abuelo. Pensé quehabía perdido parte de mi juventud poruna obsesión y me embarqué en otra másmundana y posible. Claro que supe delfenómeno editorial que supuso en sumomento Sangre negra, quién no haoído hablar de Marcus Lake…Julio pensó que debería entrar en cólera,estaba frente a una estafadora queprobablemente era la culpable de que enese momento su vida fuese una ruina.Pero no tenía fuerzas y, por otro lado, le

Page 77: Tinta roja: El manuscrito robado

gustaba la inusitada situación y elsuspense que lo rodeaba, e intuía que loque estaba por llegar era mucho másinteresante que todo lo que había vividoanteriormente. De hecho, si en esemomento le hubiesen dado laoportunidad de recuperar su exitosa ylujosa vida de empresario, habríaelegido quedarse en aquella extrañapensión. El misterio que rodeaba a doñaCarmen, sus libros, el insólito pasadoque los unía, los planes que tenía paraél… todo aquello lo fascinaba y queríavivirlo hasta el final.

Page 78: Tinta roja: El manuscrito robado

―Eres una persona extraordinariamentetalentosa, además de muy apuesto, todohay que decirlo, habrías triunfado encualquier cosa que te propusieras, y lohas demostrado. Cualquier logro es elresultado de la habilidad y la pasión,dos dones sobresalientes en ti.La forma en que la mesonera hablabadesconcertaba a Julio, había en sumirada y tono de voz una mezcla deadmiración por él y perversidad que lehacía sentirse valorado por un lado yconfuso e inseguro por otro. No acertabaa descifrar los auténticos sentimientos

Page 79: Tinta roja: El manuscrito robado

que provocaba en ella, y mucho menosqué sentido tenía su presencia en lapensión. Ciertamente, la suspicacia erasu asignatura pendiente.―Leí tu manuscrito por mero azar. Eraviernes y en la agencia donde trabajabame habían encargado un informe delectura sobre el último libro de unareconocida escritora, que tenía queentregar el lunes a primera hora. Meconfundí, así de sencillo, cogí el tuyopor equivocación. Lo recibí esa mismamañana y no tuve la precaución deponerlo en su lugar, junto al resto de

Page 80: Tinta roja: El manuscrito robado

manuscritos llegados en los últimos tresmeses y que serían devueltos odestruidos en unas semanas. Así setrabajaba en la agencia: si no te sonabael nombre del autor o no veníarecomendado especialmente con unanota, la mayoría de las veces ni siquieraleíamos las diez primeras líneas. Esanoche, ya en casa, comencé a leer, dandopor hecho que pertenecía a la afamadaautora. Fue sin lugar a dudas el mejorinforme que he escrito y, créeme, hansido muchos. A medida que leía misorpresa iba en aumento. Una historia

Page 81: Tinta roja: El manuscrito robado

sobresaliente en todos los sentidos, noalbergué ninguna duda, esa novela seríaun éxito sin precedentes. Cuando terminéde escribir el informe y me dispuse arellenar los datos de la supuestaescritora fue cuando me di cuenta de queen realidad pertenecía a un autordesconocido. Y así comenzó todo, elresto ya lo sabes.―No, lo importante lo ignoro. ¿Quéhago aquí?

―Te veo cansado, tal vez esta noche seael momento de contarte mi plan, ahoratengo que atender a…

Page 82: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Al resto de los huéspedes? Todavíano he visto en esta pensión otra cara quela suya.―Tengo que dejarte. ¿Nos vemos a lahora de la cena?

―¿Cómo sabe que no iré a la primeracomisaría a denunciarla?―No lo harás, te lo aseguro.

Page 83: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO VII Pasó por el baño y cuando entró en suhabitación encontró la cesta de la leñarepleta y la estufa encendida. Se durmióenseguida, pero no fue un sueñotranquilo. Una persistente escena plagósu descanso de pesadillas. Un hombrede unos setenta años, sentado frente a sumáquina de escribir y rodeado deincontables manuscritos, lo miraba entrelas llamas. Mientras el fuego lodevoraba lentamente, el escritor lomiraba impasible, con una pregunta en

Page 84: Tinta roja: El manuscrito robado

los ojos: ¿por qué? Era su profesor deliteratura, el hombre que en el institutosiempre le puso un notable en susrelatos. «Eres muy bueno, Julio ―ledecía el maestro de las letras cada vezque el muchacho le preguntaba qué lefaltaba para sacar sobresaliente―, turedacción es sobresaliente, tu manera deutilizar el lenguaje, incluso tuimaginación me sorprende gratamentecada vez que leo uno de tus textos; perote falta la osadía necesaria para crearescenas con fuerza, que desgarren allector, haciéndolo vivir una experiencia

Page 85: Tinta roja: El manuscrito robado

tal que el orden de su rutina sedesmorone. Eso solo lo hacen losgrandes, Julio. Hay que nacer». Llegó aodiar a don Justo, en aquellos años paraél era un dios al que por muchasofrendas y sacrificios que le brindaranunca quedaría satisfecho. El profesorde literatura también escribía, peronunca publicó, lo hacía por mero placer,o eso le contó al alumno un día que fue asu casa con la excusa de hacerle unaconsulta; aunque en realidad solo queríaacercarse a su ídolo, saber más de suvida y ganarse su favor. Ese día supo

Page 86: Tinta roja: El manuscrito robado

que don Justo había dedicado la mitadde su vida a la docencia y la otra mediaa escribir. Vivía solo, en una pequeñacasucha de una sola habitación y unbaño. Los manuscritos rodeaban suescritorio y ocupaban cada rincón. Laescena lo conmovió enormemente y loinspiró para escribir El escritorasesino, una novela que sería la ofrendadefinitiva a su dios y que tiempodespués se convertiría en Sangre negrade Marcus Lake.Cuando terminó el instituto, su obsesiónpor demostrarle a don Justo que poseía

Page 87: Tinta roja: El manuscrito robado

ese don que dotaba a los relatos deexcelencia, lejos de mitigarse, seacentuó cada vez más. Se convirtió en unjoven extraño, sin amigos ni gusto pordiversión alguna, pasaba los días entrela facultad y el apartamento que una tíale dejó en Madrid mientras hacía lacarrera. Dormía cuatro o cinco horas aldía, sacaba los exámenes a duras penas,la mayor parte del tiempo lo dedicaba asu obsesión: escribir esa novela quemereciera el sobresaliente de don Justoy llenara de orgullo a su querido abuelo.Puso el punto y final el invierno

Page 88: Tinta roja: El manuscrito robado

siguiente a su fin de carrera.Entusiasmado, una fría tarde dediciembre se dirigió a la casa de donJusto para entregarle su manuscrito, unhomenaje claro al profesor que tantohabía contribuido a su pasión por laliteratura. Hacía años que no lo veía y loencontró igual, fumando frente a sumáquina de escribir, a un palmo de unavieja estufa de butano, rodeado de susincontables historias y de las mismasparedes desconchadas. El profesor, yajubilado por aquel entonces, se alegróde ver a su alumno. Se tomaron un café

Page 89: Tinta roja: El manuscrito robado

frente a las tímidas llamas y recordaronlos tiempos del instituto. Entre otrascosas, le dijo que naturalmente se leeríasu novela y que volviera en un par dedías para darle su parecer.Fueron un miércoles y un martes deeterna espera. Cuando regresó, sumaestro le tenía preparada una respuestaque ya conocía: «Es un trabajomagnífico, querido alumno, pero tengoque ser sincero, sigo echando de menosla garra del auténtico escritor. Tu escritocarece de esas escenas rompedoras queconmocionan al lector y justifican tantas

Page 90: Tinta roja: El manuscrito robado

horas de lectura. Me ha faltado undesenlace a la altura del protagonista».Fue entonces cuando comprendió quesolo había un modo de conseguir elsobresaliente: reescribir el final de suópera prima.

Page 91: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO VIII Eran más de las ocho de la nochecuando lo despertaron unos suavesgolpes en la puerta de su habitación.―Julio, soy yo, Carmen. ¿Estás bien?―se escuchó al otro lado.

El huésped, muy aturdido, balbució:―Sí, sí, doña Carmen, todo bien.―Te traigo algo de comer.―Un momento.

Ya era noche cerrada, la habitaciónestaba apenas iluminada por las ascuas

Page 92: Tinta roja: El manuscrito robado

de la estufa. Avanzó atolondrado hasta lapuerta y la abrió. La mesonera esperabacon una bandeja en las manos.―Te traigo una sopa caliente, algo defruta, un plato de natillas y, si quieres,un poco de conversación.

―Pase, pase, ponga la bandeja sobre lamesa. Voy al baño, vuelvo enseguida.Pero antes miró su reloj.―Perdón, son las ocho y cinco, es suhora de utilizar el aseo ―dijo alrecordar las normas de doña Carmen.―Ve tranquilo, yo lo utilizaré más tarde.

Page 93: Tinta roja: El manuscrito robado

Si te parece.―Gracias.

A los cinco minutos estaba sentado en suescritorio, degustando la rica sopa frentea la dueña del edificio. Doña Carmenhabía aprovechado su ausencia paraavivar el fuego. El ambiente era muyconfortable.―Está realmente buena, reanima coneste endiablado tiempo. Creo quenevará.―Ya está nevando, está siendo uninvierno especialmente duro.

Page 94: Tinta roja: El manuscrito robado

Zacarías se volvió y retiró un palmo losvisillos de la ventana. Sí, empezaba anevar tímidamente. Después suacompañante comenzó la conversaciónque tenían pendiente.―¿Crees que no sé por qué no terebelas después de conocer lo que pasócon tu manuscrito?

―No sé de qué me está hablando, nohay ninguna razón oculta, simplementeacepto el giro que ha dado mi vida―contestó él, simulando una seguridadque no tenía, después de morder unplátano.

Page 95: Tinta roja: El manuscrito robado

―Julio… yo conocía a don Justo, o donAmando, como prefieras.―¿Se refiere al protagonista delmanuscrito que me usurpó impunemente?―preguntó, visiblemente nervioso―.Reconozco que don Justo inspiró mipersonaje, si como según dice conocióal profesor, no me extraña que losrelacionara.

El contenido de la conversaciónpresagiaba lo que más temía eldesahuciado escritor, pero la dejócontinuar.―Era muy joven cuando tuve la

Page 96: Tinta roja: El manuscrito robado

oportunidad de asistir a una de lasinteresantes charlas que regalaba en laspresentaciones que hacía a los pocosautores que apoyó durante su vida. Eraun reclamo para los lectores. Cuando seanunciaba que don Justo estaríaacompañando al escritor la sala sedesbordaba de asistentes y el éxito de laobra estaba garantizado. Era toda unainstitución en el mundo editorial. Apartir de ahí nació una… amistadespecial entre nosotros, tomamosmuchos cafés con tertulia literaria juntoa su estufa. En un par de ocasiones me

Page 97: Tinta roja: El manuscrito robado

habló de ti. Aunque admito que en unprincipio no relacioné el nombre delautor de El escritor asesino con elalumno del que me hablaba Justo, sí quereconocí la vida del profesor en lahistoria. Fue pasados unos días cuando,después de seguirte la pista en secreto,lo comprendí todo. Supe por qué esealumno resentido finalmente superó elnotable, no solo con sobresaliente, sinocon matrícula de honor. Y también supeque si me apoderaba del manuscritojamás lo reclamarías. Tú y yo no somostan distintos, necesitamos vivir lo que

Page 98: Tinta roja: El manuscrito robado

escribimos para levantar una realidadparalela ante el lector, no tenemos esedon que otorga la matrícula de honor alautor.―No sé a dónde quiere ir a parar ―lainterrumpió simulando despiste―.Deliciosas las natillas, de matrícula dehonor.

―Deja de ocultar la verdad, ya no tienesentido. Los dos sabemos todo, yestamos aquí para rendir un últimohomenaje a don Justo y a la literatura.Nos llevaremos nuestros crímenessecretos a la tumba. La trilogía Tinta

Page 99: Tinta roja: El manuscrito robado

roja de Marcus Lake debe concluir conel éxito que se inició y los dos loharemos posible.―¿Qué crímenes secretos? Creo que hallegado la hora de marcharme, nuncadebí confiar en usted.

―¡Deja de mentir! Tengo las pruebas, losé todo. Sé que fuiste tú el que entrastepor la ventana esa noche y acercaste laestufa a sus manuscritos mientrasdormía, lo sé porque tú mismo loescribiste, contaste hasta el más mínimodetalle. Incluso cómo te quedastemirando aquel horror y disfrutaste

Page 100: Tinta roja: El manuscrito robado

viendo a don Justo gritando entre lasllamas hasta que lo devoraron, ¡unaescena apoteósica! Todo está escrito, sino colaboras lo sacaré a la luz.―¿Colaborar?, ¿en qué? Sigo sinentender nada. Vine aquí para olvidarmedel mundo y escribir, pero veo que fuidirigido desde el principio… Y… norecuerdo haber vivido ese apoteósicofinal del que me habla… Fueron díasdifíciles para mí, estaba comoenajenado mientras corregía eldesenlace, llegué a confundir la realidadcon la ficción. Todavía no consigo

Page 101: Tinta roja: El manuscrito robado

discernir hasta qué punto aquelloocurrió…―Está escrito, Julio, no hay la másmínima duda, lo hiciste tú. Por eso no temarcharás ni me denunciarás, porque sisale a la luz el verdadero autor deSangre negra será muy fácil demostrarcómo murió realmente don Justo. Estásaquí para ocultarte del mundo y terminarlo que empezaste hace quince años.Marcus Lake debe morir y tú tienes lamisión de quitarle la vida. La terceraparte de la trilogía ya está empezada,solo tienes que escribirla, relatar cómo

Page 102: Tinta roja: El manuscrito robado

llegaste aquí, el planteamiento es estepresente, lo estamos viviendo, el nudo yel desenlace también llegarán solos. Loúnico que tienes que hacer es observar,sentir y escribir. Nadie tiene por quésaber que somos incapaces de levantaruna realidad ante el lector si no lavivimos. Para los lectores todo seguirásiendo ficción. Esta última entregapasará a la historia como la novelanegra más vendida de la historia, unanovela que ocultará un secreto tan negrocomo su tinta.―¿Quitarle la vida a Marcus Lake? ¿Y

Page 103: Tinta roja: El manuscrito robado

dice que debo escribir la realidad? Estáusted completamente loca.―Te será fácil, ya has matado con éxitoy no te tembló el pulso a la hora deescribir tu macabro asesinato. Mi hijalleva años postrada en una cama, en estemomento está al final de este pasillo.Hace tiempo que una esclerosis múltiplesevera le impide incluso encender elordenador. Marcus Lake es un impostorque jamás escribió una sola palabra deSangre negra y Tinta roja, el verdaderoautor ha aparecido, tú, y debe darlemuerte en Tinta roja. Ya ves, me he

Page 104: Tinta roja: El manuscrito robado

ocupado hasta del título, se te dan fatal.―¿Quiere que planee el asesinato de suhija!

―No, eso ya está pensado, tú solotienes que escribir lo que se sientemientras llega el momento y ejecutar elplan. Del resto me ocupo yo.―Esto… esto es una locura. No puedo,no tengo nada en contra de su hija. Lo dedon Justo fue distinto, lo odiabaprofundamente…―Si la conocieras la odiarías tantocomo yo. Es un ser despreciable que hapermitido que lleve esta mísera vida

Page 105: Tinta roja: El manuscrito robado

mientras ella se hacía rica con nuestrosmanuscritos. Me ha chantajeado desdeque firmó por primera vez como MarcusLake. Ha gastado todo nuestro dinero entratamientos carísimos que solo hanconseguido engordar los bolsillos delaboratorios y doctores. No se resigna aaceptar su situación, está convencida deque saldrá de esta con dinero. No viveen esta pensión, me odia, reside en unagran mansión rodeada de lujos yatenciones médicas. Está aquí paraayudarte a escribir Tinta roja, lo que nosabe es que el final de la historia lo

Page 106: Tinta roja: El manuscrito robado

escribirás tú, cuando ya no esté.―¿Ayudarme a escribir esta últimaentrega? ¿Está dispuesta a dar la vida?Cada vez entiendo menos este desvarío.

―No está dispuesta a dar absolutamentenada, no te confundas. Se supone que túno sabes que ella saldrá viva, que yo laayudaré a que ese final a ti te parezcareal, pero que la salvaré. Me ha hechofirmar un documento en el que cuandomuera renuncio a todo su dinero en favorde la ciencia, con lo que cree asegurarsu vida. Y ella ha firmado otro quecertifica que me dará el diez por ciento

Page 107: Tinta roja: El manuscrito robado

de las ventas de Tinta roja. Si se vendecomo espero, el diez por ciento puedeser más de un millón de euros.―¿Y cómo se supone que voy a acabarcon su vida?

―De la única manera que sabes,provocando un incendio, y de pasoarderá de una vez esta cochambrosapensión. Me vendrá bien el dinero delseguro para empezar mi nueva vidamientras se publica la novela. Nadierelacionará el incidente con MarcusLake ni contigo, porque nadie sabe quemi hija y tú estáis aquí.

Page 108: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO IX La visita de doña Carmen lo perturbó,esa noche, una vez más, no conseguíaconciliar el sueño. Por momentos teníala sensación de no acertar a discernirentre la realidad y la fabulación. Seesforzaba en recordar aquella noche enla que murió don Justo y seguía sinaveriguar qué parte de lo que ocurrió fuereal y qué otra no era más que unaescena de ficción de la novela queescribió. Se sentía aturdido, lo que leestaba pasando no tenía ni pies ni

Page 109: Tinta roja: El manuscrito robado

cabeza. Todo era un completo disparate.¿Cómo iba él a incendiar la pensión conuna mujer dentro? Eso jamás.La hija de la posadera estaba al final delpasillo, una mujer horrible y amargadapor su invalidez, según su propiamadre… Algo no cuadraba en aquellahistoria y tenía que averiguarlo antes deque perdiera la razón.

Esperó el tiempo suficiente paraasegurarse de que doña Carmenestuviera ya descansandoprofundamente. Eran casi las dos de lamadrugada, por muy poco que durmiera,

Page 110: Tinta roja: El manuscrito robado

alguien que se levantaba antes que elmismo día ya debía estar en el mundo delos sueños. Después, muy sigiloso,evitando en lo posible el ruido de suspisadas contra la madera, llegó hasta lasalida y calibró el peligro de que elsonido de la puerta pudiera despertar ala señora. Poco a poco, giró la manivelay salió al pasillo, un túnel oscuro por elque apenas podía ver sus propias manos.Avanzó a ciegas, con los brazosextendidos, tanteando su alrededor.Después de quince pasos en línea rectatropezó con una puerta, la que se

Page 111: Tinta roja: El manuscrito robado

suponía era de la habitación de Daniela.Intentó girar el pomo, pero parecía queestaba cerrada con llave. Lógico, ¿quéesperaba?, ¿encontrarse la habitación deuna enferma de par en par mientras aunos pasos dormía un extraño? A puntode darse la vuelta para regresar a suhabitación, en un último intento, unchasquido anunció que la cerradurahabía cedido al fin, y tras él una voz quelo invitaba a pasar.

―¿Quién eres? ¿Julio?―Sí, soy yo… Perdone, no queríamolestarla.

Page 112: Tinta roja: El manuscrito robado

―No es molestia. Pasa, por favor, pasay cierra la puerta cuanto antes.La habitación estaba apenas iluminadapor la pequeña lámpara de la mesita denoche. Daniela estaba recostada en lacama sobre media docena dealmohadones. Una mujerextremadamente delgada, sus pómulosavanzaban bajo sus hundidos ojos comoen un cadáver. Tenía la mirada vidriosa,febril. Sus muñecas asomaban al pijamacomo lápices.

―Me alegra que hayas tenido lavalentía de acercarte a mi habitación

Page 113: Tinta roja: El manuscrito robado

―susurró la enferma.―¿Qué quiere decir?

―Oh, tutéame, creo que tenemos casi lamisma edad. Pero acércate, siéntate a milado ―le señaló el lado derecho de sucama―, tengo algo que contarte.Zacarías obedeció y ocupó el filo dellecho, mirándola de frente. Así, tancerca, sin el siniestro efecto de la luzocre en la distancia, se la veía enferma yconsiderablemente escuálida, sí, perohermosa. Una espesa melena invadía losalmohadones como sedosa espumanegra. Tenía los ojos más verdes que

Page 114: Tinta roja: El manuscrito robado

había visto jamás, y sus labios, aunquesecos, estaban bien dibujados yconservaban un pálido rosa. No leparecía en absoluto una mujer odiosa nipeligrosa, más bien despertaba suinstinto de protección.―Te escucho, Daniela.

―No sé lo que te habrá contado mimadre, pero… está loca, Julio. Desdeque tu manuscrito cayó en sus manos suvida ha girado en torno a una locura.Nos ha utilizado a los dos paraconseguir lo que toda la vida haperseguido, fama y dinero.

Page 115: Tinta roja: El manuscrito robado

Se quedó dubitativo unos segundos, lamirada de esa chica le resultabafamiliar, había algo en ella que yaconocía, pero no podía pensar conclaridad.―El que se está volviendo loco soy yo,ya ni siquiera discierno entre la realidady la fantasía, ¿cómo voy a saber cuál delas dos miente?

―¿Sufres pesadillas? ¿Te cuesta cogerel sueño? ¿Te sientes cansado? ¿Derepente tienes recuerdos que nunca anteshabían acudido a tu mente o al menos node ese modo?

Page 116: Tinta roja: El manuscrito robado

―Sí, sí, así me siento exactamente, ymuy confuso, extrañamente confuso.―Te está medicando igual que lo hahecho conmigo desde hace años. Estoysegura.

―Esto no puede estar pasando…―Julio… ―lo nombró Danielamirándolo fijamente, buscando suconcentración.―¿Cómo sabes mi nombre?―Julio, soy Daniela Cobos. ¿Teacuerdas?

―Daniela Cobos… ―dijo Julio

Page 117: Tinta roja: El manuscrito robado

intentando sacar algún pensamiento enclaro de la escombrera que en esemomento era su cabeza― La única chicaa la que don Justo dio matrícula dehonor en toda su vida, y en su primerexamen con él. Aunque por entonces túestabas en el primer curso del instituto yyo terminando, te recuerdo, sí… erascasi una niña. Dios Santo, cómo teenvidié…―Ya ves para lo que me sirvió esamatrícula… ―musitó con melancolía―Poco después volví a caer enferma ydejé de ir a clase.

Page 118: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Cómo es posible que hayasterminado así? Tú no puedes ser laimpostora que hay detrás de MarcusLake, estoy seguro de que nunca hasnecesitado plagiar a nadie. Siempretuviste una imaginación brillante. ¿Quéestá pasando? ¿Qué es toda esta trampa?―Escúchame, ella no debe saber quehas venido, vamos a desenmascararla ya salir de esta farsa juntos. Pero tienesque confiar en mí.

―Pero dime qué está pasando. ¿Qué esesta pesadilla? ―le preguntó Julio,cogiéndola de los hombros y levantando

Page 119: Tinta roja: El manuscrito robado

la voz más de lo debido.―Habla más bajo o nos escuchará. Nostiene encerrados y drogados. Estáobsesionada con la última entrega de latrilogía. Quiere que sea espectacular,que la protagonicemos y la escribamosnosotros.

―Pero esto es absurdo… Por qué merobó mi manuscrito, te tenía a ti, a suhija, probablemente la mayor promesaliteraria del momento.―Desde que nací me consideró laculpable de sus fracasos literarios. Fuiuna niña con problemas de salud,

Page 120: Tinta roja: El manuscrito robado

lloraba día y noche, hospitales… Perome recuperé, todo aquello pasó, yentonces le llegó el momento dedemostrar su valía. Don Justo criticóduramente una y otra vez susmanuscritos y nunca consiguió uncontrato editorial digno. Una vez elviejo profesor le habló de mí, de mipotencial como escritora… y entoncescomenzó la guerra. Me odia, siempre meha odiado porque soy lo que ella nuncapodrá ser, igual que te odia a ti. Sinexplicación, comencé a enfermar denuevo y mi carrera terminó. Es ella la

Page 121: Tinta roja: El manuscrito robado

que está detrás del seudónimo deMarcus Lake. Tú y yo no somos para mimadre más que los personajes de latercera parte de esta locura.―Entonces… el incendio en el quemurió don Justo… Estoy tan aturdido…

―Estuviste presente, pero no fuiste tú,fue ella la que provocó el incendio yasesinó a don Justo. Te vigilaba, sabíaque rondabas su casa, que buscabas suaprobación, y lo preparó todo para quelo vieras morir en el incendio yescribieras esa escena que necesitaba tuhistoria. Solo tuvo que cambiar un par

Page 122: Tinta roja: El manuscrito robado

de frases para que en la novela fuese elalumno el que incendió la casa delprofesor. Desde que llegaste te estádrogando, igual que lo ha hecho conmigodurante años, se está metiendo en tumente ayudada por las drogas.Desconozco de qué tipo son, pero debeguardarlas en la cocina. Tienes queencontrarlas, lo primero es escapar denuestra cárcel mental para poder salir deaquí.―No entiendo. ¿Por qué he de creerte?¿No deberías estar tú sufriendo losmismos síntomas? ¿Qué te hace estar tan

Page 123: Tinta roja: El manuscrito robado

lúcida?―Llevo dos días sin comer, echando lacomida que me trae al váter. Solo hebebido agua directamente del grifo.Busca esas drogas. Deben ser algún tipode polvo, tal vez de cápsulas, o unlíquido que vacía en lo que nos cocina.Debes cambiar su interior por azúcar,agua o algo parecido a esa sustancia.

―De acuerdo, lo intentaré. Rebuscaréen la cocina.―Por favor, aprovecha y coge algo sincocinar, debemos mantenernosdespejados, es la única manera de

Page 124: Tinta roja: El manuscrito robado

escapar de aquí. Shhh… Escucha. Creoque se ha levantado ―dijo Daniela,bajando la voz hasta susurrar―. Se oyensus pasos. Rápido, métete debajo de lacama, viene hacia aquí.Julio obedeció. Con todo el sigilo quepudo, se echó al suelo y se deslizó hastaesconderse bajo la cama de la enferma.Al minuto se abrió la puerta. DoñaCarmen apareció en la habitación comouna imagen fantasmal. Vestía un camisónblanco que le llegaba casi hasta lostobillos y tenía el pelo revuelto. Así, sinpeinar ni arreglar, ante la ambarina y

Page 125: Tinta roja: El manuscrito robado

tétrica luz de la tulipa, parecía unespíritu siniestro.―¿No piensas dormir esta noche? ¿Quéhace la luz encendida a estas horas?Tendré que subirte la medicación.

―No necesito más medicación. Medesperté con sed y bebí agua, eso estodo ―le contestó Daniela, intentandoprovocar a su madre, consciente de queera su oportunidad para convencer aZacarías de que doña Carmen no era laseñora culta y educada que aparentabaser y que en aquella lucha la víctima eraella.

Page 126: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Qué sabrás tú lo que necesitas?Llevo cuidándote desde que naciste,esclava de tus males, ¿vas a darmelecciones? Duérmete de una puñeteravez ―ordenó, y se dirigió a la mesita denoche para apagar la luz.―Déjame al menos un ordenador, o unalibreta y un bolígrafo. Necesitoescribir…

―¿Otra vez con la misma cantinela? Yalo hemos hablado, escribirás, perocuando yo lo decida. No sé cómo voy aexplicarte las cosas. Son casi las tres dela madrugada. ¿Es que no puedes

Page 127: Tinta roja: El manuscrito robado

dejarme un poco de tranquilidad ni dedía ni de noche?―Buenas noches, mamá.

La madre no respondió, se limitó a salirde la habitación muy airada y a dar unportazo que en el espeso silencio de lanoche retumbó en todo el edificio.Julio salió de su escondite y, en laabsoluta oscuridad, torpemente,encontró el interruptor de la tulipa. Miróa la muchacha con compasión y le habló.―Haré lo que me pides, escaparemosde las garras de esta loca.

Page 128: Tinta roja: El manuscrito robado

A ella le caían dos lágrimas por lasmejillas que inundaron la habitación deuna triste luminiscencia. Tenía unos ojospreciosos.―Gracias.

―Lo que no entiendo es a qué tereferías con que nos tiene encerrados.―Yo no puedo moverme y tú, si salierasde esta pensión, serías detenido deinmediato. Lo tiene todo muy estudiado,tu libro es toda una confesión, solotendría que demostrar que es tuyo, yteniendo en cuenta la mala reputación dela que gozas y tus graves problemas

Page 129: Tinta roja: El manuscrito robado

fiscales… Necesitamos pruebas en sucontra para poder escapar.―Comprendo. Por cierto, ¿dónde está elresto de huéspedes?

―Lo ha preparado todo para estemomento, la pensión era solo unatapadera, la compra de este edificio eraparte del plan… Estoy muy cansada,necesito comer algo… Vete antes de queregrese.―Volveré, Daniela, puedes estar segura.Descansa.Antes de volver a apagar la luz lacontempló unos segundos, cuanto más la

Page 130: Tinta roja: El manuscrito robado

miraba, más bonita le parecía.

Page 131: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO X Se dirigió a la cocina con el mayorsigilo, pero aquellos viejos peldaños demadera se empeñaban en responder asus pasos. Hacía mucho frío esa noche,cuanto más descendía por la escaleramás bajaba la temperatura y más loenvolvían las tinieblas, como si lamadera que lo rodeaba desprendiera unespeso humo negro. Crac… crac…crac… Apenas se veía, solo un soplo deluz de alguna farola, que se colaba através de los visillos de la ventana del

Page 132: Tinta roja: El manuscrito robado

rellano, evitaba que no cayera yterminara rodando. Agudizó el oídohasta dolerle, si doña Carmen selevantaba alertada por el crujido, debíaesconderse en algún recoveco. Al finllegó al túnel de libros, lo supo porquelos sintió cerca, como presencias, y porsu olor lleno de recuerdos de lainfancia. Más adelante debían estar, a laizquierda el pequeño despacho y a laderecha la estancia que hacía de cocinay comedor. Al fondo el despacho de lapapelería.Extendió la mano derecha y sus dedos

Page 133: Tinta roja: El manuscrito robado

tropezaron con la pesada puerta. Estabaentornada, al empujarla un interminabley agudo chirrido correteó por el túnel ysubió la escalera. Le temblaron lasrodillas como a un niño que estuvierahaciendo la peor de las fechorías.Calculó que la abertura era suficiente yse coló al fin en la cocina. A pesar deque el hogar todavía parecía encendido,sintió como si se adentrarse en unanevera. Las ascuas bañaban losalrededores de una tenue luminaria roja,lo que le permitía vislumbrar lassiluetas del mobiliario lo suficiente

Page 134: Tinta roja: El manuscrito robado

como para no encender la luz. Ahora elpiso era firme, de viejas baldosas debarro. Los cracs, los chasquidos y loschirridos cesaron, y podía estar atento apisadas ajenas a las suyas. Al fondoatisbó la zona de trabajo y el fregadero.Sobre la encimera vislumbraba losperfiles de la cafetera, el frutero repletode manzanas, la quesera y media docenade cuencos que debían contener algúnpostre casero puesto a enfriar.Comenzó a abrir y cerrar las puertas delos muebles con la esperanza deencontrar lo que buscaba. Todas se

Page 135: Tinta roja: El manuscrito robado

quejaban al abatirlas, todas gritaban ¡salde aquí antes de que te pille! Platos,fuentes, vasos, cajas de galletas… eratodo lo que encerraban. Al fin creyóestar frente a lo que buscaba. Uno de losmuebles superiores, el más estrecho detodos, tenía tres baldas: la inferior conharina, azúcar, café…, la del centro conbotes de confituras y todo tipo deconservas y la superior repleta de cajasde medicamentos. Apenas veía deespaldas a la chimenea, la operación ibaa ser complicada. Entre las medicinashabía un bote de metal sin etiqueta

Page 136: Tinta roja: El manuscrito robado

alguna que destacaba del conjunto. Loabrió y dentro vio un polvo blanquecino.Supuso que era ahí donde la posaderavertía la mezcla de medicinas que luegoechaba a sus guisos. Daniela podríaestar en lo cierto. Volcó su contenido enun vaso y mezcló en el interior del tarroharina y azúcar. Después se acercó a lachimenea para comprobar el color y latextura de ambas mezclas. No le habíaquedado mal.Lo dejó todo en su lugar y acontinuación buscó algo para llevarseuna muestra del contenido del vaso.

Page 137: Tinta roja: El manuscrito robado

Sobre el poyete de la ventana encontróvarias cajas de cerillas, una estabavacía. «Perfecto», se dijo. Echó un pocoen dicha cajetilla y vertió el resto delcontenido del vaso en el fregadero,luego dejó correr el agua. Antes demarcharse hurtó algunos alimentos: untrozo de queso, algunas manzanas, unbote de mermelada y un puñado degalletas; lo que podía transportar en losbolsillos de su viejo batín prestado.A punto de colarse por la abertura de lapuerta y marcharse, apareció ella conuna lámpara en la mano:

Page 138: Tinta roja: El manuscrito robado

¿Qué haces aquí?―Siento haberla asustado, doña Carmen―dijo Zacarías, recomponiéndose comopudo después del sobresalto. Sin duda,estaba mucho más impresionado queella―. Es que… me duele tanto lacabeza… ―improvisó, y se tocó lafrente―. No sé lo que me pasa, cada vezduermo peor, me siento algo débil ydesorientado… Desde que estoy aquí nome encuentro bien ―terminó deexplicarse con este último apunte, paraque ella confirmase que losmedicamentos que le suministraba

Page 139: Tinta roja: El manuscrito robado

estaban haciendo efecto.La hostelera se quedó mirándolo unosinstantes sobre la luz cerúlea de sulámpara, que bañaba su rostro desombras antinaturales y le daba unaspecto espeluznante. Y sí, pensó quelos síntomas podrían ser provocados porsu pócima.

―¿Y qué esperabas?, ¿que un paseo porla cocina te relajara? ―le preguntó conacritud, sin ese tono amable y fingidoque la caracterizaba. Después de laconversación de esa misma nocheparecía que no veía la necesidad de

Page 140: Tinta roja: El manuscrito robado

mostrarse tan afable.―Estaba buscando un analgésico paraesta espantosa jaqueca, no quisedespertarla…

―Espera un momento, creo que tengoalgo que te calmará.Mientras doña Carmen se adentraba enla cocina Julio palpaba los fondillos desu batín, excesivamente abultados acausa de su contenido, la señora no sehabía dado cuenta porque su lámparasolo lo había enfocado al rostro; peroahora había encendido la luz de lacocina. Se metió las manos en los

Page 141: Tinta roja: El manuscrito robado

bolsillos, como si intentaracalentárselas, y la siguió. Ella se puso ahurgar en el mueble donde un momentoantes el huésped había cogido el botepara cambiar su contenido. Se puso muynervioso.―¿Has estado tocando mis cosas?

―Perdone, buscaba algo para mijaqueca.No dijo nada más. Cogió el botemetálico que ahora contenía azúcar yharina, vertió una pequeña cantidad enmedio vaso de agua, removió elcontenido y se lo ofreció.

Page 142: Tinta roja: El manuscrito robado

―Toma, bébete esto, te calmará.Él se lo bebió de dos tragos, temiendoque al sacar la mano del bolsillo ella sediera cuenta de lo que escondía.

―Bien ―dijo doña Carmen cogiendo elvaso de nuevo―, vamos a intentardormir un poco. Ya en su habitación, esperó una mediahora, tiempo suficiente para que doñaCarmen estuviese de nuevo dormida.Después se encaminó a la habitación delfondo del pasillo, descalzo, casideslizándose, intentando hacer el menor

Page 143: Tinta roja: El manuscrito robado

ruido posible teniendo en cuenta losañejos tablones del piso.Daniela se había quedado dormida. Bajoel resplandor de la tenue luz de lalamparilla de noche se le veía como lasprincesas que se sumen en un largo yprofundo sueño esperando el beso de supríncipe azul. Impresionaba su delgadez:las clavículas asomaban a su camisónblanco como finos travesaños queentronaran su cuello; bajo los ojoscerrados, unas largas y espesas pestañasse posaban en un fondo púrpura; elcabello era una resaca marina que

Page 144: Tinta roja: El manuscrito robado

inundaba la almohada y sus labios sepercibían deshidratados, como de papel.Se le veía débil, realmente enferma, aunasí, su rostro arrojaba candidez y ladulzura de una bonita muñeca.Levantó despacio los abanicos quecolgaban de sus pestañas y, con los ojosentornados, le habló:

―Estás aquí de nuevo…―Siento haberte despertado, venía adecirte que he cumplido mi misión, creoque encontré lo que echa en nuestrosplatos.―Eso es fantástico ―contestó ella, sin

Page 145: Tinta roja: El manuscrito robado

poder manifestar como quisiera lo quele alegraba la noticia.―Te he traído comida por si quierestomar algo, todavía quedan algunashoras para el desayuno, creo que por elmomento podemos degustar sus platossin problema ―le habló mostrándole loque llevaba en los bolsillos.

―Ohhh… gracias, Julio. Me comeré elqueso y algunas galletas, estoydesfallecida. El resto mételo en el altillodel armario, entre las mantas.Mientras ella mordía el queso, Julio sedispuso a guardar el resto de los

Page 146: Tinta roja: El manuscrito robado

alimentos. Entre las mantas tambiénencontró varias libretas. Se volvió y lamiró.―Antes de quedar prácticamenteimpedida, escribía a escondidas de mimadre ―le aclaró ella.

―Todo esto es inaudito… Daniela…―Dime.―Te ayudaré a salir de aquí.―Lo sé. Pero antes, ¿me ayudarías a iral baño? Hace días que ya apenas puedoir sola, y me siento tan débil…

―¿Cómo lo haces para ir tú sola?

Page 147: Tinta roja: El manuscrito robado

―Mi madre viene tres veces al día, ycuando tengo que ir sola… bueno, no seme da mal arrastrarme, inclusoempujando la comida que me trae paraecharla al váter. Pero esta noche meencuentro aún peor.―Qué espanto… ¿Cómo puede unamadre hacerle esto a una hija?

Cuando la cogió en brazos se sorprendióde lo escuálida que estaba para suestatura. Le pareció que tenía algo defiebre. Ella se cogió a su cuello, casi sinfuerzas, y le sonrió.―¿Sabes que tienes una sonrisa muy

Page 148: Tinta roja: El manuscrito robado

bonita? ―le dijo para quitar crudeza ala situación, estaba seguro de queDaniela sentía herido su orgullo demujer―. Y hueles muy bien.Ella le sonrió otra vez.

Cuando entró en el baño se quedóparado, no sabía dónde dejarla.―Siéntame en esa banqueta, el restocreo que puedo hacerlo yo.―Te espero fuera.Zacarías escuchó el sonido de lacisterna y luego el discurrir del agua enel lavabo. A los diez minutos lo llamó.

Page 149: Tinta roja: El manuscrito robado

Se había refrescado la cara y tenía elpelo cepillado, seguramente, no se peinópara volver a acostarse, sino para él.―Me gusta tu cabello ―le dijo mientrasvolvía a tomarla en sus brazos.

―Y a mí tus ojos. Ahora vete, echa esascortezas de queso a la estufa y vuelve atu habitación, nos estamos arriesgandodemasiado.―Buenas noches, Daniela. Descansa―se despidió de ella antes de cerrar lapuerta.

Page 150: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XI A pesar de haber dormido solo tres ocuatro horas, se despertó más despejadoque los días anteriores. No tenía muchosentido, ya que aún no había comenzadoa comer los platos de la mesonera sin lapócima que les administraba. Era máspor saberse necesitado, con laresponsabilidad de haber prometido aDaniela arrancarla de las garras de sumadre. Pensó que tal vez debería ir a lapolicía y denunciar la situación, sin más;pero ¿qué credibilidad tenía él en aquel

Page 151: Tinta roja: El manuscrito robado

momento?, ¿y si realmente doña Carmenlo tenía todo tan bien atado y empeorabala situación de la chica? Si había sidocapaz de atentar contra la salud de supropia hija hasta tales extremos… Esamujer haría cualquier cosa por terminarla tercera parte de la trilogía y con todoel realismo.Eran más de las nueve. Echó unostroncos a la estufa y se dirigió al baño.A su regreso encontró una bandeja conel desayuno sobre su escritorio. Pensóen Daniela, ¿cómo estaría esa mañana?Se moría de ganas por ir a verla, pero

Page 152: Tinta roja: El manuscrito robado

era demasiado arriesgado, doña Carmenno debía saber que se habían conocido,y mucho menos la complicidad queempezaba a haber entre ellos. Pensó quetarde o temprano tendría quepresentársela, de qué otro modo podíanescribir juntos la tercera parte de latrilogía. Mientras tanto, tendría queesperar a la noche.Desde que escribiera su primera y únicanovela El escritor asesino, Sangrenegra para los lectores de Marcus Lake,Julio había sido una marioneta de lacruel impostora que regentaba la

Page 153: Tinta roja: El manuscrito robado

pensión. Doña Carmen le había seguidolos pasos desde que leyó su manuscrito,había manipulado su vida a su antojopara asegurarse de que nuncadescubriera lo que había maquinadopara finalmente llevarlo hasta la pensióny obligarlo a escribir. Tenía la sensaciónde que en realidad detrás de cada logroo fracaso siempre había estado ella, nosolo de los hechos más importantes, sinode su día a día, a lo largo de veinteaños, desde que cumplió los dieciochohasta los treinta y ocho que contaba enese momento. Había llegado la hora de

Page 154: Tinta roja: El manuscrito robado

cambiar los papeles. Necesitaba un planpara ganarle la partida de una vez a esavieja loca. Siempre se le dio bien laestrategia, y esta vez no sería diferente.Según la mesonera, estaba allí paraescribir junto a Daniela la tercera partede la trilogía, y para garantizar su éxitoera preciso que aquella pensión fuese elauténtico escenario y sus tres inquilinoslos personajes reales. Bien, pues así seharía, con la salvedad de que seescribirían dos manuscritos: uno paraengañar a doña Carmen, en el querelatarían lo esperado por ella, y otro

Page 155: Tinta roja: El manuscrito robado

donde contarían la verdad sobre lamanipuladora, impostora y criminaldueña de aquel tétrico edificio. Lafamosa trilogía tendría dos tercerasentregas.Lo primero era vigilar a doña Carmen,conocer cada paso que daba en su día adía: cuándo se levantaba, a qué horasolía hacer la compra, cuánto tiempopasaba en la cocina, qué páginasvisitaba desde su moderno portátil o conquién se escribía, el momento en el quese acostaba… Era imprescindible saberde cuánto tiempo disponían Daniela y él

Page 156: Tinta roja: El manuscrito robado

para escribir en la clandestinidad. Sinmás demora comenzó su plan. Pormomentos, aquel peligroso juego loexcitaba, hacía que se sintieseestimulado.Desayunó, y después cogió la bandejapara llevarla a la cocina, una excusaperfecta para comenzar sus pesquisas.

Cuando atravesó el túnel de libros giróla cabeza hacia su izquierda, no, noestaba en su pequeño escritorio, elordenador estaba encendido, pero lapantalla lucía en negro. Al fondo, en el

Page 157: Tinta roja: El manuscrito robado

despacho de la librería, tampoco habíarastro de ella. Debía estar en la cocina,la estancia que quedaba a su derecha.Empujó la puerta y allí estaba.―Buenos días, doña Carmen. Muchasgracias por llevarme el desayuno a lahabitación.

Se esforzó en mostrarse amable, debíaaparentar que realmente se creía unasesino y que su libertad dependía deella.―Buenos días, Julio. Pensé que despuésde la mala noche que has pasadopreferirías desayunar y dormir un poco

Page 158: Tinta roja: El manuscrito robado

más la mañana; pero ya veo que estásmejor. ¿Conseguiste dormir un poco?―Sí, la medicina que me dio hizo suefecto, he conseguido descansar algunashoras.

―Me alegro ―dijo con una sonrisa muyestudiada mientras recogía la bandeja delas manos de Zacarías.―Huele estupendamente. ¿Qué tenemoshoy para el almuerzo?―Potaje de lentejas y unos boqueronesfritos, espero que mi pescadero hayatraído hoy. De hecho, estaba a punto deirme a la compra. Si estás mejor, ¿no

Page 159: Tinta roja: El manuscrito robado

crees que ya ha llegado el momento deponerte a escribir? Ya sabes cómotermina la segunda parte de la trilogía yhas tenido tiempo de conocer elescenario donde comenzará la trama, nocreo que te cueste mucho arrancar.―Pero… no sé, en este momento no seme ocurre cómo… Estoy muydesentrenado.

―Tú ve escribiendo, ya te diré loscambios que haya que hacer.―De acuerdo, lo intentaré. Nos vemos ala hora del almuerzo.

Page 160: Tinta roja: El manuscrito robado

Julio se quedó agazapado en el rellanode la escalera, desde donde atisbaba elpasillo que hacía de biblioteca y elpequeño distribuidor en el quedesembocaba y que le permitía observarla mitad inferior de las tres puertas quedaban a las estancias de la planta baja.A los diez minutos vio salir a doñaCarmen, solo su falda gris y las piernasenfundadas en unas gruesas medias hastallegar a sus zapatos de descanso.Después la señora entró en la pequeñaoficina, solo unos segundos, imaginó queestaría apagando su portátil, y por

Page 161: Tinta roja: El manuscrito robado

último salió a la calle a través deldespacho de la librería. Se atrevió abajar unos peldaños y la vio cerrar conllave la entrada del negocio, ya desdefuera.Ahora sí, presuroso, sin el menor sigilo,dejando que sus viejas zapatillasdescansaran a placer sobre los tablonescentenarios del piso, subió el tramo deescalera que llevaba a la planta superiory se encaminó a la habitación deDaniela.

Dio tres suaves golpes con los nudillosen la puerta y seguidamente movió la

Page 162: Tinta roja: El manuscrito robado

manivela. La habitación estaba aún en lapenumbra. El lecho estaba vacío, pensóque estaba en el baño, pero cuando dioun paso al frente la encontró tendida enel suelo, intentando alcanzar su cama.―¡Dios mío, Daniela! ¿Estás bien?

―Hola, Julio. Sí, estoy bien, tranquilo.Es esta cama que parece estar en elmismo cielo. Bajarse es fácil, perosubirse…―Déjame que te ayude.La cogió en brazos con mucho cuidado,no fueran a romperse sus delicadoshuesos, la dejó en la cama y la arropó

Page 163: Tinta roja: El manuscrito robado

con cariño. Olía a flores de abril, ella ylas sábanas que la envolvían.―Has llegado en el momento oportuno.

―¿No ha venido tu madre esta mañanapara ayudarte?A Julio le embargó un profundosentimiento por la chica, más allá de lacompasión, casi doloroso. La escena leparecía anacrónica: era imposible queen el siglo veintiuno una mujer tanhermosa y enferma viviera encerrada enuna cutre habitación de uno de losedificios más viejos y céntricos deMadrid.

Page 164: Tinta roja: El manuscrito robado

―Sí, estuvo aquí antes de las siete, perotenía que ir al baño… Dime, ¿cómo esque estás aquí a estas horas?―Ha salido a hacer la compra.

―No tardará mucho.―Daniela, esto es inaudito. Se escapa ami entendimiento la situación en la quete encuentras, no es posible que vivasasí, desatendida…―No te equivoques, recibo visitasmédicas periódicas. Estoy enfermadesde niña, una de esas enfermedadesraras además de la esclerosis múltiple.Mi historial médico es extenso y

Page 165: Tinta roja: El manuscrito robado

extraño. He estado hospitalizada lamitad de mis treinta y dos años. Para losmédicos mi madre es una heroína. Envarias ocasiones intenté hablar conpersonal del hospital donde he pasadomedia vida, para explicarles missospechas… Todo ha sido inútil, ella esmuy buena actriz y al final solo recibíala compasión que merece alguien queestá enferma física y mentalmente.―Pero… no tiene sentido. ¿Cómo hapodido engañar a los médicos que hanpasado por tu vida? Tengo que haceralgo…

Page 166: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Tú? En tus condiciones no seríasmás que un delincuente sin credibilidadque ahora le ha dado por ayudar a unapobre loca. Estoy segura de que ella lotiene todo muy pensado. Es más, notengo ninguna duda de que todo lo que teha ocurrido desde que escribiste Elescritor asesino ha sido obra suya. Séque contrata a criminales de todo tipopor internet para conseguir suspropósitos. No te olvides que tienemucho dinero para sobornar y pagar aquien haga falta. No, Julio, todavía nopodemos denunciarla, necesitamos

Page 167: Tinta roja: El manuscrito robado

pruebas contundentes. Pero lo haremos,sé que contigo conseguiré al fin escaparde sus garras.―¿Qué ha hecho con todo el dinero queha ganado con mi libro?

―No estoy segura, pero sí sé que desdehace años recibe periódicamentepaquetes. Antes de que terminara enestas condiciones, sin poder movermede la cama, pasaba horas mirando poresa ventana y podía observar quien iba yvenía a la librería; ha conseguidoimpedirme incluso que pueda abrirla.No puedo decirte que contienen, pero

Page 168: Tinta roja: El manuscrito robado

creo que es en eso en lo que gasta eldinero que te ha robado.―Esto es una locura, Daniela. Tengo lasensación de estar viviendo unapesadilla absurda.

―No es una sensación, esto es unapesadilla. Deberías hablarme sentado enel poyete de la ventana, así podrásvigilar la calle a través de la persiana yadvertirás su llegada.Julio hizo un amago de subir la persiana,pero ella gritó:―¡No, no la abras! Si la ve abierta seterminó nuestra posibilidad de salir de

Page 169: Tinta roja: El manuscrito robado

aquí.―De acuerdo ―dijo sentándose en elalféizar, dispuesto a vigilar la estrechacalle, y miró a través de las rendijas dela persiana―. Todo despejado. Quélugar más triste para estar en plenocentro de Madrid, y qué frío…

―Muy escogido, nada en ella es frutodel azar.―Daniela, tengo un plan.Sin apartar los ojos del estrechocallejón, comenzó a contar a Daniela suestrategia para desenmascarar a doñaCarmen y salir de allí.

Page 170: Tinta roja: El manuscrito robado

―Haremos lo que nos dice,escribiremos esa tercera parte de latrilogía y continuaremos esa historia quenos propone. El protagonista descubrirálo que ocurrió con su manuscrito y latrama principal estará basada en su afánpor descubrir al impostor, el tal MarcusLake, que resulta ser el seudónimo de laperversa ―para pronunciar esteadjetivo apartó unos instantes la vista dela callejuela y miró con ternura aDaniela― hija de la mesonera, que añosatrás había trabajado para unaimportante agencia editorial. Al final,

Page 171: Tinta roja: El manuscrito robado

cuando encuentra a la defraudadora yllevado por la ira provoca un incendioen la pensión donde vive y los dosmueren.―Sí, creo que ese es el argumento quetiene pensado para esta parte final, y meparece que en gran parte tiene planeadoque todo sea fruto de la realidad. Diosmío… está esperando a que terminemosel libro para vernos morir entrellamas… Está loca, Julio, comoobsesionada por ser la protagonista enla sombra del libro más vendido de lahistoria. Ella está convencida de que

Page 172: Tinta roja: El manuscrito robado

esta tercera parte será una novela negrasin precedentes.―Pero escribiremos dos terceraspartes, la otra será nuestro secreto. Yesa sí que será la historia real desde queyo escribiera la primera palabra de Elescritor asesino. Necesitaremospruebas, investigar en su vida, en suportátil, en sus papeles, su buzón, lasllamadas telefónicas que hace… Yo loharé y tú escribirás la historia.

―¿Y después?―Debemos terminarla mucho antes quela que ella espera y enviarla a esa

Page 173: Tinta roja: El manuscrito robado

editorial americana que la estáesperando. El comienzo de la historiaserá muy revelador, creo que si la lee lamisma persona que conoce lasanteriores no podrá resistirse a venir einvestigar si todo es verdad.―Puede que sí, podría ser nuestrasalida; pero debes tener alguien deconfianza en el exterior, necesitamos almenos un ordenador y un teléfono, nopodemos trabajar y encontrar pruebasaquí encerrados y solo con un par delibretas y bolígrafos…

―Tengo dinero, dieciocho mil euros que

Page 174: Tinta roja: El manuscrito robado

pude sacar de mi caja fuerte antes dehuir de mi casa, puedo salir cuando nome vea y comprar lo que necesitamos.Incluso tengo un teléfono móvil, lodesconecté cuando llegué, las llamadasque podía recibir no me interesaban ytampoco era buena idea dejarloencendido y que lo rastreara la policía.Cuando pienso en cómo ocurrió todo…―No, Julio, estoy segura de que tú yano tienes ese dinero, ni ropa para salirde aquí sin parecer un loco, ni nada.Estoy convencida de que se habráencargado de que dependas

Page 175: Tinta roja: El manuscrito robado

absolutamente de ella. Creo que lasubestimas.―Llevas razón, si fue capaz demanipular mi vida sin que siquiera yo laconociera… Pero ¿cómo lo hizo? Esalgo tan increíble…

―Con dinero y un portátil, así desimple, créeme que es una mujer muyastuta. Imagino que te siguió los pasos através de internet y chantajeó a laspersonas que estaban a tu alrededor, y asaber qué más.―¿Es posible que mi novia y mi amigoy gestor de mi empresa sucumbieran a

Page 176: Tinta roja: El manuscrito robado

sus chantajes?―Sí, es posible. Lo siento mucho, Julio.

Julio comprendió que el argumento deDaniela tenía toda la lógica,seguramente su dinero ya no estaría en elbolsillo del abrigo que llevaba el díaque entró en la librería, contando conque siquiera el abrigo aún estuvieracolgado en el armario. Se quedópensando con la vista perdida en losadoquines de la calle, hasta que la viollegar.―Ya viene.Rápidamente se levantó del alféizar y se

Page 177: Tinta roja: El manuscrito robado

dirigió a Daniela.―Tengo que irme, volveré esta noche.Lo arreglaremos todo.

―Estoy segura. Vete o te escuchará salirde mi cuarto.La besó en la mejilla, aspiró su olor amargaritas silvestres, y se marchó.

Page 178: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XII Era el momento de ponerse manos a laobra. Tenía una libreta, un bolígrafo, suimaginación y toda la información de lasdos entregas anteriores, Sangre negra yTinta roja. Muerte al impostor cerraríala trilogía tal y como doña Carmenesperaba. La otra versión, la auténtica,debería escribirla Daniela a hurtadillas.Abrió la libreta y en la primera páginaescribió el título ocupando el treinta porciento del espacio y con buenacaligrafía: Muerte al impostor. Pensó

Page 179: Tinta roja: El manuscrito robado

en los protagonistas principales:Zacarías, que era él mismo, don Simón,que protagonizaba a don Justo, Carla, lasupuesta impostora, Daniela que sehacía pasar por Markus Lake, y laseñora Rosa, la lectora profesional queen la ficción era el personaje que menosse parecía al real: la pérfida doñaCarmen. En esta tercera entrega, Julio,desahuciado de sus bienes y sus afectos,terminaba en el escenario que lorodeaba, la vieja pensión, y descubríaquién era Markus Lake y cómo se habíalucrado ilegalmente del manuscrito que

Page 180: Tinta roja: El manuscrito robado

Zacarías había enviado a las agencias yeditoriales cuando tenía dieciocho años.Carla, la embustera que estaba detrásdel seudónimo, era una joven resentida yamargada a causa de la larga y extrañaenfermedad que arrastraba desde niña,además de un ser frustrado por suincapacidad para escribir un texto querealmente valiera la pena y que sumadre, doña Rosa, hubiese podidodefender ante alguna de las editorialescon las que tenía contacto desde hacíaaños. Este era el comienzo de la novela,el nudo y el desenlace debería

Page 181: Tinta roja: El manuscrito robado

escribirlos según se fuerandesarrollando los hechos en la vida realy dependiendo de cómo lo fuera guiandola mesonera.Decidió escribir Muerte al impostor enprimera persona, todo un atrevimientoteniendo en cuenta que era su segundanovela, pero le parecía imposibledirigirse al lector como un narradoromnisciente para contarle una historiatan real y protagonizada por él mismo.

Sin más dilación, comenzó a escribir:Ayer dormía en una magnífica cama,

Page 182: Tinta roja: El manuscrito robado

rodeado de los mayores lujos que unhombre pueda desear, enfundado en unpijama de seda de alta calidad y frentea un ventanal desde donde veía todoMadrid y uno de los edificios más altosy modernos de la ciudad: las oficinasde mi gran empresa de telefonía. Hoyme encuentro frente a una ajada mesa,una libreta y un bolígrafo, desposeídode todo, absolutamente de todo, hastade mis afectos. Una centenaria estufade leña apenas me calienta los riñones.Hacía tiempo que no recordaba cuántofrío hace en enero; tengo los dedos

Page 183: Tinta roja: El manuscrito robado

entumecidos y los dientes a punto decastañear. Frente a mí una pequeñaventana me muestra la fachada de unedificio a punto de derrumbarse; nohay manera de escapar de esta ruinosahabitación, ni siquiera con laimaginación. Mi vida ha virado de talmanera, que no sé si en este momentoestoy sufriendo una pesadilla o que lavida que dejé ayer fue un sueño…

El silencio era tal que cerraba los ojos ypodía imaginarse en medio de la nada,ni siquiera se oía el chisporrotear de la

Page 184: Tinta roja: El manuscrito robado

estufa, que ya hacía rato pedía alimento.Estaba seguro de que Daniela dormíaprofundamente, hubiese podido escucharhasta el roce de su cuerpo sobre lassábanas de hacer algún movimiento. Losmuros exteriores debían ser de piedramaciza. Imaginó su blanca y delicadapiel entre el lino y le recorrió un leve yagradable escalofrío. Le gustaba esachica, las olas de su cabello, el dormitarde su mirada, el desierto de sus pálidoslabios, sus delgadas y nevadas manos…y su olor, ese olor a campo en primaveraque desprendía su piel a pesar de llevar

Page 185: Tinta roja: El manuscrito robado

encerrada en la oscuridad décadas… eraun milagro. Ella era la primaveraencerrada en un inmisericorde invierno.Recordó y sintió cómo ella le rodeó elcuello mientras la cogía en brazos, susfrescos dedos sobre su nuca, su aliento afresas silvestres fundiéndose con elsuyo, su boca tan cerca… Daniela eracomo una etérea flor en un campo deespinos, casi un espejismo.

Soñaba despierto con la hija de lahostelera cuando, entre el absolutomutismo, se oyó el crujir de los viejos

Page 186: Tinta roja: El manuscrito robado

peldaños de la escalera.―Adelante ―dijo Julio después deescuchar unos golpes en la puerta de suhabitación.

Doña Carmen apenas asomó el rostrobajo el umbral y le habló.―Veo que has comenzado tu trabajo. Mealegro ―dijo la señora, sorprendida alver a su huésped frente a la libreta y conel bolígrafo en la mano―. Ya sabes queme tienes para lo que sea, si necesitasayuda o alguna información…―Por ahora no es necesario, solo llevoun par de páginas, estoy poniendo en

Page 187: Tinta roja: El manuscrito robado

antecedentes al lector, recordándolecómo ha llegado hasta aquí elprotagonista, esta parte me resultabastante fácil, como podrá imaginar ―lecontestó, con cierta acritud que no pasódesapercibida a su interlocutora.―Pareces incómodo. ¿Hay algo quedebas contarme?

―Perdone, debe ser que este cambio devida tan brusco me afecta más de lo quepensaba. Lo siento.―Piensa que todo esto será solotemporal, en cuanto pongamos punto yfinal a nuestra historia terminará todo

Page 188: Tinta roja: El manuscrito robado

para ti. Estarás aquí justo el tiempo quetardes en concluir la novela y recibamosel adelanto de la editorial. Si todo vacomo espero, volverás a tener una vidaparecida a la que has dejado.Julio estuvo a punto de hacer un agriocomentario y preguntarle qué oscurofinal tenía pensado para losprotagonistas y, si estaba en sus planesque sobreviviera a todo aquello, quétanto por ciento de las ganancias seríanpara él; pero calló, debía controlarse ymostrar ante doña Carmen su cara másamable o todo se iría al traste.

Page 189: Tinta roja: El manuscrito robado

―Si le digo la verdad, en este momentome gustaría volver a mi cómodoapartamento, aquí hace tanto frío…Dicho esto último, Julio le regaló unasonrisa a doña Carmen muy lograda,digna del mejor actor.

―No me extraña, la estufa está a puntode apagarse. Venga, vamos a comer ydespués te daré unos buenos troncospara que la tarde te sea más confortablemientras escribes. Conseguí boqueronesfrescos, pero nos los vamos a encontrarmás fríos que esta nevera. Sí que estáhelada esta habitación.

Page 190: Tinta roja: El manuscrito robado

―Bajo enseguida ―concluyó Julio.Antes de bajar para almorzar, se diounos minutos para analizar a doñaCarmen. Nadie que la conociera diríaque era la perversa mujer de la que lehabía hablado Daniela. Tal vez teníadoble personalidad, estabaacostumbrada a llevar dos vidas: la quemostraba a sus supuestos huéspedes, asu pescadero o a los clientes de sulibrería, y la que asomaba cuandoentraba en la habitación de su hija. Deno ser por Daniela, jamás hubieseimaginado que aquella dulce señora era

Page 191: Tinta roja: El manuscrito robado

en realidad un lobo con piel de cordero.

Al salir encontró a doña Carmen al finaldel pasillo, frente a la habitación de laenferma, intentando dejar una bandeja enel suelo para poder tener las manoslibres y así abrir la puerta. En un actoreflejo, Julio se apresuró a ayudarla.Pero ella se lo impidió.―Tranquilo, no hace falta, estoyacostumbrada. Vete a comer, tienes lamesa puesta, yo no tardaré.―De acuerdo.

Page 192: Tinta roja: El manuscrito robado

Obedeció y volvió sobre sus pasos,receloso, le hubiese gustado entrar conella en la habitación de Daniela,simulando normalidad, para ver lareacción de las dos. Doña Carmenesperó a que se hubiese alejado losuficiente para abrir al fin la puerta.

Efectivamente, sobre una de las mesasde la gran cocina, la más cercana a lachimenea, lucía su almuerzo: un buenplato de lentejas que olía a gloria, unafuente de boquerones fritos, un vaso, unajarra de agua, pan y dos naranjas. Tenía

Page 193: Tinta roja: El manuscrito robado

hambre, así que se sentó sin dilación, sindarse la oportunidad de pensar en sientre las lentejas estaría mezclada lapócima de la mesonera, quiso creer queen el bote donde guardaba su venenoseguía habiendo solo harina y azúcar.Al momento, llegó doña Carmen.

―¿Qué tal están las lentejas, Julio?―Riquísimas, no las he probado tanbuenas en mi vida. Es usted una grancocinera ―le contestó con sinceridad.―Tuve la mejor maestra, mi abuela. Teacompañaré y charlamos un poco de tunueva novela. Voy a servirme.

Page 194: Tinta roja: El manuscrito robado

Doña Carmen se sirvió un plato delentejas humeante, echó un par detroncos a la chimenea y se sentó frente asu huésped.―¿Qué tal ese comienzo de la novela?Imagino que después de tanto tiempo sinescribir costará retomar las letras ―lepreguntó al tiempo que tomaba asiento,con mucha afabilidad.

―Como ya le dije, apenas llevo un parde páginas, y en este caso el comienzono requiere ni demasiada imaginación niel mínimo de inspiración. Resulta muyfácil hablar de lo que se conoce, como

Page 195: Tinta roja: El manuscrito robado

usted bien sabe… ―le contestó Julio,mostrando cierta incomodidad hacia eltema.―La imaginación y la inspiración sonnecesarias hasta para escribir un manualde instrucciones, la cosa más simple esposible contarla con infinidad decombinaciones de palabras, y de tuhabilidad depende escoger la fórmulamás adecuada, la que comunique mejoral lector lo que quieres decirle. No creotener que decirte la importancia delcomienzo de una novela, en él el lectorya se forma un criterio y toma la primera

Page 196: Tinta roja: El manuscrito robado

decisión: seguir leyendo o abandonar.Tal vez en el planteamiento de esta obrasea más importante cómo lo cuentas quelo que cuentas, has de poner pasión,enganchar en tres o cuatro páginas. Paraeso se necesita estar en situación, nosolo conocerla ―explicaba la señorasin haber probado aún su almuerzo.―Lo sé, pero como le digo, esteprincipio no me supone dificultad, loque me preocupa es el desarrollo y, porsupuesto, el desenlace. No me haexplicado con mucho detalle qué esperade esta historia.

Page 197: Tinta roja: El manuscrito robado

―Es simple: quiero que escribas lo quevivas, nada más. Ya me encargaré yo dehacer una buena corrección, ese ha sidomi trabajo durante años y te aseguro queno se me da mal.―Por ahora, mis vivencias son escasas,ni siquiera conozco a uno de losprincipales personajes ―aclaró Julio,esperando que la respuesta de doñaCarmen derivara la conversación adonde él quería.

―¿Te refieres a mi hija?―Naturalmente.―La conocerás en su momento. Pero

Page 198: Tinta roja: El manuscrito robado

dime, ¿qué quieres saber? Yo puedodarte toda la información que necesites.―Me cuesta mucho creer que con eldinero que habrá ganado con lasprimeras entregas de la trilogía estéaquí, encerrada en esta vieja pensión…y enferma.

―Ya te he dicho que está aquítemporalmente, es otro capricho de laseñorita, quiere controlar esta novela,leer de primera mano, formar parte delescenario contigo…―No deja de ser extraño, tanto o másque el hecho de que yo haya terminado

Page 199: Tinta roja: El manuscrito robado

aquí teniendo en cuenta la posiciónsocial y económica que tenía hace tansolo unas semanas.―Ciertamente, nada de lo que nos rodease ajusta a unos parámetros normales, dehecho, desde que nació Daniela no hetenido ni un minuto de normalidad en mivida. Pero… corrígeme si me equivoco,¿es mi imaginación o estás mostrandocierta desconfianza hacia mí?

Por fin doña Carmen metió la cuchara ensu plato y comenzó a comer, dándoletiempo a Julio de elaborar unarespuesta, que aparentemente no

Page 200: Tinta roja: El manuscrito robado

terminaba de hilvanar.―No puede culparme por eso, es lomenos que podía esperar de mí, ciertadesconfianza. Todavía me parecementira estar aquí y haber descubiertoque nada en mi vida fue fruto de lacasualidad. Confieso que al principioesta pensión me pareció el refugioperfecto y la oportunidad de encontrarrecogimiento y silencio para hacer loque de verdad deseo: escribir; peropoco a poco todo se está enturbiando,me siento un poco perdido, y tengo unaextraña sensación…

Page 201: Tinta roja: El manuscrito robado

Dijo esto conscientemente, le pareciómás creíble para doña Carmen que semostrara dudoso, confuso, al fin y alcabo, se suponía que estaba medicado y,por otro lado, era lógico que en aquelentorno estuviera receloso. Mostrarsecomplaciente con todo lo que estabaexperimentando habría levantado mássospechas.―Te entiendo, es cierto que la situaciónen la que te has visto inmerso de repentedebe generarte mil dudas, pero creo quedebes centrarte en escribir si quieresque todo acabe pronto. Y… de todas

Page 202: Tinta roja: El manuscrito robado

formas… ―Dejó la cuchara suspendidaentre el plato y su boca y miró fijamentea Julio para continuar― ¿de verdadpensabas que podrías vivir toda la vidasin pagar por tu asesinato?Julio obvió su pregunta, era un tema queprefería dejar a un lado en ese momento.

―Para mí no habrá acabado nadacuando escriba la última palabra, ahífuera sigo teniendo cuentas pendientescon la justicia.―Te equivocas, el dinero lo compratodo, incluso la libertad.Julio pensó que la señora hablaba con

Page 203: Tinta roja: El manuscrito robado

conocimiento de causa, según le contóDaniela, había conseguido sobornar alas personas en las que él más habíaconfiado: a Andrés, su hombre deconfianza y amigo, y a Noelia, su novia.Y a saber a cuántos más. Se preguntóqué precio habrían puesto al afecto quesupuestamente le tenían. De súbito, susemblante, ligeramente tenso, se tornótriste. Pero se repuso, necesitabainformación para llevar a cabo su plan yera imprescindible mantenerse lúcidopara analizar con objetividad cada gestoy cada palabra de doña Carmen.

Page 204: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Y si Muerte al impostor no resultael éxito esperado?―Será un éxito mundial, estoyconvencida, es una novela que estánesperando millones de lectores en todoel mundo. Es más, estoy segura de quereactivará exponencialmente las ventasde las entregas anteriores.

―Doña Carmen…Se hizo un silencio, los dosaprovecharon para servirse unosboquerones. Julio necesitaba hacerle unapregunta y no sabía cómo formularlapara no levantar sospechas.

Page 205: Tinta roja: El manuscrito robado

―Usted ha tenido información deprimera mano sobre mis últimos veinteaños, desde que escribí El escritorasesino o Sangre negra, comoprefiera… desde entonces ha seguidocada uno de mis pasos y los de laspersonas que me rodeaban. Necesitosaber cómo he llegado hasta aquí y hastaqué punto ha manejado mi vida.―Creo que sobrevaloras mi capacidadde intervención en las vidas ajenas. Solotú eres responsable de tu pasado y dehaber llegado hasta aquí. Te seguí lapista desde que tu manuscrito cayó en

Page 206: Tinta roja: El manuscrito robado

mis manos, y mucho más después de queDaniela se apoderara de él con elseudónimo de Marcus Lake…―Sigo sin entender tantas cosas… ¿Quéedad tiene Daniela?

Esta pregunta puso muy nerviosa a lamesonera, realmente no salían lascuentas, cuando la conociera se daríacuenta de que por entonces era unaadolescente. Si Sangre negra había sidopublicada a los dos años de que él loescribiera… ¿Cuántos años teníaentonces la hija de la doña?―Daniela siempre fue muy madura para

Page 207: Tinta roja: El manuscrito robado

su edad. Entonces tenía dieciséis años―le contestó con evidente enfado.―Aun así, ¿cómo podía ella estar detrásdel seudónimo de Lake sin ser mayor deedad? Hay demasiadas cosas que nocuadran en todo esto y espero que puedaexplicármelo. También usted estásobrevalorando mi capacidad deaguante, no crea que me importaríademasiado salir de esta pensión yentregarme en la primera comisaría depolicía que encontrara.

Dijo esto último sin convencimientoalguno, cada vez estaba más convencido

Page 208: Tinta roja: El manuscrito robado

de que Daniela era una víctima de sumadre y de ninguna manera estabadispuesto a dejarla abandonada, él erasu única esperanza.―Yo firmé en su nombre hasta quecumplió la mayoría de edad.

―Eso tiene más sentido. Pero… mecuesta creer que a esa edad ya pudieramanipularla de ese modo…―Desde que nació dio muestras detener una inteligencia fuera de lo común,en cuanto tuvo uso de razón aprovechósu enfermedad para conseguir todo loque quería. Por entonces yo me sentía

Page 209: Tinta roja: El manuscrito robado

responsable de sus males, me empecinéen ser madre a una edad pocoaconsejable… en fin, quise compensarladándole todo lo que deseaba y tumanuscrito era mi oportunidad derodearla de caprichos. Cuando tuvoedad y conocimiento de cuánto dineronos estaba proporcionando tu obra notardó mucho en chantajearme. Sí, he sidoel brazo derecho del monstruo que yomisma he alimentado. Ella planeaba ydaba órdenes y yo obedecía y lasejecutaba.―Cada vez estoy más perplejo…

Page 210: Tinta roja: El manuscrito robado

Dígame, ¿cuánto de lo que me estácontando debo reflejar en Muerte alimpostor?―Todo lo que estimes conveniente, nodebes olvidar que estás escribiendo unanovela, nadie creerá jamás que cuentasla realidad.

Los dos habían terminado de almorzar,Julio cogió una naranja y se la metió enel bolsillo de su batín para comérselamás tarde en su habitación, y doñaCarmen comenzó a retirar los platos.―Qué tarde ―dijo la mesoneramirando el antiguo reloj que había sobre

Page 211: Tinta roja: El manuscrito robado

la chimenea―, debo darme prisa, estatarde tengo que salir.Julio pensó que tendría oportunidad devisitar a Daniela e instintivamente se leiluminó la mirada.

―Una última pregunta antes deretirarme, dígame, ¿cuánto de lo que meha pasado en estos últimos veinte añosha sido obra suya y de su hija?Ella dejó los vasos que tenía en la manosobre la encimera y se volvió pararesponderle, con un aplomo capaz deconvencer al mayor escéptico.―Al principio, cuando decidí quedarme

Page 212: Tinta roja: El manuscrito robado

con tu manuscrito, me conformé convigilarte de lejos, lo único que meinteresaba era que no descubrieras loque realmente había pasado con tu obra.Seguí tu espectacular carrera comoempresario y confieso que con los añosme relajé, todo te iba tan bien… Luegoempecé a recibir presiones de laeditorial de Markus Lake, fue cuandoescribí de mi puño y letra la segundaentrega, justamente después de que sepublicara recibí una llamada de tunovia, Noelia; creo que llevabas unosmeses con ella. Algo debiste contarle de

Page 213: Tinta roja: El manuscrito robado

aquel manuscrito y, como buena lectora,lo relacionó enseguida como SangreNegra. Contrató un investigador privadoque supo hacer muy bien su trabajo ytirando del hilo me encontró.―No puedo creérmelo…

Julio no salía de su asombro, si lasexplicaciones de doña Carmen eranfalsas, desde luego, se las había pensadomuy bien y no, no le faltaba imaginación.―Fue ella la que comenzó achantajearme, sabía el éxito que habíatenido tu novela y quería su parte delpastel.

Page 214: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Qué pasó después?―Daniela se encargó de arreglar esepequeño contratiempo. Tengo que irme,seguiremos esta noche.

Page 215: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XIII En su habitación, mientras dejaba pasarel tiempo suficiente como para que doñaCarmen se hubiese marchado, no podíadejar de pensar en cuánto de ciertohabría en las palabras de la hostelera.En ese momento dudaba de todo y todos:de doña Carmen, de su novia Noelia, desu amigo Andrés, de sí mismo… y, lomás doloroso, hasta de Daniela. Debíaaveriguar quién mentía, no podía dejarsellevar por las emociones, por mucho quele gustara la dulce y bella enferma. No

Page 216: Tinta roja: El manuscrito robado

tenía ninguna prueba de lo que le habíancontado la una y la otra, se encontrabaatrapado entre dos mentes femeninasenfrentadas entre ellas y debía mantenerla cabeza fría, averiguar la verdad porsu cuenta y no confiar hasta quedescubriera a la auténtica delincuente.Tal vez lo eran las dos.Empezó a dolerle la cabeza, se sentíamal, tenía fatiga y un frío espantoso. Nopudo evitar pensar en si doña Carmenhabría descubierto su argucia con lapócima y nuevamente estabaadministrándosela en las comidas.

Page 217: Tinta roja: El manuscrito robado

Bajó con la excusa preparada, por sitodavía la dueña estuviese en casa:necesitaba una infusión bien caliente yun analgésico. La encontró a punto demarcharse, ataviada con un gruesoabrigo, una bufanda y un gorro de lana.

―¿Otra vez tú por aquí? ―le preguntócon cierto desagrado.―Perdone, no me encuentro bien, veníaa por un…―Sírvete tú mismo, tengo mucha prisa.Y se marchó por la puerta de la librería,

Page 218: Tinta roja: El manuscrito robado

aparentemente, sin importarle quehurgara en su cocina.Halló lo que necesitaba sin demasiadoproblema, se preparó una infusión demanzanilla y se tomó un analgésico queencontró en la particular botica de ladoña. Mientras lo buscaba, aprovechópara echar un vistazo al interior del botede la supuesta pócima. Probó un poco, ysí, aquello no era más que harina yazúcar. Después se dirigió a lahabitación de Daniela.

―Sabía que vendrías, la he visto salir y

Page 219: Tinta roja: El manuscrito robado

no he dudado de que estabas esperandosu ausencia para venir ―le dijo lamuchacha al verlo entrar en lahabitación.―¿Has estado mirando por la ventana?

―Sí, me encuentro mucho mejor,incluso puedo dar algunos pasos por mímisma.Esa mañana le pareció especialmentebella, radiante. En su delicado y pálidorostro asomaba cierto color rosáceo, suslabios parecían más rojos y los ojos másvivos. Su abundante cabello alfombrabacasi toda la almohada como el trigo los

Page 220: Tinta roja: El manuscrito robado

campos en verano. Se estremeció depura atracción, o amor, o pasión… Nodaba crédito ni sabía qué clase desentimiento lo inundaba en ese momento,hasta tal punto, que hizo desaparecer sudolor de cabeza.―Cierto, se te ve muy… recuperada―balbució como un adolescente alencontrar el primer amor ―, no sabescuánto me alegra. Y… ¿qué ha dicho tumadre al encontrarte así?

―Oh, no, no, ella no me ha visto de estemodo, ya me he ocupado de quecontinúe pensando que su macabro plan

Page 221: Tinta roja: El manuscrito robado

sigue adelante. Me he arreglado para ti―dicho esto, el rubor de sus mejillas seencendió.―Estás… bellísima, Daniela.

―Gracias ―dijo ella con una leve yvergonzosa sonrisa―. ¿Qué tal va todofuera? Cuéntame, acércate, no te quedesahí parado, siéntate aquí ―le ordenódando una palmadita en el ladoizquierdo de su cama.Julio se sentó a su lado. Mirándola defrente, a un palmo de su rostro. Respiróprofundamente el olor a flores reciénnacidas que desprendía y el placer que

Page 222: Tinta roja: El manuscrito robado

experimentaron sus papilas olfativas loturbó. Tardó en reaccionar unossegundos, mientras buscaba en suinterior algo de sentido común paradistanciarse de la seductora escena.Necesitaba templanza para valorar quiénmentía: doña Carmen o Daniela. Tal vezlas dos. Optó por ser sincero y tantear sureacción.―Daniela… estoy muy confundido.Yo…

―Has hablado con ella, es evidente quehabéis tenido una larga conversación yha vuelto a conseguirlo. Ella siempre

Page 223: Tinta roja: El manuscrito robado

gana…Dicho esto, a la chica se le anegaron losojos y Julio sintió que su corazóntambién se hacía agua.

―No llores, no me hagas esto. Necesitoque entiendas mi situación, lo cierto esque solo conozco de las dos vuestraspalabras.―Palabras es lo único que puedo darte,no tengo pruebas, no tengo nada, Julio.Solo te pido una cosa: observaatentamente tu alrededor, reflexiona,date un tiempo antes de ponerte de partede una de las dos. Dame una

Page 224: Tinta roja: El manuscrito robado

oportunidad.―Ella dice…

―Ohhh… ella… Sé muy bien lo que teha dicho, lo mismo que les ha contadoen innumerables ocasiones a todos losmédicos, enfermeras y sicólogos que hanpasado por mi vida. Es la historia desiempre, que desde pequeña fui muymanipuladora y caprichosa, que ellacomo madre no pudo negarme nada alverme tan enferma y que ahora estásufriendo las consecuencias… y bla,bla, bla… Todos terminan creyéndola.¡Todos! Tú eres mí última oportunidad,

Page 225: Tinta roja: El manuscrito robado

no te dejes seducir por sus años yaparente abnegada maternidad, nosucumbas tú también, no lo soportaría.―Me pides demasiado, también yoestoy en una situación muy vulnerable…

Las lágrimas comenzaron a pasear por elrostro de Daniela con una cadenciaenternecedora. Parecía realmentedesolada, decepcionada en lo máshondo. Cogió un pañuelo del cajón de sumesita de noche y se secó los ojos antesde volver a hablarle.―¿Has mirado en tu armario paracomprobar si siguen allí tu dinero y tu

Page 226: Tinta roja: El manuscrito robado

ropa? ―le preguntó, en un intento deaportar alguna prueba a su versión.―Lo había olvidado, lo haré más tarde.Daniela, ¿qué sabes tú de mi vidapasada? ―le preguntó él, haciendo unesfuerzo sobrehumano por no abrazarlapara consolarla.

Ella suspiró para reponerse y contestar.Su dulce aliento llegó hasta Julio comouna tortura.―Residíamos en un pequeño piso enVallecas, en la más absoluta miseria.Vivíamos de lo que mi madre ganabacorrigiendo y evaluando manuscritos

Page 227: Tinta roja: El manuscrito robado

para algunas editoriales. Hasta entoncesnuestra vida fue… sencilla, perotranquila. Yo llevaba unos mesesbastante recuperada, parecía que todoslos extraños síntomas que padecía desdeque nací estaban remitiendo. Fueentonces cuando cayó en sus manos tumanuscrito. Una mañana la encontrésentada en el mismo sillón donde la dejéleyendo la noche anterior. Había estadotoda la noche leyéndote. Ese díaengendró una obsesión: llevar aquellahistoria al éxito que se merecía. Elladecía que había caído en sus manos por

Page 228: Tinta roja: El manuscrito robado

casualidad y que el autor ni siquierahabía tenido la precaución de poner sunombre. Pero luego supe que en realidadesa historia la estaba esperando desdehacía tiempo…―A mí me contó algo muy distinto.

―Por lo que pude saber después, creoque don Justo ya le había hablado de tunovela y de que, de tener un mejor final,podría ser una de las mejores obras dela historia. Esto lo sé porque la escuchéhablar por teléfono en varias ocasionescon nuestro profesor. Evidentemente,cuando la leyó, ella estuvo de acuerdo

Page 229: Tinta roja: El manuscrito robado

con él y procuró ese mejor final.―Aquella imagen de don Justo entre lasllamas me ha perseguido todos estosaños, todavía tengo pesadillas…

―Fue ella, Julio, ella incendió la casade don Justo. Te perseguía, sabía querondabas su vivienda y aprovechó turesentimiento hacia él, tu necesidad decorregir el final, y que esa noche estabasallí. Mi madre montó el desenlace anteti. Evidentemente, le salió muy bien.Incluso consiguió que te impactara tantoque no lograste discernir la fantasía dela realidad. Lo mejor de todo fue cómo

Page 230: Tinta roja: El manuscrito robado

corrigió una simple frase del nuevodesenlace que escribiste.―No sé lo que quieres decir. Nisiquiera recuerdo ya cómo resolví aquelfinal… Han pasado veinte años. Me veofrente a las llamas, me abrasan, estoy ados pasos de ser devorado; pero nopuedo apartar la vista de la imagen donJusto… ¡Es una escena espantosa! Miadmirado profesor, sus manuscritos, suslibros, su viejo escritorio… ¡Todoengullido por el fuego! Ese era elapoteósico desenlace de mi historia queél mismo esperaba. Tenía que ser

Page 231: Tinta roja: El manuscrito robado

valiente y quedarme hasta el final, paradespués escribirlo. Recuerdo que elcalor abrasaba mis venas… Perdí larazón, no sé qué pasó antes del incendioni tampoco cómo horas después meencontré en mi habitación de estudiante;solo sé que no hice nada por salvarlo delas llamas, yo solo quería escribir eseestúpido final. Siempre he pensadoque… enajenado, fui yo quien prendiósu casa. Todo fue una verdadera locura.―¿Tienes el manuscrito original?

―Debe estar en la vieja casa de misabuelos.

Page 232: Tinta roja: El manuscrito robado

―Consíguelo y te convencerás de lo quete estoy diciendo. Fue ella, Julio. Ahoravete, ella está al llegar.―Volveré en cuanto tenga oportunidad.

Page 233: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XIV La cabeza de Julio era un hervidero demacabros pensamientos, de dudas, deluchas contra lo que estaba sintiendo porDaniela y de recuerdos del pasado.Después de visitar a la hermosamuchacha no encontró la concentraciónpara seguir escribiendo, solo pensaba enla hora de la cena y continuar con doñaCarmen la interesante conversación quehabía quedado suspendida. Necesitabaestar lúcido, bien atento a cada una desus palabras y sus gestos. La explicación

Page 234: Tinta roja: El manuscrito robado

de su hija a todo lo pasado era enrealidad muy convincente, tanto como lade su madre. ¿Quién era el lobo y quiénel cordero? Pensó que se hacíaimprescindible ir a Villafría y buscar elmanuscrito original en casa de susabuelos, lo que podría ser la prueba quele ayudaría a encontrar la verdad.Se dirigió a su armario y sí, allí estabala ropa que llevaba puesta el día quellegó a la pensión, su móvil,desconectado, y su dinero, además de unpar de jerséis, unos vaqueros y ropainterior. Doña Carmen no le había

Page 235: Tinta roja: El manuscrito robado

quitado ni un céntimo. Aunque dudabade si aquello era parte de una estrategiapara ganarse su confianza o realmente lamesonera no era tan perversa comocontaba su hija. Supo que había llegadoel momento de salir de allí y buscarinformación fuera. Al día siguienteviajaría a Villafría, pero antes debíaconcluir la conversación que habíaquedado pendiente con la señora, y yaera casi la hora de la cena.

La encontró atareada en la cocina,preparando una tortilla de patatas. Sobre

Page 236: Tinta roja: El manuscrito robado

la encimera se enfriaban unos platos dearroz con leche y en la mesa ya estabandispuestos dos servicios y una magnificaensalada.―Buenas noches, doña Carmen.

Ella se volvió sorprendida, no loesperaba tan pronto.―Buenas noches, Julio. Como ves,todavía no tengo preparada la cena.―No importa, si no le molesta, mientrastanto me gustaría quedarme frente a lachimenea. Hace un frío espantoso ―lecomentó encogiéndose, como evitandotiritar.

Page 237: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Qué tal tu dolor de cabeza?―Mejor. Gracias.

Él tomó asiento frente al fuego y guardósilencio un buen rato mientras doñaCarmen terminaba su tarea.―Todo listo, hora de cenar.Julio volvió el rostro y, antes dedirigirse a la mesa, comenzó a hablarle,con toda sinceridad, como lo habíahecho con Daniela; él guardaba laimaginación para sus novelas, era muymal actor.―Doña Carmen, no paro de darle

Page 238: Tinta roja: El manuscrito robado

vueltas a mi pasado, a todo lo ocurridodesde que escribí El escritor asesino.―Sangre negra, si no te importa. Peroacércate a la mesa y disfrutemos de lacena.

Él obedeció con pereza, se estaba tanbien a dos palmos del fuego…―¿Qué me decías?―Que estoy muy confundido, no consigoseparar la realidad de la fantasía. Intentorecordar qué pasó desde que escribí esanovela… Era tan joven… Aquelincendio viene a menudo a mi mente…Yo solo quería ser escritor y hacer feliz

Page 239: Tinta roja: El manuscrito robado

a mi abuelo. Necesitaba el apoyo de donJusto, pero él siempre me decía que mefaltaba algo para ser ese escritorsoñado. Evoco el incendio una y otravez, lo veo horrorizado, con el rostroretorcido de dolor tras las llamas, perono sé lo que pasó antes ni después, nisiquiera soy capaz de recordar esemomento en el que prendí fuego a laextraordinaria biblioteca del profesor ylos manuscritos que lo rodeaban.―Es normal que tu mente haya borradoese momento, debe ser difícil seguiradelante con semejante crimen a tus

Page 240: Tinta roja: El manuscrito robado

espaldas. Pero lo escribiste todo, tal ycomo pasó, está reflejado en la primeraparte de la trilogía de Markus Lake.―Ya… ―dijo con evidente falta deconvencimiento―. Siempre he sido muyobsesivo, cuando me empeño en sacarun proyecto adelante no paro hastaconseguirlo, pero hasta el punto dematar…

Doña Carmen lo escuchaba en silencio,muy atenta, como estudiando cadapalabra del desahuciado escritor.―Eso es evidente, no hay más que verel imperio que levantaste de la nada

Page 241: Tinta roja: El manuscrito robado

siendo tan joven, por no hablar del granéxito de la novela. Sí, tu empeño enconseguir las cosas es peligroso.―No hasta el punto de matar, no, no soycapaz de eso, aquella noche tuvo quepasar algo que se me escapa. Sabe, yano me apetece escribir esa tercera partede la trilogía, ni conseguir ese sueño devivir aislado en un bonito paisaje ydedicar mis días a la literatura. Dehecho, en este momento me importaríamuy poco que fuese detenido. No hehecho nada malo, o al menos noconscientemente, no tengo por qué vivir

Page 242: Tinta roja: El manuscrito robado

aquí escondido.Doña Carmen seguía en silencio,comiendo pausadamente, sin contestar.

―¿No tiene nada que decirme?―Puedes marcharte cuando quieras, megustaría que escribieras esa novela yfueses tú quien pusieras el punto y finalque millones de lectores esperan desdehace tantos años, estoy segura de queconseguirías volver a tu cómoda vida,pero no puedo retenerte. Sí te digo queno te quepa duda de que te detendrán deinmediato y que te espera una largacondena.

Page 243: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Por qué? No fui yo quien llevó miempresa a la ruina…―Eso al fisco no le importa, todo estáen contra tuya. No has dejado más queenemigos ahí fuera, has sido unempresario algo déspota y engreído, ydemasiado duro con tus empleados.Además, Noelia no dudará un minuto enacusarte del asesinato de don Justo.Como te decía durante el almuerzo, hacedos años que recibe parte de lasliquidaciones de autor, no pude negarme,amenazó con denunciarnos a los tres,incluida mi hija, que es la que está

Page 244: Tinta roja: El manuscrito robado

detrás de Markus Lake desde quecumplió los dieciocho años. A ti tedenunciaría por asesino y a mi hija y amí por robarte tu trabajo y lucrarnos deél a sabiendas de que lo había escrito uncriminal. Ya ves, después no seconformó con su parte de los royalties yse alió con tu contable para vaciar lasarcas de tu empresa y dejarte en la ruina.Tras la puerta de esta pensión te aseguroque te esperan varias causas judicialesde las que no podrás escapar, tu novia esuna chica muy lista y sin escrúpulos, lotiene todo muy pensado.

Page 245: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Sabe que estoy aquí?―Lo comprobarás si decides marcharte.Por el contrario, si tomas la decisión dequedarte, te aconsejo que te concentresen la novela y la termines cuanto antes,los tres tenemos ganas de irnos de estavieja pensión. ¿No vas a comer nada?

―No tengo apetito, creo que lo quenecesito en este momento es estar solo yreflexionar sobre todo esto.

Page 246: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XV Apenas durmió un par de horas esanoche. Pero, a pesar del desvelo y deque se moría por verla de nuevo, no fuea visitar a Daniela. Necesitabadesconectar, alejarse de la madre y lahija, reflexionar lejos de sus tóxicasinfluencias.Antes del amanecer, salió de la pensión,por la misma puerta que le dio paso eldía que llegó allí dispuesto a emprenderuna nueva vida, alejado y escondido desu pasado. Hacía un frío glaciar esa

Page 247: Tinta roja: El manuscrito robado

madrugada. Se atavió con casi toda laropa de la que disponía: dos camisetasinteriores, dos jerséis y su abrigo, consu móvil sin conexión y sus dieciochomil euros en los bolsillos. En la pensiónreinaba el silencio cuando se marchó.Las calles estaban completamente vacíasde vida, las farolas guiaban sus pasos.La escarcha de la acera lo hacía caminarinseguro y la gélida brisa le helaba lasvías respiratorias. A pesar de lainquietante sensación de desamparo, amedida que avanzaba se sentía másdespejado y convencido de hacer lo

Page 248: Tinta roja: El manuscrito robado

debido. Decidió ir caminando hasta laestación de Atocha y coger desde allí eltren que lo llevaría a Villafría. Hacíamuchos años que no visitaba el pueblode sus abuelos, pero por lasfelicitaciones navideñas que le enviabauna tía sabía que ella y su maridoseguían viviendo en la vieja casa dondepasó todas las vacaciones de su infanciay adolescencia. Dependiendo de siencontraba lo esperado entre las cosasdel abuelo, regresaría a la pensión o iríadirecto a la primera comisaría que lesaliera al paso.

Page 249: Tinta roja: El manuscrito robado

El reloj de la estación marcaba las sietemenos cuarto, todavía tendría queesperar más de una hora hasta coger sutren. Encontró una cafetería abierta yentró a desayunar, un café caliente levendría genial, a pesar del algodón y lalana que lo envolvían sentía las sienes ylos pies congelados. En el quioscovecino al bar los periódicos del díalucían más frescos que sus huesos. Endos de ellos la portada mostraba surostro. Leyó: «El famoso empresarioJulio Lozano en paradero desconocido».

Page 250: Tinta roja: El manuscrito robado

«La policía aumenta sus efectivos en labúsqueda de Julio Lozano». Se quitó elabrigo: así, con el viejo jersey de lana,en vaqueros y sin la gomina que usabacada mañana y que hacía desaparecerlos abundantes rizos de su pelo, seríamás difícil reconocerlo; no pensabarenunciar a ese café. Con la frente baja ysin mirar al camarero, pidió una tostaday una buena dosis de cafeína.En el tren le obsesionó la idea de serreconocido. Una señora que había alfondo del vagón lo miró con curiosidady finalmente hizo una llamada con su

Page 251: Tinta roja: El manuscrito robado

móvil. Dio por hecho que en su lugar dedestino lo esperaría la policía paradetenerlo. Pero no fue así, finalmenteconsiguió llegar hasta la antigua casa devacaciones de su infancia.

Eran las once y media de la mañanacuando llamó a la puerta. No tardómucho en aparecer su tía Justina.―Julio, ¿eres tú?―Hola, tía. Me alegro de verte.―¡Mariano, mira quién ha venido!―gritó la señora para llamar al marido.

Page 252: Tinta roja: El manuscrito robado

―¡Julito, muchacho, cómo tú por aquí!―lo saludó Mariano con un efusivoabrazo.―Venga, pasa, pasa, ahí fuera hace unfrío que pela ―lo invitó por fin a entrarJustina.

Ya en el interior, sintió una fuerteconmoción. Todo parecía comocongelado por el tiempo: las piedras delos muros desnudos, la robusta mesa, laleñera, la chimenea, la rústica librería…hasta el sillón donde su abuelo pasótantas horas leyendo seguía en su exactolugar. Por un momento lo vio sumergido

Page 253: Tinta roja: El manuscrito robado

en una de aquellas historias de policíasque tanto le gustaban.

Frente al segundo café del día y sus tíos,comenzó una afable conversación.―Has hecho bien en venir, aquí estarása salvo de todo, nosotros nosocuparemos de protegerte hasta que estopase ―le dijo Mariano, evidentementeinformado de la persecución que sufríasu sobrino y convencido de que habíallegado hasta allí para esconderse―. Anosotros no tienes que darnosexplicaciones de nada, sabemos que

Page 254: Tinta roja: El manuscrito robado

siempre fuiste un buen chico.―Ya veo que las noticias de mi huidahan llegado a todos los rincones deEspaña. Muchas gracias, tío, pero no hevenido a quedarme, vengo a buscar algoque podría ayudarme a salir de este lío.Tanto si lo encuentro como si no, miintención es marcharme esta misma tardea Madrid en el último tren.

―Claro, claro, cuenta con nosotros sipodemos ayudarte en algo ―apostillóJustina, mirando a Julio como si todavíaviera en él el niño que corría yalborotaba por aquella casa―. Pero,

Page 255: Tinta roja: El manuscrito robado

hijo, mírate, se te ve agotado. Quédateunos días y después haces todo lo quetengas pendiente.―No puedo, tía, tengo… es una largahistoria. Si todo sale bien, prometo nodejar pasar tanto tiempo y volver parapasar unos días en esta bendita tierra.

―Conocemos la historia ―dijoMariano―, llevamos semanaspendientes de todo lo que hablan de ti enla televisión y los periódicos.―No creas todo lo que dicen por ahí demí.―No te preocupes, nosotros sabemos

Page 256: Tinta roja: El manuscrito robado

muy bien quién eres y estamos segurosde que no era tu intención robar todo esedinero y dejar en la calle a tustrabajadores, eres un Lozano y tu honory sentimientos están por encima deldinero ―le dijo Justina con ternura―.Dinos, ¿qué has venido a buscar?―¿Dónde están las cosas del abuelo?Me refiero a todo lo que guardaba en eltrastero…

―Vaya por Dios… ese trastero huboque vaciarlo hace dos años, las termitascamparon a sus anchas un verano…―No puede ser ―interrumpió Julio a su

Page 257: Tinta roja: El manuscrito robado

tío, muy decepcionado.―Lo siento, hijo. Se salvaron pocascosas, algunas herramientas ycarpetas…

―¿Dónde están esas carpetas?Justina se dirigió a la librería y rebuscóun rato entre los libros y papeles. Al finregresó a la chimenea y puso en lasmanos de Julio lo que había pedido.―Toma, esto es lo único que se salvóde todo el papel que había allíguardado.Una de las carpetas contenía cartas de la

Page 258: Tinta roja: El manuscrito robado

familia y recortes de periódicos. La dejósobre la mesa y abrió la otra. Allíestaban, los dos manuscritos: el primeroque escribió y que le pasó a su abuelopara que ejerciera de lector cero, y elsegundo con el desenlace corregidodespués del incendio. Pasó las hojascomo poseído, buscando ese momentoen el que el viejo profesor moría entrelas llamas. Sus tíos lo mirabansorprendidos por su extraña actitud antelos papeles.―Aquí está ―balbució Julio, pasandosu dedo índice por parte del texto.

Page 259: Tinta roja: El manuscrito robado

Leyó para sí: «No podría decir cuántotiempo llevaba parado frente a suventana, observando cómo el viejoprofesor escribía, deteniéndose de vezen cuando para mirar la nada, comopidiendo respuestas a las musas. Desúbito escuchó un chasquido y unapequeña llama iluminó por un momentoel rostro de una mujer en el fondo de laestancia donde trabajaba don Amando.Él no podía verla porque ella estabajusto detrás, entre su sillón y labiblioteca que tenía a la espalda, ytampoco pudo escucharla, hacía tiempo

Page 260: Tinta roja: El manuscrito robado

que estaba prácticamente sordo. Comoen una ensoñación, vio a la extrañaseñora introducir una pequeña antorchaentre los libros y manuscritos delprofesor. Se quedó clavado frente alcristal, paralizado ante el espectáculo.Cuando quiso auxiliarlo ya erademasiado tarde».Cerró la carpeta, visiblementeemocionado por el hallazgo, y habló asus tíos.

―Gracias, muchas gracias por haberguardado este tesoro tantos años.Gracias…

Page 261: Tinta roja: El manuscrito robado

―Me alegra ver que hemos sido deayuda ―dijo Mariano sonriéndole conafabilidad―, pero no nos des lasgracias, dáselas a las termitas queexcluyeron de su dieta estos papeles. Teaseguro que hubo que tirar muchoslibros y documentos.La curiosidad femenina de Justina leimpidió ser tan prudente como su maridoy quiso saber el motivo de tantoagradecimiento.

―Pero dinos, hijo, ¿qué has encontradoque te ha hecho tan feliz?―Como te dije antes, detrás de todas

Page 262: Tinta roja: El manuscrito robado

las noticias que salen en los medios decomunicación hay una larga y extrañahistoria que ni yo mismo conozco, estoyatando cabos, intentando encontrar laverdad ―explicó Julio a su tía. Luegose dirigió a los dos―. Os prometo queen cuanto todo esto pase volveré y os locontaré. Me encantaría poder pasar unosdías con vosotros.―De acuerdo, esperaremos. Ojalá queno tengan que pasar otros diez años parasaber de ti ―dijo Mariano.

―¿Diez años? Lo siento, no volverá apasar, os lo prometo.

Page 263: Tinta roja: El manuscrito robado

―Te quedarás a comer al menos ―dijoJustina, decepcionada por no haberpodido satisfacer su curiosidad.―Claro que sí. Una última cosa… yo nohe estado aquí, seguís sin tener noticiasdesde hace diez años.

―Por supuesto, cuenta con nuestradiscreción. ¿Verdad, Justi? ―contestóMariano.―Prometido ―dijo ella. De regreso a Madrid, en el tren, Julioiba leyendo el manuscrito definitivo queenvió a las editoriales. Le vino muy bien

Page 264: Tinta roja: El manuscrito robado

esconder su rostro entre los papeles,todo el tiempo tenía la sensación de serobservado. Ahora, mediados casi veinteaños, la historia que tenía en sus manosle parecía infinitamente mejor que enaquellos momentos. Le resultó curiosoengancharse a la novela como si setratara realmente de una obra de MarkusLake y él no hubiese dejado en ella unasola palabra.De vez en cuando levantaba la vista ymiraba por la ventanilla el discurrir delpaisaje. Tenía la prueba en sus manos,doña Carmen lo había engañado

Page 265: Tinta roja: El manuscrito robado

creyendo que no tendría forma decomprobar lo que ella aseguraba: que élmismo había escrito la verdad cuandorectificó el manuscrito y dejó bien claroque el joven protagonista fue quienincendió la casa de don Amando. No,no, nada de eso, lo que había escritodistaba de su versión en un detallecrucial: fue una mujer la que asesinó alprofesor. ¿Era posible que en los pocosdías que la mesonera lo había medicadohubiese perdido la memoria hasta elpunto de necesitar comprobar por élmismo una verdad que debía saber?

Page 266: Tinta roja: El manuscrito robado

¿Cómo había podido hacerlo dudar desus propios hechos por mucho tiempoque hubiese pasado?Ahora tenía una valiosa información,pero abrigaba la duda de si guardárselahasta mejor momento o contársela a laseñora sin más. Y, lo más complicado,¿podía confiar en Daniela? Lo que teníaen sus manos avalaba la versión de lamuchacha, pero había tantas preguntassin contestar aún… Se moría por verlade nuevo y contarle los detalles de suviaje. ¿Por qué se permitía dudar de labella Daniela? Había viajado hasta

Page 267: Tinta roja: El manuscrito robado

Villafría, arriesgando su libertad, parabuscar pruebas en contra de doñaCarmen y las había encontrado. ¿Qué leestaba pasando de repente que se habíavuelto tan sumamente desconfiado?«Qué pregunta ―se dijo―. Qué me va apasar, pues que en unas semanas me hatraicionado hasta la mujer que me habíajurado amor eterno. ¿Cómo voy aconfiar en alguien que acabo de conocery en unas circunstancias tan oscuras?».Su instinto lo incitaba a protegerla yarrancarla de las garras de su madre,pero su cabeza le gritaba que tuviese

Page 268: Tinta roja: El manuscrito robado

cautela.

Cuando llegó eran más de las diez de lanoche, la librería estaba cerrada. Buscóen la penumbra algún timbre para llamary lo encontró al lado del cutre negocio, acinco centímetros de una puerta demadera. Esa debía ser la entradaprincipal de la pensión, en la que nohabía reparado hasta ese momento.Presionó el botón y se oyó en el interiorun ronco ring-ring.Tuvo que tocar un par de veces más yesperar un buen rato a que se abriera la

Page 269: Tinta roja: El manuscrito robado

puerta. Al fin apareció la doña, ataviadacon una gruesa bata de casa.―Vaya… has vuelto. Buenas noches,Julio. Me alegra verte de nuevo.

―Buenas noches, doña Carmen. Sientomolestarla a estas horas, pero…―Venga, pasa de una vez. Ufff… quéfrío entra por esta puerta. ¿Te apetece unbuen caldo caliente?La amabilidad de la mesonera, o librera,o correctora, o impostora… lo quefuera, lo confundía. Hacía un momentose hubiese tirado a su cuello parahacerla confesar todas sus fechorías,

Page 270: Tinta roja: El manuscrito robado

pero no, todavía no, esa carta debíaguardársela por el momento. Y un caldobien caliente es lo que necesitaba, desdeluego. Estaba arrecido, extenuado,hambriento y completamente solo, doñaCarmen y su pensión eran su únicaopción esa noche, en cualquier otrohospedaje le habrían pedido el carnet deidentidad y su detención habría sidoinmediata. Por otro lado, habíaprometido a Daniela sacarla de allí, y nopensaba abandonarla a merced deaquella amable bruja, pero bruja al fin yal cabo. Era posible que finalmente

Page 271: Tinta roja: El manuscrito robado

fuese traicionado por las dos, madre ehija, pero por lo pronto no tenía nadaque contradijera lo que le había contadoDaniela, sin embargo, sí tenía pruebasde las peligrosas mentiras de su madre.―Dame el abrigo y siéntate frente a lachimenea mientras te caliento la sopa.

―Necesito subir un momento a mihabitación e ir al baño. Bajo enseguida.―Claro, claro.Empezaba a exasperarlo su excesivacondescendencia. Necesitaba ir al baño,pero sobre todo quería quitarse elabrigo en soledad, debajo llevaba los

Page 272: Tinta roja: El manuscrito robado

manuscritos. Por un momento tuvo lasensación de que la falta de curiosidadde la mesonera y su amabilidad teníanuna sombra sarcástica. Era como si en elfondo supiera de antemano dónde habíaestado, para qué y lo que llevaba bajo elabrigo. Pero era imposible. ¿O no?Recordó lo que le había comentadoDaniela, su madre controlaba muchomás de lo que parecía.Se sintió un poco perdido en el pequeñoportal, la primera y única vez que entróa esa pensión lo hizo por la librería y nose ubicaba. Al frente tenía un larguísimo

Page 273: Tinta roja: El manuscrito robado

y oscuro pasillo que parecía no llevar aningún lugar. Se quedó parado, con lamirada en el tétrico túnel, sin saber quédirección tomar.―A diez pasos a la derecha hay unapuerta que te llevará a la escalera ―leaclaró ella, intuyendo el motivo de sudesorientación.

―Bajaré enseguida.Era un pasillo demasiado largo paraatravesar solo lo que conocía de lapensión. A los diez pasos,efectivamente, había una puerta a laizquierda por la que se atisbaba la

Page 274: Tinta roja: El manuscrito robado

escalera que subía hasta su habitación, yotra cerrada a la derecha; pero siguiócaminando, llevado por la curiosidad.Era como un interminable callejón sinsalida. Después de ochenta pasos, nada,solo una vieja pared. Confundido,retrocedió, y al girarse vio a lamesonera al otro lado del pasadizo,mirándolo como una aparición espectrala media noche.―Perdón ―le dijo en tono alto para quele llegara su voz al otro lado―.¿Cuántos pasos me dijo?

―Diez.

Page 275: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XVI Lo mejor de su regreso lo estabaesperando en su habitación.―Daniela… Tú… Me alegra verte.

Julio estaba tan sorprendido que noacertaba a encadenar las palabras concoherencia.―No más que a mí. Te escuché llegar yquise darte una sorpresa.La encontró muy mejorada, tenía lasmejillas algo más sonrosadas que antesde marcharse y la mirada todavía más

Page 276: Tinta roja: El manuscrito robado

viva. Le sorprendió que fuera máshermosa aún que hacía tan solo un parde días.―¿Cómo has llegado hasta aquí?

―Estoy mucho mejor y el esfuerzo hamerecido la pena. Te he echado demenos…―Daniela… yo… estoy tan confundido.Tu madre me espera en la cocina, meestá calentando un caldo.―Vete, estaré aquí cuando vuelvas.Julio se desabrochó el abrigo, sacó losmanuscritos y le habló antes de

Page 277: Tinta roja: El manuscrito robado

marcharse.―Me marché a buscar pruebas y lasencontré. Estos son los dos manuscritosoriginales de Sangre negra. No sé sisería lo adecuado guardarlos en estahabitación.

―Yo cuidaré de ellos. Vete, hablamosmás tarde. Ya en la cocina, mientras tomaba elmejor caldo que había probado en suvida, doña Carmen, sentada frente a él,comenzó una interesante conversación.

Page 278: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Has vuelto para quedarte?―No lo sé, si le digo la verdad ya notengo tan claro si quiero retomar micarrera de escritor, y menos en estasextrañas circunstancias.

―¿Tienes otra opción?―Siempre hay más opciones, puedoentregarme a la policía, como ya le dije,no crea que me importa mucho en estemomento. También puedo vivir como unilegal, igual que ahora, pero en otrolugar.―Si te marchas te denunciaré yo misma,no solo por malversar los fondos de tu

Page 279: Tinta roja: El manuscrito robado

empresa, también por asesinato. Nosaldrías de la cárcel al menos en veinteaños.Julio soltó la cuchara cuando estaba apunto de introducirla en su boca y mirópor unos segundos a la mesonera, entresorprendido y hastiado.

―¿Me está amenazando?―Totalmente. Tengo un objetivo ypasaré por encima de lo que seanecesario para cumplirlo.―Nunca pensé que diera la cara de estemodo… En este momento parece usteduna persona muy distinta a la que me

Page 280: Tinta roja: El manuscrito robado

recibió el día que llegué.―Me lo estás poniendo muy difícil, nome has dejado alternativa. He intentadodarte toda la confianza, te dejé marcharpara que hicieras esa visita a tus tíos,incluso he permitido que entraras en lahabitación de mi hija, pero veo que noha servido de nada y presiento que notardarás mucho en traicionarme.

Él no salía de su asombro, la mirabaincrédulo. De repente a su mirada asomóla locura, la personalidad de unapeligrosa sicópata.―Es usted un ser miserable…

Page 281: Tinta roja: El manuscrito robado

―Sí, lo soy. Todo podría haber sido deotro modo, pero tú y tu cabezonería…―No voy a permitir que me manipule,este juego se ha terminado. ¡Me oye! ¡Seterminó!

Dicho esto, Julo se levantó, iracundo,dispuesto a marcharse de aquella cuevainmunda regentada por la peor de lasbrujas. Pero ella tenía un as bajo lamanga.―No vas a marcharte ―le dijo con unaseguridad asombrosa y malévola.Entonces él lo comprendió todo. Eracierto, algo más fuerte que su voluntad

Page 282: Tinta roja: El manuscrito robado

se lo impedía: Daniela. Era posible quecuando la muchacha lo recibió de suviaje en su habitación ya supiera laconversación que le esperaba con elrico caldo.―Es guapa, ¿verdad? Sería una lástimaque la abandonaras en estascircunstancias. ¿No vas a hacer nada porella? Si te marchas y te detienen ¿cómovas a sacarla de aquí? Está tanenferma… podría pasarle cualquierdesgracia.

―Es usted tan despreciable…―Deberías comer algo más, mañana te

Page 283: Tinta roja: El manuscrito robado

espera un duro día, se terminaron lascontemplaciones, es hora de ponerse aescribir en serio. Por cierto, no estaríamal que tomaras apuntes de cada detalle,incluso de esta conversación, no tengoque recordarte que estás aquí para vivirtodo lo que tienes que escribir.―¿Cómo puede una madre causar tantodolor a su hija? ¿Qué clase de personaes usted?

―Ja, ja, ja… Querido Julio, soy únicaen mi especie, solo tengo un amor: laliteratura. Para mí todo lo demás está asu servicio, absolutamente todo.

Page 284: Tinta roja: El manuscrito robado

―¡Está usted loca! No se saldrá con lasuya, se lo aseguro. Creo que sí, voy aquedarme por el momento. Ya veremosquién gana esta guerra.―Ja, ja, ja… Ay, Julio, tu abuelo teníarazón, eres tan pertinaz como inocente.Ja, ja, ja…

Julio se marchó como una furia,dejándola sentada frente a la mesa,ahogándose en su siniestra risa. Su ira fue aumentando a medida quesubía las escaleras. Entró en suhabitación con decisión, casi con

Page 285: Tinta roja: El manuscrito robado

violencia, como aparecen los cowboysde las películas del oeste en lascantinas. Daniela estaba sentada frente asu mesa, de espaldas, escribiendo en unalibreta. Se volvió asustada al escucharel golpe que dio la puerta contra lapared. La luz de la tulipa enmarcaba sufigura envolviéndola en un auraprodigioso, su abundante cabello le caíasobre los hombros arropándola hasta lacintura como si fuese un manto deesponjosa seda, dejando asomar unrostro tan perfecto, que por un momentoa él le pareció la estatua de una diosa,

Page 286: Tinta roja: El manuscrito robado

obra de un artista griego; tenía una pieltan pálida, suave y firme, que parecíaesculpida en mármol. Ella supo delpoder balsámico que su belleza estabaejerciendo en él y permaneció quieta,esperando su reacción. Julio se quedóunos segundos mirándola, maravillado;pero la irá lo sacó de su momentáneoéxtasis.―¿Qué pretendéis entre tu madre y tú?Dime, ¿qué final tenéis preparado parala tercera parte de esta maldita trilogía?

―¿A qué vienen estas preguntas? ¿Quéha pasado? ―respondió Daniela con

Page 287: Tinta roja: El manuscrito robado

más preguntas, visiblemente afectadapor la actitud de Julio.―¡Oh, Daniela!, deja de hacerte ladulce e inocente víctima de tu pérfidamadre, está claro que todo lo habéispreparado entre las dos, ella utilizandosu maquiavélica inteligencia y tú tuseductora belleza. Devuélveme mismanuscritos, son la única prueba quetengo para defenderme. Me marcharémañana temprano…

Daniela lo miró unos instantes,profundamente decepcionada, mientrasde sus grandes ojos comenzaba a brotar

Page 288: Tinta roja: El manuscrito robado

el jugo de un hondo dolor. Después selevantó y, con cierta torpeza, se dirigió ala cama, metió la mano detrás delcabecero y sacó los manuscritos. Con lamirada baja, escondiendo su tristeza,puso en las manos de Julio el fajo defolios.Al acercarse, él pudo percibir el aromade su cabello y rozar sus temblorosas yblancas manos. Un hormigueo invadió sucuerpo desde las entrañas a la piel; aduras penas peleaba contra su imperiosanecesidad de apretarla contra sí yacabar de una vez por todas con la

Page 289: Tinta roja: El manuscrito robado

tentación que lo torturaba desde que laconoció. Ella supo de su lucha interior yse apartó de inmediato. Fue este gestode comprensión y cómo se elevaron suspestañas para mirarlo lo que le robó lapoca voluntad que le quedaba.Dejó los manuscritos sobre la cama ydio un paso al frente para abrazarla. Ellasí venció la tentación. Solo unos minutosantes se hubiese entregado sin dudarloun instante; pero la desconfianzamostrada por Julio había arrasado consu deseo. Se retiró para no ser alcanzadapor sus brazos.

Page 290: Tinta roja: El manuscrito robado

―No, Julio… no puedo, vuelves adesconfiar de mí… y te irás mañana. Noestoy de ánimos.―Daniela… ―la nombró mientrasintentaba acercarse de nuevo.

Ella le mostró la palma de su mano parapedirle que parara, mirándolo contristeza a través de la tormenta de susojos.―Entiéndeme… desde que llegué vivoen un constante vaivén emocional. Yo…ya no sé qué pensar, estoy muyconfundido. Os conozco de hace solounos días, vuestra vida es tan extraña…

Page 291: Tinta roja: El manuscrito robado

Han sido muchas noticias en pocotiempo, a cual más oscura einexplicable. No sé… todo me pareceuna espantosa pesadilla.―Te entiendo, créeme, pero también yonecesito tu comprensión. Espero que tevaya muy bien ahí fuera. No te olvidaré,Julio. Adiós.

Daniela salió de la habitación dejandoal paso su característico olor a floressalvajes y un fuerte sentimiento de culpaen Julio.Se tumbó en la cama y fijó la vista en eltecho, preso de la impotencia,

Page 292: Tinta roja: El manuscrito robado

recriminándose a sí mismo su falta dedecisión. De repente no queríamarcharse, en ese momento solodeseaba estar con ella eternamente yolvidarse de todo. Era un sentimientopoderoso, sin sentido alguno, por muyhermosa que fuera Daniela.

A los pocos minutos unos golpes en lapuerta lo sacaron de sus pensamientos.Al abrir se encontró con doña Carmen.―No vas a marcharte ―le dijo sinsaludar, ataviada con un camisón defranela y unas zapatillas de paño, algo

Page 293: Tinta roja: El manuscrito robado

despeinada, como si hubiese salido dela cama―. Ponte a escribir cuanto antesy acabemos de una vez con todo esto, tuslectores te esperan ansiosos.Él no se molestó ni en replicarle,empujó la puerta y la cerró en susnarices con desprecio. Sí, era hora detomar una decisión y afrontarla sinvolver a dudar.

Se dirigió a la mesa con la intención deescribir la historia que lo había llevadohasta allí y terminar con aquella torturade una vez. En el blanco papel encontróun mensaje de Daniela que lo alarmó.

Page 294: Tinta roja: El manuscrito robado

La libreta en la que había comenzado aescribir la tercera parte de la trilogíaestaba abierta y, con primorosa letra,Daniela había dejado una carta para él. Querido Julio:Después de muchos meses heconseguido bajar y subir las escalerasde este macabro hostal, dispuesta aplantarle cara a mi madre, convencidade que estabas de mi lado. No he sidocapaz de cruzar el umbral de laentrada de la cocina, he escuchadovuestra conversación y… no puedo

Page 295: Tinta roja: El manuscrito robado

seguir con esto, no es justo paraninguno de los dos, especialmente parati. Todo lo que ella ha maquinado desdeque escribieras ‘Sangre negra’ meparece tan cruel y tan injusto… Detodas sus perversiones, la que más meduele es que esté utilizando lo quesientes hacia mí para retenerte. Nopuedo soportarlo, es como si mearrancaran de cuajo el aliento de vidaque recuperé cuando llegaste. Haceaños que no me sentía tan fuerte ycapaz de ganar esta eterna guerra y hallegado el momento de hacer algo que

Page 296: Tinta roja: El manuscrito robado

ella no espera. Por una vez ocurrirá loque no estaba en sus planes y nisiquiera imaginó: me voy a buscar lasolución fuera de estas ranciasparedes, y quiero hacerlo sola. Sientohacerte esto y marcharme precisamenteahora, pero de ninguna manerapermitiría que por mi causa fuesesdetenido; si me acompañases, estoysegura de que ella movería enseguidalos hilos para que te arrestaran.No creas que no he meditado estadecisión, en realidad es una locura amedias, he tenido años para pensar en

Page 297: Tinta roja: El manuscrito robado

qué pasos daría si algún día pudierasalir de aquí, dispuesta a todo, inclusoa prostituirme, solo necesitaba algo dedinero para comenzar. No te preocupes,ahora sería incapaz de hacer algo así.Por cierto, espero que no te importe, tehe cogido prestados dos mil euros; hasido una suerte que llegaras justo antesde marcharme y dejaras tu abrigo. Telos devolveré. Pero antes de irmequiero hacerte un regalo, espero que noveas esta nota hasta que te lo entregue.Jamás pensé que diría esto:Te quie…

Page 298: Tinta roja: El manuscrito robado

Julio tiró la libreta contra la mesa ysalió de la habitación como unaexhalación. Cruzó el pasillo que llevabaa la habitación de Daniela corriendo,como ido. Abrió la puerta de su cuarto,pero lo encontró vacío. Sí, lo teníapensado, todo parecía en orden, inclusohabía dejado la cama hecha. A pesar deestar fuera de sí, no pudo evitar percibirese perfume tan limpio y salvaje quedesprendía su pequeño mundo.

Bajó las escaleras saltando a pares lospeldaños, produciendo estruendosos

Page 299: Tinta roja: El manuscrito robado

golpes sobre la ajada madera. Miró enla cocina, en el despacho de doñaCarmen, en la librería… Nada, eracomo si de repente la pensión estuvierahabitada de extrañas presencias, ningunareal. El hostal estaba completamentevacío.Volvió sobre sus pasos y se paró en eldescansillo de la escalera, desde dondepodría ser oído en los confines de latierra.

―¡Daniela! ¡Danielaaa…! ―gritóembravecido―. Daniela… por Dios, nome hagas esto ahora… ―dijo bajando el

Page 300: Tinta roja: El manuscrito robado

tono y sentándose en el primer peldaño.Apenas estuvo un minuto con la cabezagacha, entre las manos, intentandorecuperar el resuello y valorarrápidamente la situación. Solo había unaopción, buscarla fuera, se estremecía deimaginarla con aquel frío, vagando aesas horas de la noche por las callesvacías. Estaba dispuesto a salir, pero,aunque la puerta de la librería abría pordentro, en esa ocasión la persianametálica le impidió el paso.

Inmediatamente, recordó la otra entradaa la pensión, por la que accedió la noche

Page 301: Tinta roja: El manuscrito robado

que regresó de visitar a sus tíos. Pero nosabía dónde buscar, estaba desorientado.Paró un momento para ubicarse: sí, entróy se encontró con un largo pasillo y adiez pasos a la derecha estaba la puertaque llevaba al rellano de la escalera yque subía a las habitaciones. «¡Solotengo que volver a la maldita escalera!»,gritó, y el eco le devolvió una vozgrave, ronca y rota. Ya frente a lospeldaños, miró a su alrededor. Estabademasiado oscuro, apenas entraba unvelo de luz por una pequeña ventana quedaba a un patio ciego. Tanteó a ciegas

Page 302: Tinta roja: El manuscrito robado

las paredes, en algún lugar debía estaresa puerta que daba al largo pasillo.Buscó un pomo o algún tirador queanunciara la salida. Nada. A pesar de lagélida noche, comenzó a sudar. Paró unmomento y se echó sobre la paredizquierda, forrada de una madera tanvieja como la dueña de todo aquello.Entre el silencio, escuchaba su corazónagitado y el fluir de la desesperaciónpor sus vías respiratorias. Pero habíaotro sonido que no salía de sus vísceras.

Page 303: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XVII Intentó tranquilizarse para poder prestaroídos a los sonidos que irrumpían en elespeso silencio de la glacial noche. Aduras penas conseguía concentrarse, supecho era como una caja de resonanciaque llevara a los confines los secos yrotundos golpes del corazón. Respiróprofundamente y afinó el oído. Sí,apenas si se escuchaba, pero parecíaque alguien chillaba en lasprofundidades de la tierra. Le resultabaimposible discernir de dónde llegaban

Page 304: Tinta roja: El manuscrito robado

los gritos, era como si lo envolvieran y,aunque parecía claro que era una fuertediscusión entre dos mujeres, dondequiera que estuviesen, la estancia debíaestar bien insonorizada, porque lasvoces parecían sordas, remotas, apenasaudibles; a pesar de tener la seguridadde que estaban muy cerca.Pegó la oreja a la pared y, despacio yconcentrado, fue moviéndose buscandoel lugar más inmediato al de la disputa.Poco a poco se fue acercando, hasta quellegó al fondo del largo pasillo queparecía no llevar a ningún sitio. Allí no

Page 305: Tinta roja: El manuscrito robado

llegaba la luz del ventanuco del rellano,la zona estaba totalmente negra. Con lasmanos buscó algún pomo o cerradura,mientras intentaba descifrar palabrasentre los gritos ahogados quetraspasaban los gruesos murosrevestidos de madera. Nada, noencontraba ningún saliente oirregularidad en las paredes que leanunciaran una entrada. Desesperado sesentó en el suelo y al echar la espaldasobre la pared, cedió. Se volvió yencontró ante sí un largo y estrechocorredor que desembocaba en una

Page 306: Tinta roja: El manuscrito robado

salida, por la que se colaba una luzambarina. Ahora sí le llegaba ladiscusión con cierta claridad.

En un principio su impulso fue recorrerel túnel rápidamente e irrumpir en elgriterío de las dos mujeres. No obstante,lo sensato era no ser visto ni escuchadoy conseguir por fin la información quetanto ansiaba. Al principio dio porhecho que las dos mujeres que chillabancomo locas eran madre e hija, pero amedida que avanzaba por el misteriosopasaje se dio cuenta de que ninguna de

Page 307: Tinta roja: El manuscrito robado

las dos era Daniela, las dos féminas quevoceaban como energúmenas eran doñaCarmen y su novia, la traidora Noelia.Agazapado tras la puerta que daba a laestancia donde doña Carmen y Noeliadiscutían, cada vez más iracundas, ahorasí, escuchaba con toda claridad cadapalabra.

Estaban en el centro de una habitaciónde grandes proporciones, literalmenteforrada de estanterías de madera que asu vez lucían abarrotadas de libros. Nohabía hueco para introducir un alfiler. La

Page 308: Tinta roja: El manuscrito robado

luz que bañaba tanta sapiencia daba lasensación de que un bello atardecer sehubiese detenido entre miles dehistorias. A Julio le pareció la imagendel paraíso; pero solo visualmente,porque los gritos, improperios y soecesgestos de las mujeres resultaban la másgrotesca banda sonora para un espaciotan inspirador.―¡Oh, no, no…! ―gritaba Noelia―, nocreas que voy a dejar que eches a perdermis planes. Te veo torpe, Carmen, debeser la edad, tu estrategia terminará porllevarnos a los tres a la cárcel, aunque

Page 309: Tinta roja: El manuscrito robado

el idiota de Andrés se va a meter solito.¡Qué estorbo de hombre! No voy apermitir que Daniela salga de estasparedes. Gracias a que casualmente yoentraba cuando ella estaba dispuesta ahuir… Pero… ¿qué te está pasando?―preguntó a doña Carmen acercándosea unos centímetros de su rostro paraintimidarla, con las manos abiertas y elgesto desencajado.―Te repito que no la oí, me habíaquedado dormida, y jamás pensé que seatreviera a marcharse y menos a horastan intempestivas. Es extraño, desde que

Page 310: Tinta roja: El manuscrito robado

Julio llegó es como si estuvierarecuperando la salud por momentos. Nolo entiendo, sigo dándole la medicación,y a él también, incluso les aumenté ladosis…―No, no tiene nada de extraño, estáclaro que te han descubierto yseguramente cambiaron el contenido delbote. Es imposible razonar con claridady tener tantas energías con esetratamiento. Está clarísimo, están altanto de todo. Estos dos tortolitos tienensu propia estrategia.

Estaban de pie en el centro de la

Page 311: Tinta roja: El manuscrito robado

maravillosa biblioteca, frente a frente,doña Carmen vestida con su gruesa batade casa y en zapatillas y Noelia… comosiempre, elegante y perfecta: botas defino tacón, pantalón negro, un abrigo deno menos de mil euros y un pañuelo alcuello, todo de las mejores firmas, porsupuesto. Era una mujer muy caprichosa.A Julio siempre le fascinó su aireenigmático y distinguido, que suplía concreces su vulgar físico; no era una mujerque destacara por nada que no fueran susropas y complementos. La mesoneramostraba una actitud sumisa ante ella,

Page 312: Tinta roja: El manuscrito robado

irreconocible para Julio.―Déjala salir del sótano, te prometoque la vigilaré…

―Ja, ja, ja… Lo siento, pero ya noconfío en ti, se quedará ahí abajo y tú teencargarás de alimentarla, ya meentiendes. Cuando vuelva a ser lamuchacha desvalida de hace unos díasvolveremos a hablar.―Esto no es necesario, Noelia…―No puede ser… ¿De repente se hadespertado tu instinto maternal? Ja, ja,ja… Debí prescindir de ti desde elprincipio. ¿Sabes lo que haré si la dejas

Page 313: Tinta roja: El manuscrito robado

salir? Te encerraré en ese agujero ydejaré que te pudras en tu propiamazmorra.―Estás más loca de lo que pensaba.

―Así que estoy loca… ¿Tú me llamasloca? Estoy pensando… no, mejor queencerrarte sería mandar un mensajeanónimo a la policía contándole dóndeestán todas esas obras literarias que handesaparecido misteriosamente duranteaños. ¿Qué prefieres?―¡Si haces eso a ti también tedetendrán, yo me ocuparé de eso!―Ja, ja, ja… ―volvió a reírse, de

Page 314: Tinta roja: El manuscrito robado

forma maléfica y burlesca.Julio tenía la sensación de estar viendoy escuchando a una completa extraña,Noelia nunca había mostrado ante él esaparte tan siniestra de su personalidad,tal vez en alguna discusión, pero desdeluego no hasta esos extremos. «¡DiosSanto! ―pensó―, ha encerrado aDaniela en un sótano». En ese momentole costaba pensar, aunque su instinto ledecía que era el momento de abordar lasituación por la fuerza, se daba cuentade que necesitaba saber dónde la teníanencerrada.

Page 315: Tinta roja: El manuscrito robado

―Tú procura controlar a tu hija y altonto de Julio para que terminen ladichosa trilogía y podrás conservar tutesoro. Me voy, llego muy tarde a unacita importante.

La desagradable conversación entreCarmen y Noelia había terminado.Desde la abertura de la puerta que dabaa la impresionante biblioteca, Julio viocómo su exnovia se acercaba hacia él.Rápidamente buscó dónde esconderse,era completamente inviable recorrer ellargo pasillo que llevaba a la salida de

Page 316: Tinta roja: El manuscrito robado

la escalera antes de ser visto. La puertaabría hacia la estancia de los libros;imposible esconderse detrás. Ayudadopor la escasa luz que llegaba, examinócon premura el escaso espacio que lorodeaba. Bajo sus pies parecía que partede la madera del suelo se movía. Sí, sí,¡había una trampilla atrancada con ungrueso cerrojo! Lo abrió y un ocreresplandor interior lo invitó a descenderpor una escalera. No se dio un segundopara pensar y se introdujo en el agujerorápidamente. Desde dentro, apoyado enlos peldaños, sacó un brazo para agarrar

Page 317: Tinta roja: El manuscrito robado

la portezuela, pero…―Vaya, vaya, vaya… ―dijo Noeliamirando al interior del sótano y pisandocon una de sus botas de marca la manode Julio―, hoy es mi día de suerte, dospor uno.

―¡Huye, Julio! ¡Sal de aquí y buscaayuda! ―gritó Daniela al pie de laescalera.―Daniela… ―dijo él con asombro yalegría.Esto es todo lo que le dio tiempo a decira Julio antes de que la trampilla secerrara de un portazo. La sorpresa fue

Page 318: Tinta roja: El manuscrito robado

de tal tamaño que se distrajo y concedióuna valiosa ventaja a Noelia, querápidamente, con la punta de su bota,empujó la mano de él hacia dentro paraencerrarlos a los dos. Después del fuertegolpetazo, al otro lado del techo demadera, el eco recogió el sonido de unamalévola risa y lo llevó a cada recovecode aquella siniestra pensión.

―¡Dios mío, Julio! Se acabó, este es elfin ―exclamó Daniela mientrascomenzaba a verter lágrimas como unaniña.

Page 319: Tinta roja: El manuscrito robado

Julio dio dos pasos y la estrechó en susbrazos con ternura; incluso en aquelagujero, olía a campo en primavera.―Tranquila, todo se arreglará. Nollores, por favor, no lo soporto.Escúchame ―le susurró al oído antes desepararse unos centímetros paraobligarla a mirarlo a los ojos―, ahoramás que nunca debemos estar unidospara salir de aquí. Tenemos que confiarel uno en el otro, se acabaron losrecelos. Te prometo que haré todo lo queesté en mi mano para librarte de estaeterna pesadilla.

Page 320: Tinta roja: El manuscrito robado

―Pero… ¿cómo? No hay manera desalir de aquí y estamos incomunicados,por mucho que gritemos pidiendo ayudaes imposible que nos oigan. Lo siento…yo… solo quería aprovechar las fuerzasque había recuperado para escapar ybuscar ayuda… Debí contar contigo―musitó Daniela, mirándolo a través dedos cascadas de lágrimas.―No, no digas eso ―contestóvolviendo a estrecharla entre susbrazos―, ha sido culpa mía, debíconfiar en ti. Es tan obvio que tú eres laúnica víctima de este macabro plan…

Page 321: Tinta roja: El manuscrito robado

No sé cómo has podido soportarlodurante tantos años.Aunque era el momento más inoportuno,Julio sintió que la cercanía de ella loexcitaba. No era simple atracción antetanta hermosura, experimentaba muchomás, como una suave descarga eléctricaque naciera de lo más profundo de suser. En ese instante supo que, porprimera vez, estaba locamenteenamorado y que daría hasta la vida sifuera necesario para devolver lalibertad a Daniela.

―Creo que te quiero, Daniela…

Page 322: Tinta roja: El manuscrito robado

De repente se escucharon los herrajes dela trampilla, se abrió por un momento ysobre sus cabezas cayeron un par delibretas y unos bolígrafos. Antes de quepudieran reaccionar para evitar quevolviera a cerrarse, se escuchó la voz dedoña Carmen:

―Se terminaron las contemplaciones,no saldréis de ahí hasta que terminéis eltrabajo que tenéis pendiente.Y se oyó de nuevo el chirriar delcerrojo.

Page 323: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XVIII Todavía atados por aquel eterno abrazo,asustados por la brusca interrupción,miraron con asombro cómo rodaron porlas escaleras las libretas y losbolígrafos. Después Julio paseó sumirada por el entorno: no más de diezmetros cuadrados bajo un techo que casirozaba su cabeza y que contenía uncamastro, una mesa diminuta, una silla y,en un rincón, sin el más mínimo recato,un lavabo y un váter, desnudos ante elresto de la estancia y que hicieron

Page 324: Tinta roja: El manuscrito robado

reaccionar a Julio:―¡Dios mío, cuánto podremos aguantaraquí! Si ni siquiera hay una míseraventana…

―Hay un pequeño respiradero enaquella esquina ―dijo Danielaseñalando la zona del techo que estabasobre el ridículo aseo.―Lo peor va a ser cómo vamos aalimentarnos ―susurró él, recordandolas palabras que Noelia le dijo a doñaCarmen―. Lo sabe, tu madre ya sabeque cambiamos el contenido del botedonde guardaba la medicación. No

Page 325: Tinta roja: El manuscrito robado

podemos probar la comida que nostraiga o volveremos a ser sus esclavos.Sin separar ni un milímetro su cuerpodel suyo, la miró con cariño y lepreguntó:

―¿Cómo vamos a sobrevivir a esto?¿Cómo voy a protegerte ahora si ni yomismo encuentro las fuerzas paraafrontar este nuevo revés?―Lo superaremos, escribiremos sindescanso hasta terminar esa terceraparte y saldremos de aquí en unos días,estoy segura. Si trabajamos duro, estoyconvencida de que acabaremos antes de

Page 326: Tinta roja: El manuscrito robado

morir de inanición. Tenemos agua ypodemos comernos el pan y la fruta quenos traiga, basta con que no probemos lacomida que cocine…―Pensé que había venido a salvarte yresulta que estoy aquí para ser salvadopor ti. Eres una mujer increíble, tanhermosa como valiente.

No pudo resistirse, la miel de los ojosde Daniela lo hechizó sin retorno.Acercó sus labios tímidamente,esperando que también ella recorrieraparte del estrecho camino que separaba

Page 327: Tinta roja: El manuscrito robado

sus bocas, y cerró los ojos. Al momentosintió como si una corriente tibiasacudiera cada fibra de su cuerpo.Había besado a muchas chicas,especialmente a Noelia, de mil maneras,pero jamás había experimentado tancálida embriaguez con el simple roce desus labios con los de otra mujer. Ellaera, sin temor a equivocarse, la únicamujer de la que se había enamorado. Losdos temblaban de emoción; los dosdesconectaron de su entorno y suspesares llevados por un encantamiento.Muy despacio, como levitando sobre el

Page 328: Tinta roja: El manuscrito robado

suelo, se fueron acercando a la pequeñacama que había bajo el hueco de laescalera que llevaba a la trampilla.―Daniela… yo… no quisieraaprovecharme de esta situa…

―No digas nada, por favor ―dijo ellatapando levemente su boca con la puntade sus dedos―, no digas nada. Llevotanto tiempo esperando…―No es este el escenario que habríadeseado para un momento tan especial―dijo él, sin dejar de mirarla a losojos, mientras le desabrochaba losbotones de su gruesa chaqueta de lana y

Page 329: Tinta roja: El manuscrito robado

sentía la agitación de su corazón bajosus senos. Pensó que moriría de placerantes de poder desnudarla.―Tú eres justamente el hombre quesoñé para mi primera vez, lo demásahora no me importa.

Saber que era el primero en entrar en tansagrado templo lo estremeció aún más;pero siguió, muy despacio, desbordadopor la emoción propia de quien pisa porprimera vez el paraíso. En unos instantesse adentraron en otra dimensión. Nadaperturbó tan mágico y sensual encuentro,ni siquiera la cruda realidad que los

Page 330: Tinta roja: El manuscrito robado

esperaba fuera de su particular edén.

―Sabes, por mi anterior trabajo, herecorrido incesantemente todo el mundo,pero jamás pensé que el viaje másemocionante lo haría sin maletas y sinmoverme de un triste sótano ― le dijo élal oído, muy bajito, dejando que el calorde su garganta calentara sus delicadasorejas.Ella estaba desnuda, echada en supecho, rodeada por sus varoniles brazosque no dejaban de pasear su espalda.Sobre los dos, el peso de un montón de

Page 331: Tinta roja: El manuscrito robado

viejas mantas resguardaba de la gélidanoche la calidez del interior. En lapared, una pequeña tulipa iluminabatímidamente al recién nacido amor.―Mmm… qué suerte tienes, yo apenashe salido de la cama. Para mí es elprimer viaje, no puedo comparar.

―¿Y… qué tal lo has pasado en tuprimer viaje? ―le preguntó él con unasimpática sonrisa, inclinándose sobre laalmohada para poder mirarla a los ojos.―Es pronto, todavía no he vuelto ―lecontestó ella, también sonriendo―. Yespero no regresar jamás.

Page 332: Tinta roja: El manuscrito robado

Eran más de las tres de la madrugada, asu alrededor reinaba el silencio delespacio estelar, de la noche máshermosa; aunque aquel zulo estabacompletamente aislado y eraprácticamente imposible saber quéocurría en el exterior; aunque fuesen lasdoce del día, el tiempo se había paradoen el sótano de la pensión en el instanteque decidieron amarse. Ellos no sabíanen qué momento estaban, no obstante,calculaban que la noche estaba ya muyavanzada y que doña Carmen debía estar

Page 333: Tinta roja: El manuscrito robado

durmiendo a pierna suelta. De repente,Daniela volvió a la realidad.―Julio…

―Sí.―No hay tiempo, lo sabes… Debemosponernos a escribir cuanto antes, noconoceremos nuestro final hasta que noterminemos esa maldita historia.―Lo sé. Si te digo la verdad, en esteinstante casi preferiría morir a desasirtede mis brazos.―Yo también. Pero… también megustaría vivir a tu lado muchos años

Page 334: Tinta roja: El manuscrito robado

más.―De acuerdo, pongámonos a ello―concluyó Julio, empujándola un poco,cariñosamente, para salir de la cama.

Los dos se vistieron con pudor, como sitoda la intimidad que habían vivido unmomento antes hubiese quedado entrelas mantas. Después él la miró unsegundo, roto de vergüenza.―Antes tengo que ir al baño…―Tranquilo ―dijo ella, mientras seponía de espaldas al váter y se tapabalos oídos.

Page 335: Tinta roja: El manuscrito robado

―Ya ―dijo él al minuto.Pero ella seguía en la misma posición.Él se acercó y separó sus manos de susoídos.

―Ahora me toca a mí.Él la imitó. Había solo una silla, así que optaron poracercar la mesa a la cama para que estahiciera de asiento para ella. Un viejoflexo iluminó sus libretas. Bajo su luz, aJulio el rostro de Daniela le pareció deuna belleza irreal y nuevamente se le

Page 336: Tinta roja: El manuscrito robado

erizó el vello.―¿Cómo vamos a repartirnos eltrabajo? ―le preguntó a ella.

―¿Qué te parece si yo me encargo deescribir todo lo que he vivido con mimadre desde que encontró tu manuscritoy a la vez cuentas tú en qué se convirtiótu vida desde entonces hasta que llegasteaquí? Esta última entrega no solo debeser el final de la historia, es importanteque saquemos a la luz las mentiras queencierran el final de la primera parte ytoda la segunda. Que esté escrita acuatro manos por dos de los

Page 337: Tinta roja: El manuscrito robado

protagonistas que creó ―dijo estaúltima palabra con énfasis, casi conenfado― Marcus Lake va a ser una gransorpresa para los lectores. ¿Te imaginascuando descubran que el protagonista dela historia es el verdadero escritor de lamisma y que está vivo? No creo quehaya precedentes en la literatura de unanovela así.―Desde luego, si concluimos estatrilogía los lectores no van a dar crédito.Estaría bien ver publicada la terceraparte… ―comentó con preocupación―.Por cierto, creo que ya no tenemos

Page 338: Tinta roja: El manuscrito robado

dudas de en qué emplea su dinero y quéson esos paquetes que recibeconstantemente, es obvio que paga muybien a ladrones de arte para que leconsigan ejemplares únicos. En esabiblioteca debe haber una fortuna.―La verdad es que me lo imaginaba,está obsesionada con los libros… estáloca, Julio ―contestó con un halo detristeza.

Antes de coger el bolígrafo, él se acercóy la besó tiernamente en los labios.―Vamos allá.―Sí, vamos.

Page 339: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XIX No despegaron los bolígrafos de suslibretas hasta el amanecer. De vez encuando levantaban la vista paradedicarse miradas cómplices. A los dosles costaba salir de su recién estrenadahistoria de amor para adentrarse en larealidad que los rodeaba y escribirla. AJulio lo turbaba hasta la dulcerespiración de Daniela. La mesa era tandiminuta que a veces tenía que apartarun mechón de su cabello para que no seenredara en su bolígrafo; no sin antes

Page 340: Tinta roja: El manuscrito robado

acariciarlo con la punta de sus dedos.Una mezcla de sensaciones envolvía a lapareja, como si hubiesen sido rociadosde polvos mágicos. Pero los dos seobligaban a sí mismos a concentrarse,ahora tenían un futuro ilusionante quesolo sería posible si superaban aquelladura prueba. Aunque también sabían queel punto y final de su novela tambiénpodría ser el de sus vidas.De vez en cuando se interesaban por eltrabajo del otro.

―¿Qué tal vas? ―le preguntó ella.―Bien, bien. ¿Y tú?

Page 341: Tinta roja: El manuscrito robado

―En pleno proceso creativo ―lecontestaba con optimismo y dulzura―.Lo conseguiremos.Él intuía tras su mirada un halo depreocupación; en el fondo estabaasustada, probablemente esa era suúltima oportunidad de alcanzar al fin lalibertad.

Debía haber amanecido cuando en elsilencio irrumpió el chirriar del viejocerrojo. Los dos miraron al techo. Latrampilla se abrió y de inmediatorodaron un par de toallas y una pastilla

Page 342: Tinta roja: El manuscrito robado

de jabón por las escaleras. Antes de quevolviera a cerrarse y que ellos pudieranreaccionar, las mustias manos de doñaCarmen dejaron sobre el primer peldañouna bandeja con el desayuno.Julio se levantó, cogió el «set» para elaseo y, después de ponerlo sobre lacama, subió las escaleras para recogerel desayuno. Daniela lo esperaba abajopara ayudarlo; no había barandillas y aél le resultaba complicado descendercon las manos ocupadas.

―¡Qué bien huele a café! ―exclamó éldejando la bandeja sobre las blancas

Page 343: Tinta roja: El manuscrito robado

manos de ella ―. Me muero por unsorbo ―Daniela lo miró condesaprobación y comprensión―. Lo sé,lo sé, tendré que conformarme conolerlo.Apartaron las libretas y pusieron labandeja sobre la mesa. Bien, podríancomerse el pan tostado con mantequillay las magdalenas. La muchacha vació ellíquido de los tazones en el lavabo, losenjuagó y los llenó de agua.

Desayunaron como si estuvieran en lamejor terraza de París en plena

Page 344: Tinta roja: El manuscrito robado

primavera.―Me alegra haberte encontrado,bendito el día que entré en esta pensiónbuscando alojamiento. Jamás imaginéque aquí hallaría la mejor de las razonespara seguir adelante ―le decía Julio sinpoder dejar de mirarla a los ojos.

―Yo ni siquiera albergaba una razónpara vivir, llevaba tanto tiempo encama… me costaba hasta respirar. Yame había rendido ―le susurró Daniela,entornando los ojos y acercando suslabios.Él la besó apasionadamente, apenas

Page 345: Tinta roja: El manuscrito robado

resistiendo la tentación de llevarla enbrazos a la cama. Pero no, todo eso ymás llegaría después, ahora tenían queseguir escribiendo.Mientras Daniela retiraba la bandejapara despejar la mesa, le preguntó:

―¿Cuánto has escrito?―Veintisiete páginas.―Vaya… no está mal.―¿Y tú? ―quiso saber él.

―Treinta y una. Creo que en dos o tresdías tendremos su dichoso manuscrito.Ella se encargará de corregirlo. Estoy

Page 346: Tinta roja: El manuscrito robado

contando la única verdad que conozco yes seguro que maquillará todo lo queconsidere que pueda confundirse con larealidad.―Puedo imaginármelo, ya lo hizo conmi primer manuscrito. Daniela… ―lanombró y le cogió la mano.

―Sí.―No te imaginas el esfuerzo que meestá costando que esta novela negra nose convierta en la historia de amor másgrande jamás contada.―Las más grandes historias de amorterminan en tragedia ―dijo ella,

Page 347: Tinta roja: El manuscrito robado

dejando caer una lágrima.Los dos sabían que había muchasposibilidades de que en cuantoentregaran el manuscrito la trampilla secerrara para siempre, aunque ninguno seatrevía a compartir esta macabra ideacon otro. Doña Carmen era capaz de esoen pro de su «amada» literatura, suobsesión por ser partícipe en una de lasnovelas negras más leídas de la historiaestaba por encima de todo. Pero Julio nolo permitiría, él tenía un plan para salirde allí.

Page 348: Tinta roja: El manuscrito robado

Hasta que llegó el almuerzo siguieron asu tarea, concentrados y conscientes decuánto se jugaban. De súbito, latrampilla volvió a abrirse, arrancandode sopetón a la pareja de sus letras. Laoperación fue rápida por parte de doñaCarmen, tardó solo unos segundos enarrojar una bolsa y poner la bandeja enel último peldaño.―Si no queréis moriros de asco ahíabajo, dejad los cacharros sucios aquíarriba ―se oyó antes de un fuerteportazo y el chirrido del cerrojo.

Julio se quedó un rato mirando hacia

Page 349: Tinta roja: El manuscrito robado

arriba, mientras Daniela lo miraba,imaginando lo que estaba pensando yvisiblemente cansada.―Solo hay que sentarse a esperarla, asíde simple.

―¿Y después?―No lo sé, pero al menos podremossalir de aquí.―De acuerdo, pero mientras tanto,sigamos con esto, es nuestro testimonio,esta última entrega encierra la verdad detodo lo que ha pasado desde que te robótu manuscrito. Tiene que haber algunamanera de enviarlo a la editorial con

Page 350: Tinta roja: El manuscrito robado

alguna nota… Alguien tiene quecreernos y liberarnos de ella al fin. Quémás da dónde estemos, Julio, si noconseguimos que nos escuchen ella teenviará a ti a la cárcel y a mí alsiquiátrico. Lo tiene todo muy bienhilado.―No todo, tiene un punto débil: suslibros, y yo solo necesito una cerillapara que firme una confesión. Pero loprimero es terminar esta maldita novelay salir de aquí. Daniela, ¿estás bien?

―Sí, solo algo cansada. Tal vez deberíaecharme un rato después de comer algo.

Page 351: Tinta roja: El manuscrito robado

―Vamos a ver qué hay en esa bandeja.Mientras Julio subía los quincepeldaños Daniela abrió la bolsa: ropainterior limpia para los dos y papelhigiénico. Todo un detalle por parte deaquella bruja.

El almuerzo consistía en un cocido queolía a gloria, unas cebollitas en vinagrepara acompañar, un buen trozo de pan,dos manzanas y un racimo de uvas. Ellarecogió el escaso material de escritura yél puso la bandeja sobre la mesa.―Tengo tanta hambre… y este cocidohuele tan bien… Muero por comer algo

Page 352: Tinta roja: El manuscrito robado

caliente ―dijo Julio, acercando su nariza uno de los platos como si el vaporpudiese alimentarlo.La muchacha lo miró con desaprobacióny cariño.

―Qué sí, ya lo sé ―le dijo él con unaforzada sonrisa―. Venga, vamos allá.Naturalmente, se comieron las cebollascon todo el pan y después la fruta.Repartiéndolo todo como hermanos,aunque ella insistía en que él necesitabacomer más, debía superar su peso almenos en treinta kilos. Después vaciaronel rico puchero en el váter y pusieron

Page 353: Tinta roja: El manuscrito robado

todos los utensilios sucios en el últimopeldaño.―Tengo que descansar un poco, solo unpoco ―dijo Daniela―, si al menospudiera darme un baño… ¿Cuándo creesque terminarás tu parte? No creo queaguante mucho esta situación.

―Llevo unas setenta páginas, estoyterminando el quinto capítulo. Tal vezcon tres o cuatro capítulos más puedaponer el punto y final.―Yo ando más o menos igual, seiscapítulos, y creo que también podréterminar con un par de ellos más.

Page 354: Tinta roja: El manuscrito robado

Después estaría bien alternar los tuyoscon los míos, una especie de flashback.―Buena idea. Pero no pienses ahora ennada, descansa, voy a refrescarme unpoco y seguiré escribiendo, creo quepodré aguantar algunas horas másmientras tú duermes. Despuésdescansaré yo.

―De acuerdo ―dijo ella dirigiéndoseal camastro.Se recostó de espaldas al rincón delbaño, incluso cobijó su cabeza entre laalmohada y una mano, como dándole aentender a Julio que ni lo veía ni lo oía,

Page 355: Tinta roja: El manuscrito robado

supuso que necesitaba toda la intimidadque ella pudiera proporcionarle. Locierto es que se quedó dormida a lospocos minutos, en los que no pudo evitarescuchar el discurrir del agua por ellavabo e imaginar su desnudez mientrasse aseaba.

Le resultaba imposible calcular eltiempo que llevaba escribiendo mientrasDaniela dormía, pero juraría que debíanhaber pasado al menos cuatro horas, elsuficiente como para estar muy cerca delfinal de su historia, ya solo le quedaba

Page 356: Tinta roja: El manuscrito robado

la peor y la mejor parte de su vida: elmomento en el que lo desahuciaron lasautoridades y llegó a la siniestra pensiónde doña Carmen y, claro está, lo queguardaba para las últimas páginas, lomejor de todo y por lo que valía la penatanto esfuerzo: su encuentro con Danielay las horas pasadas en aquel cuchitril.Se dio un respiro y la contempló aplacer. Se había dado la vuelta y estabafrente a la mesa, envuelta en su larga yespesa melena encarnada. Respiraba conplacidez y, de vez en cuando, gemíadulcemente. Pensó que todos los años

Page 357: Tinta roja: El manuscrito robado

pasados habían tenido un sentido:encontrarla a ella. Verdaderamente, nohabía conocido en su vida una mujermás hermosa ni que le hubiese hechodisfrutar tanto en los momentos íntimos.A pesar del agotamiento, de no serporque por nada del mundo se atreveríaa interrumpir sus sueños, en esemomento tenía que resistir la tentaciónde abrazarla y hacer el amor hastadesfallecer.

Al momento sonó la portezuela deltecho. Los cacharros sucios

Page 358: Tinta roja: El manuscrito robado

desaparecieron de inmediato y volvió acerrarse. Después apareció la cena.Daniela se movió un poco, pero no llegóa despertarse.Julio miró con verdadera ansiedad elcontenido de la bandeja y se desmoronó:un trozo de pan y un plátano para cadauno era todo lo que podrían cenar esanoche; ni el caldo ni la tortilla de patataspodrían saborearlos, ¡y olía quealimentaba! Decidió dejar dormir aDaniela, la suculenta cena podíaesperar, no se enfriaría, además, leinspiraba su profundo sueño y tenerla

Page 359: Tinta roja: El manuscrito robado

tan cerca.Siguió escribiendo hasta que elladespertó. Debía ser de madrugada, yahabía perdido casi por completo lanoción del tiempo, tenía la sensación dellevar allí metido muchos días, cuandoen realidad solo habían pasado algo másde veinticuatro horas. Seguramentehabía batido el récord de cualquierescritor, llevaba escritas ciento treintapáginas y para el punto y final nonecesitaría más de cinco. Con suerte,muy pronto saldrían de allí. Pero ahoratocaba comer algo y descansar un rato

Page 360: Tinta roja: El manuscrito robado

mientras Daniela seguía su tarea.

―Hola ―dijo a su amadodesperezándose, consciente de que éldisfrutaba mirando su despertar―.¿Cuántas horas he dormido?―Es difícil saberlo en este agujero,pero creo que no menos de siete horas.―Lo siento… lo necesitaba. ¿Qué hayde cena?―Pan con plátano. Me muero pormeterme algo en el estómago, peroquería esperarte.

Page 361: Tinta roja: El manuscrito robado

―Se te ve cansado ―le dijo mirándolocon cariño.―Descansaré después de comer, ya casihe terminado mi parte.

―Estupendo, espero terminar yo la míamientras duermes. ¿Y después?―Después déjamelo todo a mí, tú no tepreocupes por nada, saldremos de aquílibres de todo al fin, te lo prometo.Comieron la ridícula cena despacio, sindejar de mirarse y besarse tiernamente acada rato; reteniendo el impulso dearrojarse al camastro, era como siintuyesen que muy pronto todo aquello

Page 362: Tinta roja: El manuscrito robado

podría acabar. Cierto que no era el lugarmás adecuado para gestar un romancetan intenso, pero allí había comenzadotodo para ellos, aquel sótano era elescenario del inicio y, a pesar de lascircunstancias, se sentían seguros,compartiendo una intimidad inusitada yhenchidos de amor. Lo que les esperaraen el exterior podría ser el todo o lanada, la continuación a la eternidad o elfin de un amor sin precedentes para losdos. A Julio le pareció ver una tímidalágrima escapar de los grandes ojos deDaniela, como si sospechara un trágico

Page 363: Tinta roja: El manuscrito robado

final, aunque se esforzaba por sonreírley disfrutar de aquel momento.―¿Qué tienes, Daniela? Deja detorturarte, ya verás que ahí fuera nosespera una intensa y larga vida juntos.Déjalo todo en mis manos, tú solotermina tu parte de este malditomanuscrito.

―Vale ―dijo ella tímidamente.―Bien ―le respondió con una sonrisa.Recogieron los restos de la cena y Juliopuso la bandeja en el último peldaño.Después se acostó un rato. Danielaaprovechó para asearse, mientras él

Page 364: Tinta roja: El manuscrito robado

respetaba su intimidad echado deespaldas al rincón del baño. No tardómucho en dormirse.

Ella se puso a escribir sin demora. Sesentía descansada, con energía, a pesarde la escasa alimentación, como si lashoras de sueño la hubiesen tonificado.Escribió hasta el amanecer, aunque ellano podía saberlo. Cuando Julio despertóestaba a punto de terminar.Estaba tan concentrada que ni siquierase dio cuenta de que hacía rato queJulio la miraba desde la cama. Sus

Page 365: Tinta roja: El manuscrito robado

largas pestañas conseguían destacarentre los rizos que enmarcaban su rostrocomo guirnaldas. Cogía el bolígrafo conmucha gracia y destreza, las palabrasaparecían en el papel tras su puño conrapidez, como bailando una músicaligera, y sin embargo sus manosparecían quietas, como pintadas por undiestro maestro sobre su libreta. Durantelas horas que llevaban allí latemperatura había ido subiendo y teníael jersey ligeramente desabrochado,justo hasta el lugar donde a él le hubiesegustado entrar en ese momento para

Page 366: Tinta roja: El manuscrito robado

quedarse eternamente. De repente,Daniela levantó la vista y cruzaron susmiradas.―¿Desde cuándo estás despierto?

―Nada comparado con el que megustaría haber estado, mirarte es unverdadero placer.Ella se sonrojó ligeramente.―Gracias ―dijo con timidez―. Estoyterminando y ahora no sé si quiero salirde aquí.―Fuera será mucho mejor. Voy aescribir lo que me queda y después

Page 367: Tinta roja: El manuscrito robado

organizamos los capítulos.En menos de una hora el manuscritoestaba terminado. Cuando acabaronarrancaron las hojas de sus libretas yorganizaron los capítulos, consensuandocuál aquí o allí, alternándolos para darleenvoltura a la verdadera vida deldesgraciado autor que escribió hacíaveinte años la primera página. Lo ciertoes que aquella tercera entrega pintabamuy bien. Dos escritores, protagonistasde la historia que contenía aquel montónde hojas, habían conseguido escribir acuatro manos y a dos tiempos la

Page 368: Tinta roja: El manuscrito robado

esperada novela. Los dos estabanconvencidos de que no iban a dejarindiferentes a los lectores, y muchomenos al renombrado editor.Pero ahora les quedaba por hacer lo másdifícil: salir de allí.

Page 369: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XX Daniela se cepillaba su cobrizo y largocabello frente al pequeño espejo quehabía sobre el lavabo, despacio, con lamente en otro mundo. Él la observaba dereojo. Sí, cierto que estaba bastanterecuperada, ahora se movía casi contotal normalidad y el color de su pielestaba retomando el rosado natural. Perohabía mucha tristeza en su mirada; teníamiedo a perder lo único que habíatenido desde que llegara al mundo: elamor de Julio.

Page 370: Tinta roja: El manuscrito robado

―Daniela ―se atrevió a nombrarla ysacarla de su ensimismamiento.Ella detuvo el peine a mitad de caminode un larguísimo mechón. Pero siguiómirando el cristal, como si fuese laúltima mirada que dedicase al mundoantes de cerrar para siempre unaventana.

―Necesito que confíes en mí. ¿Losabes? ―siguió él, sentado frente a lamesa, con el manuscrito aún calienteentre las manos.―Confío en ti, Julio, no se trata deeso… es que…

Page 371: Tinta roja: El manuscrito robado

No pudo terminar la frase, sus ojoscomenzaron a gotear. Él se levantó, seacercó y, por la espalda, la rodeó conlos brazos por la cintura. A través delespejo, continuó hablándole.―Estás bellísima incluso cuando lloras―le dijo, apretándola contra sucuerpo―. ¿Sabes lo que más megustaría en este momento?

Daniela contestó con los ojos, a los quepor un momento asomó una miradapicarona. Sentía el despertar de lasganas de Julio entre sus cuerpos y seestremeció.

Page 372: Tinta roja: El manuscrito robado

―Pero es la hora de poner en marcha miplan, nuestro plan. Debe estaramaneciendo, pronto se abrirá latrampilla.―¿Y qué vas a hacer? ―dijo ella,dándose la vuelta para mirarlo a losojos―. ¿Crees que podrás salir de aquícon el manuscrito? Estoy convencida deque mi madre ya ha pensado en todas lasposibilidades…

―Creo que la sobrevaloras, aunque teparezca imposible y siempre hayavencido en vuestras batallas, es unenemigo vulnerable.

Page 373: Tinta roja: El manuscrito robado

Un chasquido avisó de la llegada deldesayuno. Antes de que la portezuela deltecho terminara de abrirse, Julio seacercó a la escalera y habló:

―Doña Carmen, tenemos el manuscrito,ya no tiene sentido que nos retenga aquí.Déjenos salir ―decía mientras subía lospeldaños.―Déjalo en el último escalón, yodecidiré si habéis terminado, tortolitos.La voz de Noelia los dejó muysorprendidos.

Page 374: Tinta roja: El manuscrito robado

―Noelia… ¿Dónde está Doña Carmen?¿Qué haces tú aquí?―Ja, ja, ja… Deja de hacer preguntasestúpidas y dame el manuscrito―contestó Noelia con sarcasmoestrechando la ranura de la trampilla.Julio apenas podía vislumbrar susgrandes y negros ojos.

―Tendrás que bajar a por él.―¿Cómo se puede ser tan idiota? ¿Deverdad crees que voy a bajar? Ja, ja,ja… por favor…No pudo contenerse, aunque no estabaen sus planes usar la violencia para salir

Page 375: Tinta roja: El manuscrito robado

de allí, la sarcástica risa de Noelia, elhambre, el tiempo de encierro y lamirada aterrada de su amadadespertaron en Julio un monstruodormido desde que nació.Daniela permanecía al pie de laescalera, convencida de que ese día,para bien o para mal, viraríadefinitivamente su vida.

―Cógelo y no te separes de él por nadadel mundo ―dijo Julio arrojando elmanuscrito a las manos de Daniela.―¿Qué vas a hacer?No hubo respuesta, antes de que Noelia

Page 376: Tinta roja: El manuscrito robado

pudiera cerrar la trampilla y echar elcerrojo, de un fuerte empujón, Julio laabrió estampándosela en el rostro.Noelia cayó al suelo, junto a todo elcontenido de la bandeja del desayuno.Él salió raudo y, por un momento, sequedó paralizado mirando la escena: suex-novia se revolvía en el suelo, con lasmanos en el rostro, quejándose ymaldiciéndolo. Entre sus dedos manabanpequeños ríos de sangre. Se acercó aella para auxiliarla.―¡Malnacido! ¡Me has abierto la caraen canal! Dios Santo… cómo duele…

Page 377: Tinta roja: El manuscrito robado

―Lo siento. Déjame que te vea.A duras penas consiguió apartar de surostro las manos. Efectivamente, el filode la portezuela había abierto unaprofunda brecha que iba desde la cejaizquierda hasta el labio superior. Supoque necesitaba con urgencia ayudamédica. En ese momento todos susplanes habían pasado a segundo plano.Julio podría tener muchos defectos, ensu etapa de empresario lo habíantachado de poco empático, de vivir ensu mundo de cristal sin importarle susempleados; él siempre persiguiendo su

Page 378: Tinta roja: El manuscrito robado

objetivo, obviando la parte más humanade su entorno. Pero no era cierto, enrealidad era la parte más amarga de sutrabajo. Su traje de marca y su caminarseguro y altivo no era más que unamáscara, porque sabía que a poco que seacercara a sus trabajadores la empresase desmoronaría; en las distancias cortasera muy vulnerable. En ese momento sesentía tan culpable que solo podíapensar en ayudar a Noelia.Daniela asomaba medio cuerpo por latrampilla y miraba la escena conmovida.

―Ohhh… Julio… ¿Qué vamos a hacer

Page 379: Tinta roja: El manuscrito robado

ahora?―Hay que llevarla a un hospital, laherida es demasiado profunda…

―Yo… no puedo, Julio, no puedo… Vetú. Te esperaré aquí.De repente apareció en la escena doñaCarmen.―De aquí no sale nadie hasta que yo lodecida ―dijo, apuntando a Julio con unaescopeta de caza―. Entra en el sótano ote disparo.―Pero… no podemos dejarla así, esuna herida muy profunda…

Page 380: Tinta roja: El manuscrito robado

―Yo me ocuparé. ¡Bajad de inmediatolos dos! ―gritó, refiriéndose también asu hija, que seguía asomada al agujero,como una estatua que hubiesen esculpidopara representar el pavor.―No entres, Julio, no me dejes con ella,permitirá que me desangre antes de…―musitó entre quejidos Noelia.

Julio supo por qué dejó la frase amedias, tenía intención de hacer alusióna la última entrega de la trilogía, perocalló a tiempo deliberadamente, poralguna razón, prefirió que Doña Carmenno supiera que el manuscrito estaba

Page 381: Tinta roja: El manuscrito robado

terminado.Después, Noelia sacó fuerzas deflaqueza para dirigirse a la mesonera―.¡Vieja bruja! Jamás debí hacerte caso.¡Maldita la hora en que te conocí! ¡Estásloca, loca!

Doña Carmen obvió los insultos deNoelia, se limitó a mirarla condesprecio y asco, sin apartar el cañón desu objetivo, y se volvió para Julio.―Entra o disparo. ¿Lo has entendido? Apenas tuvo conciencia de que estaba apunto de perder la vida y, lo más

Page 382: Tinta roja: El manuscrito robado

importante, de volver a dejar sola aDaniela, a merced de aquellas dosarpías. Pero estaba al límite, la ira sehabía apoderado de su ser de una formairracional, como irracional era aquellasituación. En un acto reflejo agarró laescopeta que sostenía doña Carmen y lagiró en círculo para hacer que la soltara.No le costó mucho hacerse con ella. Lamesonera, al intentar sujetarla, perdió elequilibrio y cayó justo encima deNoelia, que estaba sentada en el suelosobre un charco de sangre, sujetándoseel rostro como buenamente podía. Al

Page 383: Tinta roja: El manuscrito robado

momento la escena dio un giro radical.Julio se encontraba apuntando con elarma a doña Carmen y a Noelia, unasobre la otra. Le temblaba levemente elpulso y, a pesar del frío de febrero, sufrente brillaba por la transpiración.Daniela estaba al fin fuera del agujero yse acercó despacio a la espalda de suamado.

―No lo hagas, Julio, no hagas nada delo que nos arrepentiremos el resto denuestras vidas.―Tranquila, hija, no lo hará, le faltavalor ―habló su madre con seguridad.

Page 384: Tinta roja: El manuscrito robado

―¡No me llames hija, no lo soporto!―Señora Carmen ―intervino Julio, sindejar de apuntarla al rostro, bien sujetoa la escopeta, como un cazadorexperimentado―, créame que en estemomento me siento capaz de cualquiercosa, no soy aquel muchacho pusilánimeque conoció la noche que prendió fuegoa la casa de don Justo. He cambiado,especialmente durante los días que llevobajo su techo. Si intenta el más mínimomovimiento, dispararé.

Pero la hospedera no lo creyó, estabacompletamente segura de que no

Page 385: Tinta roja: El manuscrito robado

apretaría el gatillo, bien sabía que losasesinos no se hacen con el tiempo,nacen. No lo dudó, con total seguridad,aunque con la dificultad de la edad,comenzó a levantarse.―Ja, ja, ja… No lo harás.

Carmen estaba en lo cierto, no era unasesino. Pero seguía siendo un hombre,mucho más fuerte y joven que ella.Arrojó la escopeta al suelo y seabalanzó hacia ella, rodeándola ysujetándola rápidamente con sus fuertesbrazos. A Noelia todavía le quedabanenergías para darle puntapiés desde el

Page 386: Tinta roja: El manuscrito robado

suelo y así entorpecer el intento dereducir a la señora. Entonces Danielarecogió el arma para echar una mano yapuntó a la joven.―Quieta, te aseguro que yo sí soy capazde disparar ―dijo a Noelia.

La exnovia de Julio debió creerla,porque al momento se quedó inmóvil.Tal vez la asustó el tono de la hija de lamesonera, porque difícilmente podríaverla a través del río de sangre quecruzaba su rostro.―Muy bien, pareja, ¿y ahora qué?―dijo doña Carmen.

Page 387: Tinta roja: El manuscrito robado

Julio la agarró por las muñecasfuertemente y las llevó a su espalda.Después le habló con un sarcasmoimpropio de él.―Ahora usted y yo vamos a dar unpaseo por esta cárcel. Ya verá lointeresante que se presenta el día―dicho esto, se dirigió a su chica―.¿Crees que podrás ocuparte de ella?

―Por supuesto. Vete tranquilo, aquíestaremos a tu vuelta.Él tuvo el convencimiento de que laseguridad que mostraba Daniela erafingida, tampoco ella era una asesina.

Page 388: Tinta roja: El manuscrito robado

Pero lo importante era que Noelia síparecía creerla. Le excitó por unmomento la estampa: las dos mujeresmás importantes de su vida ―aunqueentre las personalidades de ambasmediara un abismo― enfrentadas. Sinlugar a dudas, la belleza de Daniela notenía competencia, estaba espectacular,con su largo cabello despeinado y sufemenina figura engarrotada, apuntandoa su enemiga.En realidad, no necesitaba llevarse adoña Carmen, solo quería recoger algode la cocina, pero pensó que Daniela no

Page 389: Tinta roja: El manuscrito robado

podría controlar sola a las dos, muchomenos a su madre, cuyas maniobrassicológicas podrían dar al traste con susplanes.―Bien, no tardaremos. Vamos―concluyó dirigiéndose a su rehén.

Page 390: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XXI Antes de darse la vuelta, tras la señoraCarmen, agarrando a sus espaldasfuertemente sus muñecas, sintióescalofríos al rozar la puerta que daba ala sagrada biblioteca. Ese era el lugarque sacaría a Daniela y a él de allí,aquel templo de sabiduría era la llavede su libertad. Por un momento se sintióincapaz de llevar a cabo su plan, susmúsculos estaban tan tensos quetemblaba levemente. Sabía que le estabahaciendo daño a su presa, era una mujer

Page 391: Tinta roja: El manuscrito robado

mayor, de músculos ajados y huesosquebradizos, mientras recorría el pasilloque los llevaba a la cocina ella sequejaba de dolor y le costaba caminar.Pero él tenía que mostrarse firme yaparentar entereza. Por supuesto que notenía pensado atentar contra la vida dela loca mesonera ni la de Noelia, peroella no debía saberlo; el objetivo eraasustarla hasta el pavor, amedrentarla yhacer que creyera que de un momento aotro podía morir además de perder sugran tesoro.―Deje de quejarse, señora, y camine de

Page 392: Tinta roja: El manuscrito robado

una vez.―No puedo, me haces daño. Deja deapretarme las muñecas. Me estoymareando…

―Si se le ocurre tirarse al suelo le juroque no permitiré que vuelva alevantarse, no voy a volver a poner enriesgo la vida de su hija ni la mía.―La culpa de todo la tiene esa noviatuya avariciosa y calculadora. Menudaes… ¿cómo pudiste ser tan idiota?―Calle y camine.La puerta de la cocina estaba entornada,

Page 393: Tinta roja: El manuscrito robado

tuvo que abrirla empujando a doñaCarmen. Se resistió, pero finalmente laintrodujo en el interior de un empujón,calculando las fuerzas, la necesitabalúcida y entera para su plan.Cuando lo vio acercarse al muebledonde guardaba sus medicinas, el azúcary la harina entre otras cosas, tuvo laseguridad de que la obligaría a tomarseuna buena dosis de su propia pócima.Pero nada más lejos de la intención deJulio, pasó de largo, él estaba interesadoen buscar algo para encender fuego.Encontró unos fósforos en el filo de la

Page 394: Tinta roja: El manuscrito robado

chimenea y a un lado una garrafa dealcohol de quemar que la doña utilizabapara encender el hogar. Pero antes paseóla vista por la estancia buscando algopara atar las manos de su presa y asípoder maniobrar con libertad. Abrió ycerró con rapidez todos los cajones quele salieron al paso, hasta que encontróun rollo de cinta adhesiva que parecíabastante consistente. Doña Carmencomenzó a maldecir mientras él dabavueltas con la cinta alrededor de susmuñecas. Una vez bien atada, le selló laboca con un trozo de la misma cinta.

Page 395: Tinta roja: El manuscrito robado

Después recogió lo que había ido abuscar y regresó con Daniela y Noelia,empujando a la señora para obligarla acaminar.

Encontró a su chica en la mismaposición, tensa, inmóvil, agarrada alarma que apuntaba a Noelia. CuandoJulio llegó con la mesonera, ella lehabló sin apartar la vista de su presa:―Está sangrando mucho… tal vezdeberíamos…―No dejes de apuntarla, recuerda, sonellas o nosotros.

Page 396: Tinta roja: El manuscrito robado

Por un momento, la muchacha miró a sumadre y a su chico y se quedó perpleja.―¿Qué vas a hacer? ¿Para qué quieresel combustible de la chimenea? Me estásasustando, Julio. Podemos llamar a lapolicía y explicarles todo…

―Por el amor de Dios, Daniela, sabesque conseguiría manipularla, es unaexperta embaucadora, recuerda tu vidacon ella y no dejes de apuntarla, confíaen mí.Ella volvió la vista rápidamente a suobjetivo. Al escuchar a su verdugo,Noelia hizo un esfuerzo para poder ver

Page 397: Tinta roja: El manuscrito robado

bien a Julio, se retiró con las manosparte de la sangre que se habíaacumulado en sus ojos y horrorizada,habló:―¿Vas a prendernos fuego? ―dijo casisin resuello. Después se dirigió aDaniela―: Apenas hace unos días quelo conoces, qué te hace pensar que tesacará de aquí. Cómo se puede ser tanestúpida, ¿no te das cuenta de que paraél esta es la jugada perfecta? Nadie sabeque está aquí, solo tiene que prenderfuego a la pensión con nosotras dentro ysalir corriendo con el manuscrito. No

Page 398: Tinta roja: El manuscrito robado

tienes ni idea de cuánto puede llegar avaler la tercera entrega de Sangrenegra. Eres una ingenua, no hay más quever tu vida, sometida a esta bruja desdeque naciste. Si no paras esto ahora nosmatará a las tres.―Cállate, Noelia, si es que quieresconservar tu miserable vida. ―le gritóél, interpretando el papel de su vidapara no dar la mínima muestra dedebilidad.

A Daniela comenzó a temblarle el pulso,no porque las palabras de Noelia lahubiesen hecho dudar de Julio, sino

Page 399: Tinta roja: El manuscrito robado

porque pudo ver con más claridad suherida y supo que, aunque saliera vivade allí, ya nunca sería la misma.Encharcada en su propia sangre y con elrostro abierto en canal era unespectáculo dantesco en sí misma.La señora permanecía de pie, con laboca tapada, las manos amarradas a laespalda y sus diminutos ojos abiertoshasta el infinito.

―Daniela, ¿dónde está el manuscrito?―le preguntó Julio.―Aquí, me dijiste que no me separarade él ―respondió mirando por un

Page 400: Tinta roja: El manuscrito robado

segundo los papeles que tenía a sus pies.―Bien, bien.

Page 401: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XXII Doña Carmen tuvo una leve sospecha delo que pretendía hacer Julio e hizo unvano intento de soltar sus manos, perosolo consiguió que se le escapara ungemido de dolor. Después lo miró conojos de loca, como queriéndoloapuñalar con la mirada.―Lo siento, doña Carmen ―respondióél a sus pupilas desencajadas―, ya ve,esta vez soy yo quien tiene la sartén porel mango. ¿De verdad pensaba que iba aconseguirlo?

Page 402: Tinta roja: El manuscrito robado

―Estúpido ―intervino Noelia,mirándolo a través de ríos de la espesasangre―, siempre fuiste un lelo. ¿Creesacaso que hemos hecho un trabajo decolegialas? Aunque consiguieras salirde aquí no conocerías la libertad antesde estar un buen puñado de años a lasombra. No tienes ni idea de los cargosque hay contra ti.―Ahora lo entiendo todo, cómo no medi cuenta antes… Claro, tú y Andrés…No puedo creerme que estuvieseistramando todo esto a mis espaldas. Sí,soy lelo, no creo que haya muchos

Page 403: Tinta roja: El manuscrito robado

hombres tan fáciles de engañar y durantetanto tiempo. Dime una cosa, ¿salisteconmigo por simple atracción o yatenías planes para mí?―¿De verdad me creíste ese tipo demujer capaz de entregar su vida a unsolo hombre por mucho dinero quetenga? Lo atractivo de ti era eso, tudinero.

―Deberías verte en este momento, dudoque ahora encontraras hombre algunoque quisiera pasar un solo día contigo.De todas formas, tampoco tendrásmuchas opciones en la cárcel.

Page 404: Tinta roja: El manuscrito robado

Mientras Julio y Noelia manteníanaquella desagradable conversación,Daniela seguía apuntando a su objetivo.Le dolían los brazos y los hombros yempezaba a sentir que no aguantaríamucho más.―Tal vez deberíamos buscar un médico―intervino Daniela―, esa herida notiene buena pinta.

―Todo en su momento, no pasará nadapor esperar un poco más ―continuóJulio―, antes doña Carmen y yo vamosa hacer una visita a su particularbiblioteca. ¿Verdad, señora?

Page 405: Tinta roja: El manuscrito robado

La mesonera volvió a separar lospárpados horrorizada.―Daniela, pásame el manuscrito.

La muchacha lo miró sorprendida, perono hizo preguntas. Soltó una de lasmanos de la escopeta, convencida deque se le caería, levantó el trasero losuficiente, sacó el montón de folios y selo entregó a Julio.―Sé que estás agotada, pero no dejesde apuntarla, esto está llegando a su fin―le dijo casi susurrando cuando seacercó para recoger la historia quehabían escrito a medias.

Page 406: Tinta roja: El manuscrito robado

Antes de coger la garrafa decombustible del suelo, Julio se palpó losbolsillos para comprobar que llevaba lonecesario. Sí, tenía un bolígrafo y unacaja de cerillas. Dio un puntapié a lapuerta de la biblioteca y la abrió de paren par. Un fuerte golpe retumbó en todoel edificio. Después empujó a doñaCarmen hacia el interior, conagresividad, demostrando con su cóleraque estaba dispuesto a todo. La obligó asentarse en una esquina, desde dondepodía contemplar el caudal en letras que

Page 407: Tinta roja: El manuscrito robado

había acumulado durante años, pagandoa ladrones de arte una fortuna que habíaganado con sus sucios engaños ytropelías. Ella intentó ponerse en pie,pero así, atada, sus huesos y músculoscasi octogenarios no la obedecieron.Aun así, seguía revolviéndose,pretendiendo acercarse a él paradefenderse de la única manera quepodía, dándole patadas torpes que soloconseguían agotarla.Julio destapó la garrafa y, con absolutadecisión y furia, comenzó a moverla asacudidas, dejando que el líquido

Page 408: Tinta roja: El manuscrito robado

salpicara aquí y allá sobre cubiertas decuero centenarias. Para dar másdramatización a la escena a veces sedaba una tregua para sacar algunoslibros de las estanterías y arrojarlos alsuelo con ira.―¿Qué le parece, doña? Mire qué fáciles destruir el sueño de su vida. Fíjese,palabras, palabras y más palabras apunto de silenciarse para siempre. ¡Oh,pero qué tenemos aquí! Si es unaprimera edición en castellano de Elquijote ―dijo arrojándoselo a lacara―. Bueno, bueno… ¿y esto?

Page 409: Tinta roja: El manuscrito robado

―preguntó dirigiéndose a una de lasestanterías, donde leyó lo grabado enuna chapa dorada―. ¡Incunables!―exclamó―. Vamos a ver qué hay poraquí… No puede ser… ¡La Biblia deGutenberg! ¿Cuánto tuvo que pagar poreste, eh, doña? Vaya, vaya lo quetenemos aquí, Los Evangelios deEnrique León, qué maravillosasilustraciones, ¿no es cierto, señora?Debe tener un valor incalculable.Iba cogiendo libros uno a uno, lohojeaba rápidamente y se lo tiraba adoña Carmen, mientras ella se revolvía

Page 410: Tinta roja: El manuscrito robado

iracunda entre páginas amarillas ypalabras de otros siglos. La mayoría deaquellas obras tenían un valor inmenso,habían sido robadas de museos ybibliotecas o a coleccionistasparticulares. Por momentos, Julio sentíacomo si estuviese profanando la tumbade su madre; pero no podía flaquear, setrataba de desestabilizar a su presa, yque no albergara la menor duda de queestaba a punto de perder todo aquello;de que su templo estaba al borde de serdevorado por las llamas; como fuedevorado don Justo aquella noche

Page 411: Tinta roja: El manuscrito robado

cuando ella prendió toda su obra y a élcon ella.―¿Sabe de quién me estoy acordando?

Ella comenzó a dar cabezazos contra laestantería sobre la que estaba apoyada,de pura desesperación.―Mire este, una primera edición de Lasaventuras de Alicia en el país de lasmaravillas. Guauuu… ―dejó a posta lapregunta en el aire para hacerla pensar ysiguió repasando títulos a cada cual másimpresionante―. ¿De dónde lo hasacado? ¡Y este? ¡Y este, y este, yeste…?

Page 412: Tinta roja: El manuscrito robado

Fingiendo una locura transitoriacomenzó a tirar sin descanso libros porel piso, docenas en treinta segundos,hasta que doña Carmen quedócompletamente rodeada, con las piernascasi enterradas bajo tan excelsas obras.Después sacó la caja de cerillas y sedispuso a encender un fósforo. Desde eldistribuidor, Daniela y Noelia asistíanperplejas a la representación.

Page 413: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XXIII A través de la sangre de su rostro, enparte ahora seca, podía verse laexpresión de pavor de Noelia. Parecíacomo si por un momento le importaramucho más el botín que estaba a puntode arder que la profunda herida quecruzaba su cara y que amenazaba condejarla desfigurada para el resto de susdías.―¿Qué vas a hacer? ―preguntóperpleja la exnovia―. ¿Tienes idea delo que valen esos libros? No serás

Page 414: Tinta roja: El manuscrito robado

capaz…―¿Me crees tan idiota como para nosaber lo que cuesta esta biblioteca? Paramí tiene mucho más valor que para ti,simplemente no tiene precio; pero porencima de estos libros está la vida deuna inocente que lleva sometida a latiranía de su madre desde que nació.¿No estás de acuerdo?

―Me das pena, Julio. ¿Dónde está esehombre emprendedor que creó unimperio de la nada admirado en todo elmundo empresarial?Noelia seguía dándole conversación con

Page 415: Tinta roja: El manuscrito robado

la única intención de desestabilizarlo yevitar que prendiera el fósforo. Se sentíafuerte a pesar de la herida, si conseguíaque tanto él como Daniela perdieran laconcentración todavía había oportunidadde ganar aquella guerra.―Buena pregunta, que deberíascontestar tú. ¿Qué hiciste con el exitosohombre de negocios que conociste?¡Eres patética! Además de estúpida―No se reconocía a sí mismo, suinterpretación estaba resultando de lomás efectiva―. Hay algo que laspersonas tan frívolas como tú nunca

Page 416: Tinta roja: El manuscrito robado

advierten: que el talento reside en lamisma persona, no se puede comprar nivender, ni eliminar… Diste una patada ala gallina para quedarte con sus huevosde oro, no se puede ser más necia.Volvería a crear un imperio si quisiera,el problema es que ahora me doy cuentade que ya no me interesa; donde haydinero mora la podredumbre como tú.He encontrado un tesoro mucho másvalioso ―dicho esto miró fugazmente aDaniela.―¿Te refieres a esa pobre diabla triste yenfermiza? Ja, ja, ja…

Page 417: Tinta roja: El manuscrito robado

―Se acabó la charla, ha llegado elmomento de terminar con esta locura.Entra en la biblioteca ―le dijoatravesándola con la mirada.―No serás capaz…

―¡Entra o yo mismo te pegaré un tiro!No sabes el placer que sería para mí. La señora Carmen seguía en el mismorincón, observando la escena como ida,en su mente solo había un pensamiento:su magnífica colección de libros estabaa punto de perecer entre las llamas.Estaba paralizada, aún si tuviera la boca

Page 418: Tinta roja: El manuscrito robado

libre no habría podido articular palabra.Miró a Noelia como suplicándole,segura de que si no obedecía encenderíala cerilla. La ex se puso en pie y avanzóunos pasos hasta entrar en el santuariode los libros. Julio estaba en el umbral,entre las dos estancias, al pasar por sulado todavía le quedaban fuerzas paradarle un empujón con ira. Daniela seguíaapuntándola.―¡Siéntate a su lado! ―gritó mirando ala mesonera.

―¿Qué vas a hacer?―¡Siéntate te he dicho!

Page 419: Tinta roja: El manuscrito robado

Noelia se dejó caer al lado de doñaCarmen, por un momento su rostropareció abrirse en canal. Julio flaqueóun poco, la herida era realmenteimportante y necesitaba urgentementeatención médica, pero se repuso y siguiócon su plan. Daniela entró en la estanciatímidamente, todavía apuntando con elarma a Noelia. Él dejó el manuscrito, elbolígrafo y la caja de cerillas en elsuelo y le habló a su chica.―Dame esa escopeta, Daniela ―le dijocon dulzura, la muchacha estaba casi enshock.

Page 420: Tinta roja: El manuscrito robado

Daniela se la entregó y en unmovimiento rápido Julio apuntó denuevo a Noelia.―Quítale la cinta de las manos ―ledijo a Noelia, refiriéndose a doñaCarmen.

Noelia dudó unos instantes, peroaccedió. Obligó a su compinche aagacharse un poco para poder manipularen su espalda y con las manosensangrentadas comenzó a tirar de lacinta que tenía envuelta en sus muñecas.La doña temblaba, empezaba a perder elcontrol, tenía demasiado cerca la herida

Page 421: Tinta roja: El manuscrito robado

de Noelia y estaba horrorizada;realmente tenía un aspecto dantesco.Cuando hubo terminado, Julio dio lasiguiente orden:―Daniela, dale la última hoja delmanuscrito y el bolígrafo.

La muchacha obedeció, imaginando laintención de Julio.―Tranquilícese, señora, esto le va agustar. Va a tener el privilegio deescribir las últimas palabras de nuestrafamosa trilogía. De lo contrario…Rápidamente Julio puso el arma en lasmanos de Daniela y volvió a coger la

Page 422: Tinta roja: El manuscrito robado

caja y la cerilla.―A ver cuántos fósforos tenemos en lacaja… Ha tenido suerte, hay catorce,tiempo suficiente para escribir unadeclaración jurada de que todo lo quehay escrito en este manuscrito es cierto.Si cuando encienda el último no haterminado prenderé todo lo que hayaquí. Ya veremos si me da tiempo asacarla a usted de este templo literario.

Un chasquido sonó amenazante.La mujer lo miró desencajada. Elfósforo ardía en las manos de Julio, aunos centímetros de la estantería más

Page 423: Tinta roja: El manuscrito robado

valiosa de la librería.

Page 424: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XXIV A doña Carmen le temblaban las manosde una forma descontrolada, como siestuviera presa de un repentino y severopárkinson. Julio la miraba con la cerillaencendida, sintiendo cómo poco a pocoel calor quemaba las yemas de susdedos. Noelia callaba, pero tenía larespiración agitada, mientras paseabauna y otra vez sus ojos ensangrentadosdesde la doña hasta el escritor. Danielaestaba presa del pánico, la punta de laescopeta no conseguía mantenerse

Page 425: Tinta roja: El manuscrito robado

estable, empezaba a pensar que Juliorealmente había perdiendo la cordura.La situación en la biblioteca habíallegado al límite, que todo terminara conéxito pasaba porque la mesoneraconsiguiera escribir su declaraciónjurada.Julio sopló la llama y encendió otrofósforo.

―Tranquilícese, señora ―recalcó estaúltima palabra con sarcasmo―, si esque quiere salvar todo esto ―siguió,paseando la mirada por lasestanterías―. Para alguien que tiene la

Page 426: Tinta roja: El manuscrito robado

habilidad de corregir a su antojo unmanuscrito no tiene que ser muycomplicado escribir un par de frases. Yasabe: «Yo, Carmen y tal y tal condocumento nacional de identidad tal,juro que todo lo expuesto en estemanuscrito es una reproducción fiel dela realidad…». Vamos, que se acabanlas cerillas.―No lo conseguirá, está fuera de sí.Mírala, es incapaz de sujetar elbolígrafo… ―dijo Noelia.

Julio miró fugazmente a Daniela, concomplicidad y ternura, como para

Page 427: Tinta roja: El manuscrito robado

trasmitirle la seguridad que estaba apunto de perder. Mientras se consumíala segunda llama. Encendió el tercerfósforo. Pero doña Carmen cada vezparecía controlar menos sus manos,daba la sensación de que estaba a puntode sufrir un ataque epiléptico.―Escríbelo tú, Noelia, ella solo tendráque firmar.

―Estás loco si piensas que alguien va aaceptar como prueba esa declaraciónbajo amenaza.―¡Escribe! ―gritó. Después volvió asoplar y a encender una nueva llama―,

Page 428: Tinta roja: El manuscrito robado

te aseguro que a poco que el primerlector, aunque sea por mera curiosidad,investigue lo que se va a encontrar enesa historia se topará con pruebasirrefutables. No tengo dudas de que suprimera visita será a este santuariohurtado a las más importantesbibliotecas del mundo y a los mejorescoleccionistas. Por no hablar de cuandoentren en el ordenador de estapantomima de pensión y comprueben loscorreos que os habéis intercambiadoentre las dos ―esto último lo suponía,pero por la expresión de su exnovia

Page 429: Tinta roja: El manuscrito robado

supo que había dado en el clavo―. ¿Túqué piensas?, ¿creerán todo lo quehemos escrito sobre ti y doña Carmen?Yo creo que sí.A pesar de que sus puños embadurnadosde sangre seca se pegaban al papelcomo si fueran pura resina, la pérfidajoven no tardó mucho en escribir elpequeño texto que aseguraba laveracidad del manuscrito. La últimahoja de la hiperrealista novela quedócomo el cuadro más abstracto. A doñaCarmen le costó verbalizar el número desu DNI cuando se lo preguntó la ex de

Page 430: Tinta roja: El manuscrito robado

Julio, pero lo consiguió. Cuando Noeliaterminó miró a Julio. Mientras tanto, élencendía el sexto fósforo.―Pásale la hoja a tu compinche, no creoque para echar un garabato haga faltaestar muy lúcido.

Entre temblores, Doña Carmen acertóestampar su rúbrica sin salirse delpapel.―Julio… ―dijo Daniela casisusurrando.―Sí.―Creo que mi madre está a punto del

Page 431: Tinta roja: El manuscrito robado

colapso…―No te preocupes ―le dijo, cambiandoel agresivo tono que usaba para referirsea las otras dos ocupantes de laestancia―, no le pasará nada, estoyconvencido de que está interpretando elpapel de su vida, ya sabes que tu madrees muy buena actriz. No dejes deapuntarla, no te distraigas.

―De acuerdo ―dijo Daniela, no muyconvencida de que realmente el estadode su madre fuera una pose.Julio sopló sobre la última cerilla y, porel momento, no abrió más la caja.

Page 432: Tinta roja: El manuscrito robado

Mientras se acercaba para recoger delas manos de doña Carmen la hoja depapel, Noelia le hizo las preguntasesperadas.―¿Y ahora qué? Ya tienes tudeclaración firmada. ¿Se puede saberqué vas a hacer con ella?

―Dame tu móvil.―No lo tengo encima, ni siquiera sédónde dejé mi bolso…―Dame tu móvil o no respondo, tújamás te separabas de él, apuesto a quelo tienes en el bolsillo de tu chaqueta.¡Dámelo! ―Embraveció, y esta vez no

Page 433: Tinta roja: El manuscrito robado

estaba actuando, el cinismo de la mujercon la que había compartido tantodespertaba en él su yo más oscuro.En ese momento lo creyó capaz decualquier cosa, así que ella obedeció,metió las manos en el bolsillo de suelegante cazadora y se lo ofreció.

―¿Qué vas a hacer? No te servirá denada lo que encuentres, todo sonconversaciones privadas, ningún juez…―Oh, sí, ya lo creo que me valdrá parademostrar quién eres en realidad, no mecabe duda. Pero ahora voy a utilizarlopara algo más interesante, necesito hacer

Page 434: Tinta roja: El manuscrito robado

una llamada, ya habrá tiempo depresentarlo como prueba.―Veamos… ―dijo mientras ponía lacontraseña en el móvil de Noelia―. Sí,sigues teniendo la misma contraseña, lafecha del día que nos conocimos. Quécínica y qué boba.

Page 435: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XXV La exnovia, desde su posición, intentabaabrir los párpados para observarlo. Suexpresión era dantesca. Él siguióhurgando en sus contactos un minuto,hasta que encontró lo que buscaba.Después se llevó el aparato a la oreja yesperó.―¿Qué quieres, Noelia? Te dije que novolvieras a llamarme ―se escuchó alotro lado, sin un mísero «hola» parasaludar. Era evidente que el contacto noquería saber nada de la dueña del móvil.

Page 436: Tinta roja: El manuscrito robado

―Hola, Andrés, soy Julio.―¡Julio! No sabes la alegría que me daescucharte, llevo días buscándote. ¿Quépasa? ¿Qué haces tú con el móvil deNoelia?

―¿Buscándome? Pues no habrás puestomucho empeño, solo tenías quepreguntar a tu compañera de tropelías.―¿Qué quieres decir? No entiendonada…―No te hagas el despistado, lo sé todo,sé que te aliaste con Noelia y doñaCarmen para arruinarme la vida. Cómopudiste…

Page 437: Tinta roja: El manuscrito robado

―Yo… ―se hizo un silencio de dossegundos al otro lado― Escúchame, alprincipio… bueno, siempre me gustóNoelia, creo que tú mismo lo notastealguna vez. La creí, pensé que de verdadhabía empezado a enamorarse de mí…Es muy buena actriz, también te engañó ati.En la biblioteca ya no se escuchaba ni laagitada respiración de doña Carmen, lastres mujeres estaban muy atentas a laconversación que mantenían los viejosamigos. Daniela estaba perdiendo laconcentración y los cañones de su arma

Page 438: Tinta roja: El manuscrito robado

no apuntaban al objetivo. Juliointerrumpió la conversación con Andréspara recordarle que no le quitara ojo asu objetivo.―Daniela, no dejes de apuntarla.

―Perdón, es que…Al escuchar el comentario, Andrés quisosaber qué pasaba alrededor de Julio.―¿Dónde estás? ¿A quién estáapuntando Daniela? Por Dios, Julio,¿qué está pasando ahí?―No te hagas el loco, Andrés, sabesmuy bien dónde estoy encerrado desde

Page 439: Tinta roja: El manuscrito robado

hace semanas, tú lo maquinaste todojunto a doña Carmen y Noelia…―¿Encerrado? No entiendo nada…Dime dónde estás y voy para alláenseguida.

Julio comenzó a dudar de si realmenteAndrés estaba confabulado con sus dosverdugos. Parecía realmentesorprendido, como si de veras hubieseestado buscándolo sin saber dónde. Enun principio su intención era obligarlo aconfesar por teléfono mientrasregistraba la conversación; lo estabagrabando.

Page 440: Tinta roja: El manuscrito robado

―Ohhh… no puede ser… a ti también tehan engañado…―Sí, al principio… Lo siento mucho,amigo, lo siento de veras. Fui a declarara la policía el mismo día que saliste detu casa… Debí haberlo hecho muchoantes, pero… Julio, están buscando aNoelia desde que desapareciste. Enrealidad, os están buscando a los dos,pero creo que toda la verdad saldrá a laluz en cuanto declaréis. Dime dóndeestás, iré a buscarte enseguida.

―No sé si puedo confiar en tuspalabras.

Page 441: Tinta roja: El manuscrito robado

De repente se oyó la voz de Noelia, quepor las palabras de Julio se temía lopeor.―Estúpido, ¿vas a creerte las palabrasde ese traidor?

Julio la miró y lo tuvo claro, aquellaarpía había enredado a su amigo igualque hizo con él. En el fondo, no loculpaba.―Estoy en la pensión de doña Carmen,o en lo que quiera que sea este agujero,con ella, su hija Daniela y Noelia. Metienen secuestrado desde hace dossemanas…

Page 442: Tinta roja: El manuscrito robado

―¡Claro!, cómo no he caído antes…Voy para allá enseguida, dame mediahora.―Tranquilo, nadie se moverá de aquí.Andrés…

―Dime.―Trae una ambulancia.

Page 443: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XXVI Colgó y se metió el móvil de Noelia enel bolsillo.―Perdona ―dijo mirándola conironía―, me lo quedo, y me temo que nolo recuperarás. Estoy seguro de que unjuez encontrará muy interesante lainformación que pueda contener.¿Verdad?

Por unos segundos Noelia guardósilencio, nadie parpadeaba. En elsantuario de la mesonera se hizo unsilencio espeso y eterno. Las mujeres no

Page 444: Tinta roja: El manuscrito robado

se movían: doña Carmen había dejadode temblar y miraba al vacío conexpresión de derrota, con su bocaprecintada y las manos lacias sobre sufalda; Noelia no quitaba ojo ―solo uno,el que el parche de sangre seca no habíacerrado― del bolsillo del pantalón deJulio, pensando que su móvil, el aparatodel que nunca se separaba seríafinalmente la peor de sus condenas; yDaniela seguía apuntando a sucontrincante, con los codos apoyados enlas rodillas, apenas sentía los brazos detanto tiempo como llevaba sosteniendo

Page 445: Tinta roja: El manuscrito robado

la pesada arma.Después Noelia hizo un último intentode salir de una segura y larga condena.

―¿Cómo puedes fiarte de Andrésdespués de su traición? No aprenderásnunca…―Déjalo ya, Noelia, antes de que nosencerraras escuché una interesanteconversación entre tú y doña Carmen,dejabas muy claro que él ya estaba fuerade este juego. Se terminó, solo quedaesperar.

Page 446: Tinta roja: El manuscrito robado

No se escuchó palabra alguna durante unbuen rato. Julio calculó que ya debía sermedia mañana. De repente se oyeron alo lejos enérgicos porrazos. Eran casiinaudibles por la lejanía y lo aisladosque estaban en aquel lugar, pero aun asíse apreciaba que alguien golpeaba confuerza, seguramente, la puerta principalde la pensión. Ahora sí, a doña Carmense le abrieron los ojos hasta el infinito, yNoelia volvió a hablar.―Creo que alguien está intentando abrirla puerta de la pensión a golpes…

―Sí, eso parece. Seguramente nuestra

Page 447: Tinta roja: El manuscrito robado

doña tendrá las dos entradas cerradascon varios cerrojos y no les ha quedadomás remedio que forzarla. Veamos quiénviene a visitarnos. No sé por qué, perotengo la impresión de que para ti y paranuestra doña esta historia no va a tenerel final que esperabais.Noelia supo que se le acababan lasoportunidades de escapar de allí y de lajusticia. No lo pensó, haciendo unamaniobra calculada y precisa, learrebató la escopeta a Daniela, que enrealidad hacía tiempo que la sujetaba sinfuerza, tenía las manos entumecidas, no

Page 448: Tinta roja: El manuscrito robado

habría podido apretar el gatillo aunquehubiese puesto todo su empeño. En dossegundos se tornaron los papeles: ahoraera Noelia la que apuntaba a Daniela alpecho. Julio hizo un amago de acercarsepara hacerse con el arma, pero su ex fueclara:―Si se te ocurre dar un paso másdisparo. No te quepa duda que lo haré,ya no tengo mucho que perder, y nosabes las ganas que tengo de quitármelade encima.

Él se quedó inmóvil, los tres supieronsin dudar que Noelia dispararía si hacía

Page 449: Tinta roja: El manuscrito robado

cualquier intento de arrebatarle laescopeta. Su expresión era espeluznante,a la enorme herida se le sumaban la ira yla desesperación por escapar de allí.Era la imagen de un monstruo dispuestoa morir matando.―De acuerdo, de acuerdo… nodispares, haré lo que digas. Peropiénsalo, no tienes muchasposibilidades…

―¡Cállate! Ahora soy yo la que manda.Saca lentamente mi móvil de tu bolsilloy mételo en mi chaqueta. Después cogela declaración de doña Carmen y haz lo

Page 450: Tinta roja: El manuscrito robado

mismo, y recuerda, la vida de estapazguata me importa tanto como la tuya,no me obligues a disparar. Ja, ja, ja…qué estúpido eres… Ja, ja, ja… Mírame,y mírala a ella ―hizo un levemovimiento de cabeza para señalar a lamesonera―, ¿de verdad piensas que vana creerte? Cualquiera advertiría quesomos nosotras las víctimas.Él obedeció. Muy despacio, sacó elteléfono de su bolsillo y dio tres pasospara guardarlo en las ropas de Noelia.En ese momento se escuchó el másfuerte y último de los golpes: la puerta

Page 451: Tinta roja: El manuscrito robado

había cedido al fin. Era una cuestión deminutos que dieran con ellos.―¡Termina tu tarea!

Él cogió la hoja con la firma de doñaCarmen e hizo lo ordenado.―Vamos, todos al sótano. ¡Vamos!Usted también ―dijo mirando a lamesonera.Daniela se puso en pie dispuesta acumplir sus órdenes, sin dejar de mirar aJulio, después se dio la vuelta y sedirigió a la salida en busca del agujerodel que había escapado unas horas antes.Julio la siguió. Pero doña Carmen

Page 452: Tinta roja: El manuscrito robado

seguía inmóvil, sentada junto a la pared.―¡Levántese! ―le gritó Noelia―, o lepego un tiro a su hija.

Ni se inmutó. Sabía que si se daba lavuelta para apuntarla a ella Julio lequitaría el arma y en verdad la vida desu hija le importaba menos que la suya,y menos aún que sus valiosos libros. Sucabeza ya estaba maquinando la manerade salir inocente de todo aquello. Si erala policía la que estaba en camino, yasabía qué contarles.

Page 453: Tinta roja: El manuscrito robado

CAPÍTULO XXVII

Pero no hubo tiempo de nada más.Alguien avanzaba rápidamente por elpasillo que conducía a la biblioteca. Porlas pisadas, todos imaginaron que eranal menos dos personas.

―¡Julio! ¡Julio! ―gritaba Andrés.

―¡Aquí! Estamos al final del pasillo―contestó Julio, temeroso de que alacercarse la ayuda Noelia, llevada porla desesperación, disparará al fin.

A medida que los pasos se acercaban

Page 454: Tinta roja: El manuscrito robado

para los cuatro iba siendo más obvioque Andrés no iba solo, sobre la viejamadera de la zona secreta de la pensióncaían como plomos lo que parecía unsinfín de pisadas. A lo lejos del pasilloya podía vislumbrarse un resplandor quese acercaba y un murmullo entre lospasos.

El primero en aparecer fue un agente depolicía bien armado, después otroscuatro y más tarde Andrés, seguido deun buen número de los empleados deJulio que las fuerzas del orden no habíanpodido retener en la puerta.

Page 455: Tinta roja: El manuscrito robado

―¡Tire el arma! ―gritó el agente almando de la operación.

Noelia dudó si tomar a su presa comorehén para escapar de allí; pero al ver loque parecía una multitud ocupando laúnica salida comprendió que todo estabaperdido. Muy despacio, dejó la escopetasobre el piso e, inmediatamente, dospolicías se acercaron a ella y lepusieron las esposas. Después otro hizolo propio con doña Carmen y acontinuación le quitó al fin la cintaadhesiva de la boca. Evidentemente, seencontraba bastante bien, porque

Page 456: Tinta roja: El manuscrito robado

comenzó a despotricar y a acusar aDaniela y a Julio de todo lo que estabaocurriendo allí.

―Han sido ellos, entre mi hija y esedesgraciado nos han tenido encerrados.Son unos malnacidos desagradecidos.Cójanlos a ellos, son unos criminalespeligrosos.

―¡Cállese de una vez, señora! Camine,ya nos contará todo lo que quiera en lacomisaría ―le respondió el policíamientras le ponía las esposas.

Page 457: Tinta roja: El manuscrito robado

En cuanto no hubo peligro, Julio corrió aabrazar a Daniela. Temblaba sin control,estaba como entumecida, pero en sumirada había una paz desconocida.

―Ya pasó todo, Daniela, ya pasó todo―le decía mientras la mecía suavementesobre su pecho―. Al fin nos vamos deaquí, lo hemos conseguido.

Andrés, seguido por un séquito detrabajadores de la fábrica de Julio, seatrevió a interrumpir la tierna escena,mientras la autoridad recordaba losderechos a los detenidos.

Page 458: Tinta roja: El manuscrito robado

―Lo siento mucho amigo… No sabescuánto siento todo lo que ha pasado…Yo… me dejé llevar por ella ―miró aNoelia, sin poder evitar sentir náuseaspor el aspecto de su herida y la maneraen que lo miró―. Llevó díasbuscándote, los trabajadores ya sabentodo lo que ocurrió y están contigo… Nosé si podrás perdonar mi traición.

―Estás perdonado, Andrés, pero novolveré a dirigir jamás a esa empresa,he tenido tiempo de reflexionar ycomprender que lo que de verdad quieroes escribir y, por supuesto, compartir mi

Page 459: Tinta roja: El manuscrito robado

vida con esta preciosa muchacha ―miróa su chica cuando dijo estas palabras.

―Creo que usted tendrá que pasar porun hospital antes de ir a declarar ―ibadiciendo un agente mientras guiaba aNoelia hasta la salida. La ex todavíatuvo tiempo de escupir a la pareja deenamorados a su paso, pero solo fue unburdo intento.

―Adiós, Noelia, espero no cruzarmenunca más en tu camino ―después sedirigió al policía que la llevaba sujetapor los brazos―. En el bolsillo de suchaqueta lleva una hoja de papel con una

Page 460: Tinta roja: El manuscrito robado

declaración firmada, por favor, sáquelay adjúntela a estas otras, aquí está todolo que ha ocurrido desde que doñaCarmen me robó un manuscrito y losmotivos que me trajeron hasta aquí―alargó un brazo y cogió el manuscritoque había a los pies de Daniela.

Después le tocó el turno a la señora, queparó en seco cuando se encontró cara acara con Julio.

―Eres tan estúpido como tu padre,nunca debí confiar en ninguno de losdos. Serás siempre un escritor mediocre,sin mí no eres nada. Ja, ja, ja…

Page 461: Tinta roja: El manuscrito robado

―¿Qué quiere decir? ¿Qué tiene que veren esto mi padre?

El policía que la llevaba a la salidaintervino.

―Vamos, ya tendrán tiempo de aclararsus problemas. Camine, señora.

Pero ella dijo una última frase mientrasdesaparecía.

―¿Por qué piensas que don Justo teníatanto interés en que pulieras tumanuscrito? Era tu padre, ja, ja, ja…solo quería hacer de ti el mejor ―.Dicho esto, echó un último vistazo a la

Page 462: Tinta roja: El manuscrito robado

puerta que daba a su colección delibros―. Nadie como yo será nuncacapaz de valorar lo que encierra esabiblioteca. ¡Sois todos unos ignorantes,unos analfabetos!

―¡Camine de una vez, señora!

Él se quedó noqueado unos segundos.Don Justo… era su padre. Aquello nopodía ser un farol de la doña, ya no teníaningún sentido. Después comprendióque, de ser cierto, la mujer que ya ledaba la espalda rumbo a su condena, erala asesina de su padre, la que aquellanoche prendió fuego al viejo profesor

Page 463: Tinta roja: El manuscrito robado

mientras dormía entre sus manuscritos.

―Es hora de irse ―le dijo Andrés a suamigo.

Julio ayudó a ponerse en pie a Daniela,pero la joven apenas se sostenía.Entonces la cogió en brazos y ella seagarró a su cuello como si fuera eldestino soñado, como lo que era. Losdos se encaminaron al fin en busca de lalibertad.

Pero Daniela se moría por hacerle unapregunta y sacando fuerzas de flaqueza

Page 464: Tinta roja: El manuscrito robado

se acercó al oído de su chico y lesusurró:

―Dime una cosa, ¿qué sentido teníaescribir como locos en dos días latercera parte de la trilogía?

―Lo cierto es que no estaba seguro deque saliéramos vivos de esta aventuray… bueno, teníamos que dejar porescrito toda la verdad.

Ella lo miró comprensiva.

―Además, no me parecía justo dejar alos fans de Marcus Lake sin quepudieran disfrutar de este gran final. Y

Page 465: Tinta roja: El manuscrito robado

hablando del final, recuérdame quetengo que escribir este gran momentocomo último capítulo.

Julio supo que Daniela perdía lasfuerzas por momentos.

―Necesita atención médica deinmediato ―le dijo al último policíaque quedaba en la estancia.

―Tranquilo, para ella también hay unaambulancia en la puerta, la atenderánenseguida, creo que se recuperará sinproblema. Han sido unos días duros porlo que veo.

Page 466: Tinta roja: El manuscrito robado

―Sí, pero como alguien dijo, nunca unmal comienzo fue definitivo.

Dicho esto, Julio besó a Daniela en elpelo y una vez más el olor a campo enprimavera, a todo lo que empieza abrotar, inundó sus pulmones.

Page 467: Tinta roja: El manuscrito robado

A todos los seguidores de mis páginas,especialmente a los que durante un año,domingo a domingo, leyeron en mi bloglas entregas de esta historia.Gracias por vuestra paciencia y lealtad