the evolution of mara dyer
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StaffModeradora
Mery St. Clair
Traductoras Munieca
Mery St. Clair
Amy Ivashkov
Vanessa Villegas
DaniO
BlancaDepp
Annabelle
Demoiselle
Macasolci
Panchys
MaryJane♥
Max Escritora Solitaria
Juli
Deydra Eaton
♥...Luisa...♥
MelDemczuk
Danny_McFly
Majo_Smile ♥
Lunnanotte
Pau_07
Correctoras Melii
Paoo
βelle ❤
Mrs. Styles♥
CarolSoler
Vericity
Juli
Dara.Nicole18
Deydra Eaton
Zafiro
Ladypandora
Violet~
Nats
MaryJane♥
Verito
Elle
Suelick*
Mery St. Clair
LuciiTamy
Lectura Final Amy Ivashkov
Diseño July
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ÍndiceSinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
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Sinopsis
Mara Dyer creyó que podía huir de su pasado.
No puede.
Solía pensar que sus problemas estaban en su cabeza.
No lo están.
No puede imaginar que después de todo por lo que ha pasado, el
chico que ama aún le guarde secretos.
Se equivoca.
En la secuela de The Unbecoming of Mara Dyer, la verdad
evoluciona y las elecciones pueden resultar mortales. ¿Qué será lo
siguiente de Mara Dyer?
Mara Dyer, #2
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"¿Podemos ser distintos de lo que somos?"
—Marqués de Sade, Justine
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Prefacio Traducido por munieca
Corregido por Melii
LO AMARÁS HASTA LA RUINA.
Las palabras resonaron en mi mente mientras corría a través de
coágulos de gente risueña. Luces parpadeantes y gritos encantados
sangraban juntos en un derroche de color y sonido. Sabía que Noah
estaba detrás de mí. Sabía que iba a atraparme. Pero mis pies trataron de
hacer lo que mi corazón no podía, trataron de dejarlo atrás.
Finalmente me quedé sin aliento debajo de un payaso burlón que
apuntaba a la entrada del Salón de los Espejos. Noah me alcanzó
fácilmente. Me giré hacia él y me quedé allí, mi muñeca en sus manos, las
mejillas mojadas por las lágrimas, mi corazón astillado por sus palabras.
Si yo realmente lo amaba, dijo ella, lo dejaría ir.
Me hubiese gustado amarlo lo suficiente.
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1 LILLIAN Y ALFRED RICE
Unidad psiquiátrica Miami, Florida.
Traducido por munieca
Corregido por Melii
Me desperté en la mañana de algún día en algún hospital para
encontrar a una extraña sentada en mi habitación.
Me senté cautelosamente —mi hombro estaba adolorido— y estudié
a la desconocida. Tenía el pelo castaño oscuro que sangraba al gris en las
raíces, y los ojos color avellana con redes de patas de gallo en las
esquinas. Ella me sonrió y su rostro se movió completamente.
—Buenos días, Mara —dijo.
—Buenos días —le contesté. Mi voz era baja y ronca. No sonaba
como la mía.
—¿Sabes dónde estás?
Ella, obviamente, no se dio cuenta de que el directorio del piso
estaba situado justo fuera de la ventana detrás de ella, y que desde la
cama, tenía una visión clara. —Estoy en la Unidad Psiquiátrica Lillian y
Alfred Rice. —Aparentemente.
—¿Sabes quién soy?
No tenía ni idea, pero traté de no demostrarlo, ella no me hubiera
preguntado si nunca nos hubiéramos conocido, y si nos habíamos
conocido, debería acordarme de ella. —Sí —mentí.
—¿Cuál es mi nombre?
Maldita sea. Mi pecho subía y bajaba rápidamente con la
respiración.
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—Soy la doctora West —dijo de manera uniforme. Su voz era cálida y
amable, pero no del todo conocida—. Nos conocimos ayer, cuando fuiste
traída por tus padres y un detective llamado Vincent Gadsen.
Ayer.
—¿Te acuerdas?
Recordaba haber visto a mi padre, pálido y herido tendido en una
cama de hospital después de ser baleado por la madre de una niña
asesinada.
Me acordé de que yo fui la persona que la llevó a hacerlo.
Me acordé de ir a la comisaría de policía para confesar robar el auto-
inyector de epinefrina de mi maestra y liberar hormigas coloradas en su
escritorio, por lo que murió de un shock anafiláctico.
Me acordé de que no era cierto, era sólo una mentira que
alimentaría a la policía, así ellos me impedirían hacer daño de nuevo a
cualquiera que amaba. Debido a que no creerían que deseé a mi maestra
muerta y que no mucho después, ella murió. Murió ahogada de
inflamación de la lengua, tal y como me imaginé que lo haría.
Me acordé de que antes de que pudiera decirle a cualquiera algo
de esto, vi a Jude en la Comisaría Decimotercera del Departamento de
Policía Metro Dade. Luciendo muy vivo.
Pero no me acordaba de venir aquí, al hospital. No recuerdo haber
sido traída. Después de que Jude apareciera, no recordé nada más.
—Fuiste admitida ayer por la tarde —dijo la desconocida, Dr. West—.
El detective llamó a tus padres cuando ellos no pudieron conseguir que
dejaras de gritar.
Cerré los ojos y vi el rostro de Jude mientras caminaba a mi lado.
Pasó rozándome. Sonrió. El recuerdo tiñó el interior de mis párpados, y los
abrí rápidamente, sólo para ver otra cosa.
—Les dijiste que tu novio, Jude Lowe, quien creías muerto en un
derrumbe de un edificio en diciembre, está vivo.
—Ex —dije en voz baja, luchando por mantener la calma.
—¿Perdón?
—Ex-novio.
La doctora West inclinó la cabeza ligeramente y empleó su expresión
cuidadosamente de psicóloga neutral, una que reconocí bien desde que
la había visto muchas veces en mi madre psicóloga. Sobre todo en los
últimos meses.
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—Dijiste que tú causaste el derrumbe en el manicomio abandonado
en Rhode Island, aplastando a tu mejor amiga, Rachel y la hermana de
Jude, Claire, adentro. Dijiste que Jude te asaltó sexualmente, por lo que
trataste de matarlo. Y tú dijiste que sobrevivió. Dijiste que él está aquí.
Ella estaba perfectamente calma mientras hablaba, lo que
magnificaba mi pánico. Esas palabras en su boca parecía una locura, a
pesar de que eran ciertas. Y si la doctora West sabía, entonces ellos…
—Tu madre te trajo aquí para una evaluación.
Mi madre. Mi familia. Ellos han oído la verdad también, a pesar de
que no había planeado contarla. A pesar de que yo no recuerdo haberles
contado.
Y esto fue lo que conseguí.
—Nosotros no comenzamos ayer porque tú estabas sedada.
Mis dedos vagaban por mi brazo, debajo de la manga corta de mi
camiseta blanca. Había una curita en mi piel, cubriendo lo que debe
haber sido el lugar de la inyección.
—¿Dónde está ella? —pregunté, tomando la curita.
—¿Dónde está quién?
—Mi madre. —Mis ojos escanearon el pasillo a través del cristal, pero
no la vi. La sala parecía vacía. Si tan sólo pudiera hablar con ella, tal vez
podría explicar.
—Ella no está aquí.
Eso no sonaba como mi madre. Ella no dejó mi lado ni una vez
cuando estuve ingresada en el hospital después de que el manicomio se
derrumbó. Le dije lo mismo, a todos los efectos, a la doctora West.
—¿Te gustaría verla?
—Sí.
—Está bien, vamos ver si podemos trabajar en eso más tarde.
Su tono de voz lo hizo sonar como que eso sería un premio por buen
comportamiento, y no me gustó. Saqué mis piernas de la cama y me puse
de pie. Llevaba pantalones de cordón y no los pantalones vaqueros que la
última vez me recordaba usando. Mi madre debe haberlos traído de casa.
Alguien debe haberme cambiado de ropa. Tragué saliva. —Creo que
quiero verla ahora.
La doctora West se puso de pie también. —Mara, ella no está aquí.
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—Entonces voy a ir a buscarla —dije, y comencé a buscar mis
zapatillas. Me agaché para mirar debajo de la cama, pero no estaban allí.
—¿Dónde están mis zapatos? —le pregunté, todavía agachada.
—Tuvimos que tomarlos.
Me levanté entonces, y la miró. —¿Por qué?
—Tenían cordones.
Mis ojos se estrecharon. —¿Y?
—Has sido traída aquí porque tu madre pensó que podrías ser un
peligro para ti misma y los demás.
—Realmente necesito hablar con ella —dije entonces, luchando
incluso por mantener la voz. Me mordí con fuerza el labio inferior.
—Vas a ser capaz de hacerlo.
—¿Cuándo?
—Bueno, me gustaría hablar con alguien primero, y tenemos un
médico viniendo, sólo para estar seguros de que estás…
—¿Y si no quiero?
La doctora West se limitó a mirarme. Su expresión era triste.
Mi garganta se quería cerrar. —No puedes retenerme aquí a menos
que yo consienta —logré decir. Por lo menos, sabía mucho acerca de esto.
Era la hija de un abogado y tenía diecisiete años de edad. No podía
mantenerme aquí si no quería ser retenida. A menos que…
—Estabas gritando y estabas histérica. Cuando una de nuestras
enfermeras trató de ayudarte, le diste un puñetazo.
No.
—Se convirtió en una situación de emergencia, por lo que conforme
a la Ley Baker, tus padres fueron capaces de dar su consentimiento por ti.
Le susurré así no podría gritar. —¿Qué estás diciendo?
—Lo siento, pero has sido internada contra tu voluntad.
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2 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Paoo
—Esperamos que le permitas a un doctor hacerte un examen físico
—dijo amablemente—. Y que consientas nuestro plan de tratamiento.
—¿Qué pasa si no lo hago? —le pregunté.
—Bueno, tus padres aún están a tiempo para presentar los
documentos correspondientes ante la corte mientras tú estás aquí, pero
sería realmente maravilloso para ti, y para ellos, si cooperas con nosotros.
Estamos aquí para ayudarte.
No podía recordar haberme sentido tan perdida anteriormente.
—Mara —dijo la doctora West, encontrando mis ojos—, ¿entiendes lo
que esto significa?
Esto significa que Jude está vivo y nadie me cree.
Esto significa que hay algo mal en mí, pero no es lo que ellos creen.
Esto significa que estoy sola.
Pero luego mis pensamientos acelerados dejan una imagen a su
paso. Un recuerdo.
Las paredes beige de la unidad de psiquiatría se evaporan y se
convierten en vidrio. Me veo en el asiento del pasajero de un auto —el
auto de Noah— y mis mejillas manchadas de lágrimas. Noah está a mi
lado, su cabello desordenado y perfecto y sus ojos desafiantes mientras
sostienen los míos.
—Hay algo seriamente mal conmigo, y no hay nada que se pueda
hacer para solucionarlo —le dije entonces.
—Déjame intentarlo —me respondió.
Eso fue antes de que supiera cuán profundamente jodida estaba,
pero incluso cuando la última pieza de mi armadura se cayó, revelando la
fealdad que había debajo, Noah no fue quien se marchó.
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Fui yo.
Porque maté a cuatro personas —cinco, si el cliente de mi padre
nunca despierta— con nada más que un pensamiento. Y el número pudo
haber sido mayor, hubiera sido mayor, si Noah no hubiera salvado la vida
de mi padre. Nunca quise lastimar a las personas que amo, pero Rachel
está muerta y a mi padre le habían disparado. Hace cuarenta y ocho
horas, pensé que la mejor manera de mantenerlos seguros era si me
mantenía lejos.
Pero las cosas son diferentes ahora. Jude las hizo diferentes.
Nadie sabe la verdad sobre mí. Nadie, excepto Noah. Lo cual
significa que es el único que posiblemente puede solucionar esto. Tenía
que hablar con él.
—¿Mara?
Me obligué a centrarme en la doctora West.
—¿Nos dejarías ayudarte?
¿Ayudarme? Quise preguntar. ¿Dándome más medicamentos
cuando no estoy enferma? ¿Diagnosticándome algo peor que estrés
postraumático? No soy una psicópata, quería decirle.
No lo soy.
Pero no parecía que tuviera muchas opciones, así que me obligué a
decir que sí.
—Pero quiero hablar con mi madre primero —añadí.
—La llamaré después de tu examen físico, ¿de acuerdo?
No lo estaba. De ninguna manera. Pero asentí y la doctora West
sonrió, profundizando las arrugas de su rostro, pareciéndose a una cálida y
amable abuela. Quizás lo era.
Cuando se fue, quise tener tiempo para desmoronarme; pero no lo
tuve. Fue inmediatamente remplazada por un médico con una lámpara
diagnóstica en la mano, quien me hizo preguntas sobre mi apetito y otros
detalles mundanos, las cuales respondí calmadamente, con un lenguaje
cuidadoso. Y luego cuando él se fue, me ofrecieron algo de comida, y uno
de los empleados —¿Un consejero? ¿Una enfermera?— me mostró el lugar.
Era más tranquilo de lo que pensé que sería una sala de psiquiatría, y con
un obvio menor número de psicópatas. Un par de chicos leían
tranquilamente. Uno veía la televisión. Otro hablaba con un amigo.
Levantaron la mirada hacia mí cuando pasé, pero por lo demás, pasé
desapercibida.
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Cuando eventualmente fui llevada a mi dormitorio, me sorprendió
encontrar a mi madre allí. Cualquier otra persona no hubiera notado el lío
que era. Tenía la ropa sin arrugas. La piel perfecta. Ni un solo cabello fuera
de lugar. Pero la desesperanza se veía en su postura y el miedo opacaba
sus ojos. Intentaba mantenerse erguida, pero apenas podía.
Intentaba mantenerse completa para mí.
Quise abrazarla y sacudirla al mismo tiempo. Pero me quede allí,
pegada al suelo.
Corrió a abrazarme. La dejé, pero mis brazos estaban inmovilizados a
mis costados y no podía corresponderle el abrazo.
Ella se apartó y retiró el cabello de mi rostro. Estudió mis ojos.
—Lo siento tanto, Mara.
—En serio. —Mi voz fue plana.
No podría haberla lastimado más si la hubiera golpeado.
—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó.
—Porque me desperté en una unidad psiquiátrica. —Las palabras
eran amargas en mi boca.
Ella retrocedió y se sentó en la cama, la cual estaba hecha desde la
última vez que estuve en ella. Negó con la cabeza, y su cabello oscuro
osciló con el movimiento.
—Cuando ayer saliste del hospital, pensé que estabas cansada y
volverías a casa. Así que cuando la policía llamó. —Su voz se quebró, y
llevó la mano a su garganta—. A tu padre le habían disparado, y luego
levanté el teléfono y escuché a la policía decir: ―¿Señora Dyer, le llamamos
por su hija?‖ —Una lágrima cayó de uno de sus ojos y rápidamente la
limpió—. Pensé que habías tenido un accidente de auto. Pensé que
estabas muerta.
Mi madre envolvió los brazos alrededor de su cintura y se inclinó
hacia adelante.
—Estaba tan aterrorizada que se me cayó el teléfono. Daniel lo
recogió. Él explicó lo que sucedía, que estabas en la comisaría, histérica.
Se quedó con tu padre y yo corrí allí para buscarte, pero tú estabas
salvaje, Mara —dijo, y me miró—. Salvaje. Nunca pensé… —Su voz se
desvaneció y parecía mirar a través de mí—. Gritabas que Jude estaba
vivo.
Hice algo valiente, entonces. O estúpido. A veces es difícil notar la
diferencia.
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Decidí confiar en ella. Mire a mi madre a los ojos y dije, sin un rastro
de duda en mi voz o expresión:
—Lo está.
—¿Cómo es eso posible, Mara? —dijo mi madre sin emoción.
—No lo sé —admití, porque no tenía ni idea—. Pero yo lo vi. —Me
senté a su lado en la cama, pero no cerca de ella.
Mi madre se apartó el cabello del rostro.
—¿Pudo haber sido una alucinación? —Evitó mis ojos—. ¿Cómo las
otras veces? ¿Cómo con los aretes?
Me había hecho a mí misma esa pregunta. Había visto cosas antes:
Los aretes de mi abuela en el fondo de la bañera, aunque seguían en mis
oídos. Las paredes del salón de clase colapsar a mi alrededor, los gusanos
retorciéndose en mi comida.
Y había visto a Claire. La vi en el espejo. Oí su voz.
—Ustedes dos diviértanse.
Vi a Jude en los espejos. Escuché su voz, también.
—Necesitas apartar tu mente de este lugar.
Pero ahora sabía que los escuché decir esas mismas palabras dos
veces. No sólo en los espejos de casa. En el manicomio.
No imaginé esas palabras. Las recordé. De la noche del derrumbe.
Pero en la comisaría era diferente. Jude habló con un policía. Me
esforcé por recordar lo que dijo.
—¿Puede decirme dónde reportar a una persona desaparecida?
Creo que estoy perdido.
Nunca lo escuché decir esas palabras antes. Eran nuevas. Y él las dijo
antes de tocarme.
Me tocó. Lo sentí.
Eso no fue una alucinación. Él era real. Estaba vivo, y estaba aquí.
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3 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por βelle ❤
Mi madre aún esperaba una respuesta a su pregunta, así que le di
una. Sacudí mi cabeza con fiereza. —No. —Jude estaba vivo. No fue una
alucinación. Estaba segura.
Ella se sentó allí inmóvil por un latido demasiado largo. Entonces,
finalmente, sonrió, pero no llegó a sus ojos.
—Daniel vino a verte —dijo y se puso de pie. Se inclinó para besar la
coronilla de mi cabeza justo cuando la puerta se abrió, revelando a mi
hermano mayor. Los dos intercambiaron una mirada, pero a medida que
Daniel entró en la habitación enmascaró su preocupación.
Su espeso cabello negro estaba extrañamente desordenado y
círculos oscuros rodeaba sus ojos. Me sonrió —demasiado normal,
demasiado rápido— y se agachó para envolverme en un abrazo.
—Me alegra mucho que estés bien —dijo mientras me apretaba.
Tampoco pude corresponderle el abrazo.
Luego me soltó y agregó demasiado a la ligera—: Y no puedo creer
que tomaras mis llaves. ¿Dónde están mis llaves de la casa, por cierto?
Me frente se arrugó. —¿Qué?
—Mis llaves de la casa. Desaparecieron de mi llavero. Las cuales te
llevaste antes de conducir mi auto a la estación de la policía.
—Oh. —No recordaba haberlas tomado, y mi memoria no
recordaba que hice con ellas—. Lo siento.
—Está bien. No es como si fueras a meterte en algún problema o
algo —dijo, entrecerrando los ojos en mi dirección.
—¿Qué estás haciendo?
—Dándote mi mirada intimidatoria.
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—Bueno, parece que estés teniendo un accidente cerebrovascular
—dije, sin poder evitar mi sonrisa. Daniel me sonrió también—. Esta vez fue
real.
—Casi me da un ataque cuando a mamá casi le dio un ataque —
dijo, su voz tranquila. Seria—. Yo… me alegro de que estés bien.
Miré alrededor de la habitación. —Bien es un término relativo, creo.
—Touché.
—Me sorprende que te dejaran verme —dije—. Por la forma en que
la psiquiatra actuaba, comenzaba a pensar que estaría encerrada bajo
llave o algo así.
Daniel se encogió de hombros y cambió de postura, evidentemente
incómodo.
Eso me puso cautelosa. —¿Qué?
Mordisqueó su labio.
—Escúpelo, Daniel.
—Se supone que tengo que convencerte de quedarte aquí.
Entrecerré mis ojos hacia él. —¿Por cuánto tiempo?
No contestó.
—¿Por cuánto tiempo?
—Indefinidamente.
Mi rostro enrojeció. —¿Mamá no tuvo las agallas para decírmelo ella
misma?
—Eso no es todo —dijo, sentándose en la silla al lado de la cama—.
Piensa que no confías en ella.
—Ella es quien no confía en mí. No lo ha hecho desde… —Desde el
derrumbe, casi dije. No terminé mi oración, pero a juzgar por la expresión
de Daniel, no fue necesario—. No cree nada de lo que digo —terminé. No
tenía la intención de sonar infantil, pero no pude evitarlo. Medio esperé a
que Daniel me llamara así, pero él solo me dio la misma mirada que
siempre me daba. Era mi hermano. Mi mejor amigo. No había cambiado
para él.
Y eso me hizo querer contarle todo. Sobre el manicomio, Rachel,
Mabel, mi maestra. Todo.
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Si se lo dijera calmadamente —sin pánico, olvidando lo ocurrido en
la estación de policía, pero racionalmente, después de una noche entera
de sueño— si se lo explicara todo, quizás pudiera comprenderlo.
Necesito ser comprendida.
Así que cerré los ojos y respiré hondo, como si estuviera
preparándome para lanzarme desde un acantilado. En cierto modo,
supongo, lo hacía.
—Jude está aquí.
Daniel tragó saliva y luego preguntó con cautela—-: ¿En la
habitación?
Le lance una mala mirada. —No, idiota. En Florida. En Miami.
Su expresión no cambió.
—Estaba en la estación de policía, Daniel. Lo vi. Estaba allí.
Mi hermano sólo se sentó allí, reflejando la expresión neutral de
nuestra madre de hace tan sólo unos minutos atrás. Luego tomó su
mochila y sacó algo de ella.
—Este es el video de seguridad del recinto —explicó antes de que yo
tuviera la oportunidad de preguntar—. La doctora West pensó que sería
bueno que mamá te lo mostrara.
—Entonces, ¿por qué estás mostrándomelo tú?
—Porque claramente no confías en mamá, pero ella sabe que
confías en mí.
Le di una mirada entrecerrada. —¿Qué hay en él?
Se puso de pie y metió el disco en el reproductor de DVD debajo de
la televisión en el techo, luego la encendió. —Dime cuando lo veas, ¿vale?
Asentí, y luego nuestras cabezas se giraron hacia la pantalla. Daniel
adelantó el video y las personas diminutas corrían dentro y fuera de la
comisaría. El contador de velocidad se aceleró y me observé a mí misma
caminando en el marco.
—Para —le dije a Daniel. Él presionó un botón y las imágenes
desaceleraron a una velocidad normal. No tenía audio, pero me vi
hablando con el oficial en la recepción. Debió haber sido cuando
pregunté dónde podía encontrar al detective Gadsen.
Y entonces vi a Jude aparecer en el cuadro. Mi corazón comenzó a
acelerarse mientras mis ojos se detuvieron en la imagen de él, con su gorra
de béisbol, en mangas largas. Algo en su muñeca reflejaba la luz. Un reloj.
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Hubo un estremecimiento en mi mente. Señalé la figura de Jude en
la pantalla. —Allí —dije. Mi mano temblaba de enojo—, ese es él.
Vimos mientras Jude hablaba con el oficial. Como me rozó al pasar.
Como me tocó. Comencé a sentirme enferma.
Daniel pausó la imagen antes de que Jude saliera del marco. No dijo
nada durante un largo rato.
—¿Qué? —dije en voz baja.
—Ese podría ser cualquier, Mara.
Mi garganta apretada. —Por favor, dime que estás bromeando.
—Mara, este es un chico con la gorra de los Patriotas.
Estudié la pantalla de nuevo. Él ángulo de la cámara sólo capturaba
la cima de la cabeza de Jude. La cual estaba cubierta por la gorra de los
Patriotas que él siempre usó. La cual lo ensombrecía, ocultando sus ojos.
No podía verse su rostro.
—Pero escuché su voz —dije. Rogando, en realidad. Mi hermano
abrió la boca para decir algo, pero lo interrumpí—. No, escúchame. —
Tomé una respiración profunda. Intenté mantener la voz baja, menos
gritona—. Lo oí… le preguntó al oficial algo y el oficial le respondió. Fue su
voz. Y vi su rostro. —Miré la pantalla, entornando los ojos mientras
continuaba hablando—. No puedes ver eso en el video, quizás, pero era él.
Es él.
Daniel me miró durante unos silenciosos segundos hasta que por fin
habló. Cuando lo hizo, su voz fue penosamente suave. —Mara, no puede
ser él.
Mi mente corrió a través de los hechos, los que yo conocía, de los
que estaba segura. —¿Por qué no? No encontraron un cuerpo que
enterrar, ¿verdad? —El edificio estaba demasiado inestable, recordé, y era
demasiado peligroso—. No pudieron llegar hasta su cuerpo —dije de
nuevo.
Daniel señaló la pantalla, hacia las manos de Jude. Mis ojos siguieron
su dedo. —¿Ves sus manos?
Asentí.
—Jude no las tiene. Sus manos fueron todo lo que encontraron.
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4 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Mrs.Styles♥
Sus palabras drenaron la sangre de mi rostro.
—No encontraron restos completos de ninguno; ni de Rachel, Claire,
o Jude. Pero si encontraron algo… las manos de él, Mara. Las enterraron. —
Tragó saliva como si esto fuera doloroso para él, y luego señaló la pantalla
de vídeo—. Ese chico tiene dos manos. —La voz de Daniel era suave, triste
y desesperada, pero sus palabras se negaban a tener sentido para mí—.
Sé que estás asustada por lo que ha estado sucediendo. Lo sé. Y papá…
todos estamos preocupados por papá. Pero ese no era Jude, Mara. No era
él.
Hubiera sido un gran alivio creer que esto era una locura, tragarme
esa mentira, las pastillas y deshacerme de la culpabilidad que me había
perseguido desde que finalmente recordé lo que yo era capaz de hacer.
Pero intenté eso antes. No funcionó.
Tomé una profunda e inestable respiración.
—No estoy loca.
Daniel cerró sus ojos, y cuando los abrió nuevamente, su expresión
era… decidida.
—No se supone que te diga esto…
—¿Decirme qué?
—Los psicólogos lo llaman una distorsión de la percepción —dijo mi
hermano mayor—. Un engaño, básicamente. Que veas… a Jude vivo, que
tienes el poder de colapsar edificios o matar a la gente… ellos dicen que
estás perdiendo la capacidad de percibir racionalmente la realidad.
—¿Qué significa?
—Hablan de palabras como ―psicópata‖ y ―esquizofrenia‖, Mara.
Me ordené a mí misma no llorar.
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—Mamá tiene la esperanza de que, en el peor de los casos, esto
quizás sea un breve trastorno psicótico producido por el estrés
postraumático, los disparos y todo el trauma, pero por lo que parece que
estoy escuchando, las principales diferencias entre la esquizofrenia y los
otros desordenes son básicamente la duración. —Tragó saliva—. Significa
que mientras más duraderas sean las ilusiones, peor es el pronóstico.
Apreté los dientes y me obligué a permanecer en silencio mientras mi
hermano seguía hablando.
—Es por eso que mamá cree que deberías quedarte aquí por un
tiempo, para que así ellos puedan ajustar tus medicamentos. Luego te
mudarás de lugar, un centro de tratamiento residencial…
—No —dije. Tanto como había deseado antes mantenerme lejos de
mi familia por su seguridad, ahora sabía que necesitaba quedarme con
ellos. Yo no podía quedarme encerrada aquí mientras Jude estaba libre.
—Es como un internado —continuó—, excepto que hay un chef
gourmet y hermosos jardines y clases de arte… justo como unas
vacaciones.
—No estamos hablando de irme a Fiji, Daniel. Ella quiere enviarme a
un hospital mental. ¡Un hospital mental!
—No es un hospital mental, es una residencia…
—Un centro de tratamiento, sí —dije, mientras las lágrimas
comenzaban a bajar. Parpadeé furiosamente—. ¿Así que estás de su
lado?
—Estoy de tu lado. Y solo será por un tiempo, para que puedan
enseñarte como hacerle frente a esto. Has pasado… no hay manera de
que puedas lidiar con la escuela y mucho más.
Traté de tragar la acidez en mi garganta.
—¿Qué dice papá? —Me las arreglé para preguntar.
—Siente que esto es su culpa —dijo.
El solo pensar esa idea me partió en dos.
—Cree que no debió haber tomado ese caso —continuó mi
hermano—. Él confía en mamá.
—Daniel —rogué—. Lo juro, lo juro, estoy diciéndote la verdad.
—Es parte de esto —dijo, y su voz casi se quebró—. Eso es lo que tú
crees. Las alucinaciones encajan con el estrés postraumático. Antes sabías
que todo estaba en tu cabeza. Ahora crees que es real —dijo Daniel con
22
voz tensa—. Todo lo que les dijiste ayer concuerda con… psicosis. —
Parpadeó furiosamente y frotó uno de sus ojos con el dorso de su mano.
No podía creer lo que me estaba pasando
—Así que así será, entonces —Mi voz sonó muerta—. ¿Puedo al
menos ir a casa primero?
—Bueno, una vez que te admiten tienes que quedarte por setenta y
dos horas, y luego te revalúan antes de hacer una recomendación final a
mamá y papá. Así que supongo que eso será pasado mañana.
—Espera… ¿Sólo setenta y dos horas? —Y otra evaluación…
—Bueno, sí, pero están presionando por más tiempo.
Pero justo ahora, esto era temporalmente. No permanentemente.
Aún no.
Si yo pudiera convencerlos de que no creo que Jude está vivo —
que no creo que maté a Rachel y Clare y a los otros, que nada de eso era
real, que todo estaba en mi cabeza— si podía mentir, y
convincentemente, entonces podrían creer que mi episodio en la estación
de policía fue temporal. Eso era lo que mi madre quería creer. Ella sólo
necesitaba un empujón.
Si jugaba bien mis cartas, podría volver a casa.
Podría volver a ver a Noah otra vez.
Una imagen de él brilló en mi mente, su rostro duro y determinado en
la corte, seguro de que yo no haría lo que hice. No habíamos hablando
desde entonces.
¿Qué pasa si yo lo cambié, como él dijo que lo haría?
¿Qué pasa si no quiere verme?
La idea apretó mi garganta, pero no podía llorar. No podía perder el
control. De aquí en adelante, yo tenía que ser la persona más cuerda de
todas. No podía permitirme el lujo de que me enviaran lejos. Tenía que
averiguar qué demonios estaba pasando.
Incluso si tengo que averiguarlo por mí misma.
Un golpe en la puerta me sobresaltó, pero era sólo mamá. Ella
parecía haber estado llorando. Daniel se puso de pie, alisando una arruga
en su camisa azul.
—¿Dónde está papá? —le pregunté.
—Todavía en el hospital. Le darán el alta mañana.
23
Quizás, si hacía una buena actuación, podría ser dada de alta con
él.
—¿Joseph está aquí?
Mamá asintió. Así que mi hermano de doce años ahora tenía un
padre con una herida de bala y una hermana en el pabellón psiquiátrico.
Apreté los dientes aún más duro. No llores.
Entonces mi mamá miró a Daniel, y él aclaró su garganta.
—Te amo, hermana —dijo mirándome—. Te veré pronto, ¿de
acuerdo?
Asentí, con los ojos secos. Mi madre se sentó.
—Esto irá bien, Mara. Sé que suena estúpido ahora, pero es la
verdad. Mejorará.
No estaba segura de que decir, a excepción de:
—Quiero ir a casa.
Mi madre pareció dolida. ¿Y por qué no iba a estarlo? Su familia
estaba desmoronándose.
—Quiero que regreses a casa tanto, cariño. Sólo… no hay un plan
para ti en casa si no estás en la escuela, y creo que podría ser demasiada
presión justo a hora. Te amo, Mara. Mucho. No podría soportar si tú… yo
vomité cuando escuché lo ocurrido en el manicomio… la idea me
enfermaba. No podría dejarte marchar, ni por un segundo. Eres mi bebé.
Sé que no eres una niña, pero eres mi bebé y quiero que estés bien. Más
que nada quiero que estés bien. —Limpió sus ojos con el dorso de su mano
y me sonrió—. Esto no es tu culpa, y no estás siendo castigada.
—Lo sé —dijo seriamente, haciendo mi mejor impresión de un adulto
sereno y sensato.
Ella continuó.
—Has pasado por muchas cosas, y sé que nosotros no te
entendemos. Y quiero que sepas que esto —indicó la habitación—, no es
por ti. Puede ser algo químico o de comportamiento e incluso genético…
Una imagen salió de las aguas oscuras de mi mente. Una fotografía.
Negro. Blanco. Borrosa.
—¿Qué? —pregunté rápidamente.
—La forma en que te estás sintiendo. Todo lo que ha estado
sucediéndote. No es tu culpa. Con el estrés postraumático y todo lo que
ha pasado…
24
—No, lo sé —dije, deteniéndola—. Pero dijiste…
Genético.
—¿Qué quisiste decir con genético? —pregunté
Mi madre miró al suelo y su voz se volvió profesional.
—Lo que tú estás pasando —dijo, evitando claramente las palabras:
enfermedad mental—, puede ser causado por factores biológico y
genéticos.
—Pero, ¿quién en nuestra familia ha tenido algún tipo de…?
—Mi madre —dijo en voz baja—. Tu abuela.
Sus palabras flotaron en el aire. La imagen en mi mente de un retrato
de una mujer joven con una misteriosa sonrisa, sentada con las manos
cruzadas cubiertas de tinta sobre su regazo. Su cabello oscuro con una
raya en el centro y su bindi brillante entre las cejas. Era la foto de mi abuela
el día de su boda.
Y luego mi mente remplazó su rostro con el mío.
Parpadeé alejando la imagen y sacudiendo mi cabeza.
—No entiendo.
—Se suicidó, Mara.
Me senté allí, momentáneamente aturdida. No era lo que yo sabía,
pero…
—Yo pensé, ¿pensé que murió en un accidente de auto?
—No. Eso fue lo que te dijimos.
—Pero, ¿pensé que creciste con ella?
—Lo hice. Ella murió cuando era adulta.
Mi garganta estaba repentinamente seca.
—¿Qué edad tenías?
La voz de mi madre fue repentinamente delgada.
—Veintiséis.
Los siguientes segundos se sintieron como una eternidad.
—Tú me tuviste cuando tenías veintiséis.
—Ella se suicidó cuando tenías tres días de vida.
25
5 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Mrs.Styles♥
¿Por qué no sabía esto?
¿Por qué nadie me lo dijo?
¿Por qué me lo decía hasta ahora?
¿Por qué, entonces?
Debí haber parecido tan sorprendida como me sentía, porque mi
madre se apresuró a disculparse.
—Nunca quise decírtelo en una situación así.
Ella nunca quiso decirme nada.
—La doctora West y la doctora Kells pensaron que era lo correcto,
dado que tu abuela tuvo muchas de las mismas preocupaciones —dijo mi
madre—. Ella estaba paranoica. Sospechosa.
—Yo no soy… —Estuve a punto de decir que yo no estaba
sospechosa o paranoica, pero lo estaba. Pero por buenas razones.
—Ella no tenía ningún amigo —continuó.
—Yo tengo amigos —dije. Entonces noté que las palabras más
apropiadas debieron ser ―tuve‖ y ―amiga‖ en singular. Rachel fue mi mejor
amiga y, en realidad, mi única mejor amiga hasta que nos mudamos.
Luego conocí a Jamie Roth, mi primer (y único) amigo en Croyden,
pero no lo había visto y tampoco había escuchado de él desde que fue
expulsado por algo que no hizo. Mi madre probablemente ni siquiera sabía
de su existencia, y como yo no iba a regresar pronto a la escuela, ella
probablemente nunca lo sabría.
Luego estaba Noah. ¿Él cuenta?
Mi mamá interrumpió mis pensamientos.
—Cuando era pequeña, mi madre a veces me preguntaba si yo
podía hacer magia. —Una sonrisa triste apareció en sus labios—. Pensé que
26
sólo jugaba. Pero a medida que fui creciendo, volvía a preguntarme de
vez en cuando si yo podía hacer algo ―especial‖. Especialmente cuando
llegué a la adolescencia. No tenía ni idea de lo que ella quería decir, por
supuesto, y cuando le pregunté, ella me decía que cuando lo descubriera
yo debía decirle si algo había cambiado. —Mi madre apretó su mandíbula
y miró el techo.
Intentaba no llorar.
—Lo ignoré, diciéndome a mí misma que mi madre era ―diferente.‖
Pero todas las señales estaban allí. —Su voz cambió de la nostálgica a la
profesional—. Los pensamientos mágicos…
—¿Qué quieres decir?
—Ella creía ser responsable de cosas que no podría haber hecho —
dijo mi madre—. Y era supersticiosa, recuerdo que no se fiaba de ciertos
números, y que algunas veces se preocupaba por ellos. Y cuando tenía
cerca de tu edad, se volvió paranoica. Una vez, cuando estábamos de
camino para mudarme por primera vez a mi dormitorio, nos detuvimos en
una gasolinera. Ella había estado mirando por el espejo retrovisor y
mirando sobre su hombro durante la última hora, y luego, cuando entró a
la tienda para pagar, un hombre me preguntó por unas direcciones.
Saqué nuestro mapa y le di las instrucciones. Él regresó a su auto, y se
marchó, tu abuela salió corriendo. Quería saber todo —que quería él, lo
que dijo— estaba loca. —Mi madre se detuvo, perdida en el recuerdo.
Luego dijo—: Algunas veces la sorprendí caminando dormida. Tenía
pesadillas.
No podía hablar. No sabía que decir.
—Fue… duro crecer con ella, algunas veces. Creo que eso fue lo que
me hizo querer ser psicóloga. Quería ayudar… —La voz de mi madre se
desvaneció, y luego ella pareció recordar que estaba allí sentada. Por qué
yo estaba aquí sentada. Su rostro enrojeció.
—Oh, cariño… no quise decir… no quise sonar de esa manera. —
Estaba nerviosa—. Fue una madre maravillosa y una persona increíble; era
una artista y muy creativa y tan divertida. Y siempre se aseguraba de que
estuviera feliz. Le importaba tanto. Si hubiera sabido cuando yo era joven
lo que sé ahora, creo… las cosas serían diferentes. —Tragó saliva, y luego
me miró—. Pero tú no eres ella. No te pareces a ella. Yo únicamente lo dije
porque… porque puede ser hereditario, y quiero que sepas es esto no es
por algo que has hecho, y todo lo que ha ocurrido —El manicomio, todo—
no es tu culpa. Los mejores terapeutas están aquí, y tendrás la mejor
ayuda.
27
—¿Y si consigo mejorar? —pregunté en voz baja.
Sus ojos se llenan de lágrimas.
—Mejorarás. Lo harás. Y tendrás una vida normal. Juro por Dios —dijo
en voz baja—, que tendrás una vida normal.
Me abrí a ella. —¿Me enviarás lejos?
Se mordió su labio inferior e inhaló.
—Esa es la última cosa que quiero que hagas, bebé. Pero creo que si
estás en un ambiente diferente por un tiempo, con personas que
realmente saben de estas cosas, creo que será lo mejor para ti.
Pero podía decir por el tono de su voz, y la manera en que vaciló,
que ella no lo había decidido. No estaba segura. Lo cual significa que aún
puedo ser capaz de manipularla para que me deje volver a casa.
Pero eso no ocurriría durante esta conversación. Yo tenía trabajo que
hacer. Y no podía hacerlo con ella aquí.
Bostecé y parpadeé lentamente.
—Estás cansada —dijo, estudiando mi rostro.
Asentí.
—Has tenido una semana del infierno. Un año del infierno —Tomó mi
rostro entre sus manos—. Saldremos de esto. Lo prometo.
Sonreí beatíficamente hacia ella.
—Lo sé.
Ella alisó mi cabello hacia atrás y luego se volvió para irse.
—¿Mamá? —llamé—. ¿Podrías decirle a la doctora West que quiero
hablar con ella?
Resplandeció.
—Claro, cariño. Toma una siesta, y le diré que venga a verte en un
momento, ¿de acuerdo?
—Gracias.
Ella se detuvo entre la silla y la puerta. Parecía confundida.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—Yo sólo… —comenzó, luego cerró los ojos. Pasó la mano por su
boca—. La policía nos dijo ayer que dijiste que Jude intentó abusar de ti
antes de que el edificio colapsara. Quería… —Tomó una profunda
respiración—. ¿Eso es verdad, Mara?
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Era cierto, por supuesto. Cuando estuvimos solos en el manicomio,
Jude me besó. Continuó besándome incluso cuando le dije que se
detuviera. Me presionó contra la pared. Empujándome. Atrapándome.
Luego lo golpeé, y me devolvió el golpe.
—Oh, Mara —susurró mi madre.
La verdad debió haber sido evidente en mi rostro porque antes de
decidir que responderle, ella corrió hacia mí.
—No es extraño que esto haya sido incluso más difícil, es un trauma
doble, debiste haberte sentido tan… yo ni siquiera…
—Estoy bien, mamá —dije, mirándola con ojos vidriosos.
—No, no lo estás. Pero mejorarás. —Se inclinó para besarme de
nuevo y luego salió de la habitación, me dirigió una sonrisa triste antes de
desaparecer.
Me senté con la espalda recta. La doctora West vendría pronto, y
necesitaba mantenerme fuerte.
Necesito convencerla, convencerlos, de que sólo tenía estrés
postraumático, y que no estaba cerca de volverme esquizofrénica o algo
igualmente aterrador y permanente. Porque con estrés postraumático,
podía quedarme con mi familia y averiguar lo que estaba pasando.
Averiguar qué hacer con Jude.
Pero con si me equivocaba, esta sería mi vida. Una vida en
hospitales psiquiátricos y con medicamentos. Sin universidad. Sin vida.
Intenté recordar lo que dijo mi madre sobre los síntomas de mi
abuela:
Sospechas.
Paranoia.
Creencias mágicas.
Delirios.
Pesadillas.
Suicidio.
Y luego, pensé en lo que sabía acerca del estrés postraumático.
Alucinaciones.
Pesadillas.
Perdida de la memoria.
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Recuerdos repentinos.
Había similitudes y no había superposición, pero la principal
diferencia parecía ser que con el estrés, sabes, racionalmente, que lo que
estás viendo no es real. Cualquier cosa con el prefijo ―esquizo‖ significaba,
sin embargo, que cuando alucinabas creías que era cierto, incluso
después de que las alucinaciones terminaban. Lo cual significa que es un
delirio.
Podría ser legítimo que tenía estrés; Puedo recordar mis traumas
experimentados y aceptar que algunas cosas que vi no fueron reales. Pero
sabía que esas cosas no ocurrían, sin importar como me sentía cuando lo
descubría.
Así que ahora, solo tenía que dejar claro, muy claro, que yo no creí
ver a Jude vivo.
A pesar de que él lo estaba.
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6 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Mrs.Styles♥
Los relojes lejanos en la unidad de psiquiatría seguían avanzando, yo
contaba las horas que me quedaban de mis requeridas setenta y dos. Iba
bien, pensé el Día Tres. Estaba calmada. Amigable. Dolorosamente normal.
Y cuando otra psiquiatra llamada Dra. Kells se presentó como la directora
de algún programa en algún lugar de Florida, yo respondí sus preguntas de
la manera que ella esperaba:
—¿Has tenido problemas para dormir?
Sí.
—¿Has estado teniendo pesadillas?
Sí.
—¿Tienes problemas para concentrarte?
A veces.
—¿Pierdes constantemente los estribos?
De vez en cuando. Soy una adolescente normal, después de todo.
—¿Has estado experimentado pensamientos obsesivos sobre tu
experiencia traumática?
Claro.
—¿Tienes alguna fobia?
¿No todos las tienen?
—¿Algunas vez has visto u escuchado a personas que no están allí?
Algunas veces veo a mis amigos… pero sé que ellos no son reales.
—¿Alguna vez has pensado en hacerte daño o hacérselo a los
demás?
Una vez. Pero yo nunca haría algo así.
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Luego se marchó y fui a almorzar. No tenía mucha hambre, pero
pensé que sería una buena idea comer de todos modos. Todo era parte
del espectáculo.
El día se prolongó y cerca del final la Dra. West regresó. Me senté en
una mesa en una zona común, tan claro e impersonal como cualquier sala
de espera de cualquier hospital, pero con pequeñas mesas redondas con
sillas alrededor. Dos niños de la edad de Joseph jugaban a las damas. Yo
dibujaba sobre un papel con crayones. No estaba orgullosa de aquello.
—Hola, Mara —dijo la Dra. West, inclinándose para ver mi dibujo.
—Hola, Dra. West —dije. Le di una enorme sonrisa y bajé mi crayón,
sólo por ella.
—¿Cómo te estás sintiendo?
—Un poco nerviosa —dije tímidamente—. Realmente extraño estar
en casa. —Aparté la imagen que había estado dibujando, un árbol lleno
de flores. Ella debería leer algo en él —los terapeutas leen algo en todo— y
las personas normales aman los árboles.
Asintió. —Entiendo.
Abrí mucho mis ojos. —¿Crees que pueda irme a casa?
—Claro, Mara.
—Quiero decir, hoy.
—Oh. Bueno. —Su ceño se frunció—. No lo sé aún, para ser honesta.
—¿Es siquiera posible? —Mi voz inocente me estaba volviendo loca.
La he usado más en estos días que en mis últimos cinco años.
—Bueno, hay algunas posibilidades —dijo—. Podrías quedarte aquí
para continuar con el tratamiento, o posiblemente ser transferida a otro
centro hospitalario. O tus padres pueden decidir que un tratamiento en un
centro residencial es el mejor lugar para ti, dado a que eres una
adolescente, la mayoría tiene programas de educación secundaria que te
permitirá tener algunas clases a la vez que trabajas en grupo y terapias
experimentales.
Residencial. Eso no me gustaba.
—O un programa ambulatorio podría ser la mejor opción…
—¿Ambulatorio? —Cuéntame más.
—Hay programas de día para adolescentes que pasan por cosas
difíciles, como tú.
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Lo dudo.
—Se trabaja principalmente con consejeros y tus compañeros en la
terapia de grupo, y en las terapias experienciales como arte y música, con
un poco de tiempo dedicado a las tareas escolares, pero el enfoque es
definitivamente el tratamiento. Y al final del día te vas a casa.
No era tan terrible. Al menos ahora sabía lo que podía esperar.
—O tus padres pueden decidir no hacer nada más que terapia.
Nosotros haremos nuestra recomendación, pero en última instancia,
depende de ellos. Tu madre deberá llegar pronto, en realidad —dijo,
mirando hacia los ascensores—. ¿Por qué no sigues dibujando esa linda
imagen y hablamos otra vez cuando yo haya hablado con ella?
Asentí y sonreí. Sonreír era importante.
La Dra. West se fue entonces, y yo aún intentaba fingir estar mucho
más alegre cuando me sobresaltó un golpecito en el hombro.
Me di la vuelta en la silla de plástico. Me encontré con una pequeña
chica, quizás diez u once, con un largo y enredado cabello rubio y con su
dedo tímidamente colocando sobre la boca. Llevaba una camiseta
blanca demasiado grande para ella sobre una falda azul con volantes a
juego con un par de calcetines azules. Me pasó un pedazo de papel
doblado con la mano libre.
Una hoja de papel para dibujar. Mis dedos identificaron la textura de
inmediato, y mi corazón se aceleró mientras lo desdoblé, dejando al
descubierto el dibujo que le di a Noah, de él mismo, semanas atrás en
Croyden. Y en la parte trasera estaban sólo tres palabras, pero era las
palabras más bellas del idioma español:
Yo te creo.
Estaban escritas del puño y letra de Noah, y mi corazón dio un
vuelco cuando miré detrás de mí, esperando por el milagro de ver su
rostro.
Pero no había nadie que no perteneciera a este lugar.
—¿De dónde lo conseguiste? —le pregunté a la chica.
Bajó la mirada al suelo de linóleo y se sonrojó.
—Un chico lindo me lo dio.
Una sonrisa se formó en mis labios.
—¿Dónde está él?
33
Señaló hacia el pasillo. Me levanté, dejando el estúpido árbol y mi
dibujo en la mesa, y miré a mí alrededor con tranquilidad, a pesar de que
quería salir corriendo. Uno de los terapeutas se sentó en una mesa para
hablar con un chico que no dejaba de rascarse, y uno de los miembros del
personal se encargaba de recepción. No había nada fuera de lo común,
pero, obviamente, algo sí lo estaba. Caminé casualmente hacia los baños,
estaban cerca del pasillo, cerca de los elevadores. Si no estaba aquí, no
debía estar muy lejos.
Y justo antes de doblar la esquina, sentí una mano suavemente
agarrar mi muñeca y jalarme hacia el baño de chicas. Supe que era él,
incluso antes de ver su rostro.
Me encontré con unos ojos azul grisáceo estudiándome. Mis ojos
vagaron por la forma de su boca, siguiendo su curva y el final, como si él
estuviera a punto de hablar. Y ese cabello, quería saltar a sus brazos y
pasar mis dedos por su pelo. Quería aplastar mi boca contra esos labios.
Pero Noah colocó un largo dedo sobre los míos antes de que yo
pudiera decir una palabra.
—No tenemos mucho tiempo.
Su cercanía me llenó de calor. No podía creer que estuviera
realmente aquí. Quería sentirlo más, sólo para asegurarme de que era él
realmente.
Levanté una mano vacilante a su estrecha cintura. Sus músculos
estaban tensos debajo de su delgada camisa de algodón.
Pero no me detuvo.
No puede evitar mi sonrisa.
—¿Qué pasa contigo y los baños de chicas? —pregunté,
observando sus ojos.
La esquina de su boca se curvó.
—Esa es una pregunta justa. En mi defensa diré que son mucho más
limpios que los baños de hombres, y parecen estar en todas partes.
Sonó divertido. Arrogante. Eso era la voz que yo necesitaba oír.
Quizás no debería haberme preocupado. Quizás ambos estábamos bien.
—Daniel me contó lo que ocurrió —dijo Noah entonces. Su tono
cambió.
Me encontré con sus ojos y vi lo que él sabía. Sabía lo que me pasó,
porque estaba aquí. Sabía lo que mi familia pensaba.
34
Sentí una oleada de calor debajo de mi piel, de su mirada o de
vergüenza, no lo sabía. —¿Te dijo lo que yo… lo que dije?
Noah me miró a través de las largas pestañas que enmarcaban sus
ojos.
—Sí.
—Jude está aquí —dije.
La voz de Noah no fue alta, pero fue fuerte cuando habló—: Yo te
creo.
No sabía cuánto necesitaba oír esas palabras hasta que él las dijo en
voz alta.
—No puedo quedarme aquí mientras él está allí afuera…
—Estoy trabajando en eso. —Noah miró la puerta.
Sabía que él no podía quedarse, pero no quería que se fuera.
—Yo también, creo… creo que hay una posibilidad de que mis
padres puedan dejarme regresar a casa —dije, tratando de no sonar tan
nerviosa como me sentía—. ¿Pero si ellos quieren que me quede? ¿Para
mantenerme segura?
—Yo no lo haría, si yo fuera ellos.
—¿Qué quieres decir?
—En cualquier momento…
Dos segundos más tarde, el sonido de una alarma llenó mis oídos.
—¿Qué hiciste? —dije por encima del ruido mientras retrocedía
hacia la puerta del baño.
—¿La chica que te dio la nota?
—Sí…
—La pillé con la mirada fija en mi encendedor.
Parpadeé.
—Le diste a una niña en una sala de psiquiatría, un encendedor.
Sus ojos se arrugaron en las esquinas.
—Parecía ser digna de confianza.
—Eres un enfermo —dije, pero sonreí.
—Nadie es perfecto. —Noah me sonrió de regreso.
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7 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Mrs.Styles♥
El plan de Noah funcionó. La chica fue atrapada prendiendo fuego
a mi dibujo, pero no antes de que la alarma sonara. Se las arreglaron para
evitar una evacuación a gran escala y en medio del caos, Noah escapó.
Justo antes de que mi madre llegara. Y ella no estaba feliz.
—No puedo creer que alguien del personal trajera su encendedor
aquí. —Su voz era ácido.
—Lo sé —dije, sonando preocupada—. Y realmente trabajé duro en
ese dibujo. —Me estremecí para darle efecto.
Mi madre se frotó la frente.
—La Dra. West cree que deberías quedarte aquí por otra semana
más, para conseguir que los medicamentos te estabilicen. También piensa
que serías una buena candidata a un programa de hospitalización, se
llama Horizontes…
Mi estómago cayó.
—Está fuera de No Name Key1, y he visto las fotos —es realmente
lindo y tiene una excelente reputación, a pesar de que sólo ha estado en
funcionamiento durante casi un año. La Dra. Kells, la mujer que lo dirige,
dice que te conoció y que encajarías realmente bien, pero yo sólo… —
Succionó su labio inferior, luego suspiró—. Te quiero en casa.
Pude haber llorado, estaban tan aliviada. En cambio, dije—: Quiero
volver a casa, mamá.
Me abrazó. —Tu padre ya fue dado de alta y está esperándote
escaleras abajo, no puede esperar a verte.
Mi corazón dio un vuelco. No podía esperar a verlo.
—¿Deberías buscar tus cosas?
1 No Name Key, pequeña isla de Florida.
36
Asentí, mis ojos acostumbrándose a lo brumoso. No tenía muchas
cosas conmigo, así que casi todo lo hice bola mientras mi madre llenó un
montón de papeles. Uno de los psiquiatras —La Dra. Kells— taconeó hacia
mí con sus caros tacones. Iba vestida como mi madre, con una blusa de
seda, falda lápiz, maquillaje perfectamente aplicado y cabello
perfectamente peinado.
Sus labios rojos se curvaron hacia atrás para revelar una sonrisa
perfecta.
—He oído que te vas a casa —dijo.
—Eso parece —contesté, con cuidado de no sonar demasiada
petulante.
—Buena suerte, Mara.
—Gracias.
Pero ella no se marchó. Se quedó allí de pie, mirándome.
Que feo.
—¿Lista? —dijo mamá.
Justo a tiempo. Me despedí de la Dra. Kells ondeando mi mano y me
reuní con mi madre en el ascensor. Cuando las puertas se cerraron, me
tomó todo mi control no ponerme a aplaudir.
—¿Qué te pareció ella? —me preguntó mamá, una vez que
estuvimos solas.
—¿Quién?
—La Dra. Kells.
Me pregunté a donde iba con esto.
—Ella me parece bien.
—Hay un programa ambulatorio que la Dra. West recomendó, en
realidad está dirigido por ella como parte de Horizontes. Hacen mucho
trabajo de terapia de grupo —sólo adolescentes— y arte y terapia de
música, ese tipo de cosas.
—Bueno…
—Creo que sería bueno para ti.
No estaba segura de que decir. El programa ambulatorio es mucho
mejor que una residencia, ciertamente, y tenía que actuar como si quisiera
mejorar. Pero dejar la escuela sería un gran problema. Necesité un minuto
para pensar.
37
Afortunadamente, lo conseguí. Porque las puertas del ascensor se
abrieron y allí estaba mi padre, de pie en el vestíbulo, con un aspecto
saludable e invencible. Sabía mejor que nadie que él no lo estaba.
—Papá —dije, con una sonrisa tan grande que me dolieron las
mejillas—. Te ves bien. —Realmente lo hacía; La pálida piel que
compartíamos tenía algo de color, y no parecía cansado o demacrado, ni
delgado, a pesar de lo ocurrido. De hecho, allí de pie en pantalones caqui
y polo blanco parecía como si se dirigiera a jugar golf.
Flexionó un brazo y señaló sus bíceps.
—Hombre de acero.
Mi madre le lanzó una mirada fulminante, y luego salimos a la
humedad sahariana y entramos al auto.
Estaba feliz. Tan feliz que casi olvidé la razón por la cual llegué al
hospital en primer lugar. Que mi padre llegó al hospital primero.
—Así que, ¿qué piensas? —me preguntó mi madre.
—¿Eh?
—¿Sobre el Programa Ambulatorio Horizontes?
¿Ella había estado hablando? ¿Sin que yo la hubiera escuchado?
De cualquier manera, yo estaba fuera de peligro.
—Creo… creo que suena bien —dije finalmente.
Mi madre dejó escapar la respiración que yo no sabía que había
estado conteniendo.
—Entonces nos aseguraremos de que comiences lo antes posible.
Estamos muy contentos de que vuelvas a casa, pero habrá ajustes…
Siempre hay un ―pero‖.
—No quiero que estés en casa sola. Y no quiero que conduzcas,
tampoco.
Mordí mi lengua.
—Puedes salir de casa siempre y cuando Daniel esté contigo. Y si
regresas sin él, él tendrá que responder por ello.
No era justo para él. Ellos lo sabían.
—Alguien te llevará hasta el programa todos los días.
—¿Cuántos días a la semana son?
—Cinco —dijo mi madre.
38
Por lo menos no eran siente.
—¿Quién va a llevarme? —pregunté, mirándola fijamente—. ¿No
tienes trabajo?
—Yo te llevaré, cariño —dijo mi padre.
—¿No tienes tú trabajo?
—Me estoy tomando un tiempo libre —dijo a la ligera, y revolvió mi
cabello.
Cuando llegamos a nuestra calle, me sorprendió encontrarme
molesta. Era la imagen de la perfección suburbana; cada patio
meticulosamente cortado, cada seto cuidadosamente podado. No había
ni una sola flor fuera de lugar, o incluso una rama que cayera en el suelo, y
en nuestra casa era lo mismo. Quizás era eso lo que me molestaba. Mi
familia había atravesado un infierno y yo fui quien los puse allí, pero desde
afuera mirando hacia adentro, nunca lo sabrías.
Cuando mi madre abrió la puerta principal, mi pequeño hermano
corrió por el vestíbulo usando un traje, con pañuelo doblado y todo.
Su sonrisa cubrió todo su rostro, abrió sus brazos ampliamente y
parecía que estaba a punto de lanzarse hacia mí, pero entonces se
detuvo. Se tambaleó en sus pies.
—¿Vas a quedarte? —preguntó con cautela.
Miré a mi madre buscando una respuesta.
—Por ahora —dijo.
—¡Sí! —Envolvió ambos brazos alrededor de mí, pero cuando intenté
hacer lo mismo se apartó—. Cuidado con el traje —dijo, fulminándome.
Oh, chico.
—¿Has hecho alguna operación en Riqueza 5002 mientras yo no
estaba?
—Todavía no. Se supone que nos vestiremos como la persona que
más admiramos y escribiremos un discurso desde su punto de vista para la
escuela.
—Y eres…
—Warren Buffett3.
2 Fortune 500, es la lista anual publicada por Fortune sobre las empresas americanas de
capital abierto a cualquier inversor.
39
—No sabía que a él le gustaran los pañuelos de bolsillo.
—No le gustan. —Daniel apareció de la cocina, sus dedos envueltos
alrededor de un libro muy grueso, no podía leer el título—. Ese es el toque
especial de Joseph.
—Espera, ¿no es hoy domingo? —pregunté.
Daniel asintió.
—Así es. Pero incluso con todas las vacaciones para practicar,
nuestro pequeño hermano no parece querer usar algo más.
Joseph levantó la barbilla.
—Me gusta.
—También me gusta —dije, y le revolví el pelo antes de que él se
apartara.
Daniel sonrió.
—Me alegra de que hayas regresado, hermanita. —Sus ojos eran
cálidos, y nunca me he sentido más feliz de estar en casa. Pasó una mano
por su espeso cabello, creando un caos que desafiaba la gravedad.
Incliné mi cabeza, el gesto era inusual para él. Era más una reminiscencia
de…
Noah salió de la cocina antes de que pudiera terminar mi
pensamiento, sosteniendo su propio libro enorme.
—Estás completamente equivocado sobre Bakhtin4 —comenzó,
luego miró a mis padres, a mí, a Daniel, y luego de nuevo a mí.
Olviden lo que dije antes. Nunca me he sentido más feliz de estar en
casa hasta ahora.
—Mara —dijo Noah casualmente—, que bueno verte.
Bueno no le hacía justicia a mis sentimientos. Todo lo que quería
hacer era arrastrar a Noah hasta mi habitación y desahogar mi corazón.
Pero estábamos bajo observación, así que todo lo que pude decir fue:
—Lo mismo digo.
—Sr. Dyer —le dijo a mi padre—, se ve bastante bien.
3 Warren Buffett, inversionista y empresario que ocupa los primeros lugares de la lista Forbes
sobre los hombres más ricos del mundo.
4 Mikhail Bakhtin, filósofo Ruso y crítico literario.
40
—Gracias, Noah —dijo mi padre—. Esa canasta de comida que me
llevaste me salvó de morir de hambre. La comida del hospital estaba
matándome.
Los ojos de Noah se encontraron con los míos antes de responder—:
Entonces, me alegra haberle salvado la vida.
41
8 Traducido por Amy
Corregido por Mrs.Styles♥
Noah habló con mi padre pero sus palabras eran para mí.
Un pequeño sutil recordatorio de lo que él hizo por mi después de lo
que le hice a mi padre, y eso me dolió. Todos continuaban hablando pero
dejé de escuchar, hasta que mi madre me llevó a un lado.
—Mara, ¿puedo hablar contigo un segundo?
Aclaré mi garganta.
—Claro.
—Ustedes averigüen qué quieren para cenar —gritó, luego me
condujo por el largo pasillo hasta mi habitación.
Caminamos junto a nuestros rostros sonrientes en la pared, más allá
de la galería de fotos de la familia. Cuando pasé el retrato de mi abuela,
no podía dejar de mirarla con nuevos ojos.
—Quiero hablar contigo sobre Noah —dijo mi madre una vez que
estábamos en la habitación.
Mantén la calma.
—¿Qué pasa? —pregunté, y me deslicé en mi cama hasta que mi
espalda estaba apoyada en la pared azul marino. A pesar de todo, me
sentía extrañamente relajada en mi habitación. Más que en la oscuridad.
—Él ha pasado mucho tiempo aquí, que yo sé que sabes, pero
también después de que tú estuvieras… ida.
Ida. Así que así es como nos vamos a referir a eso.
—Noah se convirtió en uno de los amigos más cercanos de Daniel, y
él también es genial con Joseph, pero también sé que ustedes están…
juntos… y tengo algunas preocupaciones.
Ella no era la única. Noah vino al hospital hoy porque sabía de Jude.
Sabía que yo estaba en problemas. Vino porque lo necesitaba.
42
Pero, ¿él estaba allí porque quería? Aún no lo sabía, y una parte de
mí tenía miedo de saberlo.
—Estoy nerviosa —continuó mi madre—, con toda la presión que ya
tienes, quería hablar con Noah acerca de tu… situación.
Mi rostro se sonrojó con color. No pude evitarlo.
—Quería pedirte permiso.
Un acertijo. Si decía que no, ella tal vez no me dejaría verlo. Él era la
única persona en el planeta que sabía la verdad, así que ser distanciada
de eso —de él— no era una perspectiva inspiradora. Y si ella no me dejaba
verlo, y él seguía queriendo verme después de tener la oportunidad de
hablar, a escondidas sería difícil.
Pero, ¿mi madre hablando con Noah? ¿Sobre de mi precaria salud
mental? Casi podía sentir como me encogía.
Mis dedos se curvaron en mi edredón blanco esponjoso pero no creo
que ella se diera cuenta.
—Supongo —dije finalmente.
Mi madre asintió.
—A todos nos gusta él, Mara. Sólo quiero establecer algunos
parámetros para los dos.
—Claro… —Mi voz se apagó cuando mi madre se fue y esperé casi
en agonía. Palabras como ―trastorno esquizotípico‖ y ―antipsicóticos‖
seguramente saldrían. Cualquier niño sano seguramente huiría.
Pero luego de unos minutos, me di cuenta de que todavía podía
escuchar la voz de mi madre, ¿estaban hablando en la habitación de
Joseph? Estaba sólo a dos habitaciones de distancia…
Me levanté, y me asomé a la puerta y entré en el pasillo para
escuchar.
—¿Estás segura de esto?
No era la voz de mi madre. Era la voz de mi padre.
—Prefiero que ambos estén aquí, así podemos verlos; sus padres
entran y salen toda la semana que viene, y no hay supervisión ahí…
Mi madre no estaba hablando con Noah, ella estaba hablando con
mi padre, sobre Noah. Me acerqué más lejos del pasillo y me metí en el
baño de mis hermanos —al lado de la habitación de Joseph— por lo que
escuchaba correctamente.
43
—¿Y si ellos terminan, Indi?
—Tendremos grandes problemas —dijo mi madre amargamente.
—Simplemente no me gusta pensar en algo que ella haría. Mara
realmente, me asusta algunas veces —terminó papá.
—¿Crees que ella no me asusta?
Tal vez no quería oír esta conversación después de todo. De hecho,
estaba bastante segura de que no quería, pero aparentemente estaba
clavada en el suelo.
Mi madre levantó la voz.
—¿Después de ver lo que pasó mi madre? Esto me asusta como el
infierno. Estoy aterrorizada por ella. Mi madre era sobre todo funcional,
gracias a Dios, pero ¿si hubiésemos sabido lo que sabemos ahora sobre la
enfermedad mental? Quizás nos hubiéramos dado cuenta de que era más
agrave antes de que fuera demasiado tarde…
—Indi…
—Quizás podría haberle conseguido la ayuda que ella necesitaba y
podía haber tenido una vida más plena, estaba tan sola, Marcus. Pensaba
que en su mayoría era excéntrica, no delirante.
—No podías saber —dijo mi padre suavemente—. Eras sólo una niña.
—No siempre. No siempre fui una niña. Yo… —La voz de mi madre se
quebró—. Estaba demasiado cerca para ver, que había algo realmente
malo. ¿Y al momento que le dije algo a ella acerca de hablar con
alguien? Ella… ella cambió. Ella fue mucho más cuidadosa a mi alrededor
después de eso, quería pensar… quería pensar que ella se estaba
mejorando pero estaba demasiado preocupada por mí, la universidad, a
veces me fui meses sin oír de ella, y no…
Una larga pausa, mi mamá estaba llorando. Mis entrañas se
encresparon.
Después de un minuto, ella habló otra vez.
—De todos modos —dijo, más tranquila ahora—, esto es sobre Mara.
Y asusta, sí, pero no podemos actuar como si ella fuera una simple
adolescente más. Las mismas reglas no se aplican. No vi… no vi la cosa de
Jude venir.
Mi hombro estaba presionado en la pared del cuarto de baño y
comenzaba a doler, pero me di cuenta de que no podía moverme.
44
—Ella es complicada… ella es complicada —dijo mi madre
finalmente.
Ella es un caso complicado era lo que casi dijo.
—¿Y de verdad crees que Noah estando aquí, es útil?
—No lo sé. —La voz de mi madre era alargada y delgada—. Pero
creo que intentar mantenerlos separados sólo creará una unidad: nosotros
contra ellos. Ella va a correr en la dirección opuesta.
Verdad.
—Y si Noah está aquí, entonces Mara querrá estar aquí, y hará que
sea más fácil verla a ella.
También verdad, desafortunadamente.
—Ella ya no está en la escuela, no tiene más amigos que
conozcamos… no es normal, Marcus. Pero si es normal que una
adolescente quiera un novio. Lo que significa en este momento, que Noah
es la cosa más normal en su vida.
Poco sabían ellos.
—Ella está cómoda a su alrededor. Sacó la depresión en su
cumpleaños. Creo que le ayuda a mantenerse aquí y ahora, y
necesitamos que ella se quede aquí. Mi madre estaba tan aislada. —Su
voz se quebró con la palabra, y hubo otra larga pausa—. No quiero eso
para ella. Es bueno para ella tener a alguien de la misma edad con quien
pueda hablar sobre cosas.
—Me gustaría que fuera una mujer —masculló mi padre.
—Él no se aprovechará.
Oh, ¿en serio?
—Hablé con él —añadió mamá.
Mátame.
—Vamos, es un adolescente. Sólo no veo lo que conseguirá de esto.
Gracias, papá.
—A Mara no se le permite salir, ellos no estarán juntos en la escuela…
Mi madre lo interrumpió.
—Si esperas lo peor de la gente, es exactamente lo que tendrás.
—Me pregunto lo que su familia piensa de él pasando mucho tiempo
aquí. —Un cambio diplomático de tema. Bien jugado.
45
Mamá hizo un sonido burlón.
—Dudo que se hayan dado cuenta, son un desastre. Su padre es
una especie de magnate de los negocios y de lo que Noah dijo, suena
como un idiota violento. Su madrastra está siempre afuera porque no
puede lidiar con eso. Los niños básicamente se levantaron a sí mismos.
Había conocido la madrastra de Noah, y ella parecía estar bien.
Como si importara. El padre de Noah, por otro lado…
—Espera ¿Un magnate de negocios, David Shaw?
—No pregunté su nombre.
—Debe ser —dijo mi padre, y dejó escapar un bajo silbido-.
Esto es lo que quería oír.
—¿Lo conoces?
—Sé de él. Había algunas actas federales de acusación dictadas
hace un año por los ejecutivos de uno de sus subsidiarios de su mega
corporación, ¿Aurora Biotech? ¿Euphrates International, tal vez? Hay
docenas, no recuerdo cual.
—¿Tal vez él necesita un defensor de cuello blanco?
—Ja ja.
—Sería más seguro.
—Eso depende. —La voz de papá era más fuerte ahora. Debe de
haber abierto la puerta de la habitación de Joseph para salir.
—¿Oh?
—En la cama de quién te metes —respondió, y salió de la
habitación.
46
9 Traducido por Amy
Corregido por CarolSoler
Me aparté de la puerta y esperé a que los pasos de mis padres
desaparecieran. La forma en que hablaban de mí, lo que pensaban de mí.
Especialmente mi padre. No puedo dejar de pensar en lo que dijo:
“Simplemente no veo qué sacará él de esto.”
Él pensaba que no tenía nada que ofrecer a Noah. Que él no tenía
razón para querer estar conmigo.
A pesar de que me rebelé en contra la idea, una pequeña,
miserable parte de mí se preguntaba si podría tener razón.
Finalmente, me tranquilicé lo suficiente para evitar un buen llanto, al
menos hasta que estuviera de vuelta en mi habitación. Pero para mi
sorpresa, ya estaba ocupada.
Las largas piernas de Noah se sentaron a horcajadas en mi silla
blanca de escritorio y su barbilla descansaba perezosamente en su mano.
No estaba sonriendo. No se veía angustiado. No se veía nada. Sólo estaba
en blanco.
Tú eres mi chica, había dicho en el juzgado.
¿Era todavía verdad?
Noah arqueó una ceja. —Estás observándome.
Me sonrojé. —¿Y?
—Estás observándome con recelo.
No sabía cómo enmarcar mis pensamientos, pero algo en el tono
indiferente y frío de Noah y su postura lánguida me impedía acercarme. Así
que cerré la puerta y me apoyé en la pared.
—¿Qué estás haciendo aquí?
47
—Estaba debatiendo sobre Bakthin y Benjamin5 y una tesis acerca de
los pensamientos de se y de re, tan relevantes para las nociones del yo,
con tu hermano mayor.
—Algunas veces, Noah, siento una urgencia abrumadora de darte
un puñetazo en la cara.
Una mueca arrogante se deslizó en su boca.
—Eso no ayuda.
Me miró a través de aquellas injustamente largas pestañas, pero no
movió ni un centímetro. —¿Debería irme?
Sólo dime por qué estás aquí, quiero decir. Necesito escucharlo.
—No —fue todo lo que dije.
—¿Por qué no me dices qué es lo que te está molestando?
Bien. —No esperaba verte después… no sabía si estábamos
todavía… —Mi voz se desvaneció molestamente, pero tardó varios
segundos para que Noah llenara el silencio.
—Ya veo.
Mis ojos se estrecharon. —¿Ya ves?
Noah se desplegó y luego se levantó, pero no se acercó. Se apoyó
en el borde de mi escritorio y apoyó las palmas en la brillante y blanca
superficie.
—Piensas que después de escuchar que alguien que te lastimó,
alguien que te hirió tanto que intentaste matarlo; estaba vivo, simplemente
dejaría que lidiaras con ello por tu cuenta. —Seguía en calma, pero su
mandíbula se tensó ligeramente—. Eso es lo que piensas.
Tragué fuertemente. —Dijiste en el juzgado…
—Recuerdo lo que dije. —La voz de Noah era inexpresiva pero un
indicio de sonrisa apareció en sus labios—. Diría que hiciste de mí un
mentiroso, pero lo era desde mucho antes de que nos conociéramos.
No pude comprender sus palabras.
—Así que, ¿cambiaste de idea?
—Las personas que nos importan son siempre más valiosas que las
personas que no nos importan. No importa lo que alguien finja. —Y por
primera vez en mucho tiempo, Noah sonaba real. Se quedó inmóvil
mientras me miraba—. No creo que tuvieras que hacer la elección que
5 Filósofos que escribían sobre gobiernos totalitarios.
48
dijiste que hiciste. Pero si tuviera que elegir entre alguien que amo y un
extraño, elegiría al que amo.
Pestañeé. ¿La elección que dije que hice?
No sabía si Noah estaba diciendo que no le importaba lo que había
hecho, o si ya no creía que lo hice. Una parte de mí tenía la intención de
empujarlo en esto, la otra parte…
La otra parte no quería saber.
Antes de que me pudiera decidir, Noah habló otra vez. —Pero no
creo que tengas el poder de eliminar el libre albedrío de alguien. No
importa cuanto lo intentes.
Ah. Noah pensaba que aún si, de alguna manera, yo puse la pistola
en la mano de esa mujer, no hice que ella apretara el gatillo. Y así en su
mente, yo no era responsable.
Pero, ¿y si estaba equivocado? ¿Y si yo era responsable?
Me sentía insegura, y me presioné con más fuerza en la pared.
—¿Y si pudiera?
¿Y si lo hice?
Abrí mis ojos para encontrar a Noah dando un paso hacia mí.
—No puedes —dijo, su voz firme.
—¿Cómo lo sabes?
Da otro paso. —No lo sé.
—¿Entonces cómo puedes decir eso?
Dos más. —Porque no tiene importancia.
Sacudí la cabeza. —No entiendo…
—Estaba más preocupado sobre lo que tus decisiones te harían a ti
que sobre las consecuencias que tendrían en cualquier otro.
Un paso más, y estaría lo suficientemente cerca para tocarlo.
—¿Y ahora? —pregunté.
Noah no se movió, pero sus ojos buscaron los míos. —Sigo
preocupado.
Aparté la vista. —Bueno, tengo grandes problemas —dije, haciendo
eco las palabras de mi madre. No necesitaba explicarme detalladamente,
al parecer. Una mirada al, repentinamente tenso, cuerpo de Noah me dijo
que él ya sabía lo que quería decir.
49
—No dejaré que Jude te haga daño.
Mi garganta se secó cuando oí su nombre. Recuerdo la fotografía
congelada en la televisión de la sala de psiquiatría, la imagen borrosa de
Jude en la pantalla. Recuerdo el reloj en su muñeca.
El reloj.
—No soy sólo yo —dije, mientras mi corazón empezó a latir con
fuerza—. Él llevaba un reloj, el mismo que viste en tu... en tu…
Visión, pensé. Pero no podía decirlo en voz alta.
—Tenía el mismo reloj como Lassiter —dije en cambio—. El mismo. —
Encontré los ojos de Noah—. ¿Cuáles son las posibilidades?
Noah se quedó callado por un momento. Luego dijo—: Crees que él
se llevó a Joseph.
No era una pregunta, pero asentí.
La voz de Noah era baja pero fuerte. —Tampoco dejaré que le haga
daño a tu familia, Mara.
Inhalé lentamente. —Ni siquiera puedo decirle a mis padres que sean
cuidadosos. Pensarán que sólo estoy siendo paranoica como mi abuela.
Las cejas de Noah se levantaron en confusión.
—Ella se suicidó —expliqué.
—¿Qué? ¿Cuándo?
—Yo era un bebé —dije—. Mi mamá me lo contó ayer; está incluso
más preocupada por mí porque tenemos un ―historial familiar de
enfermedad mental‖.
—Voy a tener algunas personas vigilando tu casa.
Noah parecía tranquilo. Relajado. Lo que sólo aumentaba mi
frustración. —Mis padres probablemente se darán cuenta, ¿no crees?
—No con estos hombres. Ellos están con una empresa de seguridad
privada y ellos son muy, muy buenos. Mi padre los usa.
—¿Por qué tu padre necesita seguridad privada?
—Las amenazas de muertes y demás cosas. Lo usual.
Era mi turno para estar confundida. —¿No trabaja en biotecnología?
Una sonrisa irónica se formó en los labios de Noah. —Un eufemismo
de ―jugar a ser Dios‖ de acuerdo con los grupos religiosos y ambientales
50
que odian a sus filiales. Y ya has visto nuestra casa. No mantiene un perfil
bajo.
—¿No se da cuenta?
Encogió un hombro. —Ellos no hacen todo el trabajo de mi padre, así
que lo dudo. Lo que es más, a él no le importa.
Sacudí mi cabeza con incredulidad. —Es asombroso.
—¿Qué?
—Tu libertad. —incluso antes de que todo pasara, antes del
manicomio, antes de que Rachel muriera; mis padres tenían que saber
todo sobre mi vida. Dónde iba, con quién iba, cuándo volvería. Si me iba
de compras, mi mamá tenía que saber qué compraba y si iba al cine, ella
insistía en hablar sobre lo que había visto. Pero Noah flotaba dentro y fuera
del palacio de su familia como el aire. Podía ir a clase, o no. Podía gastar
dinero como si fuera agua, o negarse tercamente a conducir de coche de
lujo. Podía hacer cualquier cosa que quisiera cuando quisiera, sin
preguntas.
—Tus padres se preocupan por ti —dijo Noah entonces. Su voz era
suave, pero había una crudeza que hizo que me callara. Aunque no dijo
nada más y su expresión seguía siendo de vidrio liso e ilegible, oí las
palabras que no dijo: Sé agradecida, tú los tienes.
Quise darme una bofetada. La madre de Noah había sido asesinada
en frente de él cuando sólo era un niño; sabía que no debería actuar
como si la hierba fuera más verde al otro lado6. Estaba agradecida de
tener a mis padres, incluso cuando me controlaban, y aunque no me
creyeron cuando les dije la verdad más difícil de decir. Fue una estupidez
decirlo, y ojalá no lo hubiese hecho. Miré de reojo a Noah, para susurrarle
que lo sentía en su piel, pero él se alejó.
Se acostó en mi cama y luego volvió el tema de Jude. —Si podemos
encontrar dónde vive…
Tomé el antiguo lugar de Noah y me apoyé en mi escritorio.
—Espera, ¿dónde está viviendo? Él está legalmente muerto. No es
como si pudiera encontrar un trabajo y alquilar un apartamento.
Noah enarcó las cejas.
—¿Qué?
—Es Miami —dijo, como si fuera obvio.
6 Dicho/refrán que manifiesta que nadie está contento con lo que tiene.
51
—¿Lo que significa?
—Significa que no hay escasez de métodos para conseguir dinero y
una vivienda sin número de seguridad social. Pero me pregunto…
—¿Te preguntas…?
—¿Quizá ha vuelto con sus padres? ¿Después del derrumbamiento?
—Noah miró mi techo.
—¿Crees que ellos saben que está vivo?
Él sacudió la cabeza. —Si lo supieran, ya se lo habrían dicho a otros y
lo hubiéramos oído.
Mi voz se volvió silenciosa. —Daniel dijo que sus manos fueron
cortadas.
—Él me lo dijo.
Aferré el borde de mi escritorio. —No tiene ningún sentido. ¿Cómo
sobrevivió? ¿Cómo es posible?
Noah mordió su uña mientras se recostaba en mi almohada.
—¿Cómo es posible todo esto? —preguntó en voz baja.
¿Cómo era posible? ¿Cómo podía Noah sanar? ¿Cómo podía yo
matar?
La habitación se oscureció, y el tema me inquietaba. Me moví de mi
escritorio y subí cuidadosamente a mi cama. Cerca de Noah, pero sin
llegar a tocarnos.
Bajé la vista. Ni siquiera hace una semana atrás, estaba tendida al
lado de este desarmante y hermoso chico, sintiendo su corazón latir en mi
mejilla. Quería estar allí ahora, pero tenía miedo de moverme.
Así que, en cambio hablé. —¿Crees que él es como nosotros?
—Eso, o que los restos que encontraron no son suyos.
Negué con la cabeza. —¿No hacen prueba de ADN?
Los ojos de Noah se entrecerraron mientras miraba a la nada.
—Sólo si tenían alguna razón para creer que no era él. A pesar de
todo, los registros pueden ser fabricados y las ratas de laboratorio pueden
ser compradas. —Había un filo en su voz ahora que no estaba allí antes.
—¿Quién podría…?
Mi pregunta fue interrumpida por Daniel que nos llamaba.
—¡Ahora vamos! —contesté.
52
Noah sacó las piernas de mi cama, evitando cuidadosamente mi
cuerpo y mis ojos mientras se levantaba.
—No lo sé, pero no lo vamos a averiguar en tu habitación.
—Y no estoy autorizada para ir a ninguna parte sin niñera. —No
podía de dejar de sonar amargada—. Así que estás por tu cuenta.
Noah sacudió su cabeza y luego, finalmente, me miró.
—No te voy a dejar más si no tengo que hacerlo. —Estaba en el
borde otra vez—. No así.
Me hubiera gustado que fuera porque él no quería que estuviéramos
separados, en vez de que creyera que teníamos que estar juntos.
—Así que… ¿cuánto tiempo te quedas? —Mi tono era más vacilante
de lo que pretendía. Mucho más.
Pero mi favorita media-sonrisa apareció en su boca. Quería vivir en
ella.
—¿Cuánto tiempo me quieres? —preguntó.
¿Cuánto tiempo puedo tenerte? , pensé.
Antes de que pudiera decir algo, Daniel nos llamó otra vez.
—Ay —dijo Noah, mirando la puerta—. Me temo que esa es mi señal.
Tu padre quería pasar tu primera noche de vuelta como una familia.
Podría haber suspirado.
—Pero tu madre lo sabe todo sobre mi fría y vacía vida familiar y ha
tenido piedad del pilluelo sin madre que ves ante ti.
—Bueno, eres un poquito lamentable —dije, sin poder ayudar a mi
sonrisa.
—Le dije que mi enorme mansión estará terriblemente solitaria esta
semana en particular, así que supongo que estaré aquí mucho. ¿A menos
que te opongas?
—No lo hago.
—Entonces te veo mañana —dijo Noah, y se movió a la puerta—. Y
voy a formular un plan para trabajar con tu padre.
—¿Mi padre?
Noah sonrió. —Estuvimos unidos un poco en el hospital, pero creo
que le gusta jugar al padre ignorante; ―Yo también era un adolescente, así
que recuerdo como era‖, etcétera. —Pero Noah habló con afecto.
53
—Te gustan. —Me di cuenta.
Las cejas de Noah se levantaron en pregunta.
—Gustar, como personas.
—¿En lugar de…. muebles?
—Son mis padres.
—Esa es mi interpretación, sí.
Hice una mueca. —Es extraño.
—¿Qué, exactamente?
—No lo sé —dije, tratando de encontrar las palabras correctas—.
Sabiendo que estás, como, hablando con ellos sin mí allí.
—Bueno, si estás preocupada de que tu madre me muestre tus fotos
más embarazosas de la infancia, no lo estés.
Gracias a Dios.
—Ya las he visto.
Maldición.
—Soy un fan particular de tu corte de pelo de quinto grado —dijo
con un tono de burla.
—Cállate.
—Hazme callar.
—Crece.
—Nunca. —La sonrisa de Noah se volvió retorcida, y le correspondí a
mí a pesar—. Se relajarán, ya sabes —dijo entonces—. Bajarán la guardia.
Siempre que sigas mejorando.
Levanté las cejas. —¿Esa es tu forma de decir que me controle?
Ante esto, Noah cerró la distancia entre nosotros. Se inclinó hasta
que sus labios rozaron mi oreja. Mi pulso se aceleró ante el contacto y mis
ojos se cerraron ante la sensación de la sombra de las cinco de la tarde en
su mejilla.
—Esa es mi forma de decirte que no puedo soportar ver mi cama sin
verte en ella —dijo, y sus palabras me hicieron temblar—. Así que trata de
evitar el encierro.
Sentí que se retiraba, y abrí mis ojos. —Haré bien eso —suspiré.
Una última sonrisa maliciosa. —Será mejor que lo hagas.
54
10 Traducido por Amy
Corregido por Vericity
Después de que Noah se fuera a casa, mi padre dijo chistes malos en
la cena, Joseph habló a cincuenta mil kilómetros por minuto, mi madre me
observó muy de cerca, y Daniel parecía pretencioso. Se sentía casi como si
nunca me hubiera ido.
Casi.
Cuando terminamos, mi mamá me miró tomar los múltiples
antipsicóticos que tomaba ahora pero no los necesitaba, y luego todos
fueron a sus respectivas habitaciones. Pasé por el primer conjunto de
puertas francesas en el pasillo, pero me detuve en seco cuando me
pareció ver una sombra moviéndose en el exterior.
El aire abandonó mis pulmones.
Las farolas emitían un brillo excepcionalmente brillante en el patio
trasero, que estaba cubierto de una niebla fina. No se veía como si hubiera
algo allí, pero era difícil de ver.
Mi corazón latía tan fuerte que podía oírlo. Apenas la semana
pasada, lo habría descartado como nada; sólo mi mente comportándose
mal por mi miedo. Quería apresurarme a mi dormitorio y acurrucarme
debajo de las sábanas y susurrarle a la oscuridad que eso no era real. Tenía
miedo de mi misma entonces; lo que podía ver, lo que podía hacer. Pero
ahora, ahora había algo real al que temer.
Ahora estaba Jude.
Pero si él quería herirme, ¿por qué presentarse en Croyden una vez y
luego dejarme en paz? ¿Por qué aparecer en el restaurante cubano y
desaparecer segundos más tarde? Si él tomó a Joseph, mi hermano aún
seguía ileso cuando lo encontramos. ¿Y por qué él entraría a la comisaría,
lo suficientemente cerca para verme, lo suficientemente cerca para
tocarme, sólo para después salir?
¿Cuál era el punto? ¿Qué es lo que quiere?
55
Estaba aún en la seguridad de mi casa, mi aliento era rápido
mientras mis ojos buscaban a Jude detrás del vidrio. La oscuridad no
revelaba nada, pero seguía asustada.
Apreté mi mandíbula cuando me di cuenta que siempre tendría
miedo. Ahora que sabía que Jude estaba vivo, que él estaba aquí, no sería
capaz de entrar al baño sin querer echar atrás la cortina de la ducha para
asegurarme que él no estaba detrás de ella. No sería capaz de caminar
por el pasillo oscuro sin imaginármelo a él en el final. Cada chasquido de
una rama se convertiría en su paso. Me lo imaginaré en todas partes, si
estaba allí o no.
Eso es lo que él buscaba. Ese era el punto.
Así que desbloqueé la puerta y salí.
Estaba envuelta por el estruendo sordo de los grillos en el momento
en que mi pie tocó el patio. Era una rara noche helada en Miami, la lluvia
se convirtió en niebla y el cielo nocturno estaba completamente
oscurecido por las nubes. Si no estuviéramos en marzo en Florida, pensaría
que estuviera a punto de nevar.
Respiré el aire húmedo, una mano aún seguía en la manija de la
puerta mientras el viento sacudía algunas gotas de lluvia de los árboles.
Alguien podría estar aquí afuera, Jude podría estar aquí, pero mis padres
estaban adentro. No había nada que él pudiera hacer.
—No te tengo miedo —le dije a nadie. La brisa llevaba mis palabras
lejos mientras levantaba el pelo de mi piel. Él podría estar vivo pero no
pasaría mi vida temiendo de él. Me negaba. Si era el miedo lo que él
quería de mí, me aseguraría que no lo tuviera.
Un mosquito zumbaba en mi oído. Lo esquivé y caminé en algo
mojado.
Algo suave.
Retrocedí hasta la casa, buscando a tientas las luces del exterior.
Ellas se encendieron.
Me atraganté.
El cuerpo inmóvil de un gato gris yacía a centímetros de donde
había estado de pie, su carne desagarrada, su piel manchada de rojo. Mis
pies estaban empapados de sangre.
Me tapé la boca para atrapar mi grito naciente.
56
Porque no podía gritar. No podía hacer ningún sonido. Si lo hiciera,
mis padres vendrían aquí. Me preguntarían que pasó. Ellos verían el gato.
Me verían a mí.
Oí la voz de mi madre en mi mente.
“Ella estaba paranoica, sospechosa”
Eso es lo que mis padres pensarían de mí si les digo que alguien
estaba afuera. Que yo estaba paranoica. Sospechosa. Enferma. Ellos se
preocuparían, y si yo quería quedarme en casa, quedarme libre, no podía
permitir eso.
Así que apagué las luces y me metí de nuevo en el interior. Dejé un
rastro de huellas sangrientas en el pasillo. Tomé papel higiénico del baño
de mis hermanos y froté la sangre manchando mis pies antes de que
tuviera que limpiar. Después limpié el suelo. Revisé todas las cerraduras de
las puertas. Por si acaso.
Y luego, finalmente, me escapé a mi habitación.
Sólo entonces me di cuenta de que estaba temblando. Miré mis pies.
Aún podía sentir la suave, húmeda, piel muerta…
Corrí a mi cuarto de baño y vomité.
Mi pelo estaba pegado en la parte trasera de mi cuello y mi ropa
estaba húmeda contra mi piel. Me deslicé al suelo y me acurruqué con mis
rodillas en mi pecho, la baldosa estaba fría debajo de mí. Dejé que mis ojos
se cerraran.
Quizás el gato fue asesinado por un animal. Otro gato. Un mapache,
tan vez.
Eso era posible. Más que posible; era probable.
Así que cepillé mis dientes. Me lavé la cara. Me forcé a meterme a la
cama. Me dije a mí misma que todo estaba bien hasta que me encontré
en realidad, empezando a creerlo.
Hasta que me desperté la mañana siguiente y miré en el espejo.
Dos palabras fueron escritas ahí, garabateadas con sangre.
POR CLAIRE.
La habitación se volcó, exhalé en el fregadero.
Y entonces lloré.
Jude sabía lo que pasó esa noche. Que yo era la que tiró el
manicomio abajo. Que soy la que mató a Claire. Por eso estaba aquí.
57
Quería gritarles a mis padres. Para mostrarles el gato, el mensaje, la
prueba de que realmente Jude estaba vivo y que estuvo aquí.
Pero no era prueba suficiente. Me temblaban las manos pero me
apoyé en el fregadero y parpadeé mucho. Quería ignorar el pánico
rasgando en la superficie, amenazando con romper mis mentiras
cuidadosamente construidas. Obligué a mis pies a moverse. Verifiqué las
ventanas de mi dormitorio y también verifiqué el resto de la casa. Todas las
puertas estaban cerradas.
Desde el interior.
Cerré con fuerza mis ojos. Si les mostraba el mensaje, pensarían que
lo escribí yo.
Pensarían que maté al gato, me di cuenta con horror. Rápidamente
creerían eso antes de creer que Jude estaba vivo.
El pensamiento se robó el último pedazo de esperanza de mi
corazón. Jude estuvo en mi dormitorio. Dejó una animal muerto afuera de
mi casa y un mensaje sangriento en mi espejo, y no podía decírselo a mis
padres. No podía decirles nada o iba a ser encerrada en un hospital
mental mientras Jude se burlaba de mí a través de los barrotes.
Sin Noah, estaría verdaderamente, completamente sola en esto.
Mi padre podría tener razón. Si perdía a Noah, podría acabar
perdiendo mi mente.
58
11 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por CarolSoler
Estaba al tope de adrenalina aquella mañana gris, y no podía dejar
de moverme, temerosa de que si lo hacía pudiera quebrantarme. Limpié la
sangre en mi espejo. Me obligué a desayunar y a sonreírles a mis padres
mientras se preparaban para llevarme al programa. El aire era opresivo;
esto apenas ocurrió unas horas atrás. Antes de irnos, comprobé afuera por
si acaso deje alguna huella en el patio, deshaciéndome del gato.
El gato se había ido.
El auto parecía contraerse a mí alrededor y aunque me las arreglé
para seguir participando en su conversación, no pude recordar lo que mis
padres decían. Las náuseas roían los restos de lo que quedaba en mi
estómago y estaba empapada de sudor.
Me obligué a mantener la compostura mientras mi madre gruñía por
el tráfico, y para cuando entró en un mediocre centro comercial en South
Miami, lo logré. Nos dirigimos hacia un escaparate intercalado entre
Weight Watcher7 y Petco8, y mi madre apretó mi brazo en lo que asumí era
un gesto tranquilizador. Siempre y cuando pensaran que yo no estaba algo
más que nerviosa, yo estaría bien.
Un hombre que se parecía extrañamente a Santa Claus estaba
esperándonos en el interior de la puerta.
—¿Marcus Dyer? —le dijo a mi padre mientras entramos.
Papá asintió. —¿Sam Robins?
El hombre le dio una débil sonrisa y extendió su brazo, estirando la
tela de su apretado polo rojo sobre su estómago. —Bienvenidos a
Horizontes —dijo alegremente. Luego habló para mí—: Soy el consejero de
admisiones. ¿Cómo te fue en I-95?
7 Compañía que elaboró una dieta científica para la pérdida de peso. 8 Famosa cadena de tiendas de mascotas.
59
—No muy mal —dijo mi madre. Miró más allá del hombre, hacia el
espacio que había a su espalda—. ¿Está la Dra. Kells aquí?
—Oh, estará a lo largo de la evaluación de ingreso —dijo con una
sonrisa—. Yo sólo estoy aquí para conseguir que se familiaricen
completamente. Adelante. —Señaló hacia dentro.
El interior era mucho más brillante de lo que yo esperaba, y
moderno, por lo que podía ver. Horizontes tenía todas las paredes blancas
y muebles elegantes, salpicado con calmantes puntos azules de arte
abstracto. Y aunque no podía ver mucho desde donde estábamos, podía
decir que el lugar era enorme. Pudo haber sido un gimnasio en su vida
anterior.
El Sr. Robins señaló varias puertas y nos dio una explicación a nuestro
paso: la sala común, el estudio de arte, el estudio de música, el comedor,
etc. Parecía orgulloso del hecho de que el lugar reflejara la estructura de
un lugar hospitalario, complementándolo con un pequeño jardín Zen de
meditación en el centro. Algo sobre ―familiaridad‖ y ―consistencia‖, pero
yo no le presté mucha atención porque no me importaba. Ya estaba
contando los segundos que faltaban para poder ver a Noah, para poderle
contar lo que ocurrió. Lo que encontré.
Lo que Jude dejó.
Pero los adultos me miraban expectantes, esperando a que dijera
algo. Así que dije lo primero que me vino a la mente.
—¿Dónde están todos? —No había visto a otros adolescentes desde
que entramos.
—Están en Grupo —dijo el Sr. Robins—. Es probable que no hayas
tenido la oportunidad de leer nuestros folletos, ¿verdad?
¿Entre mi compromiso involuntario y encontrar un gato mutilado?
—No.
—Bueno, no hay problema, en absoluto. Te pondremos al día en
poco tiempo. Sólo sígueme, y te lo explicaré. —Miró sobre su hombro—. ¿Es
psicóloga, Dra. Dyer?
—Sí —dijo ella mientras lo seguíamos por un pasillo extrañamente
claustrofóbico. El techo se abría sobre nosotros, pero el espacio por donde
caminábamos se sentía estrecho.
—¿Cuál es su especialidad?
—Trabajo con parejas, sobre todo.
60
—¡Eso es maravilloso! —Le hizo la misma pregunta a mi padre. Me
imaginé que él ya lo sabía; todos los que veían las noticias lo sabían.
El Sr. Robins finalmente condujo a mis padres a una oficina en la
parte trasera, que claramente no era suya. Una pila de papeles se elevaba
peligrosamente sobre la mesa de cristal.
Él señaló un banco justo afuera de la puerta.
—Está bien, Mara, puedes sentarte allí mientras yo hablo algunas
cosas con tus padres, ¿de acuerdo? —Me guiñó un ojo.
Si no hubiese estado asustada, habría rodado los ojos ante la
condescendencia. Quizás no tendría que lidiar demasiado con él, después
de hoy. Una chica podía tener esperanza.
La puerta de la oficina se cerró con mis padres en el interior y me
senté en el horrible e incómodo tablón de madera. No había mucho que
ver, y me encontré mirando distraídamente la red de conductores en el
techo al descubierto hasta que algo me golpeó suavemente el hombro,
luego rebotó en el suelo.
Me estremecí —era ese tipo de días— pero era sólo un pedazo de
papel arrugado. Lo abrí para encontrar una imagen burdamente
elaborada de una lechuza, con unas letras que decían:
!!!
Me di la vuelta.
—Bueno, que me escupan mi comida si esa no es Mara Dyer9.
9 En el original Schmear my bagel, frase urbana que sugiere que le vierten fluidos a la
comida.
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12 Traducido por Vane-1095
Corregido por CarolSoler
Jamie.
Sin las rastas y más alto, pero definitivamente, sin lugar a dudas
Jamie. Sonreí ampliamente mi herido rostro; me levanté de un salto para
abrazarlo, pero él levantó sus manos a la defensiva antes de poder
hacerlo.
—No se puede tocar esto.
—No seas un culo —le dije todavía sonriendo.
La expresión de Jamie imitó la mía, aunque parecía estar tratando
de no demostrarlo. —Lo digo en serio. Son estrictos acerca de eso —dijo,
tratando una vez más.
Yo hice lo mismo. Sin su largo pelo, los pómulos de Jamie parecían
más altos, con el rostro más robusto. Mayor. Sus pantalones estaban
inusualmente bien ajustados y la camiseta se aferraba a su cuerpo. En su
camisa había una imagen de lo que parecían ser antiguos hombres
griegos uniendo sus brazos en una fila y pateando sus piernas como
Rockettes. Él era tan extraño.
Exactamente al mismo tiempo ambos preguntamos—: ¿Qué estás
haciendo aquí?
—Las damas primero —dijo Jamie con una pequeña reverencia.
Levanté la vista hacia el techo mientras pensaba en qué decir. —
Desorden de estrés postraumático —decidí finalmente—. Unas cuantas
alucinaciones aquí y allá. Nada del otro mundo. ¿Tú?
—Oh, mis padres estaban convencidos de que sería una buena
medida preventiva enviarme aquí antes de que yo tiroteara la escuela. —
Se dejó caer en el banco.
Mi boca se abrió. —No estás hablando en serio.
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—Desafortunadamente, sí. Nuestros mejores amigos de Croyden se
aseguraron de lo que todos los adultos enterándose pensarían cuando
plantaron el cuchillo en mi mochila.
Anna y Aiden, esos idiotas. Por lo menos ya lo tengo que verlos a
diario. Afortunada yo.
Afortunados ellos.
Me senté de regreso en el banco y Jamie continuó. —No se puede
comprender la idea que mi anterior amenaza de darle a Aiden Ébola fuera
una broma —dijo—. Fui considerado delincuente en dos ocasiones y por lo
tanto etiquetado ‗un riesgo‘ por el departamento de orientación, los
árbitros finales de sabiduría. Ellos a su vez, garabatearon eso sobre todo mi
registro. —Su tono burlón cambió, entonces—. Las palabras tienen poder. Y
puedo ser privilegiado y tener un IQ más grande que cualquiera de
nuestros anteriores profesores, ¿pero cuando la gente me mira? Ven a un
adolescente negro. Y no hay nada más aterrador para algunas personas
que un airado joven negro. —Se metió un chicle en la boca—. Así que.
Aquí estoy.
Le ofrecí una pequeña sonrisa. —¿Al menos estamos juntos?
Sonrió. —Eso parece.
Mis ojos se posaron en su cabeza rapada. —¿Qué le pasó a tu
cabello?
—Ah. —Se pasó la mano por encima—. Una vez que a los
excesivamente ansiosos padres de les dice que su hijo es ‗un riesgo‘,
decidieron que todos los atributos ‗en riesgo‘ se tiene que ir. Adiós pelo
largo. Adiós música rebelde. Adiós deliciosos y violentos videojuegos. —
Exageró un estremecimiento del labio—. Básicamente, tengo permitido
jugar ajedrez y escuchar suave música jazz. Esa es mi vida ahora.
Negué con la cabeza. —Odio a la gente.
Me empujó con el codo. —Por eso somos amigos. —Jamie sopló una
pequeña burbuja turquesa y luego la chupó de nuevo a su boca—. De
hecho, vi a Anna la semana pasada cuando mamá me llevó a Whole
Foods. Ni siquiera me reconoció.
—¿Le dijiste algo?
—Amablemente le sugerí que condujera por un precipicio.
Sonreí. Me sentía más ligera simplemente al estar con él, estaba tan
contenta de no tener que soportar esta ridiculez sola. Estaba a punto de
63
decírselo cuando la puerta del despacho se abrió ante nosotros y el Sr.
Robins asomó la cabeza.
Miró de regreso y hacia delante entre Jamie y yo. —Estamos listos
para ti, Mara.
Jamie se puso de pie. —¡Voy a llegar tarde a la terapia de
electroshock! —Luego me encaró y me dijo con un guiño—: Te veo por ahí,
Mara Dyer. —Saludó al Sr. Robins, giró sobre sus talones y se fue.
Mordí mi labio para no sonreír y entre en la apropiadamente sombría
oficina.
—Toma asiento —dijo el Sr. Robins, cerrando la puerta detrás de mí.
Me deslicé en una incómoda silla de plástico junto a mis padres y
esperé para oír la proclamación de mi sentencia.
—Sólo quiero explicar un par de cosas y luego vamos a tener que
firmar unos papeles.
—Está bien…
—El Programa de Pacientes Externos Horizontes, o PPEH, es como se
llama, una evaluación general del comportamiento en el que tus padres te
están inscribiendo. Se espera que estés aquí cinco días a la semana, desde
las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde sin falta, salvo ausencia
justifica con una nota del médico adjunta. Tu éxito aquí dependerá por
completo de tu participación en tus actividades en el grupo de terapia,
y…
—¿Y académicas? —Yo no era una estudiante-nivel-Daniel, no, pero
nunca había habido un futuro para mí que no incluyera la universidad. No
me gusta pensar en cómo mis aventuras en psicoterapia afectarían eso.
—Completaras los cursos bajos la guía de tutores, pero el énfasis en
Horizontes, Mara, no es el rendimiento académico pero sí es el rendimiento
personal.
No puedo esperar.
—Como estaba diciendo, tu participación es fundamental para el
éxito. Después de un periodo de dos semanas, habrá una nueva
evaluación para determinar si este es el lugar adecuado para ti, o si sería
prudente mudarte a nuestro tratamiento residencial.
Entonces, así que esto era una prueba. Para ver si lo podía hacer
aquí en el mundo real sin ningún… problema. Miré los rostros esperanzados
de mis padres mientras la palabra residencial hacía eco en mi mente.
Era una prueba que tenía que pasar.
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13 Traducido por Vane-1095
Corregido por Juli_Arg
Cuando el Sr. Robins terminó su conferencia, tendió una pluma.
Mis padres me habían explicado esta parte, el ―consentimiento
informado‖; Horizontes lo requería. Y no me importaba la idea en lo
abstracto, pero sentada aquí en este lugar extraño, en esta silla dura
mirando esa pluma, dudé. Después de unos pocos segundos incómodos,
me obligué a tomarla y firmé.
—Bueno —dijo el Sr. Robins, aplaudiendo con sus manos—, ahora
que esto está arreglado, te he organizado un tour con Phoebe Reynard,
otra estudiante en Horizontes. Sí —dijo, asintiendo con la cabeza
significativamente—, todo el mundo es estudiante aquí. Un estudiante de
la vida.
Oh, Dios.
—A cada uno de ustedes se les asigna un amigo, y Phoebe será la
tuya. Eso significa que será tu compañera para la mayoría de tus ejercicios.
No es tan diferente de una escuela normal, ¿no?
Seguro.
—Ella debería estar aquí en cualquier momento. Mientras tanto,
¿trajiste un bolso contigo hoy?
La tenía, de hecho. Cargaba mi mochila conmigo por costumbre, a
pesar de que esto definitivamente no era la escuela. Asentí con la cabeza
al Sr. Robins.
—¿Puedo verla?
Se la entregué.
Vas a tener que ser revisada cada vez que entres por la puerta
principal. Todo lo que traes en ella tiene que ser catalogado, y el
contrabando removido.
—Contrabando como…
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—Drogas, alcohol, cigarrillos, teléfonos celulares, computadores
portátiles. No prohibimos los reproductores de música siempre y cuando no
tengan acceso a internet. Así que tu iPod —dijo, asintiendo a los auriculares
colgando del bolsillo de mi sudadera—, debería estar bien. Tomaré tu bolso
chequeada y me aseguraré de que lo tengas de regreso lo más pronto
posible —dijo con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Tienes algo más en tus
bolsillos, Mara?
Parpadeé. —¿Um, una cuerda o algo?
—¿Perdón?
Enarqué la ceja. —¿El Hobbit?
Parecía preocupado. —¿Un qué?
—Es un libro —ayudó mi padre. Se encontró con mi mirada y me
guiñó el ojo.
El Sr. Robins miró de mí a mi padre. —¿Tienes un libro en tu bolsillo?
Traté fuertemente de no suspirar. —No hay nada en los bolsillos, es lo
que quiero decir.
—Oh —dijo—. Bueno, entonces no te importará vaciarlos.
No era una petición. Tomaría algún tiempo para acostumbrarme.
Vacié los bolsillos para encontrar algo de cambio, un paquete de azúcar,
un recibo, y por supuesto, mi iPod. —Eso es todo —dije con un
encogimiento de hombros.
—¡Grandioso! —Indicó que podría tomarlo todo de vuelta.
Justo cuando terminaba, una alta chica con lacio y teñido cabello
negro se asomó por la puerta. —¿Sr. Robins?
—Ah, Phoebe. Phoebe Reynard, conoce a Mara Dyer, tu nueva
compañera.
Extendí mi mano. La chica me miró con recelo, con sus ojos hundidos
en su ancha cara de luna. Tenía una respingada nariz que no se hallaba a
la altura del resto de sus fracciones; lucía perdida, como si hubiese vagado
en la cara equivocada.
Después de inspeccionarme durante lo que pareció una hora,
Phoebe tomó mi mano y le dio un flojo apretón, sudoroso, luego la dejó
caer como si estuviera en llamas.
Embarazoso. Los ojos de Phoebe se alzaron otra vez hacia el Sr.
Robins.
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—Está bien, las voy a enviar a ambas fuera —dijo—, mientras yo
hablo con tus padres un rato, Mara, y les presento algunos de los
empleados. Phoebe, sabes que hacer.
Phoebe asintió, luego salió sin decir palabra. Les di a mis padres un
pulgar hacia arriba y luego seguí a Phoebe fuera.
Me condujo por un pasillo diferente, escasamente decorado con
irónicos carteles de motivación. Me quedé esperando a que dijera algo al
pasar por las diferentes participaciones en el espacio, pero nunca lo hizo.
Un tour impresionante.
—Así que… —comencé. ¿Cómo romper el hielo?—. Um, ¿cómo
estás?
Se detuvo y me miró. —¿Qué te dijeron?
Oh, chico. —Nada —dije lentamente—. Solo intentaba conversar.
Phoebe me miró. Continuó mirándome, Pero justo cuando estaba a
punto de correr de regreso a mis padres, Jamie volvió a aparecer. Se puso
de pie en posición firme.
—He venido a rescatarte —anunció.
—Se supone que no debes estar aquí —murmuró Phoebe.
—Vamos, vamos, no seas cascarrabias, Phoebe. —Sus ojos nunca
abandonándola, pero las siguientes palabras fueron para mí—. ¿Ya ha
vuelto Sam por ti?
—Nop —dije.
—Entonces tienes los próximos diez minutos libres. ¿Quieres hacer que
cuenten?
Miré a Phoebe, ella nos ignoraba. Sus labios se movían, pero no salía
ningún sonido.
—¿Es una pregunta retórica? —pregunté.
Jamie sonrió. —¿Te gustaría unirte a nosotros, Phoebe?
—Estoy ocupada.
Sus cejas se juntaron. —¿Con qué, te suplico que me digas?
Phoebe no respondió. En su lugar, se dejó caer en el suelo y se estiró
como un balón. Me pareció muy alarmante, pero Jamie se encogió de
hombros.
—No tiene sentido —me dijo. Luego—: No te olvides del grupo,
Phoebe. —Antes de irnos lejos.
67
—Así que, ¿dónde vamos?
—¿Importa?
Lo seguí hasta una zona abierta con elegantes sofás de cuero
blanco. Pasó la mano por enfrente de él. —La sala común. Donde
compartimos nuestros sentimientos.
Me hundí en el sillón. Me acordé cuando conocí a Jamie en mi
primer día en Croyden, no hace tanto tiempo, pero bien podría haber sido
hace un millón de años. Él descifró la jerarquía social, me mostró los
alrededores. Tenía suerte de que estuviera aquí.
—¿Qué con esa expresión? —preguntó.
—¿Hice una?
—Te veías toda como melancólica.
—Sólo un toque de déjà vu.
Jamie asintió lentamente. —Lo sé. Es como que ya hicimos esto.
Sonreí, y asentí a su extraña camisa otra vez. Incliné mi cabeza a la
imagen de los antiguos Rockettes Griegos. —¿Qué es eso?
Bajó la mirada y estiró la imagen hacia afuera. —Oh. Un coro griego.
—Ah.
Se recostó en el sofá de cuero y esbozó una sonrisa. —No te
preocupes. Nadie lo entiende.
—Mmm. —Ladeé la cabeza hacia un lado, considerándolo—. Es raro
que los dos estemos aquí, ¿no?
Un encogimiento de hombros sin comprometerse.
—Bueno, de todos los programas de modificación de conducta en
toda Florida, me alegro de entrar en el tuyo —dije con una sonrisa. Luego
le dirigí una mirada de complicidad—. Debe ser el destino.
Jamie se acarició la barbilla. —Un bonito pensamiento, pero no hay
así de tantos. No tan ostentoso como este, de cualquier manera. —Hizo un
gesto a la elegante sala blanca—. Aquí es donde los privilegiados envían a
su jodida progenie; nada de andar pegando macarrones al papel de
construcción para nosotros. —Hizo una pausa significativa—. Solo
crearemos con ricciolini aquí.
—Ni siquiera sé que es eso.
—Es muy elegante, te lo aseguro.
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—Tomaré tu palabra en eso —dije mientras adolescentes
comenzaban a entrar a la habitación—. Phoebe es la psicópata —dijo,
cuando ella entró—, Tara es la cleptómana, Adam el sádico, y Megan es
la fóbica.
Arqueé una ceja. —¿Y tú?
Fingió sopesar la pregunta. —El tonto sabio —dijo finalmente.
—Eso no es un diagnóstico.
—Eso dices.
—¿Y yo?
Jamie inclinó la cabeza, considerándome. —No me he dado cuenta
de tu error fatal todavía.
—Avísame cuando lo hagas —le dije, no del todo en broma—. ¿Qué
hay con los demás?
Se encogió de hombros. —Depresión, ansiedad, trastornos
alimenticios. Nada del otro mundo. Como Stella —agregó, señalando en
dirección a una chica con rasgos fuertes y cabello rizado negro—. Casi
podría pasar por normal.
—¿Casi? —pregunté cuando escuché mi nombre detrás de mí.
—¡Ahí estás! —dijo el Sr. Robins. Se acercó con mis padres y la Dra.
Kells al remolque, que se encontraba tan impecablemente vestida como
siempre—. Mara, ya conoces a la Dr. Kells —dijo—. Es la directora de
psicología clínica aquí.
Ella sonrió. Su maquillaje mate hacía las líneas alrededor de la boca
lucir más profundas. —Es bueno verte de nuevo.
No exactamente. —Me alegro de verla de nuevo, también.
El Sr. Robins me devolvió mi bolso. —Todo claro —dijo, mientras me lo
colgaba por encima de mi hombro. Su mirada regresó a la habitación—.
Entonces, ¿Phoebe te mostró los alrededores?
¿Antes o después de que ella estuviera en el piso? —Sí —mentí—.
Muy útil.
—Y ya has conocido a Jamie —dijo el Sr. Robins, sus ojos
descansando en mi amigo, quien había apresuradamente abandonado el
sofá por un sillón al otro lado de la habitación.
—Nos conocimos en Croyden —le dije.
—Ah. ¡Qué casualidad!
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Mi madre se inclinó para rozar un pelo de mi cara. —Tengo que ir a
trabajar, cariño.
—-Y tienes que alcanzar al Grupo —me dijo la Dra. Kells con una
sonrisa—. Estoy deseando tener la oportunidad de conocerte mejor.
Eso hizo una de nosotros.
Mis padres me dieron un abrazo de despedida, el Sr. Robins presentó
sus excusas, y la Dra. Kells dijo—: Estoy muy feliz de tenerte aquí. —Una vez
más antes de irse. Forcé una sonrisa en respuesta, y encaré sola a mis
compañeros.
Había catorce de nosotros, algunos colgando en los sofás, algunos
establecidos en los sillones, otros sentados en el suelo. Me acomodé en
una silla y dejé caer mi bolso a mis pies. Una sonriente y pecosa mujer
engalanada en un bronce pañuelo en la cabeza y gafas de pasta se
sentó en el brazo de uno de los sofás. Dio una palmada con autoridad y los
brazaletes tintinearon en su muñeca.
—¿Estamos listos para empezar? —preguntó la consejera de la
Nueva Era.
—Sí —murmuraron todos de regreso.
—¡Genial! Hoy tenemos a alguien muy especial con nosotros —dijo
sonriendo en mi dirección—. ¿Quieres presentarte al grupo?
Levanté mi mano en una torpe cosa de medio saludo. —Soy Mara
Dyer.
—Hola, Mara —respondieron en coro. Al igual que en las películas.
—Estamos muy contentos de que estés aquí, Mara. Soy Brooke.
Ahora, sólo para llegar a conocerte un poco mejor, me encantaría que
nos dijeras de dónde eres, cuántos años tienes, y un especial, deseo
secreto que tengas. Todos iremos por la habitación y compartiremos
después de ti. ¿Suena bien?
Fenomenal. —Soy de una ciudad fuera de la Provincia. —Me
encontré con trece acristaladas miradas—. Rhode Island —aclaré—. Tengo
diecisiete años —añadí—. Me gustaría no tener que estar aquí —concluí.
No me pude resistir.
Mi deseo secreto se ganó la risa de Jamie, pero era el único
compartiendo el sentido del humor, al parecer. Nadie ni siquiera esbozó
una sonrisa. Oh bien.
—Entendemos cómo te sientes, Mara —dijo Brooke—. Es un gran
ajuste. Ahora bien, nos moveremos en el sentido del reloj. —Señaló a un ni
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niño sentado a mi izquierda. Empezó a hablar, pero no oía lo que decía,
porque Phoebe se deslizó en el asiento junto a mí y me distraje por el olor
de su aliento en mi cara. Deslizó un trozo de papel en mi regazo.
¿Una carta de amor, tal vez? ¿Podría ser tan afortunada? Lo abrí.
No era una carta de amor. No era una carta después de todo. El
pedazo de papel era una imagen mía, acostada en mi cama. En el pijama
que llevaba anoche. Mi cara enfrentando la cámara, pero no podía ver
mis ojos.
Habían sido tachados.
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14 Traducido por Vane-1095
Corregido por Juli_Arg
Me aflojé con miedo, como si yo fuera un títere y Phoebe hubiera
cortado mis cadenas.
—Se te calló del bolso —susurró.
Me quedé mirando fijamente la imagen hasta que oí mi nombre. La
metí en mi bolsillo y pregunté si podía ir al baño. Brooke asintió. Agarré mi
bolso y hui.
Una vez dentro, me escabullí en una cabina y me revolví en ella.
Saqué un viejo libro de bolsillo que había encontrado en el garaje y decidí
leer —uno de mi padre, creo, de la universidad— un largo tiempo con el
cuaderno de dibujo que no había estado de humor para traer y unos
pocos palos de carbón y bolígrafos.
Y mi cámara digital. La que mis padres me regalaron por mi
cumpleaños. No recordaba haberla puesto en mi bolso en absoluto.
Mi pulso se aceleró cuando saqué la imagen de mi bolsillo trasero y
me la quedé mirando. Encendí la cámara, pulsé el botón de menú y
esperé.
La última fotografía tomada aparece en la pantalla. Era la misma
foto en mi mano.
La imagen antes de esa, era también mía durmiendo, con la misma
ropa de la noche anterior, mi cuerpo en una posición diferente. Y la
imagen antes que esa. Y la imagen antes que esa. Había en total cuatro.
El horror debilitó mis rodillas, pero me preparé contra la pérdida de
estabilidad. Tenía que seguir de pie. Tenía que ver si había algo, cualquier
cosa, cualquier manera de demostrar que Jude había tomado las fotos,
que había estado vivo en mi habitación y me había mirado dormir. Hojeé
las funciones de la cámara en tanto me obligaba a respirar.
La cámara había tenido temporizador.
72
Mi bolso había sido buscado; cualquiera habría visto la foto impresa,
pero para ellos, así es como se vería. Sólo una foto mía durmiendo. Podrían
pensar que mis ojos los rayé yo misma.
Y si les mostraba la cámara digital, o a mis padres, pensarían que
tomé todas las fotos yo misma; que he usado el temporizador de la
cámara para configurar los disparos. El por qué no importaba; sólo el
regreso a una involuntaria estancia a la unidad de psiquiatría. El por qué
no volvería a importar otra vez.
Ahogué los gritos que quería soltar pero que no podía. Puse la
cámara y la imagen de regreso a mi bolso. Volví a la sala común y era lo
era lo único que podría hacer para quedarme quieta. Phoebe la psico me
miró todo el tiempo.
La ignoré. Me desconecté. Me ponía a prueba, el Sr. Robin dijo, era
evaluada para ver si podría entrar en el mundo externo, yo tendría que
demostrar que podría.
Así que cuando la sesión terminó, me apoderé de Jamie. Necesitaba
una distracción.
—¿Echas de menos Croyden? —pregunté, mi voz falsamente alegre.
—Por supuesto. Especialmente cuando nos hacen hacer una positiva
auto charla con Carrozas de Fuego10 ondeando en el fondo.
Gracias, Jamie. —¿Dime que estás bromeando?
—Ojala. Al menos la comida es buena —dijo mientras nos
alineábamos para el almuerzo.
Estuve a punto de preguntarle qué es lo que teníamos cuando un
grito agudo resonó en la parte delantera de la línea. Ya estaba en la orilla
y casi me envió más allá. Vi, congelada, como una chica rubia con cara
de muñeca delicada se separaba del grupo.
—Megan —dijo Jamie en mi oído—. La pobre niña le teme a todo.
Esto pasa un montón.
Megan se encontraba ahora respaldada contra la pared opuesta,
señalando algo.
Un alto, caricaturesco y apuesto ―estudiante‖ caminaba en
dirección de su dedo índice extendido. Se agachó, al mismo tiempo que
me ponía en puntas de pie para tratar de ver.
10 Carrozas de Fuego: Chariots of Fire, es una película británica basada en la historia real
de los atletas británicos preparándose para competir en los Juegos Olímpicos de París
1924. Ganó 4 premios Óscar.
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—Es una culebra de collar amarillo —gritó. La levantó con las dos
manos.
Exhalé. No gran…
Megan volvió a gritar cuando el chico desgarró la serpiente.
Me quedé paralizada por un segundo, sin poder creer lo que había
visto. El gato anoche, y ahora esto. la ira estalló en mí y la aproveché. Era
mejor que el miedo. No podía hacer nada por el gato, pero podría hacer
algo respecto a esto.
Empujé a la gente en la línea mientras el chico, que más
exactamente parecía un hombre de las cavernas, dejaba caer los
pedazos destrozados en la blanca alfombra con una mirada de
satisfacción.
Era mucho más alto que yo pero lo miré a los ojos. —¿Qué está mal
contigo?
—Pareces molesta —dijo sin alterarse—. Es sólo una serpiente.
—Y tú eres un idiota.
Jamie apareció a mi lado y bajó la mirada hacia el desastre. —Veo
que has conocido a Adam, nuestro residente sádico.
Adam empujó a Jamie contra la pared con un brazo. —Por lo menos
no soy el residente maricón.
Hubo aplausos y canto de lucha la variedad. —¡Pelea! ¡Pelea!
¡Pelea! —Que se mezclaba con la voz alta y ronca del consejero
gritando—: ¡Detengan eso!
Pero Jamie no se inmutó remotamente. Sonreía, en realidad, y
miraba directamente a Adam, que lo había inmovilizado contra la pared.
—Golpéame —dijo. Su voz era baja. Persuadiendo.
Y Adam lucía feliz de hacerlo. Retiró su puño, pero un corpulento
consejero con una arrugada camisa, demasiada apretada llegó primero y
puso sus brazos hacia atrás. Las venas de los brazos y el cuello de Adam se
hincharon, por lo que los tatuajes en sus antebrazos parecieron temblar.
Llevaba un corte de pelo corto, militar y su cuero cabelludo se veía
completamente rojo debajo. Honestamente, era más o menos gracioso.
—Wayne —dijo Brooke, saludando al consejero—, ayuda a Adam a
calmarse. Jamie, tú y yo discutiremos más tarde de esto.
—¿Discutiremos qué? —preguntó Jamie viéndose inocente—. Yo no
hice nada.
74
Otro adulto, un tipo con cola de caballo, dijo a Brooke—: Él lo instigó.
Jamie se volvió hacia él. —No instigué nada, querido Patrick. Estaba
tranquilo pero sin embargo indignado parado aquí mientras Adam
innecesariamente puso fin a la vida del reptil.
—Dos en punto —dijo Brooke bruscamente—. Perderás terapia de
drama.
—Mierda.
Solté un bufido. La gente susurraba a nuestro alrededor, robando
miradas. Jamie parecía disfrutar.
—Eso fue varonil —dije mientras nos movíamos en la línea.
—¿Cuál parte?
—La parte en la que actuaste como si quisieses que te golpeara.
Jame se quedó pensativo. —Creo que realmente lo hacía. Una cosa
divertida: Es como que venir aquí me ha hecho más combativo.
—Hmm —murmuré.
—¿Qué?
—Sólo me hizo pensar en algo que dice a veces mi papá.
Arqueó las cejas curioso.
—Pon a un delincuente de poca monta en una cárcel de máxima
seguridad y saldrá sabiendo como violar y saquear.
—Precisamente —dijo Jamie, asintiendo con la cabeza—. Mi deseo
de golpear cosas es directamente proporcional a la jovialidad del
personal. Y últimamente me encuentro ultra molesto con todo. Y todo el
mundo. —A medida que nos acercábamos al final de la línea, vi en la
mano de Wayne pequeños vasos de papel para cada uno de nuestros
compañeros frente a nosotros. Miré a Jamie.
—Medicinas primero, comida después —explicó.
—¿Para todos nosotros?
—Parte del paquete —dijo Jamie mientras la línea avanzaba—.
Tratamiento farmacológico con psicoterapia, bla bla bla. —Y entonces
llegó su turno. Tomó dos pequeñas tazas de papel del consejero que
detuvo la casi-pelea.
—Hola, Wayne —dijo Jamie alegremente.
—Hola, Jamie.
75
—Hasta el fondo. —Jamie apuró el contenido de un vaso, luego el
otro.
Wayne me miró entonces. —Tú eres la siguiente.
—Soy nueva.
—Mara Dyer —dijo, y me entregó dos vasos. Me asomé en ellos. Uno
se hallaba lleno de agua, y el otro de pastillas. Pastillas desconocidas, sólo
reconocí una.
—¿Qué son estás? —le pregunté.
—Tus medicinas.
—Pero yo no tomo todas estas.
—Puedes hablar con la Dra. Kells acerca de eso más tarde, pero por
ahora, tienes que tomarlas.
Entrecerré los ojos hacia él.
—Las reglas son las reglas —dijo, encogiéndose de hombros—.
Vamos, ahora.
Las metí a mi boca y tragué saliva.
—Abre la boca —dijo.
Hice lo que me pidió.
—Buen trabajo.
¿Recibo una medalla de oro? No lo dije, pero me hubiera gustado
hacerlo. En su lugar, caminé después de Jamie y comimos juntos.
Milagrosamente, incluso me reí.
Justo cuando empezaba a pensar de que este lugar no sería tan
terrible, la Dra. Kells apareció en la esquina de la habitación y me llamó.
—Buena suerte —dijo Jamie mientras me levantaba de la mesa.
Pero yo no necesitaba suerte. A pesar de mi mala noche y peor
mañana, sabía bien el guion. Podría sacar esto adelante.
Sin embargo, al salir del comedor, unos dedos apretaron alrededor
de mi muñeca y me llevaron a un lugar. Mis ojos los siguieron hasta el rostro
de Phoebe. Miré detrás de mí; nos encontrábamos fuera de vista.
—De nada —dijo con voz apagada.
Arranqué mi brazo de su agarre. —¿Por qué?
El rostro de Phoebe era una máscara en blanco. —Por arreglar tus
ojos.
76
15 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Juli_Arg
Así que Phoebe la psicópata fue quien tachó mis ojos. No Jude.
Me sentí aliviada y enojada a la vez. Jude tomó las fotos y se aseguró
de que yo las encontrará hoy, y eso era aterrador y horrible, sí.
Pero estaba contenta de que él no fuera quien tachó mis ojos. No
sabía el porqué, pero lo estaba.
Phoebe se marchó antes de que yo pudiera decir algo más. Tomé
una respiración profunda y seguí a la Dra. Kells por el largo pasillo, pero se
sentía como si las paredes estuvieran cerrándose. Phoebe me había
desequilibrado, y tenía que recuperar el control.
Después de lo que pareció como diez kilómetros, llegué hasta la
puerta abierta al final del pasillo. La Dra. Kells ya se encontraba dentro.
La habitación era blanca como todas las demás, y el único
mobiliario en ella era un escritorio de madera clara y dos sillas blancas
empequeñecidas por el espacio. La Dra. Kells estaba de pie detrás del
escritorio, y un hombre se encontraba a su lado.
Me sonrió y me señaló una de las sillas. Yo obedientemente me senté
pero casi perdí el control. Extraño.
—¿Cómo te fue en tu recorrido? —me preguntó.
—Bien —mentí otra vez.
—Maravilloso. Me gustaría presentarte al Dr. Vargas. —El hombre a su
lado sonrió. Era joven, en sus veinte, probablemente, con cabello rizado y
gafas. Se parecía un poco como a Daniel, en realidad.
—El Dr. Vargas es un neuropsicólogo. Trabaja con algunos de nuevos
estudiantes que han sufrido un trauma en la cabeza y otras dolencias que
causas problemas.
—Encantada —dije.
77
—Igualmente. —Aun sonriendo, se movió detrás de mí hacia la
puerta—. Gracias. Dra. Kells.
—Fue un placer.
Cerró la puerta, y luego ella y yo estuvimos solas. La Dra. Kells se
apartó detrás de su escritorio y se sentó en la silla junto a mí. Sonrió. No
tenía una pluma o papel o nada con ella. Sólo… observo.
El aire era pesado y mis pensamientos se volvieron lentos mientras los
segundos se convertían en minutos. O quizás no lo hacían; el tiempo era
elástico en la enorme habitación vacía. Mis ojos recorrieron alrededor,
buscando un reloj, pero no parecía haber uno.
—Entonces —dijo finalmente la Dra. Kells—, creo que deberíamos
comenzar a hablar sobre por qué estamos aquí.
Hora del show. Rebusqué en mi memoria para recordar los síntomas
del estrés postraumático, para asegurarme de que todo lo que divulgaría
imitaba a ese diagnóstico y no esquizofrenia. O algo peor.
—Estoy aquí —dijo cuidadosamente—, porque sobreviví a un trauma.
Mi mejor amiga murió. —Pausa significativa—. Ha sido realmente duro para
mí, y no dejo de pensar en ello. He tenido alucinaciones. Y flashbacks. —
Me detuve. ¿Eso sería suficiente?
—Esa es la razón por la cual tu familia se mudó a Florida —dijo la Dra.
Kells.
Sí. —Correcto.
—Pero no es la razón por la cual estás aquí, en este programa.
Tragué saliva. —Supongo que aún no lo supero. —Traté de parecer
inocente, pero sólo soné nerviosa.
Asintió. —Nadie espera que lo hagas del todo. Pero lo que yo estoy
preguntando es si tú entiendes por qué estás aquí. Ahora.
Ah. Ella quiere hablar sobre Jude. Si yo creo que él estaba vivo. Tenía
que responderle, pero caminaba sobre una peligrosa cuerda floja. Si yo
hablaba demasiado cuidadosa, notaría que la estaba manipulando. Pero
si hablaba demasiado abierta, podría decidir que yo estaba más loca de
lo que realmente lo estaba.
Así que dije—: A mi padre le dispararon. Yo… yo pensé que moriría. Y
enloquecí. Fui a la estación de policía y comencé a gritar. Yo no estaba…
yo no me sentía yo misma. Fue demasiado con que lidiar. —Mi estómago
se revolvió. Tuve la esperanza de que ella continuara.
No lo hizo. —En la comisaría mencionaste a tu novio. Jude.
78
Odié escuchar su nombre. —Ex —dije.
—¿Qué?
—Ex novio.
—Ex novio —repitió, y me dio la misma mirada que vi en el rostro de
la Dra. West unos días atrás—. Mencionaste a tu ex novio, Jude. Dijiste que
él estaba aquí.
Las palabras POR CLAIRE aparecieron en rojo sobre la blanca pared
detrás de la cabeza de la Dra. Kells. Sentí una punzada de terror antes de
que yo parpadeara para alejarla.
—La información en tu expediente dice que tu novio, Jude —ex
novio, lo siento— y tus amigas Rachel y Claire murieron en el derrumbe del
Manicomio Estatal de Tamerlane en Rhode Island.
—Sí. —Mi voz fue un susurro.
—Pero tú dijiste que Jude estaba aquí —repitió.
No dije nada.
—¿Lo has visto desde esa noche, Mara?
Estaba congelada. Modulé mi voz—: Eso sería imposible.
La Dra. Kells apoyó su codo sobre la mesa y la barbilla en su mano.
Me miró con simpatía. —¿Quieres saber lo que pienso?
Ilumíname. —No puedo imaginármelo.
—Creo que te sientes culpable por la muerte de tus mejores amigas.
Y la muerte de tu novio.
—¡Ex! —grité. Mierda.
La Dra. Kells no se inmutó. Su voz fue calmada—: ¿Ocurrió algo entre
tú y Jude, Mara?
Respiraba con dificultad, pero yo ni si quiera lo noté. Cerré los ojos.
Contrólate.
—Por favor, dime la verdad —dijo en voz baja.
—¿Qué importa? —Una lágrima rodó por mi mejilla. Maldición.
—Será mucho más difícil ayudarte de otra manera. Y realmente
quiero ayudarte.
Me quedé en silencio.
—Sabes —dijo la Dra. Kells, reclinándose sobre su asiento—, algunos
jóvenes han estado en este programa por años; comienzan aquí y luego se
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mudan a nuestro centro residencial, y han estado allí desde entonces. Pero
no creo que necesites eso. Creo que esto es sólo transitorio para ti. Para
ayudarte a volver a donde se supone debes estar. Te has salido del camino
por todo lo que ocurrió en los pasados seis meses, y eso es comprensible.
Sobreviviste a un accidente catastrófico.
No fue un accidente.
—Tu mejor amiga murió.
La maté.
—Te mudaste.
Para intentar olvidar lo que hice.
—Tu maestro murió.
Porque yo quería eso.
—A tu padre le dispararon.
Porque yo forcé la mano de alguien.
—Eso es más trauma de lo que la mayoría de las personas se
enfrentan en la vida, y tú lo experimentaste en menos de seis meses. Y creo
que puedo ayudarte hablarlo conmigo. Sé que viste a otra terapeuta
antes…
Una que me gustaba más.
—Pero ahora estás aquí, y creo que a pesar de que no quieres estar
aquí, puedes descubrir que no es una pérdida de tiempo.
Las lágrimas fluían sin parar ahora. —¿Qué quiere que diga?
—¿Que ocurrió con Jude?
Mi garganta se sentía en carne viva, y mi nariz picaba de tanto llorar.
—Él… me besó. Cuando yo no quería que lo hiciera.
—¿Cuando?
—Esa noche. La noche que él…
Murió, casi dije. Pero él no murió. Él aún seguía vivo.
—¿Hizo algo más?
—Lo intentó. —Y le conté a la Dra. Kells sobre esa noche, y lo que
Jude trato de hacer.
—¿Abuso de ti? —preguntó.
Negué fieramente con la cabeza. —No.
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—¿Que tan lejos fue?
Mi rostro se inundó de calor. —Me empujó contra la pared, pero…
—Pero, ¿qué?
Pero yo lo detuve. —El edificio se derrumbó antes de que algo más
ocurriera.
La Dra. Kells ladeo la cabeza. —Y él murió, y tú sobreviviste.
No dije nada.
Ella se inclinó ligeramente al frente. —¿Jude te dijo alguna vez que
hicieras cosas que tú no quisieras, Mara?
Quería sacudirla. Ella pensaba que él era un demonio imaginario
sentado sobre mi hombro, susurrando malos pensamientos en mi oído.
—¿Crees que Jude está vivo? —preguntó otra vez.
Quería tomarla por el collar de su perfectamente planchada blusa
de seda y gritar—: ¡Él está vivo! —En su rostro. Me tomó una descomunal
fuerza de voluntad decir la palabra «No».
La Dra. Kells suspiró. —Mara, cuando mientes, yo tengo que ajustar el
curso de tu tratamiento para eso. No quiero que tener que tratarte como si
fueras una mentirosa patológica. Quiero ser capaz de confiar en ti.
Ella no confiaría en mí si le decía la verdad, pero en ese momento,
yo mentía convincentemente. —No creo que él esté vivo —dije,
suavemente—. Sé que no lo está. Pero algunas veces…
—A veces…
—Algunas veces esto me asusta, ¿sabe? —Evadí—. ¿La idea de que
él pudiera estarlo? Como un monstruo escondido en mi armario, o debajo
de la cama. —Ya está. Quizás esto le diera lo que ella quería sin hacerme
sonar mucho como una lunática.
Asintió con la cabeza. —Entiendo completamente. Creo que tu
miedo tiene sentido, y es algo que me gustaría trabajar durante tu tiempo
aquí.
Exhalé con alivio. —A mí también —mentí nuevamente.
—Digamos, hipotéticamente, que Jude no murió en el manicomio.
No quise decir que yo quisiera trabajar con eso hoy. —De acuerdo…
—Digamos que él está en Florida.
—Bien…
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—¿Qué crees que él estaría haciendo aquí? ¿Cuál es tu miedo?
Pisaba terreno peligroso, pero no sabía cómo evadir la pregunta. —
Que él… que él estuviera acosándome. —Lo cual era cierto.
—¿Porque elegiría de todos los lugares venir hasta Florida para
acosarte?
El gato mutilado. Las palabras en mi espejo escritas con sangre. Las
fotografías. Mi pulso se disparó cuando pensé en ellas. —Para aterrorizarme
—dije.
—¿Por qué él quería eso?
Porque intenté matarlo. Porque maté a su hermana.
Esas fueron las respuestas que vinieron a mi mente, pero por supuesto
que no las dije en voz alta. En su lugar sacudí mi cabeza y pregunté—: ¿Y
por qué él me acosaría en primer lugar?
—Esas preguntas son diferentes, Mara. Los violadores…
—Él no me violó.
La Dra. Kells me miró por un instante demasiado largo.
—No lo hizo. Yo… —Lo detuve antes de que tuviera la oportunidad—,
él no lo hizo —fue todo lo que dije—. ¿Qué estaba diciendo?
—Decía que la violación es sobre el poder, no el sexo —comenzó—.
Se trata de usar la fuerza o la amenaza para tomar el control sobre otra
persona.
—Así que quizás, si él estuviera vivo, lo cual no es cierto, me acosaría
para demostrar que tiene el control sobre mí. Que puede hacerme tener
miedo. —Eso funcionaba.
La Dra. Kells me miró intensamente. —Me has contado muchas cosas
hoy, Mara. Y pensaré en ellas durante un tiempo. Pero si estás interesada,
yo puedo decirte lo que creo justo ahora.
Yo estaba tan emocionada por su perspicacia como lo estaría por
un lavado de colón. —Claro.
—Cuando estuviste en la comisaría —dijo—, le dijiste al detective que
mataste a Claire y Rachel.
Aquí viene.
—Eso me hace pensar que te sientes muy culpable y muy
responsable de la muerte de tu mejor amiga. Por mudar a tu familia a
Florida. Por todo lo que le ha ocurrido a tu familia desde entonces. Creo
82
que has experimentado dos traumas —el asalto sexual por parte de Jude, y
luego el colapso— y creo que, de alguna manera, te hace sentir más
poderosa imaginar que pudiste detener a Jude de lo que sea que creas
que él intentaba hacer. Y por cada evento negativo o coincidencia que
ha sucedido desde entonces, imaginando que tú lo provocaste, te hace
sentir que ocurrieron porque perdiste un control que no tienes. Pero
inconscientemente, crees que no tienes control; y eso se manifiesta en tu
miedo a que Jude realmente viva.
No estaba segura de cómo me las arreglaría para mantenerme sana
mientras constantemente digo que estoy loca. —Eso es realmente
interesante —dije lentamente.
—¿Puedo preguntarte algo, Mara?
¿Tenía otra opción? —Claro.
—¿Qué es lo que quieres?
Ladeé mi cabeza. —¿Ahora?
—No. En general.
—Quiero… yo quiero… —Traté de pensar. ¿Qué es lo que quiero?
¿Regresar el tiempo atrás? ¿A cuando mi mayor problema era que
Claire intentaba robarme a mi mejor amiga? ¿Para retroceder antes de
que siquiera conociera a Claire? ¿Y Jude?
Pero eso sería antes de Noah, también.
Lo vi en mi mente, arrodillado a mis pies. Atando los cordones de mis
zapatos. Mirándome con esos ojos azules, mostrándome esa media sonrisa
que tanto amo.
No me gustaría regresar antes que él. No quiero perderlo. Yo sólo
quiero…
—Mejorar —dije finalmente. Para mi familia. Para Noah. Para mí
misma. Quería preocuparme por cosas como la universidad, y no ser
encerrada involuntariamente. Yo nunca sería normal, pero quizás podía
encontrar la manera de vivir una vida algo normal.
—Me alegra escucharte decirlo —dijo la Dra. Kells, y se levantó—.
Podemos ayudarte a mejorar, pero tienes que quererlo, o no habrá nada
que nosotros podamos hacer.
Asentí e intenté levantarme también, pero tropecé. Traté de
apoyarme contra el escritorio para estabilizarme, pero mis movimientos
eran lentos, y apenas me encorvé.
83
La Dra. Kells apoyó una mano en mi espalda. —¿Te sientes débil?
Escuché un eco en sus palabras, en la voz de otra persona.
En mi mente.
Parpadeé. Los ojos de la Dra. Kells estaban llenos de preocupación.
Me las arreglé para asentir, pero el movimiento borró mis pensamientos.
¿Qué andaba mal conmigo?
—¿Qué te pasa? —preguntó la Dra. Kells. Me miró con curiosidad y
me sentí extraña. Como si ella estuviera esperando que algo sucediera.
Me sentí paranoica. Sospechosa.
Mientras intenté hablar, ella cambió de foco.
—¿Agua? —preguntó, y escuché un otra de Nuevo, desde muy lejos.
Debí haber asentido porque la Dra. Kells me ayudo a sentarme y dijo
que regresaría enseguida. Oí la puerta abrirse detrás de mí, luego cerrarse.
Y entonces me desmayé.
84
16 ANTES
Calcuta, India Traducido por Deeydra Ann’
Corregido por Dara.Nicole18
Apoyé mi mejilla en la abertura del carruaje y me asomé por detrás
de las cortinas para ver los cremosos capullos que brotaban de los árboles
y la espesa capa verde que se aferraba en sus troncos. Plantas trepadoras
colgaban de las ramas por encima de nosotros, lo suficientemente bajo
como para que me tocaran, pero no me importaría. Conocía ese mundo,
el mundo verde de rocas cubiertas de musgo y hojas brillantes, la joya del
mundo coloreada de flores selváticas y atardeceres.
Escuché las palabras del hombre blanco, la pregunta en ellas, pero
no entendía su significado. Su voz era débil desde las profundidades del
carruaje. No me molesté en mirarlo a la cara.
El carruaje se sacudió, y mis pequeños dedos se hundieron en el
fondo del asiento de felpa. Terciopelo, dijo el hombre cuando pasé mis
dedos sobre él con asombro. Nunca había sentido algo tan suave; eso no
existía en el mundo de pelaje y piel.
Nos movimos a un ritmo más lento, mucho más lento que los
elefantes, y nos deslizamos hacia adelante sin descanso, durante varios
días y noches. Eventualmente, el bosque húmedo dio paso a tierra seca y
el verde dio paso al marrón y al negro. El penetrante olor a humo llenaba
el aire, mezclándose con el aroma a sándalo en el carruaje.
Los caballos desaceleraron, y me asomé afuera otra vez. Me
impresioné por lo que vi.
Bestias enormes —más grandes de las que había visto— se
levantaron del agua. Sus delgados troncos se estiraban hacia el cielo y
estaban llenos de hombres, aunque ellos mismos no se movían. Había
ruidos que jamás había escuchado, extranjeros y extraños. El sabor a
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especias cubrió mi lengua y mi nariz se llenó con la esencia de la tierra
mojada.
El hombre blanco se acercó a señalar a las grandes bestias. —Barcos
—dijo, y luego dejó caer su brazo tembloroso. Sus músculos eran flojos y
débiles, y se hundió en las sombras, su respiración pesada.
Entonces, nos detuvimos. La puerta del carruaje se abrió y un hombre
con rostro amable vistiendo azul brillante extendió su brazo hacia mí.
—Ven —dijo en un lenguaje que entendí. Su voz se sentía como
agua calentada por el sol. No le tenía miedo, así que fui. Esperé que el
hombre blanco caminara detrás de mí como lo había hecho cuando
dejamos el carruaje en nuestro viaje, pero no lo hizo. Se giró hacia la
puerta, aunque su rostro seguía en la sombra. Le tendió una pequeña
bolsa negra al hombre de azul, su brazo sacudiéndose por el esfuerzo.
—Vuelve aquí el último día de cada semana y mi empleado lo
llenara, siempre y cuando la chica esté contigo.
El Hombre de Azul tomó la bolsa e inclinó su cabeza. —El Raj es
generoso.
El hombre blanco rio. El sonido era débil. —La Compañía del Este de
India es generosa. —Me hizo señas para acercarme al carruaje. Me
acerqué más. El hombre blanco hizo un gesto para que abriera mi mano.
Lo hice. Puso algo frío y reluciente en ella. Estaba asqueada por la
textura de su piel seca.
—Vamos a comprarle algo bonito —le dijo al Hombre de Azul.
—Sí, señor. ¿Cuál es su nombre?
—No lo sé. Mis guías han tratado de convencerla para decirlo, pero
se niega a hablar con ellos.
—¿Comprende?
—Ella asentirá o negará con la cabeza en respuestas a las preguntas
hechas en hindú y sánscrito, así que creo que sí. Tiene una mirada
inteligente. Aceptará rápidamente el inglés, creo.
—Ella va a ser una hermosa novia.
El hombre blanco se echó a reír, más fuerte esta vez. —Creo que mi
esposa se opondrá. No, la chica será mi pupila.
—¿Cuándo volverá por ella?
86
—Hoy navego para Londres, y el negocio ahí me mantendrá
ocupado por lo menos durante seis meses. Pero sí espero volver poco
después, tal vez con mi esposa e hijo. —El hombre tosió.
—¿Agua?
La tos del hombre blanco creció con violencia, pero él hizo un gesto
con su mano.
—¿Estarás lo suficientemente bien para el viaje?
El hombre blanco no respondió hasta que su ataque había
terminado. Luego dijo—: Es sólo la Enfermedad del Río. Sólo necesito agua
limpia y descanso.
—¿Tal vez mi esposa podría hacer una infusión para usted antes de
que se vaya?
—Voy a estar bien, gracias. Estudié medicina después del Seminario
Militar en Croyden. Ahora bien, debo irme. Cuide de usted, y de ella.
El Hombre de Azul asintió, y el hombre blanco se retiró de nuevo a la
oscuridad. La puerta del carruaje se cerró.
Luego, el Hombre de Azul caminó hacia el frente, a los caballos, y le
habló al hombre sentado en la cima en su propio idioma. Nuestro.
—Haga para él una mezcla de ajo seco, jugo de limón, miel,
tamarindo y cúrcuma silvestre. Dígale que lo beba cuatro veces cada
hora. —Luego, le extendió al hombre dos círculos brillantes de la bolsa
negra. El cochero, el hombre blanco así le había llamado. Él asintió con la
cabeza y alzó las riendas.
—Espera. —El hombre de Azul levantó su mano.
El cochero aguardó.
—¿Estaba usted presente cuando encontraron a la chica?
Los ojos negros del cocherón giraron hacia los míos, luego se alejaron
rápidamente. Él negó con la cabeza lentamente. —No. Pero mi amigo, un
portero en su grupo, sí. —No dijo nada más, pero extendió su mano hacia
el Hombre de Azul, quien suspiró y colocó otros dos discos de plata en la
palma callosa del cochero.
El cochero sonrió, mostrando muchos dientes faltantes. Sus ojos se
desviaron hacia los míos. —No me gusta que ella escuche.
El Hombre de Azul se giró hacia mí. —Podrías ir a explorar —dijo, y me
apresuró hacia los barcos.
87
Si, asentí, y pretendí irme. En su lugar, me recargué contra el otro
lado del carruaje. No podían verme. Esperé y escuché.
El Hombre de Azul habló primero. —¿Qué has oído?
La voz del cochero era baja. —Estuvieron cazando a un tigre unos
días en el viaje de Prayaga. Lo siguieron entre los árboles sobre los lomos
de sus elefantes, pero sin previo aviso, las bestias se detuvieron. Nada
podría instarlos a avanzar, ni dulces o palos. Este idiota —dijo, dándole
golpecitos al carruaje—, insistió en que continuaran a pie, pero sólo tres
hombres les acompañarían. Uno era un desconocido, tal vez el guía del
hombre blanco. Otro era el cocinero. El último era un cazador, el hermano
del portero, mi amigo.
—Continúa.
—Ellos siguieron las huellas de los animales hacia un mar de hierba
alta. Todos los cazadores saben que las hierbas altas ocultan muerte, y el
hermano, el cazador, quería regresar. El otro hombre, el extraño, le instó a
avanzar, y el hombre blanco escuchó. El cocinero los siguió, pero el
cazador se negó y se fue solo. Nunca se le volvió a ver.
—¿Qué pasó? —El Hombre de Azul sonaba curioso, sin miedo.
—Los tres hombres siguieron las huellas del tigre por horas, hasta que
se desvanecieron en un charco de sangre.
—¿De una matanza reciente?
—No —dijo el cochero. Los caballos pateaban y resoplaban
inquietos—. Si hubiera sido una matanza del tigre, habría habido pistas que
condujeran fuera del charco de sangre. Hubiera habido huesos y carne,
piel y cabello. Pero no había nada. Ningún cadáver. Nada oculto. Y no
había moscas que lo tocaran. Rodearon el charco y examinaron la hierba.
Fue entonces cuando vieron las huellas. Huellas de niño, empapadas en
sangre.
—¿Y ellos trajeron a esta chica?
—Si —dijo el cochero—. Estaba acurrucada en las raíces de un árbol,
dormida. Y en su puño, estaba un corazón humano.
88
17
Traducido por Amy
Corregido por Dara.Nicole18
Mis ojos se abrieron. Los vivos colores de mi pesadilla fueron
arrastrados por la blancura.
Estaba en la cama, mirando el techo. Pero no era mi cama; no
estaba en casa. Mi piel estaba húmeda con sudor y mi corazón estaba
corriendo. Recogí el sueño, tratando de atraparlo antes de que se alejara.
—¿Cómo te sientes?
Los últimos vestigios del sueño se disolvieron con la voz. Dejé escapar
un lento suspiro y me apoyé rígida en mis codos para ver a quién le
pertenecía. Un hombre con una cola de caballo castaña entró en mi
visión. Lo reconocí, pero no recordé su nombre.
—¿Quién eres? —pregunté con cautela.
El hombre sonrió. —Soy Patrick, y te desmayaste. ¿Cómo te sientes?
—preguntó de nuevo.
Cerré mis ojos. Me sentía enferma de sentirme enferma. —Bien —dije.
Entonces la doctora Kells apareció detrás de Patrick. —Nos asustaste,
Mara. ¿Tienes hipoglucemia?
Mis pensamientos seguían lentos pero mi corazón seguía corriendo.
—¿Qué?
—Hipoglucemia —repitió.
—No lo creo. —Levanté mis piernas por el lado de la cama un poco
dura. Negué con la cabeza pero eso sólo intensificó el dolor—. No.
—Bien. El análisis de sangre nos permitirá estar seguros.
—¿Análisis de sangre?
Ella levantó mi brazo. Un pedazo de algodón fue pegado a la parte
interior del codo, alguien había tomado mi sudadera y la colgó de los pies
89
de la cama. Presioné mi mano contra la piel sensible y traté de no parecer
asustada.
—Fue una emergencia. Estábamos preocupados por ti —La doctora
Kells sentía la necesidad de explicar. Lo que significaba que
aparentemente lucía asustada—. Llamamos a tu madre, ella enviará a tu
padre para recogerte temprano. Estoy segura que no es nada, pero más
vale prevenir que lamentar.
Me quedé en silenció hasta que él llegó. Me sonrió ampliamente
cuando me vio, pero podía decir que estaba preocupado. Se inclinó
hacia abajo.
—¿Cómo te sientes?
Molesta ya que me sacaron sangre. Enojada porque me desmayé.
Asustada porque volverá a suceder, porque sucedió antes.
Sucedió antes del recuerdo de la exposición de arte que me llevó
Noah, y después a medianoche buscando a mi hermano. Pasó después de
tomar sangre de pollo en la tienda Santería que parecía ya no existir. Y
cada vez que me desmayé, los bordes de la realidad eran borrosos,
dejándome confundida. Desorientada. Insegura de qué era real. Se me
hacía difícil confiar en mí misma, y eso era difícil de soportar.
Pero claro que no le dije a mi padre nada de esto, y él esperaba una
respuesta. Así que sólo dije—: Me sacaron sangre. —Y lo dejé así.
—Estaban asustados por ti —dijo—. Y resulta que la azúcar en tu
sangre estaba baja. ¿Quieres ir por un helado de camino a casa?
Se veía tan optimista, así que decidí asentir por su beneficio.
Él esbozó una sonrisa. —Fantástico. —dijo, y me ayudó a levantarme
de la cama. Sacó mi sudadera con capucha y nos movimos a la salida,
miré si encontraba a Jamie en el camino, pero no estaba en ningún lugar
para ser encontrado.
Mi padre se inclinó sobre la puerta y sacó un grueso paraguas de un
cubo. —Está lloviendo afuera —dijo, asintiendo con la cabeza al vidrio. La
lluvia maltrataba el pavimento y mi padre luchó con el paraguas mientras
abría la puerta. Abracé mis brazos en mi pecho, mirando hacia el
estacionamiento desde nuestro refugio. Me pregunté qué hora era; el
único auto en el aparcamiento estaba al lado del de mi padre, era una
vieja camioneta blanca. El resto de los espacios estaban vacíos.
Mi padre hizo un gesto de disculpa. —Creo que vamos a tener que
correr.
90
—¿Estás seguro de que puedes correr?
Acarició el punto debajo de su caja torácica. —Estoy en forma.
¿Estás tú segura de que puedes correr?
Asentí con la cabeza.
—De lo contrario puedes tener el paraguas.
—Estoy bien —dije, mirando la lluvia.
—Está bien. A la cuenta de tres. Uno —comenzó, doblando la rodilla
para adelante—. Dos… ¡Tres!
Nos lanzamos hacia el diluvio. Mi padre trató de sostener el paraguas
sobre mi cabeza, pero fue inútil. En el momento en que abrimos la puerta
del auto, estábamos empapados.
Mi padre sacudió su cabeza, esparciendo gotas de lluvia en el
salpicadero. Sonrió, y fue una sonrisa infecciosa. Quizás el helado era una
buena idea después de todo.
Puso en marcha el auto y comenzó a retirarse del estacionamiento.
Por reflejo, miré mi reflejo en el espejo lateral.
Tenía el pelo pegado a la cara, y estaba pálida. Pero me veía bien.
Quizás un poco delgada. Un poco cansada. Pero normal.
Entonces mi reflejo guiñó un ojo. A pesar de que yo no lo hice.
Apreté la palma de mis manos en mis ojos. Estaba viendo cosas
porque estaba estresada. Asustada. Eso no era real. Yo estaba bien.
Traté de hacerme creer eso. Pero cuando abrí los ojos, una luz brilló
en el espejo, cegándome.
Sólo luces. Sólo las luces del auto detrás de nosotros. Me retorcí en el
asiento para ver, pero la lluvia era tan fuerte que no podía ver nada más
que las luces.
Mi padre nos llevó a la carretera y las luces nos siguieron. Ahora
podía ver que pertenecían a una camioneta. A una camioneta blanca.
El mismo del aparcamiento del centro comercial.
Me estremecí y me acurruqué en mi sudadera, luego extendí la
mano y encendí el aire acondicionado.
—¿Tienes frío?
Asentí con la cabeza.
—La sangre de Nueva Inglaterra está yéndose rápidamente —dijo mi
padre con una sonrisa.
91
Le ofrecí una débil a cambio.
—¿Estás bien, nena?
No. Miré el cristal empañado del espejo lateral. Las luces todavía
estaban detrás de nosotros. Me di vuelta para ver mejor a través de la
ventana trasera, pero no podía ver quién estaba conduciendo.
La camioneta nos siguió a la carretera.
Me sentía enferma. Me limpié mi frente sudorosa con mi antebrazo y
apreté mis ojos con fuerza. Tuve que preguntar —¿Es esa la misma
camioneta del estacionamiento? —Traté de no sonar paranoica, pero
necesitaba saber si él también lo vio.
—¿Hmm?
—Detrás de nosotros.
Los ojos de mi padre se posaron en el espejo retrovisor. —¿Qué
estacionamiento?
—El de Horizontes —dije lentamente, a través de mis dientes
entrecerrados—. El que dejamos hace diez minutos.
—No sé. —Sus ojos se movieron de nuevo a la carretera. Él
obviamente no se había dado cuenta, y no creía que fuera un gran
problema.
Quizás no lo era. Quizás el estrés de las imágenes, la entrevista,
provocó el desmayo, y que desencadenó mi alucinación de un
desobediente reflejo en el espejo. Quizás la camioneta detrás de nosotros
era sólo una camioneta común.
Miré el espejo lateral de nuevo. Podría haber jurado que las luces
estaban más cerca.
No pienses en ello. Me quedé mirando hacia delante a nada en
particular, escuchando el hipnótico, y mecánico sonido de los parabrisas.
Mi padre estaba tranquilo. Metió la mano para encender la radio cuando
oímos un chirrido de los neumáticos.
Nuestras cabezas se levantaron de golpe cuando fuimos bañados
por la luz. Mi padre hizo girar el volante a la izquierda, mientras la
camioneta detrás de nosotros entró en el carril derecho, cerca de golpear
la parte trasera del lado del pasajero.
Mi padre estaba gritando algo. No, diciéndome algo. Pero no podía
oírle, porque cuando la camioneta se detuvo a nuestro lado, mi mente se
bloqueó a todo menos a los ojos de Jude detrás del volante.
92
Le grité a mi padre. Él tuvo que mirar. Tenía que mirar. Pero él estaba
gritando también.
—¡Sujétate!
Él perdió el control del auto. Una ola negra de pánico amenazó con
tirarme hacia abajo mientras el auto giraba debajo de nosotros en el
pavimento resbaladizo por la lluvia. La camioneta atravesó varios carriles y
se adelantó. Mi corazón tronó en mi caja torácica y me agarré de la
consola central con una mano. La bilis subió por mi garganta, iba a
vomitar. Íbamos a tener un accidente. Jude nos seguía y ahora nos íbamos
a estrellar…
Al segundo que lo pensé, nos quedamos en silencio.
—¡Imbécil! —gritó mi padre. Lo miré, sudor moldeaba su frente, las
venas de su cuello estaban tensas.
Fue entonces que me di cuenta de que no nos estábamos
moviendo.
No nos estábamos moviendo.
No nos estrellamos.
Nos quedamos inmóviles en el carril de la izquierda, el carril rápido.
Los autos giraban en torno a nosotros y tocaban la bocina.
—¡Nadie sabe cómo conducir en esta maldita ciudad! —Dio un
puñetazo en el salpicadero y salté.
—Lo siento —dijo rápidamente—. Mara... ¿Mara? —Su voz era frágil
por la preocupación—. ¿Estás bien?
Debía lucir horrible, porque la expresión de furia de mi padre se
transformó en pánico. Asentí con la cabeza. No sabía si podía hablar.
Mi padre no lo vio. No vio a Jude. Fui la única que lo hizo.
—Vamos a casa —murmuró para sí mismo. Puso en marcha el auto y
nos arrastramos por el resto del camino. Incluso los jubilados en su
automóvil Buick azul pálido nos tocaban la bocina. A papá no podía
importarle menos.
Nos detuvimos en nuestro camino vacío y él se apresuró a abrirme la
puerta, sosteniendo el paraguas por encima de nuestras cabezas. Nos
apresuramos a la casa, mi padre buscando a tientas la llave hasta que
finalmente abrió la puerta.
93
—Voy a hacer un poco de chocolate caliente. ¿Dejamos el helado
para más tarde? —dijo, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos. Él estaba
seriamente preocupado.
Me obligué a hablar. —Chocolate caliente, sí.
Me froté los brazos cuando un estremecimiento de lluvia azotó la
ventana de la sala de estar, asustándome.
—Y apagaré el aire acondicionado, está congelada esta casa.
Una sonrisa falsa. —Gracias.
Me agarró y me abrazó con tanta fuerza que pensé que podría
romperme. Me las arreglé para abrazarlo, y cuando nos separamos se
dirigió a la cocina y empezó a hacer un montón de ruido.
No fui a ninguna parte. Me quedé en el vestíbulo, rígida. Miré en el
espejo dorado que colgaba por encima de la antigua mesa de nogal por
la puerta principal. Mi pecho subía y bajaba rápidamente. Mis fosas
nasales estaban dilatadas, mis labios pálidos y sin sangre.
Era un hervidero. Pero no de miedo.
De furia.
Mi padre podría haber salido herido. Asesinado. Y esta vez no era mi
culpa.
Era de Jude.
94
18 Traducido por DaniO
Corregido por Deeydra Ann’
Minutos o segundos después, me alejé del espejo y me dirigí a mi
habitación. Pero cuando abrí la puerta de mi cuarto, estaba muy
perturbada por encontrar ojos mirando hacia mí.
Una muñeca se sentaba plácidamente sobre mi escritorio, su cuerpo
de trapo apoyado contra mis antiguos libros del instituto. Su cosida sonrisa
felizmente curvada. Sus ojos negros no veían, pero estaban fuertemente
enfocados en mi dirección.
Era la muñeca de mi abuela, mi madre me lo había dicho cuando
era pequeña. Ella me la había dejado cuando yo era tan solo un bebé,
pero nunca jugué con ella. Nunca le puse un nombre. Ni siquiera me
gustaba; la muñeca tomó residencia bajo una variedad de rotantes
juguetes y animales de peluche en mi baúl de juguetes, y mientras crecía,
se movió del baúl de juguetes hasta una esquina olvidada de mi armario,
para ser opacada por zapatos y ropa fuera de temporada.
Pero ahora aquí estaba ella, yaciendo en mi escritorio. No se movió.
Parpadeé. Por supuesto que no se movió. Ella era una muñeca. Las
muñecas no se movían.
Sin embargo, ella se había movido. Porque la última vez que la había
visto, estaba guardada lejos en una caja, recostada contra pilas de viejas
fotos y cosas de mi habitación de Rhode Island. Una caja que no había
abierto desde…
Desde la fiesta de disfraces.
Regresé al recuerdo de esa noche. Me vi a mí misma caminar hacia
mi armario, preparándome para quitarme el vestido verde esmeralda de
mi abuela, solo para encontrar abierta una caja de tarjetas en el suelo de
mi armario. No recordaba haberla bajado. No recordaba haberla abierto.
95
Rebobiné el recuerdo. Me vi salir del armario, vi los tacones de mi
madre encajar de vuelta en mis pies. Vi el agua de la bañera drenarse a
través del grifo.
La noche en que vi la muñeca fue la noche que me quemé.
La piel se erizó en mi nuca. Había sido una mala noche para mí.
Estaba estresada sobre Anna y me sentí humillada por Noah y retrocedí
aún más temprano, cuando primero llegué a casa. Me vi a mi misma
inclinándome para desbloquear la puerta delantera, pero… se abrió antes
de que la tocara.
Pensé que estaba alucinando esa noche… y lo había estado.
Imaginé los aretes de mi abuela en el fondo de la bañera cuando ellos
estuvieron en mis oídos todo el tiempo. Asumí que había olvidado bajar la
caja de mi armario, también.
Eso fue antes de que supiera que Jude estaba vivo. Si él estuvo en mi
habitación la noche anterior, podría haber estado en mi habitación esa
noche.
Mis manos se hicieron puños. Él bajó la caja de mi armario. Él la abrió.
Y él quería que yo lo supiera. Que él estaba yendo a través de todas
mis cosas. Observándome mientras dormía. Contaminando mi habitación.
Contaminando mí casa.
Y cuando la dejé, nos había perseguido a mi padre y a mí de vuelta.
Estaba temblando antes, pero ahora estaba febrilmente caliente.
Me sentía fuera de control, y no podía dejar que mi padre me viera así… él
estaba lo suficientemente aterrorizado. Empujé dentro toda mi ira y miedo,
me quité mis anegadas ropas y las arrojé sobre el lavabo. Encendí la
ducha y respiré profundamente mientras mi baño se llenaba de vapor. Me
adentré en el agua caliente y la dejé correr sobre mi piel, dispuesta a dejar
correr mis pensamientos junto con ella.
No funcionó.
Traté de recordarme que no estaba sola en esto. Que Noah me
creía. Que él estaría viniendo más tarde y cuando lo hiciera le contaría
todo. Repetí las palabras cíclicamente, esperando que me calmaran.
Permanecí en la ducha hasta que el agua se volvió fría. Pero cuando salí
del baño, miré hacia mi escritorio para encontrar que la muñeca ya no
sonreía.
Me miraba de reojo.
96
Mi piel se retorció mientras permanecía allí, envuelta en nada más
que una toalla, enfrentándola mientras mi corazón latía salvajemente en
mi pecho.
No, no ella. Eso.
Arranqué la muñeca fuera de mi escritorio. Caminé hacia mi armario
y la enterré de vuelta en una de mis cajas. Sabía, sabía que la expresión de
la muñeca no había cambiado. Mi mente me estaba gastando bromas
porque estaba estresada, asustada y enojada, lo cual era lo que Jude
quería.
Abrí el cajón de mi escritorio, saqué un rollo de cinta adhesiva, y
envolví la caja con ella, encarcelando la muñeca en su interior. No, no
encarcelándola. Empacando. Empacando la muñeca de vuelta. Y luego
me vestí y caminé de vuelta hacia mi padre como si nada hubiera pasado
del todo, porque no tenía otra opción. Se suponía que el tiempo curaría
todas las heridas, pero ¿cómo podía cuando Jude seguía removiendo la
costra?
Era temprano en la tarde y Daniel, Joseph y mi madre habían venido
a casa. Hablaban ruidosamente entre ellos mientras mi padre se recostaba
contra la alacena, agarrando una taza agrietada con ambas manos.
—¡Mara! —Mi madre se precipitó hacia mí y me envolvió en un
abrazo en el segundo en que me notó. Daniel bajó su vaso. Nuestros ojos
se encontraron sobre el hombro de mi madre—. Gracias a Dios que estás
bien —susurró ella.
—Gracias a Dios.
El abrazó duró un incómodo y largo tiempo y cuando mi madre me
liberó, sus ojos estaban húmedos. Rápidamente apartó las lágrimas y
revoloteó hacia el refrigerador —¿Qué puedo ofrecerte?
—Estoy bien —le dije.
—¿Qué tal algunas tostadas?
—No tengo tanta hambre.
—¿O galletas? —Sostuvo en alto un paquete de masa prefabricada.
—¡Sí, galletas! —dijo Joseph
97
Daniel hizo una cara que interpreté como un: di sí. Forcé una sonrisa.
—Galletas sería genial.
Al segundo que las palabras salieron de mi boca, Joseph retiró una
bandeja para galletas de la gaveta que estaba debajo del horno.
También el papel aluminio. Agarró el paquete de masa de mi madre y
precalentó el horno antes de que ella pudiera llegar a él.
—¿Qué tal algo de té? —preguntó mi madre, captando algo,
cualquier cosa para hacer.
Daniel asintió con su cabeza diciendo sí, observándome.
—Me encantaría un poco —dije, siguiendo su señal.
—Hice chocolate caliente —recordó mi padre.
Mi madre arrugó su frente. —Cierto. —Sacó una taza de la despensa
de cristal y vertió el contenido de una cacerola en ella, luego me la
ofreció.
—Gracias, mamá.
Metió un mechón de su corto y liso cabello detrás de su oreja. —
Estoy tan contenta de que estés bien.
—Miami tiene los peores conductores del mundo —murmuró mi
padre.
Los labios de mamá formaron una delgada línea mientras se
ocupaba en hacerse una taza de café. Mis ojos se dirigieron a la ventana
de la cocina y buscaron en nuestro patio trasero a través de la lluvia.
Estaba buscando a Jude, noté con una picada de culpa. Él me
estaba haciendo paranoica. Y no quería serlo.
—¿Oye, mamá? —pregunté.
—¿Hmm?
—¿Sacaste mi muñeca? —Había una posibilidad de que ella, no
Jude, la hubiera movido, y tenía que estar segura.
Alzó la mirada de la taza de café, confundida. —¿Cuál muñeca?
Exhalé a través de mi nariz. —La que he tenido desde que era una
bebé.
—Oh, ¿la muñeca de la abuela? No, cariño. No la he visto.
Eso no era lo que había preguntado, pero tenía mi respuesta. Ella no
la tocó. Sabía quién había sido, y esto no podía seguir.
98
Observé el reloj del microondas preguntándome cuándo llegaría
Noah. Tenía que comportarme de manera normal hasta que lo hiciera.
—Entonces, ¿cómo estuvo el Día Uno de las vacaciones de
primavera? —le pregunté a Daniel entre sorbos de chocolate. El líquido
estaba caliente, pero no me calentó a su paso.
—Fuimos al acuario de Miami.
Casi me atraganto. —¿Qué?
Daniel encogió un hombro. —Joseph quería ver la ballena.
—Lolita —dije, bajando mi bebida.
Papá le disparó una mirada a mi hermano. —Espera, ¿qué?
—Es el nombre de la ballena asesina —explicó Daniel.
—¿Cómo estuvo? —preguntó mamá.
Joseph se encogió de hombros. —Algo triste.
—¿Cómo? —La frente de papá se arrugó.
—Me sentí mal por los animales.
Mi turno. —¿Noah fue con ustedes? —Honestamente no me
importaba. Sólo quería saber la respuesta de mi verdadera pregunta en
realidad sin tener que formularla o llamarlo para saberla. Básicamente,
dónde estaba él ahora, y cuándo volvería.
—Nop, pero estará aquí en una hora —dijo Daniel—. Mamá, ¿puede
quedarse para la cena? —Me guiñó un ojo detrás de la espalda de mamá.
Gracias Daniel.
—¿Cómo puedes preguntarle a tu madre y no a mí? —preguntó
papá.
—Papá, ¿puede quedarse Noah durante la cena?
Él aclaró su garganta. —¿No quiere su propia familia pasar algo de
tiempo con él?
Daniel hizo una mueca. —No pensé en eso, en realidad.
—¿Quién quiere galletas? —preguntó mamá. Capté la mirada que
ella intercambió con mi padre mientras abría el horno y el olor del cielo
llenó la cocina.
Papá suspiró. —Está bien para mí —dijo y me pasó su teléfono—. Ve y
llámalo.
99
Retrocedí lentamente fuera de la cocina, luego me precipité hacia
mi habitación. Marqué el número de Noah.
—¿Hola?
Su voz era caliente, rica y hogareña, y mis ojos se cerraron con alivio
ante el sonido de ella. —Hola —dije—. Se supone que debo decirte que
estás invitado a cenar.
—¿Pero…?
—Algo pasó. —Mantuve mi voz baja—. ¿Cuán rápido puedes llegar?
—Justo ahora me estoy subiendo al coche.
—¿Noah?
—¿Sí?
—Planea quedarte en la noche.
100
19 Traducido por DaniO
Corregido por Deeydra Ann’
Una hora después y Noah aún no había llegado. Estaba sin
descansar y no quería estar en mi contaminada habitación.
Daniel me atrapó acechando en la sala, pretendiendo leer uno de
los libros de mis padres de la universidad que había encontrado en el
garaje. Estaba esperando a Noah, pero no había necesidad de ser obvia.
—¿Qué sucede hermanita?
—Nada —dije, observando la amarillenta página. Daniel caminó
hacia mí para tomar mi libro en sus manos. Volcó el libro, poniéndolo del
lado correcto.
Maldición.
—Tuviste un infierno de día —dijo suavemente.
—He tenido mejores —dije—. Y peores.
—¿Quieres hablar de ello?
Quería, pero no podía. No con él. Sacudí mi cabeza y apreté mis
dientes para retener el dolor en mi garganta. Se sentó en el mullido sillón
negro con dibujos dorados frente de mí.
—Por cierto, no te preocupes por la llave —dijo casualmente.
Levanté mi mirada del libro. —¿Cuál llave?
—¿Mi llave de la casa? —Enarcó una ceja—. ¿La que estaba en mi
llavero, el cual tomaste sin permiso? ¿La llave que te pregunté mientras
estabas… mientras estabas lejos?
—Tu llave estaba perdida —dije lentamente.
—Eso es lo que he estado intentando comunicar, sí. Pero papá le
hizo una copia hoy, así que no es grave. Aunque, ¿por qué la tomaste
fuera del llavero?
101
Pero ya no lo estaba escuchando. Estaba pensando sobre las
fotografías tomadas con mi cámara. La muñeca en mi escritorio, tomada
de su caja. La escritura en mi espejo.
Las puertas bloqueadas desde el interior.
Yo no tomé la llave de Daniel. Jude lo hizo. Así era como él había
entrado y salido sin irrumpir, y ahora podía hacerlo cuando quisiera. El
pensamiento desgarró mi mente y el horror debió verse reflejado en mi
rostro porque Daniel preguntó si estaba bien. El modo en que preguntó,
como si todo lo que quisiera hacer en el mundo fuera ayudarme, casi me
derrumba. Él era mi hermano mayor, me ayudaba con todo, y yo también
deseaba que pudiera obtener su ayuda en esto. Daniel era la persona más
inteligente que conocía… si sólo pudiera tener su cerebro de mi lado.
Pero luego, ésta expresión se esparció por su rostro. Tentativa.
Insegura. Como si no supiera qué decirme. Como si lo estuviera asustando.
Eso apagó cualquier chispa de esperanza que pudiera haber tenido.
—Sí —dije con una diminuta sonrisa—. No recuerdo lo de la llave. —Me
encogí de hombros tímidamente—. Lo siento.
Odiaba mentirle, pero después de que lo hice, Daniel se relajó
visiblemente y eso me hizo querer llorar. Inclinó su cabeza —¿Estás segura
de que no quieres hablar?
No. —Sí. —dije.
—Como quieras —dijo ligeramente y regresó a su cuaderno. Luego,
empezó a escribir. Sonoramente. Y empezó a tararear. Cerré mi libro de
golpe.
—¿Te estoy molestando? —preguntó inocentemente.
Sí. —Nop.
—Bien. —Regresó de vuelta a sus garabatos, rastrillando el lápiz
furiosamente contra el papel, pasando las hojas de su libro con un nivel sin
precedentes de ruido.
Claramente él no me dejaría cocinarme en mi soledad. Me rendí. —
¿Qué estás escribiendo?
—Un reporte.
—¿Sobre?
— Sobre los pasajes auto referenciales de Don Quijote.
—Estás en las vacaciones de primavera.
102
—Es para la próxima semana —dijo, luego alzó la mirada—. Y me
divierte.
Rodé mis ojos. —Sólo tú encontrarías la tarea divertida.
—Cervantes hace comentarios sobre la narración dentro de la
narración en sí. Pienso que es divertido.
—Mmm —dije, abriendo mi libro. Esta vez del lado correcto.
—¿Qué es lo que no lees? —preguntó.
Puse mi libro boca abajo para responder a su pregunta. —¿Las
Memorias y Confesiones Privadas de un Pecador Justificado: Escrito por Él
Mismo, de James Hogg? Nunca lo había escuchado.
—No es algo que escuche a menudo. —Y a pesar de todo, eso trajo
una sonrisa a mis labios.
—En efecto —dijo, estudiando el libro. Le dio la vuelta, luego empezó
a leer el resumen en la parte trasera—. Novela parte gótica, parte misterio
psicológico, parte meta-ficción, parte satírica, parte estudio sobre los
pensamientos totalitarios, Las Memorias explora teorías psicológicas
tempranas sobre la doble conciencia, bla, bla, bla, teoría de la
predestinación, bla, bla, bla, la pieza maestra de James Hogg es un
estudio psicológico del poder del mal, una imagen aterradora de la sutil
conquista el diablo sobre un hombre con justicia propia. —Hizo una
mueca—. ¿De dónde has sacado esto?
—Del garaje. Se veía interesante.
—Sí, estás claramente sumergida en él. —Se levantó y me lo pasó—.
Pero eso no es lo que deberías estar leyendo.
—¿No?
—No. No te muevas. —Desapareció en su habitación y regresó un
minuto después, cargando un libro. Me lo entregó.
Hice una mueca mientras leía el título en voz alta. —¿Mil Palabras
Ocultas en el SAT?
—Mejor ponte manos a la obra —dijo mi hermano—. Están a tan sólo
un par de meses.
—¿Hablas en serio? Acabo de ser sacada de la escuela.
—Temporalmente. Por razones de salud. Lo cual, por cierto, es como
papá consiguió que el director cambiara tu F de español por un
Incompleto, así que esta cosa de Horizontes no es una total pérdida.
103
Puedes empezar tu preparación para el SAT ahora y tomarlos en junio, solo
en caso de que quieras retomar en Octubre.
No dije nada, cosas como notas y el SAT parecían completamente
alienígenas comparadas con mis problemas actuales. Y odiaba que
pudiéramos hablar tan fácilmente, tan normal, sobre libros y el instituto y
cualquier cosa excepto de lo que en verdad estaba pasando conmigo.
Observé a Daniel escribir, las palabras fluyendo de su bolígrafo sin vacilar.
Dale a Daniel un problema abstracto, y él podría resolverlo en segundos.
Lo cual me dio una idea.
—Sabes —dije lentamente—. Hay algo que quería hablar contigo.
Alzó sus cejas. Bajó su cuaderno.
—No te muevas —dije, luego me dirigí a mi habitación. Tomé un
cuaderno y un bolígrafo de mi escritorio y corrí de vuelta a la sala. No
podía contarle a mi hermano mis verdaderos problemas porque no me
creería que fueran reales. Pero si le decía que no eran reales, tal vez en
verdad él podría ayudar.
104
20 Traducido por DaniO
Corregido por Zafiro
Volví a la sala y miré hacia afuera por la enorme ventana. Aún no
había señales del auto de Noah. Bien. Él nunca iría por esto.
Me senté en el sofá y coloqué el cuaderno de espiral visiblemente
sobre mi regazo. —Entonces —le dije a mi hermano casualmente—. En
Horizontes, nos dieron esta tarea —empecé, mi mentira comenzando a
desarrollarse—. De, eh, ficcionalizar nuestros… problemas. —Eso sonaba
casi correcto—. Dijeron que escribir es catártico. —La palabra favorita de
mamá.
Mi hermano sonrió. —Eso suena… ¿divertido?
Levanté mis cejas.
—Esté bien, tal vez divertido no es la palabra correcta.
—―Estúpido‖ sería más apropiado —dije, añadiendo una rodada de
ojos—. Ellos quieren que las cosas funcionen en un seguro espacio creativo.
No lo sé.
Mi hermano asintió lentamente. —Tiene sentido. Casi como una
terapia de títeres para niños pequeños.
—No sé lo que es eso, y me alegro.
Daniel se rió entre dientes. —Mamá me habló de eso una vez… el
terapeuta usa un títere para dirigir indirectamente los sentimientos del niño
de modo impersonal; el niño transfiere sus sentimientos a la marioneta. Tu
asignación suena como la versión adolescente.
Seguro. —Exactamente. Así que, ahora tengo que escribir esta
historia sobre mí pero no yo, y necesito ayuda.
—Sería mi más grande placer. —Se encorvó hacia adelante y frotó
sus manos. Él estaba dentro—. Entonces, ¿Cuál es tu premisa?
¿Por dónde empezar? —Bueno… algo raro le está pasando a esta
chica…
105
Daniel puso su mano en su mentón y miró el techo. —Bastante
normal —dijo—. Y familiar. —Sonrió.
—Y ella no sabe qué es.
—Bien. ¿Es algo raro sobrenatural, o algo raro normal?
—Raro sobrenatural —dije sin vacilar.
—¿Cuántos años tiene?
—Es una adolescente.
—Cierto, por supuesto —dijo con un guiño—. ¿Sabe alguien más lo
que le sucede?
Sólo Noah, pero estaba tan perdido en esto como yo. Y los demás a
los que intenté contarles no me creyeron.
—Le ha dicho a otras personas, pero nadie le cree —dije.
Daniel asintió sabiamente. —El efecto Cassandra. Maldecida por
Apolo con visiones proféticas que siempre se cumplían, pero nunca fueron
creídas por nadie.
Lo suficientemente cerca. —Correcto.
—Así que todo el mundo piensa que tu ―protagonista‖ está loca —
dijo, hacienda comillas en el aire con sus dedos.
Todos parecían hacerlo. —Más o menos.
Una sonrisa apreció en los labios de Daniel. —Pero, ¿Ella es una
narradora poco fiable quien resulta estar diciendo la verdad?
Parece de ese modo —Sí.
—Muy bien —dijo—. Entonces, ¿qué es lo que realmente te está
pasando… quiero decir, a ella?
—No lo sabe, pero tiene que descubrirlo.
—¿Por qué?
Porque ella es una asesina. Porque está perdiendo la cabeza.
Porque está siendo atormentada por alguien que debería estar muerto.
Observé a mi hermano. Su postura era relajada, sus brazos cubrían
casualmente cada lado del sillón estampado en negro y dorado. Daniel
nunca creería que las cosas que me estaban pasando, las cosas que
podía hacer, eran reales… Además de Noah, ¿Quién lo haría? Pero era
importante asegurarme de que él pensara que yo tampoco creía que
fueran reales. Tenía que asegurarme de que no pensara que yo me creía
mi propia ficción, o encendería sus alarmas.
106
Así que dejé caer mi cabeza hacia atrás y miré al techo. Permanece
casual, permanece vaga. —Alguien está tras ella…
—Su antagonista, bien…
—Y ella está empeorando. Necesita averiguar lo que está pasando.
Daniel apoyó la barbilla en su mano y enarcó las cejas. —¿Qué tal
un Obi-Wan diagonal Gandalf diagonal Dumbledore diagonal Giles?
—¿Giles?
Daniel sacudió su cabeza tristemente. —Odio que nunca logré
convencerte para ver Buffy. Es un defecto en ti Mara.
—Añádelo a la lista.
—De todos modos —continuó—. Lanza un sabio y misterioso
personaje que se entrometerá y te ayudará, quiero decir, a tu heroína, a lo
largo de su búsqueda, ya sea ofreciendo una muy necesitada guía o
tomándola como su pupila.
Debería ser tan afortunada. —No hay un Dumbledore.
—O ponte a la antigua y empuja un Tiresias —dijo asintiéndose a sí
mismo—. De Edipo Rey11.
Le disparé una mirada. —Sé quién es Tiresias.
Pero Daniel me ignoró. Se estaba emocionando. —Hazlo ciego pero
capaz de ―ver‖ más de lo que puede. Me gusta eso.
—Sí Daniel, lo tengo, pero no hay figura misteriosa.
Ondeó su mano con desdén. —Acabas de empezar a trabajar en él
Mara. Invéntalo.
Apreté mis dientes.
—Espera un segundo —dijo Daniel rápidamente, frotando sus manos
juntas—. ¿La harás huérfana?
—¿Por qué?
—Bueno, si no lo haces, puedes tener la ayuda de su familia —dijo y
sonrió—. Podrías darle un profundamente perspicaz y conocedor hermano
mayor.
11 Tragedia griega escrita por Sófocles
107
Si tan solo mi profundamente perspicaz y conocedor hermano mayor
me creyera. —Creo que eso sería un poco muy transparente —dije, con
creciente frustración—. Es una tarea de escritura creativa, no una
memoria.
—Exigente, exigente —dijo, rodando sus ojos—. Escribe el requisito de
escena de Google entonces.
Podía verlo ya: Buscando por ―niños con poderes‖ generaría
alrededor de un billón de resultados sobre Hombres-X y películas y novelas
derivadas.
—Ella ni siquiera sabría que buscar en Google —dije, y me hundí de
nuevo en el sofá. Esto no estaba resultando como esperaba.
Daniel frotó su mentón, entrecerrando los ojos. —¿Qué tal un sueño
significativo y portentoso?
Seguro, solo tronaría mis dedos. —Eso es un poco… ¿pasivo?
—Es razonable. Mara, ¿no es un vampiro o una criatura de ese tipo
pero simplemente aún no lo sabe?
En verdad esperaba que no. —No lo creo… ella tiene como…un
poder.
—¿Como telepatía?
—No.
—¿Telequinesis?
No lo creo. Sacudí mi cabeza.
—¿Predicciones?
—No. —No quería decirle lo que ella, lo que yo hice—. Ella todavía
no sabe su magnitud.
—¿Lo ha probado? ¿Intentado cosas nuevas?
—Sería peligroso.
—Mmm… ¿Qué? ¿Dispara rayos láser por los ojos?
Sonreí irónicamente. —Algo como eso.
—Así que podría ser un superhéroe o un súper villano. Hmm —dobló
una pierna debajo de él—. ¿Es una situación Peter Parker o Clark Kent?
—¿Qué quieres decir?
—¿Tu personaje nació con esta cosa como Superman o la adquirió
como Spiderman?
108
Una excelente, excelente pregunta... la cual no sabía cómo
responder.
—La extrañeza empezó… —¿Cuándo? ¿Cuándo empezó? En mi
décimo séptimo cumpleaños no fue cuando empezó, solo fue cuando
recordé lo que había hecho.
Lo que había hecho en el manicomio.
¿Así que el manicomio fue el inicio? ¿Cuándo Rachel murió?
¿Cuando la asesiné?
Entonces, oí su voz en mi mente.
“¿Cómo voy a morir?”
El cabello se erizó en la parte trasera de mi cuello. —Ella jugó con un
tablero de Guija.
—¡BUM! —Daniel elevó su puño—. Tu personaje está poseída.
Mi garganta se apretó —¿Qué?
—Deberías habérmelo dicho antes, la Tabla Guija cambia todo.
Froté mi frente. —No entiendo.
—Los tableros de Guija son un conducto al mundo de los espíritus —
explicó Daniel—. Siempre, siempre son malas noticias. Si tu protagonista
jugó con uno y luego cosas extrañas empezaron a sucederle, está poseída.
Has visto El Exorcista. Tú —dijo apuntándome con un dedo—, tienes una
historia de terror en tus manos.
Sacudí mi cabeza. —No creo que esté poseída…
—Está poseída —dijo Daniel deliberadamente—. Me gusta. Lo
pasará mucho peor antes de que mejore… si es que mejora. Mucho
conflicto y puedes abordar todos las metáforas de género. También es un
buen modo de tratar el tema de superhéroe diagonal súper villano. —
Luces delanteras aparecieron en nuestro camino de entrada y Daniel se
levantó.
—¿Qué quieres decir? —pregunté rápidamente. Necesitaba
escuchar esto.
—Si ella es una heroína, usará sus poderes para el bien y vencerá. Si
es un villano, sucumbirá a él. Haz eso. Y quien sea el héroe probablemente
la defenderá —Metió su cuaderno bajo su brazo—. Pero probablemente
deberías inclinarte por el ángulo del héroe, de otro modo tal vez tus
terapeutas se preocupen por ti… quiero decir, ella. —dirigió su mirada
109
hacia la ventana—. Parece que tu héroe ha llegado —dijo con una sonrisa
justo cuando su teléfono sonó. Lo llevó hacia su oreja—. ¿Hola?
—Espera…
—Es Sophie. Ayudaré más tarde, ¿de acuerdo? —Se dio la vuelta
para irse.
—¿La novia antes que la hermana?
Daniel se despidió y me guiñó, luego desapreció en su habitación.
Me quedé allí, paralizada, aun tratando de procesar todo lo que
había dicho mi hermano, cuando su cabeza se asomó por el marco de la
puerta.
—Deberías escribirlo en tiempo presente y primera persona, por
cierto. Así nadie sabrá si ella sobrevive a la posesión, aunque crea una
problemática de espacio narrativo. —Desapareció de nuevo.
—Pero ella no está poseída —dije ruidosamente.
—Entonces es un vampiro —dijo mi hermano desde su habitación.
—¡Ella no es un vampiro!
—O un hombre lobo, ¡Esos también son populares!
—¡ELLA NO ES UN HOMBRE LOBO!
—¡TE AMO! —gritó, luego cerró la puerta.
Observé a Noah caminar hacia la casa, su andar lánguido a pesar
de la lluvia. Estaba en la puerta delantera antes de que él siquiera pudiera
tocar, y al segundo que lo vi, lo empujé dentro. Permaneció en el vestíbulo,
con su húmedo cabello rizándose sobre sus ojos y gotas de lluvia cayendo
de su empapada camiseta hacia el brillante piso de madera.
—¿Qué pasó?
No le respondí. En su lugar, lo llevé hacia mi habitación. Abrí mi
mochila de mensajero y le pasé la foto de mí, la que Jude había tomado. Y
luego empecé a hablar.
110
21 Traducido por BlancaDepp
Corregido por Ladypandora
Noah se tensó mientras me escuchaba, sus músculos se tensaron
visiblemente bajo su empapada camiseta.
Se pasó bruscamente la mano por su pelo húmedo, empujándolo
hacia atrás y levantándolo hacia arriba mientras lo estudiaba. También le
mostré la cámara y se desplazó por cada foto. Cuando al final Noah
habló, su voz tenía un borde peligroso.
—¿Dónde encontraste esto?
—Hoy en Horizontes. La cámara estaba en mi bolso. La foto también.
—¿Son de anoche? —preguntó, sin levantar la vista.
—Sí.
—¿Estaban las puertas cerradas? ¿Las ventanas?
Asentí con la cabeza.
—Pero él tiene llave.
—¿Cómo?
Miré hacia el piso.
—Hay casi un día entero que no recuerdo —dije—. Yo llevaba las
llaves de Daniel en la comisaría, pero después de eso, estoy en blanco. —
Estaba enfureciéndome, ahora, pero conmigo misma—. Podría haber
cogido la llave de la casa allí, de camino a la unidad de psiquiatría, en la
unidad de psiquiatría… No lo sé.
Noah miró las fotos.
—Esta fue tomada desde el pie de tu cama —dijo mecánicamente.
Sus ojos se fijaron en mi armario—. Debe de haber estado ahí.
Me acerqué a Noah y me quedé mirando mientras estudiaba la
imagen, entonces pasó a la siguiente. Estaba de perfil, mi brazo tirado por
encima de mi cabeza y mi manta en la cintura.
111
Hablé en esta ocasión.
—Estaba de pie en mi ventana cuando hizo esta. —Las palabras, el
pensamiento, llenó mis venas con hielo. ¿Cuánto tiempo había estado
Jude allí? ¿Mirándome?
Noah abrió la puerta de mi dormitorio. Señaló una de las series de
puertas francesas del pasillo, justo a un metro y medio de distancia.
—Probablemente ahí es donde él… ¿Mara? —Levanté la vista hacia
él. Sus ojos estaban oscurecidos por la preocupación—. ¿Estás bien? —
preguntó.
Fue entonces cuando me di cuenta que no estaba respirando. Un
puño apretó mis pulmones.
Noah me llevó de vuelta a mi habitación y cerró la puerta. Me
apoyó contra él, poniendo sus manos fuertes en mi cintura.
—Respira —susurró.
Lo intenté. Pero con la presión de sus dedos sobre mi piel, con sus
ojos grises fijos en los míos, con su calidez y cercanía a pocos centímetros
de distancia, me resultaba difícil por otros motivos. Asentí con la cabeza de
todos modos.
Y Noah se apartó.
—Ayer llamé a la empresa de seguridad después de irme, pero la
persona que quería para ti no estará en la asignación hasta mañana. No
pensé… —Él cerró los ojos, en un silencio furioso—. Nunca debí haber
salido.
—No es tu culpa —le dije, porque no lo era—. Pero me alegro de que
te quedes esta noche.
Me miró, y hubo algo firme en su mirada.
—¿De verdad crees que no lo haría? ¿Después de lo que acabas de
decirme?
Me encogí de hombros.
—Estoy un poco preocupado por tu incertidumbre —dijo Noah—.
Dije que no dejaría que Jude te lastimara, y lo dije en serio. Si no me
quisieras en la casa, estaría durmiendo en mi auto.
Sus palabras dibujaron una sonrisa en mis labios.
—¿Cómo te las has arreglado para convencer a mis padres para
quedarte?
112
—Mañana me llevaré a Joseph de pesca. Todo está arreglado.
—¿Y eso? —pregunté.
—A las cinco y media de la mañana.
—Aun así —le dije, dándole una larga mirada—. Estoy impresionada.
—¿Por?
—Tienes a mi madre comiendo de tu mano...
—Me va bien con las mujeres mayores, es verdad.
—Y todos los demás te adoran —dije.
Ante esto, Noah se detuvo.
—Creo que en realidad a tu padre le gusto menos cada día que
pasa.
—Él no sabe que me salvaste la vida.
Noah no respondió, sino que en su lugar volvió a estudiar las fotos.
—Tus ojos en esta...
Ah. La obra de Phoebe.
—Esa no es de Jude —dije—. Hay una chica en Horizontes, en serio,
está loca, Noah, y no sólo eso, como, neurótica o maniática o lo que sea,
ella dijo que la imagen se cayó de mi bolso y luego me la entregó sin más.
Sostuvo la foto contra la luz de la lámpara blanca de mi abuela.
—¿Estás segura de que ella fue la que las tachó?
Asentí con la cabeza.
—Ella lo admitió. Dijo que los ―arregló‖.
—Eso es bastante preocupante —dijo e hizo una pausa—. ¿Allí es
muy malo?
Me encogí de hombros.
—Jamie ayuda.
—Espera. ¿Jamie Roth?
—Sí. Fue desterrado allí después de la expulsión.
—Intrigante —dijo Noah, antes de que continuara relatando lo que
había sucedido. Lo observé atentamente mientras le hablé del gato
muerto, la nota de mi espejo, el casi accidente y la muñeca. Pero después
de su primera reacción a las fotos, ahora parecía, impasible.
113
Tan cuidadoso.
Y por el momento le relaté mi conversación con Daniel, incluyendo el
hecho de que mi hermano pensaba que estaba poseída, Noah parecía
despreocupado.
—Poseída por, ¿sentimientos? —preguntó lentamente. Le entrecerré
mis ojos.
—Poseída, poseída.
—Y él lo cree exactamente, ¿por qué? —Se giró hacia mi cuarto de
baño—. ¿Puedo coger una toalla?
—Claro —respondí, dejándome caer hacia abajo en mi cama
cuando Noah desapareció—. Le dije lo que me está pasando.
Salió con la cabeza baja, frotándose el pelo con una toalla. Cuando
se puso de pie con la espalda recta, vi que estaba sin camisa.
Su arquitectura sacó mis ojos como un imán. Noah fue construido
con líneas limpias y fuertes, sus pantalones vaqueros colgaban bajos,
dejando al descubierto los huesos finos de la cadera que me dieron ganas
de tocar.
Ya había visto mucho de él, pero no en mi habitación, no así. Me
trajo una oleada de calor a la piel.
—Pensé que decidimos ir en contra de cualquier situación bajo llave.
—Colgó la toalla en el pomo de la puerta de mi cuarto de baño—.
¿Puedes prestarme una camiseta?
Me llevó unos segundos serenarme antes de poder responder.
—No creo que la mía te quede bien —dije, mis ojos aún en su
delgado cuerpo—. ¿Por qué no le preguntas a Daniel?
Noah deslizó su mirada hasta la puerta de mi dormitorio.
—Me gustaría, pero no creo que fuera prudente dejar tu habitación
así.
Cierto.
—Cierto —dije. Me fui, regresé, y le arrojé a Noah una de las
camisetas de Daniel. La extendió sobre su cabeza y sus delgados músculos
se movieron bajo su piel y me quedé fascinada.
—Entonces —dijo finalmente, por desgracia ya estaba vestido y con
la espalda apoyada en mi escritorio—. ¿Le contaste a tu hermano lo que
ha estado pasando?
114
—Más o menos. Dije que en Horizontes nos dieron la estúpida tarea
de dramatizar nuestros problemas y luego describir lo que le estaba
pasando a mi falsa protagonista.
—Ah, bueno —dijo Noah, asintiendo con seriedad—. Tenía miedo de
que fueras obvia al respecto.
Rodé mis ojos. —Se lo creyó porque es obvio. Dramatizar mis
problemas con fines terapéuticos es creíble. Yo teniendo la capacidad de
matar a la gente con mi mente, no tanto.
Noah inclinó la cabeza. —Punto justo.
—De todos modos —continué—. Su conclusión es que estoy poseída
y creo que hay algo de eso, Noah.
Se pasó los dedos por su caótico pelo una vez más. —Mara, no estás
poseída.
—Pero estoy perdiendo el tiempo y jugué con un tablero de guija.
—Yo nunca he jugado con un tablero de guija —dijo Noah.
—Pero yo sí. Y predijo la muerte de Rachel.
Predijo que yo la mataría.
Noah se deslizó en mi silla del escritorio y escuchó.
—Rachel preguntó cómo iba a morir seis meses antes de que el
manicomio se derrumbara —expliqué—. Y deletreó mi nombre. Ni siquiera
lo pensé entonces.
—Dramática ironía. —Entrecerré los ojos—. Mara —dijo
perezosamente—. Hay un millón de explicaciones para el escenario que
acabas de describir.
—¿Un millón?
—Está bien, no un millón. Dos. Uno de ellos es que Claire, Rachel, o
ambas movieran la pieza ellas mismas.
—Pensé que Claire estaba haciéndolo demasiado…
—La otra es que quizá la moviste tú misma.
Crucé los brazos sobre mi pecho. —¿Por qué iba a hacerlo?
Noah se encogió de hombros. —Tal vez estabas molesta con Rachel
y tú subconscientemente escribiste tu nombre. —No dije nada, pero mi
expresión debió de ser asesina porque Noah se irguió y siguió adelante—.
De todos modos, hay algo jodidamente desconcertante, claramente, pero
no creo que estés poseída.
115
—¿Por qué no?
—Por varias razones, la más obvia es que con esta mierda
sucediéndonos a nosotros dos, aunque con manifestaciones diferentes,
entonces si no estoy poseído, es probable que tú tampoco lo estés.
Levanté la barbilla. —¿Cuál es tu teoría, entonces?
—He pensado en varias.
—Inténtalo.
Noah fingió un tono aburrido mientras los recitaba.
—Mutación genética, desechos tóxicos, isótopos radiactivos,
hormonas de crecimiento en la leche.
—¿Pero no posesión? —Alcé las cejas—. ¿Y qué hay de
reencarnación?
—Por favor —dijo con desprecio divertido.
—Lo dice la persona que acaba de intentar explicar esto con
hormonas de crecimiento en la leche. ¿En serio?
—Yo no he dicho que fueran buenas teorías. Y es más probable que
cualquiera de los tuyas.
Me dejé caer sobre mi espalda y me quedé mirando el techo. —
¿Quién habría pensado que Daniel sería más útil que tú?
Los dos estábamos en silencio mientras la lluvia tamborileaba en el
techo. —De acuerdo —dijo Noah finalmente —¿Qué más dijo?
Giré la cabeza para mirar a Noah. —Me sugirió que tener una figura
sabia y misteriosa ayudaría a mi personaje en su búsqueda.
—Brillante, salvo por el hecho de que no parece haber ningún sabio
y misterioso. ¿Siguiente?
—Espera —dije cuando se me ocurrió una idea. Recordar el tablero
de guija del cumpleaños de Rachel me hizo recordar lo que hice en el mío.
Recordé…
—Lukumi —dije lentamente.
—¿El sacerdote? ¿El sacerdote de Santería? Estamos de vuelta allí,
¿verdad?
—Suenas escéptico.
—Bueno, tengo dudas, sí, pero supongo que debí haberlo visto algo
venir.
116
—Me acordé de lo que tenía que recordar, Noah. Justo como dijo
que haría.
—Lo que podría explicarse por el efecto placebo.
Sostuve la mirada de Noah. —Creo que deberíamos buscarlo.
—Lo hicimos, Mara —dijo con calma—. Volvimos a La Pequeña
Habana, y no encontramos ninguna respuesta allí.
—Exactamente —dije, inclinándome hacia adelante—. La tienda
desapareció. Algo pasa con él.
—Yo también tenía curiosidad —dijo Noah, con las piernas estiradas
lánguidamente delante de él—. Así que busqué sobre él. La botánica es a
menudo un trabajo ilegal, debido a problemas de crueldad hacia los
animales. Si los propietarios piensan que puede ser un fracaso, limpian y se
desvanecen. De ahí que los pollos callejeros deambulen a lo largo de
Hialeah. ¿Satisfecha?
Sacudí mi cabeza, cada vez más y más frustrada. —¿Por qué sigues
llegando a la ciencia?
—¿Por qué sigues llegando a la magia?
—Deberíamos buscarlo —dije de nuevo, y con petulancia.
—La Santería no es precisamente la Iglesia católica, Mara. Ir
preguntando por ahí, ‗‘Perdóneme, ¿podría darme el número de móvil del
doctor brujo?‘‘ es probable que resulte infructuoso.
Estaba a punto de replicar cuando Daniel abrió la puerta. Miró hacia
atrás y adelante entre nosotros.
—Uh, los iba a invitar a cenar conmigo y Sophie, pero el ambiente
aquí es un poco intenso. ¿Todo bien?
—¿A dónde vamos? —pregunté rápidamente. Tenía que salir de esta
casa.
—Sophie estaba pensando en algo cubano —dijo Daniel con
cautela.
Noah y yo rompimos en sonrisas gemelas. Entonces me miró a los
ojos y dijo—: Justo conozco un lugar.
117
22 Traducido por BlancaDepp
Corregido por Violet~
Antes de irnos, mi madre hizo jurar a Daniel y a Noah verme cada
segundo y me hizo tomar el teléfono celular de mi padre también, por si
acaso. Me habría puesto un monitor de tobillo si hubiera podido, pero no
me importaba. Me alegraba ir.
Recogimos a Sophie de camino hacia el restaurante, ella
prácticamente saltó al coche y besó a Daniel en la mejilla. Él se ruborizó
por completo. Ella estaba totalmente radiante. Eran adorables juntos, tenía
que admitirlo.
La pareja perfecta estaba hablando de algún concierto que un
famoso violinista presentaría en el Centro de Artes Escénicas la próxima
semana, y apoyé mi mejilla contra el frío cristal del Civic de Daniel.
Recorrimos las carreteras mojadas. Las lámparas de la calle emitían
tonos amarillos en las casas, pasamos desde el caro barrio de Sophie hasta
las más deterioradas, a medida que nos acercábamos al restaurante. En
un semáforo en rojo, me di cuenta de que un gato nos miraba desde el
coche aparcado de alguien. Cuando me vio, retiró sus encías en un siseo.
Tal vez me lo había imaginado.
El restaurante estaba iluminado con luces blancas de navidad y el
olor de la pasta friéndose invadió el aire húmedo.
—Sea cual sea ese olor —dijo Sophie, mientras entrábamos—, es lo
que quiero.
—Churros —dijo Noah—. Es un postre.
Sophie se metió el pelo corto y rubio detrás de las orejas.
—No me importa. Ese olor es una locura.
—También la fila —dijo Daniel, mirando a la multitud reunida.
Decenas de personas estaban de pie, riendo, hablando, todos esperando
un asiento.
118
—Aquí siempre está lleno —dije.
—¿Has estado aquí? —preguntó Sophie.
—Dos veces. —Una vez en mi cumpleaños. Y entonces la primera
vez… la primera vez que Noah y yo salimos. Sonreí al recordar, justo
cuando Noah dijo—: Ya vuelvo.
La multitud nos presionó contra la barra.
—Oh, Dios mío —gritó Sophie, mirando a una vitrina de camisetas
color verde y blanco detrás del mostrador promocionando el restaurante—
. Son muy lindas.
—¿Quieres una? —le preguntó Daniel.
—¿Sería cursi si digo que sí?
—Sí —dijo mi hermano, pero estaba sonriendo.
Arrugó la nariz. —Me encanta lo cursi.
A mí también, en pequeñas dosis.
Avancé discretamente, alejándome de ellos hacia donde estaban
los postres. No me importa la comida, mis ojos recorrían la pared adjunta, a
los volantes clavados en un tablón gigante de anuncios. Así fue como me
enteré de Abel Lukumi. Tal vez tenga suerte otra vez.
Recorrí cientos de palabras lo más rápido que pude cuando Daniel
apareció de nuevo a mi lado.
—La mesa está lista —dijo—. Vamos.
—Dame un segundo. —Mi hermano suspiró y fue a sentarse con
Sophie. Pero como lo había prometido, no me dejó sola.
—¿Encontraste algo? —La voz de Noah aterciopelada y cálida junto
a mí oído. Negué con la cabeza, pero luego cuatro letras llamaron mi
atención.
Kumi.
Se asomaba por debajo de la esquina de otro volante. Doblé el de
encima, sintiendo una oleada de esperanza…
La palabra completa era Lukumi, pero cuando entrecerré los ojos
para tratar de leer la letra pequeña, me di cuenta de que estaba teniendo
problemas para entender la frase. O bien el contexto estaba mal, o mi
español ya estaba desapareciendo por falta de uso.
—Es una iglesia —dijo Noah, leyendo el texto junto a mí—. Iglesia de
Lukumi.
119
Me mordí el labio. —Bueno, él es un sacerdote… ¿tal vez sea su
iglesia?
Noah sacó su iPhone y escribió algo. —Por supuesto. —dijo, sonando
resignado.
—¿Qué?
Me mostró la pantalla. Había cientos de resultados, sobre todo en
referencia a la Iglesia de Lukumi y un caso del Tribunal Supremo que
llevaba su nombre.
—Es otro nombre para Santería —dijo, y me miró a los ojos—. Para la
religión. Sea cual sea el nombre de aquel hombre, no era Abel Lukumi.
Había usado un nombre falso.
Traté de no dejar que mi decepción se mostrara mientras comía,
pero era difícil. Sin embargo, Sophie no pareció notarlo y Daniel fingió no
darse cuenta. Cuando terminamos de cenar, salimos del edificio cargando
cajas de espuma de poliestireno llenas de plátanos y frijoles de sobra.
—Eso fue increíble —dijo Sophie con voz soñadora—. No puedo creer
que haya vivido a veinte minutos de distancia y nunca saber sobre esto.
—Buena elección —Estuvo de acuerdo Daniel, empujando a Noah
en el hombro.
Todos nos subimos al coche, y Sophie puso su iPod en el puerto, sonó
una tensa y oscura pieza que ella quería que Daniel y Noah escucharan.
Pero, justo cuando la música aumentó a un crescendo, algo pequeño
golpeó nuestro parabrisas y se deslizó hacia abajo.
Sophie gritó. Daniel chirrió hasta detenerse. Las ruedas patinaron un
poco sobre el pavimento mojado, y nos encontramos bajo un foco de luz.
La farola iluminaba una mancha de sangre en el cristal y los limpia-
parabrisas descendieron, extendiendo la mancha.
Todavía no habíamos salido de la Calle Ocho, pero ya era tarde y
lluvioso, y no había nadie detrás de nosotros, así que mi hermano se bajó
del coche. Noah se encontraba justo detrás.
El coche se quedó en silencio, pero mi corazón rugía en mis oídos.
Estuvieron fuera menos de un minuto antes de que las puertas del coche se
abrieran nuevamente.
120
—Era un ave —dijo Noah, deslizándose en el asiento trasero junto a
mí. Entrelazó sus dedos con los míos, y empecé a calmarme.
—Un cuervo —aclaró mi hermano. Parecía agotado y culpable.
Sophie se acercó y le puso la mano sobre el brazo. —Lo siento —dijo
en voz baja.
Mi hermano se sentó allí, detenido en la carretera. Negó con la
cabeza. —Nunca he golpeado algo en toda…
Su oración fue interrumpida por otro golpe suave, esta vez en el
techo.
Esta vez, el coche no se estaba moviendo.
—¿Qué dem… ? —Comenzó Daniel.
Pero antes de que pudiera terminar la frase, el golpe fue seguido por
docenas más. Y no sólo en nuestro coche, sino también en la calle, en los
coches aparcados que se alineaban en la calle.
Nos quedamos impactados en silencio mientras una masacre de
cuervos caía desde el cielo.
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23 Traducido por BlancaDepp
Corregido por Ladypandora
Después de dejar a Sophie, Daniel y Noah intercambiaron teorías de
camino a casa. La tormenta. Enfermedades. Había un montón de
posibilidades científicas, pero un sentimiento me invadía. Una sensación de
que había algo más.
Los segundos parecían vidas mientras esperaba a que Noah viniera
a mi habitación esa noche. Me quedé mirando el reloj de mi mesita de
noche, pero las horas pasaban y él no se presentaba. No me dijo que lo
haría, pero lo asumí.
Tal vez supuse mal.
¿Tal vez se quedó dormido?
Tiré de la manta y salí de mi habitación. La habitación estaba en el
lado opuesto de la casa, pero estaba segura de que podría hacer en
silencio mi camino y ver si todavía estaba despierto. Sólo para comprobar.
Me quedé fuera de la puerta de la habitación de invitados y
escuché. No se oía nada. La empujé abriéndola un poquito.
—¿Sí? —La voz de Noah. Despierto.
Abrí la puerta del todo. Una pequeña lámpara estaba en el centro
de una mesa circular en la esquina de la habitación, pero Noah estaba en
la sombra. Todavía vestido, estaba leyendo, con el rostro completamente
oculto por el libro. Lo bajó lo suficiente como para revelar sus ojos.
—Hola —dije.
—Hola.
—Hola —dije de nuevo.
122
Noah bajó su libro más aún.
—¿Todo va bien?
Entré y cerré la puerta detrás de mí.
—Sólo vine a darte las buenas noches.
—Buenas noches —dijo y volvió a su libro.
No tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero no me gustaba.
Giré medio cuerpo hacia la puerta, entonces me detuve. Eché la vista
atrás, hacia Noah.
Arqueó una ceja.
—¿Qué?
Solo lo diré. —Tan sólo venía a decir algo.
Él esperó.
—Pensé que ibas a venir a mi habitación.
—¿Por qué?
Bueno, eso dolió. Llegué a la puerta.
Noah suspiró.
—No puedo, Mara.
—¿Por qué no?
Noah dejó el libro que estaba leyendo y cruzó la habitación. Se
detuvo junto a mí, pero miró por la ventana. Seguí sus ojos.
Pude ver el pasillo ridículamente largo que me trajo desde mi
habitación hasta aquí, y los tres juegos de puertas francesas que se
extendían por su longitud. La luz del pasillo estaba encendida, lo que hacía
casi imposible ver nada afuera. Pero si alguien entró, Noah no se lo
perdería.
¿Por eso no vino?
—Puedes mantener un ojo en mi habitación desde mi cama,
¿sabes? —dije.
Noah alzó la mano a mi mejilla, yo no me lo esperaba y mi aliento se
detuvo. Luego pasó el pulgar sobre mi piel y mi mandíbula, inclinando mi
cara hacia arriba, dibujando mis ojos en los suyos.
—Tu madre confía en mí —dijo en voz baja.
Una sonrisa traviesa curvó mi boca. —Exacto.
123
—No, Mara. Ella confía en mí. Si me pillan en tu cama, no me
permitirán estar aquí. No me gustaría eso. Y tengo que estar aquí.
Me tensé, recordando las palabras que le dije ni siquiera hacía una
semana, antes de que supiera que Jude estaba vivo. Antes, cuando sólo
tenía miedo de mí misma.
—Quiero un novio, no una niñera.
Las circunstancias habían cambiado, pero el sentimiento no.
—No tienes que estar aquí —dije—. No tienes que hacer nada que
no quieras hacer.
—Quiero estar aquí.
—¿Por qué?
—No puedo dejar que te pase nada.
Cerré mis ojos por la frustración. Noah no entendía lo que estaba
tratando de decir, o estaba ignorándolo. —¿Debería irme? —pregunté.
Su mano seguía en mi rostro y su tacto era increíblemente suave.
—Deberías. —Yo no estaba por la labor de mendigar. Me aparté de
él y llegué a la puerta—. Pero no —dijo, justo cuando la toqué.
Me giré y volví a entrar en la habitación. Empujó la puerta que se
cerró detrás de mí. Mi espalda estaba contra la madera y Noah estaba
casi contra mí. Fui en busca de Noah con toda la intención de sólo dormir
cuando lo encontré. Pero ahora el latido de mi sangre, de mi querer,
transformó el aire que nos rodeaba.
Estaba consumida por la elevación lenta de la comisura de su boca
y la necesidad de probar su sonrisa. Quería meter mis dedos por debajo
del borde de su camisa y explorar la línea suave de pelo que desaparecía
en sus vaqueros. Para sentir su piel bajo mis dientes, su mandíbula
sombreada en mi cuello.
Pero aquí, ahora, con él a sólo unos centímetros de mí, y nada que
nos detuviese, no me moví.
—Quiero darte un beso —le susurré en su lugar.
Inclinó su rostro más cerca, bajándolo hacia el mío. Pero hacia mi
boca. A mi oído.
—Lo permitiré.
Sus labios rozaron mi piel y de repente fue demasiado. Agarré su
camisa y tiré de él contra mí lo más cerca que pude, pero todavía seguía
124
sin estar lo suficientemente cerca. Mis manos estaban atrapadas entre las
aristas duras de su estómago y mi suavidad, y estaba casi sin aliento con el
deseo, temblando con él.
Pero Noah estaba calmado.
Hasta su nombre cayó de mis labios en un suave gemido,
desesperada. Y luego sus manos estaban en mis caderas, su boca en mi
piel y me levantó y me envolví en torno a él. Estaba apoyada contra la
puerta y los botones de cobre de los pantalones vaqueros de Noah
apretaron contra mí y el dolor fue delicioso, pero no era suficiente, en
absoluto. Su mejilla áspera electrificaba la curva entre mi cuello y el
hombro y me eché hacia atrás, completamente sin sentido. Agarró mi
cintura y me desplazó hacia arriba, entonces luego sus labios rozaron los
míos. Suaves. Tentándome. Esperando que los besara.
Un recuerdo de nosotros juntos en la cama parpadeó, una maraña
de extremidades, lenguas y pelo. Noah envuelto alrededor de mí mientras
me desenvolvía con la boca. Nuestras bocas hablaban con fluidez en el
idioma de cada uno, nos movimos con una mente y compartimos el mismo
aliento. Hasta que Noah dejó de respirar. Hasta que estuvo a punto de
morir.
Como Jude debería haber hecho.
Como deseé que sucediera.
Me estremecí contra la boca de Noah y mi corazón tronó contra su
pecho. No lo imaginaba casi moribundo. Lo recordaba. Y temí que
volviera a suceder.
Noah me deslizó hacia abajo.
Estaba sin aliento e inestable sobre mis pies.
—¿Qué?
—No estás lista —dijo mientras se alejaba.
Tragué saliva.
—Estaba pensando en eso. Pero entonces tú sólo, te paraste.
—Tu ritmo cardíaco estaba fuera de control.
—Tal vez porque me gustaba.
—Tal vez porque no estás lista —dijo Noah—. Y no voy a presionarte.
Después de un minuto transcurrido en silencio, por fin dije—: Tengo
miedo.
125
Noah se quedó en silencio.
—Tengo miedo de besarte. —Tengo miedo de hacerte daño.
Suavemente, Noah alisó el pelo de mi cara.
—Entonces no tienes que hacerlo.
—Pero quiero. —Nunca había dicho algo más cierto.
Sus ojos se suavizaron. —¿Quieres decirme de qué tienes miedo?
Mi voz se aclaró. —De hacerte daño. De matarte.
—Si me besas.
—Sí.
—Por ese sueño.
Cerré los ojos. —No fue un sueño —dije.
Sentí los dedos de Noah en mi cintura. —Si no hubiera sido un sueño,
entonces, ¿qué crees que pasó?
—Ya te lo dije.
—¿Cómo funciona eso?
Estudié su rostro, buscando cualquier rastro de diversión. No lo
encontré. —No lo sé. Tal vez sea parte de… mí —dije y supe que él sabía a
qué me refería.
—¿Sólo por un beso?
Me encogí de hombros.
—¿Sin sexo?
—Nunca he tenido relaciones sexuales.
—Estoy al tanto. Pero si no recuerdo mal, no parecías estar
preocupada por eso esa noche en mi habitación. —El más mínimo atisbo
de una sonrisa se levantó en la comisura de su boca.
Sabía exactamente a qué noche se refería. Fue la noche en que por
fin se dio cuenta de lo que podía hacer, cuando maté a todo ser vivo en
la casa de insectos en el zoológico, a todos salvo a nosotros.
Pensé que debía dejarlo entonces, para mantenerlo a salvo. Pensé
que debía dejar a todos los que amaba. Pero Noah no me dejó y estuve
agradecida porque yo no quería dejarlo ir. Lo quería cerca, tan cerca
como podría tenerlo. No estaba pensando con claridad. No estaba
pensando mucho en todo.
126
—No lo sé —dije, retrocediendo hacia la cama—. ¿Cómo se supone
que voy a saberlo?
Noah siguió mis pasos y desplegándose sobre el colchón, me atrajo
hacia abajo con él. Mi columna se presionó contra su pecho, y el colgante
de plata que siempre llevaba se sintió frío contra mi piel, expuesta en mi
camiseta de tirantes. El latido de su corazón se estabilizó con el mío. Noah
trazó la longitud de mi brazo y me cogió la mano.
—No tenemos que hacer nada, Mara —dijo en voz baja mientras mis
ojos comenzaron a cerrarse. Quería acurrucarme en su voz y vivir allí—. Esto
realmente es suficiente. —Tuve una última reflexión antes de deslizarme en
el sueño.
No para mí.
127
24 ANTES
India. Provincia Desconocida.
Traducido por Annabelle
Corregido por Juli_Arg
El Hombre de Azul bajó la mirada hacia mí mientras los caballos
conducían el carruaje, levantando la tierra. —¿Cómo te llamas?
Lo miré fijamente.
—¿Me entiendes?
Asentí.
—No sé lo que tu guardián te haya dicho, pero por ahora estás bajo
mi cuidado. Tendremos que darte un nombre.
Me mantuve en silencio.
Dejó salir un pequeño suspiro. —Tenemos un gran trayecto frente a
nosotros. ¿Te sientes bien?
Asentí nuevamente, y nuestro viaje comenzó.
Me sentía triste por dejar los barcos. Viajamos a pie y en elefante de
vuelta al bosque, y aun así ya casi anochecía cuando llegamos a la aldea.
La tierra debajo de mis pies se encontraba seca y el aire se hallaba en
silencio y calmado. Olía a fuego; había muchas cabañas alrededor del
terreno, pero ninguna persona.
—Entra —dijo el Hombre de Azul, y me señaló una de las cabañas.
Mis ojos luchaban contra la oscuridad.
Algo se movió cerca de mí; una figura emergió de la oscuridad. Sólo
podía ver perfecta piel, suave y oscura unida a la ligera figura de una
chica. Era más alta que yo, pero no podía verle la cara. Mechones de
cabello negro caían sin vida debajo de sus hombros.
128
—Hija —le dijo el Hombre de Azul a la chica—. Tenemos una invitada.
La chica caminó hasta la luz, y finalmente pude verla. No era
demasiado atractiva, pero en su limpio rostro había una gentileza y calidez
que la hacían bonita. Me sonrió.
Le sonreí de vuelta.
Entonces el Hombre de Azul descansó su mano sobre el hombro de
la chica. —¿Dónde está madre?
—Una mujer entró en trabajo de parto.
El Hombre de Azul lucía confundido. —¿Quién?
La chica sacudió la cabeza. —Nadie de por aquí. Una extraña, el
esposo vino por madre. Ella dijo que regresaría en cuanto pudiese.
Los ojos del Hombre de Azul se tensaron. —Debo hablar contigo —le
dijo. Luego se giró hacia mí—. Espera aquí. No vayas afuera. ¿Entiendes?
Asentí, y guió a la chica fuera de la cabaña. Escuché murmullos,
pero no pude comprender las palabras. Momentos después, la chica
volvió a entrar. Sola.
No me habló. Al menos no al principio. Tomó un paso hacia mí, y
luego levantó sus palmas. No me moví. Tomó otro paso, ahora lo
suficientemente cerca de mí como para yo poder captar su esencia,
terroso e intenso. Me gustaba, y me gustaba su calidez. En ese momento
extendió su brazo, y le permití tocarme. Se acomodó en una esquina y me
sentó a su lado. La chica me apretó contra sí con la familiaridad de
alguien que sabía exactamente la manera en que yo encajaría. Me
removí, intentando ponerme cómoda.
—No debes ir afuera —dijo, malinterpretando mi movimiento.
Me congelé. —¿Por qué?
—Entonces sí hablas —dijo la chica con una pequeña sonrisa—. No
es seguro —añadió.
—Está demasiado callado todo.
—La gente está enferma. El sonido los lastima.
No comprendía. —¿Por qué?
—¿Nunca has estado enferma?
Sacudí la cabeza.
Me sonrió y me lanzó una mirada incrédula. —Todo el mundo se
enferma. Tú estás llena de malicia.
129
No entendí a lo que se refería, así que pregunté—: ¿El Hombre de
Azul es tu padre?
—¿El Hombre de Azul? —preguntó, sus ojos brillaban—. ¿Así es como
le llamas?
No dije nada.
La chica asintió. —Sí, lo es. Pero puedes llamarlo tío y tía a mi madre,
cuando regrese. —Hizo una pausa—. Y si gustas, a mí puedes llamarme
hermana.
—¿Mis padres se enfermaron? —pregunté, aunque en realidad no
me acordaba ni de mi padre, ni de mi madre. No recordaba haber tenido
ninguno.
—Tal vez —dijo la chica en voz baja, y me apretó más fuerte—. Pero
ahora estás con nosotros.
—¿Por qué?
—Porque nosotros te cuidaremos.
Su voz era gentil y suave, y de pronto temí por ella—. ¿Tú estás
enferma?
—Aún no —dijo, luego se levantó.
La seguí rápidamente. No era como los demás. Quería que se
quedara.
Miró hacia atrás. —No iba a irme —me aseguró.
—Lo sé —dije, pero la seguí de todas maneras.
No fuimos demasiado lejos. Simplemente cruzamos hasta otra
pequeña habitación, ésta tenía varias colchonetas en el suelo. Se agachó
detrás de una y tomó un puñado de tela, al igual que una aguja e hilo.
Recogió un jarrón lleno de algo oscuro, y tomó un montón de relleno en su
puño. Dobló la tela alrededor de la pelusa y tarareo una simple canción —
que consistía sólo en algunas notas— al comenzar a coser.
Me encontraba hipnotizada por sus manos. —¿Qué es eso?
—Un regalo. Algo para que juegues, y así nunca te sientas sola.
Sentí algo muy parecido al miedo. —Quiero jugar contigo.
Sonrió, amplia y cálidamente. —Todos podemos jugar juntos.
Eso me hizo feliz y bajé a sentarme en la colcha, enfocada en la
melodía y ritmo de sus dedos. Muy pronto, la cosa sin forma en sus manos
se convirtió en algo más; primero había encontrado una cabeza, y luego
130
dos brazos y piernas. Le crecieron ojos y pestañas, junto con una pequeña
sonrisa, y luego varias tiras de cabello negro fueron cocidas. Entonces, la
chica más grande la giró, y los deslizó sobre su cabeza peluda.
Cuando terminó, me acomodé de nuevo en la curva de su brazo.
—¿Te gusta tu muñeca? —La sostuvo debajo de un rayo de luz.
Había una mancha roja en la parte interior de su brazo, donde la sostenía.
Donde su muñeca estaría.
No le contesté. —¿Qué es eso rojo? —pregunté.
—Oh. —Me tendió la muñeca y examinó su dedo—. Me pinché. —
Atrajo el dedo a su boca y chupó.
Temía por ella. —¿Te duele?
—No, no te preocupes.
Sostuve a la muñeca.
—¿Cuál es su nombre? —me preguntó la chica, con gentileza.
Me quedé en silencio por un momento. Luego dije—: Tú pónselo.
Elígelo.
—Es niña —me corrigió—. Y no puedo elegirlo por ti.
—¿Por qué?
—Porque te pertenece. Existe poder en un nombre. ¿Quizá cuando
la conozcas mejor, serás capaz de decidirte?
Asentí, y la otra chica se levantó, llevándome con ella. Mi estómago
hizo sonidos.
—Tienes hambre.
Asentí.
Acarició mi cabeza, peinando mi grueso cabello oscuro. —Todos
tenemos hambre —dijo en voz baja—. Puedo añadir más agua a la sopa.
¿Te gustaría un poco antes de la cena?
—Sí.
Asintió y me examinó. —¿Eres lo suficientemente fuerte para extraer
agua de un pozo?
—Soy muy fuerte.
—La palanca es muy pesada.
—No para mí.
131
—Es un pozo bastante profundo…
—Puedo hacerlo. —Quería demostrárselo, pero también quería estar
afuera. El encerrado aire de la cabaña comenzaba a apresarme, y mi piel
se sentía tensa.
—Entonces te diré el secreto para llegar hasta allí, pero debes
prometerme que no entrarás más allá de los árboles.
—Lo prometo.
—Y si ves a alguien, debes prometerme que no le dirás dónde se
encuentra.
—Lo prometo.
La chica sonrió, y colocó la muñeca de vuelta en mis manos. —
Llévala contigo, a donde quiera que vayas.
Apreté a la muñeca con más fuerza y la atraje hasta mi pecho luego
de que la chica me mostrara el camino. Sus ojos me siguieron mientras
corría por la luz de sol cada vez más oscura. El olor a carne quemada entró
por mi nariz, pero no era desagradable. Una gruesa capa de humo
inundaba el aire y picaba mis ojos, incluso cuando se encontraba
subiendo por los árboles.
Seguí el camino que me había indicado. El pozo en verdad se
encontraba bastante lejos, y casi escondido por un grueso arbusto.
También era muy grande; tenía que pararme en las puntas de mis pies
para poder ver hacia adentro. Estaba oscuro. Sin fondo. Tuve la urgencia
de lanzar la muñeca dentro.
No lo hice. La recosté sobre la gastada piedra y mis delgados brazos
comenzaron a enfocarse en subir el agua cuando escuché una tos.
Muy cerca.
Me sorprendí tanto que solté la palanca. Tomé la muñeca y la
apreté mientras corría hasta el otro lado del pozo.
Una mujer mayor se encontraba recostada sobre el tronco de una
vieja palmera, sus arrugas eran pronunciadas, dobladas entre sí. Sus ojos
oscuros se encontraban desenfocados y llenos de lágrimas. Se veía débil.
Y acompañada.
Alguien estaba recostado sobre ella, un hombre con ondas de
cabello negro y piel hermosa y perfecta. Sostuvo un vaso a los labios de la
mujer y por su barbilla corrió agua. Tosió de nuevo, asustándome.
132
Los ojos obsidianos del hombre se encontraron con los míos, y algo se
removió detrás de ellos. Algo que no conocía ni comprendía.
La mujer siguió su mirada y se enfocó en mí. Su mirada me congeló
mientras sus ojos se abrían, la parte blanca se veía alrededor de sus irises. El
hombre colocó una mano sobre su hombro para calmarla, luego me miró
de nuevo.
Sentí una oleada de malestar en mi estómago y me doblé. En las
esquinas de mi visión sólo podía ver rojo. Mi cabeza nadaba. Tomé aire, y
lentamente me levanté.
La mujer comenzó a temblar y a murmurar. El hombre —sorprendido,
curioso, pero no asustado— inclinó más cerca su cabeza para escucharla.
Sin darme cuenta, di un paso hacia ella.
Murmuraba cada vez más fuerte. Era la misma palabra, sólo una
palabra que repetía una y otra vez. Su frágil brazo se levantó, y su dedo
me apuntó como en acusación.
—Mara —murmuró, de nuevo, y de nuevo, y de nuevo. Luego
comenzó a gritar.
133
25 Traducido por Annabelle
Corregido por Violet~
—Mara —dijo una voz, calentando mi piel.
Mis ojos se abrieron, pero los árboles ya no estaban. La luz del sol se
había desvanecido. Solamente había oscuridad.
Y Noah, a mi lado, con sus dedos acariciando mi mejilla.
Una pesadilla. Sólo una pesadilla. Exhalé y luego sonreí, aliviada,
hasta que me di cuenta que no nos encontrábamos en la cama.
Nos encontrábamos de pie en la puerta de la habitación de
invitados. La había abierto… mi mano se encontraba sobre la manilla.
—¿A dónde vas? —preguntó Noah con suavidad.
Lo último que recordaba era haberme quedado dormida a su lado,
aunque no debía haberlo hecho. Mi casa estaba mal, pero en los brazos
de Noah me sentía a salvo.
Pero los había abandonado durante la noche. Lo había
abandonado a él.
Había estado caminando dormida.
Los detalles del sueño se encontraban aún en mi mente, vagos
como el humo. Pero no habían desaparecido al recuperar la conciencia.
No sabía a dónde iba cuando dormía, o por qué, pero ahora que estaba
despierta, necesitaba ver algo antes de que olvidara buscarlo.
—Mi habitación —le respondí, con voz clara.
Necesitaba ver esa muñeca.
Arrastré a Noah tras de mí y caminamos en silencio hasta mi cuarto.
Noah me ayudó a desempacar la muñeca de la caja en la que la había
metido, sin hacer preguntas. No dije nada al examinarla, mi piel se sentía
tensa al sostenerla.
134
Su sonrisa oscura ya se había desvanecido un poco —de tanto uso o
de lavado, no lo sabía— y el vestido que usaba era más nuevo, pero aun
así tosco. Definitivamente hecho a mano. ¿Aparte de eso? Aparte de eso
era bastante similar a la muñeca en mi sueño.
Quizá más que similar.
En ese momento recordé algo.
Había una mancha roja en la parte interior de su brazo, donde ella la
sostenía.
Levanté la manga de la muñeca.
—¿Qué es eso rojo? —le había preguntado a la otra chica.
—Oh —dijo, y me tendió la muñeca. Examinó su dedo—. Me pinché.
Mirando a la muñeca ahora, vi una marca entre roja y marrón en la
parte interior de su brazo. Donde su muñeca habría estado.
Mi carne se sentía muerta donde mi piel tocaba a la muñeca. No
sabía lo que significaba el sueño, si acaso significaba algo, y no me
importaba. Esta cosa estaba comenzando a molestarme y quería
deshacerme de ella.
—Voy a botarla —le susurré a Noah. Parecía confundido. Ya le
explicaría en la mañana. No podíamos ser descubiertos, y mientras más
hablábamos, más riesgos corríamos.
Vio como me coloqué mis zapatos, salí, y tiré la muñeca encima de
las gruesas bolsas de basura dentro del contenedor que mi padre ya había
sacado a la calle. Pronto se la llevarían, y entonces ya no pensaría en ella,
ni soñaría con ella, ni sería torturada por Jude gracias a ella.
Regresamos a la cama de Noah; la pesadilla y la muñeca me
habían puesto nerviosa, y no quería dormir sola. Descansé mi cabeza
contra su hombro, mis ojos se cerraron, arrullados por la calma de su
silencio, y su calmada respiración debajo de mis manos. Cuando me
desperté otra vez, todavía era de noche. Pero Noah aún se encontraba a
mi lado, y todavía nos encontrábamos en la cama.
Me encontraba cansada pero aliviada.
—¿Qué hora es?
135
—No lo sé —dijo Noah, pero su voz no estaba somnolienta.
Me alejé para mirarlo.
—¿Estabas despierto?
Pretendió estirarse.
—¿Qué? No.
Rodé sobre mi lado y sonreí.
—Claro que sí. Estabas viéndome dormir.
—No. Eso sería raro. Y aburrido. En cambio, verte tomar una ducha…
Lo golpeé en el brazo, luego me acurruqué un poco más debajo de
las sábanas.
—Por mucho que esté disfrutando esto —dijo Noah, al rodar sobre mí,
inclinándose sobre sus brazos—, y créeme, lo disfruto —añadió, bajando la
mirada hasta mis ojos mientras una sonrisa maliciosa se formaba en sus
labios—. Temo que debes irte.
Sacudí la cabeza. Él asintió.
—Todavía está oscuro. —Hice un mohín.
—Voy a pescar. Con Joseph. Tienes que regresar a tu habitación
antes que se despierte.
Suspiré dramáticamente.
—Lo sé —dijo, su sonrisa se amplió—. Yo tampoco querría dormir sin
mí.
Rodé los ojos y me salí debajo de él.
—Ya lo arruinaste.
—Justo era mi intención —dijo, recostándose de nuevo sobre las
almohadas. Sus ojos me siguieron hasta la puerta.
Tortura. La abrí.
—¿Mara?
—¿Noah?
—Vuelve a usar esos pijamas.
—Idiota —dije, sonriendo. Luego me fui. Caminé hasta mi cuarto,
pasando la puerta doble del pasillo, la noche aún era oscura al otro lado.
Caminé más deprisa, odiando ser recordada por lo que no podía ver.
De a quién no podía ver.
136
Aunque ya casi era el amanecer. Jude no se atrevería a entrar tan
cerca a la hora en que sol saliera. Ese pensamiento me confortó, y me subí
a la cama, mis padres ni enterados. Cerré los ojos. No tuve problema en
quedarme dormida.
El problema comenzó cuando desperté.
Alrededor de las ocho, mi padre tocó en mi puerta para cerciorarse
de que estuviese despierta. Salí de la cama y me acerqué al vestidor a
sacar ropa para ir a Horizontes.
Pero cuando abrí la gaveta de mi ropa interior, la muñeca de mi
abuela se encontraba en el interior.
Hice todo lo posible por no gritar. Retrocedí del vestidor y me encerré
en el baño, deslizándome por la pared hasta el piso helado. Presioné mi
puño contra mi boca.
¿Acaso Jude estuvo observándome anoche? ¿Me vio botarla? ¿Y
luego la puso en mi habitación cuándo me encontraba dormida en la
cama de Noah?
Mi cuerpo se llenó de escalofríos, y mi piel se encontraba húmeda de
sudor. Pero no podía permitir que mi padre supiera que algo andaba mal.
Debía vestirme, lucir y actuar como si todo fuese normal. Como si yo
estuviera saludable, y Jude muerto y nada de esto estuviese sucediendo.
—Levántate —me murmuré. Me quedé en el piso por otro segundo, y
luego me levanté. Abrí el grifo, introduje mi mano debajo del chorro de
agua y la llevé hasta mis labios, mirando al mi reflejo en el espejo al
enderezarme.
Me congelé. Los contornos de mi rostro parecían extraños.
Súbitamente desconocidos. Mis pómulos estaban más pronunciados, mis
labios se encontraban hinchados como si hubiese estado besando, mis
mejillas estaban sonrojadas, y mi cabello se encontraba pegado a mi nuca
como pasta.
Estaba paralizada. El agua se deslizó de mis dedos.
El sonido del agua golpeando el lavamanos de porcelana me trajo
de vuelta. Mi garganta dolía, volví a abrir el grifo y tomé más agua en mi
mano, tomándola rápidamente desde mi palma. Me congeló desde
adentro. Miré al espejo de nuevo.
Aún lucía diferente, pero me sentía un poco mejor. Estaba cansada,
asustada, enojada, frustrada y obviamente estresada. Quizá también me
estuviese enfermando. Quizá por eso lucía extraña. Giré mi cuello, estiré los
137
brazos por encima de mi cabeza, y luego tomé más agua. Mi piel
cosquilleaba, como si me estuviesen observando.
Miré mi vestidor. La muñeca aún se encontraba dentro.
—¿Ya casi lista? —llamó mi papá desde el pasillo.
—Sí —grité de vuelta. Me giré del espejo y me vestí. Le di una última
mirada a mi vestidor antes de abandonar la habitación.
La muñeca debía irse.
138
26 Traducido por Annabelle
Corregido por Juli_Arg
—Buenos días —dijo mi padre cuando finalmente aparecí en la
cocina.
—Buenos días. —Tomé dos barras de gramola y una botella de agua
de la alacena, bebí la mitad mientras papá terminaba su café. Nos
dirigimos juntos al auto.
Una vez que estuvimos dentro, bajó las ventanillas. Afuera era
inusualmente hermoso: azul, libre de nubes y bastante fresco, pero aun así,
mi piel me quemaba por dentro.
—¿Cómo te sientes, cariño?
Le lancé una mirada. —¿Por qué?
—Luces un poco cansada.
—Gracias...
—Oh, ya sabes a lo que me refiero. Oye, ¿sabes cuál película renté?
—Um... ¿No?
Hizo una pausa dramática. —Liberen a Willy —dijo con una enorme
sonrisa.
—De acuerdo...
—Te encantaba esa película. Solíamos verla todo el tiempo, ¿te
acuerdas?
Eso era como cuando tenía seis años.
—Y como a Joseph le preocupa tanto la situación de las orcas en
estos momentos, pensé que podríamos verla juntos, como familia —dijo,
luego añadió—: Apuesto a que a Noah le gustaría.
No pude evitar sonreír. Claramente hacía un esfuerzo. —Está bien,
papá.
—Es inspiradora.
139
—De acuerdo, papá.
—Transformadora.
—Está bien, papá.
Sonrió y encendió la estación de rock clásico, y ambos continuamos
en silencio. Pero al estar de nuevo en su auto, me encontré a mí misma
mirando reflexivamente al espejo lateral. Me di cuenta que buscaba el
camión.
Buscaba a Jude.
Estuve todo el camino hasta Horizontes preocupada de verlo detrás
de nosotros, pero nunca lo vi. Papá me dejó y Brooke me dio una cálida
bienvenida, presentándome al terapeuta artístico con el que estaría
trabajando algunos días a la semana. Hizo que le dibujara una casa, un
árbol, y a mi familia —definitivamente algún tipo de evaluación— y una
vez que lo hice, para su satisfacción, era hora de ir con el Grupo. La mitad
de los estudiantes tuvieron que compartir sus miedos.
Estuve muy feliz de ser parte de la otra mitad.
Ese día, Phoebe mantuvo su distancia conmigo, y Jamie me hizo reír
como siempre. Las horas pasaron sin complicaciones, pero a cada
oportunidad que tenía, me encontraba a mí misma lanzando miradas
hacia afuera, esperando a que el camión blanco apareciera en el
estacionamiento.
Nunca apareció.
Esa tarde, cuando mi padre y yo llegamos a la casa, el auto de
mamá ya se encontraba en la entrada. Pero lo más importante, era que el
de Noah también.
Sentí una oleada de alivio. Necesitaba contarle sobre la muñeca en
mi habitación esta mañana, y de Jude dentro de mi cuarto mientras
dormía. Casi me lanzo del auto aún en movimiento.
—Dile a tu madre que iré a trabajar en su lista —dijo papá, rodando
los ojos—. Regresaré pronto.
Asentí y cerré la puerta. No se fue hasta que entré a la casa.
140
Armas disparando se escuchaban desde nuestra sala, y cuando
entré, encontré a Noah y a Joseph sentados en el piso con controles en sus
manos, y sus ojos pegados a la tv.
Nuestra conversación tendría que esperar.
—¿Cómo estuvo la pesca? —pregunté en una voz casual que no
delataba mi humor. Caminé por el arco hasta la cocina y abrí el
refrigerador. Tenía hambre, pero nada se veía apetitoso.
—En realidad, no fuimos a pescar —dijo Noah, todavía mirando la
pantalla.
—¿Qué? ¿Por qué?
Joseph se movió hacia adelante, apretando con fuerza el control.
No habló.
—Joseph no quería matar a ningún pez, aunque no parece estar
teniendo ningún problema matando, pequeño bastardo.
Algo explotó con fuerza y mi hermano soltó el control, levantando
ambas manos en el aire. —El campeón es indestructible. —Le lanzó una
sonrisa insoportable a Noah.
—Bien por ti —dije.
Noah me lanzó una mirada. —¿Dónde está tu lealtad?
—Me refería a la pesca, pero por el juego también. —Le choqué la
mano a mi hermano y luego lancé mi propia mueca insoportable—. La
sangre antes que los chicos.
—Ambos son malos.
—Voy a convertirme en vegetariano —me dijo Joseph.
—Mamá pensara que fui yo la que te convencí. —No había comido
carne desde el espectáculo de Santería de cumpleaños; cada vez que la
miraba, podía saborear la sangre en mi boca.
Me senté en el sofá. —¿Entonces que hicieron si no fueron a pescar?
—Paseamos en el bote y buscamos delfines —dijo Joseph.
—Estoy celosa. ¿Vieron alguno?
Noah asintió. —Una pequeña manada. Tuvimos que ir bastante lejos.
—El bote era tan genial —dijo Joseph—. Puedes venir conmigo la
próxima vez.
Sonreí. —Eso es muy generoso de tu parte.
141
—Bueno —dijo Noah, levantándose y estirándose. Sus dedos tocaron
el techo—. No sé tú, pero luego de que dejé ganar a tu hermano, estoy
muy hambriento.
Joseph le entrecierra los ojos a Noah. —Mentiroso.
—Pruébalo —soltó Noah.
—Puedo probarlo.
—De acuerdo —dije—. Esta rivalidad se está volviendo un poco
intensa. Sí, Noah, tengo hambre.
—Bueno, entonces si me lo permites, Némesis —le dijo a Joseph—.
Tendremos la revancha otro día.
—Aun así perderás.
La esquina de la boca de Noah se levantó mientras caminaba hacia
la cocina. Me uní a él y vi como hurgaba el refrigerador.
—¿Te provoca un... pepino? —dijo, sosteniendo uno.
—No eres muy bueno en esto.
—Bien, entonces será comida para llevar.
Miré detrás de nosotros, hacia el pasillo. —¿Dónde está mi madre?
Noah sacudió la cabeza. —Creo que uno de sus amigas la recogió
para ir a tomar un café.
—¿Y Daniel?
—Salió con Sophie. Soy el responsable del bienestar de todos hasta
que regrese.
—Que Dios nos ayude —dije con una sonrisa, pero me sentía
aliviada. Bajé mi voz—. Entonces anoche...
—¡Pizza! —gritó Joseph.
—¿Deberíamos? —gritó Noah de vuelta. Se giró para mirarme—. ¿Tú
que quieres?
—Pizza no —dije—. Me siento algo asqueada.
—Asqueada. En efecto. ¿Se te ocurre algún elemento de comida en
particular que te haga sentir menos asqueada?
Me encogí de hombros. —No lo sé... ¿Sopa?
—Sopa de guisantes, ¿tal vez?
—Te odio.
142
—Pero me la pones tan fácil. ¿China?
Sacudí la cabeza y miré por la ventana. En realidad no me
importaba. Solamente quería hablar.
—No importa, lo estás haciendo algo difícil. ¡Joseph! —gritó.
—¿Qué?
—¿Dónde están Daniel y Sophie?
—¡Avigdor's! —gritó mi hermano.
Noah me miró con las cejas levantadas.
—Bien por mí —dije.
—¿Qué tipo de comida es? —preguntó Noah.
—¡Israelí!
—¿Tienen sopas?
—¡Y también sushi! —gritó Joseph.
—¡Ya basta con los gritos! —grité, y me senté en una de las sillas de la
cocina. Apoyé la cabeza sobre mis manos mientras Noah ordenaba y le
escribía a Daniel que trajera la comida cuando viniera a casa.
Eventualmente, Joseph abandonó los videos juegos y se marchó a su
cuarto.
Dejándonos solos. Abrí mi boca para hablar, pero Noah me
interrumpió antes de poder decir nada.
—¿Que hicieron hoy en tu cosa?
—Compartimos nuestros miedos. Escucha, anoche…
—Eso suena completamente infernal.
—No tuve que hacerlo, dividieron el grupo a la mitad. Mañana es mi
turno…
—Daniel está ansioso por verlo —dijo Noah, interrumpiéndome de
nuevo—. ¿Dice que va a una cosa de terapia familiar en unos días? Debe
ser agradable.
—Sí —dije—. Es decir, no. Noah, ¿te quedarás esta noche?
—De hecho, hice arreglos para conocer a tu nuevo guardián esta
noche. ¿Por qué?
—Te iba a sugerir que esta vez durmieras en mi habitación.
143
Noah me lanzó una mirada. —No es que me esté oponiendo, pero,
¿por qué?
Las palabras: ―Jude estuvo en mi habitación” hormigueaban mi
lengua. Cuando finalmente las dije, mi voz sonó diferente. Aterrorizada. La
odiaba.
Odiaba tenerle miedo. Y odiaba la forma en que Noah se tensó
cuando lo vio.
Así que tragué con fuerza. Luego aligeré mi voz. —Me dejó un
pequeño obsequio en la gaveta de mi ropa interior —dije casualmente,
luchando con fuerza al fingirlo.
Los ojos de Noah nunca abandonaron los míos, su cuerpo se relajó
ligeramente. —¿Me atrevo a preguntar?
—La muñeca —expliqué—. Debió haberme visto botándola.
—Mara…
Sacudí la cabeza.
—Probablemente me observaba espeluznantemente desde los
arbustos o algo así.
—Mara —dijo Noah más fuerte.
—La cerca del vecino es realmente alta —continúo—. ¿Qué está mal
con él?
—Mara.
—¿Qué?
—No fue Jude —dijo Noah en voz calmada.
—¿Qué no fue Jude?
—La muñeca en tu habitación. Él no la puso allí.
Parpadeé, sin comprender. —Entonces, ¿quién lo hizo?
Se sintió como una eternidad antes de que Noah finalmente hablara.
—Tú.
144
27 Traducido por Demoiselle
Corregido por Juli_Arg
—¿De qué estás hablando? —Mi voz tranquila. Temblorosa—. Yo la
tiré.
Noah asintió. —Y luego te despertaste y te levantaste de la cama.
No dijiste nada, así que supuse que fuiste por un trago o algo, pero dados
los recientes eventos, cuando no regresaste, te seguí. Saliste por la puerta
trasera.
Dedos invisibles apretaron alrededor de mi garganta. —¿Por qué no
me despertaste?
—Pensé que estabas despierta —dijo Noah, su voz medida y
uniforme—. Te pregunté qué hacías y me dijiste que cometiste un error, que
tiraste algo que querías conservar. Parecías determinada en eso;
caminaste afuera y te vi sacar la muñeca de la basura. Fuiste a tu cuarto y
casi volvías a la cama cuando te sugerí que te lavaras las manos primero.
Te reíste, lo hiciste, luego regresaste a la cama y te quedaste dormida. ¿No
recuerdas nada de esto?
Negué con la cabeza porque no estaba segura de poder hablar.
Nada de esto me había pasado antes; tenía pesadillas, por supuesto, y me
había desmayado antes, sí.
Pero esto era nuevo.
Diferente.
Al igual que mi reflejo en el espejo.
Tragué con fuerza. —¿Me veo diferente para ti?
La frente de Noah se arrugó. —¿Qué quieres decir?
—Esta mañana, después… después de que encontré la muñeca en
mi cajón —le dije. Antes de que yo la pusiera allí, no lo dije—. Me miré en el
espejo y me sentí como… como que me veía diferente. —Miré a Noah,
preguntándome si él lo veía, pero sólo negó con la cabeza—. Mira otra
vez.
145
Noah tomó mi cara entre sus manos y luego me acercó. Tan cerca
que podía ver las manchas azul marino, verde y dorado en sus ojos
mientras me estudiaba. Su mirada era penetrante. Perforante.
—¿Bien? —le pregunté en voz baja.
Noah no dijo nada.
Porque yo tenía razón. —Tengo razón. ¿No?
Sus ojos se entrecerraron hasta que sólo pude ver ranuras azules. —
No te ves diferente —dijo Noah—. Sólo…
—Sólo diferente. —Me aparté. Me sentía frustrada. Ansiosa. Miré en
dirección a mi habitación, en dirección a la muñeca.
—Algo me está pasando, Noah.
Él se encontraba inquietantemente en silencio.
Noah sabía que me veía diferente. Sólo se negaba a decirlo. No
sabía por qué y en este momento, no me importaba. Había una cosa en
mi mente y sólo una cosa. —¿Dónde están tus llaves?
—¿Por qué? —preguntó, alargando la palabra.
—Porque quiero quemar la muñeca.
Mis padres se desconcertarían si me vieran encender fuego en
nuestro patio trasero y quemar la muñeca que había tenido desde bebé,
así que necesitábamos otro lugar donde hacerlo.
—¿Tienes chimenea, verdad? —le pregunté mientras iba a la puerta
principal.
—Varias, pero no podemos irnos.
Cerré mis ojos. —Joseph. —Demonios.
—Y tú. Si no estamos aquí cuando tus padres vuelvan, estoy seguro
de que no necesito recordarte tu reciente estadía en el instituto
psiquiátrico.
Como si pudiera olvidarlo.
Noah pasó su mano por su mandíbula. —Ellos confían en mí aquí,
con Joseph, por una hora, tal vez. Pero no puedo sacarte solo.
—Así que estoy atrapada aquí indefinidamente.
146
—A menos que…
—¿A menos que?
—A menos que los llevemos.
Me quedé mirando a Noah, esperando el remate del chiste.
Eso era todo, al parecer. —No estás hablando en serio.
—¿Por qué no? Una invitación a la morada Shaw supondría un largo
camino con tu madre. Está desesperada por conocer a mi familia, Ruth
puede distraerla mientras encendemos las hogueras y cantamos.
—No es gracioso.
Una media sonrisa apareció en los labios de Noah. —Sí, lo es —dijo—.
Un poco —añadió mientras mis ojos se estrechaban hasta convertirse en
rendijas—. Pero si prefieres que no se conozcan podría quemar la muñeca
para ti…
—No. —Negué con la cabeza. Noah no lo entendía, y no le
importaba. Él estaba dispuesto a todo, como siempre. Pero yo necesitaba
ver con mis propios ojos que se había ido—. Quiero estar ahí.
—Entonces es la única manera —dijo Noah con un encogimiento de
hombros.
—¿No estás preocupado por perder tu tarjeta de simpatía aquí?
—¿Perdón?
—Si tus padres encantan a mis padres, es posible que no se te
permita aquí como mucho.
Una expresión inescrutable cruzó la cara de Noah. —Tu madre es
inteligente —dijo, en voz baja—. Verá las cosas por lo que son. —Se puso
de pie y sacó su celular del bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros—.
Tendré que invitar a Ruth para mañana. Para té de damas.
—¿Tu papá no estará allí?
Noah arqueó una ceja. —Muy dudoso. Y si lo está, me aseguraré que
reprogramemos.
—Pero lo quiero conocer.
—Desearía que no lo hicieras —dijo mientras se desplazaba a través
de su iPhone.
—¿Por qué? ¿Estás avergonzado?
Había un toque amargo en la sonrisa de Noah, y respondió sin
mirarme. —Absolutamente.
147
Empecé a sentirme un poco incomoda. —¿Por mí?
—Por él.
—¿Así de mal?
—No tienes idea.
Cuando mi mamá llegó a casa, Noah me instruyó para preguntarle si
podía dar un paseo con él. Cambie mi peso bajo su mirada cuando ella
me consideraba.
—Vuelve en media hora —dijo finalmente.
Le sonreí abiertamente, sorprendida. —Bien.
—Sin alejarse mucho.
—Bien.
Mi madre me dio su celular. —Estoy confiando en ti —dijo en voz
baja. Asentí con la cabeza, luego a Noah y me fui. Él trotaba
graciosamente delante; sus pasos eran tan largos, casi tuve que correr
para mantener el ritmo.
—Entonces, ¿A dónde estamos yendo realmente?
—A dar un paseo —insistió, mirando al frente.
—Seh, capté eso. ¿Dónde?
Noah señaló bajando la calle un coche negro estacionado debajo
de un enorme roble. —Ahí está alguien que quiero que conozcas.
Cuando nos acercamos, un hombre de aspecto promedio salió del
asiento de conductor del coche. Nos dirigió una suave sonrisa.
—John —dijo Noah asintiendo con la cabeza—. Me gustaría
presentarte tu asignación.
John le tendió la mano. —Mara Dyer —me dijo como si me estuviera
sacudiendo—. Encantado de conocerte.
Noah me enfrentó. —John ha estado trabajando en una empresa de
seguridad, tan segura que no hay un nombre para ella ¿por cuánto
tiempo, una vez más, John?
—Desde antes de que tú fueses una idea —dijo el hombre, sin dejar
de sonreír.
148
Su respuesta me sorprendió, él no lucía tan viejo. Y no era alto ni
ancho o cuerpo de guardaespaldas de ninguna manera.
Todo en él era normal, desde su ropa olvidable a su cara olvidable.
—Él hará cambios con su pareja. Entre ellos, protegieron cuatro
presidentes, siete miembros de la Familia Real, y nueve príncipes sauditas.
—Y ahora tú —dijo John
Noah deslizó una mano alrededor de mi cintura y levantó la otra a mi
cuello, mi mejilla, inclinando mi barbilla con su pulgar. Su voz era suave
cuando habló.
—No van a dejar que nada te pase —dijo.
No voy a dejar que nada te pase, quería decir.
Y él podría haber tenido razón, si Jude fuera todo por lo que me
tenía que preocupar. Pero nadie podía protegerme de mí misma.
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28 Traducido por Demoiselle
Corregido por Dara.Nicole18
Noah se ofreció a encontrar una excusa para quedarse esa noche,
pero tenía mis dudas sobre abusar de la benevolencia de mis padres. No
podía pasar aquí todas las noches, obviamente, pero más importante,
necesitaba saber que estaría bien por mi cuenta.
Y esa noche, lo estaba. Me metí en la cama y me quede ahí hasta la
mañana. Nada estaba fuera de lugar cuando desperté. Lo ordinario
levanto mi ánimo; Noah había tomado la muñeca de mi abuela con él
antes de irse y más tarde hoy se iría para siempre.
John estaba viendo mi casa. Noah confió en John y yo confiaba en
Noah, y aunque odiaba admitirlo, esa mañana era la primera vez sin él que
me sentía segura.
Comprobé por Jude solo una vez camino a Horizontes, y yo estaba
inusualmente alegre cuando los consejeros me pusieron con el Grupo. El
día corrió en un borrón feliz casi mundano, considerando mi situación no
era ni remotamente mundano, y yo estaba realmente en condiciones de
preocuparme sobre algo relativamente normal por una vez.
Es decir: mi madre y la madrastra de Noah tomando té. Él estaba en
lo correcto acerca de la invitación; Mamá realmente no podía esperar
para conocer a Ruth. En el camino a la casa de Noah esa tarde, sus
padres eran de lo único que ella podía hablar. No escapo de mi atención
el que ella estaba más presionada y pulida de lo habitual. Casi me hizo
sentir culpable usarla como una diversión.
Casi.
Mi madre se quedó en silencio cuando tuve ese pensamiento.
Me volví por una justificación a ese silencio, y me sorprendí cuando
encontré que habíamos entrado ya al barrio de Noah.
Los ojos de mi madre recorrían cada mansión que pasábamos, una
completamente distinta a la otra.
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Cuando llegamos a la puerta de hierro anunciando la entrada a la
casa de Noah, le dije hasta donde conducir. Una pequeña cámara giro en
nuestra dirección.
Mi madre me lanzo una mirada. —¿Esta es la casa de Noah? —No
era del todo visible detrás de los árboles, no hasta que la alta puerta se
abrió.
—Guau —suspiró. Era la palabra correcta.
El exuberante jardín estaba bordeado de estatuas blancas y
ancladas por una enorme fuente en el centro: un dios griego abrazando
una chica que parecía convertirse en árbol. Pequeñas, bajas coberturas
brotando en los caminos, formando intrincados diseños contra la hierba. Y
luego estaba la casa. Grande e imponente, hermosa y grandiosa
arquitectura. Mi madre estaba absorta, pero yo no acababa de ver la
forma en que lo estaba, no ahora que sabía lo mucho que Noah no podía
soportarlo.
Llegamos al aparcadero donde Albert, el mayordomo Shaw o
aparca-autos o como sea que se había llamado, nos saludó con una
sonrisa recatada que coincidía con su traje.
Yo casi esperaba que Noah nos estuviera esperando en la puerta,
pero estaba Ruth misma.
—Dra. Shaw —dijo mi madre, sonriendo ampliamente. La madrastra
de Noah negó con la cabeza.
—Por favor, llámame Ruth. Es un placer conocerte —dijo
efusivamente. Ruth aliso el vestido de lino que cubría su pequeño cuerpo y
nos acompañó al interior mientras mi madre decía que no, que el placer
era todo suyo. No más formalidades fueron intercambiadas, no obstante,
cuando puse mi segundo pie en el suelo estampado de mármol, fui
acusada por Ruby, la feroz pug de Shaw. Quien aparentemente era feroz
solo para mí. Gruñía ignorando a mi madre completamente, incluso
cuando Noah se abalanzo sobre ella y la levanto en sus brazos continuó
gruñéndome.
—Chica mala —dijo Noah con cariño. Él la beso en la cabeza
mientras ella le enseñaba sus pequeños y torcidos dientes.
Me aleje a una sana distancia. —¿Dónde está Mabel? —pregunté.
Sería bueno volverla a ver, toda feliz, sana y saludable.
—Ocupada —dijo a la ligera.
Escondiéndose, quería decir. Escondiéndose de mí.
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Mi madre no pareció notar nada extraño, ni siquiera cuando el perro
se esforzó a mí yugular; La madrastra de Noah y su casa tenían toda su
indivisible atención. —He oído hablar mucho de usted —le dijo a Ruth al
pasar debajo de un candelabro gigante con cristales.
Ruth levanto una ceja. —¿Solo cosas buenas espero? —Ajusto un
jarrón lleno de rosas blancas en una mesa de piedra que probablemente
pesaba más de mil kilos—. No importa —dijo maliciosamente—. No
respondas eso.
Mamá se rió. —Por supuesto —mintió, tan fácil como yo usualmente
hacía. Impresionante—. Realmente es un placer poder conocer finalmente
la familia de Noah. Amamos tenerlo alrededor. ¿Esta su esposo aquí? —
preguntó inocentemente. Sabiendo muy bien que no lo estaba.
La sonrisa de Ruth no vacilo, pero ella negó con la cabeza. —Me
temo que David está en Nueva York en este momento.
—Tal vez en otra ocasión, entonces
—A él le encantaría —dijo Ruth. Ella mentía tan bien como Noah.
Noah se inclinó y dijo—: Tú sabes, esto se está convirtiendo
rápidamente en tan doloroso como indicaste que seria.
—Te lo dije.
—Bien, entonces —dijo Noah con fuerza—. Estoy seguro de que
ustedes damas tienen mucho que discutir y prefieren hacerlo en privado
¿no?
Ruth miro a mi madre por una señal.
Mamá nos hizo un ademán a ambos. —Adelante.
Noah le entrego el perro retorciéndose a Ruth. —Voy a darle un tour
—dijo, y se llevó a mi madre.
No tenía idea cuanto tiempo el viaje o su conversación o su reunión
duraría, así que insté a Noah hasta la amplia escalera curva y salí corriendo
detrás de él a su habitación, sin tomar tiempo para disfrutar de la vista.
Habíamos llegado, pero aun así no podía evitar mirar. A su baja,
simple moderna cama, una isla en medio de un mar limpio de libros. A las
ventanas en el techo del piso que salpicaban luz ámbar a los estantes que
cubrían su habitación. Se sentía como una eternidad desde que estuve
aquí, y lo extrañaba.
—¿Qué? —preguntó Noah, cuando se dio cuenta que no me había
movido.
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Di un paso adentro. —Desearía vivir aquí —le dije. Desearía poder
quedarme.
—No, no lo haces.
—Bien —dije, mis ojos señalando todas las esquinas—. Desearía tener
tu cuarto.
—No es un terrible premio de consuelo, lo admito.
—Desearía poder quedarnos en tu cama.
Noah suspiro. —Como yo, pero me temo que tenemos un ritual de
quema que llevar a cabo.
—Siempre es algo.
—¿No lo es entonces? —Noah recupero la muñeca de su escritorio
en la alcoba, y finalmente arranque mis ojos de los libros, lista para este
show en la carretera.
Noah me llevo a una de probablemente docenas de salas de estar;
las paredes eran de menta verde y estaban salpicadas con apliques de
color bronce adornados, había algunos muebles, pero estaban todos
cubiertos con sábanas.
Noah me entrego la muñeca y empezó a buscar en la habitación.
Inmediatamente la baje al brazo de lo que aparentemente era una silla.
No quería tocarla.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté.
—Me estoy preparando para iniciar un incendio —Estaba abriendo y
cerrando cajones.
—¿No sigues fumando?
—No entorno a tus padres —dijo Noah, todavía hurgando—. Pero sí.
—¿No tienes contigo cerillas?
—Un encendedor, usualmente —Luego Noah levanto la vista, medio
agachado.
—Mi padre tenía chimeneas reguladas para gas. Estoy buscando el
control remoto.
La declaración barrió mi fantasía de lanzar la cruda muñeca y verla
arder.
Hasta que se acercó a la chimenea. Los troncos parecían muy
reales.
—¿Umm, Noah?
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—¿Qué?
—¿Estás seguro de que es a gas?
Se acercó a la chimenea y removió la pantalla. —Aparentemente
no. Mierda.
—¿Qué?
—Podrán oler el fuego hasta abajo. No lo sé.
No me importaba. Quería terminar con esto. —Pensaremos en algo.
—Levante la muñeca de la silla con dos dedos, pellizcando su muñeca. La
sostuve en frente de mí. —Enciéndela.
Noah lo considero por un momento, pero negó con la cabeza y se
giró para irse. —Espera aquí.
Deje caer la muñeca en el suelo. Por suerte, no tuve que esperar
mucho tiempo; Noah volvió en poco tiempo con líquido para
encendedores y cerillos en su mano. Se acercó a la chimenea y encendió
una cerilla. El olor a azufre llenaba el aire.
—Vamos —dijo, una vez el fuego estaba encendido.
Hora del espectáculo. Tome la muñeca del suelo y la tire a las llamas,
hinchada de alivio a medida que se consumía. Pero entonces el aire se
llenó de un amargo, olor familiar.
Noah hizo una mueca. —¿Qué es eso?
—Huele como… —Me tomo unos segundos para finalmente
colocarlo. —Al igual que pelo quemado —dije finalmente.
Estábamos tranquilos después de eso. Vimos el fuego y esperamos
hasta que los brazos de la muñeca se fundieran en la nada y la cabeza
ennegrecida se cayó. Pero entonces note algo acurrucándose en las
llamas.
Algo que no lucia como tela.
—Noah…
—Lo veo. —Su voz se había resignado.
Di un paso más cerca. —¿Eso es…
—Es papel —dijo Noah, confirmando mi miedo.
Jure. —¡Tenemos que sacarlo!
Noah se encogió de hombros con languidez. —Habrá desaparecido
cuando vuelva con el agua.
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—¡Ve de todos modos! Jesús.
Noah giro sobre sus talones y se fue cuando me agache sobre la
chimenea, tratando de ver más claro. El papel dentro de la muñeca
seguía ardiendo. Me incline aún más cerca; el calor encendió mi piel,
trayendo color a mis mejillas mientras me acercaba.
—Muévete —dijo Noah. Me aparte y Noah apago las llamas. Vapor
se levantó y silbo desde los leños.
De inmediato alcance las cenizas agonizantes, la esperanza de que
tal vez alguna parte de papel saliera ileso, pero Noah puso una mano firme
sobre mi cintura. —Cuidado —dijo, atrayéndome hacia atrás.
—Pero…
—Sea lo que sea —dijo firmemente—, se fue ahora.
Me pico el remordimiento. ¿Qué si era algo importante? ¿Algo de mi
abuela? ¿Qué si tenía algo que ver conmigo?
Cerré mis ojos y trate de dejar de castigarme a mí misma. No había
nada que pudiera hacer por el papel ahora, pero al menos la muñeca se
había ido. No tendría que mirarla más y Jude no sería capaz de asustarme
con eso nunca más. Eso valía algo.
Eso valía mucho.
Finalmente, el fuego murió y me puse sobre él, satisfecha de que no
quedo nada. Pero entonces algo me llamo la atención. Algo de plata en
la ceniza.
Mire más cerca. —¿Qué es eso?
Noah se dio cuenta, también. Se inclinó para mirar conmigo. —¿Un
botón?
Negué con la cabeza. —No había botones —Alcance la cosa, lo
que sea que fuera, pero Noah retiro mi muñeca y sacudió la cabeza.
—Sigue caliente —dijo. Pero entonces Noah se agacho y alcanzo las
cenizas por sí mismo.
Me moví para detenerlo. —¿Pensé que seguía caliente?
Echo un vistazo encima de su hombro. —¿Lo has olvidado?
¿Qué podía sanar? No. Pero —¿No te duele?
Un encogimiento de hombros indiferente fue mi única respuesta
cuando Noah metió la mano en el fuego apagado. No se inmuto mientras
se tamizaba a través de las cenizas.
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Noah extrajo cuidadosamente la cosa brillante. La puso en su palma
abierta, se sacudió el hollín y se puso de pie.
Era un centímetro de largo, no más grande. Una línea delgada de
plata, medio martillada en forma de una pluma, la otra mitad de una
daga. Era interesante y hermoso, justo como el chico que siempre lo
llevaba.
Era imposible que Noah lo tuviera aún mientras sacaba el collar de
su camiseta. Mire el colgante alrededor de su cuello, el único que él nunca
se sacaba, y entonces volví la mirada al colgante en sus manos.
Eran exactamente los mismos.
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29 Traducido por Macasolci
Corregido por Dara.Nicole18
¿Qué demonios estaba pasando?
—Noah —dije, mi voz tranquila.
Él no respondió. Todavía estaba mirando.
Necesitaba sentarme. No me molesté con un mueble. El suelo estaría
bien.
Noah no se había movido.
—Noah —dije otra vez.
Sin respuesta. Nada.
—Noah.
Me miró, al fin.
—¿De dónde vino tu colgante? —le pregunté.
Su voz era baja y fría.
—Lo encontré. Entre las cosas de mi madre.
—¿Ruth? —pregunté, a pesar de que ya sabía la respuesta.
Noah sacudió la cabeza, justo como que esperara que lo hiciera. Sus
ojos se concentraron en el colgante otra vez.
—Fue justo después de que nos mudáramos aquí. Había reclamado
la biblioteca para mi habitación y llevé mi guitarra arriba cuando... no lo
sé. —Se pasó una mano por la mandíbula—. Volví a bajar sintiendo como si
tuviera que desempacar, a pesar del cambio de horario y que estaba
exhausto y planeaba perder la consciencia por una semana. Pero me dirigí
directamente a esta caja; dentro había un pequeño cofre lleno de cosas
de plata de mi madre –Naomi-. Comencé a apartar la plata a un lado sin
absolutamente razón alguna y luego desmonté el cofre. Debajo del cajón
que contenía cuchillos, allí estaba —dijo, señalando con la cabeza hacia
la joya—. Comencé a usarlo ese día.
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Noah se inclinó hacia abajo —para entregarme la joya, pensé—
pero en cambio me levantó del suelo y me sentó en el sofá cubierto de
hojas a su lado. Me entregó el colgante. Mis dedos se curvaron alrededor
de este, justo cuando Noah preguntó:
—¿Dónde conseguiste esa muñeca?
—Era de mi abuela —dije, mirando mi puño cerrado.
—¿Pero de dónde vino?
—No lo...
Estaba a punto de decir que no lo sabía, pero luego recordé los
bordes borrosos de un sueño. Voces susurradas. Una cabaña a oscuras.
Una chica amable, cosiéndome una amiga.
Tal vez lo sabía. Tal vez observé mientras la muñeca fue hecha.
Por imposible que fuera, le dije a Noah lo que recordaba. Escuchó
con atención, sus ojos entrecerrándose mientras hablaba.
—Jamás vi la joya, sin embargo —dije cuando terminé—. La chica
jamás la puso allí dentro.
—Pudo haber sido cosido dentro más tarde —dijo, su voz plana.
Con lo que fuera ese papel, también.
—¿Crees... crees que realmente haya pasado? —le pregunté—.
¿Crees que el sueño pueda ser real?
Noah no dijo nada.
—Pero si fuera real, si realmente hubiera sucedido... —Mi voz se
desvaneció, pero Noah terminó mi oración.
—Entonces no fue un sueño —dijo para sí mismo—. Era un recuerdo.
Ambos estábamos callados mientras yo trataba de hacer que mi
mente comprendiera la idea.
No tenía sentido. Para recordar algo, tienes que experimentarlo.
—Apenas he dejado los suburbios —dije—. Jamás he visto selvas y
aldeas. ¿Cómo podría recordar algo que jamás he visto?
Noah miró a la nada y pasó su mano lentamente por su cabello. Su
voz era muy tranquila.
—Memoria genética.
Genética.
Mi mente evocó la voz de mi madre.
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—No eres tú. Puede que sea químico o de comportamiento o incluso
genético...
—¿Pero quién en nuestra familia ha tenido algún tipo de...?
—Mi mamá —había dicho ella—. Tu abuela.
Eso fue justo antes de que me comentara los síntomas de mi abuela.
Los síntomas de mi abuela. La muñeca de mi abuela. ¿El recuerdo
de mi abuela?
—No —dijo Noah, sacudiendo su cabeza—. No tiene sentido.
—¿Qué cosa?
Noah cerró los ojos y habló como si fuera de memoria.
—La idea de que algunas experiencias puedan ser almacenadas en
nuestro ADN y ser transmitidas a futuras generaciones —dijo—. Algunas
personas creen que esto explica la teoría de Jung del inconsciente
colectivo. —Abrió sus ojos y levantó la comisura de su boca—. Soy parcial
a Freud, personalmente.
—¿Por qué sabes esto?
—Lo leí.
—¿Dónde?
—En un libro.
—¿Qué libro? —pregunté rápidamente. Noah tomó mi mano y nos
dirigimos a su habitación.
Una vez adentro, escaneó sus estantes.
—No lo veo —dijo finalmente, sus ojos todavía en las estanterías que
cubrían el largo de su habitación.
—¿Cómo se llama?
—Nuevas Teorías de la Genética. —Sacó un libro grueso, luego lo
volvió a poner—. Por Armin Lenaurd.
Me uní a su búsqueda.
—No alfabetizas —dije mientras mi mirada viajaba sobre los lomos.
—Correcto.
No había orden para ninguno de los títulos, al menos ninguno que yo
pudiera diferenciar.
—¿Cómo encuentras algo?
159
—Sólo lo recuerdo.
—Sólo lo... recuerdas. —Había miles de libros. ¿Cómo?
—Tengo buena memoria.
Incliné la cabeza.
—¿Fotográfica?
Se encogió de hombros.
Así que por eso jamás tomaba notas en la escuela.
Ambos continuamos buscando. Cinco minutos pasaron, luego diez, y
luego Noah se rindió y se dejó caer sobre su cama impecablemente
hecha. Sacó la guitarra de su estuche y comenzó a tocar acordes sin
rumbo.
Yo seguí buscando. No esperaba que el libro tuviera todas las
respuestas, ni nada, en realidad, pero quería saber más acerca de esto y
estaba levemente molesta de que a Noah parecía no importarle. Pero
justo cuando mi espalda comenzaba a doler de ponerme de cuclillas para
leer los libros en los estantes inferiores, lo encontré.
—Bingo —susurré. Incliné el volumen con mis dedos y lo retiré; el libro
era sorprendentemente pesado, con letras doradas desvanecidas en la
tapa de paño y el lomo.
La frente de Noah se arrugó.
—Extraño —dijo, mirándome levantarme—. No recuerdo haberlo
puesto allí.
Llevé el libro a su cama y me senté a su lado.
—¿No es exactamente muy demandante de leer?
—Los mendigos no pueden elegir.
—¿Eso significa?
—Era todo lo que tenía en el vuelo de Londres de vuelta a los Estados
Unidos.
—¿Cuándo fue eso?
—Vacaciones de invierno. Volvimos a Inglaterra para ver a mis
abuelos. Los padres de mi padre —aclaró—. Accidentalmente dejé el libro
que estaba leyendo en mi equipaje, y este estaba en la cosa tipo estuche
del asiento delante de mí.
El libro ya estaba volviéndose pesado en mi regazo.
160
—No luce como si encajara.
—Primera clase.
—Por supuesto.
—Mi padre tomó el jet.
Hice una cara.
—Comprendería e imitaría tu desprecio por completo, pero tengo
que decir, que de toda la basura inútil en la que gasta el dinero, esa es la
única que no lamento para nada. No hay filas. No hay miseria de
seguridad. No hay apuros.
Eso de hecho parecía que valiera la pena.
—No tienes que sacarte los zapatos o la chaqueta...
—O ser toqueteado en exceso por un agente de la Administración
de Seguridad en el Transporte. Ni siquiera tienes que mostrar la
identificación. Mi papá le da trabajo al piloto y a la tripulación.
Literalmente sólo aparecemos en el aeropuerto privado y caminamos. Es
extraordinario.
—Así suena—murmuré, y abrí el libro.
—Tengo que llevarte a alguna parte, en algún momento.
Escuché la sonrisa en su voz, pero todo lo que hizo fue frustrarme.
—Ni siquiera se me permite venir a tu casa sin supervisión de un
adulto.
—Paciencia, Saltamontes.
Suspiré.
—Es fácil para ti decirlo. —Comencé a pasar las páginas, pero mis
ojos seguían aterrizando sobre lenguaje difícil.
—¿Qué más cree el señor Lenaurd?
—No me interesé en leerlo por completo; era terminantemente
aburrido. Lo que dijiste sólo me recordó a esto, el autor cree que algunas
experiencias que jamás hemos tenido pueden ser transmitidas
genéticamente.
Parpadee lentamente cuando una ficha cayó en su lugar.
—Superman —dije para mí misma.
—¿Cómo dices?
Levanté la mirada de las páginas a Noah.
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—Cuando Daniel estaba tratando de ayudarme con el falso ensayo
de Horizontes, me preguntó si la cosa que tiene mi personaje —la cosa que
yo tengo— fue adquirida o existía desde el momento en que ella —yo—
había nacido. Spider-Man o Superman —dije, y cerré la tapa—. Yo soy
Superman.
Noah parecía divertido por eso.
—Por más encantador que me parezca ese concepto, me temo que
nuestros atributos antinaturales deben haber sido adquiridos.
—¿Por qué?
Él dejó su guitarra en el suelo, y luego encontró mis ojos.
—¿Cuántas veces has deseado que muera alguien, Mara? ¿Alguien
que maneja peligrosamente en la autopista, etcétera?
Probablemente más de lo que debería pensar. Respondí con un
evasivo:
—Mmm.
—Y cuando eras pequeña, probablemente incluso le gritabas a tus
padres que desearías que estuvieran muertos, ¿verdad?
Posiblemente. Me encogí de hombros.
—Y aun así están todavía aquí. En cuanto a mí, mi habilidad no
podría haber sido inadvertida cuando era niño; tenía que recibir
inyecciones y cosas como todos los demás. Seguramente alguien se habría
dado cuenta de que podía curarme, ¿verdad?
—Espera —dije, inclinándome hacia adelante—. ¿Cómo te diste
cuenta tú de que podías curarte?
El cambio en la actitud de Noah fue sutil. Su postura lánguida se
tensó a pesar de estar tendido en la cama, y había algo distante en sus
ojos cuando me encontré con su mirada.
—Me corté, y no había rastro de eso al día siguiente —dijo, sonando
aburrido—. Como sea —continuó—, tiene que ser adquirido. De lo
contrario nos habríamos dado cuenta hace mucho tiempo.
—Pero dijiste que jamás has estado enfermo...
—En lo que deberíamos estar pensando es en por qué demonios el
mismo colgante bastante inusual estaría en el cofre de plata de mi madre
y cosido dentro de la espeluznante muñeca de tu abuela.
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El rostro de Noah estaba suavizado en una máscara ilegible, la que
reservaba para todos los demás. Allí había algo que no me estaba
diciendo, pero presionándolo ahora no me llevaría a ninguna parte.
—De acuerdo —dije, dejándolo ir por el momento—. Así que tu
madre y mi abuela tenían la misma joya.
—Y la escondieron —agregó Noah.
Retiré la joya de plata de mi bolsillo trasero y la puse sobre mi palma.
El detalle era complicado, me di cuenta mientras la examinaba.
Impresionante, considerando el tamaño.
Levanté la mirada a Noah.
—¿Puedo ver el tuyo?
Él dudó por tal vez una fracción de segundo antes de deslizar el fino
cordón negro por encima de su cabeza. Lo puso en mi mano; el colgante
de plata estaba todavía caliente por su piel.
Los comparé con el ojo de un artista; las líneas de la pluma, los
contornos de la media empuñadura de la daga. Ambos colgantes lucían
iguales, pero algo me molestaba. Di vuelta la joya —mi joya—, y entonces
me di cuenta de qué era.
—Son imágenes espejadas.
Noah se inclinó sobre mi mano abierta, luego me miró por debajo de
sus pestañas.
—Lo son, es cierto.
—Y no son idénticos —dije, señalando las pequeñas imperfecciones
que distinguían la una de la otra—. Parecen hechas a mano. Y el diseño es
un poco… es un poco crudo, ¿verdad? En cierto modo me recuerda a las
ilustraciones de bloques impresos que se encuentran en los libros viejos. Y
los símbolos...
—Mierda —dijo Noah, apoyando su cabeza de vuelta sobre la
cabecera. Sus ojos se habían cerrado y estaba sacudiendo la cabeza—.
Símbolos. Ni siquiera pensé en eso.
—¿Qué?
—Jamás me molesté en pensar sobre eso en ese contexto —dijo,
levantándose de la cama mientras le entregaba de vuelta su pendiente—.
Sólo lo vi, supe que era de mi madre, y lo usé porque era de ella. Pero
tienes razón, podría significar algo. Especialmente ya que hay dos de ellos.
—Se dirigió a la alcoba.
163
—Estaba a punto de decir que me recordaba a los símbolos de un
escudo familiar.
Noah se detuvo a medio paso, y se dio la vuelta muy lentamente.
—No somos parientes.
—Lo sé, pero...
—Ni siquiera lo pienses.
—Ya entendí —dije mientras Noah deslizaba su portátil del escritorio y
lo traía hasta su cama.
¿Qué fue lo que había dicho Daniel sobre Google?
—Entonces, la preponderancia de entradas para "significado del
símbolo de pluma" hablan de la diosa egipcia Ma'at —leyó Noah—.
Aparentemente, ella juzgaba las almas de los muertos pesando sus
corazones contra una pluma; si ella consideraba que un alma era indigna,
era enviada al inframundo para ser consumida por esta bizarra criatura
cococrilo-león-hipopótamo, al parecer —Movió la pantalla para que
pudiera verla; era, de hecho, bizarra—. De todas formas, si el alma era
buena y pura, felicitaciones, te has ganado un pasaje al paraíso. —Noah
escribió algo más.
—¿Qué tal "símbolo coma daga"?
—Ya abrí otra pestaña, pero por desgracia, dicha búsqueda no ha
generado mucho.
—¿Probaste "símbolo de pluma y daga" juntos?
—Así es. Nada allí, tampoco. —Noah cerró su portátil.
—¿Cuántas entradas dijiste que encontró para la cosa de la pluma?
—Nueve millones, o algo así. Más o menos.
Suspiré.
—Pero la mayoría de las primeras eran todas de la diosa egipcia —
dijo Noah alegremente—. Eso es algo.
—En realidad... no.
—Bueno, estamos más cerca de lo que estábamos ayer.
Levanté las cejas.
—Ayer cuando me desperté para descubrir que había estado
caminando sonámbula.
—Tienes un punto.
164
—Ayer cuando ya estaba lista para culpar a mi acosador que
debería estar muerto por el incidente de la espeluznante muñeca en el
cajón de la ropa interior.
—Veo a dónde estás yendo con esto.
—Bien —dije, entregándole el colgante de mi abuela—. Estaba
comenzando a preocuparme que no te importara.
—Si eso es lo que piensas —dijo Noah fríamente—, entonces ¿por
qué me estás dando esto?
—No quiero perderlo —dije. Pero tampoco quería ponérmelo.
Noah me estudió con atención, pero sus dedos se cerraron
alrededor de la joya.
—Tengo a alguien investigando el tema de Jude —dijo entonces, su
voz plana—. Un investigador privado con el que trabajaba mi padre. Está
tratando de descubrir dónde vive, lo que está resultando complicado ya
que está completamente fuera de la red, y aparentemente no es lo
suficientemente estúpido como para usar los canales de inmigración ilegal
para ayudar.
Me froté la frente.
—Él era algo estúpido.
—Bueno, no está actuando así.
—¿Tal vez tiene ayuda?
Noah asintió.
—Lo he considerado, pero ¿quién además de ti sabe siquiera que
está vivo?
—Otra pregunta —gemí. Me dejé caer en la cama y luego giré sobre
mi mejilla para enfrentar a Noah—. ¿Por qué no me dijiste que lo estabas
buscando?
—No te lo cuento todo —dijo indiferente.
Las palabras ardían, pero no tanto como la manera en que las dijo.
—En cualquier caso —dijo—, acerca del colgante, por lo menos
ahora sabemos que en algún punto, tu abuela y mi madre se cruzaron a
través de quienquiera que los haya hecho. Buscaré entre sus cosas y veré si
puedo encontrar algo más.
Yo estaba callada.
—¿Mara?
165
Sacudí la cabeza.
—No debería haber quemado la muñeca, Noah. Debería haber
buscado una costura o algo...
—No podrías haberlo sabido.
—Había un pedazo de papel, también.
—Ya veo.
—Podría haber sido la respuesta a todo esto.
Noah ligeramente metió un mechón de cabello detrás de mí oreja.
—No tiene sentido preocuparse por eso ahora.
—¿Cuándo será un buen momento para preocuparse por eso?
Noah me lanzó una mirada.
—No hay necesidad de ponerse insolente.
Me mordí el labio, luego lo dejé ir en un suspiro.
—Lo siento —dije, mirando el techo, siguiendo un patrón de
remolinos en el yeso—. Es sólo que... Estoy preocupada por esta noche —
Mi voz estaba tensa—. No quiero ir a dormir.
No sabía dónde estaría cuando despertara.
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30 Traducido por Panchys
Corregido por Zafiro
Noah se levantó de repente y atravesó la habitación. Cerró su
puerta mientras encontraba mi mirada.
—Arriesgado —dije.
Noah estaba en silencio.
—¿Qué hay de nuestros padres?
—No te preocupes por ellos. —Retrocedió a su cama y se paró al
lado, mirándome—. No me preocupo por ellos. Dime qué hacer y lo haré
—dijo—. Dime qué quieres y es tuyo.
Quiero cerrar mis ojos en la noche y nunca estar asustada que los
abriré y veré a Jude.
Quiero despertar en la mañana segura en mi cama y nunca
preocuparme de haber estado en algún otro lugar.
—No lo sé —dije en voz alta, y mi voz tuvo este incómodo y
desesperado timbre—. Estoy asustada, asustada de estar perdiendo el
control.
Estoy asustada de estar perdiéndome a mí misma.
La idea era una astilla en mi mente. Siempre ahí, siempre picando,
incluso cuando yo no era consciente de ello. Incluso cuando no estaba
pensando sobre ello.
Como Jude.
Noah sostuvo mi mirada. —No dejaré que eso ocurra.
—No puedes detenerlo —dije, mi garganta apretándose—. Todo lo
que puedes hacer es mirar.
Pasaron unos pocos segundos antes que Noah finalmente habló. —
Lo he hecho, Mara. —Su voz estaba agresivamente vacía.
167
Mis ojos se llenaron con irritantes lágrimas. —¿Qué ves? —le
pregunté.
Sabía lo que veía cuando me miraba a mí misma: una extraña.
Aterrada, intimidada, y débil. ¿Era eso lo que había visto él también?
Me preparé. —Dime —dije, mi voz afilada con acero—. Dime lo que
ves. Porque no sé qué es real y qué no es, o lo que es nuevo o diferente y
no puedo confiar en mí, pero confío en ti.
Noah cerró los ojos. —Mara.
—¿Sabes qué? —dije, cruzando los brazos sobre mi pecho,
sosteniéndome junta—. No me digas, porque podría no recordar. Escríbelo,
y luego quizás algún día, si es que alguna vez mejoro, déjame leerlo. De lo
contrario cambiaré un poco cada día y nunca sabré quién era hasta
después que me haya ido.
Los ojos de Noah estaban aún cerrados y los rasgos de su rostro eran
suaves, pero noté que sus manos se habían cerrado en puños. —No
puedes imaginar cuanto odio no ser capaz de ayudarte.
Y él no podía imaginar cuanto odiaba necesitar ayuda. Noah dijo
antes que no estaba rota, pero lo estaba, y él estaba aprendiendo que no
podía arreglarme. Pero no quería ser el pájaro herido que necesita
sanación, la chica enferma que necesitaba simpatía. Noah era diferente
como yo, pero él no estaba roto al igual que yo. Nunca estuvo enfermo ni
asustado. Era fuerte. Siempre en control. Y a pesar de haber visto lo peor
de mí, no estaba asustado de mí.
Deseé no estar asustada de mí misma. Quise sentir algo más.
Noah de estaba pie al lado de su cama, su cuerpo rígido con
tensión.
Quería sentirme en control. Quería sentirlo a él.
—Bésame —dije. Mi voz fue clara.
Los ojos de Noah se abrieron, pero él no se movió. Me estaba
considerando. Tratando de evaluar si lo decía en serio o no. No quería
presionarme antes de que estuviera lista.
Así que tenía que demostrarle que lo estaba.
Tiré de él fieramente hacia su suave cama y él no protestó. Rodé
debajo de él y se agarró sobre sí mismo y sus brazos eran una perfecta
jaula.
Estábamos frente a frente. Desde este ángulo, era imposible ignorar
la longitud de sus pestañas, la forma que rozaban sus mejillas cuando
168
parpadeaba. Era imposible de ignorar la forma de su boca, la curva de sus
labios cuando dijo mi nombre.
Era imposible no querer probarlos.
Arqueé mi cuello y mis caderas y estiré mi cuerpo hacia él. Pero
Noah puso una mano en mi cintura y muy suavemente me empujó hacia
abajo.
—Lentamente —dijo. La palabra envió un escalofrío a través de
cada nervio.
Noah se inclinó hacia abajo ligeramente, sólo ligeramente, y dejó
que sus labios acariciaran mi cuello. Mi pulso se aceleró ante el contacto.
Noah se retiró.
Podía oírlo, recordé. Cada latido. La forma en que mi respiración
cambiaba o no. Pensó que mi corazón latía por miedo, no por deseo.
Tenía que demostrarle que estaba equivocado.
Arqueé mi cuello fuera de la almohada, y dirigí los labios hacia su
oído y susurré—: Sigue adelante.
Para mi completa sorpresa, lo hizo.
Noah trazó la línea de mi mandíbula con su boca. Estaba apoyado
sobre mí y me tocó por todas partes. A continuación, enganchó un dedo
en el cuello de mi camiseta y tiró de ella hacia abajo en una pequeña V,
exponiendo un triángulo de piel. Besó el hueco de la base de mi garganta.
Luego baja. Más.
Daba vueltas. Clavada a su colchón por el espacio entre nosotros,
pero estaba desesperada por cerrarlo, desesperada por sentir su boca
sobre la mía.
—¿Ahora?
—No —susurró contra mi piel.
Su boca me hacía sentir adolorida, dulce y furiosa. Era imposible
permanecer quieta, pero cuando mi cuerpo instintivamente se curvó
hacia él, se retiró.
—¿Ahora? —Suspiré.
—Todavía no. —Sus labios encontraron mi piel otra vez, está debajo
de mi oreja.
Justo cuando pensé que posiblemente no podía aguantar más,
Noah bajó su boca a la curva de mi hombro, y sus dientes rozaron mi piel.
169
Estaba encendida, en fuego, inundada de calor y lista para rogar.
Creí ver el más pequeño indicio de una media sonrisa en su boca,
pero se había ido antes de poder estar segura. Porque la mirada de Noah
cayó de mis ojos a mi boca, y luego sus labios rozaron los míos.
El beso fue tan ligero que no habría creído que pasó si no lo hubiera
visto. Sus labios eran como suaves nubes y quería sentirlos más. Más duros.
Más feroces. Pasé mis dedos a través de su perfecto pelo y envolví los
brazos alrededor de su cuello.
Encerrándolos ahí. Encerrándolo a él.
Pero entonces los desenlazó. Se apartó y retrocedió sobre sus rodillas
hasta que estuvo a los pies de la cama. —Todavía estoy aquí.
—Lo sé —dije, frustrada y sin aliento.
Una sonrisa elevó la comisura de su boca, perezosa y gloriosa. —
Entonces, ¿por qué luces tan enojada?
—Porque… —empecé—. Porque siempre estás en control.
Y yo no. No a tu alrededor.
Me sentía y probablemente me veía como algo salvaje, mientras
que Noah estaba arrodillado ahí como un príncipe arrogante. Como si el
mundo fuera suyo, si eligiera extenderse y tomarlo.
—Estás tan tranquilo —dije en voz alta—. Es como si no lo necesitaras.
—Necesitarme, no lo dije. Pero puedo decir por la forma en que su sonrisa
delincuente se suavizó que sabía a lo que me refería.
Noah se movió hacia delante, hacia mí, luego a mi lado, los esbeltos
músculos de sus brazos flexionándose con el movimiento. —No estoy
seguro de que puedas apreciar cuánto quiero extenderte ante mí y
hacerte gritar mi nombre.
Mi boca cayó abierta.
¿Entonces, por qué no lo harás? Quise preguntar. —¿Por qué no lo
haces?
Noah levantó su mano a la parte posterior de mi cuello. Trazando un
dedo hacia abajo por mi espina dorsal, la cual se estremeció ante su
toque. —Porque parte de ti todavía está asustada. Y no quiero que sientas
eso. No entonces.
Quería discutir que ya no estaba asustada. Que nos besamos y que
él todavía estaba aquí y quizás si soñé que casi murió, tal vez no era real.
Pero no podía decir ninguna de esas cosas, porque yo no las creía.
170
Este beso no fue nada como el otro. Cuando nos besamos antes, yo
no sabía lo suficiente ni para tener miedo. De mí misma. De lo que podía
hacerle a él. No sabía lo suficiente como para mantenerme.
Ahora estaba demasiado consciente, súper consciente, y así el
miedo me encadenó.
Y Noah lo supo. —Cuando estás asustada, tu pulso cambia —dijo—.
Tu aliento. Tus latidos. Tu sonido. No puedo ignorar eso y no lo haré, incluso
si tú crees que me quieres.
Era insoportable, el deseo y el miedo, y me sentí desesperada. —
¿Qué pasa si estoy asustada por siempre?
—No lo estarás. —Su voz era suave, pero segura.
—¿Qué pasa si lo estoy?
—Entonces esperaré para siempre.
Sacudí la cabeza fuertemente. —No. No lo harás.
Noah apartó el pelo de mi cara. Haciéndome mirarlo antes de que
hablara. —Llegará un momento en que no haya nada que desees más
que nosotros. Juntos. Cuando seas libre de cualquier miedo y no haya
nada en nuestro camino. —La voz de Noah era sincera, su expresión seria.
Quería creerle—. Y entonces haré que grites mi nombre.
Rompí en una sonrisa. —Tal vez yo haré que grites el mío.
171
31 Traducido por Panchys
Corregido por Vericity
Una lenta y arrogante sonrisa se formó en los labios de Noah. —Reto
aceptado. —Se apartó y destrabó la puerta—. En realidad me encantan
los retos.
—Una pena que no sea el único.
—Coincido. —Inclinó la cabeza hacia el pasillo—. Vamos.
Me levanté, pero antes de dejar su habitación, cogí el libro. —
¿Puedo tomar prestado esto?
—Puedes —dijo, sosteniendo la puerta abierta para mí—. Pero
debería advertirte que me dormí en la página treinta y cuatro.
—Estoy motivada.
Noah me condujo por el largo pasillo, nuestros pasos amortiguados
por las alfombras de felpa orientales bajo nuestros pies. Doblamos varias
esquinas antes de finalmente detenernos frente a una puerta, sacó algo
largo y delgado de su bolsillo trasero, y luego procedió a abrir la cerradura
de forma anticuada.
—Eso es muy útil —le dije mientras hizo un clic.
Noah abrió la puerta. —Tengo mis habilidades.
Nos paramos ante una pequeña habitación que realmente parecía
más como un armario enorme. Había pilas de estanterías provisionales y
cajas alineadas en las paredes.
Mi mirada se deslizó sobre las pilas. —¿Qué es esto?
—Las cosas de mi madre —dijo Noah, tirando un cordón que
colgaba del techo. Una antigua lámpara de cristal iluminó el espacio—.
Todo lo que poseía está en algún lugar en esta habitación.
—¿Qué estamos buscando?
172
—No estoy seguro. Pero dejó el colgante para mí, y tu abuela dejó el
mismo para ti, quizás encontraremos algo acerca de ello en una carta o
una foto o algo. Y si hay una conexión entre tu habilidad y tu abuela
entonces tal vez…
La voz de Noah se fue apagando, pero no tuvo necesidad de
terminar la frase porque entendí.
Podría haber una conexión entre su madre y él. Podía decir que él
esperaba que fuera cierto.
Noah abrió una caja y me pasó un fajo de papeles. Comencé a leer.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Me sobresalté por la desconocida voz con acento inglés. Los papeles
cayeron al suelo.
—Katie —dijo Noah, sonriéndole a la chica—. Recuerdas a Mara.
Ciertamente yo recordaba a Katie. Era igual de guapa como su
hermano, con la misma melena oscura, plagada de líneas doradas, y los
huesos finos de Noah, características elegantes. Pestañas y piernas
larguísimas. Llamativa fue la palabra que vino a mi mente.
Katie me dio una lenta mirada, y luego le dijo a Noah—: Así que ahí
es donde has estado pasando tus noches.
Su expresión se endureció. —¿Qué está mal contigo?
Katie lo ignoró. —¿No estabas en un hospital mental o algo así? —me
preguntó.
Me quedé sin palabras.
—¿Por qué estás siendo así? —preguntó Noah bruscamente.
—¿Qué estás haciendo aquí? —respondió de la misma manera.
—¿Qué parece?
—Parece que estás hurgando a través de la mierda de mamá. Papá
va a matarte.
—Tendrá que volver a casa para hacer eso, sin embargo, ¿verdad?
—dijo Noah, su tono disgustado—. Ve a comer algo, hablaremos más
tarde.
Ella rodó los ojos. Luego agitó la mano hacia mí. —Encantada de
verte de nuevo.
—Caramba —dije una vez que se marchó—. Eso fue…
173
Noah pasó la mano por su pelo, retorciendo las hebras hacia arriba.
—Lo siento. Siempre ha sido un poco estirada, pero ha sido insoportable
durante las últimas semanas.
Así que ahí es donde has estado pasando tus noches.
—Has estado fuera bastante en las últimas semanas —dije. Tal vez no
era la única que necesitaba a Noah alrededor.
Ignoró la implicación. —Ella ha estado pasando mucho tiempo con
tu mejor amiga Anna estas últimas semanas. No es una coincidencia —dijo
Noah con voz neutra—. No está actuando así porque he estado contigo.
Pero igual sentí una punzada de culpabilidad.
—Mi familia… no es igual que la tuya —dijo.
—¿A qué te refieres?
Hizo una pausa, midiendo sus palabras antes de hablar. —Somos
desconocidos que resulta que viven en la misma casa.
La voz de Noah fue suave, pero había dolor detrás de las palabras
que pude sentir, sin oír. Sin embargo lo que él sentía por la situación de su
familia, no podía estar ayudando el que pasara fuera tanto tiempo. Y sin
importar lo que dijera, ambos sabíamos que yo era la razón.
—Deberías quedarte en tu casa esta noche —dije.
Sacudió su cabeza. —No es por eso.
—Deberías quedarte aquí por unos días. —Me costó, pero no quise
admitirlo.
Noah cerró los ojos. —Tu madre no permitirá que me quede durante
la semana una vez que Croyden comience de nuevo.
—Se nos ocurrirá algo —dije, aunque no lo creía.
Y entonces oí una voz demasiado familiar llamándome desde abajo.
—¿Lista para irnos, Mara? —gritó mi mamá.
No lo estaba, pero no tenía opción.
Mi madre estuvo muy tranquila en el viaje a casa, lo que era
inmensamente frustrante, porque por primera vez en mucho tiempo,
realmente quería hablar con ella. Pero cada pregunta que le hacía
ganaba la más breve de las respuestas, verbal o no.
174
—¿La abuela me dejó algo más, aparte de esa muñeca?
Una sacudida de cabeza.
—¿Te dejó algo cuando murió?
—Dinero.
—¿Qué hay de… cosas? —No quería ser demasiado obvia.
—Sólo los pendientes de esmeraldas —dijo—. Y algunas ropas.
Y el colgante que dejé con Noah, del que mi madre parecía no
saber nada. —¿Ni cartas ni nada? ¿Cuadernos?
Otra sacudida de cabeza mientras miraba la carretera delante de
nosotras.
—No.
—¿Qué hay de fotos?
—Ella odiaba las fotos —dijo mi madre suavemente—. Nunca me
dejó tomarle alguna. La que está en el pasillo es la única que tengo.
—De ella el día de su boda —dije, una idea floreciendo.
—Sí.
—De cuando se casó con mi abuelo.
Una pausa. —Sí.
—¿Realmente él murió en un accidente de auto?
Mi madre respiró hondo. —Sí.
—¿Cuándo?
—Cuando yo era pequeña —dijo.
—¿Tuviste alguna tía o tío?
—Solo éramos mi madre y yo.
Traté de imaginar cómo sería. Solitario fue la palabra que vino a mi
mente. Era extraño, darse cuenta cuán poco sabía acerca de la vida de
mi madre antes de nosotros. Antes de papá, incluso. Me sentía culpable
por nunca haber pensado en ella como algo más que mamá. Quería
saber más, no sólo por la rareza con mi abuela, a pesar de que era el
catalizador.
Somos desconocidos que resulta que viven en la misma casa dijo
Noah sobre su familia.
175
Mi madre se sentía un poco como una extraña también. Y justo
ahora, no quería que lo fuera.
Pero cuando abrí mi boca para hacerle otra pregunta, me
interrumpió antes de que pudiera.
—Ha sido un día largo, Mara. ¿Podemos hablar de esto otro día?
—Está bien —dije en voz baja, luego traté de cambiar de tema—.
¿Qué piensas de la madrastra de Noah?
—Ellos están… tristes —fue todo lo que dijo, y lo dejó así.
Estaba imposiblemente curiosa, pero era claro que no estaba en un
estado de ánimo para compartir. El exageradamente pesado Nuevas
Teorías de la Genética aplastaba mi regazo; traté de empezar a leerlo en
el auto, pero me dieron náuseas. Tendría que esperar, pero eso estaba
bien.
Todo se sentía bien, por extraño que fuera. Sí, Katie fue grosera. Sí, la
cosa del colgante era extraña. Pero Noah y yo nos besamos.
Nos besamos.
Él no pasaría la noche, pero lo vería mañana después de Horizontes.
Y entonces sería el fin de semana, y podríamos gastarlo buscando
respuestas juntos.
Y tal vez también besarnos.
Cuando llegamos a nuestra calle casi me perdí a John paseando a
una mezcla de terrier por el bloque. Viéndolo me sentí aún más ligera.
Jude quería asustarme, y lo había hecho, pero eso se había
acabado ahora. Tendría que encontrar algo más en qué ocupar su
segunda vida.
176
32 Traducido por Panchys
Corregido por Violet~
—Está bien, todo el mundo —dijo Brooke, aplaudiendo dos veces—.
Finalmente vamos a terminar esta ronda de compartir con Mara, Adam,
Jamie, Stella y Megan. Saquemos todos nuestros diarios de miedo.
La falta de entusiasmo entre mis compatriotas de Horizontes fue
palpable, pero yo era la reina de la apatía hoy. Noah estaba
teóricamente vagando en la Pequeña Habana en busca de respuestas y
excavando a través de las cosas de su madre. Quería estar con él, pero en
su lugar estaba aquí, y me molestaba.
Algunos estudiantes sacaron cuadernos de composición de
pequeñas mochilas que tenían con ellos. Otros se acercaron a la estantería
a retirar los suyos. Phoebe fue una de los caminantes. Se sentó a mi lado.
Sentí la necesidad de moverme.
—¿Quién quiere ir primero? —preguntó Brooke, mirándonos a cada
uno de nosotros a la vez.
No hagas contacto visual.
—¡Oh, vamos! —Balanceó su dedo—. ¡Todos van a pasar
eventualmente!
Silencio rotundo.
—Mara —dijo Brooke—. ¿Qué hay acerca de ti?
Por supuesto.
—Todavía estoy... incierta... sobre... los parámetros de este… ejercicio
—dije.
Brooke asintió.
—Es un montón para procesar, lo sé, ¡pero lo has estado haciendo
genial en los últimos días! No te preocupes, te voy a guiar a través de esto.
Así que, lo que vamos a hacer es realizar una lista de las situaciones que
nos ponen ansiosos o temerosos. Luego las clasificaremos, uno para las
177
cosas que nos ponen ligeramente ansiosos, y diez para situaciones que nos
ponen extremadamente ansiosos. —Brooke se puso de pie y caminó hasta
una estantería en la esquina de la habitación. Sacó un cuaderno de
composición—. Y con la terapia de exposición, enfrentaremos a nuestros
miedos paso a paso. Es por eso que mantenemos un diario con nosotros,
para escribir sobre nuestros sentimientos y ansiedades para que podamos
ver cuán lejos hemos llegado desde que empezamos, y para encontrar un
terreno en común con nuestros compañeros durante el Grupo. —Terminó
Brooke. Miró hacia mi regazo, luego al bolso maletín debajo de mi silla,
recién revisado en busca de contrabando, y no hallaron nada—. ¿Dónde
está tu diario?
Sacudí la cabeza. —Nunca tuve un diario.
—Por supuesto que sí. En tu primer día, ¿no recuerdas?
No. —Mmm.
—Revisa tu bolso.
Lo hice. Busqué a través de él y vi el pequeño cuaderno de dibujos
que mantenía conmigo para mi terapia de arte junto con unas cuantas
libretas de espiral, pero no uno de composición.
—¿Estás segura? —preguntó.
Asentí, buscando de nuevo. Nada estaba fuera de lugar, excepto
una pieza perdida de papel en el fondo.
Brooke suspiró. —Está bien, de acuerdo, toma un cuaderno en
blanco para hoy —dijo, y me lo entregó junto con un lápiz—. Pero trata de
encontrarlo, ¿por favor? —Luego se volvió hacia el grupo—. Muy bien,
chicos —continuó—, quiero que den la vuelta a la página más reciente en
sus diarios de miedo. Mara, desde que no estás segura de dónde está el
tuyo, sólo comienza enlistando algunas ansiedades y clasifícalas de la
manera que describí, ¿está bien? De hecho, nos tomaremos todos cinco
minutos para mirar por encima de nuestras listas y ver si podemos encontrar
algo más que decir.
Adam tosió, y sonó muy como ―tonterías‖.
—¿Hay algo que quieras decir, Adam?
—Dije que esto es una tontería. Lo hice en Lakewood. Es estúpido.
Brooke se levantó y ladeó la cabeza, indicando que Adam debería
levantarse y seguirla. Lo hizo, y se movieron al lado. Brooke habló en voz
baja y pacientemente, pero no pude entender sus palabras.
178
Deseaba que Jamie estuviera sentado más cerca para así poder
preguntarle qué era Lakewood. Tristemente, él estaba en el lado opuesto
de la habitación.
Pero Stella estaba justo a mi lado.
―Casi podría pasar por normal‖ había dicho Jamie sobre ella.
Lo que la hacía más normal que yo. Tal vez podía hacer una nueva
amiga.
Me acerqué a ella y pregunté—: ¿Qué es Lakewood?
—Una cárcel —dijo, haciendo sonar sus nudillos.
La miré sin comprender.
—¿Un centro de tratamiento residencial seguro?
Todavía nada.
Ella suspiró. —¿Sabes cómo este lugar es un afluente para el
programa de hospitalización de Horizontes?
—¿Un poco?
—Somos evaluados aquí, en el programa del día, y luego les dicen a
nuestros padres si creen que estamos lo suficientemente sanos para salir de
aquí o si piensan que nuestros problemas son lo suficientemente serios
como para requerir tratamiento hospitalario. —Enroscó un mechón de
cabello alrededor de su dedo—. El CTR12 de Horizontes es de
hospitalización, pero tienes que moverte alrededor, entrar y salir de tu
habitación y eso… el refugio está surgiendo, ya verás. De todos modos, eso
es un CTR normal. En los CTR seguros, estás básicamente encerrada en tu
habitación a menos que vengan por ti. Eres seguida a todas partes.
Lakewood está en el medio de la nada, prácticamente todos los CTR lo
están, pero sin la buena comida y consejeros a quienes realmente
importan. Es mucho como la última parada antes del estado de
institucionalización. —Inclinó su cabeza hacia un lado—. Eres nueva en
esto de problemas adolescentes, ¿verdad?
Miré a Adam con nuevos ojos. —Al parecer.
—Veterana —dijo Stella, y se encogió de hombros.
Tenía curiosidad sobre el por qué estaba aquí, pero no lo dijo
voluntariamente y esto no era exactamente una prisión.
12 Centro de tratamiento residencial.
179
—Bueno, Adam —dijo Brooke en voz alta—. Si no quieres participar,
voy a tener que hacérselo saber a la Dra. Kells y tendrás que hacerlo con
ella.
—Él no pertenece aquí —dijo Stella en voz baja mientras Adam y
Brooke caminaban de vuelta al círculo. Quise preguntarle más, pero
Brooke ya estaba lista para continuar.
De regreso a mí.
Exitosamente evité mencionar cualquiera de mis reales (y válidos)
temores sobre Jude y las variedades sobrenaturales recitando un montón
de benignos y normales, como insectos y agujas. Jamie trató de estallar la
paciencia de Brooke con respuestas como ―intelectualmente en
bancarrota,‖ y ―monos marinos‖ mientras que Megan ofreció sinceramente
cada fobia de las que jamás había oído hablar y varias que nunca supe
que existían (―Dorafobia‖ es el miedo a las pieles).
Esto le valió un comentario desagradable de Adam, al cual Jamie
luego acusó de tener miedo a las ―deficiencias materiales‖ de una
naturaleza privada, lo que dio lugar a lo que pensé que era un regaño
injusto de parte de Brooke y también provocó otro enfrentamiento Jamie-
Adam. Yo estaba apoyando a Jamie para que lanzara un golpe bien
merecido a la brutal cabeza de Adam, pero el enfrentamiento terminó
antes de que llegara a ponerse demasiado emocionante. Stella consiguió
pasar sin participar en absoluto. Suertuda. Sin ninguna intención capté un
vistazo de su diario de miedo, pero sólo vi una palabra ―voces‖ antes de
desviar rápidamente la mirada.
Mmm.
Cuando terminamos, todos le entregamos de nuevo nuestros
cuadernos a Brooke y ella entonces pidió voluntarios para una ―sesión de
crecimiento‖. La mano de Megan se elevó, bendita ella, y tuve el no-
placer de ver a la pobre chica de ojos grandes y marrones explayarse con
terror cuando Brooke le habló de escenario tras escenario en el que ella se
encontraría y luego ser confinada en espacios reducidos. Brooke le habló
de ello; primero Megan se sentó allí y se imaginó acercándose a un
armario. Luego se imaginó caminando a su lado. Después dentro de él.
Entonces Brooke la guió más y más cerca a uno en la vida real. Cuando el
miedo amenazaba con superarla, ella decía una palabra que le indicaba
a Brooke que no podía aguantar más, y luego retrocedían. Sin embargo,
Megan se entregó por completo; una Verdadera Creyente. Ella realmente
parecía querer mejorar. Admirable.
180
Cuando la sesión terminó, todos aplaudimos y ofrecimos aliento: ―¡Así
se hace!‖ ―¡Buen trabajo!‖ ―¡Eres tan fuerte!" Signos de exclamación
incluidos.
Interrumpimos para la merienda entonces —¡igual que en el jardín
infantil!—, y saqué mi cuaderno de bocetos para trabajar en un estúpido
proyecto que me había sido asignado: escoger una emoción y dibujarla.
Quería dibujar un dedo medio levantado, pero dibujaría a un gatito en su
lugar. La gente normal ama los gatitos.
Pero cuando busqué en mi bolso mi cuaderno de bocetos, mi mano
se cerró sobre esa pieza perdida de papel.
La tomé. La desdoblé. Leí lo que decía mientras que el vello en la
parte trasera de mi cuello se erizaba:
Te veo.
181
33 Traducido por Macasolci
Corregido por Violet~
Jude, susurró mi mente, mientras la sangre en mis venas corría con
miedo.
Me di la vuelta; mis ojos buscándolo por voluntad propia.
Él no estaba allí.
No podía estarlo. Y no podría haber estado en mi casa anoche… no
con John observándolo.
Luego, recordé mi primer día en Horizontes. Phoebe robando la foto
de mi bolso. Negándome la mirada.
Se había sentado a mí lado hoy en el Grupo.
Jude no escribió la nota. Fue ella.
Pero, ¿por qué?
Tacha eso. Ella estaba loca. Por eso.
Tomé la nota y la metí enojada en mi bolsillo trasero, y esperé que el
segundo Grupo terminara, retirando mi silla hacia atrás y presionando las
palmas de mis manos en mis ojos. Mi vida estaba lo suficientemente jodida
sin agregar la mierda de Phoebe a la pila. Wayne dio la vuelta con los
medicamentos para algunos de nosotros —yo incluida— y los tragué con el
pequeño vaso corto de papel. El regusto era amargo pero no me molesté
en enjuagarme. Sólo observé el reloj y conté los segundos que faltaban
para tener la oportunidad de enfrentarla.
Brooke volvió a entrar con una taza llena de lo que probablemente
era café orgánico legalmente comercial y una pila de hojas de ejercicios.
Comenzó a repartirlas mientras todos encontrábamos nuestras sillas, incluso
Phoebe. Le echó un vistazo a la habitación y se sentó deliberadamente
tan lejos de mí como pudo.
Tomé el papel de Brooke sólo con un poco fuerza. Tenía filas con
ridículas caras de dibujos animados en ellas, varias expresiones crispadas
182
exageradamente y, supuse, sus "sentimientos" correspondientes. Un niño
bizco sacando la lengua por una esquina de su boca mientras sonreía, con
un pico rebelde en el cabello para connotar "engañoso"; una chica de
rostro suave con trenzas rubias, los ojos cerrados y los brazos cruzados,
sobre ello la palabra "seguro". Había un predominio de lenguas sacadas y
ojos saltones. Brooke comenzó a repartir marcadores.
—Quiero que todos hagan un círculo en la cara y sentimiento que
describa mejor su humor de hoy —Me miró—. Es llamado un registro de
sentimientos. Hacemos esto dos veces por semana.
Saqué la tapa del marcador y comencé a circular: enojado,
desconfiado, furioso, iracundo. Le entregué la hoja de vuelta.
Mis sentimientos debieron haber sido evidentes en mi rostro porque
era el foco de más de doce miradas. Sin embargo, no la de Phoebe. Ella
estaba mirando el techo.
—Parece que tienes un montón de sentimientos interesantes ahora
mismo, Mara —dijo Brooke, alentadora—. ¿Quieres ser la primera en
compartirlos?
—Me encantaría. —Levanté mis caderas y saqué la nota de mi
bolsillo trasero. Se la entregué a Brooke—. Alguien puso esto en mi bolso
esta mañana —dije, hablándole a Brooke pero mirando fijamente a
Phoebe.
Brooke abrió la nota y la leyó. Mantuvo su actitud calmada.
—¿Cómo te sientes acerca de esto?
Entrecerré los ojos.
—¿No era ese el punto del registro de sentimientos? ¿Por qué no me
dices tú lo que piensas de esto?
—Bueno, Mara, pienso que es algo que claramente te ha molestado.
Reí sin humor. —Sí, claramente.
Adam levantó la mano. Brooke se volvió hacia él.
—¿Sí, Adam?
—¿Qué dice la nota?
—Te veo —dije—. Dice "te veo".
—¿Y qué piensas acerca de eso, Mara? —preguntó Brooke.
Si Phoebe no iba a admitirlo, yo iba a desafiarla y dejar que pasara
lo que tuviera que pasar.
183
—Pienso que Phoebe la escribió y la puso en mi bolso.
—¿Por qué piensas eso?
—Tal vez porque está completamente loca, Brooke.
Jamie aplaudió lentamente.
—Jamie —dijo Brooke tranquilamente—. No estoy segura de que eso
sea productivo.
—Estaba aplaudiendo a Mara por su uso extraordinariamente
apropiado del término "completamente loca".
Brooke se puso más molesta.
—¿Tienes algo que te gustaría compartir, Jamie?
—No, eso más o menos lo cubre.
—Me duele el codo —intervino Adam.
—¿Por qué lo escribiste, Phoebe? —pregunté.
Ella lucía tan nerviosa como siempre.
—Yo no lo escribí.
—No te creo —dije.
—¡No lo escribí! —gritó. Luego se dejó caer en el suelo y comenzó a
mecerse hacia atrás y adelante.
Fantástico. Me pasé la mano por la cara mientras Brooke se
acercaba a la pared y presionaba un botón que yo jamás había notado
antes. Phoebe todavía estaba meciéndose en el suelo, pero cuando
Brooke nos dio la espalda, me miró.
Luego sonrió.
—Tú pequeña mierda —susurré bajo mi aliento.
Brooke se dio la vuelta.
—¿Dijiste algo, Mara?
Entrecerré mis ojos hacia Phoebe, que ahora había cubierto sus
oídos. La cola de caballo de Patrick había aparecido y estaba tratando
de levantar a Phoebe de la alfombra.
—Lo está fingiendo —dije, todavía observándola.
Brooke bajó la mirada a Phoebe, pero yo podía decir que no me
creía. Levantó la mirada al reloj.
184
—Bueno, no nos queda mucho tiempo, de todos modos. Patrick —le
preguntó—: ¿llevarías a Phoebe de vuelta con el Doctor Kells? —Y luego,
con voz más baja, agregó—: Puedo convencer a Wayne si crees que ella
necesita relajarse.
Y mira eso. Phoebe estaba fuera del suelo. Magia.
—Todos los demás, agarren sus diarios y tómense unos minutos para
escribir sobre sus sentimientos. Vamos a hablar más tarde sobre lo que pasó
hoy, ¿de acuerdo? Y no se olviden: mañana es día de la familia. Todos
deberían estar trabajando en su lista de diez cosas que su familia no sabe
de ustedes pero que les gustaría que supiera.
Y con eso, todos se levantaron y recuperaron sus diarios para escribir.
Yo sólo fingí hacerlo. Todavía estaba furiosa. Phoebe podía engañar a
Brooke y al Doctor Kells y al resto de ellos —sabía por experiencia que no
era tan difícil— pero no podía engañarme a mí. Ella escribió la nota, y haría
que lo admitiera.
Y justo antes de que acabara el día, tuve mi oportunidad.
La encontré en una pequeña sala de estar, escribiendo algo en su
diario, con un enfoque robótico y sin emoción.
Miré alrededor. No había nadie en el pasillo, pero no quería ser
demasiado llamativa. Mantuve la voz baja.
—¿Por qué lo hiciste? —le pregunté.
Ella levantó la mirada hacia mí, toda inocencia.
—¿Hacer qué?
—Tú escribiste la nota, Phoebe.
—No lo hice.
—En serio —dije, mi temperamento encendido—. ¿En serio vas a
lavarte las manos con esto? Ni siquiera me importa, Dios sabe que ya tienes
suficientes problemas, sólo quiero escucharte decirlo.
—No la escribí —dijo robóticamente.
Agarré el marco de la puerta con una mano y apreté. Tenía que
irme o perdería la cordura.
—No la escribí —dijo otra vez Phoebe. Pero su tono había cambiado;
me hizo mirarla. Estaba observándome directamente a mí, ahora, sus ojos
enfocados y claros.
—Te escuché.
185
Phoebe volvió a bajar los ojos hacia su diario. Una sonrisa avanzó por
sus labios.
—Pero sí la puse allí.
186
34 Traducido por Macasolci
Corregido por Mrs.Styles♥
Se me congeló la sangre.
—¿Qué acabas de decir?
Phoebe comenzó a tararear.
Caminé justo al lado de ella y me agaché para poder mirarla a los
ojos.
—Dime lo que dijiste. Ahora mismo. O le diré a la Dra. Kells. Ahora.
Mismo.
—Mi novio me la dio —dijo ella con voz cantarina.
—¿Quién es tu novio, Phoebe?
—Eres mi sol, mi único sol, me haces feliz cuando los cielos son grises
—cantó ella, y luego volvió a su tarareo.
Quería arrancarle la cabeza de la columna vertebral. Mis manos se
cerraron en puños. Me llevó todo lo que tenía justo entonces no pegarle.
Casi, casi quería matarla.
Cerré los ojos. Luego de un minuto de parálisis, me di la vuelta y salí
de allí. Llamémoslo progreso.
Estaba muy lista para que el inútil día terminara. Cuando llegara a
casa, quería tratar de descifrar Nuevas Teorías de la Genética, y también
ver si Noah había tenido suerte recorriendo Calle Ocho13 solo. Pero Joseph
me secuestró para una guerra de videojuegos antes de que pudiera llegar
a mi cuarto, y cuando llamé a Noah luego de perder tres veces, sonaba
extraño.
Me preguntó si estaba bien. Le dije que sí, y luego inmediatamente lo
ataqué con preguntas. Pero me interrumpió rápidamente, diciendo que
hablaríamos mañana.
13 Originalmente en español.
187
Colgué sintiéndome un poco intranquila y me odiaba por eso, por
sentirme insegura. Habíamos estado pasado casi todo el tiempo juntos e
incluso fui yo la que le sugirió que pasara más tiempo en su casa, más
tiempo separados. Pero su voz sonaba tan apagada y estábamos lidiando
con tanto —yo estaba lidiando con tanto— que una parte de mí no podía
evitar preguntarse si mi equipaje se estaría tornando demasiado pesado
para que él quisiera seguir cargándolo.
Cuando llegó el último día de mi primera semana en Horizontes, me
encontré casi a punto de desempacar algo de dicho equipaje en frente
de mi hermano mayor. Por fin era el Día de Terapia Familiar y no estaba
completamente entusiasmada de tener a Daniel como testigo a todo
color del completo escenario hermana-psicópata. Fuimos recibidos por el
Consejero Wayne, quien nos llevó al área común donde estábamos
divididos en grupos pequeños. La mayoría de la gente llevó padres, pero
unos pocos, como yo, llevaron hermanos mayores o menores. Y cuando
nos distribuyeron en habitaciones más pequeñas, y Jamie entró seguido de
cerca por una chica pecosa más grande de apariencia muy genial, que
no reconocí, mi boca cayó abierta cuando me di cuenta que Jamie era
uno de ellos.
La chica detrás de él debe ser la infame hermana. La que Jamie dijo
que Noah había profanado en algún tipo de retorcido juego de venganza.
Esto podía ser interesante.
Jamie se sentó en una silla de plástico, sus recientemente largas
piernas estiradas en frente de él. Su hermana se sentó al lado de él en una
postura idéntica. Sonreí a pesar de que Jamie seguía observando la
puerta.
Por la manera en que nos habían separado, cabía la posibilidad de
que terminaríamos con Wayne o alguien más para "facilitar" el día, y
esperaba que lo hiciéramos. Brooke era inocente pero implacable.
—¡Hola a todos! —entró Brooke.
Por desgracia, no hubo suerte.
—Estudiantes de Horizontes, ¡qué maravillosa mañana! Miembros de
la familia, muchas gracias por estar aquí. Vamos a ir todos en círculo y
presentarnos, ¿suena bien? Porque todos somos familia aquí.
Miré a Daniel. Parecía estar dándole a Brooke la mirada de lado. Lo
amaba tanto.
Ella apuntó primero a Jamie. —¿Por qué no comienzas?
—¡Hola, soy Jamie! —dijo él, burlándose de su entusiasmo.
188
—¡Hola, Jamie! —dijo Brooke, sin notarlo.
Su hermana —si de hecho era eso lo que era— succionó los labios en
lo que asumí que era un intento de contener la risa.
—¿A quién has traído contigo hoy, Jamie?
La chica respondió y levantó la mano para saludar. —Stephanie
Roth. Soy la muy afortunada hermana de Jamie.
—Hola, Stephanie —dijimos todos.
Y así siguió hasta que nos presentamos todos y a nuestra gente.
Brooke nos hizo leer nuestra lista de cosas que deseábamos que supieran
nuestros miembros de la familia presentes pero que no lo hacían. La mía
era más o menos mierda, por lo que me sorprendí cuando Daniel comenzó
a leer la suya. Aparentemente, la gente de nuestra familia había recibido
el encargo de crear una lista idéntica sin que lo sepamos.
—Desearía que Mara supiera que estoy celoso de ella.
Me di la vuelta para mirarlo. —No puedes hablar en serio.
Brooke sacudió un dedo. —Sin interrupciones, Mara.
Mi hermano aclaró su garganta. —Desearía que supiera que creo
que es la persona más graciosa de la tierra. Y que cuando no está en
casa, siento como si estuviera perdiendo a mi cómplice de crímenes.
Mi garganta se tensó. No llores. No llores. —Desearía que supiera que
ella es la verdadera favorita de mamá...
Sacudí la cabeza allí. —... la princesa que ella siempre ha querido.
Que mamá solía vestirla como una pequeña muñeca y hacía un desfile
alrededor de ella como si Mara fuera su mayor logro. Desearía que Mara
supiera que jamás me molestó, porque ella es también mi favorita.
Me tembló la barbilla. Maldición. —Desearía que ella supiera que
siempre he tenido conocidos en vez de amigos porque he pasado cada
segundo que no estoy en la escuela estudiando o practicando piano.
Desearía que supiera que ella es literalmente tan inteligente como yo: su
Coeficiente Intelectual es UN PUNTO más bajo —dijo, levantando los ojos
para encontrarse con los míos—. Mamá nos hizo una prueba. Y que supiera
que ella podría obtener las mismas calificaciones si no fuera tan perezosa.
Me acomodé en mi asiento, y puede que haya o no cruzado los
brazos en mí pecho defensivamente.
—Desearía que supiera que estoy realmente orgulloso de ella y que
siempre lo estaré, sin importar lo que pase.
189
—¿Pañuelos? —Brooke me entregó una caja.
Nooooo. Parpadeé furiosamente para retener las lágrimas que
hacían mi visión borrosa y sacudí la cabeza.
—Estoy bien —dije con voz ronca.
Oh, sí. Muy bien.
—Eso fue maravilloso, Daniel —dijo Brooke—. ¿Por qué no le damos
un aplauso a Mara y Daniel?
Inserte aplausos dispersos aquí.
—Y podemos tomarnos un pequeño descanso para darnos un
segundo para ponernos al corriente con nuestros sentimientos.
TAN HORRIBLE. Salí corriendo al baño. Me eché un poco de agua en
la cara y cuando la estaba secando, Stephanie Roth estaba apoyada
contra el mostrador.
Sonrió. —Hola —dijo—. Soy...
—Sé quién eres —dije. Mi voz todavía estaba ronca. Me aclaré la
garganta—. Lo sé.
—Cierto, las presentaciones.
No exactamente. —He oído mucho sobre ti —dije en cambio,
dándome cuenta luego de ello que a) no era verdad y b) lo que había
oído no era necesariamente halagador.
—Y yo sobre ti, Mara Dyer —dijo ella, con una sonrisa enigmática—.
Jamie me dijo que eres la novia de Noah Shaw.
Levanté las cejas. —¿Él dijo eso?
—En realidad, sus palabras exactas fueron "la nueva obra de Noah".
Reí y tiré la toalla de papel. —Eso suena más a él.
—Bien por ti.
Oh-oh.
—Um...
—Me refiero a Noah.
Entrecerré los ojos hacia ella. —¿Es sarcasmo lo que detecto?
Ella sacudió la cabeza. Su expresión era seria.
—No.
—Porque Jamie como que lo odia.
190
Ella se recogió el pelo rubio en una coleta.
—Lo sé.
Me pregunté hasta dónde podía empujar esto, porque seguro como
el infierno que estaba curiosa.
—Lo odia por lo que Noah... te hizo —dije finalmente.
Y entonces su expresión cambió. Stephanie lucía desconfiada, de
repente. Su postura se enderezó y dijo:
—¿Noah te dijo lo que pasó?
—Jamie lo hizo.
—¿Pero Noah no?
—Le pregunté si debería creerle a Jamie, y dijo que sí.
Stephanie me dio una mirada lenta y persistente. —Pero no lo hiciste.
Cruzó sus atléticos brazos mientras me contemplaba. Yo estaba
completamente insegura de qué decir entonces. Así que traté huir. —Nos
vemos allí, supongo —dije mientras me dirigía a la puerta.
Pero Stephanie extendió su brazo para detenerme. —Tuve un aborto.
—Um. —Estaba segura de que tenía en mi rostro la mirada ciervo-en-
faros14. Miré desesperadamente a la puerta—. Realmente no estoy
calificada para...
—Noah vino conmigo.
Me congelé. —¿Era él...?
Stephanie sacudió la cabeza con vehemencia. —No. No era él. Pero
eso es más o menos... —Hizo una pausa, mirando al techo—. Eso es más o
menos lo que lo empezó.
No dije nada. Quiero decir, ¿qué puedes decir?
—Noah me invitó a salir —comenzó—. Él sólo tenía quince, y aunque
no lo parecía, pensé que era algo gracioso, así que fui a pesar de que
había estado saliendo por un tiempo con este otro chico de otra escuela.
Una vez que estuvimos juntos, Noah admitió totalmente que me había
14 "Deer in headlights" (Ciervo en faros) es una expresión que se usa cuando una persona
queda muy sorprendida por algo, como paralizada o aturdida.
191
invitado a salir porque pensó que Jamie estaba jugando con su hermana.
Jodes a mi familia, yo jodo a la tuya; ese tipo de cosa.
Asentí con cautela. Eso encajaba con lo que yo sabía.
—Y, no sé, pensé que Jamie no debería estar besándose
públicamente con una de octavo grado, eran de la misma edad, pero
aun así. Así que seguí el juego, el cual no incluía nada más que fingir adular
a Noah frente a Jamie en la cena y todo eso. Pero yo estaba con este otro
chico. Llamémoslo Kyle —dijo, y su voz se volvió aguda—. Habíamos estado
saliendo por unos seis meses totalmente en secreto. Mis padres lo habrían
odiado —dijo, casi sin aliento—. Y estábamos teniendo sexo. Lo cual mis
padres también habrían odiado. —Observó la puerta del baño—. Para
acortar la larga historia, en algún momento me salté una píldora, luego
tuve un atraso, luego boom, dos líneas rosas. Le dije a Kyle, él dijo que no
era su problema, que yo era fácil y no debería haber estado "durmiendo
por ahí". —Rodó los ojos—. Un ganador, claramente.
—Suena a eso —dije en voz baja.
Ella medio sonrió. —Sabía que no estaba lista para un bebé y que la
adopción no era para mí; sabía lo que quería, estaba segura, pero sólo me
sentía... sola. —Se apoyó contra la pared y me miró fijamente—. No
confiaba en que mis amigas mantuvieran el secreto, mis padres habrían
perdido la cordura si se hubieran enterado, y la idea de ir a Paternidad
Planeada yo sola era insoportable. Soportarlo todo sola me hacía sentir...
me sentía destrozada. —Sus ojos se endurecieron y miró al suelo—. Noah
me vio llorar al lado de las máquinas expendedoras en la escuela, yo
estaba hecha tal desastre que le solté todo al pobre chico. —Sonrió ante el
recuerdo—. Pero él fue realmente genial. Usó sus conexiones y concretó
una cita con un ginecólogo-obstetra privado y fue conmigo. De todas
formas, lloré mucho después de eso: odiaba sentir que era un sucio secreto
a pesar de que era lo que yo quería y que me sentía aliviada. —Sus labios
se apretaron en una línea fina—. Noah me vio camino al almuerzo unos
días después y me preguntó cómo estaba y yo sólo me eché a llorar.
Jamie pasaba por al lado, Noah se iba, Jamie sacó sus propias
conclusiones y pensó que Noah me había dejado, y yo estaba demasiado
alterada para corregirlo.
No pude quedarme callada. —¿Así que dejaste que todos pensaran
que te había jodido? ¿Después de que te ayudara?
Stephanie sacudió la cabeza. —Llamé a Noah apenas llegué a casa
esa noche, diciéndole que le diría algo más a Jamie, inventaría una
mentira diferente, pero él dijo que no le importaba y ¿la manera en que lo
dijo? Le creí. Es gracioso —dijo, aunque no sonrió—. Creo que parte de él
192
en realidad quiere ser odiado. Él sólo te muestra lo que quiere que veas. Es
tan cerrado... me hizo sentir como si jamás lo contaría.
—Jamás lo contó —dije lentamente—. Pero ¿por qué me lo estás
contando? No es que no lo aprecie, porque lo hago.
Su sonrisa de Mona Lisa apareció otra vez. —A veces los más grandes
secretos únicamente se los puedes contar a un extraño. —Se apoyó contra
la pared pintada de gris y ladeó la cabeza. Me contempló—. No me
importa lo que pienses de mí, tomé la decisión correcta para mi vida y no
me arrepiento. Si crees que soy una persona horrible y una asesina y que iré
al infierno, jamás tenemos que volver a vernos. Pero heriría a mis padres si
supieran, y Jamie... él es increíble, y la persona más leal que jamás he
conocido. Pero es un poco... —Se rascó la nariz—. Es crítico. Mojigato. Lo
amo a muerte, pero tiene esta visión ―negro o blanco‖ del mundo. Por
ejemplo, tú le gustas mucho, pero estuvo molestándote antes por estar con
Noah aun sabiendo que terminarás con el corazón roto... se aferra a las
cosas para siempre. Noah definitivamente tiene sus momentos de
imbecilidad, y hay mucha oscuridad allí; he oído que ha hecho algo de
mierda seriamente jodida. Tal vez te romperá el corazón, no soy un
oráculo. —Se encogió de hombros—. ¿Pero en el engañoso caso de Noah
Shaw contra Stephanie Roth? Él no es culpable —dijo, dirigiéndose a la
puerta. Puso su mano en el pomo—. Yo sólo... viéndote allí, con tu
hermano... —comenzó ella. Se rindió con un encogimiento de hombros—.
Sólo quería que lo supieras.
—Espera —dije, y su mano cayó a su lado—. ¿Por qué no sólo le
dices a Jamie ahora? Han pasado años.
—Tiene otra mierda con la que lidiar, y toda esta cosa de Horizontes
le está costando mucho. O más bien, le está costando mucho el hecho de
que nuestros padres no crean una palabra de lo que dice.
Sabía lo que era eso. Además, es adoptado, y creo que puede
molestarle.
Sacudí la cabeza. —No lo creo. Creo que él querría saber la verdad.
—No hay verdad —dijo Stephanie misteriosamente—. Sólo
perspectivas. Filosofía 10115 —dijo con un guiño.
15
‗‘Filosofía 101‘‘ enfrenta las preguntas más básicas de la filosofía y las explica de manera
sencilla para su mejor comprensión.
193
Pero a pesar de su tono ligero, podía ver que estaba mordiéndose el
interior de su mejilla.
—No quiero que él lo sepa, ¿está bien? —dijo luego de una pausa.
Me miró a los ojos—. Así que no le digas. —Y luego Stephanie salió por la
puerta.
Me quedé mirando detrás de ella. Jamie pensaba que estaba
siendo leal odiando a Noah, que en realidad sólo había ayudado. Y
Stephanie no estaba molesta por su elección; sólo temía lo que su
hermano pudiera pensar de ella por hacerlo.
¿Era yo muy diferente?
Solía pensar que no había nada que pudiera hacer para cambiar la
manera en que me veía mi familia. Que no había nada que pudiera decir.
Pero ahora sabía que no era verdad. Caminaré por siempre con
historias dentro mío que la gente que más amo jamás puede oír.
194
35
Traducido por Macasolci
Corregido por Mrs.Styles♥
Sobreviví a mi primera semana en Horizontes sin matar a nadie o
matarme a mí misma, y para cuando llegó la tarde del viernes, estaba
relativamente emocionada. Noah llamó y preguntó si quería que pasara el
fin de semana aquí, lo que, obviamente, respondí afirmativamente a pesar
del hecho de que todavía sonaba un poco apagado. Así que convencí a
Ruth de que saliera de la ciudad y llamara a mi mamá para preguntarle si
recibiría a Noah. Mamá dijo que sí sin dudar, estaba sorprendida, pero
caballos regalados y dientes16. Ya sabes.
La mitad de la familia estaba en casa y la otra mitad había salido
cuando Daniel y yo llegamos de nuestra sesión de hermandad en
Horizontes, y como no había nada más planeado y yo no tenía nada que
hacer, tomé Nuevas Teorías de la Genética, que estaba
convenientemente ubicado en mi escritorio, y lo llevé a la sala de estar
para leerlo.
—¿Mara?
La voz de Daniel. La mano de Daniel en mi hombro. Abrí los ojos para
descubrir que mi mejilla estaba aplastada contra la página seis.
Me quedé dormida. Fantástico. Me limpié la boca en caso de haber
babeado. —¿Qué hora es?
—Ni siquiera las cinco. Interesante elección de almohada. ¿Título?
Le entregué a Daniel el libro. Él entrecerró los ojos ante él. Luego a
mí.
—¿Qué?
—Nada. Simplemente parece una elección inusual.
16 Se refiere a la expresión "a caballo regalado no se le mira los dientes".
195
—Para mí, quieres decir.
—No sabía que estuvieras interesada en la genética, eso es todo.
Me senté y crucé las piernas debajo de mí.
—¿Qué le pasó al "desearía que Mara supiera que es tan inteligente
como yo"?
—Nada. Aún es cierto. ¿Pero qué despertó el repentino interés?
—Noah dijo algo acerca de la memoria genética y me dio
curiosidad. Dijo que leyó sobre eso allí. —Señalé con la cabeza el libro—.
Pero lo único que comprendí de la introducción fueron referencias al
Evemerismo y los arquetipos de Jung...
—Evémero, guau. Qué manera de desencadenar los recuerdos de
los honores en Inglés de octavo grado.
—En serio...
—Tuviste a O'Hara también, ¿verdad? ¿Les hizo hacer ese proyecto
donde tenías que elegir un mito e inventar una interpretación "histórica"?
—Sí...
—Creo que terminé haciendo algo sobre Afrodita y la
heteronormalidad... En realidad no recuerdo mucho excepto que fue
brillante, incluso para mí —dijo con una sonrisa—. ¿Por qué estás leyendo
esto, otra vez?
—Para lograr iluminarme acerca de la memoria genética. Sólo me
quedan seiscientas páginas para terminar.
Daniel hizo una cara, y se rascó la nariz.
—¿Qué?
—No es para, como, desalentarte ni nada, pero la memoria
genética es ciencia ficción, no un hecho científico.
Le lancé una mirada cansada.
—Lo lamento, pero lo es. No puede ser revisada o probada...
—Eso no significa que sea imposible.
—Significa que no es demostrable.
Pensé en todo por lo que había pasado y todas las cosas por las que
todavía estaba pasando, ninguna de las cuales podía probar. —Sólo
porque no puedas probar algo no significa que no sea real. —Me estiré
para buscar el libro.
196
Daniel esquivó mi brazo y lo abrió en la primera página.—Tal vez le
dé una leída de todas formas.
Volví a intentar alcanzarlo, flexionando los dedos.—Puedes tomarlo
prestado después de mí.
—Pero no lo estás leyendo. Estás durmiendo en él. Lo pondré en mi
habitación, puedes tomarlo cuando quieras. Oh, y pregúntale a mamá
sobre Jung, le gustará eso.
—Daniel...
—¡HAY UN COCODRILO EN LA PISCINA DE MAX! —gritó Joseph desde
el vestíbulo. Vino corriendo a la sala de estar, su rostro iluminado por la
emoción.
—¿Qué tan grande? —preguntó Daniel, y se puso el gigante libro
detrás de la espalda.
—Grande —dijo Joseph, con los ojos abiertos—. Muy grande.
Mi turno. —¿Lo viste?
Joseph sacudió la cabeza. —Mandó un mail. Van a llamar a ese tipo
para que vaya y lo saque.
—¿Qué tipo? —preguntó Daniel.
—Espera, ¿ese tipo de Animal Planet? —pregunté.
Joseph asintió con fuerza. —Max me invitó para que lo viera. Su
mamá se está volviendo loca porque tienen una gata al aire libre y
todavía no la han encontrado.
El hielo se deslizó por mis venas mientras recordaba...
El cuerpo inmóvil de un gato gris yacía a metros de donde yo había
estado parada, su carne desgarrada, su piel manchada de rojo.
Mi mamá apareció en la cocina. —¿La gata de Max también está
perdida?
Daniel levantó una ceja. —¿También?
Tuve que mantener la calma. Tenía que mantener el espectáculo.
—Los Delaney me acaban de preguntar si alguno de nosotros ha
visto a su gata. —Su casa estaba detrás de la nuestra—. Ha estado perdida
desde el domingo.
Desde que llegué a casa.
Las cejas de Joseph bajaron.
197
—Ese fue el día que el perro de Jenny se escapó.
¿Quién es Jenny? gesticulé con la boca a Daniel.
—Angelo —dijo Daniel—. Cruzando la calle y a la izquierda.
Joseph volvió la mirada a mamá. —Mamá, ¿me llevarías a lo de
Max?
—Estoy un poco cansada, cariño.
Joseph miró a Daniel y luego a mí. Simultáneamente dijimos—:Yo no.
Joseph juntó las manos burlando una oración. —¡POR FAVOR
llévenme! Nunca jamás volveré a pedirles nada más otra vez, lo juro.
—Mara tiene que quedarse a ayudarme con la cena —dijo mi
mamá.
Mi turno de hacer una cara, a pesar de que estaba
espectacularmente aliviada. —¿Tengo?
—Daniel, ¿llévalo por favor? —preguntó. Daniel ya estaba buscando
sus llaves.
—Gracias.
Joseph hizo un baile, pero se giró a mí antes de irse. —Vas a venir
esta noche a la feria, ¿verdad?
Levanté una ceja. —¿Qué feria?
—Hay una afuera de Davie —dijo mamá—. Pensé que sería divertido
que fuéramos todos.
—Volveré pronto —dijo Daniel mientras salía de la cocina y dejaba
Nuevas Teorías en el mostrador. Luego asomó la cabeza en una mirada
final de me debes una.
Le debía una. Recordar al gato me había inquietado, a pesar de
que sabía que John estaba fuera, observando nuestra casa. Jude no
había aparecido desde que John había estado aquí y los animales
perdidos podían ser una coincidencia, pero me ponían nerviosa y...
Y mi madre me estaba mirando.
Le sonreí. Ampliamente. —¿Qué puedo hacer? —pregunté, toda
entusiasmada y alegre.
—¿Te importaría poner la mesa?
—¡Claro! —Comencé a descargar el lavavajillas mientras mi madre
comenzaba a rebuscar en la despensa.
198
—¿Cómo está yendo todo en Horizonte? —preguntó.
Así que por esto se me había concedido una prórroga. —¡Genial!
—¿Qué clase de cosas estás haciendo allí?
¿Además de nuevos enemigos? —Um, en terapia teatral ayer
elegimos monólogos de libros viejos y luego los actuamos.
—¿Te gustó?
Asentí seriamente. —Sí.
—¿En serio?
—Es divertido fingir ser alguien más.
—¿Qué libro elegiste?
—Um, Jekyll y Hyde.
—¿Qué papel actuaste?
Hyde.—Jekyll17.
Puso algo en el horno, escondiendo su cara. —¿Cómo están las
cosas con Noah?
Ah. Eso era de lo que en realidad quería hablar. —Bien. —Creo—.
Igual, ¿sabes?
—¿Qué hacen cuando están juntos?
¿Además de evadir a mi acosador y quemar muñecas? —Hablamos.
—¿Sobre qué?
Memoria genética. —Libros. —Posesión—. Películas. —Jude—. La
gente que no nos gusta.
—¿Hablan sobre lo que te está pasando a ti?
Traté de recordar la conversación que había oído entre mis padres,
justo después de mi período como psicópata en un hospital. Mamá dijo
que era bueno para mí tener a alguien que escuchara... —Es bueno
escuchando —dije.
—¿Hablan sobre lo que le está pasando a él? 17 Novela escrita por Robert Stevenson, que trata acerca de la psicopatología que hace
que una misma persona tenga dos personalidades totalmente opuestas. Jekyll y Hyde son
la misma persona, la personalidad del primero es paciente y sabia, la del segundo,
malvada y desagradable.
199
¿Qué? —¿A qué te refieres?
Se dio la vuelta para enfrentarme, sus rasgos neutrales y su mirada
directa. Buscó algo en mis ojos, pero fuera lo que fuera, no lo encontró
porque continuó—: Los padres de Noah van a salir de la ciudad este fin de
semana y enviaron a su hermana a la casa de una amiga, así que dije que
él podía quedarse aquí.
Asentí. —Lo sé... —Esperé por el otro zapato.
—Sólo quiero asegurarme que no tengo que preocuparme por
ustedes dos.
Sacudí mi cabeza enfáticamente. —Nop. Sin preocupaciones.
Mezcló algo en un tazón y luego lo dejó en el mostrador. —¿Qué tan
serios son ustedes?
—No lo suficientemente serios para que te preocupes —dije con una
sonrisa ligera, luchando por encontrar una manera de distraerla antes de
que la conversación se pusiera realmente incómoda—. Oye, mamá —
comencé, recordando mi conversación con Daniel—. ¿Qué sabes sobre
los arquetipos de Jung?
El mejor cambio de tema del mundo. Ella parecía apropiadamente
sorprendida. —Guau, no he pensado en eso desde la universidad... podría
decirte más sobre Jacques Lacan que de Carl Jung... él era más de mi
velocidad, pero veamos —dijo, alargando la palabra mientras sus ojos se
posaban en el techo—. Está el Si-mismo, recuerdo, y la Sombra. —Los
enumeró con los dedos—. La Persona... no recuerdo las otras dos
principales... Hay otras imágenes arquetípicas, sin embargo: la Madre, el
Diablo, el Héroe... —Su voz se apagó por un segundo antes de que su rostro
se iluminara—. ¡Oh! Y el Sabio y el Trickster, también... Y estoy recordando
algo de Edipo, ¿pero podría estar mezclándose con Freud? Y Apolo, tal
vez... —dijo antes de ser interrumpida por un llamado a la puerta.
Yo ya estaba caminando fuera de la cocina cuando me pidió que
me fijara quién era.
Abrí la puerta para encontrarme a Noah parado allí en una camisa a
cuadros de mangas largas y pantalones oscuros, con anteojos de sol que
ocultaban sus ojos. Lucía perfectamente despeinado y perfectamente
vacío.
Él sólo te muestra lo que quiere que veas.
—¿Dónde están todos? —preguntó sin alterar la voz.
200
Alejé las palabras de Stephanie. —Mamá está en la cocina —dije—.
Y Daniel y Joseph fueron a ver a alguien sacar un cocodrilo de una pileta.
Las cejas de Noah se levantaron por encima de los lentes oscuros. —
Lo sé.
Él suspiró. —Supongo que voy a tener que esperar.
—¿Para?
Noah miró hacia la cocina. Ni una palabra de mi madre. Sacudió su
cabeza. —A la mierda. —Buscó en su bolsillo trasero y me entregó un
pedazo de papel.
No. No un pedazo de papel. Una foto. Una foto descolorida de dos
niñas; una rubia y vibrante, con la media sonrisa de Noah, y la otra...
—Santa mierda —susurré.
La otra era mi abuela.
201
36 Traducido por MaryJane♥
Corregido por MaryJane♥
—Noah —dijo mi madre, saliendo de la cocina y limpiando sus
manos en una toalla—. Te extrañamos.
Metí la fotografía en mi bolsillo trasero tan secretamente como pude.
—Gracias por invitarme —dijo Noah—. Tengo algo para usted, de mis
padres.
Mamá sonrió y sacudió su cabeza. —Totalmente innecesario.
—Solo está en el auto, lo traeré —dijo Noah. Él salió y yo corrí a mi
habitación y escondí la fotografía antes de que mi mamá la viera o yo
tirara agua en ella o espontáneamente ardiera en llamas.
Cuando regresé, Noah y mi mamá hablaban en la cocina.
—Entonces, ¿qué lugares solía visitar en Londres? —preguntó cuándo
revolvía lo que pensé, sería el aderezo.
—Oh, tú sabes, lo usual. —Ella se encogió de hombros desde el
lavadero—. El Palacio de Buckingham, el Big Ben, ese tipo de cosas.
—¿Su madre creció allí?
Cien puntos para Noah Shaw. Casi gesticulé un gran cinco.
Mamá asintió.
—¿Qué hacía ella?
—Era una estudiante —dijo, su voz cortante.
—Eso es tan interesante, ¿qué universidad?
Mi madre puso el cuenco de la ensalada delante de Noah. —
Cambridge.
Nuestros ojos se encontraron.
202
—Universidad Darwin —siguió—. Ella estaba en la escuela para su
doctorado, pero nunca terminó. Creo que siempre la molestó. Bien, usted
dos —dijo, sonriéndonos—. Gracias por ayudar, son libres de irse.
Era la única vez en mi vida que preferiría hablar con mi madre que
llevar a mi novio a mi habitación.
—No es ningún problema —dijo Noah. Él se sentía de la misma
manera, al parecer.
Mi madre desempolvó sus manos. —Terminé. No hay nada más para
hacer. Continúen —dijo, alejándonos y cerrando la conversación. Sucedía
que ella tendría un gran gesto de confianza cuando lo que realmente
quería eran más respuestas de ella. Pero Noah y yo fuimos habíamos sido
despedidos y si no salíamos, ella sospecharía.
Una vez solos en mi habitación, cerré la puerta de todas maneras,
dirigiéndome hacia Noah y dije—: Santa mierda.
—Bien dicho.
Estaba completamente abrumada, y me apoyé en mi cama. —
¿Dónde lo encontraste?
—Una caja al azar en las cosas de mi madre.
Froté mi frente. —Así que ellas se conocieron.
—Así parece. ¿Dónde está la foto?
Fui a mi escritorio y la saqué del cajón, luego se la di a Noah. —
¿Cómo supiste que era mi abuela? —le pregunté.
El me miró, claramente perplejo. —¿En serio?
—Sí. . .
—¿No ves el parecido?
Eché un vistazo a la foto otra vez. Algo de esta me molestó, pero no
fue eso.
—¿Cuándo fue tomada?
Volteó la fotografía. —1987. —Hizo una pausa—. Mi madre habría
estado en la universidad —dijo—. En Cambridge.
—Espera —dije cuando me di cuenta de algo—. ¿Tus padres
asistieron allí juntos, no?
—Si —dijo Noah lentamente.
—¿Puedes preguntarle a tu papá? Quizá él recuerda esto. —Señalé
la foto.
203
—Él no hablará sobre ella. —La voz de Noah se volvió plana.
—Pero…
—Él no quiere —dijo de nuevo. Luego—: podría probar con Ruth, tal
vez. Ella también estaba allí.
Una mirada a él me dijo que no podría ir más allá, no sin presionar, y
no estaba segura si debía. No acerca de su familia.
Miré de regreso a la foto en mis manos. Luego salí de mi habitación y
en el pasillo. Noah me siguió. Bajé la mirada a la fotografía y arriba al
retrato de mi abuela colgado en la pared y entonces me di cuenta de lo
que era.
—Se ve exactamente igual —dije.
Los ojos de Noah siguieron los míos. Fue un largo tiempo antes de
que alguno hablara.
—No pudieron haber estudiado allí al mismo tiempo —dije, una vez
que regresamos a mi habitación. Me recosté en mi cama—. Mi abuela
vivía en los Estados Unidos cuando tu mamá estaba en la universidad.
—Pero ella solía ir a Londres cada año cuando tu mamá crecía. ¿Tal
vez se encontraron en uno de esos viajes?
—Supongo, pero parecen un poco. . . familiares, ¿cierto? —dije,
mirando fijamente la fotografía—. Como amigas.
—Todos lucen así en las fotos.
Froté mi frente. —Entonces, ¿por qué se tomarían fotografías con
alguien a quien apenas conocen? Es raro.
Las cejas de Noah se juntaron. —¿Es posible que ella haya ido a
Londres más de lo que tu madre supo?
Suspiré. —A estas alturas, todo es posible —dije, e hice una pausa—.
Tal vez ella era inmortal.
A esto, Noah sonrió. —Iba a sugerir ―viajera del tiempo‖, pero,
seguro. —Estiró sus brazos casualmente detrás de su cabeza, exponiendo
su estómago por encima de la cintura de sus vaqueros.
Tortura. Aclaré mi garganta y mire hacia la fotografía. —Mi mamá
dijo que el retrato es el único que tiene de mi abuela. Ella moriría si viese la
tuya.
La sonrisa de Noah desapareció. Su expresión me hizo querer hablar
de alguna otra cosa.
204
—¿Aún tienes el colgante? —pregunté.
—Sí. —Los planos de su cara eran suaves—. ¿Lo quieres de vuelta?
No lo hice. —Está más seguro contigo —dije—. Tengo miedo de
perderlo. —O tirarlo—. Solo me preguntaba si, tal vez, ¿encontraste alguna
otra cosa?
Solo negó con la cabeza antes de preguntar—: ¿Cuál es el nombre
de soltera de tu madre?
—Sarín, ¿por qué?
—Voy a hacer que Charles investigue esto —dijo, señalando la foto.
—Y Charles sería…
—El investigador privado.
—¿Averiguó algo de Jude?
Noah apartó la mirada. —Callejón sin salida después de callejón sin
salida. ¿Encontraste las respuestas que estabas buscando en ese libro?
—No he podido leerlo aún —dije despreocupadamente.
Una media sonrisa tiró la boca de Noah. —¿Te quedaste dormida?
Levanté mi barbilla. —No.
—¿Qué página?
—No me quedé dormida.
—¿Qué página?
Derrotada. —Seis —dije—. Pero estaba realmente cansada.
—No te juzgo. Apenas podría hacerlo a través de esa escandalosa
introducción.
—¿Qué pasa con la situación de Lukumi? —dije, cambiando de
tema—. ¿Ha habido suerte?
La voz de Noah se aclaró un poco. —De hecho regresé a la
Pequeña Habana mientras estabas en Horizontes, y pregunté por las
botánicas, como pediste.
—¿Bien?
—Bien —dijo lentamente—. Supón por un momento cuan receptivos
fueron cuando camine ahí dentro y comencé a hacer preguntas.
—¿Qué? Tu español es perfecto.
205
Él arqueó una ceja. —Me miraron y sus mandíbulas se cerraron
visiblemente. El dueño pensó que estaba con el Departamento de Salud y
comenzó a mostrarme el lugar, repitiendo ―No hay cabras, no hay cabras‖.
Sonreí.
—Encantado de divertirte.
—Pongo mis patadas donde puedo estos días. Hablando de
Horizontes, Casi tuve. . . un accidente.
—¿De qué naturaleza? —preguntó Noah cuidadosamente.
—La chica —Phoebe— sigue presionándome. Siempre pierdo el
control con ella. —Recuerdos me llenaron de frustración—. ¿Y si alguien me
molesta y les digo que salten desde un puente?
Noah agitó su cabeza. —Nunca dirías eso.
—Oh, ¿en serio?
—Les dirías que vayan a morir en un incendio.
—Útil. Gracias.
Entonces Noah se levantó, y se unió a mí en la cama. —Solo lo dije
porque estoy seguro que así no es como funciona.
—¿Cómo funciona? —pregunté fuertemente, cuando mis dedos se
enroscaron en la manta. Casi tocando los suyos. Mis ojos viajaron a su
cara—. ¿Cómo sanas las cosas?
Creí ver un tono débil de sorpresa en la expresión de Noah al cambio
súbito en la conversación pero él contestó igual. —Sabes que todos
tenemos huellas digitales, obviamente.
—Obviamente.
—Para mí, todo tiene una impresión auditiva también. Un tono
individual. Y cuando alguien —o algo— está enfermo o herido, el tono está
apagado. Roto. Solo… naturalmente sé corregirlo.
—No entiendo.
—Porque no eres musical
—Gracias.
Se encogió de hombros. —No es un insulto. Daniel lo entendería. Si tu
madre no estuviera en la cocina, te lo mostraría.
—Como.
206
—Tienes un piano. Sin embargo, es como… —Miró fijamente hacia
delante, buscando las palabras—. Imagina la melodía de una canción que
sabes bien. Y entonces imagina una nota de esa canción cambiándose a
una tecla equivocada, o a una nota completamente diferente.
—¿Pero cómo lo arreglas?
—Si le preguntas a un jugador del baloncesto cómo hacer un tiro
libre perfecto, él no podría describir el proceso fisiológico que hace que
suceda. Él solo… lo hace.
Inhalé. —Pero, hay tantas personas.
—Sí.
—Y animales.
—Sí.
—Debe ponerse ruidoso.
—Lo hace —dijo Noah—, te lo dije antes, he aprendido a
desconectar, a menos que me quiera centrar en un sonido en particular.
—Sonrió—. Prefiero —dijo, arrastrando un dedo abajo de mi brazo—,
escucharte.
—¿Cómo me escucho? —pregunté, con voz entrecortada, más de
lo que pretendía. Dios, tan predecible.
Él consideró su respuesta por un momento antes de darla.
—Disonante —dijo finalmente.
—¿Significado?
Otra pausa larga. —Inestable.
Hmm.
Sacudió su cabeza. —No de la manera en que estás pensando —
dijo, la sombra de una sonrisa en sus labios—. En la música, acordes
consonantes son puntos de llegada. El resto. No hay tensión —intentó
explicar—. Muchos estribillos de música pop son consonantes, es porque a
muchas personas les gusta. Estos son pegadizos pero intercambiables.
Aburridos. Los intervalos disonantes, sin embargo, están llenos de tensión —
dijo, sosteniendo mi mirada—. No puedes predecir de qué manera van a ir.
Vuelve a las personas limitadas incomodas… frustradas, porque no
entienden el punto, y las personas odian lo que no entienden. Pero los que
entienden —dijo, levantando una mano a mi rostro—, lo encuentran
fascinante. Hermoso. —Recorrió la forma de mi boca con su pulgar. —
Como tú.
207
37 Traducido por MaryJane♥
Corregido por Nats
Sus palabras me calentaron incluso cuando retiró la mano. Estaba
segura de que mi rostro se ensombreció.
—Tus padres —dijo, mirando la puerta.
Lo entendía. Pero aun así. —Me gusta escuchar sobre tu habilidad —
dije, mis ojos en su boca—. Dime más.
Su voz estaba nivelada. —¿Qué quieres saber?
—¿Cuándo lo notaste por primera vez? —Cuando su expresión
cambió, comprendí que se lo había preguntado anteriormente; reconocí
esa mirada de antes. Se estaba alejando de nuevo. Cerrándose.
Dejándome fuera.
Algo pasaba, y no sabía qué era. Estaba distante pero no se había
ido aún. Así que, rápidamente dije algo más. —Me viste en diciembre,
después de que el manicomio se derrumbara, ¿cierto?
—Sí.
—Cuando estaba herida.
—Sí —dijo otra vez. Para alguien más, parecería aburrido. Pero
estaba aprendiendo, y ahora reconocí algo más en su voz. Algo que
nunca salió de esos temerarios, descuidados labios.
Precaución.
Estaba presionando contra algo duro, y quería saber qué era.
—Has visto a otras personas heridas —proseguí, manteniendo mi
tono—. ¿Cuatro?
Noah asintió.
Lo mantuve. —Incluido Joseph.
Asintió otra vez.
208
Y entonces tuve una idea. Pellizqué mi brazo. Miré a Noah para ver si
había alguna reacción. Nada, hasta donde podía decir.
Pellizqué de nuevo.
Entrecerró los ojos. —¿Qué, exactamente, estás haciendo?
—¿Viste cuando me pellizqué?
—Es un poco difícil ignorarte.
—La primera vez que dijiste que me habías visto —empecé—, en
diciembre, en el manicomio, dijiste que habías visto lo que yo veía, a través
de mis ojos. Y cuando Joseph fue drogado, a través de los ojos de alguien
más —de la persona que lo drogó, ¿cierto? Pero no tuviste una… una visión
justo ahora, ¿no? Hay algún otro factor aparte del dolor —dije, estudiando
su rostro cuando hablé—. ¿No quieres saber lo que es?
—Por supuesto —dijo indiferentemente.
—¿Lo has probado?
Su mirada se intensificó, entonces. —¿Cómo podría? Eres la única
persona que he visto que lo sabe.
Sostuve su mirada. —Podemos probarlo juntos.
Noah agitó su cabeza inmediatamente. —No.
—Tenemos que hacerlo.
—No. —La palabra era sólida y definitiva y con algo que no pude
identificar—. No lo haremos. No hay absolutamente nada en juego
excepto información.
—Pero eres el único que dijo que lo que me está pasando a mí
también te está pasando a ti, ese fue tu argumento del por qué no puedo
ser poseída, ¿verdad?
—También porque es estúpido.
Lo ignoré. —Así que averiguar cómo funciona tu habilidad podría
ayudarme a averiguar la mía. Y nadie saldrá herido…
La expresión de Noah se volvió muy seria, y su voz peligrosamente
tranquila. —Excepto tú.
—Es ciencia…
—Es locura —dijo. Estaba completamente inmóvil, pero al borde—.
Nunca he lamentado decirte la verdad. No me hagas hacerlo.
—¿No quieres saber lo que somos?
209
Algo cruzó sus ojos, y se fue antes de que pudiera identificarlo. —No
importa lo que somos. Importa lo que hacemos. —Su mandíbula se
apretó—. Y no te permitiré hacer eso.
¿Permitir? —No es sólo por ti.
No había más que apatía en su voz cuando habló finalmente. —
Debo irme.
—He escuchado eso antes. —Al segundo en que las palabras
dejaron mi boca, deseé poder regresarlas. La expresión de Noah era tan
lisa y descolorida como el vidrio.
—Lo lamento —empecé a decir. Pero unos segundos después,
cuando la expresión de Noah todavía no había cambiado, dije—:
Realmente, no lo hago. ¿Quieres irte porque no estoy de acuerdo contigo?
Ahí está la puerta. —Moví la mano dramáticamente, para dar énfasis.
Pero Noah no salió. Mi arrebato descongeló lo que sea que lo
hubiera congelado, y su mirada se deslizó sobre mí. —Desearía que
tuvieras un perro.
—¿Oh, sí? —Levanté mis cejas. —¿Por qué?
—Así podría darle un paseo.
—Bien, nunca tendré un perro, porque o me temen o me odian y no
me ayudaras a averiguar…
—Cállate. —Los ojos de Noah se cerraron.
—Cállate tú —dije de nuevo, muy maduramente.
—No, detente. Dilo otra vez.
—¿Decir que, otra vez?
—Lo de los perros. —Sus ojos todavía estaban cerrados.
—¿Qué me temen o me odian?
—Luchar o huir —dijo Noah cuando algo claramente encajó en su
lugar—. Eso es.
—¿El qué?
—La diferencia entre los humanos y los animales que tú, ya sabes —
gesticuló—. Cuando fuimos al zoológico y los insectos murieron, fue porque
casi te obligué a tocar los que te aterrorizaban más. Pero, una vez muertos,
no pude presionarte más.
Huir.
210
Se restregó la boca. —En el Pantano, estabas aterrada de que no
encontráramos a Joseph a tiempo, así que eliminaste lo que estuviera en tu
camino —reaccionaste— sin necesidad de pensar. —Pasó los dedos a
través de su cabello—. Fuiste presionada, e inconscientemente
retrocediste.
Sabía lo que venía a continuación y me adelanté. —Pero con
Morales…
—No estabas asustada —dijo.
—Estaba enojada. —Luchar.
—Hay diferentes reacciones bioquímicas que ocurren en respuesta a
las diferentes emociones, como el estrés…
—La adrenalina y el cortisol, lo sé —dije—. Tomé biología en noveno
grado también.
Noah me ignoró. —Y son procesados diferentemente por el cerebro,
debemos leer más sobre esto.
—Bien —dije. Pero aún estaba frustrada; una vez más logró desviar la
conversación de nuevo a mí, evitando lo que quería saber de él.
Así que dije—: Todavía pienso que deberíamos probar tu habilidad.
Los ojos de Noah se afilaron, incómodo otra vez. —¿Quieres hacer
esto científicamente? Aquí —dijo Noah, y se levantó. Cruzó la habitación y
recogió una botella de Tylenol que dejé en mi estante. La puso en el
suelo—. Usaremos el método científico: Mi hipótesis es que puedes
manipular cosas con tu mente.
Desviando, otra vez. Realmente no creía que pudiera hacerlo;
simplemente intentaba distraerme. Acepté —por ahora. —¿Telequinesis?
—No creo que sea eso, exactamente, pero para deducir qué
puedes hacer, sería útil saber lo que no puedes hacer. Así que, mueve
esto.
—Con mi mente.
—Con tu mente —dijo tranquilamente—. Y sabré si no lo intentas.
Lo miré furiosamente.
Me dio una inclinación de cabeza. —Continúa.
Bien. Haría esto y luego sería mi turno para hacerle intentar algo. Me
dejé caer al suelo, crucé mis piernas y me incliné, mirando fijamente la
botella.
211
Aproximadamente veinte segundos después de silencio infructuoso,
Daniel llamó y empujó la puerta de mi habitación.
—Estoy aquí para anunciar que nos iremos al carnaval en veinte
minutos, más o menos. —Se detuvo. Lo sentí mirarme, luego a Noah, luego
otra vez a mí—. Uh, ¿qué están haciendo?
—Mara intenta mover una botella de Tylenol con su mente —dijo
Noah casualmente.
Lo miré, luego a la botella.
—Ah, sí —dijo Daniel—. Lo intenté una vez. No con Tylenol, sin
embargo.
—¿Que usaste? —preguntó Noah.
—Un centavo. También intenté el juego ―ligero como una pluma,
duro como una tabla‖, el de levitación, ¿ya sabes? —le dijo a Noah—. Y
tablas de Guija, por supuesto —añadió, agregando una significante
mirada melodramática.
—¿Jugaste con una tabla de Guija? —pregunté lentamente.
—Claro —dijo Daniel—. Es un rito de la niñez.
—¿Con quién jugaste?
—Dane, Josh. —Se encogió de hombros—. Esos chicos.
—¿Era tuya? —Me sentía nerviosa sin realmente saber por qué.
Daniel lucía desconcertado. —¿Estás bromeando?
—¿Qué? —preguntó Noah.
—Nunca guardaría una en casa —dijo Daniel, sacudiendo su cabeza
vehementemente—. Conduce al mundo de los espíritus, Mara, te lo dije.
Noah hizo una mueca. —Realmente no crees eso, ¿verdad?
—Oye —dijo Daniel—, incluso los hombres de ciencia como nosotros
tienen derecho a ponerse nerviosos de vez en cuando. Sin embargo —dijo,
una sonrisa arrastrándose por sus labios cuando señaló hacia la botella de
Tylenol—, es bueno verte dándole una oportunidad a algo de la vieja
escuela, Mara. Aunque mi cerebro es más grande, así que si yo no tuve
suerte.
Volví a enfocarme en la botella. —Vete.
—¿Algún proceso en la historia del vampiro?
—VETE.
212
—¡Buena suerte! —dijo alegremente.
—Te odio —dije, cuando Daniel cerró la puerta.
—¿Qué historia de vampiros? —preguntó Noah.
Aún miraba fijamente la botella. Que no se había movido. —Era su
otra teoría sobre mi falso alter ego —expliqué—. Una alternativa a la
posesión.
—Bueno, estás muy pálida.
Exhalé despacio. Me negué a alzar la vista.
Alcanzó mi pie desnudo y apretó los dedos. —Y fría.
Lo aparté. —Mala circulación.
—Siempre podrías morderme, sólo para probar.
—Te odio también, a propósito. Sólo para que lo sepas.
—Oh, lo hago. Sugeriría sexo de reconciliación, pero…
—Es una pena que tengas escrúpulos —dije.
—Ahora estás siendo cruel.
—Me gusta empujar tus botones.
—Lo disfrutarías más si los deshicieras primero.
Sálvame. —Pienso que deberías ir a ayudar a Daniel.
—¿Con qué?
—Con lo que sea.
Noah se levantó. Había una sonrisa traviesa en sus labios cuando
salió. Miré fijamente la botella de Tylenol durante un par de minutos más y
traté de imaginarla moviéndose, pero no fue a ningún lugar y obtuve un
dolor de cabeza. La abrí y tomé dos, luego fui a la cocina y me dejé caer
en la mesa frente a mi madre, que estaba sentada con su portátil. Apoyé
la cabeza sobre mis brazos y suspiré dramáticamente.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—¿Por qué los chicos son tan irritantes?
Se echó a reír. —¿Sabes qué solía decir mi madre?
Negué con la cabeza, todavía en posición.
—Que los chicos son estúpidos y las chicas problemáticas.
Las palabras más ciertas nunca dichas.
213
38 Traducido por Max Escritora Solitaria
Corregido por Juli_Arg
Gritos maravillados atravesaron el aire mientras los paseos de
carnaval se arremolinaban, parpadeaban y giraban sobre mi cabeza.
Caminé con mi hermano mayor, a través de la multitud de personas,
habían pasado años desde que estuvimos por última vez en una feria, y el
momento en que llegamos, nuestro padre arrastró a nuestra madre en la
rueda de la fortuna y Joseph huyó con mi novio para conquistar algún
paseo, dejándome a mí y a Daniel solos.
Me hallaba inundada de sonidos y aromas; mantequilla artificial y
risitas. Freidora de masa y gritos hinchados. Se sentía bien estar fuera de
esta manera. Normal.
—Sólo tú y yo, hermana —dijo Daniel mientras se arremolinaba entre
las cabinas—. ¿Qué vamos a hacer?
Una niña pequeña caminaba llevando globos suficientes para hacer
que me preguntara cómo es posible que los tomara sin que la levantaran.
Le sonreí, pero al segundo en que se encontró con mis ojos, se alejó
corriendo. Mi sonrisa cayó.
Pasamos por debajo de una fila de muñecos de peluche colgados.
—Podría ganarte un osito de peluche —le dije. Mis pies crujían sobre las
palomitas descartadas y esquivé un charco gigante que dejó una llovizna
anterior.
Negó con la cabeza. —Los juegos son manipulados.
Noah y Joseph reaparecieron de las multitudes. Mi hermanito lucía
pálido y tembloroso. Los ojos azul-gris de Noah se iluminaron con diversión.
—¿Cómo estuvo el viaje? —le pregunté.
Joseph levantó la barbilla y se encogió de hombros. —Estuvo bien.
—Fue muy valiente —dijo Noah. Una sonrisa tiró de la comisura de su
boca.
214
Los cuatro serpenteamos hasta que Joseph nos detuvo y señaló
hacia arriba. Una enorme cara de payaso amenazadora, mucho más alta
que la entrada de un edificio, pintada de colores chillones.
—¡Salón de los Espejos! ¡Sí!
No.
Daniel debió notar mi malestar porque puso su brazo alrededor de
los hombros de Joseph. —Tengo esto —dijo a Noah y a mí—. Ustedes
diviértanse.
—¡No hagas nada que yo no haría! —llamó Joseph de nuevo, y la
gente se los tragó.
Una leve maliciosa sonrisa apareció en los labios de Noah. Mi
favorita. —Parece que estamos solos —dijo.
Lo hacíamos. —Así es.
—¿Qué vamos a hacer con esta nueva libertad?
Las luces parpadeantes acentuaron los ángulos de sus altos pómulos.
El cabello castaño de Noah era un revuelto, desordenado
magníficamente.
Estoy segura de que podemos pensar en algo, pensé. Estaba a
punto de decirlo cuando oí una voz detrás de nosotros.
—¿Son jóvenes amantes como sus fortunas dicen?
Nos volvimos a encontrar a una mujer con el traje tradicional: Falda
larga impresa y fluida, comprobada. Blusa campesina, comprobada. Pelo
ondulado negro derramándose fuera de una envoltura en la cabeza,
comprobada. Exceso de maquillaje, comprobado. Aretes de oro
reglamentarios, comprobado.
—Creo que pasamos —le dije a Noah. No hay necesidad de tentar a
la suerte—. ¿A menos que quieras?
Negó con la cabeza. —Gracias de todos modos —le dijo mientras se
alejaba.
—Tú no tienes ir por ahí —dijo en voz alta después de mí.
Sentí una oleada de familiaridad mientras sus palabras hacían
cosquillas en la parte trasera de mi mente.
—¿Qué acaba de decir? —Había oído esas palabras antes.
La adivina me miró con ojos vigilantes, con expresión misteriosa. —
Ven conmigo y te explicaré.
215
Noah suspiró. —Mira….
—Está bien —le dije, levantando la vista hacia él—. Quiero ir.
Noah levantó una ceja con una entretenida expresión sombría. —
Como desees —dijo, y comenzó a caminar.
Seguimos a la mujer mientras tejía un camino a través de las
personas a una carpa de rayas pequeñas. Sostuvo la solapa abierta, había
luces parpadeantes y cristales, se reunieron manteles y tapices colgantes.
Adornaron el poco espacio sin ironía. Noah y yo dimos un paso dentro.
La adivina sacudió la cabeza ante Noah. —Puedes esperar afuera —
le dijo—. Mi hija te mostrará dónde. ¡Miranda! —gritó.
Una chica de aspecto hosco con una raya rosa en el pelo apareció
desde detrás de una cortina de cuentas.
—Por favor, ofrece a este joven un poco de té. Muéstrale dónde
sentarse.
La chica, que tenía unos trece o catorce años, parecía que estaba
a punto de rodar los ojos hasta que se dio cuenta de Noah, estaba
descuidadamente apoyado en el marco, la leve sonrisa sarcástica en su
boca perfecta. Su actitud cambió al instante y ella se irguió.
—Vamos —le dijo, y echó la cabeza hacia la cortina.
Él me miró.
—Voy a estar bien —le dije, asintiendo con la cabeza—. Ve.
Una vez que se fueron, la adivina gesticuló hacia una silla plegable
de plástico junto a una mesa de juego redondo que se encontraba
envuelta en tela barata. Me senté. Había una baraja de cartas en frente
de mí. Tarot, presumí.
—El dinero primero —dijo, y tendió la mano.
Por supuesto. Metí la mano en mi bolsillo y le tendí su pago. Guardó
el dinero en efectivo en los pliegues de su falda y luego me miró por un
instante, como si estuviera esperando algo más.
No tenía ni idea de qué. Al ver que no dejaba de mirarme, dije—: Así
que puedo cortar la baraja, señorita...
—Señora.
—Señora. . . ¿qué?
—Madame Rose.
216
—Madame Rose —le dije con fingida seriedad. Eché un vistazo a la
bola de cristal en un estante—. ¿Esa cosa falsa es requerida también?
Su expresión era grave. —Hay poder en un nombre.
Las palabras llenaron mi corazón con hielo. Hicieron eco en mi
mente, pero en la voz de otra persona. Parpadeé, y sacudí la cabeza para
despejarme.
—¿Tienes una pregunta? —preguntó, rompiendo el silencio.
Tragué saliva y volví a centrarme en Madame Rose. —¿Qué quieres
decir?
—Una pregunta que busca una respuesta.
Una sonrisa amarga torció mis labios. Tenía un montón de preguntas.
Todo lo que tenía eran preguntas. ¿Qué me está pasando? ¿Qué soy? —
Tengo un montón de preguntas —dije finalmente.
—Piensa con cuidado —advirtió—. Si haces las preguntas
equivocadas, obtendrás las respuestas equivocadas. —Entonces asintió
con la cabeza a la cubierta.
Llegué a ella, pero me detuve antes de que mis dedos se pusieran en
contacto. Mi corazón tronó contra mis costillas.
Madame Rose se dio cuenta de mi vacilación y bajó la cabeza,
capturando mis ojos. —Puedo hacer un tipo de lectura diferente, si lo
deseas.
—¿Cómo diferente?
—Dame tus manos —dijo. De mala gana coloqué las mías en las
suyas, con la palma hacia arriba. Sacudió la cabeza y sus pendientes
oscilaron con el movimiento, volteó mis manos sobre la palma hacia abajo.
Luego rodó su cuello, su pelo largo cubriendo su rostro como un velo. No
dijo nada. El silencio se prolongó incómodo.
—¿Cuánto tiempo…?
—Silencio —susurró. La adivina sacó la cabeza y examinó mis manos.
Las estudió durante unos momentos, y luego cerró fuertemente sus ojos
sombreados.
Me senté allí mientras me tomó las manos y esperó, ¿qué? No lo
sabía. Después de otro período de tiempo, no sé cuánto tiempo, sus labios
rojos se entreabrieron. Sus párpados temblaron. Inclinó la cabeza
ligeramente hacia arriba y hacia la izquierda, con la frente arrugada por la
concentración. Sus dedos se crisparon en torno a los míos y apretaron. Me
217
asustaba y casi los arrancó, pero antes de que pudiera, sus ojos se
abrieron.
—Tienes que dejarlo. —Sus palabras cortaron el aire.
Pasaron unos segundos antes de encontrar mi voz. —¿De qué está
hablando?
—El muchacho de los ojos grises. El que está fuera.
—¿Por qué? —le pregunté con cautela.
—El chico está destinado a la grandeza, pero contigo, está en
peligro. Están vinculados, ambos. Tienes que dejarlo. Esto es lo que he visto.
Me volví frustrada. —¿Está en peligro por mi culpa?
—Va a morir antes de tiempo contigo a su lado, a menos que lo
dejes ir. ¿Destino o casualidad? ¿Casualidad o destino? No puedo decir. —
Su voz se había vuelto blanda.
Suave y triste.
Un puño se cerró alrededor de mi corazón. Traté de dejarlo ir una
vez. No funcionó.
—No puedo. —Fue todo lo que dije, y en voz baja.
—Entonces lo amarás hasta la ruina —dijo, y dejó mis manos ir.
218
39 Traducido por Max y Mery St. Clair
Corregido por Juli_Arg
Ella retiró el dinero de su bolsillo y me lo ofreció. —No puedo tomar
esto de ti, y no puedes decirle lo que dije.
—Eso es conveniente —murmuré para mis adentros.
—Si lo dejas, díselo —dijo con un encogimiento de hombros—, por
todos los medios. Pero sólo si lo dejas ir. Si sabe de su destino y ambos
permanecen juntos, sellará su destino. —Hizo un gesto hacia la puerta.
No me moví. —¿Eso es todo?
—No te puedo ayudar más— dijo.
Mis fosas nasales se dilataron. —No ayuda en absoluto. —Mi voz era
aguda, pero luego se adelgazo—. ¿No hay algo que pueda hacer?
Cruzó el pequeño espacio y se paró en la puerta. —Sí. Hay algo que
puedes hacer. Puedes dejar que se vaya. Si realmente lo amas, lo dejarás
ir.
Mi garganta se apretó mientras la miraba. Entonces salí de la tienda.
Noah esperaba fuera e igualó mi ritmo cuando pisoteé por el
camino de tierra.
—¿Malas noticias? —preguntó, claramente divertido.
Me sequé los ojos con el dorso de la mano y seguí caminando.
—Espera —dijo, tomando mi mano y girándome alrededor—. ¿Estás
llorando?
Me aparté. —No.
—Detente —dijo Noah, y se paró en el camino. Me apresuré y
aumenté mi ritmo a un trote. Antes de darme cuenta, corría.
Nos encontrábamos casi de vuelta en el Salón de los Espejos cuando
Noah me alcanzó. Sentí una mano en mi hombro y me dio la vuelta.
—Mara —dijo en voz baja—. ¿Por qué huyes de mí?
219
Y eso me desarmó. Las lágrimas llegaron más rápido de lo que podía
borrarlas. Noah tomó mi mano y me llevó detrás de uno de los puestos de
juegos, entonces me envolvió en sus brazos. Acarició mi pelo.
—¿Qué te dijo?
—No puedo decirte —dije entre sollozos.
—Pero es la razón por la que estás llorando, ¿no?
Asentí con la cabeza en su camisa suave. Se sentía tan firme bajo mi
mejilla. No quería dejarlo ir.
Pero Noah tomó un paso hacia atrás ligeramente, alejándose, e
inclinó mi cara con su mano. —Esto va a sonar cruel, pero no lo digo de
esa manera.
—Sólo dilo. —Sorbí por la nariz.
—Eres crédula, Mara —dijo en voz baja, y su voz era amable—. Un
blanco fácil. Hace unas semanas fue la hipnosis y la santería. Ahora es la
posesión y el tarot.
—No hizo una lectura del tarot.
Noah suspiró y bajó la cabeza. —No importa lo que hizo. Lo que
importa es lo que tú crees. Y eres muy sugestionable, escuchas algo sin
pensar y de repente crees que es una explicación global.
Lo fulminé con la mirada, pero no había tensión detrás de él. —Por lo
menos estoy tratando de encontrar una.
Los ojos de Noah se cerraron. —He tratado de encontrar una por
años, Mara. No me ha llevado a ningún lugar. Mira —dijo mientras abría los
ojos, tomó mi mano y entrelazó sus largos dedos con los míos—. Vamos a ir
directamente a ella y voy a duplicar su dinero para que admita la verdad
y te dirá que hizo todo el asunto. Para poner un buen espectáculo. No voy
a dejar que ningún estafador te moleste de esta manera.
—No tomo mi dinero —dije en voz baja—. No tenía nada que ganar
mintiendo.
—Uno nunca sabe lo mucho que la otra persona tiene para ganar o
perder. —Me llevó de vuelta al camino—. Vamos.
220
Cuando hicimos nuestro camino a su tienda de campaña, una señal
fue colgada sobre la entrada que decía: ―REGRESO EN UNA HORA‖. Noah
lo ignoró y empujó la tapa.
La hija de la adivina se encontraba sentada en un pequeño sillón
mullido leyendo una revista. Había un tablero de Guija en la mesa delante
de ella. Aparté la vista.
—¿Dónde está tu madre, Miranda? —Los ojos de Noah vagaron en
la pequeña tienda de campaña.
La chica agrietó su chicle y me miró. Sopló una burbuja gruesa rosa,
entonces la absorbió de nuevo en su boca. —Te tiene mal, ¿eh?
Noah arqueó una ceja.
—¿Qué quieres decir? —le pregunté.
—¿Compraste su mierda de Madame Rose? —me preguntó—. Mira,
su nombre real es Roslyn Ferretti y es de Babylon, Long Island. Se podría
obtener mejores predicciones de una bola mágica octava —me dijo.
Luego volvió a su revista.
Noah inclinó la página hacia abajo con un dedo. —¿Dónde
podemos encontrarla?
Miranda se encogió de hombros. —Drogándose probablemente,
detrás del estridente hombre muerto.
—Gracias —dijo Noah, y salió de la tienda. Me tomó la mano y se fue
como si supiera a dónde íbamos—. ¿Ves? —dijo suavemente—. No es real.
No respondí. No confiaba en mi voz.
Una alta e intimidante torre se alzaba frente a nosotros, justo al lado
de la rueda de la fortuna. Un pequeño coche ascendía lentamente en el
aire, asumí que eventualmente caería como una gota. Dimos una vuelta
detrás del juego, buscando a la mujer mientras caminábamos. Noah me
llevó alrededor de un terreno de tierra; caminamos hasta que se volvió
pasto y luego, finalmente, la vimos.
Madame Rose, alias Roslyn Ferreti, se hallaba sentada sobre una
pequeña rosa, el dobladillo de su falta se arremolinaba a sus pies.
Fumando un porro, como su hija predijo.
—Oye —gritó fuerte Noah.
La mujer tosió y rápidamente ocultó la mano detrás de su espalda.
Tenía los ojos inyectados de sangre y desenfocados. Cuando me
reconoció, sacudió la cabeza. —Ya te regresé tu dinero.
221
—¿Por qué dijiste esas cosas? —pregunté en voz baja.
Sus ojos vagaron entre nosotros. Llevó el cigarrillo de vuelta a su boca
e inhaló profundamente. —Porque eran ciertas —dijo entonces, exhalando
las palabras en una nube de humo empalagoso. Sus ojos comenzaron a
cerrarse.
Noah chasqueó los dedos frente a su rostro. Ella apartó su mano. —
Escucha con atención —dijo—. Te daré cien dólares si admites que lo
inventaste.
Ella me miró entonces, sus ojos repentinamente afilados. —¿Se lo
dijiste?
Abrí mi boca para insistir que no lo hice, pero Noah habló antes de
que yo tuviera una oportunidad.
—Mil —dijo sombríamente.
Ella le dio una larga mirada. —No puedo aceptar tu dinero.
—No me jodas —dijo Noah—. Sabemos que eres un fraude, Roslyn,
así que por favor, hazte un favor y admítelo.
Su cabeza cayó, y la sacudió. —Esta chica, lo juro.
—Roslyn.
Echó su cabeza hacia atrás, como si esto fuera algún tipo de
inconveniente enorme. —Él me pagó, ¿de acuerdo?
El vello en mi nuca se erizó. Noah y yo intercambiamos una mirada.
—¿Quién te pago? —pregunté.
Se encogió de hombros. —Un chico.
—¿Qué aspecto tiene? —presionó Noah.
—Alto. Moreno. Atractivo. —Sonrió e intentó inhalar otra dosis. Noah
se lo arrancó de los dedos y lo sostuvo frente a él, justo fuera de su
alcance.
—Especifícate —dijo.
Se encogió de hombros con aburrimiento. —Tenía un percance.
—¿Un accidente? —preguntó Noah—. ¿Cojea? ¿Usa una prótesis?
¿Qué?
—Habla divertido.
Noah rodó los ojos. —Un acento. Correcto. ¿Qué tipo de acento?
—Extranjero —dijo con voz ronca, y se echó a reír.
222
—Es inútil —dije. Pero al menos no describió a Jude. Fue un pequeño
alivio, sin embargo.
—No vamos a marcharnos hasta que nos digas exactamente lo que
pasó —insistió Noah—. ¿Su acento era como el mío? —le preguntó.
Ella negó con la cabeza.
—¿Qué te dijo?
Suspiró. —Me dijo que tú la traerías a mi tienda —dijo hacia mí—. Me
dijo que decirte. —Luego levantó el rostro hacia Noah—. Y me dijo que me
ofrecerías dinero y que no debía aceptarlo.
—¿Cuándo fue eso? —le pregunté.
—Unos diez minutos antes de verte.
Noah pasó su mano por su mandíbula. —¿Supongo que no te dio su
nombre?
Sacudió la cabeza.
—¿Estás segura? —presionó—. ¿No hay alguna cantidad que pueda
ofrecerte para que nos digas?
Una triste y frágil sonrisa apareció en sus labios. —Dios sabe que
quiero aceptarlo, cariño, pero no puedo aceptar dinero de ninguno de
ustedes.
—¿Por qué no?
Su mirada se desvió hacia la oscuridad. —Me dijo que no podía.
—¿Y eso qué? —preguntó Noah—. ¿Por qué le haces caso?
Su voz se volvió tranquila. —Porque con él hice el verdadero trato. —
Luego extendió su mano.
Noah le devolvió el porro, y ella se levantó.
—Realmente lo siento —me dijo mientras me pasaba, dejándonos a
Noah y a mí solos. La torre por encima de nosotros parecía estar a punto
de caerse; Pero a pesar de que todos sabían lo que iba a venir, cuando
descendían, todos gritaban.
Las manos de Noah fueron a la curva de mi cintura. —Dime —dijo.
Parecía inhumanamente hermoso bajo las luces. Casi dolía mirarlo,
pero era más doloroso apartar la mirada.
—Dime —dijo de nuevo. Había necesidad en su voz, y yo no tenía
fuerzas para negarme.
223
—Dijo que tenía que dejarte ir.
Me atrajo más cerca. Apartó un mechón de mi cabello lejos de mi
rostro, recorrió sus dedos a lo largo de la curva de mi cuello. —¿Por qué?
Cerré mis ojos. Las palabras dolieron cuando salieron de mi
garganta. —Por qué morirás a mi lado si no lo hago.
Noah deslizó sus brazos alrededor de mí y me acomodó contra él. —
No era verdad —susurró contra mi cabello.
Quizás no lo era. Pero incluso si lo fuera…
—Soy demasiado egoísta para dejarte ir —dije.
Noah se apartó para que yo pudiera ver su sonrisa. —También soy
demasiado egoísta para dejarte ir.
224
40 Traducido por Macasolci
Corregido por Zafiro
Cuando nos encontramos de nuevo con mi familia, puse mi mejor
cara feliz. Todavía estaba atormentada por lo que Roslyn dijo y la idea de
que alguien le pagó para decir eso, pero cuando logré encontrar un
minuto a solas con Noah luego de que llegáramos a casa, él dijo que tenía
al Tipo Investigador indagando sobre eso, me besó en la frente, y lo dejó
así. Mi rostro se ensombreció, pero Noah no lo vio.
O lo ignoró.
Noah intentaría descubrir quién le había pagado, lo sabía. Confiaba
en él. Pero no estaba segura de que él confiara en mí.
Yo era influenciable, dijo él, y Noah era lo contrario. Eternamente
escéptico y arrogante sobre eso. Sí, me seguía la corriente en todo lo que
quería, sin importar lo raro que fuera, la cosa de Santería, quemar esa
muñeca. Y esta noche, con el asunto de la fortuna; cedió ante mí también,
a pesar de que pensaba que Roslyn sólo estaba drogada, que sus
palabras no tenían más peso que un horóscopo. Noah consintió cada uno
de mis caprichos, pero eran más que eso para mí.
Lo que me hacía desear tener la libertar de buscar respuestas por mí
misma.
Sabía que debería estar agradecida de no estar ya encerrada en un
hospital mental y lo estaba, pero en cambio, era difícil no sentirse como
una prisionera en mi propia casa. Y no estaba sólo bajo la observación de
mis padres, estaba bajo la de John, también. Quería que él me vigilara a
mí y a la casa, absolutamente. Pero a pesar de que me sentía más segura
ahora, no me sentía libre. Eso no era su culpa, y no era la de Noah.
Era la de Jude.
Noah me pidió que fuera a su habitación luego de que todos se
durmieran esa noche, y a pesar de que estaba frustrada, cansada y aun
pensando en mi horrible fortuna, fui. Obviamente.
225
Cuando abrí la puerta del cuarto de invitados, Noah estaba en la
cama, aún vestido y leyendo.
—¿Qué libro? —pregunté, cerrando la puerta y apoyándome en
ella.
Él me mostró el título: Invitación a una Decapitación.
Sonreí, pero no llegó a mis ojos.
—Yo te lo recomendé.
—Lo hiciste.
—¿Y?
—Es triste —dijo, poniendo el libro sobre la cama.
Mis cejas se unieron.
—Pensé que era divertido.
—Cincinato está en una prisión de su propia creación. Lo encuentro
triste. —Inclinó la cabeza hacia mí—. Todavía estás molesta.
No era una pregunta, pero asentí de todas formas.
—En ese caso, tengo una propuesta.
—Estoy escuchando.
—Has estado haciendo terapia de exposición en Horizontes,
¿verdad?
—Sí...
—Para superar tus miedos.
Asentí otra vez.
—Y una de las cosas a las que le temes es lastimarme.
—Matarte —dije suavemente.
—Si nos besamos.
Si pierdo el control. —Si nos quedamos juntos —dije, pensando en las
palabras de Roslyn.
—¿Quieres hacer ambas? —preguntó Noah uniformemente.
Tanto. —Sí.
—Entonces mi propuesta es esta: que nos acerquemos a ello como
lo harías con cualquier otro miedo. Primero, imaginarás un encuentro con
la fuente de tu fobia. —Una media sonrisa apareció en sus labios.
226
Vi a dónde estaba yendo con esto.
—¿Quieres que me imagine besándote?
—Te guiaré a través de ello.
—¿Luego qué?
—Luego —dijo—, te acercarás a la fuente, pero no te enfrentarás a
ella todavía.
—¿Y cómo se traduce eso, exactamente?
—Estoy seguro de que pensaré en algo. —El timbre en su voz me
despertó.
—¿Cuándo quieres comenzar? —pregunté.
Él me miró desde la cama.
—Ven aquí.
Obedecí.
Noah me sentó frente a él para que pudiéramos mirarnos. Sus
pestañas casi barrían sus pómulos, se mordió el labio inferior y mi
respiración se atoró mientras observaba.
Tranquila, allí.
—Cierra los ojos —dijo Noah, y lo hice—. Quiero que nos imagines en
un lugar que ames.
Asentí.
—Un lugar seguro.
La habitación se evaporó a nuestro alrededor mientras él hablaba.
Caminé a través de los pasillos de mi mente y abrí la puerta de la casa en
la que crecí. Donde jugaba con mis viejos juguetes en el suelo. Donde
tenía pijamadas con Rachel y reía por sus chistes y le contaba mis secretos.
—¿Dónde estamos? —preguntó, su voz suave.
—Mi antigua habitación.
—Descríbela.
—Hay muebles viejos y de madera oscura que solían ser de mi mamá
cuando era joven. Antiguos. Lindos, pero un poco rasguñados.
—¿Qué más?
—Las paredes son de color rosa, pero no puedes ver mucho de ellas
debajo de los bocetos y dibujos y fotografías.
227
—Fotografías de...
—Mías. De mi familia. Rachel —dije, mi voz casi trabada. Respiré
profundamente—. Paisajes y cosas. Clavé todo a la pared. —Lo recordaba
perfectamente—. Los palpes aleteaban cuando abría o cerraba la puerta,
como si las paredes estuvieran respirando.
—Cuéntame sobre tu cama —dijo Noah, la insinuación de una
sonrisa en su voz.
—Es doble —dije, una pista de una sonrisa en la mía—. De roble,
como el resto de los muebles. Una con dosel.
—¿Manta?
—Un edredón realmente pesado. Era de mi abuela. Plumas de ganso
y realmente grueso.
—¿De qué color es?
—Feo. —Sonreí—. Un extraño marrón, negro y blanco con un
estampado de los sesenta, creo.
—¿Dónde estás en la habitación justo ahora?
—Sólo... parada en el medio, supongo.
—Bien. Si yo estuviera en tu habitación, ¿dónde estaría?
Lo vi con vívida claridad: Noah en mi puerta.
—Parado allí, en la puerta —dije, a pesar de que nuestros cuerpos
ahora estaban a centímetros de distancia.
—Estoy allí, entonces —dijo en una voz cálida, suave, melosa—. Está
oscuro afuera, es de noche. ¿Hay alguna luz en tu habitación?
—La lámpara de mi mesa de noche.
—Perfecto. Entro a tu habitación. ¿Debería cerrar la puerta?
Sí.
—Sí —dije, mi respiración agitándose.
—Cierro la puerta. Cruzo la habitación y me reúno contigo en el
medio. ¿Qué pasa entonces?
—Creí que tú eras el que iba a guiarme a través de esto.
—Creo que deberías tener alguna participación también.
—¿Cuáles son mis opciones?
228
—Podrías leer poesía oscura mientras yo toco el triángulo, supongo.
O podemos ahogarnos en mantequilla de maní y aullar a la luna. Usa tu
imaginación.
—Bien —dijo—. Tomas mi mano y te diriges a la cama.
—Excelente elección. ¿Qué pasa entonces?
—Te sientas, y me llevas contigo.
—¿Dónde estás? —preguntó.
—Tiras de mí a tu regazo.
—¿Dónde están tus piernas?
—Alrededor de tu cintura.
—Bueno —dijo Noah, su voz ligeramente ronca—. Esto se está
poniendo interesante. Así que estoy en el borde de tu cama. Estoy
sosteniéndote en mi regazo mientras que tú te sientas a horcajadas. Mis
brazos están alrededor tuyo, abrazándote para que no te caigas. ¿Qué
estoy usando?
Sonreí.
—La camiseta con todos los agujeros.
—¿En serio?
—Sí, ¿por qué?
—Creí que vestiría un esmoquin en tus fantasías o algo así.
—¿Como James Bond? Eso suena a tu fantasía —dije, pensando en
la imagen de Noah en un fresco esmoquin con su cabello hábilmente
desordenado, su corbatín deshecho, colgando alrededor de su cuello,
tragué. Mi sangre ardía bajo mi piel.
—Katie la odia.
—¿La camiseta?
—Sí.
—Es tu hermana.
—¿Entonces debería conservarla?
—Sí.
—Está bien. Estoy usando la camiseta. ¿Y debajo de eso?
—¿Qué usas generalmente para dormir? —pregunté.
229
Noah no dijo nada. Abrí los ojos y me encontré con una ceja
arqueada y una sonrisa sinuosa.
Oh Dios mío.
—Cierra. Los. Ojos —dijo. Lo hice—. Ahora, ¿dónde estábamos?
—Yo estaba a ahorcadas sobre ti —dije.
—Cierto. Y estoy usando...
—Pantalones de cordón ajustable.
—Esos son un poco finos, sabes.
Estoy al tanto.
—Guau —dijo, y sentí la presión de sus manos en mis hombros. Abrí
los ojos—. Te tambaleaste un poco —dijo, dejando caer sus manos—. Creí
que te ibas a caer de la cama.
Me sonrojé.
—Tal vez deberíamos llevar esto al suelo —dijo, y se levantó. Se estiró,
y fue imposible ignorar su fuerte línea, de pie a pocos centímetros de
distancia. Me levanté muy rápido y me tambaleé sobre mis pies.
Se rió, tomó una almohada de la cama y la puso en el suelo,
indicándome que debería sentarme. Lo hice.
—Bien —dijo—. Entonces, ¿qué estás usando tú?
—No lo sé. Un traje espacial. ¿A quién le importa?
—Creo que esto debería ser lo más vívido posible —dijo—. Por ti —
aclaró, y yo reí—. Ojos cerrados —me recordó—. Voy a tener que
establecer un castigo por cada vez que tenga que decírtelo.
—¿Qué tenías en mente? —pregunté maliciosamente.
—No me tientes. Ahora, ¿qué tienes puesto?
—Una sudadera con capucha y pantalones de cordón también,
supongo.
—¿Algo debajo?
—Por lo general no ando por ahí sin ropa interior.
—¿Por lo general?
—Sólo en ocasiones especiales.
—Cristo. Me refería debajo de tu sudadera.
—Una camiseta sin mangas, supongo.
230
—¿De qué color?
—Blanca. Y la sudadera es negra. Los pantalones grises. Estoy lista
para avanzar ahora.
Lo sentí más cerca, sus palabras cerca de mi oído.
—¿A la parte donde me inclino hacia atrás y te llevo conmigo?
Sí.
—Sobre mí —dijo.
Joder.
—¿A la parte donde te digo que quiero sentir la suavidad de los rizos
en tu nuca? ¿Saber cómo se sentiría tu cadera en mi boca? —murmuró en
mi piel—. ¿En la que memorizo la ladera de tu ombligo y el arco de tu
cuello y la hinchazón de tu… oye.
Sentí sus cálidas manos en mis hombros. Abrí los ojos. Debí haberme
movido hacia él mientras mis ojos estuvieron cerrados, porque estaba casi
sobre su regazo.
—Deberías quedarte en tu almohada —dijo.
Pero no quiero.
—No quiero hacerlo —respondí. Mis dedos dolían de la necesitad de
tocarlo.
—No deberíamos apresurar esto.
Pero quiero hacerlo.
—¿Por qué no? —pregunté.
Me miró fijamente. A mi boca.
—Porque quiero besarte otra vez —dijo—. Pero no si alguna parte de
ti todavía tiene miedo. ¿Hay alguna parte de ti que todavía tenga miedo?
¿De poder lastimarlo? ¿Matarlo? ¿Si nos besábamos? ¿Si nos
quedábamos juntos?
—No tengo miedo de ti, Noah —dije en voz alta.
—No conscientemente.
—No en absoluto —dije, moviéndome hacia atrás y cruzándome de
piernas.
Él inclinó la cabeza. No habló.
231
—Tengo miedo de... mí misma —aclaré—. No…no siento que tenga
control cuando estoy contigo.
Su ceño se frunció. Podía ver los engranajes girando en su mente.
—¿Qué estás pensando?
—Nada.
—Mentiroso. Jamás estás pensando en nada.
—Me estoy preguntando qué te haría sentir como si tuvieras control.
Qué te haría confiar en ti conmigo.
—¿Hubo suerte?
—Te lo haré saber.
—Bueno. —Miré al reloj—. Tenemos unas pocas horas antes de que
tengamos que levantarnos otra vez.
—Deberíamos dormir —dijo, pero no se movió de vuelta a la cama.
Reí.
—Deberíamos volver a mi habitación.
Allí fue cuando se puso de pie.
—La cual está justo entre las habitaciones de Joseph y la de tus
padres. ¿Y pensé que te acababa de decir que no creía que debamos
apresurar nada?
Rodé los ojos.
—Me refería a mi antigua habitación.
—Ah.
Me levanté y entrelacé mis dedos con los suyos.
—Noah —dije, mi voz suave.
Se dio la vuelta y me miró. La sombra de una sonrisa tocó su boca.
—Mañana —dijo.
Debí haber sido incapaz de esconder mi decepción, porque él puso
su dedo debajo de mi barbilla y la levantó.
—Mañana —dijo otra vez, y pude oír la promesa en esa palabra.
Asentí. Mientras la adrenalina se disolvía en mi sangre, Noah presionó
sus labios contra mi frente y me dirigió a su cama. Deseé con todo lo que
había en mí poder hundirme en la sensación de Noah abrazándome
mientras dormía. Pero a pesar de sus palabras esta noche, todo lo que oí
232
fueron las de Roslyn mientras yacía en sus brazos, despierta en la
oscuridad.
Lo amarás hasta la ruina.
Si lo hacía, sería la ruina de ambos.
233
41 Traducido por Juli_Arg
Corregido por MaryJane♥
Mis ojos se abrieron. Se hallaban desenfocados, mi visión era borrosa
mientras miraba al techo. No era techo de la habitación de invitados.
Era el techo de Noah.
Me encontraba en la casa de Noah. Yo estaba en su cama.
Estaba soñando, me di cuenta. Y luego el colchón cambió a mi lado.
La palabra pesadilla vino mi mente espontáneamente, y de repente,
tuve miedo.
Pero sólo era Noah, de espaldas a mí, mirando las hileras de libros
que se extendían lo largo de su habitación. La poca luz que se filtraba por
las cortinas protegía del sol su hermoso rostro en ángulos agudos.
Él nunca podría ser una pesadilla.
Me arrodillé con cautela, temerosa de que el movimiento
equivocado provoque que el sueño se disuelva. Me acerqué y
cautelosamente eché su cabello hacia atrás. Se sentía tan real, a pesar de
que él no se movió, ni respondió a mi tacto. Pasé los dedos por su cabello,
porque cuando me desperté, tenía demasiado miedo de lo que haría.
Pero esto no era real, así que no había nada que temer. Pasé los
dedos, la mano, a lo largo de su mandíbula, disfrutando del roce contra mi
piel. Tocarlo se sentía natural pero posesivo, y no estaba segura de cuán
lejos me dejaría ir.
No muy lejos, al parecer. Noah me miró con los ojos translúcidos. Su
mirada lucía desolada y desesperada.
—¿Qué ocurre? —susurré, pero no respondió. Su expresión me asustó.
Mirando su rostro y en sus ojos, lo único que quería era hacerle sentir algo
más.
234
Con un atrevimiento que no tenía despertando en mí, tomé su cara
entre las manos, lo incliné hacia mí, y lo besé. No profundamente. Ligero.
Fresco. Suave.
No se movió hacia mí, no al principio. Cerró los ojos, los cerró con
fuerza como si le hubiera hecho daño. Me sonrojé, picada, y retrocedí.
Pero luego. Empujó el cabello de mi cara, lo cepilló detrás de mis
hombros. Con la palma de la mano, me empujó hacia abajo contra el
colchón muy suavemente. Se movió sobre mí, presionó suaves besos sobre
mi piel, se burlaba de mí con su boca. Le oí susurrar en mi oído, pero yo no
podía oír sus palabras, mi propia respiración era demasiado fuerte. Deslizó
sus manos en las mías entonces, y me besó en los labios ligeramente, por
última vez. Luego se retiró, dejando algo atrás en mi mano abierta.
Era pesado, pero suave y encajaba perfectamente en mi mano. No
podía ver lo que era en la oscuridad, así que lo acuné contra mi pecho. Lo
seguí al balcón, fuera de su habitación.
Pero cuando di un paso fuera, mis pies tocaron nada. Yo no tenía
gravedad. Me di la vuelta para mirar la casa de Noah, pero enredaderas
oscuras se arrastraban sobre ella. Árboles brotaron de la tierra y agrietaban
el techo.
No quiero ver esto. Cerré los ojos. Despierta, me dije. Despierta.
Pero los abrí justo a tiempo para ver la bahía empapar la tierra. Los
edificios fueron aplastados y se desplomaron en segundos bajo el peso de
la selva. La selva había entrado, y ahora no había nada que yo pudiera
hacer.
Cerré los ojos y me retorcí dentro de mí. Quería que la pesadilla
terminara.
Pero entonces oí voces. Pasos. Se acercaban, pero mis párpados se
encontraban llenos de plomo, no se abrirían. No hasta que sentí el roce de
una pluma en mi mejilla. Mis pulmones se llenaron de aire y mis ojos se
abrieron, empapando mi mundo de color. Cuando me desperté, no era yo
misma.
Un hombre se arrodilló delante de mí, me resultaba familiar, pero no
sabía su nombre. Sacó la pluma de mi mejilla y la colocó en una de mis
manos. Mi pulgar acarició los bordes. Era tan suave.
—Muéstrame lo que está en la otra —dijo amablemente.
Le obedecí. Estirado mis dedos para revelar lo que había dentro.
Era el corazón de Noah.
235
Me desperté en la cocina, frente a la oscura ventana sobre el
fregadero. Noah se encontraba a mi lado. Había estado sonámbula de
nuevo, pero me sentía inundada de alivio al mirar su pecho, se hallaba
completo, y él estaba muy vivo.
La pesadilla no era real. Noah estaba bien.
Pero cuando miré a los ojos, que lucían desolados. Desesperados. Era
la expresión que usaba en mi sueño, antes de que me diera su corazón.
—¿Qué pasa? —le pregunté, presa del pánico.
—Nada —dijo, y su mano encontró la mía—. Vuelve a la cama.
Noah me despertó unas horas más tarde e insistió en que fuera a mi
propia cama antes de que el resto de la casa se despertara. Me fui porque
tenía que hacerlo pero me sentía inquieta y no quería estar sola.
Me sentía enferma. Mis músculos se encontraban tensos y doloridos y
mis vértebras crujían cuando estiré el cuello. Mi piel se sentía caliente y el
roce de la ropa contra mi piel me quemaba. Me sentí mal, como si alguien
me hubiera vertido en un cuerpo diferente durante la noche.
¿Qué me sucedió?
Entré en mi cuarto de baño y encendí la luz. Me sorprendió lo que vi.
Mirarme en el espejo era como mirar una foto mía en el futuro, como
si hubiera envejecido un año en una hora, seguía siendo yo, pero no yo
misma. Las curvas de mis mejillas parecían huecas, y mis ojos parecían
huecos también.
¿Era la única que podía verlo?
¿Noah lo vio?
—Todo lo que puedes hacer es ver —le había dicho a él, en su
cama, pero acostada sola.
—Lo he hecho, Mara.
236
Si eso fuera cierto, entonces tenía que verme cambiando, e
independientemente de si lo vio yo tenía que saber. Noah parecía tan
atormentado cuando me desperté en la cocina: había sido sonámbula
antes, pero nunca me miró de esa manera antes...
Me hallaba profundamente inquieta. Me subí a la cama, pero pasó
mucho tiempo antes de que finalmente me quedara dormida.
—Buenos días, dormilona —llamó mi madre, asomando su cara
detrás de mi puerta—. Es casi mediodía.
Mis ojos se sentían como si estuvieran pegados. Me empujé hacia
arriba en los codos y gemí.
—¿Te sientes bien?
Asentí con la cabeza. —Sólo cansada.
—¿Quieres regresar a la cama?
Lo hacía, pero no debería. —No, enseguida me levanto.
—¿Debo hacer algo de comer? ¿El desayuno, quiero decir?
No tenía mucha hambre, pero sabía que tenía que comer de todos
modos. —Gracias.
Mi madre sonrió y se fue. Me levanté lentamente y me apoyé en el
tocador, arqueando mi espalda.
Seguía viendo a Noah en mi mente. El aspecto que tenía anoche, en
la cocina y en mi sueño. Algo iba muy mal. Teníamos que hablar porque
no podía darle sentido por mí misma, el sueño, los colgantes, mi abuela, la
fotografía. Me caía a pedazos, y todos mis pedazos se dispersaban al
viento.
Cuando me vestí y me dirigí a la cocina, Joseph comía un sándwich,
pero aparte de mi madre, era el único.
—¿Dónde está todo el mundo? —le pregunté. No queriendo ser
demasiado obvia.
237
—Papá está jugando golf —dijo Joseph entre bocado y bocado.
Siguiente.
—Daniel fue a escuchar Sophie ensayar para un recital que tiene en
un par de semanas.
Siguiente.
Excepto que ninguno mencionó a Noah. Me senté y me serví un
poco de jugo. Miré el teléfono. Lo llamaría.
—Noah fue a recoger algo a su casa —dijo mi madre, con una
sonrisa en su voz—. Va a estar de vuelta más tarde.
Por lo tanto, era así de obvia. Excelente.
—¿Tostadas?
—Gracias —le dije.
—¿Qué quieren hacer hoy? —me preguntó.
—Equitación —respondió Joseph, entre bocados.
—No estoy segura a dónde ir para eso.
—Noah sí —dijo Joseph—. Él lo sabe todo.
—Veo que tenemos un poco de adoración al héroe aquí. —Mi
madre me dio un plato de tostadas mientras le disparó a Joseph una
mirada de complicidad—. Creo que tal vez deberíamos dejar que Noah
tenga un poco de espacio hoy para que haga lo que él quiere hacer. ¿Por
qué no vemos una película?
Mi hermano suspiró. —¿Cuál?
—Cualquiera que te guste…
Joseph esbozó una sonrisa maliciosa
—Eso no está clasificado más alto que PG-13.
Su expresión cayó. Entonces se iluminó de nuevo. —¿Qué hay de
Aftermath?
Mi madre entrecerró los ojos. —¿La que trata sobre la peste?
Joseph asintió con vehemencia.
Mi madre me miró. —¿Está bien contigo?
Particularmente no quiero ir a ninguna parte. De hecho, no podía
pensar en nada que prefiera más que tener la casa para mí por un rato. Tal
238
vez intente leer más de Nuevas teorías, o investigar sobre los símbolos de los
colgantes, la pluma, algo.
Pero mi mamá nunca estaría de acuerdo en dejarme sola, y si dijera
que no quiero salir, se preguntaría por qué. Y preguntarse la llevaría a la
preocupación, lo que sólo haría menos probable que me libere de su
cautiverio en un corto plazo. Así que asentí. Podría hacer a Joseph feliz, por
lo menos.
La película no comenzó durante más de una hora, así que me
encontré con que matar el tiempo. Casi llamo a Noah para preguntarle
acerca de anoche, pero mi madre tenía razón. Se merecía algo de
espacio.
Por eso mis entrañas se revolvieron con la culpa cuando me
encontré de pie en la puerta de la habitación de invitados. Yo no sabía lo
que buscaba hasta que mis ojos lo encontraron.
No toqué sus cosas. No cavé a través de su bolsa de nylon negro. La
habitación estaba tan limpia como si nunca hubiera dormido en ella,
como si nadie hubiera estado nunca dentro. Todo lo suyo había sido
cuidadosamente guardado. Pero justo antes de que saliera, noté algo
asomándose en la grieta de la esquina entre la pared y la cama.
Un cuaderno.
Noah no tomaba notas.
Di un paso hacia la habitación. Tal vez no era suyo. ¿Quizá Daniel o
Joseph lo habían dejado allí y olvidado, o tal vez pertenecía a uno de sus
amigos? Podría ver la primera página. Sólo para comprobar.
No. Salí de la habitación y tomé el teléfono para llamar a Noah. Le
preguntaría si era suyo y si él sabría que lo encontré, no traicionaría su
confianza si miraba en su interior.
Este era mi monólogo interior mientras marqué su número, su teléfono
seguía sonando. Con el tiempo, oí un chasquido, pero fue sólo su buzón de
voz. No respondió.
En unos momentos, me encontré de nuevo en la habitación.
El cuaderno probablemente no era suyo. Nunca lo había visto con
uno y de todos modos, no había ninguna razón para que lo trajera a mi
casa. En las vacaciones de primavera, nada menos. Sólo voltearía a través
de él para ver de quién era, no leería todo lo que hay dentro.
Un enigma Gollum/Sméagol. ¿Lo malo o bueno prevalecerá?
239
Di un paso hacia la cama. Si el cuaderno era de Noah, la ley del
universo dictaría que me atrapen.
Pero es más fácil pedir perdón que permiso. Di otro paso. Otro.
Entonces tomé el cuaderno, me tragué mi culpa, y comencé a leer.
240
42 Traducido por Macasolci
Corregido por MaryJane♥
Así comienza el registro no ilustrado de observaciones y reflexiones
de Noah Elliot Simon Shaw en la medida en que se relaciona con Mara
(segundo nombre aún desconocido, debe ser remediado) Dyer y su
supuesta metamorfosis.
Mara se acaba de ir. Acabamos de inmolar la muñeca de su
abuela, la cual parece haber estado (penosamente) rellena de cabello
humano, así también como un colgante idéntico al que yo tengo. Ambos
estamos justificadamente perturbados por este acontecimiento, aunque
nos ha previsto una nueva vía de exploración de por qué diablos ambos
somos tan profundamente extraños.
También, la besé. Le gustó.
Naturalmente.
Si hubiera habido alguien con quien hablar, me habría quedado sin
palabras. Parpadeé, fuerte, y luego observé la página, las palabras, su
letra, sólo para asegurarme de que en realidad estaban allí.
Lo estaban. Y sabía cuándo había comenzado a escribir esto. Fue
luego de que le dijera que tenía miedo de perder el control. De perderme
a mí misma. Luego de decirle...
Que todo lo que él podía hacer era observar. Mi propia voz resonó
con dureza en mis oídos.
—Dime lo que ves. Porque no sé qué es real y qué no o qué es nuevo
o diferente y no puedo confiar en mí misma, pero confío en ti.
Él había cerrado los ojos. Dijo mi nombre. Y luego yo dije...
—¿Sabes qué? No me digas, porque puede que no lo recuerde.
Escríbelo, y luego tal vez algún día, si alguna vez me pongo mejor, déjame
leerlo. De otra manera cambiaré un poco cada día y jamás sabré quién
era hasta luego de que me haya ido.
Mi garganta se sentía tensa. Él estaba escribiendo esto por mí.
241
Podía dejar de leerlo ahora. Bajar el cuaderno, decirle que lo había
encontrado y admitir que había leído el principio. Podía decirle que sólo
quería fijarme a ver de quién era y una vez que vi que era suyo, dejé de
leerlo.
Pero no lo hice. Di vuelta la página.
Ruth me informa que cuando mi padre vuelve a casa, espera que yo
regrese a la escuela y que asista a las clases sin faltar. Escucho
pacientemente pero puedo sentirme desconectado mientras lo veo con
exquisito y miserable detalle:
Observo con indiferencia detrás de las cabezas de los maestros
mientras los escucho hablar monótonamente sobre cosas que ya sé. Me
salto la clase y me estiro en una mesa de picnic debajo del monstruoso
tiki18 y me quedo allí, completamente quieto.
Un grupo de chicas pasa, mirando por encima del borde de la mesa.
Envidio a los camaleones. Abro los ojos, echando un vistazo, y las chicas
salen disparadas. Ríen y ríen y oigo a una de ellas susurrar "demasiado
perfecto". Quiero sacudirlas por su ignorancia y gritar que su Capilla Sixtina
está llena de grietas.
En mi vida anterior, así parece aunque sólo hayan pasado unos
meses, coquetearía, o no, con cualquiera que pareciera remotamente
interesante cualquier día. Habría una candidata, si tenía suerte. Luego
contaría las horas y los minutos y los segundos hasta que otro día sin sentido
finalmente terminara.
Y luego me iría a casa. O iría a un nuevo club con Parker o algún otro
idiota que use una chaqueta cárdigan alrededor de sus hombros y levante
el cuello de su jodido polo. Me tambalearía hasta salir, dos bellas chicas sin
rostro aferrándose a mi cintura, el ruido sordo de la música combinado con
el latido sordo de mi sien, evidente incluso a través de la ligera bruma de
éxtasis y alcohol, y tomaría y no sentiría nada y reiría y no sentiría nada y
vería mi vida por los siguientes tres, cinco, veinte años, y la detestaría.
La imagen de ella me aburre tan profundamente que estoy
dispuesto a morir, justo ahora, sólo para sentir algo más.
Cuando las palabras terminaron, me di cuenta de que ya no estaba
parada; me había apoyado sobre la cama. El cuaderno, el diario, estaba
abierto sobre ella, y mi mano izquierda había cubierto mi boca. Escuché la
voz de Noah cuando leí sus pensamientos pero había una amargura en
18 Tiki es una especie de tótem.
242
ellos que ni siquiera podía recordar escucharlas en voz alta. Di vuelta a la
página.
Lo mejor que el dinero puede comprar es nada. Nada de Lukumi o
quién demonios sea, y nada de Jude. Incluso la búsqueda de su familia ha
sido fortuita; nada sobre Claire Lowe o Jude Lowe o los padres William y
Deborah desde el derrumbe. Había un obituario en el periódico de Rhode
Island con instrucciones de donación y así, pero los padres se mudaron
luego del accidente, o incidente, debería decir. E incluso con las
conexiones de investigación privada de Charles, cero. Las personas puede
desaparecer, pero no de la gente como él. Es como si cuanto más lejos
buscara, más lejos se fuera la verdad. Odio que no haya nada más que
pueda hacer. Iría a Providence yo mismo, pero no quiero dejar a Mara.
Puede que diga algo cuando la vea, a pesar de que en el presente
ella parece preocupada por algún psicópata en Horizontes. No soy el
único que no juega bien con los demás. Tal vez es por eso que nos
llevamos tan bien.
Esas fueron las primeras palabras que me hicieron sonreír. Las
siguientes hicieron que se desvaneciera.
Echo un vistazo entre las cosas de mi madre muerta. Han pasado
años desde que me importaba y me siento vacío cuando exploro las cajas
vacías, en su mayoría llenas de libros maltratados, con las esquinas
dobladas y resaltados. Singer y Ginsberg y Hoffman y Kerouac, filosofía y
poesía y el radicalismo y el Beat. Las páginas están gastadas, leídas, y las
leo. Me pregunto si será posible conocer a alguien a través de las palabras
que amaba. Hay fotografías metidas en algunos de los libros. Mayormente
de gente que no conozco, pero hay algunas de ella. Se ve feroz.
Un libro que no parece pertenecer allí atrapa mi atención, Le Petit
Prince. Lo abro y una foto en blanco y negro se desliza, es ella de espaldas,
mirando hacia abajo, sosteniendo la mano de un chico rubio. Mi mano,
me doy cuenta. Mi cabello se fue poniendo oscuro a medida que crecí.
Una mancha de color rojo se extiende a través de la fotografía,
cubriendo sus dedos, los míos. Escucho gritos y gritos y la voz de un niño
rogándole a ella que volviera.
El texto terminaba allí y no seguía hasta la próxima página. Me dolía
la garganta, y mis dedos estaban temblando y no debería estar leyendo
esto pero no puedo detenerme.
Otra pelea.
Ya estaba molesto por la situación de Lukumi el fraude cuando
escuché a algún desconocido en Calle Ocho decir algo vagamente
243
insultante a la chica con la que estaba. Le respondí algo profundamente
insultante desde atrás. Desesperadamente esperaba que se diera la
vuelta.
Lo hizo.
Hay una libertad incomparable en las peleas. No me pueden herir así
que no le temo a nada. Ellos sí pueden herirse, así que tienen miedo de
todo. Eso lo hace fácil, y entonces siempre gano.
Mara llama. Está esperando respuestas pero no tengo ninguna y no
quiero que lo sepa.
Debe haber escrito esto el jueves, cuando no vino. Luego de que lo
llamara y él cortara y yo me preocupara, me pregunté por qué sonaba tan
distante. Estaba absorta.
Cuando no la veo, su fantasma vaga por mis venas. Y cuando hoy
veo a Mara luego de un día separados, se ve diferente.
La palabra se filtra en mi sangre.
Es sutil, tan sutil que apenas lo he notado hasta que ella lo menciona;
tal vez estoy demasiado cerca. Pero ahora, el tiempo que pasamos
separados hace que los cambios sean claramente visibles mientras la
observo de cerca, así que lo recuerdo. Todavía es hermosa, siempre, pero
sus pómulos son más prominentes. Su clavícula está marcada como un
diamante. La suavidad que amo está lentamente siendo limada por algo
interior o exterior, no lo sé.
No quiero decirle. Llegó deshecha de nada en la feria, luego de que
alguna pirata le leyera las líneas del destino y de la suerte. Las cosas ya
están lo suficientemente precarias así como están.
Escribió eso ayer.
Intenté juntar las cosas que él pensaba con los momentos en que
puedo haberlos tenido, momentos en los que estuvo conmigo. Las
palabras volvían a empezar al final de la misma página.
No puedo olvidar el beso.
Es divertido. Apenas la toqué pero fue dolorosamente íntimo. Se
arqueó hacia mí, pero dejé mi mano en su cintura y ella se calmó bajo mi
palma. No creo que jamás se haya visto tan peligrosamente hermosa
como lo hizo en ese segundo.
Ella no es la única que está cambiando. Cada día me transforma en
algo más.
Definitivamente soy un marica.
244
Compartir una cama con ella es una propia tortura exquisita. Me
enrosco alrededor de ella como musgo a una rama; los latidos de nuestros
corazones sincronizados y nos volvemos una cosa torcida, co-
dependiente. Me tiene de rodillas con una mirada y escucho un doloroso
violín, el bajo oleaje de un violonchelo. Tararea debajo de mi piel; no
quiero nada más que devorarla, y aun así no hago nada más que apretar
la mandíbula, presionar mis labios contra su cuello, y saborear el temblor en
su acorde. Luego de un tiempo, se suaviza en los bordes mientras ella se
queda dormida. Su sonido es la canción de una sirena, llamándome hacia
las rocas.
Cree que no la deseo y es casi ridículo lo equivocada que está. Pero
ella tiene que luchar contra sus demonios antes de que yo pueda probarlo,
no sea que me convierta uno de ellos. Escucha el nombre de Jude y su
sonido se tensa, se eleva; su respiración y su corazón se aceleran con
miedo. Él fracturó algo dentro de ella y Dios sabe, lo haré pagar.
No puedo matar a su dragón porque no puedo encontrarlo, así que
por ahora me mantengo cerca.
No es suficiente.
Mi dragón. Mis demonios.
Noah creía que lo que Jude me había hecho a mí era lo que me
hacía temer besarlo a él. Que si todavía tenía miedo y Noah dejaba que
las cosas fueran demasiado lejos, me perseguiría de la manera en que lo
hace Jude ahora.
No confió en mí cuando dije que no le tenía miedo. No entendió que
sólo me temo a mí misma.
Luego no había nada por cinco, siete hojas. En la página trece,
había más:
Mi teoría: que Mara puede manipular acontecimientos de la manera
en que yo puedo manipular células. No tengo idea de cómo ninguno de
los dos puede hacer ambas esas cosas, pero no importa.
Intento que ella imagine algo benigno, pero se me queda mirando y
se concentra mientras que su sonido jamás cambia. ¿Está su habilidad
vinculada al deseo? ¿No quiere nada bueno?
Pesadilla:
El sol se inclina sobre las ventanas de mi cuarto, iluminando a Mara
de contraluz mientras se va dibujando en mi cama. Está usando mi camisa,
una cosa sin forma a cuadros blancos y negros que normalmente no
notaría pero con ella dentro, es hermosa.
245
La piel de su muslo desnudo destella contra mi brazo mientras ella se
mueve en mis sábanas. Mi mano sostiene un libro: Invitación a una
Decapitación. Estoy intentando leerlo, pero no consigo ir más allá de este
pasaje:
"A pesar de todo te he amado, amé, y seguiré amándote… de
rodillas, con los hombros hacia atrás, mostrando mis talones al verdugo y
extendiendo mi cuello de cisne, incluso entonces. Y luego —quizás más
que nada después— te amaré, y un día tendremos una explicación real y
que abarque todo, y luego tal vez de alguna manera encajaremos juntos,
tú y yo... uniremos los puntos... y tú y yo formaremos ese diseño único que
tanto anhelo".
No puedo ir más allá de él porque sigo preguntándome cómo se
sentiría el muslo de Mara en mi mejilla.
Su lápiz de grafito araña el grueso papel y es la banda sonora de mi
felicidad. Eso, y su sonido, disonante, doloroso. Su respiración, sus latidos y
su pulso son mi nueva sinfonía favorita; estoy comenzando a aprender qué
notas tocarán en qué momento, y a interpretarlas. Hay ira y alegría, miedo
y deseo, pero ella jamás ha dejado que el último llegue demasiado lejos.
Aún.
El sol canta en su cabello cuando su cabeza se inclina, cae sobre la
página. Se arquea más, su figura ligeramente felina mientras dibuja. Mi
corazón late su nombre. Ella mira por encima de su hombro y sonríe como
si pudiera oírlo.
Suficiente.
Lanzo el libro al suelo —una primera edición, no me importa— y me
inclino sobre ella. Tímidamente se mueve para tapar su cuaderno de
bocetos. Bien. No es lo que quiero, de todos modos.
—Ven aquí —susurro en su piel. La giro para que me mire. Enreda sus
dedos en mi cabello y mis párpados caen ante su toque.
Y luego ella me besa primero, lo cual no pasa jamás. Es ligero y
fresco y suave. Cuidadoso. Todavía cree que puede herirme, de alguna
manera; aún no comprende que eso no es posible. No tengo idea de qué
está pasando por su mente pero incluso si le toma años dejarlo salir, valdrá
la pena. Esperaría para siempre por la promesa de ver a Mara, desatada.
Me separo para mirarla otra vez, pero algo va mal. Apagado. Sus
ojos están vidriosos y borrosos, brillando con lágrimas.
—¿Estás bien?
246
Ella niega con la cabeza. Una lágrima se derrama, rondando por su
mejilla. Sostengo su rostro entre mis manos.
—¿Qué?
Ella mira el cuaderno de bocetos detrás de ella. Se sale del camino.
Lo agarro.
Es un boceto de mí, pero mis ojos están negros. Estrecho los míos
hacia ella.
—¿Por qué dibujarías esto?
Ella sacude la cabeza. Me frustro aún más.
—Dímelo.
Abre la boca para hablar, pero no tiene lengua.
Cuando me despierto, Mara ya no está en mi cama.
Me acuesto solo, mirando el techo, luego el reloj. Tres minutos
pasados de las dos de la mañana. Espero cinco minutos. Luego de diez,
me levanto para ver a dónde se ha ido.
La encuentro en la cocina. Está mirando su reflejo en la ventana
oscura con un largo cuchillo presionado contra su pulgar, y de repente no
estoy en Miami sino en Londres, en el estudio de mi padre; tengo quince
años y estoy completamente entumecido. Bordeo el escritorio en el que mi
padre jamás se sienta y busco su cuchillo. Lo arrastro a través de mi piel...
Parpadeo para quitarme el recuerdo de la cabeza y susurro el
nombre de Mara con desesperación. No responde, así que cruzo la cocina
y tomo su mano y gentilmente bajo el cuchillo.
Ella sonríe y está vacía y me congela la sangre porque he visto esa
sonrisa en mí mismo.
Por la mañana, ella no recuerda nada.
Es 29 de marzo.
No pude respirar cuando leí la fecha. 29 de marzo es hoy.
247
43 Traducido por Deeydra Ann’
Corregido por Violet~
Era un caldero hirviente de pensamientos, ninguno de los cuales
podía procesar antes de escuchar a Daniel llamándome.
Me apresuré a poner el cuaderno de vuelta a donde lo encontré y
me deslicé fuera de la habitación de invitados y hacia la cocina. Daniel
estaba girando sus llaves.
—Vamos a salir —dijo.
Le eché un vistazo al pasillo. —Realmente no tengo ganas de...
—De estar en casa. Confía en mí. —Daniel lanzó una sonrisa
críptica—. Me agradecerás más tarde.
Lo dudaba. Necesitaba quedarme quieta, sola, y pensar. Sobre lo
que le diría a Noah cuando finalmente lo viera. Lo que le diría después de
lo que leí.
Las anotaciones a mi alrededor eran una cosa. Noah las escribió
para mí, para verlas, algún día.
Pero el resto. El resto era de él. Suyo. Me sentí enferma.
—Te llevo a ver esa película de aspecto terrible con mamá y Joseph.
Vamos —dijo Daniel con un exagerado movimiento de su mano—. VAMOS.
Él era implacable, así que lo seguí de mala gana al coche. —¿A
dónde vamos? —pregunté, tratando de sonar casual. Tratando de sonar
bien.
—Vamos a salir por tu cumpleaños.
—Odio tener que decírtelo, pero estás un poco tarde.
Se acarició la barbilla. —Sí, sí, veo que puede parecer así desde tu
ignorante perspectiva. Pero en realidad, viendo como tu cumpleaños
técnico resultó en lo que nosotros a partir de ahora llamaremos tu ―Período
Oscuro‖, se discutió y luego se acordó que deberías tener una segunda
oportunidad.
248
Le lancé una mirada de reojo mientras giraba a la carretera. —
¿Discutido y acordado por...?
—Por todos. Todos en el mundo entero. No hay otro tema de
discusión más que Mara Dyer, ¿no recibiste el memo?
Suspiré. —No vas a decirme a dónde vamos, ¿cierto?
Daniel hizo un gesto de cerrar sus labios.
—Bien —dije. Era difícil no sonreír, a pesar de que no estaba de
humor. Mi hermano estaba tratando de hacerme feliz. Era mi culpa que yo
fuese miserable, no suya.
Eventualmente nos detuvimos en un puerto, lo cual, obviamente, no
esperaba. Me bajé del coche, mis pies crujiendo sobre la grava, pero
Daniel se quedó donde estaba. Di vuelta hacia su ventanilla y la bajó.
—Aquí es donde te dejo —dijo con un saludo.
Miré de nuevo a la entrada. El cielo estaba empezando a cambiar, y
nubes de rosa platino aparecieron a baja altura sobre los altos mástiles.
Nadie estaba ahí. —¿Se supone que debo hacer algo?
—Todo se revelará a su tiempo.
Claramente había un plan, un plan que probablemente involucraba
a Noah, me dieron ganas de sonreír y llorar al mismo tiempo. —¿Mamá
sabe de esto? —Fue todo lo que pregunté.
—Más o menos... en realidad no.
—Daniel...
—Vale la pena, te mereces esto. ¡Oye, mira detrás de ti!
Me giré. Un hombre en un uniforme náutico caminaba desde un
largo muelle hacia el estacionamiento, una bolsa de ropa cubría sus
brazos. Cuando volví a mirar hacia Daniel, él subió su ventanilla. Guiñó un
ojo a través de ella y dijo adiós.
Un nudo se formó en mi garganta mientras le devolvía el saludo. No
lo merecía.
El hombre uniformado habló—: Si fuera tan amable de venir
conmigo, señorita Dyer, la llevaré al barco.
Sonreí, pero no llegó a mis ojos. Pensé que Noah me atraparía
leyendo su diario, tal vez. Se enojaría. Pelearíamos. Le explicaría, haríamos
las paces, seguiríamos adelante.
249
Pero ahora, mientras caminaba hacia lo que seguro sería un
grandioso gesto de la clase más grande, era contaminado por mi traición.
Tenía que decirle; cuanto más esperara, sería peor.
El hombre se presentó como Ron y me condujo hacia el final del
muelle. El aire olía a algas y sal, y el agua corría bajo nuestros pesados
pasos. Finalmente nos detuvimos ante un elegante e imponente barco. Me
ayudó a subir los escalones y me pidió que me quitara los zapatos; la
cubierta de madera clara relucía bajo mis pies descalzos, brillante y sin
manchas.
Una vez que nos encontramos a bordo, Ron se giró hacia mí y me
preguntó si me gustaría algo de beber. Dije que estaba bien, aunque no lo
estaba.
Una oleada de actividad comenzó detrás de mí. Los nudos estaban
siendo desatados y parecía que nos estábamos preparando para irnos.
—¿A dónde vamos? —le pregunté.
—No será un viaje largo —dijo con una sonrisa. Miré al cielo; ahora
era casi la puesta de sol, y me pregunté cuando aparecería Noah.
Ron me dio la bolsa de ropa. —Se me ha indicado decirle que no
necesita cambiarse, pero que esto fue hecho para usted si desea usarlo.
De cualquier manera, es suya.
Algo revoloteó en mi pecho y en mi mente mientras tomaba la bolsa
con cautela.
—Pero si desea, ¿puedo mostrarle la cabina?
Le di las gracias y me condujo por una pequeña y estrecha mitad
escalera, mitad escalerilla de mano. Bajamos a un pasillo corto que daba
a algunas habitaciones separadas; un hombre con un sombrero de chef
trabajaba en la cocina, y pasamos dos dormitorios antes de que me
enseñara la tercera. Busqué a Noah en todas. No estaba allí.
—Déjeme saber si hay algo que necesite —dijo.
—Gracias.
Inclinó su cabeza y cerró la puerta tras de él, dejándome sola.
Podría haber estado en un lujoso hotel. Sábanas de felpa blancas
adornaban la cama que cubría la habitación, dos candelabros
flanqueaban ambos lados de la cabecera de piel afelpada. Había un
pequeño bar construido en la pared debajo de una hilera de ventanas
redondas. Extendí la bolsa de ropa sobre la cama y la abrí.
250
Un trozo de tela azul oscura casi negra se asomó y, cuando levanté
el vestido sin tirantes —un gran vestido, en realidad—, fuera de la bolsa, la
tela se sentía como agua bajo mis dedos. Era extraordinario; tan suave y
perfecto que no se sentía real. Me puse el vestido y me miré en el espejo
de la pared.
Era como si estuviera usando la noche misma. El color hacia que mi
piel luciera como la crema; sin defectos, en lugar de sólo pálida. El vestido
rozaba gentilmente cada curva como si hubiese sido enseñado a hacerlo
por alguien que sabía cada línea, cada curva y arco de mi ser. El acto de
usarlo era íntimo y mi piel se inundó con calor.
Pero lo más asombroso de todo fue que, cuando miré mi reflejo, se
parecía más a mí de lo que había sido en semanas.
Cuando finalmente aparté mis ojos, abrí el armario para ver si había
zapatos. No había. Busqué en algunos lugares en donde pensé que
podrían estar, pero no vi ninguna caja.
O, más precisamente, no vi una caja de zapatos. Mientras mis ojos
recorrían la habitación, noté una pequeña caja en la mesita de noche
que era parte de la cama. Una pequeña y aterciopelada caja negra.
Un joyero. Descansaba encima de un sobre de color crema. Lo abrí
con dedos temblorosos y desdoblé la nota tan cuidadosamente como
pude. Mi aliento se quedó atrapado en mi garganta mientras leía las
palabras de Noah.
Esto le perteneció a mi madre, pero fue hecho para ti.
Mi corazón retumbó contra mi caja torácica y mi pulsó se agitó
debajo de mi piel mientras bajaba la nota y finalmente miré el interior.
251
44 Traducido por Juli_Arg
Corregido por Verito
La oscura joya era del color de la medianoche y brillaba con el
fuego. Cien o más diamantes rodeaban el zafiro en un bucle y se extendía
en una larga cadena, que se desenrolló en mi palma. Yo nunca había
tenido nada tan precioso. Casi tuve miedo de ponérmelo.
Casi.
Eché un vistazo a la puerta. Medio esperaba que Noah aparezca
para abrocharlo alrededor de mi cuello, pero no, así que lo hice yo. El
collar era pesado, pero el peso se sentía bien, de alguna manera,
alrededor de mi garganta.
Até mi cabello hacia atrás en un moño, y luego salí de la habitación.
Mis pies descalzos caminaron por la escalera angosta mientras subía hasta
el muelle donde yo sabía que iba a ver a Noah. El corazón me latía con
fuerza y me mordí el labio cuando salí.
Él no estaba allí.
Desconcertante. Poco a poco solté el aliento que no me di cuenta
que había estado conteniendo y miré alrededor. Ahora nos
encontrábamos lejos del puerto, flotando en una gran extensión de agua
oscura y turquesa salpicada de muchos otros barcos. Marañas de algas
flotaban en la superficie, la espuma de la estela de otro barco se aferraba
al agua. Había gente, también, algunos dejándose llevar por la corriente,
otros volando cometas en las cubiertas de sus barcos. Un anciano flotó
hacia nosotros en un flotador de espuma naranja, con gafas de sol de
neón verdes en su cara enrojecida y una cerveza de neón de color rosa en
su mano. Un estudiante universitario de muy buen gusto iba fumando
vestido en pantalones cortos a cuadros y un pequeño sombrero de paja
iba en un yate brillante. Arrojó la colilla de su cigarrillo en el agua. Imbécil.
Y entonces, mientras navegamos en un hermoso y antiguo puente
levadizo blanco salpicado de luces de la calle, el paisaje que nos rodea
cambió. Pasamos junto a un campo de golf acribillada con palmeras por
252
un lado, y hermosas casas se alineaban en la orilla opuesta. Los patios se
encontraban llenos de árboles de duraznos y olivos o jardines de rosas con
pérgolas que rodean canchas de tenis llenas. Una solitaria escalera en un
jardín, tiene recortada una colección de animales salvajes en sus formas
respectivas. La casa más allá del patio era enorme, de estilo toscano, con
arcos escalonados que abarcan la longitud del piso al techo.
Apoyé mis brazos contra la proa, pasando por las lujosas mansiones,
el vidrio moderno y monstruosidades de acero y el encanto de las casas
más viejas. El barco se mecía suavemente bajo mis pies descalzos. Pasé
tanto tiempo sintiéndome enferma estos días que me sorprendió un poco
al no sentirme mal en el barco.
Una explosión de música a todo volumen asaltó mis oídos y miré.
Alguien en una de las casas había instalado un sistema de altavoces
masivo al aire libre. Oí el grito airado de guitarras y electrónica estrellarse
en el fondo, y el grito de un cantante gruñendo sobre el daño, el abuso y
salvarse a sí mismo.
Pasamos junto a una casa enorme parecida a una caja, un
retroceso a los años sesenta, supuse, y luego flotamos por una gran
mansión, blanca, con ventanas altísimas que afrontaban el agua. Estatuas
griegas bordeaban el césped intrincado, y sentí algo al respecto…
Familiar.
Porque era la casa de Noah. Casi no lo reconocí desde aquí, yo
había estado siempre en el interior mirando hacia afuera, pero ahora me
encontraba fuera, mirando hacia adentro.
Pero no vi o sentí ninguna señal de que vayamos a parar. Ya que al
parecer no era el lugar a donde íbamos. Curioso.
Las casas pronto dieron paso a la selva. Un enorme árbol de higuera
de Bengala se inclinó lejos de sus raíces, saturadas con el musgo español
que besó el agua. El sol poniente se reflejaba en la superficie, proyectando
sombras ondulantes bajo el árbol. Palmeras en ambos lados de nosotros se
inclinaron y se tambalearon, pesadas con cocos. Entonces, el bosque se
hizo menos denso. Pasamos junto a torres de alta tensión sin nada atado a
ellas, su madera resistente expuesta a media marea. Una palmera con la
parte superior cortada estaba firme a nuestra derecha, sólo a un tocón
alto que perfora el aire.
Y entonces, por fin, vi hacia dónde nos dirigíamos. Una pequeña isla
apareció delante de nosotros, habíamos pasado muchas, pero sentí, supe
que Noah se encontraba en esta. Esperando por mí.
253
Rodeamos un muelle estrecho que se adentraba en el océano. La
tripulación ancló el barco y Ron me ayudó a bajar, pero no se me unió.
Asintió con la cabeza al final del muelle pequeño, y empecé a caminar.
El viento había desatado mi cabello y ahora colgaba suelto en
ondas oscuras sobre mis hombros desnudos. La madera bajo mis pies era
suave y desgastada por el aire y el agua. Levanté el dobladillo del vestido
—me moriría si me tropezaba— y me pregunté a dónde iba.
No tuve que preguntar mucho tiempo, al final del muelle, antorchas
pequeñas se levantaron del suelo, y sus llamas guiaron mi camino. Las
seguí por la playa hasta que, finalmente, lo vi.
Era difícil apreciar cuan preciosa era la silenciosa y secreta playa
con Noah, allí de pie, luciendo como el sexo en un esmoquin, delgado y
alto y extravagantemente hermoso. Se me cayó el dobladillo del vestido,
junto con mi mandíbula y mis pensamientos y todo lo demás.
—Estás aquí —dijo.
El sonido de él, la vista de él, se robó mis palabras.
Noah cruzó la arena con gracia y bajó la cabeza para mirarme a los
ojos. —¿Mara?
Aún sin palabras.
Noah sonrió con esa sonrisa torcida de él y pensé que podría
disolverse. —¿Debo preocuparme?
Me las arreglé para sacudir mi cabeza.
Dio un paso atrás y me consideró. Sentí sus ojos deslizarse sobre mi
piel. —Lo harás.
Me rompió en una sonrisa brillante. —Tú también —dije, mi voz
extrañamente ronca.
—Mencionaste un esmoquin en tu fantasía, así que...
—En realidad —logré decir—, creo que tú has mencionado un
esmoquin en tu fantasía.
Porque me encontraba demasiado limitada para comprender como
se vería en uno. Yo adoraba el "no puedo ser molestado para
preocuparme" guardarropa de camisas y pantalones desgastados de
Noah, pero esto... no había palabras.
—Hmm —dijo pensativo—. Tal vez tienes razón.
Mi sonrisa se ensanchó. —Tengo razón.
254
—Bueno —dijo, cuando miró de nuevo en el muelle—, supongo que
si prefieres ir a tu casa...
Sacudí la cabeza con vehemencia.
—¿Esto será, entonces?
Claro que sí. Asentí.
—Excelente. Oliver estará contento.
—¿Oliver?
—El sastre que rara vez tengo la oportunidad de usar. Se emocionó
mucho cuando lo llamé, a pesar de que tenía que hacerlo en dos
semanas.
—Suena caro.
—Cinco mil dólares, pero por esa mirada en tu cara, habría pagado
diez. ¿Vamos?
Seguí la línea del gesto de Noah a lo largo de la playa. Había una
manta anclada más abajo en la extensión de arena blanca, rodeada de
antorchas. Un pedazo de tela brillante estaba envuelta entre dos árboles.
Él caminó hacia el océano y se situó en la orilla donde las olas lamían
la arena. Lo seguí casi todo el camino, con cuidado para evitar el agua. La
luz del sol había desaparecido y las nubes grises perseguían unas a otras a
través de un cielo manchado de tinta, perforado.
—Esto es lo que debería haberte dado para tu cumpleaños —dijo, su
voz aterciopelada, pero atravesado por algo que no podía nombrar.
Luego se volvió hacia mí y sus ojos se posaron en mi garganta. Dio un paso
más cerca, casi alineando mi cuerpo con el suyo. Sus elegantes dedos se
trasladaron a mi cuello. Se acercó a la joya—. Y esto.
Trazó mi piel, por debajo del collar, luego hacia arriba. —Y esto —
dijo, yendo a parar debajo de mi mandíbula, inclinando mi rostro hacia el
suyo. Su pulgar siguió la curva de mi boca, y su hermoso y perfecto rostro
se inclinó hacia el mío.
—Y esto —dijo, sus labios a escasos centímetros de los míos.
Iba a besarme.
Iba a confiar en mí.
En algún lugar entre el barco y el vestido, la playa y el cielo se me
había olvidado lo que hice. Pero ahora rugió de nuevo con fuerza en mis
oídos, y si no lo digo ahora, nunca lo haré. Las mentiras nos hacen ver
como otra persona, pero con Noah, tengo que ser yo misma.
255
Las palabras queman en mi garganta. —Yo...
Noah se apartó un poco al sonido de mi voz. Sus ojos tradujeron mi
expresión. —No —dijo, y presionó un dedo en mis labios—. Sea lo que sea.
No lo digas.
Pero lo hice. —Lo leí. —Las palabras se llevaron mi respiración. La
mano de Noah dejó mi piel.
Mienten, ya sabes. No es fácil pedir perdón. Ni siquiera un poco.
256
45 Traducido por Juli_Arg
Corregido por βelle
—Lo siento —empecé a decir—. No lo hice...
—Sí, lo hiciste —dijo Noah, su voz fría. Miró hacia el océano. No a mí.
—Sólo pensé...
—¿Tenemos que hacerlo? ¿Tenemos que hacer esto?
—¿Qué? —le pregunté en voz baja.
—Esto. —La palabra fue un poco acida—. Esto, lo que sea. —Su voz
se había deslizado de nuevo a la llanura—. Me dijiste que escribiera lo que
veo. Lo hice. Entonces lo lees sin preguntar. Está bien. —Sus hombros
cayeron brutalmente indiferentes—. Supongo que una parte de mí no lo
habría dejado allí si no quisiera que lo hagas. Así que, hecho. Se acabó. —
Miró al frente en la oscuridad—. No importa.
—Si lo hace.
Se volvió hacia mí con gracia depredadora. —Está bien, Mara. —Su
voz laceró mi nombre—. ¿Quieres oír cómo me enteré de mi habilidad?
¿Cómo me enteré de que nos mudábamos a otra casa miserable dos días
antes de irnos por la secretaria de mi padre, porque no se molestó en
decírmelo él mismo? ¿Cómo me sentía tan insensible a ello y a todo, que
estaba seguro de que no existía? ¿Cómo sentía que debía estar hecho de
nada por no sentir nada, que el dolor de una hoja sobre mi piel era lo
único que me hacía sentir real?
Su voz se puso ferozmente en blanco. —¿Quieres saber que me
gustó? ¿Qué quería más? ¿O quieres saber que cuando me desperté al
día siguiente para no encontrar ningún rastro de corte, ningún indicio de
formación de una cicatriz, lo único que podía sentir era aplastante
decepción?
No había nada más que el sonido de las olas aparentemente
tranquilas y mi aliento en la calma antes de que se rompiera de nuevo.
257
—Se convirtió en una especie de juego, luego, para ver si había
algún daño que pudiera causarme. He perseguido cada alto y bajo que
puedas imaginar —dijo, subrayando cada palabra con una mirada
estrecha para asegurarse de que entendía lo que quería decir—.
Completamente sin consecuencias. Quería perderme y no pude. Estoy
persiguiendo un olvido que nunca encontraré. —Y entonces sonrió, oscuro,
roto y vacío—. ¿Has oído lo suficiente?
Era terriblemente frío, pero no tenía miedo. No de él. Di un paso
hacia él. Mi voz era tranquila, pero firme. —No importa.
—¿Qué no importa? —preguntó con voz apagada.
—Lo que has hecho antes.
—No he cambiado, Mara.
Me miró fijamente, su expresión. Todavía quiero perderme, decía. Y
empecé a comprender. Noah ansiaba peligro porque nunca lo tuvo, era
descuidado porque no creía que realmente pudiese romperse. Pero él
quería. No tenía miedo de mí, no sólo porque creía que no podía hacerle
daño, sino porque incluso si lo hiciera, le daría la bienvenida al dolor.
Noah seguía persiguiendo el olvido. Y en mí, lo encontró.
—Quieres que te haga daño. —Mi voz era apenas un susurro.
Dio un paso hacia mí. —No puedes.
—Podría matarte. —Las palabras fueron afiladas como el acero.
Otro paso. Sus ojos desafiaron los míos. —Inténtalo.
Mientras se encontraba allí de pie con su ropa exquisita, sus rasgos
perfectos que me hacían apartar la vista, todavía parecía un príncipe
arrogante. Pero sólo ahora podía ver como se rompía su corona.
El aire que nos rodeaba fue acusado cuando nos paramos uno
frente al otro. Sanador y destructor, el mediodía y la medianoche. Nos
estancamos en el silencio. Ninguno de los dos se movió.
Me di cuenta entonces de que Noah nunca se movió. Nunca dará
marcha atrás porque no quiere ganar.
Y yo no lo perdería. Así que lo único que podía hacer era negarme a
jugar.
—No voy a ser lo que quieres —le dije entonces, mi voz baja.
—¿Y qué crees que es eso?
—Tu arma de autodestrucción.
258
Se quedó inmóvil. —¿Crees que quiero usarte?
¿No lo hizo?
—¿No lo haces?
Noah inhaló lentamente. —No, Mara. —Mi nombre suave ahora, en
su boca—. No. Nunca quise eso.
—Entonces, ¿qué quieres?
—Quiero... —Se detuvo. Rasgó sus dedos por su pelo—. No importa lo
que quiero. —Su voz era más tranquila, ahora—. ¿Qué quieres tú?
—Tú. —Siempre tú.
—Me tienes a mí —dijo, sus ojos se encontraron con los míos—. Me
habitas. —Su cara era de piedra pero las palabras salían de su boca en
una súplica—. ¿Quieres saber lo que quiero? Quiero que tú seas la primera
queriéndome. La primera empujándome. La primera besándome. Que no
tengas cuidado conmigo —dijo—. Porque no voy a tener cuidado contigo.
Mi corazón empezó a correr.
—No puedes hacerme daño de la manera que crees que puedes.
¿Pero incluso si pudieras? Prefiero morir con el sabor de ti en mi lengua que
vivir y nunca tocarte otra vez. Estoy enamorado de ti, Mara. Te amo. No
importa lo que hagas.
Mi aliento en mi garganta. No importa. Las palabras eran una
promesa, una promesa que no sabía si alguien podía mantener.
—Sólo tenemos diecisiete años —dije en voz baja.
—A la mierda los diecisiete años. —Sus ojos y su voz eran
desafiante—. Si yo tuviera que vivir mil años, te pertenecería en todos ellos.
Si tuviéramos que vivir mil vidas, me gustaría hacerte mía en cada una de
ellas.
Noah sabía lo que era y lo que había hecho y me quería de todos
modos. Él me vio. Todo de mí. Con mi piel desprendida, mi corazón
desnudo. Estaba al revés por él, y temblando.
—Todo lo que quiero es a ti —dijo—. No tienes que elegirme ahora o
nunca, pero cuando lo hagas, quiero que seas libre.
Algo dentro de mí se agitó.
—Eres más fuerte de lo que crees. No dejes que el miedo te maneje.
Te perteneces.
259
Repetí las palabras en mi mente. Me pertenezco. Como si fuera tan
fácil. Como si pudiera alejarse del dolor y la culpa y el miedo y dejar todo
atrás.
Yo quería. Yo quería.
—Bésame —susurré.
Los dedos de Noah trazaron mi columna vertebral, expuesta en el
vestido. El calor floreció bajo mi piel.
—No puedo. No así.
Noah comenzó esta persecución y me puse delante de él,
esperando a ser atrapada. Él podría haberlo hecho, pero se negó a
moverse.
Sólo ahora me doy cuenta de por qué.
Él quería ser atrapado. Me esperaba para perseguirlo.
Me lancé hacia su camisa y lo tiré hacia mí. Contra mí. Mis manos se
convirtieron en puños en la tela, pero las suyas eran de piedra a cada lado
de mi caja torácica, que subía y bajaba con cada respiración difícil que
tomaba pero no se movió. Yo lo hice. Mis dedos vagaron por debajo de su
camisa, su respiración se aceleró cuando se encontraron con su piel pálida
de oro. Viajaron a través de las crestas de los músculos y tendones, duro y
caliente bajo mis palmas. Traté de llegar a su boca con la mía, pero era
demasiado alto y no se iba a doblar.
Así que di marcha atrás en la arena. Y lo bajé conmigo.
El dobladillo de mi vestido tocó el agua, pero no me importaba, no
entonces. La tierra cedió bajo mi cuerpo cuando Noah se acercó y metió
la rodilla entre las mías, avivando mi llama. Su brazo se deslizó por debajo
de mi espalda y su boca se movió sobre mi cuello, sus labios rozando mi
clavícula y el hueco debajo de la oreja. Mis brazos entrelazados alrededor
de su cuello, los puños acurrucados en su cabello. Mi pulso era salvaje. El
suyo todavía era tranquilo.
Y luego me deslicé sobre él. Por encima de él. Sus costillas se
movieron bajo mis manos, ahora. Su cintura se encontraba entre mis
piernas. Me respiración era dura y me sentía imprudente. Noah me miraba,
y si no lo conociera tan bien como lo hago, no sabría que había algo
insólito en esto. Pero lo conozco, y había algo diferente en la forma en que
me miraba ahora.
Puse mis manos sobre su pecho. Su corazón latía más rápido. Su
control se le escapaba.
260
Persecución.
Me incliné más cerca, mis manos moviéndose sobre su estómago, la
espalda arqueada por encima de él. Besé su garganta. Oí una inhalación
brusca.
Sonreí contra su piel, moví los labios a lo largo de su mandíbula, la
garganta, maravillada por el punto en el que lo áspero se convirtió en liso.
Mis manos vagaron lentamente a su cintura y él deslizó mi vestido, sus
dedos calientes sobre mi piel desnuda, dejándome sin aliento.
Haciéndome doler. Presioné más duro, mi cuerpo doblado, amoldándome
sobre el suyo. Su boca se hallaba a milímetros de la mía.
—A la mierda —murmuró contra mis labios. La sensación, la palabra,
envió un pequeño choque caliente a través de mi columna vertebral. Se
deslizó por mis venas, bailó a través de cada nervio.
Y entonces rocé sus labios con los míos.
Sabía que Noah adoraba a Charlie Parker y que su cepillo de dientes
era verde. Que él no se molestaría en abotonar sus camisas
correctamente, pero siempre hacía su cama. Que dormía enroscado en sí
mismo y que sus ojos eran del color de las nubes antes de que lloviera, y
sabía que él no tenía ningún problema en comer carne, pero sutilmente
salía de la habitación cuando los animales comenzaban a matarse unos a
otros en Discovery Channel. Sabía cien pequeñas cosas acerca de Noah
Shaw, pero cuando me besaba no podía recordar mi propio nombre.
Me encontraba muerta de hambre por él, por esto. Era una criatura
de necesidad, empapada en sentimiento y sin aliento. Había un tirón,
furioso y feroz, y una parte de mí se asustó por ello, pero otra parte, grave y
profunda y oscura, respiró sí.
Noah susurró mi nombre como una oración, y yo era libre.
Moví su chaqueta de sus hombros. Fuera. Desabroché los botones de
su camisa en cuestión de segundos, aflojé la corbata de su cuello. Su piel
ardía bajo las manos que recorrían sus estrechos músculos y los huesos
debajo de ellos por su propia voluntad. Sobre su abdomen, su pecho. Más
de dos líneas delgadas de plata descansaban contra su garganta...
Colores irrumpieron en mi mente. Verde y rojo y azul. Árboles y sangre
y cielo. La arena y el mar desaparecieron, fueron sustituidos por la selva y
las nubes. Había una voz, cálida y familiar, pero se encontraba muy lejos.
Mara.
La palabra llenó mis pulmones con una ráfaga de aire y aspiré el
sándalo y la sal. Luego hubo una fuerte presión sobre mis caderas,
261
alejándome. Hacia abajo. Ojos grises me inmovilizaron en la tierra y el cielo
cambió de nuevo por encima de ellos, el azul perseguido por el negro, las
nubes perseguidas por las estrellas. Noah se encontraba encima de mí, su
respiración rápida, sus pupilas fundido. Bajó la mirada hacia mí.
Diferente.
Mis pensamientos eran brumosos, y era difícil hablar. —¿Qué? —logré
decir.
Los ojos de Noah fueron tapados, y había una tormenta debajo de
ellos. —Tú... —empezó a decir, pero se detuvo—. Sentí...
—¿Qué? —le pregunté de nuevo, esta vez más fuerte.
—Te creo —dijo finalmente.
El calor subió por debajo de mi piel cuando entendí lo que quería
decir. —¿Te he hecho daño? —le pregunté en un apuro—. ¿Estás bien?
Una leve sonrisa apareció su boca. —Todavía estoy aquí.
—¿Qué pasó?
Consideró sus palabras. —Sonabas diferente —dijo Noah
lentamente—. Estaba escuchando un cambio y lo escuché, pero no sabía
lo que significaba, nunca te he oído de esa manera antes. Dije tu nombre
pero no respondiste. Así que nos detuvimos.
Yo tampoco sabía lo que significaba y no me importaba. —¿Te hice
daño? —le pregunté de nuevo, eso era lo que me importaba. Eso era lo
que necesitaba saber.
Noah me ayudó a levantarme y nos levantó de la arena. Sus
palabras y sus ojos eran suaves. —Todavía estoy aquí. —Entrelazó sus dedos
con los míos—. Vamos a casa.
Noah me condujo a lo largo del río, mirando hacia adelante, no
hacia mí. Lo estudié de cerca, todavía no está segura si se encontraba
bien.
Cuando llegué a la playa, Noah lucía perfecto. Ahora, su corbata se
encontraba suelta, sus puños se deshechos, la arena y el mar habían
arruinado su traje de cinco mil dólares y su pelo había sido devastado por
mis manos. Sus ojos de zafiro grises ardían y sus labios de terciopelo estaban
hinchados por los míos.
Este era el chico que amaba. Un poco desordenado. Un poco
arruinado. Un hermoso desastre.
Justo como yo.
262
46 Traducido por Juli_Arg
Corregido por βelle ❤
Se sentía como si el peso de mi mundo se disolviera con ese beso.
No fue ligero como una pluma, como los demás. Fue salvaje y
oscuro. Fue increíble.
Y Noah todavía estaba aquí.
Lleve mi tonta sonrisa en el viaje de regreso del puerto; no podía
dejar de sonreír y no quería hacerlo. Después de que los dos nos habíamos
puesto la ropa normal y le devolví el collar de su madre para que pudiera
mantenerse a salvo, decidimos esto:
Yo tenía razón. Algo cambió en mí cuando nos besamos.
Pero Noah también tenía razón. No lo lastimé en la manera en que
estaba segura de que lo haría.
No sabía si era porque él escuchó algo esta vez, por ese cambio, tal
vez, o si fue porque realmente no podría hacerle daño, tal como dijo. Me
sentí muy emocionada de que estuviera bien, obviamente. Delirantemente
así. Pero esto sacudió mi confianza en mi memoria un poco. No pude
evitar preguntarme si tal vez, después de todo, había soñado o imaginado
o alucinado ese primer beso en su cama. Le dije a Noah esto, pero él me
tomó las manos y me miró a los ojos y me dijo que confiara en mí misma, y
en mis instintos, también. Traté de engatusarlo más, pero entonces me besó
de nuevo.
Podría pasar el resto de mi vida besándolo, creo.
Estuve optimista el resto del fin de semana. Nosotros habíamos
contestado una pregunta de mil, pero esto era una respuesta feliz. Quería
creer que después de todo lo que había pasado, me lo merecía.
Noah parecía diferente, también. Me dijo que negoció un acuerdo
para comprar las cintas de seguridad de la gente del carnaval para
resolver de una manera u otra si Roslyn Ferretti fue sobornado, y en caso de
ser así, por quién. También quería volar a Providence y tratar de averiguar
263
algo más que su investigador, para ver si podía aprender más acerca de
Jude por sí mismo. Me sentía feliz de dejarlo ir. Nada había pasado desde
que John observaba la casa, y no tenía por qué estar unida a Noah a
cada segundo. Las palabras de la falsa adivina me importaban menos
ahora que sabía que no podía hacerle daño, y entonces, a su vez me
preocupaba menos por ello. No tenía miedo.
Me sentía libre.
Las manos de Noah se quedaron en mi cintura cuando me dio un
beso de despedida en la noche del domingo, y le sonreí a los dos amuletos
que ahora colgaban alrededor de su cuello. Me encantó que lo llevara
por mí.
Mi buen humor era evidente para todos, incluyendo a mis padres,
aparentemente.
—Estamos muy orgullosos de ti, Mara —dijo mi padre en el viaje a
Horizontes el lunes por la mañana—. Tu mamá y yo hablamos de la retirada
de esta semana y decidimos que si no quieres ir, no tienes que hacerlo.
Retirarme de Horizontes, parte de la evaluación en la que fui inscrita,
para ver si podía ser más adecuada para el programa residencial o para el
paciente externo. Había olvidado todo sobre él, pero creo que ahora eso
no importaba porque no tengo que ir.
Me quedé muy sorprendida pero encantada por este desarrollo. —
¿A qué viene esto?
Papá sacudió la cabeza. —Nunca quisimos que vivieras en otro
lugar. Nos encanta tenerte en casa, hija. Sólo queremos que estés sana y
salva.
Una meta digna. No tenía protestas.
Lo que pasa con la felicidad, sin embargo, es que nunca dura.
Cuando entré en Horizontes me entregaron una hoja de trabajo, lo
que resultó ser una prueba. Una prueba sociópata, si las preguntas eran
alguna indicación. Era obvio cuál es la respuesta que se supone que tenía
que escoger —esas pruebas siempre lo son— por lo que respondí
benignamente, con un crecimiento ligeramente incómodo con el hecho
de que la mayoría de mis verdaderas respuestas no eran particularmente
agradables.
264
¿Mientes o manipulas a los demás cuando eso satisface tus
necesidades o consigues lo que quieres?
A) A veces
B) Rara vez
C) A menudo
D) Nunca
A menudo. "Rara vez", rodeé.
¿Crees que las reglas de la sociedad no se aplican a ti, y las violas
para lograr tus metas?
A veces. "Nunca," escogí.
¿Fácilmente hablas de tus formas de resolver los problemas sin
culpa?
A menudo. "Rara vez".
¿Has matado animales en el pasado?
A veces, estaba reacia a admitirlo. "Nunca," escogí.
Y así fue, pero traté de no dejar que amargara mi estado de ánimo.
Cuando me senté con el Grupo, fui capaz de mantener mi burbuja de oro
un poquito más de tiempo, a pesar de que las miserias minúsculas de todo
el mundo seguían presionando contra ello. Apreté mi boca contra lo
sarcástico y me aseguré de que mi monólogo interior permaneciera en el
interior, no quería que nada hiciera descarrilar mi Pase Libre para salir del
Tratamiento de Hospitalización.
Jamie parecía que estuviera teniendo un momento duro con todos
compartiendo cómo se encontraban hoy en día después de las diatribas
narcisistas de Adam, así que cuando nos separamos para la merienda me
adelanté.
—Odio a ese tipo —le dije, agarrando una galleta.
—Sí. —Fue todo lo que obtuve de él, muy extrañamente. Llenó un
vaso con agua y bebió un sorbo muy lentamente.
Me senté en el sofá a su lado. —¿Quién ha muerto? —le pregunté.
Había una fina capa de sudor en su frente, que se limpió con el
dorso de la manga. —Anna Greenly.
—Espera, ¿Anna de Croyden?
—Exactamente la misma.
265
Lo miré fijamente durante un instante, esperando el remate del
chiste. Entonces me di cuenta de que no había ninguno.
—¿En serio? —le pregunté en voz baja.
—Se tiró de un puente. Borracha.
—Yo... —Pero no sabía que era. No tenía ni idea de qué decir. Tú
dices que lo sientes cuando alguien pierde una persona que aman. No
una persona que odian.
—Sí —dijo Jamie, aunque no había dicho nada. No se veía bien.
—¿Estás bien? —le pregunté en voz baja.
Se encogió de hombros. —Tengo una cosa en el estómago. No te
acerques.
—Bueno, ahora lo has echado todo a perder —dije casualmente,
trabajando duro para fingir—. Tenía la intención de seducirte en el armario
de escobas—. Señalé—. Ahí mismo.
Una sonrisa triste apareció en los labios de Jamie. —Estamos
demasiado jodidos para un maldito triángulo amoroso.
Ese es mi Jamie.
Tras un minuto de silencio, dijo—: ¿Sabes cómo de vez en cuando
hay una noticia sobre niños siendo intimidados en el suicidio?
Lo hacía.
—Siempre hay alguien que dice: "Los niños son ruines", "Los niños
serán niños". Lo que implica que el niño matón nacerá de ello algún día. —
Los músculos de su mandíbula se apretaron. Su mirada se encontraba
desenfocada y muy lejos—. No creo que lo hagan. Creo que los niños
matones se convierten en adultos matones y me jode esperar sentirme
triste porque uno de ellos se ha ido. Anna era como... como una terrorista
social —dijo, mirando al suelo—. Aiden también. —Sus fosas nasales se
dilataron—. Estuve en ese pozo negro de ignorancia con ellos durante siete
años y había mucho... lo que sea. Digamos que vencer la mierda en mí y
que me expulsaran injustamente de la escuela no era lo peor de todo. —
Una ola de algo pasó sobre su cara, pero no dijo nada más.
Traté de llamar su atención. —La miseria no es divertida si te la
guardas para ti mismo.
—No es esa la verdad —dijo, pero no levantó la vista—. Mis padres
me preguntaron si quería ir a otro lugar para el noveno grado, pero... —
Hizo un gesto con la mano—... sabes que, no importa. Siempre hay uno o
dos o cinco de ellos y yo era bajo y un nerd y una minoría importante en
266
todos los sentidos y eso es motivo más que suficiente para que se metan
contigo. —Exhaló por la nariz—. Pero ¿sabes cuál era su verdadero
problema conmigo? Nunca quise ser uno de ellos. Eso es lo que más les
molesta a los matones.
Jamie se quedó mirando el vaso casi vacío en su puño, agarrándolo
con fuerza. —Por supuesto, no puedes decir nada de esto en voz alta, o la
gente agarrará sus perlas y te llamará en un monstruo.
Pensé en mis respuestas menos que honestas en la asignación de
esta mañana y di un codazo a mi amigo con mi hombro. —Yo no. Tomé la
prueba sociópata esta mañana. Sólo tengo tres de cada diez resultados
de no sociópata.
—Eso es mucho. —Jamie dirigió una débil sonrisa a medias,
profundizando su hoyuelo, y luego continuó—: Estoy seguro de que ella
tenía una cualidad redentora o dos y su familia y amigos aduladores la
extrañaran mucho. Y si estuviera sentada aquí ahora hablando de mí,
probablemente figuraría en su narrativa como un Moro robando a todas
las damas de blanco. —Se encogió de hombros—. Simplemente no puedo
reunir la energía suficiente para sentir una mierda. Realmente no quiero.
Ella no querría mi compasión, incluso si la tuviera. ¿Sabes?
—Sí —le dije, porque lo hacía.
Miró a la pared delante de nosotros, a un ridículo cartel motivacional
con un águila rozando el agua, el águila estaba triunfal sosteniendo un
pescado en sus garras. —¿Un poco oscuro para el querido pequeño
Jamie?
—No —le dije.
—¿No?
—Tu amor por Ébola me alertó —le expliqué—. Y no eres tan
pequeño, tampoco.
Inclinó la cabeza ligeramente, con una sonrisa para igualar. Luego se
puso de pie. —Voy a ir a vomitar ahora. Disfruta de tu galleta.
Jamie se fue pero me quedé allí sentada, sintiendo vagamente
náuseas.
Sus palabras desbloquearon algo dentro de mí y las imágenes de
cadáveres flotaban en mi mente.
Morales. ¿La habría matado por fallarme si sabía lo que hacía? No,
pero ¿me sentía triste de que estuviera muerta?
267
La brutal pero honesta respuesta era no. Lamentaba el hecho de
que podría haberla matado, pero apenas pensaba en ella en absoluto.
Y el dueño de Mabel. Si estuviera vivo, ella no lo estaría. O estaría
sufriendo todavía, con heridas abiertas en el cuello infectadas por gusanos
mientras su cuerpo se consumía, y moriría lentamente en el calor miserable.
Pero ¿debido a que él murió? Ella se encontraba mimada, gorda, feliz y
amada. Su vida valía más que la de él.
Y entonces, por supuesto, estaba Jude. Quién me había atrapado.
Empujado. Forzado. Y torturado, ahora no estaba muerto después de todo.
No estaba arrepentida de haber tratado de matarlo. Estaba
arrepentida de que él siguiera vivo. Lo mataría de nuevo si tuviera la
oportunidad.
268
47 Traducido por ♥...Luisa...♥
Corregido por Elle87
Jamie fue enviado a casa temprano después de que uno de los
consejeros le oyera vomitar en el baño. No tuve tanta suerte. En el
almuerzo me senté junto a Stella, quien comía pedacitos de su cargado
emparedado. Empecé a masticar el mío, las galletas de la merienda eran
compradas en la tienda y estaban rancias, pero la comida que se servía
en el comedor era adictiva.
Phoebe se sentó frente a nosotras y comenzó a mirarme fijamente.
Escribió en su diario, mordiendo sus uñas mientras rayaba, creando un
pequeño montón sobre la mesa. Mi apetito se fue.
—Eso es asqueroso, Phoebe.
—Es para la muñeca vudú —respondió ella, su sonrisa extendiéndose
como una mancha—. Se ve igual que tú.
No pude responder a una afirmación como esa, simplemente no hay
nada que decir. Una mirada rara se apoderó de la cara extraña de
Phoebe y se inclinó hacia delante.
—Dame tu cabello —me dijo.
Stella se levanta de repente, y me aleja de la mesa.
—¡Le diré a mi novio! —grita Phoebe tras nosotras.
Todo era tan jodido que casi era divertido. Se lo dije a Stella mientras
dejaba caer mi brazo. Fue entonces cuando me di cuenta de la contusión,
una mancha aceitosa de colores que asomaba por debajo de su manga.
—¿Estás bien? —le pregunté, mirándola. Ella tiró de la manga hacia
abajo, y cuando me miró a los ojos, su rostro era una máscara.
—No es nada —dijo con la mirada vacía—. ¿Estás tú bien?
Debí parecer confundida, porque asintió hacia la mesa.
—Phoebe… —dijo.
269
—Oh. Me estoy acostumbrando a sus travesuras, creo. —Me encogí
de hombros.
Stella no dijo nada.
—Se estaba volviendo intensa.
—Phoebe definitivamente no es una de mis personas favoritas.
Stella me miró por un instante y dijo—: Ten cuidado, ¿de acuerdo?
Estuve a punto de preguntarle qué quería decir, pero la Dra. Kells
apareció detrás de nosotras y me llamó:
—Mara, justo la persona que quería ver. —Me miró y luego a Stella y
de vuelta a mí—. ¿Estás ocupada en este momento?
Stella ofreció un pequeño gesto de despedida y se alejó. Maldita
sea.
—No —le dije. Ojalá.
—¿Puedes venir a mi despacho un momento?
Vamos a terminar con esto.
—Quería hablar contigo —dijo la Dra. Kells con una sonrisa
benévola—. ¿Cómo van las cosas? —Se sentó en la silla.
—Bien. —No le dije nada más, ella no dijo nada más. Un truco
psicológico común, supe que quien hablara primero perdería. Me había
convertido en una experta en este juego.
Sentí el impulso de bostezar. Traté de ahogarlo, pero finalmente se
hizo cargo la biología.
—¿Cómo estás durmiendo? —preguntó la Dra. Kells.
—Bien. —Era casi verdad, había despertado en mi propia cama dos
días seguidos, eso debía contar para algo.
Estudió mi rostro.
—Te ves muy cansada —dijo.
Me encogí de hombros sin responder.
—Y delgada. ¿Estás a dieta? —preguntó.
Negué con la cabeza.
—¿Tal vez estés teniendo dificultades para adaptarte? ¿Crees que
podrías tomar algo que te ayude a descansar?
Quería echar la cabeza hacia atrás y gemir.
270
—Ya tomo en un montón de pastillas.
—Necesitas dormir.
—¿Y si me vuelvo adicta? —La desafío.
No funcionó.
—Las pastillas que te voy a recetar no crean hábito, no te
preocupes. Por cierto ¿cómo están funcionando tus otros medicamentos?
—Genial.
—¿Alucinaciones?
Ninguna que te vaya a contar.
—¿Pesadillas?
Ninguna que vaya a compartir.
La Dra. Kells se inclinó hacia adelante.
—¿No hay nada inusual en absoluto?
—No —dije, sonriendo—, completamente normal. —Una completa
mentira.
—¿Y qué hay de estar aquí en Horizontes? ¿Qué te parece nuestro
programa?
—Bueno —le dije, fingiendo seriedad—, me gusta mucho la Arte
Terapia.
—Eso es maravilloso, Mara. ¿Has estado escribiendo en tu diario?
¿El diario que ni siquiera podía recordar haber recibido? Admitir eso
significaba admitir que perdí el tiempo, desmayarme. Grandes banderas
rojas de que no estoy bien. Bien podría tatuarme en la frente con las
palabras INSTITUCIONALIZAME.
Así que le digo a la Dra. Kells que se ha perdido. La gente normal
pierde cosas todo el tiempo, no es la gran cosa.
—¿Has sido más olvidadiza últimamente? —preguntó.
—No —dije, actuando sorprendida por la pregunta.
—Bueno, algunos de los medicamentos podrían ser responsables de
eso. Quiero que prestes atención y veas si notas alguna otra cosa por el
estilo. —Se ajustó las gafas sobre el puente de la nariz—. Incluso si no crees
que sea algo importante. Creo que tal vez deba ajustarte algunas de las
dosis —dijo, escribiéndolo en su bloc de notas—. ¿Qué pasa
emocionalmente?
271
—¿Qué quieres decir?
—¿Cómo te llevas con los otros estudiantes?
—Bien.
La Dra. Kells se recostó en su silla y cruzó las piernas, sus medias
arrugadas sobre sus rodillas como una segunda piel, artificial.
—¿Qué hay de Phoebe?
Así que ese era el lugar al que quería llegar. Suspiré.
—No diría que somos amigas.
—¿Por qué dices eso?
—¿Phoebe tiene amigos? —pregunté.
—Bueno Mara, estoy más interesada en saber por qué ustedes no se
llevan bien.
—Porque es una loca certificada y una mentirosa.
—Parece que no te gusta mucho.
Me froté la barbilla.
—Eso es bastante exacto, sí.
—Phoebe dijo que la amenazabas.
—¿Le dijo que la había amenazado? —le conté sobre de la siniestra
nota de ―Te Veo‖ que Phoebe dejó en mi bolso.
—Charlaré con ella —fue todo lo que dijo.
Entonces preguntó:
—¿Qué hay de Adam?
Me moví, incómoda. No lo soportaba tampoco.
—¿Has hecho amigos aquí, Mara?
El aire acondicionado hizo clic sobre el prolongado silencio.
—Jamie —sugerí.
—Ustedes dos se conocían desde Croyden ¿no?
—Sí…
—¿Qué hay de Tara?
¿Quién diablos era Tara?
—¿Megan? —preguntó, esperanzada.
272
Megan. Megan la de las fobias extrañas. Apenas habíamos hablado,
pero cuando la veía me decía hola. Me decidí a asentir con la cabeza en
respuesta a la pregunta de la Dra. Kells, y pronuncié el nombre de Stella
como una buena medida. La Dra. Kells no parecía particularmente
impresionada.
—Está bien —dijo entonces, y agitó la mano hacia la puerta de su
oficina—. Eres libre de irte. Vamos a hablar de nuevo antes del retiro.
—De hecho —le dije, alargando las palabras—, eso no podrá ser. —
Traté de no sonar petulante.
—Eso es muy malo —la Dra. Kells parecía decepcionada—. Nuestros
estudiantes tienden a encontrarlo gratificante. ¿Tal vez te unas a nosotros
en el siguiente?
—Definitivamente —dije antes de agarrar mi bolso, dándole las
gracias por la charla y escapando.
Hubiese sido agradable si la muerte de Anna y las uñas de Phoebe
fuesen lo peor de mi día.
Papá me llevó a casa y estaba en silencio cuando llegamos. Daniel y
Joseph habían comenzado las clases y todavía no estaban en casa.
Mamá probablemente seguiría trabajando. Con Noah en Rhode Island
hasta el día siguiente, me encontré encerrada en casa sin nada que
hacer.
Así que me decidí a investigar. Pasé el retrato de mi abuela en el
pasillo de camino a mi habitación y decidí darle a ―Nuevas Teorías de la
Genética‖ el trato de la vieja escuela, como Daniel había dicho.
Seiscientas condenadas páginas.
Pero no estaba en mi estantería.
O en mi armario.
Comencé a sacar las cajas de las estanterías de mi armario,
preguntándome si tal vez lo habría puesto en una de ellas para mantener
su seguridad y simplemente no recordaba. Pero incluso después de vaciar
su contenido en el suelo, nada.
Estaba cada vez más frenética hasta que recordé que la última vez
que lo había visto fue en el salón antes de la feria, y que antes de dejarlo
allí, Daniel había insistido en pedírmelo prestado. Probablemente estaba
273
sólo en su habitación. Me sentí un poco aliviada y un poco tonta por haber
enloquecido. La gente normal olvida cosas así todo el tiempo.
Entré en la habitación de Daniel y escanee sus estantes, había
algunos libros que faltaban, dejando los lomos restantes inclinados uno
contra el otro en un ángulo agudo. No habría notado el cuaderno de
composición de otro modo. No me di cuenta de qué letras estaban en la
portada, deletreando mi nombre. El cuaderno era totalmente
desconocido para mí, y darme cuenta de ello se grabó en mi mente con
miedo.
Recordé las palabras de Brooke: "Mara, ¿dónde está tu diario?"
"Nunca tuve un diario."
"Por supuesto que lo tuviste. En tu primer día, ¿no te acuerdas? "
No lo hice, pero ahora lo estaba mirando directamente. Lo abrí.
No había nada en la primera página y casi sentí alivio.
Pero luego se volcó.
El pánico se apresuró en oleadas feroces, tirándome lejos. Mis rodillas
casi se doblaron bajo mi cuerpo. Me senté en la cama de Daniel,
doblándome mientras miraba.
Cada línea en la segunda página estaba llena de palabras. Cientos
de palabras en trece líneas, dispuestas en la más breve de las oraciones.
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
Las palabras se detuvieron en el centro de la línea. Me desmayé.
274
48 ANTES
Puerto de Calcuta, India
Traducido por ♥...Luisa...♥
Corregido por Deeydra Ann’
Seguí detrás del Hombre de Azul, mis pequeñas piernas corriendo
para coincidir con sus largas zancadas. Siete días habían pasado desde
que me llevara a la aldea vacía, desde que comencé a vivir con Hermana
en la cabaña. Estaba feliz de salir de nuevo. Estaba feliz de ver los barcos
de nuevo, de pie y atestados con hombres.
Pero extraño a Hermana. Me hubiera gustado que estuviese aquí.
Coloqué la muñeca en mi pecho. Aún no había elegido su nombre.
El Hombre de Azul me llevó a un gran edificio, y entramos a conocer
a un hombre blanco con discos de cristal en la nariz. El Hombre de Azul le
entregó una bolsa negra. El hombre blanco la llenó y se la devolvió.
—¿Está hablando? —preguntó el hombre blanco en un idioma
nuevo que estaba empezando a aprender. Empujó los círculos de vidrio
hacia arriba en su rostro.
—No a mí —dijo el Hombre de Azul—, pero le habla en hindú y
sanscrito a mi hija.
—¿Ningún otro idioma?
—No hemos probado.
—¿Qué es eso, allí, lo que sostiene? —Apuntó un dedo huesudo a mi
muñeca.
Apreté con fuerza. El hombre blanco vio y escribió algo.
—Mi hija la hizo para ella y no irá a ninguna parte sin ella ahora. Están
unidas.
275
—Así es. —El hombre blanco escribió algo más. Sus ojos se dirigieron
hacia atrás y adelante entre el papel y yo, hasta que finalmente, el
Hombre de Azul dejó que me llevara fuera, de vuelta a la luz del sol
ahumado.
—Tengo asuntos que tengo que hacer antes de irnos —dijo—, pero
siempre y cuando no te pierdas de vista, puedes explorar el puerto. —
Extendió su brazo a lo largo del tramo bullicioso de tierra cerca del agua.
Asentí. Hizo un gesto con la mano, instándome a ir.
Corrí. Había estado confinada durante demasiado tiempo y me
deleitaba la libertad. Absorbí cada olor de lodo y salmuera, especias y
almizcle, mis ojos bebían en los colores de las personas, los edificios y los
barcos.
Corrí hasta que oí un sonido lleno de cañas repitiéndose en una
melodía rítmica hipnótica. Desaceleré mis pasos, atraída a la fuente.
Un anciano estaba sentado con las piernas cruzadas delante de una
cesta, soplando en un palo largo que creció hasta convertirse en un bulbo.
La gente rodeaba la canasta, mirando cómo una serpiente surgía de las
profundidades, balanceándose hacia adelante y hacia atrás. Las personas
aplaudieron.
No entendía su deleite. ¿El animal vivía en la canasta? ¿Fue
atrapado allí, para vivir en la oscuridad?
Me deslicé más cerca. Era lo suficientemente pequeña como para
empujar a través de la multitud sin ser notada. Me acerqué hasta que los
susurros ansiosos subían en un fuerte murmullo, hasta que el anciano
detuvo la música y gritó para que yo retrocediera.
Le entendí, pero no escuche. ¿Tengo que temer de la serpiente? Me
maravillé de la suave armadura del animal, en la lengua de rubí que se
sacudía para probar mi olor. Cuando extendí mi brazo para tocarlo,
arqueó su cuerpo largo de regreso…
—¡Alto! —gritó el Hombre de Azul. Mi piel picada de su bofetada.
Agarró mi muñeca dolorida y me llevó rápidamente lejos. Mi brazo herido
en su mano, pero después de una cuanta distancia, me dejó ir.
—¿Estás loca, hija? —No sabía qué responder. Él se suavizó en mi
confusión—. ¿Te gustan los animales? —preguntó, su voz cálida ahora.
Gentil.
Asentí con la cabeza. Sí.
276
Sus mejillas se plegaron en una sonrisa y su agarre en mi muñeca se
aflojó. Encajó sus dedos entre los míos y me condujo a lo largo del puerto.
Nos detuvimos ante uno de los barcos grandes, pero eso no fue lo que me
robó el aliento.
Cientos de animales estaban atrapados dentro de una fila de jaulas
brillantes. —Mantén tus manos lejos de las rejas —dijo, mientras pasábamos
a aves parloteando, gritando, batiendo sus alas, pero no podían volar. Un
mono hosco, grande y marrón, se agarraba a los barrotes de su jaula con
dedos humanos. Me miró con ojos humanos. Una serpiente gigante fue
metida en una bola, aislándola de todo, aislándola de la vida.
La vista se negó a tener sentido. Nací viendo monos saltar a través
de copas de árboles. Arrullada por el sonido del llamado de un pájaro. No
pertenezco a este lugar, a este lugar de humo.
No éramos los únicos observadores. Un grupo de muchachos
burlones sacudían largas varas a lo largo de la jaula más grande. Un tigre
rugiente paseaba por dentro, sus rayas de color naranja y negro
ondeaban detrás de las rejas.
El tigre lanzó su poderoso cuerpo contra la jaula, a los chicos, pero
ellos se rieron y bailaron de nuevo.
—Ahora —dijo el Hombre de Azul, arrodillándose—. Tienes que
quedarte aquí. ¿Los animales te entretendrán?
Entretener. No conocía la palabra.
—Voy a volver en breve. No causes problemas —dijo, y luego se fue.
Me acerqué a un muchacho delgado, con ojos pequeños y
penetrantes al margen del grupo.
—Ayúdame —susurré.
Sus ojos negros me consideraron con recelo. ¿Tal vez no lo entiende?
Intenté otra lengua. —Ayúdame —dije de nuevo.
—¿Ayudarte a qué? —preguntó.
Señalé a los animales. —Sacarlos.
277
49 Traducido por ♥...Luisa...♥
Corregido por Deeydra Ann’
Cuando abrí los ojos, estaba en el dormitorio de mi hermano, todavía
con el bloc de notas mientras él llamó a su puerta.
—Esto es casi al revés —dijo, claramente preguntándose por qué
estaba allí.
Los contornos de la memoria-sueño-desvanecimiento se
estremecieron en mi mente. Traté de aferrarme a ella.
—¿Mara?
Parpadeé y se volvió borroso. No podía recordar a dónde había ido.
—Sí —dije, un poco confundida. Estaba todavía con el bloc de
notas, no podría haber estado ida por mucho tiempo. ¿Quizás minutos?
¿Segundos? Estaba sudorosa, y mi ropa se pegaba a mi piel.
—¿Tomaste el libro? —pregunté a mi hermano, tratando de
mantener la voz serena—. Lo estaba buscando.
—¿El de genética? Sí. —Daniel fue a su armario y lo abrió—. Lo siento,
lo puse aquí, no quería que se mezclara con mis cosas. ¿Estás bien? —Él
me miró.
Sonrisa falsa. —¡Sí!
Un aspecto extraño. —¿Estás segura?
Escondí el cuaderno de composición detrás de mí. ¿Por qué lo había
puesto en su habitación? —No, sí, realmente lo estoy —dije, de pie—.
¿Puedo tener el…?
—¿Esa es la historia? —dijo Daniel, mirando el cuaderno a mis
espaldas.
¿Qué historia? Bajé la vista hacia él. —Um.
—¿Cómo va la asignación? ¿Constructiva? ¿Catártica? —Él me
guiñó un ojo.
278
Ah. Pensó que era la historia de Horizontes. La asignación que
inventé para conseguir su ayuda. Miré el cuaderno, luego de vuelta a
Daniel. No tenía ni idea de por qué lo había puesto en su habitación o
cuándo, pero tuve la suerte de que no lo hubiese notado, considerando lo
que había dentro. Mis entrañas se retorcieron. Necesitaba hablar con
Noah.
Pero mi hermano estaba esperando una respuesta. Así que le dije—:
Ella no está poseída. —Daniel esperó. Escuchando—. Alguien más lo está…
hay alguien más con un… un poder —dije—. Y él nunca ha jugado con un
tablero de Guija.
Daniel reflexionó un segundo. —Así que el tablero de Guija era una
pista falsa. —Él asintió sabiamente—. Hmm.
—Me tengo que ir —dije, yendo hacia la puerta.
—El libro. —Daniel lo tomo y me lo ofreció, lo que llevó a mi brazo
abajo. Le sonreí antes de huir a arrojar Nuevas Teorías y mis cuadernos en
mi habitación. Entonces, me obligué a caminar tranquilamente a la
cocina, donde tome el teléfono y lo lleve a mi habitación marcando el
número de Noah con dedos temblorosos. Contestó al segundo tono.
—Estaba a punto de llamarte… —empezó.
Lo interrumpí. —He encontrado algo.
Pausa. —¿Qué?
No me atreví a abrir el bloc de notas. —Así que, en Horizontes, me
dieron un cuaderno para usarlo como un diario.
—Está bien...
—Pero no me acordaba de que me lo hubiesen dado.
—De acuerdo...
—Pero simplemente lo acabo de encontrar en la habitación de
Daniel. La cubierta tenía mi nombre. Y escribí en él, Noah. Era mi puño y
letra.
—¿Qué fue lo que has escrito?
—‖Ayúdame.‖
—Voy a estar de vuelta mañana por la mañana. Iré directamente
contigo…
—No, eso es lo que escribí, Noah. "Ayúdame." Una y otra vez durante
casi una página completa.
279
Silencio.
—Sí —dije con voz temblorosa—. Sí.
—Voy a tratar de conseguir un vuelo esta noche… —Hizo una pausa.
Me podía imaginar su rostro, su mandíbula apretada, con una expresión
atenta y tranquila, tratando de no mostrarme lo preocupado que tenía.
Pero podía oírlo en su voz—. Sólo hay dos vuelos más hacia Providence, y
ya no pude tomar ninguno de ellos. Pero hay uno desde Boston a Ft.
Lauderdale a medianoche. Voy a estar en él, Mara.
—Me siento realmente... —No pude terminar la frase. Luché por
palabras, pero no vino nada más.
Noah no fue condescendiente conmigo diciéndome que no entrara
en pánico, o diciendo que todo iba a estar bien. No lo estaba, y él lo
sabía. —Estaré allí pronto —dijo—. John acaba de reportar que no hay
novedades. Todo lo demás está muy bien, así que permanece con tu
familia y cuida de ti misma, ¿de acuerdo?
—Está bien. —Cerré mis ojos. Esto no era nuevo. Me había
desmayado antes. Perdido tiempo. Teniendo sueños extraños. Esto no era
nuevo. Podría vivir con esto.
Podría vivir con ello si no pensaba en eso. Cambié de tema. —¿Me
ibas a llamar?
—Sí.
—¿Por qué?
—Sólo... te he echado de menos —dijo, una mentira en su voz.
Eso provocó una leve sonrisa en mis labios. —Mentiroso. Sólo dime.
Él suspiró. —La dirección que me diste, ¿la dirección de Claire y los
padres de Jude? Cruce la referencia con lo que Charles, el investigador,
encontró y fui allí para hablar con ellos. Para ver si algo había parecido...
fuera de lugar.
Había estado conteniendo el aliento. —¿Y?
—Había un auto en la entrada, así que sabía que alguien estaba en
casa. Llamé a la puerta, no hubo respuesta, y luego toque el timbre. Un
hombre abrió la puerta y le pregunté si estaba William Lowe. Él dijo:
"¿Quién?" Le repetí, y me dijo que su nombre era Asaf Ammar, que,
obviamente, no es en absoluto lo mismo.
—Bueno, sabemos que los Lowe se trasladaron después… después
de lo que pasó, ¿no?
280
—Así es. Así que le pregunté si sabía dónde vivían William y Deborah
Lowe y me dijo que nunca había oído hablar de ellos. Lo que le dije que
era extraño, porque hace cuatro meses, que estaban viviendo en esa
casa. —Noah trago saliva—. Él se rió y dijo que era imposible. Sin
encontrarlo divertido, le pregunté por qué sería eso. —Noah hizo una
pausa—. Mara, dijo que compró la casa de la madre de su esposa, Ortal.
Hace dieciocho años.
Retrocedí en mi cama. Tenía la garganta apretada. Sellada por lo
que no podía hablar.
—Es un error, obviamente —dijo Noah rápidamente—. Es la dirección
equivocada.
—Espera —le dije mientras me llevaba el teléfono a mi armario. Baje
las cajas de Rhode Island. Saque el cuaderno de mi vieja clase de historia
en mi vieja escuela.
Rachel me había pasado una nota, un día, diciéndome que la
encontrara con Clare después de la escuela. Le entregué mi libreta de
apuntes cuando el maestro siguió hablando, y ella garabateó una
dirección en el interior.
1281 Live Oak Court
—¿Cuál fue la dirección a la que fuiste? —pregunté.
—Uno, dos, ocho, uno. Live Oak Court —dijo Noah.
La dirección no estaba mal. Era otra cosa.
281
50 Traducido por MelDemczuk
Corregido por Zafiro
Le dije a Noah exactamente eso.
—¿Tus padres fueron a los funerales ¿no? —preguntó—. Averigua si tu
madre sabe algo.
He intentado tanto, tan fuerte no perder los estribos.
—La gente no desaparece —dijo.
—¿Qué hay de Jude?
Noah quedó en silencio —No lo sé, Mara. Deseo… deseo saberlo.
Pero John está al otro lado de la calle ahora mismo. Nada va a pasarles a
ti, a Daniel, a Joseph o a cualquiera ¿de acuerdo? —Su voz era fuerte—.
Lo prometo.
Cerré mis ojos. —Anna murió —dije después de un silencio
demasiado largo.
—Lo sé.
—No fui yo —dije.
—Lo sé. Aguanta, Mara.
—Mis padres creen que estoy mejorando —continué—. Me dijeron
que no tengo que ir al retiro para ser evaluada para el programa
residencial.
—Bien —dijo, sonando calmado otra vez—. Están impresionados
contigo. Lo estás haciendo bien.
—Excepto por el hecho que es una completa mentira. No estoy
mejorando. Pensé que tal vez lo estaba pero no lo estoy.
—No estás loca. —Apenas ocultaba su enojo—. ¿De acuerdo? Algo
está sucediéndote, A los dos. Yo…vi a alguien hoy —dijo en voz baja—.
Algún idiota agarró a una chica, le torció la muñeca. Pensé que iba a
rompérsela. Casi lo hizo.
282
—¿Quién era ella?
—No lo sé. Nunca la había visto en mi vida —dijo Noah—. Pero ella
está bien. No habría dicho nada, excepto que… no estás sola en esto,
Mara. No estás sola. Recuerda eso.
Fue difícil respirar —Está bien.
—Voy a estar de vuelta pronto. Aguanta, Mara.
—Está bien —dije y colgué.
Me quedé mirando el teléfono durante cinco, diez segundos y luego
me obligué a hacer otra cosa. Llené un vaso con agua del lavabo del
baño. Bebí la mitad. Me senté en mi cama hasta que Joseph entró de
repente.
—¿Vienes? —preguntó sin aliento.
Tomé una respiración profunda y cuidadosamente me compuse —
¿Dónde?
—La cena.
Me froté los ojos y miré el reloj. —Sí —dije, mucho más alegre de lo
que me sentía. Me levanté y comencé a salir.
Joseph miró mis pies —Um, ¿los zapatos?
—¿Por qué?
—Vamos a salir.
Simplemente quería ir a dormir, y despertar con Noah de regreso en
Miami, de vuelta en mis brazos. Pero mis padres pensaban que estaba
mejorando, y necesitaba hacérselos creer. De lo contrario sería enviada
lejos por problemas que no tenía. Estaba tomando sus medicamentos,
dibujando sus imágenes, pasando sus pruebas y todo sería en vano si me
enviarán lejos ahora. No podría soportarlo. No cuando eso me separaría
de la persona que me creyó. La única persona que sabía la verdad.
Dejé el vaso sobre la mesa. Me puse los zapatos y una gran, falsa
sonrisa. Reía por fuera mientras gritaba por dentro. Mi cuerpo estaba en el
restaurante, pero mi mente estaba en el infierno.
Y luego regresamos a casa. Daniel y Joseph estaban hablando, mis
padres estaban bromeando y yo me sentía un poco mejor, hasta que
entré en mi habitación. Bebí un poco más de agua del vaso que había
llenado antes de ir a comer y me preparé para la cama, tratando de no
tener miedo. El miedo es sólo un sentimiento, y los sentimientos no son
reales.
283
Pero el disco que encontré bajo mi almohada esa noche sí lo era.
Mis dedos se cerraron a su alrededor en la oscuridad. Empecé a oír
las sirenas de pánico sonar en mi cerebro, pero me obligué a callarlas. Me
levanté lentamente y encendí mi luz.
El disco compacto era simple y estaba sin marcar.
El guardia de seguridad de Noah, John, estaba fuera.
¿Tal vez hice el disco yo misma? ¿Y simplemente no lo recuerdo?
¿Cómo escribir en el diario?
Eso tenía que ser. Miré el reloj: era medianoche. Noah estaría en el
avión. Toda mi familia estaba en casa y en sus habitaciones, si no
dormidos. No podía vaporizar la fachada de adolescente normal y
saludable para despertarlos y perder los estribos, así que vacié el vaso de
agua, apreté los dientes, y puse el disco en mi computador. No podía
entrar en pánico. No todavía.
Moví el ratón y lo sostuve sobre el icono del archivo esperando un
destello de reconocimiento, pero era sólo una serie de números, 31281.
Hice doble clic en él, y una aplicación de DVD se abrió. Presioné
reproducir.
La pantalla estaba granulada y negra, y luego un destello de luz la
iluminó.
—Se supone que debe estar aquí, vamos —dijo una voz desde el
computador.
La voz de Rachel. Mi boca formuló el nombre pero no salió ningún
sonido.
—¿Podríamos estar en la sección equivocada? —La voz de Claire,
desde atrás de la cámara de video—. No lo sé.
Me incliné cerca de la pantalla, el aire desapareciendo de mis
pulmones cuando el manicomio apareció. La pintura de las paredes de mi
habitación empezó a pelarse, rizarse y desprenderse a mí alrededor como
nieve sucia. Las paredes de mi dormitorio parecían derretirse y otras, unas
viejas, surgieron en su lugar. El techo sobre mi cabeza se agrietó y el suelo
bajo mis pies se pudrió y yo estaba en el manicomio al lado de Rachel y
Claire.
284
—¿Qué pasa si no hay tiza? —preguntó Claire. La luz de su cámara
de video giró violentamente sobre el pasillo. Sin enfoque. Sin dirección.
Rachel le sonrió a Claire, y sostenía algo en su guante —Yo traje.
Pasos amortiguados resonaron a un lado. Otra luz destelló, era
Rachel tomando una foto. Mis ojos se llenaron de lágrimas y no podía
apartar la mirada.
—Espera. Creo que es ésta. —Rachel Sonrió ampliamente y miles de
agujas atravesaron mi pecho—. Esto es tan espeluznante.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios.
—Lo sé. —Claire siguió a Rachel a la habitación, su luz posándose en
una vieja y enorme pizarra, cubierta de nombres y fechas escritas por
decenas de manos diferentes.
—Te lo dije —dijo Rachel con aire de suficiencia—. Espera… ¿Dónde
está Mara? ¿Y Jude?
La imagen de la pantalla se zarandeó. Claire debe haberse
encogido de hombros.
Traté de gritar pero no salió ningún sonido.
—Debería encontrarla —dijo Rachel, saliendo de cuadro.
Me atraganté. Jadeé por aire, eché hacia atrás el pelo de mi cara,
tapé mi boca con mis manos y seguí tratando de hablar, de decirles, de
advertirles, para salvarlas, pero estaba muda. Muda. Silencio.
—Yo iré… escribe mi nombre ¿está bien? Toma la cámara.
Rachel le guiñó un ojo —Está bien.
Caí de rodillas.
Luego tomo la cámara de video de Claire, no puede verla más, y
apuntó a la pizarra. Escaneó todos los nombres. Empezó a silbar. Su
respiración era vapor blanco.
El sonido se hizo eco en las tenebrosas paredes y llenó mis oídos y mi
mente. Me acurruqué en el suelo y abracé mis rodillas a mi pecho, incapaz
de respirar, gritar o hablar. El chirrido de la tiza en la vaporosa pizarra
gastada, mezclado con el silbido de Rachel, y mi mente no procesó nada
más hasta que pasos se acercaron. El enfoque se movió de nuevo fuera de
la pizarra para hacerle frente a Claire.
—Los tortolitos están disfrutando de un momento de intimidad.
285
—¿En serio? —preguntó Rachel. La cámara se inclinó lejos de Claire.
Más empujones y caos, entonces apuntó a Rachel de nuevo—. ¿Mara está
bien?
—Mmm.
—Chica mala —dijo Rachel sugestivamente.
Una risa. De Claire.
Y luego un estruendo, tan fuerte que pude sentirlo.
—¿Qué fue…? —Un susurro aterrorizado. De Rachel.
Se oyó un crujido metálico. Luego el sonido, sucesivos golpes de
miles de libras de instalaciones de armazones de hierro.
—Oh mi… —Jadeos. Gritos.
Interferencia y polvo nublaron mi visión, y el siseo y el ajetreo de la
estática llenaron mis oídos. Letras blancas aparecieron en la oscuridad
acomodándose formando la frase ARCHIVO DAÑADO. A continuación el
silencio. La imagen en la pantalla quedó en negro. La escena en mi
cabeza quedó a oscuras.
Pero justo cuando pensé que la grabación había terminado,
escuché la cadencia suave de una risa. Sin lugar a dudas la mía.
No sabía cuánto tiempo pasó. Todo lo que sabía era que cuando
grité de nuevo, hubo sonido pero estaba amortiguado. Traté de forzar mis
ojos para ver, pero estaba atrapada en la oscuridad, no había suelo bajo
mis pies, ni techo sobre mi cabeza.
Porque no estaba en el manicomio. No estaba en mi habitación en
casa.
Estaba atada y amordazada y en el maletero del coche de alguien.
286
51 Traducido por MelDemczuk
Corregido por Juli_Arg
No sé cómo llegué aquí.
Un segundo me encontraba en mi habitación, mirando la grabación
de la cámara de Claire, oyéndome reír a mí misma, luchando por
mantenerme conectada a tierra y sin dejar que el recuerdo me lleve. Y al
siguiente, estaba cubierta de sombras mientras una tela áspera rozaba
contra mi mejilla, mientras mis pulmones estaban sofocados por el calor.
Pero sí sé esto: Jude era la única persona con alguna razón para
querer hacerme daño, y lo había intentado antes.
Lo cual significaba que debía estar conduciendo.
Cuando el coche alcanzó un bache, me mordí la lengua. La sangre
llenó mi boca. Traté de escupir pero mi boca estaba cubierta: por qué, no
lo sabía. Envié mensajes a mis brazos y piernas, pidiéndoles que se
movieran, que lucharan, pero no pasó nada. Me imaginé contorsionando
mis extremidades, arqueándome y retorciéndome contra todo lo que me
contenía, pero no tenía fuerzas. Una muñeca metida en el baúl de
juguetes de un niño aburrido, incapaz de moverse.
Debe haberme tomado de mi casa, mi habitación, mientras mi
familia dormía, sin sospechar.
¿Qué había pasado con John?
Las lágrimas estrujaron las esquinas de mis ojos. La textura del interior
del maletero hizo que mi piel pique y arda. Los músculos de mis brazos y
piernas no se mueven, lo que significa que debo estar drogada.
¿Pero cómo? Comimos en el restaurante, no en casa. Rebobiné la
última hora en mi mente, pero mis pensamientos eran borrosos y no podía
recordar. No podía.
El coche se detuvo. Fue cuando mi lento y perezoso corazón
finalmente cobró vida. Se sacudió contra cada centímetro de mi piel. Me
había empapado de sudor.
287
Una puerta del coche se cerró de golpe. Pasos crujieron en la grava.
Me quedé allí impotente, y sin esperanza, viscosa y miserable. El miedo me
hizo un animal y mi cerebro primitivo no podía hacer otra cosa que
hacerse el muerto.
Abrió el maletero, lo escuché y lo sentí y entonces me di cuenta que
todavía no podía ver, lo que significaba que tenía los ojos vendados.
Escuché... había agua alrededor nuestro. Chocaba contra algo cercano.
Sentí unas manos grandes y carnosas sobre mi cuerpo, que se
sentían completamente flácidas. Me hallaba encadenada por el terror. Fui
levantada del maletero y sentí músculos hinchados y gruesos contra mi
carne.
—Es una pena —susurró una voz entonces—. Es mucho más divertido
cuando luchas.
Era Jude, absolutamente.
La presión creció en mi cabeza, debo estar boca abajo. Gemí
débilmente, pero el sonido no fue a ninguna parte.
Y entonces fui sentada de nuevo boca arriba, apoyada y atada a
una silla con los brazos a mi espalda, rozando contra el respaldo. Mis
rodillas, muslos y pantorrillas dolían. Los olores y sonidos: salmuera y sal,
putrefacción y agua, eran penetrantes, pero era difícil pensar.
Quitó la venda de mis ojos y entonces lo vi. Parecía más viejo de lo
que recordaba, pero por lo demás, igual. Ojos verdes brillantes. Cabello
rubio oscuro. Hoyuelos. Y dos manos enteras, intactas. Tan inofensivas.
Mis ojos bebían cada detalle de lo que me rodeaba y los absorbía
como una esponja. Nos encontrábamos en una especie de cobertizo.
Había salvavidas apilados en una pared y dos Kayaks que yacían uno
contra el otro, y un viejo y oxidado cartel que decía: MARCHE LENTO, NO
HAGA OLAS, apoyado en un rincón. Parecía bien cuidado, pintado con
una gruesa capa de color gris aplicada apresuradamente, oscureciendo
cualquier defecto. Había una puerta, Jude estaba delante de ella.
Examiné la habitación violentamente en busca de algún tipo de
arma. Entonces me acordé: yo era una.
Era él o yo. Me lo imaginé siendo destripado, un corte de sangre
extendiéndose a través de su estómago. Lo imaginé agonizando.
—Entonces —dijo Jude.
Quería escupirle en la cara al oír el sonido de su voz. Lo haría, decidí,
si me quitaba la mordaza.
288
—¿Me extrañaste? Asiente si es un sí, sacude la cabeza si es un no. —
Su sonrisa era una herida abierta.
Un sabor agrio cubrió mi lengua, pero tragué e imaginé mi miedo
yéndose con él.
Jude suspiró entonces, y sus hombros se hundieron en el movimiento.
—Este es el problema. Me gustaría hablar contigo, pero si te quito la
mordaza, gritarás.
Segura como la mierda que lo haré.
—No hay nadie alrededor que te escuche, y me gustaría sacar
provecho de esto por una vez, es cierto, pero me sacará de quicio
después de un tiempo. Entonces ¿qué debo hacer? —Levantó la vista
hacia el techo. Se pasó la mano por su barbilla—. ¿Podría decir que si
gritas, cortaré la garganta de Joseph en su cama cuando hayamos
terminado aquí? —Sacó algo de su bolsillo. Un cúter. Su reloj brillaba en la
luz baja.
Fue como si me hubiera dado un puñetazo en el estómago. Tosí
—Tranquila, tigresa —dijo y me guiñó un ojo.
Él tenía que morir. Tenía que hacerlo. Regresé la imagen a mi mente.
Jude, sangrando, muriendo. Me rebobinada, una y otra vez. Por favor.
—Sí, eso debería funcionar. —Sacó algo de su bolsillo, una llave. La
sostuvo—. Además, recuerda que puedo entrar y salir de tu casa cuando
quiera. Puedo drogar a toda tu familia y matarlos mientras duermen. O
¿hacer que tus padres me vean matar a Daniel y Joseph? De todos
modos, no lo sé, hay un montón de opciones y no me gustan las opciones
múltiples. Así que vamos a decir qué: hay mucho que podría hacer, lo cual
haré si gritas, y secuestrarte fue tan fácil que podría reír. —Una sonrisa y un
profundo hoyuelo aparecieron en su suave mejilla.
Me sentía disgustada con él y disgustada conmigo. ¿Cómo llegué
aquí? ¿Cómo dejé que esta cosa en piel humana haga su camino en mi
vida? ¿Cómo pasé por alto esto? ¿Cómo no iba a saberlo?
—¿Entiendes? Asiente con la cabeza, si entiendes.
Asentí, mis ojos llenos de lágrimas.
—Si gritas sin mi permiso, matarás a tu familia. Asiente si entiendes.
Asentí y sentí la bilis ascender por mi garganta. Iba a ahogarme.
—Muy bien —dijo sonriendo—, aquí vamos. Esto podría doler un
poco.
289
Y luego arrancó la cinta adhesiva de mi boca. Vomité en el suelo de
rejilla: fue cuando me di cuenta de que había agua debajo de esta. ¿El
océano? ¿Un lago?
El océano. Olía a sal.
Jude negó con la cabeza. —Asqueroso, Mara. —Me miró en la forma
que lo haría con un cachorro cuando ensucia un periódico—. ¿Qué voy
hacer contigo? —Jude miró alrededor de la habitación. Sus ojos se fijaron
en algo. Un trapeador. Se levantó y limpió las degradadas tablillas de
madera.
Tratar de matarlo fue inútil. Sobrevivió al derrumbe de alguna
manera y cualquier cosa que intentara fracasaría. Jude lo sabía, porque
cuando me miró, no tenía miedo para nada.
Pero incluso si no podía matarlo, no era impotente, escuché la
desafiante voz de Noah resonando en mi mente.
—No dejes que tus miedos te manejen —dijo—. Manéjate tú misma.
Jude quería algo de mí, de lo contrario ya estaría muerta.
Fuera lo que fuese, no podía dejar que lo consiga.
—Te hice una pregunta —dijo Jude, cuando había terminado—.
Puedes contestar.
Él quería que yo responda, así que me quedé en silencio.
Algo se endureció en su rostro y me alegré, porque finalmente lucía
como debería lucir alguien que ata, amordaza y secuestra a otra persona.
—¿Qué voy hacer contigo? —preguntó nuevamente su voz más
tranquila e infinitamente más horrible—. Mírame —dijo entonces.
Manéjate tú misma. Aparté la mirada.
Entonces se acercó y me pellizcó la mejilla.
—Mírame.
Cerré los ojos.
—Te ves muy bien, Mara —dijo suavemente.
Por favor, por favor que muera, por favor.
—Tu opinión —susurré—, significa muy poco para mí, Jude. —Abrí los
ojos. No podía evitarlo.
La sonrisa de Jude se había extendido. Se echó hacia atrás en su
silla. —Apuesto a que esa boca te mete en todo tipo de problemas.
290
Expuso más de la cuchilla que sostenía, sonriendo todo el tiempo, y
un primitivo e instintivo escalofrió recorrió mi cuerpo. Levantó la mano,
mirando perversamente el borde afilado.
—¿Qué quieres? —Me quedé sorprendida por la fuerza de mi voz.
Me fortificó.
Jude me miró como si fuera un rompecabezas el cual trataba de
resolver. —Quiero que Claire no esté muerta.
Cerré los ojos y vi las palabras que él escribió para mí con sangre.
POR CLAIRE.
Me dolían los huesos, y mi boca y mis brazos dolían desde mi
posición. —Yo también quiero que Claire no esté muerta.
—No digas su nombre. —Su voz fue afilada como hoja de afeitar.
Pero luego, segundos más tarde, se veía calmado—. ¿Vas a traerla de
vuelta?
Él sabía lo que había hecho. Que la maté. Y ahora me castigaba.
Había estado castigándome todo este tiempo. Esta era su venganza.
No tenía idea de que hacer. No veía una manera de salir. Me
encontraba atada y atrapada y había tratado de matarlo antes pero no
murió.
¿Debería mentir? ¿Fingir que no entendía? ¿O admitir que lo hice ya
que él ya lo sabía? ¿Disculparme?
No podía decidir así que ignoro la pregunta. —Pensé que habías
muerto también. —Tragué saliva. Miré sus manos—. ¿Cómo estás vivo?
Se balanceó hacia delante en su silla esta vez, hasta que estuvo a
centímetros de mí. Sentí su aliento en mi cara.
Quería que retrocediera, así que me quedé quieta.
—¿Decepcionada? —preguntó
Quería que le dijera que sí, así que dije—: No.
Sus cejas se levantaron —¿En serio?
No podía controlarlo —No.
En ese momento, se dibujó una tóxica sonrisa en su boca.
—Allá vamos —dijo suavemente—. Algo de honestidad, finalmente.
No te preocupes, no usaré eso en tu contra.
—Fue un accidente —le dije, antes de saber que lo había dicho.
291
Jude me consideró por un momento, luego dio una simple sacudida
a su cabeza. —Los dos sabemos que no es verdad.
—El edificio era viejo y se derrumbó —le dije, tratando como el
infierno de no sonar tan desesperada y falsa.
Chasqueó la lengua. —Vamos, Mara. No crees eso.
No lo hacía, pero ¿Cómo sabía él lo que yo creía?
—No creo eso tampoco —dijo—. Viste el video. —Negó con su
cabeza—. Dios, esa risa, Mara. Realmente espeluznante.
—¿Cómo lo conseguiste? —le pregunté—. ¿Cómo saliste?
—¿Cómo activaste el sistema de poleas? —me preguntó,
acercándose—. ¿Cómo conseguiste que las puertas se cierren?
¿Simplemente lo pensaste y sucedió?
¿Fue así como lo hice?
—Oí el chillido de las palancas y luego corrí hacia las puertas, pero
se cerraron en mis manos —dijo. Sus ojos estudiaron mi rostro—. En realidad,
me sonreíste cuando me volví para mirarte. Me sonreíste.
El recuerdo destelló en mi mente.
En un segundo, me había apretado tan profundamente en la pared
que pensé que iba a disolverme en ella. Al siguiente, él era el único
atrapado, dentro de la habitación de pacientes, en el interior conmigo.
Pero yo ya no era la víctima.
Él lo era.
Me reí de él en mi furia enloquecida, que sacudió el cimiento del
manicomio y lo derrumbó. Con Jude, Claire y Rachel dentro.
—¿Qué clase de persona hace eso? —preguntó, casi para sí mismo.
Manéjate tú misma. Mis labios se hallaban secos y amargos. Mi
lengua era papel de lija, pero encontré mi voz. —¿Qué clase de persona
hace eso? ¿Qué tipo de persona trata de forzar a alguien más?
Sus fosas nasales se dilataron. —No finjas que no querías —dijo
bruscamente—. Me querías desde hace meses. Claire me lo dijo. —Jude se
agachó junto a mí, su mejilla cerca de mi oído. Levantó la navaja delante
de mis ojos—. Esto podría ocurrir de dos maneras. Uno, lo haces tú misma.
Dos, lo hago por ti. Y si me dejas hacerlo por ti. Me tomaré mi tiempo.
La navaja quedó tan cerca de mis ojos que los apreté
instintivamente. —¿Por qué me haces esto?
292
—Porque te lo mereces —susurró en mi oído.
293
52 Traducido por MelDemczuk
Corregido por Juli_Arg
La impotencia y el miedo se mezclaban con odio y desafío; no sabía
qué hacer ni que decir, pero cuanto más lo mantenga hablando, más
tiempo seguiré viva.
—Te tienen grabado —dije, aforrándome a algo—. Sabrán que
hiciste esto.
Se echó a reír. —¿En la estación de policía? ¿Les dijiste que era yo?
—Tomó mi barbilla en su mano—. Lo hiciste. Puedo decirlo con sólo mirarte.
Déjame adivinar, tienen un tipo en la cámara que llevaba mangas largas,
ropa holgada y una gorra de béisbol. ¿Y pensaste que creerían que era tu
novio muerto? No es de extrañar que piensen que estás loca. —Mordió su
labio inferior—. Y seamos sinceros. Lo estás un poco. Pero eso hace esto
más fácil —dijo, bajando la mirada a la navaja—. Menos sucio.
Se levantó de su silla y mis venas se inundaron de adrenalina,
mostrando todo con más claridad. Me sentía completamente exhausta y
sin energía, pero mis muñecas se encontraban menos adormecidas. Mis
piernas menos débiles.
La droga desaparecía.
—¿Por qué fuiste a la estación de policías? ¿A la escuela? —
pregunté. Supliqué.
—Quería que supieras que seguía vivo —dijo, y me sentí tan
agradecida de escuchar salir esas palabras de su boca que casi lloro de
alivio—. Pensé que me habías visto en… ¿Cómo se llama?
—¿Qué?
—Tu vieja escuela.
—Croyden —le dije.
Chasqueó sus dedos. —Así es. Corriste —dijo con una sonrisa. Una
sonrisa de serpiente. Reptil y fría—. Y ¿la comisaría? No sabía porque irías
294
allí. Pero estaba… —Hizo una pausa, considerando sus palabras—
…preocupado. Quería distraerte.
Funcionó. —Podrías haberme matado cien veces antes de ahora.
¿Por qué esperas?
Jude sonrió en respuesta. No dijo nada. Levantó la navaja.
—¿Qué hay de tu familia? —susurré. Habla, Jude, habla.
—Claire era mi familia. —La voz de Jude era diferente ahora. Menos
dura. Tragó saliva y respiró hondo—. ¿Sabes que encontraron? —preguntó
mientras se movía calmadamente detrás de mí—. Quedó tan destrozada
que tuvieron que dejar el ataúd cerrado.
—Rachel también —dije en voz baja.
Fue la peor cosa que pude decir. Jude se agachó junto a mí, su
mejilla cerca de mi oreja. —Por favor —dijo y tomó mi mano.
Y este sentimiento, este terror, era algo nuevo. No había
experimentado nada igual; no antes, ni en el maletero ni en el manicomio.
—¿Por qué debería ayudarte a matarme? —Mi voz era poco más
que un suspiro. Apenas un susurro.
Se encontraba cerca de nuevo. Tan cerca. Detrás de mí, al lado de
mi oreja. —Puedes elegir, Mara. Tu vida, o la de tus hermanos. —Giró a mí
alrededor y sostuvo la navaja contra mi mejilla. Recordándome lo que
podía hacer.
Y recordándome otra cosa.
Su reloj, su Rolex, el mismo que Noah había visto en su visión, se
hallaba a escasos centímetros de mi cara. —Bonito reloj —le susurré. Sigue
hablando. Sigue hablando.
—Gracias.
—¿De dónde lo sacaste?
—Abel Lincoln —se burló.
—¿Por qué te llevaste a Joseph?
Jude no dijo nada.
—Tiene doce años. —Mi voz sonó como un lamento.
La mirada de Jude fue de hielo. —Un hermano por una hermana.
Mi odio creció, una masa sin forma. Sin forma que devoró mi miedo.
—Solías hablar con él de fútbol en mi casa.
295
Jude se echó a reír entonces, y la palabra que resonaba en mi
mente: enfermo.
—Tenía todo este plan —dijo, sonando exasperado—. Iba a llevar a
Daniel a una fiesta… no te preocupes, no iba a hacerle daño tampoco. Tú
lo harías.
Habría sacudido mi cabeza, pero la navaja estaba demasiado
cerca. —Nunca le haría daño.
—Nunca digas nunca —dijo seriamente. Su voz se volvió silenciosa—.
Puedo obligarte a hacer lo que yo quiera. —Entonces suspiró—. Pero
alguien tiene que ir y ser un héroe. —Puso sus ojos en blanco—. Y ahora
aquí estamos.
—Yo no soy un…
Jude se rió entre dientes. —¿Crees que me refiero a ti? —dijo,
arrugando la nariz y acercándose. Su aliento rozando mi oído,
haciéndome cosquillas—. Tú no eres ningún héroe, Mara Dyer. Harías
cualquier cosa para conseguir lo que quieres. Lo que te hace justo. Como.
Yo.
Entonces se puso delante de mí para que pudiera verlo. Se irguió en
toda su estatura. Era ancho y enorme e inamovible ante mí. Sus ojos
recorrieron mi cuerpo. —Una especie de basura. —Pasó el dorso de su
mano por mi brazo desnudo y mi carne murió.
Hazlo hablar. Me aferré a las palabras, a algo. —¿Por qué llevaste a
Joseph a los Everglades?
—Ya te lo dije. Si vas a deshacerte de un cuerpo en Florida, en
realidad no hay un lugar mejor.
Pero el cobertizo… la propiedad pertenecía a un cliente de mi
padre. A Leon Lassiter. —¿Por qué allí?
—Fue una sugerencia.
Estaba aturdida.
—¿De quién?
—Un amigo en común —dijo, mientras inspeccionaba mis muñecas.
Las dio vuelta. Echó un vistazo a la navaja.
Mi familia podría creer que me había suicidado. Después de todo lo
que había pasado, era posible, pero…
—¿Por qué vendría aquí? —pregunté con urgencia. Dime donde
estamos.
296
—No querrías que te encuentren en tu casa, ¿verdad? Donde
Joseph podría ser el que encontrara tu cuerpo. No, tú lo harías en algún
lugar del camino. Algún lugar donde te puedan encontrar bastante
rápido, pero no por alguien conocido. Por cierto, tomaste el auto de Daniel
esta noche.
Sonaba tan orgulloso de sí mismo. Me dieron ganas de cortarle la
lengua.
Jude se movió detrás de mí. Arrastró mi silla al fondo de la sala, y fue
entonces cuando noté que, de hecho, había otra puerta, que fue pintada
del mismo color de las paredes, y no tenía pomo, así que no me di cuenta
hasta que la empujó para abrirla, arrastrándome a través de ella.
—Sabes, siempre creí que una vez que te tuviera así, lo que más
desearía sería matarte por lo que hiciste. Pero me pregunto si podría hacer
algo peor. —Sus ojos se deslizaron por mi piel.
No podía soportar que me mirara de esa manera. Cerré con fuerza
mis ojos.
Sacudió la silla y mis dientes castañearon. —Oye. —Me sacudió—.
Mírame. —Se encontraba justo delante de mí y tomó mi barbilla con su
mano—. Mírame.
No había nada que pudiera hacer. Estaba sola. Mis ojos se abrieron.
Pero mientras miraba directamente a Jude, anormalmente oscuro,
teniendo en cuenta las luces brillantes del cobertizo; las palabras
quemaron a través de mí, palabras que no eran mías.
—No estás sola en esto.
Palabras que Noah me dijo apenas unas horas antes. Noah encontró
a Joseph cuando había sido secuestrado —ahora sabía que fue Jude—
cuando mi hermano estaba drogado y en peligro. Sintió un eco de lo que
Joseph había sentido y supo a donde Jude lo había llevado porque Noah
lo vio a través de los ojos de Jude.
Noah me escuchó cuando fui herida y atrapada en el manicomio.
Me atrapé a mí misma, por lo que él vio a través de mis ojos.
Si me hiciera daño ahora, él podría ver a través de ellos otra vez.
Él no estaba en Miami, así que no podría salvarme. Pero podía
asegurarme de que supiera la verdad.
Mordí tan fuerte mi lengua que gemí. Mírame, deseé.
—¿Vas a hacer esto tú? —susurró Jude en mi oído—. ¿O lo hago yo?
297
La sangre llenó mi boca y sollozos silenciosos sacudieron mi pecho. El
agua se extendía delante de nosotros, negra y sin fin. Nos encontrábamos
en el extremo de un muelle. Giré la cabeza para tratar de encontrar algo
que me diera una pista sobre donde estaba; una señal, algo…pero mi
visión se empapó. ¿Por el dolor? ¿Por las lágrimas?
Sí, lágrimas. Cuando se despojaron un poco, vi que el muelle se
desviaba a la derecha en un camino estrecho hacia una agrupación de
borrosos barcos, lejanos.
Pero no había gente. Nadie.
Jude agarró con fuerza mi cabeza entre sus manos, como si fuera
una pelota de baloncesto. Me miró a los ojos. —No te ves lo
suficientemente motivada.
No tenía ni idea si Noah podía ver esto. Recordé que no era sólo el
dolor lo que le hacía ver, había otra cosa. Pero nunca nos dimos cuenta
de qué.
Como escupí sangre en el muelle, Jude me golpeó. No lo suficiente
para dejar un moretón, pero lo suficiente para picar. —No lo hagas. No
jodas todo. Vas a matar a tu familia, Mara. —Se inclinó hacia abajo—.
Mírame y dime que estoy mintiendo.
Mírame. Rogué en silencio. Ayúdame. Ayúdame. Ayúdame.
Ayúdame. Ayúdame. Ayúdame. Ayúdame. Ayúdame.
—Está bien —dije en voz alta—. Está bien. Lo haré. Haré lo que
quieras.
—¿Así de simple?
—Sí.
—Si tratas de correr, no te olvides que tengo la llave de tu casa.
—No lo haré —susurré.
—Y siempre podría cortar los frenos del coche de Daniel. O los de tus
padres.
No podía respirar. Un sollozo escapó de mi garganta. Me sentía más
que aterrorizada por ellos. Más allá de las razones.
—Tú controlas si ellos se lastiman ¿entiendes?
—Sí —dije. Agarró mi cabeza más fuerte—. Sí.
Gemí
298
Podía hacer cualquier cosa por ellos siempre y cuando estuviera
bien. Incluso esto. —Lo haré.
Jude cortó la cinta adhesiva de mis pies y mis muñecas. Me abrazó
por la cintura de mis vaqueros, tal y como lo hacía antes.
—Dame tu mano.
Mis pensamientos eran un rugido. Apenas podía soportarlo. Su
navaja tocó la parte interior de mis muñecas, localizando la vena.
Entonces cortó mi piel. Grité.
—Quieta.
La sangre brotaba y corría y el olor a cobrizo hizo que mi estómago
se enturbiara. Trazó una línea horizontal de sangre a lo largo de mi
muñeca, no profunda. Luego me entregó la navaja.
—Corta profundamente, exactamente donde corte. Luego la otra
mano. No te olvides de lo que le haré a Joseph.
Pero la línea era horizontal.
No vertical.
No era mortal.
Mi corazón se disparó por un segundo.
Hasta que volví a mirar a Jude y me di cuenta…
Él lo sabía.
299
53 Traducido por Danny_McFly
Corregido por Violet~
Jude no quería matarme. Él quería algo más.
Algo que no podía imaginar mientras me liberaba de la sangre de mi
cuerpo, el olor metálico mezclado con la sal del agua bajo nosotros,
alrededor de nosotros, delante de nosotros. Jude se puso frente a mí,
sosteniendo mis brazos firmemente donde yo estaba cortada,
sosteniéndome. No podía apartar la vista de los profundos cortes en las
muñecas. Estaba temblando y débil, dejé escapar un silencioso gemido.
—¿Hola?
Mi cabeza se levantó al mismo tiempo que Jude. Mi visión estaba
borrosa —de estar mareada, ahora, no por lágrimas— pero una forma más
ligera se acercó a nosotros.
Traté de gritar, pero nada salió. Estaba débil, asustada, apenas
podía ver y ni siquiera podía gritar para pedir ayuda.
Jude me soltó un brazo y me cogió la cara con una mano grande.
—Ni siquiera lo pienses.
Tomó el cuchillo de mí, ocultándolo, y se movió para situarse entre la
voz y yo.
—¿Qué está pasando aquí?
La voz del hombre era cada vez más fuerte. Cercana. Oí pasos que
se apresuraron sonando en la madera a mi derecha.
—Todo está bien —dijo Jude con calma.
Golpe. Golpe.
—¿Necesitas...?
Una pausa. Un jadeo.
—Oh Dios mío —dijo el desconocido.
300
—Todo está bajo control —dijo Jude, encendiendo toda la fuerza de
su encanto.
Él se transformó. Podía oírlo. Si no hubiera sabido sobre su pudrición
interior, habría recordado por qué me atrajo, en primer lugar.
La voz del hombre había cambiado, infundido de autoridad.
—¿Han llamado a una ambulancia?
Traté de hablar, formar palabras, pero no tenía voz.
—Están en camino —dijo Jude.
Mi visión se aclaró un poco a medida que más lágrimas caían. El
hombre buscó algo en su cadera.
—Puedo tenerlos aquí en unos minutos. Policía —dijo.
Y entonces, algo cambió en la expresión de Jude. Retiró la navaja y
mi mente gritó de terror. La policía acababa de llamar en su radio cuando
Jude abrió la navaja.
Los ojos del hombre se abrieron como platos.
—¿Qué estás...?
Jude iba a abrirlo como filete. Giró la navaja en la mano justo
cuando la policía se abalanzó sobre él.
Y Jude se apuñaló en el costado.
No podía procesar lo que estaba viendo.
Tampoco la policía pudo. Le arrebataron la navaja de la mano a
Jude.
—¿Qué demonios está mal contigo?
Jude cayó de rodillas, haciendo una mueca. El policía encendió la
radio.
—Envíen copia de seguridad a...
Pero el hombre dejó caer la radio antes de que pudiera terminar la
frase. Una expresión de dolor exquisito tragó su confusión. Luego cayó
sobre la navaja de Jude.
A sólo unos metros de distancia.
Me desplomé y me arrastré porque estaba demasiado débil o
demasiado asustada para estar de pie. Dolor corrió a través de mis nervios.
Mi visión estaba ribeteada en negro y rojo. Me arrastré de todos modos.
—No lo hagas... molesta —jadeó Jude.
301
Sólo se arrodilló allí, medio doblado, mirando hacia abajo, su cabeza
pesada y los brazos flácidos.
Me acerqué a él a pesar de todo en mi fue totalmente repelido. Yo
quería parar. Seguí adelante. Había gemidos, pero no eran míos o de
Jude. Era el hombre, el policía. No podía ver ni oír lo que estaba diciendo o
lo que estaba sucediendo. Yo tenía una cosa en mi mente y era la navaja.
Llegué a ella, pero mis músculos no estaban bajo mi control, temblaban y
estaba débil y cuando mis dedos empujaron el mango de plástico, cayó a
través de las rendijas del muelle.
Se había acabado.
Lo había terminado. Mis piernas y hombros colapsaron y no me pude
mover hacia arriba o hacia ninguna parte. Mis ojos aún estaban abiertos y
yo todavía estaba consciente, pero había tanto dolor que desearía no
estarlo.
Sentí la vibración de un cuerpo golpeando el muelle. Era el policía,
yo podía ver a través de mi visión periférica. Sus ojos estaban abiertos.
Vidriosos. Su respiración era superficial. Oí una voz metálica en algún lugar
a mi izquierda. ¿Su radio? El único otro sonido era el agua bajo de mí. La
madera era dura contra mi mejilla. Miré hacia abajo. El agua golpeó las
torres de alta tensión mientras la corriente lentamente entró. Era más fuerte
de lo que hubiera esperado. La luz de la luna iluminó la superficie del agua.
Pacífica.
Pero entonces me di cuenta de las formas de abajo. Las formas, las
cosas, estaban siendo abofeteadas húmedamente contra las torres de
alta tensión. No eran sólo las olas.
En un arranque de enfoque antes de perder la conciencia, me di
cuenta de que el agua no estaba vacía.
Estaba llena de cientos de peces muertos y moribundos.
302
54 Traducido por Danny_McFly
Corregido por Suelick*
El tiempo no existía más para mí, podrían haber sido segundos o años
antes de que escuchara otro sonido.
Bip.
Traté de abrir los ojos, pero el mundo se blanqueó de color. Alguien
había raspado todo por la borda.
Silbido.
—Esto es mucho más divertido cuando se lucha.
Escuche la voz de Jude en mi oído. Traté de mover mis pies, pero ya
estaba enredada en algo. Atrapada y sin ayuda, todavía.
—Ella está despertando—dijo una nueva voz, extraña y nebulosa
poco familiar. Traté de hablar, pero algo me lo impedía.
Pasos se acercaban rápidamente.
—Shhh, ahora. Sólo relájate.
Una fuerte mano se puso sobre mi hombro de alguna manera
tranquilizándome. Mis ojos se abrieron de golpe y la luz cegó mi visión. Los
cerré durante un minuto, o tal vez cinco. Luego volví a intentarlo. Una mujer
se inclinó sobre mí, la veía borrosa sin poder mirarla a los ojos. Tomé la
parte inferior de su mandíbula, su cuello y su largo pecho mientras ella se
acercaba a mí.
—¿Quién eres tú? —le pregunté con voz ronca, con una voz que no
sonaba como la mía.
Pensé ver una sonrisa.
—Mi nombre es Joan, cariño.
—Espera... es ella... Mara, oh Dios, Mara, ¿estás despierta, cariño?
303
La voz de mi madre entró, sumiéndome en calor. Algo arañó y
desgarró mi pecho haciéndome respirar difícilmente, entonces me di
cuenta de que era un sollozo. Yo estaba llorando.
—Oh, cariño.
Sus manos estaban sobre mí, de una manera delicada pero aun así
fuertes. Traté de concentrarme. Era como mirar el mundo a través del vidrio
manchado, pero por fin vi dónde estaba.
Techo blanco, luces fluorescentes y máquinas.
Estaba en el hospital.
Cuando nuevamente me puse a pensar, más sentimientos se
anunciaron, el tubo debajo de mi nariz. Sentí presión en mis manos, mis
brazos, donde más tubos se ramificaban hacia fuera de mi piel. Quería
arrancarlos y gritar, pero todo era más fuerte que yo, mi pecho, mis brazos,
todo. No me podía mover.
—¿Por qué no puedo moverme? —pregunté.
Miré a mi cuerpo, que estaba completamente cubierto por una
manta áspera. Mi madre apareció a la mi vista.
—Es para mantenerte a salvo, bebé.
—¿De qué?
Mi madre levantó la vista hacia el techo, buscando las palabras.
—Tú no te acuerdas. —dijo, para sí misma.
Me acordé de Jude llevándome de mi habitación y llevándome a un
muelle para abrir mis venas. Me acordé de él amenazando con matar a mi
familia si no obedecía.
Entonces mi madre retiró algo de su bolsillo. Era un pedazo de papel,
doblado muy pequeño, lo abrió delante de mí.
—Dejaste esto en tu habitación antes de que tomaras el automóvil
de Daniel —dijo y me mostró la hoja de papel.
—Estaba en tu diario.
El diario que no recordaba haber guardado. Una página de
palabras que no me acordaba de haber escrito:
Ayúdame Ayúdame Ayúdame Ayúdame
La cara de mi madre estaba destrozada. Ella estaba pálida y
parecía que había estado llorando durante cien años.
304
—Te cortaste las muñecas, Mara —dijo, y ahogó un sollozo—. Te
cortaste las muñecas.
—No. —Sacudí mi cabeza con fuerza—. No entiendes.
Traté de incorporarme y moverme, pero no pude. Estaba atrapada
todavía, lo que me envenenó con pánico.
—Quiero sentarme —le dije con desesperación.
Mi madre asintió con la cabeza y la mujer —Joan, una enfermera, al
parecer— se acercó y apretó un botón para elevar la cama. Quería
ajustar la almohada debajo de la cabeza, pero desde mi nuevo punto de
vista vi por qué no pude.
Mi pecho, los brazos y las piernas estaban atados. En restricción.
—¿Qué es esto?
Las palabras quedaron atrapadas entre un gemido y una maldición.
Mi madre se acercó a mi cama, bajó las sábanas. Miró a la enfermera, que
asintió con la cabeza, luego desabrochó los puños de tela que sujetaban
mis muñecas.
Estaban envueltas en gasa blanca. Y, como si fuera una señal, me di
cuenta de que dolían.
Respiré profundamente, tratando de no ver aparte de las costuras,
pero era difícil. Tan difícil.
—¿Todo bien ahí dentro?
Mis ojos se dispararon hacia la puerta, que estaba abierta. ¿Un oficial
o guardia de seguridad? Se cernía allí, con la mano en la cintura.
—Está bien, oficial —dijo Joan en tono exasperado—. Lo tengo todo
bajo control.
Mis ojos se movían frenéticamente entre ella y mi madre, pero mi
madre apenas podía mirarme.
Debo haber parecido como si estuviera a punto de gritar, porque la
enfermera empezó a aflojar las restricciones de mis piernas, de mí pecho.
Esas fueron complicadas.
—Has perdido un poco de sangre anoche, cariño, y estabas en tu
mayoría inconsciente. Pero después de la transfusión, te despertaste y con
todos los medicamentos que bombeaban en ti. Fuiste un poco salvaje.
Pero estás bien ahora.
—¿Por qué hay un policía fuera?
305
Joan se detuvo, vaciló por un momento, y luego se ocupó con la
comprobación de los monitores al lado de mi cama.
—Alguien más fue traído contigo desde el puerto —dijo mi madre.
El mundo se detuvo. ¿Un hombre? Mi madre sabía cómo era Jude.
¿Por qué no solo decía Jude?
—Un hombre de mediana edad. El pelo blanco, corpulento.
Sus ojos buscaron los míos.
—¿Lo conocías, Mara?
La memoria quemó mi mente.
El hombre dejó caer la radio antes de que pudiera terminar la frase.
Una expresión de dolor exquisito tragó su confusión.
Negué con la cabeza, registrando la rigidez en mi cuello, el dolor en
mi boca. ¿Cómo murió?
—¿Qué pasó? —le pregunté.
—No sabemos —dijo mi madre en voz baja—. Él no era... él estaba
ido cuando la policía llegó allí. Quieren hacerte unas preguntas, cuando
estés lista.
¿Qué pasa con Jude? ¿Qué pasa con Jude?
Mi madre cerró los ojos.
—Jude está muerto, Mara.
Debo haber hablado en voz alta. Por un segundo mi corazón
amenazaba con estallar de alegría.
—Murió en el manicomio.
Ella no me entendía.
—No. No.
—El edificio se derrumbó.
Me acordé de ella diciendo esas mismas palabras en otra habitación
del hospital, en otro estado. Un grito se estaba construyendo en mi
garganta.
—Jude no lo logró, tampoco lo hizo Rachel ni Claire.
—No, sólo escucha...
Mis palabras fueron frenéticas y me quemaron la garganta.
306
—La Dra. Kells va a estar aquí pronto —dijo mi madre—. Ellos van a
cuidar de ti.
—¿Qué?
—En Horizontes, cariño. —Mi madre estaba sentada cautelosamente
por el lado de mi cama, y su mirada me rompió el corazón.
—Mara, nena. Te amamos demasiado como para dejar que te
lastimes. Esta familia te necesita.
Negué con la cabeza violentamente. —No entiendes.
—Cálmate, cariño —dijo Joan.
Sus ojos se encontraron con mi madre. —Yo no lo hice —supliqué,
sosteniendo mis muñecas.
Joan en solo un movimiento estuvo al lado de mi cama. Ella tomó
mis brazos suavemente pero me sobresaltó. Las mantenía apretadas. —No
me toques.
Mi madre retrocedió. Se tapó la boca con la mano.
—¡No me estás escuchando! —Pulsos de ruido blanco sonaron en
mis oídos. Me incliné hacia delante.
—Estamos escuchando. Estamos escuchando, cariño.
La habitación empezó a desvanecerse. —Deja que te explique —le
dije, pero las palabras fueron arrastradas.
Traté de mirar a mi madre, pero no podía concentrarme, no podía
mirarla a los ojos.
—Toma una respiración profunda, eso es, buena chica. —Alguien me
frotó los hombros.
Mi madre salía de la habitación y Joan me cogió de la cabeza. —
Respira, respira.
No quisieron escucharme, sólo una persona lo haría.
—Noah —Susurré en el trueno.
Y a continuación, una sombra oscureció la ventana en la puerta de
la habitación del hospital. Levanté la vista antes de que la marea negra
me llevara hacia adentro, orando en silencio que fuera él.
Pero estaba equivocada. Era Abel Lukumi mirando directamente
hacia mí.
307
55 Traducido por Danny_McFly
Corregido por Violet~
La siguiente vez que desperté. Los tubos estaban desconectados de
mi piel. Sin embargo, todavía estaba en el hospital, en una habitación
diferente. Y estaba desenfrenada.
Me enteré de que un día había pasado. Los médicos, enfermeras y
psicólogos barrieron dentro y fuera de la habitación en un desenfreno de
pruebas y preguntas. Fui a través de los movimientos, contestando lo mejor
que pude sin mirarlos a la cara y gritando acerca de Jude. Acerca de la
verdad. Acerca de Lukumi.
¿Cómo me encontró?
¿Por qué?
No podía permitirme pensar en ello porque una pregunta daba lugar
a más y me estaba ahogando en ellas y yo no podía entrar en pánico
porque no se me permitiría ver a Noah si lo hiciera. Las drogas y los tubos
me confundían, siempre, pero sin ellas ahora podía componer mi cara en
una máscara inexpresiva bajo la agitación. La buena conducta me
compraría tiempo, tenía que recordar. Con la ayuda de mi padre, era
incluso capaz de hablar con un detective del policía que fue encontrado
muerto en el muelle justo al lado de mí. Resultó que tuvo un derrame
cerebral. No fue mi culpa.
Incluso si lo hubiera sido, yo no estaba segura de que me habría
importado. No en ese momento. La única cosa que quería era a Noah.
Para sentir sus manos en mi cara, su cuerpo envuelto alrededor mío, oír su
voz en mi oído, para escucharlo decirme que me creía.
Pero otro día pasó, y él aún no se había presentado. Joseph no vino,
tampoco. No se le permitió, Daniel me dijo cuando por fin me visitó.
Se sentó encorvado con una lata de soda, volteando la pestaña de
ida y vuelta.
—¿Qué hay de Noah? —pregunté en voz baja.
308
Daniel sacudió la cabeza.
—Tengo que hablar con él. —Traté de no parecer desesperada.
—Tendrás que esperar —dijo Daniel con voz débil—. Están
permitiendo solo familia inmediata. Noah vino directamente aquí desde el
aeropuerto cuando se enteró de que fuiste admitida aquí y no se fue hasta
hace unas horas.
Así que él estuvo aquí y se fue. Me desinflé.
—Nos asustaste demasiado, Mara.
Cerré los ojos, tratando de no sonar tan furiosa como lo estaba. Esto
fue culpa de Jude, pero ellos fueron los que tuvieron que pagar. —Lo sé —
dije sin alterarme—. Lo siento.
La disculpa tenía un sabor asqueroso, y sentí el impulso de escupir.
—Yo solo... ¿Qué si la policía te hubiera encontrado una hora más
tarde? —Daniel se frotó la frente—. No dejo de pensar en ello.
Su voz temblaba, y finalmente rompió la pestaña de la lata de
refresco. La dejó caer dentro y aterrizó con un tintineo.
Sus palabras me hicieron pensar. —¿Quién los llamó? —le pregunté—
. ¿Quién llamó a la policía?
—La persona que llamó nunca dejó un nombre.
Así es como se ve la gente cuando ellos piensan que estás loco. En el
trasbordador al Centro de Tratamiento Residencial Horizontes en una Isla
Sin Nombre a la mañana siguiente, lo entiendo.
El viento tocó mi piel y mi pelo cayó frente a mi cara. Me alisé con
ambas manos, dejando al descubierto las vendas dobles en mis muñecas.
Fue entonces cuando el capitán, que había estado hablando con mi
padre acerca de la ecología de las llaves, se dio cuenta de que nos
estaba llevando al hospital glorificado mental, no el complejo que
comparte la isla. Una lenta cautela se deslizó en su expresión, mezcla de
miedo y lástima. Era una mirada a la que me iba a tener que acostumbrar,
los médicos me dijeron que mis muñecas podrían cicatrizar.
—No tenemos que ir muy lejos —dijo el capitán.
309
Señaló a algún grupo indistinguible de la tierra en el océano abierto,
y me sentí obscenamente pequeña.
—Isla sin Nombre está allá, hacia el este. ¿La ven?
Lo hice. Se veía... desolado. Recordé las palabras de Stella.
Lakewood es... intenso. Está en el medio de la nada, al igual que
prácticamente todos los CTR de Horizontes.
—¿Te gusta la astronomía? —me preguntó el capitán.
En realidad no había pensado en ello.
—Mira hacia arriba en la noche, las estrellas. La isla está fuera de la
red eléctrica, aunque la compañía eléctrica está presionando duro para
cambiar eso. Sin embargo, la mayoría de los residentes de Sin Nombre no
lo quieren.
No me podía imaginar no querer electricidad. No me podía imaginar
no tenerla. Él se encogió de hombros.
Debía parecer asustada, porque mi madre se acercó y acarició con
su mano sobre mi espalda.
—Horizontes es alimentado por energía solar y generadores. Hay un
montón de electricidad, no te preocupes.
Cuando nos acercamos a la isla, un pequeño muelle apareció ante
nosotros, con sólo unos pocos botes y una señal:
SALIDA DEL ÚLTIMO TRASBORDADOR ES A LAS SEIS DE LA TARDE, NO
HAY SALIDAS POR INCLEMENCIAS DEL CLIMA
El capitán alzó la vista hacia el cielo de hierro y entrecerró los ojos.
—Podrían estar cambiando las cosas hoy —dijo—. Esas nubes no son
amables.
—Para eso es la cabina —dijo mi madre, asintiendo con la cabeza
en dirección a la parte cubierta del barco.
No le gustaba que le dijeran que tenía que dejarme antes de que
ella estuviera lista. Me miró, y me di cuenta de lo mucho que le dolía
dejarme en absoluto.
El capitán negó con la cabeza. —No es la lluvia, son las olas. Se
agitan con las tormentas. Mejor que se vayan, en caso contrario tendrán
que pasar la noche.
—Gracias —dijo mi padre al capitán—. Volveremos pronto.
310
Desembarcamos, mis padres silenciosamente portando el equipaje
que ni siquiera pude empacar por mi cuenta, mientras salíamos del
trasbordador.
No llegué a ver a Noah antes de irnos. Serían doce semanas antes
de que lo volviera a ver.
El pensamiento me revolvió el estómago. Lo empujé lejos.
Fue entonces cuando noté un carrito de golf puesto en ralentí cerca
del muelle. El consejero de admisiones Horizontes, Sam Robins, asintió
condescendiente conmigo.
—Bueno, Mara, ojalá te estuviera viendo de nuevo en circunstancias
diferentes.
Bajo ninguna circunstancia.
—Vamos —le dijo a mis padres—. Salten.
Lo hicimos. El carrito de golf pasó zumbando alrededor de una ruta
pavimentada rodeada de altos juncos y hierbas. Nos detuvimos en frente
de un grupo de edificios blancos con brillantes azulejos de azotea
anaranjados españoles. Era un precioso paisaje salvaje en el patio, que
evocan temas de mi mamá de la Vida Rural. Hibisco púrpura y lirios
blancos se acercaron a un pequeño estanque lleno de peces de colores
que flotaban perezosamente cerca de la superficie. Había setos
ordenados forrados con algún tipo de flores silvestres rosadas y margaritas
amarillas por todas partes. Se sentía alegremente inapropiado y lo odiaba.
Los cuatro entramos en el edificio original, el principal, supuse, ya
que estaba en la parte delantera. Las paredes eran de estuco blanco y el
suelo era de baldosas blancas. Pedestales con una estatua o figura llena
de puntos en la parte superior, y macetas de terracota llenas de topiarios
muy cuidados flanqueaban las puertas. Pero aparte de eso, el espacio y la
decoración se hicieron eco en la contraparte de Horizontes ambulatoria
casi exactamente.
—Hermencia revisará tus maletas y tu ropa, Mara. Y para tu suerte, es
el fin de semana de retiro, por lo que todos tus amigos están aquí.
El retiro. Acabé en él, después de todo.
Al menos Jamie estaría aquí para lanzarme en mi sentencia
obligatoria antes de llegar a casa. Eso era algo.
Mis padres se fueron a firmar el papeleo y me hicieron pasar a una
habitación con una mujer que tenía una expresión neutral bajo una mata
gruesa, de pelo negro corto.
311
La mujer asintió secamente. —Tengo que revisar por si traes algo
peligroso.
—Está bien.
—¿Llevas alguna joya?
Negué con la cabeza. —Necesito que te quites la ropa.
Parpadeé estúpidamente.
—¿Está bien? —preguntó.
Yo me quedé allí.
—Necesito que te quites la ropa —repitió.
Mi barbilla tembló. —Está bien.
Se quedó mirándome, esperando. Abrí la cremallera de mi sudadera
con capucha y lo saqué de mis hombros. Se la entregué.
Ella puso sus brazos a través de ella y la puso sobre una mesa. Miré
hacia abajo en el suelo y levanté mi blusa por encima de mi cabeza.
Cayó suavemente sobre la baldosa.
Me quedé allí, respirando duro en sólo mi sujetador y mis pantalones.
Mi columna estaba doblada y mis brazos inconscientemente habían
vagado por encima de mi pecho.
—Tus pantalones también —dijo la mujer.
Asentí, pero no me moví durante un minuto. Dos.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó.
—¿Qué?
—¿Necesitas que te ayude?
Negué con la cabeza. Apreté las palmas de mis manos en mis ojos e
inhalé. Sólo ropa. Era sólo ropa.
Me desabroché los pantalones y cayeron alrededor de mis tobillos.
Me quedé quieta, expuesta al aire mientras la habitación comenzaba a
girar lentamente. Inspeccionó la ropa con las manos y mi cuerpo con sus
ojos y me preguntó si tenía algunos piercings que no podía ver. No los
tenía. Por último, puso mi ropa de nuevo en mis manos. Yo las apreté
contra mí y casi tropiezo mientras corría para ponérmela de nuevo.
Cuando terminamos, mis padres habían firmado los papeles y luego
tuve que firmar más papeles, reconociendo las normas y reglamentos que
tendría en mi nueva vida. Tres meses sin contacto con el exterior. Las
312
llamadas telefónicas a familiares se permitían, pero sólo después de treinta
días. Firmé, y sentí como si me estuviera desangrando en la página.
Luego llegó el momento de decir adiós. Mi madre me apretó con
tanta fuerza.
—Es temporal —dijo, tratando de tranquilizarme. O tranquilizarse.
—Lo sé —susurré mientras me acercó aún más a ella. Quería
aferrarme a ella y empujarla.
Alisó mi pelo por la espalda. —Te amo.
Mi garganta ardía con las lágrimas, quería llorar, pero no lo haría.
Sabía que ella me quería. Simplemente no me creyó. Entendí por qué, pero
me dolió profundamente de todos modos.
313
56 Traducido por Majo_Smile ♥
Corregido por Juli_Arg
Después de que mis padres se fueron, me dieron un recorrido por el
recinto, cuatro edificios conectados con un jardín Zen en el centro. Vagué
por las habitaciones sin prestar mucha atención, la disposición no tenía
importancia, y no me importaba realmente. Yo estaba aquí. Noah y mi
familia se encontraba fuera. Jude estaba allá afuera. Podía hacer lo que
quisiera.
Recé para que ya lo tuviera.
Debido a que mi familia estaba a su merced. No tenía ni idea de lo
que le pasó a John; ¿cómo Jude fue capaz de tomarme sin que él se diera
cuenta? Pero tenía que creer que de alguna manera, Noah haría que mi
familia estuviera a salvo. La alternativa…
No podía pensarla.
Estaba programada para la terapia intensiva de inmediato, y
respondí a todas las preguntas del consejero de nuevo de memoria. Entre
mis sesiones de terapia cognitiva conductual y una reunión con el
nutricionista de Horizontes, hojeé la pequeña biblioteca de autoayuda en
la sala de reposo, mientras que el resto de los "estudiantes" de Horizontes —
los permanentes, con penas de tres meses o más, como yo— y los
temporales, como Jamie, Stella, y Phoebe, por desgracia, se dedicaban a
sus actividades de creación de equipos o lo que sea. Yo fui excusada de la
mayoría de ellos, gracias a mi "intento de suicidio". El sudor y los puntos no
se mezclan. Qué suerte la mía.
Barney, uno de los consejeros del personal de la residencia, me
observaba desde una distancia corta. Era grande, al igual que la mayoría
del personal masculino —¿más fácil refrenarnos, quizás?— pero parecía
amable cuando trató de entablar una conversación. No era
condescendiente, como Robins, o inapropiadamente entusiasta como
Brooke. Él estaba muy bien, yo simplemente no quería hablar.
314
Ociosamente pasaba las páginas de un libro bizarro llamado ¿Qué
es normal? cuando mis compatriotas se filtraron. Venían de algún tipo de
juego, o al menos eso parecía, ya que estaban divididos en tres grupos
usando camisetas de diferentes colores: blanco, negro y rojo. Megan
estaba de rojo. Sus pálidas mejillas lucían rojas, y mechones de pelo rubio
rizado alrededor de su cara, creando un halo sucio. Suplicó por el baño y
fue enviada con un compañero. Adam entró después y también vestía de
rojo. Sus antebrazos saltones se hallaban cruzados sobre su pecho
hinchado fuera, mirando como si acabara de perder cualquier juego que
fue, y profundamente.
Entonces Jamie entró bailando, vestido de negro. Me vio y vino
directamente.
—Esto es tú culpa.
Cerré el libro. —Hola, Jamie. Es agradable verte.
Me lanzó una mirada furiosa. —No es bueno verte, en realidad,
teniendo en cuenta por qué estás aquí.
—Gracias por no endulzar cualquier cosa. He estado muy enferma
de todo el mundo tratándome con guantes de seda.
—¡El sarcasmo, quema!
Rodé mis ojos.
Jamie se encogió de hombros y dijo—: Mira. —Se inclinó hacia
delante—. Me niego a reconocer tu intento de suicidio debido a que no se
enrosca con todas mis nociones preconcebidas acerca de ti, ¿de
acuerdo? Aunque estoy feliz de ver que aún tienes tu sentido del humor,
por lo menos.
Sonreí, no pude evitarlo. —No es eso. Entonces —dije, contenta de
no tener que hablar de mi razón fraudulenta por estar aquí—. ¿Qué he
hecho esta vez?
—Interesante elección de palabras —dijo Jamie, y miró por encima
del hombro hacia la puerta. Seguí la línea de su mirada, y vi a...
Noah.
Aquí.
Permaneció cerca de doce metros de distancia, su camiseta gris
húmeda y aferrándose a su cuerpo delgado y musculoso, las gotas de
lluvia cayendo de la funda de su guitarra sobre el prístino suelo de
baldosas.
Cuando Noah encontró mis ojos, me quedé sin palabras.
315
Se dio la vuelta. —¿Dónde pongo esto? —le preguntó a Barney,
levantando el estuche ligeramente.
—Por aquí —dijo Barney—. Te mostraré tu cuarto.
Y luego, Noah caminó más allá de mí. Como si no estuviera allí.
Me senté catatónica en el salón. Los asientos se llenaban y la buena
vieja Brooke se sentó frente a mí, haciendo sonar sus pulseras con cada
gesto. Enderezó la envoltura de su cabeza y dijo—: Vamos a comenzar en
cinco minutos, chicos. Si quieren tomar un trago de agua o hacer una
carrera rápida al baño, ahora es el momento. —Luego se inclinó hacia
delante para decir un hola amable y me dio unas palmaditas en el brazo
con una mirada compasiva antes de salir a buscar un poco de agua ella
misma.
Entonces, Noah entró. Se pasó los dedos por su pelo todavía
húmedo y se sentó lejos de mí, sus largas piernas lánguidamente estiradas
delante de él mientras se acomodó en una silla de plástico demasiada
pequeña. No dijo una palabra, ni a mí ni a nadie. Parecía, diferente.
Lo estudié, tratando de averiguar por qué. Se veía perfectamente
imperfecto en pantalones destruidos y una camiseta vintage, su cabello un
lío hermoso encima de su cara ilegible. Todo en él era lo mismo, excepto...
Su collar. Se había ido.
Me froté los ojos. Noah todavía seguía allí cuando los abrí.
Jamie lo reconoció. Barney también. Lo que normalmente habría
sido suficiente para convencerme de que era real.
Pero cuando todo el mundo te dice que estás loca y nadie te cree
cuando les juras que no lo estás, una pequeña parte de ti siempre se
pregunta si tienen razón.
Así que cuando Stella se levantó para tomar un trago, me levante
con ella. —Hola —dije.
Apartó el cabello de su piel aceitunada mientras tiraba del grifo en
el enfriador de agua. —Hola.
¿Cuál es la forma adecuada de preguntar a alguien si estás
alucinando el aspecto de tu novio en tu glorifico hospital mental?
316
—¿Ves a ese chico de ahí? —le pregunté, asintiendo con la cabeza
ligeramente a Noah, que había cruzado ahora sus brazos detrás de su
cabeza.
Stella enredó un rizo alrededor de su dedo mientras miraba hacia
atrás y adelante, de él a mí. —¿El caliente?
Eso era él, sí. —Sí —dije.
Sus labios carnosos se dividieron en una sonrisa. —¿El real, realmente
caliente?
En efecto. Miré hacia él, pero no encontró mis ojos. —Sí.
Stella miró también. —Alto, cabello color marrón oscuro, perfecto. —
Alguien le dijo algo a Noah, lo que provocó una sonrisa arrogante—.
Increíble sonrisa —dijo Stella mientras miraba en nuestra dirección—. ¿Ojos
azules?
—Sí —le dije, sin dejar de mirar al chico inexpresablemente precioso
que me dijo que me amaba hace unos días, y que no me reconoce ahora.
—Sí, lo veo —dijo Stella, y tomó un sorbo de agua—. No estoy segura
de que me molestaría ver más de él. Espera —dijo, inclinando su cabeza
hacia mí—. ¿Lo conoces?
Consideré mi respuesta. ¿Puedes realmente alguna vez conocer a
alguien? —No lo sé —dije.
Me miró, y luego volvió a sentarse. Yo también lo hice, todavía
aturdida. Jamie se dejó caer en la silla a mi lado y me empujó con su
brazo.
—Ay —dije, frotándolo.
—Oh, bueno, estás viva. Tenía miedo de que tuviera que hacer RCP.
—Redujo sus ojos en mí—. Si no te conociera, diría que estás sorprendida
por este desarrollo.
Tomó un esfuerzo monumental para responderle a Jamie cuando
todavía no podía quitar mis ojos de Noah. Pensé que no volvería a verlo
durante meses. Que tendría que esperar para decirle lo que Jude hizo y
sobre Lukumi en mi habitación del hospital y sobre las imágenes de la
cámara de Claire que Jude había dejado para mí.
Pero ahora Noah se encontraba aquí. No tendría que esperar para
nada, y podría haber llorado de alivio.
—Sorprendida —dije finalmente—. Sí.
317
—¿Cómo si no supieras que se nos uniría a la isla de los niños
inadaptados?
—¿Qué? —Arranqué mis ojos de Noah y me encontré con los de
Jamie—. No lo sabía.
—Correcto —dijo Jamie—. Me están haciendo que comparta
habitación con él, Mara. Te odio.
—¿Crees que yo hice esto?
—Por favor. —Jamie me lanzó una mirada fulminante—. Como si
pudiera resistirse a una damisela en apuros.
—No le pedí que viniera —dije, pero nunca me había sentido tan feliz
de verlo en mi vida—. Y antes de que te quejes de tu compañero de
cuarto, fui informada por el Sr. Robins que tengo que dormir en la misma
habitación que Phoebe.
Jamie parecía apropiadamente horrorizado.
—Sí —dije—. Me quejé al respecto de inmediato, por supuesto, pero
dijeron que tendría que arreglarlo con la Dra. Kells. Y ella no estaba en el
retiro hoy, sólo venía un par de veces a la semana, me dijeron que para
supervisar el personal de la residencia. Así que hasta que la volviera a ver,
estaba atrapada.
Brooke golpeó las manos. —Muy bien, ¿todo el mundo regresó?
¡Genial! Bueno, parece que tenemos otro nuevo miembro de la familia
Horizontes, vamos a darle una gran bienvenida a Noah Shaw.
—Hola, Noah —dijeron todos a coro.
—Noah está aquí por el retiro de este fin de semana, para ver si le
conviene. ¿Por qué no les cuentas a todos acerca de ti, Noah?
—Nací en Londres —dijo con desinterés total—. Mis padres se
mudaron aquí desde Inglaterra hace dos años.
Mi boca se abrió.
—No tengo un color favorito, aunque me desagrada el amarillo.
Increíble.
—Toco la guitarra, amo a los perros, y odio Florida.
Y luego, Noah finalmente encontró mis ojos. Me esperaba una
marca media sonrisa, pero cuando me miró sus ojos estaban vacíos. Mi
corazón se rompió.
318
—Es muy agradable conocerte, Noah. ¿Te sentirías cómodo
contándonos por qué estás aquí?
Sonrió, pero no había calidez en él. —Me han dicho que tengo un
problema de manejo de la ira.
Todos compartieron sus sentimientos falsos durante una hora, y luego
nos paramos para almorzar. Noah me alcanzó en el pasillo. Bajó la mirada
hacia mí. Parecía desecho.
—Eres una chica difícil de llegar —dijo en voz baja.
Solté una carcajada, pero Noah me tapó la boca con una mano
suave.
Mis párpados cayeron a su toque. Podía sentirlo. Era real.
Todo lo que quería en el mundo era retenerlo y ser sostenida. Pero
cuando levanté mis manos a su cintura, dijo—: No.
Parpadeé, y entonces pensé que podría llorar, y Noah debió haberlo
visto porque se apresuró a hablar. —Ellos no saben que estamos juntos. Si se
enteran, se encargarán de separarnos y no voy a ser capaz de soportarlo.
Asentí con la cabeza bajo su mano y la levantó, mirando sobre su
hombro. El pasillo estaba claro, pero ¿quién sabía por cuánto tiempo?
—¿Cómo has entrado? —le pregunté.
El fantasma de una sonrisa tocó su boca. —Es una larga historia que
implica copiosas cantidades de alcohol y Lolita.
Mis cejas se juntaron en confusión. —¿El libro?
—La ballena.
Me hizo sonreír, a pesar de todo. —¿Quiero saber?
—Probablemente no —dijo con voz apagada. Evitó mis ojos.
Algo andaba mal. Quería preguntarle qué era, pero me sentía
nerviosa, así que pregunté dónde estaba su collar en su lugar.
Noah suspiró. —Tuve que quitármelo durante esa encantadora
revisión casi al desnudo que ofrecen aquí. Hermencia lo disfrutó bastante,
creo. Voy a enviarle la cuenta.
Sonrió de nuevo, pero Noah no. No sabía lo que había cambiado ni
por qué, pero lo necesitaba. Incluso si no me gusta la respuesta. —¿Qué
pasó? —le pregunté.
Levantó mi mano, la muñeca y la tendió en respuesta.
—Piensan que intenté suicidarme —le dije.
319
Noah cerró los ojos. Por primera vez, parecía que sufría.
—¿Y tú? —le pregunté.
Los músculos de su garganta trabajaban. —No —dijo—. Vi... Lo vi
todo. Vi a Jude.
Cuando abrió los ojos, su expresión era vacía de nuevo. Una
máscara suave, ilegible. Me acordé de una conversación diferente que
compartimos en circunstancias muy diferentes:
—¿Y si algo sucede y no estás ahí? —le había preguntado, miserable
y culpable y horrorizada después de regresar del zoológico.
—Voy a estar allí —dijo Noah, su voz clara y segura.
—Pero ¿y si no lo estás?
—Entonces sería mi culpa.
¿Era eso lo que era? Levanté la vista hacia él ahora y sacudió la
cabeza. —No es tu culpa.
—En realidad —dijo con amargura incomparable—, lo es.
Pero antes de que Noah pudiera decir algo más, un consejero nos
interrumpió, y fuimos alejados.
320
57 Traducido por Majo_Smile ♥
Corregido por Juli_Arg
No tuvimos tiempo a solas el resto del día. Noah fue trasladado de
algo inútil a algo sin sentido con Adam, Stella, Megan y los otros temporales
como yo se quedaban para soportar más terapia conversacional y
generalmente languideciendo en la soledad. Conocí a algunos
permanentes, que no parecían obviamente perturbados. No tan mal
como Phoebe, de todos modos, por asomo.
Cuando por fin nos sentamos a cenar, me dejé caer en una silla al
otro lado de Noah. Unos cuantos muchachos que no conocía bien
compartían la mesa, pero no se encontraban demasiado cerca.
Me sentía desesperada por hablar con él. Tenía tantas cosas que
quería decir.
Estaba tan cerca, pero demasiado lejos al tacto. Mis dedos dolían
con la necesidad de sentirlo, sólido y cálido y real bajo mis manos.
Dije su nombre, pero Noah dio una sacudida única de su cabeza.
Me mordí el labio. Podría gritar de frustración y quería. Me sentía como si
estuviera flotando y necesitaba que me amarraran a la tierra.
Pero luego escribió algo en una servilleta con un lápiz de color —que
debe de haber robado del estudio de arte que tenían aquí— y me lo
entregó.
Levanté la mirada, y luego alrededor, entonces miré el mensaje lo
más discretamente que pude.
Estudio de Música. 1 a.m.
—Pero… —susurré.
Confía en mí, articuló Noah.
Lo hice.
Deseaba que la luz del sol se alejara mientras terminaba de cenar
esa noche a través de una inusualmente silenciosa y hosca Stella. Ella tomó
321
su comida y de vez en cuando, sus ojos barrían la habitación. Cuando le
pregunté qué le pasaba, se disculpó y me dejó sola.
No podía esperar a que la noche cayera y miraba por las ventanas,
gruesas y distorsionadas en cada oportunidad. La oscuridad mordía los
talones de la puesta de sol, a la espera de tragarla.
Los sonidos de tintineo de los cubiertos contra los platos de cerámica
se desvanecieron mientras el sol se hundía en el horizonte. El Consejero
Wayne dio la vuelta con los medicamentos de la noche de todos en
pequeños vasos de papel, al igual que en Miami.
Stella tragó las suyas delante de mí, su camiseta blanca elevándose
ligeramente con el movimiento. Levanté la mirada y vi a Jamie, que bebió
el contenido de su vaso improvisado también. Su manzana de Adán se
balanceaba, y Wayne siguió adelante.
Luego fue mi turno. Había dos píldoras adicionales dentro de mi vaso
hoy. Ovalada y azul.
—Conoces el procedimiento, Mara —dijo Wayne.
Lo hacía. Pero no podría haber estado más desinteresada acerca de
ellos. ¿Qué pasa si me hacían estar cansada? Mis ojos se movieron hacia
arriba, tratando de encontrar a Noah en el pequeño mar de caras en el
comedor. No se encontraba allí.
—Mara —dijo Wayne, cálidamente pero con un toque de
impaciencia.
Maldita sea. Tomé el vaso entre mis manos y me tragué las píldoras,
siguiéndolas con un sorbo de agua.
—Abre —dijo.
Abrí la boca y le mostré mi lengua.
Wayne sonrió y pasó a la siguiente persona. A regañadientes me
levanté y llevé mi plato al mostrador, y luego seguí la línea de las chicas
caminando por el pasillo hacia sus respectivas habitaciones. Agarré mi
pequeño bolso con mi champú y jabón en él, amablemente empacado
por mi madre como si me hubiera enviado a un campamento de verano, y
me dirigí al baño de chicas para una ducha. Había puestos, por suerte,
pero teníamos que valernos del spa como baño en grupos o en parejas. Mi
otra mitad era de Phoebe, por supuesto. En ese momento, estaba
demasiado acostumbrada a que mi vida apestara para preocuparme.
Cuando terminé, mis miembros se sentían débiles por el cansancio y
casi se me cae la toalla antes de deslizarme en mi bata. Me las arreglé
322
para no avergonzarme, apenas, luego seguí los pasos estúpidos de
Phoebe fuera del baño y de vuelta por el pasillo. Abrió la puerta de nuestra
habitación blanca sin adornos, ocupada por un par de idénticas camas
blancas. Phoebe se sentó en una en el otro extremo de la habitación,
dejándome la cama más cercana a la puerta.
Perfecto.
Phoebe se quedó en silencio. No me había dicho nada en todo el
día, de hecho, y me sentía afortunada. Me miró por un minuto, luego se
levantó y apagó la luz principal, mientras yo revolvía en mi tocador
recientemente lleno para llevar algo a la cama, a pesar de que no tenía
planes para dormir. Le lancé una mirada molesta, que no se dio cuenta o
ignoró. Entonces, se deslizó bajo las sábanas y yo me cambié y me deslizó
bajo las mías.
Cada habitación tiene un reloj de escuela colocado en la pared
entre las dos camas. El nuestro dicen las diez, luego las diez y media, luego
las once. Los segundos pasaban a medida que escuchaba a Phoebe
roncar.
Luego, en la oscuridad, dos palabras—: Levántate.
Una voz dura, femenina metió la mano en mi cerebro. Quise
apuñalarla.
Mis ojos se abrieron lentamente. Phoebe se movía cerca de mi
cama. Empecé a sentarme, pero me sorprendí al ver que ya estaba
sentada.
Me sorprendí más al ver que tenía los pies en el suelo, la superficie del
azulejo pulido fresco debajo de ellos.
—Te ibas de la cama —dijo Phoebe mecánicamente.
—¿Qué? —Mi voz era espesa por el sueño.
—Te despertaste —me dijo—. Ibas a salir de la cama.
Apoyé mi frente en una mano. Mis ojos viajaron al reloj.
Cuatro a.m. me lo perdí. Perdí a Noah. Era demasiado tarde.
—¿Quieres un poco de agua? —preguntó Phoebe.
Mi garganta estaba agria, la boca y la lengua cubierta con una
capa. Asentí, no del todo segura de por qué Phoebe era tan
extrañamente agradable, pero realmente no con el suficiente ánimo para
preguntar. Me puse de pie y seguí inestablemente a Phoebe hacia el
pasillo poco iluminado. Seguimos nuestro camino sin hacer ruido al cuarto
323
de baño, pasando a Barney que ahora se encontraba en su escritorio con
la consola.
—Vamos al baño —anunció Phoebe. Él asintió con la cabeza hacia
nosotras, sonrió y volvió a su libro. El Silencio de los Inocentes.
Una vez dentro, Phoebe abrió el grifo. Estaba desesperada por agua,
me precipité hacia delante al lavabo y tomé un puñado, elevándola a mi
boca. Bebí profundamente, aunque la mayor parte del líquido se derramó
a través de mis dedos, y rápidamente me lancé a tomar otro trago, y otro.
No creo que pudiera beber lo suficiente hasta que, finalmente, el
estancamiento en la garganta se suavizó, y la quemadura se apagó. Miré
el espejo.
Me veía pálida y tenía la piel húmeda. Mi cabello colgaba alrededor
de mi cara, mis ojos con la mirada perdida en el vidrio plateado. No se
parecía a mí. No me sentía como yo.
—Bloody Mary19 —dijo Phoebe.
Salté. Casi me había olvidado de que estaba a mi lado. —¿Qué? —
pregunté, todavía centrada en la extraña en el vidrio.
—Si dices ―Bloody Mary‖, tres veces después de la medianoche,
vendrá a ti en el espejo y te rasgara los ojos y la garganta —dijo Phoebe.
La miré fijamente en el espejo. Ella miraba el techo.
—Sólo dije su nombre dos veces. —Sonrió. El grifo goteaba.
—Tuvo abortos involuntarios —continuó Phoebe—. Dijeron que la
hicieron volverse loca, así que ella robaba los bebés de otras mujeres. Pero
luego morirían también. Los mataba. —Phoebe encontró mis ojos en el
espejo, asustándome completamente.
¿Qué se supone que debo decir? Tome un último puñado de agua y
la eché en mi cara en lugar de en la boca.
—¿A quién mataste? —dijo Phoebe. Su voz era fría y clara.
Me quedé helada. El agua goteaba de mi cara y mis dedos hacia el
piso de baldosas.
—Cuando te saliste de la cama, dijiste que no tenías la intención de
matar a Rachel y Claire. Pero no lo lamentabas por los demás. Eso es lo
que has dicho.
19 Bloody Mary: María Sangrienta.
324
—Era una pesadilla. —Mi voz era temblorosa y ronca. Giré la llave del
agua.
—No me pareció una pesadilla —dijo.
La ignoré y me giré para irme. Phoebe se puso delante de mí.
—¿Quiénes son Rachel y Claire? —preguntó, atravesándome con sus
ojos. Se veían huecos en su cara de luna blanca.
—Era una pesadilla —dije de nuevo, mirándola fijamente. Trataba
de no dar ninguna señal externa de que lo que repitió tenía alguna base
en la realidad, ¿pero por dentro?
Por dentro me desmoronaba.
—Dijiste que te sentías contenta de matar al hombre, que deseaste
poder haber aplastado su cráneo con tus propios dedos.
—Ya basta —le dije, empezando a temblar.
—Me contaste sobre el manicomio —dijo, retrocediendo un poco—.
Me has contado todo. —Las comisuras de su boca se curvaron en una
sonrisa perturbada—. Sé de él —dijo Phoebe, su sonrisa expandiéndose—.
Cuánto lo quieres. Cuánto lo amas. Cómo estás desesperada. Pero él no te
ama —dijo con voz cantarina.
¿Le conté sobre Noah? Cerré los ojos y mis fosas nasales se abrieron.
Quería gritarle en su cara, para decirle que cerrara su boca demasiado
grande, pero no podía. No sin darme distancia. —Voy a volver a la cama
—le dije, dando un paso a su alrededor. Mi voz temblaba cuando
hablaba. Tenía la esperanza de que no se diera cuenta.
Phoebe siguió cerca detrás de mí. Demasiado cerca.
Nos dirigimos a nuestra habitación sin decir nada. Phoebe se metió
en la cama, con una sonrisa de satisfacción. Quería golpearla fuera de su
cara, pero en el fondo de mi mente, sabía que con la persona que me
sentía más furiosa era conmigo.
Perder el tiempo, escribiendo en cuadernos... asustaba, sí, pero no
me había hecho daño. Todavía no. Y mientras no se lo contara a nadie, tal
vez esto sólo sería temporal, y podría salir.
Y encontrar a Jude. Asegurarme de que él nunca podría hacerme
daño otra vez.
Pero Phoebe no podía saber esas cosas que dijo a menos que se lo
hubiera dicho. Lo que significaba que mi tenue ya auto-control se
deslizaba.
325
Atraje la manta hasta mi barbilla y me quedé mirando la pared. Mi
mente no se callaba, y no podía dormir.
Así que me quedé despierta hasta que la oscuridad se volvió hacia
la luz del día, a continuación, a las siete de la mañana, me levanté para
enfrentar el día.
Phoebe comenzó a gritar.
—¿Qué está mal contigo? —le susurré.
Ella no paraba.
Los residentes comenzaron a agruparse junto a la puerta. Un
consejero se abrió paso justo cuando me encontré con los ojos de Noah.
Wayne se apretujó hasta quedar justo en la puerta de nuestra
habitación. —¿Qué está pasando aquí?
Phoebe de alguna manera pareció encogerse hacia atrás, contra la
pared y dando tumbos hacia adelante con su acusación al mismo tiempo.
—¡Ella se encontraba de pie junto a mí mientras yo dormía!
La mirada furtiva de Wayne se desplazó hacia mí.
Levanté las manos defensivamente. —Está mintiendo —le dije—. Sólo
me levanté para cambiarme.
—Me desperté y estaba justo allí —dijo Phoebe entusiastamente.
Luché contra una oleada de furia.
—¡Iba a hacerme daño!
—Cálmate, Phoebe.
—¡Me va a lastimar si no la detienen!
—¿Puede todo el mundo retroceder por un segundo? ¡Barney!
¡Brooke! —llamó Wayne, con sus ojos en mí todo el tiempo.
—Estamos aquí —tronó la profunda voz de Barney desde algún lugar
detrás de mí.
Entraron. Yo estaba clavada en el suelo, a un pie de distancia de mi
cama.
—Está bien, Phoebe, trata de relajarte —dijo Brooke, yendo hacia
ella y sentándose a su lado en la cama. Phoebe había empezado a
balancearse hacia adelante y hacia atrás—. Quiero que hagas los
ejercicios de respiración que hablamos, ¿vale? Y contando.
Oí a Phoebe comenzar a contar hasta diez. Mientras tanto, Wayne y
Barney se centraron en mí. Wayne dio un paso más cerca.
326
—¿Que pasó, Mara? —preguntó Wayne.
—No pasó nada —le dije, y decía la verdad.
—¡No puedo vivir con ella!
—Phoebe —dijo Wayne—, si no dejas de gritar, vamos a tener que
llevarte a la habitación.
Se calló al instante.
Brooke me miró desde la cama de Phoebe. —Mara, por favor, ¿dime
lo que pasó anoche? ¿Con tus palabras?
Luché contra el impulso de levantar mis ojos hacia la puerta y buscar
a Noah. Tragué saliva. —Comí la cena con todos los demás.
—¿Con quién te sentaste? —preguntó.
—Yo… —No lo recordaba. ¿Con quién me había sentado?—. Stella
—dije finalmente. Miré hacia la puerta y ella estaba al borde junto a Noah.
Él la miró y una extraña expresión cruzó su rostro.
Brooke dijo mi nombre y atraje mis ojos hacia ella. —Así que cenaste
con Stella. Entonces, ¿qué pasó?
—Tomé una ducha y luego volvimos a nuestra habitación. Me puse
el pijama y me fui a la cama.
—Ambas se levantaron a las cuatro —dijo Barney.
Asentí con la cabeza. —Phoebe vino conmigo.
—No digas mi nombre —murmuró en voz baja. Rodé mis ojos.
—¿Eso es todo?
—Sí.
—¿Alguna vez has sido sonámbula antes? —me preguntó Brooke.
No le respondí, por supuesto, porque la respuesta era sí.
327
58 Traducido por Majo_Smile ♥
Corregido por Suelick*
Después de instrucciones estrictas de hablar con la Dra. Kells en mi
próxima cita con ella, Brooke nos dejó para cambiarnos antes de reunirnos
en la sala común para una sesión de grupo improvisado.
Rodeé a Phoebe una vez que nos quedamos solas.
—¿Por qué estás mintiendo?
Ella me sonrió, quería golpearla demasiado.
Y Casi lo hice.
Cerré los ojos y respire profundamente en su lugar, tratando de
quitármela de encima. Cuando salí de la habitación, Noah andaba de
nuevo cerca de uno de los estudios que flanqueaban el pasillo.
—¿Qué pasó? —preguntó, con voz baja y cautelosa.
—Me quedé dormida —le dije, aun queriendo golpear a alguien—.
Phoebe me despertó en medio de la noche. Ella me dijo... que le conté lo
de Rachel y Claire, acerca de todo.
Noah no hizo ningún comentario. Él sólo le preguntó—: ¿Quién es esa
chica?
Seguí sus ojos hasta que aterrizaron en Stella, que se había doblado
en una silla en la sala común. Ella agrietaba sus nudillos y luego se frotó
distraídamente la rodilla izquierda desvanecida de sus vaqueros.
—Stella —le dije—. Ella es agradable. Un poco malhumorada a
veces, tal vez. ¿Por qué?
—La vi —dijo Noah.
—La vis…
—Alguien le hizo daño —Su mirada cayó a mis manos—. Agarró su
muñeca y casi la rompió.
Sentía la garganta seca. —¿Por qué ella?
328
Noah se frotó la frente. —No lo sé.
—¿Cuánto son ahora? —le pregunté.
—Cinco, ahora.
—Yo, Joseph, las dos que no conoces, y ahora…
Stella.
—¡Vamos, todo el mundo! —llamó Brooke.
Noah y yo compartimos una mirada más antes de instalarnos en la
habitación. Me senté junto a Jamie, que estaba extrañamente tranquilo.
Brooke hizo una seña a Wayne y se acercaron a la periferia del
círculo.
—Está bien, todo el mundo —dijo hacia nosotros—. Todos sabemos
que hubo un pequeño evento esta mañana. No es gran cosa, pero
decidimos que sería un buen día para hacer algunos ejercicios de
confianza.
Todos gimieron. Stella murmuró unas pocas de las únicas palabras
que parecía recordar en español, que eran deliciosamente inapropiadas.
—No importa cuánto hagamos —exclamó Phoebe—. No se puede
confiar en Mara.
Jamie se echó a reír en silencio y le pisé el pie.
—Phoebe, creo que tenemos un sentido de tus sentimientos acerca
de esto antes, así que a menos que tengas algo específico que te gustaría
compartir, me gustaría seguir adelante.
Phoebe se concentró en mí mientras hablaba con Brooke. —Tengo
algo específico que me gustaría compartir con ustedes.
No me gusta cómo suena eso.
—Todos ustedes piensan que Mara es esta chica inocente que
acaba de tener muy mala suerte. Ella no lo es. Ella quiere hacerme daño.
Ella quiere lastimarnos a todos nosotros.
Jamie se perdió por completo. La risa de él hubiera sido contagiosa
pero a pesar de la presentación melodramática de Phoebe, lo que ella
dijo era molesto. No porque fuera cierto.
Porque todo era calculado, siendo una locura algo sagaz. Phoebe
estaba diciendo estas cosas a propósito para un fin y yo no podía
entender lo que era.
—Phoebe, ¿por qué crees que Mara quiere hacerte daño?
329
—Porque así lo dice en su sueño.
Mierda.
Brooke me miró, y luego miró a Phoebe.
—¿Cuándo fue eso, Phoebe?
—Anoche.
Bueno, eso era posible. Ella era asquerosa y molesta y limitada, pero
inteligente en ese sentido de chica-demonio malvada. Sin embargo,
aunque podría haber murmurado algo acerca de matarla, tal vez, en
realidad no la quiero muerta. No es como los otros. No lo preví. No
conscientemente.
¿Inconscientemente?
¿Podría haber soñado con su muerte? ¿Qué pasaría si lo quería
mientras yo dormía?
¿Moriría ella?
—No puedo estar con ella, Brooke —dijo Phoebe en voz baja. Su
barbilla empezó a temblar.
Aquí vamos.
—Estoy asustada —añadió, por si acaso.
—Es por eso que vamos a hacer estos ejercicios de confianza,
Phoebe.
—¡No van a ayudar!
—No si tú no le das una oportunidad —advirtió Brooke—. Bien todo el
mundo, quiero que se levanten, Wayne, ¿puedes leer la lista de parejas
para esto?
Wayne leyó las parejas. Yo estaba emparejada con Phoebe, para
sorpresa de nadie. Jamie estaba con Noah. Una chica me di cuenta de
Horizontes en Miami estaba con Megan, y Adam fue emparejado con un
permanente. Los emparejamientos parecían que eran todos compañeros
de habitación. ¿Tal vez para evitar una revolución de pacientes?
—Está bien, chicos. Lo primero que vamos a hacer se llama una
caída de confianza. Vamos a empezar por orden alfabético. Eso significa
que si tu nombre comienza con una letra que viene antes en el alfabeto
que la de tu pareja, vas a "caer" en primer lugar, y tu pareja te atrapará.
330
Todo el mundo comenzó a moverse a sus parejas. Me di cuenta
entonces de que habían trasladado cojines en el suelo y alfombras de
yoga en la sala común. ¿Por seguridad, tal vez?
—Cuando cuente hasta tres, la primera persona de cada pareja se
va a caer.
Esa sería yo. Eché un vistazo a Phoebe a mis espaldas. Ella estaba
sonriendo. Esto no iba a ir bien.
—Será mejor que me atrapes, Phoebe —susurré.
Ella me ignoró.
—Uno —comenzó Brooke.
—Lo digo en serio —le dije, mientras di marcha atrás hacia ella.
—Dos.
Phoebe tenía sus brazos extendidos, y todavía no me había
contestado.
—Tres.
Me caí. En mi culo.
—¡Hija de...!
—¡Ella dijo que iba a cortarme las venas! —gimió a Brooke—. ¡Ella lo
susurró cuando no estabas escuchando!
Brooke me miró y suspiró. —Esto no es productivo para su relación de
habitación.
Phoebe se echó a llorar. Gruesas, gordas lágrimas de cocodrilo. —No
me puedo quedar con ella. Simplemente no puedo.
Me levanté y mire a Jamie, quien me lanzó una mirada de simpatía.
Noah estaba estudiando a Phoebe. Sabía que algo estaba pasando con
ella también.
Brooke se estaba frustrando. Y entonces ella dijo algo que no
esperaba oír.
—¿Alguien estaría dispuesto a cambiar de habitación y ser el nuevo
compañero de cuarto de Mara?
Grillos.
Levanté mi mano.
—¿Sí, Mara?
331
—Creo que podría arreglármelas sin un compañero de cuarto,
Brooke.
—De ninguna manera —dijo, mirando mis muñecas—. Lo siento.
Chicos, ¿ustedes están seguros que ninguno estaría dispuesto a cambiar?
Yo creo que ayudaría mucho las cosas...
Nadie levantó la mano. Traté de llamar la atención de Stella, pero
evito por completo mi mirada y se quedó mirando en frente en respuesta a
mi súplica visual.
Era como ser elegido por último para el balón prisionero, sólo que
mucho peor.
De repente, se produjo un estruendo de piedra cerámica golpeando
detrás de nosotros.
Me voltee y Phoebe estaba de pie cerca de un pedestal derribado;
un jarrón se había hecho añicos en el suelo. Su cara estaba roja y su
cabello húmedo pegado en mechones sudorosos a sus mejillas. Se podría
escuchar un alfiler caer. Todo el mundo estaba absolutamente en silencio
mientras Phoebe tragó unas cuantas respiraciones, luego tomó uno de los
trozos.
—¡Phoebe! —gritó una voz adulta. En poco tiempo había más
adultos en la habitación de lo que nunca recordaba haber visto en
Horizontes.
—Nadie me escucha —se lamentó, pero antes de que pudiera
tomar una de las piezas del jarrón roto, Wayne logró llegar a ella.
La levantó y se alejó.
—Llama por el altavoz a Kells, luego consigue su diario. —Oí susurrar a
Brooke. Phoebe se retorcía salvajemente, pero luego Barney apareció y se
paró frente a ella, bloqueando mi punto de vista. Los gritos de Phoebe se
apagaron. Cuando la vi luego, estaba flácida como una muñeca de trapo
en los brazos de Wayne. La llevó a fuera.
Jamie y yo hicimos contacto visual.
—Raro —dijo Jamie.
—Eufemismo —le contesté.
Jamie se inclinó y susurró.
—¿Cómo está tu culo?
—Voy a sobrevivir.
—Lo vi venir a un kilómetro de distancia.
332
—Yo también. ¿Pero esa cosa del compañero de cuarto? Lo peor.
Nunca.
Él arqueó una ceja.
—Soy la chica espeluznante. En un hospital mental.
Él sonrió. —Nadie es perfecto.
333
59 Traducido por Macasolci
Corregido por Mery St. Clair
Hay una ventaja definitiva en sedar a Phoebe: por el resto del día, no
tendría que escucharla hablar. ¿Y esta noche?
No tendría que preocuparme de que se despertara.
Le pasé una nota a Noah, imitando la suya de ayer.
¿Esta noche a la una, al lado de la sala de música? ¿Haz que
ocurra?
Cuando me encontré con su mirada durante la cena, asintió. Cada
segundo se reduce a medida que el reloj avanza. Deseaba, necesitaba,
que todos durmieran. Evoqué imágenes mentales de pasillos vacíos. De
Barney en el salón común, dormido en frente de la televisión con sus
auriculares puestos. De Brooke en la cama. Que nadie necesitara usar el
baño. Que nadie se sintiera con ganas de vigilar los pasillos. Imaginé que
podía oír los sonidos de todos los demás dando vueltas en sus camas,
haciendo crujir sus sábanas, respirando tranquilamente en sus almohadas.
Y entonces, llego la hora. Me deslicé fuera de la manta y me puse mi
sudadera. La pasé por encima de mi cabeza y cerré la cremallera para
mantener en silencio el latido feroz de mi corazón. Cuando me puse de
pie, el colchón gimió y mis ojos se clavaron en el otro lado de la
habitación.
Phoebe estaba durmiendo.
Caminé en puntillas hasta la puerta y la abrí tan suavemente como
pude. El segundo en que lo hice, alguien en alguna parte tosió y mi
corazón saltó hasta mi garganta. Esperé allí en el umbral de la puerta por
lo que se sintieron como horas.
Nada.
Dejé la habitación. Caminé por el pasillo. Y cada vez que pasaba
por otro umbral, mi corazón se detenía. Cuando doblé por la esquina de la
334
sala común, directamente en frente del escritorio del consejero, me
preparé mentalmente para ser dirigida de vuelta a la cama.
Pero no había nadie allí.
Prácticamente, corrí el resto del camino hacia el estudio. ¿Dónde se
encontraban todos? ¿En el baño? ¿Durmiendo?
Realmente no importaba y no me interesaba, porque Noah estaba
de pie en el silencioso pasillo, esperándome, y no quería nada más que
volar hacia sus brazos.
No lo hice. Me detuve.
—Lo lograste —dijo con una sonrisa.
Se la devolví.
—También tú. —Me estiré para alcanzar la puerta de la sala de
música, pero noté el teclado numérico.
—¿Es en serio? —susurré entre dientes.
Noah me calló, luego presionó una serie de números en el teclado.
Levanté la mirada hacia él con incredulidad.
—Todo el mundo tiene un precio —dijo, mientras que la puerta en
frente nuestro se abría. La mantuvo abierta para mí, y entré.
La oscuridad era impenetrable. Los dedos de Noah se entrelazaron
con los míos mientras me guiaba hacia adelante, y luego al suelo
alfombrado.
Mis ojos comenzaron a ajustarse lentamente a la oscuridad. Había
una pequeña ventana en la esquina más lejana, dejando entrar una franja
de la luz de la luna que iluminó los planos y ángulos en su rostro inexpresivo.
Se sentó con la espalda contra la pared, como una estatua, inmóvil
y frío. Retiró su mano de la mía.
Extendí la mano para volver a agarrarla, pero dijo:
—No. —Su voz mezclada con desprecio. Venenoso.
—¿No, qué? —pregunté secamente.
Apretó su mandíbula, y me miró con ojos vacíos.
—¿Qué va mal?
335
—Yo no... —comenzó—. No quiero... —Bajó la mirada.
A mis muñecas.
Así que de eso se trataba. Noah no estaba furioso conmigo. Se sentía
furioso consigo mismo. Aun así, era difícil de reconocerlo, porque yo sentía
todo lo contrario. Me di la vuelta con ira. Noah se giró.
Puse mis manos a ambos lados de su rostro, ni gentil ni suavemente.
—Ya basta —dije, mi voz áspera—. Tú no eres quien me lastima. Deja
de torturarte a ti mismo.
La expresión de Noah no cambió.—No estuve allí.
—Estabas intentando ayudar —dije—. Intentabas encontrar
respuestas...
Sus críticos ojos azules lucían como hierro en la oscuridad. —Juré que
estaría allí para ti y no lo estuve. Juré que estarías a salvo, y no lo estuviste.
—Yo...
—Estabas aterrorizada —dijo, interrumpiéndome—. Cuando me
llamaste, jamás olvidaré tu voz.
—Noah.
—Me contaste sobre un diario que no recuerdas haber escrito y yo
jamás te había oído… jamás te había oído sonar así. —Su voz se hizo más
distante—. Me apresuré a llegar a Boston para tomar otro vuelo al segundo
en que cortamos la llamada. Lo hice, y estuve atrapado en ese jodido
avión mientras él te forzaba...
Noah no terminó su oración. Casi vibraba de la ira, con el esfuerzo
que le tomaba no gritar. —Te sentía morir bajo mi piel —dijo, su tono
vacío—. Llamé a Daniel desde el avión… marqué una y otra vez hasta que
lo desperté —Noah encontró mi mirada—. Le dije que ibas a suicidarte,
Mara. No sabía de qué otra manera explicar… lo que vi. —En su rostro
estaba dibujada la furia.
Yo quería dibujar algo más.
Mis dedos trazaron los finos y elegantes huesos de su rostro. —Está
bien.
—No está bien —espetó—, te internaron. Te enviaron aquí por lo que
les conté.
—Por lo que Jude hizo.
Rió sin humor.
336
—Tu madre dijo que no podría verte… que ahora tenían que lidiar
con esto como una familia, y que te enviarían a algún lugar para una
ayuda apropiada. No podía comprenderlo… que la última vez que
escuché tu voz durante meses, estaría llena de terror mientras suplicabas
por tu vida. —Cerró los ojos—. Y yo no estuve allí.
—Estabas en el hospital —dije, rozando con mi pulgar su hermosa
boca—. Daniel dijo que no te fuiste.
Noah abrió los ojos pero evitó los míos. —Me las arreglé para verte,
una vez.
—¿En serio?
Asintió bruscamente con la cabeza. —Estabas inconsciente.
Estabas… te tenían amarrada a la camilla. —No dijo nada más por lo que
se sintió como una eternidad.
No teníamos suficiente. Había tantas cosas que él todavía no sabía.
—Vi a Abel Lukumi —dije.
Las cejas de Noah se juntaron. —¿Qué?
—En el hospital. El segundo día, creo. Cuando me desperté, mamá
me dijo por qué estaba allí y yo...
Enloquecí. Enloquecí, y me sedaron. —Traté de explicarle lo que
pasó con Jude, pero yo… yo perdí el control —dije—. Antes de que las
drogas hicieran efecto, vi a Lukumi al lado de la puerta de la habitación
del hospital.
Noah estaba callado. —Fue una alucinación —dije firmemente,
porque temía que él lo estuviera pensando—. No lo viste en el edificio,
¿verdad?
—No —fue todo lo que dijo.
Por supuesto que no. Continué contándole a Noah sobre todo lo que
sucedió esa noche —Que encontré el disco sin marcar en mi habitación, y
lo que había en él. Le conté sobre ver a Rachel, verla a través de la lente
de la cámara de video de Claire. Ver el manicomio derrumbarse.
Dejé afuera la parte en que escuchaba mi risa luego de que éste
colapsara.
Cuando terminé, Noah dijo:
—Jamás debí dejarte —Sacudió su cabeza—. Pensé que John sería
suficiente.
337
—Confiabas en él. Vigiló la casa por días, y todo estaba bien. —Hice
una pausa, luego pregunté—: ¿Qué pasó?
—Tuvo un derrame cerebral. Sólo sentado allí, en el auto.
Me sentí como si hubiera sido bañada en hielo. Traté de no sonar tan
asustada como me sentía.
—También lo tuvo el oficial.
—¿Qué oficial?
—Cuando Jude… en el muelle —dije, eligiendo mis palabras con
cuidado—. En el puerto, antes de que yo me desmayara… hubo un
hombre, un policía fuera de servicio, que vino a ayudarme cuando me vio
herida. Intentó pedir ayuda, pero luego Jude...
Jude se apuñaló en el costado.
Todavía no podía darle sentido a eso, las imágenes en mi memoria
desangraban una sobre la otra, y los sentimientos, también. Terror y furia,
temor y pánico. Así que le describí a Noah lo que pasó en el muelle, él lo
había visto, pero desde una perspectiva diferente. Tal vez juntos,
podríamos unir las piezas.
—Había peces muertos debajo del muelle —le dije mientras sus ojos
se agudizaban—. Flotando sobre el agua.
Como en el Everglades, pensé, recordando las palabras de Noah.
Nos habíamos quedado atrapados en el arroyo. Tenía que encontrar a
Joseph, pero no podía. Sólo había dos opciones: luchar o huir, y no podía
huir. Estaba acorralada en una esquina. Así que sin pensarlo, mi mente
luchó.
Mi miedo mató todo en el agua alrededor de nosotros. Caimanes.
Peces. Todo. Y yo tenía miedo en el muelle, también. Estaba aterrorizada
de Jude. Él no murió, pero intentando asesinarlo, ¿maté todo lo que estaba
cerca de mí, también?
¿Maté al oficial de policía? ¿Quién intentó ayudarme?
Mi garganta ardió ante el pensamiento y mi estómago se retorció
con culpa. Pero entonces recordé...
John. Él también murió de un derrame cerebral. Y yo ni siquiera lo
había visto aquella noche. Puede que sea responsable del resto, pero no
por él.
Mi mente se revolvía, intentado procesar todo. Levanté la mirada
hacia Noah, preguntándome en qué estaba pensando, así que le
pregunté.
338
—No estuve allí —respondió, con esa misma mirada vacía.
Entonces, me acerqué a él. Deslicé mis brazos alrededor de su cuello
y lo atraje hacia mí. Noah se estremeció ante el contacto. Lo ignoré. Ahora
que estábamos así de cerca, podía ver lo que me había perdido antes.
Noah actuaba como si no sintiera nada, porque él lo sentía todo.
Parecía no preocuparse porque se preocupaba demasiado.
Sonreí contra sus labios.
—Estás aquí ahora.
339
60 Traducido por Deeydra Ann’
Corregido por Mery St. Clair
La voz de Noah cortó el aire como una cuchilla cuando habló. —
Estoy aquí porque estás viva, Mara. Si él te hubiera matado...
—No lo hizo —dije, y las palabras se demoraron en mi boca—. Él no
me mató —repetí, y puse mi espalda en el borde de la pared mientras las
palabras me transportaron al puerto. Me vi a mi misma boca abajo y
sangrando en el muelle.
No podía apartar la vista de los profundos cortes en mis muñecas.
No es grave.
Pero Jude lo sabía. Podía decirlo por la forma en que miraba los
cortes mientras sostenía mis antebrazos, estudiándolos. Para asegurarse de
que yo sangraba, pero no demasiado. No quería matarme. Quería algo
más.
—Jude me dejó con vida —dije en voz alta—. A propósito. ¿Por qué?
Noah pasó una mano por su mandíbula sombreada. —¿Para vivir y
así podría torturarte otro día? —Sonrió, y estaba lleno de malicia—. Ojalá
hubiera tenido suficiente tiempo en la central para hacer amigos.
Levanté la vista, sorprendida. —¿Estuviste en la cárcel?
Noah se encogió de hombros, moviendo su hombro contra el mío.
—¿Cuándo fue esto?
—Cuando me enteré de que te enviaron aquí y no había nada que
yo pudiera hacer. La situación demandaba algo... —Noah buscó la
palabra correcta—, extravagante. Tuve que convencer a mi padre de que
sería una vergüenza para él —una pública— cada segundo que no
pudiera estar contigo.
—Espera... ¿Esto fue después del incidente de Lolita?
Noah hizo una breve inclinación con su cabeza.
340
—Noah —dije cautelosamente—, ¿qué le hiciste a esa pobre
ballena?
Entonces, esbozó una verdadera sonrisa. Finalmente. Quería hacerlo
sonreír así durante el resto de mi vida.
—Ella está bien —dijo—. Sólo empuje a alguien en su tanque.
—No lo hiciste.
—Un poco, sí.
Sacudí mi cabeza con fingido desdén.
—Él alentaba a su idiota y sociópata hijo para que golpeara el vidrio
—dijo Noah, su voz natural.
—¿Qué estabas haciendo ahí?
—Buscando una pelea. Necesitaba algo que hiciera noticia.
—Dios mío, ¿lo hizo?
—Estuve tan cerca —dijo, y sostuvo su pulgar e índice separados por
muy poco—. Superado por un político corrupto.
—Te robaron.
—Sin duda. Mi padre les pagó, creo.
Observé a Noah de cerca cuando hice mi siguiente pregunta. —Así
que tu padre sabe sobre nosotros, ¿verdad?
—Si —dijo Noah de manera uniforme—. Lo sabe.
—¿Y?
Noah levantó sus cejas. —¿Y qué?
Chicos. Tan imposibles. —¿Qué piensa?
Noah parecía como si no entendiera la pregunta. —¿Importa?
Ah. Entendió la pregunta, sólo no sabía por qué la estaba
preguntando. —Sí que importa —dije—, dime.
—Cree que soy un tonto —dijo Noah simplemente.
Traté de no mostrar lo mucho que dolió.
Aparentemente fallé, porque Noah tomó mis manos entre las suyas.
Era la primera vez que me tocaba así, como si importara, desde antes de
que Jude me tocara. Su tacto era imposiblemente gentil mientras
desenvolvía los vendajes de mis muñecas, pero aún dolía y empecé a
protestar. Me silenció. Levantó mis manos a su boca. Sus labios suaves
341
como pétalos rozaron mis nudillos, luego mis palmas. Noah miró mis ojos y
le pertenecí.
Y entonces, besó mis cicatrices.
—No importa —murmuró contra mi piel. Sus dedos trazaron los cortes,
sanando las venas debajo de ellas—. Sólo hay una cosa que sí.
—¿Qué? —susurré.
Me miró a través de sus largas y oscuras pestañas, con mis manos
todavía en las suyas. —Matar a Jude.
342
61 Traducido por Lunnanotte
Corregido por Mery St. Clair
Las manos de Noah eran gentiles y su voz era suave, lo cual hizo sus
palabras aún más escalofriantes.
Yo quería matar a Jude. Pensé en eso muchas veces. Pero aquellas
palabras sonaban mal en su boca.
Noah soltó mis manos. —Hice arreglos antes de venir aquí, para que
más gente vigile a tu familia, pero no creo que Jude vaya a ir tras ellos —
dijo, mirando fijamente al frente—. Todo lo que ha hecho… ha sido para
llegar a ti. Dijo que secuestró a Joseph porque quería que lo lastimaras tu
misma, sabiendo que es lo que más te tortura.
Trague saliva. —Pero ahora estoy aquí. Y tú también.
Noah se quedó en silencio por un momento. Entonces, dijo—: No
siempre.
Algo en su voz me asustó y mis ojos buscaron su mirada. Noah era
hermoso —siempre— pero había algo oscuro ahora debajo de los rasgos
perfectamente esculpidos. Algo nuevo.
O tal vez siempre estuvo ahí, y yo simplemente nunca lo había visto.
Mi pulso comenzó a acelerarse.
Noah se giró hacia mí, el movimiento fluido y elegante. —La chica
que vi… Stella ¿Verdad?
Asentí.
—¿Qué sabes de ella? —Sonó como a sí mismo otra vez, y me sentí
aliviada, sin saber muy bien por qué.
—No mucho —admití—. Jamie comentó que ella casi era normal,
pero no sé por qué está aquí —Me sentí un poco mal porque no me
moleste en averiguarlo, pero en mi defensa, había estado un poco
preocupada. —¿Por qué?
343
Noah pasó sus dedos por su cabello. —¿Has notado algo diferente
en ella?
—¿Diferente como…?
—Como nosotros.
—Nada obvio —dije con un encogimiento de hombros.
Noah arqueó una ceja. —Nuestras habilidades no son exactamente
obvias, tampoco.
Cierto. —Así que, ¿Crees que es como nosotros?
—Me lo pregunto. Tiene que haber alguna razón por la cual te he
visto a ti y ella. Piénsalo… hay millones de heridos y enfermos en todas
partes. Pero solo he visto cinco. La única cosa que se me ocurre que nos
conecta es…
—Pero eso significaría… Joseph. —No podía imaginar compartiendo
esta miseria.
—Pienso que lo que tenemos es adquirido —dijo Noah
cuidadosamente. Él debió haber estado adivinando mi temor—. Si Stella
está aquí, ella tiene un archivo como todos los demás y se mencionan sus
síntomas. ¿Tal vez comparte algunos de los tuyos?
Y los de mi abuela.
Pero si mi abuela y yo éramos diferentes de la misma manera, tenía
que ser hereditario. Lo que significaba que Noah se equivocaba. Todo esto
podría sucederle a Joseph, también.
Noah se pasó una mano por la mandíbula. —Se podría demostrar
algún tipo de conexión… algo que pasamos por alto.
Algo que pasamos por alto. Las palabras desencadenaron una
imagen de Phoebe llorando y meciéndose en el suelo mientras Brooke la
tranquilizaba, luego sonriendo a espaldas de Brooke. —Debemos
comprobar a Phoebe, también —dije, aunque la idea de ella siendo como
nosotros era un pensamiento horrible.
Y tuve un pensamiento igualmente horripilante. Si Stella y Phoebe
eran como yo y Noah, había otra cosa que teníamos en común.
Todos estábamos aquí.
Miré la pequeña ventana en el estudio de música. Las ramas se
agitaban con el viento, pero a pesar del caos afuera, la habitación estaba
tranquila. El cielo aún oscuro.
344
—Deberíamos irnos ahora —le dije a Noah y juntos no levantamos
del suelo—. ¿Cómo vas a conseguir sus archivos?
—De la misma manera en que entramos en este cuarto —dijo,
mostrando su sonrisa torcida—, con un soborno.
Noah me llevo hacia arriba y fuera del estudio y dentro del pasillo.
No quería arriesgar un susurro, especialmente no delante de la puerta de
la Dra. Kells. Tenía un teclado idéntico, noté.
Pero. ¿Y si ella estaba ahí dentro?
Noah negó con la cabeza cuando le hice mi pregunta en voz alta.
—Solo está aquí un par de veces a la semana… y definitivamente no
estaría allí a esta hora. —Esta vez, pulso una serie de números diferentes.
Menos. La puerta se abrió con un clic.
—Bien, bien. ¿Qué tenemos aquí?
Casi salto fuera de mi piel. Noah y yo giramos al mismo tiempo.
—Si es Noah Shaw —dijo en voz baja, imitando el acento de Noah—.
Seductor de vírgenes, quien acaba de hacer música hermosa, con su linda
conquista en el estudio de música. METÁFORA —susurró.
—Jamie… —susurré. Haría que nos atraparan.
—Lo que está bien —dijo levantando sus brazos a la defensiva—, es
un país libre. Pero a menos de que estén a punto de participar en algún
juego pervertido de jefe-secretaria...
—Jamie…
—Oh, oh Dios mío, ¿Un juego de psicólogo-paciente? Por favor,
díganme que no es lo que estaban a punto de hacer, o vomitaré sobre sus
caras. Al mismo tiempo.
—Estás perturbado —dije bruscamente.
—Eso es lo que me dicen —dijo Jamie con un guiño—. Entonces,
¿ningún juego de papeles?
—Ninguno —dijo Noah.
—Entonces, estoy dentro.
—Bien —dijo Noah—, pero por el amor de Dios, cállate. —Cerrando
la puerta, los tres nos encontramos en la guarida de la doctora Kells.
345
—¿Qué estás buscando? —le pregunté a Jamie mientras Noah
cerraba la puerta detrás de nosotros.
—Mi archivo —dijo Jamie, como si fuera obvio. Luego inclinó la
cabeza hacia mí—. ¿Tú?
—Parece como si pensáramos igual —mintió Noah.
Jamie se movió cautelosamente en el cuarto oscuro. Se sentó en el
borde del escritorio de la Dra. Kells. —¿A quién le pagas?
—Wayne —dijo Noah.
Jamie asintió sabiamente. —Él parecía de ese tipo.
—Hay muy poco que el dinero no puede comprar —dijo Noah,
mientras sus ojos recorrían un enorme archivador en la esquina.
—Eso no es cierto —dijo Jamie—. ¿Has intentado irrumpir en una
habitación sin la clave aún?
Miré por encima de él. —¿Qué habitación?
Jamie negó con la cabeza. —¿Qué clase de delincuente juvenil
eres, Mara? —preguntó—. He intentado forzarla —le dijo a Noah—, pero no
ha habido suerte. Si pudiéramos conseguir la llave maestra y una barra de
jabón y un encendedor, Noah, podríamos hacer una copia.
Noah no respondió, ya estaba abriendo cajones en silencio. Jamie y
yo tomamos su indirecta y seguimos su ejemplo.
Mis ojos recorrieron las carpetas colgantes con nombres, pero lo
único que veía eran números. Años, ¿tal vez? Saqué una de las carpetas
manilla y la abrí.
Registros financieros de algún tipo. Uh. Puse la carpeta en su lugar de
nuevo. Trabajamos en el oscuro cuarto por un rato, con nada más que
cajones y carpetas abriendo y cerrando como fondo. Hubiera sido mucho
más fácil con un poco de luz, pero en estas circunstancias, eso
probablemente no habría sido prudente.
—Bingo —dijo Jamie, sorprendiéndome—. Están ordenados
cronológicamente. —Sostuvo tres archivos en sus manos—, Dyer —dijo y
me dio la mía—, Shaw. —Poniendo la de él en su mano—, y Roth. —Abrazo
el último archivo cerca de su pecho. Bajé la mirada hacia mi archivo. Si
sólo fuera lo que yo realmente quería. Noah tomó asiento en la silla de la
Dra. Kells, y esbozó una sonrisa perezosa hacia mí, fingiendo estar de
acuerdo con esto. Me desplacé a sentarme en su regazo.
—Consigan una habitación —murmuró Jamie.
346
Sonreí y Noah sonrió y ninguno de nosotros se movió. Abrió su
archivo, pero se quedó mirando al mío, no estaba completamente segura
de que quisiera saber lo que decía, pero teniendo en cuenta que tal vez
no tuviera otra oportunidad…
Al diablo. Lo abrí. En la primera página estaba mis estadísticas. Lo
que me interesaba era la segunda página:
La paciente admite tener pensamientos del pasado y presente de
herirse a sí misma o a los demás, así como experimentar alucinaciones
auditivas o visuales. La paciente no duda en describir las circunstancias
que la llevaron a su episodio en el Departamento de Policía del Condado
de Metro Dade. Sus pensamientos fueron organizados y coherentes. La
paciente admite tener fobias específicas, esto es, de sangre, agujas, y
alturas. Negó tener obsesiones o compulsiones específicas. Admitió haber
tenido problemas de concentración.
Las alucinaciones y pesadillas parecen ser el estrés y el miedo
inducido. La paciente también experimenta insomnio y ataques de pánico
extremo. También ha tenido pensamientos recurrentes e incidentes de
autolesión. (Véase documentos adjuntos) y de acuerdo con la paciente y
su familia, sufre de culpabilidad extrema, posiblemente derivada de su
doble trauma; un asalto sexual en la noche del evento TEPT (colapso de un
edificio) y el evento en sí. La paciente fue la única sobreviviente de un
colapso en el que su mejor amiga, novio y hermana del novio, fallecieron.
La paciente afirma que el novio la agredió, y está preocupada con la
falsa ilusión de que él todavía esté vivo. La paciente tiene antecedentes
psiquiátricos de escuchar voces que otras personas no pueden y exhibe
ideación paranoide. La paciente exhibe evitación social: tiene una falta
demostrable de amigos cercanos o relaciones que no sean con familiares
de primer-grado, a pesar de que parece ser amable con el paciente
masculino J. Roth. Una mayor animosidad se observa entre la paciente y la
paciente femenina P. Reynard. Ausencia de afectividad aplanada.
Indicaciones posibles de superstición en aumento, pensamiento mágico, y
preocupaciones por los fenómenos paranormales da a lugar la
probabilidad de:
TEPT con una posible cooperación del Trastorno de Estado de Ánimo
(Bipolar: Grave con Síntomas Psicóticos)
Trastorno Esquizofreniforme (1-6 meses de duración)
Esquizofrenia (si los síntomas persisten hasta los dieciocho años de
edad), a diferencia del Trastorno Delirante.
Se continuara observando antes del diagnóstico final.
347
—Mara.
Oí la voz de Noah cerca de mi oído. Me giré a medias en su regazo.
Noah rozó mi mejilla con el pulgar. Me sorprendí al sentir que estaba
húmeda.
Había estado llorando.
—Estoy bien —dije con voz estrangulada. Aclaré mi garganta—.
Estoy bien.
Metió un mechón de cabello detrás de mí oreja. —Sea lo que diga
ahí, no eres tú.
Sí, lo era. —Tu no lo has leído —dije apartando la mirada. Jamie
estaba ocupado con su propio archivo. Él estaba tranquilo.
Noah trazó un patrón con su dedo en mi costado, por debajo de mis
costillas y por encima de mi camiseta, mientras me sostenía en su regazo.
—¿Quieres que lo haga?
No estaba segura. —No estoy segura —dije. Noah me ha visto pasar
por muchas cosas, y él todavía seguía aquí. Pero viéndolo en un papel
como éste, viendo lo que los demás pensaban…
—¿Quieres leer el mío? —preguntó Noah. Su voz era baja pero
cálida.
No podía mentir, lo hacía. Y el hecho de que estuviera dispuesto a
mostrarme el suyo significaba algo.
Me sentí extrañamente nerviosa cuando Noah me entrego la
carpeta.
La abrí por la primera página.
348
62 Traducido por Deeydra Ann’
Corregido por Suelick*
NOMBRE DEL PACIENTE: Noah Elliot Simon Shaw.
EDAD: Diecisiete.
El paciente acudió como un joven hombre sano por encima del
promedio de altura y de estructura corporal delgada y musculosa. Una
buena relación no se estableció con facilidad. El paciente no era práctico
o útil.
El paciente tiene un patrón continuo de falta de cooperación,
comportamiento desafiante, hostil y agresivo hacia las figuras de autoridad
y los compañeros de acuerdo con la familia y los docentes. Atípicamente,
no ha afectado el rendimiento del paciente en la escuela, en donde el
paciente ha mantenido un perfecto promedio de notas. El paciente no
demuestra hiperactividad ni ansiedad, pero ha participado en varias
confrontaciones violentas con otros. Los padres han reportado varios
rasgos de insensibilidad carente de emociones y el paciente ha clasificado
altamente en las tres sub-escalas. No obstante, los padres afirman que el
paciente nunca ha demostrado ninguna crueldad hacia los animales y, de
hecho, es un excepcional cuidador para ellos, demostrando una particular
facilidad con los animales peligrosos y salvajes en la clínica veterinaria de
su madrastra, negando Trastorno de Personalidad Antisocial y otros tipos de
sociópata como posibles diagnósticos. Tanto los padres del paciente como
la escuela han reportado la intencional destrucción y vandalismo de
propiedad del paciente en el pasado, sin embargo, así como el
comportamiento engañoso (falso) y el desacato por las normas sociales.
Las restricciones de la escuela son repetidamente ignoradas y las
sanciones demostrablemente ineficaces. La madrastra reportó pasados
incidentes de abuso de alcohol y drogas, pero nada en historia reciente.
Ante los informes de sus padres y docentes, las preguntas fueron
recibidas con respuestas arrogantes, cínicas y manipuladoras, y los
docentes informan historia de búsqueda de sensaciones (reconocida
reputación sexual) e impulsividad. El paciente demuestra una
autoevaluación de encanto arrogante y superficial; incapacidad para
349
tolerar el aburrimiento, es seguro de sí mismo, voluble y simplista
verbalmente.
Continuar monitoreando por probable Trastorno de Oposición
Desafiante; posible diagnóstico eventual de Trastorno de Conducta o
Trastorno de Personalidad Narcisista.
Cerré la carpeta sin ceremonias y se la devolví a Noah.
—¿Por qué tienes dos segundos nombres? —pregunté.
—¿Esa es tu pregunta? ¿Después de leer eso? —Noah retrocedió,
buscando algo en mis ojos. Disgusto o tal vez miedo.
—No eres tú —le dije suavemente.
La esquina de la boca de Noah se alzó en una triste y lenta sonrisa.
—Sí, lo sé.
Los dos estábamos bien, entonces decidí que nuestros expedientes
eran parte de nosotros y parte de las personas querían arreglarlo. Pero no
todo sobre nosotros. Sólo nosotros podemos decidir quiénes somos.
Giré mi pierna por la cintura de Noah y me senté a horcajadas sobre
él.
—Tal vez la parte de no cooperar es cierta. Tú eres muy... —Rocé mis
labios contra los suyos—, frustrante.
Jamie se aclaró la garganta. Casi olvido que estaba ahí.
—¿Estás bien? —le pregunté.
—Si bien significa ―pesimista, inestable y manipulador‖, entonces
claro que estoy bien —dijo Jamie alegremente—. El paciente demuestra
extremo sarcasmo y firme amargura; ve las cosas en términos extremos,
como sea todo bueno o todo malo. Sus puntos de vista de los demás
cambian rápidamente, dando lugar a relaciones intensas e inestables —
recitó de memoria—. El paciente demuestra conflicto sobre la orientación
sexual y se preocupa por las historias sexuales de otros. Demuestra un
patrón clásico e identidad de disturbio, una auto imagen poco clara e
inestable así como impulsividad e inestabilidad emocional —dijo, de
repente sonando cansado. Cerró su archivo, lo lanzó como un disco
volador a la pared opuesta, y se echó hacia atrás con los brazos por
encima de su cabeza—. Señoras y señores, Jamal Feldstein-Roth.
Parpadeé. —Espera, ¿Jamal?
350
—Entérate —dijo con una sonrisa—. Mis padres son judíos liberales de
Long Island, ¿de acuerdo? Ellos querían que yo tuviera una conexión con
mi herencia. —Jamie hizo comillas en el aire con sus dedos.
—No estoy juzgando, mi segundo nombre es Amitra. Sólo estoy
sorprendida.
—Amitra —reflexionó Noah—. Misterio resuelto.
—¿Qué es eso? —me preguntó Jamie.
—¿Sánscrito? ¿Hindú? —Me encogí de hombros.
—¿Al azar?
Sacudí mi cabeza. —Mamá es india.
—¿Qué significa? —preguntó Jamie.
—¿Qué significa Jamal? —le pregunté.
—Buen punto.
—Probablemente tienen casi tanta conexión a mi herencia india
como tú la tienes con tu herencia africana —dije—. La comida favorita de
mi madre es el sushi.
—Latkes20. —Jame sonrió por un segundo, pero luego vaciló—. Esto
es una mierda —dijo de pronto—. Somos adolescentes. Se supone que
seamos sarcásticos.
—Y preocuparnos por el sexo —intervine.
—E impulsivos —añadió Noah.
—Exactamente —dijo Jamie—. ¿Pero estamos aquí y ellos están ahí
afuera? —Sacudió lentamente su cabeza—. Todos están un poco locos. La
única diferencia entre nosotros es que ellos lo ocultan mejor. —Hizo una
pausa—. ¿Es... algo que me hace querer quemar este lugar? —Levantó las
cejas—. ¿Sólo yo?
Sonreí. —No sólo tú.
Jamie se levantó y me golpeó en el hombro. Luego bostezó. —
¿Terminamos? Estoy cansado. ¿Se quedan?
Miré hacia Noah. Aún no habíamos conseguido lo que vinimos a
buscar. Cuando nuestros ojos se encontraron, era obvio que estaba
pensando lo mismo.
20 Latkes: Algo sarcástico para decir cuando un amigo judío dice: ―Santa Madre de Dios.‖
351
—Si —dije.
Jame tomó su expediente y lo arrojó de vuelta al cajón
correspondiente y fue hacia la puerta.
—Gracias por la diversión. Hagámoslo pronto de nuevo.
Agité mi mano y Jamie cerró la puerta detrás de él.
Y entonces, Noah y yo estábamos solos.
352
63 Traducido por pau_07
Corregido por Vericity
Noah se recostó en la silla de la Dra. Kells y me observó. Yo seguía en
su regazo. Y de repente estuve consciente de mí misma.
—¿Qué? —pregunté mientras me sonrojaba.
—¿Estás bien?
Asentí.
—¿Segura?
Pensé en ello, sobre lo que estaba en mi expediente y lo que
significaba. —No del todo —dije. El que no me creyeran acerca de Jude
siempre dolería. Los brazos de Noah se apretaron a mi alrededor, sólidos y
cálidos.
—Puedes leerlo —decidí.
Negó con la cabeza, su cabello haciéndome cosquillas. —Te mostré
el mío sin ninguna expectativa. No tienes que mostrarme el tuyo.
Levanté la vista hacia él. —Quiero hacerlo.
La mano de Noah se acercó a la carpeta en el escritorio detrás de
mí, y luego se echó para atrás en la silla para leerlo conmigo todavía en su
regazo.
Nos quedamos en silencio. Sus dedos vagaron por debajo de mi
camiseta, haciendo dibujos invisibles en mi piel. Distrayéndome, me di
cuenta con una sonrisa. Estuve agradecida.
Luego dijo mi nombre, trayéndome de regreso. —Mara, ¿viste esto?
Me incliné para mirar. Noah le dio vuelta al archivo así podría leerlo.
Debajo de mis estadísticas, a las que les di una hojeada, había una
anotación hecha a mano bajo una sección llamada
CONTRAINDICACIONES que decía:
Sarín, orig. portador, contraindicación sospechosa, desconocida,
midazolam administrado.
353
El latido de mi corazón vibraba en mis oídos. —Sarín. El nombre de
soltera de mi madre.
El apellido de mi abuela.
No estaba segura de sí Noah me escuchó. Me entregó el expediente
y me levantó fuera de su regazo. Estuvo de pie en un instante.
El flujo de sangre era ruidoso en mis oídos. —¿Qué… que es una
contraindicación?
—Es como —empezó a decir Noah mientras abría los cajones—, es
como si fueras alérgica a la penicilina, la contraindicación es la penicilina
—dijo—. No deberías tomarla a menos que el beneficio sea superior al
riesgo.
—¿Cómo una debilidad? —pregunté—. ¿Qué es midazolam?
—Lo utilizan en la clínica —dijo Noah, hojeando a través de las
carpetas de los expedientes—. ¿Nunca te dijeron que te estaban dando?
—Espera, ¿qué clínica? ¿La veterinaria? —pregunté con los ojos muy
abiertos.
—La mayoría de los medicamentos veterinarios empiezan como
medicamentos humanos, no al revés. Si es lo que creo que es, lo usan
como sedante, antes de una cirugía.
—¿Por qué tendrías que ser sedada? —La idea me hizo temblar.
Noah negó con la cabeza. —No estoy seguro —dijo—. A menos que
haya una indicación en humanos de la cual no esté al tanto, lo cual es
posible. —Le echó un vistazo al reloj—. Van a empezar a despertarse
pronto —dijo. Estaba escondido en la oscuridad—. Busca el expediente de
Phoebe, yo voy a buscar el de Stella.
Lo miré sin palabras porque no podía encontrar ninguna, no en ese
entonces. Seguí buscando, cuidadosa de no desordenar nada mientras
buscaba a través de los armarios de expedientes y corría los cajones del
escritorio. En la parte derecha inferior de uno, en la cima de una pila de
papeles, encontré algo. Pero no era lo que había estado buscando.
Retiré el fino cable negro con los colgantes de plata, imágenes del
espejo, mías y suyas, que deberían estar colgando alrededor del cuello de
Noah.
—Noah —dije—. Tu collar.
Se volvió hacia mí, colocando un sobre de manilla en el escritorio.
Benicia, decía en la etiqueta… el apellido de Stella.
354
Le entregué el collar a Noah y se lo colocó alrededor de su cuello.
Luego me ayudó a buscar el expediente de Phoebe.
Abrí cada cajón, miré por debajo de cada pila de papeles. Había un
montón de cuadernos apilados en un estante. Miré entre ellos, también,
sacando cada uno y volteándolos. ¿Tal vez sus expedientes estarían
metidos dentro?
Entonces él se deslizó dentro de la silla de la Dra. Kells.
—Sigue buscando —me dijo, mientras se volvía al monitor del
computador en su escritorio. Tomó todo de mí mantenerme compuesta a
pesar del pánico que arañaba tras la superficie, y reanudar la búsqueda
física mientras Noah empezaba la electrónica.
Y entonces, justo cuando mis ojos encontraron un cuaderno con
garabatos de Phoebe en el frente, escuché a Noah decir mi nombre con
la voz más embrujada de lo que jamás le había oído.
Su piel estaba pálida, iluminada por la luz del monitor, la cual
parpadeaba sobre su rostro mientras observaba algo en la pantalla,
completamente fascinado. Agarré el cuaderno de Phoebe y lo moví a su
lado para ver qué era.
Lo que vi, encaramado en el monitor blanco brillante, éramos
nosotros.
Un video de muy alta calidad en la pantalla del computador de la
Dra. Kells de mí en mi cama. En mi habitación. En casa. De Noah sentado a
horcajadas en la silla de mi escritorio, mirándome. Hablando conmigo.
Vi su astuta sonrisa. Mi sonrisa de respuesta.
Y una fecha en la esquina, donde marcaba un contador.
Fue filmado la semana pasada.
Noah hizo algo, le dio clic a algo, y vi con horror como nuestros seres
en la pantalla aparecían y desaparecían en movimiento rápido mientras
segundos, minutos, horas pasaban en el metraje.
Noah hizo clic de nuevo y una ventana se abrió, conteniendo más
archivos con más fechas. Los abrió en una rápida sucesión y vimos mi
cocina. La habitación de Daniel. La habitación de huéspedes.
Todas las habitaciones de mi casa.
Otro clic. El sonido de la voz de Noah llegó a través de los altavoces
desde el pasado.
—No voy a dejar que Jude te haga daño.
355
Noah respiró profundamente. Avanzó rápidamente de nuevo y vimos
su delgado cuerpo desaparecer. Vimos mientras yo entraba y salía de mi
habitación en velocidad acelerada, y finalmente me cambiaba y
preparaba para dormir. Y entonces vimos a Jude caminar dentro de mi
habitación esa noche.
Lo vimos observarme mientras dormía.
Jude me había hecho daño, una y otra y otra vez. Noah se culpaba
porque no había estado allí, pero no era su culpa. Estaba tan perdido
como yo, tan ciego como yo en esto.
La Dra. Kells no estaba ciega, sin embargo. Ella lo vio. Lo vio todo.
—Ella sabía que estaba vivo —dije, mi voz sonaba muerta—. Todo
este tiempo supo que estaba vivo.
356
64 Traducido por pau_07
Corregido por Juli_Arg
Noah se encontraba en completo silencio.
Mis ojos se endurecieron mientras miraba a la pantalla. —Evidencia
—dije, y Noah me miró, su expresión escalofriante—. Necesitamos copiar
los archivos, luego decirle a todo el mundo lo que está pasando.
Noah hizo clic en un ícono y una pestaña electrónica se abrió… una
imagen de un triángulo amarillo alrededor de un signo de exclamación
apareció en la pantalla junto con las palabras:
NO SE PUEDE CONECTAR.
—Bien, entonces —dijo Noah, y salió de la silla. Tomó mi mando—.
Vamos a salir.
Pero no podíamos. —No sin pruebas —dije, pensando en mi vida.
Delirios. Pesadillas. Alucinaciones—. Si no tenemos pruebas de que Jude
está vivo, de que ella lo sabía y nos vamos… podría ser enviada de
regreso.
Mi voz se quebró en esa palabra. Traté de tragar el nudo en mi
garganta y le entregué a Noah el diario de Phoebe para seguir buscando
en el escritorio. Por CDs, una unidad flash, cualquier cosa para grabar esto.
Pero la voz de Noah me dejó fría.
—Jesús —susurró, mirando el interior del cuaderno de Phoebe. Me
incliné alrededor para ver.
A duras penas pude leer sus garabatos, pero vi mi nombre en varios
lugares, junto con bocetos de un crudo retrato de mí misma con mis
entrañas derramadas.
—No eso —dijo Noah. Señaló un lugar en el interior de la cubierta.
Donde Phoebe había dibujado corazones con las iniciales J+P en el
interior. Donde había escrito con flores en letra cursiva:
Phoebe Lowe.
357
El apellido de Phoebe era Reynard. El apellido de Jude era Lowe.
J + P.
Las palabras de Phoebe corrieron hacía mí… lo que dijo antes de
plantar la nota en mi mochila, la que decía: Te veo. Cayeron y tomaron
forma en mi cerebro:
—Yo no lo escribí. —Había dicho Phoebe, luego bajó los ojos a su
diario. Sonrió—. Pero lo coloqué ahí.
Escuché su voz de nuevo en mi mente mientras la bilis subía por mi
garganta.
—Mi novio me lo dio —dijo con voz cantarina.
—¿Quién es tu novio, Phoebe? —pregunté.
Pero nunca creí que en realidad tuviera uno. Sólo pensé que jugaba
algún juego loco. Cuando nunca respondió, cuando empezó a cantar, me
hizo pensar que gané. Pero ahora sabía que no era así.
Jude lo hizo.
—Él la utilizaba —dije, el miedo fresco y puro—. La estaba utilizando.
La Dra. Kells sabía que Jude seguía vivo y sabía de su conexión
conmigo. Jude se encontraba con Phoebe, diciéndole quién-sabe-qué y
dándole notas espantosas para que las pasara. Phoebe y yo éramos
pacientes de Horizontes. La Dra. Kells era la directora de Horizontes. ¿Y
Jude?
¿Qué demonios era él?
—Al diablo con esto. —Noah cerró de un golpe el cuaderno de
Phoebe y tomó mi mano—. Nos vamos ahora. —Tiró de mí, me haló hacia
la puerta. A duras penas, podía mover mis piernas de plomo.
—¿Qué están haciendo? —susurré.
—Vamos a averiguarlo, tan sólo vamos…
Mi mente se cerraba por el miedo y la confusión y la sorpresa. No
habría sabido que dirección seguir si Noah no me hubiera guiado. Lo seguí
fuera de la oficina de la Dra. Kells… La puerta se cerró detrás de nosotros
con un clic. Los pasillos seguían vacíos y todas las puertas de los dormitorios
seguían cerradas. Ninguno de los consejeros se había despertado todavía.
Quizás seríamos capaces de salir antes que ellos.
¿También sabían todo?
358
A medida que corríamos por el pasillo, sin embargo, me di cuenta
que, de hecho, una puerta seguía abierta. Una que me aseguré de cerrar
más temprano cuando salí.
Mi puerta.
Me paré de un tirón frente a ella, deteniendo a Noah conmigo. —Mi
puerta —le susurré—. Yo la cerré, Noah. La cerré.
—Mara…
Empujé la puerta… un rectángulo de luz cayó en la pared, junto a la
cama de Phoebe.
Donde había cartas.
Cartas que formaban palabras.
Palabras escritas con algo oscuro y húmedo.
El olor a sal húmeda asaltó mi nariz y revolvió mi estómago. Noah le
dio vuelta al interruptor de la luz pero no se prendió. Se movió dentro de la
habitación, pero no soltó mi mano.
Phoebe se encontraba metida en su cama, con las sábanas contra
su pecho. Sus brazos a los costados, y dos oscuros globos de sangre rojos
estallados salían de sus muñecas desgarradas, manchando la manta
blanca a cada lado de su cuerpo. Y en la pared, escrito en sangre, había
tres palabras.
TE VEO.
Jude estaba aquí.
La habitación fue aspirada de todos los sonidos. Traté de tragar,
gritar, pero no pude. Pasó una infinidad antes de escuchar mi nombre
susurrado por la voz más familiar que conocía.
Los brazos de Noah se envolvieron a mí alrededor, herméticos y
perfectos. Me giró hacia él. Me levantó, su calor me calentaba a través de
mi sudorosa camisa. Envolví mis piernas a su alrededor y enterré mi rostro
en su cuello y lloré silenciosamente.
No dijo nada mientras me llevaba. Noah acechó rápida y
silenciosamente a través del pasillo conmigo en sus brazos, no sabía qué
359
hacía y no me importaba. Si me bajaba, no estaba segura de poder
ponerme de pie por mi cuenta.
Entonces llegamos a la puerta principal. Y se echó hacia atrás y me
miró a los ojos.
—El complejo se encuentra a unos veinte minutos si corremos.
¿Puedes correr, Mara?
¿Podría correr?
El lobo estaba en mi puerta y había fuego en mis pies. Tenía que
correr. Lo haría.
Asentí, y Noah me bajó. Mi mano aún en las suyas. Alcanzó la puerta.
Pero ¿qué pasa…?
—Jamie —susurré, mirando detrás de nosotros. Mirando hacia atrás—
. Jamie estaba con nosotros en la oficina. Noah. Estaba con nosotros.
Me hallaba siendo vigilado y torturado. Phoebe había sido utilizada y
asesinada.
Ninguno de nosotros había estado a salvo. Ambos nos
encontrábamos aquí.
Lo que significa que Jamie tampoco estaba a salvo. Ni tampoco los
otros estudiantes.
Pero de ellos, Jamie era el que más me importaba. Si tuviera que
elegir, él sería al que sacara.
—Tengo que sacar a Jamie —dijo, mi voz clara.
Noah asintió una vez, con la expresión dura. —Lo haré, lo juro, pero
primero necesito ponerte a salvo.
Noah me elegía.
No vacilé. —No podemos dejarlo.
—Mara…
—No podemos dejarlo —dije, y traté de alejarme.
—No lo haremos —dijo Noah. Pero colocó su mano en el pomo de la
puerta de todos modos, y no me dejaría ir.
No habría importado si lo hubiera hecho, de todas formas, porque la
puerta no se abrió. El pomo ni siquiera giró.
Nos habían encerrado.
—Estamos atrapados —susurré. Odiaba mi voz. Odiaba mi miedo.
360
Noah me apartó de la puerta y se dirigió a la izquierda. Sus pasos
eran largos y rápidos y a duras penas podía mantener el ritmo. No tenía ni
idea a de a dónde íbamos; el lugar era como un laberinto. Pero la
memoria perfecta de Noah nos sirvió bien… nos llevó al vacío comedor,
que daba vista al océano. El borde del amanecer había empezado a
deslizarse sobre el negro horizonte a través de la ventana. Noah intentó
abrir la puerta que llevaba a la cocina.
También se encontraba cerrada.
Maldijo, y luego estuvo de regreso a mi lado. Miró hacia el agua
oscura. Miró a las mesas y sillas.
—Muévete —me dijo, instándome a que me alejara de las ventanas.
Me aparté mientras Noah levantaba una silla. La lanzó con furia
contra el vidrio.
Rebotó.
—De acuerdo —dijo con calma al aire, a nadie. Luego me dijo a
mí—. Vamos a despertarlos.
Jamie. Stella. A todos, quería decir. Nosotros superábamos en
número a los adultos, y juntos, tal vez podríamos hacer algo que por sí
solos, no podríamos. Tal vez juntos, podríamos encontrar una salida.
Corrimos de regreso a las habitaciones de los pacientes. Noah trató
de abrir la primera puerta. Bloqueada. Golpeó con el puño una vez,
ordenó a quien sea que estuviera adentro que se despertara.
Fue recibido con silencio. Intentamos con otra puerta. Otra puerta
cerrada.
Fue entonces cuando me di cuenta de que no hay ningún cerrojo en
ninguna de las puertas de los pacientes. No había pomos para girar.
Ningún botón que presionar.
Eso no significa que no hubiera formas de bloquearlas. Simplemente
significaba que nosotros, los pacientes, no éramos capaces de
bloquearlas.
Pero ahora nos hallábamos encerrados.
Atrapados, susurró mi mente.
No habíamos escuchado o visto otra alma viviente desde que
dejamos la oficina de Kells. Ningún consejero. Ningún adulto. Nos dejaron
aquí.
¿Por qué?
361
Mi mente se inclinó por la confusión mientras Noah me sacaba de su
habitación, la que compartía con Jamie. La puerta estaba abierta.
Jamie no se encontraba dentro.
Mis piernas se sentían encadenadas… no pude soportarlo más. Me
hundí, pero Noah me atrapó. Me acercó lo más que pudo y se envolvió a
mí alrededor hasta que cada punto de mi cuerpo hacía contacto con el
suyo. Frente contra frente, pecho contra pecho, cadera contra cadera.
Aflojó sus brazos y quitó el húmedo y enmarañado cabello de mi rostro, de
mi cuello. Trató de mantenerme compuesta, pero aun así me derrumbé.
Después de mi llanto sin sentido que se suavizó en el silencio, hablé.
—Estoy tan asustada —dije.
Y tan avergonzada, no lo dije. Me siento tan débil.
—Lo sé —dijo Noah, su espalda contra el marco de su cama, sus
brazos aún a mí alrededor. Sus labios rozaron mi oído—. Pero tengo que ir a
buscar a Jamie.
Asentí. Lo sabía. Lo quería. Pero parecía que no podía dejarlo ir.
Sin embargo, no habría importado. Unos segundos después, oímos el
grito.
362
65 Traducido por pau_07
Corregido por Juli_Arg
Se cortó tan bruscamente como empezó.
—Ese no era Jamie —dijo Noah fuertemente contra mi sien. Colocó
mi cabeza debajo de su barbilla, mi mejilla contra su pecho.
Tenía razón. La voz había sido femenina.
Escuchamos, encajando con el otro en la oscuridad. El silencio era
pesado, dejando fuera todo excepto los latidos de mi corazón. O el de
Noah. Era imposible saber.
Otro grito fue emitido… desde las instalaciones del centro. ¿Del
jardín? No sabría decir desde aquí. —Quédate aquí —me dijo Noah, su voz
firme y clara.
Él no podía dejar de ir. Pero yo no podía dejarlo.
—No —dije sacudiendo la cabeza—. No nos vamos a separar. —Mi
voz era afilada—. No nos vamos a separar.
Noah exhaló lentamente. No respondió, pero tomó mi mano y me
levantó.
Nuestros pasos resonaban en los pasillos silenciosos y apreté sus
dedos con fuerza, deseando que pudiéramos convertirnos en una caso.
Aferrándome a él, me di cuenta de que mis muñecas ni siquiera dolían.
El cielo de la madrugada aún estaba muy oscuro, el brillo negro sólo
se convirtió en un morado oscuro. Relámpagos parpadeaban a través de
las ventanas que no nos liberarían y harían monstruos de nuestras sombras
contra la pared.
Otro grito.
Fuimos acorralados por él. Elaborados por él. Ese era el punto.
Caminamos juntos dentro de mi pesadilla.
Jude estaba de pie en el jardín Zen, amplio e imponente en la arena.
Estaba parado entre los armoniosamente dispuestos tallos de bambú y los
363
esculpidos árboles bonsái. Jamie, Stella, Adam y Megan estaban
arrodillados, organizados en la arena. Cabezas inclinadas. Manos atadas.
Situados entre las rocas.
Otra chica —no podía ver su rostro— estaba tendida a su lado,
inmóvil. Su camisa blanca estaba empapada con sangre, volviéndose roja.
Había una tormenta afuera. Se desencadenaba contra el tragaluz.
Pero el jardín estaba tranquilo. Nadie luchaba. Nadie dijo una palabra. Ni
siquiera Jamie. La imagen era surrealista. Trastornada. Absolutamente
terrible.
Entonces la voz de Jude contaminó el aire. —¿Intentaron primero
con las puertas? —preguntó, y sonrió—. ¿Las ventanas?
Nadie habló.
Jude chasqueó la lengua. —Lo hicieron. Puedo decirlo. —Su mirada
vagó sobre cada uno de los cuerpos en la arena. Cuando levantó la vista,
estuvo sobre Noah—. Aunque me alegro de que por fin nos conocemos —
dijo—, quería evitar esto.
Nada en la postura o expresión de Noah mostraba que incluso lo
hubiera oído. Estaba tan quieto y calmado como una de las rocas en la
arena. La vista de los adolescentes encadenados y arrodillados no parecía
inquietarlo en absoluto.
Lo que parecía inquietar a Jude. Parpadeó y tragó, luego me miró a
los ojos. —Traté de encontrarte, Mara, pero te estabas escondiendo. Así
que no tuve otra opción. Me hiciste tomarlos.
—¿Por qué? —Mi voz rompió el silencio—. ¿Qué quieres?
—Quiero a Claire de regreso —dijo simplemente.
—Está muerta —dije, mi voz temblorosa—. La maté y deseo no
haberlo hecho pero lo hice y está muerta. Lo siento.
—Él cree que puedes traerla de vuelta —dijo Stella, su voz ronca
apenas sobre un susurro.
Siete pares de ojos se centraron en ella con extraña precisión.
—¿Qué? —preguntó.
Jude se puso de cuclillas delante de Stella, una serpiente en espiral.
Ella lo ignoró, no lo miró. En su lugar, me miró a mí. —Piensa que
puedes traerla de vuelta.
Jude golpeó a Stella en el rostro.
364
Jamie se estremeció.
Megan empezó a llorar.
Adam miraba a Jude con gran interés… no miedo.
Noah dio un paso adelante, lleno de tranquila violencia.
Pero cuando vi a Jude golpear a Stella, algo dentro de mí se levantó
de la oscuridad. Seguía aferrada a Noah, pero dejé de temblar.
—Traer de vuelta a Claire —dije lentamente.
Stella asintió. —Eso es lo que él piensa.
—¿Cómo… —empecé a preguntar. Luego me detuve, porque lo
sabía.
Stella era como nosotros. Diferente. La miré, a la expresión en su
rostro, y me di cuenta como.
Ella sabía lo que Jude estaba pensando. Podía escuchar sus
pensamientos.
Si Jude creía que podía traer a Claire de vuelta de la muerte, Claire
quien estaba destrozada y aplastada en pedazos, quien fue enterrada en
un ataúd cerrado en Rhode Island a dos metros bajo tierra, estaba
absolutamente separado de la realidad. Completamente delirante.
La única manera de salir de esto era actuar como si su ilusión fuera
real.
—Jude —dije, mi voz suplicante. Practicada—. Quiero traer a Claire
de vuelta. Dime como traerla de regreso.
Los músculos en su rostro se crisparon. —Tienes que estar motivada —
dijo mecánicamente. Luego golpeó a Stella de nuevo. Duro.
Los músculos en los brazos de Noah se pusieron rígidos, tensos bajo mi
agarre.
Los ojos de Jude pasaron sobre Noah y una sonrisa se formó en sus
labios. —Sí, únete a nosotros —le dijo—. Puedes ayudar.
Algo cambió en Noah, entonces. Se relajó. —¿Y cómo,
exactamente, haría eso? —Su voz se había convertido en algo más que
vacía. Era aburrida.
Stella tosió. Inclinada hasta el suelo, escupió sangre en la arena.
Luego me miró, su mirada directa. —Tienes que estar asustada —dijo—. Si
estás lo suficientemente asustada, él piensa que lo vas a hacer.
365
Así que Jude me quería asustada. Todo lo que hacía estaba
diseñado para asustarme. Aparecer en la estación de policía así sabría
que estaba vivo. Robar la llave de Daniel así podría entrar y salir cada vez
que quisiera, así tomaría fotografías de mí mientras dormía, así podría
mover mis cosas alrededor, como la muñeca, y yo sabría que él había
estado allí, violando el lugar en donde debería sentirme segura.
Mató al gato y me dijo con un mensaje en sangre el por qué.
Pero eso no fue suficiente. No quería que me sintiera a salvo en
ningún lugar, con nadie. No con mi padre… por lo que casi nos sacó del
camino. Y no en Horizontes… así que utilizó a Phoebe para asustarme. Le
dio el dibujo y la hizo rasgar mis ojos, escribió esa nota y la hizo
entregármela. Me tocó como un instrumento y utilizó a Phoebe como una
herramienta, para perturbarme, presionarme, hacerme sentir asustada
cuando no podía estar alrededor para hacerlo él mismo.
Pensé que todo esto era por venganza. Por Claire. Para castigarme
por lo que había hecho a ella y a él. Y sin duda esto era una parte de eso.
Pero en su mente, también era un medio para un fin.
Un fin que no podría cumplir.
Tenía que estar motivada, dijo. Si estaba lo suficientemente asustada
lo haría, pensó.
Pero estaba asustada. Estaba aterrorizada. Y aun así Claire nunca
iba a volver.
No sabía cómo más fingir lo contrario. —Jude —dije—. Lo juro, lo
haría si pudiera. Lo siento.
Inclinó su cabeza hacia mí. Me estudió. —No lo sientes —dijo
claramente—. Pero lo harás.
Luego, en un movimiento tan repentino que casi no tenía sentido,
tomó un puñado de los gruesos rizos de Stella, la levantó y la dobló de
vuelta a la vez.
Megan gritó. Jamie miró hacia otro lado. Adam hizo un ruido de
sorpresa.
Noah estaba de nuevo en el borde, podía sentirlo. Pero no se movió
de mi lado.
Yo era un hervidero. —¿Piensas que si la torturas, traeré de vuelta a
Claire? —pregunté, mi voz alzándose con furia—. Si pudiera hacerlo ya lo
habría hecho…
Jude dejó caer a Stella de nuevo en sus rodillas. Miró hacia ella.
366
—Oh, Dios —susurró.
Una sonrisa se deslizó a través de la boca de Jude.
Por la forma en que sonaba, la forma en que sonreía, prendió en
fuego mis nervios. —¿Qué?
Jude me miró y su sonrisa se hizo más amplia. —Diles —le dijo a Stella.
Cuando no habló, tiró de su cabello—. Diles.
—Ella… —Stella hizo una mueca y sus ojos se movieron a Jude
mientras se agachaba a su lado—. Ella sabía —susurró Stella, mirando
directamente hacia él—. La parte de Jude en esto. Ella sabía… Oh por
Dios, ella sabía, todo sobre nosotros, todo el tiempo… la parte de él en
esto, ella le prometió que tú traerías a Claire de regreso si te traía aquí, le
dijo como hacerlo, y nos dejó al resto de nosotros aquí para ver lo que
harías, oh Dios…
—¿Ella? —susurró Jamie.
—Kells —dijo Noah.
—¿La parte de Jude en esto? —pregunté, mi voz frágil y rota—. ¿Su
parte en qué?
¿Qué era él? ¿Qué éramos nosotros?
—No puedo oír —gimió Stella—-. ¡Hay demasiadas voces! —entonces
Stella susurró entre dientes; sólo pude entender una palabra. Sonaba como
―seguro‖.
—¿Cómo vamos a salir? —pregunté rápidamente. Eso era lo que
necesitaba salir, antes de que Stella lo perdiera. Cómo salir.
—No puedes —gimió Stella.
—Me dejaron entrar —dijo Jude calmadamente.
Sentí como si me hubieran pateado en el pecho.
La Dra. Kells había dejado entrar a Jude. Todos los adultos se habían
ido. No había nadie que nos ayudara, nadie que viniera.
—Él mató a Phoebe —dijo Stella, sus hombros temblaban—. Pero se
ve como si tú lo hubieras hecho, Mara… eso es lo que ellos van a decir. Te
necesitan…
Jude la abofeteó. Stella chupó completamente sus labios dentro de
su boca y miró a la arena. No iba a decir nada más.
No pude entender la mayor parte de lo que había dicho, pero la
única cosa que entendí fue esto: La doctora Kells le prometió a Jude que
367
yo traería a Claire de regreso si el me traía aquí esta noche. Y ella estaba
mintiendo.
Me quería aquí por alguna otra razón y no podía empezar a
imaginar lo que era. No podía jugar junto con la ilusión de Jude, pero tal
vez si le mostraba que él era tan sólo una pieza, un peón en cualquier cosa
retorcida que estuviera pasando aquí, tal vez habría una oportunidad, por
pequeña que fuera, de que nos dejara ir.
No veía otra manera. Así que dije—: La Dra. Kells te está mintiendo.
—No —dijo Jude—. Tú lo estás haciendo.
Entonces agarró la muñeca de Stella y la rompió. Todos escuchamos
el chasquido.
Megan gritó como un animal. Jamie maldijo. Adam sonrió. Yo me
revolví con furia.
Pero Noah. Noah no hizo ningún sonido. No dio un paso adelante. Ni
siquiera se tensionó. Después de un minuto dijo—: Tal vez quieras dejarla ir.
—Como si le indicara a Jude la dirección a la gasolinera más cercana.
Los músculos en el rostro de Jude se crisparon. Él no entendía por qué
Noah no estaba reaccionando, por qué parecía no importarle, y hasta ese
segundo, yo tampoco.
Jude quería desequilibrarnos. Quería asustarnos. Necesitaba esas
cosas de mí, más que de nadie, y pensé que estaba lastimando a Stella
para tratar de asustarme incluso aún más.
Pero no estaba funcionando. No estaba asustada. Estaba enojada, y
Jude lo vio. Es por eso que no estaba utilizando a Stella para provocarme…
la estaba utilizando para tratar de provocar a Noah. Pensando que no
podría resistirse a una damisela en apuros.
Quería que Noah tomara su lugar.
Pero no estaba funcionando. Noah no se movió.
Jude soltó la muñeca de Stella. Cayó hacia atrás contra la
sangrienta arena y sentí alivio por una fracción de segundo…
Hasta que Jude pellizcó la nuca de Jamie.
Todo cambió. Mi estomagó se arremolinó con miedo.
—Dejaré ir a este —dijo Jude con una sana sonrisa—, si Mara toma su
lugar.
Dejé escapar el aliento que no me había dado cuenta que estaba
reteniendo. Jude me tenía antes, en el puerto, y no me mató entonces.
368
Vino a mi habitación y arruinó mi vida pero yo todavía estaba aquí.
Todavía estaba viva.
Jude no podía matarme, Stella lo había dicho… pensaba que me
necesitaba para traer a su hermana de regreso. Si tomaba el lugar de
Jamie no importaría si era posible; Jude estaría ocupado conmigo,
dándoles a todos una oportunidad para salir.
Dejé ir el brazo de Noah.
369
66 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por LuciiTamy
Noah me lanzó una mirada que me heló la sangre. —Ni se te ocurra.
Entonces, Jamie habló. Su voz era dura como la de un diamante,
brutalmente afilada y convincente.
—Déjame ir —le dijo a Jude.
Y para mi enorme sorpresa, Jude lo hizo.
Observé a Jamie caer en cámara lenta, pero justo antes de que él
golpeara el suelo, Jude agarró su cuello de nuevo, levantándolo.
Luego, le conectó una patada de Jamie en el estómago. Jamie se
acurrucó en la tierra.
—No vuelvas a hablar —dijo Jude.
Temblé de rabia y odio. Jude me miró con interés clínico.
—Esto es lo que va a pasar —dijo, con los constantes sollozos de
Megan de trasfondo—. Cuando más me hagas esperar, Mara, más los
harás sufrir a ellos.
—Esto no tiene nada que ver con ellos —espeté.
Jude asintió. —Exactamente —dijo—. ¿Vas a hacerlos pagar por lo
que tú hiciste? Todo lo que tienes que hacer es tomar su lugar. —Sonrió
como un reptil y me miró como si yo fuera una rata—. De lo contrario, los
matarás lentamente, y te haré ver.
Noah colocó una mano en mi estómago con mucha suavidad,
manteniéndome atrás.
—No matarás a nadie, Mara —me dijo. Noah miró fijamente a
Jude—. Él lo hará.
Esa sombra se había deslizando de nuevo dentro de la voz de Noah,
dentro de su rostro. Yo nunca, nunca, lo había visto perder el control, pero
tenía la sensación de que estaba a punto de verlo.
370
Era aterrador.
Jude arrastró su dedo a lo largo de la coronilla rubia y llena de sudor
de Megan. La arena debajo de ella se oscureció con la orina.
—¿A quién elegiré primero? —me preguntó.
Estaba muda. Paralizada. Jude se arrodilló hacia Megan lentamente.
Entonces, Noah me movió suave y sutilmente detrás de él.
Jude tomó el rostro de Megan en su enorme mano y mientras lo
hacía, Noah se movió tan silenciosamente y tan rápido que casi no lo vi.
Noah estaba en el jardín. Su puño encontrándose el rostro de Jude
con un repugnante crujido.
Megan y Adam dejaron escapar suspiros de alivio, pero yo no me
volví para mirarlos. Me encontraba fascinada, hechizada por lo que veía:
Jude usó su peso como una bola de demolición, infligiendo daños con sus
pesadas manos y pies. Pero Noah era incisivo y rápido, ágil y feroz. Él sabía
instintivamente como lastimarlo, y eso es lo que hacía. Noah golpeaba a
Jude una y otra y otra vez, y no podía apartar mi mirada.
Pero entonces oí mi nombre… en la voz de Megan. Justo antes de
que ella y Adam cayeran hacia adelante al mismo tiempo.
Un recuerdo relampagueó… Jude apuñalándose a sí mismo,
cayendo de rodillas en un muelle de madera.
Fui asaltada con recuerdos, entonces. El hombre de la marina que
murió cuando intento rescatarme de la tortura. John, mi guardaespaldas,
quien murió en su auto en un accidente. Recordé los peces muertos
debajo del muelle y los pájaros muertos cayendo del cielo.
No fue mi culpa. Pero tampoco fue coincidencia.
—Noah —dije en voz baja, mirando de un lado a otro entre Megan,
Adam y Jude. Finalmente, finalmente lo entendí.
Jude podía sanarse a sí mismo como Noah y matar, como yo.
Él no tenía que tocar a nadie para matarlos. Ni tenía ni siquiera que
pensarlo. Sólo tenía que lastimarse a sí mismo, y si lo hacía, cualquier cosa
o quien estuviera a su alrededor moriría.
Como John. Como el oficial fuera de servicio. Como los peces.
Yo era letal, pero Jude era peor. Y los animales podían sentirlo —las
mascotas de nuestros vecinos desaparecieron el día que lo llegué a casa
del ala psiquiátrica— el mismo día que Jude comenzó a acechar mi casa.
371
Noah tenía a Jude contra el suelo e inmovilizado en la arena.
Presionó su antebrazo en la garganta de Jude y se inclinó sobre su rostro.
—Voy a matarte —dijo calmadamente—. Y antes de que mueras
rogarás su perdón.
Jude pudo haber hecho un ruido, pero no lo escuché porque Megan
y Adam gimieron con angustia.
Seguro, había dicho Stella.
El pecho de Jude subió y sus hombros temblaron. Estaba riéndose.
—Él va a matarlos —dije, mi voz áspera y miserable—. Si lo lastimas,
ellos morirán.
—Si no me matas —dijo Jude, su voz ronca—, cortaré a Mara en
pedazos tan pequeños que no podrás…
Noah liberó la garganta de Jude. Y destrozó su rodilla en un brutal
movimiento.
Hubo un grito, de Jude esta vez. Fracturó el aire. Jude se retorció
sobre su costado, pero después de un minuto, se reía de nuevo. Quieto.
Su risa y el latido de mi corazón eran los únicos sonidos que yo podía
escuchar.
—¿Quieres venganza? —preguntó Jude. Sus palabras hicieron eco
en el silencioso lugar. Él asintió su cabeza en dirección a Megan y Adam—.
Tómala.
Mis ojos se dirigieron a ellos, estaban inconscientes ahora, pero aún
respiraban. El cabello de ella mezclado con la arena, casi exactamente
del mismo color, también. Había pequeños granos de arena pegadas en
la cabeza rapada de Adam.
Jamie y Stella, sin embargo, estaban despiertos. Permanecían en
silencio, pero sus ojos resplandecían con conciencia. Comprendiéndolo
todo, justo como yo.
Justo como yo.
Yo no estaba afectada. Ellos no parecían afectados. Lo cual
significaba que si Noah podía mantener ocupado a Jude, yo podía
conseguir liberarlos. Miré a mí alrededor frenéticamente, buscando un
arma, una herramienta, algo filoso…
—Ella tenía razón —dijo Jude, señalando a Stella—. No quiero matar
a Mara. —Su voz era cruda, pero mezclada con deleite—. Torturarla es más
divertido.
372
Noah le dio otra patada; presionándolo contra su espalda.
Arrodillado. Presionó su antebrazo contra su garganta nuevamente.
Eso era lo que Jude quería. Adam hizo un ruido húmedo; los tatuajes
en sus brazos destacaban contra su ahora pálida piel. Megan no hizo
ningún sonido en absoluto.
—Estás matándolos —dijo Stella en voz alta.
Noah parecía engañosa y escalofriantemente tranquilo, pero yo
sabía que él estaba fuera de control. Sólo podía pensar en matar a Jude y
salvarme, sin importar el precio o que alguien más pagará por ello. Si Jude
hubiera amenazado a alguien más, Noah hubiera podido contenerse. Pero
no podía reaccionar así cuando Jude me amenazaba.
Yo era su debilidad.
Noah nunca se perdonaría a sí mismo.
Dije su nombre.
La expresión de Noah había sido brutalmente vacía mientras
esperaba a que el oxígeno saliera de los pulmones de Jude, pero al
escuchar el sonido de mi voz algo cambió. Se echó hacia atrás, sólo un
poco, liberando algo de la presión sobre la garganta de Jude, suficiente
para que pudiera respirar.
Miré a mí alrededor con la esperanza de encontrar algo, cualquier
cosa, para ayudarnos. Pero el jardín estaba en el centro del recinto y las
paredes que lo rodeaban estaban desnudas y vacías. Sin muebles, sólo un
pedestal desplazado en la esquina con una urna de porcelana verde.
El objeto trajo un recuerdo… de Phoebe rompiendo un florero al
suelo.
Y entonces tuve una idea.
—Quédate con él —le grité a Noah mientras corría hacía la esquina
de la habitación. Balanceé el pedestal hacia adelante y el florero se
estrelló contra el piso de piedra. Tomé uno de los fragmentos… ¿Quizás
podría herirlos con él? ¿Era lo suficientemente grande?
Pero entonces Stella gritó, rompiendo la escena en el jardín,
dispersando mis pensamientos.
Jude estaba de pie. El costado de Noah oscurecido con sangre.
Una lenta y lacerante sonrisa apareció en los labios de Noah.
Los dos estaban encerrados en un silencioso callejón sin salida, y
aquellos de nosotros que los observábamos aún conscientes. Yo estaba
373
hipnotizada en mi infierno privado. Incluso sabiendo que Noah podía
sanarse, incluso viendo su sonrisa salvaje, y sabiendo que el dolor no le
importaba, que esto sólo lo electrificaba… verlo herido me sumergió en
ácido. Mis manos se curvaron en puños y sentí un dolor agudo en la palma
de mi mano.
El vidrio. Aún estaba sosteniéndolo.
Me obligué a apartar mis ojos del chico que amaba y lo lancé hacia
mis amigos para ayudarlos. Jamie estaba más cerca.
—Esto está tan jodido —dijo en voz baja mientras yo comenzaba a
cortar el nudo alrededor de sus muñecas. La pieza dentada de porcelana
cortaba mi piel, pero seguí cortando hasta que Stella gritó el nombre de
Noah y entonces tuve que levantar la mirada.
Jude se había reposicionado, así que él ahora estaba más cerca de
mí que de Noah; se movió cuando yo me moví para intentar cortar los
pasadores de Jamie.
—Corre —dijo Noah, su voz casi un susurro. Fue suave y desesperado.
No podía dejarlo. Hubiera sido inteligente, tal vez, pero yo no podía
hacerlo.
Y tampoco podía dejar a Jamie y Stella atrapados. Así que ignoré la
petición de Noah y ataqué el nudo en las muñecas y pies de Jamie con
renovado fervor.
Se liberaron. Jamie se levantó sobre sus pies sorprendentemente
rápido y Jude se lanzó hacia adelante, hacia mí, justo cuando Noah se
abalanzó sobre él.
Jude me tiró al suelo. El vidrio cayó de mis manos.
—¡Sácalos! —le grité a Noah mientras los brazos de Jude
serpenteaban alrededor de mi cuerpo. Mientras una hoja de acero
presionada contra mi piel. No tendría que hacer mucho para cortar la piel.
Para sumergirse en mi cuello y sangrar como un animal frente a Noah.
Noah, quien me observaba con una expresión que otros tomarían
por rabia. Pero yo sabía que no.
Era terror.
Una lágrima caliente se deslizó por mi ardiente mejilla mientras Jude
me levantaba y me sostenía fuertemente contra él, mi espalda contra su
ancho y horrible pecho. Miré a Noah, su perfecto rostro congelado, sus
miembros irradiando tensión mientras nos miraba, sin emociones.
374
Pero Jamie ya había liberado a Stella y estaba de pie. Stella acarició
su muñeca rota. Megan y Adam seguían inconscientes, pero vivos. Jamie
levantó a Megan en sus brazos, arrastrándola hacia uno de los pasillos con
Stella a su lado. Aún estábamos encerrados en el edificio, pero Jude los
dejaría en paz ahora que me tenía.
—Vete —le dije a Noah, aun sabiendo que él nunca lo haría. Tenía la
mandíbula de hierro y su mirada era feroz. Extrañaría eso.
Estaba despidiéndome, noté.
Noah lo vio en mi expresión y negó con la cabeza lentamente. Su
voz era tranquila y fuerte, sólo para mí.
—Vas a estar bien —dijo.
Solucionaré esto, quiso decir.
Pero el agarré de Jude se tensó, y la hoja presionó en mi cuello. La
respiración que contenía se escapó y él me agarró con más fuerza. Un
rastro de sangre caliente corría dentro de mi camisa.
—Te daré cualquier cosa —le dijo Noah a Jude. Su voz era
calmada—. Cualquier cosa.
Jude habló hacia Noah, pero sus labios estaban en mis oídos. Mi
carne pudriéndose bajo su boca.
—No hay nada que tu tengas que yo quiera. Nada.
Me encontré con los ojos de Noah y vi que algo en él murió.
No podía soportarlo. No tenía miedo por mí misma; solo una
miserable y desesperada tristeza.
—Él no va a matarme —le mentí a Noah—, estaré bien.
Jude nos acercó contra una parte blanca y desnuda de Horizontes,
apretándome en sus brazos. Nos dirigió lentamente hacia el pasillo,
flanqueado por las habitaciones para pacientes en cada lado. Estaba
atrapada con él nuevamente.
Atrapada. La palabra desencadenó un recuerdo. Recordé…
Un pasillo diferente. Iluminado por el flash de la cámara de Rachel.
Jude y yo caminando juntos detrás de Rachel y Claire, apretados en
medio del cavernoso pasillo. Las habitaciones de los pacientes
flanqueando, y yo no quería ir a ninguna parte con ellos. Cuando Rachel y
Claire desaparecieron tras una esquina, aceleré el paso, aterrada de
perderlas en los pasadizos laberínticos.
375
Yo había estado atrapada antes.
Y escapé antes.
Con nada más que un moretón en la mejilla, el cual ni siquiera fue
por el colapso. Recordé haber visto manchas púrpuras en mi mejilla en el
espejo del hospital. Fue por culpa de Jude. De cuando me golpeó.
Derrumbé el manicomio, pero logré salir ilesa. A salvo.
Pero Jude escapó también, susurró mi mente.
El agarré de sus brazos me apretó y supe que sus ojos estaban fijos en
Noah. Lo hoja bordeó dentro de mi piel y sentí una oleada de calor y dolor.
Jude disfrutaba de hasta la última gota de maliciosa alegría que obtenía
de lastimarme y de ser capaz de hacer que Noah lo observara.
Quería regresarle el daño.
Y quizás podría hacerlo. Sí, Jude escapó, pero sin sus manos.
Lo cual significaba que podía herirlo, pero no matarlo; Intenté
muchas veces matar a Jude antes y nunca funcionó, pero yo pude
escapar. Derrumbé el manicomio y quizás podría derrumbar este edificio,
podía liberarme.
Y Noah. Él podría lesionarse si el edificio se derrumbaba, pero él era
diferente, como yo… así que podía sobrevivir como yo. Incluso si estaba
herido antes de que el edificio colapse, podría sanar. Siempre lo hacía.
Noah estaría a salvo.
Pero, ¿Y Jamie? ¿Y Stella? Ellos eran diferentes, como nosotros,
también. Como Jude. Lo cual significaba que probablemente sobreviviría,
pero saldrían lastimados.
Sin embargo, Noah podría sanarlos. Sanó a mi padre. Si lastimo a
Jamie y Stella por intentar sacarnos de esto, él los curaría.
El aliento cálido de Jude me hacía cosquillas en mi cuello,
haciéndome girar la cabeza antes de que nos sumergiéramos en las
sombras. Vi a la chica ensangrentada en el jardín. Vi a Adam recostado en
la arena.
Yo, Jamie, Stella y Noah podríamos sobrevivir. Pero no éramos los
únicos aquí.
Adam probablemente aún está vivo. Megan lo estaba cuando
Jamie se la llevó a rastras. Puede haber otros encerrados en sus
habitaciones, también.
376
Si colapsaba este lugar como el manicomio, cualquier que no fuera
diferente podría morir como Rachel y Claire. Adam. Megan. Los demás,
cualquier persona normal.
Pero morirían de todos modos, me dije a mí misma. Jude iría detrás
de cada uno hasta que ellos —nosotros— muriera.
Mi piel se tensó y la sangre se agolpó en mis oídos y sentí a Jude
alejándonos más y más. Si giraba en la esquina, Noah estaría fuera de la
vista.
Me estaba quedando sin tiempo. Tendría que elegir aunque ninguna
de las opciones fuera buena. Tal vez un héroe podría encontrar otra
elección a esto, pero yo no era un héroe.
Siempre tienes una opción, había dicho Noah una vez.
Tomé la mía.
Usé cada parte de la fuerza que tenía en lanzarnos contra la pared.
Jude no lo esperaba. Su cabeza crujió con fuerza e imaginé
diminutas fisuras desde donde esta golpeó subiendo al techo y bajando
hasta el suelo, para bajar más, hasta la base. Los brazos alrededor de mi
pecho se soltaron mientras Jude cayó en el suelo.
Pero no hui.
Me giré para encararlo. No podía oír nada más que mi respiración,
mis latidos y mi pulso acelerado y fuerte, pero no por miedo. Con pura furia
fría y dura.
Sentí un tirón fuerte y perturbador en mi mente, pero me rendí ante él
y algo se liberó. Levanté el cuerpo flojo de Jude apoyándolo contra la
pared. Clavándolo, aplastándolo contra la pared tan firmemente que
trozos de yeso parecieron sacudirse y caer al suelo. Era más fuerte de lo
que yo pensaba. No podía matar a Jude con mi mente, pero podía
matarlo con mi cuerpo y él merecía morir.
Sabía que Noah estaba detrás de mí, pero no se acercó para
ayudar. Vio que yo no lo necesitaba.
Jude estaba inconsciente y débil, y el tiempo pareció ralentizarse
mientras un puñado de manchas oscuras y rojas llenaba mi visión, mientras
un olor incoloro invadía el aire. Aplasté la garganta de Jude con manos
gráciles que no se sentían como mías. La vista trajo una oleada de alegría
salvaje.
Me sentí sonreír.
Mara.
377
Escuché mi nombre susurrado en una querida y familiar voz, pero era
lejana y yo no la escuché. No iba a detenerme hasta que esta cosa
debajo de mi agarré estuviera muerta… no le permitiría escapar o sanarse.
Quería verlo morir, para convertirse en carne. El pensamiento me llenó con
un cálido placer. Las puertas estaban cerradas todavía y yo aún estaba
encerrada dentro, pero destruiría esta lugar, lo haría con un roce de mi
mente y hasta con mis propias manos si tuviera que hacerlo. Conseguiría
sacar al chico que amo. Conseguiría ser libre.
Ese fue el último pensamiento antes de que todo se volviera negro.
378
67
ANTES
Puerto de Calcuta, India
Traducido por Deeydra Ann’
Corregido por LuciiTamy
La multitud crecía densa alrededor de las criaturas salvajes en el
puerto, donde no pertenecían. Una fuerte explosión sonó desde uno de los
barcos y los pequeños monos chillaron y gritaron. Un hombre golpeó la
cima de la jaula con su puño; un gran pájaro de brillantes colores chilló
dentro. Él sonrió y miró más cerca mientras el ave batía sus alas contra los
barrotes y las plumas de color rubí cayeron al suelo.
Otro hombre metió un palo a través de una jaula diferente con un
gran mono café. Este metió sus labios y mostró sus colmillos.
El pequeño muchacho con pequeños ojos negros al que le había
pedido ayuda se había lanzado de nuevo a los otros, quienes seguían
pasando los palos a lo largo de la jaula del tigre y brincando hacia atrás. El
muchacho más grande, vestido de rojo mate, escupía al tigre. Este rugió.
La gente comenzó a reírse.
Mi respiración era rápida y mi pequeño pecho subía y bajaba con él.
Mi corazón latía rápido, y aplasté la muñeca en mi puño.
El muchacho grande se inclinó. Recogió algunas rocas… una, dos,
tres. El resto de los niños hicieron lo mismo.
Entonces, cada uno de ellos inclinaron su sus brazos hacia atrás y
arrojaron las piedras al tigre. Sacudiendo su jaula. Golpeando su piel.
Me llené con repugnancia, rebosaba de ella. Oscuros pensamientos
se arremolinaron en mi mente y el tiempo se desaceleró a paso de tortuga
mientras el tigre gruñía y se encogía contra su jaula. Los chicos rieron y la
gente aplaudió.
379
El animal no merecía esto. Me hubiera gustado que pudiera salir y lo
vi en mi mente: las brillantes barras metálicas cayendo hasta la tierra.
Garras y dientes encontrando piel en lugar de rocas encontrando piel.
Cerré los ojos porque esa era la imagen que prefería ver.
Un grito hizo que se abrieran.
La criatura empujó la parte trasera de su jaula, la cual cayó. Observé
como arremetía contra el muchacho más cercano, el más grande. Sus
garras abrieron su costado dejando una amplia herida roja.
El otro chico, el de los ojos pequeños, se había puesto en blanco y quieto.
No estaba mirando al tigre. Me miraba, y su boca hizo la forma de la
palabra que un día se convertiría en mi nombre.
Mara.
El tigre tiró al suelo al muchacho grande y él gritó de nuevo. Se
movió sobre él, agarrando su garganta con su hocico. Los gritos del
muchacho se detuvieron.
Otros comenzaron, pero no importaba. El animal era libre.
380
68 DESPUÉS
Traducido por MelDemczuk
Corregido por Paoo
Me desperté en la mañana de algún día en algún hospital para
encontrar a la doctora Kells sentada en mi habitación.
Todo era claro: la base de la vía intravenosa se elevaba por encima
de la cama. Las sábanas de algodón blanqueadas y ásperas. Los azulejos
del techo como un comercial con las luces fluorescentes incrustadas.
Podía oírlas zumbar. Pero era como si estuviera viendo la habitación
antiséptica y todo en ella a través de un vidrio.
Y luego, en un diluvio, todo volvió.
Jude, flácido mientras le extraía la vida con las manos.
Stella y Jamie, heridos, magullados y arrastrando a Megan lejos del
jardín de tortura.
Y Noah, viéndolo morir por dentro mientras le mentía, diciéndole que
todo estaría bien.
Pero no fue una mentira. Me escapé de los brazos de Jude y Noah
estuvo cerca de mí, a mi lado, antes de desmayarme. Él dijo mi nombre. Lo
oí. Lo recordaba.
¿Dónde estaba él ahora? ¿Dónde estaban ellos? ¿Dónde estaba
yo?
Traté de sentarme, de levantarme de la cama, pero algo me detuvo.
Me miré las manos, que descansaban en la parte superior de la manta de
algodón azul claro que cubría la cama y los pies arropados, esperando ver
las restricciones.
Pero no había ninguna. Aun así no se movían.
—Buenos días Mara —dijo la doctora Kells—. ¿Sabes dónde estás?
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Sentí un miedo abrumador de levantar la mirada y ver las palabras
en la pared informándome que estaba en una unidad psiquiátrica en
algún lugar. Que nunca me había ido. Que ninguna de las últimas dos
semanas, seis semanas, seis meses, había sucedido. Esa era la única cosa
que podía decirme, después de todo lo que sobreviví, que me rompería.
Pero fui capaz de girar la cabeza a ambos lados y mirar alrededor.
No había ventanas en la habitación. Ni carteles. No había nada excepto la
base de la vía intravenosa, y un gran espejo en la pared detrás de la
cabeza de la doctora Kells.
Puede que no supiera dónde estaba, pero recordaba lo que ella
hizo. La observé sentarse plácidamente en la silla de plástico al lado de la
cama y repasé recuerdo tras recuerdo de ella mintiéndome en la cara. Vi
imágenes de Jude en mi habitación, mirándome cuando dormía mientras
la doctora Kells lo grababa. Ella sabía que él estaba vivo. Ella sabía lo que
él me estaba haciendo. Lo había dejado entrar a Horizontes y nos sometió
a todos a un infierno.
Su expresión no había cambiado, pero la vi con nuevos ojos.
—¿Sabes quién soy? —preguntó la doctora Kells.
Eres la persona que traicionó mi confianza. Eres la persona que me
alimentó con mentiras y drogas fingiendo hacerme sentir mejor cuando lo
que realmente querías era hacerme sentir peor. Sé exactamente quién
eres, traté de decir. Pero cuando abrí la boca, lo único que salió fue la
palabra:
—Sí.
Fue como si estuviera presionada entre dos paneles de vidrio. Podía
ver todo, escuchar todo, pero estaba fuera de mí misma. Separada. No
paralizada, podía sentir las piernas y las sábanas ásperas que me rozaban
la piel. Podía lamerme los labios y lo hice. Podía hablar, pero no las
palabras que yo quería. Y cuando traté de ordenarle a mi boca que
gritara y a mis piernas que patearan, fue como si el deseo fuera imposible
de realizar.
—Tengo algunas cosas que me gustaría hablar contigo, pero
primero, quiero hacerte saber que te han dado una infusión de una
variante de amital sódico. ¿Has oído hablar del amital sódico?
—No —respondió mi lengua envenenada.
—Coloquialmente, lo llaman el suero de la verdad. No es del todo
exacto, pero puede ser usado para aliviar cierto tipo de sufrimientos. A
veces lo usamos en psiquiatría experimental para darles a los pacientes un
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descanso de un episodio maníaco o catatónico. —Se inclinó más cerca y
me dijo en un tono de voz suave—: Has estado sufriendo, Mara, ¿no es así?
Hervía en esa cama, en mi cuerpo y quería escupirle en la cara. Pero
no podía. Le dije:
—Sí.
Ella asintió. —Creemos que la variante que hemos desarrollado te
ayudará con tus... problemas únicos. Estamos de tu lado. Queremos
ayudarte —dijo de manera uniforme—. ¿Vas a dejar que te ayudemos? —
Miró por encima de su hombro al espejo.
No, gritaba mi mente.
—Sí.
—Me alegra. —Sonrió y se inclinó hacia el suelo. Cuando levantó la
mano, tenía un control remoto—. Déjame mostrarte algo —dijo y luego
gritó al aire—: Pantalla.
Una delgada pantalla blanca descendió del techo mientras una
parte de la pared cercana al vidrio se levantó, revelando una pizarra
blanca que tenía una lista escrita.
—Monitores —gritó la doctora Kells antes de que pudiera leerla. Oí
algo sonar al lado de mi cabeza, igualando el ritmo de mis latidos.
—Luces —dijo de nuevo. Y la habitación se oscureció. Luego, levantó
la mano con el control remoto y presionó reproducir.
Vi secuencias borrosas de la cámara de Claire mientras ella giraba y
grababa panorámicamente el manicomio, por encima de Rachel.
Observé la escena que Jude me dejó en mi habitación para que la viera
antes.
La imagen se oscureció y me escuché reír.
Pero donde el video se detuvo antes, la imagen ahora seguía. La
grabación de Jude fue cortada. En esta grabación, esta pantalla, ahora
veía que alguien estaba levantando la cámara. Y justo antes de que la
imagen se cortara, hubo un destello de luz.
Iluminando la cara de la doctora Kells.
Ella había estado en el manicomio. Estuvo allí.
Mi mente quería vomitar, pero mi cuerpo estaba completamente
inmóvil mientras las luces se encendían.
La doctora Kells señaló la pizarra.
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—Mara, ¿puedes leer lo que está escrito ahí?
Le eché un vistazo a las palabras mientras la sangre palpitaba en mis
oídos. La máquina, el monitor, sonó más rápido.
Doble anonimato.
S. Benicia: manifestado (portadora G1821, origen desconocido).
Efectos secundarios (?): anorexia, bulimia, autolesión. Sensible a los
productos farmacéuticos administrados. Contraindicaciones sospechosas
pero desconocidas.
T. Burrow: no-portador, fallecido.
M. Cannon: no-portador, sedado.
M. Dyer: manifestándose (portadora G1821, original). Efectos
secundarios: TEPT concomitante con alucinaciones, auto-lesión, posible
esquizofrenia, subtipo de paranoia. Sensible al midazolam21.
Contradicciones: ¿sospechosa n.e.s.s?
J. Roth: manifestándose (portador G1821, sospechoso originario).
Efectos secundarios: trastorno límite de la personalidad, posible trastorno
de estado de ánimo. Contradicciones: sospechosas pero desconocidas.
A. Kendall: no-portador, fallecido.
J.L: manifestado artificial, protocolo Lenaurd, inducción temprana.
Efectos secundarios: Trastorno de personalidad múltiple (indiferente),
trastorno de personalidad antisocial (indiferente), migrañas, agresión
extrema (indiferente). Contradicciones: no conocidas.
C.L: manifestado artificial, protocolo Lenaurd, inducción temprana,
fallecido.
P. Reynard: no-portador, fallecido.
N. Shaw: manifestado (portador original G1821). Efectos secundarios:
autolesión, posible trastorno de oposición desafiante (indiferente),
¿desorden de conducta? (indiferente), evaluado: una clase de
barbitúricos22 (indiferente), clase b (indiferente), clase c (indiferente);
indiferente a todas las clases; (prueba: m.a.d.), fallecido.
Efectos secundarios generalizados: nauseas, fiebre, insomnio,
pesadillas.
21Midazolam: Droga con propiedades sedantes, ansiolíticas, amnésicas, anticonvulsivantes
y relajantes musculares. 22Barbitúricos: Fármacos que actúan como sedantes del sistema nervioso y producen un
amplio esquema de efectos, desde sedación suave hasta anestesia total.
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—Has sido participante en un estudio anónimo, Mara —dijo la
doctora Kells—. Eso significa que la mayoría de tus doctores tratantes y
consejeros han estado inconscientes de tu participación. Tus padres
tampoco están conscientes. La razón por la que has sido seleccionada
para este estudio es porque tienes una condición, un gen que te está
haciendo daño.
Portadora.
—Te hace actuar de una manera que te está convirtiendo en un
peligro para ti misma y para los demás.
Efectos secundarios.
—¿Entiendes?
—Sí —respondió mi lengua traicionera. Entendía.
—Algunos de tus amigos también son portadores de este gen, que
ha estado interrumpiendo sus vidas normales.
Stella. Jamie. Noah. Sus nombres estaban en la lista, igual que el mío.
Y junto a J.L. Jude Lowe.
Había querido saber qué éramos y ahora lo sabía. No éramos
estudiantes. No éramos pacientes.
Éramos sujetos. Víctimas y unas perfectas. Si levantábamos una falsa
alarma, la doctora Kells hablaría de locura y había cientos de páginas de
registros psicológicos para respaldarla. Si alguno de nosotros decía la
verdad, el mundo lo llamaría ficción.
El manicomio, Jude, Miami… las personas que había matado,
cuando Jude había secuestrado a mi hermano. Todo condujo a este
momento.
Porque había sido calculado de esa manera. Estaba planeado.
No había sido enviada a Horizontes… había sido traída. Mis padres
no tenían idea de qué era este lugar, simplemente querían que mejorara y
la doctora Kells les hizo creer que así sería. Cuando pensaron que estaba
mejorando, decidieron no hacerme ir al retiro, eventualmente me sacaron
del programa completo.
Y el día que decidieron no hacerme volver fue la noche en la que
Jude hizo que me cortara las venas. Pero no para matarme.
Para hacerme regresar.
Oí la voz de Stella, apenas un susurro en mi mente.
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—Ellos te necesitan.
¿Ellos? ¿La doctora Kells y Jude?
La doctora Kells interrumpió mis pensamientos acelerados.
—Tu condición ha causado dolor a las personas que amas, Mara.
¿Quieres causar dolor a las personas que amas?
—No —dije, y era verdad.
—Sé que no —dijo seriamente—. Y de verdad lamento que no
fuéramos capaces de ayudarte antes. Habíamos tenido la esperanza de
ser capaces de sedarte antes de que derrumbaras el manicomio. Tratamos
muy duro de salvar a todos tus amigos.
Mi corazón se detuvo. La sala se quedó en silencio durante unos
segundos antes de que el monitor sonara de nuevo.
—No previmos que las cosas sucedieran de la manera en que lo
hicieron… como lo fue, tuvimos la suerte de ser capaces de sacar a Jamie
Roth, Stella Benicia, y Megan Cannon, antes de que fueran dañados
seriamente. Simplemente no pudimos llegar a Noah Shaw.
La oí mal.
Eso era. Calmadamente, poco a poco volví a mirar la pizarra, y
obligué a mi mente a convertir las letras en palabras, unas que pudiera
entender, unas que tuvieran sentido. Pero todo lo que pude procesar
cuando las leí ahora fue:
Fallecido.
Escrito bajo el nombre de Noah.
Mi mente repitió las palabras de la mujer a la cual Noah una vez
había llamado mentirosa.
—Lo amarás hasta la ruina…
Todo el dolor que había sentido alguna vez fue solo práctica para
este momento.
—El techo se colapsó a tu alrededor, no sobre ti, Mara. Noah estaba
demasiado cerca y fue aplastado.
—Él va a morir antes de su tiempo contigo a su lado, a menos que lo
dejes ir.
—Lo siento muchísimo —dijo la doctora Kells.
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Lo que estaba diciendo era imposible. Imposible. Noah sanaba cada
vez que estaba herido, siempre. Juró que no podía lastimarlo una y otra y
otra vez. Noah no mentía. No a mí.
Pero la doctora Kells lo hacía. Me mintió sobre Jude. Le mintió a Jude
sobre mí. Les mintió a mis padres sobre Horizontes. Le mintió a todo el
mundo, a todos nosotros.
Y estaba mintiéndome ahora.
Una lágrima escapó de todos modos. Solo una. Rodó por mí mejilla
ajena.
—Queremos asegurarnos de que nada como esto vuelva a suceder,
Mara y creemos que podemos si nos das tu consentimiento.
La doctora Kells esperó mi respuesta, como si tuviera la habilidad de
decir cualquier cosa excepto sí. Sabía que no podía consentir, lo que
significaba que esto era alguna clase de exhibición, una especie de show.
Para el beneficio de alguien, pero no el mío.
Estaba furiosa.
—Queremos ayudarte a estar mejor, Mara, ¿quieres estar mejor?
Sus palabras sacudieron el polvo de un recuerdo.
—¿Qué quieres? —me había preguntado la doctora Kells en mi
primer día a su cuidado.
—¿Mejorar? —le había respondido.
Mi respuesta entonces había sido honesta. Después del manicomio,
el dolor estaba carcomiéndome. Después de que Jude llegara a la
comisaría, estaba tiranizada por el miedo. Dolor y culpa, miedo por mi
familia y por mí. De mí misma. Me gobernaba.
La doctora Kells manipuló eso. Jude también. No sabía qué parte
jugaba él en esto, o en qué se beneficiaría la doctora Kells por
aterrorizarme, torturarme y mentirme. No sabía por qué me necesitaban o
por qué había sido traída aquí o dónde incluso quedaba aquí o si estaba
sola. Pero ya no tenía miedo. Había otros nombres en esa lista, y si
estuvieran aquí conmigo, los sacaría de aquí y veríamos a las personas que
amábamos de nuevo.
Vería al chico que amaba otra vez. Todo en mí lo sabía.
La doctora Kells repitió su pregunta—: ¿Quieres estar mejor, Mara?
Ya no.
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Algo inactivo inició a la vida dentro de mí. Se estiró, se levantó y
tomó mi mano.
—Sí —mintió mi lengua. La respuesta dibujó una sonrisa de plástico
en sus labios pintados.
Esto es lo que sabía: estaba atrapada en mi cuerpo, en esta cama,
en este momento. Pero incluso mientras miraba a través de las ventanas
de mis ojos, a través de los barrotes de mi prisión, sabía que no estaría
atrapada para siempre.
Ellos sacudieron mi jaula para ver si mordería. Cuando me liberaran,
se darían cuenta de que la respuesta era un sí.
Fin
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The Retribution of Mara Dyer El último libro de la trilogía Mara Dyer
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Sobre el Autor A los dieciséis años, Michelle Hodkin perdió
los derechos sobre su alma en un juego de póker
con piratas al sur de Natchez.
Poco después, se unió a un grupo de
actores y viajó por el mundo actuando en
hazañas de maravilla y travesuras. Ha sido vista
en escenarios en toda la nación y ganado
críticas por su única presentación como mujer
Titus Andronicus antes de escribir The
Unbecoming of Mara Dyer, su primera novela.
Michelle actualmente vive con sus tres
perros y puede o no que la narración de esta,
esté relacionada con su propia vida.
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Traducido, Corregido y Diseñado por:
http://www.librosdelcielo.net