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Texto e ilustraciones: Dagmar Geisler (www.dagmargeisler.de) Dirección editorial: Elsa Aguiar

Coordinación editorial: Paloma Jover Traducción del alemán: María Teresa Marcos

Título original: Wanda Streng geheim!

Este libro se ha negociado a través de la agencia Ute Körner Literary Agent, S.L. - Barcelona - www.uklitag.com

© Deutscher Taschenbuch Verlag GmbH & Co. KG, München, 2003

www.dtv.de © Ediciones SM, 2011

Impresores, 2 - Urbanización Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid)

www.grupo-sm.com

ATENCIÓN AL CLIENTETel.: 902 121 323 - Fax: 902 241 222

e-mail: [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada

con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos

Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Wanda Lichtenberg

Nacimiento: 13 de noviembre, en su casa.

Domicilio: Vive habitualmente con su madre,

Ilse Lichtenberg, en la calle Uhland.

Le encanta, cuando no hay vecinos estúpidos.

Aficiones: Dibujar y leer.

Animal preferido: Desgreñado (es un perro).

Le gusta: Salir de paseo, las crepes,

su amiga Katti y los bollos.

No le gusta: El tofu, los cascos de montar

a caballo, los creídos, los peinados

de peluquería, ni ordenar.

SEÑORA SCHMITZLÁPIZ DE LABIOSROJO VAMPIRODE LA SEÑORA

¡¡¡PUAJ!!!

SCHMITZ

5

¡¡¡Menudo follón!!!

A la pregunta

de cuántos años tiene,una madre le responde a su hija

lo siguiente: «Hace 5 años,

de la edad que tú tienes ahora».¿Qué años

tiene hoy cada una de ellas?

yo tenía exactamente el triple

¿No hay una ratonera por ahí donde me pueda esconder?

Delante de la pizarra, la Schmitz podría parecer una mosquita muerta, pero lo cierto es que me ha hecho quedar en el más espantoso ridículo.

«Seguro que Wanda, como es tan aplicadatomando apuntes, nos lo puede aclarar», ha dicho con voz de pito, y me ha choriceado el cuaderno de mates antes de que pudierahacerlo desaparecer debajo de la mesa.

«Seguro que no te cuesta ningún trabajosolucionarlo, ¿verdad, Wanda?», ha preguntadocon una sonrisita empalagosa. Luego, sosteniendomi cuaderno con la punta de los dedos, ha leídoen voz alta:

Algunos

detallessospechosos

Inge parece haber envejecido bastante últimamente.

Ayer, cuando entré, escondió algo a toda

prisa debajo de los cojines del sofá.

Me he encontrado dentro del cubo de la basura

bolsas vacías de patatas fritas.

(1 con sabor a pimiento y 2 con sabor a cebolla).

¡Papá no come patatas fritas! ¡Estoy segura!

Además, Inge ¡¡¡jamás!!! comer

ía patatas fritas.

Debajo del sofá también había una bolsa

Cuando me he quejado a papá de que Inge

siempre me prohíbe comer patatas fritas

(nada sanas, demasiada grasa, malas para la piel

y los nervios), ha hecho como si jamás

hubiese oído hablar de patatas fritas.

de patatas fritas. ¡O JO!

Toda la clase se ha echado a reír. Sobre todo cuando la señorita En-cuarto-ya-deberíais-saber-estas-cosas-Schmitz ha dicho que este tipo de cálculos son innovadores, pero poco interesantes. Entonces se han puesto todos a relinchar. Únicamente Fabián y Katti se han mordido los labios para no reír. Más les vale.

Estoy deseando llegar a casa. Pero Katti y Fabián se lo están tomando con calma, para variar. No paro de dar vueltas delante de la puerta del colegio y tengo que aguantar las tonterías que me suelta el imbécil de Bernie.

–¡Hombre, Wanda, nuestra genio de las mates!–vocifera, y me arrea una palmada en la espalda–.¿No querrás darnos un par de clases particulares?Me he quedado con las ganas de saber de qué ibael punto ocho. ¿Más patatas fritas?

Yo no digo nada. Bernie es uno de esos chicosque presumen de no jugar jamás con niñas. Pues que me deje en paz.

MIÉRCOLES

POR LA TARDE

Bernie ¡BUAAA!

Por fin aparecen Katti y Fabián. Katti se plantaa mi lado y mira con cara asesina a Bernie y a sus amigotes. Katti es mi mejor amiga, y nos conocemos desde que tengo uso de razón, o incluso de antes. De Fabián nos hemos hechoamigas hace solo un par de semanas. Es nuevo en nuestra clase y al principio lo tomamos por un terrible empollón. La señora Schmitzaprovechaba cualquier ocasión para ponerlo en un pedestal porque se sabía todas las respuestas.Ahora nos hemos enterado –la Schmitz ya lo sabía– de que Fabián está repitiendo cuarto.

–Fijaos en Fabián Schilling: ¡en cuarto ya deberíais saber estas cosas! –decía con voz de pito, como siempre, y poniendo su boquita guay.

Por eso, cuando Fabián se mudó a la casa de al lado, yo estaba de todo menos entusiasmada.Pero el día que se puso en pie delante de toda

PATATAS FRITAS

PATATAS FRITAS

HELADO

CHUPA-CHUPS

la clase, justo cuando la señora Schmitz estaba a punto de ponérnoslo de ejemplo, y contó que se sabía todos los temas de cuarto solo porque era repetidor, lo cierto es que me sentíorgullosa de él.

–Por cierto, ¿qué pasa con Inge? –pregunta Katti.

Fabián, que va trotando a nuestro lado, se me queda mirando con gesto interrogante. Yo bajo la cabeza. ¿Qué puedo contarles? ¿El extraño comportamiento de papá y de su nuevanovia Inge? ¿Las miraditas cómplices que se lanzan? ¿O esa cosa tan rara que siento en lo más hondo del estómago?

–¡No lo sé! –suspiro–. El otro día pillé a Ingezampándose una tarta de chocolate. Cuando se diocuenta de que yo estaba allí, porque habíamos salidouna hora antes, se puso colorada como un tomate y desapareció con el plato en la cocina.

TARTA DE CHOCOLATE

SARDINAS

EN LATA

¿ING

E?

–¿Tarta de chocolate? ¿Inge? ¡Guau! –exclama Katti.

–¡Con nata, además! –me quejo yo.

Fabián no entiende ni jota, o al menos eso parece. Katti enseguida le aclara lo fanática de la salud que suele ser Inge. Por lo general,nunca se llevaría a la boca azúcar, harina blancani nada que contenga aromas artificiales. Inge se alimenta de muesli que prepara ella misma, de verduras ecológicas y de infusiones de hierbas.

Fabián se encoge de hombros.

–Bueno, ¿y qué?, pues será que le apetece comerotras cosas. ¿Dónde está el problema?

Probablemente tenga razón, pero yo sigoteniendo esa extraña sensación en el estómago.

Katti se despide en el cruce. Casi ha dado la vuelta a la esquina cuando se vuelve a gritarnos:

–¡No os olvidéis de que el viernes por la tarde es la fiesta de Renaldo Borisch!

Aunque no sea más que una ilusión, la palabra fiesta suena mil veces mejor que

cumpleaños

JUEVES

Como todos los martes y jueves, voy a comer a casa de papá. Inge ha preparado estofado de tofu. Odio el estofado de tofu, aunque hoy me alegroporque eso me permite pensar que Inge vuelve a ser la misma de siempre. Aun así controlo el cubo de la basura: dos bolsas de cacahuetes fritos y un paquete vacío de gominolas de plátano.

¡No entiendo nada!

Gominolasde plátano

Cacahuetes fritos

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Por la noche ceno con mamá en el jardín.Empieza a refrescar, pero mamá opina que hay que aprovechar los últimos días de buen tiempo. Estamos ahí sentadas,arrebujadas en las gruesas chaquetas de lana y comiendo pasta con jamón. Las hojas de los árboles están de lo más colorido. Mi gatita Maya está dando volteretas detrás del compost. Estoy tan a gusto que hasta podría ronronear.

Dentro suena el teléfono y mamá sale disparada. Es Bertfried.

Nada es perfecto.

VIERNES POR LA MAÑANA

Se me ha olvidado la bolsa de deporte y he tenido que volver a casa. Mamá está sentadaen el cuarto de estar con la bata puesta. Está hablando por teléfono. Ha colocado los pies,cubiertos por sus calcetines gordos, encima del sillón. La conversación tiene pinta de ir para rato. Voy por el pasillo (mamá ni se entera,¡daría igual si yo fuera un ladrón!) y agarro mi mochila.

–A Harald le va bien –le oigo decir a mamá–.La verdad es que parece muy feliz con su Inge.

Ya estoy con el picaporte de la puerta de casa en la mano, cuando oigo a mamá:

–Pues claro, claro que sí, están de lo másacaramelados, sobre todo con lo del embarazo...

La bolsa de deporte cae al suelo con gran estrépito.

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Mamá pega un respingo, asustada, y sale corriendo al pasillo.

–¡Wanda! –exclama–. ¿Estás bien?

Pues hace un momento estaba de maravilla,pero ahora tengo que apoyarme contra la pared.Mamá se arrodilla frente a mí.

–¿Has oído lo que estaba diciendo?

Yo asiento con la cabeza.

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Mamá me coge del brazo.

–¡Lo siento! Te lo querían decir ellos.

–¡Demasiado tarde! –digo soltando un gallo.

¡Mira que soy idiota! Ya se me podría haber ocurrido a mí. Ahora entiendo la afición de Inge por las patatas fritas. Al parecer estoy algo pálida. Mamá vuelve a preguntarme si me encuentro mal. Quiero decir que sí, pero entonces me acuerdo de la fiesta de esta tarde.

–Solo se me había olvidado la mochila–murmuro, y me marcho enseguida al cole.

VIERNES POR LA TARDE

Katti viene a recogerme.

–¡Vaya pinta! –exclama–. ¡Que nos vamos de fiesta!

Ella lleva puesta una camiseta rosa chillón,con un caballo blanco en la pechera. ¡Claro! A Katti la vuelven loca los caballos. Lleva la pelambrera adornada con un montón de horquillas de colores.

–¿Desde cuándo te gusta el rosa? –pregunto.

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–Estoy haciendo una excepción –sonríe guasona, y se pone a rebuscar dentro de mi armario–. ¡Toma, ponte esto!

Me lanza una blusa que me trajo Malte de uno de sus viajes. Es una de esas piezas con lentejuelas. Me la meto por la cabeza y me pongo los vaqueros de campana. Katti me recoge el pelo. Tira de aquí y de allá. Me miro en el espejo. ¡No está nada mal! Me siento la reina de la discoteca, superguay. Pero no pienso admitirlo.

Justo cuando me estoy poniendo los zapatos,llega Fabián con el pelo engominado.

–¡Guau! –dice Katti.

–Me lo ha hecho Mona –dice él un poco cortado.

–Pues menos mal que no te ha puesto mechasverdes en las greñas –respondo dándole un codazoen las costillas.

Mona es la hermana mayor de Fabián. Tiene la manía de teñirse el pelo. Primero se pusocolor zanahoria; luego, color tomate, y ahora,trencitas verde pistacho.

No conseguimos salir de casa porque mamá nos planta delante del manzano para hacernos una foto. Normalmente no me dejo; corro el seriopeligro de aparecer en alguna revista. Sería patético.

Sonrisas de foto. ¡PATÉTICO!

Kattiderosa.¡Puesvaya!

Fabián

engomi-

nado.

¡Guau!

Deberían estar prohibidasmis fotos. ¡¡¡PUAJ!!!

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Nos abre la madre de Renaldo. Es bastante joven y parece salida de un anuncio de cereales para desayuno. Lleva un bebé en brazos. Debe de ser el hermano pequeño de Renaldo.

–¡Qué monaaada! –suelta Katti embelesada.

Yo la miro de reojo, irritada. Fabián sonríemalicioso.

–Suena igual que Mona –me susurra, y añade en voz alta–: ¿Y dónde está la monaada de Renaldo?

–En el invernadero –dice la madre riéndose–,segunda puerta a la izquierda.

La fiesta es perfecta: fantástica decoración,fantástica música (bueno, solo si te gusta el reggae) y bebidas fantásticas. Hay una barra, tras la que una prima de Renaldo prepara cóctelesde colores mezclando zumos de frutas. Es fantástico. ¡De verdad!

La señora Borisch está sentada fuera, con los dos críos en el arenero. Renaldo tienetambién una hermanita de tres años.

Están jugando a hacer bizcochos y cosas por el estilo.

¿Y POR QUÉ YO NO ME DIVIERTO,ENTONCES?

¿Cómo es quede repentehay bebéspor todaspartes?

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Y se me viene a la cabeza. Miento, en realidad no paro de pensar en ello: mi padre va a tener otro hijo y aún no me ha contado nada.

Me muerdo el labio para que no se me caiganinguna lágrima en mi combinado de fresa.

Los demás están entusiasmados. Katti chillatan emocionada como si le fuera la vida en ello. Y hasta el tímido de Fabián ha puesto los pies en la pista de baile. Por suerte, nadie se entera de que yo no me lo estoy pasando tan bien.Aunque Katti ya podría preocuparse un poco por mí. Me tiro una hora entera, sin rechistar,sentada en la hamaca. Cierro los ojos. Nada de llorar ahora. Alguien se deja caer a mi lado. La hamaca se balancea peligrosamente. Es Fabián. Me ha traído una bebida de un colorverde venenoso.

–¿Qué te pasa? –masculla.

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–¡Todo en orden! –digo esbozando una sonrisatorcida.

–No te lo crees ni tú –dice, y se pone a chuperretear algo de color rosa.

–¡Mi padre va a tener un niño! –digo con tonofúnebre.

Espero, por el bien de Fabián, que no se le ocurrahacer chistes idiotas.

Viene a buscarnos mamá. Es decir, a Fabián y a mí. Katti se marcha con Louise porque vivenmuy cerca. Mientras nos estamos despidiendo de Renaldo, mamá habla con la señora Borisch. El hermano pequeño está extasiado con los pendientes de mamá.

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–¡Da, da, da! –exclama, y enreda en su pelo sus zarpas de bebé.

–¡Qué monaada! –dice mamá, igualito que Katti antes.

La madre de Renaldo deja que mamá coja en brazos al crío. Lo normal es que en una situación así los niños se pongan a chillar. Pero este sonríe como un angelito de Navidad. Ahora solo falta que mamá diga«cuchicuchi» o alguna estupidez parecida. De repente me siento mayor y grosera.

–¿Nos podemos marchar ya? –pregunto.

Mamá no ha venido con nuestro coche, sino con un Volvo del año de la pera. ¿Y quién está al volante? ¡Pues quién va a ser!Bertfried.

–¡Hola, Wanda! –sonríe amable.

–Hola –digo yo, y me dejo caer en el asiento de atrás.

El traidor de Fabián no para de hablar con Bertfried sobre coches viejos en todo el viaje.

Cuando por fin llegamos, Maya viene a recibirme dando brincos y se deja acariciar.¡Algo es algo!

¡Qué monada!