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    TEORIA POLITICA E HISTORIA.REFLEXIONES SOBRE CARL SCHMITT.

    Anibal Romero.(1998)

    1

    En el origen de una fantica voluntad de orden se halla la catstrofe,

    escribe Beneyto en su libro sobre Donoso Corts1. Se trata de una lcida frase,

    apta para sintetizar la visin poltica de ese profundo y polmico pensador

    conservador espaol del siglo XIX, y tal vez an ms para caracterizar la obra y

    accin de Carl Schmitt, controversial filsofo poltico y jurista alemn de lostiempos de Weimar y el nazismo. En Schmitt, ciertamente, se percibe una

    fantica voluntad de orden, que hunde sus races en valores hondamente

    asumidos por un hombre al que le toc enfrentar tiempos especialmente

    turbulentos, que incluyeron la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, el

    nacimiento, decadencia y crisis del experimento democrtico posterior a 1918 en

    su pas, el triunfo Bolchevique en Rusia, la agudizacin de los conflictos sociales y

    polticos en Alemania y el resto de Europa, el crecimiento del nazismo y la toma

    del poder por parte de Hitler, la nueva guerra de 1939-1945, y la nueva derrota. A

    travs de ese complejo proceso histrico, Schmitt produjo una muy importante

    obra terica, cuyo rango intrnseco amerita un cuidadoso estudio, pero que

    adicionalmente ofrece un interesante testimonio sobre la interaccin entre el

    pensamiento de un hombre, sus valores profundos, y el entorno sociopoltico que

    le toca en suerte, o por desgracia, experimentar en carne propia.

    Si bien el pensamiento de un individuo puede trascender el horizonte

    histrico de su epoca, este ltimo usualmente ejerce una influencia relevante en

    su naturaleza, contenido, y proyeccin. No existe imperativo alguno que conduzca

    a los pensadores polticos a optar por unos u otros valores ticos, a responder de

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    modo autoritario o democrtico ante los desafos de la inestabilidad, la violencia y

    la crisis. Por otra parte, es en cierta medida normal que los tiempos de desorden y

    confusin susciten en los espritus reflexivos igual incertidumbre, a veces

    acompaada de la propensin a acudir a expedientes extremos, capaces de

    garantizar la seguridad y estabilidad que requerimos para vivir en paz, an cuando

    se trate de una paz precaria. En el caso de Schmitt, no cabe duda de que le

    correspondi ser testigo de una poca particularmente catica, signada por la

    violencia poltica y la radicalizacin de los conflictos, en trminos que de hecho

    hicieron eventualmente imposible la convivencia democrtica, e impusieron la

    necesidad, as sentida por millones, de restaurar a toda costa un principio de

    autoridad que garantizace un mnimo de estabilidad y convivencia, aunque ello

    requiriese la aceptacin de una dictadura y el consiguiente sacrificio de lalibertad2.

    El estudio que ahora se llevar a cabo en torno a la obra de Schmitt se

    acoge a tres premisas que deseo de una vez aclarar. En primer trmino, asumo un

    modelo probabilstico y no determinista de la evolucin sociopoltica, con especial

    referencia, en este caso, a los procesos de decadencia y quiebra de las

    democracias. Considero, por tanto, que el fin de la Repblica de Weimar y el

    ascenso de los nazis al poder en 1933 no fueron eventos inevitables. En

    palabras de Linz:

    ...(los) actores (polticos) se enfrentan con...opciones que puedenaumentar o disminuir las probabilidades de la persistencia y estabilidad de unrgimen. No hay duda de que las acciones y los sucesos que se derivan de estehecho tienden a tener un efecto reforzador y acumulativo que aumenta odisminuye las probabilidades de que sobreviva una poltica democrtica. Es

    cierto que en los ltimos momentos antesdel desenlace, las oportunidadespara salvar el sistema pueden ser mnimas.3

    1 Jos Mara Beneyto, Apocalipsis de la Modernidad. El Decisionismo Poltico de Donoso Corts

    (Barcelona: Editorial Gedisa, 1993), pp. 144-1452 En torno al clima ideolgico en la Alemania de Weimar y el nazismo, vase, Richard Wolin, The Terms of

    Cultural Criticism (New York: Columbia University Press, 1992), esp., pp. 86-873 Juan J. Linz, La Quiebra de las Democracias (Buenos Aires: Alianza Editorial, 1991), p. 15

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    No era entonces histricamente necesario que la democracia alemana

    sucumbiese en 1933. Como veremos, las tomas de posicin de Schmitt durante

    ese tiempo crucial se enmarcaron en valores y concepciones que ya haban

    madurado aos antes, y que se haban plasmado en varias de sus obras

    fundamentales. Su decisin de sumarse a las filas nazis (que dur poco tiempo)

    luego del triunfo hitleriano, encuentra una explicacin terica y prctica en su

    pensamiento y actitud ante la poltica, que ser materia de nuestra discusin en

    las pginas que siguen.

    En segundo lugar, considero que los planteamientos de Schmitt en el

    campo de la filosofa poltica y la reflexin constitucional son el producto de unavisin del hombre y del sentido de la existencia, visin que a su vez surge de sus

    valores4 ms profundos, valores que a su modo de ver se vinculaban la tradicin

    catlica, interpretada por Schmitt en trminos acentuadamente conservadores y

    en conexin paralela y complementaria con la obra de pensadores como Hobbes y

    Donoso Corts. Es crucial ubicar a Schmitt dentro de ese contexto tico-poltico,

    para hallar el verdadero significado de su obra y de sus acciones, y comprender

    adecuadamente planteamientos y posiciones que, de otra manera, resultan

    confusos o sencillamente se convierten en objeto de una generalizada condena,

    que bien puede obstaculizar la comprensin de una realidad intelectual compleja.

    Podemos, desde luego, cuestionar y condenar a Schmitt, tanto en el plano terico

    como en el terreno de las decisiones polticas prcticas, pero me parece

    importante que lo hagamos con base a un adecuado estudio de su obra, y no

    exclusivamente como consecuencia de su compromiso final con el nazismo.

    Por ltimo, y elaborando un poco ms una idea ya antes sugerida, creo que

    los pensadores polticos de relevancia y Schmitt es uno de ellos, no estn

    radicalmente limitados en sus opciones y planteamientos por el carcter de los

    4 El trmino valores es empleado ac en un sentido neutral, meramente descriptivo como sinnimo deprincipios o convicciones, sin pretender que los mismos deban ser considerados verdaderamentevaliosos desde otra perspectiva tico-poltica.

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    tiempos que les toca vivir. Los valores de un hombre pueden contrastar de modo

    radical con los de su poca, y su reflexin poltica elevarse y transladarse lejos del

    estrecho marco de un tiempo definido. Se genera, en realidad, una compleja y

    dinmica interaccin entre valores ticos (o carencia de ellos), visin del mundo y

    de la vida, concepciones racionales sobre la poltica y sus exigencias, y entorno

    histrico concreto. El anlisis de esa interaccin y sus consecuencias, en el caso

    especfico de Carl Schmitt, ser el objeto de este ensayo.

    2

    Schmitt es ms que todo conocido como un acerbo crtico del liberalismo

    (no necesariamente de la democracia, como veremos), y defensor de un orden

    poltico autoritario. Sus comentaristas, sin embargo, y con escasas excepciones,

    no han puesto el debido nfasis sobre el conjunto de valores que integran el

    sustrato del su pensamiento poltico. Ese universo fundamental es el de su

    formacin catlica conservadora, y su conviccin de que el cristianismo no puede

    ser asumido fuera de un orden poltico concreto. Esto significa, segn Schmitt, que

    s ha existido un orden ideal, encarnado por siglos a travs de la Iglesia, que

    colocaba la unidad de la comunidad de fieles por encima de toda otra

    consideracin, gobernndola con autoridad y sabia firmeza y representndola ante

    Dios. Ese orden ha sido sometido a un en buena medida exitoso ataque en la

    edad moderna a travs del individualismo liberal, de la tcnica, y de un capitalismo

    materialista que subordina los fines de la comunidad a los medios del

    enriquecimiento individual. La Iglesia legitimaba su autoridad simblicamente

    mediante el ritual, en tanto que la nueva legitimidad secular-liberal intenta la

    legitimacin a travs de unas reglas supuestamente neutrales, que procuran

    situarse por encima de los conflictos, diluyndolos y evitando su agudizacin; es

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    decir, en otras palabras, eludiendo las decisiones fundamentales sobre lo que es

    verdadero o falso.5

    En un estudio de 1923, Schmitt haba celebrado la capacidad de la Iglesia

    catlica, esplndido monumento de orden y disciplina, de claridad dogmtica y

    precisin moral, para sobrevivir a travs de los siglos, asegurando un orden

    esencial tanto moral como poltico.6 En especial, la Iglesia, de acuerdo a la

    interpretacin de Schmitt, asuma con total seriedad moral el imperativo de

    decidir,sobre lo justo e injusto, lo verdadero y lo falso. La influencia de esta

    tradicin se deja sentir en nuestro tiempo, a pesar del impacto de la modernidad,

    ya que todos los conceptos de la moderna teora del Estado son conceptos

    teolgicos secularizados7. Schmitt establece un estrecho paralelismo entrepoltica y teologa, pues al igual que Donoso Corts est persuadido de que lo

    medular en la poltica es metafsica8, una especie de verdad revelada situada

    ms all de la razn, en un plano que en ltima instancia escapa a cualquier

    investigacin emprica. De all que, tanto en el terreno de la f como en el de la

    poltica, llega siempre el momento en que se hace necesario decidir: El soberano,

    en poltica, es el que decide sobre la excepcin, y la excepcin es ms importante

    que la regla: La regla nada prueba; la excepcin lo prueba todo. No solo confirma

    la regla sino que demuestra su existencia, que se deriva de la excepcin. En la

    excepcin el poder de la vida real irrumpe a travs de la muralla de un mecanismo

    (legalista y meramente formal, AR) que se enmohece por la repeticin9. De igual

    modo, a cada uno de nosotros nos toca, como al soberano, decidir acerca de lo

    que es verdadero o falso, justo o injusto, lo cual, a su vez, nos obliga

    inevitablemente a decidir acerca de quien es amigo o enemigo.

    5 Vase, Carl Schmitt, Roman Catholicism and Poltical Form (New York: Greenwood Press, 1996); la cita

    proviene de Mark Lilla, The Enemy of Liberalism, New York Review of Books, May 15, 1997, p. 43;6 Citado por Alain de Benoist, Prefacio a Carl Schmitt, Du Politique (Puiseaux: Editions Pardes, 1990), p. xi7 Carl Schmitt, Political Theology (Cambridge: The MIT Press, 1985), p. 378 Ibid., p. 519 Ibid., p. 15

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    Desde luego, la interpretacin del significado poltico de la doctrina cristiana

    que hace Schmitt es muy cuestionable. No es sin embargo mi propsito ac

    extenderme sobre este punto, sino mostrar las lneas matrices que enmarcan su

    pensamiento, de las cuales dos han sido esbozadas: por un lado, la ntima

    vinculacin de la poltica con una metafsica, entendida como un compromiso

    con determinados valores, con un criterio entre lo que es justo o injusto, falso o

    verdadero; y por otro lado el imperativo de decidir sobre el sentido de la existencia,

    en funcin de ese compromiso. Estos son los principios que explican el feroz

    combate de Schmitt contra el liberalsmo, un combate implacable que se dirige

    contra el sitemtico esfuerzo liberal para evadir la decisin suprema, para

    despolitizarlo y neutralizarlo todo y de esa manera escapar a las serias exigencias

    de la existencia. El liberalismo huye de la batalla y emprende en su lugar unadiscusin; por ello Schmitt aprueba la definicin que formula Donoso Corts de la

    burguesa como una clase discutidora10, y nos recuerda que, en algn punto, en

    algn momento, ese debate eterno, ese respeto neutral a una pluralidad de

    opiniones que en nada concluyen, tiene que dar campo a la decisin. El

    liberalismo sobrevive en la medida en que los conflictos estn adormecidos u

    ocultos, en la medida en que los seres humanos perdamos de vista que el sentido

    de la vida es optar. La clase discutidora est siempre sentada sobre un volcn,

    pero quiere ignorarlo y pretende que los compromisos de un legalismo formalista,

    que relega los valores fundamentales a la esfera privada de los individuos,

    siempre estarn vigentes. Esto, sin embargo, es mera ilusion11. El liberalismo le

    teme a las decisiones ms que a los enemigos, pero las decisiones son inevitabes

    en poltica, an en un contexto liberal-democrtico. Llega la hora de dar

    respuestas, y una vez enfrentados a la lucha por la existencia, los burgueses, que

    10 Ibid., p. 103. En su obra de 1919 (revisada en 1925), Romanticismo Poltico, Schmitt arremeti contra la

    tendencia a la conversacin incesante que no lleva a decisin alguna. La poltica romntica no secompromete a fondo con nada, no asume responsabilidades, y no cambia la realidad; es una poltica lricaque expresa puntos de vista, pero sin la intencin de tomar decisiones que se traduzcan en consecuencias

    prcticas. Vase, C. Schmitt, Political Romanticism (Cambridge: The MIT Press, 1985), pp. xiv-xxxii.11 Paul Gottfried, Carl Schmitt (London: The Claridge Press, 1990), pp. 12, 56, 60; Paul Hirst, Carl

    Schmitts Decisionism, Telos, 72, Summer 1987, p. 17; Carl Schmitt, The Concept of the Political (NewBrunswick: Rutgers University Press, 1976), pp. 69-72. Emplear ac, de acuerdo al caso, las ediciones eningls y castellano de esta obra clave de Schmitt, pues las mismas presentan algunas diferencias.

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    Hegel entre otros caracteriz con brillo acuden tambin al soberano para que

    ste imponga la decisin, impida la anarqua, enfrente al enemigo y garantice la

    supervivencia. Schmitt parafrasea de este modo la caracterizacin hegeliana del

    burgus, como

    un individuo que no quiere abandonar la esfera, sin riesgo poltico, de loprivado, que se guarece en sus posesiones privadas y usa su individualismocomo justificacin para actuar contra los intereses de la totalidad. El burguses alguien que encuentra compensasin a su nulidad poltica en la libertad y elenriquecimiento personales y en la seguridad que le brinda su uso. Enconsecuencia, el burgus aspira no requerir jams del coraje y serexceptuado del peligro de la muerte violenta.12

    Este pasaje, que, repetimos, Schmitt deriva de Hegel, es altamente

    revelador de lo que a su manera de ver conforma el vaco moral del liberalismo:

    En primer lugar, su pretensin de neutralidad en relacin a los desafos de la

    existencia que afectan lo colectivo, terreno que el burgus individualista pretende

    abandonar, hasta que la realidad le alcanza. En segundo trmino, la ausencia de

    coraje para decidir sobre los valores fundamentales. Por ltimo, la visin del

    hombre como ser no-problemtico, visin que en ocasiones por ejemplo, en

    algunos textos de Rousseau llega a presumir la bondad natural del serhumano, presuncin que Schmitt considera casi grotesca por su ingenuidad, no

    slo y ni siquiera de modo principal en razn de lo que empricamente muestra la

    sangrienta historia de la humanidad, sino en funcin de su punto de vista sobre la

    naturaleza humana, punto de vista en extremo pesimista que Schmitt adopta de

    Hobbes y Donoso Corts. Esta antropologa pesimista es el eje de la muy personal

    y heterodoxa interpretacin que Schmitt hace de la tradicin cristiana,

    interpretacin que por supuesto nada tiene que ver con el Sermn de la Montaa,

    y que sirve de gua y fundamento a sus concepciones polticas.

    En lo que sigue, y como paso previo a un anlisis ms detallado del

    decisionismo poltico de Schmitt, su discusin del liberalismo y la democracia, y su

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    posicin personal durante los tiempos de Weimar y las cuestiones constitucionales

    del momento, abordaremos cuatro temas: 1) la antropologa hobbesiana de

    Schmitt y la influencia de Donoso Corts; 2) su concepto de lo poltico y la

    distincin schmittiana entre amigo y enemigo; 3) el tema de la imposibilidad de la

    supresin de lo poltico y el enemigo absoluto; finalmente, 4) el problema del

    nihilismo tico y el imperativo de tomar en serio la existencia.

    3

    La mayora de los comentaristas de la obra de Carl Schmitt le clasifican

    como un pensador hobbesiano13. Esta aseveracin es slo parcialmente cierta.

    En realidad, la reflexin poltica de Schmitt se caracteriza por una gran

    complejidad, acentuada por su peculiar renuencia, no siempre exitosa, a hacer

    plenamente explcitos valores fundamentales que motivan y otorgan sustancia a

    sus planteamientos. Hay, por tanto, una tensin en la obra de Schmitt entre el

    radicalismo de sus valores bsicos y el estilo en que sus ideas son a veces

    presentadas, estilo que forma parte de un horizonte intelectual permeado por los

    valores liberales contra los que Schmitt desata su implacable polmica. Leo

    Strauss se refiere a esa tensin cuando apunta que las hondas tendencias anti-

    liberales de Schmitt, se ven contenidas por una estructura terica an

    sistemticamente dominada por el liberalismo14. No es posible, no obstante,

    alcanzar una adecuada comprension del pensamiento poltico de Schmitt, si no se

    toma en serio su advertencia de que en la esencia de lo poltico se encuentra una

    exigente decisin moral15. Esa decisin moral es lo que da originalidad a su

    pensamiento y le aparta en puntos centrales de Hobbes. Si bien es cierto que

    12 Schmitt, The Concept of the Political, pp. 62-6313 Vase, por ejemplo, P. Gottfried, ob. cit., p. 25; John P. McCormick, Fear, Technology, and the State.

    Carl Schmitt, Leo Strauss and the Revival of Hobbes in Weimar and National Socialist Germany, Political

    Theory, 22, 4, November 1994, pp. 619-652; Joseph, W. Bendersky, Carl Schmitt. Theorist for the Reich

    (Princeton: Princeton University Press, 1983).14 Leo Strauss, Comments on Carl Schmitts Der Begriff Des Politischen, en C. Schmitt, The Concept of

    the Political, ob. cit., p. 10515 Schmitt, Political Theology, p. 65

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    Schmitt reconoce en Hobbes un pensador poltico grande y sistemtico donde los

    haya16, y que la antropologa de ambos autores se asemeja en cuanto a su

    comn pesimismo sobre la naturaleza humana, existen diferencias cruciales en las

    consecuencias que derivan de esa premisa.

    Para Schmitt, la decisin moral que est en la mdula de lo poltico se

    refiere a que, a su modo de ver, lo poltico no es un modo de vida o un conjunto

    de instituciones, sino un criterio para tomar cierto tipo de decisin17; esta decisin

    tiene que ver con el establecimiento de una distincin especficamente poltica: as

    como en lo moral la distincin ltima es la del bien y el mal, en lo esttico la de lo

    bello y lo feo, y en lo econmico la de lo rentable y lo no rentable, en el dominio de

    lo poltico la distincin especfica, aquella a la que pueden reconducirse todas lasacciones y motivos polticos, es la distincin de amigo y enemigo18. Schmitt no

    profundiza en relacin al tema de la amistad, ms all de mencionar la posibilidad

    de alianzas entre Estados frente a enemigos comunes; su verdadero inters est

    en darle a la distincin un carcter existencial o moral, en el sentido que la

    definicin del enemigo es un paso clave en la definicin de la identidad propia. As

    lo indica Schmitt cuando escribe: Dme quien es tu enemigo y yo te dir quien

    eres t19. An cuando Schmitt sostiene en diversos pasajes que su nocin de

    enemigo tiene que ver con el espacio pblico y no con la vida privada de los

    individuos, que su enemigo no es el adversario privado al que se detesta por

    cuestin de sentimientos o antipata, sino un conjunto de hombres que siquiera

    eventualmente, esto es, de acuerdo a una posibilidad real, se opone

    combativamente a otro conjunto anlogo20, su concepcin de enemigo tiene un

    sustrato moral de una moral pagana, como se ver posteriormente que toca

    inevitablemente el mbito privado.

    16 Carl Schmitt, El Concepto de lo Poltico (Madrid: Alianza Editorial, 1991), p. 9317 Lilla, ob. cit., p. 3918 Schmitt, El Concepto de lo Poltico, p. 5619 Schmitt, Glossarium: Aufzeichnungen der Jahre 1947-1951, citado por Lilla, ob. cit., p. 4020 Schmitt, El Concepto de lo Poltico, p. 58

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    La definicin schmittiana de lo poltico es desplegada en radical contraste

    con la concepcin liberal, ya que el liberalismo intenta disolver el concepto de

    enemigo, por el lado de lo econmico, en el de un competidor, y por el lado del

    espritu, en el de un oponente en la discusin21; de acuerdo a Schmitt, este

    intento de disolucin de la distincin especficamente poltica es un proceso, que

    se intensifica en nuestro tiempo (al que denomina era de las neutralizaciones y de

    las despolitizaciones22), proceso que tal vez podra conducir a un mundo en el

    que la distincin poltica desaparezca de la faz de la tierra. Dicho en otros

    trminos, Schmitt no descarta que sea posible un planeta definitivamente

    pacificado...ajeno a la distincin de amigo y enemigo, y en consecuencia carente

    de poltica23; mas este escenario, ese idlico Estado final de despolitizacin

    completa y definitiva no slo le parece poco probable desde un punto de vistapuramente emprico, pues no puede negarse que los pueblos se agrupan como

    amigos y enemigos y seguramente lo seguirn haciendo24, sino que semejante

    posibilidad le resulta tambin moralmente aborrecible y condenable25. Por qu?

    Qu lleva a Schmitt a afirmar lo poltico, entendido como definicin moral, frente al

    peligro de la despolitizacin del mundo estimulada por el liberalismo? La respuesta

    a esta interrogante nos conduce a lo medular en su pensamiento, que tiene que

    ver con la adopcin, por parte de Schmitt, de una moral pagana, es decir, no-

    cristiana (a pesar de su presunto catolicismo), sustentada en una antropologa que

    va ms all de Hobbes y se vincula al radicalismo teolgico de Donoso Corts.

    La interpretacin schmittiana de Hobbes parte de la constatacin histrica

    de que al gran pensador ingls le tocaron tiempos de turbulencia y agudos

    conflictos, que desembocaron en guerra civil. En este tipo de situaciones, escribe

    Schmitt, es cuando se desvanecen todas las ilusiones legalistas y normativistas

    con las que en tiempos de seguridad no estorbada los hombres gustan de

    21 Ibid.22 Ibid., pp. 107-12223 Ibid., p. 6524 Ibid., pp. 58, 8325 Este es un aspecto crucial del pensamiento de Schmitt, sealado brillantemente por Strauss en sucomentario, ya citado, p. 98

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    engaarse a s mismos acerca de las realidades polticas.26 La complacencia de

    la teora poltica liberal se deriva de un olvido: del olvido acerca de la permanente

    precariedad de la estabilizacin poltica en las sociedades modernas. En

    contraste, la teora poltica de Hobbes se basa en la constante toma de conciencia

    sobre la fragilidad de la existencia en sociedad. El esquema terico de Schmitt es

    neo-hobbesiano en el sentido que surge de situaciones polticas similares en

    ciertos aspectos esenciales (la guerra civil inglesa, en el caso de Hobbes, y la

    crisis de la repblica democrtica en Alemania en el de Schmitt), en la semejanza

    de algunas percepciones acerca de la naturaleza humana, y en la restauracin

    terica de la importancia de la decisin soberana en la creacin del orden. Ahora

    bien, junto a estos muy relevantes aspectos comunes, hay igualmente una

    diferencia fundamental entre Hobbes y Schmitt, que tiene que ver con el statusterico y dimensin moral que ambos pensadores asignan al llamado estado de

    naturaleza.

    La argumentacin de Schmitt parte del planteamiento segn el cual todas

    las teoras polticas propiamente dichas presuponen que el hombre es malo y lo

    consideran como un ser no slo problemtico sino peligroso y dinmico27. Este

    es ciertamente el caso con la teora de Hobbes, tal y como ste la articula en el

    captulo XIII del Leviatn28. Por su parte, Schmitt establece un nexo metdico

    entre los supuestos del pensamiento teolgico y poltico, en estos trminos:

    ...desde el momento en que la esfera de lo poltico se determina en ltimainstancia por la posibilidad real de que exista un enemigo, lasrepresentaciones y argumentaciones sobre lo poltico difcilmente podran tomarcomo punto de partida un optimismo antropolgico...Mientras la teologa no sediluya en una mera moral normativa o en pedagoga, y mientras la dogmtica nose quede en pura disciplina, el dogma teolgico fundamental del carcterpecaminoso del mundo y del hombre obliga, igual que la distincin entreamigo y enemigo, a clasificar a los hombres, a tomar distancia, y hace imposibleel optimismo...Claro est que en un mundo bueno habitado por hombres

    26 Schmitt, El Concepto de lo Poltico, p. 8227 Ibid., p. 9028 Vase, Thomas Hobbes, Leviatn (Buenos Aires: FCE Argentina, 1992), pp. 100-105

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    buenos gobernaran la paz, la seguridad y la armona de todos con todos; en l loscuras y telogos haran tan poca falta como los polticos y estadistas29.

    Cabe recordar que Hobbes describe el estado de naturaleza (en oposicinal estado civil) como una situacin caracterizada por la desconfianza mutua,

    previa a la existencia de un poder capaz de imponerse a todos y asegurar la

    obediencia, a cambio de su proteccin. El estado de naturaleza es, pues, un

    estado de guerra de todos contra todos, pero esa guerra no consiste solamente

    en batallar, en el acto de luchar, sino que se da durante el lapso de tiempo en que

    la voluntad de luchar se manifiesta de modo suficiente; es decir, que la naturaleza

    de esa guerra de todos contra todos consiste no ya en la lucha actual, sino en la

    disposicin manifiesta a ella durante todo el tiempo en que no hay seguridad de lo

    contrario. Todo el tiempo restante es de paz30. El estado de naturaleza en

    Hobbes es un estado pre-poltico; en cambio, para Schmitt, el estado de

    naturaleza hobbesiano es precisamente el estado poltico por excelencia, ya que,

    en sus propias palabras, lo poltico no reside en la lucha en s misma...sino en el

    comportamiento que se deriva de esta posibilidad, mediante la evaluacin correcta

    de la situacin y la correcta distincin entre el amigo real y el enemigo real31. Lo

    que verdaderamente importa, a la hora de definir el status poltico, es la posibilidaddel conflicto; y as como Hobbes postula el estado de naturaleza como una etapa

    de transicin hacia el estado civil o poltico, que significa el abandono del estado

    de naturaleza, Schmitt por su lado permanece anclado en el estado de naturaleza

    y afirma lo poltico en funcin de ese estado32. Para Hobbes, el estado de

    naturaleza es imposible como escenario histrico permanente e indeseable desde

    el punto de vista moral; para Schmitt, por el contrario, el estado de naturaleza

    como perenne posibilidad del conflicto y constante exigencia de distinguir entre

    29 Schmitt, El Concepto de lo Poltico, pp. 92-9330 Hobbes, ob. cit., p. 19231 Schmitt, The Concept of the Political, p. 3732 Strauss, ob. cit., pp. 87-88

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    amigo y enemigo es lo poltico, y como tal, algo inescapable, necesario, y una

    caracterstica fundamental de la existencia humana33.

    No cabe duda que Hobbes percibe al hombre como malo y peligroso, y su

    estado civil, que hace posible la paz bajo el dominio del pacto proteccin-

    obediencia, se aplica solamente al orden interno, dejando abierta la posibilidad de

    los conflictos internacionales. Schmitt tambin concibe al hombre como un ser

    esencialmente malo y peligroso, pero Schmitt radicaliza esa maldad en los

    trminos expuestos por Donoso Corts, a quien cita ampliamente y con evidente

    aprobacin, ya que para el filsofo conservador espaol quedaba clara tanto la

    estupidez de las masas como la necia vanidad de sus lideres34. En el caso de

    Schmitt, hay una evidente simpata hacia lo que Strauss llama poder animal delhombre, hacia una maldad que no puede catalogarse como moral en un sentido

    tradicional, cristiano-humanitario, una moral que establece, a su modo de ver, que

    el ser humano requiere ser gobernado con severa firmeza porque la armona es,

    de hecho, imposible. El problema para una correcta interpretacin de su

    pensamiento se encuentra en que cuando habla de moral, Schmitt se refiere a la

    moral cristiana-humanista, a la que combate, pero sin cuestionar abiertamente su

    presunto carcter exclusivo como nica moral o la moral35, ni postular con toda

    claridad, como en su momento hizo Nietzsche36, otra moral, distinta a la cristiana.

    Schmitt permanece, pues y como sealbamos al inicio de esta seccin en

    alguna medida encerrado dentro del mbito tico-poltico (el de la moral definida

    como moral cristiana-humanista y el del liberalismo), que con tanto denuedo se

    esfuerza en combatir.

    Segn Schmitt, la necesidad de lo poltico como definicin existencial y

    moral es un correlato necesario de la naturaleza del ser humano como un ser

    33 Ibid., p. 9234 Schmitt, Political Theology, p. 58. Vase tambin, J. M. Beneisto, Apocalipsis de la Modernidad, pp. 65,87, 13135 Strauss, ob. cit., pp. 101-10236 Por ejemplo, en su Anti-Cristo. Vase, Friedrich Nietzsche, Twilight of the Idols/The Anti-Christ(Harmondswort: Penguin Books, 1985), pp. 114-199

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    peligroso. Puede sin embargo el hombre dejar de ser malo y peligroso? Puede

    concebirse un mundo de paz y armona? Como vimos antes, Schmitt admite que

    la pregunta en s misma es vlida, pero no slo considera que un mundo de paz y

    armona es muy poco probable empricamente hablando, sino adems indeseable

    desde el punto de vista moral. Ello es as ya que para Schmitt la definicin del

    enemigo equivale a la auto-definicin moral, desde la perspectiva de su moral

    pagana, pues el enemigo, en palabras de Heinrich Meier, es parte del orden

    divino y la guerra tiene a su vez el carcter de un juicio divino37. La maldad del

    ser humano en la visin de Schmitt no es la maldad inocente que Hobbes atribuye

    al hombre en el estado de naturaleza, en el cual el ser humano acta como los

    animales, movido por el miedo, el hambte, la concupiscencia, la vanidad y los

    celos; la maldad de Schmitt es, como en Donoso Corts, depravacin moral38. Esesta depravacin la que obliga a que los hombres sean siempre gobernados con

    firmeza, y ante la misma Schmitt propone una tica, que no es obviamente una

    tica cristiana, pero que es tica sin embargo, de carcter pagano, muy semejante

    a la que formula Maquiavelo en sus Discursos39.

    El sistema de valores de esta tica no es, ciertamente, el del Sermn de la

    Montaa; un Estado fuerte y poderoso, explica tambin Maquiavelo en El

    Prncipe, no puede construirse sobre las enseanzas del Evangelio. En estas

    obras, y a diferencia de lo que usualmente se dice al respecto, Maquiavelo no

    separa la poltica de la tica como tal, sino de la tica cristiana40. Igual resultado

    alcanza Schmitt, aunque paradjicamente desde una perspectiva teolgica

    que se nutre del dogma del pecado original. Esta tica guerrera, que exalta el

    vigor, la ambicin, el deseo y la voluntad de poder, legitima en ltima instancia la

    afirmacin de lo poltico por parte de Schmitt. Por ello, no comparto la afirmacin

    de Hirst segn la cual Schmitt es un nihilista que carece de criterios ticos

    37 Citado por Lilla, ob. cit., p. 4438 Strauss, ob. cit., p. 9739 Niccolo Machiavelli, The Discourses (Harmondsworth: Penguin Books, 1970).40 Este es un punto en torno al cual insiste Isaiah Berlin. Vase, Ramin Jahanbegloo, Conversations with

    Isaiah Berlin (London: Orion Books, 1993), pp. 44, 53, 57-61

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    sustanciales ms all de la poltica41. Schmitt tiene unos criterios ticos, slo que

    stos no son cristiano-humanistas, ni son siempre articulados con el detalle

    deseable por el autor. La distincin entre amigo y enemigo, y en particular la

    definicin del enemigo, son para Schmitt una distincin y una definicin morales.

    Su afirmacin de lo poltico equivale a una afirmacin moral-existencial; es la

    afirmacin de los que no evaden la decisin, de los que no buscan refugio en una

    engaosa neutralidad, de los que estn preparados a luchar, a dar la pelea por lo

    que creen verdadero; en sntesis, es la afirmacin de los que toman en serio la

    existencia y la realidad de los antagonismos existenciales que reclaman las

    decisiones verdaderamente importantes en las vidas de los seres humanos42.

    4

    Lo poltico es aqullo que tiene que ver con lo decisivo de la existencia, y lo

    decisivo es, precisamente, la afirmacin existencial frente al otro: La oposicin o

    el antagonismo constituye la ms intensa y extrema de todas las oposiciones, y

    cualquier antagonismo concreto se aproximar tanto ms a lo poltco cuanto

    mayor sea su cercana al punto extremo, esto es, a la distincin enre amigo y

    enemigo43. Lo poltico tiene una esencia pero no una sustancia propia44, ya que

    todos los mbitos de la realidad, el religioso, el econmico, el moral, etc., devienen

    en mbitos polticos si esa oposicin decisiva, esa agrupacin combativa entre

    amigos y enemigos tiene lugar. Una vez que esa intensificacin de la conflictividad

    se produce, alcanzamos el plano de la decisin existencial, es decir, de lo poltico:

    41 P. Hirst, ob. cit., p. 16. Este error interpretativo se halla tambin en el por otra parte interesante estudio

    de Richard Wolin sobre Schmitt, en el que se afirma que Schmitt era un agnstico que rehus especificarcualquier propsito sustantivo para su visin poltica decisionista. Vase, Carl Schmitt: Political

    Existentialism and the Total State, en: The Terms of Cultural Criticism, p. 9642 Este punto es resaltado con particular fuerza por Heinrich Meier en su obra, Carl Schmitt and Leo

    Strauss. The Hidden Dialogue (Chicago & London: Chicago University Press, 1995), pp. 56, 8043 Schmitt, El Concepto de lo Poltico, p. 5944 de Benoist, ob. cit., p.XIII

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    cualquier antagonismo concreto se aproximar ms a lo poltico cuantomayor sea su cercana al punto extremo, esto es, a la distincin entre amigo yenemigo...Por s mismo lo poltico no acota un campo propio de la realidad,sino slo un cierto grado de intensidad de la asociacin o disociacin dehombres...La cuestin no es entonces otra que la de si se d o no tal agrupacin

    de amigos y enemigos como posibilidad real o como realidad, conindependencia de los motivos humanos que han bastado a producirla...Encualquier caso es poltica siempre toda agrupacin que se orienta porreferencia al caso decisivo. Por eso es siempre la agrupacin humana quemarcala pauta, y de ah que, siempre que existe una unidad poltica, ella sea ladecisiva, y sea soberana en el sentido de que siempre, por necesidadconceptual, posea la competencia para decidir en el caso decisivo, aunque setrate de un caso excepcional45.

    Schmitt insiste que la guerra como tal no es el fin u objetivo de la poltica,

    sino su presupuesto, es decir, la opcin que siempre est presente como

    posibilidad real, y que determina de una manera peculiar la accin y el

    pensamiento humanos y origina as una conducta expecficamente poltica46. No

    obstante, es claro que su moral (pagana) subyace su visin de lo poltico y le

    empuja inevitablemente a una concepcin blica de la poltica, una concepcin

    para la cual lo que en ltima instancia est en juego es la posibilidad de la muerte

    fsica de seres humanos, muerte que, sostiene Schmitt, no puede justificarse por

    motivaciones de tipo normativo sino estrictamente existenciales:

    La guerra, la disposicin de los hombres que combaten a matar y sermuertos, la muerte fsica infligida a otros seres humanos que estn del ladoenemigo, todo esto no tiene un sentido normativo sino existencial, y lo tienejustamente en la realidad de una situacin de guerra real contra un enemigoreal, no en ideales, programas, o estructuras normativas cualesquiera. No existe

    objetivo tan racional, ni norma tan elevada, ni programa tan ejemplar, nohay ideal social tan hermoso, ni legalidad ni legitimidad alguna que puedanjustificar el que determnados hombres se maten entre s por ellos. La

    destruccin fsica de la vida humana no tiene justificacin posible, a no serque se produzca, en el estricto plano del ser, como afirmacin de la propia formade existencia...47

    45 Schmitt, El Concepto de lo Poltico, pp. 59, 64, 66-6746 Ibid., p. 6447 Ibid., p. 78. En otro prrafo, Schmitt escribe que un mundo ajeno a la distincin de amigo y enemigo seraun mundo carente de poltica; en tal situacin, sera posible que se diesen oposiciones y contrastes del mayorinters, formas muy variadas de competencia e intriga, pero lo que ya no tendra sentido sera una oposicin

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    Lo paradjico de estas aseveraciones de Schmitt es que las mismas

    parecieran expresar una preocupacin humanitaria, cuando en realidad son una

    manifestacin particularmente importante de la lucha de Schmitt contra elliberalismo y la moral tradicional, ms especficamente contra la tendencia que

    Schmitt, como hemos visto, atribuye al liberalismo a escapar de lo poltico y su

    exigencia existencial. Semejante pretensin, sostiene Schmitt, es ftil y

    contradictoria, ya que cuando la misma se concreta se convierte en una pretensin

    poltica, como ocurrira, por ejemplo, si la oposicin pacifista contra la guerra

    llegase a ser tan fuerte que les llevase a una guerra contra los no-pacifistas, a una

    guerra contra la guerra, lo cual no hara otra cosa que demostrar la fuerza

    poltica de esa oposicin, al agrupar a estos campos en el rango de amigos y

    enemigos48. La importancia que para Schmitt reviste la afirmacin de lo poltico

    como afirmacin existencial que a su vez requiere la permanente opcin de

    distinguir entre amigos y enemigos, le conduce a cuestionar la guerra contra la

    guerra y la absolutizacin del enemigo que tal meta necesariamente implica. Este

    tipo de guerras presuntamente idealistas, impulsadas por motivos nobles y

    puros, son a la hora de la verdad las ms crueles, ya quevan ms all de lo

    poltico y degradan al enemigo al mismo tiempo por medio de categorasmorales49 . Los liberales, que normalmente pierden de vista la realidad de lo

    poltico y el imperativo de decidir, reaccionan de manera extrema cuando se topan

    con un desafo radical que les obliga a hacerlo, y convierten la guerra en cruzada

    moral, a travs de la cual el enemigo real es transformado en enemigo absoluto al

    que se trata de aniquilar. Frente a esta concepcin no-poltica de la distincin

    amigo-enemigo, Schmitt reivindica la del partisano, el guerrillero pre-marxista al

    que califica de telrico, que limita la hostilidad y no absolutiza a su enemigo.

    Paradjicamente, explica Schmitt, Lenin se une al liberalismo al transformar a su

    enemigo en enemigo absoluto, al que se combate en una guerra civil a escala

    en virtud de la cual se pudiese exigir a los hombres el sacrificio de sus vidas, dar poder a ciertos hombrespara derramar sangre y matar a otros hombres, Ibid., p. 6548 Ibid., p. 6649 Ibid.

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    mundial de la que eventualmente emerger como vencedor el comunismo, cuyo

    propsito final es crear una sociedad perfecta sin amigos ni enemigos. Schmitt

    defiende al partisano que protege su pedazo de tierra al que le une un lazo

    autctono, pero condena a todos los que, como Lenin y los liberales, suean con

    eliminar la razn de ser de lo poltico y de neutralizar la diferencia existencial50. En

    sntesis, Schmitt condena tanto al liberalismo, por su presunta tendencia a

    emprender guerras que absolutizan al enemigo y procuran su destruccin, as

    como a los marxistas como Lenin, que quieren construr una sociedad perfecta,

    objetivo que lleva al mismo resultado de la cruzada liberal: a la desaparicin del

    enemigo y en consecuencia de la posibilidad de la diferencia.

    Las anteriores consideraciones apuntan hacia una relevante contradiccinen el pensamiento de Schmitt. En efecto, por una parte, Schmitt define lo poltico

    por el grado de intensidad del antagonismo, que puede hacerse radical en

    cualquier mbito de la existencia; por otra parte, sin embargo, Schmitt cuestiona

    aqullas guerras presuntamente hechas por motivos idealistas precisamente

    porque son intensas en grado extremo, y por ello, sostiene, van ms all de lo

    poltico. Slo hay dos opciones: O bien abandonamos el ingrediente de la

    intensidad del antagonismo como componente clave de la definicin de lo poltico,

    o bien admitimos que esas guerras que degradan al enemigo siguen siendo

    polticas. Schmitt, no obstante, no admite esta paradoja en su pensamiento, que

    se deriva de su absoluto rechazo y desprecio por el liberalismo, una visin del

    mundo que a su modo de ver impide un compromiso serio con valores absolutos,

    capaces de conducir a la decisin existencial frente al otro, el enemigo. De

    hecho, Schmitt pareciera decirnos que que las guerras hechas en nombre del

    liberalismo son una farsa, una impostura teolgica51. Si bien es entonces cierto

    que Schmitt seala como un logro, vigente por un tiempo en Europa, la limitacin

    de la guerra, la renuncia a criminalizar al adversario y la relativizacin de la

    hostilidad52, su inters no es humanitario sino poltico: la idea de un enemigo

    50 Carl Schmitt, La Notion de Politique/Thorie du Partisan (Paris: Calmann-Lvy, 1989), pp. 305-31151 Vase, Meier, Carl Schmitt and Leo Strauss..., pp. 26-27, 62-63, 7152 Ibid., p. 306

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    absoluto es, insiste, una idea no poltica; son los pacifistas los que, una vez que

    decretan la guerra como algo anormal, se ven forzados a considerar como fuera

    del gnero humano a aqullos a quienes tienen algn da que combatir. Por ello

    las guerras totales, argumenta Schmitt, son desatadas por los idealistas y

    liberales, que hasta ese entonces creyeron en la posibilidad de eliminar la guerra,

    y por los marxistas, que desean tambin eliminarla luego de una guerra civil global

    que abrir las puertas a una sociedad perfecta, por lo tanto a una sociedad sin

    distincin de amigos y enemigos. La limitacin de la guerra que procura Schmitt es

    tambin una forma de hacer permanente la posibilidad del conflicto.

    Es en razn de ese propsito central, de su objetivo existencial la

    necesidad del conflicto perpetuo y el imperativo de la decisin, que Schmittdirige su cuestionamiento hacia lo que considera una falla medular en Hobbes.

    Ciertamente, Hobbes percibi al ser humano como peligroso y beligerante. Como

    ya vimos antes, Schmitt reconoci en Hobbes un pensador poltico admirable y

    fundamental, y as lo plante en su Concepto de lo Poltico, ensayo que ac he

    citado en varias ocasiones, publicado inicialmente en 1927 y luego corregido en

    1932. En esa primera aproximacin a Hobbes, Schmitt resalt como logro clave

    del filsofo ingls el restablecimiento de la relacin entre proteccin y obediencia

    como sustento del orden poltico. Sin embargo, en un ms extenso trabajo sobre el

    filsofo ingls, publicado en 1938, obra en extremo reveladora y de gran

    importancia para el estudio de Schmitt, este ltimo desarrolla una singular crtica a

    un pensador a quien contina reconociendo como un gran maestro53. Aqu

    Schmitt argumenta que la grieta crucial en la obra de Hobbes se encuentra en que

    no logr poner al descubierto de manera segura y cierta al enemigo, y, en

    cambio, s contribuy a que la unidad poltica indivisible fuese derrocada por la

    obra de destruccin de los poderes indirectos, que socavaron esa unidad hasta

    aniquilarla. A pesar de la riqueza intelectual y aporte terico de Hobbes,

    predomina de tal forma en su obra el pensamiento sistemtico, que mal podra

    53 Carl Schmitt, El Leviathan en la Teora del Estado de Toms Hobbes (Crdoba, Argentina: EditorialStruhart & Ca., 1990), p. 85

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    servir de instrumento seguro de lucha y de arma para una decisin sencilla y

    concreta54. De acuerdo con Schmitt, Hobbes no merece su fama de

    representante del Estado absolutista, ya que su versin de la relacin proteccin-

    obediencia resulta de hecho fcilmente conciliable con los conceptos y con los

    ideales del Estado de derecho burgus (liberal, AR)55. En este punto, Schmitt

    adopta la perspectiva de Strauss, quien tambin concibe la obra hobbesiana como

    precursora del liberalismo56. Por qu llega Schmitt a esta conclusin, que

    aparentemente contradice su interpretacin previa en torno al significado de

    Hobbes?

    Para Schmitt, Hobbes flaque al llegar al punto decisivo, es decir, la

    cspide misma del poder soberano creador de la unidad de la Religin y de lapoltica, ya que precisamente all Hobbes formula ciertas reservas individualistas

    indesarraigables, lo que permite que penetre en el sistema poltico del Leviatn

    la distincin entre la creencia interna y la confesin externa (en otras palabras,

    entre la libertad interna de conciencia del individuo y el marco jurdico externo bajo

    potestad del Estado). Esta distincin se convirti en la gran brecha de invasin

    del liberalismo moderno, fue el germen letal que destruy desde dentro al

    poderoso Leviatn, y finalmente puso en el ltimo trance al Dios mortal (el

    Estado como mquina, como el primer producto de la epoca tcnica, como obra

    humana y distinta de todos los tipos anteriores de unidad poltica)57.

    El razonamiento de Schmitt es implacable, y pocas veces se manifiesta con

    la pasin que revelan estas pginas. Su curso es el siguiente: 1) Hobbes convirti

    la Monarqua en simple forma fenomnica de un sistema de legalidad estatal,

    destruyendo as sus fundamentos tradicionales de derecho divino, y slo pudo

    54 Ibid.55 Ibid., pp. 73-7456 Strauss, ob. cit., pp. 89-90. En este punto tambin se detecta un error interpretativo del ya mencionadoestudio de Richard Wolin, cuando afirma que Schmitt rechaza que Hobbes pueda ser considerado como

    precursor de la moderna teora contractualista, ya que esta perspectiva acercara a Hobbes al liberalismo,ob. cit., p. 97. Como vimos, Schmitt de hecho acusa a Hobbes de abrir una brecha que permite alindividualismo liberal colarse a travs de la muralla absolutista.57 Ibid., pp. 54-56, 30-33

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    salvar su f monrquica amparndose en un agnosticismo radical. Si bien haba

    en Hobbes piedad genuina, su pensar ya no era creyente. 2) De este

    agnosticismo, y no as de la religiosidad de los sectarios, arranca el Estado neutral

    moderno. Tanto la democracia liberal occidental como el marxismo bolchevique

    coinciden en considerar al Estado como una gran mquina, como un aparato del

    que las ms diversas fuerzas polticas pueden servirse a guisa de instrumento

    tecnico neutral. El resultado de ello es que la mquina, como la tcnica toda, se

    independiza de todos los objetivos y convicciones polticas y adquiere frente a los

    valores y frente a la verdad la neutralidad propia de un instrumento

    tcnico(subrayado AR). 3) Con su sistemtica conversin del Estado en un

    mecanismo impulsado por motivaciones sicolgicas forzozas, Hobbes fue

    culpable de dar al traste con todas las nociones medievales sobre el derechodivino de los reyes y tambin con los conceptos anteriores del Derecho y de la

    Constitucin, entendidos en sentido substancial. Fue, pues, Hobbes por ambos

    lados precursor espiritual del Estado de Derecho y del Estado constitucional

    burgus, de un Estado cuyo carcter esencial es el de ser neutral frente a los

    valores e indiferente a todo objetivo o contenido de verdad y de justicia,

    produciendo de ese modo la disociacin del contenido y la forma, la meta y el

    carcter. 4) La herida abierta del Leviatn es la distincin entre lo interno y lo

    externo, una enfermedad que llev al Dios mortal a la muerte. Por esa herida se

    colaron sus enemigos, que supieron servirse de l hasta destrurle,

    Porque la maravillosa armadura de una organizacin estatal modernaexige una voluntad unitaria y un espritu tambin unitario. Cuando espritusdiversos y pugnantes entre s mueven esta armadura desde la obscuridad, lamquina pronto se rompe y, al romperse, arastra en su cada todo el sistema

    legal del Estado de Derecho. Las instituciones y conceptos del liberalismosobre los que el Estado legal positivista se asentaba, se convirtieron en armas yposiciones fuertes de poderes genuinamente antiliberales. El pluralismo de lospartidos llev a su perfeccin el mtodo de destruccin del Estado propio delEstado liberal. El Leviatn, como mito del Estado mquina magna, se quiebrapor obra de la distincin entre el Estado y la libertad individual , en una poca en

    que las organizaciones de esa libertad individual (los poderes indirectos,AR) no eran sin

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    cuchillos con los que las fuerzas antiindividualistas descuartizaron alLeviatn y se repartieron entre s su carne. As fue como el dios mortal muri porsegunda vez58

    Este complejo prrafo, as como las citas previas, estn repletos de

    significaciones, que es indispensable precisar. Es evidente que Schmitt reivindica

    la unidad del soberano que toma la decisin, as como la importancia de que cada

    individuo asuma la suya, es decir, su propia decisin existencial. Podra pensarse

    que hay una contradiccin entre este ltimo punto y la crtica que hace Schmitt a la

    preservacin de una esfera privada libre para los individuos. Sin embargo, debe

    tenerse presente que Schmitt parte de un ideal de unidad entre todos los

    integrantes de una comunidad poltica que define a otros como enemigos. De all

    su queja contra una tecnificacin del Estado que deja sin base todas esas

    distinciones entre judos, paganos y cristianos y lleva al plano de la neutralidad

    total59. Ese ideal contrasta con el pluralismo social que sustrae al Estado la

    pretendida esfera privada libre y la entrega a los poderes libres, es decir,

    incontrolados e invisibles de la sociedad (las comillas aqu son de Schmitt,

    usadas obviamente para significar que la sociedad burguesa o liberal no es tal

    sociedad, pues carece de organicidad). Schmitt contina de este modo:

    Estos poderes, perfectamente heterogneos entre s, constituyen unsistema de partidos polticos cuyo armazn...est siempre integrado porpartidos y sindicatos. El dualismo Estado y sociedad libre se convirti en unpluralismo social, propicio al triunfo fcil de los poderes indirectos...Es propiode un poder indirecto perturbar la plena coincidencia entre mandato estatal ypeligro poltico, poder y responsabilidad, proteccin y obediencia y, amparadoen la irresponsabilidad de un gobierno indirecto, pero no menos intenso, obtenertodas las ventajas sin asumir los peligros del poder poltico60

    Pienso que es razonable interpretar que en ese prrafo, con su tesis acerca

    del pluralismo y los poderes indirectos, Schmitt pretende describir el proceso de

    desmembramiento de la democracia de Weimar, y en general de la democracia

    58 Ibid., pp. , 82, 55, 40-41, 67-70, 65, 77-7859 Ibid., p. 13. Cabe sealar que este ensayo de Schmitt tiene un fuerte tono anti-semita.

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    liberal hasta la llegada del fascismo. El pecado de Hobbes, a ojos de Schmitt,

    estuvo en tratar de edificar un Dios mortal, de fundar el orden poltico en trminos

    mecnicos, con base en una fuerza controladora puramente secular, no-cristiana y

    neutralizadora, y por lo tanto incapaz de generar una identidad moral focalizadora

    del otro, el enemigo. De nuevo, Schmitt reivindica la decisin existencial, ya que,

    como declarara ms tarde, su devocin consiste en una real intensificacin

    catlica (contra los neutralizadores, los decadentes en el plano esttico, los

    partidarios del aborto, incineradores de cadveres, y pacifistas.61 Intensificar

    significa radicalizar el combate, asumir lo poltico, su responsabilidad y sus

    peligros en lugar de evadirlos, cobijndonos bajo una engaosa neutralidad. De la

    misma manera que Schmitt somete a crtica en su estudio a Hobbes, rescata

    explcitamente a Maquiavelo, creador espiritual de una poca poltica, vencedorde todas las mentiras moralistas, y representante del mito de la objetividad

    heroica62.

    Schmitt se ubica ntidamente dentro de una lnea de lcidos y radicales

    crticos del liberalismo, que incluye tambn entre otras destacadas figuras a

    Bonald, de Maistre y Donoso Corts. Si bien estos pensadores, al igual que

    Schmitt, se definan como catlicos, es difcil, tal vez imposible, reconciliar sus

    planteamientos con los de una doctrina cristiana que necesariamente, al menos de

    manera parcial, tendra que acogerse a la tica del Sermn de la Montaa. Para

    Donoso y Schmitt era mil veces preferible enfrentar a un enemigo claramente

    definido y radicalmente antagnico, como el anarquismo ateo, que lidiar con el

    engaoso y presuntamente neutral liberalismo, hacia el cual manifiestan una

    mezcla de odio fantico y profundo desprecio63. Los anarquistas y ateos, a su

    manera, asumen la esencia de lo poltico, la exigente decisin moral; los

    liberales, en cambio, huyen de la misma. Los primeros, a pesar de su errnea

    doctrina, entienden la necesidad de tomar en serio la existencia, de decidir sobre

    60 Ibid., p. 7761 Schmitt, Glossarium, citado por Lilla, ob. cit., . 4462 Schmitt, El Leviathan..., ob. cit., p. 8463 Vase, Schmitt, Political Theology, pp. 64-66

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    lo que es verdadero o falso y (ticamente) correcto o incorrecto, as como su

    consecuencia: la lucha, el conflicto, la divisin de la raza humana entre amigos y

    enemigos64. Los liberales intentan escapar, pero siempre, al final, se topan con la

    necesidad de decidir; y si bien segn Schmitt la afirmacin de lo poltico no es otra

    cosa que la afirmacin de lo moral, esto ltimo a su vez se ubica en una esfera

    superior, que es la afirmacin de lo teolgico, es decir, de una f por l concebida

    ntidamente como una f religiosa, ya que en los aptos trminos de Meier para

    Schmitt lo poltico tiene su ms profunda raz en el pecado original65. De all el

    rechazo de Schmitt a la pretensin tcnica que intenta dominar la existencia y

    construr un mundo neutral, del que hayan desaparecido los conflictos y en el

    que pueda instaurarse una utopa de paz, armona y prosperidad. Semejante

    antireligin tiene sin embargo un significado religioso, pues la f en el poder de latcnica no es neutral, sino que d la espalda a la religin verdadera66

    5

    Durante etapas claves de su vida, a Carl Schmitt le toc vivir en medio de

    gran turbulencia poltica y violencia social. De hecho, no es exagerado decir que el

    experimento republicano alemn de la Repblica de Weimar (1918-1933),

    transcurri sumergido en conflictos que casi convirtieron, para usar la terminologa

    de Schmitt, la excepcin en la regla. La teora poltica schmittiana est

    estrechamente vinculada a sus tomas de posicin ante eventos histricos

    concretos que tenan lugar en su tiempo, y frente a los cuales muchas veces tom

    partido, como polmico protagonista en el plano intelectual. Ese protagonismo le

    vali el reconocimiento de muchos como un destacado terico, y a la vez le

    condujo a un intenso involucramiento en la accin prctica, que eventualmente

    64 Strauss, ob. cit., p. 101. La importancia de los comentarios de Strauss radican en su negativa adomesticar a Carl Schmitt, en su voluntad de seguirle donde este ltimo realmente desea ir.65 M. Meier, Carl Schmitt and Leo Strauss..., p. 53. Vase tambin, pp. ix-x, xiv, 30, 42-43, 46-47, 49, 53,56,66 Ibid., pp. 73, 78 Estas ideas sobre el significado de la tcnica son en aspectos claves muy similares a las deHeidegger

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    en Mayo de 1933 le llev a cometer un pecado mortal para el cual no hay

    absolucin posible, a dar un salto mortal67 y unirse al partido de Hitler. Si bien

    ya hacia 1936 la posicin de Schmitt como jurista del rgimen y miembro de

    confianza del partido haba declinado seriamente, y su persona se haba

    convertido en blanco de agrios ataques por parte de otros nazis, sus acciones de

    ese tiempo plasmaron una mancha indeleble en su carrera, y han llevado a no

    pocos analistas a interpretar toda su obra anterior a 1933 como un simple preludio,

    que de manera inevitable trazaba la senda de su autor hacia el nazismo68.

    A partir de 1936 y hasta el fin de la guerra, Schmitt se retir a su pueblo de

    origen y procur, sencillamente, sobrevivir. Luego del fin del conflicto, se puso de

    manifiesto el acierto de una frase escrita por l mismo en 1921, segn la cual eljuicio histrico siempre depende de las experiencias del propio presente69. Esto

    siempre ha sido as, y Schmitt no pudo ni podr jams escapar a ese juicio. Para

    llevarlo a cabo con el necesario sentido del equilibrio, es imperativo evitar, de un

    lado, el extremismo en que caen algunos al simplificar de modo inaceptable un

    pensamiento y una vida complejas como los de Schmitt, condenando toda su

    trayectoria como no ms que el esfuerzo preparatorio de su conversin nazi de

    1933 y como una apologa del totalitarismo hitleriano. De otro lado, considero

    igualmente inconveniente el intento de algunos de domesticar a Schmitt, de

    pretender que muchas de las cosas que escribi e hizo no significan lo que

    realmente significan, restando relevancia a algunas de las implicaciones

    fundamentales de su pensamiento poltico y accin histrica70. A Schmitt hay que

    confrontarle con espritu crtico, pues su carrera ilustra con particular intensidad

    y a veces de manera trgica la interaccin entre los valores profundos de un

    pensador y sus argumentaciones tericas, as como los dilemas en que el curso

    de eventos que no podemos controlar nos coloca, dilemas que en ciertas

    67 Gottfried, ob. cit., pp. 29, 3568 Al respecto, vase, Joseph W. Bendersky, Carl Schmitt and the Conservative Revolution, Telos, 72,Summer 1987, pp. 27-4269 Carl Schmitt, La Dictadura (Madrid: Alianza Editorial, 1985), pp. 34-35

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    coyunturas histricas son inescapables, y ante los que no nos resta, como siempre

    predic Schmitt, sino decidir.

    El desarrollo de la relexin poltica de Schmitt a travs de los aos cruciales

    de la Repblica de Weimar, debe ubicarse en un marco que comprende, como

    aspectos bsicos, los siguientes. En primer lugar, la paradojal tensin de un

    pensamiento que se mueve entre, por una parte, una frrea voluntad de orden y

    estabilidad, y por otra un insistente nfasis sobre el conflicto, la distincin amigo-

    enemigo, y la vocacin decisionista en materia poltica. En segundo trmino, la

    preocupacin por la situacin excepcional, por lo que rompe las reglas y exige

    respuestas inequvocas. Finalmente, los valores fundamentales de tipo

    organicistas y autoritarios, comprometidos con una visin de la sociedad y elEstado como ejes de la unidad de un pueblo frente al enemigo externo y las

    divisiones internas. Estos valores se complementan con la intensa oposicin al

    liberalismo, y la constante reiteracin de que todo derecho termina por ser

    referido a la situacin de las cosas71. Dicho de otra manera, las normas

    constitucionales carecen de entidad propia, aparte de la realidad poltica que

    reflejan; son expresiones de una situacin concreta y por lo tanto no deben ser

    interpretadas con base a una perspectiva formalista, sino entendidas en su

    verdadera dimensin, como formulaciones abstractas de una realidad de poder

    concreta y cambiante.

    Es claro que las severas conmociones que sacudieron Alemania a partir de

    la Primera Guerra Mundial, sumadas a las concepciones y valores asumidos por

    Schmitt a lo largo de su formacin intelectual y tica, marcaron tempranamente su

    pensamiento y lo concentraron en el tema de la situacin de excepcin, su

    significado e impacto poltico y jurdico. En tres obras, publicadas respectivamente

    en 1921, 1922 y 1923, Schmitt articul una sustancial y poderosa reflexin poltica

    70 Ejemplos de esta lnea interpretativa son, en buena medida, los estudios de Renato Cristi, Carl Schmtt on

    Liberalism, Democracy, and Catholicism, History of Political Thought, XIV, 2, Summer 1993, pp. 281-

    300, y la obra, ya citada, de Schwab, The Challenge of the Exception.

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    en varias direcciones convergentes: la caracterizacin de la situacin de excepcin

    (en el opsculo Teologa Poltica, de 1922); la discusin sobre el remedio

    temporal para esa situacin, que se sale de las reglas formalmente establecidas

    (en su libro La Dictadura, de 1921); y la crtica al liberalismo y el parlamentarismo

    como frmulas incapaces de dar respuesta a los apremiantes desafos de la

    poltica (en su estudio La Crisis de la Democracia Parlamentaria, de 1923). En

    conjunto, estos tres textos configuran una posicin terica coherente, posicin que

    posteriormente, ya en medio de la turbulencia de principios de la dcada de los

    treinta, se manifest en forma ms prctica, vinculada a los eventos concretos de

    la poca, en ensayos y artculos que colocaron a Schmitt en el epicentro de la

    crisis constitucional de Weimar.

    Schmitt define la situacin de excepcin como un caso de peligro extremo

    para la existencia del Estado72. La situacin de excepcin es precisamente lo que

    d relevancia al concepto de soberana, pues soberano es aqul que decide ante

    lo excepcional, ante lo que se sale de lo normal y de lo formalmente establecido:

    La existencia misma del Estado es la prueba innegable de su superioridadsobre la mera validez de la norma legal. La decisin se libera de todos los lazos

    legales y se hace en verdad absoluta. El Estado suspende la ley ante laexcepcin sobre la base de su derecho a la auto-preservacin...Toda ley essituacional. El soberano...tiene el monopolio sobre la decisin final. En ello residela esencia de la soberana estadal, la cual debe ser definida correctamento enel plano jurdico, no como el monopolio para reprimir y dominar, sino como elmonopolio para decidir...La decisin se desprende de la norma legal, y (paraexpresarlo paradjicamente) la autoridad prueba que para producir la ley norequiere basarse en la ley73.

    La crisis excepcional pone a prueba la soberana y con ello la existencia

    misma del Estado. Ahora bien, conviene precisar que para Schmitt a diferencia

    del nazismo y el fascismo la excepcin no es la regla. En La Dictadura, Schmitt

    71 Schmitt, La Dictadura, p. 49. En torno a la concepcin schmittianan del derecho, vase su obra, Sobre los

    Tres Modos de Pensar la Ciencia Jurdica (Madrid: Editorial Tecnos, 1996).72 Schmitt, Political Theology, p. 673 Ibid., pp. 12-13

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    analiza la frmula provisional y temporal creada por los romanos para defender la

    Repblica en tiempos de peligro grave, a travs de una institucin constitucional.

    En esta obra, Schmitt se esfuerza por distinguir entre la soberana dictatorial, que

    se sirve de una situacin de crisis para suprimir el orden constitucional existente y

    sustiturlo por otro, y la llamada dictadura provisional o comisarial, creada por los

    romanos, que se ejerce temporalmente a objeto de restaurar el orden de modo

    que la Constitucin pueda de nuevo funcionar normalmente. El dictador, en este

    segundo caso, tiene el cometido de eliminar la situacin peligrosa que ha

    motivado su nombramiento, y es algo muy diferente a un despotismo cualquiera,

    ya que se hace dependiente de un resultado a alcanzar, correspondiente a una

    representacin normativa, pero concreta. Este mecanismo comisarial, concluye

    Schmitt, no contradice la democracia si corresponde a la voluntad del pueblo y a laurgencia del momento74.

    Segn Schmitt, existe un antagonismo fundamental entre democracia y

    liberalismo. Este ltimo procura la despolitizacin y neutralizacin de la

    existencia; la democracia, por el contrario, y llevada por su propia dinmica de

    masas, conduce a la ampliacin de la agenda pblica hasta inclur el conjunto de

    los asuntos de la vida en sociedad, convirtindolo todo en potencialmente

    poltico75. La democracia propende a la homogeneidad y unidad de la sociedad;

    el liberalismo propende a la individualizacin y privatizacin de ciudadanos e

    intereses. El liberalismo se ocupa de los lmites del poder; la democracia se ocupa

    del origen del poder, y lo coloca en la voluntad popular. Esa voluntad es suprema

    y ningn mecanismo especfico puede ser tenido como el nico capaz de

    expresarla. El sistema parlamentario de representantes del pueblo, quienes

    presuntamente proceden a travs de una discusin racional y as transforman los

    conflictos en meras opiniones, y la lucha en mera discusin, es, argumenta

    Schmitt, un sistema vaco y meramente formal, ajeno a las realidades de la

    democracia de masas moderna:

    74 Schmitt, La Dictadura, pp. 24, 26, 33-34, 37; vase tambin, de Benoist, ob. cit., p. XXIV.75 Hirst, ob. cit., p. 18

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    Si por razones prcticas y tcnicas los representantes del pueblo puedendecidir en lugar del pueblo mismo, entonces tambin puede hacerlo unnico individuo en quien el pueblo deposita su confianza, y a quien concede surepresentatividad y poder soberano de decisin...Sin dejar de ser democrtico, el

    argumento (de lo que es expeditivo por motivos prcticos y tcnicos, AR) puedeigualmente justificar un Cesarismo antiparlamentario. De all que la

    dictadura no es antittica a la democracia. An durante un perodotransicional, dominado por el dictador (comisarial, AR), una identidad democrticapuede todava persistir y la voluntad popular continuar siendo su criterio

    exclusivo...Comparada a una democracia directa, no slo en sentido tcnicosino vital, el parlamento es un instrumento artificial, de origen liberal, en tanto quelos mtodos dictatoriales y cesaristas pueden no slo generar la aclamacinpopular sino ser de hecho la expresin directa de la sustancia y el poderdemocrticos76.

    Del mismo modo que es la autoridad, no la verdad, la que hace la ley, es la

    voluntad popular y no sta o aquella frmula institucional la que hace la

    democracia. El liberalismo y su instrumento parlamentario pretenden evadir la

    decisin y neutralizar lo poltico; la democracia, de otro lado, postula la identidad

    entre la voluntad popular y la ley y entre gobernantes y gobernados, politizando la

    vida social a travs de la incorporacin de las masas a lo pblico. Si peligra el

    Estado, que tiene el imperativo de unir y no de dividir el cuerpo social, la voluntad

    democrtica soberana exige la decisin. Esta ltima se traduce en medidas

    excepcionales, que bien pueden inclur la dictadura, mecanismo ciertamente anti-

    liberal, pero no necesariamente anti-democrtico. Estas fueron, resumidamente,

    las bases filosficas que guiaron el cada vez ms intenso involucramiento

    personal de Schmitt en las intensas polmicas poltico-constitucionales de los

    tiempos de Weimar, involucramiento que ya en 1924 se manifest concretamente

    en relacin a la muy controversial interpretacin schmittiana sobre el significado e

    implicaciones de los artculos 48 y 25 de la Constitucin republicana.

    76 Carl Schmitt, The Crisis of Parliamentary Democracy (Cambridge: The MIT Press, 1992), pp. 6, 9, 13-17, 28, 32, 34. Para una lcida crtica a las concepciones de Schmitt sobre la democracia, vase el Estudio

    Preliminar de Manuel Aragn a la edicin espaola del texto de Schmitt, Sobre el Parlamentarismo(Madrid: Editorial Tecnos, 2a ed., 1996), pp. ix-xxxvi. Tambin. R. Wolin, ob. cit., pp. 94-95

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    El primero de los mencionados artculos tena que ver con los poderes de

    emergencia del presidente de la Repblica ante serios peligros al orden y la

    estabilidad del rgimen. El segundo estipulaba la celebracin de nuevas

    elecciones sesenta das despus de que el presidente decidiese el fin de un

    determinado agrupamiento parlamentario. En dos breves pero contundentes

    estudios, publicados respectivamente en 1931 y 193277, Schmitt se pronunci de

    manera inequvoca a favor de acrecentar decisivamente los poderes del

    Presidente como guardin o protector de la Constitucin. El texto constitucional

    de Weimar, y en particular la institucin presidencial all establecida, era

    bsicamente el producto de la teora liberal del balance de poder. Ello, sostena

    Schmitt, colocaba en posicin de seria vulnerabilidad al rgimen, dadas las

    circunstancias de agudizacin de los conflictos polticos y avance de los partidosextremistas nazis y comunistas, que hacan imperativo el fortalecimiento de

    un mecanismo que asegurase el orden. En tal sentido, las tesis de Schmitt se

    sumaban, slo que llevndolas a extremos, a posturas igualmente decisionistas

    como las de Max Weber y otros prominentes intelectuales de la poca, quienes

    tambin cuestionaron la debilidad republicana frente a las mortales amenazas que

    acechaban la democracia parlamentaria alemana. La teora Weberiana del

    liderazgo cesarista plebiscitario expresaba esa voluntad decisionista y de unidad

    de direccin poltica frente a las divisiones sectoriales y las pugnas partidistas, y a

    favor de fortalecer la autoridad de un individuo carismtico, capaz de asegurar un

    apoyo mayoritario por encima de las divisiones de la sociedad78.

    Si bien la institucin presidencial de Weimar estaba lejos de llenar las

    aspiraciones decisionistas de Weber, la distancia era an mayor en el caso de

    Schmitt, quien adopt la idea de un Presidente popularmente electo como lder

    plebiscitario, desarrollndola y radicalizndola hasta sus ltimas consecuencias.

    Segn Schmitt, la Constitucin conceda excesivos poderes al Reichstag o

    77 Me refiero a Der Hutter der Verfassung (El Protector de la Constitucin, de 1931), y Legalitat und

    Legitimitat (Legalidad y Legitimidad, de 1932).78 En torno a las ideas polticas de Weber, consltese el excelente estudio de David Beetham, Max Weber

    and the Theory of Modern Politics (London: Polity Press, 1985), esp., pp. 215-249

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    parlamento, dejando el futuro de Alemania en manos de cambiantes coaliciones

    partidistas y abriendo el paso a partidos que de hecho tenan como objetivo ltimo

    la propia destruccin del rgimen. Este defecto del texto constitucional era el

    resultado de una confusin bsica entre los conceptos de gobierno legal y

    legtimo. Las estructuras formales y procedimientos legales, afirmaba Schmitt, no

    generan por s mismos la lealtad del pueblo a un rgimen; es el reconocimiento a

    una autoridad, vista como legtima, lo que conduce a un pueblo a aceptar un

    conjunto de procedimientos legales79. Segn Schmitt, el Presidente del Reich

    sera capaz de conquistar la necesaria legitimidad como representante de una

    mayoritaria voluntad popular, en contraste con la atomizacin partidista de la

    repblica parlamentaria, actuando como protector de la Constitucin ms all de

    los intereses egostas de los partidos. En este esquema, la Constitucin deWeimar se transformaba de mero texto legal en realidad poltica sustantiva, como

    unidad constitucional de la totalidad del pueblo alemn80.

    Algunos intrpretes de Schmitt, tales como Schwab, Gottfried, y de Benoist,

    argumentan que con sus polmicas a favor del fortalecimento de la autoridad

    presidencial del Reich, y sus crticas a la idea de que todos los partidos incluso

    aqullos, como los nazis y comunistas, que deseaban destruir la Repblica

    tuviesen igualdad de oportunidades bajo la ley para buscar y conquistar el poder,

    Schmitt estaba tratando de salvar el rgimen de Weimar...y no de acelerar su

    debacle81. La verdad de las cosas, no obstante, es ms compleja que sto. Para

    empezar, como seala Mommsen en su monumental estudio sobre la poltica

    alemana de esa convulsionada era, la presidencia autoritaria que pregonaba

    Schmitt desnaturalizaba, radicalizndola, la perspectiva cesarista de Weber,

    quien aspiraba sustentar la Repblica sobre dos principios complementarios de

    legitimidad: la legalidad constitucional del rgimen parlamentario legislativo y la

    legitimidad carismtica del Presidente popularmente electo. Schmitt, en cambio,

    79 Vase, Carl Schmitt, Legalit et Legitimit, en, Du Politique, ob. cit., pp. 39-7980 Carl Schmitt, Der Hutter der Verfassung (Tubingen, 1931), p. 89. Citado por Wolfgang J. Mommsen,

    Max Weber and German Politics, 1890-1920 (Chicago and London: The University of Chicago Press,1984), p. 384

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    deseaba la superacin del pluralismo social y poltico imperante a travs del uso

    de los poderes de emergencia, delineados en el artculo 48 de la Constitucin de

    Weimar. Schmitt, escribe Mommsen, evit desde luego explicar de modo ms

    preciso cmo iba a lucir este nuevo orden. No resulta difcil, sin embargo,

    reconocer en el mismo el esbozo del Estado autoritario y personalista que

    eventualmente barrera con los principios constitucionales y democrticos de

    Weimar. Max Weber, de su lado, jams concibi la nocin de liderazgo

    plebiscitario como un instrumento a ser empleado contra el Estado de partidos, y

    mucho menos como justificacin del rgimen totalitario del poltico carismtico

    Adolfo Hitler...82

    A pesar de que las diferencias entre las posiciones de ambos autores aveces son menos ntidas de lo que Mommsen las presenta, y de que l mismo

    sostiene que la versin extrema de liderazgo plebiscitario es una extensin

    parcializada pero conceptualmente consistente del programa de Weber83, creo

    razonable sostener que Weber, a diferencia de Schmitt, jams se plante la

    eliminacin del regimen de partidos como tal84. No me es posible ac ahondar en

    las sutilezas y tensiones del pensamiento poltico de Weber. Mas considero

    importante recordar que su teora del liderazgo plebiscitario carismtico tena el

    propsito de rescatar un elemento de creatividad e innovacin para la poltica,

    superando as la rutina y estancamiento del Estado moderno burocratizado.

    Weber aspiraba que el parlamento funcionase como una escuela de lderes, que

    los partidos fuesen capaces de generar personalidades creadoras, con el potencial

    para emplear sus dotes carismticas a objeto de abrir nuevas opciones polticas y

    trascender las rigideces de la burocracia85. En ocasiones, sin embargo, su lder

    carismtico asume rasgos fuertemente autoritarios, que chocan con las

    81 de Benoist, ob. cit., p. XXIV82 Mommsen, ob. cit., pp. 385-38883 Ibid., p. 38384 Vase, Max Weber, Escritos Polticos (Madrid: Alianza Editorial, 1991), pp. 105-30085 Un muy esclarecedor estudio sobre las ideas polticas de Weber es el de Anthony Giddens, Poltica y

    Sociologa en Max Weber (Madrid: Alianza Editorial, 1995), esp., pp. 23-60

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    tradicionales nociones del liberalismo democrtico86. Estos rasgos fueron sin duda

    intensificados por Schmitt en sus escritos a favor del presidencialismo en Weimar.

    Sus posiciones tericas, crecientemente autoritarias, se combinaron, ya hacia

    1931, con un mayor compromiso personal con sectores claramente anti-

    republicanos de la extrema derecha. La captura del poder por los nazis, aunque no

    abiertamente deseada ni procurada por Schmitt, no debi haberle tomado por

    sorpresa. Del mismo modo que su admirado Hobbes, quien apoy sucesivamente

    a los Estuardos, a Cromwell, y de nuevo la monarqua, Schmitt se ajust a un

    poder establecido que restaur el orden y super la amenaza de guerra civil en

    que haba desembocado el experimento republicano en 1932-33. Para ese

    entonces, Schmitt se haba decepcionado por completo del experimento

    republicano, y finalmente se pleg a la promesa de reconstrur la ansiada ecuacinproteccin-obediencia, promesa que Hitler pareca representar.

    A partir de all, Schmitt hizo algunos esfuerzos para reconciliar sus ideas

    polticas con la ideologa nazi, esfuerzos que como se dijo previamente

    tuvieron escaso xito, tanto terico como prctico. Es a mi modo de ver poco

    probable que Schmitt, al menos en un principio, haya sido capaz de vislumbrar la

    verdadera naturaleza del nazismo en todas sus implicaciones, y de percatarse a

    plenitud que la dictadura de Hitler no iba a ser comisarial sino permanente,

    viendo ms bien al nazismo en trminos tradicionales como un movimiento

    autoritario normal. La posibilidad de la catstrofe condujo a Schmitt a preferir el

    orden de los nazis, un orden que de hecho produjo una verdadera catstrofe para

    su pas y para l mismo como individuo. Esa decisin, si bien no era inevitable ni

    estaba rgidamente predeterminada por su visin terica, la misma tiene

    reconocibles races en un pensamiento poltico y unos valores ticos

    profundamente anti-liberales, y slidamente marcados por una evidente

    propensin autoritaria. Schmitt tom una decisin, como siempre haba predicado

    86 Como por ejemplo en estas frases: En una democracia, la gente elige a un lder en el que confa; entoncesel lder elegido les dice: Ahora callad y haced lo que yo os diga. Citado por Giddens, ibid., p. 29

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    que era necesario hacer. Las consecuencias le persiguieron por el resto de su

    vida.

    6

    Carl Schmitt falleci en 1985, a los 96 aos de edad. Con el paso del

    tiempo, el inters en su legado intelectual no hace sino crecer. A mi modo de ver,

    ese legado tiene una relevancia sustantiva y a la vez amerita un anlisis crtico

    que tome muy en cuenta las circunstancias histricas que Schmitt trat de

    descifrar, y ante las cuales intent dar respuestas. Sus opciones polticas y ticas

    se sustentaron en una rigurosa reflexin histrico-poltica, y en determinados

    valores, opuestos a la moral tradicional humanista y cristiana, que siempre

    ocuparon lugar prioritario dentro de su universo espiritual. Como se ha apuntado

    en estas pginas, la suya fue una moral guerrera, como la califica Leo Strauss87,

    una tica pagana que contradeca el presunto compromiso catlico de Schmitt88.

    Desde luego, como tambin seal antes, sa no es la nca paradoja de su

    pensamiento. Schmitt se ubica con absoluta nitidez dentro del grupo de

    pensadores polticos que sospechan del pluralismo y procuran la homogeneizacin

    y la unidad de la sociedad y el Estado. Del mismo modo que Donoso Corts, quien

    insista en que la sociedad no puede existir sin un consenso general de

    convicciones89, Schmitt luch contra lo que perciba como las tendencias

    desmembradoras y neutralizadoras del liberalismo, al cual concibi como mortal

    enemigo de lo poltico, y en consecuencia, de la seriedad de la existencia.

    87 Strauss, ob. cit., p. 9588 Richard Wolin sostiene que el nico valor sustantivo que Schmitt proclama es la ms cruda auto-preservacin, ob.cit., p. 98. He intentado ac, por el contrario, mostrar que la obra de Schmitt responde a ununiverso de valores, por cuestionables que sean, que van ms all de un simple apego a un guerrerista estado

    de naturaleza. Las dificultades en la interpretacin de su pensamiento se derivan de que el mismo se mueve alo largo de dos canales paralelos e incompatibles: por un lado, un catolicismo-organicista, y por otro unexistencialismo pagano.89 Beneyto, ob. cit., p. 172

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    Es necesario enfatizar este aspecto crucial en la obra y la vida de Schmitt.

    El imperativo de tomar en serio la cuestin de qu es lo correcto moral y

    polticamente, y cul es la verdad del orden de las cosas es la mdula espinal

    que recorre la carrera de este complejo y controversial pensador de nuestro

    convulsionado siglo XX. No hay en Schmitt ni una pizca de esa apreciacin del

    valor poltico del sentido de humor, entendido como abono de la tolerancia y

    requisito de la convivencia, que es ingrediente clave de la vida en las democracias

    liberales. Por el contrario, semejante disposicin de espritu no era para Schmitt

    otra cosa que la manifestacin de una evasin de la realidad, de un escape de las

    exigencias existenciales y del reto de ser hombres, ya que la vida no lucha con la

    muerte, ni el espritu con la falta de l. El espritu lucha contra el espritu, la vida

    contra la vida, y es de la fuerza de un saber ntegro de donde nace el orden de lascosas humanas90. Paradjicamente, a la vez que reivindica el conflicto como

    camino de definicin existencial la distincin amigo-enemigo, Schmitt busca

    tambin, aunque de modo implcito, suprimirlo, pues sa es una inevitable

    consecuencia de su voluntad de homogeneizacin y unidad. Se trata de una

    tensin indisoluble en su pensamiento, un pensamiento que combate la

    neutralizacin de lo poltico y enarbola valores radicales, que imposibilitan la

    convivencia, promueven la confrontacin, y persiguen imponerse decisivamente

    sobre el resto. Por otro lado, al mismo tiempo que exige una definicin existencial,

    que para tener sentido debera inclur la de cada individuo en particular, Schmitt

    promueve una visin organicista y autoritaria de la sociedad y el Estado, visin

    que necesariamente debilita a los individuos y fortalece los poderes externos,

    poderes a los que se atribuye finalmente la capacidad de decidir.

    A Schmitt le tocaron tiempos difciles, de choques extremos que pedan, en

    sus propias palabras, decisiones polticas de pesadas consecuencias, diferentes

    a las que demandara una poca relativamente tranquila91. Esta realidad es

    fundamental de tener en cuenta a la hora de ubicar su pensamiento y accin

    90 Carl Schmitt, La Era de las Neutralizaciones y de las Despolitizaciones, en, El Concepto de lo Poltico,

    ob. cit., pp. 121-12291 Carl Schmitt, Legalit et Legitimit, en, Du Politique, ob. cit., p. 60

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    polticas en un marco concreto, pero de ninguna manera puede asumirse como

    justificacin de los valores y opciones que adopt. Luego del fin de la Segunda

    Guerra Mundial, y de su encarcelamiento temporal hasta Mayo de 1947, Schmitt

    se retir a una vida muy privada, pero continu reflexionando y escribiendo. Sus

    temas centrales siguieron siendo los mismos, con un renovado inters en el

    espejismo tcnico concebido como la esfera final de la neutralizacin poltica. Ya

    en 1932 Schmitt haba advertido que

    La tcnica es siempre slo instrumento y arma, y porque sirve a cualquierano es neutral. De la inmanencia de lo tcnico no sale una decisin humana niespiritual, y mucho menos la de la neutralidad. Cualquier clase de cultura,cualquier pueblo y cualquier religin, cualquier guerra y cualquier paz puedeservirse de la tcnica como de un arma...Un progreso tcnico no necesita ser

    progreso metafsico ni moral, ni siquiera econmico. Y si muchos hombressiguen esperando hoy da del perfeccionamiento tcnico un progresohumanitario y moral, es que estn vinculando tcnica y moral de formamgica...La tcnica misma se mantiene culturalmente ciega...El proceso de

    neutralizacin progresiva de los diversos mbitos de la vida cultural hallegado a su fin porque ha llegado a la tcnica. La tcnica no es ya un terrenoneutral en el sentido de aquel proceso de neutralizacin, y toda poltica fuertehabr de servirse de ella (itlicas AR). Por eso concebir nuestro siglo ensentido espiritual como la era tcnica no puede tener ms que un sentido

    provisional. El sentido definitivo se har patente cuando quede claro quclase de poltica adquiere suficiente fuerza como para apoderarse de la nuevatcnica, y cules son las verdaderas agrupaciones de amigo y enemigo queprenden sobre este nuevo suelo92.

    Esta temtica fue retomada por Schmitt en su estudio de 1963, Teora del

    Partisano, en el que vislumbr la aparicin de nuevas y ms intensas formas de

    hostilidad en nuestra era, impulsadas por novedosas agrupaciones de enemigos

    absolutizados, deshumanizados y criminalizados entre s, en posesin de armas

    de inconcebible poder puestas en sus manos por el incesante avance tcnico93.

    Difcil habra sido para Schmitt visualizar una culminacin del siglo en la que

    92 Schmitt, La Era de las Neutralizaciones y de las Despolitizaciones, ob. cit., pp. 118, 12093 Schmitt, La Notion de Politique/Thorie du Partisan, ob. cit., pp. 309-311

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    algunos se han atrevido a decretar el fin de la historia, un fin determinado por el

    presunto triunfo decisivo de la democracia liberal y la neutralizacin de lo poltico.

    Carl Schmitt pertenece a un destacado linaje de pensadores polticos que

    se sienten incmodos con la heterogeneidad de la vida humana, en todas sus

    mltiples y complejas manifestaciones. De all su desafo a la presuncin segn la

    cual cada uno de nosotros es capaz de desear el bien de la comunidad, sobre la

    base de lo que cada individuo considera universalmente aplicable. Si admitimos

    esta premisa, dice Schmitt, se hace necesario entonces construr el orden moral

    del conjunto en funcin de las escogencias individuales, lo cual conduce

    ineluctablemente a lo que denomina la tirana de los valores, pues La lgica de

    los valores debe siempre aceptar que ningn precio es demasiado alto para eltriunfo de aquello que es visto como el valor supremo94. Frente a esta tirana,

    que en el fondo n