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    Secularizacin y mesianismo.El pensamiento poltico de Jacob Taubes

    ALFONSO GALINDO HERVSUniversidad de [email protected]

    Resumen: Este artculo sistematiza y analiza el pensamiento poltico de JacobTaubes a partir de los conceptos de secularizacin y mesianismo, ponindoloen relacin con otros pensadores cercanos a su contexto histrico y temtico,como Carl Schmitt o Walter Benjamin. Asimismo, se muestran los vnculosentre el pensamiento de Taubes, la historia de los conceptos polticos y deter-

    minado pensamiento de la comunidad mesinica, evaluando su pertinenciapara la poltica.Palabras clave: teologa poltica, comunidad, filosofa de la historia, historiaconceptual

    Abstract: This article systematizes and analyzes the political thought of JacobTaubes from the concepts of secularism and messianism, putting it in rela-tion to other thinkers close to its historical context and themes, such as CarlSchmitt and Walter Benjamin. Likewise, links between Taubess thinking, thehistory of political concepts and a certain thought of the messianic commu-

    nity are shown, evaluating their relevance to politics.Key words: political theology, community, philosophy of history, conceptualhistory

    1 . Sobre las relaciones entre teologa y poltica

    Ni hay teologa sin implicaciones polticas ni teora poltica sin pre-supuestos teolgicos. Quien sostuvo tal idea fue el judo viens JacobTaubes (19231987), quien ya en un texto que public a los veintisisaos anticip la centralidad que la teologa iba a ocupar en su pensa-

    miento poltico, analizando monogrficamente tal tesis en un ensayoque comienza remitindose a La repblica de Platn para sostener queoriginariamente la teologa emerge como problema de teora poltica.1

    Si bien el filsofo lament siempre el inmanentismo de la sociedadindustrial, que mide la realizacin humana sin apelar a criterios tras-cendentes, el inters de Taubes por lo teolgico trasciende cualquiervnculo confesional y debe comprenderse como un inters tanto filo-sfico como especficamente histrico-conceptual. Pocos como l hanlogrado mostrar las implicaciones polticas que encierran los saberes

    1 J. Taubes, Sobre una interpretacin ontolgica de la teologa, pp. 260 y s.;igualmente, id., Teologa y teora poltica, pp. 266 y s.

    Dinoia, volumen LVII, nmero 68 (mayo 2012): pp. 81111.

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    ms abstractos, y muy especialmente la teologa. As defini l mismosu objetivo, evidenciando su rechazo a los prejuicios historicistas con-tra las categoras mticas y msticas: me pregunto por los potencialespolticos de las metforas teolgicas, del mismo modo que Schmitt sepreguntaba por los potenciales teolgicos de los conceptos jurdicos.2

    En sus ensayos y artculos, remite los argumentos de la teologa de losprimeros siglos del cristianismo a los problemas polticos del presente.Anlogamente, se sirve del paralelismo entre el vocabulario religiosoy el poltico a fin de comprender la historia de nuestra sociedad, bus-cando explicitar los presupuestos teolgicos estructurales de la polticamoderna. stos y otros gestos hermenuticos ejemplifican su convic-cin acerca de que una teologa slo tiene significado si responde a unasituacin concreta.3

    Por todo ello, la obra de Taubes constituye un magnfico eco de losdebates sobre la secularizacin que tuvieron lugar tras el hundimiento,posterior a la Primera Guerra Mundial, de la sntesis del protestantismocultural alemn. De Hegel a Blumenberg, de Nietzsche a Max Weber,los anlisis y reflexiones sobre el concepto de secularizacin forman losperfiles de una categora histrico-conceptual tan frtil como ambigua.4

    Comprendido no ya como liquidacin de la herencia cristiana, sinocomo transferencia de significados desde el mbito teolgico al terre-nal, el teorema de la secularizacin constituye una de las declinacioneshistricas ms importantes de la cuestin relativa a las relaciones entrereligin y poltica. Si a Karl Lwith corresponde haberlo desarrolladoen el mbito de la filosofa de la historia, sosteniendo que el conceptomoderno de progreso es fruto de una secularizacin de elementos de laescatologa cristiana,5 a Carl Schmitt debe atribuirse la tesis acerca delcarcter secularizado de los conceptos jurdicos y polticos fundamen-tales, explicando a partir de ello la esencia de la soberana estatal, queremite a la capacidad de decidir un estado de excepcin y a su carcter

    de representacin de un orden concreto.6 Los argumentos contrarios alteorema de la secularizacin fueron desarrollados desde perspectivas

    2 J. Taubes, Efectos. Pablo y la modernidad. Transfiguraciones de lo mesinico,p. 84; id., Carl Schmitt, apocalptico de la contrarrevolucin, p. 171.

    3 J. Taubes, Sobre la particularidad del mtodo teolgico: reflexiones sobre losprincipios metdicos de la teologa de Paul Tillich, p. 243.

    4 Se analiza dicha ambigedad mediante una reconstruccin de los hitos funda-mentales en el tratamiento del concepto en J.-C. Monod, La Querelle de la sculari-

    sation. Thologie politique et philosophies de lhistorie de Hegel Blumenberg.5

    K. Lwith, Del sentido de la historia, p. 320.6 C. Schmitt, Teologa poltica, pp. 72 y s. En cuanto al decisionismo, Schmitt sealeja del iusnaturalismo catlico y adopta el modelo calvinista de monarqua divina.

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    contrapuestas por, entre otros, Erik Peterson y Hans Blumenberg. Elprimero se sirvi de la tesis acerca de la heterogeneidad entre el Diostrinitario y lo poltico, denunciando el paganismo de Schmitt.7 Blumen-berg, por su parte, sostuvo que el teorema implica defender la sustan-cialidad de la historia y la ilegitimidad de la modernidad. A su juicio,en sta se produce una mera reocupacin (Umbesetzung) metafrica deciertos espacios conceptuales, de ah que no pueda afirmarse que trasla idea de progreso haya una metamorfosis de la escatologa bblica, nitras la autoafirmacin humana una secularizacin de la certitudo salutisreformada.8

    Esta breve y abstracta reconstruccin slo tiene por fin mostrar elmarco terico que privilegiaremos para presentar la aportacin de Tau-bes. sta pasa, sucintamente, por defender no slo el carcter teolgicode la poltica moderna y de la filosofa de la historia, sino la intrnse-ca politicidad o secularidad de la propia teologa. Para ello modificael sentido y ampla la extensin del teorema de la secularizacin. As,por un lado, sostiene que el divorcio entre los smbolos escatolgicosoriginarios y la experiencia se dio desde el principio del cristianismo,pues la comunidad se vio arrojada a la historia y hubo de pactar con elmundo y recurrir a la teologa, esto es, a la adaptacin secularizada delos smbolos. Pero tal secularizacin-mundanizacin no habra elimina-do el elemento teolgico de la poltica y de la historia, ni siquiera enla modernidad. Dicha presencia de lo teolgico es reconocida a la parque cuestionada por Taubes. Con ello, la funcionalidad del teorema dela secularizacin, tanto en lo referente al mbito de lo poltico como alde la filosofa de la historia, se ampla en su obra, por cuanto reivindicaun nuevo sentido para la presencia de lo teolgico en la poltica y en lahistoria; un sentido radicalmente opuesto al que sostienen la teologapoltica y la filosofa progresista. Tratar de mostrar de qu modo estainterpretacin que propone Taubes de las relaciones entre los mbi-

    A este respecto, vase id., Sobre los tres modos de pensar la ciencia jurdica, pp. 28y s. Sobre el carcter representativo del Estado, que considera una secularizacinde la esencia sacramental de la Iglesia catlica, cfr. id., Teora de la Constitucin,p. 245; id., Catolicismo y forma poltica, pp. 23, 26.

    7 E. Peterson, El monotesmo como problema poltico, pp. 69, 95, 123. Una crticaanloga se encuentra en G. Meuter, Der Katechon. Zu Carl Schmitts fundamentalis-tischer Kritik der Zeit. En Teologa poltica II Schmitt ofreci diversos argumentoscontra la crtica de Peterson: la confusin de esferas constitutiva de la modernidad,la presencia del conflicto definidor de lo poltico en el seno de la Trinidad, o la

    responsabilidad poltica derivada de la visibilidad de la Iglesia. Cfr. C. Schmitt,Teologa poltica II. La leyenda de la liquidacin de toda teologa poltica.8 H. Blumenberg, Die Legitimitt der Neuzeit.

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    tos trascendente e inmanente anticipa algunas tesis de determinadasfilosofas polticas contemporneas y, en esa medida, contribuye a en-riquecer el debate poltico. Para ello, ofrezco una sistematizacin desu pensamiento en dos pasos: su crtica de la teologa poltica (y sucomprensin paralela de la democracia) y su crtica de la filosofa de lahistoria (y su comprensin coherente del tiempo mesinico). Tras ellopropongo una interpretacin en la que se subraya la dimensin polticaque posee una historia conceptual que, como la suya, toma como eje eltopos terico de lo mesinico.

    2 . Crtica de la teologa poltica

    Taubes considera compatibles los dos significados encerrados en el con-cepto de secularizacin, a saber: como liquidacin de la herencia cris-tiana y como transferencia de la misma a los rdenes temporales. Elloes evidente, como veremos, a lo largo de su temprano y nico libropublicado en vida (1947), Abendlndische Eschatologie (Escatologa oc-cidental), en el que comprende la historia occidental como escatologa,sosteniendo que la modernidad, pese a su inmanentismo, no ha aban-donado la teologa de la historia. Pero tambin es patente en los textosde los aos cincuenta sobre teologa y teora poltica, en los que ex-plicit lo que posteriormente tambin apuntar Blumenberg en Arbeitam Mythos, a saber, que tras el prometesmo decimonnico (el de losMarx, Sorel o Nietzsche) lata, pese a su manifiesta voluntad de acabarcon la herencia cristiana, una apuesta por el mito en cuanto palabrafundadora y principio de accin, y ello implicaba una refutacin de laautoridad de la razn que supuestamente haba liquidado la relacinentre teologa y poltica e impulsado el principio de la democracia.9 Ajuicio de Taubes, el presupuesto teolgico de estas teoras polticas esque Dios es poder y la religin autoridad. Dicho presupuesto le permi-ti, en consonancia con Schmitt y Lwith, unificar las teoras revolucio-narias y contrarrevolucionarias que emergieron en torno a 1848: tantoKierkegaard y Donoso, como Marx y Proudhon, se habran opuesto ala sociedad burguesa liberal, compartiendo el inters por el orden sim-blico de la religin y su funcin en la sociedad, y apoyando de mododiverso la dictadura.10

    9 Sobre la presencia del mito de Prometeo en el idealismo alemn, cfr. J. Taubes,Escatologa occidental, pp. 120 y s., 182; cfr. Hans Blumenberg, Trabajo sobre el

    mito, pp. 270 y ss., 617, 625.10 J. Taubes, On the Symbolic Order of Modern Democracy, pp. 65, 70. Demanera anloga se pronunci en Escatologa occidental; cfr. pp. 27 y s., 208241.

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    Pero no slo en el pensamiento radical decimonnico hall Taubes lapresencia del principio del poder y, en esta medida, la presencia delelemento teolgico. A su juicio, ste tambin domina la ciencia y latcnica modernas y, en esa proporcin, la entera relacin entre los hom-bres, impidiendo que la razn sea verdaderamente universal. El precioque pagan los hombres por un saber sobredeterminado por el poder esque acaban alienados por los elementos que dominan. En consecuen-cia, Taubes defender que el ritual secularizado de la racionalizacintecnolgica y su poltica imperante se debe desafiar con un concepto deracionalidad que haya vencido la primaca del elemento de dominaciny sugiera la posibilidad de relaciones no empaadas por el poder.11

    Segn Taubes, la secularizacin se evidenciara incluso en la pro-pia teologa moderna, que l considera perfectamente representada enlas obras de los renovadores Paul Tillich y Karl Barth. Dicha teologaconstituye, a su juicio, una traicin de la vocacin originaria de todateologa, a saber, tornar operativos en el presente, mediante su repre-sentacin crtica, los smbolos mticos escatolgicos, representando loque en los mitos estaba vivo e interpretando la situacin humana a par-tir de ellos.12 Incapaz de tal cosa en una poca que, como la nuestra,ha disuelto todo enraizamiento de los mitos en la experiencia, Tau-

    bes cree que dicha teologa ha quedado reducida a una apologa delmundo burguesa y reconciliadora, pagando as el precio que ya pag elcristianismo primitivo ante la crisis derivada de la contradiccin entresu mensaje escatolgico (negador del mundo) y su objetivo de dura-cin institucional: la secularizacin, entendida en este caso como laVerweltlichung hegeliana.13 Un precio que se sigue pagando desde lamodernidad bajo las especies del inmanentismo, el desencanto (Ent-

    11 J. Taubes, Cuatro eras de la razn, pp. 315, 321, 325 y ss.12 Frente a la interpretacin ilustrada consagrada por Blumenberg y desarrollada

    por Marquard, a la que achac una visin formalizada del mito que lo reduce a lite-ratura, Taubes remiti la funcin tica y humanizante del mito a su enraizamientoen la experiencia. Cfr. J. Taubes, Sobre el auge del politesmo, p. 356.

    13 J. Taubes, Sobre la particularidad del mtodo teolgico. . . , pp. 240 y s. Hegelinici la tradicin alemana de interpretar la modernidad como Verweltlichung delcristianismo, ofreciendo una concepcin unitaria de la historia. La mundanizacinimplica la realizacin (Aufhebung) del cristianismo en el mundo y, por lo tanto,la reconciliacin de la modernidad con lo precedente, del espritu con el mundo,anunciada por el ideal reformado de santificacin del mundo y culminada por elsaber especulativo. Para sendas reflexiones sobre el carcter secular o mundano de

    lo teolgico, cfr. M. Cacciari, Derecho y justicia. Ensayo sobre las dimensiones teo-lgicas y msticas de la poltica moderna, p. 57; R. Esposito, Immunitas. Protezionee negazione della vita, pp. 7177, 86.

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    zauberung der Welt) y la exclusin de lo milagroso. Es preciso subrayarque si bien en un texto de 1954 (coherente con la tesis de Weber y,sobre todo, de Schmitt y de Heidegger) atribuy la causa de ello a latcnica, desintegradora del pueblo en cuanto unidad biolgica, al quesustituye por un mero artefacto carente de espritu (el Estado),14 elobjetivo de Taubes no fue una restauracin del mito y de los cultoscomo lo evidencia su valoracin matizada de Goldberg, el tericoarcaizante que fascinaba a Thomas Mann.15 Como no poda ser deotra forma, ya en los aos cincuenta era consciente de que, destrui-dos los presupuestos naturales y sociales de la mitologa, todo intentode restablecer artificialmente la conciencia mtica poda convertirse en

    una pesadilla totalitaria, en la tabula rasa de la civilizacin. De ah que,ante la alternativa entre mito y razn, siempre estuviese del lado de laltima, denunciando igualmente toda nueva mitologa de la razn.16

    A su juicio, las energas mticas que se liberan con el crepsculo deldogma y del ritual (que sirven de barrera domesticadora) no puedenser ignoradas sin que ello entrae peligro para la sociedad; pero debedrseles la forma de nomos, porque mientras que el mito es intrnsecoal alma, su fuerza, si es ciega, es puramente destructiva.17

    Pero donde el prometesmo teolgico, violento y autolegitimante se

    evidenciaba por antonomasia era en la teologa poltica ambiguamen-te moderna de Carl Schmitt. El elemento que seala tanto la afinidadcomo la profunda divergencia entre ste y Taubes es la unidad indivi-sible de teologa y teora poltica, que el pensador judo remite al prin-cipio del poder y que va a definir su objetivo terico: una crtica delelemento teolgico dentro de la teora poltica se basa en una crtica alprincipio mismo del poder.18 A ello dedica dos ensayos publicados en1955: Teologa y teora poltica y On the Symbolic Order of ModernDemocracy. Ambos textos permiten situar el foco de atencin en el pa-

    pel que desempea el concepto de democracia en Taubes para derribarla teologa poltica.

    14 J. Taubes, Del culto a la cultura, pp. 287, 289; igualmente, cfr. id., Cultura eideologa, p. 310; id., Efectos. Pablo y la modernidad. . . , p. 101.

    15 J. Taubes, Del culto a la cultura, pp. 279-290. Sobre las relaciones entreTaubes y Goldberg, cfr. M. Voigts, Jacob Taubes und Oskar Goldberg. Eine proble-matische Beziehung, dargestellt anhand der erhaltenen Briefe, pp. 447464.

    16 J. Taubes, Cuatro eras de la razn, p. 323; id., Sobre el auge del polites-mo, pp. 350 y ss. Tambin en Escatologa occidental remiti el mundo mtico a la

    prehistoria (cfr. p. 84).17 J. Taubes, Teologa y teora poltica, pp. 274 y s.18Ibid., p. 275.

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    2 . 1 . La democracia. Contra la soberana modernay el principio del poder

    Con el objetivo de repensar el vnculo entre teologa y poltica, Taubescuestion el elemento teolgico (es decir: el fundamento trascendente)interno de la teora poltica. La teologa poltica de Carl Schmitt le ofre-ci la mejor definicin de aqul, ya que dicho fundamento no es sinola fuerza del soberano, que es factor de unidad y freno de la anoma,ejemplarmente visible en los estados de excepcin.19

    La comprensin del sentido de la teologa poltica de Carl Schmittpasa por entender su comprensin de la propia idea de secularizacin.Frente a una secularizacin ilegtima, que remite al protestantismo y

    que habra conducido a la santificacin de lo privado y a la despoliti-zacin liberales, Schmitt opone una secularizacin legtima o catlica,aquella que pasa por la presencia de un Estado fuerte que asume elpapel representativo de la Iglesia as como su capacidad de retrasarel final de los tiempos y la anoma.20 Tal apuesta por un Estado quehomogenice la voluntad del pueblo s era en Schmitt compatible con lademocracia, pues a su juicio sta consiste propiamente en la identidadentre ley y voluntad popular.21

    La crtica de Taubes a Schmitt, ya presente en diversos textos de los

    aos cincuenta, difiere de la de Peterson, y es afn a la de Benjamin.22Dicha crtica subraya que la idea schmittiana de democracia implica lainscripcin del hombre en un orden homogneo y potencialmente tota-litario, incurriendo en la autolegitimacin violenta del poder. Al igualque en el caso de los pensadores decimonnicos, tambin la teologapoltica schmittiana tendra como presupuesto teolgico una idea dedivinidad como poder.

    19 C. Schmitt, Teologa poltica, p. 35.

    20 Para la tesis sobre la ambigedad del concepto de secularizacin en Schmitt,cfr. A. Rivera, La secularizacin despus de Blumenberg, pp. 107 y s.

    21 C. Schmitt, La dictadura, pp. 24 y ss., 33 y ss.; id., Teora de la Constitucin,pp. 259327.

    22 Taubes asume la crtica de Teologa poltica II a Peterson, as como la vin-culacin establecida por Benjamin en la tesis VIII sobre la historia entre el tiempomesinico y el concepto-lmite del ordenamiento jurdico segn Schmitt (el estadode excepcin). Pero mientras que Schmitt tiende a sostener que no hay un afuerade la ley (identificando soberana y legalidad), Benjamin capta en el soberano elexceso de la ley, y lleva as al extremo la tradicin mesinica del cumplimiento efec-

    tivo de todo nomos, que encuentra su mxima expresin en la reflexin paulina. Unanlisis de este tema se encuentra en G. Agamben, Estado de excepcin, pp. 7995;id., El mesas y el soberano. El problema de la ley en W. Benjamin, pp. 261281.

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    El argumento principal de Taubes contra los diversos rostros del prin-cipio del poder pasa por sostener que las ideas de trascendencia y je-rarqua que subyacen en los smbolos monrquicos (y, en general, en lafundamentacin teolgica de lo poltico) carecen ya de enraizamientoen la experiencia poltica del habitante de las sociedades democrticas,en las que han desaparecido los presupuestos cosmolgicos, epistemo-lgicos y teolgicos de todo ordenamiento jerrquico, y de la mismaidea de un soberano trascendente, y se los ha reemplazado con el deequilibrio, que es uno de los conceptos clave en la gramtica de los mo-tivos de la modernidad, ya sea en el mbito econmico, poltico, teol-gico o astrolgico.23 Segn Taubes, la igualdad poltica que impera enla democracia reclama como fundamento una antropologa optimistacentrada en la tesis de la inocencia. Tal antropologa es heterognea enrelacin con la propia de las religiones testas, para las que el pecado yla culpa legitiman la violencia soberana.

    Esta remisin del pluralismo democrtico a una antropologa defen-sora de la inocencia lo llev a identificar en las tradiciones msticas yherticas medievales, antinmicas e igualitaristas, el portador del or-den simblico democrtico.24 A su juicio, los movimientos religiososque cuestionaban la ortodoxia y su jerarqua ejemplificaran un hacer

    justicia a la multiplicidad del pueblo, por cuanto renunciaban a repre-sentar y formar su unidad, que constituye el verdadero origen de lafe democrtica desde los anabaptistas a la Constitucin de Estados Uni-dos, pasando por las sectas de la Commonwealth. En tales movimientos,la imagen de Dios no es la del poder, sino la del amor; la imagen de lasociedad no es la de la soberana arbitraria, sino la de la participacin.Ello evidenciara tanto la dimensin poltica de tales movimientos espi-rituales como el carcter mstico del principio democrtico: la inasiblevoluntad general del pueblo. Con esta tesis el pensador judo haca su-

    ya la perspectiva expuesta por Weber sobre las sectas americanas, paraquien la secularizacin no slo debe entenderse como desencanto delmundo moderno, sino tambin como transferencia de los principios delas sectas americanas y del ascetismo calvinista a la esfera secular.25

    23 J. Taubes, On the Symbolic Order of Modern Democracy, pp. 5762; id., Teo-loga y teora poltica, pp. 269273. Sobre el carcter secularizado de la categorade equilibrio, cfr. G. Agamben, El reino y la gloria. Para una genealoga teolgica dela economa y del gobierno, pp. 301310.

    24 J. Taubes, Teologa y teora poltica, p. 271; id., On the Symbolic Order of

    Modern Democracy, pp. 62 y s. Ya anticip esta tesis en Escatologa occidental; cfr.pp. 131140.25 M. Weber, La tica protestante y el espritu del capitalismo, p. 502.

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    Tanto en los textos de los aos cincuenta como en sus escritos fina-les, Taubes encuentra en la teologa de Pablo el origen de esa tradicinhertica medieval que sera portadora del simbolismo genuinamentedemocrtico. Ya en Escatologa occidental haba identificado en la anti-gua teocracia juda, de la que considera heredero el ideal zelota, unaexperiencia de comunidad igualitaria y anarquista.26 Pero, a su juicio,es Pablo quien habra dado origen al cristianismo al sentar las basespara legitimar un nuevo y transfigurado pueblo de Dios, distinto tantodel orden imperial romano como de la agrupacin tnica juda. Al estarestas realidades constituidas en torno a la primaca del nomos, se ex-plica la centralidad del tratamiento de la ley, que Pablo, fariseo e hijode fariseo, considera superada, cumplida en y por un mesas jus-tamente asesinado por la ley de este modo define la distancia entrejudasmo y cristianismo. A juicio de Taubes, toda instancia mesinicarepresenta un desafo a la ley, ya que reivindica el hecho de haber inau-gurado una poca en la que la ley est superada. Y en el caso de Pablose ejemplificara paradigmticamente la esencia juda del cristianismoo, mejor, de la hereja cristiana: el mesianismo antinmico, esto es, lafe en que con la venida del mesas no es necesario, para la salvacin,observar la ley.27 En esta medida, Pablo inaugur un horizonte que tor-naba imposible la legitimacin teolgica del poder, y ello implicaba sucrtica radical. Sera, pues, el antinomismo de Pablo, y no el catolicismoortodoxo de Peterson, lo que constituira la autntica liquidacin de lateologa poltica.

    Es preciso sealar que la exgesis taubesiana de Pablo evoluciondesde una interpretacin que lo relacionaba con cierto misticismo con-servador (por ejemplo, en el ms acadmico Escatologa occidental yen los ensayos de 1955 mencionados) hasta destacar la potencialidadrevolucionaria encerrada en su interiorizacin del mensaje redentor. Unensayo de Scholem de finales de los cincuenta, en el que se vinculaba a

    26 J. Taubes, Escatologa occidental, pp. 3941. Menciona el comunismo de laprimitiva comunidad cristiana en las pp. 9194. Stimilli subraya que la teora deTaubes sobre el antiguo Israel es deudora de las tesis de Julius Wellhausen sobrela desnaturalizacin juda de la antigua religin popular israelita, igualmente in-fluyentes en Nietzsche, Weber y Buber. Cfr. E. Stimilli, Jacob Taubes. Sovranit etempo messianico, p. 40. Taubes dedic al tema de la teocracia, y a su relacin conla teologa poltica, el tercer volumen de Religionstheorie und Politische Theologie:Theokratie.

    27 J. Taubes, La disputa tra ebraismo e cristianesimo. Su una controversia in-

    solubile, pp. 2123; id., Il prezzo del messianesimo, p. 39; id., Lecturas. Pabloy Moiss. La fundacin de un nuevo pueblo de Dios, pp. 42, 54. En un sentidoanlogo, cfr. Escatologa occidental, pp. 92 y s.

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    Pablo con el antinomismo de Sabbatai Zevi, le permiti mostrar, contraScholem, la dimensin revolucionaria del mesianismo que une a am-bos. Scholem diferenciaba el mesianismo cristiano del judo sostenien-do que el primero concibe la redencin como acaecimiento puramenteinterior, mientras que el segundo lo hace como evento pblico e hist-rico, habiendo pagado por ello el precio de una vida permanentemen-te diferida.28 Ya en un texto temprano Taubes haba cuestionado estainterpretacin, sosteniendo que la vida vivida en diferido tiene comocausa la hegemona rabnica que, al igual que la res publica chris-tiana, ahuyenta las energas mesinicas.29 Esta crtica se acentu enartculos de sus ltimos aos, en los que, evidenciando su comprensinde la idea schmittiana de katechon, sostuvo que slo alguien que hayaolvidado la existencia de realidades como el Sacro Imperio RomanoGermnico puede sostener que el cristianismo carece de implicacionespolticas, y reproch igualmente a Scholem contradicciones en la pre-sentacin del sabatianismo como movimiento meramente espiritual.30

    Segn Taubes, si se suprime el criterio de la interiorizacin que pro-puso Scholem para diferenciar judasmo y cristianismo, se hace posibleuna lectura coherente de la lgica interna de la idea mesinica, a cuyaesencia pertenece la interiorizacin de la revolucin. Dicha interiori-

    zacin no sera tanto una lnea de demarcacin entre judasmo y cris-tianismo, cuanto una crisis en el interior de la escatologa juda en lafase del cristianismo paulino (en sus propios trminos: una vez queel mesas haba fracasado en su intento de redimir el mundo exterior,cmo definir la redencin si no como una revuelta interior?).31

    Lo decisivo es que, a juicio de Taubes, la interiorizacin de la re-dencin no elimina su potencial poltico. As lo defiende en un texto

    28 G. Scholem, Para comprender la idea mesinica en el judasmo, pp. 99139.Sobre el mesianismo judo, cfr. E. Taub, El precio de la historia. Frente al problema

    teolgico poltico del mesianismo judo y la ley, pp. 43-52.29 J. Taubes, La disputa tra ebraismo e cristianesimo. . . , p. 24.30 J. Taubes, Walter Benjamin: un marcionita moderno? Scholem interprete di

    Benjamin: un esame alla luce della storia delle religioni, pp. 61 y s.; id., Il buonDio sta nel dettaglio. Gershom Scholem e la promessa messianica, pp. 34 y s.;id., Il prezzo del messianesimo, pp. 40 y ss. Sobre la ruptura intelectual entreTaubes y Scholem, cfr. Th. Macho, Der intellektuelle Bruch zwischen GershomScholem und Jacob Taubes. Zur Frage nach dem Preis des Messianismus, pp. 531543.

    31 J. Taubes, Il buon Dio sta nel dettaglio. . . , pp. 38, 40. Se confronta la perspec-

    tiva de Taubes con la defensa de Lvinas del carcter ahistrico de la experienciamesinica en J. Mattern, Mmoire et messianisme. Sur lide messianique chezGershom Scholem, Jacob Taubes et Emmanuel Lvinas, pp. 212230.

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    de 1966 dedicado al surrealismo y a la gnosis. Si bien es cierto queen Escatologa occidental el nihilismo revolucionario gnstico, sostenidoen la experiencia de la extraeza del mundo, se concibe orientado a untelos utpico,32 en el texto de 1966, y ya abiertamente en el semina-rio sobre Pablo, la escisin entre historia y salvacin que propugna lagnosis, en ello afn al pensamiento paulino, explicara su remisin dela liberacin frente a la teologa poltica imperial no tanto a la accinrevolucionaria cuanto a la estancia en la interioridad: frente a un mun-do experimentado como mbito de un orden tirnico e inflexible, sloel pneuma interior del hombre justificara la libertad, teniendo comoconsecuencia mundana el anarquismo y el libertinaje.33 Desde estaspremisas se comprende la afinidad espiritual que Taubes defiende en-tre la gnosis y el surrealismo, unidos por su defensa de la interioridad yla poesa como nicas formas de resistencia frente a un mundo hostil.Se trata del mundo posterior a la Primera Guerra Mundial, un mundodevenido en jaula de hierro que, para Taubes, explica sobradamentela recidiva gnstica y el fin de la estructura de sentido que llamamosEdad Moderna. La falta nihilista de mundo propia de la experienciasurrealista constituira, a su juicio, la repeticin en la modernidad de lafalta nihilista de mundo de la gnosis de la Antigedad tarda.34

    Llegados aqu es posible atisbar que el enemigo, para Taubes, no va aser tanto un imperio concreto, una poltica concreta; el enemigo poseeproporciones metafsicas: se trata de la propia fractura entre el hombrey el mundo remedo de la previa separacin gnstica entre Dios y elmundo, que causa el autoextraamiento del hombre. La separacinde naturaleza y redencin es el hilo conductor de la lnea interna deljudasmo en la que ubica a Pablo, a la gnosis, a Marcin y a Benjamin (a

    32 J. Taubes, Escatologa occidental, pp. 2931.33 J. Taubes, Notas sobre el surrealismo, p. 146. Otro filsofo relevante en este

    contexto, Eric Voegelin, haba ofrecido pocos aos antes un anlisis del gnosticismoque, si bien reconoca su dimensin de interiorizacin de lo divino, tambin lo ha-ca fundamento de la teologa civil hobbesiana. Cfr. E. Voegelin, Nueva ciencia de la

    poltica, pp. 191, 194, 208. Sobre el tratamiento de la gnosis en Taubes, cfr. C. Col-pe, Das eschatologische Widerlager der Politik. Zu Jacob Taubes Gnosisbild; Th.Macho, Moderne Gnosis? Zum Einflu Simone Weils auf Jacob und Susan Taubes.

    34 J. Taubes, El xodo de la jaula de hierro o una disputa sobre Marcin, enton-ces y ahora, pp. 184 y ss.; id., Sobre la particularidad del mtodo teolgico. . . ,pp. 243245; id., Notas sobre el surrealismo, pp. 145, 148. Blumenberg cuestionla equiparacin del surrealismo y la gnosis sosteniendo que sta no conoca las for-

    mas de reaccin de la protesta y la revuelta, y que la modernidad es la nica pocaque ha logrado superar la desvalorizacin gnstica de las instituciones temporales.Vase Notas sobre el surrealismo, p. 161.

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    Kant y a Freud incluso); todos comparten una interpretacin nihilistadel mundo segn la cual entre naturaleza y cultura/historia no cabeuna articulacin definitiva. De ah que, en una tarda carta a Schmitt,Taubes seale que la enfermedad que destruy el Leviatn no se debia Spinoza, como l defendi en los aos treinta, sino al mensaje mesi-nico de Pablo.35

    3 . Crtica de la filosofa de la historia

    El reconocimiento del carcter secularizado de la filosofa de la historiaes paralelo, en Taubes, al cuestionamiento de dicha filosofa de la histo-

    ria. Dicho cuestionamiento se sustancia en la propuesta de una nuevafilosofa de la historia. Tambin en este caso (o sobre todo en l) seevidencia la funcionalidad del topos terico de lo mesinico con el finde cuestionar, a la vez, tanto la comprensin progresista y dialctica dela historia como la igualmente secularizada teologa poltica que le esafn. De este modo, lo mesinico aparece como una nueva filosofa dela historia a la par que como una nueva teologa poltica (una en la quese disuelve el vnculo de fundacin violenta de lo poltico).

    Esta funcionalidad de (lo implicado en) la categora de lo mesini-

    co se explica por las diferentes experiencias aprehendidas e inducidaspor ella. Bsicamente la de cumplimiento (desactivacin, interrupcin,desfundamentacin, cuestionamiento...) del nomos. La idea de cum-plimiento revela de este modo tanto su carcter ontolgico y jurdico,como su remisin a lo temporal, a la historia.

    El reconocimiento del carcter secularizado de la filosofa de la histo-ria y el cuestionamiento de sta, si bien constituye un eje que vertebratoda la obra de Taubes, ya se muestra explcitamente en Escatologaoccidental. En esta medida, tambin la categora de cumplimiento tiene

    un destacado protagonismo en este primer libro.La relevancia de la tesis defendida por Taubes en 1947 (de hecho,

    Escatologa occidental tiene origen en su tesis de doctorado) se atisbamejor al reparar en que el ensayo que ha situado a Karl Lwith comoel ms grande auspiciador y defensor del teorema de la secularizacinaplicado a la filosofa de la historia, Meaning in History, se public en1949. Anlogamente, slo hasta 1954 Reinhart Koselleck public el pri-mer libro en el que se alude al mismo asunto, Crtica y crisis, igualmenteuna tesis doctoral. Y dos aos antes haba aparecido La nueva ciencia

    35 J. Taubes, Carta a Carl Schmitt, p. 183.

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    de la poltica, de Eric Voegelin, en la que muchas de las reflexiones deTaubes estn presentes.

    En Escatologa occidental, el filsofo judo identifica como clave de lahistoria de Occidente la exigencia de cumplimiento que, a su juicio, espropia de la apocalptica juda. A diferencia de Lwith, que remite a unasecularizacin del cristianismo la filosofa de la historia progresista, laesencia de la escatologa se halla, segn Taubes, en la apocalptica juda(en la que incluye al Jess histrico), que impregna toda la historia oc-cidental.36 Pero coincide con Lwith, frente a Blumenberg y Marquard,en defender que la modernidad no ha abandonado la teologa de lahistoria. En concreto, sostiene el carcter secularizado de la filosofaidealista de la historia, progresista y dialctica, y cuyo representantemximo es Hegel. Es lo que trata de demostrar en el tercer y cuartolibros de Escatologa occidental, a saber, la presencia, en categoras teo-lgicas y filosficas, de la frmula apocalptica el reino de Dios sobre latierra, declinada ya como desilusin y diferimiento, ya como activismorevolucionario.37 Su argumento pasa por presentar a Joaqun de Fiorecomo superador de la escatologa individualista de Agustn, que legiti-ma la Iglesia como poder actualizante de cumplimiento y sostn de lahistoria. Joaqun inmanentiza o historiza el cumplimiento (y a las pro-pias personas de la Trinidad), poniendo el germen de la idea de cumpli-miento histrico que desarrollar Hegel.38 Tambin posteriormente, enun texto de 1954, defender que el espritu universalista de la cienciamoderna constituye una secularizacin de la inteligencia spiritualis dela tercera edad joaquinita, lo cual es evidente al mximo en la filosofade la historia progresista del idealismo, que comprendi la divinidadcomo economa y movimiento.39

    Pero ya en Escatologa occidental aparece la tesis que sostendr siem-pre a propsito de la teologa moderna secularizada de la historia: la

    36 J. Taubes, Escatologa occidental, pp. 3645, 5861, 6784, libros III y IV (es-pecialmente las pp. 115121). El vnculo entre lo judo y el tiempo se piensa a lamanera de Weber, para quien lo propio del ser judo es la extraeza, la ausencia deidentidad natural; de ah que no sea la ocupacin de un territorio lo que funda sunomos, sino una alianza sostenida en la promesa, en el tiempo. Ibid., pp. 38, 46 y s.

    37Ibid., especialmente las pp. 5864, 106110, 115121, 126 y s., 156159.38Ibid., pp. 121131, 191208.39 J. Taubes, Dialctica y analoga, p. 219. En este texto sostiene que el prin-

    cipio de la historia que se vuelve dominante en la Edad Moderna se remonta a latemporalizacin neoplatnica de la realidad, determinante a su vez de la interiori-

    zacin de la escatologa en Agustn y en Joaqun de Fiore, de donde se traslada ala obra de los espirituales franciscanos, y de all a la de Bhme, Fichte, Schelling oHegel, entre otros.

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    idea de cumplimiento, de fin, no equivale a su declinacin o compren-sin futurista tal como se da en la dialctica hegeliana, que concluyecon la reconciliacin y la autoconciencia. El cumplimiento apocalpticono adviene al final de la historia, sino en el propio interior del tiempo;el fin del tiempo transforma a ste desde dentro, y consiste propiamenteen su supresin, en una desviacin interior que evidencia que el tiem-po no coincide consigo mismo, ya que est atravesado por algo que lointerrumpe: la eternidad.40

    La originalidad de Taubes pasa por sostener que esta nueva expe-riencia del tiempo constituye una aportacin que singulariza al cris-tianismo de los orgenes, que es propiamente su ncleo teolgico. Elfactor determinante de ella fue el retraso de la parusa, que da origen ala historia en cuanto tiempo del hombre.41 La dialctica hegeliana ycon ella toda la modernidad y la propia Iglesia habra abandonado talexperiencia de una temporalidad mesinica al historizar (al totalizar) eleschaton. No sucede as en el caso de Pablo. Ya en 1947, y anticipandola tesis del seminario que imparti das antes de morir, localiz en elapstol una reflexin sobre la experiencia del tiempo del fin totalmenteopuesta a la reconciliacin dialctica, pues reconoce la tensin entre elan no del fin (esto es, el carcter natural del mundo) y el presentedel mismo en la fe (su dimensin sobrenatural).42 Se trata de la mismaexperiencia antidialctica que sostiene el rechazo de cualquier recon-ciliacin con el mundo en el gnosticismo primitivo.43 Pero tambin esla experiencia que en gran medida sostiene el pensamiento de Kant,Kierkegaard o Freud. La tesis original de Taubes en este punto pasapor identificar en Kant una visin escatolgica de matriz paulina, noconciliativa y antihegeliana. Su argumento es que en Kant el drama es-catolgico se traslada al interior del sujeto, escindido entre naturalezay libertad, fenmeno y nomeno.44

    40 J. Taubes, Escatologa occidental, pp. 23, 27.41Ibid., pp. 9396, 110.42Ibid., pp. 8493. Stimilli subraya la influencia de Bauer y Otto Petras en la

    interpretacin del retraso de la parusa y del pensamiento paulino sobre el eventomesinico. E. Stimilli, Jacob Taubes. Sovranit e tempo messianico, p. 60.

    43 J. Taubes, Escatologa occidental, pp. 4754.44Ibid., pp. 132, 137142, 148. Tambin en Freud, que comparte con la religin

    el objetivo de liberarse de la culpa originaria, localiza Taubes la presencia de lacomprensin no conciliativa de lo escatolgico propia de Pablo. Cfr. J. Taubes, Psi-coanlisis y filosofa, pp. 369381; id., La religin y el futuro del psicoanlisis,

    pp. 387 y s. Muy al contrario, la teologa de Barth (Carta a los romanos yDogmticaeclesistica) y la de Tillich (Teologa sistemtica) tienen a su juicio una estructuradialctica y conciliadora, concluyendo en una apologa del mundo de matriz hege-

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    Pero la figura que sobresale en Taubes como fuente de una refle-xin sobre lo mesinico en la que se ana una nueva experiencia (ycomprensin) del tiempo y un cuestionamiento de todo nomos (que sesustancia en la fundacin de una comunidad identificada con la huma-nidad) es Pablo de Tarso. En sus textos la presencia de lo teolgico enla poltica y en la historia difiere de la que sostiene la teologa polti-ca y la dialctica progresista, en la que el elemento teolgico posee lafuncionalidad del principio del poder. A Pablo es a quien Taubes recu-rre tanto en sus primeros escritos como en los ltimos; de este modo,le sirve de clave explcita para establecer la continuidad de su pensa-miento.

    3 . 1 . El tiempo mesinico y el cumplimiento de la ley

    Para poder diferenciar su perspectiva mesinica, Taubes interpreta aPablo desde las categoras de Benjamin, enraizndolo en el tronco deljudasmo. En la medida en que es un desafo a la ley (pues aunqueno la niega, declara su cumplimiento), y la ley es el fundamento deljudasmo, el mesianismo formara parte esencial del propio judasmo,al modo de una crisis recurrente en su historia. Anlogamente, inter-preta las tesis sobre la historia de Benjamin desde las categoras dePablo, alejndolas de una fuente meramente juda y vinculndolas alcristianismo.45 La clave de su interpretacin depende del concepto decumplimiento (Vollzug). Una nueva exgesis del mismo va a permitir-le redefinir el mesianismo judo y ubicar a Pablo en dicha tradicin,transformando en la misma medida la comprensin del cristianismoprimitivo. Dicha exgesis pasaba por analizar la filosofa de la historiaimplcita en la perspectiva mesinica, demostrando que la interioriza-cin de la idea de cumplimiento mesinico posibilitada por Pablo abrala posibilidad de una comprensin de lo poltico y de la ley diferentetanto del rabinismo y del sionismo, como del katechon cristiano y susvariantes. La originalidad de Taubes pasa entonces por sentar las basesque permiten ubicar el mesianismo paulino en la tradicin juda (her-tica) y delimitar la experiencia de vivir post Christum, esto es, vivir enel tiempo del cumplimiento, el tiempo del fin.

    liana. Cfr. id., Teodicea y teologa: un anlisis filosfico de la teologa dialctica deKarl Barth, pp. 229239; id., Sobre la particularidad del mtodo teolgico. . . ,pp. 257 y s.

    45

    Segn Elettra Stimilli, nadie antes que l haba individuado la fuente cristianade las tesis benjaminianas sobre la historia. Cfr. E. Stimilli, Jacob Taubes. Sovranite tempo messianico, p. 197.

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    La experiencia mesinica que, a partir de los textos de Pablo y deBenjamin, Taubes tematiza como opuesta a la soberana teolgico-pol-tica, debe comprenderse ante todo como una experiencia del tiempo;en concreto, la experiencia del tiempo del fin, un tiempo distinto deltiempo natural homogneo y afn a la tipologa del kairs, esto es, elinstante que rompe toda continuidad. En dicha experiencia del tiempoy de la historia como realidades con plazo perentorio hallaba Taubes sumxima afinidad con Schmitt, si bien la figura del katechon invocadapor ste ser interpretada por l en un breve texto dedicado al juristacomo un signo de que la experiencia del tiempo final est siendo do-mesticada y pacta con el mundo y sus potencias.46

    Como ya expuso, segn hemos visto, en Escatologa occidental, la ex-periencia mesinica del tiempo constituye propiamente una transfor-macin presente del tiempo desde su interior que impide toda conci-liacin y muestra la futilidad de las mediaciones. En esta medida, talexperiencia del tiempo permite definir una nueva modalidad de resis-tencia frente al imperio. Dicha resistencia pasa por la sugerencia de unavida en la que se considera cumplida (no negada ni sustituida) toda ley.Dicho de otro modo: Taubes configura una filosofa de la historia deter-minada por la experiencia mesinica, y ello con el objetivo de derribar

    los pilares de la comprensin teolgico-poltica de la soberana que latetras la idea de katechon. Fin de la historia y fin de la soberana aparecenentonces como las dos caras de una misma experiencia mesinica, queno es sino la experiencia del cumplimiento de la ley. De esta manera,hace trabajar lo teolgico no en favor de lo poltico (fundndolo), sinoen contra (cuestionndolo).

    A partir de aqu hemos de plantear dos cuestiones con el fin de cla-rificar lo implicado en la exgesis que hace Taubes de Pablo y, en estamedida, en su crtica del nomos soberano y de la filosofa de la historia.

    En primer lugar, analizaremos en qu consiste la experiencia mesinicade cumplimiento con la que el cristianismo primitivo nombr su expe-riencia del tiempo del fin. En segundo lugar, y muy relacionado con loanterior, veremos qu implica polticamente dicha idea.

    Respecto de lo primero, el objeto de la experiencia y de la vida postChristum es la anticipacin del tiempo del fin en el presente de la fe,esto es, la irrupcin del eschaton, de la eternidad, en el tiempo histrico,lo cual transforma toda condicin humana. Segn Taubes, al introdu-cir una experiencia del tiempo como realidad a trmino, la revelacin

    46 J. Taubes, Carl Schmitt, apocalptico de la contrarrevolucin, pp. 165,168 y s.

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    judeo-cristiana permite experimentar la temporalidad como tal, la his-toricidad.

    Taubes analiz la nueva filosofa de la historia implicada en tal ex-periencia mesinica en un artculo de 1984 dedicado a Benjamin. Alldefendi que la teologa a la que se alude en la primera tesis se iden-tifica con el mesianismo, subrayando la relevancia de la categora deinstante o tiempo presente (Jetztzeit) para atisbar lo implicado en laexperiencia mesinica. Que dicha experiencia est diferenciada por elconcepto de cumplimiento significa que se trata propiamente de la ex-periencia de la supresin del tiempo, que es principio de muerte. Laredencin mesinica no sera entonces una revolucin al final de lahistoria, sino una diseminada en el interior de la historia, de ah quesea posible en todo momento.47 Frente a la nocin mtica de progreso,que se sostiene sobre un concepto de historia entendido como desplie-gue de lo siempre igual a lo largo de un tiempo homogneo y vaco,para Benjamin el concepto clave del materialismo histrico es el deactualizacin del pasado en el presente. Cada instante est cargado dememoria y de esperanza, y porta en l mismo su propio juicio; de ahque la redencin pueda acaecer en cada momento. El Jetztzeit abre elpasado mediante el recuerdo permitiendo que el presente adquiera sen-tido; por ello constituye un tiempo de ruptura en cuanto detencin dela sucesin y de la continuidad, una irrupcin repentina e imprevista deotra realidad en el seno mismo del tiempo, al modo de una desviacininterior que evidencia la no coincidencia del tiempo consigo mismo.Que el apocalipsis se d en el presente significa, pues, que es el tiempomismo el que es juzgado. Y ello implica que se hace posible su condena,esto es, su interrupcin. Una interrupcin romnticamente vehiculadaen la obra de arte, o en la banalidad ms profana.48

    Si, como apunta Benjamin en la tesis VIII, lo mesinico significa un

    estado de excepcin efectivo, esto es, una situacin en la que la ley hasido completa y definitivamente cumplida, de qu poltica es ndice yfactor tal experiencia mesinica?

    Las categoras que deben guiar una respuesta son las de nihilismo yanomia. Si bien es cierto que en el seminario sobre Pablo sostuvo, frente

    47 J. Taubes, Le Tesi di filosofia della storia di Walter Benjamin, pp. 78, 80, 83.Sobre el tiempo como prncipe de la muerte, cfr. Escatologa occidental, pp. 22 y s.

    48 J. Taubes, Le Tesi di filosofia della storia di Walter Benjamin, pp. 84, 98. Aludeal arte como irrupcin de la eternidad en el presente en Escatologa occidental,

    p. 27. Para un anlisis de este tema, cfr. S. Moss, Messianisme du temps prsent,pp. 236240; J.-O. Bgot, Au rendez-vous de lhistoire. Sur le messianisme critiquede Benjamin, pp. 7583.

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    a la lectura de Buber, que el pensamiento paulino apunta a una nuevaalianza que acaece en la interioridad de la fe,49 ello no significa quecarezca de consecuencias externas; antes bien, implica (y es implicadapor) la desvalorizacin de la accin y de la historia, la inadecuacin detodo obrar y, en esta medida, la apertura a lo posible. Para Taubes,la interiorizacin de la experiencia mesinica est, pese al carcter espi-ritual de sus instrumentos, en relacin de tensin con el mundo.50 staes la revolucin iniciada por Pablo y continuada por Marcin. El textoclave es el anuncio mesinico de la Epstola a los Romanos, que Taubesconsidera una autntica declaracin poltica de guerra a los csares y,ms en general, una crtica de la apoteosis del nomos imperante tanto

    en la mentalidad pagana como en la juda: el imperator no es el nomos,sino el clavado por el nomos a la cruz.51

    Lo que explica la dimensin poltica de la experiencia mesinica ra-dica en su capacidad de hacer histricamente efectiva la contingenciaa la que la ley est originaria y esencialmente expuesta, y que Taubesinterpreta en trminos del arbitrio absoluto del nomos, de su desnudaviolencia autolegitimante. En este sentido, vivir post Christum es viviruna vida en la que la ley est ya efectivamente cumplida y, en esta me-dida, es vivir una vida en permanente estado de excepcin (de la ley).

    Es la comprensin schmittiana de la soberana a partir de la fuerza quese da en la decisin sobre lo excepcional la que Taubes, interpretndoladesde la lectura que hizo Benjamin en Zur Kritik der Gewalt, proyectasobre la teologa de las epstolas a los Romanos y a los Corintios. Contal gesto hermenutico, la fuerza (Gewalt) legitimante se nos muestracomo causa de la debilidad, de la contingencia, de la arbitrariedad y ladesfundamentacin de toda ley.

    Del mismo modo, y a la inversa, desde tales claves paulinas (y mar-cionitas)52 interpreta la tesis de Benjamin sobre el nihilismo como po-

    ltica mundial. En la divergencia entre orden mesinico e histrico, queBenjamin postul en el temprano Fragmento teolgico-poltico, descubre

    49 J. Taubes, La teologa poltica de Pablo, pp. 21, 25. La obra de Buber es Dosmodos de fe.

    50 J. Taubes, Il prezzo del messianesimo, p. 39; id., Walter Benjamin: un mar-cionita moderno?..., p. 69; id., Teologa y teora poltica, p. 267.

    51 J. Taubes, Lecturas. Pablo y Moiss. . . , pp. 31, 38 y s. La misma perspectivaen Escatologa occidental, p. 93.

    52 Segn Taubes, Benjamin habra tomado de Bloch (en sintona a su vez con las

    concepciones de Marcin y de Joaqun de Fiore) la idea de una teocracia espiritualo mstica. De ah que afirme que es preciso considerarlo un marcionita moderno.Cfr. J. Taubes, Walter Benjamin: un marcionita moderno?.. . , pp. 61, 71.

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    Taubes el nihilismo presente en Romanos 8. La vida mesinica implicauna relacin de cumplimiento con el mundo. El sentido de tal relacinprocede de una actitud concreta: el vivir como si no (hos me). Y elconcepto benjaminiano de nihilismo sera afn a esa frmula presenteen las epstolas a los Corintios y a los Romanos. Es la caducidad de lamorph de este mundo lo que motiva una poltica mundial nihilista.Leyes y situaciones mundanas quedan desactivadas, inoperantes, en lavida mesinica, que es una experiencia ya presente.53 Es la fe la que lle-va a cumplimiento la ley en la forma del amor (esto es: de la comunidadidentificada con la humanidad), revelando plenamente lo ilegtimo detodo poder constituido en el tiempo mesinico.

    4 . Ni retrasar ni acelerar el final: vivir en l

    A partir de una original recepcin de argumentos procedentes de Pabloy de Benjamin, Taubes logr movilizar las categoras y las tesis de CarlSchmitt, que asume como presupuesto, contra ellas mismas. En tal iti-nerario hermenutico queda renovada no slo la interpretacin de lasideas de dichos autores, sino tambin realidades de ms alcance, comolas propias tradiciones teolgicas juda y cristiana, algunas de cuyas

    interpretaciones y versiones han sido silenciadas sistemticamente porsus respectivas configuraciones institucionales.Dadas estas circunstancias, el pensamiento de Taubes permite hacer-

    se cargo de los complejos vnculos existentes entre filosofas que, por lodems, son profundamente divergentes en sus propuestas. A este res-pecto, hay una clave que permite explicar tanto la afinidad entre ellascomo el hecho de que Taubes pudiese abrazarlas todas y as aumentarsu inteligibilidad. Mrito suyo es el haberla explicitado. Se trata delconvencimiento acerca del carcter finito de la historia, esto es, la vi-

    sin escatolgica del tiempo. En ello coincida con Schmitt (tanto comocon Benjamin y, por supuesto, con Pablo). Pero slo en eso, ya que susugerencia difiere radicalmente de la estrategia que us Schmitt paracompatibilizar su perspectiva escatolgica (para la que el presente esindiferente) y su conciencia histrica.

    53 J. Taubes, Efectos. Pablo y la modernidad.. . , pp. 8589. Stimilli, quien se-ala la similitud con la interpretacin fenomenolgica que hace Heidegger de Pabloen Introduccin a la fenomenologa de la religin, rechaza que la anttesis marcioni-ta entre historia y salvacin equivalga, como sostiene Taubes, a la divergencia que

    Benjamin establece entre lo profano y lo mesinico. E. Stimilli, Jacob Taubes. Sovra-nit e tempo messianico, pp. 241246. Una tesis anloga se encuentra en R. Mate,Retrasar o acelerar el final. Occidente y sus teologas polticas, pp. 5363.

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    En efecto, la sugerencia de Taubes no pasa por el retraso (median-te la poltica) de la parusa y sus efectos anmicos. Pero tampoco porsu aceleracin. Y ello por dos razones fundamentales: porque cualquierrevolucin que pretenda sustituir un nomos por otro participa de la mis-ma lgica soberana y teolgico-poltica (a su juicio, si no se interiorizala idea mesinica y se pretende ingresar en la historia se llega al abis-mo)54 y, en segundo lugar, porque es innecesario. Como hemos visto,las consecuencias nulificantes y deslegitimadoras que se desprenden dela experiencia y la conciencia mesinicas estn ya operativas. sta es larazn por la cual el apocalipticismo de Taubes, en la medida en queinvita a vivir la vida haciendo en el presente la experiencia del final,legitima la viabilidad de una comunidad no constituida en torno al de-recho o a la sangre, esto es, una comunidad que como la paulinade hecho vive ya la vida mesinica. Todo ello explica que slo el nihi-lismo constituya la poltica adecuada a una situacin generalizada derebasamiento de la ley, de estado de excepcin efectivo (wirklich). Unnihilismo que es a la par ndice y factor del abismo que existe entre elorden profano y el salvfico-mesinico.

    Llegados aqu es preciso plantear, con el fin de calibrar la pertinenciade este pensamiento para la poltica efectiva, qu estatuto, qu criterioy qu potencial tiene una comunidad que, por constituirse en torno ala experiencia mesinica, considera cumplido todo nomos y toda jerar-qua, localizando la fuente de la liberacin en un plano distinto de lahistoria y, en general, de lo que pueden los hombres? Dicho de otromodo: en qu medida es factor poltico un pensamiento que, como elde Taubes, se declara afn a la crtica que lanz Overbeck al cristianis-mo a propsito de su relacin con la historia y su contradiccin con laespera escatolgica?55

    A este respecto, aunque Taubes reconoci las dificultades para gene-rar un programa de accin a partir de la experiencia mesinica (expl-citamente seala, por ejemplo, que las protestas revolucionarias de lagnosis y del surrealismo terminan en una rvolte pour la rvolte, o quela poltica de mtodo nihilista destruye el mundo viejo, pero no pue-de construir uno nuevo salvo en la imaginacin),56 tambin sostuvo quelos instantes extticos deben ser evaluados para ver si estn cerrados en

    54 J. Taubes, Il prezzo del messianesimo, p. 44. Es lo que a su juicio traslucenlas versiones social y nacional del mesianismo decimonnico. Cfr. id., Martin Bubery la filosofa de la historia, pp. 57 y s.

    55

    J. Taubes, El desencantamiento de la teologa: sobre un retrato de Overbeck,p. 193.56 J. Taubes, Notas sobre el surrealismo, pp. 153 y s.

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    s mismos o si traen consecuencias que crean tiempo y espacio social.57 Portodo ello, si incluso la teologa, que pretende ser totalmente apoltica yque concibe lo divino como lo totalmente extrao, puede tener impli-caciones polticas, entonces es legtimo plantearse si la comunidad quevive en y por la experiencia mesinica influye de algn modo en lapoltica, y de qu modo.

    Para responder estas cuestiones es til diferenciar dos dimensionesencerradas en la idea de una comunidad y una experiencia mesinicas.Se trata de las dimensiones de ndice y de factor. La categora de lomesinico recoge una serie de experiencias, constituyndose en ndicede las mismas, pero a la vez es factor de otras, siendo as un principiode ellas. Lo primero debe conducirnos a presentar el pensamiento de lomesinico como constitutivo de una singular historia de los conceptospolticos modernos. Lo segundo nos llevar a valorar su utilidad parala poltica, esto es, su contribucin (o inutilidad) para responder a lapregunta, perentoria y acuciante, de qu puede hacerse? Como ve-remos, ambas dimensiones estn estrechamente relacionadas y se sos-tienen mutuamente.

    4 . 1 . Una historia de los conceptos polticos modernos

    El carcter de ndice de lo mesinico puede comprenderse en dos sen-tidos. El primero tiene que ver con el hecho de que sea ahora cuandobroten pensamientos centrados en la experiencia mesinica; el segun-do est esencialmente relacionado, a saber, el hecho de que dichos pen-samientos de lo mesinico constituyan ellos mismos una determinadahistoria de los conceptos polticos modernos.

    Hemos comprobado que la obra de Taubes incorpora una genealo-ga de algunos conceptos fundamentales de la poltica moderna en laque sostiene la fecunda e ininterrumpida presencia de elementos me-

    sinicos. En la misma constelacin terica es constatable un revival deltopos terico de lo mesinico (y lo paulino) en cierta filosofa polticacontempornea; cabra citar, entre otros, los nombres de Derrida, Ba-diou, Negri, Agamben, iek, etc. Lo mesinico se nos presenta comouna forma renovada de la vieja experiencia de la finitud del tiempo,como una forma de trascendencia ni sustancial ni confesional. En estesentido, podra decirse que los pensamientos de lo mesinico pretendenhacer justicia a un trascendental humano (determinada experiencia dela temporalidad, de la espera, de la promesa y de la relacin con el

    acontecimiento) que no es atendido por la poltica cientfica (ni por57 J. Taubes, Martin Buber y la filosofa de la historia, p. 69.

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    la ciencia de la poltica). Lo mesinico se revela entonces como ndicede una experiencia universal del acontecimiento: por ejemplo, el delexceso que se da en una exigencia de justicia singular ms all de todalegalidad, o el vehiculado en las experiencias de prometer y esperar.Pero tambin el del exceso en que consiste (o a que se reduce) todarevolucin en cuanto quiebra y liberacin del tiempo homogneo y va-co.58 Podra decirse, en suma, que lo mesinico es ndice (sobre todo enuna poca de saturacin de noticias sobre el desastre) de la renovadanecesidad que tiene la esperanza humana de no saberse sistemtica einexorablemente aplastada.

    Este carcter de ndice de una poca que acompaa a lo mesinicose sostiene en (y a la vez es sostn de) una determinada historia delos conceptos polticos; una historia que trata de remitir los conceptosa las experiencias, y viceversa; una historia que desarrolla lo implicadoen el viejo y ambiguo teorema de la secularizacin, intentando estable-cer cierta continuidad entre determinados conceptos y praxis polticaspremodernas y nuestro presente. De este modo estos pensamientos delo mesinico no slo pueden considerarse ndice de una determinadacondicin trascendental de la experiencia humana, sino comprendersea s mismos mediante su vinculacin con una tradicin.

    Hemos comprobado que desde su temprana obra Escatologa occiden-tal Taubes asumi una perspectiva histrico-conceptual que defendael fundamento y origen teolgico de los conceptos modernos, espe-cialmente los polticos y los propios de la filosofa de la historia. Lasambiciosas continuidades que estableci entre, por ejemplo, el mesia-nismo paulino y el benjaminiano, o entre el gnosticismo marcionita y elsurrealismo, as como su defensa del carcter secularizado de la filoso-fa de la historia moderna, reelaboracin de la primitiva teologa de lahistoria, son afines y consistentes con tesis ms recientes que ratificanla presencia de elementos mesinicos premodernos en el ncleo de ladialctica hegeliana y, en esta medida, en toda la modernidad.59

    Quien ha llevado ms lejos la reflexin sobre el teorema de la secula-rizacin en su capacidad para conformar una historia de los conceptospolticos modernos es un autor elogiado por Taubes:60 Reinhart Kosel-leck. Ya a finales de los aos cincuenta sostuvo que la experiencia de la

    58 Para un anlisis de ello, cfr. J. Derrida, Espectros de Marx pp. 73, 79, 88 y s.,104, 187 y ss.; id., Marx e hijos, pp. 247306; F. Merlini, Le Temps qui nous estdonn. Lhistoire lepreuve de la rvolution, pp. 229243.

    59

    Vase, por ejemplo, G. Agamben, El tiempo que resta, p. 101; G. Bensussan, LeTemps messianique, pp. 6884; R. Esposito, Immunitas, pp. 14 y s., 6888, 93.60 J. Taubes, Carl Schmitt, apocalptico de la contrarrevolucin, p. 161.

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    aceleracin propia de los tiempos modernos demand un concepto detiempo histrico como realidad diferenciada, lo que a su vez determinel surgimiento de la filosofa de la historia, que l interpreta como unasecularizacin de las expectativas apocalpticas.61 En este sentido, laplanificabilidad y factibilidad de la historia, presupuesto de la filosofade la historia del idealismo, sera una experiencia genuinamente mo-derna pero que evidenciara igualmente una deuda imborrable con lopremoderno. Ello permite a Koselleck, tanto como a Taubes, establecergrandes genealogas, as como identificar aporas y problemas comunesa lo moderno y a lo premoderno. Ciertamente, tal gesto hermenuticoimplica un nivel de abstraccin que, en el caso de Taubes, pas porel profuso empleo que hizo del lenguaje mtico y teolgico, capaz a sujuicio de identificar rasgos del hombre antes que otros saberes.62 Si bienl mismo no est exento de elementos problemticos, tambin ostentagrandes virtudes y potencialidades.63 stas se revelan en la atencin alpresente que priorizaron ambos pensadores: si la posicin de Koselleckpuede sintetizarse remitindola a la frmula toda historia fue, es y serhistoria del tiempo presente,64 en el caso de Taubes, su voluntad porcombatir el historicismo fue paralela a su defensa de la insuperabili-dad del presente como locus desde el que y para el que se escribe

    la historia. Para l, como para Benjamin, el pasado no es un depsitodisponible, sino que slo nos es accesible a travs del presente, quetambin est en continuo movimiento.65

    4 . 2 . La comunidad mesinica

    La dimensin poltica del pensamiento mesinico propuesto por Taubesno se agota en su carcter de sntoma o de ndice con ser ello, como

    61 R. Koselleck, Crtica y crisis del mundo burgus, pp. 20, 239; id., Futuro pasado.

    Para una semntica de los tiempos histricos, pp. 13 y ss., 36 y s., 64, 138, 253, 344y ss., 351 y ss.; id., Acortamiento del tiempo y aceleracin. Un estudio sobre lasecularizacin, pp. 46 y s., 55, 58.

    62 J. Taubes, Sobre la particularidad del mtodo teolgico. . . , p. 245.63 Su interlocutor Kracauer las sintetiz magistralmente: esa enorme distancia

    del material, que hace cuestionables las comparaciones de estructuras que aquse debaten, tambin les permite ejercer una funcin reveladora. Vistas desde granaltura, nos recuerdan fotos areas; como stas, revelan algunas configuraciones delamplio paisaje que abarcan, que habitualmente no vemos (J. Taubes, Notas sobreel surrealismo, p. 156).

    64

    R. Koselleck, Continuidad y cambio en toda historia del tiempo presente.Observaciones histrico-conceptuales, p. 119.65 J. Taubes, Le Tesi di filosofia della storia di Walter Benjamin, pp. 9195.

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    hemos visto, muy relevante. El pensamiento mesinico es (o pretendeser) algo ms que una mera contribucin a una historia de los conceptospolticos modernos.

    Para analizar esta otra virtud de lo mesinico, su dimensin de fac-tor directo o agente poltico, es til fijarse en sus reiteradas referenciasal gnosticismo, siempre elogiosas y tendentes a subrayar su idoneidadpara la situacin poltica presente. La razonabilidad (y actualidad) queTaubes atribuye al gnosticismo de Marcin (al igual que al pensamien-to de Pablo y de Benjamin) pasa primero y de forma explcita por loimplicado en su defensa de la interiorizacin de la salvacin, a saber,que no hay salvacin para la historia y la salvacin no tiene histo-ria.66 Que para Taubes, como para Benjamin, la cultura se apoya enla barbarie parece coherente en un pensador que, por reducir lo po-ltico a su comprensin schmittiana, debi renunciar a cualquier tipode reformabilidad o mejora, hallando en cambio como nicas alterna-tivas sugerencias englobables bajo el rtulo de nihilismo: la maldad delos poderes del mundo es tal que slo cabe el refugio en el procelosomundo interior, ya que en l el tiempo se puede suspender, y ello haceposible la salvacin (que, por lo dems, parece reducirse a dicha sus-pensin).

    Como vimos anteriormente, en la medida en que la experiencia me-sinica es una experiencia de interrupcin del tiempo homogneo yvaco, implica una vida en la que son igualmente interrumpidas todaslas condiciones, jerarquas y propiedades, una vida como si no. Lo de-cisivo es que ello tambin afecta las pretensiones identitarias de todosujeto, que son incompatibles con la vida mesinica. Por eso la expe-riencia mesinica abre el espacio de la comunidad, de la hospitalidad,del amor. Ya en Escatologa occidental esta secuencia subyace como fun-damento del universalismo paulino. Frente a los extremos de la abs-traccin universalista del nomos y del comunitarismo etnicista, Pablopermite pensar una comunidad constituida en torno a una alianza me-diada por la fe en un acontecimiento. El amor invocado en las epstolasa los Romanos y a los Corintios se nos muestra entonces como ndice,pero tambin como factor, de una comunidad que ha superado (que hacumplido) la ley. La razn es que el amor no es sino la confesin de

    66 J. Taubes, El xodo de la jaula de hierro o una disputa sobre Marcin, entoncesy ahora, p. 188. Ya en Escatologa occidental Taubes vincul la apocalptica y lagnosis a partir de la experiencia de la extraeza, de la fractura entre el hombre y el

    mundo. Ello explica que para la gnosis la salvacin no equivalga a la integracin detodo el cosmos y sus leyes, ya que es imposible reconciliarse con lo existente. Cfr.J. Taubes, Escatologa occidental, pp. 47 y ss.

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    ser necesitados, de que yo no soy un yo, sino que nosotros somos unnosotros.67

    La idea de una comunidad que tiene en el amor su praxis propiaes coherente con la deslegitimacin radical de todas las institucioneshumanas que se desprende del evento mesinico. Si la accin humanaes impotente para procurar liberacin alguna, que antes bien retrasa,entonces slo ser legtima una accin que constitutivamente trascien-da toda ley y toda previsin, todo programa y toda productividad: elamor. En mltiples textos Taubes ha mostrado la heterogeneidad delamor respecto de la teologa poltica, as como su paralela afinidad conla democracia.68 En este sentido, su pensamiento mesinico puede con-siderarse una sugerencia de cul es la nica presencia de lo teolgicoque debera tener cabida tras Auschwitz: el anuncio mesinico, esto es,el anuncio del cumplimiento de la ley y la sugerencia de un tipo decomunidad en la que son posibles otros vnculos, puesto que la ley noes justamente lo primero y lo ltimo; porque incluso hay entre hombrey hombre relaciones que sobrepasan la ley, que la superan: el amor,la misericordia, el perdn.69

    Ni Gemeinschaft ni Gesellschaft; Taubes se hace eco de una experien-cia comunitaria que se sita ms all de cualquier modalidad tnicapero que, a la vez, difiere igualmente de la mera reunin procurada porel nomos jurdico-poltico. Su funcionalidad poltica pasa por el cues-tionamiento del totalitarismo teolgico-poltico, pues, como l mismoseala explcitamente, sin diferenciar entre un dentro y un fuera delo poltico nos falta el aire que respirar y quedamos entregados a lasmanos de los tronos y las potencias que ya no saben nada de un msall en este cosmos monista .70 La comunidad mesinica es, en estesentido, proftica, ya que anuncia cierta exterioridad de lo poltico quellama nuevamente a lo poltico.

    5 . Conclusin

    Llegados aqu, ofreceremos un juicio sobre la relevancia filosfica y po-ltica del pensamiento de Taubes diferenciando dos aspectos: su antici-pacin (y, en muchos casos, determinacin) de determinadas tesis pre-

    67 J. Taubes, Efectos. Pablo y la modernidad. . . , p. 70; id., Lecturas. Pablo yMoiss..., p. 67.

    68Vase, por ejemplo, J. Taubes, On the Symbolic Order of Modern Democracy,

    p. 70.69 J. Taubes, Carta a Armin Moler, pp. 177 y s.70 J. Taubes, La historia Jacob Taubes-Carl Schmitt, p. 183.

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    sentes en filosofas polticas contemporneas relevantes, y su reforza-miento de la idea de que una de las mayores contribuciones que puedeofrecer la filosofa a la poltica pasa por la elaboracin de una historiade los conceptos polticos.

    En igual dependencia tanto de argumentos de Schmitt y de Benja-min, como tambin de otros de Heidegger y Bataille,71 diversos filso-fos contemporneos han profundizado en lo que implica la experienciade una comunidad heterognea en relacin con la soberana teolgico-poltica y, en esta medida, mesinica. Aun a riesgo de no hacer justiciaa las importantes diferencias existentes entre ellos, el pensamiento dela comunidad que hallamos en determinadas obras de Emmanuel L-vinas, Maurice Blanchot, Jean-Luc Nancy, Toni Negri, Jacques Derrida,Roberto Esposito o Giorgio Agamben, entre otros, comparte el cuestio-namiento de la lgica inmunitaria que gobierna al sujeto en la clausurade su identidad, y ello como ndice y factor de una experiencia comuni-taria que elevan a rasgo esencial (una no esencialidad) del singular.72

    Paralelamente, los pensadores invocados tienen en comn el objetivode una crtica de las praxis y los conceptos polticos modernos, y muyespecialmente del de soberana. Ello explica que todos se hayan empe-ado, en una u otra medida, en la reconstruccin de una historia con-ceptual. Comparten igualmente (y ello evidencia su imborrable deudacon Schmitt y con Benjamin) una aguda consciencia de la apora ence-rrada en la comprensin decisionista (performativa) de la legitimidad,lo cual los lleva a subrayar las consecuencias desobrantes, desconstruc-tivas y deslegitimadoras que (a su juicio) se desprenden de la paradojade que el fundamento del nomos sea externo a l y a lo que l justificao inaugura (esto es: que el fundamento de la ley sea la pura y desnu-da Gewalt), sugiriendo liberar dicha fuerza de su declinacin jurdico-poltica. Comparten, por citar un ltimo rasgo afn al pensamiento deTaubes, el recurso a un lenguaje abstracto y en ocasiones metafrico(en el que se incluye el teolgico), como forma de analizar la polticamoderna y contempornea, as como para aprehender la experienciacomunitaria mesinica.

    Frente a la poltica sin resto, que encierra la relacin entre lo consti-tuyente y lo constituido en un todo armonioso, estas reflexiones sobre

    71 Las referencias fundamentales son M. Heidegger, El ser y el tiempo, 2527;id., Introduccin a la filosofa, pp. 94 y ss., 151 y ss.; G. Bataille, Lo que entiendo

    por soberana, pp. 60 y ss. Un anlisis de ello en R. Esposito, Immunitas, pp. 711,

    2527; id., Communitas. Origine e destino della comunit, pp. XVI y ss.72 Para un anlisis de este comunitarismo impoltico, cfr. A. Galindo, La soberana.De la teologa poltica al comunitarismo impoltico.

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    lo mesinico pretenden recordar la existencia de unas exigencias y deunas potencialidades que, a la par que fecundan las instituciones, tam-bin las cuestionan y las espolean para hallar respuestas inditas. Talrecordatorio permanente constituye un acicate para la renovacin delorden constituido, que slo reajusta sus reglas universales bajo la pre-sin de situaciones singulares refractarias, esto es, con acontecimientosque portan la posibilidad de ser constituyentes.73 Lo mesinico puedeentonces servir para aludir a ciertas praxis ciudadanas subversivas quecuestionan, espolean y dinamizan el derecho, o para imaginar deter-minadas posibilidades que, si bien jams podrn estar completamentedesvinculadas de nuestro presente (pues no queremos creer en conver-siones), la confusin reinante nos impide ver su posibilidad. En estesentido, lo mesinico no designa sino la condicin de posibilidad detodo nomos (la posibilidad de lo posible, la performatividad pura, eldesnudo poder constituyente) y, en este sentido, lo ms propiamentepoltico de la poltica. Y ello porque no se trata aqu de enfrentar la po-ltica a exigencias de tipo moral, sino propiamente de pensar la radicalausencia de fundamento de la democracia en la modernidad, lo queello implica y lo que exige, a saber, una exigencia de frtil y renovadoentrelazamiento entre lo constituido y lo constituyente.

    Que, aun con su fragmentariedad, la obra de Taubes haya anticipa-do muchas de estas ideas, queda fuera de duda. Que en dicha obra,empero, no haya lugar para un tratamiento de las mediaciones quepermitiran superar el totalitarismo de la soberana teolgico-polticae identificar la experiencia comunitaria mesinica, parece coherenteen un pensamiento que, como el suyo, ha privilegiado la adopcin deun punto de vista muy abstracto (el que le proporciona el recurso alas metforas teolgicas y mticas) como clave para establecer grandescontinuidades histrico-conceptuales. Por ello, la relevancia poltica de

    pensamientos de lo mesinico como el que desarroll (y otros afines)no debe buscarse en el nivel de las mediaciones y los programas, sinopreferentemente en la historia de los conceptos polticos modernos quepropone, que constituye un imprescindible ejercicio de comprensin delas aporas que nuestras praxis y conceptos polticos han heredado de lamodernidad y, en su caso, de la premodernidad. La funcionalidadque el teorema de la secularizacin adquiere en su obra permite proble-matizar la legitimidad y la lgica de los conceptos polticos modernos,de las unidades de accin que reflejan y de las que acuan, y ello con el

    fin de comprender y encarar el presente de forma crtica. En este sen-73 Se desarrolla esta idea en M. Vanni, Le Pli messianique du politique.

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    tido, y aun con sus limitaciones y dispersin, el pensamiento histrico-conceptual de Taubes puede recuperarse con el fin de que contribuya aun tipo de intervencin poltica cuidadosa en el uso del lenguaje y quetrascienda la mera exhortacin moral, habitualmente estril y acrtica.

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