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Ana GalánIlustrado por Pablo Pino
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Cale descubre que el extraño objeto que sacó Mon-dragó del castillo del alcalde es un libro. Un libro muy especial. Gracias a él averigua que los árboles parlan-tes corren un grave peligro. ¡Alguien los está talando!Rídel pide ayuda a Cale para que acuda con Mondra-gó y sus amigos al Bosque de la Niebla. Allí conocen al roble Robledo, quien les encomienda una misión: encontrar las seis semillas que, una vez mezcladas, germinarán y darán lugar a nuevos árboles parlantes.
La primera semilla está en la secuoya, el árbol más alto del condado, que se encuentra en la peligrosa
Colina de los Lobos, protegida por una jauría de lobos salvajes y hambrientos.
¿Cómo conseguirán llegar a ella?
Ana GalánAna Galán es la autora de El Club Arcoíris y de muchos otros libros para niños y jóvenes. Nació en Oviedo y pasó su infancia y gran parte de su juventud en Madrid. En 1989, fue a vivir a Nueva York donde se casó, tuvo tres hijos (que de alguna manera que ella no acaba de comprender se hicieron adolescentes), y empezó su carrera como autora, editora y traductora de libros. En las pocas ocasiones en las que no está delante de su ordenador escribiendo, contestando e-mails, hablando o descargando fotos, se dedica a jugar con un labrador y a entrenarlo para que se convierta un día en un gran perro-guía para ciegos.
www.anagalan.com
Pablo PinoPablo Pino nació en Argentina hace 38 años. Muchos cuentan que llegó con un lápiz en la mano. ¿Será verdad? No lo sabemos, pero podemos asegurar que siempre dibujó de todo: ¡desde niños hasta monstruos y gigantes, desde casas hasta castillos... desde perros hasta dragones! Tiene la alegría de hacerlo, desde hace algunos años, en libros para niños y adolescentes, como este que tienes en tus manos. Ha ilustrado muchos en Argentina y otros países del mundo. También ha participado en diferentes exposiciones e incluso da clases de dibujo a niños que comparten su misma pasión.
Mondragó es un dragón diferente, no puede volar, se distrae con mucha facilidad, se tropieza todo el rato y estornuda sin parar echando fuego por la nariz... A pesar de ello, es todo un aventurero y siempre se las ingenia para sacar de más de un apuro a su dueño y mejor amigo, un chico de once años llamado Cale. Con Cale y sus amigos, Arco, Casi y Mayo, vivirás divertidas e interesantes historias y conocerás un mundo lleno de fantasía, aventuras, sorpresas, intriga, personajes perversos…Superando el miedo y las dificultades, estos amigos, siempre juntos, ayudarán a las criaturas más extrañas que hayas conocido jamás…
Conoce con Cale y sus amigos un mundo lleno de
dragones voladores,castillos con foso,
peligros y valentía,buenos y malos
y al único dragón del reinoque no puede volar pero que, seguro,
te hará reír…
¡Mondragó!PVP 8,95 e 10259123
planetadelibrosinfantilyjuvenil.com
Ana Galán
Ilustraciones de Pablo Pino
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DESTINO INFANTIL Y JUVENIL, 2020
www.planetadelibrosinfantilyjuvenil.com
www.planetadelibros.com
Editado por Editorial Planeta, S. A.
© del texto: Ana Galán, 2020
© de las ilustraciones de cubierta e interior: Pablo Pino, 2020
© Editorial Planeta, S. A., 2020
Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona
Primera edición en este sello: junio de 2020
ISBN: 978-84-08-22820-2
Depósito legal: B. 7.289-2020
Impreso en España – Printed in Spain
El papel utilizado para la impresión de este libro es cien por cien libre de cloro y está calificado como papel ecológico.
No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema
informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico,
mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito
del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra
la propiedad intelectual (Arts. 270 y siguientes del Código Penal).
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográfi cos) si necesita fotocopiar
o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web
www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.
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Cale se despertó al notar una brisa cálida que
le acariciaba la cara. Levantó las manos para
frotarse los ojos, pero al hacerlo, tocó algo.
Abrió los ojos y, a tan solo unos centímetros
de su nariz, vio una cabeza enorme que le
miraba intensamente. Tenía el morro alarga-
do, unos dientes muy grandes y una nariz
con grandes ollares por los que despedía aire
caliente.
—¡Mondragó! —exclamó Cale al verlo.
Le acarició la enorme cabeza a su dragón, se
estiró y decidió salir de la cama, pero al po-
ner los pies en el suelo...
El entrenamiento de
Mondragó
cApítuLO 1
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Cale miró hacia abajo y vio que había pi-
sado un enorme charco amarillo que cubría
casi todo el suelo de la habitación. El olor era
inconfundible.
—¡MONDRAGÓ! ¡TE HAS HECHO
PIS!
El dragón miró a su dueño con cara de
sorpresa. ¿Por qué no paraba de decir su
nombre? ¿Querría jugar? Empezó a correr
por toda la habitación dando golpes con su
larga cola.
CHOP¿CHOP?
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¡Tiró la armadura del equipo de las cruza-
das de Cale al suelo!
—¡Mondragó! ¡Para! ¡Lo vas a destrozar
todo! No te muevas que voy a buscar algo
para limpiar este desastre.
Cale bajó corriendo la escalera del casti-
llo.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mondragó se ha he-
cho pis! —Su madre apareció por el pasillo
con dos cubos y una fregona en la mano.
—Ay, Cale, ya te dije anoche que lo tenías
que sacar al jardín antes de dormir. ¿Es que
no te acuerdas? —le preguntó.
Pero Cale no se acordaba. El día ante-
rior habían vivido demasiadas emociones y,
cuando se acostó, estaba tan cansado que se
olvidó por completo de sacar a Mondragó a
hacer sus necesidades.
—Toma, usa esto —le dijo su madre pa-
sándole el cubo y la fregona—, y aquí tienes
su comida. —Le pasó el otro cubo, que era
mucho más grande que el primero.
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Cale se dirigió de vuelta a su habitación y
en cuanto entró, Mondragó se lanzó en pica-
do al cubo de la comida haciendo que salie-
ran volando bolitas de pienso para dragones
por todas partes.
—¡No, Mondragó! No seas tan bruto.
Mira la que has organizado —dijo Cale en-
fadado. Controlar a Mondragó no iba a ser
nada fácil.
En ese momento, la hermana de Cale, Ne-
rea, asomó la cabeza por la puerta. Llevaba un
ramo de flores que acababa de coger del jardín.
—Hombre, mira quién está aquí, es Cale
el hacendoso, limpiando su castillito. Oye,
cuando termines, podrías pasarte por mi ha-
bitación y quitar el polvo —bromeó.
Nerea iba impecable, como siempre, con
un vestido de colores que hacía juego con las
escamas de su dragona Pinka. Pinka olfateó a
Mondragó y alejó la cara con expresión de asco.
—Oye, Cale, Pinka tiene razón, aquí hue-
le que apesta —siguió Nerea—. Toma, pon
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estas flores en algún
sitio a ver si así se
quita un poco el
olor. Cuando Ne-
rea le ofreció el ramo
de flores a su hermano,
Mondragó se acercó con
curiosidad a olerlas. Aspiró
profundamente, después echó la cabeza ha-
cia atrás, apretó la boca con fuerza y…
Una llamarada le salió de la nariz y las flo-
res quedaron totalmente chamuscadas.
—¡Oye, tú! ¡Cuidado! —exclamó Ne-
rea—. Cale, como no controles a tu dragón
va a acabar con el castillo —dijo y se alejó
con su dragona antes de que Mondragó hi-
ciera cualquier otro destrozo.
¡achús!
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«Tiene razón —pensó Cale—. Esto de te-
ner un dragón es más difícil de lo que me
imaginaba. Voy a tener que pedirle a Mayo
que me ayude a entrenarlo.»
Mayo, la amiga de Cale, era buenísima
con los dragones, y su dragona Bruma era de
las más obedientes en todo el pueblo. Seguro
que le ayudaría.
Cale se acercó a la jaula de hierro don-
de guardaba su paloma mensajera y la sacó.
La paloma parecía aliviada de poder salir a
estirar las alas y alejarse de aquel monstruo
enorme de dragón que no paraba de mover-
se. Cale mojó su pluma en el tintero y escri-
bió un mensaje a su amiga en un trozo de
pergamino:
Ayúdame a entrenar a Mondragó.
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Lo enrolló y lo metió en la pequeña funda
de cuero que llevaba la paloma en la pata.
Después se acercó a la ventana, estiró los bra-
zos y le ordenó:
—Al castillo de Mayo.
La paloma hinchó el pecho, desplegó las
alas y salió volando por el cielo en dirección
al castillo de Mayo. Cale la vio alejarse y
cuando la perdió de vista, se giró para volver
a su trabajo. Mondragó seguía buscando los
trozos de comida desperdigados por todo el
suelo.
—Bueno, pronto vendrá Mayo y me ayu-
dará a hacer algo contigo. Seguro que sabe
algún truco infalible de entrenamiento —di -
jo—. Mientras tanto, Mondragó, por favor,
no te muevas más. Quédate ahí quieto un
rato, solo un minuto, y en cuanto termine,
salimos a pasear, ¿vale? —le rogó Cale se-
ñalando la esquina de su habitación donde
había puesto un inmenso almohadón para
que Mondragó durmiera. Mondragó miró
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al almohadón, lo ignoró y siguió buscando
comida.
«Será mejor que acabe cuanto antes», pen-
só Cale esmerándose en limpiar el suelo a
toda velocidad.
De pronto, al pasar la fregona por debajo
de la cama, vio que encima de las sábanas
descansaba el libro misterioso que había sa-
cado Mondragó del castillo de Wickenburg.
Rídel. Cale todavía recordaba algunas de las
palabras que había leído:
En el bosque, te esperan.En el bosque, los que quedan.
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