sp-17 - la tradición de a.a.: cómo se desarrolló por bill w

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Alcohólicos Anónimos® es una comunidad de hombres y mujeres que comparten su mutua expe-riencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperar se del alcoholismo.• El único requisito para ser miembro de A.A. esel deseo de dejar la bebida. Para ser miembro deA.A. no se pagan honorarios ni cuotas; nos man-tenemos con nuestras propias contribuciones.• A.A. no está afiliada a ninguna secta, religión,par tido político, organización o institución alguna;no desea intervenir en controversias; no respaldani se opone a ninguna causa.• Nuestro objetivo primordial es mantenernossobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar elestado de sobriedad.

Copyright © por “A.A. Grapevine, Inc.”reimpreso con permiso.

Copyright © 1988 porAlcoholics Anonymous World Services, Inc.

Translated from English. Copyright in the Englishlanguage version of this work is also owned byA.A.W.S., Inc., New York, N.Y. All rights reserved.No part of this translation may be duplicated inany form without the written permission ofA.A.W.S.

Traducido del inglés. El original en inglés de estaobra también es propiedad literaria ©, deA.A.W.S., New York, N.Y. Reservados todos losderechos. Prohibida la reproducción parcial o totalde esta traducción sin permiso escrito de A.A.W.S.

Dirección Postal: Box 459Grand Central StationNew York, NY 10163

www.aa.org

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ESTE folleto cuenta la historia del origen y deldesarrollo de los principios que se creen esen-ciales para la unidad y supervivencia de A.A.El prólogo, por Bill W., presenta en su forma

original “Los doce puntos para asegurar nues trofuturo.” En el proceso de conver tirse en lasTradiciones, todos estos textos, con excepción delsegundo, han sido modificados o abre viados.Aparecen dos artículos por Bill W. acerca de

las Tradiciones de Anonimato, el primero escritocuando la Comunidad tenía once años de exis-tencia; el segundo nueve años más tar de. Juntos,los dos refuerzan nuestras tradicio nes más cono-cidas — y quizás menos compren didas — laOnceava y la Doceava.

Prólogo

por Bill W.

1955*

¿Cuál es la mejor forma de proteger nuestra unidad?Este es el tema de este folleto.Cuando un alcohólico aplica los Doce Pasos de

nuestro programa de recuperación a su vida personal,su desintegración termina, y comienza su unificación.El Poder que ahora le mantiene unido supera a lasfuerzas que le habían desgarrado.Exactamente el mismo principio se aplica a todos los

grupos de A.A., así como a Alcohólicos Anónimos en sutotalidad. Mientras que los lazos que nos unendemuestren ser más poderosos que las fuerzas que, depoder hacerlo, nos dividirían, todo irá bien. Ten dremosseguridad como movimiento; nuestra unidad esencialquedará asegurada.Si podemos, como miembros de A.A., rechazar el

prestigio público y renunciar a todo deseo de poderpersonal; si, como movimiento, insistimos en perma -necer pobres, evitando así disputas sobre la propiedadextensa y su administración; si nos negamos firme -mente a formar alianzas políticas, religiosas y simila res,evitaremos la división interna y la notoriedad pú blica.Si, como movimiento, seguimos siendo una en tidadespiritual, interesada únicamente en llevar el mensaje anuestros compañeros de fatigas, sin cobrar les nada, niimponerles obligación alguna, entonces — y solamente

* Publicado originalmente por el A.A. Grapevine.

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entonces — podremos con la mayor efica cia cumplircon nuestro cometido. Se está viendo cada vez másclaro que nunca debemos aceptar ni siquiera los benefi-cios temporales más atractivos, si éstos re presentancantidades considerables de dinero, o si puedenenvolvernos en afiliaciones o compromisos dudosos, otentar a algunos de nosotros a aceptar como miembrosde A.A., publicidad personal a través de la prensa o laradio. Para nosotros los A.A., la uni dad es de tan altaimportancia que no podemos arries garnos a tomar lasactitudes ni seguir las prácticas que a veces handesmoralizado a otras formas de la sociedad humana.Hasta la fecha hemos tenido éxito por haber sido dife-rentes. ¡Ojalá que sigamos siéndolo!Sin embargo, la unidad de A.A. no puede automáti -

camente preservarse a sí misma. Al igual que con la re -cuperación personal, siempre tendremos que trabajarpara mantenerla. En esto también sin duda necesita -mos sinceridad, humildad, falta de egoísmo, ampli tudde ideas y, sobre todo, vigilancia. Así es que noso troslos que hemos estado más tiempo en A.A., les rogamosa ustedes los recién llegados, reflexionar cui -dadosamente sobre las experiencias que ya hemos te -nido al tratar de vivir y trabajar juntos. Nos gustaría quetodo miembro de A.A. lograra precaverse tanto de lastendencias molestas que hacen peligrar a la Co -munidad entera, como de los defectos personales queamenazan su propia sobriedad y tranquilidad espiri tual.Porque, como la historia nos enseña, no sola mente losindividuos, sino también los movimientos enterospueden fácilmente descarriarse.Los “Doce Puntos de la Tradición de A.A.” que apa -

recen a continuación representan nuestro primer in -tento de poner de manifiesto principios bien fundadospara la conducta de los grupos y las relaciones pú -blicas. Como uno de los cofundadores de A.A., me fuepedido que publicara estos “puntos”, apoyados por unaserie de artículos en nuestra principal revista mensual,el A.A. Grapevine. Muchos A.A. creen que estas DoceTradiciones son ya lo suficientemente se guras comopara convertirse en la orientación y pro tección básicasde A.A. en su totalidad; que debemos aplicarlas a nues-tra vida de grupo con la misma serie dad queempleamos al aplicar los Doce Pasos de Re cuperacióna nuestras vidas personales. Con el tiempo sabremos si es cierto.Ojalá nunca olvidemos que, sin unidad permanen te,

es poco el alivio duradero que podemos ofrecer a lasdecenas de miles que en su búsqueda de libertad, aúnno se han unido a nosotros.Nadie inventó Alcohólicos Anónimos. Brotó. Su de -

sarrollo, logrado por un método de tanteos, nos ha pro-ducido una rica experiencia. Poco a poco, hemosvenido adoptando las lecciones de esta experiencia,primero como política y luego como tradición. Esteproceso continúa, y esperamos que nunca termine. Sillegáramos a ser demasiado rígidos, la letra podría

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aplastar al espíritu. Podríamos esclavizarnos a nosotrosmismos con prohibiciones y requisitos mezquinos; nospodríamos imaginar que ya habíamos dicho la últimapalabra. Podríamos incluso decir a los alcohólicos queaceptaran nuestras rígidas ideas o, si no, que se ale-jaran. ¡Qué nunca estorbemos así al progreso!No obstante, las lecciones de nuestra experiencia

nos valen muchísimo. Ya hace años que conocemosíntima y ampliamente los problemas de vivir y traba jarjuntos. Si podemos tener éxito en esta aventura — ycontinuar teniéndolo — entonces y solamente en -tonces, nuestro futuro estará asegurado.Puesto que la calamidad personal ya no nos man -

tiene cautivos, nuestro más urgente y estimulanteinterés es el que tenemos por el futuro de AlcohólicosAnónimos. ¿Cómo preservar entre nosotros los A.A.una unidad tan sólida que ni las debilidades persona lesni la presión y discordia de esta época turbia puedanperjudicar nuestra causa común? Sabemos queAlcohólicos Anónimos tiene que sobrevivir. De otramanera, salvo contadas excepciones, nosotros y nues -tros compañeros alcohólicos en todas partes del mun doseguramente reanudaríamos nuestro desesperado viajehacia el olvido.Casi cualquier A.A. puede decirte cuáles son nues -

tros problemas. Fundamentalmente, tienen que ver connuestras relaciones, el uno con el otro, y con el mundode afuera. Incluyen la relación del miembro con sugrupo, del grupo con Alcohólicos Anónimos como untodo, y la posición de Alcohólicos Anónimos en ese maragitado que es la sociedad moderna, donde toda lahumanidad tiene que encontrar abrigo o nau fragar. Degran relevancia es nuestra estructura bási ca y nuestraactitud hacia las siempre urgentes cues tiones de lide-razgo, del dinero y de la autoridad. Pue de que nuestrofuturo dependa de cómo sentimos y cómo actuamoscon respecto a asuntos que son contro versiales, y de lapostura que tomamos hacia nuestras relaciones públi-cas. Es casi seguro que nuestro desti no dependerá delo que ahora decidamos hacer en cuanto a estas cues-tiones cargadas de peligro.Llegamos ahora al punto crucial de nuestra exposi -

ción. Es este: ¿Hemos adquirido ya la suficiente expe -riencia como para establecer normas claras en lo con -cerniente a nuestras preocupaciones principales? ¿Po -demos ahora establecer principios generales que con eltiempo pueden transformarse en tradiciones vitales —tradiciones sostenidas en el corazón de cada miem brode A.A. por su propia profunda convicción y por el con-sentimiento común de sus compañeros? Esta es lacuestión, Aunque es posible que nunca se eliminencompletamente todas nuestras perplejidades, estoy se -guro de que hemos llegado a una posición ventajosa dela cual podemos percibir las líneas principales de uncuerpo de tradición, el cual, Dios mediante, puedeservir como una protección contra los estragos de losaños y las circunstancias.

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Actuando bajo la persistente instancia de viejos ami-gos de A.A. y con la convicción de que es posible llegara un acuerdo y un consenso entre nuestros miembros,me atreveré a poner por escrito estas suge rencias paraUna Tradición de Relaciones de Alco hólicos Anónimos— Doce Puntos Para Asegurar Nues tro Futuro:

Nuestra experiencia nos ha enseñado que:

1. Cada miembro de A.A. no es sino una pequeñaparte de una gran totalidad. Es necesario que A.A. sigaviviendo o, de lo contrario, la mayoría de noso trosseguramente morirá. Por eso, nuestro bienestar comúntiene prioridad. No obstante, el bienestar indi vidual losigue muy de cerca.(Nuestro bienestar común debe tener la prefe -rencia; la recuperación personal depende de launidad de A.A.)

2. Para el propósito de nuestro grupo sólo existe unaautoridad fundamental: un Dios amoroso tal como seexprese por la conciencia de nuestro grupo.(Para el propósito de nuestro grupo sólo existe unaautoridad fundamental: un Dios amoroso tal comose exprese en la conciencia de nuestro grupo.Nuestros líderes no son más que ser vidores de con-fianza. No gobiernan.)

3. Nuestra Comunidad debe incluir a todos los que sufren del alcoholismo. Por eso, no podemos re-chaz-ar a nadie que quiera recuperarse. Ni debe el ser miem -bro de A.A. depender del dinero o de la conformidad.Cuandoquiera que dos o tres alcohólicos se reúnan eninterés de la sobriedad, podrán llamarse un grupo de A.A.,con tal de que, como grupo, no tengan otra afiliación.(El único requisito para ser miembro de A.A. esquerer dejar de beber.)

4. Con respecto a sus propios asuntos, todo grupode A.A. debe ser responsable únicamente ante la au to-ridad de su propia conciencia. Sin embargo, cuan do susplanes atañen al bienestar de los grupos veci nos, sedebe consultar con los mismos. Ningún grupo, comitéregional, o individuo debe tomar ninguna ac ción quepueda afectar de manera significativa a la Comunidaden su totalidad, sin discutirlo con los cus todios de lajunta de Servicios Generales. Referente a estos asuntos,nuestro bienestar común es de máxi ma importancia.(Cada grupo debe ser autónomo, excepto en asun-tos que afecten a otros grupos o a Alcohóli cosAnónimos, considerado como un todo.)

5. Cada grupo de A.A. debe ser una entidad espi -ritual con un solo objetivo primordial — el de llevar elmensaje al alcohólico que aún sufre.(Cada grupo tiene un solo objetivo primordial: lle-var el mensaje al alcohólico que aún está su -friendo.)

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6. Los problemas de dinero, propiedad y autoridadnos pueden, fácilmente, desviar de nuestro principalobjetivo espiritual. Somos, por lo tanto, de la opinión deque cualquier propiedad considerable de bienes de usolegítimo para A.A., debe incorporarse y diri girse porseparado, para así diferenciar lo material de lo espiri-tual. Un grupo de A.A., como tal, nunca debe montarun negocio. Las entidades de ayuda su plementaria,tales como los clubs y hospitales que suponen muchapropiedad o administración, deben incorporarse sepa-radamente, de manera que, si es necesario, los gruposlas puedan desechar con comple ta libertad. Por eso,estas entidades no deben utilizar el nombre de A.A. Laresponsabilidad de dirigir estas entidades debe recaerúnicamente sobre quienes las sostienen económica-mente. En cuanto a los clubs, nor malmente se pre-fieren directores que sean miembros de A.A. Pero loshospitales, así como los centros de recuperación,deben operar totalmente al margen de A.A. — y bajosupervisión médica. Aunque un grupo de A.A. puedecooperar con cualquiera, esta coope ración nunca debeconvertirse en afiliación o respal do, ya sea real o implí-cito. Un grupo de A.A. no puede vincularse con nadie.(Un grupo de A.A. nunca debe respaldar, fi -nanciar o prestar el nombre de A.A. a ningunaentidad allegada o empresa ajena, para evitar quelos problemas de dinero, propiedad y presti gio nosdesvíen de nuestro objetivo primordial.)

7. Los grupos de A.A. deben mantenerse comple -tamente con las contribuciones voluntarias de susmiembros. Nos parece conveniente que cada grupoalcance esta meta lo antes posible; creemos que cual quier solicitud pública de fondos que emplee elnombre de A.A. es muy peligrosa, ya sea hecha porgrupos, clubes, hospitales u otras agencias ajenas; queel aceptar grandes donaciones de cualquier fuente, ocontribuciones que supongan cualquier obligación, noes prudente. Además, nos causa mucha preocupaciónaquellas tesorerías de A.A. que sigan acumulando di nero además de una reserva prudente, sin tener para ello un determinado propósito A.A. A menudo laex periencia nos ha advertido que nada hay que tengamás poder para destruir nuestra herencia espiritual que las disputas vanas sobre la propiedad, el dinero y la autoridad.(Todo grupo de A.A. debe mantenerse comple -tamente a sí mismo, negándose a recibir contri -buciones de afuera.)

8. A.A. debe siempre mantenerse no profesional.Definimos el profesionalismo como la ocupación deaconsejar a los alcohólicos a cambio de una recom -pensa económica. No obstante, podemos emplear a losalcohólicos para realizar aquellos trabajos para cuyodesempeño tendríamos, de otra manera, que contratara gente no alcohólica. Estos servicios espe cialespueden ser bien recompensados. Pero nunca se debe

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pagar por nuestro acostumbrado trabajo de Paso Doce.(A.A. nunca tendrá carácter profesional, peronues tros centros de servicio pueden emplear tra -bajadores especiales.)

9. Cada grupo debe tener un mínimo de organiza -ción. La dirección rotativa es mejor. El grupo peque ñopuede elegir su secretario; el grupo grande su comitérotativo, y los grupos de una extensa área me -tropolitana, su comité central o de intergrupo que amenudo emplea un secretario asalariado de plena dedi-cación. Los custodios de la junta de ServiciosGenerales constituyen efectivamente nuestro Comitéde Servicios Generales de A.A. Son los guardianes denuestra Tradición A.A. y los depositarios de las con -tribuciones voluntarias de A.A., a través de las cualesmantenemos nuestra Oficina de Servicios Generales enNueva York. Tienen la autoridad conferida por los gru-pos para hacerse cargo de nuestras relaciones públicasa nivel global — y aseguran la integridad de nuestraprincipal publicación, el A.A. Grapevine. Todos estosrepresentantes deben guiarse por el espí ritu de servi-cio, porque los verdaderos líderes en A.A. son sola-mente los fieles y experimentados servidores de laComunidad entera. Sus títulos no les confieren ningunaautoridad real; no gobiernan. El respeto uni versal es laclave de su utilidad.(A.A. como tal nunca debe ser organizada; peropodemos crear juntas o comités de servicio quesean directamente responsables ante aque llos aquienes sirven.)

10. Ningún miembro o grupo debe nunca, de unamanera que pueda comprometer a A.A., manifestarninguna opinión sobre cuestiones polémicas ajenas —especialmente aquellas que tienen que ver con la políti-ca, la reforma alcohólica, o la religión. Los grupos deA.A. no se oponen a nadie. Con respecto a estos asun-tos, no pueden expresar opinión alguna.(A.A. no tiene opinión acerca de asuntos aje nos asus actividades; por consiguiente, su nom bre nuncadebe mezclarse en polémicas públicas.)

11. Nuestras relaciones con el público en generaldeben caracterizarse por el anonimato personal. Opi -namos que A.A. debe evitar la propaganda sensacio -nalista. No se deben publicar, filmar o difundir nues trosnombres o fotografías, identificándonos como miem-bros de A.A. Nuestras relaciones públicas debenguiarse por el principio de “atracción en vez de pro -moción.” Nunca tenemos necesidad de alabarnos anosotros mismos. Nos parece mejor dejar que nues trosamigos nos recomienden.(Nuestra política de relaciones públicas se basamás bien en la atracción que en la promo ción;necesitamos mantener siempre nuestro anonimatopersonal ante la prensa, la radio y el cine.)

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12. Finalmente, nosotros los Alcohólicos Anónimoscreemos que el principio de anonimato tiene una in mensa significación espiritual. Nos recuerda que de bemos anteponer los principios a las personalidades;que debemos practicar una verdadera humildad. Todo esto a fin de que las bendiciones que conocemosno nos estropeen; y que vivamos en contemplacióncons tante y agradecida de El que preside sobre todos nosotros.(El anonimato es la base espiritual de todas nuestras Tradiciones, recordándonos siempreanteponer los principios a las personalidades.)

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¿QUIEN ES MIEMBRO DEALCOHOLICOS ANONIMOS?

1946

(La Tercera Tradición se derivó de este ensayoescrito por Bill para el A.A. Grapevine.)

La primera edición del libro Alcohólicos Anónimoshace esta breve declaración referente a la pertenencia aAlcohólicos Anónimos: “El único requisito para sermiembro de A.A. es un deseo sincero de dejar la be bida. No estamos aliados con ninguna religión enparticular, secta o denominación; ni nos oponemos aninguna. Simplemente deseamos ser serviciales paraaquellos que sufren esta enfermedad.” Así expresamosnuestros sentimientos en 1939, año en que se publicó el libro.Desde aquel tiempo, se han hecho todo tipo de ex -

perimentos con respecto a la pertenencia a A.A. Esinnumerable la cantidad de reglas que se han estable -cido (y en su mayor parte quebrantado). Hace dos otres años, la Oficina General pidió a los grupos quehicieran una lista de sus reglas y que la enviaran a lamisma. Después de haberlas recibido, las recopilamos,viéndonos obligados a utilizar muchas hojas de papel.Tras breve reflexión sobre tantísimas reglas, se des -prendió una sorprendente conclusión. Si todos esosedictos hubieran estado vigentes en todas partes almismo tiempo, habría sido casi imposible para cual -quier alcohólico unirse a Alcohólicos Anónimos. Unosnueve décimos de nuestros más antiguos y fielesmiembros no hubieran podido ser aceptados.En algunos casos las exigencias nos habrían dejado

muy desalentados. La mayoría de los miembros pio -neros de A.A. habrían tenido que ser expulsados porhaber sufrido demasiadas recaídas; o porque sus cos -tumbres eran demasiado relajadas; o porque tenían nosolamente dificultades alcohólicas, sino también men-tales. O, lo crea o no, porque no provenían de las lla-madas “mejores” clases de la sociedad. Nosotros los“ancianos” podríamos haber sido excluidos por nohaber leído el libro Alcohólicos Anónimos; o porquenuestros padrinos no quisieron responder por nosotroscomo candidatos. Y así, ad infinitum. Las formas en que nuestros alcohólicos dignos han tratado de juzgara los “menos respetables” son, en retrospectiva, algoabsurdas. ¡Imagínate, si puedes, un alcohólico juz -gando a otro!En alguna que otra ocasión, la mayoría de los gru -

pos de A.A. se lanzan frenéticamente a inventar regla -mentos. Además, como es de suponer, al comenzar acrecer rápidamente, un grupo se ve enfrentado conmuchos problemas alarmantes. Los mendigos comien -zan a mendigar. Algunos miembros se emborrachan y,a veces, hacen que otros se emborrachen con ellos. Los

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que tienen problemas mentales caen en depresio nes ohacen denuncias paranoicas de sus compañeros. Loschismosos chismorrean u “honradamente” denun cian alos “lobos y caperucitas rojas” del grupo. Los princi -piantes argumentan que no son alcohólicos y, sinembargo, siguen viniendo. Los “recaídos” se apro -vechan del buen nombre de A.A. para conseguir em -pleos. Otros miembros rehúsan aceptar todos los DocePasos del programa de recuperación. Otros van aúnmás lejos, alegando que “todo esto de Dios” es una ton-tería y completamente innecesario. Bajo estas cir -cunstancias, nuestros miembros conservadores que seatienen al programa se alarman. Les parece impera tivocontrolar estas peligrosísimas condiciones; si no, A.A. sin duda se vendrá abajo. Se preocupan por el bien del movimiento.En este punto, el grupo llega a la fase caracteriza-

da por la elaboración de reglamentos. Con entusias-mo, se aprueban estatutos, cartas constitutivas, y req-uisitos referentes a la pertenencia, y se cede a uncomité la autoridad para eliminar los “indeseables” ypara castigar a los malvados. Entonces, los Ancianosdel Grupo, ya vestidos de autoridad, se ponen diligen -temente a trabajar. A los recalcitrantes, los echan alas tinieblas infernales; los entrometidos respetablestiran piedras a los pecadores. Y, en cuanto a los lla -mados pecadores, o insisten en quedarse, o formanun nuevo grupo. O tal vez se unen a un grupo másagra dable y menos intolerante de su vecindad. Losancia nos pronto se dan cuenta de que los nuevosreglamen tos no funcionan bien. La mayoría de losintentos de hacerlos cumplir suscitan una tan granoleada de di sensión e intolerancia dentro del grupo,que se reco noce esta situación como más perjudicialpara la vida del grupo que lo fuera la peor que lospeores hubie ran hecho nunca.Pasado un tiempo, los temores y la intolerancia se

apaciguan. El grupo sobrevive ileso. Todo el mundo haaprendido mucho. Por eso, hoy en día, muy pocos sepreocupan de cómo un principiante podría afectar nues-tra reputación o eficacia. Los que recaen, los quemendigan, los que chismorrean, los que tienentrastornos mentales, los que se rebelan con tra el pro-grama, los que se aprovechan de la fama de A.A. —muy raras veces perjudican al grupo de A.A. por muchotiempo. Y algunos de ellos han llegado a ser nuestrosmás respetados y más amados miembros. Otros se hanquedado para poner a prueba nuestra paciencia; perose han mantenido, no obstante, so brios. Otros se hanalejado. Hemos llegado a conside rar a estas personasno como amenazas, sino como nuestros maestros. Nosobligan a cultivar la paciencia, la tolerancia y la humil-dad. Finalmente, nos percata mos de que son simple-mente gente más enferma que el resto de nosotros, yque nosotros los que los condenamos, somos losFariseos cuya falsa rectitud causa un más profundo per-juicio espiritual al grupo.

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Cada A.A. veterano se estremece al recordar losnombres de aquellos a quienes, una vez, él condenó; lagente que él con seguridad predijo nunca lograría lasobriedad; la gente que él estuvo seguro debían serechados de A.A. para el bien del movimiento. Ahoraque muchas de estas mismas personas ya se han man -tenido sobrias durante muchos años, y puede que secuenten entre sus más íntimos amigos, el veterano sedice a sí mismo: “¿Qué habría pasado si todos hubie ranjuzgado a estas personas como lo hacía yo? Si A.A. leshubiera cerrado la puerta, ¿dónde estarían hoy?”Esta es la razón por la cual juzgamos cada vez me -

nos al principiante. Si para él, el alcohol es un proble -ma inmanejable y él quiere hacer algo al respecto, no lerequerimos más. No nos importa en absoluto que sucaso sea grave o leve, que sus costumbres sean rectaso relajadas, que tenga o no otras complicaciones. Lapuerta de A.A. está abierta de par en par, y si entra y sepone a hacer algo para remediar su problema, le con-sideramos un miembro de A.A. No firma ningún con-trato ni convenio; no se compromete a hacer nada. Nole exigimos nada. El se une a nosotros diciéndolo. Hoy día, en la mayoría de los grupos, no tienen nisiquiera que admitir que es un alcohólico. Puedeunirse a A.A. con sólo tener una mera sospecha de quelo sea, de que ya muestre los síntomas mortales denuestra enfermedad.Por supuesto, éste no es el estado universal de

cosas en A.A. Hay todavía reglamentos que se imponena los miembros. Si un miembro persiste en llegarborra cho a las reuniones, puede que sea llevado afuera;puede que pidamos a alguien que lo aleje. No obstan te,en la mayoría de los grupos, puede volver al díasiguien te, si se presenta sobrio. Aunque le puedenechar de un club, a nadie se le ocurriría echarle de A.A.Sigue siendo miembro de A.A. mientras que lo diga.Aunque este amplio concepto de la pertenencia a A.A.no es todavía de unánime aceptación, represen ta la cor-riente principal del pensamiento de A.A. No queremosprivar a nadie de la oportunidad de recu perarse delalcoholismo. Deseamos ser tan inclusivos comopodamos, nunca exclusivos.Tal vez esta tendencia significa algo mucho más

profundo que un mero cambio de actitud hacia lacuestión de pertenencia. Tal vez significa que esta mosliberándonos de todo temor de las tempestades que aveces azotan nuestro mundo alcohólico; tal vez ates-tigua nuestra confianza en que a cada tormenta seguiráuna calma, calma que es más comprensiva, más com-pasiva, más tolerante que cualquiera que hayamosconocido nunca.

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LOS HOSPITALES Y A.A.(Extractos de artículo “HospitalizaciónApropiada” por Bill W., publicado en elGrapevine en 1947. . . comentarios de

base para la Sexta Tradición.)

Muchos sanatorios y hospitales privados son nece -sariamente demasiado costosos para el alcohólico mé -dio. Siendo muy pocos los hospitales públicos, y lascasas de descanso e instituciones religiosas a menudopoco disponibles, el grupo medio ha tenido dificul tadesen encontrar instalaciones en donde se pueden hospi-talizar a los posibles miembros por unos cuantos días aun precio asequible.Esta urgencia ha tentado a algunos A.A. a estable cer

sus propias “estaciones de secado”, empleando a ge-rentes y enfermeras A.A. y contratando los servicios deun médico que hace visitas periódicas. En los casos enque esto se ha hecho bajo los auspicios directos de ungrupo de A.A., casi siempre han fracasado. Ha resulta-do que los A.A. montan un negocio, un tipo de negociocon el cual muy contados A.A. tienen la re querida fami -liaridad. Demasiadas personalidades que se chocan,muchas manos en el plato haciendo gara bato, situaciónque normalmente lleva al abandono de estos esfuerzos.Nos ha hecho darnos cuenta de que un grupo de A.A.es, primordialmente, una entidad espiritual; de que,como grupo, cuanto menos se de diquen a los negocios,mejor. A propósito de este tema debemos mencionar elhecho de que casi todos los proyectos inventados porlos grupos para financiar o asegurar las cuentas hospi-talarias de sus miembros compañeros también han fra-casado. No es únicamen te que estos préstamos quedansin pagar, sino que también surge la pregunta dentrodel grupo en cuanto a quiénes los merecen.En otros casos, los grupos de A.A. impulsados por

una necesidad apremiante de ayuda médica, han em -prendido campañas públicas para recoger dinero paraestablecer “hospitales de A.A.” en sus comunidades.Casi sin excepción, estos esfuerzos fallan. Dichos gru-pos no solamente tienen la intención de montar unnegocio hospitalario, sino también la de financiar laempresa solicitando fondos al público en nombre deAlcohólicos Anónimos. Inmediatamente, se planteantodo tipo de dudas; los proyectos se atascan. Los A.A.conservadores se dan cuenta de que las empresas co -merciales o las solicitudes al público que llevan el avalde A.A., son verdaderamente peligrosas para todosnosotros. Si esta práctica se generalizara, la ta paderaestaría abierta. Los promotores, de A.A. y otros, ten-drían carta blanca.La búsqueda de tratamiento médico comprensivo y

a precio razonable ha engendrado otra clase de ins -talaciones. Estas son las granjas de descanso y estacio -nes de secado, dirigidas por los A.A. individuales, bajo

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la adecuada supervisión médica. Estas han resultadomucho más satisfactorias que los proyectos dirigidospor los grupos. Como es de suponer, el éxito que tie -nen, está en proporción exacta con la habilidad di rectorial y la buena fe del A.A. encargado. Si es capazy concienzudo, es posible tener muy buenos resulta -dos; si no lo es, fracaso. Ya que no son proyectos delgrupo y no llevan el nombre de A.A., estos se puedentomar o dejar. La dirección de establecimientos de estetipo siempre está rodeada de dificultades pecu liares.Siempre es difícil para el director A.A. cobrar lo sufi-ciente como para vivir con algo de comodidad. Y si lologra hacer, es probable que la gente diga que está“profesionalizando” A.A., o que saca dinero de A.A.Aunque en la mayoría de los casos, esto es una puratontería, constituye no obstante una seria des ventaja.Sin embargo, a pesar de los quebraderos de cabeza

que se encuentren, un buen número de estas granjas yrefugios de desembriagar están en funcionamiento, yparece que pueden seguir funcionando mientras seanmanejados cuerdamente, no lleven el nombre de A.A. yno se presenten como empresas A.A. al solicitar fon dosal público. A veces, irreflexible e inconsiderada mentenos aprovechamos del hecho de que una ins talaciónesté encabezada por un A.A. Le llevamos borrachossólo porque queremos deshacernos de ellos; promete-mos pagar la cuenta, y no lo hacemos. Se debe felicitara cualquier A.A. que pueda dirigir con éxito uno deestos “emporios de borrachos”. Es un trabajo duro y amenudo ingrato, aunque le puede traer una profundasatisfacción espiritual. Tal vez sea esta la razón por laque tantos A.A. desean intentarlo.

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LOS CLUBS EN A.A. — ¿SUBSISTIRAN CON NOSOTROS?

1947*

(Otro antecedente a la Sexta Tradición)

El concepto del club ha llegado a formar parte de lavida de A.A. Veintenas de estos abrigos acogedores yatienen años de existencia, prestando sus muy útiles ser-vicios, y nuevos clubs se establecen cada mes. Sihiciéramos una votación mañana en cuanto a la con -veniencia de tenerlos, una buena mayoría daría un re-sonante voto afirmativo. Habría miles que atesti guaríanque les habría sido más difícil mantener su sobriedaddurante sus primeros meses en A.A. si los clubs noexistieran, y, en cualquier caso, dirían que siempredesearían poder aprovechar los contactos ase quibles ylas calurosas amistades que los clubs les ofrecen.Siendo este el punto de vista mayoritario, podría mos

suponer que los clubs tienen una aprobación universal;podríamos imaginarnos que sin ellos no subsistiríamos.Podríamos creer que los clubs cons tituyen una ins-titución central de A.A. — como un “Paso Trece” de nuestro programa de recuperación, sin el cual los otros Doce Pasos no surtirían efecto. De vez en cuandolos entusiastas de los clubs se compor tan como si creyeran verdaderamente que pudiéramos tratar nuestros problemas alcohólicos con el único recursodel club. Tienden a depender más de los clubs que delprograma de A.A.No obstante, hay también entre nosotros una mi -

noría bastante fuerte de gentes que no quieren tenernada que ver con los clubs. Mantienen que la vidasocial de los clubs no solamente distrae la atención delos miembros del programa de A.A., sino también quelos clubs son un estorbo para el progreso de A.A. Nosadvierten del peligro de que los clubs dege neren enmeras guaridas o incluso en “garitos”. Recal can lasquerellas que surgen en lo concerniente al di nero, ladirección y la autoridad; tienen miedo a los “incidentes”que puedan darnos mala publicidad. En pocas palabras,“miran con alarma.” Dicen no a los clubs.Hace ya algunos años que venimos a tientas hacia

un terreno intermedio. A pesar de la alarma, se haestablecido que los que quieran y necesiten los clubs,deben tenerlos. Así es que la verdadera preocupaciónno es si debemos tenerlos o no. Es cómo aumentar sus ventajas y cómo reducir sus desventajas. Cómo tener la seguridad de que, a la larga, éstas noexcedan a aquéllas.De los cuatro centros mayores de A.A., dos favo -

recen los clubs, y dos no lo hacen. Da la casualidad deque yo vivo en uno de los que están a favor.* El primerclub de A.A. se formó en Nueva York. Aunque nuestra

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* Publicado originalmente por el A.A. Grapevine.

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experiencia aquí en Nueva York, puede ser que noofrezca el modelo ideal, es la única que conoz co. Por lotanto, para delinear los principios y proble mas que tene-mos que considerar, la utilizaré, como un ejemplo deldesarrollo de un club, y no como un modelo ejemplar.Cuando A.A. tenía muy poco tiempo de existencia,

nos reuníamos en casas particulares. La gente viajabamuchas millas, no sólo para asistir a la reunión, sinotambién para sentarse cómodamente después, com -partiendo café y tortas y conversación íntima y viva.Los alcohólicos y sus familias se habían sentido soloshacía ya demasiados años.Luego, con el tiempo, las casas empezaron a resul -

tar demasiado pequeñas. Ya que no podíamos sopor tarel separarnos, unos de otros, para formar reunionesmás pequeñas, buscamos un local más grande. Nosalojamos primero en el taller de un negocio de sastre -ría, y más tarde en un salón alquilado de Steinway Hall,De esta manera podíamos estar unidos durante la horade reunión y después, íbamos a una cafetería. Noobstante, nos faltaba algo: el ambiente de un ho gar. Unrestaurante no lo tenía en suficiente grado. Alguiendijo: formemos un club.Así que formamos un club, Nos instalamos en un

interesante local, el antiguo Club de Artistas e Ilus -tradores en la Calle 24 Oeste. ¡Qué emocionante! Unpar de miembros firmaron el contrato de alquiler.Pintamos y fregamos. Teníamos un hogar. Siempretendremos hermosos recuerdos de los días y nochesque pasamos en aquel primer club.No obstante, hay que admitir que no todos esos

recuerdos son extáticos. El crecimiento nos dio dolo -res, los “dolores de crecimiento” los llamamos hoy día.¡Lo graves que nos parecieron en aquel entonces! Los“dictadores” trataban de imponerse; los borrachos secaían al suelo o trastornaban las reuniones; los “comi -tés directivos” intentaban proponer a sus amigos comocandidatos para sucederles y, con gran consternaciónsuya, descubrían que no se podía “dirigir” ni siquiera alos borrachos sobrios. De vez en cuando, difícilmen terecogimos lo suficiente como para cubrir el alquiler;los jugadores de cartas se hacían los sordos a cual quiersugerencia de que hablaran con los recién lle gados(hoy en día, la mayoría de los clubes han aban donadolos juegos de cartas); las secretarias se fasti diaban lasunas a las otras. Se estableció una corpora ción paraasumir la responsabilidad del contrato de, alquiler yteníamos así “oficiales”. ¿Debían estos “di rectores” diri-gir el club, o lo debía dirigir el comité rotativo de A.A.?Tales eran nuestros problemas. El uso del dinero, la

necesidad de un cierto grado de organización para elclub y la atestada intimidad del lugar crearon situa -ciones que no habíamos previsto. La vida del clubtodavía nos ofrecía grandes placeres. Pero tenía tam -bién sin duda sus inconveniencias. ¿Valía la pena los

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* Esta situación pronto cambió. Por más de veinte años New York no hasido entusiasta de los clubs.

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riesgos y las molestias? La respuesta fue sí, ya que elClub de la Calle 24 seguía en funcionamiento y ahoraestá ocupado por los A.A marineros.* Tenemos ade másotros tres clubs en esta área, y se está conside randoestablecer un cuarto.Nuestro primer club fue conocido, por supuesto,

como un “club de A.A.” La corporación arrendataria sellamó “Alcohólicos Anónimos de Nueva York, S.A.”Más tarde, nos dimos cuenta de que habíamos consti -tuido en sociedad el Estado de Nueva York en su to -talidad — un error recientemente corregido. Nuestraasociación debía haberse referido únicamente a la Calle24, por supuesto. En todas partes del país, la mayoríade los clubs han comenzado como el nuestro. Al princi-pio, los consideramos como instituciones cen trales deA.A. La experiencia de años posteriores siempre aca -rrea un cambio de perspectiva — cambio muy deseablesegún nos parece ahora.Por ejemplo, en sus primeros días el club A.A. de

Manhattan tenía miembros provenientes de todas par -tes del área metropolitana, incluyendo a New Jersey.Pasado un tiempo, decenas de grupos brotaron ennues tros distritos suburbanos. Se consiguieron lugaresde reunión más accesibles. Nuestros amigos de NewJersey establecieron su propio club. Así que estos gru-pos alejados del “centro”, engendrados original mentepor el club de Manhattan, comenzaron a atraer a cen-tenares de miembros que no se sentían vincula dos aNueva York, ni por conveniencia, inclinación o sen-timiento nostálgico. Tenían sus propios amigos de A.A.locales, sus propios lugares de reunión de fácil acceso.No les interesó Manhattan.Esta falta de interés les fastidió bastante a los neo -

yorquinos. Visto que les habíamos alimentado, ¿no eraapropiado que estuviéramos interesados? Nos des -concertó su rechazo de considerar el club de Manhat -tan como el centro de A.A. para el área metropolitana.Efectuábamos reuniones centrales, con oradores invi -tados de otros grupos. Teníamos una secretaria a suel-do que atendía el teléfono en el club, respondien do alas solicitudes de ayuda y tomando disposiciones parahospitalización para todos los grupos del área.Naturalmente, creíamos que los grupos de los distri tossuburbanos debían contribuir al sostenimiento del clubde Manhattan. Los hijos decentes deben cuidar a sus“padres”. No obstante, fueron en vano nuestras súpli-cas parentales. Aunque muchos miembros de fuera deNueva York contribuyeron individualmente, sus gruposrespectivos no nos enviaron ni un centavo.Luego, cambiamos de rumbo. Aunque los grupos

suburbanos no quisieron sostener el club, quizá no lesimportaría pagar el sueldo de la secretaria. En reali dad,ella estaba haciendo un trabajo “de área”. Esta eraclaramente una petición razonable. Pero nunca suscitóla respuesta esperada. Ellos, en su mente, no podían

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* Posteriormente el edificio fue demolido.

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separar “la secretaria de área” del “club deManhattan.” Por lo tanto. durante mucho tiempo, nues-tras necesidades de área, nuestros problemas co munesde A.A. y la dirección de nuestro club estu vieronenmarañados financial y sicológicamente.Poco a poco, la maraña fue desenredándose, a me -

dida que fuimos dándonos cuenta de que los clubsdebían ser asunto únicamente de aquellos que losquieren especialmente y que están dispuestos a pagarpor ellos. Empezamos a reconocer el hecho de que ladirección de un club entraña asuntos de negociosimportantes, que debe ser constituida en sociedad se-paradamente y bajo otra denominación — por ejem -plo, Alanon,* que los “directores” de la corporacióndel club deben ocuparse solamente de los asuntos delClub; que un grupo de A.A., como tal, nunca debemeterse en el manejo activo de una empresa de nego -cios. Nuestras febrilmente agitadas experiencias noshan enseñado que, si un comité rotativo de A.A. tratade imponerse a la corporación del club, o si ésta tratade dirigir los asuntos de A.A. de los grupos que se reú-nen en el club, inmediatamente se plantean difi -cultades. La única forma que hemos encontrado pararemediar esta situación es la de separar lo material delo espiritual. Si un grupo de A.A desea reunirse en unclub, debe contribuir a pagar el alquiler o repartir eldinero que se recoge en la colecta con la dirección delclub. Puede que esto parezca absurdo a un grupopequeño que está abriendo su primer local, ya que porel momento, los miembros del grupo serán tam biénlos miembros del club. No obstante, es recomen dablecons tituir en sociedad el club al comienzo, por que asíse evitará mucha confusión después, cuando otrosgrupos se formen en el área.A menudo se hacen preguntas, tales como “¿Quié -

nes son los que eligen los directores de negocios delclub?” “La pertenencia a un club, ¿se difiere de lapertenencia a un grupo de A.A.?” “¿Cómo se financiano se sostienen a los clubs?” Ya que las costumbresvarían de un lugar a otro, no tenemos todavía lasrespuestas. Las siguientes sugerencias parecen serlas más razonables: todo miembro de A.A. debe serlibre de aprovechar los privilegios ordinarios de unclub de A.A., ya sea que haga una contribución regu-lar o no. Si contribuye regularmente, debe ademástener dere cho a votar en las reuniones de negocios enlas cuales se eligen los directores de negocios de lacorporación del club. De esta manera todos los clubsestarían abiertos a todos los A.A. Pero la dirección denegocios del club estaría limitada a los que tuvieran elsufi ciente interés como para contribuir regularmenteal sostenimiento del club. A propósito de esto, debe-mos recordarnos a nosotros mismos que en A.A. nopaga mos honorarios ni cuotas obligatorias. No

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* Este nombre ya no es apropiado, debido a una posible confusión conlos Grupos Familiares de Al-Anon, comunidad fundada unos cinco añosdespués de que este artículo fue escrito.

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obstante, se debe añadir que, ya que los clubs seestán haciendo empresas privadas y separadas, susmiembros los pue den dirigir conforme a otras nor-mas, si así lo desean.El aceptar grandes cantidades de dinero de cual -

quier fuente para comprar, construir o financiar un clubcasi siempre desembocará en problemas. La so licitación de fondos al público es, por supuesto, peli grosísima. El completo automantenimiento de los clubs, así como de toda entidad o actividadrelaciona das con A.A., está llegando a ser nuestra prác-tica universal.La evolución de los clubs nos está enseñando ade -

más que, salvo en las comunidades pequeñas, es pro -bable que los clubs no seguirán siendo los centros prin-cipales de la actividad de A.A. Comenzando como elcentro principal para una ciudad, muchos clubs se vantrasladando a locales cada vez más grandes, con laaspiración de seguir celebrando dentro de sus muros lareunión principal del área. No obstante, las circunstan-cias acaban defraudando sus esperanzas.La primera circunstancia es que A.A., al continuar

creciendo, desbordará la capacidad de cualquier club.Tarde o temprano, será necesario trasladar la reunióncentral o principal a un auditorio más grande. En elclub no caben tantas personas. Este hecho lo debemoscontemplar sobriamente cuandoquiera que conside -remos comprar o constituir un local grande para elclub. Hay otra circunstancia que con casi toda segu -ridad dejará a los clubs en una posición “excéntrica”,especialmente en las grandes ciudades: Tenemos unafuerte tendencia a encargar la gestión de asuntos co munes de A.A. en los centros metropolitanos a un co -mité central o de intergrupo. En cada área, tarde o tem-prano, nos damos cuenta de que tales asuntos como lasreuniones de intergrupo, las disposiciones hospitala -rias, las relaciones públicas locales, la oficina centralpara entrevistas e información, son de interés a todoslos A.A., ya sea que tengan ocasión o deseo de utilizarlos clubs o no. Siendo estos asuntos estric tamente deA.A., es necesario elegir y financiar un comité centralde intergrupo para ocuparse de ellos.Los grupos de un área, por lo general, estarán dis-

puestos a mantener estas actividades verdaderamentecentrales, contribuyendo con fondos del grupo. Inclu socuando el club aún tiene cabida suficiente para lasreuniones de intergrupo y cuando se siguen cele -brando allí, el centro de gravedad del área se trasla daráacercándose al comité de intergrupo y sus acti vidadescentrales. El club queda definitivamente aparte, donde,según opinan muchos, debe estar. Di rigidos ysostenidos activamente por quienes los quie ren, losclubs pueden ser “dejados o tomados.”

Si tiene un problema relacionado con un CLUBescribanos pidiendo “Las Guías de Actuaciónsobre los Clubs”, disponibles gratis en la O.S.G.

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LOS PELIGROS DE VINCULAR A.A.CON OTROS PROYECTOS

1947*

(Peligros reconocidos por las TradicionesSeis y Ocho)

Nuestra experiencia de A.A. ha venido planteán -donos las siguientes preguntas importantes, que notienen todavía una respuesta definitiva. La primera es:¿Debe A.A. en su totalidad entrar en las esferas ajenasde hospitalización, investigación científica y educaciónno polémica acerca del alcoholismo? La se gunda: “Unmiembro de A.A., actuando estrictamente como parti -cular, ¿tiene razón para aportar a tales em presas, suexperiencia y conocimientos especiales? Y la tercera: Siun miembro de A.A. trabaja en estos aspectos del pro -blema total del alcoholismo, ¿cuáles serían las condi-ciones apropiadas para su trabajo?Respecto a estas preguntas, se oye una variedad

casi infinita de opiniones en los grupos de A.A. Por lo general, se pueden clasificar en tres categorías: la de “hacerlo todo”; la de “hacer algo”; y la de “no hacer nada”.Tenemos miembros que tanto se preocupan de que

nos enmarañemos en estas actividades o de que nosexploten de alguna forma, que quieren que seamosuna corporación estrictamente cerrada. Ejercerían lapresión más fuerte posible para impedir a los A.A. quehagan cualquier esfuerzo respecto al problema globaldel alcoholismo, ya sea que lo hagan como individuoso como grupos — con excepción, por supuesto, de suacostumbrado trabajo de A.A. Ven el espectro del Mo -vimiento Washingtoniano que prosperó por un tiempoentre los alcohólicos de hace un siglo, y terminó desin -tegrándose, debido, en parte, a que sus miembros mili -taban en favor de la abolición, la prohibición, etc. EstosA.A. están convencidos de que, cueste lo que cueste,tenemos que mantener nuestro aislamiento, y ocuparnos únicamente de lo nuestro, para evitar elmismo peligro.Tenemos también al miembro que le gustaría que lo

hiciéramos todo con respecto al problema del alco -holismo en su totalidad — a cualquier hora, en cual -quier sitio, de cualquier forma. Su entusiasmo le hacecreer no solamente que su querida A.A. es una pana ceapara todos los borrachos, sino que también tene mosuna solución para todo y todos los que tienen que vercon el alcohol. Cree firmemente que A.A. debe apoyar,tanto con su nombre como con sus recursos económi-cos, cualquier proyecto de investigación cien tífica, edu-cación o tratamiento que sean de primera categoría.Viendo que, hoy en día, A.A. aparece en la primera

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* Publicado originalmente por el A.A. Grapevine.

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plana de noticias, él mantiene que debemos permitirliberalmente a otros que aprovechen nuestra buenafama. Dice: “¿Por qué no debemos manifestar pública-mente nuestro apoyo? Se podrían recoger mi llones dedólares fácilmente, para hacer buenas obras en elcampo del alcoholismo”. A veces, el juicio de este entu-siasta está oscurecido por el deseo que tiene de crearseuna carrera. No obstante, estoy seguro de que, para lamayoría de los que se entusiasman tan precipitada-mente, es una cuestión de pura exhube rancia, más, enmuchos casos, un sentimiento profun do de respon -sabilidad social. Así que tenemos los entusiastas y losultraprudentes: los de “hacerlo todo” y los de “no hacernada”. Pero el miembro medio de A.A. no se preocupatanto como lo hacía en el pasado por estos fenómenos.Sabe que, del calor y el humo, vendrá la luz. Prontosurgirá una política bien informada que todos puedanaprobar. Sometida a la prueba del tiempo, esta política,si se muestra acerta da, se convertirá en una tradiciónde A.A.A veces, he temido que A.A. no elaborara nunca una

política factible. Y este temor no se aliviaba a medidaque mis propias opiniones iban cambiando, con com-pleta inconsecuencia, de un extremo a otro. Deberíahaber tenido más fe. La luz de nuestra expe riencia estáempezando a brillar con la suficiente in tensidad paraque podamos ver claramente; para que podamos decircon seguridad lo que podemos hacer y lo que nopodemos hacer con respecto a la educa ción, la investi-gación científica, etc.Por ejemplo, podemos decir categóricamente que,

ni A.A. en su totalidad, ni cualquier grupo de A.A.deben involucrarse en ninguna actividad que no sea eltrabajo acostumbrado de A.A. Como grupos, no pode -mos apoyar, financiar ni afiliarnos a ninguna causa, pormuy noble que sea; no podemos asociar el nombre deA.A. con ninguna otra empresa en el campo del alco-holismo, hasta causarle al público la impresión de quehayamos abandonado nuestro objetivo. Tenemos quedisuadir a nuestros miembros y nuestros amigos de uti-lizar el nombre de A.A. cuando hacen publici dad osolicitan contribuciones. El comportarnos de otra ma -nera pondría en peligro nuestra unidad, y nuestraresponsabilidad más importante, tanto hacia nuestroshermanos alcohólicos como hacia el público en general, es la de mantener nuestra unidad. La ex -periencia, según creemos, ya ha puesto de manifiestoestos principios.Aunque ahora abordamos cuestiones más discu-

ti bles, tenemos que preguntarnos con toda sinceridadsi cualquiera de entre nosotros, como particular, debellevar y aplicar nuestras experiencias especiales a otros aspectos del problema del alcoholismo. ¿No ledebemos esto, al menos, a la sociedad? y ¿es posiblehacerlo sin comprometer a Alcohólicos Anónimos ensu totalidad?A mi parecer, la política de “no hacer nada” es aho ra

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impensable, debido en parte a mi convicción de quenuestros miembros pueden trabajar en otras acti -vidades no polémicas en el campo del alcoholismo sinponer en peligro a la Comunidad, si toman algunassencillas precauciones; y en parte, porque he llegado acreer profundamente que el hacer menos sería pri var ala sociedad entera de las aportaciones inmensamentevaliosas que, con casi toda seguridad, podría moshacer. Aunque somos miembros de A.A. y A.A. tieneque tener prioridad, somos también ciudadanos delmundo. Además, como nuestros amigos los médi cos,estamos obligados por honor a compartir todo lo quesabemos con toda la humanidad.Por lo tanto me parece justo que algunos de noso -

tros respondamos a la llamada que nos llega de otroscampos. Y aquellos que respondan, tienen que recor-dar únicamente que son, antes que nada, miembros deA.A.; que en sus nuevas actividades son solamen te indi-viduos. Esto supone que respeten el principio de anoni-mato ante la prensa; que si se presentan ante el públicoen general, no se describan como miem bros de A.A.; yque se abstengan de destacar el hecho de que sonmiembros de A.A. cuando hacen publicidad o solici-tudes de fondos.Estos sencillos principios de conducta, si son con -

cienzudamente observados, podrían disipar todas lasdudas, razonables o irrazonables, que los A.A. ahoratienen. De esta manera, A.A. en su totalidad podríamantener relaciones amistosas, sin compromisos, concualquier causa no polémica que esté tratando de es -cribir una página más brillante en los oscuros analesdel alcoholismo.Para resumir, estoy bastante seguro de que nuestra

política respecto a los proyectos “ajenos” llegará a serla siguiente: A.A. no patrocina proyectos en otros cam-pos. No obstante, si dichos proyectos son cons tructivosy de carácter no polémico, los miembros de A.A. sonlibres de participar en ellos, sin crítica, si lo hacen úni-camente como ciudadanos particulares, y si tienencuidado de no comprometer el nombre de A.A.” Talvez lo resolveremos así nada más. ¿Lo probamos?

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EL DINERO

1946*

(Lo que condujo a la redacción de laSéptima Tradición)

En Alcohólicos Anónimos, ¿es el dinero lo que hacebailar al perro, o la raíz del mal? Estamos en el procesode resolver este acertijo. Nadie pretende tener la res -puesta completa. Estamos buscando el punto del “es -pacio espiritual” en el que termina el uso adecuado deldinero y empieza el abuso. Son muy contados los pro- blemas del grupo que les preocupen más que éste a losmiembros serios de A.A. Todo el mundo hace la pre-gunta: “¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia las con-tribuciones voluntarias, los trabajos asalariados, el pro-fesionalismo, y las donaciones de fuentes ajenas?”Durante los primeros años de A.A., no teníamos

problemas con el dinero. Nos reuníamos en nuestrascasas, donde nuestras mujeres nos preparaban el café ylos bocadillos. Si algún miembro de A.A. quería con-ceder una pequeña “subvención” a un compañero alco-hólico, lo hacía. Era exclusivamente asunto suyo. Noteníamos fondos de grupo y por eso no teníamos pro -blemas con el dinero del grupo. Y hay que hacer con-star que muchos de los veteranos de A.A. desea ríanpoder retornar a aquellos días alciónicos de sen cillez.Ya que nos damos cuenta de que las disputas por cosasmateriales han acabado aplastando el espí ritu demuchas empresas bien intencionadas, a menu do sepiensa que demasiado dinero resultará ser un mal paranosotros también.No sirve de mucho ansiar por lo imposible. El di -

nero ahora figura en nuestros asuntos y nos hemoscomprometido a su uso prudente. Nadie consideraríaseriamente abolir nuestros locales de reunión y clubs afin de evitar todo lo que tiene que ver con el dinero. La experiencia nos ha enseñado que tenemos una gran necesidad de estas instalaciones, de manera que tenemos que aceptar cualquier riesgo envuelto en tenerlas.Pero ¿cómo podemos minimizar estos riesgos?

¿Cómo limitar por tradición el uso de dinero para queno derrumbe nunca los fundamentos espirituales, delos que depende completamente la vida de cada miem-bro de A.A.? Este es hoy nuestro verdadero problema.Echemos una mirada a los elementos prin cipales denuestra situación financiera, tratando de distinguir loesencial de lo que no lo es, lo legítimo e inofensivo delo que puede ser peligroso e innece sario.Comencemos con las contribuciones voluntarias.

Cada A.A. pone dinero en “el sombrero” para pagar elalquiler de una sala de reuniones o un club, o para elmantenimiento de su oficina local o de la sede nacional.

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* Publicado originalmente por el A.A. Grapevine.

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Aunque no todos estamos en favor de los clubs, y unoscuantos miembros no creen necesario tener una ofici-na local o nacional, se puede decir con razón que lagran mayoría de nosotros opinamos que estos servi-cios son fundamentalmente necesarios. Con tal de quesean manejados eficientemente, y de que se lleven lascuentas de una forma responsable, estamos bien dis-puestos a comprometernos a apoyarlos asiduamente,provisto que, por supuesto, no se consideren nuestrascontribuciones como una condición para ser miembrode A.A. Estos usos de nuestro dinero son, por lo gene -ral, aprobados y, con algunas reservas, no vemosningún motivo de temer que nos acarreen posiblesmalas consecuencias en el futuro.No obstante, subiste alguna inquietud, principal-

mente con relación a nuestros clubs, oficinas locales yla Oficina General. Debido a que estas entidades nor-malmente emplean a trabajadores asalariados, y quesus operaciones suponen, hasta cierto grado, la direc-ción de negocios, algunos miembros se preocupan porla posibilidad de que nos atasquemos en una burocra-cia pesada o, peor aún, por la posible profesionalizaciónde A.A. Aunque estas dudas no son siempre irrazo -nables, ya hemos tenido la suficiente experiencia comopara aliviarlas en gran parte.Primero, parece ser casi seguro que nuestros clubs,

oficinas locales y la Oficina General en Nueva York, nonos abrumarán nunca. Su función es prestar servicios;no pueden controlar ni gobernar a A.A. Si cualquierade ellos resultara ineficaz, o se volviera imperioso, ten-dríamos un remedio sencillo. El A.A. medio dejaría dehacer su contribución, hasta que se cambiaran lascondiciones. Debido a que nuestra pertenencia a A.A.no depende de ninguna cuota ni honorario, siempre te-nemos la opción de “tomar o dejar” nuestras instala-ciones especiales. La alternativa que se presenta aestos servicios es servirnos bien o fracasar. Ya quenadie está obligado a mantenerlos, no pueden nuncadictar órdenes, ni pueden desviarse por mucho tiempode lo esencial de la tradición de A.A.En conexión directa con el principio de “tomar o

dejar nuestras instalaciones especiales”, existe una ten-dencia alentadora a constituir en sociedad separada-mente todas estas entidades especiales si suponen unagran cantidad de dinero, propiedad o administración.Cada vez más, los grupos de A.A. se está percatando deque son entidades espirituales y no organizacionescomerciales. Por supuesto, los clubs o locales dereunión más pequeños quedan a menudo sin consti-tuirse en sociedad, porque su participación en asuntosde negocios sólo es nominal. Sin embargo, a medidaque van experimentando un crecimiento grande, por logeneral juzgan conveniente hacerlo, separando así elclub de los grupos de la misma localidad. Entonces, el mantenimiento del club llega a ser un asunto personal y no un asunto del grupo. Pero si los gru posdel área circundante disponen, a través del club, de los

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servicios de una secretaria de la oficina central, parecejusto que dichos grupos sufraguen este gasto, porquela secretaria sirve a todos los grupos, aunque el mismoclub no lo haga. Nuestro desarrollo en los centrosgrandes de A.A. está empezando a indicar claramenteque, aunque es apropiado que un conjun to de grupos, osu comité central pague el sueldo de la secretariaasalariada de su área, no es una respon sabilidad de losgrupos, ni del comité central mante ner los clubseconómicamente. No todos los A.A. se interesan en losclubs. Por lo tanto, los fondos para mantener los clubsdeben provenir de los A.A. indivi duales que los necesi-tan o a quienes les gustan los clubs — individuos queconstituyen, a propósito, una mayoría. No obstante, lamayoría no debe tratar de coaccionar a la minoría amantener los clubs que no quiere ni necesita.Por supuesto, los clubs también reciben ayuda a

través de las reuniones que se celebran en el local. Enlos casos en que las reuniones centrales de un áreatienen lugar en un club, normalmente se reparte eldinero de la colecta entre el club y el comité central, laparte mayor, por supuesto, asignada al club, ya queéste proporciona el local. Cualquier grupo que deseeutilizar el local, ya sea para una reunión o una diver -sión, puede concertar un parecido acuerdo con el club.Por lo general, la junta de directores del club se ocupade la administración económica y de la vida social dellocal. No obstante, los grupos del área siguen siendolos responsables de los propios asuntos de A.A. Estaseparación de las actividades no es en absoluto unaregla universal; lo ofrecemos únicamente como unasugerencia que, por otra parte, refleja bien las tenden-cias actuales.Un club grande o una oficina central supone, por lo

general, uno o algunos trabajadores asalariados. ¿Quéme dicen de ellos? ¿Están profesionalizando A.A.?Sobre esta cuestión se debate acaloradamente cada vezque un club o un comité central se vuelve lo suficiente-mente grande como para necesitar trabaja dores a suel-do. Acerca de este tema, todos hemos te nido gran can-tidad de borrosas reflexiones. Yo me encontraría entrelos primeros en declararme culpable de esta acusación.El motivo de lo borroso de nuestro pensamiento es

el de siempre, o sea el temor. Para cada uno de noso -tros, el ideal de A.A., por muy lejos que nos encon -tremos de alcanzarlo, es toda belleza y perfección. Esun poder superior a nosotros mismos que nos ha res -catado de la arena movediza, y nos ha llevado a tierrafirme. La más lejana posibilidad de empañar este ideal,sin mencionar la de trocarlo por oro, es para la mayoríade nosotros impensable. Por eso, estamos siempre aler-tas para que no surja dentro de A.A. una clase de profe-sionales o misioneros pagados. En A.A. todos somospor derecho propio gentes que profesan la buena vo -luntad y misioneros, y no hay necesidad alguna depagar a nadie por hacer el trabajo de Paso Doce — unaobra puramente espiritual. Aunque su pongo que el

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temor en cualquier forma es deplorable, tengo queadmitir que me agrada bastante que ejerza mos tantavigilancia respecto a este asunto crucial.No obstante, creo que hay un principio que nos

servirá para resolver nuestro dilema honradamente. Eseste: un limpiador puede fregar el sueldo, un coci neropuede asar la carne, un portero puede echar a losalborotadores borrachos, un secretario puede manejaruna oficina, un editor puede publicar un boletín —todos, no lo dudo, sin profesionalizar a A.A. Si nohiciéramos estos trabajos nosotros mismos, tendría -mos que emplear a gente no A.A. para hacerlos pornosotros. No pediríamos a ninguna persona no A.A.que los hiciera a jornada completa sin pago. Entonces,¿por qué algunos de nosotros que ganamos una vidacómoda en el mundo exterior, esperamos que otrosA.A. se dediquen a ser porteros, o secretarios o cocine -ros a jornada completa? ¿Por qué deben ellos trabajarsin sueldo en tareas que el resto de nosotros no podría -mos o querríamos hacer? O, ¿por qué deben estos tra bajadores recibir un sueldo más bajo que el que po drían ganar en otra parte por un trabajo parecido? ¿Y qué más daría si, mientras hacen su trabajo, hicieran además algún trabajo de Paso Doce? El prin-cipio pa rece ser claro: tenemos que pagar bien por losservi cios especiales — pero nunca por el trabajo dePaso Doce.Entonces, ¿cómo podría ser A.A. profesionalizado?

Pues, muy sencillamente. Por ejemplo, yo podría al -quilar una oficina y poner en la puerta un letrero quedijera: “Bill W. Terapeuta A.A. $10 por hora.” Esto seríatratamiento cara-a-cara del alcoholismo pagado. Y yoestaría así claramente aprovechándome del nom bre deA.A., una organización completamente no pro fesional,para aumentar mi clientela. Esto sería sin la menorduda profesionalizar A.A. Sería perfectamente legal,aunque difícilmente ético.Pues, ¿implica esto que debamos criticar a los tera -

peutas como clase — incluso a los A.A. que escojan tra-bajar en este campo? Por supuesto que no. El caso esque ninguna persona debe hacer publicidad descri -biéndose como un terapeuta A.A. Ya que no somosprofesionales, no puede existir tal cosa. Constituiríauna tergiversación de los hechos que ninguno de no -sotros puede darse el lujo de intentar. Al igual que eljugador de tenis que tiene que renunciar a su condi -ción de aficionado cuando se hace profesional, los A.A.que se hacen terapeutas deben abstenerse de pu blicarsu conexión con A.A. Aunque dudo que mu chos A.A.vayan a trabajar en el campo de terapia del alcoholis-mo, ninguno de los que lo haga debe sentirse excluido,especialmente si son asistentes sociales, sicólogos osiquiatras con buen entrenamiento profesional. Noobstante, esta gente nunca debe publicar su co nexióncon A.A. ni utilizarla de manera que den al público laimpresión de que existe tal rango especial dentro deA.A. En este punto tenemos que fijar la línea.

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Para resumir, hemos observado que:(a) El uso del dinero en A.A. es un asunto de la más

alta importancia. Siempre tenemos que vigilar atenta-mente el punto en que termina el uso y comien za elabuso del dinero.(b) A.A. ya se ha comprometido al uso limitado del

dinero, ya que no consideraríamos cerrar nuestras ofi-cinas, lugares de reunión y clubs, sólo para evitar todolo que tiene que ver con las finanzas.(e) Nuestro verdadero problema está hoy en fijar

límites, razonables y tradicionales al uso del dinero,minimizando así la posibilidad de trastornos que tien dea causar.(d) Debemos mantenernos principalmente — y al

fin y al cabo únicamente — con las contribuciones vo -luntarias de los miembros de A.A. Este tipo de auto -mantenimiento siempre impedirá a nuestras oficinas yclubs pasarse de la raya, ya que podríamos cortarles losfondos si no nos sirvieran bien.(e) Hemos encontrado prudente constituir en so -

ciedad separadamente, los servicios o instalaciones quesuponen mucho dinero o administración; y que ungrupo de A.A. es una entidad espiritual, no una empre-sa de negocios.(f) A toda costa, tenemos que evitar la profesiona -

lización de A.A.; no debemos pagar nunca por el tra bajode Paso Doce en sí. Los alcohólicos que trabajan en laterapia del alcoholismo nunca deben aprove charse desu conexión con A.A. No existe y no puede existir un“terapeuta A.A.”(g) No obstante, podemos emplear a miembros de

A.A. como trabajadores de plena dedicación, con tal deque tengan responsabilidades legítimas aparte del acos-tumbrado trabajo de Paso Doce. Podemos, por ejem -plo, contratar a secretarios, porteros y cocineros sinconvertirles así en A.A. profesionales.Continuemos ahora la discusión del profesionalis -

mo. A menudo, los A.A. consultan con los comitéslocales o con la Fundación Alcohólica*, informandoque les han propuesto trabajos en campos relaciona -dos. Los hospitales buscan a enfermeras y médicosA.A.; las clínicas buscan a A.A. que sean asistentessociales; las universidades buscan a A.A. para traba jardesinteresadamente en el campo de educación so bre el alcoholismo; la industria nos pide que les reco-mendemos a A.A. para trabajar como oficiales en eldepartamento de personal. ¿Podemos, como particu -lares, aceptar estas propuestas? La mayoría de noso trosno vemos ningún inconveniente en hacerlo.Se reduce a lo siguiente: Nosotros los A.A., ¿tene -

mos el derecho de privar a la sociedad de nuestrosconocimientos especiales del problema del alcoholis -mo? ¿Vamos a decir a la sociedad que no podemosemprender estos cometidos por temor a profesionali zara A.A., a pesar de que podamos ser médicos, en -fermeras, asistentes sociales o educadores en el campo

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* Ahora conocida como la Junta de Servicios Generales de A.A.

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del alcoholismo de primera categoría? Esta sería unaactitud por lo menos exagerada si no absurda. Ningúnindividuo, por el mero hecho de ser miembro de A.A.,debe ser excluido de un puesto en esta esfera. Sola -mente tiene que evitar la “terapia A.A.”, y toda pala brao acción que pueda perjudicar a A.A. en su tota lidad.Aparte de esto, debe tener la misma posibili dad de con-seguir el trabajo que tendría la persona no A.A. a quiense lo propusieran, y quien, tal vez, no lo hiciera tanbien. De hecho, creo que tenemos todavía algunosmiembros que son camareros de bar. Aunque, porobvias razones, el servir tragos en un bar no es uno delos trabajos más recomendables, nunca he oído decir anadie que estos pocos miembros están profe -sionalizando a A.A., debido a sus muy especiales co -nocimientos de los bares.Hace años creíamos que A.A. debía tener sus pro -

pios hospitales, y casas o granjas de reposo. Hoy endía, tenemos la misma convicción de que no debemostener nada de eso. Incluso nuestros clubs, que estándentro de A.A., los mantenemos aparte. Según el juiciode casi todos, las instalaciones hospitalarias o de des-canso deben estar bien fuera de A.A. — y tener super-visión médica. La hospitalización claramente es de laincumbencia de los médicos — apoyados, porsupuesto por la ayuda privada o comunitaria. No es lafunción de A.A. el ser propietario ni administrador deestos servicios. En todas partes, cooperamos con hos-pitales. Muchos nos conceden privilegios y dispo -siciones especiales para trabajar. Algunos consultancon nosotros. Otros emplean a enfermeras o ayudan tesque son A.A. Estas relaciones casi siempre funcio nanbien. Pero ninguna de estas instituciones es cono cidacomo un “hospital de A.A.”Ahora, ¿qué acerca de las donaciones o pagos a

Alcohólicos Anónimos por fuentes ajenas? Hace algu -nos años, necesitábamos desesperadamente algunaayuda ajena. La recibimos. Y siempre les agradecere -mos a aquellos amigos dedicados cuyas contribucio neshicieron posible la Fundación Alcohólica, el libroAlcohólicos Anónimos, y nuestra Oficina General. Diosseguramente les ha reservado a cada uno de ellos unlugar en el cielo. Respondieron a una necesi dadapremiante, porque en aquella época éramos muypocos A.A., y muy insolventes.Pero los tiempos han cambiado. Alcohólicos

Anónimos tiene ahora miles* de miembros cuyosingresos anuales combinados ascienden a millones dedólares. Por eso, se está difundiendo por toda laComunidad un fuerte sentimiento de que A.A. debemantenerse completamente a sí misma. Ya que la ma-yoría de los miembros creen deber sus propias vidas almovimiento, opinan que nosotros los A.A. debemospagar sus muy módicos gastos. Y dicen: ¿No es hora yade empezar a cambiar la idea de que el alcohólico essiempre una persona que necesita ser ayudada, y nor-malmente con dinero? Dicen: Dejemos de ser los que

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toman de la sociedad. Seamos los que dan. Ya nosomos incapaces.Tampoco estamos ya sin dinero. Si fuera posible

publicar mañana que cada grupo de A.A. hubiera logra-do su completo automantenimiento, es probable queesto crearía hacia nosotros más buena voluntad quecualquier otra noticia pudiera crear. Dejemos que elgeneroso público contribuya con sus fondos a investi-gaciones científicas sobre el alcoholismo, a la hospita -lización o a la educación. Estas empresas tienen una necesidad innegable de dinero. Nosotros no. Ya nosomos pobres. Podemos y debemos pagar por nosotrosmismos.Por supuesto, no se puede considerar como una

excepción al principio del automantenimiento, el queun amigo no alcohólico, presente en una reunión, echeun dólar en el sombrero.No son estas muestras de reconocimiento las que

nos preocupan, sino las contribuciones más grandes,especialmente aquellas que pueden acarrear obliga-ciones futuras. Ademas, hay indicios de que algunaspersonas adineradas no están reservando dinero en sustestamentos, teniendo la impresión de que, si tuvié -ramos grandes cantidades de dinero, las poddríamosutilizar. ¿No debiéramos disuadirles de hacerlo? Y yase han hecho algunos intentos alarmantes de solicitarfondos en nombre de Alcohólicos Anónimos. Son con-tados los A.A. que no puedan ver a dónde esta prácticanos podría llevar. A veces, nos ofrecen dinero tanto losde en pro como los de en contra de la abstención delalcohol. Claramente peligroso, esto. Porque tenemosque mantenernos alejados de esta desgraciada polémi-ca. De vez en cuando, los padres de un alcohólico, porpura gratitud, quieren hacer una donación consider-able. ¿Es esto prudente? ¿Le haría algún bien al propioalcohólico? O quizás un miembro acomodado deseehacernos un regalo sustancial. Si lo hiciera, ¿le resul-taría bien a él? ¿O a nosotros? ¿No podría ser que nossintiéramos endeudados con él, o que él, especialmentesi es un recién llegado, creyera que había pagado el bil-lete a su destino feliz — la sobriedad?No hemos tenido nunca ninguna razón de poner en

duda la generosidad sincera de esta gente. No obstan -te, ¿es prudente aceptar sus donaciones? Aunquehayan algunas raras excepciones, comparto con la may-oría de los A.A. veteranos, la opinión de que el acep targrandes contribuciones de cualquier fuente es muyarriesgado y casi siempre peligroso. Puede ser que unclub se encuentre apretado de dinero, necesitando unadonación o un préstamo amistoso. Aun así, a la larga,sería probablemente mejor ir pagándolo todo pornosotros mismos. No debemos permitir nunca queninguna ventaja inmediata, por muy atractiva que sea,nos deslumbre de manera que no veamos la posibili dadde que estemos sentando un precedente catas tróficopara el futuro. Con demasiada frecuencia, las disen-

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* En 2016 tenemos más de 2,000,000 de miembros.

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siones internas a causa del dinero y la propiedad handestrozado sociedades mejores de la que forma mosnosotros, los alcohólicos temperamentales.Con la gratitud y satisfacción más profundas, les

puedo comunicar una resolución aprobada reciente -mente por nuestro comité general de servicio, los cus -todios de la Fundación Alcohólica, quienes son losfidei comisarios de nuestros fondos nacionales de A.A.Han hecho constar por escrito que, como cuestión deprincipio, se negarán a recibir todo donativo que acar-ree la menor obligación, expresa o implícita. Y además,que la Fundación Alcohólica no aceptará nin gún dineroofrecido por cualquier entidad comercial. Como yasabrán la mayoría de los lectores, algunas empresaspeliculeras nos han abordado recientemente para discutir sobre la posibilidad de producir una pelí-cula acerca de A.A. Naturalmente, el dinero ha sido mencionado. Pero nuestros custodios, con razón, creo, han tomado la postura de que A.A. notiene nada que vender; que deseamos evitar incluso lamás ligera implicación de comercio; y que, de todosmodos, A.A. es ahora, por lo general, una Comu-nidad auto mantenida.A mi parecer, esta es una decisión de alta impor -

tancia para nuestro futuro — un gran paso adelante.Cuando esta actitud hacia el dinero haya sido adop tadauniversalmente por A.A., habremos evitado el escollodorado y seductor, pero muy engañoso, cono cido porel nombre de “materialismo”.En los años venideros, A.A. será sometida a la

prue ba suprema — la de su prosperidad y su éxito.Creo que será la prueba más dura de todas. Sipodemos superar la crisis, las olas del tiempo y de lascircuns tancias nos azotarán en vano — nuestro destinoestará asegurado.

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A.A. y el Alcoholismo(Esta declaración de la política de A.A. respecto al público ya otras organizaciones ha sido afirmada y reafirmada porla Conferencia de Servicios Generales. Aparece también en“Cómo Cooperan los Miembros de A.A.”, un folleto útilsobre la aplicación de nuestras Tradiciones a la vida deA.A.)

ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS es una comunidad mundial dehombres y mujeres que se ayudan unos a otros a man-tener su sobriedad, y que se ofrecen para com partirlibremente las experiencias de su recuperación con otraspersonas que puedan tener un problema con la bebida.Fundamentalmente, el programa de A.A. se componede Doce Pasos concebidos para la recuperación personaldel alcoholismo.

LA COMUNIDAD funciona a través de más de114,000 grupos en 180 países. Centenares de miles dealcohólicos han logrado su sobriedad en A.A.; no obs -tante, los miembros se dan cuenta de que su programano surte efecto siempre en todos los alcohólicos, y quealgunos pueden necesitar asesoramiento o tratamientoprofesional.

A.A. SE INTERESA únicamente en la recuperación per -sonal y el mantenimiento de la sobriedad de los alco -hólicos individuales que recurren a A.A. buscandoayuda. A.A. no participa en las investigaciones cientí -ficas sobre el alcoholismo, ni en el tratamiento médico osiquiátrico, y no apoya a ninguna causa — aunque amenudo los miembros de A.A., como particulares, par-ticipan en otras actividades.

EL MOVIMIENTO ha tomado una postura de “coopera -ción, pero no afiliación” respecto a otras organizacio nesinteresadas en el problema del alcoholismo.

ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS se mantiene a sí mima a tra vésde sus grupos y miembros, y rechaza contribucio neshechas por fuentes ajenas. Los miembros de A.A.mantienen su anonimato personal ante la prensa, laradio, la TV y el cine.

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¿TENDRA A.A. ALGUN DIA UNGOBIERNO PERSONAL?

1947*

(Hoy en día, la Novena Tradición dice: A.A.,como tal, nunca debe ser organizado; peropodemos crear juntas o comités de servicio quesean directamente responsables ante aquellosa quienes sirven.)

Con casi toda seguridad, la respuesta a esta pre -gunta es que no. Este es el veredicto de nuestra ex -periencia.Para empezar, cada miembro de A.A. ha sido un

individuo que, a causa de su alcoholismo, raramentepodía gobernarse a sí mismo. Ni tampoco podía otroser humano gobernar la obsesión del alcohólico por labebida, ni su avidez de salirse con la suya. Incontablesveces, los parientes, los amigos, los jefes, los médicos,los clérigos, los jueces, cada uno a su manera, hantratado de disciplinar a los alcohólicos. Casi sin excep-ción, los intentos de influir en la conducta del alcohóli-co por coacción han fracasado completamente. Noobstante, nosotros los alcohólicos podemos ser guia-dos, inspirados; al unirnos a A.A., podemos someternosa la voluntad de Dios, y lo hacemos gustosamente. Porlo tanto, no es de extrañar que la única autoridad realque se encuentra en A.A. sea la de un principio espiri-tual. Nunca es una autoridad personal.Nuestro individualismo irrazonable (egocentrismo,

si así lo prefiere) era, por supuesto, la razón principalpor la cual fracasamos en la vida y nos entregarnos alalcohol. Al no poder coaccionar a otros a estar deacuerdo con nuestras ideas y deseos, bebíamos. Cuan -do otras personas trataban de coaccionarnos, tambiénbebíamos. Aunque ahora nos encontramos sobrios, lle -vamos todavía vestigios de aquellas características quenos hacían resistir a la autoridad. En esto, pro -bablemente, está la clave del porqué no existe ningúngobierno personal en A.A. No hay honorarios ni cuo tas,ni reglas ni reglamentos; ninguna exigencia de que losalcohólicos se sometan a los principios de A.A.; ningúnindividuo investido de autoridad perso nal sobre otro.Aunque no es una virtud resplande ciente, nuestra aver-sión a la obediencia contribuye mucho a asegurar queestemos libres de todo tipo de dominación personal.No obstante, es cierto que la mayoría de nosotros,

en nuestra vida personal, nos atenemos a los DocePasos Sugeridos de recuperación. Pero esto es porqueasí lo escogemos. Preferimos la recuperación a lamuerte. Entonces, poco a poco, llegamos a darnoscuenta de que una base espiritual de la vida es lamejor. Nos conformamos con lo sugerido porque que -remos hacerlo.

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* Publicado originalmente por el A.A. Grapevine.

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De la misma manera, la mayoría de los grupos deA.A. están dispuestos a atenerse a los “Doce Puntos deTradición Para Asegurar Nuestro Futuro”. Los gruposquieren evitar las controversias sobre cuestio nes aje-nas, como la reforma política o religiosa; se aferran a suúnico objetivo de ayudar a los alcohólicos a recupe-rarse; dependen cada vez más del automante nimientoen vez de la caridad de gente ajena. En sus relacionespúblicas, insisten cada vez más en la mo destia y elanonimato. Los grupos se atienen a estos principiostradicionales por la misma razón por la que el miembroindividual se atiene a los Doce Pasos para la recu-peración. Los grupos se percatan de que se desinte-grarían de no hacerlo, y pronto descubren que el ate -nerse a nuestra tradición y experiencia es la base deuna vida de grupo más feliz y eficaz.Dentro de A.A. no existe ninguna autoridad huma na

establecida que pueda obligar a un grupo a hacer nada.Algunos grupos, por ejemplo, eligen a sus líde res; pero aun teniendo un mandato así, cada líder descubreque, aunque puede guiar por su propio ejemplo o por persuasión, nunca puede dárselas de jefe. Si intenta hacerlo, en la siguiente votación los electorespueden abandonarlo.La mayoría de los grupos de A.A. ni siquiera eligen a

sus líderes. Prefieren tener comités rotativos paratratar sus asuntos sencillos. Estos comités siempre sonconsiderados como servidores — tienen solamente au toridad para servir, nunca para mandar. Cada comitérealiza lo que cree que son los deseos del grupo. Nadamás. Aunque en el pasado los comités trataban de dis-ciplinar a los miembros extraviados, y aunque a veceshan elaborado un sistema detallado de reglas y en oca-siones, se han constituido a sí mismos como jueces dela moralidad de sus compañeros, no ha ha bido ningúncaso que yo sepa en que estos esfuerzos aparente-mente virtuosos hayan tenido ningún efecto duradero,si no fuera ¡la elección de un nuevo comité!Sin duda, puedo hacer estas afirmaciones con la

mayor seguridad. Porque yo también, a mi vez, hetratado de gobernar A.A. y cada vez que me esforcétenazmente por hacerlo, me hicieron desistir con un abucheo.Después de haber luchado durante unos cuantos

años por dirigir el movimiento de A.A., tuve que ren -dirme — sencillamente no funcionaba. Todo intento deimponer mi autoridad personal suscitó la confusión y laresistencia. Si tomaba partido en una polémica, algunosme citaban alegremente, mientras que otros murmura-ban, “¿Quién se cree que es, este dictador?” Si hacíaalgunas críticas severas, me devolvían el doble. Elpoder personal siempre falló. Puedo ver sonreír a misviejos amigos de A.A. Están recordando aquella épocaen la que ellos, también, se sentían llamados poderosa-mente a “salvar el movimiento de A.A.” de ésta o aqué-lla amenaza. Pero ya se han ter minado sus días dehacer el papel de “fariseo”. Así es que, tanto para ellos

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como para mí, aquellos cortos lemas de A.A.: “Tómalocon calma” y “Vive y deja vivir”, han tomado una pro-funda importancia y sig nificación. De esta manera, cadauno de nosotros llega a comprender que en A.A.podemos ser únicamente servidores.Hace mucho tiempo que nosotros aquí en la Ofici na

Central nos damos cuenta de que podemos única mentesuministrar algunos servicios indispensables. Podemosfacilitar información y literatura; podemos comunicar,generalmente, la opinión de la mayoría de los A.A. re -ferente a nuestros problemas actuales; po demos ayu-dar a nuevos grupos a ponerse en marcha, dándolesconsejo si nos lo piden; podemos vigilar las relacionespúblicas de A.A. en general; a veces pode mos servir deintermediarios para resolver un proble ma. Del mismomodo, los editores de nuestra revista mensual, el A.A.Grapevine, lo consideran simple mente como un espejode la vida y el pensamiento de A.A. hoy en día.Sirviendo como tal, no pueden man dar ni hacer propa-ganda. Así ocurre también con los miembros fidei-comisarios de la Fundación Alcohólica quienes sabenque no son más que custodios, custodios que aseguranla eficacia de la Oficina General de A.A. y del A.A.Grapevine, y que son los depositarios de nuestros fon-dos generales — guardianes y nada más.Está clarísimo que, aun aquí en el mismo centro de

A.A., solamente puede existir un centro de servicio —custodios, redactores, secretarias, etc., cada uno cum -pliendo sin duda una función vital, pero ninguno quetenga autoridad para gobernar Alcohólicos Anónimos.No tengo la menor duda de que tales centros de ser-

vicios, nacional, internacional, metropolitano y local,serán suficientes para el futuro. Mientras evite mos laacumulación peligrosa de riqueza y la creación de ungobierno personal en estos centros, no podre mosequivocarnos. Aunque la riqueza y la autoridad consti-tuyan la base de muchas instituciones muy no bles,nosotros de A.A. nos damos cuenta ahora de que noson apropiados para nosotros. ¿No hemos descu biertoque lo que es bueno para uno no lo es para todos?¿No haremos lo adecuado si podemos aferrarnos

aun parcialmente a los ideales fraternales de los pri -meros Franciscanos? Que todos los A.A., ya seamoscustodios, editores, secretarios, porteros o cocineros,siempre recordemos lo insignificante que son la rique -za y la autoridad, comparadas con la inmensa impor -tancia de nuestra fraternidad, amor, y servicio.

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EL ANONIMATO

1946*

(Uno de los primeros artículos acerca de nuestrasimportantes Tradiciones de Anonimato)

En los años venideros, el principio del anonimato sinduda se convertirá en una parte de nuestra tradi ciónvital. Ya sentimos hoy su valor práctico. Y aun másimportante, estamos comenzando a percatarnos de quela palabra “anónimo” tiene para nosotros una inmensasignificación espiritual. De una manera sutil, pero noobstante enérgica, nos recuerda que siempre debemosanteponer los principios a las personalida des; quehemos renunciado a la glorificación personal ante elpúblico; que nuestro movimiento no solamente pre-coniza sino también practica la verdadera humil dad. Nopuede haber la menor duda de que el practi car el ano -nimato en nuestras relaciones públicas ha tenido unaprofunda influencia beneficiosa tanto en nosotros comoen nuestros millones de amigos del mundo exterior. Elanonimato ya constituye la piedra fundamental de nues-tra política de relaciones pú blicas.La forma en que esta idea se originó y después fue

cuajando entre nosotros es una parte interesante de lahistoria de A.A. En los años anteriores a la publicacióndel libro Alcohólicos Anónimos, no teníamos nombre.Sin nombre ni forma, con nuestros principios de re -cuperación esenciales todavía sometidos a discusión ya prueba, no éramos más que un grupo de bebedo resque andábamos a tientas por un camino que espe -rábamos sería la vía hacia la libertad. Una vez quelogramos la seguridad de estar en el buen camino,decidimos redactar un libro, a través del cual podría -mos comunicar a otros alcohólicos la buena noticia. Amedida que el libro iba tomando forma, inscribíamosen él lo esencial de nuestra experiencia. Era el fruto demiles de horas de discusión, una fiel representación dela voz, el corazón y la conciencia de quienes fui mos lospioneros durante los primeros cuatro años de A.A.Mientras se acercaba el día de la publicación del

libro, íbamos devanándonos los sesos, buscando untítulo apropiado. Debimos haber considerado al me nosdoscientas posibilidades. El inventar títulos y so -meterlos a votación en nuestras reuniones llegó a seruna de nuestras actividades principales. A través de untumulto de discusión y argumentos, conseguimosreducir la lista de candidatos a dos. ¿Debemos titularnuestro libro “La Salida”, o debemos titularlo “Al -cohólicos Anónimos”? Esa era la alternativa final. Losgrupos de Akron y Nueva York la sometieron a unavotación de última hora: Por un escaso margen, sedecidió titular nuestro libro “La Salida”. Justo antes demandarlo a la imprenta, alguien intervino sugirien do la

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* Publicado originalmente por el A.A. Grapevine.

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posibilidad de que hubiera otros libros con el mismotítulo. Uno de nuestros primeros miembros so litarios(mi querido Fitz M., que en ese entonces vivía enWashington, D.C.) fue a la Biblioteca del Congresopara investigar. Descubrió exactamente doce libros yapublicados con ese título. Cuando hici mos circular estainformación, nos estremecimos ante la posibilidad deser “La Treceava Salida”. Así fue que “AlcohólicosAnónimos” se convirtió en el título de preferencia. Y asífue que conseguimos un título para nuestro libro, unnombre para nuestro movi miento y, como ya estamoscomenzando a ver, una tradición de la más alta impor-tancia espiritual. ¡Cier to es que Dios se mueve demane ra misteriosa para hacer sus milagros!En el libro Alcohólicos Anónimos aparecen sola -

mente tres referencias al principio de anonimato. Elprólogo a nuestra primera edición dice: “Siendo la ma-yoría gente de negocios o profesionales, algunos denosotros no podríamos realizar bien nuestro traba jo sise publicaran nuestros nombres” y “Cuando es -cribimos o hablamos públicamente sobre el alcoholis -mo, recomendamos a cada uno de nuestros miembrosomitir su nombre, presentándose en cambio como ‘unmiembro de Alcohólicos Anónimos”’; y luego, “Muyseriamente pedimos a la prensa, también, observar estarecomendación; de otra manera estaremos gran -demente incapacitados.”Desde que se publicó Alcohólicos Anónimos en 1939,

se han formado centenares de grupos de A.A. Cadauno de ellos hace estas preguntas: “¿Cuán anó nimosprecisamente debemos ser?” y “A fin de cuen tas, ¿dequé sirve este principio de anonimato?” En gran partecada grupo ha llegado a su propia interpre tación.Naturalmente, existen grandes diferencias de opiniónentre nosotros. El significado preciso de nues tro anoni-mato y hasta qué punto debe extenderse todavía soncuestiones no resueltas.Aunque ya no tememos como antes al estigma del

alcoholismo, hay todavía individuos para quienes suconexión con nosotros es asunto muy delicado. Algu -nos entran en A.A. bajo nombres ficticios. Otros noshacen jurar solemnemente que guardemos en secretosu identidad. Tienen miedo a que su asociación conAlcohólicos Anónimos perjudique sus negocios. Al otroextremo de la escala de opinión, tenemos al indi viduoque dice que el anonimato es pura niñería. Se sienteobligado a anunciar a gritos desde los tejados el hechode ser miembro de A.A. Hace notar que, dentro denuestra Comunidad de A.A., hay gente famosa, algunosde renombre nacional. ¿Por qué, nos pregunta, nodebemos aprovechar su prestigio perso nal, tal como loharía cualquier otra organización?Entre los dos extremos, hay un sinfín de matices de

opinión. Algunos grupos, en particular los nuevos, secomportan corno sociedades secretas. No quieren queni siquiera sus amigos sepan de sus actividades. Nipensarían jamás en tener presentes en sus reuniones a

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los clérigos, los médicos — ni a sus mismas esposas.En cuanto a invitar a los reporteros — ¡Dios nos libre!Otros grupos creen que sus comunidades deben

estar bien enteradas sobre A.A. Aunque no publicansus nombres personales, sacan partido de toda opor -tunidad de anunciar las actividades de su grupo. Aveces, celebran reuniones públicas o semipúblicas,donde los A.A. se presentan por su nombre en laplataforma. A menudo, se invita a médicos, clérigos y,funcionarios públicos a hablar en estas reuniones.Algunos miembros han dejado de guardar completa -mente su anonimato. Sus nombres, sus fotos y cróni casde sus actividades han aparecido en la prensa. A veces,como miembros de A.A. han publicado artícu los acercade su pertenencia a A.A., en los que inclu yen sus nom-bres completos.Pues, aunque está bien claro que la mayoría de

nosotros reconocemos la importancia del anonimato,las formas en que practicamos el principio varían mu -cho. Y, de veras, tenemos que darnos cuenta de que laseguridad y eficacia futuras de Alcohólicos Anóni mospueden depender de que lo conservemos.La pregunta crucial es: ¿Dónde debemos fijar el

punto en que las personalidades desaparecen y empie -za el anonimato?En realidad, muy pocos de nosotros somos anóni mos

en nuestros contactos diarios. Hemos dejado de guardarnuestro anonimato a este nivel porque cree mos que nue-stros amigos y colegas deben saber de AlcohólicosAnónimos y de lo que A.A. ha hecho por nosotros.También queremos librarnos del temor a admitir quesomos alcohólicos. Aunque pedimos sin ceramente a losreporteros que no revelen nuestras identidades, amenudo hablamos en reuniones semi públicas utilizandonuestros nombres completos. Queremos convencer anuestros auditorios de que nues tro alcoholismo es unaenfermedad, de la cual ya no tememos discutir antenadie. Hasta aquí todo va bien.Pero si nos arriesgamos a sobrepasar este límite, sin

duda perderemos el principio de anonimato para siem-pre. Si cada A.A. se sintiese libre de publicar su propionombre, foto o historia, prontamente nos lan zaríamos auna orgía inmensa de publicidad personal, a la que,obviamente, no se podría poner ningún límite. ¿No eseste el punto en que nuestra tradición debe resuelta-mente trazar la línea?1. Por consiguiente, cada miembro de A.A. debe

tener el privilegio de abrigarse con tanto anonimatopersonal como desee. Sus compañeros de A.A. debenrespetar sus deseos y ayudarle a guardar su anonimatoen el grado que le parezca apropiado.2. Inversamente, el miembro individual debe res -

petar los sentimientos de su grupo local en cuanto alanonimato. Si los miembros de su grupo quieren lla marmenos atención que él en su comunidad sobre supertenencia a A.A., él debe complacerles, a menos quecambien de opinión.

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3. Debe ser una norma mundial de A.A. que nin gúnmiembro nunca se considere libre de publicar, enconexión con cualquier actividad de A.A. su nombre ofoto a través de los medios de comunicación públicos.Esto, no obstante, no le impediría emplear su nombreen otras actividades públicas, siempre que, por su -puesto, no revele que es miembro de A.A.Si se van a adoptar estas sugerencias, tal como que -

dan expresadas o con modificación, como normas ge -nerales, todo miembro de A.A. querrá saber más acer-ca de nuestra experiencia ya acumulada. Sin duda,querrá saber lo que la mayoría de nuestros miembrosveteranos piensan respecto al anonimato hoy en día. Elpropósito de este ensayo será el de poner al tanto atodos acerca de nuestra experiencia colectiva.Primero, creo que la mayoría de nosotros reconoce -

ríamos que, en general, la idea de anonimato es acer -tada, porque motiva a los alcohólicos y a las familias delos alcohólicos a recurrir a A.A. en busca de ayuda.Todavía temerosos de ser estigmatizados, considerannuestro anonimato como una garantía de que sus pro -blemas serán tratados confidencialmente; de que lavergüenza alcohólica de la familia no vaya errando porlas calles.Segundo, el principio de anonimato protege nuestra

causa. No permite a nuestros fundadores o líderes, asíllamados, que se conviertan en personajes muy cono -cidos que podrían en cualquier momento emborra -charse, perjudicando así a Alcohólicos Anónimos. Na -die tiene porqué mantener que esto no podría ocurrir.Es posible.Tercero, casi todo periodista que hace un reportaje

acerca de A.A. empieza quejándose de lo difícil que esescribir un artículo sin nombres. No obstante, al darsecuenta de que se trata de un grupo de gente a quienesno les importa un comino ninguna ventaja personal,pronto se ve dispuesto a dejar pasar esta inconvenien-cia. Es probable que esta sea la primera vez en su vidaen que haga un reportaje acerca de una organizaciónque no desea ninguna publicidad personal. Por cínicoque sea, esta sinceridad patente le convierte inmediata-mente en un amigo de A.A. Por lo tanto, el artículo queescribe es amistoso, y nunca un mero trabajo rutinario,Escribe entusiásticamente porque así lo siente. Amenudo la gente se pregunta, ¿cómo es que A.A. haobtenido tanta publicidad tan favorable? La respuestaparece ser que casi todos los que escriben artículosacerca de nosotros, acaban conversos, y a veces ardientes partidarios. ¿No es nuestra política de anoni-mato la causa principal de este fenómeno?En cuarto lugar, ¿Por qué nos considera tan favo -

rablemente el público en general? ¿Simplementeporque ayudamos a muchos alcohólicos a recuperar se?No, esto no puede explicarlo todo. Aunque nues trasrecuperaciones le impresionen mucho, el público seinteresa más en nuestra forma de vida. A un públi coharto de la presión que se ejerce comúnmente en la

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venta, las promociones espectaculares, las voces casiensordecedoras de los personajes públicos, nuestramodestia, calma y anonimato les representa un cambiomuy agradable. Puede ser, por eso, que sienta que seestá generando un inmenso poder espiritual — quealgo nuevo está entrando en su propia vida.Si el anonimato ya ha hecho todo esto para

nosotros, está claro que debemos mantenerlo comouna norma general. De gran valor para nosotros enestos días, puede que se convierta en una ventaja inestimable para el futuro. En un sentido espiritual, elanonimato equivale a renunciar al prestigio personalcomo ins trumento de política general. Estoy conven-cido de que haremos lo correcto preservando este poderoso principio; debemos estar resueltos a nunca abando narlo.Consideremos ahora su aplicación. Debido a que

informamos a todos los principiantes acerca del ano -nimato, debemos por supuesto guardar el anonimatode cada recién llegado mientras él o ella quieranguardarlo — porque cuando leyeron nuestros anun ciosy recurrieron a nosotros, nos comprometimos a hacerprecisamente eso. Y aun si quisieran dar un nombre fic-ticio, debemos asegurarles que pueden hacerlo. Siquieren que no hablemos de su caso con nadie, nisiquiera con otros miembros de A.A., debe mosrespetar su deseo. Aunque a la mayoría de los princi-piantes no les importa un bledo quién sepa de su alco-holismo, hay algunos que se preocupan mucho poresto. ¡Protejámoslos en todo lo posible hasta que supe-ren esta preocupación!Entonces, se presenta el problema del principiante

que quiere abandonar su anonimato demasiado pron -to. Se apresura a comunicar a todos sus amigos lasbuenas noticias de A.A. Si su grupo no le advierte alrespecto, puede que vaya precipitadamente a la ofi -cina de un perió dico, o se ponga frente de un micró -fono para narrar su propia historia al mundo entero.También es posible que revele a todo el mundo losdetalles más íntimos de su vida personal y pronto des -cubra que, en este sentido, tiene demasiada publici -dad. Debemos sugerirle que lo tome con calma; queprimero tiene que restablecerse, antes de hablarles atodos acerca de A.A.; que ningún miembro pensaríaen dar publicidad a A.A. sin tener la seguridad de quesu grupo lo aprobaría.Luego está el problema del anonimato del grupo.

Es probable que el grupo, al igual que el miembro indi-vi-dual, deba andar con precaución mientras vayaganando fuerza y experiencia. No se debe tener prisaen invitar a gente ajena, ni en efectuar reuniones pú -blicas. No obstante, esta postura conservadora de losprimeros tiempos puede ser exagerada. Algunos gru -pos siguen, año tras año, evitando toda publicidad ycelebrando únicamente las reuniones cerradas. Esprobable que estos grupos se desarrollen lentamente.Se vuelven algo anémicos por no dejar entrar la san gre

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renovadora con la suficiente rapidez. Preocupán dosepor mantenerse secretos, olvidan su obligación antelos demás alcohólicos en su comunidad que no sabenque A.A. está a su disposición. No obstante, con eltiempo, esta cautela irrazonable va desapareciendo.Poco a poco, se abren algunas reuniones a los parien -tes y amigos. De vez en cuando se puede invitar aclérigos y médicos. Finalmente, el grupo obtiene laayuda del diario local.En la mayoría de los casos, aunque no en todos, es

costumbre que los A.A. utilicen sus nombres com pletosal hablar en las reuniones públicas o semipú blicas. Estose hace para mostrar al público que ya no tememos alestigma del alcoholismo. Sin embargo, si hay en lareunión representantes de la prensa, les pedimos since-ramente que no publiquen los nombres de los oradoresalcohólicos que figuran en el progra ma. De esta man-era, se observa el principio del anoni mato en lo con-cerniente al público en general y, al mismo tiempo, nospermite representarnos como un grupo de alcohólicosque ya no sentimos ningún te mor a hacer saber a nue-stros amigos que hemos sido gentes muy enfermas.En la práctica, entonces, el principio de anonimato

parece reducirse a lo siguiente: con una excepción muysignificativa, la decisión respecto a fijar el punto hastael cual un miembro o grupo puede romper su anonima-to, es asunto estrictamente suyo. La excep ción está enque todos los grupos o miembros, cuando hablan oescriben acerca de A.A., deben sentirse obli gados anunca revelar sus nombres completos. Tratán dose delanonimato, creemos que se debe establecer el límite eneste punto de “publicación”. No debemos revelar nues-tras identidades ante el público a través de la prensa, laradio o las películas.Todo aquel que quiera romper su anonimato debe

considerar la posibilidad de que se pueda sentar así unprecedente, el cual podría eventualmente destruir unprincipio importante. Nunca debemos permitir queninguna ventaja inmediata nos haga vacilar en nuestraresolución a conservar intacta esta vital tra dición.Para su recuperación permanente, cada miembro de

A.A. requiere mucha modestia y humildad. Si estas vir-tudes son tan necesarias para el individuo, tienen queserlo también para A.A. en su totalidad. Este principiode anonimato ante el público, si lo tomamos con sufi-ciente seriedad, puede asegurar que el movi miento deAlcohólicos Anónimos tenga para siempre estos excelentesatributos. Nuestra política de relacio nes públicas debebasarse principalmente en la atrac ción y raramente, onunca, en la promoción.

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POR QUE ALCOHOLICOSANONIMOS ES ANONIMO

1955*

(Cómo Bill consideraba el anonimato 20 añosdespués de que A.A. se inició)

Hoy día, como nunca antes, la lucha por el poder, lainfluencia y la riqueza está desgarrando la civiliza ción.Hombre contra hombre, familia contra familia, nacióncontra nación.Casi todos los involucrados en esta competencia sal-

vaje mantienen que su objetivo es la paz y la justi cia,para ellos mismos, para sus vecinos y para sus países:Danos poder y tendremos justicia; danos re nombre ydaremos un ejemplo admirable; danos di nero y estare-mos cómodos y felices. En todas partes del mundo, haymultitud de gente que lo cree, y que se comporta con-secuentemente. Con esta borrachera seca, la sociedadparece irse tambaleando por un callejón sin salida. Seve claramente la señal de aviso. Dice: “Desastre”.Y, ¿qué tiene que ver esto con el anonimato, y con

Alcohólicos Anónimos?Nosotros los A.A. ya debemos saberlo. Casi todos

nosotros hemos andado por este callejón sin salida.Impulsados por el alcohol y la autojustificación, mu -chos de nosotros hemos perseguido los fantasmas dela vanidad y la riqueza hasta la misma señal de desas -tre. Luego encontramos A.A. Dimos la vuelta y nosencontramos en otro camino, donde las señales nohacían ninguna referencia al poder, al renombre ni a lariqueza. Las nuevas señales indicaban “el camino haciala cordura y la serenidad el peaje es el auto sacrificio.”Nuestro nuevo libro, “Doce Pasos y Doce Tradicio -

nes” dice “el anonimato es la mayor protección quenuestra Comunidad pueda tener.” También dice “lasustancia espiritual del anonimato es el sacrificio.”Volvamos a los veinte años de experiencia de A.A.

para ver cómo llegamos a esta creencia ahora expre -sada en nuestras Tradiciones Once y Doce.Primero sacrificamos el alcohol. Tuvimos que ha -

cerlo; si no, nos habría matado. Pero no podíamosdeshacernos del alcohol mientras no hiciéramos otrossacrificios. Teníamos que renunciar al pezgordismo yal razonamiento farsante. Teníamos que echar por laventana la autojustificación, la autoconmiseración y laira. Teníamos que abandonar el alocado concurso porganar prestigio personal y grandes cantidades dedinero. Teníamos que asumir personalmente la res -ponsabilidad de nuestra lamentable situación y dejar deculparles de ella a otros.¿Eran esas acciones sacrificios? Sí, lo eran. Para ga -

nar la suficiente humildad y dignidad como para so -

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* Publicado originalmente por el A.A. Grapevine.

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brevivir, teníamos que abandonar lo que habría sidonuestra más querida posesión: nuestras ambiciones ynuestra vanidad.Pero aun con esto no bastó. El sacrificio tenía que ir

aún más lejos. Era necesario que otra gente sacaraprovecho. Así que hacíamos algunos trabajos de PasoDoce; comenzamos a llevar el mensaje de A.A. Sacri -ficamos tiempo, energía y nuestro propio dinero parahacerlo. No podríamos mantener lo que teníamos amenos que lo entregáramos a otros.¿Les exigíamos a esta gente que nos devolvieran

algo? ¿Les pedíamos que nos dieran poder sobre susvidas; renombre por nuestras buenas obras; o un cen -tavo de su dinero? No. Llegamos a darnos cuenta deque, si exigíamos cualquiera de estas cosas, nuestrotrabajo de Paso Doce no surtiría efecto. Entonces, te -níamos que sacrificar estos deseos naturales; si no lohacíamos, aquellos con quienes trabajábamos recibíanpoca o ninguna sobriedad, al igual que nosotros.Así fue que nosotros nos dimos cuenta que el sacri -

ficio tenía que traer un beneficio doble, o traería muypoco. Empezamos a conocer la forma de dar denosotros mismos que no tiene precio.Poco tiempo después de formarse nuestro primer

grupo de A.A., aprendimos mucho más sobre esto.Descubrimos que cada uno de nosotros tenía que estardispuesto a hacer sacrificios para el bien del grupo,para nuestro bienestar común. El grupo, a su vez, des-cubrió que tenía que renunciar a muchos de sus pro-pios derechos para la protección y bienestar de cadamiembro, y para A.A. en su totalidad. Si estos sacrifi-cios no se hicieran, A.A. no podría sobrevivir.De esta experiencia y conciencia, las Doce Tradi -

ciones de Alcohólicos Anónimos comenzaron a tornarforma y sustancia.Poco a poco, logramos entender que la unidad, la

eficacia e incluso la supervivencia de A.A. siempredependería de nuestra voluntad continua de sacrificarnuestros deseos y ambiciones personales por la segu -ridad y bienestar comunes. Así como el sacrificio sig -nificaba la supervivencia para el individuo, signifi cabatambién la supervivencia y la unidad para el grupo, ypara A.A. en su totalidad.Vistas bajo este aspecto, las Tradiciones de A.A. no

son más que una lista de sacrificios que la experienciade veinte años nos ha enseñado que tenemos quehacer, individual y colectivamente, para asegurar queA.A. sobreviva en buena salud.Con nuestras Doce Tradiciones, nos hemos opuesto

a casi toda tendencia del mundo exterior.Hemos renunciado a un gobierno personal, al pro -

fesionalismo y al derecho de decidir quiénes puedenser nuestros miembros. Hemos renunciado al bienhe -chorismo, a la reforma y al paternalismo. Nos nega mosa aceptar contribuciones caritativas, prefiriendo pagarlotodo nosotros. Estamos dispuestos a cooperar con casitodo el mundo, pero no casamos nuestra Comunidad

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con nadie. Nos mantenemos alejados de las polémicaspúblicas y rehusamos luchar entre noso tros mismospor aquellas cosas que desgarran la socie dad: lareligión, la política y la reforma. Tenemos un solo obje-tivo: el de llevar el mensaje de A.A. al alco hólico enfer-mo que lo desee.Tomamos estas actitudes no porque pretendemos

tener una virtud o sabiduría especiales; hacemos estascosas porque la dura experiencia nos ha convencidoque tenemos que hacerlas — si A.A. va a sobrevivir enel afligido mundo moderno. Renunciamos a nuestrosderechos y hacemos sacrificios también porque lo de -bemos, y mejor aun, lo queremos hacer. A.A. es unpoder superior a todos nosotros; tiene que sobrevivir, omiles de nuestros compañeros de fatigas indudable -mente morirán. Esto lo sabemos.Pues, ¿dónde encaja el anonimato en este cuadro? Y

de todas maneras, ¿qué es anonimato? ¿Por qué lo con-sideramos en sí como la mayor protección que A.A.pueda tener? ¿Por qué es el anonimato el más acertadosímbolo del sacrificio personal, la clave espi ritual detodas nuestras Tradiciones y de nuestra misma manerade vivir?Tengo la más profunda esperanza de que el siguien -

te fragmento de la historia de A.A. descubra la res -puesta que todos buscamos.Hace ya años, un jugador de beisbol logró la sobrie -

dad a través de A.A. Debido a que su vuelta a la escenafue tan espectacular, recibió una tremenda ovación per-sonal de la prensa, y una gran parte del mérito seatribuyó a Alcohólicos Anónimos. Millones de aficiona-dos del deporte lo vieron identificado, por su nombrecompleto y su foto, como miembro de A.A. Nos benefi-ciamos mucho de esto: los alcohólicos vinieron en tro-pel. Estábamos encantados. Yo me emocionaba espe-cialmente porque me metió ideas en la cabeza.Al poco rato, estaba rodando por el país, entrevis -

tándome pública y gustosamente con cualquiera, li -bremente distribuyendo fotos-retratos míos. Con granregocijo, descubrí que como él, yo podía estar en pri -mera plana de actualidad. Más aún, él no podía man -tener el ritmo de su publicidad; yo, sí. No tenía quehacer más que seguir viajando y hablando; el resto, lohacían los grupos locales de A.A, y los periódicos. Alreleer estos antiguos reportajes recientemente, meque dé asombrado. Supongo que, durante dos o tresaños, yo era el principal violador del anonimato en A.A.De aquí que no puedo criticar a ningún A.A. que

desde aquel entonces ha buscado estar en el candele ro.Yo mismo, hace años, dí el ejemplo principal.En aquella época, pareció ser lo correcto. Así

justi ficado, me dejaba acariciar por la atención. ¡Cuántome estremecía al leer aquellos artículos a doble co -lumna acerca de “Bill, el Agente de Bolsa”, con foto ynombre completo, el tipo que estaba salvando los bo -rrachos por millares.Luego llegaron las primeras nubes para oscurecer

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este cielo de azul ininterrumpido. Se oía murmurar alos escépticos de A.A., diciendo: “Este tipo, Bill, estáacaparando la publicidad; el Dr. Bob no está recibien dosu debida parte.” O, “Supongamos que se le suba a lacabeza esta publicidad y se nos emborrache.”Esto me hirió. ¿Cómo era que me podían perseguir

mientras estaba haciendo tanto bien? Les dije a mis críticos que estábamos en los Estados Unidos. ¿No sabían que tenía libertad de expresión? ¿No escierto que este país y todos los demás son dirigidos por líde res de nombre bien conocido? El anonimatoquizás era lo indicado para el miembro medio de A.A.Pero los cofundadores deben ser excepciones. El públi-co tenía indudablemente el derecho de saber quiénesfuimos nosotros.Los que verdaderamente ambicionan el poder (los

sedientos de prestigio, gente como yo) tardaron pocotiempo en caer en la cuenta: Ellos también iban a serexcepciones. Decían que el anonimato ante el públicoera únicamente para los tímidos; los más intrépidos yatrevidos como ellos, debían volver la cara hacia lascámaras y hacerse reconocer como A.A. Este tipo devalor pronto pondría fin al estigma puesto al alcohó lico.El público se daría inmediatamente cuenta de que losalcohólicos recuperados podían convertirse en ciu-dadanos dignos y diligentes. Así que cada vez másmiembros fueron rompiendo su anonimato, todos porel bien de A.A. ¿Qué tenía de malo fotografiar un bo -rracho con el gobernador? Ambos merecían el honor,¿no? Y así andábamos a toda carrera, a lo largo delcallejón sin salida.El siguiente episodio en las rupturas del anonimato

pareció aún más optimista. Una A.A., íntima amiga mía,quería dedicarse a la educación sobre el alcoho lismo.La facultad de una gran universidad, interesa da en elalcoholismo, le propuso que diera conferen cias al públi-co, exponiendo que los alcohólicos eran gente enferma,y que se podía hacer mucho al res pecto. Mi amiga erauna buena oradora y escritora. ¿Debería decir al públi-co que ella era miembro de A.A.? Pues, ¿por qué no?Utilizando el nombre de Alcohólicos Anónimos atraeríabuena publicidad para un buen programa de educaciónacerca del alcoholis mo, así como para AlcohólicosAnónimos. Me pareció una idea estupenda y le di mi bendición.El nombre de A.A. ya había empezado a hacerse

famoso y valioso. Apoyado por nuestro nombre, y lasgrandes habilidades de mi amiga, el proyecto tuvoresultados inmediatos. En un abrir y cerrar de ojos, sunombre y foto, acompañados de excelentes repor tajesde su proyecto educacional, y sobre A.A., apare cieronen casi todos los periódicos grandes de América delNorte. Iba aumentando la comprensión del públi coacerca del alcoholismo, reduciendo el estigma puestoal borracho, y nuevos miembros llegaban a A.A. Contoda seguridad, no podía haber nada de malo en ello.Pero sí lo había. Por tener estas ventajas a corto

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plazo, nos estábamos exponiendo a futuras inconve -niencias de proporciones alarmantes y amenazadoras.Al poco rato, un miembro de A.A. empezó a publi car

una revista haciendo campaña en favor de laProhibición. Creía que Alcohólicos Anónimos debíaayudar a convertirse en abstemios a todo el mundo. Seidentificó como miembro de A.A., y hacía un libre usodel nombre de A.A. para atacar las desgracias y losmales de la bebida y a los que fabricaban la bebida y alos que la tomaban. Hizo notar que él también era un“educador”, y que su clase de educación era la “correc-ta”. En cuanto a meter a Alcohólicos Anónimos en laspolémicas públicas, creía que eso era precisa mente loque debíamos hacer. Así que se puso resuel tamente autilizar el nombre de A.A. para hacerlo. Por supuesto,rompió su anonimato para ayudar a su querida causa.A continuación, se hizo una propuesta por parte de

una asociación de comerciantes de licores, de que unmiembro de A.A. ocupara un puesto de “educación”.Iba a decir a la gente que el alcohol en cantidades exce-sivas era malo para cualquier persona y que cier tas per-sonas, los alcohólicos, no debían beberlo en absoluto.¿Qué tendría esto de malo?La pega estaba en que nuestro amigo A.A. tendría

que romper su anonimato: cada anuncio de publici dady toda la propaganda publicada llevaría su nom bre com-pleto, identificándolo como miembro de A.A. Esto, porsupuesto, tendría necesariamente que cau sar al públicola impresión de que A.A. estaba en favor de la “edu-cación”, al estilo de los comerciantes de licor.Aunque estos proyectos nunca progresaron mucho,

tuvieron tremendas implicaciones. Nos enseñaron cla -ramente el riesgo. Contratándose a una causa ajena yluego revelando al público su pertenencia a A.A., unmiembro podría casar Alcohólicos Anónimos concualquier empresa o controversia, buena o mala.Cuanto más valor tuviera el nombre de A.A., mayor

sería la tentación.No tardó mucho en surgir otra evidencia. Otro

miembro comenzó a meternos en una empresa de pu -blicidad. Había sido contratado por una compañía deseguros de vida para presentar una serie de “confe -rencias” acerca de Alcohólicos Anónimos a través deuna red nacional de radio. Esto, por supuesto, daríapublicidad a los seguros de vida, así como a Alcohó -licos Anónimos — y naturalmente a nuestro amigo,todo en una única y atractiva presentación.En la Sede de A.A., repasamos las propuestas con -

ferencias. Eran una mezcla de un 50% de las ideas yprincipios de A.A. y un 50% de las creencias religiosaspersonales de nuestro amigo. Esto podría crear en elpúblico una falsa imagen nuestra. Se despertarían pre -juicios religiosos en contra de A.A. Así que objetamos.Nuestro amigo nos devolvió prontamente una carta

airada, diciendo que se sentía “inspirado” para darestas conferencias, y que no teníamos derecho ni razónde interferir con su libertad de expresión. A pesar de

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que iban a pagarle por su trabajo, no tenía en mentenada que no fuera sino el bienestar de A.A., y sinosotros no sabíamos lo que podría hacernos bien,mala suerte. Nosotros y la junta de custodios podría -mos ir directamente al diablo. ¡Las conferencias iban aser emitidas!Esto nos presentó un problema. Con sólo romper

su anonimato y aprovechar el nombre de A.A. para su propio beneficio, nuestro amigo podría tomar poderde nuestras relaciones públicas, involucrarnos en cues tiones religiosas, meternos en el negocio de lapubli cidad y, por hacer todas esas buenas obras, lacompa ñía de seguros le compensaría con un emolu-mento sustancial.¿Significó esto que cualquier miembro descamina do

podría poner nuestra Comunidad en peligro encualquier momento o lugar sólo con romper su anoni -mato y decirse a sí mismo cuánto bien iba a hacer paranosotros? Nos imaginábamos que todos los “publici -tarios” de A.A. irían buscando el patrocinio comercial,utilizando el nombre de A.A. para vender todo, desdelas tortillas hasta el jugo de toronja.Teníamos que hacer algo. Escribimos a nuestro

amigo recordándole que A.A. también tenía libertad deexpresión. No nos opondríamos a él públicamente,pero le podíamos prometer que la empresa patrocina -dora recibiría millares de cartas de queja por parte demiembros de A.A., si se emitiera el programa. Nuestroamigo abandonó el proyecto.Pero el dique de nuestro anonimato seguía fisurán -

dose. Varios miembros de A.A. empezaron a entrome -ternos en la política. Comenzaban a informar a loscomités legislativos locales — por supuesto pública -mente — precisamente lo que quería A.A. con respec-to a la rehabilitación, la subvención y la legislaciónilus trada.De esta manera, algunos de nosotros, identificados

por nuestros nombres completos y, a veces, por fotos,empezamos a formar grupos de presión. Otros miem -bros se sentaban al lado de los jueces en los tribunalesde policía, aconsejándoles cuáles de entre los borra -chos que se presentaban, debían ser enviados a A.A. ycuáles a la cárcel.Luego surgieron los problemas económicos relacio -

nados con el anonimato roto. En esta época, la mayo ríade los miembros creían que debíamos dejar de solicitarfondos al público para los propósitos de A.A. Noobstante, el proyecto educacional de mi amiga, patroci-nado por la universidad, había crecido rápida mente.Ella tenía una necesidad legítima de dinero, y engrandes cantidades. Por consiguiente, lo solicitó alpúblico, haciendo campañas con este fin. Ya que era unmiembro de A.A. y seguía diciéndolo, muchos con-tribuidores se encontraban confusos. Creían que A.A.trabajaba en el campo de la educación, o creían que eraA.A. en si misma la que estaba recogiendo fondos,aunque no lo estaba haciendo, ni quería hacerlo.

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Entonces, el nombre de A.A. se utilizaba para soli -citar fondos en el mismo momento en que estábamostratando de decirle al público que A.A. no quería di nerode fuentes ajenas.Al darse cuenta de lo que ocurría, mi amiga — ma -

ravillosa miembro que es — trató de recobrar su anoni-mato. Debido a que había atraído tanta publici dad, estoresultó un duro trabajo. Le tomó años lograr lo. Perohizo el sacrificio y aquí, en nombre de la Comunidadentera, yo quisiera dejar constancia de mi profundoagradecimiento.Este precedente dio impulso a todo tipo de solici -

tudes públicas de dinero por parte de los A.A. — dine ropara “granjas de secado”, empresas de Paso Doce, pen-siones de A.A., clubs, etc, — alimentadas en gran partepor rupturas de anonimato.Luego nos sorprendió saber que nos habían com -

prometido en la política partidista, esta vez para el biende un solo individuo. Un miembro, candidato para uncargo público, iba salpicando libremente su propagan-da política con el hecho de que era un A.A. y, pordeducción, sobrio como un juez. Ya que A.A. disfrutabade una gran popularidad en su estado, creía que con-tribuiría a su victoria en el día de las elec ciones.Tal vez la mejor historia de este tipo es la que cuen-

ta cómo se utilizó el nombre de A.A. para apoyar unpleito por difamación. Llegó a manos de un miem bro,cuyo nombre y cuyos logros profesionales son conoci-dos en tres continentes, una carta, la cual, le parecía,perjudicaba su reputación profesional. Creía que algodebía ser hecho al respecto, y su abogado, tambiénmiembro de A.A., estaba de acuerdo. Daban por senta-do que tanto el público como A.A. justamen te se indig-narían si los hechos fueran expuestos. Ense guida,aparecieron en varios periódicos reportajes en primeraplana, informando que A.A. estaba apoyando a unamujer, miembro de la Comunidad — nombre comple-to, por supuesto, esperando que ganara su pleito pordifamación. Poco tiempo después, un locu tor de radiobien conocido dijo la misma cosa a sus oyentes, unauditorio de unos doce millones de perso nas. Esosacontecimientos demostraron nuevamente que sepodía aprovechar del nombre de A.A. con mo tivos pura-mente personales — y esta vez a escala na cional.Los viejos archivos de la Sede de A.A. contienen

docenas de experiencias parecidas de ruptura de ano -nimato. La mayoría recalca las mismas lecciones.Nos enseñan que nosotros los alcohólicos, somos

los racionalizadores más grandes del mundo; que, for -talecidos por el pretexto de hacer buena cosas paraA.A., podemos, con romper nuestro anonimato, rea -nudar nuestra vieja búsqueda desastrosa del poder per-sonal y prestigio, de honores públicos y dinero: los mis-mos impulsos implacables que antes, al ser frustra dos,nos hicieron beber; las mismas fuerzas que hoy en díadesgarran el mundo. Además, ponen bien en claro elhecho de que una cantidad suficientemente grande de

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gente, rompiendo su anonimato sensacio nalísti-camente, podrían arrastrar consigo a nuestra Comu-nidad entera a aquel ruinoso callejón sin salida.Así que estamos seguro de que, si estas fuerzas

lle garan algún día a dominar nuestra Comunidad, noso tros pereceríamos, tal como han perecido otrassocie dades en el curso de la historia humana. Nosuponga mos ni por un momento que los alcohólicosrecupera dos somos mejores o más fuertes que losdemás ni que el haber pasado veinte años sin proble-mas insupera bles asegura que siempre será así.Nuestra mayor y verdadera esperanza está en el

hecho de que nuestra experiencia total, como alcohó -licos y como miembros de A.A., nos ha enseñado, porfin, el poder inmenso de estas fuerzas de autodestruc -ción. Estas lecciones, difíciles de aprender, nos han convertido en gente dispuesta para hacer cualquiersacrificio que sea necesario para preservar nuestraquerida Comunidad.Por esta razón consideramos el anonimato a nivel

público como nuestra mayor protección contra noso trosmismos, como el guardián de todas nuestras Tra -diciones, y el más apropiado símbolo del autosacrifi cioque conozcamos.Por supuesto, ningún A.A. tiene que ser anónimo

respecto a su familia, sus amigos o sus vecinos. Por logeneral, en estos casos es bueno y sensato revelar quese es miembro. Ni tampoco existe ningún peligro es -pecial cuando hablamos en las reuniones de grupo deA.A., o en las semipúblicas, con tal de que no se pu -bliquen los apellidos en los reportajes de prensa.A diferencia, ante el público en general — la prensa,

la radio, el cine, la TV, etc. — la publicación de nom -bres completos o fotos es peligrosísimo. Es la principalescapatoria para las temibles fuerzas destructivas quetodavía yacen latentes en nosotros. Aquí podemos ydebemos mantener la tapa cerrada.Ahora nos damos perfecta cuenta de que un cien

por cien de anonimato personal ante el público es tanimportante para la vida de A.A. como es un cien porcien de sobriedad para la vida de todo miembro.Eso lo digo con toda la seriedad que me es posible;

lo digo porque sé lo que es realmente la tentación de lafama y del dinero. Lo puedo decir por haber sido unode los que han roto su anonimato. Doy gracias a Diosporque la voz de la experiencia y los consejos de missabios amigos me apartaran de la senda peligrosa, porla que pudiera haber llevado a nuestra Comuni dadentera. De esta manera logré aprender que lo temporaly aparentemente bueno puede ser a menudo el enemi-go mortal de lo permanente y mejor. Al tra tarse de lasupervivencia de A.A., ningún esfuerzo que no sea nuestro mejor será lo suficientemente bueno.Hay otra razón por la que queremos mantener un

cien por cien de anonimato, de la cual a menudo no sehace caso. En vez de atraer más publicidad paranosotros, las repetidas rupturas del anonimato pueden

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perjudicar gravemente las buenas relaciones que te -nemos ahora tanto con la prensa como con el público.Puede que acabemos con mala prensa y poca con fianzapor parte del público.Ya hace muchos años que las emisoras de noticias

en todas partes del mundo nos inundan de publicidadentusiástica, una corriente constante fuera de toda pro-porción con la significación real de los aconteci mientosen cuestión. Los editores nos dicen por qué lo hacen.Nos dan más tiempo y espacio porque tienen una confi-anza absoluta en A.A. La misma base de esta confianza,explican, es nuestra insistencia continua en el anonima-to personal ante la prensa.Las agencias de información y los expertos en rela -

ciones públicas no habían tenido ninguna experienciacon una sociedad que rechazara hacer categóricamen tepropaganda personal para sus líderes o miembros. Paraellos, esta extraña y agradable novedad siempre haconstituido una prueba patente de que A.A. es de fiar;que nadie busca su propia ventaja.Esta, nos dicen, es la razón primordial de su in -

mensa buena voluntad. Por esta razón, a tiempo y adestiempo, siguen llevando el mensaje de recupera ciónde A.A. al mundo entero.Si, a causa de una cantidad de rupturas de anoni -

mato, acabáramos haciendo que la prensa, el público ylos alcohólicos enfermos pusieran en duda nuestrosmotivos, perderíamos esta ventaja inapreciable y, almismo tiempo, a multitud de posibles miembros.Ya hace mucho tiempo que el Dr. Bob y yo hace mos

todo lo posible para mantener la Tradición de anonima-to. Justo antes de que él se muriera, algunos de los ami-gos del Dr. Bob sugirieron que se debiera erigir unmonumento o mausoleo en honor de él y de su esposaAnne, algo apropiado para un cofundador. El Dr. Bobagradeciéndoles, lo rechazó. Poco tiempo después,contándome la historia, me sonrió y dijo: “Por amor deDios, Bill, ¿por qué no nos entierran como a los demás?”.El verano pasado visité el cementerio de Akron

donde yacen Bob y Anne. La sencilla lápida mortuo riano dice ni una palabra acerca de Alcohólicos Anó -nimos. Eso me alegró tanto que lloré. ¿Puede ser queesta pareja maravillosa llevara el anonimato personaldemasiado lejos, rehusando a utilizar las palabras“Alcohólicos Anónimos” incluso en su propia lápida mortuoria?No lo creo, yo. A mí me parece que este magnífico y

final ejemplo de humildad será de un valor más per -durable para A.A. que cualquier publicidad especta -cular o mausoleo majestuoso.No tenemos que ir a Akron, Ohio, para ver el

monu mento del Dr. Bob. Su verdadero monumento se puede ver dondequiera que se encuentre A.A. Volva mos a mirar su auténtica inscripción . . . una única palabra, inscrita por nosotros los A.A. Esa palabraes “sacrificio”.

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Publicaciones de A.A.

Se pueden obtener formularios de pedidos completos en la Oficina de Servicios Generales de ALCOHOLICOS ANONIMOS, Box 459, Grand Central Station, New York, NY 10163.

LIBROSALCOHOLICOS ANONIMOSA.A. LLEGA A SU MAYORIA DE EDADDOCE PASOS Y DOCE TRADICIONESCOMO LO VE BILLEL DR. BOB Y LOS BUENOS VETERANOSREFLEXIONES DIARIASDE LAS TINIEBLAS HACIA LA LUZ

LIBRILLOSLLEGAMOS A CREERVIVIENDO SOBRIOA.A. EN PRISIONES — DE PRESO A PRESO

FOLLETOSPREGUNTAS FRECUENTES ACERCA DE A.A.LA TRADICION DE A.A. — COMO SE DESARROLLOLOS MIEMBROS DEL CLERO PREGUNTAN ACERCA DE A.A.TRES CHARLAS A SOCIEDADES MEDICAS POR BILL W.A.A. COMO RECURSO PARA LOS PROFESIONALES DE LA SALUDA.A. EN SU COMUNIDAD¿ES A.A. PARA USTED?ESTO ES A.A.UN PRINCIPIANTE PREGUNTA¿HAY UN ALCOHOLICO EN EL LUGAR DE TRABAJO?¿SE CREE USTED DIFERENTE?MUCHAS SENDAS HACIA LA ESPIRITUALIDADPREGUNTAS Y RESPUESTAS ACERCA DEL APADRINAMIENTOA.A. PARA LA MUJERA.A. PARA EL ALCOHOLICO DE EDAD AVANZADA—NUNCA ES DEMASIADO TARDEALCOHOLICOS ANONIMOS POR JACK ALEXANDERLOS JOVENES Y A.A.EL MIEMBRO DE A.A. — LOS MEDICAMENTOS Y OTRAS DROGAS¿HAY UN ALCOHOLICO EN SU VIDA?DENTRO DE A.A.EL GRUPO DE A.A.R.S.G.CARTA A UN PRESO QUE PUEDE SER UN ALCOHOLICOLOS DOCE PASOS ILUSTRADOSLAS DOCE TRADICIONES ILUSTRADASCOMO COOPERAN LOS MIEMBROS DE A.A....A.A. EN LAS INSTITUCIONES CORRECCIONALESA.A. EN LOS ENTORNOS DE TRATAMIENTOEL PUNTO DE VISTA DE UN MIEMBRO DE A.A.PROBLEMAS DIFERENTES DEL ALCOHOLCOMPRENDIENDO EL ANONIMATOUNA BREVE GUIA A ALCOHOLICOS ANONIMOSUN PRINCIPIANTE PREGUNTALO QUE LE SUCEDIO A JOSE(Historieta a todo color)LE SUCEDIO A ALICIA(Historieta a todo color)ES MEJOR QUE ESTAR SENTADO EN UNA CELDA(Folleto ilustrado para los presos)¿ES A.A. PARA MI?LOS DOCE PASOS ILUSTRADOSHABLANDO EN REUNIONES NO A.A.

VIDEOSESPERANZA: ALCOHOLICOS ANONIMOSUNA NUEVA LIBERTADLLEVANDO EL MENSAJE DETRÁS DE ESTOS MUROSVIDEOS DE A.A. PARA LOS JOVENESTU OFICINA DE SERVICIOS GENERALES,EL GRAPEVINE Y LA ESTRUCTURA DESERVICIOS GENERALES

REVISTASLA VIÑA DE A.A. (bimensual) JULY 11

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