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1 Sociología de la actividad física y el deporte (INEFC, Lleida) Profesor: Dr. Francisco Lagardera Otero Tema II LA SOCIOLOGÍA Y EL DEPORTE Si se quiere entender de qué trata la sociología hay que ponerse previamente en situación de interpelarse mentalmente a si mismo y de hacerse cargo de uno como una persona entre otras. La sociología se ocupa de los problemas de la sociedad y no cabe duda de que todo aquél que reflexione acerca de la sociedad y la estudie forma parte de ella. Pero con mucha frecuencia en la reflexión sobre uno mismo se suele permanecer en un estadio en el que se es consciente de uno sólo como alguien situado frente a otros entendidos como objetos. A menudo se siente que nos separa de ellas un abismo insalvable. La percepción de una separación de este género, propia de esta fase del proceso de autoconsciencia, encuentra su expresión en muchas conceptualizaciones y muchos giros lingüísticos que contribuyen a hacer de ella algo completamente obvio y a reproducirla y reforzarla sin tregua. Así, por ejemplo, se habla de la persona y su medio, del niño y su familia, del individuo y la sociedad, del sujeto y los objetos sin apercibirse siempre de que la persona forma parte también de su medio, el niño de su familia, el individuo de la sociedad, el sujeto de los objetos. Si se analiza más de cerca se comprueba, por ejemplo, que el llamado medio de un niño está constituido en primer término por otras personas, como el padre, la madre y sus hermanos. Lo que conceptualmente establecemos como familia, no sería tal familia sin los hijos. La sociedad, que con tanta frecuencia se opone mentalmente al individuo, está integrada totalmente por individuos y uno de esos individuos es uno mismo. Pero nuestro lenguaje y nuestros conceptos están configurados en gran medida como si todo lo que queda fuera de la persona individual tuviese carácter de objetos estáticos. Conceptos como familia o escuela se refieren evidentemente a conjuntos de personas. Pero el tipo habitual de nuestras configuraciones terminológicas y conceptuales las hace aparecer como si se tratase de objetos de la misma índole que las rocas, los árboles o las casas. Este carácter cosificador del lenguaje tradicional y, consiguientemente, también de nuestras operaciones mentales referidas a grupos de personas interdependientes, a los que posiblemente pertenece uno mismo, se pone también y muy especialmente de manifiesto en el propio concepto de sociedad y en la manera como se reflexiona sobre ella. Se dice que la sociedad es el objeto en cuya investigación se esfuerzan los sociólogos. En realidad, este modo de expresarse contribuye, y no poco, a dificultar el acceso a la comprensión del campo de tareas de la sociología” (Elias, N., 1982: 13-14) Introducción

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Sociología de la actividad física y el deporte (INEFC, Lleida)

Profesor: Dr. Francisco Lagardera Otero

Tema II

LA SOCIOLOGÍA Y EL DEPORTE

“Si se quiere entender de qué trata la sociología hay que ponerse previamente en situación de

interpelarse mentalmente a si mismo y de hacerse cargo de uno como una persona entre otras.

La sociología se ocupa de los problemas de la sociedad y no cabe duda de que todo aquél que

reflexione acerca de la sociedad y la estudie forma parte de ella. Pero con mucha frecuencia en la

reflexión sobre uno mismo se suele permanecer en un estadio en el que se es consciente de uno

sólo como alguien situado frente a otros entendidos como objetos. A menudo se siente que nos

separa de ellas un abismo insalvable. La percepción de una separación de este género, propia de

esta fase del proceso de autoconsciencia, encuentra su expresión en muchas conceptualizaciones

y muchos giros lingüísticos que contribuyen a hacer de ella algo completamente obvio y a

reproducirla y reforzarla sin tregua. Así, por ejemplo, se habla de la persona y su medio, del niño

y su familia, del individuo y la sociedad, del sujeto y los objetos sin apercibirse siempre de que la

persona forma parte también de su medio, el niño de su familia, el individuo de la sociedad, el

sujeto de los objetos.

Si se analiza más de cerca se comprueba, por ejemplo, que el llamado medio de un niño está

constituido en primer término por otras personas, como el padre, la madre y sus hermanos. Lo

que conceptualmente establecemos como familia, no sería tal familia sin los hijos. La sociedad,

que con tanta frecuencia se opone mentalmente al individuo, está integrada totalmente por

individuos y uno de esos individuos es uno mismo. Pero nuestro lenguaje y nuestros conceptos

están configurados en gran medida como si todo lo que queda fuera de la persona individual

tuviese carácter de objetos estáticos.

Conceptos como familia o escuela se refieren evidentemente a conjuntos de personas. Pero el

tipo habitual de nuestras configuraciones terminológicas y conceptuales las hace aparecer como

si se tratase de objetos de la misma índole que las rocas, los árboles o las casas. Este carácter

cosificador del lenguaje tradicional y, consiguientemente, también de nuestras operaciones

mentales referidas a grupos de personas interdependientes, a los que posiblemente pertenece uno

mismo, se pone también y muy especialmente de manifiesto en el propio concepto de sociedad y en

la manera como se reflexiona sobre ella. Se dice que la sociedad es el objeto en cuya

investigación se esfuerzan los sociólogos. En realidad, este modo de expresarse contribuye, y no

poco, a dificultar el acceso a la comprensión del campo de tareas de la sociología” (Elias, N.,

1982: 13-14)

Introducción

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La sociología nació como disciplina científica en la primera mitad del siglo XIX, y

lo hizo con la pretensión, según su impulsor y creador Auguste Comte, de aplicar al

estudio de los fenómenos sociales el método científico que había tenido hasta entonces

tan excelentes resultados en el campo de la física, la química o la biología. De hecho, la

palabra sociología apareció por vez primera en 1838, en la obra Curso de filosofía

positiva de este pensador francés y primer sociólogo.

El objeto de estudio de todas las ciencias sociales es el conocimiento de las

colectividades humanas, aunque la economía, la antropología, la historia, la psicología

social o la etnología hacen énfasis en diferentes aspectos y perspectivas del hombre

como objeto social. Para S.Giner (1979: 15-16) “lo que distingue a la sociología de

estas y otras ramas del saber social es el hecho de que ella investiga la estructura, los

procesos y la naturaleza de la sociedad humana en general... Frente a las demás

ciencias sociales, pues, hay una diferencia en el grado de generalidad, así como una

diferencia de énfasis y de punto de vista, mas no una diferencia sustancial”.

No se puede soslayar, como advierte N. Elias en el texto seleccionado en la

primera página, la dificultad de estudiar la sociedad desde dentro, dado que el

investigador forma, así mismo, parte de la sociedad que intenta comprender. La

sociología trata de ordenar toda una serie de datos y conocimientos en torno a la realidad

social, es decir, determinados sucesos y acontecimientos que pueden ayudar a explicar

tanto el orden como la dinámica social.

La sociedad puede entenderse desde una perspectiva generalista, ya que en estricto

sentido, se comporta como un todo complejo y ordenado, lo que T. Parsons denominó

sistema social, y es desde esta perspectiva que la sociología puede estudiar y deducir

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tanto las tendencias que facilitan el orden y equilibrio social, como aquellas otras que

propician sus cambios. En ambos casos se trata de un análisis profundo, más allá de las

apariencias, que puede explicar las relaciones sociales que son el germen que propicia

los cambios o por el contrario, el refuerzo del orden interno del sistema, es decir, la

sociología aspira a conocer la estructura social. Sin embargo puede hacerlo, y de hecho

lo hace, siguiendo diferentes métodos o procedimientos, pues ante todo es una disciplina

pragmática, y no le importa tanto el modo de hacerlo sino el objeto de su estudio.

E.Durkheim en Las reglas del método sociológico, proponía a finales del siglo

XIX, estudiar los fenómenos sociales como si se tratara de cosas con el fin de estudiar a

la sociedad de la misma forma (método) en que se estudiaban los fenómenos naturales.

Este planteamiento pretendía eliminar la subjetividad del investigador implicado en la

misma sociedad que estudia. Actualmente, un sector destacado de la sociología sigue

este principio para actuar metodológicamente en la resolución de problemas, dado que la

denominada sociología cuantitativa maneja postulados matemáticos en el tratamiento de

los datos (estadística), que se obtienen con los métodos que investigan algunos aspectos

de la realidad social.

Este planteamiento pretende generar en la sociología un tipo de conocimiento

predictivo, es decir, manejando los datos estadísticos llegar a ser capaces de analizar e

interpretar las tendencias en la dinámica social (consumo, hábitos, tipo de relaciones...)

y poder vislumbrar de manera anticipada estos cambios, lo que se denomina prospectiva

social. Pero existen otros puntos de vista en sociología.

A comienzos del siglo XX, el sociólogo alemán Max Weber diferenció de manera

clarividente las ciencias de la naturaleza, en las que para su estudio era factible operar

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metodológicamente con planteamientos formales (abstracciones lógico matemáticas,

definiciones, leyes...), de las ciencias que estudian al hombre, que requieren de un punto

de vista comprensivo, dado que la singularidad de los fenómenos sociales imposibilitan

su definición, por lo que la aspiración del conocimiento social es la de describir,

explicar y comprender la realidad social.

Tanto la sociología cuantitativa como la sociología comprensiva han dado muy

buenos resultados para aumentar el acervo del conocimiento sociológico. Ahora mismo,

la utilización de encuestas de opinión, sobre hábitos de consumo o de actitudes sociales

muy diversas, son profusamente utilizadas, tanto por la administración pública, como

por las empresas privadas. Pero también, y debido a la creciente complejidad de la

sociedad, los métodos comprensivos o cualitativos (entrevistas, biografías, discusiones

en pequeños grupos...) han ofrecido datos e interpretaciones relevantes para conocer la

sociedad.

No obstante, el estado actual del desarrollo científico ha relativizado en gran

medida esta polaridad entre sociología cuantitativa y sociología cualitativa

(comprensiva), dado que lo que suponía un problema epistemológico de importancia, es

decir, la necesidad de diferenciar con claridad entre el sujeto que investiga y el objeto de

la investigación, está hoy perfectamente asumido por todas las disciplinas científicas.

Distinguir objetivamente entre lo observado y el ojo del observador, es una aspiración

loable pero imposible en el ámbito de cualquier disciplina científica, de ahí que sea

necesario dotarse de criterios y principios metodológicos que controlen y disminuyan

esta implicación inevitable.

Así pues, puede entenderse la sociología como “una lectura científica de

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determinados aspectos de la sociedad en vistas a saciar una necesidad básica del

hombre, que quiere conocer cómo es el medio en que vive” (Briongos, Hernández,

Mercadé, 1982). Dadas las limitaciones de la ciencia en general y de la sociología en

particular, si que se puede llegar a apreciar y valorar la perspectiva científica que ofrece

la sociología de la realidad social, con el fin de comprender mucho mejor la vida

cotidiana, incluso de llegar a detectar o a inferir tendencias en su dinámica. No se trata

de adivinar el futuro, sino de detectar los indicios necesarios que permitan descubrir una

determinada tendencia. Esto lo saben muy bien los políticos y las empresas, por esto

encargan cada vez con más insistencia estudios de tendencias políticas y comerciales.

2.1. Individuo, cultura y sociedad

Que sepamos actualmente, hace al menos cuatro millones de años que la especie

humana evoluciona de modo colectivo, constituyendo agrupaciones más o menos

grandes y con mayor o menor estabilidad.

La noción de individuo es relativamente reciente. De hecho es un valor que surge

con la modernidad y que adquiere carta de naturaleza con el movimiento ilustrado

europeo del siglo XVII, siendo las revoluciones burguesas del XVIII las que asumieron

esta idea como un principio básico del nuevo estado. La evolución progresiva de la

noción de individualidad en los estados constituidos como democracias parlamentarias,

ha consagrado los derechos de ciudadanía recogida en la mayoría de constituciones y en

multitud de foros e instituciones internacionales creadas a lo largo del siglo XX.

En las sociedades premodernas no existía la noción de individuo. La familia, el

clan o la estirpe, eran la referencia que galvanizaba las relaciones sociales. Es decir, era

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el grupo en definitiva quien gobernaba los destinos de las personas (individuos). La vida

individual tenía poco sentido y ésta se ofrecía, e incluso inmolaba, frecuentemente en

defensa del grupo o de ideales que supuestamente asumía el grupo. Los individuos

tenían muy pocas opciones para dirigir los destinos de sus vidas. La familia o el clan los

casaba, los mandaba a la guerra, los destinaba a la agricultura o los hacía eclesiásticos.

Esta dependencia del grupo aún era mucho más acusada en el caso de las mujeres.

Las sociedades modernas se distinguen por el alto grado de complejidad que han

adquirido las relaciones sociales. A mayor complejidad las opciones para que cada

persona pueda elegir cómo y con quién establecer relaciones sociales aumentan. El

Estado moderno se encarga de garantizar la seguridad y protección de las personas, y en

la medida que aumenta la complejidad social también lo hacen las garantías y

protecciones sociales (sanidad, escolaridad, leyes, protección policial...), aspectos de la

vida cotidiana que antes de la modernidad dependían de la familia o el clan.

La noción de individualidad está adquiriendo cada vez más fuerza y más sentido,

puesto que las opciones de elegir cómo y con quién vivir a comienzos del siglo XXI son

muy superiores, al menos en las naciones más desarrolladas económicamente, a las de

hace cien años. Por ejemplo, a comienzos del siglo XX no existía en España el descanso

dominical, las jornadas de trabajo en las fábricas eran de doce y hasta de catorce horas

diarias, y las opciones que tenía una mujer para independizarse de su familia se

reducían a sus posibilidades de contraer matrimonio y dedicarse a cuidar al esposo e

hijos.

Actualmente se está negociando la posibilidad de reducir la dedicación laboral

máxima de 40 a 35 horas semanales (el Estado francés ya lo ha asumido y aplicado) y

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las estudiantes españolas superan ya a los varones en el censo universitario, teniendo

además el Estado español el ratio de natalidad más bajo del mundo. Las opciones de las

mujeres españolas de elegir estudios y modos de vida han aumentado significativamente

en los últimos treinta años. La sociedad española ha incrementado su complejidad, lo

que permite a las personas más y mejores opciones para elegir cómo proyectar su

individualidad, pero paradójicamente, lo que implica esta ganancia de complejidad es un

incremento sustancial de instituciones y organizaciones sociales que facilitan y

garantizan estos derechos.

La sociedad actual está altamente organizada. Se nace y se muere en los

hospitales, se forma y se educa en las escuelas, institutos y universidades, existen

lugares y organizaciones para el recreo y el tiempo libre, otros para celebrar los

cumpleaños y festividades familiares, emergen organizaciones y servicios para despedir

a los difuntos, para cuidar a los ancianos, para guiar a los turistas o para proteger el cada

día más escaso medio natural. Proliferan día a día profesiones, empresas y estudios que

tratan de aumentar y mejorar los servicios de todo tipo que se ofrecen a los ciudadanos.

La sociedad organizacional es altamente compleja, y precisamente por esto es por

lo que posibilita un aumento progresivo en la diversidad de las relaciones

interpersonales, lo que se traduce en mejorar y aumentar las posibilidades individuales

de tomar decisiones sobre la propia vida dentro del marco global de la sociedad. Es

precisamente la complejidad organizacional de la sociedad actual la que está

permitiendo hacer cada vez más viable las opciones de vida individuales. Los ideales de

la Ilustración se ven cada vez más y mejor plasmados en la vida cotidiana trescientos

años después.

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Esta aparente contradicción entre individuo y sociedad no es tal, lo que ya

afirmaba N.Elias, puesto que la existencia de la persona, como sujeto orgánico, y de la

noción de individuo, como idea o valor a la que aspirar, tan solo adquieren sentido y

carta de naturaleza real y positiva en el marco y en el seno de la sociedad, que es la que

protege y garantiza los derechos de las personas, como individuos y ciudadanos.

La sociedad es el marco en el que adquiere pleno sentido tanto la vida de las

personas como la propia noción de individualidad. La sociedad no es pues la resultante

de un sumatorio de individuos, sino el modo habitual en el que conviven las personas, el

contexto normativizado y cotidiano en el que discurre la vida humana.

Si la sociedad es el marco en el que adquiere sentido la vida humana, la cultura es

el modo concreto en el que la vida adquiere determinados rasgos. Se puede establecer

una correspondencia metafórica, por la que si entendemos a la sociedad como el cuenco

en el que se cuece la vida humana, la cultura representaría el caldo que hierve en ese

mismo cuenco.

En las sociedades premodernas resultaba frecuente encontrar a colectividades muy

homogéneas culturalmente, en las que a determinada sociedad le correspondía una

cultura específica, aunque ya en la edad media, incluso en la antigüedad, se podían

hallar sociedades con diversidad cultural e incluso con procesos de mestizaje cultural.

En Al-Andalus y en los Reinos cristianos de la península Ibérica coexistieron en una

misma sociedad musulmanes, judíos y cristianos. Sin embargo, los procesos de

diversidad cultural se han generalizado con la emergencia del Estado moderno, proceso

que ha adquirido una velocidad de vértigo a partir de la segunda mitad del siglo XX con

la irrupción masiva de las comunicaciones y telecomunicaciones, y en la última década

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con la revolucionaria transformación de la información telemática.

Kroeber y Kluchohn (Aguirre,A., 1988) recogieron más de quinientas definiciones

de cultura, las cuales agruparon en seis categorías distintas, y finalmente hicieron una

síntesis final que describieron así: “La cultura consiste en patrones de comportamiento,

explícitos e implícitos; adquiridos y transmitidos mediante símbolos, que constituyen

los distintos logros de los grupos humanos, incluyendo su plasmación en utensilios; el

núcleo esencial de la cultura se compone de ideas tradicionales (es decir,

históricamente obtenidas y seleccionadas) y, sobre todo, de sus valores asociados; los

sistemas culturales pueden, por un lado, ser considerados como productos de la

actuación y, por otro lado, como elementos condicionantes de las actuaciones

sucesivas” . Pero existen también explicaciones comprensivas y muy sintéticas de este

controvertido fenómeno humano: “cultura es la porción aprendida de la vida humana”

(Herskovits, M.J., 1973).

En síntesis, se puede concluir que la cultura supone un complejo y controvertido

proceso a través del cual las personas adquirimos determinados patrones de conducta, de

pensamiento e incluso de sentimiento. La cultura constituye la atmósfera en la cual

hemos aprendido a vivir, es por esto que nos sentimos protegidos e identificados con sus

rasgos básicos: lengua, sistema de creencias, emociones, sentimientos y arquetipos

mentales.

Desde que tenemos constancia histórica se han dado procesos de hegemonía y de

dependencia cultural, dado que los procesos culturales como los sociales no son

estáticos. Los procesos mediante los cuales una determinada cultura se ha impuesto a

otras absorbiéndolas e incluyo disolviéndolas, no siempre de modo pacífico, se conoce

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como aculturación, y en este sentido cabe afirmar, que el deporte constituye uno de los

fenómenos acultirizadores más potentes que han existido en la historia humana, pero en

este caso obrando de modo pacífico, o cuanto menos no impuesto.

2.2.- Sistema social, estructura social y dinámica social

El objeto de la Sociología como disciplina es el conocimiento de la sociedad, pero

¿Por dónde empezar a estudiarla? ¿Qué aspectos de la sociedad son más relevantes? ¿Se

estudia un tipo de sociedad estándar o existe una diversidad de sociedades?

Actualmente las sociedades constituyen fenómenos altamente complejos, pero en

la medida que su complejidad aumenta también parece acrecentarse el orden interno de

la misma, su construcción organizacional, como se ha afirmado en líneas anteriores.

Este rasgo de las sociedades contemporáneas ha estimulado la concepción de la

sociedad como un fenómeno complejo y ordenado en el que sus componentes

interactúan constantemente. Fue el americano Talcott Parsons quien acuñó este

apelativo que actualmente se utiliza de modo genérico, sin que necesariamente quienes

lo utilizan se identifiquen con la concepción funcionalista que sustentaba este autor.

Así pues, se entiende por sistema social al conjunto de relaciones y disposiciones

que ordenan y aglutinan a la sociedad en un determinado orden, a las diferentes fuerzas

que generan el equilibrio social, pero también aquellos impulsos que pretenden

modificar el orden social establecido y que son capaces, de muy diversos modos, de

provocar algún tipo de cambio, constituyendo así la dinámica social necesaria para que

las sociedades evolucionen en una u otra dirección.

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Las sociedades son organismos vivos, conjunto de personas que tienen

características, intereses y prioridades concretos, pero además diferenciados. Las

diferencias entre personas y grupos de personas generan corrientes de atracción o de

repulsión y en función de estos flujos se producen los cambios sociales, es decir, la

dinámica social adquiere un tono u otro. Hay fuerzas que se imponen a otras, pero

también existen fuerzas que se alían unas con otras, que se superponen, yuxtaponen, se

coordinan o incluso se fusionan.

La naturaleza de estos flujos de energía social, que en sociología se denomina

poder social, parece encontrarse en las relaciones profundas en como las sociedades han

ido lentamente construyendo el orden social. Pero la sociología no es una ciencia

exacta, sino una disciplina humanística y como tal, sometida a la percepción que en un

determinado momento tienen los eruditos y científicos más cualificados.

De este modo se pueden distinguir muy diferentes corrientes de pensamiento en

sociología, diferenciadas muy profundamente a partir de divergencias originadas en

torno al concepto de estructura social, dado que esta noción resulta trascendente para

concebir la sociedad y justificar o interpretar su dinámica.

Un clásico de la sociología europea como R.Dahrendorf (1970) distinguía entre la

sociología del orden (funcionalismo) y la sociología del conflicto (marxismo),

precisamente a raíz de la diferente concepción que de la estructura social tienen estas

dos importantes corrientes de pensamiento, al menos durante buena parte de la segunda

mitad del siglo XX.

Para los marxistas, aquellos sociólogos que utilizan el materialismo histórico

como método para estudiar la dinámica social, ésta se distingue por estar en conflicto

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permanente entre aquellos grupos enfrentados por la estructura social, los poseedores de

los bienes de producción (capitalistas) y aquellos otros que no disponen de otra cosa que

su fuerza de trabajo para ser alquilada a cambio de un salario (obreros). La coerción

ejercida por los asentados en posiciones dominantes en la estructura social sobre el resto

genera un conflicto permanente que es, precisamente, el motor que impulsa el cambio

social. La dialéctica entre dominadores y dominados es el eje en torno al cual las

sociedades se transforman.

Para los funcionalistas, sin embargo, la propia definición de sistema social infiere

la necesidad de la existencia de orden para que la propia sociedad se mantenga. La

sociedad está formada por una estructura relativamente estable, que permite que sus

componentes interactúen constantemente, pero siempre hacia la integración, pues

aunque sea cumpliendo muy diversas funciones, el consenso en torno a valores y

preceptos comunes constituye precisamente la estabilidad o equilibrio del sistema.

En el último cuarto del pasado siglo XX se consolidó otra corriente de

pensamiento social, la considerada como sociología de los modelos o estructuralista.

Originada a partir del estructuralismo lingüístico que distinguía entre la lengua

(estructura profunda) y el habla (modismos cambiantes), cuyos conceptos pasaron a ser

utilizados por el antropólogo C.Levi-Strauss y los sociólogos L.Althusser y M.Foucault,

entre otros, que fueron haciendo aportaciones originales en torno a la noción de

estructura como modelo de organización social, que constituye una construcción

abstracta del investigador que le permite interpretar los hechos sociales.

La derivación del estructuralismo sociológico hacía posiciones científicas cada

vez más interpretativas (hermeneúticas) y como tales, dependientes de la minuciosa

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elaboración de cada investigador para construir su propio modelo de observación, ha

hecho que esta corriente haya perdido buena parte del crédito que obtuvo en los años

ochenta, habida cuenta de la diversidad de métodos y de conclusiones que se pueden

generar para el estudio de un mismo hecho social.

A mediados del siglo XX surgió en Norteamérica una corriente de pensamiento

que pretendió contrarrestar el carácter eminentemente empírico que adquirió el

funcionalismo como método científico social, utilización de la encuesta como

herramienta básica. Esta alternativa teórica al funcionalismo más cuantitativo se

caracteriza por la utilización de métodos de investigación cualitativos (entrevista en

profundidad, discusión en grupos, historias de vida.., ) y se aplicó muy especialmente en

el estudio de conductas desviadas, es decir, un campo de estudio que era típico de la

psicología social. Según Blumer (1982) el interaccionismo simbólico considera que las

personas actúan en función del significado que adquieren para ellos las cosas; estos

significados se construyen en una enmarañada tela de interacciones sociales, pero cada

persona interpreta a su modo estos significados cuando se enfrenta a cada una de las

diversas circunstancias que configuran su biografía, de ahí la necesidad fenomenológica

de preguntarles para reconstruir este proceso singular.

La sociología figuracional o figurativa se fue consolidando lentamente a partir de

la docencia ejercida en la universidad de Leicester por el sociólogo alemán N.Elias, que

formó a intelectuales de gran relevancia como E.Dunning y A.Giddens. La noción de

figuración social viene a constituir una brillante síntesis entre los conceptos de función y

de interacción., ya que en la vida social se está constantemente construyendo y

transformando diversidad de figuraciones, que constituyen la célula básica de toda

sociedad.

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Una figuración social constituye una situación social en la que dos o más personas

interactúan de tal modo que establecen funciones de dependencia de unos respecto de

los otros para que esta figuración se cree. De este modo, para que se constituya una

figuración social tal como una entrevista, se requiere de un entrevistado y de un en

trevistador, pues sin la función de cada uno y su interacción este hecho social,

denominado figuración, no se constituiría como tal.

2.3. El deporte a la luz de la teoría sociológica.

La complejidad de los fenómenos sociales y la dificultad para poder explicarlos

con elevadas dosis de certidumbre ha provocado la apertura de la sociología a nuevas

corrientes de pensamiento y a renovadas propuestas metodológicas, lo que ha

enriquecido notablemente la teoría sociológica en los últimos cincuenta años. En este

sentido la disciplina sociológica resulta eminentemente pragmática.

Pero el deporte como fenómeno social emergente, a pesar del carácter heteróclito

de la sociología, ha sido considerado un objeto de estudio sociológico marginal hasta

bien entrada la década de los setenta. Sin embargo, a pesar de que la sociología del

deporte ha avanzado espectacularmente en las últimas dos décadas y el fenómeno

deportivo se ha convertido en una costumbre dominante en nuestra sociedad, los

estudios sociológicos en torno al deporte aún detentan un cierto glamour menor,

académica y científicamente considerado, error que en algunos sectores de la sociología

se tiende a corregir. Puesto que de error habrá que considerar a aquellas explicaciones

globalistas de nuestra sociedad que no tengan en cuenta el papel civilizador y el poder

aculturizador de esta costumbre tan genérica y firmemente arraigada.

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Pero aún siendo contados los estudios que se han propuesto desentrañar el papel

desempeñado por el deporte en la construcción y desarrollo de la sociedad

contemporánea, a excepción de N.Elias, si han sido prolíficas las investigaciones y

aproximaciones teóricas que se han propuesto, a la luz de muy diversas corrientes de

pensamiento, explicar la función social o el protagonismo de este pasatiempo cotidiano

en el mundo moderno. En este sentido, cabe llevar a cabo, aunque de modo sintético,

una revisión de estas concepciones del deporte, aunque en estricto sentido no

representan el estado actual de la cuestión en sociología del deporte.

2.3.1. El deporte desde la perspectiva funcionalista.

Desde esta perspectiva Loy, J.W. (1978) concibe el deporte como un juego

institucionalizado característico de un modelo cultural y de una estructura social hecho

fuerte en la sociedad contemporánea, cuyos elementos incluyen valores, normas,

sanciones, conocimientos y posiciones sociales (roles y estatus). El deporte constituye

así una de las manifestaciones más genuinas del sistema social imperante, cuya función

reside en su capacidad para integrar en él a multitud de personas que a través de su

práctica son socializados.

El deporte, entre otras cosas, ayuda a la formación de identidades nacionales y

personales, otorga la oportunidad para proyectar tensiones y canalizar la agresividad

(McPherson,B. 1978) y adopta diferentes grados de complejidad en su proceso de

socialización, tanto desde una perspectiva institucional como individual, hasta conseguir

armonizar las perturbadoras divisiones del sistema social (Kenyon,G. 1986), es decir,

haciendo efectivos los procesos de integración y socialización.

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Figura 2.1

Para G.Lüschen (1982) el deporte constituye un subsistema del sistema social

imperante, en donde los conflictos y las diferencias de estatus vienen determinados por

la propia estructura interna de este subsistema, por lo que ni el deportista profesional

puede considerarse un trabajador asalariado ni el conflicto es tal o el sistema de rangos y

jerarquías no puede homologarse al sistema de clases sociales.

W.M.Leonard (1984), establece un correlato entre el sistema social imperante y el

sistema deportivo. El deporte implica así un ejemplo vivo y edificante de organización

social, cumpliendo una clara función integradora y socializadora.

Esta orientación sociológica otorga al deporte una función claramente benévola,

como actividad que refuerza y desarrolla el sistema social vigente. Sus

conceptualizaciones tienden a ser necesariamente prescriptivas, lo cual infiere con

relativa claridad que el equilibrio social existente es el único posible en la sociedad

contemporánea

2.3.2. El deporte desde la óptica marxista.

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Las interpretaciones marxistas hacen hincapié en que el deporte es un producto

genuino de la revolución industrial y del nuevo orden social establecido por la

burguesía. Se trata de análisis que tienen en el materialismo histórico su fundamentación

metodológica. Para la sociología marxista el deporte constituye el refuerzo positivo e

ideológico del que se vale el sistema capitalista para conseguir en la masa social una

aquiescencia moral y fáctica que hace posible que las relaciones de dominio y poder

sigan inalterables.

La obra clásica del alemán Bero Rigauer, Sport und Arbeit, publicada en 1934,

constituye el primer precedente que instaura una interpretación del deporte como

fenómeno social desde la perspectiva marxista. Traducida por el norteamericano

A.Guttmann, fue publicada por vez primera en inglés en 1981. El influjo de esta obra ha

sido de gran importancia para que se consolidase en Francia, Canadá y el Reino Unido

una sociología del deporte fundamentada en el materialismo histórico.

El autor más prolífico desde esta perspectiva es sin duda el francés J.M.Brohm,

fundador y director de la revista Quel corps?. En una de sus obras más polémicas (1976)

subraya la acción represiva que instaura el modelo deportivo, mediante los mecanismos

de sublimación y desublimación represiva, con clara influencia freudomarxista, en

especial de H.Marcuse, mediante los cuales se transmiten valores ideológicamente

positivos asociados al deporte.

En su obra más conocida en el ámbito español desarrolla este caracter

aparentemente positivo del deporte: “el deporte constituye la reproducción de los

valores de la sociedad capitalista funcionando como una superestructura ideológica

positiva (es la institución del reino de la positividad), neutra (nunca llega a cuestionar

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el orden establecido), integradora (es un modo de comportamiento, un modelo social

ideológicamente valorizado), y ritual (se ha convertido en el ámbito de la mitología

profana auspiciado por los mass media), objeto de un gran consumo que hace que éste

sea vivido como una cultura cotidiana” (1982).

En Le mythe olympique (1981) trata de mostrar el caracter marcadamente

ideológico de los valores deportivos difundidos universalmente por el movimiento

olímpico. La idea de que el cosmopolitismo olímpico se convierte en la religión atlética

universal, oculta en un mundo laico, sienta las bases que explican que el olimpismo

funcione como un mito contemporáneo. “La trascendencia suprahistórica de una idea

noble y generosa, que, en tanto que conjunto de representaciones milenarias, juega un

rol catalizador de una sociedad y de una cultura identificadas con la cultura occidental,

amenazada continuamente de decadencia”.

Figura 2.2.

En la década de los ochenta se consolidó una corriente marxista en sociología del

deporte claramente decantada por la influencia de A.Gramsci. Su análisis de las

relaciones sociales y el poder ejercido por el Estado les indujo a prescribir la ideología

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como un sistema operante detentado por las clases sociales poderosas con el fin de

mantener su hegemonía y dominio. En este sentido, el inglés J.Hargreaves (1982)

mantiene que: “la ideología tiene una base material en la práctica social y no es

precisamente la antítesis de la ciencia”, y la cultura “un programa entero de vida” y

como tal instalado dentro de la cultura popular, en cuyo seno se encuentra el deporte.

El deporte forma parte de la cultura, al igual que otras manifestaciones como el

cine, el teatro o la danza y esta peculiaridad popular le otorga un caracter de fácil

penetración en el tejido social. La evolución de la estructura social, es decir, su

constante modificación y desarollo, debe ser entendida dialécticamente, como proceso

dinámico, y en éste se inscribe el deporte como poderoso vehículo para integrar a la

cultura obrera dentro de las relaciones sociales cuyo poder hegemónico ejerce la

burguesía. Es por lo que este proceso debe ser necesariamente estudiado desde una

perspectiva histórica, dedicando a este fin su obra Sport, Power and Culture (1986), en

la que ofrece una sugestiva visión histórica que va desde los orígenes del deporte

contemporáneo hasta la consumación de la hegemonía burguesa después de la segunda

guerra mundial, cuando se produce la definitiva integración de la fuerza obrera en la

cultura deportiva.

Por su parte, R.Gruneau enfatiza en sus análisis que el poder se ejerce básicamente

a través de los mecanismos del Estado. En su constitución la sociedad y

fundamentalmente la cultura, juegan un papel especialmente significativo. La cultura

deportiva encierra en sí misma un modelo acabado que está en perfecta armonía con la

estructura básica del Estado contemporáneo. El deporte ofrece así, a través de sus

estructuras simbólicas, una posibilidad real de integrar a grandes masas de población

dentro del aparato estatal, manteniendo de esta forma la hegemonía de los grupos

20

dirigentes y dominadores del mismo. “El deporte como proceso cultural tiene dos

momentos: el primero está en relación con el trabajo específico del atleta y el segundo

representa el contexto social en el que se da el hecho deportivo; la cultura pues, no es

un hecho autónomo de la realidad social y está basada en la actividad humana,

significando su existencia un producto concreto de las relaciones de dominio, en las

que el Estado moderno es su mejor baluarte” (1983).

2.3.3. El deporte desde la sociología figurativa.

Denominada así esta corriente por sus propios inspiradores, N.Elias y su discípulo

más aventajado E.Dunning, porque para comprender los procesos sociales, y el deporte

lo es sin duda ninguna, utilizan el concepto de figuración sociológica, mediante el cual

N.Elias (1982), en una de sus obras básicas, pretende superar la arbitrariedad de

distinguir entre individuo y sociedad.

La aportación central de esta corriente se expresa en la teoría de los procesos de la

civilización, que intenta desvelar, desde una perspectiva histórica de larga duración, los

cambios en los usos sociales que han ido construyendo la modernidad. Lo que Elias

(1987) muestra en su análisis histórico es que junto al refinamiento de las formas de

vestir, comportamiento en la mesa, ademanes o expresión del gesto, que se produce a

partir del siglo XV en la sociedad cortesana, se fue instaurando también un nuevo

código moral entre la aristocracia, puesto que ya no era su aguerrido valor y agresividad

lo que de ellos se esperaba, produciéndose así un control paulatino de la violencia en las

relaciones sociales.

La compleja red de interdependencias a que se vio sometida la sociedad cortesana

21

es una clave decisiva para comprender el advenimiento del Estado moderno, y en este

proceso civilizador los cruentos pasatiempos medievales se fueron regulando hasta

originar el deporte contemporáneo. “El nacimiento del gobierno parlamentario, parte

del proceso de formación del Estado en Inglaterra, y sobre todo, el desequilibrio en la

balanza de poder entre el rey y las clases altas con grandes extensiones de tierra,

desempeñaron un papel activo y no sólo pasivo en el desarrollo de la sociedad inglesa.

Si preguntamos por qué los pasatiempos se convirtieron en deportes en Inglaterra, no

podemos dejar de decir que el desarrollo del gobierno parlamentario y por tanto de una

aristocracia y una gentry más o menos independientes, desempeñó un papel decisivo en

el desarrollo del deporte” (N.Elias, 1992).

Paulatinamente a este refinamiento del estamento noble se fue consolidando un

nuevo orden social auspiciado por la burguesía, surgiendo el Estado moderno,

capitalista y parlamentario, que sancionará su derecho al ejercicio monopolístico de la

violencia. Es en este contexto sociohistórico que emerge el deporte moderno, como

acomodación de los otrora violentos sports populares ingleses al nuevo ordenamiento

jurídico, político y moral.

Además de constatar que el deporte contemporáneo es una trama más de la

extensa madeja de interrelaciones que confluyen en el desarrollo del proceso de

civilización europeo, del que emerge la sociedad actual, la aportación sustancial de

N.Elias radica en la consideración de que el deporte, lejos de significar un pasatiempo

inocuo e intrascendente, es una más de las claves sociales que nos permiten comprender

el origen y evolución de los tiempos modernos: “la deportivización fue como un empuje

civilizador comparable por su dirección global a la cortesanización de los guerreros,

proceso en el que las opresivas reglas de la etiqueta desempeñaron un papel

22

significativo... Es posible pensar que las sociedades europeas, desde el siglo XV en

adelante para hablar de una manera general, sufrieran una transformación que

imponía a sus miembros una reglamentación cada vez mayor de su conducta y sus

sentimientos... el progresivo reforzamiento de los controles reguladores sobre las

conductas de las personas y la correspondiente formación de la conciencia, la

interiorización de las normas que regulan más detalladamente todas las esferas de la

vida, garantizaba a las personas mayor seguridad y estabilidad en sus relaciones

recíprocas, pero también entrañaba una pérdida de las satisfacciones agradables

asociadas con formas de conducta más sencillas y espontáneas. El deporte fue una de

las soluciones a este problema” (Elias, N. 1992).

2.3.4. La perspectiva estructuralista.

Influenciado directamente por el estructuralismo lingüístico de F. de Saussure y

R.Jakobson, el pensamiento antropológico desarrollado por C.Lévi-Strauss trató de

reducir un tipo de realidad a otro, ya que la realidad verdadera no es nunca la que mejor

se manifiesta a los ojos del observador. El método de investigación basado en este

principio considera a los fenómenos socioculturales como signos, de tal forma que

constituyendo sistemas son susceptibles de ser analizados para conocer su estructura.

Una vez conocidas éstas pueden ser formuladas como modelos teóricos que son capaces

de hacer inteligibles la realidad antroposocial.

En el campo de la sociología este método ha sido utilizado muy especialmente por

P.Bourdieu, cuya abundante obra ha orientado muchos trabajos en el ámbito de la

sociología del deporte francesa. Las investigaciones de C.Pociello (1981), G.Vigarello

23

(1988) y P.Parlebas (1988) entre otras, se han visto de alguna forma influenciadas por

P.Bourdieu, aunque no pueda decirse en estricto sentido que se trate de estructuralistas.

Según Bourdieu “para que pueda constituirse una sociología del deporte, es necesario

ante todo darse cuenta de que no se puede analizar un deporte particular

independientemente del conjunto de las prácticas deportivas; es necesario pensar el

espacio de las prácticas deportivas como un sistema del cual cada elemento recibe su

valor distintivo”(1988).

La historia de las prácticas deportivas constituye una historia estructural que tiene

en cuenta las transformaciones producidas a lo largo del tiempo. Sólo así será posible

detectar propiedades socialmente pertinentes que hacen que determinadas prácticas

estén en afinidad con los intereses y gustos de determinados grupos sociales. Los

deportes no se inscriben en el marco de una sociedad aparte sino que es necesario

estudiar el sistema deportivo en el conjunto del sistema social: “el consumo deportivo

no puede ser estudiado independientemente del consumo alimentario o de los consumos

del ocio en general” (Bourdieu, P. 1988).

Para Bourdieu (1988) los gustos por las distintas prácticas deportivas vienen

determinados por la adscripción de clase, ya que los hábitos son generados en el seno de

la familia, pues se trata de esquemas incorporados, mecanismos que funcionan de forma

insconsciente y que van decantando la inclinación de las personas hacia ciertos modelos

de prácticas: energético-estóicos (ciclismo, boxeo, lucha...), distinguidos y no violentos

(tenis, esquí, esquash...) o elitistas (golf, polo, navegación...). C.Pociello (1981)

también utiliza este esquema estructural para explicar la aparición de las nuevas

modalidades deportivas como el surf, wind surf, parapente o ala delta, estableciendo

diferentes modelos en los que en uno predomina la fuerza bruta, en otros la utilización

24

de la energía del medio, la gracia y la estética o la prioridad de la agilidad y los reflejos.

P.Parlebas (1985), también cree vislumbrar una clara relación entre el modelo de

las prácticas y el modelo correspondiente a la adscripción de clase: “Se podría, en

efecto, remarcar que el pugilato, los deportes de contacto, los deportes brutales, han

sido practicados casi exclusivamente por las clases sociales más desfavorecidas,

mientras que los deportes de distancia, en los que el contacto está amortiguado e

incluso se realiza de manera indirecta por medio de un instrumento, han estado

reservados a la aristocracia”.

2.3.5. La perspectiva interaccionista.

El interaccionismo sociológico se ha consolidado como una corriente de clara

influencia etnográfica, pues centra sus estudios en los actores directos de los hechos

sociales. Desde una primera aproximación descriptiva, intentan situar los fenómenos

sociales a partir de las percepciones y de las vivencias que sobre los hechos que los

configuran manifiestan cada uno de los diferentes protagonistas que constituyen sus

informantes.

El alemán K.Weis es uno de los pioneros de esta corriente dentro de la sociologia

del deporte. Ha llevado a cabo estudios etnográficos sobre la significación del deporte

en sociedades precapitalistas, y muy especialmente, estudios sobre marginalidad social y

el papel que en la dinámica de estos grupos juega el deporte.

Weis distingue entre asociación e institución, ya que a la primera podemos

pertenecer como miembros, mientras que a la segunda estamos sometidos. Así mismo,

25

distingue entre institución y organización, designando a ésta última como “el órgano

ejecutivo de la institución con sus modelos de conducta institucionalizados” (1979).

Estas diferenciaciones son de gran importancia para poder comprender la

significación social del deporte. Éste aparece como una institución nueva, es decir, no es

una institución necesaria o de base, pero al constituirse como tal, no sólo hace uso de

sus propias atribuciones sino que le son transferidas otras que anteriormente

desempeñaban otras instituciones, de ahí que sea de especial relevancia estudiar cada

uno de los contextos culturales en los que el deporte se instaura. “El deporte ostenta

muy distinta significación según diferentes grupos de personas, en especial, si éstas

responden a diferentes patrones culturales” (Weis, K. 1990).

Marsh, Rosser y Harré (1978) interpretaron la violencia en el fútbol a modo de

batalla ritual sobre un determinado territorio. De esta forma, a partir de interpretar el

significado que cada uno de las actores creen representar en el acto deportivo, llegan a

definir la situación social en donde éste se desencadena. Tal planteamiento les llevó a

entender la violencia como una especie de ritual en donde los actores tienden a proyectar

su agresividad contenida. En España, J.Durán (1995) también ha recurrido a este

planteamiento para estudiar a los hinchas futbolísticos, aunque sus conclusiones difieren

sensiblemente.

En los últimos años, ha despertado un enorme interés sociológico el estudio de las

emociones en el deporte, y en buena medida, ha existido una clara tendencia a utilizar

trabajos de campo etnográficos que centran su atención en la percepción y vivencia que

los protagonistas y espectadores tienen de la competición deportiva, en donde se detecta

que la “emoción más que ser algo estático, es un itinerario emocional de atribución de

26

significados que varía a lo largo del tiempo” (Puig, N. y Morell, S., 1996).

Recuerda que:

Lo que distingue a la sociología de otras ramas del saber social es el hecho de

que se interesa por investigar la estructura, los procesos y la naturaleza de la sociedad

humana en general.

Cabe diferenciar entre las ciencias de la naturaleza, en las que para su estudio

es factible operar metodológicamente con planteamientos formales (abstracciones

lógico matemáticas, definiciones, leyes...), de las ciencias que estudian al hombre, que

requieren de un punto de vista comprensivo, dado que la singularidad de los

fenómenos sociales imposibilitan su definición, por lo que la aspiración del

conocimiento social es la de describir, explicar y comprender la realidad social.

Las sociedades modernas han hecho posible que la noción de individuo, como

aspiración al libre desarrollo de la singularidad de cada persona, se haya hecho

realidad consolidándose como un derecho del ser humano, apareciendo registrado en

las constituciones de los Estados democráticamente más avanzados.

La sociedad es el marco en el que adquiere pleno sentido tanto la vida de las

personas como la propia noción de individualidad. La sociedad no es pues la

resultante de un sumatorio de individuos, sino el modo habitual en el que conviven

las personas, el contexto normativizado y cotidiano en el que discurre la vida

humana.

Se pueden distinguir muy diferentes corrientes de pensamiento en sociología,

27

diferenciadas muy profundamente a partir de divergencias originadas en torno al

concepto de estructura social, dado que esta noción resulta trascendente para

concebir la sociedad y justificar o interpretar su dinámica.

Comentario de texto

El texto seleccionado de N.Elias corresponde a una de sus obras básicas,

sociología fundamental (Was ist soziologie?), en el que sienta las bases de su

concepción sociológica impregnada de la tradición idealista alemana.

Estos párrafos corresponden a la introducción de la obra en la que se aborda una

cuestión decisiva en la teoría del conocimiento, a saber, la de cuestionar las débiles

certidumbres sobre las que construimos nuestros arquetipos mentales, basados en

imágenes egocéntricas de la sociedad.

El sociólogo es a la vez actor y espectador de los acontecimientos que estudia, por

lo que resulta imposible una aproximación abstracta a los problemas sociales, por

muchas metáforas que deseen construirse. Los hechos sociales pueden describirse,

explicarse e interpretarse, pero difícilmente pueden ser tratados como fenómenos

naturales, a pesar de los esfuerzos cuantitativos de muchos y eminentes sociólogos.

No obstante en el lenguaje coloquial tendemos a cosificar los fenómenos sociales

como si se tratarán de hechos naturales. Lo mismo ocurre cuando se trata de definir lo

que ocurre en la sociedad como si se tratara de definir una curva o una recta, lo que

agudiza aún más si cabe la abusiva perspectiva antropocéntrica que caracteriza a los

seres humanos.

Sin embargo, si podemos crear conceptos abstractos para tratar de entender lo que

28

ocurre en el habitat humano, en la sociedad, pero a sabiendas de que son constructos y

no realidades empíricas, caso de la noción de estructura, de sistema, de rol o la

construida por N.Elias, la de figuración social.

Cuestiones y ejercicios

1) Clarifica y diferencia entre la noción de sistema social y estructura social.

2) Diferencia entre interacción social, función social y figuración social.

3) ¿Por qué se conoce al marxismo como sociología del conflicto?

4) Señala las semejanzas y diferencias entre el funcionalismo y el

interaccionismo simbólico como corrientes de pensamiento social.

5) Señala algunas aportaciones del fenómeno deportivo a la consolidación del

proceso de civilización contemporáneo.

Bibliografía comentada

Giner, S. (1969) Sociología. Barcelona, ediciones Península.

Manual tópico y típico de sociología pero que ostenta el privilegio de permanecer

incólume ante el tiempo, hasta el punto de seguir constituyendo uno de los manuales

más clarificadores, sencillos y a la vez completos, de los que nutren actualmente las

librerias.

Aborda con pulcritud académica el tratamiento de cuestiones elementales, como la

naturaleza humanista y científica de la sociología, las dimensiones que hacen inteligible

29

la idea y el fenómeno de sociedad, la complejidad de la cultura y los procesos de

enculturación o la noción de cambio social. Pero avanza además otros temas de interés

que la convierten en una obra completa: la controvertida cuestión de las clases sociales o

de la estritificación social, las formas de detectar el poder social, las construcciones e

instituciones comunitarias, el conflicto social y hasta asuntos más densos, pero tratados

con ejemplos clarificadores, como los relativos a la sociología del conocimiento.

Sin duda, se trata de una obra básica para toda aquella persona que desea

adentrarse en el conocimiento de esta disciplina científica, la sociología, que cada día

goza de más prestigio entre la comunidad investigadora y académica.

Barbero, J.I. –edit- (1993) Materiales de sociología del deporte. Madrid, La

Piqueta.

Compilación y selección de textos realizada por José Ignacio Barbero, que

corresponde a distintos enfoques y puntos de vista de la sociología del deporte.

Evidentemente, no están todos los que son, pero la presencia de P.Bourdieu, E.Dunning

y J.M.Brohm entre sus páginas, convierte de inmediato su contenido en solidez

discursiva y científica. Más discutible podría significar la presencia de Jennifer

Hargreaves, y no de John, su ex esposo, de Terry Todd o de Kevin Young, no

incorporando otras prestigiosos científicos alemanes, americanos o australianos.

En cualquier caso, los textos seleccionados son todos ellos de enorme interés

sociológico y con su lectura podrá el lector hacerse una idea, al menos panorámica, del

amplio espectro que puede llegar abarcar la sociología del deporte.

30

A destacar la brillante introducción y presentación escrita por el mismo J. I.

Barbero, quien en tan solo treinta páginas ha sido capaz de sintetizar y clarificar con

agudeza, no pocos de los problemas que en los últimos veinte años ha tratado de abarcar

la sociología del deporte.

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