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L os desastres o, de otro modo, las catástrofes y sus significados, tie- nen un particular atractivo cuando se revisan a la luz de la interrogación histórica que permite atisbar otras dimensiones de su existencia. The Memory of Catastrophe es un libro que fue concebido por los editores Peter Gray y Kendrick Oliver en una reu- nión académica internacional en la Universidad de Southampton, Ingla- terra, en el año 2000. Vio la luz públi- ca en 2004, por lo que los ataques te- rroristas del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York aparecen como un símbolo que los editores aprovechan para enmarcar el significado de su obra en el contexto actual de sucesos señalados por even- tos trágicos recurrentes. Los editores tomaron este hecho como un ejemplo que, a su decir, otorga una identidad a la sociedad contemporánea muy liga- da a la aflicción y afectación por even- tos “cataclísmicos”. La identidad catastrófica de la so- ciedad contemporánea es advertida por el reciente historial de desastres muy sonados como la muerte masiva de habitantes de Bhopal, India, por la fuga de gas venenoso, llamado metilisocianato, en la planta Union Carbide; o el accidente nuclear de Chernobyl que, tal como lo dicen los autores mencionados, se trata de desastres tecnológicos recientes que tienen una causalidad humana dis- cernible y conforman una característi- ca social y psicológica de nuestro tiempo. Sobre los recuerdos de las desgracias colectivas en catástrofes y desastres Jesús Manuel Macías PETER GRAY Y KENDRICK OLIVER (eds.), 2004 The Memory of Catastrophe Manchester University Press, Manchester. p. 175: Sequía en Zacatecas. Foto: Ernesto Ramírez / La Jornada. p. 176: Terremoto de 1985, ciudad de México. Foto: Archivo fotográfico / La Jornada. JESÚS MANUEL MACÍAS: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Distrito Federal, México. [email protected] . Desacatos, núm. 19, septiembre-diciembre 2005, pp, 177-180.

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Los desastres o, de otro modo, lascatástrofes y sus significados, tie-

nen un particular atractivo cuando serevisan a la luz de la interrogaciónhistórica que permite atisbar otrasdimensiones de su existencia. TheMemory of Catastrophe es un libro quefue concebido por los editores PeterGray y Kendrick Oliver en una reu-nión académica internacional en laUniversidad de Southampton, Ingla-terra, en el año 2000. Vio la luz públi-ca en 2004, por lo que los ataques te-rroristas del 11 de septiembre de 2001a las Torres Gemelas de Nueva York

aparecen como un símbolo que loseditores aprovechan para enmarcar elsignificado de su obra en el contextoactual de sucesos señalados por even-tos trágicos recurrentes. Los editorestomaron este hecho como un ejemploque, a su decir, otorga una identidad ala sociedad contemporánea muy liga-da a la aflicción y afectación por even-tos “cataclísmicos”.

La identidad catastrófica de la so-ciedad contemporánea es advertidapor el reciente historial de desastresmuy sonados como la muerte masivade habitantes de Bhopal, India, por

la fuga de gas venenoso, llamadometilisocianato, en la planta UnionCarbide; o el accidente nuclear deChernobyl que, tal como lo dicen losautores mencionados, se trata dedesastres tecnológicos recientes quetienen una causalidad humana dis-cernible y conforman una característi-ca social y psicológica de nuestrotiempo.

Sobre los recuerdos de las desgraciascolectivas en catástrofes y desastres

Jesús Manuel Macías

PETER GRAY Y KENDRICK OLIVER (eds.), 2004

The Memory of CatastropheManchester University Press, Manchester.

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JESÚS MANUEL MACÍAS: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en AntropologíaSocial-Distrito Federal, Mé[email protected].

Desacatos, núm. 19, septiembre-diciembre 2005, pp, 177-180.

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Los editores Gray y Oliver han reali-zado una extensa introducción a ca-torce ensayos de primer nivel y degran importancia. A manera de ciertajustificación a los contenidos de laobra, introducen la discusión del sig-nificado de conocer, retener, mante-ner, acudir, etc., al pasado para mejo-rar el presente como una verdad dePerogrullo, que en realidad sostiene unmensaje algo críptico, pero de ningu-na manera pretencioso: escudriñemosdesastres pasados para prevenirlos.

Gray y Oliver sugieren que en la ac-tualidad existe un inocultable apego alrecurso de la “memoria” como unanecesidad de combatir un déficit deidentidad producido por el estilo mo-derno de vida: “se busca con ansia lareelaboración de una memoria de no-sotros mismos” (p. 3). La creación dememoria, dicen, es actualmente unaempresa plural y descentralizada, queexige una postura antagónica hacia lasinterpretaciones del pasado apoyadaspor el Estado y también contra la re-flexión de las autoridades académicasque desconfían de cualquier afirma-ción no probada en el dato histórico.La creación de memoria, por tanto, seplantea como una alternativa a la in-dagación histórica controlada por laautoridad.

El estudio introductorio de Gray yOliver contiene, no obstante, un ele-mento perturbador en el planteamien-to que éstos hacen de los conceptos de“memoria” y “catástrofe” como porta-dores de una condición que reflejauna “promiscuidad intelectual”. Estamisma condición, según advierten,supone que ambos conceptos sonidentificados con frecuencia pues

comparten el mismo espacio cultural.Las afirmaciones al respecto sugierenuna aspiración a un cierto purismoconceptual o a una elaboración queno dé cabida a otras aportaciones oasunciones de disciplinas diversas,o por lo menos que éstas no distorsio-nen una aproximación más o menosunificada en tal sentido. Esto no cons-tituiría una práctica inusual a no serporque la obra incorpora precisamen-te ensayos que difieren en casos, tiem-pos, escalas, disciplinas, fuentes,etcétera.

Sin embargo, Gray y Oliver ofrecenuna muy interesante idea acerca de lanecesaria distinción entre historia ymemoria. Acuden a la frase del histo-riador francés Pierre Nora que dice:“Entre la memoria y la historia, la me-moria introduce el recuerdo dentro delo sagrado. La historia, siempre prosai-ca, lo vuelve a liberar” (p. 4). ComoLuckhurst (2004) afirma, esto repre-senta una suerte de teorización dife-rencial, es decir, la memoria y la histo-ria han merecido consideracionesdiferentes en ese nivel: “La historia esel discurso oficial fatalmente ligado alnacionalismo, a las élites gobernantes[…] mientras que la memoria es elrecurso fugitivo y frágil de los oprimi-dos” (p. 3).

Las catástrofes, afirman Gray y Oli-ver para señalar la veta lingüística de larelación, son finalmente definidas porlo que se dice de ellas: “la operación dellenguaje determina, de alguna maneraarbitraria, si un evento en particularestá de acuerdo con el estatus de catás-trofe […] Hay una relación no esen-cial entre la definición de un eventoparticular como catastrófico, la sus-

tentación de esa definición dentro de la memoria y la cantidad de sufri-miento humano que produce “ (p. 6).

El libro en cuestión tiene como ejemedular un conjunto de ensayos querepresentan un provocador cruce en-tre memoria y catástrofe, con disputasentre memoria-historia y catástrofe,así como sus significados, entre loscuales resalta aquel que alude al trau-ma social.

Otro elemento crítico que no sólose encuentra en esta obra, sino que seexpresa en la existencia del propio li-bro, es la asimilación de que la nociónde catástrofe engloba a la guerra y alos conflictos civiles. Hay una inevita-ble discrepancia conceptual con aque-llas opciones que descartan que talessucesos sean susceptibles de entender-se como catástrofes. Esta discrepancia,desde luego, no se observa de maneraexplícita.

El libro se centra en sucesos vincu-lados a la guerra (principalmente de laSegunda Guerra Mundial, la guerra deVietnam, la de la ex Yugoslavia) a losque se dedican diez capítulos. Así, seatiende un caso de “disturbio civil”,como la insurrección de esclavos en elestado de Carolina del Sur, en EstadosUnidos, en el siglo XIX; o la explosióne incendio de un pozo petrolero cer-cano a la pequeña comunidad de SanDiego del Mar, en el estado mexicanode Veracruz en 1809. También contie-ne un ensayo sobre el hundimientodel Titanic; otro sobre las consecuen-cias sociales y económicas del retiroinglés de la India, que se plasmaron engrandes y sangrientos disturbios civi-les, pérdidas económicas y el cambiocontundente del mapa político de Asia.

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Conceptualmente, el libro suponediversos problemas entre los cualeshay que destacar, precisamente, aque-llos en los que se define, interpreta orefiere a la catástrofe como un grandesastre. Los editores omiten toda re-flexión al respecto, exceptuando lo quehe señalado antes. Asumen la nociónde catástrofe como un evento o unaserie de sucesos de infortunio, dondecabe en igual dimensión la masacre de judíos en la Europa dominada porlos nazis, la masacre de una comuni-dad vietnamita a manos del ejércitoestadounidense y la decimonónica insurrección de esclavos en un con-servador ambiente sureño de EstadosUnidos, entre otros. Dejan descansaren los diversos autores contribuyentes

la justificación específica del caso quetratan, de manera que la explosión eincendio del pozo Dos Bocas en Vera-cruz al iniciar el siglo XX, que significóuna tragedia local memorable en esaescala, apenas se diferencia de la di-mensión continental, por así decirlo,que implica la Segunda Guerra Mun-dial vista como catástrofe según la lógica de la obra comentada. El Holo-causto es percibido como una catás-trofe que subsume la misma dimen-sión global de la Segunda GuerraMundial, lo que incide en la reproduc-ción de un sesgo en el que este sucesobélico supone más tragedia por eseexterminio selectivo que por las muer-tes globales, entre las cuales, sin duda,hay que destacar el peso de las pérdi-

das soviéticas, que fue la parte quemás muertos aportó en el conflictobélico global y a cuyo recaudo debesustentarse en buena parte la libera-ción de los judíos sobrevivientes, lesguste o no a los actuales dueños de lasversiones históricas de la SegundaGuerra Mundial.

Tal vez un común denominadorque excusó de alguna manera una dis-cusión conceptual inicial se refiere a lanoción de trauma, y más propiamentea la de trauma social o colectivo, a laque se recurre en la obra. Las caracte-rísticas individuales y/o colectivas deltrauma se colocan como centrales. Lascausalidades de los eventos desenca-denantes del trauma se desvanecen ono existen, de manera que la opera-

4 Inundaciones por las fuertes lluvias en el municipio de El Marqués en el estado de Querétaro.

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ción memorable de la catástrofe —enmucho se trata del propio trauma—sólo recoge expresiones que son con-secuencia de “algo” que simplementeno existe en la perspectiva teórica dellibro. En otro sentido, eso se apreciaen la expresión de advertencia deKansteiner a la que acude Luckhurst(2004): “El peligro de la teoría deltrauma es que nos implica a todos enun mundo indiferenciado de dolor”(p.10).

La noción de trauma, desde luego,ha requerido una vinculación con ladimensión psicológica y psiquiátrica ysin embargo encuentro que existeninsuficiencias en la búsqueda de rela-ciones más profundas con las corrien-tes sociológicas que han realizado ma-yores esfuerzos en la investigación delos desastres.

Las propuestas asociadas con elcampo de estudio conocido como de“comportamiento colectivo” pudieronpartir de la observación de patronesde comportamiento colectivo aparen-temente espontáneos como el pánico,histeria de masas, etc., que se dan enfenómenos tales como desastres, dis-turbios civiles, rumores, guerras yotras luchas armadas.

Las formas de organización socialen las que se generaban esos patronesde comportamiento, es decir, desastreso conflictos armados, no eran comotales necesariamente el centro de laatención. Los estudios del comporta-miento colectivo estaban interesadosen la reacción a esas situaciones socia-les y no en las situaciones sociales en sí.

Evidentemente, el campo de estudiodel “comportamiento colectivo” tuvoque tener derivaciones como la cono-cida “sociología de los desastres”, yaque la producción de conocimientono permitía explicar cabalmente di-chos patrones de comportamiento sinreferencia clara a las causalidades delfenómeno social. Un desastre no es lomismo que una guerra, aunque exis-tan resultados similares como la des-trucción, la muerte, los heridos. Elnivel de desorganización social esdiferente. El comportamiento social es deseable que no sea el mismo entanto que la naturaleza causal es dife-rente. Cuenta mucho la variable de lavoluntad colectiva en la conformaciónde esos fenómenos donde se generanrespuestas sociales a situaciones críti-cas o extremas. La voluntad de ungrupo o gobierno de relacionarse entérminos de destrucción supone unreferente distinto a la condición crítica

en un desastre donde las pérdidas noson esperadas en la magnitud que sepresentan (Macías, 1999; Dynes, 2003).

La obra tiene una importancia sig-nificativa en conjunto y en el propiodesglose de sus catorce ensayos orga-nizados, tal como dice Luckhurst, enejemplos de ruptura cultural con unasecuencia cronológica que va desde laguerra civil inglesa, la esclavitud enterritorio americano, la crisis de laspatatas y la consecuente hambruna enIrlanda, hasta la manipulación de lamemoria nacional en las guerras deServia y Croacia, posteriores a la de-sintegración de los países del llamadosocialismo real. Hay un innegable éxi-to en el resultado del esfuerzo de Gray,Oliver y sus colaboradores: los ensayostienen el común denominador quedemuestra que cada caso de catástro-fe, desastre o crisis social documenta-do es portador de un conjunto de sig-nificados cambiantes, resultantes decambios y al mismo tiempo impul-sores de cambios.

Bibliografía

Dynes, Russell R., 2003, “Finding Or-der in Disorder: Continuitis in the9-11 Response”, IJME, vol. 21, núm.3, noviembre, pp. 9-23.

Kansteiner, Wulf, 2004, “Genealogy ofa Category Mistake: A Critical In-tellectual History of the CulturalTrauma Metaphor”, Rethinking His-tory, vol. 8, núm. 2, pp. 193-221.

Luckhurst, Roger, 2004, “On Memoryof Catastrophe”, en <http://www.history.ac.uk/reviews/paper>.

Macías, Jesús M., 1999, Desastres yprotección civil, Centro de Investi-gaciones y Estudios Superiores enAntropología Social, México.

Inundación en Chalco, junio de 2000.

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