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Michael Foucault "Curso del 7 de enero de 1973, Curso del 14 de enero de 1976" en La microfísica del poder, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1980: 125-153. JIMMY EMMANUEL RAMOS VALENCIA 11 de Octubre de 2011 CURSO DEL 7 DE ENERO DE 1976. Sobre la genealogía. Es el efecto inhibitorio propio de las teorías totalitarias, globales: marxismo y psicoanálisis el que nos impide cuestionarlas. Una de las características de las cosas que han sucedido desde los años 60as, es la crítica de las cosas, las instituciones, las prácticas y los discursos, es decir, un enfriamiento de los cimientos sobre los cuales se encuentra constituida la sociedad occidental. Por un lado nos encontramos con el carácter local de la crítica. Que se trata de una producción teórica autónoma, no centralizada, que no necesita del beneplácito de un sistema de normas comunes. Y por otro lado esto significa que comienzan a darse los <<retornos del saber>>…la insurrección de los saberes sometidos, “ de los saberes de la gente”, “…saberes soterrados de la erudición”, “saberes descalificados por la jerarquía del conocimiento y de la ciencia”; “…el saber histórico de la lucha…” (p. 129). Estos saberes sometidos Foucault los entiende como los contenidos históricos que “…han estado sepultados, enmascarados en el interior de las coherencias funcionales o en sistematizaciones formales….” (p. 128). Son saberes históricos que sistemáticamente fueron ocultados, pero que estuvieron presentes en algún momento en la 1

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Michael Foucault "Curso del 7 de enero de 1973, Curso del 14 de enero de 1976" en La microfísica del poder, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1980: 125-153.

JIMMY EMMANUEL RAMOS VALENCIA

11 de Octubre de 2011

CURSO DEL 7 DE ENERO DE 1976.

Sobre la genealogía.

Es el efecto inhibitorio propio de las teorías totalitarias, globales: marxismo y psicoanálisis

el que nos impide cuestionarlas. Una de las características de las cosas que han sucedido

desde los años 60as, es la crítica de las cosas, las instituciones, las prácticas y los discursos,

es decir, un enfriamiento de los cimientos sobre los cuales se encuentra constituida la

sociedad occidental.

Por un lado nos encontramos con el carácter local de la crítica. Que se trata de una

producción teórica autónoma, no centralizada, que no necesita del beneplácito de un

sistema de normas comunes.

Y por otro lado esto significa que comienzan a darse los <<retornos del saber>>…la

insurrección de los saberes sometidos, “de los saberes de la gente”, “…saberes soterrados

de la erudición”, “saberes descalificados por la jerarquía del conocimiento y de la ciencia”;

“…el saber histórico de la lucha…” (p. 129). Estos saberes sometidos Foucault los

entiende como los contenidos históricos que “…han estado sepultados, enmascarados en el

interior de las coherencias funcionales o en sistematizaciones formales….” (p. 128). Son

saberes históricos que sistemáticamente fueron ocultados, pero que estuvieron presentes en

algún momento en la conformación de los cimientos de alguna de las disciplinas científicas

contemporáneas. De igual manera por saberes cometidos entiende: “…toda una serie de

saberes calificados como incompetentes, o, insuficientemente elaborados; saberes ingenuos,

inferiores jerárquicamente al nivel del conocimiento o de la cientificidad exigida…” (p.

129). Todos estos saberes tienen la particularidad de ser locales, regionales, “…incapaces

de unanimidad…”; “…que deben su fuerza a la dureza que los opone a lo que los rodea…”

y a partir “…de estos saberes descalificados [es] como se ha operado la crítica.” (p. 129).

A final de cuentas estos saberes representan una memoria histórica de la lucha, de

los enfrentamientos entre tipos diferentes de saberes. Y es a partir de esta memoria histórica

que fue posible realizar investigaciones “genealógicas múltiples” para redescubrir y

deconstruir la historia de los saberes: para que fuera posible eliminar “…la tiranía de los

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discursos globalizantes con su jerarquía y con todos los privilegios de la vanguardia

teórica.” (p. 130).

A esta altura del texto Foucault define el concepto de genealogía como el “…

acoplamiento de los conocimientos eruditos y de las memorias locales que permite la

constitución de un saber histórico de la lucha y la utilización de ese saber en las tácticas

actuales.” (p. 130).

El autor prosigue su discurso explicando el modus operandi de la genealogía, el cual

no se basa en un empirismo, ni mucho menos en una oposición de lo local a lo global (en

sentido teórico), tampoco se trata de un positivismo “…en el sentido vulgar del término…”

(p. 130), de lo que se trata pues es de “…hacer entrar en juego los saberes locales,

discontinuos, descalificados, no legitimados, contra la instancia teórica unitaria que

pretende filtrarlos, jerarquizarlos, ordenarlos en nombre del conocimiento verdadero y de

los derechos de una ciencia que está detentada por unos pocos.” (p. 130). Y es así que a las

genealogías las entiende como “anti-ciencias”.

La lucha erudita del autor se centra en mostrar al mundo lo que representa en las

ciencias los efectos del saber centralizador que sirve como guía ideológica e intelectual de

las instituciones de la sociedad occidental contemporánea. Y que a su vez se legitima por

medio de los discursos científicos organizados en el seno de esa sociedad. Porque

solamente cuestionando esos discursos legitimados científicamente, comercialmente y

políticamente se podrá “…dirigir la lucha contra los efectos de poder de un discurso

considerado científico.” (p. 130).

Tales discursos de manera inconsciente se encarnan en los valores que representan a

una sociedad y de igual manera esta sociedad los inculca en los individuos que conviven de

manera interna, interrelacional y externa; y Foucault como erudito se hace el

cuestionamiento sobre cuál debe ser la pregunta adecuada, preguntar si podemos considerar

a los discursos políticos y científicos generalizadores (como el marxismo o el psicoanálisis)

si son en realidad una ciencia, o preguntarnos mejor aún los efectos que tales discursos

provocan en los sujetos al tener una participación activa o pasiva ante tales discursos.

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Y es así que Foucault nos plantea: “¿no sería preciso preguntarse sobre la ambición

de poder que conlleva la pretensión de ser ciencia?; ¿No sería la pregunta: qué tipo de

saberes queréis descalificar en el momento que decís: esto es una ciencia? ¿Qué sujetos

hablantes, charlantes, qué sujetos de experiencia y de saber queréis <<minorizar>> cuando

decís: <<Hago este discurso, hago un discurso científico, soy un científico>>? ¿Qué

vanguardia teórico-política queréis entronizar para demarcarla de las formas circundantes y

discontinuas del saber?” (p. 131). Y luego nos dice, que solo haciéndonos estas preguntas

es que podemos entender una de las posiciones nodales del pensamiento teórico y filosófico

del autor: “…los efectos de poder que el Occidente, al final de la Edad Media, ha asignado

a la ciencia y ha reservado a los que hacen un discurso científico.” (p. 131).

Con respecto a su método, considera que la genealogía se institucionalizaría sobre la

capacidad de contradecir la jerarquía propia de la ciencia, que se fundamenta en el discurso

sistemáticamente elaborado e institucionalizado, siendo su machine gun: los saberes

sometidos. Y solo a partir de este método podrá ser posible la reactivación de los saberes

locales.

Una vez más Foucault define a la genealogía pero esta vez en concordancia con la

arqueología de los saberes, arqueología que representa otro de los puntos nodales de su

teoría filosófica: “…la arqueología sería el método propio de los análisis de las

discursividades locales, y la genealogía la táctica que a partir de estas discursividades

locales así descritas, pone en movimiento los saberes que lo emergían, liberados del

sometimiento.” (p. 131). Y es así que los métodos deconstructivos de la teoría filosófica

foucaultiana son definidos.

Aunque él es claro en su discurso, y hace énfasis una y otra vez en que el fin de esta

erudición teórica no es el de constituir un nuevo conocimiento científico, ya que eso lo

convertiría en un discurso totalitario, unificador y capaz de centralizar a los demás

discursos adyacentes. Lo cual traería consigo que este nuevo discurso científico pueda ser

colonizado para posteriormente convertirse en colonizador, tal como le sucedió a todos los

anteriores discursos que se plantearon como meta el convertirse en un discurso científico. Y

les recuerda a su auditorio que su trabajo no es más que un eslabón más en la lucha de los

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saberes contra los efectos de poder del discurso científico. Y es a partir de este momento

del texto, en el que el autor comienza con una arqueología del concepto de poder.

El concepto de poder.

Foucault plantea que lo que une a las concepciones sobre el poder de filósofos del s. XVIII

con los políticos del s. XX, a tal grado que es posible trazar una línea genealógica

diacrónica que una ambas perspectivas; es la perspectiva economicista, es decir, la

importancia del aspecto económico que es inherente en las perspectivas filosóficas y

políticas que definen el poder. Él llama a tal punto en común: “…el economicismo en la

teoría del poder…” (p. 134).

Haciendo uso de sus instrumentos arqueológicos del conocimiento comienza a

darnos las definiciones de lo que se entiende por “poder” desde la teoría jurídica clásica. Y

nos muestra como es que en esta teoría se entiende por poder: “…un derecho…” que se

posee como un bien, es transferible y alienable total o parcialmente “…mediante un acto

jurídico o un acto fundador de derecho que sería del orden de la cesión o del contrato…” (p.

133). Y prosigue con la definición diciéndonos que “El poder es el poder concreto que

todo individuo detenta y que cede, parcial o totalmente, para contribuir a la

constitución de un poder político, de una soberanía.”1 (p. 133 y 134).

Después pasa a darnos la perspectiva marxista que se tiene del poder, pero antes de

comenzar con la definición nos alerta mencionándonos que no hay que olvidar que tal

perspectiva cuenta con una distinción con respecto a la de la Teoría Jurídica Clásica del s.

XVIII. Y esta distinción, que resulta vital además en la edificación de tal teoría, es la

funcionalidad económica del poder. “…funcionalidad económica en la medida en que el

poder tiene esencialmente el papel de mantener actualmente las relaciones de producción y

una dominación de clase que favorece su desarrollo, así como la modalidad específica de la

apropiación de la fuerza productiva que lo hacen posible.” (p. 134). Y desde esta

perspectiva Foucault entiende que el poder político encuentra su razón política en el poder

1 Las negritas son mías.

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económico, que además es histórico, y que a partir de él es que se ha logrado constituir tal

poder político.

Para poner en práctica su método, y de esta manera poder tener un acercamiento

genealógico con la conceptualización, ideologización e institucionalización del poder

plantea un conjunto de preguntas que nos darían los puntos de partida para el análisis del

poder:

¿Está siempre el poder en posición secundaria respecto a la economía, está siempre

finalizado y funcionalizado por ella?

¿Tiene esencialmente como razón de ser y como fin servir a la economía?

¿Está destinado a hacerla funcionar, a solidificar, mantener, reproducir, las relaciones

propias de dicha economía y esenciales para su funcionamiento?

¿Está el poder modelado según la mercancía, es algo que se posee, se adquiere, se cede por

contrato o por fuerza, es algo que se aliena o se recupera, que circula, que evita esta o

aquella región?

¿O por el contrario, los instrumentos que se necesitan para analizarlos son distintos, aunque

efectivamente las relaciones de poder estén profundamente imbricadas con y en las

relaciones económicas y formen siempre una especie de haz con ellas?

¿Para hacer un análisis del poder que no sea económico, de qué disponemos actualmente?

(p. 134 y 135).

Y para abrirnos brecha en el lóbrego camino que nos presenta para poder definir al

poder de manera autónoma, nos da unas aristas por las cuales podemos comenzar nuestra

búsqueda de la olla de oro:

1.- La afirmación de que la apropiación y el poder no se dan, no se cambian ni se retoman

sino que se ejercitan, no existen más que en acto.

2.- El poder no es principalmente mantenimiento ni reproducción de las relaciones

económicas sino ante todo una relación de fuerza.

3.- El poder es esencialmente lo que reprime: a la naturaleza, a los instintos, a una clase

social, a los individuos. (p. 135).

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Llegado a este punto es que se nos plantea entonces que el poder en realidad es el

acto de reprimir. Y siendo que el poder es entonces esta capacidad de reprimir lo natural, lo

social y lo cultural, y además, tomando en cuenta que es algo que se ejecuta, entonces

nuestro análisis debe centrarse en los mecanismos de represión (p. 135).

Se plantea entonces que las relaciones de poder se han instaurado en nuestra

sociedad “…bajo una determinada relación de fuerza establecida en un momento

determinado e históricamente localizable de la guerra.” (p. 136). Dentro de esto Foucault

llama la atención de entender al poder como la capacidad política que se encuentra dentro

de un momento determinado al finalizar la guerra, siendo esos momentos de paz que se

viven después de una guerra, momentos en los cuáles la guerra se sigue librando pero por

medio de las relaciones de poder que se viven dentro del estado de paz. Y es aquí donde

nos plantea que el vivir dentro de una situación pacífica no es más que la continuación de

una guerra que se libra entre las diversas fuerzas opositoras, pero que por medio del poder

político es que no llegan al momento del juicio cuando las armas fungen como los únicos

jueces capaces de terminar con el conflicto, es decir, la guerra. Y nos menciona que “…La

última batalla sería el fin de la política, sólo la última batalla suspendería, pues,

indefinidamente el ejercicio del poder como guerra continua.” (p. 136).

Liberándonos de la perspectiva economicista para el análisis del poder se plantean

dos hipótesis para el análisis del poder: “los mecanismos del poder serían la represión”

(hipótesis de Reich) y “las relaciones de poder serían el enfrentamiento belicoso de la

fuerza” (hipótesis de Nietzsche) (p. 136). Y de la misma forma plantea dos esquemas para

poder llevar a cabo el análisis del poder: a) El esquema contrato-opresión (jurídico, y

característico de la Teoría Jurídica Clásica, que confronta lo legítimo con lo ilegítimo) y el

esquema dominación-represión o guerra-represión (lucha y sumisión).

Curso del 14 de enero de 1976.

Sobre el derecho y el poder entendido desde una perspectiva jurídica clásica.

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Se debe analizar el ¿cómo? del poder a partir de dos puntos de relación: las reglas del

derecho que delimitan formalmente el poder y los efectos de verdad que este poder

produce, transmite y que a su vez reproducen ese poder (poder, derecho y verdad) (p. 139).

Partiendo de una pregunta tradicional de la filosofía política: “¿cómo puede el discurso de

la verdad, o simplemente la filosofía entendida como discurso de la verdad por excelencia,

fijar los límites de derecho del poder?”, Foucault plantea unas preguntas -que considera que

el responderla nos daría una mayor cercanía a dar una explicación a lo que es el

<<poder>>- “¿qué reglas de derecho ponen en marcha las relaciones de poder para producir

discursos de verdad?, ¿qué tipo de poder es susceptible de producir discursos de verdad que

están, en una sociedad como la nuestra, dotados de efectos tan poderosos?” (p. 139).

Foucault nos recuerda que las relaciones de poder están presentes en todas las

sociedades y que para que estas relaciones de poder estén presentes se requiere de una

producción, acumulación, circulación y funcionamiento del discurso (140). Poniendo el

énfasis en que no debemos perder de vista que “No hay ejercicio de poder posible sin una

cierta economía de los discursos de verdad que funcionen en, y a partir de esta pareja”. Y la

pareja es la de verdad y poder, ambas se legitiman conjuntamente y nosotros como sujetos

nos encontramos “…sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos

ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad…[Y]…esto es válido para

todas las sociedades” (p. 140). Y en nuestra sociedad esta relación se caracteriza por la

necesidad de producir la verdad desde las esferas del poder, siendo que estas a su vez, la

exigen y la necesitan para poder seguir produciéndola, para poder seguir funcionando.

En nuestra sociedad “El poder no cesa de preguntarnos, de indagar, de registrar,

institucionaliza la pesquisa de la verdad, la profesionaliza, la recompensa.” (p. 140).

Parafraseando al autor, la producción de verdad en nuestra sociedad se asemeja a la

producción de riquezas, a la par que la acumulación de verdades representa un sinónimo de

acumulación de riquezas. Es decir, la verdad en nuestra sociedad es una necesidad y “…

estamos sometidos…[a ella]…en el sentido en que la verdad hace ley, elabora el discurso

verdadero que, al menos en parte, decide, transmite, empuja efectos de poder. Después de

todo somos juzgados, condenados, clasificados, obligados a competir, destinados a vivir de

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un cierto modo o a morir en función de discursos verdaderos que conllevan efectos

específicos de poder.” (p. 140).

En el caso de las sociedades occidentales, a partir de la Edad Media la elaboración del

pensamiento jurídico se ha desarrollado alrededor del poder real, en su provecho y para

servirle de instrumento o de justificación (p. 140). Y sobre de esas base es que se ha

construido el derecho jurídico de nuestras sociedades (p. 140). Y es así, que el derecho en

Occidente se caracteriza por ser un derecho que se rige por la figura del rey, siendo este el

personaje central de todo el aparato jurídico de las sociedades occidentales. Y todos los

textos que se escribieron desde la edad media hasta el s. XIX tuvieron como eje de análisis

a la figura del rey, ya sea a su favor o en su contra, pero sobre todo el de la legitimidad de

su figura, ya que esta figura enmascara la dominación y las consecuencias de tal

dominación. Y es por esto que “La teoría del derecho, desde la Edad Media, tiene

esencialmente el papel de fijar la legitimidad del poder; es decir, que el principal problema

alrededor del que se organiza toda la teoría del derechos es el de la soberanía.” (p. 141).

Grosso modo lo que busca la teoría jurídica occidental es justificar al poder, disolviéndolo

dentro de dos figuras los derechos legítimos de la soberanía y la obligación legal de la

obediencia (p. 141).

El derecho es entendido por Foucault como el aparato que sirve para legitimar las

múltiples dominaciones entre los sujetos que se gestan dentro de una sociedad. Es el

conjunto de aparatos que sirven para poder llevar a cabo tales dominaciones con un carácter

legítimo. Y tales legitimaciones son vistas como los procedimientos que se ponen en

marcha dentro de una sociedad para poder llevar a cabo un sometimiento.

El método de análisis.

El método para elaborar su análisis comienza primero por enfocar el trabajo en el problema

de la dominación y el sometimiento. Porque solo partiendo de estas esferas es que nos será

posible llevar a cabo un análisis que nos permita ver todas las esferas locales donde se

gestan antes de convertirse en un aspecto jurídico. Y solo a partir de un análisis de esta

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magnitud es que nos es posible ver “…los límites menos jurídicos…” del ejercicio de la

dominación y el sometimiento (p. 143).

En un segundo momento, “Asir la instancia del sometimiento en tanto que

constitución de los sujetos…[es decir]…estudiar los cuerpos periféricos y múltiples, esos

cuerpos constituidos por los efectos del poder a semejanza de sujetos.” (p. 143).

En un tercer momento: “…no considerar el poder como un fenómeno de

dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre los

otros, de una clase sobre las otras; sino tener bien presente que el poder, si no se le

contempla desde demasiado lejos, no es algo dividido entre los que lo poseen, los que lo

detentan exclusivamente y los que no lo tienen y lo soportan.” (p. 144).

El cuarto momento hace énfasis en que tal circulación del poder a través de las redes

que se tejen y que atraviesan transversalmente a los individuos solamente es hasta un cierto

punto. Ya que el poder no es algo que podamos considerar que se encuentra distribuido de

manera equitativa o democrática por el mundo. Pero hay que tener en cuenta que “No es la

dominación global la que se pluraliza y repercute hacia abajo; pienso que hay que analizar

la manera como los fenómenos, las técnicas, los procedimientos de poder funcionan en los

niveles más bajos, mostrar cómo estos procedimientos se desplazan, se extienden, se

modifican, pero sobre todo cómo son investidos y anexionados por fenómenos más

globales y cómo poderes más generales o beneficios económicos pueden insertarse en el

juego de estas tecnologías al mismo tiempo y relativamente autónomas e infinitestimales

del poder.” (p. 145). Y es por este motivo que el análisis debe tener un sentido ascendente

más que descendente. Un análisis del entorno inmediato de los sujetos para poder entender

la lógica del poder desde distintos niveles micro, y la eficacia de esa lógica, para que de

esta manera nos sea factible explicarnos esta lógica en los niveles macro.

El quinto y último momento nos dice que las máquinas de poder “…conforman

instrumentos efectos de formación y de acumulación del saber, métodos de observación,

técnicas de registro, procedimientos de indagación y de pesquisa, aparatos de verificación.”

(p. 147). Más que ideologías el poder conforma aparatos del saber, técnicas del saber,

corresponde más a un aspecto práctico y material más que ideológico.

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Para resumir, el estudio debe orientarse a analizar “…la dominación, hacia los

operadores materiales, las formas de sometimiento, las conexiones y utilizaciones de los

sistemas locales de dicho sometimiento, hacia los dispositivos de estrategia…estudiar el

poder desde fuera del modelo de Leviatan, desde fuera del campo delimitado por la

soberanía jurídica y por las instituciones estatales…[hay que estudiarlo]…partiendo de las

técnicas y de las tácticas de dominación.” (p. 147).

Este método nos llama a analizar al poder como algo que circula; que funciona en

cadena; que nunca se encuentra localizado; no es un atributo; no se encuentra en las manos

de nadie; funciona y se ejercita a través de “…una organización reticular.” (p. 144). “En

otros términos, el poder transita transversalmente, no está quieto en los individuos.” (p.

144).

De igual manera el individuo es algo constituido por el poder. El individuo es algo

por lo que circula transversalmente el poder. El individuo es algo que implica, significa y

constituye poder.

Dentro de esta lógica del poder nos encontramos con que “Son los instrumentos de

exclusión, los aparatos de vigilancia, la medicalización de la sexualidad, de la locura, de la

delincuencia, toda esta microfísica del poder, la que ha tenido, a partir de un determinado

momento, un interés para la burguesía.” (p. 146) y no la burguesía es la que la ha

implantado en la sociedad para sacar provechos económicos. Ya que la burguesía no le

interesan los locos, si no los procedimientos para la exclusión de éstos; a la burguesía no le

interesa la represión de la sexualidad infantil, si no el sistema de poder que ayuda a

controlarla; no le interesan los delincuentes, si no el conjunto de mecanismos mediante los

cuales se les controla, se les sigue, se les castiga, se les reforma (p. 147).

Acerca de la teoría jurídica-política.

La teoría jurídica-política a lo largo del desarrollo de la sociedad ha jugado 4 papeles: se ha

referido a un mecanismo de poder efectivo, la monarquía feudal; ha servido de instrumento

y justificación para la construcción de las grandes monarquías administrativas; ha servido

de arma durante las guerras religiosas del s. XVI y XVII como teoría de la soberanía, ya sea

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para limitar o reforzar el poder real; y por último, en el s XVIII ha servido para promover

un modelo político y administrativo alternativo a las monarquías: el modelo de las

democracias parlamentarias (p. 148).

Durante la época feudal los modelos que se construyeron fueron de carácter de la

mecánica general del poder, “…el modo en que se ejercía hasta los niveles más bajos a

partir de los más altos…” (p. 148). Se transcribía el modelo del ejercicio del poder a partir

de la relación soberano-súbdito. Era un tipo de soberanía enfocada más a la tierra y sus

productos, mucho más que a los cuerpos. Una absorción de bienes y riqueza, más que del

tiempo y el espacio en el que los cuerpos se situaban y desplazaban.

En los s. XVII y XVIII se da invención de una nueva mecánica del poder, apoyada

en los cuerpos y la relación que estos tienen con la tierra y los productos de ésta: “Es un

tipo de poder que se ejerce incesantemente a través de la vigilancia y no, de una forma

discontinua por medio de sistemas de impuestos y de obligaciones distribuidas en el

tiempo; supone más una cuadriculación compacta de coacciones materiales que la

existencia física de un soberano…se apoya en el principio según el cual una verdadera y

específica nueva economía del poder tiene que lograr hacer crecer constantemente las

fuerzas sometidas y la fuerza y la eficacia de quien las somete.” (p. 149).

El poder disciplinario sobre el que se fundamenta el pensamiento burgués del s

XIX ha sido un instrumento fundamental en la constitución del capitalismo industrial y de

la sociedad que le es correlativa. Se trata de un poder radicalmente heterogéneo que no es

posible de explicar en los términos con los que se explicita el poder soberano. Aunque el

edificio jurídico que detenta la teoría de la soberanía, a pesar de parecer indescriptible

desde los términos de ésta, sigue “…organizando los códigos jurídicos que aparecen en la

Europa del s. XIX a partir de los códigos napoleónicos.” (p. 149 y 150).

Foucault piensa que existen dos razones para que la teoría de la soberanía siga como

ideología y principio organizador de los códigos jurídicos. Primero, porque en el s. XVIII y

XIX han servido como un instrumento crítico contra la monarquía y contra los obstáculos

que podían oponerse al desarrollo de la sociedad disciplinaria (sociedad burguesa

industrial). Y segundo, porque “…la teoría de la soberanía y la organización de un código

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jurídico centrado en ella permitieron sobreponer a los mecanismos de disciplina un sistema

de derecho que ocultaba los procedimientos y lo que podía haber de técnica de dominación,

y garantizaba a cada cual, a través de la soberanía del Estado, el ejercicio de sus propios

derechos soberanos.” (p. 150).

Y es a partir de esto que “Los sistemas jurídicos, ya se trate de las teorías o de los

códigos, han permitido una democratización de la soberanía con la constitución de un

derecho político articulado sobre la soberanía colectiva, en el momento mismo en que esta

democratización de la soberanía se fijaba en profundidad mediante los mecanismos de la

coacción disciplinaria.” (p. 150).

Por último el autor nos dice que para poder explicarnos esta reminiscencia del

sistema jurídico soberano, tenemos que entender a la sociedad como un cuerpo, debido a

que en las teorías jurídicas y el discurso que emana de ellas se le entiende de esta manera.

Como un cuerpo social al que se le delega por partes la responsabilidad de su

funcionamiento. Pero yuxtapuesto a ese código, al que se le llama también derecho

burgués, se encuentra “…una cuadriculación compacta de coacciones disciplinarias que

aseguran en la práctica la cohesión de ese mismo cuerpo social.” (p. 150). Y es en esta

cuadricula donde se insertan las disciplinas científicas modernas (o burguesas) que son las

encargadas de la normatización de las sociedades.

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