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Breves antecedentes, características y papel del Diablo en el problema del mal en el cristianismo medieval.

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Page 1: Sobre el Diablo. Nayeli Amezcua

ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

MAESTRÍA EN HISTORIA Y ETNOHISTORIA

SOBRE EL DIABLO

ALUMNA: AMEZCUA CONSTANDCE NAYELI OLIVIA

MATERIA: LOS MONOTEÍSMOS COMO PRODUCTO CULTURAL

PROFA: ELEONORA PAGNOTTA

Cuicuilco, 8 de noviembre de 2013.

Page 2: Sobre el Diablo. Nayeli Amezcua

Introducción

Es mucho lo que se ha escrito y se sigue escribiendo aún en torno a la imagen del

Demonio debido a que se trata de un personaje que ha causado controversias, debates y

divergencias aún en el interior de la teología católica. Dado que el propósito de este texto es

explicar a grandes rasgos cuáles son las características principales de dicho personaje, me

centraré en dos aspectos en torno a los cuáles se estructura este breve trabajo: sus

antecedentes, y su papel en el cristianismo en torno al problema del mal y su desarrollo en

el cristianismo medieval.

Antecedentes: las religiones antiguas, el judaísmo y el Antiguo Testamento.

Dado que la Biblia no ofrece en sí misma una doctrina sistemática sobre el Diablo 1,

diversos autores han buscado sus antecedentes en las religiones antiguas y su probable

influencia en el judaísmo. Jeffrey Burton Russell explica que si bien en las religiones

antiguas existía el problema de la maldad, esta no se encontraba personificada en una figura

como el Demonio.2 Así, encontramos deidades como Seth, en el antiguo Egipto. Como hijo

de Ra y hermano de Isis y Osiris, Seth era considerado “amigo de los muertos” y protector

de los soberanos locales. Sin embargo, con el aumento del culto a Osiris, Seth adquirió la

caracterización de enemigo de su hermano y de su sobrino Horus, con quien mantendrá

diversas batallas que representan la lucha entre el bien y el mal.3

Entre las civilizaciones acadia, sumeria y asirio- babilónica existió una noción del

mal vinculada a seres destructores que se encontraban en el agua, el aire y la tierra, como

los llamados “siete espíritus del abismo”, considerados causantes de todas las

enfermedades.4 Por su parte, los pueblos semitas contaban también con sus seres malignos,

que no eran otros más que las deidades de las religiones de los pueblos vecinos. Entre los

demonios más conocidos están Lilith, antiguo espíritu cannanita del viento y primera mujer

de Adán según algunas tradiciones, Baal- zebud, cuyos símbolos eran los cuernos, y

Azazel, antigua deidad dionisíaca representada como macho cabrío.5 Russell explica que el

1F. J. Schierse y J. Michil. “Satán” p. 643 consultado en 2 J. B. Russell. El príncipe de las tinieblas. El poder del mal y del bien en la historia. Chile, Andrés Bello, 1996. p. 23.3 Félix Báez- Jorge. Los disfraces del diablo. Ensayo sobre la reinterpretación de la noción cristiana del mal en Mesoamérica. México, Universidad Veracruzana, 2003. p. 57- 60.4 Ibíd. p. 66.5 Ibíd. p. 71. 77.

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Page 3: Sobre el Diablo. Nayeli Amezcua

hombre siente dentro de sí una tensión entre el bien y el mal y considera que en la divinidad

también debe presentarse dicha tensión. Al mismo tiempo, el hombre tiene la convicción de

que Dios es bueno, por lo que no le puede ser atribuido el mal, de manera que la tensión se

externaliza en la división de Dios en entidades separadas, encarnando cada parte el bien y

mal, y en una lucha entre dioses buenos y malos, siendo estos los dioses vencidos por los

primeros.6 Ya en el Antiguo Testamento, encontramos la figura de un acusador de los

hombres ante Dios, pero no parece que este actúe por rebeldía, maldad o franca oposición a

Dios. 7 ¿De dónde surge entonces? En el Antiguo Testamento, Mal´ak Yahweh es un

mensajero de Dios, incluso su voz misma en un principio, que poco a poco se le va

separando hasta convertirse en un ser aparte con la capacidad de recorrer el mundo al

servicio de Dios. Así, en el libro de Job, Satán aparece no como opositor, sino como un

miembro de la corte celestial capaz de convencer a Dios de volverse en contra, o al menos

poner a prueba a los hombres. 8 En opinión de Duncan Heaster, fue durante la cautividad en

Babilonia cuando los judíos empezaron a desarrollar un dualismo que terminaría por

enfatizar la personificación del mal.9 Entre los grupos con un dualismo más acentuado

estaban los esenios, quienes consideraban que el hombre se encontraba en un conflicto

constante entre la inclinación al bien y la inclinación al mal, conflicto que se presentaba no

sólo a nivel individual, sino también celestial: “Todos los hijos de la rectitud están bajo el

gobierno del Príncipe de la Luz y recorren los caminos de la luz, aquellos que nacen en la

falsedad son gobernados por el Ángel de la Oscuridad y recorren los caminos de la

oscuridad”.10 Es muy probable que el zoroastrismo fuera la principal influencia a este

respecto, con su idea casi dramática de la lucha entre Ormuz y Arihman por el control de

todo lo existente.11 Según los escritos de Qumrán, será hasta el juicio final cuando se lleve a

cabo una separación definitiva entre la luz y las tinieblas.12

El Diablo en el cristianismo.

6 Russell. op. cit. p. 24.7 Schierse y Michil, op. cit. p. 643.8 Russell. op. cit. p. 56- 57.9 Heaster. El verdadero Diablo. Una exploración bíblica. India, Carelinks Publishing, 2009. Consultado en www.realdevil.info 10 Citado en Russell. op. cit. p. 60.11 Báez- Jorge. op. cit. p. 84.12 Schierse y Michil, op. cit. p. 644.

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Page 4: Sobre el Diablo. Nayeli Amezcua

Jorge A. Medina Estévez afirma que en el Nuevo Testamento aparecen

aproximadamente 160 referencias a Satanás bajo diversos nombres. El más común, con

unas 100 veces, es el de Demonio, tanto en singular como en plural. Le siguen Diablo y

Satanás con unas 30 veces y Maligno o malo con unas 10 menciones.13 Proveniente del

hebreo, Satán o Satanás significa adversario o enemigo, mientras que Diablo, del griego,

significa acusador o calumniador.14 No obstante el número de veces que aparecen dichas

menciones, Heaster afirma que no pueden ser consideradas como referentes a una persona

en específico, sino que hacen referencia a cualquiera que, en determinadas circunstancias,

se opusiera a la voluntad divina, como Pedro, a quien Jesús llamó Satanás cuando trató de

convencerlo de alejarse de la muerte que le esperaba.15 Sin embargo, no podemos negar que

son varios los pasajes bíblicos en los que son claras las referencias a una entidad precisa

cuyo objetivo principal es obstruir el Reino de Dios mediante la tentación (experimentada

por el mismo Jesús en el desierto) o la posesión.16 A pesar de las ambigüedades que

encontramos en el texto, podemos encontrar, siguiendo a Félix Báez- Jorge, siete

generalizaciones en torno al Diablo: 1. Es un ángel caído. 2. Es el líder de los demonios. 3.

Se le llama “Príncipe del mal”. 4. Es un no ser, la nada. 5. Causa enfermedades y daños

físicos. 6. Incita al pecado. 7. Acusa a los hombres ante Dios y los castiga en el infierno.17

No obstante, son varios los puntos que el Nuevo Testamento no deja en claro, como

el motivo de la caída de Satanás, su origen o los límites de su poder sobre los hombres.

Estas cuestiones generaron un sinnúmero de discusiones entre los primeros Padres de la

Iglesia y entre los grupos surgidos a raíz de la reforma protestante, continuando aún muchas

de estas discusiones hasta nuestros días. Dado que se trata de cuestiones teológicas

complejas y debido a lo breve de este trabajo, no abundaré en ellas, sino que solamente daré

algunos ejemplos. Mencioné ya que la encarnación del mal en una figura específica es tal

13 Medina Estévez. Satanás y su obra. Cuaderno Humanitas (Humanitas. Revista de Antropología y Cultura Cristianas). No. 22. Julio 2010. Chile, Universidad Pontificia de Chile. p. 8.14 Giovanni Papini. El Diablo. México, Porrúa, 2002. P. 5.15 Heaster. op. cit. 16 Russell. op. cit. p. 68- 69.17 Báez- Jorge. op. cit. p. 125. Respecto a este último punto, me parece interesante que los distintos autores citados aquí, con excepción de Heaster, no hagan referencias importantes sobre el lugar de residencia del Diablo: el infierno. Lo más que llegan a mencionar es que, tras su descenso al lugar de los muertos, Cristo lo encadenó, de tal manera que le es imposible salir. Sin embargo, me parece que hace falta una mayor vinculación entre la historia del Diablo y la del infierno, que, como explica Georges Minois, no fue siempre un lugar de castigo y condenación, idea que se desarrolló entre los siglos I y V. Minois. Historia de los infiernos. España. Paidós, 2005. p. 75.

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Page 5: Sobre el Diablo. Nayeli Amezcua

vez resultado de la creencia en un dios benevolente que no puede ser causa del mal. Sin

embargo, la existencia de Satanás como encarnación del mal no explica el porqué de su

presencia. Russell explica que el problema puede plantearse mediante un silogismo: 1. Dios

es omnipotente (omnisciente y todopoderoso); tiene capacidad para crear un cosmos en el

que no exista el mal. 2. Dios es enteramente bueno y desea un cosmos en el que no exista el

mal. 3. Por consiguiente, el mal no puede existir. 4. Pero constatamos que el mal sí existe.

5. Por consiguiente, Dios no existe.18

Fueron varios los teólogos que se ocuparon del problema. Dado que Dios es uno y

es el creador de todo lo existente y dado que no quiere la maldad, no pudo haber creado al

Diablo con una maldad originaria. Ireneo, Orígenes y Gregorio Magno afirmaron que se

trataba de un ángel, incluso el mayor entre todos, que se apartó de Dios de manera

voluntaria, llevando consigo a otros ángeles.19 Algunos capítulos de Isaías (específicamente

XIII y XIV), se consideran el testimonio más antiguo sobre la caída de Satanás, también

llamado aquí Lucifer, como resultado de un pecado de soberbia, al buscar parecerse a

Dios.20 Nuevamente, los debates continuaron en torno a preguntas acerca de la naturaleza

de su pecado, del lugar geográfico de su “aterrizaje”, a su participación en la caída del

hombre y el pecado original o incluso acerca de la posibilidad de que algún día pudiera

arrepentirse y obtener la misericordia de Dios. Todas estas cuestiones siguieron

discutiéndose durante los siglos siguientes. En el Concilio de Letrán, en 1215, se estableció

que Dios era el único principio de todo el universo, creador tanto de lo visible como de lo

invisible, de lo material y de lo espiritual. “En efecto, el Diablo y los otros demonios fueron

creados por Dios naturalmente buenos, pero por sí mismos se transformaron en malvados.

Enseguida el hombre pecó por sugestión del demonio”.21 Por supuesto, las discusiones no

fueron exclusivas de la teología, ya que también entre los creyentes no letrados el problema

del mal fue cobrando fuerzas al paso del tiempo, generando doctrinas como las de los

bogumilos, los cátaros, los albigenses o los valdenses, centradas en un dualismo que

implicaba concepciones como la negación de la humanidad de Cristo o incluso la creencia

en que Satán era el creador de todo lo material.22 A la par, también se generó un imaginario

18 Russell. Lucifer. El Diablo en la Edad Media. Barcelona, Laerttes, 1995. p. 34919 Schierse y Michil, op. cit. p. 647.20 Papini. op. cit. p. 26.21 Citado en Medina Estévez. op. cit. p. 21.22 Báez- Jorge. op. cit. p. 159- 160.

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Page 6: Sobre el Diablo. Nayeli Amezcua

acerca de la apariencia del Diablo y de su intervención en el mundo de los hombres. Robert

Muchembled explica que distintos elementos conformaban una imagen acerca de un

Demonio cuyo aspecto podía ser animal, a la manera de dioses paganos como Pan,

combinando rasgos humanos. Su nombre podía variar entre Asmodeo, Belial, Robin Hood

o Rumpelstiltskin, y existía la creencia de que incluso tenía familia (esposa, abuela, hijos) y

que podía ser burlado, vencido y engañado.23 No obstante, esta concepción casi bucólica del

diablo fue sustituida por una mucho más terrorífica alrededor del siglo XII. Dicha imagen

tenía el objetivo de infundir miedo en todos los sectores de la sociedad, lo que le sirvió a la

Iglesia como instrumento de control social y de vigilancia. El cambio en la imagen y la

teología en torno al Diablo y al infierno, se encuentra vinculado, según Muchembled, a

ciertos cambios políticos y sociales, como los generados en torno a la concepción del

cuerpo, que trataba de ser alejado cada vez más de la “animalidad”, lo que explicaría la

desaparición de los rasgos humanos en el Diablo, a quien se representó de manera cada vez

más animal.24 Un último punto a mencionar es que con este resurgimiento del Diablo y la

difusión de su nueva imagen a través del arte, también adquirió mayor difusión la creencia

en la brujería y la magia relacionadas con un culto a Satanás, ligado a la satanización de

antiguas creencias paganas y en general de todo aquello que no participara de la ortodoxia

católica.25 Con el advenimiento de la modernidad el Diablo nuevamente quedó relegado a

un segundo plano. No obstante, los distintos conflictos políticos, la constante violencia y las

dificultades a las que se enfrenta el hombre contemporáneo han llevado a un resurgimiento

de la creencia en la amenaza constante del Diablo y a una satanización radical que ve en los

cambios ideológicos y sociales (el marxismo, el divorcio, los cambios en la vivencia de la

sexualidad) una nueva herramienta para uso de Satanás.26

Bibliografía.

23 Muchembled. Historia del Diablo. Siglos XII- XX. México, Fondo de Cultura Económica, 2004. p. 26- 27.24 Ibíd. P. 41- 45. 25 Báez- Jorge. op. cit. p. 161- 173.26 Domenico Mondrone. Un exorcista entrevista al Diablo. Roma, Pro Sanctitate, 2004. p. 35.

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Page 7: Sobre el Diablo. Nayeli Amezcua

Báez- Jorge, Félix. Los disfraces del diablo. Ensayo sobre la reinterpretación de la noción

cristiana del mal en Mesoamérica. México, Universidad Veracruzana, 2003.

Heaster, Duncan. El verdadero Diablo. Una exploración bíblica. India, Carelinks

Publishing, 2009. Consultado en www.realdevil.info

Medina Estévez, Jorge. Satanás y su obra. Cuaderno Humanitas (Humanitas. Revista de

Antropología y Cultura Cristianas). No. 22. Julio 2010. Chile, Universidad Pontificia de

Chile.

Minois, George. Historia de los infiernos. España. Paidós, 2005.

Mondrone, Domenico. Un exorcista entrevista al Diablo. Roma, Pro Sanctitate, 2004.

Muchembled, Robert. Historia del Diablo. Siglos XII- XX. México, Fondo de Cultura

Económica, 2004.

Papini, Giovanni. El Diablo. México, Porrúa, 2002.

Russell, J. B. El príncipe de las tinieblas. El poder del mal y del bien en la historia . Chile,

Andrés Bello, 1996.

--------- Lucifer. El Diablo en la Edad Media. Barcelona, Laerttes, 1995.

Schierse, F. J. y J. Michil. “Satán” p. 643 consultado en

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