shutter island: la decisiÓn

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66 SALUD 67 José García Peñalver Psicólogo Clínico-Psicoanalista www.psicoanalisispalma.com LA MISIÓN D os agentes judiciales son destinados al hospital psiquiátrico de Ashecliffe, una institución penitenciaria para delincuentes peligrosos con problemas mentales situada en Shutter Island, una pequeña isla del puerto de Boston. Corre el año 1954. Uno de los federales es Teddy Daniels, encarnado por el actor Leonardo DiCa- prio. El otro se llama Chuck Aule, papel al que da vida Mark Ruffalo. Así quiso que fuese en 2010 el prestigioso Martin Scorsese cuando dirigió este film basado en la novela homónima de Denis Lehane. Teddy y Chuck tienen como misión investigar la desaparición en ex- trañas circunstancias de una interna psicótica recluida por el ase- sinato de sus tres hijos a los que ahogó. Su nombre Rachel Solano. El jefe de psiquiataría, Dr. John Cawley, caracterizado por Ben Kingsley, les explica que Rachel no logra superar el terrible crimen que ha cometido puesto que no acepta la realidad de lo ocurrido. El “brote” fue la manifestación de un alma rota a causa de tanto sufrimiento, a falta de un lugar seguro desde donde sostenerse Ilustracciónes: Jacques Salomon. AQUÍ PASA ALGO Los agentes comienzan la investigación advertidos de algu- nas medidas cautelares mientras permanezcan en el recinto e inmediatamente son desarmado por los vigilantes. Los psi- quiatras por su parte se muestran recelosos e inquisitivos. En los federales surgen las primeras preguntas acerca del sinsentido del caso y de los misterios que le rodean susci- tando sospechas hacia la institución: ¿cómo pudo evapo- rarse Rachel de una habitación cerrada? ¿Por qué lo hizo descalza en medio de una tormenta y a través de un terreno impracticable? ¿Qué significa la nota que dejó? ¿Por qué su médico se marchó precisamente al día siguiente de vaca- ciones? El huracán azota. Todo parece agitarse. El ambiente se torna cada vez más inquietante y estremecedor. ¿Quién es quién? SHUTTER ISLAND: LA DECISIÓN NADA ES LO QUE PARECE Teddy tiene un sueño. Su esposa Dolores, que había sido asesinada por un pirómano hacía unos años, se le apare- ce en el mismo avisándole de que Raquel sigue en la isla al igual que el incendiario que la quemó a ella: Andrew Laeddis. Teddy le hace una confidencia a su compañero Chuk indi - cándole que la verdadera razón de que estuviese allí era cap- turar al criminal de su mujer. Los acontecimientos ocurren aprisa y de forma inesperada haciendo que la investigación entre en una espiral de confusión. Teddy intenta atar cabos: ¿qué terribles experimentos mé- dicos sobre el control mental se están llevando a cabo en la isla?, ¿qué ocultan en el faro? La idea de una conspiración cobra fuerza. El temor a no salir con vida de la isla, también. ¿En quién se puede confiar? EL FARO Teddy se encamina hacia el acantilado junto a su compañero Chuck. Decide continuar solo. Esquiva cuantos peligros le acechan y finalmente consigue entrar en el faro. Allí encuen- tra al Dr. Cawley que le estaba esperando. El médico le enfrenta a la realidad revelándole su verdade- ra identidad. Él no era quien creía ser: Teddy Daniels, sino Andrew Laeddis. Le explica que desde hacía dos años era paciente en Ashecliffe y que su ingreso se produjo tras el asesinato de su esposa. Entra en escena, “Chuck”; que no era otro que su propio psi- quiatra, el Dr. Sheehan. EL DOLOR Primavera del 1952. El agente Andrew Laeddis regresa a casa después de su jornada laboral. La encuentra sentada en un columpio en la parte trasera de la casa junto al lago. Ella acude a recibirlo descalza y con la ropa empapada. “Quiero irme a casa” -dice tiernamente mientras le abra- za-. “Estas en casa” -responde él desconcertado-. “¿Y los niños?” -pregunta con preocupación-. Andrew ve unos bultitos flotando en el lago. Su cara se descompone. Teme lo peor. “¡Oh, Dios mío! ” Corre hasta meterse en el agua. Una de sus hijas está flotando bo- cabajo. La coge entre sus brazos e intenta reanimarla sin éxito; su rostro pálido es de un cuerpecito sin vida. En me- dio de su desespero y sus desgarradores gritos de dolor comprueba inmediatamente que hay dos cadáveres más: el resto de sus hijos. Uno a uno los rescata del agua y se ¿Qué es peor… vivir como un monstruo o morir como un hombre decente?

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¿Qué es peor… vivir como un monstruo o morir como un hombre decente?

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Page 1: SHUTTER ISLAND: LA DECISIÓN

6666 SALUD 67

José García PeñalverPsicólogo Clínico-Psicoanalista

www.psicoanalisispalma.com

LA MISIÓN

Dos agentes judiciales son destinados al hospital psiquiátrico de Ashecliffe, una institución penitenciaria para delincuentes peligrosos con problemas mentales situada en Shutter Island,

una pequeña isla del puerto de Boston. Corre el año 1954. Uno de los federales es Teddy Daniels, encarnado por el actor Leonardo DiCa-prio. El otro se llama Chuck Aule, papel al que da vida Mark Ruffalo. Así quiso que fuese en 2010 el prestigioso Martin Scorsese cuando dirigió este film basado en la novela homónima de Denis Lehane.

Teddy y Chuck tienen como misión investigar la desaparición en ex-trañas circunstancias de una interna psicótica recluida por el ase-sinato de sus tres hijos a los que ahogó. Su nombre Rachel Solano.

El jefe de psiquiataría, Dr. John Cawley, caracterizado por Ben Kingsley, les explica que Rachel no logra superar el terrible crimen que ha cometido puesto que no acepta la realidad de lo ocurrido.

El “brote” fue la manifestación de un alma rota a causa de tanto sufrimiento, a falta de un lugar seguro desde donde sostenerse

Ilustracciónes: Jacques Salomon.

AQUÍ PASA ALGO

Los agentes comienzan la investigación advertidos de algu-nas medidas cautelares mientras permanezcan en el recinto e inmediatamente son desarmado por los vigilantes. Los psi-quiatras por su parte se muestran recelosos e inquisitivos.

En los federales surgen las primeras preguntas acerca del sinsentido del caso y de los misterios que le rodean susci-tando sospechas hacia la institución: ¿cómo pudo evapo-rarse Rachel de una habitación cerrada? ¿Por qué lo hizo descalza en medio de una tormenta y a través de un terreno impracticable? ¿Qué significa la nota que dejó? ¿Por qué su médico se marchó precisamente al día siguiente de vaca-ciones?

El huracán azota. Todo parece agitarse. El ambiente se torna cada vez más inquietante y estremecedor. ¿Quién es quién?

SHUTTER ISLAND: LA DECISIÓN

NADA ES LO QUE PARECE

Teddy tiene un sueño. Su esposa Dolores, que había sido asesinada por un pirómano hacía unos años, se le apare-ce en el mismo avisándole de que Raquel sigue en la isla al igual que el incendiario que la quemó a ella: Andrew Laeddis. Teddy le hace una confidencia a su compañero Chuk indi-cándole que la verdadera razón de que estuviese allí era cap-turar al criminal de su mujer. Los acontecimientos ocurren aprisa y de forma inesperada haciendo que la investigación entre en una espiral de confusión.

Teddy intenta atar cabos: ¿qué terribles experimentos mé-dicos sobre el control mental se están llevando a cabo en la isla?, ¿qué ocultan en el faro?

La idea de una conspiración cobra fuerza. El temor a no salir con vida de la isla, también. ¿En quién se puede confiar?

EL FARO

Teddy se encamina hacia el acantilado junto a su compañero Chuck. Decide continuar solo. Esquiva cuantos peligros le acechan y finalmente consigue entrar en el faro. Allí encuen-tra al Dr. Cawley que le estaba esperando.

El médico le enfrenta a la realidad revelándole su verdade-ra identidad. Él no era quien creía ser: Teddy Daniels, sino Andrew Laeddis. Le explica que desde hacía dos años era paciente en Ashecliffe y que su ingreso se produjo tras el asesinato de su esposa.

Entra en escena, “Chuck”; que no era otro que su propio psi-quiatra, el Dr. Sheehan.

EL DOLOR

Primavera del 1952. El agente Andrew Laeddis regresa a casa después de su jornada laboral. La encuentra sentada en un columpio en la parte trasera de la casa junto al lago. Ella acude a recibirlo descalza y con la ropa empapada. “Quiero irme a casa” -dice tiernamente mientras le abra-za-. “Estas en casa” -responde él desconcertado-. “¿Y los niños?” -pregunta con preocupación-.

Andrew ve unos bultitos flotando en el lago. Su cara se descompone. Teme lo peor. “¡Oh, Dios mío!” Corre hasta meterse en el agua. Una de sus hijas está flotando bo-cabajo. La coge entre sus brazos e intenta reanimarla sin éxito; su rostro pálido es de un cuerpecito sin vida. En me-dio de su desespero y sus desgarradores gritos de dolor comprueba inmediatamente que hay dos cadáveres más: el resto de sus hijos. Uno a uno los rescata del agua y se

¿Qué es peor… vivir como un monstruo o morir como un hombre decente?

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SEMINARIO DE FORMACIÓN (SIGMUND FREUD/INTRODUCCIÓN A LACAN)

3 años de duraciónTemporada 2012-20131er Año: 3ª Convocatoria/ 2º Año: 2ª Convocatoria/ 3er Año: 1ª Convocatoria

Reconocimientos y Méritos:

-Reconocido con créditos de libre configuración por la UNIvERSITAT DE LES ILLES BALEARS (U.I.B.)(1er Año: 3´5 créditos / 2º Año: 4´5 créditos / 3er Año -curso 2012/13-, 4´5 créditos libre configuración)

-Apoyo y reconocimiento Institucional del COL.LEGI OFICIAL DE PSICòLEGS DE LES ILLES BALEARS (COPIB)“Curs amb el reconeixement del COPIB”.

-Programa de Cooperación Educativa (Practicum) con la UNIvERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA (U.N.E.D.)

Dirige: José García Peñalver

¿QUIERES ESTUDIAR PSICOANÁLISIS?Una profesión con salida

Información:

[email protected] 871 948 901 www.psicoanalisispalma.com

los echa a cuestas como puede. Tiembla y chilla a medida que su faz se va desencajado.

Consigue llevarlos a la orilla. Los estira sobre el césped con las manos cruzaditas y se coloca junto a ellos. Se acerca Dolores.

Dolores: (sentándose en su regazo; sonriente y acarician-do con dulzura a su esposo) “Sentémonos a la mesa An-drew”. “Los secaremos, les cambiaremos la ropa; serán nuestros muñecos, ¿eh? Y… mañana los llevaremos de picnic”.

Andrew: “Si alguna vez me has querido, haz el favor de callarte”.

Dolores: “Yo te quiero” (sollozos)… “¡Libérame”!

Andrew: “Amor mío, te quiero, te quiero mucho…”

El estruendo de un disparo a bocajarro culmina con las manos ensangrentadas de Andrew en el vientre de Do-lores poniendo punto y final a tan desgarradora escena.

EL TRAUMA

En el faro, los doctores Cawley y Sheehan intentan hacer-le comprender. Para lo cual tendrán que contarle la otra película, la que quería olvidar: su dramática realidad. Los psiquiatras ingenian este psicodrama con la intención de confrontar al paciente con su verdadera identidad, “enca-rándole” a su auténtica historia con la esperanza de lograr su curación antes de que… sea demasiado tarde.

Andrew se desmaya frente al shock del relato, justo cuan-do en un momento de arrebato de ira le dispara a su maníaco-depresiva amada. Logra incorporarse. Asiente mientras sigue escuchando. Llora. El Dr. Cawley le pide que cuente él mismo lo ocurrido. Le explica que era nece-sario hacerlo así puesto que anteriormente pasó por dife-rentes momentos donde se sitúo ante la verdad para luego

volver a retroceder refugiándose de nuevo en la fantasía. Andrew lo hace entre sollozos humedecidos de miedo y culpa.Dr. Cawley: “Tengo una duda, Andrew: recuperó la cordu-ra una vez, hace nueve meses, y luego recayó”.

Andrew: “No me acuerdo”.

Dr. C.: “Ya lo sé. Empezó de nuevo; como una cinta que se reproduce en un ciclo infinito. Espero que lo que hemos hecho aquí baste para que no vuelva a pasar, pero necesi-to saber que ha aceptado la realidad”.

A.: “Usted vino a buscarme, doctor. Usted es el único que ha intentado ayudarme. Me llamo Andrew Laeddis. Maté a mi mujer en la primavera del cincuenta y dos…”

LA DECISIÓN…

Nos acercamos al final. Al paciente le queda una última prueba para comprobar que el nuevo tratamiento pro-puesto por estos psiquiatras vanguardistas: el del fárma-co clorpromacina combinado con el psicoterapéutico psi-coanalítico, puede tener éxito. En caso contrario no habrá alternativa y la solución al problema seguirá hallándose en los métodos clásicos: la lobotomía. El Dr. Cawley, interpre-tado por Ben Kingsley, se oponía al procedimiento quirúr-gico. Pero todo tiene un límite, y la conducta problemática y violenta de su paciente le comprometía en su cargo.

Se baja el telón. Amanece un nuevo día y con él…“regresa” el intrépido Teddy que dirigiéndose a su compañero de armas le dice que hay que revelar al mundo lo que está sucediendo ahí. La suerte está echada.

Antes de que vengan a buscarle los enfermeros para lle-várselo al quirófano y efectuarle la operación en los ló-bulos frontales del cerebro el sujeto habla como tal por última vez antes de dejarse hacer: “Este lugar me hace pensar. ¿Qué es peor… vivir como un monstruo o vivir como un hombre decente?”

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Sea como fuera, el sujeto siempre elige. No decidir, no deja de ser una decisión

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José García PeñalverPsicólogo Clínico-Psicoanalista

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EL PSICOANÁLISIS PUEDE AyUDARLE

HAy OTRA MANERA DE vIvIR

…FINALAndrew Laeddis no soportó a situación que vivió. Aque-llas terribles escenas y vivencias precipitaron el delirio de creerse aún un agente en activo a la caza y captura del asesino de su propia mujer: el mismo. Quizás, como ve-terano de guerra ya estaba “tocado” por haber sido tes-tigo en su pasado de demasiados desastres. Lo cierto es que su psique no aguantó más dolor y su mundo afectivo perdió su homeostasis y se derrumbó. El “brote” fue la manifestación de un alma rota a causa de tanto sufrimien-to, a falta de un lugar seguro desde donde sostenerse. Técnicamente la realidad “le supera” produciéndose la

lor, al precio de perder para siempre su subjetividad? Consciencia de sí, equivalente a vil existencia; “amne-sia permanente”, igual a “tonto” y feliz. Tal era la dramá-tica disyuntiva a la que se ve abocado por semejante manera de pensar. Lamentable y desgraciadamente su mentalidad se aferra a la creencia de que no es posible superar la tragedia, induciéndole precisamente a per-petúala. ¿O caso hipotecar voluntariamente su futuro y su dignidad como humano envolviendo su destino en la fatalidad de una vida sin vida no es un auténtica ca-tástrofe?

Sea como fuera, el sujeto siempre elige. Andrew decide ser un buen hombre. Así lo entendía él. Bien sabía sin embargo donde se metía: que esa decencia y bondad no sería ningún chollo sino la triste y errática sombra de un hombre sin libertad, un hombre impotente por ese puñado de neuronas estirpadas. Que conste que tenía otra opción. Reducir las alternativas a dos: la muy mala y la peor, es la misma sin salida. Siempre existe la po-sibilidad de hacer otra cosa distinta a lo que se hace; claro que para eso es necesario cambiar de mentalidad. Decidir no hacerlo no deja de ser una decisión. El suje-to, por ser libre, también es responsable. A uno le toca lo que le toca, admitamos que esto es así. Ahora bien, cómo nos posicionamos frente a lo que tenemos o ante aquello de lo que carecemos -por ejemplo, paz mental- es un grado de libertad que corresponde a ser humano.

Primero decide “quemarla” para negar que la mató. Cla-ro está que el que la prende fuego es otro, a lo cual lla-mamos proyección. Luego decide “quemarse” para sal-varse. ¿Salvarse? Probablemente Andrew también creía que es posible escapar completamente de uno mismo. Pero las heridas del pasado no cicatrizan si no hay un proceso de elaboración psíquica; en caso de no llevarlo a cabo estos fantasmas nos perseguirán mientras viva-mos y, de una u otra forma, el presente siempre estará embargado por los monótonos e insistentes efectos re-petitivos del pretérito. Por tanto, es responsabilidad de cada cual poner orden en su propia casa.

ruptura del sujeto con la misma y disociándose de ésta al amparo de un mundo imaginario. El cuadro clínico típico característico de este trastorno psicótico habría que verlo por ahí: el desprendimiento del mundo real del sujeto para refugiarse en la fantasía.

Sabemos que se sobrepone varias veces para volver a recaer. Es decir, nunca llega a reponerse. Y al final se abandona definitivamente en la recaída. Su dilema es un conflicto a muerte: ¿vivir inhumanamente con el atormen-tador recuerdo de lo sucedido o “arrancar-se” este do-